Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Proyecto de Tesis 6 PDF
Proyecto de Tesis 6 PDF
A CORUÑA 2015-
1
CONSTITUCIÓN Y PODER JUDICIAL
ÍNDICE
2
I.3.- Su concepto.
II.- Clases de acciones.
III.- El derecho fundamental a obtener una tutela judicial efectiva. Principales
aspectos definidos por la jurisprudencia constitucional.
III.1.- El derecho de acceso a la justicia.
III.2.- El derecho a una sentencia de fondo.
III.3.- El derecho a la ejecución.
III.4.- El derecho a un proceso con todas las garantías (derecho al proceso debido).
III.5.- Derecho a la tutela cautelar.
III.6.- Limitaciones.
III.7.- Protección.
IV.- Acción y pretensión.
3
CONSTITUCIÓN Y PODER JUDICIAL
4
V.2.- La Ley Procesal en el espacio.
5
CONSTITUCIÓN Y PODER JUDICIAL
CAPÍTULO PRIMERO
LA JURISDICCIÓN
6
CAPÍTULO 1 – LA PREDETERMINACIÓN LEGAL DEL JUEZ
I.1.- Acepciones.
7
CONSTITUCIÓN Y PODER JUDICIAL
8
CAPÍTULO 1 – LA PREDETERMINACIÓN LEGAL DEL JUEZ
I.2.- Relatividad.
9
CONSTITUCIÓN Y PODER JUDICIAL
10
CAPÍTULO 1 – LA PREDETERMINACIÓN LEGAL DEL JUEZ
11
CONSTITUCIÓN Y PODER JUDICIAL
12
CAPÍTULO 1 – LA PREDETERMINACIÓN LEGAL DEL JUEZ
13
CONSTITUCIÓN Y PODER JUDICIAL
14
CAPÍTULO 1 – LA PREDETERMINACIÓN LEGAL DEL JUEZ
15
CONSTITUCIÓN Y PODER JUDICIAL
16
CAPÍTULO 1 – LA PREDETERMINACIÓN LEGAL DEL JUEZ
17
CONSTITUCIÓN Y PODER JUDICIAL
tad que no puede realizarse más que por los órganos públicos, no estamos ante
verdadera jurisdicción: no tiene carácter jurisdiccional la ejecución penal, pero sí
la civil, pues se trata de una voluntad de la ley a la que debe dar cumplimiento la
misma parte del proceso, pudiendo ser sustituida su actividad por la actividad
material de los órganos del Estado. La clave de esta sustitución está en la alieni-
dad de la propia jurisdicción: “nadie es juez en pleito propio”, sino juez “en
causa ajena”, así el juez es extraño al objeto del proceso, teniendo lugar la susti-
tución de todos los ciudadanos y no sólo de las partes cuyos intereses se defien-
den en el proceso.
Esta teoría ha sido seguida, con mayores o menores matices, por numerosos
autores italianos: Betti, U. Rocco, Zanzucchi, entre otros, y en España, funda-
mentalmente por GÓMEZ ORBANEJA, aunque con algunas objeciones, como
la relativa a la consideración de la ejecución penal como una función administra-
tiva. Analizando esta teoría SERRA DOMÍNGUEZ estima que sólo cabría admi-
tirla partiendo de una serie de abstracciones teóricas. Esta teoría sólo sería válida
para el proceso de ejecución, pero no así para el declarativo, donde el juez al
dictar sentencia no sustituye a nadie, sino que realiza una actividad propia que le
ha sido confiada por el Estado; de ahí que CHIOVENDA tenga que recurrir a la
abstracción de que el juez sustituye a todos los ciudadanos, lo cual, en palabras
de SERRA DOMÍNGUEZ, equivale a no sustituir a nadie. Por otra parte, esta
teoría basada en la alienidad tampoco sirve para diferenciar la función adminis-
trativa y la jurisdiccional: en muchas ocasiones, en la llamada Administración
“indirecta” por la que se obliga a los administrados a observar una determinada
conducta, como, por ejemplo, en materia de policía, higiene, etc., la Administra-
ción resuelve materias que le son extrañas; mientras que en el propio proceso el
juez no resuelve sobre relaciones extrañas, sino también sobre normas de las que
él es el destinatario directo: las normas procesales.
Ante las críticas suscitadas surgieron variantes de esta tesis, que utilizan, sin
embargo, el mismo concepto de sustitución. Así SEGNI propugnó la sustitución
del ordenamiento material por el procesal; propuso SATTA la sustitución del
ordenamiento jurídico por el juez, considerando que éste es el sujeto que concre-
ta el ordenamiento jurídico en la aplicación al caso controvertido.
18
CAPÍTULO 1 – LA PREDETERMINACIÓN LEGAL DEL JUEZ
19
CONSTITUCIÓN Y PODER JUDICIAL
20
CAPÍTULO 1 – LA PREDETERMINACIÓN LEGAL DEL JUEZ
como una relación valorativa entre un sujeto (singular o plural) y un objeto; sin
embargo, una vez acogido por el Derecho, es susceptible también de ser defi-
nido como una situación jurídico-subjetiva, con lo que se atiende a la posición
del sujeto que realiza tal valoración frente a su objeto, ahora ya reconocida por
la norma jurídica. Con ello se observa que la concepción doctrinal subjetiva y
la objetiva no son tan contradictorias como pudiera parecer, sino que subrayan
distintos aspectos de una misma relación prejurídica sujeto-objeto. Normal-
mente unos intereses están ligados a otros, mediante relaciones diversas que
pueden ir desde la indiferencia hasta el conflicto y se hace necesaria una armo-
nización de tales intereses, estableciendo unas prevalencias entre unos y otros.
Aquí es donde entra en juego el Derecho, reconociendo de forma general de-
terminados intereses en lugar de otros y otorgándoles protección con prioridad
a otros que se consideran menos prevalentes.
Una vez producida, a través del proceso político, la determinación de qué in-
terés debe ser satisfecho con prioridad a otros, qué relación valorativa de utilidad
entre un sujeto y un objeto -apto para satisfacer una necesidad de aquél- debe ser
reconocida y amparada por el ordenamiento, el interés que haya sido así acogido
será ya un interés jurídicamente protegido, un interés jurídico. Se atribuye así
una esfera de libertad para el titular del interés, un espacio privilegiado de pro-
tección del individuo. El interés jurídico, o interés jurídicamente protegido, sur-
ge de la relación de la norma jurídica con el individuo que realiza la valoración
acerca de la utilidad de un determinado bien, entendido en sentido amplio, para
satisfacer la necesidad de este individuo -beneficio que puede producir o perjui-
cio que puede evitar-. Puede entenderse, por consiguiente, que el interés jurídico
viene a ser, la satisfacción particular de esa necesidad reconocida con carácter
general por la norma.
La protección jurídica última de los intereses que el ordenamiento considera
dignos de ser protegidos se produce a través de la tutela jurisdiccional, por la
cual se va a producir en el caso concreto una elección entre los intereses que
merecen tutela y los que no, atendiendo a la objetivación que se ha determinado
por el Derecho material con carácter estable. Para ello unos órganos específicos,
que ejercen con exclusividad la potestad jurisdiccional, son los encargados de
conocer las circunstancias fácticas del caso concreto y de aplicar a éstas las nor-
mas jurídicas, determinando de manera irrevocable la relevancia del interés jurí-
dicamente prevalente.
Así, por un lado, se determina en el caso concreto el interés jurídico relevante
que se encontraba previamente insatisfecho, satisfaciéndose la pretensión parti-
cular del titular del interés digno de protección lesionado o amenazado. Pero, por
otro lado, esta decisión jurisdiccional tiene una relevancia social y objetiva: el
aseguramiento de la paz jurídica, la resolución pacífica de los conflictos, la cer-
21
CONSTITUCIÓN Y PODER JUDICIAL
II.1.- Unidad.
22
CAPÍTULO 1 – LA PREDETERMINACIÓN LEGAL DEL JUEZ
23
CONSTITUCIÓN Y PODER JUDICIAL
24
CAPÍTULO 1 – LA PREDETERMINACIÓN LEGAL DEL JUEZ
25
CONSTITUCIÓN Y PODER JUDICIAL
II.2.- Independencia.
26
CAPÍTULO 1 – LA PREDETERMINACIÓN LEGAL DEL JUEZ
27
CONSTITUCIÓN Y PODER JUDICIAL
28
CAPÍTULO 1 – LA PREDETERMINACIÓN LEGAL DEL JUEZ
29
CONSTITUCIÓN Y PODER JUDICIAL
30
CAPÍTULO 1 – LA PREDETERMINACIÓN LEGAL DEL JUEZ
pero sometida al final, a la hora de aplicar las normas que crean al caso
concreto, a nuestra ponderación superior y última, la de los tribunales
(RUIZ SOROA)..
Especialmente crítico se ha mostrado NIETO, en sus obras “El des-
gobierno judicial” y “El malestar de los jueces y el modo judicial”,
con relación a la independencia judicial, sosteniendo que “… El Poder
Judicial no es independiente y en consecuencia no puede desarrollar
su delicada función de contrapesar al Poder Ejecutivo limitando sus
eventuales excesos; y, por otro lado, los jueces no están suficientemen-
te protegidos y, como son vulnerables, algunos de ellos ceden a la ten-
tación de las prebendas políticas y profesionales y se convierten en
dóciles instrumentos de ese Poder político que debían vigilar.”
