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EL ROSTRO DE MARGARET ROSE

Domingo

Es domingo, 9 de la noche y jueputa, que frío que hace, se siente


casi como no tener dedos, como tenerlos dentro de una laguna
negra de nieve pura, y también está oscuro, llovió toda la tarde y
la lluvia ahogó las calles de soledad y pequeños cucarrones de
temporada, el pasto está solo, no tiene humo ni colillas de
cigarrillo, no tiene zapatos hundidos en medio de su verde
existencia, habla con la lluvia desamparada, si, habla con ella en
el silencio interminable del triste abril.

Que ganas de arrancarme el frío con un café negro y cigarrillos,


correr a la calle y gritar que la tercera guerra mundial se prendió,
que ya estamos jodidos, que expresen hoy sus sentimientos
porque mañana ya no latirá el corazón. También necesito una
cerveza, una cerveza fría para arrancarme su olor en la tarde de
febrero, necesito una cuchilla afilada y oxidada para abrirme la
venas y filtrar al fin tu nombre de mi sangre, Margaret Rose,
tengo tu nombre escrito con ceniza caliente en el corazón, quiero
unos labios rojos como los tuyos, unos ojos cansados y cafés
como los tuyos, una piel llena de lunares perfectos como la tuya,
unas manos delicadas y fuertes como las tuyas, quiero un cuello
sediento de besos como el tuyo, quiero un corazón egoísta y que
no sepa amar como el tuyo, quiero un olor dulce y sobrio como el
tuyo, quiero un camino delirante desde la clavícula hasta unos

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pechos perfectos como los tuyos, quiero una espalda virgen y lisa
como la tuya, quiero un cabello corto y castaño mareado y bien
presentado como el tuyo, de verdad, quiero ser tuya, quiero ser un
poco de polvo de estrellas drogadas sobre tu piel pálida, quiero
ser la luna que te observa cuando tomas un baño a las 7.

¿Hace cuánto no te besan Margaret? Porque siento que te guardé


mis besos desde el primer día, que guardé mis manos para
recorrer exclusivamente tu piel suave, que guardé mi lengua
solamente para besar tus dientes, que guardé mis venas intactas
para que me desangres tu entre las sábanas arrugadas de tu cama,
te doy el privilegio de darme la vida y matarme al mismo tiempo,
bebe mi alma como si fuera una copita de vino caro, dale vueltas
como si fuera el cuncho del vino tinto importado que tanto te
gusta, maréate con mi amor extasiado. O mejor fúmate mis
sueños como esos cigarros de colores que pones entre tus labios
rojos, ponme en medio de tus dedos delgados y fríos y no pares
hasta que no quede más que mi filtro muy gastado, y después
tírame al piso, y pon tu calzado bonito sobre mí, apaga lo poco
que queda de tu amante favorita, y después llora, llora ante la
luna, ponme una flor amarilla encima, y canta esa canción que me
enseñaste, llora y recuerda mi sabor, llora y piensa en tu dueña,
que no soy yo, piénsala un poco más, ya se te olvida que estoy en
el piso, deséala un poco más, olvídate de la flor amarilla que está
en el pavimento frío del parque, siéntela un poco más y sécate los
ojos cansaditos, levántate y búscala, que yo me haré una con las
pequeñas raíces de los árboles y el césped, búscala, que yo
esperaré con paciencia a que vuelva tu sombra simétrica.

