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Descartes

René Descartes nació en La Haye, Francia (1596). Recibió una formación escolástica y estudió Derecho.
Murió en 1650 de una pulmonía en Suecia. La filosofía de Descartes le sitúa dentro del Racionalismo.

Razón y método. El criterio de verdad

Lo que primero empezó a preocuparle a Descartes fue que aún siendo la razón humana la misma en la ciencia
y en la filosofía le falta un método adecuado. Así, Descartes introduce un método matemático en la filosofía,
para dotar a la razón humana de un criterio de verdad definitivo e inapelable.

Descartes, de acuerdo con Galileo, ve en las matemáticas la ciencia capaz de poner un orden en el caos. Tanto
Galileo como Descartes participaban de la veneración que Platón tenía sobre las matemáticas. Las ciencias
que contribuyen al propósito de Descartes son la lógica, de las matemáticas la geometría y el álgebra.

Descartes esta seguro que con el mismo método usado en la geometría y matemáticas, en la filosofía
llegaremos a una gran verdad, puesto que tan cierto es que 2+2=4 como que yo estoy aquí, o que Dios existe.

Descartes enumera hasta veintiuna reglas en el método cartesiano, las cuales reduce en el Discurso del
Método a cuatro fundamentales, subrayando que su reducción les da mayor efectividad, puesto que en el
conocimiento, las reglas han de ser pocas y claras, puesto que si hay muchas, llegan a confundirse. Se intenta
lograr la verdadera filosófica por medio del buen uso de la Razón o el buen sentido (bona mens), que se trata
de la capacidad que tiene todo ser humano de juzgar bien y distinguir lo falso de lo verdadero. A continuación
los cuatro preceptos o reglas:

• Primer precepto: El de la evidencia, cuyo acto es la intuición, acto plenamente racional por el que la
mente percibe su propio concepto y se hace transparente a si misma, aquí hay que evitar
cuidadosamente la precipitación y la prevención, es decir, ni admitir principios claros, ni dejar de
asumir principios evidentes. Sus dos notas son: la claridad (es decir la presencia o manifestación total
de un conocimiento a la mente) y la distinción (que consiste en que una idea distinta no puede ser
confundida con otra que aparece separada de las demás)
• Segundo precepto: El del análisis, por el que se dividen las ideas compuestas en ideas simples, únicas
sobre las que la mente puede tener evidencia.
• Tercer precepto: El de la síntesis, cuyo acto es la deducción, procedimiento ordenado propio de la
geometría, por el cual se forma una cadena de intuiciones parciales.
• Cuarto precepto: El de la revisión y enumeración completa, o comprobación del análisis y de la
síntesis para reconducir el procedimiento entero a la evidencia intuitiva.

La finalidad del Método es dirigir bien la razón.

Los 4 preceptos se reducen a la evidencia, que es contrapuesta a la conjetura. La intuición intelectual a lo


largo de todo el proceso y la deducción son las operaciones fundamentales de la mente.

El segundo propósito de Descartes era fundamentar el valor absoluto y universal del método. Para ello
considera imprescindible someter a crítica radical todo el saber, somete toda duda con un método.

La duda metódica no es una actitud escéptica, estado permanente que invalida todo conocimiento, sino una
actitud instrumental, un momento del proceso metódico para conseguir precisamente lo contrario: llegar a
verdades indudables. Descartes no somete a duda le existencia de Dios, porque mientras se somete a duda no
puede dejar de existir. Tampoco somete a duda las reglas morales y éticas.

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La duda universal y metódica de Descares se fundamenta en las razones siguientes:

• La incertidumbre de los datos sensoriales (testimonio falaz o engañoso de los sentidos). Descartes
duda de todos los datos que se originan en su cuerpo lo que expresa diciendo que no debemos fiarnos
nunca de quien nos engañe una vez, porque es probable que siga engañándote.
• Los errores de razonamiento. Incluso nuestra razón puede engañarnos, por lo cual es valido dudar de
todos los razonamientos que se han tenido por demostrados.
• La dificultad para distinguir con claridad el sueño, de la vigilia. Esto le hace dudar del mundo
exterior, y por lo tanto de las ciencias basadas en este mundo. Pero hay una ciencia que se escapa a
este criterio, pues 2+2=4 estés o no durmiendo.
• La hipótesis del genio maligno. Supone la existencia de un genio maligno y astuto que nos induce al
error incluso en las matemáticas.

Ante esta situación de duda constante aparece la primera verdad: Pienso luego Existo, este es el famoso
Cogito, ergo sum. A esta verdad llega a partir de la deducción de que si dudo, si me engaño, estoy pensando, y
mientras estoy pensando soy algo y no nada, existo, soy un ser pensante. Así en sus obras, Descartes, se
refiere al Cogito como primera verdad y fundamento de su construcción especulativa.

