En cualquier disquisición acerca del tiempo se nos presenta lo misterioso de su naturaleza,
a pesar de que en la cotidianidad sea éste de lo más común y a la mano, por ello es que es lícita siempre la frase -ya hecha un lugar común- de “¿Qué es el tiempo? Si no me preguntas, lo sé, si me preguntas, no lo sé” consignada en el libro 12 de las Confesiones de San Agustín de Hipona. Lejos de pretender aclarar la cuestión del tiempo, la pretensión es la contraria, mostrar toda su dimensión compleja y sin respuesta a través de Jorge Luis Borges, quien en su obra literaria muestra justamente cómo el fenómeno del tiempo no es algo que se pueda explicar de una sola manera. Una mirada somera a la tradición filosófica nos deja entrever que la cuestión del tiempo es capital en cualquier ontología (recordando que la ontología, tradicionalmente, es la filosofía primera) y que está a la base de la dicotomía entre Heráclito y Parménides ¿es el Ser devenir o eternidad? Esta dicotomía se mantendrá en mayor o menor medida a través de toda la historia de la filosofía, como ejemplo de una visión parmenídea está el antes mencionado San Agustín, que en sus Confesiones nos explica cómo el tiempo es eterno presente con posibilidad de la proyección al futuro y el recuerdo del pasado, pero que más allá está el Eterno, Dios, que está en todos los tiempos. Con lo anterior Agustín ponía en el centro de su pensamiento del tiempo a la eternidad, a lo inmutable. Un ejemplo de una visión heraclítea la podemos encontrar en Georg Wilhelm Friedrich Hegel (filósofo que admirara a Heráclito directamente gracias a su amigo Johann Christian Friedrich Hölderlin, el famoso poeta) quien exponía que el Ser se daba en la idea, y está devenía en el espíritu a través de la cultura haciéndose cada vez más concreta hasta llegar a su culmen en el espíritu absoluto, por lo que el carácter de la verdad era necesariamente temporal, y por tanto todo estudio de la filosofía, de las artes, de la religión, etcétera, debe hacerse a través del tiempo. Ahora bien ¿Era Borges parmenídeo o heraclíteo? Es una pregunta mal realizada, la pregunta debería estar referida a cuál texto de Borges se refiere, puesto que no expuso como tal una sola manera de ver el tiempo, e incluso se atrevió a salirse de los límites de esta división Parménides/Heráclito que estamos planteando al escribir una refutación del tiempo. Por motivos netamente explicativos dividiremos las perspectivas trabajadas por Borges en tres: Eternidad, inexistencia del tiempo y devenir. No sin antes recordar que, como bien lo expone muy bien nuestro autor en El idioma analítico de John Wilkins, toda enumeración es artificiosa ya que no puede acceder a la realidad. Jorge Luis Borges en historia de la eternidad declara “El tiempo es un problema para nosotros, un tembloroso y exigente problema, acaso el más vital de la metafísica; la eternidad, un juego o una fatigada esperanza”, y lejos de ser una defensa de la eternidad de los filósofos como Platón o Agustín, es un ataque frontal a ellos que termina con su propia propuesta: La eternidad del instante “me quedé mirando esa sencillez. Pensé, con seguridad en voz alta: Esto es lo mismo de hace treinta años...” es solo la vivencia desnuda que nos cubre y nos remite a otros tiempos, la que nos lleva a la experiencia de la eternidad por sentir que el tiempo jamás ha pasado, que el presente se remonta al pasado como parte de la misma esencia. La cita anteriormente citada es de un cuento de Borges que usa también en el texto “Nueva refutación del tiempo” que define como “la anacrónica reductio ad absurdum de un sistema pretérito o, lo que es peor, el débil artificio de un argentino extraviado en la metafísica.” Esta condición es tal, sin embargo, por su fecha de publicación, ya que afirma que otra cosa completamente diferente sería si fuera publicada en el siglo XVIII. La nueva refutación del tiempo es un texto donde llega hasta el límite las posibilidades del idealismo, con Berkeley el mundo exterior desaparece totalmente siendo solo ideas de la mente, y con Hume muere el sujeto, el yo es solo una ficción, entonces Borges se pregunta ¿por qué mantener el tiempo? Esta reducción al absurdo es la que sostiene todo el texto, creando una situación bastante compleja de comprender al llevar hasta lo más hondo el pensamiento idealista, siendo el límite de lo contraintuitivo ya que de esto solo resulta el instante, el momento, de esta manera quien recita un verso de Shakespeare es el mismo Shakespeare, desaparece el tiempo que separa el Shakespeare del que lo recita, desaparece del mismo modo la diferencia entre Shakespeare del recitador y todas las circunstancias históricas de los dos sujetos que no son tal. Es más notoria esta desaparición en el sueño de Chuan Tzu, donde cada persona que sueñe el sueño de Chuan Tzu es ella misma Chuan Tzu, o más específicamente, la mariposa, ya que no hay sujetos ni realidad, y con Borges desaparece también el tiempo, creando la identidad absoluta. La identidad entre vivencias se sigue, además de lo anteriormente dicho, de que “es evidente que el número de tales momentos humanos no es infinito. Los elementales —los de sufrimiento físico y goce físico, los de acercamiento del sueño, los de la audición de una sola música, los de mucha intensidad o mucho desgano— son más impersonales aún”, los momentos humanos no son separados por el tiempo, porque basta con intuir dos momentos de estos “repetidos” para darnos cuenta que son el mismo. Menos contraintuitiva será la posición de Jorge Luis Borges en sus poemas, y si antes se expresaba en sus visiones del tiempo un ejercicio del pensar, ahora se verá antes que nada una sensibilidad en el hombre que ve su tiempo desvaneciéndose, del hombre que envejece. Verbi gracia en su poema Heráclito dice versos como estos “con el asombro de un horror sagrado/ que él también es un río y una fuga. / Quiere recuperar esa mañana/ y su noche y la víspera. Pero no puede” para finalizar con los desgarradores versos “Heráclito no tiene ayer ni ahora. / es un mero artificio que ha soñado/ un hombre gris a orillas del Red Cedar, / un hombre que entreteje endecasílabos/ para no pensar tanto en Buenos Aires/ y en los rostros queridos. Uno falta”. Como conclusión, diremos que las tres visiones del tiempo enunciadas aunque sean contradictorias no lo son más que en apariencia, ya que responden todas a la vivencia que tiene el argentino del tiempo, desde las vivencias puramente intelectuales en sus estudios metafísicos hasta la vivencia del tiempo que se ha ido, desde Jorge Luis Borges podremos decir que el tiempo no es un fenómeno unitario o que podamos comprender en su totalidad, sino que lo podemos comprender solo de forma escorzada a través de las diferentes maneras de vivirlo.