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¿POR QUÉ LA ADORACIÓN

ES CENTRAL?
BIENVENIDOS
Gracias por descargar las notas para el orador del curso de Worship Central.

Para esta primera sesión, hemos incluido el bosquejo de la lección con sus
puntos principales y hemos dejado espacio para que agregues tus propios
ejemplos. Siéntete con la libertad de personalizar los ejemplos y de usarlos
como si fueran personales, sin embargo, te pedimos que mantengas la esencia
del material original ya que deseamos que otras personas experimenten el
curso de la misma manera allá dónde se encuentren.

Oramos para que este curso sea una bendición para ti y para tu grupo de
alabanza. Queremos acompañarte en tu búsqueda para encontrarte con Dios,
para equipar al adorador y para fortalecer e impulsar a tu iglesia local.

Tim Hughes & Al Gordon

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INTRODUCCIÓN
Bienvenidos al curso de Worship Central. En las siguientes siete sesiones
vamos a explorar las preguntas teóricas y prácticas más importantes con
respecto a dirigir la adoración en el siglo veintiuno.
¿Qué es la adoración y porqué tiene que ser central? ¿Qué conlleva dirigir
la adoración? ¿Cómo podemos construir grupos de alabanza efectivos que
sean influyentes? ¿Cómo podemos liberar la creatividad inspirada por Dios en
nuestras Iglesias y más allá de ellas?

Nuestra oración es que mientras creamos un espacio para abordar estas


preguntas, Dios se salga de las cuatro paredes donde le hemos metido y
nos dé una visión mayor acerca de lo que podemos hacer con nuestra vida y
con nuestras iglesias. Por encima de todo, esperamos que con estas sesiones
podamos encontrarnos con Dios y crezcamos como adoradores, de forma que
podamos ver a nuestras iglesias locales fortalecidas.

La adoración es central. En todo a nuestro alrededor, en todas las formas y


los estilos que puedas imaginar; en la tierra, en el cielo, ahora en este mismo
momento y como ha sucedido durante miles de años, se está adorando.

En todo el mundo y a través de la historia, siempre ha habido debate en torno


a la alabanza. Desde los padres de la iglesia primitiva, quienes luchaban por
cómo debía ser la alabanza en las explosivas décadas después de Jesús, hasta
los reformadores, quienes se preguntaban qué pide Dios de nosotros a la luz
de las Escrituras, la pregunta aún permanece: ¿cómo debemos alabar? En la
actualidad, todavía hay personas que tienen la misma pasión por las diferentes
expresiones y estilos de alabanza.

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Agrega una historia
Si tienes un ejemplo tuyo, cuenta una historia sobre un encuentro con
una persona con una opinión fuerte sobre la adoración. Puedes usar la
historia de Tim como modelo para preparar la tuya. Si no tienes ningún
ejemplo propio, cuenta la historia que hay a continuación.

Historia ejemplo
Tim: Hace unos años, estaba guardando mi guitarra después de haber
dirigido la adoración en mi iglesia cuando una mujer se me acercó
y me preguntó si tenía el nombre de la tercera o cuarta canción que
habíamos cantado esa mañana. Comencé a recordar la lista y entre los
dos acordamos que no era “Abre mis ojos” ni “Canta al Señor”. Fue ahí
cuando me di cuenta que quizás ella se refería a “Vengo a adorarte”,
una canción que yo mismo había escrito. De forma arrogante asumí que
ella quería agradecerme por haber escrito esa canción y que estaba a
punto de compartirme alguna historia sobre cómo esa canción “la había
bendecido”. Emocionado por escuchar lo que ella iba a decir, gentilmente
la motivé diciendo: “Oh, ¿no será por casualidad ‘Vengo a adorarte’?”
¡Incluso comencé a cantar el coro tratando de recrear el momento para
ella! Rápidamente gritó: “Oh no, ¡odio esa canción! ¡Cada vez que
escucho esa canción quiero vomi tar!” Comencé a enrojecerme y a fingir
que se trataba de una canción de Hillsong que tampoco me gustaba.
¡Esta era una mujer con una opinión bastante fuerte con respecto a la
adoración!

