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Iberoamérica
Mario Albornoz
Rodolfo Barrere
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Presentación
Objetivos
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c) Señalar los distintos tipos de indicadores habitualmente elaborados a nivel
internacional y las nuevas temáticas que están siendo incorporadas en este
campo.
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Indicadores de ciencia y tecnología en
Iberoamérica
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1. ¿Por qué es importante la información CyT?
Sin embargo, este fenómeno no es propio de los últimos años. Desde fines de la
Segunda Guerra Mundial creció significativamente el interés de los gobiernos por el
desarrollo científico y tecnológico, impulsado por los espectaculares avances
alcanzados a nivel bélico. Cómo afirmaba Vannevar Bush (1999) en su informe,
Ciencia, la frontera sin fin, “más y mejor ciencia significará el progreso de toda la
sociedad”. Si bien posteriormente la idea de que el avance de los conocimientos
científicos solo podía traer beneficios a la sociedad fue severamente cuestionada, el
interés de los gobiernos por este tema, principalmente en los países desarrollados, no
ha parado de aumentar.
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Ese interés puede verse reflejado en el esfuerzo realizado por los países en el gasto en
Investigación y Desarrollo (I+D). En los países desarrollados, el gasto se ha estabilizado
alrededor del 2.5 % del PBI, aunque es importante destacar los casos de Japón con el
3.1 % y Finlandia con el 3.5% (OCDE 2004). En América Latina, si bien el gasto es
mucho menor, en las últimas décadas se ha dado un crecimiento en la inversión en I+D;
el promedio de la región pasó de un 0.49 % en 1990 al 0.64 % en el 2002 (RICYT
2004). El caso más significativo es Brasil, cuyo gasto en I+D creció 0.76 % al 1.0 % en
2002. Por cierto, hemos utilizado aquí un indicador clásico: Gasto en I+D en relación
con el PBI.
Un requisito fundamental para que los indicadores construidos a nivel nacional tengan
una máxima utilidad es la posibilidad de compararlos internacionalmente. Esa es la
única manera en que los analistas y encargados de la política científica pueden ubicarse
en el contexto de los demás países y evaluar el impacto de sus decisiones en
comparación con otros países y fijarse metas en función de los resultados obtenidos por
los demás países.
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Los procesos de armonización de metodologías y clasificaciones son
indispensables para lograr la comparabilidad internacional. Solo de esta manera se
puede asegurar que todos los países están hablando “en un mismo idioma” al publicar
sus indicadores y que han calculado la información utilizando mecanismos equivalentes.
Para lograr esto se recurre a organizaciones internacionales especializadas en la
medición de las actividades científicas y tecnológicas, que luego de un trabajo de
estudio y reflexión dejan plasmadas las pautas y recomendaciones en la publicación de
manuales metodológicos.
Muchas veces el ámbito regional tiene una fuerte impronta en la necesidad de obtener
indicadores comparativos. Un caso paradigmático es el del trabajo realizado por la
Comisión Europea con su servicio de estadísticas Eurostat. En el escenario
internacional, por tanto, la reflexión acerca de indicadores de ciencia y tecnología está
estrechamente vinculada a las características propias de los países de mayor desarrollo
relativo.
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En Iberoamérica, la organización encargada de la tarea de recopilar y normalizar la
información estadística regional es la Red Iberoamericana de Indicadores de Ciencia
y Tecnología (RICYT), creada en 1994 por el Programa CYTED y que ha recibido
también el apoyo de la Organización de Estados Americanos (OEA). Desde entonces se
ha hecho un importante trabajo para fortalecer los sistemas de información de los
países iberoamericanos y repensar las metodologías a partir de las características
propias de la región.
3. Tipos de Indicadores
Los indicadores se distinguen por el tipo de actividad científica y tecnológica de que dan
cuenta y por el aspecto específico que indican dentro de cada proceso. Los indicadores
evolucionan en el tiempo en la misma medida en que lo hace la comprensión de los
procesos de producción, difusión y aplicación del conocimiento. Dicho de otro modo,
expresan las distintas visiones que en cada momento se tienen de la relación entre la
ciencia, la tecnología y la sociedad. Los primeros indicadores desarrollados
sistemáticamente fueron, a propuesta de la UNESCO, los indicadores de actividades
científicas y tecnológicas (ACT). Este tipo de indicadores proporcionaba una primera
forma de distinción entre la investigación y desarrollo (I+D) y otras actividades centrales
en el proceso de difusión del conocimiento. Posteriormente, la OCDE canalizó un
importante esfuerzo de normalización de indicadores centrados estrictamente en la I+D.
Los indicadores de I+D, que actualmente son muy utilizados, en su origen reflejaban el
“modelo lineal”, es decir una concepción del modo de producción y difusión del
conocimiento científico y tecnológico que pone el acento en la oferta de conocimientos
generados en las instituciones de investigación. En la década de los 90 las políticas
relativas al cambio tecnológico adoptaron el enfoque de los sistemas de innovación,
centrados en la actividad de los agentes productores. Este nuevo enfoque demandó
otro tipo de indicadores: los indicadores de innovación.
