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CIUDAD Y TERRITORIO EN LOS ANDES

CIUDAD Y TERRITORIO
EN LOS ANDES
Contribuciones a la historia
del urbanismo prehispánico

José Canziani Amico

PONTIFICIA UNIVERSIDAD CATÓLICA DEL PERÚ


Centro de Investigación de la Arquitectura y la Ciudad - CIAC
La edición de la presente publicación ha contado con el auspicio del
CONSORCIO DE UNIVERSIDADES FRANCÓFONAS DE BÉLGICA

CIUDAD Y TERRITORIO EN LOS ANDES


contribuciones a la historia del urbanismo prehispánico

© José Canziani Amico

© Pontificia Universidad Católica del Perú


Centro de Investigación de la Arquitectura y la Ciudad - CIAC
Av. Universitaria, cuadra 18, San Miguel
& 626-2000
Correo electrónico .....@pucp.edu.pe

Prohibida la reproducción de este libro por cualquier medio, total o


parcialmente, sin permiso expreso de los editores.

Derechos reservados

Depósito Legal: ...........


ISBN: 9972-42-.........

Impreso en el Perú - Printed in Peru


ÍNDICE

INTRODUCCIÓN
Premisas teóricas y metodológicas 11

1
LOS ANDES CENTRALES
Geografía, medio ambiente, formaciones sociales y asentamientos
humanos en el territorio 17

Geografía y medio ambiente


Los Andes Centrales en cuanto área cultural
Los Andes Centrales: su secuencia cronológica y cultural
Formaciones sociales y formas de asentamiento en los Andes Centrales

2
LOS ORÍGENES
De los cazadores recolectores al desarrollo de las formaciones aldeanas 31

Introducción
El Paijanénse
Los cazadores recolectores de las punas
Los cazadores recolectores de los valles interandinos
Otras evidencias
La transición de las sociedades cazadoras recolectoras a las aldeanas

3
EL GERMEN DE LO URBANO
El proceso de neolitización, los primeros asentamientos aldeanos y el temprano
surgimiento de la arquitectura pública monumental 47

Introducción
Los tempranos asentamientos aldeanos de la Costa
Los asentamientos aldeanos y el surgimiento de la arquitectura pública en la costa
El proceso de neolitización y las transformaciones en la forma de asentamiento
4
EL URBANISMO TEMPRANO
Los templos y centros ceremoniales del Formativo y el inicio de las modificaciones
territoriales 79

Introducción
La Costa y Sierra Norte
Los valles de Lambayeque
Los valles de Trujillo
El valle bajo del Santa
La Sierra Norte
Los valles de Casma y Nepeña
Chavín de Huántar
Los valles de Lima y la Costa Central
Paracas en Chincha y los valles de la Costa Sur Central
Otros asentamientos Paracas en el litoral al Sur de la península

5
LAS PRIMERAS CIUDADES
Del centro ceremonial al surgimiento de los centros urbano teocráticos 161

Introducción
Los desarrollos urbanos Gallinazo y Moche en la Costa Norte
Gallinazo y su modelo de asentamiento en el valle de Virú
Moche
La ciudad Moche de las Huacas del Sol y la Luna
La ocupación Moche en el valle de Chicama
La expansión Moche a los valles sureños
La ocupación Moche en el valle de Virú
La ocupación Moche en el valle del Santa
La ocupación Moche en el valle de Nepeña
El valle de Nepeña y los límites sureños de Moche
La ocupación Moche en los valles norteños
Las transformaciones del modelo de asentamiento durante la fase Moche V
Breves conclusiones acerca del urbanismo de la sociedad Moche (pendiente)
La sociedad Lima y el urbanismo en la Costa Central
Cerro Trinidad y otros sitios Lima en Chancay
La ocupación Lima en el valle del Chillón
La ocupación Lima en el valle del Rimac
La ocupación Lima en el valle medio del Rimac: Cajamarquilla y Vista Alegre
Evidencias de la ocupación Lima en Pachacamac y en el valle de Lurín
El valle de Chincha y los asentamientos de la época Carmen y Estrella
Algunos asentamientos Carmen en el valle de Pisco
La sociedad Nasca y la cuestión de sus posibles formas de urbanismo
6
LA PRIMERA FORMACION IMPERIAL ANDINA
Wari: la planificación urbana como política de Estado 293

Introducción
Los antecedentes
La capital Wari en la cuenca de Ayacucho
El modelo de ciudades planificadas
La ciudad de Pikillacta
La ciudad de Viracochapampa
Otras posibles ciudades y centros urbanos Wari en valles interandinos
Cerro Baúl: un enclave Wari en territorio moqueguano
Las posibles incidencias de la influencia Wari en el urbanismo costeño
Posibles influencias en el urbanismo norteño: de los sitios Moche V al Chimú Temprano

7
ESTADOS Y SEÑORIOS TARDÍOS
Ciudades costeñas y poblados rurales altoandinos:
Modos de vida y formas de asentamiento diferenciados 327

Introducción
El urbanismo Lambayeque
La fase Chimú-Lambayeque
El urbanismo Chimú
El canal de la Cumbre
Asentamientos y centros administrativos rurales
Otras ciudades Chimú
Chancay y sus centros urbanos
Rimac o Ichma
Pachacamac
Arquitectura y Urbanismo Chincha
El patrón de asentamiento durante el Período Chincha
Los Centros Urbanos
Asentamientos intermedios y menores
Los sitios habitacionales
Los complejos administrativos
Los cementerios
El sistema de caminos
Otros Reinos y Señoríos Etnicos
Cajamarca
Chachapoya
Patrones de asentamiento en la Sierra Central y Sur Central
Los Xauxas y Huancas en la cuenca del Mantaro (Junín)
los Chanka del sur del Mantaro y del Pampas (Huancavelica y Ayacucho)
Los Inka del Cusco, los Quechua de Andahuaylas, los Canchis y los Canas
Arequipa, Moquegua y Tacna: Churajón, Mollo y Chiribaya.
Los reinos altiplánicos: Qollas, Pacajes y Lupaca

8
EL IMPERIO INKA
La integración macroregional andina
y el apogeo de la planificación territorial 411

Introducción
El Qhapaqñan: el sistema vial y la red de ciudades y establecimientos inka
El Urbanismo Inka
Los patrones y componentes arquitectónicos del urbanismo inka: las plazas,
el ushnu, las kallanka, las kanchas (de diverso tipo y función), los sistemas
de depósitos o qollqa, etc.
Asentamientos Inka en Ecuador: Quito, Riobamba y Tomebamba
Establecimientos Inka en la región del Cusco: Chinchero, Pisac, Ollantaytambo
y Macchu Picchu
Algunos sitios Inka de los Andes Centrales: Huaytará (Huancavelica),
Vilcas Huamán (Ayacucho)
En el Altiplano: Chucuito (Puno), Cochabamba e Inkallaqta (Bolivia)
Establecimientos Inka en la costa: Inkawasi (Cañete), Tambo Colorado (Pisco)
y Paredones (Nazca).
Presencia e intervenciones inka en ciudades costeñas: Túcume, Pachacamac,
La Centinela de Tambo de Mora
Asentamientos inka provinciales en el norte de Chile y el noroeste de Argentina
La andenería inka: el paisaje modelado y la integración de los asentamientos

9
REFLEXIONES FINALES

BIBLIOGRAFIA E INDEX 485


1. ARQUITECTURA Y URBANISMO COMO TESTIMONIOS 11

INTRODUCCIÓN

LUEGO DE LA PUBLICACIÓN en 1989 de mi libro do para mi muy importante, ya que me permitió


“Asentamientos Humanos y Formaciones Socia- tener una visión directa de la problemática de un
les en la Costa Norte del Antiguo Perú”, que con- monumento tan emblemático como la Huaca de
cluía con el estudio de los asentamientos Moche, La Luna, el templo mayor de los Moche, y al mis-
tenía pendiente el propósito de escribir una se- mo tiempo relacionarla con el estudio de la diná-
gunda parte que tratara de los notables desarro- mica urbana del sitio de Moche. Mientras tanto,
llos urbanos que florecieron luego con los estados desarrollaba simultáneamente exploraciones y es-
Lambayeque y Chimú, como son los casos nota- tudios sobre manejo del territorio, patrones de
bles de las ciudades de Chanchán, Túcume, asentamiento y arquitectura en el valle de Chincha
Pacatnamú, entre otros. Es decir, la idea era con- y otras regiones de la costa sur. Pienso que estas
tinuar en la lectura de la excepcional “columna de visiones simultáneas y cruzadas me han permiti-
prueba” que constituye la costa norte del Perú para do apreciar similitudes y equivalencias, pero tam-
examinar las características, así como las conti- bién subrayar las marcadas diferencias y contras-
nuidades y cambios, que presenta de forma con- tes existentes entre procesos que, no obstante su
sistente la evolución del proceso de desarrollo del contemporaneidad, se caracterizaron por presentar
fenómeno urbano en este territorio a lo largo de soluciones y realidades bastante distintas entre sí.
todas sus épocas. Estas visiones e inquietudes que provenían de
Mientras tanto, los nuevos hallazgos y datos estas experiencias paralelas, me llevaron tanto a
que aportaban los proyectos arqueológicos que se descartar el coronar el estudio de la “columna de
desarrollaron a partir de fines de los 80 e inicios prueba” con una segunda parte del libro, como
de los 90, de manera creciente enriquecían pero también apuntalarla con una revisión revisada del
también renovaban y ponían en discusión algu- mismo, tal como me sugerían algunos amigos ante
nas de las interpretaciones sobre el proceso soste- el rápido agotamiento de la edición. Mas bien fue
nidas en el libro recientemente publicado. Por otra madurando en mi la necesidad de lograr un tra-
parte, tanto mi participación en la docencia, como bajo de mayor aliento, que no por esto perdiera
los estudios desarrollados personalmente en otras de vista el enfoque regional, manteniendo la
regiones, además de la costa norte, me proponían aproximación a lo singular, pero que al mismo
el reto de lograr una visión más global y unitaria tiempo pudiera correlacionar estas distintas expe-
del fenómeno de asentamiento en los Andes Cen- riencias en una visión amplia y contrastada, que
trales, sin dejar de lado por esto la valoración de permitiera ofrecer un panorama de lo que fue la
la singularidad de los procesos regionales y la ne- evolución del urbanismo en los Andes Centrales
cesidad de compararlos o contrastarlos entre sí. a lo largo de diferentes épocas, en distintos con-
La ocasión de seguir profundizando en la pro- textos sociales y ámbitos territoriales.
blemática de la costa norte se dio al poco tiempo Este proyecto personal comenzó a tomar cuer-
al recibir la generosa invitación de Santiago Uceda po a mediados de los noventa, proponiéndome
y Ricardo Morales, directores del flamante pro- los temas a tratar, escribiendo apuntes y notas que
yecto Arqueológico Huaca de la Luna, para in- ordenaba en una suerte de hoja de ruta que debía
corporarme al equipo del proyecto como investi- de recorrer. Y hablando de recorridos, el proyecto
gador asociado. Esta experiencia fue y sigue sien- seguía madurando pero no tenía cuándo arrancar,
12 JOSÉ CANZIANI

hasta que en el 2000 —cuando transitábamos al conocimiento de la historia del urbanismo


hacia el “nuevo milenio”— sufrí la rotura del mí- prehispánico. Esta motivación se nutre de varias
tico tendón de Aquiles y, al poco tiempo, la frac- vertientes que tienen que ver con aspectos tanto
tura más prosaica y dolorosa de la otra pierna! De teóricos y académicos, como de otros que tienen
modo que quedé reducido a una severa inmovili- incidencia en la problemática contemporánea y
dad por un largo tiempo, lo que me dio la oca- en especial con la temática general del desarrollo
sión oportuna para iniciar la tantas veces proyec- territorial y el rol que en ello le corresponde a las
tada redacción del texto que tenía en mente, al- formas de desarrollo urbano.
ternando el resto del tiempo con la consulta de En cuanto a los aspectos teóricos, este trabajo
las múltiples fuentes bibliográficas que se me iban se ha propuesto explorar y profundizar en el com-
abriendo en el camino de la investigación. Fue de plejo y controversial tema del origen y evolución
alguna manera esta sorpresiva “fractura histórica” del fenómeno urbano en el Área de los Andes
—y la obligada convalecencia, a modo de beca— Centrales y su rol en el proceso civilizatorio pro-
la que me permitió finalmente disponer del tiem- tagonizado por las sociedades andinas. En cuanto
po para empezar a echar a andar el libro. Luego, a la problemática de nuestro desarrollo contem-
conforme la recuperación y la rehabilitación avan- poráneo, somos concientes y estamos convenci-
zaban, permitiéndome recuperar mi vida normal, dos de la importancia del examen histórico del
la dedicación al libro necesariamente se resintió proceso de desarrollo urbano y territorial, en cuan-
en cuanto al tiempo disponible, pero yo para esto to nos proporciona una serie de elementos que
ya había vuelto a andar y la marcha del libro se pueden servir de fuente de reflexión frente a la
convirtió durante estos últimos años en un cons- problemática contemporánea y que pueden apor-
tante compañero de ruta. tar a la formulación de propuestas orientadas al
El presente libro es producto de un trabajo de desarrollo territorial. La lectura histórica del de-
investigación que he desarrollado durante los úl- sarrollo territorial es de especial importancia, ya
timos 6 años, si bien es fruto de más de dos déca- que puede contribuir a recuperar y renovar las
das de investigación y docencia sobre el tema. El formas de manejo racional y sostenible de nues-
libro se propone ofrecer una visión de conjunto tro complejo espacio territorial y sus recursos na-
de las diferentes formas de asentamiento y mane- turales; así como reevaluar el rol de las formas de
jo del territorio que realizaron las sociedades que asentamiento urbano con relación al manejo del
habitaron los Andes Centrales desde los primeros medio ambiente y el desarrollo del medio rural.
cazadores recolectores hasta el imperio Inka, pre- Hoy está cada vez más claro que no es posible
sentando de manera documentada el excepcional lograr el desarrollo de nuestro país sin superar los
patrimonio urbanístico y arquitectónico del anti- graves problemas que se advierten en la construc-
guo Perú en sus distintas expresiones regionales. ción de nuestra identidad nacional, frente a la
Está compuesto por ocho capítulos. El primero urgente e impostergable necesidad de resolver la
corresponde a la introducción, tanto de las situación de pobreza en la que vive más de la mi-
premisas teóricas y metodológicas, como de las tad de nuestra población. Creemos que parte del
características singulares del territorio de los An- reto de encontrar respuestas a esta problemática y
des Centrales, que corresponde al variado escena- de la búsqueda de soluciones a la misma, com-
rio donde se desarrolló el proceso civilizatorio prometen necesariamente la revaloración de nues-
andino. Los capítulos del 2 al 8, abordan las dife- tro rico y vasto patrimonio monumental, urba-
rentes épocas y períodos históricos, reseñando las nístico y paisajístico, contribuyendo a los esfuer-
formaciones sociales presentes, su relación con el zos dirigidos a su investigación, conservación y
espacio territorial y el manejo de sus recursos, así puesta en valor. Aspectos que tienen especial rele-
como los casos más representativos de sus formas vancia en el desarrollo de circuitos de turismo
de asentamiento y arquitectura. Para lo cual, se cultural, que adquieren cada vez mayor impor-
realiza en cada capítulo un recorrido por el terri- tancia en el desarrollo económico tanto regional
torio andino, región por región y de norte a sur, como nacional, pero también en la recuperación
de manera de ofrecer una visión comparativa tan- y valoración de una identidad cultural que cons-
to de la unidad como de la notable diversidad del tituye el nervio para lograr un desarrollo territo-
proceso. Finalmente, se desarrolla la correspon- rial armónico y sostenible.
diente Bibliografía y el Index. A lo largo de los años de docencia que he de-
Una de las motivaciones centrales de este tra- sarrollado sobre temas de arquitectura
bajo, como lo señala su título, ha sido contribuir prehispánica, principalmente en la Universidad
INTRODUCCIÓN 13

Nacional de Ingeniería (UNI) y en la Universi- campo en diferentes lugares o sitios arqueológicos,


dad Católica (PUCP), he enriquecido mis cono- así como fotos aéreas y de otras fuentes. Se inclu-
cimientos gracias a las diversas preguntas y cues- yen también mapas, planos y gráficos, que al igual
tiones planteadas por mis estudiantes. Sin embar- que las fotografías, esperamos permitan a los lec-
go, también he podido sentir en ellos las tores tener una imagen más precisa y completa de
dificultades y la desorientación frente a una bi- lo que pueden alcanzar a describir los textos.
bliografía muy amplia y difícil de alcanzar. Por Este largo proceso de análisis me ha permiti-
esta razón, otro de los motivos para emprender do tener una nueva y más amplia visión de los
este trabajo ha sido el desarrollar un texto de di- temas aquí tratados desde el momento que co-
vulgación de nivel universitario, destinado a in- mencé la investigación y la redacción de este li-
vestigadores y estudiantes de Arquitectura y Ur- bro. De esta manera, reconocemos la importan-
banismo, pero también de Arqueología, Historia, cia de los múltiples aportes y datos de otros inves-
y al público en general, que permita acceder a los tigadores que han contribuido sustancialmente en
alcances y resultados de esta investigación y, a tra- la realización de este trabajo. Personalmente, el
vés de ella, a un cúmulo de informaciones que se proceso de aprendizaje derivado de esta investi-
encuentran dispersas en múltiples estudios espe- gación ha sido para mi sumamente importante y
cializados de difícil acceso. estimulante. De cierta manera ha constituido para
Además del manejo de los temas de mi espe- mí un excepcional viaje virtual, recorriendo los
cialidad, del análisis de complejos arqueológicos espectaculares paisajes que caracterizan los diver-
y de los desarrollos territoriales regionales que sos territorios de nuestro país, a través del tiempo
fueron objeto de estudio de mis investigaciones y las distintas épocas que constituyen la historia
en estos últimos años —algunos de cuyos resulta- de las poblaciones que nos antecedieron en su
dos se incorporan en este libro— la necesidad de construcción.
ampliar la información, con miras a proporcio-
nar una visión global de los temas propuestos en
este trabajo, me permitió revisar y estudiar múlti- Agradecimientos
ples fuentes bibliográficas que enriquecieron mis
conocimientos iniciales. De esta manera, más de Soy por cierto tributario de arquitectos que ini-
500 libros y artículos han sido consultados, a ve- ciaron y fueron pioneros de la integración de la
ces sólo para recabar algunos datos puntuales, pero historia de la arquitectura peruana con la arqueo-
mayormente para encontrar conceptos e ideas que logía, como Emilio Harth Terré cuyos trabajos
han sido sustantivos para construir este trabajo. no han recibido la atención merecida y cuyos
En muchos casos, esto obligó al acopio de infor- esforzados levantamientos de planos se publican
mación especializada, dispersa en publicaciones frecuentemente sin los créditos correspondientes.
de circulación restringida, o depositada en viejas El privilegio de integrar la Comisión de Arqui-
ediciones de los trabajos de los pioneros de la in- tectura y Urbanismo del Instituto Nacional de
vestigación arqueológica. Desde el punto de vista Cultura del 2003 al 2005, con personalidades
metodológico la investigación se propuso siste- como el arquitecto Carlos Williams y luego con
matizar esta vasta información y establecer la ar- el arquitecto Santiago Agurto, me permitió reno-
ticulación de datos de diferente naturaleza que, var una vieja relación de amistad y respeto, y po-
en su conjunto, me permitieron construir hipó- der compartir sus experimentadas opiniones. En
tesis interpretativas y explicativas de la arquitec- especial con el arquitecto Williams tuve ocasión
tura, el fenómeno urbano y el manejo del territo- de retomar nuestras reflexiones y discusiones que
rio. En este mismo proceso, hemos también puesto se iniciaron hace unos 20 años cuando aceptó
a discusión crítica las hipótesis planteadas por generosamente asesorar mi tesis de revalidación.
otros investigadores, como una manera de asu- Recuerdo con aprecio su fina ironía y la modestia
mir su validación, sometiéndolas a los mismos con la cual compartía generosamente sus conoci-
criterios de prueba y rigor que nos hemos impues- mientos e inteligentes aproximaciones a temas de
to con las propias. arquitectura y urbanismo, tanto del pasado como
Como se podrá apreciar, hemos hecho un im- del presente. Hoy cuando ya no nos acompaña,
portante esfuerzo para incorporar al texto del libro me parece imprescindible destacar su papel pio-
la mayor cantidad de ilustraciones posible, las que nero en la integración científica e interdisciplinaria
suman más de 500. Estas incluyen fotografías rea- entre la arquitectura y la arqueología, de lo cual
lizadas durante mis viajes, visitas y trabajos de son testimonio sus múltiples trabajos y aportes,
14 JOSÉ CANZIANI

muchos de los cuales son ponderados en nuestro las fases tardías y las hipótesis alternativas de de-
trabajo. sarrollo que ofrecen los valles del Moche norte-
A Sergio Staino, viejo amigo florentino, le agra- ño, como el de Jequetepeque. Y en general mi
dezco haberme iniciado en el apasionante mundo agradecimiento a todos los “mochicólogos” con
de la investigación científica, la que dio lugar a los cuales hemos tenido la oportunidad de alter-
mi primera colaboración en el encendido ensayo nar sobre la problemática Moche durante los even-
de “Los Orígenes de la Ciudad” en plena eferves- tos organizados por la Universidad Nacional de
cencia post 68. Sigo siendo deudor de la generosa Trujillo y el proyecto Arqueológico de la Huacas
aproximación a la arqueología y sus postulados del Sol y La Luna, y más recientemente por la
teóricos que me brindó desde mis exploraciones Dumbarton Oaks, el Museo Larco y la Pontificia
iniciales el Dr. Luis Guillermo Lumbreras. La vieja Universidad Católica.
amistad con Elías Mujica, construida a lo largo Agradezco el apoyo del Instituto de Investiga-
de los comunes proyectos editoriales, del cual este ción de la Facultad de Arquitectura, Urbanismo y
libro es de alguna forma también una expresión, Artes (INIFAUA) de la UNI, cuya colaboración
se ha proyectado a través de los nuevos derroteros me permitió organizar los materiales de este tra-
abiertos por el Proyecto Arqueológico de la Huaca bajo en un primer tramo de la investigación. La
de La Luna. Mi agradecimiento debe extenderse convocatoria de los arquitectos Frederick Cooper
al Dr. Craig Morris, quien aseguró el apoyo del y Pedro Belaunde para incorporarme a la plana
Museo de Historia Natural de Nueva York a las docente de la recientemente creada Facultad de
investigaciones que tuve la oportunidad de desa- Arquitectura y Urbanismo de la Pontificia Uni-
rrollar en el valle de Chincha, algunos de cuyos versidad Católica del Perú (PUCP), me ha per-
resultados se han incorporado en este libro. Su mitido profundizar mi labor docente y formar
repentina desaparición mientras escribo estas pá- parte de un equipo de profesores cuya calidad
ginas nos deja un enorme vacío, tanto por sus personal y profesional ha contribuido a enrique-
constantes y valiosos aportes a la arqueología cer mis conocimientos y a establecer recíprocas
andina, como por su amable e inteligente amis- relaciones de colaboración y amistad. En especial
tad. De John Hyslop guardo siempre un perma- agradezco al amigo Pedro Belaunde, Jefe del De-
nente recuerdo, en los que se entremezclan sus partamento de Arquitectura y Urbanismo, su in-
trabajos en Inkawasi en Cañete —cuando lo co- terés en lograr mi participación en los espacios de
nocí— las largas y múltiples conversaciones so- investigación generados por el Centro de Investi-
bre arqueología y en especial sobre el urbanismo gación de la Arquitectura y de la Ciudad (CIAC).
Inka, su permanente búsqueda de innovaciones Su perseverancia en el seguimiento de mis avan-
técnicas para el registro fotográfico de los sitios ces con el libro, así como su entusiasmo por el
con globos o cometas, su generoso apoyo y difu- proyecto editorial del mismo, me han ayudado a
sión de mis primeros trabajos, su cálida y entu- mantener el curso y ha recuperarlo cuando este
siasta personalidad y, no menos importante, nues- decaía, en esta suerte de “navegación en solitario”
tra común afición por las motocicletas! que implicaba los largos derroteros seguidos en
Los trabajos de la Dra. María Rostworowski esta investigación. Debo agradecer también sus
fueron para mi no sólo una imprescindible fuen- gestiones con el Fondo Editorial de la PUCP, y
te de consulta, sino también su personalidad un las realizadas para recibir el apoyo, por interme-
ejemplo de pasión y persistencia en la investiga- dio del CIAC, del Consejo Interuniversitario de
ción, su trato amical y su permanente curiosidad la Comunidad Francesa de Bélgica (CIUF), sien-
por nuestros trabajos ha sido un estimulo que do el coordinador del programa para arquitectu-
agradecemos con afecto. A la Dra. Rosa Fung mi ra del convenio PUCP-CIUF el arquitecto Andre
agradecimiento por sus valiosos comentarios y De Herde. Apoyo que me permitió el impulso
aportes que me ayudaron especialmente en el tra- final para concluir la diagramación y avanzar la
tamiento del período Arcaico; igualmente a San- edición del presente libro.
tiago Uceda por sus comentarios y sugerencias en A propósito de la búsqueda de las fuentes bi-
el tratamiento de la temática de los cazadores bliográficas que no estaban a mi alcance, debo
recolectores, sin olvidar por cierto la amistad cons- agradecer a muchos amigos y colegas, arqueólogos
truida a lo largo de estos años teniendo como cen- y arquitectos, cuya colaboración sería largo men-
tro los trabajos de investigación y puesta en valor cionar. Sin embargo, quiero destacar el apoyo re-
en la Huaca de la Luna. A Luis Jaime Castillo por cibido de los amigos del Instituto de Estudios
las discusiones sobre lo Moche, en especial sobre Peruanos (IEP) y en especial de Virginia García, a
INTRODUCCIÓN 15

cargo de la bien organizada Biblioteca del Institu- de edición, antes de integrarse al Fondo Editorial
to, por su eficiencia y extraordinaria rapidez en y luego de su incorporación, donde felizmente se
ubicar y poner a mi disposición obras que de otra ha reencontrado con el libro asegurando la conti-
forma seguramente me hubieran sido inalcanzables. nuidad de un buen trabajo. Agradecimiento que
Debo agradecer a Aída Nagata su compromiso hago extensivo a todos los demás integrantes del
con el proyecto editorial de este libro. Su trabajo Fondo, cuyo trabajo en equipo ha superado los
pulcro y minucioso acompañó los pasos iniciales retos planteados por la edición del libro.
16 JOSÉ CANZIANI
1. ARQUITECTURA Y URBANISMO COMO TESTIMONIOS 17

1
ARQUITECTURA Y URBANISMO COMO
TESTIMONIO DE LA EDIFICACIÓN SOCIAL

Lo que ay que ver desto son los cimientos de los edificios y las paredes y cercas
de los adoratorios, y las piedras dichas, y el templo con sus gradas, aunque
desbaratado y lleno de heruazales, y todos los más de los depósitos derribados:
en fin fue lo que no es. Y por lo que es juzgamos lo que fue.
(Cieza de León 1984: 253). 1

EN EL CONOCIMIENTO e interpretación de la histo- ma físicamente un conjunto significativo de acti-


ria universal de las civilizaciones, un papel clave vidades humanas —manifestando así la forma de
lo desempeña el estudio de la arquitectura y, es- organización social y los modos de vida— enton-
pecialmente, del urbanismo. Existe consenso por ces el análisis de estos testimonios representará una
parte de los estudiosos del tema en asumir la emer- herramienta de gran valor para examinar la
gencia del urbanismo como un elemento diagnós- sintomatología de este tipo de procesos sociales.
tico de primer nivel de los procesos civilizatorios. Tanto la arquitectura como los asentamientos
Esto no es novedad, mas si consideramos lo em- incorporan ellos mismos la calidad de productos
blemático que ha sido para la humanidad el fenó- sociales. Por lo tanto su análisis funcional, formal
meno urbano para identificar este proceso, tanto y constructivo, permite explorar desde estas ver-
que de antiguo el término civilización deriva de tientes los procesos de especialización producti-
la raíz latina civilitas, las comunidades urbanas que va, la división del trabajo y las formas de organi-
habitan en civitas o ciudades. zación social. Bajo esta perspectiva, en el estudio
En el análisis de las formaciones precapitalistas, de los procesos civilizatorios adquiere una impor-
Marx y Engels establecieron una corresponden- tancia medular el análisis de la arquitectura pú-
cia entre los diferentes estadios de la evolución blica y de los asentamientos urbanos, por la espe-
social y sus respectivas formas de asentamiento. cial relevancia que asumen en el desarrollo de los
En esta perspectiva, la ciudad constituía una va- procesos en cuestión.
riable fundamental que se asociaba a la aparición La construcción de la civilización, la edifica-
de las formaciones sociales clasistas y el Estado. ción social, económica, cultural, mítica se plasma
Estos postulados fueron aplicados tiempo después en la arquitectura y en la propia forma de asenta-
por Childe en su proposición pionera de la ar- miento, en el manejo y transformación del terri-
queología como ciencia social. torio. Por lo tanto la tarea que tenemos por de-
Si postulamos que la arquitectura y la forma lante no es solamente reconstruir la identidad
de asentamiento humano en el territorio, consti- material, física, de la edificación arquitectónica,
tuyen una expresión privilegiada en las que se plas- sino especialmente su condición de continente de

1
La parte final de la aguda observación del cronista Cieza de León (1984: 253) a propósito de las ciudades y monumentos que
observa ya arruinados, en este caso refiriéndose a la ciudad Inka de Vilcashuamán, nos propone un componente fundamental del
quehacer arqueológico y en especial de la historiografía de la arquitectura y el urbanismo, donde debemos tanto deducir el grado
de destrucción o alteración que estos han sufrido a partir de su condición actual —es decir lo que Cieza enuncia como “fue lo que
no es”— y al mismo tiempo, como a partir de lo existente, debemos construir una serie de inferencias que nos permitan aproximarnos
a propuestas reconstructivas de sus características originales, es decir “por lo que es juzgamos lo que fue” en palabras de Cieza.
18 JOSÉ CANZIANI

actividades sociales, y de la representación social adoptaron los asentamientos y el examen arqueo-


que esta entrañó. Mediante este tipo de análisis la lógico de sus componentes, permitirá aproximar-
lectura de la arquitectura podrá expresar la edifi- nos a la reconstrucción histórica de las formaciones
cación social y tendrá un papel fundamental en la sociales que les dieron origen y entender un aspec-
reconstrucción histórica de los procesos sociales. to crucial, como es el urbanismo, para el estudio
Pero, por otra parte, enfrentamos el reto ma- del proceso civilizatorio en los Andes Centrales.
yor de reconstruir, recomponer, la identidad de la Uno de los objetivos centrales de esta investi-
población de nuestro país con su invalorable gación ha sido definir un panorama general del
patrimonio edificado, ya sea este arquitectónico, origen, evolución y desarrollo del fenómeno ur-
urbanístico o territorial y paisajístico. En cuanto bano en los Andes Centrales durante la época
consideramos que este es un requisito indispen- prehispánica. Para la consecución de este propó-
sable para garantizar su conservación y puesta en sito se ha identificado, en cada una de las épocas
valor. Por esto, sostenemos también que la recu- del desarrollo histórico-cultural en los Andes Cen-
peración de este invalorable patrimonio debe cons- trales, casos representativos que ilustren el desa-
tituirse en una imprescindible herramienta de rrollo del fenómeno urbano y sus expresiones ar-
desarrollo y en una fuente permanente de reflexio- quitectónicas más significativas.
nes acerca de nuestro futuro como país. A partir de este enfoque, se analiza la inciden-
Limitar los complejos procesos sociales con- cia de los aspectos económicos, sociales y cultura-
centrándonos en el examen de las evidencias mate- les, en el nivel de desarrollo del fenómeno urbano
riales y artefactuales, puede proporcionar una vi- y las formas específicas que este asumió a través
sión parcial o inclusive degradada de la realidad del tiempo. Paralelamente, se examina la unidad
social. Este es especialmente el caso, por ejemplo, y la diversidad que se aprecia históricamente en el
de las formaciones que no exhiben destacadas rea- proceso de desarrollo urbano en el Área Central
lizaciones culturales o arquitectónicas, como los Andina, con el propósito de analizar comparati-
cazadores recolectores, y cuyo equipamiento ma- vamente las manifestaciones del fenómeno de re-
yormente lítico puede aparentar una visión rudi- gión a región, y explicar en cada caso las particu-
mentaria y primitiva de los mismos. Mientras que laridades de su evolución.
si incorporamos la dimensión espacial, asociando Las premisas metodológicas de este trabajo
los contextos materiales a su modo de vida, y éste mantienen una línea de continuidad, aunque con
con sus correspondientes formas de asentamiento mayor énfasis descriptivo, con los postulados de-
y el manejo territorial de sus recursos, tendremos sarrollados en ensayos anteriores, donde hemos
una visión radicalmente distinta o por lo menos sostenido la importancia fundamental que tiene,
de mayor profundidad y valoración de los proce- en el análisis científico del fenómeno de asenta-
sos sociales que se desarrollaban en ese entonces. miento humano en el territorio, establecer la rela-
El planteamiento central de nuestro trabajo pro- ción de correspondencia recíproca existente entre
pone que el surgimiento y evolución del fenóme- la formación económico social y su correspondien-
no urbano, y en especial de la ciudad, constituye te forma de asentamiento (Staino y Canziani 1984,
una de las claves principales para el estudio del pro- Canziani 1989). Esta correspondencia de carác-
ceso civilizatorio. Donde el examen de la evolución ter teórico corresponde en términos generales a
del fenómeno urbano constituye una herramienta entidades o categorías abstractas. Sin embargo, así
imprescindible para el análisis y definición de las como las formaciones económico sociales se pre-
particulares características que asume, en una región sentan en la realidad de una manera concreta y
determinada, el proceso civilizatorio en cuestión. específica, que se define y manifiesta en un deter-
Esto, a nivel universal, se debe a que el proce- minado modo de vida, de la misma manera la for-
so de desarrollo de formaciones sociales complejas, ma de asentamiento, en cuanto categoría abstrac-
y especialmente de aquellas que alcanzaron una ta, se expresa de forma singular en un determina-
organización estatal, tuvo como correlato el sur- do modelo o patrón de asentamiento.
gimiento y desarrollo de centros urbanos y poste- De esta propuesta resulta que así como en tér-
riormente de ciudades. En los centros urbanos y minos teóricos y generales establecemos las rela-
ciudades se concentra el desarrollo de las más ciones de correspondencia entre distintas forma-
importantes actividades económicas y sociales, ciones sociales y sus correspondientes formas de
particularmente de aquellas de carácter especiali- asentamiento, al nivel de los procedimientos ana-
zado. Por esta razón, el estudio de la forma que líticos, debemos establecer la relación dialéctica
1. ARQUITECTURA Y URBANISMO COMO TESTIMONIOS 19

de correspondencia entre los modos de vida y su nósticos que nos pueden permitir inferir su pre-
concreción en específicos modelos o patrones de sencia o ausencia. En este caso, utilizando los
asentamiento (ver Cuadro 1).2 indicadores y las herramientas analíticas que nos
A lo largo de este trabajo examinaremos un proporciona la arquitectura y el urbanismo.
conjunto de aspectos arquitectónicos y urbanísti-
cos que consideramos diagnósticos y fundamen-
tales para interpretar las características que asume De los antecedentes historiográficos
en los Andes Centrales el proceso civilizatorio. Se
ha sostenido con razón que si bien este proceso Sin bien se dispone de una bibliografía relativa-
presenta singularidades y una identidad unitaria, mente amplia de estudios referidos al desarrollo
que en términos generales permiten caracterizarlo de los procesos civilizatorios y su relación con la
como ‘andino’, también es necesario advertir que evolución de las formaciones urbanas, estos están
manifiesta una notable diversidad, como una mayormente concentrados en el examen de lo
marcada desigualdad en sus desarrollos de región acontecido en el Viejo Mundo y, en especial, en el
a región y en el devenir de una época a otra, lo caso del Cercano Oriente (Egipto y Mesopo-
cual significa que este proceso no fue lineal ni tamia). Esta región cuenta con una amplia biblio-
continuo. grafía que va desde los trabajos pioneros de Childe
Bajo estas premisas, debemos notar una ad- (1936, 1942) y Frankfort (1954), a estudios más
vertencia cautelar: tanto el ‘Estado’ como su recientes como los de Adams (1972), Manzanilla
correlato urbanístico, la ‘Ciudad’, no son, como (1986) y Redman (1985).
muchas veces se supone equivocadamente, orga- Existen limitados estudios que examinan esta
nismos únicos, creados por la humanidad en los problemática en otras regiones donde se desarro-
inicios de la civilización y enriquecidos en el cur- llaron procesos civilizatorios originarios (India,
so de los siglos. Por el contrario constituyen una China, Mesoamérica), así como existen trabajos
serie de entidades diferentes, históricamente limi- de debate teórico con referencias comparativas a
tadas y determinadas por causas y circunstancias distintas regiones (Service 1984). Sin embargo,
específicas (Staino y Canziani 1984). constatamos que en el caso de los Andes Centra-
Si asumimos la concepción del Estado, como les este tipo de trabajos es muy escaso.
la forma de organización política que regula las Para el antiguo Perú, tenemos estudios que
relaciones sociales, con el ejercicio del poder por provienen mayormente del campo de la arqueo-
parte de una clase social dominante, lo que aquí logía. Algunos con limitaciones teóricas y ya
nos interesa no es tanto la ‘evolución’ del Estado desactualizados en cuanto a documentación em-
en sí mismo, sino el cómo y el porqué se dan las pírica (Rowe 1963; Schaedel 1966, 1972), otros
condiciones sociales que hicieron y hacen posible con importantes aportes en cuanto a la evolución
su existencia, y cuales serían los elementos diag- de los patrones de asentamiento en ciertos valles

 CATEGORÍAS TEÓRICAS CATEGORÍAS EMPÍRICAS



SOCIEDAD FORMACIÓN ECONÓMICO SOCIAL MODO DE VIDA



ASENTAMIENTO FORMA DE ASENTAMIENTO PATRÓN DE ASENTAMIENTO

Cuadro 1

Para graficar estas relaciones de correspondencia, podemos utilizar como ejemplo la formación económico social de los
2

cazadores recolectores, a la cual en términos generales corresponde como forma de asentamiento el establecimiento provisional o
momentáneo, y el nomadismo o la trashumancia territorial. Mientras que, de manera concreta, esta formación social de cazadores
recolectores se manifiesta en múltiples y diversos modos de vida, desde los Innuit o esquimales del Ártico, a los Selk’ nam, Yámana
y Alacaluf del extremo austral de América (Chapman 1998), pasando por las comunidades nativas de la Amazonia, o de los
bosquimanos del Kalahari en África, los Semang y Sakai de las selvas de Malasia, etc. si nos desplazamos a otros continentes (Forde
1966). Donde se puede comprobar como cada unos de estos modos de vida bastante distintos entre sí, a su vez manifiestan su
singularidad en patrones de asentamiento con características propias que los hacen diferentes.
20 JOSÉ CANZIANI

de la costa, entre los que destacan los de Willey LOS ANDES CENTRALES3
(1953) en Virú y Wilson (1988) en el Santa. Al- Geografía y medio ambiente
gunas importantes contribuciones teóricas rela-
cionadas con el examen de esta problemática se El área de los Andes Centrales, en cuanto a geo-
encuentran en Lumbreras (1981). En este pano- grafía y características medioambientales, consti-
rama, que evidencia la ausencia de una visión te- tuye una de las áreas mundiales con mayor diver-
mática de conjunto, desde el campo de la arqui- sidad climática y biológica. Esto se debe, en pri-
tectura y el urbanismo, disponemos de una pri- mer lugar, a la presencia de la cordillera de los
mera aproximación general al tema de las Andes la que asciende desde el nivel del mar, en el
formaciones urbanas en América en el clásico es- litoral de la costa del Océano Pacífico, hasta lle-
tudio sobre las ciudades precolombinas de Hardoy gar al nivel de las montañas de nieves perpetuas,
(1964); y de tan sólo una importante síntesis so- con nevados como el Huascarán cuya cumbre al-
bre la arquitectura y el urbanismo en el antiguo canza los 6,768 msnm, para luego descender nue-
Perú en el trabajo publicado por Williams (1981) vamente hacia las planicies de las selvas tropicales
hace más de veinte años. de la cuenca amazónica. De modo que el sólo fac-
El autor, en colaboración con Sergio Staino, tor altitud en un área que se encuentra en una
publicó un ensayo acerca de los orígenes de la ciu- zona tropical, genera múltiples y distintos pisos
dad y su rol en el proceso civilizatorio, en el que ecológicos, con las consiguientes variaciones
se examinaba comparativamente los casos de climáticas, topográficas e hidrográficas. Por otro
Sumer, Egipto y el Antiguo Perú (Staino y lado, el litoral marino de nuestras costas al Océa-
Canziani 1984). Posteriormente, publicó un es- no Pacífico se ve afectado por el fenómeno de
tudio centrado en el examen de las formas de asen- enfriamiento de sus aguas por la corriente de
tamiento en la costa norte, relacionado con la evo- Humboldt y el afloramiento de aguas frías prove-
lución de las formaciones sociales en dicha región, nientes de las profundas fosas marinas. De esta
durante los períodos tempranos de la época manera, el mar actúa como un condicionante que
prehispánica (Canziani 1989). A continuación, altera sustancialmente las características climáticas
ha publicado una serie de artículos en revistas es- de nuestras regiones costeras.
pecializadas acerca de este tema, con referencia a En los territorios de la cordillera de los Andes
determinados valles y épocas (Canziani 1992a, Centrales se desarrollan una serie de valles, algunos
1993, 2000, 2003a, 2003b), al manejo del espa- corren transversales a esta como los valles costeños,
cio territorial en el área andina y en determinadas descendiendo desde sus flancos occidentales hacia
regiones de esta (Canziani 1991, 1995, 2002), o la costa, generando verdes oasis en esta zona desér-
centrados en los monumentos que integran com- tica. Otros se desarrollan al interior, limitados por
plejos urbanos (Canziani 1987, 1992a, 1992b, los pliegues y flancos de las estribaciones de la
2000, 2003a, 2004). cordillera, formando los denominados valles
En estas dos últimas décadas en nuestro país interandinos, que se localizan mayormente en las
se han desarrollado muchos proyectos arqueoló- zonas quechua, si bien algunos sectores de su tra-
gicos, centrados tanto en el análisis de complejos yecto pueden también ubicarse en la zonas corres-
urbanos como de los monumentos arquitectóni- pondientes a las denominadas yungas orientales.
cos que los integran. En muchos casos, los resul- La presencia de la corriente fría de Humboldt
tados de estas investigaciones han enriquecido y frente a las costas peruanas y la riqueza de nu-
alterado sustancialmente la información preexis- trientes que esta genera, favorece la existencia de
tente, basada muchas veces en el examen superfi- altas concentraciones de plancton, que constituyen
cial de los sitios. Justamente, uno de los propósi- la base de una vasta cadena trófica que se caracte-
tos de este trabajo ha sido revisar esta vasta bi- riza por una impresionante diversidad de especies
bliografía dispersa y especializada, sistematizar y y una alta densidad de la biomasa marina, consti-
articular la información documental pertinente, tuida por centenares de especies de peces, moluscos,
y divulgar sus nuevos alcances. crustáceos, así como aves y mamíferos marinos.

3
Desde la antropología y la arqueología se ha reconocido en el Área Andina de Sur América distintas áreas de integración
económico-social. Entre estas, el Área de los Andes Centrales corresponde a los territorios que van desde el desierto de Sechura y
la sierra de Piura por el norte, hasta el nudo de Vilcanota y Arequipa por el sur (Lumbreras 1981).
1. ARQUITECTURA Y URBANISMO COMO TESTIMONIOS 21

Fig. 1. Mapa geográfico de los


paisajes de los Andes Centra-
les (redibujado de Troll 1958).

Esta extraordinaria riqueza de recursos marinos Fig. 2. Paisaje de litoral marino en la caleta de Jihuay, Atiquipa
—que hasta el día de hoy tiene una importancia (foto: Canziani).
fundamental en la economía de nuestro país—
desempeñó un papel de enorme relevancia en
cuanto fuente privilegiada de recursos alimenticios
y productivos desde los tiempos de los primeros
pobladores del litoral y a todo lo largo de las dis-
tintas épocas del proceso civilizatorio andino.
Pero la corriente fría de Humboldt también
desempeña un papel clave con relación a las condi-
ciones climáticas, especialmente en el caso de las
regiones costeras, generando una serie de fenóme-
nos que determinan sus condiciones desérticas,
22 JOSÉ CANZIANI

el aire, mientras que por debajo de las nubes y en


proximidad del suelo las temperaturas son bastante
más bajas. De esta manera se inhibe la precipita-
ción de lluvias en las zonas costeras, de lo que
deriva sus predominantes características desérticas.
Sin embargo, estas nubosidades típicas y persis-
tentes en las regiones costeras durante el invierno
(de junio a setiembre), producen ligeras precipi-
taciones de lluvia fina conocida como garúa. Estas
precipitaciones son más frecuentes en zonas próxi-
mas al litoral y algo más elevadas o con barreras
Fig. 3. Paisaje de dunas en el desierto cerca de la playa Gramadal,
de cerros, donde dan origen a un fenómeno muy
Huarmey (foto: Canziani). especial y único de la costa peruana: las lomas. Se
trata de la formación de pastos y vegetación
no obstante que estos territorios se encuentren en arbustiva en zonas normalmente desérticas y que
latitudes próximas a la línea ecuatorial y, por lo se dan gracias a estas garúas, pero también debido
tanto, en un área propia de zonas lluviosas y de a la propia condensación de la humedad contenida
bosques húmedos tropicales. En nuestro caso, las en las nubes, al entrar estas en contacto con la
grandes masas de aire húmedo transportadas por superficie fría de los suelos. En algunos casos, donde
los vientos alisios entran en contacto con las aguas las condiciones son más propicias, se forman gran-
frías del mar, formando bancos bajos de niebla des extensiones de lomas que incluyen el desarrollo
que se ubican entre los 200 a 600 metros de altura, de áreas de bosques. En el desarrollo y reproduc-
provocando el fenómeno conocido como inversión ción de este fenómeno la vegetación desempeña
térmica. Este fenómeno se produce porque por un papel crucial, ya que las hojas y ramas de las
encima de la niebla está despejado y el sol calienta plantas se convierten en elementos que multipli-
can el fenómeno de condensación, incrementando
Fig. 4. Paisaje de bosques de lomas y acumulación de niebla, en el notablemente la precipitación del agua, además
cerro Cahuamarca, Atiquipa (foto: Canziani). de disminuir su evaporación y favorecer su acu-
mulación infiltrándola entre sus raíces.
Estas lomas con su abundante vegetación dan
vida a una abundante fauna, entre la que se en-
cuentran mamíferos como el guanaco, el venado,
el zorro; aves como palomas, pericos, halcones y
gavilanes; además de caracoles de tierra y muchos
insectos. Este hecho, hizo de las lomas una zona
especialmente rica en recursos y por lo tanto un
lugar particularmente frecuentado por el hombre
desde los tiempos de los primeros cazadores y
recolectores. Sin embargo, hoy en día su frágil
ecología está a punto de desaparecer debido a la
persistencia de la deforestación y el sobre pasto-
reo iniciados en época colonial.
Según Pulgar Vidal (1996), en el territorio de
los Andes Centrales tienen lugar ocho regiones
naturales a las que asigna los nombres que asumen
en la toponimia indígena: Chala, corresponde a
las regiones del litoral costero; Yunga, al territorio
de las zonas altas y cálidas de los valles occidentales,
como también a ciertas zonas bajas y cálidas de
los valles de las vertientes orientales entre los 500
y 2,300 msnm; Quechua, a las quebradas y valles
interandinos que se localizan entre los 2,300 y
3,500 msnm; Suni o Jalca, a las estribaciones
cordilleranas entre los 3,500 a 4,000 msnm; la
1. ARQUITECTURA Y URBANISMO COMO TESTIMONIOS 23

Puna, a los territorios altoandinos y altiplánicos


entre 3,500 y 4,500 msnm, ricos en pastos natu-
rales; la Janca, a las zonas de glaciales y nieves
eternas entre los 4,000 y 6,768 msnm; la Rupa-
rupa o Ceja de Selva, a los flancos orientales de
los Andes; y la Omagua, o Selva Baja, correspon-
diente a los bosques húmedos y tropicales de nues-
tra Amazonía. Sin embargo, otros estudiosos de
nuestra geografía proponen la presencia, no sola-
mente de las ocho regiones ya señaladas —que
corresponderían mayormente a un corte transver-
sal en las regiones centrales de este territorio— Fig. 6. Paisaje de valle de zona quechua en los alrededores del Cusco
(foto: Canziani).
sino a muchas más subdivisiones ecológicas o
ecorregiones (Brack 1986; Brack y Mendiola 2000).
Al respecto, algunos estudios geográficos des- Perú. A continuación resumimos de forma some-
tacan las marcadas diferencias territoriales y me- ra una breve descripción de las características que
dio ambientales existentes en los Andes Centrales distinguen estas tres grandes regiones transversa-
entre las regiones del norte, con aquellas del centro, les que atraviesan los Andes Centrales.
como con las del sur. Las diferentes condiciones En el caso de la región norte, las cordilleras no
geográficas, orográficas y climáticas, que se pre- alcanzan una gran elevación y se desarrollan a una
sentan en estas distintas latitudes fueron graficadas relativa distancia del litoral marino. Estas condi-
en sendos cortes transversales tanto por Troll ciones generan que los valles de los ríos que des-
(1958) para los Andes en Sur América, como por cienden desde el flanco occidental de los Andes,
Pulgar Vidal (1996) en cinco perfiles transversales, generen amplios abanicos aluviales formando ex-
que atraviesan regiones del norte, centro y sur del tensas planicies sedimentarias, lo cual con el pro-
gresivo desarrollo de la irrigación artificial, per-
Fig. 5. Paisaje de zona de yunga oriental en el encañonamiento del mitirá su conversión en las mayores extensiones
río Marañón en la localidad de Balsas, en el límite entre los depar- agrícolas de la costa peruana, sirviendo de sustento
tamentos de Cajamarca y Amazonas (foto: Canziani).
a los poderosos procesos civilizatorios que tendrán
sede en esta región. Estas condiciones propicias al
desarrollo agrícola se verán también favorecidas
por una mayor humedad, derivada de la amplitud
de las cuencas de los valles, así como por la mayor
incidencia del régimen de lluvias, lo que deriva
en los caudales generosos en sus ríos. Por otra parte,
la atenuación de la corriente de Humboldt y la
proximidad de las aguas cálidas del mar tropical
al norte, o su eventual descenso hacia el sur con el
desencadenamiento de eventuales fenómenos de
El Niño, provocan lluvias en las zonas de costa

Fig. 7. Paisaje de planicies de puna en Qonococha, al fondo los


nevados de la Cordillera Blanca (foto: Canziani).
24 JOSÉ CANZIANI

Fig. 8. Cortes transversales es-


quemáticos en las regiones del
norte, centro y sur del Perú
(redibujado en base a Brack y
Mendiola 2000; Pulgar Vidal
1996; y Troll 1958).

que propician el desarrollo de extensos bosques En el caso de la región central, los Andes pre-
secos y el incremento del acuífero de la napa sub- sentan marcadas cadenas montañosas y alcanzan
terránea. En las zonas de sierra de las regiones del su mayor altitud. La distancia más próxima de la
norte, los pasos de montaña son relativamente cordillera occidental con relación al litoral de la
bajos facilitando las relaciones de transversalidad costa, deriva en la reducción de la extensión de
—tanto biológicas como humanas— entre la cos- los conos aluviales de sus valles; mientras que la
ta, la sierra y las regiones de la vertiente amazónica. menor extensión de sus respectivas cuencas deriva
Así mismo, la escasa altura de las montañas de las por lo general en la presencia de ríos con caudales
cordilleras del norte también derivan en la desapa- algo más moderados, generando las condiciones
rición del piso ecológico de puna, que tanta im- para el desarrollo de valles agrícolas de mediana
portancia tiene en las regiones del centro y sobre extensión. En las correspondientes regiones de sie-
todo en las del sur. En contrapartida se presentan rra se generan amplios valles interandinos, como
zonas conocidas como páramo, con condiciones el Callejón de Huaylas o el del Mantaro. La altitud
medio ambientales bastante distintas a las de la de las cordilleras y de los respectivos pasos de
puna, aun cuando puedan corresponder al mis- montaña dificultan relativamente la comunicación
mo piso altitudinal. entre los valles interandinos, y entre estos y las
1. ARQUITECTURA Y URBANISMO COMO TESTIMONIOS 25

regiones costeras. Por otra parte, en estas regiones húmedo desde la Amazonia. Los valles interan-
altoandinas asociadas a la cordillera de los Andes dinos propios de zonas quechua o yunga están
se desarrollan grandes planicies elevadas propias presentes, si bien muchos de ellos son relativa-
de los pisos ecológicos de puna. mente encajonados o con ríos que transcurren en
En el caso de la región sur de los Andes Cen- profundos cañones, lo que dificulta o impide el
trales se acentúan las condiciones de aridez y las aprovechamiento de sus aguas para fines agrícolas.
situaciones de sequía son frecuentes con regíme-
nes de lluvias irregulares y más escasas, especial-
mente en la vertiente occidental. Sus regiones cos- La interacción sociedad – medioambiente y
teñas se caracterizan por el desarrollo de extensos las modificaciones territoriales
tablazos desérticos y la presencia de una cordille-
ra marítima paralela al litoral, donde es común el Para la cabal comprensión de las distintas forma-
desarrollo de vegetación de lomas. Los valles de ciones sociales que se desarrollaron históricamente
esta región costeña son relativamente pequeños y en las diferentes regiones de los Andes Centrales,
cuentan con cuencas hidrográficas de limitada es necesario ubicarlas en su correspondiente esce-
extensión, que se desarrollan mayormente en terri- nario paisajístico y medio ambiental. Como vere-
torios de punas relativamente secas y sujetas a fre- mos más adelante, cada una de estas sociedades
cuentes sequías, y donde se originan ríos peque-
ños, cuyo escaso caudal se ve reducido aún más
por procesos de evaporación e infiltración, sien-
do común que aun en época de lluvias sus aguas
no lleguen a desembocar al mar perdiéndose en el
desierto. Por lo tanto, estas regiones costeras pre-
sentan severas limitaciones al desarrollo agrícola,
tanto como consecuencia de la escasez de agua,
como de suelos adecuados para el cultivo. Mayor-
mente las zonas de cultivo se limitan a algunos
valles oasis como los de Ica y Nazca, que, por las
razones antes expuestas, tienen además la singu- Fig. 10. Hoyas de cultivo en la localidad de Chilca (foto: Canziani).
laridad de desarrollarse al pie de la cordillera y
relativamente alejados del litoral. De otro lado, interactuó de una manera específica con su medio,
en las zonas altoandinas de esta región sur es do- desarrollando especiales formas de manejo para
minante el piso ecológico correspondiente a la hacer posible en ellas la producción y la explota-
puna, donde el rol de la ganadería es preponde- ción de sus particulares recursos, en el marco de
rante, así como el de los cultivos andinos de altura. sus propias estrategias de desarrollo económico y
Los territorios de puna hacia el occidente son secos social. Esto llevó históricamente al establecimiento
e inclusive áridos, mientras que los que se desarro- de distintos modos de vida y a la conformación
llan hacia el oriente son más húmedos, ya que se de diferentes tradiciones culturales regionales.
benefician de las lluvias generadas por los vientos
alisios del sur este que transportan masas de aire
Fig. 11. Acueductos subterráneos en la localidad de Cantalloc, Nazca
(foto: S. Purin).
Fig. 9. Campos agrícolas y canales de irrigación en el Valle medio
de Chincha (foto: Canziani).
26 JOSÉ CANZIANI

ecosistemas que caracterizan el territorio del Perú,


como la necesidad de adecuarlos a las exigencias
de diversos tipos de producción, para superar o
atenuar las condiciones negativas o las limitaciones
que estos presentaban por naturaleza al desarrollo
de estas actividades productivas, dieron como re-
sultado el despliegue de un extraordinario y va-
riado corpus de Paisajes Culturales.4
Entre los paisajes culturales ligados al desarrollo
de zonas de producción, podemos mencionar en-
tre los principales los que se desarrollaron en la
Fig. 12. Terrazas de cultivo asociadas a sistemas de riego en las lomas costa desértica. Entre estos destacan los valles agrí-
de Atiquipa (foto: Canziani).
colas generados mediante el despliegue de grandes
En el territorio del Antiguo Perú, a partir de la
revolución neolítica y el desarrollo inicial de la Fig. 13. Tendales para el secado de pescado formando sistemas de
terrazas en los promontorios de Punta Mulatos en la caleta de Ancón
producción agrícola, se constata la iniciación de (foto: Canziani).
un proceso paralelo de modificación de las origina-
les características naturales del territorio, con el
propósito de acondicionarlo para servir de base a
distintos procesos productivos ligados principal-
mente a la agricultura.
Este proceso tiene la singularidad de caracteri-
zarse desde sus inicios no sólo por la amplia do-
mesticación de plantas y animales, sino que para-
lelamente va acompañado también por la
“domesticación” del territorio en cuanto medio
de producción. Tanto la extraordinaria diversidad
geográfica y climática de los medios ambientales y

Fig. 14. Reconstrucción hipo-


tética del manejo del territorio
de lomas en Atiquipa (Canziani
2002).

4
El Centro del Patrimonio Mundial de la UNESCO, comprende bajo el concepto de Paisajes Culturales una diversidad de
obras que combinan el trabajo del hombre y la naturaleza. En un paisaje cultural se manifiesta de forma singular la interacción
entre la sociedad y su ambiente natural, y su conservación contribuye a la biodiversidad y a la sostenibilidad del desarrollo
territorial, destacando los valores naturales presentes en el paisaje.
1. ARQUITECTURA Y URBANISMO COMO TESTIMONIOS 27

Fig. 15.Terrazas agrícolas de formación lenta en la localidad de Picol,


Cusco (foto: Canziani).

sistemas de irrigación artificial; los valles oasis


donde se aplicaron sistemas de hoyas de cultivo,
o se desarrollaron complejas formas de regadío
que aprovecharon las aguas subterráneas, mediante
el manejo de puquios y la construcción de galerías
filtrantes, especialmente en la costa sur, donde se
agudizan las condiciones de aridez y son escasas Fig. 17. Sistema de cultivo en camellones, conocidos también como
las fuentes de agua superficial; al igual que el ma- waru waru en el altiplano puneño (foto: E. Mujica).
nejo de los bosques de neblina en las zonas de
lomas y el desarrollo de terrazas de cultivo irrigadas de la totora, o los tendales para el secado de pes-
con el agua capturada de la niebla por los bosques; cado, presentes en distintos puntos del litoral.
así como las lagunas y wachaques para el manejo Por otra parte, en la sierra y valles interandinos
destacan las terrazas de formación lenta, para posi-
Fig. 16. Sistema de andenes agrícolas asociados a riego en la locali- bilitar el desarrollo de cultivos de secano en laderas
dad de Laraos, Yauyos (foto: Canziani).
de fuerte pendiente, lo que permitió generar suelos
con menor gradiente y así mejorar la retención
del agua de lluvia y disminuir la erosión. Sin em-
bargo, frente a los constantes riesgos de sequías, y
las notables ventajas de asegurar y controlar el
desarrollo de los cultivos mediante la irrigación
artificial, se desarrollaron extensos sistemas de
andenes agrícolas, asociados a obras de canalización
para posibilitar su riego. Mientras que en las zonas
de puna, para lograr el desarrollo agrícola en una
altitud que se encuentra en el límite de las posibi-
lidades biológicas, y donde además los cultivos se
encuentran expuestos a las frecuentes heladas y a
la crítica alternancia de períodos de duras sequías
o severas inundaciones, se desarrollaron sistemas
de qochas, como también sistemas de camellones
o waru waru; al igual que el despliegue de bofedales,
generados mayormente mediante sistemas relati-
vamente simples de riego o inundación de exten-
siones ubicadas en zonas de punas secas, para pro-
piciar así el desarrollo de la vegetación y, de for-
ma consecuente, favorecer las condiciones de
pastura de camélidos, y hoy de vacunos y ovinos.
Estas diferentes modificaciones territoriales,
por encima de su diversidad funcional, caracterís-
ticas paisajísticas, extensión y niveles de comple-
jidad comprometidos, tienen en común la supera-
28 JOSÉ CANZIANI

la que se pueden observar tanto continuidades


como procesos de cambio, se entiende que esta-
mos frente a lo que se define como área cultural.
Corrientemente se ha entendido como área
cultural un territorio donde se registran determi-
nadas tradiciones estilísticas en el repertorio de
su cultura material. Sin embargo, estudiosos de
esta problemática como Lumbreras (1981), sos-
tienen que es preferible asumir una caracteriza-
ción histórica de este término, que no esté por lo
tanto referido exclusivamente a los aspectos es-
trictamente ”culturales”, si no que mas bien in-
Fig. 18. Bofedales para la pastura de camélidos en las punas secas
de Aguada Blanca, Arequipa (foto: Canziani).
corpore todas aquellas esferas relacionadas con el
modo de vida y la evolución histórica de las for-
ción de las limitaciones territoriales (climáticas, maciones económico sociales.
topográficas, de suelos, hidrográficas, etc.) para En este sentido, en un área histórico cultural,
permitir o favorecer el desarrollo de las actividades se debe percibir una unidad que es producto de la
productivas. En la mayoría de los casos se puede relación particular que instauran las sociedades
percibir que estas modificaciones, además de enfren- con su medio ambiente específico, con el desa-
tar las condiciones negativas, comportaron el apro- rrollo de determinadas técnicas de producción,
vechamiento o mejoramiento de las condiciones especialmente en el campo de la agricultura. Este
positivas o favorables presentes en el medio natural. proceso, en el caso de los Andes Centrales, pre-
Por lo tanto, se puede plantear que estas modi- senta una definida impronta de unidad e integra-
ficaciones territoriales tuvieron y aún tienen como ción en el marco de una notable diversidad.
aspecto común el propósito de generar, mejorar o
ampliar las condiciones productivas del medio na-
tural, garantizando a su vez la reproducción de Los Andes Centrales: su secuencia
las condiciones de base que aseguran la sosteni- cronológica y cultural
bilidad de estos procesos.
Si bien las modificaciones territoriales fueron El Área de los Andes Centrales comprenden gran
realizadas con herramientas relativamente sencillas, parte del territorio de lo que es ahora el Perú, con
habrían comprometido una tecnología vasta y com- un límite norte en el desierto de Sechura y la sie-
pleja que se caracterizaba por el despliegue de espe- rra de Piura; y al sur el nudo de Vilcanota y
ciales formas de organización social de la producción. Arequipa. A las regiones que se encuentran más al
En cuanto trascendentes medios e instrumen- sur, se les denomina área Centro Sur y correspon-
tos de producción social de escala territorial, los den al altiplano de la región circumlacustre del
paisajes culturales representan no solamente un Titicaca, comprendiendo los desiertos costeros del
importante patrimonio tecnológico, funcional al extremo sur del Perú y del norte de Chile, y las
desarrollo territorial, sino también constituyen un punas de Bolivia (Lumbreras 1981).
referente relevante para las comunidades que los En el caso de los Andes Centrales existen dis-
generaron o heredaron en cuanto se refiere a la tintos planteamientos para definir su evolución
constitución, conservación e, inclusive, la recu- histórica y la correspondiente secuencia de perío-
peración de su identidad cultural. dos culturales. En el presente texto asumimos dos
propuestas como las principales, en cuanto son
las mayormente aceptadas por los estudiosos de
Los Andes Centrales en cuanto la materia, ya que además resumen e incorporan
área cultural los aportes de distintos investigadores de la ar-
queología andina que trataron esta problemática.
Cuando en un conjunto de regiones localizadas En el caso de la secuencia propuesta por Rowe
en un determinado territorio geográfico, se apre- (1962) —establecida fundamentalmente sobre la
cia que sus desarrollos culturales, por encima de base de sus investigaciones y de la secuencia
sus diferencias regionales, comparten histórica- estratigráfica obtenida en excavaciones arqueoló-
mente una serie de rasgos que definen una identi- gicas en el valle de Ica— se privilegia los aspectos
dad, y donde además se aprecia una evolución en relacionados con la vigencia de determinados ras-
1. ARQUITECTURA Y URBANISMO COMO TESTIMONIOS 29

gos culturales y los cambios estilísticos, especial- Formativo, que se inicia con la aparición de la
mente de aquellos que se aprecian en la produc- cerámica (Formativo Inferior) y que, en las fases
ción cerámica. De esta manera, se propone un posteriores (Formativo Medio y Superior), corres-
período Precerámico, que comprende tanto a las ponde a la época caracterizada por el fenómeno
sociedades de cazadores y recolectores como a la Chavín y el surgimiento de las “altas culturas”; el
época de las comunidades aldeanas de los prime- período de los Desarrollos Regionales Tempranos,
ros agricultores; le sucede un Período Inicial, re- caracterizado por el surgimiento de distintas for-
ferido a la época en que aparece inicialmente la maciones regionales y la presencia de estados teo-
cerámica; luego se establecen tres Horizontes, de- cráticos; la Época Wari, para la que se propone el
finidos sobre la base de la difusión y presencia en desarrollo de una primera formación de carácter
el área de los Andes Centrales de los rasgos imperial en el área andina; el período de los Estados
estilísticos generados primero por el fenómeno Regionales Tardíos, caracterizado por el resurgi-
Chavín (Horizonte Temprano), luego por el fenó- miento de las formaciones regionales y la presen-
meno Wari (Horizonte Medio), y finalmente por cia de distintos estados y señoríos; para concluir
la expansión Inka con el imperio del Tawantinsuyo con la Época Inka, correspondiente al desarrollo
(Horizonte Tardío). Entre estos “horizontes” se del imperio del Tawantinsuyo (ver Cuadro 2).
dan dos períodos en que prevalecen los rasgos re- Evidentemente estas dos propuestas de secuen-
gionales, al cesar las influencias de carácter pan- cia cronológico cultural están referidas a los mis-
andino. De este modo, se definen dos períodos mos procesos y eventos históricos. Estas colum-
“intermedios”, un primer período Intermedio nas secuenciales, por lo tanto, deben ser conside-
Temprano entre los Horizontes Temprano y Me- radas como herramientas útiles a la definición y
dio y luego un período Intermedio Tardío entre comprensión de lo que distingue y separa una
los Horizontes Medio y Tardío (ver Cuadro 2). época de otra. Aclarando que en este sentido no
Así mismo, tenemos la secuencia propuesta por existen límites ni barreras precisas que marquen
Lumbreras (1981), que privilegia el distinto nivel definidamente el inicio o fin de un período. Por
de desarrollo y características de las formaciones lo tanto, es preciso señalar que estas herramientas
sociales presentes en cada época. En este caso, se así como tienen ventajas también pueden tener
propone un período Lítico, que corresponde a la sus limitaciones, por ejemplo en su aplicación de
temprana época de los cazadores recolectores; le región a región, donde se aprecia que los procesos
sucede el período Arcaico correspondiente a la no son necesariamente lineares ni homogéneos,
aparición de las comunidades aldeanas precerámicas ya que están sujetos a una serie de desigualdades
de los primeros agricultores; le suceden un período en los distintos niveles y formas de desarrollo.

SECUENCIA CRONOLÓGICO CULTURAL

CRONOLOGÍA LUMBRERAS (1981) ROWE (1962)

10000 – 5000 a.C. LÍTICO


PRECERÁMICO
5000 – 1800 a.C. ARCAICO

PERÍODO INICIAL
1800 – 500 a.C. FORMATIVO
HORIZONTE TEMPRANO

DESARROLLOS REGIONALES INTERMEDIO


500 – 700 a.C.
TEMPRANOS TEMPRANO

600 – 1000 d.C. ÉPOCA WARI HORIZONTE MEDIO

ESTADOS REGIONALES Y
1000 – 1450 d.C. INTERMEDIO TARDÍO
SEÑORÍOS TARDÍOS

1450 – 1532 d.C. ÉPOCA INKA HORIZONTE TARDÍO


Cuadro 2
2
LOS ORÍGENES
De los cazadores recolectores al desarrollo de las
formaciones aldeanas

CUANDO SE HACE referencia a la época de los caza- un conocimiento y un manejo complejo de la di-
dores recolectores, generalmente nos vienen a la versidad medioambiental; están provistos de un
mente una serie de imágenes ampliamente difun- bagaje tecnológico que comprende una amplia
didas en la bibliografía, que reducen estos prime- gama de instrumentos de piedra, hueso, madera y
ros pobladores de los Andes a la condición de fibras vegetales, muchas veces sofisticados en su
grupos sumamente primitivos, totalmente de- forma y técnica de elaboración, como es el caso de
pendientes de lo que la naturaleza buenamente les las puntas de proyectil; conocen la utilización del
proveía. Según esta visión algo simplista, estaría- fuego y sus múltiples aplicaciones; y por último,
mos frente a grupos humanos que se desplazaban no son ajenos a la manifestación de determinadas
incesantemente a lo largo de un amplio territorio tradiciones culturales.
en persecución de la fauna salvaje. Inclusive, se ha Pero quizás uno de los aspectos más notables
llegado a plantear largos desplazamientos estacio- que se desprende del estudio de las nuevas eviden-
nales desde el área cordillerana a las lomas coste- cias de esta época, corresponde a la apreciación de
ñas, siguiendo una supuesta migración estacional que estos tempranos pobladores dieron lugar a
de los animales entre regiones bastante lejanas. distintos modos de vida, al enfrentar la diversidad
De esta manera, los cazadores recolectores nos medio ambiental y la variedad de recursos pre-
han sido presentados frecuentemente como seres sentes en las diferentes regiones de los Andes
totalmente supeditados a la fauna silvestre y, a Centrales. Estos distintos modos de vida, consti-
partir de esta idea, asumimos inconscientemente tuyen una clara expresión de los niveles de cono-
que la condición de “salvajismo” derivaría de esta cimiento desarrollados por estos primeros pobla-
suerte de simbiosis con la animalidad.1 dores en el manejo y apropiación de los recursos
Sin embargo, las recientes investigaciones de- disponibles en cada medio específico, lo que les
sarrolladas en las últimas décadas en el área de los permitió garantizar el sustento y la reproducción
Andes Centrales, acerca de los recolectores y caza- de sus poblaciones.2
dores superiores del período Lítico, nos presentan Nos parece necesario aquí subrayar la impor-
una realidad bastante distinta. Estos nuevos datos tancia teórica y metodológica que presenta este fe-
permiten sostener que alrededor del 10,000 a.C. nómeno, especialmente en cuanto se refiere al
se registra la presencia de grupos humanos que tie- tema central que nos interesa: la forma de asenta-
nen -no obstante su limitado nivel de desarrollo- miento. Y es que, en el marco general del análisis

1. Este sesgo en el tratamiento del período de los cazadores recolectores también ha sido advertido críticamente por Uceda
(1987: 14-7), al igual que la equivocada tendencia evolucionista de considerar los artefactos toscos o rudimentarios como “an-
tiguos” y los más elaborados como más “recientes”, aislando estos instrumentos del análisis de sus asociaciones contextuales, lo
que ha derivado en más de un craso error de interpretación.
2. Algunos autores utilizan al definir este proceso el término “adaptación”, el que nos parece inapropiado ya que propone
una suerte de dependencia pasiva de esta sociedades con relación a las condiciones ecológicas, oscureciendo así el hecho funda-
mental de que son los hombres y mujeres los agentes principales en la interacción que establecen con el medio y sus recursos, y
que como tales son los protagonistas centrales de los constantes cambios que genera la evolución social.
32 JOSÉ CANZIANI

de una determinada formación económico social, amplia documentación que nos proporcionan los
podemos aproximarnos al examen empírico que trabajos arqueológicos desarrollados en las úl-
esta asume en la concreción de distintos modos de timas décadas. De esta manera, en distintos sitios
vida, con características específicas y singulares. de diferentes regiones, tanto de la sierra como de
En especial, nos parece relevante señalar que se la costa, se ha constatado la existencia de culturas
puede comprobar que a estos distintos modos de materiales bastante diferenciadas. Conforme se
vida corresponderán, de manera consecuente, profundiza el estudio de los utensilios, herra-
particulares formas (modelos o patrones) de asen- mientas y otros restos materiales de la actividad
tamiento y manejo del espacio territorial. La for- social de estos grupos, se establecen las condi-
mación social de los cazadores recolectores ciones que permiten que estos datos nos apro-
–relativamente simple frente a la creciente com- ximen a la definición de distintos procesos de tra-
plejidad de las que posteriormente le sucederán– bajo. Los que -examinados en el conjunto de sus
ofrece por esta misma razón, una serie de aspectos interrelaciones- permiten, a su vez, configurar re-
cuyo estudio nos permite la comprensión de algu- constructivamente procesos productivos gene-
nos de los elementos fundamentales que regulan rales, con características específicas en los dis-
el desarrollo y evolución del fenómeno de asenta- tintos ámbitos regionales y a lo largo de la
miento humano en el territorio desde sus prime- evolución temporal (Bate 1982).
ros inicios. De esta manera, podremos empezar a valorar
La presencia de distintos modos de vida entre cómo y cuanto estas diferencias al nivel de los
los cazadores recolectores del área central andina, procesos productivos están expresando el desa-
emerge claramente de los datos y la relativamente rrollo de distintos modos de vida, es decir la ma-

Fig. 1. Mapa de ubicación de los princi-


pales sitios del período Lítico.
1 Pampas de Paiján
2 Quirihuac
3 Ochiputur
4 Casma
5 Ancón
6 Chivateros
7 Guitarrero
8 Lauricocha
9 Pachamachay
10 Telarmachay
11 Pikimachay
2. LOS ORÍGENES 33

nera particular en que estos grupos humanos Prácticamente la totalidad de los sitios de ocu-
desarrollaron sus actividades y formas de organi- pación correspondientes al paijanénse se encuen-
zación a lo largo del tiempo y del espacio, en rela- tran ubicados a campo abierto. Este es un primer
ción con las singulares condiciones medio am- dato sumamente interesante, ya que relaciona de
bientales en las que actuaron. Es evidente que en manera directa la forma de asentamiento con las
el estudio y comprensión de los aspectos que ca- condiciones del medio en que este se encuentra.
racterizan el modo de vida, un rol fundamental le Este caso nos revela como en un medio con un
corresponde al análisis de las particulares formas clima benigno y templado, los abrigos naturales
de asentamiento y de manejo del territorio. (como las cuevas) no habrían tenido mayor im-
portancia, a diferencia de lo que acontece en otros
medios con condiciones climáticas bastante más
El Paijanénse severas. En algunos casos, se supone el desarrollo
de paravientos en los campamentos, es decir, de
Con fechados que se remontan inclusive al estructuras simples en forma de medialuna desti-
13,000 antes del presente, se registran en la costa nadas a proteger de la molesta sensación de frío
peruana desde Lambayeque hasta Ica, aunque que genera la acción del viento (Gálvez y Becerra
con mayor énfasis en la Costa Norte y Central, la 1994). La posible existencia de este tipo de es-
existencia de importantes sitios que documentan tructuras elaboradas, con materiales perecederos,
la presencia y actividad de bandas de recolectores podría haber sido una de las causas que generara
cazadores. Estas poblaciones se identifican por la las concentraciones de artefactos con límites en
forma especial que asumen en la elaboración de forma de medialuna que se detectan en la excava-
puntas líticas de gran tamaño, que se caracterizan ción de algunos campamentos (Uceda 1987: 21).
por ser alargadas y pedunculadas. El nombre de En casos excepcionales, como en el sitio de Qui-
esta cultura deriva del lugar donde por vez prime- rihuac, se ha documentado el aprovechamiento
ra se registró científicamente su presencia -en Pai- de ciertos abrigos rocosos, pero sintomática-
ján, al norte del valle de Chicama- y se le reconoce mente en cuanto sitios que ofrecían un buen re-
como Paijanense o tradición Paiján. fugio y protección frente a la acción del sol abra-
Se supone que las condiciones climáticas de sador propio de la Costa Norte.
los territorios de la Costa Norte no debieron ser Los investigadores que han abordado el es-
muy distintas de las actuales. Sin embargo, mu- tudio del paijanense, han observado la presencia
chos autores sostienen la posibilidad de que el de distintos tipos de sitios, espacialmente articu-
ambiente haya sido algo más húmedo que el ac- lados entre sí. Tanto su localización como las evi-
tual y quizás similar a las condiciones que se pre- dencias de las diferentes actividades que en estos
sentan en este territorio durante eventos como se realizaban, definen las características y función
“El Niño”, cuando muchas quebradas se vuelven de estos sitios, que se identifican como campa-
activas con la presencia de cursos de agua; se dan mentos, talleres y canteras. Los sitios del primer
mayores extensiones cubiertas con pastos y bos- tipo están asociados a una amplia variedad de ar-
ques naturales; y las zonas de lomas habrían regis- tefactos líticos y corresponden a lugares de asen-
trado una mayor densidad y verdor. tamiento temporal de las bandas; mientras tanto,
También se plantea la posibilidad de que esta los últimos dos están asociados a la extracción de
época haya coincidido con el inicio de una fase de
deglaciación que habría elevado progresivamente
el nivel del mar, sumergiendo parte de la franja
costera y, por lo tanto, los vestigios de ocupación
que en ella se encontraban. Si esto fuera así, de-
bemos suponer que muchos de los sitios hoy regis-
trados se habrían localizado por lo menos unos 10
km. más alejados del litoral de lo que hoy se en-
cuentran. De acuerdo a esta hipótesis, esta locali-
zación ubicaría muchos sitios en una zona ecoló-
gica propia del pie de monte andino, lo que podría
explicar en parte la presencia de un medio aparen-
temente más húmedo en estos hábitat (Chauchat
1988: 58-60). Fig. 2. Abrigo de Quirihuac en el valle de Moche (Foto: Paul Ossa).
34 JOSÉ CANZIANI

Fig. 3. Fases de elaboración de una punta


de Paiján (según Chauchat) y secuencia
de la articulación espacial del correspon-
diente proceso productivo (Canziani).

piedras y a las distintas fases de producción de los final –a partir de las “pre formas”– de dos tipos de
artefactos líticos (Chauchat 1988: 52-3). instrumentos básicos en el equipamiento de las
Las canteras son sitios donde se aprecia la ex- gentes de Paiján: las puntas de proyectil y lo que
tracción por parte de las gentes de Paiján de ma- los arqueólogos denominan “unifaces”, tales
teria prima para la elaboración de distintos arte- como cuchillos, raederas, perforadores, etc. El re-
factos líticos. Si bien la actividad principal está lativo aislamiento de las gentes que realizaban en
destinada principalmente a la obtención de los el taller este trabajo lítico, con relación al grueso
bloques o “núcleos” adecuados para la produc- de la banda presente en el campamento, podría
ción de estos instrumentos, se observa que esto no ser explicado por la necesaria concentración que
excluye –especialmente en el caso de las puntas de esta actividad implicaba, así como una prudente
proyectil– la realización de alguna de las fases decisión para evitar la presencia de lascas y otros
subsiguientes de su proceso de elaboración en el afilados descartes de la talla donde el grueso de la
mismo sitio de la cantera, cual es el caso de la con- gente se encontraba circulando.
fección de los artefactos denominados bifaciales o En los campamentos, se advierte la presencia
“pre-formas”. Estos materiales pre-elaborados de una gran variedad de instrumentos líticos,
eran luego trasladados a los talleres asociados a los donde sin embargo son escasas las puntas de pro-
campamentos, donde se les terminaba de ela- yectil, tan frecuentes en los talleres donde eran
borar. En algunos casos, como se ha documen- producidas.3 Esto es algo totalmente lógico, si se
tado en Casma, se utilizaron herramientas líticas piensa que este tipo de instrumentos se “con-
en forma de cuña, especialmente elaboradas para sumen” en el desarrollo de la caza o la pesca;
resolver la particular dificultad que presentaba la mientras que en los campamentos es de esperar
extracción de las rocas utilizadas como materia que sean mucho más abundantes aquellos instru-
prima (Uceda 1992). Así mismo, en distintos ám- mentos destinados a la preparación de alimentos
bitos territoriales, se ha podido comprobar el ma- y a la transformación de determinados recursos,
nejo simultáneo de diferentes canteras con dis- en el marco de los procesos de trabajo desarro-
tintos tipos de rocas, lo que estaría indicando la llados por el grupo.
selección de las materias primas preferidas o más En los campamentos, además de la evidencia
adecuadas para la elaboración de los distintos de actividades relacionadas con la elaboración de
tipos de artefactos (Becerra y Gálvez 1996). instrumentos líticos y seguramente de otros im-
En los talleres, ubicados con una relativa pro- plementos orgánicos de los cuales no han que-
ximidad a los campamentos y asociados a estos en dado rastros, destaca la presencia de una serie de
cuanto parte de un mismo sitio, se desarrolló el fogones distribuidos en el espacio utilizado por la
trabajo especializado destinado a la confección banda durante su asentamiento momentáneo. Es

3. Es interesante notar, como bien señalan Chauchat et al. (1992), que las piezas que se hallan en estos talleres corres-
ponden a aquellas que presentaron fallas o que se rompieron en el proceso de elaboración y que, por lo tanto, fueron
descartadas.
2. LOS ORÍGENES 35

primigenios pobladores (Chauchat 1988; Chau-


chat y Lacombe 1984; Dricot 1979).
El análisis de los procesos de trabajo desarro-
llados por las gentes de Paiján y la articulación del
conjunto de datos recuperados, permiten inferir
reconstructivamente aspectos sustanciales de su
modo de vida. Este es el caso de los procesos de
trabajo relacionados con la elaboración de los ins-
trumentos líticos que, como se ha visto, permiten
reconstruir el desarrollo espacial de esta actividad,
desde las canteras donde se extrajo la materia
prima, a los talleres donde se realizó la elabora-
ción final de los artefactos, e inclusive en el ám-
bito de los propios campamentos, donde se docu-
menta su empleo o “consumo” en el desarrollo de
determinados procesos productivos.
Fig. 4. Mapa del valle de Moche y ubicación del campamento base El proceso de elaboración de alimentos docu-
de Cerro Ochiputur (Medina 1992). menta la forma de consumo final de una serie de
recursos relacionados con la subsistencia pero
interesante notar que, a partir del examen de la esto, a su vez, nos permite reconducirnos a los
forma de los fogones y los restos asociados a estos, distintos espacios ecológicos donde estos recursos
es posible inferir la función que estos cumplían se localizaban y las formas de apropiación desa-
(Medina 1992). Así aquellos que son excavados a rrolladas. En los campamentos paijanenses de la
una cierta profundidad y que contienen, además costa norte, la recurrente presencia de caracoles
de carbón, restos quemados de caracoles terres- terrestres (scutalus sp.), nos indica su sistemática
tres, vegetales, huesos fragmentados, espinas de recolección en las zonas con una ecología de
pescado y otros elementos orgánicos, habrían es- “lomas”, de donde con seguridad también se ex-
tado destinados a la preparación de alimentos; traían leña y otros recursos naturales. Mientras
mientras que los que son superficiales y no están a que los abundantes y variados restos de peces do-
asociados a este tipo de restos orgánicos, habrían cumentan el manejo de distintos recursos ma-
cumplido una función destinada a proporcionar
calor y luz a la gente del campamento durante la Fig. 5. Plano del campamento base de Cerro Ochiputur (Medina
1992).
noche. Se reporta también en los campamentos
la presencia de batanes y piedras de moler, lo que
es de gran interés dado que podrían estar indi-
cando el procesamiento en estos sitios de deter-
minados recursos vegetales para su consumo,
como podría ser el caso de la molienda de las se-
millas de algarroba para obtener su harina (Uceda
1987: 21-22).
No podemos dejar de mencionar las extraor-
dinarias y relativamente frecuentes evidencias de
enterramientos humanos que han sido hallados
en asociación con campamentos paijanenses. En
estos casos se ha documentado el desarrollo de
ciertas prácticas funerarias que habrían implicado
la posible presencia de petates como envoltorio,
la cremación parcial de los cuerpos, al igual que la
presencia de vértebras de pescado perforadas y
cuentas de hueso, que habrían sido parte de co-
llares u otros elementos de adorno corporal. Estos
datos nos introducen a aspectos superestructu-
rales y a otras dimensiones menos tangibles y, por
cierto, poco exploradas del modo de vida de estos
36 JOSÉ CANZIANI

Figs. 6a y 6b. Foto y Plano de Enterramientos Paiján (Chauchat 1988: fig. 2.8).

rinos, si bien llama la atención la ausencia de los ubicación de lo que se conoce como campamento
moluscos que serán tan populares posteriormente base o principal, mientras que otros sitios –bajo la
durante el período Precerámico. Por otra parte, forma de campamentos secundarios– se encuen-
los restos de pequeños vertebrados, reptiles y tran en la proximidad de las zonas con determi-
crustáceos, están indicando la explotación simul- nado tipo de recursos, y revelan el paso o la pre-
tánea de una serie de recursos de los bosques y sencia momentánea de parte del grupo para su
zonas arbustivas presentes en los cauces y már- apropiación, captura o recolección.
genes de los valles, así como de los ríos y albuferas Finalmente, una hipótesis que debemos pon-
formadas en sus desembocaduras. derar para el paijanense –dada la documentación
Dada la dificultad de conservación de los ves- del aprovechamiento combinado y simultáneo de
tigios vegetales, no podemos descartar a priori la diferentes ecosistemas, con niveles de especializa-
posible presencia en sitios paijanenses de algunas ción que permitían la apropiación de una amplia
especies en proceso de domesticación, más aún si gama de recursos distintos– es que estos pequeños
establecemos un análogo nivel de desarrollo res- grupos pudieran haber generado ciertos niveles
pecto a otros sitios donde este proceso se ha docu- de sedentarismo, interrumpido quizás por breves
mentado de forma excepcional, como es el caso desplazamientos en un territorio bien conocido
de Guitarrero y de algunos abrigos de la Sierra de unos 30 km. de diámetro (Uceda: com. pers.
Central, de los que trataremos más adelante. 2003).
El hecho de que en muchos de los campamen-
tos se registre la presencia y consumo de una am-
plia y variada gama de recursos, nos está expre- Los cazadores recolectores de las punas
sando claramente que durante el breve período de
ocupación de este tipo de sitios se explotaron de Bastante diferente a la realidad que nos presentan
manera combinada y simultánea –mediante la los datos de la Costa Norte y Central peruana, es
recolección, la pesca y la caza– una diversidad de la que se perfila para los sitios de esta época en las
recursos, para cuya obtención fue necesario el regiones altoandinas o de puna. Para empezar, los
desplazamiento simultáneo desde los campamen- principales sitios de la Sierra Central se encuen-
tos de integrantes de la banda a lo largo de un te- tran localizados preferentemente en pisos ecoló-
rritorio relativamente amplio. En este sentido, se gicos que se ubican entre los 3,500 a 4,500
supone que ciertas zonas fueron visitadas repetida m.s.n.m. y están constituidos mayormente por
y frecuentemente a lo largo del tiempo, lo que se cuevas y abrigos rocosos. Como han señalado al-
manifestaría en la relativa densidad de los depósi- gunos investigadores, puede llamar la atención
tos arqueológicos encontrados en estos lugares. que encontrándose cuevas o abrigos relativamen-
Evidentemente, las estrategias desarrolladas te más amplios y localizados en pisos ecológicos
por las gentes de Paiján para el manejo de una va- de menor altitud y por lo tanto con un clima bas-
riada gama de recursos durante una o más tempo- tante más benigno, como es el caso de muchos va-
radas, implicaron necesariamente una acertada lles interandinos, estos no presenten una mayor
2. LOS ORÍGENES 37

Fig. 7. Valle costeño hipotético, con ubicación de Campamento Base, talleres, canteras y sitios provisionales, con énfasis en el manejo diversifica-
do de recursos, y la articulación “horizontal” del espacio territorial (Canziani).

ocupación durante el período de los cazadores re- áreas aledañas como Lauricocha (Huánuco) o
colectores. Una explicación plausible es que, a di- Cuchimachay (Lima), dan cuenta de la presencia
ferencia de estos, los sitios localizados en la puna de bandas de cazadores dedicados a la caza de ca-
se encontraban en una región donde se concen- mélidos, así como de venados y de otros mamí-
traba una gran cantidad de recursos y en especial, feros menores, lo que incluía también la recolec-
las grandes manadas de camélidos silvestres como ción de frutos, tubérculos y raíces de plantas de
la vicuña (Lama vicugna) y el guanaco (Lama gua- las regiones altoandinas. El manejo de estos re-
nicoe), que se sustentaban en los abundantes pas- cursos estaba complementado con aquellos pro-
tos naturales propios de la puna. pios de entornos lacustres, con la captura de
De esta manera, las evidencias reunidas con el ranas, aves, peces y la recolección de plantas de
estudio de sitios en el área de las punas de Junín, estos medios. Esto no excluye el aprovecha-
como Panalauca, Pachamachay,4 Acomachay, miento de ciertos recursos propios de los valles in-
Telarmachay, Uchcumachay, y de otros sitios en terandinos, aunque se sostiene que para el caso de

Fig. 8. Pintura rupestre de Lauricocha representando una caza de vicuña.

4. La recurrente terminación quechua machay, presente en la toponimia de muchos de los abrigos rocosos, significa precisa-
mente “cueva”, por lo que se convierte en un excelente indicador para conocer las características de estos sitios y los atributos asig-
nados a estos tradicionalmente por parte de las poblaciones locales.
38 JOSÉ CANZIANI

la puna central estos no tendrían una mayor pre- miento de las manadas y el aprovechamiento de
sencia (Rick 1988), a menos que se tratase de si- los diversos recursos disponibles en las distintas
tios ubicados en los límites de la puna y mucho temporadas.
más próximos a los valles, como sería el caso de En esta singular estrategia de manejo de los re-
Telarmachay y de los demás sitios presentes en la cursos, un rol fundamental desempeñaban las
cuenca del Shaka (Lavallée et al. 1985; Lavallée cuevas y abrigos rocosos, dado que representaban
1997: fig. 1). un importante refugio para las bandas frente a las
La abundante disponibilidad de animales para agresivas condiciones climáticas. Esto es especial-
la caza, especialmente gracias a la presencia de mente importante si consideramos que estas son
grandes manadas de vicuñas y su permanencia en regiones donde los cambios de temperatura son
estas zonas durante casi todo el año, habría permi- drásticos entre el día y la noche, al igual que son
tido tanto el desarrollo de las bandas, como tam- frecuentes las heladas, así como las lluvias y tem-
bién que estas gozaran de una creciente pestades de nieve y granizo. Algunos de estos si-
estabilidad. Inclusive, estas condiciones favora- tios, con un emplazamiento estratégico con rela-
bles en cuanto a la disponibilidad de caza, han ser- ción a los recursos explotados y con determinadas
vido de sustento al planteamiento de hipótesis condiciones favorables, se constituían en “campa-
que proponen el desarrollo de cierto grado de se- mentos base”, es decir lugares donde se concen-
5
dentarismo entre estos grupos. En todo caso, la traba el grueso de la banda y a partir de los cuales
mayoría de los estudiosos coinciden en asumir la estas organizaban las partidas de caza y recolec-
existencia de un modo de vida trashumante para ción, desplazándose hacia “campamentos provi-
estas poblaciones, lo que supone el desplazamien- sionales” o apostaderos de caza para la realización
to de estas a lo largo de un territorio determinado, de esta u otras faenas ligadas a la recolección.
que estuvo regulado por los cambios climáticos de En la zona de puna estudiada por John Rick,
los ciclos estacionales, acompañando el movi- en los alrededores de la cueva de Pachamachay

Fig. 9. Reconstrucción hipotética de zona de puna y cabeceras de valle interandino, con ubicación de Campamento Base y sitios provisionales, con
énfasis en el manejo diversificado de recursos, y la articulación “vertical” del espacio territorial (Canziani).

5. Rick propone la tesis del sedentarismo o, en todo caso, la permanencia de las bandas por largas temporadas, al advertir
que los recursos de caza en la puna estaban garantizados todo el año; respaldado también por las evidencias en las capas de ocu-
pación del sitio de Pachamachay, donde además encuentra restos de estructuras a modo de rudimentarias viviendas. Esta hipó-
tesis se sustenta también en la asunción que, para bandas numéricamente pequeñas y con un limitado nivel de desarrollo
organizativo, es preferible una estrategia especializada en la apropiación de ciertos recursos, que una amplia y diversificada que
implicaría una alta inversión en largos y dificultosos desplazamientos (Rick 1988: 40).
2. LOS ORÍGENES 39

identificada como un campamento base, además


de este tipo de sitio se ha podido registrar la pre-
sencia de otros dos tipos: los campamentos tem-
porales, relacionados aparentemente con el
desarrollo de la caza; y un tercer tipo de sitios posi-
blemente ligados a una ocupación eventual du-
rante la caza, como simple refugio o lugar de
descanso entre lugares de desplazamiento de los
cazadores. Lo interesante del caso es que la distri-
bución de estos tres tipos de sitios responde a un
patrón bastante definido, que estaría expresando Fig. 11. Panorámica del abrigo de Telarmachay (Lavallée et al.
1985).
un sistema o modelo de asentamiento. Esto se des-
prende cuando se verifica que el campamento
base (tipo 1), representado por el sitio de Pacha- los de carácter temporal, o a lo largo de los
machay, se encuentra en una posición territorial trayectos entre estos (Rick 1983: fig. 30).
central; mientras tanto los campamentos tempo- Significativamente, estos tres tipos de sitios
rales (tipo 2) se distribuyen alrededor del campa- presentan densidades marcadamente diferentes
mento base, a una distancia de 5 a 8 km., en cuanto se refiere a la presencia de artefactos lí-
relacionándose directamente con las zonas que ticos. Como es lógico, también se observa que
presentarían las condiciones más propicias para mientras el campamento base presenta un amplio
desarrollar la caza de vicuñas, es decir, en las pro- universo de artefactos, los campamentos provi-
ximidades de las zonas donde se registra la mayor sionales o esporádicos exhiben puntualmente ar-
densidad de riachuelos, que constituyen los hábi- tefactos líticos funcionalmente asociados con la
tats preferidos por las manadas de estos camélidos. caza o el descuartizamiento de las presas de gran
Por último, los del tercer tipo (tipo 3) se localizan tamaño, para facilitar así su traslado al campa-
relativamente próximos al campamento base y a mento base.
A este propósito, es interesante notar que así
como los campamentos base representan el lugar
donde se concentra el grueso de la banda y consti-
tuyen el centro desde donde esta despliega sus ac-
tividades de apropiación de los recursos en un de-
terminado entorno territorial, estos sitios
también se convierten en el centro donde se desa-
rrollan y concentran una serie de procesos pro-
ductivos. En algunos casos, se han observado evi-
dencias de los esfuerzos destinados a la
modificación de las características naturales de es-
tos refugios, los que aparentemente estaban diri-
gidos a la generación de espacios que brindaran
un habitat más confortable. Tal es el caso de Pa-
chamachay, donde se ha documentado en distin-
tas fases la colocación de postes alineados y la
construcción de muretes en la boca de la cueva,
conformando pequeños espacios donde se insta-
laron fogones (Rick 1983, 1988). Pero es en el si-
tio de Telarmachay –-gracias al desarrollo de una
minuciosa y extensiva excavación de cada una de
las capas de ocupación de los sucesivos pisos de
este abrigo– donde se nos presentan una serie de
datos relevantes. Tal es el caso de la distribución
espacial del desarrollo de distintos procesos pro-
ductivos dentro el refugio; la presencia de para-
Fig. 10. Modelo de asentamiento en sitios de Puna con distribución vientos y fogones en su interior; y la extraordina-
de Campamentos Base y sitios provisionales (Rick 1988: fig. 1.20). ria documentación por medio del análisis del
40 JOSÉ CANZIANI

Fig. 12. Corte estratigráfico del abrigo de Telarmachay (Lavallée et


al. 1985).

material óseo, de un largo proceso evolutivo que


habría conducido de la caza indiscriminada a la
domesticación de los camélidos alrededor del
3,500 a.C. (Lavallée et al. 1985).
En efecto, en Telarmachay el sistemático re-
gistro de los fragmentos óseos y artefactos líticos
depositados en las distintas capas del piso del
abrigo, ha permitido inferir el desarrollo y distri-
bución espacial de una serie de actividades y pro- Fig. 13. Foto del piso de uno de los niveles de ocupación del abrigo
de Telarmachay (Lavallée et al. 1985).
cesos productivos, como son la confección de de-
terminados artefactos líticos, el destazado de los nuevas especies de camélidos domésticos, como
animales cazados, el curtido de las pieles o la pre- son la alpaca (lama paco) y la llama (lama glama).
paración y consumo de alimentos, entre otras. Según Danièle Lavallée (1997) el abrigo de
De igual manera se definieron áreas asociadas a Telarmachay, no obstante su relevancia docu-
fogones en el interior del refugio, que presen- mental, no sería necesariamente un campamento
taban una superficie relativamente limpia de frag- base. Este rol posiblemente lo desempeñó Cuchi-
mentos y que, coincidentemente, estaban demar- machay, un importante sitio que presenta una
cadas por concentraciones de piedras que cueva amplia de más de cien metros cuadrados, a
señalaban el apuntalamiento de postes, desti- una altitud relativamente moderada por debajo
nados aparentemente al soporte de pieles ten- de los 4,000 m.s.n.m. (Telarmachay se ubica
didas a modo de paravientos, conformando una cerca de los 4,500 m.s.n.m.) con una posición es-
suerte de primitivas viviendas. tratégica con relación a la apropiación de una am-
El análisis sistemático del material óseo de Te- plia gama de recursos y como zona de confluencia
larmachay y su comportamiento en las diferentes de las rutas que ascienden desde los valles y que-
capas de ocupación del refugio, revelaría que la bradas de las partes bajas hacia las alturas de la
mayor parte de los animales cazados corresponde- puna. Estas singulares condiciones habrían pro-
ría a vicuñas. Pero lo más interesante sería que el
examen de estos datos y su evolución a lo largo del
tiempo, permitiría sostener la hipótesis de que en
las épocas tempranas del sitio (aprox. 8 000 – 6
000 a.C.) se habría efectuado la caza indiscrimi-
nada de los individuos de las manadas; mientras
que posteriormente se habrían ido afirmando pa-
trones de caza que se concentraban de preferencia
en los animales machos y maduros, protegiendo
las hembras y juveniles. De esta manera, una es-
trategia destinada originalmente a garantizar la
conservación y reproducción de las manadas,
acompañada por el creciente manejo y conoci-
Fig. 14. Croquis de la delimitación espacial, por medio de un para-
miento de los hábitos de las manadas, habría con- viento, de un refugio que incorporaba fogones, correspondiente a
ducido paulatinamente hacia la generación de dos uno de los niveles del abrigo de Telarmachay (Lavallée et al. 1985).
2. LOS ORÍGENES 41

piciado una larga y densa ocupación, posible-


mente durante gran parte del año. Si bien los de-
pósitos arqueológicos han sido seriamente
alterados por la cercana población de San Pedro
de Cajas, se ha podido comprobar la presencia de
abundantes desechos de fauna, talleres de elabo-
ración de artefactos líticos, entre los que destaca
el número de raspadores, evidenciando la impor-
tancia que tuvo en el sitio el curtido de pieles.
En el contexto de este espacio regional, donde
Cuchimachay desempeñaba el rol central propio
de un campamento base, Telarmachay habría
sido tempranamente un sitio de ocupación tem-
poral, para luego convertirse en uno de habita- Fig. 15. Principales tipos de herramientas líticas de Telarmachay
ción con mayor densidad y frecuencia de ocupa- (Lavallée et al. 1985).
ción, que no obstante su carácter secundario
habría correspondido a un lugar de primera im- planteada para esta zona, donde se ha sugerido el
portancia para las faenas de caza y procesamiento posible desarrollo de un régimen de trashumancia
de las presas. En este cuadro, se plantearía un que revelaría desplazamientos estacionales, en pos
modelo de asentamiento, donde además de Cu- de la apropiación de los distintos recursos dispo-
chimachay que habría operado como campa- nibles en la cuenca ayacuchana. Este movimiento
mento base; tendríamos otros como Telarma- estacional -que estaría sustentado más en un exa-
chay, en su condición de lugares de habitación y men de las características ecológicas de las diferen-
de procesos productivos asociados a la caza; tes zonas, que en la propia evidencia empírica- se
mientras otros corresponderían a emplaza- habría dado desde los campamentos ubicados en
mientos temporales de caza, a canteras y a talleres las partes bajas, a unos 2,800 m. de altitud, hasta
de talla. Es interesante notar el señalamiento de aquellos localizados en las partes altas de los valles
que alrededor de Cuchimachay, estos sitios y en las punas que circundan a estos, entre los
forman en el territorio una suerte de arco de no 3,300 a 4,000 m. de altitud.
más de 10 km. de radio que corona las quebradas En el caso de Guitarrero, estudiado por el
altas y la puna, cuyos vestigios posibilitan recons- equipo de Thomas Lynch (1980), a partir de las
truir el despliegue espacial de una serie de activi-
dades y procesos productivos (Lavallée 1997).

Los cazadores recolectores de los valles


interandinos

Para el estudio de sitios de cazadores recolectores


en ecologías propias de valles interandinos, se
cuenta con dos casos bastante representativos: Pi-
kimachay en la cuenca de Ayacucho y Guitarrero
en el Callejón de Huaylas. Sin embargo, es preci-
so advertir que estos sitios son bastante distantes
entre sí, tanto geográficamente como en las evi-
dencias de su cultura material.
Al mencionar el caso de Pikimachay, estudia-
do por el equipo dirigido por MacNeish, no en-
traremos en mérito a la discusión de los posibles
artefactos líticos más tempranos, cuya validez –y
de paso los fechados propuestos (entre 20,000 y
11,000 a.C.)– han sido seriamente cuestionados
por entendidos en la materia (Rick 1988: 12-17). Fig. 16. Modelo de asentamiento en sitios de Ayacucho con manejo
Interesa aquí más bien mencionar la propuesta estacional de recursos (McNeish 1978).
42 JOSÉ CANZIANI

importantes evidencias recuperadas en este abrigo


-además de otros sitios que incluyen campa-
mentos al aire libre, talleres y canteras- se propone
para los cazadores recolectores de esta zona, una
estrategia que contempla el manejo estacional de
los recursos de distintos pisos ecológicos, que van
desde aquellos de altura propios de la puna, hasta
aquellos presentes en las planicies aluviales del
valle del Santa, generándose de este modo un des-
plazamiento transversal a la dirección de este. Sin
embargo, se contempla también una posible tras-
humancia a lo largo de la cuenca del Callejón de
Huaylas, que habría implicado un movimiento
estacional desde las nacientes del río Santa, en
zonas dominantemente de puna y con abun- Fig. 17. Foto de la Cueva de Guitarrero (Lynch 1980).
dantes pastos naturales, para desplazarse río abajo
hacia las zonas más bajas de la cuenca, caracteri- han recuperado herramientas líticas enfundadas
zadas por un clima progresivamente más seco y con piel de venado asegurada con cuerdas, a modo
templado, como es el que corresponde a la locali- de enmangado, palos utilizados como barrenos
zación del sitio de Guitarrero. En el manejo de para encender fuego, fragmentos de cuerdas y de
este territorio por parte de los cazadores locales, tejidos de fibras vegetales, que podrían haber sido
no solamente se habrían utilizado los abrigos na- partes de cestos o bolsas, así como restos de conte-
turales existentes, como es el caso de la cueva de nedores de mate. Estos hallazgos documentan no
Guitarrero, ya que en el caso de Quishqui Puncu sólo las técnicas y materiales empleados para su
se da testimonio de que también existían sitios a elaboración, sino también la utilización de dife-
campo abierto, donde no sería de descartar el em- rentes artefactos en el desarrollo de determinados
pleo de paravientos o de otros recursos para me- procesos productivos, baste pensar en la impor-
jorar la protección frente al medio ambiente, tal tancia y utilidad desempeñada por las bolsas o ces-
como se ha documentado en algunos refugios de tos en la actividad cotidiana de la recolección, o la
puna. de los mates en cuanto recipientes.
En todo caso, los hipotéticos movimientos es- Entre los restos orgánicos se identificaron va-
tacionales en esta región implicarían estrategias rias gramíneas, aparentemente llevadas al interior
bastante diferentes entre sí, ya que en el primer de la cueva para ser utilizadas como lechos; una
caso el desplazamiento transversal hacia el Oeste, gran cantidad de plantas silvestres empleadas para
desde sitios como Guitarrero (2,580 m.) o la provisión de fibras vegetales y la producción de
Quishqui Puncu (3,040 m.) hasta las punas ubi- tejidos y cuerdas; así como evidencias del con-
cadas sobre los 4,000 m. de altitud, significarían sumo de frutos como el pacay (Inga sp.) y la lú-
un trayecto relativamente corto de unos 10 a 30 cuma (Pouteria lucuma). Sin embargo, uno de los
km.; mientras que en el segundo caso, el despla- hallazgos más destacados en este sitio, ha sido el
zamiento longitudinal siguiendo el valle del Santa registro de la existencia de determinado tipo de
hacia las punas ubicadas al Sur representaría un cultígenos que corresponden a todas luces a espe-
recorrido de unos 100 km., por lo que se le consi- cies domesticadas. Esto significaría que en el
dera menos factible. marco de la economía propia de sociedades de ca-
En cuanto a los hallazgos arqueológicos de zadores recolectores –al igual que se ha verificado
Guitarrero, son del mayor interés aquellos relacio- para la puna con la domesticación de ciertos ani-
nados con los materiales orgánicos excepcional- males– se habría procesado también el lento trán-
mente conservados gracias a las extraordinarias sito hacia la domesticación de una serie de espe-
condiciones de sequedad de este sitio. De esta ma- cies vegetales, como es el caso del frijol (Phaseolus
nera, las excavaciones en Guitarrero han permiti- vulgaris), pallar (Phaseolus lunatus), oca (Oxalis
do recuperar excelentes evidencias tanto del tuberosus), ullucu (Ullucus tuberosus), ají (Ca-
manejo de los recursos botánicos, como de la exis- psicum chinense), calabaza (Lagenaria siceraria),
tencia de artefactos de madera, cuero y fibras ve- zapallo (Cucurbita spp.) y, algo más tarde, del
getales que normalmente no se han conservado en maíz (Zea mays), que tanta importancia tendrán
los demás sitios estudiados. Entre los artefactos, se luego en el marco del desarrollo de las primeras
2. LOS ORÍGENES 43

animales cazados, si no también sobre el género de


armas y técnicas desplegadas en el desarrollo de la
caza. En este sentido, en ciertas pinturas rupestres
se puede apreciar claramente a grupos de caza-
dores ahuyentando a las manadas de vicuñas,
quizás hacia un paso o desfiladero, donde los ani-
males son emboscadas por otros cazadores que los
enfrentan con sus armas. Evidentemente, este
tipo de lectura no agota otras interpretaciones re-
lacionadas con el posible significado de posesión
territorial por parte de las bandas instaladas en
una región determinada; ni las posibles finali-
dades de carácter ritual y propiciatorio que po-
drían haber tenido con relación a la abundancia
de animales y el éxito de la caza.
Estos aspectos nos sugieren el papel no menos
importante que desempeñaban los elementos
ideológicos en la esfera superestructural de estas
sociedades, si bien esta no deja mayores rastros y
son sumamente escasas las evidencias materiales
en las que se plasma su existencia. En este sentido,
las propias puntas de Paiján -elaboradas con una
forma bastante especial y desplegando una sofisti-
cada tecnología- es muy probable que hayan re-
presentado, más allá de su evidente valor fun-
Fig. 18. Artefactos de la Cueva de Guitarrero (Lynch 1980). cional, un importante elemento de identidad
sociedades agrícolas. En la documentación de cultural, habiéndose sugerido también que po-
este mismo proceso, en el abrigo de Pachamachay drían haber incorporado aspectos relacionados
se identificó el consumo de los granos andinos de con el prestigio social (Chauchat et al. 1992).6
quinua (Chenopodium quinoa) y Cañihua (Che- Hemos también señalado la especial disposi-
nopodium pallidicaule), si bien no se pudo definir ción de los enterramientos en el caso de la cultura
si ya se trataba de especies domésticas. Paiján, y su asociación con ciertos elementos que
evidencian el desarrollo incipiente de determina-
dos rituales en el ámbito funerario. Sin embargo,
Otras evidencias es de destacar que en algunos abrigos de puna se
ha documentado también una especial disposi-
Existe también para esta época un importante ción de los difuntos. Este es el caso de Telarma-
repertorio de arte rupestre, asociado con los abri- chay (Lavallée et al. 1985: 313-322), donde se
gos naturales localizados en las regiones alto andi- han hallado sendos enterramientos asociados a
7
nas. Es interesante notar que gran parte de estas una amplia gama de ofrendas. Estas notables evi-
pinturas están relacionadas con la representación dencias arqueológicas revisten una gran impor-
de los animales cazados, mayormente camélidos, tancia, no solamente porque estarían señalando la
y también en ciertos casos de la propia caza como construcción inicial del complejo ritual asociado
actividad. con el tratamiento del tema de la muerte y del cul-
Estas evidencias pueden ser de gran utilidad al to de los ancestros, que tanta complejidad alcanzó
brindar información no solamente sobre el tipo de en el mundo andino; si no también porque en el

6. “...en el contexto Paijanense –tal como lo conocemos- ninguna actividad parece haber tenido tanta importancia eco-
nómica como para justificar la suma enorme de conocimientos técnicos, adiestramiento y trabajo necesario para la talla de tal
cantidad de estas grandes puntas. Nótese como elemento característico que se precisa una jornada completa para hacer un
máximo de tres puntas, de las cuales cada una se puede romper al primer intento de uso. Se trata pues de una “sobre-inversión”
clara en vista de una actividad cuyo valor reside en su prestigio o interés sociocultural más que en sus resultados económicos,
aunque estos últimos no sean necesariamente despreciables (Chauchat et al. 1992: 19).
44 JOSÉ CANZIANI

tema que nos ocupa, es relevante destacar que es- Finalmente, el capitulo de la progresiva transi-
tos enterramientos están asociados y se realizan en ción de las sociedades cazadoras recolectoras
los mismos lugares de asentamiento, es decir, en el hacia el desarrollo de las sociedades sedentarias y
mismo suelo de los abrigos rocosos utilizados aldeanas, que corresponden al período que se co-
como refugio por los cazadores recolectores de la noce como Arcaico o Precerámico con agricul-
puna, así como en los campamentos de los grupos tura, no es demasiado claro y presenta aun mu-
paijanenses, lo cual no deja de tener una connota- chos vacíos de información. Sin embargo, las
ción muy especial. Es pues significativo que estas diferencias apreciadas entre las diferentes re-
evidencias de arte rupestre como de los primeros giones, especialmente entre aquellas costeñas y las
rituales funerarios documentados, tengan lugar y altoandinas, aparentemente manifestarían su
se agreguen a la comprensión del complejo con- continuidad, tanto en la manera en que en estas
junto de actividades que se desarrollan y manifies- se procesará la neolitización y el tránsito hacia el
tan en los asentamientos más tempranos. desarrollo de nuevas formaciones sociales; como
también en las distintas formas que asumirá en
estas el fenómeno de asentamiento.
La transición de las sociedades cazadoras Las sociedades altoandinas, que transitaron de
recolectoras a las aldeanas la condición de cazadores recolectores a la de ga-
naderos y pastores, aparentemente mantuvieron
A modo de sumario de este período, se pueden un régimen de vida mayormente trashumante, li-
destacar algunos aspectos relevantes con relación gado al desplazamiento que imponía el movi-
a las formas de asentamiento y de manejo del es- miento del ganado y el aprovechamiento de los
pacio territorial. En primer lugar, se puede desta- mejores territorios de pastura; evidentemente
car el hecho de que, en el marco general de la esto no debería de excluir la creciente incorpora-
formación social de los cazadores recolectores, se ción de algunos cultivos; ni descartar cierto rol
expresan en los Andes Centrales distintos modos que aún habrían tenido la caza y la recolección en
de vida, que representan la concreción particular el abastecimiento de subsistencias. Sintomática-
que asumen estas formaciones sociales en las con- mente, en este caso, no se habría producido un
diciones específicas de su existencia material. cambio sustancial con relación a las antiguas
Donde estos distintos modos de vida, en última formas de asentamiento, al no haberse registrado
instancia representan la expresión social del desa- hasta el momento vestigios arqueológicos de
rrollo de procesos productivos diferenciados, que asentamientos aldeanos para estas fases, docu-
responden a las singulares características de sus mentándose mas bien la continuidad de ocupa-
respectivos ámbitos regionales. ción en muchos de los abrigos naturales que antes
En segundo lugar y en cuanto a la forma de fueron el refugio de las bandas de cazadores. Sin
asentamiento se refiere, interesa señalar que si a la embargo, cabe la posibilidad de que se hayan
formación de cazadores recolectores corresponde, dado también asentamientos a campo abierto,
en términos generales, el nomadismo o la trashu- con la construcción de viviendas dispersas, a
mancia, a los distintos modos de vida a su vez les modo de establecimientos estancieros, como los
corresponderá, en términos singulares, su expre- que hasta el día de hoy se asocian a poblaciones de
sión en la materialización de diferentes “mo- pastores, y de los cuales la limitada investigación
delos” (o patrones) de asentamiento y de manejo arqueológica desarrollada no habría aun encon-
del territorio, tal como hemos podido comprobar trado los rastros.
al examinar brevemente los casos correspon- En cuanto a las regiones costeras, especialmen-
dientes a la Costa Norte y Central, las regiones de te del área norteña y central, la creciente estabili-
puna de la Sierra Central y de algunos valles inte- dad y mayor permanencia de los campamentos y
randinos. el consiguiente tránsito hacia la formación aldea-

7. Uno de estos enterramientos, que corresponde a una mujer adulta, estuvo asociado a una serie de ofrendas consistentes
en una bola de ocre rojo, un conjunto de 11 artefactos líticos tallados, instrumentos de hueso y otros elementos que parecen co-
rresponder a un ajuar estrechamente relacionado con la actividad del curtido de las pieles, y que posiblemente empleó en vida
este personaje. Otro caso, correspondiente al enterramiento de un neonato, estuvo asociado con la ofrenda de un collar com-
puesto por 99 cuentas de piedra calcárea blanca en forma de discos, y de 18 colgantes de hueso pulidos y perforados en un
extremo.
2. LOS ORÍGENES 45

na, se vería soportada fundamentalmente por la orientada hacia las actividades propias de la reco-
creciente orientación hacia la extracción de los lección, el marisqueo y una incipiente horticultu-
abundantes recursos marinos del litoral, sin olvi- ra. Testimonio de estas actividades son los
dar la creciente incorporación de una serie de cul- basurales asociados a los sitios, donde no sólo se
tígenos8 que tendrán un rol particular tanto en encuentran las evidencias del consumo de este
complementar las subsistencias, como en proveer tipo de recursos marinos, como son los moluscos,
nuevos recursos para la elaboración de utensilios y si no también la creciente presencia de plantas cul-
nuevos instrumentos de producción. Algunas in- tivadas. Sin embargo, lo limitado de las investiga-
vestigaciones desarrolladas en los valles de Casma ciones no permite por el momento conocer cuales
(Uceda 1992) y Huarmey (Bonavia 1996) darían fueron las características de este tipo de asenta-
cuenta de sitios con fechados entre el 6,000 y mientos, mas allá de su ubicación que se relaciona
5,000 a.C. que presentan la ocupación de grupos estrechamente con el litoral marino, ciertas áreas
que ya no manejan las tradiciones propias del pai- de lomas, así como con las zonas bajas de los va-
janénse, destacando la ausencia o limitación en la lles, sujetas a periódicas inundaciones y que en su
presencia de puntas de proyectil y el desarrollo de momento fueron apropiadas para el cultivo sin re-
una nueva industria lítica, que parece estar más querir de riego.

8. Los principales cultígenos presentes en los sitios de este período son el frijol (Phaseolus vulgaris), pallar (Phaseolus lu-
natus), canavalia (Canavalia ensiformis), ají (Capsicum sp.), calabaza (Lagenaria siceraria), zapallo (Cucurbita sp.), achira
(Canna sp.), maní (Arachis hypogaea), frutos como pacae (Inga Feuillei ), palta (Persea americana) y, mucho más tarde, el al-
godón (Gossypium barbadense) y el maíz (Zea mays).
3
EL GERMEN DE LO URBANO
El proceso de neolitización, los primeros asentamientos
aldeanos y el surgimiento de la arquitectura pública
monumental

DURANTE EL PERÍODO DENOMINADO Arcaico o toandinas. En las primeras, la temprana sedenta-


también Precerámico con agricultura (Lumbreras rización estaría asociada al desarrollo de asenta-
1981), que comprende los milenios que van del mientos aldeanos y luego al progresivo surgi-
5000 al 1800 a.C. se inicia en el área de los Andes miento en estos de una arquitectura pública, que
Centrales el proceso definido universalmente anticipará el sorprendente e inédito desarrollo de
como neolitización. Se trata del desarrollo de un complejos con edificaciones monumentales pre-
conjunto de transformaciones trascendentales vios al conocimiento de la cerámica. Mientras
que implicaron la creciente incorporación y do- tanto, para ciertas regiones altoandinas se nos
mesticación de plantas y animales por parte de las propone un proceso, en este caso asociado a la
sociedades de está época; el despliegue de nuevas presencia de poblaciones aún trashumantes o
formas de manejo del espacio territorial y de los semi-nómades, que vería el temprano desarrollo
recursos allí presentes; el desarrollo de nuevos co- de la arquitectura pública –en cuanto centro de
nocimientos e instrumentos de producción; y el identificación y articulación de las comunidades
surgimiento de nuevas formas de organización pastoriles– que antecedería a la paulatina sedenta-
social. Todo este conjunto de profundos cambios rización de estas, con el establecimiento de case-
económicos y sociales, que por su estrecha inter- ríos y luego de aldeas, muchas veces a partir de
dependencia no pueden ser asumidos como as- este núcleo original de índole aparentemente ce-
pectos aislados unos de otros, dieron paso a la remonial (Lanning 1964: 73, Bonnier y Rozem-
afirmación de nuevos modos de vida y a la gene- berg 1988).
ración de nuevas formas de asentamiento, espe-
cialmente en las regiones costeñas, donde un cre-
ciente proceso de sedentarización se expresa con Los tempranos asentamientos aldeanos
la proliferación de los primeros asentamientos de de la Costa
tipo aldeano.
Aparentemente, la naturaleza de estos cam- Las primeras fases de esta época, que datan del
bios fue distinta de región a región, e inclusive en 5000 al 2500 a.C. han sido escasamente docu-
el ámbito local de los distintos valles y cuencas, mentados por la investigación arqueológica. Sin
asumiendo el proceso un carácter desigual y dife- embargo, los datos disponibles permiten suponer
renciado, en función de los recursos manejados; que las comunidades de las regiones costeñas de
el nivel de desarrollo y participación de la produc- estos tiempos estaban ya orientadas a una econo-
ción agrícola o del pastoreo; las técnicas desple- mía que dependía fuertemente de la pesca y ex-
gadas en los diferentes procesos productivos; y las tracción de recursos marinos, combinada con la
formas de organización social del trabajo pre- recolección en las lomas y el desarrollo de una in-
sentes (Lanning 1964: 64, Fung 1988: 67). Una cipiente horticultura.1 En cuanto a la forma de
primera gran diferencia es observable en este pro- asentamiento, se estaría registrando en estas re-
ceso con relación a las regiones costeñas y las al- giones el tránsito gradual de campamentos cada
48 JOSÉ CANZIANI

vez más prolongados, hacia el establecimiento de Pero estos también se encontraban ubicados en
aldeas con una ocupación más estable y de mayor proximidad de zonas de lomas, que aseguraban la
permanencia. recolección de sus diversos recursos; así como de
Un caso clásico de este tipo de asentamientos quebradas aluviales y afloramientos de agua que
es el Chilca y el de La Paloma en la Costa Cen- permitían el cultivo de algunas plantas.
tral. Se trata de asentamientos localizados relati- En Chilca, las estructuras de vivienda se en-
vamente próximos al litoral, donde sus pobla- contraban agrupadas de una forma bastante com-
dores se abastecían de los abundantes y variados pacta y las que han sido documentadas arqueoló-
recursos marinos que han sido documentados en gicamente (Donnan 1964), corresponden a
los conchales y basurales asociados a estos sitios. chozas de planta circular de unos 2.5 a 3 m. de

Fig. 19. Mapa de ubicación


de los principales sitios del
período Precerámico.
1 Huaca Prieta
2 Alto Salaverry
3 Salinas de Chao
4 Las Aldas
5 Culebras
6 Los Gavilanes
7 Aspero
8 Caral
9 El Paraíso
10 Asia
11 Otuma
12 San Nicolás
13 La Esmeralda
14 Huacaloma
15 La Galgada
16 Piruru
17 Huaricoto
18 Kotosh.

1. Se conoce también a este período como Precerámico pre-algodón (Lumbreras 1981) ya que no solamente está ausente
este cultivo y es de algún modo aún limitado el rol de la horticultura en las subsistencias, sino que también no se perciben los
profundos cambios económicos, sociales y en la forma de asentamiento que se advierten en los sitios asociados a la presencia del
algodón. Por esta razón, la presencia - ausencia del algodón ha sido asumida por la arqueología andina como un indicador diag-
nóstico de esta época de grandes cambios correspondiente al Precerámico Tardío.
3. EL GERMEN DE LO URBANO 49

Fig. 20. Plano de la excavación


de una vivienda de Chilca
(Engel 1980: 25).

diámetro, cuya armazón fue hecha de troncos y manos de moler asociados con las viviendas, lo
ramas de árboles propios de la costa, como el que estaría revelando que en el asentamiento se
sauce (Salix chilensis) y el huarango (Prosopis juli- desarrollaba el procesamiento de determinados
flora o Acacia macracantha?), además de cañas. En recursos agrícolas con fines alimenticios o pro-
algunos casos, en la construcción se incluyeron ductivos. Tanto en Chilca como en La Paloma se
costillares de ballena dispuestos horizontalmente registraron múltiples enterramientos, para lo cual
en el perímetro interior de la choza, a modo de se dispuso los cuerpos extendidos y envueltos en
durmientes que permitían para asegurar su base y petates de totora, sepultándolos con algunas
soportar la presión de la basura acumulada en su
exterior, y que quizás también servían de poyo de
asiento para sus habitantes (Engel 1988).
El único ingreso estaba conformado por haces
de totora entretejida en forma de herradura,
mientras que la cobertura se realizó mediante pe-
tates de totora tejida. Al parecer fueron estruc-
turas con los pisos ligeramente excavados por de-
bajo del nivel del terreno, lo que se incrementaba
con el constante arrojo al exterior de la vivienda
de las conchas y otros desperdicios. Aparente-
mente los fogones y las demás actividades relacio-
nadas con la preparación de los alimentos se ha-
brían desarrollado al exterior de estas viviendas. Fig. 21. Reconstrucción hipotética de vivienda de aldea de La Palo-
En este sentido, se han registrado batanes y ma (Engel 1980).
50 JOSÉ CANZIANI

ofrendas bajo el piso de las viviendas, como en to de las especies cultivadas y una creciente
áreas de las aldeas especialmente destinadas a esta importancia de estas en la alimentación y la pro-
función, dando lugar a los testimonios más tem- visión de importantes insumos para la elabora-
pranos de cementerios (ibid.). ción de instrumentos y el desarrollo de una serie
Este tipo de asentamientos, con aglomera- de procesos productivos. Estos nuevos niveles en
ciones compactas de chozas de vivienda de carac- el desarrollo económico estarán acompañados
terísticas similares y los contextos arqueológicos por la aparición de nuevas formas de organiza-
asociados, estarían expresando la presencia de so- ción social en el seno de las comunidades, los que
ciedades sustancialmente igualitarias, donde las conducirán a un incipiente proceso de diferencia-
divisiones sociales estarían determinadas exclusi- ción social. Todo este complejo proceso se mani-
vamente por cuestiones de sexo y edad, y su co- fiesta de manera patente en la creciente extensión
rrespondiente participación en los procesos pro- y densidad de los asentamientos aldeanos y, en es-
ductivos desplegados por el grueso de la pecial, con el surgimiento y creciente importan-
comunidad. De otra parte, la cantidad de uni- cia que asumirá en ellos la arquitectura pública.2
dades de vivienda, así como la densidad de los ce- Además de la notable presencia del maíz (Zea
menterios y enterramientos hallados, pueden mays) entre las nuevas plantas cultivadas y su as-
ilustrar el notable incremento poblacional que se cendente participación en el complemento de la
estaría verificando con relación a épocas ante- dieta alimenticia; la domesticación y cultivo del
riores. Este incremento poblacional -notable- algodón (Gossipyum barbadense) desempeñará un
mente favorecido por la sedentarización- sería el rol especialmente importante en el incremento de
resultado de la provechosa integración represen- la producción y en el desarrollo social y cultural
tada por la extracción intensiva de recursos ma- de las sociedades costeñas de esta época. La fibra
rinos; el desarrollo de una horticultura incipiente, del algodón no sólo sustituirá progresivamente a
y el mantenimiento de las viejas prácticas recolec- otras fibras vegetales en la producción de los tex-
toras, se vería confirmado también por la prolife- tiles, si no que tendrá repercusiones revoluciona-
ración de un gran número de sitios aldeanos que rias al incorporar su resistente fibra en la confec-
han sido documentados arqueológicamente a lo ción de redes y sedales para el desarrollo de la
largo de la Costa. pesca, en cuanto actividad principal en la eco-
nomía de las sociedades costeñas del período. Se
desarrollaron así redes cada vez más eficientes,
Los asentamientos aldeanos y el tanto por su tamaño, durabilidad y capacidad de
surgimiento de la arquitectura pública pesca, tejiéndose distintos tipos de mallas ade-
cuadas a los distintos tipos de especies presentes
En el desarrollo de las fases siguientes, durante el en los diversos ámbitos del litoral marítimo.3
período conocido como Precerámico con algo- Evidentemente este tipo de redes, que signifi-
dón o Precerámico Tardío (2500 - 1800 a.C.), no caron una crucial innovación respecto a un ins-
obstante tratarse de un período de una menor du- trumento de producción hasta ese entonces rudi-
ración, los cambios se aceleran drásticamente mentario, no solamente debieron de multiplicar
comprometiendo las distintas esferas de las for- la capacidad de pesca, sino también requerir
maciones sociales. En el caso de la costa, el énfasis formas especiales de trabajo mancomunado para
en la pesca y extracción de recursos marinos, se ve su operación. De otro lado, una mayor disponibi-
progresivamente acompañado por un incremen- lidad de excedentes de la pesca habría requerido a

2. Por arquitectura pública, consideramos todas aquellas edificaciones cuya función está referida a actividades de carácter
especializado. Esta función se expresa tanto en la forma arquitectónica como en la propia producción constructiva, y se define
científicamente mediante el análisis arqueológico de sus contextos y asociaciones. En este sentido, la arquitectura pública se di-
ferencia claramente de la arquitectura doméstica que resuelve las funciones habitacionales y las actividades propias de núcleos
familiares. Con el surgimiento de la arquitectura pública se constituye una nueva clase de arquitectura que abarca una amplia
gama de funciones, sean estas de tipo ceremonial, político, administrativo, productivo, militar, etc. Lejos del equívoco que con-
sidera la arquitectura pública con relación a su capacidad de albergar una determinada cantidad de personas (público), el ca-
rácter de esta está definido sustancialmente por la calidad de las funciones especializadas que contiene, independientemente de
las dimensiones físicas que estas requieran para su realización.
3. En Huaca Prieta, por ejemplo, se hallaron redes bastante bien conservadas que mostraban diferentes tipos de mallas, las
que tenían como flotadores mates especialmente seleccionados por su forma esférica, cuyo cuello estaba obturado con una co-
ronta de maíz, así como discos de piedra horadados al centro que servían de pesos (Bird et al. 1985).
3. EL GERMEN DE LO URBANO 51

Fig. 22. Valle costeño hipotético, con ubicación de aldeas y Centros Ceremoniales, con énfasis en el manejo diversificado de recursos, marisqueo y
pesca, agricultura incipiente, y recolección, la articulación “horizontal” del espacio territorial entre sitios del litoral y del valle medio o alto (Can-
ziani).

su vez de técnicas de almacenamiento y conserva-


ción (tales como el tradicional secado y salado
aún en vigencia en las caletas de nuestro litoral) y,
a su vez, de nuevas formas de administración co-
munal que regularan la distribución y el consumo
de estos alimentos. Como se puede apreciar, sólo
con relación a este proceso productivo entre
tantos otros, existe una concatenada y estrecha
interdependencia entre las innovaciones en el
ámbito de los recursos que se incorporan como
materias primas; el despliegue de nuevas técnicas
e instrumentos de producción; la ampliación en
la escala de apropiación de los recursos naturales y
la disponibilidad de excedentes; la mejora e incre-
mento en el aprovisionamiento de subsistencias;
sus repercusiones en el consecuente crecimiento
poblacional y, por último, en el surgimiento y
afirmación de nuevas formas de trabajo y de orga-
nización social.
No es pues casual que la arquitectura pública
surja en este período, ya que constituye una no-
table expresión de los profundos cambios que se
procesan en las esferas económica y social. Este
nuevo tipo de edificaciones que se desarrollarán Fig. 23. Mapa de ubicación de los principales sitios precerámicos de
en los asentamientos, encuentran su explicación la Costa Norte (Canziani 1989).
52 JOSÉ CANZIANI

en una creciente división del trabajo en el seno de


las comunidades, y especialmente en la aparición
de determinados niveles de especialización rela-
cionados con la existencia y desarrollo de nuevos
medios de producción, en el marco de la activa-
ción de un proceso de cambios revolucionarios de
las relaciones sociales de producción (Lumbreras
1987, Canziani 1989: 52-59).
Fig. 25. Corte de trinchera N – S excavada por Junius Bird en 1946
Las excavaciones desarrolladas a mediados de (Bird et al. 1985).
los años 40 por Junius Bird en el sitio de Huaca
Prieta, en el valle de Chicama, ilustraron por pri- estructuras semi-subterraneas, compuestas por
mera vez la sorprendente riqueza de los vestigios uno o dos pequeños recintos, que fueron identifi-
correspondientes al Precerámico Tardío, permi- cadas como viviendas y que posteriormente ha-
tiendo inferir la presencia de sociedades con un brían sido reutilizadas para una función funeraria
marcado sedentarismo y formas de organización (Bird et al. 1985). En un trabajo anterior (Canzia-
cada vez más complejas, que además del cultivo o ni 1989: 42-44), hacíamos una breve mención
recolección de nuevas plantas y frutales como el sosteniendo que los grandes muros registrados en
algodón, la achira (Canna edulis), lúcuma, gua- las excavaciones de Huaca Prieta posiblemente
yaba (Psidium guaba), y la ciruela del fraile (Bun- fueron construidos con la participación manco-
chosia armeniaca); muestran un intenso aprove- munada de sus pobladores y que se podría supo-
chamiento de los recursos marinos y el empleo de ner que estos ya correspondían a algún tipo de ar-
redes de pesca elaboradas con la resistente fibra quitectura pública, mas aun cuando se los ligaba a
del algodón. Con la misma fibra se desarrollaron los hallazgos que presentan una decoración y tra-
tejidos con complejos y sofisticados motivos de- tamiento extraordinarios.
corativos, que representan aves de presa, ser- En esta dirección, un reciente trabajo de Te-
pientes, cangrejos y otros seres marinos de elabo- llembach (1997: 167-170) propone la interesante
rado diseño; así como mates burilados con hipótesis, en el sentido de que el montículo y los
representaciones zoomorfas y antropomorfas,
que en conjunto parecen revelar tanto la pre- Fig. 26. Foto de la trinchera N – S excavada por Junius Bird en 1946
sencia de una extraordinaria y naciente mitología, (Bird et al. 1985)
como el florecimiento de una singular concep-
ción estética (Bird 1948, 1963; Bird et al. 1985).
Huaca Prieta constituye un montículo de
aproximadamente 125 m. de largo por 50 de an-
cho y unos 12 m. de alto, que sería producto de la
sucesiva y prolongada acumulación de desechos
por parte de sus ocupantes a lo largo de los siglos.
En el perímetro del montículo, las excavaciones
arqueológicas revelaron la existencia de grandes
muros de contención de cantos rodados construi-
dos en etapas sucesivas. Sobre la cima se hallaron

Fig. 24. Foto panorámica de Huaca Prieta.


3. EL GERMEN DE LO URBANO 53

Fig. 29. Redes de Huaca Prieta con mates como flotadores y pesos
de piedra (Bird et al. 1985).

posible carácter público monumental debió estar


estrechamente ligada a la presencia de un asenta-
miento de tipo aldeano. En esta dirección, se
puede apuntar la consistente acumulación de de-
sechos del consumo de alimentos proveniente de
contextos aparentemente “domésticos” y, sobre
Fig. 27. Textiles de Huaca Prieta (Bird et al. 1985).
todo, la recurrente y estrecha asociación que re-
vela la arquitectura pública con los diferentes
asentamientos aldeanos del período estudiados en
grandes muros de contención de Huaca Prieta distintas regiones de la costa peruana.
constituían plataformas de alguna forma de arqui- Otro posible asentamiento de carácter al-
tectura monumental; donde los textiles decorados deano se registró en el sitio de Huaca Negra, o
y otras extraordinarias evidencias corresponderían Huaca Prieta de Guañape, ubicado en una zona
a ofrendas de carácter ritual. Para sustentar esta del litoral adecuada para la pesca y en un área de
propuesta, se basa tanto en la interpretación de las la desembocadura del valle de Virú, donde la hu-
asociaciones estratigráficas, como en establecer medad natural habría permitido desarrollar algún
una serie de analogías con otros hallazgos signifi- tipo de cultivo en hoyas sin necesidad de riego.
cativos en distintos conjuntos de arquitectura mo- En este caso, se registraron dentro de la misma
numental de los períodos tempranos. En este sen- zona tres montículos, bastante más bajos que
tido, se sostiene que las viviendas aparentemente Huaca Prieta pero igualmente amplios, con con-
no serían tales, si no mas bien “casas funerarias” chales y acumulación de desechos correspon-
algo más tardías y, por lo tanto, intrusivas a la ocu- dientes a una ocupación precerámica. En uno de
pación precerámica del montículo. los montículos excavado por Strong y Evans en
Evidentemente, mas allá de la discusión de si 1946 y luego por Bird, se hallaron restos de vi-
las estructuras semisubterráneas de Huaca Prieta viendas que habrían sido también de tipo semi-
constituyen o no viviendas, esta edificación de subterráneo. Los cuartos estaban en algunos casos
conectados entre sí, medían en promedio 3 x 4
Fig. 28. Mates labrados de Huaca Prieta (Bird et al. 1985). m. y fueron construidos con delgados muros de
contención hechos de barro y salitre. Esta dife-
rencia en la técnica constructiva con relación a
Huaca Prieta, se explicaría por la notable ausencia
de cantos rodados en los alrededores del sitio. No
se registraron aquí estructuras que pudieran in-
dicar la presencia de algún tipo de arquitectura
pública (Willey 1953: 38-42).
En el sitio de Alto Salaverry, localizado en el
extremo sur este del valle de Moche y a unos 3 km.
de Punta Salaverry y del mar, se registró un asen-
tamiento aldeano relativamente amplio, en el cual
54 JOSÉ CANZIANI

Fig. 30. Alto Salaverry. Plano


general del sitio (Pozorszki y
Pozorszki 1977).

se identificó claramente, además de las edificacio- que fue revestido con piedras y enlucido con mor-
nes de vivienda, a dos estructuras correspondien- tero fino al igual que los muros, muestra en el
tes a arquitectura pública (Pozorski y Pozorski centro una perforación revestida de piedras. En el
1977). Las unidades de vivienda se encuentran en lado sur de la estructura se desarrolló un segundo
suelos cubiertos por basurales, son de planta irre- muro de contención con trazo circular y concén-
gular y están compuestas por uno o más cuartos trico que exhibía también una pequeña escalinata.
semienterrados dentro de los cuales se dispusieron Este pozo circular sería el primer antecedente
algunos fogones. Existe una primera estructura de una forma arquitectónica que maduraría du-
(E) que se diferencia drásticamente de las anterio- rante este tiempo, para luego alcanzar una gran re-
res y que se caracteriza por presentar plataformas, levancia al ser incorporada al diseño espacial de
amplios recintos y cuartos, dispuestos en el marco importantes complejos ceremoniales del período
de un trazo rectilíneo con un ordenamiento cuasi
ortogonal. La forma de esta estructura y sus carac- Fig. 31. Alto Salaverry. Plano de la estructura “E” (Pozorszki y Po-
terísticas constructivas, sugieren alguna función zorszki 1977).
de carácter público -quizás relacionada con activi-
dades de tipo comunal- lo que no se contradice
con el hallazgo de desechos en algunos de los cuar-
4
tos y plataformas de dicha edificación.
Una segunda evidencia de arquitectura pú-
blica en Alto Salaverry, se encuentra relativa-
mente aislada con relación al grueso del asenta-
miento y corresponde a un pozo circular de 9 m.
de diámetro y 1.80 m. de profundidad. Esta es-
tructura está conformada por un muro de conten-
ción construido con piedras irregulares, dis-
puestas con la cara plana hacia el paramento, y
presenta dos escalinatas contrapuestas. El piso,

4. Algunos investigadores que limitan su comprensión de la arquitectura pública, definiéndola simplemente por negación
-es decir como toda aquella que no es doméstica- entran en serias dudas y cuestionamientos cuando en una estructura de apa-
rentemente carácter público, encuentran contextos de basura o asociación con la preparación de alimentos (mal entendidos
como atributo universal de lo “doméstico”). Esta visión esquemática y reduccionista no permite percibir que en una serie de es-
tructuras públicas es común y corriente la preparación, consumo u ofrenda de alimentos, sin responder por esto a función do-
méstica alguna.
3. EL GERMEN DE LO URBANO 55

Formativo, tal como se puede apreciar en sitios de


primer nivel de esta época posterior como Las
Aldas, Chavín de Huantar, Kunturwasi, así tam-
bién su especial raigambre en muchos sitios del va-
lle del Santa, como veremos en el siguiente capítu-
lo. Lo interesante del caso es que para esta especial
forma arquitectónica se ha sugerido no solamente
una función ceremonial, sino un posible uso as-
tronómico de la misma, lo que haría que este tipo
de estructura asuma la condición de instrumento
de producción, ya que su propia forma estaría di-
señada para instrumentar como herramienta en el
5
desarrollo de esta función especializada.
Pozos ceremoniales también han sido docu-
mentados en Las Salinas de Chao, un sitio locali-
zado al sur oeste del valle bajo de Chao y al pie del
Fig. 32. Alto Salaverry. Plano del pozo circular hundido (Pozorszki flanco norte del cerro Coscomba. El asenta-
y Pozorszki 1977). miento se ubica en una zona desértica asociada a
una antigua playa fósil,6 cuya presencia durante la
ocupación del sitio explicaría su relación con la

Fig. 33. Foto aérea oblicua de las


Salinas de Chao con evidencias
de la playa Fósil (SAN en Kosok
1965: fig. 5).

5. Los pozos circulares más elaborados presentan un sofisticado diseño en sus escalinatas contrapuestas, observándose que
el trazo de los escalones corresponden a segmentos de arco delineados desde el centro del círculo, mientras que las alfardas (?) que
limitan lateralmente las escalinatas lo son por radios que se proyectan desde este mismo centro. Las escalinatas contrapuestas
forman un eje, el que usualmente estará alineado con el del complejo ceremonial en el cual está inscrito. Se ha sugerido la hipó-
tesis de que esta forma habría servido para la observación y registro del movimiento de los astros celestes (Lumbreras com. pers.).
Colocando una estela u otro elemento vertical se podría haber registrado la cambiante orientación de la sombra proyectada por el
sol naciente a lo largo del año y la posición de sus correspondientes solsticios; o registrar desde el punto de observación central la
posición de salida u ocaso de ciertos astros con relación al muro circular. De esta forma, el pozo circular habría sido un instru-
mento fundamental para generar un calendario dirigido a la predicción de los cambios climáticos, aspecto este de primera im-
portancia para el desarrollo de las actividades productivas y, en primer lugar, de aquellas relacionadas con la agricultura.
6. La impronta de la playa fósil en lo que hoy es la Pampa de Las Salinas de Chao, constituye un espectacular testimonio de
los drásticos eventos de levantamiento tectónico acontecidos en el litoral. La prospección arqueológica de la zona ha permitido
establecer que el patrón de ocupación, con asentamientos alineados sobre el antiguo acantilado generado por la erosión del mar,
respondió a la extracción de recursos marinos en el paisaje de la antigua bahía, hasta que ésta se desecó provocando el abandono
de los sitios (Alva 1986:49-50).
56 JOSÉ CANZIANI

Fig. 34. Salinas de Chao. Plano general del sitio (Alva 1986).

explotación de los recursos marinos allí presentes. rales definiendo atrios u otros espacios arquitec-
Pero en el caso de Las Salinas de Chao, los pozos tónicos con planta en forma de “U”; así como el
circulares no aparecen aislados en el asentamiento desarrollo de escalinatas empotradas, organizadas
sino asociados a una serie de templetes y a una a lo largo de los ejes de simetría de estas edifica-
densa trama de estructuras de aparente carácter ciones; la incorporación de plazas rectangulares
habitacional (Alva 1986). enmarcadas por un poyo perimetral que propor-
En este sitio, que posiblemente corresponda a cionan la sensación de que estas sean hundidas,
las etapas finales del Precerámico, se presenta un como se aprecia en la unidad “B”, o de los propios
avance significativo en cuanto se refiere al planea- pozos circulares, tal como se observa en la unidad
miento de la arquitectura pública. Este es el caso “A”, donde el pozo se ubica frente al templete
de los templetes, construidos mediante terrazas pero ligeramente desalineado con el eje central de
ascendentes y adosadas a la ladera del cerro, que este. Este pozo adicionalmente presenta dos
presentan algunas plataformas con brazos late- muros de trazo circular, concéntricos a la estruc-

Fig. 35. Salinas de Chao. Re-


construcción isométrica de los
complejos B y C (Alva 1986).
3. EL GERMEN DE LO URBANO 57

Fig. 36. Salinas de Chao. Re-


construcción isométrica del
complejo A (Alva 1986).

tura, que le confieren un aspecto sobreelevado la influencia y difusión de ciertos rasgos propios
(Alva 1986: 56-62). de la arquitectura pública alto andina, conocida
Más al sur en la región de Casma y Huarmey, como Tradición Mito (Lanning 1967, Fung
tendríamos algunos importantes sitios del pe- 1988).
ríodo Precerámico representados por Las Aldas Los Gavilanes, constituye un sitio excep-
(Casma), Culebras y Los Gavilanes (Huarmey). cional pues no corresponde a un asentamiento de
En el caso de Las Aldas, existen evidencias de una tipo aldeano, si no mas bien a un sistema aparen-
consistente ocupación precerámica del sitio, pero temente destinado al almacenamiento y conser-
no está del todo clara su correlación con la arqui- vación de las cosechas de maíz, por parte de los
tectura ceremonial, que correspondería mayor- pobladores del valle bajo de Huarmey durante el
mente al período Formativo (Fung 1988: 88-89). Precerámico Tardío. Según Bonavia (1982), en el
En todo caso, no es de descartar que en asociación sitio se registraron por lo menos 47 hoyos directa-
con la ocupación precerámica ya haya existido un mente cavados en la arena. Estos hoyos de forma
antecedente de la arquitectura pública desarro- irregular y de sección troncocónica, que pre-
llada posteriormente. sentan variaciones en sus dimensiones y alcanzan
En el sitio de Culebras, que está localizado al una profundidad de hasta 1.75 m. estaban reves-
sur y en la parte baja del valle del mismo nombre, tidos con piedras irregulares colocadas en seco.
sobre las laderas y cima de un cerro que domina el Los restos botánicos recuperados, permiten in-
litoral, se identificó un extenso asentamiento al- ferir que se transportó desde los campos las
deano que habría integrado una importante ex- plantas enteras, mientras que en el sitio probable-
presión de arquitectura monumental. En este caso mente las mazorcas fueron separadas de las
se registró el desarrollo de amplias plataformas plantas para su almacenamiento en los hoyos, uti-
con muros de contención de piedra decorados con lizándose las hojas del maíz para revestir las pa-
nichos rectangulares, a las cuales se accedía por redes de los depósitos y cubrir los granos almace-
medio de una escalinata de proporciones monu- nados antes de sellar el hoyo cubriéndolo con
mentales orientada hacia el norte. Las plataformas arena. Se supone que este sistema de depósito
mostraban esquinas redondeadas y sobre ellas permitió almacenar las cosechas de maíz conser-
existían cuartos o cámaras de planta cuadrangular vándolas protegidas de la acción de insectos, roe-
que presentaban ductos revestidos de piedra bajo dores y otras plagas.
sus pisos. Algunos de estos rasgos, tales como las El sitio está ubicado en una posición estraté-
plataformas escalonadas y la escalinata central son gica, en un lugar desértico a poco más de 2 km. al
de clara filiación costeña; mientras tanto otros norte del valle y relativamente protegido de la ac-
como los nichos y los ductos subterráneos e inclu- ción del viento. Es interesante notar que alre-
sive, las esquinas redondeadas, pueden remitirse a dedor de los hoyos se halló una cantidad conside-
58 JOSÉ CANZIANI

rable de estiércol de llama, lo que da cuenta del montículos, Huaca de Los Idolos y Huaca de Los
uso temprano de estos camélidos y el importante Sacrificios, fueron objeto de excavaciones reve-
rol que desempeño, ya desde estos tiempos, el lando su particular naturaleza constructiva
manejo de caravanas de llamas en el transporte de (Feldman 1980, 1985).
una serie de recursos, ampliando considerable-
mente el radio de acción de las comunidades con
relación a su espacio territorial.
Es importante destacar que en el sitio de Los
Gavilanes no está ausente la arquitectura pública.
En este caso, se trata de un pequeño edificio loca-
lizado en la parte alta de una de las colinas al su-
reste del sitio, donde se construyó una plataforma
sobre la roca madre con un recinto de unos 4.5 m.
de lado, en cuyo piso se dispuso de un fogón posi-
blemente asociado a alguna actividad ritual. La
presencia de huellas y restos de postes permite in-
ferir que pudo estar techada. Es de destacar por su
especial significación, que en la construcción de
la plataforma se empleara un particular sistema de
construcción mediante bolsas de relleno tejidas
con fibra de junco y cargadas de piedras cono-
cidas como shicras (ibid: 60-66).
En el valle de Supe existen dos importantes si-
tios precerámicos. Uno de ellos es el de Aspero,
que ha sido objeto de estudios a lo largo de varias
Fig. 38. Aspero. Plano general del sitio (Feldman 1980: fig. 9).
décadas, mientras que en Caral (conocido ante-
riormente como Chupacigarro), a los exámenes
de superficie desarrollados anteriormente le han En efecto, en estos montículos se registró una
seguido recientemente una serie de excavaciones secuencia de remodelaciones en las cuales los
arqueológicas que documentan a nivel preliminar cuartos y recintos construidos sobre las plata-
datos de gran trascendencia. formas de las fases más tempranas fueron sucesi-
El complejo de Aspero se ubica también en vamente rellenados, obteniéndose así plataformas
proximidad del océano en la margen norte del más elevadas donde se construyeron nuevas edifi-
valle bajo de Supe y en proximidad de la bahía de caciones. En el caso de Huaca de Los Idolos, un
Supe Puerto. Se trata de un sitio bastante extenso montículo con una base de 30 por 50 m, el
en el que destaca la presencia de por lo menos 7 examen de uno de estos niveles, permite apreciar
montículos monumentales, además de otros la organización arquitectónica de los recintos
montículos menores y evidencias de una densa construidos sobre una plataforma de volumen
ocupación habitacional. Dos de los principales troncopiramidal. En el frente principal del mon-

Fig. 37. Foto aérea oblicua del


litoral y valle bajo de Supe. Al
extremo derecho se aprecia la
ubicación del sitio precerámico
de Aspero (SAN en Burger
1995: fig. 5).
3. EL GERMEN DE LO URBANO 59

Fig. 40. Aspero. Corte con evidencias de una secuencia de superpo-


siciones en la cámara central del Huaca de los Ídolos (Feldman
1980).
Fig. 39. Aspero. Reconstrucción hipotética de Huaca de los Ídolos
(redibujada de Feldman 1980 por Canziani). paramento del muro que daba hacia el acceso a la
cámara presentaba un friso obtenido mediante
tículo, orientado hacia el Este, posiblemente se bandas horizontales en relieve. Este recinto en su
desarrollaba una amplia escalinata que permitía momento también fue rellenado y sellado bajo 5
ascender al nivel superior de la plataforma, donde pisos, aparentemente para construir nuevamente
se encontraba un gran acceso que daba a un gran estructuras algo similares a la anterior (Feldman
recinto rectangular (16 x 11 m.), desde el cual se 1980: figs. 20 y 21). Es de notar que en la capa in-
accedía lateralmente y mediante una serie de pa- ferior de los rellenos se utilizó la modalidad de las
sajes a algunos recintos laterales y a lo que se su- bolsas de junco rellenas con piedras, observándose
pone constituía una cámara principal (5.1 x 4.4 la particularidad de que estas fueron dispuestas en
m.) dispuesta en una posición central. la capa inferior del relleno –lo que denotaría que
Es importante destacar que esta cámara central con este procedimiento se dio inició al relleno del
presentaba un único vano de acceso y que sus pa- recinto- cubriéndolas luego con una capa de ripio
ramentos interiores lucían nichos, lo que unido a y piedras pequeñas, para finalmente definir una
otros rasgos permite suponer ciertas vinculaciones capa de piso.
con la tradición Mito. Adicionalmente la cámara Remarcando la especial importancia ritual de
estaba dividida por un muro bajo y delgado con esta estructura central -que se manifiesta clara-
un angosto vano al centro que presentaba un esca- mente en su ubicación espacial y tratamiento ar-
lonamiento en su parte superior, mientras que el quitectónico- dentro del mismo recinto se ha-

Fig. 41. Aspero. Ofrendas de


figurinas de barro no cocido y
plato tallado de madera (Feld-
man 1980).
60 JOSÉ CANZIANI

llaron más de una docena de figurinas rotas lle medio. Las recientes investigaciones desarrolla-
hechas de barro blanco no cocido. De la misma das en el sitio dan cuenta de la existencia de unos
manera, asociados a rellenos y bajo los pisos se ha- 32 conjuntos arquitectónicos, identificándose 6
llaron, en aparente calidad de ofrendas, conchas edificaciones piramidales de carácter monumen-
de abanico, textiles, ornamentos plumarios, una tal (Shady 1997).
fuente de madera tallada parcialmente quemada y En el sitio sobresalen dos edificaciones monu-
un gran número de palillos tallados, además de mentales con montículos piramidales que inte-
semillas de algodón y hojas de achira. gran grandes patios circulares hundidos; una al
Bajo uno de los pisos de Huaca de Los Sacrifi- norte denominada “Templo Mayor” y otra al sur
cios se hallaron dos enterramientos, el primero co- denominada “Templo del Anfiteatro”. La desta-
rrespondía al de un adulto que no poseía ofrenda cada presencia de estas dos edificaciones en
alguna, mas allá del envoltorio de tejido de algo- ambos extremos del sitio podría responder a una
dón y estera. Mientras que el segundo correspon- organización dual del asentamiento, mas si se
día a un neonato con la cabeza adornada con más considera que comparten explícitamente algunos
de 500 cuentas de concha y envuelto en un fardo atributos formales, cual es el caso de los patios cir-
con dos textiles que presentaban bandas de color, culares que, coincidentemente, se presentan en
finalmente sobre el enterramiento fue depositado posición contrapuesta al igual que la dirección de
un mortero de piedra de cuatro patas colocado sus ejes de orientación.
boca abajo (ibid: 81). Estos hallazgos estarían re- El “Templo del Anfiteatro”, se ubica en el ex-
velando ciertas diferencias de status entre los tremo sur del complejo y presenta un imponente
miembros de la comunidad. De otro lado, la pre- patio circular hundido de 29 m. de diámetro in-
sencia de determinados bienes exóticos, cual es el terior, con escalinatas contrapuestas alineadas
caso de conchas de mullu (Spondylus), plumas de con el eje de la edificación. El patio circular pre-
color y cuentas de piedra, estarían indicando no senta plataformas escalonadas y banquetas con-
solamente el intercambio a distancia, si no tam- céntricas, cuyos muros de piedra muestran evi-
bién la demanda de bienes de carácter suntuario dencias de enlucidos de barro pintados de blanco
destinados a los rituales o que también podrían y amarillo. Esta estructura circular se conecta
haber simbolizado elementos de prestigio entre hacia el noreste con una plataforma alargada, que
los personajes de status más elevado. aparentemente servía de acceso al templo, mien-
Otro importante sitio en el valle de Supe es tras que se integra hacia el suroeste con un mon-
Caral, anteriormente conocido como Chupaciga- tículo piramidal enmarcado dentro de un gran re-
rro (Kosok 1965, Williams 1981, 1985). Este cinto rectangular. La construcción piramidal
complejo se localiza en la margen izquierda del va- presenta un espacio central, a modo de atrio flan-
lle a unos 25 km. del litoral y está emplazado sobre queado por dos recintos laterales, que da acceso a
una terraza desértica desde la que se domina el va- otro recinto en cuyo centro se halló un fogón ce-

Fig. 42. Caral. Foto aérea del sitio (SAN).


3. EL GERMEN DE LO URBANO 61

Fig. 43. Caral. Plano general


del sitio (Shady).

remonial cerca del cual se encontraba una ta y una escalinata conecta los distintos niveles de
huanca.7 Siguiendo el eje del templo se encuen- las plataformas del montículo. Aquí también se
tran dos escalinatas que conducen a las plata- reportó la presencia de una gran huanca de 1.7 m.
formas más elevadas del montículo donde se de alto en el atrio de la edificación, lo que permite
aprecian restos de algunos recintos distribuidos advertir el uso recurrente de estas en cuanto ele-
simétricamente. En diferentes sectores de esta mento central de los recintos más importantes de
edificación se pudieron observar superposiciones estas construcciones ceremoniales (ibid: 54-55).
arquitectónicas, que en algunos casos implicaron Tanto al este como al oeste de extenso espacio
hasta cinco eventos de enterramiento y construc- existente entre los dos montículos con patios cir-
ción (ibid: 27-33). culares hundidos, se observa la presencia de por lo
En la esquina noreste del recinto que enmarca menos 4 montículos de regular tamaño. Estos se
el montículo, se excavó una pequeña estructura diferencian de los anteriores porque asumen una
que presentaba un diseño arquitectónico singular planta cuadrangular y un volumen de forma mar-
(ibid: 33). Se trata de un recinto cuadrangular cadamente piramidal. Dado que no se reportan
que encierra un muro circular al centro del cual se aun excavaciones en estos montículos, no es po-
registró un fogón ceremonial con dos ductos sub- sible conocer si estas diferencias responden a as-
terráneos de ventilación, lo que evidencia rela- pectos de carácter funcional o mas bien de índole
ciones con la arquitectura de la tradición Mito temporal.
que examinaremos más adelante. Si bien se reporta la presencia de diversos sec-
En el sector al norte del complejo se encuentra tores residenciales (ibid: 41) la información pro-
el denominado “Templo Mayor”. Se trata tam- porcionada por la propia investigadora permite
bién aquí de una estructura circular con un patio discutir la atribución de un carácter habitacional
hundido de menor tamaño (19 m. de diámetro del sector “A” excavado. Este es el caso, cuando se
interior) adosado en este caso al sur de un mon- señala que los recintos de este sector no habrían
tículo alargado y de mayor tamaño, que presenta sido ajenos a la tradición de “enterramiento ri-
en la parte superior un atrio con planta en “U”. Al tual”, al apreciarse sucesivos rellenos y remodela-
igual que en el montículo anterior, el patio circu- ciones asociadas a la icineración o disposición de
lar presenta un sistema de escalinatas contrapues- ofrendas, lo cual incluye la presencia dentro de

7. Luego de que el sitio fuera identificado mediante el examen de las aerofotografías de la época, en la que llamaron la
atención las singulares estructuras con pozos circulares, Kosok realizó una breve visita al lugar a fines de los años ’40. Entre
otros detalles observó la existencia de un gran monolito o huanca, pero señala que este elemento estaba ubicado cerca del centro
del patio circular del montículo sur (Templo del Anfiteatro) del complejo (Kosok 1965: 221).
62 JOSÉ CANZIANI

Fig. 44. Caral. Reconstrucción


del “Templo del Anfiteatro” en
base a una foto aérea oblicua
(El Comercio).

los rellenos de las fases tardías de bolsas de relleno curvadas; la aplicación de decoración mural y de
o shicras. Otros datos relevantes serían la pre- pintura en los paramentos y pisos; así como la
sencia en el centro de los recintos de fogones ri- presencia de pequeñas plataformas de aparente
tuales, además de otros rasgos, entre los cuales se carácter ritual cuyos rellenos están constituidos
menciona la presencia de recintos con esquinas por shicras. Evidentemente muchas de las eviden-
cias señaladas estarían apuntando hacia una fun-
ción distinta a la residencial, lo que amerita una
Fig. 45. Caral. Plano del “Templo del Anfiteatro” (Shady). investigación más exhaustiva, ya que la sola di-
mensión reducida de los recintos no es elemento
suficiente para calificar a estas estructuras como

Fig. 46. Caral. Conjunto de flautas hechas con huesos de pelícano


con decoraciones incisas (Shady).
3. EL GERMEN DE LO URBANO 63

mismo señala, no está basada en excavaciones es-


tratigráficas si no en apreciaciones formales. En
cuanto a la forma de construcción, aquí también
se reporta el empleo de las bolsas de relleno o shi-
cras (Feldman 1980: 98-107, fig. 28; 1985: 84).
Mas al sur, ingresando ya a la Costa Central,
existen también aldeas asociadas con arquitectura
pública. Este es el caso de Bandurria en el valle de
Huaura, donde el área habitacional se encuentra a
unos 250 m. del montículo ceremonial que se lo-
caliza en proximidad del litoral. Sobre el mon-
tículo se halló una huanca (Williams 1981:
383-384), así mismo se halló en el sitio una figu-
rina antropomorfa de barro no cocido (Fung
1988: fig. 3.2). Al norte del valle de Chancay se
encuentra el sitio de Río Seco, que presenta cinco
o seis montículos piramidales, dos de los cuales
tienen unos 10 a 15 m. de diámetro y unos 3 m.
de altura. Parece que aquí, al igual que en los si-
tios de Supe, se presentan plataformas con re-
cintos interconectados con una cámara central,
que también estarían sujetos a una secuencia de
Fig. 47. Caral. Bolsas de relleno o Schicras utilizadas en la renova-
ción de la arquitectura (Shady).
eventos de relleno y superposición arquitectó-
nica. En este caso, los montículos estarían inte-
grados a las zonas de ocupación habitacional
“habitaciones”, mas aun cuando se advierte que (Lanning 1967: 70-71, Fung 1988: 77-79).
los eventos de relleno están asociados a la disposi- En la comarca de Lima se encuentra un sitio
ción de alimentos en calidad de ofrendas, por lo que por su importancia y extensión es de obligada
que tampoco se podría interpretar estas eviden- referencia para el período. Se trata de El Paraíso,
cias como “domésticas”. un amplio complejo que se encuentra en la
Las investigaciones preliminares desarrolladas margen izquierda del valle bajo del Chillón, y en
en Caral, al igual que en otros sitios correspon- proximidad de la desembocadura del mismo a 4.5
dientes al Arcaico o Precerámico Tardío, plan- km. del mar, es decir, en una posición estratégica
tean nuevas y extraordinarias evidencias acerca de que habría permitido a su población tanto el de-
la temprana manifestación de un incipiente urba- sarrollo de actividades agrícolas en una amplia
nismo en la Costa de los Andes Centrales, espe- zona humedecida por las crecientes del río, como
cialmente en la región Norte y Nor Central. Sin también la explotación de los recursos asociados
embargo, opinamos que es inapropiado utilizar el con el vecino litoral marítimo.
término “ciudad” para denominar este tipo de si- El complejo presenta una serie de montículos,
tios, ya que los asentamientos urbanos que cali- los mayores de los cuales configuran una disposi-
fican como tales reúnen otro tipo de caracterís- ción de planta en “U”: Esta conformación en “U”
ticas que aquí obviamente aun no están presentes. –de la que El Paraíso sería el antecedente más
Pero sobre esta problemática discutiremos mas temprano en la Costa Central– es aún algo irre-
adelante, al finalizar este capítulo. gular, en parte quizás por el amoldamiento del
Otro importante sitio en el valle de Supe es sitio al relieve de los cerros, a partir de cuyas estri-
Piedra Parada. Williams (1981: 406-407), des- baciones se proyectan hacia el noreste los dos
cribe su arquitectura pública como un complejo grandes brazos laterales. De esta manera, el lado
con recintos rectangulares con subdivisiones, al norte del complejo queda abierto hacia el valle,
cual se adosa la estructura de un pozo circular sin mientras que hacia el sur se encuentran al pie de
mayor integración con la edificación principal. Es los cerros los montículos de los templos que de-
sobre la base de estas características estilísticas, bieron desempeñar un rol central dentro de esta
que el mismo autor propone a Piedra Parada forma de planeamiento.
como uno de los sitios tempranos dentro de una Los dos grandes brazos encierran una enorme
secuencia de evolución hipotética que, como él plaza rectangular que habría alcanzado una ex-
64 JOSÉ CANZIANI

Fig. 48. Paraíso. Foto aérea del


complejo en “U” de El Paraíso
(SAN). El volumen del templo
se aprecia en el borde inferior
de la foto. Se ha destacado el
contorno de los edificios prin-
cipales y las plazas.

tensión de más de 500 m. en su eje noreste – su- puede suponer que la ubicación de este templo,
roeste y unos 170 m. de ancho. Estos montículos algo desplazada con relación a la del conjunto de-
podrían estar entre las edificaciones más extensas finido por los grandes brazos en “U”, podría
del período, en especial el brazo el derecho que haber correspondido a la organización de un con-
mide más de 500 m. de largo por unos 150 m. en junto menor conformado por una plaza, cuyos
su parte más ancha, aunque la altura sea tan sólo trazos todavía se perciben, y cuyo eje en este caso
de unos 3 m. Sobre la superficie de estos se en- si coincidiría con el del templo. Si la organización
cuentran evidencias de una densa trama de es- espacial de este sector fue más temprana o en todo
tructuras que pudieron corresponder a habita- caso contemporánea con la del resto del con-
ciones, pero dado que no han sido excavadas no
sería de descartar que pudieran cubrir otras fun- Fig. 49. Paraíso. Plano del edificio excavado y restaurado por Engel
ciones asociadas con las actividades desarrolladas (Engel)

en los templos (Lanning 1967: 70-71).