Muchos de nosotros tenemos una gran pasión por la adoración y nos


emociona crecer en nuestro entendimiento de lo que significa construir una
base firme para desarrollar una adoración de corazón y que sea auténtica
para toda la vida. Sin embargo, quizá algunos de nosotros nos sintamos
desilusionados con la adoración, cansados de actuar, agotados de la religión
vacía e incluso nos hemos vuelto un poco escépticos debido a cosas que
hemos visto y experimentado. Tal vez otros tengan miedo de los cambios que
parecen estar arrasando las iglesias y se sienten inseguros de lo que puedan
ofrecer.

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Sea cual sea la posición en la que estés, tienes un papel importante que
interpretar en la vida de adoración de tu iglesia local.

La adoración involucra todo de nuestras vidas, no solamente una parte.


Durante todo este curso nos vamos a concentrar principalmente en un aspecto
específico de la adoración: su expresión mediante la creatividad y la música.
Esta es una parte crucial de la adoración, sin embargo, también es importante
recordar que es solamente un aspecto de todo lo que esta involucra.

Echemos un vistazo al cuadro general de lo que es la adoración y por qué


debe ser central en nuestra vida.

El primer punto es:

1. LA ADORACIÓN ES NUESTRO PROPÓSITO


Dios tiene un propósito para nuestra vida. No somos un accidente de la
ciencia o un error cósmico. Fuimos creados con un propósito, adorar. El
Catequismo Menor de Westminster dice que “el fin principal” de la humanidad
es “glorificar a Dios y disfrutarlo para siempre”.

El Dios que nos creó en un acto de alegría pura quiere que conozcamos su
amor y que le correspondamos. En Efesios vemos que antes de la creación del
mundo, Dios nos escogió para tener una relación con Él y que nuestra mera
existencia es para “la alabanza de su gloria”.

Efesios 1:4-6 dice: “Dios nos escogió en él antes de la creación del mundo,
para que seamos santos y sin mancha delante de él. En amor nos predestinó
para ser adoptados como hijos suyos por medio de Jesucristo, según el buen
propósito de su voluntad, para alabanza de su gloriosa gracia…” (NVI)

Así que, la adoración es central porque Dios nos hizo, no como un proyecto
para ser descartado una vez que se termine, sino como los hijos con quienes Él
compartirá una poderosa y continua relación; y esta relación lo afecta todo.

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La adoración es la alineación total de nuestro corazón, nuestra alma, nuestra
mente y nuestras fuerzas con la voluntad de Dios. Es nuestra respuesta de
todo corazón al extravagante amor y misericordia de Dios. William Temple, el
gran Arzobispo anglicano, escribió que “la adoración es la sumisión de toda
nuestra naturaleza a Dios. Es la rápida conciencia de su santidad, el nutrir de
la mente por su verdad, la purificación de la imaginación por su belleza, la
apertura del corazón a su amor y la sumisión de la voluntad a su propósito.
Y todo esto junto en adoración es la mayor de las expresiones humanas que
podamos dar”.

Solamente hay que echar un vistazo en la Biblia para ver cuán profundo es el
llamado a adorar:

Cuando Abraham se encuentra por primera vez con Dios, es llamado a


un sacrificio de obediencia, un acto de adoración. Cuando Moisés dirige
al pueblo de Israel fuera de Egipto, es para que puedan adorar al Señor y
Miriam los dirige en una canción de adoración. Cuando Ana entrega al Señor
a su hijo Samuel, por quien tanto ha esperado, levanta su voz en adoración.
Cuando David danza delante del Señor con todas sus fuerzas, es un acto de
adoración. Cuando Elías clama por que caiga fuego del cielo, lo hace en un
contexto de adoración. Cuando Job lo pierde todo, cae sobre sus rodillas en
adoración. Cuando María se entera que lleva en su vientre a Jesucristo, el
Salvador del mundo, adora. Cuando los sabios saludan al niño Jesús, adoran.
Cuando el niño Jesús es presentado a Simón en el templo, él adora. Cuando
los discípulos se dan cuenta que Jesús es el Señor, lo adoran.

Como escribe Matt Redman: “Cuando levantamos nuestro rostro a la gloria de


Dios, lo inclinamos en adoración.”

La verdad es que todos adoramos algo. La palabra en inglés para ‘adoración’


viene de la raíz anglosajona weorthscipe que literalmente significa atribuir valor
a algo. Si algo cautiva el afecto de nuestro corazón, la atención de nuestra
mente y el deseo de nuestra alma, eso tendrá toda nuestra adoración.