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Conviene examinar qué pasa con los indicadores en relación con los tres segmentos
que componen las actividades científicas y tecnológicas (ACT) según la definición de la
UNESCO (UNESCO, 1978), seguida en este punto por la OCDE en su Manual de
Frascati (OCDE, 2002). Las ACT, según esta fuente, son “aquellas actividades
sistemáticas, estrechamente relacionadas con la generación, producción, difusión y
aplicación del conocimiento científico y técnico en todos los campos de la ciencia y la
tecnología. Incluyen actividades tales como I+D, la enseñanza y la formación
científico-técnica y los servicios científicos y técnicos". A continuación analizaremos
cada una de ellas por separado.
4.1. I+D
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Otro de los indicadores que presenta es la ratio de graduados en ciencia e ingeniería
sobre el total de graduados, también para el mismo conjunto de países. Las estadísticas
nacionales norteamericanas ofrecidas por la publicación contienen con minucioso
detalle el número de alumnos por nivel (grado o posgrado), sexo, origen, carácter
étnico, nivel de graduación, tipo de establecimiento y otros criterios clasificatorios. El
único indicador de esta serie que refleja la existencia de los países sudamericanos es el
que recoge la información de los "doctorandos extranjeros que planean permanecer en
los Estados Unidos". En este caso, se ofrecen datos de doctorandos de Argentina,
Brasil, Chile, Colombia y Perú. Es interesante señalar que el Science Indicators incluye
(en primer término) entre los factores que determinan la capacidad científica y
tecnológica de los Estados Unidos el desempeño en ciencia y tecnología de los jóvenes
en la escuela secundaria y que -dicho sea de paso- detecta una mejoría en la parte mas
baja de la distribución, que atribuye a las políticas tendientes a mejorar las capacidades
básicas de enseñanza.
Los servicios científicos y tecnológicos son definidos por la UNESCO como aquellos
"que contribuyen a la creación, difusión y aplicación del conocimiento científico y
técnico". Los divide en nueve apartados a los fines estadísticos y de construcción de
indicadores:
Sobre algunos de estos servicios existen estadísticas generales de fácil acceso, como
es el caso de las patentes y licencias, utilizadas como indicadores de output y de
innovación y competitividad. Otras estadísticas de servicios son menos conocidas y son
producidas por organismos sectoriales.
5. Indicadores de I+D
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Los grupos de indicadores más comúnmente desarrollados en casi todas las
metodologías adoptadas internacionalmente tienen que ver con el concepto de
"producción" y, en el fondo, reflejan la matriz insumo-producto. En el primer grupo
podemos encontrar, básicamente, los indicadores de recursos humanos y recursos
financieros; mientras que el segundo grupo está formado, principalmente, por
indicadores de publicaciones y patentes.
INSUMO PRODUCTO
S S
Recursos Publicaciones
Humanos
Sistema
CyT
Recursos
Financieros Patentes
REALIMENTACIÓN
Más allá de estas limitaciones, este modelo es el más difundido a nivel internacional y a
él responden todos los indicadores internacionalmente comparables que se construyen,
tanto en los países desarrollados como en los que están en vías de desarrollo. Algunos
de los indicadores de ciencia y tecnología más comúnmente utilizados para realizar
comparaciones internacionales son los siguientes.
Los indicadores de insumo o “input” apuntan a medir los recursos que ingresan al
sistema científico y tecnológico. Con fines estadísticos se miden dos inputs: los
gastos realizados y el personal empleado en esas actividades. Estos insumos se
miden habitualmente con una base anual (monto gastado en I+D durante un año y
cantidad de personas empleadas en I+D en un año).
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Ambas series de estadísticas presentan ventajas e inconvenientes, por lo que es
necesario recurrir a las dos para obtener una representación correcta de los esfuerzos
realizados en I+D. Resulta interesante observar como la relación entre recursos
humanos y financieros varía fuertemente, incluso dentro de una misma región,
señalando claramente los “estilos” de política científica sostenidos por cada uno de
ellos.
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La distinción entre la medición en personas físicas y EJC es de central importancia en la medición delos
recursos humanos en I+D. El Manual de Frascati de la OCDE dice lo siguiente al respecto:
“Aunque las series de datos que miden el número de personas dedicado a I+D, y en especial los
investigadores, tienen muchos usos importantes, no substituyen a las series basadas en el número de
personal en equivalencia a jornada completa. Estas ultimas constituyen una medida real del volumen de
I+D y todos los estados miembros deben mantener estos datos para facilitar las comparaciones
internacionales.
La I+D puede ser la función principal de algunas personas (por ejemplo, los trabajadores de un laboratorio
de I+D) o puede constituir una función secundaria (por ejemplo, en el caso de los miembros de un centro de
diseño y ensayo). También puede ser una actividad que ocupe una porción significativa del tiempo de
trabajo (por ejemplo, los profesores universitarios o los estudiantes de postgrado). Si únicamente se tuviera
en cuenta a aquellas personas que tienen la I+D como función principal se produciría una subestimación
del esfuerzo dedicado a la I+D; si, por el contrario, se contabilizaran todas aquellas personas que dedican
algún tiempo a la I+D, se estaría sobreestimando dicho esfuerzo. El número de personas dedicadas a I+D
también se debe expresar, por tanto, en equivalencia a jornada completa de actividades de I+D.
