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Las danzas tradicionales de Quetzaltenango también han sufrido una merma en su práctica, sin embargo una de
sus danzas de mayor impacto en el pasado colonial y contemporáneo, persistente aún en pocos municipios, es la
de La Conquista, pues sus tierras fueron el escenario real del principio de su leyenda. Otra danza que también
persiste, debido a sus raíces en las antiguas encomiendas y haciendas, es la De Toritos, aunque en su variante
denominada De Mexicanos.
Danza de la conquista
Como en todas las danzas tradicionales de Guatemala, las que se practican en Totonicapán presentan
características muy propias, cuyas raíces remontaba la época Pre-hispánica y Colonial hispánica.
Para la ejecución de una danza Tradicional son necesarias: Una organización y administración bien
específicas a cargo de sus representantes, en número de uno a cuatro generalmente, según las
circunstancias de cada grupo danzario en particular, y quienes se encargan de organizar al grupo; reunir
el dinero para costear los gastos de pago de músicos y de la alimentación de los participantes, solicitan
la participación del Sacerdote Maya. De tal manera que la organización y presentación de una Danza
Tradicional en Guatemala ocupa un tiempo anual que va desde los tres meses hasta los seis o siete.
Durante este tiempo se llevan a cabo ensayos en los que el aprendizaje de los movimientos danzarios y
los recitados se realiza por medio del ejemplo, la transmisión oral y la imitación. El conocimiento es
heredado generacionalmente y su practica es cohesionadota socialmente. Actualmente nuestras danzas
en Guatemala están sufriendo los riesgos de su transformación o extinción debido a determinadas
circunstancias que la vida moderna la imponer y que de acuerdo a los análisis científicos de la situación
delinearíamos así:
DANZA DE LA CONQUISTA
La danza finaliza con la muerte de Tecún Umán y al conversión al cristianismo de los mayas, con lo
que se consuma la conquista española y en la salutación final todos bailan juntos. Sin embargo se ha
especificado batallas, alegatos e insultos entre unos y otros.
Danza del Sombrerón Santa Rosa
El baile del Sombrerón, que simboliza el cambio de poder entre autoridades xincas.
El baile de tuza, que aun se realiza, representa un juego ancestral en el que un grupo de
jóvenes pasaban de mano en mano una tuza co n fuego hasta que se consumiera y
quien recibía por ultimo la tuza tenía que realizar una penitencia.
En Chiquimula con motivo de la fiesta de la Virgen del Tránsito, se presenta el Baile de Moros, que más bien
se concreta a un desafío del cristiano y del moro. Su vestimenta es estrambótica, usan máscaras con mucha
barba y coronas y tocados llenos de flores los españoles y los moros máscaras obscuras y tocados altos que
quieren imitar turbantes, con lienzos que caen sobre la cara.
Danza de gigantes
Los gigantes bailaban de esquina en esquina, con sus cabelleras de
muñeca, unos rubios y otros negros como tizón. La marimba viajaba
detrás, cargada en hombros de músicos descalzos, de saco azul y
corbata negra. Los espectadores nos agrupábamos a su alrededor,
distantes de los enormes brazos que giraban como reguiletes
repartiendo posibles sopapos, y presenciábamos el espectáculo con una
sonrisa dibujada en la cara. Los desocupados seguían el convite unas
cuantas cuadras, hasta que eran relevados por la gente de otro barrio.
Los rencos, medio mudos o desempleados se encargaban de colocar en
las esquinas el tubo rojo de base plana, donde quemaban esas bombas pardas con apariencia de ratones de larga
cola. El olor de la pólvora tenía un regusto muy particular, mezclado con el tabaco quemado de los puros o
cigarrillos sin filtro que fumaban los ancianos.
Debajo del vestido de grandes botones, un pequeño bailarín cargaba la estructura de madera. Para no chocar y
mantenerse dentro del círculo se disponía de una abertura por el ombligo del gigante. Al principio, bailaban
emocionados, y luego se animaban con sorbos de un octavo de aguardiente que llevaban en buen resguardo
dentro del bolsillo trasero del pantalón de dacrón. De tanto dar vueltas, se iban mareando, hasta salir borrachos y
trastornados, con el gesto agrio. Otros bailarines los reemplazaban dentro de la estructura de escaleras.
Los gigantes blancos eran el rey y la reina, con coronas de cartón y largos bucles de oro, los ojos azules y los
labios rojos. Los gigantes negros tenían su propia realeza, aunque pasaran por esclavos o moros vencidos.
También bailaban los cabezones, de cuerpos modestos pero de cabeza gigante. Todos bailaban para anunciar
misas y velaciones.
Los niños chapines que crecimos presenciando a los gigantes, aprendimos que bailar es un ritual y un
espectáculo. La sensualidad se incorporaba después, con la adolescencia y los bailes escolares. La pista al centro
y alrededor los mirones. Las parejas entraban al ruedo del espectáculo, para bailar siendo contempladas. Una
manera permitida de aproximarse los cuerpos en público, de sentir latir el pulso del otro, de canalizar las
pasiones. Satisfecha la necesidad, desaparecía el baile, actividad que regresaba a su circunstancia ritual y a las
máscaras.
Los chapines no bailamos en términos generales, sino hacemos modos, porque para nosotros el baile es
contemplación o apenas una temporada en la vida. Lo que ha cambiado son los dioses. Los gigantes de hoy son
las artistas que ya no cantan sino bailan luciendo el cuero, dentro de sus atuendos en moda de prostitutas.
Inducen el ritmo y explotan el deseo. Todo ha cambiado, pero los chapines terminamos siempre sentados en las
mesas, observando bailar a unos cuantos, bebiendo y conversando en voz baja, porque somos gente muy
discreta.