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Como leer y citar la Suma de Teología de Tomás de Aquino

Leer, hoy día, la Suma de Teología es, por muchas razones, difícil. La terminología, el estilo, la
estructura del texto y aun algunos temas son extraños a los ojos modernos. Sin embargo,
considerando la importancia histórica del autor, de su obra en general, y en particular de su Suma
de Teología, cualquier persona que desee comprender la cadena de ideas que explican la civilización
contemporánea no puede dejar de adentrarse en este eslabón. En las líneas que siguen se intenta
disminuir algo la dureza que puede significar el encuentro con este texto medieval. Para ello se
explica, todo muy brevemente, el carácter general de la obra de Tomás de Aquino; se indica alguna
información relevante sobre la Suma de Teología, su estructura y el modo de citarla; y, finalmente,
las razones de la presente selección de textos tomados de esta obra.

Carácter general del pensamiento de santo Tomás

Tomás de Aquino fue un autor muy prolífico. Escribió más de sesenta obras, algunas de las cuales
son monumentales. Se calcula que durante una de sus estancias en París, escribió aproximadamente
12 páginas diarias durante cuatro años, trabajando simultáneamente en diversos textos.

En sus escritos prácticamente no hay tema que no haya quedado tocado. Todas las grandes
preguntas de la filosofía comparecen en su obra. Están las de carácter metafísico, las gnoseológicas,
lógicas y retóricas, las antropológicas y psicológicas, las de índole ética, política y económica.
También las físicas. Por supuesto, también abordó los grandes problemas teológicos. En sus escritos
pueden encontrarse temas tan diversos como puede ser el de la existencia de Dios, el de la justicia
y el de la libertad –para señalar como ejemplo solo tres de los grandes asuntos que lo ocuparon–, y
problemas particulares como el de la legitimidad o ilegitimidad de matar a un tirano, o si existe
alguna situación en la que sea lícito matar a un inocente, u otro tan diferente como el de las mejores
características que debiera tener un lugar donde se fundará una ciudad, o el de la conveniencia de
la propiedad de los bienes y la función social que ellos tienen, o el de la usura y muchos más. Sus
ideas éticas siguen siendo referente en muchas discusiones contemporáneas. Así por ejemplo, la
teoría de la acción de doble efecto, que hoy no solo es relevante en el ámbito moral, sino también
en el jurídico, tiene su origen en el pensamiento de santo Tomás. Sus ideas acerca de la ley siguen
influyendo el debate contemporáneo. Muchas otras ideas desarrolladas por el autor medieval han
sido redescubiertas y revaloradas por filósofos contemporáneos. Esto ha sido particularmente
importante en el mundo anglosajón y, en particular, entre muchos filósofos analíticos. En el ámbito
del pensamiento cristiano, Tomás de Aquino ha sido siempre, y hasta el día de hoy, uno de los
autores más relevantes, cuya referencia es inevitable a la hora de abordar casi cualquier tema.

La obra de Tomás de Aquino es, principalmente, de naturaleza teológica. Fue desarrollada en una
época en la que existía una unidad religiosa dada por el catolicismo, que impregnaba todas las
dimensiones de la vida humana. En la sociedad y en la cultura no había contrapesos internos
importantes al cristianismo. Sin embargo, esto no significó que santo Tomás no desarrollara
filosofía. Tiene escritos que son de índole principalmente filosófica y en los textos teológicos puede
distinguirse con claridad cuándo argumenta desde la fe y cuándo lo hace con razones accesibles a
cualquier persona. Santo Tomás se distinguió porque alcanzó un muy buen equilibrio entre el
conocimiento de fe y el conocimiento de razón. Sus obras están tan llenas de argumentaciones
teológicas, de citas de las Sagradas Escrituras y de referencias a autoridades cristianas, como de
razonamientos de clara índole filosófica. Pero si sus obras contienen estos dos elementos, no por
eso están confundidos o mezclados impropiamente. Uno y otro son fácilmente distinguibles. Una
prueba del interés filosófico de santo Tomás fue su oposición a muchos intelectuales de su época
que no aprobaban el uso amplio y libre de la razón natural y la recurrencia a autores no cristianos
para tratar los más diversos temas. Mientras muchos pensaban que con las verdades cristianas
bastaba para la vida, santo Tomás defendía la idea de que toda verdad es cristiana, sea quien sea el
autor y sea cual sea esa verdad. Por eso siempre recomendaba a quien quisiera escucharlo que no
había que atender tanto a quién decía algo, sino más bien a qué decía. El Aquinate siempre valoró
toda idea razonable, independientemente de su origen. De hecho, la recepción que tuvieron en
occidente y hasta el día de hoy las obras no lógicas de Aristóteles se debe, en gran medida, a la
defensa que él hizo de ellas frente a quienes no querían su integración al cuerpo de textos
universitarios por provenir de un autor pagano.

