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Universidad de Chile Seminario: Ser y Tiempo

Facultad de Filosofía y Humanidades Profesor: Francisco Abalo


Estudiante: Felipe Richardson N.

B. El ser cotidiano del Ahí y la caída del Dasein

En esta sección del capítulo quinto, el propósito es mostrar los caracteres existenciales
del Ahí del estar-en-el-mundo en la forma particular de la cotidanidad, intentando
responder la pregunta fundamental que dirige la exposición en cuestión: “¿cuáles son
los caracteres existenciales de la aperturidad del estar-en-el-mundo cuando este estar-
en-el-mundo se mueve en la cotidianidad en el modo de ser del uno?” (Heidegger, 2002,
p.190). Lo importante es, en efecto, investigar el comprender, el interpretar, y las
posibilidades de ser del Dasein en cuanto uno (Das man), considerando que “el Dasein
inmediata y regularmente se absorbe en el uno y es dominado por él” (Ibíd.).

En palabras del comentarista Francisco Lara (2015), se trata de “mostrar cuáles son las
formas de apertureidad del Dasein cotidiano: cuáles son las formas de discurso,
comprensión (e interpretación) y disposición afectiva que adopta el uno” (p.159).

§ 35. La habladuría

El primer carácter existencial de la exposición es la habladuría, la cual “constituye el


modo de ser del comprender y de la interpretación del Dasein cotidiano”. (p.190). Este
término mienta, en primer lugar, el discurso expreso, es decir, “como lo hablado, esto
es, lo ya expresado en el habla o discurso” (Lara, 2015: 159). Con esto, Heidegger nos
introduce en el fenómeno de la comunicación cotidiana y compartida públicamente en la
que está envuelto el Dasein de manera habitual, cuya estructura existencial en tanto
elemento constitutivo del Ahí nos ha de ser útil para conocer la estructura general del
estar-en-el-mundo en la cotidianidad. En este fenómeno, se da una comprensión
asumida de los entes y del propio Dasein, fundamentada en la fórmula “La cosa es así,
porque se la dice” (p.191)

A su vez, la habladuría en tanto discurso expreso articulado en un lenguaje, tiene un


cierto estado interpretativo. Heidegger (2002), al respecto de este término, nos dice que
“Al estado interpretativo está entregado el Dasein en forma inmediata y, dentro de
ciertos límites, constantemente; él regula y distribuye las posibilidades del comprender
mediano y de la correspondiente disposición afectiva” (p.190). Esto quiere decir que el
Dasein, en tanto se mueve en la cotidanidad, comprende a través de esta comprensión
media, a través de la habladuría y el estado interpretativo que se inscribe en ella,
operando este último como un elemento tanto vertical como inmanente. En efecto, el
Dasein siempre está en este estado interpretativo, mediado por él en su comunicación
con los útiles y con su propio ser; “No hay nunca un Dasein que, intocado e
incontaminado por este estado interpretativo, quede puesto frente a la tierra virgen de un
"mundo" en sí, para solamente contemplar lo que le sale al paso” (p.192).

Ahora bien, ¿cuál es la significación ontológica de la habladuría respecto al Dasein?


Heidegger responde del siguiente modo: “el Dasein que se mueve en la habladuría tiene,
en cuanto estar-en-el-mundo, cortadas las relaciones primarias originarias y genuinas
con el mundo, con la coexistencia y con el propio estar-en. Se mantiene en suspenso y,
sin embargo, sigue estando en medio del "mundo", con los otros y en relación consigo
mismo” (Ibíd: 192-193). El carácter de suspensión, en conjunto con este corte de las
relaciones primarias, refiere al desarraigo experimentado por el Dasein en tanto su
comprensión está mediada por la habladuría, un modo de ser del discurso que “ya no se
apoya en los entes mismos sino tan sólo en el haber oído decir algo a otros” (Rivera,
2002, p.481).

Asimismo, en tanto la habladuría mienta un desarraigo que imposibilita la apropiación


de las cosas, esta se convierte en obstrucción para una comprensión articulada propia
del Dasein, pues no permite ir al fundamento de lo dicho, esto es, al fundamento de las
cosas de las que habla, imposibilitando interrogar o discutir, pues la comprensión en ella
ya está asumida. En este sentido, se afirma que la habladuría es un cerrar. En síntesis,
“La habladuría, que tiene semejante modo de cerrar, es el modo de ser de la
comprensión desarraigada del Dasein” (p. 192).

