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anormales de
conclusión de
causa
Derecho
Procesal II
(Procesal Civil)
Modos anormales de
conclusión de la causa
(pp. 35 a 36, T. II)
La sentencia definitiva constituye el modo normal de culminación del proceso judicial a la cual se
arriba una vez realizada su total tramitación.
Como señala Palacio (2005), existen modos llamados “anormales” de conclusión del proceso. Estos
pueden provenir de declaraciones de voluntad formuladas por una o por ambas partes (allanamiento,
desistimiento, transacción y conciliación), también pueden ser la consecuencia de la inactividad de
la parte que tiene el deber de impulsar el proceso, por el tiempo que establece la ley (caducidad o
perención de instancia) a los que la ley le atribuye efectos extintivos del proceso.
En cambio, el desistimiento del derecho constituye el acto en virtud del cual el actor declara su
voluntad de declinar el ejercicio del derecho material invocado. Podemos afirmar que el
desistimiento del derecho trae aparejado el desistimiento de la pretensión.
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El desistimiento del derecho impide la ulterior interposición de otra pretensión por el mismo objeto
y causa.
Sea del proceso o del derecho, debe formularse de modo expreso y categórico. Es decir, por
escrito presentado en el expediente.
De la lectura de la segunda parte del art. 349 del C. P. C. C. Córdoba, surge claramente que
con anterioridad a la notificación de la demanda no corresponde requerir la conformidad de la
parte contraria. Mientras que es imprescindible el cumplimiento de este recaudo cuando se ha
verificado el acto de notificación con prescindencia de que la demanda haya sido o no
contestada. La diferencia se explica fácilmente si se tiene presente que en tanto ese acto no impide la
renovación de la pretensión en un proceso futuro, es razonable suponer que el demandado, ya en
conocimiento de la demanda por el acto de la notificación, puede tener interés en que el proceso
continúe hasta la sentencia definitiva que dirima el conflicto y que eventualmente lo favorezca. De este
modo, queda autorizado a valerse de la excepción de la cosa juzgada.
Si media oposición del demandado, el desistimiento pierde virtualidad y el proceso debe continuar su
curso. Si por el contrario, el demandado acepta el desistimiento de la pretensión u omite expedirse
dentro del plazo para contestar el traslado, el juez debe declarar la extinción del proceso.
El actor está facultado para desistir del proceso respecto de uno de los demandados, sin que el
otro demandado pueda oponerse. En el caso de desistimiento parcial, el proceso debe continuar con
respecto a los coactores que no lo formularon o a los codemandados no incluidos en aquel.
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Desiste de la pretensión. Solicita el archivo de las actuaciones.
Que vengo por el presente a desistir de la acción entablada contra la Sra. Isabel
Feraudo, solicitando se ordene el archivo de las presentes actuaciones en virtud de
no haberse notificado la demanda.
Conforme el Código Civil y Comercial en su art. 1.641 la transacción es un contrato por el cual
las partes, para evitar un litigio o ponerle fin, se hacen concesiones recíprocas y extinguen
obligaciones dudosas o litigiosas.
De la definición legal se deduce que dicho contrato puede tener por objeto poner término a un
litigio ya suscitado o bien evitarlo. En el primer supuesto, que es el que motiva nuestro interés, la
transacción opera como acto extintivo de la obligación y también del proceso promovido a raíz del
litigio.
Formas:
Cabe mencionar, desde el punto de vista procesal, que si bien la transacción sobre derechos litigiosos
configura un negocio jurídico de índole material, la presentación del escrito en el cual se exponen
sus términos, el acto judicial que los documenta y la agregación al expediente de la escritura o
del documento privado en la que consta, revisten el carácter de actos procesales, en tanto tienen
por efecto directo e inmediato el pronunciamiento de una resolución judicial que ponga fin al
proceso.
La aptitud para transigir sufre numerosas restricciones que afectan tanto a los representantes
voluntarios y necesarios de las partes, como a estos mismos, por lo que se sugiere la lectura de
los arts. 1.646 y 1.647 del C.C. y C. de La Nación.
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Los primeros requieren poder especial (art. 839) y a los segundos les está prohibida en forma
absoluta (art. 841 inc. 1 y 2) o supeditada a la autorización legal o judicial.
Desde el punto de vista objetivo, los arts. 842 a 849 suministran reglas precisas, por lo que
sugerimos su lectura.
