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El-Lugar-Teologico-De-Las-Mujeres. Azcuy PDF
El-Lugar-Teologico-De-Las-Mujeres. Azcuy PDF
1
Para eso, cf. a) en castellano: A. LOADES (ed), Teología feminista, Bilbao 1997; G. MÜLLER
(ed), Las mujeres en la Iglesia. Especificidad y corresponsabilidad, Madrid 2000; M.
NAVARRO PUERTO (dir), 10 mujeres escriben Teología, Estella 1993; M.T. PORCILE, La
mujer, espacio de salvación. Misión de la mujer en la Iglesia, una perspectiva antropoló-
gica, Madrid 1995; A.M. TEPEDINO – M.P. AQUINO (ed), Entre la indignación y la esperan-
za. Teología feminista latinoamericana, Bogotá 1998; b) en otras lenguas: A. CARR, Trans-
forming Grace: Christian Tradition and Women´s Experience, New York 1988; L.M.
RUSSELL – J. SHANNON CLARKSON (ed), Dictionary of Feminist Theologies, Kentucky 1996.
A modo de subsidio para la lectura, en las últimas secciones de este número se propone una
bibliografía de las autoras más representativas y una serie de recensiones sobre el tema.
11
VIRGINIA RAQUEL AZCUY, Introducción
1. La “ir
“irrr upción” de las mujer es en teolo
mujeres gía
teología
2
F. ELIZONDO, “Mujer”, en: NAVARRO PUERTO, 10 mujeres escriben Teología, 199-232, 199.
3
Cf. C. SCHICKENDANTZ, Modernidad, humanismo y religión. Reflexiones teológico-pastora-
les acerca del lenguaje de Dios, en M. ECKHOLT – J. SILVA (ed), Ciudad y humanismo. El
desafío para convivir en la aldea global, Talca – Chile 1999, 103-125, 112ss.
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2. De la “invisibilidad” a la palabra
4
En este sentido, cf. B. SESBOÜÉ, ¡No tengáis miedo! Los ministerios en la Iglesia hoy,
Santander 1996.
5
Me refiero, por ejemplo, al sencillo panel que realizamos cuatro mujeres teólogas en la
reciente Semana de Teología de la Sociedad Argentina de Teología con el tema “Iglesia,
teología y mujeres”, que tuvo lugar del 16 al 19 de julio de 2001, y que nos permitió “tomar
la palabra” de un modo más formal en la asamblea. Su publicación está en preparación.
6
Si bien no comparto plenamente la radicalidad feminista de la autora, influyente y contro-
vertida a la vez, su breve artículo representa temáticamente un claro paradigma de la
situación y la discusión, cf. “Romper el silencio, lograr un rostro visible”: Concilium 202
(1985) 301-320.
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VIRGINIA RAQUEL AZCUY, Introducción
cio hasta el momento, sino porque hemos estado calladas como mujeres y, al
tomar conciencia de nuestra identidad, buscamos darle voz. ¿Cómo podemos
experimentar nuestra “invisibilidad”, si siempre hemos estado presentes?. En
verdad, se puede estarlo y no ser vistas o simplemente no expresarse, no darse
a conocer. Quiere decir que desde el punto de vista de la historia y de la
cultura, las mujeres venimos “rezagadas” y queremos “aggiornarnos”, busca-
mos decir-nos.
Ahora bien, gestar la palabra, tomarla y comunicarla, exige un proceso de
maduración y decisión7. Con frecuencia se plantea la necesidad de una recon-
ciliación interior porque no hemos encontrado el espacio para la palabra. Sin
ánimo de exagerar, se puede decir que el silencio de las mujeres duele.
También es cierta la perplejidad que surge cuando se da la palabra a las muje-
res –nosotras– y no sabemos qué decir, por estar habituadas excesiva y dañi-
namente al papel de la escucha silenciosa que tanto puede acercarse a la
pasividad y la ausencia. Por último, a veces resulta penoso tomar la palabra y
comprobar que no hay espacio para la diferencia. Algo de todo esto encuentro
en la expresión de M.Thérèse van Lunen Chenu, una de las pioneras en estos
temas: “Si el feminismo es un grito de vida, su significado profundo le viene de
la vida, no del grito”8. ¿No está llamada la Iglesia a recoger este clamor, estas
lágrimas de tantas mujeres que sufren?, ¿no habrá que escuchar mejor el men-
saje oculto en este grito de la historia?, ¿o acaso los errores y discensos con el
feminismo nos eximen de la práctica de misericordia con las mujeres concre-
tas?.
