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PERIODO CLASICO

? – siglo XI d.C.

Se ha llamado Periodo Clásico al que en las áreas mencionadas abarcó varios siglos de muy grande
desarrollo cultural. Puede decirse que este periodo se inició desde algún tiempo antes de los
comienzos de la era cristiana y terminó, con variantes en las distintas regiones, hacia el siglo XI d.C.

PERIODO POSCLASICO

POSCLASICO MEDIO – SUPERIOR

1200 – 1521 d.C.

A los años comprendidos entre 1200 y 1521 d.C. los arqueólogos han llamado Posclásico Medio y
Superior.

Orígenes y desarrollo de Mesoamérica

Miguel León-Portílla

Los primeros pobladores de lo que hoy es México llegaron hace aproximadamente 25 000 años.

Desde entonces hasta hace cerca de 7 000 años cambiaron muy poco su forma de vida. Durante los

miles de años anteriores al inicio de tales cambios esos hombres y mujeres vivieron en cuevas,

abrigos rocosos y enramadas. Se mantenían de frutos silvestres que recogían y de la pesca y la

cacería. Sus armas y utensilios eran de piedra, madera y hueso. La cacería les proporcionaba las

pieles con que se cubrían. Todo ese tiempo fue el de la Prehistoria.

Un primer cambio, de enorme importancia, ocurrió cuando algunos de esos antiguos pobladores se

dieron cuenta de que, si depositaban en la tierra algunas de las semillas que recogían, éstas crecían

y podían convertirse en su alimento. Largo y difícil fue el proceso de lo que se ha llamado la

domesticación de las plantas. Poco a poco fue surgiendo así la agricultura en algunos lugares. Entre

ellos estuvieron la región de Tehuacán en Puebla y también la sierra en Tamaulipas. El cultivo de


plantas como la calabaza, el chile, el fríjol y el maíz exigió largas observaciones e intentos para

lograrlo. Llegar al cultivo del maíz fue particularmente difícil y requirió muchos años.

La práctica de la agricultura propició que esos pobladores empezaran a establecerse en lugares fijos,

cercanos a donde cultivaban sus plantas. Así fueron apareciendo las primeras aldeas. A medida que

estas tuvieron mayor número de habitantes, fueron produciéndose otros cambios.

Un nuevo logro consistió en la producción de vasijas y otros recipientes hechos de barro cocido, es

decir, la cerámica. Antes, para guardar y transportar las semillas y otras cosas, se valían de vejigas

animales y de redes de diversos tamaños, unas de tejido más cerrado que otras. Por ese mismo

tiempo la agricultura abarcaba ya otras semillas como el algodón y el amaranto.

El crecimiento de las aldeas, el cultivo de plantas y la posesión de utensilios de piedra, barro, madera

y hueso, así como de telas hechas de algodón tejido, requirió nuevas formas de organización. Los

antiguos jefes tribales propiciaron que en las aldeas más grandes sus habitantes se dedicaran a

diversas actividades. Unos cultivaban la tierra, otros edificaban las habitaciones. Había quienes

ejercían como guerreros, primero para proteger a la gente y luego para someter a otros pueblos.

Lugar muy importante tuvieron los artesanos y más grande aún los que se dedicaban a la adoración

de los dioses y a la enseñanza de los niños y jóvenes.

El desarrollo de una civilización originaria

Mientras en muchos lugares de México las transformaciones culturales que se han descrito fueron

consolidándose, en otros fueron más lentas o no se produjeron. Ello ocurrió en el norte del territorio

mexicano. Un caso extremo lo ofrecen los antiguos pobladores de Baja California, que continuaron

alimentándose de los productos de la caza, la pesca y la recolección de frutos. En otras regiones

norteñas, por influencia de los pueblos del centro y del sur, se practicaron formas limitadas de

agricultura.

Ahora bien, muy grandes fueron los cambios que se dejaron sentir en la que se conoce como región

habitada por los olmecas. Esa región se halla en los límites de los actuales estados de Veracruz y

Tabasco. Allí, las aldeas comenzaron a transformarse en centros protourbanos. De ello dan

testimonio los restos arqueológicos en sitios como La Venta, San Lorenzo, Tres Zapotes y otros.