Tiempo:
Puede celebrarse en cualquier estado del proceso anterior a la sentencia que la extingue
definitivamente. Por lo tanto, puede ser celebrada durante el trámite de la segunda instancia, e incluso
en instancias extraordinarias. Aunque en este caso, formulados por las partes la voluntad de
transigir o presentada la transacción, el expediente debe remitirse al juez de 1era instancia, a los
fines de celebrarse el acto o de obtener la correspondiente homologación.
Efectos:
De la lectura del art. 1.642 del C.C. y C. surge que la transacción produce los efectos de la cosa
juzgada sin necesidad de homologación judicial, siendo esto de interpretación restrictiva. La
autoridad de cosa juzgada que la ley atribuye debe entenderse en el sentido de que el acto
tiene por efecto provocar una nueva regulación de las relaciones jurídicas de las partes, quienes no
pueden reclamar en lo sucesivo el cumplimiento de los derechos y obligaciones renunciados.
Por último, la ley reconoce al juez la potestad de examinar la capacidad y la personería de quienes
realizan el acto, así también si los derechos son transigibles. De este modo, el juez tiene la
facultad de rechazar la transacción en el supuesto de que se hayan transgredido los requisitos
correspondientes.
Para Palacio (2005), hablar de conciliación como acto anormal autónomo de conclusión del
proceso, sólo puede serlo como principio general. Supone la iniciativa y la intervención del juez
en la celebración del acto, sin perjuicio de que sean las partes, o una de ellas, quienes sugieran
la conveniencia de la respectiva convocatoria.
La transacción puede llevarse a cabo en cualquier estado del proceso anterior al llamamiento de autos
en segunda instancia.
En cuanto a su dimensión formal, paso previo a la conciliación, es la fijación de una audiencia a la cual
deben concurrir personalmente las partes. Pueden hacerlo acompañados de sus letrados.
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En caso de no homologar la conciliación, el juez debe disponer la prosecución del procedimiento.
Por último, mencionamos que la conciliación también funciona como método para la resolución de
conflictos, según veremos en páginas siguientes.
Allanamiento
Interpuesta la demanda, puede el demandado allanarse reconociendo como justa la pretensión
articulada, en una manifestación de voluntad que importa el reconocimiento y sumisión de la parte
atacada a la pretensión litigiosa contra ella dirigida.
Esta caracterización del allanamiento, como expresa Palacio (2005), implica una expresión de voluntad
que lo distingue del reconocimiento, el cual es un acto intelectual e implica una aceptación de la razón
de la pretensión deducida. En tanto que el allanamiento acentúa la nota de conformidad a la
pretensión o una actitud de renunciamiento a continuar con la contienda.
Formas
El allanamiento debe ser categórico y terminante. Realizado en un escrito que no deje lugar a
dudas, lo cual nos aleja de la posibilidad de que exista un allanamiento condicional.
Debemos distinguir el allanamiento total y parcial, según abarque la integridad o parte de las
pretensiones del accionante. A su vez, dentro del allanamiento parcial distinguimos el allanamiento
objetivo y subjetivo.
En tanto que el allanamiento parcial subjetivo existe cuando mediando un litisconsorcio activo el
demandado se allana a la pretensión de uno o algunos de los actores, así como en el supuesto
de que, existiendo un litisconsorcio pasivo, uno o algunos de los demandados se allane a la
pretensión del actor. En este último caso, no sería posible dictar enseguida sentencia de allanamiento
respecto de las cuestiones allanadas, continuando por las restantes. Es decir, la resolución allanatoria
deberá pronunciarse juntamente con la sentencia que ponga fin al proceso. Aclaramos que no es
que haya dos sentencias, sino que en una sola se resuelve el allanamiento y se pone fin al litigio.
También debemos distinguir entre allanamiento expreso y tácito. El allamiento es expreso cuando el
demandado reconoce categóricamente los hechos y el derecho invocados por el actor en la
demanda.
Por su parte, el allanamiento es tácito cuando el demandado adopta una postura mediante la
cual, sin oponerse a la pretensión, esta resulta satisfecha. Citamos como ejemplos de estas
actitudes: depositar la cosa, ejecutar el hecho que se le reclama, entre otros.
Tiempo
Respecto a la dimensión temporal del allanamiento, se refiere la primera parte del art. 352 del C.