Si se observa la independencia desde un punto de vista ya no estric-
tamente jurídico, sino también incluyendo elementos fácticos, la inde-
pendencia entendida abstractamente como sujeción al ordenamiento
precisa de ulteriores garantías, que son complementarias a la indepen-
dencia y que caracterizan también a la Jurisdicción. Como afirma
MONTERO AROCA, se ha articulado en la L.O.P.J. un régimen de
garantías para preservar la independencia judicial en diversas esferas,
frente a la sociedad, frente a las partes o frente a los demás poderes del
Estado.
Se pretende preservar la objetividad de las decisiones judiciales y
la impermeabilidad de los Jueces ante la influencia de fuerzas exte-
riores, para ello los Jueces y Magistrados deben poseer una aptitud o
capacidad técnica indudable, una conducta o moralidad intachable y
una ausencia de vinculación con los distintos sectores productivos de
su demarcación judicial que fundamenten su prestigio. Para ello la
L.O.P.J. arbitra una serie de garantías determinadas: regula, en este
sentido, un mecanismo específico de acceso a la Carrera Judicial así
como un régimen de incompatibilidades y prohibiciones. Respecto al
acceso a la Carrera Judicial, aparece regulado en los arts. 301 y ss.
L.O.P.J., estableciéndose la necesidad de ingreso por oposición, sal-
vo el llamado “cuarto turno” para los juristas de reconocida compe-
tencia y con más de diez años de ejercicio profesional (arts. 301.5º y
311 L.O.P.J.), así como determinadas condiciones que garanticen
una conducta moral intachable (p. ej. 303 L.O.P.J.), y “quinto turno”
31
CONSTITUCIÓN Y PODER JUDICIAL
II.3.- Exclusividad.
32
CAPÍTULO 1 – LA PREDETERMINACIÓN LEGAL DEL JUEZ
33
CONSTITUCIÓN Y PODER JUDICIAL
partir del art. 93 C.E. En este sentido el TJUE debe ser considerado
como “Juez ordinario o predeterminado por la ley”, a que hace refe-
rencia el art. 24.2º C.E..
Desde un punto de vista negativo, la exclusividad jurisdiccional pre-
senta otra vertiente en el sentido de que la única y exclusiva tarea que
corresponde desempeñar a juzgados y tribunales, es la aplicación de la ley
en los juicios civiles y criminales y demás establecidos o que establezcan
las leyes, juzgando y haciendo ejecutar lo juzgado. Este aspecto aparece
regulado en los arts. 117.4º C.E. y 2.2º L.O.P.J. Como afirma
MONTERO AROCA, esta exigencia no puede ser tildada de superflua,
puesto que previene contra la usurpación de atribuciones de otros órga-
nos, garantiza la propia independencia de los órganos jurisdiccionales
frente a la administración e impide que se atribuyan a aquéllos funciones
impropias de su excelsa misión, sobre todo aquellas que por sus implica-
ciones políticas pueden contribuir a su descrédito.
34
CAPÍTULO 1 – LA PREDETERMINACIÓN LEGAL DEL JUEZ
35
CONSTITUCIÓN Y PODER JUDICIAL
36
CAPÍTULO 1 – LA PREDETERMINACIÓN LEGAL DEL JUEZ
III.2.- Inamovilidad.
37
CONSTITUCIÓN Y PODER JUDICIAL
38
CAPÍTULO 1 – LA PREDETERMINACIÓN LEGAL DEL JUEZ
IV.- Concepto.
La doctrina ha destacado el carácter anfibológico del término “ju-
risdicción” y las consiguientes dificultades para sistematizar las distin-
tas acepciones, no obstante, en el breve recorrido a través del análisis
de este concepto capital para el Derecho procesal se ha partido de dos
perspectivas cuyo examen ha permitido obtener las siguientes conclu-
siones: desde un punto de vista estático o constitucional la jurisdicción
se presenta como una potestad que corresponde exclusivamente al Es-
tado el cual delega su ejercicio atribuyendo su titularidad permanente e
irrevocablemente, a los órganos jurisdiccionales; y, desde el punto de
vista dinámico o procesal, como función jurisdiccional dirigida a la
satisfacción irrevocable de intereses jurídicos socialmente relevantes
llevada a cabo por los órganos legalmente determinados e independien-
tes a través de la vía legalmente preestablecida -proceso-.
Se debe puntualizar, sin embargo, que la referencia a la jurisdic-
ción como potestad estatal que tuvo lugar de forma paralela al sur-
gimiento de la teoría del Estado, concretamente, con el Estado libe-
ral, debe ser modificada, tras la consideración como órganos juris-
diccionales de Tribunales con identidad supranacional o supraestatal
-así el TEDH y el TJUE-, con jurisdicción obligatoria dada la adhe-
sión de nuestro país a los Convenios respectivos. La noción de juris-
dicción como potestad estatal evidentemente impediría considerar a
estos órganos como jurisdiccionales. El obstáculo puede ser salvado
si se tiene en cuenta que los textos internacionales mencionados son
vistos por la propia jurisprudencia supranacional como Normas fun-
damentales, y, de este modo, se sustituye la expresión “potestad esta-
tal” por “potestad constitucional”. Esta modificación permitirá un
concepto perfectamente integrador de todas las etapas jurisdicciona-
les a través de la que es posible la satisfacción de los intereses so-
cialmente reconocidos.
De este modo el concepto global resultante que se acoge es el que
entiende a la jurisdicción como “aquella potestad constitucional ejer-
cida, exclusiva y excluyentemente, por Tribunales independientes, pre-
via y legalmente establecidos, funcionalmente desarrollada de modo
imparcial en el proceso, dirigida a la satisfacción irrevocable de los
intereses jurídicos socialmente relevantes”.
39
CONSTITUCIÓN Y PODER JUDICIAL
40
CAPÍTULO 1 – LA PREDETERMINACIÓN LEGAL DEL JUEZ
A) Atendiendo al órgano.
Los que ejercen la potestad legislativa son las Cortes Generales
(Congreso de los Diputados y Senado –art. 66 C.E.-), mientras que los
que ejercen la potestad jurisdiccional son los Jueces y Magistrados.
El órgano es, pues, distinto.
B) Atendiendo al objeto.
El Poder Legislativo aprueba normas generales y abstractas que re-
gulan los derechos y obligaciones de los ciudadanos, es decir, aprobar
Leyes en sentido estricto.
El órgano jurisdiccional aplica el Derecho al caso concreto, las
normas generales y abstractas, juzgado y haciendo ejecutar lo juzgado.
El objeto es, también, diferente.
41
CONSTITUCIÓN Y PODER JUDICIAL
C) Atendiendo al procedimiento.
El Poder Legislativo se vale de criterios políticos a la hora de legis-
lador, que responde mejor o por a las necesidades que el legislador se
propone.
El órgano jurisdiccional actúa conforme a criterios jurídicos, gene-
rales y abstractos, aunque a la hora de aplicar la ley el Juez debe tener
en cuenta la finalidad -criterio interpretativo reconocido en el art. 3
C.Cv.-.
El procedimiento es, igualmente, distinto.
D) Atendiendo al fin.
El Poder Legislativo crea normas generales que valgan para todos
los ciudadanos y que valgan para todas las esferas del Estado.
La Jurisdicción lleva a cabo el designio del Legislativo al caso con-
creto, resolviendo, con justicia y con autoridad de cosa juzgada, el con-
flicto.
El control de la constitucionalidad no se encomienda a los Tribuna-
les ordinarios, sino al TC. (arts. 5.4 L.O.P.J. y 168 C.E., D.D. 3ª C.E.).
Los Tribunales ordinarios, en materia de control legal, no tienen
más funciones que las contempladas en el art. 106.1 C.E. (control de la
legalidad de la actuación administrativa).
¿Cómo se controla el sometimiento del Poder Judicial a la Ley?.
Mediante el recurso de casación por infracción de normas aplicables
para resolver las cuestiones objeto del proceso (arts. 477.1 L.E.Cv. y
849 L.E.Crim.)
La separación entre Legislación y Jurisdicción se manifiesta en la
prohibición a los órganos jurisdiccionales de formular reglas de dere-
42
CAPÍTULO 1 – LA PREDETERMINACIÓN LEGAL DEL JUEZ
cho que tengan carácter general (sino estarían legislando). Sus reglas
sólo valen para el supuesto concreto. Ello se deduce de los arts. 117
C.E. y 2.2 L.O.P.J., matizado por el art. 12.2 L.O.P.J. que prohíbe a los
Jueces y Tribunales, órganos de gobierno de los mismos o el CGPJ,
dictar instrucciones de carácter general o particular, dirigidas a sus
inferiores sobre la aplicación o interpretación del ordenamiento jurídi-
co que lleven a cabo en el ejercicio de su función jurisdiccional.
Esta separación entre Legislación y Jurisdicción se manifiesta en
una serie de formulaciones previstas en el Reglamento del Congreso de
los Diputados, aprobado por el Pleno de 10 de febrero de 1982 (art.