Toda la filosofía de santo Tomás está impregnada de ciertas tesis metafísicas sobre el ser que,
aunque revestidas de un lenguaje aristotélico, tienen mucho de agustinianas y mucho de originales
de su propia filosofía. Cualquier cosa ha de entenderse desde la perspectiva que da el hecho de que
es, donde la existencia es la última y más importante perfección. Toda propiedad o característica y
toda actividad es entendida por santo Tomás como la realización de la perfección existencial de una
cosa. Esta y otras tesis no son posibles de explicar aquí, pero es necesario saber que sin ellas no es
posible entender todo el alcance de las ideas de Tomás en cada materia que trata.

Es conveniente, cuando se lee la Suma de Teología, especialmente si el lector no está familiarizado


con ella, que tenga en consideración lo anterior.

La Suma de Teología

La Suma de Teología es el major work de santo Tomás. Es su obra más importante y la “coronación
de su genio” como dice Weisheipl.

Fue escrita a partir de 1266 y hasta diciembre de 1273, cuando santo Tomás no quiso seguir
escribiéndola, a pesar de las numerosas veces que se le solicitó que la terminara. Es por tanto una
obra de madurez. Tiene tres partes. La primera trata sobre Dios y su creación, conteniendo, por
consiguiente, los tratados sobre los ángeles y del hombre. La segunda parte es el tratado de moral,
que tiene una parte general y otra especial. La tercera, que quedó incompleta, es la más
exclusivamente teológica, porque, además del método, el objeto es exclusivamente de fe. Quedó
inconclusa en la cuestión 90 sobre el sacramento de la penitencia. Las ediciones de la Suma de
Teología suelen incluir un suplemento que, basado principalmente en los textos del Comentario a
las Sentencias de Pedro Lombardo que el mismo Tomás escribiera en sus años de juventud,
completa la obra, añadiendo los temas que le faltarían.

La Suma de Teología, tal como lo dice su título, es una obra de carácter teológico. El mismo Tomás
señala en el prólogo de la obra que la intención es explicar la doctrina cristiana a los principiantes.
Sin embargo, aunque la intención de la obra es patentemente teológica, está llena de
argumentaciones de carácter filosófico, que pueden ser abordadas aún si no se comparte con el
autor la fe cristiana.

El estilo en que está escrita es extraño a los ojos del lector contemporáneo. Es una prosa marcada
por una estructura que suele perder al lector poco preparado. Es, además, una prosa dura y muchas
veces árida que privilegia la precisión intelectual sacrificando toda intención literaria. Como suele
ocurrir con los textos filosóficos, la Suma de Teología está escrita con un lenguaje que se inserta en
una tradición determinada. Por ello contiene términos que hoy pueden parecer extraños. De hecho,
si se desconoce sus significados precisos, la lectura se hace más difícil. Evidentemente esto no puede
subsanarse fácilmente. No hay más remedio que acudir a quien conozca mejor la obra del Aquinate.

