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África en tiempos
de la esclavitud

960
O42o Del olvido a la memoria: África en tiempos de la esclavitud
/ ed. por Rina Cáceres Gómez.
– 1. ed., – San José, C.R. : Oficina Regional de la
UNESCO para Centroámerica y Panamá, 2008.
66 p. : 21 x 27 cm. il.

ISBN 978-9968-9656-9-9

1. ESCLAVITUD-CULTURA. I. Título.

Edición: Rina Cáceres Gómez


Revisión Filológica: Tomas Seravi A.
Diseño y diagramación: Ediciones Gráficas S.A.
Diseño de portada: Carlos Picado Morales.
Imagen de portada: Reina madre, escultura en bronce, Benín, S XVI.

Las opiniones aquí espresadas son responsabilidad de sus autores.

Prohibida la reproducción total o parcial. Todos los derechos reservados. Hecho el depósito
de ley.


África en tiempos
de la esclavitud

INDICE

PrImEra PartE
Las culturas originarias .................................................................................. 5

Esclavitud y memoria en África, Elisée Soumonni .................................. 6

Las conexiones entre Centroamérica y África, Rina Cáceres ................ 

Senegal antes del comercio de personas esclavizadas, Martin A.


Klein ................................................................................................................... 8

La tierra Igbo, G. UGo NwoKEjI ............................................................. 5

El cristianismo en el Reino del Kongo, Rina Cáceres............................... 4

SEguNDa PartE
Esclavización y tráfico ................................................................................... 8

Angola y el comercio atlántico de africanos esclavizados, josé C.


Curto .................................................................................................................. 4

Los niños del Atlántico, Paul E. Lovejoy..................................................... 47

La esclavitud a través del océano Indico, Gwyn Campbell.................... 55


África en tiempos
de la esclavitud

PrImEra PartE

LaS CuLturaS orIgINarIaS

5
África en tiempos
de la esclavitud

ESCLavItuD y mEmorIa
EN ÁfrICa
Elisée Soumonni

Por más de 300 años, África fue sometida a la esclavitud en el marco


del comercio trasatlántico de personas esclavizadas dirigido por los
europeos. Paradójicamente, se ha argumentado que este tráfico a tan
larga escala fue posible porque tanto la esclavitud como el comercio
de personas esclavizadas estaban arraigados profundamente en las
sociedades africanas. Esta engañosa visión fue propagada por los
comerciantes esclavistas europeos, y fue utilizada en el periodo
abolicionista como justificación moral para la colonización del
continente africano. Esta supuesta naturaleza endémica de la
esclavitud en las sociedades africanas exige, entonces, una reflexión.
Para ello debemos preguntarnos: ¿cómo definimos la esclavitud?
¿cuáles eran las características de la esclavitud africana? ¿cuáles eran
las características de la esclavitud transatlántica? ¿cuál fue su impacto
en América así como su impacto en el desarrollo de África? y final-
mente, ¿cuál es el recuerdo que los africanos tienen de ambas formas
de esclavización?
La institución de la esclavitud no era exclusiva de África y los africa-
nos no fueron los únicos en esclavizar a su propia gente. En muchas
sociedades alrededor del mundo, desde la antigüedad hasta las épocas
modernas, la esclavitud fue una institución muy extendida. Fue una
característica de las sociedades europeas y un legado de los antiguos
griegos y romanos. Sin embargo, las formas de esclavización variaron
con el tiempo y el lugar. Esta diversidad de formas ha sido tema de un
gran debate y una fuente de discusiones a la hora en que se analiza la
definición de esclavitud.
Por ejemplo, varias formas de cautiverio que se dieron en algunas
sociedades africanas no corresponden necesariamente a la idea euro-
pea de esclavitud. Cuando los relatos europeos de la era del comercio
transatlántico de esclavos alegaron que todos los habitantes de un
determinado reino eran esclavos del Rey, ellos equipararon incorrec-
tamente “súbditos” con “esclavos”. La institución africana, local, de
la esclavitud tenía poco en común con el tipo de esclavitud forzada
de la que fueron objeto los africanos en las Américas. Y la primera
no puede servir como referencia ni como justificación a la segunda.
¿Cuál era, entonces, la naturaleza de esta esclavitud africana? La pre-
gunta es muy importante para entender la experiencia de millones de
africanos esclavizados en las Américas.

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África en tiempos
de la esclavitud

La existencia de la esclavitud en África antecedió a la presencia de los


europeos que llegaron a mediados del siglo XV y a quienes, desde el
inicio, comercializaron personas aunque en una escala muy pequeña.
Y si bien la guerra fue la principal fuente de esclavización, las perso-
nas se encontraron en condiciones serviles por muchas otras razones,
tales como arreglo de pago por deudas, protección contra ataques de
enemigos, castigo judicial por crímenes cometidos, etc.
Surge entonces, de un análisis de estas causas, que la esclavitud
tradicional en África fue más una institución social propia de pequeñas
sociedades donde el parentesco desempeñaba un papel fundamental.
Era una forma de dependencia utilizada como medio a través del
cual un sistema de parentesco podría aumentar su poder y riqueza,
con incorporación de más gente, aunque fueran extranjeros. Por ello
no sorprende que el sistema hiciera un espacio para la integración
gradual de estos forasteros en la familia, la casa y el parentesco. Había,
por supuesto, diferencias significativas en el sistema debido a varios
factores, como la escala de la sociedad, la estructura del Estado, la
influencia islámica, etc. Como resultado las funciones realizadas
por la gente en cautiverio no estuvieron limitadas únicamente a la
esfera doméstica, sino que cumplían también funciones económicas,
políticas, militares y religiosas. Las mujeres, por ejemplo, podían ser Colección UNESCo/ La Ruta del
esposas reales, no solamente concubinas. De hecho, en el viejo reino esclavo.
de Dahomey, eso no era inusual pues la mayor parte de las esposas de
los gobernantes estaban en condición servil. En el esquema africano,
la gente libre y la no libre realizaban las mismas funciones. No se
puede hablar de sociedades esclavistas. La esclavitud no era una
institución central en la organización de la sociedad. Y no era tampoco,
como en las Américas, una institución económica. Eso explica por
qué los cambios en el status de una persona esclavizada se dieron
gradualmente y más fácilmente dentro de sociedades africanas.
Comparado con el esquema africano, el sistema americano fue parti-
cularmente atroz. Éste difirió de otros sistemas esclavistas al menos
en dos formas que lo hicieron único: su dimensión racial y su racio-
nalidad económica. En Europa, las personas esclavizadas eran prin-
cipalmente blancas. En el sistema americano iniciado y desarrollado
por los países europeos, fueron principalmente negros. La diferencia
en el trato de las personas en ambos sistemas fue resultado del racis-
mo inherente a la esclavitud transatlántica. En África, las personas en
servidumbre estuvieron sujetas a formas de opresión que fueron per-
ceptiblemente diferentes de lo que los africanos esclavizados experi-
mentaron en las Américas. La dimensión racial de la esclavización es
indudablemente una diferencia básica entre la esclavitud en África y
la esclavitud en las Américas. El color de la piel no implicó, como en

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África en tiempos
de la esclavitud

las Américas, ningún estado servil. La peculiaridad de la situación


contribuyó en buena medida a una integración más fácil de las perso-
nas en las familias de sus amos. Como resultado, la identificación de
individuos ex esclavizados y de sus descendientes es algo dif ícil.
Con respecto a la racialización económica del sistema americano,
ésta se manifestó tanto en la organización del comercio de personas
como en el uso del trabajo esclavizado. A diferencia de otros sistemas,
éste fue una empresa esencialmente económica. En el comercio,
las personas esclavizadas eran sólo una mercancía como cualquier
otra. Su precio fue determinado por la oferta y la demanda. En las
plantaciones o en las minas, fue valorado solamente para su fuerza
productiva. La necesidad de maximizar los beneficios explica por
qué el sistema esclavista trasatlántico fue responsable de la más
impresionante migración forzada de la historia de la humanidad.
Debido a su magnitud, así como también a su duración, hoy se
reconoce como un crimen contra la humanidad. Es ante todo un
crimen contra los negros; su herencia informa y sostiene memorias de
la esclavitud tanto en África como en la diáspora africana, ya que su
particularidad y la naturaleza del sistema tuvieron un grave impacto
en varios aspectos del desarrollo histórico africano.
El comercio atlántico que se desarrolló durante varios siglos privó
al continente africano de millones de personas necesarias para
su desarrollo. Irónicamente, su abolición a principios del siglo
XIX condujo al desarrollo de la esclavitud doméstica al interior
del continente. De una mercancía comercial, los esclavizados se
convirtieron en productores de materias primas necesitadas por las
industrias europeas. La rivalidad intraeuropea y la competencia por
el establecimiento y el control de áreas de influencia dieron lugar,
en la conferencia de Berlín de 1885, a la rebatiña, a la partición del
continente africano y al establecimiento del dominio colonial. Por eso
no sorprende que los recuerdos de la esclavitud en África incluyan una
compleja secuencia de muchos procesos históricos correlacionados.
La esclavitud tradicional dejó solo una huella relativamente marginal
en las sociedades africanas. Por el contrario, fue tan impactada por
el sistema euro-americano que la memoria de la esclavitud en África
es en gran parte la herencia del comercio transatlántico de personas.
Y aunque esta memoria está viva a nivel individual y colectivo, no
resulta fácil estudiarla. La esclavitud todavía sigue siendo un tema
muy sensible, casi un tabú. Como resultado, sus víctimas y sus
descendientes generalmente son reacios y/o están poco dispuestos
a invocar la amarga memoria de esa experiencia. Igualmente, los
descendientes de los comerciantes locales de personas esclavizadas
no se enorgullecen de ser asociados con un negocio, percibido hoy

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de la esclavitud

como una actividad criminal. Así, las familias reales de los reinos que
negociaron personas prefieren poner el acento en su contribución
en la extensión territorial de sus países por la vía armada que en la
esclavización de sus cautivos de guerra.
Debemos recordar que, casi siempre, la esclavitud se inició por medio
de la violencia. Esta violencia redujo el status de una persona de una
condición de libertad a una condición de esclavitud. La guerra es el
tipo de violencia más común puesto que los cautivos de los conflictos
pudieron ser considerados como botín y ser esclavizados. No es de
extrañar que la era del comercio transatlántico de personas esclavizadas
coincidió con muchos casos de guerra en África. Si bien aparentemente
no todos esos casos fueron motivados por la búsqueda de personas para
esclavizar, el vínculo entre guerras y cautivos para la esclavización fue
muy estrecho. Hubo, por supuesto, como en la era previa al comercio
transatlántico de personas, otras vías de esclavización, tales como el
castigo judicial por asesinato, hurto, adulterio y brujería. Estas vías, sin
embargo, estuvieron cada vez más arraigadas en la violencia inducida
por el comercio transatlántico de personas esclavizadas.
La preservación de la memoria de la esclavitud debe por lo tanto
abordarse desde diversos niveles: el colectivo y el individual, el público
y el privado. El comercio de personas y la esclavitud opusieron no
sólo a diferentes grupos étnicos y áreas culturales, sino también a
integrantes de los mismos grupos étnicos, e incluso de las mismas
familias. En el proceso, los captores podían llegar a ser cautivos y
esclavizados y los individuos ex-esclavizados podrían convertirse en
comerciantes de personas esclavizadas.
En una situación tan compleja e intrincada, la preservación y
el significado de la memoria del comercio de personas y de la
esclavitud varían de un lugar a otro. En aquellas áreas objeto de
los ataques de reinos esclavistas como Dahomey, el resentimiento
contra los perpetradores de estos ataques y sus descendientes es
una viva realidad. La memoria de la esclavitud es también objeto de
manipulación, a veces por el silencio que rodea el papel desempeñado
por actores notables. En la bahía de Benín, por ejemplo, el nombre del
brasileño Francisco Félix de Souza está estrechamente asociado con
la historia del comercio de personas, particularmente en Dahomey.
Sin embargo, la tradición de la familia en ouidah —uno de los más
importantes puertos esclavistas en la costa occidental africana—
apenas hace referencia a este aspecto básico de las actividades de su
antepasado. Es cierto que Francisco dejó numerosos descendientes
de su unión con varias mujeres locales a lo largo de la bahía de Benin.
Muchas de ellas son miembros de una élite educada, preocupada por
reivindicar su descendencia de un antepasado humanitario más que


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de la esclavitud

de un notorio comerciante esclavista. La carrera de De Souza en la


bahía de Benín y la privilegiada posición que tuvo en Dahomey es una
muestra de que la diáspora africana en las Américas es un componente
esencial del legado y la memoria en África. Este hecho está reflejado
en la percepción que se tiene del factor transatlántico en la historia y
la memoria en aquellas áreas de África particularmente impactadas
por el tráfico. Y es también evidente con respecto a su herencia.
Los “sitios de la memoria” en la isla de Gorée, Cape Coast, Elmina,
ouidah, etc., son significativos a este respecto. Pero la herencia
relacionada con el comercio de personas esclavizadas es también
inmaterial y se encuentra en las formas de creación artística, las creencias
religiosas, los rituales, la música, la danza, etc. La preservación de esta
herencia debería ser una obligación “de la memoria” es por ello que
se ha convertido en el tema de la preocupación oficial especialmente
desde el lanzamiento en 1994 del Proyecto de La Ruta del Esclavo por
parte de la Unesco.1
El objetivo primario del proyecto fue romper el silencio que rodeaba
el estudio y la enseñanza del comercio transatlántico de personas es-
clavizadas y de sus consecuencias. Así como llamar la atención sobre
el hecho de que la abolición del comercio de personas y la esclavitud
siguen siendo un negocio lucrativo, como lo demuestra la existencia
de varias formas contemporáneas de servidumbre, no sólo en Áfri-
ca sino en todo el mundo. El desarrollo de este proyecto en los tres
continentes involucrados en el comercio transatlántico de personas,
pone en evidencia la importancia del tema en el análisis de problemas
contemporáneos como el racismo, la exclusión social y la ciudadanía.
Sin embargo, falta mucho por hacer a este respecto en el continente
africano, epicentro del comercio triangular.
La conciencia de una tragedia impide su repetición. Y con respecto
al comercio transatlántico de personas y su legado, ese objetivo sólo
puede ser alcanzado por medio de la educación. Desafortunadamente,
en la mayor parte de los Estados africanos postcoloniales el lugar
que ocupa este tema en los planes de estudios de la escuela y de la
universidad sigue siendo insignificante. Se le enseña sólo en el contexto
de la expansión y actividades europeas durante la era del tráfico. Y se
le estudia dentro de la estrecha y sesgada perspectiva de la currícula
escolar de herencia colonial. El énfasis excesivo en los detalles sobre
la organización del comercio transatlántico de personas esclavizadas
subestima su impacto en África y su diáspora. Igualmente, el excesivo
énfasis en el papel desempeñado por los europeos en la abolición de
dicho comercio y de la esclavitud, pasa por alto la resistencia sostenida
de los que fueron sujetos a las más variadas formas de opresión
bajo ese sistema. Hay por lo tanto, una necesidad de salir de esta

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África en tiempos
de la esclavitud

perspectiva pedagógica de un tema tan importante. Este objetivo llama


a una definición clara del contenido del programa de enseñanza; una
metodología apropiada; una estructura adecuada de entrenamiento
de profesores y la necesidad de libros de textos objetivos y sucintos
para los profesores y los estudiantes. Ésta es, ciertamente, la mejor
manera de preservar la memoria de la esclavitud, de asegurar el
conocimiento de su herencia y de prevenir su repetición. Finalmente,
debe recordarse que esta memoria está compartida por personas a
ambos lados del Atlántico, en África y América, como lo ponen en
evidencia las múltiples narrativas y biograf ías escritas por africanos y
sus descendientes, dentro y fuera de ambos continentes.


África en tiempos
de la esclavitud

LaS CoNExIoNES ENtrE


CENtroamérICa y ÁfrICa
Rina Cáceres

Desde el inicio de la conquista militar se dieron en la región de


Centroamérica y el Caribe movimientos en contra de la esclavitud.
La rebelión bordeó los principales centros de poder en la “América
media”, conformando palenques, quilombos, mocambos, cumbes,
ladeiras o mambises2 y también bordeó la región de Guinea en el
África occidental, donde aparecieron los primeros cimarrones y
movimientos contra la esclavitud cerca de los ríos Senegal y Gambia.
Las primeras referencias de cimarronaje en la región del Caribe datan
de 1503, cuando, el gobernador de la isla La Española, Nicolás de
obando, se quejaba de que los esclavizados se fugaban y vivían entre
los indígenas “enseñándoles insubordinación”. Para 1522, al menos
40 africanos organizaron la primera gran revuelta; en 1527 ocurrió
otro levantamiento en Puerto Rico; dos años después el polo de
protesta se trasladó hacia Santa Marta, la cual quedó destruida. En
1533, de nuevo en La Española, el alzamiento indígena, en alianza
con los africanos esclavizados, duró 10 años. Cuatro años después,
en 1537, el levantamiento ocurrirá en Nueva España; las protestas
continuaron en Cartagena en 1545 y, tres años más tarde, en 1548,
en Santo Domingo. En Centroamérica se produjo también una serie
de levantamientos de indígenas y africanos. De 1520 a 1540, una
rebelión indígena “endémica” se apoderó de la región cakchiquell
en Guatemala, el Pacífico nicaragüense y Nicoya, y repercutió en
San Miguel, Honduras y Costa Rica. En este álgido periodo de
protestas indígenas se encuentran las primeras referencias sobre
levantamientos cimarrones en el Golfo Dulce, en Acasaguastlán
y en las zonas mineras de Honduras y Nicaragua, y siguieron en
1540 los de olancho y río Guayape, en el interior de Honduras.4
En 1549 se reprimió violentamente una sublevación de africanos
esclavizados en San Pedro, Honduras y su líder fue ejecutado. Para
mediados de siglo los movimientos de protesta habían surgido en
Panamá.4 Como lo demuestra ampliamente Alfredo Castillero en
esta obra, Panamá fue sitio de asentamiento de una importante
cantidad de africanos desde el siglo XVI, pues por su ubicación
como zona de paso entre el Atlántico y el Pacífico así como por su
papel como productora de minerales, bienes agrícolas y servicios se
convirtió pronto en un eje central de la economía y del poblamiento
del periodo.