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Margaret Rose nunca vuelve, no, ella jamás pasa dos veces por el
mismo lado, me dejó allí, en el cruce de caminos por donde suele
andar el demonio buscando almas jóvenes para saciar su sed, me
ha dicho que le doy lástima, el diablo me invitó a tomar vino caro
como el que ella toma en las mañanas sobrias del lunes, me recitó
poesía, poesía triste, porque el demonio anda triste, porque el
domingo todo el hijueputa mundo está triste, cansado, mareado,
intoxicado vuelto mierda y desesperado, que cosas, ni el mismo
Satanás se salva de este ambiente solitario de ciudad después de
la lluvia, de ciudad después de los besos y la sangre derramada,
de 9 de la noche, de café ausente, de Margaret sonriendo a otra
persona, de sus manos escribiendo cartas para otra persona, ella le
pertenece a otra persona, ella le pertenece al domingo por la
noche cuando llueve, ella le pertenece a la sangre derramada en el
pasto húmedo del parque de la cuadra, ella le pertenece a las
ciudades calientes, no como a este espeso pantano de cemento
frío, si, ella le pertenece a las bocas ordinarias a las poesías que
no riman, a la cerveza importada y a los perros solitarios.

Y ya es lunes Margaret, lunes como cuando te conocí, lunes como


cuando te fuiste y me dejaste en una cafetería vieja esperando un
beso perdido, ya ves, no pude olvidarte aunque tú seguiste con tu
vida como si yo jamás hubiera existido, como si nunca me
hubieses permitido enredarme en tus brazos desnudos y tu boca
carmesí, como si nunca hubieras leído los poemas que te escribí
después de embriagarme con tu voz melodiosa, como si nunca
hubieras robado mi energía cada vez que pasabas una tarde

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conmigo, como el café que me comprabas a las 5pm en esa
misma cafetería, recuerdo verte jugando con tu pelo mientras el
tinto se iba helando con el oscuro ambiente frío del verano
urbano, recuerdo que me dijiste que a ti te quedaba mejor, y que
no habláramos más, no dije nada más ese día, solo tú y yo
tomadas de la mano, tu cabeza cerca de mi pecho, tus lágrimas
bajando por tu rostro y yo tratando de hacerte sonreír a cualquier
precio, un beso casi robado en la estación del tren, me ofrecías tu
calor y me atrapabas en tus ojos oscuros, y yo allí, incapaz de
evadirte, incapaz de no tocar tu piel, tan yo, incapaz de olvidar.

Hoy es lunes otra vez, pero tú no estás, ven aquí, entiérrame el


peso muerto de tus deseos, rompe mis huesos uno a uno con el
frío toque de tus labios, ven aquí, canta una canción triste para mí
y dime qué soy una escoria, dime que no me amas y nunca lo
hiciste, que te estorba tenerme cerca, ven aquí que te callaré con
un besito multicolor, ven aquí y llora hablando sobre tus padres,
derrite tu piel sobre la mía, toca mi piel como si siempre te
hubiera pertenecido, como si yo tuviera una etiqueta en el cuello
que dice propiedad de Margaret Rose, y del viento, y el mar, y
todo aquel que viaje en solitario, ven aquí que no puedo olvidar la
sensación de despedida y no quiero estar sobria, quiero drogarme
contigo, inyectarme tu nombre letra por letra en las venas,
disolver tu apellido rosa en una cuchara caliente de heroína y
pasar la noche viendo tu imagen dibujada en mi frente, en mis
párpados. Ven aquí, hazme sentir una sobredosis de besos, de los
tuyos, pon mi cuerpo a temblar con el tuyo y después acaba
conmigo, mátame que los lunes son muy jodidos sin ti, que me

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duele otro día sin ti, que estoy sobria y sola y perdida y sin
inspiración... Sin ti.

