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La Terrorífica Vigencia De “Poderoso

Caballero Es Don Dinero” De Francisco De


Quevedo

“Poderoso caballero es Don Dinero” es una letrilla satírica de Fco. de Quevedo. Se compone
de diez estrofas con estructura abbaaccc. La rima es consonante y los versos octasílabos con
excepción del último verso de cada estrofa que es pentasílabo. Los dos últimos versos de cada
estrofa forman un estribillo que da nombre y base temática al poema. El texto se inscribe en la
corriente literaria del conceptismo, el cual busca:
“una concisión exacta en la expresión que concentre el máximo significado en las
menores palabras posibles (mot juste), de manera tal que incluso se concentren varios
sentidos, aunque con pertinencia al tema o caso que se trate”.

Baltasar Gracián, en la Agudeza y arte de ingenio.

Por esta razón, el poema se encuentra plagado de antítesis («que pues, doblón o sencillo»),
oxímorons («tan cristiano como moro») y dilogías («porque en las venas de Oriente / todas las
sangres son reales», teniendo “reales” el significado de realeza y moneda).
A pesar de todos estos juegos de lenguaje e intelecto (que es una de las características del
conceptismo), el poema se muestra transparente: es una crítica mordaz al poder absoluto del
dinero a través de la personificación y el largo viaje hacia los lugares en donde este caballero
dorado estiraba sus larguísimas manos.
Estamos, pues, ante uno de los temas más importantes de la historia reciente: el capital. Da
miedo comprender a Quevedo cuando nos dice “Madre, yo al oro me humillo”. Da miedo porque
la vida sigue siendo la misma búsqueda circular e infinita, el imperio del oro (palabra por demás
engañosa por su nadería aparente) no ha caído y ahora, más que nunca, nos encontramos de
pronto acostumbradamente de rodillas. La personificación que envuelve al poema nos pone de
frente al personaje. Es necesario, para luchar, para siquiera pensar en la batalla, que el dinero
deje de ser una idea, un objeto, una convención, debe volverse hombre, carne, hueso. Es

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entonces cuando al hombre, al caballero, al Don, se le puede imaginar vencido, con sangre en la
armadura, con la espada fatalmente desempuñada. El texto nos da la oportunidad de pensarnos
optimistas a pesar de la trágica diferencia de capacidades.
A lo largo de sus diez estrofas parece inmóvil, no crece, no decrece, se mantiene intacto en su
fuerza de Dios inmóvil, absoluto y perpetuo. Sin embargo el texto logra saltar de un lado a otro:
del amor al conflicto económico, de la guerra a la belleza, de la religión al sencillo, de la
corrupción al ganadero, etc. Nos pinta, pues, un cuadro completo, pintoresco, real, chistoso,
cruel, político y social de aquel rey absoluto que gobernaba la España del siglo XVI y que, para
nuestra desdicha, gobierna aún, inflexiblemente, nuestro tiempo.

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