África en tiempos
de la esclavitud

Por ello, desde las primeras décadas del siglo XVI, Panamá fue
escenario de una serie de protestas contra la esclavitud, como lo fue
en las minas de Acla (1530) en la costa caribeña; en el Camino Real,
en el río Chagre, en Nombre de Dios y en Ciudad de Panamá. Para
1553 existían más de 800 africanos cimarrones de diferentes orígenes
ubicados en las cercanías del Camino Real; en la desembocadura del
río Chagres; en las cercanías de la península de San Blas y en el golfo
de Urabá.
Algunas de estas protestas fueron ef ímeras, otras llegaron a madurar y
conformar palenques; entre ellos sobresalen las de Bayano, Portobelo
y Cerro de Cabra, con los que las autoridades firmaron pactos de
reconocimiento mutuo en los que los africanos renunciaron a nuevos
alzamientos, juraron lealtad a las autoridades y se asentaron en sitios
específicos.
Los informes que se conservan de estas reuniones indican que los
africanos habían construido alianzas multiétnicas en la conformación
no solo de los palenques, sino en la consolidación del poder. Así entre
los asientes a la reunión de Portobelo con las autoridades españolas,
encontramos a Luis Mozambique, Antón Congo, Cristóbal Sape,
Miguel Biáfara, Gaspar Bran, Pedro Mandinga, Antón Bañol, por
citar solo algunos.
Igual situación encontramos en la firma de los pacto con los de Cerro
de Cabra y con Bayano, que para entonces era el palenque más grande,
dirigido por un rey en una sociedad estratificada conformada por poco
más de 300 personas. La negociación de este último fue realizada por
Antón Mandinga. Por sus declaraciones, se sabe que el movimiento
estaba liderado por un rey con jefes militares regionales. El Rey era
Domingo Congo, sus capitanes Antón Mandinga, juan Jolofo (Wolof ),
Vicente Sape, y Gaspar Bran.5
Esta diversidad étnica no era exclusiva de los palenqueros, en las
cuadrillas de estibadores de 1570 por ejemplo, encargados de la
carga y descarga de los barcos así como del acarreo de productos,
encontramos a juan Primero Zape, Diego Zape, Luis Gelofo (Wolof ),
Antón Biáfara, Pedro Bran, Simón Biáfara, Alejandro Bran, Antón
Biáfara, Gaspar Bañol, Miguel Bran y Martín Mandinga.

Origen, redes y conexiones


El apellido de los africanos que vivían en Panamá nos permite trazar
algunas líneas sobre su posible origen. Mozambique, del este de
África; congo, y casanga de la región Congo-Angola; Sao Tomé, de
la isla del mismo nombre en la región ecuatorial; y mandinga, gelofo/
wolof, bañol, zape, bioho (bijagos), biáfara; y bran, de la región entre
Guinea y Senegal, en el África occidental.


África en tiempos
de la esclavitud

Ellos llegaron a través de varios circuitos y redes que unieron a la


“América media” con la economía del Atlántico sur, en los que Panamá
y Cartagena fueron los puertos centrales y puntos obligados de paso
para el traslado de africanos durante el periodo colonial. Del lado
africano, y según Enriqueta Vila Vilar, los principales puertos africanos
de salida de la mano de obra forzada durante el siglo XVI fueron las
islas de Santiago en Cabo Verde, São Tomé en el Golfo de Guinea y
Loanda, confirmando lo que Rodney Hilton llamaba “las relaciones
casi exclusivas entre la alta Guinea y la región media de América”.6
En el occidente africano existía, ya para entonces, un grupo de
comerciantes portugueses llamados los reindeiros, quienes tenían una
especie de monopolio de la venta de cautivos y “vendían el derecho”
a comercializar esclavos, de cuyas ganancias la Corona recibía un
porcentaje. La compra y venta de personas implicó una compleja
red de funcionarios y empleados instalados en puntos clave de la red
comercial que se articuló a lo ancho del océano Atlántico.
Si bien hubo pequeños comerciantes que viajaban de África a América
durante el siglo XVI, lo cierto es que fue un número reducido el que
tuvo el control directo de los grandes contratos para sacar africanos
esclavizados de Cabo Verde, Sao Tomé y Angola. En esta última
sobresalen Gómez Reinel y juan Rodríguez Coutiño (gobernador de
Angola), quien vivió en Panamá dedicado a la ganadería a principios
del siglo XVII junto con su hermano Manuel de Souza Coutiño,
conocido como Louis de Sousa, el fraile dominico, quien en 1602 fue
el responsable de los asientos en Cartagena. Los viajes entre ambas
orillas del Atlántico no eran excepción: para esas fechas Tomás de
Fonseca, fue el representante de Gómez Reinel en Cartagena, Río
Hacha y Nombre de Dios, en Panamá.
Los barcos llegaban a Cartagena y Veracruz, desde donde eran
trasladados al Caribe, Panamá, Colombia y Venezuela. De Panamá se
reembarcaban en navíos más pequeños hacia Perú, Ecuador y Chile, y
Centroamérica, en particular Costa Rica y Nicaragua. Las condiciones
de vida en los puertos de paso eran deplorables y los africanos eran
ubicados en galpones donde debían esperar a veces hasta un mes,
antes de ser reembarcados.
Desde el siglo XVI, Cabo Verde se convirtió en la factoría portuguesa
más importante que controlaba los territorios ubicados en el occidente
del continente, desde el río Senegal hasta Sierra Leona, y hacia el
interior por el curso de los ríos.
Los principales puertos estuvieron ubicados en las cercanías de los
ríos, a través de los cuales descendían los botes con personas cautivas
desde el interior, así como con marfil y oro; a lo largo del río Gambia
intercambiaban ropa de algodón, marfil y cera; por el río Santo

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África en tiempos
de la esclavitud

Domingo sacaban hierro; en río Grande, marfil y oro; en las islas de


Bijagos vacas y ropa; en los Sierra Leona, cera, marfil, oro y nueces
de cola. En la costa se vendían, además, telas de la India, de Venecia
y pedrerías.
Este tráfico se complementaba con la producción de las dos
principales islas de Cabo Verde (Santiago y Fuego), que producían
cereales, frutas, legumbres, algodón, añil, ganadería (cabras, vacas,
caballos, burros) y sal.
Entre 1506 y 1508 hubo una salida anual de 200 a 400 personas
esclavizadas a través del río Senegal, y en toda la región comprendida
entre Senegal y Sierra Leona salieron más de 3 500 personas por año.7
Entre 1513 y 1516, habrían salido 2.992 africanos esclavizados de las
islas de Santiago, con destino a las Antillas, América Central y Brasil james Searing, West African Slavery
—y una pequeña parte a Cádiz y Sevilla—, número que aumentó and the Atlantic Commerce. The
considerablemente hacia mediados del siglo XVI. Senegal River valley, 1700-1860,
Cambridge University Press, 1993.
Como hemos dicho, los ríos constituían
una especie de red comercial que era
solo una parte de, al menos, dos redes
complejas de intercambio. Por un
lado estaban las rutas del comercio
transahariano, que comunicaban el
interior del continente desde África
occidental hasta Marruecos y Egipto
y, por otro, las rutas abiertas por el
comercio atlántico que comunicaban
las costas del África y su hinterland,
—las tierras aledañas al curso de los
ríos— con América a través del mar.
En este último desempeñaron un papel
importante los llamados lançados,
quienes adquirían los esclavos en
el río de Santo Domingo o Cacheu,
por ejemplo, para revenderlos a los
jalofes (wolof ) a cambio de hierro o a
los comerciantes europeos y árabes.8
Estos mestizos de origen portugués-
africano dominaban el portugués y
las lenguas locales, así como la lengua
franca: el criolo, expresión del mestizaje
euroafricano e inter-africano propios
de la sociedad atlántica. Llegaron a
controlar los principales circuitos de
comercialización de los paños, sal, cola,

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África en tiempos
de la esclavitud

añil, aguardiente y caballos; éste ultimo un medio fundamental para


el transporte, las guerras y un rasgo de poder político y económico en
las sociedades del occidente africano. Y vendidos a los jalofo (wolof ),
mandingas y fulas.
En el siglo XVII, Cabo Verde fue superada por Angola, de donde salió
el 46.26% del total de las personas enviadas a América; de Cabo Verde
un 44% y de São Tomé un 3.22%.9
¿Cuáles eran las estructuras políticas de la región occidental de África
y qué circunstancias explican la captura de personas libres y su envío
a la region de Centroamérica y el Caribe en el siglo XVI y XVII?
Las personas esclavizadas en el siglo XVI llegaron a esta condición
como resultado de guerras, captura, condena, cautiverio, incriminados
por actos no comprobados, por robo, etc.
La región estaba comprendida entre los ríos Gambia y Núñez; estaba
conformada por múltiples unidades políticas con complejas relaciones
entre sí. En Cacheu, por ejemplo, los portugueses se aliaron con los
comerciantes bijagos, a través de los cuales obtuvieron cautivos de
origen djola, papel, banhun, casanga y balanta. A través de la piratería,
de las razias y de una eficiente estrategia de guerra de canoas, los
bijagos suministraban capturados a los portugueses, lo cual llevó a
que algunos gobernantes africanos aceptaran cristianizarse a cambio
de la protección de Portugal. En la región mande, hacia 1565, los
conflictos entre manis y zapes (zapis) habrían sido atizados por los
portugueses como mecanismo para conseguir cautivos. Los zapes,
compuestos por los nalu, kokoli, landuna, baga y limba, bullon, temne,
loko, susu y djalonke, perdedores en estos conflictos, fueron vendidos
y enviados a la “América media”. 10
La situación se hacía más compleja en la región mandinga, cuyo centro
se ubicaba hacia el este. El reino de Songhai se había convertido desde
finales del siglo anterior en el reino hegemónico del área, un imperio
que se extendía desde Senegal y Gambia, en el Atlántico, hasta el lago
Chad en el interior.
Hacia 1585, las disputas militares entre Songhai y Marruecos por
el control de las minas de sal —fundamental para la conservación
de alimentos— de Teghaza, sumadas a los problemas de sucesión,
provocaron la división del reino en dos. Uno controlaba el área entre
Corobal y Gambia, y el otro se ubicó en el río Casamance, teniendo bajo
su hegemonía a mandingas, balantas, djolas, papel, banhun y casangas.
La grave crisis tendría como corolario final el estallido, en 1588, de una
guerra civil que llevó a la atomización del Imperio. En el siglo siguiente,
los ciclos de hambrunas, sequías, epidemias y guerras explicarían el
empobrecimiento y desplazamiento de sus habitantes, muchos de los
cuales serían atrapados en las redes del comercio esclavista.

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África en tiempos
de la esclavitud

Por último, en el bajo Senegal del que se habla a continuación, se


encontraba el reino jolof, un Estado musulmán centralizado, dirigido
por una aristocracia, con una sociedad fuertemente estratificada.
Su ubicación geográfica, en el interior, le permitía tener un lugar
privilegiado en las redes comerciales transaharianas. En su periodo
de expansión, dominó la región entre Senegal y Gambia, y entre sus
como tributarios a Kajoor, Bawol, Siin y Saalum, donde impuso su
idioma y expandió su modelo de castas y aristocracia.
Sin embargo, hacia mediados del siglo XVI la rebelión de los estados
tributarios (problemas de sucesión y los fuertes vínculos de los
estados tributarios ubicados en la costa como Kajoo y Bawol con los
portugueses) contribuyeron a provocar la caída del reino jolof. Estos
vínculos, basados en el comercio en la costa atlántica reorientaron
el flujo comercial; de un comercio volcado hacia el interior, pasó a
ser un comercio que privilegiaba la costa, debilitándose el papel que
desempeñaba el reino de los jolof, asentados en el interior. Un siglo
de intercambio de marfil, oro y provisiones a cambio de caballos
portugueses, hierro y bienes manufacturados europeos beneficiaron
y fortalecieron más a Kajoor y Bawol que a jolof. Y aunque la conexión
atlántica, no fue determinante, si fue un factor decisivo, crucial, en el
devenir de los acontecimientos.
Las guerras, el desorden y la violencia social de esa coyuntura
política explicarían la presencia del elevado número de wolof, sapes,
brans, biafaras en la “América media” desde mediados del siglo XVI.

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África en tiempos
de la esclavitud

SENEgaL aNtES DEL ComErCIo


DE PErSoNaS ESCLavIZaDaS
Martin A. Klein

Cuando los capitanes de los barcos portugueses navegaron a lo largo


del Sahara por la costa occidental de África, el primer verdor que
encontraron fue al sur del Senegal. justo frente a su actual capital,
vieron unas pequeñas islas que llamaron Cabo Verde. No era, sin
embargo, muy verde. La estación de lluvias en Senegal tiene solamente
cuatro meses, pero suficientes para hacer la agricultura posible; la
mayor parte del año, todo es seco, marrón y polvoriento. Sólo en
aquellas partes del sur de lo que hoy es Senegal, a lo largo del río
Gambia, hay suficiente verdor durante la mayor parte del año.
Senegal, por supuesto, no existía en 1443; debemos realmente hablar
de Senegambia porque la mayor parte de Senegal yace entre los dos
ríos que determinan su ritmo de vida y su desarrollo político, que
proveen además alimentos y transporte que vinculaba al país a los
dos grandes imperios de la región: Ghana y Malí y las ciudades del
valle del Níger y del sur del Sahara. El valle del Níger había sido el
más importante centro de evolución política y social, con múltiples
ciudades, un activo comercio a larga distancia y una importante
especialización ocupacional, con Timbuktú hacia el siglo XV como el
centro de enseñanza más importante.
El terreno de Senegambia es plano, no hay montañas y las colinas
tienden a ser pequeñas. La mayor parte de la gente se dedicaba a la
agricultura; la cosecha principal era el mijo, que se complementaba
con maní y vegetales utilizados para hacer las salsas con las que se
comía el mijo molido. Cada año esperaban con ansia las lluvias para
conseguir buenas cosechas que les permitiera llenar sus graneros
antes de las siguientes lluvias. Algunos criaron ganado y cabras. otros
fueron arrieros a tiempo completo. El río Senegal era el área más
importante de reunión entre pastores y agricultores. Los pastores del
Sahara llevaban su ganado hacia el río cada año durante la estación
seca, y lo intercambiaban, junto con la sal que sacaban del desierto,
por granos y telas.
En algún momento, en el pasado distante, un pueblo llamado Fulbe o
Fula, surgió en el área del río de Senegal; probablemente era una mez-
cla de hablantes beréber del desierto y agricultores negros del sur. Los
fulas desarrollaron una forma de pastoreo que se adaptó a la sabana
y muchos de ellos se desplazaron gradualmente hacia el este, siempre
buscando mejores pastos donde asentarse. Son particularmente nu-

8
África en tiempos
de la esclavitud

merosos en Malí y Nigeria, y se pueden encontrar tan lejos como en


el lago Chad, pero su origen estaba cerca del río de Senegal.
Los senegaleses trabajaban en el tejido de telas de algodón, pescaban
a lo largo de la costa, en los ríos, y extraían sal del agua de mar. Fue
posiblemente la sal lo que llevó a los colonos de Malí río abajo del
Gambia, a la costa, pues en las áreas tropicales la sal es un producto
fundamental para la conservación de alimentos. Cuando Malí declinó
en importancia, dejó al sur del Gambia el reino de Kaabu así como
a una serie de pequeños reinos a lo largo del río. Al norte del río de
Gambia el pueblo Sereer también recibió la influencia de colonos
de Kaabu que influyeron en la organización de los estados. Algunos
sereers se opusieron a la centralización política, sobre todos aquellos
que vivían en las islas en la boca del río de Saluum. Para el siglo XVI,
la mayor parte de los sereer se encontraban viviendo en dos reinos,
Sine y Saluum.
En los ríos Senegal y Gambia se desarrollaron muchas transacciones
comerciales, pues eran parte de una compleja red de rutas comer-
ciales. Los soninke, que están hoy distribuidos entre Senegal, Malí
y Mauritania, fueron importantes comerciantes. Cada año migraban
durante la estación seca hacia diferentes partes del occidente afri-
cano, donde a menudo se asentaron y, en algunos casos, adoptaron
los idiomas de sus anfitriones, pero conservando su fuerte carácter
comercial. Tuvieron vínculos comerciales con pueblos del desierto y
con comerciantes africanos del norte que cruzaban regularmente el
Sahara. Una de las rutas transaharianas iba de Senegal, a través del
Sahara, hasta Marruecos. La mercancía de exportación más valiosa
era el oro, parte del cual procedía de minas del este de Senegal.
Cuando los portugueses llegaron a Senegal, capturaron a algunas
personas que caminaban por la playa para demostrar a su rey que
habían llegado a “las tierras de los negros”. El resultado de este acto
de barbarie fue que la siguiente vez que una nave portuguesa llegó al
sitio, fue recibida por una flotilla de canoas con hombres armados con
las lanzas, arcos y flechas. Como las canoas wolof no pudieron subir
a bordo y capturar las naves, mataron a muchos de los portugueses y
les previnieron de no atacar más sus aldeas. Los portugueses se vieron
entonces forzados a intentar la diplomacia para desarrollar relaciones
comerciales con los Estados africanos. Una vez que establecieran
vínculos, los Estados de Senegambia se convirtieron en fuentes
de personas esclavizadas, aunque su importancia declinó cuando
aparecieron en el sur de la costa otros sitios donde podían obtener
cautivos en forma más lucrativa. Así personas wolof y fulbe llegaron
a estar presentes en América, en un porcentaje significativo a inicios
del tráfico forzado de cautivos y fueron particularmente valorados


África en tiempos
de la esclavitud

por su habilidad para el manejo de ganado y caballos, pues estos eran


numerosos en Senegambia.
En el siglo XV, una gran parte de Senegambia estuvo bajo control
del imperio jolof, gobernado por un rey llamado el Burba, desde la
capital que se encontraba en el interior. El Estado jolof era una frágil
confederación de pequeños estados wolof y Sereer que alguna vez
fueron súbditos de los imperios de Ghana y de Malí. El desarrollo
del comercio con los europeos fortaleció a las agrupaciones políticas
ubicadas en la costa y quebró en el siglo XVI la unidad wolof. Las
más poderosa y grande era el estado Kajoor, el mayor de los Estados
costeros.
En los estados wolof y Sereer, el rey era elegido entre los miembros
principales de una o varias familias autorizadas para gobernar. Su
poder estaba balanceado por el derecho de otros jefes hereditarios, los
más importantes de ellos eran el Gran jaraff y el jefe de los hombres
libres. El consentimiento de los hombres libres y de sus jefes era
esencial para el funcionamiento del estado.
Los cinco grupos étnicos más grandes de Senegambia tienen
estructuras sociales similares. Solamente los diola de la Casamance,
en el sur del río de Gambia, eran diferentes pues su sociedad no tenía
Estado y era de carácter igualitario. En la cúspide de la jerarquía
social se encontraban las familias con derecho a gobernar, debajo de
ellos estaba el segmento más grande de la población, los hombres
libres, que no eran ni de la nobleza ni serviles, en su mayoría
agricultores. Además, estaban las castas de artesanos, llamadas
nyenyo, endogámicos —es decir, se casaban entre sí—, que se dividían
en tres grupos. El más importante económicamente hablando era el
de los herreros, que trabajaban y fundían el hierro, hacían armas y
herramientas agrícolas y algunos trabajaron en joyería en oro. En
segundo lugar, estaban los trabajadores de cuero, que hacían sandalias,
arneses y las cubiertas para los caballos usados por los guerreros y los
aristócratas. El tercero, eran los griots, que eran cantantes de odas,
músicos e historiadores. Eran tanto actores como preservadores de la
memoria colectiva. Recitaban tanto genealogías como las historias y
el origen de los Estados, y tocaban los tambores para bailar.
Los tres grupos trabajaban para las personas más poderosas y eran
los más numerosos alrededor de la capital. Entre los fulbe, había
también un grupo que trabajaba y producía productos de madera.
Si bien los miembros de estas castas eran probablemente más ricos
que la gente común y fueron respetados por sus habilidades, había un
estigma en torno al status de la casta. Por ejemplo, ninguna persona
libre tocaría un tambor, aprendería cómo trabajar el hierro, el cuero o
se engancharía en ocupaciones que las castas controlaban.