52.4) y el Reglamento del Senado, aprobado en sesión plenaria de 3 de
mayo de 1994 (art. 60.3), estableciéndose que las conclusiones de las
Comisiones investigadoras, sobre cualquier asunto de interés público,
no vinculará a las decisiones jurisdiccionales.
Además las Cámaras Legislativas no tienen funciones jurisdicciona-
les excepcionales en relación con altos cargos públicos como ocurre en
otros países (Cámaras de los Lores).
Por otra parte, se regulan causas de incompatibilidad para ser Dipu-
tado o Senador: éstos no pueden ser Magistrados del T.C., ni Magis-
trados, Jueces, Fiscales. También es incompatible el cargo de Magis-
trado o Jueces con cargos de elección popular o designación política y
con empleo o cargos dotados por las Cortes Generales (art. 389
L.O.P.J.).
De todo ello se deduce que los conflictos entre Legislación y Juris-
dicción no suelen ser frecuentes a pesar de que la separación no sea
perfecta y los tribunales, en su creación judicial del derecho, interfie-
ran en la labor del legislativo.
Pero existen conflictos de atribuciones entre Poder Judicial y Legis-
lativo; por ejemplo, conflicto sobre la designación de miembros del
CGPJ, resuelto por el T.C., sin entrar en el fondo del problema, en
S.TC 108/1986, de 29 de julio.
43
CONSTITUCIÓN Y PODER JUDICIAL
B) Según el objeto.
La diferencia es más tenue: no es exclusivo de la jurisdicción enten-
der de derechos subjetivos e intereses privados, y tampoco conoce sólo
la Administración cuando están en juego intereses públicos.
Aquí la separación entre la Jurisdicción y la Administración no es
nítida.
C) Según el procedimiento.
Las diferencias no son tan notables, puesto que tanto la Jurisdicción
como la Administración siguen un procedimiento, estructurado en dife-
44
CAPÍTULO 1 – LA PREDETERMINACIÓN LEGAL DEL JUEZ
D) Según el fin.
El fin que persiguen Jurisdicción y Administración es distinto.
La Jurisdicción persigue la satisfacción de intereses socialmente re-
levantes, aplicando el Derecho de forma irrevocable.
La Administración operada según el Derecho, aplicándola en su be-
neficio, resultando en los procedimientos administrativos que la Admi-
nistración ostenta la doble condición de Juez y parte.
Así las resoluciones de los órganos jurisdiccionales tienen mayor
fuerza que la de los funcionarios; tienen fuerza de cosa juzgada formal
y material. Sin duda, la nota fundamental para diferenciar a la Jurisdic-
ción y Administración se encuentra en el carácter revocable de las ac-
tuaciones administrativas por los Juzgados y Tribunales del orden ju-
risdiccional contencioso-administrativo y la irrevocabilidad de las re-
soluciones jurisdiccionales firmes. Efectivamente, cualquier resolución
administrativa, incluso las emanadas de los órganos superiores de la
Administración del Estado son susceptibles de revisión jurisdiccional,
mientras que las resoluciones jurisdiccionales firmes no pueden ser
revocadas salvo su eventual revisión por el T.C. en el supuesto de vul-
neración de derechos fundamentales y libertades públicas.
La delimitación entre Jurisdicción y Administración es difícil de es-
tablecer, pero se toman medidas para lograrlo.
A la Jurisdicción se le protege de la potestad reglamentaria no obli-
gándole a que aplique los reglamentos que están en desacuerdo con las
leyes (art. 6 L.O.P.J.).
45
CONSTITUCIÓN Y PODER JUDICIAL
46
CAPÍTULO 1 – LA PREDETERMINACIÓN LEGAL DEL JUEZ
47
CONSTITUCIÓN Y PODER JUDICIAL
48
CAPÍTULO 1 – LA PREDETERMINACIÓN LEGAL DEL JUEZ
49
CONSTITUCIÓN Y PODER JUDICIAL
50
CAPÍTULO 1 – LA PREDETERMINACIÓN LEGAL DEL JUEZ
51
CONSTITUCIÓN Y PODER JUDICIAL
52
CAPÍTULO 1 – LA PREDETERMINACIÓN LEGAL DEL JUEZ
53
CONSTITUCIÓN Y PODER JUDICIAL
54
CAPÍTULO 1 – LA PREDETERMINACIÓN LEGAL DEL JUEZ
I.2.- Concepto.
55
CONSTITUCIÓN Y PODER JUDICIAL
56
CAPÍTULO 1 – LA PREDETERMINACIÓN LEGAL DEL JUEZ
57
CONSTITUCIÓN Y PODER JUDICIAL
58
CAPÍTULO 1 – LA PREDETERMINACIÓN LEGAL DEL JUEZ
59
CONSTITUCIÓN Y PODER JUDICIAL
guen sus efectos como tales normas, impidiéndose con ello, en todo
caso, designaciones libres o arbitrarias.
Por último, en relación a la sucesión de normas competenciales que
pudieran alterar la competencia de los órganos judiciales y su posible
incidencia negativa en el principio del Juez predeterminado legalmen-
te, al fijar la competencia ex post facto, cabe señalar que la postura del
TC es contraria a dicha posibilidad, siempre que la alteración de los
órganos judiciales no compromete al imparcialidad del juzgador o se
desvirtúe la razonable presunción de que ésta no queda afectada dadas
las características en las que se inserta la modificación operada (S.TC.
381/1992, de 14 de diciembre), encontrando la justificación para la
aplicación inmediata de la modificación de las normas de competencia
en evitar las importantísimas disfuncionalidades en la Administración
de Justicia que supondría la subordinación de la plena eficacia de las
reformas de las normas de competencia. En contra de dicha tesis se han
mostrado DIEZ-PICAZO GIMÉNEZ y CHOZAS POZAS.
Otros argumentos que se han esgrimido en favor de la aplicación
inmediata de las reformas sobre modificación de las normas competen-
ciales son:
• Conflicto entre la predeterminación del Juez con otros principios
constitucionales de idéntico o superior valor -entre ellos el derecho a
un proceso sin dilaciones indebidas, consagrado en el mismo art. 24.2
C.E.- (RUIZ RUIZ). La modificación de las normas de competencia,
siempre que responda a exigencias de funcionalidad, es decir, que no
encubra ninguna rectificación interesada de la competencia y la ade-
cuación de las nuevas designaciones a criterios que sugieren la ausen-
cia de arbitrariedad en aquéllas, permitiría no considerar sacrificado
absolutamente el derecho al juez ordinario y sí, únicamente, limitado
por medidas que evitan probables colapsos organizativos que incidirían
en el aludido derecho a un proceso sin dilaciones (DE DIEGO DIEZ).
• Las Leyes posteriores que establezcan normas de competencia
aplicables a los procesos en curso son constitucionales siempre que
sean más favorables. Dicho argumento -contestado por TROMBOLI-
adolece de importantes defectos, a saber, en primer lugar, las normas
de competencia, en sí mimas, no son por lo general ni más ni menos
favorables, y, en segundo lugar, para poder decidir sobre el carácter
60
CAPÍTULO 1 – LA PREDETERMINACIÓN LEGAL DEL JUEZ
61
CONSTITUCIÓN Y PODER JUDICIAL
62
CAPÍTULO 1 – LA PREDETERMINACIÓN LEGAL DEL JUEZ
63
CONSTITUCIÓN Y PODER JUDICIAL
64
CAPÍTULO 1 – LA PREDETERMINACIÓN LEGAL DEL JUEZ
65
CONSTITUCIÓN Y PODER JUDICIAL
66
CAPÍTULO 1 – LA PREDETERMINACIÓN LEGAL DEL JUEZ
67
CONSTITUCIÓN Y PODER JUDICIAL
68
CAPÍTULO 2 – LA ACCIÓN
CAPÍTULO SEGUNDO
EL DERECHO A LA JURISDICCIÓN
69
CONSTITUCIÓN Y PODER JUDICIAL
70
CAPÍTULO 2 – LA ACCIÓN
71
CONSTITUCIÓN Y PODER JUDICIAL
72
CAPÍTULO 2 – LA ACCIÓN
73
CONSTITUCIÓN Y PODER JUDICIAL
74
CAPÍTULO 2 – LA ACCIÓN
75
CONSTITUCIÓN Y PODER JUDICIAL
76
CAPÍTULO 2 – LA ACCIÓN
I.3.- Concepto.
77
CONSTITUCIÓN Y PODER JUDICIAL
78
CAPÍTULO 2 – LA ACCIÓN
79
CONSTITUCIÓN Y PODER JUDICIAL
80
CAPÍTULO 2 – LA ACCIÓN
81
CONSTITUCIÓN Y PODER JUDICIAL
82
CAPÍTULO 2 – LA ACCIÓN
tulo Segundo, Título I -lo que supone que se le otorga una doble tutela,
ordinaria y constitucional, como tendremos ocasión de exponer-, que
presenta una complejidad que ha tenido ocasión de ser destacada, tanto
por la doctrina (GÓMEZ DE LIAÑO GONZÁLEZ) como por el pro-
pio TC (S 26/1983, de 13 de abril), incluso no es equivocado conside-
rar que nos encontramos ante una pluralidad de derechos -ha afirmado
DE LA OLIVA SANTOS- (en lugar de uno solo).