Este desarrollo comenzó a producirse hacia 1500 a.C. En esos centros se erigieron las más antiguas

edificaciones religiosas. También hubo creaciones artísticas muy notables, como las colosales

cabezas humanas en basalto, los altares y las representaciones de dioses. De igual manera se

iniciaron el calendario y la escritura.

Los olmecas irradiaron su influencia en diversos lugares de lo que hoy se conoce como Mesoamérica;

es decir, el área geográfica donde se desarrolló una civilización originaria. Entendemos por ésta la

que surgió sin influencia de otros pueblos. A lo largo de la historia universal han sido pocas las

civilizaciones originarias. Desarrollaron formas complejas de organización social, política, religiosa y


palacios, juegos de pelota y, en las afueras, casas habitación. La Pirámide de Tlahuizcalpanteuctli,

el Señor de la Aurora, tuvo un pórtico al frente, muy semejante al que se construyó en el Templo

de los Guerreros, en Chichén Itzá, Yucatán, durante el Posclásico maya, que muestra irradiación

cultural tolteca.

Según varios relatos, Tula tuvo dos momentos de decadencia, uno a fines del siglo X d.C. Entonces

Quetzalcóatl se vio forzado a abandonar su metrópoli por obra de hechiceros, seguidores de su

adversario, el dios Tezcatlipoca. Acerca de Quetzalcóatl algunos antiguos textos en náhuatl refieren

que una de las principales causas de la llegada de esos hechiceros fue que él se oponía a los

sacrificios humanos. Después de la partida de Quetzalcóatl hubo otros gobernantes en Tula. A fines

del siglo XI d.C., el señor Huémac fue el último en el poder. Se dice que se suicidó.

Tula dominó muchos lugares en el centro y sur de Mesoamérica. Hay evidencias de que, al ocurrir

la huida de Quetzalcóatl y más tarde la muerte de Huémac, la penetración tolteca llegó hasta Yucatán

y Guatemala.

Etapa final en el desarrollo de Mesoamérica

A los años comprendidos entre 1200 y 1521 d.C. los arqueólogos han llamado Posclásico Medio y

Superior. Durante ese lapso se desarrollaron nuevas crisis, reacomodos de pueblos así como el

florecimiento de los mexicas o aztecas. Con ellos se cerró la historia independiente de los habitantes

de Mesoamérica.

En cuanto a las regiones norteñas, los cambios fueron mucho menores, ya que en gran parte

perduraron allí los rasgos y elementos de sus antiguos pobladores. La mayoría continuó viviendo en

aldeas con formas limitadas de agricultura. La recolección, la cacería y la pesca siguieron

practicándose. Entre algunos pobladores, como los seris de Sonora y los nativos de la Baja California,

las condiciones de vida continuaron siendo las de seminómadas, sin agricultura ni producción de

cerámica.

Si al ocurrir el abandono de Tula se produjeron crisis y movimientos de pueblos, también sucedió

esto fuera de la Mesoamérica nuclear: mas allá de sus límites norteños se iniciaron por ese tiempo

grandes migraciones. Tal fue el caso de los seguidores del caudillo Xólotl; eran estos portadores de

la flecha y el arco, cazadores y recolectores; se vestían con pieles de animales, trasportaban a sus

hijos en redecillas y hablaban la lengua pame, emparentada con el otomí.

Conocidos como chichimecas de Xólotl, penetraron en el valle de México y establecieron contacto

con las gentes que ahí vivían. Entre otros estaban los habitantes de Culhuacán y de Chalco, de

raigambre tolteca. Tras prolongada convivencia, los chichimecas de Xólotl fueron estableciéndose

en diversos sitios, donde organizaron algunos señoríos o se mezclaron con quienes allí moraban.

Esto último fue el caso de Tenayuca, Xaltocan y Azcapotzalco. Nuevos total o parcialmente fueron

los asentamientos de estos chichimecas en Texcoco Tlatzallan-Tlaloztoc, cerca de Coatlichan, así

como en Tepetlaoztoc y Oztoticpac. Cabe señalar la presencia de la palabra oztoc, que significa
“cueva”, en varios de los nombres de esos lugares, en rememoración de las cuevas en que los

chichimecas habían vivido en el norte.

