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Matematicos Antiguos 22 PDF
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EUCLIDES
Euclides
(330 a.C. - 275 a.C.) Matemático griego. Junto con Arquímedes y Apolonio de
Perga, posteriores a él, Euclides fue pronto incluido en la tríada de los grandes
matemáticos de la Antigüedad. Sin embargo, a la luz de la inmensa influencia
que su obra ejercería a lo largo de la historia, hay que considerarlo también
como uno de los más ilustres de todos los tiempos.
Pese a que realizó aportaciones y correcciones de relieve, Euclides ha sido
visto a veces como un mero compilador del saber matemático griego. En
realidad, el gran mérito de Euclides reside en su labor de sistematización:
partiendo de una serie de definiciones, postulados y axiomas, estableció por
rigurosa deducción lógica todo el armonioso edificio de la geometría griega.
Juzgada no sin motivo como uno de los más altos productos de la razón
humana y admirada como un sistema acabado y perfecto, la geometría
euclidiana mantendría su vigencia durante más de veinte siglos, hasta la
aparición, ya en el siglo XIX, de las llamadas geometrías no euclidianas.
Biografía
Poco se conoce a ciencia cierta de la biografía de Euclides, pese a ser el
matemático más famoso de la Antigüedad. Es probable que se educara en
Atenas, lo que permitiría explicar su buen conocimiento de la geometría
elaborada en la escuela de Platón, aunque no parece que estuviera
familiarizado con las obras de Aristóteles.
Euclides enseñó en Alejandría, donde abrió una escuela que acabaría siendo
la más importante del mundo helénico, y alcanzó un gran prestigio en el
ejercicio de su magisterio durante el reinado de Ptolomeo I Sóter, fundador de
la dinastía ptolemaica que gobernaría Egipto desde la muerte de Alejandro
Magnohasta la ocupación romana. Se cuenta que el rey lo requirió para que
le mostrara un procedimiento abreviado para acceder al conocimiento de las
matemáticas, a lo que Euclides repuso que no existía una vía regia para llegar
a la geometría. Este epigrama, sin embargo, se atribuye también al
matemático Menecmo, como réplica a una demanda similar por parte de
Alejandro Magno.
La filosofía de Pitágoras
Pitágoras no dejó obra escrita, y hasta tal punto es imposible distinguir las
ideas del maestro de las de los discípulos que sólo puede exponerse el
pensamiento de la escuela de Pitágoras. De hecho, externamente el
pitagorismo más parece una religión mistérica (como el orfismo) que una
escuela filosófica; en tal sentido fue un estilo de vida inspirado en un ideal
ascético y basado en la comunidad de bienes, cuyo principal objetivo era la
purificación ritual (catarsis) de sus miembros.
Su influencia
Más de un siglo después de la muerte de Pitágoras, en el transcurso de un
viaje al sur de Italia efectuado antes de la fundación de la
Academia, Platón tuvo conocimiento de la filosofía pitagórica a través de sus
discípulos. Se ha afirmado que la concepción del número como principio de
todas las cosas preparó el terreno para el idealismo platónico; en cualquier
caso, la influencia de Pitágoras es clara al menos en la doctrina platónica del
alma (inmortal y prisionera del cuerpo), que también en Platón alcanza su
liberación mediante el saber.
De este modo, a través de Platón, diversas concepciones pitagóricas se
convertirían en temas recurrentes o polémicos de la filosofía occidental;
todavía en el siglo XVII un astrónomo tan insigne como Kepler, a quien se
debe el descubrimiento de las órbitas elípticas de los planetas, seguía
creyendo en la música de las esferas. Otros conceptos suyos, como los de
armonía y proporción, quedarían incorporados a la música y las artes.
Pitágoras ha sido visto también como el precursor de una aspiración que
tendría grandísimo predicamento a partir de la revolución científica de Galileo:
la formalización matemática del conocimiento.
Arquímedes
(Siracusa, actual Italia, h. 287 a.C. - id., 212 a.C.) Matemático griego. Los
grandes progresos de las matemáticas y la astronomía del helenismo son
deudores, en buena medida, de los avances científicos anteriores y del
legado del saber oriental, pero también de las nuevas oportunidades que
brindaba el mundo helenístico. En los inicios de la época helenística se sitúa
Euclides, quien legó a la posteridad una prolífica obra de síntesis de los
conocimientos de su tiempo que afortunadamente se conservó casi íntegra
y se convirtió en un referente casi indispensable hasta la Edad
Contemporánea.