A mí me parece que, en nuestras comunidades cristianas, todavía falta
mucho para llegar a percibir las situaciones que padecen las mujeres. Se hace
necesaria una toma de conciencia más profunda y un discernimiento acerca de
las distintas formas de subestimación, subordinación e incluso discriminación
que se dan con respecto a ellas: desde el lenguaje hasta el trato personal,
pasando por la asignación de roles y funciones que se les –nos– atribuyen9.
7
Desde el punto de vista psicológico, puede comprenderse esto perfectamente. Me parece
muy oportuna, en este sentido, la óptica que sigue M. NAVARRO PUERTO, María, la mujer,
Madrid 1987, al intentar replantear la mariología en diálogo con la psicología.
8
“La Iglesia ante el feminismo”: Concilium 111 (1976) 136-147, 137.
9
Cf. ELIZONDO, “Mujer”, 207-210.
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Sería deseable una mayor solidaridad de la Iglesia con las mujeres, tal
como postulé en un artículo de próxima aparición,10 dado que ellas se encuen-
tran en un lugar que pide a las iglesias ser samaritana11.
Si bien no hago teología desde una opción feminista,12 creo que la Iglesia
cristiana está en deuda con el feminismo: no sólo por los retos que éste le
plantea, sino –al menos en nuestro contexto– porque le debemos un diálogo,
incluso un debate13. Como indica simbólicamente el texto antes citado de M.T.
van Lunen Chenu, las semillas de verdad escondidas en la protesta y el grito
del feminismo no deben ser silenciadas. Porque, si fuera así ¿cómo estaríamos
contribuyendo a que las mujeres tomen la palabra?. Comprendo perfectamen-
te que el grito no es lo ideal, es mejor el hablar serenamente y esto es lo
ponderado, pero a veces no es posible cuando hay mucho dolor y mucha resis-
tencia a escuchar las voces que reclaman un espacio, un derecho, una autono-
mía. Quizás la Iglesia, todos en ella, tengamos que hacer un gran esfuerzo de
paciencia, para aprender a comprender, a escuchar, a dialogar. “Lernprozess”
–proceso de aprendizaje–, repiten una y otra vez los alemanes cuando quieren
expresar que hay situaciones transformativas de la Iglesia y la sociedad que
exigen tiempo, espera, maduración.
10
Cf. V.R. AZCUY, “Hacia una Iglesia más solidaria con las mujeres. Conversando con tres
teólogas latinoamericanas”: Erasmus III,1 (2001) 77-95, en prensa: en esta ocasión cito
con la paginación 1-12. En sentido semejante, cf. A. CARR, L’ femme dans l´Église. Tradi-
tion chrétienne et théologie féministe, Paris 1992, 156ss (Original inglés: Transforming
Grace, 1988).
11
Cf. J. SOBRINO, El principio-misericordia. Bajar de la cruz a los pueblos crucificados,
Santander 1992, 31-45.
12
Mi posición actual es de diálogo y discernimiento con respecto a la teología feminista,
descubro valores y también límites –sobre todo en lo referente a cuestiones de método,
como indicaré más abajo–. Creo que comprometerse más radicalmente con los sufrimientos
de las mujeres es un desafío ineludible, pero también pienso que el feminismo no es la única
opción para esta toma de posición –aunque sea, de hecho, la corriente teológica dominante
que ha asumido esta preocupación–. La expresión de Joan Chittister “Sin un compromiso
con el feminismo, la Iglesia no puede ser digna de crédito en esta época”, podría entenderse
así: “sin un compromiso con las marginaciones e injusticias que padecen las mujeres, la
Iglesia no puede ser digna de crédito en esta época”, cf. J. CHITTISTER, El fuego en estas
cenizas. Espiritualidad de la vida religiosa hoy, Santander 1998, 42 –obra comentada en
este mismo número por Pablo Scervino.
13
Cf. AZCUY, “Hacia una Iglesia más solidaria con las mujeres”, 2-5.
