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Los ángeles que crearon al mundo – El evangelio de Marción

El origen del mundo, en cuanto es explicado por obra de ángeles o demiurgos, está caracterizado por la
inferioridad y la degeneración que significa la relevancia ontológica de estas creaturas en comparación
con Dios. Estas creaturas son una suerte de artesanos. “los sistemas más grandes elaboran la teoría
de un orden inferior que proviene del origen más elevado en larguísimas y cada vez más
complicadas genealogías, una especie de «involución» metafísica que termina en la decadencia
que este mundo representa”. Las figuras responsables del mundo quedan relegadas a la condición de
ser falsas autoridades e imitadoras de la divinidad, producto de su ignorancia: “El mundo, creado por
ellos como imitación ilegítima de la creatividad divina y como prueba de su propia divinidad,
demuestra de hecho su inferioridad en términos tanto de constitución como de gobierno.”

Es característico de los gnósticos despreciar los poderes inferiores de estas criaturas que crearon el
mundo. En los gnósticos cristianos, este rechazo se dirige hacia el Dios del Antiguo Testamento, creador
el mundo, afirmando la existencia de un Dios desconocido del más allá. “el mundo fue hecho no por el
primer Dios sino por un poder que se encontraba muy lejos y separado de la fuente del ser y no
sabía siquiera de la existencia del Dios que se eleva sobre todas las cosas»: Cristo fue el primero
en predicar sobre el Padre Desconocido en el mundo”

b) El Evangelio de Marción

¿Quién fue Marción y cuál es su importancia para el estudio del gnosticismo? “Marción fue el más
resuelto y sólido «cristiano» de los gnósticos, razón por la cual se convirtió en el mayor desafío
para la ortodoxia cristiana”. Se aleja bastante de ciertos puntos comunes en el pensamiento gnóstico,
como lo son la especulación sobre los primeros orígenes, la multiplicación de figuras divinas y
semidivinas, entre otros. No obstante, comparte la “idea de un Dios desconocido opuesto al del
cosmos, la concepción misma de un creador inferior y opresivo y la consecuente visión de la
salvación como liberación de su poder a través de un principio extraño”.

En su formulación más breve, el Evangelio de Marción era el del «Dios bueno y extraño, el Padre
de Jesucristo, que redime de sus pesados lazos y concede la vida eterna a una malvada
humanidad que, sin embargo, es totalmente extraña para él». Este extrañamiento de Dios con los
hombres y su salvación es una manifestación de su absoluta superioridad, que es impedimento para
ocuparse de niveles inferiores a él. En tanto el hombre es una criatura del Dios del mundo y, por ende,
absolutamente extraña para el Dios Bueno, “No hay ningún sentido en el cual la deidad que salva del
mundo tenga algo que ver con la existencia del mundo, ni siquiera el sentido en el cual, según la
especulación gnóstica, alguna parte de éste fue arrojada a la creación por abandono o por fuerza”.
De este modo, en Marción no existe genealogía entre el demiurgo y el Dios Bueno.

La redención según Marción

¿De qué ha salvado Cristo a la humanidad? “Nos ha salvado del mundo y de su dios —dice- para
convertirnos en niños de un Dios nuevo y extraño”. Los hombres son llevados en calidad de
extranjeros a la tierra nativa del Dios Bueno, “su salvación es una compra gratuita llevada a cabo por
Cristo”. Gracias a esta concepción, que implica que los hombres, en tanto son propiedad y súbditos del
Dios del mundo, se entiende que es legítima la obediencia a la Ley mientras se pertenezca a este mundo,
apoyando la creencia judía. “Ciertamente, Marción reconoce este documento del dios del mundo
como auténtico y, en su interpretación, se sitúa junto a la exégesis judía contra sus
contemporáneos cristianos al insistir en el significado literal y rechazar el método alegórico que la
Iglesia aplicó al Antiguo Testamento para establecer una concordancia con lo Nuevo”.
Los dos dioses

En la teología de Marción, existen dos dioses con atributos antitéticos: Uno es «el artesano»
(demiurgos), el «Dios de la creación» (o «generación»), el «gobernador de este eón», «conocido» y
«predicable»; el otro es el Dios «oculto», «desconocido», «imperceptible», «impredicable», «el
extraño», «el extranjero », «el otro», «el diferente», y también «el nuevo». Este dualismo es
rechazado desde el punto de vista cristiano.

En efecto, en Marción se afirma que “El dios justo es el de la Ley, el buen dios, el del Evangelio.”. La
principal propiedad del Dios creador es la justicia vindicativa que Marción simplifica de San Pablo

¿Por qué se afirma que el Dios del Evangelio es desconocido? Porque “no ha participado en la
creación, no hay nada en el naturaleza cuyo rastro pueda siquiera hacernos sospechar su
existencia.”. Nada lo conecta con las criaturas del mundo ni, por ende, está obligado a preocuparse por
el destino del hombre. En efecto, “El Padre que proclamara Jesucristo no podía preocuparse por lo
que era asunto de la naturaleza o de su dios. Esto elimina por completo la idea de una providencia
divina en el mundo”. No obstante, hay una forma en que el Buen Dios interviene en el mundo: el envío
de su Hijo que permite la redención del hombre. El Dios bueno actúa, entonces, por superlativa bondad al
ser un extraño que redime a otros extraños (los hombres).

Gracia concedida libremente

La relación del Dios extraño con el hombre es totalmente gratuita, esto es, un acto de gracia pura. La
gracia se concede libremente, entendiendo libremente desde Marción, en quien significa «ante el
extrañamiento mutuo», es decir, en ausencia de todo compromiso. No hay responsabilidad ni afecto
paternal en esta relación, ni tampoco ideas como llamada al arrepentimiento, la inminencia del juicio, el
miedo y el temblor, o la idea de la reparación,

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