Aunque son varios los preceptos constitucionales que se refieren a
la acción (arts. 53.2º, l24,1º, 125, 161,2º y 162), el art. 24.1º se ha con-
vertido en el punto de referencia esencial en la construcción, tanto doc-
trinal como jurisprudencial, del derecho a la jurisdicción.
El art. 24.1 C.E. se alinea con otros textos constitucionales europeos.
La Constitución italiana de 1947 fue pionera en este sentido, establecien-
do, junto al derecho de acudir a los tribunales (art. 24), un conjunto de
garantías básicas en relación con el derecho de defensa, la protección de
los desfavorecidos para acudir a los tribunales y la obligación de reparar
los errores judiciales. Por su parte, el art. 19.4 de la Ley Fundamental de
Bonn dispone que “toda persona cuyos derechos sean vulnerados por el
poder públicos, podrá recurrir a la vía judicial”. Dicho precepto ha sido
objeto de una interpretación amplia, extendiéndolo a todo tipo de proce-
dimientos, y no sólo cuando se trata de vulneraciones procedentes de los
poderes públicos. Ante estas situaciones, se abre al particular la “vía jurí-
dica” (Rechtsweg) para proteger este derecho fundamental ante el T.C. a
través del amparo (Verfassungsbeschwerde).
Partiendo, pues, del art. 24.1º C.E. es desde donde estimamos pue-
de, en la actualidad, afrontarse el estudio de la acción.
Es prioritario, sin embargo, determinar previamente, el ámbito sub-
jetivo y objetivo que se perfila en el art. 24.1º C.E. Y, en este orden de
cosas, podemos señalar que se consideran sujetos activos o titulares de
este derecho constitucional a todas las personas, tanto sean personas
físicas o jurídicas, nacionales o extranjeras. Así lo ratifica el TC, entre
otras, en sus sentencias de 54/1983, de 22 de junio; 137/1985, de 17 de
octubre; 64/1988, de 12 de abril; 100/1993, de 22 de marzo; 144/1993,
de 29 de marzo; 34/1994, de 31 de enero, 211/1996, de 17 de diciem-
bre.
83
CONSTITUCIÓN Y PODER JUDICIAL
84
CAPÍTULO 2 – LA ACCIÓN
85
CONSTITUCIÓN Y PODER JUDICIAL
86
CAPÍTULO 2 – LA ACCIÓN
87
CONSTITUCIÓN Y PODER JUDICIAL
no todos los requisitos previstos por la Ley pueden merecer idéntica con-
sideración y su incumplimiento abocar al tribunal ordinario a no pronun-
ciarse sobre el fondo: sólo cuando no concurra algún presupuesto proce-
sal, o resulte incumplido alguno de los requisitos esenciales, podrá dic-
tarse una resolución de inadmisión o desestimación por motivos formales
(SS.TC 17/1985, de 9 de febrero; 29/1989, de 6 de febrero; 134/1989, de
19 de julio). De aquí que el derecho a la tutela judicial obligue a elegir la
interpretación de la Ley que sea más conforme con el principio pro-
actione y, por tanto, que “… las causas de inadmisión, en cuanto vienen
a excluir el contenido normal del derecho, han de interpretarse en senti-
do restrictivo después de la CE” (S. TC 126/1984, de 26 de diciembre).
El derecho a la tutela judicial efectiva exige la obtención de una reso-
lución “fundada en derecho”. Pero qué alcance ha de darse a esta expre-
sión. Para la S. TC 62/1983, de 11 de julio bastará con que la resolución
sea simplemente motivada, quedando el razonamiento adecuado confia-
do al órgano jurisdiccional competente, y que la sentencia de inadmisión
razonada jurídicamente satisface “normalmente” el derecho de tutela.
Parece, pues, en principio que cualquier razonamiento jurídico es válido
para conformar la tutela, y más si como señala la S. TC 9/1983, de 21 de
febrero “… excluye que este Tribunal pueda constituirse en un órgano
que analizando cada supuesto concreto planteado actúe como revisor
de la decisión judicial aplicando el sistema de mera legalidad. Sólo en
los supuestos excepcionales de que la decisión judicial pueda estimarse
como no respetuosa con el contenido del art. 24.1º por arbitraria, por
efectuar una valoración claramente impropia es cuando el Tribunal
podrá entrar a conocer, mediante el recurso de amparo, la decisión por
vulneración de dicho art. 24.1º”. De lo dicho, pues, cabe afirmar que la
tutela judicial efectiva exige que las decisiones judiciales, no sólo estén
motivadas, sino que dicha motivación sea conforme a derecho, ajustada
a derecho (GÓMEZ DE LIAÑO GONZÁLEZ), pudiendo el TC, entrar
a examinar la legalidad ordinaria aplicada por los Tribunales ordinarios
en supuestos de decisiones judiciales arbitrarias o irrazonadas.
En relación con el requisito del razonamiento que ha de contener
toda resolución judicial debemos recordar que ello supone una garantía
esencial del justiciable mediante la cual se puede comprobar que la
resolución dada al caso es consecuencia de una exigencia racional del
88
CAPÍTULO 2 – LA ACCIÓN
89
CONSTITUCIÓN Y PODER JUDICIAL
supone, a su vez, una pieza clave para la efectividad del Estado de De-
recho. De aquí se sigue que el art. 118 C.E. establezca la obligatorie-
dad de cumplir las sentencias y demás resoluciones firmes de los jue-
ces y tribunales (SS.TC 32/1982, de 7 de junio; 61/1984, de 16 de ma-
yo; 159/1987, de 26 de octubre; 148/1989, de 21 de setiembre). Si no
fuera así las decisiones judiciales y el reconocimiento de los derechos
que contuvieran se convertirían en meras declaraciones de intenciones
(SS. TC 26/1983, de 13 de abril; 167/1987, de 28 de octubre).
Con respecto a la Administración Pública, en varias ocasiones ha es-
tablecido el TC la doctrina de que “… el derecho a la ejecución de las
sentencias y demás resoluciones firmes de los órganos jurisdiccionales
no se satisface solo con la remoción inicial de los obstáculos que a su
efectivo cumplimiento pueda oponer la Administración, si no que postula
además, que los propios órganos judiciales reaccionen frente a ulterio-
res actuaciones o comportamientos enervantes del contenido material de
sus decisiones, y lo hagan en el propio procedimiento incidental de eje-
cución al cual es aplicable el principio “pro actione” que inspira el art.
24,1º CE” (S.TC 182/1987, de 28 de octubre). En supuestos en que pu-
dieran estar en colisión el principio de seguridad jurídica, que obliga al
cumplimiento de las sentencias, con el de legalidad presupuestaria, aquél
tiene que prevalecer, pues de lo contrario se deja “de hecho sin contenido
un derecho que la C.E. reconoce y garantiza (S.TC 32/1982, de 7 de ju-
nio). Las medidas de ejecución no deben adoptarse “con una tardanza
excesiva e irrazonable” (S.TC 1983, de 13 de abril) y “ … si un Juez o
Tribunal se aparta, sin causa justificada, de lo previsto en el fallo que
debe ejecutarse … estaría vulnerando el art. 24, 1º de la CE ….” (S.TC
de 15 de julio de 1987).
90
CAPÍTULO 2 – LA ACCIÓN
91
CONSTITUCIÓN Y PODER JUDICIAL
92
CAPÍTULO 2 – LA ACCIÓN
93
CONSTITUCIÓN Y PODER JUDICIAL
94
CAPÍTULO 2 – LA ACCIÓN
95
CONSTITUCIÓN Y PODER JUDICIAL
96
CAPÍTULO 2 – LA ACCIÓN
97
CONSTITUCIÓN Y PODER JUDICIAL
98
CAPÍTULO 2 – LA ACCIÓN
99
CONSTITUCIÓN Y PODER JUDICIAL
100
CAPÍTULO 2 – LA ACCIÓN
101
CONSTITUCIÓN Y PODER JUDICIAL
III.6.- Limitaciones.
102
CAPÍTULO 2 – LA ACCIÓN
103
CONSTITUCIÓN Y PODER JUDICIAL
104
CAPÍTULO 2 – LA ACCIÓN
105
CONSTITUCIÓN Y PODER JUDICIAL
106
CAPÍTULO 2 – LA ACCIÓN
III.7.- Protección.
107
CONSTITUCIÓN Y PODER JUDICIAL
108
CAPÍTULO 2 – LA ACCIÓN
109
CONSTITUCIÓN Y PODER JUDICIAL
ceso o pretensión procesal es, en definitiva, según este autor, una declara-
ción de voluntad en la que se solicita una actuación del órgano jurisdic-
cional frente a persona determinada y distinta del autor de la declaración.
Tal declaración consiste en una petición, en la que la voluntad exteriori-
zada agota su sentido en la solicitud dirigida a algún otro elemento ex-
terno para la realización de un cierto contenido, es decir, una petición de
un sujeto activo ante un órgano jurisdiccional frente a un sujeto pasivo
sobre un bien de la visa.