En el interior del complejo en “U”, es decir en
el lado cerrado de la plaza, se encuentra un mon-
tículo cuadrangular de unos 60 m. de lado, ligera-
mente desplazado hacia el este con relación al eje
de la plaza. Si bien no ha sido excavada, esta edifi-
cación revela la presencia de recintos definidos
por muros. Rasgos similares se apreciaban super-
ficialmente en el montículo que se emplaza en el
extremo suroeste del complejo y al interior de una
quebrada lateral al valle, antes de que este fuera
objeto de excavaciones y de una restauración por
parte de Engel (1967). Observando con deteni-
miento las antiguas aerofotografías de 1944, se
3. EL GERMEN DE LO URBANO 65

junto, es una cuestión que el desarrollo de excava- Un nuevo sitio que corresponde a estos
ciones en los distintos componentes del sitio de- mismo rasgos, denominado La Esmeralda, ha
bería de responder. sido recientemente identificado en los niveles in-
En cuanto al templo excavado por Engel feriores y por debajo de la ocupación Nasca del
(op.cit.), este presenta plataformas escalonadas sitio de Cahuachi, en el valle de Nazca. En este
con muros construidos con bloques de piedras caso, el área excavada expuso estructuras de vi-
asentadas con barro, disponiendo las caras planas viendas hechas con postes y una suerte de
hacia el paramento, con rastros de haber sido en- quincha, asociadas con restos de calabaza, pa-
lucidos. Aquí también se hallaron evidencias de llares, cuy (Cavia porcellus) y conchas de abanico
recintos rellenados con bolsas de piedra y que sir- (Argopecten purpuratus), así como una notable co-
vieron como plataformas de base para erigir los lección de cuchillos y puntas de obsidiana. Estos
recintos de las fases sucesivas, en una secuencia de hallazgos parecen sugerir un modo de vida en el
5 o 6 superposiciones arquitectónicas que no han que se combinaba la pesca y recolección en el li-
sido bien definidas, ya que la excavación se con- toral, con una horticultura en las zonas inunda-
centró en la última fase. El cuerpo central de la bles de los valles, y con la persistencia de la caza,
edificación, presenta dos gruesos muros que se sugerido por la consistente presencia de las
proyectan hacia el noroeste, encerrando una puntas de proyectil (Isla 1990).
suerte de atrio en forma de “U”, con al centro una Lannig (op.cit.), al observar las claras diferen-
escalinata que permite ascender a un gran vano cias existentes entre estos sitios y los ubicados en
que da acceso a una cámara central de forma cua- la costa Central y Norte, planteó la sugerente hi-
drangular de unos 12 m. de lado. Este recinto pótesis de que en la Costa Sur habría persistido
presenta ciertos rasgos relacionados con la tradi- por mucho mayor tiempo un modo de vida
ción Mito, ya que al centro se halla una depresión propio de cazadores recolectores, lo que no ex-
cuadrangular, pero en este caso con la particula- cluiría el limitado cultivo de algunas plantas. En
ridad de que sobre cada una de sus cuatros es- esta óptica, muchos de los sitios mas que asenta-
quinas presenta lo que parecen ser fogones de sec- mientos permanentes serían campamentos esta-
ción cónica. Esta cámara central se encontraba cionales, de gentes que se estarían movilizando
interconectada por medio de corredores a una desde los pisos altoandinos asociados con la caza y
serie de recintos, a los cuales también se accedía la provisión de la obsidiana, hasta el litoral y los
desde distintos frentes de la edificación por valles de la Costa Sur, donde las lomas también
medio de algunas escalinatas auxiliares, que tam- podrían haber sido frecuentadas y alojado campa-
bién evidencian remodelaciones aparentemente mentos invernales. En todo caso, resulta sintomá-
asociadas con las distintas fases del edificio. tico que en ninguno de los casos documentados
en esta región tengamos noticia de la existencia de
arquitectura pública, por lo menos en cuanto se
Otros sitios de la Costa Sur refiere a aquella de carácter monumental

En la Costa Sur Central, se han reportado algu-


nos sitios correspondientes mayormente a asenta- La Tradición Mito
mientos con estructuras habitacionales y cemen-
terios. Este es el caso del sitio de Asia, una aldea Al igual que los hallazgos de Junius Bird en el sitio
ubicada en el valle bajo de Asia. Mientras que en de Huaca Prieta abrieron un panorama inédito
la Costa Sur, sitios como Otuma, al sur de la pe- acerca de la complejidad que encerraba el período
nínsula de Paracas, Casavilca y San Nicolás pró- Precerámico, a mediados de los años 40, el descu-
ximos a las desembocaduras de los ríos Ica y Naz- brimiento de sitios precerámicos en la vertiente
ca, respectivamente, se caracterizan por presentar oriental de los Andes por parte de la Misión de la
pequeños montículos de conchales, donde ade- Universidad de Tokio, a inicios de los 60, abrió
más de algunos fragmentos de textiles de algodón un nuevo e importante capitulo en el conoci-
y redes, así como del consumo de algunos frutos y miento del período y el temprano surgimiento de
plantas, se encuentra una notoria abundancia de la arquitectura pública en esta región.
puntas de proyectil hechas de obsidiana, que por En efecto, en las excavaciones desarrolladas en
lo que se sabe provienen de canteras ubicadas en los sitios de Kotosh, Wayrajirca y Shillacoto, lo-
la serranía de Huancavelica y Ayacucho (Lanning calizados en el Alto Huallaga, se documentó por
1967: 72-73). primera vez la presencia de edificaciones que pre-
66 JOSÉ CANZIANI

Fig. 51 – Kotosh. Plano general del sitio (Izumi y Terada?).

tios como La Galgada, Huaricoto y Piruru, han


extendido el ámbito regional donde pudo desa-
rrollarse y madurar este particular tipo de arqui-
tectura. De otro lado, las investigaciones desarro-
llados en la Costa Nor Central y Norte permiten,
como hemos ya visto, examinar la difusión de esta
tradición en estas regiones y la incorporación de
algunos de sus rasgos en la arquitectura monu-
mental costeña.
De los sitios excavados en el Alto Huallaga, a
Fig. 50. Principales sitios Precerámicos de la Sierra afiliados a la tra-
dición Mito (Reelaborado de Bonnier por Canziani). unos 2,000 m.s.n.m., destaca la ocupación prece-
rámica de Kotosh y, en particular, las edifica-
ciones correspondientes a las fases tempranas del
sentaban un elaborado diseño arquitectónico y período denominado “Mito”. En el sitio destacan
una serie de rasgos relevantes que se replicaban en dos grandes montículos, localizados uno al norte
los edificios de las distintas fases, formando parte y el otro al sur, planteando una versión temprana
estos de una compleja secuencia de superposi- de la organización del espacio ritual en los com-
ciones. Es sobre la base de las peculiares caracte- plejos ceremoniales. Los montículos están con-
rísticas que presenta esta arquitectura pública de formados por un conjunto de recintos cuadran-
aparente carácter ceremonial, que se definió lo gulares edificados sobre plataformas Las cámaras
que se conoce como “Tradición Mito”. Posterior- ceremoniales de 6 a 7 m. de lado se caracterizan
mente, otras investigaciones desarrolladas en si- por presentar los siguientes rasgos principales: un

Fig. 52 – Kotosh. Reconstruc-


ción hipotética de la superposi-
ción de estructuras: el “Templo
de los Nichitos” y el “Templo
de la Manos Cruzadas” (Onu-
ki?).
3. EL GERMEN DE LO URBANO 67

único acceso; un piso a dos niveles conformado Este es precisamente el caso de dos de las prin-
por una banqueta perimetral que se interrumpe cipales edificaciones expuestas por las excava-
frente al acceso y enmarca el espacio cuadrangular ciones en Kotosh, denominadas el “Templo de
con el piso más bajo; al centro de este espacio de Los Nichitos” y el “Templo de las Manos Cru-
menor nivel, se presenta un fogón ventilado por zadas”. La más tardía de estas edificaciones es el
uno o más ductos subterráneos conectados con el “Templo de Los Nichitos” (ER-11), que mide in-
exterior; los paramentos interiores e inclusive el teriormente unos 7.5 m. de lado, y presentaba en
frente de las banquetas presentan nichos de dife- la grada del desnivel entre los dos pisos una serie
rente forma y tamaño; los paramentos pueden ser de pequeños nichos, que debieron sumar 23 en
decorados con cenefas horizontales e inclusive total. En el paramento interior del muro parcial-
elementos escultóricos de barro, como las céle- mente conservado, se pudo reconstruir la pre-
bres “manos cruzadas”; finalmente, un rebajo del sencia de grandes nichos que se desarrollaban
lado interior de la cabecera de los muros, revela desde la base del muro, mientras que otros nichos
que estos recintos estuvieron techados con una más pequeños se ubicaban sobre una cenefa hori-
cobertura soportada por vigas. zontal a 1 m. de altura del piso. El fogón central
Otro de los aspectos relevantes de esta tradi- tenía un diámetro de 40 cm. y una profundidad
ción arquitectónica, es que luego de un determi- de 60 cm. con la particularidad, en este caso, de
nado período de funcionamiento, estas edifica- contar con dos ductos de ventilación subterrá-
ciones fueron rellenadas y selladas, generando así neos, uno en el eje de la puerta –como es más fre-
nuevas y más elevadas plataformas, sobre las que cuente- y el otro en diagonal, pasando por debajo
se levantaron nuevas edificaciones, muchas veces de la esquina noreste del recinto.
directamente sobre el emplazamiento de las ante- El “Templo de Los Nichitos” fue construido
riores. De esta manera, se generó una secuencia luego de ser rellenada y sellada la estructura de un
de superposiciones arquitectónicas en la que los recinto más temprano denominado “Templo de
edificios más antiguos, que se encuentran en los Las Manos Cruzadas” (UR-22). Este recinto cua-
niveles inferiores, fueron en su momento ente- drangular de unos 6.5 m. de lado en el interior,
rrados por las edificaciones que se construían pos- presenta también un único acceso orientado
teriormente sobre estas. Este proceso de enterra- hacia el sur y los rasgos típicos de la arquitectura
miento, que fue denominado “enterramiento del del período Mito. En este caso, el enterramiento
templo”, se realizó cubriendo con arena los para- total de la estructura permitió su mejor conserva-
mentos de los recintos y sus elementos decora- ción, encontrándose los muros completos hasta
tivos, para luego rellenarlos con piedras y sellar fi- su cabecera a más de 2 m. de altura sobre el piso,
nalmente este relleno con un piso de nivelación lo que permitió reconstruir el sistema de cober-
de arcilla roja, sobre el que se edificaba el nuevo tura y conocer la extraordinaria decoración que
recinto, a partir de la construcción inicial del presentaban sus paramentos. En el interior del re-
fogón y de sus ductos de ventilación. (Matsuzawa cinto se presentan grandes nichos que llegan
1972: 176, Izumi y Terada 1972: 5). hasta el nivel del piso, mientras que otros más pe-

Fig. 53 – Kotosh. Reconstruc-


ción isométrica del templo de
las Manos Cruzadas, al que se
le superpone el de Los Nichitos
(derecha) (¿?).
68 JOSÉ CANZIANI

Fig. 54 – Kotosh. Foto de la cá-


mara con las manos cruzadas,
cenefas y nichos (¿?).

queños se disponen sobre una cenefa horizontal una serie de corredores y escalinatas. Cuando se
que sobresalía de 15 a 20 cm. Por debajo de dos procedía a la remodelación de los recintos, se ge-
de estos nichos pequeños, dispuestos simétrica- neraba un nuevo nivel en la correspondiente pla-
mente en el muro opuesto a la portada de acceso, taforma, lo que estaba acompañado de la cons-
se realizó el extraordinario hallazgo de dos pares trucción o adosamiento de nuevos muros de
de brazos entrecruzados en alto relieve que fueron contención y de remodelaciones en los pasajes y
modelados en barro. Los muros del recinto, he- escalinatas, por lo que las superposiciones arqui-
chos de piedra asentada con barro, tenían de 80 a tectónicas no se reducían a los recintos si no que
100 cm. de espesor, con la particularidad de en- comprometieron también a estos componentes.
grosarse hacia la cabecera de los muros, donde se Cuando el templo de “Los Nichitos” estuvo
generaba la grada interior para apoyo de la estruc- en actividad, se encontraba asociado a un recinto
tura de la cobertura. Los muros, tanto al interior complementario localizado al norte (ER-23), al
como al exterior, presentaban vestigios de haber cual se le superpuso en la misma ubicación una
sido enlucidos finamente con arcilla de color ma- remodelación (ER-19), que amplió las dimen-
rrón amarillento. siones del recinto anterior. Mientras tanto, du-
Es de destacar que tanto el Templo de Las rante la época de actividad del templo de “Las
Manos Cruzadas como el de Los Nichitos, em- Manos Cruzadas”, este estuvo asociado con dos
plazados sobre una plataforma de nivel medio, es- recintos (ER-27 o “Templo Blanco” y 28),
tuvieron asociados durante sus respectivas fases siempre localizados al norte y con los accesos
de actividad con otros recintos similares, que orientados en la misma dirección, y los que tam-
fueron construidos sobre una plataforma de nivel bién fueron objeto de remodelaciones con la su-
inferior con relación a aquella donde se erigieron perposición de nuevos recintos (ER-20 y 26 /
los recintos principales. Estos recintos, que po- 24). A este propósito, se ha observado que las re-
dría suponerse desempeñaron un papel comple- modelaciones y superposiciones que afectaron a
mentario, tuvieron la orientación de sus portadas los recintos principales ubicados en la plataforma
hacia el norte, es decir contrapuesta a las de los de nivel medio, no fueron necesariamente simul-
templos de mayor importancia, como fueron en táneas a las intervenciones que tenían lugar en los
su momento “Los Nichitos” y “Las Manos Cru- recintos de la plataforma inferior, por lo que
zadas”. En las distintas fases, la conexión entre pudo darse el caso de que algunos de estos pu-
estos recintos y sus respectivas plataformas en los dieron estar asociados durante un cierto período
niveles medio e inferior, se realizaba mediante de tiempo, primero al templo de “Las Manos
3. EL GERMEN DE LO URBANO 69

Cruzadas” y luego al de “Los Nichitos” (Bonnier de huesos de cuy y camélidos quemados, que
1997). fueron depositados en los nichos y pisos de los re-
Es importante señalar que bajo el templo de cintos, al igual que figurinas de barro represen-
“Las Manos Cruzadas” se identificó también la tando seres humanos, frutos o tubérculos y pe-
existencia de un recinto enterrado aun más an- queñas vasijas, asociados a los mismos contextos
tiguo que no fue excavado (Izumi y Terada 1972: arquitectónicos.
304). Por otra parte, en algunos niveles inferiores, La secuencia de remodelaciones, con sus co-
se identificaron estructuras más pequeñas, consis- rrespondientes superposiciones arquitectónicas,
tentes en pisos que presentaban el típico desnivel condujeron así a la conformación de dos mon-
cuadrangular con fogón central, pero en este caso tículos prominentes con plataformas escalonadas,
no estaban presentes muros que definieran el re- de modo que sus volúmenes debieron de consti-
cinto. Se supone que estas estructuras, por su ela- tuirse en importantes hitos visuales en el paisaje
boración más rudimentaria y ciertas analogías circundante y, en cuanto tales, en referentes de
con las evidencias tempranas de otros sitios que identificación y veneración para las comunidades
comparten la tradición Mito, pudieran repre- que participaban del culto.
sentar evidencias de las fases iniciales del período La evidente complejidad de la organización
Mito en el sitio de Kotosh (Fung 1988: 74, Bon- social y los niveles de inversión destinados a estas
nier 1997: 140-3). construcciones -que presuponen la necesaria dis-
Las periódicas remodelaciones y el conse- ponibilidad de excedentes- sugerirían una base
cuente enterramiento de las estructuras de ca- económica con cierto nivel de desarrollo de las ac-
rácter público, así como las propias características tividades agrícolas y ganaderas (Izumi y Terada
arquitectónicas de las edificaciones Mito de Ko- 1972: 306). Sin embargo, no se han hallado vesti-
tosh, la reiteración y persistencia a lo largo del gios de plantas, lo que puede ser explicado por la
tiempo de los cánones arquitectónicos estable- antigüedad del sitio y la relativa humedad que ca-
cidos; sugerirían la presencia de una sociedad con racteriza a la zona. De otro lado, el análisis de los
un nivel de organización relativamente complejo, restos faunísticos señalaría que además de cuy
donde debieron definirse determinados niveles (Cavia porcellus) posiblemente doméstico, el
de especialización. En este sentido, la configura- mayor porcentaje de estos corresponde a cérvidos
ción espacial de los recintos, la presencia central y, en menor grado, a camélidos no necesaria-
de los fogones con sus elaborados sistemas de ven- mente domésticos (posiblemente guanaco y vi-
tilación, así como el despliegue de nichos y de cuña), lo que en conjunto permite suponer que la
otros elementos decorativos al interior de estos, caza aun desempeñaba un rol importante (Wing
estarían expresando una función ceremonial res- 1972).
tringida a un reducido número de miembros de la La aparente ausencia de estructuras habitacio-
comunidad, para el aparente desarrollo de nales asociadas al período Mito en el sitio de Ko-
ofrendas y actividades rituales relacionadas con el tosh, no permite plantear claras inferencias en
fuego. Refuerzan esta interpretación los hallazgos cuanto al régimen de subsistencias de la pobla-

Fig. 55 – Kotosh. Corte estra-


tigráfico, en el que se aprecia
la superposición de estructu-
ras de las distintas fases (¿?).
70 JOSÉ CANZIANI

ción. En todo caso, debe de advertirse que los gones enmarcados por pisos a desnivel de forma
contextos de los hallazgos corresponden a plata- rectangular. Los pisos fueron hechos con arcilla
formas y recintos asociados con funciones de apa- roja y posteriormente enlucidos con una de color
rente carácter ceremonial, por lo que la evidencia amarillento. Fragmentos de arcilla con improntas
podría estar fuertemente condicionada por el tipo de cañas hallados sobre el piso sugieren que al-
de ofrendas y actividades rituales desarrolladas y gunos fogones pudieron haber estado enmar-
no necesariamente corresponder con el consumo cados por un cerco hecho de quincha. Asociados a
alimenticio habitual de estos recursos. De otro los pisos y fogones se hallaron huesos calcinados
lado, no se puede dejar de considerar la localiza- que pudieron ser de venado o camélido, lascas de
ción geográfica del sitio y el rol especial que pudo cuarzo y conchas de moluscos de la costa, los que
tener en cuanto punto intermedio de un corredor aparentemente fueron parte de ofrendas rituales
natural que conecta los territorios de las punas “sacrificadas” al fuego de los fogones. Existen
alto andinas con aquellos de los bosques húmedos también aquí evidencias de superposiciones, ge-
propios de la vertiente oriental de los Andes o neradas por el sello de los fogones con capas de ar-
“ceja de selva”. cilla, para luego proceder a la construcción de una
Piruru, ubicado en el Alto Marañon y en la nueva estructura con fogón (Burger y Salazar
margen derecha del río Tantamayo (3,800 1980).
m.s.n.m), representa en sus niveles precerámicos Si bien en Huaricoto se encontraron eviden-
un importante sitio para la comprensión de la po- cias de una plataforma asociada a la ocupación
sible evolución y surgimiento de la tradición ar- precerámica del sitio, es claro que en este caso, y
quitectónica Mito. En las excavaciones desarro- aparentemente también en Piruru, no se encuen-
lladas en la década de los ’80, se definieron cinco tran los rasgos complejos y las características mo-
fases de ocupación precerámica, donde en la úl- numentales que presentan sitios como Kotosh y
tima se identificó una estructura asimilable a la La Galgada, que habrían requerido del manejo de
tradición Mito de unos 9 m. de lado con fogón especialistas y formas de trabajo corporativo para
central y con los característicos pisos a desnivel la organización de los eventos constructivos. Mas
presentes en Kotosh. Lo interesante del caso es bien, las características bastante más modestas y
que las cuatro primeras fases corresponderían a algo rústicas de las estructuras halladas en Huari-
estructuras de un período anterior, Pre-Mito, coto, así como en Piruru, sugerirían la presencia
donde la mayoría presenta un piso a un solo nivel de pequeñas comunidades rurales, e inclusive
y el fogón central, en algunos casos bien cons- grupos familiares, realizando estas estructuras
truido y con ductos de ventilación, en otros para llevar a cabo los rituales afiliados a la tradi-
apenas delineado y sin ductos. Además en estas ción Mito (Burger y Salazar 1985, 1986).
estructuras se observa una notable variedad de El complejo de La Galgada se localiza a unos
formas y rasgos, con recintos tanto circulares 1,100 m.s.n.m. en la margen izquierda de un es-
como rectangulares, limitados por muros de trecho valle formado por el río Tablachaca, un
piedra; mientras que en otros casos estos están au- afluente del rió Santa a unos 80 km. de su desem-
sentes y los espacios alrededor de los fogones pa- bocadura en el mar. Dado que el río Tablachaca
recen haber sido a cielo abierto (Bonnier 1997). forma un corredor natural en dirección noreste,
La estructura de época Mito tiene la particula- esta ubicación es ciertamente especial, tanto por
ridad no solamente de introducir en el sitio los su equidistancia y relativa accesibilidad hacia el li-
rasgos característicos de esta tradición, si no tam- toral del Pacífico, como hacia las serranías de la
bién nuevas técnicas constructivas. Tal parece ser provincia de Pallasca y la propia cuenca del Alto
el caso de la construcción del recinto, que presen- Marañón. La posición del sitio es en este sentido
taba un grueso muro de piedra de unos 50 cm. de central con relación a una posible red de cone-
altura, que sirvió de sobrecimiento a una estruc- xiones que debió de articular tempranamente
tura de quincha realizada con un armazón de estas regiones. El sitio presenta un configuración
postes de aliso, reforzada con barro y enlucida claramente monumental y, al igual que en Ko-
(Bonnier 1988: 44-46). tosh, con un ordenamiento dual con dos mon-
Otro sitio relacionado con la tradición Mito tículos de gran tamaño, el mayor al Norte de unos
es Huaricoto, ubicado en la parte central del Ca- 40 a 45 m. de lado, mientras que el menor de
llejón de Huaylas y en la margen derecha del río unos 20 a 25 m. de lado se encuentra unos 10 m.
Santa, a unos 2,750 m.s.n.m. En los niveles pre- al Sur del primero. Esta disposición de los mon-
cerámicos del sitio se hallaron evidencias de fo- tículos genera un eje de ordenamiento Norte -
3. EL GERMEN DE LO URBANO 71

Fig. 56 – Plano general de


La Galgada (Grieder et al.).

Sur, sin bien ambos montículos están organi- lizado, donde no solamente la vigencia de los
zados en un eje Este–Oeste, con sus respectivas edificios estaba sometida a un aparente ciclo ca-
escalinatas y frentes principales orientados hacia lendárico –cuya finalización implicaba el enterra-
el Oeste. miento, y el inicio de uno nuevo la regeneración
En ambos montículos las excavaciones regis- de la arquitectura- si no que también el espacio ri-
traron una compleja secuencia de superposi- tual de los seres vivos, asociado a las recintos en
ciones arquitectónicas (Grieder et al. 1988). De funcionamiento, estaba conectado con el de la
manera similar a lo expuesto para Kotosh, en este muerte y el culto a los ancestros, alojados dentro
caso los recintos con los rasgos típicos de la tradi- de las cámaras ahora sepultas (Grieder 1997).
ción Mito, también fueron construidos sobre pla- El montículo Norte, habría estado asociado
taformas y después de un cierto período de fun- en su frente Oeste con una plaza circular de unos
cionamiento, sometidos al desmontaje de sus 18 m. de diámetro, encerrada por un muro cir-
techos y rellenados, para volver a construir nuevas cular de unos 2.5 m. de ancho. Este muro estaba
cámaras sobre las anteriores, elevando así sucesi- hecho con cantos rodados y mortero de barro,
vamente el nivel de las plataformas. Sin embargo, por lo que se presume que corresponde a las fases
en el caso de La Galgada, se da la particularidad tempranas del sitio, al igual que restos de pe-
de que muchos de los recintos enterrados fueron queñas cámaras construidas con este mismo ma-
reutilizados como cámaras sepulcrales, para lo terial. Las cámaras rituales de este período no ten-
cual se construyeron pilares y rústicos muros de drían desniveles en el piso y si lo presentaban,
piedra que soportaron techos con vigas de piedra, enmarcando con una grada el fogón, esta era de
disponiéndose estrechas galerías de acceso desde escasa altura, como se observa en el caso de la cá-
el nivel de las plataformas y recintos que estaban mara F-12:B-2, que medía 2.30 por 2.85 m. y es-
en ese momento en actividad. Esto revelaría una taba provista de un ducto de ventilación subte-
compleja concepción simbólica del espacio sacra- rráneo que pasaba bajo la puerta, así como de
72 JOSÉ CANZIANI

Fig. 57 – La Galgada: Corte es-


tratigráfico del Montículo
Norte (Grieder et al.).

nichos sobre paramentos llanos sobre los que se de cámaras construidas con piedras canteadas.
aplicó enlucido y pintura blanca. Otra cámara de Estas, además del clásico fogón central, presentan
esta misma época (I-11:B-8), medía unos 3.80 m. una banqueta perimetral que se interrumpe
de lado y presentaba nichos ligeramente trapezoi- frente al umbral de la puerta, que también pre-
dales. Todos estos recintos, al igual que la ma- senta una grada para descender al nivel del piso
yoría de los que se les superpondrán posterior- donde se ubica el fogón. Los nichos se disponen
mente, presentan una planta subrectangular, con con sus bases alineadas sobre una suerte de zó-
los muros ligeramente curvados hacia el exterior y calo, generado por el adelgazamiento de la parte
las esquinas redondeadas, mientras que las superior del paramento interior de las cámaras, o
puertas y los ductos de ventilación que pasan bajo enmarcadas en una franja horizontal recesada que
ellas se orientan tanto al Oeste como al Norte da forma a una cenefa horizontal. Para esta época
(Grieder et al. 1988: 24-32). se aprecia una organización espacial de los re-
Las fases posteriores al 2200 a.C. en el mon- cintos, a partir de la disposición de una gran cá-
tículo Norte, están representadas por la presencia mara central (9 x 12 m.) orientada al Oeste y con
el piso ligeramente más bajo que un atrio a cielo
Fig. 58 – La Galgada: Reconstrucción del desmontaje de una cáma-
abierto que se ubica frente a esta. Las cámaras la-
ra para su enterramiento y conversión en una cripta funeraria (Grie- terales, de menor tamaño, se disponen sobre pla-
der et al.). taformas más elevadas en la parte posterior de la
cámara central y en los lados al Norte y Sur de
esta, perfilándose así una configuración que se
aproxima a la forma en “U”. Finalmente, durante
los inicios del Período Formativo, está conforma-
ción con planta en “U” será cada vez más evi-
dente, cuando en la parte superior del montículo

Fig. 59 – La Galgada: Superposición de arquitectura de distintas fa-


ses en el plano del Montículo Norte (Grieder et al.).
3. EL GERMEN DE LO URBANO 73

Fig. 60 – La Galgada: Reconstrucción isométrica de las estructuras Fig. 61 – La Galgada. Detalle de Frontis con esquina redondeada y
sobre el Montículo Norte (Grieder et al.). cenefa nichada (Grieder et al.).

la cámara central será sustituida por un atrio a doméstico en la proximidad de los montículos.
cielo abierto, rodeado por una banqueta y plata- Estas estructuras tienen planta oval y muros bajos
formas más elevadas en tres de sus lados. En el de piedra, con pisos que presentan acumula-
centro de este atrio se ubicará un gran fogón ven- ciones de basura y algunos posibles fogones, tanto
tilado siempre por ductos subterráneos, como úl- al interior como al exterior de las viviendas. Apa-
timo vestigio de la vigencia de una larga tradición rentemente no se detectó evidencias de alguna
frente a las innovaciones formales que se afirman otra actividad que no fuera la estrictamente do-
con fuerza, quizás por el creciente prestigio de las méstica y no se dispone de información acerca del
emergentes tradiciones arquitectónicas costeñas. tipo de consumo de subsistencias que se asociaba
Las plataformas de los montículos fueron a estas (ibid: 19-22).
construidas con gruesos muros de contención Sin embargo, de la excavación desarrollada en
que, al igual que las cámaras, tuvieron la particu- las estructuras de los montículos y de los hallazgos
laridad de presentar las esquinas redondeadas. asociados con las tumbas, se reunió una conside-
Estos muros de contención de las plataformas y rable información que da cuenta de un amplio y
las grandes escalinatas de acceso, muestran tam- variado manejo de recursos vegetales y de plantas
bién una secuencia de remodelaciones y superpo- cultivadas. Entre estos, el de fibras de especies sil-
siciones que se correlacionan con los eventos
constructivos que tienen lugar sobre la plata- Fig. 62 – La Galgada. Detalle de Frontis con cornisa con ménsulas
forma superior (op.cit. 44-50). El volumen mo- (Grieder et al.).
numental de estas edificaciones con sus plata-
formas escalonadas, posiblemente pintadas y
decoradas con cornisas y frisos, al igual que el des-
pliegue de las grandes escalinatas en el eje de los
montículos, debieron de proyectar una impresio-
nante visión del conjunto.
Dado que las excavaciones arqueológicas se
centraron en las estructuras monumentales, no se
tiene una idea general sobre que otro tipo de es-
tructuras se encontraban en sus alrededores. Sin
embargo, algunas excavaciones puntuales expu-
sieron la presencia de algunos recintos de carácter
74 JOSÉ CANZIANI

vestres, algunas posiblemente recolectadas en la


misma zona como Puya, Tillandsia o el carrizo?
(Typha sp.), empleados para elaborar cuerdas,
hilos o cintas y utilizarlas en el tejido de bolsas,
cestos y canastos que revelan una excelente ma-
nufactura; otras como la totora (¿?), que fueron
ampliamente empleadas para tejer petates, po-
drían haber sido traídas desde pisos ecológicos
más bajos o desde la propia costa. En cuanto a las
especies cultivadas, existe un amplio registro de la
presencia de algodón, tanto de semillas como de
fibras en crudo, al igual que cuerdas, hilos y ela-
borados textiles confeccionados con su fibra, lo
que hace presumir su cultivo y procesamiento en
la zona. De otro lado, además de los mates am-
pliamente empleados en múltiples formas de
contenedores, la abundante presencia de pallar,
Fig. 63 – La Galgada. Isometría reconstructiva de la fase final del
canavalia, frijol, ají, zapallo, y frutos como la ci- montículo norte a inicios del Formativo (Grieder et al.).
ruela del fraile, lúcuma, guayaba y palta, entre
otros, nos proporcionan una idea general de la
composición de la dieta alimentaria de la pobla- Llama la atención el escaso reporte de restos
ción (ibid: 125-151). de fauna en el sitio. Aparentemente la mayoría de
En un medio ecológico árido, como es el que estas evidencias se vincula con las actividades ce-
caracteriza a la zona, se ha señalado que todas remoniales que tenían lugar en los montículos y
estas plantas requieren necesariamente de irriga- con las ofrendas funerarias de las tumbas. En este
ción para su cultivo. Si bien se puede presumir sentido, sólo se registraron algunos cuernos de ve-
que algunos de estos recursos hallan sido trans- nado, mientras que es notoria la total ausencia de
portados al sitio desde otros lugares, tampoco se restos de camélidos. Sin embargo, existen revela-
puede descartar la factibilidad del desarrollo de doras evidencias de algunos elementos exóticos
tempranos sistemas de irrigación artificial en una como conchas de moluscos provenientes del li-
zona que presenta condiciones relativamente fa- toral del Pacífico, incluyendo algunos fragmentos
vorables, mas aún si se considera el bagaje tecno- de los ecuatoriales Strombus y Spondylus, así como
lógico del que dan prueba los experimentados de plumas de color que presumiblemente proven-
constructores que realizaron la notable arquitec- drían de la vertiente oriental de los Andes. De
tura monumental de La Galgada. otro lado, como parte del ajuar funerario de los

Fig. 64 – La Galgada: Tumba


de personajes de alto status
(Grieder et al.).
3. EL GERMEN DE LO URBANO 75

esta importante problemática, se han planteado


una serie de hipótesis interpretativas y se mantie-
ne abierto un amplio debate sobre las mismas,
dado que el tema es relevante para la compren-
sión del inicio del fenómeno urbano y del proceso
civilizatorio en los Andes Centrales. Sería difícil
aquí entrar en mérito a todas estas propuestas y
discutirlas, sin embargo, en la medida que expon-
gamos nuestra propia interpretación, haremos
obligada referencia a algunas de las más impor-
tantes de estas.
Lo que nos interesa, en primer lugar, es abor-
dar desde sus fases iniciales lo que Lumbreras
(1981: 173) define como “sintomatología del fe-
Fig. 65 – La Galgada. Diseño proveniente de un textil correspon-
diente a una bolsa (Grieder et al.). nómeno urbano” y su estrecha relación con el pro-
ceso de intensos y profundos cambios sociales aso-
entierros hallados en las cámaras, se registraron ciados a lo que se conoce como revolución neolíti-
objetos de piedra trabajados como adornos o ca (Childe 1982, Choy 1979). En este sentido, es
cuentas de collares y pendientes, algunos de los preciso examinar los acelerados cambios que se
cuales incorporaban piedras semipreciosas como manifiestan en la forma de asentamiento, a partir
la turquesa (ibid: 200). del proceso de sedentarización y especialmente en
Finalmente, las características de los entierros lo que se refiere al surgimiento de la arquitectura
precerámicos de La Galgada y su especial disposi- pública y sus implicancias. Estableciendo, parale-
ción dentro de las cámaras funerarias de la arqui- lamente, las interrelaciones existentes entre los
tectura monumental; la profusión y elaborada ca- cambios en la forma de asentamiento y las trans-
lidad de las ofrendas –algunas de las cuales formaciones que se verifican en el seno de las for-
manifiestan claramente su condición de bienes de maciones sociales durante este período.
prestigio, al emplearse en ellas recursos exóticos El sedentarismo, asumido muchas veces como
provenientes de tierras lejanas– nos permiten in- indicador clave de la neolitización, ha demostrado
ferir la presencia de determinados personajes o li- ser un fenómeno no necesariamente exclusivo de
najes familiares que gozaban de cierto status, en el poblaciones agrícolas. Existe una gran cantidad de
marco de un proceso de diferenciación social que casos que muestran como comunidades de caza-
ya prelude el surgimiento de las sociedades com- dores recolectores –bajo determinadas condicio-
plejas. Por otra parte, el enterramiento de estos nes favorables o por la aplicación de exitosas estra-
personajes dentro de las edificaciones más repre- tegias de explotación de los recursos naturales–
sentativas, debió tener una profunda connota- desarrollan asentamientos sedentarios de tipo al-
ción social y simbólica, ya que los ancestros de deano, con una notable inversión en sus instala-
quienes tenían en la comunidad estas especiales ciones y donde, inclusive, no es ajena la presencia
condiciones de privilegio, se verían de cierta de arquitectura pública (Childe 1982: 92, Forde
forma sacralizados al ser incorporados al aura de 1966, Redman 1990). Por lo tanto, podemos es-
sus monumentos más emblemáticos. tablecer que no es el mero sedentarismo, por sí
sólo, el indicador que nos señale la existencia de
un proceso de neolitización; de la misma manera
El proceso de neolitización y las que la arquitectura pública no es por sí sola expre-
transformaciones en la forma de sión de la presencia de especialistas, o exclusiva del
asentamiento fenómeno urbano (Lumbreras 1981: 169-173).
En el caso de los sitios de la Costa Central y Nor
Los casos más representativos de los asentamien- Central, es evidente que el fenómeno de sedenta-
tos precerámicos que hemos examinado, en los rización se procesa con un fuerte componente ba-
que destaca el surgimiento de una extraordinaria sado en la explotación de los variados y abundan-
arquitectura pública, ofrecen un abundante ma- tes recursos marinos. Sin embargo, este no es un
terial documental para discutir la problemática componente exclusivo y menos aún constituiría
del proceso de neolitización en los Andes y sus re- por sí solo la base económica principal sobre la
percusiones en la forma de asentamiento. Sobre cual se desarrollaría el proceso civilizatorio, tal
76 JOSÉ CANZIANI

como ha sido sostenido por Moseley y otros inves- mentación referida al manejo de estos recursos y
tigadores (Moseley 1975, Feldman 1980, 1985), su cultivo; el desarrollo inicial de técnicas de riego
a partir de la más equilibrada tesis de Lanning y manejo de los suelos, debieron también estar
(1967: 78-79, 94-95). A este propósito, hemos asociados al desarrollo de nuevos conocimientos e
constatado como en estos asentamientos iniciales instrumentos de producción. A este propósito,
se establece una integración entre la explotación los tempranos sistemas de depósito de productos
de los recursos marítimos y una agricultura inci- agrícolas, como los documentados en Los Gavi-
piente, la que asume un esencial rol complemen- lanes (Bonavia 1982), o las aparentes funciones
tario, tanto en el abastecimiento de insumos nece- de registro astronómico de las plazas circulares
sarios para el desarrollo de los procesos hundidas (Lumbreras 1987), nos proporcionan
productivos relacionados con la pesca, como en la no solamente algunos importantes elementos
composición de la dieta alimentaria de la pobla- para inferir el desarrollo de estos instrumentos, si
ción, para posteriormente asumir el rol principal no también evidencias de que, en algunos casos,
en el desarrollo económico (Canziani 1989). la propia arquitectura pública asume la condición
Este proceso, en términos generales, presenta de instrumento de producción.
diferencias con el que se da en las regiones altoan- Del examen de los procesos productivos desa-
dinas, donde la base productiva de la neolitización rrollados para la explotación de los recursos ma-
está asociada al desarrollo de la ganadería y el pas- rinos y la agricultura incipiente, así como de la ge-
toreo, a los que se integra una incipiente agricul- neración de la base técnica que las haga viables, se
tura, que no excluye por esto la caza ni la recolec- infiere un proceso de creciente especialización en
ción. Proceso que en este caso aparentemente no el ámbito de la organización social. Esta especiali-
habría implicado en un primer momento el se- zación es evidente también en el desarrollo de las
dentarismo, sino mas bien la continuidad del régi- manufacturas y en especial en el destacado arte
men de trashumancia. Sobre la base de este modo textil que exhiben vestigios como los recuperados
de vida, se han presentado sugerentes hipótesis en Huaca Prieta y La Galgada. A su vez, el propio
acerca del surgimiento previo de la arquitectura arte textil nos revela complejos cánones estéticos,
pública, que habría operado luego como cataliza- en los que se plasma el desarrollo de iconos co-
dor de un paulatino proceso de sedentarización, rrespondientes a seres míticos supranaturales con
dando paso a la aparición de las formaciones al- atributos de aves, serpientes y seres marinos. Por
deanas (Bonnier y Rozemberg 1988). lo tanto, también en este aspecto, podemos su-
En el caso costeño, en el manejo de los recursos poner que el manejo técnico y la elaborada con-
marinos como en el de las plantas cultivadas, se cepción artística debieron estar limitados a un
constata la creciente incorporación y desarrollo de número reducido de personas, y mas aún si pen-
nuevos conocimientos e instrumentos de produc- samos que estas manifestaciones artísticas tem-
ción. Por lo tanto, en este aspecto debe aplicarse la pranas constituyen la expresión de la construc-
vieja proposición que sugiere examinar no tanto ción de complejas tradiciones religiosas, a cuya
que se hace, si no mas bien el cómo se hace. En conducción y oficio debieron acceder solamente
este sentido, no basta argumentar sobre la innega- los iniciados en el culto.
ble importancia de los recursos marinos (Moseley A este creciente proceso de especialización no
1975), cuando existe por ejemplo una radical di- fue ajena la propia arquitectura pública. Esto se
ferencia entre arponear peces o pescarlos con rudi- infiere tanto de su especial concepción arquitec-
mentarios anzuelos, y capturarlos con redes como tónica y de su complejo planeamiento, así como
las halladas en Huaca Prieta, ya que del manejo de de las particulares características técnicas de su
estos nuevos instrumentos se desprenden inferen- producción, que la diferencian claramente de la
cias acerca de las formas de trabajo comprometi- arquitectura doméstica, además de requerir de la
das en estos procesos productivos, la creciente dis- organización de formas especiales de trabajo para
ponibilidad de excedentes, el desarrollo de su construcción. De otro lado, si la arquitectura
técnicas de conservación y almacenamiento, al pública se caracteriza por servir de soporte al de-
igual que la solución de los requerimientos socia- sarrollo de diversas actividades de carácter espe-
les para la organización de la producción y la ad- cializado y entre estas las de carácter ceremonial,
ministración de los bienes generados. la notable importancia que esta adquiere durante
La domesticación y la creciente incorporación el Precerámico Tardío, nos proporciona uno de
de plantas cultivadas al desarrollo de una inci- los mejores indicadores para leer el emergente
piente agricultura, así como la necesaria experi- proceso de especialización social.
3. EL GERMEN DE LO URBANO 77

Es mas, si consideramos que las tradiciones re- en el aprovisionamiento de subsistencias; sus re-
ligiosas se manifiestan a traves de los rasgos y es- percusiones en el consecuente crecimiento
tilos de las tradiciones arquitectónicas que se per- poblacional y, por último, en el surgimiento y
filan en esta época (Fung 1988, 1999; Williams afirmación de nuevas formas de trabajo y de orga-
1981, 1985), y que estas tradiciones arquitectó- nización social. A este propósito, se le plantea a las
nicas no se limitan al ámbito local, sino que inte- comunidades resolver la administración de los ex-
resan amplias regiones, también esta esfera de la cedentes, cuando se requiere establecer el diferir y
actividad social apunta hacia la presencia de regular su consumo. Esto está referido tanto a las
gentes con ciertos niveles de especialización. La comunidades que combinan una economía de ex-
notoria relación de las comunidades con un “es- tracción de recursos marítimos con una incipiente
pacio exterior” se ve corroborada también por las agricultura, como también especialmente a las co-
evidencias de un creciente nivel de intercambios y munidades en las que la producción agrícola co-
de interrelaciones, manifiesto tanto en el flujo de mienza a adquirir un peso creciente.
ciertos recursos, como de otros aspectos cultu- Es conocido que el manejo de los recursos agrí-
rales, no necesariamente tangibles, que se movi- colas por parte de una comunidad, requiere de
lizan con ellos. medidas que permitan regular el consumo de los
La creciente especialización, derivada del ma- excedentes entre una cosecha y otra, además de re-
nejo de los nuevos instrumentos de producción y servar una parte de estos para asegurar la simiente
las exigencias de los procesos productivos, habría para un nuevo ciclo de cultivo. Esto implica esta-
significado un acelerado proceso de división so- blecer normas socialmente aceptadas y sanciona-
cial del trabajo en el seno de estas comunidades. das, mediante la generación de mecanismos ideo-
La participación diferenciada de determinados lógicos e institucionales que remueven los viejos
miembros de esta en la producción, habría gene- cimientos en los cuales se fundaban las relaciones
rado una incipiente diferenciación social dentro sociales preexistentes. Este es el caso de las formas
de las comunidades, y que pudo expresarse en de- de propiedad, especialmente cuando las comuni-
terminadas diferencias de status y de acceso o po- dades agrícolas establecen con el territorio una re-
sesión de ciertos bienes de prestigio, tal como lo lación definida y excluyente sobre los medios e
sugieren ciertos enterramientos complejos en La instrumentos de producción (Staino y Canziani
Galgada y Aspero, y la relativa suntuosidad de sus 1984). Estos aspectos incidirán en la forma de or-
ofrendas. Este proceso de diferenciación social ganización de las comunidades, como en el inci-
–visto además en la perspectiva del surgimiento piente proceso de diferenciación social que se pro-
de las sociedades complejas que dan paso a la civi- cesa en su interior (Lumbreras 1987, 1994).
lización andina– sería sustancialmente distinto a Finalmente, queremos señalar un aspecto re-
la “estratificación” propuesta para las llamadas je- levante que puede tener algunas connotaciones
faturas o cacicazgos, donde las diferencias de con relación a la actual problemática del desa-
status tienen origen en otros aspectos circunstan- rrollo y a la imposición de determinados modelos
ciales, como en la simple disponibilidad de exce- globales. En la prehistoria europea o del viejo
dentes. La abundancia de excedentes, en este mundo en general, se planteó como uno de los
caso, no representa el elemento causal de esta di- paradigmas de la neolitización el desarrollo de la
ferenciación, como tampoco explica la supuesta manufactura de cerámica, mas aun tratándose del
emergencia de una “autoridad corporativa” y el surgimiento de sociedades complejas. La expe-
surgimiento de una arquitectura pública que riencia de los Andes Centrales constituye un caso
tempranamente revela rasgos monumentales. inédito a nivel universal, donde se demuestra que
Evidentemente, este es un tema de gran com- sociedades precerámicas no sólo generaron
plejidad que no puede ser abordado unilateral- formas complejas de organización social, si no
mente, a partir del privilegio de uno u otro aspec- que además desarrollaron una extraordinaria ar-
to. Hemos introducido la problemática del quitectura monumental.
surgimiento de la arquitectura pública, sostenien- De otro lado, las notables desigualdades que
do que durante este proceso se verifica una conca- se aprecian en el proceso de neolitización, espe-
tenada y estrecha interdependencia entre las inno- cialmente con la aparente perpetuación de los
vaciones en las técnicas e instrumentos de viejos modos de vida en muchas regiones de la
producción; la ampliación en la escala de apropia- costa sur y sierra sur de los Andes Centrales, per-
ción de los recursos naturales y la creciente dispo- miten contrastar (por negación) las hipótesis
nibilidad de excedentes; la mejora e incremento planteadas y sus implicancias. En el caso de la
78 JOSÉ CANZIANI

costa sur, por ejemplo, no obstante la extraordi- ción. Allí donde se afirmó la neolitización, con la
naria abundancia de los recursos marítimos, esta aparición de sociedades complejas y se dio inicio a
región presenta un proceso de neolitización algo las transformaciones agrícolas que condujeron a
marginal, que se explicaría a partir de una apa- modificar sustancialmente el paisaje territorial, se
rente ausencia de agricultura, o por el desarrollo desarrollarán patrones de asentamiento donde el
de una limitada horticultura, mientras se man- rol del fenómeno urbano será cada vez más signi-
tendría el énfasis en una economía mayormente ficativo. Por esta razón serán las regiones nor cen-
recolectora. tral y norte de los Andes Centrales, donde el pro-
La escasa relevancia de la arquitectura pública ceso de neolitización fue más intenso y acelerado,
y especialmente la inexistencia de aquella de las que históricamente expresarán un desarrollo
carácter monumental en estas regiones, es a sostenido en esta dirección, y las que durante el
nuestro criterio muy significativa, ya que permite posterior período Formativo serán el escenario
correlacionar su surgimiento –como expresión privilegiado de un proceso civilizatorio, donde el
embrionaria del devenir del fenómeno urbano urbanismo tendrá desarrollos emblemáticos con
con la intensidad y el nivel de desarrollo alcan- los extraordinarios centros ceremoniales que ca-
zado históricamente en el proceso de neolitiza- racterizarán a esta época.
4. EL URBANISMO TEMPRANO 79

4
EL URBANISMO TEMPRANO
Los templos y centros ceremoniales del Formativo y las
modificaciones iniciales del territorio

AL ABORDAR ESTA ÉPOCA, que aproximadamente va ciado a la consistente presencia de asentamientos


del 1800 al 500 a.C. hemos preferido utilizar el aldeanos que registran un considerable incremento
término “Formativo”, asumiendo la interpretación en su número y extensión, así como cambios sus-
que de él hace Lumbreras, aun cuando son tanciales en su forma de organización espacial.
reconocibles ciertas indefiniciones en su manejo A su vez, como consecuencia de la afirmación
y el propio término ha sido objeto de discusión de lo que se ha definido como Revolución
(Lumbreras 1969, 1981). Sin embargo, es preci- Neolítica,1 existen claras evidencias que señalan
so señalar que otros investigadores que otorgan el inicio de uno de los procesos más trascendentes
mayor peso a los aspectos “culturales”, han opta- que implicarán la paulatina modificación del pai-
do por dividir el período en dos fases: el Período saje natural. Nos referimos a la transformación
Inicial, entendido fundamentalmente como el re- de las características naturales de los valles, para
ferido al tiempo que va desde la introducción de generar en ellos zonas de producción que llevarán a
la cerámica al inicio de la influencia Chavín; y el la conformación de los valles agrícolas. Los ins-
Horizonte Temprano, que de acuerdo a la defini- trumentos fundamentales para el desarrollo de
ción de RoweVéase (1962) y Lanning (1967), co- estas transformaciones territoriales, más evidente
rresponde al tiempo en que se manifiesta la difu- en el caso de los valles costeros, están relaciona-
sión de los rasgos estilísticos asociados al apogeo dos con la generación y despliegue de tecnologías
del fenómeno Chavín (Bischof 1996). de irrigación artificial. Este proceso está bastante
Con seguridad el aspecto más sobresaliente de bien documentado con el desarrollo de tempranos
este período, lo constituye el surgimiento y difu- sistemas de canalización y riego, tal como se ob-
sión de una arquitectura de carácter monumental serva o infiere en los casos de Cumbemayo en la
en la mayoría de los valles y cuencas de las regiones cuenca de Cajamarca, los valles de Jequetepeque
tanto costeras como altoandinas del norte y centro (Eling 1987), Moche (Billman 1999), Virú
del Perú, aunque este fenómeno se proyecta tam- (Willey 1953), Santa (Wilson 1988), y Chincha
bién a los valles de la Costa Sur Central. Estos (Canziani 1992, Canziani y Del Aguila 1994).
impresionantes templos se presentan conforman- Este proceso comprende la modificación de los
do extensos complejos ceremoniales de gran enver- suelos del piso de los valles o la habilitación de
gadura y alto nivel de planeamiento. Pero es evi- aquellos que se ubican en algunas de sus quebra-
dente también que este fenómeno no se presenta das laterales, generando tierras agrícolas que son
aislado, ya que se encuentra estrechamente aso- progresivamente incorporadas a la producción.

1
Se entiende por Revolución Neolítica un proceso combinado en el que se transita hacia el desarrollo inicial de una economía
en la que prima la capacidad social de reproducir las plantas y animales, asegurando las subsistencias sin depender de la provisión
natural de recursos. En este proceso convergen de forma interdependiente la domesticación de plantas y animales, su adaptación
a climas y suelos distintos de los originarios; la generación de los correspondientes instrumentos y medios de producción, además
de la afirmación de nuevas relaciones sociales de producción. En términos territoriales, este proceso comporta sustanciales modi-
ficaciones en el paisaje natural (Childe 1982, Lumbreras 1987).
80 JOSÉ CANZIANI

Este fenómeno está asociado a un nuevo pa- donde se han registrado testimonios de los pri-
norama en la distribución y localización de los meros canales de irrigación (Canziani 1992). En
sitios de ocupación. En algunos casos, como es el todo caso, de estas evidencias que registran el au-
de Virú, se aprecia que la gran mayoría de los mento del número de sitios en los distintos valles,
asentamientos (70%) se concentra en el cuello del se puede inferir un notable incremento
valle, dándonos a entender que el grueso de la poblacional, que como sostenía Childe (1982),
población del valle depende y está comprometida es uno de los mejores indicadores del progreso
con la producción agrícola, concentrándose en la social, en este caso asociado a la exitosa afirma-
zona que ofrece las mejores condiciones hídricas ción de la nueva economía agrícola.
y topográficas para establecer un sistema de irri- Aparentemente este proceso sería —en térmi-
gación con una tecnología relativamente simple nos arqueológicos— relativamente rápido y por
(Willey 1953). En otros casos bastante diferen- lo tanto, negaría que se hubiera producido un trán-
tes, como es el de Chincha, se aprecia una alta sito lento y gradual hacia la economía agrícola, lo
concentración de los asentamientos en la parte baja que se hubiera reflejado en una progresiva disper-
del valle, si bien también una concentración algo sión de los asentamientos aldeanos, ocupando el
menor se da en la parte media alta del mismo, territorio de los valles desde la orilla del litoral

Fig. 66. Mapa de ubicación de los


principales sitios del período For-
mativo.
1 Huaca Lucía,
2 Morro Eten,
3 Pacopampa,
4 Udima,
5 Purulén,
6 Montegrande,
7 Kunturwasi,
8 Huacaloma,
9 Cupisnique,
10 Caballo Muerto,
11 Punkurí,
12 Cerro Blanco,
13 Sechín Alto, Cerro Sechín,
14 Moxeke,
15 Las Aldas,
16 Chavín de Huantar,
17 Garagay, 18 La Florida,
19 Cardal,
20 Santa Rosa, Soto, Partida,
21 Chongos,
22 Paracas,
23Carhua,
24 Chuchio,
25 Cerrillos,
26 Animas Altas,
27 Jauranga.
4. EL URBANISMO TEMPRANO 81

hasta alcanzar la parte media y alta de estos.2 Más central y sur, comienzan a ser introducidos en la
bien, las evidencias apuntan en casos como el de sierra norte, donde no habría mayores anteceden-
Virú, hacia un desarrollo en el cual en un deter- tes acerca de la presencia de camélidos,3 y desde
minado momento es notorio que el grueso de la donde son aparentemente trasladados y adapta-
población aparece asentada en aldeas agrícolas, que dos a la vida en los territorios de las regiones
se concentran en las partes medias y altas de los costeras, es decir a un habitat radicalmente dis-
valles. Aun en casos como el de Chincha, donde tinto del originario.
los cambios aparentemente no son tan radicales, En cuanto se refiere a las manufacturas, la in-
se hace evidente que asistimos a la afirmación de troducción de la cerámica (ca. 1800 a.C.) marca
nuevos patrones de asentamiento, donde además el inicio del período Formativo y es utilizada por
de los sitios aldeanos —muchas veces difíciles de consenso como un indicador fundamental en este
localizar o poco estudiados— sobresalen las mo- sentido. La cerámica representa una importante
numentales construcciones piramidales, que ates- innovación en cuanto se refiere a los patrones ali-
tiguan la generosa inversión de los excedentes pro- menticios, de almacenamiento e inclusive en los
ductivos asegurados por la nueva economía agrí- funerarios (Lanning 1967: 80). Efectivamente, la
cola en este tipo de obras públicas. cerámica modifica y mejora sustancialmente los
Paralelamente, estos cambios sustantivos en los procesos de preparación de alimentos e inclusive
patrones de asentamiento vienen aparejados con de bebidas como la chicha, permitiendo además
una serie de importantes avances tecnológicos, su empleo como vajilla para el consumo de estos;
como son aquellos relacionados con el manejo de puede ser utilizada para almacenar agua u otros
los recursos agrícolas, la cerámica, el arte textil, la líquidos, granos o alimentos procesados para su
metalurgia, y el desarrollo de las técnicas cons- conservación. Además de sus obvias repercusio-
tructivas. La afirmación y propagación de este nes en la salubridad y mejora alimenticia, que
novedoso e importante equipamiento técnico, debieron redundar en la calidad de vida y el creci-
revela en toda su amplitud el ejercicio de un cre- miento poblacional, debió tener también impor-
ciente dominio sobre la naturaleza por parte de tantes implicancias en los patrones de asentamien-
las poblaciones de las regiones involucradas, en to. Este es el caso de la localización de sitios que,
mayor o menor grado, en este proceso. por determinadas circunstancias o por los reque-
Los avances registrados en el proceso de do- rimientos del manejo de ciertos recursos, debie-
mesticación, con la extensión de los cultivos ya ran establecerse relativamente lejanos de fuentes
conocidos durante el Precerámico Tardío, la in- de agua, ya sea dentro de los valles o inclusive a
corporación adicional de nuevos cultígenos y es- decenas de kilómetros de estos, en zonas absolu-
pecialmente las evidencias de la difusión y adap- tamente desérticas,4 ya que gracias a la cerámica
tación de estos a distintos pisos ecológicos, dan dispusieron de facilidades para almacenar y trans-
una idea aproximada de la intensa propagación portar hasta allí los recursos vitales para la subsis-
de recursos y conocimientos que se da entre dis- tencia de sus ocupantes y el desarrollo de sus di-
tintas regiones durante esta época (Lumbreras versas actividades, para lo cual la creciente dispo-
1981: 133-152). Dentro de este mismo proceso, nibilidad de la llama como animal de carga debió
los camélidos como la llama, cuyo aparente cen- ser un factor nada despreciable. 5
tro de domesticación se ubicaría entre la sierra

2
Moseley (1975: 119) sostiene, por ejemplo, que la agricultura de irrigación sería una respuesta dada por parte de una
“autoridad corporativa” a sus nuevos requerimientos de poder que le habrían sido negados por la economía marítima. Williams
(1981: 375-380, fig. 1.4) por su parte, aplica una tesis en la que el crecimiento vegetativo de la población generaría la progresiva
subdivisión de las aldeas localizadas en el litoral, produciéndose así un fenómeno en cadena que conduciría a la paulatina ocupa-
ción del territorio de los valles, desde las zonas próximas al mar hacia el interior de los mismos.
3
Ver al respecto los cambios verificados en Cajamarca con relación a los patrones de subsistencia entre el período Huacaloma
(alta incidencia de la caza de venados) y el período Layzón (creciente importancia de las llamas) (M. ShimadaShimada 1985: fig. 1).
4
Como lo atestiguan casos como el de Las Aldas unos 20 km. al sur del valle de Casma; posiblemente Ancón unos 10 km al
norte del valle de Chillón; El Chuchio y Carhua a decenas de kilómetros de Paracas o del valle de Ica, entre otros.
5
Una importante evidencia a este propósito y para tiempos aun más tempranos, la proporciona el sitio precerámico de Los
Gavilanes (ver Cap. 3), donde se documentó el empleo de hatos de llamas para el transporte de las cosechas de maíz a los depósitos
localizados en los márgenes desérticos del valle de Huarmey (Bonavia 1982).
82 JOSÉ CANZIANI

Fig. 67. Valle hipotético con el inicio de la transformación agrícola mediante el desarrollo de sistemas de irrigación en el cuello del valle
(Canziani).

A su vez la cerámica, más allá de los requeri- queños utensilios o adornos de cobre y la apari-
mientos funcionales que dan lugar al desarrollo ción de extraordinarios ornamentos de oro, ma-
de una amplia gama de formas, representará en yormente trabajados con la técnica del laminado
los Andes Centrales un medio extraordinario para y repujado, como son los hallados en Chongoyape,
la expresión artística, constituyendo con los tex- Lambayeque (Lechtman et al. 1976) y reciente-
tiles el soporte privilegiado para la representación mente en Kunturwasi, Cajamarca (Kato 1994),
estilizada de elementos de la naturaleza y, especial- donde formaban parte de un extraordinario ajuar
mente, de los dioses y seres mitológicos sobrena- funerario de personajes sepultados en las tumbas
turales que poblaban el universo ritual y religioso halladas en este templo.
de estas sociedades. Esta vajilla fina que manifiesta Aun cuando examinaremos este aspecto al tra-
una gran variedad de estilos decorativos, aparente- tar los monumentos arquitectónicos más repre-
mente será de uso reservado para los grupos sentativos, es importante señalar aquí las innova-
sociales de cierto status o estará relacionada con ciones en el campo de la tecnología de la cons-
actividades rituales, encontrándose asociada trucción, ya que tanto en el manejo de la piedra
recurrentemente a ofrendas o en calidad de ajuar como en el del barro —los materiales mayormen-
funerario. te empleados en las construcciones del mundo
Algo similar acontece con los textiles, donde andino— se registran importantes avances. En las
la innovación representada por la introducción edificaciones de piedra se aprecia entre los mate-
del telar se impone, permitiendo no solamente riales constructivos la presencia de piedras
una intensificación de la producción, sino tam- canteadas y labradas, lo que indica que determi-
bién desplegar nuevas tecnologías y recursos esté- nadas canteras fueron seleccionadas por el tipo y
ticos. En cuanto a la metalurgia, prácticamente calidad de sus materiales, aunque algunas de estas
desconocida durante el Precerámico, también pre- se encontraran relativamente lejanas con relación
senta importantes avances con la presencia de pe- a las obras de construcción, para extraer desde allí
4. EL URBANISMO TEMPRANO 83

bloques de grandes dimensiones y notable peso. modelar frisos, relieves figurativos o para dar vida
También se trabajaron bloques aplicando decora- a sorprendentes representaciones escultóricas con
ción escultórica en relieve en sus caras, cuando imágenes de bulto, tales como las descubiertas por
estos se destinaban al acabado de los paramentos el Dr. Julio C. Tello (1956) en los templos de
de los templos, bajo la forma de estelas, zócalos o Moxeke, Cerro Blanco y Punkurí en los valles de
cornisas; así también en ciertos elementos arqui- Casma y Nepeña.
tectónicos que componían portadas monumenta- Además de las sobresalientes técnicas construc-
les, tales como columnas, pilares y dinteles, o en tivas que se despliegan para erigir las edificacio-
otros componentes que constituían hitos o rasgos nes monumentales, las propias características fun-
relevantes de la arquitectura ceremonial, con el cionales y formales hablan claramente de un pro-
tratamiento de formas escultóricas tridimensiona- ceso de especialización que debió involucrar
les, como son las huancas, los obeliscos, las cabezas también a quienes se desempeñaban como arqui-
clavas, o esculturas sobrecogedoras como el célebre tectos y planificadores de estas imponentes obras
“Lanzón” de Chavín, enclavado en el núcleo cen- públicas, además de aquellos operarios y artistas
tral de las galerías subterráneas del Viejo Templo. especializados en el desempeño de una serie de
Si bien, como se verá, el manejo de la piedra oficios y artes comprometidas con los distintos
no es ajeno a la arquitectura monumental coste- rubros de la construcción, acabado y decoración
ña, evidentemente el barro tuvo desde esta época de este tipo de edificaciones.
un papel privilegiado en las edificaciones de ca- En resumen, el período Formativo representa
rácter público de estas regiones. Efectivamente, la una época en la que se inicia un intenso proceso
incorporación del barro en cuanto material cons- de especialización productiva, que concierne fun-
tructivo se presenta dando forma inicial a distin- damentalmente la solución de una serie de retos
tos tipos de adobes. A su vez, estos tipos de ado- planteados simultáneamente por la afirmación de
bes se disponían en diversas formas de aparejo, la nueva economía agrícola y los nuevos requeri-
para resolver tanto el relleno de los colosales vo- mientos sociales. En el consecuente proceso de
lúmenes masivos de las plataformas de los montí- división social del trabajo, se sustenta una emer-
culos piramidales; la construcción de los muros gente diferenciación social que tiene como prota-
de contención de las plataformas o los muros gonistas centrales a aquellos especialistas que re-
portantes de las edificaciones; e inclusive para suelven los aspectos críticos para la reproducción
conformar extraordinarias columnas y pilares. Pero del sistema económico y social, como son, la con-
el barro también fue utilizado magistralmente para ducción del desarrollo, mantenimiento y admi-

Fig. 68. Mapa de distribución de sitios del Formativo superior en el valle de Virú (redibujado de Willey 1953 en Canziani 1989).
84 JOSÉ CANZIANI

nistración de los sistemas de irrigación; la planifi- se desprende también la creciente concentración


cación y construcción de las obras públicas; la de estructuras domésticas que conforman inclu-
convocatoria y organización de la fuerza de trabajo sive barrios o determinados sectores urbanos, si
participante en la ejecución de estas; la bien estos gravitan en torno al núcleo central
calendarización de las actividades agrícolas y el constituido por las edificaciones públicas.
desarrollo de las actividades rituales que asegura- El área de los Andes Centrales, en el marco de
ban el sustento ideológico del sistema en sí, y sus propias particularidades y especificidades, no
especialmente de las relaciones de reciprocidad fue ajena a esta ley general del desarrollo histórico.
asimétrica que se sustentaban en la autoridad y el Sin embargo, al igual que en los demás casos se-
ejercicio del poder por parte de este sector social ñalados como centros originarios de procesos
que asumiría un dominio de tipo teocrático (Lum- civilizatorios, es preciso advertir que el proceso
breras 1987, 1994). Si además de estos argumen- que dio lugar a la formación de entidades de ca-
tos, se aprecia el proceso en la perspectiva de su rácter estatal, no debió de tener un curso de evo-
futura evolución, con la indudable presencia de lución lineal, de constante avance gradual y as-
los estados teocráticos que dominarán la escena cendente, ya que debieron de manifestarse
de la posterior época de los Desarrollos Regionales distintos ensayos de diferente tipo y grado, ajus-
Tempranos, es factible suponer que ya durante el tándose a las particulares condiciones locales y de-
Formativo se produjera la aparición de formacio- sarrollándose de acuerdo al bagaje histórico de
nes sociales de un incipiente carácter estatal. cada región.
Los estudios de los distintos procesos civiliza- Por lo tanto, si examinamos la evidencia em-
torios a nivel universal, plantean coincidentemente pírica recopilada para el período Formativo, asu-
la manifiesta concentración de los sectores socia- miendo la existencia de una relación dialéctica de
les crecientemente comprometidos con la espe- correspondencia recíproca entre las formaciones
cialización productiva en una nueva clase de sociales de carácter estatal y el urbanismo, es evi-
asentamientos: los centros urbanos.6 Los distintos dente que el proceso que conducirá al surgimiento
tipos de centros urbanos, que surgen como de las entidades de carácter estatal deberá presen-
expresión de estos diferentes procesos, en térmi- tar como correlato el desencadenamiento y desa-
nos generales, manifiestan sus cualidades urbanas rrollo del fenómeno urbano. En este sentido, nos
con la concentración inusitada y magnífica de ar- proponemos abordar en las secciones siguientes
quitectura pública, que corresponde y está ínti- los testimonios y la problemática documentados
mamente asociada con las actividades especializa- en cada región o en las denominadas áreas de inte-
das desarrolladas en este tipo de edificaciones. De gración,7 para establecer así una aproximación al
otro lado, no es ajeno a este fenómeno el relativo surgimiento del fenómeno urbano que muestre
peso de la gravitación poblacional, ni la densidad en esta transición la diversidad de situaciones, sus
o extensión física alcanzada por los tempranos características particulares y aparentes niveles de
centros urbanos que ejercerán la progresiva atrac- desarrollo. Para este propósito, presentaremos de
ción de otros sectores sociales involucrados en la manera resumida los casos más relevantes y los
producción especializada o en proporcionar los aspectos más destacados sobre esta problemática
diferentes servicios que la propia entidad urbana en las distintas regiones, procediendo en un reco-
requiere para su funcionamiento. De esto último rrido de norte a sur.

6
Ver a este propósito Childe (1982), Frankfort (1951) y Redman (1990) para los casos de Egipto y Sumer; Piggot (1966)
para el valle del Indo; Vaillant (1980), Blanton et al. (1997) para Mesoamérica; y Lumbreras (1981) para los Andes Centrales.
7
Examinando las características procesales que en los Andes Centrales asume el tránsito de la forma de vida neolítica a la
formación urbana y el estado, Lumbreras (1981: 169-96) propone la existencia de áreas o zonas de integración. Una probable zona
de integración comprendería la costa y sierra norte, en la cual interactuarían transversalmente Cupisnique y Pacopampa / Cajamarca,
recibiendo influencias tanto de la región del Guayas (Ecuador) por el curso del Marañón, como desde Chavín. Una zona de
integración central relacionaría la vertiente oriental de los Andes (Kotosh-Mito), la Costa Norcentral (Casma y Nepeña) y
Central (Ancón y Lima), teniendo como centro a Chavín. Mucho más al sur, una zona meridional de integración comprometería
la región circumlacustre del Titicaca. Dentro de este esquema, podría plantearse la existencia de una zona de integración surcentral,
en torno a Paracas y su relación con la serranía de Ayacucho y el Mantaro, que abría jugado un papel articulador entre la zona
central y meridional (Ver gráfico).
4. EL URBANISMO TEMPRANO 85

Fig. 69. Mapa de los Andes


Centrales con las posibles Zo-
nas de Integración del Norte,
Centro y Sur (redibujado de
Lumbreras 1981).

La Costa y Sierra Norte Los valles de Lambayeque

En la región norte del Perú, la amplitud de los Entre los sitios con arquitectura monumental es-
valles costeños y la mayor abundancia del recurso tudiados en la región de Lambayeque, sobresalen
agua debieron favorecer notablemente la afirma- Huaca Lucía, Purulén y Montegrande en el valle
ción de la agricultura. De otro lado, la relativa de Jequetepeque. El sitio de Huaca Lucía se loca-
accesibilidad desde y hacia los valles interandinos liza en el valle del río La Leche, a unos 50 km del
de la zona de Cajamarca, debió de facilitar una mar y en un medio correspondiente a bosque seco
fluida relación transversal que habría incluido las arbustivo, en el complejo de Batán Grande. Las
regiones orientales del curso superior del río Ma- excavaciones en el sector norte de uno de los tres
rañón. No es pues casual que los patrones arqui- montículos que comprende el sitio, han dado a
tectónicos de los monumentos reseñados a conti- conocer un importante centro ceremonial del
nuación, revelen una estrecha relación entre la Formativo, con una arquitectura monumental que
costa y sierra norteñas, como también fuertes in- presenta una especial técnica constructiva
fluencias de lo que acontece más al sur entre (Shimada et al. 1982: 109-210). Si bien las exca-
Chavín y la costa nor central. vaciones estuvieron restringidas a lo que aparen-
86 JOSÉ CANZIANI

Fig. 70. Mapa de ubicación de


los principales sitios forma-
tivos de la Costa y Sierra Nor-
te (redibujado de Canziani

temente correspondía al atrio de un templo, se ha diámetro estaban sorprendentemente elaboradas


podido estimar las dimensiones del edificio, que con discos de los mismos adobes cónicos utiliza-
habría tenido una planta de 240 por 170 m y de 5 dos para construir los muros, disponiendo en este
a 8 m de alto, con un volumen conformado por caso los adobes con el vértice hacia el centro de la
al menos dos plataformas escalonadas que pre- columna y sus bases hacia la superficie del fuste,
sentaban las características esquinas redondeadas. que mostraba un fino enlucido y rastros de pin-
El atrio, orientado en dirección norte–noreste, tura rojiza. Se estima que estas columnas alcanza-
exhibía una gran escalinata empotrada de 16 m ron una altura entre los 3.50 y 4 m mostrando en
de ancho con 23 escalones, que ascendía 5 m has- la sección superior una suerte de capitel cuadran-
ta alcanzar el nivel de la plataforma superior, don- gular que presentaba una acanaladura que estuvo
de se accedía a una estructura (el atrio propia- destinada a recibir las vigas que constituían la es-
mente dicho) con planta en “U” abierta hacia el tructura del techo.
norte y con un vano de acceso en el lado sur, Se observaron también una serie de evidencias
flanqueado por banquetas que se ubicaban que señalaban que la edificación estuvo sujeta a
simétricamente a ambos lados de unas mochetas una serie de remodelaciones, las que implicaron
que demarcaban el umbral del vano. Dentro de el enterramiento sucesivo de sus plataformas me-
este recinto se encontraba una impresionante co- diante el relleno con arena fina y la aplicación de
lumnata formada por una serie ordenada de 24 sellos con capas de arcilla (ibid: 133-137). El he-
columnas. Estas columnas que tenían 1.20 m de cho de que este sector del montículo hubiera sido
4. EL URBANISMO TEMPRANO 87

mismo eje una segunda escalinata y una cámara


subterránea con hornacinas en sus paramentos.
Se reporta también para el sitio la presencia de
una gran cantidad de estructuras de vivienda, cons-
truidas con materiales perecederos en los
alrededores de los montículos y que contaban con
depósitos subterráneos revestidos con barro. Este
dato es relevante para el examen de la dinámica
poblacional y el modo de vida de los sectores so-
ciales que se concentran en torno a la arquitectura
monumental.
Mas al sur, en el valle medio del río Jequetepe-
que y en la zona entre Montegrande y Tembladera,
a más de 50 km del litoral y a unos 400 msnm, se
han dado a conocer una serie de sitios con estructu-
ras de tipo público correspondientes al período For-
mativo y que se localizan tanto en terrazas aluviales
o en quebradas laterales al valle (Ravines 1982,
Tellenbach 1986). Se trata de edificaciones consti-
tuidas por plataformas bajas que generalmente pre-
sentan frente a ellas una suerte de vestíbulo o plaza
hundida, que en algunos casos es flanqueada por
plataformas laterales, configurando un planeamiento
Figs. 71a y b. Huaca Lucía. Reconstrucción hipotética (Canziani en forma de “U”. Las plataformas tienen planta rec-
1989) y planta del Atrio (Shimada et al. 1982).
tangular y presentan escalinatas empotradas dispues-
tas en el eje de las mismas. Sobre las plataformas
existen evidencias de muros formando recintos abier-
objeto de serias destrucciones mediante el movi- tos por un lado, en forma de “U”. Huellas de postes
miento de maquinaria pesada, quizás ha destrui- en las plataformas y en los vestíbulos, indicarían que
do valiosa información, que impidió a los inves- en ciertas zonas de los edificios existían estructuras
tigadores percibir si estos enterramientos estaban que estaban techadas.
asociados con una secuencia de remodelaciones Aparentemente estos sitios estuvieron asocia-
de las edificaciones ubicadas sobre el nivel de la dos al desarrollo de un manejo agrícola con siste-
plataforma superior, como es el caso de la estruc- mas de riego, y existen indicios que concentraban
tura del atrio. cierta cantidad de población que se alojaba en
El complejo de Purulén, se localiza en el bajo estructuras hechas con postes, quincha y otros ma-
Zaña a escasos kilómetros del litoral y está com-
puesto por 15 montículos que presentan una
orientación y configuración similar entre sí. Sus
volúmenes se desarrollan sobre la base de una o
dos plataformas de planta rectangular, con escali-
natas empotradas alineadas con el eje principal
de los montículos, frente a los cuales, por lo gene-
ral, se desarrolla un patio o plaza hundida. El
montículo excavado por Alva (1985, 1988), pre-
sentaba sobre una doble plataforma escalonada
una plataforma superior con esquinas redondea-
das frente a la cual se ubicaba un patio hundido.
Este esquema replica sobre la plataforma princi-
pal la configuración típica del planeamiento de
los montículos que —como también se aprecia
Fig. 72. Huaca Lucía. Columnas elaboradas con adobes cónicos
en este caso— se enfrentan con plazas hundidas, (Shimada et al. 1982,). En primer plano, al centro, la sección de un
dentro de un planeamiento de marcado desarro- disco muestra la singular disposición radial de los adobes cónicos; a
llo axial. La plataforma superior presentaba en el la derecha segmentos de dos capiteles caídos.
88 JOSÉ CANZIANI

Fig. 73. Purulén. Reconstruc-


ción isométrica de uno de los
templos principales (Alva
1987).

teriales perecederos, apreciándose tan sólo los res- Las plataformas y las edificaciones sobre estas
tos de sus cimientos y los fogones ubicados al cen- no fueron elaboradas con adobes cónicos sino con
tro de las viviendas (Ravines 1985: 145). piedras y mortero de barro, siendo los rellenos de
Montegrande uno de los principales sitios las plataformas de cascajo, piedras y tierra. Esta
formativos del valle de Jequetepeque, afectado por diferencia podría tener una explicación tanto en
el impacto de la construcción de la represa de una opción cultural local, como en la relativa dis-
Gallito Ciego a inicios de los años 80, fue objeto tancia de los suelos donde se podría disponer de
de excavaciones intensivas conducidas por barro para elaborar adobes.
Tellenbach (1986). El sitio, localizado a unos 52 En todo caso, es de resaltar la notable partici-
km del mar, en las laderas de una quebrada lateral pación de materiales orgánicos en la construcción
de la margen derecha del valle medio, se asentó de otras estructuras menores que se emplazan con
distante un kilómetro de los campos de cultivo relativo orden en los alrededores de las plataformas
en un terreno eriazo de pendiente pronunciada. y a los lados de las plazas y explanadas. Nos refe-
Las excavaciones arqueológicas desarrolladas rimos a un serie de recintos de planta cuadrangu-
en área expusieron la presencia de tres plataformas lar o rectangular, aparentemente techados, que se
principales de planta rectangular, cuyo eje mayor caracterizan porqué sus muros están mayormente
se desarrolla en sentido transversal a la pendiente constituidos por hileras de postes de madera ali-
y con sus frontis principales orientados hacia el neados. Si bien de los postes solamente se ha con-
sur, es decir, mirando hacia el valle. Las platafor- servado sus improntas en los pisos y en los ci-
mas, que presentan las esquinas redondeadas, se mientos de los muros, se puede suponer que fue-
enfrentan a pequeñas plazas hundidas o a explana- ron hechos de troncos de algarrobo, una especie
das desarrolladas sobre terrazamientos. En el caso relativamente abundante en esta zona ecológica.
del frente norte de la Huaca Grande, se documentó Otros componentes constructivos de estas estruc-
la presencia de hornacinas, distribuidas simé- turas menores fueron resueltos con tramas de
tricamente a ambos lados de la escalinata central. quincha de carrizo y enlucidos de barro.
Compartiendo los cánones arquitectónicos de Tellenbach (ibid) denomina de forma genéri-
la arquitectura monumental del período en la re- ca a estas estructuras menores como “casas”, un
gión, estas plataformas presentan en el eje central término con evidentes implicancias habitacionales
de sus fachadas sendas escalinatas empotradas, si o domésticas, y que podría sugerir una connota-
bien éstas tienen la particularidad de presentar una ción aldeana para el grueso del asentamiento que
planta trapezoidal que se ensancha conforme in- se dispone alrededor de las plataformas. Sin em-
gresan en el cuerpo de las plataformas. Sobre las bargo, entre los rasgos recurrentemente documen-
plataformas y dispuestos con simetría, se cons- tados por las excavaciones dentro de estos estruc-
truyeron recintos con las esquinas redondeadas y turas menores, tiene relevancia la presencia de fo-
que estuvieron aparentemente techados. gones de gran tamaño, mayormente de forma
4. EL URBANISMO TEMPRANO 89

Fig. 74. Montegrande. Re-


construcción isométrica
(Tellenbach 1986).

cuadrangular que se disponen al centro de estos trabajo nos presenta un análisis fundamental acer-
ambientes. Estas características especiales, como ca de la evolución de los patrones de asentamien-
el que los fogones estén construidos con revesti- to en este valle, con interesantes referencias com-
miento de piedras y cuidadosamente acabados con parativas respecto a la región y al área de los An-
enlucidos de barro, pone en cuestión que estos des Centrales.
fogones estuvieran asociados a actividades domés- En el caso del período que nos ocupa, el For-
ticas. A nuestro parecer, estos rasgos como la dis- mativo en el valle de Virú está definido por las
tribución relativamente ordenada de estas estruc- distintas fases del período Guañape. La introduc-
turas menores alrededor de las plataformas, po- ción inicial de la cerámica corresponde a la fase
drían estar mas bien sugiriendo el desarrollo en Guañape Temprano, para la cual se conoce ape-
ellas de actividades complementarias a aquellas de nas un sitio próximo al litoral, detectado mediante
aparente carácter ceremonial que tenían lugar en excavaciones 8 y que representa una reocupación
las edificaciones principales. del montículo precerámico conocido como Huaca
Negra o Huaca Prieta de Guañape (ver Cap. 3).
En cuanto a las fases Guañape Medio y Tardío,
Los valles de Trujillo estas según Willey (1953: 43) corresponderían
fundamentalmente a la vigencia de los estilos
cerámicos asociados a Cupisnique y a Chavín, es
El valle de Virú decir al Formativo Medio. Del total de 18 sitios
registrados en el valle asociados con el período
Para introducirnos a la problemática que presen- Guañape, 14 se encuentran en el valle bajo y 4 en
tan los valles de la región durante esta época, la el sector medio y en el cuello del valle.
obra pionera de Gordon R. Willey (1953), dedi- De los sitios ubicados en el valle bajo, dos se
cada al estudio de los patrones de asentamiento encuentran en proximidad del litoral (V-71 y 100)
prehispánicos en el valle de Virú, constituye una y pudieron —al igual que los anteriores sitios del
obligada referencia. No obstante el tiempo trans- precerámico localizados en este tipo de zona—
currido y las limitaciones propias de las prospec- aprovechar tanto la explotación de los recursos
ciones de superficie (Willey 1999), este notable marinos como desarrollar una agricultura sin rie-

8
Es preciso advertir que la existencia de muchos sitios tempranos, especialmente de aquellos que se encuentran en la parte
baja y en el piso de los valles, difícilmente puede ser detectada en superficie al encontrarse ocultos bajo depósitos aluviales
posteriores o haber sido afectados por las labores agrícolas desarrolladas en estos suelos, sobre todo a partir de la introducción de
la mecanización, tal como se señala en diversos estudios dedicados al análisis de los patrones de asentamiento (Willey 1953,
Wilson 1988, Canziani 1993).
90 JOSÉ CANZIANI

Fig. 75. Aldea dispersa V-83 del período Guañape (Willey 1953:
49).

go en las hoyas húmedas que se presentan entre


las dunas ubicadas en la franja del litoral. Una
concentración de sitios (V-171, 272, 302, 306, Fig. 76. Aldeas aglutinadas (V-144, 202 y 203) del período Puerto
309, 311) fue detectada también gracias al desa- Moorin temprano (Willey 1953: 76).

rrollo de excavaciones en proximidad del cauce


del río y otra importante agrupación (V-83, 84, corresponderían a restos de los cimientos sobre
85, 127, 128) se encuentra al sur del valle, en las los cuales se habrían dispuesto adobes o estructuras
laderas que se encuentran al pie del Cerro de materiales perecederos cuyos rastros han desa-
Compositán. Dada la relativa lejanía del mar de parecido por completo. Las casas están algo sepa-
estas agrupaciones, se puede inferir que las co- radas entre sí y se disponen sin un orden aparente.
munidades que poblaron estos sitios tenían en la En algunas de estas aldeas, como es el caso de V-
agricultura su principal fuente de sustento, me- 83, se aprecia estructuras de posible función públi-
diante el desarrollo de cultivos en las zonas de ca constituidas por plataformas con muros de
inundación del cauce del río o gracias al desplie- contención de piedra, que pudieron servir de base
gue de pequeños canales de regadío, como también para edificios de carácter ceremonial o comunal.
mediante hoyas de cultivo en zonas humedecidas Estas plataformas se localizan en una posición
por el afloramiento de la napa freática (Canziani prominente, en la cima de la colina en la que está
1989: 83). Al menos dos sitios ubicados al inte- asentada la aldea y en una posición central con
rior del cuello del valle (V-14 y 180) pueden ser relación a las viviendas que se ubican a su alrededor
representativos de asentamientos del período que, y en las partes más bajas (Willey 1953: 48-55).
por su propia localización, serían sólo explicables Si bien en las excavaciones desarrolladas en los
con el desarrollo de actividades agrícolas median- montículos bajos del sitio V-71 se hallaron evi-
te la implementación inicial de algún sistema de dencias de una aparente ocupación doméstica, esta
riego en esta zona del valle, que tanta trascenden- se encontraría asociada a la presencia de la princi-
cia adquiría en los períodos inmediatamente pal estructura pública documentada en el valle
subsecuentes, al concentrarse en ella la mayor parte para este período. Se trata de la edificación cono-
de la producción agrícola y los asentamientos di- cida como Templo de Las Llamas, un recinto de
rectamente asociados con esta actividad. planta rectangular de unos 16 x 19 m construido
Las aldeas con restos superficiales presentan con muros de piedra de 65 a 80 cm de espesor y
un patrón disperso, con un promedio de 25 a 30 que alcanzaban unos 50 cm de alto. Se supone
viviendas que tienen de uno a seis cuartos cada que estas estructuras corresponden a los cimientos
una. Los muros de piedra de 40 a 50 cm de alto de una edificación construida mayormente con
4. EL URBANISMO TEMPRANO 91

adobes cónicos ya que se encontró evidencias de


estos en el ingreso del recinto. Los muros de piedra
presentan un acabado bastante rústico en sus pa-
ramentos, por lo que se puede pensar que estos, al
igual que la parte superior de los muros, estuvie-
ron terminados con un enlucido de barro. El edi-
ficio está orientado de Este a Oeste y presenta un
ingreso hacia el Este, conformado por un estre-
cho pasaje en el que se desarrolla una escalinata
con gradas de piedra y barro. Al interior del re-
cinto se encontraban los restos de una plataforma
de piedra adosada al centro del muro Norte, mien-
tras que las trincheras excavadas por Strong y
Evans (1952) a lo largo de los ejes del edificio
pusieron al descubierto dos enterramientos de lla-
mas al pie del muro Oeste, aparentemente sacrifi-
cadas como parte de algún ritual ofrendatorio. Fig. 77. Templo de las Llamas V-71 (Strong y Evans 1952).
Durante el Formativo Superior, que en el valle
de Virú corresponde al período Puerto Moorin, Estas condiciones habrían permitido y a la vez
también conocido en la región como Salinar, se obligado a un uso cada vez más racional del suelo,
aprecia una serie de cambios relevantes en la evo- de modo de albergar la mayor cantidad de pobla-
lución del patrón de asentamiento. En primer lu- ción sin afectar por esto las tierras que presenta-
gar destaca la concentración de cerca del 70% de ban aptitudes agrícolas. A estos factores debieron
los sitios en la parte media alta correspondiente al agregarse también otros directamente derivados
cuello del valle. Esta marcada concentración en del desarrollo general de los procesos productivos
este sector del valle reflejaría según Willey (1953: y en particular con las formas de participación de
391-392) la afirmación de una economía agrícola las comunidades en las labores agrícolas, la pro-
desarrollada mediante irrigación artificial, donde ducción dentro de las aldeas de ciertas manufac-
se privilegia la zona que ofrece las mejores condi- turas y el desarrollo de los procesos de transfor-
ciones para la derivación de canales sin necesidad mación que están íntimamente asociadas con la
de obras de gran envergadura. actividad agrícola. Finalmente, la tendencia hacia
Por otra parte, el extraordinario incremento la concentración en los patrones aldeanos pudo
en el número de sitios correspondientes a este también ser estimulada, o inclusive producto de
período —con cerca de 57 sitios de ocupación la creciente intervención de las emergentes enti-
habitacional, además de otros 19 correspondien- dades urbanas en el manejo de los recursos terri-
tes a montículos ceremoniales, fortificaciones y toriales. En este sentido, así como estas condu-
cementerios— estaría reflejando el más notable cían el desarrollo y administración de las obras
crecimiento poblacional registrado en la historia públicas comprometidas con los sistemas de irri-
prehispánica del valle. Muchas de las aldeas, es- gación, quizás intervenían también en la localiza-
pecialmente las que se localizan en el sector me- ción y disposición de las aldeas, como parte de las
dio alto, muestran un novedoso patrón con vi- estrategias desarrolladas para el control de la po-
viendas concentradas, que si bien continúan pre- blación y facilitar la convocatoria de su impres-
sentando una disposición irregular, tienen una cindible fuerza de trabajo (Canziani 1989: 97-98).
mayor densidad de ocupación al registrarse un Otro de los aspectos trascendentes en la modi-
mayor número de viviendas en un área menor que ficación del patrón de asentamiento en el período
las aldeas de tipo disperso. en cuestión y relacionado con la emergencia del
La aparición de este nuevo patrón de aldeas fenómeno urbano en el valle de Virú, está consti-
concentradas se podría explicar en el contexto del tuido por la creciente presencia de estructuras de
establecimiento de un nuevo modo de produc- carácter público. Una gran parte de estas estruc-
ción, donde además del incremento de la pobla- turas públicas están representadas por el registro
ción, la irrigación artificial y otras técnicas pro- de 14 montículos piramidales que por lo general
pias de una agricultura intensiva permiten que un presentan plantas rectangulares y plataformas es-
territorio relativamente limitado soporte con su calonadas. La localización de estos montículos
producción a una numerosa población (ibid.). piramidales se verifica mayormente en la cabecera
92 JOSÉ CANZIANI

del valle, coincidiendo con la mayor concentra- Sobre la razón de la presencia de estas estructu-
ción de asentamientos y de población en este sec- ras, se ha planteado algunas hipótesis explicativas,
tor; mientras que en otros casos algunos de estos señalando las necesidades defensivas de este sector
de ubican en una posición central y equidistante del valle que presenta amplios espacios abiertos y
con relación a diversas agrupaciones de sitios. que, por lo tanto, es más desprotegido, además
Sobre la base de una serie de parámetros, que tie- de contar con asentamientos bastante dispersos
nen que ver tanto con la localización, como con entre sí (Willey 1953: 392); como también en
las dimensiones y características constructivas de cuanto expresión de los posibles conflictos genera-
estos montículos, se puede suponer la existencia dos por la afirmación del poder ejercido por parte
de diferencias de carácter funcional y de orden de una emergente clase dominante (Canziani
jerárquico entre estos (Willey 1953: fig. 82; 1989: 92, 99-100).
Canziani 1989: 87-90).
Otro aspecto sumamente novedoso, dentro de El valle de Moche
los tipos de arquitectura pública presentes en el
valle de Virú durante este período, está represen- La evolución del patrón de asentamiento en el valle
tado por la presencia de reductos fortificados. Dos de Moche, durante el período Formativo, es en
de los más importantes de estos están localizados algo similar a lo registrado en el de Virú, espe-
en la parte baja del valle, uno en la cumbre del cialmente en la tendencia a presentar una alta con-
cerro Bitín (V-80) y el otro sobre el cerro del Piño centración de los sitios tempranos en el sector
(V-132) y están conformados por recintos amu- medio, correspondiente al cuello del valle. Efecti-
rallados que se desarrollan amoldándose a la to- vamente, se reporta que de los 214 sitios corres-
pografía de la cumbre de estos cerros. La ubica- pondientes a los distintos períodos anteriores a la
ción de estos sitios es estratégica, al habérselos es- época Moche, un 83% han sido registrado en el
tablecido sobre dos puntos difícilmente accesibles sector medio del valle de Moche (Billman 1999).
que dominan la parte baja del valle, presidiendo Es también durante el período Cupisnique o
una zona donde se ubican algunos sitios aldeanos Guañape 9 que en el valle se producen importan-
en las cercanías del río y en las faldas de los cerros tes cambios, con la introducción de la irrigación
que limitan el valle hacia el sur. artificial, el desarrollo de obras públicas y la cons-
trucción a gran escala de arquitectura monumen-

Fig. 78. Sitios formativos del


valle de Moche durante el
período Guañape medio
(Billman 1999).

9
Algunos estudiosos del tema plantean la correspondencia del Guañape Medio y Tardío, definido en Virú, con el Cupisnique
definido por Larco en el valle de Chicama (Mujica 1984: 13)
4. EL URBANISMO TEMPRANO 93

tal. Si bien se supone que ya durante Guañape El complejo de Caballo Muerto y Huaca de Los
Temprano se habría introducido la irrigación ar- Reyes
tificial en el valle medio, sería durante las fases
Guañape Medio y Tardío que la irrigación se En los valles de Trujillo la edificación más repre-
expandiría proyectándose hacia el valle bajo sentativa del período Formativo y de la arquitec-
(Moseley y Deeds 1982). Sin embargo, la locali- tura Cupisnique corresponde con seguridad a la
zación que presentan 3 conjuntos monumentales denominada Huaca de Los Reyes. Este sitio for-
de este período en la parte alta de este sector, como ma parte del Complejo Caballo Muerto, ubica-
Caballo Muerto, Caña Huaca y Huaca Huatape, do en la parte media del valle de Moche a unos 20
indicaría que las zonas cultivadas podrían haber km del litoral, que está integrado por 8 montícu-
estado limitadas a las tierras irrigables próximas los que en algunos casos asumen una planta en
al río. Para Guañape Temprano el principal mo- forma de “U”. Estos montículos se distribuyen
numento estaría representado por la Huaca en una extensión de más de 2 km de Norte a Sur
Menocucho, mientras que durante el Guañape y 1 km de Este a Oeste. Mientras la mayoría de
Medio lo sería el complejo de Caballo Muerto, y los montículos se concentra al Sur del Complejo,
los sitios de Puente Serrano y Huaca Los Chinos la Huaca de Los Reyes que ocupa el área más ex-
constituirían centros secundarios (Billman 1999: tensa, se encuentra algo aislada en una posición
142-143). En cuanto a las subsistencias, se sugie- central (Pozorski 1976: fig. 1).
re un intercambio de productos marinos, prove- El monumento tiene en su eje principal Este
nientes de sitios del litoral como Gramalote, y Oeste unos 240 m y 175 m de Norte a Sur y posee
agrícolas que podrían haber sido producidos prin- un elaborado planeamiento que organiza espacial-
cipalmente en los campos del cuello del valle. mente todo el conjunto sobre la base de una armó-
Adicionalmente, en los sitios del cuello del valle nica secuencia de plazas y patios a distintos nive-
como Caballo Muerto, existe evidencia del con- les, en todos los cuales la planta en forma de «U»
sumo de venados y de llamas (Pozorski 1982). constituye el recurrente motivo de fondo. En efec-
Durante el Guañape Tardío, declinaría la cons- to, la planta en “U” está presente tanto en el plan-
trucción de arquitectura monumental, mientras eamiento general del conjunto, como en las dis-
que durante el posterior período Salinar aparen- tintas secciones y edificios que se disponen simé-
temente se abandona esta tradición y se verifican
ulteriores modificaciones en el patrón de asenta- Fig. 79. Caballo Muerto. Plano general del complejo (Pozorski
miento. En efecto, durante el período Salinar la 1976).
población se concentra en 8 agrupaciones de si-
tios habitacionales, con una clara tendencia a la
localización de estos en lugares con características
defensivas. Aparecen por vez primera también en
el valle de Moche sitios de tipo fortificado. Para
esta época pudo darse una ampliación de la irri-
gación hacia la margen sur del valle bajo, al igual
que se sugiere una cierta autonomía entre las co-
munidades de las diferentes agrupaciones
poblacionales (Ibid: 146).
Al finalizar esta época, durante el período
Salinar correspondiente al Formativo Superior,
sobresale en el valle de Moche el sitio de Cerro
Arena, que si bien presenta evidencias de una ar-
quitectura monumental relativamente modesta,
sin embargo habría concentrado una notable po-
blación. Como veremos más adelante, la presen-
cia de múltiples estructuras con variaciones mar-
cadas en sus características formales y constructi-
vas, manifestarían tanto diferencias funcionales
como de orden social entre sus ocupante, lo que
indicaría que este sitio bien pudo desempeñar un
rol predominante en el territorio del valle.
94 JOSÉ CANZIANI

Fig. 80. Huaca de Los Reyes.


Plano general (Pozorski 1976).

tricamente respecto al eje principal. orientado de atrios con planta en “U”. El motivo representado
Este a Oeste o con relación a ejes transversales de reiteradamente es el de personajes erguidos, de los
Norte a Sur. Es igualmente interesante notar que cuales lamentablemente tan sólo se conserva res-
los frentes de las plataformas que ascienden hacia tos de los pies y piernas y en algunos casos de la
la plaza superior presentan esquinas redondeadas.10 banda que les ceñía la cintura con colgantes en
A lo largo del eje principal se organiza una se- forma de serpientes. Casi todos estos personajes
cuencia de 3 plazas cuadrangulares, las que redu- están dispuestos con los pies apoyados sobre
cen progresivamente sus dimensiones espaciales y pedestales o flanqueados por relieves con diseños
restringen su acceso conforme se asciende a los que representan cabezas con colmillos entre-
niveles más elevados, mediante una sucesión de cruzados y atributos de serpientes. Es de destacar
plataformas que culminan en la cúspide del edifi- que estos frisos presentan un tratamiento artístico
cio donde debió de encontrarse el lugar central que los emparenta estrechamente con lo que se
del culto. Mientras que la primera plaza (I) es conoce como estilo Chavín.
abierta y está simplemente demarcada por el ali- En el caso del frontis de la segunda plataforma,
neamiento de cantos rodados, las siguientes (II y cuyo frente Este da a la plaza II y presenta una
III) se caracterizan por ser hundidas, en cuanto escalinata central, se registraron grandes nichos
están delimitadas por poyos, y se desarrollan al dispuestos simétricamente a ambos lados que con-
interior del conjunto, enmarcadas por las edifica- tenían grandes figuras escultóricas de bulto, repre-
ciones presentes en sus lados. El acceso a los atrios sentando cabezas felínicas hechas de piedra y ba-
frontales, como al de los edificios laterales, se rea- rro, finamente enlucidas y que posiblemente fue-
lizaba a través de columnatas de gruesos pilares ron pintadas. En dos de los pequeños templos
cuadrangulares y pilastras ordenadas en hileras — laterales (C y C’), los muros frontales de los recintos
que conformaban atrios hipóstilos— lo que indi- que formaban los brazos laterales de sus atrios,
ca que estos espacios debieron de estar techados. presentaban restos de representaciones escultóricas
Los pilares lucían en los frentes que daban a las de felinos erguidos en posición lateral, de los cua-
plazas decoraciones en alto relieve, al igual que les se conservaban parte de las patas con garras y
los nichos o paneles presentes en los muros de los las colas enroscadas con terminación en forma de
recintos que formaban los brazos laterales de los serpientes (Pozorski 1976, Watanabe 1979).

10
Este constituye uno de los rasgos característicos compartidos por los monumentos arquitectónicos formativos de la Sierra y
Costa Norte y de la Costa Nor Central, es decir, desde Cajamarca y Lambayeque hasta Casma.
4. EL URBANISMO TEMPRANO 95

Fig. 81. Huaca de de Los Re-


yes. Reconstrucción hipotética
(Canziani 1989).

Fig. 82. Huaca de Los Reyes.


Foto de detalle de relieves de
dos fases distintas superpues-
tos en la base de un pilar
(Pozorski 1976 en Morris y
Von Hagen 1998).

Se ha señalado que este edificio habría sido


construido en distintas fases y al respecto existen
una serie de importantes evidencias que dan tes-
timonio de superposiciones arquitectónicas. Este
es el caso de la escalinata que asciende de la plaza
II al atrio que da ingreso a la plaza III sobre la
segunda plataforma, bajo la cual se encontró el
desarrollo casi completo de una escalinata de una
fase precedente. En la cima de la plataforma su-
perior (F) se observó que las estructuras de la últi-
ma época fueron construidas luego de rellenar
recintos de una época anterior, asociados a los
cuales se halló evidencias de postes cubiertos por
haces de cañas recubiertas con mortero de barro,
de lo que se deduce que formaban parte de co-
lumnas para el soporte de algún tipo de cobertura.
Inclusive muchos de los frisos de barro, muestran
también evidencias de superposición en sus res-
pectivos basamentos con representaciones
escultóricas y los pies de los personajes asociados
a sus correspondientes pisos, en los que se apre-
cian evidentes cambios estilísticos (Pozorski 1976).
96 JOSÉ CANZIANI

embargo, es de notar que en la distribución espa-


cial de estas se observa un patrón altamente dis-
perso, de la que resulta una baja densidad en la
ocupación del suelo. A su vez, se aprecia que en
ciertos sectores y especialmente en la zona central
del sitio, se presentan algunos niveles de agrega-
ción, al registrarse en ellos una mayor aglutina-
ción de las estructuras (Mujica 1975, 1984;
Brennan 1978, 1982).
La gran mayoría de las estructuras de Cerro
Arena corresponden a una función habitacional y
sus muros de piedra comparten una similar téc-
nica constructiva de mampostería. Sin embargo,
Fig. 83. Huaca de Los Reyes. Foto de una cabeza escultórica de llama la atención de los investigadores la notable
felino, alojada en un gran nicho del frontis del templo (Pozorski variedad de formas, tamaños, grado de compleji-
1976 en Morris y Von Hagen 1998).
dad y diferencias de acabado que estas exhiben
(Mujica 1984). Efectivamente, si bien todas las
En el examen de este magnifico monumento, estructuras se conformaron con muros de piedra,
como del Complejo de Caballo Muerto en con- existen diferencias marcadas que van desde las
junto, se extraña una mayor información acerca construidas de forma rústica hasta aquellas que
de los contextos asociados al asentamiento. Apa- presentan muros con bloques de piedra de mayor
rentemente, la dificultad radica en que toda esta tamaño con aparejos cuidadosamente concerta-
área habría sido cubierta por depósitos aluviales dos, así como paramentos enlucidos y pisos de
que alcanzan hasta 4 m de espesor, lo que compli- barro muy bien ejecutados.
ca la percepción de la presencia de otras estructu- De la misma manera, si en un extremo tenemos
ras menores asociadas a los montículos. En todo estructuras pequeñas, con escasos ambientes y plan-
caso, se ha señalado la existencia de evidencias de tas de forma oval o irregular; en el otro tenemos
ocupación doméstica temprana en las laderas de aquellas que tienen un área notablemente mayor,
los cerros aledaños al complejo (ibid: 249). muchos ambientes con una distribución compleja,
y cuyas plantas ortogonales manifiestan ciertos ni-
Cerro Arena veles de planificación en su diseño. Así mismo, estas
últimas estructuras presentan varias banquetas fina-
Se trata de uno de los sitios más sobresalientes y mente enlucidas, facilidades de almacenamiento y
extensos correspondientes al período Salinar, que habrían dispuesto de techos bien elaborados. Mien-
cronológicamente se desarrolló entre fines del tras que las estructuras pequeñas, rústicas y de plan-
Cupisnique y el inicio de Gallinazo y Moche. El ta oval contaron con limitadas facilidades y habrían
sitio se ubica en la margen sur del valle bajo de tenido simples techos cónicos cubiertos con paja
Moche, a unos 7.5 km del mar, y se localiza en las (Mujica 1975, Brennan 1978).
laderas y sobre promontorios rocosos que se pro-
yectan desde los cerros próximos hacia el valle.
Fig. 84. Cerro Arena. Estructura B-1 de aparente función pública
Esta localización parece que estuvo asociada al (Mujica 1975).
manejo del riego y de los campos de cultivo que
se desarrollaban en este sector de la margen sur,
en las inmediaciones del sitio. Al mismo tiempo,
constituye una posición estratégica que ofrece un
acceso directo a pasos naturales de las rutas que se
dirigen hacia el valle de Virú y el sur. Sin embar-
go, las peculiares características del lugar elegido
para el asentamiento, llaman a considerar la
posible búsqueda de una zona relativamente pro-
tegida con fines defensivos.
Cerro Arena corresponde a una sola ocupa-
ción y comprende una extensión de unas 200 ha
donde se localizan unas 2,000 estructuras. Sin
4. EL URBANISMO TEMPRANO 97

Estas evidencias, que expresan claramente di- Finalmente, es de destacar que en el conjunto
ferentes maneras de resolver las correspondientes de la cerámica asociada a la ocupación del sitio se
edificaciones residenciales, estarían señalando documenta un importante componente, estrecha-
marcadas diferencias sociales. De esta manera, la mente relacionado con la vecina serranía de
mayoría de las estructuras —que presentan mo- Cajamarca (Mujica 1984). Si a este dato relevan-
destas dimensiones y acabados rústicos— se pre- te, se le agrega que la mayoría de las estructuras
sume habrían albergado al grueso de la población; de Cerro Arena presenta evidencias de la quema y
mientras que algunas otras —con mayor área y desplome de sus techos, cubriendo así vasijas y
cantidad de ambientes, planeamiento elaborado otros enseres domésticos que en su momento no
y mejores acabados— habrían servido de residen- fueron retirados de sus ambientes (Mujica 1975),
cia a algunos sectores de la población con dife- podemos percibir algunos indicios acerca del con-
rentes niveles de status, que posiblemente forma- texto inestable que habría caracterizado a esta épo-
ban parte de una elite. Sintomáticamente este úl- ca. La aparente inexistencia en el valle de entida-
timo tipo de estructuras se localiza en zonas des políticas centralizadas y la posible presencia
centrales del asentamiento, y en lugares promi- de desplazamientos poblacionales de carácter fo-
nentes o algo más elevados con relación al resto, ráneo, darían lugar a un cuadro en el que no de-
transmitiendo una posición de dominio. biera de extrañarse situaciones conflictivas, como
Es de destacar que entre estas dos clases de es- las que podrían explicar la súbita destrucción y el
tructuras, habría una tercera compuesta por es- abandono definitivo de Cerro Arena.
tructuras que tendrían un regular tamaño y tam-
bién buenos acabados; pero en las cuales no se El valle bajo del Santa
registra evidencias de actividad doméstica, por lo
que se presume que podrían haber respondido a A diferencia de la localización de los sitios duran-
alguna función pública, de posible carácter co- te el período Precerámico, donde de los 36 sitios
munal (Brennan 1978). Así mismo, sobre la cima registrados 24 se ubican asociados al litoral y sólo
de uno de los promontorios que se localiza en una 12 al interior del valle, durante el período Forma-
posición central y elevada del sitio, se construyó tivo de los 54 sitios identificados todos menos
una serie de plataformas escalonadas, generando uno se encuentran en el sector medio y alto del
una edificación de corte piramidal que habría valle bajo del Santa (Wilson 1988). Deducir, a
cumplido una aparente función ceremonial partir de estos datos, el abandono de las activida-
(Mujica 1975). des extractivas de los recursos marítimos o su de-
sarrollo por parte de las mismas comunidades
asentadas al interior del valle parece poco verosí-
Fig. 85. Arena. Estructura C-4 de posible función doméstica (Mujica
mil, y por lo tanto se podría suponer que este tipo
1975).
de sitios no ha sido detectado o ha desaparecido
por la deposición de material aluvial y las labores
agrícolas desarrolladas por siglos en la parte baja
del valle y en proximidad de la que debió ser la
línea de playa en ese entonces. En todo caso, el
aspecto más contundente que trasciende de los
datos recopilados, es que durante esta época el
grueso de la población estaba asentada al interior
del valle del Santa y tenía su sustento en el desa-
rrollo de la agricultura con irrigación artificial.
Otro dato importante es que se diversifican
notablemente los tipos de sitios, ya que de los 54
registrados 24 corresponden a sitios habitacio-
nales, 21 a fortificaciones, 8 a complejos cívico
ceremoniales y 1 a cementerio (ibid: 100). La ma-
yoría de los sitios habitacionales son aglutinados
y presentan conjuntos de cuartos de trazo algo
ortogonal, si bien no es de excluir que algunas de
estas estructuras estén asociadas a alguna función
pública. Con seguridad el aspecto más saltante
98 JOSÉ CANZIANI

asentamientos habitacionales, apreciándose una


especial concentración en una zona central con
relación a los sectores ocupados en el valle, donde
inclusive se presentan en mayor número que los
asentamientos habitacionales.
Las fortificaciones presentan una arquitectura
impresionante y a primera vista revelan sus marca-
dos rasgos defensivos. Se caracterizan por estar ubi-
cadas en la cumbre de cerros o aprovechando los
puntos escarpados de estos; desarrollan murallas
de piedras y rocas de 1 a 2 m de grosor y de 2 a 4
m de alto; presentan parapetos y baluartes en las
esquinas o flancos de los recintos fortificados; ge-
neralmente los accesos son indirectos o laberín-
ticos; contienen en su interior estructuras que
pudieron cumplir también funciones ceremoniales
o residenciales; en los exteriores se aprecian fosos
secos asociados a murallas que impiden o dificul-
tan la aproximación de los atacantes y facilitan la
acción defensiva de los ocupantes de la fortifica-
ción. La densidad y localización de los sitios for-
tificados en los sectores del valle y su estrecha aso-
ciación con los sitios de habitación, permite
hipotetizar que estos estuvieron dirigidos mas que
Fig. 86.Sitios Formativos en el valle bajo del Santa (Wilson 1988: a resolver conflictos entre las comunidades del va-
fig. 166).
lle a enfrentar incursiones de oblaciones externas
al mismo (ibid: 104-110, 323-324). Se puede su-
del patrón de asentamiento en el valle es la presen- poner, en este caso en particular, que el manifiesto
cia y gran número de fortificaciones. Por lo gene- énfasis orientado a la erección de estas imponentes
ral, estas fortificaciones fueron construidas en edificaciones militares —en cuanto obra pública
puntos elevados y cuyas condiciones topográficas representativa— asumiría también un singular rol
los hacen fácilmente defendibles, Se encuentran de identificación simbólica y expresión de poder
distribuidas en estrecha relación con los en el ámbito de sus respectivas comunidades.

Fig. 87. Estructura fortificada


45 (Wilson 1988: fig.41).
4. EL URBANISMO TEMPRANO 99

Fig. 88. Estructura fortificada


52 (Wilson 1988: fig. 44).

Evidentemente la realidad del Valle bajo del complejo ceremonial del valle (SVP-CAY-5), en
Santa, con relación a la temprana presencia de la el cual se aprecia por una parte una plataforma
guerra y los enfrentamientos bélicos, despierta más (A) con recintos dispuesto en planta en “U” alre-
de una interrogante por resolver, en especial por dedor de un atrio con escalinata, que se asocia en
la destacada magnitud que asume en este valle la un mismo eje con una plaza y un patio circular
presencia de una arquitectura militar en la cual se hundido con escalinatas contrapuestas (B); mien-
manifiesta una impresionante inversión social. tras que sobre una plataforma de menor altura
Una de las explicaciones a este especial énfasis en (C) se desarrollan algunos recintos y un patio cir-
las fortificaciones, que no encuentra parangón en cular hundido de menores dimensiones y con el
los demás valles de la región, bien pudo residir en eje contrapuesto al anterior (Wilson 1988: fig. 52).
la permanente y generosa dotación de agua que En cuanto a la posterior ocupación del perío-
ofrece el valle del Santa, lo que habría permitido do Salinar en el valle bajo del Santa, durante este
el desarrollo de una agricultura intensiva, a dife- período, no se aprecian mayores modificaciones
rencia de los valles vecinos que presentan mayo- con relación al patrón de asentamiento precedente.
res restricciones al respecto. Estas condiciones es- Muchos de los antiguos sitios fortificados man-
pecialmente favorables para el desarrollo de la tienen su ocupación al igual que en el caso de los
agricultura de riego bien pudieron incitar incur- centros cívico ceremoniales. Uno de los principa-
siones desde los valles vecinos, o inclusive desde les centros ceremoniales del período, el complejo
la serranía de la zona, destinadas al saqueo de sus de Huaca Yolanda (Ibid: fig. 162), presenta una
cosechas o a la apropiación de las tierras, obligan-
do a sus pobladores a desarrollar estos impresio-
Fig. 89. Complejo ceremonial SVP-CAY-5 (Wilson 1988: fig.51).
nantes sistemas defensivos.
De otro lado, los sitios con arquitectura cívi-
co ceremonial están construidos tanto con ado-
bes cónicos como con piedra y están representa-
dos por sitios que presentan desde simples plata-
formas hasta complejos que integran además de
plataformas, patios circulares hundidos, recintos
de distinto tipo y plazas. En todo caso, es de notar
que en el valle del Santa estos elementos arquitec-
tónicos muchas veces son integrados o combina-
dos dentro de un ordenamiento sui generis, si se
les compara con los rígidos cánones arquitectóni-
cos que revelan otros complejos ceremoniales de
la época en la región. Este es el caso del principal
100 JOSÉ CANZIANI

conformación sobre la base de plataformas, terra- con o sin fogón, uno de los cuales exhibía peque-
zas con recintos y un patio circular hundido, que ños nichos en sus muros; además de observarse
manifiesta una aparente continuidad con relación evidencias de continuas superposiciones. Si bien
a las tradiciones de la arquitectura monumental durante esta primera ocupación se habrían levan-
más tempranas del valle. tado algunas plataformas bajas, es durante el
Huacaloma Tardío que se procede a la construc-
ción de la arquitectura monumental de una pirá-
La Sierra Norte mide con plataformas. Las edificaciones preceden-
tes son cubiertas con estratos de tierra amarilla,
En la cuenca de Cajamarca, además del célebre registrándose en la historia de esta nueva edifica-
acueducto de Cumbemayo, se encuentran una ción hasta 3 superposiciones arquitectónicas, que
serie de sitios con arquitectura monumental del finalmente dan forma a una pirámide con plata-
período Formativo, la mayor parte de los cuales formas escalonadas que alcanza 109 m en direc-
han sido investigados durante las dos últimas déca- ción noreste-suroeste y 119 m de noroeste a su-
das por la Misión de la Universidad de Tokio. Este reste y de 5 a 7.5 m de alto. La presencia, además
es el caso de los sitios de Layzón y Huacaloma, del montículo central conocido como Huacaloma,
en la misma cuenca y de Kuntur Wasi y Cerro de otros montículos que se disponen a ambos la-
Blanco, que se encuentran en el flanco occidental dos de éste, permite suponer que todo el comple-
de los Andes, en las cabeceras de la cuenca del valle jo podría haber tenido una disposición con plan-
del Jequetepeque. La mayoría de los sitios corres- ta en forma de “U” (Terada 1982a, 1982b, 1985;
ponden a la ocupación de los períodos formativos Matsumoto 1994).
Huacaloma Temprano (ca. 1500-1000 a.C.), em- En el frente principal del edificio, orientado
parentado con el Guañape Temprano de la Costa hacia el noroeste, se desarrollaban 4 terrazas y al
Norte, y Huacaloma Tardío (1000-500 a.C.), co- centro de la más baja se ubicaba una gran escali-
rrespondiente al Cupisnique de la Costa Norte y nata que tenía 10 m de ancho. En el frente del
Chavín; así como al período transicional denomi- lado noreste, se ubicó un ingreso lateral de 1.2 m
nado Layzón (500-250 a.C.) (Matsumoto 1994). y 2.0 m de alto que daba acceso a una galería con
escalinata que permitía ascender internamente
Huacaloma hacia las plataformas superiores de la edificación.
Debido a que durante la fase Layzón la arquitec-
El conjunto arqueológico de encuentra ubicado tura monumental habría sufrido una violenta des-
en el mismo fondo del valle de Cajamarca, a unos trucción, que dio término a la función ceremo-
2,700 msnm. La primera ocupación del sitio co- nial del sitio para dar paso a una ocupación
rrespondería al período Huacaloma Temprano y habitacional, no ha sido posible rescatar alguna
está asociada a construcciones en las que resulta información acerca de las posibles estructuras que
notable la presencia de rasgos emparentados con se encontraban sobre las plataformas del templo.
la tradición Mito, tales como pequeños recintos Sin embargo, sobre la base de los numerosos frag-

Fig. 90. Sitios Formativos de


Cajamarca (Redibujado de
Matsumoto 1994: fig. 2).
4. EL URBANISMO TEMPRANO 101

o que tipo de estructuras pudieron haberse desa-


rrollado sobre las plataformas ya que estas fueron
seriamente afectadas durante la ocupación Layzón
(Seki 1994: 145-148).
A diferencia de Huacaloma y otros sitios del
período Huacaloma Tardío, donde la posterior
ocupación del período Layzón implicó no sola-
Fig. 91. Huacaloma. Reconstrucción del edificio de la fase mente severas alteraciones de la arquitectura mo-
Huacaloma tardío (Matsumoto 1994: fig. 11). numental preexistente sino también el abandono
de la función ceremonial que en estos se desarro-
mentos de pintura mural y de relieves pintados llaba, en el caso del sitio de Layzón se mantuvo
con diseños de felinos y serpientes, se puede infe- por un tiempo la función ceremonial. Durante el
rir que estas edificaciones estuvieron embelleci- período Layzón, además de la destrucción parcial
das con este tipo de decoración mural (Matsumoto de las plataformas inferiores, la construcción se
1994: 181). centró sobre las dos plataformas superiores del sitio
donde se erigieron nuevos muros de contención,
Layzón utilizando piedras canteadas de arenisca asenta-
dos con mortero de barro. Aparentemente, el vie-
El sitio de Layzón destaca entre otros sitios simi- jo eje Oeste Este habría sido substituido por uno
lares, como Kolguitín, Corisolgona, Santa orientado de Sur a Norte, aunque esta suposición
Apolonia, Agua Tapada y Cerro Ronquillo, que está fundada básicamente en el hallazgo de una
se localizan sobre la cumbre de los cerros que ro- escalinata central adosada en el frente Sur de la
dean y dominan la cuenca de Cajamarca (Williams plataforma superior (Ibid: 154). La plataforma
y Pineda 1983, Seki 1994). El sitio está ubicado principal o superior tuvo una planta cuadrangu-
unos 9 km al sur de la ciudad de Cajamarca y se lar de 40 m de lado con las esquinas redondeadas.
localiza sobre la cima de un cerro a unos 3,200 Sobre esta plataforma se desarrollaba una estruc-
msnm, es decir unos 250 m de altitud con rela- tura circular con muros concéntricos de unos 10
ción al fondo de la cuenca m de diámetro y al lado de esta un fogón circular.
La primera ocupación del sitio corresponde- En la esquina noroeste de la siguiente plataforma,
ría al Huacaloma Tardío, donde se desarrollan 6 en el nivel inferior, se definió una pequeña plata-
plataformas escalonadas que descienden hacia la forma rectangular también con esquinas redon-
ladera Oeste del cerro, que es la menos pronun- deadas que contiene en la parte central un fogón
ciada. Mientras que la plataforma superior ubicada limitado por una estructura con forma de “U”.
al Este fue afectada a raíz de la posterior Adicionalmente, la siguiente plataforma presenta
remodelación del templo durante la ocupación del en la esquina noroeste dos estructuras o platafor-
período Layzón, se ha podido apreciar que las pla- mas circulares contiguas de 15.6 m de diámetro,
taformas inferiores fueron labradas en la roca na- mientras que otra plataforma similar de planta
tural del cerro compuesta por afloramientos de circular se ubicaba en la esquina suroeste. En va-
tufo, tanto horizontalmente definiendo el piso de rios puntos de estas plataformas se detectaron sis-
estas, como también verticalmente para dar for- temas de desague destinados aparentemente al
ma al talud de los desniveles que las delimitan. drenaje de las plataformas en caso de lluvia (ver
Las plataformas tienen unos 70 m de largo y en- Terada y Onuki 1985: fig. 12).
tre 10 a 20 m de ancho. Las tres plataformas infe-
riores presentan escalinatas también labradas en Fig. 92. . Layzón. Planta y reconstrucción hipotética (Terada y Onuki
la roca y se alinean a lo largo del eje central del 1985).
monumento orientado de Oeste a Este. Es de des-
tacar, que la base del paramento de roca labrada
que se encuentra al lado de la primera escalinata
presenta diseños grabados. En las plataformas su-
periores se ha podido observar que sobre la base
de la roca natural labrada se levantaron muros de
contención hechos con bloques canteados de tufo
(75 x 35 x 45 cm) dispuestos en un aparejo con-
certado. No se ha podido establecer si existieron
102 JOSÉ CANZIANI

Kuntur Wasi de 12 m y 8.4 m de alto. En este caso se ha esti-


mado la existencia de unos 32 peldaños, mientras
Se ubica en el cerro La Copa, en la cuenca alta del que a ambos lados de la escalinata y al pie de los
Jequetepeque, a 2,300 msnm. Si bien las fases más muros laterales que la contienen, se observó la
tempranas del sitio corresponderían al Huacaloma existencia de dos canaletas de 35 cm destinadas al
Tardío (fase Idolo), aparentemente es en la fase desague de la plataforma (ibid: 203-205).
Kuntur Wasi, en la que se construye y da forma a Sobre la plataforma principal se encontraron
la arquitectura monumental del templo. Se seña- evidencias de una serie de estructuras. En primer
la que la cerámica de esta fase no tiene mayor lugar, la escalinata principal conducía a un sector
correlato con la cuenca de Cajamarca sino más flanqueado por dos plataformas bajas, al que le
bien con el Cupisnique de Jequetepeque y ciertas seguía un patio hundido cuadrangular de 23.5 x
similitudes con Janabarriu de Chavín. Finalmente, 23 m de lado y 1 m de profundidad que presenta
en la fase correspondiente al período Layzón se escalinatas en sus 4 lados. Es interesante notar que
registraría la destrucción y abandono del sitio un monolito, grabado en su lado frontal con la
(Kato 1994). imagen de la divinidad del jaguar, fue hallado in
El conjunto arquitectónico de Kuntur Wasi situ formando la última grada de una de estas es-
tiene una orientación noreste suroeste y presenta calinatas (ibid: fig. 15), habiéndose detectado en
una plataforma superior o principal asentada so- trabajos anteriores, desarrollados en este mismo
bre una plataforma inferior. Esta plataforma infe- sector, otros 2 monolitos grabados con un diseño
rior de 140 m de frente y 41 m de ancho, presen- semejante, que pudieron haber cumplido una fun-
ta un gran muro de contención con al centro, y ción similar como parte de las otras escalinatas
en el mismo eje del templo, una escalinata de 11 (Carrión Cachot 1948, Kato 1994: 222-223). Este
m de ancho y 6 m de alto, que se supone debió de patio hundido habría presentado lateralmente dos
tener unos 20 peldaños. Siguiendo el eje princi- plataformas enfrentadas en un eje transversal al
pal, sobre esta primera plataforma se encontraron del templo, sobre las que se observaron eviden-
vestigios de un patio hundido cuadrangular, cu- cias de patios hundidos menores y vestigios de un
yos muros estaban construidos con grandes lajas atrio con pilares en lo que debió ser el frontis de
de granito blanco. La plataforma principal ten- una de estas plataformas. Continuando por el eje
dría unos 145 m de ancho y 170 m de largo y está del templo, enfrentado al patio hundido y al cen-
contenida por 3 muros que forman un escalona- tro de la plataforma principal, se encontraba una
do de 3.4, 2,9 y 2.1 m de alto respectivamente. plataforma central de 24.5 m de largo y 15.5 de
Para ascender a la cima de la plataforma principal ancho. Al lado sureste de esta se encontraba otra
se desarrolló una segunda escalinata que tiene el plataforma baja con patios hundidos a ambos la-
mismo eje y también 11 m de ancho con un largo dos. En el probable caso de que las estructuras

Fig. 93. Kunturwasi. Vista pa-


norámica del sitio y de las te-
rrazas escalonadas sobre las
cuales se levanta el templo
(Canziani).
4. EL URBANISMO TEMPRANO 103

Fig. 94. Kunturwasi. Recons-


trucción isométrica del edifi-
cio de la fase Kunturwasi
(Kato 1994).

registradas sobre la plataforma principal hubie- permite suponer que se trataría de personajes de
ran estado dispuestas con un ordenamiento simé- alto status, ya sea por su propia condición social
trico, se supone que estas tendrían sus equivalen- o por sus especiales prerrogativas relacionadas con
tes en el flanco opuesto del eje, de lo que resulta las actividades rituales desarrolladas en el
la reconstrucción de un planeamiento general con
planta en forma de “U” (ibid: fig. 1). Fig. 95. Kunturwasi. Elemento escultórico en piedra dispuesto en
Por último, es interesante resaltar que a la es- el eje del templo con representación de ser supranatural (Canziani).
palda de la plataforma central y alineado con el
eje general del templo, se registró un patio circular
hundido de 15.6 m de diámetro y 2.1 m de pro-
fundidad, que presentaba escalinatas contrapues-
tas en este mismo eje. El hallazgo de fragmentos
de enlucido con restos de pintura policroma, su-
giere que el paramento de este patio circular pre-
sentaba este tipo de acabado (ibid: 205-212).
Un hallazgo extraordinario durante las inves-
tigaciones desarrolladas en Kuntur Wasi,
corresponde a una serie de tumbas asociadas con
ofrendas excepcionales de adornos de oro, cerá-
mica, conchas de caracolas de Strombus grabadas,
piedras talladas, cuentas de mullu (Spondylus) y
de piedras semipreciosas, así como otros objetos
de prestigio. Siete de estos enterramientos fueron
depositados al emprender la construcción de la
plataforma central de la fase Kuntur Wasi, para lo
cual se cubrió con una enorme cantidad de rellenos
las estructuras de la fase Idolo, que correspondían
a los antiguos patio hundido y plataforma central
y que sirvieron de especial repositorio para las tum-
bas. (ibid: 213-220). El rico ajuar funerario que
acompaña a 4 de estos entierros —3 hombres y
una mujer de edades relativamente avanzadas—
104 JOSÉ CANZIANI

dencias se puede inferir que, también aquí, estos


artefactos constituían parte de un excepcional
ajuar funerario de personajes de alto status.

El canal de Cumbemayo

Al Oeste de la ciudad de Cajamarca se encuentra


una de las más notables evidencias de sistemas
tempranos de irrigación: el célebre canal de
Cumbemayo. Este tiene su origen en las faldas de
los cerros conocidos como Cumbe a una altitud
de 3,555 msnm captando las aguas que discurren
Fig. 96. Kunturwasi. Pectoral de oro hallado como parte del ajuar de estos y que naturalmente fluirían hacia la cuenca
funerario de personajes de elite enterrados en el templo (fuente ?).
del Jequetepeque, es decir hacia la vertiente del
Pacífico, de no ser porque esta extraordinaria obra
templo.11 De otro lado, la única tumba que tiene hidráulica las deriva hacia la cuenca de Cajamarca
una forma distinta, se registra aislada y al centro y por ende, hacia la vertiente oriental del Amazo-
de un recinto de una plataforma secundaria, y nas. El canal tiene un recorrido de 9,100 metros y
corresponde a un personaje fornido que presenta concluye en unos reservorios al pie del Cerro Santa
una perforación en el cráneo y estaba asociado a Apolonia a 2,800 msnm (Petersen 1969).
un ajuar funerario relativamente sencillo en el cual A lo largo de su desarrollo el canal presenta 3
estaban excluidos los objetos de oro y cerámica. tramos diferenciados. El primer tramo parte de la
El conjunto de estos elementos, lleva a suponer toma y es el más impresionante, tiene unos 850
que esta tumba corresponde a un personaje sacri- m de longitud y se caracteriza por estar finamente
ficado en el marco de un ritual fundacional, que labrado en la roca volcánica que aflora en el sitio.
tuvo lugar al iniciar la construcción del nuevo Las dimensiones de la sección del canal van de 35
edificio (ibid: 220). a 50 cm de ancho y de 30 a 65 cm de profundi-
dad y se desarrolla en gran parte al centro de un
Cerro Blanco andén, con el propósito aparente de hallar la pen-
diente adecuada o superar zonas accidentadas.
A 1.5 km al noreste de Kuntur Wasi se encuentra Existen zonas con un trazo zigzagueante que
el sitio de Cerro Blanco, emplazado a 2,275 msnm parecen responder a la necesidad de aminorar la
también sobre la cima de un cerro que ha sido velocidad del caudal, así como pequeños túneles
terraplenada en dirección norte-sur. Las excava- que perforan grandes rocas que se interponían en
ciones registraron la existencia de los restos de una el trayecto del canal. Un segundo tramo, de más
edificación compuesta por 4 plataformas, posible- de 2,600 m va desde el término del canal labrado
mente con escalinatas en el frente norte. La ocu- en la roca y ha sido excavado en la ladera de los
pación registraría 3 fases correspondientes a las cerros, hasta alcanzar el abra de la divisoria conti-
definidas en la cuenca de Cajamarca, es decir Hua- nental (3,150 msnm). Mientras que el tercer tra-
caloma Temprano, Huacaloma Tardío y Layzón. mo, con una longitud de 5,650 m desciende desde
Se hallaron también evidencias de tumbas asocia- el abra hasta llegar a un sistema de reservorios.
das a ofrendas similares a las observadas en Kuntur Además de su importante función, al incre-
Wasi, como vasijas de cerámica y una gran canti- mentar el abastecimiento de agua de la cuenca de
dad de cuentas de lapislázuli, turquesa y de con- Cajamarca, el canal de Cumbemayo está asocia-
chas de Spondylus, que al parecer hacían parte de do a una serie de estructuras de aparente carácter
collares y pectorales. Entre estos elementos destaca ceremonial, e inclusive las propias paredes del
una plaqueta cuadrangular de concha de Spondylus canal presentan relieves labrados, cuyos diseños
con un rostro tallado con rasgos chavinoides corresponderían al período Formativo. Se ha
(Onuki y Kato 1988). De este conjunto de evi- sugerido que una serie de sitios de esta época esta-

11
Es status jerárquico de los ocupantes de las tumbas de Kuntur Wasi, sería corroborado también por la especial ubicación de
estos enterramientos en la arquitectura ceremonial, cual es el atrio de la plataforma central correspondiente a la fase Idolo.
4. EL URBANISMO TEMPRANO 105

Fig. 97. Canal de Cumbe-


mayo. Foto de detalle del ca-
nal tallado en la roca (Burger
1995: fig. 101).

rían concatenados a lo largo de un eje ritual aso- rían manifestando un proceso acelerado de dife-
ciado al trayecto del canal. De esta manera, desde renciación social que expresaría la presencia de
las obras de derivación del Cumbemayo se articu- sociedades complejas, promotoras de la magni-
larían los conjuntos ceremoniales de Layzón, tud y calidad alcanzadas por la arquitectura mo-
Hualanga Orco, Agua Tapada y Santa Apolonia, numental en la región.
todos ellos con vestigios correspondientes al For- Sin embargo, no queda muy claro el evento
mativo (Williams y Pineda 1983). de Layzón, cuando gran parte de los centros ce-
Los datos disponibles acerca del manejo de los remoniales son abandonados o sujetos a proce-
recursos y las formas de organización social, pre- sos de destrucción por parte de sus ocupantes. Se
sentes durante esta época en la cuenca de Cajamarca puede suponer la disgregación de las elites aso-
son aún bastante fragmentarios y preliminares. Sin ciadas con el funcionamiento de los centros ce-
embargo, la presencia de importantes obras hidráu- remoniales y la crisis del sistema religioso que los
licas como la del canal de Cumbemayo permiten sustentaba y que permitía la integración de la po-
inferir una creciente importancia de la economía blación, como consecuencia de profundos cam-
agrícola en la región. De otro lado, como indica- bios en el modo de vida, relacionados con la afir-
dor del desarrollo desigual que el proceso presenta mación de una economía agro pecuaria (Seki
en los Andes Centrales, en esta región se registra 1994, Matsumoto 1994). Sin embargo, la ausen-
hasta bien entrado el Formativo una importante cia de mayores datos y especialmente de aquellos
contribución de la caza del venado en el aprovi- relacionados con la problemática de la evolución
sionamiento de las subsistencias; mientras que la de los patrones de asentamiento —donde se vin-
introducción de la ganadería de camélidos y su cule los sitios de aparente función pública, con
consumo alimenticio habría sido un fenómeno las características y contextos que presentan los
relativamente tardío en comparación a lo que acon- sitios habitacionales contemporáneos— impide
tece más al sur (Seki 1994: 158).12 De otro lado, una mayor profundidad en el análisis sin arries-
el impresionante ajuar funerario asociado a las tum- gar planteamientos especulativos.
bas halladas en Kuntur Wasi y Cerro Blanco, esta-

12
De acuerdo a los datos de Huacaloma, en los períodos tempranos se tendría un alto consumo de cérvidos y escaso de
camélidos, esta distancia aminoraría en el Huacaloma Tardío, para luego revertirse dramáticamente en el período Layzón, donde
decaería sustancialmente el consumo de cérvidos y sería mayoritario el de camélidos (M. ShimadaShimada 1985). Esta tendencia
es totalmente plausible si se supone que los camélidos domésticos fueron introducidos a la región desde la sierra central. Sin
embargo, es preciso advertir que estas tendencias en la composición de las subsistencias podrían haber sido acentuadas por el
cambio de función del sitio de Huacaloma de ceremonial a habitacional, si se diera el caso, por ejemplo, de que el consumo de
cérvidos estuviera asociado a fines rituales durante las fases tempranas.
106 JOSÉ CANZIANI

Pacopampa En lo que respecta a la secuencia del sitio, Fung


(op.cit.) plantea 6 fases, la más temprana de las
Se trata de un sitio bastante representativo del cuales (AB) se relacionaría con la cerámica
Formativo de la sierra nor peruana, unos 200 km Torrecitas-Chavín, un estilo que se supone ante-
al norte de Cajamarca, ubicado en la provincia de rior al Chavín clásico.
Chota. El sitio está emplazado sobre la cima de
un cerro a 2,140 msnm y corresponde a una es-
tructura de tipo piramidal conformada por 3 pla- Los valles de Casma y Nepeña
taformas escalonadas, con el frente principal orien-
tado hacia el Este. Se señala (Silva Santisteban Es innegable que en la Costa Nor-Central, los
1985, Rosas y Shady 1970) que ocupa un área de valles de la región de Casma presentan una reali-
cerca de 600 por 200 m y tendría una serie de dad única y destacada durante el período históri-
rasgos arquitectónicos que lo vinculan con Chavín co que nos ocupa. La gran cantidad de complejos
de Huantar, cual es el caso de la presencia de pla- ceremoniales, su alto grado de concentración en
zas rectangulares hundidas, escalinatas, canales de el territorio y las inusitadas dimensiones colosales
drenaje, columnas y cornisas líticas que presen- alcanzadas por muchos de estos, ha llamado la
tan evidencias de talla, igualmente la presencia de atención de los estudiosos de la arquitectura mo-
monolitos tallados fue reportada en 1939 por numental temprana y de los procesos iniciales que
Rafael Larco Hoyle, quien dio las primeras refe- manifiestan el surgimiento de las primeras for-
rencias sobre el sitio. maciones de carácter estatal.
Las limitadas excavaciones desarrolladas por Se puede inferir de esta realidad, que la imple-
Rosa Fung (1976) se concentraron en la plaza mentación de la economía agrícola fue en la re-
cuadrangular hundida y un recinto ubicados sobre gión extraordinariamente exitosa, tanto como para
la tercera plataforma superior del templo. La plaza generar la disponibilidad de ingentes cantidades
cuadrangular sobre la tercera plataforma tendría de excedentes productivos, que no sólo permitie-
poco más de 30 m de lado y dos escalinatas con- ran invertir notables recursos en la erección de
trapuestas de 4 m de ancho en sus lados al Este y estos colosales complejos, sino también sustentar
Oeste. Se señala que el paramento de los muros el surgimiento y desarrollo de una compleja es-
de la plaza estaba construido con grandes piedras tructura social, que se manifiesta de manera pa-
dispuestas verticalmente, a modo de ortostatos, y tente en las extraordinarias características de su
separadas entre sí de 1 a 2 m por un espacio en el consistente urbanismo temprano. Es posible su-
que se dispusieron piedras en posición horizon- poner que en este fenómeno regional intervinie-
tal. Mientras que el muro Este de la plataforma ran favorablemente la conjunción de diversos fac-
superior, que tendría una extensión de unos 120 tores de índole geográfico, histórico, económico
m y una altura de 3 m en las partes mejor conser- y social. Entre estos, el que los valles relativamente
vadas, está constituido por grandes bloques de 2 pequeños de la región, como son los de Casma y
a 3 m de largo dispuestos horizontalmente, sepa- Sechín presentaran las condiciones más idóneas
rados por hiladas horizontales de piedras meno- para la implementación de un sistema de irrigación
res que miden de 50 a 80 cm de largo. Las piedras artificial, cuyo desarrollo fuera factible a partir del
de los muros están acuñadas por piedras peque- bagaje tecnológico disponible, sin el requerimiento
ñas o pachillas. De otro lado, las excavaciones en de grandes obras públicas de canalización y que,
el área de estructuras sobre la tercera plataforma al mismo tiempo, no obligara a un sistema de
reveló la presencia de dos canaletas de drenaje re- administración de riego demasiado complejo, tal
vestidas con lajas de piedra. Es interesante notar como el que exigirían valles de mayores propor-
que estas dos canaletas corresponden a dos fases ciones. Estas favorables condiciones económicas
distintas y estarían señalando una evidencia preli- debieron de reforzarse notablemente con la inte-
minar de la existencia de superposiciones arqui- gración de una provechosa explotación de los re-
tectónicas. En cuanto a las columnas y cornisas o cursos marinos, cuya variedad y abundancia en la
dinteles, que se encuentran dispersos sobre la su- zona es ampliamente reconocida.
perficie de la tercera plataforma, podrían haberse Por otra parte, durante esta época la región
relacionado con estructuras asociadas a la plaza debió constituir el centro de articulación de una
cuadrangular hundida, de un modo semejante al serie de interrelaciones entre las regiones al norte,
que presenta la portada del Templo Nuevo de este y sur, con la difusión e intercambio no sola-
Chavín de Huantar (ibid: 139-140). mente de valiosos recursos sino de tecnologías,
4. EL URBANISMO TEMPRANO 107

Fig. 98. Sitios Formativos de


Casma (Pozorski y Pozorski
1987).

conocimientos e ideas, que unidas a la existencia La gran mayoría de los complejos se encuen-
de un favorable substrato histórico en la región, tran localizados en la parte media de los valles de
hicieron que aflorara en Casma el más notable Casma y Sechín, entre 15 a 20 km del litoral. Esta
proceso de desarrollo de esos tiempos. Esta situa- ubicación confirma también la importancia de la
ción especial de los valles de Casma, en cuanto agricultura en la economía de estas sociedades,
centro de articulación de diferentes tradiciones dado que los sitios principales están instalados en
regionales, se puede percibir claramente también la zona más amplia y que concentra las mejores
en la variedad formal de su arquitectura monu- tierras productivas de estos valles. Una excepción
mental, que nos muestra una extraordinaria sín- especial es la del sitio de Las Aldas, cuyo complejo
tesis de distintas tradiciones arquitectónicas, al ceremonial se encuentra localizado en el litoral.
igual que en el desarrollo de los patrones y mate- Este tipo de sitios, ligados al litoral, independien-
riales constructivos de sus edificaciones. temente de la función ceremonial o habitacional

Fig. 99. SMonumentos arqueológicos de los valles de Sechín y Casma según Tello (1956: fig. 2).
108 JOSÉ CANZIANI

que tuvieran —como aparentemente es el caso de miten el ascenso hasta la cima. De esta manera, la
los ubicados en Punta El Huaro y en la bahía de cúspide del templo culmina asomándose dramá-
Tortugas— ilustran la existencia de una serie de ticamente sobre un brusco acantilado que se ele-
asentamientos asociados al manejo de los recursos va sobre el mar y domina el paisaje del litoral. Al
marinos y de las vecinas lomas, y que dependie- pie de la pirámide y en dirección nor este, se desa-
ron para su subsistencia de las fuentes de agua de rrolla la secuencia de las 4 plazas limitadas por el
los valles y del intercambio o abastecimiento de alineamiento de dos ejes paralelos separados unos
los productos agrícolas que en ellos se producían, 70 m entre sí. Un primer gran patio tiene planta
y posiblemente también de otros como cerámica cuadrangular y está rodeado por sus 4 lados por
y textiles. En contrapartida, testimonio de estas un grueso bordo sobreelevado, lo que produce la
relaciones se encuentran también en los sitios asen- sensación de que este espacio es “hundido”; la si-
tados en los valles, donde es abundante y recu- guiente plaza es de planta rectangular y aparente-
rrente la evidencia del consumo de productos mente ha sido simplemente nivelada y delimitada
marinos. (Fung 1972, Pozorski y Pozorski 1987) por un simple muro o alineamiento de piedras.
Es notable la presencia en esta plaza, en posición
Las Aldas alineada con el eje central y desplazada hacia el
sur de esta, de un pozo circular hundido de unos
Este importante sitio formativo se ubica en estre- 18 m de diámetro que presenta dos escalinatas
cha proximidad del litoral marino, unos 20 km al contrapuestas con la clásica forma definida en
suroeste del valle de Casma, en una zona desértica otros sitios del Precerámico final.13 Le sigue el
y aparentemente alejada de fuentes de aprovisio- desarrollo de una tercera plaza, también en este
namiento de agua. El sitio presenta una extensa caso con un muro perimétrico, pero con la pre-
área con densos basurales y vestigios de ocupación sencia de dos accesos alineados con el eje del com-
que corresponden tanto al período Precerámico plejo; finalmente se delinea una cuarta y última
como al Formativo, sin embargo la edificación plaza de planta cuadrangular, al igual que la ante-
central del templo presenta las características fi- rior. Se ha advertido también que, continuando
nales correspondientes a esta última ocupación.
Las relativamente buenas condiciones de conser- Fig. 100. Plano de Las Aldas (Pozorski y Pozorski 1987).
vación del templo y el hecho de que no haya sido
mayormente disturbado por ocupaciones poste-
riores, permite una buena aproximación a los ras-
gos principales que caracterizan la arquitectura
monumental casmeña de este período.
El templo presenta un definido ordenamiento
axial que alinea 4 plazas consecutivas y culmina
en el montículo piramidal —que se encuentra al
sur oeste del complejo— a lo largo de más de 400
m. Tanto al Este como al Oeste del templo se en-
cuentran otros montículos menores que, con sus
plataformas en forma de “U”, parecen replicar en
menor escala los rasgos dominantes de su arqui-
tectura. El montículo del templo ha sido cons-
truido aprovechando la existencia de un promon-
torio natural que ha sido incorporando a su volu-
men, generando plataformas escalonadas mediante
el desarrollo de muros de contención y rellenos
constructivos. Las plataformas escalonadas pre-
sentan a su vez plataformas laterales, definiendo
así una secuencia ascendente de atrios con planta
en forma de “U” y escalinatas centrales, que per-

13
Como se ha visto en el capítulo anterior, estos pozos ceremoniales hundidos presentan de manera recurrente dos escalinatas
contrapuestas —alineadas con el eje principal de los complejos —cuyos lados son convergentes hacia el centro del circulo,
4. EL URBANISMO TEMPRANO 109

sas de junco rellenas de piedras y cascajo (shicras),


estos datos —unidos a las asociaciones
estratigráficas— permitirían suponer que estas es-
tructuras corresponderían al final del Precerámico
o a la primera fase con cerámica. La estratigrafía
también revelaría que el pozo ceremonial e, in-
clusive, las plazas corresponderían a una interven-
ción tardía, luego de que el templo tuviera un lar-
go tiempo de funcionamiento (ibid.)

Cerro Sechín

Fig. 101. Las Aldas. Vista panorámica del litoral marino desde la Este es un sitio bastante conocido arqueológica-
plataforma superior del templo, cuyo talud se aprecia en la esquina mente, a partir de su descubrimiento por Julio C.
inferior izquierda de la fotografía (Canziani).
Tello en 1937 (Tello 1956) y de las diferentes hi-
pótesis e interpretaciones que se han planteado
con los dos ejes paralelos que delimitan la secuen- acerca de su función y el arte de su pintura mural
cia de plazas, se proyecta por más de un kilóme- y grabados escultóricos en piedra.
tro hacia el noreste el trazo de un camino que se La plataforma correspondiente al edificio prin-
orienta hacia el valle de Casma. Se puede suponer cipal se ubica en el flanco norte y al pie de las
que este constituía una suerte de camino ceremo- laderas del Cerro Laguna que se eleva 265 msnm
nial para quienes, llegando desde el valle, se aproxi- constituyéndose en un hito dominante en esta
maban al templo (Fung 1972: 32). zona del valle de Sechín. La plataforma presenta
Se han establecido para este complejo distin- una planta cuadrangular de unos 53 m de lado
tas fases de ocupación y claras evidencias de con las esquinas redondeadas y se estima que de-
superposiciones arquitectónicas. Este es el caso de bió de tener poco más de 4 m de alto. Posible-
las excavaciones desarrolladas en la primera pla- mente, del lado Sur de la plataforma se debieron
taforma inferior y en una de las plataformas late- desarrollar otras estructuras que le otorgaban una
rales del montículo, que permitieron establecer altura algo mayor (Samaniego, Vergara y Bischof
que fueron construidas con la técnica de las bol- 1985). La planta de la plataforma principal, deli-

Fig. 102. Las Aldas. Vista ha-


cia el norte del templo en la
que se aprecia la secuencia de
plazas (Canziani).

mientras que las gradas de trazo curvilíneo corresponden a secciones de arco, trazadas desde el mismo centro del círculo.
Adicionalmente, como es el caso de Las Aldas, pueden también desarrollarse muros concéntricos al círculo, que lo enmarcan y
resaltan aun más la sensación de espacio “hundido”.
110 JOSÉ CANZIANI

Fig. 103. Plano de Cerro


Sechín (Samaniego et al.
1985).

mitada por un muro de contención revestido por lado Oeste que conduce a una escalinata, que per-
bloques de piedras grabadas, corresponde a una mitía ascender hacia una terraza y a otras estruc-
de las fases finales de la edificación ya que existen turas lamentablemente destruidas.
una serie de evidencias de superposiciones con Estos edificios de adobe presentan un fino
relación a edificios anteriores. enlucido en barro e importantes evidencias de
La edificación más antigua correspondería a acabado con pintura y decoraciones con pintura
un conjunto de estructuras dispuestas con una mural. Este es el caso del recinto central y de los
planta en forma de “U” y construidas con adobes laterales que exhiben un acabado rosado al exterior
cónicos sobre una pequeña plataforma escalona-
da, que en ese entonces alcanzaba unos 34 m de Fig. 104. Plano del edificio temprano de Cerro Sechín (Maldonado
lado. El elemento central de esta composición, lo 1992: fig. 4).
constituye una cámara de planta cuadrangular y
esquinas redondeadas, a la cual lateralmente se
adosaron recintos cuyos frentes presentaban
pilastras. Estas estructuras, que se disponen a
manera de brazos laterales, definen un atrio al que
se accedía mediante una escalinata ubicada en el
eje central del frontis de la plataforma. Llama la
atención que esta escalinata presente un desarrollo
bipartito, al estar dividida por una profunda ra-
nura que marca físicamente el eje central de todo
el conjunto. Aparentemente existían en la parte
sur de la plataforma estructuras dispuestas en un
nivel más elevado ya que la cámara central, ade-
más del acceso central, presenta un vano en su
4. EL URBANISMO TEMPRANO 111

Fig. 105. Vista del edificio


temprano de Cerro Sechín,
donde se aprecia la esquina
curvada de la cámara central
con evidencias de pintura
mural y a la derecha, un blo-
que constructivo de adobes
cónicos correspondiente a un
sello de época posterior
(Canziani).

y azul plomizo al interior, mientras que a ambos tructuras dispuestas sobre la plataforma parece que
lados del acceso a la cámara central se encuentra se mantuvo durante las distintas fases, el frontis
la evidencia de pintura mural, representando dos principal tuvo un tratamiento diferenciado con
felinos dispuestos simétricamente mirando hacia relación al primer edificio, que presentaba origi-
la entrada y que fueron pintados directamente nalmente pilares y ambientes parcialmente abier-
sobre el enlucido de arcilla amarillenta en negro tos en la fachada, ya que durante las posteriores
sólido, con las garras en tono naranja rojizo y blan- fases la tendencia habría sido la de resaltar el ca-
co en las uñas, mientras que el resto del muro fue rácter macizo de la plataforma, para culminar fi-
pintado de rosado. Otras importantes evidencias nalmente con el revestimiento lítico de la misma
del acabado del templo se encontraron en uno de (Maldonado 1992, Fuchs 1997).
los pilares, cuyo frente tiene un motivo inciso en Efectivamente, en una de las últimas fases del
bajo relieve y pintado sobre el enlucido, con la templo, se procedió a una ulterior ampliación de
representación de un personaje que es arrojado la plataforma, la que fue revestida con un muro
de cabeza en un aparente rito de sacrificio; al igual lítico compuesto por piedras grabadas. Los moti-
que la representación de peces en el frente de las vos representados confluyen hacia la portada cen-
plataformas correspondientes a la tercera fase de tral en el frontis Norte, donde se ubicaron recu-
la edificación (ibid: 173-178). rrentemente las escalinatas centrales del templo, y
Importantes y reveladoras evidencias de pos- remata a ambos flancos de esta con dos altos
teriores remodelaciones con diversas superpo-
siciones arquitectónicas se observan con la pre- Fig. 106. Escalinatas superpuestas en el frontis de Cerro Sechín,
sencia de rellenos constructivos de adobes cónicos cada una correspondiente a los sucesivos niveles alcanzados por la
plataforma del templo en la secuencia de remodelaciones de dife-
y, especialmente, con el hallazgo de 4 escalinatas rentes épocas (Canziani).
superpuestas —todas con la junta demarcando el
eje central— cada una de las cuales debió corres-
ponder a las distintas fases de renovación y fun-
cionamiento en la historia de la edificación cere-
monial, al estar aparentemente asociadas con el
ascenso a los distintos niveles que alcanzaron su-
cesivamente los respectivos pisos superiores en la
plataforma principal. Además del crecimiento
vertical de la plataforma principal esta se exten-
dió progresivamente horizontalmente en todos sus
frentes, aumentando sustancialmente el área de la
misma. Si bien la configuración en “U” de las es-
112 JOSÉ CANZIANI

monolitos verticales grabados con el diseño de una esquinas rectangulares y escalinatas centrales y de
suerte de estandarte, en otros monolitos verticales dos plataformas cuadrangulares de esquinas redon-
se representan guerreros de perfil, todos desfilan- deadas que se dispusieron a ambos lados en su
do en dirección a la portada central, intercalados extremo Norte, conformando en el conjunto gene-
entre estos otros bloques tienen grabados repre- ral una planta en “U” (Samaniego, Vergara y Bis-
sentando cuerpos humanos seccionados así como chof 1985: fig. 2). Si bien no se conocen mayores
cabezas, extremidades mutiladas, que parecen datos sobre la existencia de otras estructuras en el
representar en conjunto el desfile victorioso de sector Norte, que pudieran haber correspondido
guerreros asociado al sacrificio de los vencidos. al desarrollo de plazas u otras estructuras típicas
Resulta revelador que este desfile de guerreros se de los complejos casmeños, no sería de descartar
inicie a partir de las jambas de una portada que se que estas también se hubieran dado, especialmente
encuentra al centro del frente sur de la platafor- si se considera las observaciones hechas por el Dr.
ma y que daba acceso a una galería subterránea, Tello (1956: 104) al describir el sitio y notar al
como si se plasmara un desfile real que quizás se Norte de este una extensa explanada, a modo de
iniciaba con la salida de los guerreros desde esta plaza, donde nota la presencia de una depresión
galería para dirigirse en direcciones opuestas y al- de unos 80 m de lado y de 3 m de profundidad,
canzar finalmente la portada central de acceso al como si se tratara de una especie de reservorio.
templo (Fuchs 1997).
Justamente, para permitir la circulación en los Moxeke
frentes de los lados Sur, Este y Oeste, se desarrolló
un pasaje perimétrico que separaba, a su vez, la Este importante sitio se localiza en una amplia
plataforma principal de plataformas laterales con quebrada lateral de la margen derecha del valle de
Casma, a unos 18 km del mar. En los dos extre-
Fig. 107 a. Monolito del frontis de Cerro Sechín representando un
mos del asentamiento destacan dos grandes mon-
guerrero (Tello 1956: fig. 57). Fig. 107b. Monolito del frontis de tículos monumentales: la Huaca de Moxeke al
Cerro Sechín ubicado en el flanco de la portada de acceso y que suroeste y la Huaca “A” al noreste. Estos dos mo-
parece representar un estandarte que encabezaba el desfile de los numentos están alineados y comparten un mis-
guerreros (Tello 1956: fig. 53).
mo eje orientado 41º noreste que alcanza más de
1,500 m de longitud y que, a su vez, constituye el
centro del marcado ordenamiento axial que pre-
senta el complejo en todo su conjunto.14 Entre
los dos montículos principales se genera un vasto
espacio, que está demarcado lateralmente por dos
ejes paralelos al eje central, a lo largo de los cuales
se alinean una serie de montículos y edificaciones
menores que se disponen frente a frente a unos
600 m. de distancia entre sí. En este extenso espa-
cio central, aparentemente libre de edificios, se
aprecian vestigios de grandes plazas cuadrangulares
(Tello 1956: 49-53, fig. 2; Pozorski y Pozorski
1989: fig. 1).
El montículo de Moxeke se ubica al suroeste y
es el mayor en volumen, con unos 160 por 170 m
de lado y unos 30 m de alto. Presenta una planta
rectangular con esquinas redondeadas y una se-
cuencia de plataformas escalonadas. En el frontis
principal del lado noreste, las plataformas generan
sucesivos entrantes o atrios, definidos por brazos
laterales, en cuyo eje central se observó la existencia
de una serie de escalinatas. Quizás el hallazgo más

14
Estos ejes son consistentes en su orientación, siendo dominante en los complejos del valle de Sechín (Sechín Alto, Taukachi,
Sechín Bajo) de 32º NE; mientras que en los del Casma (Moxeke, La Cantina) es de 41º NE.
4. EL URBANISMO TEMPRANO 113

Fig. 108. Plano general de Moxeke (Pozorski y Pozorski 1987).

espectacular reportado por el equipo dirigido por namente enlucidas con barro y pintadas con rojo,
el Dr. Julio C. Tello, fueron las esculturas azul, blanco y negro (Tello 1956: 60-64).
antropomorfas de gran tamaño alojadas en gigan- En cuanto a los materiales constructivos, exis-
tescos nichos, en el nivel de la tercera plataforma ten evidencias tanto del empleo de la piedra como
de la esquina norte del montículo, las que estaban de los adobes cónicos. De acuerdo a lo reportado
intercaladas con paneles decorados con relieves. por las excavaciones del Dr. Tello, se puede supo-
Tanto los relieves como las esculturas fueron fi- ner que las fases más tempranas de la edificación

Fig. 109. Vista panorámica


hacia el norte del complejo
desde la pirámide de Moxeke.
Sobre la línea de los cultivos
relativamente recientes, que
han desdibujado las plazas, se
aprecia el volumen de la
Huaca ‘A’ (Canziani).
114 JOSÉ CANZIANI

Fig. 110. Plano de la pirámide de Moxeke (Tello 1956: fig. 25).

fueron construidas con adobes cónicos y que a una


de estas se asociaría el acabado de la tercera plata-
forma con los grandes ídolos y la decoración polí-
croma. En este caso —como en la escalinata cen-
tral y el vestíbulo— Tello observó claramente que
los ídolos fueron cubiertos intencionalmente con
el agregado de nuevas estructuras, las que aparente-
mente estaban asociadas al empleo de piedras y al
revestimiento del edificio con bloques megalíticos
(ibid: 56-64; fig. 25). La pirámide de Moxeke, Fig. 112. El Dr. Julio C. Tello al pie de uno de los grandes ídolos
por lo tanto, no sería ajena a la difundida tradición (IV) expuesto por sus excavaciones en el frontis de la pirámide de
de las superposiciones arquitectónicas, que impli- Moxeke (Burguer 1995: figs. 3).
caban el sucesivo relleno y sello de las estructuras
que culminaban su vigencia, para sobre estas eri-
El planeamiento de la arquitectura que se en-
gir las nuevas estructuras que conformarían una
cuentra sobre la plataforma es bastante complejo
versión renovada de la edificación monumental.
y denso, desarrollándose a partir de un esquema
planificado de simetría bipartita y contrapuesta,
con relación a los ejes longitudinal y transversal
de la plataforma. A lo largo del eje longitudinal
de la plataforma “A” —que coincide con el eje
principal del sitio— se ubican los frontis princi-
pales, que están orientados de forma contrapues-
ta mirando hacia las plazas hundidas. El acceso a
estos atrios, desde las respectivas plazas hundidas,

Fig. 111. Distribución de los ídolos escultóricos en la esquina no- Fig. 113. El ídolo (III) del frontis de la pirámide de Moxeke (Burguer
roeste del frontis de la pirámide de Moxeke (Tello 1956: fig. 27). 1995: figs. 66).

La Huaca “A” se localiza en el otro extremo


del sitio, hacia el interior de la quebrada y a unos
1,300 m. de la pirámide de Moxeke. Su platafor-
ma, de planta cuasi cuadrangular, tiene 135 por
120 m de lado y unos 12 m de alto y, en sus lados
de los extremos al suroeste y noreste, se le adosan
sendas plazas cuadrangulares hundidas. Adicional-
mente la plaza hundida ubicada al noreste pre-
senta el adosamiento de una plataforma baja en la
cual se hallaron evidencias de que en ella se en-
contraba inscrito un pozo circular hundido.
4. EL URBANISMO TEMPRANO 115

los respectivos brazos laterales de estas composi-


ciones en forma de “U”. Al centro se encuentra
un gran patio rodeado de banquetas, a partir del
cual y ordenándose simétricamente a lo largo de
un eje transversal, se organizan dos atrios contra-
puestos (al noroeste y sureste) con sus respectivas
series de cámaras que repiten básicamente la mis-
ma forma de disposición en “U” (Pozorski y
Pozorski 1987: 30-45; Pozorski y Pozorski 1989:
Fig. 5). De las 46 cámaras con nichos y cenefas,
38 presentan esquinas redondeadas (ibid. 1989:
fig. 8), expresando un fuerte parentesco con las
que caracterizan a la tradición Mito, con la salve-
dad de que aparentemente no presentan las clási-
cas banquetas interiores ni el fogón central. Cabe
preguntarse si estas cámaras, especialmente las de
grandes dimensiones, estuvieron techadas como
corresponde a las están afiliadas a esta tradición.
Una reconstrucción puede ayudarnos a establecer
hipotéticamente cuales recintos pudieron estar
techados y cuales constituyeron espacios libres o
Fig. 114. Plano de la Huaca ’A’ de Moxeke (Pozorski y Pozorski áreas de circulación.
1987). Las excavaciones desarrolladas en la Huaca A,
registraron en los atrios de los frontis noreste y
se resolvía mediante largas escalinatas centrales. A suroeste la existencia de banquetas y de frisos deco-
partir de estos atrios contrapuestos, se ingresaba a rativos en relieve que se conservaban tan sólo en
amplias cámaras o recintos que presentan esquinas la base de los paramentos exteriores de los recintos
redondeadas y nichos, las que, a su vez, se encuen- centrales (Pozorski y Pozorski 1994: fig. 4). En
tran flanqueadas por otras cámaras de rasgos si- cuanto al sistema constructivo, aparentemente la
milares pero de menor tamaño, en cuya agrega- plataforma fue hecha con piedra y mortero de ba-
ción se percibe recurrentemente un ordenamiento rro, sin embargo la presencia de adobes cónicos
que define plantas en forma de “U”. Este patrón lleva a suponer que estos también fueron utiliza-
es remarcado por la progresiva elevación ascen- dos en la construcción de los muros de los recintos.
dente de los niveles de los recintos que conforman En los acabados de las estructuras se aplicó final-

Fig. 115. Vista desde el suroes-


te de la Huaca “A” con la plaza
hundida en primer plano
(Canziani).
116 JOSÉ CANZIANI

mente un fino enlucido de barro y pintura blanca A presenta rasgos formales muy especiales, con
a los muros y pisos (Pozorski y Pozorski 1989: 20). un denso despliegue de cámaras dispuestas en un
Los montículos y edificaciones menores ali- intrincado ordenamiento simétrico. A partir de
neados a ambos flancos del eje central del sitio, la constatación de esta diversidad arquitectónica,
aparentemente también tuvieron una función de se puede deducir que los respectivos edificios de-
carácter público y presentan construcciones so- bieron responder a funciones bastante distintas
bre plataformas bajas, con el característico orde- entre sí. Esta diferenciación se pudo manifestar
namiento con un recinto o cámara central con tanto en el ámbito de las actividades ceremonia-
esquinas redondeadas, a veces con dos brazos la- les desarrolladas en la pirámide de Moxeke y en la
terales formando un atrio con planta en “U”, siem- Huaca A, o quizás —como se ha sugerido recien-
pre dentro de un esquema de simetría bilateral temente— pudiera la primera haber concentrado
(Ibid 1989: fig. 6 y 7). Estas edificaciones pare- las actividades ceremoniales, mientras la segunda
cen estar asociadas a otras de aparente carácter pudiera haber respondido a determinadas funcio-
residencial y de cierto nivel de status, ya que pre- nes de carácter político administrativo, planteán-
sentan orientación y características constructivas dose la posibilidad de que las estructuras de la
similares a la arquitectura pública menor. Mien- Huaca A sirvieran para fines de almacenamiento
tras que otros sectores revelarían una ocupación (Pozorski y Pozorski 2000).16 En todo caso, el
doméstica de bajo status y se caracterizan porque planeamiento complejo con ejes de simetría con-
se concentran aisladamente de la arquitectura trapuestos y desarrollo modular que exhibe la
pública; sus estructuras son más pequeñas e irre- Huaca “A”, constituiría uno de los casos más
gulares; y constructivamente presentan cimientos tempranos y extraordinarios de planificación in-
de piedra que posiblemente servían de base a es- tegral en el diseño arquitectónico.
tructuras de quincha u otros materiales perecede- De otro lado las edificaciones públicas de ca-
ros (Pozorski y Pozorski 1987: 36-38). rácter menor, localizadas a lo largo del eje del sitio,
En Moxeke se puede advertir un magnífico podrían estar indicando el desarrollo de activida-
ordenamiento urbanístico cuya compleja confi- des segregadas a personajes de menor rango, en
guración elabora de manera magistral el modelo cuanto espacios de tratativa o acopio de bienes, y
de planeamiento axial propio de los complejos por lo tanto quizás supeditados funcionalmente a
casmeños de la época, presentando además la sin- las actividades desarrolladas en los edificios pú-
gular variante de emplazar a los dos edificios prin- blicos de mayor jerarquía (ibid.). De la diferencias
cipales a los extremos del eje principal que orga- morfológicas y funcionales apreciadas en las edi-
niza espacialmente el asentamiento.15 A su vez, ficaciones públicas de Moxeke, se puede deducir
estos dos edificios exhiben una impresionante ar- una organización social compleja y jerarquizada,
quitectura monumental, cuya configuración es con la presencia de diferentes estamentos cum-
radicalmente distinta. En este contrapunto dual, pliendo diferentes actividades especializadas. La
tenemos por una parte una construcción pira- relevante presencia de una serie de elementos
midal, cuya configuración formal, acabados y ras- novedosos como los aquí reseñados podrían estar
gos decorativos podrían estar señalando una fun- señalando la temprana presencia de una forma-
ción predominantemente política ceremonial; ción de carácter estatal, una de cuyas sedes privi-
mientras que la especial configuración de la Huaca legiadas debió ser evidentemente Moxeke.

15
En casos tan sobresalientes como Moxeke, se puede advertir que el manejo del lenguaje arquitectónico y urbanístico es
bidireccional. Es decir no solamente la edificación piramidal estuvo diseñada para la exaltación de los rituales que sobre esta se
desarrollaban y lograr un sobrecogedor impacto entre quienes eran convocados a asistir a estos desde las plazas y otros espacios
públicos; también podemos colocarnos virtualmente en la posición de quienes desde lo alto de la pirámide oficiaban los rituales
y contemplaban el orden establecido, plasmado en la espectacular perspectiva urbana de las enormes plazas alineadas y flanqueadas
por los montículos y edificios públicos, y que culminaba a una considerable distancia en la imponente mole de la Huaca A. Esta
impresionante visión por cierto debió contribuir a legitimar, ante sí mismas, el enorme poder ejercido por las clases dominantes,
en cuanto debieron asumirse portadoras de una cosmología capaz de imponer un orden social, materializado en el ordenamiento
urbano que se afirma en el paisaje y la naturaleza indómita del valle.
16
El ordenamiento dual de Moxeke Pampa de las Llamas, donde se podría estar manifestando la configuración de una especial
diferenciación y complementariedad, entre las actividades ceremoniales y seculares desplegadas por parte de la elite urbana,
representaría así un temprano antecedente de la organización que se hipotetiza para asentamientos urbanos más tardíos, como es
el caso de las Huacas del Sol y la Luna para Moche.
4. EL URBANISMO TEMPRANO 117

Sechín Alto cias de plataformas escalonadas y la sucesión de


una serie de atrios dispuestos en forma de “U” en el
Se trata del complejo de mayor envergadura pre- frontis principal orientado hacia el noreste y a los
sente en los valles de Casma, cuyo eje principal cuales se debió de acceder mediante amplias esca-
supera los 1,500 m y está presidido por una mo- linatas. Las plataformas que se encuentran en su
numental pirámide, cuya envergadura la hace la base muestran paramentos megalíticos construidos
mayor construida en el Perú y América del Sur. con gigantescos bloques de piedra canteada, mien-
Efectivamente, su planta cubre un área de 250 tras que las partes altas y el núcleo central están
por 300 m con unos 35 m de alto, de lo que re- constituidos por estructuras de adobes cónicos
sulta un volumen colosal de aproximadamente que, se presume, podrían corresponder a las fases
1’350,000 m3. Está pirámide, no obstante encon- tempranas de la edificación (Tello 1956: 79-83,
trarse bastante erosionada, muestra claras eviden- Fung y Williams 1977, Pozorski y Pozorski 1987).

Fig. 116. Sechín Alto. Foto


aérea (Servicio Aerofotográfico
Nacional).
118 JOSÉ CANZIANI

Fig. 119. Sechín Alto. Paramentos líticos elaborados con grandes


bloques de piedra canteada en el frontis de la pirámide (Canziani).

variabilidad e inusitada riqueza formal que cada


Fig. 117. Sechín Alto. Plano general (Pozorski y Pozorski 1987). uno de estos conjuntos despliega en su plantea-
miento específico. Este es el caso de Taukachi-
En la parte posterior de la pirámide y separada Konkán, que se ubica en proximidad de Sechín
de esta por un corredor, se encuentra una platafor- Alto en una quebrada lateral de la margen dere-
ma alargada de planta rectangular (250 x 50 m), cha del río Sechín. Tanto su orientación como el
sobre la cual se erigieron tres estructuras que re- ordenamiento general del conjunto parecen repli-
velan también una disposición con planta en “U”. car muchas de las características de Sechín Alto.
Frente a la pirámide principal se desarrollan, a lo La pirámide principal tiene una estructura esca-
largo del eje central del sitio, un conjunto de plazas lonada con plataformas laterales más elevadas lo
que comprenden un área de unos 1,100 m por que genera una disposición con atrios en “U” en
400 m de ancho, que se encuentran flanqueadas los distintos niveles. También presenta, como
por montículos menores o delimitadas por plata- Sechín Alto, una plataforma posterior separada
formas laterales y pequeñas estructuras piramidales de la principal por un estrecho corredor. Frente a
que replican o componen configuraciones en for- este grupo de estructuras (Taukachi), que aparen-
ma de “U”. Dentro de las plazas y alineados a lo temente correspondieron al núcleo de las edifica-
largo del mismo eje central del complejo, se en- ciones principales del complejo, se encuentran
cuentran las evidencias de por lo menos tres gran- evidencias de plazas y pozos ceremoniales hundi-
des pozos circulares hundidos que van de 50 a 80 dos alineados a lo largo del eje principal del sitio.
m de diámetro (Fung y Williams 1977: 114-116). A semejanza del planteamiento dual de Moxeke,
Existen otros complejos no menos importantes al otro extremo del sitio se encuentra otro núcleo
que sería extenso detallar, y que ilustran tanto la importante de edificaciones (Konkán). Sin em-
persistencia de los patrones arquitectónicos y urba- bargo se advierten también algunas variantes,
nísticos de la región de Casma; como también la como es el caso de esta última agrupación que
parece ordenarse siguiendo tanto un eje lateral,
paralelo al principal, como otro transversal orien-
Fig. 118. Sechín Alto. Detalle de los rellenos constructivos elabora- tado al sureste, a lo largo del cual se ordena una
dos con adobes cónicos (Canziani). pirámide secundaria con plataformas dispuestas
en “U” y dos pozos ceremoniales que se encuen-
tran frente a esta (Ibid: 116-118).
Recientes trabajos en el sector de Taukachi, al
oeste del complejo, revelan que el montículo ma-
yor estuvo divido en tres secciones: la primera al
este habría presentado una plazoleta o gran patio;
la segunda con un atrio con columnatas que da-
ban acceso a cámaras con nichos y columnas dis-
puestas con un planteamiento en “U”, similar al
de la Huaca A en Moxeke, mientras que el frontis
de estas cámaras hacia la plazoleta también estaba
flanqueado por una columnata; finalmente, la ter-
4. EL URBANISMO TEMPRANO 119

Fig. 120. Taukachi - Konkán.


Plano general (Pozorski y
Pozorski 2000).
.

cera sección al oeste con ambientes dispuestos tam- diferente se nos presenta el complejo de Pallka,
bién en “U” alrededor de un espacio central y que en la margen izquierda de la parte media del valle
presentarían evidencias de acabados menos cui- de Casma, con una orientación Este -Oeste y una
dados y de la preparación de alimentos (Pozorski pirámide de planta rectangular con plataformas
y Pozorski 2000: fig. 6). 17 escalonadas y ascendentes de Este a Oeste en la
Sechín Bajo presenta una pirámide con el ca- cual se observan restos de recintos y de patios
racterístico escalonamiento de plataformas dis- hundidos; mientras que adosada a la esquina su-
puestas con planta en “U” y con la recurrente roeste se halla una plataforma baja en la cual se
orientación 32º noreste, frente a la cual se presenta halla inscrito un pozo ceremonial.
una extensa plaza y dos pozos ceremoniales. La
Cantina presenta una plataforma principal ubi- Cerro Blanco y Punkurí en Nepeña
cada en el extremo suroeste del complejo, a la cual
se le adosa una plataforma baja en la parte poste- En el valle de Nepeña, unos 30 km al norte del
rior; mientras que a lo largo del eje principal orien- valle de Casma, se encuentran dos notables sitios
tado 41º hacia el noreste —al igual que Moxeke— formativos: Cerro Blanco y Punkurí que se loca-
se suceden tres plazas cuadrangulares que lizan en el llano aluvial del valle medio, que cons-
incrementan sus dimensiones conforme se distan- tituye la zona agrícola más extensa e importante
cian de la plataforma principal. El complejo tiene del valle. Estos dos sitios, si bien no alcanzan
la particularidad de encontrase al centro de un lejanamente las colosales dimensiones de los com-
gran recinto amurallado que lo circunscribe. Algo plejos del valle de Casma, reúnen excepcionales

17
Sobre la base de estas evidencias, que expresan una evidente diferenciación funcional, se ha propuesto que este sector del
complejo operaba como un “palacio residencial”, con una zona dedicada a actividades públicas, posiblemente para el almacena-
miento y la recepción de visitantes; mientras la sección al oeste habría estado destinada a funciones residenciales y a actividades
domésticas (Pozorski y Pozorski 2000). Por cierto la hipótesis es muy sugerente, sin embargo debemos asumirla con cautela ya que
la simple preparación de alimentos no es necesaria evidencia “domestica” o residencial y bien podría tratarse de ambientes
dedicados a actividades de servicio de las desarrolladas en los ambientes principales, de lo que podría resultar un ámbito íntegra-
mente público para la edificación.
120 JOSÉ CANZIANI

El área excavada, relativamente pequeña con


relación a la extensión del sitio corresponde a un
pequeño atrio lateral que se abre en dirección a la
plaza central del complejo. Lo extraordinario del
área expuesta por las excavaciones es que pusie-
ron a la luz un sofisticado arte mural acabado con
pintura policroma, que no solamente representa-
ba seres míticos y motivos con el clásico estilo de
Chavín, sino que este tratamiento se enmarca en
la clara intención de “zoomorfizar” el atrio, me-
diante la elaborada decoración con relieves de sus
elementos arquitectónicos. Con esta finalidad, en
el frontis del atrio se dispuso en una posición cen-
Fig. 121. Cerro Blanco. Plano general del complejo y ubicación del tral una pequeña plataforma baja decorada me-
atrio excavado por Tello (Bishof 1997: fig. 14).
diante relieves con los atributos que corresponde-
rían a la mandíbula superior de este ser mítico
evidencias que permiten enriquecer la apreciación con rasgos propios de un caimán o lagarto. Los
de las sorprendentes características de estos com- muros centrales y laterales del atrio, de baja altura
plejos ceremoniales y su arquitectura monumen- y con un tratamiento escalonado sirvieron para la
tal. Cerro Blanco ocupa un sitial importante en representación por ambas caras del rostro del ser,
la arqueología peruana ya que fue excavado a ini- mientras que la cabecera de los muros al igual que
cios de los años 30 por Julio C. Tello y fue poste- los paramentos de los muros posteriores incorpo-
riormente objeto de estudios y de la atención de raron motivos referidos a garras, fauces o pluma-
otros destacados investigadores. El complejo pre- je, de esta manera la arquitectura del atrio y sus
senta una planta con forma en “U” orientada ha- relieves buscó de expresar las fauces y la compleja
cia el noreste, con unos 200 m de largo y 190 m corporeidad de la divinidad (Bischof 1997).
de ancho, con el cuerpo central ubicado al su- Para la construcción de los muros se empleó
roeste. Aparentemente el planteamiento podría piedra canteada y guijarros unidos con mortero
haber sido asimétrico, ya que es notable que el de barro, luego los muros recibieron un enlucido
brazo del lado sureste tiene mayores dimensiones. de barro marrón. Las incisiones que delinean los
Este montículo hoy en día se encuentra separado relieves fueron ejecutadas sobre una capa adicio-
del resto del complejo por el paso de una carrete- nal de enlucido, utilizando una técnica de excisión
ra y fue en él que se descubrieron casualmente de notable plasticidad muy similar a la que carac-
evidencias de estructuras con relieves, lo que pos- teriza a la cerámica de estilo Chavín. Una vez rea-
teriormente dio lugar a los trabajos desarrollados lizadas las incisiones, que revelan una gran des-
por el equipo del Dr. Tello. treza y pleno dominio de los temas representados
por parte de sus artífices, los relieves fueron pin-
Fig. 122. Cerro Blanco. Plano y cortes del atrio lateral (Bischof tados de forma policroma con rosado, rojo oscu-
1997: fig. 15). ro, naranja, blanco y negro (Ibid).

Fig. 123. Cerro Blanco. Relieves modelados en barro con la imagen


del ser supranatural representado en los muros interiores y exterio-
res del atrio lateral (Bischof 1997: fig. 7).
4. EL URBANISMO TEMPRANO 121

Punkurí disposición de la cabeza hecha en bulto, al igual


que los dos bloques inferiores donde se han re-
Este sitio se ubica igualmente en el piso del valle presentado las extremidades anteriores con las
medio de Nepeña y a poco más de 5 km al nores- garras levantadas, en una posición central con re-
te de Cerro Blanco al que aparentemente antece- lación a la escalinata restringe el paso sin impe-
dió cronológicamente. Se trata de un montículo dirlo, evidenciando la intención amenazante del
de planta cuadrangular en el cual las excavaciones ídolo felínico, cual si fuera un fiero custodio del
del Dr. Tello definieron la presencia de tres plata- ingreso a los sectores más sacros del templo, que
formas que formaban parte un atrio de unos 25 debieron encontrase sobre las plataformas más ele-
m de largo (Larco 2001: fig. 19-20). El atrio, li- vadas (Tello 1967).
mitado lateralmente por muros inclinados a modo Recientes estudios del sitio han permitido
de “rampas”, presentaba en su eje central escali- establecer por lo menos 3 grandes secuencias de
natas de acceso. La escalinata entre la segunda y remodelaciones asociadas a superposiciones arqui-
tercera plataformas se caracterizaba por tener una tectónicas (Vega Centeno 1999). En el marco de
planta trapezoidal y por hallarse en ella una gran esta lectura, se puede suponer que el hallazgo de
cabeza de felino modelada en barro y pintada. La un entierro frente al ídolo felínico18 habría for-

Fig. 124. Punkurí. Plano y


corte del atrio del templo
(Larco 2001: fig. 20).

18
El enterramiento excavado por Tello en 1933, correspondía a un individuo de sexo femenino, cuyos huesos se encontraban
cubiertos con pigmento rojo, y que estaba adornado con una gran cantidad de cuentas de turquesa, además de estar asociado a un
mortero decorado con el estilo clásico de Chavín, un strombus, dos spondylus, caracoles terrestres y huesos de cuy y ave (Tello
1967: 68; Vega Centeno 1999: 6).
122 JOSÉ CANZIANI

a inicios del período subsiguiente (Fung y


Pimentel 1973). El sitio, presenta características
extraordinarias y una inserción espectacular en el
paisaje desértico, caracterizado por la presencia
de promontorios rocosos cuyas elevaciones domi-
nan la margen izquierda del valle de Casma, unos
20 km al sureste de su desembocadura en el mar.
Los amurallamientos de esta excepcional edi-
ficación se desarrollan alrededor de una de estas
elevaciones. Las tres murallas exteriores presen-
tan en planta un trazo concéntrico de forma oval.
La primera muralla externa, que encierra todo el
complejo, tiene en el eje longitudinal norte-sur
unos 320 m y alcanzaría unos 280 m en la parte
más ancha del ovalo, que corresponde al sector
sur del mismo.19 Adicionalmente, en la zona cen-
tral se desarrollan dos amurallamientos circula-
res, cada uno compuesto por dos murallas tam-
bién concéntricas, mientras que hacia el sur se
ubica un recinto de planta rectangular subdividi-
do por muros de trazo ortogonal.
La primera y segunda muralla son las de ma-
yor grosor y superan los 6 m de ancho. Este nota-
ble grosor habría sido logrado de una forma sin-
gular, al construir tres muros paralelos separados
entre sí, para luego proceder a rellenar los dos es-
Fig. 125. Punkurí. Felino escultórico modelado en barro en la esca-
linata central del templo (Larco 2001: fig. 22).
pacios de separación entre los muros con piedras
sueltas y cascajo. Los muros son de piedra y mor-
mado parte de un ritual ofrendatorio en el mo- tero de barro, habiéndose dispuesto los bloques
mento de levantar la segunda plataforma, que selló con la cara plana hacia el paramento, con la ayu-
las estructuras que hacían parte de la primera pla- da de pequeñas cuñas de piedra o pachillas. En
taforma. Algunos de los paramentos de los muros algunas partes de las murallas, donde los para-
estuvieron decorados con relieves incisos y mo- mentos se conservaron protegidos de la erosión,
delados, los que fueron pintados con diversos co- se evidencia que fueron acabadas aplicándoles un
lores. Igualmente, cabe destacar que en el frente enlucido de barro y pintura amarilla (ibid: 74).
Este del atrio se hallaron evidencias de un pórtico Otro aspecto extraordinario de Chankillo lo
lateral, cuyo vano estaba flanqueado por dos co- constituye sus especiales sistemas de acceso para
lumnas levantadas sobre muretes bajos que deli- trasponer las murallas. En el caso de la primera
mitaban el acceso. De otro lado, la construcción como de la segunda muralla —las de mayor espe-
de las estructuras se habría realizado sobre la base sor— los accesos forman galerías que atraviesan
de adobes cónicos en las fases tempranas, a los el ancho de las murallas y presentan techos elabo-
que se le habrían superpuesto estructuras cons- rados con vigas labradas de algarrobo. Pero estos
truidas con adobes plano convexos. accesos no son directos ya que fueron hábilmente
restringidos mediante diferentes soluciones. En el
Chankillo caso de los 5 accesos de la primera muralla, se
antepuso un muro de cierre, mientras que la pro-
Este monumento no está claramente fechado, sin yección a ambos lados de dos machones genera-
embargo algunos estudiosos presentan argumen- ban un obligado recorrido laberíntico. En el caso
tos para ubicarlo a fines del Formativo, o inclusive de los 4 accesos de la segunda muralla, el recorrido

19
Esta dimensiones aproximadas las hemos establecido tentativamente, a partir de las mediciones registradas para las portadas
y el grosor de las murallas por Fung y Pimentel (1973: fig. 2), y proyectándolas a la escala de la planta de la edificación en las fotos
aéreas disponibles.
4. EL URBANISMO TEMPRANO 123

Fig. 126. Chankillo. Foto aérea oblicua (Bridges 1991: 90).

de la galería se prolongó mediante el agregado de dispuestas en el paramento exterior de las mura-


dos machones a los cuales se les antepuso un muro llas plantearía la interrogante sobre el hecho de
en forma de ‘C’.20 La tercera muralla era de me- que el cierre, en este caso, debía de realizarse ne-
nor grosor y altura y se superaba mediante 3 co- cesariamente desde el exterior de las murallas.
rredores que contenían escalinatas, mientras que Los evidentes atributos defensivos de
el acceso a las murallas circulares del sector cen- Chankillo y su posición estratégica dan cuenta del
tral se resolvía mediante escalinatas y pasajes con término “fortaleza” con el cual se conoce popular-
un trazo en forma de ‘Z’. mente al sitio. Sin embargo, la extraordinaria ca-
Un detalle interesante documentado en algunas lidad de su planeamiento y construcción, la nota-
de las portadas de acceso, es la presencia de cajuelas ble cantidad de recursos invertida en su erección,
o pequeños nichos en las que se aloja un vástago así como la proximidad de otras edificaciones que
de piedra vertical (ibid: Fotos 2-5). Estas cajuelas se encuentran al Este del sitio —como los enigmá-
se disponen a ambos lados de las jambas de las ticos 13 torreones de difícil asignación funcio-
portadas y se supone que pudieron haber servido nal— no descartarían la posibilidad de que el com-
para asegurar algún sistema de cierre de las mismas. plejo tuviera una función de índole ceremonial,
Sin embargo, el hecho de que estas se encuentren quizás combinada con la de carácter defensivo.

20
Hay que destacar que además de los recorridos laberínticos, se explotó los sucesivos e intensos contrastes lumínicos entre los
soleados paramentos exteriores, las oscuras galerías techadas de los accesos, que terminaban enfrentadas nuevamente a la lumino-
sidad de los muros de cierre, aumentando la sensación de desconcierto y temor de quienes se atrevieran a transponerlos. Este
efecto debió ser acentuado al encontrarse los accesos en posiciones desfasadas, y al variar sus formas de recorrido laberíntico de
muralla a muralla.
124 JOSÉ CANZIANI

Chavín de Huántar Conchucos, un estrecho valle separado de la Costa


por dos importantes cadenas montañosas, la Cor-
Chavín de Huántar, enclavado en el corazón de dillera Blanca y la Cordillera Negra, e igualmente
los Andes Centrales, representa un sitio emble- de la Amazonía por la cadena Central y Oriental.
mático de la arqueología andina y un referente Sin embargo, Chavín constituye un punto estra-
obligado para los estudiosos del período Forma- tégico que representa un “nudo de caminos” que
tivo, en cuanto es el centro de un fenómeno que conducen y articulan con relativa facilidad (en los
si bien no puede restringirse al complejo monu- términos correspondientes a esa época) las regio-
mental, innegablemente tuvo en este su principal nes orientales de Huánuco, el Alto Huallaga y la
centro propulsor. Por lo tanto, el estudio de un cuenca del Marañón y, a través de esta vía, la
Amazonía; los valles altoandinos de la región Nor
sitio de tanta relevancia constituye una clave cen-
Central y Norte que conducen a la cuenca de
tral para el esclarecimiento de su problemática y
Cajamarca y, desde allí, a la Costa Norte y a los
no menos enigmática realidad. En este sentido, valles de La Libertad y Lambayeque; cruzando
Chavín de Huántar es el centro de un extenso hacia el Oeste las dos cordilleras, se puede acce-
debate que ha eslabonado por décadas la temáti- der a las cuencas de los valles de Casma o, más al
ca, por cierto polémica, de los orígenes de la civi- sur, a las de los ríos Fortaleza, Pativilca y Huaura
lización en los Andes y el rol preponderante que dan acceso hacia los valles de Lima. Eviden-
desempeñado por Chavín en este proceso. (Lum- temente esto hace de Chavín un ámbito muy es-
breras 1989). Dada la extensa bibliografía dispo- pecial que puede dar a entender su localización
nible sobre este importante complejo monumen- puntual en un estrecho valle, como es el de
tal, nos limitaremos aquí a tratar algunos de sus Conchucos, cuya modesta capacidad productiva
aspectos más relevantes. evidentemente no puede explicar el esplendor
Chavín de Huántar tiene una localización muy monumental de este extraordinario complejo
especial, ubicado a 3,180 msnm en el Callejón de arqueológico.
Chavín de Huántar, en este punto neurálgico
de los Andes Centrales, se convirtió en el principal
Fig. 127. Chavín de Huántar y sitios asociados en sus inmediacio- oráculo de su tiempo. Como consecuencia de ello,
nes en el Callejón de Conchucos (Burger 1995: 190).
no solamente fue el centro de irradiación de tras-
cendentes influencias durante el Formativo, tam-
bién fue el centro donde confluyeron ideas, téc-
nicas y estilos desde diferentes y lejanas regiones,
como posiblemente las gentes que de ellas prove-
nían, portando en largos peregrinajes los dones y
ofrendas a sus dioses y, por su intermediación, a
los sacerdotes y oficiantes que operaban en sus
templos. Como bien dice Lumbreras (1989: 22-
23), en Chavín se amalgaman las conquistas de
los antiguos agricultores de la vertiente oriental,
el dominio técnico y conocimiento astronómico
de las sociedades costeñas, con la recia vitalidad
de los pastores llakuash de las punas altoandinas.
De otro lado, es verosímil que muchos de estos
contactos e intercambios —documentados en una
gran variedad de productos exóticos de carácter
suntuario y de sofisticada elaboración— se gene-
raran en una amplia esfera de interacción, que
pudo muy bien tener como protagonistas a una
serie de lejanos centros ceremoniales, tanto de la
costa como de la propia sierra, tal como ha sido
sugerido a propósito de los materiales hallados en
la galería de Las Ofrendas.
Chavín de Huántar tendría un rol especialmen-
te significativo en el Área de Integración Central
4. EL URBANISMO TEMPRANO 125

Fig. 128. Chavín de Huántar.