P. C. C. Córdoba. Menciona que el demandado podrá allanarse a la demanda en cualquier estado de
la causa anterior a la sentencia definitiva.
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Resolución
El hecho de que el demandado se allane a la pretensión del actor no exime al juez del deber de
dictar sentencia sobre el fondo del asunto. Así, el juez examinará la procedencia del allanamiento en
orden a la observación del doble recaudo vinculado a la capacidad del allanado y la disponibilidad
de los derechos sustanciales discutidos en el proceso, porque si se trata de derechos privados o de
cuestiones que afectan el orden público, no cabe la posibilidad de allanarse. Conforme el art. 352 C.
P. C. C. Córdoba, segunda parte.
En nuestro ordenamiento no podemos decir que obligue directamente al juez a acogerlo, vinculando
de tal forma que lo obligue a dictar sentencia.
Por último, debemos distinguir al allanamiento como acto para provocar la culminación anticipada del
proceso del allanamiento particularizado de la norma del art. 130 del C. P. C. C. Córdoba, que tiene
como efecto, además de producir la culminación del proceso, el de eximir de costas al allanado.
SERÁ JUSTICIA
Como ya lo hemos precisado, junto al modo normal o habitual de culminación del proceso, se
alinean los denominados modos anormales de finalización, sea por voluntad expresa de los litigantes
(allanamiento, desistimiento, conciliación y transacción) que ya hemos referenciado, o bien por
voluntad implícita: caducidad o perención de instancia.
En cuanto al concepto, podemos citar a Guasp (1976) quien afirma “es la extinción del proceso que
se produce por su paralización durante un cierto tiempo en el que no se realizan actos procesales de
parte” (p. 539) y que viene integrada de un supuesto de extinción del proceso, que no se debe a
un acto o a un hecho, y lo afecta como a un todo y no a alguno o algunos de los actos
singulares que los componen.
Tal como observa Palacios (2005), axiológicamente resulta fácil comprobar el predominio de los
valores jurídicos de paz y seguridad, ya que la solución indefinida del conflicto que motiva el proceso
importa la permanencia de dos situaciones reñidas con aquéllas, como son la discordia y la
inseguridad.
Por su parte, el maestro Podetti (1954) precisa que la caducidad de la instancia tiene un interés
privado y uno público, que deben armonizarse. Tal fundamento no sería otro que evitar la
prolongación indefinida de los pleitos y su objeto es estimular la actividad de las partes con la
amenaza del aniquilamiento del proceso y por ese medio lograr mayor celeridad en el trámite.
Tramitación y presupuestos
Pasamos a examinarlos:
Se entiende por instancia toda petición inicial de un proceso, trámite o procedimiento dirigido a un juez
para que satisfaga un interés legítimo del peticionario. Se inicia desde dicha presentación y continúa
hasta la sentencia definitiva.
Si entendemos por instancia el conjunto de actos de procedimientos que realizan las partes para
obtener la decisión judicial de un litigio, desde la interposición de la demanda, hasta el llamamiento
de autos para definitiva. Entonces, se comprende que esta no se genera cuando el peticionante se
limita a solicitar diligencias preparatorias de un juicio, ya que no existe demanda, no existe
planteamiento que pueda ser cuestionado, ni posibilidad que el juez dicte sentencia, elemento este
que caracteriza a la instancia.
La instancia se perime, aunque no se haya trabado la litis, ya que se comprende por instancia, todo el
curso del proceso, desde la presentación de la demanda hasta la sentencia. En consecuencia,
para que proceda, no es necesaria ni siquiera la notificación de la demanda.
Litisconsorcio: El impulso del procedimiento por uno de los consortes extenderá sus
efectos a los restantes 1.
Dicha norma se apoya en el principio de que la existencia de partes múltiples no altera la unidad
del proceso ni, por tanto, la instancia.
Los períodos de inactividad procesal están previstos en el art. 339 del C. P. C. C. Córdoba, en tanto
que el art. 340 establece el cómputo de dichos plazos. Para no abundar, sugerimos la lectura de las
normas.
Finalmente, la perención requiere de una resolución que la tenga por operada, revista carácter
constitutivo y produzca efectos sólo hacia el futuro. Si se trata de caducidad declarada en primera
instancia, una vez firme la decisión, se dispondrá del archivo del expediente. Mientas que, si se
trata de la caducidad operada en instancias ulteriores, los autos deben ser devueltos a primera
instancia a fin de que se cumpla el decisorio que fue recurrido y que ha adquirido fuerza de cosa
juzgada, a causa de la declaración de caducidad.