Sin embargo, nuestro propósito más importante es adorar a Dios. Puedes


tener todo el dinero del mundo y todas las posesiones terrenales que desees
que aun así todo eso te hará sentir vacío y perdido. Hasta que no descubramos

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nuestro propósito en Dios, nunca estaremos satisfechos. San Agustín una vez
oró: “Nos has hecho para ti mismo, oh Señor, y nuestro corazón no descansa
hasta que descansa en ti”. En Jesús encontramos la respuesta al significado de
la vida. Hemos sido hechos por el Creador y salvados por el Salvador para el
único y extraordinario propósito de disfrutar de una relación con Dios.

Hoy estamos invitados al hermoso intercambio que es la adoración, donde


encontramos nuestra verdadera identidad y propósito como adoradores del
Dios viviente.

El segundo punto es:

2. LA ADORACIÓN ES NUESTRA PRIORIDAD


Si la adoración es nuestro propósito y ésta encuentra su expresión por medio
de nuestra vida completa, entonces llegamos a la conclusión de que la
debemos poner como la principal prioridad en nuestras vidas. Necesitamos
aprender lo que significa hacer que la adoración a Jesucristo sea algo central.
En otras palabras, la adoración es nuestra respuesta a lo que más valoramos.

Agrega una historia


Agrega tu propia historia graciosa que ejemplifique que tus relaciones
requieren que des todo de ti. Por ejemplo, Tim cuenta la historia
cuando le dijo a su futura esposa Rachel que estaba 99% seguro de
que se quería casar con ella. No le fue muy bien. Cuenta tu propia
historia de cómo descubriste que las mejores relaciones requieren que
des todo de ti.
Si no recuerdas ninguna historia, puedes volver a contar la historia de
Tim Hughes a continuación:

Historia ejemplo
Tim: “Cuando mi esposa Rachel y yo éramos novios, recuerdo muy
bien la conversación que tuvimos cuando comenzamos a hablar de
matrimonio. Una tarde, estábamos juntos y Rachel compartió lo mucho
que me amaba y dijo que, sin lugar a dudas, yo era el elegido para ella.
Quería responderle con algo igualmente romántico pero lo único que
escuché salir de mi boca fue: ‘Rachel, estoy 99 por ciento seguro que

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también quiero casarme contigo’. Basándome en su reacción, ¡me di
cuenta rápidamente de que el 99 por ciento no es suficiente!”

Un matrimonio solamente funcionará si la relación es una prioridad. De


forma similar, la adoración genuina involucra todo lo que somos para Dios.
Él necesita convertirse en nuestra primera prioridad, sobre cualquier otra
ambición, afecto y actividad.

En el evangelio de Lucas, Jesús es invitado a la casa de dos hermanas, María


y Marta. Marta está absorbida en la laboriosa tarea de organizar la comida,
mientras María se sienta a los pies de Jesús, rehusando a sucumbir ante
la fuerte expectativa familiar, cultural y religiosa de la época. Es un gesto
impactante, sin embargo, ella es absolutamente devota y está totalmente
decidida a aprovechar cada minuto para aferrarse a cada palabra del Señor.
Practicar la hospitalidad y dar la bienvenida a los visitantes era una tarea muy
religiosa, basada en las Escrituras, sobre todo cuando se trataba de recibir a un
rabí o maestro. Aun así, María hace algo radical y contracultural. El evangelio
de Lucas la describe como ‘sentándose a los pies de Jesús’, en la postura de un
discípulo, pidiendo precisamente convertirse en una discípula.

Frustrada e indignada, Marta irrumpe la reunión e incluso interrumpe al


maestro: “¿Señor, no te importa que mi hermana me haya dejado sirviendo
sola? ¡Dile que me ayude!” Pero Jesús defiende la decisión de María: “Marta,
Marta, estás inquieta y preocupada por muchas cosas, pero solo una es
necesaria. María ha escogido lo que es mejor y nadie se la quitará”.

La adoración será nuestra prioridad solamente si la escogemos como tal.


Dios no nos obliga a adorarlo. Nos deja decidir: ser como Marta, ocupados
con los quehaceres de la vida, incluso distraídos haciendo cosas para Jesús; o
ser como María, que su prioridad era sentarse a los pies de Jesús, totalmente
enfocada en Él, sin dejar que nada, ni nuestra ambición, ni nuestros intereses
personales, ni las expectativas de otros, ni ninguna otra distracción interfieran.
Esa decisión tiene implicaciones para nuestro tiempo, nuestro estilo de vida,
nuestro dinero, nuestra energía y nuestras ambiciones en esta vida. Al adorar
a Dios, lo convertimos en nuestra prioridad. Así como Richard Foster escribe:

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“Si el Señor va a ser nuestro Señor, la adoración tiene que ser una prioridad
en nuestras vidas. La prioridad divina es adorar primero, el servicio viene
después”.