0
África en tiempos
de la esclavitud

Abajo en la jerarquía social, estaban los cautivos. En Senegambia, así


como en muchas otras partes de África, las personas esclavizadas que
nacían en el seno de una familia supuestamente no podían ser vendidas.
Esto significa que probablemente no hubo suficientes guerras que
hiciera posible que hubiera un grupo de cautivos disponibles para la
venta. La mayor parte de ellos fueron probablemente prisioneros de
guerra y algunos pudieron haber sido gente esclavizada como resultado
de actos criminales. Muchos sirvieron a jefes poderosos. Cuando los
reyes viajaban, a menudo tenían un séquito de cerca de 200 hombres,
conformado por miembros de la familia gobernante, clientelas,
aliados y cautivos del rey. No está claro cuándo los esclavizados
reales llegaron a ser importantes. En siglos posteriores, los guerreros
esclavizados llegaron a ser uno de los grupos dominantes dentro de
la sociedad de Senegambia, pero posiblemente algunos esclavizados
reales en el siglo XV sirvieron como guardaespaldas y como agentes
del gobierno. En la corte hubo también un papel para las mujeres. La
más importante era la linguère, que podía ser la madre del rey o una
mujer mayor de su familia. De alguna manera, ella sirvió como jefa de
las mujeres y se ocupaba de los conflictos relacionados con sus pares.
La primera esposa del rey también era importante.
En el siglo XV, muchas de las personas de Senegambia eran musul-
manas. Los gobernantes de Ghana, que se ubicaban en lo que hoy es
el este de Mauritania y Tekrur, un reino ubicado en el valle del río
Senegal, se habían convertido al Islam en el siglo XI. Posiblemente las
prácticas religiosas de los musulmanes coexistieron con las prácticas
tradicionales durante muchos siglos; por tal causa ambos sistemas
religiosos se influenciaron mutuamente. Los clérigos musulmanes
aportaron conceptos sobre la ley y la religión. Al mismo tiempo, ab-
sorbieron muchas prácticas de sus rivales tradicionalistas. Por ejem-
plo, hicieron amuletos que consistieron en coser en pequeñas bolsas
de cuero versos del Qu’ran, que compitieron con los “fetiches” tra-
dicionales. Muchos de los musulmanes fueron comerciantes, otros
se asentaron en áreas rurales y llevaron consigo sus creencias mu-
sulmanas. El Islam también llevó la escritura y si bien no tenemos
documentos árabes del siglo XV, sabemos que en cierto momento, los
gobernantes comenzaron a tener escribas musulmanes para manejar
su correspondencia.
Una característica de la estructura jerárquica de la sociedad fue que la
gente se movía entre los Estados y entre los diferentes grupos étnicos:
ésto era especialmente cierto para las élites y los artesanos. Cuando
había una lucha de sucesión, el perdedor se movía a menudo a otra
parte, tomando con él a sus partidarios, a sus trabajadores esclavizados,
nyenyo, y clientelas. Algunas veces ayudaron al gobierno anfitrión en


África en tiempos
de la esclavitud

guerras y permanecían en forma permanente en el Estado anfitrión,


donde podían recibir tierra. otros migrantes, por ejemplo, encajaron
en los reinos vecinos en su mismo nivel social. Las migraciones de
los artesanos fueron más modestas; algunos se movieron a pueblos
o cortes donde sus habilidades estaban en demanda. Mientras que
los nobles viajaban con grandes séquitos, los artesanos viajaban
solamente con una familia nuclear. Las migraciones de los clérigos
musulmanes probablemente estuvieron entre estos dos últimos tipos,
pues generalmente viajaron con los dependientes o con un séquito un
poco más grande. Muchos de ellos recibieron tierra e incluso aldeas;
eso les permitió convertirse en jefes y reunir creyentes en torno
suyo.
En muchas sociedades senegalesas hay códigos de honor para los
nacidos libres que existieron desde antes de la presencia del Islam,
que daban gran importancia al autocontrol, el valor y la generosidad.
Se esperaba que un hombre hablara suavemente para mostrar su
moderación y evitar la exhibición emocional. Estos códigos fueron
en cierta forma reforzados por el Islam, que hacia hincapié en la
responsabilidad moral y requería de aquéllos con autoridad sobre
otros, ejercer la autoridad con amabilidad y consideración. Los
cautivos y la nyenyo eran libres de pedir, “mendigar”, dar rienda libre
a sus emociones, hablar más abiertamente sobre temas sexuales y
comportarse de una manera más provocativa. Hoy muchos de los
miembros de estos grupos han intentado perder el estigma de sus
orígenes, comportándose de una manera diferente.
Senegambia también tiene sus tradiciones de aprendizaje. Antes de la
llegada del Islam, éstas eran orales. Los griots recitaban las historias
y contaban cuentos, a menudo con música. Una práctica cotidiana
fueron y son los proverbios y refranes; los del sabio KoccBarma, del
siglo XVI, han pasado de generación en generación en forma oral. Al
mismo tiempo, con la llegada del Islam el estudio de la palabra escrita
llegó a ser muy importante y fomentó la apertura de escuelas y la
capacidad de leer el Qu’ran.
Son estas destrezas, capacidades y cualidades las que llegaron a
América con cada sereer y cada wolof.


África en tiempos
de la esclavitud

LaS CIuDaDES-EStaDo yoruBa

Una importante proporción de africanos que llegó a Centro América


y el Caribe fueron de origen yoruba, conocidos como lucumíes.
La sociedad yoruba, una de las más complejas sociedades del
occidente africano, estuvo dividida en ciudades-estados unidas por
un mito de origen: todos decían ser originarios de la ciudad sagrada
de Ifé y descendientes de su líder oduduwa, cuyos hijos habrían
fundado cada uno de sus Estados. Su religión basada en la creencia
en un Dios superior, olorum (Dios del cielo), se caracterizaba entre
otras cosas por la creencia en la vida después de la muerte, y en la
existencia de un conjunto de divinidades intermedias, conocidas
como orishas, que fueron reyes o héroes deificados que habían
acumulado poder y sabiduría. Cada uno personifica a determinadas
fuerzas de la naturaleza. Entre ellos están: ogún, Shangó, oshún,
Yemayá y Elegguá.
Cada ciudad-estado estaba amurallada, cada una con su Palacio real
y su mercado, organizados en clanes y linajes; gobernados por una
monarquía de carácter divino.
El Rey o Alafin estaba apoyado por la nobleza, los omo oba —
miembros del linaje real— y un staff de oficiales civiles (“esclavos”)
que vivían en el palacio real y estaban a cargo del culto a Shangó,
de la administración del reino, la recolección de impuestos, las
actividades públicas y las acciones militares. El poder del Alafin
estuvo limitado por el oyo Messi, un consejo formado por
notables, representantes de los diferentes linajes, que eran la
cabeza de la expansión militar, y la voz de los clanes integrados
en la nación yoruba. Controlaban, además, la fuerza militar, los
cultos religiosos y la sucesión, pero sobre todo controlaban la
continuidad y la interrupción política, a través de un mecanismo
púnico: el control del derecho de la vida o la muerte del Alafin,
que se concretaba a través del suicidio, luego del cual escogían a
su sucesor.
Como muchas sociedades del occidente africano, su economía
estaba basada en la agricultura, la ganadería y el comercio.
Entre los principales productos estaban la palma para obtener
aceite, nuez de kola, pimienta y ganado vacuno. Producían,
además, herramientas, ropa de algodón, cerámica, seda, índigo,
sombrillas, sandalias, artículos de cueros que colocaban en los
mercados regionales, así como en el comercio trans-sahariano,
pues se ubicaban en medio de las rutas de sal, pimienta, nuez de
kola y marfil.


África en tiempos
de la esclavitud

En el siglo XIV oyo se convirtió en la nueva capital, aunque Ifé


continuó manteniendo su supremacía religiosa. A inicios del siglo
XVII, y después de recuperar la ciudad que había sido invadida, oyo
inició su expansión territorial y militar, que lo convirtió en uno de
los Estados más poderosos. Su poderosa caballería e infantería y su
ubicación en las redes comerciales africanas, pero ahora con la adición
de nuevos territorios, la colocó cerca de las factorías europeas donde
había un comercio muy lucrativo en torno a la compra de personas,
en el que llegó a participar activamente.
Pero hacia 1790 el Imperio se desintegró como resultado de la
intervención fulani y británica, así como del poderoso Reino de
Dahomey. Las guerras civiles y los problemas militares llevaron al rey
a migrar hacia el sur y fundar la ciudad Nueva oyo.
Para esas épocas había surgido Dahomey, un poderoso Estado ubicado
no en la costa sino tierra adentro, en la encrucijada de los caminos
de las razzias esclavistas, al interior de las ciudades de ouidah y
Allada, que llegó a controlar el comercio de personas procedentes del
interior, a veces a más de 200 o 300 kilómetros tierra adentro. Llegó a
ser uno de los polos de esta actividad, esclavizando a una importante
cantidad de yorubas después de la caída de oyo en el siglo XIX. Esto
último explicaría la fuerte presencia yoruba en el Caribe y Brasil.

EL ESPLENDOR ARTÍSTICO DE IFÉ


Ifé es la cuna de una de las expresiones artísticas más sofisticadas
del continente africano. Durante los siglos XII y XIII, los artistas
llevaron a un alto grado de perfección y calidad técnica el arte del
retrato en barro cocido así como en bronce, utilizando la técnica de
la cera pérdida, técnica que se desarrolló también en Benín. De su
arte sobreviven múltiples estatuillas, esculturas y cabezas hechas
en bronce, así como en terracota. Las cabezas no son homogéneas,
aunque tienen elementos comunes: rostros jóvenes, de gran simetría
y con escarificaciones. Llaman la atención los ojos almendrados que
recuerdan las terracotas de Nok que fueron desarrolladas en las
mesetas situadas entre los ríos Benín y Níger. La expresión artística
estaba estrechamente vinculada a la vida religiosa y al culto a las
divinidades de la tierra que rigen los cultivos, la caza y la pesca.

4
África en tiempos
de la esclavitud

LA TIERRA IGBO
G. Ugo Nwokeji

Los Igbo conforman uno de los grupos étnicos africanos cuya tierra
natal está en el sudeste de Nigeria, la región desde donde salieron
el 90% de todos los cautivos que fueron enviados desde la bahía
de Biafra a las Américas durante los siglos que duró el comercio
atlántico de africanos esclavizados. Otros grupos étnicos de la región
son los: ibibio, ejagam, y efik, así como los ijo del delta del río Níger
y el Ogoni.
Aunque es uno de los innumerables grupos étnicos, la lengua Igbo
es hablada por al menos el 65% de la población de toda la región. Los
primeros hablantes se originaron y residen sobre todo en cinco de los
36 Estados nigerianos: Abia, Anambra, Enugu, Imo, y Ebonyi. Hay
también poblaciones Igbo en los Estados Delta y Rivers ambos en el
delta del Níger. Los igbo son reconocidos como hábiles comerciantes y
empresarios, y muchos de ellos residen a lo largo de África occidental.
Las estimaciones actuales indican que los constituyen entre 25-35
millones de personas hoy en día.

HISTORIA, IDENTIDAD E IMÁGENES DE LOS IGBO “Canoas ibo en aguas nigerianas”, en


Su nombre aparece en los documentos coloniales españoles como Richard and John Lander Journal of an
expedition to explore the course and
“Ibo,” en las fuentes francesas como “Ibo” y “Heebo,” y en las inglesas
termination of the niger. New York,
como “Eboe.” Luego los Británicos, que colonizaron esa parte de África Harper & Brothers Publisher, 1854.
entre 1900 y 1960, utilizaron el termino “Ibo,” una versión que todavía
es muy utilizada, aunque
erróneamente. Esas versiones
fueron una distorción del
nombre real, Igbo. Según
la pronunciación de los
nativos, tiene la consonante
“gb,” que pertenece al grupo
de consonantes lingüísticas
llamadas bilabiales implosivas,
que representan sonidos
que no existen en lenguas
europeas. El término “Igbo,”
sin embargo, recuperó su
uso desde finales del período
colonial.

25
África en tiempos
de la esclavitud

Más confusa aún es la cuestión del origen del término Igbo, que ha
ocupado por mucho tiempo las mentes de los académicos, de los
historiadores locales y de la gente en general. La región Igbo ha estado
ocupada constantemente desde el período neolítico, cuando surgió la
agricultura. Aunque es confuso el cuándo y cómo el grupo identificado
como Igbo emergió en la actual tierra Igbo, la evidencia sugiere que
ya para el siglo XV había ocupado la parte central de lo que se conoce
hoy como Igboland. ¿Cómo entonces un grupo autoidentificado como
Igbo emergió o cómo, el sentido y la identidad Igbo se dispersó desde
esta pequeña área hasta alcanzar a una cantidad de gente mucho
mayor?
Mientras que la mayor parte de las tradiciones orales de los grupos
africanos hablan de la inmigración de los grupos como un factor
fundamental en su actual residencia, las tradiciones de la mayor
parte de las sociedades Igbo no reportan ninguna inmigración, lo
que significa que si ello ocurrió debió ocurrir muy atrás en el tiempo,
como para que la memoria pudiera recordar. Sabemos que, al menos
desde el 1000 dC, oleadas de inmigrantes llegaron a la región y, al
cabo del tiempo, algunos de estos grupos llegaron a identificarse y a
convertirse en igbos.
Por esta razón, las densamente pobladas regiones centrales Igbo se
refieren a lo Igbo como “corazón de la tierra”, es decir, el área donde
primero se asentó un grupo autoidentificado como Igbo. Al final del
siglo XIX, sólo la gente de esta región fue llamada y se llamó a sí
misma, Igbo. La gente de otros grupos, a pesar de hablar la misma
lengua, tendieron a llamarse a sí mismos por los nombres de sus
ciudades, aldeas o clanes respectivos. De hecho, muchos grupos que
llegaron a ser Igbo en los siglos XIX y XX no fueron Igbo en épocas
anteriores. Este hecho parecería prestar crédito a la idea de que la
identidad étnica Igbo había sido forjada en las Américas junto con
las actividades de la diáspora Igbo y, que esta identidad se habría
consolidado durante el dominio colonial británico, en el siglo XX.
Sin embargo, la existencia de las ciudades Ama-Igbo (Igbo Square) e
Igbo-Ukwu (Gran Igbo), anteriores al comercio atlántico de personas
esclavizadas, indicaría que la gente de las tierras centrales o, por lo
menos, algunas de ellas, se habían identificado como Igbo por muchos
siglos, y que las nociones de la identidad Igbo habrían goteado desde
estas tierras hasta las Américas. El comercio atlántico de esclavizados
y el colonialismo facilitaron simplemente la extensión de la identidad
Igbo.
otra idea equivocada es que la palabra beké, que designa a la gente
blanca, se deriva del explorador escocés Dr. Guillermo Baikie, de
mediados del siglo XIX. Baikie condujo la expedición británica de

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África en tiempos
de la esclavitud

1841 río arriba del Níger, que pasó por allá e interactuó con los Igbo y
otras comunidades en ambos márgenes río abajo. Sin embargo, por el
contrario, los Igbo habían utilizado el término Beké para referirse a la
gente blanca mucho antes de la expedición de Baikie, por lo que la gente
no habría podido pedir prestado este término al explorador. La gente
de la isla del Caribe de Martinica usa el termino beké para referirse
a la gente francesa blanca criolla nacida en la isla, para distinguirla
de la gente francesa blanca metropolitana. Es muy plausible que el
termino beké haya sido llevado a Martinica por la gente esclavizada
Igbo y, con el tiempo, este término llegó a distinguir a esta clase de los
franceses no residentes y otra gente blanca. El que los términos Beké
y Baikie suenen similares es sólo una simple e intrigante coincidencia.
Lamentablemente esta equivocación todavía sigue afianzada en el
folklore Igbo y en la academia hasta nuestros días.

