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1847-1901
Alonso Vela-Ruiz P.*
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revista archivum año v nº 6
aglomera el pueblo desde las primeras horas de la madrugada hasta la noche. Mientras
las mujeres de las clases más bajas lavan en ellas, semidesnudas, su ropa, y se conducen
allí las mulas y los caballos para apagar la sed por un día, el aguatero llena sus barriles
con el mismo elemento ensuciado, para venderlo caro en las calles de la ciudad. Sólo la
clase pudiente está en condiciones de ocupar a un mozo exclusivamente para traer el
agua desde lugares más apartados”. 3 Con el crecimiento de la población, los esteros
solían desaparecer a medida que los nuevos vecinos sacaban arranques. “Al principio no
había control, pero en 1821 el Reglamento de Aguas penaba a quienes incurrieran en el
delito de sacar derramas de las acequias, o cortar árboles, ramas y hierbas con
vertientes, o mantener obrajes de quemazón, como hornos de tejas, ladrillos,
etc. El incumplimiento se pagaba caro al menos en el papel. Una multa de 15 pesos la
primera vez, 50 pesos la segunda y 200 la tercera, o en su defecto, 15, 60 ó 150 palos, o
de 2 a 6 meses de trabajo en obras públicas”.4 Avanzada la segunda mitad del siglo XIX,
las controversias por el uso de los escasos escurrimientos prosiguen, por ejemplo, en
1863, la policía urbana informa que “en el cerro de Mariposas y en el de Monjas, corre un
agua que ese vecindario aprovecha por turnos para regar y, sin embargo, de estar
todavía en invierno hay grandes pleitos de los habitantes... disputándose el agua. Esta
Comandancia... teme que si la sequedad sigue puedan lamentarse... crímenes por el
agua si no hay quién dé el turno”.5
Conciente el gobierno local de la gravedad del asunto, y que el agua continuaba
escaseando “hasta el punto que las vertientes más grandes, las más abundantes de
agua, en el verano último, se han visto completamente agotadas”,6 determina que las
causas del agotamiento eran que los vecinos inmediatos a las quebradas y vertientes
consumían la poca agua disponible en pequeños huertos, en el corte de arbustos que
crecen en las quebradas, en los hornos de teja y ladrillo construidos en las
inmediaciones, y en las fábricas de materiales y excavaciones. Por lo anterior, dictamina
lo siguiente: “1.- El 1° de enero de 1850, todos los hornos de teja y ladrillo existentes en
el plan o en las lomas, que estén a este lado de la cima de los cerros que circundan esta
ciudad, estarán trasladados al otro lado la expresada cima; 2.- El horno que se construya
o que se encuentra en ejercicio después del 1° de enero de 1850 sería inmediatamente
3. POEPPIG, Eduardo, “Un testigo de la alborada de Chile (1826-1829)”. En: Calderón, op. cit., p. 80.
4. URBINA, Rodolfo; Valparaíso. Auge y ocaso del viejo “Pancho”, 1830-1930, Universidad de Playa
Ancha, Valparaíso, 1999, p. 106.
5. Archivo Nacional, Archivo Municipal de Valparaíso, Intendencia de Valparaíso, Vol. 159, 4 agosto
1863, fjs. 243.