§ 36. La curiosidad

La curiosidad es el segundo existencial del Ahí del Dasein en la cotidianidad. Este


término (Neugier) se refiere a la tendencia al “ver” que constituye fundamentalmente la
visión, la cual, a su vez, se fundamenta sobre el comprender (§ 31). Respecto a la
palabra en alemán y su traducción, Rivera (2002) resalta lo siguiente: “La curiosidad es
una forma cadente de cuidado: es un cuidarse de lo nuevo, de lo que puede llamar la
atención, de lo interesante” (p. 482). Se entiende, entonces, que la curiosidad es una
forma relacional del Dasein con los útiles o entes intramundanos.

En efecto, este término mienta una forma de encuentro perceptivo con el mundo a la
cual tiende el Dasein. Recogiendo la herencia filosófica griega, se muestra una primacía
del ver, refiriéndose tanto a Aristóteles como a Parménides. Esta primacía se concibe
como propia del modo de ser del hombre, y se refleja en las expresiones utilizadas que
enumera Heidegger desde San Agustín y la concupiscentia. En efecto, “cuando se habla
de conocer, los otros sentidos hacen suya, por una cierta analogía, la operación del ver,
en la que los ojos tienen la primacía” (p.194).

Una vez se aclarado el fenómeno de la curiosidad y su relación con el comprender y la


visión, se plantean las siguientes preguntas que funcionan como hilo conductor del
parágrafo: ¿Qué pasa con esta tendencia a la sola percepción? ¿Qué estructura
existencial del Dasein se da a conocer en el fenómeno de la curiosidad? (Ibíd.) La
preocupación ha de dirigirse en la línea de la analítica existencial del Dasein que es
propuesta en un inicio de la obra general, buscando las estructuras existenciales que se
“ocultan” en los fenómenos estudiados.

Para desvelar la estructura existencial oculta en este fenómeno, considérese lo siguiente:


El Dasein, que se mantiene en ocupación con los entes intramundanos en tanto útiles
que le son a la mano, también tiene la capacidad de modificar este tipo de acercamiento
con el mundo. Un modo de modificar esto es aquel reposo donde “el cuidado [Sorge]
se sumerge en la circunspección ahora libre” (Ibíd.). Asimismo, la curiosidad como
modo de des-alejamiento puede quedar libre. Una vez libre, Heidegger nos dice que En
este ver, el cuidado no busca una captación [de las cosas], ni tampoco estar en la
verdad mediante el saber, sino que en él procura posibilidades de abandonarse al
mundo. Por eso, la curiosidad está caracterizada por una típica incapacidad de
quedarse en lo inmediato (195). Lo que implica esto, a nivel ontológico, es que el
Dasein se mantenga en un desarraigo, en una carencia de morada
(Aufenthaltslosigkeit], evidenciando un nuevo modo de ser del estar-en-el-mundo.

En otras palabras, Lara (2015) nos dice que “la curiosidad no pretende hacerse con el
ente de una forma cognoscitiva, sino que su modo de huida es más bien el de
abandonarse a la multiplicidad del mundo, pasando de una cosa a otra, accediendo a
esto y aquello sin quedarse ni implicarse en nada” (p. 163). En esta descripción sintética
del fenómeno de la curiosidad, se exponen las principales características ontológicas de
este modo de ser

§ 37. La ambigüedad

La ambigüedad es un fenómeno de la cotidianidad que afecta tanto a la comparecencia


de los entes para el Dasein como a la relación del Dasein consigo mismo. En efecto, “La
ambigüedad no concierne tan sólo a la disposición y libre trato de lo accesible en el uso
y la fruición, sino que ya se ha establecido firmemente en el comprender en cuanto
poder-ser, y en el modo del proyecto y de la presentación de las posibilidades del
Dasein” (196).

Este fenómeno, en tanto carácter existencial de la aperturidad cotidiana, opera junto a la


habladuría y la curiosidad, elementos que posibilitan junto a él este modo de ser del
Dasein en el que su acceso a los entes y a sí mismo está dispuesto de tal modo que
“Todo parece auténticamente comprendido, aprehendido y expresado, pero en el fondo
no lo está, o bien no lo parece, y en el fondo lo está” (Ibíd.). Más específicamente,
Heidegger nos dice que, en cuanto a la relación entre la ambigüedad y los demás
caracteres existenciales: “Esta ambigüedad facilita siempre a la curiosidad lo que ella
busca, y le da a la habladuría la apariencia de que en ella se decide todo” (197). Además
de esto, La ambigüedad, que también presenta un presentir o “estar en la pista”, afecta el
acercamiento del Dasein con las propias posibilidades presentadas por aquella,
despojándolas de su fuerza al reducirlas al mero ejercicio de la previsión.

