Para entender cabalmente el significado del moderno Estado
representativo tenemos que ahondar un poco en las teorías de la soberanía popular y de la soberanía nacional.
1.- La teoría de la soberanía popular
Esta teoría encuentra asidero en el pensamiento de Rousseau.
Según el autor ginebrino la soberanía, en cuanto ejercicio de la voluntad general, jamás puede enajenarse y el soberano, en cuanto ser colectivo, no puede representarse más que por sí mismo. Puede transmitirse el poder, pero no la voluntad. Aunque es cierto que una voluntad particular puede, a veces, concordar sobre algún punto con la voluntad general, es imposible que tal acuerdo sea duradero y constante, pues la voluntad particular tiende, por naturaleza, a sus preferencias, y la voluntad general a la igualdad. Es imposible que se dé un garantizador de este acuerdo que exista permanentemente. El soberano puede decir: quiero lo que ahora quiere tal hombre o, al menos, lo que él dice que quiere; pero no puede afirmar que lo querrá mañana o lo que querrá siempre, pues es absurdo que la voluntad se encadene en el futuro. No depende de ninguna voluntad consentir a nada contrario al bien del ser que quiere. Si el pueblo promete obedecer simplemente, se disuelve por este acto, pierde su cualidad de pueblo; desde el momento que hay un amo y ya no existe el soberano y entonces se destruye el cuerpo político. Por consiguiente, no pueden admitirse diputados, sino comi- sionados. Es decir, la configuración rossiniana de la sociedad se caracteriza porque sólo existe un conjunto de ciudadanos, de manera que a cada uno de ellos le corresponde una parte alícuota de la soberanía. O sea que ésta se concibe por Roseau como la suma de fracciones de soberanía que corresponden a cada ciudadano. A partir de aquí se deduce que el sufragio es un derecho pre-estatal, innato a la personalidad. Por eso, el derecho al voto no se le puede quitar a los ciudadanos. Como consecuencia lógica de lo anterior, la teoría de la soberanía popular desemboca en el mandato imperativo, pues la voluntad general no admite límites. Por otra parte, según Rousseau, es necesario un cuerpo político fluido, pero continuo, lo que implica la condenación de los grupos políticos. La selección de los gobernantes debe hacerse ajustándose al principio de identidad con los gobernados; por consiguiente, el mandato debe ser imperativo y los elegidos son simples comisionados de sus electores (LUCAS VERDÚ).
Esta concepción de la soberanía popular lógicamente es contraria al
sistema de gobierno representativo.
2-. La teoría de la soberanía nacional
El gran teórico de la soberanía nacional es Siéyes. Según este autor, la
soberanía no recae en los sujetos que componen la colectividad aisladamente considerados, sino en la nación en su conjunto. Nadie, en consecuencia, tiene derecho a ejercitar individualmente ninguna función soberana.
Dado que la nación es un ente abstracto que no puede decidir por
sí mismo y actúa a través de representantes, éstos, que no son soberanos -porque soberana es sólo la nación lo que sí hacen es expresar, operando libremente, la voluntad de la nación (PEDRO DE VEGA) De lo anterior se derivan dos consecuencias inmediatas: los diputados dejan de representar al grupo que los elige para convertirse automáticamente en representantes de la nación entera y, en segundo lugar, que su mandato, por vincularse directamente a la nación, y no a las personas o grupos que realizan la elección, no puede en ningún caso ser revocado por éstos (CARRE DE MALBERG).
Por consiguiente, los modernos rasgos del mandato representativo
son los siguientes:
a). El representante representa a todo el cuerpo político y no a grupos
del mismo.
b). No existe poder ni instrucciones que vinculen, de ningún modo, la
actuación del representante; éste ostenta una competencia universal y obra por el bien público según su leal saber y entender; consecuentemente, no puede ser revocado por incumplimiento de unas instrucciones que no existen y >la única sanción que podría serle impuesta es la no reelección. Por tanto, la duración de su mandato es la fijada por la Ley y no depende de la voluntad de sus electores.
c. Las Asambleas, integradas por tales representantes, constituyen
órganos colegiados con fines generales y que pueden desarrollar una labor de carácter decisorio y, en concreto, ostentan potestades, como la legislativa ola financiera, que exigen la capacidad de obrar con fines Generales (REMEDIOS SÁNCHEZ).
V. TEORIAS SOBRE LA FUNDAMENTACION DEL MANDATO
REPRESENTATIVO Uno de los principales problemas que plantea la teoría del mandato representativo es determinar la naturaleza del vínculo entre el representante y el representado, lo que quedaba perfectamente resuelto en el mandato imperativo.
En general puede hablarse de tres teorías sobre el particular: 1) la
inglesa; 2) la francesa; 3) la del órgano.
1.- La teoría inglesa
Según los ingleses en el mandato representativo no caben las
instrucciones porque la relación que une al representante con sus representados es el otorgamiento de la más amplia confianza. Es decir, se trata de lo que el Derecho anglosajón denomina una relación de "trustee".
2.- La teoría francesa
Ya hemos visto que ésta proviene de Siéyes, aunque tal vez su
antecedente lo sea Montesquieu, quien, en " El Espíritu de las Leyes", defiende la idea de mandatos muy generales para dar libertad a los representantes. La teoría se fundamenta en los siguientes principios: i. La ley es la expresión de la voluntad general, que es una e indivisible; ii. La unidad e indivisibilidad de la soberanía nacional exige que los representantes sean de la nación en conjunto y no de los electores concretos; iii. La nación no puede querer ni actuar por sí misma, sino a través de sus representantes. Por ello quedan prohibidas las instrucciones y la revocación de los representantes.
3.- La teoría alemana.
Los cultores de la Teoría General del Estado alemana elaboraron la del órgano, que posteriormente fue adoptada también por algunos franceses, tales como Hauriou, Carré de Malberg y Orlando en Italia Según esta doctrina no existe dualidad entre representante y representado, pues sólo existe una sola voluntad, ya que la de uno vale por la del otro. El representante, en consecuencia, es un órgano del representado, es decir, del pueblo, y éste no puede expresar su voluntad más que a través de su órgano, tal y como ocurre con las personas colectivas en el ámbito del Derecho Privado.