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7151371. El método verdadero de la santificación.

El método bíblico de tratar con la carne debe fundamentarse claramente en la


provisión o estipulación objetiva para la salvación, la sangre de Cristo, y la provisión
subjetiva, el Espíritu Santo. La liberación del poder de la carne debe producirse
entonces por la fe en la expiación y por la obediencia a los impulsos del Espíritu. Con
respecto a lo primero, se habla en el capítulo 6 del libro de Romanos, y con referencia a
lo segundo, en la primera sección del capítulo ocho del mencionado libro.

a. Fe en la expiación. Imaginémonos que había judíos presentes (como con


frecuencia era el caso) mientras que Pablo exponía o presentaba la doctrina
de la purificación por la fe. Nos imaginamos que decían en tono de protesta:
"¡Esta es una herejía de las más peligrosas! El decirle a la Gente que sólo
necesita creer en Jesús, y que no puede hacer nada con respecto a la
salvación puesto que es por la gracia de Dios, dará como resultado que se
conviertan en personas descuidadas con respecto a la conducta.

Pensarán que lo que hacen poco importa, mientras crean. La doctrina de


ustedes con respecto a la fe promueve al pecado. Si la justificación es por la
gracia solamente, sin obras, ¿por qué Apartarse del pecado? ¿Por qué no
continuar en el pecado para alcanzar más gracia?" Pablo fué acusado por sus
enemigos de predicar esta doctrina. Rm. _3:8; Rm. _6:1. Con indignación el
Apóstol rechaza semejante tergiversación. "En ninguna manera. Porque los
que somos muertos al pecado, ¿cómo viviremos aún en el?" La continuación
en el pecado le es imposible a una persona realmente justificada, debido a su
unión con Cristo en la muerte y en la vida. Compare Mt._6:24. En virtud de
su fe en Cristo, el hombre salvado ha disfrutado de una experiencia que
abarca una separación tan definida del pecado, que se la describe como
muerte al pecado, y una transformación tan radical que se le califica como
resurrección. La experiencia o acontecimiento que aludimos es simbolizado
por el bautismo en agua. La inmersión del convertidos es un testimonio de
que en virtud de su unión con el Cristo crucificado, ha muerto para el
pecado; el Levantarse del agua es un testimonio de que su contacto con el
Cristo resucitado significa que así "como Cristo resucitó de los muertos por
la gloria del Padre, así también nosotros andemos en novedad de vida."
Cristo murió por el pecado, a fin de que nosotros muramos al pecado, o con
respecto a él.

"Porque el que es muerto, justificado es del pecado." La muerte cancela todas las
obligaciones y rompe todos los vínculos. Por medio de la unión con Cristo, el creyente
ha muerto para la antigua vida, y las cadenas del pecado han sido rotas. Así como la
muerte libera al esclavo de su esclavitud, así también la muerte del cristiano, en lo que a
su antigua vida respecta, lo libera de la esclavitud del pecado. Continuando la
ilustración, diremos lo siguiente: La ley no tiene jurisdicción sobre un hombre muerto.
Sin tener en cuenta el crimen que haya cometido, una vez muerto está fuera del alcance
de la justicia humana. De igual manera, la ley de Moisés, violada con frecuencia por el
convertido, no puede arrestarle puesto que el creyente, en virtud de su comunión con
Cristo, de su vida con él, está en realidad "muerto." Rm._7:1-4; 2Co_5:14.

"Sabiendo que Cristo, habiendo resucitado de entre los muertos, ya no muere: la


muerte no se enseñoreará más de él. Porque el haber muerto, al pecado murió una vez;
mas el vivir, a Dios vive. Así también vosotros, pensad que de cierto estáis muertos al
pecado, mas vivos a Dios en Cristo Jesús Señor nuestro." Al morir, Cristo puso fin a ese
estado terreno en el cual el Señor tenía contacto con el pecado, y su vida es ahora una de
comunión ininterrumpida con Dios. Los creyentes, aunque están aún en el mundo,
pueden compartir la vida de Cristo, puesto que están unidos a él. ¿De qué manera? "Así
también vosotros, pensad que de cierto estáis muertos al pecado, mas vivos a Dios en
Cristo Jesús Señor nuestro." ¿Qué significa todo esto? Dios ha dicho que por medio de
nuestra fe en Cristo estamos muertos al pecado y vivos a la justicia. Queda una cosa por
hacerse, y es creer a Dios y reconocer o llegar a la conclusión de que estamos muertos al
pecado. Dios dijo que cuando Cristo murió, nosotros morimos al pecado; cuando Cristo
resucitó, nosotros resucitamos para vivir una nueva vida. Debemos continuar
considerando estas verdades como absolutamente ciertas, y luego, al considerarlas así,
se convertirán en algo poderoso en nuestra vida, puesto que nos transformamos en lo
que nos consideramos ser. Se ha señalado una distinción de importancia, es decir, la que
existe entre las promesas y los hechos de la Biblia. Jesús dijo lo siguiente: "Si estuvieres
en mi, y mis palabras estuvieron en vosotros, pedid todo lo que quisierais, y os será
hecho." Esa es una promesa, porque reside en el futuro; es algo que ha de hacerse.
Empero cuando el Apóstol afirma: "Cristo fué muerto por nuestros pecados conforme a
las Escrituras," expresa un hecho, algo que ha sido hecho. Compare la declaración de
Pedro, que dice: "Por la herida del cual habéis sido sanados." Y cuando el Apóstol Pablo
declara que "nuestro viejo hombre fué juntamente crucificado," expresa un hecho, algo
que se ha hecho. La pregunta que aún queda en pie es la siguiente: ¿Estamos dispuestos
a creer lo que Dios declara que son hechos con respecto a nosotros? Recordemos que la
fe es la mano que acepta lo que Dios ofrece libremente.

