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Jorge Wagensberg: "Debería tipificarse

como delito inyectar dogmas en la escuela"


 "Los efectos mariposa más importantes en la vida de una persona son los amigos"

Jorge Wagensberg en su casa barcelonesa. ¿Algunos políticos aún no han entendido que los
países ricos no hacen ciencia porque tengan dinero, sino que tienen dinero porque han
hecho ciencia¿ (Propias)
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NÚRIA ESCUR
17/05/2015 00:15 | Actualizado a 17/05/2015 13:56
Erase una vez un poeta encerrado en el cuerpo y el cerebro de un científico. Jorge
Wagensberg Lubinski (Barcelona, 1948), profesor universitario, investigador, doctorado
en Física, convencido enamorado del concepto renacentista del hombre, ha
publicado Alguns anys després (Ara Llibres), memorias de infancia y adolescencia. Intenso,
ocurrente y respetado, quien fue director del Museu de la Ciencia y alma del CosmoCaixa
liderará la sede del Hermitage en Barcelona.

Su familia es de origen polaco, un tío suyo llegó a Marsella caminando y su bisabuela


murió en Auschwitz...
Mi bisabuela murió en un campo de concentración. Por parte de mi padre eran once
hermanos, vivían al sur de Varsovia. La casualidad les unió en Barcelona.

La casualidad, siempre presente en su vida. ¿Cómo se lleva un científico con el azar?


Al inicio de la ciencia el azar quedó acorralado, luego con la mecánica estadística y la
cuántica la ciencia pactó con el azar. Eso cristaliza en forma de probabilidad.
Y con la teoría del caos...
Con ella se admite, definitivamente, que no todo es ley y el azar puede decidir. Luego, cada
uno, en su vida puede administrar la parte que no depende de lo casual y aprovechar los
caprichos del azar.

¿Ha registrado muchos efectos mariposa en su vida?


Los efectos mariposa más importantes en la vida de una persona son los amigos. A veces
depende de haber cogido o no el autobús media hora antes...

¿Cómo era la comunidad judía catalana de la época?


Pocas familias, nos conocíamos todos. Parecíamos un club. No éramos nada practicantes,
íbamos juntos de vacaciones y todos veníamos de historias de supervivencia en épocas
turbulentas.

Fue alumno de la Escuela Suiza y el Liceu Francés y agradece que nunca tuviera que
asistir a clase de religión.
No quiero exagerar pero cada vez estoy más convencido de que la escuela no debe inocular
dogmas y creencias.

Pongámonos de acuerdo en lo que es creencia...


Un conocimiento que la realidad no puede desmentir jamás. Que está blindado y no admite
críticas. En las escuelas se forman esos cerebros tan tiernos. Yo creo que incluso debería
estar tipificado como delito inyectar dogmas en mentes humanas tan tempranas, desde las
escuelas.

Con los años habrá conocido científicos creyentes.


Sí, claro. Una importante revista realizó una encuesta rigurosa y, efectivamente, ¡hay
menos creyentes en la comunidad científica! Y se ve que los físicos son más creyentes que
los biólogos. El físico siempre quiere unificar teorías, es como ir buscando cualquier vía de
Santo Tomás.

Ha vuelto a la universidad. Usted fue profesor en la UB de Teoría de los Procesos


Irreversibles. Suena apocalíptico.
Da un poco de susto porque es la excepción de la regla. Imagine una carambola de bolas de
billar... Si la filmas y la pasas al revés no pasa nada. Una bola que va en dirección contraria
no sorprende. En cambio, si filmas al revés a alguien que se tira en trampolín a la piscina la
gente se pone a reír... Porque la idea es absurda.

Tiene en su haber un centenar de trabajos de investigación de nombre


impronunciable sobre aerodinámica, matemática, biofísica, microbiología,
paleontología, ento mología, museología científica y filosofía de la ciencia. ¡Qué
vértigo!
Soy un disperso genético. De pequeño mientras hacía una cosa ya sufría por la que no
estaba haciendo. Llegar tú mismo a un conocimiento científico es el placer intelectual
más grande que he experimentado. Y sentir que eres el primero que llega...

¿A qué cosa llegó primero?


A una piedra de ámbar con una colonia entera de hormigas atrapadas en su interior. La
encontré en la República Dominicana.

¿Qué se preguntó esa vez?


¿Qué pasó treinta segundos antes de esa imagen para que, hace veinte millones de años,
quedaran esas hormigas petrificadas. ¿Qué catástrofe para que hubiera quedado
escenificado ese sálvese quien pueda? ¡Aquello parecía el Titanic de las hormigas! La
catástrofe fue una gota de resina que cayó y las atrapó a todas huyendo... ¿pero de qué
huían?

Ese detalle tan pequeño desencadenó una gran aventura.


Convoqué especialistas para una exposición -aún está en CosmoCaixa- y no había
suficiente con un paleontólogo ni un zoólogo, un entomólogo... necesitábamos físicos,
químicos, matemáticos... ¡Nos pasamos dos semanas sin parar de hablar!