Vida social
Como en todas las sociedades humanas, la vida social Igbo era com-
pleja y variada. Aquí esbozaremos algunas líneas sobre el status so-
cial, la propiedad, el matrimonio y la arquitectura.
El status social fue más el resultado de una posición que debía ser
alcanzada, más que heredada. Las sociedades Igbo carecieron en
buena parte de una nobleza hereditaria o gobernante, de tal modo
que la autoridad individual, la riqueza y el status individuales fueran
ganados por la habilidad y capacidad de la persona. La iniciación en
este tipo de sociedades requirió un gran compromiso material y un
amplio umbral de estándares morales, que solamente el más capaz
y calificado moralmente podía alcanzar. Este esfuerzo por reunir y
sostener estos criterios supuso una fuerte competitividad al interior
de la vida de los Igbo.
Pero la mayor parte de las sociedades tuvieron también una estructura
social basada en grupos de edades, que actuaron como punto de par-
tida para la organización de las actividades sociales, como las fun-
ciones artísticas y las tareas comunales, que fueron específicas a cada
grupo de edad. Muchos clanes tuvieron ambos sistemas: el de edades
y el de status llamado aza; otros tuvieron sólo uno. Y la persona que
poseía un título era conocida como un nze
Sin embargo, el carácter igualitario de la sociedad Ibo que tiende
a ser sobreestimado contrasta con las evidencias. Por ejemplo, los
fundadores de ciertos asentamientos y sus descendientes reclama-
ron a menudo un status especial en relación con los grupos que
llegaron después. Por otra parte, a pesar de que las personas escla-
vizadas eran consideradas inferiores, podían trabajar y subir en la
escala social, y lograr un status muy superior en el transcurso de su

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África en tiempos
de la esclavitud

vida. E incluso el status no les impedía a sus descendientes esclavi-


zados progresar.
El sistema de herencia Igbo era todo menos igualitario, debido a la
centralidad de la progenitura, un sistema de herencia que favorecía
al primer hijo. A excepción de la sociedad de los guerreros Igbo del
río Cross, que era matrilineal (cuando la herencia se transmite por la
línea femenina), los Igbo eran patrilineales (la herencia se transmitía
por la línea masculina). Sin embargo, con independencia de la línea
de herencia, todas las sociedades Igbo fueron patrilocales (cuando la
gente casada reside en el hogar natal del marido).
La poligamia —la práctica de un hombre de casarse con varias es-
posas— se convirtió en la norma en la región durante el siglo XIX,
y parece que se extendió en la medida en que se incrementó la dife-
renciación social. La creciente diferenciación social acompañó a la
expansión del comercio atlántico de esclavizados, pero la economía
de exportación de materias primas que reemplazó al comercio de
cautivos en el siglo XIX la hizo aún mayor. Mientras que, a mediados
del siglo XVIII, la poligamia no era universal y raramente un hombre
llegó a casarse con más de dos esposas, a mediados de siglo XIX el
hecho de casarse con varias esposas se había convertido en la expec-
tativa de cada hombre, y muchos lo hicieron.
El número de esposas de un hombre casado llegó a ser indicativo de
su riqueza y de su status social. El matrimonio era una empresa costo-
sa para un hombre, que debía pagar la dote, que podía consistir en un
pago monetario y en regalos materiales al linaje de la novia, así como
un costoso banquete. Sin embargo, había un elemento pragmático en
la poligamia. Más esposas y más niños agregaban más fuerza laboral
a la familia, lo que contó mucho en la era del comercio de exportación
de mercancías.
La arquitectura Igbo siguió dos modelos principales: el de bosque y el
de sabana, cada uno dominante en las zonas ecológicas respectivas.
El modelo del bosque se distinguía sobre todo por el uso de techos de
rafia (en esterillas como la paja), una estructura rectangular de barro,
muros de barro que encerraban el recinto, y una puerta de madera que
conducía al recinto. El modelo de la sabana se distinguió, sobre todo,
por los techos de zacate, una estructura redonda de barro, pero sin
muros ni puerta alrededor del recinto. Ambos modelos concentraban
múltiples aposentos, con la residencia del jefe de familia (llamada obi)
frente a la entrada principal; la de sus esposas, a menudo más peque-
ñas, formaban un semicírculo al obi. El modelo del bosque prevaleció
en el corazón de la tierra Igbo, así como en otras comunidades del
bosque de las cuales una mayoría de personas fueron sacadas durante
la era del comercio atlántico de esclavizados.

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África en tiempos
de la esclavitud

Política
Con algunas excepciones, la organización social Igbo se caracterizó
por pactos y acuerdos no centralizados. Es decir, el poder político
no estuvo concentrado en una persona o en un pequeño grupo de
personas. La autoridad política, en la mayor parte de la tierra Igbo,
gravitaba en torno a la edad, la sabiduría y la capacidad, y los papeles
prominentes a nivel cívico recayeron en los ancianos y en algunas
agrupaciones tales como las sociedades secretas. Las áreas donde la
centralización política existió o sobrevivió hasta tiempos recientes
estuvieron fuera del corazón de la tierra Igbo y casi sin excepción
en los márgenes geográficos de la tierra Igbo como onitsha, Aboh,
oguta, ossomari y Arochukwu. La mayor parte de estas sociedades
estuvieron claramente influenciadas por el reino de Benin en la
región centro-sur de Nigeria y las sociedades centralizadas del
Middle Belt, en el norte de la tierra Igbo, donde los fundadores de
estos reinos clamaban ser sus descendientes. Arochukwu es el único
lugar donde los migrantes claman orígenes Igbo y reconocen haber
desempeñado un papel central y el único cuyo status como Estado es
el más debatido.
En Ukwu, en el área central de la tierra Igbo, hay evidencias de la
existencia de un alto grado de jerarquía y quizás de centralización
política aunque esta organización social parece no haber sobrevivido
en el tiempo. La evidencia arqueológica de Ukwu demuestra que en
el siglo IX hubo un alto grado de autoridad jerárquica y un comercio
de larga distancia tan lejano como el Medio oriente.

Religión
Así como los Igbo no tenían una sola estructura política, la religión
Igbo tuvo sabores locales. Virtualmente cada ciudad o aldea tuvo por
lo menos una deidad propia. Muchos compartieron sus deidades,
unos por adopción, otros, que fue lo más común, eran migrantes
que reproducían las deidades de sus sociedades natales. A pesar
de las diversas deidades que existieron y de las particularidades
locales en materia de religión, la religión Igbo estuvo dominada
por un sistema de creencias que se apoyaba en la existencia del
“Chi” (dios personal), en los antepasados y en un panteón de
deidades, todos subordinados al “Chi-Ukwu” (con su derivación,
“Chukwu”), que significa Gran Dios. El Igbo también creyó en la
vida después de la muerte, donde las personas buenas disfrutaban
y las malas sufrían. Esta cosmogonía parece haber contribuido a
la frecuente tendencia reportada entre los Igbo a cometer suicidio
bajo la esclavitud americana para acelerar su transición a una vida
mejor. Las religiones originarias sobrevivieron en buena medida


África en tiempos
de la esclavitud

sin perturbación, hasta que llegó el cristianismo a la región a


mediados del siglo XIX. Los Igbo llegaron a ser mayoritariamente
cristianos durante el curso del siglo XX, probablemente más que
cualquier otro grupo nigeriano.

Agricultura
La temporada de siembra comenzaba con las primeras lluvias de
marzo y continuaba hasta finales de mayo, y la cosecha comenzaba
en agosto y se extendía hasta noviembre-diciembre. Entre ambas
temporadas estaba el ugani (“escasez del alimento”), cuando había poco
de cada alimento, a excepción de maíz fresco y uno que otro vegetal
cosechado durante esta estación. Las cosechas fueron asignadas
en función del género. El ñame, que era el alimento principal, fue
cultivado exclusivamente por los hombres y era visto como el rey de
las cosechas. La mujer cosechaba las calabazas, los melones, el maíz,
el okro, habas, los pimientos, y el cocoyam (malanga). El cocoyam, tuvo
varios nombres en las diferentes partes de América. El término Igbo
para el cocoyam era Ede, edde, o hedeos. El hecho de que solamente
los Igbo utilizaran este nombre en África occidental y que el nombre
se use en diferentes partes de las Américas, sugiere que la gente Igbo
trajo el nombre a América, más que el nombre haya sido llevado de
aquí hacia la tierra Igbo; de otra forma, el nombre hubiera sido más
común entre las sociedades africanas.
Tanto hombres como mujeres contribuyeron de manera significativa
en la agricultura, pero la división del trabajo por género provocó que
ésta se diera de diversas maneras. Los hombres utilizaban las azadas
grandes para cultivar la tierra, mientras que las mujeres y los niños
usaban las pequeñas para escardar y limpiar. La labranza de la tierra,
la plantación y recolección del ñame, la construcción, así como el
subirse a los árboles, era exclusivamente masculino. Los hombres y
las mujeres participaron en la limpieza de los terrenos, pero también
parece haber sido una actividad predominante masculina. Aunque
los hombres y las mujeres eran importantes en el orden agrario de la
región, en la ideología de género que prevalecía, el rol masculino tuvo
un reconocimiento mayor, en parte por la importancia simbólica que
tenía el ñame, simbolismo que se concretaba en la estructura de la
finca, organizada simétricamente en torno a montículos de abono
con un ñame sembrado en el medio de cada uno, y los cultivos de las
mujeres sembrados alrededor de la base; de ese modo no competían
con el ñame por los nutrientes ni el sol.
El trabajo cooperativo era muy común. Los hombres formaron
cooperativas que funcionaron bajo el principio de propiedad privada
de la finca y trabajo recíproco (òhù òrò). Como grupo —a menudo por

0
África en tiempos
de la esclavitud

grupos de edades o amigos— eran más productivos y el trabajo era


más entretenido que el de aquéllos que trabajaban individualmente.
No era sólo trabajo, sino también un proceso de vinculación y deporte
que reforzaba el espíritu Igbo de competitividad y éxito. El cultivo de la
tierra fue una competencia; cada hombre intentaba ganarle al resto en
la rapidez para hacer los montículos. Los cultivos se iniciaban como en
las competencias de carrera de pista de mediano y largo alcance, con
la persona en el extremo izquierdo empezando de primero y el resto
de los cultivadores siguiéndole uno tras otro. Cuando una persona
alcanzaba a la persona de su lado izquierdo, la persona alcanzada
asumía el control de la columna y agarraba la azada de la persona que
él alcanzaba. La persona alcanzada tomaría su azada y reasumiría la
labranza, pero esta vez en la columna abandonada por la persona que
lo alcanzó. Era una experiencia de humillación y la mejor manera de
evitarla era cultivando mas rápidamente que el resto.
De esta manera se lograba una gran cantidad de trabajo, mucho más
del que era posible en circunstancias normales. El anfitrión del grupo
tenía la obligación de proporcionar abundante comida y bebida. El
grupo típico tenía cuatro miembros, que correspondía al ciclo de
cuatro días de mercado (izu). Los cuatro días de mercado seguían el
siguiente orden: Eke, oye, Afò y Nkwò. Y los miembros se rotaban
para ser anfitrión del trabajo de grupo, y el proceso se repetía y
repetía hasta el final de la estación de cultivo, o hasta que el trabajo
terminara.
En los terrenos hubo animales, como cabras, ovejas y aves, aunque
también hubo ganado, gallinas de Guinea, patos y perros. Los perros
tuvieron dos usos importantes, como alimento o como ayuda en la
cacería, dirigiendo al cazador hacia su presa.

Industria
La industria Igbo consistía sobre todo en el trabajo en hierro, tejido,
cerámica, la talla en madera y la minería. Los artesanos Igbo produjeron
instrumentos de cultivo y una amplia variedad de instrumentos
musicales de madera como los gongs, tambores y flautas, y hubo otros
hechos de calabazas ahuecadas y de melones grandes. E incluso hubo
gongs hechos en metal por los herreros, quienes también hicieron
cuchillos, hojas para los azadones y, en el siglo XIX, armas y cañones.
El trabajo en hierro fue altamente especializado y a menudo fue
asociado con energías sobrenaturales. La mayor parte de los herreros
llegaron sobre todo de la región centro-occidental —particularmente
de Awka, hoy capital del Estado Anambra— y a menudo fueron,
además, curanderos y adivinos. Los herreros viajaban a menudo
de un sitio a otro, vendiendo sus productos y haciendo productos


África en tiempos
de la esclavitud

por encargo de sus clientes. La explotación minera se centró en la


potasa, así como en la sal. Una de las más importantes minas de sal se
encontraba en Uburu, al noreste de la tierra Igbo, en el siglo XVIII. El
tejido era fundamentalmente una ocupación femenina, mucha de la
cual fue desarrollada en el sur de la tierra Igbo.

Los igbo y el tráfico de personas esclavizadas


Los hablantes Igbo constituyeron al menos el 60% de todas las
personas sacadas por la bahía de Biafra durante la era del comercio
atlántico de esclavizados, muchos de ellos con destino a la América
española, donde formaron parte de los grupos conocidos como biafras
y caravalíes. Los españoles de jamaica y Barbados, por ejemplo,
compraban personas procedentes de Biafra desde la década de 1660.
Según el historiador Guillermo Bowser, de un total de 5 278
africanos esclavizados registrados en Perú entre 1560 y 1650, casi
el 13% correspondía a personas biafras y caravalíes. El historiador
john Thornton encontró que la gente procedente de Biafra “fue
bastante numerosa” en Perú entre 1610 y 1640. otros destinos
importantes fueron el Caribe inglés, Haití, y Virginia. Sin embargo,
muy probablemente la mayoría de los cautivos que llegaron a
Hispanoamérica después de 1625 fueron personas procedentes de
grupos más pequeños, no Igbo situados entre la región Igbo y el
océano Atlántico. Aunque el sacerdote español Alonso de Sandoval
registró la existencia de mucha gente “caravalí” en 1627, sólo algunos
fueron específicamente Igbo.  La proporción de cautivos Igbo creció
paralelo al incremento del comercio de cautivos de las regiones del
interior donde los Igbo estaban concentrados, como resultado de la
revolución del azúcar en América.
El comercio de esclavizados en la tierra Igbo, como en el resto
del interior de la bahía de Biafra, fue dominado por el grupo Aro.
Aunque hoy constituyen un subgrupo de los Ibo contemporáneos,
los Aro de la era de dicho comercio eran más o menos un grupo
distinto, cuyos orígenes se derivarían de los Igbo y de varios otros
grupos etno-lingüísticos del interior de la bahía de Biafra. Desde su
tierra Arochukwu, en las fronteras entre Igbo-Efik-Ibibio, los Aro
se expandieron en diversas direcciones en busca de oportunidades
comerciales. Esta expansión coincidió con un incremento dramático
en el volumen de cautivos sacados de la bahía de Biafra después de
la tercera década del siglo XVIII. Con el paso del tiempo, los Aro
establecieron asentamientos virtualmente por toda la región, situado
el mayor en el centro de la tierra Igbo, para entonces densamente
poblada. El establecimiento de grandes asentamientos Aro durante el
segundo trimestre del siglo XVIII en la región central de la tierra Igbo


África en tiempos
de la esclavitud

reestructuró el comercio de personas en la bahía de Biafra, y colocó


al puerto de Bonny, adyacente a las tierras centrales Igbo, como el
principal puerto regional substituyendo al puerto old Calabar en el
este. Mientras tanto, los Aro incorporaron a una gran cantidad de
gente no Aro: ya en las tierras Igbo incorporaron en primer término a
la gente Igbo y luego a aquellos externos a la tierra Igbo, empezando
por la gente de sus respectivas localidades, provocando interacciones
y transformaciones culturales que tendrían grandes consecuencias en
el contexto del comercio atlántico de esclavizados.
Una característica propia del comercio de personas esclavizadas en
Biafra fue la inusual estructura de género de los cautivos embarcados.
El cociente combinado del sexo de los cautivos de todas las regiones
africanas fue de un varón por tres mujeres (1:3), pero el cociente
correspondiente para los cautivos de la bahía de Biafra estaba más
cercano a la paridad 45:55. Esta estructura inusual fue producto de
tres procesos socio-culturales y comerciales peculiares de la bahía de
Biafra. Primero, la importancia de los hombres en la agricultura, de la
que hablamos anteriormente, que contrastaba con la situación en la
mayoría de las otras regiones africanas, donde se dice que las mujeres
dominaban la agricultura. De ahí que los Igbo eran más reacios a
separarse de sus varones que la gente de otras regiones africanas.
Una segunda razón de esta inusual estructura de género fue que el
comercio interno de cautivos privilegiaba a los varones más que a las
mujeres, contrariamente a la norma en otras regiones. Los dueños
de gente esclavizada exigieron hombres de la misma forma que otros
dueños de otras partes de África demandaban mujeres. De hecho, el
fenómeno de la esclavización de mujeres estaba virtualmente ausente
entre los Igbo. Tercero, la ausencia virtual de una demanda de mujeres
por parte de las redes del comercio trans-sahariano, garantizó que
la región ofreciera un caudal mayor de mujeres para el mercado
atlántico.
A pesar de la gran proporción de cautivos Igbo que cruzaron el
Atlántico durante los siglos del comercio atlántico de personas
esclavizadas, la cultura y la memoria Igbo no son visibles en la historia
de América. Parece que la cultura Igbo no viajó tan bien como la de los
europeos a Norteamérica. Queda el reto de dilucidar en la memoria
de cada país sus aportes y herencias.


