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IV: LAS TEORIAS DE LA SOBERANIA

Para entender cabalmente el significado del moderno Estado


representativo tenemos que ahondar un poco en las teorías de la
soberanía popular y de la soberanía nacional.

1.- La teoría de la soberanía popular

Esta teoría encuentra asidero en el pensamiento de Rousseau.


Según el autor ginebrino la soberanía, en cuanto ejercicio de la
voluntad general, jamás puede enajenarse y el soberano, en cuanto
ser colectivo, no puede representarse más que por sí mismo. Puede
transmitirse el poder, pero no la voluntad. Aunque es cierto que una
voluntad particular puede, a veces, concordar sobre algún punto con
la voluntad general, es imposible que tal acuerdo sea duradero y
constante, pues la voluntad particular tiende, por naturaleza, a sus
preferencias, y la voluntad general a la igualdad. Es imposible que se
dé un garantizador de este acuerdo que exista permanentemente.
El soberano puede decir: quiero lo que ahora quiere tal hombre o, al
menos, lo que él dice que quiere; pero no puede afirmar que lo querrá
mañana o lo que querrá siempre, pues es absurdo que la voluntad se
encadene en el futuro. No depende de ninguna voluntad consentir
a nada contrario al bien del ser que quiere. Si el pueblo promete
obedecer simplemente, se disuelve por este acto, pierde su cualidad
de pueblo; desde el momento que hay un amo y ya no existe el
soberano y entonces se destruye el cuerpo político.
Por consiguiente, no pueden admitirse diputados, sino comi-
sionados. Es decir, la configuración rossiniana de la sociedad se
caracteriza porque sólo existe un conjunto de ciudadanos, de
manera que a cada uno de ellos le corresponde una parte alícuota
de la soberanía. O sea que ésta se concibe por Roseau como la suma
de fracciones de soberanía que corresponden a cada ciudadano. A partir
de aquí se deduce que el sufragio es un derecho pre-estatal, innato a
la personalidad. Por eso, el derecho al voto no se le puede quitar a
los ciudadanos.
Como consecuencia lógica de lo anterior, la teoría de la soberanía
popular desemboca en el mandato imperativo, pues la voluntad
general no admite límites. Por otra parte, según Rousseau, es
necesario un cuerpo político fluido, pero continuo, lo que implica la
condenación de los grupos políticos. La selección de los gobernantes
debe hacerse ajustándose al principio de identidad con los gobernados;
por consiguiente, el mandato debe ser imperativo y los elegidos son
simples comisionados de sus electores (LUCAS VERDÚ).

Esta concepción de la soberanía popular lógicamente es contraria al


sistema de gobierno representativo.

2-. La teoría de la soberanía nacional

El gran teórico de la soberanía nacional es Siéyes. Según este autor, la


soberanía no recae en los sujetos que componen la colectividad
aisladamente considerados, sino en la nación en su conjunto. Nadie,
en consecuencia, tiene derecho a ejercitar individualmente
ninguna función soberana.

Dado que la nación es un ente abstracto que no puede decidir por


sí mismo y actúa a través de representantes, éstos, que no son
soberanos -porque soberana es sólo la nación lo que sí hacen es
expresar, operando libremente, la voluntad de la nación (PEDRO
DE VEGA) De lo anterior se derivan dos consecuencias inmediatas:
los diputados dejan de representar al grupo que los elige para
convertirse automáticamente en representantes de la nación entera y,
en segundo lugar, que su mandato, por vincularse directamente a la
nación, y no a las personas o grupos que realizan la elección, no
puede en ningún caso ser revocado por éstos (CARRE DE
MALBERG).

Por consiguiente, los modernos rasgos del mandato representativo


son los siguientes:

a). El representante representa a todo el cuerpo político y no a grupos


del mismo.

b). No existe poder ni instrucciones que vinculen, de ningún modo, la


actuación del representante; éste ostenta una competencia universal
y obra por el bien público según su leal saber y entender;
consecuentemente, no puede ser revocado por incumplimiento de
unas instrucciones que no existen y >la única sanción que podría serle
impuesta es la no reelección. Por tanto, la duración de su mandato es la
fijada por la Ley y no depende de la voluntad de sus electores.

c. Las Asambleas, integradas por tales representantes, constituyen


órganos colegiados con fines generales y que pueden desarrollar una
labor de carácter decisorio y, en concreto, ostentan potestades, como
la legislativa ola financiera, que exigen la capacidad de obrar con
fines
Generales (REMEDIOS SÁNCHEZ).

V. TEORIAS SOBRE LA FUNDAMENTACION DEL MANDATO


REPRESENTATIVO
Uno de los principales problemas que plantea la teoría del mandato
representativo es determinar la naturaleza del vínculo entre el
representante y el representado, lo que quedaba perfectamente
resuelto en el mandato imperativo.

En general puede hablarse de tres teorías sobre el particular: 1) la


inglesa; 2) la francesa; 3) la del órgano.

1.- La teoría inglesa

Según los ingleses en el mandato representativo no caben las


instrucciones porque la relación que une al representante con sus
representados es el otorgamiento de la más amplia confianza. Es
decir, se trata de lo que el Derecho anglosajón denomina una relación
de "trustee".

2.- La teoría francesa

Ya hemos visto que ésta proviene de Siéyes, aunque tal vez su


antecedente lo sea Montesquieu, quien, en " El Espíritu de las Leyes",
defiende la idea de mandatos muy generales para dar libertad a los
representantes. La teoría se fundamenta en los siguientes principios: i.
La ley es la expresión de la voluntad general, que es una e
indivisible; ii. La unidad e indivisibilidad de la soberanía nacional
exige que los representantes sean de la nación en conjunto y no de los
electores concretos; iii. La nación no puede querer ni actuar por sí
misma, sino a través de sus representantes. Por ello quedan prohibidas
las instrucciones y la revocación de los representantes.

3.- La teoría alemana.


Los cultores de la Teoría General del Estado alemana elaboraron la
del órgano, que posteriormente fue adoptada también por algunos
franceses, tales como Hauriou, Carré de Malberg y Orlando en Italia
Según esta doctrina no existe dualidad entre representante y
representado, pues sólo existe una sola voluntad, ya que la de uno vale
por la del otro. El representante, en consecuencia, es un órgano del
representado, es decir, del pueblo, y éste no puede expresar su voluntad
más que a través de su órgano, tal y como ocurre con las personas
colectivas en el ámbito del Derecho Privado.

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