6. Ibid, Secretaría - Documentos, Policía Urbana, Vol. 5, 22 junio 1849.
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demolido por la policía”. 7 Sin embargo, de qué podían servir estas medidas en un año
seco, cuando según dice la revista La Semana en 1875, “si no cae un aguacerito antes
de que entremos al rigor del verano, nos veremos expuestos a padecer de sed, allá por
los meses de febrero y marzo. Las escasísimas corrientes de las quebradas comienzan ya
a disminuir de un modo alarmante y los aguadores a subir el precio del artículo que llevan
a su domicilio”.8
Sobre este tema, debemos consignar que fuera de los exiguos manantiales en
las quebradas y el agua de los esteros, “en diversos puntos del plan había pozos
privados, como en El Almendral, donde se cavaban a 25 ó 30 pies de profundidad”, 9 los
que de todos modos eran insuficientes para abastecer a todo el vecindario. Ahora,
pensar que el agua por ser de pozo era más limpia que los escurrimientos antedichos, no
era un concepto generalizado, pues como señala Ignacio Domeyko en la década de
1840, “el agua de los pozos es mala, salada y apenas sirve para regar los pequeños
huertos”.10 No obstante lo anterior, los requerimientos de la población empujaron al
cabildo en 1872 a hacer un esfuerzo por ampliar el servicio, por lo que autoriza abrir
pozos en puntos pertenecientes a la municipalidad o al fisco, “colocando bombas en
ellos, a fin de que la clase menesterosa se provea de agua gratuitamente para su uso
doméstico, y los aguadores abonando un centavo por cada carga que extraigan; cuyo
producto se invertirá en la conservación de esos pozos y en pago de individuos
encargados de cuidarlos”. 11 Como medida complementaria, un año después la
municipalidad informa que tolerará la existencia de cañerías por las calles, plazas y
demás lugares de propiedad municipal o uso público de la ciudad, que habiéndose
instalado sin permiso de la autoridad cumplan con el objeto de surtir de agua al
vecindario, siempre y cuando no perjudiquen al bien general.12
Como hemos adelantado, además de la escasez de agua la sociedad porteña
padecía de su mala calidad, situación que se vio exacerbada con la ocupación de los
cerros por gente del bajo pueblo que, debido a su falta de cultura, hizo un mal uso de las
vertientes que abastecían a toda la población. Las consecuencias de esto se manifiestan
en los altos índices de fiebre tifoidea, disentería, diarreas y enfermedades hepáticas
registrados durante la segunda mitad del siglo XIX, lo que incentivó a algunos
emprendedores a diseñar proyectos tendientes a solucionar el problema del agua. Entre
ellos, además del muy conocido plan de Guillermo Wheelwright para proveer de agua a
7. Id.
8. “La Semana”, Valparaíso, N° 23, 13 noviembre 1875.
9. URBINA, op. cit., p. 105.
10. DOMEYKO, op. cit., p. 182.
11. Archivo Nacional, Archivo Intendencia de Valparaíso, Actas de la Municipalidad, Vol. 277, 8 febrero
1872, fjs. 184.
12. Ibid., 11 junio 1873, fjs. 40.
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la ciudad entre los años 1847 y 1849, destaca el de José Waddington, que en 1853
propone traer agua potable a Valparaíso desde su canal de Quillota, aplicándola a pilas
de uso público, hospitales públicos, casas de huérfanos, hospicios, casas de corrección,
cuarteles, cárceles, escuelas municipales, baños, lavanderías públicas, y demás
establecimientos de beneficencia de la ciudad, en un total de 100 mil galones diarios. Sin
embargo, sus tentativas de tender cañerías y de formar en Londres una compañía de
agua de Valparaíso, hacia 1868 todavía no se habían concretado.13 Un proyecto que sí se
cumplió fue la Compañía de Agua Potable de Valparaíso y la Sociedad de Consumidores
de Agua Potable, que en 1870 inicia una serie de trabajos de captación de aguas,
descubriendo vertientes en la quebrada San Juan de Dios y en sus alrededores. Se
obtuvieron así diez manantiales de agua cristalina corriente, la que se almacenaba en un
estanque desde el cual se distribuía por cañerías. Todavía hacia 1875, pese a la
insistencia del intendente Echaurren de dar en definitiva el agua potable que Valparaíso
requería, seguía existiendo carencia de ella, en especial en las partes altas, donde el
sistema de bombeo planteaba grandes desafíos. Dadas las experiencias anteriores, en
las última décadas del siglo se comprendía que la solución no pasaba por el uso del agua
de las quebradas, primero, porque su número era insuficiente y, segundo, porque el
proceso de destrucción arbórea realizado en las quebradas por los pobladores, había
cegado las vertientes.14
No estando las posibilidades de abastecimiento en la misma ciudad, las
alternativas de la época eran traer agua desde El Salto, en Viña del Mar, río San Francisco
de Monte, río Aconcagua, estero Marga-Marga, laguna del Inca y lago Peñuelas. En
1876, don Almiro González propone surtir de agua a Valparaíso desde El Monte, proyecto
que aunque fracasa nos ofrece una perspectiva interesante de las proporciones del
problema de abastecimiento por aquellos años. De acuerdo a las observaciones del
ingeniero, “Valparaíso se surte hoy día por aguadores que extraen el agua de diferentes
quebradas, por medio de pozos abiertos en la parte baja de la ciudad y por la cañería del
señor Wheelwright, la cual abastece apenas a un 2% de la población, a lo más durante
tres meses. La provisión de agua además de escasa... es de mala calidad, salvo
insignificantes excepciones”.15 La dependencia e importancia del suministro de los
aguadores queda comprobada por la tabla que se incluye en el mismo informe, donde se
registra a los que estaban clasificados hasta el 1871, según las quebradas de donde
extraen el agua:
13. FLORES, Sergio; “Provisión de agua potable y salud pública en Valparaíso. 1850-1901”, Actas II
Congreso de Historia de Magallanes y III Congreso de Historia Regional de Chile, Universidad de
Magallanes, Instituto de la Patagonia, Punta Arenas, 1988, p.145.