El desarrollo de la diferenciación entre los conceptos de acción y de
pretensión ha tenido lugar por obra de diversos autores, entre los que
destaca FAIRÉN GUILLÉN y MONTERO AROCA. A partir de estas
elaboraciones doctrinales se ha llegado a una serie de conclusiones: En
primer lugar, la acción se considera como un derecho público subjetivo
de naturaleza constitucional o política, mientras que la pretensión es un
acto de declaración de voluntad petitoria. En segundo lugar, la acción,
como derecho, corresponde a todas las personas y puede ser ejercitada
por los que tengan capacidad de obrar, accionando en otro caso sus
representantes, pero la pretensión sólo es eficaz si está fundada, reco-
nocida por el ordenamiento jurídico, y existe legitimación, es decir,
exista una relación especial del sujeto con el objeto del proceso.
En tercer lugar, la acción es eficaz desde el primer momento, cuan-
do se ponen en marcha los órganos jurisdiccionales; en cambio la pre-
tensión sólo será eficaz cuando se resuelva sobre el fondo favorable-
mente a la petición del actor. En cuarto lugar, la acción se dirige contra
el Estado, el cual debe satisfacer tal derecho por medio de los órganos
jurisdiccionales que deberán resolver mediante una resolución fundada
jurídicamente, en cambio la pretensión se dirige contra el demandado.
De todo ello se deduce la naturaleza claramente diversa de la acción
y la pretensión: la acción como concepto, fundamental para el Derecho
procesal, pero de carácter preprocesal, mientras que la pretensión es
netamente procesal, entendida como objeto del proceso.
110
CAPÍTULO 4 – LOS PRINCIPIOS PROCESALES
CAPÍTULO TERCERO
EL PROCESO
111
CONSTITUCIÓN Y PODER JUDICIAL
112
CAPÍTULO 4 – LOS PRINCIPIOS PROCESALES
113
CONSTITUCIÓN Y PODER JUDICIAL
114
CAPÍTULO 4 – LOS PRINCIPIOS PROCESALES
115
CONSTITUCIÓN Y PODER JUDICIAL
116
CAPÍTULO 4 – LOS PRINCIPIOS PROCESALES
117
CONSTITUCIÓN Y PODER JUDICIAL
118
CAPÍTULO 4 – LOS PRINCIPIOS PROCESALES
119
CONSTITUCIÓN Y PODER JUDICIAL
120
CAPÍTULO 4 – LOS PRINCIPIOS PROCESALES
C/ Teoría de la institución.
El concepto de institución es de origen claramente francés, con antecedentes
en autores como HAURIOU, que concibe como instituciones a la acción poseso-
ria y reivindicatoria, y RÉNARD, que contempla al proceso como una institu-
ción jurídica más. Pero la concepción del proceso como institución es netamente
española (GIMÉNEZ FERNÁNDEZ, GUASP DELGADO) o hispanoamericana
(PINA, ALCALÁ-ZAMORA Y CASTILLO, COUTURE).
En primer lugar, GIMÉNEZ FERNÄNDEZ, desde el Derecho canónico, de-
fine el proceso como la “institución reguladora de los actos de las partes y del
juez encaminados a la justa efectividad de los derechos subjetivos mediante la
coaccionabilidad jurisdiccional”. Pero ALCALÁ-ZAMORA Y CASTILLO, aún
alabando la claridad de este autor, opone a la definición anterior que no es el
proceso el que regula la actividad jurisdiccional, sino la ley; que tampoco puede
reducirse el proceso a una consideración de actos judiciales y parciales; que no
hay conformidad en la doctrina acerca de la realización de los derechos subjeti-
vos a través del proceso y que la coaccionabilidad no es un atributo permanente
e inescindible de la jurisdicción y pone como ejemplos las sentencias meramente
declarativas y constitutivas y las de condena ejecutadas voluntariamente.
El más genuino defensor de esta teoría fue, sin embargo, GUASP DELGADO
que parte de la insuficiencia de la teoría de la relación jurídica procesal. El problema
reside, según este autor, en que en el proceso existen varias correlaciones de dere-
chos y deberes jurídicos, por tanto, existen realmente múltiples relaciones jurídicas y
no una sóla. Para reducir a la unidad tal multiplicidad de relaciones se debe acudir a
la idea de institución. Así, define al proceso entendido como institución procesal
como “el conjunto de actividades relacionadas entre sí por el vínculo de una idea
común y objetiva a la que figuran adheridas, sea esa o no su finalidad individual, las
diversas voluntades particulares de los sujetos de quienes procede aquella activi-
dad”. Como toda institución, el proceso se configura por dos elementos: la idea obje-
tiva o común y las voluntades particulares que se adhieren a la misma. La idea co-
121
CONSTITUCIÓN Y PODER JUDICIAL
122
CAPÍTULO 4 – LOS PRINCIPIOS PROCESALES
123
CONSTITUCIÓN Y PODER JUDICIAL
En una línea análoga a la teoría del servicio público hay que destacar la po-
sición de GONZÁLEZ PÉREZ, que en su obra Derecho Procesal Administrati-
vo, partiendo de las obras de los administrativistas franceses estima que el con-
cepto fundamental es el de función pública: “Si en vez de hablar de servicio
público nos referimos a la función pública -como término más amplio que en-
globa a la legislativa, jurisdiccional y administrativa- habremos obtenido un
punto de partida valiosísimo. El proceso es, respecto a la función jurisdiccional,
lo que el servicio público es respecto a la función administrativa. Uno y otro
consisten en un complejo de actividades presididas por la idea común de satis-
facer una necesidad pública”. Pero, como afirma MONTERO AROCA, en
realidad esta teoría no clasifica al proceso dentro de una de las categorías gene-
rales conocidas por el derecho, únicamente reconoce que el Estado cumple tres
funciones y que el proceso es la institución a través de la que se realiza una de
ellas.
124
CAPÍTULO 4 – LOS PRINCIPIOS PROCESALES
125
CONSTITUCIÓN Y PODER JUDICIAL
126
CAPÍTULO 4 – LOS PRINCIPIOS PROCESALES
127
CONSTITUCIÓN Y PODER JUDICIAL
128
CAPÍTULO 4 – LOS PRINCIPIOS PROCESALES
129
CONSTITUCIÓN Y PODER JUDICIAL
130
CAPÍTULO 4 – LOS PRINCIPIOS PROCESALES
131
CONSTITUCIÓN Y PODER JUDICIAL
132
CAPÍTULO 4 – LOS PRINCIPIOS PROCESALES
133
CONSTITUCIÓN Y PODER JUDICIAL
134
CAPÍTULO 4 – LOS PRINCIPIOS PROCESALES
135
CONSTITUCIÓN Y PODER JUDICIAL
136
CAPÍTULO 4 – LOS PRINCIPIOS PROCESALES
137
CONSTITUCIÓN Y PODER JUDICIAL
138
CAPÍTULO 4 – LOS PRINCIPIOS PROCESALES
139
CONSTITUCIÓN Y PODER JUDICIAL
140
CAPÍTULO 4 – LOS PRINCIPIOS PROCESALES
141
CONSTITUCIÓN Y PODER JUDICIAL
142
CAPÍTULO 4 – LOS PRINCIPIOS PROCESALES
143
CONSTITUCIÓN Y PODER JUDICIAL
144
CAPÍTULO 4 – LOS PRINCIPIOS PROCESALES
145
CONSTITUCIÓN Y PODER JUDICIAL
146
CAPÍTULO 4 – LOS PRINCIPIOS PROCESALES
147
CONSTITUCIÓN Y PODER JUDICIAL
148
CAPÍTULO 4 – LOS PRINCIPIOS PROCESALES
149
CONSTITUCIÓN Y PODER JUDICIAL
150
CAPÍTULO 4 – LOS PRINCIPIOS PROCESALES
B) Principio acusatorio-legalidad.
Cuando en los primeros tiempos de la civilización no era posible
distinguir todavía el ilícito penal del civil el delito fue construido desde
unas bases esencialmente privadas, siendo escasa la sensibilidad social.
Los delitos privados eran, pues, la mayoría y el proceso penal era con-
cebido, al igual que el civil, como un proceso de partes. A medida que
la organización estatal se fue consolidando los delitos públicos pasan a
ser mayoría, evolucionándose del acusatorio puro al proceso inquisiti-
vo, el cual culmina en el Estado absoluto (TOMÁS Y VALIENTE),
donde no hay acusador, ni acusado, sino tan sólo un juez, inquisidor y
sentenciador y un objeto de su actividad: el inquerido. El principio
inquisitivo en los Estados liberales se redujo a la fase instructora pero
más suavizado, mientras que el juicio oral pasa a regirse por el princi-
pio acusatorio. Así surge el llamado acusatorio formal o mixto. A par-
tir de la posguerra mundial el acusatorio se potencia también en la fase
instructora del proceso.
Sin embargo, según MONTERO AROCA, no hay que confundir es-
te principio con el de contradicción, en realidad el principio acusatorio
se limita a tres consecuencias importantes:
• No puede haber proceso si no hay acusación y ésta es formulada
por persona ajena al tribunal sentenciador; lo cual ha llevado a que el
Estado se desdoble en el proceso penal y actúe como requirente (Mi-
nisterio Público) y como decisor (órgano jurisdiccional).
• No puede condenarse ni por hechos distintos de los acusados ni a
persona distinta de la acusada. En este sentido debe haber correlación
entre acusación y fallo, tanto subjetiva como objetiva.
