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ChantajeEmocional PDF
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FORO VIVIRLIBRE.ORG
Febrero 2007
www.vivirlibre.org
Para vivir mejor
Chantaje Emocional
Susan Forward
¿Porqué ciertas personas nos hacen sentir que vivimos perdiendo la partida, que no
tuvimos oportunidad de expresar nuestra posición, ni de defender nuestros intereses?
Tenemos la sensación, de que, una vez más, nos ganaron.
Sabemos que nos sentimos frustrados y resentidos, y que hemos renunciado a nuestro
deseo por satisfacer a otra persona. ¿Porqué hay gente que tiene la virtud de superarnos
emocionalmente, haciéndonos sentir totalmente derrotados?
Las personas con quienes nos enfrentamos en estos casos no son otra cosa que hábiles
manipuladores. Nos brindan su afecto y su estima cuando se les da lo que ellos piden,
pero terminan amenazándonos para lograr lo que quieren, o haciéndonos sentir
terriblemente culpables cuando no hacemos su voluntad.
A pesar de conducirnos en forma exitosa y eficiente en otros aspectos de nuestras vidas,
frente a esas personas nos sentimos abrumados e impotentes. Nos manejan como si
fuéramos títeres.
Estas actitudes irritantes figuran entre las causas más comunes de fricciones en una
relación y sin embargo, rara vez son identificadas o entendidas. A menudo, estos casos de
manipulación se disimulan bajo el rótulo de “fallas en la comunicación”.
Solemos decir: “Estoy actuando a partir de mis sentimientos, mientras que él lo hace a
partir de su intelecto...”
Pero la verdad es que las fricciones no tienen su origen en estilos de comunicación
diferentes. Tienen que ver mucho más con que una persona quiere imponer su voluntad a
expensas del otro. Se trata de algo más que simples malentendidos: es una verdadera
lucha de poder.
El chantaje emocional es una forma de manipulación muy poderosa, en la cual personas
afectivamente cercanas nos amenazan, directa o indirectamente, con castigarnos de
alguna manera si no hacemos lo que ellos quieren. El chantajista emocional sabe cuánto
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valoramos la relación que nos une a él. Conoce nuestros puntos débiles. A menudo está
enterado de nuestros secretos más profundos.
Al saber que queremos su amor y su aprobación, nos amenazan con privarnos de uno o
de otra o nos hacen sentir que debemos ganarlos.
El chantajista tiene una gran habilidad para enmascarar la presión que ejerce sobre
nosotros, y a menudo, la recibimos en forma tal que hace que nos cuestionemos nuestra
propia percepción de lo que está ocurriendo.
Además, suele haber un gran abismo entre lo que nuestro chantajista hace, y la forma
cariñosa y llena de amor con que lleva a cabo esas acciones frente a nosotros.
Por eso, nos sentimos confusos, desorientados y resentidos.
Las personas que recurren al chantaje emocional no se levantan por las mañanas
preguntándose cómo hacer para destruir a sus víctimas. Por el contrario, son personas
que utilizan ese comportamiento para obtener una sensación de seguridad y control. Por
más aplomados que parezcan por fuera, operan siempre a partir de un alto grado de temor
e inseguridad.
Pero cuando ellos hacen una señal y nosotros respondemos de inmediato, se sienten
seguros y poderosos, aunque sólo sea en forma momentánea. El chantaje emocional se
convierte en la defensa contra el dolor y la inseguridad.
El precio que pagamos cuando cedemos al chantaje emocional es enorme. Los
comentarios y actitudes del chantajista nos hacen sentir desequilibrados, avergonzados y
culpables.
Sabemos que tenemos que modificar la situación y, reiteradamente, nos
prometemos que lo haremos, sólo para encontrarnos, una y otra vez, burlados y
manipulados, como que hemos caído de nuevo en una trampa.
Comenzamos a dudar de nuestra capacidad de mantener la promesa que nos
hacemos, y perdemos la confianza en nuestra eficiencia. Nuestra autoestima se va
erosionando. Junto con nuestra integridad, perdemos la brújula interior que nos
ayuda a determinar cuáles deberían ser nuestros valores y nuestra conducta.
Cuando convivimos con él, el chantaje emocional nos carcome y se expande hasta
dañar en lo más hondo la relación en si, y nuestra propia autoestima.
El chantajista actúa, la mayor parte del tiempo con bondad y ternura y sólo ocasionalmente
recurre al arma del chantaje. Por eso es que resulta muy difícil detectar la aparición de un
esquema manipulatorio en una relación.
¿Cómo saber si alguien está más interesado en ganar la partida que en resolver el
problema? Por cierto, no nos lo va a decir. No va a encararnos y decir: “Me importa un
bledo lo que tú quieres, solo me interesa imponer mi propia voluntad”.