Margaret Rose toma cerveza con cada comida, a ella el licor no le


afecta, al parecer es tan inmune a él como al amor, no le hace
nada beber whisky puro ni amor verdadero, a ella no le interesas,
no le interesa saber tu nombre, ni tú historia ella es así, siempre
está en todos lados y en ninguna parte, nunca la encuentras si la
buscas, la encuentras cuando la evitas cuando no quieres verla,
porque ella ama los finales inesperados en los que ella gana,
porque ella siempre gana, siempre gana. Aunque pierda, ella
siempre gana, se queda con los corazones de sus víctimas y los
pone al sol, y cuando ya están bien secos los mezcla con tabaco
para fumar en las noches que no puede dormir, yo estuve allí un
par de veces, a su lado, o viéndola desde lejos, mientras seducía a
sus víctimas con su mirada cansada y la veía besar lentamente sus
orejas y después se perdía en cuartos oscuros con ellos, un
minuto, una hora y su pobre víctima salía seca, sin ganas de vivir,
caminaba hacia las vías del tren, y después pum se hacían fuegos
artificiales con su sangre, con su ingenuidad, con sus cerebros
vacíos y el poco de placer que habían obtenido antes, pero no
importa, que bonito espectáculo es ver cómo un amante se suicida
de esta manera descomunal, si estás en primera fila te salpica un
poco de su sangre, un poco de su tristeza, un poco de su soledad,
un poco de sus lunes hechos mierda, un poco de su casi nula
felicidad, un poco de su domingo a las 9pm, un poco de sus
ilusiones tempranas, un poco de su insomnio, si un poco de ellos,

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del vacío en el estómago de ser golpeado por un tren, esto solo es
posible un lunes a las 11. Para contextualizar:

Margaret Rose es hija de un empresario muy adinerado, de una


remota ciudad que limita con el sol y la puta mierda, su mamá es
de buena familia, no es muy bonita, y su papá sí que es de
apariencia desagradable, tiene cuatro hermanos, tres niños
pequeños y una jovencita que se parece bastante a ella, pero es
menor, entonces, Rose es la mayor de la familia, y un completo
desastre, es la decepción de sus padres y la advertencia de lo que
no deben hacer sus demás hermanos, siempre ella es el punto de
referencia para decir lo que está prohibido y es de mal gusto.
Desde joven Margaret fue introvertida y muy tímida, llena de
complejos y sin amigos, su infancia es bastante oscura y extraña,
se sentaba en la esquina a ver a sus otras compañeras, que
también eran bastante adineradas como ella, quiénes pasaban
con hermosos regalos y detalles que los demás les daban, pero a
la pequeña Rose nadie le daba nada, se pasaban las fechas
especiales y nada, caía el sol y llegaba diciembre y nada, nunca
nada, a la pobre chica nunca le tocaba nada, le tocaba la
soledad y la miseria, el sentimiento de vacío y el triste
transcurrir de los años, una vida dónde puede tenerlo todo pero
a nadie, y por eso empezó a beber, y cada vez más lo hacía con
frecuencia y lloraba en su mansión, pero lloraba sola, con ella
misma preguntando si valdría la pena vivir, las pocas almas que
se acercaban a su morada la lastimaban, sacaban una tajada
bien grande de su amabilidad y después la botaban a su suerte,
como botella de ron vacía que ya nadie quiere, como un solitario

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pedazo de vidrio café en el suelo frío y callado, así con un vacío
adentro, extrañando las manos de quién sea que se haya tomado
su contenido, su aroma, su sabor, su calidez y ahora le pertenece
a la calle, a la noche, al pasto largo y frío, a todo.

Fue así, que cuando rodeaba los 16 años tuvo su primer amor,
con una chica de apariencia extraña, ella le llamaba por el
apellido, cuando me contó sobre ella, recuerdo que se refirió
como "freggs" y ese debe ser su apellido entonces. Rose y freggs
no tuvieron más que un romance muy bello pero corto, hermoso
pero triste, y Margaret conoció a otra chica, y tuvo una relación
formal con ella, el problema es que freggs se comportaba como
las olas del mar cuando golpean las rocas de la costa, es
predecible que van a llegar, pero igual cada vez que aparecen es
un espectáculo, es como si la roca creyera que la ola no volvería
jamás y de repente la viera, y sintiera que había fracasado como
roca marina, que era un desastre total y bastante inocente.
Entonces freggs iba y venía, iba y venía, y siempre causaba un
desastre en Margaret, ella sabía que debían estar juntas, que era
casi el destino, y freggs estaba dispuesta y paciente para el día
en que ella decidiera volver, pero Rose quería hacerla esperar un
poco más, le gustaba ver a la pobre freggs esperar y esperar
hasta que a ella se le diera la gana de prestarle atención, pero
nada sucedía. Freggs tenía miedo de que Margaret Rose no
volviera nunca, porque todos saben que Margaret Rose nunca
pasa dos veces por el mismo camino. Sucedió entonces que al
final Margaret quiso colaborar y darle una oportunidad a freggs,
pero se le olvidó un pequeño detalle y es que el tiempo nunca