14. Ibid., p. 146.
15. “Importancia mercantil del proyecto para dotar de agua potable al puerto de Valparaíso”, apéndice
del informe del ingeniero Don Almiro González sobre la posibilidad de surtir de agua a la ciudad desde el
río San Francisco de Monte, Archivo Nacional, Documentos Municipales y Administrativos de
Valparaíso, Vol. 8, tomo 2, 1876, fjs. 436-460.
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N° de N° de
Quebrada de origen Quebrada de origen
aguadores aguadores
Del Barón 27 De San Juan de Dios 13
De las Lavados 90 De Elías 19
De Pocuro 29 De San Agustín 105
De las Cañas 7 De San Francisco 92
Del Litre 15 De la Cajilla 7
De Jaime 128 De Juan Gómez 11
De la Jarcias 18 De nueve pesos de los Rodríguez 28
De Bellavista 5 De la pila del Carmen 36
De Yungai 8 TOTAL 638
Los 638 aguadores de 1871 se elevaron a 700 al momento del informe, “en razón
del aumento de la población y de lo lucrativo del negocio. Se sabe que una carga de agua
importa, por término medio, de 15 a 20 centavos y que generalmente gana cada
aguador al día de 1,50 a 2 pesos... (para) mantener cabalgadura y tener los aperos para
el acarreo”.16 La gran cobertura de los aguadores, es advertida con preocupación debido
a sus eventuales repercusiones sanitarias por la comisión directiva del Servicio Sanitario
del Cólera de Santiago, que en 1888 recomienda como medida sanitaria para Valparaíso,
“inutilizar para la bebida las aguas de las quebradas y las de los pozos”, procurando
establecer en los cerros, en cambio, planes de agua de El Salto “para surtir de ella
gratuitamente a los moradores”.17 Acatando la instrucción, el intendente Francisco Freire
da inmediatamente curso al decreto, cuyas repercusiones son observadas por la prensa
en los días posteriores a su promulgación, en el establecimiento de pilones en la parte
alta de la ciudad, que El Salto lleva a cabo junto con transportar agua al cerro Cordillera
por medio de una máquina a vapor. De hecho, desde hacía ocho años que dicha
empresa surtía de agua potable a la parte baja de Valparaíso y Viña del Mar, mediante un
sistema de matrices y cañerías menores. En el proyecto inicial, El Salto se había ofrecido
a satisfacer un consumo diario de 6 mil metros cúbicos, pero el aprovisionamiento de
agua sólo alcanzó a la mitad, registrándose el mayor déficit en los cerros, hasta donde
técnicamente era imposible elevar el agua. Llegando a la última década del siglo XIX, el
Servicio Sanitario capitalino no pudo hacer demasiado por potenciar la productividad de
16. Id.
17. “El Mercurio de Valparaíso”, 10 enero 1888.
18. Id.
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El Salto, hasta que con la nueva Ley de 22 de diciembre de 1891, donde el Supremo
Gobierno señala entre los servicios más importantes que encomienda a las
municipalidades, “la provisión de agua potable dentro de sus respectivos territorios”,19 se
dará el permiso para el financiamiento fiscal de los trabajos de Peñuelas, que comienzan
en 1895 para empezar recién a suministrar el servicio regularmente desde 1901.