Un EJC debe considerarse como una persona/año. Por lo tanto, una persona que normalmente dedica un
30% de su tiempo a I+D y el resto a otras actividades (como la enseñanza, administración de la universidad
o tutorías de estudiantes) ha de ser contabilizado como 0,3 EJC. Del mismo modo, si un trabajador de I+D
a jornada completa está empleado en una unidad de I+D durante solo seis meses, se le contabilizará como
0,5 EJC. Dado que la duración de la jornada laboral puede variar de un sector a otro, e incluso de una
institución a otra, no es significativo expresar el EJC en personas/horas.”
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La medición del output o resultado de los esfuerzos en ciencia y tecnología es
imprescindible para evaluar productividad pero, su aplicación resulta controvertida,
especialmente en lo que se refiere a la utilización de los "artículos publicados en
revistas con referato"2. El nivel de la polémica sobre si los indicadores de output
realmente dan cuenta de los resultados de las actividades científicas y tecnológicas es
tal que en la publicación de "Los Principales Indicadores en Ciencia y Tecnología" de la
OCDE (OCDE 2004) se reconoce que "no existen medidas directas de resultados de la
ciencia y la tecnología, sino solo indicadores aproximativos sobre datos recogidos para
otros propósitos”.
6. Nuevos indicadores
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La validez de los indicadores bibliométricos se basa en la premisa de que las publicaciones son un
resultado esencial de la actividad científica. Por un lado revisten un papel decisivo en la difusión de los
nuevos conocimientos, y por lo tanto en el progreso acumulativo de la ciencia. Por otra parte, la publicación
en revistas científicas (en especial aquellas con referato) es un elemento clave en el sistema de
recompensas de la actividad científica, tanto en lo relativo al reconocimiento de la comunidad, como un
aspecto de gran importancia para la evaluación de resultados.
Sin embargo, los indicadores bibliométricos tiene ciertas limitaciones como método de medición de la
producción científica. En primer lugar, la investigación tiene diversos aspectos que no pueden ser captados
por los estudios bibliométricos. Siguiendo a María Bordons (2001), la investigación incluye, además de la
científica expresada en la publicación de resultados, tareas de carácter tecnológico, docente y social. La
bibliometría solo puede abordar la faceta científica, mientras que el resto de las actividades deben ser
estudiadas por otro tipo de indicadores.
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La reciente revolución en el campo de las tecnologías de la información y las
comunicaciones (TICs) ha abierto un proceso de profundos cambios políticos, culturales
y económicos. La marcha de este proceso, conducente hacia la llamada “sociedad de la
información”, ha despertado un gran interés en los círculos políticos, periodísticos,
empresariales y académicos.
Existen problemas que afectan la calidad de vida de población mundial que aún no han
sido abordados o no han tenido una respuesta efectiva por parte de la comunidad
científica internacional. Entre estos problemas cabe destacar los que afectan a la salud
humana, al hábitat y el medio ambiente, a la identidad y diversidad cultural, a la
situación de grupos sociales vulnerables en general y a la defensa de derechos
humanos universales.
En los últimos años ha cobrado fuerza la apelación a un “nuevo contrato” entre ciencia y
sociedad, como modo de construir un compromiso explícito entre el sistema científico y
tecnológico y las demandas sociales. Los indicadores de impacto social de la ciencia y
la tecnología apuntan a medir esa incidencia de la actividad científica en distintas áreas
de la sociedad, tanto en sus aspectos positivos como negativos.
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Este conjunto de procesos requiere un conocimiento más preciso y detallado de las
principales dimensiones relativas a los recursos humanos altamente calificados, en
materia de educación y de formación, de ocupación, y de movilidad interna e
internacional. Particular interés merecen algunos segmentos específicos de los recursos
humanos altamente calificados, ligados más directamente con las capacidades de
innovación.
7. Usuarios
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Por último, el uso de la información para el público en general, como por ejemplo en
artículos en medios masivos de comunicación. La disponibilidad de indicadores CyT
precisos y atrayentes para su divulgación general contribuye a fomentar el debate
público sobre la importancia de la ciencia y la tecnología y a alentar la participación
pública en estos temas.
Según Jack Croucher (Croucher, 1987), los indicadores creados en los países
desarrollados no se adaptarían a la realidad de los países en desarrollo, no tanto
porque las fuentes de información sean menos confiables, sino por cuanto el esfuerzo
en ciencia y tecnología de estos países no debe ser comparado con el desempeño
de los industrializados, sino con el grado de cumplimiento de los fines y objetivos que
establezca su propia política de desarrollo. Sugería, en un reemplazo la exploración de
indicadores más relacionados con la adopción de tecnologías apropiadas.
La UNCTAD (1991) coincide, en líneas generales, con las posiciones anteriores. Los
recursos destinados a producir conocimiento (I+D) constituyen la “parte” de las ACT que
se registran como “insumos”. Por lo tanto, “en el caso de los países en desarrollo resulta
útil adoptar una definición amplia de los elementos de insumo, que incluya, además de
las actividades en investigación y desarrollo, la tecnología transferida y el esfuerzo
interno en términos de formación de recursos humanos o inversiones en maquinaria y
equipo”. En aparente coincidencia con las posiciones presentadas por Salomon, define
la tecnología no solamente en función del equipo físico y del soporte lógico, sino
también del desarrollo de las aptitudes físicas para dominarla.