Plano general (Redibujado de
Lumbreras 1971: fig. 2).

(Lumbreras 1981) con estrechas relaciones con los bién un carácter único e inigualable, no solamente
valles costeños de Casma, Supe y la comarca de por su sobresaliente y refinada ejecución, sino por
Lima, sin olvidar los de la vertiente oriental de los sus singulares atributos que manifiesta un proceso
Andes; al igual que contactos de mayor distancia creativo propio y original, por cuanto no presenta
—y no por esto de menor peso— con la Costa claros antecedentes ni términos de comparación
norte y los valles de la cuenca de Cajamarca, al directa fuera de su contexto específico (Lumbre-
igual que con Paracas en la Costa Sur. Estas rela- ras 1989: 91-114).
ciones y contactos están bien documentados, Aparentemente, las edificaciones más antiguas
como hemos visto con la presencia e intercambio del complejo de Chavín de Huántar corresponden
de recursos exóticos y, especialmente, de produc- al sector que se denomina “Templo Viejo”, un
tos elaborados como la cerámica. Pero también conjunto de estructuras que presentan una planta
estas relaciones e influencias se perciben en la or- en “U” abierta hacia el Este, en cuyo atrio se ins-
ganización espacial y en la propia arquitectura, cribe una plaza circular hundida de 21 m de diá-
donde muchos de los rasgos, recursos técnicos y metro con escalinatas contrapuestas y alineadas
formales presentes en Chavín de Huántar, encuen- siguiendo el eje principal del edificio. Las plata-
tran estrechas afinidades con la arquitectura mo- formas masivas que conforman el cuerpo central
numental presente en estas otras regiones.21 Sin y los brazos laterales están recorridas internamente
embargo, la arquitectura de Chavín al igual que por galerías subterráneas. La más importante se
su arte escultórico, innegablemente revela tam- aloja dentro del cuerpo central y está alineada con

21
Entre estos podríamos citar el desarrollo de plataformas piramidales, el ordenamiento axial y el manejo de la planta en “U”,
el despliegue espacial de terrazas, plazas circulares y cuadrangulares hundidas, conectadas mediante escalinatas que demarcan los
ejes de la organización espacial, la conformación de atrios con portadas integradas por columnatas y dinteles, la decoración de los
paramentos con motivos escultóricos y relieves, etc.
126 JOSÉ CANZIANI

Fig. 129. de Huántar. Recons-


trucción hipotética del centro
ceremonial visto desde el este.

el eje principal del templo. En su interior se en- mentos fueron revestidos con lápidas talladas con
cuentra enclavada la celebre escultura monumen- representaciones de felinos y de personajes
tal llamada “Lanzón” de Chavín, con la represen- antropomorfos, algunos desfilando tocando
tación de un ser supranatural de rasgos fieros que pututos o sosteniendo en sus manos el cactus del
correspondería a una época temprana, de acuer- San Pedro, de conocido efecto alucinógeno. Ade-
do a la secuencia de la litoescultura propuesta por más se excavaron y definieron las características
John Rowe (1967). Las excavaciones conducidas de la galería de “Las Ofrendas”, al Norte, y par-
por Lumbreras (1989) en el atrio del Templo Vie- cialmente de “Las Caracolas”,22 al Sur, ubicadas
jo documentaron las características excepcionales dentro de la terraza que se construyó para enmar-
de la arquitectura de la plaza circular, cuyos para- car la plaza circular. Estos trabajos permitieron a
Lumbreras establecer que la plaza circular y la pla-
Fig. 130. Chavín de Huántar. Plano del Atrio del Viejo Templo taforma que la enmarca, así como las galerías aso-
(Lumbreras 1989: fig. 12). ciadas, constituirían una remodelación más tar-
día del atrio del Templo Viejo.
Fig. 131. de Huántar. Detalle de la escalinata oeste de la plaza cir-
cular en el Atrio del Viejo Templo (Canziani).

22
Recientes excavaciones conducidas por J. Rick han documentado en esta galería un conjunto de caracolas de Strombus,
modificadas para servir de instrumentos de viento conocidos como pututo y que, en algunos casos, exhiben decoración grabada en
sus superficies. Este conjunto de artefactos , depositados en esta galería, aparentemente representaron el elemento central de una
ofrenda ritual que debió de tener una connotación muy especial (Rick com. verbal 2001).
4. EL URBANISMO TEMPRANO 127

Fig. 132. Chavín de Huántar.


Vista del frontis del Templo
Nuevo en el cual se aprecia los
adosamientos al brazo sur del
Viejo Templo de las sucesivas
ampliaciones constructivas
(Canziani).

Este señalamiento, como otros en dirección la plataforma del Templo Nuevo, a la que se accede
similar, abren una serie de perspectivas sobre el por medio de una gran escalinata alineada con el
desarrollo y secuencia de las superposiciones ar- nuevo eje principal y que está materialmente di-
quitectónicas desde las fases más tempranas del vidida por este en dos mitades que se elaboraron
sitio.23 En el caso de Chavín de Huántar destaca en dos distintos tonos de piedra.
la particularidad de que estas superposiciones se Sobre la segunda terraza se desarrolla lo que
realizan tanto en sentido vertical, pero principal- parece haber sido una pequeña plaza hundida que
mente en el sentido horizontal, con el adosamiento se encuentra frente a la Portada de las Falcónidas.
de nuevas secciones a las plataformas originales Esta daba acceso —mediante un sistema de esca-
en los distintos eventos de remodelación. linatas y pasajes incorporados a una suerte de gran
Si bien se postulan una serie de hipótesis so- zócalo de la plataforma— a las galerías interiores
bre la evolución y desarrollo urbanístico del com- del Templo Nuevo. La Portada de Las Falcónidas,
plejo monumental, la mayoría de investigadores además de sus escalinatas, presenta dos columnas
coincide en apreciar que el llamado Templo Nue- cilíndricas monolíticas y un gran dintel que fueron
vo surge a partir de un nuevo planeamiento, que labrados finamente con motivos de aves rapaces
habría tomado forma mediante el agregado de por antropomorfas. Al igual que en el caso de la gran
lo menos dos grandes ampliaciones que progresi- escalinata, en la ejecución de la Portada de Las
vamente se adosaron a la plataforma original del Falcónidas también de dividió el lado sur, elabo-
brazo Sur del Templo Viejo, transformándola así rado con piedras blancas de arenisca, del lado norte
en el cuerpo central de un renovado planteamiento realizado con piedras calcáreas oscuras. lo que
en el que se reitera la disposición de la planta en evidencia el marcado significado simbólico de la
“U” y el ordenamiento axial (Rowe 1967). Este organización dual del espacio del templo. La pla-
nuevo atrio es mucho más amplio que el anterior taforma del Templo Nuevo alcanzó en su base 70,9
y está definido por una primera terraza, delimita- m en el frente Este y 72.6 m en el del lado Sur,
da en sus lados Norte y Sur por las plataformas F con una altura que se estima en unos 12 a 15 m
y E, y en la que se inscribe una plaza cuadrangu- (Rowe 1967, Lumbreras 1989, Rick et al. 1998).
lar hundida de unos 50 m de lado con escalinatas Rick et al. (1998: 194) señalan en este caso,
al eje de sus cuatro lados. Hacia el Oeste se desa- como en el del Viejo Templo, el desarrollo de un
rrolla una segunda terraza más elevada y al pie de rígido planteamiento simétrico, que se distor-

23
La existencia de superposiciones arquitectónicas fue inicialmente advertida por el Dr. Julio C Tello (1960), luego fueron
sistematizadas en una interesante propuesta por John H. Rowe (1962, 1967) quien las relacionó con la secuencia planteada para
la evolución estilística de las piedras labradas. Recientemente, esta secuencia ha sido revisada y puesta en discusión por el equipo
de investigadores dirigido por John Rick (Rick et al. 1998).
128 JOSÉ CANZIANI

paramentos exteriores, como en el interior de las


galerías, les ha permitido plantear una revisión de
la secuencia asumida tradicionalmente. Es espe-
cialmente interesante la hipótesis propuesta en el
sentido de que la sección (NEA), correspondien-
te a la esquina noreste del brazo sur del Viejo Tem-
plo, podría representar la edificación más antigua
del complejo. Bajo esta hipótesis, se señala que la
edificación original podría haber tenido la confi-
guración de una plataforma de planta cuasi cua-
drangular, de 39.4 m en el lado Norte y 34.7 m
en el Este, con una portada principal en su frente
Norte, correspondiente a la denominada Galería
de la Escalinata (ibid.). Bajo este concepto, se su-
giere que las estructuras más antiguas podrían no
haber conformado necesariamente una planta en
“U” e inclusive haber tenido una orientación di-
rigida hacia el Norte, de modo tal que la planta
en “U” y la orientación dominante hacia el Este
del Templo Viejo podrían haber sido resultantes
de una evolución posterior. Estas interesantes hi-
pótesis, que convalidan en gran parte las propues-
tas anteriormente establecidas, tienen la virtud de
Fig. 133. Chavín de Huántar. Plano de planta, elevación y corte de ofrecer un análisis más fino de la secuencia evolu-
la Portada de las Falcónidas en el eje central del Templo Nuevo tiva del complejo en sus fases tempranas, lo que
(Rowe 1967). ofrece una promisoria veta de investigación.
La técnica constructiva de las plataformas de
sionaría tan sólo ante la eventualidad de reutilizar Chavín de Huántar, reviste una serie de aspectos
estructuras preexistentes. Sin embargo, Lumbre- singulares en su concepción, como también en
ras (1989: 26-28) sugiere la evolución del com- dar solución a los problemas estructurales plan-
plejo a partir de un posible esquema original que teados por las propias características constructi-
no excluye la asimetría, en el cual al Viejo Templo vas de las plataformas y frente a las condiciones
se le habría agregado una plataforma en el lado ambientales locales de relativa humedad, lo que
noreste (D) y, a una cierta distancia un brazo al hace de este monumento un caso bastante distin-
sureste (E). Este último brazo se incorporaría lue- to con relación a obras semejantes desarrolladas
go al desarrollo del planteamiento en “U” del Tem- en la Costa. Las plataformas de Chavín fueron
plo Nuevo, desempeñando el rol de brazo sur del construidas mediante muros de contención de
nuevo atrio y de la plaza cuadrangular inscrita en grandes dimensiones, cuyos paramentos presen-
él. Queda poco clara la posición de la terraza al tan un marcado talud con el propósito de resistir
Este del atrio del Viejo Templo, a menos que fue- los empujes laterales de los voluminosos rellenos
ra parte de la remodelación posterior del mismo constructivos que contienen. Por otra parte, den-
que plantea Lumbreras y que habría luego servi- tro de los rellenos de las plataformas se planificó
do, mediante su proyección al Este, como brazo la generación de una intrincada red de galerías,
Norte del nuevo atrio del Templo Nuevo.24 mediante la construcción de muros de conten-
Los recientes trabajos del equipo conducido ción paralelos que formaron pasajes, cubiertos con
por Rick, dirigidos al levantamiento de planos grandes vigas o losas de piedra y que luego, con la
mucho más precisos y detallados de los edificios posterior disposición de los rellenos constructi-
de Chavín, al igual que al examen de la secuencia vos, quedaron incorporadas dentro de las plata-
de adosamientos observables en las juntas de los formas asumiendo la condición de “subterráneas”.

24
Esta configuración en “U” del Templo Nuevo donde la plataforma (E) al sureste es exenta, es decir que se dispone libre de
adosamientos con relación al cuerpo central o a las terrazas asociadas a este, es bastante semejante a la organización de muchos
complejos costeños de la época (tales como Cerro Blanco en Nepeña, Huacoy, Garagay y Cardal en la comarca de Lima).
4. EL URBANISMO TEMPRANO 129

Fig. 134. Chavín de Huántar.


Plano general con indicación
de la posible secuencia de evo-
lución a partir de un edificio
(NEA) aún más temprano
que el Viejo Templo de plan-
ta en U (Rick et al. 1998).

Estas galerías, además de las diversas funciones propio de la acción de “vaciar” un relleno y que
que cumplieron y que examinaremos más adelan- da como resultante la mezcla aleatoria de los ma-
te, permitieron aligerar la masa estructural de los teriales. Por el contrario, en el caso de los rellenos
rellenos y por lo tanto la presión lateral ejercida constructivos de las plataformas se observa clara-
por estos sobre los muros de contención. Parale- mente que los materiales han sido dispuestos
lamente, estas galerías estuvieron complementadas concertadamente en este tipo de estructuras. Se
con una compleja red de ductos de ventilación aprecia así que piedras seleccionadas por su tama-
que las conectaban entre sí y con el exterior, permi- ño mediano han sido empleadas como elemento
tiendo así airear estos espacios interiores y reducir constructivo, disponiéndolas en hiladas sucesivas,
significativamente la incidencia de la humedad a la vez que se les incorporaba los morteros de
en el cuerpo de las plataformas. Además de este barro y tierra, lo que permite sostener que en los
sistema de ventilación, en el interior de las plata- rellenos constructivos de Chavín se empleó una
formas se diseñó un complejo sistema de ductos técnica similar a la empleada en las pirámides cos-
de drenaje cuya función era eliminar el agua que teñas, si bien en estas se trataba de adobes.
pudiera infiltrarse en las galerías y en los propios Las galerías de los templos de Chavín de
rellenos constructivos. Esta estrategia combinada Huántar aparentemente cumplieron funciones
de ventilación y drenaje, estuvo diseñada aparen- diversificadas en el contexto de las actividades ri-
temente para controlar el nivel de humedad en el tuales que en ellos tenían lugar. En algunos casos,
volumen de las plataformas, ya que de saturarse como es el de la galería del Lanzón, estas sirvieron
estas de agua se hubieran generado empujes late- para alojar la principal imagen del culto, en otros
rales de tal magnitud que los muros de conten- como repositorio de ofrendas rituales de diverso
ción no hubieran estado en condiciones de resistir, tipo y naturaleza, tal como se desprende de los
con el consiguiente riesgo de colapso del edificio. hallazgos en las galerías de Las Ofrendas y de Las
En cuanto a los rellenos constructivos, los au- Caracolas. Además de otras funciones rituales a
tores que han examinado el monumento señalan las que solamente debieron de acceder un limita-
genéricamente que estos están constituidos por do número de iniciados, ciertas galerías y sus cá-
piedras y barro o tierra. Sin embargo, una obser- maras laterales pudieron también servir como
vación detenida permite advertir que estos no han depósitos de distinto tipo de bienes o como luga-
sido dispuestos desordenadamente, lo que sería res de enterramiento.
130 JOSÉ CANZIANI

Fig. 135. Chavín de Huántar.


Vista (arriba izquierda) del sis-
tema de relleno constructivo
de tipo estructural de las pla-
taformas; en primer plano,
muro de contención de silla-
res labrados con el clásico apa-
rejo Chavín de ritmo alterno.
Nótese en la parte inferior del
paramento la salida de un
ducto de ventilación o drena-
je (Canziani).

Los paramentos exteriores de las plataformas es notable el contraste que presenta el acabado
fueron realizados con bloques de piedra labrados, rústico de sus paramentos, de lo que se infiere
con las caras planas y pulidas y los ángulos corta- que estos no estaban destinados a tener una pre-
dos a escuadra. Estos se dispusieron en un apare- sentación “cara vista” sino, más bien, debieron ser
jo de hiladas horizontales que presentan una al- posteriormente enchapados con lápidas o cubier-
ternancia regular en su grosor, con una hilada tos por estructuras arquitectónicas que le fueron
delgada seguida de otra de mayor altura o, más adosadas, cómo es el caso del gran zócalo asocia-
frecuentemente, alternando dos hiladas delgadas do a la portada de Las Falcónidas (Rowe 1967:
con una alta. Esta alternancia modular en el apa- figs. 3 y 4). La sección superior de las plataformas
rejo genera una textura y ritmo que contribuye a incorporó en sus paramentos representaciones
enaltecer las calidades propias de los paramentos escultóricas llamadas “cabezas clavas”, las que es-
finamente labrados (Lumbreras 1989: 25). Espe- taban dispuestas horizontalmente siguiendo un
cialmente en la sección inferior del Templo Nuevo, módulo de distribución regular, predispuesto en
4. EL URBANISMO TEMPRANO 131

Fig. 136. de Huántar. Repre-


sentación desplegada de las
imágenes de las aves
supranaturales labradas en la
superficie de las columnas
líticas enfrentadas en la Porta-
da de las Falcónidas (Rowe
1967: figs. 8 y 9).

el ordenamiento del aparejo. Sobre estas, y como Estos datos permiten suponer que existieron
parte del remate superior de las plataformas se en el ámbito local como regional algunos
desarrollaba una cornisa formada por grandes blo- asentamientos de relativa importancia, en cuanto
ques de piedra labrada dispuestas en voladizo, que se presume que comprendieron edificios públi-
presentaban tanto el canto como la superficie in- cos o arquitectura monumental y que, por esta
ferior finamente decoradas con relieves tallados. razón, debieron de tener un rol específico y signi-
En cuanto a la posible extensión del sitio, y la ficativo en las estrategias de manejo territorial,
existencia de sectores residenciales o con arqui- desde aquellos aspectos vinculados con la proyec-
tectura pública de menores dimensiones, se reco- ción y convocatoria ritual que un centro ceremo-
noce que hubo un sector al norte del río Wacheqsa, nial de esa especial naturaleza desplegaba; hasta
el que aparentemente estaba comunicado con el aquellos comprometidos con aspectos producti-
sector ceremonial en la margen sur mediante un vos, el acceso a los recursos naturales presentes y
puente de piedra constituido por grandes losas las vitales relaciones con la población asentada en
monolíticas. Efectivamente, al realizarse las zonas relativamente próximas al complejo de
excavaciones para la realización de obras de ci- Chavín de Huántar y que debieron ser convoca-
mentación de viviendas modernas, se han puesto das a prestar su imprescindible fuerza de trabajo,
a la luz múltiples evidencias de edificaciones, res- tanto en las construcciones monumentales como
tos de murallas, así como fragmentos de cerámi- en su operación y mantenimiento.
ca, basurales e, inclusive, galerías subterráneas, lo De otro lado, si el oráculo de Chavín de
que testimonia que gran parte del área hoy cu- Huántar desplegó una marcada atracción y la con-
bierta por el moderno poblado de Chavín de vocatoria de peregrinos desde las regiones aleda-
Huántar, en los sectores conocidos como Hana- ñas, algunos de estos sitios como otros aún por
barrio y Ura-barrio distantes 1 km ente sí, estu- reconocer en las rutas naturales de acceso al sitio,
vieron ocupados por una importante población bien pudieron ser parte de una red de
contemporánea a los templos de Chavín (Lum- asentamientos destinados al soporte de su movili-
breras 1989: 18-19, Burger 1995: 159-164). zación, así como al predecible desarrollo de las
Finalmente, existen una serie de evidencias actividades rituales de pasaje previas al ingreso al
poco exploradas que relacionan al complejo de espacio sagrado del templo (Lumbreras com. pers.
Chavín de Huántar con su espacio territorial a 2000).
nivel local e incluso regional. Este es el caso de los
trabajos efectuados por el Dr. Julio C. Tello y su
equipo, donde se documentó de manera prelimi- Los valles de Lima y la Costa Central
nar la existencia de muchos sitios locales relacio-
nados estrechamente con la cultura Chavín, otros En la comarca de Lima destaca un área nuclear
a mayor distancia eslabonados a lo largo de la conformada por los valles del Chillón, Rímac y
cuenca del río Mosna en los que se registra la pre- Lurín, cuyos conos aluviales se entrecruzan gene-
sencia de elementos arquitectónicos o escultóricos rando una amplia extensión de tierras aptas para
afiliados claramente al arte lítico de Chavín (Tello el desarrollo de la agricultura de irrigación. Este
1960, Burger 1995). conjunto de valles —antes de su progresiva des-
132 JOSÉ CANZIANI

trucción en las últimas décadas a raíz del compul- festaría una abierta diversidad de patrones (Vega-
sivo crecimiento urbano de Lima— constituía una Centeno et al. 1998). Esto, por cierto, no excluye
de las más importantes unidades de producción que ciertos complejos de esta última zona tam-
agrícola de la costa peruana. A este conjunto de bién compartan rasgos muy similares a los que
valles, formados por el Chillón, Rímac y Lurín, caracterizan a los templos en ‘U’ de los valles de
puede agregarse el de Chancay, unos 30 km más Lima, o que incorporen patios circulares hundi-
al norte. Otro conjunto de valles se da en la zona dos como un componente destacado, lo que se-
nor central, conformado por los valles de Fortale- ñalaría que esta zona nor central, así como asimi-
za, Pativilca, Supe y Huaura. Al sur de esta región la las influencias que le llegan del sur, no excluye
existen pequeños valles poco explorados para el las influencias que provendrían de Casma y la costa
período en cuestión, como el de Chilca, Mala y norte (ibid.).
Asia, mientras que, aún más al sur, el de Cañete Entre los principales complejos en ‘U¨ de los
puede adscribirse a importantes valles de la región valles de Lima, cuyo temprano antecedente po-
sur central, como los de Chincha, Pisco e Ica. dría considerarse el complejo precerámico de Pa-
Es notable apreciar que estas unidades geográ- raíso, destacan La Florida, Garagay y San Anto-
ficas, generadas por la integración o proximidad nio en el Rímac; Huacoy, Chocas y Pampa de
de los valles y, a su vez, separadas entre sí por vas- Cueva en el Chillón; Mina Perdida, Parka, Cardal
tos llanos desérticos, se pueden percibir también y Manchay Bajo en el de Lurín; y el de San Jacin-
en los rasgos formales que comparten, de zona a to en el valle de Chancay. Expondremos a conti-
zona, los complejos monumentales del período nuación las características más destacadas de al-
Formativo. Así, mientras que en los valles de gunos de estos complejos, a partir de los trabajos
Chancay, Chillón, Rímac y Lurín, es definitiva- de investigación realizados en ellos.
mente dominante el patrón de los grandes templos
en ‘U’ y sus singulares atributos (Williams 1985); La Florida
en los valles de Fortaleza, Pativilca, Supe y Huaura,
de la zona nor central, la arquitectura monumen- Se localiza en la parte media del valle del Rímac y
tal además de presentar una menor escala, mani- se ubica en su margen derecha, a 2.5 km del río y
a unos 12 km de su desembocadura en el mar.
Constituiría el complejo con planta en ‘U’ más
Fig. 137. Mapa de la Costa Central con la ubicación de los princi-
grande del valle del Rímac. La orientación del
pales complejos con planta en “U” (Redibujado de Williams 1980).
complejo es de 37º noreste (algo similar a Garagay
con 32º noreste), y tiene la particularidad de mi-
rar hacia los cerros que limitan este sector del va-
lle, rodeando el emplazamiento del sitio. Si bien
no disponemos de las medidas de los montículos
que conforman el complejo, algunas de estas pue-
den ser reconstruidas a partir de las fotografías
aéreas del SAN 1944, donde se aprecia que el
montículo central tiene un largo de unos 300 m y
un ancho de unos 150 m. De otro lado, se señala
que se tiene una altura de unos 17 m en la parte
central más elevada; mientras que los brazos late-
rales alcanzarían unos 500 m de largo y unos 3 a
4 m de altura. De esta manera, se puede estimar
que la gran plaza encerrada dentro de la planta en
‘U’ tenía la considerable amplitud de 300 por 500
m equivalente a unas 15 Ha (Patterson 1985).
El montículo principal exhibe algunos de los
atributos típicos de los templos en ‘U’ de la co-
marca de Lima. Presenta en la parte central una
plataforma cuadrangular más elevada con forma
de pirámide trunca, flanqueada a ambos lados por
plataformas ligeramente más bajas, a modo de alas.
La plataforma central presenta en el frente supe-
4. EL URBANISMO TEMPRANO 133

Fig. 138. Foto aérea de inicios


de los años ’40 del complejo
de La Florida (Servicio
Aerofotográfico Nacional).

rior una marcada depresión, que responde a la secuencia de superposiciones verticales y de


existencia de un atrio cuadrangular, al cual se ac- adosamientos horizontales, que responderían tan-
cedía mediante una amplia escalinata que se ori- to al propio proceso constructivo como a la se-
ginaba en el vestíbulo ubicado en la base de la cuencia de remodelaciones que habrían tenido
pirámide. Este vestíbulo tiene también planta cua- lugar en el complejo ceremonial. Es así como se
drangular y se genera con el desarrollo de gruesos observa en la base del corte el desarrollo de un
muros, que se proyectan desde la base de la pirá- relleno constructivo, hecho con cantos rodados y
mide hacia la plaza, mientras que el muro de cie-
rre presentaría un gran vano o portada central de Fig. 139. Reconstrucción isométrica de Huaca La Florida (Patterson
acceso desde la plaza. Todos estos elementos ar- 1985: fig. 3).
quitectónicos, es decir el atrio sobre la pirámide,
la escalinata, el vestíbulo y la portada de acceso a
este, se ordenan siguiendo el eje principal del com-
plejo. Mientras que, desde los extremos de las alas
del montículo principal, se proyectan en ángulo
recto los largos brazos que limitan los lados de la
plaza.
Patterson (op.cit: fig.4), ilustra la estratigrafía
de un corte ubicado en la base de las estructuras
correspondientes a la plataforma central y el ala
noroeste. En este corte se aprecia claramente una
134 JOSÉ CANZIANI

hundido que se ubica en la plaza, a unos 90 m de


distancia y frente al montículo del brazo sureste.
A semejanza de La Florida, el montículo prin-
cipal presenta un cuerpo central, en forma de pirá-
mide trunca cuadrangular más elevado, con dos
alas laterales más bajas y angostas. También aquí
se proyectan desde la base del montículo principal
los apéndices que delimitaron un área a modo de
vestíbulo en la zona central del frontis de la pirá-
mide. Igualmente, una ancha escalinata conecta-
ba el acceso desde el vestíbulo hacia un atrio cua-
Fig. 140. Huaca La Florida. Corte estratigráfico en la base del ala drangular dispuesto sobre el cuerpo central, y cuya
norte y la plataforma central (Patterson 1985: fig. 4). excavación reveló importantes características de
su forma y acabado, con la notable presencia de
cascajo, que fue sellado con una capa de arcilla de frisos y relieves policromos (Ravines e Isbell 1975).
40 cm de espesor. Este relleno habría operado Las excavaciones desarrolladas en el sitio per-
como una plataforma de nivelación y cimenta- mitieron documentar importantes características
ción para la posterior construcción de muros de de la arquitectura del complejo. Es el caso del atrio
contención que presentan un acentuado talud. A sobre el cuerpo central, que tenía una planta cua-
su vez, estos muros hechos de piedra con mortero drangular de 24 m de lado, con el acceso abierto
de barro, habrían servido para la disposición de hacia el norte y orientado hacia la plaza. Dentro
los rellenos de piedras y ripio que constituyeron del atrio y al centro de este, se desarrollaba un
los volúmenes de las plataformas. Se observa tam- patio hundido cuadrangular rodeado de terrazas
bién que posteriormente se agregaron otros mu- escalonadas que lo enmarcan, mientras que el
ros de similares características, que sirvieron para muro que delimitaba el atrio presentaba dos esca-
contener los sucesivos rellenos que se fueron linatas contrapuestas, alineadas en un eje trans-
adosando en el curso de la ampliación de los vo- versal, que debieron permitir acceder lateralmen-
lúmenes preexistentes. Es importante notar que te desde el atrio a la cima de la pirámide. Las te-
en el examen de la superposición de pisos —en rrazas escalonadas revelaron hoyos con ofrendas y
un área de actividad que en algún momento fun- evidencias de la instalación de postes, los que de-
cionó adosada a la base del montículo— se halla- bieron sostener techos que servían de protección
ron evidencias de ocupación asociadas a la pre-
sencia de estructuras elaboradas con quincha. Fig. 141. Garagay. Isometría del atrio y diseño parcial de los relie-
ves que lo decoraban (Ravines e Isbell 1975).
Garagay

También se ubica en la margen derecha del valle


del Rímac, a unos 2.5 km del río y a 6 km del
mar. El eje de orientación del complejo es de 32º
noreste. El montículo principal en este caso
alcanza 385 m de largo, 155 m de ancho y 23 m
de alto en la parte central. El ordenamiento de la
planta en ‘U’ del complejo fue aparentemente
asimétrico, con los brazos bastante más cortos y
con volúmenes bastante diferentes, ya que el bra-
zo noroeste tendría 260 m de largo, 115 m de-
ancho máximo y 9 m de altura; mientras que el
del lado sureste, que se encuentra separado del
montículo principal, tiene 140 m de largo, 40 m
de ancho máximo y 6 m de altura. De esta forma,
la plaza principal tendría a lo largo del eje del com-
plejo solamente unos 250 m mientras que a lo
ancho alcanzaría unos 450 m. Otra particulari-
dad de Garagay es la presencia de un patio circular
4. EL URBANISMO TEMPRANO 135

para los frisos y relieves policromos que adorna- estribaciones de los cerros que limitan el valle en
ban los paramentos del atrio, formando paneles este sector. Si bien hoy en día los montículos del
con motivos correspondientes a seres supranatu- sitio se encuentran rodeados por campos de culti-
rales con rasgos zoomorfos y antropomorfos mo- vo, en la época de su ocupación esta habría sido
delados en barro (ibid). una zona eriaza, ubicada bastante por encima de
Es importante notar que las excavaciones en las tierras que habrían estado bajo riego en ese
el atrio revelaron la existencia de por lo menos 3 entonces. Los trabajos arqueológicos desarrolla-
fases de superposición arquitectónica, asociadas dos en el sitio han puesto al descubierto algunos
con sendas remodelaciones de este espacio ritual de sus rasgos más destacados, contribuyendo así
y que comprometieron el desmontaje parcial de al mejor conocimiento de las peculiares caracte-
los muros del atrio, el relleno sucesivo del área rísticas de los complejos en ‘U’ de la región de
con la consiguiente superposición de nuevos pi- Lima (Burger y Salazar Burger 1992; Burger
sos, muros decorados con relieves policromos e, 1993).
inclusive, de las escalinatas laterales. En el caso de Cardal, el complejo se orienta
En cuanto a las características constructivas, 17º nor este y el cuerpo central mide 130 m de
los muros fueron realizados con piedra y mortero largo, 45 m de ancho y alcanza un altura máxima
de barro y los rellenos constructivos con piedras de 12 m.. A diferencia de La Florida y Garagay el
sueltas cascajo y barro dispuestos en capas alternas. cuerpo central de Cardal no presenta en su
Para las fases tardías se añade la presencia de pe- volumetría los rasgos marcados de estos, con una
queños adobes hemiesféricos. En el caso de las pirámide elevada al centro, ya que en este caso la
plataformas, se aprecia en algunos sectores un tra- parte más elevada está notoriamente desplazada
tamiento escalonado de los volúmenes, logrado hacia la esquina sur este y, por lo tanto, no corres-
mediante la construcción de muros de contención ponde al eje del atrio y del complejo. Este cuerpo
de piedra de escasa altura (Ibid: 258-259, fig. 12). central se encuentra unido en su esquina sur este
con el brazo oriental, que tiene la notable parti-
cularidad de ser el más voluminoso del conjunto,
con unos 240 m de largo, unos 70 m de ancho y
una altura de unos 15 m. Mientras tanto, el brazo
occidental está separado de la plataforma central
por una abertura de 75 m, siendo algo menor en
sus dimensiones, con unos 100 m de largo, 50 m
de ancho y 8 m de altura. La construcción de es-
tas plataformas fue realizada en base a piedras irre-
gulares, mortero de barro y cascajo.
La planta en ‘U’ del complejo encierra una
amplia plaza, pero en este caso se ha comprobado
que este espacio estuvo compuesto de varios arre-
glos y estructuras especiales. Una plaza central de
Fig. 142. Mapa del valle de Lurín con la ubicación de los principa- planta rectangular y algo elevada con relación al
les complejos del período Formativo (Burger y Salazar 1992: fig. 1). nivel del terreno se dispuso al sur, inmediatamen-
te frente al cuerpo central y los brazos oriental y
occidental. Para nivelar este espacio se conformó
Cardal una terraza, mediante la construcción de muros
bajos de contención y la disposición de rellenos
Se trata de uno de los principales y mejor conser- compuestos por piedras de campo, para luego ser
vados complejos en ‘U’ del valle de Lurín. El sitio sellados con un piso, al que luego se le superpuso
se ubica sobre la margen izquierda del valle bajo a otro en una aparente remodelación posterior.25
unos 13 km del mar y a menos de un kilómetro Al norte de la plaza, en el extremo de la planta en
del río. Se localiza en una ladera al pie de las ‘U’ del complejo, se dispusieron simétricamente

25
Las evidencias de estructuras presentes en la plaza, como las propias características estratigráficas de sus suelos y la ausencia
de restos de canales, descartarían la hipótesis de Williams (1980) que proponía que estos espacios estuvieran dedicados al cultivo,
constituyendo una suerte de “chacras sagradas”.
136 JOSÉ CANZIANI

Fig. 143. Cardal. Plano gene-


ral del templo en U (Burger y
Salazar 1992: fig. 2).

y a ambos lados de un posible camino ceremonial, accedía al atrio de la plataforma central directa-
dos patios circulares hundidos inscritos en plata- mente desde el nivel de la plaza, mediante una
formas cuadrangulares y, algo más al norte, dos amplia y empinada escalinata de 6.5 m de ancho.
recintos cuadrangulares. Estas intervenciones co- El muro del frontis del atrio estaba antecedido
rresponderían a las fases tardías del complejo, al por un rellano y, a ambos lados del vano de acce-
igual que otros pozos circulares que se dispusieron so central, presentaba simétricamente frisos en
al pie de la plataforma central y sobre la plataforma relieve con evidencias de pintura roja y blanca,
oriental (Burger y Salazar Burger 1992, fig. 2). formando bandas horizontales representando fau-
Nos parece relevante apreciar que, así como ces con dientes entrecruzados y colmillos
en el complejo de Cardal se pueden percibir ejes protuberantes, que remataban en labios abiertos
transversales (ibid.: 131), uno de los cuales estaría hacia el acceso central. Este sería otro caso notable
asociado a la evidente depresión correspondiente en que la arquitectura formativa de los espacios
a un gran atrio en el brazo oriental, esta pirámide sagrados recibió un tratamiento zoomorfizado, al
—que supera en altura y volumen al propio cuer- exhibir los atributos de un ser supranatural, tal
po central— se orienta mirando hacia el río y se como se observó anteriormente en el templo de
“opone” al complejo de Manchay Bajo, ubicado Cerro Blanco de Nepeña.
en la margen opuesta. Coincidentemente también A diferencia de Garagay, el interior del atrio
este último complejo presenta, en sentido contra- de Cardal no presenta evidencias de decoración
puesto, el brazo occidental con un volumen nota- mural, ni pisos escalonados y su tratamiento es
blemente mayor, orientado hacia el río y el centro bastante austero, destacando además de las 3 es-
del valle y, por lo tanto, mirando hacia Cardal. calinatas que debieron conducir hacia la cima y
Si bien se han señalado similitudes y diferen- otros espacios rituales, la presencia de una corni-
cias de Cardal con relación a los complejos en ‘U’ sa sobresaliente y redondeada, que recorría el re-
de los valles del Rímac y Chillón (ibid.), debemos mate superior de los muros que delimitaban el
advertir que en este caso notoriamente no existen atrio (ibid. fig.5). Una marcada semejanza con los
rastros de estructuras correspondientes al vestí- demás complejos en ‘U’ estudiados, reside en la
bulo cuadrangular, que tanta relevancia formal existencia de una serie de superposiciones arqui-
presenta en Garagay o La Florida, anteponiéndose tectónicas. En este caso se constató procesos su-
a la escalinata central que conduce al atrio, y como cesivos de relleno, asociados con la renovación de
elemento de transición entre la plaza y el atrio la arquitectura que comprometieron el recinto del
sobre la pirámide. Aparentemente, en este caso se atrio, el rellano de su frontis y la escalinata central
4. EL URBANISMO TEMPRANO 137

Fig. 144. Cardal. Corte


estratigráfico en el eje del atrio,
con el registro de las
superposiciones arquitectóni-
cas (Burger y Salazar 1992: fig.
3).

de acceso. De esta manera se ha documentado la productivas asociadas a las unidades domésticas.


existencia de 4 escalinatas superpuestas, la supe- La ampliación en área de este tipo de excavaciones
rior asociada al atrio tardío, dos intermedias con y el examen de otros posibles sectores anexos al
el atrio medio y una escalinata en un nivel infe- complejo, podrían profundizar aún más el cono-
rior aparentemente relacionada con un atrio de
una fase temprana, sin que esto excluya la posibi-
Fig. 145. Cardal. Vista de las excavaciones con la exposición de las
lidad de la presencia de un mayor número de escalinatas superpuestas que conducían hacia el atrio (Burger 1995:
remodelaciones arquitectónicas de fases más tem- fig. 51).
pranas (ibid.: 127, fig.3).26 Este proceso de suce-
sivas remodelaciones arquitectónicas también ca-
racterizó al complejo de Mina Perdida, tal como
se puede observar en el corte del montículo cen-
tral, en la zona correspondiente al atrio y que per-
mite constatar una secuencia de rellenos construc-
tivos y de escalinatas superpuestas.
En Cardal, especial importancia tiene el ha-
llazgo en las inmediaciones del lado sur del mon-
tículo central, es decir en la parte posterior del
complejo, de construcciones rústicas asociadas a
la deposición de basura que contenía restos de
mariscos, pescados, mamíferos marinos, venados
y aves, así como de ollas llanas y fragmentos de
figurinas, lo que hace presumir que se trataría de
estructuras domésticas. Estas presentan muros
bajos de piedra, que pudieron ser complementa-
dos con construcciones elaboradas con materia-
les perecederos, a modo de quincha. Algunas de
estas estructuras pudieron funcionar como vivien-
das, otras para facilitar el almacenamiento, o como
espacios libres, a modo de patios, para desarrollar
la preparación de los alimentos y otras actividades

26
Resulta pertinente notar que ciertos estudiosos se han centrado en la concepción del “enterramiento ritual”, sin asumir éste
como una consecuencia lógica de la regeneración del templo, en cuanto actividad sustancial y determinante en estos singulares
eventos de remodelación (Uceda y Canziani 1998). Esta diferente concepción –que puede parecer intrascendente a primera vista-
se percibe en toda su magnitud cuando se llama la atención de que la construcción final de Cardal (el templo tardío) “...no fue
enterrada ritualmente” y este argumento se trae a colación para reforzar la idea de “...una gran desarticulación en la organización
social que se produjo a fines del Período Inicial” (Burger y Salazar Burger 1992: 130, 134). En todo caso cabe señalar que, al finalizar
su larga historia, lo que se abandona no es la tradición de “enterrarlo ritualmente” sino al templo como tal, en la expresión última
de sus recurrentes renovaciones.
138 JOSÉ CANZIANI

esta realidad puede estar obliterada a causa tanto


del posible empleo de materiales perecederos en
este tipo de asentamientos, como por la ocurren-
cia de posteriores depósitos aluviales, el laboreo
agrícola y la reciente expansión urbana. Una re-
veladora muestra, en este sentido, la proporciona
el acucioso y metódico trabajo de rescate desarro-
llado en las excavaciones de las ladrilleras de
Huachipa, una llanura aluvial en la margen dere-
cha del Rímac y a unos 25 km del litoral. Lo que
permitió a Palacios (1988) registrar en la zona la
consistente presencia de asentamientos aldeanos
e inclusive plantear su evidente relación con la
edificación del cercano complejo en ‘U’ de San
Antonio, a partir de la recurrente asociación de
los materiales cerámicos registrados en ellos.
Por otra parte, en los tres valles de la comarca
de Lima existe el registro de sitios tanto monu-
mentales como no, que están ubicados en la parte
media de estos y relativamente alejados del litoral,
si bien algunos revelan importantes evidencias de
Fig. 146. Reconstrucción hipotética del atrio correspondiente al
Templo Medio (Burger y Salazar 1992: fig. 5).
la incorporación de recursos marinos en el
consumo de las subsistencias. Tal es el caso de
Huanchipuquio, Cocayalta, Pucará y Checta en
cimiento de las características y modo de vida de el Chillón, entre 60 a 80 km del mar (Silva 1992,
los pobladores que estuvieron estrechamente vin- 1998); y de Malpaso, Chillaco y Palma en el de
culados con las actividades desplegabas en estos Lurín, a más de 50 km del mar (Burguer 1993,
complejos (Burger 1993: 95-6; 1995: 72) 1995). De otro lado, sitios formativos ubicados
En el caso del valle de Lurín llama la atención en el litoral, como Ancón y Curayacu, exhiben
la concentración de los complejos en ‘U’ en un un amplio consumo de productos agrícolas prove-
sector del valle bajo y su aparente contempora- nientes de los valles. Estos datos permiten recons-
neidad. Así entre Cardal y Mina Perdida media truir un patrón de intercambio y articulación en-
una distancia de 5 km mientras que Manchay Bajo tre los asentamientos relacionados con la explota-
se encuentra frente y a la vista de Cardal, en la ción de los recursos marinos, aquellos del valle
margen opuesta del valle, a poco más de 1 km de bajo y los demás ubicados en el valle medio o
distancia (Burger 1992: 99). No entraremos aquí chaupi yunga, ligados al desarrollo de la produc-
en mérito a las hipótesis que plantean la corres- ción agrícola en distintas zonas ecológicas. Un
pondencia de estos complejos con la presencia de marco sugerente para ahondar la investigación en
distintas organizaciones comunales y la dificul- torno a esta problemática, lo presenta Rostwo-
tad de adscribirlos a la presencia de una organiza- rowski (1989) documentando la existencia, en
ción estatal.27 A este propósito, distintos autores tiempos prehispánicos tardíos, de una aparente
(Burger 1995, Ravines e Isbell 1975, Silva 1992) articulación y complementariedad “horizontal”
han planteado la dificultad de detectar en los va- existente entre comunidades de agricultores y pes-
lles la presencia de sitios formativos correspon- cadores en el territorio de los valles de la Costa
dientes a asentamientos aldeanos. Sin embargo, Central peruana. Estos mecanismos de articula-

27
Al respecto se señalan una serie de aspectos inexistentes: “...una capital con su propio territorio; ...la multitud de asentamientos
pequeños y medianos que son la base de la economía estatal, tales como sitios administrativos de nivel inferior; ...la ausencia de artefactos
que hubieran servido de indicadores de jerarquías.” (Burger 1993: 100). Evidentemente, algunos de estos rasgos podrían expresar la
plena y definida presencia de una organización estatal, sin embargo en este caso deberíamos esforzarnos por entender que la
problemática que se nos presenta está referida mas bien al incipiente proceso de formación de la organización estatal y, al hacerlo,
estamos obligados a ampliar nuestro espectro de evidencias a las manifestaciones de acelerados y profundos cambios que se
advierten durante el período en los Andes Centrales, especialmente en sus regiones Norte y Central, y a partir de los cuales se
puede inferir la presencia de entidades políticas.
4. EL URBANISMO TEMPRANO 139

ción y complementariedad, que supusieron de- Florida, Garagay y Huacoy, como también algu-
terminados niveles de especialización productiva, nas zonas con una posible ocupación doméstica
pudieron tener sus tempranos antecedentes du- en la parte posterior del complejo tras el montí-
rante esta época. culo central y en proximidad del extremo oeste
Nos parece plausible suponer que en este sis- del brazo sur (Carrión 1998).
tema de articulación, los complejos en ‘U’ —ubi-
cados preponderantemente en la parte baja de los Paracas en los valles de la Costa Sur Central
valles hubieran tenido un papel clave, establecién-
dose en zonas estratégicas de estos territorios, tanto Hace por lo menos unos 2500 años la cultura
por su posición intermedia entre el litoral y la parte Paracas floreció en la Costa Sur Central del Perú,
media de los valles; como por su localización cen- llegando a constituirse en una de las culturas
tral respecto a las áreas agrícolas habilitadas en ese prehispánicas de mayor trascendencia en la histo-
entonces, con el desarrollo inicial de sistemas de ria andina. Sin embargo, de esta cultura especial-
irrigación artificial. Así mismo, las actividades ce- mente conocida por su impresionante y sofistica-
remoniales desplegadas en los complejos en ‘U’ do arte textil, es muy poco lo que se conoce acer-
debieron jugar un importante rol integrador y de ca de su formación social y modo de vida, que
cohesión social, imprescindible para la operación desarrollaron tempranamente en los valles oasis
de estos mecanismos de articulación; al igual que de esta región, en la que se extreman las condicio-
debieron constituirse en un elemento dinamizador nes de aridez de la costa peruana.
de la convocatoria y movilización social, tan ne- El Proyecto Arqueológico Chincha, con el
cesaria para la realización de las obras públicas desarrollo de investigaciones acerca de los patro-
comprometidas con la producción agrícola o de nes de asentamiento y las transformaciones terri-
las que correspondían a la propia erección de los toriales que se sucedieron históricamente en éste
centros ceremoniales. valle, busca establecer los pasos necesarios para
Evidentemente, la riqueza y magnitud de los encontrar respuestas a estas y otras interrogantes
complejos en ‘U’, como la propia problemática y, de esta manera, ofrecer una aproximación que
de los patrones de asentamiento, no se condice proporcione una visión integral sobre esta impor-
con las limitadas investigaciones desarrolladas tante cultura formativa 28 que, más allá de la be-
hasta la fecha sobre el Formativo en la Costa Cen- lleza de los artefactos de su cultura material, nos
tral. Este problema es aún más notorio en el caso introduzca tanto al conocimiento de su compleji-
de los valles al norte de Lima, si bien en algunos dad social como de los aspectos relativos a la vida
de ellos se constata la presencia de una extraordi- cotidiana de sus habitantes.
naria arquitectura monumental. Este es el caso de En esta dirección, los estudios preliminares
San Jacinto y de otros importantes complejos en desarrollados en Chincha permiten señalar con
‘U’ que se localizan en el valle de Chancay, a más claridad que en este valle se concentró, no sola-
de 10 km del litoral. El complejo de San Jacinto mente la mayor cantidad de asentamientos corres-
es el mayor de todos y presenta una enorme plaza pondientes a esta cultura, sino también de su más
principal cuadrangular que alcanza 550 m de lado destacada expresión, con la presencia de impre-
y cuya superficie fue aparentemente nivelada sionantes complejos con arquitectura monumen-
(Williams 1980, 1981). El cuerpo del montículo tal. Además, estos estudios muestran una serie de
central alcanza unos 350 m de largo por 150 m aspectos novedosos acerca de esta cultura, como
de ancho; mientras que los brazos laterales alcan- son el desarrollo de poblados de aparente carácter
zan 350 m en el del lado norte y 450 m en el del rural; así como la evidencia de trascendentes mo-
sur. Trabajos preliminares desarrollados en el si- dificaciones territoriales ligadas al desarrollo de la
tio han observado la presencia de un vestíbulo irrigación artificial y la afirmación de la econo-
abierto hacia la plaza, similar al que exhiben La mía agrícola (Canziani 1992).

28
Muchos estudiosos, siguiendo la secuencia establecida por Rowe, adscriben cronológicamente el período Cavernas al
Horizonte Temprano y el Necrópolis con las primeras fases del Intermedio Temprano, si bien los fechados al respecto siguen
siendo discutibles (Paul 1991). Pero aun si se corrobora que el fenómeno Paracas presenta este desfase temporal, con relación a los
procesos que se desarrollaron en la Costa Norte y Central, pensamos que es preferible para su mejor comprensión considerar que
este en su integridad corresponde al período Formativo, por las características que asume el proceso y la formación social presente
(Lumbreras 1969, 1981).
140 JOSÉ CANZIANI

Fig. 147. Mapa de la Costa Sur


con la ubicación de los princi-
pales sitios del Formativo
(Redibujado de Wallace).

Si articulamos estos datos con el marcado cre- excedentaria, a través del manejo combinado de
cimiento poblacional que se habría producido en los recursos agrícolas y marinos. La sociedad
el valle durante esta época, a partir de la prolifera- Paracas habría generado así las condiciones de base
ción de sitios con ocupación Paracas, podemos que explicarían el paralelo desarrollo de una
inferir la presencia de una sociedad que habría creciente especialización productiva y el
logrado dominar un medio sumamente complejo surgimiento de una impresionante arquitectura
y desarrollar una economía ampliamente monumental. 29

29
Esta especialización productiva no solamente se expresa con el florecimiento de las ricas tradiciones del arte textil y la
cerámica, si no que también trasciende de la evidencia del tráfico de recursos exóticos como la obsidiana, pieles de vicuña, conchas
de Spondylus, plumas de aves amazónicas (Tello y Mejía 1979); el aparente manejo de conocimientos de hidráulica para el
desarrollo de la irrigación artificial, la planificación y construcción de los complejos monumentales, por citar tan sólo algunos
aspectos que se pueden inferir a partir del examen de sus restos materiales.
4. EL URBANISMO TEMPRANO 141

El descubrimiento del sitio de Paracas en la relativamente sobrios en su decoración. En el caso


península del mismo nombre y las intensas de Necrópolis, las tumbas correspondían a gran-
excavaciones desarrolladas entre los años 1925 y des cámaras o recintos funerarios donde se depo-
1930 en sus necrópolis, permitieron a Julio C. sitaron los fardos; la cerámica se hace mas fina y
Tello definir la existencia de dos fases sucesivas: la monocroma, desarrollándose piezas escultóricas;
más antigua que denominó Paracas Cavernas y la mientras los célebres mantos del período Necró-
más reciente como Paracas Necrópolis (Tello polis30 revelan un extraordinario arte textil, con
1959, Tello y Mejía 1979). En el caso de Caver- finos lienzos de algodón y lana bordados magis-
nas, las tumbas eran excavadas en pozos profundos tralmente con intensos colores, representando
en forma de bota; la cerámica se caracteriza por personajes míticos o seres supranaturales. En am-
su decoración incisa, la aplicación de pintura poli- bos casos, las diferencias en cuanto a la calidad de
croma post cocción, es decir después de horneada los fardos y las ofrendas asociadas a ellos, hacen
la pieza, como también por el empleo de la deco- pensar que los enterramientos correspondieron a
ración “negativa”; mientras que los textiles son distintos rangos sociales.

Fig. 148. Núcleos habitacio-


nales y necrópolis Paracas en
la falda norte de Cerro Colo-
rado en la península de Paracas
(Tello y Mejía 1979: fig. 81).

30
Posteriormente, investigadores norteamericanos identificaron una cultura que denominaron como “Topará” (Lanning
1967). Si bien esto significó un aporte apreciable —con el planteamiento de una secuencia fina de distintas fases en sus estilos
cerámicos— al corresponder esta cultura en gran parte con lo que Tello definió como Necrópolis, también ha contribuido a
dificultar nuestra comprensión de lo Paracas, especialmente cuando se considera a Topará un fenómeno distinto e inclusive una
formación social diferente que, supuestamente, habría introducido desde el norte de la región la arquitectura monumental en el
valle de Chincha (Silverman 1991, Wallace 1985, 1986).
142 JOSÉ CANZIANI

Las investigaciones del Dr. Tello y su equipo


reportaron en el sitio la presencia de una serie de
estructuras arquitectónicas de características
bastante sencillas y aparentemente de función
doméstica 31 —algunas de ellas reutilizadas por las
gentes Necrópolis como recintos funerarios— y
que, en todo caso, no correspondían a una arqui-
tectura pública de tipo monumental (Tello y Mejia
Xespe 1979). Estos datos, como también la virtual
ausencia de posibilidades de producción agrícola
en el área de la península, el sofisticado ajuar y
status de los personajes enterrados en el santuario,
contrastados con la presencia de notables comple-
jos monumentales en el valle de Chincha, permi-
te plantear la hipótesis de que estos personajes de
elite provendrían de este valle y del de Pisco, donde
se encontraban sus principales centros poblados
y habían desarrollado una sólida base económica
ampliamente excedentaria, a partir del desarrollo
de la agricultura de riego (Lumbreras com. pers.
1987).

Los Complejos Piramidales del valle de Chincha

En la parte baja del valle de Chincha se registran


una serie de grandes edificaciones y complejos
compuestos por montículos piramidales. Estos
asentamientos se encuentran localizados forman-
do núcleos a lo largo del valle bajo y en proximidad
del litoral, ocupando tanto el sector al norte del
río Chico; el sector central entre este río y el
Matagente; así como el sector que se encuentra al
sur de este último río. Posiblemente este patrón
de ubicación, que presenta una marcada concen-
tración por sectores en el valle bajo, haya respon-
dido al manejo de los recursos agrícolas y mari-
nos propios de esta zona, así como a la existencia
de alguna forma de organización política del es-
pacio territorial que desconocemos.
Lo que si es del todo evidente al examinar es-
tos sitios arqueológicos, es que los complejos res-
ponden a un ordenamiento recurrente que los
organiza a lo largo de precisos ejes que corren de
Este a Oeste. Esta orientación dominante es in-
corporada al trazo de cada una de las edificacio-
nes piramidales que integran los complejos, ca-
Fig. 149. Tumbas Paracas del período Cavernas (arriba) y del perío-
racterizando los distintos componentes arquitec-
do Necrópolis (abajo) (Tello y Mejía 1979). tónicos que estas presentan. Contradiciendo la
apreciación de algunos investigadores, que dife-
rencian lo Paracas Cavernas de lo Paracas Necró-

31
No es casual que los sitios de Wari Kayan y Arena Blanca o Cabezas Largas, fueran denominados por Tello como Núcleos
Habitacionales (Tello y Mejía 1959).
4. EL URBANISMO TEMPRANO 143

Fig. 150. Mapa de ubicación


de los sitios del período For-
mativo en el valle de Chincha
(Proyecto Arqueológico
Chincha. Dibujo de Canziani
1992).

polis (Topará), considerándolas como dos socie- Las características de esta arquitectura monu-
dades y culturas distintas, estos complejos y sus mental se aprecian más claramente en algunos
edificaciones monumentales expresan en su arqui- complejos mejor conservados, como es el caso de
tectura una notable continuidad, tanto en la con- las Huacas Soto (PV.57- 24, 25 y 26) o del Com-
cepción y ordenamiento general, como también plejo San Pablo con Huaca Partida (PV.57- 09),
en las características de los materiales y técnicas a partir de lo cual se presume también que estos
constructivas desplegadas en ellos. serían más tardíos, es decir Necrópolis o Topará. 32

Fig. 151. Plano general del com-


plejo Soto (Canziani 1992).

32
Además de la mejor conservación, que podría ser un factor circunstancial, estos complejos presentan generalmente adobes
en forma de “grano de maíz” o de “cuña” moldeados a mano con formas y aparejos relativamente regulares (Canziani 1992);
mientras que las edificaciones piramidales que podrían ser más tempranas (Cavernas) —además de que aparentemente no confor-
maron complejos— combinan el empleo de los adobes con el de cantos rodados y de “terrones” de barro. De otro lado, la
cerámica de superficie puede en algunos casos ser consistente con determinado período de ocupación (Cavernas en Huaca Santa
Rosa y La Cumbe); pero en otros es sumamente escasa para, por sí sola, constituir un diagnóstico confiable (Huaca Alvarado,
Huaca Limay, Huaca Partida); además algunos sitios, presumiblemente Necrópolis o Topará (como Soto) no excluyen entre los
escasos tiestos de superficie la presencia de cerámica Cavernas. Evidentemente, la problemática relacionada con la evolución de
esta tradición arquitectónica y la ubicación cronológica de sus principales expresiones, no podrá ser del todo resuelta mientras no
se realicen excavaciones estratigráficas en los sitios mencionados.
144 JOSÉ CANZIANI

Sin embargo, un examen detallado de edificacio- saltantes de esta forma de planeamiento, si bien el
nes presumiblemente más tempranas (Cavernas), ordenamiento aquí es algo más amplio y extenso,
tal es el caso de Huaca Santa Rosa (PV.57-87), alcanzando el eje longitudinal en dirección Este-
Huaca Alvarado (PV.57-10), La Cumbe (PV.57- Oeste más de 1,300 m. Los montículos de este
02) y Huaca Limay (PV.57-103), revela que estas complejo también presentan la característica
comparten los rasgos sustanciales de esta tradi- planta rectangular y la orientación dominante. La
ción arquitectónica, si bien es de notar que estos mayoría de montículos no se encuentran en un
montículos piramidales se encuentran aparente- buen estado de conservación, a excepción de la
mente aislados de otras edificaciones monumen- Huaca Partida (PV.57-9) que ofrece aún una
tales y, por lo tanto, no se percibe que ellos hayan impresionante visión de lo que fue la arquitectu-
conformado complejos. ra de este tipo de monumentos.
Dado que aún no se han realizado excavaciones
Los Complejos Soto y San Pablo arqueológicas en estos sitios, no estamos por el
momento en condiciones de establecer —tal como
En el sector Sur del valle bajo y al Sur del río Mata- suponemos— si es que en los alrededores de la
gente, existen dos grandes complejos que muestran arquitectura monumental se concentraron otro
con mayor claridad este singular ordenamiento tipo de estructuras, tanto públicas como domés-
urbanístico, se trata del complejo Soto y del com- ticas. Este tipo de examen será de suma impor-
plejo San Pablo. Esto se debe en gran parte a su tancia en el futuro, ya que nos permitirá conocer
relativo buen estado de conservación, lo que de el modo de vida y el grado de especialización pro-
paso permite apreciar algunas de las características ductiva de sus habitantes y, de esta manera, aproxi-
que definen su arquitectura monumental. marnos a los niveles de complejidad social y de
El Complejo Soto registra tres grandes mon- desarrollo urbano alcanzados por la sociedad
tículos alineados en un eje de orientación Este- Paracas.
Oeste que alcanza una distancia de cerca de 1 km
Es interesante notar que los montículos PV.57- La arquitectura de los montículos piramidales
24 y 26, ubicados a ambos extremos del comple-
jo, aparentemente compartieron el mismo eje Dentro del complejo Soto, la Huaca PV.57-26 es
longitudinal, a pesar de la gran distancia que los la que más claramente presenta los rasgos que iden-
separa, mientras que el montículo PV.57-26 se tifican a esta singular tradición arquitectónica del
encuentra desplazado algo mas de 100 m al norte período Formativo. La planta rectangular de la
de este eje. Todos los montículos de este comple- edificación tiene unos 200 m de largo por unos
jo comparten una planta rectangular cuyo eje 70 m de ancho, alcanzando en la cúspide al Oeste
mayor coincide con el del ordenamiento general. una altura de cerca de 15 m. El montículo, al igual
En el caso del Complejo San Pablo se mantie- que los demás, está conformado por volúmenes
nen a grandes rasgos las características más masivos de corte troncopiramidal, realizados ín-

Fig. 152. Mapa del complejo


San Pablo, en el que destaca
Huaca Partida (9). (Canziani
1992: fig. xx).
4. EL URBANISMO TEMPRANO 145

Fig. 153. Foto aérea oblicua


de la Huaca Soto (26) vista
desde el norte (Canziani).

tegramente con pequeños adobes hechos a mano, monial a la que debió estar destinada, nos llevan a
mediante el despliegue de una particular técnica plantear el posible desarrollo de un tránsito ritual
constructiva que detallaremos más adelante. desde el extremo ubicado al Este, en que debió de
La volumetría exhibe una secuencia de plata- encontrarse el atrio muy próximo al nivel del te-
formas ascendentes de Este a Oeste, donde la edi- rreno, para llegar al sector Oeste correspondiente
ficación alcanza su punto más alto. Esta organi- al lugar más elevado y sacro del templo. Este re-
zación axial se torna compleja al contener las pla- corrido axial atraviesa la serie de patios hundidos,
taformas una serie de patios hundidos de planta que replantean en pequeña escala esta misma di-
cuadrangular. Los lados que limitan al Norte y rección y secuencia ascendente. Esta hipótesis
Sur estos patios aparentemente presentan el mis- interpretativa se vería reforzada por las caracterís-
mo nivel, mientras que al Este y Oeste están defi- ticas del todo similares que exhibe la Huaca Par-
nidos por plataformas transversales de mayor al- tida en el complejo San Pablo con 270 m de lar-
tura, si bien recurrentemente la ubicada al lado go, 75 a 85 m de ancho y unos 20 m en la parte
Oeste de cada patio es la más alta. más alta (Canziani 1992: 94) así como otras edi-
Las características de la arquitectura de esta ficaciones de la misma época Paracas en el valle,
edificación y la secuencia ascendente antes seña- que comparten recurrentemente los atributos ar-
lada, al igual que la función aparentemente cere- quitectónicos de esta tradición.

Fig. 154. Perspectiva


reconstructiva del complejo
Soto, con las Huacas 26 y 25
vistas desde el sureste
(Canziani 1992: fig. xx).
146 JOSÉ CANZIANI

Fig. 155. Foto aérea oblicua de


la Huaca Partida (9) vista des-
de el norte (Canziani).

Esta temprana tradición arquitectónica de la de un detenido examen, hemos podido compro-


cultura Paracas aparentemente no tendría antece- bar que esta gigantesca Huaca —si bien está afec-
dentes fuera de la región ya que, como hemos vis- tada por un avanzado proceso de destrucción—
to, durante ésta misma época en la costa central también manifiesta el partido arquitectónico tra-
estaba en plena vigencia la tradición de los tem- dicional de la época, lo que representa un dato
plos en forma de «U» (Williams 1985).33 Mas bien, bastante significativo dado que este monumento
podría tomar cuerpo la posibilidad de que esta constituye uno de los montículos piramidales apa-
tradición sureña, impulsada por los paracas, tu- rentemente más tempranos del valle y, a la vez, el
viera alguna influencia en el proceso de cambios que presenta las dimensiones más grandiosas.
que se impone en el ordenamiento de los centros La Huaca Santa Rosa muestra la típica planta
urbano teocráticos de la costa central durante las rectangular orientada Este-Oeste, que alcanza al-
primeras fases del período Intermedio Temprano, rededor de 430 m de largo y de 140 a 170 m de
donde se afirmaron patrones urbanísticos y ar-
Fig. 156. Croquis del plano general de Huaca Santa Rosa (87)
quitectónicos bastante similares a los que caracte- (Canziani).
rizaron a Paracas (Canziani 1987, 1992).
Conociendo mejor los rasgos más destacados
de esta tradición arquitectónica de la costa sur,
hemos examinado con mayor detenimiento otros
montículos menos conservados que se encuentran
en el valle y que corresponden a la misma época
Paracas y posiblemente a sus fases tempranas
conocidas como Cavernas. Quizás la información
más notable es la que nos proporciona la Huaca
Santa Rosa (PV.57-87), que se ubica en una posi-
ción central con relación al valle bajo y donde se
registraron en superficie abundantes materiales
culturales del período Paracas Cavernas. Luego

33
Estos datos desvirtúan el planteamiento de Wallace (1985, 1986) en el sentido que esta tradición arquitectónica correspon-
dería a Topará y sería introducida desde valles al Norte de Chincha como Cañete. Los antecedentes tempranos de esta tradición,
aunque no necesariamente los iniciales, se encuentran en los sitios aparentemente afiliados a Paracas Cavernas, y en su posterior
evolución mantendría los rasgos característicos observados en los complejos aparentemente más tardíos (Necrópolis o Topará).
De otro lado, no se conocen casos publicados de arquitectura monumental formativa en el valle de Cañete y sus posibles simili-
tudes con la reportada en el valle de Chincha.
4. EL URBANISMO TEMPRANO 147

Fig. 157. Vista desde el sur del


sector central de Huaca Santa
Rosa (87) hoy cubierta por
construcciones modernas
(Canziani).

ancho, con una altura en la parte más alta de unos especiales señalarían al sitio como el lugar ideal
25 m. En algunos cortes se puede observar su sis- para concentrar futuras investigaciones acerca de
tema constructivo en base a adobes pequeños, te- la problemática Paracas. Lamentablemente, y por
rrones de barro e inclusive cantos rodados en los absurdo que parezca, ésta Huaca está hoy mayor-
rellenos. Se aprecian también evidencias claras del mente ocupada por construcciones que correspon-
escalonamiento ascendente hacia el Oeste de sus den al moderno poblado de Santa Rosa. Las con-
plataformas originales, algunas de las cuales con- diciones que exhibe hoy este grandioso monumen-
servan aún los paramentos enlucidos de los gran- to Paracas y la ignorancia inadvertida de quienes
des muros de contención. Por su ubicación central se asientan sobre él —como si se tratara de un
y las colosales dimensiones de su volumen, esta cerro más— ilustra suficientemente el penoso tra-
huaca debió de constituirse con certeza en una tamiento que padecen muchos de los más impor-
suerte de Templo Mayor durante la vigencia de la tantes monumentos de nuestro país.
cultura Paracas en el valle.
Considerando que se trata del montículo arti- Huaca Alvarado (PV.57-10)
ficial de mayor envergadura construido en el va-
lle durante la época prehispánica, y tomando en La primera referencia científica a la cultura que
cuenta que corresponde a una de las fases más tem- mucho después se conocería como Paracas, se debe
pranas de Paracas identificadas en este, presumi- a Max Uhle quien en 1900 realizó trabajos ar-
mos que esta grandiosa edificación debe contener queológicos en el valle de Chincha. Uhle, dedica-
en su núcleo interior las primeras evidencias del do mayormente a investigar los monumentos tar-
surgimiento de esta tradición arquitectónica, si díos del valle y a la excavación de las tumbas aso-
consideramos que en ella también es recurrente la ciadas a estos, encontró que las Huacas Alvarado
práctica de sucesivas remodelaciones y y Santa Rosa presentaban la particularidad de
superposiciones constructivas. Estas condiciones mostrar una cerámica de un estilo muy distinto al

Fig. 158. La misma vista des-


de el sur del sector central de
Huaca Santa Rosa (87) en una
antigua fotografía de Max
Uhle tomada a inicios del si-
glo pasado (Kroeber 1942).
148 JOSÉ CANZIANI

adosan sucesivamente. Estos paramentos exhiben


la repetida aplicación de varias capas de un fino
enlucido de barro (Canziani 1992: 98-99).

La Cumbe (PV.57-03)

Se trata de un gran montículo de planta rectan-


gular en forma de plataforma cuasi cuadrangular
que mide 180 m de Este a Oeste y 150 m de Nor-
te a Sur, conformado por varias terrazas escalona-
das, ascendentes hacia el Oeste. El monumento
Fig. 159. Huaca Alvarado (10 ). Evidencias en el flanco norte de está ubicado sobre el acantilado que limita el Norte
adosamientos de muros elaborados con terrones de barro que mues- del valle bajo. El hecho de que el sitio estuviera
tran múltiples aplicaciones de enlucido (Canziani).
asociado a cementerios tardíos, y que sobre algu-
nas de sus terrazas presente recintos de tapial y
de las épocas tardías, al igual que una arquitectu- adobes, propios de la época Chincha-Inka, llevó
ra muy diferente, hecha ya no de tapia sino en a Uhle a suponer que esta edificación correspon-
base a pequeños adobes. Uhle (1924), concluyó diera al santuario de Chinchay Camac considera-
que estos restos debían de corresponder a una ci- do en las crónicas como uno de los hijos del ídolo
vilización muy antigua. de Pachacamac. Estos datos han conducido a aso-
En su descripción de la Huaca Alvarado, Uhle ciar en la literatura arqueológica a la Cumbe como
(1924: 81) señalaba que el montículo alcanzaba un sitio exclusivamente afiliado al período
“unos 18 m. de altura en su angosto extremo Oeste”, Chincha-Inka en el valle de Chincha.
lo que hace pensar que presentaba rasgos Sin embargo, el propio Uhle notó que los re-
concordantes con los patrones arquitectónicos de llenos con los que estaba construida la plataforma
la época Paracas en el valle de Chincha. Si bien estaban hechos con cantos rodados. Estos datos,
actualmente este sector Oeste se encuentra seria- unidos a la presencia de cerámica temprana en
mente afectado por construcciones modernas, en superficie y, especialmente, ciertos rasgos arqui-
las aerofotos de 1942 se observa que correspon- tectónicos relacionados con la orientación Este-
día a una plataforma elevada de orientación Este Oeste; el desarrollo de terrazas escalonadas y as-
Oeste, con el eje desplazado hacia el borde Sur cendentes hacia el Oeste; y la existencia de depre-
del complejo y que debió alcanzar unos 220 m de siones correspondientes a patios hundidos sobre
largo por unos 70 m de ancho. Esta plataforma la plataforma (el principal con unos 45 m de lado
alargada y elevada al Oeste estuvo conectada con y una profundidad de 3 m con relación a la terraza
otra cuadrangular y baja al Este, que aun se con- en que se ubica); nos llevaron a plantear la posibi-
serva y que tiene unos 115 m de Este a Oeste por lidad de que se tratara de una edificación del
unos 100 m de Norte a Sur y de 6 a 8 m de altura. período Formativo, reocupada tardíamente.
A su vez, las fotos aéreas revelan que esta platafor- Recientemente hemos hallado —en algunos cor-
ma cuadrangular presentaba dos montículos, en
forma de apéndices alargados, que se proyecta- Fig. 160. Croquis de La Cumbe (3) (Canziani).
ban hacia el Este, a modo de brazos de una ‘U’, a
menos que pudiera tratarse de los restos corres-
pondientes al recinto de un atrio que, como he-
mos visto, se ubica recurrentemente al Este de las
edificaciones de esta tradición.
El montículo está construido con adobes en
forma de cuña y terrones. En algunos sectores se
aprecian superposiciones arquitectónicas. Tal es
el caso de algunos cortes en su esquina Nor Oeste,
donde se observa una secuencia de rellenos, cons-
truidos con hiladas sucesivas de terrones de barro
y adobes en forma de cuña. Estos rellenos cons-
tructivos corresponden a plataformas superpuestas
y están asociadas a una serie de paramentos que se
4. EL URBANISMO TEMPRANO 149

Fig. 161. Vista aérea oblicua


con en primer plano las plata-
formas escalonada de La
Cumbe (3) en las que destaca,
al centro, el principal patio
hundido. Al fondo se aprecia
el complejo tardío de La Cen-
tinela de Tambo de Mora (1)
(Canziani).

tes que se ubican estratigráficamente en el basa- hacia el Oeste. Estos montículos se encuentran
mento de los rellenos constructivos de La consistentemente asociados a materiales cultura-
Cumbe— una considerable deposición de cerá- les Paracas Cavernas, lo que se refleja también es
mica del clásico estilo Paracas Cavernas, lo que las características constructivas que exhiben. Este
estaría confirmando esta hipótesis, al igual que la tipo de arquitectura pública se encuentra a veces
observación de los típicos aparejos de esta tradi- aislada o formando pequeños complejos y, en al-
ción en los rellenos constructivos de lo que debió gunos casos, asociada a poblados de aparente ca-
ser la base de la edificación. Estos datos permiten rácter rural. Es preciso señalar que en estos mis-
suponer que el grueso de la edificación correspon- mos sectores y en casi toda la extensión del valle
de a esta época temprana, con remodelaciones es notoria la ausencia de una arquitectura pública
menores y bastante posteriores durante los perío- de carácter monumental como la observada en el
dos Chincha y Chincha-Inka. valle bajo (Canziani 1992).
Este importante hallazgo podría estar indican-
do no solamente que este santuario y sus dioses Las remodelaciones arquitectónicas en los monu-
tendrían profundas y tempranas raíces en la his- mentos Paracas
toria del valle, sino también que La Cumbe ha-
bría sido —con su impresionante volumen y es- Un aspecto sumamente interesante y que relaciona
tratégico emplazamiento— el más destacado cen- la arquitectura Paracas con las difundidas tradicio-
tro ceremonial Paracas en el sector Norte del valle nes andinas de la arquitectura ceremonial tempra-
bajo, solamente superado en jerarquía dentro del na, está referido a la observación de la existencia
valle por la Huaca Santa Rosa. en muchos de estos edificios de una serie de remo-
De otro lado, es interesante notar que los cá- delaciones y consecuentes superposiciones arqui-
nones arquitectónicos impuestos por estas nota- tectónicas.
bles edificaciones piramidales fueron asumidos e Este es el caso de un corte profundo en la
incorporados a una arquitectura de aparente fun- Huaca Partida, donde se puede apreciar claramen-
ción pública, pero de una escala menor y a veces te una secuencia de muros, banquetas y pisos,
rústica en sus acabados, tal como la que se ha re- posteriormente cubiertos por rellenos constructi-
gistrado en los márgenes al Sur del valle medio. vos destinados a la reedificación de estos mismos
Estos montículos relativamente pequeños y de elementos en el marco de distintos eventos de
escasa altura, como los de Cerro del Gentil remodelación del edificio. Pero quizás los datos
(PV.57-59), Chococota (PV.57-63) y Pampa del más interesantes provienen de la Huaca PV.57-
Gentil (PV.57-64), presentan la tradicional plan- 25 del complejo Soto donde, en un corte diago-
ta rectangular, la orientación Este-Oeste y la pre- nal producido por el trazo de un canal moderno,
sencia de patios hundidos, si bien no necesaria- ha sido posible registrar una secuencia de por lo
mente asumen un marcado desarrollo ascendente menos 5 o 6 remodelaciones sucesivas que modi-
150 JOSÉ CANZIANI

Fig. 162. Huaca Partida (9).


Evidencias de superposiciones
arquitectónicas en el corte
ubicado en el sector Este del
montículo (Canziani 1992:
fig.13).

ficaron las características originales de lo que apa- Es importante notar que en los casos señala-
rentemente constituía el atrio de esta edificación. dos, aparentemente se busca mantener el partido
En este caso, a los muros perimétricos del patio arquitectónico original. Lo que se puede apreciar
del atrio –que estuvieron enlucidos y pintados de al observar que las sucesivas remodelaciones con-
blanco– se les adosó interiormente nuevos mu- servan en grandes rasgos la disposición de los ele-
ros, banquetas y posteriormente rellenos de pla- mentos arquitectónicos y la distribución espacial
taformas. Estas intervenciones paulatinamente
fueron restringiendo el espacio original del patio Fig. 164. Reconstrucción hipotética de la secuencia de
y al mismo tiempo modificando las formas de superposiciones arquitectónicas en el patio hundido de la platafor-
acceso y circulación asociadas a éste. Como es el ma Este de la Huaca 25 (Canziani 1992: fig. 9).
caso de un vano que daba acceso a un ambiente
con banqueta y que, cuando éste espacio fue re-
llenado para dar forma a una plataforma, se alojó
en el una escalinata destinada a superar la dife-
rencia de nivel generada.

Fig. 163. Plano de planta de la plataforma Este de la Huaca 25 con


evidencias de superposiciones arquitectónicas, correspondientes a
la secuencia de remodelaciones de un patio hundido (Canziani 1992:
fig. 8).
4. EL URBANISMO TEMPRANO 151

de los distintos ambientes. Este hecho, permite


suponer una constante en los aspectos funciona-
les y en la concepción arquitectónica primigenia.
En todo caso, este es un aspecto sujeto a un ma-
yor estudio, que será posible profundizar solamen-
te al abordar la excavación arqueológica de estos
monumentos.

Materiales y técnicas constructivas

El material constructivo dominante en las edifi-


caciones del período Paracas es el adobe de pe-
queñas dimensiones hecho a mano y que presen-
ta una característica forma de cuña, al tener una
base irregular de forma elíptica y un típico adel-
gazamiento hacia el vértice. La disposición de es-
tos adobes en el aparejo de los rellenos es bastante
singular, ya que son colocados en posición vertical
sobre una capa de mortero de barro sin aplicar
éste en los intersticios entre los adobes, para lue-
go disponer una nueva capa de mortero y una
nueva hilada horizontal de adobes y así sucesiva-
mente, hasta alcanzar la altura deseada en el relle-
no de las plataformas, que son selladas
superiormente con un piso siempre de barro.
Estos mismos adobes se emplearon para la erec-
ción de muros mediante la técnica de «doble cara»,
disponiendo los adobes en posición horizontal,
con las bases hacia ambos paramentos y rellenan-
do el interior con una mezcla de barro y de terro-
nes del mismo material. Una técnica similar se
observa en la terminación de las plataformas, con
la disposición horizontal de los adobes y con las
bases definiendo la superficie de los paramentos
que, luego del enlucido, en algunas ocasiones pre-
sentan también evidencias de pintura blanca de
acabado final. Fig. 166. Reconstrucción de la forma de elaboración de los adobes
empleados en la arquitectura monumental Paracas (Canziani 1992:
fig.16).

Fig. 165. Típico aparejo cons-


tructivo propio de la tradición
Paracas en el lado norte de la
Huaca 25 del Complejo Soto
(Canziani).
152 JOSÉ CANZIANI

Los Poblados de carácter rural llevan a suponer su aparente carácter doméstico.


Estos elementos, unidos a la ausencia o presencia
En la parte media alta del valle de Chincha, se ha puntual de una arquitectura pública de posible
registrado la existencia de una serie de función especializada, nos conducen a plantear el
asentamientos de aparente carácter rural. Estos se aparente carácter rural de estos asentamientos que
localizan en una posición estratégica, sobre las dominan desde puntos estratégicos los campos de
terrazas naturales que limitan las márgenes del valle cultivo del piso del valle. 35
y desde donde se dominan los campos de cultivo Dado que este tipo de poblados no está pre-
del piso del valle y transcurren los más elevados sente en el valle bajo, es posible suponer que los
canales de riego. sitios de habitación relacionados con los produc-
Estos extensos poblados revelan una notable tores agrícolas de estos sectores, deben de rastrearse
concentración de pequeñas estructuras de posi- más bien en una gran cantidad de sitios que se
bles viviendas con cimientos de piedra y que pu- caracterizan por constituir pequeños montículos
dieron ser construidas con paredes de quincha. bajos, cuyos materiales constructivos y asociacio-
Este el caso del sitio Pampa del Gentil (PV.57- nes cerámicas los afilian al período Paracas. Esta
64) y de PV.57-140. En estos poblados, si bien se constatación permitiría plantear una hipótesis de
aprecia una tendencia a establecer patrones de tra- trabajo acerca de la posible existencia de dos for-
zo ortogonal, no se puede encontrar las caracte- mas de ocupación del espacio entre el valle bajo y
rísticas propias de un asentamiento planificado, el medio. En el primero, se concentraría la arqui-
sino que parecen ser producto de una progresiva tectura pública monumental representada por los
agregación de estructuras en las que se advierte grandes montículos piramidales y sus extensos
también la existencia de superposiciones arqui- complejos; mientras que el asentamiento de la
tectónicas, producto de una aparente ocupación población rural podría presentar un patrón de
continua durante varios períodos.34 distribución disperso, conformado por pequeñas
La forma y dimensiones de estas estructuras, unidades familiares a modo de estancias o case-
además de las características antes señaladas, nos ríos. En contrapartida, en el valle medio la pobla-

Fig. 167. Foto aérea oblicua


del sitio Pampa del Gentil (64)
visto desde el norte
(Canziani).

34
En estos sitios se ha documentado la presencia de algunos montículos pequeños, aparentemente afiliados a Paracas Caver-
nas, mientras que la cerámica de superficie señalaría una continuidad de ocupación durante las fases finales del Formativo
(Necrópolis o Topará), hasta las fases iniciales de los Desarrollos Regionales (fase Carmen).
35
Anteriormente, hemos discutido críticamente el planteamiento de que este tipo de asentamientos pudiera corresponder a
un “desarrollo temprano del urbanismo” propio de la Costa Sur (Rowe 1963, Wallace 1971, 1986) dado que, a nuestro entender,
sería más bien en los complejos piramidales del valle bajo donde se encontraría la expresión inicial del surgimiento del urbanismo
en el valle (Canziani 1992: 113-116).
4. EL URBANISMO TEMPRANO 153

que nos permite sostener que por lo menos desde


este período —hace unos 2500 años— había ya
empezado el largo proceso que condujo a la con-
formación inicial del valle agrícola en el sector me-
dio del valle de Chincha, con la consecuente mo-
dificación del paisaje territorial y la generación de
una importante zona de producción.
Las características extraordinarias de estas no-
tables obras públicas y de los sistemas de campos
de cultivo, constituyen un invalorable testimonio
del avanzado desarrollo agrícola alcanzado por las
Fig. 168. Foto aérea oblicua del sitio 140 visto desde el oeste gentes de la cultura Paracas y, en especial, del des-
(Canziani). pliegue de estrategias adecuadas para el manejo
de un recurso escaso como el agua, en un valle
ción rural privilegiaría un patrón de concentra- relativamente árido como es el de Chincha
ción, favorecido por la disponibilidad natural de (ONERN 1970). De otro lado, la presencia de
mesetas y tabladas en los márgenes del valle que este tipo de infraestructura permite suponer la
limitan los campos bajo cultivo. En este último existencia de formas complejas de organización
caso, es sugerente suponer que la relativa lejanía social, que hicieron posible su ejecución, mante-
de los complejos de aparente función ceremonial nimiento y administración por parte de las socie-
ubicados en el valle bajo, habría sido resuelta in- dades que ocuparon el valle tempranamente
tegrando a los poblados rurales del valle medio (Canziani y del Aguila 1994).
pequeñas estructuras que absolvieran localmente Las evidencias documentadas con relación a la
esta función, a modo de “capillas”. época Paracas en el valle de Chincha, son de una
riqueza tal que, aún en el nivel preliminar de nues-
Sistemas de irrigación y cultivo tros estudios, ya nos proponen una nueva visión
de esta sociedad mayormente conocida por su es-
Finalmente, un novedoso e impactante hallazgo pléndido arte textil. Los sistemas agrícolas desa-
logrado durante la exploración del valle, ha sido rrollados tempranamente testimonian la progre-
el registro de una serie de evidencias correspon- siva modificación de las condiciones naturales de
dientes a canales que formaban parte de antiguos un valle desértico de la costa peruana, para iniciar
sistemas de irrigación, asociados directamente con la conformación de un importante valle agrícola
campos de cultivo abandonados. Estas evidencias y la exitosa afirmación de una economía basada
están relacionadas consistentemente con materia- en su explotación. De otro lado, la extensión de
les culturales del período Paracas Necrópolis, lo los asentamientos rurales, la complejidad del in-

Fig. 169. Foto aérea oblicua


del sitio 142, ubicado en una
quebrada lateral al cauce del
río, en la que se aprecia los
canales superiores y los siste-
mas de campos de cultivo
(Canziani).
154 JOSÉ CANZIANI

cipiente urbanismo y, en especial, de la arquitec- ellos, lo que dificulta la posibilidad de establecer


tura monumental asociada a este, constituyen en comparativamente similitudes y diferencias de
conjunto un insospechado testimonio que nos valle a valle, con miras a lograr una visión inte-
permitirá aproximarnos científicamente al cono- gral, a nivel regional, del fenómeno Paracas.
cimiento de esta sociedad, desde los niveles gene- En el valle medio de Pisco, a unos 15 km del
rales de la organización económica y social hasta mar, el sitio de Chongos presentaría interesantes
aquellos particulares relacionados con las formas evidencias de una superposición en sus ocupacio-
de vida cotidiana. nes del período Cavernas y Necrópolis. En el si-
En especial las características y atributos de la tio, ubicado en la margen izquierda y sobre unas
arquitectura monumental Paracas, nos remiten al laderas áridas por encima de los campos de culti-
desarrollo de actividades especializadas de distin- vo, se observan pequeños montículos y recintos
ta índole, tanto de carácter ceremonial como pro- construidos tanto con pequeños adobes como con
ductivo. La enorme cantidad de trabajo invertida cantos rodados. Algunos recintos parecen definir
en la construcción de sus notables volúmenes; la espacios vacíos a modo de canchas, otros presentan
persistencia de determinadas concepciones arqui- subdivisiones interiores y parecen estar asociados
tectónicas a lo largo del tiempo; nos conducen a a funciones domésticas, por su asociación con la
tener una idea aproximada de los niveles de espe- presencia de grandes basurales. Los muros de es-
cialización, poder y organización alcanzados por tas construcciones son bajos, lo que lleva a supo-
la sociedad Paracas y, en especial, por su emer- ner que correspondían a las bases de estructuras
gente clase dirigente de base urbana. de quincha. Si bien se sostiene que la arquitectura
de las dos fases de ocupación temprana tendría
Asentamientos Paracas en los valles de Pisco e Ica. un estrecho parecido, tanto en las técnicas cons-
tructivas como en la organización del espacio, se-
Muchos sitios Paracas han sido reportados en es- ría factible discernir diferencias de detalle en aque-
tos tres valles al sur de Chincha, pero lamentable- llas zonas que han sido excavadas (Peters 1988). 36
mente es bastante limitada la información dispo- El valle de Ica ha tenido un rol muy impor-
nible acerca de las características que presentan tante en la definición de la tradición Paracas a
los asentamientos y la arquitectura presente en raíz de los abundantes sitios y cementerios

Fig. 170. Cerrillos. Recons-


trucción del edificio con pla-
taformas escalonadas conecta-
das mediante escalinatas y
Corte en el que se aprecia el
registro de las superposiciones
arquitectónicas correspon-
dientes a distintas fases
(Wallace).

36
La evidencia en cuestión lleva a plantear claramente la existencia de una superposición cultural, si bien Peters (1988) no
descarta una posible coexistencia “horizontal” entre las gentes de Paracas (Cavernas) y Topará (Necrópolis) entendidas -siguiendo
los discutibles planteamientos de Lanning y Wallace- como dos tradiciones distintas, donde supuestamente la segunda sería
intrusiva desde el norte de la región.
4. EL URBANISMO TEMPRANO 155

tempranos, que por décadas han sido objeto de la De los trabajos de prospección desarrollados
acción depredadora de los huaqueros, y especial- en el valle bajo de Ica resulta que los sitios
mente en mérito de los estudios arqueológicos que tempranos Paracas (Ocucaje fases 3 – 4) se con-
se plantearon el ordenamiento de una secuencia centrarían al norte del sector de Callango y
estratigráfica y estilística de su cerámica (Menzel, Chiquerillo. Son sitios relativamente pequeños
Rowe y Dawson 1964). Sin embargo, es notable que ocupan menos de 1 Ha. de extensión y co-
constatar que entre los asentamientos Paracas de rresponderían a sitios de habitación. Estos sitios
este valle no se encuentran complejos con la com- de habitación tendrían continuidad en su ocupa-
plejidad de los registrados en Chincha, ni montí- ción durante la fase 8, en la que Animas Bajas
culos piramidales comparables en envergadura con constituiría el sitio más importante, con una ex-
los observados en este valle.37 tensión de unas 60 Ha y donde se reporta la pre-
Entre los sitios del valle medio de Ica, destaca sencia de siete montículos de planta rectangular y
Cerrillos, que se localiza en las laderas de la margen algunas elevaciones de tierra donde se observan
izquierda del extremo norte del valle, donde se los cimientos de estructuras hechas con pequeños
inicia el despliegue de las mejores tierras de este adobes y abundantes deshechos de ocupación. Los
oasis agrícola. El sitio ha venido siendo reexami- montículos —que de acuerdo al plano publicado
nado por Wallace a partir de sus primeros trabajos presentan una orientación Este Oeste— fueron
desarrollados en él hace más de cuarenta años, construidos con pequeños adobes moldeados a
cuando sus excavaciones contribuyeron a aportar manos en forma de “grano de maíz” y “redon-
materiales asociados con las fases más tempranas dos”. Sobre la cima de estas plataformas se defi-
de Paracas, en las que se percibe notables influen- nieron por medio de muros una serie de recintos
cias de Chavín provenientes desde el norte y corredores, mientras que también se observó el
(Wallace 1962). desarrollo de rampas para conectar ambientes a
El sitio presenta una compleja estratigrafía, distinto nivel (Massey 1991: 320-321, fig. 8.2.).
donde se evidencia una secuencia de superpo- En contraste a lo que se verifica en Callango, la
siciones, generada por sucesivos eventos de remo- ocupación en el sector de Ocucaje durante esta
delación arquitectónica que abarcarían un perío- fase sería comparativamente menor y con
do de ocupación desde el 800 al 200 a.C. La edi- asentamientos mucho más simples.
ficación monumental se caracteriza por presentar La fase 9 de Ocucaje representarían un mo-
terrazas escalonadas, cuyo desarrollo incorpora la mento de crecimiento regional en el valle bajo y
pendiente de la ladera donde se asentó el edificio. medio de Ica, mientras que surgen nuevas formas
Las terrazas se realizaron mediante muros de con- de arquitectura monumental y se registran cam-
tención de piedras de campo y rellenos de cascajo, bios en las técnicas y materiales constructivos.
cuyos paramentos y pisos fueron acabados con Surgirían complejos más extensos y se podría apre-
arcilla. En una de las fases se registraron muros ciar ciertas diferencias jerárquicas ente estos. So-
hechos con adobes en forma de terrón, igualmente bre la base de estos patrones de asentamiento, se
enlucidos cuidadosamente con arcilla. Parapetos propone la confirmación de una posible unifica-
bajos delimitaban las terrazas, que se interconec- ción política en el valle que Menzel, Rowe y
taban entre sí mediante escalinatas, dispuestas tan- Dawson (1964) propusieron a partir de la homo-
to en posición posiblemente central como lateral geneidad presente en las manifestaciones
en sus diferentes niveles. Sobre el flanco norte de estilísticas de la cerámica durante esta fase, y cuyo
las terrazas escalonadas se levantaron cámaras de centro debería de ubicarse en Ocucaje. Sin em-
planta cuadrangular, cuyas puertas presentaban bargo, en este caso se señala que las evidencias
umbrales elevados (Wallace com. pers. 2003). apuntarían más bien a pensar que este centro se

37
Pareciera que la concentración de estudios arqueológicos sobre lo Paracas en el valle de Ica —donde destaca su corpus
cerámico- ha conducido a muchos investigadores a traducir la innegable importancia de este componente de la cultura material,
con sus posibles implicancias en los términos de las formaciones sociales, llevándolos a sobredimensionar los niveles de organiza-
ción social existentes, planteando la presencia de entidades políticas unificadoras en Ica que habrían ejercido su autoridad central
a partir de sitios como Animas Altas, considerados como “capitales” regionales (Massey 1991). En contra partida, esto parece
haber conducido a sub valuar la relevancia del valle de Chincha, el único donde se aprecia el desarrollo de asentamientos Paracas
conformados por grandes complejos, que revelan el despliegue de una formidable arquitectura pública monumental. Si conside-
ramos que la formación estatal va aparejada desde sus inicios con el desarrollo del urbanismo, suponemos que la principal
expresión de esta forma de organización social debería de haber tenido lugar en este último valle (Canziani 1992, 1993).
156 JOSÉ CANZIANI

encontrara en el sector de Callango y que podría tiene que su arquitectura asemejaría en la forma a
haber sido el sitio conocido como Animas Altas la de los montículos piramidales de Chincha
(Massey 1991: 323). (Cook 1999), si bien la descripción alcanzada es
Animas Altas, sería el sitio más grande y com- sumamente escueta y no proporciona mayores
plejo del valle de Ica durante este período, con detalles de los aquí reseñados, lo que nos impide
una extensión aproximada de 100 Ha. En el sitio hacer un examen comparativo como el propuesto.
destaca la presencia de 13 montículos rectangula- En cuanto a la distribución espacial de los asen-
res que comparten una orientación Norte-Sur, con tamientos, en su relación con el manejo de los
la parte más elevada hacia el Norte. Sobre el lado recursos, se puede apreciar que estos se concentran
Norte de los montículos se encuentran muros que en aquellas zonas del valle de Ica que presentan
definen recintos y estrechos corredores, mientras depósitos aluviales fértiles asociados con la dispo-
que del lado Sur enfrentan a pequeños patios. nibilidad de agua, ya sea mediante el riego o el
Algunos montículos están asociados y en proxi- manejo de la napa freática superficial por medio
midad de estructuras de depósito, formadas por del cultivo en hoyas. El jalonamiento de sitios Paracas
hileras de cubículos cuadrangulares. en la parte más baja del valle hasta su desembo-
El sector Norte del sitio está dominado por cadura en el mar, revelaría tanto el aprovechamien-
una plaza rectangular rodeada por estructuras con to de pequeños oasis para el cultivo como la exis-
recintos y otras con dos o tres hileras de depósitos tencia de una ruta natural hacia el mar como fuen-
semisubterráneos, que alcanzan de 50 a 60 m de te de abastecimiento de recursos marítimos, cuyas
largo. En el extremo Este del sitio se encuentra un evidencias son abundantes en los sitios al interior
pequeño montículo en cuyos muros interiores, que del valle. De otro lado, la orientación del río y del
formaban una planta en “U”, se halló la notable valle de Ica que transcurre de Norte a Sur, habría
evidencia de que estaban decorados con figuras facilitado la comunicación con la región de Naz-
incisas que presentan 12 versiones distintas de la ca al Sur y con el valle de Pisco hacia el Norte,38
representación de personajes con atributos mientras que el acceso hacia la costa desértica al
felínicos o de lo que se identifica también como Sur de la Bahía de la Independencia podría haber
el ser oculado cuyo estilo correspondería al Paracas utilizado rutas alternas a traves de las Lomas de
Cavernas (Massey 1983; 1991: figs. 8.3, 8.4). Amara (Cook 1999). Sin embargo, la comunica-
Otro caso de arquitectura monumental en el ción entre los sitios del valle medio de Ica y los de
valle bajo de Ica, se registraría en el sitio D-12, la Bahía de la Independencia, como Chuchio y
que presenta una estructura rectangular construi- Karwa, habría representado una fatigante travesía
da con adobe. En este caso, el extremo Sur sería el de más de 50 km por uno de los desiertos más
más elevado, donde se observa la presencia de re- áridos del mundo, a través del extenso Tablazo de
cintos; mientras que hacia el Norte se desarrolla- Ica, cuyos inhóspitos parajes transcurren en gran
rían dos terrazas escalonadas descendentes. Se sos- parte por encima de los 500 msnm.

Fig. 171. Animas Altas. Relie-


ves murales representando se-
res supranaturales y entre ellos
al denominado “ser oculado”
(Massey 1991: fig. 8.3).

38
Las hoyas de Villacurí y de Lanchas, recónditos oasis en los áridos llanos entre los valles de Ica y Pisco (Soldi 1982: 49-66),
podrían haber servido como puntos de escala en estas tempranas travesías por el desierto. Se puede suponer, inclusive, que en
algunas de estas hoyas se hubiese iniciado su manejo con fines agrícolas, mediante el aprovechamiento de la napa freática relati-
vamente superficial presente en estas pampas.
4. EL URBANISMO TEMPRANO 157

Otros asentamientos Paracas en el litoral al Sur De otro lado, la exploraciones del equipo con-
de la península ducido por el Dr. Tello, reportaron la presencia
de extensos sitios ubicados al Sur de la península
Además de los destacados sitios de Cerro Colora- de Paracas. Entre estos destacan Chuchio y Karwa
do, Wari Kayan, Arena Blanca o Cabezas Largas, (o Carhua) que se encuentran frente a la Bahía de
asociados a las célebres necrópolis de la península la Independencia, en una zona absolutamente
(Tello y Mejía 1979), existen otros sitios paracas desértica, localizados respectivamente a más de 30
jalonando prácticamente todo el litoral de la ba- y 40 km al Sur de Paracas y entre 50 y 45 km al
hía de Paracas, como son Puerto Nuevo, La Pun- Oeste del valle medio de Ica. En la superficie de
tilla y Disco Verde. Se trata de sitios constituidos estos sitios se observaron montículos con acumu-
por montículos con conchales y restos de ocupa- lación de grandes basurales con conchas marinas,
ción aparentemente doméstica. Algunos de estos que presentan restos visibles de habitaciones sub-
(tal es el caso de Disco Verde, Puerto Nuevo) ha- terráneas o semisubterráneas, asociados a cerámi-
brían reportado cerámica de fases pre-Cavernas. ca incisa y policroma del estilo Cavernas y con la
De otro lado, la localización y contextos de estos presencia de enterramientos de fardos funerarios
asentamientos establecen su estrecha relación con similares a los de la península (Tello y Mejía Xesspe
la apropiación de recursos marinos, para lo cual 1979: 92).
en algunos casos su ubicación podría haber con- La ubicación estratégica de estos sitios con re-
siderado la existencia de ciertas facilidades, como lación a la explotación de una gran variedad de
la proximidad de afloramientos de agua salobre recursos marinos,39 supondría que fueron una
en las hoyadas que hasta el día de hoy se aprecian. fuente muy importante de aprovisionamiento para

Fig. 172. Carhua. Foto aérea


del sitio visto desde el oeste
(Bridges 1991: 52

39
En el sitio de Chuchio se puede apreciar montículos formados cuasi exclusivamente por enormes acumulaciones de
conchas de macha (Mesodesma donacium), prácticamente libres de ceniza o cualquier otro material de deshecho, lo que señalaría
el consumo compulsivo de estos moluscos, propio del proceso destinado a su secado y salado para su conservación. Este dato
apunta a señalar la actividad intensamente especializada de estos pescadores y sus estrechos nexos con el grueso de la población
asentada en los valles, lo que habría posibilitado tanto la vital provisión de sus subsistencias, como la articulación de la distribu-
ción de los productos marinos para su consumo dentro de los mismos valles o inclusive, en el marco de un intercambio de mayor
escala, hacia las regiones altoandinas de Ayacucho y Huancavelica, desde donde proviene –es preciso recordarlo- la lana de
camélidos para la industria textil y la obsidiana frecuentemente empleada por los paracas, inclusive en los sitios del litoral.
158 JOSÉ CANZIANI

los sitios al norte de la península, así como para En este sentido, en el sitio de Chuchio pudi-
los del valle de Ica. Para esto debió articularse un mos apreciar la presencia de pequeñas cámaras
sistema de intercambio, no solamente para el trans- subterráneas excavadas sobre una plataforma na-
porte de los productos del mar, sino también para tural, posiblemente destinadas a una función fu-
su propia y vital dotación de agua, alimentos agrí- neraria. Estas fueron acabadas interiormente con
colas y otros productos manufacturados, para lo muros de contención hechos de bloques de caliche
cual el manejo de hatos de llamas pudo haber te- y techadas con vigas de piedra y troncos. Sin em-
nido un papel imprescindible.40 bargo, nos pareció más extraordinario apreciar al
Si bien estos sitios del litoral hasta la fecha han Sur del sitio y sobre un elevado acantilado, corta-
sido poco estudiados, no parecen limitarse exclu- do verticalmente unos 100 m sobre el mar, un
sivamente a la función habitacional de los pesca- gran muro de contención hecho de cantos roda-
dores que debieron ser sus más numerosos mora- dos de 30 a 40 cm de diámetro. Este muro de
dores, ya que desde su descubrimiento reporta- contención, que forma una larga plataforma orien-
ron importantes vestigios, como la presencia de tada Este Oeste de unos 40 m de largo, aprove-
vajilla fina del estilo Cavernas y enterramientos chando en parte el relieve natural del terreno, pre-
similares a los de las necrópolis de Paracas (ibid). senta en el tramo próximo al abismo su mejor
Posteriormente, el sitio de Karwa ha sido señala- estado de conservación. En este sector, donde el
do como fuente de proveniencia de impresionan- muro alcanza unos 4 m de alto, se puede apreciar
tes textiles pintados con motivos chavinoides, la- que fue construido mediante la disposición de los
mentablemente extraídos por excavaciones clan- cantos en hiladas horizontales, posiblemente asen-
destinas. Por lo tanto, no sería de extrañar que tándolos con una mezcla de algas y tierra salitrosa,
sitios de esta naturaleza reporten en el futuro la una técnica que es de uso común en las construc-
existencia de algún tipo de arquitectura pública, ciones de este tipo de sitios.
tal como se puede suponer a partir de la percep- Esta inusitada inversión constructiva, en un
ción del especial ordenamiento que presentan al- terreno de alto riesgo, se ve magnificada al obser-
gunos de los montículos que conforman estos varse que los cantos rodados empleados en su cons-
asentamientos y la propia calidad extraordinaria trucción son ajenos al terreno del sitio y provie-
de ciertos hallazgos. nen del fondo de playa, por lo tanto su acarreo

Fig. 173. Chuchio. Vista de


una plataforma al borde de un
acantilado que domina el mar,
que presenta un gran muro de
contención construido con
cantos rodados dispuestos en
hiladas horizontales
(Canziani).

40
Los camélidos sudamericanos no fueron ajenos a los Paracas, como se puede comprobar del manejo de sus fibras, cueros y
otros elementos incorporados en las ofrendas funerarias de las necrópolis, al igual que de su representación relativamente frecuen-
te en la decoración de sus textiles (Tello 1959: fig. 68, Tello y Mejía 1979, Peters 1991: 280).
4. EL URBANISMO TEMPRANO 159

hasta la obra representó varios cientos de metros que se refiere a la presencia de arquitectura mo-
de recorrido, en gran parte de brusco ascenso, lo numental. Los materiales afiliados a esta tradición
que implicó —estimando el considerable peso de se han reportado limitadamente en los valles de la
los cantos— contar con el esfuerzo de una o más región y es bastante somera la información acerca
personas para el transporte de cada uno de estos. de los posibles asentamientos asociados (Silverman
La ubicación dramática de esta plataforma, cuyo 1991). Sin embargo, las recientes investigaciones
extremo Oeste remata directamente sobre el abis- emprendidas por Reindel e Isla (Reindel et al.
mo, unida al espectacular dominio que ofrece del 1999), con excavaciones arqueológicas en el sitio
paisaje marino, llevarían a pensar en una función de Jauranga (Palpa), vienen demostrando la pre-
pública, quizá relacionada con el establecimiento sencia de asentamientos con población Paracas,
de un adoratorio destinado al ejercicio de algún cuya cultura material constituye una notable evi-
culto al mar, un universo prolífico en recursos pero dencia de insospechado vigor al sur de la región
también la inquietante morada de muchos de los de Ica. Esta novedosa información les permitiría
seres supranaturales que animaron la cosmovisión postular también que los geoglifos más tempranos,
de los Paracas. trazados en las faldas de las laderas que limitan el
Finalmente, la presencia Paracas en Nazca y valle de Palpa, corresponderían a las tempranas
más al sur parece atenuarse, especialmente en lo poblaciones Paracas asentadas en el valle.
5. LAS PRIMERAS CIUDADES 161

5
LAS PRIMERAS CIUDADES
De los centros ceremoniales al surgimiento
de los centros urbano teocráticos

EN LOS ANDES CENTRALES durante el período de ciente disponibilidad de excedentes productivos.


los Desarrollos Regionales Tempranos (500 a.C. Esta multiplicada capacidad de producción y la
– 700 d.C.), como su denominación lo señala, se mayor dotación de recursos estuvo asociada a una
verifica el surgimiento de desarrollos culturales mayor especialización y división social del traba-
con características marcadamente regionales, en jo, sirviendo de soporte a procesos de desarrollo
las que se expresa una creciente autonomía y la urbano desconocidos hasta ese entonces.
generación de tradiciones culturales con identi- Surgieron así centros urbanos y ciudades do-
dades bien definidas y diferenciadas entre sí. A minados por colosales montículos piramidales,
partir de los avances logrados durante el Forma- desde donde las elites dominantes encabezadas por
tivo y especialmente con la creciente afirmación sacerdotes ejercían el poder, apoyadas por desta-
de la agricultura, se produjo una relación de es- camentos de guerreros que se supone también for-
trecha interdependencia de las distintas socieda- maban parte integrante de la nobleza gobernante.
des con las peculiares condiciones medio ambien- Pero existen muchas evidencias de que en este tipo
tales de las diversas regiones en que estaban asen- de asentamientos residían también los más desta-
tadas. En este sentido, se constata que el ámbito cados maestros artesanos, que estaban dedicados
territorial de estos desarrollos culturales corres- a la producción especializada de finas manufactu-
pondió a uno o más valles oasis en el caso de las ras. Por esta razón, entre las ruinas de estos cen-
sociedades costeñas, o a hoyas hidrográficas de tros urbano teocráticos1 no sólo se encuentran las
los valles interandinos en el caso de la serranía. estructuras correspondientes a los monumentales
Se trata de un período ampliamente recono- templos, los fastuosos palacios, depósitos y vivien-
cido por sus notables y extraordinarias manifes- das, sino que también los arqueólogos encuentran
taciones artísticas, especialmente de aquellas que una apreciable presencia de talleres donde se ha
provienen de la cerámica, la textilería y la orfe- comprobado la actividad especializada de sus ha-
brería, lo que motivó que algunos estudiosos de- bitantes, dedicados a la elaboración de cerámica,
nominaran a esta época como “clásica” o como tejidos, implementos de metal y joyas de orfebre-
“período de los maestros artesanos” (Lumbreras ría, adornos y collares de cuentas de piedras
1969: 149-151). semipreciosas o de conchas exóticas, así como de
Especialmente en la Costa Norte y Central, se otros tantos productos de uso suntuario o ritual.
desarrollaron ambiciosos proyectos de irrigación Como veremos más adelante, en la producción
que permitieron ampliar notablemente el desa- de la estructura física de los centros urbanos y de
rrollo de la agricultura, con el manejo de los cul- los complejos monumentales, se asiste a una serie
tivos de regadío en la mayor parte del territorio de mejoras técnicas que van desde la propia ela-
de los valles. Estos logros dieron paso a una nue- boración de los materiales constructivos —cual es
va realidad económica, caracterizada por la cre- el caso de los adobes que finalmente serán produ-

1
Se les denomina centros urbano teocráticos, porque en ellos se expresa claramente el ejercicio del poder por parte de los
sacerdotes, lo que se manifiesta de modo patente en el volumen dominante de las principales edificaciones ceremoniales con
relación a las demás estructuras urbanas.
162 JOSÉ CANZIANI

cidos con molde— hasta la afirmación de nuevas de los centros urbanos y en los atributos formales
formas de organización del trabajo en la construc- que se imponen en la arquitectura monumental
ción. Estos avances, en su conjunto, evidencian del período. Paralelamente, se registra la declina-
un alto grado de especialización en el campo de la ción o extinción de algunas formas arquitectóni-
construcción, que aparentemente ya no sólo toca cas que tuvieron una larga e importante tradición.
a los diseñadores y conductores de estas grandio- Este es el caso de la organización espacial rígida-
sas obras públicas, sino que también habría com- mente simétrica, dominante en el ordenamiento
prometido a quienes lideraban los equipos de axial de muchos de los antiguos complejos del
obreros a cargo de la ejecución de estas.2 Formativo; como también de ciertos componen-
Otro tipo de modificaciones se percibe con la tes arquitectónicos que antaño tuvieran una figu-
afirmación de nuevos patrones de ordenamiento ración central, como sucede con el abandono de

Fig. 174. – Mapa con los territo-


rios de las diferentes culturas re-
gionales y la ubicación de los prin-
cipales sitios del período.
1 Sipán
2 Pampa Grande
3 San José de Moro
4 Pacatnamú
5 Dos Cabezas
6 El Brujo
7 Mocollope
8 Moche
9 Galindo
10 Grupo Gallinazo
11 Huancaco
12 Pampa de Los Incas
13 Pañamarca
14 Cerro Trinidad
15 Cerro Culebra
16 Maranga
17 Pucllana
18 Pachacamac
19 La Muña
20 Ventilla
21 Cahuachi (Canziani).

2
La evolución de la forma de los adobes, que culmina con la generación de adobes paralelepípedos rectangulares elaborados
con molde, permite inferir la mejora de una serie de aspectos de la tecnología constructiva, entre los que destacan: la masificación
y aceleración de la producción de los materiales constructivos; la estandarización de las dimensiones de los adobes permite, a su
vez, el cálculo y la estimación de los materiales y de la mano de obra requeridos para un determinado volumen o segmento de la
obra a ejecutar; así como una mayor solidez estructural, lograda mediante el desarrollo de aparejos trabados.
5. LAS PRIMERAS CIUDADES 163

los pozos ceremoniales o patios circulares hundi- manejo agrícola bastante limitado, lo que habría
dos, y de las cámaras o recintos con hogar central, estado aparejado con la persistencia de formas de
cuyos lejanos orígenes se remontaban al Arcaico organización de carácter tribal y de asentamientos
Tardío. Evidentemente, estos drásticos cambios de tipo aldeano. Las desigualdades antes señala-
no son exclusivamente de índole formal ya que das entre las distintas regiones de la costa peruana,
representan, más bien, la expresión de las nuevas se explicarían con el mayor o menor grado de
funciones que absolverán los centros urbanos desarrollo de la producción agraria como base de
teocráticos y su arquitectura pública. Estas trans- la economía social, lo que se acentúa marcada-
formaciones, a su vez, nos advierten de los cam- mente entre el “norte fértil” y el “sur árido” (Lum-
bios que debieron de producirse en la esfera breras 1999).
superestructural, como parte de la nueva Por otra parte, que los procesos no son linea-
cosmovisión que debió acompañar el surgimien- les y que pueden estar sujetos a marcadas discon-
to de estas nuevas formaciones sociales. tinuidades, lo podemos constatar claramente en
Es evidente que este proceso de cambios tam- ciertos valles como los de Casma o el de Chincha,
bién implicó fuertes transformaciones en las for- donde los extraordinarios desarrollos registrados
mas de organización social. Tanto la extraordina- durante el Formativo no presentan continuidad,
ria riqueza que se observa en el ajuar funerario de manifestándose un desarrollo urbano menor y un
algunos enterramientos, frente a la extrema senci- evidente decaimiento de la inversión en la cons-
llez de otros; así como las propias representacio- trucción de arquitectura pública monumental. De
nes escultóricas o pictográficas en la cerámica, otro lado, algo similar se verificaría en las regiones
especialmente en el caso de Moche, dan cuenta altoandinas —a excepción del altiplano circum-
de fuertes diferencias sociales. La presencia de cla- lacustre con Tiwanaku— ya que el desarrollo for-
ses sociales claramente diferenciadas, así como la mativo registrado en la sierra de Cajamarca y con
documentación de notables desarrollos urbanos, Chavín no presentaría continuidad o un desarro-
constituyen claros indicadores para inferir que llo urbano ulterior. Esta es evidentemente una pro-
muchas de estas sociedades se desarrollaron defi- blemática que merecería una mayor exploración,
nitivamente en el marco de una organización po- dada la importancia de las interrogantes que se
lítica de carácter estatal (Lumbreras 1987b; nos plantean. Una hipótesis viable sería la que
Canziani 2003a, 2004). propone que en estas regiones altoandinas se ha-
En todo caso, este proceso evolutivo no es, bría impuesto una auto limitación en la dotación
como muchas veces se ha supuesto, homogéneo y de excedentes productivos, a partir de las condi-
lineal. Mas bien las evidencias conocidas dan lu- ciones técnicas de la producción agropecuaria, que
ces acerca de la existencia de una notable desigual- se resuelve mayormente en el ámbito de la orga-
dad y discontinuidad. En la Costa Central y, es- nización comunal del trabajo y de un modo
pecialmente, en la Costa Norte el proceso se de- sustancialmente autosuficiente. Estas condiciones
sarrolla de forma generosa y manifiesta un limitarían la especialización en el campo de la
espectacular apogeo de las formaciones sociales producción y, por ende, inhibirían los elementos
teocráticas y de los correspondientes centros ur- causales de la diferenciación social, resolviéndose
banos, algunos de los cuales trascienden al nivel las relaciones de producción en el marco de la or-
de ciudades. De otro lado, el proceso en la Costa ganización comunal, donde priman la reciproci-
Sur Central y Sur es aparentemente bastante más dad y los lazos de parentesco (Golte 1980, Mayer
austero y contenido. Inclusive se percibe que en 2004). Por consiguiente, en estos contextos no
la costa este fenómeno no trasciende al sur del existirían requerimientos que sustenten la presen-
área de Nasca, donde así como durante el Forma- cia de un aparato estatal y, como reflejo conse-
tivo se desconoce la presencia de centros ceremo- cuente, se explicaría la manifiesta ausencia del
niales, para esta época tampoco se registrarían desarrollo de asentamientos de carácter urbano. 3
asentamientos de nuevo tipo (urbanos), lo que lle- La viabilidad de la hipótesis antes expuesta, se
va a suponer que las sociedades de estas regiones vería reforzada en su contrastación por el postu-
mantuvieron un modo de vida fuertemente rela- lado que sostiene que el proceso de desarrollo ur-
cionado con la pesca, la recolección, y con un bano y su sostenibilidad, requieren de la existen-

3
Como se verá más adelante, esta situación solamente de revierte durante aquellos períodos donde la presencia de Estados
expansivos de carácter imperial —como Wari y el de los Incas— implantan el desarrollo urbano en extensas regiones e, inclusive,
aplican la planificación urbana como una estrategia fundamental para el control territorial y poblacional.
164 JOSÉ CANZIANI

cia de un determinado nivel de desarrollo de las este capítulo haremos algunos apuntes sobre esta
fuerzas productivas; que este sea capaz de asegu- problemática, y como se manifiesta en las dife-
rar la disponibilidad de ingentes cantidades de rentes regiones, fundamentalmente a partir de las
excedentes; que permitan una creciente división características que presentan los asentamientos del
social del trabajo y desligar de la producción di- período, especialmente los centros urbano
recta de alimentos a una porción importante de teocráticos.
la población, para que esta se dedique principal-
mente al desarrollo de actividades especializadas,
sean estas de producción de servicios, manufac- Los desarrollos urbanos Gallinazo y Moche
turas, instrumentos de producción, o comercio en la Costa Norte
(Lumbreras 1981:170-173). De acuerdo a esta
proposición, la explicación de la manifiesta des- Una vez concluido el período Formativo en la
igualdad y discontinuidad que se evidencia en el Costa Norte, se manifiesta el surgimiento de la
proceso entre las diferentes regiones de los Andes cultura Gallinazo, conocida también como Virú
Centrales, tendría causas que deberían de rastrearse por su importante desarrollo en este valle, previo
en los aspectos antes señalados y específicamente a la ocupación Moche. Por lo que conocemos de
en la ausencia de estas condiciones, o en el mayor Gallinazo, especialmente a partir de las investiga-
o menor nivel de desarrollo alcanzado por estas ciones desarrolladas en el valle de Virú (Bennett
en los respectivos contextos históricos y regionales. 1950, Willey 1953), esta fue una sociedad con
A este propósito, es relevante tomar en cuenta una economía basada principalmente en la agri-
que a partir de la década de los ’50 una serie de cultura, que estuvo asociada a una notable expan-
estudiosos norteamericanos (Schaedel 1951, 1972; sión de los sistemas de irrigación, lo que le permi-
Rowe 1963; Lanning 1967) propusieron una vi- tió aumentar notablemente las tierras de cultivo,
sión del proceso que implícitamente planteaba una extendiéndolas prácticamente a todos los suelos
suerte de dicotomía en la cual, de un lado, en la disponibles en el valle de Virú.
Costa Sur se habría dado supuestamente el desa- En cuanto a las características de su forma de
rrollo de un urbanismo temprano; mientras que organización política, parece que los gallinazo
del otro y en contrapartida, la Costa Norte se ha- durante sus fases tardías habrían logrado generar
bría caracterizado por la supuesta presencia de una estructura de carácter estatal. En el valle de
centros ceremoniales “vacíos”, es decir donde más Virú, precisamente donde la cultura Gallinazo
allá de los montículos piramidales no habría exis- habría alcanzado su apogeo, significativamente se
tido una mayor concentración poblacional y don- observa un complejo patrón de asentamiento que
de la dinámica del urbanismo se impondría tan presenta una variedad de tipos de sitios, entre los
sólo a partir del Horizonte Medio. Como vere- que destaca el desarrollo de un notable centro ur-
mos más adelante, está cada vez más claro lo erró- bano, como es el llamado Grupo Gallinazo. Es
neo de estas proposiciones, si bien algunos estu- interesante notar que el urbanismo de Gallinazo
diosos -con diferentes enfoques y matices- han podría representar un antecedente al desarrollo que
persistido en ello o construido argumentos teóri- alcanzará la cultura Moche en este aspecto. Sin
cos a partir de bases que hoy en día resultan bas- embargo, es preciso tomar en cuenta que el desa-
tante discutibles.4 rrollo de Gallinazo tardío, habría sido en buena
Evidentemente, este debate trae a colación la medida contemporáneo con las fases de Moche
problemática que se propone el examen de la temprano y medio, por lo que ambas experien-
interrelación existente entre clases sociales, Esta- cias urbanas debieron de coexistir en este lapso de
do y fenómeno urbano, que fue inicialmente pro- tiempo.
puesta por Gordon Childe (1982, 1985) y que en Moche, por su parte, representa el desarrollo
el caso de los Andes Centrales ha concertado la más destacado de las formaciones teocráticas del
atención de diversos estudiosos que se han ocu- período. Esta cultura no sólo nos ha legado el es-
pado del tema (Choy 1979; Lumbreras 1968, plendor de sus extraordinarias y sofisticadas ma-
1981, 1987a, 1987b, 1994; Staino y Canziani nufacturas, sino también la evidencia de que fue
1984; Canziani 1989, 2003a, 2003b, 2004). En artífice de la construcción de una magnífica ar-

4
Ver al respecto, las tesis esgrimidas con diferentes matices por Service (1984); Wallace (1986); Bonavia (1991, 1998);
Shimada (1994); y Bawden (1999).
5. LAS PRIMERAS CIUDADES 165

Fig. 175. Valle hipotético de la Costa Norte o Central, en el que se ilustra la ampliación del manejo agrícola a las zonas medias y bajas del valle,
mediante el desarrollo de grandes canales de irrigación en ambas márgenes (Canziani).

quitectura monumental, que se desarrolló en el quista militar de los valles al sur de Moche
marco de impresionantes centros urbanos. Sabe- (Moseley 1992, Castillo y Donnan 1994).
mos también que los Moche dieron cuerpo a una La existencia de esta diferenciación regional
compleja y jerarquizada formación social, que por entre los Moche del Sur y los del Norte, habría
varias centurias ocupó el vasto territorio de la tenido la particularidad de inscribirse en el mar-
Costa Norte, desarrollando el manejo de sus va- co de una extraordinaria unidad cultural, clara-
lles agrícolas y dando vida a formas de organiza- mente perceptible en distintas manifestaciones de
ción política que posibilitaron la generación de su cultura material, especialmente en la represen-
entidades que lograron consolidar un manifiesto tación iconográfica, y debió involucrar otros as-
dominio intervalles. pectos culturales como una lengua común y una
Aún queda mucho por investigar con relación tradición religiosa compartida. Lo notable de esta
a esta temática, sin embargo parecen tener cre- identidad cultural es que no solamente se exten-
ciente aceptación las hipótesis que sugieren una dió a lo largo de cientos de kilómetros de la Costa
cierta diferenciación regional, por lo menos polí- Norte, integrando las poblaciones de sus respec-
tica, entre los Moche norteños y los sureños. En- tivos valles oasis, sino que también tuvo una ex-
tre los primeros se encontrarían los que poblaron traordinaria vitalidad, manteniéndose vigente
los valles de Lambayeque, con límite sur en el va- durante una larga época que comprende varios
lle de Jequetepeque y con proyecciones hacia el siglos de duración.
Norte en Piura. Mientras que entre los del Sur, Más adelante examinaremos el comportamien-
tendríamos los que ocuparon los valles “nuclea- to de esta perspectiva de diferenciación regional,
res” de Moche y Chicama, y que con la expan- tanto en el ámbito de la arquitectura monumen-
sión Moche hacia el Sur, dominaron los valles de tal como en el de los patrones de asentamiento
esta región hasta Nepeña, con posibles proyeccio- documentados. Igualmente, examinaremos este
nes aún más al sur hasta el valle de Huarmey. En aspecto con relación a la forma en que se mani-
el primer caso, se supone la presencia de entida- fiestan los procesos de abandono o transforma-
des políticas con cierta autonomía a nivel de va- ción de los asentamientos urbanos moche, lo que
lles o de sectores de estos; mientras que en la re- se verifica durante la crisis que afectó su fase tar-
gión sureña es muy posible se diera la conforma- día, y que aparentemente se vio agudizada por las
ción de una entidad estatal centralizada y de presiones externas que se manifestarían durante
carácter expansivo, que se anexó nuevos territo- el Horizonte Medio a raíz del desencadenamien-
rios y poblaciones mediante la dominación o con- to del fenómeno Wari.
166 JOSÉ CANZIANI

La cultura Gallinazo y su modelo de asentamien- Este conjunto de tipos de sitios, su ubicación


to en el valle de Virú y articulación espacial, permitieron a Willey (ibid:
378-382, fig. 84) plantear una serie de sugerentes
Esta cultura, conocida también como Virú, se hipótesis acerca de las singulares características del
desarrolló en la Costa Norte luego de Salinar y patrón de asentamiento de Gallinazo Tardío en el
antecede el posterior desarrollo de la cultura Valle de Virú. A diferencia de lo que aconteció
Moche. Sin embargo, es importante aclarar que durante el precedente período Puerto Moorin o
el estilo cerámico asociado a Gallinazo aparente- Formativo Superior, donde se dio una marcada
mente sobrevivió como parte de la vajilla utilitaria concentración en la parte media alta del valle, la
durante mucho más tiempo y por lo tanto no es ocupación Gallinazo, manifiesta más bien una baja
extraño que se le encuentre coexistiendo en sitios ocupación de este sector y un importante despla-
con ocupación Moche, tanto en los valles de zamiento hacia el valle bajo y medio. En el valle
Trujillo como en aquellos de Lambayeque. bajo el Grupo Gallinazo además de tener un rol
Sin embargo, parece que fue en el valle de Virú, protagónico como posible sede de una autoridad
inmediatamente al sur de Trujillo, donde la cul- central, debió de incorporar bajo su órbita otros
tura Gallinazo alcanzó su mayor desarrollo. Efec- asentamientos de la margen norte del valle bajo.
tivamente, en la parte baja de este valle se encuen- En la margen sur del valle bajo, como en el valle
tra un extenso complejo de plataformas y montí- medio, otros centros de menor rango pudieron
culos piramidales de adobe conocido como Grupo cumplir una función similar con relación a la
Gallinazo, que aparentemente constituía una suer- población asentada en estos sectores. Mientras
te de “capital” de esta sociedad en el valle y donde tanto, en el sector del cuello del valle, esta fun-
Bennett desarrolló excavaciones en los años 30 y ción pudo ser cubierta por cuatro “castillos” for-
luego en los 40 (Bennett 1950). Adicionalmente tificados y un complejo ceremonial localizado en
se reporta información de otros tipos de sitios una posición central, los que además garantiza-
presentes en el valle, como son: complejos cere- ban el control estratégico de una zona clave para
moniales con edificaciones piramidales; estructu- el manejo del sistema de irrigación del valle
ras fortificadas conocidas como “castillos”; otras (Canziani 1989).
del tipo “palacio”; además de grandes casas aisla-
das; aldeas y asentamientos habitacionales; ade-
más de cementerios (Willey 1953).

Fig. 176 . Ocupación Gallinazo en el valle de Virú (redibujado de Willey 1953 en Canziani 1989)
5. LAS PRIMERAS CIUDADES 167

El Grupo Gallinazo ta una notable extensión, que alcanza por lo me-


nos 2 km. a lo largo de su eje principal orientado
El Grupo Gallinazo se encuentra en la parte nor- de norte a sur, si consideramos el área de mayor
te del valle bajo de Virú, en una zona que debió concentración, pero que si comprende otros mon-
ser marginal al área bajo cultivo en ese entonces, tículos más dispersos, llegaría a alcanzar una ex-
por su baja calidad de suelos debido a su relativa tensión de hasta 4 km. 5 El Grupo Gallinazo está
proximidad a la franja del litoral marino. Presen- conformado por unos 30 montículos, aparente-

Fig. 177 . Plano general del Gru-


po Gallinazo (redibujado de
Bennett 1950 en Canziani 1989).

5
El área de mayor concentración de montículos, y que reúne a aquellos que presentan edificios piramidales y evidencias de
arquitectura monumental, ocupa una extensión de unas 200 Ha. Sin embargo, no está del todo claro si la ocupación poblacional
estuvo limitada exclusivamente al área de los montículos —de lo que resultaría una baja densidad de ocupación— o si es que
también comprometió las áreas anexas a estos hoy cubierta por campos de cultivo.
168 JOSÉ CANZIANI

mente amorfos y de contornos indefinidos debido ción especializada; mientras que otros montícu-
a la intensa erosión. Sin embargo, las excavaciones los con plataformas compuestas por cuartos y otros
realizadas en ellos revelaron que estaban consti- recintos con evidencias domésticas, podrían ser
tuidos por plataformas con estructuras arquitec- asignados a una función residencial asociada a
tónicas y que, en algunos casos, sirvieron tam- sectores de la población con un cierto status so-
bién de base para la erección de volúmenes cial; por último, generalmente en la periferia del
piramidales. En otros casos se trataba de simples sitio, otros montículos que presentan evidencias
montículos producto de la acumulación de tierra de ocupación y escasos restos arquitectónicos,
y de deshechos de ocupación, lo que revelaría su podrían haber correspondido a zonas
aparente función habitacional, asociada a cons- habitacionales resueltas con materiales perecede-
trucciones realizadas con materiales perecederos. ros y ocupadas por sectores sociales dependientes
Como sostuvo Bennett (1950), al igual que de la elite urbana o por trabajadores del campo
Willey (1953), el Grupo Gallinazo no presenta asimilados al núcleo urbano del asentamiento
evidencias aparentes de una planificación global. (Canziani 1989: 118-120).
Sin embargo, un análisis somero permite apreciar En cuanto a las estructuras arquitectónicas
que existió una evidente búsqueda de organiza- identificadas en los montículos, se aprecia que la
ción espacial, la que a partir de la reiterada orien- organización espacial del complejo orientada de
tación de las estructuras arquitectónicas se extiende norte a sur es reiterada en estas, tanto en la propia
a la disposición de los montículos y las platafor- orientación de las plataformas, como en el trazo
mas, como también al nivel del ordenamiento de los muros de los recintos y corredores. Las es-
general del complejo en dirección norte sur. Igual- tructuras excavadas revelaron patrones fuertemen-
mente se perciben ciertos niveles de planificación te concentrados, donde se advierte el dominio de
sectorial, verificables en el planeamiento de las un persistente patrón ortogonal, generado por los
estructuras expuestas por las excavaciones, donde muros trazados siguiendo los ejes cardinales. Tal
la apariencia amorfa y desordenada que presenta como se observa, por ejemplo, en el sector
el sitio en superficie parece ser más bien el pro- excavado del montículo V-155A, donde las estruc-
ducto de la intensa erosión que ha sufrido. Final- turas mantienen un patrón constante en su orien-
mente, se puede inferir la existencia de una tación en las superposiciones arquitectónicas, que
zonificación y jerarquización de las estructuras, corresponden a las diferentes fases de ocupación
con la presencia de plataformas que incorporan del sitio, desde el Gallinazo Temprano al Tardío
grandes volúmenes piramidales y otras que por (Bennett 1950: fig. 11).
sus acabados, decoración mural y características, Estas superposiciones arquitectónicas, asocia-
parecen corresponder a edificios públicos de fun- das a las distintas fases de Gallinazo, también per-

Fig. 178 . Vista de la pirámide


principal de la Huaca Gallina-
zo (V-59) desde el montículo
V-157 ubicado al Este
(Canziani 1989).
5. LAS PRIMERAS CIUDADES 169

dejan sus características improntas en las caras de


los adobes; a los que siguen los de moldes llanos,
hechos aparentemente con gaveras de madera. Es
característico también de las construcciones ma-
sivas de Gallinazo, que los rellenos de adobe de
los volúmenes de las pirámides, presenten la in-
serción horizontal de vigas rústicas de algarrobo,
que debieron operar como una suerte de “ama-
rres” de refuerzo estructural en los rellenos cons-
tructivos. Esta técnica peculiar se observó tam-
bién en la principal construcción piramidal del
sitio, denominada Huaca Gallinazo (V-59) que
se emplaza sobre el montículo más extenso (400 x
200 m.), mientras que la pirámide en sí presenta
una base de 70 x 65 m. elevándose unos 20 m.
por encima del nivel del terreno.
Son de destacar en la arquitectura Gallinazo
muchos ejemplos de decoración mural en bajo
relieve, con motivos entrelazados que parecen re-
Fig. 179 . Plano del sitio V-152 – 153 del Grupo Gallinazo (Willey presentar serpientes o peces, pero también en sus
1953: fig. 141). principales edificios usualmente se encuentran
cenefas y frisos obtenidos mediante una particu-
mitieron observar la evolución y los cambios que lar disposición de los adobes dejando espacios
se aprecian en las técnicas y los materiales construc- vacíos, logrando así bandas decorativas horizon-
tivos. Así en la fase I, se desarrolla una especie de tales que repiten especiales formas geométricas.
“tapia”, elaborándose los muros con barro compac- Estos muros estaban finamente enlucidos y pin-
tado. En la fase II, aparecen adobes moldeados a tados de amarillo, aunque se incluye de forma al-
mano de distintas formas (esféricos, hemiesféricos, terna también el negro, verde, rojo y blanco
etc.). Posteriormente, en la fase III o Gallinazo (ibid:38). Estos motivos decorativos están presen-
tardío, aparecen los adobes paralelepípedos rec- tes mayormente en los muros de contención de
tangulares, elaborados con moldes de caña, que plataformas y, tanto por su posición como orien-

Fig. 180. Plano y Corte de las


estructuras excavadas en el si-
tio V-155 A del Grupo Galli-
nazo (Bennett 1950).
170 JOSÉ CANZIANI

Fig. 181. A- Abobe del tipo “bola” modelado a mano correspondiente al Gallinazo Medio; B. Adobe elaborado con molde de caña, del
Gallinazo Tardío (Canziani).

tación, es posible que constituyeran el especial Las evidencias recuperadas señalarían que el
acabado de los frontis de los principales edificios notable desarrollo urbano registrado en el Grupo
públicos, que estuvieron asociados a las estructu- Gallinazo, habría estado aparejado con el logro
ras piramidales del Grupo Gallinazo (Canziani de uno de los más altos niveles en la explotación
1989: 116-117).
Si bien el Grupo Gallinazo, no ha merecido Fig. 182 . Frisos de decoración mural en relieve, expuestos en los
nuevas investigaciones que continuaran las inicia- sitios V-59 (a) y V-152 (b-f ) del Grupo Gallinazo (Bennett 1950).
das por Bennett entre las décadas de los 30 y 40,
los datos recuperados en ese entonces permiten
inferir que nos encontramos frente a un impor-
tante centro urbano, lo cual fue destacado tanto
por el propio Bennett (1950) como por Willey
(1953) en su célebre trabajo sobre los patrones de
asentamiento prehispánicos en el valle de Virú. Si
bien estos investigadores hicieron mayor énfasis
sobre los aspectos cuantitativos, relacionados con
la extensión del sitio y la estimación de los miles
de cuartos contenidos en sus estructuras, con pro-
yecciones sobre su posible población,6 también
destacaron la importancia de la arquitectura mo-
numental de función pública aglutinada en torno
a las edificaciones piramidales; además de adver-
tir la presencia de estructuras semisubterráneas y
cubículos posiblemente destinados a servir de de-
pósitos; así como de la existencia de una clara di-
ferenciación entre las estructuras residenciales, es-
pecialmente en la fase tardía de Gallinazo, lo que
podría servir de indicador de que los pobladores
de este centro urbano pertenecieran a clases so-
ciales distintas (Bennett 1950: 117).

6
Diversos autores han citado la estimación de Bennett (1950: 68) acerca de la existencia de unos 30,000 cuartos en el Grupo
Gallinazo durante la fase tardía de su ocupación, sin advertir que esta es el resultado de una discutible proyección, en la cual se ha
procedido a dividir el área total de los 8 principales sitios del complejo (126,700 m2) entre el área promedio de los cuartos
excavados (2.5 x 1.65 m. = 4.12 m2). No subestimamos la posible población concentrada en el Grupo Gallinazo, pero es bueno
señalar que en esta estimación es particularmente discutible la asunción de que todas las estructuras corresponderían a “cuartos”,
dejando tácitamente implícito que tuvieran una función habitacional, cuando buena parte de estas estructuras también corres-
pondieron a corredores, patios o terrazas. Además, el evidente carácter público de muchos de estos recintos, excluiría o limitaría
su hipotético uso residencial.
5. LAS PRIMERAS CIUDADES 171

de los recursos agrícolas del valle de Virú. Esto La clara preeminencia del Grupo Gallinazo,
habría sido posible gracias a la construcción del con relación a otros posibles complejos ceremo-
principal sistema de canales en ambas márgenes niales y centros urbanos secundarios presentes en
de éste, lo que permitió la irrigación de la mayor el valle durante este período, estaría expresando
parte de los suelos del piso del valle y el desarrollo la posible existencia de un sistema político cen-
en ellos de una agricultura intensiva. Esto habría tralizado y, al mismo tiempo nos sugiere su con-
redundado en el crecimiento poblacional y en el dición de “capital” de una estructura estatal Ga-
notable incremento de los sitios habitacionales llinazo. En un trabajo anterior, advertíamos que
(Willey 1953: 393). La propia concentración el Grupo Gallinazo presentaba determinados ni-
poblacional residente en el Grupo Gallinazo, veles de ordenamiento y planificación urbana; así
mayormente desligada de las labores del campo, como la existencia de una zonificación y
sería impensable sin la existencia de una econo- jerarquización de las distintas estructuras presen-
mía ampliamente excedentaria que permitiera el tes, desde aquellas de evidente carácter público
sustento de este complejo urbano. hasta aquellas de función habitacional. De estos
Hemos ya visto como durante el Formativo se datos se puede inferir la presencia en el sitio de
iniciaron este tipo de modificaciones territoriales, una población urbana dedicada a actividades es-
concentrándose en ese entonces el sistema de irri- pecializadas, además de que la composición de
gación en el cuello del valle de Virú, mientras que esta habría correspondido a distintas clases socia-
en la parte media y baja se debieron desarrollar les (Canziani 1989: 118-121). Esta hipótesis, que
tan sólo pequeñas obras de canalización a partir plantea la existencia de una entidad estatal y de su
de puntos aparentes en el cauce del río, o con el correlato urbanístico en el Grupo Gallinazo, se
simple manejo de zonas húmedas mediante la vería reforzada si ampliamos el análisis a las
agricultura de hoyas. Sin embargo, durante el pe- implicancias de las importantes obras públicas
ríodo Gallinazo habría tenido lugar la culmina- desarrolladas en el territorio del valle –como es
ción de una obra pública sumamente ambiciosa, principalmente el sistema de irrigación desplega-
la que interesó prácticamente toda la superficie do- y más si examinamos esta problemática en el
del valle, requiriendo para ello del despliegue de contexto del patrón de asentamiento establecido
una enorme energía en fuerza de trabajo y de un en el valle, y que comprende otro tipo de sitios,
notable compromiso técnico. Según Willey (1953: como son los “castillos”, “palacios”, casas aisla-
362-365), se habrían construido durante esta épo- das, aldeas, sitios habitacionales y cementerios.
ca dos canales principales que bordeaban ambas Asentamientos que, en su conjunto, revelan un
márgenes del valle, a partir de sendas bocatomas marcado ordenamiento jerárquico y una definida
ubicadas en el cuello del valle. Al establecerse el organización del espacio territorial y de la pobla-
trazo de estos canales se debió prever que inclusi- ción residente en él.
ve comprendieran la irrigación de las tierras del
valle bajo, manteniendo la pendiente adecuada de Los “Castillos” fortificados
los canales y, al mismo tiempo, la mira en lograr
la cota más alta para el límite superior de los te- En el cuello que cierra la parte media del valle,
rrenos bajo cultivo. Este notable logro de época los gallinazo construyeron unas edificaciones
Gallinazo no sería superado en la historia sucesiva monumentales de características especiales, las que
del valle y solamente en tiempos recientes este lí- se encuentran dispuestas estratégicamente y en
mite ha sido ampliado, con la entrada en operación posiciones naturalmente defendidas. Se trata de
del Proyecto Chavimochic,7 cuya realización ha grandes construcciones que dominan el paisaje,
significado la intervención de maquinaria pesada al estar emplazadas sobre promontorios rocosos o
y todo el potencial de la tecnología moderna dis- sobre los cerros que bordean las márgenes de las
ponible en un megaproyecto de esa envergadura. tierras de cultivo del valle. Este tipo de edificacio-

7
El Proyecto Chavimochic, ha permitido derivar aguas del generoso río Santa, el de mayor caudal de la costa peruana, y con
ellas irrigar grandes extensiones eriazas e incrementar sustancialmente la disponibilidad de agua de regadío en los valles que
interconecta, como son los de Chao, Virú, Moche y Chicama. Creemos que, a diferencia de otras obras modernas -como las
represas y embalses que han demostrado una discutible utilidad y una seria limitación en la proyección de su tiempo de operatividad-
en este caso se ha sabido retomar la esencia de una antigua tecnología de irrigación artificial, que ha dado amplias muestras de su
probado éxito en cuanto a eficiencia y sostenibilidad.
172 JOSÉ CANZIANI

nes, conocidas popularmente como “castillos” —por tructuras de adobe edificados en la parte supe-
su destacado volumen y presencia prominente— rior. No es tampoco ajena a estas edificaciones la
contaban además con murallas y otras obras de- tradicional práctica de las superposiciones arqui-
fensivas. Estos rasgos específicos, la posición do- tectónicas, apreciándose en muchos cortes de sus
minante de sus emplazamientos y su ubicación ruinas el adosamiento de sucesivas secciones cons-
estratégica, permiten inferir que posiblemente te- tructivas, sobre anteriores muros de contención o
nían como función central controlar y defender plataformas enlucidas y pintadas de amarillo ocre,
el sector neurálgico del valle donde se localizaban lo que revela que en algún momento de su histo-
las bocatomas de los canales principales, es decir, ria estas superficies fueron tratadas como parte de
de un sector que desempeñaba un papel clave para sus fachadas, para luego quedar cubiertas por las
el manejo del sistema de irrigación y, por ende, de posteriores remodelaciones.
vital importancia para la administración de la pro- En todos los casos, también se advierte que se
ducción agrícola del valle. ha aprovechado al máximo la topografía de la cima
Willey (op.cit.) reporta la presencia de 4 de de los cerros o promontorios rocosos que fueron
estas edificaciones: los “castillos” de Tomaval (V- seleccionados para su emplazamiento. Estos re-
51) y San Juan (V-16) en la margen derecha o lieves naturales fueron hábilmente incorporados
Norte del Valle; además de los de Napo (V-68) y al volumen de las edificaciones, reduciendo
de Sarraque (V-73-74) en la margen sur. De estos significativamente la inversión constructiva y, al
los más representativos son los de Tomaval y mismo tiempo, logrando potenciar la impresión
Sarraque, si bien cada uno presenta singulares di- de magnífica solidez y grandeza que proyectan sus
ferencias en su emplazamiento y características siluetas en el paisaje circundante.
arquitectónicas, que a continuación reseñamos. Tanto en el “castillo” de Tomaval como en el
En la construcción de estos monumentos se de Sarraque, es de destacar el notable esfuerzo
ha empleado una técnica similar a la que está pre- desplegado en estas edificaciones, no solamente
sente en los montículos piramidales gallinazo, es por la enorme cantidad de adobes y de otros ma-
decir mediante volúmenes masivos de adobe, cu- teriales empleados en su construcción; si no tam-
yas plataformas incorporan vigas de algarrobo a bién por la inversión adicional de trabajo que sig-
manera de amarres estructurales. Sin embargo, una nificó el desplazamiento de estos materiales hasta
característica particular de estas edificaciones, es las cimas en que tenían lugar las obras, al igual
la de presentar en la construcción de sus platafor- que la intrepidez demostrada por sus constructo-
mas de base grandes muros de contención hechos res en enfrentar el desafío planteado al erigir estas
de piedra con mortero de barro. Sobre el funda- colosales edificaciones en esas accidentadas y ver-
mento de estas plataformas con muros de con- tiginosas elevaciones naturales. Posiblemente el
tención de piedra, se construyeron las platafor- más espectacular en este sentido es el “castillo” de
mas que culminaban en los recintos y demás es- Sarraque, ya que está construido sobre la cumbre

Fig. 183 . Castillo de Tomaval.


Vista desde el oeste (Canziani).
5. LAS PRIMERAS CIUDADES 173

no estaban del todo aislados, ya que en sus alrede-


dores y a una cierta distancia de su entorno inme-
diato, se han hallado evidencias de canales de rie-
go y de estructuras aparentemente habitacionales,
posiblemente construidas con materiales perece-
deros y dispuestas sobre terrazas en las laderas de
los cerros que rodean los sitios. En otro caso, se
encuentra en la inmediata proximidad del “casti-
llo de San Juan (V-16) una aldea de tipo “irregu-
lar” (V-63). Estas áreas habitacionales estuvieron
protegidas por murallas perimetrales, además de
Fig. 184. Castillo de Sarraque. Vista desde el valle del flanco oeste las que estaban directamente asociadas a las
de las edificaciones del “Castillo” emplazadas sobre la cresta del fortificaciones de los “castillos”. En el caso del
cerro. En primer plano, se aprecia un muro de fortificación de ado- “castillo” de Sarraque, además de estas áreas
be que bloquea un acceso natural al sitio (Canziani).
habitacionales, tiene especial relevancia la presen-
cia del llamado “Palacio” de Sarraque (V-75), un
del espolón del cerro del mismo nombre, que se importante edificio conformado por plataformas
eleva más de 100 metros por encima del piso del escalonadas de adobe masivo, sobre las que exis-
valle. Ingeniosamente se construyeron sus volú- ten restos de una serie de recintos y que se localiza
menes arquitectónicos siguiendo la alargada cresta en la base de la ladera del cerro, conectándose con
de la cumbre, de modo que el edificio multiplicaba el “castillo” por medio de una cresta que descien-
el impacto visual ofrecido por sus dos frentes, ex- de desde la cumbre donde este se encuentra. De
puestos sólo a la vista transversal tanto desde el esta manera, el sitio de Sarraque presenta en su
valle medio al suroeste, como desde la quebrada conjunto una manifiesta diferenciación funcio-
de Huacapongo y el valle medio alto al noreste. nal: posibles áreas habitacionales o de producción
Es de destacar que estas edificaciones muestran en las laderas; una estructura de posible función
aún vestigios de pintura de color amarillo ocre, administrativa o residencial de elite, cual es el “pa-
como acabado final de sus muros enlucidos, lo lacio”, asociado además al canal principal sur que
que debió magnificar aun más el destacado acento corre al pie del sitio; y una estructura fortificada
visual de sus volúmenes, mediante el manejo del como es el “castillo”, dominando desde lo alto todo
contraste cromático del color encendido frente a el asentamiento, cumpliendo una función militar
los grises y sepias de los cerros del paisaje de fondo. que podría haber estado también asociada a otras
Es de notar que estos edificios si bien tenían de carácter ceremonial (Willey 1953: 111;
preeminencia y un lugar destacado en el paisaje Canziani 1989: 126).

Fig. 185 . Castillo de Sarraque.


Vista de la margen sur del valle
desde lo alto del sitio. Nótese el
muro de contención de piedra
construido en el escarpado
como basamento de las edifica-
ciones del “Castillo” (Canziani).
174 JOSÉ CANZIANI

A su vez, Willey (1953: 136-139) describe el unidades domésticas, Willey (1953: 106-131) se-
sitio V-77, ubicado a campo abierto, como un ñala que estos sitios presentan de 30 a 100 cuartos,
gran complejo conformado por plataformas con lo que revelaría también un incremento de la po-
montículos y recintos de aparente función ceremo- blación que las aldeas albergaban en ese entonces.
nial y administrativa, el cual estaba dominado por Como parte de los asentamientos rurales se
una pirámide y que, por encontrarse al centro del identificaron también en la parte media alta del
área delimitada por estos 4 “castillos”, bien pudo valle algunas grandes casas aisladas (ibid: 112-
jugar el papel de sitio central, nucleando tanto a 113). Estas están compuestas por uno o dos cuar-
los complejos dominados por los “castillos” como tos principales a los que se les adosan otros cuar-
al “palacio” y otros sitios habitacionales que se tos más pequeños o depósitos. Sobre la base de
ubicaron en este sector del valle (ibid: 381-382). sus similitudes con los modelos de casas de elite
Es importante señalar que en el caso de un representadas profusamente en la cerámica Galli-
sitio tradicionalmente considerado como la posi- nazo, se presume que este tipo de construcciones
ble “capital” provincial moche en el valle de Virú estuvieron destinadas a albergar a personajes prin-
(Willey 1953) -nos referimos al complejo de cipales o a funcionarios, dedicados ya sea a la su-
Huancaco (V-88-89)- los resultados de las recien- pervisión de las labores agrícolas como a la admi-
tes investigaciones arqueológicas conducidas por nistración del sistema de irrigación.
Bourget (2003), están cuestionando esta caracte- Otros escasos ejemplos, podrían corresponder
rización. Ya que las nuevas evidencias señalarían a pequeños complejos e instalaciones posiblemente
que el núcleo central de este complejo, y especial- relacionadas con el desarrollo de actividades ad-
mente el sector sur denominado V-89, aparente- ministrativas en el ámbito rural. Este es el caso
mente siguió operando como un “palacio” galli- del sitio V-39 que fue registrado por Willey (ibid:
nazo, aún cuando la presencia moche en el valle 116, fig. 22) como la única aldea “regular”, pero
es innegable. Sobre esta interesante problemática que a nuestro juicio -por su ordenamiento com-
trataremos más adelante, cuando abordemos la pacto y los rasgos de sus recintos, que en gran
ocupación moche en el valle de Virú. parte parecen corresponder a depósitos- más bien
presenta características propias de un pequeño
Las aldeas y otros sitios habitacionales complejo rural (Canziani 1989: 128). Otros ca-
sos similares, que podrían estar reflejando la pre-
Entres los sitios habitacionales gallinazo, las aldeas sencia de la administración estatal en el medio
conocen un incremento de tamaño con relación a rural, como son V-18 y V-219, corresponden a
las de los períodos precedentes. Además en estas complejos de planta rectangular cercados por
se afirma como dominante un patrón aglutinado, muros perimétricos y que presentan en su inte-
generado por la tendencia a la concentración de rior terrazas, subdivisiones y diversos recintos
sus estructuras, las que también se caracterizan (ibid: 114-116).
por un ordenamiento más regular. Esta regulari- En la arqueología del valle de Virú, se ha sos-
dad puede estar referida a la existencia de ciertos tenido que el desarrollo de la cultura Gallinazo se
niveles de planificación que se pueden deducir a interrumpiría bruscamente con la presencia
partir de la distribución ordenada de los cuartos Moche en el valle. De acuerdo a esta lectura el
con relación a un patio o a un recinto de mayores aparente reemplazo de la cerámica local por otra
dimensiones, así como por cierto predominio de con los atributos propios de la cultura Moche,
la ortogonalidad en su trazo. Este patrón aldeano estaría señalando tanto el final de Gallinazo como
se puede apreciar claramente en las márgenes del el inicio de la dominación Moche, que en el valle
valle, en quebradas laterales como en terrenos que se conoce como el período Huancaco (Willey
se encontraban por encima de los campos de cul- 1953: 397). Entre las modificaciones más saltantes
tivo; mientras que en el valle bajo este tipo de que se producirían al inicio de esta etapa, desta-
asentamientos mayormente se localizaban en el caría el abandono del antiguo gran centro urbano
piso del valle, formando montículos en los cuales teocrático del Grupo Gallinazo, donde no se re-
es difícil apreciar claramente el ordenamiento de gistran evidencias de una posterior reocupación,
las posibles estructuras habitacionales. ni remodelaciones que pudieran estar asociadas
Los sitios habitacionales registrados en el valle con este nuevo período. De esta manera, el aban-
medio, presentan cimientos de piedra y sus muros dono del Grupo Gallinazo podría estar reflejan-
pudieron realizarse tanto con adobes como con do el colapso de la organización del Estado Galli-
quincha. A partir de los cimientos que definen las nazo, así como la desarticulación o sometimiento
5. LAS PRIMERAS CIUDADES 175

Fig. 186 . Mapa de la Costa


Norte con las zonas norteña y
sureña de la cultura Moche,
con la localización de los prin-
cipales sitios (redibujado de
Canziani 1989).

de la clase dominante local bajo la administra- este caso como en el Chicama, lamentablemente
ción provincial que los moche habrían ejercido no se cuenta aún con un análisis detallado de la
en este valle, al igual que en otros valles ubicados evolución de los patrones de asentamiento como
aún más al sur. Pero estos son temas cuya discu- el que documentara Willey (1953) para el valle
sión abordaremos al examinar la expansión sureña de Virú. En todo caso, algunos trabajos que abor-
de Moche y las modificaciones en los patrones de dan esta problemática nos proporcionan ciertos
asentamiento que se verifican en estos valles. datos preliminares que pueden ser útiles al res-
pecto (Billman 1999, 2002).
Moche De acuerdo a esta información, en el valle de
Moche, luego de la finalización del Formativo
Los antecedentes relativos al surgimiento de la Superior correspondiente a Salinar, se inicia el
sociedad Moche en el valle del mismo nombre se período de ocupación Gallinazo, para el cual se
remontan a la época Gallinazo sin embargo, en registraría el abandono de ciertas zonas del valle,
176 JOSÉ CANZIANI

presentándose la concentración de los sitios entre fue desdibujado por la posterior ocupación moche
el valle medio bajo, el cuello del mismo y la con- del sitio.
fluencia de los ríos Moche y Sinsicap. Podría A partir de este momento histórico, la pobla-
suponerse que durante Gallinazo se dio la presen- ción del valle bajo el liderazgo del naciente Esta-
cia de una entidad política unificadora con sede do moche desplegará el desarrollo de una serie de
en el sitio de Cerro Oreja, si bien otra entidad importantes obras públicas, fundamentalmente
menor pudo tener sede en el sitio de Pampa de aquellas comprometidas con la construcción y
Santa Cruz en el litoral de Huanchaco. manejo de los canales principales, permitiéndole
Se supone que durante esta época no se daría extender el desarrollo de la agricultura de riego
una expansión sustancial del área agrícola del valle, en la mayor parte de su superficie. Esta transfor-
si bien si se apreciaría una cierta recuperación de mación crucial le permitirá al Estado disponer de
la inversión destinada a la construcción de arqui- una generosa fuente de excedentes productivos y
tectura monumental, mayormente concentrada en desarrollar otras obras públicas fundamentales
el sitio de Cerro Oreja. Sin embargo, la naturale- para la administración y el sustento del poder, cual
za de esta arquitectura sería relativamente similar es el caso de la grandiosa arquitectura monumen-
a la del período anterior, en cuanto parece haber tal presente en sus principales centros urbanos.
estado estrechamente ligada al manejo de la elite, Moche se constituye así en uno de los Estados
pero sin un mayor despliegue formal orientado a con el más alto nivel de desarrollo de las fuerzas
la comunicación y convocatoria de la población. productivas de su tiempo en los Andes Centrales,
Una explicación a esta configuración, en cuan- con una economía, que combina exitosamente la
to se refiere a la distribución de los sitios y a la producción agraria y la intensificación de la pro-
ocupación del espacio en el valle, podría encon- ducción de manufacturas, lo que se traduce en
trar respuesta en la presencia de conflictos, gene- una acentuada división social del trabajo y mar-
rados por la posible incursión en el valle de co- cados niveles de especialización productiva. Esta
munidades provenientes de los valles vecinos o sólida base económica, a la que habría que añadir
desde la serranía. Los argumentos de sustento de la pesca y otras actividades productivas comple-
esta explicación se basarían en el aparente aban- mentarias, da lugar al desarrollo de una estructu-
dono de amplias áreas del valle; la concentración ra social compleja y altamente jerarquizada.
y ubicación de los sitios en áreas naturalmente Pero este formidable poder económico del
protegidas; y el renovado énfasis en la construc- Estado es indesligable de la estructuración de un
ción de fortificaciones y de defensas en muchos sistema ideológico altamente persuasivo, cuyo
de los sitios (Billman 1999: 150-153). Para este poder se manifiesta y transmite a traves de la ar-
mismo período se señala una fuerte interacción quitectura monumental y del arte de sus
de muchos sitios con comunidades de la serranía, sofisticadas manufacturas, se exalta reiteradamente
a partir de una consistente presencia de cerámica en sus rituales y ceremonias. Un poder ideológico
de esta proveniencia en la mayoría de que debió ser capaz de convocar a la población a
asentamientos localizados en el valle medio alto, la realización de grandiosas obras públicas, como
lo que podría también ser explicado por la pre- a participar de hazañas guerreras. Este poder ma-
sencia directa —vía la colonización o mediante la nifiesta su estremecedora fuerza en la encarnación
ocupación forzada— de poblaciones de la serra- de sus divinidades míticas por parte de los miem-
nía en estos sectores del valle de Moche. Esta si- bros de la elite —que de este modo fueron
tuación se prolongaría hasta el Gallinazo Tardío sacralizados en la vida y en la muerte— al igual
y el contemporáneo surgimiento del Moche que en la disposición de vidas humanas para su
temprano (Billman et al. 1999). sacrificio en el clímax de ciertos rituales, o para
Mientras que posteriormente, a partir de las servir de acompañantes en las tumbas de elite a la
fases tempranas de Moche, el desarrollo de una muerte de sus señores.
entidad política unificada con renovado poder, le No es tampoco ajeno a las esferas del poder
habría permitido consolidar su dominio sobre el del Estado moche, el arte de la guerra y el ejerci-
valle medio, para luego hacerlo extensivo a todo cio bélico de la fuerza, ya que está ampliamente
el territorio de este. En este proceso la nueva sede documentada la presencia de guerreros y su posi-
del poder se habría constituido en el sitio de las ble adscripción a la nobleza que conducía los des-
Huacas del Sol y la Luna, donde se encuentran tinos del Estado teocrático. La presencia de un
evidencias de la preexistencia de un asentamiento aparato militar en el seno del Estado, no sólo ha-
gallinazo de características poco definidas, ya que bría servido de soporte para consolidar su poder
5. LAS PRIMERAS CIUDADES 177

en el valle sino que, en su momento, también ha- magma volcánico. Estas singulares características
bría adquirido un rol de especial importancia du- naturales y paisajísticas y su incuestionable loca-
rante su posterior expansión hacia los territorios lización estratégica, dominando con su mole la
de los valles que se encuentran en la región al sur margen Sur del valle de Moche, debieron de atraer
de Moche.8 de siempre la atención de sus moradores
Esta nueva realidad, generada por la afirma- ancestrales y ser un lugar llamado a convertirse
ción de la formación social Moche, se reflejaría en en sede privilegiada de sucesivas ocupaciones.
el plano territorial con un patrón de asentamiento Efectivamente, en la parte media de su empinada
que presenta una amplia distribución de los sitios ladera orientada al Oeste, se hallaron evidencias
en toda la extensión del valle. De otro lado, se de una especial y temprana ocupación Salinar,
percibe una marcada organización jerarquizada de correspondiente al Formativo superior (Bourget
los asentamientos, entre los que sobresale amplia- 1997b), mientras que en la planicie que luego
mente el centro principal correspondiente a la ciu- ocupó el Complejo de las Huacas del Sol y la
dad Moche de las Huacas del Sol y la Luna. Luna, se encontraron diversas evidencias corres-
pondientes a una ocupación Gallinazo, que fue-
ron cubiertas por las construcciones de la larga
La ciudad Moche de las Huacas del Sol y la ocupación Moche del sitio (Moseley 1992).
Luna Es evidente que esta singular aura del Cerro
Blanco no fue ajena a los Moche y es sugerente
El Cerro Blanco representa un destacado hito na- suponer que en la selección de la localización del
tural entre el valle bajo y medio de Moche, su vo- sitio principal de esta cultura, este hito natural
lumen piramidal de granito se eleva resplandeciente debió asumir el rol de cerro tutelar o Apu, en un
unos 500 m. por encima del nivel de valle, mien- marco propio de las tradiciones correspondien-
tras la superficie de sus faldas es surcada dramáti- tes a la cosmovisión andina .9 Esto lo identifica
camente por negros afloramientos tectónicos de en sí mismo como un centro de actividad cere-

Fig. 187 . Mapa del valle de


Moche con la ubicación de la
ciudad Moche de las Huacas
del Sol y la Luna y otros sitios
Moche (Canziani).

8
Tal como se expresa ampliamente en las representaciones iconográficas y se constata en una serie de hallazgos arqueológicos,
todo indicaría que los Moche habrían innovado y desarrollado nuevas armas y otros instrumentos de combate, revolucionando las
técnicas propias del arte de la guerra en el contexto histórico de la época. Este fenómeno se manifiesta con la presencia de un
conjunto de efectivas armas de ataque, como son: porras, cuchillos, lanzas o jabalinas, estólicas y dardos; así como de eficaces
elementos de defensa cuales son: escudos, cascos, protectores coxales y petos.
9
Muchos de los principales sitios Moche están estrechamente relacionados con grandes cerros y emplazados bajo la silueta
protectora de los mismos, tal es el caso de Pampa Grande en Lambayeque, Mocollope en Chicama, el propio sitio de Moche,
Huancaco en el valle de Virú e inclusive el sitio de Pañamarca en Nepeña, que se asienta sobre un afloramiento rocoso existente
en el piso del valle, presentando un manejo especial de este entorno. De otro lado, la cultura moche documenta un amplio
repertorio iconográfico relacionado con representaciones que parecen corresponder al sacrificio por despeñamiento desde la cima
de determinados cerros.
178 JOSÉ CANZIANI

Fig. 188. Plano general de la


ciudad de Moche (Proyecto
Arqueológico de las Huacas
del Sol y la Luna).

monial y objeto de rituales propiciatorios asocia- nan hasta el día de hoy el paisaje del valle— se
dos con sacrificios, incluyendo los humanos. A emplaza al pie del Cerro Blanco a unos 6 km del
este propósito, es de destacar que en el complejo litoral, en la margen izquierda del valle y en una
de la Huaca de la Luna, la construcción de la Pla- ubicación de transición entre el valle bajo y el valle
taforma II incorporó de una forma muy especial medio, lo que también refleja la proyección estra-
en su patio central un afloramiento de roca natu- tégica del sitio con relación a los sectores del valle
ral, que semeja una pequeña replica del Cerro que concentran la mayor extensión de tierras agrí-
Blanco. La sacralización de este elemento natural, colas.
especialmente adscrito a la arquitectura ceremo- Para los viandantes que en época Moche se
nial del complejo, es refrendado por los multiples aproximaran a este notable centro urbano, capi-
hallazgos correspondientes a diversos eventos de tal de una de las más poderosas organizaciones
sacrificios humanos llevados a cabo en sus inme- estatales regionales, el impacto visual de las cons-
diatos alrededores (Bourget 1997a, 1998; Bourget trucciones piramidales debió ser aún mucho ma-
y Millaire 2000; Verano 1998). yor que el actual, ya que estas edificaciones estu-
El complejo arqueológico de las Huacas del vieron pintadas con colores llamativos como el
Sol y la Luna —cuyos notables volúmenes domi- rojo y el amarillo ocre. Sin embargo, quizás la
5. LAS PRIMERAS CIUDADES 179

mayor impresión debió darse al ingresar a esta ciu- ancho, con una altura que habría superado los 35
dad de poco más de 100 ha.10 que se asentaba m en la cúspide de la pirámide al sur del conjunto.
sobre una extensa explanada y tener la visión de la El monumento lamentablemente se encuentra
aglomeración de los edificios públicos, los pala- reducido probablemente a un tercio de su volumen
cios y viviendas de la elite, los talleres destinados original, ya que durante la época colonial —a ini-
a la producción de distintas manufacturas, las ins- cios del siglo XVII— se desvío el cauce del río
talaciones de almacenamiento, además de los ba- Moche con el propósito de saquear la Huaca. Si
rrios donde se ubicaban las viviendas de los arte- bien esta acción destruyó todo el sector noroeste,
sanos, los siervos y el conjunto de pobladores ur- felizmente se conservaron los frentes de los flan-
banos supeditados a las diferentes actividades que cos Sur y Este del monumento, lo que permite
tenían lugar en la ciudad o que se congregaban en reconstruir hipotéticamente su forma original. Se
esta bajo el mandato de los principales dignatarios puede suponer así que esta grandiosa edificación
de la elite urbana. Por encima de esta densa trama estuvo conformada por una larga plataforma rec-
de estructuras, ordenada por el trazo de calles y tangular, en cuya sección central se desarrollaba
angostos pasajes, y a ambos extremos de la ciudad la intersección de una plataforma transversal, que
se erguían, con sus siluetas omnipresentes, las dos daría lugar —asumiendo que el planteamiento
enormes edificaciones construidas íntegramente fuera simétrico— a una planta en forma de cruz
con adobes, al Oeste la mole colosal de la Huaca de brazos cortos. En cuanto a su volumetría, pre-
del Sol en proximidad del río Moche, y al Este la senta su menor altura en la sección norteña y —si
Huaca de la Luna al pie del Cerro Blanco, expre- se siguieron los cánones usuales de la tradición
sando una forma de ordenamiento dual del espa- arquitectónica Moche— posiblemente al extremo
cio urbano, en el que se asociada las dos principa- de esta plataforma baja y adosada a la misma, se
les edificaciones de la ciudad a estos dos trascen- debió disponer de una rampa de acceso, cuyo trazo
dentes hitos geográficos. quizás estuvo inscrito en el marco de una plaza
proyectada hacia el norte, tal como recurrente-
La Huaca del Sol mente se aprecia en algunos de los principales
monumentos moche. La sección media, confor-
La edificación piramidal de la Huaca del Sol ha- mada por la plataforma transversal, y aparente-
bría tenido originalmente por lo menos unos 345 mente también la estrecha sección del extremo Sur
m de largo en su eje Norte –Sur y unos 160 m de del monumento, tuvieron una altura algo mayor

Fig. 189. Vista aérea oblicua


desde el sur de la Huaca del
Sol (Bridges 1991).

º0
Esta estimación comprende, tanto la extensión actual del sitio con evidentes vestigios arqueológicos de la época, como
también el área destruida de la Huaca del Sol y aquellas aledañas que presumiblemente debieron encontrarse frente al flanco
Oeste de este monumento, y que desaparecieron con el desvío intencional del río durante la época colonial, con el propósito de
saquear los tesoros que se supone contenía la Huaca.
180 JOSÉ CANZIANI

e intermedia; mientras que al Sur de la sección


transversal se erigió una imponente mole pirami-
dal, en cuya plataforma superior debieron ubicarse
los espacios arquitectónicos principales del edifi-
cio y de los cuales lamentablemente se ha perdido
todo rastro.11
Los flancos Sur y Este de las plataformas que
constituían el volumen de la edificación piramidal,
muestran claras evidencias de un tratamiento esca-
lonado en su acabado final. Es decir el escalona-
miento no es resultante de un proceso constructi-
vo, sino más bien el acabado intencional de las
plataformas, para lo cual el tratamiento escalonado
fue elaborado a posteriori, a modo de revestimien-
to del talud de estos volúmenes, tal como se aprecia
claramente en aquellas zonas del edificio que han
sufrido su desprendimiento por efecto de la ero- Fig. 191. Reconstrucción hipotética de la volumetría de la Huaca
sión. Aparentemente el volumen de las plataformas del Sol (Canziani 1989).
escalonadas de la Huaca del Sol se encontraba pin-
tado con rojo y amarillo ocre. Sin embargo, es
tónicos ubicados sobre las plataformas de la pirá-
importante destacar que Uhle en sus investiga-
mide hubieran tenido este especial tratamiento,
ciones pioneras reportó en este monumento al-
manifestando el alto nivel de las funciones que
gunos fragmentos de relieves policromos, los que
estos desempeñaron (Morales 2000: 235, 245).
permiten suponer que ciertos espacios arquitec-
El gran corte generado por la erosión del río
en el flanco Oeste del monumento, al dejar expues-
Fig. 190. Plano de la Huaca del Sol, con reconstrucción hipotética to el núcleo interior del montículo, permite exami-
del sector destruido por el saqueo colonial a inicios del siglo XVII
(redibujado de Moseley 1973 en Canziani 1989).
nar sus características constructivas, como también
observar la presencia de una serie de superposi-
ciones arquitectónicas, que revelan la existencia
de una secuencia de distintas fases en la historia
de su edificación. En el corte inicialmente estudia-
do por Chauchat en la sección norteña de la Huaca
del Sol y en una reciente ampliación del mismo,
se ha podido observar que esta área en épocas tem-
pranas estaba ocupada por estructuras habitacio-
nales posiblemente de quincha, lo cual demuestra
que la Huaca del Sol tenía entonces una extensión
bastante menor en su eje mayor.12 Posteriormente,
en esta misma área se sobreponen estructuras con
gruesos muros de adobe enlucidos y en algunos
casos dotados de banquetas, por lo que se sugiere
que podrían haber correspondido a viviendas de
elite, aunque pensamos que no es de descartar que
pudieran constituir edificios públicos menores

11
Esta observación es cierta considerando la destrucción de la plataforma superior de la edificación piramidal de la última
fase, y de la cual tan sólo se conserva parte del flanco del lado Este. Sin embargo, haciendo una analogía con los métodos de
investigación empleados en las superposiciones arquitectónicas de Huaca de la Luna, no es de descartar que en el futuro se
puedan dar a conocer estructuras de edificaciones de las fases previas en correspondencia con este sector, al igual que en otros
sectores del monumento, lo que permitiría aproximarnos a las características formales y funcionales que habrían tenido estos
espacios arquitectónicos de la Huaca del Sol en las fase tempranas.
12
El fechado temprano de estas estructuras estaría confirmado por su asociación con el hallazgo de una tumba de cámara,
correspondiente a un personaje de elite con un importante ajuar funerario de la fase Moche II (Herrera y Chauchat 2003).
5. LAS PRIMERAS CIUDADES 181

Fig. 192. Huaca del Sol. Vista


del acabado escalonado en la
esquina sur este de la pirámide
(Canziani).

ubicados en un área de importancia por su proxi- momento esta sección norteña fue incorporada
midad a la sección que entonces correspondía a la tardíamente a la edificación de la Huaca del Sol,
zona de acceso a la Huaca del Sol. Finalmente a representando una notable expansión del área de
todas estas estructuras se superponen rellenos la planta y volumen de la edificación. Este evento
masivos con bloques de adobes tramados de gran constructivo posiblemente fue parte de otras im-
altura, por lo queda establecido que recién en ese portantes intervenciones tardías, como las que se
registran en la sección sur de la Huaca, y que en
Fig. 193. Bloques constructivos de adobes tramados en el corte al
suroeste de la Huaca del Sol (Canziani).
conjunto definieron la forma que hoy en día par-
cialmente conocemos (Herrera y Chauchat 2003).
En cuanto a las características constructivas de
la Huaca del Sol, se aprecia que el volumen de la
pirámide ha sido construido íntegramente con
adobes paralelepípedos elaborados con moldes lla-
nos, posiblemente gaveras de madera labrada. Se
estima que en la construcción de este gigantesco
montículo se emplearon algo más de 100 millo-
nes de adobes. Pero, para tener una mejor idea de
la enorme inversión de trabajo comprometida en
esta edificación, también es importante notar que
los adobes que conforman los rellenos construc-
tivos están dispuestos en un aparejo trabado, en
cuya ejecución se aplicó abundante mortero de
barro. A su vez, los rellenos constructivos están
estructurados formando bloques verticales,
adosados unos a otros.
El examen de estos distintos bloques o seccio-
nes constructivas de los rellenos, llevó a los inves-
tigadores a observar la existencia de distintas mar-
cas en los adobes, identificándose cerca de cien
marcas que fueron aplicadas en una de las caras
de estos. Lo notable del caso, es que se advirtió
que estas distintas marcas, correspondían exclusi-
vamente a los diferentes bloques examinados,
observándose además que todos los adobes que
182 JOSÉ CANZIANI

organización social de la producción; a la proba-


ble existencia de formas de tributación en fuerza
de trabajo para la erección de estas emblemáticas
obras públicas e, inclusive, imaginarnos el estado
anímico de estos grupos de trabajadores, al asu-
mir que participaban de la privilegiada labor de
edificar uno de sus más trascendentes monumen-
tos ceremoniales.
Con referencia a las fases arquitectónicas pre-
sentes en la Huaca del Sol, en el gran corte del
flanco Oeste del montículo se puede observar cla-
ramente una secuencia de superposiciones cons-
tructivas correspondientes a las distintas fases de
funcionamiento del edificio. En este sentido, se
aprecian restos de pisos de plataformas y muros
que corresponden a restos de ambientes arquitec-
tónicos, muchas veces asociados a gruesos depó-
sitos de deshechos de ocupación, los que fueron
recurrentemente cubiertos con rellenos construc-
tivos. Es preciso señalar aquí dos características
importantes observadas en las superposiciones de
la Huaca del Sol. En primer lugar, como se ha
mencionado y a diferencia de lo registrado en la
Huaca de la Luna, se observa la presencia interca-
lada de gruesas capas de restos de basura y deshe-
chos alimenticios, lo que ha planteado la suposi-
Fig. 194. Adobes marcados en un bloque constructivo de la Huaca ción de que en este monumento, como parte de
del Sol (Canziani).
sus funciones, posiblemente tenían lugar activi-
constituían cada una de estas secciones presenta- dades con una amplia participación pública y que
ban una similar composición de los suelos em- habrían incluido festines o banquetes, en el mar-
pleados en su elaboración. La existencia de sec- co de ceremonias propiciadas por las clases diri-
ciones constructivas que tenían la misma marca gentes, para afianzar su poder y reforzar la vigencia
en sus adobes y el mismo tipo de suelo en su fa- de los vínculos de dependencia y reciprocidad con
bricación, ha llevado a plantear sugerentes hipó- las autoridades provinciales o locales.13
tesis acerca de la posible organización laboral pre-
sente entre los constructores del monumento Fig. 195. Adobes de la Huaca del Sol fuera de contexto, mostrando
Moche. Estas supondrían la presencia de diferen- la aplicación de marcas (Canziani).
tes grupos de trabajadores —posiblemente afilia-
dos a distintas comunidades del valle o aun de
otros valles tributarios— que elaboraron adobes
en varias canteras próximas a la obra en edifica-
ción, para luego emplearlos en la construcción de
diferentes secciones (Hasting y Moseley 1975;
Moseley 1978, 1992).
Este tipo de análisis, demuestra que el estudio
arqueológico de la arquitectura puede, más allá
de las observaciones estrictamente constructivas,
aportar valiosos enfoques para aproximarnos a la

13
Actividades de esta naturaleza se han documentado para la Costa Norte en complejos tardíos, como es el caso de las
llamadas “ciudadelas” de Chanchán, donde las plazas y los patios principales –que tenían ambientes anexos de cocina- eran
aparentemente espacios donde se realizaban rituales de distinta índole, inclusive funerarios, y donde se consumía chicha y posi-
blemente algunos alimentos.
5. LAS PRIMERAS CIUDADES 183

En segundo lugar, se puede observar que en I), tiene una planta cuadrangular de unos 100 m
los estratos inferiores de la Huaca del Sol la secuen- de lado y más de 25 m de altura. con relación a la
cia de superposiciones es bastante densa y cons- planicie, y posiblemente alcanzó una altura de hasta
tante, mientras que en la parte superior —que unos 32 m considerando la elevación de las estruc-
corresponde prácticamente a la mitad de la altura turas del último edificio (A), del cual actualmente
de la pirámide— se aprecia un voluminoso relleno tan sólo se conservan algunas bases de sus muros
que corresponde a un solo gran evento construc- (Uceda et al. 1994, Uceda y Canziani 1998).
tivo. Estos datos revelarían que la edificación du- Tanto la Plataforma Principal de la Huaca de
rante sus épocas tempranas habría tenido una al- la Luna como las diferentes estructuras del con-
tura relativamente discreta y posiblemente menor junto, al igual que la Huaca del Sol, están cons-
que la Huaca de la Luna; mientras que —aparen- truidas mayormente con adobes paralelepípedos
temente durante la fase Moche IV— se habría hechos con moldes llanos. Sin embargo, es preci-
dado curso, compulsivamente, a la extraordinaria so destacar dos notables diferencias que señalan
elevación del monumento, duplicando o que en el caso de la Huaca de la Luna, los edifi-
triplicando su altura original mediante la erección cios de las épocas tempranas —como es el caso
de enormes rellenos constructivos, hasta alcanzar del Edificio D— tendrían en sus rellenos una pro-
la notable elevación y volumen que hasta el día de porción similar entre adobes con marca de caña y
hoy parcialmente conserva. adobes con molde llano (Montoya 1998: 23); de
otro lado, los adobes que presentan marcas cons-
La Huaca de la Luna tituyen un porcentaje menor, sino irrelevante con
relación a la totalidad, lo que llevaría a suponer
Este complejo monumental se asienta en la ladera que el marcado de los adobes pudiera ser una tra-
que se encuentra al pie del Cerro Blanco. El con- dición moche que se manifiesta algo tardíamente
junto tiene una extensión de más de 6 Ha con en esta región14 y que, por lo tanto, no habría in-
300 m de Norte a Sur y 220 m de Este a Oeste y cidido mayormente en la Huaca de la Luna, apa-
está dominado por la voluminosa Plataforma Prin- rentemente algo más temprana que la Huaca del
cipal que se ubica al suroeste del sitio (Uceda et Sol. De esto se puede concluir que la tradición de
al. 1994). Esta Plataforma Principal (o Plataforma marcar los adobes sería algo tardía en el complejo

Fig. 196. Vista aérea oblicua


desde el oeste de la Huaca de la
Luna antes del inicio de las
excavaciones arqueológicas
(Bridges 1991).