El obispo Sandy Millar, el antiguo pastor de HTB (Holy Trinity Brompton),


cuenta una historia de cuando fue a una de las primeras conferencias de
Vineyard (La Viña) en California. Al ser profundamente inspirado por todas
las cosas que pasaban, se fue a caminar por la playa mientras derramaba su
corazón ante Dios. Estaba muy agradecido por todo lo que estaba pasando
en la vida de HTB. Mientras oraba, él pensaba en algunas cosas que podía
ofrecer a Dios para que las usara. Cuando hizo la pregunta: ¿Dios que quieres
de mí? Sintió que Dios le decía claramente: “Sandy, lo único que quiero es
a ti”. Antes de hacer grandes promesas y tratar de ofrecerle a Dios nuestro
dinero, nuestros logros y nuestras ambiciones, en primer lugar y como lo más
importante, necesitamos ofrecer todo lo que somos, lo que hemos sido y todo
lo que seremos. La adoración es lo primero, el servicio viene después.

Nuestro primer llamado es amar a Dios. En ese sentido, “el gran


mandamiento”, amar a Dios con todo nuestro corazón, alma, mente y fuerzas,
tiene que ir antes que “la gran comisión”, ir y hacer discípulos.
John Stott escribió: “El más alto motivo para las misiones no es ser obedientes
a la gran comisión ni amar a los pecadores que son rechazados y perecen, sino
es tener celo – un ardiente y apasionado celo – por la gloria de Jesucristo”. Si
queremos ver de nuevo la evangelización de las naciones y la transformación
de la sociedad, tenemos que aprender a tener la adoración como prioridad.

El tercer punto es:

3. LA ADORACIÓN SE BASA EN LA PRESENCIA DE DIOS


La adoración no se basa en reglas, religión o normas; se basa en una relación.
Todo lo que hacemos debe fluir de nuestra relación con Dios. Perdemos el
enfoque cuando reducimos la adoración a programas y tecnicismos en lugar
de concentrarnos en la persona y la presencia de Jesús.

En el evangelio de Juan, vemos cómo Jesús redefine la geografía de nuestra


adoración. En el capítulo 4, observamos una notable conversación entre
Jesús y una mujer samaritana sobre la adoración. Mientras el tema de la

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conversación se mueve del agua a la adoración, Jesús comienza a explicar
esta radical revolución. La adoración ya no se limita a templos, técnicas ni
tradiciones. Como Jesús explica: “se acerca la hora en que ni en este monte ni
en Jerusalén adoraréis al Padre” (Juan 4:21); en lugar de eso, “los verdaderos
adoradores rendirán culto al Padre en espíritu y en verdad”.

El punto central de la adoración ya no se encontraría en un edificio hecho


de piedra en Jerusalén. Se encontraría – y aún se encuentra – en la persona
de Cristo. En Jesús, por medio del poder del Espíritu Santo, ahora podemos
experimentar la presencia del Padre. En la adoración, podemos acercarnos
confiadamente a Dios sabiendo que Él nos responderá acercándose a
nosotros.

El teólogo escocés, James Torrance, habla de dos formas de ver la adoración:


como tarea y como regalo. Muchos de nosotros vemos la adoración como
algo que hacemos, una tarea. Vamos a la iglesia, oramos, leemos la biblia,
servimos a los pobres, damos, damos y damos. Esta visión de la adoración
no solamente nos coloca en el centro de la adoración sino que también nos
lleva al agotamiento. Por nuestros propios esfuerzos jamás podremos hacer lo
suficiente. La otra perspectiva de la adoración es verla como un regalo, como
nuestra mayor alegría en la vida. Como lo expresó C. S. Lewis: “Al ordenarnos
que lo glorifiquemos, Dios nos está invitando a disfrutarlo”. La adoración es
algo a lo que estamos invitados. En ella, experimentamos la presencia de Dios
y nos reunimos en comunidad con Dios el Padre, Dios el Hijo y Dios el Espíritu
Santo.