Para entender la estructura de la Suma de Teología y facilitar su lectura

La obra de santo Tomás, y por supuesto, también su Suma de Teología, se ubica dentro de lo que se
ha llamado el pensamiento escolástico. El nombre deriva de las escuelas en las que se enseñaba y
debatía y que luego dieron origen a las universidades. También se ha identificado el término
escolástica con un método, aunque este no fue único ni estable en el tiempo. De hecho evolucionó
desde la lectio (lectura, en la que se trataba de hacer un ejercicio de interpretación de un texto) a
la quaestio disputata (pregunta o cuestión disputada, en la que se debatía en torno a una hipótesis
que respondía a una pregunta particular), habiendo pasado por algunos estadios intermedios. La
cuestión disputada es la que interesa aquí, porque la estructura que ordena la Suma de Teología la
tiene como modelo. La cuestión disputada tiene fundamentalmente seis momentos:

a) el primero es el de la formulación de una pregunta sobre un tema y la de una hipótesis que


responde a ella. Normalmente esa hipótesis está contenida implícitamente en la pregunta, pues
suele corresponder –no necesariamente– a la respuesta afirmativa a ella. Por ejemplo, se pregunta
si acaso es lícito a alguien matar en defensa propia. La hipótesis será que sí es lícito.

b) el segundo momento es el de la consideración de todas las objeciones relevantes que


pudieran refutar la hipótesis. La tarea de la recolección de todos los argumentos posibles y
razonables contra la tesis que sostendría el maestro de la cátedra estaba encargada, normalmente,
a los estudiantes.

c) el tercero es el de la atención a los argumentos a favor de la hipótesis, que al igual que en


el caso anterior, se encargaba a los estudiantes.

d) el cuarto momento, que es el central, está constituido por el del desarrollo de la


argumentación que realiza el maestro para sustentar la hipótesis.

e) el quinto corresponde al momento en el que el maestro, luego de haber expuesto sus


propios argumentos para fundar su tesis, se hace cargo de las objeciones que se habían expuesto a
su tesis, de manera de responder suficientemente a ellas. Era impensable que el maestro expusiera
sus ideas sin enfrentar las razones contrarias que, al menos aparentemente, pudieran debilitarlas o
destruirlas.

f) El sexto y último momento consistía en realizar aclaraciones y precisiones a los argumentos


que se habían expuesto como favorables a la hipótesis que sostendría el maestro. Muchas veces
ocurría que esos argumentos a favor estaban mal formulados, eran inconducentes o falaces de
manera que, inadvertidamente por parte del alumno, terminaban más por perjudicar el
razonamiento del maestro que favorecerlo. De allí que fuera necesario para el maestro hacerse
cargo de ellos. Otras veces, se trataba simplemente de aprovecharlos más sacándoles mayor
rendimiento argumental.

La cuestión disputada normalmente era un ejercicio académico solemne que tomaba bastante
tiempo. Por eso, considerado el número de artículos que contiene la Suma Teológica, es
prácticamente imposible que cada uno haya recogido una cuestión que realmente se llevó a cabo
con todas sus formalidades. Probablemente los artículos están tomados de temas desarrollados en
clases normales que reproducían con limitaciones la cuestión disputada formal.

La estructura de cada artículo de la Suma de Teología refleja la forma pedagógica o de ejercicio


académico de la cuestión disputada. Aunque hay pequeñas diferencias, porque hay ciertas partes
de la cuestión disputada que en el texto han sido reducidas a su mínima expresión, si es que no
directamente suprimida, como sucede con una de ellas. La razón de esto sería doble: una sería la
señalada, de que los artículos de la Suma de Teología recogerían temas tratados en clases normales,
más breves que una cuestión disputada desarrollada cabalmente según las normas universitarias.
La otra, sería que, como es una obra para principiantes, había que resumir, yendo a los asuntos más
centrales e importantes.