Si alguien, con toda sinceridad, desea resolver el conflicto con ud. de manera clara y
equitativa, hará lo siguiente:
- Le hablará con claridad sobre el conflicto existente
- Averiguará cuáles son los sentimientos y preocupaciones de ud.
- Descubrirá porqué Ud. se resiste a sus deseos.
- Aceptará su parte de responsabilidad en el conflicto.
Se puede estar muy enojado con alguien sin por eso maltratarlo y manipularlo
emocionalmente. Los desacuerdos, hasta los más intensos, no tienen porqué ser
mezclados con insultos o juicios negativos.
En cambio, si el objetivo fundamental de alguien es, simplemente, ganar la partida, hará lo
siguiente:
- Tratará de dominarlo
- Ignorará sus protestas
- Insistirá en que su carácter y sus motivos son superiores a los de usted
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Cuando observe que otros tratan de imponer su voluntad independientemente del costo
que ello representa para usted, no dude de que se encuentra frente al comportamiento
básico de un chantajista emocional.
Al analizar situaciones que podrían estar desembocando en chantaje emocional, siempre
formúlese una pregunta: ¿Cuánta flexibilidad tengo y acepto en esta relación?
A medida que el chantaje emocional comienza a infiltrarse, sentimos un importante cambio
de clima. Aparece una marcada frialdad, y perdemos gran parte de la flexibilidad que nos
permite sortear con serenidad y seguridad los escollos que aparecen en cualquier relación.
Cuando esa flexibilidad existe, es muy fácil tomarla como algo natural y restarle
importancia.
Todos los días, sin demasiado esfuerzo o trauma, negociamos miles de detalles de
nuestra existencia cotidiana.
Ahora bien, si la disposición para la transacción comienza a desaparecer, el statu quo se
convierte en el esquema establecido para el futuro. Es como si no tuviéramos permiso
para cambiar o apartarnos de un rol que no siempre nos es cómodo. Estamos congelados.
No hay equilibrio de poder. Mientras que antes no se exigía ningún tipo de “pago” por el
amor, el afecto y el respeto, ahora, conservar el amor del chantajista depende cada vez
más de hacer lo que él quiere.
El castigador silencioso- No hace falta que el castigador se exprese con fluidez, y ni
siquiera que hable, para trasmitir su mensaje. Tanto los que callan ofendidos, como los
que se refugian en una ira no verbalizada, dominan el arte de convertir en niños a quienes,
en otros aspectos, son adultos responsables. Al maniobrar para evitar su ira, y sus
manipulaciones agresivas, nos encontramos de pronto haciendo cosas que nunca
hubiéramos considerado posibles. Al violar nuestros propios códigos, se incrementa lo
que, de por sí, ya puede constituir una pesada carga de autorreproche, que nace a partir
de nuestra incapacidad de hacer frente a nuestro chantajista y resistir sus actitudes.
Para casi todo el mundo, el frío silencio de estos castigadores resulta muy difícil de
soportar. El se atrinchera tras una fachada impenetrable y transfiere a otros la
responsabilidad por sus propios sentimientos. Nos sentimos conmocionados cuando
alguien nos castiga de esa manera. Podemos sentir cómo la ira del otro va creciendo
silenciosamente y sabemos que nosotros somos el blanco de ella. Nos encierra en una
situación estresante y tensa, por lo que la mayoría de nosotros cede rápidamente, porque
es la forma más fácil que encontramos para aliviar esa situación intolerable.
El chantaje puede ir escalando posiciones, por lo que las consecuencias con las que
amenaza el castigador pueden ser cada vez más graves: abandono, desamor, etc.
En el fragor del chantaje emocional, enceguecido por la intensidad de sus propias
necesidades, el castigador parece olvidar los sentimientos de su víctima y volverse
incapaz de analizar su propia conducta. Cree que lo que hace es correcto, y que lo asiste
todo el derecho del mundo a exigir lo que exige. Enfrentar a un castigador puede requerir
una enorme fortaleza interior, pero no es imposible. Es cuestión de decir, y demostrar, que
uno no seguirá aceptando el chantaje.
El autocastigador- Este es un individuo excesivamente necesitado de afecto, muy
dependiente, que no asume su responsabilidad por su propia vida. Todas sus dificultades,
reales o imaginarias, son culpa del otro. Mientras que el castigador convierte a su víctima
en un niño dependiente, el autocastigador pone a su víctima en el papel de adulto
protector...el único adulto en la relación. Somos quienes los pueden salvar de ellos
mismos, rescatarlos de su desvalidez y proteger su fragilidad.
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Con estos pensamientos rondando en su cabeza, el chantajista cree que no tiene ninguna
posibilidad de obtener lo que quiere, a no ser que utilice armas muy eficaces. Este
pensamiento constituye el denominador común que subyace a todo chantaje
emocional.