Leemos en Romanos 5:5 que en la adoración recibimos el amor de Dios ya


que “Dios ha derramado su amor en nuestro corazón por el Espíritu Santo
que nos ha dado”. Cuando entendemos que la adoración es un tiempo en
la presencia de Dios, descubrimos que en ella, somos motivados, recibimos
visión, somos inspirados, restaurados, llenos de nuevo y renovados. La
adoración se convierte en algo estimulante que transforma nuestras vidas de
una forma radical.

William Temple escribe: “Este mundo puede ser salvo del caos político y
del colapso por medio de una cosa, la adoración”. En un mundo en crisis
económica donde las instituciones principales tambalean, donde más de 27

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millones de personas son víctimas de la esclavitud, donde millones mueren
de hambre y de enfermedades innecesarias, solamente nuestro Dios es lo
suficientemente fuerte para salvar. Cuando lo adoramos, somos llenos con su
presencia y somos fortalecidos para ser agentes de transformación y cambio.
Nuestros corazones se ablandan para amar más como Cristo amó y nuestros
ojos se abren para ver las necesidades y posibilidades a nuestro alrededor.

Agrega una historia


Agrega tu propia historia de cuando te encontraste con Dios por
primera vez en medio de la adoración. Puedes usar la historia de Al
a continuación como un ejemplo que te ayude a prepararte mejor, o
bien, si no puedes recordar tu propia historia, puedes contar la historia
de Al o invitar a alguien de tu equipo a que dé un testimonio breve.

Historia ejemplo
Al: “Recuerdo muy bien el momento en que realmente comencé a adorar
a Dios. Tenía dieciocho años y estaba viviendo una crisis de juventud.
Trataba de llenar mi vida con todo tipo de cosas, sin embargo, nada
tenía efecto. Un día alguien cercano me dijo que yo podía experimentar
una relación con Dios por medio de Jesús. Realmente había tomado la
decisión de probar todo en la vida una vez y por eso hice el intento y
oraba de vez en cuando: “Dios, si estás ahí, ¡ven y atrápame!”.

Más tarde ese día, le dije a una amiga que había invitado a Jesús a que
entrara en mi vida. Ella me regaló una grabación de varias canciones
de adoración en vivo de un grupo de jóvenes. Me fui a mi cuarto y
literalmente empujé los muebles contra la puerta para que nadie me
encontrara escuchando lo que yo creía que era música cristiana cursi. Me
puse mis auriculares, me acosté en mi cama y le di al play.

Escuché una multitud que gritaba en la grabación. En ese instante me di


cuenta que esto era diferente a cualquier cosa que yo hubiera escuchado
antes. Había ido a muchos conciertos en mi adolescencia y estaba
acostumbrado a oír a la gente gritar, pero esto era diferente. La banda
comenzó a tocar y, para ser honesto, no eran muy buenos musicalmente.
Estaban cantando canciones sencillas a un Dios que realmente no estaba
muy convencido que conociera. Sin embargo, algo real estaba pasando;

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era casi como si pudiera escuchar una música mucho más poderosa
detrás de estas canciones, acordes de una realidad mayor. La letra de una
canción específica capturó mi atención:

“Ofrezco mi vida en espíritu y verdad,


Derramo como ungüento mi amor en adoración a ti,
En rendición yo te doy cada parte de mí,
Señor, recibe el sacrificio de mi quebrantado corazón”.

Detuve la grabación y la volví a poner. En ese momento, quise entregar


mi vida a ese Jesús, quien me aceptó tal como estaba, con el corazón
quebrantado y todo lo demás. Escuché esa canción una segunda vez y
dije esas palabras como una oración.

No me prepararon para lo que venía después. Fue como si Jesús hubiera


entrado en mi cuarto y me encontré a mí mismo abrumado por una
sensación de estar en la misma presencia de Dios.

Comencé a llorar con mucha fuerza y a gritar. Recordando esto, me


queda claro que estaba siendo lleno del Espíritu Santo, sin embargo, en
ese momento no tenía idea de lo que estaba pasando. Todo lo que sabía
era que me estaba encontrando con Dios por primera vez, ahí de rodillas
en mi cuarto. En lo que dura un latido, mi mundo pasó de lo monótono
a estar lleno de color. A partir de ahí, supe que tenía que dar todo en
respuesta a este amor tan increíble”.