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No parece razonable que los países en desarrollo prescindan de realizar un esfuerzo de
reflexión similar al que han llevado a cabo los industrializados. Por el contrario, deben
tratar de establecer los indicadores más apropiados para su política y para los
desafíos y posibilidades que realmente le corresponden.
Es necesario, por lo tanto, llevar a cabo una reflexión acerca de los rasgos
idiosincrásicos de la región para adecuar a ellos ciertos indicadores internacionalmente
utilizados para establecer comparaciones, pero hay que abordar, además, la tarea de
construir aquellos otros que permitan un mejor diseño y aplicación de las políticas
públicas en esta materia.
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Siguiendo nuevamente el análisis por niveles de Freeman, la institución encargada de la
construcción de indicadores comparativos internacionalmente (nivel 4) es la Red
Iberoamericana de Indicadores de Ciencia y Tecnología (RICYT), que obtiene sus datos
de los productores del tercer nivel en cada uno de los países miembros. A nivel
nacional, la disponibilidad de información y la organización en la recolección de datos
varía de acuerdo al desarrollo alcanzado en la materia. En prácticamente la totalidad de
los países, el Organismo Nacional de Ciencia y Tecnología (ONCYT) es el
encargado de la construcción de los indicadores oficiales, en algunos casos
(principalmente cuando se realizan consultas específicas a las empresas) esa tarea
está compartida con el Instituto Nacional de Estadísticas (INE).
Los países con un mayor desarrollo relativo en la región cuentan con unidades formales
establecidas en sus ONCYT y encargadas del relevamiento, procesamiento y difusión
de la información CyT, mientras que otro grupo de países está realizando esfuerzos
para consolidar sus sistemas de información. Sin embargo, la mayor parte de los países
se encuentra en etapas anteriores, con distintos niveles de desarrollo; en la mayoría de
ellos solo se cuenta con un funcionario del ONCYT que, entre otras tareas, tiene a su
cargo la producción de la información estadística.
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A principios de la década del setenta, mientras que en algunos países desarrollados ya
se contaba con series estadísticas, obtenidas en base a la utilización de normas
internacionales, en nuestra región se empezaban a llevar a cabo los primeros intentos
de medir las actividades científicas y tecnológicas.
Los primeros impulsos a estas tareas fueron dados por las recomendaciones de OEA y
UNESCO, con pautas inspiradas en las metodologías de la OCDE. Aquellos primeros
esfuerzos estaban basados en enfoques sistémicos y adoptaban una visión derivada
de esquemas organizativos de los países desarrollados, bajo la forma de inventarios
del potencial científico y tecnológico. Por su carácter contable, propio de los
inventarios, tenían el propósito de estimar la disponibilidad general de recursos, pero su
difusa concepción general no contribuía a la fijación de políticas nacionales.
Sin embargo, durante la década del ’80 incluso este primer impulso se detuvo y,
excepto en algunos países como Chile, los datos disponibles eran muy poco confiables
y severamente discontinuados (Banco Interamericano de Desarrollo, 1989). A este
periodo se lo suele denominar “la década perdida”, con casos como los de Brasil,
cuyos datos tenían 10 años de antigüedad y Uruguay, que en 25 años solo realizó un
relevamiento nacional de estadísticas en ciencia y tecnología.
Como respuesta a esa demanda, en abril de 1995 se puso en marcha la RICYT, con el
apoyo del Programa CYTED y la OEA. Desde entonces la situación se ha revertido en
gran medida, sobre todo en lo referente a disponibilidad de información confiable, como
a la adopción de metodologías homogéneas y la elaboración de series comparables.
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Además, en la región se ha conseguido avanzar sobre campos de la construcción de
indicadores CyT que exceden la medición del esfuerzo y los resultados. El caso más
significativo es el de los Indicadores de Innovación Tecnológica, en los cuales ya se
cuenta con encuestas realizadas en 9 países. Un factor central para alcanzar esta meta
fue la creación del Manual de Bogotá (RICYT - COLCIENCIAS, 2000), para la
normalización de indicadores de innovación tecnológica en América Latina y el Caribe, y
sobre el que se apoyaron todas las encuestas de innovación realizadas en la región.
Sin embargo, el avance en la producción de información estadística en ciencia y
tecnología no ha alcanzado por igual a todos los países de la región. Algunos países, en
particular los de menor desarrollo relativo, siguen teniendo serias dificultades en la
construcción de indicadores CyT. Como ejemplos de esta situación pueden citarse la
mayoría de los países de América Central y el Caribe, que solo en los últimos años han
comenzado a generar un set básico de indicadores.
Uno de los puntos centrales para revertir esta situación reside en la capacitación de
los agentes involucrados en la recolección, procesamiento y presentación de
información estadística. Sin un conocimiento formal de los estándares internacionales y
de las metodologías adecuadas para la producción de indicadores por parte de los
actores involucrados en esta tarea, resulta imposible multiplicar la disponibilidad de
información estadística confiable para la región, así como también impide el abordaje de
las nuevas temáticas en la medición de las actividades científicas y tecnológicas, que
son requeridas para la toma de decisión política en la materia.
Referencias
Albornoz, Mario (2001), “Política Científica”, Editorial de la Universidad Nacional de
Quilmes, Quilmes.
21
Barré, Remí (1997), “La producción de indicadores para la política de investigación e
innovación: organización y contexto institucional”, en El universo de la medición. La
perspectiva de la ciencia y la tecnología, RICYT – COLCIENCIAS – Tercer Mundo,
Bogotá.