15
VIRGINIA RAQUEL AZCUY, Introducción
1 . En diálo
diálogg o con la tradición latinoamericana
14
B. FORTE, Teología como compañía, memoria y profecía. Introducción al sentido y al
método de la teología como historia, Salamanca 1990, 19-38; M. CHAPPIN, “Teologías/ en
contexto”, en R. LATOURELLE – R. FISICHELLA – S. PIÉ I NINOT (dir), Diccionario de Teología
Fundamental, Madrid 1992, 1497-1503.
15
Cf. J.M. ROVIRA BELLOSO, Introducción a la teología, Madrid 1996, 123-150; y V. CODINA,
Creo en el Espíritu Santo. Pneumatología narrativa, Santander 1994, 189-214: entre otros
“nuevos lugares”, reconoce el de la mujer.
16
C. HALKES, “Teología feminista. Balance provisional”: Concilium 154 (1980) 122-137,
124; cf. R. GIBELLINI, Teología feminista, en La teología del siglo XX, Santander 1998, 445-
476, 447ss.
17
Para la distinción entre “lugar teológico” y “lugar hermenéutico”, sigo a J.C. SCANNONE ,
“Cuestiones actuales de epistemología teológica. Aportes de la teología de la liberación”:
Stromata 46 (1990) 293-236; J.C. SCANNONE, “Los Ejercicios Espirituales: lugar teológi-
co”: Stromata 47 (1991) 231-247; J.C. SCANNONE, “Situación de la problemática del méto-
do teológico en América Latina”: Medellín 78 (1994) 207-254.
18
Cf. AZCUY, “Hacia una Iglesia más solidaria con las mujeres”, 4.
16
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19
Sigo en este punto la conocida clasificación de J.C. SCANNONE, “Teología de la liberación.
Caracterización, corrientes y etapas”, en K. NEUFELD (ed), Problemas y perspectivas de
Teología Dogmática, Salamanca 1987, 384-418, 398ss. Cf. también J.C. SCANNONE, “Los
aportes de Lucio Gera a la teología latinoamericana”, en R. FERRARA – C. GALLI (ed),
Presente y futuro de la teología en Argentina. Homenaje a Lucio Gera, Buenos Aires 1997,
121-141, 122ss.
20
Catharina Halkes, por ejemplo, lo sintetiza así: “la teología feminista es una teología crítica
de la liberación que no se basa en la especificidad de la mujer en cuanto tal, sino en sus
experiencias históricas de sufrimiento, de opresión psíquica y sexual, de infantilización e
insignificancia estructural derivadas del sexismo imperante en las Iglesias y en la sociedad”,
HALKES, “Teología feminista”, 125. María Pilar Aquino, por su parte, afirma que: “la
teología feminista latinoamericana ES teología de la liberación y no una rama periférica de
un discurso genérico o central. Nuestra teología constituye una respuesta adecuada y
necesaria a la novedosa manifestación actual de Dios en las vivencias y en las luchas de las
mujeres pobres y oprimidas”, cf. M.P. AQUINO, “Teología feminista latinoamericana. Eva-
luación y desafíos”: Tópicos 7 (1995) 107-122, 122.
17
VIRGINIA RAQUEL AZCUY, Introducción
21
Desde “teología desde la óptica de la mujer” hasta “teología feminista o ecofeminista”,
según la opinión de Elsa Tamez, debido a los distintos grados de conciencia feminista y
política, cf. E. TAMEZ, Hermenéutica feminista latinoamericana. Una mirada retrospecti-
va, en TEPEDINO-AQUINO, Entre la indignación y la esperanza, 41-60, 41 nota 43.
22
Cf. MOVIMIENTO DE SACERDOTES PARA EL TERCER MUNDO – CAPITAL FEDERAL, El pueblo,
¿dónde está?, Buenos Aires 1975; L. GERA “San Miguel, una promesa escondida. Repor-
taje a Lucio Gera”, por Oscar Campana: Nuevo Mundo 55 (1998) 67-91, 81ss.
23
“¿Adónde van las mujeres?” me preguntaba y planteaba en el panel de presentación del
20.09.01, en el Centro Salesiano de Estudios, al referirme a la obra de C. SCHICKENDANTZ,
¿Adónde va el papado?. Reinterpretación teológica y reestructuración práctica, Buenos
Aires 2001.
