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En: A. Cortina-J. Conill (directores), "El sentido de las profesiones", Navarra, Verbo Divino, 2000. Presentacién El sentido de las profesiones 1, Profesiones: un valor en alza Ante la pregunta “qué es una profesidn?”, cualquier ciudadano corriente contestarfa como lo hizo Max Weber hace ya un siglo: “Es la acti- vidad especializada y permanente de un hombre que, normalmente, constituye para él una fuente de ingresos y, por tanto, un fundamento econd- mico seguro de su existencia”. Sustituyendo el término “hombre” por “persona” o “ser huma- no", dado que a lo largo de este siglo las mujeres se han ido incorporando a la vida profesional, la caracterizacién de Weber seguirfa valiendo: la profesién es la actividad especializada de una per- sona, con la que se gana habitualmente su sus- tento, en un mundo en el que la fuente principal de ingresos de buena parte de la poblacién es el trabajo. Sin embargo, si lo piensa con cierta deten- cidn, el ciudadano corriente se percataré de que |a profesidn no es sélo eso, de que no es sélo un instrumento individual para conseguir el dinero con el que mantenerse, sino bastante més. M. Weber, La erica protestante y elespritu del eapita- smo, Peninsula, Barcelona 1969, p. 82, nota 1. VI Adela Cortina __ En principio, porque la actividad profesional sma cobra su sentido de perseguir unas decer- minadas meras, desde la salud del paciente a la informacién de los ciudadanos, o desde la 6ptima gestién de los recursos al_progreso del conoci- miento. La actividad profesional no es sélo un medio para conseguir una meta que esté situada fuera de ella (el ingreso), sino una actividad que tiene el fin en si misma. Por decirlo con Aristéte- les, no es pofesis, accign mediante la cual se obtie- ne un objeto situado fuera de ella, sino préxis, accién que se realiza por s{ misma; no es privis arelés, sin fin interno, sino prixis teleia, que con- tiene en si misma el fin. Evidentemente, quien ejerce una profesién puede buscar con ella tinicamente lograr el sus- tento, y, en tal caso, ése serd su mévil subjetivo, pero conviene recordar que ésa no es la meta de la profesién misma, no es el fin que le da sentido y legitimidad social’. Por eso, quien ingresa en la profesién debe intentar alcanzar la meta que le da sentido, y la sociedad puede reclamarle explicita- mente en cualquier momento que lo haga. En segundo lugar, la profesién no es s6lo una actividad individual, sino gjercida por un conjun- 10 de personas, de “colegas” en cl sentido amplio del término (pertenecientes al mismo collegium, més o menos institucionalizado), que, con mayor © menor conciencia de ello, forman una cierta comunidad, porque deben perseguir las mismas ‘metas, utiizan la misma jerga, se sirven de unos métodos comunes y asumen el érhos, el caricter de la profesién. Las personas tienen un cardcter, pero también lo tienen las profesiones, y el con- junto de profesionales encarna de alguna forma el tihos de la profesion. » A. Cortina, Ciudadanos del mundo, Alianza, Madrid cap. 5; Hasta nn pucblo de demonies, Taurus, | cap. X Presentacén | 15 Por otra parte, y en tercer lugar, el ingreso en una actividad y en tuna comunidad profesional determinadas dora al profesional de una peculiar identidad y genera en un peculiar sentido de pertenencia. Junto a las identidades que cobra por pertenecer a una familia, un pafs o una comunidad creyente, el profesional se sabe también juez, inge- niero o sacerdote, perteneciente por ello al grupo de quienes comparten con él esa identidad. Por eso, la profesién es social y moralmente mucho més que un medio individual de procu- rarse el sustento. Podriamos caracterizarla como. una actividad social cooperativa, cuya meta interna consiste en proporcionar a la sociedad un bien espe- cfico e indispensable para su supervivencia como sociedad humana, para lo cual se precisa el concur- so de la comunidad de profesionales que como tales se identfican ante la sociedad. La importancia social y moral de las profe- siones reside, pues, en primer lugas, en el bien expecifico que cada una de ellas proporciona a la sociedad; pero no sélo en eso, sino también en su capacidad para crear identidad y comunidad, aun- que sea muy amplia y difusa, en tiempos de indi- Vidualismo anémico, en su capacidad para gene- rar