• No pueden atribuirse al juzgador poderes de dirección del proceso
que cuestionen su imparcialidad, pero respecto de los hechos acotados
por los acusadores puede colaborar para determinar la existencia o
inexistencia de los mismos.
Añade GIMENO SENDRA a las manifestaciones del principio acu-
satorio la “prohibición de reformatio in peius”: en la segunda o sucesi-
151
CONSTITUCIÓN Y PODER JUDICIAL
152
CAPÍTULO 4 – LOS PRINCIPIOS PROCESALES
153
CONSTITUCIÓN Y PODER JUDICIAL
154
CAPÍTULO 4 – LOS PRINCIPIOS PROCESALES
155
CONSTITUCIÓN Y PODER JUDICIAL
156
CAPÍTULO 4 – LOS PRINCIPIOS PROCESALES
157
CONSTITUCIÓN Y PODER JUDICIAL
158
CAPÍTULO 4 – LOS PRINCIPIOS PROCESALES
159
CONSTITUCIÓN Y PODER JUDICIAL
160
CAPÍTULO 4 – LOS PRINCIPIOS PROCESALES
161
CONSTITUCIÓN Y PODER JUDICIAL
162
CAPÍTULO 4 – LOS PRINCIPIOS PROCESALES
163
CONSTITUCIÓN Y PODER JUDICIAL
164
CAPÍTULO 4 – LOS PRINCIPIOS PROCESALES
165
CONSTITUCIÓN Y PODER JUDICIAL
166
CAPÍTULO 4 – LOS PRINCIPIOS PROCESALES
167
CONSTITUCIÓN Y PODER JUDICIAL
168
CAPÍTULO 4 – LA CIENCIA JURÍDICA Y EL DERECHO PROCESAL
169
CONSTITUCIÓN Y PODER JUDICIAL
170
CAPÍTULO 4 – LA CIENCIA JURÍDICA Y EL DERECHO PROCESAL
171
CONSTITUCIÓN Y PODER JUDICIAL
172
CAPÍTULO 4 – LA CIENCIA JURÍDICA Y EL DERECHO PROCESAL
133.3 L.E.Cv.). En cualquier caso, si el último día del plazo fuere sá-
bado, domingo u otro inhábil, se considerará prorrogado al primer día
hábil siguiente (arts. 185 L.O.P.J. y 133.4 L.E.Cv. en relación con el
art. 5 del C.Cv. -SS.TC 200/1988, de 26 de octubre; 32/1989, de 13 de
febrero y 65/1989, de 7 de abril sobre el cómputo de los plazos proce-
sales).
Los plazos, con carácter general, son improrrogables, de modo que,
una vez transcurridos, se producirá la preclusión y se perderá la opor-
tunidad de realizar el acto de que se trata (arts. 202 L.E.Crim., 134 y
136 L.E.Cv. y 43.3 L.J.S.) Sin embargo, conviene distinguir entre los
plazos propios y los impropios; los plazos propios se señalan para los
actos que han de realizar las partes y su conculcación invalida el acto;
los actos impropios se señalan para los actos de los órganos jurisdic-
cionales y al respecto señala el art. 241 L.O.P.J. que “las actuaciones
judiciales realizadas fuera del tiempo establecido sólo podrán anular-
se si lo impusiera la naturaleza del término o plazo” sin perjuicio de la
exigencia de la oportuna corrección disciplinaria con arreglo a lo pre-
visto en la L.O.P.J. y sin perjuicio del derecho de la parte perjudicada
para exigir las demás responsabilidades que procedan (art. 132.3
L.E.Cv.). Dicha distinción, sin embargo, ha perdido gran virtualidad
como podrá comprarse al estudiar el tema relativo a la nulidad de los
actos procesales.
c) Forma (Consideración de la lengua oficial): Se entiende por
forma la disposición con que el acto aparece al exterior.
El modo de expresión, el idioma y la publicidad son requisitos for-
males comunes a los actos del órgano jurisdiccional y a los de las par-
tes.
En todas las actuaciones judiciales, sean orales o escritas, los funciona-
rios judiciales y los representantes del M.F. usarán la lengua oficial del
Estado: el castellano (art. 142.1 L.E.Cv.); sin embargo, podrán utilizar la
lengua oficial propia de la Comunidad Autónoma donde tenga su sede el
órgano jurisdiccional si ninguna de las partes se opusiere, alegando des-
conocimiento de ella, que pudiere suponer una situación de indefensión
(art. 142.2 L.E.Cv.). Las partes, sus Procuradores y Abogados, así como
los testigos y peritos, podrán utilizar la lengua que sea también oficial en
173
CONSTITUCIÓN Y PODER JUDICIAL
174
CAPÍTULO 4 – LA CIENCIA JURÍDICA Y EL DERECHO PROCESAL
II.1.1.- Concepto.
Establecer un concepto de nulidad no es tarea sencilla, pues la nulidad,
a pesar de ser manejada como categoría jurídica general, no logra incor-
porar un contenido homogéneo que permita referirse a ella como tal,
agrupándose bajo esa denominación supuestos muy diferentes, relativos
unos a la forma de los actos, otros a los vicios de la voluntad manifestada
y, por último, incluyendo también supuestos de referencia exclusivamente
normativa.
Tales consideraciones parecen una invitación a renunciar al esta-
blecimiento de un concepto unívoco de nulidad. Sin embargo, una
cosa es que cada ordenamiento tenga sus peculiaridades en cuanto al
régimen de la nulidad y otra muy distinta que la nulidad no tenga un
175
CONSTITUCIÓN Y PODER JUDICIAL
176
CAPÍTULO 4 – LA CIENCIA JURÍDICA Y EL DERECHO PROCESAL
fijado por la Ley, más allá del cual el defecto deviene irrelevante. Di-
cho límite está fijado en la sentencia definitiva (art. 240.2º L.O.P.J.) o
resolución que ponga fin al proceso (art. 227.2 L.E.Cv.). Obviamente
esta previsión responde a un criterio de política legislativa que apuesta
por la seguridad y está vinculada a la producción de la cosa juzgada.
La realidad de los hechos, sin embargo, hace surgir situaciones en
las que, con posterioridad a una sentencia firme, se descubre que dicho
resultado se ha conseguido mediando alguna infracción procesal grave,
que no fue puesta o no se pudo poner de relieve oportunamente en el
juicio, provocando violación de garantías constitucionales. La cuitra no
se refiere al fondo del asunto, sino al cómo se ha obtenido el resultado.
Existe una clara analogía con lo que ocurre en la revisión de sentencias
firmes. Los motivos que abren la revisión se refieren a cómo se ha
desarrollado el juicio que conduce a la cosa juzgada. Si concurre al-
guno de los graves motivos que dan lugar a la revisión, se rescinde el
juicio y con ello la cosa juzgada. La esencia de esta institución se man-
tiene incólume en su función. Se pone punto final, pero de acuerdo con
las reglas de juego. Por otra parte, la posibilidad no permanece abierta
todo el tiempo, sino sólo durante los plazos que permiten la revisión de
sentencias firmes.
El nudo del problema estriba en que no existe ni un motivo de revi-
sión que permita la rescisión del juicio en estos casos, ni una norma de
carácter general que de una respuesta razonable al problema. La defec-
tuosa técnica legislativa, que no ha sido capaz de identificar y mante-
ner el concepto de nulidades de pleno derecho, es la responsable de
una situación que exige una actuación legislativa inmediata.
El caso se planteó en toda su crudeza en la S.TC 110/1988, de 8 de
junio, al verse un Juzgado abocado a ejecutar una sentencia penal, cuan-
do se había advertido que, interpuesto en su momento recurso de apela-
ción contra la sentencia, ninguno de los recurrentes había sido citado
para el acto de la vista. El T.C., violentando a su vez, sin necesidad, todas
las construcciones dogmáticas, consideró que la sentencia definitiva de
que habla el art. 240.2º L.O.P.J. es sólo la definitivamente ejecutada,
otorgando el amparo y anulando la sentencia irregularmente producida
(GÓMEZ DE LIAÑO GONZÁLEZ).
177
CONSTITUCIÓN Y PODER JUDICIAL
Por su parte, el art. 225 L.E.Cv. -tras su modificación por el art. de-
cimoquinto. L. 13/2009, de 3 de noviembre- dispone que serán nulos
de pleno derecho los actos procesales cuando:
178
CAPÍTULO 4 – LA CIENCIA JURÍDICA Y EL DERECHO PROCESAL
179
CONSTITUCIÓN Y PODER JUDICIAL
180
CAPÍTULO 4 – LA CIENCIA JURÍDICA Y EL DERECHO PROCESAL
II.2.- Anulabilidad.
La nulidad relativa o anulabilidad se define como la consecuencia
que lleva aparejada la infracción en la realización de una serie de actos
o de actuaciones de preceptos no esenciales o que protegen bienes jurí-
dicos e intereses legítimos de importancia menor (DE LA OLIVA
SANTOS).
La anulabilidad, cuya declaración produce efectos ex nunc, no apa-
rece contemplada en la L.O.P.J., si bien, algunos autores encuentran
ejemplos de anulabilidades en los arts. 240 y 243 L.O.P.J. (DE LA
OLIVA SANTOS), mientras que otros, estiman que son actos anula-
bles los contemplados en los arts. 229 y 230.2 L.E.Cv. –actualmente
181
CONSTITUCIÓN Y PODER JUDICIAL
II.3.- Irregularidad.
