Está en la página 1de 4

COFEPISA

Manolo Rivas, con sus 36 años a cuestas, comentaba con Antonio Turnes las
incidencias de su experiencia profesional. Ambos habían empezado a estudiar juntos en
la misma academia de preparación para su Escuela Técnica, ambos habían ingresado
juntos en la misma Escuela, ambos eran amigos.

Manolo, hombre ensimismado, con una percepción del mundo un tanto


idealista, nada agresivo en su actividad vital, amante de hacer bien las cosas y llegar
hasta el fondo de las mismas, teniendo en cuenta todos sus condicionamientos, había
trabajado, en los 10 años que llevaba de experiencia profesional, primero en una
empresa consultora, después en el Ministerio de Obras Públicas como funcionario, y por
último en COFEPISA, empresa dedicada a la construcción de Obras Públicas, cuyo
Presidente-Director General era Federico Pina, accionista mayoritario de la Empresa.
Monolo entró en COFEPISA por no gustarle el trabajo que realizaba en el Ministerio, su
amistad con Antonio Turnes, ingeniero de COFEPISA desde su salida de la Escuela, fue
condicionante de la decisión de Manolo por considerar que si Antonio se encontraba a
gusto en COFEPISA, éste debía ser un buen sitio para trabajar; por otra parte estaba
convencido de que profesionalmente no sólo necesitaba pasar por una experiencia de
constructor sino que también le atraía en alto grado esa tarea, los datos que conocía de
la Empresa a través de su amigo, la hacían en su conjunto atractiva.

COFEPISA, era una Empresa tipo medio que había facturado en el último año
970 millones de pesetas, con obras repartidas en toda la Península.. Su actividad se
centraba en la construcción de carreteras y presas, así como todas aquellas obras que
fueran accesibles a su parque de maquinaria. Contaba con unos veinte ingenieros, de
los que siete estaban en la Central, los otros estaban asignados a las distintas obras, bien
como jefes de obra o como adjuntos a la jefatura. La empresa no tenía delegaciones,
por lo que era frecuente el traslado del personal de plantilla de una región a otra en
función de las obras que estuviesen en construcción. Elementos clave de la empresa
eran los Jefes de Obras, que bajo la inmediata dependencia de Gonzalo Tejerina, Jefe de
Construcción, tenían la obligación de ejecutar la obra en precio y plazo. La Central le
daba a la obra: La maquinaria necesaria, el personal de plantilla las normas de
contratación del nuevo personal, los recursos financieros y el sistema de control
contable. El Jefe de Obra debía contratar “in situ” el personal eventual de obra,
(algunos capataces, oficiales, peones, auxiliares administrativos, auxiliares técnicos,
etc.), proponiendo a la Central las condiciones económicas y laborales del mismo, a fin
de recibir la oportuna aprobación; pedir a la Central la maquinaria y los recursos
económicos necesarios según el Programa de Obra confeccionado por la sección de
Estudios, cuyo Jefe era Iñigo de la Cueva, y aceptado por el Jefe de Obra; llevar la
gestión directa con la Administración para extender las Certificaciones y formalizar los
cobros; responder del resultado de la Obra ante la Jefatura de Construcción, según lo
establecido en el Programa; e informar a la Sección de Estudios, en el caso de conocer
la posibilidad de contratar nuevas obras, a fin de que la Central, si lo juzgaba oportuno,
llevase a cabo el estudio técnico-económico de contratación.
Un año después de entrar Manolo como ingeniero de COFEPISA, Antonio
pasó a dirigir una empresa promotora de viviendas, de la cual era principal accionista
Federico Pina.

