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Identificación en Freud + Guía
Identificación en Freud + Guía
El análisis de Freud revela que el animal totémico es el sustituto del padre, y con
eso armoniza la contradicción de que estuviera prohibido matarlo (excepto en el
banquete totémico), y que su matanza se convierta en festividad. La actitud
ambivalente de sentimientos que caracteriza todavía hoy al complejo paterno
en los niños, y prosigue a menudo en la vida de los adultos, se extendería
también del animal totémico.
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Si nos remitimos a la celebración del banquete totémico podremos dar una
respuesta: un día los hermanos expulsados se aliaron, mataron y devoraron al
padre, y así pusieron fin a la horda paterna. Unidos osaron hacer y llevaron a cabo
lo que individualmente les habría sido imposible. Que devoraran al muerto era cosa
natural para unos salvajes caníbales. El violento padre primordial era el arquetipo
envidiado y temido por cada uno de los miembros de la banda de hermanos. Y en el
acto de la devoración, consumaban la identificación con él, cada uno se
apropiaba de una parte de su fuerza.
La banda de los hermanos amotinados odiaba a ese padre que era un obstáculo para
su necesidad de poder y sus exigencias sexuales, pero también lo amaban y
admiraban. Estaban gobernados por los mismos sentimientos contradictorios que
podemos hallar en los niños y neuróticos, como contenido de la ambivalencia del
complejo paterno. (Concordancias entre la vida anímica de los salvajes y de los
neuróticos).
Tras eliminarlo, tras satisfacer su odio e imponer su deseo de identificarse con él,
forzosamente se abrieron paso las mociones tiernas avasalladas. Aconteció en la
forma del arrepentimiento; así nació una conciencia de culpa, que sigue vigente.
El muerto se volvió aún más fuerte de lo que fue en vida. Lo que antes le había
impedido con su existencia, ellos mismos se los prohibieron ahora en la
situación psíquica de la “obediencia de efecto retardado”.
Revocaron su hazaña declarando no permitida la muerte del tótem (sustituto
paterno), y renunciaron a sus frutos, denegándose las mujeres liberadas.
Prohíben el parricidio y el incesto.
Así, desde la conciencia de culpa del hijo varón, ellos crearon los tabúes
fundamentales del totemismo, que por eso mismo necesariamente coincidieron con
los dos deseos reprimidos del complejo de Edipo. Quien los contraviniera se hacía
culpable de los únicos dos crímenes en los que toma cartas la sociedad primitiva.
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La pérdida debe pasar por el narcisismo.
En ambos estados sucede una cancelación del interés por el mundo exterior, y
una pérdida de la capacidad de amar, debido a la entrega incondicional al duelo,
que nada deja para otros propósitos e intereses.
En la melancolía se puede hablar de una pérdida inconsciente. No sabemos qué se
perdió, o aún cuando para el enfermo es notoria la pérdida, cuando el enfermo sabe
qué o a quién perdió, pero no lo que perdió en él. Pérdida narcisista grave (p.ej.:
perder el lugar del hijo con la muerte del padre). Esto es diferente en el duelo en el
cual no hay nada inconsciente en cuanto a la pérdida. El objeto perdido es el yo
mismo, por una regresión libidinal al estadio del narcisismo primario, en el que el yo y
le objeto de amor son uno solo.
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la melancolía, al llevar al sujeto a renunciar a su yo, lo lleva a una posición de
renunciamiento general, de abandono, de dimisión deseante, que da cuenta del
fin de la melancolía: el pasaje al acto suicida, generalmente radical.
Elección de objeto sobre una base narcisista, por eso la investidura del objeto
regresa al yo si encuentra dificultades.
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Luego, en el complejo de Edipo, el niño nota que el padre le significa un estorbo
junto a la madre; su identificación con él cobra entonces una tonalidad hostil, y pasa a
ser idéntica al deseo de sustituir al padre junto a la madre.