A los efectos, sujetos legitimados para pedir la perención y quienes pueden ser sujeto pasivo de
esta, como así también el trámite, sugerimos la lectura de las normas legales.
Lamentablemente el arbitraje legislado en nuestro Código formal cordobés presenta una fuerte dosis
de formalismo y de dispersión en el trámite. El arbitraje por definición implica la exclusión de los
órganos judiciales estatales para la resolución de la controversia, ya sea por voluntad de las partes o
por disposición de la ley. Los árbitros reciben sus facultades directamente de las partes o de la
norma, y ostentan esta calidad solamente frente a dichos sujetos y en este proceso específico.
Por otro lado, el arbitraje es legal si resulta impuesto por disposiciones sustanciales o procesales que
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Art. 341 – Ley N° 8465 (1995). Código Procesal Civil y Comercial de la Provincia de Córdoba. El Senado y la Cámara
de Diputados de la provincial de Córdoba.
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así lo establecen. Tal sucede en las hipótesis contempladas en el art. 1.649 del C.C. y C. y en el
art. 603 del C. P. C. C. Córdoba.
Debemos mencionar también que no todo asunto es posible de someter a arbitraje. En efecto, la
materia sustancia que puede ser dirimida a través del procedimiento arbitral debe pertenecer al
campo de las controversias no excluidas por el sistema legal. Ello implica decir que la categoría
de pretensiones debe estar ineludiblemente referida a cuestiones generalmente de naturaleza
patrimonial que no afecten el orden público.
El compromiso arbitral es el convenio conforme el cual las partes especifican concretamente las
cuestiones que someten al arbitraje, designan a los árbitros o amigables componedores y
determinan ciertos requisitos del proceso arbitral. En rigor, podemos decir que constituye un
contrato con eficacia procesal, ya que versa sobre una controversia determinada por el que las
partes deciden someter su diferendo a arbitraje.
Este documento puede confeccionarse antes de la iniciación del pleito o durante su sustanciación.
Conforme el art. 606 del C. P. C. C. Córdoba, se ha fijado la observancia de ciertas cláusulas como
necesarias u obligatorias y otras como facultativas. En caso de que se omita algunas de las
obligatorias, se desencadena la aplicación de la sanción de nulidad del compromiso.
Por regla general, las cláusulas exigidas como obligatorias tienen la virtualidad de fijar los límites
subjetivos y objetivos del compromiso, fecha en que se otorga, las partes, quien se desempeñará
como árbitro y el objeto o cuestiones sometidas a arbitraje. También fija la competencia territorial
respecto de los otorgantes, al establecerse la obligación de designar el lugar en que habrá de
seguirse el juicio.
Resulta necesario que distingamos entre la figura del árbitro iuris de los amigables componedores.
Los primeros, resulten conflictos con arreglo a las leyes y con sujeción a los procedimientos
establecidos por los cuerpos adjetivos formales. Los amigables componedores dirimen la contienda
de acuerdo a su leal saber y entender, por regla sin sujeción a formas legales.
No obstante, podemos señalar alguna similitud entre el árbitro y el amigable componedor, ya que
ambos son elegidos por las partes para decidir un conflicto. Sin embargo, la diferencia se advierte
en la modalidad del desempeño y en la resolución.
Los amigables componedores tienen como principal función el de avenir a las partes y arreglar sus
diferencias, después de oír sus razones en cualquier manera que a bien tuvieran, según su leal
saber y entender. Por lo que la ley no exige en ellos la calidad de letrados, que seria necesaria
si hubieran de seguir el procedimiento y de sentenciar con arreglo a las leyes que lo rigen.
Por regla general la ley determina el número de árbitros en número impar, hasta tres. Los árbitros
serán designados por acuerdo de partes, o en su defecto, por sorteo.
Ha dicho la jurisprudencia:
Si bien cabe reconocer a los árbitros la facultad de decidir controversias, no por ello
gozan de las mismas facultades que los jueces, toda vez que están desprovistos de
aquellos elementos de la jurisdicción que son la esencia del órgano del Estado. (CS
noviembre 11-997, Yacimientos Carboníferos Fiscales, LL 1998-C, 793).