Manolo estaba preocupado, y le exponía a Antonio los motivos de sus


inquietudes:

“Después que te marchaste hace cuatro años de COFEPISA, las cosas han
cambiado mucho, decía Manolo. Desde que Pina nombró como Director a
Gonzalo Tejerina, la empresa ha tomado otro cariz; Pina cada día le presta
menos atención a COFEPISA, su tiempo lo ocupan otras actividades; su
entrada en el Consejo de Administración del Banco, parece que le ha
modificado la visión que tenia de la empresa como un conjunto de hombres
que teníamos que conseguir unos objetivos más o menos serios; por lo que se
ve, a través de la acción de Tejerina, lo único que ahora le preocupa a Pina de
COFEPISA son los resultados económicos. Ya conoces a Tejerina, él se
encuentra muy a gusto como Director y no quiere problemas. COFEPISA en
cuatro años no ha evolucionado prácticamente, y el sector de la construcción
ha dado un profundo cambio; económicamente las cosas hasta ahora han ido
bien para la Empresa de ahí que por parte de Pina no haya motivos de
inquietud. Tejerina no es nada tonto y se da cuenta que manteniendo a
COFEPISA al nivel que la encontró la domina perfectamente y no quiere
correr riesgos. Por otro lado la inquietud, entre bastantes de nosotros, es
grande; entre los Jefes de Obra con más de siete años de experiencia
profesional, sólo quedamos dos, se ha marchado hace un mes Ricardo
Carballo, hace ocho meses Alfonso Aguilera y hace algo más de un año,
Rafael García y Pedro Lamata, cuatro tíos muy buenos que se han ido a otras
empresas constructoras. Cuando Lamata, antes de decidirse a abandonar
COFEPISA, habló con Tejerina para que le clarificara su futuro, lo único que
recibió como respuesta fue que si tenía problemas económicos no tenía que
preocuparse, pero no le clarificó en absoluto las perspectivas de promoción
que Lamata podía tener a largo plazo, ni cómo tenía pensado resolver con el
tiempo las penalidades ocasionadas por el nomadismo, propio de los Jefes de
Obra; los otros tres, conocedores de la postura de Tejerina y en vista de la
marcha de Lamata, que tú sabes es un tipo muy competente, decidieron
también dejar la Empresa, y cuando encontraron algo que les interesó, se
fueron.

Todo parece indicar que Tejerina está dispuesto a comenzar de nuevo con
gente recién salida, como hizo hace años Pina cuando inició la fase de
expansión de la empresa, que coincidió con tu ingreso en COFEPISA. A
nosotros no nos necesita dado que con la ayuda de Iñigo de la Cueva y José
Luis Pintado, podrán sacar adelante una empresa que no está dispuesta a
crecer, al menos en la medida que es capaz de hacerlo con un buen equipo de
gente”.

Antonio escuchaba con atención las razones de Manolo. Sabía que, en líneas
generales, tenía razón; él nunca había entendido cómo Tejerina había dejado marchar a
Lamata y a Carballo, dos hombres de primerísima línea para una empresa como
COFEPISA. Conocía a Gonzalo Tejerina, era buen amigo de él, lo respetaba por su
competencia técnica, pero también sabía que no era un hombre sustancialmente creador.
Antonio interrumpió a Manolo:
“Y bien Manolo ¿tú qué piensas hacer?”

“¡Pues no lo sé! De ahí mi conversación contigo, a fin de que me ayudases a


ver claro. Por una parte he volcado muchas horas de trabajo y grandes
ilusiones en la Empresa, para que ahora tire todo este esfuerzo por la borda.
Me siento ligado a la gente de COFEPISA, prácticamente conozco a todo el
mundo y el ambiente de compañerismo es aceptable, aunque últimamente al
estar mucha gente preocupada se haya perdido gran parte de ese atractivo.
Empezar de nuevo en otro sitio me inhibe, porque de alguna forma pienso que
en todas cuecen habas. Por otra parte si yo me marcho ahora planteo una serie
de problemas a corto plazo de difícil solución y sin duda mi decisión arrastró a
Fernández-Arriba, que también está muy desanimado, a marcharse.
Económicamente no tengo problemas ahora, con una sola hija de dos años y
viviendo en un pueblo nos sobra dinero, sobre todo porque no tenemos tiempo
para gastarlo, ni ocasiones. Tanto a Pina como a Tejerina los aprecio y me
sabe mal abandonarlos. Ya ves que estoy hecho un lío”.

“¿Por qué no hablas con Tejerina con absoluta claridad? Manolo, yo creo que
ahora él te puede y te debe aclarar un tanto tus inquietudes. Tu marcha de
COFEPISA, creo que no puede serle indiferente”.