África en tiempos
de la esclavitud

EL CRISTIANISMO
EN EL REINO DEL KONGO
Rina Cáceres

Una gran cantidad de africanos que llegaron a Centro América


procedían de la región centro-occidental de África, en la que el Reino
del Kongo desempeñó un papel protagónico.
Para finales del siglo XVI e inicios del XVII, indica John Thornton la
población del gran Reino del Kongo vivía dispersa y dividida en dos
grandes áreas: las ciudades y las aldeas del campo, cada una con su
propio sistema de organización, sus propios patrones de producción,
distribución e intercambio, status, poder, relaciones de dominación
y subordinación. Estos dos “mundos” estaban gobernados por una
monarquía y una nobleza asentada en la capital, San Salvador, y
estaban unidos por medio de los gobernantes de los pueblos del
campo, quienes fungían como intermediarios.
Una de las principales diferencias entre ambas áreas era la forma de
producción. En el campo, los campesinos eran dueños colectivamente
de la tierra; definían lo que producían, así como el reparto de la cosecha,
generalmente por núcleo familiar y de acuerdo con su tamaño. De esta
cosecha debían pagar los impuestos a los gobernantes locales y a sus
aliados, los cuales a su vez entregaban una porción al poder central.
Otra parte estaba destinada al kitomi, el jefe religioso del pueblo, al que
se tributaba con productos y con prestaciones gratuitas en servicios.
“Visita de una delegación holandesa En las ciudades, por el contrario, la nobleza controlaba todo el ciclo
ante el Rey Álvaro II en 1642”. Olfert productivo: lo que se producía, cómo, cuánto, así como los productos
Dopper, Description de l’Afrique. de la cosecha. Eso era posible por medio de una fuerza de trabajo
Amsterdam: Wolfgang, Waesberge, cautiva, llamada por los europeos “esclava”. En el caso del Kongo estos
Boom & Van Somer, 1686.
“cautivos” tenían como única función trabajar
para sus amos, trabajo por el cual se les daba
casa, ropa y comida. Tenían derecho al uso de
la tierra —producían sus propios alimentos—
y tenían libertad personal, lo que lo hacía,
indica Thornton, un sistema más parecido a
la servidumbre europea que a la esclavitud
romana o a la plantación en América. Ellos eran
personas que pagaban su renta en trabajo —no
en productos ni servicios como en el campo—,
y podían moverse entre las diferentes escalas
sociales.
A inicios del siglo XVII vivían en San Salvador
aproximadamente 60 mil personas. La corte

34
África en tiempos
de la esclavitud

tenía un estilo de vida lujoso, rodeada de traductores y comerciantes


portugueses e italianos, y expuesta a la influencia de ambas culturas.
En la comida, por ejemplo, tenían preferencia por los productos
importados como el trigo y el sorgo, mientras el maíz era el principal
producto de consumo de los campesinos, así como de los cautivos
de las ciudades. En las zonas costeras, por el contrario, se consumía
cassava.
El campo proveía a las ciudades no sólo de alimentos que permitían
alimentar al gran sector no productivo de las ciudades, así como
articularse a la economía internacional, sino también de metales,
telas, sal, productos animales, conchas (nzimbu, utilizadas como
moneda) y personas cautivas. Los europeos en cambio, llevaban
municiones, bebidas alcohólicas, telas europeas, hierro y misioneros,
lo que favoreció la formación de un grupo de comerciantes con gran
poder en la vida política de la región.
A diferencia de la fuerte concentración de población que hubo en “La Costa de Guinea: de las Rivières
la capital, en las áreas rurales —donde vivían dos terceras partes del du Sud al Congo”. jean Suret-Canale,
total de la población— ésta estaba distribuida en forma dispersa, en Historia Universal Moderna y Con-
pequeños caseríos de 150 a 300 personas. Los pueblos conformaban temporánea, Vol. 5 Barcelona, Salvat
una red comercial “especializada” en productos específicos como sal, editores, 1986,p. 577.
hierro, vino de palma, maíz, telas y bebidas.
Sin embargo, la mayor parte de la producción
rural era para el consumo inmediato y las
provincias en general eran muy pobres.
Según Thornton, para evadir las excesivas
cargas tributarias impuestas por el gobierno,
trasladaron los poblados lejos de los caminos
o disminuyeron la producción para evadir el
pago.
El poder central estaba altamente concentrado
y jerarquizado. Existían sólo dos ciudades: San
Salvador y Nzoyo.

El cristianismo en el Kongo
El cristianismo llegó al Kongo de la mano de
la expansión europea, que buscaba nuevas
rutas para llegar a Asia. En el siglo XV los
portugueses buscaban romper el monopolio
árabe que surtía de especies al Mediterráneo.
Uno de los navegantes fue Diego Cão, quien
surcó la costa de África y llegó al Reino del
Kongo en 1482. A partir de entonces se inicia
la cristianización del Reino. En la década de

5
África en tiempos
de la esclavitud

1490 el gobernante de la provincia de Nsoyo fue bautizado con el


nombre de Don Manuel, y luego el Rey fue bautizado con el nombre
de joao I, quien mandó construir la primera iglesia, pues “había
llegado al reino africano Nganga za Nazambi, o la Buena nueva del
Evangelio”.
En 1506, con su sucesor Alfonso I, el reino llegó a ser oficialmente
una nación cristiana. Conocido como el apóstol del Kongo mandó a
construir la base de la infraestructura eclesiástica. Entre las iglesias
sobresalen la Iglesia de Nuestra Señora de las Victorias, Santiago el
Mayor, Nuestra Señora del Rosario, Concepción, Santa Cruz, San juan
Bautista, San Miguel Arcángel y la Santa Isabel. Al mismo tiempo, se
enviaron a Portugal a jóvenes, hijos de la familia real y de la nobleza
a estudiar teología. Entre ellos Don Enrique, el hijo del rey, quien fue
ordenado sacerdote en 1520. De regreso al Kongo fungió como vicario
episcopal.
Como resultado de los tratados entre España y Portugal, así como por
la decisión del Papa de otorgar al Rey de Portugal el Patronato sobre
la Iglesia en el Kongo, el reino dependía comercial y religiosamente
de los lusitanos.11 Por ello, una de las primeras órdenes en hacerse
presente fue la orden de Cristo (Templarios) que había recibido la
tarea de evangelizar las tierras africanas. A ellas les siguieron los
Carmelos y los jesuitas, quienes organizaron las primeras escuelas y
tradujeron el primer catecismo en lengua kikongo.
Para el siglo XVII, el Kongo y Portugal competían por el control
del territorio, competencia que derivó en una lucha diplomática en
Europa y en una confrontación militar en el territorio africano.
El escenario se haría más complejo con la aparición y establecimiento
de los holandeses en las costas del Kongo hacia 1640. La mutua
enemistad hacia Portugal creó las bases de una alianza inmediata que
quedó sellada con la firma de tratados comerciales que le garantizaban
al Kongo salida a sus productos, así como una oferta de productos
europeos a precios más bajos que los lusitanos.
Cinco años después, en 1645, los primeros capuchinos hacían
su entrada a la región como un intento de Roma por controlar las
misiones de ultramar en manos de Portugal y España. Aprovechando
la coyuntura, Pedro II continuó su ofensiva diplomática en Portugal,
España y Roma; logró obtener el nombramiento de un obispo en San
Salvador libre del control portugués, el napolitano Francisco Staiano.
Este éxito de la diplomacia del Kongo en Europa, que ya podía
maniobrar en la Europa de 1648, llevó a Pedro García II a la cumbre
de su gobierno.
Pero Luanda, que había sido tomada momentáneamente por Holanda,
fue recuperada por los portugueses que atacaron varias provincias del

6
África en tiempos
de la esclavitud

Kongo. En esa coyuntura, varios linajes se levantaron contra García


llevando al reino a una severa crisis y a un estado permanente de
guerra. En 1661 murió Pedro II y tanto los gobernantes de Nsoyo
como los portugueses asentados en Luanda decidieron intervenir en
la sucesión monárquica. En 1665, en la batalla de Mbwila, Portugal
derrotó a las fuerzas de la Casa reinante, mataron al Rey, miles de
personas murieron, entre ellos muchos miembros de la nobleza,
y varios sacerdotes fueron detenidos. Esta pérdida provocó la
desestructuración del balance de poder. Este periodo de sangrientos
combates destruyó la ciudad y hacia 1672 quedaban sólo 3 000
habitantes.
En 1710 la sociedad estaba completamente reestructurada y daba
inicio una nueva era. La mayoría de los campesinos vivían bajo la
presión de la guerra constante, y su vida cotidiana transcurría en
medio de la guerra cruzada entre diferentes facciones de la élite; y,
el peligro permanente de ser esclavizados, transportados al otro lado
del Atlántico y vendidos por parte de los comerciantes portugueses.
Por ello no es de extrañar que entre las personas que llegaron a
América en el contexto de las guerras civiles, muchas hayan sido
cristianas.

Ver Thornton, john. The Kingdom of Kongo: Civil War and Transition, 1641-1718.
Madison, 1983.

7
África en tiempos
de la esclavitud

SEguNDa PartE

ESCLavIZaCIÓN, trÁfICo
y rESIStENCIa

8
África en tiempos
de la esclavitud

EL ComErCIo traNS-SaHarIaNo

Los Estados y comunidades del occidente africano estuvieron


vinculados entre sí durante más de diez siglos por
medio del comercio trans-sahariano; muchos antes de
la presencia europea en su territorio, como se verá a
continuación.
Desde antes del siglo VII, y a través de esta intrincada
red, las diferentes ciudades intercambiaban productos
como sal cobre, dátiles y tabaco producidos en el Sahara.
Del occidente africano salían: cereales, marfil, textiles,
sandalias, carteras y bolsas de cuero, ropa, y oro, que
constituía las 2/3 partes del oro que circulaba en el
Mediterráneo islámico.
Del norte africano llegaban los caballos, indispensables
para la caballería de los estados wolof y Yoruba. Del Mezquita de Djenné

Mediterráneo provenían los textiles, seda, brocados, productos de


madera y metal; y también, libros, papel, té, café, azúcar, especies,
joyería, perfumes, brazaletes, anillos, cuchillos, manteles, etc.
Un elemento central en la integración económica del occidente
africano fue el camello. El desierto del Sahara, como un gran océano,
fue el puente que comunicaba a las dos regiones. Cruzarlo no era “Caravana llegando a Tombuctú”.
fácil y el camello, capaz de acumular alimento y agua para varios Henry Barth, Travels ands Discoveries
días, fue fundamental en esa empresa. El movimiento cadencioso in North and Central África, 1849-
del hombre y el camello, dualidad inseparable en el desierto, 1855. New York: Hapers & Brothers
Publishers, 1857.


África en tiempos
de la esclavitud

remontando las últimas dunas al llegar a las ciudades, fue y es la


imagen típica del atardecer africano que se volvió cotidiana en el
transcurrir de aquellos siglos
Una caravana podía estar compuesta por cinco o incluso mil camellos, y
tardaban entre 70 y 90 días de camino, dependiendo del tamaño. La red
comercial tenía sitios de bodegaje y todo un sistema crediticio. Además,
gozaban de la protección de los gobernantes y de una legislación que
protegía el intercambio regional, así como la libertad religiosa y la libre
conversión al Islam, por lo cual se crearon barrios específicos para
comerciantes y se edificaron mezquitas, como la gran mezquita de
Djenné (Dchenné) reconstruida sobre las ruinas del siglo XIII.
Esta construcción en barro, típica del occidente africano, es una de
las mejores expresiones de la arquitectura africana. Al ver la estatura
de las personas que caminan frente a ella, se puede percibir la
monumentalidad de la obra.
De estas épocas data la primera universidad africana, construida
en el siglo XIII en Tombuctú, albergue de la primera biblioteca del
África negra y la primera universidad donde se enseñaba teología y
“Grabado de la Ciudad hausa de leyes. En su seno se dieron grandes debates y era el sitio obligado
Kano siglo XIX”. Kano alcanzó un
gran desarrollo gracias al comercio
de los intelectuales de la época como el jurista Ahmed Baba, quien
transahariano. Henry Barth, a mediados del siglo XVI escribiría el primer texto donde puso en
Travels ands Discoveries in North cuestión la relación entre etnicidad, religiosidad y esclavitud. La
and Central África, 1849-1855. tradición oral de las calles de Tombuctú sigue hoy en día conservando
New York: Hapers & Brothers las voces de esas épocas; sus archivos y su antigua biblioteca siguen
Publishers, 1857. abiertos, guardando las historias de aquellos intensos días.

40
África en tiempos
de la esclavitud

A lo largo de los siglos, diferentes ciudades se turnaron la hegemonía


regional. Ciudades como jenne, Gao, Songhai llegaron a formar
verdaderos imperios, conocidos como Ghana, Mali y Songhai, en los
que el Islam fue de gran influencia.
Durante el siglo XVI, el comercio y la integración económica
trans-sahariana sufrieron un severo revés cuando los comerciantes
portugueses y luego ingleses, franceses, holandeses, daneses, etc.,
surcaron las costas del Atlántico, ofreciendo nuevos productos y nuevas
alianzas políticas, provocando una desestructuración económica al
interior del continente, creando nuevas élites y reconfigurando los
poderes hegemónicos. Al poco tiempo los comerciantes europeos
enganchados en el comercio transatlántico de personas, pedirían a
cambio de sus productos un número cada vez mayor de personas
cautivas, actividad económica en torno a la cual se construyó la idea
del éxito económico y comercial.

j.Ki-Zerbo, Historia del África


negra, tomo I. Madrid: Alianza
editorial, 1980.

4
África en tiempos
de la esclavitud

aNgoLa y EL ComErCIo atLÁNtICo


DE afrICaNoS ESCLavIZaDoS.
José C. Curto

Angola está bordeada por el Congo-Brazzaville, límite norte de su


provincia Cabinda; la república democrática del Congo (anterior-
mente llamada Zaïre) al norte y el este; Zambia al este, y Namibia al
sur, y tiene una superficie de 1 246 700 kilómetros cuadrados. Es el
séptimo país más grande de África. Su costa en el océano Atlántico
es igualmente enorme: 1 650 kilómetros de largo. A pesar del tama-
ño del país, su población sigue siendo relativamente pequeña. Una
estimación oficial de 1999 informa de 11 177 537 habitantes, lo que
lo hace uno de los países menos densamente poblados del continente
africano. La esperanza de vida es relativamente baja, 46 años para los
varones y 51 años para las mujeres; tiene altos índices de mortalidad
infantil: alrededor de 130 muertes por 1 000 nacimientos vivos. Todo
esto explica, en parte, su baja población.
Sin embargo, Angola no está desprovista de abundancia. De hecho,
es hoy uno de los más importantes productores de petróleo y de dia-
mantes para el mercado mundial, de donde provienen muchos de
los ingresos del gobierno nacional. Su población la componen tres
grupos étnicos importantes: el ovimbundu que representa el 37%, el
Kimbundu el 25%, y el Bakongo el 13%. Los mestizos (descendientes
de europeos y africanos) y europeos representan el 3% de la pobla-
ción, mientras que otros grupos étnicos constituyen el 22% restante.
La mayoría de angoleños continúa unido a sus creencias originarias,
el 38% son católicos romanos, y el 15% protestantes. Aunque el por-
tugués es la lengua oficial del país, el umbundu, kimbundu y kikongo
constituyen los principales idiomas hablados por su población.
Hoy, el público en general no piensa necesariamente en Angola
como uno de los países más grandes de África, con una densidad
demográfica relativamente baja, una esperanza de vida corta y altos
índices de mortalidad infantil, importantes yacimientos de petróleo
y diamantes, o en una riqueza multi-étnica, religiosa y lingüística
particularmente rica. Al contrario, la opinión popular sobre Angola
gira probablemente alrededor de su trágico pasado reciente. Esta
ex colonia de Portugal se vio obligada a una guerra de liberación
nacional para lograr su independencia que se extendió desde 1961
hasta 1974; luego, poco después de lograr su independencia, se
hundió en una guerra civil hasta el 2002. Durante el curso de estas
casi cuatro décadas de conflicto constante, decenas de miles de

4
África en tiempos
de la esclavitud

vidas se perdieron y muchos más habitantes se vieron obligados a


desplazarse internamente, a través de África meridional y más allá.
Las instituciones políticas y sociales fueron devastadas y la economía
quebrada. Lo que es menos conocido aún de Angola, es que ésta es la
manifestación más reciente de un pasado mucho más largo que fue
igualmente, si no más, violento y trágico.
En 1482, los portugueses fueron los primeros europeos en llegar a la
desembocadura del río Congo (Zaire) en sus intentos por rodear el
Cabo de Buena Esperanza y llegar a Asia. Ahí encontraron al Reino
del Kongo, que era un poderoso Estado
de gran alcance en una región donde el
desarrollo político a larga escala daba
sus primeros pasos.
En los años que siguieron, los líderes del
Kongo buscaron adquirir conocimientos
y tecnología de los portugueses para
desarrollar su Estado, mientras que los
portugueses querían a cambio artículos
que pudieran venderse a buenos precios.
En un breve período de tiempo, esta
relación llegó a estar limitada por la
transferencia de mercancías europeas
tales como textiles, armas, pólvora,
y bebidas alcohólicas, a cambio de
personas esclavizadas, marfil y cera. Los
cautivos llegaron a ser particularmente
valiosos para los portugueses, pues
resolvían las necesidades de mano de
obra de las crecientes plantaciones
de azúcar que se habían establecido
algunas décadas antes en la isla de São
Tomé, cerca de la costa de Gabón. Así
comenzó la participación de Angola
en el comercio atlántico de personas
esclavizadas.
Inicialmente, los cautivos adquiridos por
los portugueses en el Reino del Kongo
vinieron de las filas de los millares y millares
de individuos sin linaje encontrados a lo
largo y ancho del Estado. Éstos fueron
principalmente los “otros”, perdedores
de batallas contra el Kongo o adquiridos
fuera del reino a través de las redes