14
Lo contrario acontecería con relación al moche norteño, ya que en la plataforma funeraria de Sipán (Lambayeque) aparen-
temente asociada al Moche Medio, se aprecia una consistente práctica de la tradición del marcado de los adobes, donde
sistemáticamente casi todos los adobes son signados en las distintas secciones con sendas marcas, disponiéndose los adobes en el
aparejo de relleno con la cara marcada hacia arriba. (Susana Meneses 1987: com. pers.; Alva y Donnan 1993: 43-44).
184 JOSÉ CANZIANI

Fig. 197. Huaca de la Luna:


Vista desde el oeste del com-
plejo al pie de las laderas del
Cerro Blanco (Canziani
1989).

arqueológico de Moche, tal como se comprueba Las recientes excavaciones arqueológicas en la


en la Plataforma Principal de la Huaca de la Luna, esquina sureste de la plaza han expuesto la pre-
donde en el último edificio (A) se nota un incre- sencia de una larga rampa flanqueada por parape-
mento de la proporción de adobes marcados, si tos. El desarrollo norte sur de esta rampa princi-
bien estos representan tan sólo un 15% de los que pal resolvía el ascenso desde la plaza hacia los ni-
conformaron sus rellenos constructivos (Uceda et veles superiores de la pirámide. Es de desatacar
al. 1997: 12). que esta rampa no arrancaba desde el piso de la
plaza, sino desde el nivel de la segunda terraza
La Plaza Ceremonial y el Frontis Norte escalonada que se desarrollan en el flanco este de
la plaza. Para culminar el ascenso a la Plataforma
Al Norte de la Plataforma Principal se ubica una Principal, luego del primer tramo de la rampa y a
larga y extensa Plaza Ceremonial que mide unos partir del adosamiento de esta con la plataforma,
175 m a lo largo de su eje norte-sur y unos 90 m se diseñó su continuación mediante el desarrollo
de ancho. Está cercada por gruesos muros de adobe transversal de un segundo tramo, construido so-
y presenta un acceso en su lado norte, el que per- bre el mismo flanco norte de la plataforma, inte-
mite el ingreso a la plaza mediante un corredor grándolo de modo especial al tratamiento escalo-
laberíntico (Uceda y Tufinio 2003: figs. 20.1, 20.2, nado que este frente presentaba.15
20.3). La sección norte de esta plaza registra un Una vez culminado el ascenso mediante el de-
ancho menor por la presencia de recintos y plata- sarrollo de las rampas, el ingreso a la Plataforma
formas que se desarrollaron en su esquina nores- Principal se resolvía mediante un vano de acceso
te. Estos recintos presentan rampas adosadas me- asociado a corredores, pequeñas rampas y escali-
diante las cuales se resolvía el ascenso hacia las natas, que permitían internarse hacia los espacios
plataformas que se desarrollaban en el lado este arquitectónicos interiores de la misma, como son
de la plaza, permitiendo la circulación y el acceso el Patio Ceremonial con relieves al sureste o hacia
hacia las Plazas 2 y 3 y sus respectivas subdivi- la Plataforma Superior al noreste (Tufinio 2000).
siones, como también a la rampa principal que Es evidente que el flanco norte de la Plataforma
permitía el ascenso hacia la Plataforma Principal Principal corresponde al frontis principal de la
(ibid: 20.3, 20.5, 20.8). edificación, tanto por su espectacular acabado con

15
En este caso, el escalonado horizontal del frontis da paso a un volumen de sección triangular, cuya hipotenusa corresponde
a la superficie ascendente de la rampa adosada a la plataforma. Por lo tanto, en vez de los paneles rectangulares que decoran los
escalones horizontales, en este sector el tratamiento del paramento ha sido resuelto magistralmente dentro de un largo panel
triangular, inscribiendo en él la representación ondulante de una serpiente (boa?), cuyo cuerpo sinuoso ajusta la dimensión de sus
ondulaciones a la progresiva ampliación de la superficie triangular, iniciándose por la cola en proximidad del vértice, para culmi-
nar con la representación de la cabeza del ser en proximidad del acceso principal de la plataforma (Morales 2003: fig. 14.16).
5. LAS PRIMERAS CIUDADES 185

Fig. 198. Plano general de


Huaca de la Luna (Proyecto Ar-
queológico de las Huacas del
Sol y la Luna).

relieves y representaciones realizadas con pintura eje mayor de la plaza y su conexión espacial con
policroma (Morales 2003); como por ser la facha- la Plataforma Principal establecen claramente una
da del edificio asociada a la Plaza Ceremonial, que direccionalidad —no solamente arquitectónica
debió constituir el espacio de congregación y de sino también cosmológica— cuya orientación se
acceso principal al complejo. De esta manera, el desarrollaba de Norte a Sur.16

16
Se observa que la orientación y dirección Norte–Sur de las conexiones espaciales: ingreso / plaza / frontis principal, es
recurrente y dominante no solamente en la Huaca de la Luna -donde se aprecia también en espacios interiores de la misma, como
es el caso del patio de los relieves - sino también en muchos de los principales monumentos moche. Esta orientación “sacra” con
evidentes connotaciones rituales es inclusive asumida en la mayoría de los enterramientos, desde los más modestos hasta las
magníficas cámaras funerarias de elite, donde generalmente la cabeza del difunto está dispuesta hacia el Sur y donde se concentran
las principales ofrendas del ajuar funerario, o se dispone en las cámaras de elementos arquitectónicos como nichos u hornacinas.
186 JOSÉ CANZIANI

Fig. 199. Reconstrucción de


los escalones con relieves del
Frontis Norte de Huaca de la
Luna (Proyecto Arqueológico
de las Huacas del Sol y la
Luna).

El especial acabado del frontis norte de Huaca de pescador; el quinto con el ‘ser lunar’; el sexto
de la Luna, con sus escalones profusamente deco- comprende la rampa adosada a la pirámide, de-
rados con relieves, revela la notable relevancia ri- corada con el movimiento ondulante de una gi-
tual de la actividades que se desarrollaban en la gantesca serpiente, mientras su continuación pre-
Plaza Ceremonial; mientras que la organización senta paneles con el rostro del dios Ai Apaec con
de los motivos representados en los relieves de los extremidades de aves rapaces; finalmente, el sép-
distintos escalones, expresa el desarrollo de un timo escalón representa al “dios de las montañas”
complejo discurso iconográfico. El primer esca- con apéndices que rematan en cabezas de
lón representa el desfile de guerreros triunfantes cóndores.
conduciendo a los prisioneros; el segundo a los Los relieves del primer escalón con la escena
oferentes o danzantes; el tercero paneles con la de los prisioneros se interrumpe en la esquina su-
imagen de la Araña decapitadora; el cuarto al dios reste de la Plaza Ceremonial, donde se ubica un
conocido como el ‘mellizo marino’ con atributos Recinto Esquinero cuyos muros presentan relieves

Fig. 200. Detalle del Recinto


Esquinero en la esquina sures-
te de la Plaza Ceremonial de
Huaca de la Luna, que exhi-
be relieves policromos con
motivos de alta significación
simbólica (Canziani).
5. LAS PRIMERAS CIUDADES 187

policromos, con extraordinarias escenas realiza- 4), conforme el conjunto asciende manejando la
das con gran maestría artística. La edificación está pendiente natural de la ladera, para rematar en
construida sobre una pequeña plataforma a la cual dos plataformas algo menores, una al noreste (Pla-
se ascendía por medio de una pequeña rampa y taforma III) aparentemente exenta y otra al sures-
presenta dos ambientes techados a dos aguas. El te (Plataforma II) totalmente integrada al com-
primer ambiente era abierto hacia la plaza, donde plejo. En estos espacios y plataformas, es evidente
el techo estaba soportado mediante postes, y ha- que se establece un eje de orientación secundario
bría funcionado a modo de vestíbulo o antesala en dirección Oeste – Este –por lo tanto transver-
del segundo ambiente cerrado, al que se ingresa- sal al eje principal- y que debió privilegiar la vi-
ba por la puerta ubicada en la esquina. El Recinto sión de fondo hacia el Cerro Blanco, en sus con-
Esquinero revela su rol destacado ya que sus mu- dición de cerro tutelar. La importancia de éste eje
ros exteriores lucen extraordinarios relieves poli- lateral orientado hacia el este se manifiesta tam-
cromos, con motivos de notable elaboración y bién en el tratamiento con decoraciones murales
belleza. Estos representan en el muro lateral hacia y la presencia de galerías techadas en los paramen-
el oeste escenas de combate entre guerreros, y en tos del lado Este de la Plaza 2, lo que le otorga un
los dos murales que forman el ambiente abierto carácter bastante significativo (Uceda et al.1997:
hacia la plaza, un conjunto de motivos y escenas 20-21; Uceda y Tufinio 2003).
cuya composición y tratamiento revelan su nota- Cerrando del lado Sur el complejo de la Huaca
ble significación simbólica. de la Luna se encuentra un ancho y alto muro
Como hemos ya mencionado, la Plaza Cere- que corre por 180 m. paralelo a las Plataformas I
monial de la Huaca de la Luna se conecta por y II, para proseguir hasta los contrafuertes rocosos
medio de rampas con otras amplias terrazas y pla- del Cerro Blanco con un trayecto total de más de
zas menores hacia el Este y Sureste (Plazas 2, 3 y 300 m. de largo. Si bien este muro forma con el
flanco Sur de la Plataforma Principal (I) y la Pla-
Fig. 201. Detalle de la gran rampa con parapetos que permitía el taforma II una suerte de corredor perimétrico, aún
ascenso desde la Plaza ceremonial a la Plataforma Principal no está del todo claro si operó como un elemento
(Canziani).
secundario de acceso y circulación del complejo,
a partir de la esquina suroeste de la Plataforma
Principal, o si simplemente constituyó un elemen-
to que demarcaba física y simbólicamente la sepa-
ración del complejo ceremonial respecto a los sec-
tores del centro urbano próximos a éste. En todo
caso, es importante notar que la proyección del lado
sur de la Plataforma I como del muro perimétrico
sur, tiene continuidad en el trazo de una gran cal-
zada o avenida (Avenida 2) orientada Este–Oes-
te, que corre al sur del Conjunto Arquitectónico
n. 8 y que se prolonga luego en pasajes menores.
Este dato permite suponer que la directriz gene-
rada por el flanco Sur de la Huaca de la Luna,
constituyó uno de los principales ejes de organi-
zación de la trama urbana de la ciudad de Moche.

La Regeneración del Templo en Huaca de la Luna

Los trabajos de investigación arqueológica y de


puesta en valor desarrollados desde 1991 por el
Proyecto Arqueológico de las Huacas del Sol y la
Luna, han revelado gran parte de los extraordina-
rios atributos arquitectónicos de las estructuras
que conformaban la Plataforma Principal (I) de
la Huaca de la Luna (Uceda et al. 1994). En esta
colosal edificación se ha documentado científica-
mente una extraordinaria secuencia de super-
188 JOSÉ CANZIANI

Fig. 202. Corte Norte-Sur y


Este-Oeste de la Plataforma
Principal de Huaca de la Luna,
con el registro de los edificios
superpuestos correspondientes
a diferentes épocas (Proyecto
Arqueológico de las Huacas del
Sol y la Luna).

posiciones arquitectónicas, correspondientes a las funcionales, manifiesta en la continuidad y reite-


distintas épocas en que se renovó sucesivamente ración de las formas arquitectónicas. Perpetuán-
su vigencia funcional. Este notable conjunto de dose así, a lo largo de un considerable período de
datos, inéditos hasta hace unos años, ha proyec- tiempo, un modelo conceptual y un ordenamien-
tado una renovada visión acerca de las caracterís- to del espacio arquitectónico plenamente
ticas de la arquitectura monumental moche y una interiorizado a lo largo de muchas generaciones
aproximación extraordinaria acerca de los aspec- (ibid: 157).
tos morfológicos, constructivos y funcionales de A partir de los registros de las excavaciones
la misma. Sobre esta base, podemos introducir- arqueológicas realizadas en distintos sectores del
nos al conocimiento del rol especial que desem- monumento y de la limpieza de los cortes genera-
peñó la principal edificación del mundo moche, dos por los grandes forados de la huaquería ini-
en la esfera del poder político y religioso emana- ciada desde época colonial, se puede deducir que
do de su vigorosa organización estatal. el conjunto de los distintos ambientes y espacios
Este es el caso notable de la Plataforma Princi- arquitectónicos que conformaron cada una de
pal, donde se ha documentado por lo menos seis estas sucesivas edificaciones, estuvieron vigentes
grandes eventos de remodelación, lo que ha per- y en pleno funcionamiento durante un determi-
mitido revelar el desarrollo de una compleja se- nado período de tiempo. Concluido este lapso
cuencia arquitectónica en la que se superponen temporal, del cual aún no se ha podido establecer
no solamente una serie de edificios, cada uno de con precisión su duración, los moche procedie-
ellos con una identidad y vigencia propias, sino ron —luego de desmontar los techos de los am-
que en estos se reconoce una continuidad estable- bientes que tuvieran coberturas— a trazar, con
cida por la reiterada replica –con ciertos cambios un instrumento que produjo una incisión cortante
y variantes- de la concepción idealizada del edifi- en los pisos, la cuadrícula donde debían de ubi-
cio, que va desde el nivel general de su organiza- carse los múltiples bloques constructivos que ser-
ción espacial; la forma y distribución de los am- virían para rellenar todos los espacios afectados
bientes; los sistemas de acceso y circulación; hasta por el evento de remodelación.
los detalles del tratamiento de los acabados, pro- Una vez alcanzado con estos rellenos construc-
pios de los relieves representados en los paramen- tivos el nuevo nivel de la plataforma, que en algu-
tos de sus principales ambientes o recintos (Uceda nos casos creció más de 3.50 m de altura, además
y Canziani 1998: 140). de proyectarse con ampliaciones horizontales ha-
De la forma recurrente de organización espa- cia los flancos, se ha observado que se procedía a
cial que presentan estos edificios superpuestos, se realizar un grueso piso de nivelación y luego un
puede deducir la continuidad de sus atributos piso de barro fino. Resulta fascinante el hallazgo
5. LAS PRIMERAS CIUDADES 189

Fig. 203. Plano de la Platafor-


ma Principal de Huaca de la
Luna, con sus diferentes secto-
res (Proyecto Arqueológico de
las Huacas del Sol y la Luna).

de improntas de soguillas sobre estos pisos, ya que sustancial y determinante es la regeneración de la


fueron empleadas por sus constructores para tra- arquitectura del edificio, lo que trae como conse-
zar las líneas que demarcarían la posición de los cuencia necesaria el enterramiento de su antece-
muros que estaban por erigir (Montoya 1998: 23). dente. De esta manera, se propone como hipóte-
De estas evidencias se puede deducir que el deli- sis explicativa de la regeneración del templo la
neado del trazo de los muros se realizó tensando periódica renovación del ciclo ritual, dada la es-
una cuerda entre dos extremos previamente esta- pecial calidad del edificio, en cuanto sede privile-
blecidos —de modo similar al que utilizan aún giada de las principales actividades ceremoniales
hoy nuestros constructores contemporáneos— si de la sociedad Moche. La envergadura de estos
bien es de notar la singularidad de realizar este procesos, que incorporan ingentes cantidades de
proceso cuando el barro del piso se encontraba materiales de construcción, el despliegue de una
aún fresco. Esta modalidad que obviamente ge- numerosa fuerza de trabajo, que además convo-
nera cierta dificultad, quizás está expresando la can la participación de distintos especialistas y que,
posible búsqueda de ligar físicamente la continui- por último comprometen el propio funcionamien-
dad del proceso de relleno del edificio en vía de to del edificio o de sectores de este mientras se
ser enterrado y, especialmente, entre los pisos de realizan las obras de remodelación, nos conducen
sello de estos rellenos —que pudieron marcar me- a proponer la hipótesis de que estos eventos no
tafóricamente la “muerte” del antiguo espacio ri- respondían a causas circunstanciales o al desenca-
tual— con los fundamentos de los muros del edi- denamiento de fenómenos naturales (por ejem-
ficio que se regenera, para construir el espacio re- plo un evento de “El Niño”), sino que debieron
novado que inaugura un nuevo ciclo vital. responder a ciclos de carácter calendárico-ritual
Estas remodelaciones y las evidencias asocia- donde el desarrollo y ejecución de esta magnífica
das, dan sustento a pensar que en estos eventos lo obra pública estaba previamente planificado17

17
Para tener una idea de la envergadura de estas remodelaciones, bastaría señalar que en algunas de ellas hemos estimado que
se requirió fabricar y luego disponer en los aparejos de los rellenos constructivos, entre 3 a 4 millones de adobes, sin considerar
la erección de muros y otras estructuras correspondientes a los distintos espacios arquitectónicos. Este sólo dato puede ilustrar la
extraordinaria dimensión de la fuerza de trabajo necesaria para su ejecución y, por cierto, de la imprescindible disponibilidad de
abundantes excedentes productivos para la ejecución de este tipo de obras públicas. Evidentemente, es difícil imaginar que estas
condiciones se dieran en una situación de crisis, como la que habría generado alguna severa catástrofe natural, donde más bien el
capital social disponible debió ser destinado a reparar los daños sufridos por la infraestructura agraria y a paliar las consecuencias
de la crisis .
190 JOSÉ CANZIANI

Fig. 204. Reconstrucción hipotética de la Plataforma Superior de


Huaca de la Luna, correspondiente a la época del Edificio B (Pro-
yecto Arqueológico de las Huacas del Sol y la Luna).

(Uceda y Canziani 1993: 340-342; 1998: 157-


158; Canziani 2003a).

La Plataforma Principal de Huaca de la Luna

En las épocas intermedias de la Plataforma Prin-


cipal, correspondientes a los edificios B/C y D en
una secuencia que va de arriba hacia abajo,18 so-
bre la superficie de su cima se habría desarrollado
un planeamiento aparentemente cuatripartito con
distintos sectores o cuadrantes. En el caso del cua-
drante noreste, se ubicaría recurrentemente una
Plataforma Superior, más elevada, conectada con
Fig. 205. Reconstrucción hipotética de la secuencia de
el acceso principal de la rampa y los demás secto- remodelaciones de la Plataforma Superior de Huaca de la Luna, y
res por medio de un sistema de circulación con las pinturas murales asociadas (Proyecto Arqueológico de las Huacas
corredores y rampas. Sobre esta Plataforma Supe- del Sol y la Luna).
rior y del lado Este se ubicaban recintos que —en
sus distintas y superpuestas versiones— presen-
tan decoración con pintura mural (Morales 2003:
fig. 14.13); mientras que en la esquina noreste se
ha revelado la presencia de un estrado o altar es-
calonado y techado, el que estaba expuesto
visualmente hacia la Plaza Ceremonial, por lo que
se puede presumir que estaba destinado a deter-
minados eventos rituales, especialmente dirigidos
a quienes los presenciaban desde esta ubicación,
como los representados en el arte Moche en la
célebre escena del sacrificio o de la presentación
(Uceda 2001).
A este cuadrante noreste, en el que se ubica la
plataforma superior, se le contrapone otro al nor- Fig. 207. Plano del Patio Ceremonial y su recinto esquinero, co-
oeste que aún constituye una interrogante, pues rrespondiente a la época del Edificio B/C de Huaca de la Luna
es el menos investigado hasta la fecha. Sin embargo, (Proyecto Arqueológico de las Huacas del Sol y la Luna).

18
Es importante advertir que esta secuencia corresponde al ordenamiento propio de la estratigrafía arqueológica, que parte
del examen de los niveles superiores o superficiales para ir abordando la sucesión de niveles inferiores. De esta manera, el orden
de esta secuencia —que va de lo más reciente a lo más antiguo— es necesariamente inversa a la que se dio en términos históricos.
Por lo tanto, en este caso, el último edificio corresponde a “A”, mientras que las evidencias más antiguas hasta el momento
corresponden al edificio “E”.
5. LAS PRIMERAS CIUDADES 191

en recientes investigaciones en la Huaca de Cao,


en el complejo de El Brujo, se habría comenzado
a definir recintos que ocupan la esquina noroeste
de este cuadrante y que se caracterizan por pre-
sentar relieves y pilares decorados propios de sa-
las techadas.

El Patio Ceremonial

Una significación especial debió de tener en este


ordenamiento el cuadrante del sector sureste, ya
que en la secuencia de edificios registrada en este
sector se desarrolló recurrentemente un gran Pa-
tio Ceremonial19 decorado con relieves policro-
mos, que tienen como motivo central la repetida
representación del rostro de Ai apaec o dios
degollador, enmarcado en paneles romboidales.
Frente a estos paramentos con los relieves se ha-
llaron hoyos de postes, a unos 3 m de los muros y
espaciados cada 2 m. revelando la existencia de
una galería techada de protección de los mismos.
Sintomáticamente, el desarrollo de los relieves del
Patio Ceremonial fue también recurrentemente
interrumpido por la presencia de un recinto
esquinero, ubicado en el ángulo sureste del Patio.
Este tipo de estructuras esquineras estuvieron sub-
divididas interiormente y presentan evidencias de Fig. 209. Detalle de los relieves del Recinto Esquinero del Patio
nichos y techos a dos aguas, y es notable apreciar Ceremonial del Edificio B/C de Huaca de la Luna (Canziani).
que el acabado de sus paramentos exteriores (en
las versiones conocidas correspondientes a los Edi-
ficios B/C y D) presenta relieves con una sofis-
Fig. 208. Detalle del relieve con el dios Ai apaec, del Patio Ceremo-
nial de la época del Edificio D de Huaca de la Luna (Proyecto Ar-
ticada composición de paneles rectangulares con
queológico de las Huacas del Sol y la Luna). motivos de exquisita modulación y simetría, cuya
alternancia cromática genera bandas diagonales.
Esta ubicación privilegiada y las características
especiales de su arquitectura y acabados, expresa-
rían el rol de especial importancia que debieron
tener estos recintos esquineros en las actividades
ceremoniales desarrolladas en el gran patio.
Sin embargo, en una versión más tempranas
del patio (Edificio E) se halló evidencias de un
“altar”, constituido por una pequeña plataforma
de 3.75 cm de lado y 72 cm de alto decorada ho-
rizontalmente con bandas alternas de pintura
(amarillo, blanco, rojo al Oeste y rojo, blanco al
Este). Al lado Este esta pequeña plataforma pre-
sentaba el adosamiento de una pequeña rampa
lateral de 63 cm de ancho. Este altar fue poste-
riormente remodelado y crece a 90 cm de alto
con 4.20 m de lado, se refacciona la pintura y se
superpone a la anterior una nueva rampa lateral

19
El Patio Ceremonial correspondiente al Edificio de la época B/C tuvo unos 60 m. de este a oeste y unos 47 m. de norte a
sur, con un área de más de 2,800 m2.
192 JOSÉ CANZIANI

Fig. 210. Detalle de los relie-


ves del Recinto Esquinero del
Patio Ceremonial del Edificio
D de Huaca de la Luna
(Canziani).

de 90 cm de ancho. Los muros que cerraban en aislamiento del resto de actividades desarrolladas
ese entonces el patio estuvieron enlucidos y pin- en los demás espacios de la edificación.
tados de blanco hacia el interior y rojo hacia el Del examen de las excavaciones arqueológicas
exterior, es decir una diferencia significativa con y de los cortes existentes en la Plataforma Princi-
relación a los edificios posteriores, en cuanto se pal, queda claro que las fachadas que presentaba
deduciría que los paramentos interiores de esta esta edificación en sus diferentes momentos de su
versión temprana del patio no incorporaban aún larga historia tuvieron un tratamiento escalonado.
el sofisticado acabado con relieves policromos. En algunos casos, estos escalonamientos sirvieron
Dado lo limitado de las excavaciones conducidas para resolver el sistema de circulación por el perí-
en el patio del Edificio E, no es posible conocer si metro de los distintos edificios. Esto es evidente a
en este estuvo presente alguna estructura esquinera partir del registro de la existencia de parapetos en
y, de otro lado, tampoco se puede descartar que algunos de estos escalonamientos —dando a en-
los patios de los Edificios A, B/C y D pudieran tender que operaron como pasarelas o rondas—
haber contenido algún tipo de pequeña platafor- o también porqué se conectan con niveles de pi-
ma o altar como la registrada en el espacio del sos y accesos de determinados ambientes o recin-
patio del Edificio E, si bien por el momento no se tos. En cuanto a los acabados, si el frontis princi-
ha hallado alguna evidencia al respecto. pal hacia el norte tuvo un tratamiento especial
con relieves y motivos elaborados con pintura
Las Salas con Pilares policroma, los otros frentes tuvieron un acabado
más sencillo, aunque siempre enlucidos y pinta-
Finalmente el cuadrante suroeste, es por demás
interesante ya que aquí se ha documentado la exis- Fig. 206. Reconstrucción isométrica de las Salas con pilares en el
tencia de recintos rectangulares techados a dos sector al sur oeste de la Plataforma Principal de la Huaca de la Luna
aguas, cuyas estructuras de cobertura fueron so- (Proyecto Arqueológico de las Huacas del Sol y la Luna).
portadas mediante pilares y pilastras. Estos recin-
tos acabados con pintura blanca, además de los
vanos de acceso, presentan el desarrollo de venta-
nas altas y de grandes hornacinas que se disponen
de manera modular en los paramentos interiores.
Las características morfológicas de estos ambien-
tes, sus accesos relativamente restringidos y lo in-
trincado de su circulación, sugieren que debieron
de estar destinados a resolver una función posi-
blemente reservada a los oficiantes del culto, ya
que estas salas manifiestan un marcado nivel de
5. LAS PRIMERAS CIUDADES 193

dos de color. Existiendo evidencias en el frente rentemente, todos los espacios abiertos relaciona-
oeste de la Plataforma Principal de la aplicación dos con el frontis de la Plataforma II y que la co-
de rojo y blanco, posiblemente de forma alterna nectaban con la Plataforma Principal, estuvieron
(Uceda com. pers. 2003). asociados con eventos de sacrificios humanos, es-
pecialmente el recinto 3A ubicado frente a la Pla-
La Roca Sagrada y los Recintos de los Sacrificios taforma II, donde se dispusieron los cuerpos de
los sacrificados concentrándolos al pie de la roca
Las investigaciones arqueológicas desarrolladas en sagrada. Más al oeste los recintos 3B y 3C tienen
el sector de la Plataforma II ofrecen una revela- al centro edificios techados de planta rectangular,
ción ciertamente sobrecogedora, como es que fren- que parece también tuvieron una especial partici-
te esta estructura se sacrificaron o, en todo caso, pación en este tipo de rituales, dado el hallazgo
se dispusieron los cuerpos de quienes fueron víc- de restos óseos humanos como de vasijas de barro
timas de eventos asociados a rituales de sacrificios crudo representando prisioneros, las que
humanos.20 Como ya manifestamos anteriormen- significativamente también fueron “sacrificadas”
te, la Plataforma II presenta un rasgo muy signifi- al presentar evidencias de haber sido destrozadas
cativo, en el sentido de que su construcción se con piedras o con golpes de porra (Bourget 1997,
diseñó de tal forma que incorporara parcialmente Montoya 1997, Orbegoso 1998, Bourget y
en su volumen un afloramiento de roca natural Millaire 2000).
de granodiorita, que asemeja en pequeña escala la Los datos disponibles indicarían que la Plata-
imagen del Cerro Blanco. De esta manera el fron- forma II fue construida en un único momento
tis de la plataforma presenta la roca emergiendo constructivo, que se presume corresponde a la vi-
de su volumen, a la vez que este la envuelve. Apa- gencia del Edificio B/C de la Plataforma Principal,

Fig. 211. Huaca de la Luna.


Plano del sector de la Roca
Sagrada, con la Plataforma II
y los Recintos de los Sacrifi-
cios (Proyecto Arqueológico
de las Huacas del Sol y la
Luna).

20
Los análisis de antropología forense revelan que se trató de hombres jóvenes de buena contextura, en los que se observó
evidencias de fracturas soldadas o regeneradas, dando a entender que en su vida fueron protagonistas de actos violentos interpersonales
(en cuanto soldados o guerreros) y que antes de su muerte fueron sometidos a ciertos actos de tortura (Verano 1998). La asocia-
ción de los cuerpos con la deposición de limo aluvial daría cuerpo a la interpretación de que estos rituales estuvieron asociados a
eventos críticos como El Niño, donde los sacrificios humanos habrían servido de preciada ofrenda para conjurar sus efectos
muchas veces catastróficos en términos económicos y sociales (Bourget 1997, 1998). De otro lado, la escena conocida como la
“presentación” o “ceremonia del sacrificio”, ampliamente representada en la pictografía de la cerámica moche, como también en la
pintura mural de algunos de sus principales monumentos (véase Pañamarca), ilustra el desarrollo de rituales que incluyeron el
sacrificio de prisioneros, cuya sangre era aparentemente presentada en copas para su libación u ofrenda por parte de personajes
divinizados (Ver Donnan y Castillo 1994).
194 JOSÉ CANZIANI

Fig. 212. Reconstrucción hipo-


tética del sector de la Roca Sa-
grada, con la Plataforma II y los
Recintos de los Sacrificios (Pro-
yecto Arqueológico de las
Huacas del Sol y la Luna).

dado que las últimas intervenciones en esta serían tructuras en ser construidas antes del abandono
contemporáneas con el Edificio A (Bourget y del complejo. Esta hipótesis está en parte basada
Millaire 2000). Sobre el piso de la Plataforma II en que la construcción de ésta plataforma fue he-
no se hallaron restos de muros sino hoyos de pos- cha en un 90% con adobes que presentan marcas
tes, lo que permite suponer que por lo menos una que, como se ha visto, corresponde a una práctica
parte de su superficie fue cubierta con techos. tardía en las construcciones del sitio (Uceda y
Intruyendo en el relleno constructivo se dispusie- Mujica1997: 12). Finalmente, cabe señalar que
ron algunas tumbas que se concentraron también
del lado norte de la plataforma (Bourget 1998: Fig. 213. Detalle del rostro de una vasija escultórica de arcilla cruda
60-61). representando un prisionero proveniente de los Recintos de los Sa-
crificios del sector de la Roca Sagrada. En este sector fueron halla-
Finalmente, los trabajos de Bourget (1997, das frecuentes evidencias de vasijas rotas, a manera de sacrificio sim-
1998) revelaron claramente que la mayoría de los bólico (Proyecto Arqueológico de las Huacas del Sol y la Luna).
cuerpos de los sacrificados hallados en el recinto
frente a la Roca Sagrada, fueron depositados so-
bre limo aluvial aún fresco —que se habría gene-
rado como consecuencia de un posible evento de
El Niño— mientras que otro grupo menor lo fue
sobre depósitos eólicos de arena que no habían
cubierto aún los cuerpos de los primeros. Es su-
mamente revelador que todos los cuerpos de los
distintos eventos de sacrificios fueran deposita-
dos en una zona inmediatamente al pie de la roca
sagrada de la Plataforma II, y que se hallaran en
estos contextos estatuillas de barro crudo repre-
sentando prisioneros, que fueron rotas ex profeso
a modo de sacrificio figurado.
En el extremo noreste del complejo de la Huaca
de la Luna se encuentra la Plataforma III, la que
también tiene un eje de orientación oeste – este y
se asocia en su frente oeste con un atrio o plaza
(Plaza 4). En esta edificación recientemente tan
sólo se han realizado trabajos preliminares, los que
han revelado que ésta sería una de las últimas es-
5. LAS PRIMERAS CIUDADES 195

Fig. 213 b. Reconstrucción hi-


potética de la Huaca de la Luna
vista desde el noroeste (Proyec-
to Arqueológico de las Huacas
del Sol y la Luna).

en algunos paramentos de la plataforma se docu- o “ciudad” entre las dos colosales huacas, y de los
mentó hace unas décadas la presencia de pinturas trabajos de investigación desarrollados en los años
murales, que representaban escenas que han sido ’70, que expusieron la presencia de complejos re-
dadas a conocer como el tema de la ‘rebelión de los sidenciales e indicios de la existencia de talleres
artefactos’, donde una serie de objetos animados (Topic 1982); en la última década se han desarro-
por rasgos antropomorfos persiguen, dan batalla llado excavaciones arqueológicas extensivas, que
y capturan a seres humanos (Bonavia 1974) . se han concentrado en distintas áreas ubicadas en
En cuanto a su función, la Huaca de la Luna el sector sur de la planicie entre las dos grandes
proclama su manifiesto carácter ceremonial. Even- Huacas (Uceda y Armas 1997, Chapdelaine et al.
tos tan dramáticos como el sacrificio de prisione- 1997, Chapdelaine 1998, Tello 1998, Tello et al.
ros debieron ser de enorme trascendencia ritual 2003).
(Bourget 2001, Verano 2001). Sin embargo, por A la luz de estas recientes excavaciones, se está
lo mismo, estos debieron estar circunscritos a revelando un nuevo panorama sobre las zonas
momentos definidos del calendario ceremonial o urbanas donde se concentró el grueso de las es-
a conjurar eventos críticos como el desencadena- tructuras y población de la ciudad, definiéndose
miento de fenómenos de El Niño. Por otra parte, una serie de conjuntos habitacionales así como
no podemos perder de vista que, dada la comple- otros conjuntos caracterizados por su arquitectura
jidad espacial de la arquitectura de la Huaca, en pública. En cuanto a los conjuntos habitacionales,
ésta se debieron resolver también asuntos mun- algunos datos indicarían que estos además de las
danos y los que imponía la propia rutina de la actividades domésticas también incorporaron el
administración burocrática cotidiana, tales como: desarrollo de actividades productivas o adminis-
el manejo y regulación del sistema de irrigación; trativas; mientras que los conjuntos que corres-
el registro calendárico; el intercambio y distribu- ponden a arquitectura pública, estuvieron rela-
ción de bienes; la administración de la tributación; cionados con actividades rituales o político-ad-
y toda una serie de labores altamente especializa- ministrativas, así como con el desarrollo de
das que estuvieron consubstanciadas con la actividades productivas de tipo especializado, cual
cosmovisión propia del orden social y político del es el caso de los talleres. Por su parte, este último
Estado teocrático (Canziani 2004). tipo de arquitectura pública en muchos casos no
excluye, si no más bien incorpora, ciertos espacios
Los sectores urbanos y sus conjuntos arquitectónicos destinados al desarrollo de funciones domésticas
o, simplemente, a la preparación y consumo de
Luego de los estudios iniciales de Uhle alimentos.
([1913]1998), que señaló la existencia de muchas Estas excavaciones, además de contribuir a es-
otras estructuras menores formando un “pueblo” tablecer los patrones arquitectónicos y sus varian-
196 JOSÉ CANZIANI

Fig. 214. Plano general de la


posible extensión de la ciudad
de Moche, con los sectores
urbanos expuestos al sur oes-
te de la Huaca de la Luna, que
permiten la definición preli-
minar de una trama urbana
delineada por el trazo de ave-
nidas, calles y pasajes
(Redibujado sobre el plano del
Proyecto Arqueológico de las
Huacas del Sol y la Luna).

tes tipológicas, están empezando a definir una tra- permiten percibir también otros atributos propios
ma urbana que exhibe ciertos niveles de planifi- de este tipo de asentamientos. Este es el caso de la
cación, como son la presencia de espacios públi- existencia de zonas o sectores urbanos con ciertos
cos; un sistema de circulación por medio de ave- niveles de especialización, en cuanto se refiere a la
nidas y pasajes que, a su vez, definen ejes de función de las estructuras que se concentran en
articulación urbana y la posible delimitación en- ellos, lo que en términos modernos se conoce
tre sectores; así como la existencia de determina- como “zonificación”. De esta manera, podríamos
dos servicios, cual es el caso de canales para el tener ciertos sectores congregando estructuras
abastecimiento de agua. Es decir, conforme avan- habitacionales de bajo status; otros con residen-
zan las investigaciones, nos estamos aproximan- cias o palacios de la elite que se estarían agrupan-
do de manera progresiva a la definición de los atri- do en proximidad de la Huaca del Sol; mientras
butos que permiten establecer la trascendencia de que en otras zonas se manifestaría la tendencia a
un centro urbano como el de Moche al nivel de concentrar actividades manufactureras (alfarería,
ciudad (Canziani 2003a, 2004) metalurgia, orfebrería, textilería, elaboración de
Si bien el porcentaje del área excavada es aún chicha, etc.) e, inclusive, de determinado tipo de
bastante reducido, con relación a la extensión to- manufactura, cual es el caso de la producción de
tal que abarcó la ciudad, los datos disponibles cerámica fina en talleres ubicados en cercanía de
5. LAS PRIMERAS CIUDADES 197

la Huaca de la Luna (Uceda et al. 1997); o de La presencia de amplias calles o avenidas, que
sectores con complejos públicos de primer nivel, privilegian la orientación con los ejes cardinales,
como es el que se encuentra asociado a la Plata- cual es el caso de las avenidas 1 y 2, parecen estar
forma Funeraria Uhle, que se ubica sintomática- estableciendo no solamente ciertas directrices para
mente al pie oeste de la Huaca de la Luna y que la circulación de los habitantes de la ciudad, sino
estuvo separado de los demás sectores de la ciu- también la delimitación entre distintos sectores,
dad por la gran calzada o avenida 1 (Pimentel y además de reflejar la existencia de un programa
Álvarez 2000; Chauchat y Gutiérrez 2003). de ordenamiento urbano.21 En algunos de estos

Fig. 215. Plano de los sectores urbanos de la ciudad de Moche ubicados al sur oeste de la Huaca de la Luna, en el que se aprecian los conjuntos
excavados delimitados por avenidas, calles y pasajes (Proyecto Arqueológico de las Huacas del Sol y la Luna).

21
Mientras la Avenida 1, de 11 m de ancho, que corre de norte a sur unos 100 m al oeste de la Huaca de la Luna, parece
separar los conjuntos y arquitectura pública ubicada al pie de la Huaca, como es el caso del extraordinario complejo conocido
como Plataforma Funeraria Uhle (Pimentel y Álvarez 2000, Chauchat y Gutiérrez 2003 ); los tramos explorados de la Avenida 2,
que corre de este a oeste, parecen delimitar el lado sur de estos conjuntos y, al mismo tiempo, proyectar en la trama urbana el eje
delineado por el flanco sur de la Plataforma Principal de la Huaca de la Luna (Tello 1998, Armas et al. 2000). Evidencias notables
de que la planificación de esta trama urbana sería temprana y que se habrían conservado sus ejes de ordenamiento y circulación
hasta las épocas tardías de la ciudad, se han documentado en algunas excavaciones (Tello et al. 2003), donde resulta que el pasaje
(Callejón N-30) limítrofe entre los conjuntos 30 y 35 y que se desarrolla de este a oeste, mantuvo sin mayores variaciones su trazo
desde fases tempranas.
198 JOSÉ CANZIANI

sectores urbanos se ha establecido la presencia de cubículos que pudieron servir para depósito de
pequeñas plazuelas, cuya escala reducida sugeri- granos u otro tipo de productos alimenticios, así
ría que cumplieron diversas funciones asociadas como para determinados insumos destinados a la
directamente con la población que habitaba en producción; contaron también con nichos y
los conjuntos próximos. Por su parte, las aveni- hornacinas útiles para disponer desde enseres hasta
das presentan la intersección de pequeñas calles o objetos de culto; además, se registra la recurrente
pasajes, que servían para dirigirse y acceder a los presencia de tinajas semienterradas en los pisos,
distintos conjuntos arquitectónicos. El acceso a que parece sirvieron para disponer de agua. En
estos conjuntos en algunos casos se realizaba di- otros casos, ciertos ambientes que presentan la sin-
rectamente desde los pasajes, en otros mediante gular disposición de una serie de tinajas o vasijas
cortos corredores o pasadizos que introducían al ordenadas en hilera y empotradas sobre poyos,
interior de los conjuntos. Los ingresos a los con- sugieren el requerimiento de acumular abundan-
juntos presentan vanos con umbrales elevados, sin tes cantidades de líquidos para alguna actividad
embargo esta es una característica que también se en especial, cual es el caso del agua en los talleres
observa frecuentemente en las puertas entre sus de alfarería, o de la producción y/o almacenamien-
ambientes interiores (Tello 1998, Armas et al. to de bebidas como la chicha. También se reporta
2000, Montoya et al. 2000) que estas tinajas pudieran haber servido para el
En cuanto a los conjuntos de función almacenamiento de granos u otros productos ali-
habitacional, su carácter doméstico está eviden- menticios (Tello, 1998, Armas et al. 2000).
ciado por una serie de rasgos característicos, entre Muchos de los ambientes de estas viviendas,
ellos, la presencia de ambientes destinados a coci- debieron desarrollarse al aire libre, pudiendo es-
na, donde es típico hallar fogones hechos dispo- tar provistos de algunos cobertizos o pequeñas
niendo dos hileras paralelas de abobes de canto, áreas techadas para brindar sombra. Este es el caso
que servían para contener la brasa del fogón y de ciertos espacios abiertos o patios, que muchas
apoyar las ollas durante la cocción de los alimen- veces disponen de poyos y que debieron de ope-
tos. En estos mismos ambientes o en otros anexos rar como lugares de desahogo de las viviendas, al
a ellos, se realizaban otras tareas complementarias mismo tiempo que servían para el desarrollo de
de la preparación de alimentos, como es la mo- actividades propias de la vida doméstica. Final-
lienda documentada con la presencia de batanes mente, algunos ambientes techados se reservaron
y manos de moler. Asociados a este tipo de activi- para el descanso y servir como dormitorio, con-
dades domésticas se encuentran también algunos tando con amplias banquetas para el reposo de
pequeños espacios, a modo de botaderos, que sus moradores. Dentro de las viviendas no se ex-
habrían sido destinados para la acumulación de cluye que ciertos ambientes o, inclusive, algunos
los desperdicios generados dentro de la vivienda. elementos arquitectónicos puntuales, pudieran
Los conjuntos habitacionales dispusieron tam- haber estado destinados a prácticas cultistas den-
bién de facilidades destinadas al almacenamien- tro del hogar, como una suerte de altar votivo o
to, tal es el caso de la existencia de pequeños ara familiar (Tello 1998: 121).

Fig. 216. Plano del Conjunto


Arquitectónico 35, delimitado
al este por la Avenida 1 y al sur
por el Callejón Norte 30 (Pro-
yecto Arqueológico de las
Huacas del Sol y la Luna).
5. LAS PRIMERAS CIUDADES 199

Es interesante notar que ciertas diferencias en Algunas excavaciones han explorado reciente-
las características arquitectónicas y constructivas mente en profundidad la evolución y el compor-
de los conjuntos habitacionales también estarían tamiento de algunas unidades en los conjuntos
reflejando diferencias en cuanto a la condición arquitectónicos 30 y 35, resultando algunos da-
social de sus habitantes. Esto es evidente cuando tos preliminares que sugerirían un creciente pro-
se examinan comparativamente las dimensiones ceso de complejización social, donde los habitan-
espaciales de los conjuntos habitacionales; los tes de la ciudad o, por lo menos, de ciertos secto-
materiales y técnicas constructivas empleadas en res de esta tendrían acceso a una mayor variedad
ellos; la presencia y cantidad de estructuras de al- de bienes como a una gama cada vez más amplia
macenamiento; así como los acabados de pisos, de recursos (Tello et al. 2003). Estos datos
paredes e inclusive de los techos, donde se utilizó novedosos permiten establecer una especial corre-
elementos formales que habrían destacado el pres- lación entre la dinámica que condujo al fortaleci-
tigio o especial status de sus moradores.22 Otros miento de las estructuras de poder del estado
aspectos importantes, cual es la continuidad en el Moche —manifiesto en el extraordinario desplie-
uso de las estructuras habitacionales, vinculan la gue de su arquitectura pública monumental— y,
arquitectura de mayor calidad con una mayor del otro, la dinámica de unidades familiares resi-
permanencia de la ocupación, aun cuando se ad- dentes en la ciudad, que accederían a una mejor
vierte la presencia de superposiciones y calidad de vida y a una creciente sofisticación en
remodelaciones; mientras que la arquitectura más sus patrones de consumo, lo que se manifestaría
modesta se relacionaría con una mayor precarie- también en una mayor intensidad en el uso del
dad de la permanencia, marcada por períodos de suelo urbano y en una creciente especialización
desocupación o inclusive por su abandono defi- funcional de los espacios arquitectónicos.23
nitivo (Van Gijseghem 2001).

Fig. 217. Reconstrucción


isométrica del Conjunto Ar-
quitectónico 30, delimitado al
este por la Avenida 1 y al nor-
te por el Callejón Norte 30
(Proyecto Arqueológico de las
Huacas del Sol y la Luna).

22
En la pictografía moche, como también en su cerámica escultórica, las representaciones de arquitectura ceremonial así
como de viviendas de elite, presentan una profusa decoración mural, con techos de formas complejas que incluyen ornamentaciones
y su coronación con adornos en forma de porras. Coincidentemente, estas porras decorativas de gran tamaño hechas en cerámica,
han sido halladas en las excavaciones de algunos conjuntos que se presume pudieron ser habitados por personajes de la elite moche
(Tello 1998: 128, Fig. 127), como también en sus templos (Franco et al. 1999).
23
Este proceso se desprendería del análisis de los siguientes datos: el progresivo incremento de la cantidad de cerámica, como
de la variedad de formas que esta expresa; la creciente presencia de artefactos de metal, como de material lítico y de otros abalorios
asociados al prestigio social; el creciente acceso a una mayor diversidad de recursos de subsistencia; mientras que en las unidades
arquitectónicas se observarían eventos de remodelación más frecuentes; una mayor subdivisión espacial de los ambientes; así
como una mayor y más definida gama de funciones que estos habrían absuelto (Tello et al. 2003). Sin embargo, debemos advertir
200 JOSÉ CANZIANI

Entre las posibles unidades habitacionales del das, en cuanto “viviendas-taller” o, por el contra-
más alto status se ha registrado la estructura AA2, rio, utilizando dentro de los talleres ciertos espacios
que al igual que AA1 y AA3 presentan fogones, para la preparación y consumo de alimentos por
piedras de moler y restos de alimentos. En parti- parte de quienes allí laboraban, lo que no necesa-
cular, en el caso de AA2, la organización espacial riamente comporta el desarrollo de actividades
de esta unidad, sus buenos acabados y calidad de “domésticas” a nivel familiar. Adicionalmente, hay
los artefactos asociados, así como la presencia de que advertir que existe por parte de la arqueolo-
nichos y de depósitos, sugerirían su correspon- gía un mayor grado de dificultad en identificar
dencia con una vivienda de elite (Topic 1982, cierto tipo de actividades, como son aquellas que
Pozorski y Pozorski 2003). Sin embargo, ya he- pueden no dejar mayores rastros —cual es el caso
mos señalado que para el caso de AA2, el plantea- de la manufactura textil— más aún cuando se trata
miento arquitectónico y la notable cantidad de de ambientes que pudieron estar sujetos a una pe-
estructuras de almacenamiento que presenta, es- riódica limpieza. Sin embargo, en otros casos, la
pecialmente en su sector sur, y la forma definida actividad manufacturera no solamente genera con-
por el ordenamiento espacial de estos depósitos, textos tangibles, asociados a un conjunto de arte-
parece responder más a una función de tipo pú- factos muy definidos, sino que, inclusive, incor-
blico, posiblemente de carácter político adminis- pora o adapta la presencia de estos artefactos o de
trativo, lo que no excluye el uso doméstico que otros elementos a los espacios arquitectónicos
pudieron tener algunos de los ambientes. Este es dedicados a la producción.
el caso propio de las estructuras públicas del tipo Este es el caso de las excavaciones arqueológi-
“palacio”, que comprenden determinados espacios cas que han documentado talleres dedicados a la
de uso residencial, en cuanto apéndices supedita- producción alfarera (Uceda y Armas 1997). Por
dos a la función eminentemente pública de estos ejemplo, en el conjunto denominado “taller alfa-
edificios (Canziani 1989: 110-112). rero” se ha registrado la superposición de hasta 8
En cuanto a la presencia de talleres dedicados pisos, lo que daría a entender que se trataría de
al desarrollo de la producción especializada de una unidad de producción, aparentemente de ca-
manufacturas, es de señalar que muchos de estos rácter familiar, que se dedicó por varias genera-
pueden haber estado integrados dentro de vivien- ciones a la producción de cerámica fina. En este

Fig. 219. Estructuras de


depósito dispuestas a lo
largo de los muros de un
conjunto arquitectónico
(Canziani).

que dado lo limitado de la “muestra” estos indicios pueden estar sesgados por la evolución singular de la condición social de los
habitantes de estas sendas unidades —lo cual no necesariamente puede corresponder a un comportamiento generalizable—,
como también pueden ser distorsionados por determinados cambios de uso de los ambientes excavados, donde, por ejemplo, la
instalación de una cocina o de un repositorio de desperdicios, podrían leerse como un “mayor acceso a una diversidad de recursos
de subsistencia” durante estas fases. Por lo tanto, estas sugerentes hipótesis de trabajo deberían ser validadas con una muestra más
amplia, desarrollando excavaciones similares en otras unidades.
5. LAS PRIMERAS CIUDADES 201

temperantes, discos de alfarero (que hacían las


veces de torno), matrices y moldes, cerámica cru-
da, además de los hornos de quema y de piezas de
cerámica deformadas y descartadas por fallas de
producción. Lo extraordinario de todas estas evi-
dencias documentadas dentro de esta unidad, es
que ilustran el desarrollo espacial de toda la se-
cuencia propia de los procesos comprometidos en
la producción alfarera en los tiempos de Moche.
También es de interés anotar, que la excava-
ción del taller de alfarero registró la presencia de
grandes tinajas empotradas en los pisos y dispues-
tas tanto aisladas como en grupos formando hile-
ras. La ubicación de estas tinajas en relación con
las zonas de trabajo, sugiere que estas sirvieron
para abastecerse de agua durante la preparación
de la arcilla y en otras fases de la producción cerá-
Fig. 220. Plano del Conjunto AA2 (Lange Topic 1982: 271). mica. Algunos ambientes presentan evidencias de
la preparación y consumo de alimentos, lo que
podría indicar tanto el desarrollo de esta activi-
taller se desarrollaron una serie de patios con evi- dad para la alimentación de quienes laboraban en
dencias de producción alfarera, tales como ma- el taller, como también la presencia de un grupo
nos y batanes para la molienda de la arcilla y los familiar que habitaba en ellos.24

Fig. 221. Representación en


una pictografía moche de línea
fina de un taller dedicado a la
producción textil (Donnan y
McClelland 1999).

24
Si bien es relativamente común el hallazgo de enterramientos bajo los pisos de los conjuntos, en el caso del taller alfarero
es significativa la presencia de dos tumbas con un ajuar funerario sofisticado y de alta calidad. Estas evidencias plantean a los
202 JOSÉ CANZIANI

Si bien la gama de productos del taller de


ceramistas es relativamente amplia, esta se con-
centra en artículos de carácter ritual y de elite,
cuya producción fue masiva y seriada, tal como
se puede inferir de la consistente presencia de
moldes y matrices. Este dato, unido a la relativa
proximidad del taller a la Huaca de la Luna, suge-
riría a los investigadores que tanto este taller -como
otros que pudieron encontrase en sus alrededores
conformando quizás un barrio- pudieron estar
supeditados al control de la elite sacerdotal y a la
imposición de ciertos cánones y parámetros esté-
ticos, ya que gran parte de la producción habría
tenido consumo como parte de ofrendas funera-
rias (Uceda y Armas 1997).

Fig. 223. Ceramio moche con representación escultórica de dos


personajes elaborando chicha (Museo Nacional Bruning,
Lambayeque).

urbanos, cual es el caso de las figurinas que se


encuentran recurrentemente entre los hallazgos de
Fig. 222. Representación escultórica de un taller de orfebres en el los conjuntos excavados. No es de descartar tam-
que se puede apreciar frente al horno de fundición a un maestro
artesano en plena faena y a tres asistentes provistos de toberas
poco que buena parte de estos bienes estuviera
oxigenando la combustión (Alva y Donnan 1993: fig. 12). destinado a la demanda de la población localiza-
da en los asentamientos rurales. La profundización
De otro lado, desde el punto del aprovisiona- de este tipo de investigaciones es de suma impor-
miento de materias primas para la elaboración de tancia, ya que contribuirá a esclarecer la forma de
la cerámica, la arcilla parece de procedencia local articulación y circulación de bienes e insumos
y de canteras próximas al sitio. Sin embargo, otros comprometidos con la producción urbana, tanto
elementos específicos pudieron venir de lugares dentro de la propia ciudad, como con relación al
distantes, como es el caso del caolín utilizado para entorno territorial, los asentamientos urbanos de
los engobes blancos, que procedería de la serranía menor jerarquía y las aldeas del ámbito rural.
de Cajamarca (Chapdelaine et al. 1995).25 En Otros datos de gran interés sobre las activida-
cuanto a la distribución y consumo de los bienes des productivas desarrolladas en los talleres de la
producidos en los talleres, además de su disposi- ciudad, provienen de las excavaciones conduci-
ción como parte de las ofrendas funerarias de los das en el Conjunto 7, donde se halló en uno de
enterramientos, otros pudieron ser distribuidos y sus ambientes un posible horno de fundición en
consumidos en el ámbito de los asentamientos forma de “chimenea”,26 asociado a un crisol con

investigadores la posibilidad de que algunos especialistas en la producción de manufacturas gozaran de cierto nivel de status, si no
es que estaban adscritos como parte de la elite gobernante (Uceda y Armas 1997; Uceda et al. 2003).
25
El análisis efectuado mediante activación neutrónica en cerámica proveniente del sitio de Moche (Chapdelaine, Kennedy
y Uceda 1995), define la posibilidad de que las piezas correspondientes a la cerámica ritual estuvieran elaboradas con arcillas
locales próximas al sitio, mientras que las de tipo utilitario arrojarían diversidad en los tipos de arcilla. Este dato confirmaría que
la cerámica ritual producida en talleres especializados refleja un control sobre determinadas fuentes de materia prima y/o su
empleo recurrente. para la elaboración de este tipo de cerámica; mientras que la variabilidad en las arcillas de la cerámica utilitaria,
estaría señalando que estos productos posiblemente se elaboraron en distintos talleres del valle y aparentemente sin que para esto
se requiriera la especialización propia de los talleres presentes en el centro urbano (Canziani 2003).
26
Este horno presenta características y forma muy similares al que ilustra una pieza cerámica escultórica moche, la que
representa a 4 metalurgistas dedicados a la elaboración de piezas de metal en torno a un horno (Moseley 1992: foto 66).
5. LAS PRIMERAS CIUDADES 203

Fig. 224. Representación de una escena de intercambio o redistribución (Donnan y McClelland 1999).

restos de cobre. Lo que estaría indicando que un (Merluccius gayi peruanus) y sardina (Sardinops
sector de este conjunto funcionó como un taller sagax sagax), lo que revelaría la importancia que
de metalurgistas u orfebres (Chapdelaine et al. alcanzó en la sociedad moche la pesca en alta mar
1997: 82). con embarcaciones (Vásquez y Rosales 1998). En
En cuanto a las evidencias relacionadas con la mayoría de los casos, estos datos estarían seña-
las subsistencias, se registra un amplio manejo de lando que los pobladores de la ciudad eran abas-
distintos ecosistemas. Destacando el consumo de tecidos de una amplia gama de recursos y pro-
productos agrícolas, la ganadería de camélidos y ductos por parte de campesinos cuyas estancias o
el manejo de algunos recursos que provienen de aldeas debieron asentarse en proximidad de los
los bosques y las lomas. En el consumo alimenti- campos de cultivo del valle; así como por comu-
cio también tienen una abundante participación nidades de pescadores especializados en la extrac-
los recursos marinos y, entre ellos, de una gran ción de recursos marinos, cuyos asentamientos
cantidad de peces de mar abierto como merluza debería de rastrearse a lo largo del litoral.27

Fig. 225. Pictografía moche de


línea fina, con la representación
de personajes míticos en una
escena de intercambio, portan-
do caracolas de Pututos
(Strombus) y Conos (Conus) pro-
venientes de los mares del ex-
tremo norte del Perú y del Ecua-
dor, transportados utilizando
llamas como animales de carga
(Donnan y McClelland 1999).

27
Otra importante innovación de la sociedad Moche se verifica en el campo de la navegación, con el desarrollo de nuevos
medios como son las embarcaciones —hasta hoy populares— conocidas como “caballitos” y las balsas de totora. Gracias a estas
embarcaciones se mejoró sustancialmente las condiciones de pesca, tanto de litoral como en mar abierto, así como el transporte
de bienes y de gentes mediante la navegación de altura. Los hallazgos de artefactos moche en las islas norteñas de Guañape,
Macabí y Lobos —algunas como Lobos de Afuera a más de 80 km de la costa— testimonian los extraordinarios derroteros de
estos navegantes que tenían como destino estos puntos remotos, tanto para la deposición de ofrendas y la realización de sacrificios
a estas “Huacas” del mar (Rostworowski 1981), como también para el aprovisionamiento del guano de las islas, en cuanto
excelente fertilizante para la agricultura. Sin embargo, es totalmente discutible la aseveración, reiterada por muchos autores, de
que los moche navegaron hasta las islas Chincha para proveerse de guano, lo que hubiera implicado una ardua navegación contra
corriente y los vientos dominantes por más de 750 km para obtener lo que tenían abundantemente en sus propias costas. Este
malentendido parece originarse en la confusión de la fuente de proveniencia de artefactos moche hallados en la época de la
extracción del guano de islas en el siglo XIX, y que fueran finalmente entregados por los capitanes de los navíos a coleccionistas
y museos europeos, reportándose equivocadamente que algunos de estos eran originarios de Chincha (ver a este propósito Huchinson
[1873 4] en Kubler [1948: figs. 38 y 39], donde se reporta esculturas de madera moche como provenientes de Chincha, las
mismas piezas que Wiener [1880] (1993: 619) ilustra como hallazgos de la Isla Lobos de la costa norte).
204 JOSÉ CANZIANI

Como es que se articulaban estas relaciones de un centro privilegiado la naturaleza de la organi-


aprovisionamiento y cuales fueron los mecanis- zación estatal teocrática a la que dio cuerpo la so-
mos de intercambio, son algunas de las muchas ciedad moche, más aún cuando ésta constituye la
interrogantes que aún quedan por dilucidar, y forma más compleja de este tipo de Estado en el
cuyas respuestas necesariamente requieren del exa- ámbito de los Andes Centrales (Canziani 2003a).
men de los datos provenientes de los asentamientos Los estudios que se conducen sobre este tema per-
del ámbito rural y del litoral marítimo. Resulta mitirán además conocer la evolución y cambios
así evidente que sin la investigación de este tipo registrados en la sociedad moche, a partir de sus
de asentamientos, que se constituyen en la con- inicios tempranos, su extraordinario apogeo y su
traparte de las economías urbanas, los datos refle- posterior declinación, durante la época que inau-
jarán tan sólo una fracción de la realidad histórica gura el surgimiento de nuevas formaciones socia-
y dificultarán nuestra visión general acerca del les en el Horizonte Medio.
nivel de complejidad alcanzado por la sociedad Somos de la opinión que estos estudios expon-
moche. De otro lado, existe una notable evidencia drán los elementos causales de la declinación y
de la presencia de muchos recursos exóticos pro- posterior abandono de la ciudad de moche, a partir
venientes de la Amazonia o de las costas de los del examen de los factores económicos y sociales
mares ecuatoriales, que debieron circular a través y de la dinámica de las contradicciones en el seno
de redes de intercambio a larga distancia. Obvia- de esta formación social teocrática. Si en su mo-
mente, aquí también queda pendiente la interro- mento tomamos distancia de las múltiples pro-
gante acerca de la existencia de mercaderes o tra- puestas “catastrofistas” que estuvieron y se mantie-
tantes al servicio de la organización estatal moche, nen en boga entre muchos investigadores como
que se habrían movilizado mediante caravanas a explicación acerca del colapso moche,28 hoy en
lo largo de los valles y desiertos costeños y hacia día las recientes investigaciones han dejado en claro
las regiones altoandinas; o por medio de embar- que eventos aluviales propios de El Niño, así como
caciones a lo largo del litoral y sus islas. fenómenos de arenamiento eólico fueron frecuen-
Finalmente cabe señalar el notable avance lo- tes en el sitio de Moche (Uceda y Canziani 1993,
grado en poco más de una década, con relación a Canziani 2003a, 2004). Está por demás compro-
la definición de las características de un centro bado que los basamentos de muchos de los mu-
urbano de primer nivel como es la ciudad de ros y pisos de las estructuras de los distintos sec-
Moche. La relevancia de estas investigaciones de- tores urbanos, se asientan directamente sobre capas
riva en una creciente comprensión de la naturale- de arena; al igual que muchas de las remodela-
za de esta urbe y, a través de esta lectura, del nivel ciones y superposiciones revelan interfaces con
de desarrollo económico alcanzado, así como de depósitos de acarreo eólico, cuando el abandono
la condición y modo de vida de sus clases socia- temporal de ciertas estructuras generó su arena-
les. Además hay que considerar que esta nueva miento (Chapdelaine et al. 1997, Tello et al. 2003).
perspectiva en los estudios urbanos sobre Moche, Un fenómeno similar se presenta con la observa-
presenta la ventaja adicional de permitir exami- ción estratigráfica de diferentes eventos asociados
nar la dinámica del proceso evolutivo del asenta- con la deposición de capas de material aluvial en
miento, gracias al largo período de vigencia his- las superposiciones de los conjuntos urbanos como
tórica documentado en este centro urbano. en la propia arquitectura monumental.29
Esta extraordinaria disponibilidad de datos Como ya lo señaláramos en su oportunidad
ofrece la oportunidad única de examinar desde (Canziani 1989, 1991, 2004), los factores causales

28
Ver a este propósito Nials et al. (1979), Moseley (1992), Shimada (1994), Bawden (1999), quienes sugirieron tanto Niños
aluviónicos, como prolongadas sequías y arenamientos, además de movimientos tectónicos, como posibles causas del colapso del
Estado moche y del abandono de su ciudad capital en Moche e, inclusive, un inverosímil traslado de su corte a la ciudad de Pampa
Grande en Lambayeque, a cientos de kilómetros de distancia (T. Topic 1982). De otro lado, esta supuesta crisis estaría fechándose
alrededor del 600 d.C. mientras que los fechados tardíos del sitio se remontan al 700 d.C. o inclusive son aún más recientes
(Chapdelaine et al. 1997: 90-92).
29
También en las excavaciones de rellenos constructivos en el nivel superior de la Plataforma Principal, pudimos observar
personalmente la presencia de algunas capas de arena acumuladas entre las hiladas de los adobes. La observación de este hecho
singular, permite suponer que al abandonar momentáneamente los constructores el trabajo, se hubiera desatado una fuerte
ventisca (o viceversa), con la consecuente acumulación de arena, sobre la que posteriormente se siguió disponiendo adobes al
retomarse los trabajos de relleno, resultando así la inclusión de algunas capas de arena entre los adobes de los respectivos bloques
de relleno constructivo.
5. LAS PRIMERAS CIUDADES 205

de la crisis de la sociedad Moche deben encontrar vasta experiencia histórica acumulada por su cen-
su explicación en el examen de las contradicciones tenaria sociedad, la que a su vez debió nutrirse de
que se generaron al interior de esta formación los conocimientos milenarios heredados de las
teocrática, las que finalmente habrían conducido poblaciones norteñas que les antecedieron.30
a su manifiesta inviabilidad. En todo caso, cam-
bios climáticos, como los generados por severos
fenómenos de El Niño y por, lo general, otros La ocupación moche en el valle de Chicama
desastres naturales, en esta perspectiva pudieron
acelerar o precipitar situaciones de crisis, agudi- El valle de Chicama, aparentemente conformó con
zando determinadas contradicciones sociales. Sin el de Moche lo que se ha reconocido como el ‘área
embargo, si estas condiciones no estaban dadas, nuclear’ del Estado Moche. Sin embargo, a dife-
causas “externas” como las antes señaladas, pudie- rencia de este último, que exhibe un marcado cen-
ron evidentemente afectar la economía de estas tralismo en la ciudad de Moche, el valle de
sociedades, pero sería de suponer que una vez re- Chicama presenta un patrón de asentamiento en
cuperadas de este trance, retomaran sin mayores el que se registran distintos e importantes centros
transformaciones el modo de vida que les resolvía urbanos. Como es el caso de El Brujo, Mocollope
la existencia y la reproducción del sistema. - Cerro Mayal y Licapa (Chauchat et al. 1998;
Finalmente, debemos recordar que los moche, Gálvez y Briceño 2001), y entre los cuales por el
dada su secular vigencia, evidentemente no de- momento es difícil establecer relaciones de jerar-
bieron ser ajenos al desarrollo de repetidos y pe- quía. Este distinto patrón pudo haber obedecido
riódicos eventos de cambio climático o al desen- a un ejercicio del poder político menos centrali-
cadenamiento de catástrofes naturales generadas zado respecto al existente en el valle de Moche.
por estos. Por lo tanto, es de suponer que supie- Estas diferencias pueden haber derivado tanto de
ron manejar y enfrentar estos fenómenos, desa- la mayor amplitud del valle de Chicama,31 como
rrollando mecanismos que paliaran sus efectos de la presencia de distintas parcialidades asocia-
negativos y sacaran el mejor partido de sus efec- das a sus respectivas zonas de riego, con ciertos
tos benéficos. Para esto debieron de contar con la niveles de autonomía política resuelta mediante

Fig. 226. Mapa del valle de


Chicama con la ubicación de
los principales sitios Moche
(Redibujado de Franco et al.
2001).

30
A este propósito, resulta muy ilustrativa la lectura de las Probanzas de indios y españoles referentes a las catastróficas lluvias de
1578 (Huertas 1987), donde se aprecia como las comunidades indígenas norteñas enfrentan la crisis, echando mano a una serie
de sabios recursos e, inclusive, desplegando energías en la reparación de la infraestructura agraria dañada. Sintomáticamente, aquí
la auténtica crisis deriva de la inmisericorde exacción de tributos por parte de la imperturbable administración colonial.
31
El valle de Chicama tiene una extensión cultivable de 44,000. ha. mientras el valle de Moche cuenta con 19,000. ha.
(Collin Delavaud 1984: 85)
206 JOSÉ CANZIANI

relaciones de complementariedad entre éstas to actualmente por miles de tumbas saqueadas,


(Netherly 1984; Russell y Jakson 2001). que corresponden mayormente a períodos poste-
riores a la ocupación moche del sitio. Esta severa
El Complejo de El Brujo alteración post ocupacional dificulta la observa-
ción de la presencia de otras estructuras menores
En el valle de Chicama, unos 40 km al norte del que, además de la arquitectura monumental, de-
valle de Moche, el complejo Arqueológico de El bieron conformar la integridad del asentamiento.
Brujo constituye un sitio moche de primer nivel. La configuración de este complejo, dominado por
El complejo se ubica en la parte baja de la margen estas dos grandes estructuras piramidales, plantea
derecha del valle, en inmediata proximidad del aquí también el tema de la dualidad en la organi-
litoral marino y unos kilómetros al norte de la zación espacial del asentamiento y ciertas simili-
desembocadura del río Chicama, localizándose tudes con el sitio de Moche. Sin embargo, una
sobre un tablazo eriazo que se eleva ligeramente diferencia notable con las Huacas del Sol y la Luna
por encima del nivel del valle, que en este sector y otros asentamientos moche, es que en este caso
está caracterizado por la presencia de humedales. el sitio no está asociado con la presencia de un
Esta zona del valle tiene el privilegio de contar cerro tutelar, sino más bien con el mar y la espe-
con una larga historia de ocupaciones, que ten- cial ecología que presentan los valles costeños con
dría sus más tempranos antecedentes en la célebre sus característicos humedales en proximidad de
Huaca Prieta, correspondiente al Precerámico la franja del litoral.
Tardío, y que se encuentra a unos cientos de me- Las excavaciones arqueológicas, conducidas en
tros al sur del sitio moche. el sitio se han concentrado en el examen del mon-
El complejo de El Brujo está dominado por tículo de Huaca de Cao (Franco et al. 1994, 2001,
dos grandes montículos piramidales, la Huaca El 2003). Los resultados alcanzados permiten apre-
Brujo o Cortada al noroeste y la Huaca Cao al ciar una estrecha analogía con el modelo expues-
sureste. Entre estos dos montículos, separados to en Huaca de la Luna, lo que nos permite esta-
entre sí unos 500 m, se extiende un llano cubier- blecer una serie de correlaciones y, mediante estu-
dios comparativos, acceder al conocimiento de
Fig. 227. Plano general del complejo de El Brujo, con al sureste la cuales fueron los elementos esenciales de la con-
Huaca de Cao y al noroeste la Huaca de El Brujo (Redibujado de cepción o modelo asumidos por los moche en el
Franco et al. 2003). diseño arquitectónico de los monumentos prin-
cipales destinados al desarrollo de las actividades
rituales de la más alta jerarquía.
Las excavaciones iniciales se centraron en la
exposición del frontis norte de la pirámide, des-
cubriendo la existencia de un tratamiento escalo-
nado de la Plataforma Principal, cuyos paramen-
tos sirvieron de soporte para el despliegue de re-
lieves policromos con distintos motivos
representativos. Al mismo tiempo, adosada al pri-
mer escalón del frontis, se registró la existencia de
un recinto esquinero techado, ubicado sobre una
plataforma baja en la esquina sureste de la plaza
que se desarrolla al norte de la pirámide. Esta pla-
za estaba delimitada por el mismo frontis norte y
por una plataforma baja ubicada al este (Anexo
Este). Es interesante notar, que al igual que lo re-
portado para la Huaca de la Luna, se ha constata-
do también aquí que en ciertas fases los paramen-
tos escalonados de los otros frentes fueron pinta-
dos alternadamente en rojo y blanco, tal como se
ha observado en la esquina noroeste de la Plata-
forma Principal correspondiente al edificio de la
fase D (Franco et al. 2003: 140, fig. 19.15).
5. LAS PRIMERAS CIUDADES 207

Fig. 228. Reconstrucción del


frontis norte de la Huaca de
Cao con el Recinto Esquinero
y los escalones con relieves po-
licromos (Franco et al. 2003).

El primer escalón del frontis norte, correspon- de una rampa hoy desaparecida y que debió desa-
diente al edificio “A”, 32 así como su continuación rrollarse hacia el norte sobre la plataforma Este.
en el frente de la plataforma Este, ilustra con re- Los relieves asociados a los paramentos exte-
lieves de gran naturalismo la escena del “desfile riores del recinto esquinero y de su vestíbulo so-
de prisioneros” capturados por guerreros victo- bre la plataforma baja, presentan características
riosos. El paramento del segundo escalón, pre- muy singulares y es relevante observar que inte-
senta un friso con las figuras hieráticas de perso- rrumpen la continuidad de los relieves del primer
najes que se toman de las manos y que lucen escalón que representa la escena de desfile de pri-
faldellines, orejeras y tocados en forma de coro- sioneros. El Paramento oeste del recinto esquinero
na. Finalmente, los restos conservados del tercer exhibe paneles definidos por franjas horizontales,
escalón, presentan un ser supranatural con los atri- en los que se representó escenas de combate entre
butos del dios degollador, en su versión de araña, parejas de guerreros; mientras que en los paramen-
asiendo con la mano derecha un cuchillo o tumi tos al norte del recinto y este del vestíbulo se de-
ceremonial. Es interesante notar que este escalón sarrollaron relieves policromos con motivos de
y el motivo representado en el friso no presentan gran complejidad y, al mismo tiempo, de extraor-
continuidad en el frente de la plataforma Este, dinario naturalismo.
más bien éste escalón en el límite este del frontis Un análisis reconstructivo de las estructuras
forma un ángulo ochavado, lo que permitiría su- presentes sobre la cima de la Plataforma Principal
poner —si establecemos la analogía con el frontis correspondiente al Edificio de la época A, permi-
norte de Huaca de la Luna y el ochavo que pre- ten señalar la presencia de una Plataforma Supe-
senta en el encuentro con la rampa principal— rior en el sector noreste de la misma. 33 El ascenso
que posiblemente en este punto de la Huaca de a esta plataforma superior se realizaba mediante
Cao también se habría ubicado el adosamiento una rampa orientada oeste–este; mientras que la

32
Los investigadores de este monumento plantean una secuencia de superposiciones que comprende 7 edificios, que van
desde el más reciente “A” –que correspondería a la última etapa de ocupación Moche- hasta los rastros de una de las versiones más
tempranas del edificio en “G” (Franco, Gálvez y Vásquez 2001).
33
Hay que advertir que los investigadores de Huaca de Cao (Franco et al. 2001, 2003), utilizan en sentido inverso al nuestro
los términos Plataforma Principal y Plataforma Superior. En este trabajo, siguiendo la propia lógica conceptual, denominamos en
términos generales Plataforma Principal a la estructura correspondiente a la plataforma mayor del monumento, mientras que
como Plataforma Superior, entendemos aquella que se desarrolla en un nivel más elevado sobre la cima de la Plataforma Principal.
De modo que, tanto en la descripción de la arquitectura de Huaca de la Luna como de la Huaca de Cao, mantenemos los
conceptos antes señalados a fin de evitar confusiones.
208 JOSÉ CANZIANI

conexión con las rampas que ascendían de la pla- del modelo de ordenamiento arquitectónico
za a la plataforma principal, se resolvía mediante (Franco et al. 2001, 2003: fig. 19.12). En este
un corredor orientado de norte a sur. La Platafor- caso, el sistema de rampas de acceso que se desa-
ma Superior presentaba también un tratamiento rrollan en el frontis norte de la pirámide entrega-
escalonado y su paramento del lado sur presenta ban a un corredor que va de norte a sur, permi-
evidencias de relieves policromos con la imagen tiendo el ascenso mediante rampas a los niveles
del degollador desplegada en campos romboidales altos de la Plataforma Superior, ubicada en el sec-
y triangulares.34 Si bien este aspecto no está sufi- tor noreste de la Plataforma Principal. A su vez, el
cientemente detallado, posiblemente por el grado recorrido de este mismo corredor hacia el sur per-
de destrucción de las estructuras de este nivel, es mitía el acceso hacia el Patio Ceremonial, ubica-
factible suponer que estos relieves formaran parte do en el sector sureste de la Plataforma Principal,
de la decoración correspondiente al cierre del lado profusamente decorado con relieves policromos,
norte del Patio Principal, ya que motivos muy si- y en cuyo ángulo sureste se encontraba el clásico
milares decoraron el espacio análogo de Huaca recinto esquinero, también decorado con relieves
de la Luna, donde tuvo una persistente presencia (Franco et al. 2003: fig. 19.16). De otro lado, en
durante la vigencia de los Edificios A, B/C y D. el sector suroeste de la Plataforma Principal, es
De igual manera, si aplicamos la analogía con lo también relevante apreciar la presencia de ambien-
expuesto en Huaca de la Luna (Uceda et al. 1994) tes con hornacinas y pilares —de lo que se dedu-
y con lo documentado para la propia reconstruc- ce que posiblemente estuvieron techados a dos
ción del Edificio D de Huaca de Cao, podemos aguas— de forma muy similar a las salas registra-
suponer que en la esquina sureste del Patio Prin- das en este mismo sector en la secuencia de edifi-
cipal de esta época se debió también desarrollar la cios documentados en Huaca de la Luna. Final-
característica edificación del recinto esquinero. mente, se reporta que las recientes investigacio-
En cuanto a las estructuras presentes sobre la nes en el cuadrante noroeste de la Plataforma
Plataforma Principal correspondientes al Edificio Principal de la Huaca de Cao, han expuesto tam-
de la época D, estas están mejor conservadas y bién aquí estructuras asociadas a pilares de gran
han permitido una reconstrucción más completa altura y donde tanto los paramentos de estos edi-

Fig. 229. Huaca de Cao. Re-


construcción isométrica corres-
pondiente a la época del Edifi-
cio D (Franco et al. 2003).

34
Este motivo es muy similar a los relieves documentados en el Patio Principal de la Huaca de la Luna, especialmente al
fragmento conservado correspondiente al edificio A -el más tardío de todos- donde el diseño de las serpientes que decoran las
franjas de los rombos es también de corte naturalista. Este hecho permitiría establecer, desde el punto de vista estilístico, una
posible contemporaneidad en la vigencia de los respectivos edificios.
5. LAS PRIMERAS CIUDADES 209

ficios como las caras de los pilares han sido deco- ritual de un valle, como es el de Chicama, muy
rados con relieves y pintura mural. próximo al de Moche no solamente en términos
En resumen, si bien con algunas ligeras varian- de distancia física sino en el ámbito de las esferas
tes, el modelo arquitectónico reiterado en las socio culturales, conformando las poblaciones
superposiciones de Huaca de Cao, presenta evi- presentes en ambos valles lo que se reconoce como
dentes analogías arquitectónicas con lo documen- el “área nuclear” de la sociedad Moche.
tado en Huaca de la Luna, desde el nivel general Otras hipótesis alternativas podrían plantear
del ordenamiento y la distribución espacial de los la presencia —en determinado contexto históri-
distintos componentes del monumento; hasta las co— de sendas formaciones estatales en cada uno
propias características esenciales de los elementos de estos valles. Cuyas estrechas correlaciones po-
arquitectónicos que definen estos espacios; lo que drían verse plasmadas en el modelo arquitectóni-
es extensivo, inclusive, al nivel del detalle de algu- co común, asumido en el desarrollo de sus res-
nos de los motivos iconográficos representados en pectivos centros ceremoniales principales. El tema
los relieves de los más importantes espacios ritua- por cierto es tan apasionante como complejo ya
les. A lo que debemos agregar el análogo proceso que, como hemos señalado anteriormente, toca
de superposiciones arquitectónicas asociado a la el problema clave referente al tipo de organiza-
tradición de regeneración del templo. ción estatal presente en el área nuclear Moche, y
Evidentemente estas consistentes analogías no su posible manifestación en testimonios arqueo-
son casuales y debieron de originarse en la exis- lógicos de primera importancia, cuales son los
tencia una serie de correlaciones especiales entre centros urbanos de mayor jerarquía y la arquitec-
estos dos sitios, las que se manifiestan claramente tura monumental presente en ellos. La dilucida-
en la estrecha similitud de la arquitectura de am- ción de estas interrogantes queda supeditada al
bos monumentos. La problemática planteada al desarrollo de mayores investigaciones, para lo cual
respecto es por demás trascendente, ya que nos es importante estructurar el análisis de estos as-
propone distintas hipótesis explicativas. Algunas pectos, con la finalidad de poner a prueba y afi-
hipótesis pueden privilegiar la presencia de un nar las hipótesis de trabajo que se construyan acer-
Estado Moche centralizado, en cuyo caso podría- ca de esta problemática (Canziani 2003, 2004).
mos esperar que el modelo arquitectónico forja- Finalmente, es relevante al análisis de los as-
do en Huaca de la Luna, el principal complejo pectos funcionales de esta arquitectura monumen-
ceremonial de la sociedad moche, y en cuanto tal, apreciar que el primer escalón de las pirámi-
componente gravitante de la ciudad que habría des de Huaca de la Luna, como de la Huaca de
constituido una suerte de “capital”, fuera replica- Cao, representa una escena de desfile de prisione-
do en Huaca de Cao en el marco del Complejo ros. Esta escena en la iconografía moche está liga-
de El Brujo, en cuanto centro de mayor jerarquía da a otras que la conectan con representaciones

Fig. 230. Detalle de los relie-


ves policromos del Patio Cere-
monial sobre la Plataforma
Principal de Huaca de Cao
(Canziani).
210 JOSÉ CANZIANI

de combate y captura de prisioneros, y de sacrifi- rra, lo que dificulta enormemente tener una idea
cios que culminan en la denominada ‘escena del de su configuración original. En la fotografía aé-
sacrificio’ o de ‘la presentación’ (Alva y Donnan rea publicada por Kososk (1965: fig. 28), se apre-
1993, Hocquenghem 1987, Castillo 1989). De cia al norte del sitio y en una posición central, lo
esta manera, es factible también suponer que es- que aparentemente fue una gran estructura
tas expresiones estuvieran representando rituales piramidal de plataformas escalonadas. Esta estruc-
que acontecían en la vida real, y que debieron de tura, que por sus características monumentales
desarrollarse en el marco de la Plaza Ceremonial debió constituir la edificación principal del sitio,
al norte, para luego alcanzar su clímax en los es- parece que fue construida incorporando en su
pacios rituales más restringidos, dentro de las es- volumen un promontorio de la falda del cerro.
tructuras ubicadas en la cima de la pirámide. Esta Esta edificación piramidal pudo complementarse
es otra esfera, la ideológica y superestructural, con una plaza o explanada al sur, mientras que
donde se establecen estrechas analogías entre más al sur y al este se aprecian otros montículos o
Huaca de la Luna y Huaca de Cao, confirmando plataformas, coronados por grandes recintos de
que el paralelismo en la común afiliación a un planta rectangular.
mismo modelo arquitectónico corresponde a un A una distancia de 1.5 km y al noroeste del
ordenamiento cosmológico compartido, el que complejo de Mocollope se encuentra el sitio de
debió de ser sancionado por medio de los cáno- Cerro Mayal, que corresponde a un extenso cen-
nes establecidos por el culto vigente y el ejercicio tro de producción alfarera. Localizado sobre un
de la autoridad máxima por parte de quienes eran promontorio rocoso que se eleva por encima de
sus supremos oficiantes. los campos de cultivo, Cerro Mayal estuvo apa-
rentemente asociado al complejo de Mocollope,
Mocollope y Cerro Mayal no sólo por la escasa distancia que los separa, sino
también por el tipo de producción intensiva des-
El complejo de Mocollope se ubica en una posi- tinada a la elaboración de cerámica mayormente
ción central con relación a la extensión agrícola fina (Russel et al. 1994).
del valle de Chicama y en un punto intermedio El área del taller abarca una extensión oblonga
entre el valle medio y el bajo. Representa un sitio de 185 x 50 m y presenta una alta concentración
de gran extensión que se localiza al pie de la falda de evidencias de hornos y quema, así como des-
sur del cerro Mocollope y, como ya hemos men- hechos de cerámica, moldes, fragmentos de tor-
cionado, corresponde a una de las típicas locali- nos y pulidores. En el sitio los investigadores han
zaciones de sitios moche al amparo de cerros tu- podido reconocer una distribución espacial de las
telares. El sitio ha sido duramente afectado por la actividades productivas, con áreas destinadas a la
erosión, la huaquería y por movimientos de tie- quema; otras de apoyo a la producción, donde

Fig. 231. Mocollope. Foto


aérea en la que se aprecian
construcciones piramidales,
plataformas y posibles plazas
(Servicio Aerofotográfico Na-
cional. Kosok 1965: 108, fig.
28).
5. LAS PRIMERAS CIUDADES 211

posiblemente se preparaba la arcilla, se modelaba de una entidad estatal centralizada y de carácter


las piezas, se les decoraba y pulía; algunas áreas expansivo, que se anexó nuevos territorios y po-
menores presumiblemente estuvieron destinadas blaciones mediante la conquista militar de los
a habitación, pero a la fecha de la investigación valles al sur de Moche (Willey 1953, Lumbreras
aún no habían sido exploradas. En las áreas de 1969, Moseley 1992, Castillo y Donnan 1994,
apoyo a la producción existen evidencias de pre- Canziani 1989, 2003).
paración y consumo de alimentos, pero es intere- De acuerdo a esta información, Moche cons-
sante advertir que los investigadores señalan que tituiría el primer caso de un Estado del Área Cen-
esta actividad no se habría dado en contextos de tral Andina en desarrollar un proceso de expan-
tipo doméstico, sino más bien para atender la ali- sión que debió comprometer novedosas formas
mentación de los trabajadores del taller (op. cit: de control territorial y poblacional en las regiones
199-200). anexadas a su dominio. En esta dirección se ha
La filiación estilística de la cerámica, corres- sostenido que el Estado Moche habría desarrolla-
pondiente a la fase Moche IV, indicaría que fue do determinadas estrategias que comprendían
mayormente durante esta época que el taller sos-
modificaciones sustanciales en los patrones de
tuvo su producción. De otro lado, la enorme can-
asentamiento de los valles ocupados y, especial-
tidad de deshechos de producción y el tipo de
artefactos registrados en las áreas de actividad del mente, la implantación de enclaves urbanos que
taller, indicarían que la producción de cerámica habrían desempeñado el rol de “capitales provin-
fue muy intensa y de carácter especializado, posi- ciales”. Este es un tema de sumo interés para com-
blemente por parte de artesanos que trabajaban prender la naturaleza del Estado Moche y del tipo
en él a dedicación exclusiva. Estos datos plantean de dominación instaurado en los territorios con-
algunas importantes cuestiones, acerca del tipo de quistados y que abordaremos examinando, en cada
relación establecida con relación a la elite urbana caso, las características principales que asume la
residente en el complejo de Mocollope. Una po- presencia Moche en los valles de Virú, Chao, San-
sible interpretación, sería que la producción de ta, Nepeña, Casma y Huarmey, de acuerdo a las
este taller de ceramistas estuvo destinada a satisfa- evidencias conocidas y los estudios disponibles.
cer los encargos (la demanda) de la elite la que, a Otro aspecto relevante tiene que ver con el
su vez, regulaba e intermediaba su consumo por análisis de los factores causales que habrían im-
parte de los pobladores del valle, en el marco de pulsado este fenómeno expansivo. Entre estos
las actividades rituales que tenían como centro al podemos considerar el requerimiento por parte
complejo de Mocollope. Evidentemente, esta de la organización del Estado de nuevos y mayo-
como otras interpretaciones requieren de mayo- res recursos, que le permitieran satisfacer la cre-
res estudios y, en especial, de su comprobación ciente demanda del mantenimiento de las pobla-
mediante el examen de la distribución que tuvo ciones urbanas y el abastecimiento de insumos
la cerámica producida en el taller en los para su producción manufacturera; así como la
asentamientos moche del valle. disponibilidad de mayores excedentes que permi-
tieran el desarrollo y mantenimiento de obras
públicas, entre las cuales debemos de considerar
La expansión Moche a los valles sureños la inversión destinada al desarrollo de la fastuosa
arquitectura monumental. Igualmente debe de
Como ya sostuvimos en la introducción de este considerarse los excedentes productivos destina-
capítulo, muchos autores que han trabajado la dos al intercambio y a la adquisición de bienes
problemática de las formaciones sociales presen- exóticos, al igual que a la elaboración de joyas y
tes en la Costa Norte durante este período, coin- otras regalías propias de la pompa de la clase do-
ciden en señalar que en cuanto a la región sureña minante, de cuya manifiesta acumulación de ri-
de los Moche, estos en un determinado momen- queza dan testimonio las espectaculares ofrendas
to histórico —aparentemente coincidente con el funerarias depositadas en las cámaras mortuorias
dominio estilístico que caracterizó la fase IV— de la elite moche.
desarrollaron a partir de los valles nucleares de De esta manera, tendríamos una serie de
Moche y Chicama una expansión hacia el Sur, causales que se adscribirían a una dinámica econó-
dominando los valles de esta región hasta Nepeña, mica, donde fundamentalmente la creciente de-
con posibles proyecciones hacia el valle de manda de recursos agrarios moverían el Estado
Huarmey. Esta hipótesis supone la conformación hacia la conquista o control de otros valles oasis
212 JOSÉ CANZIANI

con potencial agrícola; mientras que la demanda aparejados con lo que podríamos llamar la diná-
de materias primas por parte de la actividad ma- mica del poder, es decir, la búsqueda por parte de
nufacturera especializada en fuerte expansión, la entidad estatal centralizada de ejercer una cre-
como es el caso de la metalurgia y orfebrería, la ciente dominación poblacional y territorial en la
textilería, la alfarería y otras, llevarían a la bús- que debieron de entremezclarse aspectos relacio-
queda y apropiación de las fuentes de los recursos nados con el prestigio de la clase dominante; los
necesarios para el desarrollo de estos procesos pro- requerimientos de una ideología religiosa
ductivos, tales como minas, canteras, bosques, avasalladora como debió ser ciertamente la moche;
pesquerías, etc. A su vez, la disponibilidad de este y el ejercicio de la fuerza mediante el despliegue
“capital” económico permitiría solventar caravanas de la guerra y el arte militar.35
o viajes de mercaderes para la adquisición de bienes
exóticos provenientes de regiones relativamente
lejanas, así también el disponer de bienes precia- La ocupación Moche en el valle de Virú
dos y con un alto valor para fines de intercambio.
Hemos señalado en un trabajo anterior Con relación a la expansión moche hacia los valles
(Canziani 1989: 130-133), que unido a estos as- del sur, el valle de Virú constituía hasta hace poco
pectos hay que valorar también un aspecto clave un caso paradigmático, en cuanto representaba el
en el mundo andino, cual es el control y la apro- más importante valle inmediatamente al sur de
piación de la fuerza de trabajo de las poblaciones Trujillo, donde los moche habrían sentado sus
locales, cuya participación es esencial para posi- reales, modificado el patrón de asentamiento local
bilitar la ampliación de la capacidad productiva y establecido un centro en el complejo de
presente en cada valle y elevar su potencial en la Huancaco (V-88-89), que habría asumido la con-
generación de excedentes. Sin embargo, no debe- dición de “capital provincial”. Sin embargo, las
mos de olvidar que estos aspectos económicos van recientes excavaciones de Bourget (2003) especial-

Fig. 232. Ocupación del período Huancaco en el valle de Virú (redibujado de Willey 1953 en Canziani 1989)

35
Sintomáticamente, en la iconografía moche son ampliamente representadas escenas de batalla entre guerreros y de captura
de prisioneros, así como del sacrificio de los mismos, lo que expresa hasta que punto están estrechamente ligados aspectos de
índole militar o bélico, con otros de carácter ritual. Significativamente, centros urbano teocráticos periféricos al territorio Moche,
como Pañamarca en el sureño valle de Nepeña, muestran paramentos del templo decorados con escenas de esta naturaleza
(Bonavia 1959, 1974).
5. LAS PRIMERAS CIUDADES 213

mente en el sector correspondiente al “palacio” cuales por cierto nos incluimos (Canziani 1989:
(V-88), y donde resulta que los materiales moche 133-134).
no serían los dominantes, han puesto en discusión Es cierto que ya habían algunas advertencias
algunas de las hipótesis construidas anteriormente.36 cautelares, como las señaladas por Bennett (1950:
Evidentemente estos nuevos datos plantean 117-118), acerca de la dificultad de separar níti-
una serie de cuestiones que obligan a la revisión damente lo moche de lo gallinazo, al observar in-
de las hipótesis anteriores y, al mismo tiempo, fluencias de Moche, como de Recuay, en la esfera
ponen sobre la mesa una interesante problemática, local durante el período Gallinazo; así como al
en cuanto se refiere a la interpretación acerca de advertir pervivencias gallinazo en los estilos
la naturaleza que habría tenido entonces la ocupación cerámicos presentes en el valle durante el período
moche en el valle de Virú. Para ingresar a esta Huancaco y aún después. A este propósito, es pru-
discusión es necesario resumir cuales eran hasta dente recordar que no necesariamente calzan me-
hace poco los antecedentes previos de la cuestión. cánicamente estilos cerámicos con “culturas”, es-
En cuanto a la secuencia histórica del valle de pecialmente cuando se pretende que estos rasgos
Virú, se sostenía que el desarrollo de la cultura culturales necesariamente representen a determi-
Gallinazo se habría interrumpido con la ocupa- nadas formaciones sociales y, más aún, el evento
ción Moche del mismo, dando lugar al período de determinados procesos sociales (Lumbreras
conocido como Huancaco. Esta lectura se deriva- 1984, 2002).
ba del aparente reemplazo de los estilos cerámicos En cuanto al tema de la modificación del pa-
locales, por aquellos propios de los moche, seña- trón de asentamiento durante la ocupación Moche
lándose como posible causa de este fenómeno la del valle de Virú y, especialmente, con relación al
ocupación violenta del valle y la instauración de abandono del Grupo Gallinazo, es importante
un sistema político que conllevaría para el valle señalar que Bennett (1950: 118) también había
de Virú una condición provincial, impuesta en el planteado la posibilidad que el abandono de este
marco de la dominación multivalles del Estado centro urbano se hubiera dado antes de la culmi-
Moche. Esta interpretación habría sido corrobo- nación del período Gallinazo Tardío y que, para
rada por la presencia de un sitio impresionante ese entonces, el eje del poder político se hubiera
como Huancaco que fue afiliado a moche y que trasladado hacia el cuello del valle. Este argumen-
habría reunido las características para ser asumi- to también fue sopesado por el propio Willey
do como la posible “capital” provincial durante el (1953: 382) que consideró, entre otras alternati-
período de la ocupación moche.37 A esta situa- vas, que este desplazamiento del Gallinazo Tar-
ción se sumaba también la constatación del aban- dío, hacia estas zonas estratégicamente más pro-
dono del antiguo gran centro urbano teocrático tegidas y nucleadas en torno a los “castillos” forti-
del Grupo Gallinazo (Willey 1953: 382, 397). De ficados, pudiera ser consecuencia de la creciente
esta manera, en el contexto del conjunto de datos presión e incursiones desde el norte por parte del
disponibles en ese entonces, estas hipótesis acer- Estado Moche, que culminaría finalmente con la
ca de las repercusiones generadas por el impacto ocupación del Virú. En nuestro propio caso
de la ocupación moche y la nueva configuración (Canziani 1989: 193), advertíamos ciertas dife-
política instaurada en el valle de Virú, eran las rencias entre la ocupación Moche en el valle de
más coherentes y confiables, y como tales fueron Virú y los valles que se encuentran más al sur,
asumidas por muchos investigadores, entre los señalando que debió de ser muy diferente el im-

36
En Huancaco los materiales cerámicos Moche aparentemente no se presentan como dominantes sino unidos a otros que
mayormente responden a estilos locales (lo cual puede resultar totalmente lógico si pensamos en determinados márgenes de
autonomía regional). Sin embargo, otros rasgos arquitectónicos son muy similares a los Moche, como las estructuras con techos
decorados con porras de cerámica; mientras que los diseños de algunas pinturas murales podrían ser perfectamente adscritas a esta
cultura (ver por ejemplo Bourget 2003: lám. 8.1 a.)
37
Este puede ser un caso representativo de que la metodología de los estudios sobre patrones de asentamiento y en especial de
los indicadores utilizados para afiliar la pertenencia cultural de un sitio, están sujetos tanto a los criterios asumidos por los
investigadores, así como a determinados márgenes de error, al tratarse de un examen limitado mayormente al nivel superficial. Por
lo tanto, las interpretaciones acerca de los procesos -construidas a partir de estos datos y del planteamiento de una serie de
hipótesis de trabajo- demuestran que son exactamente eso: hipótesis y, en cuanto tales, sujetas a su corroboración, afinamiento,
corrección o descarte, en el proceso de profundización de la investigación científica.
214 JOSÉ CANZIANI

pacto causado por los moche en un valle donde la ausencia de entidades políticas unificadas y fren-
existía una sociedad con un desarrollo bastante te a un conjunto disperso de comunidades aldea-
similar, como pudo ser Gallinazo, con relación al nas. Esta diferenciación en las estrategias de con-
territorio de otros valles con formaciones que apa- trol aplicadas, que responderían a las distintas
rentemente tenían un distinto nivel de desarrollo condiciones locales, acercaría mucho más de lo
y organización. que se supondría a Moche de las estrategias de
Nos parece sugerente replantear la interpreta- integración panandinas desplegadas posteriormen-
ción de lo sucedido en Virú en el marco de este te por los wari y los incas.38
último argumento. Si estamos convencidos de que
se mantiene incuestionable el punto de partida, Huancaco
es decir, que la ocupación de los valles al sur de
Moche efectivamente se produjo; y si considera- En nuestro trabajo anterior hicimos una extensa
mos el conjunto de evidencias presentes en el va- descripción del complejo de Huancaco (Canziani
lle de Virú para argumentar acerca de la ocupa- 1989: 134-140), en esta oportunidad nos intere-
ción moche en el mismo; es evidente que debe- sa reseñar las características más relevantes del si-
mos esforzarnos en estructurar nuevas hipótesis tio y, especialmente, sopesar los resultados de las
de trabajo, que orienten los estudios que se desa- recientes excavaciones arqueológicas desarrolladas
rrollen en el valle para dilucidar la problemática durante estos últimos años (Bourget 2003).
sobre el período denominado Huancaco. El complejo de Huancaco tiene una extensión
A este propósito, a la luz de las recientes inves- de unas 35 ha y está ubicado en una zona central
tigaciones en el sitio de Huancaco (Bourget 2003), de la margen sur del valle bajo, al pie del gran
sería interesante sopesar la posibilidad de que en cerro Compositán. A escasos metros de la base de
el caso de Virú el Estado Moche concediera un las edificaciones monumentales se encuentran los
cierto margen de autonomía política —o cuanto vestigios del canal principal de la margen sur que
menos “cultural”— a las elites locales, tratándose irrigaba todo este sector del valle. Las estructuras
de una formación con un nivel de desarrollo y con arquitectura monumental del complejo pre-
estructura similar. Mientras que muy distinta de- sentan una volumetría de tipo piramidal, genera-
bió ser la situación en los valles más al sur, donde da por el desarrollo de grandes plataformas esca-
Moche aparentemente se habría encontrado con lonadas, que ascienden incorporando el declive

Fig. 233. Vista panorámica del


complejo de Huancaco desde
las laderas al sur oeste del sitio.
En primer plano las edificacio-
nes correspondientes al ‘Pala-
cio’ (V-88) y al fondo a la de-
recha el volumen de la edifica-
ción piramidal V-89 (Canziani
1989)

38
Durante su expansión, los Estados Wari e Inka habrían aplicado una política en la cual la dominación estaba hábilmente
sustentada tanto en el abierto ejercicio de la fuerza, como en el despliegue de la persuasión y la tratativa, con miras a establecer
alianzas estratégicas y relaciones de reciprocidad, para lo cual fue usual la concesión de determinadas prerrogativas y privilegios,
así como de ciertos márgenes de autonomía en el ejercicio del poder por parte de las entidades locales o regionales.
5. LAS PRIMERAS CIUDADES 215

de la ladera del cerro. De esta manera, sus cons- miten suponer que este amplio espacio fue dedi-
tructores lograron una impresión de impactante cado al consumo de alimentos y a libaciones.
grandiosidad para quienes se aproximaban al com- Finalmente en el nivel más alto de V-88 se
plejo desde el norte o lo contemplaban desde el encuentran otros importantes recintos que mues-
valle, aún a considerable distancia. tran notables evidencias de haber sido decorados
El sector monumental tiene en su eje mayor con pintura mural, como son A10, A13, A26 y
270 m. de noreste a suroeste y unos 200 m. de A42 (Bourget 2003: lám. 8.1 a). Estos ambientes
ancho en su eje menor. El conjunto se encuentra pudieron ser reservados como residencia para los
protegido por grandes murallas que ascienden por habitantes del edificio. Sin embargo, algunos de
las laderas del cerro, y en él destacan dos sectores estos no habrían excluido ciertas actividades pro-
principales: al sur el sector denominado “palacio” ductivas o administrativas, como es el caso de A10,
(V-88); y al norte el sector dominado por una donde se hallaron incrustadas en el piso 15 vasi-
edificación piramidal escalonada (V-89). El sec- jas, aparentemente empleadas para el almacena-
tor del “palacio” presenta ciertas similitudes miento de frijoles, así como sendas acumulacio-
morfológicas con el “palacio” de Sarraque y, en nes de fibras de lana de camélidos y de algodón a
menor grado, con la propia Huaca de la Luna. ambos extremos de este ambiente.
Las recientes excavaciones de Bourget (2003) Según concluye Bourget (2003:266-267), tan-
en el sector del palacio V-88 han permitido defi- to las características arquitectónicas de V-88, como
nir la forma y características arquitectónicas de el conjunto de evidencias que permiten establecer
los distintos ambientes que lo constituían, así la naturaleza de las actividades que se desarrollaron
como recuperar contextos y materiales culturales en sus distintos ambientes, confirmarían que la
que le permiten proponer hipótesis sobre su posi- denominación de “palacio” señalada en su momen-
ble función. Los ambientes ubicados sobre las pla- to por Willey (1953: 359) era bastante acertada.
taformas más bajas, en el extremo noroeste de V- Al extremo norte del sitio se encuentra el sec-
88 (ibid: figs. 8.3, 8.4), como son A1, A2 y A3, tor V-89, dominado por el volumen de una pirá-
presentan evidencias de molienda, abundantes mide escalonada conformada por cuatro a cinco
fogones y otros numerosos restos asociados a la plataformas sucesivas. Esta edificación piramidal,
preparación de alimentos. Estos ambientes de con una base de 54 x 42 m. y 17 m. de alto, está
cocina estaban a su vez conectados, mediante co- conectada con el sector del palacio al sur median-
rredores y rampas, con otros más elevados como te algunas plataformas con recintos, separados e
A4, que se encuentra en un segundo nivel y que al intercomunicados entre sí por largos corredores.
parecer fueron utilizados para el servicio de las En uno de estos recintos, se encontraron adosados
viandas o su presentación. Es notable que este en su lado sur, una hilera de cubículos aparente-
ambiente alargado estuviera dominado en uno de mente de depósito de 2 x 3 m. cada uno. Las
sus extremos por una estructura formada por una excavaciones realizadas en el recinto definieron un
plataforma elevada, a la que se ascendía por me- piso, restos de una escalinata y evidencias de un
dio de escalinatas, la cual presentaba evidencias poste que parece correspondía al soporte de los
de haber estado provista de un techo decorado techos del ambiente (Willey 1953: 208-209).
con porras de cerámica. Por lo que en estos espa- En cuanto a la pirámide escalonada, esta es
cios se puede reconstruir imaginariamente el de- desde el punto de vista morfológico la edificación
sarrollo de escenas similares a las representadas en que expresa una mayor semejanza en su tratamien-
la cerámica moche, donde personajes principales to con otros monumentos moche, si bien de mu-
de la elite presiden desde una estructura promi- cho mayor envergadura, como la Huaca del Sol y
nente y dotada de un techo decorado con porras, la Huaca de la Luna. Advirtiendo que esta seme-
el despliegue de una generosa variedad de viandas janza no la observamos en su configuración gene-
y bebidas, que les son ofrecidas y servidas por per- ral, sino más bien en el similar acabado escalona-
sonajes de menor rango (Larco 2001: fig. 212). do que presentan sus frentes. Este tipo de trata-
En un nivel superior se encuentra A6, el am- miento, por lo que conocemos, no tendría
biente más amplio de V-88 con un área de 35 m. antecedentes en la arquitectura Gallinazo, donde
de largo y 17 m. de ancho, donde se hallaron una la mayoría de las plataformas lucen frentes llanos
serie de tinajas alineadas y dispuestas regularmente en su talud.
a lo largo de los muros sur y norte del recinto. En la pirámide escalonada Willey (1953: 207)
Estas evidencias y otros contextos asociados, per- exploró un forado de huaquería en el lado sures-
216 JOSÉ CANZIANI

Fig. 234. Plano del sector


monumental del complejo de
Huancaco (Bourget 2003: fig:
8.3).

te, observando la presencia de por lo menos 4 de carácter especializado. En todo caso, es evidente
superposiciones arquitectónicas en la misma, con que esta concentración poblacional debió ser com-
paramentos sucesivos que fueron pintados de rojo parativamente algo menor que la que anteriormen-
o de blanco. Lamentablemente este sector del com- te pudo concentrarse en el Grupo Gallinazo.
plejo ha tenido escasa intervención durante las En conclusión, de estos datos y de las nuevas
recientes excavaciones, lo que impide dilucidar si evidencias proporcionadas por las recientes inves-
es que este sector respondería a la influencia moche tigaciones arqueológicas, se podría plantear la hi-
que parece reflejar su arquitectura. pótesis que el complejo de Huancaco, y especial-
Es importante destacar que prácticamente en mente el “palacio”, estuvo conducido y fue sede
toda el área del sitio rodeada por amurallamientos, de una elite local, posiblemente sometida al po-
se encuentran múltiples zonas con evidencias de der moche, pero es evidente que manteniendo cier-
ocupación habitacional e inclusive de la presencia tos márgenes de autonomía, sino política por lo
de talleres, especialmente en los alrededores de la menos desde el punto de vista cultural, por ejem-
arquitectura monumental y en la propia ladera plo, conservando lazos estilísticos con las raíces
del cerro.39 Estos rasgos y los abundantes restos tradicionales de la cerámica Gallinazo, aun con
de estructuras, permiten suponer la presencia de ciertas evoluciones singulares que manifestarían
una relativa concentración poblacional y el desa- un cierto sesgo epigonal (Bourget 2002: com.pers.;
rrollo en el sitio de algunas actividades productivas Bourget 2003).

39
Bourget (2003: 250) registra un área (V-316) unos 150 m. al oeste de V-88, que podría corresponder a un taller de
fundición de metales, donde reporta una serie de fogones de quema y pequeñas estructuras, posiblemente destinadas al depósito.
5. LAS PRIMERAS CIUDADES 217

mente importantes cementerios como los que se


encuentran en los alrededores del médano de
Purpur. En cuanto a los “castillos fortificados”
estos se mantienen, aunque no con toda la im-
portancia que alcanzaron durante el Gallinazo
tardío en la parte alta del valle. Este es el caso del
Castillo de San Juan (V-62) y del de Tomaval (V-
51), como del Castillo de Santa Clara (V-67) al
sur del valle medio.
Es importante advertir que estos sitios no com-
piten, ni por asomo, con la extensión y compleji-
Fig. 235. Huancaco. Pintura mural en el ambiente A-10 del sector dad del Grupo Gallinazo y, en todo caso, corres-
correspondiente al ‘Palacio’ V-88 (Bourget 2003: lam. 8.1.b). ponden a una jerarquía bastante menor frente a
un sitio como Huancaco (V-88-89). Por lo que,
si se descarta la hipótesis de que Huancaco co-
Las características del patrón de asentamiento rrespondería a la posible “capital provincial”
durante el período Huancaco moche durante la ocupación del valle de Virú, es
evidente que nos encontraríamos frente a un dile-
A continuación hacemos una descripción somera ma, al no existir algún otro sitio que pudiera ha-
de la las características que presenta según Willey ber asumido esta función, dado que ninguno de
el patrón de asentamiento durante el período los conocidos reuniría las condiciones necesarias
Huancaco, tomando en cuenta, obviamente, los para absolverla.
datos que han sido puestos en cuestión por las En cuanto a las aldeas, se mantienen práctica-
recientes investigaciones arqueológicas en el va- mente inalterados los patrones propios de la épo-
lle. En cuanto a la distribución de los sitios en el ca anterior, si bien se advierte un incremento y
valle, se notaría que esta es mucho más intensa y extensión de las del tipo definido como “regular”
homogénea de la que se daba durante Gallinazo, (V-39, 53,14,19) por su ordenamiento y la obser-
donde se advertía una fuerte concentración en la vación de ciertos niveles de planificación. Estos
parte baja del valle y otra, relativamente menor, rasgos nos llevaron a advertir la posibilidad de que
en el cuello del mismo. algunos de estos asentamientos, inclusive algunos
Los tipos de sitios presentes en el período definidos como aldeas “irregulares” por Willey,
Huancaco serían básicamente los mismos que pudieran haber correspondido a determinadas ins-
durante Gallinazo, si bien algunos presentan cier- talaciones administrativas, más aún cuando se
tas evoluciones o la tendencia a hacerse más po- observa su asociación con sistemas de distribu-
pulares, cual es el caso de los complejos con cer- ción de riego, canales y amurallamientos (ver V-
cados rectangulares o el de los cementerios. En 53, Willey 1953: fig. 39), localizándose en zonas
cuanto a los centros ceremoniales, se registran a estratégicas para la administración de la produc-
lo largo del valle una serie de complejos con mon- ción agrícola del valle (Canziani 1989: 140-144).
tículos piramidales asociados a viviendas, en otros Existen otros sitios, relativamente novedosos,
casos estos se presentan aislados o cercados por definidos como “complejos con cercados rectan-
muros perimetrales. Gran parte de estos montí- gulares”, en los cuales se aprecian subdivisiones y
culos exhiben antecedentes Gallinazo, de lo que otras estructuras en su interior. Este sería el caso
se infiere que fueron reocupados y sujetos a algu- de V-10, 51, 20 y 28, ubicados mayormente en la
nas remodelaciones durante la ocupación Moche. parte media y media alta del valle. Este tipo de
En el caso de la parte alta del valle, ante la relativa sitios, por sus características y localización, pare-
escasez de montículos Gallinazo, se habrían tam- cen estar asociadas a resolver funciones de carác-
bién remodelado edificaciones de épocas más tem- ter público, relacionadas con el manejo y organi-
pranas. Entre este tipo de sitios dominados por zación de la producción agrícola. También se
montículos piramidales, destacan algunos que mantienen y están presentes las grandes casas semi-
parecen corresponder a complejos de función ad- aisladas (V-41, 42, 143, 150, 178) aumentando
ministrativa y ceremonial, como V-149 en la que- ligeramente sus dimensiones con relación a las de
brada de Huacapongo; y V-280 un extenso com- la época anterior.
plejo al norte del valle bajo relacionado con una Finalmente, es de destacar que durante el pe-
serie de sitios localizados en esta zona, especial- ríodo Huancaco aparecerían por primera vez es-
218 JOSÉ CANZIANI

pacios abiertos y aislados, específicamente desti- local de una formación social equivalente a la de
nados a servir como cementerios, generalmente los ocupantes, lo que habría permitido la incor-
ubicados en áreas eriazas al margen de las tierras poración de Virú a la esfera Moche sin cambios
de cultivo. Uno de los cementerios más impor- muy dramáticos, más allá de la desactivación de
tantes del valle fue el de Purpur (V-98), localiza- un complejo urbano como el del Grupo Gallina-
do en el límite norte de la parte baja del valle. Sin zo que, al perder su hegemonía en el ejercicio del
embargo, es de notar que también algunos sitios poder en el valle, habría quedado sin base de sus-
habitacionales conservaron la tradición de servir tento y sin razón de ser.
como lugar de enterramiento. Este es el caso de la En todo caso, enterramientos como el hallado
célebre Huaca de la Cruz (V-162), donde Strong en Huaca de La Cruz (Strong y Evans 1952: 150-
y Evans (1952) hallaron un enterramiento de un 156) dejan en claro la presencia en el valle de Virú
personaje de alto status correspondiente a un an- de una elite con un marcado ejercicio de poder y
ciano, cuya parafernalia indicaría que pudo tra- estrechamente afiliada a la esfera del mundo
tarse de un guerrero - sacerdote, que no solamen- moche. ¿Fueron estos funcionarios destacados en
te estaba dotado de un rico ajuar funerario sino el valle por el Estado central moche, o fueron per-
también asociado a la presencia de otros cuatro sonajes de la elite local adscritos a la estructura de
acompañantes, aparentemente sacrificados en el poder del Estado multivalles? Difícil encontrar la
momento de su enterramiento.40 respuesta en el estado actual de nuestros conoci-
De todos estos datos reseñados queda claro que mientos. Sin embargo podemos subrayar un de-
la problemática de la ocupación Moche en el va- talle, en el sentido de que en el modus vivendi de
lle de Virú, conocido como período Huancaco, estos personajes empoderados, no se percibe como
está abierta a la investigación y al debate. En resu- imprescindible el enterramiento y muy posible-
men, desde nuestro punto de vista, nos plantea- mente tampoco la residencia en complejos aso-
ríamos dos hipótesis alternativas. La primera po- ciados a arquitectura monumental, sino que po-
dría postular la presencia de una elite local subor- siblemente también se integraron y tuvieron como
dinada al poder central de los moche, pero con la lugar de residencia asentamientos que podríamos
concesión de ciertos márgenes de autonomía en definir de segundo o tercer orden, como parece
el ámbito local. En cuyo caso el sitio de Huancaco ser el caso de Huaca de la Cruz o algún otro sitio
podía haber operado como una “capital provin- huancaco relativamente próximo.
cial” con características singulares, al no estar ne-
cesariamente asimilada a los cánones y paradigmas
supuestamente sancionados por el Estado Moche. La ocupación Moche en el valle del Santa
La segunda hipótesis alternativa, plantearía que
la inexistencia de una “capital provincial” podría La ocupación Moche en el valle del Santa, al igual
explicarse dada la relativa proximidad existente que en otros valles de la costa norte, estaría ante-
entre los dos valles (aprox. 30 km.) y especial- cedida por un período afiliado culturalmente a
mente con relación a la capital del Estado en Gallinazo y concluiría con el evento de Wari co-
Moche, lo que podría haber hecho superfluo la rrespondiente al Horizonte Medio (Donnan 1973,
instalación por parte de moche de un centro equi- Wilson 1988).
valente a nivel provincial. En este caso Huancaco, A este propósito, Wilson (1988: 151-198)
que ya tenía antecedentes como un importante aprecia una marcada tendencia de las poblaciones
centro urbano Gallinazo, podría haber continua- gallinazo a concentrarse mayormente en la parte
do en operación en cuanto sede de uno de los media alta del valle, si bien allí las tierras de aptitud
grupos de la elite local disgregados por el adveni- agrícola son bastante limitadas, mientras que estas
miento de la expansión moche. Ambas hipótesis presentan su mayor extensión en el valle bajo. Por
tendrían como supuesto necesario la presencia lo tanto, esta preferencia en localizar los asenta-

40
Antes del hallazgo de las tumbas reales de Sipán por Walter Alva en 1987 (Alva y Donnan 1993), la tumba de Huaca de la
Cruz constituía uno de los pocos casos conocidos de tumbas de elite moche, donde se documentó arqueológicamente no solamen-
te la existencia de un rico ajuar funerario asociado al sarcófago del viejo señor, sino también la extraordinaria presencia de un niño
colocado a su costado; de dos mujeres jóvenes dispuestas a los pies y a la cabeza del difunto; y del cuerpo de un joven de fuerte
contextura, que se depositó encima de todos ellos y que debió cumplir el rol de guardián de la tumba. De lo que se puede deducir
que estas cuatro personas fueron sacrificadas a la muerte de este personaje principal, o durante su enterramiento, con la finalidad
de que lo sirvieran en “el otro mundo” (Lumbreras 1969:156-158).
5. LAS PRIMERAS CIUDADES 219

Fig. 237. Mapa del valle bajo


del Santa con la ubicación de
los sitios Moche (Redibujado
de Donnan 1973).

mientos en la parte media alta del valle durante el mayor potencial para la producción agrícola— y
período Gallinazo, parecería condicionada por donde sintomáticamente ya no tendrían mayor
determinados niveles de conflicto con poblacio- relevancia los sitios con rasgos defensivos. Tam-
nes externas al valle, ya que la geografía de esta bién llama la atención de los investigadores que
zona la hace más protegida frente a eventuales en el registro de sitios la mayoría corresponda a
incursiones, lo que sería corroborado por la im- cementerios, mientras que es algo menor la canti-
portante presencia de sitios de carácter defensivo. dad total de asentamientos.
Este patrón de asentamiento se modificaría Entre los diferentes tipos de sitios correspon-
sustancialmente con la ocupación Moche, donde dientes a la ocupación Moche, además de los si-
el grueso de los sitios se concentran en la parte tios habitacionales y los cementerios, existen otros
baja del valle del Santa —la zona que presenta el que responden a funciones de carácter público,
220 JOSÉ CANZIANI

entre los que destacan: centros que tiene como m de altura, lo que la convierte en la mayor edifi-
elemento dominante montículos piramidales; re- cación del período en el valle. Además, el hecho
cintos rectangulares con plataformas o montícu- de que un camino que proviene del noreste ter-
los piramidales en su interior; recintos rectangu- mine su recorrido en la base de la pirámide y que
lares con subdivisiones; y edificaciones que pare- éste se proyecte en una serie de rampas que per-
cen corresponder a fortificaciones. miten el ascenso hacia las plataformas superiores,
llevan a suponer que constituía el eje del ordena-
Pampa de Los Incas miento urbano del asentamiento (Wilson 1988:
207-212, fig. 108). Sobre la cima de este montí-
Entre los sitios del primer tipo, Pampa de Los culo construido con adobes, se hallaron algunos
Incas se ubica en la margen norte del valle y a de estos que presentaban marcas.
poco menos de 4 km. del litoral. A todas luces Unos 125 m al este de la Huaca mayor se en-
representa el sitio principal y todos los atributos cuentra otra Huaca con un área menor de 90 x 75
que reúne evidencian que cumplió la destacada m. pero con una altura que alcanza cerca de 19
función de centro provincial durante la ocupa- m. Este montículo piramidal parece que también
ción moche en el valle del Santa. En este impo- está asociado a un camino orientado hacia el no-
nente centro urbano ceremonial destacan dos reste que parte de su flanco sureste.
grandes Huacas o montículos piramidales de gran- La presunción de que Pampas de Los Incas
des dimensiones, además de otros montículos corresponda al principal centro administrativo y
menores, grandes murallas de adobe, antiguos ceremonial Moche en el valle se vería también re-
caminos y varios sectores con evidencias forzada por la presencia de una alta concentra-
habitacionales, de talleres de producción de ma- ción poblacional, la que estuvo mayormente asen-
nufacturas y cementerios. tada sobre terrazas que se ubican en las faldas del
El núcleo principal del sitio parece haber co- lado sur y este de un cerro rocoso que se encuen-
rrespondido a la Huaca mayor,41 tanto porqué está tra al suroeste del sitio. Estas terrazas presentan
en una posición central y presenta las mayores evidencias de estructuras habitacionales construi-
dimensiones con 132 x 110 m de base y unos 16 das tanto en piedra como en adobe (Donnan

Fig. 238. Plano general del


complejo de Pampa de Los
Incas (Wilson 1988: fig. 108).

41
Esta es registrada como PV28-158 por Donnan (1973) y como estructura 19 del sitio SVP-GUAD 111 por Wilson
(1988). Lamentablemente, llama la atención la práctica de denominar con diferentes nombres o códigos los mismos sitios por
parte de distintos arqueólogos, lo que dificulta cotejar la información disponible por parte de quienes estamos interesados en su
estudio. En este trabajo y en el mapa respectivo, mantenemos la numeración señalada precedentemente por Donnan, incluyendo
los nuevos sitios registrados por Wilson con su correspondiente señalamiento.
5. LAS PRIMERAS CIUDADES 221

1973: 36-37); igualmente relevante es el dato de


que en estas laderas se hallaran rastros de la pre-
sencia de talleres dedicados a la fabricación espe-
cializada de cerámica (Wilson 1988: 211).

Otros posibles centros urbano ceremoniales

En la extensa área que interesó la ocupación moche


del Santa, que comprendió el valle bajo y se inter-
nó más de 40 km. en el valle medio alto, existen
indicios de que se habrían desarrollado otros cen-
tros de carácter secundario con la finalidad de Fig. 240.El Castillo. Detalle de pintura mural con porras y escudos
propia de la parafernalia de los guerreros Moche (Wilson 1988: fig.
cumplir funciones ceremoniales y administrativas 107).
en sectores claves del territorio ocupado en el valle.
Este es el caso de los sitios 98, 161 y 127 que
se localizan en la margen izquierda del valle bajo ubicado en una posición estratégica en cuanto
y que se encuentran distanciados de 5 a 8 km. correspondería a un lugar central para el manejo
entre sí. Esta distribución espacial podría expre- del valle bajo en la margen sur. Según Wilson
sar un determinado patrón de localización de los (1988: 206-207, fig. 100 y 106) en el sitio desta-
centros secundarios, destinado a resolver el desa- can dos grandes construcciones con plataformas
rrollo de las funciones y servicios propios de este escalonadas de adobe, edificadas sobre la cima y
tipo de asentamientos, nucleando a las agrupa- la ladera norte de un gran cerro que emerge unos
ciones poblacionales comprendidas en sus respec- 70 m por encima de los campos de cultivo. Esta
tivos radios de acción en este sector sur del valle. posición sobreelevada de las huacas debió resaltar
Posiblemente el más emblemático de este tipo el carácter prominente de las mismas en el paisaje
de centros secundarios es el sitio 161 (Donnan aledaño, lo que se vería refrendado por la presen-
1973: 39-41) denominado “El Castillo” y que está cia de restos de pintura mural policroma en el
paramento de una de las plataformas del edificio
que se ubica en la parte baja de la ladera del cerro,
Fig. 239. Plano del sitio El Castillo (Wilson 1988: fig. 106). y que está orientada hacia el norte. Resulta em-
blemático que el motivo representado en esta pin-
tura mural corresponda a un conjunto de porras
y escudos, típicos de la panoplia guerrera de los
moche (ibid: fig. 107), de lo que a su vez se puede
deducir que este paramento formaría parte del
frontis principal del edificio.
Además de estas edificaciones de evidente fun-
ción pública, en las laderas del propio cerro como
también unos cientos de metros al este, en los sue-
los desérticos que se ubican a partir del límite de
las tierras de cultivo del valle, existen una serie de
zonas con evidencias correspondientes a con-
centraciones habitacionales, incluyendo un com-
plejo con recinto rectangular (PV.28-91) y algu-
nos cementerios, lo cual puede dar idea de que las
edificaciones principales de función ceremonial y
administrativa, concentraban en su entorno una
importante población y quizás el desarrollo de
otras actividades productivas complementarias a
su operación en este sector del valle.
Otro centro importante correspondería al si-
tio 98 al sureste del valle bajo, que presenta tam-
bién evidencias habitacionales y algunos montí-
culos menores dominados por una imponente
222 JOSÉ CANZIANI

edificación denominada Huaca Ursias que tiene Sitios con recintos Rectangulares
un área de 110 x 90 m. y una altura de unos 11
m. (Wilson 1988: 212, fig.112). Esta Huaca pre- Especialmente en la margen sur del valle bajo,
senta plataformas escalonadas con una plaza hun- donde parece que se concentró la explotación agrí-
dida del lado norte y una serie de rampas que per- cola durante la ocupación Moche, se registra la
mitían el ascenso hacia las plataformas más eleva- presencia de una serie de sitios cuyo rasgo más
da que se encontraban del lado sur. Otros destacado consiste en la presencia de estructuras
complejos dominados por montículos piramidales que se caracterizan por estar enmarcadas dentro
se encuentran distribuidos también en la parte de recintos rectangulares, los que presentan
media alta del valle y pudieron cumplir funcio- subdivisiones interiores o contienen plataformas
nes de carácter administrativo y ceremonial pro- y montículos piramidales. Es posible que este pa-
pias de la organización del Estado con relación a trón de ordenamiento espacial, que implica cier-
las poblaciones asentadas en estos sectores del valle. tos niveles de planificación, corresponda al desa-
Wilson (ibid: 207) registra otro importante rrollo de determinadas intervenciones por parte
centro local al sur del valle, al oeste de la quebra- de la entidad estatal en lugares estratégicos del
da de Lacramarca, en el sitio GUAD-192 que al- valle. Esta hipótesis encuentra también sustento
canza la notable extensión de cerca de 30 Ha. y en el hecho de que estas edificaciones han sido
donde convergen dos antiguos caminos que apa- construidas con adobe, un material mayormente
rentemente lo conectaban con otros sitios moche empleado por los moche en sus edificios públicos
ubicados más al norte, en la margen izquierda del y donde, además, se aprecia el empleo de adobes
valle bajo del Santa, como también con los hechos con molde con una marcada tendencia a
asentamientos moche instalados en los valles al estandarizar sus dimensiones con un promedio
sur del Santa, como es el caso de los localizados de 32 x 22 x 14 cm. (Donnan 1973, Canziani
en el valle de Nepeña que, como veremos más 1989: 149-151)
adelante, presenta importantes evidencias de la Entre los recintos rectangulares que presentan
ocupación Moche. subdivisiones formando recintos menores o pa-
Interesantes avances sobre la ocupación Moche tios, Donnan (ibid.) registra los sitios 88, 91,
en el valle bajo del Santa se vienen desarrollando mientras que entre los que contienen plataformas
con las investigaciones conducidas por o montículos piramidales al interior de los recin-
Chapdelaine (2004), las que estamos seguros nos tos rectangulares se registran los sitios 89, 130,
darán mayores luces tanto sobre la naturaleza 133, 186. Por su parte también Wilson (1988:
como sobre la dinámica de la evolución de esta 219-220) hace mención al registro de por lo me-
ocupación. Al respecto, nos parece de sumo inte- nos 3 estructuras con recintos rectangulares, si bien
rés la hipótesis planteada acerca de una impor- las define gruesamente como “corrales”, a partir
tante ampliación de la frontera agrícola de la mar- de su posible asociación con antiguos caminos que
gen sur del valle, con el establecimiento en esta articulaban el valle en sentido transversal –conec-
zona de nuevos asentamientos moche. De com- tándolos con las rutas intervalles- como también
probarse este tipo de eventos podríamos no sólo longitudinal, comunicando los sitios que se en-
ponderar mejor la naturaleza de las complejas contraban hacia el interior del valle, con una po-
interrelaciones con el poder de los señores loca- sible proyección hacia las partes altas y la serra-
les, sino también disponer de alcances acerca de nía. Las características de algunos de estos com-
las causas que explicarían la expansión moche, plejos con recintos rectangulares y su asociación
entre las cuales se ha esgrimido la necesidad de con redes de caminos, podría también haber co-
contar con nuevas fuentes de provisión de exce- rrespondido a establecimientos del tipo tampu
dentes productivos. Por otra parte, la aplicación (Canziani 1989: 196), tal como se sugiere más
de recursos técnicos y la movilización de fuerza adelante a propósito de estructuras similares ins-
de trabajo para la ejecución de grandes obras de taladas por los Moche en el valle de Nepeña.
irrigación, se habría constituido en una de las prin-
cipales formas desplegadas por el Estado Moche Un posible sitio Fortificado
para hacerse de tierras que le permitieran dispo-
ner de rentas, vía la institución de tributación de Finalmente, en una posición estratégica en la
trabajo en éstas por parte de la población local margen sur del valle bajo se encuentra el sitio de-
(Canziani 1989:130-133; 2004). nominado Huaca China (84) que parece corres-
5. LAS PRIMERAS CIUDADES 223

Fig. 241.Huaca China (88).


Vista aérea oblicua en la que se
aprecia las murallas
concéntricas. (Bridges 1991).

ponder a una estructura fortificada. Este sitio está Otro elemento saltante que se observa es el
localizado sobre el promontorio de un cerro que establecimiento de dos centros gravitantes en
aflora en el piso del valle, y se caracteriza por pre- ambas márgenes del valle. El primero, en la mar-
sentar en el sector más alto dos murallas concén- gen norte entorno al complejo de Pampa de los
tricas que encierran la cima del cerro, donde se Incas, que correspondería a la “capital” provincial
encuentran restos de una plataforma con algunos moche en el valle; y el segundo, en la margen sur
muros o recintos. Las murallas tiene una base de y al este de la hacienda Tambo Real, con un con-
aproximadamente un metro mientras que debie- junto de sitios que pudo tener como centro el si-
ron de alcanzar más de 3 m. de altura. Todas estas tio de El Castillo (161). Esta organización dual
estructuras fueron construidas empleando adobes del sistema de asentamiento, respondería a los re-
hechos con molde, cuyas dimensiones presentan querimientos planteados por el manejo agrícola
las medidas propias de los estándares moche. en ambas márgenes del valle bajo, como también
El amurallamiento exterior presenta un diá- a la necesidad de localizar los sitios principales en
metro aproximado de unos 75 m mientras que la directa conexión con los caminos que respectiva-
muralla interior corre paralela a esta a unos 5 m mente permitían la comunicación con los valles
de distancia. No está del todo clara la forma de al sur y al norte del Santa. De otro lado, el hecho
acceso y los vanos que permitieran la circulación de que el Santa sea un río de fuerte caudal y de
hacia el interior del conjunto, sin embargo las evidentes dificultades para su vado, pudo tam-
características que presenta un recinto adosado al bién contribuir a generar esta organización
norte de la muralla exterior, con muros formando bipartita del territorio del valle bajo.
un corredor laberíntico, podría suponerse que El complejo de Pampa de los Incas, correspon-
formaba parte de los mecanismo para restringir y dería al principal centro político, religioso y ad-
controlar el acceso principal al edificio (Donnan ministrativo Moche en el valle, presentando la
1973: 16-18, fig. 1; Wilson 1988: 212-213, fig. arquitectura monumental de mayor dimensión y
113). representatividad, concentrando posiblemente la
Resumiendo las características centrales del mayor población urbana dedicada a actividades
patrón de asentamiento establecido durante la de carácter especializado y, entre estas, de la pro-
ocupación moche del valle del Santa, podríamos ducción de cierto tipo de manufacturas.
señalar que ésta privilegia la explotación agrícola Especialmente en la margen sur, se aprecia la
del valle bajo, lo que se manifiesta claramente con presencia de sitios con montículos piramidales,
la notoria concentración de la mayoría de sitios y cuya distribución regular permitiría suponer que
la localización de los asentamientos principales en resolvían principalmente funciones de índole ce-
este sector del valle. remonial con relación a la población asentada a
224 JOSÉ CANZIANI

lo largo de este sector del valle. Mientras tanto, la usos. En todo caso, resulta sintomática la ausen-
presencia de sitios caracterizados por presentar cia de otras estructuras fortificadas en el valle, lo
recintos rectangulares, podría haber estado desti- que demostraría que una vez resueltos los conflic-
nada a cubrir funciones de carácter mayormente tivos que ciertamente generó el inicio de la ocu-
administrativo, algunas de ellas posiblemente aso- pación moche del Santa, e impuesta por el pode-
ciadas con la operación del sistema de caminos y río Moche la pacificación forzada de estos terri-
la movilización de las caravanas de transporte, si- torios, este tipo de estructuras habrían sido
milar a las que tuvieron los tambos tardíos (Hyslop totalmente prescindibles.42
1984, Canziani 1989: 196). Esto no excluye que
algunos de estos complejos con recintos rectan-
gulares incorporaran alguna actividad ceremonial, La ocupación Moche en el valle de Nepeña
dado que algunos de ellos incluyen también pe-
queños montículos piramidales. Luego del importante desarrollo que se registra
En este esquema reconstructivo la presencia en este valle durante el período Formativo, mani-
de una posible fortificación en Huaca China (84), fiesto en el registro de arquitectura monumental
podría haber respondido a una función defensiva de sitios extraordinarios como Punkurí y Cerro
de la parte baja de la margen sur del valle, como Blanco (ver Cap. 4), se desarrollan otros sitios
también, en su momento, pudo haber correspon- aparentemente más tardíos como Kushipampa,
dido a un punto de avanzada de alguna de las cam- Motocachy, Quisque y Paradones, que se locali-
pañas de la conflictiva expansión Moche hacia el zan principalmente en la parte alta del valle (Proulx
sur. Una vez impuesta la dominación moche, esta 1985). Sin embargo, llama la atención el que du-
edificación podría haber sido destinada a otros rante las fases tempranas del periodo de los Desa-

Fig. 242. Mapa del valle de Nepeña con la ubicación de los sitios Moche (Redibujado de Proulx 1985).

42
Esta situación sería posible gracias también a que la imposición de la ocupación moche en la región, garantizaba el control
de los posibles conflictos entre las poblaciones de valles aledaños. Esta paz bajo la esfera del poder Moche, contrasta radicalmente
con el registro del período Formativo, que como hemos visto anteriormente (pag. xx ), vio el inusitado énfasis de la arquitectura
fortificada en el valle del Santa como expresión, tanto de los posibles conflictos presentes dentro del valle, como de los generados
a partir de las incursiones provenientes de territorios fronterizos.
5. LAS PRIMERAS CIUDADES 225

rrollos Regionales se verifique una aparente au- Pañamarca que representó el principal centro del
sencia de centros ceremoniales y de poder con poder Moche en el valle. De otro lado, se ha des-
arquitectura monumental de cierta relevancia. Este tacado un dato relevante, cual es el registro de la
fenómeno podría estar señalando un singular con- contemporánea presencia de gentes afiliadas a la
texto histórico en el cual —luego del notable exor- cultura Recuay que se localizan en las cabeceras
dio expresado con el desarrollo extraordinario de de la parte alta del valle (Proulx 1985: 275-288).
la arquitectura monumental y de los centros cere- Los sitios representativos de la ocupación
moniales formativos— no se habría configurado Moche en el valle no son numerosos, ya que en
el consecuente surgimiento de una entidad polí- total serían tan sólo 37 (ibid: 276). Son escasos
tica centralizada. Lo que representaría un caso tí- los sitios que se localizan en la zona superior del
pico de desarrollo discontinuo en el cual —con- valle medio o en la parte alta del mismo. Inclusi-
tradiciendo lo que normalmente se asume por ve, entre los que se encuentran en este sector, al-
supuesto— no se presenta una evolución lineal ni gunos presentan como único indicador pocos ties-
tampoco un crecimiento continuo en el nivel de tos moche, que bien podrían corresponder a pie-
desarrollo de las formaciones sociales. Esta pro- zas de intercambio. Al igual que en el caso del
blemática merecería una investigación específica, Santa, se advierten en Nepeña ciertas dificultades
más si se considera que un fenómeno similar tam- en identificar claramente los posibles sitios de
bién interesa al vecino valle de Casma, donde los habitación de este período, que se revelan relati-
desarrollos alcanzados durante el Formativo fue- vamente escasos frente a la mayoría de los sitios
ron aún más impresionantes. representados por complejos con montículos
En cuanto al valle de Nepeña, la concentra- piramidales y los cementerios.
ción de la ocupación formativa en la parte alta
del valle —al igual que en el valle de Virú— po- El Complejo de Pañamarca
dría explicarse en función del despliegue inicial
del manejo de la irrigación artificial en aquellas Pañamarca se localiza en el piso del valle de
zonas cuya conformación favorecía la aplicación Nepeña, en su margen derecha y en una zona de
de tecnologías hidráulicas aún incipientes y cuyo transición entre la parte baja y media del mismo.
funcionamiento posiblemente no requirió de for- El sitio se ubica a unos cientos de metros del cau-
mas demasiado complejas de administración y de ce del río que transcurre al sur del mismo, y a
organización de la fuerza de trabajo comprometi- unos 15 km. del litoral. En la elección de este
da en la construcción y operación de estas obras emplazamiento -además de su localización estra-
públicas. En todo caso, este desarrollo inicial im- tégica para el manejo agrícola y las comunicacio-
pulsado por la afirmación de la economía agríco- nes- parece haber primado también la presencia
la en el valle, no habría trascendido hacia la cons- de unos singulares afloramientos rocosos, que fue-
titución de una organización estatal de rango ron especialmente incorporados al diseño arqui-
mayor, pero inclusive tampoco habría logrado tectónico por sus sugerentes formas, lo cual –como
continuidad en el sostenimiento de formaciones ya se ha visto- confirma la reiterada predilección
estatales quizás aún incipientes. de los Moche por estas formaciones naturales para
De acuerdo a estos antecedentes, se podría el establecimiento de sus sedes principales.
suponer que la ocupación Moche en el valle de Este complejo representa el núcleo central de
Nepeña se instalaría sobre una suerte de “vacío” la ocupación Moche en el valle de Nepeña, ya que
de poder, ante la aparente ausencia de una orga- en sus alrededores se encuentran concentrados los
nización política y la inexistencia de una entidad restos de otros montículos de menor tamaño co-
urbana local al momento de producirse la ocupa- rrespondientes a esta misma época. El monumento
ción Moche. Esta situación lleva a suponer que la principal de este sitio, que tiene una extensión de
anexión o dominación Moche del valle de Nepeña unos 250 x 200 m. está constituido por una gran
se dio en condiciones bastante diferentes a las exis- pirámide con una base de cuadrangular de unos
tentes en el caso de Virú. 50 m. de lado que se yergue sobre un promonto-
En todo caso, los datos revelan que cuando se rio rocoso, lo que eleva su cúspide unos 40 m.
produjo la ocupación Moche del valle de Nepeña por encima del nivel del valle. La edificación
se modificó sustancialmente el patrón de locali- piramidal está aparentemente constituida por pla-
zación de los asentamientos. La mayoría de los taformas escalonadas, construidas masivamente
sitios se concentraron en la parte media del valle, con adobes paralelepípedos rectangulares hechos
nucleándose en los alrededores del complejo de
226 JOSÉ CANZIANI

Fig. 243. Panorámica desde el


norte del complejo de
Pañamarca, en la que destaca
la pirámide escalonada
(Canziani).

con molde llano, si bien se observan también ado- sólo la descripción y el plano publicado por
bes elaborados con molde de caña.43 Schaedel y los estudios que concentraron su aten-
Esta pirámide principal en su frente noroeste, ción en las extraordinarias pinturas murales
presenta los restos de un rampa con un singular (Schaedel 1951b, Bonavia 1959, 1974). Algunas
desarrollo zigzagueante, que asciende conectan- de estas notables pinturas policromas se registraron
do los escalones que presenta este flanco de la pi- en uno de los recintos ubicados sobre las plata-
rámide. Del lado noreste, la pirámide se encuen- formas que se desarrollan en la base de la pirámi-
tra asociada a una plaza, desde la cual se habría de en el eje central del lado noroeste de esta. Estas
desarrollado una posible rampa que iniciaba el pinturas representaban escenas de combate y se-
ascenso hacia la pirámide. Esto significaría que res supranaturales; mientras que en el paramento
en el ordenamiento espacial de la edificación prin- interior del muro que cierra la plaza del lado nor-
cipal de Pañamarca se reiterarían algunos de los oeste, se registró la representación de una larga
rasgos típicos, propios de la configuración de los escena con personajes con atributos de guerreros
principales complejos ceremoniales Moche, como y sacerdotes. Finalmente, un fragmento de una
han sido documentados en Huaca de la Luna y impresionante pintura mural correspondiente a
Huaca de Cao. la denominada “escena del sacrificio” fue estudiada
La cúspide de la pirámide y gran parte de su y documentada por Bonavia (1959, 1974).
frente sureste presentan una gran cámara abierta, La presencia de estas pinturas murales tiene
lo que llevó a Kosok (1965: 206) a suponer que una especial relevancia, ya que ilustran la especial
se trataba de una estructura en forma de “U”, sin importancia asignada por los moche a este edifi-
embargo no está del todo claro si esta conforma- cio y a las actividades de primer orden que en él
ción podría haber sido generada por algún forado debieron desarrollarse. Esto es especialmente sig-
realizado antiguamente por buscadores de tesoros.44 nificativo en el caso de la escena que ilustra esce-
Lamentablemente no se han realizado investi- nas de sacrificio de prisioneros y el ofrecimiento
gaciones arqueológicas sistemáticas que examinen ritual de su sangre a las divinidades centrales del
las características del complejo, conociéndose tan panteón moche,45 ya que reitera los eventos rituales

43
Según Proulx (1985: 239) las dimensiones de los adobes tendrían un promedio de 43 x 27 x 17 cm. y a diferencia de otras
edificaciones Moche, en ellos no se registrarían marcas.
44
Esta posibilidad es señalada por Schaedel (1951b), quien presume que el relleno central de la cúspide podría haber sido de
material suelto, al observar que los muros laterales de su interior presentaban un acabado enlucido.
45
Los estudiosos de la iconografía Moche han observado que los principales personajes míticos o divinidades representadas
ampliamente en la cerámica y arte mural moche, en lo que se conoce como “ceremonia del sacrificio” o “escena de la presenta-
ción”, están estrechamente relacionadas con los personajes enterrados en las tumbas de elite, cuyos ornamentos y elementos
5. LAS PRIMERAS CIUDADES 227

Fig. 244. Plano del complejo


de Pañamarca (Schaedel 1951).

registrados o plasmados en los relieves policro- ter ceremonial, mientras que las plataformas y re-
mos de los edificios ceremoniales de Huaca de cintos al norte podrían haber privilegiado las ac-
Cao y Huaca de la Luna. tividades de índole política y administrativa. Ade-
Es relevante notar que el complejo de más, entre los volúmenes de estas dos edificacio-
Pañamarca presenta en el sector norte una gran nes mayores, se registra el desarrollo de otras
plataforma escalonada, que pudo desempeñar el plataformas menores y de amplios recintos cerca-
rol de una pirámide secundaria. De modo que dos por altas murallas también construidas con
también en este sitio se propondría una eventual adobes.46
dualidad, donde la pirámide al sur del complejo Si bien en diversos sectores del sitio se observa
podría haber concentrado las funciones de carác- una serie de evidencias que señalarían la superpo-

asociados podían reconocerse como correspondientes a los personajes que aparecen en las representaciones. Así, el Señor de Sipán
fue identificado como una de las divinidades centrales que aparece recibiendo una copa con la sangre de los prisioneros sacrifica-
dos; mientras que la sacerdotisa de San José de Moro, aparece entregando la copa ceremonial. La “ceremonia del sacrificio”,
consistía en un complejo ritual de sacrificios humanos de guerreros derrotados en combate y la posterior ofrenda de su sangre a
una divinidad suprema. Hoy sabemos que este ritual comprendió todo el territorio Moche y se desarrolló a lo largo de los siglos
de su larga vigencia. Sin embargo, es de gran significación notar que los personajes de la elite encarnaran a estos personajes míticos
o divinos en la vida terrenal, lo cual da una dimensión del extraordinario nivel de poder que concentraban en sus manos y que era
refrendado por el áurea que los divinizaba ante su pueblo. Es de destacar también que este ejercicio del poder y de los rituales que
lo magnificaban se concentraba en los espacios arquitectónicos de los monumentos aquí reseñados.
46
A esto propósito, Schaedel (1951: 106) observa que la alta muralla que cierra el complejo en su lado noroeste, además de
alcanzar como otras una altura de unos 7 m. presenta la peculiaridad de desarrollar un tratamiento almenado en la coronación del
muro, lo cual sería otro rasgo propio de los edificios moche de especial importancia.
228 JOSÉ CANZIANI

Fig. 245. Pintura mural halla-


da en el flanco oeste de la pi-
rámide de Pañamarca, en la
que se apreciaba un fragmen-
to de la conocida escena del
sacrificio (Reproducción de F.
Caycho en Alva y Donnan
1993: fig 249).

sición de estructuras arquitectónicas —cuyos se- dades se habrían desarrollado en sus distintos sec-
llos aparentemente permitieron la conservación tores, en cuanto centro provincial moche en el
de los murales policromos antes de su reciente y valle. Es más, este tipo de investigaciones es de
lamentable destrucción— estas no han sido aún especial interés ya que, a partir del examen super-
estudiadas, lo que podría permitir la posible iden- ficial del sitio y de los escasos restos de ocupación
tificación de las distintas fases que pudo tener la habitacional, Schaedel (1951: 110) planteó que
edificación en su historia. Si bien algunas de estas este tipo de sitios no tendrían un auténtico carác-
superposiciones fueron observadas en su momento ter urbano, extendiendo erróneamente esta apre-
por Schaedel (op. cit.), este supuso que las remode- ciación a otros centros moche de primer nivel
laciones serían posteriores a época Moche y conse- como el de las Huacas del Sol y la Luna.47
cuencia de una supuesta ocupación “tiahuana- En cuanto al emplazamiento territorial de
coide”. Esta hipótesis nos parece poco plausible, Pañamarca, su ubicación es desde luego estratégi-
más aún si se establecen las analogías del caso con ca, ya que se encuentra en una posición central
las características remodelaciones periódicas que entre el valle bajo y el medio, es decir, del área que
se han documentado en las principales edifica- concentraba la mayor extensión de tierras con
ciones moche. vocación agrícola. A este propósito, si considera-
Además de las estructuras principales con ar- mos que durante el Formativo la concentración
quitectura monumental, que evidentemente ha- poblacional se ubicaba en la parte alta, se puede
brían conformado el núcleo central del comple- deducir que el Estado Moche debió de introducir
jo, no está claro tampoco si es que en el entorno mejoras sustanciales en los sectores del valle bajo
inmediato de éste se erigieron otro tipo de estruc- y medio, con miras a posibilitar la producción
turas menores. Esta es otra de las interrogantes agrícola de estas tierras o por lo menos impulsan-
que las futuras excavaciones arqueológicas en el do su extensión e intensificación en esta zona.
sitio deberían despejar, definiendo así que tipo de Posiblemente la ubicación de Pañamarca res-
ocupación se habría dado en el sitio y que activi- pondió también a la necesidad de localizar el más

47
Schaedel (1951: 110) sostenía comparando Pañamarca con el sitio Moche de las Huacas del Sol y la Luna que este último
“...es más grande y tal vez más extenso en su organización, pero tiene los mismos componentes arquitectónicos. La inferencia es
inevitable, en el sentido de que no fueron principalmente sitios habitacionales. La escasez de restos habitacionales indica que, en
el mejor de los casos, tan sólo pocos sacerdotes o personas de importancia vivieron en el centro, junto con sus asistentes y algunos
artesanos”. “...Centros ceremoniales como estos contrastan fuertemente con los sitios tardíos que presentan un auténtico carácter
urbano, y donde el énfasis está puesto en los barrios de vivienda a expensas de los elegantes templos piramidales:” Para una
revisión crítica de estos argumentos –que luego de esta versión inicial daría paso a la que se ha denominado “tesis de los centros
ceremoniales vacíos”- y de los postulados teóricos que de ellos se desprenden, ver Canziani 2003a.
5. LAS PRIMERAS CIUDADES 229

Fig. 246. Representación de la escena del sacrificio en una pictografía de línea fina (Donnan y Mc Clelland 1999).

importante centro urbano del valle en un punto


que, si bien se encontraba relativamente alejado recinto de unos 150 x 260 m con divisiones trans-
del litoral, ofrecía la ventaja de ser fácilmente ac- versales por sectores y subdivisiones menores al
cesible desde los valles vecinos, especialmente des- interior de estos. El sector central presenta al su-
de el norte. Hasta el día de hoy existen caminos reste una plataforma piramidal de pequeñas pro-
de herradura que corren por el desierto a unos 10 porciones, enfrentada a un patio hundido que se
a 15 km. del mar, para ingresar al valle por estas ubica al noroeste (ibid: 107-136). Otro complejo
entradas naturales que se localizan en proximi- conformado por estructuras cercadas por 4 recin-
dad de Pañamarca.48 tos rectangulares es el sitio PV 31-121(ibid: 141-
146), se localiza unos kilómetros al sureste de
Otros tipos de sitios en el valle de Nepeña Pañamarca, del otro lado del río, en la margen sur
del valle medio.
Coincidentemente con lo visto para el valle bajo Se reporta que en el valle de Nepeña los sitios
del Santa, tampoco existen en el valle de Nepeña de vivienda correspondientes al período de ocu-
claras evidencias respecto a la presencia de sitios pación Moche -o en todo caso aquellos con ma-
que se pudieran tipificarse como fortificaciones. teriales afiliados a esta cultura- son notoriamente
El único caso con estas características es el sitio escasos, identificándose tan sólo cuatro, tres en la
PV 31-60, que se localiza en la zona de acceso a la margen sur de la parte media y uno en la parte
parte alta del valle (Proulx 1985: 95-99). Esta for- media (ibid: 278). Considerando las dimensio-
tificación presenta un doble amurallamiento de nes del valle y su relativamente amplia disponibi-
planta rectangular algo irregular que encierra una lidad de tierras agrícolas, así como la importante
plataforma baja. En todo caso, es de notar que presencia de un centro de poder Moche de pri-
también se registraron en este sitio evidencias de mer nivel en el valle como Pañamarca, sería im-
ocupación Recuay que, como se ha señalado, pre- pensable suponer que estos hallan sido los únicos
senta una marcada presencia en esta parte alta del sitios habitacionales del período. Es posible que
valle. la dificultad en identificarlos se pueda haber ge-
Se presentan también sitios con recintos rec- nerado por problemas de conservación de los res-
tangulares. El más importante parece correspon- tos de muchos de ellos; pero quizás también por
der a los complejos de recinto rectangular con sesgos metodológicos en su registro, por ejemplo,
montículo piramidal. Se trata del sitio denomi- al excluir sitios contemporáneos que no necesa-
nado Huambacho Viejo (PV 31-103) ubicado en riamente pueden manifestar vestigios Moche sino
la margen sur del valle bajo. Se trata de un gran más bien artefactos de factura local.

48
La posibilidad de la existencia de estos caminos tempranos, se refuerza por la manifiesta tendencia de los caminos tardíos
de la costa norte a tener un trazo relativamente alejado del litoral (Hyslop 1984: 259-263).
230 JOSÉ CANZIANI

El valle de Nepeña y los límites sureños de Moche da por la presencia de sitios Moche con recintos
rectangulares como PV 31-121 y 103, cuyas ca-
Para comprender de modo cabal la presencia racterísticas parecen corresponder al desarrollo de
Moche en el valle de Nepeña, así como el patrón funciones de tipo administrativo, más aún cuan-
de asentamiento establecido y, especialmente, el do estos se encuentran localizados en la margen
rol de un centro urbano ceremonial de primera izquierda, en lugares de acceso natural al valle
importancia como Pañamarca, debemos hacerlo desde el sur y donde existen vestigios de antiguos
en el contexto de la política de anexión y domi- caminos. Si estos intercambios y desplazamientos
nación territorial desarrollada por el Estado se dieron además con la conducción de caravanas
Moche en esta región de la costa norte. Este es el de llamas, es factible analizar si este tipo de sitios
caso de Pañamarca, que si bien expresa de manera pudo resolver tempranamente funciones algo si-
patente un carácter eminentemente ceremonial, milares a las que desempeñarían mucho más tar-
no nos debe hacer perder de vista posibles funcio- de los tampu de la red vial inca (Hyslop 1984).
nes de índole político administrativa que pudie-
ron desarrollarse en su entorno inmediato o den-
tro del propio complejo, como podrían estarlo La ocupación Moche en los valles norteños
indicando el despliegue de una serie de espacios
asociados a la pirámide, como son los grandes Hasta hace unas décadas se postulaba, al igual que
cuartos, patios, plazas y otros recintos amuralla- para los valles sureños de la región, una expan-
dos que componen el núcleo central del comple- sión del Estado Moche desde los valles nucleares
jo. Esta suposición se sustenta en el hecho de que de Moche y Chicama hacia los valles norteños de
Pañamarca representó el principal sitio Moche en Lambayeque e inclusive, aún más al norte, en el
sus dominios sureños y, por lo tanto, en su condi- valle de Piura. En el caso de los valles de
ción de enclave provincial, debió de concentrar y Jequetepeque y Lambayeque, esta suposición es-
resolver una serie de funciones propias de la ad- taba basada en datos dispersos y no sistematizados,
ministración no solamente del valle de Nepeña que daban cuenta de la presencia en estos valles
sino de sus relaciones con los territorios aún más de algunos sitios con ocupación moche tardía
al sur, especialmente con los próximos valles de (Shimada 1985), así como en las evidentes influen-
Casma y Huarmey, que no contaron con un cen- cias de Moche en la cerámica de la cultura Vicús,
tro de esta naturaleza. dando lugar al estilo conocido como Moche-Vicús
Existen por demás indicios crecientes de que (Lumbreras 1987c).
la presencia Moche en los valles de Casma, donde El hallazgo en 1987 de las tumbas reales de
anteriormente se adujo que no habría evidencias Sipán en el sitio de Huaca Rajada por parte del
en tal sentido (Collier 1960: 415, Thompson equipo conducido por Walter Alva (Alva y
1962a: 198, citados por Proulx 1973: 40), no Donnan 1993, Alva 2001), no solamente dio un
habría sido tan intrascendente, si bien no se pre- impresionante giro acerca de la complejidad de la
senta ningún centro local o arquitectura que pu- organización social moche y los extraordinarios
diera ser afiliada a moche (Wilson 1995). Esta niveles de poder concentrados en sus personajes
apreciación toma aún más cuerpo si se considera principales, sino que también dio cuenta de una
que se ha documentado en el valle de Huarmey importante ocupación temprana en los valles de
una presencia Moche mucho más importante de Lambayeque, a juzgar por los rasgos estilísticos
lo que se había supuesto, si bien pareciera que de los múltiples artefactos que constituían los fas-
esta no estuvo asociada al desarrollo de complejos tuosos ajuares funerarios de las tumbas.
con arquitectura monumental. Este es el caso del De modo que la investigación arqueológica
registro de por lo menos una decena de sitios, de las tumbas de los señores de Sipán dio un pri-
ubicados mayormente en la parte media y media mer y relevante indicio de la temprana y consis-
alta del valle, y que corresponden tanto a estruc- tente presencia de Moche en Lambayeque, demos-
turas con evidencias de ocupación moche o a ce- trando que esta se sustentaba en la existencia de
menterios y enterramientos consistentemente aso- una sólida estructura de poder social y económi-
ciados con cerámica de este estilo (Bonavia 1982: co local, cuya conducción debió corresponder a
415-447). los señores principales enterrados en la platafor-
Esta proyección de Moche hacia los valles del ma funeraria de Sipán. De esta manera, las hipó-
sur, tomando como punto de partida el valle de tesis que planteaban la posibilidad de desarrollos
Nepeña y Pañamarca, podría también ser sugeri- locales fuertemente emparentados con los moche
5. LAS PRIMERAS CIUDADES 231

Fig. 247. La Mina. Reconstruc-


ción de la tumba Moche de eli-
te hallada en el valle bajo del
Jequetepeque (Narvaez 1994:
fig. 2.5).

de los valles de Trujillo al sur (Lumbreras 1988: valle también se reportan algunos hallazgos pun-
com. pers.) asumieron mayor fuerza, planteando tuales del Moche temprano, mayormente asocia-
la posible presencia de entidades políticas moche dos con enterramientos y cementerios, en
en los valles de la región norteña, con determina- Pacatnamú y Tolón, uno de los pocos sitios moche
dos márgenes de autonomía e integradas entre sí reportados en el valle medio (Donnan y Castillo
por una serie de aspectos étnicos y culturales 1994: 162-169).
(Donnan y Castillo 1994). Las investigaciones en Si bien en la región norte la información acer-
esta dirección se vieron reforzadas con el hallazgo ca de la naturaleza de la ocupación moche es aún
en Jequetepeque de una temprana tumba Moche fragmentaria, y aún más escasa tratándose de la
de elite en el sitio de La Mina, finamente decora- evolución de los patrones de asentamiento en sus
da en su interior con pintura mural policroma y distintas fases, a continuación resumimos la in-
asociada a un conjunto excepcional de ceramios formación disponible que documenta el tipo de
Moche (Narváez 1994: fig. 2.5). Posteriormente, asentamientos correspondientes al Moche Tem-
se ha producido en el complejo de Dos Cabezas prano, entre los que destacan Sipán y Dos Cabe-
el hallazgo de una importante ocupación, tam- zas, en los valles de Lambayeque y Jequetepeque
bién del Moche Temprano, en este caso asociada respectivamente, para posteriormente hacerlo con
a un asentamiento con arquitectura monumental los que corresponden al Moche Medio y Tardío.
y tumbas de elite (Donnan 2001, 2003). Este último período nos introduce a la problemá-
Además de Sipán en Lambayeque, de La Mina tica de las grandes transformaciones que se verifi-
y Dos cabezas en Jequetepeque, en este último caron en el modelo de asentamiento moche du-
232 JOSÉ CANZIANI

rante su fase V, y especialmente en dos centros de las tumbas reales por el equipo de arqueólogos
urbanos de primera importancia, como son Pam- dirigidos por Walter Alva— la que ha concentra-
pa Grande en el valle de Lambayeque y Galindo do la mayor atención de los estudiosos, dada la
en el valle de Moche. Se hace también antes una enorme trascendencia de los hallazgos para el co-
breve referencia al sitio de San José de Moro, en nocimiento del mundo Moche. Las excavaciones
el valle de Jequetepeque, por presentar algunos arqueológicas conducidas en esta última edifica-
aspectos trascendentes acerca de la estructura so- ción, indicarían que constituyó una plataforma
cial y los cambios que se producen en el ámbito funeraria de características muy especiales, dado
cultural moche durante este período de transición. que fue destinada al enterramiento de los perso-
Si bien la ubicación cronológica de estos últimos najes de la más alta jerarquía de la sociedad moche
sitios corresponde al Horizonte Medio, es decir local. Los estudios de Susana Meneses revelaron
la época del evento de Wari, preferimos tratar so- la existencia de por lo menos 6 superposiciones
bre estos en este mismo capítulo, con la finalidad arquitectónicas en la historia de la evolución del
de brindar mas coherencia y continuidad al tex- edificio construido masivamente con adobes, con
to, al examinar la evolución de los patrones de secciones constructivas que presentan de modo
asentamiento en la región, como culminación del consistente marcas de fabricante. Dado que las
desarrollo de la sociedad Moche. tumbas fueron construidas intruyendo en el nivel
que presentaba la plataforma en el momento del
El Complejo de Sipán enterramiento, se ha podido establecer una estre-
cha correlación entre cada una de las fases de la
El complejo monumental de Sipán o Huaca Ra- secuencia arquitectónica y la respectiva antigüe-
jada se localiza a uno 40 km del litoral, en la mar- dad de los diversos enterramientos (Alva y Donnan
gen izquierda del valle medio de Lambayeque y 1993: fig. 38 y 39).
está conformado por dos colosales construcciones Al parecer, en su fase temprana, la plataforma
de forma troncopiramidal, la mayor de ellas al se inicia como una estructura baja de planta rec-
oeste del sitio y una intermedia en una posición tangular, con dos largos escalonamientos que se
central, mientras que al este del sitio se localiza desarrollaban hacia su lado norte, mientras que al
una plataforma de menores dimensiones. Las dos sur se encontraba la parte más elevada de la mis-
edificaciones piramidales, no obstante su intensa ma. Esta parece que fue una constante en todas
erosión conservan vestigios del adosamiento de sus fases, donde siempre el sector sur de la plata-
plataformas bajas y sistemas de rampas que perm- forma mantuvo la mayor altura y la mayor elabo-
itían el ascenso a sus respectivas cimas, sin embargo ración arquitectónica; mientras que el lado norte
aún no han sido objeto de mayores estudios. siempre más bajo pudiera haber correspondido a
Es más bien la plataforma de menor tamaño los atrios conectados con rampas de acceso (ibid:
—donde en 1987 se produjo el descubrimiento 43-44, fig. 40).

Fig. 248. Sipán. Reconstruc-


ción hipotética de las edifica-
ciones del complejo, con en
primer plano la plataforma fu-
neraria (Alva y Donnan 1993:
fig. 39).
5. LAS PRIMERAS CIUDADES 233

nobleza moche enterrada en la plataforma fune-


raria. Igualmente, el estudio de los sitios moche
contemporáneos al poderío de Sipán, permitiría
definir los patrones de asentamiento establecidos
en el valle y aproximarnos así al conocimiento de
como pudo ser en ese entonces el manejo del te-
rritorio, especialmente desde el punto de vista de
la producción agrícola. Esta perspectiva de análi-
sis, en su conjunto, podría ilustrarnos acerca de
las bases sociales y económicas en los que se sus-
tentaba la innegable concentración de riqueza y
poder que personificaron estos señores principales.

Dos Cabezas

Este sería uno de los pocos sitios Moche Tempra-


no en el valle de Jequetepeque, que permite una
aproximación al tipo de arquitectura monumen-
tal desarrollada durante esta fase, así también a
Fig. 249. Sipán. Superposiciones arquitectónicas correspondientes las excepcionales evidencias funerarias reportadas
a las distintas fases de la plataforma funeraria (Alva y Donnan 1993: de reciente en el sitio (Donnan 2001, 2003). Igual-
fig. 40). mente, son de interés las características de otras
estructuras menores presentes en proximidad de
Las cámaras funerarias fueron realizadas reti- la arquitectura monumental y que pueden brin-
rando los adobes que conformaban los rellenos dar importante información acerca de la pobla-
constructivos de la plataforma, en el lugar elegi- ción y naturaleza de las actividades desarrolladas
do para dar forma a una estructura de planta rec- en el asentamiento.
tangular con nichos en los paramentos laterales y Dos Cabezas se ubica en la margen sur del va-
que, luego de la disposición del sarcófago del se- lle bajo y en estrecha proximidad del litoral mari-
ñor principal y de quienes le servirían de acom- no. El sitio se localiza sobre una planicie desértica
pañantes en el mundo de los difuntos, así como ligeramente elevada, en un entorno de humedales
de las múltiples y valiosas ofrendas, sería cubierta desde el cual se divisa la playa y el mar. El asenta-
por un techo constituido por gruesas vigas de al- miento, que alcanzaría una extensión de unas 100
garrobo, destinado a soportar los rellenos del pos- ha. y que está conformado por pirámides y es-
terior sello de la tumba de cámara, que quedaba tructuras habitacionales, tiene como componen-
así encapsulada al interior de la plataforma. te más destacado una gran edificación piramidal.
Si bien al este del complejo se encuentran evi- Esta pirámide ha sido afectada por un profundo
dencias de cementerios, de posibles conjuntos corte en la parte central, provocado en época co-
habitacionales y de canales que pudieron servir lonial para el saqueo de sus tesoros, por lo que
para el manejo del riego de la margen sur del va- actualmente da la falsa impresión de tratarse de
lle, es poco lo que se ha investigado al respecto. dos montículos, cuyas siluetas parecen haber dado
Es evidente que está aún pendiente un análisis de origen al nombre del sitio. En la base de la esqui-
la ocupación Moche, tanto en el entorno inme- na sur oeste del montículo se han desarrollado
diato del complejo piramidal, como con relación recientes excavaciones arqueológicas que docu-
a otros asentamientos contemporáneos en el ám- mentan la presencia de algunos notables
bito del valle, al igual que el examen de las pro- enterramientos de elite, con un singular y rico
pias características de las estructuras piramidales ajuar funerario (Donnan 2001, 2003).
mayores a las cuales está asociada la plataforma La pirámide de Dos Cabezas, tiene una planta
funeraria. Estos estudios permitirán no solamen- de unos 115 m de este a oeste y unos 95 m de
te comprender en que marco monumental se ins- norte a sur y alcanza unos 25 m de altura. La
cribía la presencia de la plataforma funeraria de pirámide, a su vez, se emplaza en la esquina sur
Sipán, sino también cual pudo ser la naturaleza oeste de una gran plataforma baja de unos 5 m de
del complejo urbano teocrático que, a todas lu- altura, con unos 240 m a lo largo de su eje de
ces, sirvió de privilegiado centro de poder a la norte-sur y unos 180 m de ancho. La explanada
234 JOSÉ CANZIANI

En cuanto a la pirámide, resulta del todo evi-


dente el tratamiento escalonado de los flancos de
su volumen, el que además se reitera a lo largo de
una secuencia de superposiciones, tal como se apre-
cia en diversos cortes de la edificación. Por otra
parte, el frontis norte de la pirámide, asociado a la
amplia plaza ceremonial, no presenta rampas per-
pendiculares sino mas bien escalinatas adosadas con
un singular desarrollo contrapuesto y zigzagueante,
muy similar al que con frecuencia exhiben ciertas
representaciones moche en cerámica referidas a
arquitectura monumental de carácter ceremonial
(Donnan: com. pers. 2004).
La profundización de las excavaciones en la es-
quina suroeste de la pirámide, donde se hallaron
las tumbas de elite (Donnan 2001, 2003), permi-
tieron conocer una interesante secuencia de
superposiciones arquitectónicos, así como notables
cambios de función de las estructuras de este sec-
tor, antes y durante el proceso de expansión cons-
tructiva de la pirámide. En una primera fase, se
Fig. 250. Dos Cabezas. Plano de la pirámide principal y de la plaza construyó sobre la plataforma al suroeste de la
ceremonial (Donnan 2003: fig. 2.3).
Huaca dos muros paralelos, orientados de norte a
sur, que formaron un recinto alargado cuyo piso
de la plataforma al norte de la pirámide habría estaba cubierto por 6 hileras de cubículos cuadran-
absuelto la función de una amplia plaza, cum- gulares de 90 cm de lado y de 46 cm de profundi-
pliendo con los cánones arquitectónicos tradicio- dad, separados entre sí por muretes de 20 cm de
nales para los edificios moche de primera impor- grosor. Todos estos cubículos o depósitos estaban
tancia, que asocian el desarrollo de plazas al nor- bien enlucidos y pintados de blanco. Adicional-
te de las principales edificaciones ceremoniales. mente se halló la evidencia de la presencia de pos-
Esta plaza presenta a lo largo de todo su flan- tes, lo que permite suponer que este recinto estaba
co oeste un largo muro que, además de delimitar techado. Los postes se disponían cada 2 m y ali-
este lado de la plaza, parece haber definido tam- neados entre la cuarta y quinta hilera de los
bién una plataforma alargada y ligeramente más cubículos, es decir a unos 4 m del muro del lado
elevada. Este muro y la plataforma alargada se este y a sólo 2 m del muro del lado oeste. Aparen-
adosan sobre la esquina noroeste del frontis de la temente estas estructuras podrían haber servido
pirámide, por lo que la plaza se restringe para funciones de almacenaje o depósito, si bien
espacialmente en este sector, mientras que se pro- no se ha hallado evidencia al respecto (Donnan y
yecta hacia el sur a lo largo del flanco este de la Cock 2000: fig. 14).
pirámide (Donnan 2003: fig. 2.3.).
Las excavaciones arqueológicas conducidas en Fig. 251. Dos Cabezas. Detalle de los compartimientos cuadrangu-
la esquina noroeste de la plaza, revelaron que el lares en la esquina sur oeste de la pirámide (Donnan y Cock 2000:
fig. 14).
muro oeste presentaba en su paramento orienta-
do hacia la plaza un acabado en relieve, con ban-
das diagonales pintadas de blanco formando
rombos de fondo negro. Posteriormente, en una
siguiente fase, se superpuso un relleno de adobes
que cubrió el paramento y se le substituyó por
uno nuevo, cuyo acabado ya no era en relieve
sino llano, aun cuando es de notar que se le de-
coró con pintura mural en blanco y negro, que
también reprodujo el antiguo patrón romboidal
(Donnan y Cock 1997: figs. 7 y 8).
5. LAS PRIMERAS CIUDADES 235

Luego de algunas remodelaciones menores, este arqueológicas del sitio han registrado una impor-
sector fue finalmente comprometido por la am- tante ocupación del Moche Temprano, que se
pliación de la pirámide, para lo cual se desmonta- concentra en los sectores al sur del asentamiento,
ron los postes y los muretes que conformaban los aun cuando existen indicios de que esta se habría
cubículos y se procedió a sellar estos ambientes extendido también hacia los sectores al norte del
con rellenos constructivos de adobes. La platafor- sitio. Todas estas estructuras, al igual que la ar-
ma resultante fue utilizada luego como lugar de quitectura monumental de las Huacas, fue cons-
enterramiento, excavándose en la plataforma las truida utilizando los característicos adobes pro-
cámaras funerarias y los repositorios de ofrendas ducidos con gaveras de caña. Algunas estructuras
de las tumbas de elite ya mencionadas. Finalmen- corresponden a funciones públicas, como es el caso
te, sobre los enterramientos se continuó con los de la Huaca E, si bien la mayoría corresponde a
rellenos de adobes, elevando aún más la altura de unidades domésticas y talleres, donde se hallaron
la plataforma al suroeste de la pirámide, quedan- una serie de implementos muy bien conservados,
do las tumbas encapsuladas dentro de esta. gracias al enterramiento por acarreo eólico luego
Aparentemente, la pirámide y el complejo ce- de su abandono. De estas evidencias se puede de-
remonial de Dos Cabezas habrían nucleado una ducir cierto nivel de especialización de sus habi-
cierta concentración urbana. Las exploraciones tantes, como es el caso del sector D, donde el ha-
llazgo de redes, pesas, anzuelos de cobre y malleros
para tejer redes, revelan la posible existencia de
un barrio de pescadores (Donnan y Cock 1995).