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perdona, el tiempo jamás pasa en vano y deja las cicatrices peor,
porque el tiempo no sana, cada manecilla del reloj es como un
cuchillo que corta la piel profundamente y lastima, y rompe y
carcome la carne. Freggs ya había encontrado consuelo en otros
brazos, en otros labios un poco menos rojos, en unos ojos menos
cansados, en un sabor menos dulce, que al fin y al cabo era
mejor, porque no hay nada más atractivo que una persona que
sepa llegar a tiempo a la vida de otras... Pero Margaret siempre
es impuntual, y esa vez no fue la excepción.

Y por la culpa que sentía, Margaret dejó que pasaran un par de


años entre freggs y su próximo amor, pero no estuvo sola en esos
años, estuvo con freggs incluso ella misma le quitó la virginidad a
Rose, y ni eso fue suficiente para romper el verdadero amor entre
freggs y su pareja, ella era como un vino de segunda mano, y
pasó noches llorando frente a un árbol de mata ratón que estaba
en su casa, esperando por ella, esperando por freggs con fe
inquebrantable de aquel que ama de verdad, eso sí, amaba
impuntual pero era bastante genuino cada te amo que decía. La
última vez que freggs se vio con Rose, las cosas no habían
cambiado del todo, porque el tiempo sabe ser muy objetivo a la
hora de herir, y ya había borrado el amor del pecho de Rose, todo
terminó con un beso desconocido y una noche sin sabor. Al fin
Margaret Rose era libre, y recordemos que Margaret Rose nunca
pasa dos veces por el mismo lugar.

Su próximo amor fue una chica pequeña de estatura pero con un


gran corazón, una chica tranquila y alejada del drama y la locura,

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un tanto aburrida pero agradable, su nombre es Alexia Jordan,
una maestra joven hija de una familia clase media alta de los
suburbios de Bogotá, muy inteligente e interesante y poco
atractiva físicamente, sus rasgos son de otro lugar, de por allá
donde comen crudo y hacen silencio en los parques, fuma mucho
y le gusta la buena música y la cinematografía. Además ha
tomado clases de piano, canto, cocina, pintura y guitarra, aunque
a decir verdad nunca se dedicó a un instrumento en específico.
Sobre Alexia y Margaret no sé más que la versión de Rose y otro
par de fragmentos de amigos en común, vale la pena contar la
historia entonces:

Alexia y Margaret se conocieron una tarde soleada de viernes en


una mesa ubicada frente a una enorme tienda, allí se reunían una
especie de activistas políticos y hablaban pura mierda antes del
evento especial que hacen a las 7. Cuando Rose y Jordan se
vieron por primera vez, el tiempo se detuvo, Rose sintió después
de mucho tiempo que su corazón seguía vivo, y latía, al ritmo de
esa desconocida con rasgos foráneos, vivía entonces un mal
momento con sus padres, pero eso ya no importaba, porque sus
ojos se hallaban deslumbrados al ver a un ser tan hermoso, tan
honesto, y en su mente se pasaron miles de finales alternativos,
cortinas de humo blanco atravesando sus pensamientos y
nadando dentro de su blusa hasta su corazón, porque de repente
el piso se había abierto en dos y vibraba, bien fuerte, alcanzaba
para romper sus sueños y por eso ya los problemas no
importaban, ya se habían esfumado, ahora solo estaba ese humo,
el que salía del cigarrillo mentolado de Alexia y se le metía a