43
África en tiempos
de la esclavitud

comerciales. Esto pronto cambió como resultado del “descubrimiento”


del Caribe por Cristóbal Colon en 1492 y del Brasil por Pedro Alvares
Cabral en 1500. Mientras que la población indígena sucumbía por las
nuevas enfermedades introducidas por los europeos y las ciudades, las
minas y las economías coloniales de plantación comenzaron a surgir a
través de las Américas, África fue vista como la opción y fuente para los
trabajadores requeridos en el hemisferio occidental.
Esta demanda atlántica sostenida de mano de obra esclavizada condujo
al desarrollo de nuevos métodos de esclavización a través de África
occidental: la guerra entre Estados, jefaturas y aldeas; las incursiones
o razzias, que llegaron a ser endémicas; el secuestro por parte de
pandillas de matones e individuos sin escrúpulos; los procedimientos
institucionales de la corte (por ejemplo, muchos fueron desfigurados
y torcidos para esclavizar tanto a los locales como a forasteros por
la violación de alguna norma trivial u otras normas sociales); las
acusaciones de brujería, que fueron entonces concebidas para
esclavizar a la gente acusada de actividades sobrenaturales ilícitas; las
cargas tributarias forzaron a los subordinados a entregar cautivos a
las autoridades; la venta de familiares e incluso de uno mismo llegó
a ser común durante las épocas de hambrunas y epidemias. Para
mediados de la década de 1520, los efectos de esta mercantilización
de las personas comenzaron a capturar al Reino del Kongo: el Estado
comenzó a desintegrarse.
Tres décadas después, la cada vez mayor demanda atlántica de per-
sonas esclavizadas llevó a muchos de los portugueses en el Reino del
Kongo a mover sus operaciones comerciales esclavistas más lejos,
al sur del Reino de Ndongo. Ndongo había sido originalmente un
tributario del Kongo, pero pronto se convirtió en el más importante
abastecedor de cautivos para los portugueses quienes los vendían a
través del emergente mundo atlántico. En 1575, la ciudad colonial
de Luanda fue fundada como el asiento administrativo de una nueva
colonia establecida por orden del rey de Portugal. Pocos años des-
pués, la guerra explotó entre los colonos de Luanda y el Reino de
Ndongo.
No fue sino hasta la década de 1620 que los colonos portugueses lo-
graron someter a Ndongo. En los conflictos que sobrevinieron, los
colonos portugueses capturaron y esclavizaron a numerosos africa-
nos, tanto soldados como civiles: mientras que algunos fueron con-
servados en y alrededor de Luanda, muchos otros fueron vendidos
a través del Atlántico. Produciendo cautivos a través de la guerra, el
portugués emergió así como esclavista por derecho propio.
La caída de Ndongo sólo fue posible después de que los colonos
portugueses reclutaron como sus auxiliares a los Imbangala, bandas

44
África en tiempos
de la esclavitud

de jóvenes predadores de diferentes orígenes étnicos que vivieron de la


guerra y del ataque y que incorporaron en sus filas a hombres jóvenes
cautivos, y que vendían a personas capturadas a los portugueses de
la costa. A partir de entonces, los Imbangala se asentaron al este de
Ndongo, donde establecieron el Reino de Kassanje. A mediados de
la década de 1600, Kassanje emergió como el principal abastecedor
de cautivos para los portugueses asentados en Luanda y continuó
como tal hasta principios del siglo XIX a través del diseño de una
serie de mecanismos a gran escala para la esclavización, como los
que se habían desarrollado
anteriormente al interior del
Kongo.
Luanda, sin embargo, no era
la única ciudad portuaria a
través de la cual millares y
millares de cautivos africanos
fueron “exportados” por los
portugueses en el mundo
atlántico. En 1617, una se-
gunda ciudad portuaria
colonial, Benguela, fue
fundada para explotar las
densamente pobladas mon-
tañas centrales angoleñas,
donde entonces los caudi-
llos militares estaban parti-
cularmente ocupados ata-
cando a uno y otro poblado
para aumentar el control
sobre la población. Los asaltos por parte de estos caudillos armados
fueron la base de la consolidación política del siglo XVIII, que llevó a
la conformación de una serie de importantes unidades políticas como
ovimbundu, Mbailundu y Bihé. Y para complementar el suministro
de cautivos, también adoptaron otros mecanismos de esclavización,
como los que habían surgido en el Kongo.
Cautivos de la meseta central y de sus alrededores fueron vendidos
por millares anualmente a los portugueses de Benguela, que,
como los de Luanda, conservaron a algunos bajo su poder. El
resto, la gran mayoría, fueron “exportados” a través del Atlántico.
Y, como sucedía con los portugueses de Luanda, los de Benguela
también se involucraron directamente en la esclavización a través
de las acciones militares que periódicamente lanzaron contra las
sociedades africanas vecinas.

45
África en tiempos
de la esclavitud

Como resultado, el territorio que hoy es el país de Angola suministró


una cantidad enorme de cautivos para el comercio atlántico de
esclavizados. Los cálculos recientes indican que el número aproximado
del total de africanos enviados desde África Centro-occidental al
mundo Atlántico fue de casi 12.5 millones de individuos. De ellos
1.072.763 fueron enviados a través de Luanda entre 1710 y 1830, lo
cual lo convierte en el puerto esclavista más importante de África
occidental. Y Benguela en uno de los más importantes proveedores
del comercio atlántico de mano de obra forzada: se sabe que 407 166
personas fueron sacadas a través de su puerto entre 1730 y 1828. De
Benguela y Luanda, por no mencionar la cuenca del río Congo, miles
y miles de africanos fueron enviados así anualmente a la esclavitud a
través del Atlántico.
Los que sobrevivieron las deplorables condiciones a bordo de las
naves esclavistas terminaron en casi cada esquina del hemisferio
occidental: las colonias británicas de Norteamérica que conformarían
más adelante Estados Unidos; las islas del Caribe como jamaica,
Haití y Cuba; los extensos territorios españoles en Centroamérica y
Suramérica y, sobretodo, en la única posesión portuguesa en América:
Brasil. Sin embargo, sin importar a donde llegaron, estas víctimas de
la mercantilización llegaron a ser denominadas en muchas partes
por términos que se relacionaron con las regiones o las ciudades
del puerto a través de las cuales fueron embarcados, como congos,
angolas o benguelas.
Con la violencia, la inseguridad, y la destrucción resultante de una
esclavización a larga escala, Angola llegó así a proveer no sólo gran
parte del trabajo esclavizado requerido en el “Nuevo Mundo” sino
que, en el proceso, también llegó a ser un importante contribuyente
en la composición demográfica del continente americano.
Sólo hasta la década de 1860 este drenaje demográfico angoleño llegó
a su fin después de que los británicos —que, irónicamente, habían sido
el motor principal de la esclavización en África occidental durante
el siglo XVIII—, utilizaron su fuerza marítima, política y económica
para forzar a las naciones-estados implicados en el comercio atlántico
de personas esclavizadas a poner fin a este infame tráfico.

46
África en tiempos
de la esclavitud

LoS NIÑoS DEL atLÁNtICo


Paul E. Lovejoy

Un aspecto poco conocido del tráfico forzado trasatlántico fue el de


la existencia de un gran número de niños en los barcos esclavistas.
Dado las características de la economía esclavista y la preferencia por
adultos jóvenes varones, ¿por qué transportaron a niños a través del
Atlántico? Se podría argumentar que, tal vez como resultado de la
abolición británica del comercio en 1807, los esclavistas prefirieron
niños para poder cargar a más personas en los barcos, sin el riesgo
creciente de la rebelión y quizás incluso porque se podían embarcar
más rápidamente y eludir así la vigilancia de las patrullas británicas.
Sin embargo, un análisis de las estadísticas demuestra que el interés
por comprar niños había comenzado ya a finales del siglo XVIII, se-
gún podemos ver en el cuadro 1.
Tal vez el silencio se deba a que la designación de “niños” esclavizados
es a menudo confusa, aunque en general se asume que son pre-
púberes, es decir, entre los 13 y 14 años de edad, aproximadamente.
Es oportuno recordar que los vendedores de personas esclavizadas
debían pagar “impuestos de exportación” a la Corona por cada
persona vendida.
originalmente, los comerciantes portugueses no pagaban por los
niños embarcados, sólo por los adultos que eran calculados con base
en la capacidad oficial de las naves. Luego se les cobró a los esclavistas

Cuadro 
Niños en el trafico de esclavizados, 1660-1866

año africanos embarcados africanos desembarcados Porcentaje de niños Niños desembarcados

1660-1699 557 011 449 987 11.0 49 999

1700-1749 2 179 440 1 839 655 17.0 312 741

1750-1807 4 214 213 3 684 180 23.1 851 456

1808-1866 2 812 101 2 500 777 42.6 1 065 331

totaL  76 765 8 474 5 5.6  6 47

Fuente: David Eltis, Stephen Behrendt, David Richardson, y Manolo Florentino, The Trans-Atlantic Slave Trade Database, versión
revisada, 2007.

47
África en tiempos
de la esclavitud

la mitad del impuesto cuando se trataba de niños pequeños que


podían caminar (crías de pé), mas no gravaron a los bebés de pecho
(crías de peito).
Para el siglo XVII, estas distinciones entre los tipos de niños dieron lugar
a fraudes contra la Corona, pues algunos comerciantes no pagaban,
por lo que promulgaron una ley en 1684 que se centró en la definición
del niño, la “cria.” Esta ley, aunque vaga reguló entre otras cosas, las
condiciones de viaje, permitiendo que las naves llevaran a niños sobre
las cubiertas, mientras que las crias de peito, niños en brazos, no se
contaron en los cálculos de la capacidad legal de la nave.
La ley fomentó el “embalaje apretado” señalando las áreas para
la carga y para las personas esclavizadas en términos ambiguos.
Como Miller ha demostrado, las restricciones legales portuguesas
en el embarque influyeron en el diseño de navíos para maximizar la
proporción del área de la cubierta disponible para llevar personas
esclavizadas. Reduciendo la altura de las cubiertas a un mínimo,
los carpinteros introdujeron una cubierta adicional y, virtualmente,
doblaron la capacidad de la nave sin tener que aumentar el volumen
del espacio disponible para los esclavizados. La influencia de la
ley en el diseño de la nave llevó a alterar sus espacios interiores
y a discutir las diferentes interpretaciones técnicas sobre qué
constituía un “niño,” puesto que se podrían llevar el doble de niños
que de adultos; e incluso a distinciones más finas entre las diversas
Navío esclavista el Brookes construido categorías de personas transportadas (algunas que pertenecían a la
en Liverpool en 1780. tripulación, otras propiedad de los oficiales y aún a otros pasajeros
Detalle de las cubiertas para ganar de acompañamiento).
espacio, según las declaraciones de Desde la década de 1720, las naves contratadas con “embalaje
médico Tomas Trotter, pintado por
apretado” usaron la exención parcial y total para niños como un
james Phillips en 1788 a petición del
abolicionista inglés Thomas Clarkson. portillo para exceder la capacidad legal de la nave, con los niños a

48
África en tiempos
de la esclavitud

menudo apretados en espacios ya llenados con adultos y oficialmente


enlistados como crias de pé.
Para las décadas de 1730 y de 1740, el “embalaje apretado” les permitió
llevar entre un 5 y un 15% de adultos clasificados como niños. Una
ley de 1758 intentó impedirlo y, de tal modo, aumentar los impuestos,
pues como hemos dicho anteriormente el impuesto sobre crías era
la mitad del de los adultos. Sin embargo, para la década de 1730, los
comerciantes esclavistas lograron estirar el significado de la ley para
llevar más personas a bordo de las naves.
La clasificación del aparejo de las naves también se alteró para
permitir cargar más personas a bordo. A finales del siglo XVIII la
práctica autorizó de manera informal una tasa de mayor espacio
para adultos embarcados como “jóvenes” de poca estatura.
La edad era estimada por la altura y, por lo tanto, era arbitraria. Así
por ejemplo, en la regulación del comercio de finales del siglo XVIII,
Gran Bretaña definió a los adultos como a individuos de al menos 4’
4” de alto. Aún así la proporción de niños aumentó con el tiempo, en
particular los niños de 6-7 años que fueron separados más fácilmente
de sus familias. A pesar de las referencias ocasionales a los bebés de
pecho, parecen haber sido muy pocos los niños menores de cinco
años que fueron embarcados. Sin embargo, el cambio más llamativo
fue un aumento dramático en la proporción de niños entre los siglos
XVII y XIX. Los niños constituyeron el 11% en la segunda mitad del
siglo XVII, cuando la escala del comercio aumentaba rápidamente
y enviaba aproximadamente 450 000 africanos a las Américas entre
1660-69, lo que significó que cerca de 57 000 niños fueron embarcados
de manera forzada a través del Atlántico. Colección UNESCo/ La Ruta del
En la primera mitad del siglo XVIII, la proporción de niños aumentó esclavo.
a un 17 %, mientras que el número total de los africanos
que fueron transportados aumentó a 2 179 000, con 1 840
000 sobrevivientes en la travesía atlántica, de los cuales
cerca de 313 000 fueron niños. La cantidad continuó
aumentando durante los años de auge del comercio en
la última mitad del siglo XVIII, alcanzando un 23.1 %
entre 1750 y 1807 —cuando Gran Bretaña prohibió el
comercio de personas esclavizadas—, periodo en que
llegaron 3 684 180 africanos esclavizados de los cuales
851 000 eran niños.
Mientras que la tendencia a largo plazo está clara, hubo
fluctuaciones considerables en el número de niños,
según se comprueba en el cuadro 2.
De acuerdo con estos datos, parece haber habido una
declinación temporal en la proporción y el número

4
África en tiempos
de la esclavitud

de niños en la década de 1740, cuando aproximadamente 56 000


niños desembarcaron en las Américas, comparado con 89 000
en la década de 1720 y 81 000 en la de 1730, pero el número de
niños se incrementó a 114 000 en la década de 1750 y aumentó
generalmente después de esta fecha. Entre 1808 y 1819, después
de la prohibición británica del comercio, el número de niños se
incrementó a casi 300 000, y entre las décadas de 1820 y 1830,
los números se mantuvieron por encima de los 200 000 niños
por año, lo que demuestra la escala del trafico de niños en el
Atlántico.

Cuadro 
Niños esclavizados en el comercio trasatlántico, por década

año total de embarcados total de desembarcados Porcentaje de niños total de niños desembarcados

1660-1669 83 972 66 979 12.5 8 372


1670-1679 104 150 83 699 8.5 7 114
1680-1689 187 006 149 108 12.6 18 788
1690-1699 181,883 150 201 9.8 14 720
1700-1709 288 784 238 253 16.9 40 265
1710-1719 336 401 280 017 21.9 61 324
1720-1729 497 927 425 856 20.8 88 578
1730-1739 529 014 445 297 18.1 80 599
1740-1749 527 314 450 232 12.4 55 830
1750-1759 580 702 495 360 23.2 114 089
1760-1769 714 694 609 599 22.3 135 941
1770-1779 723 420 625 172 26.8 167 546
1780-1789 699 657 618 362 27.7 171 286
1790-1799 784 563 704 798 19.6 138 140
1800-1807 711 177 630 889 27.5 173 494
1808-1819 734 466 660 754 45.0 297 339
1820-1829 799 849 715 209 36.8 263 197
1830-1839 540 867 482 503 42.5 205 064
1840-1849 465 993 412 741 40.4 166 747
1850-1859 189 400 160 689 33.4 53 670
1860-1866 81 526 68 881 45.0 30 996

totaL  76 765 8 474 5 5.6  6 47

Fuente: David Eltis, Stephen Behrendt, David Richardson, y Manolo Florentino, The Trans-Atlantic Slave Trade Database, versión
revisada, 2007.

50
África en tiempos
de la esclavitud

Como David Eltis y Stanley Engerman han demostrado, este aumento


creciente ocurrió con los niños originarios de casi todas las regiones
involucradas en el tráfico forzado, pero fue particularmente fuerte
en las regiones del África bantú.4 La proporción de niños de África
centro-oeste y de África del sudeste fue generalmente mayor que
los de África occidental en todos los períodos, alcanzando un 21.7
% antes de 1700, 28.1 % en el siglo XVIII, y de aproximadamente
53% en el siglo XIX. La proporción de niños de las otras regiones
aumentó, a excepción de la llamada Costa de oro, alcanzando 40.4
% en la costa de la Alta Guinea después de la abolición británica,
y constituyendo cerca de un tercio de aquéllos enviados desde las
bahías de Benín y Biafra, como puede verse en los cuadros 3 y 4.

Cuadro 
origen de los niños en el comercio atlántico

Periodo alta Costa Bahía de Bahía de África centro- Sureste de todas Número de
guinea de oro Benín Biafra occidental África las regiones personas esclavizadas

1663-1700 0.054 0.109 0.128 0.110 0.217 - 0.122 47,378

1701-1809 0.252 0.116 0.169 0.210 0.281 - 0.227 298,681

1810-1867 0.404 - 0.327 0.359 0.530 0.501 0.461 75,471

Fuente: Eltis y Engerman, “Fluctuations in Sex and Age Ratios in the Transatlantic Slave Trade, 1663-1864,” en
Economic History Review, Vol. 46, No. 2, May 1993. oxford, England. Pág. 310.

En el siglo XVIII, el comercio francés tenía una relativamente elevada


proporción de niños, 26.6%, en comparación con otros países
europeos. Las variaciones parecen haber sido considerables en la
bahía de Biafra y en la desembocadura del río Congo, desde donde
fueron enviados hacia las islas del Caribe francés, como en se ve en
el cuadro 5.
En el siglo XVIII, los comerciantes británicos transportaron casi igual
número de jóvenes, hombres y mujeres, de la bahía de Biafra, según
se refleja en el comercio a jamaica. Es probable que algunos de estos
niños hayan sido enviados a otras partes de las Américas; hay un par
de casos de naves con un número inusualmente grande de niños que
llegaron a territorio español. En África centro-oeste, parece que las
naves británicas tomaron más muchachos que muchachas.
Los varones fueron confinados y encadenados por separado debajo de
la cubierta, mientras que las mujeres y los niños no estaban a menudo

5
África en tiempos
de la esclavitud

en cadenas sino que fueron recluidos en compartimientos especiales


o en cubierta con menos seguridad, con excepción de la vigilancia
para prevenir tentativas de suicidio o ahogo.