Si bien esta importante iniciativa era coherente con los informes médicos
emanados de la Junta Departamental de Salubridad (1887) y del Consejo Departamental
de Higiene (1892), desde donde tiempo atrás se había insistido que la solución a los
problemas de salubridad y control sobre epidemias en Valparaíso, estaban en la creación
de una red proveedora de agua potable abundante y que alcanzara tanto al plan como a
los cerros - donde a la fecha ya vivían unos 117 mil habitantes -, el caso es que en un
principio la empresa a cargo del suministro, una vez extraída el agua del Lago Peñuelas y
luego de colarla mediante filtros, solamente podía trasladarla hasta el centro de la
ciudad, ya que a los cerros aún no le era posible acceder por falta de presión.20 Sin
embargo, por otro lado, de acuerdo al informe médico emanado del mismo Consejo el
año 1902, “la fiebre tifoidea y las diarreas crónicas, que antes se presentaban con
caracteres alarmantes, han casi desaparecido debido a la mejor calidad y cantidad de
agua potable con que se abastece a la población, después de ponerse en uso Peñuelas”.21
Aunque diez años más tarde el servicio llegará a los sectores más altos, como el camino
de Cintura, todavía la prensa notaba que el servicio no era del todo eficiente, “porque
llega a ratos, y mucha veces sucia”.22 De todas formas, había surgido finalmente una
alternativa de suministro, frente al sempiterno recelo que producían las aguas de pozo y
vertiente, esporádicamente contaminadas con excrementos, pues “el bacilo peligroso
está contenido en las evacuaciones y en los vómitos de los enfermos: en esa noción
fundamental se basaba la propagación del cólera”,23 concluía La Unión el mismo año del
Centenario.
19. Ley sobre Organización y Atribución de las municipalidades de 22 de diciembre de 1891, por Agustín
Correa, abogado y Diputado del Congreso Nacional (3ª edición), Librería Tornero, Santiago, 1914.
20. En términos generales, proveyendo la Empresa para un consumo diario de 23 mil metros cúbicos, el
uso de agua potable pagado por los particulares, que incluía el doméstico, marítimo e industrial,
representaba el 35% de agua potable distribuida; el 65% restante correspondía al consumo en
servicios públicos, fiscales, municipales y de beneficencia, pues se distribuía gratuitamente a través de
pilones ubicados en la ciudad, a órdenes religiosas, escuelas, hospitales, etc. Flores, op. cit., p. 146.
21. Id.
22. Los filtros de colado ubicados en Concón requerían de permanente manutención, para evitar ocurra
como entonces que “una vegetación exuberante, desarrollada súbitamente a causa del calor de los
últimos días, obstruyó los filtros a tal punto que impidió el paso del agua”. “La Unión”, Valparaíso, 6
noviembre 1910.
23. Ibid, Valparaíso, 2 noviembre 1910.
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Aguatero
El doctor Senén Palacios, hermano del también médico de las salitreras que
escribió el divulgado libro Raza chilena, hizo el 18 de enero de 1915 la siguiente
presentación a su vecindario: “El jardín y las plantaciones de la plaza O'Higgins están
amenazados de secarse por falta de riego. La municipalidad no tiene recursos para
atender a su conservación; y los jardineros impagos veintiún semanas, se han retirado
hace ya días. Los vecinos de esta hermosa plaza no podemos permanecer indiferentes,
ante la amenaza que desaparezca lo que constituye el mayor encanto de nuestro barrio,
sitio preferido de los niños para sus juegos y en donde encuentran aire puro y sol para
vigorizarse. Con un pequeño esfuerzo podemos evitar semejante desgracia atendiendo
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a su riego hasta marzo próximo, época probable de las primeras lluvias”. Calcula que se
necesitan 20 metros de manguera, a 4 pesos el metro equivalen a 80 pesos, más un
jardinero pagado a razón de 3,5 pesos diarios durante dos meses, es decir, 210 pesos, lo
que suma un total de 290 pesos. Según La Unión, el éxito más completo coronó la
iniciativa del señor Palacios, pues reunió en corto tiempo lo que necesitaba “para librar a
ese hermoso jardín de la ruina a que estaba condenado”.29 En este caso, el problema se
había producido más por falta de equipamiento que de agua, sin embargo, tanto en la
plaza O'Higgins como en las otras, el elemento escaseaba y hubo que aumentar
posteriormente la dotación para asegurar su mantención. Una semana después, el
matutino vuelve a referirse a esta obra de higiene y progreso local iniciada en la plaza
O'Higgins, lamentando esta vez que los árboles y los jardines de la plaza Victoria, se
encuentren “mustios por falta de riego, abandonados, desfallecientes”, agregando que