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Margaret por todo el cuerpo, por todos los sueños rotos, por los
brazos hasta sus oídos, por su pasado marcado por el amor no
correspondido, por sus noches llorando con el mata ratón, por
todas las veces que nadie le dio un regalo de día de la mujer. Y
según entiendo, Jordan sintió algo similar, pero con menos
miseria.
Jordan fue quien tomó la iniciativa, pues como siempre Margaret
lo habría hecho cuando ya sería demasiado tarde, y ella sí que
era especial, le dio en un par de meses todo lo que durante
mucho tiempo, Margaret Rose soñó, todos los regalos, las
sonrisas y los días sobrios, y Margaret de verdad estaba
impresionada con Alexia, nunca había visto tanta serenidad y
atención juntas, porque no habían problemas por primera vez,
porque no habían novias de freggs, ni siquiera cerveza de por
medio, solo había un destino que parecía al fin llegar a algún
lugar.

Pero joven Margaret Rose, siempre has sido un desastre, lo


opuesto a la serenidad, y el caos y la paz no pueden vivir juntos,
eso va en contra de lo naturalmente posible. Fue entonces cuando
la madre de Alexia falleció, y cayendo ella en una enorme
depresión, buscó los brazos de aquella persona a la que por
tanto tiempo conquistó con regalos y detalles de toda clase, y se
encontró con algo que no esperaba, una total bofetada en la
cara, Margaret la mandó a la mierda y le dijo adiós. Por
supuesto, no tenía ninguna razón para hacerlo y la pobre Jordan
no lo merecía, simplemente ella es caos, es tormenta inesperada,
y le cayó a Alexia en un terrible momento. Y en ese momento,

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haciendo un pacto con el tiempo, Alexia también la mandó a la
mierda, Rose tiempo después se arrepintió, pero Alexia nunca
volvió al estado de inocencia amorosa del principio, jamás, y la
culpa aún carcome a Margaret Rose en las noches. Recuerda, tú
nunca pasas dos veces por el mismo camino, y el amor de Alexia
es un camino que una avalancha de decepciones que tú causaste
sepultó en el olvido, en el pasado.

En esos momentos de desastres naturales fue cuando yo la


conocí, un miércoles a la 1 de la tarde, llevaba yo un sombrero
negro, botas de cuero, un gabán negro y unos jeans, la pinta
perfecta para conocer al demonio mismo, recuerdo que hacía
bastante sol, ya la piel se empezaba a desdibujar y a hacerse
vapor que corría hacia las nubes. Me senté debajo de una
sombrilla en un restaurante de comida china, y ahí, en el cruce de
caminos, apareció ella entre la multitud, el mismísimo Satanás en
persona, siempre había creído que el diablo era mujer, porque
seguro debía tener un talento para lastimar y ser cruel sin que uno
se diera cuenta, siempre lo creí, pero solo hasta ese miércoles lo
supe con certeza. Margaret Rose se sentó a mi lado, o bueno,
frente a mí, y sin cruzarme la palabra, me miraba de una forma
que podía sentir como desintegraba mi alma en pedacitos tristes y
borrachos, en ese momento supe que estaba a punto de cometer
un error, pero ¿qué podía hacer yo? Debí haber corrido lo más
lejos posible, buscado una roca enorme para esconderme,
inventado una excusa para salir de ahí. Pero, ¿a quién engaño? Yo
no me moví, antes le ofrecí un cigarrillo y la llevé a su casa,
recuerdo que no tenía otro cigarrillo ni otro corazón, más sin

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embargo ambas cosas de las di, y a medida que iba fumando
lentamente, me dolía el pecho y mi cerebro se iba apagando, yo
me iba haciendo ceniza triste, pero ceniza en sus manos, por eso
valía la pena.

