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Alemania
Gran Bretaña
Portugal
Democracia
parlamentaria en
Europa

Europa: de la catástrofe de 1945 a la reunificación del continente

Europa fue la gran perdedora en la segunda guerra mundial. En 1939, una nueva “guerra civil”
entre europeos se abatió sobre el continente, segando vidas, destruyendo ciudades y fábricas, y
sumiendo en el hambre y al necesidad a millones de europeos. Sin embargo, la zona occidental
del continente que quedó fuera del dominio soviético, inicio una nueva fase de su historia
basada en la democracia y el éxito económico. España, Portugal y, durante un corto período,
Grecia fueron, hasta los años setenta, las excepciones dictatoriales en un continente rico y
democrático.

2.1. El triunfo de la democracia en Europa occidental

La fuerte recuperación económica tras la guerra facilitó la restauración de la confianza en las


instituciones democráticas en Europa. Aunque al acabar el conflicto algunos partidos
comunistas, como el italiano o el francés, tenían un amplio apoyo, los partidos democráticos se
asentaron rápidamente y acabaron por dominar la escena política europea. Dos grandes
corrientes: la derecha moderada, representada esencialmente en la Democracia Cristiana, y la
izquierda moderada, organizada en los partidos socialistas, socialdemócratas o laboristas, se
alternaron en el gobierno y conformaron una Europa occidental en la que triunfó una versión del
estado del bienestar más avanzada que en Estados Unidos (sistema de salud universal,
educación obligatoria y gratuita, sistema generoso de pensiones…).
Italia también paso a ser una democracia liberal, lo que era más significativo por cuanto en su tradición
no había ninguna experiencia de democracia auténtica, dada la corta y poco efectiva vida del sufragio
universal proclamado en 1919. Con la caída del fascismo en 1943 y su derrota definitiva en 1945, se
impuso la cultura política del antifascismo. También la monarquía pagó el precio de su alianza de veinte
años con el fascismo, al votarse en junio de 1946 un referéndum sobre la forma de gobierno en el que
por un estrecho margen venció la República, inmediatamente proclamada. En seguida el país se dotó de
un régimen democrático a la francesa, con dos cámaras, un Senado elegido mediante sufragio indirecto,
una Cámara de Diputados designada mediante sufragio universal, un presidente de la República elegido
por las dos asambleas y un presidente del Gobierno apoyado en la confianza de los diputados. Como en
Alemania, la Constitución otorga carta de naturaleza a las regiones, considerándose la descentralización
indispensable para el ejercicio de las libertades locales, si bien este principio tardó veinte años en ser
aplicado. Otra de las deficiencias de la democracia liberal italiana fue que, establecido un sistema de
partidos con dos grandes fuerzas a la derecha y la izquierda del mismo, la Democracia Cristiana y el
Partido Comunista, la lógica de la guerra fría impidió la llegada de éste en momento alguno al gobierno,
que fue ejercido de forma continuada por una DC erigida sobre una compleja trama de influencias y
corrupción.

En el campo de las viejas democracias, Francia constituye un caso particular. Fue la única de
las grandes democracias liberales en las que el período de entreguerras presenció virulentos
ataques al régimen democrático y parlamentario, surgiendo movimientos fascistas relevantes y
una extendida cultura política derechista autoritaria. De estos elementos surgieron los apoyos
del gobierno de Vichy, en el que vieron un antídoto a la debilidad y la ineficacia que achacaban a
la democracia parlamentaria. Como reacción, entre la Resistencia y los sectores que
combatieron al nazismo se produjo una revaloración de las formas democráticas. En 1946 se
aprobó una nueva constitución, inaugurando de esta manera la IV República, con un régimen
democrático liberal basado en la preeminencia parlamentaria, siendo derrotada la opción de un
ejecutivo fuerte que defendía De Gaulle.

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