Así el Cogito cumple dos funciones bien determinadas:

• Justifica la existencia de un yo pensante, diferenciado del cuerpo. Puesto que aun no ha justificado la
existencia del cuerpo.
• Se convierte en un principio modélico. Así, todo lo que sea evidente, claro y distinto como este primer
principio será aceptado como verdad.

La teoría de las tres sustancias.

Mediante su método, Descartes llegó a distinguir cuales son las tres sustancias que componen la totalidad de
lo que es real: el yo pensante, Dios y el mundo. Descartes, justifica primero la sustancia del yo pensante,
luego a dios y por último el mundo. Aunque afirma que la única sustancia por si misma es Dios. Llama
sustancia a una realidad que existe de tal manera que no necesita casi de ninguna otra realidad para existir.

El yo pensante (res cogitans)

Descartes afirma que se puede dudar de la existencia del cuerpo y del mundo, puesto que obtenemos
información a través de los sentidos y los sentidos no son fiables, pero no puedo dudar de la existencia de mis
pensamientos, de mis ideas. La subjetividad la define como el conjunto de pensamientos, ideas,
representaciones... que fluyen en mi Yo.

Debido a esto, Descartes modifica la noción escolástica de idea y la define como la forma de un pensamiento,
por la inmediata percepción de la cual soy consciente de ese pensamiento. Dios pone en mí su idea pero para
descubrirla necesito utilizar mi razón. El atributo de la res cogitans es el pensamiento y su modo es la
imaginación. Toda idea posee para él dos aspectos:

• Como acto o modo de pensamiento, en este sentido todas las ideas son semejantes.
• Según su contenido objetivo, en ello difieren las ideas unas de otras y unas contienen más realidad
objetiva que otras.

Desde este segundo aspecto, Descartes establece una distinción entre realidad formal y realidad eminente.
Llama realidad objetiva al contenido representativo de las ideas. Realidad formal es la realidad efectiva o en
acto; es la clase de realidad propia de los objetos. Realidad eminente es una clase de realidad, más realidad
que la formal ya que la incluye y le da origen.

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Así Descartes clasifica las ideas por su origen en tres tipos:

• Ideas adventicias: son las que parecen provenir de la experiencia externa; su contenido es extraño a mí y
parece llegar de fuera. Por ejemplo las ciencias naturales.
• Ideas facticias, ficticias o artificiales: las formadas o halladas por mí mismo, provenientes de mi
imaginación y voluntad. Por ejemplo la idea del animal mitológico llamado centauro.

Ninguna de estas dos clases de ideas pueden servir como punto de partida para acceder a una realidad exterior.

• Ideas innatas: hay ideas que el entendimiento posee por si mismo, por su naturaleza racional. Veremos que
Dios es la más eminente idea innata.

Dios (res infinita)

Entre las ideas que mi yo pensante posee, hay una muy especial que es la idea de perfección, de Dios,
sustancia infinita, creadora de todo.

Descartes, puesto que no puede someter la existencia de Dios a duda, pues no puede dejar de existir, lo que
hace es justificar su existencia mediante los tres argumentos cartesianos (no de Descartes, pues esos
argumentos ya habían sido pensados por otros filósofos) siguientes:

• A partir del origen y contenido de la idea de Dios.

Tal idea no puede provenir de lo creado, ni de mi mismo, sino de una realidad que tenga al menos tanta
realidad como la representada en la idea, es decir, de una realidad que sea una sustancia infinita. La idea de
Dios es, igual que la idea de mi mismo, una idea innata.

• A Partir de la causa de mi propia existencia finita.

Yo me reconozco un ser finito e imperfecto, incapaz de ser la causa de mi propio ser. Si yo fuera la causa de
mi mismo, me habría dotado de las perfecciones. No sería posible que mi naturaleza fuera imperfecta y finita,
pero dotada de la idea de lo infinito si el ser infinito no existiera.

• Argumento ontológico.

Este argumento fue enunciado por San Anselmo de Cantérbury en el siglo XI, en el capítulo tercero de su
Proslogium: Cuando el incrédulo niega la existencia de Dios, hemos de pensar que se hace una idea de lo que
esta palabra significa y, por tanto, que entiende algo por Dios. Entiende que Dios es un ser tal que es
imposible pensar en otro mayor que él. Pero, seguidamente, el incrédulo piensa que es lo más grande
pensable pero sólo existe en la mente.

Ahora bien, si lo más grande pensable solo existe en mi mente y no en la realidad, entonces podríamos pensar
en otro mayor que éste que es lo mas grande pensable; ciertamente, podríamos pensar en otro que existiera,
no solo en nuestra mente, sino también en la realidad.