18
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Cf. TEPEDINO-AQUINO, Entre la indignación y la esperanza, 1993; M.M. PINTOS, “Teología
feminista”, en C. FLORISTÁN – J.J. TAMAYO (ed), Conceptos fundamentales del cristianismo,
Madrid 1993, 1327-1336; A.M. TEPEDINO – M.L. RIBEIRO BRANDAO, “Teología de la mujer
en la teología de la liberación”, en I. ELLACURÍA – J. SOBRINO (ed), Mysterium Liberationis.
Conceptos fundamentales de la teología de la liberación, Madrid 1994, T. I, 287-298; y
M.J.F. ROSADO NUNES, “La voz de las mujeres en la teología latinoamericana”: Concilium
263 (1996) 13-28.
25
Cf. en este mismo número el homenaje dedicado a ella, el comentario a su obra principal
por Catalina Della Role “Mujer y salvación” y otras recensiones de sus obras en la sección
final. De hecho, las mismas mujeres que hacen teología feminista latinoamericana recono-
cen que “La clasificación como ‘feminista’ de la teología producida por las mujeres en
América Latina suscita muchas reacciones” y admiten otras opciones, ROSADO NUNES, “La
voz de las mujeres en la teología latinoamericana”, 17.
26
En este sentido, habría que hacer un relevamiento y una explicitación completa de las
ciencias, tanto analíticas como sintéticas, que intervienen o podrían incluirse en la cons-
trucción del instrumental metodológico de una teología hecha “desde” las mujeres, cf.
SCANNONE, “Situación de la problemática del método teológico en América Latina”, 260ss.
27
Cf. M.T. PORCILE SANTISO, Puebla: la hora de María, la hora de la mujer, Buenos Aires
1980 –ver recención–; M.P. AQUINO, “Santo Domingo: la visión de las mujeres latinoame-
ricanas”: Reflexión y liberación 19 (1993) 39-50; “La visión liberadora de Medellín en la
teología feminista”: Theologica Xaveriana 138 (2001) 257-289.
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VIRGINIA RAQUEL AZCUY, Introducción
28
Teología feminista – Teología cristiana. En búsqueda de un método, México 1993, 50ss.
29
Cf. Teología feminista – Teología cristiana, 57.
30
Cf. J.C. SCANNONE, “Los ejercicios espirituales: lugar teológico”, 235ss.
31
En este sentido, cf. el aporte de Nancy Bedford, “Dar razón de la fe que hay en nosotras”
en este mismo número, sobre el feminismo como mediación socio-analítica para la teología
latinoamericana.
20
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32
Cf. PORCILE, La mujer, espacio de salvación, 62-66.
33
CARR, La femme dans l´Église, 156-162.
34
Cf. HALKES, “Teología feminista”, 125-126.
21
VIRGINIA RAQUEL AZCUY, Introducción
la teología hecha por mujeres, la que parece tener mayor consenso y viabilidad,
aunque utiliza a veces un instrumental que proviene de otras áreas del feminis-
mo, mantiene la tensión, inherente a todo teologizar, entre el polo de la revela-
ción y la experiencia actual. Intenta desideologizar el mensaje y liberarlo de la
exclusividad androcéntrica para proceder, por las vías de un lenguaje menos
inadecuado y de una apertura de horizontes, no tanto a una contraposición
permanente cuanto a una inclusión de lo masculino y lo femenino en una antro-
pología menos dual.35
Situada en esta perspectiva, me propongo enunciar los principales caminos
más habituales de recuperación de la experiencia de las mujeres, para indicar
en el punto que sigue algunas sugerencias más personales. En el campo de la
exégesis bíblica,36 vale el principio formulado por Phyllis Trible de despatriar-
calizar la interpretación bíblica o, en términos de Letty Russell, de realizar
una interpretación no sexista de la Biblia. Desde otro ángulo, Elisabeth Schüs-
sler Fiorenza plantea otro modelo al proponer una hermenéutica crítica femi-
nista, que a partir de textos patriarcales intenta llegar a sus contextos históri-
cos y sociales en orden a una reconstrucción teológica feminista de los oríge-
nes cristianos37. La investigación histórico-teológica sobre las mujeres, Women´s
Studies y theologische Frauen-forschung, es otro de los ámbitos importan-
tes de la reflexión en las últimas décadas. El objetivo de esta corriente, que
recibe el aporte de la teología feminista, puede caracterizarse con la expresión
de Sheila Collins que postula ampliar la “lente histórica”, mediante un proceso
de recuperación de la historia superando la censura patriarcal. La función her-
menéutica de la investigación es clara: “está guiada por una precomprensión
que pretende llegar, más allá de la his-story (la-historia-de-él), a la her-story
(la-historia-de-ella)”38. Finalmente, la teología feminista como teología cris-
tiana hecha desde la “hermenéutica feminista” o desde el “lugar hermenéuti-
35
Cf. “Mujer”, 205-206.