Bush, Vannevar (1999), “Ciencia, la frontera sin fin. Un informe al presidente, julio de
1945”, en: REDES, N° 14, Editorial de la UNQ, Quilmes.
Gómez Caridad, Isabel y Bordon Gangas, María (1997), “Limitaciones en el uso de los
indicadores bibliométricos para la evaluación científica”, en: Política Científica, Nº 46,
Madrid.
NSF (2004), “Science and Engineering Indicators 2004”, Nacional Science Foundation,
Arlington.
OCDE (2004), “Main Science and Technolgy Indicators 2004-1”, OCDE, Paris.
OCDE / TEP (1992), “Technology and the economy”, OECD / TEP, Paris, pp 283-311.
22
RICYT (2004), “El Estado de la Ciencia. Principales indicadores de ciencia y tecnología
Iberoamericanos – Interamericanos 2003”, RICYT, Buenos Aires.
23
Ampliación
Enlaces
Ricyt.
www.ricyt.org
OCDE
www.ocde.org
Banco Mundial
http://www.worldbank.org/html/fpd/technet/indicato.htm
CWTS - Centre for Science and Technology Studies, Leiden University, Holanda
http://www.cwts.nl/scripts/index.pl
Finlandia, Indicadores
http://www.stat.fi
Holanda, Indicadores
http://www.nwo.nl
Japón, Indicadores:
http://www.nistep.go.jp/index-e.html
Canadá, Centre for Policy Research on Science and Technology (Simon Fraser
University)
http://www.sfu.ca/cprost/
Colombia, Colciencias
http://www.colciencias.gov.co/
Holanda, MERIT
http://www.merit.unimaas.nl/index.php
Japón, NISTEP:
http://www.nistep.go.jp
CINDOC
http://www.cindoc.csic.es/
BIREME
http://www.bireme.br
INFOCYT
http://infocyt.conicyt.cl
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Texto de ampliación 1
Por una parte se percibe cada vez más a la ciencia y la tecnología como componentes
esenciales en la competitividad económica, que requieren una inversión cada vez mayor
de fondos públicos; al mismo tiempo, enfrentamos un momento de limitaciones de
presupuesto en todo el mundo. Este dilema plantea cuestiones importantes: ¿cuánto
debe gastar en ciencia un país y en qué áreas? Los problemas perennes de la política
científica no pueden resolverse en términos meramente científicos y exigen una serie de
complejas evaluaciones políticas, sociales, económicas y técnicas.
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Antes de examinar las características de los indicadores de insumo y producto, es
importante señalar las distinciones entre los conceptos de actividad, productividad y
progreso en la ciencia. La actividad, o el consumo relevante de insumos, describe todos
los esfuerzos hechos y la energía gastada, sin hacer referencia a si son adecuadamente
dirigidos a la tarea específica. Productividad significa el grado en que dicho consumo
produce resultados relevantes; en otras palabras, refleja la actividad adecuadamente
orientada, sin hacer indicación de la medida en que avanza hacia el objetivo final.
Finalmente, el progreso mide el grado en que dicha productividad nos acerca al
resultado deseado. Implícitamente, los que ahogan por un análisis cuantitativo de la
ciencia suponen que la medición de insumos indica la actividad científica, y la medición
de productos indica la productividad. Encontrar formas de medición del progreso
científico –la meta ideal de los cientometristas– es mucho más difícil, y los que alegan
haberlas encontrado han tenido que enfrentarse a críticas importantes.
Indicadores de insumos
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Indicadores de productos
“El sistema de ciencia, ingeniería y tecnología es menos fácil de medir que otras áreas
funcionales importantes de nuestra sociedad, tales como la salud, la agricultura o la
economía. En gran medida esto se debe a la naturaleza de su producto principal:
conocimientos e ideas. Las personas crean, comunican e introducen ideas, mientras los
dólares mantienen a la gente. Podemos hacer un seguimiento de la gente y de los
dólares. Pero todavía somos poco sofisticados en nuestra medición de la ciencia como
un cuerpo de ideas, y de sus conexiones con el orden social y económico. Así, nuestros
indicadores siguen siendo –por ahora– principalmente medidas de aspectos de la
ciencia y la ingeniería como conjuntos de actividades en vez de cuerpos específicos de
conocimientos”.
En vista de las dificultades referidas, los productos de la ciencia deben ser medidos
indirectamente, principalmente mediante indicadores bibliométricos. Es evidente que
para hacer tal conexión entre los productos de la ciencia y la literatura científica, se ha
debido formular un número de suposiciones. Estas, como cualquier otra suposición, son
tema de debate y de crítica, aunque casi nadie negaría que son por lo menos
parcialmente “verdaderas” (cualquiera sea su significado). Las suposiciones y sus
limitaciones son las siguientes:
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Así, una de las críticas que han tenido que enfrentar las mediciones cuantitativas es
que, dado que se basan en esta suposición, constituyen sólo un indicador parcial del
producto de la actividad científica; reflejan sólo una meta de la ciencia. Además, se ha
argumentado que esta suposición también incorpora la noción de la autonomía de la
ciencia. Al justificar la producción de conocimientos por “el amor al conocimiento”, los
indicadores de producto pretenden ser libres de valorizaciones, no tomando en cuenta
el contexto cultural en que tiene lugar la actividad científica.