y fortalecer redes sociales y para potenciar las virtudes, la excelencia necesaria para alcanzar la meta, frente a la mediocridad que respiran el burocratismo y la pura legalidad. Una sociedad que no desee tener por referen- tes tinicamente dos lados, el mercado y el Estado, necesita potenciar las asociaciones intermedias de todo tipo capaces de generar sustancia moral, y, entre ella, las asociaciones profesionales. Porque es en las distintas esferas sociales donde deben encarnarse las aspiraciones morales de una socie- dad, y las profesiones constituyen parte impor- tante de esas esferas de la vida social. Estas son algunas de las razones de peso por las que distintos grupos invican hoy a revitalizar 16 | Adela Cortina el mundo de las profesiones, responsables a fin de cuentas de buena parte de la actividad social. tra razén seria el descontento de algunos profe- sionales con el modo deshonesto como algunos de sus colegas ejercen la profesién, que les lleva a proponer desde distintas instancias la elaboracién de cédigos éticos de la profesidn y la creacién de comités de seguimiento para controlar el cumpli- miento de esos cédigos. Y como veremos en las piiginas que siguen, es cierto que tales eddigos han proliferado, como también los comités. Sin embargo, a menudo el deseo de dotarse de un cédigo no viene sdlo del afin de reconocer en yor alta las buenas o las malas précticas de la profesién, sino de un motivo también moral, aunque de distinto signo: de la aspiracién al reco- nocimiento social, del afin por parte de quienes trabajan en tareas todavia difusas de lograr una delimitacién de esas tareas y un reconocimiento social de que es a ellos a quienes compete Hlevar- las a cabo. Es, como deciamos antes, el deseo de identidad profesional, que supone sin duda un mayor prestigio social y, en ocasiones, un ascenso econémico. Razones como éstas han puesto sobre el tape- te desde hace algunos afios la necesidad de revi- talizar las actividades profesionales, de “elevar su moral” en las distintas acepciones a las que hemos aludido, Justamente esto ocurre cuando se diluye la separacién entre “profesiones” tradicio- nales y “oficios”, pero no porque la tendencia consista en convertir todo en oficios, sino, por el contrario, porque el deseo mas extendido es el de clevar la propia actividad a la categorfa de “profe- sién”. En este rio revuelto conviene ir aclarando ciertos puntos y, como ejemplo, este volumen presenta las peculiaridades de diez tipos de acti- vidades que se consideran profesiones, aunque hayan accedido al rango de profesién en tiempos Prermtacén 117 muy diversos y aunque cumplan de forma muy distinea los “requisitos” que parecen exigirse para convertir una actividad social en profesién. En este primer articulo del volumen nos pro- ponemos tinicamente mostrar los rasgos comu- nes a las distintas profesiones, mostrar los rasgos del éehos profesional y, sobre todo, aclarar cul es su sentido y cémo deberian enfocarse para gene- rar progreso ~y no regreso— moral, cémo podria “explotarse” el potencial de las actividades profe- sionales para avanzar éticamente, en ver de retto- ceder. Con este fin importa contemplar, siquiera sea brevemente, la historia del éthos profesional. 2. El éthos profesional: ética de la vida corriente Las primeras profesiones de las que tenemos noticia son esencialmente tres: sacerdote, médi- co, jurista. Cada una de ellas proporciona a la humanidad un bien indispensable para la vida personal y social: el cuidado del alma, el cuidado del cuerpo y el de la relacidn social’. Por eso, quienes ejercen estas profesiones no sélo tienen que seguir un peculiar aprendizaje en cada caso para ingresar en la profesidn, sino que deben pro- nunciar un juramento por el que se comprome- ten a obedecer sus reglas y a intentar proporcio nar el bien correspondiente, mas alld de su interés egoista. Con ello, se incorporan al grupo de quie- nes a su vez pronunciaron el juramento, pasaron un periodo de aprendizaje y se comprometieron con las mismas metas. El grupo de profesionales aparece entonces como un grupo privilegiado, “separado” del resto de la sociedad a la que sirve, precisamente por la grandeza del bien que pro- porciona. "1D. Gracia, Fondamentos de biotica, Eudema, Madrid 1988, pp. 50 ss.

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