Dios ha hecho posible que todos y cada uno de nosotros podamos entrar
y experimentar el privilegio de Su presencia. En Cristo, somos libres para
disfrutar el acceso a todas las áreas por medio del Espíritu Santo, un placer
que podemos disfrutar para siempre. Hubo un tiempo en el que el pueblo de
Israel estaba separado de Dios simbólicamente por una cortina gruesa en el
templo. En Jesús, podemos entrar con completa libertad al Lugar Santísimo.
Sin embargo, esta libertad tuvo un alto precio. Algo extraordinario sucedió el
día en que Jesús ofreció su vida en la cruz por nosotros. En el momento en
el que Jesús exhaló su último aliento, la Biblia cuenta que la cortina se rasgó
en dos, de arriba a abajo. Jesús ha derribado la barrera, ha abierto el camino
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y nos ha invitado a experimentar su presencia y a disfrutarlo para siempre. Al
acercarnos a Dios, nos encontramos corriendo a los brazos de un Padre bueno
y fiel cuyo amor dura para siempre.

Cosas extraordinarias comienzan a suceder en la presencia de este amoroso


Padre y Creador: empezamos a cambiar. Al adorar a Cristo, experimentamos
una gloriosa reacción de bendiciones en cadena. Descubrimos más del amor
de Dios, de Su bondad, de Su fidelidad a través de cada generación y nuestros
corazones no pueden más que responder en adoración.

Empezamos esta sesión explorando el hecho de que la adoración es


simplemente esto: Dios nos creó para que seamos capturados en una relación
dinámica con Él en todos los niveles de nuestra vida: corazón, alma y mente.
Cuando nutrimos esa relación dinámica, ¡adivina qué! queremos más. La
adoración enciende más adoración. Cualquier tipo del que estemos hablando,
cantar o vivir, estar postrados en silencio al frente de la cruz o sacrificar lo que
valoramos en la búsqueda de una conexión más profunda con Dios; cuando
vivimos así no podemos evitar ser cambiados, ser completados y ser inspirados
a querer más.

Así que terminamos donde empezamos: la adoración es central en todo lo


que hacemos, en todo lo que somos y en todo aspecto de cómo vivimos en
el Reino de Dios. La adoración es central en todo lo que hace la iglesia, sin
importar el estilo, denominación o tradición. Todo lo que creemos, pensamos,
decimos y hacemos debe fluir de nuestro corazón latente de adoración. Jesús
es nuestro propósito, nuestra prioridad y nuestro privilegio y hoy nos llama a
descubrir la centralidad de la adoración.

Durante todo este curso, os animamos de todo corazón a hacer algo sencillo:
hacer que la adoración sea aún más central en nuestras vidas. Esta es la
invitación: embarcarnos en una aventura gloriosa y sin fin pero que cautiva
y satisface continuamente. Cuando nuestra adoración está enfocada en
Cristo, cuando encontramos nuestro propósito en él, lo ponemos como
nuestra prioridad y pasamos tiempo en su presencia; entonces, no solamente
veremos vidas transformadas sino que también veremos la transformación de
la sociedad y la cultura que nos rodea y es por esta razón que creemos que la
adoración es central.

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ORACIÓN
Padre, te agradecemos el increíble regalo que es Jesús. Gracias porque a
través de Él encontramos nuestro verdadero propósito como adoradores.
Oramos para que nos ayudes a tener la adoración como nuestra prioridad
y para que podamos disfrutar del gran privilegio de acercarnos a Ti en
adoración. Ven, Espíritu Santo, mientras esperamos…

SIGUIENTE
Os animamos a tener un buen tiempo esperando en Dios, permitiéndole que
vuelva a ordenar las prioridades de las personas. Conforme os vayáis sintiendo
más cómodos, os animamos a que oréis unos por otros y a crear un espacio
para que las personas tengan un encuentro con el Espíritu Santo.

Una vez que el tiempo de ministración termine, anima a las personas a ir por
un café o un té y en grupos pequeños que discutan las preguntas que están al
final de las ‘Notas’ las cuales se pueden descargar de WorshipCentral.org.

Las citas bíblicas se tomaron de la SANTA BIBLIA, NUEVA VERSIÓN INTERNACIONAL. Derechos reservados
1973, 1978, 1984 por Sociedades Bíblicas.

Utilizado con permiso de Hodder & Stoughton Publishers, miembro de Hachette Livre UK Group. Todos lo derechos
reservados.
 “NVI”es una marca registrada de las Sociedades Bíblicas Internacional.
 Número de marca registrada del
Reino Unido 1448790.

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