Al rememorar, hay un momento en que usted se muestra especialmente dolido.


Cuando los burócratas empezaron a intervenir en su labor...
CosmoCaixa significó una revolución, aire fresco, en la comunidad científica, ¡fue un faro,
nos dieron el premio al mejor museo de Europa...! Era una universidad para ciudadanos,
Nobels y niños juntos. Con los años se fue diluyendo ese entusiasmo inicial... y
mi desesperación es que yo no pude hacer nada en contra.

No fue un problema laboral.


Ahora he vuelto a la universidad. Lo duro, entonces, fue ver como perdía fuelle. Me afectó
mucho. No sé cómo pude aguantar tanta mediocridad institucional, pero no, no fue un
problema laboral, fue el final de mi etapa.

James Watson salió de allí diciendo "es el museo de la ciencia más extraordinario que
he visto en todo el mundo".
¡Y lo decía el científico vivo más importante, el hombre que descubrió el ADN!
CosmoCaixa sigue siendo un gran referente. A mí lo que me derrumbó fueron frases como
"¿por qué hacer una exposición sobre Darwin?"

¿Era problema de dinero o de ignorancia?


Si miras, es algo inevitable en todos los colectivos, a muchas instituciones les ocurre: unos
creadores llevan la institución hasta su punto máximo de éxito, luego llegan otros... Ahora
estoy entusiasmado con mi próximo proyecto, eso me ocupa.

¿Hermitage antes del 2017?


Es lo que me gustaría. Estamos a punto de tener el edificio, trabajamos en el contenido.
Será una interesante fusión entre ciencia y arte -que a veces se tratan de modo banal- algo
sin precedentes. Faltan detalles pero en las próximas semanas tendremos noticias que
crearán un antes y un después... no puedo desvelar más.

Usted se enamora de Alicia Fingerhurt a los 10 años. A los 30 se reencuentran en


Bocaccio, ella separada y con dos hijos... luego es su vecina del ático.
Fue primero un gran amor y después una gran amistad. Uno puede llevarse bien con las ex,
sí, yo tengo dos. Alicia era pintora y me abrió los ojos al arte y el diseño. Antes yo era un
absoluto ignorante de ello, amigos como André Ricard o Oscar Tusquets ampliaron mi
curiosidad en ese campo.

"La belleza no funcional es fea", escribió.


Sí, lo creo así. Todavía hoy -y he vivido mucho- no he encontrado una habitación de hotel
donde todo funcione. Y la creatividad es una gran fuente de autoestima y
equilibrio mental.
A sus 67 años es padre de un chaval de 12, Diego.
Soy padre tardío, no contaba ya con ello. Y ha sido estupendo. Hace poco navegamos un
mes por el Amazonas, visitando tribus de indios, nadando con delfines, hablando sin
parar... Y eso que hace poco me hicieron en el corazón "fontanería de la buena".

Algún sector purista del oficio le habrá echado en cara su vocación interdisciplinar.
Sí, por eso escribí El pensador intruso. El vecino siente desconfianza. Pero me anima
pensar en la Viena de los años veinte por ejemplo, donde hubo colisión entre científicos y
artistas, fuegos cruzados de ideas...

¿Se hubiera entendido con Einstein?


Aún hoy me maravilla. He llegado a la conclusión de que tenía un alto sentido estético de la
vida. "Las leyes de la naturaleza no pueden depender de quien esté mirando", dijo, y me
identifico totalmente . Pero también me estaría horas hablando con la científica Lynn
Margulis. ¡Su simbiogénesis es una de las teorías más bellas del mundo!

Cíteme su aforismo preferido, usted que los considera el género literario más
científico.
"Vivir envejece". Y el que escribí ayer: "Si no eres capaz de desequilibrarte para crear te
vas a desequilibrar por no haber creado".
Tímidos, azar y violín
Sara, su madre, llegó a Barcelona con apenas siete años de edad. Su padre a los 19. Ella era
una mujer de espíritu crítico, cáustica; él un hombre austero, gran tímido. Wagensberg
reúne la mezcla depurada de esos ingredientes.No fue un alumno ideal, ese que padres y
maestros esperan, “muy inquieto, me gustaba más divertirme que sufrir”. Un día se plantó
en la Clínica Manchón con un huevo de saltasaurus en las manos, para ver si había un
embrión dentro.Propuso el primer debate entre científicos y filósofos sobre el azar a una
poderosísima entidad catalana y no se lo dejaron hacer. “Al final fue la casa de Dalí la que
albergó el proyecto y, ante el éxito, Costa y Vilarasau, visionarios, me llamaron para el
Museo de la Ciencia”.Sus aportaciones abarcan múltiples disciplinas y términos tan
extraños como la simulación de Montecarlo. Doctor honoris causa y Creu de Sant Jordi, su
dispersión le ha llevado a curiosidades como ser lanzador de martillo y estudiar violín a la
vez.

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