Este Dios tiene una naturaleza perfecta por la que no puede ser engañado de ninguna manera. Dios posee
todas las perfecciones en grado sumo, y por tanto, la veracidad. Pretender engañar no es un signo de potencia,
sino de debilidad, de malicia, de imperfección y por tanto no puede admitirse en Dios dicha voluntad de
engaño, por lo cual la hipótesis del genio maligno queda rechazada.

Para Descartes la existencia de un Dios perfecto y veraz es una pieza clave de su sistema: reconocida la
existencia de Dios a partir de mi yo pensante, el criterio de la evidencia encuentra en su garantía última: Dios

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es el principio y garante de toda idea clara y distinta. La perfección y la infinidad es el atributo fundamental
de la sustancia divina,

La materia mundana (res extensa)

Dios, la sustancia infinita, garantiza la capacidad de la razón humana para encontrar la verdad, siempre que se
utilice el método racional adecuadamente. Descartes ya puede abordar su tercer propósito: demostrar la
fecundidad del método, cuyos preceptos y reglas ha formulado, en todos los campos del saber, y en el dominio
del saber científico.

La primera cuestión que se plantea es la existencia de las realidades corpóreas, cuya verdad puso entre
paréntesis la duda metódica.

Evidentemente tengo ideas sobre unas realidades exteriores a mi pensamiento, materiales y sensibles. Ni mi
pensamiento es la causa de ellas, ni Dios puede engañarme poniendo en mí tales ideas como provenientes de
los cuerpos. Por tanto deben existir las realidades materiales, o cuerpos, que producen en mí dichas ideas. Es
decir, ni es Dios ni soy yo, la causa de las cosas corpóreas esta en ellas mismas.

Segunda cuestión: ¿dichas cosas son como las percibimos? Se distinguen dos tipos de cualidades, las
primarias u objetivas, que son consideradas la extensión del movimiento, la figura, la situación, la duración, el
número. Estas cualidades son consideradas por Descartes como propiedades de las realidades corpóreas. Pero
hay otras cualidades secundarias, que son propiamente subjetivas, porque están en nosotros pero nos orientan
en nuestra relación vital con los cuerpos: el color, el olor, etc.

A partir de las cualidades objetivas o primarias, Descartes, deduce su Física, que es de corte mecanicista.

El único principio de explicación de todos los fenómenos de la naturaleza es el movimiento de partes extensas
de la materia. Dios crea la materia inerte y le comunica una cantidad de movimiento, que permanece
constante. Esta permanencia está basada en la inmutabilidad de Dios.

Las leyes fundamentales de la Física cartesiana son:

• El principio de inercia: cualquier cosa, en cuanto es simple e indivisa, persevera siempre en el mismo
estado y no puede ser cambiada más que por una causa externa.
• Todo tiene a moverse en línea recta.
• La conservación del movimiento, que permanece constante en el choque de los cuerpos.

La Física es la parte más débil del pensamiento cartesiano.

Antropología cartesiana

En el encuentro con la primera verdad, la razón humana descubría la íntima naturaleza del yo: su capacidad de
pensar. Pero en esta vida, el alma racional no se encuentra aislada.

Su teoría de las sustancias lleva a Descartes a concebir al hombre como una realidad dual, compuesta por dos
sustancias llamadas alma pensante y cuerpo físico.

La concepción cartesiana del hombre incluye varios aspectos importantes:

• Es alma, espiritual, es inmortal, y como no es cuerpo, está exenta del mecanismo general del mundo
corpóreo, con lo que queda a salvo la libertad. Diferencia radical con los animales, la inmortalidad.
• El cuerpo, sustancia en si mismo, permite por ello su estudio científico, sin referencias a su

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dependencia con respecto al espíritu, cuestión que en la concepción aristotélica era imposible. Se abre
por otra parte el horizonte de las investigaciones sobre el organismo humano, algo vedado hasta el
momento.

En el alma, órgano de la conciencia, se producen acciones y pasiones: las acciones dependen de la voluntad,
mientras las pasiones son involuntarias y están constituidas por las percepciones, sentimientos o emociones
causadas en el alma por las fuerzas mecánicas que actúan en el cuerpo. Tienen la función natural de incitar el
alma a realizar las acciones que sirven para perfeccionar y conservar el cuerpo. Las dos pasiones
fundamentales son la tristeza y la alegría.

El alma no debe dejarse dominar por las pasiones sino controlarlas, dejándose guiar por la experiencia y la
razón (prudencia). El progresivo dominio de la razón sobre la conducta humana restituye al hombre el uso
íntegro del libre albedrío.

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