Pacatnamú

Este imponente sitio se ubica en el valle de


Jequetepeque, al norte de la desembocadura del
río del mismo nombre. El asentamiento se locali-
za sobre una terraza natural que termina en una
Fig. 252. Dos Cabezas. Detalle de la decoración romboidal en re-
lieve del muro oeste de la plaza ceremonial de la pirámide (Donnan suerte de península, limitada por los acantilados
y Cock 2000: fig. 7 y 8). generados por la erosión del río por el lado este y

Fig. 253. Pacatnamú. Foto


aérea del sector central de la
ciudad en la que destaca el
volumen de la Huaca 31,
donde se registraron eviden-
cias de ocupación Moche.
Nótese los vestigios de la
rampa central en su lado nor-
te que se proyecta hacia la
primera muralla interior del
asentamiento (Servicio
Aerofotográfico Nacional).
236 JOSÉ CANZIANI

del mar por el lado oeste. Este especial emplaza- por los moche (Donnan y Cock 1985: 70-74).
miento con un dominio visual sobre el paisaje cir- Estas superposiciones son claramente definidas ya
cundante, y con los acantilados que dificultan que las construcciones moche se caracterizan por
acceder al sitio desde el flanco del litoral o desde el empleo de adobes paralelepípedos rectangula-
el valle, fue aprovechado hábilmente para limitar res, hechos con molde plano, mientras que los
el acceso al sitio, mientras que del lado norte — adobes más tardíos presentan la singularidad de
por donde se conecta con la planicie— se cons- haber sido hechos de formas diversas y sin la uti-
truyeron sucesivamente y conforme la ciudad se lización de molde (ibid: 99).
expandía, líneas de gruesas murallas con portadas Existen otros elementos en el ordenamiento
para controlar el ingreso. espacial del sitio que podrían presumir anteceden-
Si bien el grueso de la ocupación más impor- tes tempranos originados en la ocupación moche.
tante corresponde a la época Lambayeque y Como se verá más adelante con detalle en el capí-
Chimú, las investigaciones realizadas en el sitio tulo correspondiente, los complejos típicos de
señalan evidencias de una ocupación más tempra- Pacatnamú presentan recurrentemente un patrón
na correspondiente a la época Moche. De acuer- definido por la ubicación y orientación de sus
do a los trabajos conducidos por el equipo con- componentes básicos (pirámide con rampa, patio
ducido por Donnan (Donnan y Cock 1986, frontal, plataformas laterales con rampa, altares y
1997), existirían consistentes evidencias que in- recintos amurallados). Pues bien, si advertimos
dicarían que la construcción de las primeras pirá- que la rampa de época Moche de la Huaca 31 está
mides y de otras estructuras, se habría iniciado orientada al norte y que debió conectar la plata-
por lo menos a partir de finales de la fase IV e forma con un patio en la misma dirección, se
inicios de la fase V de Moche. Se encontraron tam- puede suponer que algunos de los rasgos típicos
bién en el sitio numerosos cementerios de la fase de los complejos podrían haberse establecido tem-
Moche Medio, lo que indicarían la presencia de pranamente durante la ocupación moche. De otro
una importante población moche, si no residente lado, estos rasgos se enmarcan en los patrones de
en el sitio, por lo menos afiliada a las actividades ordenamiento espacial característicos de la arqui-
del aparente centro ceremonial como para ser en- tectura monumental moche que, como se ha vis-
terrada en este. De otro lado, la presencia de mu- to, por lo general ubican las edificaciones
chas tumbas de elite correspondientes a esta fase, piramidales al sur, conectándolas con plazas o
excavadas durante la década del 30 por patios ubicados al norte. De modo que los frontis
Ubbelohde-Doering, permitirían inferir la presen- principales de las edificaciones piramidales se de-
cia de una clase social de alto status conduciendo sarrollan orientados al norte, al igual que las ram-
alguna forma de entidad política en el valle, con pas que descienden de estas a las plazas. Este mis-
sede principal en Pacatnamú (Castillo y Donnan mo modelo de ordenamiento podía haber sido
1994: 169). implantado tempranamente por los moche en
Lamentablemente no tenemos una idea clara Pacatnamú y perpetuado con variantes en las ocu-
de cual pudo ser la configuración urbana y arqui- paciones posteriores del sitio.
tectónica de Pacatnamú durante la ocupación
Moche, la que puede subyacer oculta bajo las su- San José de Moro
cesivas ocupaciones posteriores, y que en su mo-
mento fue desdibujada por estas intervenciones San José de Moro representa uno de los sitios más
más tardías. Una de las escasas evidencias de ar- destacados del Moche Tardío en el valle de
quitectura monumental del periodo Moche está Jequetepeque. Las recientes excavaciones condu-
representada por la Huaca 31. Se trata de uno de cidas por Castillo y Donnan han planteado la pre-
los complejos con pirámide de mayor tamaño y sencia de un complejo de aparente función cere-
con una posición destacada en el sector central monial, donde se revela una intensa actividad fu-
del sitio (Hecker y Hecker 1985: Plano NR.III), neraria. En el sitio se define la presencia de una
donde las excavaciones pusieron al descubierto una serie de montículos arqueológicos de escasa altu-
serie de sectores en los cuales las construcciones ra, algunos de estos corresponderían a funciones
chimú se habían realizado reutilizando otras an- ceremoniales, mientras que otros podrían haber
teriores de época Moche. También en la rampa, estado asociados a fines habitacionales por parte
ubicada al norte de la pirámide, se registraron de la población congregada en el lugar. Lamenta-
evidencias que demostrarían su remodelación tar- blemente la erosión, el huaqueo y las construc-
día a partir de la estructura originaria construida ciones modernas impiden en la actualidad tener
5. LAS PRIMERAS CIUDADES 237

la producción, almacenamiento y reparto posi-


blemente de chicha, asociadas a las ceremonias
que se desarrollaban como parte de los rituales
funerarios en el sitio (Rucabado y Castillo 2003).
Entre los enterramientos de la fase que nos
ocupa, destacan aquellos correspondientes a per-
sonajes de elite que fueron sepultados en cámaras
con un rico ajuar funerario. El mayor interés de
estos hallazgos reside en la extraordinaria revela-
ción de que algunas de estas tumbas correspon-
dían a mujeres de alto rango, cuyo ajuar y
parafernalia revela que fueron sacerdotisas, al ex-
hibir los mismos atributos y rasgos que corres-
ponden a los personajes femeninos representados
recurrentemente en la denominada “escena del
sacrificio” (Donnan y Castillo 1994). 49
Estos datos tienen un valor extraordinario, al
revelar que los personajes míticos recurrentemente
representados con rasgos supranaturales y
divinizados en la iconografía del arte moche, eran
personificados en determinados rituales y ceremo-
nias por seres de carne y hueso, por cierto miem-
bros de la elite social moche. La encarnación di-
vina por parte de personajes de la nobleza moche,
Fig. 254. San José de Moro. La tumba M-U30, que correspondería
como es el caso de las sacerdotisas sepultadas en
a un niño o niña de la elite Moche. Nótese la disposición de los San José de Moro, revela en toda su magnitud el
cuerpos de dos mujeres jóvenes a los pies del sarcófago y la especial enorme peso que tuvo la dimensión ideológica y
ubicación de ‘maquetas’ arquitectónicas en las hornacinas de la cá- ritual en el mundo moche y, en particular, el ava-
mara funeraria (Donnan y Castillo 1994: Lam. XIII).
sallador sustento que esta ofrecía al poder y auto-
ridad ejercidos por los integrantes de la elite go-
una idea clara acerca de la forma que asumieron bernante, a lo largo de los siglos y de las múltiples
estos montículos y la configuración original del regiones que integraron su vasto territorio.
sitio. En todo caso, el examen de los perfiles Las tumbas de elite moche en San José de Moro
estratigráficos permite suponer que algunos de se caracterizan por presentar una planta rectan-
estos montículos aparentemente ceremoniales, gular, por estar recurrentemente orientadas de
elaborados con muros de contención de adobe, norte a sur, y por presentar en la cara interior de
estuvieron asociados a pisos correspondientes a los muros este, oeste y sur la ordenada disposi-
patios o plataformas bajas en los cuales se ción de hornacinas.50 Se ha podido reconstruir
excavaron las tumbas y se procedió a su enterra- que una vez dispuestos el cuerpo del personaje
miento (Castillo y Donnan 1994a). En algunas principal y de los otros acompañantes posiblemen-
zonas del sitio se han registrado áreas de planta te sacrificados, así como las múltiples ofrendas, se
rectangular delimitadas por muros de adobe que cubría el foso de la tumba con un relleno que era
presentan apisonados, en los cuales se observan soportado por el techo de la cámara, que estaba
hoyos de postes y tinajas semienterradas aparen- construido con postes y vigas de algarrobo. Entre
temente destinadas a contener chicha. Se sugiere las diversas ofrendas presentes en las cámaras fu-
que estas áreas podrían haber sido utilizadas para nerarias de elite, nos interesa en particular desta-

49
El personaje femenino, o sacerdotisa, correspondería al personaje “C “ de la escena del sacrificio; mientras que los perso-
najes “A” y “B” corresponderían —de acuerdo con los atributos, adornos e indumentaria de su ajuar funerario— a los señores
principales sepultados en las cámaras de las tumbas reales de Sipán (Alva y Donnan 1993).
50
Tanto la disposición del cuerpo del personaje principal, con la cabeza hacia el sur, como la distribución de las hornacinas
y su notaria ausencia en el muro norte, revelan que en esta región también las edificaciones funerarias reflejaban la organización
del espacio de acuerdo a la orientación sacra dirigida hacia el sur.
238 JOSÉ CANZIANI

car dos aspectos notables: la presencia de “ma- En cuanto a la inclusión de ofrendas “exóti-
quetas” arquitectónicas y el hallazgo de cerámica cas” en las tumbas de elite, nos parece relevante
y otros elementos exóticos al mundo moche como destacar la presencia de ceramios afiliados a las
parte del ajuar funerario. tradiciones estilísticas e iconográficas de
Las maquetas arquitectónicas fueron dispues- Cajamarca (Sierra Norte), Nievería y Pachacamac
tas tanto dentro de las hornacinas como sobre el (Costa Central) así como de Wari, además de pie-
piso de las tumbas. Fueron realizadas con barro zas de cuchillos de obsidiana provenientes de la
crudo y claramente constituyen representaciones sierra sur central, lo que estaría indicando
ideales de complejos arquitectónicos de un cierto interacciones e intercambio a grandes distancias,
status. Si bien todas las maquetas son distintas, e igualmente una notable inversión por parte de
tienen en común el representar como modelo la elite en adquirir este tipo de bienes suntuarios
complejos de planta rectangular cercados por una y de alto prestigio, que habrían estado restringi-
muralla perimétrica con un acceso central. En el dos a su uso exclusivo (Castillo y Donnan 1994:
interior presentan un patio o plaza rodeada por 135-136). Pero también nos parece importante
banquetas y al frente del acceso una plataforma destacar que la inclusión de este tipo de objetos
más elevada, sobre la que se emplazan estrados o exóticos -como bienes personales y luego como
podios. Algunas zonas de estos espacios, especial- parte del ajuar funerario- estaría evidenciando una
mente la plataforma elevada, se representan cu- crisis en los fundamentos ideológicos y religio-
biertos por techos soportados por columnas o sos, hasta ese entonces rígidos y excluyentes de lo
postes. A partir de los patios y en la parte poste- foráneo. Esto reviste un grado aún más sintomá-
rior de estos, se desarrollan vanos y corredores que tico si se considera que algunos de los personajes
dan acceso a la representación de cuartos o recin- enterrados eran no sólo miembros destacados de
tos menores (Castillo et al. 1997). Nos parece sin- la elite, sino además oficiantes de los principales
tomático que estas representaciones arquitectóni- cultos y ceremoniales moche. Bajo este punto de
cas —bastante próximas a la configuración de es- vista, habría que considerar la posibilidad de que
pacios reales, como son algunos de los complejos mediante esta singular apertura a elementos re-
presentes en Galindo o Pampa Grande— sean de- vestidos con una innegable carga ideológica ex-
positadas en las tumbas de elite, como si se qui- traña —pero con un creciente prestigio en regio-
siera dotar simbólicamente a los difuntos de sus nes que alcanzaban un predominio seguramente
espacios naturales de actividad, donde estos ejer- amenazador del orden reinante— estos objetos de
cían su poder y autoridad.51 prestigio expresaran de modo subliminal la nece-
sidad de apuntalar el edificio social moche, seria-
Fig. 255. San José de Moro. Maqueta arquitectónica de arcilla no
mente afectado por una crisis que comprometía
cocida (Castillo 2001: fig. 8). sus propios cimientos.
Por otra parte, el análisis de los patrones de
asentamiento durante el período Moche tardío en
los valles de Jequetepeque y Zaña, estaría señalan-
do una inusitada presencia de asentamientos pro-
tegidos por fortificaciones o, en todo caso, muy
próximos a reductos fortificados en la cima de
una serie de cerros. Entre estos destacan Cerro
Chepén y Cerro Cañoncillo en el valle de
Jequetepeque y Cerro Corvacho en el de Zaña
(Dillehay 2001: figs. 1 y 2). De otro lado, los
posibles sitios de carácter urbano no presentarían
una ocupación continua y en ellos no se registra-
ría una mayor inversión en la construcción de ar-

51
Podría parecer contradictorio que en la tumba M-U30, correspondiente a un niño o niña de 5 a 7 años, se dispusieran nada
menos que siete maquetas, sin embargo parece ser que la condición social y la pertenencia de clase fueron refrendados por los
moche sin importar el factor edad, lo que se reflejaría en los rituales fúnebres reservados a la elite, ya que en el caso del niño o niña
en cuestión, aparte de una menor dimensión de la cámara, igualmente se dispuso de seis acompañantes, dos mujeres jóvenes
colocadas a sus pies y cuatro niños enterrados con el relleno de la tumba, todos ellos aparentemente sacrificados (Castillo y
Donnan 1994: 138-144).
5. LAS PRIMERAS CIUDADES 239

quitectura pública prominente, tal como la que posiblemente se elige este lugar por el áurea sa-
se aprecia en otros valles con ocupación Moche grada que debió perdurar entre las comunidades
V. Esta novedosa información permitiría suponer del valle.
que en ciertos valles de la costa norte, durante el Otro dato sintomático está dado por el con-
Moche tardío, no sería factible asumir la presen- temporáneo abandono de la ocupación de los va-
cia de entidades políticas centralizadas, con base lles al sur de Moche, como son el de Virú, Santa,
en asentamientos urbanos del tipo ciudad y en y Nepeña, en los cuales se había verificado una
una posición de dominio sobre un ordenamiento consistente presencia Moche asociada a las fase
jerárquico de asentamientos de menor nivel. Más III y IV, y donde se habían desarrollado impor-
bien podría ser factible suponer una organización tantes modificaciones territoriales, con la impo-
social fragmentada, derivada de la inexistencia de sición de un modelo de asentamiento presidido
una autoridad estatal que permitiera regular las por la instalación de importantes centros provin-
contradicciones y conflictos por el acceso y apro- ciales. Los escasos vestigios que se encuentran en
piación de recursos de vital importancia, como estos valles correspondientes al Moche V, mayor-
las tierras de cultivo y las aguas de regadío mente asociadas a ofrendas funerarias, parecen más
(Dillehay 2001; Castillo 2004). bien piezas de intercambio. movilizadas en la in-
La profundización de este tipo de estudios es tensa articulación interregional generada por el
de sumo interés ya que nos aproxima a la natura- fenómeno Wari.
leza de los posibles conflictos que se procesaron Tanto en el caso de Galindo en el valle de
en un período de crisis y de cambios profundos, Moche, como en el de Pampa Grande en el de
como fue la etapa final de la sociedad moche. En Lambayeque, se puede apreciar luna clara tenden-
este contexto, pudieron exacerbarse las contradic- cia a establecer los principales asentamientos
ciones entre “ciudad y campo” —vale decir, entre Moche tardío en el cuello de sus respectivos va-
las elites de base urbana y las comunidades cam- lles. Esta localización podría estar significando
pesinas de base aldeana— como también los con- tanto la búsqueda de emplazamientos más prote-
flictos de intereses entre facciones de la propia elite gidos y, por lo tanto mejores condiciones de de-
Moche por conservar o legitimar su poder, en un fensa; como también de una ubicación estratégi-
momento histórico que sabemos derivaría final- ca para un control más estrecho de las bocatomas
mente en la debacle y colapso de su vieja estruc- y los sistemas de irrigación de los valles; sin ex-
tura de poder (Dillehay 2001: 274-278). cluir las posibles ventajas de esta localización al
tener un acceso más directo para el tráfico de in-
Las transformaciones del modelo de asentamien- tercambio —que se intensifica con creces duran-
to durante la fase Moche V te el Horizonte Medio— con las poblaciones
altoandinas de estas regiones.
La crisis que afectó a la sociedad moche durante En cuanto al nuevo modelo de ordenamiento
su fase V, que como hemos visto es claramente urbano, los sitios de esta época manifiestan una
manifiesto en las esferas de la superestructura, tam- acentuada zonificación de las distintas áreas que
bién se percibe en el ámbito territorial y en las integran el espacio urbano. Se aprecia así una
notables modificaciones que se verifican en el marcada diferenciación funcional entre los sectores
modelo de asentamiento, especialmente con el urbanos donde se concentran las estructuras cere-
abandono de los antiguos centros urbano moniales y político administrativas, de aquellos
teocráticos y con el paralelo surgimiento de nue- destinados a albergar las estructuras productivas
vos modelos de ordenamiento urbano, que se apre- y habitacionales. Una característica saltante de los
cian en importantes centros como Pampa Gran- asentamientos urbanos del período es la existen-
de en Lambayeque y Galindo en el valle de Moche cia de grandes recintos rectangulares en los que se
(Canziani 1989: 169-171). inscriben los espacios y estructuras de carácter
Durante esta época es patente el ocaso de la ceremonial y político administrativas; así mismo,
ciudad de Moche dominada por las Huacas del la presencia de una notable población organizada
Sol y la Luna. Los edificios monumentales son por sectores o barrios, en los cuales además de las
abandonados progresivamente, al igual que las unidades habitacionales se encuentran talleres que
estructuras públicas y habitacionales que confor- resuelven el desarrollo de una serie de actividades
maban los barrios urbanos. Las ocupaciones pos- especializadas. Además, algunos centros urbanos
teriores del sitio están referidas mayormente a evi- de primer nivel que corresponden al nivel de ciu-
dencias de enterramientos tardíos, para los que dad —como Pampa Grande y Galindo— mani-
240 JOSÉ CANZIANI

fiestan de manera tangible la existencia de algu- ceremonial, que hasta ese entonces había susten-
nos servicios urbanos, como son el trazado de ca- tado exitosamente el ejercicio del poder del Esta-
lles y pasajes para la circulación urbana, y la pre- do. A este propósito, la perpetuación de las cons-
sencia de almacenes y depósitos; mientras que trucciones piramidales en la región de
otros servicios pueden ser inferidos a partir de las Lambayeque durante los períodos tardíos, podría
evidencias, como es el caso del abastecimiento de sugerir que en este proceso de transición este tipo
agua y de las subsistencias, al igual que la provi- de edificaciones continuaron sirviendo como ele-
sión de insumos para las manufacturas urbanas mentos emblemáticos del poder, sin que por esto
que se desarrollaban en estas ciudades, así como hayan necesariamente correspondido a funciones
la redistribución de determinados bienes entre la de tipo ceremonial, sino más bien en cuanto so-
población residente en la urbe e, inclusive, la po- porte de complejos político administrativos o re-
sible recolección y disposición de la basura.52 sidencias palaciegas de la elite urbana.53
Otro importante aspecto cualitativo, que se
manifiesta en la morfología de algunos de los cen- Pampa Grande
tros urbanos Moche V, es el redimensionamiento
de los montículos piramidales cuyas majestuosas Este importante sitio se ubica en la margen iz-
moles anteriormente dominaban el espacio urba- quierda y en el vértice del extenso cono aluvial
no. Este rasgo es notorio en el examen compara- del valle de Lambayeque, a unos 58 km del lito-
tivo entre la ciudad de las Huacas del Sol y la Luna ral. Esta ubicación parece haber tomado en cuenta
y Galindo. Sin embargo, en un trabajo anterior la posición estratégica que este sector presenta para
advertíamos que este no era el caso de Pampa el manejo del sistema hidráulico, ya que en él se
Grande, donde las dimensiones de la pirámide encuentran ubicadas las bocatomas de los princi-
principal, siguieron siendo significativamente co- pales canales de irrigación, como son hasta el día
losales. Pero aún en este caso la configuración de de hoy las que abastecen los canales de Taymi y
la pirámide es distinta, ya que se encuentra inscri- Collique, dos de los canales principales que inte-
ta dentro de un gran recinto que comprende un gran el extenso sistema intervalles que irriga
conjunto de estructuras de carácter público Lambayeque.
(Canziani 1989: 170). El área de la ciudad, con una extensión cerca-
La persistencia en Pampa Grande del peculiar na a las 250 Ha54 ocupa una amplia y árida plani-
énfasis en la construcción piramidal de dimen- cie aluvial lateral al valle, que se extiende hasta las
siones monumentales, podría explicarse en la ne- faldas del cerro Pampa Grande. En el ordenamien-
cesidad de magnificar el poder político de las cla- to del sitio destacan grandes recintos amuralla-
se urbanas, con una edificación emblemática que dos, tanto rectangulares como trapezoidales, que
lo representara de forma espectacular hacia la po- comprenden en su interior diversos tipos de es-
blación, tanto del valle como del propio centro tructuras. Entre estos sobresalen los dos recintos
urbano. De otro lado, considerando que las cons- principales (A y B) construidos con murallas de
trucciones piramidales constituyeron la sede tra- adobe y que conforman los ejes y núcleo central
dicional de las principales actividades ceremonia- del asentamiento, alojando en su interior a las
les, no sería de descartar que la perpetuación de principales edificaciones de carácter ceremonial y
este tipo de proyectos urbanos estuviera, al mis- político administrativo, como son la gran Huaca
mo tiempo, vinculada con la readecuación por Fortaleza y la Huaca 2, y las demás estructuras
parte de las elites urbanas del aparato religioso y anexas a estas.

52
En el caso de Pampa Grande se advierte la disposición de basura y otros deshechos, incorporados en el relleno durante la
construcción de plataformas y edificios públicos (Shimada 1994: 181). Al respecto, parece lógico suponer que la administración
de la ciudad haya dispuesto durante la ejecución de estas obras de concentraciones de deshechos, como resultado de una labor de
“baja policía” en el centro urbano. Este señalamiento nos parece importante, porqué estaría ligado a la presencia de botaderos, en
determinadas áreas o recintos destinados a la acumulación de desperdicios, cuyo registro arqueológico podría corroborar el ejer-
cicio de este servicio urbano.
53
Ver a este propósito en el Capítulo 6, el complejo de Batán Grande y especialmente Túcume, donde se excavó un complejo
político administrativo sobre Huaca Larga y una estructura aparentemente residencial sobre la cima de la Huaca 1, una de las
pirámides principales del sitio (Narváez 1996).
54
Shimada (1994: 140) señala para Pampa Grande una extensión de 4.5 a 6 km2 (es decir entre 450 y 600 Ha.). Sin
embargo, nuestras mediciones y la estimación del área sobre la base de la escala gráfica de sus propios planos (ibid: figs. 7.1 y 7.3)
revelan que esta extensión, en uno u otro caso, resulta bastante sobredimensionada.
5. LAS PRIMERAS CIUDADES 241

Fig. 256. Pampa Grande. Plano general de la ciudad (Shimada 1994: fig. 7.1

El recinto principal (A), presenta una planta pre con cercados de planta rectangular o
ligeramente trapezoidal con 600 m de sureste a trapezoidal. Estos recintos menores corresponden
noroeste y 400 m de noreste a suroeste. La Huaca a complejos de diferente tipo y función y presen-
Fortaleza se emplaza en el sector sur, mientras que tan una marcada variación en su ordenamiento y
su extensa rampa, que se proyecta como eje del orientación, lo que aparentemente respondió al
recinto principal unos 300 m hacia el noroeste, crecimiento progresivo de la ciudad, y a la nece-
divide este sector en dos. Los dos grandes sectores sidad de amoldarse a la topografía de los terrenos
resultantes presentan, a su vez, subdivisiones en disponibles, así como a la presencia de escorrentías
recintos menores que incluyen complejos con es- aluviales que en su descenso atraviesan la pampa
tructuras de almacenamiento y plataformas con en varías direcciones. Mientras tanto, los deno-
columnatas. Por su parte, el recinto B, que mide minados “barrios populares”, con su característi-
430 x 180 m, se encuentra inmediatamente al ca aglomeración de unidades habitacionales y pro-
norte del recinto principal, e igualmente presenta ductivas, se concentran en la periferia oeste y norte
subdivisiones con recintos menores que incluyen de la ciudad, pero también se encuentran entre
la plataforma de la Huaca 2 y una serie de comple- los complejos menores e, inclusive, inmediatamen-
jos con edificaciones de aparente función pública. te próximos a los recintos principales, como es el
Alrededor de estos dos recintos mayores se caso de los sectores D y H (Shimada 1994: 140-
aglutinan otros de menores dimensiones, siem- 145).
242 JOSÉ CANZIANI

Fig. 257. Pampa Grande. Plano del sector central con la Huaca Fortaleza y los complejos asociados (Shimada 1994: fig. 7.3).

La Huaca Fortaleza, la pirámide principal, 180 m mientras que su cima supera los 30 m de
constituye el más destacado hito visual del asen- altura. El cuerpo principal, donde alcanza la ma-
tamiento y se localiza, como acontece en otros yor altura se desarrolla al sur del monumento,
sitios Moche, teniendo como telón de fondo la mientras que hacia el norte presenta dos terrazas
mole imponente y tutelar del Cerro Pampa Gran- de nivel descendente, conectadas entre sí mediante
de. La pirámide tiene una planta de unos 250 x rampas que permiten el ascenso hasta la cima de

Fig. 258. Pampa Grande. Pla-


no y elevaciones de la Huaca
Fortaleza (Shimada 1994: fig.
7.7).
5. LAS PRIMERAS CIUDADES 243

la pirámide. Desde el nivel de la primera terraza, En todo caso, otros espacios sobre las plata-
al norte, se desarrolla la extensa rampa que des- formas inferiores del volumen escalonado de la
ciende al nivel del recinto principal, dividiéndolo pirámide y sobre su propia cima, podrían haber
en dos mitades. cubierto parcialmente y de manera mucho más
Si bien el volumen de la pirámide rememora restringida y reservada estas funciones. En este
las características de las Huacas de Moche, hay sentido, las excavaciones de Haas (1985) en el nivel
que advertir que su configuración es algo diferen- de la primera plataforma expusieron allí la pre-
te.55 En primer lugar, no se encuentra enfrentada sencia de un espacio, a manera de patio al que se
a una gran plaza, como es el caso de la Huaca de accedía desde el suroeste mediante la rampa prin-
la Luna o en Cao, sino integrada a un enorme cipal, y que presentaba en el otro extremo, al no-
recinto con una nutrida presencia de complejos reste, una columnata que se desarrollaba sobre dos
político administrativos, que se ubican al pie de plataformas bajas escalonadas, con rampas cen-
la propia pirámide y ambos lados de la extensa trales (Shimada 1994: fig. 7.15). Que se trataba
rampa. Ante la notoria ausencia de este amplio de espacios de especial representatividad, podría
espacio público, se podría inferir una mayor res- deducirse por la presencia de pintura mural, la
tricción en el acceso y participación de la pobla- que decoraba los paramentos de las plataformas
ción a los eventos ceremoniales y políticos, aso- sobre las que debió levantarse una estructura te-
ciados a las actividades desarrolladas en la pirá- chada. Esta estructura sirvió, a su vez, de obliga-
mide. A diferencia de lo que debió acontecer en da antesala que se debía trasponer para proseguir
las pirámides del Moche Temprano y Medio de la desde allí, mediante el arranque de un nuevo tra-
región sureña, que expresan con sus grandes pla- mo de rampa, el ascenso hacia la segunda terraza
zas anexas una vasta convocatoria. y luego hacia la cima de la pirámide.
En este último nivel, las excavaciones en la
plataforma más elevada de la pirámide, revelaron
Fig. 259. Pampa Grande. Plano de las estructuras sobre la primera
plataforma de la Huaca Fortaleza (Redibujado de Hass en Shimada
el desarrollo de un amplio espacio, a modo de
1994: fig: 7.15). plaza elevada, y al sur de esta la presencia de una
edificación alargada, compuesta por una serie de
aposentos dispuestos en hilera (Shimada 1994: fig.
7.16) que Hass supone pudo cumplir la función
de un complejo de carácter palaciego, dada su
localización emblemática y la presencia en su fron-
tis de pintura mural, formando un friso represen-
tando felinos, así como por el hallazgo de una
serie de ofrendas depositadas en lugares significa-
tivos de la edificación.
En cuanto a las características constructivas de
la pirámide, se puede sostener en términos gene-
rales que estas están afiliadas a las tecnologías cons-
tructivas empleadas tradicionalmente por los
moche para la edificación monumental de plata-
formas y volúmenes piramidales. La construcción
fue realizada utilizando adobes paralelepípedos
rectangulares, algunos de los cuales exhiben mar-

55
Algunos autores han observado que la Huaca Fortaleza, presenta un talud llano y no el escalonamiento que tradicionalmen-
te se encuentra en las pirámides de la región sureña de Moche, y han asumido como consecuencia que esto podría estar reflejando
un único episodio constructivo (Shimada 1994: 162). Argumento que no es válido, ya que el escalonamiento no necesariamente
expresa superposiciones arquitectónicas. Por su parte Reindel (1997) advierte que los edificios piramidales al norte de Chicama se
caracterizan por sus fachadas llanas, mientras los del sur por tenerlas escalonadas. Sin embargo, no concordamos con él cuando en
su clasificación regional sostiene que los edificios sureños no presentan rampas perpendiculares a las fachadas —que como hemos
visto han demostrado tener una relevante presencia— o cuando indica que el escalonamiento respondió necesariamente a razones
estructurales o a la superposición de plataformas(ibid: 98). Tal como señalamos previamente, en el caso de las Huacas del Sol y la
Luna el escalonamiento de sus fachadas fue frecuentemente un tratamiento de acabado y no respondió necesariamente a razones
estructurales ni a al desarrollo de superposiciones constructivas.
244 JOSÉ CANZIANI

Fig. 260. Pampa Grande. Pla-


no de las edificaciones palacie-
gas sobre la cima de la Huaca
Fortaleza (Redibujado de Hass
en Shimada 1994: fig: 7.16).

cas. La mayor parte de los volúmenes de la pirá- de la entidad urbana, estarían anticipando la cre-
mide fueron construidos masivamente con ado- ciente importancia que adquirirán los sistemas de
bes, mediante la disposición de estos en bloques redistribución en las formaciones estatales más
constructivos compactos (Canziani 1989: 173- tardías. Tanto la localización preeminente de algu-
174). Mientras tanto, el empleo de la técnica cons- nos de estos complejos arquitectónicos, donde se
tructiva de cámaras de relleno 56(Hass 1985; privilegia su asociación directa con los recintos y
Shimada y Shimada 1981; Shimada 1994), esta- pirámides principales, como su elaborado modelo
ría restringido a las últimas fases constructivas de de organización espacial y esmerada construcción,
la pirámide, es decir se limitaría a los niveles su- permiten inferir que estos sistemas redistributivos
periores de las plataformas, superpuestos a los fueron institucionalizados y formaron parte de la
volúmenes construidos masivamente con adobes. política implementada por la organización estatal,
En cuanto a los aspectos innovadores que exhi- en cuanto debieron constituir uno de los puntales
be Pampa Grande, es de gran relevancia la presen- principales para la afirmación y ejercicio del poder
cia de complejos asociados al manejo de estructu- de la elite urbana. En este sentido, la especial lo-
ras de almacenamiento y depósito Anders (1977, calización de algunos de estos complejos de alma-
1981). Este nuevo tipo de complejos en el seno cenamiento (U-26, 27, 28) —próxima al acceso

Fig. 258b. Pampa Grande.


Vista de la esquina oeste de
la Huaca Fortaleza, en la
que se aprecia su edificación
masiva con adobes
(Canziani 1989).

56
Esta técnica constructiva consiste en conformar, mediante muros perimétricos de adobe, una serie de cámaras destinadas a
contener rellenos con piedras, arena o materiales de deshecho. El adosamiento horizontal de estas cámaras y su alineamiento
ortogonal, generaba una retícula o emparrillado. Una vez rellenadas las cámaras, éstas eran selladas con un piso, dando lugar a un
nuevo nivel de las plataformas en construcción.
5. LAS PRIMERAS CIUDADES 245

principal del recinto mayor y en directa relación


con la rampa que asciende hacia la pirámide—
manifiesta que desempeñaban un rol especial en
la articulación de las actividades que se desarro-
llaban en el recinto, y entre estas con las que te-
nían lugar en los niveles elevados de la pirámide.
Un primer tipo de estos complejos de almace-
namiento (U-26, 27 y 28), se caracteriza por de-
sarrollarse dentro de una unidad cercada por
muros y estar compuestos por un gran patio; en
uno de cuyos lados se ubica una plataforma con
rampa y columnatas, evidenciando que fueron
edificios techados; mientras que del otro extremo
del patio se localiza una estructura con una hilera
ordenada de 5 a 7 cubículos de depósito, con una
regular capacidad total de almacenamiento (115,
235 y 132 m.3 respectivamente) (Anders 1981:
399-400). Esta especial configuración sugiere la
presencia de funcionarios de cierto rango, ubica-
dos en una posición prominente sobre las plata-
formas techadas, supervisando o administrando
el movimiento de los bienes almacenados en los
depósitos por parte del personal dependiente.
Significativamente, estos tres complejos de al-
macenamiento se localizan a ambos lados del tra-
mo final de la gran rampa que desciende de la
pirámide principal y en proximidad del acceso
central del gran recinto, lo que revela su obvia
relación con las actividades destacadas que en esta
se desarrollaban. Si a esto agregamos las dimen-
siones relativamente contenidas y el número re-
ducido de cubículos que las componen, se puede
Fig. 261. Pampa Grande. Plano de los complejos de depósito U- suponer justificadamente que estas estructuras
26, 27 y 28 (Redibujado de Anders 1981: 399-400). debieron de estar destinadas al almacenamiento
246 JOSÉ CANZIANI

de bienes de prestigio o de carácter suntuario, Un segundo tipo de complejos de almacena-


posiblemente relacionadas con actividades ritua- miento (U-25, 29, 30) se caracteriza siempre por
les o destinadas a su consumo ceremonial, aun estar enmarcado dentro de un recinto, pero en
cuando se puede contemplar también un manejo este caso los cubículos de depósito están dispues-
redistributivo de estos bienes, en el marco de las tos simétricamente en doble hilera y está ausente
relaciones de reciprocidad asimétrica establecidos la presencia de la plataforma con columnata y ram-
por la elite dominante para afianzar la estructura pa. Estos presentan una mayor cantidad de
de poder impuesta a la población del valle y de la cubículos (24, 20 y 30 respectivamente) y desta-
propia ciudad. can por su notable capacidad total de almacena-

Fig. 262. Pampa Grande. Pla-


no de los complejos de depó-
sito U-25, 29 y 30
(Redibujado de Anders 1981:
395-396).
5. LAS PRIMERAS CIUDADES 247

miento (1,344, 570 y 487 m3) (Anders 1981: 395-


396). De estos complejos, dos se encuentran den-
tro de los recintos mayores, U-25 al sur del recin-
to de la Huaca 2; y U-29 dentro del recinto prin-
cipal y al pie de la esquina oeste de la base de la
pirámide de la Huaca Fortaleza; mientras que U-
30 se localiza unos 700 m al sur de la pirámide
principal sobre una plataforma escalonada. Este
último edificio, no obstante su aparente lejanía
con relación al núcleo central del asentamiento,
sintomáticamente se emplaza a lo largo del eje
principal de la ciudad y fue construido también
con adobe, revelando así su carácter de obra pú-
blica dentro del centro urbano, y su relación apa-
rente con los sistemas de acumulación y
redistribución implementados por la elite urbana.
Un tercer y último tipo de estructuras de al-
macenamiento (U-32, 51) (Anders 1975: 52), se
caracteriza más bien por localizarse en zonas es-
tratégicas de los barrios con unidades de carácter
residencial y de producción manufacturera. Estos
depósitos presentan un número limitado de
cubículos (5 y 3 respectivamente) y una capaci- Fig. 263. Pampa Grande. Estructura de depósito U-51 adscrita a
dad variable de almacenamiento (153 y 27 m3). un barrio con unidades residenciales (Redibujado de Anders 1981).
Estos depósitos fueron los únicos en los que los
arqueólogos hallaron algún indicio de su posible
contenido, con la presencia de maíz y frijol A este propósito, es importante destacar que
(Anders 1975, 1981). Estas evidencias y el tipo en Pampa Grande todos los complejos y estruc-
de contexto urbano asociado a estas estructuras, turas principales fueron construidos con adobe.
permite inferir una posible función destinada al Este es el caso de los recintos principales A y B,
almacenamiento de productos alimenticios para las plataformas piramidales, los complejos políti-
el abastecimiento de los pobladores de estos ba- co administrativos, los depósitos y las posibles
rrios, aún cuando no se puede excluir que algu- estructuras residenciales de la elite gobernante; a
nos de estos estuvieran destinados también a al- diferencia de las estructuras de los barrios ocupa-
macenar materias primas o productos relaciona- dos por los sectores populares o, inclusive, de cier-
dos con la actividad de los talleres. Sin embargo tas unidades residenciales de segundo o tercer or-
el que fueran construidos con adobe y que en al- den,57 cuyos muros generalmente están construi-
gunos casos, como U-51, se inscribieran dentro dos con mampostería de piedra y quincha. Esta
de una unidad que presenta plataformas escalo- marcada diferenciación estaría evidenciando una
nadas con rampas y estrados, permitiría suponer selección discriminatoria, tanto de los materiales
que su manejo correspondía a personajes en una como de las técnicas constructivas a emplearse en
posición prominente de control y administración las construcciones que formaron parte de las obras
dentro de estos barrios, quizás en cuanto funcio- públicas realizadas por la entidad estatal.
narios del aparato centralizado de la entidad esta- Dada su gran extensión y la densidad de es-
tal (Shimada 1994: fig. 7.18). tructuras urbanas, Pampa Grande debió albergar

57
Este es el caso del Complejo 3 (Shimada 1994: 177, fig. 7.37), que corresponde aparentemente a una unidad residencial
de cierto status, construida con mampostería de piedra y que dispone en una posición central de un patio enfrentado a una
plataforma con rampa. La asociación y especial configuración de estos rasgos arquitectónicos permiten inferir actividades con
ciertos personajes situados en una posición prominente, acentuado así su autoridad o posición de poder. Este mismo tipo de
configuración se puede apreciar en algunos de los complejos principales de Galindo, e inclusive en la representación de estos en
las maquetas halladas en las tumbas de elite de San José de Moro (Castillo y Donnan 1994; Castillo et al. 1997).
248 JOSÉ CANZIANI

una notable población. Esta habría estado com- conjunto en dos, permitiendo la circulación a lo
puesta mayormente por especialistas dedicados a largo de los cuartos y recintos que se ordenan a
la textilería, cerámica, metalurgia, la confección ambos lados del corredor. Las excavaciones ar-
de abalorios de conchas e inclusive de la elabora- queológicas realizadas en estos espacios permiten
ción a gran escala de chicha. De esto dan testimo- reconstruir el tipo de función y las actividades que
nio las consistentes evidencias de talleres dedica- en ellos se realizaron, como es la preparación y
dos a la elaboración de estos productos (ibid: 191- fermentación de chicha, el almacenamiento,58 la
216). Algunas de estas estructuras de producción elaboración y consumo de alimentos, así como la
especializada, configuran típicas viviendas taller, disposición de cuartos destinados a la vida fami-
como es el caso de la unidad 38 en el sector H liar (Shimada y Shimada 1981).
(ibid: 169-171, fig. 7.30), a la que se llega desde Se puede percibir que estos barrios o sectores
una plaza circulando por un largo pasaje que ter- estuvieron articulados entre sí mediante calles,
mina en su único y estrecho acceso. Una vez tras- pasajes e inclusive senderos que aprovecharon el
puesto el acceso, se ingresa a un área irregular que curso de las escorrentías que atraviesan la ciudad.
debió operar como patio, asociada a la cual se Estas vías parten o confluyen en algunas áreas
encuentra un espacio que contiene banquetas, amplias y abiertas, a modo de plazas, que debieron
como si se tratara de un espacio destinado a las configurar espacios públicos para la interrelación
relaciones públicas y quizás a la supervisión del de los habitantes de las distintas unidades y com-
acarreo y transporte de los productos con el in- plejos, como de los distintos barrios y sectores de
greso de llamas al patio. Un corredor central, que la ciudad.
parte desde esta área de ingreso, divide todo el

Fig. 264. Pampa Grande. Pla-


no del Sector H (Shimada
1994: fig: 7.17).

58
Al igual que lo documentado para la ciudad de Moche, muchas de las unidades tanto habitacionales como productivas
contaron con facilidades para el almacenamiento y depósito, para lo cual dispusieron de pequeños recintos o cubículos, como
también de grandes tinajas dispuestas sobre banquetas o semienterradas en los pisos.
5. LAS PRIMERAS CIUDADES 249

Fig. 265. Pampa Grande. Pla-


no del Conjunto 38 del Sec-
tor H (Shimada 1994: fig:
7.30).

Finalmente, se puede apreciar claramente que amplio llano cortado por un cauce aluvial que
el ordenamiento urbano general muestra la inexis- desciende de la quebrada de Caballo Muerto.
tencia de una planificación rígida y global del asen- Se trata de un asentamiento bastante extenso
tamiento, aún cuando se manifiesta la existencia que ocupa un área de unos 250 Ha59 en el que
de una planificación sectorial, con mayor énfasis destacan largos amurallamientos, grandes recin-
en los principales recintos que conformaron el tos rectangulares y montículos de plataformas, que
núcleo ceremonial y político administrativo de la se localizan en el llano, al igual que otras estruc-
ciudad, alrededor del cual se aglutinan los demás turas correspondientes a viviendas y talleres
sectores un tanto desordenadamente, como posi- (Bawden 1982: 290). En el llano, los sectores (B
ble fruto de la adaptación a la topografía del lugar y A1) al sur y norte del cauce de la quebrada, con-
y del sucesivo crecimiento de la ciudad, por agre- centran importantes complejos de carácter públi-
gación, de los diferentes conjuntos y sectores co. Estos sectores se encuentran separados de las
habitacionales y productivos. laderas del lado oeste del cerro Galindo —que
sintomáticamente registran una ocupación
Galindo habitacional correspondiente a sectores sociales de
carácter popular— por una gruesa y extensa mu-
Durante las fase finales del sitio de Moche, que ralla de unos 800 m de largo.
conducirán a su progresivo abandono, habría sur- En el sitio es notoria la ausencia de plataformas
gido Galindo, un asentamiento emblemático del o montículos piramidales que sobresalgan en el
urbanismo del período Moche V en la región paisaje urbano, más bien la arquitectura pública
sureña de los dominios moche. El sitio se ubica dominante está constituida por complejos confor-
en la margen derecha del valle de Moche, a poco mados por recintos amurallados rectangulares.
más de 20 km del litoral, localizándose por enci- Algunos de estos incluyen plataformas, como es el caso
ma del canal principal que limita las tierras de de la Plataforma A en el Sector B, que se encuen-
cultivo, sobre las laderas eriazas que se desarro- tra enmarcada dentro del mayor de este tipo de
llan al oeste del cerro Galindo, que forman un complejos,60 que se caracteriza por presentar un

59
En este caso también se señala áreas por cierto sobredimensionadas. Bawden (1982: 289; 1999: 286) le asigna una
extensión de cerca de 6 km2 (600 Ha.) cuando la estimación del área en base a su propio plano (Bawden 1982: fig. 12.1) resulta
evidentemente bastante menor.
60
Bawden, haciendo uso de una lícita analogía, plantea que este tipo de complejos pudo representar un modelo antecedente
de los complejos político administrativos conocidos como “ciudadelas” en la ciudad de Chanchán de época Chimú. Sin embargo,
parece discutible que a estos complejos se les asigne —como forzado retorno de la analogía en cuestión— la función de “residen-
250 JOSÉ CANZIANI

Fig. 266. Galindo. Plano ge-


neral (Bawden 1982: 291)

recinto amurallado rectangular de 250 x 130 m entre el modesto tamaño de la mayor de las plata-
con un sólo acceso en el lado noreste. La platafor- formas de este centro urbano, en comparación con
ma, que se emplaza al suroeste del recinto tiene las colosales dimensiones que alcanzaban los mon-
50 m por lado y 8 m de alto. Este último dato, tículos piramidales de las fases anteriores, como
nos permite medir la notable diferencia existente las Huacas del Sol y la Luna en el sitio de Moche.

Fig. 267. Galindo. Recons-


trucción isométrica del Com-
plejo correspondiente a la Pla-
taforma A (Bawden 1982:
294).

cias de elite” (Bawden 1982: 296) (lo que, como veremos en el capítulo respectivo, está en cuestión para el propio caso de
Chanchán) y un supuesto carácter funerario a la plataforma, sin la exposición de mayores argumentos empíricos de sustento.
(Bawden 1999: 288-289).
5. LAS PRIMERAS CIUDADES 251

Fig. 268. Galindo. Vista pa-


norámica del Complejo corres-
pondiente a la Plataforma A
(Canziani 1989).

El recinto que comprende la Plataforma A está ración de alimentos, lo que podría estar señalando
dividido interiormente en distintos subsectores una posible función residencial de estos. Mien-
por muros paralelos y por el propio emplazamien- tras tanto, en el cuadrante norte del complejo se
to de la plataforma. El mayor de estos espacios presenta una secuencia de plataformas escalonadas
conforma una plaza en la esquina noreste, con conectadas mediante una serie de rampas alinea-
banquetas perimetrales y a la que se ingresa desde das, en cuya cima se ubica un estrado o trono con
el exterior mediante el único acceso del recinto; una rampa adosada. De acuerdo a estos rasgos,
mientras que la circulación hacia la plataforma se
resolvía mediante el desarrollo de rampas y ban-
Fig. 269. Galindo. Reconstrucción isométrica del Conjunto A
quetas laterales (Bawden 1982: 295, fig. 12.2).
(Bawden 1982: 298).
La configuración general de este recinto sugiere
una posible función palaciega de carácter político
administrativo y quizás también ceremonial, con
la plaza como espacio para el despliegue de para-
das, banquetes o festividades. Actividades que
debieron ser presididas por quienes se ubicaban
sobre el espacio elevado de la plataforma.
En la parte más elevada del llano que se ex-
tiende al norte del cauce (sector A1), destacan 3
grandes recintos (A, B y C) que se localizan en
zonas libres de otras construcciones, a excepción
de algunas unidades residenciales bastante elabo-
radas que se encuentran en sus inmediaciones.
Estos complejos se caracterizan por presentar gran-
des recintos rectangulares, con muros perimétricos
de adobe en el caso de A y B y que presentan divi-
siones en su interior mediante muros del mismo
material (Bawden 1982: 297-302). El más repre-
sentativo de estos es el Complejo A (ibid: fig.
12.3), con un recinto de 170 x 135 m cuyo único
ingreso se ubica también en el lado noreste, dan-
do acceso a una plaza con banquetas y rampa la-
teral. Al sur se encuentran otros sectores con restos
de pequeños recintos con evidencias de la prepa-
252 JOSÉ CANZIANI

este sector parece haber sido destinado a servir de


marco a determinadas actividades presididas por
personajes de alto rango posicionados sobre los
estrados, tal como se ilustra ampliamente en las
representaciones de la iconografía moche.
La recurrente relación de proximidad espacial
entre los complejos con recinto rectangular y al-
gunas estructuras residenciales de elite, amplias y
muy bien elaboradas, que comprenden cuartos
con banquetas, numerosos espacios de almacena-
miento, grandes cocinas y ambientes formales
dotados con banquetas y estrados, permite esta- Fig. 270. Galindo. Vista de los cimientos de muros y banquetas
correspondientes a una edificación de vivienda (Canziani 1989).
blecer hipótesis en el sentido que estas estructuras
residenciales habrían albergado a personajes de alto
status con un rol protagónico en las actividades taller de ceramistas, donde se puede suponer que
que tenían lugar dentro de los complejos vecinos su producción pudo ser distribuida, como tam-
(Bawden 1982: 299-300). bién abastecida de insumos, mediante el transporte
Estas estructuras residenciales representarían de las llamas, cuyo corral adicionalmente brindó
en Galindo las unidades de más alta jerarquía, co- la posibilidad de contar con una abundante pro-
ronando una marcada diferenciación en lo que se visión de estiércol, utilizado como combustible
refiere a dimensiones, niveles de complejidad en para la quema de la cerámica.
la organización espacial y tipo de acabados, y tie- En Galindo también se encuentran estructu-
nen como contraparte, en el otro extremo, a las ras aparentemente destinadas a fines de almace-
unidades habitacionales más modestas localizadas namiento público, pero a diferencia de Pampa
en las laderas del Cerro Galindo. No obstante la Grande en este caso no se dio en estructuras for-
diversidad de categorías de viviendas presentes, malizadas e integradas a los complejos, sino en
aún en las más sencillas se puede percibir la dis- sectores específicos del asentamiento que habrían
tribución de las actividades domésticas, especial- sido especialmente seleccionados para este fin. Se
mente la identificación de aquellos espacios que trata, según Bawden (1982: 304-307), de dos
resolvían la preparación de alimentos y que pro- quebradas ubicadas entre los cerros al norte del
porcionaban facilidades de almacenamiento. En- sitio y en cuyas laderas se observan múltiples es-
tre las estructuras ubicadas en el llano, es de des- tructuras de piedra, formando recintos de peque-
tacar la presencia de un gran número de unidades ñas dimensiones dispuestos en terrazas. Dentro
de vivienda que están asociadas a espacios cerca- de estos se registró una abundante presencia de
dos, utilizados como corrales para llamas y que se tiestos correspondientes a grandes tinajas de al-
configuran como apéndices de las mismas. Algu- macenamiento, que al parecer estuvieron dispues-
nos de estos corrales estuvieron también asocia- tas en hileras y encajadas sobre banquetas existen-
dos a talleres. Este es el caso significativo de un tes dentro de estos recintos. Si bien el acceso ha-

Fig. 271. Galindo. Plano de


una unidad residencial en la
que se aprecia la presencia de
depósitos y a la que se asocia
un corral de llamas(Bawden
1982: 315).
5. LAS PRIMERAS CIUDADES 253

cia estas zonas de almacenamiento estaba limita- este asentamiento, sugieren la existencia y articu-
do por la propia topografía de las quebradas, pa- lación de sistemas de intercambio que interesa-
rece que los complejos C y B, localizados en las ban cuanto menos el ámbito regional. Mediante
inmediaciones del ingreso natural a estas, habrían estas redes de intercambio debieron de asegurarse
podido servir de elemento de control para el ac- la provisión de los insumos y productos necesa-
ceso y manejo de los bienes allí depositados. rios para el desarrollo de la producción urbana y
Galindo constituye así un centro urbano de el sustento de su numerosa población; como tam-
notable complejidad y extensión, destacando en bién debieron de establecerse los necesarios nexos
el sitio los recintos de aparente función político con la población rural, para garantizar el abaste-
administrativa, cuya presencia revelaría la creciente cimiento sostenido de la ciudad, posiblemente a
importancia que asumen sectores civiles de la po- cambio de la provisión de productos y servicios
blación en los centros urbanos de la época. Mien- de base urbana. Por su parte, la existencia de co-
tras tanto, las dimensiones reducidas de las plata- rrales y hatos de llamas, permitirían suponer la
formas, expresarían la declinación de las activida- presencia de grupos de “mercaderes” o tratantes
des ceremoniales o, por lo menos, del enorme peso que podría haber extendido este intercambio y
que anteriormente tuvo la religión en todas las tráfico de bienes a un ámbito muchos más am-
esferas de la actividad social. Se trata de un centro plio, posiblemente con poblaciones de la sierra
urbano en cuyos talleres se resolvía la producción norte, para lo cual la localización geográfica de
especializada de una amplia gama de bienes, como Galindo ofrece innegables ventajas logísticas. Es-
textiles, cerámica y artículos de metal, buena par- tas hipótesis pueden resultar bastante sugerentes,
te de los cuales estuvo destinada al consumo por pero es evidente que la arqueología debe proveer
parte de la mayoría de la propia población urba- aún de mayores datos para su definición, espe-
na, tal como se puede deducir en el caso de la cialmente con un mayor estudio referido a la con-
cerámica, con el consistente hallazgo de vajilla fina traparte rural de estos centros urbanos.
en las estructuras de vivienda (Bawden 1982: 310). Finalmente, el tipo de configuración y orde-
Evidentemente la población urbana se encon- namiento urbano de Galindo, donde no se apre-
traba fuertemente estratificada en clases sociales cian ejes directrices que pudieran expresar ciertos
distintas, de lo que da testimonio tanto la segre- niveles de planificación del asentamiento, ni la
gación física que separó a los habitantes del área presencia de un núcleo urbano claramente defi-
llana de quienes estaban asentados en las laderas nido y articulado; así como la relativa ausencia de
del cerro; al igual que las diferencias marcadas en una arquitectura representativa de carácter em-
cuanto a la calidad de las viviendas; como tam- blemático y sobresaliente en el paisaje urbano,
bién el acceso diferenciado al consumo de bienes manifiestan en conjunto una organización urbana
y subsistencias e, inclusive, en las mayores difi- que posiblemente no respondía a una autoridad
cultades para contar con servicios básicos, como urbana central. Más bien este tipo de rasgos —en
debió ser el esforzado acarreo de agua para los que el contexto histórico de la época— podrían estar
habitaban las zonas escarpadas de las laderas. manifestando ciertos niveles de desagregación de
Mientras tanto, todo indicaría que las zonas ur- la elite urbana, propios de una sociedad en fase
banas destinadas al almacenamiento —y por lo de transición hacia la generación de nuevas for-
tanto los bienes depositados en ellas, en cuanto mas de organización política, que conducirán a la
base de poder económico— habrían estado bajo gestación de nuevos sistemas de poder y a la rees-
el manejo y la administración de las elites urba- tructuración del aparato estatal. Aspectos que se-
nas que desarrollaban su actividad en los comple- rán tratados en el Capítulo 7, con el análisis de
jos con recintos amurallados y que residían en las los correspondientes modelos urbanos presentes
unidades residenciales de mayor jerarquía. en la Costa Norte durante la época de los Estados
Los frecuentes corrales de llamas, su asociación y Señoríos Tardíos.
con los talleres, y la concentración poblacional de
254 JOSÉ CANZIANI

La sociedad Lima y el urbanismo en la es preciso considerar que a esta área debe de in-
Costa Central corporarse el valle de Chancay, donde se registra-
ron importantes evidencias de ocupación de la
Como vimos en el capítulo anterior, los valles de época. Los antecedentes históricos de esta región,
la comarca de Lima conforman naturalmente una que conoció un importante desarrollo durante el
unidad geográfica, dado que los conos aluviales Formativo y que dio lugar a un incipiente urba-
de la parte baja de los valles del Chillón, Rimac y nismo con el surgimiento de importantes com-
Lurín, prácticamente se unen generando una plejos monumentales con planta en ‘U’, habría
amplia extensión de tierras aptas para el desarro- dado sustento a un desarrollo ulterior durante el
llo de la agricultura de irrigación. Sin embargo, Intermedio Temprano, teniendo como protago-

Fig. 272. Mapa de la Costa


Central con los principales si-
tios del período de los Desarro-
llos Regionales Tempranos
(Patterson 1966)
5. LAS PRIMERAS CIUDADES 255

nista a una formación social que conocemos como si también son producto de aspectos temporales.
Lima o Maranga. La interpretación de esta interesante problemáti-
El impulso que alcanza el urbanismo en esta ca, con información relativamente dispersa y ante
época y los patrones de asentamiento, permiten la ausencia de estudios que presenten con cierta
algunas inferencias que señalarían una importan- profundidad un marco general de la situación, es
te expansión de los sistemas de irrigación, que sumamente difícil y hace extrañar la cantidad y
interesan mayormente los sectores medios y bajos consistencia de los estudios disponibles para la
de los valles, proporcionando una amplia exten- Costa Norte. Esto es especialmente cierto cuan-
sión de tierras agrícolas como base del desarrollo do se trata de abordar la problemática relativa a
económico. Unido a la elevación de la capacidad las características que habría asumido el posible
de producción agraria, se habría dado una mayor desarrollo de una entidad estatal Lima en la Costa
apropiación de los ricos recursos marítimos pre- Central.61
sentes en el litoral de la Costa Central. Entre los sitios más importantes del período
Adicionalmente, la producción manufacturera destacan Cerro Trinidad en el valle bajo de
habría compartido con otras regiones de los An- Chancay, testimoniando que el desarrollo de la
des Centrales una sustantiva elevación de nivel. sociedad Lima también interesó algunos de los
Si bien los estudios desarrollados en la Costa valles inmediatamente al norte de Lima; Cerro
Central por lo general no se condicen -en cuanto Culebra en el valle bajo del Chillón; Maranga y
a número y nivel de profundidad- con la impor- Pucllana en el valle bajo del Rimac, y
tancia de los sitios arqueológicos correspondien- Cajamarquilla y Vista Alegre (o Catalina Huanca)
tes a este período, intentaremos reseñar la infor- en la parte media del mismo; así como
mación disponible para presentar un cuadro que Pachacamac en el valle bajo del Lurín.
ilustre someramente el proceso que en ella se de-
sarrollaba y nos permita establecer las conexiones Cerro Trinidad y otros sitios Lima en Chancay
comparativas del caso con las regiones al norte y
al sur de la comarca de Lima. Este sitio fue investigado por Uhle [1910] 1970
Desde las primeras informaciones arqueológi- cuando la construcción de la vía férrea hacia el
cas acerca de este período (Middendorf [1874] puerto de Chancay, ubicado unos 500 m. al oes-
1973, Uhle [1903] 2003, [1910] 1970 a las que te, puso al descubierto en 1904 un conjunto de
le siguieron otras posteriores (Jijón y Caamaño restos arqueológicos en las faldas del cerro Trini-
1949, Stumer 1954, Patterson y Lanning 1964, dad. Entre estos restos Uhle identificó una zona,
1969, Patterson 1966) aflora una realidad com- el sitio “E”, con materiales tempranos correspon-
pleja en la que se advierte ciertas diferenciaciones dientes al período, asociados a los estilos cerámicos
entre valle y valle o entre grupos de valles. Si bien conocidos como “Blanco sobre Rojo” e
estas diferenciaciones han sido advertidas casi ex- “Interlooking” o Playa Grande, caracterizado este
clusivamente con relación a los rasgos estilísticos último por presentar motivos decorativos con un
de la cerámica y sus respectivas fases, podremos tratamiento geométrico semejante al del arte tex-
constatar más adelante que estas variaciones son til, basados en diseños entrelazados de peces o ser-
también extensivas al ordenamiento de los pientes. Entre las estructuras excavadas por Uhle,
asentamientos de aparente carácter urbano y a las un hallazgo relevante fue el de un gran muro he-
propias características de la arquitectura monu- cho con terrones y pequeños adobes modelados a
mental que se desarrolla en ellos. Estas diferen- mano, cuyo paramento presentaba una pintura
ciaciones urbanísticas y arquitectónicas no sola- mural con el clásico motivo de los peces entrela-
mente son evidentes entre valle y valle, sino in- zados, similar a los diseños propios de la decora-
clusive entre sitios de un mismo valle. Sin ción cerámica, y en cuya ejecución se había utili-
embargo, dado lo limitado de la información dis- zado pintura blanca, roja, negra y amarilla (ibid.).
ponible, no estamos en grado de conocer si estas Posteriormente el sitio fue excavado por Willey
variaciones son fruto de diferencias funcionales o (1943) confirmando en todos los pozos de exca-

61
Al respecto, algunos estudiosos del tema han establecido de forma genérica analogías con el proceso documentado para la
Costa Norte, especialmente con el desarrollo expansivo de Moche, hipotetizando el desarrollo inicial en el valle bajo del Rimac de
un Estado Lima, proyectando su supuesta expansión a los valles vecinos del norte y sur, y luego desde la parte baja de estos hacia
sus sectores medios y altos (Earle 1972, Patterson et al. 1982).
256 JOSÉ CANZIANI

Fig. 273. Cerro Trinidad. Fotografía aérea del Servicio Aerofotográfico Nacional en la que aún se aprecia, además del gran recinto cuadrangular,
una serie de complejos cercados, plataformas y montículos organizados a lo largo de un eje norte sur (Kosok 1965: 232, fig. 16).

vación la filiación cultural temprana del sitio “E” adobes pequeños. En algunos casos se registran
y comprobando la ocupación relativamente densa capas con acumulaciones de piedras colocadas en
del área. Las estructuras registradas en algunos la base de las estructuras, lo que permite suponer
pozos evidenciaban la presencia de superpo- que fueron empleadas como cimentaciones de los
siciones de pisos y de muros hechos de piedra rús- muros, como base de los pisos de barro y, como
tica y otros construidos en doble hilera con pe- veremos más adelante, de los sucesivos rellenos
queños adobes “odontiformes” o “hemiesféricos” constructivos de adobe en la construcción de cier-
propios del período Lima, así como uno realizado tas plataformas.
con una suerte de tapia de barro amasado de 85 Sobre la base de estos datos y de la posterior
cm de espesor (ibid: 134, fig. 2). En un caso, dos interpretación de Willey (1953: 406), donde sos-
pozos de excavación intervinieron un montículo tiene que Cerro Trinidad constituiría un asenta-
de planta rectangular de 25 x 18 m revelando que miento aglutinado con estructuras concentradas
correspondía a una plataforma piramidal realiza- en la falda oeste del cerro, ocupando un área de
da mediante un relleno constructivo también de unos 200 por 300 m. (unas 6 Ha), se puede supo-

Fig. 274. Cerro Trinidad. Estructuras de adobe con evidencias de pintura mural, representando el clásico motivo Lima de las serpientes
entrelazadas (Bonavia 1990: fig. 329).
5. LAS PRIMERAS CIUDADES 257

ner que Cerro Trinidad no solamente concentró también apreciar que para la localización del asen-
un importante número de población, sino que tamiento se aprovechó el límite de un tablazo de-
también contó con una arquitectura pública de sértico, orillado por los campos del valle bajo que
cierta relevancia, manifiesta en la presencia de pla- se despliegan en un nivel ligeramente inferior, lo
taformas y montículos piramidales (Lanning que otorgaba al asentamiento control visual so-
1967: 119, foto 3). Estructuras que en algunos bre la zona agrícola y el litoral marino al oeste.
casos evidenciaron tener paramentos especialmen- En Chancay otro sitio de importancia de la
te acabados con pintura mural, como la hallada época Lima, e inclusive algo más temprano, pare-
por Uhle. El conjunto de estos datos podrían se- ce haber sido Baños de Boza, en el extremo sur
ñalarnos a Cerro Trinidad como uno de los prin- del valle bajo a unos 7 km del mar. El sitio se
cipales centros urbano ceremoniales de la época localiza al pie de la falda norte del cerro Pasamayo,
Lima en el valle de Chancay. Lamentablemente en los márgenes del piso del valle, donde el aflo-
no es posible ir mas allá de estos datos y no conta- ramiento de aguas subterráneas genera totorales y
mos con otros elementos que nos aproximen a la pozas de agua que en los años 40 estuvieron en
posible conformación del sitio y sus característi- boga como baños de aguas minerales, dando lu-
cas, ya que las excavaciones conducidas en él re- gar al nombre del sitio. En el área próxima a los
sienten haber sido realizadas en una época en la humedales se presentaban una serie de montícu-
que el interés arqueológico se focalizaba en la bús- los bajos de apariencia arenosa, donde se registra-
queda de secuencias culturales, sobre la base del ron evidencias de ocupación correspondientes al
examen estratigráfico de la cerámica y la varia- período (Willey 1943).
ción de sus atributos estilísticos y, por lo tanto, Excavaciones realizadas en el mayor de estos
era relativamente escasa la atención que se prestaba montículos revelaron muros hechos con adobes
al examen del asentamiento y su arquitectura. 62 pequeños similares a los registrados en Cerro Tri-
Sin embargo, Kosok (1965: fig. 16) publica nidad, es decir, con los adobes dispuestos con
una foto de los años 40 del Servicio Aerofoto- mortero de barro en hiladas simples o dobles, y
gráfico Nacional de Cerro Trinidad, cuando aún colocados con la parte plana de la base hacia aba-
la antigua Panamericana norte pasaba al oeste del jo. La excavación conducida en la cima de este
sitio. En esta fotografía aérea se aprecia el gran montículo, además de la existencia de estructuras
recinto cuadrangular, que aún hoy se conserva, con muros de adobes que evidenciaban un trazo
construido en las faldas al sur del cerro; mientras ortogonal, revelaron que la edificación correspon-
que hacia el sur en un sector ahora intensamente día a una plataforma constituida por rellenos cons-
urbanizado, se distinguen una serie de platafor- tructivos también de adobes pequeños. En la base
mas y montículos organizados a lo largo de un eje de estos rellenos masivos de adobe se habían dis-
norte sur. Si bien desdibujados por la erosión, se puesto capas de piedras que habrían operado como
observa claramente entre estos la presencia de por basamento de este tipo de construcción.
lo menos tres complejos cercados por murallas, Es relevante destacar que de la descripción de
los que incorporaban en su interior importantes la excavación realizada por Willey en esta plata-
edificaciones con plataformas, además de otros forma, se desprende claramente la existencia de
muros que subdividían los complejos en sectores una serie de superposiciones arquitectónicas, don-
y recintos menores. de se suceden en dos niveles distintos capas de
Como se verá más adelante, la conformación piedras empleadas como niveles de cimentación
que presentan estos complejos se advierte bastan- de cada evento de relleno; seguidos en cada caso
te similar a la que luce el complejo principal de por los rellenos constructivos de adobe de la
Cerro Culebra en el valle bajo del Chillón. La plataforma; a los que les siguen pisos y estructu-
extensión de este sector del asentamiento de Ce- ras con muros de adobe, que aparentemente fue-
rro Trinidad, así como la traza general y densidad ron también rellenados en una secuencia que ha-
de sus edificaciones expresaría la notoria calidad bría conducido a la sucesiva elevación del nivel
urbana de este centro de época Lima. Se puede de la plataforma (ibid: 185-186).

62
Como ejemplo de lo que era común y corriente en los métodos de excavación de esta época, las excavaciones del joven
Gordon Willey (1943), orientadas a la búsqueda de la secuencia cultural del sitio, sintomáticamente se realizaron mediante siete
pozos de prueba de 3 x 3 m. excavados por niveles arbitrarios de 50 o 25 cm. de profundidad, obviándose el examen en área de
las estructuras arquitectónicas detectadas y su correlación con los contextos asociados.
258 JOSÉ CANZIANI

En base a estos datos es posible suponer que margen derecha del Chillón, como es el caso de
Baños de Boza representaría un sitio de menor Cerro Culebra, La Uva y Copacabana. La ubica-
jerarquía con relación a Cerro Trinidad, ubicado ción de estos importantes sitios en los márgenes
unos 9 km al noroeste. Sin embargo la existencia de las tierras de cultivo y a lo largo del curso de
de estructuras que parecen haber correspondido los principales canales de irrigación, permitiría
a edificios públicos y su ubicación algo más tem- suponer que estuvieron asociados al desarrollo de
prana en la secuencia cronológica que comparten la producción agrícola en este sector del valle y a
ambos sitios, podrían proporcionar elementos de la administración del correspondiente sistema de
especial interés para conocer la dinámica propia riego. Otros sitios menores que se encuentran aso-
de los procesos que se verificaron en el valle de ciados a las tierras del valle bajo como Media Luna
Chancay durante la época. (Quilter 1986), o inclusive un sitio principal como
Cerro Culebra, pudieron también estar ligados a
la explotación complementaria de los recursos del
La ocupación Lima en el valle del Chillón litoral marino relativamente próximo a su empla-
zamiento. De otro lado, resulta evidente que si-
Entre los múltiples sitios correspondientes a la tios de rango intermedio como Playa Grande, en
ocupación Lima del valle del Chillón como del el actual balneario de Santa Rosa, y los sitios de
litoral al norte de este, destacan algunos que po- Ancón, localizados en zonas desérticas y bastante
drían haber estado adscritos a una aparente con- alejados de las áreas agrícolas, se relacionan con
dición urbana. Este tipo de asentamientos se lo- un sector del litoral cuya diversidad de zonas
caliza preferentemente en el valle bajo y en la ecológicas favorecía la pesca y el marisqueo, dis-

Fig. 275. Mapa de la zona del


litoral de Ancón y valle bajo
del Chillón, con los stios ar-
queológicos del período Lima
(redibujado de Paredes 2000:
fig. 1).
5. LAS PRIMERAS CIUDADES 259

poniendo de una abundante y variada presencia der político en el valle. Al respecto es de notar
de recursos marinos.63 que, si bien estos sitios comparten una serie de
Se ha sugerido que los asentamientos de cada rasgos tanto en los materiales culturales asocia-
una de estas zonas de importancia económica lo- dos, como en las técnicas constructivas, también
calizadas en el valle bajo y el litoral habría tenido es apreciable la notable variación existente en el
como referente por lo menos un centro urbano: ordenamiento urbano y los ejes de orientación de
Playa Grande habría cumplido esta función para las principales estructuras que los conforman, así
la población asentada en los sectores del litoral al como en los patrones arquitectónicos documen-
norte del valle del Chillón; mientras que Cerro tados en cada uno de los sitios.64
Culebra lo habría sido para los que se encontra-
ban en su desembocadura y próximos al litoral; Cerro Culebra
mientras que Copacabana y La Uva lo serían del
sector agrícola de la margen derecha del valle bajo Se trata del sitio más destacado, tanto por su ex-
(Paredes 2000). tensión, como por la sobresaliente importancia
En estos asentamientos de aparente carácter del edificio principal que constituyó el núcleo del
urbano se registra la presencia de arquitectura mo- asentamiento. El sitio ocupa un área de unas 40
numental, como también de algunas estructuras Ha y está localizado sobre una planicie ligeramente
menores de posible carácter público, lo que ex- elevada sobre la margen derecha del río Chillón,
presaría diferencias funcionales entre estas edifi- en un tramo en que este se encañona a 1 km. de
caciones y la existencia de ciertos niveles de espe- su desembocadura en el mar. El edificio principal
cialización entre sus habitantes; mientras que la está rodeado por otros menores al sureste y nores-
abundante presencia de estructuras habitacionales te cuya construcción se realizó con adobe, tapia y
y de áreas de actividad domestica, darían indicios piedra canteada. En los alrededores del sitio tam-
para suponer que en estos asentamientos se dio bién se registra una gran cantidad de restos de es-
una importante concentración poblacional. De tructuras de aparente función doméstica, cons-
otro lado, estos centros urbanos principales truidas mayormente con quincha y otros mate-
nuclearían en su respectiva área de influencia a riales perecederos (Paredes 1992, 2000).
otros asentamientos menores, entre ellos estable- El edificio principal está conformado por una
cimientos aldeanos o caseríos de agricultores y pes- pirámide de planta trapezoidal que alcanza en el
cadores. Es relevante destacar que este patrón de eje mayor (orientado unos 45º al noroeste) 65 m
asentamiento no se reproduce en el valle medio de sureste a noroeste, mientras que en sus extre-
ni en la parte alta del mismo, donde estarían au- mos tiene 40 y 30 m respectivamente. Adosada al
sentes los centros urbanos o en todo caso los si- norte y oeste de esta estructura piramidal, se de-
tios con arquitectura monumental. Este fenóme- sarrolla una plataforma sobre la que se encuen-
no estaría señalando que durante la época Lima tran vestigios de recintos. Esta edificación, a su
las elites del valle bajo del Chillón habrían tenido vez, fue rodeada por muros de tapia que reprodu-
el predominio político en el territorio del valle, cen a una mayor escala la planta trapezoidal, am-
cuyo poder se habría sustentado en la gravitante pliándola a 250 m en el eje principal de sureste a
importancia económica de las zonas agrícolas del noroeste y a 160 y 125 m en sus extremos. Apa-
valle bajo y del litoral (ibid.). rentemente el ingreso principal a este complejo se
Sin embargo, como se apreciará de la descrip- ubicaba en el lado suroeste del cercado trapezoidal,
ción de los sitios principales, la diversidad mani- desde donde se accedía a un corredor orientado
fiesta en las distintas formas de organización ur- hacia el noreste que, luego de un quiebre en su
bana de los asentamientos de este tipo y la ausen- trayecto, culminaba en una escalinata que permi-
cia de un sitio que sobresalga frente a los demás tía el ascenso hacia los niveles superiores de la pi-
por su preeminente jerarquía, plantearía rámide (Paredes 1992: 54 y fig. 3).
interrogantes acerca de la centralización del po-

63
Con relación a la importancia del aprovechamiento de los recursos marinos en esta zona durante la época Lima, se
habría documentado en Ventanilla y Ancón el desarrollo de terrazas próximas al litoral utilizadas como tendales para el secado
del pescado (Lanning y Patterson 1970: 400; Lanning 1967: 120)
64
Con referencia a la orientación del eje principal de los sitos Lima del Chillón, podría señalarse que en estos se presentan
las variaciones siguientes: Cerro Culebra (45º NE); Playa Grande (40º NE); Copacabana (35º NW); La Uva (70º NW).
260 JOSÉ CANZIANI

Fig. 275b. Cerro Culebra. Fotografía aérea del complejo arqueológico en el valle bajo del río Chillón, que en ese tramo corre encañonado antes
de su desembocadura al mar (Servicio Aerofotográfico Nacional 1945; Agurto 1984).

El edificio principal presenta evidencias de 3 turas se realizó mayormente con tapia y piedras
o 4 fases constructivas (Silva et al. 1988). La más canteadas (Paredes 2000: 141-143, fig. 5).
temprana se caracterizaría por el empleo de ado- En el caso de Copacabana, el sector central
bes cúbicos, mientras que las subsiguientes que donde se concentran las estructuras correspon-
sellaron este primer edificio lo son por el empleo diente al período, ocuparía unas 12 Ha. y en él
de la tapia. Precisamente, en uno de los muros de destacan 8 edificaciones construidas sobre pro-
tapia correspondiente a la segunda fase de montorios naturales. Estos promontorios se pre-
remodelación, se halló una pintura mural con un sentan como estribaciones del cerro Campana que
motivo decorativo entrelazado afiliado al estilo domina este sector, por lo que la orientación del
conocido como Playa Grande. La pintura mural complejo y sus edificaciones, 35º al noroeste, pa-
descubierta por Stumer (1954) durante sus traba- reciera resultar de la adaptación del asentamiento
jos en el sitio tenía una extensión de unos 28 m a las peculiares características topográficas de la
de largo y presentaba 6 paneles organizados por localidad (ibid: fig. 6). En este caso las edificacio-
temas iconográficos (Bonavia 1974). nes habrían sido construidas con pequeños ado-
bes de forma cúbica en las fases tempranas y lue-
La Uva y Copacabana go con tapia. Existe también al este del sitio otro
amplio sector de unas 30 Ha. con evidencias de
Estos dos sitios se localizan en la margen derecha edificaciones, montículos menores y restos de es-
del valle bajo y estarían asociados al manejo de la tructuras habitacionales, todas consistentemente
amplia extensión de tierras agrícolas que dispone asociadas a materiales culturales de la época Lima.
este sector del valle. En el caso de La Uva el asen- Si asumimos en conjunto la notable extensión
tamiento se ubica en una pequeña quebrada, ocu- de estos dos sectores, Copacabana se nos presenta
pando un área de unas 15 Ha. y estaba conforma- sin lugar a dudas como uno de los asentamientos
do por 12 estructuras o montículos piramidales Lima más importante del valle de Chillón. Este
de los cuales dos parecen haber sido los principa- hecho fue advertido tempranamente por Uhle
les. Los montículos presentan un patrón agluti- (1970: 388), quien menciona a Copacabana entre
nado y en ellos es dominante una orientación de los sitios principales de la región que presentaban
70º al noroeste. La construcción de estas estruc- grandes “colinas” hechas con pequeños adobes.
5. LAS PRIMERAS CIUDADES 261

Fig. 276. Cerro Culebra.


Reconstrucción planimétrica
(Paredes 1992: fig. 3).

Playa Grande Sobre la base de esta información, que da cuen-


ta de la importante extensión del sitio y de la pro-
Finalmente, entre los sitios intermedios asociados bable presencia de algún tipo de arquitectura pú-
al manejo de los recursos del litoral destaca Playa blica, puede suponerse que Playa Grande haya
Grande. Localizado en el moderno balneario de constituido un complejo urbano de carácter in-
Santa Rosa, el sitio tiene una extensión de unas termedio, que habría servido de núcleo de refe-
30 Ha. si es que solamente se considera el área rencia para los demás asentamientos ubicados en
nuclear del asentamiento, donde se concentran este sector del litoral al norte del valle del Chillón
los montículos mayores, pero que si hace extensi- —entre ellos los sitios documentados en Ancón
va a los alrededores que presentan restos de (Tabio 1965)— al mismo tiempo que debió estar
conchales y evidencias de ocupación doméstica interrelacionado con los sitios del valle bajo del
podría haber alcanzado hasta 110 ha. De los siete Chillón,66 y quizás supeditado a uno de mayor
montículos de planta rectangular que se registran jerarquía como Cerro Culebra. Sin embargo, es
en el centro del asentamiento, cuatro sobresalen evidente también que los pobladores de Playa
por ser los de mayores dimensiones. Estos montí- Grande y los sitios de Ancón estuvieron en con-
culos comparten un eje de orientación 40º al no- tacto frecuente con quienes moraban en el valle
reste y se ordenan en el sitio de este a oeste, repor- de Chancay, contando con la ventaja de ser los
tándose que fueron construidos tanto con peque- lugares más próximos a los valles del norte de la
ños adobes65 como con piedra canteada (Tabio región. Al examinar esta perspectiva y las condi-
1965, Paredes 2000). ciones de la ruta debemos hacerlo en el contexto

65
El hecho de incluir el empleo de adobes en la construcción de estas edificaciones, en un lugar alejado de fuentes de agua,
es sumamente significativo ya que implicaría que estos materiales constructivos debieron ser confeccionados en los lugares más
próximos del valle del Chillón y desde allí transportados hasta Playa Grande. Este dato es relevante ya que daría elementos para
valorar que este importante despliegue de energía no fue generado por una necesidad estrictamente constructiva -la que pudo ser
cubierta, al igual que en otras construcciones del sitio, con la piedra rústica abundante en las inmediaciones- sino más bien por la
especial significación y prestigio que el empleo del adobe debió de tener en la construcción de la arquitectura de carácter publico
para las gentes de la sociedad Lima.
66
Esta interrelación debe de haberse sustentado principalmente en el intercambio de productos marinos por parte de los
pescadores de los asentamientos del litoral, con productos agrícolas de los pobladores del valle. En el caso de Playa Grande las
excavaciones de Tabio (1965) registraron además de restos de productos marinos, abundantes evidencias del consumo de maíz,
algodón, mates o calabazas, así también de frutales como lúcuma y pacae, los que junto con otros productos agrícolas e insumos
vegetales debieron de provenir mayormente del vecino valle de Chillón. A estos productos agrícolas de intercambio se habrían
sumado productos manufacturados como cerámica, textiles y otros artefactos presentes en Playa Grande.
262 JOSÉ CANZIANI

Fig. 277. Plano del conjunto


arqueológico de Playa Grande
(Paredes 2000: fig. 3).

histórico de la época, considerando que en la an- banos,67 cuales son: Maranga, Pucllana, Vista Ale-
tigüedad el cerro de Pasamayo, conocido también gre (Catalina Huanca) y Cajamarquilla.68 La lo-
como Cerro de La Arena, contaba con amplias calización de estos sitios demostraría que además
zonas de Lomas (Rostworowski 1981), las cuales de una notable extensión agrícola en el valle bajo,
no solamente debieron de facilitar el tránsito en también se habría ocupado y manejado durante
este tramo mayormente desértico, sino que ellas el período buena parte del valle medio bajo.
mismas debieron ser meta frecuente para la apro- Al respecto, se ha sostenido que en esta época
piación de ciertos recursos propios de su ecología se habría producido una sustancial ampliación de
por parte de los pobladores que habitaban al sur las tierras bajo cultivo y que la localización de
o al norte de las mismas. Maranga y Pucllana estaría asociada a dos canales
principales que culminarían su trayecto en la cer-
canía de estos complejos (Patterson y Lanning
La ocupación Lima en el valle del Rimac 1970: 399-400), lo que permitiría suponer que
su emplazamiento en el valle pudo también estar
El valle del Rimac es el mayor de los tres valles relacionado con el manejo y administración de
(Chillón, Rimac y Lurín) que integran el com- las correspondientes zonas de riego. De otro lado,
plejo agrícola de la comarca de Lima, según ya antes Uhle [1910] (1970: 388-389) había plan-
ONERN (19XX) este valle disponía en sus secto- teado la acertada deducción de que las monumen-
res bajo y medio bajo de unas 00,000 ha. de tie- tales edificaciones piramidales Lima, no podrían
rras agrícolas. Podríamos tener una aproximación haber sido ejecutadas sino por una población ya
a la extensión agrícola que habría alcanzado el valle densa gracias a una activa agricultura.
del Rimac en la época Lima sobre la base de la Efectivamente, si observamos los antiguos pla-
localización de sus principales asentamientos ur- nos de Lima e inclusive los correspondientes a la

67
Evidentemente sería mucho mas fiable contar con la ubicación no solamente de los centros urbanos aparentes sino también
con la de otros sitios de ocupación de la época, pero lamentablemente la información está limitada a estos a raíz de la escasa
investigación de los patrones de asentamiento en el valle y de la acelerada destrucción de sitios arqueológicos, especialmente de los
no monumentales, con la incontenible expansión urbana de la ciudad de Lima en las últimas décadas.
68
Además de estos sitios principales, existen evidencias de la presencia de estructuras construidas con pequeños adobes —el
típico material constructivo de la época Lima— en otros sitios del valle del Rimac con arquitectura monumental, como en
algunos de los montículos de Makat-tampu (Mirones) hoy lamentablemente desaparecido; en el hallazgo puntual de algunas
estructuras construidas con este material en Mateo Salado, o su reveladora presencia en escombros de tumbas en Mangomarca
(Zarate), posiblemente provenientes de alguna estructura del propio sitio o de un lugar cercano (Tello 1999).
5. LAS PRIMERAS CIUDADES 263

Fig. 278. El valle del Rímac con los principales sitios de la época Lima y su asociación con el sistema de canales de irrigación (Canziani).

expansión de la ciudad en el valle del Rimac du- con un trayecto total de más de 10 km desde su
rante las primeras décadas del siglo XX (Gunter bocatoma. Es interesante notar que el curso del
1983), se puede constatar que el canal principal canal de Huatica bordeaba también el flanco oes-
llamado Río Huatica permitía irrigar una impor- te de las Huacas de Limatambo, totalmente des-
tante porción de la margen izquierda (sur) del valle truidas entre los años 30 y 40,69 y que estaban
bajo, constituyendo posiblemente en aquella época ubicadas en Lince donde hoy se encuentra la Gran
el canal con el curso más alto en este sector antes Unidad Escolar Melitón Carbajal, y que si bien
de que se emprendiera la construcción del gran presentaban estructuras tardías de adobones y en
canal llamado Río Surco, aparentemente más tar- sus secciones inferiores muros de adobes rectan-
dío. El canal de Huatica debió tener su bocatoma gulares (Tello 1999: 77-79), por su especial em-
en el río Rímac, a la altura de lo que es hoy el plazamiento bien pudo haber tenido edificacio-
distrito de El Agustino, para luego atravesar el nes tempranas asociadas al desarrollo y manejo
centro histórico de la ciudad, y los actuales distri- del canal de Huatica durante la época Lima.
tos de La Victoria, Lince, San Isidro y Miraflores. De otro lado, los canales de Maranga y una
El curso del canal de Huatica debió tener su tra- serie de canales subsidiarios de distribución del
yecto final al oeste de la Huaca Pucllana y se pue- riego de este sector de la margen izquierda del valle
de suponer que desaguaba sus excedentes al mar bajo,70 se presentan asociados espacialmente a los
en lo que hoy es la Bajada Balta de Miraflores, sitios del complejo de Maranga y Makat-tampu.

69
Es indescriptible la cantidad de Huacas con arquitectura monumental que fueron destruidas, algunas totalmente, durante
las décadas de los 30 y 40 a raíz de la expansión urbana y su utilización bárbara como canteras de arcilla para fabricar ladrillos. Una
idea de este crimen cultural lo brinda la documentación e informes del Archivo del Dr. Julio C. Tello, quien se opuso tenazmente
a esta acelerada e infame destrucción. Entre los sitios totalmente destruidos por estas causas figuran: Makat-tampu (Mirones);
Limatambo (Lince); Huaca Santa Beatriz o de La Universidad (Jesús María); Huantille (Magdalena) y otras en proximidad de la
Av. Brasil; Huaca Chacra Puente (La Legua), etc. Mientras que entre las que fueron parcial y severamente afectadas por la
actividad de las ladrilleras y la demolición de estructuras se puede citar a las Huacas de Maranga, Mateo Salado y Pucllana (Tello
1999).
70
Entre estas se enumeran las acequias de Conde de las Torres, La Legua o Mirones, Rosario, Santo Domingo o Chacra Alta.
(ver Gunter 1983: Plano n. 22 de 1907).
264 JOSÉ CANZIANI

Mientras tanto, se puede suponer que la parte baja mano, conocidos popularmente como adobitos.
de la margen derecha del Rimac no debió repre- Middendorf [1894] (1973: 56-69), quien visitó
sentar en ese entonces un entorno muy favorable el sitio a fines del siglo XIX, en su descripción
a la agricultura, posiblemente por la gran canti- observa la notable diferenciación existente entre
dad de puquiales que evidencian una napa freática el conjunto de montículos de adobe y, por otra
relativamente superficial, así como suelos sujetos parte, los cercados amurallados, las estructuras y
a periódicas inundaciones o desbordes del río montículos de plataformas elaborados con la téc-
Rimac. Esta condición es compartida con la co- nica más tardía del tapial o adobón y que corres-
lindante margen izquierda o sur del Chillón, y ponden a la posterior ocupación que conocemos
podría ayudar a explicar la aparente inexistencia como Maranga-Chayavilca.
de sitios urbanos o con arquitectura monumental El conjunto de pirámides y montículos hechos
en esta zona entre ambos valles, la que además con pequeños adobes corresponden al centro ur-
pudo funcionar como una suerte de “frontera”, bano ceremonial de Maranga, el complejo urba-
en el supuesto que durante el período Lima en los no más importante de la cultura Lima en el valle
valles del Chillón y el Rímac operaran entidades del Rimac y de los demás valles de la Costa Cen-
políticas independientes entre sí. tral. Esta constatación se fundamenta tanto en la
monumentalidad de sus principales edificaciones,
El Centro Urbano Ceremonial de Maranga así como en la extensión del sitio y el ordenamien-
to urbano que expresa todo el conjunto.
En una posición central con relación al valle bajo Es notable observar que el eje principal del
se encuentra el complejo de Maranga, que se ubi- complejo, orientado 25º al noreste resulta perfec-
ca en la margen izquierda del valle del Rimac, unos tamente perpendicular a la línea del litoral, de-
2.5 km al sur del río y a una distancia de unos 3.5 marcada por los acantilados que se encuentran a
km del mar. Su localización en el piso aluvial del unos 3 km al suroeste del sitio. A lo largo de este
valle, en suelos con vocación agrícola pone en eje que se desarrolla de norte a sur por lo menos
cuestión el paradigma que sostiene que todos los 1.5 km y que se encuentra ligeramente desplazado
sitios prehispánicos siempre se localizaron al mar- hacia el oeste del asentamiento, se alinean las pi-
gen de las tierras agrícolas.71 rámides principales que comparten esta misma
Dentro del extenso complejo de Maranga, que orientación en la conformación de su estructura
fue testigo de una larga historia de ocupaciones y arquitectónica.72 La singular disposición de las
cuyas estructuras y vestigios corresponden tanto pirámides y de otros montículos menores definen
a períodos tempranos como a formaciones tar- una serie de explanadas o posibles grandes plazas,
días (Canziani 1987), sobresale un conjunto de así como otros espacios longitudinales que podrían
grandes edificaciones piramidales y montículos haber conformado vías de circulación o calzadas
menores, que se caracterizan por exhibir como ceremoniales (Canziani 1987: 10).73 En cuanto a
material constructivo adobes paralelepípedos o la extensión de este centro urbano, considerando
cúbicos de pequeñas dimensiones y moldeados a las estructuras que se registran en superficie a lo

71
Esta localización al margen de las tierras con vocación agrícola es ciertamente una constatación frecuente en la mayoría de
sitios, sin embargo esto no excluye que algunos asentamientos, inclusive de notables magnitudes como Maranga y otros como el
Grupo Gallinazo y Chanchán, se hayan instalado en suelos con vocación agrícola, aún cuando se pudiera argumentar que en ese
contexto histórico haya podido tratarse de tierras marginales o de menor productividad. Lo que si debe de destacarse es que -aun
en estos casos limitados que parecen contradecir la regla- el desarrollo urbano no se desarrolla a expensas del rural, ya que se puede
comprobar que éste generalmente va acompañado de la expansión agrícola como de la introducción de técnicas que habrían
permitido la intensificación de la producción agraria.
72
Este tipo de ordenamiento recuerda el que exhiben los tempranos complejos piramidales Paracas en Chincha (ver Cap. IV)
y también muestra ciertas similitudes con lo observado en el Grupo Gallinazo en Virú. Esto podría estar expresando que las
influencias que recibe la costa central desde el sur y norte no se circunscriben a lo documentado para ciertas esferas de la cultura
material, sino que también podrían haber sido extensivas a la difusión de determinados modelos urbanos y arquitectónicos.
73
Estas apreciaciones reconstructivas fueron posibles a partir del examen de las antiguas aerofotografías del sitio (SAN 1944)
y del mapeo de los montículos correspondientes al período Lima, identificados a partir de los rasgos constructivos y los materiales
culturales registrados en ellos. Investigación que se realizó en el marco del Taller de Arqueología Urbana desarrollado en 1983 por
el Instituto Andino de Estudios Arqueológicos (INDEA) y dirigido por Luis G. Lumbreras.
5. LAS PRIMERAS CIUDADES 265

Fig. 279. Maranga. Fotogra-


fía aérea del sector central
donde destaca la Huaca San
Marcos y se observa, arriba,
la destrucción iniciada en la
Huaca Concha con las obras
del estadio. La línea diagonal
que atraviesa el sitio es la ave-
nida Venezuela (Servicio
Aerofotográfico Nacional
1944; Kosok 1965: 35, fig.
26).

largo de los 1.5 a 2 km que podría alcanzar el eje timas décadas este notable asentamiento ha sido
principal74 y abarcando una franja de por lo me- objeto de una bárbara y acelerada destrucción.75
nos 1 km de ancho, resultaría un área notable de Algunos de los montículos piramidales son de
150 a 200 Ha. Lamentablemente durante las úl- gran tamaño y comparables a las edificaciones

74
El eje principal del centro urbano ceremonial de Maranga podría haber alcanzado unos 2 km de extensión si se comprende
en su extremo sur a la Huaca La Palma (48). Si bien esta edificación muestra en superficie una arquitectura de tapial correspon-
diente a las fases tardías (Maranga Chayavilca), tanto su emplazamiento y su orientación coincidente con el eje principal del
complejo Maranga (Canziani 1987: fig. 1), así como el hallazgo de cerámica temprana, alguna con rasgos inclusive formativos, en
cortes de excavaciones y movimientos de terreno realizadas en los alrededores por personal del Parque de Las Leyendas, podría
estar indicando la presencia de una edificación de época Lima con posteriores remodelaciones tardías. Confirmando estos supues-
tos, en las recientes publicaciones del Archivo Tello, se señala la existencia de un pequeño montículo de adobitos “...a pocos pasos
hacia el Norte de la Huaca de La Palma” (Tello 1999: 89).
75
Como ya lo advertía Middendorf (1973: 56) hace más de un siglo, los limeños no tenían la menor idea de que apenas a una
legua del centro de la capital se encontraban los vestigios de una antigua ciudad. Esta creemos podría haber sido comparable a
otras urbes de enorme relevancia, como Chanchán, Túcume o Pacatnamú, y como tal Maranga podría haber sido objeto de
266 JOSÉ CANZIANI

Fig. 280. Maranga. Plano ge-


neral de las edificaciones mo-
numentales correspondientes al
centro urbano teocrático de la
época Lima (Canziani 1987).

piramidales de la Costa Norte. Este es el caso de te. Esta pirámide es una de las mejor conservadas,
la pirámide principal (13) denominada Huaca y su conformación revela el desarrollo de plata-
Aramburú o San Marcos, cuyo eje mayor orienta- formas escalonadas que ascienden desde el extremo
do de noreste a suroeste alcanza más de 300 m de del lado norte hacia el sur donde alcanza la mayor
largo, con un ancho que varía de 180 hasta 250 altura con unos 30 m de elevación. Al extremo
m en la sección más ancha en su extremo suroes- suroeste también se presenta el mayor ensancha-

investigaciones arqueológicas sostenidas y de políticas de puesta en valor. Sin embargo, la ignorancia y el consumado desprecio de
estos monumentos por parte de las más altas autoridades han resultado en su grosera mutilación y lamentable desaparición. Podría
señalarse aquí tan sólo unos cuantos datos de la crónica de esta aberrante y penosa destrucción. La construcción en los años 20 de
la avenida Venezuela, en ese entonces bautizada irónicamente “Progreso”, mutila severamente el sector suroeste de la Huaca
Aramburú (13) y atraviesa cortando en dos la ciudad prehispánica. En los años 40 el gobierno de Prado construye un estadio,
cuyas obras se emprenden utilizando la Huaca Concha (12) como cantera de material de relleno para las graderías, el que además
se adosa y superpone al mismo montículo. En los años 50, se instala en el sitio el campus de la ciudad universitaria de San Marcos,
donde la construcción de los pabellones educativos arrasa con todos los montículos menores del sector norte del sitio. En los 60
el Parque de Las Leyendas ocupa con sus instalaciones gran parte del sector sur del complejo arqueológico. En la segunda mitad
de los 80, el gobierno del Dr. García otorga títulos de propiedad a los ilegales ocupantes de áreas arqueológicas (intangibles) de
propiedad del estado, desatando la urbanización en gran parte del complejo. Finalmente (?), el Ministerio de la Presidencia del
Ing. Fujimori realiza en los años 90 obras de ampliación del estadio de San Marcos, acometiendo —50 años después— nueva-
mente contra los escasos vestigios arqueológicos de la Huaca Concha, impidiendo trabajos de rescate arqueológico ante la
impostergable inauguración de una obra de evidente carácter propagandístico.
5. LAS PRIMERAS CIUDADES 267

Fig. 281. Maranga. Vista de un corte al sur de la Huaca San Marcos, que exhibe las características constructivas de las plataformas macizas,
conformadas por aparejos de pequeños adobes modelados a mano (Canziani).

miento del montículo, lo que se genera por el desa- esta fue destruida casi en su totalidad con la cons-
rrollo de plataformas más bajas, a modo de apén- trucción del estadio de la Universidad de San
dices, que se proyectaban hacia el oeste y sur. La Marcos. A partir de las antiguas aerofotografías
acuciosa observación de Middendorf (1973: 63) del sitio (SAN 1944) se puede apreciar que esta
lo lleva a señalar que no se trataba tan sólo del edificación se desarrolló también con el eje ma-
desarrollo de plataformas escalonadas y ascenden- yor coincidiendo con el eje principal del sitio, e
tes, ya que la cima de estas también sirvió de base igualmente presentaba su mayor ancho en el ex-
para la erección de una serie de estructuras arqui- tremo suroeste, pero en este caso por la presencia
tectónicas que las coronaban y cuyos muros de de una plataforma baja que se proyectaba hacia el
adobe evidencian enlucidos de barro y acabados sureste. Middendorf (1973: 63) registra que este
con pintura amarilla (Tello 1999: 85). Reciente- montículo habría sido el más alto del conjunto,
mente la Universidad de San Marcos ha emprendi- midiendo 210 m de largo y 105 m de ancho en el
do trabajos de investigación arqueológica que es- extremo norte, no pudiendo medir el extremo que
tán revelando la naturaleza y complejidad de estas presentaba el ancho mayor. También alcanza un
estructuras arquitectónicas y su probable función. dato sumamente significativo, al señalar que este
En cuanto a los materiales y técnicas construc- montículo se diferencia de los anteriormente ob-
tivas, se aprecia el empleo de estructuras de relleno servados, por cuanto no exhibe rastro alguno de
masivo de pequeños adobes paralelepípedos los pequeños adobes utilizados usualmente como
moldeados a mano, conformando bloques cons- material constructivo, de lo que deduce que en
tructivos que sirvieron para la erección de las plata- este caso singular se habría empleado tan sólo tie-
formas constitutivas del volumen piramidal. Parece rra y piedras (ibid.). Sin embargo, posteriormen-
que también esta técnica constructiva se combinó te en algunos trechos del montículo se observó
con la de las cámaras rellenas con basura, tierra, estructuras hechas con adobes semicúbicos hechos
ripio e inclusive cantos rodados (Tello 1999: 38). a mano, al igual que celdas constructivas rellena-
Al extremo norte del complejo se encontraba das con cantos rodados, especialmente en la cús-
el segundo montículo en importancia, que es co- pide, lo que explicaría su abundancia en la super-
nocido como Huaca Concha (12), sin embargo ficie de la Huaca (Tello 1999: 84).
268 JOSÉ CANZIANI

Fig. 282. Makat Tampu. Plano


del sitio según Julio C. Tello
(1999).

Mientras tanto, al sur de la Huaca Aramburú área han impedido hasta la fecha conocer la trama
se encuentra la Huaca 21, a la que Tello (ibid) urbana subyacente y la naturaleza de la población
hace varías referencias mencionándola como la y actividades que en ella tuvieron lugar. Como ya
“reniforme”, por la singular forma arriñonada de lo señaláramos en los resultados del que fue uno
su planta. Anteriormente, el montículo fue tam- de nuestros primeros trabajos de campo, el cen-
bién descrito por Middendorf (1973: 61-63 y pla- tro urbano ceremonial de Maranga debió ocupar
no pág. 57), quien observa a que la parte más alta en los Andes Centrales un lugar de primer orden
del montículo se encontraba al sur este alcanzan- durante el período de los Desarrollos Regionales,
do unos 25 m de altura. Hace referencia también si bien las investigaciones sobre el sitio no corres-
a un corte vertical en el sector, en el que se aprecia pondan a esta realidad (Canziani 1987: 11).
la estructura construida con pequeños adobes Finalmente, es importante señalar que si bien
cúbicos (Canziani 1987: fig. 3). el complejo de Makat-tampu, ubicado unos 1,500
En varios sectores del centro urbano se ha do- m al sur del río Rímac y a unos 2 km al norte del
cumentado una serie de evidencias que permiten complejo de Maranga, posiblemente no formó
suponer que las edificaciones piramidales y los parte integrante del centro urbano principal, aun-
demás montículos menores que sobresalen en la que pudo estar alineado con su eje, debió de estar
superficie del sitio no estaban aislados sino más asociado a este en el manejo del sistema de riego y
bien rodeados por la concentración de otras estruc- en la administración de la producción agrícola de
turas de posible carácter residencial y público. Así este sector del valle bajo. Igualmente Makat-
lo demuestran los hallazgos de recintos o cuartos tampu, debió de conectarse con el complejo de
de aparente función doméstica en sectores al sur- Maranga, mediante un sistema de caminos que
este del complejo; al igual que el hallazgo casual, debió de articular a los sitios principales del valle
en las excavaciones para la construcción de lo que además de comunicarlos con los que se encontra-
iba a ser la sede del Museo Nacional, de un gran ban en los valles inmediatamente próximos. En
muro hecho de pequeños adobes y enlucido por todo caso, dada la escala menor de las edificacio-
ambas caras, que media en corte más de 1 m de nes de época Lima registradas en Makat-tampu,
espesor y unos 2 m de alto, cuya base se encontra- podemos presumir que este asentamiento jugó un
ba a 2.5 m del nivel actual del terreno y que se rol secundario y jerárquicamente dependiente del
ubica a unos 600 m. al este del eje principal del centro principal de Maranga.
sitio, entre los montículos 20 y 31. Estos datos En Makat-tampu el Dr. Tello reportó la pre-
demuestran claramente que lo que se aprecia en sencia de dos montículos (A y A’) y de un recinto
la superficie del sitio es tan sólo la “punta del ice- (C) ubicados al suroeste del sitio que presentaban
berg” y que la ausencia de excavaciones arqueoló- evidencias de arquitectura Lima. En el caso de
gicas sistemáticas en sitios estratégicos de tan vasta ambos montículos, estos presentaban muros de
5. LAS PRIMERAS CIUDADES 269

adobón presumiblemente tardíos en superficie, los ción temprana del valle desde las primeras explo-
que se superponían a núcleos constituidos por raciones y estudios arqueológicos desarrollados
muros y rellenos constructivos de adobitos tanto por Middendorf (1973) y Uhle (1970: 388). Este
rectangulares como cúbicos. En el caso del recin- último reporta a la “Huaca Juliana” junto con
to, en su interior se observó vestigios de algunos Aramburú (Maranga) como los dos principales
muros construidos con adobes pequeños rectan- sitios con edificaciones piramidales tempranas en
gulares. Estos importantes datos evidencian la el Rimac. Posteriormente este monumento tam-
presencia de estructuras originarias de época Lima bién fue afectado severamente por el proceso de
en este sector del sitio (Tello 1999: 118-119). urbanización de la zona desde inicios de los 40, si
bien felizmente se ha logrado conservar el montí-
El complejo de la Huaca Pucllana culo principal y algo de las áreas adyacentes, de-
sarrollándose en las recientes décadas investiga-
Este importante complejo de la época Lima se ciones arqueológicas y programas dirigidos a la
ubica en el sector sur del valle bajo del Rimac, en puesta en valor del complejo.
lo que hoy día corresponde al distrito de A diferencia de Maranga, donde el complejo
Miraflores, y está emplazado en un terreno llano urbano se organiza sobre la base del ordenamien-
propio del piso aluvial del valle con clara voca- to axial de los montículos principales, aparente-
ción agrícola. Dada su importancia fue destacado mente en Pucllana la organización del sitio estu-
como uno de los sitios principales de la ocupa- vo nucleada entorno a un gran montículo

Fig. 283. Huaca Pucllana. Fo-


tografía aérea del comple-
jo arqueológico ya afectado
por la expansión urbana. Nó-
tese al sur y sur oeste (abajo
de la fotografía) una serie de
plataformas y montículos que
constituían parte del comple-
jo hoy desparecidos. (Servicio
Aerofotográfico Nacional
1944; Agurto 1984).
270 JOSÉ CANZIANI

piramidal, alrededor del cual se desarrollaron gran- 100 m de su base, y que posiblemente correspon-
des plazas y recintos de función ritual y adminis- día al cercado de una gran plaza observada por
trativa, además de plataformas y montículos ba- Middendorf durante su visita al sitio, cuando se-
jos, de los cuales ya no se perciben rastros debido ñalaba que ... “Esta colina artificial es muy larga,
a la urbanización de estas áreas, lo que de paso ha pero relativamente poco ancha. En el lado orientado
impedido conocer de la posible existencia de es- hacia el mar, hay un campo rectangular cercado por
tructuras residenciales y, como consecuencia, de un muro de 480 pasos de largo y 70 de ancho, osten-
los datos que pudieran proporcionarnos algunos siblemente un patio extraordinariamente largo, en
alcances acerca de la composición y niveles de uno de cuyos lados se halla una fortaleza construida
concentración de la población que habitaba en del modo ya indicado. La base de la colina es tan
este tipo de complejos. larga como el campo cercado de muros” (Middendorf
Sin embargo, Julio C. Tello (1999: 67) descri- 1973: 71-72). En el archivo del Dr. Tello (1999:
be la presencia no solamente de la Huaca Pucllana 72) también se menciona la presencia de por lo
sino también de otra menor que se ubicaba unos menos un muro que “...es de adobitos rectangulares,
50 m, al sur y que presentaba planta cuadrangu- como los de Aramburú, y se halla revestido con barro”.
lar y unos 10 m de altura, con la superficie cu- El montículo principal de la Huaca Pucllana
bierta de cantos rodados. Este montículo o plata- presenta una orientación de unos 20º noreste, lo
forma se podía observar aún en la aerofoto de 1944 que permite establecer ciertas analogías con la
ya afectada por el proceso de urbanización, al igual orientación del complejo urbano de Maranga que
que otro pequeño montículo al sur oeste ya par- resulta bastante similar. En cuanto a las dimen-
cialmente destruido en ese entonces y que el Dr. siones de planta del montículo, este alcanza unos
Tello intentó proteger de su inminente destruc- 275 m a lo largo del eje mayor con un ancho varia-
ción total (ibid: 70-72). Igualmente, del lado ble que va incrementando hacia el sur, desde unos
Oeste de la pirámide podía todavía observarse en 75 m en el extremo norte, a 100 m en el sector
las aerofotos de 1944 un gran muro que corría central, hasta unos 120 m en el extremo sur. Tam-
paralelo al eje de la Huaca principal, a unos 80 a bién la Huaca Pucllana comparte con las pirámi-

Fig. 284. Huaca Pucllana.


Reconstrucción isométrica
de un patio con estructuras
escalonadas y evidencia de
postes de una aparente es-
tructura techada (Vásquez
1984: fig. 3).
5. LAS PRIMERAS CIUDADES 271

des de Maranga, especialmente con la Huaca quetas escalonadas adosadas a un gran muro de
Aramburú o San Marcos, una planta de corte sub- 1.6 m de espesor, en cuya esquina noroeste se in-
rectangular a la que se adicionan plataformas o terrumpen las banquetas y se define un vano que
volúmenes, a modo de apéndices, en la esquina daba acceso a una rampa de ascenso hacia una
suroeste del montículo. Otro rasgo de similitud plataforma de nivel superior. Es de gran relevan-
es que el volumen del montículo presenta el desarro- cia el hallazgo de evidencias de una doble hilera
llo de plataformas escalonadas que ascienden pro- de postes de madera, que se dispusieron regular-
gresivamente desde el extremo norte hacia el sur, mente frente a las banquetas a 2.9 m entre sí y a
donde también la Huaca Pucllana alcanza su ma- 2.6 m de distancia entre las dos hileras. La pre-
yor elevación con una altura de unos 20 m. Igual- sencia de estos elementos de soporte vertical per-
mente, en la Huaca Pucllana se registran evidencias mite inferir la existencia de una zona techada en
de recintos y otras estructuras arquitectónicas que el extremo oeste del patio, proporcionando una
se edificaron sobre la cima de las plataformas. cobertura especial del frontis del patio caracteri-
En la construcción de la pirámide se ha em- zado por el despliegue de las banquetas escalonadas
pleado los típicos pequeños adobes, si bien pare- (Vásquez 1984: fig. 3 y 6).76
ce que la construcción de los volúmenes de sus Las analogías en cuanto a la recurrencia de cier-
plataformas no fue realizada masivamente con tos patrones urbanísticos y arquitectónicos, así
adobe, ya que hay evidencia de grandes muros de como la relativa proximidad (8 km) entre los dos
contención o rellenos constructivos de adobe que sitios principales Lima de la margen izquierda del
contenían rellenos de tierra y material suelto, lo valle bajo del Rimac, plantean una evidente
que ya fuera observado por Middendorf (1973: interrelación entre el complejo de Maranga y
72) en ciertos cortes que presentaba el montícu- Pucllana. Por otra parte, las evidentes diferencias
lo. La Huaca Pucllana igualmente presenta evi- de magnitud entre los dos sitios pudieran haber
dencias de superposiciones arquitectónicas, tanto expresado una determinada diferenciación jerár-
en el cuerpo del propio montículo como en el quica y una posible dependencia de Pucllana con
caso de las estructuras anexas que se desarrollaron relación a Maranga. Cuestiones que son de gran
en su entorno. interés para comprender las características del ur-
Las excavaciones desarrolladas en las áreas al banismo de esta época y la aparente existencia de
noreste de la base de la pirámide han revelado un una entidad política —por lo menos en este sec-
complejo sistema de plataformas, patios y recin- tor del valle— que esperamos las investigaciones
tos (Flores 1981, Vásquez 1984). Algunas de es- arqueológicas que se desarrollan en estos comple-
tas estructuras parecen corresponder a espacios de jos arqueológicos ayuden a dilucidar.
acceso al edificio mayor, donde las plataformas
escalonadas y sus desniveles fueron conectados
mediante rampas que resolvían el ascenso inicial La ocupación Lima en el valle medio del
hacia los niveles altos de la pirámide. Algunos de Rimac
los espacios expuestos por las excavaciones arqueo-
lógicas corresponden a dos grandes patios conse-
cutivos, delimitados por gruesos murallones de Cajamarquilla y Vista Alegre
adobe que corren paralelos en dirección este-oes-
te y que organizan con sus ejes el planeamiento La ocupación Lima interesó también de manera
de este sector. El primer patio, ubicado al este, importante el sector del valle medio del Rimac, la
presenta un muro transversal que lo separa del que debió estar asociada al manejo de estas am-
segundo patio e incluye una plataforma baja a la plias zonas que presentan tierras con una excelen-
cual se adosa una rampa que conduce al acceso te vocación agrícola. Para el manejo de este sector
que da paso al segundo patio. El segundo patio, del valle fue imprescindible también que los Lima
ubicado al oeste y más próximo a la base de la desarrollaran, mantuvieran y administraran un
pirámide, presenta en el extremo oeste dos ban- sistema de irrigación que asegurara la productivi-

76
Podría anotarse como un aspecto de interés en cuanto a los antecedentes formales, que la composición de estos elementos
arquitectónicos: patio / atrio, con banquetas adosadas a un muro o plataforma, y asociadas con el acceso a los niveles altos de la
edificación; así como el dominio de un eje visual y de recorrido orientado de este a oeste, es bastante similar a la que exhibieron
tempranamente los patios o atrios de montículos piramidales correspondientes a la tradición Paracas (Canziani 1992)
272 JOSÉ CANZIANI

dad en ambas márgenes de este sector. Coinci- Evidencias de la ocupación Lima en Pachacamac
dentemente los sistemas de canales que dan lugar y Lurín
en la margen derecha al llamado “valle” de
Huachipa, como en la margen sur al de Ate, po- En el célebre complejo arqueológico de
drían haber tenido origen en estos tiempos, ya Pachacamac existen importantes vestigios de una
que los cursos de estos canales parecen haber esta- temprana ocupación correspondiente a la época
do relacionados con la presencia estratégica de dos Lima, que presenta como un elemento relevante
importantes asentamientos Lima en las respecti- la presencia de montículos piramidales con plata-
vas márgenes del valle medio: Cajamarquilla y formas escalonadas construidas con los pequeños
Vista Alegre (o Catalina Huanca). adobes de esta época. Tres de estas edificaciones
En el caso de Cajamarquilla, las investigaciones se concentrarían sobre los promontorios que do-
arqueológicas en esta ciudad dominada por las minan el sector sur del complejo arqueológico,
construcciones del Intermedio Tardío han reporta- compartiendo al menos dos una orientación no-
do la abundante presencia de materiales culturales reste suroeste: el denominado Templo Viejo de
del período Lima, al igual que distintas evidencias Pachacamac y el que luego se convertiría en el
de estructuras de esta época con los típicos Templo Pintado con los agregados y remode-
adobitos bajo las estructuras tardías (Tello 1999). laciones tardías; mientras que un tercer montícu-
Antes de esto ya Uhle [1910] (1970) había reporta- lo, de planta y orientación hoy desconocida pero
do la existencia de un extenso cementerio asociado posiblemente similar a los anteriores, se encon-
al centro urbano y que correspondía mayormente traría bajo las estructuras del Templo del Sol de
al Lima tardío o Nievería. Unos 2 km al oeste de época inca. Adicionalmente, existe otro montí-
Cajamarquilla se encuentra también una pirámide culo en el sector noroeste, que presenta la misma
Lima de menor tamaño conocida como Huaca orientación aun cuando se encuentra bastante de-
Trujillo, la que se encuentra aislada, si bien con formado por la erosión y al cual Tello denominó
evidencias de estructuras menores en su entorno, Templo de Urpay Huachac. Así mismo existen
lo que permite suponer que podría haber corres- restos de edificaciones menores con muros de
pondido a un centro ceremonial de menor nivel adobitos que se localizan en la proximidad del
que los examinados anteriormente (Stumer 1954: Museo de Sitio de Pachacamac. Esto último daría
133). El hecho de que Cajamarquilla haya tenido idea de la posible existencia de otras estructuras
una ocupación con aparente continuidad hasta de menor envergadura, tanto públicas como do-
épocas bastante más tardías, con la consecuente mésticas, aglutinadas en torno a las edificaciones
superposición de estructuras e intervenciones ur- monumentales conformando un centro urbano
banísticas, dificulta la definición clara de las ca- teocrático que luego fue desdibujado por las su-
racterísticas que pudo tener este asentamiento cesivas ocupaciones tardías.
durante la época Lima. El primero en registrar estos indicios
En el caso de Vista Alegre o Catalina Huanca, tempranos en Pachacamac fue Uhle [1903]
se ha reportado que esta tenía como núcleo cen- (2003), quien a finales del siglo XIX encontró que
tral una pirámide masiva con una rampa central en los niveles inferiores de la secuencia
principal la que estaba rodeada por 5 montículos estratigráfica que culminaba con la ocupación
menores (ibid: 132-133), además de la presencia inca, se hallaban materiales culturales tempranos
de grandes complejos amurallados con recintos que los antecedían, incluyendo estructuras con los
menores en su interior, que podrían recordarnos típicos pequeños adobes Lima. Uhle reporta es-
los de Cerro Culebra. Lamentablemente no sabe- tos hallazgos principalmente en la base norte del
mos si estas edificaciones fueron contemporáneas viejo Templo de Pachacamac y en los alrededores
a la pirámide o si fueron remodelaciones más tar- y bases del Templo del Sol. En el corte de Uhle
días de la misma. En cuanto a las técnicas y mate- (2003: fig.3) publicado también por Strong y
riales constructivos se señala que si bien en la Corbett (1943: fig. 2) se aprecia claramente, bajo
mayoría de los casos las edificaciones privilegia- las estructuras de las plataformas escalonadas del
ron la construcción masiva con los pequeños ado- viejo templo de Pachacamac, el hallazgo de pisos
bes modelados a mano, también está presente y muros de contención asociados a la época Lima,
esporádicamente la tapia. Sin embargo en Vista los que pudieron formar parte de plataformas es-
Alegre la situación se invertiría: el edificio estaría calonadas de este antiguo templo.
construido mayormente con tapia y la presencia Posteriormente, los trabajos de Strong y
de los adobes sería limitada (ibid: 133). Corbett (1943) corroboraron esta información,
5. LAS PRIMERAS CIUDADES 273

Fig. 285. Pachacamac. Foto


aérea en al que se ha resalta-
do los posibles edificios mo-
numentales de época Lima.
Al sureste el Viejo Templo de
Pachacamac, con las platafor-
mas hacia el noroeste, cuyas
remodelaciones tardías co-
rresponden al Templo Pinta-
do. Al sur oeste, los indicios
de otra edificación piramidal
de la época Lima a la que se
le superpuso el Templo del
Sol durante la ocupación
Inka. Al noroeste el montí-
culo conocido como Urpi
Wachac.

al desarrollar excavaciones que intervienen la base Viejo o Templo de Pachacamac que presenta una
del Templo del Sol en el flanco Este, confirman- planta rectangular orientada noreste–suroeste y
do la presencia de estructuras construidas con que tiene un ensanchamiento en su extremo no-
pequeños adobes y asociaciones culturales que reste. A estos dos montículos se agrega uno más al
corresponden a la época en cuestión y a las que se norte conocido como el Templo Pintado, por sus
les superpuso tardíamente la edificación Inca. De plataformas escalonadas con evidencias de pintu-
igual manera, observan en un gran corte que des- ra mural, que corresponderían a remodelaciones
ciende del lado noreste de la terraza más alta del de las fases finales del período (Nievería) y al
templo, la presencia de estructuras de adobes Horizonte Medio. A esta misma época también
moldeados a mano asociados con material podría corresponder el gran recinto cuadrangular
cerámico de época Lima, justo debajo del piso que rodeó estas pirámides y estructuras, destacan-
existente en la terraza superior del templo inca do el espacio de mayor significación ceremonial.
(ibid: 39). Conjugando estos datos, provenientes Es relevante notar como en esta época tem-
tanto del examen de la base como de los niveles prana el emplazamiento de las principales edifi-
superiores del Templo del Sol, y que revelan la caciones ceremoniales de Pachacamac privilegia
recurrente presencia de estructuras arquitectóni- el promontorio elevado que se encuentra al sur
cas de época Lima, se puede inferir que el edificio del sitio. Este es un lugar con un paisaje muy es-
inca fue construido incorporando bajo sus plata- pecial, desde el cual se contempla el árido desier-
formas las de un antiguo templo piramidal que to bordeando el verdor del valle bajo, como tam-
debió tener un notable volumen. bién hacia el este y sur el río que corre a su desem-
Además de este montículo de forma y volu- bocadura en el mar, mientras que hacia el sur y
men desconocido cubierto por el Templo del Sol, oeste se dominan los humedales que anteceden a
tendríamos al Este el montículo llamado Templo las playas y el horizonte marino, del cual emerge
274 JOSÉ CANZIANI

la enigmática silueta de la isla de Pachacamac y su El valle de Chincha y los asentamientos de


séquito de islotes.77 la época Carmen y Estrella
En resumen, si además de este importante
núcleo de montículos emplazados en el sector sur Durante el período se manifiestan en el valle de
del sitio, consideramos el montículo de Urpay Chincha dos fases: una temprana denominada
Huachac y algunas otras evidencias de edificacio- Carmen que sucede al Paracas Necrópolis o Topará,
nes menores en el sector norte, podemos suponer y otra más tardía conocida como Estrella, identifi-
que el centro urbano teocrático de época Lima cadas principalmente por los correspondientes esti-
debió de alcanzar una extensión de unas 40 Ha los cerámicos, así como por los patrones construc-
manifestando ciertos rasgos similares en su orde- tivos asociados a su arquitectura (Wallace 1971).
namiento y configuración respecto a Maranga Si examinamos el patrón de asentamiento en
(Canziani 1987). Si bien Pachacamac durante esta términos generales, como parte de una sola épo-
época debió ser un centro algo menor con rela- ca, en la distribución de los sitios se aprecia una
ción a Maranga en el Rímac, es evidente que cons- cierta continuidad con relación a la precedente
tituyó el sitio principal Lima en el valle de Lurín. época Paracas, si bien se advierte una tendencia al
No está claro cual fue la relación del centro incremento del número de sitios localizados en la
ceremonial Lima de Pachacamac con otros sitios margen sur del valle, especialmente en el sector
Lima asentados en el valle de Lurín, ni tampoco medio. Al mismo tiempo, se observa una distri-
lo está cual pudo ser el patrón de asentamiento en bución más homogénea de los asentamientos, con
el valle durante este período. En los trabajos de muchos de ellos localizados en el piso del valle,
Earle (1972) así como en los de Patterson et al. ocupándose zonas que no registrarían anteceden-
(1982), se propone un modelo de desarrollo ex- tes en las fases precedentes. Este es el caso de si-
pansivo de la entidad política Lima desde el valle tios importantes como Huaca Santa Inés (PV.57-
bajo, para desde allí incursionar en el valle medio 5) y de la agrupación de montículos del complejo
y medio alto. De acuerdo a estas propuestas, esta Estrella (PV.57-53, 54, 55 y 160). Por el contra-
expansión implicaría el desarrollo de obras de irri- rio, en la zona norte del valle bajo, se observa una
gación que posibilitaron la intensificación de la ocupación escasa, si bien con una tendencia cre-
producción agrícola en estos sectores del valle. De ciente con relación a las fases anteriores en la zona
otro lado, el que muchos sitios Lima en el valle de de transición del valle bajo al medio de la misma
Lurín se emplacen en las cimas de los cerros y que margen, con la presencia de sitios como PV.57-
evidencien rasgos de fortificación, daría a enten- 134, Cruz de La Molina (PV.57-132), Huallanca
der que esta expansión no estuvo exenta de con- (PV.57-133) y Condorillo (PV.57-121), y en el
flictos con las poblaciones locales del valle o con valle medio con sitios como La Esclusa (PV.57-
las que presionaban sobre sus importantes recur- 100, 102) (Canziani 1993: fig. 4).
sos desde las zonas altas del mismo. En todo caso, En cuanto al tipo de sitios, estos son bastante
la posible esfera de control político del centro ce- similares a los de la época Paracas, es decir montí-
remonial Lima de Pachacamac habría estado res- culos piramidales o montículos de plataformas
tringida a los sectores bajo y medio del valle de bajas; sitios habitacionales; y obras de infraestruc-
Lurín, ya que Earle (ibid: 476) señala la inexis- tura agraria; a los que se agrega un nuevo tipo de
tencia de algún sitio con rasgos monumentales en sitios, cuales son los cementerios (Ibid: 102).
todas las secciones examinadas en la parte alta del En cuanto a los montículos, en términos ge-
valle, lo que estaría indicando que las poblacio- nerales, llama la atención la drástica reducción de
nes de estos sectores habrán mantenido un alto la inversión en la construcción de arquitectura
margen de autosuficiencia. monumental durante el período. En la mayoría

77
No es casual que en esta localización se hayan concentrado algunas de las principales intervenciones arquitectónicas
posteriores y especialmente la Inca, al igual que no es casual que las tradiciones míticas que perduraron hasta nosotros se hayan
nutrido con la magia de un escenario tan atractivo (Rostworowski 1992; Taylor 1987).
5. LAS PRIMERAS CIUDADES 275

Fig. 286. Sitios del período de los Desarrollos Regionales Tempranos en el valle de Chincha (Canziani 1993).

de los casos se verifica la reocupación de montí- 39), y de los montículos del complejo Estrella
culos piramidales construidos durante la época (PV.57-53, 54, 55 y 160). Sin embargo, es de notar
Paracas, donde aparentemente las intervenciones que de estos solamente la Huaca Santa Inés ha-
son también puntuales o, inclusive, irrelevantes. bría alcanzado un volumen de cierta envergadu-
Esto se verifica especialmente en el sector sur del ra, lo que daría a entender que tuvo una posición
valle bajo, como es el caso del complejo San Pa- jerárquica privilegiada con relación a los otros
blo (PV.57-8, 9, 37 y 44) y de las Huacas Campa- asentamientos que tan sólo presentan montículos
na (PV.57-51), Mensías (PV.57-50) y de otros si- pequeños o vestigios de plataformas bajas, como
tios que se localizan en proximidad del viejo cau- es el caso del Complejo Estrella. Lamentablemente
ce del río. Mientras tanto, los sectores central y la Huaca Santa Inés ha sido seriamente afectada
norte del valle bajo no presentan una mayor con- por el trazo de la carretera que se dirige a El Car-
tinuidad de ocupación, donde presumiblemente men y el puente sobre el río Matagente, lo que ha
se abandonan importantes complejos de épocas provocado el corte de lo que debió ser la parte
anteriores como la Huaca Santa Rosa (PV.57-87), principal y más alta del montículo y la mutilación
Alvarado (PV.57-10) y La Cumbe (PV.57-3). o desaparición de las plataformas más bajas. Estas
Solamente en contados casos se aprecia la cons- penosas condiciones impiden actualmente conocer
trucción ex novo de montículos. Sintomáticamente cual pudo ser la orientación y conformación ori-
estos corresponden mayoritariamente a los sitios ginal de esta edificación, que constituiría el prin-
que aparentemente ocupan por primera vez la cipal monumento construido durante esta época.
parte media del piso del valle, lo que se manifes- Aparentemente los edificios monumentales del
taría especialmente durante la fase tardía Estrella período mantienen ciertos cánones arquitectóni-
con la erección de las Huacas Santa Inés (PV.57- cos propios de las épocas tempranas, como es el
5), Monserrate (PV.57-117), Ronceros (PV.57- caso de la planta rectangular y de la orientación
276 JOSÉ CANZIANI

Fig. 287. Huaca Santa Inés.


Corte de las estructuras cons-
truidas con adobes hemicilín-
dricos, en las que se aprecia
superposiciones arquitectóni-
cas (Canziani 1993).

en dirección este-oeste, si bien no está claro si se to en la sección central del lomo curvo. En este
mantuvo la volumetría escalonada que exhiben último caso, se aprecia su empleo tanto para la
los montículos Paracas, dado que lamentablemen- elaboración de muros simples como de doble cara,
te no se conservan edificaciones que hayan man- disponiéndose los adobes en un aparejo alterno
tenido su fisonomía original a causa de las poste- con las bases planas rectangulares hacia abajo.
riores reocupaciones y, mayormente, debido a las También es de notar que para la ejecución de los
destrucciones modernas. rellenos constructivos de las plataformas, se reali-
Sin embargo, para este período se han registra- zaron muros de contención formando cámaras de
do por lo menos dos casos que rompen inusual- relleno. Es decir, que a diferencia de los rellenos
mente con esta constate en la orientación. Se trata masivos con adobes propios de la época Paracas,
de montículos conformados por plataformas ba- en este caso las plataformas que conformaron los
jas de planta rectangular orientados de norte a sur. montículos se construyeron mediante pequeñas
Dos de estos se registraron en el sitio PV.57-134, cámaras con muros de adobes hemicilíndricos que
del que lamentablemente se constató su destruc- fueron rellenadas con tierra suelta, cascajo y pie-
ción en 1990, y uno al oeste del sitio de Condorillo dras, tal como se observa en Huaca Santa Inés y
(PV.57-121) también afectado por un intenso en plataformas del complejo Estrella.
proceso de destrucción al haber sido invadido por Además de los sitios que tuvieron como eje
pobladores. Sintomáticamente en ambos casos se edificios de aparente carácter público, también se
documentó la singular existencia de pilares cua- verifica un notable incremento y desarrollo de
drangulares, así como de muros y otras estructu- asentamientos habitacionales de características
ras construidas con distintos tipos de adobes, des- aparentemente aldeanas. Este tipo de sitios son
de los hemiesféricos a los hemicilíndricos. relativamente extensos y se localizan preferente-
A propósito de los materiales constructivos, mente en los márgenes del valle, sobre terrazas
tenemos durante el período una notable variedad naturales áridas y elevadas con relación al fondo
de tipos de adobes con formas distintas. Los ado- del valle, lo que les otorga una posición de domi-
bes continúan siendo elaborados a mano y sin nio visual sobre los campos agrícolas de los alre-
molde y presentan durante la fase Carmen formas dedores y los canales de riego que los bordean.
de tipo hemisférico —que son los más popula- Este es el caso de Pampa del Gentil (PV:57-64) y
res— mientras que otros con forma de disco cilín- del sitio PV.57-140, que se localizan en la margen
drico son menos comunes. Durante la fase Estrella sur del sector medio del valle, y en los que se re-
se afirma un adobe singular de forma hemicilín- gistra una continuidad de ocupación que se re-
drica, con una ligera combadura o adelgazamien- montaría hasta la época Paracas Cavernas.
5. LAS PRIMERAS CIUDADES 277

El sitio de Pampa del Gentil (PV:57-64), pre- gación a partir de estos cursos de agua. Así mis-
senta una notable concentración de estructuras mo, es también factible que se iniciara la irriga-
formadas por recintos de distintos tamaños, en ción de la margen norte del valle ya que —deli-
un área de por lo menos 3.5 ha. y cuyo trazo, si neando lo que pudo ser el trazo de un canal prin-
bien tiende a la ortogonalidad, no evidencia pla- cipal y límite de los campos de cultivo en ese
nificación si no mas bien la progresiva agregación, entonces— se encuentran los sitios 134, Cruz de
adosamiento y superposición de estructuras. En La Molina (132), Huallanca (133) y Condorillo
el borde de la terraza que domina el valle se ubi- (121); y se localizan sitios como La Esclusa (100,
can pequeños montículos orientados este-oeste, 102), que se ubican estratégicamente en puntos
cuya morfología y materiales constructivos indi- donde hasta la fecha se encuentran las bocatomas
carían su filiación temprana (Paracas). La confi- de los canales que irrigan la margen norte del va-
guración de sitios como Pampa del Gentil y del lle (Canziani 1993: 106).
sitio PV.57-140 en el valle de Chincha, cuya ocu- De otro lado, la evidente limitación de la in-
pación correspondería mayormente a la fase Car- versión en el desarrollo de arquitectura pública
men, es bastante similar a la de otros sitios con- monumental y la aparente ausencia de sitios con
temporáneos de la región, como es el caso de Dos una clara identidad urbana, podrían estar señalando
Palmas en el vecino valle de Pisco (Rowe 1963, un cierto estancamiento en los niveles de acumu-
Wallace 1971: 83-84). lación de excedentes productivos o la alteración
En este tipo de asentamientos son dominan- de los mecanismos de apropiación de estos exce-
tes las estructuras habitacionales y sólo compren- dentes, que anteriormente habrían posibilitado el
den un número limitado de pequeños montícu- desarrollo de una elite y de entidades políticas de
los —como se registra en el borde norte de Pam- tipo teocrático durante la época Paracas. Parece
pa del Gentil (PV:57-64)78— mientras que en resultar de estas restricciones una serie de limita-
otros como Condorillo (PV.57-121) se presentan ciones en la consolidación de una elite sacerdotal
agrupaciones de pequeños montículos asociados y del cuerpo de especialistas que opera con ella,79
a algunas áreas que parecen corresponder a una así también en la conformación y consolidación
ocupación habitacional. Queda por investigar las de la organización estatal, a diferencia de lo que
características y el rol de esta arquitectura pública hemos visto acontece en otras regiones de la costa
menor en este tipo de asentamientos, sea que se peruana al norte de Chincha (Canziani 1993: 106).
trate de edificios de función comunal o ceremonial Estos aspectos evidentemente requieren de
en asentamientos donde la función habitacional mayores investigaciones, que permitan ahondar
parece primar, en mayor o menor grado. el estudio de un interesante caso que indicaría la
Concluyendo esta breve reseña sobre la ocu- contemporánea vigencia durante el período en
pación del valle de Chincha durante este período, cuestión de formas de desarrollo “desiguales”,
nos parece importante advertir la lectura de una donde la necesidad prioritaria de concentrar la
posible ampliación del área agrícola del territorio inversión social en el desarrollo de la infraestruc-
del valle, especialmente en el sector medio —don- tura agraria, podría haber resultado en formas de
de se ubican los principales asentamientos Estre- desarrollo que no pasaban necesariamente por el
lla— al igual que en el sector sur del valle bajo. A establecimiento de organizaciones políticas esta-
este propósito se observa que los sitios Estrella tales, asociadas al desarrollo de complejos urbano
jalonan el curso medio del río Matagente y el cur- teocráticos, donde se manifiesta de manera patente
so del viejo cauce en el valle bajo, lo que podría una colosal inversión en la arquitectura pública
estar indicando el desarrollo de sistemas de irri- monumental, propia de Gallinazo, Moche o Lima.

78
Los montículos presentes en Pampa del Gentil (PV.57-64) se localizan en el borde norte del asentamiento, desde donde se
domina el valle agrícola y son también visibles desde los campos de cultivo del sector. Esta es una típica localización de los
montículos del período Paracas Cavernas en esta zona del valle de Chincha, como es el caso de Cerro del Gentil (PV.57-59) y
Chococota (PV.57-63). Precisamente, los materiales constructivos expuestos en algunos cortes y la propia forma de los montícu-
los de Pampa del Gentil, estarían confirmando su correspondencia a este período temprano. Queda por establecer si estos mon-
tículos fueron reutilizados durante las fases de ocupación Carmen, si se les asignó otra función o si para entonces ya se encontra-
ban en abandono.
79
Nos parece sintomático que las manufacturas, especialmente la cerámica de las fases Carmen y Estrella, muestren una
factura que no necesariamente exigió una elevada especialización; como tampoco revelan la existencia de un arte oficial o emble-
mático que sirviera de soporte de expresión ideológica a una eventual entidad política.
278 JOSÉ CANZIANI

Algunos asentamientos Carmen en el valle Sin embargo, en el conjunto no se percibe una


de Pisco traza planificada sino más bien algo irregular. Tam-
poco se observan indicios de edificios prominen-
En el cuello del valle de Pisco y en su margen tes que pudieran haber cumplido funciones pú-
derecha se ubica el sitio Carmen de Dos Palmas. blicas, y análogos a los documentados ampliamen-
Este sitio tiene gran relevancia porqué fue citado te en sitios urbanos contemporáneos. Wallace
por el Dr. Rowe (1963: 302-303) como un claro (1971: 83-84) informa que estas estructuras esta-
ejemplo del urbanismo temprano que surgía en ban construidas con paredes de piedras y que co-
la Costa Sur,80 posiblemente esta apreciación fue rrespondían a cuartos contiguos de diferentes ta-
acentuada por el gran impacto visual de una foto- maños y formas. Lamentablemente informa tam-
grafía aérea tomada por Shippe y Johnson a ini- bién de la acelerada destrucción del sitio, que ya
cios de los años 30 (ibid) en la que se aprecia una se encontraba cortado por un camino y en gran
alta concentración de estructuras en el flanco de parte afectado por la expansión agrícola, lo que
una terraza árida. El asentamiento habría tenido ha imposibilitado su deseable investigación.
una extensión de unas 15 ha y las estructuras que Sobre la base de las características que exhibía
lo conformaban tendían a presentar plantas Dos Palmas y dada su fuerte similitud con las que
ortogonales, así como algunos muros perimétricos presentan sitios contemporáneos, como Pampa del
entre conjuntos o en los límites de ciertos sectores Gentil y PV.57-140 en el valle de Chincha, pode-
del asentamiento. Igualmente, entre la trama de mos suponer que las estructuras de este asenta-
las estructuras aglutinadas, se observa claramente miento correspondían a los cimientos de conjun-
la presencia de algunos espacios abiertos a mane- tos de viviendas que fueron mayormente cons-
ra de pequeñas plazas. truidas con quincha. Pensamos también que Dos

Fig. 288. Dos Palmas. Vista aérea oblicua tomada en 1931 del extenso asentamiento, ya desaparecido, en la que se aprecia su extensión y
notable aglutinación de estructuras (Rowe 1963).

80
Rowe (1963: 302) sostenía en ese entonces que “...Durante el Período Intermedio Temprano muchos sitios que represen-
tan grandes ciudades se conocen para el sur y el centro del Perú, pero ninguno ha sido reportado en el norte” (nuestra traducción).
Y es luego de esta discutible introducción, que presenta como primer caso de un “gran asentamiento urbano” del período en la
Costa Sur a Dos Palmas. (Para una revisión crítica al respecto ver: Canziani 1992: 113-116)
5. LAS PRIMERAS CIUDADES 279

Palmas pudo ser el resultado de un proceso de fueron construidos mayormente con cantos ro-
agregación y superposición de estructuras, simi- dados unidos con mortero de barro y se registró
lar al que presentan los sitios chinchanos antes también la técnica de las cámaras de relleno para
mencionados, con un carácter presumiblemente la edificación de las plataformas. Adicionalmente,
rural y de aparente función habitacional. en uno de los recintos excavados se expuso una
Además de compartir la ubicación en el cuello hilera de 3 pequeños cubículos cuadrangulares de
de los valles, estratégica con relación al manejo 1 m. de lado (ibid: 450, fig. 11), cuya configura-
del sistema de irrigación y de las tierras agrícolas, ción permitiría suponer una posible función des-
la fuerte similitud entre los sitios del valle de tinada al depósito.
Chincha y Dos Palmas en el de Pisco, debió ser
también resultado de una estrecha interrelación
de sus respectivas poblaciones. Efectivamente, tan- La sociedad Nasca y la cuestión de sus
to Dos Palmas como (PV.58-2) otro sitio Car- posibles formas de urbanismo
men de características al parecer similares (ibid:
82-83), se encuentran en la margen de la Pampa Durante el presente período se desarrolló en la
Cabeza de Toro, una gran quebrada lateral del valle costa sur del Perú la sociedad que conocemos
de Pisco que se proyecta hacia el norte y el valle como Nasca.81 Su desarrollo tuvo como área nu-
de Chincha, mientras que los sitios Pampa del clear los valles de Nazca, sin embargo compro-
Gentil y PV.57-140 se encuentran próximos a la metió al valle de Ica y posiblemente también al de
Pampa del Carmen y a la Quebrada de Arrieros, Pisco, al norte de la región, mientras que hacia el
que se extienden al sur este del valle de Chincha. sur su presencia se registra de modo consistente
De modo que la convergencia de estas dos gran- hasta Acarí, si bien su influencia pudo alcanzar
des quebradas forma una vía natural, utilizada en localidades como Yauca, Chala y otras aún más al
época prehispánica y hasta la fecha para comuni- sur (Silverman y Proulx 2002: fig. 4.3).
car los cuellos de ambos valles, mediando entre Como se ha señalado ya en el Capitulo 1, esta
ellos una distancia de tan sólo 20 km. región sureña de la costa se caracteriza por su acen-
Por su parte Silverman (1997) documenta con tuada aridez, dado que las cuencas altas de sus
sus excavaciones en Alto del Molino, un sitio valles son comparativamente más reducidas que
Carmen en la margen izquierda del valle bajo de los de la costa central y norte, y son también más
Pisco. El sitio presenta varios montículos bajos escasas las precipitaciones pluviales que se produ-
cuya estratigrafía reveló una ocupación temprana cen estacionalmente en ellas. De modo que los
correspondiente a Paracas Necrópolis (fase ríos de la región presentan un limitado caudal,
Chongos) de carácter doméstico, a la que se su- por lo que usualmente se agotan en los tablazos
perpuso la ocupación Carmen. Esta última fase del desierto y no llegan a desembocar sus aguas al
se caracterizaría por ciertos rasgos arquitectóni- mar.
cos que podrían indicar una función pública, si Es de notar que los valles de esta región no
bien las edificaciones no alcanzarían característi- desarrollan en sus zonas bajas los característicos
cas monumentales. deltas aluviales propios de los valles que hemos
Efectivamente, en el montículo de la Huaca 2 visto en las regiones del norte y centro de la costa
se registraron tanto una escalinata central con co- peruana. Por el contrario, los ríos de esta región
rredores, orientados de norte a sur, como otra es- sur generan oasis con vocación agrícola en zonas
calinata lateral que asciende de oeste a este. La relativamente alejadas del litoral y en proximidad
escalinata central estuvo finamente enlucida y de las estribaciones de la cordillera occidental de
conservaba trazas de pintura amarilla y roja, al los Andes. Así, por ejemplo, el valle de Ica luego
igual que el corredor que la antecede que estuvo de su curso descendente hacia el oeste desde la
pintado de rojo. Entre los escombros de esta área, parte alta del valle, al ingresar al tablazo desértico
se encontraron también fragmentos de pintura modifica su curso en dirección sur, donde se de-
mural con diseños geométricos policromos, que sarrolla una importante área agrícola. Mientras
recuerdan los que luce la cerámica. Los muros que, luego de Ocucaje y Callango, se encañona y

81
Concordamos con la propuesta de Silverman (1993: ix) de establecer la convención ortográfica para denominar con el
término Nasca (con s) a la sociedad o cultura prehispánica, diferenciándola del término Nazca (con z) empleado para referirse al
área geográfica, río y población moderna.
280 JOSÉ CANZIANI

Fig. 289. Mapa de los valles


de Ica y Nazca con los princi-
pales sitios del período
(Redibujado de Reindel et al.
1999: fig. 1).

no ofrece mayores áreas con posibilidades agríco- ras al mar se encuentren a poco menos de 20 km
las hasta su desembocadura en el litoral. de distancia entre sí. Esta singular característica
En el caso del río Grande de Nazca, se produce geográfica debió dar lugar a un intercambio rela-
la singular confluencia de varios ríos tributarios, tivamente fluido entre ambos valles, favorecien-
encajados en una serie de quebradas, que al unirse do la constitución de esta “área nuclear” Nasca
forman pequeños valles agrícolas que se desarro- que se aprecia con fuerza en la cultura material
llan a unos 60 a 40 km del mar y a una altitud que comparten las poblaciones de Nazca e Ica
entre 600 a 300 msnm., como son Palpa, Ingenio durante el período.
y Nazca, antes de confluir en el río Grande, con En cuanto a la economía de los Nasca, sabe-
una extensión relativamente limitada de tierras de mos que en un medio de extremada aridez sus
cultivo que tan sólo alcanza unas 13,000 ha posibilidades de desarrollo agrícola debieron de
(ONERN 1971). En el subsiguiente tramo de su enfrentar condiciones adversas, como la ya men-
curso hacia el oeste, luego del oasis de Coyungo a cionada limitación de tierras con vocación agrí-
unos 30 km del mar, el río Grande tiende a enca- cola, unida a la severa escasez del recurso agua y la
ñonarse en el tablazo y ya no ofrece mayores tierras consecuente restricción para desarrollar amplios
de cultivo en esta última parte de su recorrido. sistemas de irrigación (Kososk 1965, Silverman
Si bien los valles de Nazca y Palpa están sepa- 1993a, Silverman y Proulx 2002). Sin embargo,
rados del de Ica por extensas pampas áridas pro- es de resaltar aquí que, en el esfuerzo por revertir
pias del tablazo desértico, es de notar que la des- estas condiciones, se construyeron ingeniosos sis-
viación del curso del río Ica hacia el sur lo aproxi- temas de puquiales y de galerías filtrantes, que
ma progresivamente al río Grande de Nazca, tenían por objeto captar el agua subterránea y
especialmente en la parte baja de ambos valles, aprovecharla para el cultivo (Schereiber y Lancho
donde resulta que sus respectivas desembocadu- 1988). De esta forma y aplicando esta técnica sin-
5. LAS PRIMERAS CIUDADES 281

gular en zonas donde el agua no se presenta en ce oportuno reseñar algunos aspectos relaciona-
superficie, se logró el riego que diera sustento a dos con el modo de vida de su población y, en
algunos oasis agrícolas. especial, con relación a la producción de sus ma-
Al parecer no fue ajena a los Nasca la ganade- nufacturas, sus niveles de especialización y desa-
ría de camélidos, dado que su presencia es regis- rrollo de sistemas de intercambio. Somos de la
trada con frecuencia en enterramientos rituales en opinión que el estudio de estos aspectos, referi-
sus centros ceremoniales, donde se ha documen- dos a los procesos productivos y al modo de vida
tado el aparente sacrificio de decenas de ejempla- de los Nasca, pueden brindar la clave para definir
res. Igualmente se registra un importante consu- mejor las características de esta formación social
mo para fines de alimentación de la población, y, a su vez, proporcionar elementos fundamenta-
siendo común el hallazgo de restos óseos de les para el análisis de sus patrones de asentamien-
camélidos en contextos domésticos y de basura- to y arquitectura.
les. También el estiércol de las llamas fue utiliza- En el desarrollo de sus manufacturas los nasca
do ampliamente como una fuente complementa- destacan por su sobresaliente arte textil, pero es
ria de combustible. El manejo de los hatos de lla- en la cerámica donde posiblemente alcanzaron el
mas habría permitido una mayor movilidad de la más alto nivel de expresión cultural. De otro lado,
población y el transporte de una serie de produc- no se registraría un desarrollo mayor en la meta-
tos entre distintas localidades, al igual que lo do- lurgia y orfebrería; mientras que los sistemas de
cumentado para otras sociedades andinas. Para el intercambio con otras regiones parecen haber sido
sostenimiento de esta ganadería pudieron apro- bastante reducidos o limitados mayormente a cier-
vechar los pastos presentes en la cabeceras y par- to tipo de recursos y bienes exóticos.
tes altas de los valles, como también los rastrojos En la textilería nasca se empleó tanto el algo-
de los campos agrícolas luego de su cosecha (Isla dón como la lana de camélidos, con un amplio
2003: com. pers.). manejo de tintes que permitían a sus artesanos
Pero resulta del todo evidentemente que la base desarrollar motivos decorativos policromos, rea-
económica agrícola y la dotación de recursos ge- lizados principalmente mediante la técnica del
nerada por esta, debió ser bastante más limitada tapiz o el brocado. Muchos de los diseños decora-
de la que disponían las sociedades de la costa cen- tivos de los textiles fueron similares a los que se
tral y norte, y por lo tanto también la posibilidad desplegaban en la cerámica (Lumbreras 1969:
de contar con la generosa acumulación de exce- 206). Se puede suponer que la calidad de este tipo
dentes productivos que estas habrían tenido.82 Es- de manufacturas estaría demandando determina-
tas diferentes condiciones de desarrollo económi- dos niveles de especialización, tanto en los aspec-
co podrían ayudar a explicar el contexto en que se tos técnicos de su producción como en el manejo
verifica un desarrollo urbano bastante más conte- de los códigos y patrones iconográficos de los di-
nido y una diferenciación social aparentemente seños decorativos (Silverman y Proulx 2002: 61-
menos acentuada. Justamente, el examen de estos 64 y 152-155). Una expresión de este tipo de es-
aspectos plantea la problemática mayor acerca de pecialización productiva estaría documentada con
la posibilidad de la presencia de organización es- el hallazgo de evidencias asociadas al funciona-
tatal en la sociedad Nasca y, en todo caso, sobre el miento de un taller textil en la Unidad 7 excavada
tipo de organización política que pudieron haber por Strong (1957: 28) en el complejo de Cahuachi
desarrollado. Temática en la que se postulan dis- y que correspondería a la fase temprana Nasca 2.
tintas posiciones que se encuentran en un intere- En resumen, se puede considerar que ciertos
sante debate, como veremos más adelante. rubros de la actividad textil proporcionan buenos
Antes de entrar en mérito a las características indicadores de los niveles de especialización pro-
del urbanismo y la arquitectura Nasca, nos pare- ductiva presentes en la sociedad Nasca.83

82
Hay que considerar también que la relativa lejanía del mar de estos oasis agrícolas, debió incidir en una menor presencia
de los recursos marinos en el sostenimiento de las poblaciones asentadas en estos, o por lo menos un mayor consumo de energías
para lograr su aprovisionamiento y transporte desde lugares del litoral distantes decenas de kilómetros.
83
Según los estudios de Sawyer, se pueden identificar ejemplares de textiles Nasca cuya fina manufactura permite inferir
tanto la presencia de talleres organizados, como diferencias de status en la sociedad nasca; al mismo tiempo que la uniformidad en
el tratamiento de los motivos iconográficos en el diseño de las imágenes, indicaría que este tipo de producción habría estado bajo
el control de una jerarquía religiosa (citado por Silverman 2002: 154).
282 JOSÉ CANZIANI

En cuanto a la cerámica Nasca —cuya manu- cales, especialmente de antaras, lo que sugiere su
factura es la que mayores indicadores de especia- empleo para el acompañamiento musical de las
lización productiva presenta— se puede apreciar festividades y eventos rituales que se desarrolla-
desde sus fases tempranas la transición con rela- ban en los complejos ceremoniales.84
ción a las tradiciones Paracas, cuando la cerámica A partir de la sofisticada y exquisita cerámica
se decora aún con incisiones finas, pero la pintu- Nasca se puede deducir un elevado nivel de espe-
ra ya no es aplicada post-cocción, sino mediante cialización productiva. Sin embargo, aun cuando
pigmentos aplicados previamente a la cocción de en los sitios nasca es relativamente común el ha-
las vasijas. Este sólo dato revela una importante llazgo de artefactos e insumos asociados a su pro-
innovación tecnológica, que implicó un amplio ducción, como son platos de alfarero, espátulas,
conocimiento sobre los colores y tonos que pro- pigmentos y pinceles (Isla 1992; Silverman y
ducirá la aplicación de ciertos pigmentos y engobes Proulx 2002: 59-61), el hecho de que estos aún
al ser sometidas las piezas a determinadas tempe- no se hayan encontrado asociados en contextos
raturas en el proceso de quema, lo que representa de áreas de actividad aparente, es decir que aún
también un avance notable en el control de las no se haya documentado arqueológicamente ta-
temperaturas y en el dominio de las condiciones lleres de producción alfarera en asentamientos
ideales de cocción por parte de los alfareros nasca. nasca, ha llevado a algunos investigadores a sugerir
La forma más común de las vasijas finas es la glo- que quizás este tipo de producción alfarera no re-
bular con dos picos unidos por un asa puente. El quería necesariamente de una especialización pro-
modelado de las vasijas es frecuente y los colores ductiva (Silverman 1993a: 302 y 335; Silverman
comúnmente utilizados fueron una variada gama y Proulx 2002: 59-61 y 149).85 Sin embargo, nos
de tonos del rojo, rojo púrpura, blanco, negro, parece prematuro especular con esta presunción
naranja, amarillo, marrón y gris (Silverman y mientras no se documenten casos de áreas de ac-
Proulx 2002: 149-152). Al igual que en el arte tividad asociadas a algunos de los procesos pro-
textil, en la manufactura de la cerámica decorada ductivos propios de la elaboración cerámica, es-
con motivos iconográficos complejos, puede pecialmente de la emblemática vajilla fina nasca.
argumentarse el requerimiento de especialistas La metalurgia del oro no estuvo del todo au-
como también ciertos niveles de control sobre los sente, si bien no conoció el desarrollo espectacu-
patrones de diseño ejecutados, por parte de la eli- lar de las culturas norteñas, mientras que existen
te que conducía el sistema de culto. dudas si es que desarrollaron la del cobre dada su
Llama también la atención de los estudiosos escasa representación. En cuanto al intercambio,
la presencia de una extraordinaria diversidad de este se concentró en algunos recursos e insumos,
instrumentos musicales, que incluye antaras, tales como plumas de aves de la Amazonia,
quenas, ocarinas, trompetas, tambores y sonajas, obsidiana proveniente de las alturas de Ayacucho;
la mayoría de ellos realizados por medio de la ce- mientras que otros bienes exóticos —con un cre-
rámica. Entre las ofrendas enterradas en contex- ciente movimiento desde épocas tempranas en
tos propios de la arquitectura ceremonial es bas- otras regiones— como el mullo (Spondylus), re-
tante frecuente el hallazgo de instrumentos musi- gistrarían una presencia bastante restringida.

84
Ver reproducción de una pieza escultórica nasca descrita por Julio C. Tello, que representa un cortejo de un grupo de
personajes tocando y portando antaras, acompañados de perros y guacamayos (Silverman 93: fig. 2.3).
85
El problema de la supuesta ausencia de talleres nasca especializados en la producción de cerámica, difícilmente encontrará
una explicación consistente en analogías etnográficas con comunidades que muestran una “especialización a tiempo parcial” ya
que esta responde a contextos históricos bastante diferentes. De otro lado, estas posibles explicaciones podrían conducir a evadir
prematuramente una problemática que, por el contrario, exige un estudio más intensivo, mas cuando algunos sitios Nasca de
presumibles rasgos urbanos -como Ventilla en el valle de Ingenio- aún no han sido intervenidos arqueológicamente. Este tipo de
estudios reviste una especial importancia ya que tiene un evidente compromiso para caracterizar la calidad urbana atribuible a
algunos asentamientos Nasca. De otro lado, es necesario acotar que por el momento tampoco se han documentado talleres
dedicados a la producción de cerámica utilitaria, lo que estaría indicando en términos generales que este tipo de contextos pueden
ser menos formalizados de lo que se supone, como también que los sitios nasca no han sido objeto aún de excavaciones más
intensivas, como las que por ejemplo se han dado recientemente en algunos de sitios moche y que han permitido documentar
ampliamente este tipo de contextos (Russell et al. 1994; Uceda y Armas 1997).
5. LAS PRIMERAS CIUDADES 283

Los principales asentamientos Nasca que si se incorporan otras estructuras más disper-
sas, podría alcanzar hasta unos 5.5 km llegando a
Entre los asentamientos Nasca más representati- colindar hacia el oeste con el sitio más tardío de
vos destaca Cahuachi, un extenso sitio en el valle Estaquería, de lo que resultaría una extensión con
de Nazca, donde también se encuentran otros si- un área total de unas 150 ha (Silverman 1993a:
tios importantes como Cantalloc, El Quemado, figs. 2.3 a 2.6), bastante más amplia y con mayor
Jumana y Monte Grande en la parte baja del mis- número de estructuras que las que fueron repor-
mo y Taruga al sur, en la quebrada del mismo tadas originalmente en el conocido plano publi-
nombre. Además en el valle de Ingenio se encuen- cado por Strong (1957: fig.4).
tra el sitio de Ventilla; mientras que en el de Palpa En la conformación del asentamiento destacan
La Muña, Los Molinos y Puente Gentil (Isla una serie de plataformas y montículos piramidales.
2003: com. pers.; Reindel et al. 1999, Reindel e Estos han sido construidos aprovechando en gran
Isla 2001; Silverman 1993a: fig.1.3, 1993b; medida la topografía y configuración natural de
Silverman y Proulx 2002: fig. 5.1). los cerros, ya sea incorporándolos al volumen de
los montículos o mas bien modelándolos median-
Cahuachi te terrazas niveladas que sugieren el desarrollo de
plataformas o de pirámides escalonadas.
Cahuachi se ubica en la margen izquierda del va- Sintomáticamente estas modificaciones privilegian
lle de Nazca a unos 40 km en línea recta del lito- el flanco norte de las colinas, lo que revela clara-
ral y a unos 20 km al este de la ciudad de Nazca. mente la intención de presentar hacia ese frente,
El sitio se desarrolla a lo largo de la margen sur que se aprecia desde el pequeño valle, la impresión
del valle, que en ese tramo presenta una franja correspondiente a una arquitectura monumental.
agrícola de tan sólo unos cientos de metros de Muchos de los montículos y plataformas de perfil
ancho entre ambas márgenes. El desarrollo en di- piramidal se encuentran enfrentados a explanadas
rección este–oeste del asentamiento tiene en su que fueron niveladas, a modo de plazas a veces de-
zona central —donde se presenta la mayor densi- limitadas por otras plataformas o cercadas por
dad de estructuras— unos 3 km de extensión, pero muros bajos (Strong 1957, Silverman 1993a).

Fig. 290. Cahuachi. Plano gen-


eral según Strong (1957: fig.4).
284 JOSÉ CANZIANI

Fig. 291. Cahuachi. Foto aérea


oblicua del Templo Mayor
(Bridges 1991).

Este tipo de estructuras (montículos y plata- vestigadores, de hallar evidencias de contextos


formas) se encuentran separadas entre sí no sola- propios de áreas de actividad en espacios arqui-
mente por explanadas y plazas, sino también por tectónicos claramente definidos, lo que lleva a
amplias extensiones de terreno que se encuentran pensar en una modalidad de limpieza frecuente
totalmente libres de estructuras y que frecuente- de estos espacios; lo que, a su vez, calzaría con el
mente fueron utilizadas masivamente para fines alto contenido de basura —doméstica o no— que
de enterramiento. En total, estas áreas libres de se detecta de manera recurrente en los rellenos
estructuras representarían unas 125 ha de modo constructivos y cuyos volúmenes excederían am-
que las ocupadas por montículos y otras estructu- pliamente los deshechos que podrían haber gene-
ras se verían reducidas tan sólo a unas 25 ha es rado actividades esporádicas, propias del modelo
decir poco más del 15% del área total. Estos da- de peregrinaje sugerido por Silverman (Silverman
tos y la aparente ausencia de concentraciones 1993a, Silverman y Proulx 2002). Desde esta ver-
habitacionales y de otras estructuras arquitectó- tiente, se sostiene que la presencia de arquitectura
nicas menores, conducen a Silverman a discutir con espacios limpios, no podría ser asignada a
la reiterada aseveración de muchos autores en priori a una función exclusivamente ceremonial,
cuanto a la supuesta condición urbana -y mas aún pudiendo haber respondido tanto a funciones de
de Cahuachi, en cuanto ciudad “capital” de un tipo público en el ámbito productivo (talleres) y
supuesto estado expansivo Nasca (Rowe 1963)- de servicios; como a funciones de tipo residencial
considerando que mas bien debería de caracteri- y carácter doméstico (Isla 2003: com. pers.).
zarse a Cahuachi como “centro ceremonial”, para En cuanto a las características de las técnicas y
lo cual encontraría sustento en las recurrentes evi- materiales constructivos, ya hemos señalado la re-
dencias de ofrendas y otras actividades rituales, currente modificación de los montículos natura-
incluyendo las de carácter mortuorio (Silverman les, mediante nivelaciones y rellenos que generan
1993a, Silverman y Proulx 2002). terrazamientos con muros de contención. Los
Sin embargo, otros estudiosos de esta misma adobes empleados en estas estructuras y en los
temática plantean algunas advertencias cautelares muros de las edificaciones tienen formas cónicas
al respecto. La primera estaría referida a la reduci- o semicónicas de base circular y superficie estriada,
da extensión de las excavaciones realizadas en siendo los más comunes, aunque los hay también
Cahuachi, lo que puede representar una seria li- en forma de cuña alta, rectangulares convexos e
mitación para disponer de una visión más com- irregulares, a modo de terrones (Strong 1957: 31).
pleta de las características del asentamiento y de En algunos muros los adobes utilizados fueron
sus estructuras arquitectónicas. Una segunda, se todos del mismo tipo, si bien en otros se incorpo-
refiere a la dificultad advertida por distintos in- ró más de un tipo de adobe (Silverman 1993a:
5. LAS PRIMERAS CIUDADES 285

88-99). Es de notar que no se verifica el empleo men, mientras que la mayor parte estaba consti-
de moldes para la elaboración de los adobes y lla- tuida por trozos de mortero de barro y terrones.
ma la atención —por representar una suerte de Los muros generalmente son de escasa altura y
arcaísmo— la adopción en las construcciones raramente sobrepasan el metro de altura, lo que
nasca de los adobes cónicos, utilizados otrora en permite suponer que la parte superior de los mis-
la costa norte. mos se desarrollaba con el empleo de quincha. La
Los muros raras veces tienen evidencias de pin- quincha también se utilizó para el desarrollo de
tura y parece que en ellos el empleo formal de paredes estructuradas con postes y horcones de
materiales constructivos fue bastante limitado. En algarrobo. Postes de algarrobo se utilizaron tam-
este sentido se ha observado que muchas veces los bién para soportar techos o cobertizos (ibid).
adobes incorporados en la construcción de los Este es el caso de algunas estructuras excavadas
muros tan sólo representan un tercio de su volu- por Strong (1957: 28, fig 5b y c) que exhibían

Fig. 292. Cahuachi. Plano del


sector central según Silverman
(1993: fig. 2.4).
286 JOSÉ CANZIANI

paredes de quincha muy bien acabadas. Se apre- Cahuachi manifiestan un modesto nivel de espe-
cia en las ilustraciones que el entramado de las cialización, así como una limitada inversión en la
cañas de la quincha estaba dispuesto al centro de construcción. Esta realidad, confirmaría la per-
las paredes, y que este elemento estructural fue cepción de que una base económica agrícola con
luego recubierto con gruesas capas de barro por manifiestas dificultades para lograr generosos ex-
ambas caras, alcanzando finalmente unos 15 cm cedentes productivos, evidentemente pesó tam-
de espesor. La estructura central de quincha esta- bién sobre la necesidad de contener la inversión y
ba reforzada cada tanto con delgados postes de el consumo de recursos orientados a la erección
algarrobo y se puede presumir que estos se pro- de arquitectura monumental.
yectaban en la parte superior de las paredes para
servir de soporte a las áreas de los ambientes que Otros sitios Nasca
estuvieron parcialmente techadas. La calidad de
esta arquitectura y la consistente presencia de fi- Otros sitios nasca de interés son: Ventilla en el
nos textiles en sus ambientes, sirvieron de susten- valle medio de Ingenio, La Muña y Los Molinos
to para que Strong postulara que se trataría de un en Palpa. De estos Ventilla, ubicado en la margen
taller textil correspondiente a la ocupación Nasca izquierda del valle medio de Ingenio, es el más impre-
Temprano de Cahuachi (ibid.). sionante ya que en las antiguas fotos aéreas de 1944
Los rellenos de las plataformas fueron realiza- y 1947 aparece como un gran sitio con cientos de
dos utilizando diferentes materiales sueltos, tales estructuras aglutinadas, terrazas con evidencias de
como arena, tierra, vegetales, basura y cascotes de ocupación habitacional, complejos cercados por
adobe, dispuestos tanto por capas gruesas como muros y varios montículos artificiales, alcanzan-
entremezclados. En algunos casos se ha observa- do una extensión de por lo menos 200 ha. Desde
do la presencia de postes de huarango que fueron este punto de vista, representaría el mayor sitio
incorporados en los rellenos y colocados verti- Nasca superando inclusive a Cahuachi (Silverman
calmente, como si hubieran servido para resolver 1993a: 324-327). Lamentablemente el sitio ha
la estabilidad y controlar las fuerzas laterales ge- sido seriamente afectado por intervenciones pos-
neradas por el volumen de estos rellenos. Tam- teriores dirigidas a expandir el área agrícola del
bién se ha documentado el empleo de rollizos de valle. Por lo demás no conocemos de trabajos con
huarango como terminación de las gradas de es- excavaciones arqueológicas en tan importante si-
calinatas construidas con adobe y barro (Silverman tio, las que serían de gran relevancia para el cono-
1993a: 122-124). cimiento de las características del desarrollo ur-
En términos generales, se puede advertir de bano y los patrones de asentamiento Nasca. Más
los datos reseñados que las edificaciones de aún si se propone que Ventilla pudo constituir el

Fig. 293. Ventilla. Vista aérea del sitio (Servicio Aerofotográfico Nacional 1947; Silverman 2002: fig. 4.1).
5. LAS PRIMERAS CIUDADES 287

centro urbano que Cahuachi no habría llegado a sino también la presencia de una notable arqui-
ser (Silverman 1993a: 326; 1993b: 120). tectura pública y de grandes tumbas de alto sta-
De los trabajos sobre patrones de asentamien- tus. Se postula así que durante sus correspondien-
to conducidos por Silverman (1993b, 2002) en el tes períodos de vigencia estos sitios prominentes
valle de Ingenio y en el valle medio del Grande, se —en cuanto aparentes centros regionales— for-
desprende en términos generales que en todos los marían parte de una estructura jerarquizada de
sitios clasificados como “cívico ceremoniales” la los asentamientos en Palpa, que comprendería si-
inversión en arquitectura monumental fue relati- tios menores como caseríos y poblados. Como se
vamente escasa o en otros estuvo literalmente au- puede apreciar, se trata de datos e interpretacio-
sente. Mayormente se trata de terrazas o de recin- nes relevantes, que al expresar niveles de organi-
tos cercados, para los cuales se presume una fun- zación y de complejidad social, aportan elemen-
ción comunal, productiva o ritual. Los tos sustantivos a la discusión acerca de la organi-
montículos, cuando se presentan, son bajos o ela- zación social de los Nasca.
borados modificando el relieve natural de los ce- Los Molinos está ubicado cerca de la confluen-
rros, de una forma y factura similar a la ilustrada cia del valle del río Grande con los ríos Palpa y
en Cahuachi. Viscas, lo que da lugar a una de las áreas de culti-
Esta escasa monumentalidad de la arquitectu- vo más amplias de la región. Esta condición favo-
ra pública nasca por cierto no invalida la posible rable, unida a la disponibilidad de agua durante
existencia de determinados niveles de compleji- todo el año, habría incidido en la elección de esta
dad social. En este sentido, llama la atención una zona del valle para el establecimiento de un asen-
apreciable diferenciación formal de las estructu- tamiento destinado a trascender las funciones
ras presentes en los asentamientos, inclusive tra- habitacionales propias de otros sitios menores. 87
tándose de sitios pequeños, lo cual podría estar Destaca en la zona central de Los Molinos la
manifestando el desarrollo de diferentes funcio- presencia de grandes recintos que se desarrollan
nes por parte de estas distintas estructuras sobre plataformas escalonadas, las que fueron ni-
(Silverman 2002: 149). Sin embargo, nuevamen- veladas con el apoyo de muros de contención que
te se deja extrañar una mayor profundidad de las alcanzan hasta 2 m de altura. Los recintos son
investigaciones, dado que las escasas excavaciones bastante amplios y están delimitados por gruesos
desarrolladas en asentamientos nasca, dificultan muros de adobe. El planeamiento es definida-
la interpretación de los procesos que se dieron en mente ortogonal y la circulación se resuelve me-
el curso de su evolución social (ibid: 143).86 diante pasadizos y accesos con planta en forma de
Un novedoso e importante aporte en esta di- “L”, donde los desniveles se superan mediante
rección viene de las investigaciones arqueológicas escalinatas y rampas (Reindel e Isla 2001: fig. 3 y
conducidas por Reindel e Isla (2001) en el valle 5). Los adobes empleados en estas edificaciones,
de Palpa, ya que sus excavaciones en Los Molinos que corresponderían al Nasca Temprano (fase 3),
y La Muña revelaron la existencia de asentamientos tienen la base ovalada y un cuerpo convexo y son
que en su momento pudieron representar sendos conocidos como “paniformes”. En el interior de
centros regionales. En estos no solamente se re- los recintos se efectuaron en algunos casos
gistró importantes concentraciones habitacionales, subdivisiones mediante la construcción de pare-

86
Otra dificultad que advertimos es que la secuencia de las fases cerámicas propuestas por la escuela de Berkeley para la
cultura Nasca, sea asumida como equivalente de supuestos estadios evolutivos de la sociedad Nasca (Silverman 2002), no obstan-
te los reparos planteados acerca de su propia validación estratigráfica (Silverman 1993a: 37; 2002: 43 y 175). Quizás como
consecuencia de esta metodología, en la evolución de los patrones de asentamiento nasca se tiene la lectura que muchos sitios de
la fase 3 “colapsan” durante la fase 4, para luego ser “reocupados” durante la fase 5 (ibid 2002: 167), cuando podría tratarse de una
ausencia estilística que bien pudo no afectar la continuidad de la población en algunos de estos asentamientos (Silverman 1993a:
324-327).
87
Esta ubicación estratégica —compartida sucesivamente por el sitio de Los Molinos y luego por la Muña— les permite no
sólo acceder a la mayor concentración de tierras con riego (Reindel et al. 1990), sino también enfrentar en las mejores condicio-
nes los riesgos generados por eventuales sequías, al tener la incomparable ventaja de tener acceso simultáneo a los caudales de agua
de estos tres cauces. Podemos anotar además que la elección de esta ubicación estratégica para los asentamientos de primer nivel,
en este caso debió verse especialmente reforzada por las connotaciones rituales y animísticas que entrañan los tinkuy (o tingo), es
decir el aura especial que rodea en la tradición andina a los lugares de encuentro entre ríos, y que habría tenido una especial
importancia en una región árida como Nazca, caracterizada por la generación de oasis de vida y producción en la confluencia de
los distintos cauces tributarios de su sistema hídrico (Silverman 2002).
288 JOSÉ CANZIANI

Fig. 294. Mapa del valle bajo


de Palpa con la ubicación de los
sitios Los Molinos y La Muña
(Reindel e Isla 2001: fig. 1).

des de quincha. También se documentaron en los gresos similares con los característicos accesos en
pisos hileras de postes, lo que permite reconstruir “L” con escalinatas (Reindel e Isla 2001: fig. 10).
que varios de estos ambientes estuvieron techados. Se propone para los grandes recintos de Los
En el sector norte del sitio, se reveló la presencia Molinos una posible función de tipo público o
de dos plataformas en cuyos pisos se encontraron en todo caso residencial de elite, así lo sugeriría la
también postes de madera, pero en este caso reves- amplitud y calidad arquitectónica de estas estruc-
tidos con cañas y barro. Las dimensiones de los turas que fueron construidas de forma planifica-
postes y este tratamiento especial daría lugar a da, como también la limpieza de los ambientes, a
suponer que habrían servido para soportar techos excepción de un espacio que habría funcionado
de mayor envergadura que los anteriores. Al igual como cocina, posiblemente para brindar servicio
que los grandes recintos, estas plataformas estuvieron a las actividades que se desarrollaban en los recin-
conectadas mediante un pasadizo y tuvieron in- tos colaterales. Mientras que las plataformas del
5. LAS PRIMERAS CIUDADES 289

Fig. 295. Los Molinos. Vista aérea oblicua del asentamiento (Reindel e Isla 2001: fig. 37).

sector norte podrían haber servido para el desa- como también al paulatino abandono de esta en
rrollo de actividades ceremoniales, dada su co- fases posteriores (ibid.). Es de notar que este pro-
nexión con los geoglifos que se encuentran en ceso de abandono de la arquitectura pública de
proximidad del sitio. Los Molinos, sería coincidente con el abandono
Los Molinos también presenta importantes de Cahuachi, luego de su apogeo durante la fase
evidencias de viviendas sencillas construidas, con Nasca 3 (Silverman 1993a, Reindel et al. 1990,
postes de madera y paredes de quincha, donde se Reindel e Isla 2001).
reportan abundantes contextos de basura y evi- La Muña es un sitio también asociado a
dencias de actividad doméstica. Estas estructuras geoglifos y bastante próximo a Los Molinos, pero
de vivienda corresponderían tanto a la época de que corresponde al Nasca Medio, una fase de re-
funcionamiento pleno de la arquitectura pública, composición de la sociedad Nasca luego del aban-

Fig. 295. Los Molinos. Plano


de edificaciones del sector
central (Reindel e Isla 2001:
fig. 5).
290 JOSÉ CANZIANI

dono de Cahuachi, donde se configuraría un dinarias y niveles de elaboración, debieron de ha-


nuevo ordenamiento político y social (Reindel et ber correspondido al enterramiento de persona-
al. 1990). La Muña se ubica en la confluencia de jes de elevado status.
los ríos Grande y Palpa. La presencia de arquitectu- La arquitectura funeraria de La Muña revela
ra pública, de grandes tumbas de elite y la concen- patrones complejos de organización. Las tumbas
tración de viviendas, permite a los investigadores estaban constituidas —al nivel de la superficie—
del sitio plantear la hipótesis de que debió consti- por una antecámara, formada por un recinto de
tuir el centro administrativo regional correspon- planta cuadrangular, en cuyo centro se inscribía
diente a esta época (Reindel e Isla 2001: 302; fig. 23). una plataforma baja con banquetas perimétricas.
En el sitio se registraron muros de adobes có- Esta plataforma central en la antecámara servía a
nicos y paredes de quincha asentadas en platafor- su vez de sello del pozo y de la cámara funeraria
mas bajas y escalonadas, asociadas a abundantes subyacente. Las cámaras funerarias presentan
evidencias de actividad doméstica, por lo que se muros enlucidos y nichos en algunos casos, sien-
presume que amplios sectores del sito correspon- do techadas con vigas de huarango cubiertas con
dieron a zonas de vivienda. Sin embargo, destaca una gruesa capa de piedras y barro. Estos techos
en la parte central del asentamiento la concentra- sirvieron de soporte al gran volumen de arena y
ción de tumbas que, por sus dimensiones extraor- cascajo con el que fueron rellenados posteriormen-
te los pozos, antes de sellarlos finalmente con las
plataformas. La presencia de postes de madera en
Fig. 297. La Muña. Plano de planta y corte del complejo funerario los muros de contención de estas plataformas,
correspondiente a la tumba 3 (Reindel e Isla 2001: figs. 28 y 29).
permite suponer la presencia de techos sobre es-
tas (Reindel e Isla 2001: 303-306; fig. 25, 29).
Las características formales de esta arquitectura
funeraria, y especialmente la dotación de plata-
formas techadas en las antecámaras, sugieren la
periódica realización de ceremonias posiblemen-
te vinculadas con el culto a los ancestros.
Las excepcionales características de esta arqui-
tectura funeraria y del ajuar funerario de las tum-
bas estudiadas en La Muña, en el ámbito de un
complejo que asume los rasgos propios de una
necrópolis destinada al enterramiento de perso-
najes que habrían tenido el más alto nivel social
dentro de la población Nasca, aportan argumen-
tos de peso que contradicen las hipótesis que plan-
tean la supuesta inexistencia de marcadas diferen-
cias en la sociedad Nasca (ibid: 312).
Como conclusión de estas investigaciones y
de sus estudios acerca de los patrones de asenta-
miento (Reindel et al. 1999), los investigadores
proponen una estructura jerarquizada de los si-
tios Nasca en Palpa, la que habría tenido sucesi-
vamente como centros principales a Los Molinos
(Nasca Temprano) y a La Muña (Nasca Medio).
Desde estos sitios se habría administrado el ma-
nejo el sistema de irrigación que hacía posible el
cultivo de una de las zonas agrícolas más
promisorias del valle, además de concentrar acti-
vidades productivas y ceremoniales del más alto
nivel asociadas al culto de los ancestros y a los
geoglifos de las pampas.
Se sugiere también que esta estructura jerarqui-
zada de los asentamientos Nasca podría replicarse
en otros valles de la cuenca, con posibles centros
5. LAS PRIMERAS CIUDADES 291

Fig. 300. Geoglifo de las pam-


pas de Nazca representando la
figura de una araña (Loayza)

regionales como referentes en cada uno de estos. durante el Nasca Temprano, los geoglifos con
Se menciona en el marco de esta sugerente pro- motivos figurativos afiliados a la iconografía de
puesta a Puente Gentil en el valle de Santa Cruz, esta cultura, se desplazan hacia las elevaciones de
Ventilla en el de Ingenio, Jumana en el valle bajo las pampas, lo que los desvincula de su aprecia-
y Cantayoq en el valle medio del Nazca. Propo- ción visual desde los valles oasis. Finalmente, en
niendo que esta posible estructura de organiza- las fases más tardías las representaciones privile-
ción jerarquizada, a su vez, podría haber tenido giarán motivos geométricos generados por líneas
como referente supraregional el prominente sitio o los llamados “campos barridos”.
de Cahuachi (Reindel e Isla 2001: 314). De esta manera se constituyó un extraordinario
Finalmente, es de relevancia la apreciación palimpsesto cuya percepción visual no era direc-
acerca de la evolución en la realización de los cé- ta, por lo que debió responder a la construcción
lebres geoglifos en las pampas y laderas de los va- de un enigmático paisaje ritual, en cuanto vasto
lles de la región, estableciéndose su estrecha rela- espacio para el despliegue de actividades ceremo-
ción con los asentamientos de la población Nasca. niales de la mayor relevancia por parte de la so-
Los estudios recientes conducidos en Palpa ciedad Nasca. Podríamos así suponer que en el
(Reindel et al. 1999, Reindel e Isla 2001), propo- mundo Nasca las restricciones observadas en la
nen una evolución temporal a partir de los edificación de arquitectura ceremonial de enverga-
geoglifos más tempranos de época Paracas, dedi- dura monumental, se vieron compensadas con
cados a la representación de motivos figurativos creces con la generación de un inconmensurable
que privilegian las faldas de las laderas, de modo espacio ritual, mediante la imposición del signo
que podrían haber sido apreciados directamente de los geoglifos al espectacular paisaje de las pam-
por la población desde los valles. Posteriormente, pas desérticas.
6. LA PRIMERA FORMACIÓN IMPERIAL ANDINA 293

6
LA PRIMERA FORMACIÓN IMPERIAL ANDINA
Wari: la planificación urbana como política de Estado

Introducción durante el desarrollo de los estados tardíos, espe-


cialmente en aquellos asentados en la costa norte
En los Andes Centrales durante el período deno- y central del Perú.
minado Época Wari (Lumbreras 1981a) o tam- Sin embargo, con referencia a esta época y a
bién como Horizonte Medio (Rowe 1962), que las que le suceden, es importante hacer algunas
cronológicamente se ubica entre el 600 y el 1000 precisiones ya que muchas veces se ha sugerido
d.C., se asiste a la progresiva declinación de las que a partir de este momento se impondría el ur-
formaciones regionales, como también a una se- banismo en los Andes Centrales. Este es un equí-
rie de cambios que afectan la esfera de la cultura voco frecuente, que puede dar a entender que an-
material e imponen modificaciones sustanciales tes de esta época no existieron formas de vida
en los patrones de asentamiento. urbana o ciudades, lo cual, como ya hemos visto
Este fenómeno, por una parte, está manifes- ampliamente, es totalmente inexacto. De la mis-
tando la crisis de las viejas formaciones teocráticas ma manera, para ser más precisos, este nuevo tipo
y, del otro, el surgimiento de nuevas formaciones de urbanismo evidentemente no excluyó tampo-
sociales y, entre ellas, de un estado que conoce- co la presencia de aldeas y otros poblados como
mos como Wari, que expresan nuevas formas de necesaria contraparte en el ámbito rural. Este un
organización económica y social. Se inaugura así tema de relevancia, sobre todo si se pretende exa-
una nueva época caracterizada por la presencia de minar el modelo de asentamiento impuesto por
sociedades con una impronta de corte más civil o una formación imperial en sus dominios provin-
seglar y de mayor relevancia política, donde el ciales, donde históricamente y a nivel universal es
enorme peso que antes tuvieron la religión y la recurrente documentar el urbanismo implantado
arquitectura pública ceremonial, fueron dando por el poder imperial, coexistiendo con poblados
paso a formaciones, que estuvieron sustentadas de carácter rural, que mayormente presentan for-
por un eficiente aparato político administrativo, mas de organización «espontánea», como también
que les permitió ampliar la base productiva me- repertorios culturales fuertemente teñidos por su
diante obras públicas e instaurar una economía filiación étnica y las matrices que definen los com-
de mayor énfasis redistributivo, sin olvidar por ponentes locales.
esto la organización del ejercicio de la guerra como
un importante componente del poder.
Estas nuevas formaciones económico sociales Los antecedentes
se verían expresadas —en términos del modelo
de asentamiento— en ciudades o asentamientos Los antecedentes de Wari tienen sus raíces en
urbanos donde lo central y sobresaliente ya no Ayacucho, una región hasta ese entonces algo
será el templo, en la forma de colosales montícu- marginal dentro del proceso civilizatorio de los
los piramidales, sino más bien los complejos pa- Andes Centrales, donde la cultura regional Huarpa
laciegos de carácter político administrativo. Esta procesaría en sus fases tardías algunas innovaciones
nueva época y sus modelos de urbanismo, que trascendentes. Se ha señalado la importancia que
inicia con el fenómeno Wari, se proyectará luego habría tenido en el proceso de surgimiento del
294 JOSÉ CANZIANI

fenómeno Wari, los tradicionales contactos de la nufacturera en el campo de la cerámica y los tex-
región ayacuchana con la costa de Ica y Nazca, así tiles, complementando con estas industrias sus
como con la sierra sur y el altiplano del Titicaca, capacidades productivas, en vista de las limita-
desde donde recibiría respectivamente notables ciones que presentaba la agricultura en una re-
influencias de Nasca y Tiahuanaco (Menzel 1964, gión donde son predominantes las condiciones
1967). de aridez y escasos los suelos con vocación agrícola.
Según Lumbreras (1981b: 24) las influencias Efectivamente, no obstante las limitaciones
de Nasca se darían en las fases tempranas del Ho- para lograr una agricultura excedentaria, la zona
rizonte Medio, con estilos como Okros y presenta condiciones favorables para la produc-
Chakipampa, y serían evidentes inclusive en tipos ción de manufacturas, en especial cerámica y tex-
cerámicos tardíos de Huarpa, donde ya se aprecia tiles. En el primer caso, son abundantes las cante-
la incorporación de la policromía; mientras que ras con arcillas de excelente calidad, así como la
las influencias de Tiahuanaco serían algo poste- presencia de pigmentos y recursos combustibles;
riores y se manifestarían con el despliegue de al- en el segundo caso, el valle de Ayacucho está ro-
gunos de sus íconos más destacados tanto en la deado de zonas de puna y praderas elevadas que
cerámica decorada como en el arte textil. Bajo estas son propicias para la crianza de camélidos (llamas
influencias y contactos, la sociedad Huarpa ha- y alpacas) y el manejo de manadas silvestres de
bría procesado una creciente especialización ma- vicuñas, igualmente se encuentran en la zona ex-

Fig. 301. Mapa con los principales


sitios del período:
1 Viracochapampa
2 Pampa Grande
3 San José de Moro
4 Galindo
5 Honqo Pampa
6 Villkawain
7 Wariwillka
8 Wari
9 Conchopata
10 Azángaro
11 Jincamoqo
12 Maymi?
13 Cerro del Loro?
14 Pikillacta
15 Cerro Baúl (Canziani)
6. LA PRIMERA FORMACIÓN IMPERIAL ANDINA 295

En el marco de este proceso de creciente espe-


cialización manufacturera, se presentarían ciertos
indicios que permiten suponer que la sociedad
Huarpa en sus fases tardías, estaba transitando
hacia ciertas formas de urbanismo, cuyos avances
podrían haberse plasmado inicialmente con la
constitución de dos conspicuos centros urbanos:
Conchopata y el propio sitio de Wari, que testimo-
çnian una importante evolución posterior (ibid:
42, 60).
Es interesante notar que en Conchopata se ha
reportado una alta densidad de ocupación, pre-
sentándose una organización de las estructuras ar-
quitectónicas con patrones rectangulares, con una
red de vías de circulación y sistemas de canaliza-
ción del agua. En los sectores excavados los con-
juntos arquitectónicos presentan patios, alrededor
de los cuales se desarrollaban los recintos que ser-
vían como lugar de residencia y producción a los
artesanos, mayormente especializados en la ela-
boración de cerámica policroma. En todo caso,
Fig. 302. Mapa de la región de Ayacucho con la localización de de estos dos posibles núcleos urbanos primigenios,
Wari, Conchopata, Azángaro y otros sitios arqueológicos de la época
(Isbell 2001: fig. 3) sólo Wari alcanzaría un desarrollo mayor, mientras
que Conchopata habría asumido un rol secunda-
celentes recursos tintóreos orgánicos como la co- rio y quizás dependiente del centro principal (ibid:
chinilla (Dactylopius confusus) que proporciona 31, 61-62).
tonos rojos, y botánicos como la tara (Caesalpina Se ha sugerido que Conchopata podría haber
tara) que brinda negros y marrones, el molle constituido el antecesor del modelo de organiza-
(Schinus molle) los amarillos, mientras el añil ción urbana que evolucionaría a formas rígida-
(Indigofera suffructiosa) los azules, y el aliso (Alnus mente planificadas en otras ciudades Wari, como
jurullensis) los naranjas y amarillos, entre otras Pikillacta y Viracochapampa (Pozzi Escot 1991:
plantas que sería largo enumerar (ibid: 50-55). 91). Sin embargo, también se afirma que su ocu-

Fig. 303. Plano de un sector de


Conchopata con indicación de
las estructuras con planta en
forma de “D” (Isbell 2001: fig.
10).
296 JOSÉ CANZIANI

pación es contemporánea con la ciudad de Wari, unos 2,700 msnm localizándose en una planicie
por lo que parece más apropiado explicarnos las elevada que separa las cuencas de Huanta al nor-
diferencias no tanto a partir de una lógica te y la de Huamanga al sur. Lumbreras (1981b)
evolucionista, sino más bien desde el punto de hace referencia a una región oriental relativamen-
vista funcional. A nuestro entender, la afirmación te húmeda y otra occidental más árida. Esta po-
de las unidades modulares con patio central se sición especial debió ser elegida por su ubica-
daría en Wari en el marco de los lineamientos de ción estratégica con relación a los recursos
las políticas de planificación estatal, que tiene por agrícolas de los valles inmediatos y a la pobla-
objeto generar una trama urbana que resuelva las ción que estos albergaban. Rodeando estas cuen-
actividades administrativas, productivas, ceremo- cas se despliegan extensas zonas de puna donde
niales y residenciales, de acuerdo con el modelo los cultivos y la ganadería de altura, debieron de
conceptual de organización del espacio urbano ampliar la gama de recursos alimenticios y pro-
liderado por la elite política. Mientras tanto, en ductivos disponibles. La presencia de terrazas
Conchopata habrían continuado vigentes los pa- agrícolas abandonadas en los alrededores del si-
trones mayormente «espontáneos», donde las edi- tio, podrían corresponder a los esfuerzos realiza-
ficaciones se construían en una constante agrega- dos para ampliar el acceso de los habitantes de la
ción, de lo que resultaría su trazado algo irregular. ciudad a mayores recursos alimenticios.
Desde el punto de vista funcional, Conchopata Se presume que el área general del sitio de Wari
revela un fuerte énfasis en los aspectos residenciales tendría una extensión de alrededor de 1,500 ha.
y productivos de sus habitantes, mayormente espe- si bien el área nuclear ocupada por la ciudad co-
cialistas alfareros dedicados a la producción masiva rrespondería a unas 250 ha1 donde se advierte dos
de cerámica fina. Por lo tanto, nos parece factible sectores principales, uno ubicado al norte del si-
explicarnos las diferencias a partir de estos aspec- tio y el otro al sur. Las diferencias en el estado de
tos, que otorgarían a Conchopata un mayor peso conservación y en ciertos rasgos arquitectónicos
comunal y productivo, donde su larga tradición presentes en uno y otro sector permiten suponer
como centro manufacturero de eximios ceramistas, que la ciudad hubiera podido estar dividida en
le podría también haber conferido cierto margen dos mitades (Isbell et al. 1991: 20-24).
de autonomía con relación a la autoridades polí- Podría parecer una paradoja que la ciudad ca-
ticas que sentaron sus reales en la ciudad de Wari. pital de una organización imperial, que impulsa e
La extensión de este importante asentamien- impone un urbanismo altamente planificado en
to, ubicado sobre una terraza elevada en proximi- muchas de sus lejanas provincias, no presente evi-
dad de la ciudad de Ayacucho, se estima en algo dencias de un ordenamiento urbano integral. Sin
más de 20 ha. En Conchopata, además de las no- embargo, este fenómeno es totalmente coherente
tables evidencias de talleres de alfareros, se han con la dinámica de su larga evolución histórica,
registrado importantes hallazgos de ofrendas de ya que Wari —al igual que otros centros de for-
cerámica destruida ritualmente; así como la pre- maciones imperiales— debió surgir aceleradamen-
sencia de por lo menos dos estructuras con planta te a partir de un núcleo urbano temprano, cuyo
en forma de «D» asociadas a una aparente función crecimiento y expansión a lo más pudo ser plani-
ceremonial. Sin embargo, la construcción del aero- ficado tan sólo al nivel de algunos de sus comple-
puerto de la ciudad y una expansión urbana irres- jos o de determinados sectores urbanos que, en
ponsable han conducido en las últimas décadas a todo caso, tuvieron que implantarse ajustándose
la progresiva destrucción de la mayor parte del al tejido urbano preexistente.
sitio, haciendo peligrar las escasas áreas arqueoló- La ciudad de Wari por esta razón no presenta
gicas conservadas (Isbell 2001, Pozzi Escot 1991). en su conjunto evidencias de un ordenamiento
urbano planificado, su plano más bien revela ser
producto de un largo proceso de crecimiento gene-
La capital Wari en la cuenca de Ayacucho rado por el ascenso poblacional y el de sus activi-
dades productivas (Lumbreras 1981b: 57). Este
El sitio arqueológico de Wari se encuentra en- proceso además fue bastante complejo ya que no
clavado en la región de Ayacucho, y se sitúa a solamente se trata de crecimiento, en términos de

1
Lumbreras (1981b: 63 y 75) estima una extensión de la ciudad entre 120 a 150 ha que parece más ajustada a la realidad y
de acuerdo a las mediciones de los planos publicados (Williams 2001: fig. 3).
6. LA PRIMERA FORMACIÓN IMPERIAL ANDINA 297

Fig. 304. Fotografía aérea de la


ciudad de Wari (Servicio Aero-
fotográfico Nacional).

expansión urbana, ya que también existen eviden- mica no habría tenido un sustento inmediato en
cias de grandes obras de remodelación que afecta- la capacidades productivas de la agricultura local,
ron determinados sectores urbanos, en los que se que aparentemente no habría alcanzado condicio-
reemplazó o se superpusieron nuevas estructuras nes para ser ampliamente excedentaria.
y complejos arquitectónicos, sobre los preexis- En todo caso, dado que el sustento del desa-
tentes (Isbell et al. 1991: 19). rrollo urbano requiere necesariamente de la gene-
Se podría afirmar que la revolución urbana lle- rosa disponibilidad de recursos agrícolas, debe-
ga algo tarde a la región de Ayacucho. Es decir, mos pensar que este requerimiento pudo ser
sin que se presenten en ella los complejos antece- resuelto ampliando la apropiación de estos en la
dentes que se encuentran ya desde el Formativo, escala territorial, para lograr así el acopio de los
si no antes, especialmente en las regiones costeñas excedentes necesarios para sostener la economía
del norte y centro de los Andes. Sin embargo, urbana. Esta escala ampliada de la base territorial
mientras el urbanismo de los majestuosos centros de apropiación pudo ser lograda mediante dis-
urbanos teocráticos de estas regiones se precipita- tintas vías. Entre estas, la notable especialización
ba en una irremediable crisis —acompañando la manufacturera instalada en los asentamientos
debacle de las formaciones sociales que les dieron Wari, permitiría pensar en el posible intercambio
origen— en la región de Ayacucho surgía un nue- de productos urbanos, como cerámica o textiles
vo tipo de urbanismo, cuya base social y econó- finos u otros artículos de prestigio, a cambio de
298 JOSÉ CANZIANI

Fig. 305. Plano general de la


ciudad de Wari (Williams
2001: fig. 3).

productos agropecuarios; el establecimiento de desarrollo de obras públicas (canales, sistemas de


una dinámica de intercambio que pudo ser im- andenería) de escala supracomunal, que redunda-
puesta con mecanismos ideológicos y el uso de ran en la ampliación e intensificación de la pro-
la fuerza, funcionales a los propósitos de anexión ducción. En este contexto, la ciudad de Wari se
territorial; así como el impulso a la articulación habría constituido no sólo en un centro de poder,
e intercambio de recursos diversos entre distintas sino también en el centro articulador de una
regiones; y la capacidad organizativa del Estado novedosa propuesta de integración macrorregio-
para establecer sistemas de tributación y movili- nal, inédita hasta ese entonces en los Andes
zación de la fuerza de trabajo, emprendiendo el Centrales.2

2
Este podría ser otro aspecto que ligaría la evolución de Wari con la influencia Tiahuanaco desde los Andes Centro Sur.
Mayormente se ha hecho énfasis en determinados elementos culturales e iconográficos compartidos —como el célebre dios de los
báculos— posiblemente derivados del prestigio de la cosmogonía religiosa altiplánica; al igual que en ciertos aspectos relacionados
con la lítica arquitectónica, funeraria y escultórica. Sin embargo, no es de descartar el intercambio de otros aspectos menos
tangibles, pero no por esto menos importantes, como es el caso de las sofisticadas estrategias de integración y colonización
desplegadas por Tiahuanaco en el sur andino, articulando los valles occidentales y el litoral de la Costa, con el altiplano circumlacustre
y las yungas orientales de Bolivia. Si está probada la coexistencia Wari con poblaciones afiliadas a Tiahuanaco en el valle de
Moquegua, no hay razones para descartar esta hipótesis, mas si este contacto se daba en una de las regiones donde esta estrategia
era implementada de manera privilegiada por los tiahuanaco.
6. LA PRIMERA FORMACIÓN IMPERIAL ANDINA 299

Fig. 306. Plano de los principales sectores al norte de la ciudad de Wari (Isbell et al. 1991: plano 1).