Es de señalar que si no existiere acuerdo sobre la persona que se desempeñará en el carácter de árbitro
recaerá sobre abogados de la matrícula.
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También la ley permite asignar el carácter de árbitro a los jueces que integran los distintos tribunales. Se
trata de una facultad que pueden ejercer las partes y, como se advierte, ello es así para el caso de arbitraje
voluntario.
En cuanto al procedimiento arbitral propiamente dicho, comienza una vez constituido el tribunal y
aceptado el cargo por parte de los árbitros. La primera regla que han de respetar los árbitros en la
sustanciación del juicio son las estipulaciones procedimentales, fijadas en el compromiso arbitral. En
caso de que no hubieren fijado reglas especiales, deberá seguirse las normas estipuladas por la ley
adjetiva. No es común que en el compromiso arbitral existan previsiones adjetivas, por lo que en la
mayoría de los casos directamente se aplican las normas del código ritual.
La regulación legal del arbitraje en la ley procesal cordobesa excluye la posibilidad de articular
excepciones dilatorias como de previo y especial pronunciamiento. Ello obedece a razones de
economía, celeridad que impera en la regulación del juicio arbitral.
El laudo arbitral guarda cierta analogía con la sentencia como acto decisorio, tanto desde un punto de
vista intrínseco como extrínseco. Distingue si se trata de un arbitraje iuris o de amigable
composición.
Desde el punto de vista extrínseco, se tienen en cuenta las circunstancias de tiempo, lugar y
forma en que aquél es dictado.
Si el arbitraje es de derecho, el laudo tendrá los mismos elementos básicos que la sentencia judicial
en lo atinente a la forma y al lugar, pero deberá ser protocolizado por el juez de la jurisdicción a
quien le hubiese correspondido entender.
Recordemos que el arbitraje forzoso es de amigable composición, y se falla “et aquo et bono”,
moderando según las circunstancias el rigor de las leyes y dando a los elementos de prueba
mayor o menor eficacia que la establecida por la ley. En cambio, el arbitraje voluntario es de
estricto derecho a menos que los interesados convinieren lo contrario. De tal modo que, en principio,
el árbitro deberá fallar la causa como si fuera un juez ordinario.
Resulta necesario estudiar los artículos del Código Procesal Civil que legislan sobre el arbitraje,
convocamos a su lectura.
La mediación es asumida como un método no adversarial que se presenta como una técnica que
tomará diferentes modalidades, vinculadas al procedimiento judicial, según la legislación la admita. Esta
institución tiene características propias que pueden hacer a su utilización como técnica o a su
incorporación como método alternativo de resolución de conflictos.
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Informalidad.
Flexibilidad.
Confidencialidad.
Agilidad
La mediación se caracteriza por ser informal. Ello implica que su desarrollo no está sujeto a
reglas especiales. Se establecen reglas mínimas de actuación que condicionan el desempeño de los
sujetos involucrados y que de antemano señalará el mediador.
El procedimiento de mediación se caracteriza por ser ágil y rápido. Algunas veces requerirá de varias
sesiones para resolver la disputa y en otros casos, se arribará a la solución en un solo día. Esto
significa que la dimensión temporal estará dada por la importancia del caso, la habilidad del
mediador, el grado de cooperación de las partes, etc.
Por otro lado, decimos que la implantación de la mediación apareja una disminución del material
litigioso en el sistema de administración de justicia, lo que contribuye a su descongestionamiento.
La mediación tiene la virtud de cambiar la postura encontrada de las partes y potenciar su actitud
conciliadora.
Respecto al contenido sustancial, la mediación puede ser utilizada como alternativa de solución para
todo tipo de conflicto. Sin embargo, esta regla encuentra un límite cuando la controversia afecta
intereses que integran el orden público.
Se recomienda especialmente para solucionar disputas cuando las partes no desean litigar, ni les
conviene llevar su problema a tribunales. También es aconsejable cuando la causa del conflicto es
la incomunicación. Otro caso adecuado es cuando existen partes que están relacionadas por
vínculos permanentes y por ello continuarán ligadas una vez superado el problema. Por último,
también se la recomienda en hipótesis en que las partes quieren conservar el control de la
situación. De esta manera no delegan la solución en manos de un tercero, sino que ellas serán las
que diseñen su solución.