La ciencia es socialmente legítima, dado que tiene –ya sea directamente o a través de
intermediarios institucionales– aplicaciones productivas y sociales tangibles. La idea
que aquí toma forma es que existe una correlación positiva directa entre la actividad
científica y el crecimiento económico o el desarrollo social. Como consecuencia, es
legítimo permitir que se estudie el sistema científico en forma aislada –aunque sea
financiado con fondos públicos– ya que tarde o temprano producirá beneficios tangibles
para la sociedad. En vista de esto, es suficiente juzgar la ciencia por sus propios
criterios internos de excelencia, ya que la buena ciencia, con el tiempo, tendrá su eco
en el sistema social y productivo
Aunque no se puede negar que sólo la ciencia de buena calidad puede encontrar una
aplicación, la transformación del producto de la investigación científica en innovaciones
de éxito económico o social depende de factores en el sistema socioeconómico y
político que están totalmente fuera del proceso de investigación. De esta forma, un
esfuerzo altamente exitoso de investigación básica no constituye una garantía de
innovación social o recompensa económica, si los otros factores de la economía o la
sociedad no son conducentes al cambio, al crecimiento o al mejoramiento.
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Más allá de los referidos problemas conceptuales de los indicadores de producto,
también hay dificultades en cuanto a la metodología de tales estudios. La primera se
relaciona con la construcción de bases de datos de las que se derivan los indicadores.
Es posible recopilar información para estudios específicos (por ejemplo, para construir
una base de datos sobre publicaciones para una institución, solicitando a todos los
investigadores su lista de publicaciones), utilizando una base de datos bibliográficos (tal
como hacen los distintos servicios que ofrecen reseñas de publicaciones), o una base
de datos de una agencia financiadora (tal como la construida por la Agencia Federal
Brasileña para la Educación Superior -CAPES- relativa a la producción científica de
programas de estudio de posgrado). Ninguna de estas opciones está exenta de
problemas. La segunda tiene que ver con el tamaño de la base de datos. Por una parte,
la validez de los indicadores de producto mejora a niveles altos de agregación, pero por
otra, los indicadores muy agregados pueden esconder importantes diferencias y
mezclar poblaciones inconmensurables. Finalmente, hay dudas sobre la significancia de
los resultados –“¿cómo sabemos que ‘deberían’ ser los números?”–. Como no existe
una escala acordada para interpretar los indicadores, se termina recurriendo a la
comparación del presente con el pasado, o de un país con otro. Sin embargo, esto no
garantiza que la actividad científica esté produciendo el conocimiento esperado o las
técnicas requeridas por quienes la apoyan.
Este indicador ha sido utilizado en varios estudios, siendo el ejemplo quizás mejor
conocido el del análisis realizado por Price de la relación entre el número de autores
científicos y el producto bruto nacional de distintos países. Price también ha utilizado el
número d autores científicos que han publicado en años específicos (insumo) para
pronosticar el porcentaje de autores que publicarán en años futuros (producto). Quizás
pueda ilustrarse la importancia de tales indicadores para las decisiones de políticas
nacionales, con el ejemplo canadiense en que la ubicación geográfica y el nivel de
empleo de científicos, y los cambios en estas cantidades, se elaboran con la ayuda de
listas de autoría científica. Finalmente, vale la pena mencionar que un reciente artículo
utilizó el número de autores científicos para indicar la participación de América Latina en
las tendencias principales de las ciencias sociales.
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Recuentos de publicaciones. Los recuentos de publicaciones –probablemente los
indicadores de producto más comúnmente usados– en realidad sólo valen donde los
investigadores entienden que las publicaciones son su producto primario y son
recompensados por la publicación de sus resultados. Este principio no siempre ha sido
cumplido en los muchos estudios que han utilizado este indicador para analizar los
distintos aspectos de la ciencia, desde el éxito o fracaso de los departamentos
científicos en universidades estadounidenses hasta estadísticas nacionales comparadas
donde la producción científica de distintos países se relaciona con el producto bruto
nacional, desagregado para representar las áreas científicas especialmente enfatizadas
por los países, o usadas para designar las naciones científicas centrales y periféricas.
Se deben tomar en cuenta algunas limitaciones específicas de los recuentos de
publicaciones, al utilizar estos indicadores como una medida de productos.
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Durante casi veinticinco años los sociólogos de la ciencia han señalado el hecho de que
“aún no tenemos una idea clara de qué es exactamente lo que estamos midiendo
cuando analizamos los datos de citas”. Una advertencia muy difundida vino de N.
Kaplan, quien estimó que “es demasiado fácil hacer inferencias injustificadas con base
en los análisis (de citas)” A él le siguió M. Mulkay, quien argumentó que “el uso de
patrones de citas claramente involucra una teoría implícita de la ciencia (...) Pero de
hecho sabemos muy poco sobre quién cita a quién en la ciencia y por qué”. Además,
muchos otros autores han enfatizado que el análisis de citas requiere una base
epistemológica más elaborada, y que cualquier relación entre recuentos de citas y el
comportamiento de los científicos sólo puede establecerse por mandato del analizador,
ya que “no sabemos virtualmente nada sobre la producción de las citas”.
