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Maquiavelo, a pesar de ser un pensador renacentista, defiende con claridad una concepción
del poder político plenamente moderna. Si comparamos sus ideas con las de Aristóteles
veremos que el contraste es radical. Para Aristóteles, la ética y la política son ambas ciencias
prácticas que proceden de manera continua: no hay confrontación ni antagonismo entre
perseguir el bien individual, como hace la ética, y el bien común, que persigue la política y que
es de naturaleza mayor que el de uno solo. Para Aristóteles, el bien individual, la felicidad, no
es alcanzable si no es dentro de una ciudad justa, por lo que la política se convierte en la
ciencia práctica por excelencia. En Maquiavelo nos encontramos con una clara separación
entre la moral, que se ocupa de las virtudes privadas, de lo que los hombres deberían ser y
hacer, y la política, que tiene como noción central el poder, su adquisición y conservación. Las
virtudes privadas e individuales deben quedar a un lado para que se imponga la ciencia de la
naturaleza humana, que es lo que el gobernante necesita para preservarse en el poder.
Maquiavelo rechaza que sea la moralidad del gobernante lo que legitima su autoridad. No hay
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MAQUIAVELO
IDEAS PRINCIPALES DE EL PRÍNCIPE
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bandos tienen que ser tratados al margen de la moral. La intención última de Maquiavelo es la
unificación política de Italia (algo que no sucederá hasta el último tercio del s. XIX) y su
constitución como estado independiente bajo un gobierno secular lo suficientemente fuerte
como para enfrentarse a los poderes de los nuevos estados-nación como Francia y España, al
emperador o al Papa.
En El Príncipe, Maquiavelo trata exclusivamente de una forma de gobierno, la monarquía, pero
eso no debería ocultar sus preferencias por formas de gobierno republicanas (que trata en otra
obra, los Discursos acerca de la primera década de Tito Livio).
Maquiavelo deja a un lado los asuntos morales porque cree que no son relevantes para la tarea
del príncipe, sino para su faceta como individuo particular, no en su faceta como gobernante.
Maquiavelo clasifica las posibles formas de gobierno en monarquías o repúblicas. En esta obra
se centra únicamente en las monarquías.
Cuando el príncipe tiene que gobernar a ciudadanos acostumbrados a vivir bajo sus propias
leyes, y cuya ciudad ha sido conquistada, Maquiavelo recomienda seguir tres estrategias:
que el gobernante erradique totalmente aquellas leyes y someta por la fuerza a los
súbditos eliminando físicamente a los que se opongan, como hicieron los romanos con
las ciudades rebeldes.
que el gobernante fije allí su residencia, a la espera de disuadir posibles rebeliones.
permitir a esos súbditos vivir bajo sus propias leyes y exigirles impuestos más altos,
dejando las leyes en manos de unos pocos ciudadanos en los que pueda confiar.
Maquiavelo advierte al príncipe del peligro de ignorar las actividades de los ciudadanos
acostumbrados a vivir bajo sus propias leyes y que han perdido su libertad por la
conquista:
“En las repúblicas, por el contrario, hay más valor, una mayor disposición de odio contra
el conquistador que allí se hace príncipe, y más deseo de venganza contra él.
Como no se pierde en ellas la memoria de la antigua libertad, y que ella le sobrevive
con toda su actividad, el más seguro partido consiste en disolverlas o habitar en ellas.”
Maquiavelo estudia cómo adquieren los hombres poder sobre sus posesiones; por ejemplo, un
gobernante puede alcanzar su poder por medio de las habilidades de otros o por las suyas
propias. Esta es la forma más segura, pues lo hace menos débil y menos dependiente de los
talentos de otros. Por esta misma razón el príncipe debería dirigir él mismo su propio ejército
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sin depender de ejércitos aliados o mercenarios.