Poco a poco, durante varias generaciones, estos chichimecas transformaron su forma de vida. El

estudio de cómo ocurrió esto es muy interesante, ya que permite apreciar cómo se produjeron los

cambios hasta que se consolidaron en el valle de México importantes señoríos como Texcoco,

Xochimilco, Azcapotzalco, Cuahtinchan y otros ya mencionados. Las transformaciones consumadas

incluyeron la adopción de la agricultura, la vida urbana, las creencias y prácticas religiosas de origen

tolteca así como la lengua náhuatl.

Como una sombra que parece oscurecer la grandeza lograda por los mexicas y los mesoamericanos

en general, no es posible ocultar práctica ritual de los sacrificios humanos. Ha habido quienes se

resisten a aceptar que los hubo, aunque son muy numerosos los testimonios que certifican su

existencia. En vez de negar su realidad, lo importante es intentar explicarla.

En primer lugar está el hecho de que en todas o la mayor parte de las antiguas culturas hubo

sacrificios humanos. Lo extraño es, sin embargo, que en Mesoamérica perduraron hasta la llegada

de los españoles. Sin negar esto, parece posible interpretar su significación.

Los mesoamericanos tenían la convicción de que sus dioses se habían sacrificado para dar nueva

vida al mundo después de la última destrucción cósmica. El relato describe cómo ello ocurrió en

Teotihuacan, que existió como realidad primordial antes de la restauración del mundo. Ahora bien,

varios textos nahuas expresan que si los dioses se sacrificaron por los seres humanos, éstos debían

corresponder asimismo con su sangre y su vida. El sacrificio humano era la respuesta al sacrificio

divino.

Acudiendo a las creencias cristianas, en ellas se reconoce que Jesús, para redimir a la humanidad,

decidió inmolarse en un sacrificio, a la vez humano y divino. Y también de acuerdo con el dogma

cristiano, quienes lo aceptan, al participar en la eucaristía, piensan que consumen el cuerpo y la

sangre de Jesús, cuyo sacrificio se reactualiza en el sacramento de la misa.

Esto muestra que la creencia de que sólo por medio de la sangre hay salvación constituye un

paradigma mental presente en diversas culturas. Entendido así el sacrificio humano, debemos

reconocer que, aunque hoy nos parezca horrendo, tiene un sentido profundo, como lo percibió fray

Bartolomé de Las Casas, quien vio en él la suprema forma de ofrenda dirigida a corresponder al que

fue primordial sacrificio divino.

México-Tenochtitlan y el gran conjunto de las creaciones de los mexicas fueron, por así decirlo, la

fachada última de la civilización originaria de Mesoamérica. Los presagios funestos que, según varios

relatos, llegaron a conocer Moctezuma, su pueblo y sus aliados fueron anticipo de una confrontación

de los mexicas con seres desconocidos y no imaginados. Esa confrontación trajo consigo la lesión

más profunda y duradera en el ser de toda Mesoamérica.


Pero cabe preguntarnos: ¿marcó ella su acabamiento total? Lo que veremos muestra que de varias

formas Mesoamérica perdura en el ser del México moderno. Éste sin duda participa hoy en la cultura

occidental, pero en convivencia con la matriz original mesoamericana. Más aún, Mesoamérica ha

extendido su esfera de irradiación no sólo a todo el norte del país sino también más allá de sus

fronteras y se deja sentir en muchos aspectos de la vida de millones de mexicanos establecidos en

el vecino país del norte.

¿Cuándo comenzó la historia de México? La respuesta es que en los tiempos en que sus antiguos

habitantes lograron creaciones culturales, muchas de las cuales perduran hasta hoy en el moderno

país. Entre ellos y nosotros hay ciertamente continuidad. Si prescindiéramos de los rasgos y

elementos que tienen sus raíces en el pasado prehispánico, no entenderíamos lo que son hoy México

y los mexicanos.