La identificación es ambivalente; puede darse vuelta hacia la expresión de la
ternura o hacia el deseo de eliminación. Se compara como un retoño de la fase oral,
en la que el objeto anhelado y apreciado se incorpora por devoración y así se aniquila
como tal.
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En el capítulo VIII de Psicología de las Masas y Análisis del Yo (1920) Freud
diferencia identificación de enamoramiento.
Identificación: El yo se enriquece con las propiedades del objeto, lo “introyecta”. El
objeto se pierde o se resigna; después se lo vuelve a erigir en el interior del yo, y el yo
se altera parcialmente según el modelo del objeto perdido. La identificación
presupone la resignación de la investidura de objeto. El objeto se pone en el lugar del
yo o en el lugar del ideal del yo.
Enamoramiento: El yo se empobrece, se entrega al objeto, le concede el lugar de su
ingrediente más importante. En el enamoramiento el objeto se ha mantenido y es
sobreinvestido como tal por el yo a sus expensas.
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Finalmente, en el El Yo y el Ello (1923), Freud utiliza el concepto de la
identificación para pensar la formación del Súper Yo y de la identidad sexual en
el desenlace del complejo de Edipo.
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tempranas del yo, y puede dar lugar a esta concepción: el carácter del yo es una
sedimentación de las investiduras de objeto resignadas, contiene la historia de
estas elecciones de objeto.
Otro punto de vista enuncia que esta trasposición de una elección erótica de
objeto a una alteración del yo es un camino que permite al yo dominar al ello y
profundizar sus vínculos con él. Cuando el yo cobra rasgos del objeto, se impone
él mismo al ello como objeto de amor, busca repararle su pérdida diciéndole
“mira, puedes amarme también a mi; soy tan parecido al objeto…”.
Con la demolición del complejo de Edipo (positivo) en el varoncito tiene que ser
resignada la investidura de objeto de la madre. Puede tener dos reemplazos; una
identificación con la madre o un refuerzo de la identificación padre. Estas
identificaciones no responden a nuestra expectativa, pues no introducen en el yo el
objeto resignado, aunque este desenlace también se produce.
La salida y el desenlace de la situación del Edipo en identificación padre o
identificación madre parece depender, en ambos sexos, de la intensidad relativa de las
dos disposiciones sexuales.
Complejo de Edipo completo, positivo y negativo, dependiente de la bisexualidad
originaria del niño. El varoncito no posee solo una actitud ambivalente hacia el padre,
y una elección tierna de objeto a favor de la madre, sino que también muestra la
actitud femenina tierna hacia el padre, y la correspondiente actitud celosa y hostil
hacia la madre (como una niña). Esta injerencia de la bisexualidad es lo que vuelve tan
difícil penetrar con la mirada las constelaciones (proporciones) de las elecciones de
objeto e identificaciones primitivas, y todavía más difícil describirlas en una sinopsis.
En efecto, la experiencia analítica muestra que, en una cantidad de casos, uno u otro
de los componentes de aquél desaparece hasta dejar apenas una huella registrable, de
suerte que se obtiene una serie, en uno de cuyos extremos se sitúa el complejo de
Edipo positivo, y en el otro el inverso, mientras que los eslabones intermedios exhiben
la forma completa con participación desigual de ambos componentes.
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Como resultado de la fase sexual gobernada por el complejo de Edipo, se puede
suponer una sedimentación en el Yo, que consiste en el establecimiento de estas
dos identificaciones (parentales), unificadas de alguna manera entre sí,
formando el Súper yo. Esta primera alteración del yo recibe su posición
especial, y se enfrenta al otro contenido del yo.
No es solo residuo de las primeras elecciones de objeto del Ello, sino que
también tiene la significatividad de una enérgica formación reactiva frente a
ellas. Su vínculo no se agota en la advertencia “así como el padre debes ser”, también
está presente la prohibición “así como el padre no te es lícito ser, no puedes hacer lo
que él hace, muchas cosas le están reservadas”.
En capítulos 4 y 5:
En la melancolía, el superyó puede convertirse en una suerte de cultivo de las
pulsiones de muerte.
