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Cuartos Básicos
Vamos a leer…
EL HUEVO DE YEGUA
De “Cuentos de Pedro Urdemales”
II- Lee las siguientes oraciones del cuento y explica cuándo, dónde y por qué
fueron dichas.
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III- Lee los dos párrafos y descubre a qué corresponden las palabras
subrayadas.
Cuando Pedro se tropezó, el zapallo se cayó, rodó hasta chocar con un árbol y se
rompió.
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V- Observa este cuadro y complétalo con sustantivos. Sigue el ejemplo.
Artículo Sustantivo Artículo Sustantivo
El Zapallo
Las
Los
La
Cuando paseo con mi hermana menor le tomo ____ mano derecha. Ella se pone
contenta pues sabe que le compro ____ rico helado y dulces. María casi siempre se
ensucia ____ zapatos.
Al regresar a casa, ____ papá nos hace ____ caricias en ____ cabeza y nos lava ____ manos.
La mamá, contenta, nos prepara ____ sorpresa.
extranjero – cerro - cordillera - zapallo - brazos - hombre - ser – diez - mil suerte tropezón -
rodando - cerro - árbol - guarida - divisar - zapallo - potrilla romperse
II- Lee las siguientes oraciones y señala con una V o una F si son
verdaderas o falsas. Justifica oralmente las falsas.
Tú serás rey.
¿A dónde vais?
¿Por qué no hemos de ir?
Les serviría de cocinera.
Me ofrezco de ayudante.
¡Un gallo rey y una gallina reina!
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Vamos a leer…
2. ¿Por qué razón crees tú que se han destacado algunas palabras en el texto?
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8- Escribe una pregunta y su respuesta para cada una de las siguientes imágenes:
P: ____________________________________________________
R: ___________________________________________________
P: ____________________________________________________
R: ___________________________________________________
Vamos a leer…
LA GOTA DE AGUA
Sin duda, todos vosotros conocéis esos cristales gruesos, llamados de aumento,
que hace a todo lo que se mira a través de ellos cien veces más grande. Si, al tenerlo
delante de los ojos, se mira una gota de agua del estanque, se ven miles de animalitos
extraños que jamás pueden verse en el agua a simple vista y que, sin embargo, están
allí. Esto es cierto. Puede compararse a un plato lleno de camarones que saltan unos
sobre otros, y que son tan voraces que se arrancan mutuamente patas y colas, y, no
obstante, están contentos a su manera.
Existía una vez un anciano a quien todo el mundo llamaba Krible Krable, porque ése
era su nombre. Siempre quería conseguir todo lo mejor, y cuando eso no era posible,
empleaba la magia.
Un día estaba sentado con el cristal de aumento ante sus ojos y miraba una gota de
agua cogida de un charco. ¡Oh, cómo hormigueaba aquello! Los miles de bacilos
luchaban, se agarraban y se comían unos a otros.
- Pero, ¡esto es espantoso!- decía el viejo Krible Krable-. Sería necesario procurar que
viviesen en paz y que cada uno se ocupara de sus asuntos.
Y reflexionó durante un gran rato; pero no le venía ninguna idea, por lo que echó
mano de la magia.
- Es preciso que les dé color para que se vean bien -se dijo. Y vertió lo que parecía
como una gota de vino rojo en el agua; pero era sangre de bruja de la mejor clase, de
a dos centavos. Todos los bacilos se tiñeron de rosa y aquello parecía una ciudad de
salvajes completamente desnudos.
-¿Qué tienes ahí? -le preguntó otro anciano brujo que no tenía nombre, y esto era
precisamente lo que le distinguía.
- ¡Oh! Si puedes adivinar lo que es esto -le contestó Krible Krable-, te haré un regalo;
pero no es fácil adivinar cuando no se sabe.
Y el brujo, que no tenía nombre, miró por el cristal de aumento. De veredad que se
podría haber dicho que se trataba de una ciudad donde las gentes corrían sin vestidos.
Era espantoso, y aún más espantoso el ver cómo luchaban, cómo se golpeaban, cómo se
agarraban y cómo se mordían. Los que estaban debajo querían ponerse encima, y los
que estaban arriba querían estar abajo.
- ¡Mira, ahí hay uno que tiene la pata más larga que la mía! ¡Paf! Abajo la pata. Y aquel,
que tiene un chichoncito tías la oreja, un chichoncito apenas perceptible, pero que le
hace daño; ¡vamos a hacerle más daño todavía!
Y lo golpearon, lo destrozaron y se lo comieron a causa del chichoncito. Uno de esos
seres estaba tranquilo como una damisela y solo quería que le dejaran en paz; pero la
damisela fue obligada a avanzar, la agarraron y se la comieron.
- ¡Es espantoso! -exclamó el brujo.
- Sí; pero, ¿qué crees tú que es esto? -le preguntó Krible Krable-. ¿Puedes adivinarlo?
- Es bien fácil de ver. Se trata de Copenhague o de cualquiera otra ciudad. Todas se
parecen. ¡Se trata de una gran ciudad!
- No. ¡Es una gota de agua de la charca! -replicó Krible Krable.
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