Entre esos rasgos y elementos sobresalen sus lenguas, no pocas hasta hoy habladas, que han

influido en el español de México. Muchas palabras, sobre todo de la lengua náhuatl, se han

incorporado a él. Las palabras dejan ver la perduración del legado indígena en no pocos campos de

la vida cotidiana. En este sentido, son algo así como el registro de una herencia cultural que

sobrevive.

Los indígenas mexicanos fueron y son amantes de la música y el baile. Varias palabras nahuas

nombran instrumentos musicales y bailes. El huéhuetl es un tambor vertical que se toca con las

manos; el teponaztle es también instrumento de percusión, hecho de un tronco ahuecado, que se

coloca horizontalmente, con una horadación en su Parte superior, y en sus extremos lengüetas que,

al ser golpeadas con unos palitos, resuenan.

Otro instrumento musical, el tololoche, de tololontic, “redondo”, es un contrabajo de cuerdas, casi

seguramente ideado durante la época colonial. A su vez, mitotesignifica originalmente “baile” y, por

extensión, “bulla”, “alboroto”. Huapango,derivado de cuauhpanco, tablado Para bailar. De él

proviene el nombre de un son que se acompaña con música de quinta, jarana, violín y guitarra.

Perduran los nombres de muchas edificaciones como los teocalli, “templos”, y también vocablos

relacionados con la construcción: los malacates o cabrestantes, especie de poleas; los jacales,

construcciones sencillas, algunas hechas con madera y paja o zacate, otras con piedra, que puede

ser tepetate o tezontle. Hay techos de tejamanil y otros recubiertos con chapopote. Invenciones

prehispánicas son las chinampas, los temazcales, los apantles para conducir el agua. Hay casas

con tapanco (de tapantli, “azotea”), que también significa “desván” o “doblado”.

Existen tianguis, tlapalerías y tinacales, para fermentar el pulque. Y no falta la tiza, que puede servir

para pintar.

Muchos son los árboles cuya madera aprovechaban los nahuas y cuyos nombres hasta hoy se

conservan: ahuehuetes, pochotes, ocotes, oyameles, huejotes, mezquites, amates, tepozanes,

hules, guayules, achiotes, nopales y el copal o resina.


Del mundo de los animales domésticos son el guajolote, la pipila, el centzontle y el escuincle o perro

pelón. Entre los que gozan de libertad están los zopilotes, tecolotes, huilotas, quetzales,

chichicuilotes, tlacuaches, coyotes, ocelotes, mapaches, cacomizcles, tepescuintles ytambién los

pequeños pinacates, jicotes, ajolotes, claconetes y zanates.

Las gentes prehispánicas cultivaron plantas y frutos que hasta hoy se consumen, conocidos con sus

nombres en náhuatl: tomates, jitomates, aguacates, paguas, quelites, tejocotes, cacahuates,

nopales, capulines, chiles, zapotes, chayóles, chicozapotes (de tzic-tli, chicle), ejotes, huauzontles,

camotes, jicamas, jimicuiles, chilacayote, huauhtli, peyote, epazote, los elotes de la milpa y

la chía, a los que favorecía la llovizna o chipichipi.

Aprovechando esos frutos y otros muchos recursos floreció un arte culinario del que hasta hoy

pueden degustarse muchos platillos y bebidas. Cabe recordar los tamales, pozoles, atoles,

chilaquiles, enchiladas, totopos, tlacoyos; el pinole, chocolate, tepache, mezcal y tequila; los

variados moles, el guacamole, chilpocle, chilpachole, huitlacoche, los ezcamoles y cocoles, así como

los tacos de nenepil, los mixiotes y asimismo, aunque para causar mal, el toloache.

En la vida cotidiana es frecuente emplear palabras como apapachar, enchilar, pepenar,

achichinar, que equivale a quemar; apachurrar, encuatar, petatearse, tata, chamaco, escuincle,

cuate, cuatacho, coconete, chilpayate, pipiolera, tocayo, pilmama, chichis, cuíco, por policía,

contlapache, palero (de paliuhqui, “ayudar”), coyón, achichincle, pizca, itacate, piocha, chipote y

titipuchal.