Pero el más célebre y prestigioso matemático fue Arquímedes. Sus escritos, de los que se
han conservado una decena, son prueba elocuente del carácter polifacético de su saber
científico. Hijo del astrónomo Fidias, quien probablemente le introdujo en las matemáticas,
aprendió de su padre los elementos de aquella disciplina en la que estaba destinado a
superar a todos los matemáticos antiguos, hasta el punto de aparecer como prodigioso,
"divino", incluso para los fundadores de la ciencia moderna. Sus estudios se perfeccionaron
en aquel gran centro de la cultura helenística que era la Alejandría de los Tolomeos, en
donde Arquímedes fue, hacia el año 243 a.C., discípulo del astrónomo y matemático Conón
de Samos, por el que siempre tuvo respeto y admiración.
Al parecer, más tarde volvió a Egipto durante algún tiempo como "ingeniero" de Tolomeo,
y diseñó allí su primer gran invento, la "coclea", una especie de máquina que servía para
elevar las aguas y regar de este modo regiones a las que no llegaba la inundación del Nilo.
Pero su actividad madura de científico se desenvolvió por completo en Siracusa, donde
gozaba del favor del tirano Hierón II. Allí alternó inventos mecánicos con estudios de
mecánica teórica y de altas matemáticas, imprimiendo siempre en ellos su espíritu
característico, maravillosa fusión de atrevimiento intuitivo y de rigor metódico.
Sus inventos mecánicos son muchos, y más aún los que le atribuyó la leyenda (entre estos
últimos debemos rechazar el de los espejos ustorios, inmensos espejos con los que habría
incendiado la flota romana que sitiaba Siracusa); pero son históricas, además de la "coclea",
numerosas máquinas de guerra destinadas a la defensa militar de la ciudad, así como una
"esfera", grande e ingenioso planetario mecánico que, tras la toma de Siracusa, fue llevado
a Roma como botín de guerra, y allí lo vieron todavía Cicerón y quizás Ovidio.
Arquímedes en su representación más
tradicional: abstraído y meditabundo
La biografía de Arquímedes está más poblada de anécdotas sabrosas que de hechos como
los anteriormente relatados. En torno a él tejieron la trama de una figura legendaria
primero sus conciudadanos y los romanos, después los escritores antiguos y por último los
árabes; ya Plutarco atribuyó una «inteligencia sobrehumana» a este gran matemático e
ingeniero.
La más divulgada de estas anécdotas la relata Vitruvio y se refiere al método que utilizó
para comprobar si existió fraude en la confección de una corona de oro encargada por
Hierón II, tirano de Siracusa y protector de Arquímedes, y quizás incluso pariente suyo. Se
cuenta que el tirano, sospechando que el joyero le había engañado poniendo plata en el
interior de la corona, pidió a Arquímedes que determinase los metales de que estaba
compuesta sin romperla.
Arquímedes meditó largo tiempo en el difícil problema, hasta que un día, hallándose en un
establecimiento de baños, advirtió que el agua se desbordaba de la bañera a medida que se
iba introduciendo en ella. Esta observación le inspiró la idea que le permitió resolver la
cuestión que le planteó el tirano: si sumergía la corona en un recipiente lleno hasta el borde
y medía el agua que se desbordaba, conocería su volumen; luego podría comparar el
volumen de la corona con el volumen de un objeto de oro del mismo peso y comprobar si
eran iguales. Se cuenta que, impulsado por la alegría, Arquímedes corrió desnudo por las
calles de Siracusa hacia su casa gritando «Eureka! Eureka!», es decir, «¡Lo encontré! ¡Lo
encontré!».
La idea de Arquímedes está reflejada en una de las proposiciones iniciales de su obra Sobre
los cuerpos flotantes, pionera de la hidrostática, que sería estudiada cuidadosamente por
los fundadores de la ciencia moderna, entre ellos Galileo. Corresponde al famoso principio
de Arquímedes (todo cuerpo sumergido en un líquido experimenta un empuje hacia arriba
igual al peso del volumen de agua que desaloja), y, como allí se explica, haciendo uso de él
es posible calcular la ley de una aleación, lo cual le permitió descubrir que el orfebre había
cometido fraude.
Según otra anécdota famosa, recogida entre otros por Plutarco, Arquímedes se hallaba tan
entusiasmado por la potencia que conseguía obtener con sus máquinas, capaces de levantar
grandes pesos con esfuerzo relativamente pequeño, que aseguró al tirano que, si le daban
un punto de apoyo, conseguiría mover la Tierra; se cree que, exhortado por el rey a que
pusiera en práctica su aseveración, logró sin esfuerzo aparente, mediante un complicado
sistema de poleas, poner en movimiento un navío de tres mástiles con su carga.