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No se sabe muy bien cuáles eran los verdaderos fines de la Sociedad Amigos de
la Escondida, En cambio está bien claro que tales fines no se cumplieron.
Sin embargo, hace ya algunos años, la entidad solventó la edición de un
pequeño folleto titulado Reglamentos, táctica y estrategia del juego de la
escondida. En su momento, el trabajo despertó agudas controversias.
Hoy que los ánimos están amansados hemos querido exponer el asunto ante
nuestros lectores, quienes seguramente ignoran la mayor parte de los detalles de
este juego en vías de extinción.
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Dolina - Tácticas y estrategias de las escondidas
juego debe fijarse en forma arbitraria, pero manifiesta. Muchas veces los
jugadores abandonan la competencia sin avisar a nadie y muchos participantes
tenaces permanecen ocultos durante horas sin que nadie se moleste en buscarlos.
Los miembros de esta Sociedad conocen perfectamente algunos casos célebres de
obstinación. Vale la pena mencionar la gesta del joven Luis C. Cattaldi, que
permaneció catorce meses en el quicio de una puerta de la calle Motón,
cogoteando sigilosamente en dirección a la Piedra. Los habitantes de la casa
solían llevárselo por delante cuando salían y -a veces- le acercaban algún
alimento, finalmente Cattaldi regresó a su domicilio, gracias a los consejos de
una comisión de ésta misma Sociedad.
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Dolina - Tácticas y estrategias de las escondidas
En cambio el buscador audaz abandona las inmediaciones de la Piedra y marcha
hacia los confines del campo. Se trepa a los árboles, ingresa a los armarios y
rastrea minuciosamente los yuyales. Claro, siempre corre el riesgo de ser
sorprendido por los jugadores que se han ocultado en la zona opuesta, Pero el
juego se torna vivaz y lleno de matices. Abundan las carreras, los rodeos y las
sorpresas.
Existen también los buscadores zorros, que amagan dirigirse a la derecha para
tentar a quienes se esconden por la izquierda. En cierto momento, salen
disparados hacia el otro sector y así es como sorprenden a muchos jugadores
novatos que abandonan prematuramente su refugio.
Entre los que se esconden, también hay distintas escuelas. Algunos prefieren
los escondites sencillos pero de fácil salida, como los umbrales de las puertas.
Otros los eligen complicados y de salida engorrosa: la copa de los árboles, el
fondo del canasto de la ropa, etc, Hay también quienes van rotando su escondite
y cambian de posición mientras observan los movimientos del buscador.
Los mejores son los exquisitos, que inventan guaridas que sólo ellos conocen
y no las revelan jamás. Esta clase de jugadores es la más temida por los que
cuentan, pues muy a menudo libran para todos los compañeros.
Sin embargo, el escondite no debe ser nunca impenetrable. A decir verdad, el
escondite perfecto termina con el juego.
En 1959, en una escondida que se realizó en Villa del Parque, el abogado
Gerardo Joseph se escondió de un modo tan eficaz, que nunca más fue visto en
ninguna parte. Todavía hoy muchos de sus amigos recorren la barriada gritándole
que salga.
Un exitoso cuento de Edgar Allan Poe insinúa que el mejor escondite es aquél
que está a la vista de todos. En esa narración, todo el mundo busca
infructuosamente una carta que en realidad había permanecido siempre a la vista.
Esta teoría podría ser buena para los cuentos policiales, pero no sirve en la
escondida. Infinidad de jugadores han pretendido pasarse de vivos parándose a un
metro de la Piedra con cara de disimulo. El resultado siempre es el mismo: el
buscador mira extrañado y luego, casi con estupor, murmura: "Piedra libre para
el Pololo, que está ahí parado".
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Esta última variante es muy bien vista en los círculos elegantes y constituye
una excelente oportunidad para acrisolar amistades y hasta para sellar romances.
Lo más apropiado es elegir un escondite alejado de la Piedra. El lugar debe
ser pequeño para lograr una proximidad alentadora, oscuro para invitar a la
confidencia y hermético para evitar ser sorprendidos.
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