Los problemas –tanto conceptuales como metodológicos– con el uso del análisis de
citas como medida de calidad son múltiples y no pueden ser detallados en su totalidad
aquí. Algunos de los mencionados más comúnmente son: la tendencia de los científicos
a citar desproporcionadamente sus propios trabajos y los de sus amigos; las
imperfecciones en el sistema de comunicación científica, que pueden resultar en un
acceso diferencial a ciertas publicaciones; barreras de idioma; la imposibilidad de
distinguir entre las citas positivas y negativas; la enorme diversidad de la prácticas de
citas en distintos campos; la tendencia de citar a ciertos trabajos más a menudo que a
otros; la práctica común de la cita indirecta, por la que ciertos trabajos son citados sin
ser leídos y sin mencionar la fuente que primero los notó; y la inclusión de citas casi
como una ocurrencia de última hora, cuando el trabajo se ha terminado.
En vista de lo anterior, algunos autores han señalado que “ha desaparecido el tipo de
estudio que había surgido a raíz del SCI, por el cual el sociólogo solitario pensaba cubrir
todo el campo de la física de alta energía simplemente entrando datos de SCI en la
computadora”. Pese a eso, hoy “los datos de citas han llegado a ser más, y no menos,
ampliamente utilizados”, con el entendimiento de que los recuentos de citas deben ser,
necesariamente, “complementados con otra información, ya sea la evaluación de
calidad realizada entre pares, entrevistas en cuanto a interacción social, o una
valorización de relevancia de parte de otros investigadores”. En realidad, esa
recomendación es pertinente no sólo para los recuentos de citas, sino también para
todos los indicadores bibliométricos.
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Texto de ampliación 2
LA PRODUCCIÓN DE INDICADORES PARA LA
POLÍTICA DE INVESTIGACIÓN E
INNOVACIÓN: ORGANIZACIÓN Y CONTEXTO
INSTITUCIONAL
Rémi Barré
33
Deben distinguirse dos subfunciones fuertemente complementarias, que corresponden
a las dos extremidades de la cadena:
Sin embargo, hay casos en los que esta demanda se estructura: voluntad de establecer
un estado de la situación que debe traducirse en la producción de un informe de
indicadores o de un documento (livre blanc), preparación de orientaciones de mediano
plazo para la investigación, por ejemplo, en ocasión de un debate presupuestario, o
incluso como contribución a un proceso de evaluación de un aspecto importante de la
política de investigación.
El demandante será, de un modo u otro, aquel que financia o al menos, quien pone a
disposición los medios de trabajo. Los mecanismos de la demanda y del financiamiento
son determinantes y pueden ser de tres tipos:
34
Gráfico 1. La función demanda-utilización
Ministerio a cargo de la investigación
Cliente
demanda
A1
A2
utilización
Conocimientos cuantitativos
Indicadores C&T
Como se ha comentado más arriba, la relación entre Al y Bl-1, por un lado, y A2 y Bl-2,
por el otro, determina ampliamente la calidad de conjunto del proceso. Las subfunciones
Bl-1 y Bl-2 son las dos caras de un mismo papel, llamado aquí Bl, que consiste en
realizar la interfase entre lo político y lo analítico, entre el mundo de las decisiones y el
de los conocimientos. Por una parte, se trata de “construir la demanda” y traducirla en
términos de necesidad de conocimientos (tras haberse asegurado de que esos
conocimientos se encontraban más o menos disponibles); por otra parte, se trata de
distribuir y dar a conocer el documento o producto final en el lugar en donde será
utilizado, o susceptible de ser utilizado, en la forma en que mejor se adapte: documento,
conferencia, nota de trabajo, libro...
35
Igualmente, se tratará de analizar esos indicadores para proponer interpretaciones y
sugerir cuáles son las enseñanzas esenciales.
La función C permite pasar de los datos-fuente a los indicadores brutos, que serán
integrados, luego de los últimos ajustes, en el documento final. Esa función pone en
acción una multiplicidad de tareas:
36
El problema general es que, muy frecuentemente, los datos-fuente considerados no han
sido establecidos para el cálculo de indicadores de la ciencia y la tecnología: a menudo
será necesario realizar un trabajo importante de selección de datos, de reformateo, de
unificación e incluso de reconstrucción de los archivos.
Es conveniente distinguir los datos vinculados a las fuentes nacionales de los otros
datos disponibles.
Conviene, además, agregar aquí los datos producidos por las organizaciones
internacionales tales como la OCDE (servicio de indicadores de C&T) o la Comisión
Europea (Eurostat) que recogen, armonizan y redistribuyen los datos provistos por los
países.
37
El acceso a los datos se deriva generalmente de un contrato de tipo comercial, con sus
cláusulas de propiedad intelectual, que restringen los derechos de uso. Por otra parte,
para que sean posibles los cálculos de indicadores C&T, debe realizarse una importante
inversión en adaptación de los archivos, puesto que los datos no están concebidos para
este tipo de uso. Los “servidores” –tanto sus programas (software) de explotación como
su tarificación– procuran una explotación de tipo “bibliografía”; los CD-ROM no permiten
sino raramente tratamientos estadísticos completos; los archivos poseen a menudo un
campo “domicilio” que es muy complejo para explotar sistemáticamente como
identificante geográfico.