Cuadro 4
Porcentaje de niños que cruzaron el atlántico por sitio de origen

región 65 675 70 76 75 776 80 86 85
a 675 a 700 a 75 a 750 a 775 a 800 a 85 a 850 a 867

Senegambia - 5.4 9.1 12.0 30.2 16.7 25.7 19.7 -


Sierra Leona - 7.3 6.5 - 34.3 25.5 41.1 41.9 -
windward - - - 35.3 42.7 24.9 34.5 29.3 -
Costa de oro 6.4 8.8 17.5 15.1 21.4 19.4 38.0 46.2 -
Bahía de Benín 6.5 12.3 19.6 26.1 19.3 14.4 22.5 36.1 18.8
Bahía de Biafra 12.8 9.7 23.9 18.4 34.3 19.7 29.7 39.3 -
África centro-occidental - 19.8 24.5 32.1 30.4 18.3 41.0 52.9 41.6
Sureste de África - - - - - 29.6 47.0 62.4 -
origen desconocido 9.1 18.1 22.9 23.7 27.1 34.5 46.0 29.6 -

Promedio 0.5 . . .6 8.8 . 4.6 40.7 5.

Fuente: David Eltis, Stephen Behrendt, David Richardson, y Manolo Florentino, The Trans-Atlantic Slave Trade Database, versión
revisada, 2007

Colección UNESCo/ La Ruta del


esclavo.
En muchas oportunidades los capitanes
de barcos lanzaron al mar a personas
esclavizadas enfermas y durante el
siglo XIX -cuando el comercio de
personas era ya ilegal- para ocultar “las
evidencias” ante la persecución de la
marina británica.

5
África en tiempos
de la esclavitud

En el siglo XIX, la demanda de mano de obra para la producción del


café en Brasil, donde las manos de los niños eran muy útiles en tiempos
de cosecha, constituía una fuente barata de trabajo. Más niños que
adultos podrían ser embarcados a bordo de las naves, permitiendo

Cuadro 5
Edad y género de los africanos en el comercio Atlántico de personas esclavizadas

transportista Destino fecha Número de hombres Porcentaje de Número de personas


por cada 00 mujeres niños esclavizadas

Holandés Angola-Brasil 1636-1643 105 33 2 064

Holandés Guinea-Brasil 1636-1645 138 13 3 086

Inglés Barbados 1663-1667 108 9 2 269

Inglés Antillas inglesas 1673-1725 158 14 73 990

Holandés Compañía de las 1675-1740 228 13 36 121


Indias occidentales

Inglés América española 1715-1738 197 34 17 080

Francés Colonias francesas 1714-1756 186 27 59 705

Inglés Carolina del Sur 1735-1740 --- 14* 11 562

Holandés Libre comercio 1730-1790 144 22 25 051

Francés Colonias francesas 1764-1778 171 27 101 533

Inglés jamaica 1764-1788 165 19* 74 546

Danés Caribe danés 1777-1789 175 23 15 203

Inglés Granada 1784-1788 154 32 13 561

Francés Colonias francesas 1784-1792 196 19 13 197

Español Cuba 1811-1867 229 39 51 577


y cubano

Portugués Brasil 1811-1867 188 42 27 365


y brasileño
*niños bajo 4’ 4” de altura.

Fuente: Derivado de Geggus David, “Sex Ratio, Age and Ethnicity in the Atlantic Slave Trade: Data from French Shipping and
Plantation Records”. The journal of African History, Vol. 30, #1 (1989), Pág. 24

5
África en tiempos
de la esclavitud

el llamado “embalaje apretado”, mientras que la facilidad relativa de


controlar a niños, en comparación con los varones adultos, influyó en
el número de los niños embarcados en las naves esclavistas.
La separación de los niños de sus familias fue extremamente dolorosa.
Ecroyde Claxton, cirujano, que estuvo en Camerún en 1788 en el barco
Garland, con el capitán Forbes, reportó la compra de nueve niños en
Bimbe, que “estaban abatidos”. Una en particular, cuando descubrió
que había sido vendida, se aferró rápida y desesperadamente al cuello
de su vendedor. Aunque un niño de diez o doce años de edad quiso
darle consuelo, ella continuó por tres o cuatro días en ese estado; de
hecho, todo el resto del grupo cayó en la desolación cuando se dieron
cuenta de que habían dejado su país…

Cuadro 6
Sexo y edad en los embarcados por barcos franceses, 1715-92

región ratio entre Niños (%) Hombres (%) mujeres (%) Número
los sexos

Senegambia 161 21.2 48.8 30.0 12 545


Sierra Leona 134 35.0 39.6 25.3 2 450
windward 175 27.8 46.2 26.0 3 205
Costa de oro 163 23.0 47.8 29.2 8 910
Bahía de Benín 161 22.4 47.8 29.8 41 121
Bahía de Biafra 117 30.9 40.2 28.9 4 685
Congo-Angola 212 30.4 48.1 21.6 63 280
Sureste de África 229 25.4 51.0 23.6 1 204

total 7 6.6 47.4 6.0 76 7

Fuente: Geggus David, “Sex Ratio, Age and Ethnicity in the Atlantic Slave Trade: Data from French Shipping and Plantation
Records”. The journal of African History, Vol. 30, #1 (1989), Pág. 28

54
África en tiempos
de la esclavitud

La ESCLavItuD
a travéS DEL oCéaNo ÍNDICo
Gwyn Campbell

El continente africano tuvo también fuertes vínculos con el oriente


Medio, el sur de Asia y Asia Sur-oriental, así como con el Extremo
oriente. El este de África estuvo en contacto directo con el Mar
Rojo y fue parte integral de la economía asiática del Índico. El área
comprendida entre El Cairo en Egipto y El Cabo en Sudáfrica fue
parte del mundo del océano Índico.

La estructura del comercio


de personas esclavizadas a través del Océano Índico
El comercio de personas a través del océano Índico empezó al
menos hace 4 000 años y, comparativamente hablando, no tuvo una
gran extensión sino hasta el último milenio.
Algunos consideran que se desarrolló en
forma paralela a la expansión musulmana.
La mayor parte de las personas fueron
compradas y vendidas para trabajos como
actores, criados domésticos, portadores
del agua, así como para la agricultura, la
producción de textiles y la minería.
La demanda fue sobre todo mayor en las tres
grandes regiones productivas: China, India y
Mesopotamia (hoy Irán e Iraq). En contraste
con el sistema atlántico, la mayoría de los
esclavizados negociados en el mundo del
océano Indico fueron mujeres, adolescentes
y adultas jóvenes, valoradas por su sexualidad
y su capacidad reproductiva. Los hombres
fueron empleados en una amplia gama
de actividades, tales como: agricultura, Grabado de la Ciudad de Mombasa,
Kenya.
artesanías, comercio, transporte, pesca, servicio doméstico,
Alfredo Margarido, “El África oriental,
administración, burocracia, diplomacia e incluso las milicias (aunque central y austral”, en Historia Universal
el uso de soldados fue prohibido, a veces, como en Madagascar, por moderna y contemporánea, Vol 5 ,
el miedo de una rebelión de los esclavizados). Algunos recibieron Barcelona, Salvat Editores, 1986.
tierra para el cultivo y solventar sus necesidades alimenticias. otros
fueron alquilados o dejados libres para que realizaran trabajos del que
debían entregar entre el 50% y el 75% de sus ganancias a sus dueños,
por lo que pudieron a menudo acumular cierta cantidad de recursos.

55
África en tiempos
de la esclavitud

Las personas esclavizadas que trabajaban para los ricos y poderosos


ocuparon a veces posiciones importantes como administradores,
comerciantes y funcionarios de las casas principales, que les dieron
abundancia y prestigio considerables.
Pero fue durante el l siglo XIX cuando se dio la segunda gran era
de la expansión de la economía del mundo del océano Indico. Las
economías pre-industriales estaban basadas en el uso intenso de
su fuerza laboral pero la cantidad de mano de obra era insuficiente
debido a la lenta y espasmódica evolución demográfica, ya que la
adopción de nuevas técnicas agrícolas, tales como el riego, tuvo
efectos restringidos por una combinación de desastres naturales (por
ejemplo, los ciclones, el volcanismo y las enfermedades) y desastres
humanos (como las guerras).
Esto fue particularmente evidente en el siglo XIX y principios de siglo
XX, cuando el patrón demográfico en la región índica contrastaba
marcadamente con Europa occidental y Norteamérica. Por ejemplo,
mientras que la población de Gran Bretaña, Alemania y Estados
Unidos creció casi cinco veces en los cien años anteriores a 1914, a la
población asiática le tomó casi 200 años (1700-1900) doblarla, de 415
millones a 970 millones.
De 1871 a 1921, la población de la India creció en un índice anual de
solamente 0.4%, mientras que África aumentó de casi 61 a 110 millones
de personas en el mismo período. Por el contrario, la población de
China aumentó entre 1800 y 1850 de cerca de 300 a 420 millones.
Sin embargo, la guerra, la enfermedad, el hambre y la emigración
detuvieron el crecimiento demográfico, de modo que, antes de 1900,
la población de China era de solamente unos 450 millones.
Las oportunidades comerciales abiertas con la creación de una
economía internacional en el siglo XIX incrementaron la demanda
de trabajo, estimulando un aumento en el tráfico de personas
esclavizadas y de otras formas de trabajo servil, no sólo en las regiones
tradicionales, sino a través del mundo del océano Índico. La demanda
de trabajo servil se acrecentó en los cultivos, la explotación minera,
caza, pesca y la recolección de los productos de bosque, el transporte
y personal marítimo, desde trabajadores del muelle hasta marineros.
Simultáneamente, los poderes locales y europeos comprometidos
en la conformación de los Estados requirieron una gran cantidad de
soldados, administradores y trabajadores.
Asimismo, una creciente presencia europea y los desarrollos asocia-
dos con la constitución de una economía internacional estimularon la
demanda de mujeres para los servicios sexuales. Las fuerzas europeas
que estaban en la región fueron aplastantemente masculinas, al igual
que los trabajadores migrantes chinos, de los que miles emigraron,

56
África en tiempos
de la esclavitud

desde la década de 1840, hacia los nuevos polos económicos en Amé-


rica, África y diferentes regiones de Asia.
La expansión geográfica, intrínseca a la formación de los Estados,
implicó la conquista y la subyugación de las relativamente débiles
comunidades igualitarias y descentralizadas, cuyos recursos de
trabajo fueron transferidos en forma de personas esclavizadas y otras
formas de trabajo servil a las sociedades más fuertes, jerárquicas, y
centralizadas. Éste fue, por ejemplo, el origen de la esclavitud en la
Mesopotamia y la India en el tercer y primer milenio a.C.
Durante el siglo XIX, el tráfico de personas esclavizadas probó ser
tan lucrativo que pronto estimuló la aparición de una estructura
independiente para su comercio, así como la de comerciantes
especializados. Estas estructuras esclavistas crecieron en los
períodos de la expansión comercial. La mayoría de esclavizados(as)
fueron las mujeres y los niños cautivos, pues los varones implicaban
un mayor costo por su vigilancia y el riesgo de rebelión o de huida.
La esclavización masculina fue más común en las sociedades
económicamente desarrolladas, donde una producción agrícola
más intensiva, el crecimiento demográfico y urbano y la expansión
comercial hicieron más viables la esclavización y la vigilancia de los
hombres cautivos.
Sin embargo, contrariamente a la creencia convencional, la fuente de
personas esclavizadas y otras formas de trabajo servil en el mundo
del océano Índico fue probablemente el resultado de fuerzas no-
violentas, locales, e incluso fuerzas personales. De hecho, a veces
era voluntaria. Algunas personas fueron vendidas por sus familias o
sus grupos de parentesco. Algunos se incorporaron voluntariamente
a la esclavitud; por ejemplo, ciertas jóvenes filipinas eligieron ser
concubinas de importantes hombres Zulú en África del Sur. Y
posiblemente muchas de las personas que entraban a la esclavitud lo
hicieron por deudas, pues la esclavización fue legalmente exigida a
los deudores y sus familiares. También el castigo por ciertos crímenes
fue exigido en multas que, a menudo, condujeron al endeudamiento
y a la subsiguiente esclavización. El endeudamiento era normalmente
en términos monetarios, aunque también en formas no monetarias,
tales como alimentos o herramientas. Si la deuda era pagada, un
deudor esclavizado podría recuperar su libertad.

La esclavitud y otras formas de trabajo no libre


El mundo del océano Índico poseyó múltiples y traslapadas estructuras
y status de trabajo servil como la esclavitud, que se traslapó a veces con
el cautiverio por deudas. La esclavización por deudas era involuntaria,
aunque muchas personas se incorporaron voluntariamente como

57
África en tiempos
de la esclavitud

estrategia para asegurar un crédito. El cautiverio por deudas abarcaba


una extensa gama de personas, desde los granjeros que hipotecaban
las cosechas futuras y novios potenciales pidiendo prestado por el
monto de una dote, hasta los pequeños comerciantes que vivían del
crédito de comerciantes más grandes, los omnipresentes jugadores
rurales del sudeste y este de Asia y los adictos al opio de la China del
siglo XIX.
Estos cautivos por deudas podían exceder el número de los esclavi-
zados. Posiblemente fue el grupo social más numeroso en Majapahit,
java, mientras que en el centro de Tailandia en los siglos XVIII y XIX,
constituían cerca del 50% de la población total. La servidumbre a la
cual estaban sometidos estos deudores fue generalmente una forma
de pago del préstamo que habían contraído, a las que había que agre-
garle el costo del alojamiento, alimentación y vestido del deudor.
Por lo tanto, la deuda aumentaba en la mayoría de los casos y la servi-
dumbre podía llegar a ser permanente, incluso hereditaria, a tal pun-
to que era dif ícil distinguir entre cautiverio por deudas y esclavitud.
El trabajo servil no esclavizado podía ser vendido o transferido in-
voluntariamente. Esto incluyó “siervos” en Asia y África, empeña-
dos en África, y a las jóvenes criadas ‘mui tsai’ en China. Algunos
fueron transferidos como tributo o rescate. En los mercados abier-
tos y privados, la gente vendió a miembros de su familia en esclavi-
tud temporal y permanente. Y algunos individuos se ofrecieron a sí
mismos para la venta.
En África, en tiempos de hambre, por ejemplo, un grupo de parentesco
pudo transferir sus derechos de un miembro del grupo a otro linaje
a cambio de productos o dinero, siendo los niños y los adultos
jóvenes los más cotizados. Si no eran redimidos, estos empeñados
permanecían con el linaje del acreedor. En China, la tendencia en
tiempos dif íciles fue el vender a las hijas y/o a las segundas esposas,
aunque los hogares de la no-élite fueron a veces llevados a romper el
tabú de vender a los hijos.
A través de la región, los padres también dieron a sus niños en
adopción a cambio de dinero. Y también personas sujetas a cautiverio
por deudas podían a veces ser intercambiadas, como trabajadores no
libres, como parte de una dote o una donación a un monasterio.

Origen y rutas
El tráfico de personas esclavizadas en el mundo del océano Índico
fue terrestre y marítimo tanto al interior de África y la India, como
en el Extremo oriente. Las rutas terrestres se conectaron con las
rutas marítimas en ciertos puntos clave, cerca de las bocas de los
ríos más importantes, en un istmo o en una isla. Desde estos puertos

58
África en tiempos
de la esclavitud

nodales, las rutas marítimas se ramificaron: una de ellas costera, que


vinculaba a los puertos a los mercados de abasto dentro de un sector
regional, y otra de larga distancia, vinculando otros puertos nodales.
Ambas actuaban como centros y mercados locales y regionales de
abastecimiento, y como centros de trasbordo para otros importantes
sectores marítimos del Mundo Índico. Adén, en la boca del Mar Rojo,
Sri Lanka y los estrechos de Malacca son ejemplos de esas importantes
bases marítimas de trasbordo.
La mayoría de los barcos de larga distancia permanecían por períodos
muy largos en los centros principales del trasbordo, antes de hacer el
viaje de vuelta.
El comercio de personas esclavizadas en la región Índica fue multi-
direccional y cambió con el tiempo. Los africanos esclavizados del este
fueron africano, exportados en gran número a lo largo de los siglos a
otras regiones de África —
como Etiopía y Egipto—, así
como a Arabia, el golfo Persa,
la India y, en menor número,
al Extremo oriente. A partir
de mediados del siglo XVIII,
los mercados de destino se
ampliaron y un considerable
número de africanos del este
fueron embarcados hacia
el Este africano: Zanzíbar,
Pemba, Somalia, Madagascar,
Mascarenes y la Ciudad del
Cabo, así como también a
los enclaves portugueses en
la India y las Américas. Los
malgaches fueron enviados
en pequeñas cantidades a los
mercados musulmanes, y a Esta fotograf ía muestra a un grupo
los establecimientos europeos en las Américas, El Cabo y Batavia y, de personas a bordo del navío
desde el siglo XVIII, en números considerables a las islas Reunión London, después de ser rescatados
de un barco esclavista en la década de
y Mauricio. Las personas esclavizadas de la India fueron enviadas a 1880, posiblemente procedentes del
Indonesia, Isla Mauricio, Ciudad del Cabo y al oriente Medio. Sin Este de África rumbo a algún punto
embargo, la mayoría de los esclavizados del oriente Medio fueron del océano Indico, en “Freedom, A
originarios inicialmente del Cáucaso, Europa oriental y África. History and Citizenship, KS3 resource
A ellos se sumaron los originarios de la costa de Makran en Irán, to investigate the Transatlantic Slave
en el siglo XIX e inicios del siglo XX, así como algunos de la India Trade”. National Maritime Museum/
Royal observatory Greenwich. 2007.
occidental, de Indonesia y de China. Desde Indonesia, sus habitantes
fueron enviados sobre todo a los mercados a través del sudeste

5
África en tiempos
de la esclavitud

asiático a la Ciudad del Cabo, mientras que los indochinos y coreanos


fueron enviados a China, y, en el siglo XIX, personas de origen chino
fueron enviadas a Singapur y a San Francisco (Estados Unidos). En
todos estos casos, la forma de comercio, origen, mercados, rutas, y
funciones de la persona esclavizada variaron considerablemente de
región a región y a lo largo del tiempo. Por ejemplo, en la colonia del
Cabo, en Africa del Sur a principios del siglo XVIII, la mayor parte de
los esclavizados procedían de Asia, pero para 1800 la mayoría eran
africanos, principalmente de Mozambique, mientras que un número
importante (durante los siglos XVII y XVIII) fueron de origen
malgache.
Encontramos entonces una tendencia marcada de trasbordo de
personas esclavizadas, traídas desde largas distancias, llevadas a ciertos
puertos costeros donde fueron incorporadas a redes regionales de
distribución que las llevaron por tierra o por mar a otros mercados.
Por ejemplo, la mayoría de las personas del este africano destinadas
a los mercados del norte del Golfo Persa, a mediados del siglo XIX,
habían sido enviadas primero a omán y a otras regiones del sur del
Golfo. En contraste con el sistema atlántico, pocos barcos y capitanes
en el mundo índico se especializaron exclusivamente en tráfico de
personas, pues la oferta y demanda eran inestables.
Para los 31 años entre 1787 y 1834 de los que tenemos datos
disponibles, el número anual de africanos llevados de Mozambique
al enclave portugués de Daman en la India varió considerablemente;
entre 19 y 50 en seis años (1791, 1825, 1827, 1829, 1831-2), entre
50 y 100 en ocho años (1793, 1803, 1804, 1815, 1820, 1828, 1830,
1833) y más de 100 en dos años (1800-1). El número más grande
(287) llegó en 1801, 99 a bordo de una nave portuguesa, y 70 en una
americana, los 118 restantes fueron llevados en diferentes barcos
indios. En 1841 cerca de 118 barcos llevaron a 1 217 personas (un
promedio de 10.3 esclavos por barco) por mar al extremo norte del
Golfo Persa. De éstos, solamente uno, llevando 12 personas, reportó
llegar directamente de la costa Swahili en el este africano. Un número
menor fue transportado en los barcos de dueños locales a través del
canal de Mozambique y a lo largo de la costa. A partir de 1856-60,
un promedio de ocho personas fueron llevadas en los barcos que
navegaban de Mozambique a Madagascar, considerablemente más
bajo que el promedio de 11.73 personas llevadas a las plantaciones
francesas de las islas Comores.