Las excavaciones arqueológicas desarrolladas en la ciudad, desde sus tempranos orígenes y su pos-
Wari han permitido establecer que en las capas más terior evolución, a través del notable testimonio
profundas de la ciudad se encuentran evidencias de una secuencia de remodelaciones (ibid).
de una temprana ocupación del período de los
Desarrollos Regionales, afiliados a la sociedad
Huarpa que dominaba la región de Ayacucho du- Las excavaciones en el sector de
rante esa época. Sin embargo, dado lo limitado de Moraduchayuq
estas excavaciones, no ha sido posible establecer el
tipo de asentamiento presente durante esta época, En Moraduchayuq, un sector al suroeste de la ciu-
que bien podría haber correspondido a un pobla- dad de Wari, las excavaciones expusieron un po-
do extenso como también a un asentamiento en el sible templo, caracterizado por presentar un patio
que ya se afirmaban determinados rasgos urbanos. o recinto semisubterráneo de planta perfectamente
En todo caso, la relativa abundancia de estas eviden- cuadrangular y cuyos lados de 24 m de largo esta-
cias tempranas permiten inferir la presencia de una ban orientados con los ejes cardinales. El piso de
población bastante importante, la que podría haber este recinto estuvo cuidadosamente enlucido,
constituido una sólida base para el desarrollo ini- mientras que sus muros alcanzaban una altura de
cial de la ciudad en ese emplazamiento (ibid: 25). 3.80 m y presentaban un fino aparejo de piedra
La transición hacia la conformación de la ciu- labrada. En oposición a los paramentos lisos del
dad se habría dado durante el Huarpa tardío y la interior del recinto, la cara posterior de los muros
fase temprana del Horizonte Medio I, asociada al es marcadamente irregular, como resultado de las
estilo cerámico Chakipampa, tal como lo docu- diferencias de espesor de los bloques de piedra
mentan las excavaciones realizadas en el sector de que conforman su aparejo. Esta evidencia permi-
Wari conocido como Moraduchayuq, donde se te establecer que estos muros cumplieron la fun-
presenta una compleja estratigrafía y algunos as- ción estructural de contener los rellenos que ro-
pectos fundamentales para el entendimiento de dean el recinto y que, por lo tanto, éste fue
300 JOSÉ CANZIANI

Fig. 307. Plano del sector de


Moraduchayuq (Isbell et al.
1991: fig. 6).

construido ex profesamente como un espacio hun- Con el desarrollo de este nuevo tipo de estruc-
dido o semisubterráneo (Isbell et al. 1991: fig. 10). turas arquitectónicas, se percibe que comenzarían
Este posible recinto ceremonial fue integrado a imponerse en la ciudad de Wari, al igual que en
dentro de un complejo cercado, dado que al Este sus principales enclaves urbanos, patrones
del mismo se ubicaron vestigios de dos murallas ortogonales, que tienden a ordenarse generando
paralelas que definían un pasaje entre ellas. Estos unidades modulares. Estas unidades, que en tér-
datos permiten a los investigadores suponer que minos generales definen la tipología del urbanis-
ya desde esta época se estaban desarrollando en la mo de Wari y que denominamos como kanchas
ciudad una serie de complejos cercados, los que wari, se caracterizan por presentar como rasgo
comenzaban a definir una trama urbana con el recurrente un patio central rodeado por estructu-
establecimiento de determinados ejes de circula- ras en galería. A su vez, los muros perimétricos
ción que, por lo menos en este sector, tendían a que delimitan estas unidades definían pasajes de
orientarse con los puntos cardinales (ibid: 28-32). circulación, conformando la trama urbana de los
El recinto de Moraduchayuq fue objeto de al- distintos sectores de la ciudad.
gunas remodelaciones, con eventos de relleno que Los altos muros de estas estructuras presentan
estuvieron asociados a la elaboración de nuevos cimientos profundos y fueron elaborados con pie-
pisos cada vez más elevados. Algunos de estos pi- dras rústicas y mortero de barro. La técnica cons-
sos presentaban evidencias de enlucido con arci- tructiva empleada se denomina de «doble cara»,
lla blanca y uno de ellos de la aplicación adicional es decir que las piedras fueron dispuestas con sus
de pintura roja o rosada. En una de las últimas caras planas hacia ambos paramentos, mientras
remodelaciones del recinto, el piso fue recubierto que el interior de los muros era rellenado progre-
con lajas de piedra. Finalmente, durante la época sivamente con piedras y barro. Tanto en las estru-
I B, este posible espacio ceremonial fue rellenado cturas de las unidades como en los pasajes que las
y sellado para posibilitar la construcción de nuevas articulaban, se verificó que los paramentos de los
edificaciones, cuyos patrones arquitectónicos muros, e inclusive los propios pisos, fueron termi-
fueron definitivamente distintos. nados aplicándoles un enlucido de arcilla blanca.
6. LA PRIMERA FORMACIÓN IMPERIAL ANDINA 301

La extraordinaria altura de los muros de las


kanchas wari, no habría derivado sólo de la nece-
sidad de aislamiento de estas unidades arquitec-
tónicas, sino que respondería a la exigencia del
diseño de estructuras que se desarrollaran en más
de un nivel, lo que expresa en sus patrones arqui-
tectónicos y urbanísticos la búsqueda por parte
de los constructores wari de un alto coeficiente
de edificación (Williams 2001: 90-94). 3
Volviendo a Moraduchayuq, es también rele-
vante señalar que las excavaciones arqueológicas
registraron en los complejos arquitectónicos la
presencia de varios canales subterráneos revesti-
dos y cubiertos superiormente con lajas de piedra,
por medio de los cuales se aseguraba tanto la pro-
visión de agua como también el drenaje de la mis-
ma. El registro de la evidencia del abastecimiento
de agua en determinados complejos es muy signi-
ficativo, ya que podemos inferir que este no era
un elemento aislado o limitado a algunos de estos
complejos, sino más bien parte de una compleja y
extensa red de alcantarillado, diseñada para resol- Fig. 308. Plano de detalle de un sector del piso y paramentos de la
ver este imprescindible servicio urbano en los dis- esquina sur oeste del patio hundido de Moraduchayuq (Isbell et al.
1991: fig. 10).
tintos sectores de la ciudad.4
Las excavaciones en las unidades expusieron proyectados con relación a la cara de los muros,
también una serie de interesantes elementos arqui- logrados mediante piedras empotradas en los
tectónicos, como puertas que permitían el acceso muros y alineadas entre 2 a 2.30 m del piso. Este
y la conexión entre los recintos que los conforma- recurso técnico se utilizó para resolver el apoyo
ban, así como la comunicación de estos con pasajes de las vigas y de la armadura de madera que des-
y patios. Igualmente se documentaron nichos en cansaba sobre estas y que servía de soporte para
las paredes de algunos recintos y, menos frecuen- asentar finalmente pisos de barro, lo que evidencia
temente, estrechas ventanas. En ciertos recintos el desarrollo de edificios con dos o más pisos de
se hallaron ménsulas corridas o cornisamientos altura en las kanchas (Isbell et al. 1991: 38-40).5

Fig. 309. Croquis ilustrativo de


las 3 posibles formas de estruc-
turar los entrepisos en las edifi-
caciones wari de más de un ni-
vel. A.- Mediante un receso en
los gruesos muros que delimi-
tan los recintos de las kanchas;
B.- Mediante ménsulas corridas
generadas por piedras empo-
tradas en los muros; C.- Me-
diante nichos para el empotra-
miento de las vigas (Canziani).

3
En urbanismo se define como ‘coeficiente de edificación’ la relación existente entre el total del área edificada (o techada) y
los m2 del terreno ocupado por la edificación. Este coeficiente se estima habría sido superior a 2 para ciudades wari como
Pikillacta (Williams 2001: 90-94).
4
Este es otro de los rasgos característicos del urbanismo wari , ya que en la mayoría de sus asentamientos se ha reportado la
presencia de acueductos subterráneos. La naturaleza del trazo y construcción de estos canales indica que se trató de un sistema
incorporado a la planificación y desarrollado previamente a la erección de las edificaciones.
5
Los constructores wari recurrieron por lo menos a tres formas distintas para resolver estructuralmente los entrepisos y el
apoyo de las vigas de soporte: 1) mediante los cornisamientos o ménsulas ya descritos; 2) con un receso o grada, generado por el
302 JOSÉ CANZIANI

Por su parte, los patios de las kanchas presenta- rráneas, cuyo interior estaba cuidadosamente en-
ron en su perímetro evidencias de banquetas co- lucido con arcilla blanca y selladas superiormente
rridas, a manera de una vereda que bordeaba sus con lajas. Esta suerte de escondrijos habrían con-
cuatro lados. Estas tenían de 14 a 23 cm de alto tenido vasijas finas, abalorios de crisocola o de
sobre el nivel del patio y de 1.20 a 1.40 m de mullu, objetos de metales preciosos, así como al-
ancho. Aparentemente estuvieron cubiertas por gunos huesos humanos, lo que podría correspon-
la proyección de los aleros de los techos, propor- der tanto a contextos de ofrendas y entierros se-
cionando un espacio protegido del sol, la lluvia y cundarios, como también a su posible uso como
de la eventual inundación del patio. De manera compartimientos ocultos, donde sus habitantes
que estas banquetas pudieron constituirse en un atesoraban sus más preciadas pertenencias (ibid:
lugar abierto y de expansión de los recintos late- 41-42; figs. 18 y 19).
rales, bien iluminado y muy adecuado para el de- Finalmente, la presencia de fogones7 y mesas
sarrollo de labores y actividades diarias (ibid: 40).6 de piedra, ilustran aspectos propios de la vida
Bajo los pisos enlucidos de algunos recintos se doméstica en ciertas áreas de las kanchas. En el
registró la presencia de cistas o cavidades subte- caso específico de Moraduchayuq, parece que la
preparación de alimentos fue una actividad relati-
Fig. 310. Planta de 4 unidades patio o kanchas de Moraduchayuq, vamente puntual y restringida a ciertos ambientes.
donde se aprecia los sectores excavados y la exposición de rasgos
arquitectónicos de interés como puertas, ventanas, nichos, ménsulas,
Esto permite suponer que si bien las unidades de
fogones, y banquetas bordeando el perímetro de los patios (Isbell este complejo tuvieron una función predominan-
et al. 1991: fig. 21). temente residencial, no se excluye que otros espa-
cios de las mismas pudieron resolver otras fun-
ciones de tipo administrativo o productivo. Esta
posibilidad se ve reforzada por la variada gama de
recursos consumidos, y también por el predomi-
nio de tiestos correspondientes a vajilla para el
servicio de bebidas y alimentos, así como para la
conservación y consumo de bebidas como la chi-
cha. Estos rasgos testimonian que sus habitantes
gozaban de ciertas prerrogativas y atribuciones de
status, que debieron corresponder a clases urba-
nas de un nivel social intermedio relacionadas con
el desempeño de actividades especializadas
(Brewster-Wray 1989; Isbell et al. 1991: 41-45).
Cheqo Wasi constituye uno de los sectores lo-
calizado al suroeste de la ciudad de Wari, espe-
cialmente caracterizado por la notable presencia
de complejos y recintos que contienen una serie
de estructuras líticas semisubterráneas. Aparente-
mente estas habrían servido de cámaras funera-
rias, en cuanto mausoleos destinados a personajes
pertenecientes a la más alta jerarquía social.
La mayor parte de estas cámaras presentan dos
y hasta tres niveles y están elaboradas con grandes
bloques monolíticos finamente labrados. Muchas
presentan grandes losas horizontales haciendo las

adelgazamiento del tramo superior de los muros; 3) mediante pequeños nichos dispuestos horizontalmente para empotrar en ellos
los extremos de las vigas. Es importante notar que si bien en sus edificios de más de un piso se utiliza uno u otro sistema, en
algunos casos también se observa el empleo combinado de dos sistemas distintos en los muros de un mismo recinto.
6
Esta es una costumbre muy difundida y que se conserva hasta hoy en las poblaciones de las zonas alto andinas, donde
muchas actividades asociadas a las labores y vida doméstica se desarrollan en el entorno de los patios o, en todo caso, en espacios
exteriores de las viviendas, generalmente oscuras debido a las limitadas fenestraciones impuestas por la frigidez del clima.
7
Es interesante señalar que uno de estos fogones, dispuesto en el extremo de un recinto en galería (R-179) en un lugar
aparentemente mal iluminado, presentaba sobre él un pequeño nicho cuyo dintel estaba impregnado de hollín, dando a entender
que había servido para alojar un candil e iluminar esa parte del ambiente mientras se cocinaba (Isbell et al. 1991: 41 y fig. 21).
6. LA PRIMERA FORMACIÓN IMPERIAL ANDINA 303

veces de pisos, en cuyos lados se apoyaron los blo- este tipo de edificaciones, la convierte en un ele-
ques que operaban como paredes perimétricas, mento diagnóstico de la presencia Wari, al igual
mientras otros bloques sirvieron como tabiques que otros rasgos propios de los patrones arquitec-
divisorios de los distintos compartimientos en que tónicos impuestos por la organización imperial.
estaban divididas la cámaras. Así mismo, otros En el el caso de Vegachayoc Moqo, se trataría
grandes bloques horizontales sirvieron de entre- de la mayor estructura de este tipo conocida hasta
pisos en las que tuvieron más de un nivel, o como ahora, con unos 20 m de diámetro. El frente rec-
techo cubriendo la parte superior de las cámaras. tilíneo de la estructura semicircular con planta en
Un detalle notable es la presencia recurrente, «D» se orienta al norte, donde presenta un único
en uno de los lados interiores de las cámaras, de vano de acceso de 1.55 m en el eje central. Los
sendas ranuras de sección semicilíndrica y que re- muros, que alcanzan 1.65 m de espesor, contenían
corren verticalmente las cámaras en sus diferentes nichos en los paramentos interiores, con excep-
niveles, desde el piso hasta el techo, donde en el ción del interior del muro norte donde se ubica
mismo eje de la ranura, las losas presentan el acceso. Estos nichos tiene la particularidad de
coincidentemente una perforación cilíndrica. Las presentar un planta trapezoidal, siendo más an-
características tan peculiares de estos rasgos, po- chos en el fondo y ligeramente restringidos en el
dría estar sugiriendo rituales asociados a ofrendas frente. Una característica similar presentan tam-
destinadas a los difuntos depositados en estos bién los nichos que se ubican en los recintos en
mausoleos, ya que su diseño excede supuestos re- galería que se encuentran a los lados de la estruc-
querimientos de ventilación que, además, no se tura principal con planta en D. Estas edificaciones
ajustan a la función funeraria de las cámaras. laterales, plataformas y grandes murallas definie-
Las excavaciones desarrolladas en el sector de ron un espacio de planta trapezoidal que sirvió
Vegachayoq Moqo, expusieron un recinto de apa- de marco para el edificio principal de aparente
rente función ceremonial con una peculiar planta función ceremonial (Bragayrac 1991: fig. 3 y 4).
en forma de «D», es decir con un trazo semicircular Todos los muros de estos edificios, revelando
que presenta un frente rectilíneo (Gonzáles Carré su importancia y su posible función ceremonial,
y Bragayrac 1986; Bragayrac 1991). Hoy se cono- estuvieron enlucidos con barro y luego con una
ce la presencia de una serie de edificios con este fina capa de arcilla blanca. Existe evidencia de
tipo de planta en un muchos de los sitios princi- que adicionalmente se aplicó pintura de color en
pales con ocupación Wari, como son Mongacha- tonos crema, rojo ocre y negro cenizo (ibid: 79).
yoc y Cheqo Wasi en el propio sitio de Wari En cuanto al sustento y caracterización econó-
(Benavides 1991); Conchopata (Pozzi-Escot mica de la ciudad de Wari, a la ya señalada impor-
1991); Honqo Pampa (Isbell 1989) y en el lejano tancia de las manufacturas de cerámica y textilería,
enclave de Cerro Baúl (Williams e Isla 2002). Las y a la necesaria presencia de un sistema de distri-
características singulares del diseño de planta de bución e intercambio (manufacturas / alimentos)

Fig. 311. Vista de una cámara


lítica en el sector de Cheqo
Wasi (Canziani).
304 JOSÉ CANZIANI

Fig. 312. Vegachayoc Moqo.


Isometría del complejo
(Bragayrac 1991: fig. 3).

que garantizara el sustento alimenticio de sus ha- dad de Wari, presenta tradicionalmente entre 3 a
bitantes, Lumbreras (1981b: 68, 74) señala la 5 meses del año libres de laboreo agrícola, con el
posible existencia de un importante componente período mayor en las zonas bajas, que en contra-
rural de la población concentrada en la ciudad, partida ofrecen abundantes recursos para la ela-
estableciendo analogías con las referencias acerca boración de los productos manufacturados. Se
de las formas de organización de la fuerza de tra- plantea así, implícitamente, una forma de mane-
bajo en el estado Inka. Este señalamiento podría jo de los ciclos de ocupación laboral que buscaría
conectarse con otro (ibid: 73), donde advierte que la maximización del empleo de la fuerza de traba-
las características climáticas y ecológicas de la jo, como la que señala Golte (1980) en su trabajo
cuenca ayacuchana en la que se encuentra la ciu- sobre la racionalidad de la organización andina.

Fig. 313. Vegachayoc Moqo.


Edificaciones en el perímetro
del templo que muestran evi-
dencias de nichos y de sistemas
constructivos de dos pisos, sos-
tenidos alternativamente por
ménsulas (derecha) o salientes
en los muros (izquierda) para
el soporte de las vigas que
estructuraban los entrepisos
(Canziani).
6. LA PRIMERA FORMACIÓN IMPERIAL ANDINA 305

Esta hipótesis es sumamente sugerente, más si se


propone con relación al análisis de la composi- Cuadro de analogías Wari e Inka
ción de la población urbana o semiurbana con-
centrada en la ciudad, en el marco general de la En cuanto al establecimiento de analogías entre cier-
articulación de las relaciones ciudad-campo. tos patrones de Wari y los Inka, limitándonos tan
sólo a aquellos aspectos más importantes que se rela-
cionan con los temas territoriales, urbanos y arqui-
tectónicos, se puede señalar los siguientes:
La dinámica de la expansión territorial Wari
1) En el ámbito territorial: una expansión progre-
Aún no es posible definir claramente las causas siva, que seguiría una estrategia combinada de
que derivaron en el proceso de expansión del Es- sucesivas avanzadas con fases de consolidación,
siguiendo directrices longitudinales a lo largo de
tado Wari, así como los momentos en que este la cordillera de los Andes.
fenómeno interesó progresivamente diferentes re- 2) Ubicación estratégica de los centros urbanos en
giones de los Andes Centrales. Sin embargo, al- los territorios provinciales alto andinos: control
gunas evidencias apuntan a sugerir que la expan- territorial con acceso a las «despensas agrícolas»,
sión y consolidación de la dominación Wari podría control poblacional, y su articulación mediante
vías de comunicación;
haber tenido avances sucesivos a lo largo del espi- 3) Realización de obras de infraestructura agraria
nazo andino y, desde estas regiones alto andinas, que sirvieran de soporte económico a la instala-
su consecuente proyección hacia los valles occi- ción de los enclaves urbanos;
dentales de la costa. De esta manera, se puede su- 4) Un sistema vial que enlazó la red de ciudades y
poner que la expansión Wari habría podido tener establecimientos y que articuló los territorios re-
gionales con vías de comunicación e intercam-
un comportamiento análogo al que siglos después bio, fundamentales para el movimiento de re-
protagonizarán los inka en su expansión a lo lar- cursos y productos, la movilización de tropas y
go de los Andes. A este propósito, es muy suge- fuerza laboral, constituyéndose en un instrumen-
rente el planteamiento de Menzel (1977) cuando to fundamental para el manejo administrativo
señala que los patrones de las evidencias que co- de la organización imperial;
5) Patrones urbanísticos planificados que responden
rresponden a una época del Horizonte Medio, son a formas de desarrollo urbano preconcebidas, con
muy similares a los de la época Inka, en el sentido la aplicación de determinados modelos, tanto
de inferir que estos también reflejarían la existen- desde el nivel de las ciudades hasta el de centros
cia de una entidad imperial (véase Cuadro). secundarios o instalaciones menores;
La primera época de expansión se daría hacia 6) Organización de tramas urbanas que se generan
y conforman por unidades modulares cercadas
la segunda mitad del siglo VI d.C. y corresponde-
(kanchas), que definen una red de calles y pasa-
ría al período Horizonte Medio 1A y 1B (Menzel jes que resuelven la circulación urbana y la arti-
1964) e involucraría, además de la región de culación de sus distintos sectores;
Ayacucho, la costa sur de Nazca e Ica y la central 7) Patrones arquitectónicos, donde las estructuras
hasta el valle del Santa; mientras que a lo largo de se organizan espacialmente de acuerdo a patrones
los Andes llegaría hasta el Callejón de Huaylas establecidos (kanchas), que permiten resolver
múltiples y variadas funciones, para lo cual se
(Lumbreras 1981b: 42, 79-81). desarrollan distintos sistemas formales adecuados
Una segunda época de expansión se daría alre- a su desenvolvimiento;
dedor de los siglos VII al X d.C. durante el Hori- 8) Formas arquitectónicas singulares, diseñadas y
zonte Medio 2A y 2B, donde se alcanzaría en la estandarizadas para resolver funciones específicas;
sierra norte las cuencas de Huamachuco y 9) Patrones constructivos recurrentes con una defi-
nida tipología de elementos arquitectónicos y
Cajamarca, con proyecciones hacia la costa norte acabados;
de los valles de Trujillo y Lambayeque; mientras 10) Servicios urbanos, entre ellos los sistemas de ca-
se proyecta al sur de las regiones del Cusco, Sicuani nalización para el abastecimiento y drenaje del
y Arequipa, e inclusive con una sorprendente pre- agua, así como posibles servicios de recojo y dis-
sencia en el valle alto de Moquegua, que tiene por posición de la basura;
11) Sistemas asociados al registro contable como a
centro al emblemático sitio de Cerro Baúl. la conmemoración de eventos (para la época Wari
Sin embargo, investigaciones más recientes es- se registran antecedentes de los quipu tan difun-
tán señalando que la mayor expansión de Wari didos durante la época Inka);
podría haberse dado más tempranamente, durante 12) Otras evidencias de orden cultural (cerámica, tex-
la época 1B. Esta hipótesis está sustentada con la tiles, figurinas, etc.) asociadas recurrentemente
consistente presencia de cerámica asociada a la presencia u ocupación imperial.
estilísticamente a esta época en importantes sitios
306 JOSÉ CANZIANI

como Viracochapampa (Topic 1991), Pikillacta Huánuco Pampa, tanto por la necesidad de esta-
(McEwan 1991); y Cerro Baúl (Williams e Isla blecer enclaves de acuerdo a sus propios modelos
2002) que, como es conocido, se localizan en al- urbanos, como también por la evidente ausencia
gunas de las regiones territorialmente más aleja- en estas regiones de asentamientos urbanos pre-
das con relación a la ciudad capital de Wari. Co- vios y vigentes que les hubieran podido servir de
rroboraría esta hipótesis, el hecho sintomático que soporte. Una analogía similar podría plantearse
durante esta misma época 1B en la ciudad de Wari con relación a un posible control o presión sobre
se inicie la construcción de las unidades los valles costeños desde la serranía, cuya influen-
modulares, dando paso a un nuevo ordenamien- cia podría leerse en las modificaciones o
to de la trama urbana de la ciudad, que habría acondicionamientos que los asentamientos urba-
respondido a los requerimientos del poder políti- nos costeños manifiestan, tanto durante esta épo-
co responsable de la conducción del estado y de ca como durante la ocupación Inka. Este fenó-
sus estrategias expansivas (Isbell et al. 1991). meno se explicaría con la preexistencia en la costa
Finalmente, se daría alrededor del siglo XI d.C. de ciudades y centros urbanos en plena actividad,
una época caracterizada por la descomposición y y con la consistente presencia tanto de elites ur-
declinación del estado Wari, que se presentaría banas como de sus correspondientes organizacio-
asociada al paralelo surgimiento de tradiciones nes políticas locales. Entidades que eran mucho
culturales definidas como «epigonales» y que tes- más funcionales, una vez adscritas o supeditadas
timonian el tránsito hacia la constitución y surgi- al poder del estado expansivo. De lo que resulta-
miento de las formaciones tardías en los Andes ría lo innecesario de fundar nuevas ciudades o
Centrales (Lumbreras 1981b: 79). asentamientos donde ya los había de gran valía.
Tal como se ha señalado, lo que parece tradu- En este contexto, la imposición de la planifi-
cirse de estos datos, es una posible analogía con la cación urbana por parte del Estado Wari responde
estrategia desarrollada por los Inka durante su a la necesidad de establecer en sus provincias un
expansión a lo largo y ancho de los Andes Centra- modelo de asentamiento que sea funcional al esta-
les. Es decir, que el eje de las avanzadas de esta blecimiento de su presencia en los territorios ocu-
expansión habría privilegiado una directriz a lo pados y a la organización de su administración.
largo de los valles interandinos hacia el norte, Dentro de este concepto, la ausencia de asenta-
anexando el valle del Mantaro, luego el del Calle- mientos urbanos vigentes en las regiones alto andi-
jón de Huaylas, para proyectarse finalmente hacia nas comprometidas de forma directa por su expan-
la sierra norte y los valles de la cuenca de Cajamar- sión, fortalece el requerimiento de la implantación
ca, que señalarían su límite norte. Hacia el sur de enclaves urbanos en estas regiones por parte de
esta expansión interesaría los valles de Apurímac Wari. Este fenómeno, como la realización de su
y los del Cusco, proyectándose hacia Sicuani y el edificación en un determinado lapso de tiempo,
Altiplano. explicaría la forma nítida en que se puede perci-
bir en estas regiones la imposición de determina-
dos modelos de planificación urbana, especial-
La planificación urbana como política de mente al comparar las plantas de ciudades como
Estado Pikillacta y Viracochapampa, más aún cuando se
toma nota de que estas se encuentran separadas
De manera similar a la posterior expansión Inka, por más de 1,000 km de distancia en línea recta.
los Wari habrían fundado ciudades y enclaves ur- En el urbanismo planificado de Wari, espe-
banos a lo largo del eje longitudinal conformado cialmente en el caso de sus principales ciudades,
por los valles interandinos. Estas instalaciones se puede leer la búsqueda de un modelo relativa-
debieron formar parte fundamental de una estra- mente sencillo en su concepción y en su propio
tegia aún más amplia, dirigida a la consolidación proceso de fundación. Un modelo urbano defini-
de sus sucesivas avanzadas en el dominio territo- do por parámetros básicos y fáciles de implantar;
rial. Sintomáticamente algunas de las principales que permita resolver de forma orgánica la estruc-
ciudades fundadas en estos valles exhiben patro- tura de los edificios neurálgicos, para que opere
nes planificados, como se verá en los casos de en ellos el sistema de poder, y donde el desarrollo
Pikillacta y Viracochapampa. de un tejido urbano organizado sobre la base de
En este aspecto también se puede establecer las kanchas, permita su adecuación a los distintos
ciertas analogías con el urbanismo Inka que fun- requerimientos funcionales, sean estos adminis-
dará ciudades planificadas, como Pumpu o trativos (tributación, acumulación, redistribución,
6. LA PRIMERA FORMACIÓN IMPERIAL ANDINA 307

etc.), ceremoniales, productivos, así como


habitacionales de la población concentrada en la
entidad urbana, o de la que residiera momentá-
neamente en ella, en el caso de tropas, de tratan-
tes o en cuanto población movilizada en el marco
de sistemas de desplazamiento poblacional simi-
lar al de los mitmaq Inka.
El urbanismo impuesto por Wari se habría
convertido así en uno de los ejes fundamentales
del desarrollo de la estructura de poder económi-
co, político y de las estrategias de control territo-
rial y poblacional. La estructura urbana generada
responde a la división social del trabajo, propia
de la intensificación de la especialización produc-
tiva y de la prestación de diversos servicios, pero
donde también es manifiesto que se utilizó el pro-
pio urbanismo como una herramienta imprescin-
dible para el ejercicio e imposición del poder po-
lítico por parte del Estado.
Evidentemente no se trata sólo de ciudades de
las dimensiones e importancia estratégica de
Pikillacta y Viracochapampa, otros asentamientos
menores —como Jincamocco, Azángaro o Jargam-
pata— expresan la presencia de asentamientos de
menor orden jerárquico, como también de apre-
ciables diferencias funcionales, cual es el caso del
enigmático enclave de Cerro Baúl, establecido en
las lejanas fronteras de la región de Moquegua.
Finalmente, es de destacar las múltiples evidencias
acerca de la articulación territorial de estas
ciudades y enclaves Wari mediante un sistema de
caminos que debió servir de antecedente al
Qhapaqñan de los Inka (Lumbreras 1969: 250-
251; Hyslop 1984,1992). Como se podrá apre-
ciar en la descripción de los principales
asentamientos Wari, no solamente existen anti-
guos caminos asociados a estos establecimientos,
sino que en los casos más destacados, como Fig. 314. Planos comparativos de Pikillacta y Viracochapampa, ela-
Pikillacta y Viracochapampa, el trazo de los pro- borados por Carlos Williams (2001: figs. 12 y 13) para proponer
que estas dos ciudades, además de un mismo modelo urbano, com-
pios caminos ingresa a la trama urbana, la atra- partieron un sistema similar de trazado y de unidades de medida.
viesa y se convierte en un elemento ordenador de
su organización espacial. a tierras fértiles y a los recursos variados del en-
torno, en el cual se debe incluir la laguna de
Huacarpay.
La ciudad de Pikillacta en la región del Por otra parte, su ubicación se encuentra en
Cusco una encrucijada de caminos que tienen continui-
dad hasta hoy. Hacia el noroeste, remontando el
El emplazamiento de Pikillacta revela claramente Huatanay, se encuentran los territorios de los valles
la localización estratégica de la ciudad. Esta se del Cusco; hacia el suroeste la cuenca del Lucre;
ubica en la confluencia de las cuencas del al noreste la conexión natural hacia el Vilcanota y
Huatanay con la de Lucre, las que a su vez conflu- el valle del Urubamba; mientras que hacia el su-
yen hacia la del Vilcanota a través de un paso na- reste transitan los caminos hacia Sicuani, el alti-
tural de unos 4 km de largo. De manera que des- plano puneño y el Titicaca. Estos datos son suma-
de esta posición privilegiada se tuvo acceso directo mente significativos, ya que estarían señalando que
308 JOSÉ CANZIANI

Fig. 315. Mapa con la localiza-


ción de la ciudad de Pikillacta
(McEwan 1991: fig. 1).

los funcionarios Wari que tuvieron a su cargo la yores restos arquitectónicos. Su núcleo central,
fundación de la ciudad debieron de tener un co- donde se concentran y son claramente percepti-
nocimiento muy detallado, no solamente de los bles sus principales edificaciones, presenta una
recursos de la región, sino también de las rutas planta de 745 m de noroeste a sureste por 630 m
principales de acceso y conexión hacia las regio- de suroeste a noreste, con una extensión de cerca
nes vecinas.8 de 47 ha. Si consideramos los sectores al noroeste
Es importante también notar que el emplaza- del sitio como posibles agregados adicionales al
miento de Pikillacta no es un hecho aislado, ya plano original del núcleo central, tendríamos
que estaría asociado a la instalación de otros sitios como base una planta prácticamente cuadrada de
menores de filiación Wari, como también con re- unos 630 m de lado, de acuerdo al modelo de
lación a otros poblados locales en los cuales se ciudad wari compartido con Viracochapampa en
registra su presencia. Algunos de estos sitios en Huamachuco.
los alrededores de Pikillacta están ubicados en lu- La planta cuadrangular de la ciudad fue níti-
gares que permiten el control de las rutas de acce- damente dividida en 3 sectores que, simplifican-
so a la zona y están asociados a obras defensivas y do su orientación, denominaremos Sector Este,
de control de la circulación, con murallas de for- Sector Central y Sector Oeste.9 El Sector Este, el
tificación como las de Rumiqolqa que fueran pos- más elevado topográficamente, presenta una tra-
teriormente reutilizadas en época Inka (McEwan ma generada por su subdivisión en 6 líneas con
1991: 99). 14 hileras, de modo tal que se definen 84 módulos
La ciudad, que se localiza en las faldas al oeste o bloques espaciales cuadrangulares de 35 a 40 m
del cerro Huchuy Balcón a unos 3,250 msnm tie- de lado. Estas unidades modulares presentan dis-
ne una extensión general de unas 200 ha. que com- tintos arreglos arquitectónicos interiores propios
prende, además de su núcleo central, grandes áreas de las kanchas wari, con el clásico patio central y
cercadas donde no se perciben en superficie ma- las estructuras en galería en el perímetro, como se

8
Esta es una constatación que estamos obligados a ubicar en el contexto histórico de la época, donde la admirable localización
de esta urbe debió resolverse sin el auxilio de la información a que estamos acostumbrados hoy con la moderna cartografía y la
fotografía satelital.
9
McEwan (1991: fig. 7) denomina estos mismos sectores como 1, 2 y 3, mientras que el sector 4 corresponde al que aquí
designamos como Sector Norte.
6. LA PRIMERA FORMACIÓN IMPERIAL ANDINA 309

verá más adelante. Se advierte también que los ciudad y su planeamiento revela también una
alineamientos de las kanchas ubicadas a ambos mayor complejidad. Si bien comparte, en térmi-
extremos del Sector Este presentan una disposi- nos generales, la traza en cuadrícula y la modula-
ción alterna en cuanto a los tipos de módulos ar- ción por hileras y líneas, de forma semejante al
quitectónicos que se edificaron en ellas (ibid: 100- sector Este, en este caso se advierte algunas va-
101). Dado que este sector no presenta buenas riantes importantes. Una de las más saltantes es la
condiciones de conservación, no ha sido posible presencia de módulos de mayores dimensiones,
definir si es que la cuadrícula generada por la tra- uno de los cuales en posición central presenta una
ma urbana presentaba pasajes o calles como siste- plaza central de más de 70 x 50 m enmarcada por
ma de circulación entre las kanchas, tal como se un gran complejo cuyos lados presentan estruc-
aprecia en algunas zonas del Sector Central.10 turas en galería con múltiples crujías y algunos
El Sector Central está separado del Sector Este amplios edificios abiertos hacia la plaza. Al norte
por una calle que corre de norte a sur. Este sector de esta plaza existen por lo menos otros dos com-
concentra la arquitectura más importante de la plejos que encierran grandes patios. Mientras que

Fig. 316. Pikillacta: foto aérea


de la ciudad (Servicio Aero-
fotográfico Nacional, McEwan
1991: fig. 3).

10
Al respecto, el arquitecto Carlos Williams (2001) plantea algunas interesantes hipótesis que podrían servir de pista para
resolver el necesario sistema de circulación, más cuando se trata de una urbe donde se manifiesta un exigente nivel de planificación.
310 JOSÉ CANZIANI

Fig. 317. Pikillacta: plano ge-


neral de la ciudad (McEwan
1991: plano 2).

a lo largo de su límite oeste se presenta un alinea- m de norte a sur y 180 m de este a oeste, esta
miento de módulos rectangulares que parecen re- explanada debe de haber correspondido funcional-
sultantes de la subdivisión por la mitad de los mente a una gran plaza. La posibilidad de que
módulos estándar. esta explanada constituyera uno de los principales
A diferencia del Sector Este, el Sector Central espacios públicos de la ciudad se refuerza si se
presenta un mejor grado de conservación y en él considera también sus facilidades de acceso, así
se ha podido identificar la presencia de avenidas como su inmediata conexión con el Sector Cen-
o calles. Dos de ellas corren paralelas de norte a tral, donde tenían sede las principales edificaciones
sur y separan este sector de los otros dos. Así mis- de la ciudad.
mo, se ha registrado la presencia de por lo menos Finalmente, se desarrolla un Sector Norte don-
4 calles transversales. Sin embargo, se puede cons- de, además de la presencia de grandes recintos
tatar que estas calles no permiten el acceso direc- abiertos, destaca la concentración de estructuras
to a la mayor parte de las kanchas. Por lo tanto, la organizadas rígidamente en hileras separadas por
problemática del cómo se resolvía la circulación largos corredores. Las dimensiones relativamente
en la ciudad no está aún del todo resuelta. menores de estas edificaciones y su ordenamiento
El Sector Oeste está separado del anterior por llevaron anteriormente a sostener que se trataría
una larga avenida que se conectaba con los cami- de qollqas, es decir de un área de almacenamiento
nos que ingresaban a la ciudad desde el norte y el de la ciudad (Harth Terré 1959; Sanders 1973).
sur. Se diferencia claramente de los dos sectores Sin embargo, las excavaciones conducidas en algu-
anteriores por cuanto presenta una gran explanada nas de estas estructuras del sector por McEwan
abierta, que estaba limitada en sus extremos norte (1991) y otros investigadores, registraron contex-
y sur por grandes recintos con una modulación tos con fogones, ollas con hollín y cerámica utili-
espacial cuadrangular. Por sus características espa- taria, además de basura con restos de alimentación,
ciales y grandes dimensiones, que alcanzan 410 lo que daría pie a sostener que en estas se desarro-

11
Es preciso notar que Topic (1991: 144) advierte que estas mediciones se estimaron a partir de las aerofotografías del sitio y
podrían presentar algunas distorsiones. Aun si esto fuera así, es conveniente señalar que una desviación del alineamiento del 1.3
al 2.6% en los lados orientados de norte a sur y del 0.8 al 1.7% en los lados orientados de este a oeste, no sería de extrañar
considerando que este trazo fue realizado sin instrumentos muy sofisticados.
6. LA PRIMERA FORMACIÓN IMPERIAL ANDINA 311

llaron actividades domésticas o, por lo menos, Las investigaciones conducidas en Pikillacta


asociadas a la preparación y consumo de alimen- hasta el momento no han podido establecer con
tos, descartándose así su función como depósitos. claridad cual pudo ser el sistema de depósitos que
De estas evidencias, tomaría fuerza la hipótesis debió existir para sostenimiento no sólo de la po-
de que este sector hubiera estado destinado a al- blación congregada en ella, sino también para la
bergar gente, posiblemente de modo temporal. Si implementación de los sistemas de redistribución
se examina la rígida organización de estos cuartos, económica que sustentan el poder político de este
se notará que están ordenados por hileras parale- tipo de estados, así como para los propios proce-
las, de forma semejante a las celdas de una colme- sos productivos que se desarrollaban en la urbe.
na, con las puertas enfrentadas a largos pasajes, y Una interesante propuesta al respecto ha sido for-
donde cada uno de estos conjuntos se encuentran mulada por Williams (2001: 90-94), sugiriendo
segmentados al interior de complejos cercados que que las kanchas que contaban con tres o cuatro
limitan drásticamente la circulación y expresan el crujías perimetrales y con un similar nivel de pi-
rígido control de los pocos accesos. Las caracte- sos podrían haber absuelto esta función de alma-
rísticas de estos conjuntos arquitectónicos, llevan cenamiento. Esta hipótesis se sustenta en la cons-
a suponer que la gente que los ocupó estuvo suje- tatación de que la mayoría de los ambientes, al
ta a un severo control y segregación en este sector encontrarse en las crujías más alejadas de los pa-
de la ciudad. Lo que podría sugerir que pudieron tios y en los niveles más altos, no contaban con la
haber sido destinados a acuartelar tropas, como iluminación y ventilación necesaria para resolver
también a albergar momentáneamente a pobla- funciones habitacionales, mientras que estas con-
ciones desplazadas de sus territorios o convoca- diciones si habrían sido adecuadas para su uso
das por el poder estatal para la realización de obras como depósitos. Abona a favor de esta hipótesis
públicas de importancia. Al respecto, puede ser el hecho de que este tipo de kanchas se concentren
útil establecer posibles analogías con el sistema de alrededor de las plazas que se encuentran en el
los mitmaq establecido durante el Tawantinsuyu sector central, es decir en el sector neurálgico de
(Murra 1975, 1980, 2002; Rostworowski 1988), la ciudad, y que estas kanchas integren grandes
más si existe consenso en relación a que muchos salas con nichos de aparente función administrati-
de los sistemas desarrollados por los Inka tuvie- va y ceremonial.
ron antecedentes previos en los Wari.

Fig. 318. Pikillacta: Vista hacia el noreste de la Calle 5 y las murallas que delimitan el Sector Central (derecha) del Sector Norte (izquierda) de
la ciudad (Canziani).
312 JOSÉ CANZIANI

Fig. 319. Pikillacta: plano del


Sector Norte de la ciudad
(McEwan 1991: fig. 24).

En cuanto a las tipologías arquitectónicas pre- que podrían haber sido preestablecidas en el mo-
sentes en la estructura modular de las kanchas de mento de la fundación de la ciudad.
la ciudad de Pikillacta, McEwan (1991: fig. 5) Finalmente, en cuanto a los servicios urbanos,
registra el despliegue de una serie de variantes, que además de los sistemas de alcantarillado reportados
parten desde el elemental cercado cuadrangular recurrentemente en la mayoría de los asentamientos
(tipo D), a la subsecuente definición de diferen- wari, en el caso de Pikillacta destaca el hallazgo
tes configuraciones que se obtienen con la dispo- de una enorme acumulación de basura, en la es-
sición de las crujías en todo el perímetro (tipo C); quina de uno de los grandes canchones que bor-
en dos o más crujías paralelas (tipo A); o en sólo 3 dean el lado sur del núcleo de la ciudad (McEwan
de sus lados (tipo B) a las que se integra en un 1991: 110-111). Este dato contrasta con la evi-
extremo una sala con esquinas redondeadas (E). dencia de otros ambientes de la ciudad que se
Estas diferentes configuraciones modulares de- encuentran limpios y sin asociación con desper-
muestran, como se ha ya señalado, la capacidad dicios, permitiendo suponer que debió existir un
de la estructura de la trama urbana de las ciuda- sistema para mantener la limpieza de la ciudad y
des Wari de irse adecuando a las diferentes fun- sus recintos, para luego disponer los residuos en
ciones que debían de absolverse, más allá de las espacios especialmente destinados para tal fin. De
6. LA PRIMERA FORMACIÓN IMPERIAL ANDINA 313

Fig. 320. Pikillacta: esquema de los distintos módulos arquitectónicos que podían desarrollarse al interior de las kancha y sus posibles variantes
(McEwan 1991: fig. 4 y 5).

comprobarse la presencia de este tipo de servicios, te mediría 566 m mientras que el sur 581 m y el
tendríamos valiosos elementos adicionales para el lado este 564 m mientras que el oeste 574 m (ibid:
conocimiento del modo de vida urbano que se 144), resultando un área de cerca de 33 Ha. Este
desarrollaba en las ciudades andinas de la época. dato nos permite notar que la planta de
Viracochapampa presentaba una extensión 30%
menor que el área nuclear de Pikillacta.
La ciudad de Viracochapampa en la región Si bien se presume que la ciudad no fue del
de Huamachuco todo terminada y que por lo tanto algunas zonas
de esta presentan escasos vestigios arquitectónicos,
En los territorios de la sierra norte comprometi- se puede apreciar claramente que, a semejanza de
dos por la expansión Wari, se encuentra otra im- Pikillacta, la planta cuadrangular de la ciudad fue
portante ciudad emplazada estratégicamente por subdividida en 3 sectores, y al igual que en ésta, el
este estado en la región de Huamachuco. Sector Oeste presenta un ancho algo menor que
Viracochapampa concita un alto grado de inte- los otros dos sectores y está separado de estos por
rés, ya que su planta manifiesta claramente que una avenida que atravesaba la ciudad de norte a
fue concebida de acuerdo a un diseño planifica- sur, a partir de las correspondientes portadas que
do, en el que se aplicaron esencialmente los mis- le conectaban con el sistema de caminos. Sobre la
mos criterios establecidos en el modelo de orde- base de analogías con Pikillacta, se puede presu-
namiento urbano presente en Pikillacta. mir que este Sector Oeste, además de la presencia
La ciudad fue ubicada en la serranía de de algunos recintos y edificaciones, estuviera des-
Huamachuco por encima de los 3,000 msnm y se tinado a alojar una gran plaza o explanada.
encuentra relativamente próxima al sitio de Mar- El Sector Central, también aquí concentra la
ca Huamachuco, un importante asentamiento más alta densidad de construcciones, lo que ex-
regional que registra ocupación desde finales del presa que estaba proyectado para reunir las más
período Intermedio Temprano y que muestra evi- importantes edificaciones de la ciudad. La plaza
dencias de haber coexistido con la presencia Wari central de este sector tiene también una posición
en la región (Topic 1991: fig. 1). central con relación a la planta de la ciudad. En
Viracochapampa se asienta sobre un llano y los lados norte y sur de la plaza se construyeron
en conexión con un camino que transitaba de sur dos grandes edificios de planta rectangular, con
a norte por esta región cordillerana. La planta de esquinas redondeadas y nichos en su interior. Este
la ciudad es definidamente cuadrangular, aún ordenamiento asemeja al de la plaza secundaria
cuando una medición más precisa indicaría que (33-2B) del sector central de Pikillacta (MacEwan
presenta una cierta deformación trapezoidal,11 que 1991: plano 2). Sin embargo, las demás construc-
parece resultado de la adaptación a ciertos acci- ciones que delimitan la plaza presentan algunas
dentes topográficos. De esta manera, el lado nor- importantes variantes. Entre estas destaca un edi-
314 JOSÉ CANZIANI

Fig. 321. Viracochapampa:


plano general de la ciudad
(Topic 1991: fig. 2).

ficio con nichos al centro del lado este, y que pre- dos. De esta configuración resulta al centro del
senta dos ambientes adosados a ambos extremos. recinto un espacio abierto a modo de patio. En
Mientras que al centro del lado oeste de la plaza, Viracochapampa los edificios rectangulares que
se desarrolló un montículo rectangular, de unos 2 se ubican en este tipo de kanchas se caracterizan
a 3 m de alto, y cuyo eje de orientación este oeste por presentar una planta con esquinas redondea-
coincide con el eje principal de la ciudad en esta das y nichos en su interior. Es de notar que las
dirección (Topic 1991: 146-147, fig. 2). kanchas del tipo «B» que se encuentran al sur de
El Sector Central, donde se aprecia que se con- la plaza central, presentan un mayor tamaño en
centró el mayor esfuerzo de los constructores y todos sus componentes, mientras que las esqui-
que conserva la mayor parte de sus edificaciones, nas de sus edificios en galería presentan los singu-
permite observar el desarrollo de la trama urbana lares muros en diagonal, tan característicos de la
en cuadrícula, generada por la definición de unida- edilicia wari.
des modulares o kanchas de planta cuadrangular El Sector Este presenta escasas evidencias de
o rectangular. La mayoría de estas presenta la con- edificación, más allá de advertirse que tuvo prác-
figuración de los módulos definidos como tipo ticamente las mismas dimensiones y extensión del
«B» por McEwan (1991: fig. 4), donde destaca sector central. En todo caso, sí se aprecia que se
un edificio rectangular dispuesto a un lado del dispuso su subdivisión en tres subsectores, y que
recinto, contrapuesto a edificaciones en galería que en el que está ubicado al sur se erigieron algunas
se desarrollan en el perímetro de los otros tres la- kanchas en las que se edificaron dos de los clásicos
6. LA PRIMERA FORMACIÓN IMPERIAL ANDINA 315

Fig. 322. Viracochapampa:


plano del conjunto con las
Unidades A, que presentan un
ordenamiento arquitectónico
similar a las kanchas del tipo
“B” de McEwan (1991: fig. 4
y 5), en las que destacan las
grandes salas con nichos (Topic
1991: fig. 3).

edificios de planta rectangular, esquinas redon- dad de Viracochapampa; y un posible mausoleo


deadas y nichos en su interior. en Marca Huamachuco (ibid.: 151-152).
Se encuentran en Viracochapampa una serie Las razones por las cuales la ciudad de Viraco-
de rasgos arquitectónicos que son compartidos con chapampa habría quedado inconclusa por el mo-
otros sitios principales Wari. Entre estos podemos mento constituyen un enigma. Sin embargo, pen-
mencionar las técnicas constructivas de los muros samos que lo fundamental aquí es sopesar el
a doble cara, con profundos cimientos y eviden- conjunto de evidencias, en cuanto constituyen un
cias de haber sido parte de edificaciones de dos o testimonio ineludible de la voluntad impuesta por
más niveles de altura, mediante el empleo de los designios del estado expansivo, con miras a es-
ménsulas corridas, recesos formando gradas en los tablecer una ciudad enclave como posible cabecera
muros, o mediante nichos, que tuvieron en uno u de región. De esta voluntad fundacional son testi-
otro caso la función de soportar o alojar las vigas monio no sólo las edificaciones que se yerguen sobre
de los entrepisos. Además de otros elementos ar- la superficie del sitio, sino también la colosal energía
quitectónicos característicos, como los nichos de impuesta en la realización de las profundas cimen-
planta trapezoidal con el frente restringido hacia taciones de muchos edificios cuyos muros no lle-
el paramento, así como la presencia de pequeños garon a construirse y que, aun así, se excavaron entre
nichos a los lados de las jambas de las puertas, 1 a 3 m de profundidad en su agreste suelo, impli-
posiblemente destinados a facilitar algún sistema cando un movimiento de tierra de decenas de mi-
de cerramiento. También están presentes en la ciu- les de metros cúbicos (ibid.: 160-161). De otro lado,
dad de Viracochapampa algunas evidencias de la no es éste el primer testimonio —ni el último—
implementación de los servicios urbanos propios de proyectos iniciados con el empuje arrollador de
de los principales asentamientos Wari, como es el una férrea decisión estatal, y que aún así no logran
caso de canales subterráneos destinados a la pro- culminarse o estuvieron destinados al fracaso, sea
visión o al drenaje del agua (ibid.: 144-151). porqué se modificaron las correlaciones de fuerzas
Los estudios de Topic en el sitio revelarían que o se debilitó la capacidad de imponer políticas de
la edificación de la ciudad habría quedado incon- dominio en provincias por demás bastante alejadas
clusa y que esta no habría tenido una mayor ocu- de los centros del poder de ese entonces.
pación durante la presencia Wari en la región de
Huamachuco. Sin embargo, las gentes wari tam-
bién habrían utilizado otros sitios de la zona como Otros asentamientos Wari en los valles
lugar de residencia y de actividad, entre los que se interandinos
cuentan Cerro Amaru, con un conjunto de depó-
sitos; el gran acueducto de La Cuchilla, aparente- Con el propósito de ilustrar la variedad de plan-
mente construido para proveer de agua a la ciu- teamientos formales y la aparente diversidad
316 JOSÉ CANZIANI

funcional que muestran algunos importantes Jincamocco


asentamientos Wari, ubicados tanto en valles
interandinos de notable importancia económica El sitio de Jincamocco, ubicado en la provincia
como el del Mantaro y el Callejón de Huaylas, de Lucanas en el departamento de Ayacucho, pro-
como en otros puntos posiblemente estratégicos porciona una interesante información para cono-
para el control territorial ejercido por el estado cer cual pudo ser la naturaleza de asentamientos
Wari, haremos una breve reseña de algunos de estos de segundo o tercer orden jerárquico, en el marco
asentamientos, en la medida que lo permite la in- del sistema de asentamientos impuesto por los wari
formación disponible ya que en otros casos de no en determinadas regiones y localidades.12
menor importancia (caso Wariwillca y Vilcawain) El valle de Carhuarazo, en el que se centra la
ésta lamentablemente resulta bastante limitada. En ocupación Wari, se localiza en una zona que co-
primer lugar, trataremos de los sitios de Jinca- munica el sur de Ayacucho con los valles coste-
mocco en Lucanas y de Azángaro en Huanta, dos ños de Nazca. La ocupación de la zona por los
sitios importantes aun cuando no son de gran wari habría estado acompañada por la reubicación
extensión, que se localizan en la región de de los asentamientos aldeanos, privilegiando zo-
Ayacucho y relativamente próximos con relación nas algo más bajas donde es posible el cultivo tan-
a la capital de Wari. En segundo lugar, examina- to de tubérculos como de granos, revelando la
remos el caso de Honco Pampa en cuanto impor- mayor importancia asignada a la producción de
tante asentamiento Wari enclavado en el Callejón maíz. Coincidentemente, durante esta época se
de Huaylas; y finalmente el apasionante caso de registra en el valle el despliegue de obras públicas
Cerro Baúl en el extremo sur de la expansión Wari. orientadas a la construcción de terrazas agrícolas

Fig. 323. Jincamocco: plano de


ubicación (Schereiber 1991:
fig. 2).

12
Schereiber (1991: 212), señala que mientras determinadas localidades recibieron una especial atención por parte de los
wari, posiblemente por los recursos productivos y poblacionales presentes, o por su ubicación estratégica en rutas que conectaban
distintas regiones; otras aún siendo próximas o similares en ubicación y recursos, sin embargo no presentan evidencias de una
presencia significativa.
6. LA PRIMERA FORMACIÓN IMPERIAL ANDINA 317

Fig. 324. Jincamocco: plano


del subsector al noroeste del
sitio (Schereiber 1991: fig. 5).

para favorecer el incremento de este cultivo como de otras relacionadas con la elaboración de
(Schereiber 1991: 210-211). productos manufacturados (ibid: 202-203).
Además de Jincamocco, otros tres complejos Es interesante notar aquí que las característi-
cercados afiliados a Wari se establecen en el valle. cas constructivas de Jincamocco corresponden
Dos de ellos adyacentes a zonas favorables para el también a los patrones tradicionales de la arqui-
cultivo del maíz, que pudieron servir para el al- tectura propia de los asentamientos Wari. Por
macenamiento y ciertas actividades administrati- ejemplo, los muros tienen cimientos en casi to-
vas asociadas a la actividad agrícola; y el tercero dos los casos, alcanzando en los muros exteriores
en un sitio de altura asociado a un posible cami- del cercado 1.5 m de profundidad, mientras que
no principal de la época, y que podría haber ope- los interiores tienen unos 80 cm y solamente los
rado como un tambo (ibid: 212). que sirven de tabiques o forman pequeñas divi-
El asentamiento de Jincamocco, cuya ocupa- siones carecen de cimientos. También la secuencia
ción se remontaría a la época 1B y que aparente- constructiva es similar, en primer lugar se cons-
mente se abandonaría a fines de la 2B con el co- truyeron los muros exteriores del cercado, luego
lapso de Wari, se localiza a 3,350 msnm sobre la los muros de los recintos interiores y, finalmente,
cima plana de un promontorio elevado flanqueado algunos pequeños muros de cierre o división de
por una quebrada. En el sitio destaca un gran com- corredores o ambientes en galería. Se recuperaron
plejo cercado de planta rectangular de 260 por también evidencias del enlucido de muros y aca-
130 m dividido en dos sectores, la mitad suroeste bado de pisos aplicando arcilla blanca, otro rasgo
que presenta subdivisiones en unos 24 recintos; y común en la arquitectura Wari. De manera aná-
la mitad noreste que aparentemente no presenta- loga las excavaciones revelaron la presencia de ca-
ría construcciones. nales subterráneos que corrían por debajo de los
Sin embargo, además del complejo cercado, pisos atravesando los recintos y sus patios, demos-
existen evidencias de restos de otras edificaciones trando que también este tipo de asentamientos
dispersas en una área mayor que alcanzaría unas Wari contó con servicios de abastecimiento y dre-
17.5 Ha. aun cuando ésta pudo ser más extensa, naje de agua (ibid.).
dado que el poblado moderno de Cabana se en-
cuentra asentado al sureste de esta misma área Azángaro
(ibid: 199, fig. 2).
Las investigaciones arqueológicas desarrolladas Este sitio, de evidente orden menor con relación
por Schereiber en el sector suroeste del complejo, a los principales asentamientos urbanos wari, se
revelaron su forma de planeamiento mediante su ubica en la región de Huanta (Ayacucho), a unos
división en 4 subsectores, en los que se organiza- 15 km al noroeste de la ciudad de Wari. El com-
ron hileras de recintos de similares dimensiones plejo se localiza en un llano elevado con relación
(ibid: fig. 4). La mayoría de estos recintos presen- al río Cachi a unos 2,390 msnm en una zona bien
tan internamente la arquitectura propia de las dotada de agua lo que posibilita su cultivo, con-
kanchas wari, también conocidas como «unidades trastando con la relativa aridez del entorno. Pre-
patio», con cuartos, corredores y ambientes en cisamente, la disponibilidad de agua permanente
galería alrededor de un patio central. Los patios para riego y la vocación de la zona para el cultivo
evidencian haber contado con banquetas perimé- del maíz, podría explicar la instalación de este
tricas de unos 0.80 a 2.2 m de ancho y elevadas complejo Wari que parece corresponder a un cen-
de 30 a 40 cm sobre el nivel del piso de los patios. tro administrativo asociado al manejo agrícola
Los contextos recuperados en los patios permiten desarrollado en la localidad (Anders 1991).
inferir el desarrollo tanto de actividades domésticas
318 JOSÉ CANZIANI

ción central y rígida planificación, encierra la cla-


ve para la interpretación de la función del com-
plejo. Este se ordena a partir del corredor central
que lo divide en dos, y desde el cual se desarrollan
transversalmente hacia ambos lados 20 hileras, 19
de ellas conformadas por cubículos alargados que
miden unos 9.20 x 2.50 m y una de ellas por
cubículos pequeños que miden unos 3.6 x 2.4 m
Estas hileras están separadas entre sí por medio
de corredores que habrían permitido el acceso a
los cubículos y que, a su vez, se conectaban con
dos corredores paralelos al central, que bordea-
ban los extremos de los lados Este y Oeste del
sector central (ibid.: fig. 3b).
Este sector central parece haber correspondido
a funciones de almacenamiento, aun cuando
Anders propuso que estuviera destinado a una
Fig. 325. Azángaro: plano de ubicación (Anders 1991: fig. 2). discutible y poco probable función residencial
(ibid.: 191-192). A nuestro entender algunas im-
A unos 1,600 m al noreste del complejo, se portantes evidencias documentadas en el sector
encuentra un manantial que fue dotado de dos central apuntarían a la posible función de depósito
reservorios, desde los cuales se tendieron dos ca- de sus estructuras. Este el caso del hallazgo de
nales paralelos provistos de canales de distribu- ménsulas corridas de piedras empotradas en sus
ción que habrían permitido irrigar los campos de
cultivo instalados en el llano. Pero es de notar que Fig. 326. Azángaro: plano del complejo (Anders 1991: fig. 3).
uno de los canales se convierte en subterráneo a
unos 50 m del muro exterior del complejo, para
atravesar el sector sur del mismo abasteciéndolo
de agua (ibid.: fig. 2).
El complejo, cuya ocupación se iniciaría en la
Época 1B y que mayormente correspondería a la
Época 2, presenta una planta rectangular orienta-
da de noroeste a sureste, que mide 447 x 175 m y
está dividido transversalmente en tres sectores. El
sector sur, que sirvió de acceso al complejo, se
encuentra relativamente libre de estructuras, aun-
que las excavaciones de Anders (ibid) detectaron
estructuras irregulares que parecen corresponder
tanto al momento inicial de construcción, como
a la finalización de la ocupación del sitio; sin
embargo, también estas presentan algunas divisio-
nes en subsectores con los clásicos ordenamientos
en galería. El sector central presenta una nutrida
y rígida organización celular del espacio, con un
corredor central que lo divide en dos. Finalmen-
te, el sector norte está dividido en tres subsectores
y presenta algunas subdivisiones que parecen ha-
ber estado conformadas por las clásicas kanchas
wari, con recintos en galería y patio central (ibid.:
fig. 3).
El sector central a nuestro criterio es el de
mayor interés, ya que no sólo tiene la mayor ex-
tensión y concentró la mayor inversión construc-
tiva del complejo, sino que también por su posi-
6. LA PRIMERA FORMACIÓN IMPERIAL ANDINA 319

paramentos interiores, las que se dispusieron a


unos 100 cm del suelo, lo que indicaría que ha-
brían servido para el soporte de pisos algo elevados
del suelo, dejando el espacio inferior libre para la
circulación del aire. A estos detalles, propios de
las estructuras destinadas al depósito, se suma la
presencia de pequeñas entradas de 60 cm de ancho
y tan sólo 80 cm de alto (ibid: 174, fig.19), que
bien podrían haber servido de aberturas para la
ventilación por debajo de los pisos de los eventua-
les depósitos. Otro dato significativo, es que en
este sector central se halló una red de canales orga-
nizados en una trama ordenada, donde se dispuso
los canales en el eje central de los corredores, lo
que permite deducir que habrían servido para el
drenaje de la descarga pluvial de las estructuras
techadas ya que, de lo contrario, esta podría haber
inundado los corredores generando una indeseable
humedad en el área de posible almacenamiento.
La gran cantidad de estos cubículos ordena-
dos en 19 hileras, que reunen un total de 340
unidades alargadas (9.2 x 2.4 m), además de 36
cubículos más pequeños (3.6 x 2.4 m) en la últi-
ma hilera al sur, llegan a sumar más de 8,000 m2
de área edificada. Si consideramos factible que
estas estructuras tuvieran por lo menos unos 2 m Fig. 327. Azángaro: excavación en el cubículo 8 de la primera hile-
de altura, tendríamos como resultado un posible ra del sector central del complejo, donde se observa el piso revestido
con lajas, las ménsulas corridas a poco más de 1 m de altura con
volumen total de almacenamiento superior a los relación al piso, y una pequeña abertura en el centro del lado derecho
16,000 m3, es decir una capacidad de depósito (Anders 1991: fig. 19).
extraordinaria, que podría explicarse en la apre-
miante necesidad del Estado Wari de proveerse Honqopampa
de excedentes agrícolas para sostener los requeri-
mientos alimenticios de la población concentra- En el Callejón de Huaylas (Ancash) destacan dos
da en su relativamente próxima capital. sitios con ocupación Wari: Wilkawaín y
Finalmente, algunos detalles constructivos Honqopampa, ambos localizados sobre las férti-
documentados en Azángaro son de relevancia, les laderas occidentales de la Cordillera Blanca.
como es el caso de la evidencia de pisos revestidos Acerca del primero, existe escasa información ar-
con lajas de piedra, algunos de ellos se encuen- queológica sobre las características y organización
tran en los cubículos aparentemente destinados del sitio, donde sobresale la arquitectura monu-
al almacenamiento, lo que podría responder a la mental de aparente función funeraria o chullpas.
necesidad de asegurar que tuvieran un mejor ais- Se trata de edificios de planta rectangular cons-
lamiento de la humedad del suelo. Así mismo, el truidos con piedra, cuyos volúmenes macizos con-
desarrollo de un extraordinaria red de canales sub- tienen cámaras y galerías subterráneas, que se de-
terráneos, permitiría suponer que algunos habrían sarrollan en más de un nivel, en los que se utilizó
operado como un sistema de drenaje al estar pro- la técnica de la falsa bóveda mediante el empleo
vistos de sumideros perforados en los pisos (ibid: de grandes vigas de piedra (Lumbreras 1974: 171,
figs. 9, 11 y 21). Por último, es notable la presencia fig. 180). Algo más de información se dispone
de elementos de cierre del lado interior de las por- para Honqopampa, donde el ordenamiento del
tadas de acceso principal al corredor central, cons- sitio y los diferentes tipos de estructuras arquitec-
tituidos por pequeños nichos dispuestos a ambos tónicas allí documentadas son especialmente re-
lados de las jambas con al interior un vástago de levantes para conocer el impacto de la ocupación
piedra, lo que habría permitido trabar con cuer- Wari en esta región (Isbell 1989).
das algún tipo de cerramiento horizontal (ibid.: El sitio de Honqopampa, se ubica sobre los
figs. 13, 17 y 18). 3,500 msnm en una ladera próxima a una serie
320 JOSÉ CANZIANI

Fig. 328. Honqopampa: Plano


del sector Purushmonte, don-
de se aprecian conjuntos de
kanchas y al sur dos estructu-
ras con planta en forma de “D”
(Isbell 1989: fig. 5).

de quebradas que descienden de la Cordillera están construidas con piedra y se encuentran se-
Blanca, como Quebrada Honda, que constituye riamente afectadas por la destrucción y el saqueo
un paso natural hacia el Callejón de Conchucos. de sus restos, dada su función funeraria. Estas es-
Éste factor, que facilita la articulación espacial con tructuras presentan plantas rectangulares, con un
otros importantes territorios regionales, podría promedio de 2 a 5 m de lado, aunque existe una
haber incidido en la elección de este lugar para la de dimensiones sobresalientes que mide 12 por
localización del asentamiento. Otro factor que 16 m Muchas de ellas presentan evidencias de
debe de haber intervenido en la elección del lugar, haber tenido más de un nivel, con pequeños acce-
es que las laderas que descienden de la Cordillera sos dotados de dinteles megalíticos que permitían
Blanca están dotadas generosamente de agua, dado el ingreso a galerías y cámaras techadas con gran-
que abundan los torrentes que descienden de los des vigas de piedra (ibid: 103-104).
nevados, glaciares y lagunas de altura, lo que hace Los edificios con planta en forma de «D» se
de esta margen del Callejón de Huaylas una zona ubican en la parte baja al sur del asentamiento, en
reconocida por su notable fertilidad agrícola. el que son dominantes los conjuntos de ordena-
El reconocimiento y las excavaciones de Isbell miento ortogonal propios de las unidades con
(1989) se concentraron en el sector norte del sitio, patio central (ibid: fig. 4). Se han registrado dos
conocido como Purushmonte. Allí se identifica- edificaciones con planta en «D», ambas con el fren-
ron tres tipos distintos de arquitectura: las chullpas, te recto orientado hacia el sur. La mayor de ellas
los edificios con planta en forma de «D», y los (AC-13) muestra claramente el acceso central,
conjuntos conformados por unidades con patio mientras que la menor (AC-14) conserva los ca-
central o kanchas. Las chullpas se encuentran dis- racterísticos nichos al interior del muro curvo.
persas o formando pequeños conjuntos en las la- Existen evidencias de restos de otras estructuras
deras o en pequeños promontorios más elevados, adosadas a las edificaciones con planta en «D»,
6. LA PRIMERA FORMACIÓN IMPERIAL ANDINA 321

por lo que se puede presumir que estas se encon- estructuras arquitectónicas— confirmarían la con-
traban enmarcadas dentro de conjuntos con una sistente filiación de éste sitio que parece haberse
relativa complejidad arquitectónica. Un dato in- implantado en la región durante la primera época
teresante es que el paramento interior de uno de de expansión del estado Wari (época 1) y que ha-
los muros de una estructura asociada a los edifi- bría mantenido su vigencia durante la época 2.
cios en «D» presentaba una línea horizontal de Las investigaciones preliminares desarrolladas
piedras sobresalidas, indicando el posible desarro- en Honqopampa evidencian que no se trata de
llo de un piso en un segundo nivel. una capital provincial, pero sí de un importante
Los conjuntos arquitectónicos con patio asentamiento de jerarquía menor, donde las
central, las denominadas kanchas wari, se locali- kanchas habrían estado destinadas mayormente a
zan en la parte más elevada del asentamiento y fines residenciales, mientras los otros tipos de edi-
constituyen el tipo mayoritario de estructuras en ficios resolvían aspectos rituales y funerarios. Por
el sitio. Estos conjuntos se ordenan en consiguiente, se trata de un asentamiento de sumo
alineamientos que parecen seguir los ejes cardina- interés para el conocimiento, tanto del ordena-
les pero que, al mismo tiempo, se acomodan al miento jerárquico de los establecimientos provin-
relieve de la pendiente siguiendo las curvas de ni- ciales Wari, como de las funciones específicas que
vel (ibid: figs. 4 y 5). Los rasgos arquitectónicos éste cumplía en un ámbito regional de importan-
de este tipo de conjuntos son básicamente los cia estratégica como es el Callejón de Huaylas.
mismos que fueron reseñados para los conjuntos
de la capital en Ayacucho, como de otros sitios Cerro Baúl
Wari documentados en los Andes Centrales. Es-
tos conjuntos presentan recintos dispuestos en Se trata de un sitio extraordinario que permite
galería rodeando un patio central, con sus respec- aproximarnos desde diferentes facetas a la exten-
tivos accesos orientados hacia éste espacio abier- sión y características de la expansión Wari y su
to. Los patios presentan en su perímetro una ban- evolución en los Andes Centrales. En primer lu-
queta elevada unos 20 a 30 cm sobre el nivel del gar, se trata de un sitio principal de un conjunto
piso de los patios. En algunos de los recintos en de otros sitios que los wari instalaron en el valle
galería se halló la típicas ménsulas corridas para el alto de Moquegua, constituyendo el punto más
soporte de pisos en un segundo nivel. Además de meridional donde se ha documentado su presencia
manos de moler ubicadas en los patios, las directa. Efectivamente, Cerro Baúl se encuentra a
excavaciones reportaron en estas unidades con- unos 600 km en línea de aire al sureste de la ciudad
sistentes acumulaciones de basura, lo que daría capital de Wari en Ayacucho y a unos 400 km al
pie a suponer que este tipo de estructuras absol- sur de Pikillacta en el Cusco. Lo considerable de
vieron en el sitio funciones mayormente residen- estas distancias13 plantea interrogantes sobre la
ciales (ibid: 105-108; figs. 7-11). forma en que se resolvieron los problemas logís-
Las estructuras de los diferentes tipos arqui- ticos para poder articular centros urbanos tan leja-
tectónicos reseñados aquí presentan similares ca- nos, aun cuando se puede suponer la presencia de
racterísticas constructivas y están asociados a mate- centros intermedios a lo largo de estos recorridos.
riales culturales Wari y otras manifestaciones Por otra parte, la necesaria conexión de Cerro
regionales propias de esta época, lo que permite Baúl con la ciudad de Wari y otros sitios depen-
suponer que Honqopampa representa una clara dientes de esta, nos plantea la problemática de la
expresión de la ocupación Wari en la región. Por «territorialidad» en un contexto histórico donde
otra parte, la forma de sus estructuras arquitectóni- aparentemente no se trata de establecer límites y
cas, especialmente los edificios con planta en «D» fronteras precisas, sino más bien una compleja red
y los conjuntos con patio central, no tienen ante- de relaciones —impuestas o negociadas— con las
cedentes locales y nos remiten a sus símiles de la comunidades establecidas en los territorios aleja-
capital Wari o de otros asentamientos provinciales dos que el Estado recorre con sus caravanas, o
Wari. De modo que el conjunto de estas evidencias donde es preciso establecer asentamientos y encla-
—a los que se pueden añadir los rasgos caracterís- ves, especialmente cuando estos territorios no sólo
ticos de la edilicia Wari que exhiben las diferentes se encuentran ocupados por población local sino

13
Si traducimos estas extraordinarias distancias en línea recta a recorridos pedestres por la accidentada geografía andina las
distancias reales se incrementan de manera notable. En este caso, la distancia de recorrido desde Wari correspondería por lo
menos a unos 1,000 km lo que tomaría más de 30 días de travesía de realizarse con marchas forzadas de unos 30 km diarios.
322 JOSÉ CANZIANI

Fig. 329. Mapa del valle alto


de Moquegua con la localiza-
ción de Cerro Baúl (3) y otros
sitios wari como Cerro Mejía
(2), Cerro Petroglifo (1), Cerro
Baulcito (4) y Pampa del Arras-
trado (5); así como de impor-
tantes sitios Tiwanaku como
Chen Chen (8) y Omo (9)
(Williams e Isla 2002: fig. 3).

también por colonias de otro estado expansivo, como Pikillacta. A continuación examinaremos
cual es el caso de Tiwanaku en el mismo valle de estos aspectos a partir de la especial localización
Moquegua. Lo que nos aproximaría a condiciones de los sitios Wari en la región moqueguana, que
similares a las propuestas con los conceptos de en el caso de Cerro Baúl asume características tam-
«territorialidad salpicada» o de los «archipiélagos bién espectaculares.
territoriales» planteados a partir de los documentos En la parte alta del valle de Moquegua, en el
de la etnohistoria andina tanto por Murra (2002) punto donde confluyen los ríos Torata y Tumilaca,
como por Rostworowski (1981, 1988, 2004). destaca en el paisaje una formación geológica
Otro tema de especial interés en esta perspec- impresionante conformada por un gran macizo
tiva, es conocer qué tipo de planeamiento y qué rocoso, cuyos flancos están recortados por un pro-
componentes arquitectónicos comparte con la nunciado acantilado. La silueta de la impresio-
capital y otros centros Wari un sitio como Cerro nante mole de Cerro Baúl se eleva unos 600 m
Baúl, que evidentemente no correspondía al nivel por encima del nivel del valle y está coronada por
y modelo de las principales ciudades provinciales una meseta que fue elegida por los wari para em-

Fig. 330. Vista de Cerro Baúl


cuya silueta destaca en el valle
alto de Moquegua, el sitio ar-
queológico se ubica sobre la
meseta de la cima (foto:
Adriana Von Hagen, Morris y
Von Hagen 1993: fig. 109).
6. LA PRIMERA FORMACIÓN IMPERIAL ANDINA 323

plazar su principal sitio en la región. Al hacer esta


elección es evidente que se tuvo muy en cuenta las
extraordinarias características defensivas del lugar,
que lo hacen prácticamente inexpugnable. Esta
posición estratégica desde el punto de vista defen-
sivo indicaría que la presencia Wari en la región
no fue precisamente pacífica o que por lo menos
no estuvo libre de tensiones, tanto frente a la po-
blación local como con relación a la posible rivali-
dad con el estado Tiwanaku. Las ventajas que otor-
ga este emplazamiento estratégico, sobre la cima
de la meseta, evidentemente comprometieron un
costo relativamente alto para resolver la provisión
de todos sus abastecimientos, como de la necesaria
dotación de agua para sus habitantes, lo que debió
exigir su permanente acarreo desde el valle por Fig. 331. Cerro Baúl. Croquis general del asentamiento (Moseley
porteadores o con el auxilio de hatos de llamas. et al. 1991: fig. 12).
Se ha registrado que el sitio de Cerro Baúl no
estuvo aislado, constituyendo el sitio principal y tivos en las laderas de Cerro Baúl y Cerro Mejía.
central de un conjunto de otros asentamientos Se puede deducir de esta intervención territorial,
menores de ocupación Wari, como Cerro Mejía, que los wari habrían buscado la forma de asegu-
Cerro Petroglifo, Cerro Baulcito y Pampa del rar la provisión de alimentos para los pobladores
Arrastrado, todos concentrados en la parte alta de sus asentamientos en la zona, garantizando así
del valle, mientras significativamente los Tiwanaku la sostenibilidad económica de su presencia en una
tenían sus sitios emplazados en el valle medio región tan alejada de su capital (Williams et al
(Moseley et al. 1991; Williams e Isla 2002: fig. 2002: 78-80, fig. 10).
3). Otros hallazgos recientes reportan el desarro- El asentamiento de Cerro Baúl se desarrolla
llo de importantes obras de infraestructura agrí- sobre la meseta que tiene unos 1,000 m de Este a
cola en ésta zona por parte de los wari. Este es el Oeste por unos 500 m de ancho (Moseley et al.
caso de canales de riego asociados a terrazas agrí- 1991), concentrándose las estructuras mayormen-
colas, que habrían permitido el desarrollo de cul- te en la zona central y especialmente al Este, ocu-

Fig. 332. Cerro Baúl. Plano de


los sectores concentrados en las
zonas este y central del asenta-
miento (Williams et al. 2002:
fig. 4).
324 JOSÉ CANZIANI

pando las edificaciones una extensión de aproxi- típico escalón interior para el apoyo de los made-
madamente 10 ha. En el ordenamiento de la zona ros de la estructura del entrepiso, sino también el
Este del asentamiento se perciben por lo menos valioso testimonio de las vigas caídas sobre el piso,
tres sectores, al parecer demarcados entre sí por al igual que las viguetas separadas de 20 a 25 cm
medio de pasajes o pequeñas plazas, y cuyas edifi- entre las que se hallaron dispuestas lajas de piedra
caciones exhiben diferencias formales y cubiertas de barro para formar el piso del segun-
contextuales que estarían expresando su asigna- do nivel (ibid: 104-105, figs. 13 y 14).
ción a funciones diferenciadas de orden En el sector central se excavó una estructura
habitacional, productivo, administrativo y cere- (Unidad 5) con planta en «D» de unos 10 m de
monial (Williams e Isla 2002: fig. 4). diámetro, muy similar en dimensiones a las halla-
Las excavaciones conducidas en el sitio por das en otros sitios Wari, como Conchopata y Hon-
Feldman y luego por Williams e Isla (ibid.) han qopampa, y al igual que éstas presenta un muro
puesto en evidencia la presencia de conjuntos or- recto en su fachada, donde se ubica en posición
ganizados bajo el modelo de las kanchas o «uni- central un único acceso. La base de este muro pre-
dades patio», con un espacio libre al centro y edi- senta la proyección de una especie de vereda re-
ficaciones en galería en sus lados. Estas vestida en piedra. Este rasgo, que buscó destacar
construcciones estuvieron dotadas ya sea de una el tratamiento del frontis de la edificación, como
o de dos crujías, como es el caso de la Unidad 1 los finos acabados de sus interior con pintura
(ibid: fig. 5). En otras unidades se encontraron mural y el hallazgo de ofrendas, expresan su des-
evidencias de construcciones de más de un nivel, tacada función ceremonial en el sitio (ibid: 100-
como es el caso de la Unidad 3 donde en un gran 104, fig. 9). Al respecto, existe por lo menos otra
patio de unos 26 m de lado se encuentra un edifi- estructura, aún no excavada, que parece corres-
cio compuesto por 4 ambientes de la misma me- ponder a la tipología de las edificaciones en «D»,
dida (1.8 x 5 m) y similares características, que se que se ubica en posición central y al extremo oes-
disponen por pares a ambos lados de un muro te del sector este del asentamiento (ibid.: fig. 4).
medianero, con sus accesos independientes, y en Finalmente, las excavaciones arqueológicas
los cuales se registró la presencia de estructuras desarrolladas en Cerro Baúl también aportan da-
diseñadas para el soporte de un piso elevado 70 tos interesantes acerca de la cronología del sitio,
cm sobre el suelo, como para permitir la ventila- dando alcances preliminares sobre su posible fe-
ción inferior de posibles depósitos dispuestos so- cha de fundación, la duración de la ocupación
bre el piso superior (ibid: 96-99, fig. 7). Algo si- Wari y la evolución de esta a lo largo del tiempo.
milar parece ser el caso de la Unidad 6, con 3 De acuerdo a estas evidencias, el inicio de la ocu-
ambientes alargados (3.5 x 10 m) dispuestos en pación Wari en Cerro Baúl sería más temprana
galería en el lado sur de un gran patio, donde las de lo hasta ahora se había supuesto, remontándo-
excavaciones registraron no solamente la presen- se a los 600 a 675 d.C. mientras que su duración
cia de dobles muros longitudinales, formando el también se prolongaría hasta el 850 d.C. es decir
que estaría abarcando un período de ocupación
Fig. 333. Cerro Baúl. Plano del Complejo de la Unidad 3 (Williams
desde finales de la época 1 hasta la época 2 del
e Isla 2002: fig. 7).
Fig. 334. Cerro Baúl. Plano del Complejo de la Unidad 6 (Williams
e Isla 2002: fig. 13).
6. LA PRIMERA FORMACIÓN IMPERIAL ANDINA 325

Fig. 335. Cerro Baúl. Corte de


la estructura B de la Unidad 6,
donde se observa los muros con
los apoyos laterales para la es-
tructura del entrepiso, así como
la evidencia de las vigas caídas
sobre el piso (Williams e Isla
2002: fig. 14).

Horizonte Medio. Es interesante destacar que en Las influencias Wari en el urbanismo


el transcurso de esta ocupación relativamente lar- costeño
ga, se habrían producido eventos —aparentemente
simultáneos— de remodelaciones en una serie de En la perspectiva de la hipótesis señaladas anterior-
conjuntos, comprometiendo el reordenamiento de mente, a propósito de la posible dinámica de la
sus edificaciones (ibid.), lo que plantea la hipóte- expansión Wari, en el sentido de una posible in-
sis de que este proceso fuera producto de la fluencia o presencia Wari en las regiones costeras
reconfiguración general de las funciones asigna- a partir de sus enclaves alto andinos, un campo
das al sitio por parte del estado Wari, adecuándolas que requiere mayor exploración a futuro, es el que
a un nuevo contexto regional. A menos que se está referido a las posibles influencias o interven-
tratara de un fenómeno aún más amplio y com- ciones Wari con relación al urbanismo costeño.
plejo, que expresara algún tipo de reforma en el Este es el caso de sitios de primer nivel, como
sistema administrativo del estado que, de ser así, Pachacamac o Cajamarquilla en la Costa Central,
podría percibirse tanto en las remodelaciones que donde además de una serie de contextos arqueo-
interesarían a la propia capital, como a Cerro Baúl lógicos que ilustran vínculos y relaciones evidentes,
y otros centros provinciales. se ha sugerido que el trazo de ciertos complejos o
sectores urbanos de estos asentamientos, donde
se aprecia un planeamiento ortogonal o trapezoi-
Fig. 336. Cerro Baúl. Plano de las estructuras del Complejo de la
Unidad 5, donde destaca el edificio ceremonial con planta en for- dal, podrían haber sido el resultado de una posi-
ma de “D” (Williams e Isla 2002: fig. 9). ble influencia Wari. Obviamente estos plantea-
mientos han sido siempre sugerentes, pero
requieren de programas de investigación arqueo-
lógica que los comprueben. Este tipo de investi-
gaciones podría definir mejor no sólo el tipo de
relaciones, influencias o préstamos en las formas
de desarrollo urbano, sino también entre las co-
rrespondientes tipologías arquitectónicas, que pu-
dieron darse entre las distintas formaciones regio-
nales de la costa y la serranía durante el período.
Por otra parte, en las últimas décadas se ha
multiplicado la documentación acerca de la pre-
sencia Wari en los valles de la costa peruana. En
algunos casos con el registro de bienes de presti-
gio Wari incorporados al ajuar funerario de per-
sonajes de elite de sociedades norteñas, como las
de San José de Moro en Jequetepeque (Castillo
326 JOSÉ CANZIANI

2001); en otros casos asociada al desarrollo de ri- del Loro en Nazca (Strong 1957), tales como Socos
tuales que incluyeron el ‘sacrificio’ de bellas pie- en el valle del Chillón (Isla y Guerrero 1987), o
zas de cerámica Wari, tal como se ha documenta- La Cantera en el valle de Chincha donde se desa-
do con los extraordinarios hallazgos de Maymi rrollan trabajos preliminares. Se trata de
en Pisco (Anders 1990). Si bien en los casos cita- asentamientos relativamente menores, pero no por
dos esta evidente presencia no está asociada a esto menos importantes ya que proporcionan va-
asentamientos o edificaciones que se puedan ad- liosa información acerca de la presencia wari en
judicar a Wari, en otros valles si se ha establecido zonas estratégicas, desde los cuales se pudo ejer-
la presencia de algunos asentamientos de aparen- cer cierto tipo de control sobre los valles coste-
te filiación wari en las cabeceras de los valles cos- ños; así como sobre el tipo de interrelaciones que
teños. Éste es el caso de nuevos sitios que se agre- se desarrollaron con las sociedades costeñas y sus
gan a otros ya conocidos, como Pacheco y Cerro elites urbanas.
7. ESTADOS Y SEÑORÍOS TARDÍOS 327

7
ESTADOS Y SEÑORIOS TARDÍOS
Ciudades costeñas y poblados rurales altoandinos:
Modos de vida distintos y formas de asentamiento
diferenciadas

Introducción preexistentes que, huérfanos del precedente sopor-


te estatal Wari, declinan o se convierten rápida-
En los Andes Centrales, esta época se ubica mente en ruinas.
cronológicamente entre los años 1000 y 1400 d.C. Entre los principales estados que surgen en la
y es conocida como el período de los Estados Re- costa destacan Chimú y Lambayeque, en la costa
gionales Tardíos (Lumbreras 1981) o como Inter- norte. Mientras que en la costa central y nor cen-
medio Tardío (Rowe 1962). Los inicios de esta tral, se presentan formaciones como Chancay,
época se caracterizarían por la declinación del fe- Ychsma o Pachacamac, en la comarca de Lima;
nómeno Wari, lo que va acompañado por el pro- Huarco en el valle de Cañete, y Chincha en los
gresivo resurgimiento de las formaciones regio- valles de la región sur central. En el extremo de la
nales. En este contexto histórico se produciría una costa sur, tendríamos formaciones culturales como
reformulación de los modos de vida y de las for- Chiribaya, poco definidas aún en cuanto se refie-
mas de organización social, proceso que se mani- re a su forma de organización social y patrones de
fiesta en las diferentes expresiones que presentan asentamiento.
los patrones de asentamiento y arquitectura en De otro lado, en las regiones altoandinas ten-
los distintos ámbitos regionales. Sin embargo, dríamos señoríos en la sierra norte como Cuisman-
dentro de la diversidad de casos documentados al cu (Cajamarca) y Huamachuco; en la vertiente
respecto, se puede advertir una notable y marca- oriental de la región a los Chachapoya (Amazonas
da diferenciación entre las regiones costeñas y y San Martín); los Chupachu y Huamalíes en la
aquellas altoandinas. región de Huánuco; Huaylas en el Callejón de
Efectivamente, en el caso de la costa norte y Huaylas; Xauxas y Huancas en el valle del Mantaro;
central y aparentemente también en parte de la los Chancas en la región ocupada por los departa-
Costa Sur, se asistiría a la recuperación del vigor mentos de Huancavelica, Ayacucho y Apurímac;
de las autonomías regionales, con el surgimiento Churajón (Arequipa) y Killke o Cusco en la sierra
de formaciones estatales o reinos, de diferente Sur; y en los Andes Centro Sur los señoríos
magnitud y nivel de complejidad política. Este altiplánicos, como los Lupaca, los Colla y los
proceso va aparejado con la revitalización de un Pacaje, que surgirían de la declinación de
desarrollo urbano renovado, cuyos testimonios Tiwanaku.
sobresalientes corresponden a un notable conjun-
to de ciudades e importantes centros urbanos.
Mientras tanto, en el caso de las regiones Contexto histórico, económico y territorial
altoandinas en este nuevo contexto histórico, se
acentuarían condiciones propias de desarrollos de Durante esta época las economía de las socieda-
tipo autárquico, con un fuerte énfasis en econo- des costeñas habrían ampliado su base en la pro-
mías rurales de carácter agropecuario, que se ma- ducción agrícola. Al respecto, es notable consta-
nifiestan en la dominante proliferación de aldeas tar una expansión sustantiva de la frontera agríco-
y poblados rurales; lo que va en desmedro de la la lograda por medio de la ejecución de obras pú-
posibilidad de generar desarrollos de tipo urba- blicas, entre las cuales destaca el desarrollo de gran-
no, o de mantener la continuidad de los centros des canales de irrigación que superan el límite
328 JOSÉ CANZIANI

Fig. 1. Mapa con la ubicación


de los principales sitios del pe-
ríodo.
1 Batán Grande
2 Túcume
3 Pacatnamú
4 Farfán
5 Kuelap
6 Chanchán
7 Manchán
8 Chancay
9 Maranga
10 Cajamarquilla
11 Armatambo
12 Pachacamac
13 Huarco
14 Chincha; así como de los
principales señoríos altoan-
dinos (Canziani).

natural de los valles e incorporan al cultivo tierras de convocatoria que tenía su clase gobernante
eriazas que se encontraban por encima del nivel sobre la población, para disponer de la mano de
de estos. En el caso de los valles de Lambayeque, obra necesaria para su colosal ejecución y mante-
con el desarrollo de canales como el Taymi y el nimiento.
Racarumi, se interconectaron los valles de la re- Otros casos de ulterior desarrollo hidráulico
gión, conformando un enorme complejo hidráu- comprometidos con la ampliación de la frontera
lico que constituye, hasta el día de hoy, la mayor agrícola, se verificarían también más al sur en la
área agrícola de la costa peruana. costa central. Este es el caso del valle del Rímac
Un caso aún más espectacular, por las dificul- con la construcción del canal de Surco, cuya
tades que entraña la naturaleza de la obra, corres- bocatoma se ubica en Ate e irrigaba las tierras al
ponde al canal de la Cumbre, que con un extraor- sureste del valle, que formaban las amplias zonas
dinario recorrido de más de 80 km tomaba aguas de riego de Monterrico y Surco, hasta llegar al
del río Chicama para, superando la divisoria en- límite sur del valle en Villa. Otro caso similar es
tre ambas cuencas, trasvasarlas al sistema de cana- el del valle de Chincha, donde un nuevo canal
les del valle de Moche (Ortloff 1981). Esta notable más elevado en la margen norte habría permitido
obra de ingeniería demuestra el conocimiento de- durante esta época incorporar las pampas que se
sarrollado por los Chimú en topografía e inge- encuentran por encima del valle y que se conocen
niería hidráulica; al igual que la amplia capacidad como Chincha Alta.
7. ESTADOS Y SEÑORÍOS TARDÍOS 329

Fig. 2. Valle hipotético con canal intervalle (Canziani).

En el campo de las actividades manufacture- Al respecto, los integrantes del Proyecto Ar-
ras se conocen nuevos niveles de desarrollo. Este queológico Sicán, han documentado la intensa ac-
es el caso de la actividad textil con de la aparición tividad minera y metalúrgica desplegaba en la re-
de nuevas técnicas como el tapiz, la gasa y el bro- gión por la sociedad Lambayeque. En especial, se
cado. En la producción de cerámica se aprecia que ha registrado la existencia de grandes batanes y
esta era mayormente hecha en molde, lo que per- manos de moler que servían para la preparación
mite inferir su elaboración en serie y con menos de los minerales, que luego eran fundidos en ta-
refinamientos en los acabados. En cuanto a la cé- lleres que disponían de hileras de pequeños hor-
lebre metalurgia y orfebrería de las sociedades nos, en los que se utilizaba carbón como combus-
norteñas, se puede resumir el tema mencionando tible, mientras los trabajadores empleaban toberas
que desarrollaron técnicas como la del dorado del para soplar a pulmón y oxigenar la combustión.
cobre, el enchapado, el soldado, el estampado, la Para el proceso de fundición se emplearon tam-
filigrana y el vaciado a la cera perdida. La orfebre- bién crisoles y moldes que servían para que el
ría de Chimú y especialmente la de Lambayeque, metal, ya en forma de lingotes, fuera transporta-
fue ampliamente conocida fuera de su contexto do a los centros urbanos en calidad de materia
original como producto del intenso saqueo de sus prima para el sucesivo trabajo de los orfebres
tumbas y monumentos arqueológicos. Hoy en día (Shimada 1987).
sabemos que gran parte de estas piezas espectacu- Especialmente en la costa norte se desarrolló
lares como máscaras, tumis, pectorales, narigueras, también la talla en maderas duras como el alga-
orejeras, etc., provienen de tumbas de personajes rrobo, representando personajes de cuerpo ente-
de alto rango, que contenían una increíble canti- ro en diferentes actitudes, cuyos rasgos estaban
dad de objetos que conformaban el ajuar funera- destacados con la incrustación de conchas en la
rio. Las piezas son trabajadas tanto en cobre, como órbita de los ojos y resaltando el atuendo y ciertos
en oro y plata; presentándose también las técni- ornamentos corporales. Algunas tallas de peque-
cas del cobre dorado y aleaciones como la tumba- ño formato formaban parte de escenas completas
ga, que combinan cobre con oro, y una aleación referentes a desfiles ceremoniales o a rituales fu-
especial del cobre con arsénico, de la cual se obtu- nerarios.1 Es importante también destacar que al-
vo un bronce arsenical. gunas esculturas de madera de gran formato, re-

1
En un hallazgo reciente en la Huaca de La Luna, correspondiente a una tardía tumba Chimú, fueron recuperadas dos
maquetas representando recintos ceremoniales con escenas complejas relacionadas con rituales funerarios, además de otras esce-
nas que muestran procesiones con distintos personajes, a veces acompañados de monos o conduciendo llamas con su carga a
cuestas (Uceda 1999).
330 JOSÉ CANZIANI

podrían haber correspondido a residencias de los


mercaderes a cargo de este tipo de intercambio
(Topic 1990). Al respecto, muchos de los proce-
sos productivos documentados arqueológicamente
permiten inferir no sólo la distribución espacial
de estos en el territorio de los valles, sino también
su necesaria articulación mediante los sistemas de
transporte. Este es el caso de la antes citada pro-
ducción metalúrgica (Shimada 1987), donde los
sitios donde se emplazaban los hornos de fundi-
ción debían ser abastecidos de los insumos mine-
rales desde las minas, al igual que del combusti-
ble desde los bosques. Los lingotes del mineral
refinado y fundido fueron a su vez conducidos a
los talleres de los orfebres emplazados en las ciu-
dades y centros urbanos para, finalmente, ser dis-
tribuidos como productos metálicos en un deter-
minado ámbito local o regional.

El urbanismo Lambayeque2

El estado Lambayeque se desarrolló en los valles


Fig. 4. Balsa navegando a vela en la costa norte en una imagen de la región de Lambayeque y tuvo como centros
fotográfica de Brüning de fines del siglo XIX (Schaedel 1989: 82).
a dos importantes asentamientos urbanos, Batán
Grande y Túcume, que recientemente han sido
presentando personajes antropomorfos en actitud objeto de estudios por parte de sendos proyectos
hierática, fueron hallados en asociación con los de investigación arqueológica. Estas investigacio-
elementos arquitectónicos que conformaban las nes han proporcionado en los últimos años im-
portadas de los complejos político administrati- portante información científica, sobre una cultu-
vos de Chanchán. ra que hasta hace unas décadas era mayormente
El intercambio fue una importante actividad, conocida solamente por ciertas espectaculares pie-
posiblemente organizada bajo el control de los zas de oro, provenientes del saqueo de sus tum-
estados, como los norteños Chimú y Lambayeque bas. Nos referimos en particular a los famosos
o el sureño de Chincha. Este se desarrollaba a gran- tumis o cuchillos ceremoniales, las máscaras y otros
des distancias a través de la navegación por mar, objetos de ajuar funerario. Sin embargo, no obs-
empleando para esto balsas de gran tamaño he- tante la extraordinaria belleza de estas piezas, eran
chas con gruesos troncos de “palo balsa” prove- tan sólo objetos aislados de su contexto histórico
nientes de los remotos bosques ecuatoriales, y y social, de modo que poco ayudaban a la com-
dotadas de velas hechas de algodón. De otro lado, prensión de la formación social y modo de vida
las llamas —en ese entonces animales habituales de sus creadores lambayecanos.
en el paisaje de la costa norte— eran empleadas Además de Batán Grande y Túcume, empla-
para formar caravanas que servían para desplazar zados en el valle del río La Leche, otros sitios prin-
bienes y productos de valle en valle, atravesando cipales contemporáneos son La Viña en la zona
para esto extensos territorios desérticos, o inter- de Jayanca y Apurlec, ambos en la cuenca del río
nándose por los valles para alcanzar las alturas de Motupe; Chotuna y Chornancap en la parte baja
la serranía. De hecho, en la ciudad de Chanchán del valle de Lambayeque, y Colluz internándose
se han hallado en los barrios populares evidencias hacia el valle medio; mientras que en la zona don-
de conjuntos asociados a corrales para llamas, que de el valle comienza a angostarse se encuentran

2
A la cultura Lambayeque actualmente se le conoce también como Sicán, sin embargo, para evitar confusiones, preferimos
mantener la denominación original, de acuerdo con las normas establecidas por la arqueología, que asigna el nombre de las
culturas según el lugar donde fueron inicialmente identificadas o con el término tradicional con el cual han sido usualmente
nombradas.
7. ESTADOS Y SEÑORÍOS TARDÍOS 331

Fig. 5. Batán Grande: plano


general del complejo (Shimada
1990: fig. 5).

Pátapo al norte y Saltur al sur, donde además de piramidales de adobe adoptan un patrón relativa-
las típicas edificaciones de adobe, se aprecia el mente disperso, sobresaliendo sus colosales mo-
empleo también de la piedra en las laderas más les por sobre las copas de los algarrobales del ex-
elevadas de estos sitios (Heyerdahl et al. 1996: fig. tenso bosque de Poma (Shimada 1990: fig. 5).
2; Sandweiss 1996: 64; Shimada 1985, 1990). Las principales pirámides (Huacas Corte, La
Merced, Las Ventanas, Oro y Rodillona) se carac-
terizan por presentar plataformas superpuestas
Batán Grande conectadas por rampas, y a las que se accedía des-
de el nivel del terreno por medio de grandes ram-
Este extenso sitio se ubica en el valle del río La pas que generalmente desarrollan un característi-
Leche, en el extremo norte del complejo de valles co trazo zigzagueante (Shimada 1985: fig. 17).
de Lambayeque, a unos 40 km del mar. La pre- Estas características formales y otros rasgos cons-
sencia de una decena de pirámides monumenta- tructivos que señalaremos más adelante, plantean
les y otros montículos menores se despliega en un semejanzas y evidentes continuidades con mo-
área mayormente llana, cubierta por una densa numentos arquitectónicos más tempranos, como
vegetación de bosque seco tropical. Esta área de la Huaca Fortaleza en la ciudad de Pampa Gran-
unas 350 ha. sobre la margen derecha del río La de, correspondiente al Moche tardío y que podría
Leche, se extiende unos 2,500 m de este a oeste y haber servido de referente para estas nuevas edifi-
unos 1,400 m de norte a sur. Las construcciones caciones.

Fig. 6. Batán Grande: planos


de la Huaca Rodillona (izquier-
da) y de la Huaca Oro (dere-
cha) (Shimada 1985: fig. 17).
332 JOSÉ CANZIANI

La mayoría de estos edificios ha sido construida des político administrativas o residenciales de elite
con adobes plano convexos que usualmente exhi- (ibid.: 102-103).
ben marcas de fabricante. Los rellenos constructi- Fastuosas tumbas de elite han sido halladas en
vos de las plataformas fueron construidos median- proximidad de la Huacas, especialmente alrededor
te la técnica de las cámaras de relleno, cuyos mu- de sus bases e inclusive en las esquinas formadas
ros de adobe contenían los rellenos de material por el encuentro de las rampas con el cuerpo de
suelto, compuesto por arena, tierra y deshechos, las pirámides. Las características de estas tumbas
que luego eran sellados por las capas superiores de cámara y el notable ajuar funerario contenido
de adobe y barro que conformaban los pisos de en ellas, especialmente la calidad y cantidad de
las plataformas. Precisamente en los pisos de las objetos suntuarios de metal, da cuenta de la rique-
plataformas se ha hallado evidencia del desarrollo za y poder concentrados en las clases dominantes,
de grandes espacios cubiertos por columnatas.3 cuyo prestigio se manifiesta además con la especial
Este es el caso de la Huaca Corte, cuya plata- disposición de la arquitectura funeraria en estre-
forma superior muy alargada (7 x 40 m.) conte- cha relación con las construcciones piramidales.
nía 48 columnas cuadradas y pintadas, dispuestas Precisamente, la presencia de estos personajes
en 12 filas de 4 columnas cada una, lo que permi- de elite y la notable acumulación de parafernalia
te suponer que esta área estaba techada. Esta pla- de objetos elaborados con metales preciosos, texti-
taforma presentaba una rampa central del lado les y cerámica fina, además de otros bienes exóticos
oeste, mientras del lado este se desarrollaba un como conchas de Spondylus y Conus provenientes
largo muro con pintura mural, que debió servir de mares ecuatoriales y piedras semipreciosas,
de cierre de fondo a este espacio de posible fun- posiblemente obtenidas por intercambio a grandes
ción ceremonial abierto por tres de sus lados. En distancias, da cuenta de la existencia de una socie-
contrapartida a estas plataformas de posible fun- dad con marcadas diferencias de clase en su es-
ción pública, otras como Huaca Las Ventanas pre- tructura social, y con una notable especialización
sentaban espacios mucho más amplios y ambien- en sus distintos procesos productivos. Por lo ge-
tes cerrados, que podrían haber alojado activida- neral, el correlato a este tipo de formación social

Fig. 6A. Batán Grande: plano


de la cima la Huaca Corte
(Shimada 1985: fig. 16).

3
Las columnas presentan una particular forma de cimentación. Sus basamentos fueron encajados en celdas cuadrangulares
rellenas de arena, en cuyo fondo se dispuso piedras planas sobre la cuales apoyaban las bases de las columnas de madera. La sección
del tronco de la columna por encima del nivel del piso estaba enmarcada en un dado cuadrangular —a modo de basa— a partir
del cual el fuste de las columnas era revestido y enlucido con barro y pintado (Shimada 1985: fig. 17).
7. ESTADOS Y SEÑORÍOS TARDÍOS 333

corresponde a entidades urbanas bien estableci- Taymy, que desde el río Chancay tiene su trazo
das, donde se resuelva espacialmente estas activi- orientado hacia el norte, donde se ubica precisa-
dades especializadas en la esfera de la producción mente Túcume, unos 30 km al este del mar
y los servicios, además de los componentes resi- (Heyerdahl et al. 1996: fig. 2).
denciales correspondientes a la elite y a la pobla- La ocupación de Túcume se iniciaría posible-
ción subordinada congregada en la urbe. mente a fines del Horizonte Medio e inicios del
Sin embargo, en los trabajos desarrollados en Intermedio Tardío, es decir de 1050 a 1100 d.C.
Batán Grande, llama la atención la escasa mención —lo que coincidiría con el progresivo abandono
acerca de la presencia de otras estructuras menores de Batán Grande (Shimada 1990)— convirtién-
que pudieran haber resuelto estas actividades pro- dose en el principal centro de poder regional.
ductivas de base urbana y aquellas de índole resi- Luego, a partir de 1350 d.C. la ciudad y la elite
dencial (ibid.: 102). Pareciera que el evidente én- residente en ella se encontrarían bajo la depen-
fasis de los investigadores en la caracterización dencia del estado Chimú, cuando la expansión
ceremonial del complejo hubiera impedido explo- de éste hacia el norte interesó los valles de
rar su aparente naturaleza urbana.4 Evidentemente Lambayeque. Finalmente, con la conquista Inca
las difíciles condiciones de conservación, en una de las regiones norteñas de Cajamarca y Lambaye-
zona sujeta a eventos de lluvias intensas, continuos que, alrededor de 1470, Túcume se convirtió en
eventos aluviales, como la presencia de una densa el principal centro de poder provincial inca en la
cobertura forestal —a lo que hay que agregar la región de Lambayeque hasta el evento de la con-
intensa huaquería desarrollada por décadas du- quista de 1532 (Sandweiss 1996).
rante el siglo pasado— no ayudan en esto. Pero La ciudad, que alcanza una extensión de apro-
no por esto la caracterización del complejo como ximadamente 220 ha, se desarrolla teniendo como
un ‘recinto religioso-funerario’ (ibid.: 100) podría centro al Cerro La Raya, cuya silueta destaca en el
asumirse como satisfactoria, más aún cuando se paisaje de las planicies del valle, al elevarse unos
advierte que este período sucede a la crisis de los 140 m. sobre el nivel del terreno circundante.
viejos estados teocráticos e inaugura el desarrollo Alrededor de este notable hito paisajístico se de-
de formaciones sociales de mayor peso seglar. sarrollan una serie de complejos y edificaciones,
Esto no se contradice con la advertencia seña- entre las que sobresalen 26 pirámides principales
lada por distintos estudiosos en el sentido que las hechas de adobe, a cuyas plataformas superiores
construcciones piramidales tienen un mayor alien- se ascendía por medio de largas rampas. Sobre las
to y continuidad en la región, y que el urbanismo plataformas de las pirámides se ha hallado tanto
de la sociedad Lambayeque habría sido algo con- evidencias de estructuras residenciales de tipo pa-
tenido hasta antes de la conquista Chimú, como laciego, como complejos de carácter político ad-
bien lo ilustra el documentado caso de Túcume, ministrativo (Heyerdahl et al. 1996: fig. 34).
que conoce su apogeo urbano precisamente a par- Dentro del sector monumental, que se encuen-
tir de la época en la que se advierte la llegada del tra concentrado al norte y noroeste de Túcume,
sureño estado Chimú (Sandweiss y Narváez 1996). destaca la mayor edificación que corresponde a la
llamada Huaca Larga. Este complejo se ubica al
norte del Cerro de La Raya y presenta una planta
Túcume rectangular, orientada de norte a sur, que mide
cerca de 600 m de largo y unos 140 m de ancho,
Este extenso e impresionante complejo urbano se elevándose unos 20 m sobre el nivel del terreno y
ubica en la zona norte de los valles de la región de posiblemente unos 30 m en las plataformas 1 y 2
Lambayeque, teniendo como centro la zona agrí- que la coronan. La cima de esta extensa edificación
cola tributaria del río La Leche y del canal de presenta una serie de subdivisiones. En el extremo

4
En los citados trabajos de Shimada (1985: 92, 100, 105; 1990: 339, 346, 369) se reitera que Batán Grande estaría con-formado
por el agrupamiento de ‘estructuras religiosas monumentales’ y habría constituido la ‘capital política y religiosa’ del estado Sicán
Medio. Pareciera que esta caracterización de la arquitectura monumental y, por ende, de la entidad urbana en su conjunto y de la
propia naturaleza del estado, derivan de la presunción que las formas arquitectónicas piramidales se asociarían exclusivamente con
funciones religiosas. Las posteriores excavaciones desarrolladas en la arquitectura monumental de la vecina Túcume, documentan
una realidad distinta y bastante más compleja, donde edificaciones piramidales como Huaca Larga o la Huaca 1 evidencian
actividades político administrativas y residenciales de elite, además de aquellas de posible orden ceremonial. En contrapartida,
otras edificaciones no piramidales, como el Templo de la Piedra Sagrada, revelan una notable e insospechada importancia ritual.
334 JOSÉ CANZIANI

Fig. 7. Túcume: ubicación del


sitio en el valle de Lambayeque
(Heyerdahl et al. 1996: fig. 2).

Fig. 8. Túcume: foto aérea oblicua (SAN, Kosok 1965).


7. ESTADOS Y SEÑORÍOS TARDÍOS 335

Fig. 9. Túcume: plano general


con los principales complejos.
1 Huaca Larga, 2 Templo de la
Piedra Sagrada, 3 Huaca Las
Estacas, 4 Huaca 1, 6 Huaca
Las Balsas (Heyerdahl et al.
1996).

norte, se encontrarían algunos recintos que regu- donde la Huaca Larga se adosa a las laderas del
laban el acceso al complejo elevado, que se reali- Cerro La Raya, las subdivisiones de los recintos
zaba ascendiendo por medio de una extensa ram- son bastante difíciles de discernir (Narváez 1996a:
pa orientada hacia el norte, y que conducía hacia 84, fig. 35).
la Plataforma 1, una construcción de planta rec- La primera época de la edificación se remon-
tangular construida sobre el flanco oeste de la taría al período Lambayeque, de la cual no se tiene
Huaca Larga y que contaba con una ancha rampa una buena definición debido a las remodelaciones
orientada hacia el este. En el sector central se de- posteriores que se le superpusieron, si bien se pue-
sarrollan otros espacios, entre los que destaca un de presumir que en ese momento el extremo sur
gran patio con nichos y más al sur, del lado oeste, de la edificación no habría estado aún adosado al
un gran patio hundido, al este del cual se encuen- Cerro La Raya. Durante la época Chimú, se habría
tra la Plataforma 2, que contó en sus inme- producido una remodelación de gran envergadura,
diaciones con un área de cocina. Al sur de la Pla- donde se unió el sur de la plataforma de la Huaca
taforma 2 se registró otro gran patio con nichos, con las laderas del cerro en un sólo evento cons-
flanqueado por conjuntos divididos en recintos tructivo, y se habría definido la forma general de
aún más pequeños. Finalmente, en el sector sur, la Huaca, sobre la cual se desarrollaron grandes
336 JOSÉ CANZIANI

Fig. 10. Túcume: foto aérea de


Huaca Larga (SAN, Kosok
1965).

patios, conjuntos con recintos y las dos platafor- ‘fase tricolor’. Al sur de la plataforma 2 se excava-
mas. La decoración de las edificaciones de esta ron recintos con corredores paralelos, flanqueados
época se caracteriza por presentar relieves y pintura por banquetas que estuvieron dotadas de colum-
mural con la aplicación de rojo, negro y blanco, nas, lo que lleva a suponer que estas estuvieron
por lo que a esta época también se le denomina techadas, no así los corredores que permitían la

Fig. 11. Túcume: vista pano-


rámica de Huaca Larga desde
el suroeste (Canziani).
7. ESTADOS Y SEÑORÍOS TARDÍOS 337

Fig. 12. Túcume: decoración mural en relieve y pintura mural en Fig. 13. Túcume: remodelación de época Inka en un ambiente de
escaques en un sector de Huaca Larga correspondiente a la fase la Plataforma 2 de Huaca Larga (Canziani).
“tricolor” de la ocupación Chimú (Canziani).

ventilación y el ingreso de la luz. Para estos espa- rentemente conformaba un grupo de aqllas, posi-
cios se ha sugerido alguna función productiva, que blemente tejedoras especializadas residentes en este
bien podría haber sido la textilería (ibid.: 89-96). complejo político administrativo. Adicionalmen-
Un dato de gran relevancia para el conocimien- te, se puede mencionar la extraordinaria calidad
to de las características de la ocupación Inka en de ofrendas de carácter Inka imperial reportadas
las urbes costeñas y en especial de la costa norte, en el templo de la Piedra Sagrada.
fue la revelación de que en un contexto cultural En cuanto a las funciones de Huaca Larga, si
netamente costeño y lambayecano, como es el que bien no se puede excluir las de carácter ritual, la
exhibe Túcume en sus rasgos urbanísticos y ar- mayoría de los espacios arquitectónicos y los con-
quitectónicos, los incas no sólo se instalaron en la textos asociados, expresarían que estos estuvieron
ciudad, sino que hicieron de esta su principal cen- destinados al desarrollo de actividades político
tro de poder político en la región. Sin embargo, administrativas, posiblemente complementadas
es notable apreciar que la mayoría de los edificios por otros espacios destinados a residencias de la
de la época anterior siguieron en función, mien- elite, a manera de un palacio. Esta caracterización
tras que las remodelaciones se limitaron a algunas funcional que se percibe en la edificación de la
de las edificaciones donde se realizaron interven- fase de época Chimú, aparentemente no fue
ciones puntuales. Este es el caso de la plataforma sustancialmente alterada por las remodelaciones
2 de Huaca Larga, donde los recintos que exhibían puntuales de época inka.
pinturas murales con motivos de aves, fueron cu- La reconstrucción de las características de los
biertos por gruesos muros de piedra con mortero distintos espacios arquitectónicos presentes sobre
de barro, mientras que en la remodelación de las la plataforma de Huaca Larga, como de las edifi-
partes exteriores de la edificación se utilizó el tradi- caciones que se encuentran en sus inmediaciones,
cional adobe. Con esta intervención los amplios permite inferir esta caracterización funcional. El
recintos preexistentes fueron segregados en cuatro acceso a Huaca Larga desde otros sectores del asen-
ambientes de menor tamaño, que se conectaban tamiento, parece haberse relacionado con el cami-
entre sí mediante corredores. no flanqueado por murallas, cuyo trazo paralelo
Si bien los rasgos de estas intervenciones no al lado este del complejo, habría conducido hacia
manifiestan los cánones propios de la arquitectura la rampa ubicada al norte de la Huaca. Precisamen-
Inka, en contrapartida, los contextos arqueológi- te, sobre el sector norte de Huaca Larga se ubican
cos asociados son contundentes acerca de la pre- la Plataforma 1 y los patios y recintos anexos, que
sencia Inka en el lugar, revelando además la notable podrían haber tenido un rol marcadamente pú-
jerarquía y alto nivel social de los personajes Inka blico, resolviendo actividades de recepción y re-
que residían en Túcume. Este es el caso del hallaz- presentación. De otro lado, el sector central, con
go en la Plataforma 2 de enterramientos que pare- la Plataforma 2, el área de cocina y sus recintos
cen corresponder a dos funcionarios y a un ore- anexos, sugieren espacios más privados con posi-
jón, cuyo atuendo y adorno personal correspon- bles ambientes residenciales, correspondientes a
derían a un personaje de alto rango, posiblemente una estructura del tipo ‘palacio’; mientras que los
el gobernador Inka de la región; así como el ente- recintos del sector sur podrían haber resuelto tanto
rramiento de un grupo de 19 mujeres que apa- actividades productivas como administrativas.
338 JOSÉ CANZIANI

Retomando el camino que flanquea de norte enmarcaron el espacio donde estaba enclavada la
a sur el lado este de Huaca Larga, su trazo antes piedra sagrada (Narváez 1996a: 113-132, fig. 77).
de girar hacia el este produce un quiebre escalo- Las excavaciones arqueológicas desarrolladas
nado, generando así un espacio en esquina donde en el edificio permiten sostener que antes que esta
se ubica una edificación relativamente pequeña, edificación tuviera esta forma, hubo una primera
pero de gran trascendencia denominada Templo versión que se habría limitado al muro sur, que
de la Piedra Sagrada. Dejando atrás Túcume, el presenta una sección adelgazada hacia la parte
camino habría proseguido su dirección hacia el superior, donde podría haberse dado la caracterís-
este, para intersectar a unos 14 km de distancia y tica coronación que exhiben las representaciones
en proximidad del establecimiento inca de Tambo de edificios en la cerámica Lambayeque. Durante
Real, el camino principal que recorría los valles esta primera época la piedra sagrada habría estado
de Lambayeque de norte a sur. expuesta frente a este muro sur y protegida por
un techo sostenido por las columnas (ibid.: fig. 79).
El Templo de la Piedra Sagrada Posteriormente, en una segunda época, se añadi-
rían los muros laterales y el frontal con el vano de
Esta pequeña estructura presenta una planta en la puerta. Finalmente, en una de las últimas
U y se ubica dentro de un recinto delimitado por remodelaciones, se añadirían hacia el exterior dos
muros de escasa altura. En el centro de la edifica- anchas banquetas que se despliegan diagonalmente
ción se encuentra enclavada verticalmente una a partir de la portada del templo (ibid.: fig. 83).
gran piedra sin trabajar o huanca, que parece ha- En las inmediaciones del templo se hallaron
ber sido objeto de culto y gran reverencia, a juz- evidencias de ofrendas, compuestas por conchas
gar tanto por la edificación que la alojaba como de mullu (Spondylus) en estado natural o labra-
por la cantidad y calidad sobresaliente de las ofren- das, figurinas y otros artefactos en miniatura he-
das depositadas en su entorno. chos de cobre y plata. En el caso de las ofrendas
La planta del templo mide 7.5 x 8 m y sus de época inka, sobresalen las figurinas de
muros, que están hechos con adobes plano con- spondylus y plata, algunas de estas cubiertas por
vexos, siguen los ejes cardinales. La puerta se ubi- finos atuendos textiles sujetados por tupus y ador-
caba al centro del frontis orientado hacia el norte. nadas con tocados de plumas, muy similares a las
El techo de la estructura fue soportado por 16 halladas en otros contextos de ofrendas imperiales
columnas de madera revestidas con cañas y inka, como los reportados en Cerro El Plomo
enlucidas con barro, que se dispusieron ordena- (Chile) y Pachacamac. Adicionalmente se reportó
damente a distancias equivalentes. En el interior la presencia de enterramientos de cuerpos huma-
del edificio se dispuso banquetas laterales que nos y de llamas (ibid.: 118-129).

Fig. 14 A y B. Túcume: el templo de la Piedra Sagrada en una primera fase y luego en una remodelación posterior (Narváez 1996a: figs. 79 y 83).
7. ESTADOS Y SEÑORÍOS TARDÍOS 339

La Huaca 1

Se ubica al noroeste del sector monumental de


Túcume. Constituye la pirámide más alta de la
ciudad, alcanzando una altura de unos 30 m con
relación al nivel del terreno. La edificación cons-
truida con adobes plano convexos, presenta una
planta orientada de este a oeste con unos 80 m de
largo y unos 60 m de ancho; mientras que la larga
rampa que se proyecta hacia el oeste alcanzaría la
extraordinaria extensión de unos 160 m es decir,
el doble del eje mayor de la planta de la pirámide
(ibid.: fig. 98).
Al este de la pirámide, se desarrolla una platafor-
ma menos elevada y orientada de norte a sur, con
una rampa que se proyecta desde su esquina nor-
este. De modo que la pirámide y ésta plataforma
baja, definen un conjunto con planta en forma de
“L”. Al sur del conjunto se definió una Plaza Sur,
cercada por un muro de adobe, en la que se encon-
traba inscrito el Anexo 3 que albergaba unas singu-
lares estructuras que mencionaremos más adelante.
Sobre la cima de la pirámide se desarrollaban
plataformas, cuartos y ambientes más amplios do-
tados de banquetas y nichos, los que se comuni-
caban entre sí por medio de corredores y rampas.
Estos rasgos arquitectónicos, el tipo de material
cerámico, y el hallazgo de fogones y deshechos aso-
ciados a la preparación y consumo de alimentos,
sugerirían una función de tipo residencial para las
edificaciones construidas en la cima de la pirámide
Fig. 15. Túcume: figurina Inka de plata con manto policromo, pren- (ibid.: fig. 101).
dedor (tupu) y tocado de plumas rojas de aves amazónicas, hallada
como ofrenda en el templo de la Piedra Sagrada (Narváez 1996a:
fig. 88).

Fig. 16. Túcume: plano de la


Huaca 1 (Narváez 1996a: fig.
98).
340 JOSÉ CANZIANI

Otros sectores y edificaciones de Túcume

Las excavaciones desarrolladas en otros sectores,


al suroeste y sur de Túcume, revelaron tanto evi-
dencias de estructuras destinadas a fines
habitacionales, como también de otras destina-
das a actividades productivas, comprometidas con
la producción cerámica, metalúrgica e, inclusive,
de abalorios y cuentas de collares hechos de con-
chas. Estos conjuntos incluirían corrales de lla-
mas, las que debieron se ampliamente utilizadas
como medio de transporte, además de ser consu-
midas como parte importante de la dieta alimen-
ticia (Sandweiss 1996b).

Fig. 16 A. Túcume: reconstrucción isométrica de la cima de la Huaca


1 entre las fases de ocupación Lambayeque y Chimú (Narváez 1996a:
fig. 101).

El Anexo 3 estaba conformado por un recinto


en cuyo interior se dispusieron ordenadamente
singulares estructuras con plataformas bajas, a
veces escalonadas, que alojan cubículos, grandes
nichos o alacenas, que se desarrollan en algunos Fig. 18. Túcume: reproducción reconstructiva de un mural con re-
lieves, posiblemente del período Lambayeque, hallado en Huaca
casos en 2 o 3 niveles superpuestos. La presencia
Las Balsas y que representa personajes navegando sobre balsas con
de postes en estas estructuras, permite deducir que redes (Foto Canziani).
estuvieron dotadas de techos, no así los corredo-
res ubicados entre estas. Las excavaciones en una Otros sectores y montículos del sitio habrían
de estas estructuras revelaron que presentaba una funcionado como cementerios para enterramien-
forma singular de sección acampanada, ya que sus to, tanto de la gente común como de la elite. Al-
muros exteriores se curvaban engrosándose en sus gunas edificaciones, como la denominada Huaca
bases, donde un zócalo recesado producía un sa- Las Balsas, revelan que en éste sector ‘no monu-
liente en voladizo (ibid.: figs. 103-105). Si bien mental’ algunas edificaciones contaron también
no tenemos alcances sobre la posible función de con extraordinarios acabados, que incluyeron pa-
estas estructuras, su forma y contexto podría su- ramentos con relieves de gran calidad relaciona-
gerir el almacenamiento de bienes de cierta valía. dos, con la representación de motivos marinos
(Narváez 1996b).
Fig. 17. Túcume: reconstrucción hipotética del Anexo 3 al lado sur
de la Huaca 1 (Narváez 1996a: fig. 105).
Pacatnamú

Como ya lo manifestamos en el capítulo 5 refi-


riéndonos a la temprana ocupación Moche del
valle de Jequetepeque, este importante sitio se
ubica al norte de la desembocadura del río
Jequetepeque, localizándose sobre una terraza na-
tural cortada por los acantilados generados por la
erosión del río por el lado este y del mar por el
lado oeste. Los estudiosos del sitio coinciden en
afirmar que la mayor ocupación del mismo co-
7. ESTADOS Y SEÑORÍOS TARDÍOS 341

Fig. 19. Pacatnamú: foto aérea (SAN 170-35, Kosok 1965).

rrespondería al período Lambayeque y declinaría constituye el muro de cierre norte del mismo com-
al final de la ocupación Chimú (Donnan y Cock plejo. En este tramo la muralla tiene unos 6.5 m
1986, 1997; Hecker y Hecker 1985). 5 de base y unos 3 m de alto, aunque bien podría
La ocupación Lambayeque, además de super- haber alcanzado originalmente unos 5 m de altu-
ponerse a sectores que evidencian ocupación ra. Si consideramos que inmediatamente del lado
Moche en el área central de la ciudad, también norte de la muralla se excavó una zanja de unos 3
reutilizó las pirámides monumentales construidas m. de ancho y 2.4 m de profundidad, podemos
en esta época, como es el caso de las Huacas 1 y tener idea de como mediante este recurso se acre-
31 (Donnan y Cock 1997: 12, fig. 4). Precisa- centó el impedimento de acceso y, al mismo tiem-
mente para limitar el acceso o proteger este sector po, se magnificó el impacto visual de las murallas
central del asentamiento, se habría construido una con el incremento resultante en su altura. Para
primera muralla o ‘muralla interior’, cuyo trazo trasponer formalmente la muralla interior y la
de este a oeste, inicia desde los acantilados al este zanja, se construyeron tres portadas de ingreso con
del sitio y conforma el lado norte de una serie de sus respectivos terraplenes que cruzaban la zanja.
complejos, entre ellos el de las Huacas 1 y 31; Entre estas portadas de la muralla interior, sobre-
mientras que más hacia el oeste su trazo se sale la que se encuentra en el eje central de la Huaca
desdibuja y la muralla es menos consistente, lo 1 y que se caracteriza por constituir el ingreso
que indicaría una menor inversión constructiva monumental a este complejo (Donnan y Cock
en este sector. Esta muralla interior, construida 1986: 51, fig. 5).
con la técnica de cámaras de adobe y relleno, tie- Aparentemente la ciudad habría tenido poste-
ne su tramo más formal en el sector este, especial- riormente una expansión hacia el norte, de lo que
mente frente al complejo de la Huaca 1, donde habría derivado la necesidad de construir una se-

5
En la publicación de los Hecker (1985) como en la primera de Donnan y Cock (1986), se hace referencia a la ocupación
Chimú, cuando en realidad esta está mayormente asociada a lo que se define como Lambayeque, tal como ha sido advertido en la
posterior publicación de Donnan y Cock (1997: 11-12).
342 JOSÉ CANZIANI

Fig. 21. Pacatnamú: foto aérea


oblicua en la que destaca el
complejo de la Huaca 1 ( a la
izquierda) y la muralla interior
(al centro) con su correspon-
diente foso (Kosok 1965).

gunda muralla o ‘muralla exterior’. Esta igualmen- muralla interior como la exterior, con sus respec-
te tuvo un trayecto de este a oeste, sin embargo la tivas zanjas, constituyen un obstáculo que debió
zanja que la flanqueaba fue algo más ancha y al ser difícil de superar, esta característica se reduce
mismo tiempo menos profunda. La muralla fue tan sólo a sus tramos del lado este. Hacia el lado
también construida con la técnica de cámaras de oeste, donde tan sólo se encuentra la zanja o muros
relleno y alcanzó unos 9 m. de grosor con una de baja altura, o inclusive solamente los cauces de
altura de 4.5 m. que pudo haber sido original- erosión natural, es evidentemente que la dificultad
mente de unos 7 m. Esta segunda muralla tiene la de acceso fue menor o nula (ibid.: 52-59). Sobre
peculiaridad de bifurcarse en dos ramales a partir la posible función de estas murallas, en nuestra
de la parte media de su trayecto hacia el oeste. opinión debieron existir otros componentes que
Estas extensiones mayormente corresponden a las hoy desconocemos y que podrían ofrecer alterna-
zanjas excavadas y sólo en un caso existe un tra- tivas a las convencionales explicaciones defensivas.
mo parcial de muro de adobe. En el sector este de Desde esta perspectiva, las murallas de
la muralla exterior se registraron 4 portadas de Pacatnamú pudieron significar un límite físico de
acceso que, a diferencia de la muralla interior, no exclusión, que sancionaba el privilegio o no de
presentan terraplenes para atravesar la zanja, ya ciertos sectores de la población para acceder al
que en este caso simplemente se optó por inte- interior de la ciudad y a los espacios reservados de
rrumpir la excavación de la zanja frente a las por- esta; como también la posible demarcación de los
tadas (ibid.: 52, fig. 9). distintos espacios de ‘pasaje ritual’ que se condicen
Finalmente se habría emprendido el proyecto con el aparente carácter ceremonial de buena par-
de una tercera muralla aún más al norte, también te de su arquitectura monumental.6 Esta hipóte-
con un trazo de este a oeste casi paralelo a la mu- sis se refuerza si tomamos en cuenta que la princi-
ralla exterior. Sin embargo, su construcción que- pal entrada dispuesta en el sector central de la
dó inconclusa ya que no hay vestigio alguno de muralla interior, corresponde a la portada de in-
muralla y se aprecia solamente la excavación de la greso central de la Huaca 1 y que esta, a su vez,
zanja en los tramos correspondientes a los secto- constituye el único acceso al complejo en la que
res este y central, mientras que hacia el oeste su se encuentra. Igualmente abona en esta dirección
trazo concluye y se pierde en un cauce de la constatación de que los sectores más formales
escorrentía que termina en una pequeña quebra- de las murallas se localicen en sus tramos del lado
da que corta el acantilado hacia la playa. este, lo que coincide con la concentración de los
Existen varias interrogantes sobre la posible principales complejos con arquitectura monumen-
función defensiva de estas murallas. Si bien la tal en los sectores de la zona este de la ciudad.

6
Algo similar se aprecia en el santuario de Pachacamac en la costa central, que presenta por lo menos tres grandes cintas de
murallas y que tampoco parecen haber correspondido a funciones defensivas.
7. ESTADOS Y SEÑORÍOS TARDÍOS 343

La mayoría de los complejos monumentales de mas o ‘altares’; c) una edificación más baja que la
Pacatnamú se caracterizan por presentar un pa- pirámide, que se ubica al este de la plaza y cuyas
trón típico, cuyo modelo se reitera con ligeras va- rampas se orientan al oeste; d) un recinto cerca-
riantes formales en su planeamiento, no obstante do al sur del complejo con edificaciones en su
las notables diferencias de tamaño que puedan interior; e) otros recintos y complejos menores
existir entre estos. Estos rasgos se pueden resumir que se presentan eventualmente al oeste y/o al
en las siguiente características principales: a) una este de la pirámide o la plaza. Entre estos com-
pirámide con dos o tres plataformas escalonadas plejos monumentales que presentan este típica
con edificaciones en la cima y con rampas orien- composición destacan las Huacas 1, 8, 9, 10, 12,
tadas al norte; b) una plaza al norte de la pirámi- 13, 16, 17 y 23a (Hecker y Hecker 1985: 26-27;
de, donde se ubican una o dos pequeñas platafor- Planos I y II).

Fig. 22. Pacatnamú: plano ge-


neral del complejo de la Huaca
1 (Donnan y Cock 1986: fig.
2).
344 JOSÉ CANZIANI

Fig. 23. Pacatnamú: recons-


trucción isométrica del sector
norte de la Huaca 1 mirando
hacia el sureste (Donnan y
Cock 1986: fig. 3).

La Huaca 1 ascendentes hacia el sur, a las que se accedía me-


diante dos amplias rampas orientadas al norte, dis-
El complejo de la Huaca 1 constituye el caso más puestas en el eje central de la pirámide.
importante y representativo de la arquitectura En la plaza norte se aprecia la presencia de dos
monumental presente en la ciudad, no solamente pequeñas plataformas, o ‘altares’ con pequeñas
por sus notables dimensiones sino también por la rampas. Esta plataformas bajas se dispusieron ali-
definición de los rasgos principales que caracteri- neadas con el eje de las rampas centrales de la Pla-
zan y distinguen la arquitectura de Pacatnamú taforma Este, una importante edificación orien-
dentro y fuera de la región. Al respecto, podemos tada de norte a sur, también conformada por pla-
observar que el complejo se caracteriza por estar taformas escalonadas pero de planta rectangular y
claramente dividido en dos sectores: uno al norte, de menor altura que la Huaca 1, que cerraba el
dominado por el volumen prominente de la Huaca lado este de la plaza, al igual que un conjunto de
1; y el segundo al sur, cuya arquitectura recuerda recintos ubicados al noreste del complejo.
la de los complejos monumentales de Chanchán. Al lado oeste y al pie de la Huaca 1 se ubica el
Se accedía al sector norte del complejo por el denominado Complejo Oeste, un recinto que
ingreso principal de la muralla, y una vez tras- contó con un ingreso propio desde la plaza norte
puesto este, se ingresaba a una amplia plaza en- y que, trasponiendo un ambiente alargado al norte,
frentada a la pirámide de la Huaca 1. Esta pirá- daba acceso a una estructura central cuyos tres
mide, que constituye la edificación mayor del muros, dotados de doce nichos cada uno, forma-
complejo, tiene una planta cuadrangular de 70 m ban un espacio con planta en U que sumaba 36
de lado y más de 10 m de altura en la cima, pre- nichos en sus paramentos interiores. Un trata-
sentando un cuerpo de plataformas escalonadas y miento muy especial que señalaría el desempeño

Fig. 24. Pacatnamú: vista de las


estructuras del complejo admi-
nistrativo al sur de la Huaca 1,
cuyo volumen se aprecia en se-
gundo plano (Canziani).
7. ESTADOS Y SEÑORÍOS TARDÍOS 345

de alguna función destacada dentro del complejo. nes, se reducen a los que estaban dotados de nichos
Al sur de este ambiente central se ubicaron otros o ‘alacenas,’7 aun cuando la delicada superficie
recintos menores, algunos de los cuales presentan de acabado de su base y la escasa abrasión que
nichos en sus muros del lado sur e ingresos con presentan las mismas indicarían que, si no estu-
burladero del lado norte (ibid.: 65; fig. 2 y 7). vieron adscritos a alguna función ceremonial, tan
El sector sur del complejo de la Huaca 1 está sólo podrían haber contenido objetos relativamen-
conformado por un complejo cercado por muros te livianos.
de 2.2 m de base y más de 3.5 m de alto, que Otro rasgo que diferencia el complejo al sur
forman una gran planta cuadrangular con 175 m de la Huaca 1 —si se lo compara con los de
de norte a sur y 170 m de este a oeste. De forma Chanchán— es la presencia al este del mismo de
similar a los complejos monumentales de estructuras que, por su forma, muros más delgados
Chanchán, presenta un único ingreso del lado y menor calidad de acabados, así como por los
norte resaltado por machones o pilastras que se contextos con deshechos, permitirían suponer que
proyectan hacia el sur de la portada. Pero, a dife- esta zona pudo estar destinada a funciones de tipo
rencia de los complejos de Chanchán, a partir de residencial.
este ingreso central no se accedía a una plaza, sino En cuanto a la presencia de otros posibles sec-
que se desarrollaban una serie de corredores de tores urbanos con funciones habitacionales, hay
recorrido laberíntico que privilegiaban la circula- algunas observaciones someras que reportan que
ción y el acceso a los conjuntos que se encontra- estos podrían haberse ubicado mayormente al
ban a lo largo del eje del complejo, por medio de oeste de la ciudad, como también en los extra
un largo corredor central; o conectaban con los muros al norte, en zonas donde coincidentemente
conjuntos que se ubicaban del lado oeste del com- se diluye la presencia de la arquitectura monumen-
plejo, a través de corredores paralelos al muro tal, pero se encuentran abundantes deshechos de
perimétrico del lado oeste. ocupación, que podrían haber correspondido a
Estos conjuntos al interior del sector sur del concentraciones de viviendas construidas con ma-
complejo de la Huaca 1 se caracterizan por pre- teriales perecederos como la quincha.
sentar una variada gama de arreglos espaciales, que
incluyen tramos de corredores con recorrido la-
beríntico, espacios abiertos a manera de peque- La ocupación Chimú del valle de
ñas plazas o patios, que se relacionan con recintos Jequetepeque
y estructuras que privilegian la planta en U y fre-
cuentemente lucen nichos en sus paredes; o tam- Durante la ocupación Chimú del valle de Jeque-
bién recintos muy singulares de planta cuadran- tepeque, se habría desarrollado el establecimiento
gular que tienen la particularidad de estar rodea- de Farfán, que se habría constituido en el principal
dos por sus cuatro lados por corredores centro de poder político de este estado en el valle.
perimétricos, lo que obliga a un recorrido labe- La localización del sitio es estratégica, ya que se
ríntico en espiral para ingresar a cada uno de ellos encuentra en una posición central con relación al
(ibid.: 70-78, figs. 8-16). valle agrícola y ubicado en proximidad de los ca-
A diferencia de los complejos monumentales minos que conectaban longitudinalmente los va-
de Chanchán, donde son frecuentes los depósitos lles de la costa de la región de norte a sur; como
y las estructuras conocidas como ‘audiencias’, en del camino de penetración hacia la sierra de
el sector sur del complejo de la Huaca 1 tan sólo Cajamarca. Aparentemente Farfán habría estado
se ha registrado una estructura que puede ser iden- articulado con algunos centros menores, como El
tificada como audiencia; mientras que no se repor- Algarrobal de Moro y Cabur, que habrían sido
tan estructuras de depósito similares a las de funcionales al control Chimú de los sectores nor-
Chanchán. Los únicos espacios que pudieron ha- te y sur del valle (Mackey 2004; Jiménez, Mackey
ber servido para el almacenamiento de ciertos bie- y Sapp 2004).

7
A diferencia de los clásicos nichos u hornacinas, que constituyen una cavidad en el paramento de los muros, en este caso
estas estructuras fueron adosadas posteriormente a los muros, construyendo primero su base, a manera de poyo elevado entre 65
a 110 cm del piso, para luego construir sobre esta los muros que constituían sus separaciones laterales. Dada la erosión que
presentan estos muros no es posible conocer las características y forma de los techos con que evidentemente contaban (Donnan
y Cock 1997: 77-78, Fig. 15).
346 JOSÉ CANZIANI

“U” conocidas como audiencias; y una platafor-


ma funeraria ubicada en la parte posterior del com-
plejo (Conrad 1990: 227-228). De acuerdo a los
fechados disponibles y a la correlación de la
tipología de adobes, que serían similares a los del
complejo Uhle de Chanchán, se presume que la
fundación de Farfán podría remontarse aproxi-
madamente al 1200 d.C. (ibid.: 229).
Las excavaciones conducidas en Farfán por
Mackey (2003, 2004) y especialmente las desa-
rrolladas en el complejo VI, permitieron definir
una larga ocupación del sitio que se remontaría a
la ocupación chimú, pero que se prolongaría de
forma notable durante la conquista inka. El com-
plejo tiene una planta rectangular de unos 200
m. de largo de noroeste a sureste con unos 100 m.
de ancho. Está dividido transversalmente en tres
sectores. El sector 1, al norte, está conformado
por amplios recintos y una plaza cuadrangular. El
sector 2 al centro, presenta un recinto alargado
que aloja la agrupación de 14 depósitos y al este
lo que parecen restos de una posible audiencia. El
sector 3 al sur, presenta una plataforma funeraria

Fig. 26. Farfán: plano del Complejo VI durante la ocupación Inka


(Mackey 2004: fig. 9).

Fig. 25. Farfán: plano general (Mackey 2003: fig. 17)

Farfán

Se ubica a unos 15 km del mar y en una posición


central con relación a la vasta área agrícola del
valle de Jequetepeque, estableciéndose en los lla-
nos eriazos que se encuentran en un nivel ligera-
mente más elevado con relación a los campos de
cultivo que se localizan del lado este de las laderas
del Cerro Faclo.
Se presume que Farfán fue la capital provin-
cial del valle de Jequetepeque durante la época de
la expansión Chimú hacia el extremo norte de la
costa peruana, encontrándose unos 150 km al
norte de Chanchán la capital del estado Chimú.
El núcleo central del asentamiento está confor-
mado por 6 grandes complejos de planta rectan-
gular, orientados de norte a sur y también edifica-
dos de forma semejante a los complejos monu-
mentales de Chanchán. En especial, el Complejo
2 reúne este tipo de rasgos, como son: un ingreso
principal al norte del complejo, flanqueado por
pilastras y adornado con esculturas de madera; el
acceso al complejo resuelto por intermedio de un
gran patio; la agrupación de cubículos contiguos
que servían de depósitos; estructuras de planta en
7. ESTADOS Y SEÑORÍOS TARDÍOS 347

y al sur de ésta un recinto con 3 depósitos que a la sociedad chimú como una organización so-
parecen haber funcionado en estrecha asociación cial dividida en clases con marcadas diferencias
con la plataforma. sociales. En la cima de esta sociedad tendríamos a
Con la ocupación inka del sitio, es notable la elite gobernante, rodeada de un cuerpo de no-
constatar que se efectúan una serie de remode- bles y especialistas, y en el otro extremo a los sec-
laciones en los complejos, las que habrían tenido tores populares, que residían en los barrios sin
por objeto aumentar sustancialmente la cantidad mayor planificación y con edificaciones construi-
de estructuras de depósito, duplicando las ante- das predominantemente con materiales rústicos.
riormente existentes, así como generar espacios Para tener una idea somera del boato de la
para la aparente residencia de los funcionarios nobleza, que constituía la clase dominante de es-
inka. Se propone, inclusive, que una plataforma tas formaciones sociales, basta conocer la lista de
construida al interior del sector 2 del complejo algunos de los funcionarios que acompañaban a
VI podría haber respondido a la función de un Naymlap, el mítico fundador de Lambayeque.
ushnu, la tradicional estructura ceremonial inka Según el cronista Cabello Balboa, estos serían: el
(Mackey 2003: 339-340, fig. 16). soplador de la concha (tocador de pututo?); el
maestro de cámara y el trono; el celador real; el
esparcidor de conchas molidas al paso del señor;
La sociedad Chimú el cocinero real; el camarero de la pintura facial;
el maestro del baño; y el proveedor de la ropa de
Es sintomático que el florecimiento de la socie- tela de plumas8 (Rowe 1970: 342). Ciertamente
dad Chimú y de su capital, la ciudad de Chanchán, la nobleza Chimú debió tener una sofisticación
hayan tenido como centro el valle de Moche, lo similar sino mayor, tanto en número como en la
que de alguna manera establece un línea de co- diversidad de funcionarios dedicados a diferentes
nexión y continuidad con las raíces del antiguo oficios y servicios, especialmente si es que nos ate-
poder de sus ancestros Moche, el que también tuvo nemos a su expresión en la extraordinaria com-
como centro la región nuclear de los valles de plejidad, diversidad formal y exquisitos acabados
Moche y Chicama. que exhibe la arquitectura monumental de
A partir de la fundación mítica del reino del Chanchán que reseñamos a continuación.
Chimor por Tacaynamo, sus descendientes ha-
brían expandido notablemente el reino con la con- La Ciudad de Chanchán9
quista de los valles vecinos, llegando hasta Saña
(Lambayeque) por el norte y el Santa (Ancash) Uno de los asentamientos prehispánicos más im-
por el sur. Según la Historia Anónima, al final del portantes del área andina, lo constituye la ciudad
período, y hasta la época del gobierno de Min- de Chanchán, la capital del estado Chimú. Esta
chancaman —en que se dio la conquista inka de ciudad se ubica en la costa norte peruana, en el
la costa norte— los Chimú habrían extendido su valle del río Moche y pocos kilómetros al norte
dominación desde Tumbes hasta Carabayllo (Chi- de la moderna ciudad de Trujillo. Los restos de
llón) al norte de Lima. Sin embargo, podemos este extenso centro urbano cubren un área de apro-
presumir que el posible control sobre estas últi- ximadamente 20 kilómetros cuadrados, si bien el
mas regiones —especialmente el supuesto domi- área nuclear, asociada a la presencia de arquitec-
nio sobre el norte de la comarca de Lima— debió tura monumental, tiene una extensión de unos 6
ser de corta duración (Rowe 1970: 333-336). kilómetros cuadrados (equivalente a 600 ha).
Tanto la arquitectura de los complejos políti- Este imponente centro urbano constituye uno
co administrativos y su diferenciación con otros de los vestigios más sobresalientes del antiguo
sectores de la ciudad, como la información ar- Perú, entre otras razones por ser uno de los pocos
queológica y etnohistórica, coinciden en señalar casos en el ámbito mundial de la conservación de

8
Llapchiluli, el fabricante de telas de plumas de la corte de Naymlap, habría fundado Jayanca (Rowe 1970: 331), lo que
indicaría que además de la nobleza por lazos de parentesco, estos funcionarios de la corte quizás habrían sido también nobles o,
en todo caso, personajes de alto estatus que gozaban de similares privilegios.
9
Una primera versión de este texto, aquí revisado, apareció en el artículo “Chanchán: Arquitectura y Urbanismo de la
Ciudad”, publicado en la Revista Arquitectura Panamericana, órgano de la Federación Panamericana de las Asociaciones de
Arquitectos (Canziani 1992).
348 JOSÉ CANZIANI

Fig. 27. Chanchán: plano ge-


neral de la ciudad (Kolata
1980: fig. 7).
7. ESTADOS Y SEÑORÍOS TARDÍOS 349

las ruinas de una ciudad de notable extensión y y muchas veces entre las ciudadelas y los complejos
complejidad y que, salvo la erosión natural, la arquitectónicos monumentales, se encuentran
depredación de los buscadores de tesoros desde grandes extensiones con estructuras construidas
época colonial y la reciente expansión urbana, aún mayormente con materiales perecederos y que
se conserva, por lo menos en su sector monumen- corresponden a lo que se conoce como ‘barrios
tal, en relativamente buenas condiciones.10 populares’.
De esta manera Chanchán constituye una
fuente excepcional para el estudio y conocimien- Los Complejos Político Administrativos
to de la sociedad chimú, sus niveles de desarrollo,
sus formas de organización social y, en particular, Se han identificado en Chanchán por lo menos
del modo de vida urbano de sus habitantes. En diez de estos grandes recintos con arquitectura
esta sección se presenta una apretada síntesis de monumental, que son conocidos con los nombres
las principales características de este importante de Chayhuac, Uhle, Tello, Laberinto, Gran Chimú,
asentamiento, a la luz de las investigaciones ar- Squier, Velarde, Bandelier, Tschudi y Rivero. Si
queológicas desarrolladas en el sitio. bien existe una cierta diversidad de soluciones en
La ciudad de Chanchán presenta en su área su planeamiento, que aparentemente responden
nuclear una organización particular del espacio a los cambios que se procesan en la evolución his-
urbano. El componente principal está constituido tórica de la ciudad, como se verá mas adelante,
por Complejos Político Administrativos —popu- estas comparten una serie de rasgos comunes.
larmente conocidos como ‘ciudadelas’— grandes Entre estos destaca una gran área cercada por
recintos cercados que contienen estructuras arqui- murallas, generalmente de planta rectangular; una
tectónicas de características monumentales. En las orientación dominante norte sur; la división de
áreas próximas a estas se ubican otros importantes los complejos cercados generalmente en tres secto-
complejos arquitectónicos, que comparten rasgos res; un alto grado de planificación; y una serie de
formales y constructivos con las ciudadelas, si bien patrones y elementos arquitectónicos comunes,
de dimensiones menores y sin los niveles de aca- tales como los accesos principales ubicados hacia
bado que caracterizan a estas. En los alrededores el norte, una zonificación similar de los sectores

Fig. 28. Chanchán: vista aérea


panorámica de la ciudad don-
de destacan las plantas amura-
lladas de los Complejos Políti-
cos Administrativos (Shippee y
Johnson, American Museum of
Natural History).

10
Estas extraordinarias características han conducido a su reconocimiento por la UNESCO como Patrimonio Cultural de la
Humanidad en 1986.
350 JOSÉ CANZIANI

Fig. 29. Chanchán: vista aérea


del Complejo Político Admi-
nistrativo “Laberinto” (SAN).

interiores, y la presencia en estos de estructuras y


Fig. 30. Chanchán: portada de ingreso norte al primer patio del
Complejo Político Administrativo de Chayhuac (Canziani).
espacios como son las plazas, las llamadas audien-
cias, los depósitos, las plataformas funerarias y los
pozos o estanques.
De esta manera, los Complejos Político Ad-
ministrativos de las fases tardías y mejor conser-
vadas, como Tschudi y Rivero, presentan un gran
cercado rectangular, conformado por grandes
murallas de adobe de 6 a 9 metros de altura y de
sección trapezoidal. Generalmente estas murallas
son dobles y a veces inclusive triples, formando
su trazo paralelo corredores que muchas veces son
ciegos y sin fines específicos de circulación, sino
mas bien con el aparente propósito de lograr un
7. ESTADOS Y SEÑORÍOS TARDÍOS 351

Fig. 31. Chanchán: rampa y banquetas en el ingreso del lado sur


del primer patio del Complejo Político Administrativo de Chayhuac
(Canziani).

mayor aislamiento de las estructuras interiores con


relación al resto de la población. Estos grandes Fig. 32. Representación arquitectónica Chimú de un patio en el
que se escenifica una ceremonia funeraria (Cortesía S. Uceda, Pro-
cercados presentan recurrentemente una sola en- yecto Arqueológico Huacas del Sol y de La Luna).
trada ubicada al norte, que a su vez da acceso,
mediante un corredor laberíntico que lo restringe Las llamadas audiencias son estructuras con
y controla, al sector norte del complejo. planta en forma de U y que, como su nombre lo
En el marco de la tripartición interior que ca- indica, parecen destinadas a albergar a un perso-
racteriza el planeamiento de los Complejos Polí- naje o funcionario ligado al desempeño de activi-
tico Administrativos, el sector norte presenta una dades político administrativas. Esto se puede de-
plaza o gran patio con banquetas perimetrales, que ducir de la propia iconografia tanto chimú como
tiene en el lado sur una rampa y un acceso que moche, en la que aparecen recurrentemente esce-
comunica con una serie de recintos menores en nas con personajes principales instalados en este
los que se encuentran las audiencias y los depósi- tipo de estructuras. De otro lado, especialmente
tos. Generalmente al este de estas plazas se ubican en la costa norte del Perú, desde tiempos tan
áreas que presentan evidencias de batanes y de tempranos como el Formativo, si no antes, se en-
fogones para la preparación de alimentos, lo que cuentra una amplia tradición arquitectónica que
las definiría como áreas de servicios de este sector asocia este tipo de estructuras al culto y al poder.
norte. Estas áreas de cocina habrían estado aso- Por otra parte, estas estructuras se ubican en una
ciadas a la preparación de viandas y bebidas a ser posición estratégica con relación a las áreas de
consumidas durante banquetes o eventos ceremo- depósitos, tanto para el control del acceso a estos,
niales que se desarrollaban en las plazas, como como también con relación al manejo de los bie-
parte de las actividades de representación política nes que contuvieran. Algunos de los recintos en
y de carácter redistributivo. En este sector norte los que se encuentra una audiencia, presentan otra
se encuentran también recintos en los que se ubi- estructura menor con forma en U en el flanco, lo
can algunas audiencias e hileras ordenadas de que hace suponer la presencia de un segundo per-
cubículos destinados al almacenamiento. sonaje de menor rango, o la de un asistente del
Los depósitos han sido definidos fundamen- personaje que ocupaba la posición principal.
talmente sobre la base de su forma, ya que en ellos Las diferencias formales que se aprecian en los
generalmente no aparecen trazas o evidencias de depósitos, como también en las audiencias, si bien
los bienes o productos que contuvieron, no pre- en parte evidentemente responden a su evolución
sentan huellas de actividades domésticas y tanto a lo largo del tiempo, como generalmente se afir-
su forma como sus dimensiones no corresponden ma, a su vez debieron responder fundamentalmen-
a la tipología propia de viviendas. De otro lado, te a la distinta naturaleza y valor de los bienes que
su disposición y características —como es el caso contenían, como al distinto rango de los funcio-
de los umbrales elevados— son en cierta forma narios que ocupaban las audiencias y las diversas
análogas a las estructuras de depósito que se en- actividades que en estas se desempeñaban. En este
cuentran en la región, como en el caso de Pampa sentido, es posible apreciar que en un mismo com-
Grande, o en el área centro andina en general, plejo existen diferencias en las dimensiones y en
especialmente durante la época Inka. la forma de estas estructuras, y a su vez se observa
352 JOSÉ CANZIANI

Mucho se ha especulado sobre la posible fun-


ción de los Complejos Político Administrativos
de Chanchán, sin embargo a partir de las investiga-
ciones arqueológicas desarrolladas (Moseley y Day,
1982) se puede concluir que estaban asociadas a
la elite que gobernaba la ciudad y el extenso terri-
torio conquistado por los Chimú. Aparentemente,
se trataba de palacios donde se centralizaba el
poder y el aparato administrativo de estos gober-
nantes. Generalmente se afirma que estos com-
plejos monumentales constituían la residencia de
estos personajes y de su corte. Sin embargo, nos
Fig. 33. Chanchán: audiencias asociadas a un patio en el Complejo
parece que más que residencias se trata de palacios
Político Administrativo de Chayhuac, donde se aprecian muros de
adobe calados y la ornamentación del zócalo con relieves represen- de función eminentemente política y administra-
tando aves (Canziani). tiva, y en apoyo a lo sostenido, podemos señalar
en primer lugar la evidente dificultad en identifi-
una relación especifica entre estas variaciones for- car en la mayoría de estos complejos, estructuras
males y la ubicación particular en que se encuen- o ambientes apropiados para el desenvolvimiento
tran las audiencias y los depósitos respecto a los de funciones de tipo residencial de elite.
accesos y zonas de distribución de los distintos Si hacemos un análisis, aun somero, de la arqui-
sectores de los complejos. tectura de los Complejos Político Administrati-
En el sector central de las complejos, se en- vos, encontraremos que la mayoría, si no la totali-
cuentra generalmente la mayor concentración de dad de las estructuras y espacios arquitectónicos,
estructuras de almacenamiento que se presentan, están asociados a funciones de tipo publico y de
al igual que en el sector norte, asociadas a las au-
diencias. Una variante en el ordenamiento de este Fig. 33 A. Chanchán: plano del Complejo Político Administrativo
sector central, es la frecuente presencia en ellos de Rivero (Moseley y Day 1982).
plataformas funerarias. De manera similar a lo que
acontece en el sector norte, también en el sector
central la comunicación se realiza mediante estre-
chos corredores de recorrido laberíntico, que se-
paran sectores y dan acceso a grandes patios, en
los que se repite la habitual disposición de los ac-
cesos al norte y de las rampas al sur. Estos grandes
patios, a su vez comunican con áreas de almace-
namiento o con la propia plataforma funeraria.
En el sector sur de los complejos, normalmente
se encuentra un canchón aparentemente libre de
construcciones, pero que en algunos casos pre-
sentan evidencias de estructuras fuertemente
aglutinadas, construidas con materiales precarios
y sin planificación, muy similares a las que se en-
cuentran en los barrios populares. Asociadas a es-
tas estructuras se encuentran abundantes eviden-
cias de actividades domesticas, por lo que se pue-
de suponer que albergaron al personal adscrito al
servicio de los complejos. En estos sectores ubica-
dos al sur, se localizan frecuentemente pozos de
agua con rampas en su perímetro para descender
al nivel de la misma. En algunos casos, como en
el del complejo Tschudi, se construyó un gran
estanque que debió tener, además del posible apro-
visionamiento de agua, funciones de tipo orna-
mental, recreativo o ceremonial.
7. ESTADOS Y SEÑORÍOS TARDÍOS 353

carácter político administrativo, como sucede con los complejos arquitectónicos conocidos como
las plazas, los patios y otras áreas libres ligadas a la «arquitectura de elite» o «arquitectura interme-
recepción de los concurrentes a estos complejos y dia», o en todo caso en los complejos llamados
al desarrollo de determinadas actividades y cere- «anexos», por ser grandes recintos que se encuen-
monias y, al mismo tiempo, en cuanto elementos tran adosados a los lados de los Complejos Políti-
centrales de acceso a los corredores que comuni- co Administrativos y que además de patios, au-
caban con los recintos interiores. Lo mismo suce- diencias y depósitos, presentan también estructu-
de con los recintos en que se encuentran los de- ras que morfológicamente podrían corresponder
pósitos y las audiencias, que ocupan prácticamente a residencias de elite (Klymyshyn 1980, 1982).
toda el área de los complejos, además de las áreas
libres y de circulación.11 Los Complejos Arquitectónicos de Elite
De otro lado, la viviendas que se encuentran
en el sector sur de los complejos, como hemos Se trata de complejos de dimensiones algo meno-
visto, están construidas con materiales perecede- res y de planta ortogonal, también construidos
ros y parecen corresponder a personal de servicio con muros de adobe, que presentan una gran va-
presente dentro de los complejos. De esta mane- riedad formal e igualmente una fuerte diferencia-
ra, si se considera que las estructuras dentro de ción en cuanto a extensión y calidad de los acaba-
los Complejos Político Administrativos, no están dos se refiere. Sin embargo, en todos estos com-
asociadas a funciones residenciales correspondien- plejos arquitectónicos se advierte una constante,
tes a la elite gobernante y su corte, sino mas bien que reside tanto en el hecho de compartir una
a funciones político administrativas desempeña- serie de elementos y rasgos arquitectónicos con
das por estos mismos personajes, se puede soste- los Complejos Político Administrativos (plazas o
ner la hipótesis que las estructuras que absolvie- patios, audiencias, depósitos, pozos de agua, etc.);
ron esta función se deberían ubicar en algunos de como también en la reiteración, en mayor o me-

Fig. 34. Chanchán: vista aérea


oblicua de un sector de la ciu-
dad donde se aprecia el tejido
urbano en el cual destacan los
grandes Complejos Políticos
Administrativos; las cercaduras
de otros complejos de menor
jerarquía, aparentemente aso-
ciados a funciones públicas y
residenciales de elite; y los ci-
mientos correspondientes a los
barrios populares (Shippee y
Johnson, American Museum of
Natural History).

11
De la enorme capacidad de almacenamiento, resultante del predominio de éste tipo de estructuras en relación al área
techada de estos complejos, se puede deducir la importancia que estos tenían en la estructuración del poder económico estable-
cido por la elite chimú. Desde esta perspectiva, se puede apreciar la función de los complejos político administrativos o ‘ciudade-
las’, en cuanto instrumentos de acumulación de distinto tipo de bienes, que debieron servir de base tanto para las inversiones en
obras públicas del Estado que la elite conducía, como para la operación de los sistemas redistributivos que le garantizaban a ésta
el acceso a la fuerza de trabajo.
354 JOSÉ CANZIANI

Fig. 35. Chanchán: plano de la unidad 15 correspondiente a un


complejo arquitectónico de elite (Klymyshyn 1980: fig. 4).

