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El turno del aullante, dolor y verdad

“El sentimiento abre las puertas de la prisión


con que el pensamiento cierra el alma. “
Fernando Pessoa

Hay algo sumamente cautivador en la poesía de Max Rojas, algo que quema, hiere, grita. Es
difícil no leerlo en voz alta, no llorarlo, no sentir las palabras raspando en la lengua, no sondear
cada griterío con la voz hecha pedazos. ¿Cómo se construye la torre de dolor en El turno del
aullante? ¿De qué manera la voz poética nos atrapa y nos obliga a creerle?
Max Rojas, poeta nacido en el entonces Distrito Federal un 4 de junio de 1940 se convirtió en
“el poeta más fotocopiado” con El turno del aullante, su primer poemario. Desde la periferia de
la cultura, Max Rojas se convertiría, poco a poco, en uno de los poetas más leídos del México
contemporáneo. El mérito de Max Rojas reside en hacer de la poesía algo cercano, palpable; lo
claro está presente. Se nos habla desde la carne, desde la llaga. 

El turno del aullante , a primera vista, parece desbordar de hipérboles: “Me dio por acordar
de amargas cosas,/y me puse a morder tales mordidas/que los dientes después me hicieron
daño”, “Y enmohecí en un rincón mascando penas”, “Anoche me dolió la esqueletada, de modo
tal,/y de manera triste, que al rato de crujir/se vino abajo”, pero rápidamente, esa idea se aleja y
lo que vemos después es pura confianza, ya no es exageración, la voz poética se vuelve un amigo
o, en algunos casos, uno mismo. Pareciera que el poema no medita lo que dice, habla desde el
desconocimiento, desde la transparente honestidad. La voz poética se funde en el grito y a
llamaradas salen los versos sin planearlo. El turno del aullante golpea desde el sentimiento,
desde lo animal. Habla de lo universal, del dolor, no es un poema de conceptos, de ideas o de
teorías, es uno de palabras que te cruzan el pecho: mascullar, trancazos, audición, barbotar,
entristó, balbucir, trabazón, desvertebrando, tarascados, lenguaraje, embronconarse. Todas ellas
en el límite del lenguaje, en lo borroso del significado pero que por esa misma razón duelen más.
Hay algo de rasposo que se va desarrollando a lo largo del poema, pasamos de "dije que el mar
es algo así como esa diaria muerte/de mi cuerpo” a “luego de extramaunciarme el esqueleto,/mi
pinche extrañación se fue de golpe”, de “debo decir que era una lluvia oscura la de anoche” a
“a mi de sopetón una mujer me destazó en lo frío,/y desde entonces/a puro pinche arda me estoy
enfriando”. La violencia incrementa, el grito se rompe y comienza a rasparse.
Esta transformación no es casual, el poema comienza a escribirse en 1965 y se termina en
1971. A propósito de esto vemos lo larguísimo del aullido, el recuerdo que, sin tregua, y como
animal salvaje, persigue sin descanso:
Tengo recuerdos de mujer trozándome los labios

y ganas de llegar a alguna parte. No sé si me entendáis:
es un poco de polvo que me aguarda, un montón de silencio
que me espera. Traigo recuerdo de mujer crujiéndome
en los huesos y un hoyo, aquí, que me lastima.

Una de las razones por las que el poema se inserta tan dentro del sentimiento del lector es su
contraste en el lenguaje: aveces suave, melancólico, casi arrullador y de pronto un tirón de
violencia y sangre y dientes y muerte. Hay algo de contradictorio que nos empuja a
identificarnos: “Antes tengo que hacer otras cositas;/desempolvar mi acta funeral y un traje
oscuro”. Todo “V” es un descanso de la violencia, un respiro en donde aparecen aves, lluvia,
niebla, tarde, nostalgia, paloma, caracol.
En “X” hay una dedicatoria: “A Valquiria”. Las Valquirias eran entidades femeninas menores
que servían a Odín bajo el mando de Freyja, en la mitología nórdica. Su propósito era elegir a los
más heroicos de aquellos caídos en batalla y llevarlos al Valhalla1. Esta dedicatoria, más que
connotar heroísmo, da la idea de un fin, de muerte, del cuerpo tendido en el campo de batalla del
duelo y la desesperanza. El suicidio se introduce en el poema desde la cuarta estrofa:

No he podido morir porque empezó a llover anoche,


pero, a decir verdad, ya no me duele aquello
tanto como entonces, ya no me tumba tanto el cuerpo
como antes. No he podido llegar, pero no importa:

1 En la mitología nórdica, Valhalla es un enorme y majestuoso salón ubicado en la ciudad de Asgard gobernada por Odín. La mitad
de los muertos en combate son elegidos por Odín y viajan al Valhalla guiados por las valquirias, mientras que la otra mitad van al
Fólkvangr de la diosa Freyja. En el Valhalla los difuntos se reúnen con las masas de muertos en combate conocidos como
einherjer, así como con varios héroes y dioses germánicos legendarios, mientras se preparan para ayudar a Odín en el Ragnarök,
la batalla del fin del mundo.
han sucedido cosas a todo esto: nacieron gentes
y vinieron visitas y pasaron tranvías largos como la noche;
mi único traje se volvió ceniza, mi triste hueco
se largó a paseo, me atardeció de pronto,
no sé, sin enterarme; luego empezó a llover y no hubo tiempo,
no hubo manera de llegar a parte alguna; me encontré
de repente sin memoria, y olvidé todo aquello que me hería.

El poema es producto (si se ve de manera literal y se cree que la voz poética es, en efecto, el
propio autor) de la tentativa abandonada del suicidio. Hay una narrativa, pues, a lo largo del
poema, una que dilata el final que se anuncia formalmente en el primer epígrafe de la parte
última de El turno del aullante:

“Era como si el fantasma de un hombre que se hubiera ahorcado regresara al


lugar de su suicidio, por pura nostalgia de beber otra vez las copas que le dieron
valor para hacerlo y preguntarse tal vez, cómo tuvo coraje”

Malcom Lowry

El poema, en definitiva, nos habla desde la pureza de la escritura como necesidad primaria,
algo oculto se vierte en la poesía de Max Rojas. “Una obra de arte es buena cundo nace de la
necesidad. La naturaleza de su origen es quien la juzga”, escribe Rilke.
Bibliografía

1. Rojas, Max, El turno del aullante, México, Claves Latinoamericanas, 1983.

2. Maria Rilke, Rainer, Cartas a un joven poeta, México, Colofón, 2016

3. Astorga, Gabriela, (2011, 17 de junio). Trozadas las palabras en silencio. Ensayando una
poética de Max Rojas, Nota al pie, Recuperado de: http://leernotaalpie.blogspot.com

4. Contreras, Isaura y Ries, Antonio, El poema es también una batalla incesante con el tiempo:
Max Rojas, Luvina, revista literaria de la Universidad de Guadalajara. Recuperado de: https://
luvina.com.mx/site/


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