Maquiavelo resume las formas en las que el príncipe puede alcanzar el poder político:
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Maquiavelo analiza algunas virtudes morales pero lo hace en su dimensión política, en
la medida en que puedan contribuir o no a
“La matanza de sus conciudadanos, la permanencia del príncipe en el poder. Por
la traición de sus amigos, su ejemplo, la generosidad es valiosa sólo si
absoluta falta de fe, de humanidad produce más beneficio que daño. El
y religión, son ciertamente medios príncipe debe imponer impuestos sin ser
con los que uno puede adquirir el miserable, pero a veces es preferible una
imperio; pero no adquiere nunca con fama de miserable que de generoso, pues la
ellos ninguna gloria.” (El Príncipe, VIII) fama de generoso puede dificultar subir
En este texto puede apreciarse cómo unos impuestos que puedan ser
Maquiavelo no censura por inmoral al imprescindibles para asegurar el poder.
gobernante que adquiere el poder por Maquiavelo da más importancia a las
medios “inmorales” virtudes percibidas o aparentes que a las
reales, que son irrelevantes para los
asuntos públicos. Así, desde esta
perspectiva “amoral” o científica, la generosidad del gobernante puede llevar a que sus
súbditos lo odien y desprecien, porque recordarán más cuándo dejó de serlo que todo
el tiempo en que lo fue.
Del mismo modo, el príncipe debe ser compasivo si eso refuerza su posición y no se
interpreta como un signo de debilidad. Maquiavelo afirma que el amor es un
sentimiento más inestable que el miedo, por lo que el príncipe debería elegir ser
obedecido por temor a los castigos que por el amor o admiración de sus súbditos, ya
que pocas cosas son tan volubles como el favor de los hombres: “ los hombres temen
menos el ofender al que se hace amar que al que se hace temer, porque el amor no se
retiene por el solo vínculo de la gratitud, que en atención a la perversidad humana, toda
ocasión de interés personal llega a romper; en vez de que el temor del príncipe se
mantiene siempre con el del castigo, que no abandona nunca a los hombres”
Para Maquiavelo, lo ideal es la astucia del zorro y la fuerza del león, disimular acerca de
los motivos reales de sus planes y designios. En política interna, permanecer atento a
evitar conspiraciones; en política exterior a tratar de mantener temerosos a sus
enemigos.
En todo momento Maquiavelo trata de fundamentar sus tesis en la naturaleza humana
estudiada desde la perspectiva del médico y el historiador, es decir, desde la perspectiva
científica. Desconfía de las utopías que dicen cómo deberían ser las cosas y terminan
por confundirlas con cómo realmente son: “Hay tanta distancia entre saber cómo viven
los hombres y saber cómo deberían vivir ellos, que el que, para gobernarlos,
abandona el estudio de lo que se hace, para estudiar lo que sería más conveniente
hacerse aprende más bien lo que debe obrar su ruina que lo que debe preservarle
de ella”.
Maquiavelo tiene una visión poco optimista del hombre, al que concibe como débil,
voluble y de lealtades cambiantes: “los hombres son ingratos, volubles, disimulados,
que huyen de los peligros y son ansiosos de ganancias. Mientras que les haces bien y
que no necesitas de ellos, como lo he dicho, te son adictos, te ofrecen su caudal, vida e
hijos pero se rebelan cuando llega esta necesidad.” Es sobre esta realidad humana
sobre la que debe construir el príncipe los cimientos de su gobierno. Para Maquiavelo,
sin embargo, gobernar es más un arte que una ciencia, a pesar de que se funde en esa
ciencia de la naturaleza humana, porque requiere la habilidad de interpretar el
momento estimar la oportunidad, descifrar voluntades y tener fortuna; todos esos
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elementos hacen que incluso el mejor príncipe pueda fracasar.
Se ha defendido (Ernst Cassirer) que Maquiavelo supone una liberación de la política del
teocratismo medieval, afirmando la soberanía e independencia plena del poder
temporal y político. Otros han visto en Maquiavelo un precursor de las modernas
justificaciones de “la razón de estado”, al que se concibe como un organismo propio e
independiente de las voluntades incluso de las leyes y que persigue sus propios fines.