Y para preparar comidas y bebidas no deben faltar los comales, molcajetes, lasjícaras, los metates,

molinillos (castellanización del vocablo náhuatl moliniani,“batidor”, que se usa para batir el

chocolate), los popotes, los tejolotes, y si algo se rompe, quedan como recuerdo

los tepalcates. Otros objetos hay también muy útiles: equípales, -mecates, mecapales, ayates,

huacales, petates, petacas, los cacles o zapatos y hasta los papalotes para jugar con ellos.

Para no alargar la lista, pueden recordarse los nombres de algunas prendas femeninas: los

bellos huípiles, los chincuetes, los hermosos quechquemes y los costosos abrigos de piel de ocelote.

Además de todos estos elementos tangibles, el legado indígena incluye una rica literatura. Abarca

ésta los códices o libros prehispánicos mayas, mixtecos y del Altiplano Central, así como otros,

mucho más numerosos, de tiempos posteriores a la Conquista. Asimismo textos en lenguas náhuatl,

maya, quiche, zapoteca y otros idiomas. En ellos se conservan poemas y cantos, relatos míticos,

antiguas oraciones, discursos y recordaciones históricas. De igual manera han perdurado herbarios

y otros manuscritos relativos a la medicina indígena. Todo esto muestra cuántas cosas nos han

llegado de la cultura indígena. Y hay que añadir que sólo se han citado vocablos del náhuatl y no de

las otras lenguas indígenas.


Rasgos culturales heredados del mundo indígena son también las formas de cortesía, el uso

frecuente de diminutivos, el sentido comunitario, el apego a la familia, la sensibilidad artística,

algunas formas de religiosidad como el culto a Nuestra Madre Guadalupe y a Nuestro Padre Jesús.

Esta dualidad evoca a la prehispánica Ometéotl-Tonantzin, Totahtzin, el Dios Dual, Nuestra Madre-

Nuestro Padre.

También hay miles de nombres de pueblos, montes y ríos a lo largo y ancho de la geografía de

México en náhuatl, purépecha o tarasco, en maya, en otomí o ñahñú y en otras varias lenguas.

Algunos de estos nombres son muy bellos como Iztaccíhuatl, “mujer blanca”; Cosamaloapan, “en el

río del arco iris”; Papaloapan, “río de las mariposas”; Xochimilco, “en la sementera de flores”;

Teotlalpan, “en la tierra grande o divina”; Tlalixcoyan, “donde se hace llana la tierra”, y la lista podría

alargarse casi sin fin.

El nombre mismo de México, “en el ombligo de la luna”, y los de la mayoría de los estados recuerdan

la presencia indígena: Sonora, Chihuahua, Coahuila, Tamaulipas, Sinaloa, Nayarit, Zacatecas,

Jalisco, Michoacán, Colima, Tlaxcala, Guanajuato, Querétaro, Oaxaca, Chiapas, Tabasco y Yucatán.

Realidad visible son los miles de monumentos, muchos de ellos extraordinarios, en numerosas zonas

arqueológicas y que tanto atraen a mexicanos y extranjeros.

Y por encima de todo está la presencia de varios millones de descendientes de los pueblos

originarios, con los cuales la mayoría de los mexicanos estamos íntimamente relacionados por

nuestro ser mestizo. En fin, el escudo nacional es también de procedencia indígena: el águila erguida

sobre un nopal y devorando una serpiente es evocación de la señal anunciada a los fundadores de

México-Tenochtitlan.

Es cierto que a este rico legado cultural y humano, a partir del encuentro con los españoles, se han

sumado otros muchos elementos y rasgos de origen europeo en su versión hispánica y también de

procedencia africana y de otros orígenes. Otro hecho de suma importancia es, por supuesto, la

vigencia de la lengua española, medio de comunicación entre todos. Pero hay que reconocer que lo

que llegó desde que ocurrió el encuentro inicial y a lo largo de los tres siglos de lo que fue la Nueva

España y hasta el presente se ha injertado en el tronco original indígena.


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Historia de México, México, 2010, FCE, SEP, capítulo II, Pág. 45-71

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