36
Cf. en este número el estudio de Mercedes L. García Bachmann: “Algunas reflexiones
sobre el impacto de las teorías de género en la exégesis bíblica”; los trabajos de Olga
Gienini, Horacio Lona, Ana M. Muñoz, Aldo Rainieri, y Lucía Riba, dedicados a diferen-
tes temas bíblicos; y la bibliografía y las recensiones sobre obras del ámbito exegético en la
sección final.
37
Cf. R. GIBELLINI, Teología feminista, en La teología del siglo XX, Santander 1998, 445-476,
458ss.
38
GIBELLINI, Teología feminista, 463.
22
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1 . La bio
biogg rafía de las mujer es como teolo
mujeres gía
teología
39
En clave latinoamericana, cf. A.M. TEPEDINO, La mujer y la teología en América Latina, e
I. GEBARA, Hermenéutica feminista latinoamericana, en TEPEDINO – AQUINO, Entre la indig-
nación y la esperanza, 13-40 y 107-117.
40
ELIZONDO, “Mujer”, 205.206.
41
M. SCHNEIDER, Teología como biografía. Una fundamentación dogmática, Bilbao 2000.
42
SCHNEIDER, Teología como biografía, 18.
23
VIRGINIA RAQUEL AZCUY, Introducción
43
SCHNEIDER, Teología como biografía, 20.
44
E. TAMEZ, “La vida de las mujeres como texto sagrado”: Concilium 276 (1998) 419-428,
419s. De la misma autora, cf. Hermenéutica feminista latinoamericana, una mirada re-
trospectiva, en TEPEDINO - AQUINO, Entre la indignación y la esperanza, 41-60.
45
E. JOHNSON, Friends of God and Prophets. A Feminist Theological Reading of the Commu-
nion of Saints, New York 2000.
46
JOHNSON, Friends of God and Prophets, 164. Queda para otra ocasión la profundización
del planteo de Metz, quien precisamente ha trabajado la misma “clave biográfica”, cf. J.B.
METZ, Excurso: ¿Teología como biografía?, en La fe, en la historia y la sociedad. Esbozo
de una teología política fundamental para nuestro tiempo, Madrid 1979, 228-236.
47
De hecho, Gibellini caracteriza la teología feminista como “más narrativa que argumentati-
va”, cf. Teología feminista, 450.
24
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48
Cf. Friends of God and Prophets, 164.
49
De hecho, el concepto “biografía” se hace presente en los planteos actuales: Schickendantz
habla de una transformación masiva de la biografía normal de las mujeres, al comentar un
aporte de la Conferencia Episcopal Alemana de 1993, cf. Modernidad, humanismo y
religión, 112.
50
JOHNSON, Friends of God and Prophets, 164.
51
JOHNSON, Friends of God and Prophets, 170.
52
La expresión es de Hans Urs von Balthasar y significa la verdad de Dios encarnada en la
existencia de los cristianos, sobre todo de los santos, que coincide con la dimensión “dra-
mática” y está a la espera de un comentario teológico, cf. Teresa de Lisieux. Historia de una
misión, Barcelona 1989, 21.51ss; “Teología y Santidad”, en Ensayos teológicos I. Verbum
Caro, Madrid 1964, 235-268, 263.
25
VIRGINIA RAQUEL AZCUY, Introducción
53
JOHNSON, Friends of God and Prophets, 175.