La irregularidad de los actos procesales supone la omisión en su
realización de la infracción de algún requisito de escasa entidad que no
impide desplegar los efectos normales del acto, sin perjuicio de las
eventuales responsabilidades administrativas o disciplinarias en que
pudiera haber incurrir el autor del acto (MONTERO AROCA, DE LA
OLIVA SANTOS), propugnándose, en el supuesto de duda entre la
anulabilidad o irregularidad de un acto, por éste última.
Como ejemplo de irregularidad se suele estimar el supuesto con-
templado en el art. 132.2 L.E.Cv.
182
CAPÍTULO 4 – LA CIENCIA JURÍDICA Y EL DERECHO PROCESAL
183
CONSTITUCIÓN Y PODER JUDICIAL
Por otro lado, se limitan al mínimo las nulidades por infracción de los
plazos procesales (vid.: arts. 241 L.O.P.J. y 229 L.E.Cv.). Ello convalida
de hecho, sobre todo, la inobservancia de los plazos por parte del órgano
jurisdiccional. Pero también puede servir para admitir actuaciones proce-
sales de las partes, formalmente precluidas, antes de haberse producido el
acto siguiente.
184
CAPÍTULO 4 – LA CIENCIA JURÍDICA Y EL DERECHO PROCESAL
185
CONSTITUCIÓN Y PODER JUDICIAL
186
CAPÍTULO 4 – LA CIENCIA JURÍDICA Y EL DERECHO PROCESAL
procedería dictar auto, en otros preceptos del mismo texto legal se in-
dica que lo procedente en dictar providencia.
• Sentencias, cuando decidan definitivamente el pleito o causa en
cualquier instancia o recurso, o cuando, según las Leyes procesales,
deben revestir esta forma (art. 245.1º c) L.O.P.J.)-; en términos pare-
cidos, la L.E.Cv. precisa que se dictará sentencia para poner fin al
proceso, en primera o segunda instancia, una vez que haya concluido
su tramitación ordinaria prevista en la Ley, y para resolver los recur-
sos extraordinarios y los procedimientos para la revisión de senten-
cias firmes (art. 206.2.3ª L.E.Cv.).
Aún cuando en los procesos de ejecución se seguirán, en lo que re-
sulten aplicables, las reglas anteriormente indicadas, debe hacerse
mención al art. 545.4 L.E.Cv., en relación a las formas de las resolu-
ciones en la ejecución forzosa, al disponer que: “En los procesos de
ejecución adoptarán la forma de auto las resoluciones del tribunal que
acuerden el despacho de la ejecución, provisional o definitiva, que
orden el embargo o su alzamiento, que decidan sobre la oposición a la
ejecución, sobre la suspensión, el sobreseimiento o la reanudación de
la misma, sobre las tercerías y aquellas otras que se señalan en esta
Ley. El tribunal decidirá por medio de providencia en los supuestos en
que así expresamente se señale, y en los demás casos, las resoluciones
que procedan se dictarán por el Secretario Judicial a través de dili-
gencias de ordenación”.
187
CONSTITUCIÓN Y PODER JUDICIAL
ella, con expresión, en este último caso, del recurso que proceda del
órgano ante el que debe interponerse y del plazo para recurrir (arts.
248.4 L.O.P.J. y 208.4 L.E.Cv.).
• Con carácter específico, en función de la resolución que se dicte,
cabe señalar que:
- Las providencias se limitarán a expresar lo que por ellas se
mande e incluirán además una sucinta motivación cuando así lo
disponga la ley o el tribunal lo estime conveniente (art. 208.1
L.E.Cv.).
- Los autos y las sentencias serán siempre motivados y conten-
drán, en párrafos separados y numerados, los antecedentes de
hecho y los fundamentos de derecho en los que se base la sub-
siguiente parte dispositiva o fallo (art. 208.2 L.E.Cv.).
La L.E.Crim. sigue manteniendo la forma vetusta –y tácitamente de-
rogada- referencia a los “resultandos”, donde se consigan, de forma
numerada, los hechos y “considerandos” (art. 141).
La L.E.Cv. se preocupa de dictar reglas especiales sobre la forma y
contenido de las sentencias (art. 209), fundamentalmente dirigidas a
aumentar la exigencia de cuidado en la parte dispositiva, disponiendo
que en ésta se hagan todos los pronunciamientos correspondientes a las
pretensiones de las partes sin permitir los pronunciamientos tácitos con
frecuencia envueltos hasta ahora en los fundamentos jurídicos (Apar-
tado IX Exposición de Motivos L.E.Cv.).
Cabe recordar la reiterada doctrina del T.C. en orden a que la exi-
gencia constitucional de motivación no obliga a un razonamiento ex-
haustivo y pormenorizado de todos los aspectos y perspectivas que
tengan las partes de la cuestión que se decide, siendo suficiente, des-
de el prisma del art. 24.1 C.E., que las resoluciones judiciales vengan
apoyadas en razones que permitan conocer cuales han sido los crite-
rios jurídicos esenciales fundadores de la decisión, limitándose, en su
caso, el T.C. a comprobar si existe motivación jurídica y, en su caso,
si el razonamiento que contiene constituye, lógica y jurídicamente
suficiente motivación de la decisión adoptada, cualquiera que sea la
brevedad o concisión (SS. 16/1993, de 18 de enero; 28/1994, de 27 de
enero; 153/1995, de 24 de octubre, 184/1998, de 21 de setiembre),
188
CAPÍTULO 4 – LA CIENCIA JURÍDICA Y EL DERECHO PROCESAL
189
CONSTITUCIÓN Y PODER JUDICIAL
190
CAPÍTULO 4 – LA CIENCIA JURÍDICA Y EL DERECHO PROCESAL
191
CONSTITUCIÓN Y PODER JUDICIAL
192
CAPÍTULO 4 – LA CIENCIA JURÍDICA Y EL DERECHO PROCESAL
193
CONSTITUCIÓN Y PODER JUDICIAL
194
CAPÍTULO 4 – LA CIENCIA JURÍDICA Y EL DERECHO PROCESAL
195
CONSTITUCIÓN Y PODER JUDICIAL
196
CAPÍTULO 4 – LA CIENCIA JURÍDICA Y EL DERECHO PROCESAL
a) Actividad procesal:
1ª) Emisión de resoluciones: diligencias de ordenación y decre-
tos.
2ª) Práctica de diligencias de constancia.
3ª) Práctica de diligencias de comunicación.
4ª) Práctica de diligencias de ejecución.
b) Competencias procedimentales:
1ª) Ejecución, salvo las competencias que exceptúen las Leyes
procesales por estar reservadas a jueces y magistrados.
2ª) Jurisdicción voluntaria: tramitación y resolución, sin perjui-
cio de los recursos que quepa interponer.
3ª) Conciliaciones
4ª) Cualesquiera otras que expresamente se prevean.
La L. 13/2009, de 25 de noviembre parte de la necesidad de separar
con claridad los ámbitos de actuación de jueces y secretarios judiciales.
Esta aclaración de los límites de cada ámbito de actuación fue, en su
momento, una de las líneas inspiradoras de la LECv., que optó por
mantener las diligencias de ordenación como expresión de la función
que correspondía a los secretarios judiciales en la ordenación del pro-
ceso, ampliando su contenido, y suprimió las propuestas de resolución,
que habían contribuido a generar un cierto grado de confusión con las
funciones judiciales.
Como se dice en la E.M. de la L. 13/2009, de 25 de noviermbre, las
propuestas de resolución, introducidas por la L.O.P.J., no han servido
para aprovechar el indudable conocimiento técnico de los secretarios
judiciales, sino más bien para incrementar la confusión entre las atri-
buciones de éstos y las de los tribunales, originando con frecuencia
inseguridades e insatisfacciones. De ahí que la Ley opta por especificar
que toda cuestión procesal que requiriese una decisión judicial había
de ser resuelta por los tribunales, bien por medio de una providencia,
bien a través de un auto, según los casos, en tanto que la ordenación
formal y material del proceso, en definitiva, las resoluciones de impul-
so procesal, quedaban reservadas a los secretarios judiciales, indicando
197
CONSTITUCIÓN Y PODER JUDICIAL
a lo largo del texto articulado en qué momentos debe dictarse una dili-
gencia de ordenación a través del uso de formas impersonales, que
permiten deducir que la actuación correspondiente deben realizarla
aquéllos en su calidad de encargados de la correcta tramitación del
proceso.
La reforma, llevada a cabo por la L. 13/2009, de 25 de noviembre,
acude al expediente de especificar en cada trámite y actuación si la
ordenación procesal corresponde al secretario judicial o al juez o tribu-
nal. Se pretende así determinar con exactitud cuáles son los actos cuya
dirección compete al secretario como responsable último de la ordena-
ción procesal, y cuáles son aquellos otros que, por su vinculación al
ejercicio de la potestad jurisdiccional, deben quedan en manos del titu-
lar del órgano jurisdiccional.