La ambigüedad no debe interpretarse como un mero estado de perturbación de alguna


fuerza ajena al Dasein o un fenómento autoinducido, pues esta es posibilitada por otro
de los caracteres existenciales del Ahí del Dasein: la condición de arrojado. Lejos de
buscar explicaciones de tal naturaleza, es preciso tomar en cuenta que la ambigüedad
del Dasein “subyace en el convivir en cuanto arrojado” (Ibíd.).
§ 38. La caída y la condición de arrojado

La caída del Dasein (Verfallen) es un modo fundamental del ser de la cotidianidad.


¿Qué significa caída? Significa que “el Dasein está inmediata y regularmente en medio
del "mundo" del que se ocupa. Este absorberse en... tiene ordinariamente el carácter de
un estar perdido en lo público del uno” (198). En la caída se habla de una deserción del
Dasein de poder-ser-sí-mismo propio, sin indicar con esto una caracterización negativa
que pueda propender a realizar una lectura moralizante. Más bien, se trata el fenómeno
unitario que “designa el absorberse en la convivencia regida por la habladuría, la
curiosidad y la ambigüedad” (Ibíd.), esto es, la impropiedad.

Lo impropio no tiene un significado meramente negativo, es decir, que implique una


pérdida de ser de su modo de ser. En palabras del propio de Heidegger, “El no-ser-sí-
mismo representa una posibilidad positiva del ente que, estando esencialmente ocupado,
se absorbe en un mundo. Este no-ser debe concebirse como el modo de ser inmediato
del Dasein, en el que éste se mueve ordinariamente” (Ibíd.)

La caída puede entenderse, además, como una “modalidad existencial del estar-en-el-
mundo” (199). Esta definición general permite enfocar la estructura de este modo de ser
del Dasein, remitiéndose al análisis de la estructura de movilidad en la caída. Pero,
¿Cuál es esta estructura? En aras de identificar esto, lo primero a tener en cuenta es que
la caída del Dasein no proviene desde fuera, es decir, no hay algo ajeno al Dasein que lo
altere de tal modo que le haga caer. En palabras de Rivera (2002) “La idea aquí es que
el propio Dasein se tienta a sí mismo, es decir, que la caída no le viene desde fuera, por
causas externas, sino que le viene desde dentro de sí mismo, desde su propio ser” (482).
Hay, en efecto, en el propio modo de ser del Dasein una tentación por “caer”

A su vez, esta cadencia es tanto tentadora como tranquilizante. Tentadora en el sentido


de que el Dasein está impelido al modo de ser de la caída, y tranquilizante en la medida
en que el uno parece garantizar que todo esté en perfecto orden y que todas las
posibilidades estén abiertas para sí. En su conjunto, “Este doble carácter nos lleva a una
tercera caracterización de la caída: lo alienante. Esta alienación, que le cierra al Dasein
su propiedad y posibilidad, aunque sólo sea la posibilidad de un auténtico fracaso, no lo
entrega, sin embargo, a un ente que no es él mismo, sino que lo fuerza a la impropiedad,
es decir, a un posible modo de ser de sí mismo” (200).

La movilidad cadente del Dasein en su ser propio se denomina despeñamiento


(Absturz). Con este término se busca indicar que “El Dasein se precipita desde sí mismo
en sí mismo, en la carencia de fundamento y en lo inane de la cotidianidad impropia”
(Ibíd.). La forma del movimiento de esta caída es el torbellino o la vorágine, que
permite dar cuenta de la condición de arrojado como un modo de ser del Dasein que,
incluso en la impropiedad, es, en conclusión, un modo de ser posibilitado por la
estructura existencial del Dasein. En efecto, “Todos estos conceptos por así decir
dinámicos, relativos a movilidades, apuntan finalmente a mostrar que incluso la caída es
una forma de llevar a cabo el propio tener que ser es un modo de tenérselas con lo que
Heidegger denominó al principio del capítulo la condición de arrojado (Geworfenheit),
esto es, con nuestro estar siendo y tener que hacer algo con nosotros mismo” (Lara,
2015, p. 166).

Bibliografía

- Heidegger, M. (2002). Ser y tiempo. Santiago de Chile: Editorial Universitaria


- Rodríguez, R., & Lara, F. . (2015). Ser y tiempo de Martin Heidegger: Un comentario
fenomenológico. Barcelona: Tecnos.

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