54
La cita está tomada de SCHNEIDER, Teología como biografía, 60 y corresponde a H.P. SILLER,
Biographische Elemente im kirchlichen Handeln, en O. FUCHS (ed), Theologie und Hande-
ln. Beiträge zur Fundierung der praktischen Theologie als Handlungstheorie, Düsseldorf
1984, 187-208, 199.
55
En este horizonte, cabe la pregunta acerca de un “imperativo ético” en la conciencia actual
del cristianismo, en orden a explicitar su compromiso con la situación que vive más de la
mitad de la humanidad.
56
Me he referido a este aspecto en relación con la propuesta de Antón que afirma un mutuo
condicionamiento entre la realidad histórica de la Iglesia y la eclesiología, entre imagen real
e ideal de la Iglesia, teniendo en cuenta la dimensión escatológica y la experiencia normativa
de la Comunidad Primitiva, cf. V.R. AZCUY, “Iglesia de las mujeres, gracia transformante.
Conversaciones con Karl Rahner y Anne Carr”: Cuadernos de Teología XX (2001) 97-
115, 116-117.
26
Proyecto 39 (2001) 11-34
57
Cf. “Mujer”, 200.
58
AZCUY, “Iglesia de las mujeres, gracia transformante”, 116.
59
Carlos Schickendantz interpreta la encíclica pontificia sobre la dignidad de la mujer como
“un hecho sin precedentes en la historia de la Iglesia”, lo cual indica a su parecer la nueva
situación de la mujer y a la vez la nueva conciencia de la Iglesia, cf. SCHICKENDANTZ,
Modernidad, humanismo y religión, 113.
27
VIRGINIA RAQUEL AZCUY, Introducción
60
“La mujer en la nueva situación de la Iglesia”, en Escritos de Teología VII, Madrid 1969,
380-397, 392.
61
Cf. M.T. van LUNEN CHENU, Mujeres, feminismo y teología, en B. LAURET – F. REFOULÉ (dir),
Iniciación a la práctica de la teología V, Madrid 1986, 418-470, 430ss.
62
Cf. M. COLLINS, “Hijas de la Iglesia”: Concilium 202 (1985) 321-333.
63
Cf. M. NAVARRO PUERTO, “Pecado”, en NAVARRO PUERTO, 10 mujeres escriben Teología,
259-298, 270ss; la autora trata aquí, también, sobre el modelo de María propuesto a las
mujeres. En este mismo número se retoma el tema del modelo en dos artículos teológicos:
M.M. MAZZINI DE WEHNER, “Una espiritualidad restrictiva ya no conforma a las mujeres”,
y V.R. AZCUY, “Reencontrar a María como modelo”; y en otros dos ligados al ámbito de la
literatura: E.I. KOIRA, “Trescientos años y una misma Respuesta”, y M.G. REBOK, “Antí-
gona: un cambio de paradigma”.
64
Cf. A. TORRES QUEIRUGA, Teología y género en el cambio de paradigma, en BERNABÉ UBIETA
(dir), Cambio de paradigma, género y eclesiología, Estella 1998, 73-84.
28
Proyecto 39 (2001) 11-34
65
Cf. “Mujer”, 207.
66
Cf. SCHICKENDANTZ, Modernidad, humanismo y religión, 114-116.
67
PORCILE SANTISO, La mujer, espacio de salvación,
29
VIRGINIA RAQUEL AZCUY, Introducción
68
Cf. PORCILE SANTISO, La mujer, espacio de salvación, 131ss. En este mismo número, com-
pletan la reflexión desde el punto de vista filosófico los trabajos de: L. FLORIO, “Hacia una
biografía de lo femenino”, y J. SÁNCHEZ GEY, “La mujer: contribución desde la filosofía”.
69
Cf. K. LEHMANN, “La valoración de la mujer, problema de la antropología teológica”:
Communio (E) 4 (1982) 237-245.
70
Cf. M. NAVARRO PUERTO, Barro y aliento. Exégesis y antropología teológica de Génesis 2-
3, Madrid 1993, recensionada al final del presente número; I. GÓMEZ-ACEBO (ed), Relectura
del Génesis, Bilbao 1997 (2°ed). Cf. el estudio de Aldo Rainieri “La figura de la mujer en
Gn 2” en este número.
71
Cf. “Mujer”, 206.