Fig. 37. Chanchán: plano de la unidad 6 correspondiente a un com-


plejo arquitectónico de elite (Klymyshyn 1980: fig. 3).

nor escala, de los atributos formales de la arqui-


tectura de los Complejos Político Administrati-
vos, e igualmente en los patrones dominantes de
orientación, acceso, circulación y distribución de
las estructuras que estas contienen.
Estos complejos arquitectónicos de elite, no
debieron responder únicamente a posibles funcio-
nes de tipo residencial, a las que ya nos hemos
referido líneas arriba, sino también a una vasta
gama de actividades públicas y administrativas.
Esto se deduce de la existencia de muchos recintos
que contienen exclusivamente audiencias y estruc-
turas de almacenamiento. En otros casos se dan
complejos que combinan sectores con este tipo
de estructuras, con otros que pudieron correspon-
der a fines residenciales o de otro tipo. Mayor-
mente estas estructuras de posible función resi-
dencial, están asociadas a la presencia de pozos
que permitían el abastecimiento de agua de quie-
nes vivían dentro de este tipo de complejos.
Por lo general los trabajos referidos a Chanchán
Fig. 36. Chanchán: plano de la unidad 10 correspondiente a un
privilegian la identificación de estos complejos ar-
complejo arquitectónico de elite (Klymyshyn 1980: f ig. 2). quitectónicos con las zonas residenciales de los
7. ESTADOS Y SEÑORÍOS TARDÍOS 355

Fig. 38. Chanchán: plano de


la ciudad donde destacan los
sectores ocupados por los de-
nominados “barrios populares”
(Topic 1980: fig.1).

funcionarios y nobles de la sociedad chimú complejos político administrativos y los comple-


(Klymyshyn 1980, 1982). Sin embargo, hemos jos arquitectónicos de elite, se encuentra una ar-
mencionado la existencia de muchos complejos quitectura que difiere radicalmente de la descrita
con estructuras de evidentes fines de tipo admi- líneas arriba. Se trata de áreas que presentan una
nistrativo o quizás productivo. En este sentido, fuerte aglomeración de estructuras sin mayor or-
dada la gran complejidad de la sociedad chimú, den o planificación en su trazo. Esta arquitectura
se puede suponer que muchos de estos complejos es generalmente de carácter rústico, sus muros
urbanos correspondieran a la actividad de dife- están hechos mayormente de cantos rodados y son
rentes instituciones presentes en una sociedad de escasa altura (aproximadamente 50 cm de alto),
como la chimú, caracterizada por una acentuada sirviendo de base a estructuras elaboradas con la
división social del trabajo. técnica de la quincha, con techos del mismo ma-
terial soportados por horcones de madera.
Los barrios populares Estas estructuras de función habitacional y
productiva se encuentran dentro de recintos de
En la periferia del área nuclear de la ciudad de distintas formas, aunque con una cierta tendencia
Chanchán, especialmente al sur y al oeste, así como a la ortogonalidad. Estos conjuntos estaban sepa-
también dentro del área nuclear ocupada por los rados por pasajes que permitían la comunicación
356 JOSÉ CANZIANI

Fig. 40. Chanchán: plano de


conjuntos en un barrio (Topic
1980: fig.2).

entre ellos y articulaban los barrios con el resto de Fig. 41. Chanchán: plano de conjuntos asociados a caravaneros
(Topic 1990: fig. 13).
la ciudad. En las áreas libres de los conjuntos de
carácter habitacional se ha registrado el desarro-
llo de actividades domésticas asociadas a la pre-
sencia de fogones, batanes y otras evidencias de la
preparación de alimentos, de la crianza de anima-
les de corral y en general de la vida cotidiana de
estos pobladores.
Pero es de fundamental importancia destacar
el hecho de que en estos barrios se registra también
la presencia de una serie de actividades producti-
vas, mayormente vinculadas con las manufacturas.
Estas actividades están presentes desde los niveles
domésticos hasta el de los talleres especializados,
dedicados a la elaboración de textiles, cerámica,
metalurgia y orfebrería, abalorios, objetos de ma-
dera, etc. Las evidencias de producción de manu-
facturas de tipo especializado en estas áreas, son
7. ESTADOS Y SEÑORÍOS TARDÍOS 357

de tal magnitud que permiten suponer que el grue- La ciudad en sus inicios habría partido de un
so de la población de estos barrios tenía como modelo urbanístico, conformado por un gran re-
ocupación principal este tipo de actividades pro- cinto rectangular que a su vez se subdividía en 3
ductivas (Topic 1980, 1982, 1990). mediante grandes murallas de adobe. En el sector
Las excavaciones arqueológicas realizadas en central se ubicaría como elemento nuclear el com-
estos sectores de la ciudad, han permitido estable- plejo político administrativo o ‘ciudadela’; en el
cer algunas diferenciaciones de carácter funcio- sector al este se instalarían algunas plataformas de
nal. Este es el caso de los llamados «barrios» aparente función ceremonial; mientras que el sec-
populares con población mayormente dedicada a tor oeste posiblemente habría sido asignado para
la producción artesanal; de ciertos sectores con la instalación de edificaciones menores, destina-
viviendas que parecen corresponder a las personas das a los sectores habitacionales y a la producción
adscritas al servicio de la elite de los Complejos de manufacturas.
Político Administrativos y que se ubican en las Este modelo se reiteraría en la sucesiva expan-
proximidades de estas; y de estructuras con corra- sión de la ciudad hacia el norte, conforme se desa-
les posiblemente asociadas con grupos de tratan- rrollaban nuevos sectores que tenían por centro sus
tes o mercaderes relacionados con el manejo de respectivas ‘ciudadelas’. De acuerdo a esta hipótesis,
las caravanas de llamas y el intercambio a distan- hasta culminar con la expansión correspondiente
cia a lo largo de la costa norte y hacia las regiones al sector dominado por el complejo Gran Chimú,
cordilleranas. el desarrollo de la ciudad habría sido relativamente
ordenado, pero por algún motivo las siguientes eta-
El Urbanismo de Chanchán pas de su crecimiento se desarrollarían reocupando
las zonas previamente urbanizadas, lo que habría
A primera vista Chanchán presenta una imagen significado grandes eventos de remodelación sobre
contradictoria, en la que destaca la extrema plani- sectores urbanos preexistentes, o el adosamiento de
ficación de determinados complejos, como es el nuevos complejos y edificaciones en las áreas dis-
caso de los Complejos Político Administrativos, ponibles entre los ya existentes, generándose así esa
y de otro lado una traza urbana en la que no se impresión algo caótica que presenta la imagen de
aprecia un ordenamiento muy claro y menos aún la ciudad en su última ocupación y cuyas ruinas
la existencia de determinados ejes directrices o de conocemos hoy (Williams 1986-1987).
sistemas de circulación acordes con una ciudad Los Complejos Político Administrativos
de su naturaleza. Sin embargo, el panorama re- tempranos serían los denominados: Chayhuac y
sulta algo más comprensible si tenemos en cuenta Uhle, a los que les sigue Gran Chimú que con su
que la ciudad que apreciamos refleja su estado fi- extenso proyecto sella la máxima expansión urbana
nal, correspondiente a las fases tardías en la que se de la ciudad; a los que luego le seguirían Velarde,
acumuló toda una secuencia de desarrollo y Laberinto, Squier, Rivero, Bandelier, y Tshudi, su-
remodelaciones que se sucedieron a lo largo de mando así nueve ‘ciudadelas’. Se ha sugerido que
mas de cinco siglos (900 al 1450 d. C.) de evolu- esta particular forma de desarrollo urbano se ex-
ción histórica. plicaría a partir del hecho que los distintos Com-
Hoy en día sabemos que la ciudad se fundó a plejos Político Administrativos, el eje nuclear de
escasa distancia del mar, con la construcción de la ciudad, corresponderían a los sucesivos palacios
complejos como Chayhuac y Uhle, prosiguiendo que erige la dinastía de gobernantes de este pode-
posteriormente su avance hacia el norte con la roso Estado. En este sentido, se ha planteado la
construcción de los grandes cercados asociados al hipótesis de que el numero de los Complejos Polí-
complejo Gran Chimú, que correspondería a la tico Administrativos correspondería aproximada-
época de máxima expansión (1150-1300 d.C.). mente al número de gobernantes que habría teni-
Posteriormente, este plan de desarrollo urbano su- do la ciudad (Rowe 1970). De esta manera, cada
frió una aparente involución, caracterizada por la gobernante habría construido como sede de su
construcción de nuevos complejos en los espacios poder político su propio palacio, en el que se cen-
libres dejados entre los preexistentes, de modo tal tralizaban las actividades relacionadas con la ad-
que el desarrollo urbano retorna sobre sus pro- ministración estatal conducida por los funciona-
pios pasos, aproximándose nuevamente al mar con rios de su corte. Estos complejos en los que se
la construcción de Complejos Político Adminis- concentraba una gran cantidad de bienes, en el
trativos tardíos como Velarde, Bandelier, Tschudi marco de una política redistributiva que consti-
y Rivero. tuye una de las fuentes de poder del gobernante, a
358 JOSÉ CANZIANI

Fig. 42. Esquema de una hipo-


tética evolución de Chanchán
en su desarrollo histórico
(redibujado de Williams 1986
- 1987).
7. ESTADOS Y SEÑORÍOS TARDÍOS 359

su muerte habrían sido convertidos en una suerte de la población urbana, además de expresarse en
de mausoleos, edificándose dentro de las ciuda- la arquitectura, han sido documentados inclusive
delas, sendas plataformas funerarias destinadas a en aspectos propios de la vida cotidiana y del ac-
contener la tumba real y las de los miembros de ceso a los servicios urbanos por parte de los habi-
su corte. tantes de la ciudad.
En la lógica de esta misma hipótesis, el nuevo Los enormes amurallamientos que encierran
gobernante, heredero del poder político en el los Complejos Político Administrativos y la exis-
marco de un sistema de ‘herencia dividida’, que- tencia en estas de un único acceso, fuertemente
daba obligado a proseguir la política de conquis- controlado y restringido, grafican claramente una
tas territoriales o a la ejecución de nuevas obras separación neta entre la elite gobernante y los res-
publicas que le permitieran adquirir las rentas para tantes sectores sociales. Estas características, aun-
el sustento de su propia corte. De otro lado, la que en menor grado, son compartidas por los
corte y parientes del gobernante difunto, habrían complejos menores, asociados a las residencias de
proseguido la administración de sus bienes y go- la elite y a distintos tipos de edificaciones admi-
zado de las rentas obtenidas por este. Bajo este nistrativas. En este sentido, basta constatar que
esquema, la máxima expansión urbana, asociada los miles de metros cuadrados destinados al al-
a la construcción del complejo Gran Chimú, co- macenamiento de distintos productos y de bienes
incidiría con la expansión del Estado a los valles suntuarios, están concentrados casi exclusivamente
de Lambayeque y posteriormente hasta Tumbes en este tipo de complejos. Igualmente, en lo que
por el norte, mientras hacia el sur la expansión a acceso a los servicios urbanos se refiere, estos
habría llegado hasta los valles de Pativilca. sectores sociales, como se ha visto, cuentan con
En todo caso, estas son hipótesis que deberán abundantes pozos de agua de uso exclusivo y di-
necesariamente ponerse a prueba mediante el de- recto dentro de estos recintos.
sarrollo de las futuras investigaciones. Lo que si De otro lado, los sectores populares habitan-
es un hecho comprobado, es la existencia de Com- tes de los barrios construidos con materiales pere-
plejos Político Administrativos ya abandonados cederos, cuentan con escasos espacios de depósi-
en el momento en que se construyen otros más to, los que mayormente están asociados al alma-
recientes, como se constata con la construccion cenamiento de materias primas, de instrumentos
de los complejos Bandelier y Velarde que afectan y de productos propios de las manufacturas que
seriamente, si no es que clausuran definitivamen- allí se desarrollaban, dependiendo para el abaste-
te, los accesos al norte de los complejos Uhle y cimiento de los productos alimenticios y de los
Laberinto, respectivamente. Por otra parte, este bienes que no producen, del sistema redistributivo
esquema hipotético se complica con el hallazgo, del Estado en el cual los términos del intercam-
en excavaciones realizadas en el complejo Tshudi, bio debieron favorecer a éste último. En cuanto
de edificaciones preexistentes que fueron al acceso a servicios, como el abastecimiento de
remodeladas cuando se les superpuso la agua, se observa tan solo la existencia de algunos
construccion de un nuevo complejo. pozos de tipo comunal que abastecen en conjun-
to a la población de los distintos barrios.

Clases sociales y estructura urbana Chanchán y su entorno territorial

De las peculiares características urbanas de una Uno de los aspectos que más destaca en el desa-
ciudad como Chanchán, emergen una serie de ele- rrollo urbano de Chanchán, es su asociación con
mentos que permiten la construccion de el desarrollo de grandes obras públicas. Este es
inferencias sustantivas acerca de su organización especialmente el caso de las obras de canalización
social. En este sentido, la organización del asenta- para la irrigación artificial y la habilitación de
miento refleja una fuerte estratificación, con clases nuevas tierras de cultivo, que interesan la margen
sociales distintas ocupando diferentes áreas urba- derecha del valle de Moche. Estas obras de irriga-
nas y con una arquitectura que expresa claramente ción comprendieron en un determinado momento
estos niveles de diferenciación social. Las diferen- la ejecución de una ambiciosa obra de canaliza-
cias sociales, derivadas de la distinta participación ción, como fue la del canal de La Cumbre cuya
en los procesos productivos y las formas de distri- extensión alcanza más de 80 km de recorrido, con
bución de la riqueza entre los distintos sectores la finalidad de derivar aguas de la cuenca del río
360 JOSÉ CANZIANI

Fig. 43. Valle de Moche con la


expansión agrícola asociada al
canal La Cumbre y la ubicación
de Chanchán y algunos com-
plejos administrativos rurales
Chimú (Keatinge 1980: fig. 1).

Chicama a aquella del río Moche de menor cau- que se conectan entre sí mediante corredores de
dal (Ortloff 1981).12 recorrido laberíntico, mientras los vanos de las
Estas obras públicas habrían sido de funda- puertas están resaltados con machones o pilastras
mental importancia para el Estado Chimú, al te- en sus jambas. Se reporta en estos complejos es-
ner la finalidad de extender las áreas disponibles tructuras similares a las ‘audiencias’ y algunos de
para la producción agrícola por encima del piso los ambientes principales lucen nichos o incor-
aluvial de estos valles, interesando las pampas y poran alacenas (ibid.: figs. 2-5). Estos rasgos ar-
laderas eriazas que se ubicaban sobre sus márge- quitectónicos, a los que hay que agregar el desa-
nes. Este es especialmente el caso del sector deno- rrollo de patios, banquetas y rampas, así como la
minado pampa de La Esperanza, ubicado preci- presencia de ambientes de cocina —en una posi-
samente al norte de la ciudad de Chanchán. Se ha ción muy similar a la que se presenta en los com-
sugerido también un propósito colateral al de la plejos político administrativos de Chanchán—
irrigación, que habría sido incrementar el acuífero sugeriría que también en algunos de estos com-
de la napa subterránea, por la importancia vital plejos rurales se desarrollaran actividades de re-
que esta tenía para el abastecimiento de agua de presentación pública por parte de los funciona-
los pozos de la ciudad. rios destacados en ellas, que en éste caso debieron
En estos sectores de expansión agrícola rela- estar relacionadas con las formas de movilización
cionados con el canal de La Cumbre, se registra la de la población convocada para el mantenimien-
presencia de algunos complejos administrativos, to de las obras de irrigación o para el desarrollo
como Quebrada del Oso y El Milagro de San José de las labores de cultivo en los campos.
(Keatinge 1980: fig. 1). Estos sitios están estre- Una población ciertamente numerosa como
chamente asociados a canales secundarios y a sis- la que habitaba en Chanchán, mayormente desli-
temas de campos de cultivo y si bien sus edificios gada de los trabajos agrícolas e involucrada en la
están construidos con mampostería de piedra, sus producción de manufacturas o de servicios espe-
rasgos son propios de la arquitectura chimú. Es- cializados, requería necesariamente del aprovisio-
tos complejos presentan plantas rectangulares y namiento de ingentes cantidades de productos
una traza ortogonal de los ambientes interiores, agrícolas, que en gran parte debieron provenir del

12
Además de la enorme envergadura constructiva, una obra hidráulica de esta naturaleza implica un reto mayor de ingenie-
ría, ya que en el diseño del canal es preciso ubicar el punto de la bocatoma y definir el trazo y sección del canal, de forma tal que
el caudal de agua transcurra con la pendiente ideal en todo este complicado recorrido. A lo que hay que agregar un factor
condicionante a resolver, cual fue trasponer la cota del nivel del abra o divisoria entre el valle del Chicama y el de Moche en el
sector que se ubica al noreste del Cerro Campana (Ortloff 1981).
7. ESTADOS Y SEÑORÍOS TARDÍOS 361

Manchán

Así como se ha destacado la expansión del estado


Chimú hacia los valles de Lambayeque y aún más
al norte hasta Tumbes, simultáneamente esta ex-
pansión se habría orientado en sucesivas etapas
hacia los valles de la costa ubicados al sur de su
área nuclear establecida, en los valles de Moche y
Chicama. Si bien en algunas crónicas coloniales
tempranas se señala que esta expansión hacia el
sur habría finalmente interesado la costa central,
llegando inclusive hasta el norte de la comarca de
Lima, arqueológicamente no se reporta ningún
asentamiento y menos algún centro urbano que
se pueda asociar a esta supuesta expansión en la
región.
La costa central podría haber sido una región
con la cual el estado Chimú estableció evidente-
mente contacto y algún tipo de intercambio, pero
donde éste no habría implantado alguna forma
de control territorial. Por lo tanto, a partir de las
evidencias disponibles, lo que sí se puede afirmar
Fig. 44. Complejo administrativo rural El Milagro de San José
con seguridad es que esta frontera sur se habría
(Keatinge 1980: fig. 3). consolidado en los valles de Casma, con posibles
proyecciones de su límite hasta los valles de
propio valle de Moche, lo que explicaría el énfasis Pativilca, donde se encuentra la fortaleza de Para-
y la notable inversión de esfuerzos en el desarrollo monga.13 La suposición de que los dominios bajo
de este tipo de grandes obras públicas orientadas la esfera de poder de la elite chimú, establecida en
a la expansión agrícola. la capital de Chanchán, debieron tener como fron-
Se ha sugerido que el posible colapso de parte tera efectiva el valle de Casma, se sustenta en la
de esta infraestructura, debido a fenómenos na- ubicación en este valle de Manchán, un impor-
turales como El Niño, y la consiguiente disminu- tante centro urbano afiliado a la ocupación Chimú
ción del acuífero habrían sido una de las causas en la región y que, como tal, habría cumplido el
del estancamiento de la expansión de Chanchán rol de principal centro provincial en el territorio
hacia el norte y de su retroceso nuevamente hacia de sus alejados dominios sureños (Mackey y
la costa, donde la napa freática era más elevada y Klymyshyn 1990).
permitía el continuo abastecimiento de agua El asentamiento se localiza en una quebrada
(Kolata, 1990). En todo caso, la eventual reduc- transversal a la margen izquierda del valle de
ción de la superficie cultivada en los alrededores Casma, a unos 12 km del litoral. Esta localización
de la ciudad, no debió afectar seriamente su po- resulta central con relación a la mayor concentra-
der económico, sustentado en el control de la ción de tierras irrigables que corresponde a la con-
mayor parte de los valles de la costa norte, justa- fluencia de los ríos Casma y Sechín, y respecto a
mente los más amplios y prósperos de la costa la ubicación de otros centros de menor nivel jerár-
desértica del Perú. Finalmente, luego de la con- quico y asentamientos aldeanos afiliados a la ocu-
quista Inka de la costa norte y la consiguiente des- pación Chimú en el valle (ibid.: 200-203; fig. 2).
articulación de las clases dominantes del Estado Por otra parte, la quebrada donde se localiza el
Chimú, la ciudad fue languideciendo hasta su sitio constituye una vía natural de salida desde el
abandono definitivo. valle con dirección al sur, hacia los valles de Cule-

13
Si bien en la literatura arqueológica se encuentran innumerables referencias a Paramonga como un sitio afiliado a la
expansión sureña del estado Chimú, no conocemos estudios detallados que definan tanto la naturaleza de esta ocupación en el
sitio, como tampoco la extensión y características generales del asentamiento más allá de la evidente presencia del complejo
monumental (Langlois 1938).
362 JOSÉ CANZIANI

Fig. 45. Manchán: plano gene-


ral (Mackey y Klymiyshyn
1981: fig. 1).

bras y Huarmey que se encuentran respectivamen- ta de estructuras arquitectónicas algo semejantes


te a 65 y 80 km de distancia a través de un largo formalmente a las clásicas audiencias de
tramo desértico. Chanchán, como también por su asociación a es-
Manchán alcanza una extensión de 64 ha y tructuras de depósito. Estas estructuras tipo au-
está conformado principalmente por nueve com- diencia —de las que en Manchán se reportan 5
plejos construidos con muros de adobe. Los com- casos— se encuentran en conglomerados de re-
plejos más tempranos serían cuatro que se presen- cintos que incluyen también de cuatro a más es-
tan aglutinados y que se habrían desarrollado tructuras de depósito. En algunos de los comple-
adosándose unos a otros y sin comunicación en- jos presentes en Manchán, además de estos rasgos
tre sí, a partir del Complejo 1, el mayor de ellos característicos de la arquitectura Chimú, están
que se localiza al este del sitio. De acuerdo a la presentes también los típicos accesos con recorri-
secuencia de desarrollo propuesta, los cinco com- do laberíntico y los corredores que conectan con
plejos independientes serían más tardíos, tanto por recintos que presentan banquetas, nichos y ram-
encontrase mayormente al oeste como por sus ras- pas, y desde los cuales se accedía a las audiencias y
gos arquitectónicos y los materiales culturales aso- a los depósitos (ibid.: 199).
ciados (ibid.: 205). Sin embargo, a partir del exa- En todo caso, se advierte que la calidad for-
men del plano publicado de un importante sec- mal y constructiva de la arquitectura de estos com-
tor del sitio (Mackey y Klymyshyn 1981: fig.1), plejos es bastante menor, si la comparamos con la
podemos plantear dos observaciones puntuales a que presentan los complejos monumentales y la
ésta propuesta: a) los complejos denominados 1 y arquitectura intermedia de la ciudad de Chanchán.
2, por su gran extensión y distribución espacial, Estas características, sumadas a la escasa presen-
parecen en realidad haber estado conformados por cia de bienes de prestigio; la existencia de tan sólo
más de un complejo cada uno; b) más allá de las unos 50 depósitos; y evidencias del desarrollo al
posibles diferencias cronológicas planteadas con interior del sitio de algunos procesos de produc-
relación a los complejos aglutinados, el planea- ción de manufacturas de menor calidad y mayor-
miento distinto de los complejos aislados y los mente orientadas al autoconsumo, permiten a las
rasgos arquitectónicos que estos consistentemente investigadoras postular —desde la perspectiva
comparten, a nuestro entender estaría expresando provincial de este centro urbano— la hipótesis de
la existencia de una sustancial diferencia funcional la existencia de un alto grado de centralización
entre éstos y los aglutinados. política y económica ejercida desde la capital de
Se reportan en los complejos presentes en el Chanchán, en el sentido de que un centro admi-
asentamiento algunos rasgos característicos de la nistrativo de segundo orden jerárquico respecto a
arquitectura propia del estado Chimú. Este es el la capital, como es Manchán, posiblemente aloja-
caso de lo que las investigadoras del sitio denomi- ba una burocracia carente de muchos de los privi-
nan ‘variantes de audiencias’, ya sea porqué se tra- legios y servicios que, por el contrario, habrían
7. ESTADOS Y SEÑORÍOS TARDÍOS 363

disfrutado los miembros de la nobleza residentes


en la capital (ibid.: 210-212).
En todo caso, es de notar que las diferencias
de este centro provincial sureño, serían bastante
mayores que las que presentaban los contempo-
ráneos centros provinciales norteños con relación
a Chanchán. Esta mayor distancia jerárquica de
los centros sureños podría explicarse, entre otros
aspectos, por la menor importancia agrícola de
sus valles; una población bastante más reducida;
la escasa explotación de otros recursos, como los
mineros; sin olvidar las mayores dificultades
logísticas que debió representar entrelazar los va-
lles separados por amplias zonas desérticas, que
caracterizan la geografía de esta región. Por el con-
trario, las prósperas condiciones productivas que
ofrecían los valles norteños y la relativa proximi-
dad entre estos, habría fomentado la instalación
de centros provinciales Chimú en cada uno de
ellos (ibid.: 215-218).
Finalmente, al oeste y sur del sitio se ha regis-
trado la presencia de sectores con estructuras cons-
truidas con la técnica de la quincha, y que se pre-
sume podrían ser equivalentes a los denominados
‘barrios populares’ de Chanchán (Moore 1981).
Las notables diferencias arquitectónicas existen-
tes entre los complejos y estas construcciones de Fig. 46. Mapa de distribución de sitios Chancay en los valles de
Huaura y Chancay (Krzanowski 1991: fig. 1).
quincha, además de la distribución diferencial de
los artefactos culturales, permitirían inferir la pre-
sencia en el sitio de por lo menos dos niveles de mente sus ceramios y textiles, convertidos en me-
clases sociales. Si bien se puede suponer que la ros elementos de decoración de los salones de la
mayoría de estas estructuras tuvieron funciones sociedad limeña (Horkheimer 1970).
habitacionales, las investigaciones preliminares Esta intensa huaquería, así como una irrespon-
permiten advertir la posible presencia de talleres sable expansión agrícola, ha derivado en la des-
dedicados a la producción de determinadas ma- trucción y alteración de gran parte de sus más
nufacturas. Este es el caso de la excavación de una importantes asentamientos, como Huaral Viejo,
unidad que evidenció un área con múltiples fo- Lauri, Lumbra y Pisquillo Chico, que —según
gones, que parece haber estado asociada a la pre- se aprecia en las antiguas fotografías aéreas de los
paración de chicha (ibid.: 117-120). años 40— eran muy extensos y presentaban una
organización compleja de aparente carácter urba-
no. Es evidente que la acción vandálica que ha
Chancay y sus asentamientos urbanos sufrido el patrimonio de la cultura Chancay re-
presentará un lastre irreversible para el pleno co-
Esta cultura relativamente poco conocida —espe- nocimiento de esta interesante sociedad costeña.
cialmente en lo que se refiere a su arquitectura y La calidad excepcional de la cerámica Chancay
urbanismo— se desarrolló en la Costa Central, manifiesta que sus hábiles ceramistas, si bien si-
en los valles de Huaura y Chancay, aunque tam- guieron determinadas pautas en el desarrollo de
bién se reporta su presencia algo más al Sur asocia- ciertas formas y representaciones, gozaron de una
da a enterramientos en la caleta de Ancón y en el amplia libertad logrando piezas de una extraordi-
valle del Chillón. Lamentablemente durante dé- naria belleza y expresividad artística. Por otra par-
cadas las tumbas de sus cementerios y asenta- te, los textiles Chancay representan uno de los más
mientos han sido objeto de un bárbaro y devasta- importantes logros en el arte de esta sociedad. Se
dor saqueo, a raíz de la comercialización desarrollaron en este campo una serie de recursos
incontrolada de sus piezas arqueológicas, especial- técnicos, entre los cuales se puede mencionar los
364 JOSÉ CANZIANI

Fig. 47. Foto aérea de un posible sector del asentamiento de Pancha La Huaca ya desaparecido (SAN; Kosok 1965).

tapices, bordados, brocados, los encajes de hilo y y, por lo tanto, desligado de las extraordinarias
gasas de una extraordinaria finura y despliegue realizaciones de sus habitantes.
técnico, que presentan figuras de aves, peces y otros Algunos alcances acerca de las características
animales como los felinos. Además se desarrolló del urbanismo y la arquitectura Chancay nos los
la pintura sobre tela y un importante arte proporcionan los trabajos conducidos por Krza-
plumario. nowski (1991), que se concentraron en los sitios
Todo este notable conjunto de expresiones y de Pisquillo Chico y Lauri ubicados en el valle de
alto nivel de desarrollo de las manufacturas Chancay. Estos asentamientos principales se esta-
Chancay, debió comprometer evidentes grados de blecieron en planicies ubicadas por encima de los
especialización y la segregación espacial de proce- límites de los campos de cultivo y en ellos se pue-
sos productivos que, por lo general, se concen- de observar sectores densamente edificados y otros
tran en centros urbanos y se asocian a un modo destinados a cementerios. Tuvieron estos asenta-
de vida urbano de sus productores. Esta perspec- mientos una gran extensión, ya que si se excluye
tiva interpretativa nos permite en parte explicar- los sectores correspondientes a los cementerios,
nos el desarrollo urbano alcanzado por muchos en ellos el área edificada superaba las 20 ha.
de sus asentamientos, lo que hoy es difícil de en- En Pisquillo Chico, que aún presenta una
tender no solamente por la destrucción que los mejor conservación, se pueden reconocer 4 sec-
ha afectado irremediablemente, sino también por- tores o ‘barrios’ que presentan diferentes tipos de
qué lo que resta de ellos permanece sin investigar arquitectura. Entre estos destaca el sector central

Fig. 48 - Foto aérea del sitio de Cuyo en el valle de Chancay (SAN; Kosok 1965).
7. ESTADOS Y SEÑORÍOS TARDÍOS 365

Fig. 49. Pisquillo Chico: pla-


no general del asentamiento
ubicado en el valle de Chancay
(Krzanowski 1991: fig. 1).

del asentamiento, donde se concentran plazas y 6 se encuentran conjuntos de edificios que parecen
complejos que integran edificaciones piramidales. haber correspondido a residencias de los miem-
Estos edificios piramidales, mayormente construi- bros de la elite, caracterizándose por presentar una
dos con adobe, son de planta rectangular con pla- gran cantidad de recintos asociados a plazuelas.
taformas escalonadas dotadas de rampas, frente a En los extremos al este y oeste del sitio se loca-
los cuales se ubica una plaza cercada por una gruesa lizan dos sectores que deben de haber concentra-
muralla. A los lados de esta plaza es frecuente ob- do el grueso de la población, a deducir de la alta
servar el alineamiento de compartimientos, que densidad de las estructuras construidas una al lado
posiblemente funcionaron como depósitos. Estas de la otra. Tanto la concentración y dimensiones
edificaciones piramidales estaban rodeadas por reducidas de estas edificaciones, como el hecho
recintos rectangulares y otros edificios menores de que estén construidas mayormente con piedra
que, en conjunto, conformaban complejos de evi- de campo, permiten suponer que corresponderían
dente carácter público.14 a los lugares de vivienda de los sectores populares
Al suroeste del sitio hay otro sector que presenta del asentamiento.
por lo menos 3 montículos, que sumados a los 6 Al sur del sitio se localiza el cementerio asocia-
del sector central, resultan en la presencia de 9 de do al asentamiento. Este se segrega parcialmente
estos complejos en Pisquillo Chico. Entre estos al estar separado de los sectores edificados por una
complejos como en otros sectores del asentamiento, cresta del cerro, que corre de este a oeste, formando

Fig. 50. Pisquillo Chico: foto


aérea del asentamiento (SAN;
Kosok 1965).

14
Este modelo arquitectónico, recurrente en los principales sitios Chancay, tiene una estrecha semejanza con las pirámides
con rampa presentes en Pachacamac y en otros sitios de la comarca de Lima.
366 JOSÉ CANZIANI

una pequeña quebrada que fue totalmente ocupada A, que se asienta en una quebrada seca, no obs-
por el cementerio. Esta especial localización del tante su extensión que supera las 20 ha. parece
cementerio restringía su acceso, siendo este posible haber estado constituido mayormente por estruc-
tan sólo desde o a través del asentamiento (ibid.: turas de vivienda, si bien en ellos se destacan al-
39-44. fig. 2). Si bien en el estudio de Krzanowski, gunos complejos aislados de planta rectangular
no se hace referencia a la existencia de calles o que podrían haber resuelto alguna función admi-
pasajes, tanto en la foto aérea como en el plano nistrativa o residencial de elite (ibid.: 49. fig. 11).
publicado de Pisquillo, se aprecia la posible pre- Finalmente, se señala la posible presencia de
sencia de pasajes o vías de circulación que corren complejos palaciegos. Se trata de sitios, como
de este a oeste y transversalmente de norte a sur. Andahuasi A y B, Casablanca en el valle de
En el caso de Lauri, si bien la destrucción ha Huaura; y Pancha la Huaca y Tronconal en el de
sido mayor, se ha observado en la parte central Chancay. Estos se localizan en las márgenes de los
del sitio una configuración similar a la de Pisquillo valles y tienen una extensión que varía de 1 a 3
Chico, ya que aquí también se concentraron unos ha. Están conformados por conjuntos que exhi-
6 complejos con montículos piramidales, con sus ben una arquitectura muy similar a la de los sec-
características plazas y recintos contiguos. En las tores residenciales reportados en Pisquillo Chico.
zonas al sur y este del asentamiento debieron de Estos conjuntos arquitectónicos se presentan
encontrarse los sectores de vivienda que han des- aislados o algo distanciados entre sí. La organiza-
aparecido a raíz de la destrucción del sitio. En ción de sus recintos responde a un trazo ortogonal
Lauri llama la atención la extensión de las áreas y en algunos casos presentan corredores de reco-
de cementerio, ya que estos ocupan una exten- rrido laberíntico. En Casablanca B se advierte la
sión igual o mayor que los sectores ocupados por presencia de pasajes y algunas posibles plazuelas
edificaciones. En realidad se trata de dos cemen- que articulan varios conjuntos arquitectónicos que
terios, uno al oeste claramente sectorizado entre integran plataformas con rampas (ibid.: fig. 9).
la ladera del cerro y una muralla que lo separa del Edificaciones con plataformas escalonadas y ram-
asentamiento en su lado este; el otro es difuso y pa central también se reportan en el caso de
rodea al asentamiento por el norte y este llegando Tronconal (Negro 1991: fig. 8). Otras edificacio-
a penetrar, inclusive, entre los edificios a excep- nes en Pancha La Huaca presentan ambientes con
ción de los complejos públicos, lo que podría dar banquetas y unos singulares cornisamientos que
a entender que algunos de los sectores del asenta- se desarrollan en la parte media de los paramen-
miento pudieron haber estado ya en abandono tos y sobre los cuales se elaboraron nichos, rasgos
cuando fueron reutilizados como áreas de ente- que evidenciarían el carácter público de estos edi-
rramiento (ibid.: 44. fig. 5). ficios (ibid.: fig.6).
Otros asentamientos tuvieron características
algo distintas, ya que aun siendo relativamente
Fig. 52. Casablanca: plano del asentamiento ubicado en el valle de
extensos no presentan complejos con edificios Huaura (Krzanowski 1991: fig. 9).
piramidales, lo que indicaría importantes diferen-
cias de orden funcional. En el caso de Lumbra su
mayor extensión correspondía a sistemas agríco-
las, que comprendían campos de cultivo, canales
y reservorios; mientras que los sectores con edifi-
caciones cubrían unas 12 ha. En el caso de Cañas

Fig. 51. Cañas A: plano general aérea del asentamiento ubicado en


el valle de Huaura y localizado en una estrecha quebrada atravesada
por cauces de huaycos (Krzanowski 1991: fig. 11).
7. ESTADOS Y SEÑORÍOS TARDÍOS 367

Fig. 53. Mapa de ubicación de


los principales sitios tardíos en
la comarca de Lima
(redibujado de Agurto 1984:
100).

Rímac o Ychsma Medio y empieza a hacerse popular desde ese en-


tonces en la Costa Central y Sur: el tapial o adobón.
En la comarca de Lima, formada por los valles de Esta técnica constructiva consiste en construir
Chillón, Rímac y Lurín, se desarrollaron durante muros vaciando por secciones una mezcla de ba-
este período tardío las formaciones culturales co- rro dentro de una suerte de encofrado, que era
nocidas como Rímac o Ychsma. Sin embargo, armado con maderos y cañas entretejidas y reves-
muy pocos trabajos se han desarrollado sobre el tido interiormente con paños burdos de algodón.
carácter de las sociedades limeñas de este tiempo Una vez fraguada la mezcla se retiraba el encofra-
y muchas preguntas y definiciones están aún por do, de una manera bastante similar a la que se
ser resueltas acerca de su forma de organización emplea hoy en día con el moderno concreto. De
social y política. esta forma se construían las murallas que cerca-
Esta constatación es paradójica, ya que frente ban los complejos y delimitaban sus caminos; los
a esta difusa percepción de las sociedades que muros de sus edificaciones; y los muros de con-
poblaron los valles de la comarca de Lima durante tención que servían para contener los rellenos en
las épocas tardías, por otra parte tenemos los con- la construcción de las plataformas escalonadas, que
tundentes testimonios de notables formas de de- formaban el volumen característico de las tradi-
sarrollo urbano, como Pachacamac en el valle bajo cionales Huacas que aún se aprecian dentro de
de Lurín, y especialmente en el valle del Rímac nuestras ciudades o entre los campos de cultivo
donde continua la ocupación de Cajamarquilla y de los valles de la Costa Central y Sur.
se desarrollaron importantes y extensos asenta- Durante este período, Pachacamac consolida
mientos del tipo ciudad, como Maranga- su presencia en el valle Lurín como importante
Chayavilca y Armatambo, que debieron concen- centro ceremonial, no sólo de la comarca de Lima
trar una notable población; al igual que otros cen- si no que su prestigio aparentemente se extendió
tros urbanos como, Mateo Salado y Mangomarca, a otras regiones de los Andes Centrales. Sin em-
entre otros; además de una serie de complejos de bargo, no está aún muy claro el posible ámbito
posible carácter residencial y administrativo, como político de su esfera de poder, ya que si nos atene-
Puruchuco y Huaycán de Pariachi. mos a la distribución espacial de ciertos rasgos
La mayoría de las construcciones públicas de culturales —como la cerámica— éste podría ha-
esta época se realizaban con barro, empleando una berse restringido tan sólo a las partes bajas de los
nueva técnica que aparece durante el Horizonte valles de Lurín y de la margen sur del Rímac.
368 JOSÉ CANZIANI

En cuanto a obras públicas y expansión de la con la técnica del repujado, martillando una úni-
actividad agrícola, se presume que en esta época ca lámina de plata en un molde de madera dura.
se construye el gran canal de irrigación de Surco,15
que tiene su bocatoma sobre el río Rímac a la al-
tura de Ate y se desarrolla atravesando los actua- Cajamarquilla
les distritos de Ate, La Molina y Surco, dirigién-
dose hasta Villa en Chorrillos, permitiendo así el
riego de estos sectores del valle que dejaron de ser Este antiguo centro teocrático de época Lima, en
eriazos, para ser incorporados a la considerable el que destacaban construcciones piramidales al-
extensión de tierras agrícolas que ya sumaban los rededor de las cuales se organizaban complejos
valles de esta comarca. arquitectónicos, habría conocido un fuerte creci-
En cuanto a las manufacturas desarrolladas du- miento durante el Horizonte Medio, cuando po-
rante este período en la región, se conoce bastan- siblemente se define el desarrollo de grandes cer-
te poco de ellas, limitándose la información a los cados de trazo ortogonal o trapezoidal. Las posi-
aspectos relacionados con la producción de cerá- bles causas del desencadenamiento de este desa-
mica, que privilegia la decoración con tonos blan- rrollo urbano en el sitio durante el Horizonte
cos y negros; existen ejemplares de ídolos tallados Medio, a contra corriente de la declinación de
en madera como los hallados en el sitio de otros importantes centros urbano teocráticos
Pachacamac. En el caso de la orfebrería, son co- como Maranga, es aún materia de investigación.
munes los vasos de plata que representan rostros Algunas explicaciones se han avanzado, aunque
con narices prominentes y que fueron realizados con escasa documentación empírica, y proponen

Fig. 54. Cajamarquilla: foto aérea del asentamiento (SAN; Kosok 1965).

15
Por una deformación colonial, y que quizás deriva del desconocimiento de la importancia de estas obras públicas prehispánicas,
confundiéndolas con cursos naturales, se les ha venido denominando como “ríos”, figurando este antiguo canal en la cartografía
como “Río Surco”.
7. ESTADOS Y SEÑORÍOS TARDÍOS 369

Fig. 55. Cajamarquilla: plano


del Conjunto Tello (Mogrovejo
y Segura 2000: fig. 1).

como causa de éste fenómeno la presencia o la Yauyos, por el propio curso del valle al este, o si-
influencia de Wari en la costa central. Sin embar- guiendo la quebrada de Tinajas hacia el sureste.
go, estas posibles influencias —al igual que en En cuanto al entendimiento de la traza urba-
otras ciudades costeñas de la época— aparente- na y la posible evolución histórica de esta extensa
mente se habrían procesado dentro de una fuerte ciudad que abarca algo más de 100 ha, el panora-
matriz local, como lo testimonia la cultura mate- ma es sumamente confuso y resulta patente tanto
rial caracterizada por el estilo cerámico Nievería. del examen de las aerofotografías, como del pro-
En un período en el cual las relaciones con las pio recorrido de sus ruinas. Por una parte, se apre-
zonas alto andinas se intensificaron y cobró un cia el desarrollo relativamente ordenado de los
importante impulso la articulación de sistemas de complejos principales, como es el caso del Con-
intercambio, se ha llamado también la atención a junto Tello que se ubica al noreste (Mogrovejo y
propósito de la ubicación estratégica de la ciu- Segura 2000: fig. 1), y de otros complejos algo
dad. Efectivamente, esta se localiza a unos 25 km menores pero no menos importantes, al igual que
del mar y se encuentra en un punto intermedio la posible presencia de plazas y calles. Por otra
entre el valle bajo y medio del valle Rímac, con parte, especialmente en los sectores hacia el sur y
acceso hacia las zonas más altas propias de la oeste, se observa una configuración muy densa y
chaupi yunga. Al mismo tiempo, la localización caótica, que parece fruto de la sucesiva y espontá-
en la margen derecha del valle, en su encuentro nea agregación de estructuras, sin mayor orden ni
con la quebrada de Jicamarca o Huaycoloro, la concierto, donde resulta difícil establecer, no so-
ubica en una posición privilegiada respecto a esta lamente las vías de circulación, sino la propia so-
quebrada que constituye un corredor natural de lución de los aspectos logísticos y servicios pro-
ascenso directo hacia la serranía de Canta.16 Esta pios de la operación de toda gran ciudad. ¿Cuales
localización, favorece inclusive su comunicación fueron las formas de abastecimiento de agua, los
hacia el sur —atravesando el paso de Manchay— alimentos y otros recursos necesarios para la sub-
y desde este punto medio del valle de Lurín, diri- sistencia y actividades productivas de sus habi-
girse hacia Pachacamac al suroeste, o emprender tantes? ¿Cuales las formas de deshecho de la basu-
el ascenso hacia las serranías de Huarochirí y ra y las excretas en una urbe de esa densidad y

16
Todavía en tiempos coloniales por esta quebrada grupos de arrieros transportaban hielo desde los nevados de altura, que era
requerido por los heladeros de la ciudad de Lima de ese entonces. Del lugar donde hacían pascana antes de continuar su camino
hacia la ciudad, derivaría precisamente el nombre de la hacienda Nievería (Villar Córdoba 1935: 184).
370 JOSÉ CANZIANI

Fig. 56. Cajamarquilla: vista


panorámica de un sector de la
ciudad (Canziani).

notable población? ¿Podrían haber sido estos pro- Es evidente que las extraordinarias características
blemas y el sobre dimensionamiento de la ciudad de esta ciudad plantean muchas y diversas
las posibles causas de su crisis y posterior abandono? interrogantes, que esperamos sean despejadas
pronto por las investigaciones arqueológicas que
Fig. 56 A. Cajamarquilla: vista de una de las pocas calles de la ciu- se conducen en el sitio.
dad, flanqueada por altos murallones de tapia(Canziani). La excepcional continuidad de ocupación de
Cajamarquilla, desde sus orígenes durante la épo-
ca Lima o Maranga, pasando por las ocupaciones
correspondientes al Horizonte Medio, Interme-
dio Tardío e, inclusive, al Horizonte Tardío
(Makowski 2005: com. pers.) ofrecen no solo un
excepcional testimonio de continuidad en la vi-
gencia urbana de esta ciudad, sino también un
singular caso de estudio, que permite explorar los
cambios que se sucedieron en la formación urba-
na, las formas de organización social y en el modo
de vida de sus sucesivos habitantes a lo largo de
más de un milenio.

Maranga – Chayavilca17

No es del todo clara la declinación del grandioso


centro urbano teocrático de época Lima y como
se procesaron las transformaciones que posterior-
mente alteraron el modelo original de asentamien-
to. Las grandes edificaciones piramidales que do-
minaban el sector norte del asentamiento habrían
sido progresivamente abandonadas y convertidas
en zonas de enterramiento por parte de las pobla-
ciones más tardías. Mientras tanto, se desarrollaría
en los sectores al sureste y suroeste el surgimiento
de construcciones de tapia que conformaron gran-

17
Esta sección corresponde a una versión abreviada y actualizada del artículo “Análisis del Complejo Urbano Maranga
Chayavilca, publicado en la Gaceta Arqueológica Andina n. 14 (Canziani 1987).
7. ESTADOS Y SEÑORÍOS TARDÍOS 371

Fig. 57. Maranga Chayavilca:


plano general del asentamien-
to, donde además de los mon-
tículos piramidales tempranos
de la época Lima, como la
Huaca San Marcos (13); Huaca
Concha (12); Huaca
Reniforme (21), se observa la
presencia de complejos tardíos
como la Huacas Tres Palos
(40), Cruz Blanca (37), La Pal-
ma (48) y de conjuntos pala-
ciegos (54, 55 y 61) asociados
al gran recinto amurallado al
oeste del sitio (Canziani 1987:
fig.1).

des edificaciones monumentales —conocidas El sector sureste y la Huaca Tres Palos


como Huacas— que se distribuyeron mayormen-
te al sureste; mientras que al suroeste destaca la Este sector aparentemente estuvo dominado por
presencia de un gran recinto amurallado que en- el volumen prominente de la denominada Huaca
cierra montículos y edificaciones de escala relati- Tres Palos. Una edificación de planta cuadrangu-
vamente menor (Canziani 1987). lar, conformada por plataformas sucesivas con
Ya Middendorf [1894] (1973) había señalado grandes muros de contención de tapia y que pre-
en su descripción del sitio, la gran diversidad exis- senta, especialmente en su frente hacia el este, gran-
tente entre las pirámides y montículos construidos des terraplenes escalonados. El ascenso hacia la
con los pequeños adobes de época Lima y, de otro cima desde el nivel de terreno circundante, pare-
lado, el gran recinto y las demás construcciones ce haberse resuelto mediante una rampa orienta-
de tapia o adobón. En todo caso, es necesario ad- da hacia el norte, que se ubica en proximidad de
vertir que ésta diferenciación no se refiere exclusi- la esquina noroeste de la plataforma. Por otra par-
vamente a los materiales y a las técnicas construc- te, adosado al lado oeste de la Huaca Tres Palos se
tivas empleadas, sino también compromete una ubicaba un gran estanque o reservorio, el que apa-
distinta concepción y planteamiento del ordena- rentemente estaba conectado con el sistema de
miento urbano, que pensamos responde a los pro- acequias que irrigaban este sector agrícola del va-
fundos cambios económicos y sociales que se su- lle. Esta estrecha asociación del estanque con la
ceden en la historia del sitio, posiblemente a partir Huaca, indicaría alguna función destacada de esta
del Horizonte Medio, y que se consolidaron du- edificación con relación a la administración del
rante el Intermedio Tardío, si bien estos sectores riego en la zona, como parece también fue el caso
estuvieron vigentes aún durante la época inka e de Mateo Salado (Tello 1999).
—inclusive— durante las primeras décadas del En las inmediaciones, al norte y noroeste de la
dominio colonial. Huaca Tres Palos, se encuentran otras edificacio-
372 JOSÉ CANZIANI

nes que presentan plataformas y muros de tapia, segundo (55 F) encerraba el extremo sur de la
entre las que destacan la Huaca La Palma y la misma para, luego de un quiebre hacia el norte,
Huaca Cruz Blanca. Desafortunadamente, los es- proseguir hacia el oeste; y mas al sur un tercero
casos trabajos de investigación o la ausencia de (55 A) en el cual, en las aerofotos del 44, se puede
publicaciones acerca de los resultados de las apreciar evidencias de un posible pasaje epimural.
excavaciones desarrolladas en ellos, impiden re- La muralla occidental (55 B) es de trazo perfecta-
solver adecuadamente las especulaciones acerca de mente rectilíneo, a la vez que sus características
su posible función ceremonial o residencial por constructivas son bastante distintas de las ante-
parte de las elites que ejercían su dominio sobre riores. Su sección trapezoidal es de menor espesor
este sector del valle del Rímac. que el de las otras murallas, y está conformada
por dos muros de tapia paralelos que sirvieron de
El gran recinto amurallado contención a un relleno depositado en el interior.
Por medio de la prolongación de los dos muros
En el sector suroeste del sitio de Maranga se en- por encima del piso del relleno, se logró un pasaje
cuentran las gruesas murallas de tapial de un gran epimural con parapetos que recorría la parte su-
recinto de planta cuasi rectangular, que tiene unos perior de esta muralla de unos 300 m. de largo,
800 m. de largo de este a oeste y entre 500 a 600 con un ancho variable de 1.2 a 1.5 m. lo que de-
m. de ancho, comprendiendo un área de aproxi- bió permitir el paso simultáneo de dos personas.
madamente 44 has., siendo su eje principal trans-
versal a la orientación del centro ceremonial de Los accesos al gran recinto
época Lima que se desarrollaba de norte a sur.
Las características de este recinto varían en Middendorf (1973) menciona la existencia de tres
cuanto al trazo y a las características constructivas accesos que permitían el ingreso al recinto: uno
de los diferentes sectores que la componen, si bien occidental y dos septentrionales. Sobre la base de
todas las murallas están elaboradas con la técnica nuestra exploración del sitio y del examen de las
del tapial. La muralla septentrional (55 D), tiene aerofotos disponibles, del lado septentrional de la
un alineamiento bastante sinuoso, presentando muralla se localizó el ingreso principal descrito
una sección de notable espesor, al haberse cons- por Middendorf y del cual contamos con su va-
truido adosando sucesivos muros de tapia sin una lioso testimonio fotográfico que ilustra la presencia
disposición u orden preciso, lo que determina que de una portada monumental, ya que hoy en día
la sección sea variable y distinta en toda su ésta ha sido totalmente desfigurada por una fuer-
extension, con un espesor que va de 3 a 5 m. o te destrucción. Una vez traspuesta esta portada y
inclusive algo más. La muralla oriental (55 E) tie- el corredor laberíntico que le sucedía, se interponía
ne un trazo ligeramente curvo hacia el exterior, la muralla (55 C) que describiremos mas adelante.
siendo sus características constructivas similares a Exteriormente, desde este ingreso parte un ancho
la septentrional. En el sector meridional, los lími- camino flanqueado por muros de tapia que des-
tes del recinto son menos definidos, existiendo pués de un corto recorrido hacia el norte, quebraba
hasta tres trazas de muros: uno que se proyecta en ángulo recto hacia el oeste, para luego quebrar
hacia el extremo norte de la Huaca La Palma; el nuevamente y retomar la dirección original, lo que
Fig. 58. Maranga Chayavilca: foto de la portada septentrional de
acceso al gran recinto tomada en 1894 por Middendorf (1973). Fig. 59. Maranga Chayavilca: reconstrucción hipotética de la por-
tada septentrional de acceso al gran recinto (Canziani 1987: fig. 4).
7. ESTADOS Y SEÑORÍOS TARDÍOS 373

se volvía a repetir una vez mas, comunicándose si se excluye la que se podía realizar por medio del
con el camino principal hacia el norte, resultan- pasaje epimural. En el caso del camino que viene
do de este manera un recorrido de trazo del sur, lo vimos anteriormente, este termina en
zigzagueante. Si bien no fue posible ubicar el otro algunos recintos rectangulares asociados al acceso
ingreso de la muralla septentrional descrito por occidental y cuya función pudo estar relacionada
Middendorf, encontrándose este sector bastante con el control y la restricción del acceso al inte-
deteriorado, si fue posible apreciar el acceso occi- rior del gran recinto. En el caso del camino norte,
dental en las aerofotos del 44, asociado a un cami- además de su comunicación por medio de la vía
no flanqueado por muros de tapia que se dirigía de tramos escalonados con el acceso septentrio-
hacia el oeste y que, una vez traspuesto el acceso, nal (2), este terminaría en lo que parecen ser tam-
conducía hacia la parte central de Huaca La Pal- bién recintos rectangulares, aunque en este caso
ma (48). Este acceso estaba asociado a unos re- no estarían asociadas a un acceso, sino a un edifi-
cintos rectangulares paralelos al camino que se cio de planta rectangular alargada (61), que he-
dirigía al sur y que aparentemente constituían el mos denominado edificio norte, y que se ubica al
punto terminal de ingreso al recinto. De modo exterior de la muralla occidental y adosado a esta.
que éste acceso occidental habría permitido el in- Este edificio, cuya plataforma superior se encuen-
greso al recinto, tanto a quienes venían por el ca- tra al nivel del pasaje epimural, pudo servir de
mino desde el oeste como desde el sur. punto de control para quienes proviniendo del
norte, después de ingresar al edificio, descendie-
ran por medio de una rampa o escalinata hacia el
Los caminos interior del recinto, a menos que circularan por el
pasaje epimural, ya sea para dirigirse hacia lo que
Como ya se ha mencionado, el gran recinto esta- denominamos «Palacio Inka» (55), o bien para
ba asociado directamente a caminos que se diri- proseguir su recorrido hacia el acceso occidental,
gían hacia el norte, el sur y el oeste. Si bien hacia que como vimos comunicaba con los caminos al
el este no se hallan claras evidencias, es de supo- sur y al oeste.
ner que de alguna manera el gran recinto estaba El camino que se dirige al oeste partía del ac-
conectado con el camino que desde la esquina ceso occidental y según el testimonio de
noreste de la Huaca Tres Palos (40) se dirigía en Middendorf recorría unos 3 km entre anchos
esta dirección, posiblemente hacia el complejo de muros de tapia. El mismo autor refiere que el ca-
Mateo Salado.18 Es relevante destacar que estos mino al norte se podía seguir por un buen trecho
caminos principales son paralelos o perpendicu- en esta dirección. Hasta hace pocos años, inclusive
lares a las murallas del gran recinto. A su vez, la en las aerofotos del 64, era posible reconocer evi-
orientación del gran recinto como de los caminos dencias de su trazo en dirección norte por mas de
reiteran la antigua orientación del Complejo de 1 km Es posible que este camino llegara hasta las
Maranga de época Lima, lo que podría significar riberas del río Rímac, coincidiendo su dirección
su posible adecuación a ciertos elementos de orde- con un punto donde según los cronistas habría
namiento territorial preexistentes, e inclusive al existido un puente colgante, ubicado en las proxi-
propio trazo de una red de caminos más temprana. midades del Conjunto Palao en la margen dere-
La asociación del gran recinto con los cami- cha, cerca del cerro La Milla. Coincidentemente,
nos que confluyen en él y a su vez se dirigen hacia en la margen izquierda, existía hasta hace unas
los cuatro puntos cardinales, configuran al gran décadas una hacienda llamada Puente al igual que
recinto como una suerte de “nodo” de este sector un sitio arqueológico del mismo período, cono-
del valle bajo de la margen sur del valle del Rímac. cido como Chacra Puente, que fuera destruido
Los caminos que se dirigen al norte y al sur en los años 40 (Tello 1999: 124, plano pag.125) .
están alineados con la muralla occidental (55 B), En el caso del camino sur, inclusive en las aerofotos
iniciándose ambos desde sus esquinas septentrio- del 44, solo se puede apreciar un pequeño trecho
nal y meridional respectivamente, sin que existan que corre adosado a la muralla del recinto, el res-
evidencias de una comunicación directa entre sí, to fue posiblemente destruido por los agricultores.

18
Un tramo de este camino, con los muros de tapia que lo delimitan, se conserva aún dentro de lo que es hoy el campus de
la Universidad Católica.
374 JOSÉ CANZIANI

Fig. 60. Maranga Chayavilca:


plano del sector occidental del
gran recinto amurallado
(Canziani 1987: fig. 14).

Estructuras en el gran recinto los que se describen como típicos de las edifica-
ciones de Pachacamac durante éste período, defi-
La extensa área comprendida dentro del gran re- nidas como ‘pirámides con rampa’. En la cima de
cinto amurallado presenta a primera vista una la pirámide, donde se aprecian restos de recintos
marcada diferenciación en por lo menos tres sec- con muros de tapia, se encuentran evidencias de
tores que tienen una organización y característi- decoración mural en uno de los pequeños cuar-
cas distintas. Los hemos denominado oriental, tos. Se trata de una trama de bandas diagonales
central y occidental respectivamente al presentar en relieve que definen una serie de rombos en los
límites bastante definidos entre sí. que se inscriben figuras de aves marinas. Se trata
El sector oriental se caracteriza por presentar al parecer de la representación de «piqueros» (sula
pocas estructuras a nivel superficial, a excepción variegata) en su característico vuelo en picada que
de una extensa plataforma rectangular de escasa realizan al pescar.
altura (47), y otros pequeños montículos que con- La pirámide de Huaca La Palma presenta la
tienen evidencias de pequeños cuartos con delga- proyección de brazos hacia el este como hacia el
das paredes de adobitos correspondientes a la pre- oeste, que encerraban un gran patio rodeado por
cedente época Lima. una serie de cuartos y algunos recintos en forma
El sector central, se caracteriza por la profu- de U, de los cuales se puede apreciar por lo menos
sión de montículos de distintas formas y tama- dos que se abren hacia el norte. El más occidental
ños. Los del extremo este del sector están alinea- de estos luce restos de decoración en bajo relieve.
dos siguiendo el eje del complejo de Maranga, El motivo básico del bajo relieve lo constituye una
dominando la agrupación desde el sur la Huaca cruz escalonada, enmarcada por cuatro pequeños
La Palma (48). Se trata de un montículo tronco cuadrados. Este motivo se repite en una secuen-
piramidal de planta rectangular, con plataformas cia tanto horizontal como vertical, lográndose así
escalonadas y ascendentes hacia el sur. Las dife- un efectista tratamiento mural que exhibe tanto
rencias de nivel entre las plataformas son supera- cruces escalonadas en plano como en bajo relieve.
das por sendas rampas que se ubican en el eje de Un tratamiento decorativo similar parece haberse
la pirámide. Estos rasgos resultarían semejantes a utilizado también en la decoración de otros
7. ESTADOS Y SEÑORÍOS TARDÍOS 375

Fig. 61. Maranga Chayavilca: perspectiva reconstructiva del sector occidental del gran recinto amurallado (Canziani 1987: fig. 18).

edificios ubicados en las inmediaciones (Tello existencia de determinadas proporciones y la


1999: 93 y 95). recurrencia de determinadas dimensiones, lo que
Al noroeste del sector central del gran recinto evidenciaría la planificación del conjunto.
destaca una gran muralla (55 C) que se encuentra EI edificio norte (61), se trata de una estruc-
frente al acceso septentrional con la portada mo- tura en la actualidad bastante destruida, confor-
numental (2). Esta tiene unos 280 ml. de longi- mada por una plataforma rectangular adosada
tud y mediante un trazo curvilíneo encierra un exteriormente a la muralla occidental del gran re-
montículo de planta cuadrangular. Esta muralla cinto, y en la que aún se aprecian restos de muros
se caracteriza especialmente por ser considerable- de tapia, como de una rampa o escalinata que
mente más esbelta que las murallas del gran re- permitía el descenso al interior del recinto.
cinto, aun cuando tiene una altura mayor que la El edificio sur (54). también bastante destrui-
de estas. Está construida también en tapia, aun- do, se encuentra inscrito en un recinto cuadran-
que exhibe singulares secciones poligonales, re- gular. De planta básicamente rectangular, está
sultantes del vaciado alternado de sucesivas sec- construido sobre una plataforma cuyos muros al
ciones trapezoidales de tapia. igual que los del edificio son de tapia. Este tiene
El sector occidental, presenta edificios mejor dos grandes cuartos rectangulares con un corre-
conservados y una clara organización del espacio. dor lateral y otros cuartos más pequeños al sur. y
El elemento articulador por excelencia de este sec- al oeste. Al norte presenta restos de lo que podría
tor lo constituye la muralla occidental del gran haber sido un pasaje epimural que lo comunicaba
recinto (55 B), que ya hemos descrito, tanto como con la muralla occidental.
elemento de comunicación de los edificios entre
sí, al conformar un pasaje epimural, como por el Fig. 62. Maranga Chayavilca: reconstrucción isométrica del “pala-
hecho de que algunos de estos edificios se encuen- cio Inka” (55) en la parte central del sector occidental del gran
tran adosados e integrados a ésta. recinto amurallado (Canziani 1987: fig. 15).
Este sector occidental está dividido y subdivi-
dido por recintos de trazo rectangular y trapezoidal
por gruesos muros de tapia, como se puede apre-
ciar en las aerofotos del 44 y en el plano elabora-
do por Tello (1999: 92), ya que posteriormente
fueron destruidos, al igual que los edificios me-
nores, salvándose tan sólo por su tamaño el edifi-
cio central (55), que denominamos “palacio inka
« y el edificio norte (61). Examinando el ordena-
miento espacial de este sector, se puede apreciar
que responde a un planteamiento bastante preci-
so, que va más allá de la simple ortogonalidad en
el trazo de los edificios y recintos, al observarse la
376 JOSÉ CANZIANI

occidental mediante un patio o ambiente rectan-


gular, que se comunicaba con una amplia terraza
al norte del mismo. Algo notable es que el acceso
a este ambiente se hacía trasponiendo un vano
que presenta claras evidencias de haber sido de
doble jamba, rasgo éste característico de la arqui-
tectura inka. Si bien la altura de los muros que
definen este vano alcanza hoy en día tan sólo los
60 cm, el trazo perfecto y simétrico del vano de
doble jamba, permite asignar con seguridad este
edificio al Horizonte Tardío, lo que estaría conva-
Fig. 63. Maranga Chayavilca: vista del pasaje epimural sobre la
muralla occidental a la altura del “palacio Inka” (55), al fondo el
lidado además por el hallazgo, durante la pros-
área disturbada por edificaciones modernas y a la derecha la silueta pección, de algunos tiestos de cerámica inka en la
de la Huaca San Marcos (Canziani). superficie del sitio (Lumbreras 1983: com. pers.).
El edificio, como la terraza, han sido construi-
El edificio central (55), constituye sin lugar a dos sobre una plataforma, obtenida por medio de
dudas el más importante y mejor conservado del muros de contención de tapia y por el posterior
sector. Al parecer fue objeto de algunas amplia- relleno del volumen establecido entre estos y la
ciones y remodelaciones. Es posible que original- muralla occidental, encontrándose el piso unos 2
mente la parte principal del edificio estuviera con- m. por encima del nivel del terreno. La terraza,
formada por un ambiente con planta en U y abier- que se encuentra al mismo nivel que el pasaje
to hacia el norte con cuartos o corredores en tres epimural, se comunica con este por medio de un
de sus lados, el que estaba adosado a la muralla vano al norte de la misma. Mientras que una ram-
pa orientada hacia el este, permite descender de la
Fig. 64. Maranga Chayavilca: plano del “palacio Inka” (55) (Canziani terraza hacia el interior del gran recinto. La zona
1987: 16). sur del edificio se encuentra bastante destruida,
sin embargo aún se conservan algunas estructuras
construidas sobre pequeñas plataformas, cuyos
muros alcanzan actualmente un nivel superior al
de los parapetos del pasaje epimural. Algunos cuar-
tos tienen evidencias de banquetas mientras que
otros presentan hornacinas horizontales de forma
rectangular, similares a las de otros sitios tardíos
del valle del Rímac.
La zona norte del edificio, presenta un peque-
ño cuarto con ingreso laberíntico conectado con
la terraza, como también un cuarto cuadrado de
mayor tamaño rodeado de un corredor,19 el que
aparentemente fue construido posteriormente
como lo indicarían las juntas de adosamiento y la
concertación de las secciones de tapia que con-
forman los muros, y el hecho de que esta estruc-
tura, a diferencia del resto del edificio, haya sido
construida directamente sobre el terreno y no so-
bre una plataforma. Este cuarto se comunicaba
con el pasaje epimural por medio de un vano,
descendiéndose a él por medio de una rampa des-
de una plataforma angosta en su lado sur.

19
La forma singular de este recinto rodeado en su perímetro por un corredor, unido a la presencia de pequeños cubículos con
ingreso laberíntico, llevó a Middendorf (1973: 59) a describirlo como una “prisión”, denominación que mantuvo Tello (1999:
92) en su plano del sector que señala al grupo como “Las Prisiones”.
7. ESTADOS Y SEÑORÍOS TARDÍOS 377

Estructuras con planta en U

En su visita al sitio Middendorf advirtió la pre-


sencia de edificios construidos siguiendo un mis-
mo patrón, consistente en un recinto central con
un vano en el lado sur y abierto hacia el norte,
con corredores o cuartos en los tres lados restan-
tes. El examen de las aerofotos del 44 nos permi-
tió localizar estas estructuras con planta en U, de
las que hoy en día quedan escasos vestigios. Entre
estas destaca un edificio ubicado al norte del ca-
mino a La Palma y al oeste del sector centra! del
Fig. 66. Maranga Chayavilca: reconstrucción hipotética de una
gran recinto, compuesto por un cuarto central de posible estructura palaciega con decoración en relieve (Canziani
planta cuadrada, limitado en tres de sus lados por 1987: 19).
un doble muro que forma un corredor, mientras
que es abierto hacia el lado norte.
caso más de vandalismo y de incuria frente a nuestro
patrimonio arqueológico.20 La morfología de este
edificio, como el extraordinario decorado de los
paramentos de sus espacios centrales, indicarían
que podría tratarse, al igual que en los otros ca-
sos, de un edificio de tipo administrativo o resi-
dencial de elite con funciones de representatividad.
La función de las estructuras presentes dentro
del gran recinto de lo que fue Maranga Chayavilca
constituye una interrogante difícil de despejar, mas
aún tomando nota de la bárbara destrucción de
Fig. 65. Maranga Chayavilca: fotografía de una posible estructura que ha sido objeto. Es mayormente en el sector
palaciega con decoración en relieve (Middendorf 1973) occidental, dadas las características de las estruc-
turas arquitectónicas allí presentes, donde es po-
Al sur del camino a La Palma tenemos otros sible plantear algunas hipótesis acerca de su posi-
dos edificios que responden al mismo patrón. Uno ble función y organización. De acuerdo a estas
bastante similar al descrito anteriormente aunque evidencias, el sector occidental del gran recinto se
de menores dimensiones, y otro adosado a la mu- habría constituido en un centro administrativo y
ralla más meridional del gran recinto. Los restos residencial de elite, con edificios de planta en U y
de este edificio con planta en U mostrarían ma- grandes edificios de tipo palaciego que se encon-
yor complejidad que los anteriores, tanto por su traban inscritos o asociados a grandes recintos.
adosamiento a la muralla en su lado sur, como La importancia de este sector está corroborada por
por la presencia de cuartos que rodean al recinto su conexión directa con el sistema de caminos
central. Pensamos que puede tratarse del mismo principales que comunicaban el sitio con las dis-
edificio que Middendorf denomina como (C). Las tintas zonas del valle, siendo además este el punto
fotografías muestran la rica decoración mural que de convergencia de estas vías de comunicación.
poseía este importante edificio. Lamentablemente, De lo que se puede inferir que sus habitantes dis-
además de un croquis elaborado por el mismo pusieron de medios eficientes para el control del
Middendorf, estos serían los únicos testimonios territorio y de la poblacion, como de los diversos
existentes ya que el edificio aparece en las aerofotos productos y recursos existentes. Aparentemente,
del 64 totalmente arrasado, lo que constituiría un la sede residencial de los curacas o señores que

20
Afortunadamente la posterior publicación de los archivos del Dr. Julio C. Tello sobre la arqueología de Lima, proporciona
una descripción de Maranga en su estado de conservación a mediados de los años 30, y presenta un plano del sector denominado
entonces Watika Marka (Tello 1999: Plano pag. 91), donde se reporta la presencia de algunos de estos edificios con planta en U,
señalándolos como “casas principales”, y ubicando con mayor precisión la localización del palacio con decoración mural en bajo
relieve fotografiado antes por Middendorf, lo que permite establecer que se encontraba bastante más al sur de lo que habíamos
supuesto (Canziani 1987) e, inclusive, al exterior de las murallas del gran recinto.
378 JOSÉ CANZIANI

dominaban esta zona del valle, se encontraba en de Chanchán y de otros centros administrativos
este sector del gran recinto. chimú —como las denominadas «audiencias»—
Algunos alcances desde la etnohistoria apuntala- y donde la decoración mural con relieves alcanzó
rían esta hipótesis. Según documentos posteriores una notable tradición.
a la conquista española, en 1534 Francisco Pizarro,
a solicitud de Nicolás de Ribera, le encomienda Otros posibles centros urbanos
«el principal Chayavilca señor del pueblo de Maranga
con todos sus indios e principales e pueblos sujetos al En el valle del Rímac se observa un patrón de re-
dicho cacique» (Rostworowski 1978: 197). En el lativa dispersión de una serie de centros urbanos,
año de 1549 se produce la Visita a Maranga, la lo que puede expresar la presencia de un conjunto
que se lleva a cabo en el tambo de Mayacatama, de curacazgos ejerciendo su dominio sobre deter-
encontrándose «el cacique principal don Antonio minados sectores agrícolas del valle y sus distritos
Marca Tanta (quien) trajo consigo a sus tres princi- de riego. Pero este mismo patrón y la inexistencia
pales y declaró no tener más porque se habían muerto» de un sitio con una clara prominencia sugeriría, a
(Rostworowski, 1977: 220). Estos datos nos in- su vez, una escasa centralización del poder político.
forman que además del curaca, en el señorío ha- Muchos de los sitios representativos de este
bía otros principales que, aunque en posición su- período en el valle, han sucumbido a la expan-
bordinada, compartían el gobierno del curacazgo. sión urbana de la ciudad de Lima desencadenada
Uno de los personajes que acompañaban al curaca desde las primeras décadas del siglo pasado, su-
es presentado como Yanachuqui, el principal de friendo muchos conjuntos severas mutilaciones o
los pescadores, lo que, como señala Rostworowski, su total desaparición, como es el caso de
implicaría que la población estaba organizada por Limatambo, cuando inclusive se llegó al extremo
especialistas, a la cabeza de los cuales se encontra- de emplearlas como canteras de materiales de cons-
ba un señor principal. Otro de los acompañantes trucción (Tello 1999).
del curaca es presentado como principal de los Unos 2 km al este de Maranga se localiza el
mitmaq mochicas establecidos en el señorío. sitio de Mateo Salado, el que constituye un ex-
Este último dato es sumamente interesante tenso complejo de unas 30 ha, donde destacan
porqué además de reforzar la importancia del sitio, un conjunto de edificaciones piramidales cons-
con la presencia de poblaciones de otras regiones truidas con plataformas y grandes muros de con-
desplazadas en el marco de la política estatal inka, tención de tapial. No obstante la monumentalidad
nos puede dar también algunos elementos para de sus edificaciones el sitio ha sido objeto de esca-
comprender la inusual frecuencia de estructuras sos estudios. Debemos al Dr. Tello (1999: 96-108)
con decoración mural en algunos de los edificios, un plano del conjunto y seguramente su conser-
como la presencia de estructuras con planta en U vación actual, ya que emprendió una ardua de-
las que, salvando diferencias, recuerdan edificios fensa del sitio cuando comenzó a ser destruido

Fig. 67. Mateo Salado: foto


aérea (SAN) del complejo en
1944, donde se observa su de-
gradación con la creciente ur-
banización y su destrucción
mediante la instalación de
ladrilleras en la esquina sureste
de la Huaca principal.
7. ESTADOS Y SEÑORÍOS TARDÍOS 379

por la instalación de ladrilleras que acometieron laderas del Morro Solar, en el extremo sur del valle
las Huacas como si se tratara de vulgares canteras. del Rímac, y que fuera severamente afectado por
El complejo está constituido por la concen- una irresponsable urbanización en la década de
tración de cinco edificios piramidales, por lo que los 80. La localización del sitio permite inferir la
también se le conoció popularmente como “Cin- elección del establecimiento en una zona próxima
co Cerritos”, cuyos linderos estaban rodeados por al sector agrícola correspondiente a la terminación
una alta muralla, de la cual aún se conservan al- del canal de Surco, y a su vez con inmediato acceso
gunos vestigios; mientras del lado sur corría un a los recursos marítimos del litoral de la bahía de
camino entre muros de tapial que se dirigía al Chorrillos y las playas de La Herradura y La Chira,
oeste, hacia Pando y Maranga. En su descripción así como a los variados recursos de los humedales
de la Huaca central, que corresponde a la de ma- de Villa al sur del sitio. Por otra parte, el asenta-
yor tamaño, Tello (ibid.: 96, plano pag. 97) des- miento en las laderas orientales del Morro Solar
taca la presencia sobre uno de sus terraplenes de ofrecía un micro clima al abrigo de las brisas marinas
un amplio espacio abierto, que conformaba una y de las nieblas que estas transportan (Díaz 2005).
suerte de plaza elevada, y que estaba asociado a Los testimonios documentados por Bandelier
una banqueta, posibles altares y escalinatas que (Hyslop y Mujica 1992) como las aerofotos de año
conducen a patios más elevados rodeados de re- 44 del Servicio Aerofotográfico Nacional, ilustran
cintos y cuartos conectados por corredores. tanto la extensión como la complejidad del asen-
El examen de la aerofotografía (SAN 1944), tamiento. Este se organiza de norte a sur, siguiendo
permite observar que la Huaca Mayor presenta al las laderas del Morro Solar a lo largo de unos 1,500
centro de su frente norte una gran rampa. Esta m ocupando un área de unas 40 ha, donde se apre-
rampa permitía el ascenso desde el nivel del terreno cian una serie de plataformas, complejos y Huacas
circundante y conectaba claramente con la plaza monumentales, grandes recintos amurallados y te-
elevada mencionada por Tello. A partir de este rrazas ascendentes que resuelven la gradiente de
gran espacio central, se debió acceder por medio las laderas, donde pudieron haberse instalado edi-
de escalinatas a los niveles más altos que rodeaban ficaciones habitacionales o utilizadas como tenda-
la plaza por sus lados sur, este y oeste. En estos les para el secado de productos agrícolas —como
sectores más elevados se encontraban recintos, sugirió Bandelier (ibid.: 72-74)— o inclusive de
corredores y cuartos construidos todos con tapia. productos del mar. La amplitud de algunas terrazas
Armatambo, constituye un importante centro y su asociación con grandes tinajas incorporadas
urbano de la época, ubicado al lado noreste de las a sus pisos, llevó a Bandelier (ibid.: 75) a sugerir

Fig. 68. Armatambo: foto aérea del asentamiento (SAN, Kosok 1965).
380 JOSÉ CANZIANI

la presencia de plazas destinadas a ceremonias pú- Los palacios o residencias de elite


blicas donde se consumía chicha. Se percibe cla-
ramente en el planeamiento del sitio la presencia Además de las ciudades y centros urbanos antes
de anchas calles, algunas de ellas delimitadas por reseñados, en el valle medio del Rímac y especial-
muros paralelos, y que corren longitudinalmente mente en la margen izquierda de este, se presentan
de norte a sur, como también otras que ascienden complejos aislados cuyas características arquitec-
transversalmente la ladera de este a oeste. tónicas permiten definirlos como residencias de
La mayoría de las edificaciones fue construida elite o “palacios”. A este tipo de sitios correspon-
utilizando la técnica del tapial, a las que se le super- derían Puruchuco y Huaycan de Pariachi, entre
ponen remodelaciones posteriores hechas con ado- otros. Estos complejos se caracterizan por desarro-
bes rectangulares, que se asocian con la época de llarse generalmente dentro de un cercado y con-
la ocupación Inka (Díaz 2005: 575-576). Bandelier tener espacios públicos de representación y otros
registra en los principales edificios una arquitec- privados y adecuados a la función residencial.
tura de buena factura, donde se presentan nichos, Adicionalmente, dentro de estos complejos se re-
ventanas y vanos de puertas. Para salvar las diferen- gistran patios y otros ambientes donde se habrían
cias de nivel entre las plataformas, fue frecuente procesado los productos consumidos en la resi-
el empleo de rampas en las edificaciones (Hyslop dencia (Villacorta 2005).
y Mujica 1992: fig. 5 y 9; Díaz 2005: fig. 4). En El emplazamiento de estos complejos se pre-
este sentido, la configuración de algunas edificacio- senta generalmente al pie de las laderas de los cerros
nes y la especial disposición en ellas de las rampas, que delimitan el valle. Esta localización paisajística
permite establecer ciertos rasgos de parentesco con realza la prominencia de las edificaciones, al en-
la tipología de las llamadas pirámides con rampa. contrarse estas por encima del horizonte de los cam-
Según la documentación etnohistórica, pos de cultivo que se desarrollaban en sus inmedia-
Armatambo habría sido la sede del señorío de Sul- ciones y, a su vez, permite a los usuarios de estas
co o Surco (Rostworowski 1978: 55-59 ). La im- residencias de elite disponer de una privilegiada
portancia de este asentamiento urbano y de su ar- visión de dominio sobre los campos aledaños. Por
quitectura monumental, donde se ha registrado otra parte, éste tipo de localización, en el límite
testimonios de relieves y decoración con pintura del valle agrícola, establece una asociación inme-
mural (Hyslop y Mujica 1992: fig. 8; Díaz 2005: diata con los canales de regadío que transcurren a
fig.13), se condicen plenamente con las calidades escasa distancia de las edificaciones, lo que favo-
requeridas por la sede de este señorío principal reció no solamente su abastecimiento de agua, sino
del valle del Rímac.21 también establecer una posición de control en la

Fig. 69. Puruchuco: plano del


palacio (Gasparini y Margolies
1977: 186).

21
El cronista Cobo describe la sede de este señorío como “...muy grande población; vénse las casas del cacique con las paredes
pintadas de varias figuras una muy suntuosa guaca o templo y otros muchos edificios que todavía están en pie sin faltarles mas que la
cubierta...” (Citado por Rostworowski 1978: 56-57).
7. ESTADOS Y SEÑORÍOS TARDÍOS 381

regulación y la administración de este recurso en


el sector de riego que les correspondía.
En el caso de Puruchuco, el complejo se en-
cuentra demarcado por una muralla perimétrica
que define su planta rectangular de 58 x 35 m.
que presenta un único acceso ubicado en su es-
quina oeste. Aparentemente el diseño del com-
plejo fue planificado, procediéndose primero a la
construcción del muro de cerco y luego a su sub-
división mediante la construcción de los muros y
estructuras interiores. Se estableció así una divi-
sión transversal del rectángulo de la planta, en dos Fig. 70. Puruchuco: vista desde el suroeste del palacio restaurado
sectores diferenciados de la edificación: el sector (Gasparini y Margolies 1977: 185).
oeste destinado a las actividades públicas y de re-
presentación; y el sector este que habría albergado habitacionales, cuya distribución se alterna con
las funciones residenciales. patios que les proporcionaban luz y ventilación,
Luego de trasponer la plataforma del ingreso además de servir como espacios complementarios
monumental en la esquina oeste, a la que se ascien- (Gasparini y Margolies 1977: fig. 186).
de por medio de una rampa, se accede a un amplio En los alrededores de estas residencias de elite,
patio que se enfrenta a una terraza. Las estructu- se encuentran anexas otras estructuras menores que
ras dispuestas sobre esta terraza la rodean por sus pudieron corresponder tanto a las habitaciones del
tres lados, conformando una planta en U, en cuyo personal supeditado al servicio del palacio, o al
centro abierto se configura un espacio destacado desarrollo por parte de estas de algunas actividades
donde debieron instalarse los personajes que pre- productivas asociadas al rol económico propio del
sidían las actividades que se desarrollaban en el palacio, en cuanto centro receptor de los productos
patio, lo que refuerza por medio del lenguaje ar- agrícolas generados en sus dominios, para su redis-
quitectónico una clara posición jerárquica con tribución o acopio con fines de tributación. La
relación a los participantes convocados al nivel asociación de estos complejos y estructuras con la
del patio (Wakeham 1978). En el sector al este, presencia de terrazas o tendales, destinados usual-
un corredor longitudinal subdivide el área de apa- mente al secado de productos agrícolas propios
rente función residencial, donde se resuelve con de la zona, como el maíz o los ajíes, apoya esta
maestría la intimidad de los posibles ambientes hipótesis.

Fig. 71. Huaycán de Pariachi:


plano del sector sur del asenta-
miento, con el complejo pala-
ciego al sureste (Villacorta
2005b: fig. 17).
382 JOSÉ CANZIANI

ciudad, con la habilitación de nuevos sectores que


parecen delimitados por lo que Uhle ([1903]
2003) señaló en su minucioso plano como la ‘An-
tigua Muralla de la Ciudad’. Estos sectores se or-
denan y articulan mediante dos grandes calles
flanqueadas por muros, que corren perpendicu-
lares de Este a Oeste y de Norte a Sur. De modo
que dividen el sitio en cuatro, sugiriendo que los
conceptos de bipartición y cuatripartición apli-
cados en el planeamiento de Pachacamac podrían
haber anticipado los aplicados luego en la planifi-
cación urbana por los Inkas (Hyslop 1990: 255).
Fig. 72. Huaycán de Pariachi: vista de un sector del palacio restau- Hyslop (ibid.) citando a Tello, menciona que
rado (foto: S. Purin).
la extensión de la ciudad podría ser dos o tres ve-
ces mayor que la que figura en los planos conoci-
Pachacamac dos, ya que existen áreas que se encuentran al norte
y noroeste de los sectores con arquitectura visi-
Las evidencias arqueológicas reunidas desde los ble, que parecen yermos desérticos pero contienen
trabajos pioneros de Uhle ([1903] 2003), señalan gran cantidad de cerámica dispersa, por lo que se
que el antiguo centro ceremonial de época Lima podría presumir que estos espacios delimitados
(ver Cap. 5) adquiere durante el Horizonte Me- por la muralla exterior, ubicada unos 750 m. al
dio una extraordinaria relevancia en toda la costa extremo norte del sitio, habrían podido ser habi-
central, cuyas influencias culturales se perciben tados —quizás temporalmente— mediante cons-
inclusive en la costa norte. Por lo tanto, es de su- trucciones hechas con materiales perecederos. En
poner que ya desde ese entonces se estableciera el todo caso, si establecemos como área nuclear la
notable prestigio que Pachacamac acrecentaría en delimitada al norte por la ‘Antigua Muralla de la
épocas tardías, convirtiéndose en uno de los san- Ciudad’; al suroeste por el Templo del Sol y el
tuarios y oráculos más reconocidos de los Andes recinto amurallado del Templo de Pachacamac; y
Centrales (Rostworowski 1992, 1999). al noreste por el Complejo de Tauri Chumbi, se
Sin embargo, aún no disponemos de un claro podría estimar que el área que presenta comple-
panorama sobre cual habría sido la evolución y ca- jos con arquitectura monumental alcanzó una
racterísticas de la ciudad durante el Horizonte extensión superior a las 100 ha.
Medio. Algunos trabajos desarrollados en el Templo En los sectores dentro de la Antigua Muralla
Viejo de Pachacamac —es decir en el complejo que destaca un nuevo tipo de arquitectura monumen-
constituyó el temprano núcleo ceremonial del san- tal, que se caracteriza por conformar complejos
tuario— indicarían que las reformas y remodela- amurallados construidos mayormente con adobe.
ciones arquitectónicas que tuvieron lugar durante La estructura central de estos complejos corres-
este período manifiestan una notable continuidad ponde a una edificación piramidal constituida por
con las características arquitectónicas y funcionales plataformas escalonadas, que presentan una se-
propias del Lima tardío (Franco y Paredes 2001). cuencia de rampas dispuestas mayormente en su
De modo que se puede suponer, también en este eje central. En Pachacamac se han identificado
caso, que las innegables influencias foráneas pro- por lo menos quince complejos de este tipo, que
pias de Wari se habrían procesado dentro de una son conocidos como Pirámides con Rampa.
matriz que mantuvo fuertes tradiciones locales. El planeamiento de este tipo de complejos se
Es durante el Intermedio Tardío cuando caracteriza por presentar frente a la pirámide es-
Pachacamac alcanza su mayor auge y esplendor. pacios abiertos, delimitados por los mismos mu-
Tendría lugar en ésta época algunas remodela- ros del complejo, definiendo grandes patios que
ciones también en la parte nuclear del santuario, debieron servir para reunir a las personas convo-
que interesan fundamentalmente el llamado Tem- cadas a participar en las actividades públicas que
plo Pintado, donde se trasladaría el centro del tenían lugar dentro de los complejos (Paredes y
culto, mientras que el sector del Templo Viejo sería Franco 1987). El ingreso a estos complejos y sus
paulatinamente abandonado (ibid.). Pero con se- respectivos patios delanteros podía ser tanto de
guridad lo más saltante durante esta época corres- forma directa (Pirámide 1) como indirecta por
ponde al notable crecimiento y expansión de la medio del desarrollo de un tramo laberíntico (Pi-
7. ESTADOS Y SEÑORÍOS TARDÍOS 383

Fig. 73. Pachacamac: foto aérea con


ubicación de los principales comple-
jos con pirámides con rampa (SAN).

rámides 2 y 3). Sobre las plataformas superiores


de las pirámides se edificaron salas o cuartos dis-
puestos con una planta en forma de U. A estos
ambientes se accedía por medio de las rampas
desde el nivel del patio, o mediante caminos
epimurales que servían también para facilitar el
tránsito entre los distintos sectores de los comple-
jos. Aparentemente estas estructuras edificadas
sobre la pirámide estuvieron techadas y debieron
desempeñar la función de salas anexas al espacio
de mayor representatividad, correspondiente al
Fig. 74. Pachacamac: Isometría
área central enmarcada por la planta en U, desde
reconstructiva del complejo de cuyo nivel elevado se dominaba el espacio subya-
la Pirámide con rampa 1 (Pa- cente del patio frontal.
redes y Franco 1987: fig. 3).
384 JOSÉ CANZIANI

Fig. 75. Pachacamac: Isometría


reconstructiva del complejo de
la Pirámide con rampa 2 (Pa-
redes y Franco 1987: fig. 2).

En la parte posterior o lateral de las pirámides (1999: 14-15) cuando destaca la presencia de dos
o en anexos laterales, se encuentran conjuntos personajes principales, ejerciendo simultáneamen-
ordenados de cubículos de planta cuadrangular o te una forma de poder dual —uno político y reli-
rectangular, que posiblemente estuvieron destina- gioso el otro— en los dominios del señorío, que
dos al depósito de productos agrícolas, ya que en comprendía tanto el valle bajo del Lurín como la
algunos de ellos se halló restos de maíz y ají du- margen izquierda del valle bajo del Rímac.
rante las excavaciones (ibid.: 7). Adicionalmente, Cuando los Inkas ingresaron a la costa central
se encuentran dentro de los complejos otros pa- alrededor del 1470, convirtieron a Pachacamac
tios o canchones, que parece estuvieron destina- en un importante centro funcional a su domina-
dos a la realización de determinados procesos pro- ción en la región. Las edificaciones que los Inka
ductivos, que se relacionarían con el manejo de construyen en Pachacamac durante este último
determinados bienes en el marco de los sistemas período, son un excepcional testimonio de los
de reciprocidad y redistribución. Estos rasgos ar- designios imperiales y de su trascendente presen-
quitectónicos y los contextos asociados, permiten cia en la ciudad. Además de la monumental pirá-
inferir el relevante rol político y económico que mide conocida como ‘Templo del Sol’, que se le-
desempeñaron los complejos con pirámides con vanta sobre el promontorio más elevado al suroeste
rampa (Eeckhout 2005). del sitio, superponiéndose a un antiguo montículo
Diversas interpretaciones se encuentran en piramidal de época Lima; también se construye
debate acerca del carácter de los complejos con un edificio que se conoce como Mamacona,
pirámides con rampa. Algunas apuntan a desta- asumiéndose que correspondería a un aqllawasi;
car las posibles funciones rituales y ceremoniales; y conjuntos residenciales de elite, como el com-
mientras otras sus posibles funciones políticas, en plejo denominado ‘Tauri Chumbi’.
cuando palacios o residencias de elite (ibid.). Po- Pero además de estos prominentes edificios,
siblemente esta disyuntiva se resuelva examinan- los inkas realizaron una importante remodelación
do la forma en que el poder político del señorío en el sitio, al desarrollar lo que se conoce como la
de Pachacamac o Ychsma se articulaba con el po- ‘Plaza de los Peregrinos’, para lo cual se habría
der religioso, tal como lo sugiere Rostworoski desmontado edificios preexistente en este sector,

Fig. 76. Pachacamac: Isometría


reconstructiva del complejo de la
pirámide con rampa 3 (Paredes y
Franco 1987: fig. 6).
7. ESTADOS Y SEÑORÍOS TARDÍOS 385

con el propósito de generar una amplia explana- sustento comprometería por lo menos las partes
da rectangular de unos 320 x 90 m. dividida en bajas de los valles del Rímac y el Lurín, y que esta
su eje central por dos hileras paralelas de pilares. se garantizaba mediante las relaciones de recipro-
Estos pilares centrales, como las hileras que se dis- cidad y dependencia de diferentes curacazgos es-
pusieron ordenadamente a lo largo de la plaza, tablecidos en distintos sectores de estos valles agrí-
sugerirían la posible presencia de galerías dotadas colas e inclusive en las lomas aledañas. Al respec-
con algún tipo de techo. Al lado sureste de la pla- to se menciona a Pacat y Manchay para el valle
za, se construyó con los típicos adobes de factura bajo; al curacazgo de Sisicaya en la zona corres-
inka una plataforma que contaba con una escali- pondiente a la chaupiyunga;22 a los Caringa que
nata para ascender a ella desde la plaza. Estos ras- manejaban las lomas de las quebradas entre Lurín
gos y la asociación con la plaza, permiten supo- y Chilca;23 además del pueblo de Quilcay cuyos
ner que esta estructura correspondería a un Ushnu, residentes estaban especializados en las faenas de
las características plataformas ceremoniales pre- la pesca (Rostworowski 1992).
sentes en las plazas de los principales centros inka En lo que se refiere al área inmediata del valle
(Hyslop 1990: 256-259). A propósito de las in- de Lurín, dado que en este valle no se encuentra
tervenciones que se llevan a cabo durante este pe- ningún otro asentamiento urbano y menos algu-
ríodo, Hyslop (ibid.: 260) destaca que Pachacamac no de las dimensiones de Pachacamac, sino más
probablemente constituye el ejemplo más monu- bien un conjunto de poblados, aldeas y caseríos
mental donde el planeamiento Inka ajustó su di- que se eslabonan a lo largo de los distintos secto-
seño a una traza urbana preexistente. res agrícolas que se suceden en este valle (Marcone
Aún no están claras las formas de relación de 2005), podemos suponer que estos asentamientos
otros asentamientos contemporáneos de la comar- rurales tuvieron una relación bastante más estre-
ca de Lima, respecto a la ciudad de Pachacamac. cha y articulada con la ciudad.
Sin embargo, dadas las calidades y dimensiones Estos asentamientos, que se localizan en las
urbanas de Pachacamac, su existencia y desarro- márgenes del valle y por encima de los canales de
llo debió sustentarse necesariamente en un siste- riego que delimitan las tierras de cultivo, son de
ma que le garantizase una red de abastecimientos diferente tamaño, traza y densidad, si bien com-
y formas de tributación en especies o en fuerza de parten técnicas constructivas y tipologías arqui-
trabajo. Se ha propuesto, a partir de la documen- tectónicas. Algunos sitios presentan conjuntos de
tación etnohistórica, que la base territorial de este pocas estructuras y podrían corresponder a case-

Fig. 77. Pachacamac: vista pa-


norámica en la que se aprecia
un complejo de Piramide con
rampa (foto: E. Ranney).

22
Los estudios de María Rostworowski (2004), han dado a conocer el manejo de distintas especies de plantas propias del piso
ecológico correspondiente a la chaupiyunga, entre ellas de una variedad muy apreciada de coca costeña (Erytroxilum Novogranatense).
La posibilidad de desarrollar cocales en una zona relativamente próxima al litoral, sin tener que recurrir al distante abastecimiento
en la vertiente oriental del los Andes, otorgaron una importancia estratégica a esta zona y no pocos conflictos por su control
(Rostworowski 1999: 10).
23
En estas quebradas y asociados a estos ecosistemas de lomas, se han documentado excepcionales evidencias de asentamientos
aldeanos, como es el caso de Malanche (Mujica 1987; Mujica et al. 1992).
386 JOSÉ CANZIANI

Fig. 78. Pampa de Flores: foto


aérea (SAN).

ríos; otros presentan aglomeraciones algo más ex- agrícolas como, ají o maíz, que requieren de un
tensas y mayor número de estructuras, por lo que proceso previo de secado.
podrían considerarse aldeas; mientras contados Otros asentamientos de aparentemente carác-
asentamientos tienen una gran extensión con una ter aldeano, como Tijerales, Huaycán de Ciene-
alta densidad de estructuras e, inclusive, la incor- guilla, Panquilma y Chontay, entre otros, se carac-
poración de algunos espacios y complejos con ar- terizan por presentar distintos sectores con estruc-
quitectura pública, por lo que podríamos consi- turas aglutinadas de tipo habitacional, cuya
derarlos como pueblos o centros urbanos menores. agregación espontánea y sucesiva genera una trama
El caso más destacado de este último tipo de donde no se percibe alguna forma de planea-
asentamiento corresponde a Pampa de Flores, que miento. Estos rasgos, unidos a la ausencia de arqui-
llama la atención por su notable extensión, pero tectura pública prominente, expresarían el carácter
también porqué manifiesta ciertos niveles de marcadamente rural de este tipo de asentamientos.
planeamiento, con la organización de algunas ca- Sin embargo, especialmente en el caso de Chontay,
lles, de espacios abiertos que podrían correspon- la gran cantidad de silos o qollqas de depósito,
der a plazas, y la presencia de complejos cercados, construidos bajo el piso de la mayoría de las vi-
que en algunos casos presentan como elemento viendas, revelan una notable capacidad de alma-
central plataformas escalonadas con rampas, que cenamiento de productos, cuyo volumen excede
parecen emular en pequeña escala el lenguaje ar- ampliamente los requerimientos del consumo fa-
quitectónico de las monumentales pirámides con miliar. La cantidad y desarrollo formal de estas
rampa de Pachacamac. estructuras de almacenamiento en cada una de las
La presencia de amplias terrazas o tendales unidades habitacionales, permiten suponer que los
construidos con grandes muros de contención en habitantes del asentamiento desarrollaban una
las laderas de los cerros que delimitan el asenta- acumulación de productos agrícolas destinados a
miento de Pampa de Flores sugerirían la impor- un sistema de intercambio o tributación,
tancia de algunos procesos productivos que se sugiriéndose así su articulación con un sistema
habrían desarrollado en él, como los asociados a económico más complejo que trascendía la habi-
la transformación de determinados productos tual producción de autoconsumo.
7. ESTADOS Y SEÑORÍOS TARDÍOS 387

Fig. 80. Chontay: foto aérea del


asentamiento (SAN).

Fig. 81. Chontay: vista de un


sector de conjuntos habi-
tacionales al noroeste del sitio
(Canziani).
388 JOSÉ CANZIANI

Arquitectura y Urbanismo Chincha24 Por último, el documento conocido como


“Aviso” estudiado por María Rostworowski, reve-
La cultura Chincha representa una de las más im- la que la alianza entre el estado Inka y el señorío
portantes formaciones sociales que se desarrolla- de Chincha habría tenido como base fundamen-
ron en la Costa Sur del Perú en la época tardía, tal la organización de un notable tráfico maríti-
que comprende tanto el período de los Estados mo y terrestre por parte de este último. A este
Regionales Tardíos (1000 — 1450 d.C.), como el propósito, este documento colonial temprano,
período de dominio de la región por parte de los señala que de los treinta mil tributarios que tenía
Inkas, y que concluye en el siglo XVI con la con- este valle, doce mil eran labradores, diez mil eran
quista española. pescadores y seis mil eran mercaderes. Estos últi-
La sociedad Chincha constituye la culmina- mos habrían extendido sus tratos y el intercam-
ción de un largo proceso histórico que tuvo como bio de una serie de productos hasta el Cusco y el
escenario el valle del mismo nombre. Como hemos Altiplano del Titicaca por el sur y hasta Quito y
ya visto en el capítulo 4, este proceso se inició Puerto Viejo por el norte (Rostworowski 1989).
tempranamente con el desarrollo de la cultura Una de las cuestiones claves que se ha plantea-
formativa Paracas (1000 — 200 a.C.), que erigió do la investigación arqueológica en el valle de
en el valle de Chincha extraordinarios testimonios Chincha, reside precisamente en la necesidad de
de arquitectura monumental, en el marco de la corroborar la información etnohistórica que se-
aparición de las primeras formas de organización ñalan los documentos, en cuanto se refieren a la
urbana en la región y del desarrollo de importan- existencia de una marcada división social del tra-
tes modificaciones territoriales asociadas a la con- bajo y la presencia de especialistas en el seno de la
formación del valle agrícola (Canziani 1996). sociedad Chincha y, entre ellos, de mercaderes que
Las referencias etnohistóricas acerca de habrían desempeñado un importante papel en el
Chincha son bastante tempranas y frecuentes. De intercambio de bienes que se desarrollaba en el
hecho, los primeros navegantes europeos que ex- Área Andina, comprometiendo regiones bastante
ploraron el litoral del Pacífico a partir del istmo alejadas entre sí. En esta dirección, el análisis de
de Panamá fueron los primeros en recibir men- los patrones de asentamiento y la arquitectura de
ción de este reino. El propio Pizarro antes de la esta época constituye una importante herramien-
conquista del Perú y en su primer viaje a lo largo ta para la comprensión de esta problemática y la
de la Costa Norte (1526-1527), recibió referen- aproximación al conocimiento de la forma de or-
cias sobre la riqueza y el poderío de Chincha. Por ganización social y el modo de vida que caracteri-
lo tanto no es casual que, en su posterior retorno zaron a la sociedad Chincha.
a España, solicitara a la corte que su futura gober-
nación sobre los reinos aún por conquistar tuvie- El patrón de asentamiento durante el Período
ra a Chincha por límite sur (Cieza 1987). Chincha
En 1532, durante la toma de Cajamarca y la
consiguiente captura del Inka, es muerto el señor Hace un siglo, en 1900, los trabajos de Max Uhle
de Chincha al ser confundido con el gobernante, dieron inicio a las investigaciones arqueológicas
por el hecho insólito de ser el único personaje que en el valle, dando a conocer científicamente los
era transportado en andas con gran pompa ade- primeros hallazgos correspondientes a la cultura
más del propio inka. Interrogado Atahuallpa acerca Chincha. En estos trabajos pioneros, Uhle desta-
de “...como traya en andas al señor de Chincha, y caba la importancia de conjuntos de Huacas y cen-
todos los demás señores del rreyno parecían delante tros poblados Chincha, tales como La Centinela,
dél con cargas y descalzos, dixo que este señor de La Cumbe, Tambo de Mora, Lurin Chincha y Las
Chincha antiguamente era el mayor señor de los Lla- Huacas, que constituyen los principales
nos, que echaua sólo de su pueblo cien mill balsas a asentamientos del período en el valle. Sin embar-
la mar, y que era muy su amigo, y por esta grandeza go, es de notar que Uhle también observó dos
de este Chincha pusieron nombre de Chinchaysuyo aspectos relevantes para esta época y sobre los cua-
dende el Cuzco hasta Quito, que ay casi quatrocientas les trataremos más adelante: la existencia de una
leguas” (Pizarro 1986). red de caminos prehispánicos en el valle y el desa-

24
Una primera versión de este texto, aquí revisado, apareció en el artículo “Arquitectura y Urbanismo de la Cultura Chincha”,
publicado en la Revista Arkinka (Canziani 2000).
7. ESTADOS Y SEÑORÍOS TARDÍOS 389

Fig. 82. Mapa del valle de


Chincha con la distribución de
los principales sitios tardíos de
la época Chincha e Inka (Pro-
yecto Arqueológico Chicha,
Canziani 2000).

rrollo de una tradición funeraria asociada a la cons- Aparentemente, algunos sectores del valle que
trucción de mausoleos (Uhle 1924). no registran ocupación previa, habrían sido ocu-
Efectivamente, el aspecto más notable del pa- pados por primera vez durante esta época. De este
trón de asentamiento de la sociedad Chincha está hecho, se puede también deducir una notable ex-
representado por extensos centros urbanos, do- pansión del sistema de irrigación en el valle y la
minados por grandes edificaciones, conocidas incorporación a la producción agrícola de vastas
popularmente como Huacas, que presentan volú- extensiones de tierras hasta ese entonces eriazas.
menes troncopiramidales formados por platafor- En este sentido, es factible que durante este pe-
mas escalonadas construidas con gruesos muros ríodo se iniciara la irrigación de la planicie de
de tapia. Pero existen también otros tipos de si- Chincha Alta, una terraza natural que se eleva al
tios que corresponden a sitios habitacionales; com- norte por encima del piso aluvial del valle, ya que
plejos administrativos; cementerios; y un excep- en esta zona antes despoblada se encuentran ins-
cional sistema de caminos; además de las eviden- talados algunos importantes sitios de esta época.
cias que correspondieron a la infraestructura Algo similar se aprecia en la margen sur del valle,
agraria, como es el caso de canales de irrigación y con la presencia de nuevos sitios que se localizan
campos de cultivo (Canziani 1993). inclusive por encima del límite actual de los cam-
En términos generales, y a diferencia de los pos de cultivo.
períodos precedentes, se observa que durante esta Durante esta época se observa también una
época la distribución de los sitios en el valle es consistente presencia de asentamientos en la par-
extensiva y bastante homogénea, apreciándose que te media alta y en el inicio de la parte alta del
prácticamente no existen sectores en los que no se valle, donde el río San Juan corre encañonado
registre ocupación. Tanto el incremento notable antes de bifurcarse en el cuello del valle. Lo sin-
de la cantidad de sitios con relación a las épocas gular de la ocupación de este sector, es que está
anteriores, como la densidad de los mismos en el dominada por la presencia de importantes com-
territorio del valle, nos estarían señalando un con- plejos administrativos, así como también por la
siderable crecimiento poblacional durante los pe- existencia de innumerables necrópolis. En la par-
ríodos tardíos. te más alta del valle, estos cementerios represen-
tan el tipo dominante de sitio que allí se registra.
390 JOSÉ CANZIANI

Los Centros Urbanos extensión del sitio, es de destacar la presencia de


una densa trama urbana en la que se aprecia el
En el valle de Chincha destacan tres grandes con- ordenamiento compacto de una serie de comple-
centraciones urbanas que se ubican estratégica- jos monumentales claramente delimitados
mente, localizándose en los vértices de una dispo- espacialmente.
sición triangular que parece amoldarse a la forma El centro urbano está dominado por la impo-
que asume el territorio del delta del valle. En el nente mole piramidal conocida como La Centi-
extremo norte, y en proximidad del litoral, tene- nela que se enmarca en un complejo localizado
mos la más importante concentración urbana, en una posición central en el sector oeste del sitio.
conformada por el complejo de La Centinela de Si bien este complejo muestra las huellas del in-
Tambo de Mora (1) y La Cumbe (3) que constitu- tenso huaqueo que se inició en Chincha con la
yen una suerte de unidad dual con el complejo de encomienda del valle a Hernando Pizarro, así
Tambo de Mora (2) que se ubica algo más al sur. como otras alteraciones generadas por la instala-
En el extremo sur del valle, en la zona de Lurin- ción de una cruz en la cumbre del montículo, aún
chincha y siempre en inmediaciones del litoral, se se pueden apreciar recintos y grandes cámaras
encuentran otros dos complejos que pudieron definidas por gruesos murallones de tapial. En uno
conformar por su relativa proximidad una unidad. de estos recintos de la parte más alta de la pirámi-
Se trata de los complejos de San Pedro (7) y Ran- de se apreciaba hasta hace unas décadas una pa-
chería (14). De otro lado, al este y en una posición red decorada con un extraordinario friso en pla-
central con relación a la zona interior del valle se no relieve, que desarrolla con un tratamiento tipo
ubica el extenso complejo de Las Huacas (38). “textil” motivos escalonados y concatenados en
los que se entrelazan aves, peces y olas marinas.
La Centinela de Tambo de Mora La ocupación Inka en el sitio registra distintas
intervenciones, entre ellas la remodelación de cier-
Este importante centro urbano, que se supone re- tos sectores de la propia pirámide de La Centinela
presentó el principal asentamiento del valle en y de la escalinata ubicada en su flanco sur. Estas
cuanto sede central del señorío de Chincha, tiene intervenciones se perciben claramente al sustituirse
una extensión de unos 1,100 m de este a oeste y la tapia por el empleo del típico adobe inka de
unos 500 m de norte a sur, cubriendo un área de gran tamaño. En el complejo ubicado al sur del
aproximadamente 55 ha. Pero más que la propia sector oeste del sitio, se encuentra la más destacada

Fig. 83. Foto aérea de 1942 en la que se aprecia el complejo de La Centinela de Tambo de Mora y los sitios de La Cumbre y Lo Demás (S.A.N.
107-56).
7. ESTADOS Y SEÑORÍOS TARDÍOS 391

Fig. 84. La Centinela de Tam-


bo de Mora: foto aérea oblicua
en la que se aprecia la pirámide
principal y en segundo plano
el complejo del Palacio Inka
(Canziani).

Fig. 85. La Centinela de Tam-


bo de Mora: Croquis del com-
plejo urbano en base a las
aerofotografías SAN 1942 y al
levantamiento de campo
(Canziani).

edificación inka en el valle, y que es conocida presenta una serie de cámaras de aparente fun-
popularmente como “Palacio Inca”. El núcleo ción residencial, decoradas con nichos e inclusive
central de este complejo está construido sobre una con pintura mural, en la que se empleó sobre un
gran plataforma que lo eleva con relación al nivel fondo blanco, negro, rojo y verde (o azul) (Wallace
del terreno, y presenta una planta trapezoidal di- 1998). Los distintos recintos están conectados
vida en dos sectores. Al norte se ubica el sector mediante corredores y se asocian con terrazas
correspondiente a un gran patio, que está asocia- abiertas con parapetos. Es de resaltar, en la esqui-
do a un muro cuyo frente oeste presenta nichos y na sur oeste del edificio, la existencia de una te-
una escalinata que conduce a una portada cen- rraza con una poza de baño y de un pequeño re-
tral. Todos estos elementos presentan las típicas cinto dotado también de un baño, que como se-
jambas dobles y los vanos trapezoidales que ca- ñalaran tanto Middendorf como Uhle, estaban
racterizan a la arquitectura inka. conectados con canales subterráneos para el abas-
Al sur del gran patio se encuentra el edificio tecimiento y drenaje del agua. Este último rasgo,
correspondiente propiamente al “palacio”, al cual que se asocia exclusivamente con las edificaciones
se accede nuevamente por una portada de doble destinadas a la elite imperial, refuerza aún más la
jamba con escalinata, que introduce a un patio importancia de este complejo y su rol en el con-
ubicado al este del edificio. El edificio ubicado al texto de la ocupación Inka del valle de Chincha,
oeste se desarrolla en un nivel aún más elevado y en cuanto sede central de los funcionarios que
392 JOSÉ CANZIANI

Fig. 86. La Centinela de Tambo de Mora: muro de un recinto en la


cima de la pirámide principal, donde se apreciaban relieves que han
sido destruidos en las últimas décadas (Bonavia 1991: fig. 69). Fig. 88. La Centinela de Tambo de Mora: plano del complejo Inka
(Wallace 1998).
administraban los intereses del estado Inka en aso-
ciación con los principales del señorío de Chincha. ten trazas de otras vías que se proyectan tanto en
Asociado a este complejo Inka se encuentran tan- dirección este-oeste como norte-sur. En este sec-
to al este como al sur; otros sectores que presen- tor central se presentan algunos complejos amu-
tan plazas e hileras de recintos en sus lados que rallados que encierran plataformas piramidales con
pudieron cumplir funciones residenciales, de al- recintos, así como terrazas, plazas y patios.
macenamiento o de otros servicios, en cuanto Finalmente, al este se encuentra otro sector con
apéndices del palacio. complejos más dispersos y distantes entre sí. Cabe
De otro lado, en las antiguas aerofotografías señalar, a propósito de estos dos últimos sectores,
de 1942, se aprecia claramente que el complejo al que posiblemente se aprecie de ellos tan sólo la
norte del sector oeste, estaba separado del com- parte conservada de la arquitectura monumental,
plejo central de La Centinela por un camino deli- mientras que rastros de estructuras menores podrían
mitado por gruesos murallones de tapia. Otro haber desaparecido con el cultivo de estas zonas,
camino o pasaje separaba el sector oeste del sector especialmente a partir la introducción de la agri-
central del centro urbano, al igual que se advier- cultura mecanizada, tal como se ha podido com-
probar en el caso del complejo de Tambo de Mora.
Fig. 87. La Centinela de Tambo de Mora: detalle del diseño origi-
nal de los relieves (Wallace 1998).
La Cumbe

Esta gran plataforma que mide unos 200 por 150


m. y que se ubica unos 200 m. al nor oeste de La
Centinela, sobre el acantilado que limita el norte
del valle bajo, estuvo asociada a importantes ce-
menterios tardíos. Sobre la plataforma y del lado
este se presentan restos de recintos rectangulares
de tapial, mientras que sobre la esquina sur oeste
se presentan restos de una edificación con recin-
tos de adobe en la parte más elevada de la plata-
forma, que aparentemente corresponderían a la
ocupación Inka.
La asociación de esta gran plataforma con los
cementerios tardíos y las construcciones corres-
pondientes a los períodos Chincha e Inka, llevó a
Uhle a suponer que esta edificación corresponde-
ría al santuario de Chinchay Camac considerado
como uno de los hijos del ídolo de Pachacamac.
Sin embargo, Uhle notó también que no existían
tumbas más tempranas en los cementerios aleda-
ños y que los rellenos con los que estaba construida
7. ESTADOS Y SEÑORÍOS TARDÍOS 393

Fig. 91.Tambo de Mora: vis-


ta desde el oeste de la pirámi-
de principal del complejo, en
la que se aprecian plataformas
escalonadas (Canziani).

la plataforma estaban hechos con cantos rodados. oeste del sitio, donde se presenta una gran edifi-
Estos datos, la presencia de cerámica temprana, cación del tipo Huaca, que alcanza unos 200 m
así como ciertos rasgos arquitectónicos relaciona- de este a oeste por 130 m. de norte sur. La planta
dos con la orientación este-oeste del montículo, presenta una disposición en forma de “U” abierta
la existencia de patios hundidos sobre la platafor- hacia el sur, que encierra dos grandes patios o te-
ma, nos llevaron a plantear la posibilidad de que rrazas escalonadas, limitadas por grandes
se tratara de una edificación del período Formati- murallones de tapial. Estas grandes terrazas sepa-
vo, remodelada en épocas tardías. ran el ala este de la oeste, que en ambos casos pre-
Recientemente hemos hallado —en algunos sentan recintos sobre plataformas escalonadas que
cortes que se ubican estratigráficamente en el ba- culminan en prominencias tanto al norte como al
samento de los rellenos constructivos de La sur. El cuerpo central, que conecta las alas latera-
Cumbe— una consistente deposición de cerámi- les y cierra al norte el gran atrio constituido por
ca del más puro estilo Paracas Cavernas, lo que los patios escalonados, presenta recintos de me-
estaría confirmando esta hipótesis. Este impor- nor elevación y sistemas de corredores, escalina-
tante hallazgo podría estar indicando no solamente tas y accesos que servían para el ingreso desde el
que este santuario y sus dioses tendrían profun- lado norte del edificio. La disposición arquitectó-
das raíces en la historia del valle, si no también nica de este sector del complejo de Tambo de Mora
que desde épocas tan tempranas como Paracas este es tan lograda como impactante, motivando un
sector del valle concentró uno de los principales sugerente apunte de Middendorf (1973: 105)
núcleos de desarrollo urbano.25 quien visitó el sitio en 1887.
Las excavaciones desarrolladas por el Proyecto
Tambo de Mora Arqueológico Chincha, en los campos de cultivo
que han cubierto el sector noroeste del complejo,
Este complejo urbano se ubica unos 400 m al sur han revelado una densa trama urbana con
oeste de La Centinela y debió tener una extensión superposiciones arquitectónicas correspondientes
de unos 500 m de norte a sur y 400 de este a a las épocas Chincha y Chincha-Inka. En los re-
oeste, cubriendo un área de por lo menos 20 ha. cintos descubiertos se han hallado contextos tanto
El área monumental del complejo se concentra domésticos, como otros relacionados aparente-
—al igual que en La Centinela— en el sector sur mente con actividades productivas. Mientras tanto,

25
Los caminos ceremoniales que irradian en distintas direcciones desde el complejo Centinela de Tambo de Mora y La
Cumbe, podría por lo tanto no ser una organización del espacio del valle de época tardía, sino que podría remontarse a esta época
temprana donde son comunes los geoglifos como los documentados en asociación con el sitio Paracas de Cerro del Gentil. Al
respecto Hyslop (com. pers. 1990) observó que algunas de estas líneas de caminos convergían en La Cumbe y no en la Centinela,
que fue asumida como el centro generador del sistema radial (Wallace: 1977).
394 JOSÉ CANZIANI

Fig. 92. Complejo San Pedro:


croquis realizado en base a las
aerofotografías y al levanta-
miento de campo (Canziani).

las excavaciones realizadas en las plataformas ubi- sitio. Tiene una planta cuadrangular de 85 x 85
cadas en el flanco oeste del conjunto monumen- m., sus lados están perfectamente orientados con
tal, han revelado la existencia de talleres relacio- los ejes cardinales y presenta una forma de pirá-
nados con la presencia de orfebres. mide escalonada con plataformas hechas con gran-
De esta manera, las excavaciones arqueológi- des muros de tapia, en los que se aprecia en cier-
cas desarrolladas en Tambo de Mora, han pro- tos sectores la inclusión de adobes rectangulares
porcionando datos claves para la comprensión de de gran tamaño. Los lados oeste, sur y este pre-
las características urbanas y del modo de vida de sentan grandes muros de contención y evidencias
la población de este tipo de sitios y, en especial, de plataformas escalonadas. El lado norte, que es
de la actividad y rol de los especialistas. A este el más bajo, parece corresponder a una terraza baja
propósito, cabe resaltar que son múltiples las re- que pudo funcionar como una plaza elevada. Se
ferencias etnohistóricas acerca de la importante aprecia el desarrollo de terrazas ascendentes hacia
presencia de expertos plateros en la sociedad el sur y oeste, donde se encuentra la parte más
Chincha. Por lo tanto, este último hallazgo es de alta de la huaca que alcanza unos 20 m. de altura.
trascendental relevancia al darnos a conocer la Los restantes montículos que se encuentran
estrecha relación de dependencia que estos espe- hacia el Este presentan características similares y se
cialistas habrían tenido con relación a la elite y encuentran bastante erosionados, en algunos casos
que se expresa de modo patente con la propia in- se aprecian restos de estructuras y muros de con-
clusión de sus áreas de actividad en la zona nu- tención de tapia, algunos de grandes dimensiones.
clear y monumental de este centro urbano.
Fig. 93. La Centinela de San Pedro (A): vista desde el sur este, al
San Pedro fondo el mar (Canziani).

Este complejo se ubica en el extremo sur del valle


bajo, en la zona de Lurinchincha, y comprende 2
sectores separados unos 200 m. entre sí: el prime-
ro al oeste, donde se encuentra La Centinela de
San Pedro; y el segundo al este que comprende 8
montículos distribuidos irregularmente en direc-
ción este-oeste. La extensión total del complejo
es de unos 1,200 m. ocupando una área de aproxi-
madamente 60 a 70 ha.
La Huaca «A», que es conocida como La Cen-
tinela de San Pedro, está en el extremo oeste del
7. ESTADOS Y SEÑORÍOS TARDÍOS 395

Ranchería

Aproximadamente 750 m al norte de la Hacienda


Lurín Chincha. Este complejo se desarrolla de
norte a sur, paralelo al litoral y está rodeado de
campos de cultivo. Actualmente la mayoría de los
montículos están ocupados por casas y construc-
ciones modernas. Se trata de un conglomerado
de montículos bastante erosionados que presentan
restos de estructuras hechas de tapia. El planea-
miento presenta una aparente distribución irre-
Fig. 94. La Centinela de San
Pedro: gran muro de tapia, con
inclusión de adobes, en la esqui-
na sur este del monumento
(Canziani).

Fig. 95. Complejo Ranchería:


vista aérea panorámica desde el
norte, al fondo La Centinela de
San Pedro (Canziani).
396 JOSÉ CANZIANI

unos 900 m de norte a sur y unos 500 m de este a


oeste, ocupando un área aproximada de 45 ha.

Las Huacas

Este extenso complejo urbano se encuentra en una


posición central en el valle medio y está localiza-
do entre los ríos Chico y Matagente. Tiene una
extensión de unos 1,500 m de este a oeste y de
unos 700 m de norte a sur, cubriendo un área de
aproximadamente 105 ha. Sin embargo, hay que
señalar que este caso —al igual que en Ranchería
y San Pedro— los montículos se presentan en un
patrón algo disperso y no queda claro si es que las
áreas hoy bajo cultivo que los separan estuvieron
ocupadas por estructuras menores, como sucede
en el caso de La Centinela y Tambo de Mora.

Asentamientos intermedios y menores

Además de los centros urbanos principales, exis-


ten una serie de asentamientos intermedios y otros
Fig. 96. Complejo Ranchería: croquis realizado en base a las de menor escala dominados por conjuntos de edi-
aerofotografías y al levantamiento de campo (Canziani).
ficaciones de carácter monumental. Dentro del
primer caso, correspondiente a centros urbanos
gular de los montículos, si bien estos se encuen- de menor jerarquía, tendríamos sitios bastante
tran concentrados a lo largo de un eje norte-sur. extensos como Litardo (80). Este sitio se localiza
El complejo se ubica en una suerte de franja entre en el valle bajo y en una posición central con rela-
dos caminos paralelos: el primero, al este del sitio, ción a este sector demarcado por el curso de los
corre de norte a sur y conecta La Centinela de dos ríos. Por el oeste el sitio estaba conectado con
Tambo de Mora con La Centinela de San Pedro; el antiguo camino que de La Centinela de Tambo
el segundo, al oeste y con la misma orientación de Mora se dirigía hacia La Centinela de San Pe-
que el anterior, flanquea y atraviesa parcialmente dro. El asentamiento está compuesto por un ex-
el complejo, asociándose directamente con algunos tenso conjunto de huacas construidas con muros
de los montículos. La extensión del complejo es de de tapial. El sitio tiene una orientación este-oeste,

Fig. 97. Dos Huacas: vista pa-


norámica desde el sur este del
sitio (Canziani).
7. ESTADOS Y SEÑORÍOS TARDÍOS 397

con unos 600 m de largo y unos 300 m de norte a Uno de los pocos casos representativos de este tipo
sur, con un área de 18 ha. Presenta un es el sitio La Calera (166) que se ubica en la mar-
planeamiento en el cual se aprecia el ordenamien- gen derecha del valle medio alto, sobre el lecho de
to de una serie de complejos entre los que destaca una quebrada lateral y que presenta una extensa
el conjunto “C” que presenta características mo- concentración de estructuras de aparente carácter
numentales, con grandes plataformas, patios, co- doméstico, cuyos muros están construidos con la
rredores y recintos delimitados por gruesos y al- técnica de pirca.
tos muros de tapial, algunos de los cuales alcan- Otra concentración habitacional, pero con una
zan los 2.20 m de grosor, otros presentan la técni- organización mas bien de tipo lineal, se excavó en
ca del adobón y constituyen muros de conten- el sitio denominado Lo Demás, sobre una plata-
ción de altas plataformas, llegando a alcanzar en- forma natural que corre paralela al mar al Norte
tre 6 y 8 m de altura. Este parece el conjunto de de La Cumbe. En este lugar Sandweiss (1922)
mayor importancia dadas las características de su documentó la presencia de pescadores que aparen-
arquitectura y la presencia de frisos que decora- temente estuvieron especializados en este tipo de
ban algunos de sus muros. actividad, proporcionando valiosas evidencias que
Dentro del segundo caso, tendríamos confirmarían lo señalado en el documento Aviso,
asentamientos que —mas que centros urbanos cuando se dice que “...éstos estaban poblados desde
menores— aparentemente habrían correspondi- dos leguas antes de llegar a Chincha hasta es otra
do a los “palacios” o mansiones de la elite rural parte de Lurinchincha, que hay de una parte a otra
chinchana. Entre este tipo de sitios, tendríamos cinco leguas; y parecía la población de esta gente una
casos como Huaca Grande (105), Huacarones hermosa y larga calle...” (Rostworowski 2004: 253).
(91), Larán Salitral (97), Huaca Fundación (98), Otras concentraciones habitacionales asenta-
Dos Huacas (77), etc. Este último tipo de asenta- das sobre terrazas se registran también en los si-
miento presenta como una constante casi general tios Pampa de la Pelota (126) y Casagrande (42),
un planeamiento dual, en el cual se observa — pero en estos casos asociadas a la arquitectura
dentro de múltiples variantes— la presencia de pública de dos de los más importantes complejos
dos estructuras del tipo Huaca, que dominan con administrativos.
su volumen y altura al resto de las edificaciones. De otro lado, esta clase de sitios habitacionales
Aparentemente, este tipo de edificaciones respon- parecería mas bien estar ampliamente representa-
dió a fines residenciales, dado que presentan re- do por una gran cantidad de pequeños montícu-
cintos cuya forma y distribución, además de la los de tierra o cantos rodados, que se encuentran
existencia de ciertos elementos —como es el caso dispersos entre los campos de cultivo y que fre-
de hornacinas— y la existencia de contextos pro- cuentemente presentan restos de recintos de mu-
pios de actividades domésticas, sugieren este tipo ros de tapia. Estos sitios parecen corresponder a
de función. Además, la asociación de este tipo de viviendas aisladas o “estancias”, correspondientes
edificaciones con patios, grandes terrazas, así como a los pobladores dedicados a las labores agrícolas,
el carácter monumental de las edificaciones, esta- que fueron construidas con la técnica del tapial o
rían dando señas acerca de su posible calidad de con materiales perecederos como la quincha.
palacios o residencias de elite, donde habrían
morado los miembros de alto rango de la socie- Los complejos administrativos
dad chinchana.
Sin embargo, no es de descartar que algunas Esta clase de asentamientos está representada por
de estas edificaciones integrara a su vez y en me- complejos de diferente tamaño, forma y materia-
nor escala, funciones de tipo administrativo, pro- les de construcción, pero que tienen en común
ductivo o, inclusive, de carácter ceremonial. Pero presentar rasgos que evidencian formas aparente-
aún no es posible resolver estas interrogantes, dado mente planificadas, que presentan un cercado de
que las investigaciones arqueológicas sobre este planta rectangular o trapezoidal, cuyo interior está
tipo de sitios son todavía muy limitadas. divido en sectores y subsectores. Algunos de estos
sitios recuerdan el planeamiento de complejos
Los sitios habitacionales administrativos del período Wari y no sería de
extrañar que representen rezagos de la influencia
Con relación a esta clase de sitios, se puede afir- de este estado expansivo sobre el valle de Chincha
mar que son relativamente escasos los centros durante el Horizonte Medio (ca. 600 — 1000
poblados con concentraciones de tipo aldeano. d.C.).
398 JOSÉ CANZIANI

Fig. 97 A. Santo Domingo:


Recintos interiores y corredo-
res laberínticos del complejo
administrativo, reutilizado
como cementerio en tiempos
modernos (Canziani).

La ubicación de estos complejos de aparente es algo menor y trapezoidal —como amoldándo-


función administrativa, generalmente es estraté- se al espacio de la quebrada— con la base de 75
gica, tanto por su conexión con el sistema de ca- m. en la parte baja y 60 m. en la parte alta; mien-
minos, la localización en los límites del valle o en tras que alcanza unos 86 m. de largo en su eje
las zonas de conexión con las rutas hacia otras orientado de norte a sur. En este caso también la
regiones. Este tipo de sitios puede presentarse tan- construcción de los muros es de piedra y un co-
to aislado y tener una limitada extensión, como rredor central organiza la distribución de las
es el caso de Dios te Ama (143) y Santo Domin- subdivisiones, cuyos recintos se desarrollan en te-
go (43). Estos dos sitios se caracterizan por estar rrazas para superar la pendiente del terreno. De
ubicados en el sector Sur Este del valle, en el lími- igual modo, existen terrazas aparentemente
te entre el desierto y las tierras agrícolas del valle y habitacionales en las laderas de los cerros al este y
están próximos o directamente asociados a los dos al oeste del complejo.
caminos que salen del valle en dirección sureste.
Otros dos importantes complejos administra- Los cementerios
tivos se ubican frente a frente en el cuello del valle,
en una zona estratégica para el manejo del siste- Las tumbas del período Chincha presentan, dentro
ma hidráulico que posibilita la producción agrí- de la variedad de tipos existentes, algunos rasgos
cola del valle, así como con relación a las rutas de característicos. Si bien las tumbas simples son de
conexión con el valle alto y las regiones de la sierra. carácter individual y en algunos casos están asocia-
Se trata de Pampa de la Pelota (126) y de das a la disposición de los cuerpos en grandes ti-
Casagrande (42). En el primer caso, se trata de najas de cerámica, las más elaboradas y complejas
un extenso recinto de planta rectangular orientado aparentemente fueron de carácter colectivo y están
este-oeste que alcanza un largo de unos 180 m y asociadas a la construcción de cámaras funerarias,
poco más de 80 m de ancho. El cerco exterior está lo que da lugar al desarrollo de una singular tradi-
conformado por un muro de piedra a doble cara ción arquitectónica. Estas cámaras funerarias se
de unos 90 cm de espesor y queda abierto hacia el conocen como chullpas, por sus semejanzas y posi-
oeste generando una explanada a manera de pla- bles influencias con relación a las estructuras fune-
za, mientras que al este se presenta un sector con rarias del altiplano y otras regiones sureñas de los
subdivisiones interiores organizadas a lo largo de Andes Centrales. En este caso también es eviden-
un corredor central. En los flancos del cerro que te que los fardos funerarios (mallki) no eran “en-
limita la quebrada del lado sur se presenta una terrados” si no dispuestos en estos mausoleos, que
extraordinaria concentración de terrazas con res- debieron representar —para las colectividades de
tos de una ocupación aparentemente habitacional. origen de los difuntos— la última morada de los
En el caso de Casagrande (42), que se ubica ancestros, quienes eran objeto de culto y de ritua-
en una quebrada de la margen derecha, la planta les recurrentes, propios de las tradiciones andinas.
7. ESTADOS Y SEÑORÍOS TARDÍOS 399

Fig. 99. Apunte de la “Tumba del Rey” vista desde el noreste


(Canziani).

las que se apoyaban varas y entramados de carrizo,


sobre los que se aplicaba, como sello, una torta de
barro.
Fig. 98. Apunte de la “Tumba del Rey” vista desde el suroeste Los muros de estas cámaras fueron hechos, en
(Canziani). unos casos, con piedras de campo o cantos roda-
dos unidos con mortero de barro, pero la gran
La chullpas chinchanas se caracterizan por ser mayoría fueron hechos con la técnica del tapial al
semienterradas y de planta cuadrangular, con igual que la mayor parte de la arquitectura
medidas que varían entre los 4 a 5 metros de lado, Chincha. Puede suponerse, como ya señalamos,
presentando un solo vano de acceso, pequeño y que este tipo de cámaras funerarias estuviera aso-
estrecho, orientado generalmente al oeste o norte ciado a prácticas de enterramiento colectivo de
y que está asociado a algunas gradas que permiten los integrantes de grupos familiares o de personajes
descender desde el nivel del terreno hacia el piso de un mismo clan, a lo largo de un determinado
interior de las cámaras. Si bien por siglos estas lapso de tiempo. En este sentido, las características
estructuras han sido objeto de saqueo y persistente sobresalientes de algunos de estos mausoleos po-
destrucción, en algunas de ellas se ha podido apre- drían estar reflejando las diferencias de estatus
ciar la existencia de poyos y hornacinas interiores, existentes entre los distintos sectores sociales que
mientras que unas pocas aún conservan restos de conformaban la sociedad Chincha. Este es el caso
sus techos originales. Estas evidencias recuperadas del cementerio conocido como “Tumba del Rey”
permiten reconstruir que los techos estaban estruc- (12), que presenta restos de un conjunto ordenado
turados con vigas mayormente sin labrar, sobre de cámaras funerarias, entre las que destaca una

Fig. 100. Dos chullpas funera-


rias dispuestas en un terraplén
semicircular en la cima de una
quebrada del valle medio
(Canziani).
400 JOSÉ CANZIANI

que alcanza grandes proporciones, con una planta el caso del sitio 137, donde sobre una plataforma
de 6.40 por 5.80 m y en la que se aprecia la natural se han dispuesto las chullpas en conjuntos
existencia de hornacinas como también rastros alineados que forman una trama de pasajes, y don-
de pintura mural en la decoración de sus para- de se observa también la existencia de un muro
mentos interiores. Este conjunto de tumbas pre- perimetral que debió de restringir el acceso a los
senta un planteamiento más elaborado del acce- mausoleos.
so, que en este caso no es directo, si no laberínti- Los restos de estos cementerios se observan en
co, mediante un corredor lateral adosado a la mejor estado de conservación en la parte media y
cámara al que se agrega una suerte de vestíbulo. media alta del valle, mientras que en la parte baja
Es de notar que si algunas tumbas se encuen- del valle, donde la destrucción ha sido mucho más
tran aisladas o dispersas, muchas veces, como en intensa, sólo quedan algunos vestigios que permi-
el caso anterior, se concentran en conjuntos más ten establecer que en este caso los cementerios se
o menos grandes, e inclusive se ordenan con dis- instalaron reocupando antiguos montículos corres-
tintos tipos de planeamiento. Este es el caso de pondientes a edificaciones de períodos anteriores,
conjuntos que asumen una organización lineal, también aquí con la construcción de cámaras fu-
disponiéndose en terrazas y formando hileras que nerarias. De esto también informa Uhle (1924),
se amoldan a las curvas de nivel de las laderas de quien además da cuenta de otros tipos de tumbas
los cerros en las que se han instalado. Otras cá- en “pozo” o en forma de “bota”, excavadas en los
maras funerarias se ubican en el cierre de peque- tablazos y acantilados sobre las márgenes del valle
ñas quebradas y se disponen en herradura sobre y frente al mar.
plataformas con muros de contención y algunas
rodean un espacio central, a manera de plazoleta El sistema de caminos
o patio, hacia el cual orientan sus accesos.
Sólo en algunos casos se ha podido apreciar Un aspecto extraordinario en la arqueología del
la existencia de verdaderas necrópolis, como en Valle de Chincha es la existencia de un sistema de

Fig. 101. Mapa del valle de


Chincha con el antiguo siste-
ma de caminos, los principales
centros urbanos y los centros
administrativos de la margen
sur del valle (Canziani).
7. ESTADOS Y SEÑORÍOS TARDÍOS 401

caminos que establece, a partir del complejo de


La Centinela de Tambo de Mora y La Cumbe, un
ordenamiento radial del territorio del valle. Este
ordenamiento aparentemente orientó los princi-
pales ejes de comunicación dentro del valle,
proyectándose inclusive a las rutas de comunica-
ción con la sierra y el sureño valle de Pisco.
Este sistema de caminos fue dado a conocer
por Wallace (1977) sobre la base del examen del
mosaico aerofotográfico del valle. Sin embargo,
es preciso señalar que ya Uhle (1924) había ad-
vertido que “...todavía existen trazos de un antiguo
camino que va de Tambo de Mora hacia las monta-
ñas...” para luego añadir que cuando uno se diri-
ge hacia Tambo de Mora, observa que la orienta-
ción de este camino “...está dirigida exactamente
hacia la cima de la gran huaca, La Centinela”. Pos-
teriormente Wallace observó que este camino que
corre rectilíneo de este a oeste, era parte del desa-
rrollo mayor de un sistema radial de caminos que
tiene como centro La Centinela.
El camino este-oeste, con una longitud de 12
km se dirige desde La Centinela hacia el abra ubi-
cada en el cuello del valle, en el lugar que es cono-
cido como Portachuelo y que sirve de paso
obligado para dirigirse hacia el valle alto. En al-
gunos tramos de este antiguo camino se conser- Fig. 102. Tramo del antiguo camino del sureste a la salida del valle
van aún los muros de tapia que lo delimitaban. de Chincha, en su trayecto por la Pampa de Los Arrieros hacia el
El camino que desde La Centinela se orienta valle de Pisco (Canziani).
en dirección sureste, atraviesa diagonalmente todo
el valle, para luego dejar la parte cultivada y as- La presencia de notables centros urbanos y de
cender por la desértica Pampa de Los Arrieros, una gran variedad de tipos de sitios, revela la ri-
para llegar hasta el abra de la Pampa Cabeza de queza y complejidad del patrón de asentamiento
Toro, con un trayecto de 20 km para desde allí de la cultura Chincha. Una especial organización
dirigirse hacia el valle medio de Pisco y conectar- del espacio territorial, en la que aparentemente se
se con el camino Inka que de Lima la Vieja, pa- combinó tanto el aspecto concentración como la
sando por Tambo Colorado y Huaytará, llevaba dispersión. Esto parece expresarse en la estrategia
hacia la ciudad inka de Vilcashuaman. de establecer la concentración urbana no en un
Otro camino diagonal está orientado hacia el solo centro, sino más bien en tres importantes cen-
sur-sureste y su trazo corresponde a la bisectriz tros urbanos, con una localización clave para el
del trazo de camino del sureste con el que corre manejo de los recursos del valle y del litoral; el
de norte a sur. Este camino tiene un desarrollo de desarrollo de procesos productivos y servicios de
15 km y termina en las planicies desérticas que carácter especializado; así como para la adminis-
limitan el valle, donde se encuentra el sitio 143 tración y el control político. La dominante dis-
de aparente función administrativa. persión, en el caso de los asentamientos rurales,
El camino que desde La Centinela de Tambo revelaría también una estrategia particular en el
de Mora se dirige hacia el sur, está dirigido hacia manejo de la producción agraria y de la pobla-
La Centinela de San Pedro, recorriendo una ción comprometida con el desarrollo de esta acti-
distancia de 11 km. Lo interesante del caso es que, vidad. De otro lado el sistema de caminos –más
a partir de este punto, nuevamente parece allá de su valoración simbólica— y el emplaza-
reproponerse el desarrollo de un ordenamiento miento estratégico de los principales centros ad-
radial, con 3 caminos que se dirigen respectiva- ministrativos, podría estar revelando la importan-
mente al este, el sureste y el sur. cia de la comunicación y el tráfico de bienes y
productos a cargo de los mercaderes chinchanos.
402 JOSÉ CANZIANI

La arquitectura de la cultura Chincha desple- Cuentan que muchas destas naciones fueron va-
gó una serie de recursos formales y constructivos lientes y robustas y que antes que los Ingas los
para resolver diversas funciones y actividades. No señoreassen, se dieron entre unos y otros muchas y
es ajena a la arquitectura monumental Chincha el muy crueles batallas y que en las más partes te-
desarrollo armónico de volúmenes de gran im- nían los pueblos derramados, y tan desuiados que
pacto visual, o el desarrollo de acabados los unos no sabían por entero de los otros sino era
sofisticados mediante frisos en relieve y el empleo quando se juntauan a sus congregaciones y fies-
de la pintura mural. tas. Y en los altos edificauan sus fuerzas y fortale-
zas de donde se daban guerra los unos a los otros
por causas muy liuianas.
Curacazgos y Señoríos Étnicos
Al respecto, algunos autores interpretan este
Como señaláramos en la introducción de este ca- fenómeno como fruto de supuestas invasiones y
pítulo, a diferencia de las regiones costeñas don- la presencia de grupos bárbaros marginales al de-
de el resurgimiento de formaciones estatales estu- sarrollo civilizatorio. Más bien parece tratarse de
vo aparejado de un emergente urbanismo, en la la respuesta de las propias poblaciones altoandinas
mayoría de las regiones altoandinas se constata a un nuevo contexto histórico, donde el desarro-
durante este período la aparente ausencia de enti- llo rural recupera su ritmo y esfera comunal, y
dades estatales. Este fenómeno se manifiesta donde eventualmente se pueden lograr ciertos ni-
territorialmente con la presencia dominante de veles de integración parcial o coyuntural al nivel
aldeas y poblados rurales, mientras que es notoria de confederaciones tribales o señoríos que com-
la inexistencia de asentamientos urbanos y menos parten fuertes raíces étnicas. La declinación
de ciudades en estas regiones. sintomática de las ciudades y asentamientos de
Es preciso considerar este fenómeno en el con- carácter urbano en las regiones altoandinas a fi-
texto histórico del Intermedio Tardío, que resulta nes del Horizonte Medio, aparejada al colapso de
de la disgregación del estado Wari y del término la organización estatal que les insuflaba una ex-
de su presencia en muchas de estas regiones. Lo traordinaria vitalidad y un sobresaliente desarro-
que habría derivado en la acentuación de las con- llo planificado, merecen un comentario mayor que
diciones propias de desarrollos regionales carac- excede los límites de éste trabajo. Sin embargo,
terizados por un fuerte énfasis autárquico, con una podemos señalar que este es un tema clave para la
base económica rural de carácter agropecuario, que comprensión, no sólo del fenómeno de asenta-
requiere de escasos niveles de especialización pro- miento en sí, sino particularmente en lo referente
ductiva, ya sea porqué la presencia de especialis- a la relación de correspondencia recíproca esta-
tas no es de vital importancia para los procesos blecida entre la formación estatal y los
productivos, o no se dan las condiciones de base asentamientos urbanos, especialmente de aquellos
para posibilitar su sustento económico. que corresponden a la categoría de ciudades.
Este nuevo contexto económico y social se ex- Dadas las limitaciones de este trabajo, tratare-
presa en patrones de asentamiento dominados por mos puntualmente algunos casos que nos pare-
aldeas y poblados rurales. La mayoría de estos se cen representativos y suficientemente ilustrativos
encuentran instalados en puntos naturalmente de las formas de asentamiento que priman en las
defendibles o protegidos por cercos de murallas, regiones altoandinas durante esta época. Con este
lo que evidencia una alta incidencia de conflictos propósito trataremos brevemente de los
intercomunales, posiblemente agudizados por la asentamientos y arquitectura de los Chachapoya,
ausencia de una entidad estatal que los regule y del curacazgo de Asto y del señorío de los Chankas
resuelva. Por otra parte, este mismo contexto evi-
dentemente inhibe la posibilidad de generar de- Los Chachapoya
sarrollos de tipo urbano, o de mantener la conti-
nuidad de los centros urbanos preexistentes que Se asentaron en las vertientes orientales de los An-
privados del soporte estatal Wari, rápidamente de- des norteños, en los actuales departamentos de
clinaron y pasaron a la condición de ruinas. Amazonas y San Martín. Se ha sostenido que cons-
A propósito de la condición de los señoríos tituyeron un reino, sin embargo parece mas bien
altoandinos durante esta época anterior a la do- que se trató de una serie de señoríos étnicos no
minación Inka Cieza de León (1984: 233-234) necesariamente unificados. Sus asentamientos se
señala que: caracterizan por sus construcciones pétreas que
7. ESTADOS Y SEÑORÍOS TARDÍOS 403

Fig. 103. Kuelap: plano general del asentamiento (Narváez 1988: fig. 2).

presentan una característica planta circular, don- pliamente documentada en los vestigios cultura-
de los edificios principales presentan la decora- les de las sociedades costeñas.
ción de sus paramentos exteriores mediante la es-
pecial disposición de las lajas de piedra, forman- Kuelap
do así cornisas y cenefas, con bandas con diseños
romboidales o de líneas diagonales o paralelas, e Se trata con seguridad del principal centro del pe-
inclusive la representación en relieve de aves y per- ríodo ubicado en la vertiente oriental de los An-
sonajes que exhiben cabezas clavas y tocados. des. Las dimensiones y calidades de este asenta-
Entre los grandes centros poblados, los sitios miento y su especial localización en una zona
más destacados son Pajatén (o Yaro), en la zona ecológica correspondiente al bosque húmedo
del Abiseo (San Martín), y Kuelap en la cuenca montano, propio de la ceja de selva, proponen
del Utcubamba (Amazonas), que es el de mayor una serie de temas de investigación cuya explora-
extensión y monumentalidad. La importancia de ción recién se inicia con los estudios arqueológi-
estos asentamientos, ubicados en una región de cos desarrollados en el sitio (Narvaez 1988).
transición entre la serranía, la ceja de selva y la El sitio se ubica en la cuenca del Uctubamba a
Amazonia, en una ecología de bosque húmedo unos 3,000 msnm. y se localiza de forma especta-
montano, estaría revelando una relación aparen- cular sobre la cresta rocosa de un cerro, que fue
temente exitosa con un medio que debió permitir modificada mediante la construcción de grandes
el cultivo del algodón, el ají y la coca, y que ade- murallas perimétricas y rellenos constructivos,
más debió servir de vía de entrada hacia los varia- generando hacia el interior terraplenes y explana-
dos recursos de la ceja de selva y los bosques hú- das donde se desarrolló el asentamiento. Este tiene
medos de la Amazonia, cuya presencia está am- una planta alargada orientada de norte a sur, donde

Fig. 104. Kuelap: vista de la


muralla monumental en el
frente este del asentamiento
(Canziani).
404 JOSÉ CANZIANI

Fig. 105. Kuelap: portada de


ingreso de la Entrada I en el
frente este de la muralla
(Canziani).

alcanza 584 m. de largo, con un ancho variable viesan las masa del relleno constructivo conteni-
de unos 110 m. de lo que resulta una extensión do por las murallas. Estos largos corredores amu-
de 6 ha. La gran muralla exterior está hecha con rallados culminan su trayecto de unos 60 m. en
grandes bloques de caliza y alcanza en las partes estrechas puertas que permiten el paso de una sola
mejor conservadas cerca de 20 m. de altura. Esta persona a la vez, evidenciando restricciones en la
muralla opera como una colosal estructura de con- circulación y formas de control del acceso (ibid.).
tención de un relleno constructivo conformado por Como resulta evidente del examen del plano
piedras unidas con mortero de arcilla (ibid.: 118). del asentamiento, la gran mayoría de las estruc-
El ingreso al asentamiento se realizaba por tres turas arquitectónicas presentan el desarrollo de
entradas, dos del lado este y una al oeste. Estas plantas circulares, ya que solamente 7 de las 420
entradas presentan portadas monumentales de estructuras registradas exhiben plantas rectangu-
gran altura y sección trapezoidal que estaban co- lares (ibid.: fig. 2). Las características y contextos
lla no ronadas por una bóveda que daba soporte a su propios de las estructuras circulares permiten su-
cobertura, estableciendo el equilibrio estructural poner que estas tuvieron una función residencial.
a un diseño que –privado de este componente— La aparente ausencia de planeamiento, no impi-
desafiaría su estabilidad. Al trasponer las porta- de observar que las estructuras circulares se dis-
das se ingresa a corredores ascendentes que atra- tribuyen en el asentamiento siguiendo determi-

Fig. 106. Kuelap: cimientos de


estructuras de planta circular
en la culminación de la rampa
de acceso asociada a la Entra-
da I (Canziani).
7. ESTADOS Y SEÑORÍOS TARDÍOS 405

nados patrones, que responden tanto a un orde-


namiento lineal, a lo largo de una terraza o corre-
dor hacia los cuales se enfrentan las puertas; o con
una disposición radial, donde las estructuras se
adosan encerrando un espacio libre hacia el cual
orientan sus puertas; mientras que en otros casos
simplemente se aglomeran en patrones irregula-
res, que expresarían una alta demanda de ocupa-
ción del suelo en muchos de los sectores del sitio.
Se puede suponer que los patios o espacios libres
entre las estructuras de vivienda sirvieron para el
desarrollo de un conjunto de actividades, no so-
lamente domésticas, funcionando como espacios
complementarios de estas.
El sector denominado ‘Pueblo Alto’ se ubica
al noroeste del asentamiento y se caracteriza tan-
to por encontrarse en una posición más elevada y
cercada por una muralla interior, como también
porque se concentran en la parte central de este
sector las principales estructuras de planta rectan-
gular. Sobre la base de la distinta morfología de
estos edificios y su ordenamiento formal frente a
un gran patio, se ha especulado que las edifica-
ciones de este sector podrían corresponder a la
ocupación Inka de Kuelap. Sin embargo, Narváez
(ibid.: 118) propone no perder de vista otras va-
riables, como son las diferencias funcionales de Fig. 107. Kuelap: reconstrucción de una estructura de planta circu-
estos edificios que resolverían una aparente fun- lar, en cuyo basamento se aprecia un friso en relieve con diseños
ción pública. Otros casos de arquitectura pública romboidales (Canziani).
se destacan con la presencia de torreones defensi-
vos en ciertos puntos estratégicos; o de un nota- mación que Kuelap debió alcanzar unos 3,000
ble edificio con volumen macizo que presenta una habitantes, se le propone como un centro urbano.
forma inusual de cono trunco invertido de 5.5 Sin embargo, éste asentamiento está caracteriza-
m. de alto y 13.70 m. de diámetro superior, co- do por la concentración mayoritaria de estructu-
nocido popularmente como ‘El Tintero’ y cuyos ras habitacionales y donde son contadas las de
contextos arqueológicos asociados a ofrendas in- carácter público, lo que contradice la posible ca-
dicarían su función ceremonial (ibid.: 138-139). racterización urbana del sitio.26
¿Que clase de asentamiento fue Kuelap? Es di- Pero a su vez también están presentes otros
fícil contestar esta interrogante a partir de nues- indicadores que trascienden la posible caracteri-
tros conocimientos actuales y las respuestas de- zación de Kuelap como un simple poblado rural.
penderán mucho de las investigaciones arqueoló- Nos referimos a los rasgos monumentales presen-
gicas que se desarrollen en el sitio y en la región tes en el asentamiento, donde sobresalen las ex-
en su conjunto. Narváez (ibid.: 116, 140), señala traordinarias murallas, que permiten inferir una
la existencia de un conjunto de sitios alrededor notable capacidad de acumular e invertir exceden-
de Kuelap en un área de unas 450 ha. donde se tes productivos, así como de organizar y convocar
encuentran otros complejos similares al núcleo a un gran número de población al despliegue de
principal, como Malcapampa, al igual que algu- energías en la realización de estas extraordinarias
nos asentamientos rurales conformados por aldeas obras públicas. Además, la presencia de estructuras
y caseríos dispersos, asociados al manejo de terra- residenciales, cuyas dimensiones y frisos decora-
zas de cultivo. A partir de estos datos y de la esti- tivos las distinguen del resto, expresan posibles

26
Al respecto Narváez (1988: 140) propone con razón abandonar la designación popular de ‘Fortaleza’, pero para dar paso
a la de ‘Ciudad Fortificada’, lo que explicita y además acentúa una caracterización urbana que, desde nuestro punto de vista, no
está comprobada.
406 JOSÉ CANZIANI

se ubican en la Sierra Sur Central, al sur del


Mantaro y en la cuenca del Pampas (Huancavelica,
Ayacucho y Apurímac). Estas poblaciones se ca-
racterizan por presentar asentamientos aldeanos
y grandes poblados de carácter rural, localizados
en la cima de cerros. Generalmente, estas posi-
ciones naturalmente defensivas se complementan
con la construcción de amurallamientos y
fortificaciones, dentro de las cuales se disponen
los recintos habitacionales de planta circular.
Muchos de los sitios privilegian una localización
Fig. 108. Tunanmarca: foto aérea (SAN).
intermedia entre la zona quechua de los valles
interandinos y la puna, lo que se explicaría con la
diferencias de estatus entre sus habitantes; mien- economía predominantemente agro pastoril de
tras que la presencia —si bien limitada— de es- estas comunidades, que combinaban la agricultu-
tructuras públicas, estarían expresando el desarro- ra en distintos pisos ecológicos con la ganadería
llo de determinados servicios y actividades espe- en los pastos de altura.
cializadas en el asentamiento. Estos datos nos
conducen a otras imprescindibles interrogantes Fig. 110. Tunanmarca: conjunto de estructuras de planta circular
acerca de la base económica, el modo de vida y las (Canziani).
formas de organización social y política de la po-
blación chachapoya asentada en Kuelap, cuya pro-
gresiva resolución permitirá explicarnos sus ex-
traordinarias características.

Poblados rurales en la Sierra Central

En la Sierra Central se desarrollaron importantes


señoríos étnicos y curacazgos, entre los que so-
bresalen los Xauxas y los Huancas en la cuenca
del Mantaro (Junín). Por otra parte, los Chanka

Fig. 109. Tunanmarca: vista


panorámica (foto: D’ Altroy).
7. ESTADOS Y SEÑORÍOS TARDÍOS 407

Patrones de asentamiento del curacazgo de entre los valles, lo cual no excluiría la presencia de
los Asto pequeños caseríos o viviendas dispersas de pasto-
res en estas zonas (ibid.: 26). Este dato es de sumo
Para aproximarnos al conocimiento de las carac- interés ya que da a entender que la distribución
terísticas de estos asentamientos altoandinos y el de los poblados a lo largo de los valles tiene que
modo de vida de sus habitantes durante el Inter- ver con la relativa proximidad de fuentes de agua
medio Tardío, haremos referencia al trabajo de y con las posibilidades de manejar simultáneamen-
Lavallée y Julien (1983), una de las pocas investi- te cultivos en los distintos pisos ecológicos que se
gaciones que proporcionan con rigor científico encuentran descendiendo hacia los valles, como
una visión detallada sobre el tema. El estudio está también con el manejo de la ganadería de
referido al curacazgo de los Asto, que pertenecía a camélidos en las tierras altas de la puna.
la etnía Anqara del departamento de Huanca- La instalación de los poblados en la cumbre
velica, la que habría tenido fuertes afinidades con de los cerros, generalmente se caracteriza por pre-
la macroetnía de los Chankas. sentar estos lugares flancos con escarpados o pa-
Los asentamientos Asto se ubican entre los redes rocosas de naturaleza inaccesible, mientras
3,600 y los 4,400 msnm. en pisos ecológicos que los lados que ofrecen una pendiente más modera-
corresponden al límite de las zonas quechua y a la da sirvieron como ruta de acceso a los sitios. Es-
puna. Todos están establecidos sobre puntos eleva- tos flancos menos protegidos, fueron objeto de
dos que dominan el paisaje y presentan condicio- obras de fortificación, mediante la construcción
nes naturales de defensa, lo que es característico de una o dos líneas de murallas. De modo que en
del patrón de asentamiento de la época en gran todos los casos, la combinación de los escarpados
parte de las regiones altoandinas de la sierra central, naturales con las obras de fortificación, transfor-
desde Junín hasta Ayacucho (ibid.: 25, lám. 1). maron las cumbres y los asentamientos construi-
La ocupación del espacio territorial privilegia dos sobre ellas en bastiones protegidos con un solo
las partes altas de las márgenes de los valles, esta- punto de acceso (ibid.: 29). Es interesante notar
bleciéndose las aldeas y poblados a lo largo de es- que generalmente las unidades habitacionales se
tos, separados entre sí de 1 a 5 km como máximo, construyen a una distancia prudencial de las mu-
lo que permite el registro visual entre ellos. Se ad- rallas que protegen los asentamientos, dejando una
vierte la inexistencia o muy limitada presencia de distancia libre de 50 a 100 m. con relación a ellas.
este tipo de sitios en las mesetas elevadas ubicadas Los frecuentes corrales para encerrar el ganado se

Fig. 111. Kuniare: poblado ru-


ral de la Sierra Central, insta-
lado en la cumbre de un cerro
con un patrón alveolar de vi-
viendas (Lavallée y Julien 1983:
fig. 2).
408 JOSÉ CANZIANI

ubicaron precisamente en estos espacios interme- y separadas por ligeros desniveles. Cuando los
dios, entre la concentración de viviendas de los edificios de una unidad no eran todos contiguos
poblados y las murallas que los circundan, de o cuando estos no cerraban del todo un patio, se
modo que también los corrales se encontraban res- desarrollaron muros bajos para delimitar este es-
guardados por las murallas (ibid.: 57-60). pacio. Si bien no existe evidencia de la traza de
Sobre estas cumbres las superficies aparentes calles, la circulación se resolvía por medio de pa-
para la instalación de los poblados era no solo ac- sadizos, aprovechando los espacios que quedaban
cidentada y con fuertes pendientes, sino además libres entre las unidades. Los pasadizos comunica-
limitada. El estudio de la forma de los ban las distintas unidades, dando acceso a los pa-
asentamientos permite establecer que si bien no tios interiores de estas, hacia donde se orientaban
existió planeamiento urbano, los Asto desarrolla- las puertas de las viviendas de planta circular que
ron ciertas soluciones de organización espacial, conformaban las unidades (ibid.: 49-50, fig. 2).
acordes con las características particulares que pre- Cuando las pendientes eran más exigentes, se
sentaban los suelos de estos. Por lo general, las recurrió al terraceo mediante la construcción de
partes más planas fueron dejadas como un espa- muros de contención. En los niveles sucesivos de
cio central libre de edificios, pudiendo haber fun- estas terrazas se edificaron las unidades alveolares,
cionado como plazas; en otros casos estos espa- pero en este caso adaptándolas a la forma alargada
cios abiertos se desagregan y pueden ser múlti- y estrecha de los terrenos así generados. De modo
ples; mientras que en algunos otros casos que en estos casos los patios son alargados y casi
—cuando el poblado se asentó en una cumbre rectangulares, mientras que los edificios asocia-
con una doble prominencia— se aprovecharon dos a estos son menos numerosos. Para resolver la
las explanadas entre los dos promontorios, man- circulación entre los distintos niveles de terrazas,
teniéndolas como áreas libres que dividían los los Asto no recurrieron a escalinatas, ya que supe-
poblados en dos conjuntos o mitades, si se supo- raron los desniveles mediante empinados pasajes
ne que pudieron asumir la tradicional organiza- que cortaban transversalmente las terrazas que se
ción dual: hanan y hurin (ibid.: 48-49). amoldaban a las curvas de nivel (ibid.: 51, fig. 3).
Todos los edificios presentan plantas circula- Las edificaciones de planta circular constituían
res y se agrupan formando unidades alveolares que viviendas y estaban construidas con muros de unos
encierran al centro un espacio libre. Cuando la 50 a 60 cm de espesor. Estos muros estaban hechos
superficie de las cumbres presentaba pendientes de piedras de campo dispuestas a doble cara y con
relativamente suaves, las unidades son contiguas un relleno interior de cascajo y piedras menudas,

Fig. 112. Astomarka: típico


poblado con un patrón alveolar
de viviendas, organizadas en
terrazas siguiendo las curvas de
nivel (Lavallée y Julien 1983:
fig. 3).
7. ESTADOS Y SEÑORÍOS TARDÍOS 409

Fig. 113. Vista panorámica de


la región de Asto con los sitios
localizados en la cumbre de los
cerros señalados con flechas
(Lavallée y Julien 1983: lam. 1).

en cuya construcción no se habría utilizado morte- Al respecto, a partir de estudios etnográficos


ro de barro. Las plantas circulares de las viviendas conducidos en la región, Lavallée (ibid.:108-115)
tienen un diámetro interior que oscila entre 3 a 6 propone un modelo alternativo que se basó en la
m si bien la media de los edificios tiene 4 m. de observación de la dinámica de crecimiento y evo-
diámetro. Presentan una sola puerta estrecha de lución de la composición familiar y, consecuente-
70 a 80 cm de ancho, y si bien no se han conser- mente, en la evolución y cambios de uso de los
vado dinteles, se puede suponer que la altura de distintos ambientes independientes que se cons-
estos vanos fue relativamente baja. Tampoco exis- truyen sucesivamente, para resolver la vida do-
ten evidencias de ventanas u hornacinas interiores. méstica de un núcleo familiar básico, que con el
Los fogones instalados al centro de la habitación tiempo evoluciona conformando una familia más
y frente a la puerta debieron ventilarse solamente o menos extensa. De acuerdo a esta hipótesis, al-
por medio de este vano. Si bien no se conservan gunas estructuras iniciales de la unidad pudieron
evidencias de techos o del empotramientos de es- resolver todos los requerimientos propios de la
tructuras en los muros, se puede suponer que es- vida doméstica en un medio rural, funcionando
tos fueron de forma cónica, armados con made- como espacios de dormitorio, cocina y depósito.
ros y cubiertos con paja de ichu (ibid.: 60-65). Con el crecimiento de la familia original y la pos-
Dado que en las distintas unidades son varias terior presencia de las familias de algunos de los
las estructuras circulares que se agrupan alrede- hijos, se agregan progresivamente nuevas estruc-
dor de los patios, se podría suponer que estas ha- turas que resuelven de manera preferente uno o
brían correspondido a diferentes núcleos familiares más usos, cuyo lugar de desempeño puede luego
que conformaban familias extensas. De acuerdo a variar nuevamente, conforme se va modificando
este supuesto, estas estructuras pudieron resolver en el tiempo la composición y condición familiar
simultáneamente diferentes usos y actividades de sus integrantes.
propias de la actividad doméstica: en cuanto ha-
bitaciones o dormitorios, lugares de cocina y/o
almacenamiento. El problema de ésta hipótesis es Los señoríos Chankas
que en muchos casos las estructuras circulares
agrupadas en una unidad son relativamente nu- Algo más al sur, en los territorios que conforman
merosas, y si asumimos que cada una de ellas al- los actuales departamentos de Huancavelica,
bergó a una familia nuclear, la cantidad de perso- Ayacucho y Huancavelica, se encuentra lo que se
nas resultante excede ampliamente la composición reconoce como el territorio de los señoríos
máxima de una familia extensa, por más numero- Chanka. Según González Carré (1992) esta na-
sa que pudiera ser su composición. De otro lado, ción o macroetnía podría haber comprendido dos
en cuanto a la posible población de estos pobla- áreas históricas algo distintas en su cultura mate-
dos, la proyección demográfica bajo esta premisa rial, una norteña que interesó la cuenca del
resultaría en una alta densidad poblacional, lo que Mantaro y otra sureña la del río Pampas y su con-
no se corresponde con las limitadas posibilidades fluencia con el Apurímac.
de sustento que ofrecía la base económica de es- La localización de los sitios es muy similar a la
tos poblados.27 reseñada para los Asto, ocupando escarpados y la

27
Lavallée establece estimaciones sobre la cantidad de estructuras circulares y las unidades que conformaron los distintos
poblados investigados, proyectando sus posibles densidades por hectárea y la población resultante en cada caso (Lavallée y Julien
1983: 115-120).
410 JOSÉ CANZIANI

cumbre de los cerros, donde se fortifican domi- donde desarrollar cultivos como el algodón, el ají
nando el paisaje. La distribución de los poblados o la coca.
privilegia su instalación a lo largo de las márgenes Los poblados, también en este caso, además
de estos valles. Esta localización también les per- de una naturaleza inexpugnable y la presencia de
mitía aprovechar los pastos de altura para la gana- amurallamientos defensivos, presentan un patrón
dería de camélidos y las tierras más bajas para dis- ‘espontáneo’ que no evidencia planificación algu-
tintos cultivos, que variaban de acuerdo a la alti- na. Si bien la mayoría de las estructuras son de
tud en que desarrollaban sus campos (ibid.). planta circular, no se excluye en algunos casos la
Una cierta diferencia se puede advertir en la presencia de algunas de planta rectangular (Valdez
menor altitud en que se instalan algunos sitios. Si et al. 1990). Entre los centenares de estructuras
bien la mayoría de los poblados se encuentran en- que se registran en cada uno de estos poblados,
tre los 2,500 a 3,500 msnm. esto no excluye la no se verifican mayores diferencias de tamaño o
presencia de algunos sitios establecidos en zonas en la calidad de construcción de estos edificios,
de menor altitud, llegando a ubicarse hasta los cuya aparente función fue habitacional. En estos
1,500 msnm. en una posición mucho más baja poblados Chanca no se reporta la presencia de edi-
que las de sus contemporáneos Asto. Esto podría ficios o estructuras a los cuales se les pudiera asig-
derivar de la necesidad de acceder a tierras suscep- nar alguna función pública (González Carré 1992:
tibles de ser irrigadas, considerando que ésta es 41-48); de lo que se deduce tanto la ausencia de
una región que se caracteriza por un régimen de especialización productiva,28 como también la
lluvias más escaso y por corresponder a un medio inexistencia de clases sociales distintas y, por ende,
bastante más árido; a menos que se buscara el ac- de alguna forma de organización política estatal.
ceso a tierras ubicadas en zonas más templadas,

28
Por ejemplo, la cerámica Chanka se caracteriza por ser bastante rudimentaria. Sus materias primas, técnicas de manufactu-
ra y decoración son elementales, no obstante haber tenido como antecedente la producida por los eximios ceramistas Wari
(González Carré 1992: 53).
8. EL IMPERIO INKA 411

8
EL IMPERIO INKA
La integración macrorregional andina y
el apogeo de la planificación territorial

El imperio del Tawantinsuyu, que se desarrolló dada por este estado al sur del Cusco. Otros sitios
durante poco menos de un siglo (1440 - 1532 de la región, como Choquepuquio, asociados a
d.C.), es una de las épocas relativamente mejor cerámica Killke podrían ser considerados como
conocidas de nuestra historia prehispánica, ya que representativos de un período post Wari y de tran-
en numerosos documentos tenemos el testimo- sición a los patrones adoptados por los Inka
nio de los cronistas que formaban parte de las (Hyslop 1990: 19-25). Sin embargo, muchas
huestes de los conquistadores europeos, quienes interrogantes persisten, especialmente en cuanto
tuvieron un contacto directo o de primera fuente se refiere a los antecedentes de la traza urbana del
acerca de la realidad del antiguo Perú de aquella Cusco, más si asumimos que la ciudad capital de
época. De otro lado, el legado de los inkas ha los Inka fue remodelada durante el reinado de
sido objeto de muchos estudios dirigidos al co- Pachacutec fundador del estado imperial. Lo mis-
nocimiento de su organización económica, social mo ocurre con relación a ciertos rasgos propios de
y política, así como de los aspectos relacionados su arquitectura y en especial de su refinado arte
con la cosmovisión, ideología, la tecnología y el lítico, aunque sobre este aspecto se ha planteado
arte. La base documental y los trabajos relaciona- con acierto referentes que remiten a la arquitectu-
dos con la arquitectura y el urbanismo Inka son ra altiplánica de Tiwanaku, que los Inkas debie-
también relativamente abundantes por lo que, ron apreciar durante sus tempranas campañas en
considerando las limitaciones impuestas por la la región del Collao (Gasparini y Margolies 1977).
extensión de este trabajo, en este capítulo nos li- Más allá de los relatos míticos que nos remiten
mitaremos a una reseña de los aspectos que con- a leyendas fundacionales y a un posible origen
sideramos más relevantes en cuanto se refiere al altiplánico, la mayoría de los estudiosos del tema
urbanismo y manejo territorial. concuerdan en que los antecedentes de los Inkas
Hasta el momento no están claros los antece- deben de rastrearse en el período Intermedio Tardío,
dentes previos al desarrollo imperial de los inkas cuando en sus orígenes debieron constituir un se-
y la propia conformación de este estado de carác- ñorío con dominios limitados a la región del Cusco,
ter expansivo. Arqueológicamente esta época es- donde mantuvieron alternas relaciones de conflicto
taría asociada con un estilo de cerámica denomi- y alianzas con otros grupos étnicos allí establecidos,
nado Killke, que si bien permite disponer de un que finalmente se resolvieron favorablemente con
indicador cultural de las fases previas al desarro- su exitosa expansión inicial hacia las poblaciones
llo inka, el estado actual de las investigaciones, quechuas de Apurímac y los señoríos del altiplano.
con un escaso estudio de otros aspectos, no per- Es precisamente a partir de su enfrentamiento
mite conocer más detalles de una época bastante y victoria sobre los Chankas -para lo cual habrían
difusa e imprecisa. Este es el caso de los vagos gestado una serie de alianzas con las etnias veci-
conocimientos acerca de los posibles anteceden- nas- que los inkas del Cusco se constituirían bajo
tes que conformaron los modelos de la arquitec- el liderazgo de Pachacutec en un estado con una
tura y el urbanismo Inka. Al respecto se ha seña- impresionante dinámica de expansión territorial,
lado la posible influencia de la antigua expansión que lo llevará a interesar no solamente el área de
de Wari en esta región y el testimonio, posible- los Andes Centrales, sino también los territorios
mente ya ruinoso, de la ciudad de Pikillacta fun- de lo que hoy son Ecuador, Bolivia, el noroeste de
412 JOSÉ CANZIANI

Argentina y el norte de Chile (Rostworowski tecto de la remodelación del Cusco, proyectán-


1988, Rowe 1946). dola en su condición de capital del estado imperial
El Inka Pachacutec, principal artífice de esta (Betanzos 1987: 75-79).
expansión alrededor del 1440 d.C., es considera- La organización social y económica del
do además el gran reformador y organizador del Tawantinsuyu, tenía al vértice de su estructura al
estado Inka. Basta pensar en el desafío que repre- Inka, quien como gobernante encarnaba simultá-
sentó la administración de las poblaciones, centros neamente los atributos del poder religioso y mili-
urbanos y territorios de lo que hoy son cinco paí- tar, en cuanto ser divinizado en su calidad de hijo
ses del área andina, para tener idea aproximada del sol y, a su vez, jefe supremo de sus ejércitos.
del excepcional grado de organización que debió La clase gobernante provenía de las panaqa, un
alcanzar el estado Inka. Es de notable interés se- complejo sistema de linajes de la nobleza inka,
ñalar que al Inka Pachacutec, como veremos más organizado sobre la base de relaciones de paren-
adelante, también se le menciona como el arqui- tesco, en las que intervenían aspectos de carácter

Fig. 1. Mapa del Tahuantinsuyu


con la extensión del Qhapaqñan,
el sistema vial Inka (Hyslop 1992).
8. EL IMPERIO INKA 413

ancestral y dinástico. Existían en la burocracia del ras principales, elaborados con cantería fina, de-
estado funcionarios dedicados a las múltiples ac- bieron de recurrir a mano de obra calificada tras-
tividades administrativas, desde aquellos de ele- ladada especialmente hasta el lugar. A su vez, este
vada jerarquía como los tokoyrikoq o tocricoc, ins- tipo de mita orientada hacia las entidades urba-
pectores del Inka o gobernadores provinciales, nas, aseguraba que las poblaciones de su corres-
hasta aquellos dedicados a la supervisión de tra- pondiente ámbito regional aportaran, por turnos,
bajos y aspectos específicos de la organización contingentes de mano de obra para la realización
imperial, llamados kamayoq, como los quipu de una serie de servicios y procesos productivos
kamayoq, dedicados al registro contable y a la re- que tenían lugar en estos establecimientos.
copilación de las gestas memorables; los tampu Los mitmaq (o mitimaes) eran grupos étnicos
kamayoq, que supervisaban el aprovisionamiento desplazados de sus lugares de origen, para ser ubi-
y la redistribución de los bienes almacenados en cados en otras regiones tanto con fines políticos
las qollqa, las instalaciones de depósitos asociadas —en el sentido de debilitar o controlar la resis-
a las ciudades y otros establecimientos Inka co- tencia de regiones rebeldes— como con fines pro-
nectados mediante el sistema de caminos Inka. ductivos, al movilizar a comunidades especializa-
Pero no se podría entender el Tawantinsuyu ni das en determinadas actividades, o a enteras
su rápido desarrollo, si es que no se considera la poblaciones para el desarrollo de obras públicas,
compleja y variable articulación que ejercía el la colonización y el manejo de la producción en
poder imperial con relación a los poderes locales, zonas donde el estado emprendía proyectos de ex-
de acuerdo a las singulares características y distin- pansión agrícola. Por ejemplo, en el caso de
tos niveles de organización política que estos pre- Ayacucho y Abancay, los documentos coloniales
sentaran en cada una de las regiones asimiladas a dan cuenta de la presencia de una suerte de
sus dominios. En este sentido, los curaca jugaban mosaico poblacional, compuesto por diversos
un papel clave en el manejo de los territorios con- grupos étnicos instalados allí por los inka desde
quistados, ya que ejercían el poder y la adminis-
tración local, en su calidad de señores étnicos de
las distintas poblaciones que habitaban las Fig. 2. Dibujo de Guamán Poma (1980: 309) de Qollqa, depósitos
múltiples regiones que se encontraban bajo el del Inka, en la que figura un quipu kamayoc rindiendo cuentas a
Topa Inca Yupanqui.
dominio Inka. Las parcialidades administrativas
estaban ordenadas en forma decimal, de modo
que una pachaca correspondía a una población de
cien familias, mientras que una huaranga a una
de mil y unu o hunu a diez mil unidades domésti-
cas (Murra 1980; Rostworowski 1988).
En la base de la estructura social se encontra-
ban los runa, es decir la gente del común, fueran
estos campesinos o simples pobladores de los
centros urbanos, quienes se relacionaban en la pro-
ducción comunal mediante sistemas de recipro-
cidad y ayuda mutua llamados minka y ayni. Los
señores étnicos y el estado Inka disponían de la
fuerza de trabajo de la población mediante la mita,
un sistema de prestación de servicios y trabajo que
podía estar destinado a la dotación de productos
para los depósitos, a la construcción o manteni-
miento de obras públicas, como sistemas de campos
de cultivo, canales, caminos y puentes, o al trabajo
en los campos, las minas o el servicio en los ejércitos.
Para comprender la dimensión urbana de los
establecimientos Inka, es de especial interés destacar
que los Inka también utilizaron el sistema de mita
para la construcción del grueso de las edificaciones
de sus centros urbanos provinciales, y sólo en el
caso de la construcción de los edificios y estructu-
414 JOSÉ CANZIANI

muy diferentes regiones, con la finalidad de con- tos sobre las tierras, los rebaños y la producción
trolar el núcleo del área Chanka, tradicionalmente en general. Aparentemente estos censos se realiza-
reacia a su dominación (Urrutia 1985). 1 Los ban separadamente por provincias y el registro de
mitmaq podían ser trasladados a miles de kilóme- la información estaba a cargo de los khipu kamayoc.
tros de distancia de su tierra de origen, como su- La información recopilada se centralizaría en el
cedió con poblaciones huancavilca, tallanes o Cusco, permitiendo al aparato del estado estable-
mochicas desplazadas de las costas del Ecuador y cer sus diferentes políticas administrativas en el
del norte del Perú a Abancay; o con cañaris del vasto territorio imperial (Murra 1980).
Ecuador y collas y aymaras del altiplano traslada-
dos al valle de Yucay; al igual que el archipiélago
étnico conformado por chilques del Cusco, La expansión territorial inka
carangas, collas, uros y soras, entre otros del altipla-
no, y chiles de Chile que fueron desplazados a las Si bien se ha señalado la necesidad de disponer de
tierras del inka en Cochabamba, en las yungas excedentes productivos para satisfacer los distintos
orientales de Bolivia (Wachtel 1980-1981).2 requerimientos de las relaciones de reciprocidad,
Mientras que la categoría de los yana aparen- así como las crecientes demandas de rentas por
temente correspondía a las personas sujetas a una parte de la nobleza de las panaqa, como uno de
prestación de carácter servil, que generalmente los mecanismos centrales que podrían explicar la
habían perdido su identidad étnica como conse- dinámica de la expansión territorial (Rostwo-
cuencia de guerras o la represión de rebeliones. Se rowski 1988); otros estudiosos como Rowe (1946,
supone que en este caso la prestación de trabajo o 1967) enfatizaron los requerimientos de prestigio
servicios era forzada por esta situación de origen, y empoderamiento de los líderes de la nobleza o
si bien no por esto se puede asumir que fueran panaqa, como una posible explicación de las su-
“esclavos”. Es mas, para dar idea de la compleji- cesivas campañas de conquista. Es muy posible
dad de estas categorías, existieron “yanas de privi- que estos aspectos no fueran excluyentes entre sí,
legio” es decir gentes yana que por sus servicios al sino más bien interdependientes y confluyentes
estado inka podían ser nombradas por éste como en la dinámica de estos procesos de conquista. En
curacas o gobernadores de determinadas pobla- todo caso, si bien las causas de la expansión terri-
ciones (Murra 1980; Rostworowski 1988). torial y el desarrollo de la formación imperial inka
Finalmente, es de destacar que un instrumen- no son aun del todo claras, es un hecho innegable
to fundamental de la administración Inka corres- que el estado inka abarcó de manera muy rápida,
pondía a la aplicación de un sistema de censos en una o dos generaciones,3 un vasto territorio de
que contabilizaban a la población de acuerdo a más de 5,500 km. de extensión, comprendiendo
criterios de género y grupo etario, que servían para bajo sus dominios a múltiples pueblos y nacio-
contabilizar y evaluar la capacidad productiva de nes, con lenguas, tradiciones, usos y costumbres
los distintos componentes y categorías en que se muy distintos entre sí, que es precisamente lo que
organizaba la fuerza de trabajo de las poblaciones caracteriza de manera universal a las formaciones
provinciales y su capacidad de tributación. Estos imperiales.
censos poblacionales también incorporaban da-

1
En las provincias de Vilcas, Huamanga y Huanta, correspondientes al núcleo central del territorio chanka, casi toda la
población era de condición mitmaq. Este impresionante mosaico poblacional estaba conformado por diversas etnias provenientes
de diferentes y lejanos territorios, como los cayampi, cañaris y quitos del Ecuador; xauxas y huancas del valle del Mantaro;
quiguares y canas del Cusco; etnias de Cajamarca; aymaraes del altiplano; yauyos de la serranía de Lima; e inclusive de algunas
comunidades yungas muchic desplazadas desde la costa norte (Urrutia 1985: 37-51).
2
Estas formas de movilización de la población a grandes distancias, debieron tener un soporte importante en el sistema vial,
al igual que en la red de tambos y las kallanka, los grandes recintos techados de los asentamientos inka, que se supone también
fueron utilizados para albergar tropas y poblaciones transitorias como los mitmaq.
3
La mayoría de estudiosos del tema concuerda en que Pachacutec, con participación de Capac Yupanqui y Tupac Yupanqui,
realizó una expansión muy grande que comprometió gran parte del territorio peruano, llegando hasta el sur del Ecuador y el sur
de Bolivia; luego Tupac Yupanqui habría completado el dominio sobre los valles de la costa y las vertientes orientales del Perú,
expandiendo las conquistas hasta la región central de Chile y el noroeste de Argentina y llegando hasta Quito en Ecuador;
posteriormente Huayna Capac consolidó estos dominios, pacificando a los Chachapoya y los extendió más al norte hasta los
territorios de los indómitos Pasto, mientras aseguraba las fronteras sur orientales frente a las incursiones de los Guaraníes (D’
Altroy 2003: fig. 4.1; Rostworowski 1988; Rowe 1946: Mapa 4).
8. EL IMPERIO INKA 415

Es lógico que esta expansión se diera por eta-


pas teniendo como centro la región del Cusco, y
así lo refieren las antiguas crónicas asignando su-
cesivamente a Pachacutec, Tupac Yupanqui,
Huayna Capac los honores de las respectivas cam-
pañas militares (Rostworowski 1988; Rowe 1946).
En este proceso de expansión, la estrategia habría
sido la de proceder mediante sucesivas avanzadas
militares, acompañadas de tratativas diplomáti-
cas, donde la guerra habría sido el último recurso.
Luego de la pacificación de la región recién anexa-
da, se habría procedido a consolidar el dominio
sobre la misma, estableciendo ciudades y centros
administrativos como aspecto clave para garantizar
su control por parte del estado; mientras se desa-
rrollaba paralelamente la infraestructura vial que
aseguraba su conexión con la capital y su articu-
lación con otros centros inka, permitiendo el des-
plazamiento de tropas y funcionarios, así como
de las poblaciones y recursos movilizados. Apa-
rentemente, sólo una vez que se superaba esta eta-
pa se realizaban los preparativos para una nueva
avanzada sobre nuevos territorios por conquistar.
Por su propia lógica, este proceso debe haber ge-
nerado fronteras provisionales que fueron varian-
do con el transcurrir del tiempo, ya que estas se
desplazaban cada vez más hacia el norte o hacia el
sur conforme progresaban las sucesivas anexiones.
A este propósito, se puede destacar que la ex-
pansión Inka aparentemente habría seguido una
estrategia similar a la de sus antecesores Wari, en
el sentido de privilegiar su desplazamiento a lo
largo de los ejes cordilleranos y de los valles
interandinos. Esta estrategia ofrecía innegables Fig. 3. Mapa del Tahuantinsuyu con las posibles fases de expansión
territorial alcanzadas por los Inka bajo la conducción de Pachacutec,
ventajas, dado que los inka no sólo se desplaza- Topa Inca y Huayna Capac, según Rowe (1946: Mapa 4).
ban por espacios ecológicos semejantes a los pro-
pios, sino que se enfrentaban con una fuerza po-
derosa y disciplinada a naciones relativamente rial, según las condiciones existentes en las regiones
dispersas y sin una organización de tipo estatal, lo en las que intervienen, también establecen en estas
que les aventajaba frente a una eventual resisten- diferentes estrategias en lo que se refiere al empla-
cia. Una vez consolidada su presencia y alianzas zamiento y características de sus asentamientos
en las regiones altoandinas, recién entonces pro- principales (Menzel 1959; Morris 1973). Mien-
cedían a incursionar a la conquista de los valles tras en las regiones altoandinas establecen sus cen-
costeños y de las prósperas sociedades estableci- tros de acuerdo a modelos definidos para la ad-
dos en ellos, desplegando sus fuerzas en las cabe- ministración provincial; en el caso de los valles
ceras de los valles en el caso de que éstas ofrecie- costeños donde existen ciudades y centros urba-
ran una eventual resistencia. De esta manera, es- nos, estos cuando son funcionales a la presencia
tados costeños relativamente poderosos fueron inka son mayormente mantenidos con determi-
enfrentados individualmente, quizás valle por va- nados niveles de autonomía, limitándose las in-
lle, asegurando su sometimiento ‘pacífico’ o su tervenciones inka a la inserción de algunas edifi-
desarticulación en caso que su rebeldía o poder caciones o a la remodelación de determinados sec-
atentara contra el establecimiento de la pax inka. tores del asentamiento, o inclusive, a una simple
Es interesante notar que así como los inka apli- adecuación de ciertos edificios preexistentes, tal
can tácticas diferenciadas en su expansión territo- como hemos ya señalado en el capítulo anterior.
416 JOSÉ CANZIANI

En otros casos, como es el de Chanchán, luego de estrecha conexión con el camino, aun cuando esto
la estrategia Inka que conduce a la desarticula- implicara una relativa lejanía con relación a las
ción política del estado y la nobleza Chimú, la zonas más densamente pobladas (ibid: 276).
ciudad capital languidece y habría sido finalmen- Sin embargo, se pueden sopesar también otros
te condenada al abandono (Rowe 1948) aspectos que debieron intervenir en la definición
La necesidad del estado inka de establecer ciu- de este tipo de localización. Uno de ellos podría
dades, centros administrativos y establecimientos ser la necesidad de establecer un emplazamiento
de distinta función en regiones como las en una posición central con relación a las pobla-
altoandinas, que carecían de ciudades o de cen- ciones y las tierras productivas de los valles que se
tros urbanos vigentes, fueron un motivo más para encontraban alrededor de estas punas, con la po-
que el estado inka requiriera fundar ex novo sus sible ventaja de tener escasas interferencias en su
propios asentamientos y se viera en la necesidad operación urbana, como vial, por parte de las
de establecer formalmente el diseño planificado, poblaciones locales, mayormente concentradas en
mediante la definición de determinados modelos los valles. Una segunda razón de peso podría te-
urbanísticos que veremos más adelante. Esta es- ner que ver con requerimientos productivos y de
trategia Inka de establecer sus principales almacenamiento, que se verían favorecidos por
asentamientos en las regiones altoandinas es des- instalaciones en este piso ecológico, donde es fac-
tacada de manera perspicaz por Cieza (1984: 223), tible desarrollar los procesos de deshidratación de
quien escribe al respecto “...Y los tributos que da- tubérculos (chuño, papa seca, etc.) y carnes (char-
ban a los reyes Ingas, unos dellos los lleuauan al qui), así como la conservación de estos y otros
Cuzco, otros a Hatuncolla, otros a Bilcas, y algunos productos agrícolas en depósitos o qollqas insta-
a Caxamalca. Porque las grandezas de los Ingas, y lados en lugares que por su naturaleza ofrecen cli-
las cabezas de las prouincias, lo más substancial era mas secos y de bajas temperaturas, como son los
en la sierra”. de la puna.
Cieza (1984: 258) se refiere también a la con-
cepción Inka sobre la división de sus territorios
provinciales, anotando que: “...assí estos Indios para La ciudad del Cusco
contar las (provincias) que auía en tierra tan gran-
de lo entendían por sus caminos”. Hyslop (1990: La ciudad capital del Tawantinsuyu se encuentra
58), destaca esta inteligente apreciación, en el sen- enclavada en la cuenca del río Huatanay a 3,395
tido de que desde éste punto de vista, lo central msnm. y se localiza en la parte alta del valle don-
no era tanto la sucesión y extensión de los territo- de confluyen 3 ríos: el Chunchulmayo, el Shapi o
rios provinciales, sino mas bien el acceso que se Huatanay, y el Tullumayo. La presencia de estos
tenía a estos dominios mediante los diferentes ríos en el lugar de emplazamiento de la ciudad no
caminos. De esta manera, los pueblos, los lugares sólo debió ser importante por razones económi-
y los recursos de las distintas regiones son referi- cas, sino también por representar este punto de
dos a partir de su relación con el sistema de cami- encuentro un tinkuy, un lugar reverenciado y con
nos que articulaban el territorio. connotaciones sacras desde la concepción de la
En todo caso Hyslop (1990: 274) al señalar mitología andina. Precisamente en la traza de la
que los centros principales Inka estuvieron em- ciudad se incorporaron activamente los cursos de
plazados sobre los principales caminos, advierte los ríos, ya que el Huatanay dividía la gran plaza
que la decisión sobre la posible localización de central en sus dos mitades: Haucaypata al este y
estos pudo ser condicionada por la preexistencia Cusipata al oeste; mientras el Tullumayo delimi-
de los caminos. En este sentido, la estrategia del taba los linderos del área central de la ciudad ha-
desarrollo caminero mayormente por las plani- cia el este; y posiblemente el Chunchulmayo de-
cies altoandinas de puna, especialmente en los tra- finía los límites de su aparente área de expansión
mos de la sierra central, habría ofrecido rutas más hacia el suroeste. Así mismo, la confluencia de los
rectas y de comunicación más rápida, evitando ríos coincidía con el sector denominado Pumac
los rodeos que habría significado transcurrir por Chupan (la cola del puma) conformando un ex-
las grandes concentraciones poblacionales insta- tremo de la figura mítica que, como veremos más
ladas en los valles. De acuerdo a esta hipótesis, al adelante, habría sido la forma asumida para el
privilegiar la ruta su desarrollo por las zonas de diseño del plano de la ciudad. Por otra parte, exis-
puna, el emplazamiento de los principales cen- ten evidencias de que tanto el Huatanay como el
tros administrativos se definirá en este zona en Tullumayo fueron canalizados en los tramos que
8. EL IMPERIO INKA 417

Fig. 4. Plano general del Cusco Inka, con los sectores Hanan y Hurin (Gasparini y Margolies 1977: fig. 40).

atravesaban la ciudad e inclusive más allá.4 Estas asentada en el lugar y su reubicación en los extra-
canalizaciones, además de formalizar el curso de muros de la ciudad, ya que su área central estuvo
los ríos, habrían respondido a la necesidad de de- destinada exclusivamente a la población Inka. Así
secar y drenar las zonas inundables que se encon- mismo, se reporta que el esfuerzo constructivo
traban donde se instaló parte del área central de la habría demandado la movilización de 50,000 tra-
ciudad y la gran plaza (Gasparini y Margolies bajadores a lo largo de unos 20 años (Hyslop 1990:
1977). 32-34). Sobre este trascendente episodio, se citan
Según el cronista Betanzos (1987: 75-79) ha- a continuación algunos extractos que considera-
bría sido el Inka Pachacutec el artífice de la mos relevantes de la pluma del propio Betanzos
remodelación de la ciudad con miras a convertir- (1987: 75-79).
la en la capital del naciente imperio, establecien-
do su diseño y la traza de sus calles, para lo cual el ...porque tenía en si acordado de hacer e reedificar la
ciudad del Cuzco de tal manera que para perpetua-
Inka habría mandado modelar maquetas de arci-
mente fuese hecha... ...Ynga Yupangue trazó la ciu-
lla. Esta, como otras fuentes etnohistóricas, in-
dad e hizo hacer de figuras de barro bien ansi como él
forman también que la edificación de la ciudad
la pensaba hacer y edificar... ...lo más del asiento de
habría significado el desplazamiento previo de la la ciudad es eran ciénagas e manantiales de agua to-
población originaria (no Inka) que se encontraba dos los cuales manantiales mandó que fuesen tomados

4
A unos 10 km. al sureste de la ciudad del Cusco aún se conservan evidencias de la canalización del Huatanay (Gasparini y
Margolies 1977: 60, fig. 51).
418 JOSÉ CANZIANI

...e luego mandó Ynga Yupangue que se saliesen todos


los de la ciudad del Cuzco de sus casas e sacasen todo
lo que dentro dellas tenían e se pasasen a los poblezuelos
que por allí juntos eran e como esto fuese ansi hecho
mandó que las tales casas fuesen derrivadas por tierra
donde como esto fuese hecho limpio y allanado el mis-
mo por sus manos juntamente con los demás señores
de la ciudad haciendo traer un cordel señaló y midió
con el tal cordel los solares e casas que ansi se habían
de hacer e cimientos y edificios dellas...