¿No será acaso que el despertar de uno a la conciencia de su posición en Cristo


constituye lo que algunas personas han descrito como la "segunda obra definida de
gracia"?

b. Obediencia al Espíritu. En Romanos, capítulos 7 y 8, se continúa desarrollando


el tema de la justificación. Trata de la liberación del creyente del poder del pecado y de
su crecimiento en santidad. En el capítulo 6 vemos que la victoria sobre el poder del
pecado fué obtenida por la fe. El capítulo 8 presenta otro aliado en la batalla contra el
pecado: el Espíritu Santo.

En calidad de fondo para el capítulo 8, estudie el pensamiento que subraya el


contenido del capítulo 7, que presenta el cuadro de un hombre que se vuelve a la ley
para santificación. Pablo demuestra aquí que la ley es impotente para salvar y santificar,
no porque la ley no sea buena, sino por esa predisposición pecaminosa de la naturaleza
del hombre conocida con el nombre de "carne." Señala que la ley Apela el hecho o
realidad del pecado (ver. 7), la ocasión, (ver. 8), el poder (ver. 9), el engaño, (ver. 11), el
efecto (vers. 10, 11) y la pecaminosidad del mismo. Ver. 13.

Pablo, que parece estar describiendo su propia experiencia pasada, nos dice que
la misma ley, que deseaba ardientemente observar o cumplir, agitaba impulsos
pecaminosos dentro de él. El resultado era una "guerra civil," en el alma. Se siente
impedido de hacer lo bueno que quiere, e impelido a hacer lo malo que odia. "Así que,
queriendo yo hacer el bien, hallo esta ley: Que el mal está en mi. Porque según el
hombre interior, me deleito en la ley de Dios: mas veo otra ley en mis miembros, que se
rebela contra la ley de mi espíritu, y que me lleva cautivo a la ley del pecado que está en
mis miembros." La última parte del capítulo 7 presenta evidentemente el cuadro de un
hombre bajo la ley que ha descubierto la profunda espiritualidad de esa ley, pero que al
procurar cumplirla descubre que es obstaculizado por el pecado que hay, o que habita en
él. ¿Por qué describe el Apóstol Pablo este conflicto? Para demostrar que la ley es tan
impotente para santificar como lo era para justificar.
7:14.-"¡Miserable de mí! ¡quién me librará del cuerpo de esta muerte?" Compara
Rm._6:6. Y el Apóstol Pablo, que ha estado describiendo experiencias bajo la ley,
testifica gozosamente con respecto a su experiencia bajo la gracia: "Gracias doy a Dios
(que viene la liberación) por Jesucristo nuestro Señor." Con este grito de triunfo,
comenzamos el capítulo 8, el cual es Maravilloso, y que tiene como tema dominante el
liberarse de la naturaleza pecaminosa, por el poder del Espíritu Santo.

Hay tres muerte en las cuales el creyente debe tomar. parte:

(1) La muerte en el pecado, nuestra condenación. Ef._2:1; Col_2:13. El pecado ha


llevado al alma a esa condición cuya penalidad es la muerte espiritual o separación de
Dios.

(2) La muerte por el pecado, nuestra justificación. Cristo sufrió sobre la cruz la
sentencia de una ley violada, y sufrió esa sentencia por nosotros, y nosotros por lo tanto
somos considerados como personas que han sufrido la muerte en él. Lo que hizo para
nosotros es considerado como hecho por nosotros. 2Co_5:14; Gál._2:20. 20 Ahora ya no
vivo yo, sino que Cristo vive en mí. Y mientras vivo en este cuerpo, vivo por fe en el Hijo de
Dios, [a] quien me amó y entregó su vida para salvarme. Se nos considera legalmente o
judicialmente libres de la pena de la ley violada, si mediante la fe personal consentimos
a la transacción.

(3) Muerte al pecado, nuestra santificación Rm._6:11. Aquello que es cierto o verdadero
para nosotros, debe ser hecho una realidad en nosotros; lo que es judicial o legal., debe
ser hecho práctico; la muerte en lo que respecta a la penalidad del pecado debe de ser
seguida por la muerte en lo referente al poder del pecado. Y ésta es la obra del Espíritu
Santo. Rm._8:13. Así como la savia que asciende en el árbol hace desprender las hojas
secas que han resistido la helada y las tormentas, así también el Espíritu Santo que
habita en el hombre desaloja las imperfecciones y los hábitos de la antigua vida.
El pecado al ser dueño tiene derecho de exigir la muerte del pecador ya que con el
pecado esta también la muerte; sin embargo, Jesús no murió como pecador, es decir por
ser el pecador. Sino que con su muerte sustitutoria (como sustituto del pecador) dio al
pecado lo que le pertenece de los pecadores, cancelando asi lo que corresponde a la
paga del pecado esto lo hizo “muriendo de una vez por todas” quiere decir entonces que
si la cuenta ha sido pagada, esta también cancelada, de manera que el pecado ya no tiene
derecho alguno sobre el pecador que ha creído y por FE pertenece a Cristo; y ahora por
su resurrección (que va siempre unida a la muerte del salvador), por su resurrección la
muerte termino para siempre, porque Cristo fue hecho lo que el pecador era para que
cuando resucitase el pecador sea hecho lo que Cristo es 2Corintios 5:21. ENTONCES
DE AQUÍ EN ADELANTE EL CREYENTE VIVE SEGÚN 2Corintios, 5:16-17.
Colosenses 3: 1-10. 1Corintios 6:20.

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