En la delimitación de competencias entre Secretarios Judiciales y
Jueces y Tribunales, la reforma procesal que se apunta no constituye,
por lo tanto, una novedad en cuanto a su fondo, pues la ordenación del
proceso ya correspondía a los Secretarios Judiciales; constituye sin
embargo una mejora técnica en líneas generales, en cuanto viene a ex-
presar, de forma determinada y precisa, las actuaciones que correspon-
den a cada autoridad, aclarando en cada caso qué actuación se conside-
ra colateral al ejercicio de la jurisdicción, y por lo tanto, asumible por
el Secretario Judicial, y qué otros actos deben quedar reservados al
titular del órgano judicial por su vinculación al ejercicio de la potestad
jurisdiccional.
A esta finalidad ilustrativa o didáctica responde la reforma de deta-
lle que experimentan un gran número de preceptos de la L.E.Cv., susti-
tuyendo las formas impersonales de expresión por una determinación
cabal de quién es responsable de la actuación. Estos retoques se con-
templan en múltiples preceptos. Uno de estos artículos de cita inexcu-
sable es el 179.1 L.O.P.J., que sustituye la mención al "órgano juris-
diccional" por "secretario judicial" al atribuir la misión de dar de oficio
al proceso el curso que corresponda, dictando al efecto las resoluciones
necesarias, salvo que la Ley disponga otra cosa. Otro precepto relevan-
te es el art. 186, que confiere al secretario judicial el poder de dirección
procesal y la policía de estrados en las vistas de asuntos de su exclusi-
va competencia.
198
CAPÍTULO 4 – LA CIENCIA JURÍDICA Y EL DERECHO PROCESAL
199
CONSTITUCIÓN Y PODER JUDICIAL
200
CAPÍTULO 4 – LA CIENCIA JURÍDICA Y EL DERECHO PROCESAL
201
CONSTITUCIÓN Y PODER JUDICIAL
202
CAPÍTULO 4 – LA CIENCIA JURÍDICA Y EL DERECHO PROCESAL
203
CONSTITUCIÓN Y PODER JUDICIAL
204
CAPÍTULO 4 – LA CIENCIA JURÍDICA Y EL DERECHO PROCESAL
205
CONSTITUCIÓN Y PODER JUDICIAL
206
CAPÍTULO 4 – LA CIENCIA JURÍDICA Y EL DERECHO PROCESAL
CAPÍTULO CUARTO
207
CONSTITUCIÓN Y PODER JUDICIAL
208
CAPÍTULO 4 – LA CIENCIA JURÍDICA Y EL DERECHO PROCESAL
209
CONSTITUCIÓN Y PODER JUDICIAL
210
CAPÍTULO 4 – LA CIENCIA JURÍDICA Y EL DERECHO PROCESAL
211
CONSTITUCIÓN Y PODER JUDICIAL
212
CAPÍTULO 4 – LA CIENCIA JURÍDICA Y EL DERECHO PROCESAL
213
CONSTITUCIÓN Y PODER JUDICIAL
214
CAPÍTULO 4 – LA CIENCIA JURÍDICA Y EL DERECHO PROCESAL
215
CONSTITUCIÓN Y PODER JUDICIAL
216
CAPÍTULO 4 – LA CIENCIA JURÍDICA Y EL DERECHO PROCESAL
V.- Concepto.
Se ha afirmado que “la convivencia social origina indefectiblemente
el conflicto de intereses, que, en el tiempo, es, desde luego, anterior a
la promulgación de cualquier ley y que debe considerarse como pri-
mera piedra de cualquier construcción jurídica” (GÓMEZ DE LIAÑO
GONZÁLEZ); así, el punto de partida de cualquier ordenamiento jurí-
dico será la solución de conflictos, pero no sólo una vez que han surgi-
do éstos, sino también tratando de evitar su aparición. La propia natu-
raleza humana proporciona regla de conductas más o menos universa-
les e inmutables que, aunque entroncan con las convicciones morales y
socio-culturales del grupo, pueden ser consideradas como orden jurídi-
co-primario (Derecho Natural); no obstante, su obligatoriedad aparece
muy diluida por cuanto carecen de instrumentos para su imposición
coactiva. Es por ello necesaria la existencia de reglas que expresamen-
te establezcan qué es lo primitivo y lo prohibido en un determinado
momento; el Derecho positivo se presenta así como un sistema norma-
tivo cambiante, aunque no en términos absolutos (HERNÁNDEZ
GIL), que regula y protege la convivencia social pacífica, en primer
lugar, previniendo y evitando el conflicto, y en segundo lugar, dándole
solución. En el primer aspecto nos encontramos con lo que habitual-
mente se denomina Derecho material, mientras que en el segundo apa-
rece el Derecho procesal. Así, cuando el Derecho material se muestra
insuficiente (porque no pueden ser previstas todas las situaciones sus-
ceptibles de presentarse en la práctica, o porque aún estando previstas,
no se cumplen tales previsiones), aparece nuevamente el conflicto, y es
necesario institucionalizar un sistema para establecer la pacífica convi-
vencia. “Aquí es donde surge el Derecho Procesal, porque desde anti-
guo, se les reconoce a los individuos no sólo el uso derechos y obliga-
217
CONSTITUCIÓN Y PODER JUDICIAL
218
CAPÍTULO 4 – LA CIENCIA JURÍDICA Y EL DERECHO PROCESAL
219
CONSTITUCIÓN Y PODER JUDICIAL
220
CAPÍTULO 5 – FUENTES DEL DERECHO PROCESAL
II.1.- La Constitución.
221
CONSTITUCIÓN Y PODER JUDICIAL
222
CAPÍTULO 5 – FUENTES DEL DERECHO PROCESAL
223
CONSTITUCIÓN Y PODER JUDICIAL
224
CAPÍTULO 5 – FUENTES DEL DERECHO PROCESAL
225
CONSTITUCIÓN Y PODER JUDICIAL
226
CAPÍTULO 5 – FUENTES DEL DERECHO PROCESAL
227
CONSTITUCIÓN Y PODER JUDICIAL
228
CAPÍTULO 5 – FUENTES DEL DERECHO PROCESAL
229
CONSTITUCIÓN Y PODER JUDICIAL
230
CAPÍTULO 5 – FUENTES DEL DERECHO PROCESAL
II.4.- La costumbre.
231
CONSTITUCIÓN Y PODER JUDICIAL
tica los dictados de la Ley procesal. Estos usos forenses entran a for-
mar parte del conocimiento del Derecho Procesal a un nivel técnico-
forense, pero, cuando se desvirtúan dan lugar a verdaderas corruptelas
procesales. Los usos forenses repetidos pueden sin embargo ser el
germen determinante de la génesis de una norma, que recoja lo que se
ha revelado como previsión adecuada para los cauces procesales.
II.6.- La jurisprudencia.
232
CAPÍTULO 5 – FUENTES DEL DERECHO PROCESAL
233
CONSTITUCIÓN Y PODER JUDICIAL
234
CAPÍTULO 5 – FUENTES DEL DERECHO PROCESAL
235
CONSTITUCIÓN Y PODER JUDICIAL
236
CAPÍTULO 5 – FUENTES DEL DERECHO PROCESAL
237
CONSTITUCIÓN Y PODER JUDICIAL
238
CAPÍTULO 5 – FUENTES DEL DERECHO PROCESAL
239
CONSTITUCIÓN Y PODER JUDICIAL
240
CAPÍTULO 5 – FUENTES DEL DERECHO PROCESAL
241
CONSTITUCIÓN Y PODER JUDICIAL
Para que pueda afirmarse que una ley procesal es retroactiva es ne-
cesario que efectos procesales producidos por actos realizados bajo el
imperio de una ley procesal dada, queden anulados o modificados por
una ley procesal entrada posteriormente en vigor, la cual, de ese modo,
extiende hacia atrás en el tiempo su eficacia normativa.
Una cosa es que la Ley procesal no sea retroactiva si se aplica a un
proceso cuya litispendencia se inició bajo una ley anterior, y otra dis-
tinta que esto sea incondicionalmente conveniente y que el legislador
siempre lo disponga.
En cuanto a las normas de derecho transitorio debe precisarse que
pueden ser muy variadas, cabe avanzar unos criterios generales a los
que suelen responder:
- División del proceso en instancias o fases, determinando que la
ley procesal nueva sólo se aplique a las que se inicien bajo su vi-
gencia.
- Respecto al principio de igualdad de las partes, permitiendo el
aprovechamiento de las posibilidades procesales que concedía la
ley derogada si alguna de las partes ya hizo uso de las mismas.
- Respecto al principio de concentración, que conduce a que los
procedimientos orales terminen con sujeción a la misma norma-
tiva bajo cuya vigencia se iniciaron.
La aplicación de las normas procesales civiles en el tiempo se prevé
en el art. 2 L.E.Cv. (precepto aplicable supletoriamente a otros proce-
sos habida cuenta del carácter supletorio de la norma procesal civil
(art. 4 L.E.Cv.), disponiéndose que: “Salvo que otra cosa se establezca
en disposiciones legales de Derecho transitorio, los asuntos que co-
rrespondan a los tribunales civiles se sustanciarán siempre por éstos
con arreglo a las normas procesales vigentes, que nunca serán retro-
activas”.
242
CAPÍTULO 5 – FUENTES DEL DERECHO PROCESAL
243
CONSTITUCIÓN Y PODER JUDICIAL
244
CAPÍTULO 5 – FUENTES DEL DERECHO PROCESAL
245