...e siendo ya allí los pertrechos necesarios para la tal


obra comenzaron a hacer edificar su ciudad e casas
della los cuales edificios y casas fueron hechos andan-
Fig. 5. Vista de los años 30, en la que se aprecia la canalización del do en la obra y edificio dellos continuamente mien-
río Huatanay a la altura de la calle Saphi, cuando aún atravesaba la tras la obra duró cincuenta mil indios e tardóse desde
ciudad del Cusco al descubierto (foto: Abraham Guillén, en que Ynga Yupangue mandó comenzar a reparar las
Gasparini y Margolies 1977: fig. 52).
tierras y ríos de la ciudad... ...hasta que todo lo cual
e reparados de tal manera que las casas de la tal ciu- que oido habeis fue hecho y acabado veinte años...
dad fuesen por sus caños y hechos fuentes para el servi-
cio de proveimiento dellas e ansi mesmo a otros man- El propio Pachacutec Inca Yupanqui habría
dó que sacasen e abriesen los cimientos de las tales definido que el plano de la ciudad asumiera la
casas y edificios de la ciudad e a otros mandó que forma de la figura mítica de un Puma, correspon-
acarreasen cantería para el edificio que se había de diendo el cuerpo del felino al área central de la
edificar... ...e a otros mandó hacer adobes de barro e ciudad, donde al centro se encontraba la gran plaza
tierra pegajosa... ...con los cuales adobes se había de y las edificaciones de los principales complejos,
edificar desde la obra de cantería para arriba hasta correspondientes a los palacios, templos e insti-
que los tales edificios estuviesen en el altor e ser que tuciones estatales; mientras que, la confluencia de
había de llevar a otros mandó que trujesen y acarreasen los ríos Huatanay y Tullumayo conformaba el
mucha cantidad de madera de alisos largos y derechos... lugar denominado Pumac Chupan o la cola del

Fig. 6. Plano de la plaza Inka del


Cusco con el sector Haucaypata
(1) y Cusipata (2) (Gasparini y
Margolies 1977: fig. 49).
8. EL IMPERIO INKA 419

puma. La imagen mítica debería haber proyecta- se dirigían a huacas o lugares sagrados de diversa
do sus extremidades hacia los sectores al suroeste índole natural, tales como nevados, rocas y manan-
del área central, y estaría incompleta de no haber- tiales. De modo que a la cuatripartición en suyus
se dispuesto la construcción del complejo de y a la bipartición Hanan y Hurin, adicionalmente
Saqsawaman en la alturas que dominan el norte se le incorporaba un esquema tripartito que sub-
de la ciudad, configurando la cabeza de la forma dividía cada uno de estos espacios según las líneas
simbólica (Rowe 1967). de Collana, Payan y Cayao. Sin embargo, las lí-
La gran plaza central, posteriormente recorta- neas generadas por el sistema de Ceque aparente
da y reducida en tiempos coloniales,5 estaba dividi- no tuvieron una expresión física en la organiza-
da en dos mitades —Haucaypata al este y Cusipata ción de la trama urbana y sí más bien en su pro-
al oeste— y constituía el lugar central donde con- yección a los territorios aledaños a la ciudad, don-
fluían los caminos desde los cuatro suyos. La pla- de habrían definido la repartición y acceso a las
za era también el lugar donde la ciudad se dividía tierras agrícolas y sus respectivas fuentes de agua
en dos mitades: Hanan al norte y Hurin al sur, por parte de las panaqa (Hyslop 1990: 65-68).
teniendo como límite divisorio el lado sur de la Alrededor de tres de los lados de la plaza
plaza, correspondiente a la calle Hatunrumiyoc. Haucaypata -ya que el lado suroeste daba al río
Esta división de la ciudad en las mitades Hanan y Huatanay y ofrecía continuidad con la plaza
Hurin se correspondía físicamente con la división Cusipata- se instalaron algunos de los complejos
social de los linajes o panaca de la nobleza Inka, principales de la ciudad. Este es el caso de los com-
en un número equivalente por cada mitad, y don- plejos Amarukancha y Hatunkancha, ubicados del
de los linajes afiliados a cada una de estas tenían lado sureste de la plaza, albergando este último
residencia y sus respectivos palacios. un aqllawasi donde vivían y trabajaban las muje-
Adicionalmente los Inka manejaron el siste- res escogidas para el culto al sol. Del lado noreste
ma de Ceque desde el Korikancancha, el principal debieron encontrarse Kiswarkancha y Kuyusmanco,
templo dedicado al dios sol y desde el cual se irra- complejos desaparecidos por la posterior construc-
diaban una serie de ejes de orientación sacra que ción en su lugar de la catedral colonial. Mientras

Fig. 7. Plano del Cusco con el


registro de muros Inka y la ubi-
cación de:
1) Plaza Haukaypata;
2) Plaza Cusipata;
3) Qasana;
4) Cora Cora;
5) Palacio de Huascar;
6) Kiswarkancha;
7) Cuyusmanco;
8) Amarukancha;
9) Hatunkancha;
10) Cusikancha;
11) Plaza Intipampa;
12) Plaza Limacpampa;
13) Qorikancha.
(Redibujado de Agurto 1980:
111, en Hislop 1990: fig. 2.3).

5
Gran parte de la actual Plaza de Armas de la ciudad colonial del Cusco correspondió a la Plaza Haucaypata, mientras que la
Plaza Cusipata fue mayormente ocupada por el reparto de solares. Esta última plaza pudo extenderse hasta lo que es hoy el
convento de San Francisco o, por lo menos, hasta el límite definido por la casa de Garcilaso (Gasparini y Margolies 1977: 57-58,
figs. 49 y 50).
420 JOSÉ CANZIANI

diente a un ushnu en el centro de la plaza o cerca


de uno de sus lados, posiblemente frente al com-
plejo Amarukancha, señalaría que en la concepción
de la plaza del Cusco, estaba también presente este
componente fundamental de la sacralidad de este
espacio, que —con las kallankas dispuestas en su
perímetro— definirá el modelo de las plazas inkas
establecidas en las ciudades y centros administra-
tivos de los lejanos territorios provinciales.
La trama urbana del Cusco Inka fue sustan-
cialmente ortogonal. Sin embargo, sea por el nece-
sario ajuste con relación al relieve de la topografía,
o por la presencia del curso de los ríos, esta
ortogonalidad no habría sido estricta, de modo
que los bloques edificados pueden presentar for-
mas trapezoidales o ligeramente irregulares. Las
calles de la ciudad eran relativamente estrechas y
según Agurto (1980: 96) las principales tenían
entre 5.60 a 4.40 m de sección; mientras las calles
menores de 4.00 a 3.20 m y los estrechos pasajes
o callejones de 2.40 a 1.60 m de ancho. Todas
estas calles estaban pavimentadas con piedras y
presentaban un canal al centro para el drenaje de
las aguas de lluvia. Especialmente en el sector norte
de la ciudad, donde la pendiente es más marcada,
Fig. 8. Cusco: muro Inka en la calle Hatunrumiyoc (Canziani). estas calles presentaban gradas o escalones ade-
cuadas para superar los desniveles pronunciados
del lado noroeste se reporta la presencia de los por parte de la circulación peatonal, sin embargo
complejos de Qasana y Cora Cora. Los cronistas estas han ido desapareciendo progresivamente a
proporcionan una información muy importante, partir de la introducción del tráfico carrozable
cuando señalan que cada unos de estos palacios, desde época colonial (ibid.).
templos y edificaciones principales estaban dota- Agurto (ibid: 96, 142-144) señala también que
dos en sus frentes que daban a la plaza de amplios las calles longitudinales que corren de noroeste a
‘galpones’ que conocemos como kallanka. De sureste, se entrecruzaban con otras transversales
modo que estas edificaciones de planta rectangu- de suroeste a noreste, conformando bloques o
lar alargada, no sólo definían el perímetro de la unidades edificadas cuyas dimensiones variaban
plaza Inka del Cusco, sino que cada una de estas de 30 a 45 m de ancho y entre 45 a 70 m de largo,
kallanka aparentemente constituía una gran área lo que no excluye que al interior de estos bloques
techada que servía de zona de recepción previa al se desarrollaran pasajes o corredores que los sub-
ingreso a sus respectivos complejos, como tam- dividieran interiormente. Estos bloques contenían
bién pudieron servir de espacio de representación a su vez varias kancha, es decir conjuntos con el
pública en determinados eventos y celebraciones característico patrón arquitectónico inka, que con-
(Gasparini y Margolies 1977: 46-72, 206-208, fig. cibe el ordenamiento de los edificios organizán-
40; Hyslop 1990: 40-44, fig. 2.3).6 dolos alrededor de un patio central.7
Las referencias de los cronistas con relación a la Las edificaciones de las kancha compartían este
presencia de una estructura ceremonial correspon- patrón de organización espacial no obstante co-

6
Para las kallanka del Cusco, Garcilaso (1959: 297) informa que estas representaban un lugar de refugio frente a eventuales
lluvias y cuyos amplios espacios permitían acoger a un enorme número de personas, asegurando así la celebración de los rituales
y festividades de no poderse realizar estos en el espacio abierto de la plaza. A éste propósito refiere que: “En muchas casas de las del
Inca había galpones muy grandes de a doscientos pasos de largo y de cincuenta y sesenta de ancho, todo de una pieza, que servían de plaza,
en los cuales hacían sus fiestas y bailes cuando el tiempo con aguas no les permitía estar en la plaza al descubierto. En la ciudad del Cozco
alcancé a ver cuatro galpones destos que aún estaban en pie en mi niñez”.
8. EL IMPERIO INKA 421

rrespondieran a distintas funciones, ya sea de ca- caso del espléndido muro curvo que se proyecta
rácter residencial, ceremonial o productivo. Este de forma prominente en su extremo oeste.
es el caso aparente de los palacios principales en Al parecer en el diseño urbano de la capital
los alrededores de la plaza de Haucaypata cuyas Inka se había previsto su desarrollo y crecimiento
salas, aposentos y dependencias de servicio, de- futuro, acorde con las fundadas expectativas de
bieron ordenarse bajo la forma de kancha, al igual una larga duración y progresivo desarrollo impe-
que las instalaciones ceremoniales, residenciales y rial. De esta manera, además del área central de
productivas de los aqllawasi e, inclusive, del prin- la ciudad ocupada por la nobleza Inka, existía al
cipal templo conocido como Qori Kancha, cuyos suroeste un área intermedia que se extendía desde
vestigios evidencian también un plano conforman- el río Huatanay hasta el Chunchulmayo que habría
do una kancha. Tal como destacan Gasparini y estado destinada al crecimiento y expansión de la
Margolies (1977: 229-242, fig. 233), más allá de ciudad. Esta área mayormente deshabitada fue
la sencillez de la planta del principal recinto sacro modelada con terrazas y en el momento de la con-
de los Inka, la fina cantería de las edificaciones de quista estaba ocupada por campos de cultivo.8
esta kancha expresan la alta valoración de su des- Alrededor de la ciudad se habrían desarrollado
tacada función. Otros rasgos sobresalientes subra- unos doce barrios, que formaban un anillo que
yan esta calidad especial del recinto, como es el mantenía como área de aislamiento una franja li-

Fig. 9. Posible plano del templo


de Qorikancha según Gasparini y
Margolies (1977: fig. 233).

7
Refiriéndose a las edificaciones que posiblemente componían las kancha Garcilaso (1959: 298) señala que: “...todas eran
piezas bajas, y no trababan unas piezas con otras, sino que todas las hacían sueltas, cada una de por sí...”. Efectivamente ha llamado la
atención de los estudiosos de la arquitectura Inka, que se asumiera con tanta rigidez un patrón que establecía una distribución de
ambientes independientes y sin conexión directa entre sí, no obstante que esto generara incomodidades al tener que circular
obligadamente entre patios y pasillos al aire libre para pasar de una pieza a la otra, más si se considera que este tipo de patrón
arquitectónico se desarrolló mayormente en regiones altoandinas sujetas a lluvia y frío intenso (Gasparini y Margolies 1977: 186-
199).
422 JOSÉ CANZIANI

pequeños asentamientos supeditados a la adminis-


tración de la ciudad (Niles 1984). Sin embargo, no
se sabe con precisión donde terminaban los vastos
dominios de la ciudad y donde se iniciaba el de los
suyu (Agurto 1980: 119-121; 1987: 76-86).
Tal como mencionamos anteriormente, en el
extremo norte de la ciudad y coronando la eleva-
ción de una colina, se encuentra el complejo de
Saqsaywaman de aparente función ceremonial y
militar, en cuyo frente norte destaca la secuencia
de tres murallas paralelas de trazo aserrado. Estas
murallas están conformadas por enormes bloques
de piedra, lo que le confiere una majestuosa ex-
presión megalítica, mas aún cuando estos bloques
descomunales han sido concertados en un colosal
y a la vez impecable aparejo poligonal. Estas im-
ponentes murallas, de las cuales aparentemente se
ha perdido el tercio superior por los continuos
desmontajes realizados en época colonial,10 ope-
raban como muros de contención de sendas pla-
taformas. Estas plataformas escalonadas condu-
cían hacia la cima del complejo, donde se han
encontrado vestigios de terrazas, plazas, acueduc-
tos y los cimientos de recintos rectangulares y de
una gran edificación que debió corresponder a un

Fig. 10. Vista del muro curvilíneo en el extremo oeste del templo Fig. 11. Foto aérea oblicua del Cusco con Saqsaywaman en primer
de Qorikancha (Canziani). plano (Servicio Aerofotográfico Nacional).

bre de toda ocupación entre estos barrios y las


áreas central y de expansión de la ciudad. Esta
disposición habría respondido al requerimiento
de aislar el área nuclear de la ciudad, refrendando
sus connotaciones sacras, como también a la ne-
cesidad de establecer un área de aislamiento y tran-
sición entre la población Inka y las poblaciones
de otro origen étnico establecidas en el entorno
de la ciudad (Agurto 1980: 126; 1987: 94-102).9
Más allá, a unos 5 o más kilómetros de distancia
de la ciudad, se encontraban las áreas suburbanas
conformadas por campos de cultivo del estado y

8
Por ser un aspecto menos notorio en la traza urbana del Cusco, hay que destacar que para superar las marcadas pendientes
del área central de la ciudad Inka, sus urbanistas recurrieron también en este sector a la construcción de terrazas, en este caso para
erigir sobre ellas sus edificaciones.
9
Los distintos grupos étnicos que residían momentánea o permanentemente en los alrededores de la ciudad, se habrían
ubicado en los barrios cuya orientación con relación al centro de la misma reproducía la posición que sus respectivas provincias
y regiones de origen tenían con relación al Cusco, como si el micro cosmos étnico así conformado alrededor de la ciudad capital
replicara el universo poblacional adscrito al Tawantinsuyu (D’Altroy 2003: 119; Hyslop 1990: 64; Rowe 1967).
10
Desde los primeros testimonios de los cronistas que trasmiten el enorme impacto que les causó la visión de Saqsaywaman,
se reporta también el desmantelamiento de sus edificaciones al utilizárseles como cantera para las construcciones del Cusco
colonial, inclusive de la propia catedral. A este propósito, con su reconocida lucidez, Cieza (1984: 257) lamenta su progresiva
destrucción: “Tiene la ciudad a la parte del norte en el cerro más alto y más cercano a ella vna fuerza, la qual por su grandeza y fortaleza
fue excellente edificio, y lo es en este tiempo: aunque lo más della está deshecha, pero todauía están en pie los grandes y fuertes cimientos
con los cubos principales.” En otra parte de su obra Cieza (1985: 149) lanza un temprano reclamo conservacionista, al sostener que
“...Lo que desta fortaleza y de la de Guarco an quedado, sería justo mandar conservar para memoria de la grandeza desta tierra...”.
8. EL IMPERIO INKA 423

Fig. 12. Plano de Saqsaywaman


(Gasparini y Margolies 1977:
fig. 302).

elevado torreón de planta circular (Gasparini y huaca del sistema de Ceque del Cusco (Hyslop
Margolies 1977: 291-300). 1990: 51-57, 103).
Del lado norte de las murallas zigzagueantes En cuanto a las dimensiones físicas de la ciu-
del conjunto se desarrolló una vasta explanada, a dad y la posible población del Cusco, Agurto (1980:
manera de plaza, la que tiene como límite norte 122-128; 1987: 76-92) propone algunas interesan-
un gigantesco afloramiento rocoso natural cono- tes estimaciones. De acuerdo a esta reconstrucción
cido como rodadero, que fue parcialmente labra- hipotética, fundamentada en el registro de los ves-
do formando escalones o graderías desde donde tigios de la ciudad Inka y la consulta de los docu-
los Inka presidían ceremonias, se realizaban ritua- mentos históricos, la extensión del núcleo central
les de adoración y se depositaban ofrendas, en correspondería a unas 40 ha. con un área de ex-
cuanto esta roca era considerada una importante pansión de éste sector central de 48 ha. mientras el
sector de aislamiento libre de edificaciones alcan-

Fig. 13. Murallas de Saqsay-


waman (Canziani).
424 JOSÉ CANZIANI

zaría 105 ha. y los barrios del sector periférico algo damente, como también porqué estos sitios revis-
más de 280 ha. En cuanto a la posible población ten un carácter muy especial —en cuanto mu-
de la ciudad, se estima que para el núcleo central chos de ellos fueron estancias y posesiones rea-
ésta podría haber alcanzado de 15 a 20 mil habi- les— cuyas características no corresponden pre-
tantes; mientras que para los barrios periféricos más cisamente a las entidades urbanas que motivan la
de 50 mil habitantes; y para las zonas sub urbanas temática central de nuestro estudio, por lo que
de 50 a 110 mil habitantes. Estas cifras resultarían, nos limitaremos a destacar los aspectos que nos
de acuerdo a una estimación prudente, en un total parezcan relevantes al respecto.
de 115 mil, a una máxima de 180 mil habitantes. Entre este tipo de sitios, revisten una notable
Sin embargo, el propio Agurto (1987: 90) advierte importancia los célebres asentamientos que
que este número pudo ser oscilante, especialmente jalonan el valle del Urubamba, como son Pisac,
si se considera los momentos en los cuales se reali- Ollantaytambo, Patallaqta, y otros como Phuyu
zaban eventos ceremoniales en la ciudad. Otra di- Patamarca y Wiñay Wayna, que se encuentran a
ficultad en estas estimaciones consiste en que gran lo largo del camino que finalmente conduce al
parte de la población concentrada alrededor del emblemático Machu Picchu. Se ha establecido que
Cusco residía en ella como mitimaes —es decir en la mayoría de estos establecimientos, a los que
su condición de comunidades desplazadas de su puede sumarse Yucay, Tipón y Chinchero, corres-
lugar de origen— o en calidad de mitayos que pondieron a estancias o posesiones reales. Lo que
efectuaban de forma temporal diversos trabajos y puede considerarse una tardía manifestación ya
servicios en la ciudad (Hyslop 1990: 62-65). no de propiedad enajenada por el estado, sino de
propiedad privada de tierras y lugares ejercida por
la nobleza Inka, ya que existen diversas referen-
Otros asentamientos en los alrededores del cias que señalan a estos sitios como pertenecien-
Cusco tes a determinados Inka o a sus panaqa.11
En el caso de Pisac, el sitio se encuentra em-
Nos referiremos en este apartado a los principales plazado de forma espectacular coronando los ce-
sitios que se encuentran en los alrededores del rros que dominan la margen derecha o norte del
Cusco y la región aledaña a la capital. Lo haremos río Urubamba. Está organizado básicamente en
brevemente, tanto porque existen otros estudios dos sectores principales, donde se concentran edi-
donde estos han sido descritos amplia y detalla- ficaciones construidas con cantería fina. Estos sec-

Fig. 14. Pisac: sistema de an-


denes en el flanco este del
asentamiento (Canziani).

11
Entre estas estancias reales, se asigna Pisac, Ollantaytambo y Machu Picchu a Pachacutec; Chinchero a Tupac Yupanqui; y
Yucay a Huayna Capac (Rostworowski 1988).
8. EL IMPERIO INKA 425

sur del sitio, donde los andenes descienden verti-


ginosamente una pendiente mucho más pronun-
ciada hacia el fondo del valle.
En este como en otros casos, los andenes mas
que una función productiva de orden agrícola, o
destinada a estabilizar los suelos de las edificacio-
nes asentadas en laderas, evidencian que su cons-
trucción trascendió los aspectos meramente pro-
ductivos o funcionales, primando los criterios es-
téticos que llevaron a modelar el paisaje, con un
tratamiento cuasi escultórico, integrando en él los
asentamientos y la volumetría de sus edificaciones.
Estas características de especial integración
entre el asentamiento edificado y el paisaje mode-
lado de forma tan magnífica, nos indican que es-
tos dos aspectos no pueden ser vistos por separa-
do, dado que no fueron realizados de manera in-
dependiente uno del otro, sino más bien como
parte de un mismo diseño y una intervención in-
tegral. Esto ha llevado a algunos estudiosos a sos-
tener con razón que este tipo de terrazas o ‘ande-
nes de prestigio’ son parte fundamental de la con-
cepción de los asentamientos Inka (Niles 1982).
Estos andenes se distinguen de los usuales ya que
sus muros de contención son normalmente más
Fig. 15. Pisac: sistema de andenes en el flanco sureste del asenta- altos y están elaborados con piedra canteada, lo
miento que es coronado por el sector de Pisaqa (Canziani). que los diferencia de los comunes andenes agrí-
colas. Otro aspecto trascendente es que, mientras
tores se encuentran separados entre sí unos 200 las terrazas agrícolas siguen básicamente las cur-
m. con al sureste el sector de Pisaqa y al noroeste vas de nivel, el diseño de estos andenes configu-
el de Intiwatana (Hyslop 1990: fig. 11.4). En las ran formas curvilíneas o geométricas que mani-
laderas al este del sitio y partir de los sectores edi- fiestan claramente la imposición de la modelación
ficados, se despliega una de las más espectaculares del territorio, como si esta irradiara de los
obras de andenería Inka. Algo similar sucede al asentamientos establecidos en él. Se ha señalado

Fig. 16. Pisac: sector de Pisaqa


en el que se aprecia el ordena-
miento radial de los edificios
(Canziani).
426 JOSÉ CANZIANI

Fig. 17. Pisac: complejo al nor-


te del sector Intiwatana, con
edificaciones y un conjunto de
baños de posible función ritual,
en el que destaca la especial in-
tegración de un conjunto de
andenes desplegados en abani-
co (Canziani).

que este tipo de rasgos, unidos al especial arreglo sen con aquella gente y la llevasen al valle de Yucay
de rocas y elementos naturales, así como la pre- y él ansi mismo fue con ellos y luego puso en obra
sencia y diseño de reservorios, canales, baños y en aderezar del valle e hizo que el río fuese echado
fuentes de agua, corresponden a la particular in- por la parte de hacia el Cusco haciéndolo fortalecer
tegración paisajística que tuvieron estas exclusi- y haciéndole madre por do fuese y por la parte que
vas estancias reales (Hyslop 1990: 298-301). el río iba hizo derribar los cerros y allanarlos y ansi
Algunos excepcionales testimonios de esta in-
tegración paisajística se encuentran en la organi-
Fig. 18. Pisac: sistema de andenes en la margen derecha del valle,
zación radial de las kanchas del sector de Pisaqa, modelados con formas curvilíneas concéntricas y geométricas. Al
cuyas estructuras desplegadas en arco se constitu- fondo, se aprecia un tramo canalizado del río Urubamba (Canziani).
yen en el elemento central desde el cual se irradia
un sistema concéntrico de andenes. Este tipo de
intervenciones manifiestan también un exquisito
cuidado por los detalles en zonas específicas. Este
es el caso del arreglo de andenes dispuestos en
abanico, que sirven de magnífico escenario para
el establecimiento de un sistema de baños o fuen-
tes rituales, asociadas a una edificación ceremo-
nial de planta circular, que ocupan una pequeña
quebrada al norte del sector de Intiwatana.
A este propósito, es importante destacar que
en el caso de Pisac estas intervenciones territoria-
les no se limitaron al entorno inmediato del asen-
tamiento, ya que fueron acompañadas por otras
obras gigantescas que tuvieron un enorme impacto
al generar una vasta transformación del paisaje
territorial en este sector del valle. Al respecto, el
cronista Betanzos describe con detalle el proceso
de encauzamiento del río Urubamba, la amplia-
ción de las tierras de cultivo y la remodelación
integral de esta zona del valle:

...y luego fue sumando a todas las provincias y


dentros de seis meses se juntaron ciento cincuenta
mil indios en la ciudad del Cusco y como el Ynga
los viese mandó a los señores del Cusco que se fue-
8. EL IMPERIO INKA 427

Fig. 19. Ollantaytambo: foto


aérea del sito (Bengsston 1998:
fig. 6).

hizo el valle llano a la manera que en él se sembrase Urubamba con la quebrada del río Patacancha.
y cogiese y hizo que en él se edificasen ya casas y La foto aérea de este sector del valle del Urubamba,
aposentos... (Betanzos 1987: cap. XLIII). permite apreciar que éste fue sujeto a una impre-
sionante modificación paisajística, con el diseño
El célebre establecimiento Inka de de un sistema de andenes que se despliegan de
Ollantaytambo se ubica 97 km. al noroeste de la forma radial en el fondo del valle, teniendo como
ciudad del Cusco, en un lugar a unos 2,800 msnm. centro el promontorio sobre el cual se asienta el
donde se produce la confluencia del valle del

Fig. 20. Ollantaytambo: vista


del sistema de andenes dispues-
tos en forma radial al sur del
sitio, en la margen derecha del
valle de Urubamba. Al fondo
se aprecia la enorme rampa
construida para permitir el as-
censo de los bloques de piedra
durante la construcción del
templo (Bengsston 1998: fig.
38).
428 JOSÉ CANZIANI

Fig. 21. Ollantaytambo: plano general (Hyslop 1990: fig. 5.5).

sector ceremonial del sitio (Bengtsson 1998: fig. radicales procesos de remodelación (Gibaja 1984;
6 y 38; Protzen 2005: fig. 1.2). Hyslop 1990; Protzen 2005).12
El sitio está dividido en dos grandes sectores La reconstrucción hipotética de la plaza de
por el río Patacancha: al oeste el sector ceremo- Manyaraqui, permite suponer que estaba rodea-
nial denominado Araqama Ayllu; y al este el sec- da por un conjunto de edificios de tipo similar en
tor denominado Qosqo Ayllu, que corresponde a cada uno de sus lados. Dos de estos edificios, ubi-
un notable conjunto urbano. El sector oeste pre- cados en el lado sur de la plaza, parecen corres-
senta como elemento central la plaza de ponder a kallankas separadas entre sí por un corre-
Manyaraqui y comprende un complejo conjunto dor que coincide con el eje central de la plaza.13
de sistemas de andenería, depósitos, canales, fuen- En el sector al este del sitio se encuentra el
tes, baños y rocas labradas, que constituyen el extenso conjunto urbano de traza ortogonal que
entorno inmediato del promontorio sobre cuya presenta una planta trapezoidal, quizás por la ne-
cima se instalaron las edificaciones de un posible cesidad de amoldarse al progresivo estrechamien-
templo del sol o centro religioso, cuya imponente to de la quebrada donde se emplazó este sector.
construcción megalítica no sólo quedó inconclu- Cuatro calles corren longitudinalmente de sur a
sa al producirse el evento de la conquista, sino norte y son cortadas por ocho calles transversales,
que aparentemente lo fue cuando estaba sujeta a formando así bloques prácticamente ortogonales.
En el centro del conjunto de planta trapezoidal

12
Está comprobado que los colosales bloques de riolita rosada que conformaron el muro megalítico del templo, provienen de
la cantera de Kachiqhata, ubicada en la otra margen del Urubamba entre 3,200 y 3,600 msnm. y a unos 5 km. del sitio, donde
fueron parcialmente labrados y luego hechos descender por la ladera, para después cruzar el río y hacerlos ascender mediante una
enorme rampa hasta el lugar de la obra, empleando arneses bastante elementales y seguramente un formidable despliegue de
fuerza de trabajo (Bengtsson 1998; Protzen 2005).
13
Algo similar se aprecia en las dos kallanka que se encuentran del lado este de la plaza de Huánuco Pampa, cuyo corredor
central que las separa hace parte de la secuencia de portadas del conjunto IIB, el único conjunto además del ushnu que exhibe
cantería fina de tipo imperial, evidenciando su carácter palaciego (Morris y Thompson 1985: 83).
8. EL IMPERIO INKA 429

Fig. 22. Ollantaytambo: muro


ciclópeo que formaba parte de
un templo del sol cuya construc-
ción quedó inconclusa
(Canziani).

dos bloques habrían sido dejados libres de edifi- que. Este edificio central, estaba también subdi-
caciones configurando una plaza; mientras otra vidido en dos unidades independientes, separa-
plaza se encuentra aún hoy en su extremo sur das por el muro medianero que, a su vez, confor-
(Gasparini y Margolies 1977: 72-79, fig. 59). maba la cumbrera de un techo a dos aguas (ibid:
Dentro de cada uno de los bloques formados 195-196, fig. 198). Existen evidencias que per-
por la retícula de las calles, se configuraron dos miten afirmar que este edificio central de las
kanchas contrapuestas que comparten un muro kancha tenía dos pisos, accediéndose al nivel su-
medianero y la unidad arquitectónica de mayor perior mediante una escalinata exterior elaborada
importancia y altura, dispuesta al centro del blo- con lajas empotradas dispuestas en voladizo
(Protzen 2005: 79-93). Las edificaciones y patios
característicos de estas kancha habrían tenido una
Fig. 23. Ollantaytambo: detalle del muro del templo con relieves
escalonados (Canziani).
función productiva y residencial por parte de la
población concentrada en este sector del asenta-
miento. Es también relevante señalar que las ca-
lles longitudinales están dotadas de canales que
corren al pie de los muros de los recintos de las
kancha, proporcionando agua corriente a sus ha-
bitantes, tal como sucede aún hoy con las fami-

Fig. 24. Ollantaytambo: reconstrucción isométrica de uno de los


bloques conformado por dos kanchas contrapuestas (Gasparini y
Margolies 1977: 198).
430 JOSÉ CANZIANI

Fig. 25. Ollantaytambo: vista


de Pata Calle, la calle
longitudinal que recorre el lado
oeste del poblado, donde se
aprecian aún partes de la edifi-
cación de una kancha Inka, con
la portada y las lajas de piedra
que permiten cruzar el canal
que corre paralelo a la calle
(Canziani).

lias campesinas que siguen habitando estos edifi- la terraza, modelando magistralmente toda la la-
cios en un notable caso de continuidad cultural.14 dera baja del cerro (Gasparini y Margolies 1977:
Otras variantes de planeamiento, a partir de la 81-83, fig. 71 y 72). Estos angostos andenes se
conformación de bloques organizados interior- interrumpen en el piso del valle, dando paso a
mente mediante kanchas se puede apreciar en el campos de cultivo en terrenos llanos que también
sitio de Patallaqta, localizado en el valle del fueron nivelados mediante amplias terrazas, en una
Cusichaca un afluente del Urubamba y que está intervención que aparentemente incluyó también
asociado al camino Inka que conduce a Machu la canalización del río Cusichaca.
Picchu. El sector edificado del sitio se ubica al pie El camino que atraviesa el conjunto, dos
de un cerro y está emplazado sobre una amplia pequeñas plazas y algunos pasajes transversales,
terraza que corona una secuencia de andenes definen bloques semicirculares y rectangulares,
concéntricos que replican el borde curvilíneo de dentro de los cuales se inscriben diferentes tipos

Fig. 26. Patallaqta: vista pano-


rámica del asentamiento coro-
nando un sistema de andenería
modelado de forma con-
céntrica (Foto: Ann Kendall en
Gasparini y Margolies 1977:
72).

14
Hay que destacar que en Ollantaytambo, como en muchos otros asentamientos Inka, existieron fuentes de abastecimiento
de agua netamente diferenciadas. Unas servían a la población del asentamiento en general y constituían un sistema de alcantari-
llado independiente de los exclusivos sistemas de canales que abastecían las fuentes y baños de orden ritual o residencial, asociados
a los complejos ceremoniales o palaciegos de la elite.
8. EL IMPERIO INKA 431

Fig. 27. Patallaqta: plano del


asentamiento según Bingham,
en el que se aprecia la modula-
ción de las kanchas (Gasparini
y Margolies 1977: 71).

de kancha, en las cuales es notable apreciar un sis- plataformas superiores se encuentran algunos edi-
temático desarrollo modular que evidencia el ma- ficios de planta rectangular que se enfrentan a
nejo de ejes de rebatimiento en sentido lateral y miradores con parapetos curvilíneos, que resul-
contrapuesto del mismo modelo de kancha utili- tan de la prolongación superior de los muros cur-
zado en cada bloque, sean estas de dos o de cuatro vos de los andenes. Al igual que en otros sitios,
estructuras enfrentadas a su respectivo patio cen- donde los andenes se integran a la arquitectura de
tral (Bouchard 1976). manera especial, también aquí estos andenes han
En la ruta a Machu Picchu se encuentra una sido modelados de manera concéntrica, de modo
gran cantidad de sitios de aparente carácter cere- que producen la sensación de que las edificacio-
monial que jalonan diferentes tramos del cami- nes irradian su presencia en el paisaje o, si asumi-
no, entre los que destacan Phuyu Patamarka y mos el sentido contrapuesto, que las edificacio-
Wiñay Wayna. En el caso de Phuyu Patamarka, nes concentraran las fuerzas que emanan del pai-
el sitio se localiza en la cima de un abra que ofrece saje natural. En la base de la edificación piramidal
una espectacular visual sobre los nevados de la es notable la presencia de una secuencia
cordillera de Vilcabamba y la entrada a los terri- concatenada de cinco fuentes o baños rituales
torios de la Ceja de Selva con sus exuberantes flanqueadas por una escalinata.
bosques de neblina. La edificación principal está En el caso de Wiñay Wayna, el sitio se localiza
conformada por una secuencia de plataformas en las faldas de una quebrada lateral al río
escalonadas que modelaron un promontorio na- Urubamba, lo que le otorga una visual privilegiada
tural otorgándole una forma piramidal. Sobre las sobre el valle. El complejo está claramente dividido

Fig. 28. Patallaqta: vista de un


sector del sitio en el que se apre-
cia el desarrollo modular de
kanchas contrapuestas
(Canziani).
432 JOSÉ CANZIANI

Fig. 29. Phuyu Patamarka: vis-


ta panorámica en la que se ad-
vierte la intencionalidad de im-
primir una forma piramidal
escalonada a este frente del
conjunto. En primer plano la
secuencia concatenada de ba-
ños rituales (Canziani).

Fig. 30. Phuyu Patamarka:


desarrollo de andenes curvilí-
neos y concéntricos que culmi-
nan en miradores curvos, a
modo de torreones, a los que
se contraponen edificaciones
ortogonales (Canziani).

en dos sectores uno alto y uno bajo, flanqueados presentar un conjunto compacto de construccio-
por una extraordinaria andenería modelada for- nes con hastiales organizadas alrededor de peque-
mando una suerte de anfiteatro abierto hacia la ños patios, con estrechos corredores y miradores
visual del valle. La línea de arranque de esta obra que ofrecen visuales privilegiadas sobre el paisaje
de andenería está establecida en uno de sus extre- del entorno. Sobre la base de estos rasgos se ha
mos por una escalinata flanqueada por una se- sugerido una función habitacional para este último
cuencia escalonada de 19 fuentes rituales que co- sector.
nectan el sector alto con el bajo. El sector alto Desde su descubrimiento arqueológico en
corona todo el conjunto con una edificación apa- 1911 por Hiram Bingham, Machu Picchu es uno
rentemente ceremonial, cuyo recinto está defini- de los sitios Inka más célebres, intensamente visi-
do por un gran muro curvo que asume la apa- tado y objeto de múltiples estudios y una amplia
riencia de un torreón, y se caracteriza por presen- serie de publicaciones de diferente nivel y calidad.
tar una gran portada de ingreso con doble jamba No entraremos aquí en mérito a las distintas in-
y una escalinata con graderías contrapuestas. El terpretaciones acerca de su posible carácter y las
sector bajo se instaló sobre un estrecho promon- especulaciones sobre su posible función, aunque
torio desafiando la pendiente y se caracteriza por es del todo evidente que Machu Picchu constitu-
8. EL IMPERIO INKA 433

Fig. 31. Wiñaywayna: vista del sector con andenes modelados en Fig. 32. Wiñaywayna: vista del sector residencial, el sistema de an-
forma de anfiteatro que ofrecen una visual abierta hacia el valle del denes y las fuentes escalonadas (Canziani).
Urubamba (Canziani).

ye un establecimiento Inka muy especial, posi- del mundo civilizado de aquel entonces y una
blemente de carácter sacro, donde resulta impre- suerte de atalaya que otea desde sus alturas la in-
sionante la magnifica integración del conjunto mensidad de un mundo inexplorado que asoma
arquitectónico en un paisaje ya de por sí especta- desde los Andes hacia la Amazonia. Si a esto agre-
cular (Gasparini y Margolies 1977: 90). gamos los datos etnohistóricos que nos proponen
La propia localización de Machu Picchu es la posibilidad de que este complejo fuera una po-
muy especial, ya que está enclavado sobre un pro- sesión personal del Inka Pachacutec, y asociamos
montorio rocoso que conforma el extremo de una los sitios con marcados acentos ceremoniales que
formación montañosa que obliga al río Urubamba jalonan el camino para llegar a él, obtenemos un
a encañonarse y a formar un amplio meandro. Por marco más amplio para aproximarnos a su apa-
esta razón el sitio se encuentra ubicado sobre una rente carácter sagrado y la explicación a la presen-
suerte de ‘península’ que domina desde sus altu- cia de los rasgos especiales que lo distinguen. Por
ras el paisaje rodeado de acantilados y profundos estos rasgos singulares, resulta evidente que Machu
abismos sobre el Urubamba. No es por lo tanto Picchu no corresponde a lo que usualmente se
un ‘puesto de avanzada’ ya que a partir de él no se concibe como un centro urbano y menos a una
llegaba posiblemente a ninguna otra parte, es más ciudad (ibid: 96).15
bien una suerte de finis mundi, el punto terminal

Fig. 33. Machu Picchu: plano general (Gasparini y Margolies 1977: 83).
434 JOSÉ CANZIANI

Fig. 34. Machu Picchu: vista


panorámica (Canziani).

El sitio está dividido en dos sectores marca- quitectura del paisaje que la de proporcionar sus-
dos: al sureste el sector donde son dominantes los tento a sus habitantes; mientras que al noroeste se
sistemas de andenería, por lo que ha sido califica- encuentra el sector usualmente denominado como
da como ‘zona agrícola’, si bien parece evidente ‘zona residencial o monumental’. Estos dos secto-
que su función fue más la de intervenir en la ar- res están nítidamente divididos por una muralla

15
El término de ciudadela, tan infeliz como profusamente utilizado en medios periodísticos y de divulgación turística, para
referirse a éste como a otros sitios arqueológicos, resulta impertinente especialmente desde el punto de vista urbanístico, ya que
según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española significa “recinto de fortificación permanente en el interior de una
plaza, que sirve para dominarla o de último refugio a su guarnición”. No tenemos en Machu Picchu connotación alguna de fortifi-
cación; a menos que asumamos que se trata de una deformación popular del vocablo que pretende referirse a una ciudad en
pequeño, lo cual resulta igualmente inapropiado para este como para otros casos.
8. EL IMPERIO INKA 435

Fig. 35. Machu Picchu: vista


de un sector al noreste del sitio
(Canziani).

rectilínea flanqueada del lado residencial por una no se dejó de aplicar ciertos cánones propios del
larga escalinata. El evidente planeamiento del urbanismo Inka. Esto es manifiesto en el sector
complejo resolvió de manera magistral los desa- noroeste, con la disposición de una plaza como
fíos de la compleja topografía en un ambiente de espacio central y en la organización del asenta-
alta humedad y fuertes precipitaciones, y al hacerlo miento en las clásicas dos mitades: hanan y hurin,
cuyo nexo y elemento divisor fue la propia plaza.
Fig. 36. Machu Picchu: conjunto de edificios donde se observa los A ambos lados de la plaza existen terraplenes es-
característicos hastiales, así como ventanas y hornacinas de sección calonados que configuran volúmenes piramidales,
trapezoidal (Canziani). asociados a los cuales hay rocas naturales y otras
finamente labradas —como la denominada
Intiwatana— que podrían corresponder a ushnu
o waqa ceremoniales asignadas a cada uno de es-
tos sectores. Además de los edificios ceremoniales
de exquisita factura lítica y los conjuntos de posi-
ble función residencial, destacan en Machu Picchu
los torreones de planta circular que incorporan
afloramientos rocosos, las criptas de posible uso
funerario, al igual que el desarrollo de baños y
fuentes rituales, elementos que en conjunto re-
fuerzan la sacralidad y caracterización ceremonial
de este establecimiento Inka declarado Patrimo-
nio Cultural de la Humanidad desde 1983.
Chinchero es un asentamiento de patrón
ortogonal si bien algo más irregular que Ollantay-
tambo, que presenta en su extremo norte una pla-
za y el sector donde se concentra la arquitectura
monumental (Hyslop 1990: 194, fig. 7.3). La pla-
za tiene 114 x 60 m. y está delimitada al sur por
tres edificios rectangulares de planta alargada que,
por esta forma y su asociación con la plaza, po-
drían ser confundidos con kallanka. Sin embargo
Gasparini y Margolies (223-227, fig. 224) llaman
la atención que en este caso los edificios son algo
distintos ya que no tienen acceso directo desde la
plaza, ya que al estar emplazados sobre un andén
436 JOSÉ CANZIANI

Fig. 37. Chinchero: plano ge-


neral (Hyslop 1990: fig. 4.7).

Fig. 38. Chinchero: vista aérea


oblicua (Bridges 1990).
8. EL IMPERIO INKA 437

Fig. 39. Chinchero: plano de


la plaza y los edificios CH 1,
CH 2, CH 3 frente a ella; edi-
ficio principal reutilizado como
iglesia (A); muro de contención
con grandes nichos (B)
(Gasparini y Margolies 1977:
fig. 224).

sus vanos hacia esta habrían funcionado mas como de la roca de Chincana (Hyslop 1990: 112-113,
ventanas que como puertas. Sobre una terraza más fig. 4.7). Todos estos rasgos singulares y extraor-
elevada se encuentra una iglesia que reutilizó un dinarios revelarían que Chinchero tampoco fue
antiguo edificio Inka, que debió ser de notable
Fig. 40. Chinchero: roca sagrada de Chincana (Canziani).
importancia, por su posición central con relación
al eje de la plaza, sus dimensiones y presencia pro-
minente, así como por la calidad de sus muros.
En el flanco oeste de este edificio, que bien pudo
corresponder a un templo, se desarrolla a un nivel
más bajo una pequeña plaza (hoy plaza del mer-
cado) separada del nivel alto ocupado por el tem-
plo mediante un muro de contención adornado
con grandes nichos.
La plaza principal se encuentra abierta hacia
el norte y oeste con amplias visuales hacia el hori-
zonte. El flanco norte y este de la plaza presentan
un especial arreglo de andenes paralelos, pero en
este caso con un diseño geométrico de trazos
ortogonales que definen formas piramidales esca-
lonadas que parecen contraponerse —a modo de
imagen reflejada— al diseño de formas
piramidales invertidas. Pero además de este espe-
cial tratamiento paisajístico, en Chinchero se apre-
cia la especial integración de una inusitada canti-
dad de rocas y afloramientos rocosos parcialmente
labrados, algunos de los cuales pudieron repre-
sentar ushnu por su inmediata asociación a la plaza
—cual es el caso de las denominadas Titicaca y
Pumacaca— mientras otras pudieron revestir el
carácter de waqa al estar asociadas a la presencia
de puquios o manantiales de agua, como es el caso
438 JOSÉ CANZIANI

ajeno al especial tratamiento que caracterizaba a que se habían instalado en las escasas décadas que
las posesiones reales de la nobleza Inka instaladas siguieron a la conquista de estos territorios
en los alrededores del Cusco. norteños por los Inka.
Con relación a los asentamientos norteños de
la región que hoy es el Ecuador, Cieza se refiere
El Urbanismo Inka a lo largo del por primera vez a la impronta civilizatoria que
Qhapaqñan marca la presencia formal del camino Inka cuando
escribe que:
En los territorios conquistados al norte del Cusco
y a lo largo de la ruta del Qhapaqñan, en los va- ...hasta llegar a una provincia pequeña que ha por
nombre Guaca, y antes de allegar a ella se vee el
lles y planicies altoandinas de regiones tan aleja-
camino de los Ingas tan famoso en estas partes...
das como el Ecuador, los Inka emplazaron una
...y puede ser éste tenido en más estimación (al
serie de establecimientos y centros urbanos. Po-
haberlo antes comparado con el romano), assí por
demos rehacer este recorrido gracias a las detalla- los grandes aposentos y depósitos que auía en todo
das referencias de la acuciosa e inteligente crónica él, como por ser hecho con mucha dificultad por
de Pedro Cieza de León [1553] (1984) quien con tan ásperas y fragosas sierras que pone admiración
poco más de veinte años, realizó este viaje narran- al verlo (Cieza 1984: 121).
do las características y condiciones en las que se
encontraban estos asentamientos pocos años des- En esta región, que correspondía al límite norte
pués de la conquista europea.16 de la expansión Inka, Cieza reporta como domi-
En su crónica Cieza reporta entre los centros nante una arquitectura de función militar que se
político administrativos norteños más importantes manifiesta con una serie de fortificaciones,
a Quito, Latacunga, Mocha y Riobamba. Mientras explicables en esta zona de frontera al sur de Pasto
más al sur se encontraba Tomebamba (hoy Cuen- recientemente conquistada por Huayna Capac y
ca) y en la provincia del Cañar, Hatuncañar con que se enfrentaba a los aguerridos pastos (ibid:
el magnífico establecimiento de Ingapirca. Des- 121-122). Poco más al sur se hacen presentes una
cendiendo aún más al sur en el camino hacia el serie de establecimientos Inka, a los que Cieza
Cusco, se encontraban Huancabamba, Cajamarca, denomina genéricamente como aposentos. Sin
Huánuco Pampa, Pumpu, Tarama o Tarma Tam- embargo, de la forma en que los describe y califica
bo, Xauxa y Vilcashuamán. en cuanto aposentos ordinarios, principales y reales,
Un primer dato que parece relevante, en la está implícitamente señalando para ellos una
primera parte de su recorrido que va del Caribe a jerarquización de por lo menos tres niveles, que
la región de Pasto, es la noción de Cieza de transi- aparentemente incluía desde tambos o modestos
tar del mundo ‘incivilizado’ del extremo norte del asentamientos, hasta centros de segundo orden
área andina, habitada por sociedades que no te- (sus asentamientos con aposentos principales) y
nían asentamientos urbanos y que se encontraban centros político administrativos provinciales de
en un estadio de desarrollo que usualmente se primer orden o ciudades (sus asentamientos con
define como ‘barbarie’, lo que los españoles de aposentos reales).
ese entonces definían como behetrías; y por otra Esta jerarquización de la red de establecimien-
parte, la marcada diferenciación que advierte al tos emplazados a lo largo del camino inka en los
ingresar al área septentrional andina, donde apre- territorios norteños resulta coherente si se aprecia
cia la presencia de caminos y construcciones for- la descripción del tipo y calidad de construcciones
males de piedra, y finalmente de centros poblados que estos establecimientos contenían, especial-
afiliados al dominio Inka, en los cuales describe mente cuando Cieza detalla la presencia o ausencia
la presencia de plazas, aposentos reales, palacios, de determinados edificios, como templos del sol
templos y depósitos. De la crónica de Cieza se y de Mamaconas, aposentos reales, palacios, de-
desprende una relación notable de sitios importan- pósitos y guarniciones. De modo que cuando todos
tes, de lo que resulta un panorama sorprendente, estos edificios están presentes y además se señala la
considerando el elevado número de asentamientos cantería de piedra fina con que estaban construidos,

16
Pedro Cieza de León viene al Perú desde Popayán (Colombia) en 1547, con las tropas del adelantado Sebastián de
Belalcázar, quien fuera convocado por el “pacificador” Pedro de la Gasca para combatir la rebelión de Gonzalo Pizarro (Pease
1984).
8. EL IMPERIO INKA 439

Fig. 41. Mapa del Qhapaqñan con los principales sitios Inka en el Ecuador, Perú y Bolivia. (Redibujado de Hyslop 1992).
440 JOSÉ CANZIANI

podemos suponer con certeza que está refiriéndose de los Ingas están assimismo hechos de grandes pie-
a los centros administrativos de más alto nivel. dras galanas y muy sotilmente assentadas sin mez-
En cuanto a los asentamientos con aposentos cla, que es no poco de ver. Auía antiguamente tem-
ordinarios Cieza menciona a Guaca, Cochasquí, plo del sol, y estauan en él dedicadas y ofrecidas para
Otavalo y Guayabamba al norte de Quito; mien- el servicio dél más de dozcientas doncellas muy her-
tras al sur tenemos a Muliambato (Ambato?), mosas, las quales eran obligadas a guardar castidad...
Cayambi, Teocaxas y Tambo Blanco. Al respecto Y lo Ingas tenían en estos aposentos de Carangue sus
de Muliambato, escribe que “...auía aposentos or- guarniciones ordinarias con sus capitanes, las cuales
dinarios y depósitos de las cosas que por los delegados en tiempos de paz y de guerra estauan allí para resis-
del Inga era mandado.” (ibid: 137). tir a los que se leuantassen” (ibid: 122-123).
En cuanto a los posibles centros secundarios Otros asentamientos de similar importancia
con aposentos principales, se refiere a Carangue debieron ser Mulahalo y Latacunga al sur de Qui-
donde refiere que “Están estos aposentos de Carangue to. De esta última nos refiere que “....está el pue-
en una plaza pequeña, dentro dellos ay un estanque blo y grandes aposentos de la Latacunga, que eran
hecho de piedra muy prima, y los palacios y moradas tan principales como los de Quito. Y en los edificios
aunque están muy ruynados, se parece la grandeza
Fig. 42. Asentamientos Inka a lo largo del Qhapaqñan en el Ecua- dellos, porque en algunas paredes destos aposentos se
dor y el norte del Perú (Canziani). vee bien claro donde estauan encaxadas las ovejas de
oro y otras grandezas que esculpían en las paredes.
Especialmente auía esta riqueza en el aposento que
estaua señalado para los reyes Ingas y en el templo
del sol.... Que es donde también estauan cantidad
de vírgines dedicadas para el servicio del templo, a
las quales llamauan Mamaconas. No embargante
que en los pueblos passados he dicho que ouiesse
apossentos y depósitos, no auían en el tiempo de los
Ingas casa real ni templo principal como aquí, ni en
otros pueblos más adelante, hasta llegar a
Thomebamba” (ibid: 134).
La importancia de un centro como Latacunga
es refrendada por otros datos que proporciona
Cieza, cuando informa de la presencia en ella de
mitimaes “que tenían cargo de hazer lo que el ma-
yordomo del Inga les era mandado” (ibid: 135); al
igual que de la importancia de éste funcionario
imperial, del cual dependían políticamente los
demás centros poblados de la provincia, al dar
cuenta que “...obedescían al mayordomo mayor que
estaua en Latacunga, porque los señores tenían aque-
llos por cosa principal, como Quito y Tomebamba,
Caxamalca, Xauxa y Bilcas y Paria...” (ibid: 137).17
Otros posibles centros de una categoría similar o
algo menor, debieron ser Mocha, Riobamba,
Tiquicambi, Cañaribamba y Hatuncañari
(Ingapirca) (ibid: 138-142).
Finalmente, tenemos la información de Cieza
sobre Quito y Tomebamba, dos centros de primera
importancia establecidos por el estado Inka en el

17
Cieza se refiere a la presencia de funcionarios principales Inka en las ciudades que eran cabeza de importantes provincias,
refiriéndose a Quito y Tomebamba (Ecuador), Cajamarca en la sierra norte, Jauja y Vilcas Huamán en la sierra central, y a Paria
(Bolivia) ubicada unos 200 km. al sureste del Lago Titicaca (Hyslop 1990: fig. 10.4).
8. EL IMPERIO INKA 441

extremo norte de su imperio. Con relación a Quito primos edificios... ...Las portadas de muchos apo-
los datos que se proporcionan son bastante escue- sentos estauan galanas y muy pintadas y en ellas
tos, y se limitan a comentar que la naciente ciudad assentadas algunas piedras preciosas y esmeraldas, y
colonial “...Está assentada en unos antiguos apo- en lo de dentro estauan las paredes del templo del sol
sentos que los Ingas auían en el tiempo de su señorío y los palacios de los reyes Ingas chapados de finísimo
mandado hazer en aquella parte. Y auíalos illustrado oro... ...Junto al templo y a las casas de los reyes
y acrecentado Guaynacapa y el gran Topaynga su Ingas auía gran número de aposentos adonde se
padre. A estos aposentos tan reales y principales alojaua la gente de guerra y mayores depósitos llenos
llamauan los naturales Quito” (ibid: 128). de las cosas ya dichas, todo lo cual estaua siempre
Mucho más rica y abundante resulta la infor- bastantemente proueydo, aunque mucho se
mación sobre la ciudad inka de Tomebamba, de gastasse...” (ibid: 144-146).
la cual Cieza narra que “Estos aposentos famosos de Otra información de Cieza referida a Tome-
Thomebamba ...que eran de los soberuios y ricos que bamba, pero que reviste además una extraordinaria
ouo en todo el Perú y donde auía los mayores y más importancia para conocer la dinámica de las prin-

Fig. 43. Tomebamba: recons-


trucción del plano de la ciudad,
a partir de la recuperación de
algunas de las edificaciones
inka que definían los lados de
la plaza central (Hyslop 1990:
fig. 5.8).
442 JOSÉ CANZIANI

cipales ciudades Inka y el desarrollo sucesivo de


intervenciones arquitectónicas en éstas, es el se-
ñalamiento de que “...Quando el rey moría, lo pri-
mero que hazía el sucessor, después de auer tomado
la borla o corona del reyno, era embiar gouernadores
a Quito, y a este Thomebamba, a que tomasse la
possessión en su nombre, mandando que luego le
hiziessen palacios dorados y muy ricos, como los auían
hecho a sus antecesores” (ibid: 148). “Porque como
tengo apuntado (refiriéndose a Tomebamba), era
como cabeza de reyno o de obispado. Era cosa grande
uno destos palacios, porque aunque moría uno de los Fig. 44. Tomebamba: cimientos de edificios ordenados en forma de
kancha, que habrían correspondido a un aqllawasi (Hyslop 1990:
reyes, el sucessor no ruynaua ni deshazía nada, antes fig. 11.3).
lo acrecentaua, y paraua más illustre, porque cada
uno hazía su palacio, mandando estar el de su arqueológicas más recientes han reportado la pre-
antecessor como él lo dexó” (ibid: 144). sencia de canales, fuentes y reservorios de agua;
En cuanto a las escasas referencias arqueológi- como también un conjunto de kanchas al sur de
cas sobre estos establecimientos Inka en lo que la plaza, dentro del complejo de Puma Pungo, que
hoy es Ecuador, nos limitaremos a reseñar las más aparentemente corresponderían a un aqllawasi
importantes, referidas a los restos de la ciudad Inka (Hyslop 1990: 96, 140-142, 236-237; fig. 5.8).
de Tomebamba emplazada a unos 2,500 msnm., Si bien las evidencias arqueológicas de
y que fueran desdibujados y cubiertos por la ciu- Tomebamba son fragmentarias y la traza original
dad colonial de Cuenca; para referirnos luego al Inka ha sido fuertemente afectada por la super-
impresionante complejo de Ingapirca. posición de la ciudad colonial,18 queda claro que
Los estudios pioneros de Uhle (1969) sobre en ella estuvieron presenten los elementos princi-
Tomebamba refieren acerca de la notable homo- pales propios del modelo de ciudad impuesto por
nimia de algunos sectores de la ciudad con otros los Incas, como son el ingreso a la ciudad por
del Cusco, lo que refrendaría que la intención del medio del camino que venía desde Cajamarca y
Inca Huayna Capac habría sido la de fundar en cruzando un puente llegaba a la plaza y luego pro-
las regiones norteñas recientemente conquistadas seguía hacia Quito; así como la presencia central
un “segundo Cusco”. Por otra parte, las primeras de una gran plaza, delimitada por kallankas y los
excavaciones arqueológicas desarrolladas por Uhle principales complejos ordenados en forma de
documentaron vestigios de una gran plaza de plan- kancha; al igual que la ubicación en la plaza del
ta trapezoidal, alrededor de la cual se disponían ushnu o plataforma ceremonial. A todo esto se
dos grandes complejos con edificios públicos, al podría agregar la especial localización de la ciu-
sur el que denomina Palacio de Puma Pungo y al dad en un tinkuy o lugar de encuentro de dos ríos.
norte, emplazado sobre un andén, el complejo que Ingapirca, conocido como Hatun Cañar en
designa como Templo de Wiraqocha. Este com- tiempos Inka, se localiza en la provincia de Cañar
plejo presenta frente a la plaza una gran kallanka, (Ecuador) a 3,160 msnm. Es un sitio de caracte-
que habría tenido una planta rectangular de 72 m rísticas bastante diferentes, tanto por las eviden-
de largo por 12 m de ancho y que estaba dotada cias de una preexistente ocupación de la etnía
de 11 puertas que daban hacia la plaza (Gasparini Cañari, como por la posible función ceremonial
y Margolies 1977: 107). Según las informaciones que denota la edificación principal. El sitio está
del cronista Cabello Valvoa, en la gran plaza de conformado por lo menos por dos sectores: el
Tomebamba se habría encontrado un ushnu, sin primero al noroeste se asienta sobre un promon-
embargo Uhle (ibid.) halló en el lugar solamente torio que está coronado por la edificación de plan-
los restos de una plataforma cuadrangular de 26 x ta oval y que presenta otros conjuntos alrededor
28 m y de tan sólo 1.20 m de altura. Excavaciones de una plaza trapezoidal; el segundo al sureste

18
Hyslop (1990: 264-265) llama la atención sobre el hecho de que Tomebamba antes de la ocupación colonial habría sido
severamente destruida por los enfrentamientos generados por la guerra civil entre los bandos de las panaqa de Huáscar y Atahualpa
(Rostworowski 1988: 148-178); y cita los trabajos del arqueólogo Idrovo que documentan el desmontaje intencional de una gran
cantidad de bloques de piedra correspondientes a las edificaciones Inka.
8. EL IMPERIO INKA 443

Fig. 45. Ingapirca: plano gene-


ral (Fresco 1987).

presenta una hilera de edificios independientes, ter muy especial, mayormente adscritos a funcio-
que parece fueron almacenes, y otros organizados nes ceremoniales (Hyslop 1990: 261-264).
en kanchas. Entre estos dos sectores destaca tam- El edificio de planta oval oblonga está orien-
bién la presencia de escalinatas asociadas a cana- tado de este a oeste y mide 37.10 m de largo por
les y baños ceremoniales (Fresco 1987, fig. 2). La 12.35 m de ancho.19 Esta planta corresponde a
planta oval de este edificio pudo estar condicio- una plataforma soportada por un muro de con-
nada por la aparente forma de las casas de los tención elaborado con sillares de cantería fina de
Cañari, sin embargo también hay que recordar tipo imperial, que alcanza de 3 a 4 m de alto. Del
que la arquitectura Inka recurre a muros lado sur de la plataforma y en el eje transversal de
curvilíneos cuando se trata de edificios de carác- la misma, se encuentra la entrada con una porta-

Fig. 46. Ingapirca: plano del


templo de planta ovalada
(Gasparini y Margolies 1977:
fig. 309).

19
Estas medidas sugerirían que la planta oval del edificio se construyó a partir del diseño formado por el adosamiento lineal
de tres círculos con un módulo de 12.35 m. de diámetro (Gasparini y Margolies 1977: fig. 314).
444 JOSÉ CANZIANI

Fig. 47. Ingapirca: vista del


templo desde el lado norte
(foto: Edward Ranney, en
Hemming y Ranney 1987).

da trapezoidal de doble jamba, a la cual se ascien- forma se encuentra un edificio dividido en dos
de mediante una doble escalinata. Una vez tras- ambientes independientes por un muro media-
puesto el umbral de la portada, se desarrolla un nero dispuesto en el eje central, que coincide con
descanso desde donde arrancan dos rampas de la cumbrera del techo a dos aguas. De modo tal
escaleras en sentido contrapuesto, una hacia el este que se configura un ordenamiento absolutamen-
y la otra al oeste. Sobre el mismo eje de la plata- te dual y simétrico de todo el conjunto (Gasparini
y Margolies 1977: 303-307, fig. 310).
Fig. 48. Ingapirca: reconstrucción isométrica del templo con detalle
En el área de los Andes Centrales, el primer
del acceso y la doble escalinata (Gasparini y Margolies 1977: fig. centro de importancia en la sierra norte fue Caja-
310). marca. Hoy en día son muy escasas las evidencias
de lo que fue la traza original de la ciudad Inka,
sin embargo, el hecho de haber sido el escenario
de la captura y muerte del Inca Atahuallpa por
Pizarro y sus huestes conquistadoras, con lo cual
se selló dramáticamente el final del Tawantinsuyu,
nos permite aproximarnos a través de las crónicas
referidas a este crucial evento a algunas valiosas
informaciones acerca de este establecimiento Inca
de primer nivel en la sierra norte del Perú.
A partir de las crónicas de los sucesos de la
conquista en 1532, diversas descripciones men-
cionan que Cajamarca habría tenido una plaza
“triangular” (posiblemente la referencia alude a
una forma trapezoidal), que presentaba 3 grandes
galpones o kallanka que daban sobre la plaza,
donde destacaba la existencia de un ushnu. La
presencia prominente de esta estructura en la pla-
za de Cajamarca, se puede deducir del hecho de
que los españoles le llamaran “fortaleza” e instala-
ron sobre el edificio sus mejores armas de fuego,
en lo que fuera el dramático escenario de la cap-
tura del Inka (Cieza 1987: 131-135; Pedro Pizarro
1986: 35-39).
8. EL IMPERIO INKA 445

Estos datos sobre establecimientos Inka de Huamán y Huánuco Pampa alcanza dimensiones
primer nivel, aunque fragmentarios, como los se- monumentales. Alrededor de la plaza se dispo-
ñalados antes para Tomebamba y Cajamarca, nos nían las kallanka y los principales palacios, tem-
indican que los componentes fundamentales del plos, y otros complejos con edificios públicos
modelo de urbanismo Inka están siempre presen- como los Aqllawasi, a los que seguían, ordenados
tes en ellos, no obstante la diversidad de solucio- por una red de calles o pasajes, los barrios resi-
nes que manifiestan cada uno de estos estableci- denciales conformados por unidades cercadas,
mientos, al resolver de forma singular, tanto su donde los edificios se organizan con el tradicio-
emplazamiento en el territorio como las funcio- nal patrón de las kancha. En los alrededores de
nes específicas que debieron absolver. los centros urbanos se localizaban centenares de
estructuras de depósito, conocidas como qollqa,
para la conservación y almacenamiento de distin-
El Urbanismo Inka tos productos (Gasparini y Margolies 1977,
Hyslop 1990; Morris y Thompson 1985).
Los datos que nos proveen asentamientos inkas Una forma excepcional de aproximarnos a las
que luego fueron objetos de remodelaciones y características concretas de este modelo de urba-
superposiciones coloniales, pueden dar una idea nismo y apreciar tanto sus elementos comunes
aproximada de las características fundamentales como sus diferencias, las brindan ciudades Inka
del urbanismo Inka, aun cuando las referencias que prácticamente no sufrieron mayores transfor-
son relativamente genéricas con relación a la pre- maciones, luego de su rápido abandono como
sencia y características de los edificios públicos, consecuencia de la caída y desarticulación del es-
como son los palacios, templos, depósitos y guar- tado Inka. Gracias a su excepcional estado de con-
niciones. Por otra parte, el caso del Cusco es evi- servación, dos grandes establecimientos revisten
dentemente singular, considerando que existía una estas especiales características y nos permiten una
notable diferencia entre la ciudad que representa- visión integral de las entidades urbanas Inka: en
ba la capital de Tawantinsuyu y los demás centros primer lugar Huánuco Pampa y en menor medi-
provinciales. Estas diferencias obedecían a mar- da Pumpu o Bombón.
cadas distancias jerárquicas, como también a las
especiales connotaciones sacras y ceremoniales del
Cusco, en cuanto capital imperial y sede de la Huánuco Pampa
nobleza Inka (Rowe 1967). Si bien algunas cróni-
cas reiteran que los Inka fundaban ciudades en La región donde se emplaza Huánuco Pampa se
los territorios conquistados “a imagen y semejan- encuentra al este de la Cordillera Blanca y de la
za del Cusco”, o a manera de “nuevos Cuscos”, de Huayhuash, en un ambiente de puna sobre los
Hyslop (1985, 1990) propone que éste concepto 3,800 msnm. donde se forman las nacientes de
no necesariamente se resolvía replicando a la ciu- las cuencas altas del Marañón y el Huallaga, cuyos
dad del Cusco en cuanto tal, sino más bien como valles a la llegada de los Inka estaban ocupadas,
referencia a un modelo ideal de la misma y a los respectivamente, por las etnias de los Wamali y
parámetros básicos que lo sancionaban. los Chupaychu (Morris y Thompson 1985: 14,
Bajo este concepto las ciudades inka —e in- fig. 4).
clusive muchos establecimientos menores— res- La gran importancia de Huánuco Pampa es des-
pondían a un modelo urbanístico general que, a tacada por Cieza (1984: 233-234) quien refiere que:
su vez, admitía una notable variabilidad, expre-
sando posiblemente diferencias funcionales y je- En lo que llaman Guánuco auía una casa real de
rárquicas, al igual que la singular adaptación de admirable edificio porque las piedras eran muy gran-
cada una de ellas a la diversidad de la topografía y des, y estauan muy pólidamente assentadas. Este pa-
otras circunstancias locales. En todo caso, se apre- lacio o aposento era cabeza de las prouincias
cian como rasgos constantes el hecho de que el comarcanas a los Andes y junto a él auía templo del
centro de este tipo de asentamientos estuviera con- sol con un número de vírgines y ministros. Y fue tan
formado por una extensa plaza, hacia la cual con- grande cosa en tiempo de los Ingas que auía a la
vergían los caminos, dividiendo la ciudad en dos contina para solamente seruicio de más de treynta
mitades (hanan y hurin). Al centro o un lado de mill indios. Los mayordomos de los Ingas tenyan
la plaza se ubicaba el ushnu, una plataforma o pi- cuidado de cobrar los tributos ordinarios y las co-
marcas acudían con sus seruicios a este palacio.
rámide ceremonial, que en el caso de Vilcas
446 JOSÉ CANZIANI

Fig. 49. Mapa de la región don-


de se ubica Huánuco Pampa
(Morris y Thompson 1985: fig.
4).

Los Conchucos y la gran prouincia de Guaylas, zonas agrícolas, especialmente para el cultivo de
Tamara, y Bombón y otros pueblos mayores y me- maíz, papa y otros tubérculos altoandinos. Las
nores siruen a esta ciudad de León de Guánuco... zonas de puna que enmarcan la ubicación de la
ciudad, debieron permitir una intensa ganadería
La parte final de la cita, corresponde a la con- de camélidos, proveedora de fibras para el arte
clusión de una larga referencia de Cieza sobre el textil, carne para las subsistencias y animales de
ordenamiento impuesto en la región por los Inkas carga necesarios para el trasporte de productos y
y que sorprende porqué, a renglón seguido, pare- las comunicaciones. Por otra parte, la localización
ce referirse a la temprana ciudad colonial. A me- en un medio de altura como el de la puna, ofrecía
nos que confundiera los tiempos históricos, pero las condiciones ideales para la conservación y al-
que en esencia se refiriera a los tributarios que se macenamiento de productos alimenticios dada la
encontraban bajo la esfera territorial de la ciudad frigidez y sequedad del clima predominante. Es-
Inka de Huánuco Pampa, y que presumiblemente tas condiciones de puna, con sus frecuentes hela-
la superpusiera a la desplazada ciudad colonial.20 das nocturnas, alternados con días secos y soleados,
De ser esto cierto, se puede presumir que el área debieron favorecer procesos de trasformación para
de influencia regional de Huánuco Pampa habría la conservación de ciertos productos como la papa
comprendido el Callejón de Conchucos y más al mediante su deshidratación, transformándolos en
oeste el Callejón de Huaylas; mientras hacia el papa seca o chuño (Troll 1958).21
sur interesaba a Tarma y el norte de Junín. Las ruinas de la ciudad Inka se localizan sobre
En todo caso, en el ámbito local, la especial una planicie elevada a una altitud de 3,800 msnm.
ubicación de la ciudad le permitía el acceso a va- y cubren una extensión de más de 200 ha. donde
lles densamente poblados y con buenas tierras de se pueden apreciar edificios o restos de los cimien-
cultivo, que hoy en día siguen siendo excelentes tos de estos, pudiendo contabilizarse entre 3,500

20
Los españoles fundaron La Muy Noble y Real Ciudad de los Caballeros de León de Huánuco en 1539, ocupando para ello la
extensa plaza de la ciudad Inka. Felizmente esta fundación no tuvo éxito y al poco tiempo (1541) la mudaron con todos sus títulos
a las tierras más templadas del valle del Huallaga donde hoy día se ubica, unos 60 km. al este en línea de aire del lugar de su
fundación original (Gasparini y Margolies 1977: 113-114, fig. 102; Morris y Thompson 1985: 50, 57) .
21
Troll (1958) destaca que en los Andes de puna los límites de los cultivos de tubérculos coinciden con las zonas de heladas
nocturnas regulares, mientras que la situación es totalmente diferente en los norteños Andes de páramo, donde ya no se dan estas
condiciones y, por lo tanto, tampoco es factible desarrollar estos procesos de deshidratación de los tubérculos. Al respecto, nos
8. EL IMPERIO INKA 447

a 4,000 estructuras. Las excavaciones arqueológi- que se hayan encontrado edificios incompletos y
cas señalarían que la ciudad fue fundada en un en aparente proceso de construcción, indicarían
lugar donde no habría habido una ocupación pre- que cuando la ciudad se encontraba en pleno fun-
existente, y se puede presumir que esta fundación cionamiento aún se proseguía haciendo edifica-
se habría realizado alrededor de 1475, de modo ciones, las que fueron bruscamente interrumpi-
que al momento de su abandono habría tenido das con su abandono luego de 1532 (Morris y
tan sólo unos 60 años de desarrollo. El hecho de Thompson 1985: 56). La presencia de la ciudad

Fig. 50. Huánuco Pampa: pla-


no general de la ciudad. IIB)
complejo palaciego; 1) ushnu; 2)
aqllawasi; 3) sector con vivien-
das circulares; 4) qollqas o de-
pósitos (Morris y Thompson
1985: fig. 5).

parece relevante advertir que el hecho de que Huánuco Pampa se encuentre emplazado en el límite norte de los Andes de puna y
en un área de transición hacia los de páramo, podría haber reforzado la importancia logística de este establecimiento Inka, en vista
de que en aquellos localizados más al norte, como Cajamarca y los que le siguen en los Andes ecuatoriales ya no era posible la
preparación del chuño.
448 JOSÉ CANZIANI

Fig. 51. Huánuco Pampa: vista de las kallanka en el lado este de la plaza. Se puede apreciar las puertas y ventanas abiertas hacia la plaza y los
restos de los hastiales en sus extremos para el apoyo de los techos a dos aguas (Morris y Thompson 1985: foto V).

y sus patrones arquitectónicos, son nítidamente sos. Al sur, cruzando una pequeña cañada, se en-
intrusivos en la región, al igual que lo fue la cerá- cuentra la ladera de un cerro que presenta un gran
mica Inka, con relación a los patrones de asenta- cantidad de depósitos o qollqa, ordenados en hi-
miento y otros aspectos culturales locales presen- leras que siguen las curvas de nivel. Al sureste se
tes antes de la llegaba de los Inka y cuya continui- encuentra el curso del torrente Wachac que pro-
dad persistió con pequeños cambios aun durante veía de agua a la ciudad. El sector oeste, si bien se
la época de ocupación Inka (ibid: 57). enfrenta al sector este, es no solamente el más pe-
El plano general de la ciudad presenta como queño sino también el menos elaborado. Si bien
elemento central una enorme plaza rectangular de se aprecia regularidad y orden en el planeamiento
550 m. de este a oeste por 350 m. de norte a sur, del conjunto de la ciudad, también llama la aten-
comprendiendo un área de más de 19 ha. El ca- ción la presencia de muchas estructuras cuadran-
mino del Cusco hacia Cajamarca atraviesa la ciu- gulares o circulares que parecen dispuestas al caso
dad en sentido diagonal de sureste a noroeste, di- y sin mayor ordenamiento (ibid: 15).
vidiéndola transversalmente en las mitades hanan En el centro de la plaza se encuentra el ushnu,
y hurin que, a su vez, otras líneas diagonales que conformado por una plataforma rectangular de
partían desde las esquinas opuestas de la plaza 32 x 48 m. cuyos muros están finamente labrados
subdividían en 4 sectores principales. En lo que con bloques rectangulares que alcanzan unos 3.5
parece haber sido un patrón radial del ordena- m. de altura. Esta gran plataforma tiene como base
miento urbano, otras líneas de muros o pasajes dos plataformas bajas escalonadas, que aparente-
subdividieron cada uno de estos 4 sectores en 3 mente sirvieron para nivelar el terreno de la base
subsectores, de modo que resultarían 12 de la plataforma principal. Sin embargo, desde el
subsectores en total (ibid: 72-73, fig. 11). punto de vista estético, debieron servir para des-
El sector este de la plaza es el más destacado, tacar la prominencia de la estructura y su especial
presentando en su frente hacia la plaza dos gran- integración con el espacio abierto de la plaza. Del
des kallanka de más de 70 m. de largo. Entre estas lado sur el ushnu presenta el adosamiento de una
dos kallanka se desarrollaba un largo corredor con amplia escalinata para ascender a la cima de la
una secuencia de portadas trapezoidales de doble plataforma, a la que se accedía mediante dos en-
jamba, que son de las más finas y elegantes de tradas decoradas con representaciones de pumas.
toda la ciudad. Este corredor da acceso consecu- El área superior de la plataforma presenta un pa-
tivo a dos plazuelas interiores que corresponden a rapeto en todo su perímetro, dado que el nivel
un conjunto palaciego, donde además de edifi- del piso se encuentra un metro por debajo de la
cios muy elegantes se encuentran canales, cornisa que remata la parte superior de los muros
reservorios y baños. Si el sector este es el más ele- de la plataforma (ibid: 58-59).
gante, los sectores norte y sur son los más exten-
8. EL IMPERIO INKA 449

Fig. 52. Huánuco Pampa: pla-


no del complejo palaciego.
Nótese las dos kallankas frente
a la plaza y la secuencia de por-
tadas orientadas este - oeste
(Gasparini y Margolies 1977:
fig. 100).

Fig. 53. Huánuco Pampa: vis-


ta de la esquina suroeste de la
plataforma rectangular del
ushnu construida con cantería
fina, en la que se aprecia la es-
calinata adosada en el lado sur
(Morris y Thompson 1985:
foto I).
450 JOSÉ CANZIANI

Fig. 54. Huánuco Pampa: por-


tada del complejo palaciego
con doble jamba y felinos es-
culpidos en alto relieve. En se-
gundo plano, se aprecia la se-
cuencia de portadas alineadas
en un eje orientado de este a
oeste, cuya proyección coinci-
de con el emplazamiento del
ushnu en el centro de la plaza
(Morris y Thompson 1985:
foto IV).

Otros ejemplos de cantería fina se encuentran para los trabajos de construcción en la ciudad. La
exclusivamente en la parte central del sector al este presencia en la ciudad de cerca de 1,000 estructu-
de la plaza. Estos forman parte de un importante ras habitacionales de planta circular, típicas de las
conjunto arquitectónico que presenta una secuen- viviendas rurales de la época, podría estar seña-
cia de ocho portadas que conectan la plaza con lando los lugares de residencia temporal de estas
dos grandes patios al interior del complejo pala- cuadrillas de trabajadores; como también de quie-
ciego, donde se encuentran edificios especialmente nes se dedicaban a otras tareas y servicios que se
bien construidos, plataformas y baños. Seis de estas desarrollaban en la ciudad (ibid: 62).
portadas están elaboradas con piedras labradas y En todo caso, es de relevancia advertir que en
presentan la clásica forma trapezoidal y las dobles estas zonas de la ciudad el rígido ordenamiento
jambas características de la arquitectura Inka. Es- estatal y su materialización en los cánones tradi-
tas presentan además, a la altura de sus dinteles y cionales del urbanismo y arquitectura Inka, deja-
por ambos frentes, la decoración de felinos escul- ba cierto margen a la iniciativa local, manifiesto
pidos en alto relieve. Estas portadas tan especial- en los patrones circulares de clara raigambre rural
mente elaboradas se encuentran alineadas perfec- y toleraba su instalación desordenada. Es de no-
tamente en un eje orientado de este a oeste, cuya tar que la concentración de este tipo de arquitec-
proyección en la plaza coincide con el punto don- tura ‘popular’ se produce mayormente en el sec-
de se ubica el ushnu (ibid: 59-61, fig. 13). Este tor oeste de la ciudad, el menos extenso y con las
conjunto de rasgos especiales, permiten suponer edificaciones de aparente menor importancia; así
un estrecho vínculo ritual entre el ushnu, las como en el sector sur, especialmente en su extre-
kallankas que se encuentran en el frente del con- mo sureste, donde se conecta con el sector de las
junto hacia la plaza, así como con relación a los qollqa dispuestas en la ladera del cerro. Esta aso-
grandes patios y edificios que los rodean. ciación espacial podría estar indicando que algu-
Presumiblemente este complejo principal corres- nos sectores de la población pudieron estar
ponde al aposento real o palacio mencionado en involucrados en los trabajos que demandaba el
las crónicas de Cieza, y debió de ser la sede del movimiento de productos y su disposición en los
principal dignatario Inka que gobernaba la ciu- almacenes. Trabajo que no debió de ser poco, ya
dad y donde posiblemente se alojaba el Inka y los que Morris (1981: 354) estima que estas qollqa
nobles de la corte cuando se encontraban de paso tuvieron una capacidad de almacenamiento cer-
por ella. cana a 40,000 m3.
Pero además de estos edificios, donde formal- Los complejos arquitectónicos de Huánuco
mente se asumió las técnicas y cánones de la ar- Pampa estaban organizados con el típico ordena-
quitectura imperial —imitando los aparejos de miento de las kancha Inka, sin embargo es de no-
cantería fina del Cusco, aunque sin tanto virtuo- tar que sobre este modelo de ordenamiento espa-
sismo— también hay muchos otros que posible- cial se presentan diversas variantes. El análisis de
mente fueron construidos por mano de obra lo- los contextos arqueológicos asociados a las estruc-
cal y sin tantas exigencias de especialización. A turas arquitectónicas, combinado con el examen
este propósito, se puede suponer que gente de las de las interrelaciones entre estas y sus característi-
etnias Chupaychu y Yacha y otras de la región cas formales, permitió a los investigadores del si-
fueran convocadas mediante el sistema de mita tio establecer hipótesis sobre las actividades desa-
8. EL IMPERIO INKA 451

na y las festividades rituales; al igual que en la


confección de tejidos finos que jugaban un rol
económico y social de notable trascendencia en la
organización del gobierno Inka (Murra 1980;
Rostworowski 1988).
En el extremo noroeste del sector norte se en-
cuentra el mayor de los complejos arquitectónicos
(VI A) que presenta en su interior múltiples uni-
dades del tipo kancha que reúnen edificios de gran
tamaño alrededor de sus respectivo patios centra-
les. Las excavaciones arqueológicas desarrolladas
en el complejo revelaron una presencia dominante
de platos y una escasa presencia de ollas de coci-
na, de lo que se presume que la gente acantonada
en esta suerte de galpones vivía y comía allí, pero
donde habría sido escasa la preparación de ali-
mentos. Por otra parte, la ausencia de implemen-
Fig. 55. Huánuco Pampa: plano del complejo del aqllawasi locali- tos relacionados con la actividad textil, llevaría a
zado en el lado norte de la plaza (Gasparini y Margolies 1977: fig. pensar que las personas congregadas en este com-
101).
plejo eran mayormente hombres (ibid: 79). Este
conjunto de datos permitiría suponer que quie-
rrolladas en los complejos y su posible caracteri- nes estaban alojados en él pudieron participar del
zación funcional (ibid: 63). régimen de la mita, o de la guarnición de tropas
Un complejo de características excepcionales destacadas en la ciudad. Dos opciones factibles,
se encuentra al centro del sector norte con frente mas si consideramos las reiteradas informaciones
a la plaza, donde dentro de un cercado de planta al respecto que se encuentran en las crónicas, y
cuasi trapezoidal que comprende un área de unos que obviamente debieron corresponder a deter-
15,000 m2 se edificaron 50 edificios, disponién- minados complejos que resolvieran la presencia
dolos de acuerdo a un ordenamiento que revela de este tipo de población dentro de la ciudad.
una rigurosa planificación (ibid: fig. 8). Todo el Las referencias de los cronistas sobre la canti-
recinto tiene un sólo ingreso que da a la plaza y dad y diversidad de bienes almacenados en los
las estructuras inmediatamente asociadas a él evi- depósitos, puede aproximarnos al análisis del rol
dencian formas de control y restricción del acce- que cumplieron los centenares de qollqa ubicadas
so. Superada la zona de ingreso se presenta un gran en el lado sur de la ciudad, especialmente en lo
patio rodeado por las edificaciones de mayor ta- que se refiere al soporte que brindaban a las acti-
maño, que debió corresponder a la zona pública vidades económicas y políticas que se desarrolla-
del complejo, y a partir de la cual se accedía a una ban teniendo como centro a la entidad urbana.
serie de corredores paralelos que organizaban la A este propósito Cieza (1984: 143-144) refie-
circulación y el acceso a las edificaciones de plan- re como los Inka
ta rectangular, que por su forma estandarizada y
regulares dimensiones, como por los contextos ...en más de mill y dozientas leguas que mandaron
asociados a ellas, permiten suponer que fueron de costa, tenían sus delegados y gouernadores, y
utilizadas simultáneamente como talleres y resi- muchos aposentos y grandes depósitos llenos de to-
dencias. Las características arquitectónicas del das las cosas necessarias, lo qual era para prouisión
de la gente de guerra. Porque en uno de estos depó-
complejo, unidas a las evidencias de actividad
sitos auía lanzas, y en otros dardos, y en otros oxotas,
habitacional, así como la gran cantidad de imple-
y en otros las demás armas que en ellos tienen.
mentos asociados con la producción textil y los
Assímismo vnos depósitos estauan proueydos de ro-
cientos de ollas y tinajas empleadas para cocinar y pas ricas y otras de más bastas y otros de comida, y
elaborar chicha, permiten deducir que se trataba todo género de mantenimientos. De manera que
de un establecimiento correspondiente a un aposentado el señor en su aposento, y alojada la
aqllawasi (ibid: 70-71), donde estaban congrega- gente de guerra, ninguna cosa desde la más peque-
das las vírgenes del sol comprometidas en el ser- ña hasta la mayor y más principal dexaua de auer,
vicio de los templos; la elaboración de alimentos para que pudiessen ser proueydos.
y chicha para el consumo de la nobleza ciudada-
452 JOSÉ CANZIANI

Las qollqas de Huánuco Pampa están organi- gos y bacterias, por lo que su conservación es posi-
zadas en hileras consecutivas siguiendo las curvas ble sólo por un tiempo muy limitado, a menos
de nivel de la topografía de la ladera del cerro al que se cuente con sistemas de refrigeración que
sur de la ciudad. Morris y Thompson llaman la mantengan temperaturas entre 3 a 4º C. Lo intere-
atención sobre el hecho de que las hileras bajas sante del caso es que tanto el emplazamiento en la
están compuestas por estructuras de planta circu- ecología de puna, donde la temperatura media
lar, mientras que las hileras más altas tienen planta anual oscila entre 3 a 6º C, como el especial diseño
rectangular, lo cual indicaría que estas distintas de la construcción de los depósitos con muros
formas de depósitos fueron construidas para alma- gruesos, techos de paja con aleros sobresalientes,
cenar diferentes productos y que estos estuvieron ventanas de ventilación, pisos con lajas de piedra
distribuidos en sectores distintos. La cantidad y y ductos en el subsuelo para su ventilación, de-
dimensiones de estos diferentes tipos de depósi- bieron en conjunto garantizar una temperatura
tos dan una idea aproximada de su enorme capa- estable que se mantuviera en el rango ideal para
cidad de almacenamiento, que se estima en 14,000 prolongar al máximo el tiempo de conservación
m3 para aquellos de planta circular y 23,000 m3 de los tubérculos frescos, es decir cuando estos no
para los de planta rectangular. Si bien se advierte hubieran sido previamente deshidratados y trans-
que los datos recabados no son excluyentes del formados en otro tipo de productos, como papa
almacenamiento de algún otro tipo de producto seca o chuño. De esta manera el ambiente de puna
no detectado, las investigaciones permitieron es- se aprovechó como un gran refrigerador natural
tablecer que aquellos de planta circular habrían por presentar las condiciones ideales para la con-
estado mayormente asociados al almacenamiento servación de productos agrícolas, especialmente
de granos de maíz contenidos dentro de vasijas de de los tubérculos. Este factor, unido a la posibili-
cerámica, cuya forma es conocida como aribalo; dad de deshidratar naturalmente los tubérculos
mientras que los de planta rectangular lo habrían en estas condiciones climáticas, debió de tener un
sido consistentemente con el almacenamiento de importante peso en la elección de la localización
papa. Estas cifras por separado dan idea de que el de ciudades como Huánuco Pampa y Pumpu
preciado maíz habría tenido una cantidad (Morris 1981; Morris y Thompson 1985: 97-
volumétricamente menor de almacenamiento, si 107).
bien su mayor valía económica así lo justificaría y Pero no se trataba solamente de desarrollar es-
explicaría también que la ubicación de sus alma- tructuras que garantizaran las temperaturas idea-
cenes se encontrara en inmediata proximidad con les para la conservación, ya que las excavaciones
el asentamiento. arqueológicas revelaron evidencias de una nota-
Si bien la conservación del maíz es menos exi- ble inversión de trabajo en la disposición más ade-
gente, ya que tanto el frío como su almacenamien- cuada de los productos a conservar dentro de los
to en tinajas pueden protegerlo de insectos y roe- depósitos. Este es el caso de la excavación del in-
dores, en el caso de los tubérculos es mucho más terior de una estructura de depósito, donde se halló
crítica, ya que por su alto contenido de humedad bajo los restos del techo colapsado por incendio,
están sujetos a su germinación y al ataque de hon- evidencias carbonizadas de papas almacenadas,

Fig. 56. Huánuco Pampa: pla-


no de la estructura de una
qollqa de planta circular
(Morris y Thompson 1985: fig.
16).
8. EL IMPERIO INKA 453

Fig. 57. Huánuco Pampa: pla-


no de dos qollqa de planta cua-
drangular, en las que se obser-
va las puertas y los ductos de
ventilación en los pisos (Morris
y Thompson 1985: fig. 18).

siendo notable la comprobación de que las papas Millwakarpa con el Upamayo, que constituye la
habían sido dispuestas colocando entre ellas es- naciente del río Mantaro en cuanto efluente del
tratos de paja de ichu para mejorar sus condicio- Lago de Junín. Estas especiales características na-
nes de conservación. Estas capas de paja no esta- turales conforman un tinkuy, en cuanto represen-
ban dispuestas al azar sino entretejidas y reforza- ta un lugar simbólico en su calidad de espacio de
das con soguillas en sus bordes, formando una encuentro.22 Por otra parte, además de las optimas
especie de paca o fardo. De esta manera se asegu- condiciones que ofrecía el clima de puna para la
raba el aislamiento y la ventilación entre las capas conservación y transformación de alimentos,23 la
de tubérculos almacenados y se favorecía la elimi- localización del sitio ofrece hacia el este un rápi-
nación de la humedad que hubiera afectado a los do acceso hacia las salinas de San Blas y San Pe-
alimentos almacenados en las qollqa (ibid: 19). dro, así como a las yungas y ceja de selva de
Chanchamayo; las zonas quechua del valle del
Mantaro al sur; las cabeceras de los valles de la
Pumpu costa central hacia el oeste; y los valles tributarios
del Alto Huallaga hacia el norte (Matos 1994).
Presenta un modelo de establecimiento muy si- En Pumpu el núcleo central del asentamiento
milar en su ordenamiento urbano al de Huánuco también está constituido por una enorme plaza,
Pampa, sin embargo presenta también notables que en este caso asume un diseño ex profesamente
diferencias que expresan la aparente diversidad de trapezoidal, ya que no hubo accidente geográfico
soluciones que se daban ante condiciones locales alguno que condicionara adoptar esta forma en
distintas y las estrategias políticas específicas que vez de una planta rectangular. La plaza está deli-
el estado Inka establecía en cada región. mitada por conjuntos de edificaciones en sus lados
El sitio se localiza en las punas de Junín sobre este y sur, mientras el lado norte parece no haber-
los 4,100 msnm. en proximidad del Lago de se completado y el lado oeste fue dejado abierto y
Chinchaycocha o Junín, ubicándose en su extre- simplemente delineado con un pequeño bordo de
mo septentrional y en una planicie donde se pre- tierra 25 cm de alto. Si asumimos que este pudie-
senta la confluencia de los ríos Yawarmayo y

22
Es notable constatar que las características de tinkuy que están presentes en la traza urbana del Cusco, con la confluencia
de los ríos Huatanay, Tullumayo y Chunchulmayo (Agurto 1980, 1987; Gasparini y Margolies 1977); fueron aparentemente
repropuestas en el diseño urbano de otros establecimientos Inka de primer nivel como Tomebamba (Hyslop 1990), Huánuco
Pampa (Morris y Thompson 1985) y Pumpu (Matos 1994), entre otros.
23
Según Matos (1994: 255) “El contraste entre el frío nocturno y la radiación solar diurna, fue hábilmente aprovechado para
transformar los productos frescos en alimentos deshidratados, posibles de ser conservados por uno o más años, como la papa en
forma de chuño, cocopa, moraya, tokush; la mashua en caya; el maíz en chochoca; el olluco en kotush; y la carne en charki, con todas
sus variantes.”
454 JOSÉ CANZIANI

Fig. 58. Pumpu: foto aérea en la que se aprecia el ushnu (1) al centro de la plaza (2), un canal (3) que recorre la plaza de oeste a este, para ingresar
al complejo principal (4). Las qollqa, estructuras de depósito se ubican al sur del asentamiento (5) y sobre las laderas de un cerro al este (6). Un
extenso sector con viviendas de planta circular (7) se localiza al sur, entre las qollqa y las estructuras ortogonales al sur de la plaza. Un canal
moderno atraviesa un posible complejo militar (8) al suroeste del sitio, alimentando un reservorio (9) cuyas aguas represadas han inundado la
periferia este del asentamiento (Hyslop 1990: fig. 7.12).

ra ser el límite proyectado del lado oeste de la pla- edificaciones del tipo kancha presentes en los sec-
za, el área así definida alcanzaría las siguientes di- tores este y norte, resultan de escasa extensión si
mensiones: 480 m en el frente sur, 285 m en el se les compara con las construcciones formales de
este, 425 m en el inconcluso lado norte, y 395 m tipo kancha presentes del lado sur, y más si consi-
en el proyectado cierre al oeste, abarcando un área deramos la enorme concentración de construc-
de poco mas de 17 ha. (ibid: 205-206). ciones de planta circular y ordenamiento espon-
El camino Inka proveniente del Cusco y Jauja táneo en forma alveolar que se extienden al extre-
desde el sureste, cruzaba sucesivamente los ríos mo sur de este sector, del otro lado del río
Upamayo y Yawarmayo, mediante puentes con Yawarmayo (ibid: fig. 33). La extensión aproxi-
estribos hechos de piedra (ibid: figs. 85a y 85b), e mada del asentamiento, comprendiendo el espa-
ingresaba a la plaza formando una calle diagonal cio abierto de la plaza, no debió de superar las
en la esquina sureste de la plaza. La proyección 100 ha.
ideal de esta línea diagonal, posiblemente confi- En una posición central con relación al eje
guraba la división de la ciudad en las mitades mayor de la plaza trapezoidal se ubica la cons-
hanan y hurin. La mitad hanan habría estado in- trucción piramidal del ushnu. No obstante la gran
tegrada por los sectores al norte y este de la plaza; extensión de la plaza esta edificación no presenta
mientras que la mitad hurin habría estado consti- un volumen destacado, ya que su planta tiene
tuida solamente por el sector sur ya que el lado 25.50 m. de norte a sur y 20.50 m. de este a oeste
oeste no presenta mayores vestigios de edificacio- y tan solo 2.10 m. de altura en la plataforma su-
nes. En todo caso, del examen del plano de Pumpu perior. La estructura está conformada por plata-
resulta evidente que las áreas ocupadas por las formas escalonadas y presenta una ancha escali-
8. EL IMPERIO INKA 455

Fig. 59. Pumpu: plano general


(Matos 1994).

nata de 9 m. de ancho adosada en su lado este. grandes kallankas y complejos con unidades ar-
Existen otras construcciones asociadas a la plaza quitectónicas organizadas en kancha, es descon-
que debieron tener gran importancia ritual. Este certante advertir que en todo el asentamiento no
es el caso de un reservorio de agua alimentado se encontró algún rastro de construcciones con
por un manantial que se encuentra al extremo cantería fina de tipo cusqueño. Esto es más nota-
oeste del sitio, y desde el cual se desarrolla un pe- ble aún si se observa que inclusive las posibles
queño canal abierto, que atraviesa la plaza de oes- edificaciones principales del sector este, como el
te a este para ingresar a lo que parece haber sido el propio ushnu, fueron construidas con piedras de
conjunto principal del sector este, culminando su campo sin cantear, mediante la técnica de pirca.
recurrido en la estructura de un baño que se en- Aun cuando existen ciertos vestigios de que los
cuentra en un gran patio dentro de éste conjunto. paramentos de estas edificaciones fueron enlucidos
No obstante que Pumpu presente un diseño con barro y posiblemente tuvieron un acabado
claramente identificado con los modelos urbanos pintado, del cual no se han conservado rastros, es
de los establecimientos Inka de primer nivel, que evidente que este tratamiento no correspondía al
como hemos visto están definidos por el desarro- que usualmente recibían las edificaciones de pri-
llo de grandes plazas con ushnu, delimitadas con mer nivel y de mayor importancia para los Inka,
456 JOSÉ CANZIANI

por más distantes que estas se encontraran de la sos de deshidratación y transformación de los tu-
capital del imperio, como hemos visto antes en el bérculos de altura (ibid: 304-310).
caso de Ingapirca y Huánuco Pampa. De esta Al suroeste del asentamiento destaca la pre-
manera, se puede suponer que en Pumpu el dise- sencia de un gran conjunto que comprende una
ño del asentamiento correspondió a la adminis- extensión de cerca de 6 ha. Está conformado por
tración Inka, mientras que su construcción ha- grandes unidades de kancha, con edificios espa-
bría sido realizada por mano de obra local de es- ciosos que parecen barracas ordenadas alrededor
casa especialización (ibid: 89-91). de patios muy amplios. Al este del conjunto se
Que este tipo de tratamiento de menor cali- disponen en hileras 42 qollqas, que aparentemen-
dad fuera deliberado, lo podemos constatar por te surtían de alimentos y otros bienes a quienes
el contraste que ofrecen las edificaciones de estuvieran allí acantonados; mientras que al no-
Warautambo, a tan solo 80 km. al norte del sitio roeste del conjunto se encuentra un gran recinto
y que si bien presenta una extensión mucho me- que podría haber sido utilizado como corral para
nor que Pumpu, exhibe edificaciones ordenadas llamas. La localización de este conjunto en la pe-
en kancha con las clásicos lienzos de cantería fina, riferia del asentamiento y su relativo aislamiento
adornados con portadas y hornacinas con relación a otros sectores del mismo, así como
trapezoidales, además de un ushnu y una estruc- los rasgos arquitectónicos que presenta, sugieren
tura de baño también construidos con piedras la- que pudo corresponder a una guarnición de ca-
bradas (ibid: 106-107, 112, figs. 27a y 27b). Este rácter militar (ibid: 231-242).
caso singular denotaría que los aposentos reales a Un aspecto que llama la atención en Pumpu
los cuales se refiere Cieza como prerrogativa de es la enorme concentración de estructuras que tie-
los principales establecimientos Inka, no se en- nen en su forma y construcción una clara impronta
contrarían necesariamente en el principal centro local, y que no corresponden a los cánones arqui-
urbano de la región -denominado entonces como tectónicos Inka. Este extenso sector se localiza al
Bombón- sino más bien en un establecimiento extremo sur del asentamiento, y está claramente
menor con apenas 12 ha. de extensión, favoreci- separado de los demás sectores asociados a lo inka,
do como residencia de la elite quizás por su em- en cuanto presentan una arquitectura formalmente
plazamiento en un piso ecológico más templado organizada en unidades de kancha. Este sector sur
y con un clima menos severo. podría corresponder a la concentración de un gran
Otro importante componente presente en número de tributarios en calidad de mitayos, es
Pumpu son los sistemas de almacenamiento o decir, pobladores de las localidades vecinas con-
qollqa. Una agrupación de 179 depósitos se ubica vocadas al centro urbano para participar de una
en hileras sobre las faldas del cerro Shongoymarca. serie de procesos productivos, y cuyas zonas de
En el llano se ubican otros dos posibles grupos residencia estaban claramente sectorizados por un
que suman unos 200 depósitos ordenados forman- límite físico muy marcado (el río Yawarmayo).
do hileras, pero entremezclados con las viviendas Algo similar a lo visto en Huánuco Pampa, pero
que se agrupan densamente en el sector popular en proporciones mucho mayores, ya que en
al sur del sitio. Finalmente se presenta una larga Pumpu el número de estructuras circulares resul-
hilera de 168 qollqa, definiendo en el llano el lí- ta ampliamente dominante con relación a la can-
mite sur de la periferia de la ciudad. Se han con- tidad total de estructuras presentes en el asenta-
tabilizado un total aproximado de 547 estructuras miento. De modo que el peso de la dimensión
de depósito, siendo la gran mayoría de las instala- “popular” debió ser mucho más gravitante en
das en el llano de planta circular, mientras que de Pumpu. Este aspecto quizás explicaría el trata-
las 179 qollqa dispuestas en la ladera del cerro 96 miento generalizado de menor calidad en sus edi-
son de planta circular y 97 rectangulares (ibid: ficaciones, aun cuando se tratara de la arquitectu-
242-260). Llama también la atención de los inves- ra ritual y de los conjuntos principales estableci-
tigadores del sitio, la presencia de múltiples hoyos dos alrededor de la plaza, que asumen
asociados a los barrios ‘populares’ al sur del sitio y formalmente las convenciones típicas de los pa-
asociados con las márgenes del río Yawarmayo y trones Inka.
Upamayo, que por analogías etnográficas pare-
cen haber correspondido a pozas de agua corrien-
te, que se utilizan tradicionalmente en los proce-
8. EL IMPERIO INKA 457

Vilcashuamán los sacerdotes y mamaconas, que se encontraban


rodeando un altozano o llano elevado, es decir el
El avance Inka sobre el territorio de sus legenda- espacio correspondiente a la gran plaza. Así tam-
rios rivales, los Chanka, implicó la temprana fun- bién refiere de la presencia de más de 700 depósi-
dación de una ciudad emplazada en el corazón de tos o qollqa, donde se almacenaban el maíz y otros
esta región, en un sitio que debió ser originaria- abastecimientos. Proporciona también una valio-
mente denominado Willka Waman, que en sa referencia acerca de los 40,000 tributarios que
quechua significa halcón sagrado. Las connota- prestaban servicios temporales a la ciudad, posi-
ciones simbólicas de este centro provincial Inka y blemente bajo el régimen de la mita. También da
el hecho de constituirse en un lugar emblemáti- cuenta de la rápida y devastadora destrucción a la
co, enclavado en el dominado territorio Chanka, que ha sido sometido el sitio pocos años después
podrían explicar sus singulares características. de la conquista española, cuando narra
La ciudad se encontraba en el medio del terri- descarnadamente que: “Lo que ay que ver desto
torio ocupado por los Inka, equidistante tanto de son los cimientos de los edificios y las paredes y cercas
Quito como de Chile (Cieza 1984: 252), y se lo- de los adoratorios, y las piedras dichas, y el templo
calizaba en un nudo de caminos en el que se con sus gradas, aunque desbaratado y lleno de
entrecruzaban una serie de rutas que enlazaban heruazales, y todos los más de los depósitos derriba-
tanto los valles interandinos, como estos con la dos: en fin fue lo que no es. Y por lo que es juzgamos
costa sur central peruana, comunicándose con esta lo que fue.” (Cieza 1984: 252-253).
mediante uno de los principales tramos transver- Vilcashuamán se encuentra unos 100 km al
sales del Qhapaqñan que recorría desde sus altu- sureste de la ciudad de Huamanga, a 3,300 msnm.
ras el valle de Pisco, enlazando importantes esta- y emplazada sobre un terreno elevado, lo que brin-
blecimientos Inca, como Incawasi, Huaytará, daba a las edificaciones del asentamiento una po-
Tambo Colorado y Lima la Vieja (Hyslop 1984, sición de dominio visual con relación al paisaje
1992). circundante (González Carré et al. 1996). Si bien
La importancia de Vilcashuamán como cabe- el establecimiento Inka ha sido sujeto a un severo
cera de región es destacada con múltiples referen- proceso de destrucción y alteración que se inició
cias de Cieza y especialmente en la sección donde desde época colonial, en el lugar se conserva aún
describe la ciudad y abunda en detalles acerca de una de las estructuras de ushnu más bellas en cuan-
las características del templo del sol, del adoratorio to a diseño arquitectónico y dimensiones monu-
o ushnu, del palacio del Inca, de los aposentos de mentales. Igualmente, se han conservado restos

Fig. 60. Vilcashuamán: dibujo de Angrand del templo inka en 1847 con la iglesia construida sobre él (Angrand 1972: lam. 237).
458 JOSÉ CANZIANI

Fig. 61. Vilcashuamán: recons-


trucción hipotética del templo
inka y de las terrazas con en-
trantes dentados y nichos
(Gasparini y Margolies 1977:
fig. 110).

del conjunto correspondiente a un templo que que el aparente templo del sol se encontraba al
fuera transformado en iglesia. Igualmente, otros sur de la misma. Es interesante la referencia de
vestigios de estructuras Inka permiten establecer Cieza (ibid.) a un canal que atravesaba la plaza y
hipótesis acerca de la forma de la gran plaza alrede- que aparentemente conducía agua a unos baños,
dor de la cual se encontraban estos monumentos. cuando menciona que: “Por medio desta plaza
La plaza de Vilcahuamán ha sido fuertemente passaua una gentil acequia trayda con mucho pri-
alterada por edificaciones que han ido invadien- mor. Y tenían los señores sus baños secretos para ellos
do desde época colonial este gran espació que cons- y para sus mugeres”. Si bien el principal adoratorio
tituía el centro de la ciudad Inka. Algunos vesti- o ushnu se encontraba dispuesto en el perímetro
gios de su posible perímetro permiten suponer de la plaza, parece que existía otra estructura si-
que la plaza tuvo una forma trapezoidal, donde el milar pero de menor tamaño localizada en el cen-
ushnu no se encontraba al centro sino dispuesto tro de la plaza, ya que Cieza también señala que:
en la esquina noroeste de su perímetro; mientras “En medio de la gran plaza auía otro escaño a ma-

Fig. 62. Vilcashuamán: plano


hipotético del sector central
con la plaza (6) y la ubicación
del templo (1); la plataforma
con nichos y entrantes (5); la
pirámide del ushnu (2) con su
respectivo recinto (4) y una
construcción dentro de él (3)
(Gasparini y Margolies 1977:
fig. 106).
8. EL IMPERIO INKA 459

nera de theatro, donde el señor se assentaua para ver gada, que las crónicas y la tradición asignan al
los bayles y fiestas ordinarias”(ibid.). palacio de Túpac Inca Yupanqui. Cieza (1984:
El conjunto del ushnu, con la pirámide esca- 252) refiere precisamente que: “A las espaldas deste
lonada y el palacio atribuido a Túpac Inca adoratorio estauan los palacios de Topaynga
Yupanqui, se encuentran al noroeste del períme- Yupangue, y otros aposentos grandes y muchos depó-
tro de la plaza. El ushnu presenta una planta cua- sitos...”. Esta estructura tipológicamente parece
drangular y está conformado por 4 plataformas corresponder a una kallanka, tanto por sus dimen-
escalonadas, si bien un examen más exhaustivo siones como por presentar las puertas hacia un
revelaría que en realidad se trata de una secuencia patio interior. Las posteriores investigaciones de-
de plataformas dispuestas formando una suerte sarrolladas en el conjunto ha revelado la presen-
de espiral cuadrangular. Los muros de contención cia de cimientos de otra estructura de planta si-
de estas plataformas están elaborados con cante- milar, por lo que se puede suponer que estas dos
ría fina, mientras que el volumen fue realizado estructuras dentro del conjunto del ushnu estu-
con un relleno constructivo de piedras y barro vieron dispuestas de forma simétrica, frente a fren-
(González Carré et al. 1996). Una escalinata te con relación al patio, en un ordenamiento pro-
adosada en el frente del lado este de la pirámide pio de una kancha (González Carré et al. 1996).
permitía el ascenso hacia la cima, donde se en- Cieza (ibid.) refiere que: “El templo del sol fue
cuentra un gran bloque de piedra labrado en forma grande y muy labrado...que era hecho de piedra
de doble trono. La pirámide del ushnu se encon- assentada una en otra muy primamente, tenía dos
traba dentro de un conjunto cercado de planta portadas grandes: para yr a ellos auía dos escaleras
trapezoidal, al que se accedía mediante portadas de piedra, que tenían a mi cuenta treynta gradas
monumentales de doble jamba y sección cada una. Dentro deste templo auía aposentos para
trapezoidal, dispuestas en el frente este del recinto. los sacerdotes, y para los que mirauan las mugeres
Una de las portadas que aún se conserva corres- mamaconas...”. Efectivamente, aún se conservan
ponde al acceso central, asociado a la escalinata algunos de los rasgos referidos en las estructuras
del ushnu, mientras que vestigios de una segunda monumentales correspondientes al templo del sol:
portada se encuentran en proximidad de la esqui- Este conjunto, se encuentran al sur del perímetro
na sureste del conjunto. Presumiendo que el re- de la plaza, sobre un terraplén elevado conforma-
cinto y sus ingresos hubieran tenido una organi- do por tres plataformas escalonadas. Los muros
zación simétrica, se puede suponer la existencia de contención de estas terrazas fueron construidos
una tercera portada en proximidad de la esquina con la clásica cantería cusqueña, donde parte de
noreste (Gasparini y Margolies 1977: 280- 285). la primera plataforma presenta un trazo dentado,
Al oeste y detrás del ushnu se encuentran res- logrado mediante el diseño de entrantes y salientes;
tos de una edificación de planta rectangular alar- mientras el paramento de la segunda plataforma

Fig. 63. Vilcashuamán: apunte de Angrand del ushnu en 1847 (Angrand 1972: lam. 238).
460 JOSÉ CANZIANI

luce grandes hornacinas trapezoidales alternadas de Tambo de Mora, por citar los sitios más desta-
con pequeños nichos; y finalmente la tercera pla- cados ya tratados en el capítulo anterior- existen
taforma habría tenido el paramento llano. Sobre solo algunos pocos casos de establecimientos Inka
la plataforma superior, los muros y portada de la instalados en la costa, que puedan ser considera-
iglesia muestran la reutilización de las estructuras dos netamente intrusivos y de clara filiación Inka,
del templo Inka (Gasparini y Margolies 1977: motivo por el cual su estudio reviste un carácter
117-123). Se supone que formaron parte de este trascendente. Entre estos destacan Inkawasi en el
conjunto ceremonial otras edificaciones corres- valle de Cañete, Tambo Colorado en el valle de
pondientes a los aposentos de los sacerdotes y a Pisco, y Paredones en el valle de Nazca.
un aqllawasi, a los que el cronista hace referencia.
Inkawasi

Algunos asentamientos costeños Inka Este sitio Inka está localizado cerca de Lunahuaná
en el valle de Cañete, a unos 400 msnm. en un
Además de los principales centros urbanos coste- piso ecológico que corresponde a lo que se conoce
ños donde se documenta la presencia Inka, aso- como chaupiyunga, a unos 35 km. del litoral y en
ciada a remodelaciones y a la construcción pun- una zona donde el valle se encuentra encajonado
tual de algunas importantes edificaciones -como entre cerros, a unos 13 km. al este del punto don-
es el caso de Túcume, Pachacamac, La Centinela de comienza a formarse el amplio delta agrícola

Fig. 64. Mapa del valle de Ca-


ñete con la ubicación de
Inkawasi, Ungará, Cerro Azul
y el camino Inka (Hyslop
1984: fig. 61).
8. EL IMPERIO INKA 461

Fig. 65. Inkawasi: plano general (Hyslop 1985: fig. 75).

del fértil valle de Cañete (Hyslop 1985: fig. 2). Hyslop (1985) emprendió una minuciosa inves-
Inkawasi reviste una especial importancia por es- tigación que nos ha servido de valiosa referencia.
tar estrechamente ligado a las campañas de con- El asentamiento se extiende por más de un
quista del Inka Tupac Yupanqui de los señoríos kilómetro a lo largo de la margen izquierda del
de esta área de la costa sur central, y valle de Cañete, y los diferentes sectores que lo
específicamente del señorío de Huarco, que ejer- componen están emplazados sobre las terrazas
cía sus dominios en el valle bajo de Cañete y que
opuso una tenaz resistencia a la imposición del Fig. 66. Inkawasi: vista aérea del sector B de aparente función resi-
dominio Inka (Rostworowski 1978-1980). dencial, tomada desde un globo (cortesía John Hyslop).
A este propósito Cieza (1984: 217) refiere que:
“Y que como los Ingas viniessen conquistando y
haziéndose señores de todo lo que vían: no querien-
do estos naturales quedar por sus vassallos... ...sostu-
vieron la guerra, y la mantuuieron con no menos
ánimo que virtud más tiempo de quatro años... ...Y
como la porfía durasse, no embargante que el Inga se
retiraua los veranos al Cuzco por causa del calor, sus
gentes tractaron la guerra: que por ser larga, y el rey
Inga auer tomado voluntad de la llegar al cabo:
abaxando con la nobleza del Cuzco edificó otra nueva
ciudad, a la cual nombró Cuzco, como a su princi-
pal assiento. Y quentan assimismo, que mandó que
los barrios y collados tuuiessen los nombre propios
que tenían los del Cuzco”. Precisamente, para co-
nocer en que medida este “nuevo Cusco” se ase-
mejaba a la capital imperial y cuales eran las espe-
ciales características de este establecimiento, John
462 JOSÉ CANZIANI

Fig. 67. Inkawasi: vista pano-


rámica del sector B, donde se
aprecia unidades residenciales
dotadas de puertas y
hornacinas (Canziani).

aluviales de una quebrada lateral al valle y las la- la técnica de pirca con piedras y barro; sino tam-
deras áridas que se encuentran por encima de las bién se advierte que el diseño de la propia arqui-
tierras de cultivo. El sitio está conformado por tectura, con el desarrollo de cuartos aglutinados e
distintos sectores, separados entre sí por la pre- intercomunicados entre sí, corresponden a las tra-
sencia de escorrentías de huaycos que descienden diciones arquitectónicas costeñas de la época.
de la quebrada, las irregularidades del terreno y la Estos datos sugieren que no solamente se dis-
presencia de promontorios rocosos. puso de mano de obra local para la construcción
Al extremo este del sitio se encuentra el Sector de las edificaciones, sino también que se habría
B, que corresponde a la concentración de algunos dejado un margen relativamente amplio como
conjuntos de aparente carácter residencial. Los para que patrones de diseño local se aplicaran en
rasgos arquitectónicos registrados en los edificios el arreglo arquitectónico de los conjuntos. Una
de algunos de estos conjuntos (como es el caso hipótesis explicativa de esta aparente paradoja,
del Conjunto 2), donde se aprecia la presencia de podría derivar del hecho de que los Incas tuvie-
poyos, nichos y ventanas, confirmarían su fun- ron como aliados frente a la resistencia de Huarco,
ción residencial; mientras que su diseño ordena- al señorío de Chincha, al curacazgo de Coayllo
do, la elegancia de sus habitaciones y sus buenos del valle de Asia, y posiblemente al propio seño-
acabados, sugeriría que correspondieron a residen- río de Lunahuaná que ocupaba la parte alta del
cias de elite o aposentos reales. Si bien se sugiere valle de Cañete (Rostworowski 1978-1980). De
también que algunos de estos conjuntos (como el modo que el estado Inca podría haber movilizado
Conjunto 1) pudieron corresponder a una fun-
ción de tipo ceremonial (ibid: 17-19, fig. 7). Fig. 68. Inkawasi: detalle del interior de un ambiente de una posi-
A propósito del diseño de estos conjuntos, nos ble unidad residencial del sector B, donde se aprecia una ordenada
disposición alterna de ventanas y hornacinas trapezoidales
parece importante señalar un aspecto que llama (Canziani).
la atención: ninguna de estas edificaciones, tanto
en este sector como en los demás de Inkawasi,
exhibe una organización espacial propia de la ar-
quitectura de las típicas kancha Inka. Hyslop (ibid:
76) advirtió esta aparente paradoja, en el sentido
que todo presupondría que en un establecimien-
to de carácter militar edificado por el estado Inka
en un breve período de tiempo, las posibles in-
fluencias locales en el diseño y construcción de su
arquitectura deberían ser escasas. Sin embargo, se
observa que no solamente la construcción de los
muros de los edificios fue hecha mayormente con
8. EL IMPERIO INKA 463

en la edificación de Inkawasi a contingentes de vanos, permiten suponer que correspondían a


mano de obra y constructores provenientes de es- qollqa o almacenes techados a los que se accedía
tos valles vecinos y del propio valle de Cañete, desde arriba. Debido a la destrucción parcial de
para ponerlos a disposición de los arquitectos Inka ciertos sectores del complejo no se puede estable-
a cargo del planeamiento general del sitio.24 cer con precisión el número exacto de cubículos,
Al sur del Sector B e internándose en la plani- aun cuando se puede estimar que estos podrían
cie central de la quebrada, se encuentra un gran haber sumado de 200 a 250 unidades, con una
complejo de trazo ortogonal denominado Sector capacidad de almacenamiento de unos 6,400 m3.
A, que aparentemente estuvo destinado a servir Estas hileras de cubículos cuadrangulares, dispues-
de centro de almacenamiento (Hyslop 1985: 14- tas en el perímetro de la edificación, rodean el
17, fig.6). Este complejo cercado cuyo plano evi- área central del complejo donde se presenta un
dencia haber sido planificado, tiene una planta conjunto de 42 compartimientos rectangulares,
cuadrangular de 110 m. de lado, con un sólo in- separados entre sí por muros bajos de no más de
greso del lado norte. Los lados este, sur y oeste 75 cm. de alto, los que a su vez operan como ve-
presentan de 3 a 4 hileras paralelas de cubículos redas de circulación de 1 a 3 m. de ancho. Como
cuadrangulares, de 3.5 a 4.5 m. de lado y de unos parte del rígido arreglo simétrico de todo el con-
2 m. de altura (ibid: 98-103). Las características junto, se construyó una plataforma al centro de
morfológicas de estas estructuras que carecen de todo el complejo.

Fig. 69. Inkawasi: vista aérea de


los sectores A y C, correspon-
dientes al complejo de qollqa,
tomada desde un globo (corte-
sía John Hyslop).

24
El hecho de que Inkawasi se construyera con la técnica de pirca, propia de las tradiciones constructivas preincas de las
poblaciones rurales de la chaupiyunga y no con la técnica del tapial o adobón, empleada ampliamente en la construcción de los
edificios públicos y residenciales de los valles costeños, podría señalar que las poblaciones convocadas para la edificación de
Inkawasi habrían provenido de las partes correspondientes a la chaupiyunga de estos valles.
464 JOSÉ CANZIANI

Una reconstrucción hipotética del funciona- ciones de estructuras dispuestas irregularmente.


miento del edificio, permite suponer que los com- La ausencia de planeamiento de este sector y la
partimientos rectangulares dispuestos al centro del escasa calidad de sus edificaciones indicarían que
complejo posiblemente no estuvieron techados y en él debieron de alojarse sectores populares o
habrían servido como una suerte de tendales para dependientes. Por otra parte, la abundante evi-
preparar, secar, acomodar y contabilizar los pro- dencia de actividades asociadas con la prepara-
ductos que ingresaban o se despachaban desde los ción de alimentos y la presencia de uno de los
depósitos. La plataforma central podría haber ser- pocos basurales registrados en el sitio, permiten
vido como lugar de instalación de los funciona- inferir que en este sector se resolvía la prepara-
rios a cargo de la administración y supervisión ción y el servicio de alimentación a otros sectores
del movimiento de bienes del complejo; mientras del establecimiento e inclusive de las fuerzas acan-
que las veredas debieron permitir la circulación tonadas en él. En todo caso, los rasgos arquitectó-
entre los tendales de quienes movilizaban los pro- nicos y constructivos de este sector del estableci-
ductos. El hecho de registrarse escalinatas adosadas miento permiten suponer que estuvo ocupado por
al perímetro de los cubículos y en la terminación gente que no era Inka (ibid: 21).
de algunas de las veredas, permite suponer que El sector central del asentamiento, o Sector E,
estas servían para ascender a la parte superior de está dominado por una gran plaza abierta de planta
los muros de los cubículos y desplazarse entre ellos trapezoidal que tiene unos 150 m. en su eje ma-
para depositar o retirar los productos almacena- yor orientado de norte a sur. La posición elevada
dos (ibid: 17). de la plaza, al estar emplazada sobre una planicie
Inmediatamente al norte del complejo de al- ligeramente más alta que los demás sectores, le
macenamiento y separado de este por un corre- asegura un amplio dominio visual sobre el paisaje
dor de 4 m. de ancho, se desarrolla otro conjunto del valle. En el eje central de la plaza existen vesti-
denominado Sector C, cuya forma de gios de una calzada que culmina en una pequeña
planeamiento, permite afirmar que se trataba de plataforma o ushnu, que se dispuso desplazada
un complemento del complejo de las qollqas del hacia el lado sur de la misma. Estrechamente aso-
Sector A y seguramente concebido como parte ciado a la plaza y compartiendo los ejes de su tra-
integrante de este, dado que comparte la orienta- zado, se desarrolla del lado sur de ésta un gran
ción de la traza y ejes de muros. Este complejo
planificado está conformado por una serie de re- Fig. 70. Inkawasi: plano del sector E según Harth Terré (1933).
cintos rectangulares que rodean una pequeña pla-
za trapezoidal y que -tanto por su ubicación como
por la presencia en él de enterramientos- Hyslop
(ibid: 19) supone que pudo contener un templo.
En todo caso, fuese o no de carácter ceremo-
nial este complejo, una serie de rasgos indicarían
que estuvo estrechamente asociado a la adminis-
tración del complejo de las qollqa, posiblemente
sirviendo de marco a las actividades públicas que
se derivaban de ello. Al respecto, es de destacar
que la plaza trapezoidal estaba bordeada por una
banqueta perimétrica y que su lado sur —que co-
rresponde a la fachada principal de las edificacio-
nes del complejo— habría estado dotada de una
galería techada. Esto se infiere de la presencia de
una hilera formada por los restos de las bases de
20 columnas hechas de piedra y barro; así mis-
mo, en un patio interior se observa la presencia
de una banqueta perimetral y rastros de una posi-
ble galería en sus lados sur y este, que habría sido
soportada con pilares cuadrangulares de piedra y
barro (ibid: 109-111).
Más al norte y al oeste de este conjunto, se
encuentra el Sector D compuesto por aglomera-
8. EL IMPERIO INKA 465

complejo planificado, de planta trapezoidal y cer- las columnas. El hecho de que la posición de las
cado por una muralla perimétrica de 1 m. de gro- columnas no calce con la de los muros divisorios
sor y 4 m. de alto. El complejo, que contiene cer- de los cubículos, puede dar la impresión de que
ca de 96 recintos o cubículos, está interiormente estas fueron colocadas al caso. Sin embargo, estas
dividido en dos subsectores separados por un co- están dispuestas ordenadamente cada 3.20 m. lo
rredor, cuyo eje coincide con la ubicación de la que permite establecer reconstructivamente que
puerta principal de acceso al recinto con el vano luego de que estas columnas fueran levantadas, se
trapezoidal y una puerta secundaria, ambas con habría procedido posteriormente a la construc-
claras evidencias de haber sido tapiadas, sellando ción de la subdivisión de los cubículos, con una
así el único acceso al complejo (ibid: 113-118).25 modulación independiente a la de las columnas.
La prominente fachada del complejo que da ha- En nuestra opinión, la ausencia de puertas y
cia la plaza, presenta vestigios de pintura y de ba- de otros rasgos residenciales en estas estructuras,
ses de pilares cuadrangulares, lo que permite su- así como su disposición ordenada por hileras,
poner la existencia de una galería techada a lo lar- permite postular que este complejo también ha-
go de esta (Harth-Terré 1933: figs. 5 y 8). bría absuelto funciones de almacenamiento, tal
El subsector del lado este del complejo pre- como fue propuesto por Hyslop (ibid: 24) entre
senta hileras de grandes recintos rectangulares, distintas opciones funcionales. Las diferentes for-
separadas entre sí por corredores paralelos que mas y medidas que presentan los cubículos de cada
parten del corredor principal; mientras el subsector una de las hileras, apuntarían hacia el almacena-
del lado oeste presenta 7 hileras de cubículos o miento ordenado de bienes diversos, dispuestos
recintos de menor tamaño, separados igualmente en distintos tipos de cubículos de acuerdo a su
por corredores paralelos, si bien en este caso se género. Podría parecer excesiva la presencia de dos
advierte la presencia de grandes columnas cilín- grandes complejos de almacenamiento en el sitio,
dricas, lo que permite inferir la presencia de te- pero este no es el caso si se considera que Inkawasi
chos de cobertura. Los cubículos están delimita- era un establecimiento básicamente militar, don-
dos por muros bajos de 1 m o menos de alto, de no sólo se debían almacenar las vituallas para
mientras que del lado opuesto al corredor presen- la alimentación de las tropas acantonadas, sino
tan muros de unos 3 m de alto, que podrían ha- también como señala Cieza (1984: 143-144) se
ber servido de soporte de los techos al igual que requerían “...grandes depósitos llenos de todas las

Fig. 71. Inkawasi: vista del sec-


tor E en la que se aprecia un
corredor que da acceso a los
cubículos y en primer plano
una de las columnas
(Canziani).

25
Además de las evidencias que señalan una breve ocupación del sitio, estas puertas tapiadas podrían representar uno de los
escasos testimonios de lo señalado en las crónicas, cuando refieren que luego de la victoria sobre los Huarco el Inca “...mandó
ruynar el nuevo Cuzco que se avía hecho y con toda su jente dio la buelta para la ciudad del Cuzco...” (Cieza 1985: 175).
466 JOSÉ CANZIANI

cosas necessarias, lo qual era para prouisión de la En la parte baja de este sector, los edificios se or-
gente de guerra. Porque en uno de estos depósitos auía ganizan a los lados de grandes patios y algunos de
lanzas, y en otros dardos, y en otros oxotas, y en otros sus paramentos exhiben nichos ornamentales. En
las demás armas que en ellos tienen. Assímismo vnos la parte alta de este sector destaca un conjunto
depósitos estauan proueydos de ropas ricas y otras de que forma una suerte de anfiteatro, ya que los
más bastas y otros de comida, y todo género de man- edificios han sido organizados en 14 bloques dis-
tenimientos”. De acuerdo a esta descripción y a las tintos, dispuestos de forma radial alrededor de una
características que exhiben los complejos de los plaza cuadrangular y teniendo como centro una
sectores A y E, se podría postular la hipótesis de pequeña plataforma que parece corresponder a un
que en Inkawasi se habría desarrollado un siste- ushnu. Los edificios de los bloques están separa-
ma diversificado de almacenamiento, donde el dos entre sí por muros o corredores que permiten
primer complejo de qollqas podría haber funcio- el acceso a estos desde la plaza y su arquitectura
nado para el almacenamiento de productos ali- exhibe vestigios de pintura mural, de pisos en
menticios; mientras que el segundo complejo en doble altura soportados por vigas y rebajos en los
el sector E podría haber estado destinado al de- muros, al igual que nichos y ventanas altas que
pósito de armas y la vestimenta necesaria para la ofrecen visuales panorámicas sobre el valle (ibid:
gente de guerra a la cual alude Cieza. 118-123).
Otro importante sector del asentamiento se da Finalmente, hay que señalar que si bien
en una pequeña quebrada ubicada en el extremo Inkawasi tuvo una función fundamentalmente
suroeste del sitio, y que está separada del sector militar, no por esto presenta mayores obras de
central por la intrusión de una escarpa del cerro fortificación. Estas se reducen a la construcción
que se proyecta hacia el valle. En ésta zona relativa- de un muro en el extremo sur de la quebrada, y al
mente aislada denominada Sector F, se desarrolla- emplazamiento de dos instalaciones de aparente
ron otros conjuntos aparentemente residenciales. control del acceso al sitio desde el valle bajo, en

Fig. 72. Inkawasi: vista aérea


del sector Sur Oeste, tomada
desde un globo (cortesía John
Hyslop).
8. EL IMPERIO INKA 467

Fig. 73 – Cerro Azul: plano de


la Estructura 1 (Markus et al.
1983-1985: fig 1).

los sitios de Escalón y Toma, ubicados en ambas que pudo haber sido una de las sedes principales
márgenes del valle unos 5 km. al oeste del sitio del señorío de Huarco (Rostworowski 1978-
(ibid: 34- 45, fig. 2). 1980). Al respecto, Cieza (1984: 217) señala que
Las edificaciones de Inkawasi parecen haberse el Inka luego de la victoria “...se volvió con su gente
realizado con cierta rapidez y sin los cuidados que al Cuzco: perdiéndose el nombre de la nueva pobla-
se advierten en otros complejos Inka emplazados ción que auían hecho. No embargante que por triunfo
en la costa. Como ya se vio, la mayoría de los de su victoria mandó edificar en vn collado alto del
muros de los edificios fueron construidos con la valle la más agraciada y vistosa fortaleza que auía
técnica de pirca, empleando piedra de campo asen- en todo el reyno del Perú, fundada sobre grandes losas
tada con mortero de barro. Aparentemente, el es- quadradas, y las portadas muy bien hechas: y los
tablecimiento tuvo una vida breve y fue abando- recebimientos y patios grandes. De lo más alto de
nado luego de la conquista del señorío de Huarco, esta casa real abaxaba vna escalera de piedra que
y así lo confirmarían algunas evidencias documen- llegaua hasta la Mar: tanto que las mismas ondas
tadas por Hyslop (ibid: 116) que testimonian el della baten en el edificio con tan grande ímpetu y
tapiado de algunos de los vanos principales de fuerza que pone gran admiración, pensar como se
acceso a uno de los conjuntos principales. pudo labrar de la manera tan prima y fuerte que
Poco después, los Inkas —posiblemente con- tiene”.
memorando su victoria y afirmando simbólica- Excavaciones arqueológicas conducidas en
mente su presencia en el valle— edificaron un mo- Cerro Azul, se concentraron en los maltratados
numental adoratorio en un promontorio rocoso restos de estas edificaciones, emplazadas en la cima
que domina la caleta de Cerro Azul y un asenta- de dos promontorios rocosos (Cerro del Fraile y
miento tardío que se encuentra al sur del sitio, Cerro Centinela) que se proyectan al borde de los

Fig. 74. Cerro Azul: detalle de


los cimientos en el lado nores-
te de la Estructura 3 con silla-
res de cantería fina (Markus et
al. 1983-1985: fig 12).
468 JOSÉ CANZIANI

Fig. 75. Cerro Azul: plano de


la Estructura 3 (Markus et al.
1983-1985: fig 10).

acantilados que dan hacia las rompientes del mar. Tambo Colorado
Estas investigaciones han expuesto los vestigios
de los recintos de estas estructuras, y de las hila- En una de las principales rutas transversales del
das de piedra labrada de estilo cusqueño que con- Qhapaqñan y en la cabecera del valle Pisco se en-
formaron los cimientos de muros y plataformas. cuentran dos importantes establecimientos Inka
Algunas de estas plataformas evidencian muros con edificios construidos con cantería fina: un sitio
curvilíneos, usualmente desplegados en la arqui- también llamado Incahuasi ubicado en un lugar
tectura ceremonial Inka, y se perfilan como mira- próximo a las zonas de puna de la parte alta de la
dores con una perspectiva espectacular sobre el cuenca (3.775 msnm.); y Huaytará, localizado en
paisaje marino (Markus et al. 1983-1985: figs. 1 un piso ecológico más templado y emplazado a
y 10).26

Fig. 76. Mapa del valle de


Chincha y Pisco, con la ubica-
ción de la Centinela de Tambo
de Mora, Lima la Vieja, Tam-
bo Colorado, Huaytará,
Incahuasi y el camino Inka
(Hyslop 1984: fig. 7.1).

26
A propósito de la severa destrucción de la que ha sido objeto el sitio de Cerro Azul desde época colonial hasta años
recientes, podría citarse en Cieza (1984: 218) una temprana y lúcida proclama conservacionista: “Y donde es esta fortaleza y lo que
ha quedado de la del Cuzco (aquí se refiere a Saqsaywaman) me paresce a mí que se deuía mandar so graues penas, que los Españoles
ni los Indios no acabassen de deshazerlos. Porque estos dos edificios son los que en todo el Perú parescen fuertes y más de ver: y aun
andando los tiempos, podrían aprouechar para algunos efectos”.
8. EL IMPERIO INKA 469

Fig. 76A. Huaytará: vista del


hastial de la iglesia donde se
observa la superposición sobre
el antiguo hastial del templo
Inka, en cuyo vértice se apre-
cia la impronta de las dos ven-
tanas altas, propias de este tipo
de arquitectura Inka. En segun-
do plano se observa la secuen-
cia de baños rituales
(Canziani).

unos 2,400 msnm. sobre un mirador natural que Descendiendo el valle se encuentra el célebre
domina desde las alturas el valle alto de Pisco, sitio de Tambo Colorado, ubicado a 45 km. del
donde se construyó con cantería fina uno de los litoral sobre la margen derecha del valle de Pisco.
edificios emblemáticos de la arquitectura Inka. Como componente central del establecimiento se
Este aparente templo, flanqueado por fuentes ri- desarrolla una gran plaza de planta trapezoidal,
tuales, es excepcional no solo por la elegante fac- cuyo lado norte está orientado de este a oeste y
tura de sus paramentos exteriores con hornacinas, coincide con la proyección del camino que atra-
y sus singulares nichos interiores de planta trian- viesa la plaza. El lado oeste de la plaza, a diferen-
gular, sino también por conservar intactos los has- cia de los demás que están delimitados por los
tiales de adobe, lo que permite reconstruir con muros de los complejos que la bordean, está
exactitud la forma original del edificio con sus visualmente abierto hacia el horizonte y el paisaje
techos a dos aguas (Gasparinini y Margolies 1977: del valle, ya que está delimitado a todo lo largo
264-269, fig. 269). por una plataforma ancha de baja altura. Precisa-

Fig. 76B. Huaytará: detalle de la fachada lateral que exhibe un paramento de cantería fina con hornacinas de doble jamba (Canziani).
470 JOSÉ CANZIANI

Fig. 77. Tambo Colorado: plano general según Harth Terré (Gasparini y Margolies 1977: fig. 121).

mente, en la esquina suroeste de éste lado abierto mientras en el diseño de los paramentos se buscó
de la plaza se encuentra instalado el ushnu cere- romper la monotonía mediante la disposición
monial, constituido por una pequeña plataforma ordenada y continua de hornacinas trapezoidales
construida con adobes y con escalinatas en dos de de doble jamba, donde la pintura mural predo-
sus lados. minante de color rojo aplicada en los paramentos
En la organización del sitio se aprecia la defi- (de allí el nombre de Tambo Colorado) se alterna
nición de dos sectores principales, uno al norte y con acentos en amarillo ocre.
el otro al sur de la plaza. Como parte del trata- El gran complejo de planta cuadrangular que
miento de integración de estos dos largos frentes se ubica al centro del lado norte de la plaza, pare-
con la plaza, se les adosó banquetas escalonadas, ce haber sido el de mayor importancia, y de debió

Fig. 78. Tambo Colorado: vista panorámica del complejo palaciego desde la plaza (Canziani).
8. EL IMPERIO INKA 471

corresponder a lo que Cieza denominaba aposen-


tos reales dentro de las instalaciones del tampu o
tambo. Este complejo presenta un ingreso central
con portada trapezoidal de doble jamba que da
acceso a un primer patio desde el cual se accedía a
recintos laterales y a un segundo y tercer patio,
más pequeños y elevados que permitían el acceso
a los recintos y habitaciones dispuestas a sus la-
dos. El desarrollo de la edificación, instalada en la
ladera de un cerro, se resuelve magistralmente
mediante terrazas escalonadas, que van incorpo-
rando la gradiente y a la vez posibilitan que cada
patio se convierta en un mirador con una visual
privilegiada sobre el valle y los cerros desérticos
propios del paisaje local.
Si bien Tambo Colorado fue, como su nom-
bre lo señala, un tampu, debió serlo de una jerar-
quía muy especial. Esto se puede inferir a partir
del planeamiento de todo el conjunto y de la es-
pecial calidad arquitectónica de los complejos
principales. Todas las edificaciones están hechas
de adobe27 y además de exhibir los rasgos típicos
de la arquitectura Inka —como son las puertas,
Fig. 79. Tambo Colorado: detalle de la fachada del complejo pala-
ventanas y hornacinas trapezoidales— presenta
ciego, donde se aprecia el ordenamiento de los nichos de doble una serie de rasgos que señalan fuertes influencias
jamba pintados en rojo y amarillo ocre; en un segundo plano, un de la arquitectura costeña de barro, como es el
muro con ventanas; y en un tercer plano, fragmento de una cornisa caso del tratamiento de frisos calados de adobe o
con ornamentación modelada en barro (Canziani).

Fig. 80. Tambo Colorado: vista


panorámica desde el norte de
la plaza y el ushnu, en primer
plano el complejo palaciego
(Canziani).

27
Si bien muchas veces se asume erradamente que los Inka sustituyen la piedra por el adobe en sus construcciones en la costa,
es ampliamente conocido que los Inka construyeron, tanto en la sierra como en la costa, con ambos materiales de forma integral.
En la sierra se presentan construcciones Inka que combinan la parte baja de muros y columnas en piedra, con la parte superior de
estos y los hastiales construidos con adobe, como se puede apreciar en Huaytará, Ollantaytambo, o en el monumental templo de
Wiraqocha de Raqchi, entre otros (Gasparini y Margolies 1977; Hyslop 1990; Moorehead 1978). Por otra parte, en la costa
existen algunos singulares vestigios de construcciones de adobe con basamentos o muros de cantería fina, como son los documen-
tados en Pachacamac (Lurín), Cerro Azul (Cañete) y Paredones (Nazca).
472 JOSÉ CANZIANI

Fig. 81. Tambo Colorado: vista de la plataforma del ushnu ubicado en la esquina suroeste de la plaza (Canziani).

en el despliegue de cornisamientos ornamentados. similares a las que se han documentado para el


Otros indicadores de las especiales características Palacio Inka de la Centinela de Tambo de Mora
de las edificaciones principales de Tambo Colo- en Chincha, donde coincidentemente también
rado, entre las que destaca un posible complejo hay vestigios de baños y de pintura mural
palaciego, son el tratamiento con pintura mural (Canziani 2000; Uhle 1924; Wallace 1998).
en sus frentes y especialmente en los espacios in-
teriores, donde se aplicaron singulares combina- Paredones
ciones cromáticas (Protzen y Morris 2004). Por
otra parte, la presencia de un baño, con su corres- Este sitio Inca reviste un carácter enigmático por
pondiente sistema de abastecimiento de agua den- su especial ubicación y la excepcional factura de
tro de los ambientes de este complejo, podría es- algunos de sus edificios, y a esto contribuye tam-
tar indicando funciones propias de un palacio, bién la inexplicable ausencia de mayores estudios

Fig. 82A. Paredones: vista aérea oblicua en la que se aprecia el emplazamiento del sitio, adosado a las laderas de un cerro que delimita la margen
sur del valle del valle de Nazca (Bridges 1990).
8. EL IMPERIO INKA 473

Fig. 82. Paredones: plano ge-


neral según Rossell Castro
(1977).

y referencias científicas. Una breve mención se El sitio de Paredones está emplazado en el va-
encuentra en el reconocido trabajo de Menzel lle oasis de Nazca en proximidad del sistema de
(1959) acerca de la ocupación Inka en la costa sur puquiales y acueductos subterráneos de Cantalloc,
del Perú, donde simplemente señala que en Pare- La Gobernadora, Kayanal y Wayrona, entre otros
dones, al igual que en otros sitios Inka de la re- (ibid). Esto permite suponer que el asentamiento
gión como Tambo Colorado y Tambo de Collao, Inka fue instalado estratégicamente en una de las
el edificio principal se encuentra ubicado sobre la escasas zonas fértiles para la agricultura en la re-
ladera del cerro que flanquea la plaza. Rossell gión. Por otra parte, el sitio debió estar estrecha-
Castro (1977) desarrolla un plano en el cual se mente asociado al camino Inka, que desprendién-
aprecia la distribución de los diferentes sectores dose del que recorría paralelo al mar los llanos del
del sitio, si bien sugiere funciones a los distintos desierto, se internaba por el valle de Nazca hacia
edificios sin mayor sustento arqueológico. Poste- las alturas, enlazando los valles oasis de la región
riormente se habrían desarrollado trabajos arqueo- con las punas de Lucanas en dirección hacia
lógicos que lamentablemente no han sido publi- Vilcashuamán.
cados, los cuales han expuesto algunos muros con No obstante su escaso estudio, el sitio revela la
cantería fina, lo que explicaría que no fueran re- especial importancia que le asignaron los Inka,
portados en los trabajos antes citados. dada la calidad especial de sus edificios construidos

Fig. 83. Paredones: vista pano-


rámica del sector al oeste del
sitio (Canziani).
474 JOSÉ CANZIANI

Fig. 84. Paredones: detalle de


un recinto cuyos muros están
construidos con sillares de can-
tería fina (Canziani).

con cantería fina de tipo imperial. Por lo que co- lógicos más extensos de la humanidad, es consi-
nocemos, podemos señalar que algunos de los derada también un portento de la ingeniería uni-
edificios de Paredones son los únicos en la costa versal ya que en su desarrollo recorre los más di-
peruana que exhiben y conservan muros de cante- versos territorios con suelos, relieves y climas di-
ría fina, cuyos lienzos se desplegaron de forma ferentes, encontrando soluciones constructivas
excepcional en toda la altura de los muros, posible- acertadas en cada uno de ellos y desplegando re-
mente hasta alcanzar lo que debió ser la cabecera cursos técnicos impresionantes como fueron los
de los mismos. En el sitio también se observa res- magníficos puentes colgantes que sirvieron para
tos de los cimientos en cantería fina de un edificio salvar los ríos encajados en profundas gargantas y
que se construyó sobre un promontorio elevado acantilados (Hyslop 1984, 1992).
que domina todo el sitio. El hecho de que los El reto asumido por el estado Inka de integrar
muros de este edificio tuvieran trazos curvilíneos, poblaciones y territorios aislados, separados entre
podría denotar que estuviera destinado a cumplir sí por formidables barreras geográficas, hubiera sido
una función de carácter ceremonial inimaginable sin el desarrollo de esta espectacular
obra pública. El manejo de los estados prehistóri-
El Qhapaqñan: el sistema vial Inka cos, como de los modernos, requiriere de caminos
para unir y administrar sus diferentes regiones,
En el ambicioso proyecto de integración pan pero es evidente que en el territorio de los Andes
andino desarrollado por los Inka, jugó un rol fun- el desarrollo del sistema de caminos significó para
damental el Qhapaqñam, el sistema vial incaico, el estado Inka un factor de vital importancia.
que alcanzó una extensión de por lo menos 23,000 Es aparente que el sistema de caminos tras-
kilómetros en sus tramos principales y secunda- cendió su exclusiva dimensión física adquiriendo
rios, articulando los distintos territorios y conec- un alto valor simbólico para el estado Inka y sus
tando entre sí a la red de ciudades y establecimien- instituciones, como también para las poblaciones
tos inka instalados en ellos.28 Esta gran obra pú- de las regiones más remotas que identificaron en
blica, que constituye uno de los legados arqueo- él la impronta significativa de su presencia. Los

28
Hyslop (1985: 224) asume que el estimado de 23,000 km para la extensión de los tramos principales y secundarios del
Qhapaqñan puede resultar conservador y, basándose en su amplia experiencia como investigador del tema, señala que no sería
sorprendente que futuros trabajos de exploración arqueológica e investigación histórica, proyecten la red de caminos del sistema
vial incaico a unos 40,000 km.
8. EL IMPERIO INKA 475

caminos expresaron la concepción del espacio y Desta plaza salían quatro caminos reales: en el que
de la geografía cultural por parte de los Inkas, tan llamauan Chinchasuyo se camina a las tierras de los
es así que la localización de las poblaciones suje- llanos con toda la serranía hasta las prouincias de
tas a su dominio estuvo referida a su ubicación Quito y Pasto: por el segundo camino que nombran
con relación a los caminos (Hyslop 1984: xiii). Condesuyo entran las prouincias que lo son sujetas
A propósito de los caminos principales hacia a esta ciudad, y a la de Arequipa. Por el tercero cami-
los cuatro suyos, que articulaban la ciudad capi- no real que tiene por nombre Andesuyo se va alas
tal del Cusco con el extenso territorio dominado prouincias que caen en las faldas de los Andes, y al-
por los Inka, Cieza (1984: 258) refiere que: gunos pueblos que están pasada la cordillera. En el
vltimo camino destos que dizen Collasuyo entran
las prouincias que allegan hasta Chile”.

Fig. 85. Mapa del Qhapaqñan,


el sistema vial Inka (Hyslop
1992).
476 JOSÉ CANZIANI

A continuación Cieza (ibid.) se refiere a la con-


cepción Inka sobre la división de sus territorios
provinciales, anotando que: “...assí estos Indios para
contar las que auía en tierra tan grande lo enten-
dían por sus caminos”. Hyslop (1990: 58), desta-
ca esta inteligente apreciación, en el sentido de
que desde el punto de vista de esta concepción lo
central no era tanto la sucesión y extensión de los
territorios provinciales, sino el acceso que se tenía
a estos dominios mediante los diferentes cami-
nos. De esta manera, los pueblos, los lugares y los
recursos de las distintas regiones son referidos a
partir de su relación con el sistema de caminos
que articulaban el territorio.
El camino Inka operaba simultáneamente
como una gigantesca red que resolvía las comuni-
caciones, el transporte de bienes y productos, el
traslado y movilización de la gente, y sirviendo de
soporte para la administración en general. El ca-
mino servía para conectar las zonas más densa-
mente pobladas, permitiendo al estado acceder a
su fuerza de trabajo mediante los sistemas de
tributación impuestos. Por el camino se moviliza-
ba la población hacia los lugares donde ésta debía
Fig. 87. Dibujo de Guamán Poma (1980: 322) de un chasqui que
se anuncia haciendo sonar una caracola de pututo.
Fig. 86. Dibujo de Guamán Poma (1980: 326) con la leyenda: go-
bernador de caminos reales, Qhapaqñan Tocricoc. Se observa el seña-
lamiento de los caminos asociados a la ciudad de Vilcas Huamán, de cumplir con la mita o prestación laboral, o se
entre ellos el que descendía desde la laguna de Choclococha hacia movilizaban por él los grupos de mitmaq que eran
el valle de Pisco y la costa. desplazados a lejanos territorios que debían ser
colonizados o a las ciudades donde debían cum-
plir con procesos productivos de sus especialidad.
El camino servía también para articular terri-
torios ubicados en diferentes pisos ecológicos que
albergaban diferentes recursos naturales, los que
eran transportados por el camino con el auxilio
de caravanas de llamas, asegurando la comple-
mentariedad económica entre distintas regiones
y los procesos productivos que en ellas tenían lugar.
Así también los caminos servían para trasladar los
recursos hacia los depósitos establecidos en las ciu-
dades o tampu. En el terreno militar, el camino
era fundamental para la movilización de tropas
hacia las fronteras en constante expansión, o para
desplazarlas con rapidez hacia las regiones donde
se desencadenaran rebeliones.
El camino servía también para el desplazamien-
to de arquitectos, ingenieros y otros especialistas
a cargo de la construcción de las edificaciones que
se ejecutaban en distantes establecimientos, o de
la ejecución de distintas obras públicas, entre las
que se incluía el desarrollo del propio camino. De
igual manera, por el camino circulaban los nobles
y funcionarios a cargo de diferentes tareas admi-
8. EL IMPERIO INKA 477

nistrativas del estado. Una de las más destacadas depósitos donde almacenar las vituallas, y corrales
actividades relacionadas con el camino era el en- donde reunir las llamas de las caravanas. Además
vío de mensajes e informes, al igual que determi- estas instalaciones menores podían constituirse
nados bienes selectos, por medio de los célebres como una sede administrativa temporal y una base
chaski. Estos corredores estaban estacionados a lo de operaciones para las actividades que se desa-
largo de la ruta en pequeñas estructuras denomi- rrollaran en la circunscripción local, como es el
nadas chaskiwasi que les servía para darse la posta caso de la conservación y el mantenimiento del
y como lugar de descanso. propio tramo del camino donde estaban ubicadas.
A este propósito, se puede señalar que así como En suma, como señaló imaginativamente John
el camino servía como eje articulador entre las Hyslop (1992: 20) para dar una idea de la comple-
ciudades y otros establecimientos principales, a jidad del camino, aproximando el punto de vista
su vez otros establecimientos menores, como los al de nuestras vivencias modernas, podemos pen-
tampu y los chaskiwasi, servían para darle soporte sar que: “Por medio de este sistema vial se desa-
logístico y garantizar la operatividad del propio rrollaban diversas actividades, las que actualmen-
camino, proporcionando instalaciones que brin- te constituyen para nosotros funciones separadas:
daran alojamiento y alimentación a los viandantes, era algo así como si una sola enorme entidad re-

Fig. 88. Tramo del camino Inka


en Atiquipa cerca de Quebra-
da de la Vaca, donde se aprecia
la construcción de una escali-
nata para atravesar la depresión
de un curso de escorrentía
(Canziani 2002).
478 JOSÉ CANZIANI

Fig. 89. Tramo conservado del


camino delimitado por muros
de tapia, que atravesaba el va-
lle de Chincha en línea recta
de este o oeste y a lo largo de
unos 12 km., desde la locali-
dad de Portachuelo en el cue-
llo del valle, hasta la Centinela
de Tambo de Mora en proxi-
midad del litoral (Canziani
2000).

emplazara nuestras redes aérea, ferroviaria y te- dental de los Andes, por la ruta de Olmos y
rrestre, nuestro sistema postal y telefónico, así Chulucanas, que ofrecía la presencia de algunas
como parte del aparato administrativo nacional”. fuentes de agua y el reparo del bosque seco tropi-
La ruta principal del Qhapaqñan se desarro- cal que crece en la zona.
llaba a lo largo de la cordillera de los Andes, desde El desarrollo de diversas vías transversales, ase-
Quito al Cusco y desde esta ciudad hasta Mendoza guraba la comunicación entre los dos principales
en el noroeste de Argentina con un recorrido to- ejes longitudinales del camino Inka, y la conexión
tal, en línea de aire, de más de 4,000 km. A lo fundamental para asegurar la complementariedad
largo de esta ruta se encontraban las principales económica en cada región, articulando los valles
ciudades Inka, como Tomebamba, Cajamarca, costeros con los valles y zonas altoandinas y, a su
Huánuco Pampa, Vilcas Huamán, y al sur del vez, éstas con los territorios de las vertientes orien-
Cusco, Hatun Colla, Chucuito y Paria, prosi- tales y los bosques húmedos de la Ceja de Selva.
guiendo hasta llegar a Tucumán y Mendoza. Se- Algunas de estas rutas transversales debieron ser
gún Hyslop (1984: 168-172) la presencia Inka en de especial importancia, como la que unía en el
el noroeste argentino se explicaría no sólo por los norte el valle de Jequetepeque con Cajamarca y
recursos mineros y agrícolas de esta región, sino Chachapoya; en el centro la que enlazaba el santua-
también por representar una ruta alternativa y rio de Pachacamac con Jauja; y sobre todo la que
mucho menos exigente para dirigirse a la zona conectaba La Centinela de Tambo de Mora en
central de Chile que el tránsito por el otro cami- Chincha con Lima La Vieja en Pisco y que ascendía
no, que se desarrollaba por el flanco occidental por este valle, pasando por Tambo Colorado y
de los Andes y que implicaba el reto de atravesar Huaytará, para llegar a Vilcashuaman y desde allí
los extensos y desolados desiertos de Atacama.29 al Cusco, constituyendo una de las rutas más di-
Otra ruta longitudinal del camino recorría el rectas para llegar desde la capital imperial a la costa.
litoral del Perú enlazando los valles costeños se- Se ha señalado con razón que el sistema del
parados entre sí por extensiones de desierto relati- camino Inka incorporó otros caminos
vamente amplias. Este camino, en el extremo norte preexistentes, como también que sacó partido de
de la costa, evitaba cruzar por el árido desierto de los caminos desarrollados por otras sociedades
Sechura. Por lo tanto, saliendo hacia el norte de andinas contemporáneas. Es conocido que el es-
los valles de Lambayeque hacia Piura, se alejaba tado Wari articuló su red de establecimientos
del litoral y corría paralelo al pie del flanco occi- mediante caminos, ya que sus ciudades estaban

29
Buena parte del camino en la ruta que atraviesa el desierto de Atacama transcurre por decenas de kilómetros a una altitud
que oscila entre 3,000 a 3,500 msnm. donde llama la atención la presencia de pequeños sitios con cerámica Inka asociados al
camino, en lugares que sin embargo están muy alejados de fuentes de agua (Hyslop 1984: 150-167).
8. EL IMPERIO INKA 479

Fig. 90. Tramo de camino en


la zona desértica que separa el
valle de Moche del de Chica-
ma, y que extraordinariamente
presenta más de 20 m de ancho
(Kosok 1965: 89, fig. 6).

directamente asociadas a estos. Sin embargo, aún públicas en ésta región, en la que los Inka tuvie-
cuando la red de caminos Wari represente un im- ron una presencia indirecta, mayormente susten-
portante antecedente del Qhapaqñan, aparente- tada en la subordinación de las elites locales y los
mente los Inkas no los reutilizaron construyendo asentamientos urbanos que se mantuvieron
sus propios caminos, aún cuando compartían la operativos durante ésta época. Un proceso simi-
misma ruta. En todo caso, donde estos eventual- lar se habría producido en la costa sur central,
mente pudieron superponerse es difícil de esta- con la asimilación del sistema de caminos presen-
blecerlo, dada la naturaleza de las evidencias, por te en el valle de Chincha, y posiblemente tam-
lo que se requeriría de estudios más detallados al bién con aquellos que conectaban Pachacamac y
respecto (Hyslop 1984: 270-274; 1992:130-133). los valles de la costa central con la serranía.
En el caso de la costa norte, es evidente que Construir el sistema de caminos en un territo-
los Inka reutilizaron y mantuvieron en función el rio tan abrupto y diverso como es el andino re-
sistema de caminos desarrollado por las socieda- quirió de un gran conocimiento de la geografía,
des norteñas y especialmente por los estados de las variaciones climáticas y de los tipos de suelos
Lambayeque y Chimú. Este proceder es totalmen- por los que trascurría el camino en diferentes regio-
te coherente con la escasa realización de obras nes. Es así que en distintos contextos se aplicaron

Fig. 91. Tramo de camino que


conectaba Pachacamac con
Jauja, en un sector de la mar-
gen derecha del valle medio de
Lurín, cuya calzada está sopor-
tada mediante la construcción
de grandes muros de conten-
ción, posibilitando su desarro-
llo en laderas de fuerte pen-
diente. (Canziani).
480 JOSÉ CANZIANI

Fig. 92. Camino que atraviesa


un sector de puna mediante
una calzada elevada para supe-
rar las zonas sujetas a periódicas
inundaciones (Canziani).

las soluciones técnicas más convenientes para cada aseguraba que el camino se mantuviera siempre
caso, desarrollando obras de ingeniería que im- por encima del nivel máximo de las aguas en épo-
presionan individualmente, y más si se les consi- ca de lluvia. Estas calzadas estaban también em-
dera como parte del continuo de una obra gigan- pedradas y contaban con canales transversales que
tesca. En los llanos de los desiertos, donde los sue- aseguraban el libre flujo del agua, impidiendo que
los eran arenosos o pedregosos el camino fue el terraplén se convirtiera en un dique inconve-
demarcado colocando postes de madera o levan- niente y evitando así que las aguas lo rebosaran
tando mojones de piedras de trecho en trecho; en (Hyslop 1992: 57-74).
otros despejando de piedras el suelo de la franja En un territorio agreste como el andino, tanto
del camino y/o alineándolas en los bordes de este. en los desiertos costeros como en las húmedas
En casos excepcionales, y sobre todo en proximi- vertientes orientales, y especialmente en las vastas
dad del ingreso a algunos valles costeños, se cons- zonas de montaña que recorría el camino en la
truyeron muros bajos de piedra o de barro. En el mayor parte de su recorrido, éste obligadamente
caso de atravesar terrenos agrícolas, los caminos debía superar las frecuentes y marcadas pendien-
eran delimitados por muros más altos con la fina- tes, que se desarrollaban tanto en el sentido
lidad de proteger los cultivos que se encontraban longitudinal como lateral a su trazo.
a su vera, y en vez de ampliar su sección general- En el primer caso, para superar las fuertes pen-
mente la reducían, seguramente con el propósito dientes en la misma dirección del desarrollo de su
de afectar la menor cantidad de tierras agrícolas. trazo, se construían largas rampas y más frecuen-
En las zonas de puna, atravesando las plani- temente escalinatas. Cuando las pendientes no
cies altoandinas cubiertas de pastos naturales, los eran muy pronunciadas se intercalaban peldaños
caminos presentan los anchos mayores registra- que se disponían entre tramos de calzada que pre-
dos en la sierra y en muchos casos es notable ob- sentaban una ligera inclinación; mientras que
servar que están empedrados, tanto con el propó- cuando la gradiente era mucho más pronunciada
sito de que su construcción resistiera el embate de se construyeron escalinatas de piedra, muchas de
las lluvias, propias de estas alturas, como también las cuales son notables por su excepcional exten-
para ofrecer una calzada más conveniente al vian- sión y especial integración con el paisaje. En el
dante, frente a los suelos expuestos a la acumula- segundo caso, cuando el camino se desarrollaba
ción de agua o de nieve, para lo cual también se en zonas de pendiente lateral, a lo largo de laderas
les dotó de sistemas de drenaje. Finalmente, en de cerros o bordeando vertiginosos precipicios,
suelos inundables propios de zonas pantanosas o con la finalidad de mantener la calzada horizon-
en las márgenes de lagos y lagunas, con la finali- tal o simplemente para contener el terraplén don-
dad de impedir largos rodeos de los caminos, se de esta debía de discurrir, se construyeron gran-
hicieron notables inversiones de trabajo constru- des muros de contención. En algunos casos, espe-
yendo largas calzadas sobre terraplenes, lo que cialmente cuando el camino se enfrentaba a
8. EL IMPERIO INKA 481

Fig. 93. Tramo del camino Inka hacia Machupicchu, donde se aprecia Fig. 94. Escalinata con un despliegue de curvas y contra curvas en
la calzada con el desarrollo de escalinatas para superar zonas con el camino Inka hacia Machupicchu (Canziani).
fuerte pendiente. A la derecha un saliente rocoso parcialmente
modificado mediante la construcción de terraplenes y un muro con
nichos (Canziani).
Fig. 95. Dibujo de Guamán Poma (1980: 328) con la leyenda: go-
bernador de los puentes de este reino.
paredes rocosas de fuerte inclinación, propias de
zonas con precipicios, su construcción fue resuel-
ta recurriendo a muros de contención de gran al-
tura y de sección escalonada, para garantizar de
esta manera su resistencia estructural y lograr una
calzada lo suficientemente ancha como para ofre-
cer condiciones de seguridad para su tránsito
(Hyslop 1992: 74-86).
Finalmente los puentes asociados al camino
Inka tuvieron una notable importancia y un equi-
valente despliegue de recursos técnicos para po-
der superar los frecuentes cauces de torrentes, ríos
y otros obstáculos que se interponían en el terre-
no. En el caso de que se requiriera salvar distan-
cias relativamente cortas, y cuando la luz entre los
apoyos lo permitiera, se empleó troncos de made-
ra o vigas de piedra dispuestas sobre estribos cons-
truidos con piedra en ambas márgenes del río, para
luego cubrir la estructura horizontal con una capa
de tierra y formalizar la calzada de tránsito del
camino sobre el puente. Cuando la luz entre apo-
yos fuera algo mayor, se aplicó una técnica simi-
lar, pero en este caso reduciendo la luz mediante
la proyección de voladizos o ménsulas desde los
estribos (Hyslop 1992: 215-226).
482 JOSÉ CANZIANI

Cuando el camino debía cruzar ríos encajados


en profundos cañones, los Inka o quienes les an-
tecedieron en esta invención, desarrollaron con
los puentes colgantes una innovación tecnología
que se anticipó en algunos siglos al diseño más
frecuente en la construcción de los puentes mo-
dernos (ibid: 226-244). Uno de los más notables
y espectaculares puentes colgantes se encontraba
sobre el río Apurímac, que superaba una vertigi-
nosa luz de 45 m a unos 35 a 40 m de altura sobre
el cauce del caudaloso río. Otro caso similar era el
del puente colgante sobre el río Pampas que al-
canzaba 41 m. de largo (Squier [1877] 1974: 295-
297, 301-302). Pero no se recurría a este tipo de
diseño solamente en el caso de salvar grandes lu-
ces, también los puentes colgantes debieron ser
en muchos casos una solución alternativa a la di-
ficultad de encontrar maderos de largo fuste en
las zonas donde tenían lugar las obras, ya que per-
mitía echar mano a materiales fáciles de conse-
guir en ella, como son las fibras vegetales y ani-
males, para lo cual además se contaba con el vasto
acervo cultural d las tecnologías textiles andinas.
Se ha señalado que los puentes colgantes he-
chos con fibras vegetales implican un mayor man-
tenimiento y su periódica renovación. Sin embar- Fig. 96. Puente sobre el río Apurímac en un grabado de Squier
go, estos factores que podemos considerar relati- ([1877] 1974).
vamente desventajosos, debieron minimizarse
frente no solo a la posibilidad de emplear mate- como el estado Inka designaba a determinadas
riales de fácil acceso, sino también por la amplia comunidades para que efectuaran estas labores
disponibilidad de fuerza de trabajo con que con- como parte de la tributación que les era exigida.
taba la administración del imperio. Al respecto, Más bien parecería que las ventajas que ofrecían
son abundantes los documentos que informan los puentes colgantes llevó a la búsqueda de solu-

Fig. 97. Puente sobre el río


Ollantaytambo en un grabado
de Wiener ([1880] 1993) don-
de se puede apreciar el pilar
central y los bloques colocados
río arriba para defenderlo de las
avenidas.
8. EL IMPERIO INKA 483

Creo yo que desde que ay memoria de jentes no se


a leydo de tanta grandeza como tuvo este camino,
hecho por valles hondos y por sierras altas, por
montes de nieve, por tremadales de agua, por peña
viva y junto a ríos furiosos; por estas partes yva lla-
no y empedrado, por las laderas bien sacado, por
las syerras deshechado, por las peñas socavado, por
junto a los ríos sus paredes entre nieve con escalo-
nes y descansos; por todas partes linpio, barrido,
descombrado, lleno de aposentos, de depósitos, de
tesoros, de templos del Sol, de postas que avía en
este camino ¡O! ¿Que grandeza se puede dezir de
Alexandro ni ninguno de los poderosos reyes que
el mundo mandaron que tal camino hiziesen, ni
enventasen el proveymiento que en él avía?.

Fig. 99. Detalle de la calzada y estructura del puente sobre el río


Pampas en un grabado de Squier ([1877] 1974).

Fig. 98. Puente sobre el río Pampas en un grabado de Squier ([1877]


1974).

ciones para su empleo en condiciones que no eran


las ideales, es decir cuando los ríos no estaban
encañonados y sus márgenes no eran muy eleva-
das, o cuando el ancho de su cauce fuera excesivo.
En este caso aparentemente se habría optado por
elevar la altura de los estribos o subdividir el puente
en dos tramos colgantes, mediante el recurso de
emplazar un pilar intermedio entre los estribos.
La descripción de una solución de este tipo la pro-
porcionan tanto Wiener ([1880]1993: 599-600)
como Squier ([1877] 1974: 274-275) para un
puente que se encontraba sobre el río Urubamba
cerca de Ollantaytambo, y que estaba dotado de
un pilar intermedio construido en medio del cauce
con grandes bloques de piedra, siendo protegido
río arriba por otros enormes bloques que obliga-
ban al rió a bifurcarse en este punto.
Quienes hemos tenido la oportunidad de re-
correr algún tramo del camino Inka y nos hemos
dejado trasportar por el asombro que genera esta
obra centenaria, inmersa en los cautivantes paisa-
jes andinos, podemos simplemente convocar nues-
tra modestia y rendir un homenaje a sus anóni-
mos constructores. Que mejor para esto que con-
cluir citando a Pedro Cieza de León (1985: 185)
uno de sus más tempranos e ilustres admiradores.
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