Estas convicciones tienen su origen en una larga historia de angustia e inseguridad, y el
chantaje emocional es la única forma que la persona encuentra para manejarse en un
mundo en el que no confía, ese mundo que, según ella, le robará lo que ama.
Muchas veces ocurre que quienes han sufrido alguna gran privación o pérdida en su
infancia se vuelven excesivamente dependientes cuando llegan a la edad adulta, a fin de
evitar el rechazo, el abandono o el ser ignorados.
A veces, la incapacidad de tolerar frustraciones puede ser una respuesta a incertidumbres
y situaciones de estrés relativamente recientes. Las probabilidades de que se produzca un
chantaje emocional se incrementan dramáticamente en el curso de crisis, como una
separación o divorcio, la pérdida del trabajo, en una enfermedad o retiro laboral, ya que
esas situaciones socavan la autoestima del chantajista emocional.
Uno de los tipos de chantajistas emocionales más sorprendente es aquel que parece
tenerlo todo, y sin embargo, siempre parece querer más. Parece incongruente sugerir que
el motivo de su actitud radica en privaciones sufridas, ya que nunca le ha faltado nada.
Pero muchas veces, aquellas personas que fueron sobreprotegidas y consentidas tienen
pocas oportunidades de desarrollar confianza en su capacidad para manejar cualquier tipo
de pérdida. A la primera señal de que pueden verse privados de algo, entran en estado de
pánico y se apuntalan interiormente a través del chantaje emocional.
Todos los chantajistas focalizan su atención casi por completo en sus propias necesidades
y deseos. Pueden ser como aplanadoras cuando uno no cumple con sus pretensiones: se
convierten en seres inescrupulosos. Un amor que es tan ciego frente a los sentimientos de
la persona que supuestamente aman, valoran o aprecian, casi no es amor.
Actúan como si la menor diferencia pusiera la relación al borde de la ruptura. Se sienten
tan profundamente desilusionados y frustrados, que magnifican hasta el más mínimo
desacuerdo y permiten que el mismo tiña de negatividad toda la relación. Como sucede
con todo tipo de hipereacción, se hace mucha alharaca pero muy raras veces se expresan
los verdaderos y más profundos sentimientos. (miedo-angustia), por eso en lugar de
comunicarlos, recurren al chantaje emocional. En el caso de hombres, muchas veces se
avergüenzan de sus necesidades afectivas y de sus temores.
El hecho es que el chantajista emocional gana batallas, pero finalmente pierde la guerra,
ya que suele ganar con tácticas que generan una profunda brecha en la relación. La
victoria a corto plazo le parece un triunfo, como si no hubiera un futuro para tener en
cuenta.
Toda lógica, toda capacidad de evaluar las verdaderas consecuencias de sus actos, son
anuladas por la urgencia de aferrarse a lo que tiene o a lo que desea. Envueltos en sus
temores de carencia y privación, olvidan la frustración y alienación que están provocando
en las personas a las que intentan manipular.
Muchas veces, parecería que el objetivo del chantajista no fuera solamente obtener lo que
le hace sentir bien, sino también hacer sentir mal a su víctima. Exige...y humilla. En su
intento de demostrar lo justo y razonable de sus exigencias, denigra el carácter y cuestiona
las motivaciones del otro en cuestión. Procuran ahogarnos en un mar de culpa. El
castigador no se ve como tal, sino como alguien que mantiene el orden, o controla con
mano firme que las cosas vayan bien, o bien considera su actitud como la forma de
demostrarnos que no lo podemos manipular. Se ven fuertes y responsables. Si con sus
actitudes alguien sale lastimado, mala suerte. El fin justifica los medios.
Muchos castigadores se consideran víctimas.
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Estas son afirmaciones muy poderosas y cuando reflejan genuinamente nuestra forma de
ser y de manejarnos en la vida, brindan una sensación de equilibrio que evita que el estrés
y las presiones que constantemente inciden sobre nosotros, nos desvíen de nuestra línea
de conducta. Cuando cedemos al chantaje emocional, tachamos uno por uno los items que
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figuran en esta lista, olvidando qué es lo correcto para nosotros. Y cada vez que lo
hacemos, sacrificamos un poco más de nuestra integridad.
Cuando violamos ese sentido esencial de nuestra identidad, perdemos una de las
fuerzas rectoras más claras y definidas de nuestra vida, y empezamos a ir a la
deriva.
Entonces, se genera un círculo vicioso. Bajo presión hacemos algo que contradice nuestro
sentido de la integridad, luego analizamos lo que hicimos, y nos sentimos mal por nuestra
conducta. Por tanto esto no hace sino confirmar las afirmaciones de nuestro chantajista:
que somos malos o deficientes. En consecuencia, perdemos el respeto por nosotros
mismos y nos volvemos más vulnerables aún al chantaje emocional, porque necesitamos
desesperadamente la aprobación del chantajista, la cual nos permitirá sentir que no somos
tan malos como creíamos.
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