Por el contrario, no es apta cuando una de las partes quiera demostrar la realidad de una situación
o acontecimiento, o alguna de las partes está ausente.
En las cuestiones de familia, a pesar de que los conflictos rozan el orden público, la mediación se
presenta como una institución seductora. En estos casos cobra importancia la actividad del órgano
jurisdiccional que deberá homologar lo resuelto en la mediación.
El mediador es el tercero imparcial, con cierto entrenamiento en los artes técnicas y experimentales al
efecto y que ingresa a la escena del conflicto, sin facultades dirimentes a fin de inducir a las partes
para que lleguen a un acuerdo. Debe ser buen oyente de las narraciones que cuenten las partes,
debe ser conocedor del conflicto, debe tener, además, habilidad para la comunicación y el diálogo, y
por último, buena captación de los intereses de las partes.
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Recordemos que la tarea del mediador es de conducir a las partes a identificar los puntos de
controversia, acomodar sus diferencias y experimentar fórmulas transaccionales superadoras del
conflicto. Transforma la disputa en una situación menos negativa y otorga una visión constructiva de
la cuestión.
Es pública cuando se la institucionaliza como una alternativa asumida desde el Estado para que
los particulares puedan acordar una solución. Ello no significa jurisdiccionalizar la mediación, sino
insertarla mediante una previsión legal para resolver conflictos.
En cambio, la denominamos privada cuando es impartida por instituciones de este carácter, que se
dedican a su práctica. La actividad de la mediación privada queda dentro del marco general de la
libertad de trabajar y de contratar, amparadas por la Constitución Nacional y la legislación de fondo. El
tratamiento de esta forma de mediación excede el estudio del marco procesal.
La mediación puede ser prevista en la ley como una instancia prejudicial o jurisdiccional: esto antes
de la iniciación del juicio o durante la sustanciación.
En el primer enfoque, se aborda la mediación como una etapa que pueda ser cumplida antes de la
presentación de la demanda. En este sentido, pensamos que por la naturaleza de la institución la
ley debería preverla como un instrumento optativo. Sin embargo, ella ha sido regulada en la Ley N°
24.573 estableciéndola en forma obligatoria para los juicios que se inicien en el fuero civil y
comercial de la Capital Federal, para los juzgados federal de todo el país. La norma es objetable ya
que la obligatoriedad de la instancia mediadora es contraria a su naturaleza que abreva en los
medios alternativos consensuados.
El art. 2 de la ley 24.573 establece que la mediación previa es obligatoria para todo tipo de juicio
y excluye a las siguientes causas:
A su vez el art. 3 permite la opción de la mediación para los juicios de ejecución y de desalojo.
Como dijimos, también puede constituir una herramienta útil adoptándola como un iter posible en el
camino procesal. Ello implica que se incorpora al procedimiento en forma alternativa o eventual,
esto es, en un punto determinado de su secuencia, que puede ser fijado por la ley o por el tribunal.
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Art. 2 – Ley N° 24.573 (1995). Mediación y Conciliación. Honorable Congreso de la Nación Argentina.
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El régimen cordobés declara de interés público provincial a utilización de la mediación como método no
adversarial de resolución de conflictos con carácter voluntario. En forma excepcional, resulta
obligatoria:
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Art. 2 – Ley N° 8858 (2000). Ley de Mediación. Senado y Cámara de Diputados de la Provincia de Córdoba.
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Referencias
Alsina, H. (1941). Tratado Teórico Práctico de Derecho Procesal Civil y Comercial. T. IV. Buenos Aires:
Ed. Compañía Argentina de Editores.
Guasp, J. (1973). Derecho procesal civil. [3ra ed.]. Madrid: Instituto de Estudios Políticos.
Ley N° 8465 (1995) Código Procesal Civil y Comercial de la Provincia de Córdoba. Senado y Cámara
de Diputados de la provincia de Córdoba.
Ley N° 8858 (2000) Ley de Mediación y Conciliación. Senado y Cámara de Diputados de la provincia
de Córdoba.
Palacio, L. E. (2005). Manual de Derecho Procesal Civil. Buenos Aires: Lexis Nexis- Abeledo - Perrot.
Podetti, R. (1954). Derecho Procesal Civil, Comercial y Laboral: doctrina, legislación y jurisprudencia.
Buenos Aires: Ediar.
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