72
Quizás haya que meditar detenidamente la afirmación de Joan Chittister: “El feminismo
nos presenta el mayor reto espiritual de nuestro tiempo”, El fuego en estas cenizas, 197.
30
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73
Subrayo, en especial, el “discernimiento común” como práctica eclesial, tal como lo ha
propuesto K. RAHNER, “Zukünftige Spiritualität”, en Schriften zur Theologie XIV 370-
381, tomado de K.LEHMANN – A. RAFFELT, Praxis des Glaubens. Geistliches Lesebuch,
Zürich – Köln / Freiburg – Basel – Wien 1985, 39-51, 46ss.
74
De hecho, es muy llamativa la omisión del tema en el tratamiento que hizo la Comisión
Teológica Internacional, siendo que Juan Pablo II asumió el tema de viva voz, cf. CTI,
Memoria y reconciliación. La Iglesia y las culpas del pasado, Madrid 2000.
75
Cf. “Más lugar al espacio y más espacio a la mujer. Algunas notas para la renovación de la
misión de la Iglesia”, con ocasión del Panel Iglesia, Teología y Mujeres, SAT 2001.
31
VIRGINIA RAQUEL AZCUY, Introducción
76
Y. CONGAR, Del encuentro como misterio, en Llamados a la vida, Barcelona 1988, 71-81,
75. El autor define el encuentro como algo que no sólo se da con personas, sino que tiene
que ver con las circunstancias y los acontecimientos, es decir, todo lo que ocurre en nuestro
camino, cf. 71ss.
77
A.L. LÓPEZ QUINTÁS, Hacia el humanismo de la unidad, en El encuentro y la plenitud de la
vida espiritual, Madrid 1990, 53-65, 59.
32
Proyecto 39 (2001) 11-34
78
Cf. LÓPEZ QUINTÁS, Hacia el humanismo de la unidad, 60.
79
“Solidarity”, en Dictionary of Feminist Theologies, 266-267.
33
VIRGINIA RAQUEL AZCUY, Introducción
IV
IV.. LLA
A CL
CLAAVE DEL MA GNIFICA
MAGNIFICA
GNIFICATT
Para concluir elegí la escena bíblica del Magnificat que representa la bio-
grafía teológica de dos mujeres. No me propongo una aproximación exegéti-
ca,80 sino –desde ella– una presentación sintética de la figura81. El motivo de
esta conclusión –que necesariamente debe ser breve– brota ante todo de mi
piedad, pero confluye con la reflexión de este ensayo. Desde hace tiempo,
sobre todo a partir de mi primer encuentro con el feminismo en mis años de
Tübingen (Alemania), pienso que María tiene algo importante que decir a una
teología hecha por mujeres; esto sujeto a que sepamos interpretar y formular
adecuadamente la verdad mariana.
El entreveramiento de estas dos mujeres posibilita el Magnificat, que es una
“memoria narrativa solidaria”: memoria agradecida por las grandes cosas he-
chas por Dios –sobre todo en la historia de “ellas”, nosotras–, narración pro-
fética que anuncia la victoria de los humildes –y de las mujeres silenciadas y
olvidadas–, solidaridad femenina inauguradora de un nuevo espacio teológi-
co, inclusivo –también de “ellos”–. La teología mariana es la “irrupción” senci-
lla y la “visibilidad” consoladora que despierta el gozo de las mujeres: palabra,
experiencia, biografía, oración. María e Isabel, encontrándose, son el rostro de
la mutualidad y el canto de la vida que se gesta en las entrañas. Ellas son, junto
a muchas otras, “amigas de Dios y profetas”, sabias compañeras de camino.
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Para eso, cf. R.E. BROWN, El nacimiento del Mesías. Comentario a los Relatos de Infancia,
Madrid 1982, 343-381; R.E. BROWN – J.A. FITZMYER – OTROS, María en el Nuevo Testa-
mento. Una evaluación conjunta de estudiosos católicos y protestantes, Salamanca 1986,
107-174.
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Me apoyo en la descripción narrativa de NAVARRO PUERTO, María, la mujer, 73-140; y en
algunas sugerencias de R. SCHNACKENBURG, “Comentario espiritual al Magnificat”: EphMar
36 (1986) 133-147.
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