Antes de mostrar la estructura del artículo que reproduce la forma de la cuestión disputada,
conviene detenerse rápidamente en la estructura total de la Suma de Teología. La obra está
compuesta, como ya se anunció, de tres partes, de las cuales la segunda está dividida, a su vez, en
dos partes. Por eso se habla de la prima pars (primera parte), la prima secundae (primera parte de
la segunda parte), la secunda secundae (segunda parte de la segunda parte) y la tertia pars (tercera
parte). No es necesario repetir el tema de cada una de ellas, que ya quedó señalado más arriba.
Cada parte está dividida en quaestiones (grandes preguntas). Así, la primera parte contiene 119
cuestiones, la primera parte de la segunda parte (prima secundae) tiene 114, la segunda parte de la
segunda parte (secunda secundae) tiene otras 189, y la tercera contiene 90 cuestiones escritas por
santo Tomás para esta obra y otras 101 tomadas de otras obras (99 en el suplemento, dos en forma
de apéndice). El tema general de una cuestión puede ser, por ejemplo, “La causa del amor” o
“Acerca de la justicia”. Para tratar suficientemente el tema general de cada cuestión, ella se divide
en artículos que tratan temas específicos. Por ejemplo, dentro de la gran cuestión “Acerca de la
justicia” hay doce artículos. Alguno trata sobre si la justicia es una virtud, otro aborda el asunto de
si la justicia consiste en dar al otro lo que es suyo, y así otros, hasta haber desarrollado todos los
temas que se consideran más esenciales o importantes para entender la justicia. Por último cada
artículo está dividido en a) la enunciación de una pregunta o problema; b) una hipótesis implícita en
la pregunta; c) una recolección de objeciones a la hipótesis que va a ser sostenida; d) un argumento
a favor de la hipótesis que se defenderá (se le denomina sed contra por la fórmula latina con que es
introducido; en la actual edición comienza con un En cambio), que en la Suma de Teología suele ser
lo que se llama argumento de autoridad; e) la argumentación del autor para sustentar la tesis con
que responde al problema planteado (se denomina cuerpo del artículo o respuesta; en la actual
edición comienza con la palabra Solución); f) y por último la respuesta dada a cada una de las
objeciones que se habían planteado. El paralelo con los momentos de la cuestión disputada formal
es muy evidente. Las diferencias fundamentales son, primero, que las objeciones a la hipótesis se
han reducido en cantidad, llegando a ser unas tres o cuatro en promedio (unos artículos tienen más
que otros) mientras que en una cuestión disputada formal podían pasar perfectamente de veinte;
segundo, que los argumentos a favor de la hipótesis han sido casi eliminados, quedando solo uno
(el Sed contra o En cambio); la tercera es que, lógicamente, el sexto momento de la cuestión
disputada no existe, porque no hay argumentos a favor de la hipótesis que haya que aclarar. Esta
estructura se repite casi siempre, siendo muy pocas las excepciones.

Para leer entonces un artículo, es recomendable tener muy clara la pregunta y la hipótesis. Con eso,
se pueden entender bien las objeciones, que a veces son argumentos de autoridad en los que se
cita a algún autor importante que pareciera decir algo contrario a la tesis del maestro, o a veces son
argumentos que van al fondo del asunto. También se entenderá mejor el argumento a favor (sed
contra o En Cambio). Una vez leídas las objeciones y el argumento a favor se pasa a la parte principal
que corresponde a la argumentación del maestro. Y, por último, se lee las respuestas a las
objeciones. Para entender mejor cada respuesta es muy útil, antes de leerla, volver a repasar la
objeción correspondiente, de manera de tener muy presente el problema específico que enfrenta
la respuesta. Eso ayudará a entenderla y a comprender cómo y en qué medida llega a resolver la
objeción.

El modo de citar la Suma de Teología

Tal como suele ocurrir con muchos de los textos importantes en la historia de la filosofía, existe una
forma canónica de citar la Suma de Teología, independientemente de la edición que se esté
consultando. Esa forma alude a la estructura total de la obra y a la particular de cada artículo. Así
por ejemplo, si alguien quiere citar la famosa definición de ley de santo Tomás, que está en la
primera parte de la segunda parte, en la cuestión 90, en el artículo 4, en la respuesta del autor o
también llamado cuerpo del artículo pondrá: S. Th. 1a 2ae, q. 90, a. 4, c. Si se hubiese citado la
respuesta a una objeción, por ejemplo a la tercera, en lugar de la c., diría ad 3.

José Luis Widow

Departamento de Filosofía

Facultad de Artes Liberales

Universidad Adolfo Ibáñez

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