39
5. El esquema de conjunto
Poniendo en relación todas las funciones analizadas, obtenemos entonces el esquema
de conjunto de la producción de indicadores y de conocimientos cuantitativos sobre las
actividades científicas, tecnológicas y de innovación.
40
Texto de ampliación 3
Visión de las actividades científicas y
tecnológicas en la región a través de
indicadores
Para poder observar empíricamente la utilidad de los indicadores de ciencia y
tecnología, se presenta a continuación un panorama de la actualidad regional a partir de
algunos de los indicadores construidos por la RICYT. Se han seleccionado aquellos que
reflejan las principales áreas temáticas en la producción de indicadores, señaladas en el
texto principal.
Inversión en I+D entre 1993 y 2002: un período de
fluctuaciones
La inversión mundial en investigación y desarrollo (I+D) tuvo durante el período
1993–2002 una trayectoria cambiante. Si bien es cierto que entre puntas creció un 39%,
pasando de un valor inicial cercano a los 490 mil millones de dólares a precios
corrientes, hasta casi alcanzar los 700 mil millones de dólares al final del período
(Gráfico 1), lo que representa una tasa promedio de crecimiento anual del 3%, también
es cierto que la tendencia no fue constante, sino que, por el contrario, es posible
identificar tres ciclos con marcadas diferencias. El primer ciclo, que abarca el período
1993-1995, muestra un fuerte crecimiento del 18%. En el segundo ciclo, entre 1995 y
1998, se entró en una meseta durante la cual la tendencia de la inversión en I+D mostró
un estancamiento. Por último, en el tercer ciclo se renovó el crecimiento, aunque en dos
pasos: entre 1998 y 2000 se produjo un alza del 13% y a partir de esa fecha el nivel de
inversión continuó con la tendencia alcista, pero a un ritmo mucho más lento. En la
actualidad, la comprobación de que la inversión continúa creciendo no pertenece sólo al
terreno de lo fáctico, sino que se corresponde con una política explícita impulsada por la
Unión Europea y la OCDE para llevar la inversión a niveles equivalentes al 3% del PBI.
41
Gráfico 1. Inversión mundial en I+D, en millones de dólares corrientes (1993=100)
150
140
130
120
110
100
90
1993 1994 1995 1996 1997 1998 1999 2000 2001 2002
Nota: Datos estimados a partir de las fuentes de información de la OCDE, UNESCO y RICYT
¿Cuál fue el comportamiento de los países de América Latina y el Caribe en ese mismo
período? Si se observa la región en su conjunto, puede estimarse que siguió una
trayectoria similar a la del resto del mundo, aunque con algunos rasgos que acentuaron
los de la tendencia dominante en el mundo, tanto en lo relativo al crecimiento resultante,
como a los altibajos de la trayectoria. En lo que se refiere al crecimiento de la inversión
en I+D, una mirada sobre el período considerado permite observar que la participación
latinoamericana y caribeña en el total mundial creció levemente, pasando de 1,4% en
1993 al 1,6% en 2002 (Gráfico 2). Sin embargo, este incremento proporcional
observado no implicó un cambio cualitativo en la posición que la región ocupa en el
escenario internacional de la I+D, en el que sólo supera el monto invertido por los
países de África y Oceanía. El conjunto de países que la integran dedicó en 2002 la
suma de 10.763 millones de dólares de inversión a las actividades de I+D.
Europa
Norteamérica
27.5%
35.6% Asia Asia
31.4% 27.2%
1993
42
Nota: Datos estimados a partir de las fuentes de información de la OCDE, UNESCO y RICYT
Gráfico 3. Inversión en I+D como % del PBI por bloque geográfico (1993=100)
43
140
Europa
Asia
130 Oceanía
Africa
Norteamerica
ALC
120
Iberoamérica
110
100
90
80
1993 1994 1995 1996 1997 1998 1999 2000 2001 2002
Nota: Datos estimados a partir de las fuentes de información de la OCDE, UNESCO y RICYT.
44
Gráfico 4. Investigadores (EJC) del mundo (1993=100)
Nota: Datos estimados a partir de las fuentes de información de la OCDE, UNESCO y RICYT.
Si se pone el foco sobre lo ocurrido en este aspecto durante los últimos años en los
países de América Latina y el Caribe, es posible observar que, en forma análoga, creció
el empleo en I+D, aunque ello dé lugar una lectura paradójica debido a que otros
indicadores ponen en tela de juicio que los países de la región estén ingresando con
suficiente enjundia en la etapa de la sociedad del conocimiento. La paradoja consiste en
el hecho de que, a contramano del aumento de la desocupación, se ha registrado un
aumento sostenido del empleo en actividades científicas y tecnológicas. En efecto, entre
1993 y 2002 se registró un crecimiento del 30% en el número de investigadores, en
“equivalencia a jornada completa” (Gráfico 5).
45
Gráfico 5. Investigadores (EJC) según bloque geográfico (1993=100)
Nota: Datos estimados a partir de las fuentes de información de la OCDE, UNESCO y RICYT.
250
175
150
125
100
75
1993 1994 1995 1996 1997 1998 1999 2000 2001 2002
Fuente: RICYT.
47
Gráfico 7. Patentes Solicitadas (1993=100)
Fuente: RICYT.
48
Gráfico 8. Patentes Solicitadas por Residentes (1993=100)
Fuente: RICYT.
49
50