El ello es totalmente amoral.
El yo se empeña por ser moral.
El superyó puede ser hipermoral y, entonces volverse cruel contra el yo.
El superyó hiperintenso se abate con furia sin misericordia sobre el yo, como si se
hubiera apoderado de todo el sadismo disponible en el sujeto.
Lo que ahora gobierna en el superyó es una suerte de cultivo puro de la pulsión de
muerte, que a menudo logra efectivamente empujar al yo a la muerte, cuando el yo no
consigue defenderse de su tirano y se vuelca a la melancolía.
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Resumen del tema (guía para exponer)
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Psicología de las masas y análisis del yo (1920):
El yo y el ello (1923):
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sedimentación de las investiduras de objeto resignadas, contiene la
historia de esas elecciones de objeto.
Cuando el Yo toma los rasgos del objeto, se impone él mismo como objeto
de amor al Ello. Reparar su pérdida “soy tan parecido al objeto”.
La trasposición de la libido de objeto en libido narcisista conlleva una
desexualización (por resignación de las metas sexuales) y por esto, una
suerte de sublimación.
Los efectos de las primeras identificaciones serán universales y
duraderos.
Génesis del Ideal del Yo: Identificación primera, la más importante del
individuo, la Id. con los padres de la prehistoria personal.
Demolición del complejo de Edipo positivo, en el varón la investidura de
objeto de la madre es resignada. Consecuencia: Identificación con la
madre, o reforzamiento de la identificación con el padre, dependiendo de
la intensidad relativa de las disposiciones sexuales.
Lo que hace tan difícil ver las identificaciones y elecciones de objeto
tempranas, es la bisexualidad originaria del niño, causante del complejo
de Edipo completo (positivo y negativo): Actitud ambivalente hacia el
padre, elección tierna de objeto en la madre; actitud femenina tierna
hacia el padre, actitud celosa y hostil hacia la madre.
Sepultamiento del Complejo de Edipo: las aspiraciones contenidas se
desmontan y de ellas surge la identificación padre y madre.
Estas dos identificaciones parentales se sedimentan en el yo, formando el
Súper Yo. Primera alteración del Yo, se opone a él. No es sólo residuo de
las primeras elecciones de objeto del Ello, tiene la significatividad de una
enérgica formación reactiva frente a ellas (prohibiciones).
Dos tipos de pulsiones:
Pulsión de vida o de Eros: Comprende las pulsiones sexuales no
inhibidas, las mociones pulsionales de meta inhibida y sublimadas y la
pulsión de autoconservación. Su meta es conservar la vida. Es “ruidosa”.
Pulsión de muerte: Encargada de reconducir al ser vivo orgánico al
estado inerte. Es muda, actúa pero sin representantes (ej. de la guerra).
En el estado normal de la vida anímica, existe una mezcla pulsional, la
pulsión de muerte se siente y actúa cuando se produce la desmezcla (por
una baja en las pulsiones de vida), como en la melancolía. Son inofensivas
cuando están mezcladas con componentes eróticos, y en parte se
exteriorizan como agresión.
Finalmente, en los capítulos 4 y 5: En la melancolía, el Súper Yo se
convierte en una suerte de cultivo para las pulsiones de muerte. Ello
amoral, Yo empeña por moral, Súper Yo puede ser hipermoral y volverse
cruel. Identificación desexualización, sublimación. Se produce una
desmezcla pulsional. El componente erótico ya no tiene fuerzas para ligar
la destrucción aleada en él, que se libera como agresión y destrucción. De
esta desmezcla toma el Ideal su sesgo duro y cruel, en su imperioso deber
ser.
El Súper yo hiperintenso e hipermoral se vuelca con furia sin misericordia
sobre el yo, como si se hubiera apoderado de todo el sadismo disponible
en el sujeto. El cultivo de la pulsión de muerte logra a menudo empujar al
sujeto a la muerte efectiva, cuando no puede defenderse de esta tiranía y
se vuelca a la melancolía, suicidio.
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