“fastidia pensar en lo mucho que se ha gastado hasta aquí en su cuidado para llegar a lo
que estamos viendo”. Igualmente repara en lo inútil que sería pedirle al municipio que
resuelva lo que estaba ocurriendo, “porque ya sabemos que no tiene ni un centavo y,
además, porque si lo tuviera ya sabrían los acreedores echarse encima de él y el señor
alcalde pagarlo a todo el mundo menos a los infelices jardineros”. Concluye señalan que
no queda más alternativa que los vecinos se hagan cargo de su defensa por medio de
suscripciones. Siguiendo la iniciativa de Palacios, “don Basilio Rojas, doña Isaura Plaza y
don José Tomás Ramos, han decidido ayer tomar a su cargo la plaza Victoria para hacer
lo mismo que se está haciendo en la de O'Higgins”.30En definitiva, en abril de ese año se
reunieron estos caballeros y otros miembros destacados de la sociedad porteña en la
casa de don Senén, “con el objeto de realizar una liga de protección de los árboles y
jardines públicos del Almendral... Se acordó iniciar públicamente los trabajos con la
celebración de la Fiesta del Árbol, la que tendría lugar en la plaza O'Higgins el segundo
domingo de mayo”. 31
Volviendo al problema del suministro, pese a que producto de la continua
escasez se autoriza a la Empresa de Agua Potable de Valparaíso por ley de 1915 y con
garantía del Estado, para que contrate un empréstito por £ 100 mil, para ensanchar la
dotación de agua potable de la ciudad,32 todavía Peñuelas estaba muy lejos de satisfacer
los estándares de calidad de toda la población, pues como señala el mismo intendente
diez años después, señor Pinto Concha, “el agua que consume la población de Valparaíso
es de mala calidad y constituye un grave peligro para la salubridad pública”. De ahí que,
según La Unión, el 13 de marzo el intendente dirigió una nota al gerente de la Empresa
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de Agua Potable, pidiéndole un informe sobre la calidad del agua, que constituyó el
origen del análisis que hizo el bacteriólogo doctor Koch, en el que se comprobaba la
existencia de diversas clases de bacilos. El 6 de abril se dirigió una nota al ministro del
interior, pidiéndole el mantenimiento de un médico bacteriólogo para Peñuelas y el
establecimiento de un laboratorio en el mismo lago. El 21 del mismo mes la comisión
acordó establecer laboratorios en Peñuelas y en Concón para hacer análisis periódicos
de agua, “único medio de evitar descomposiciones repentinas, causantes de epidemias”.33
De todas las gestiones del año 24, lo que más destaca acerca el problema es la visita que
el señor Pinto Concha hizo a la capital el 5 de diciembre, donde obtuvo del gobierno
central la aprobación para invertir 600 mil pesos en la instalación de un nuevo sistema de
filtros.34
Lamentablemente los dos siguientes fueron años secos y el agua del lago
artificial se fue enturbiando y, a la postre, acabando, por lo que debió recurrirse a las
aguas del río Aconcagua, “que son extraídas por medio de bombas y purificadas
imperfectamente, porque no hay tampoco filtros adecuados para hacer esa provisión de
emergencia”.35Dadas estas circunstancias, Sucesos señala en 1926 que es una opinión
compartida por muchos y principalmente por las autoridades sanitarias, incluido el Dr.
Long, “que no es agua potable la de Valparaíso, porque lo que corre por las cañerías es
únicamente lo que destila de las charcas hediondas, de las aguas detenidas, verdes y
putrefactas que se llaman pomposamente Lago de Peñuelas”. Concluye advirtiendo, que
“tan mala y dañina es actualmente el agua, que en Valparaíso son millares las personas
que no pueden beberla; a otras les ha ocasionado perturbaciones intestinales graves y
para qué decir: entre los niños, el agua es un semillero de fiebre gástrica y de catarro”.36
Sin embargo, como pudo comprobarse apenas cayeron las primeras lluvias de esa
temporada, Valparaíso ya contaba con una solución definitiva para el problema del agua
pues, salvo las secuelas inevitables de fenómenos anómalos producidos por la propia
Naturaleza, el Lago de Peñuelas, que sólo tenía 11 millones de metros cúbicos de agua
cuando empezaron las lluvias, al momento de cumplir su ciclo éstas lo dejaron con una
dotación de 40 millones de metros cúbicos. De ahí que con satisfacción, informa La
Unión al año siguiente, que el Lago había alcanzado al momento de la nota 71 millones
de metros cúbicos, es decir, una dotación que no se veía tan abundante desde el año
1905, la que alcanzaba para proveer a Valparaíso por cinco años, “aún cuando no llueva
en un par de años”.37
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