El número de esclavizados
Actualmente es imposible estimar con precisión el número de
personas comercializadas en el mundo índico, dada la duración del

60
África en tiempos
de la esclavitud

comercio de esclavizados, las limitaciones de los archivos, y el hecho


de que, en contraste con el sistema atlántico, las rutas terrestres fueron
las dominantes, mientras que en las rutas marítimas los esclavizados
raramente llegaron a ser una carga especializada. Para los siglos XVIII
y XIX las personas esclavizadas y sus descendientes constituían entre
el 20 y el 30% de la población de muchas de las sociedades del mundo
índico, incrementándose un 50 % más en diferentes partes de África
y en algunos puertos de Indonesia.
El comercio de personas esclavizadas llegó a su clímax en el siglo
XIX. Las indicaciones dicen que era considerable y que creció
dramáticamente con la creciente integración de la región en la
economía internacional, en particular a mediados de ese siglo. El
creciente comercio entre británicos y China, por ejemplo, estimuló
la producción en el sur del mar de la China y el este de Indonesia,
lo que incrementó la demanda de trabajadores esclavizados como
marineros y marchantes, así como recolectores de recursos del bosque
y trabajadores agrícolas. Mientras que james warren considera que
en la región Zulú sólo algunas decenas de miles de personas fueron
comercializadas en el siglo XIX; estimaciones más altas consideran
que más de dos millones de personas fueron “exportadas” de África
del Este entre 1830 y 1873. Si la mortalidad tanto en la captura como
en la travesía a la costa es tomada en cuenta, la pérdida total de mano
de obra africana del este hubiese podido ser de más de 20 millones.
Las estimaciones de Ralph Austen indican que 800 000 fueron llevados
del África del Este a los países islámicos del norte en el siglo XIX, 300
000 a través del Mar Rojo y el Golfo de Aden. Sin embargo, Abdul
Sheriff enfatiza que la demanda de africanos esclavizados durante el
siglo XIX en el oriente Medio fue generalmente baja, ya que pocos
sectores experimentaron algún desarrollo económico. Esto se reflejó
en la relocalización de la élite de omani en África del Este, donde
el comercio de personas alimentaba a las plantaciones de Zanzíbar
y Pemba, y solamente en parte a los mercados del Golfo Pérsico.
De hecho, la demanda de las islas francesas y Madagascar pudieron
haber promovido los mercados locales más que los mercados del
Medio oriente. Las personas fueron sacadas de las costas Swahili
y de Mozambique y enviadas a las islas francesas Mascarenes, y se
incrementaron hacia Madagascar después de 1820. De hecho, hay
evidencia de que desde 1873 una porción considerable del tráfico
conducido a través de Zanzíbar a los mercados musulmanes en el
norte fue revertido hacia el comercio del “sur”.
Mis estimaciones dan un máximo posible de “importaciones” de
personas hacia Imerina, Madagascar, desde África del Este de
alrededor de 300 000 personas entre 1821 y 1895 y de “exportaciones”

6
África en tiempos
de la esclavitud

de Madagascar hacia las Mascarenes, entre 1801 y 1820, de 35 800


personas. También estimó que más de 400 000 africanos del este
fueron enviados a las islas francesas, muchos vía Madagascar, en
el periodo 1801-95, la mayoría bajo la modalidad de “trabajo por
contrato”, de los que 145 500 llegaron en el período 1801-30. otros
165 000 a 173 000, la mayoría africanos del este y malgaches, fueron
llevados a las Mascarenes entre 1800 y 1848. La sumatoria del “sur”
y el Norte del occidente del océano indica que las “exportaciones”
totales de africanos esclavizados del este, en el siglo XIX, pudieron
haber alcanzado la cantidad de 1.5 millones de personas.
Inicialmente, pudo hacer sido un subproducto de la expansión im-
perial. Sin embargo, el comercio de personas probó ser tan lucrativo
que se convirtió en una meta de las campañas militares y estimuló el
surgimiento de diversos grupos sociales. Las finanzas y el personal
del comercio marítimo del mundo del océano Índico se diferenciaron
del sistema esclavista trasatlántico. Mientras que este último estuvo
dominado por las finanzas europeas, el comercio esclavista de la
región índica tuvo múltiples actores, a nivel de barcos y personal,
agentes locales, chinos, bugis y los malayos en el sector del este, árabes
e indios en las costas, y gujaratis en la parte occidental.

Abolición
En algunas regiones, el movimiento abolicionista del siglo XIX fue
redundante. Mientras que en la colonia del Cabo, en Sudáfrica, el
cambio de una producción de vino por la producción y exportación
de lanas, entre la década de 1820 y la de 1830, disminuyó la necesidad
de mano de obra barata no calificada; en el mundo índico aumentó la
demanda, en la medida en que se amplió la economía a nivel interna-
cional y no se contaba con suficiente mano de obra servil. En el siglo
XIX hubo tres movimientos abolicionistas occidentales en el mundo
índico: la presión de los poderes locales que decretaron leyes contra
la esclavitud; la abolición de la esclavitud en los imperios existentes; y
la puesta en práctica de medidas abolicionistas bajo el nuevo colonia-
lismo de finales del siglo XIX y principios del XX.
La presión de los poderes occidentales incitó a un número de
gobiernos locales de la región, desde el Imperio otomano, Tailandia,
Zanzíbar, Imerina y Etiopía a introducir medidas oficiales contra la
esclavitud y el comercio de personas esclavizadas. Sin embargo, las
formas de esclavitud fueron mantenidas extensamente en estos países
en donde los europeos recurrieron a veces al trabajo esclavizado. Por
ejemplo, los misioneros extranjeros de Madagascar redimieron a
los esclavizados, pero los obligaron posteriormente a trabajar para
ellos, alegando un reembolso por el pago para liberarlos, o alquilaron

6
África en tiempos
de la esclavitud

personas de Merina. Incluso las autoridades coloniales europeas en


el mundo índico, tal como el primer gobernador británico de la Isla
Mauricio, apoyó a menudo la esclavitud hasta la abolición formal,
que fue proclamada en 1834 para las colonias británicas y en 1848
para el imperio francés. Incluso después de la abolición, se continuó
importando personas bajo el término de “trabajo por contrato” en un
número de regiones controladas por los europeos, como en las islas
de plantación controladas por los franceses o en el océano Índico
occidental, mientras que la tenencia de personas esclavizadas no fue
prohibida completamente en la India británica sino hasta 1860. A
partir de mediados de siglo, Gran Bretaña tomó la iniciativa contra
el comercio marítimo de personas en el Indico, en particular en las
aguas del Este africano. Aunque la existencia de tales escuadrones eran
menos eficaces que en las aguas del occidente africano, lo cierto es
que forzó a los esclavistas a adoptar circuitos y rutas más peligrosas, y
hacer pasar a los esclavizados como porteros, marineros, empleados
domésticos, e incluso como hijos y otros parentescos.
Sin embargo, las medidas contra el comercio de personas, tales
como tratados, legislación que prohibía exportaciones de personas
esclavizadas y la actividad de los escuadrones anti-esclavistas,
tuvieron un limitado impacto, en tanto se mantuvo la demanda por
este tipo de mano de obra. Mientras que el comercio trasatlántico
de esclavizados tuvo una muerte súbita en la década de 1860, como
resultado del fin de la demanda en Brasil y el gran mercado americano
de personas; la demanda de esclavizados creció en el mundo índico. En
Madagascar central, por ejemplo, el precio promedio de una persona
esclavizada se duplicó entre 1860 y 1870, en alrededor de $30 a $62.
Debido a la inseguridad política, bajó hacia 1886 y luego vino una
recuperación. Tal demanda indujo a muchos antiguos comerciantes
costeros a incorporarse en el comercio de personas esclavizadas del
canal de trans-Mozambique, haciendo travesías múltiples en una sola
estación.
La abolición fue utilizada como una justificación a finales del siglo
XIX para el despojo de territorios bajo la modalidad de colonialismo
en el mundo índico, aunque esto debe ser visto teniendo en cuenta
consideraciones económicas; en una región donde tanto el trabajo
asalariado y el capital eran escasos y la esclavitud era una fuente po-
tencial de mano de obra. Dado el imperativo a ser autofinanciado,
los gobiernos coloniales procuraron maximizar la explotación de los
recursos del trabajo local, mucho de los cuales se encontraban en di-
ferentes grados de servidumbre. Sin embargo, su deseo de tomar me-
didas emancipatorias para acceder al trabajo de los ex-esclavizados
fue atemperado por el hecho de que la mayoría de ellos habían sido

6
África en tiempos
de la esclavitud

propiedad de los miembros de la élite local, en las que la mayoría de


las autoridades europeas confiaron para lograr una dominación co-
lonial eficaz. Por lo tanto, aunque los europeos introdujeron rápida-
mente medidas contra el comercio de personas, estuvieron renuentes
a emanciparlos por el miedo a la reacción de las élites locales.
Las autoridades coloniales también temieron que la abolición les
privaría del trabajo. Así, en algunas regiones, como en Somalia, los
colonos europeos tuvieron acceso al trabajo esclavizado, y en otras,
como en el África del Este bajo influencia alemana, se les permitió el
“rescate” de esclavizados, sistema que les obligó a trabajar para sus
“libertadores” hasta que el rescate hubiera sido pagado. Los poderes
europeos también proclamaron territorios recientemente adquiridos
como “protectorados”, en vez de colonias donde la aplicación de me-
didas abolicionistas era obligatoria.
La prohibición de la esclavitud en territorios controlados por Euro-
pa ocurrió irregularmente durante el siglo XX. En África, el tráfico
interno de personas esclavizadas permaneció boyante por unos 50
años después de la prohibición de su comercio, mientras que en el
este del mundo índico la esclavitud continuó en las remotas regiones
de Birmania hasta 1926, y en la Indochina francesa y las Indias Holan-
desas hasta la década de 1940. El interés británico sobre los recursos
de aceite le hizo tolerar la esclavitud en el Medio oriente hasta la
década de 1950. En consecuencia, los envíos de personas a través del
Mar Rojo y del Golfo Persa persistieron. Qatar abolió oficialmente
la esclavitud en 1952, Arabia Saudita en 1962 y los Estados Trucial
(Emiratos árabes Unidos) en 1963.
Las medidas abolicionistas redujeron el volumen del comercio de es-
clavizados en el mundo del océano Indico sin incrementar la canti-
dad del trabajo asalariado libre como para resolver la demanda. Por
lo tanto, hubo un incremento de las formas de trabajo no-esclavizado,
pero no libre, tales como el trabajo penal y la corvée, que compartió
muchas de las características de la esclavitud. Efectivamente, éstos
y otros trabajadores “serviles” no-esclavizados, recibieron un trato
peor que el de los esclavizados, razón por la cual podrían ser llama-
dos virtuales esclavos, muchos de los cuales se encuentran hoy en día
cubiertos por el silencio de su existencia a lo largo y ancho del mundo
índico.

Notas de página
1 A partir del año 2006, el Proyecto La Ruta del Esclavo inició el estudio de otras
rutas de tráfico de personas como la Ruta Trans-sahariana, la del Pacífico y la
del océano Índico. (Nota de la editora).

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África en tiempos
de la esclavitud

2 Richard Price, Sociedades cimarronas, México, D.F., Siglo XXI, 1981, p.11.
3 Kramer, Lovel y Lutz, “La conquista española de Centroamérica”, en: Historia
General de Centroamérica, tomo II, Madrid, FLACSo, 1993, p. 64. Elizabeth
Fonseca, “Economía y sociedad en Centroamérica, 1540-1680”, en Historia
General de Centroamérica, San josé, EDUCA, 1998, tomo II, pp. 120.
4 AGI Panamá 234 /1/5.
5 María del Carmen Mena García. La Sociedad de Panamá en el siglo XVI,
Sevilla, Diputación provincial. 1984, pp. 90 y 91. Es oportuno recordar que
esos nombres son un indicio, pues mediaron muchos elementos que pudieron
distorsionar las referencias, como las diferencias lingüísticas entre los
africanos y el notario español, y la confusión entre puerto de desembarque, y
el origen del vendedor: por ejemplo, un hombre mandinga pudo ser llamado
así por el origen de su vendedor.
6 Enriqueta Vila Vilar, Hispanoamérica y el comercio de esclavos, Sevilla,
Escuela de Estudios Hispano Americanos, 1977, p. 148. Rodney Hilton,
“Upper Guinea and the Significance of the origins of Africans Enslaved in
the New word”, The Journal of Negro History, Vol. LIV, Nro. 4, octubre, 1969,
p. 329.
7 Antonio Carreira, Cabo Verde, formacao e extincao de una sociedade
escravocrata, (1460-1878). Lisboa, Centro de Estudios de Guinea Portuguesa,
1972, p. 138.
8 Idem p. 81.
9 Vila Vilar, op cit., p. 145-152
10 Rodney Hilton, op. cit, p.330 y 331
11 El problema de la soberanía del Kongo se remonta al Tratado de Alcáçovas, de
1479, firmado entre Alfonso V de Portugal y los Reyes Católicos por medio del
cual Portugal obtuvo el control sobre las islas Madeira; Azores; Cabo Verde
y Guinea, mientras que Castilla obtuvo el control sobre las Islas Canarias y
renunciaba a navegar al sur del cabo Bojador en tierra continental frente a las
islas. Esto permitía a Portugal navegar hacia el sur bordeando a África. Pero
cuando Colón regresó de América, el monarca portugués reclamó las “nuevas
tierras” alegando derechos derivados del tratado. Los Reyes Católicos, por su
parte, argumentaron que la navegación se había efectuado por el oeste, y
no al sur de Canarias. Los reyes de Castilla y Aragón acudieron entonces al
Papa Alejandro VI quien, dictó las cuatro bulas Alejandrinas de 1493 y fijó
el meridiano divisorio de las zonas de influencia española y portuguesa a
100 leguas al oeste de las Azores y Cabo Verde, correspondiendo a España
la zona occidental y la oriental a Portugal. Al mismo tiempo, decretó la
excomunión para todos aquellos que pasaran a América sin autorización de
los reyes de Castilla. Ante la protesta de Portugal por su exclusión, firmaron
un nuevo pacto, conocido como el Tratado de Tordesillas en 1494, donde se
definió una nueva línea de demarcación que descendía del polo norte hasta
el sur, que pasaba a 370 leguas al oeste de las islas de Cabo Verde (meridiano

65
África en tiempos
de la esclavitud

situado a 46º 37’ longitud oeste), quedando la parte oriental de América del
Sur, Brasil, adscrito al área de acción de Portugal. España y Portugal ganaban
para si no solo el control territorial, sino la cristianización de América y de
África.
12 Herbert S. Klein, The Middle Passage: Comparative Studies in the Atlantic
Slave Trade (Princeton: Princeton University Press, 1978).
13 joseph C. Miller, Way of Death: Merchant Capitalism and the Angola Slave
Trade 1730-1830 (Madison: University of wisconsin Press, 1988).
14 Según estudios preliminares, la proporción de niños casi se duplicó a lo largo
del siglo XVIII. Dicha proporción se incrementó de un 12,2 % entre 1663
y 1700, hasta llegar a un 22,7% aproximadamente entre 1701 y 1809. Sin
embargo, lo más notable fue el gran incremento en la proporción de niños
luego de la abolición de la esclavitud en Gran Bretaña. Dicha proporción
prácticamente duplicó a la del siglo XVIII, alcanzando un 46,1% entre 1810
y 1867. Ver Eltis y Engerman, “Fluctuations in Sex and Age Ratios in the
Transatlantic Slave Trade,” en Economic History Review, Vol. 46, No. 2, May
1993. oxford, England. Págs. 308-23.
15 Una versión más amplia puede encontrase en Edward Alpers & Himanshu Ray
(eds.), Narratives of the Sea: Encompassing the Indian Ocean World. New
Delhi: Nehru Memorial Museum/ oxford University Press, 2006.

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