“Ya he hablado con él, en varias ocasiones, sin poder llegar al fondo de la
cuestión; él se ha mostrado siempre alusivo, parece como si le molestase
hablar del tema. Y por otra parte, no creo que una conversación pueda
hacerme cambiar de criterio. En definitiva, hace falta –según pienso-
establecer nuevos objetivos y nuevas políticas, y no creo que Tejerina esté
dispuesto a ello. Mi aprecio por él no me oculta que, en cierta forma he
perdido algo tan importante como es la confianza de su modo de conducir la
empresa; posiblemente su modo de diseñar el futuro no coincide con el mío, o
con lo que a mí me gustaría”.

“Y ¿qué piensas hacer, a dónde piensas marcharte?”

“Tengo dos ofertas, ambas interesantes; y sobre todo, una de ellas atractiva,
pero en ningún caso las tendría en cuenta si viera la posibilidad de que en
COFEPISA se arreglaran las cosas”.

Antonio no tenía argumentos para convencer a Manolo de que se quedase en


COFEPISA, y sin embargo entendía que la razón básica de esta conversación por parte
de Manolo era que él le ayudase a encontrarlos para no abandonar la empresa. Por ello
propuso a Manolo que, haciendo uso discreto de lo que habían hablado, pudiese tener
una larga conversación con Gonzalo Tejerina; los años de trabajo en común, la
vinculación de ambos a Pina, la amistad y respeto mutuos eran motivo suficiente para
que de esa conversación pudiera clarificarse en parte la situación. Manolo aceptó la
propuesta y Antonio días más tarde se reunió con Tejerina.

Tras hacerle un relato detallado de su conversación con Manolo Rivas, le


resumió el punto de vista de éste:

Gonzalo, el hecho de que la Empresa no haya crecido sensiblemente en los


últimos años, el que no hayas tomado medidas ante la marcha de las gentes
experimentadas, parece indicar a los que te quedan de antiguo que no necesitas
gente de primera línea y quieres continuar con personas menos valiosas; de ser
esto así, estimo que debes hablar con franqueza con Manolo y los demás y
exponérselo claramente.

Tejerina interrumpió a Turnes, después de su larga exposición:

“Me sorprende mucho todo lo que me has dicho, Antonio. En absoluto


pretendo quedarme sin Jefes de Obra de valía, pero lo que no puedo impedir es
que si se quieren marchar, se vayan. Para mí es un problema llevar las obras
con ingenieros sin experiencia y tú sabes perfectamente que un buen Jefe de
Obra es la persona más barata para la organización”.

“Todos ellos parecen tener prisa en ocupar mi sillón, y en el mejor de los


casos, si lo dejo, no resolvería si no el problema de uno de ellos. Lo que hace
crecer una empresa como la nuestra, es la demanda existente y los recursos
económicos propios para atenderla; si nosotros en este instante le estamos
obteniendo una buena rentabilidad a la inversión, con un mercado difícil, no
veo razones de peso que me hagan modificar las decisiones. Yo para
promocionar a mi gente estoy siempre dispuesto a revisar la política de los
sueldos, me consta que somos de las empresas constructoras que mejor
pagamos a nuestro personal. Te agradezco tu interés, Antonio, pero no me
parece correcto modificar toda la estructura de la empresa porque unos
ingenieros vayan adquiriendo experiencia, y saber que en definitiva, lo han
aprendido en esta casa”.

“Gonzalo, mi deber de amistad para con Manolo y contigo me ha llevado a


hablar contigo de este problema, por creer que la situación es, al menos,
conflictiva; ahora bien, tú eres el responsable de conducir COFEPISA a buen
puerto no tienes por qué darme ninguna explicación. Si crees en lo que has
dicho, sólo te pido que analices las consecuencias de tu esquema de conducta”.

Tras esta conversación, Gonzalo Tejerina quedó muy preocupado


preguntándose qué es lo que debía y podía hacer. El veía claro que tenía un problema
de promoción de gente, y sólo a nivel de Jefes de Obra, pero ¿sólo el crecimiento de
COFEPISA le podría resolver ese problema?.

Crecer, y medios para ello habían, probablemente disminuiría la rentabilidad a


corto plazo, pero no acababa de ver claro que el problema estuviese sólo en crecer.

“¿Que es, en definitiva, promocionar al personal?” Fue la pregunta final de


sus reflexiones.

También podría gustarte