Fuimos al museo de arte, y aún llevaba el cigarro en la mano, y


aunque aún quedaba buena parte de él, lo botó, y yo le dije que
era de mala suerte desperdiciar un cigarrillo y tirarlo antes de
acabarlo, ella solo me miró y dijo ¿qué es un simple cigarrillo?
Pero ese pedazo de tabaco envuelto y yo, teníamos bastante en
común, estábamos unidos por la misma mancha de labial rojo y
también a mí, tiempo después, me tiró a la calle, cuando aún
quedaba más de la mitad de mí, cuando aún me quedaba amor
cómo para tres vidas y media, pero ¿qué es un simple cigarrillo?
¿Qué es un simple corazón? ¿Qué es una simple poetisa
enamorada? Nada, porque para Margaret Rose nada importa,
nada vale, ni el amor ni los cigarrillos ni los poemas románticos,
porque ella puede tener a cualquiera y lo que quiera, viajes a
Londres, amantes, artistas, cualquier cosa en esta vida le es
posible a ella, por eso, en sus ojos, somos cosas simples,
insignificante, carentes de gracia, somos vida desperdiciada,
somos tinta seca y café frío.

Miseria, eso encontré en su interior, pero un tipo de miseria


extraña, de la que yo, como toda persona en el universo, me
enamoré perdidamente, una que no me dejó dormir por meses,
que no me dejó estar despierta, que me pegó a la poesía
melancólica y al café con cigarrillo por un buen tiempo. Nuestra

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historia, si es que hubo algo así, no es tan chévere ni tan bonita,
digamos que pasé muchas tardes con ella, y noches acaloradas
aún muchas más, siempre conversábamos hasta que la madrugada
nos encontraba y la lluvia nos condenaba los ojos a estar
cansados todo el día, su labial rojo se había hecho parte de mí,
como mi hígado y la tristeza, y un día, el día que yo había
destinado para confesar esas cosas, esas mierdas atrapadas en mi
garganta con la multitud de cosas que no dije, ella me dijo que se
iba a ir para siempre, de mi lado, del lado de todos, porque
Margaret Rose nunca pasa dos veces por el mismo camino, lo
peor de todo es que no se fue, simplemente se dedicó a hacerse la
extraña, a fingir que no había dejado su labial favorito dentro de
mis pantalones, a olvidar que yo le había cantado las mejores
canciones de la historia, pero ni ella podía ignorarme por
completo y entonces decidió ser mi amiga, y me contaba sobre
Alexia, porque ella en este momento es su verdadero amor y
mientras pasaban las horas y los días, yo la esperaba frente al
restaurante chino, frente a su cafetería favorita, pero jamás la
podía ver, y menos olvidar, fue ahí cuando le escribí 11 poemas
de amor, mientras ponía mi fe en la guillotina de sueños y
después amargamente me devolvía a mi casa, porque hasta hoy
nunca he entendido por qué ella decidió que yo no merecía un
pedazo de ella, pero Alexia sí, pero el grupo de las 7 si, los
cigarrillos de sabores si, incluso freggs si, el insomnio si, la lluvia
si, los parques si, el frío en los ladrillos de los edificios si, los
restaurantes italianos, chinos y mexicanos si, la soledad si, la
música bailable si, las cartas cortas y las grabaciones largas si, la
coca cola si, Fonseca sí, todo si, el universo si, los vagabundos si,

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la sangre infectada si, el suicidio sí, todo si, todo menos yo, yo
no.

Margaret Rose, tú sabes perfectamente que yo te espero en las


noches, que te sueño en las mañanas y te escribo en las tardes,
sabes que de mis lágrimas, la mayoría han sido por ti, sabes que
mi guitarra te dedica canciones a ti, sabes también, que te
extraño, y que me he hecho a la idea de que no es posible un
romance en esta vida entre tú y yo, porque coincidimos en seguir
caminos diferentes, y aunque los nuestros se cruzaron, es
imposible mantenerlos unidos, y la parte que me duele, es que tu
sigas y sigas colándote en mis pensamientos, que me envíes
cartas y ambas hagamos de cuenta que no nos conocimos alguna
vez, y yo, que siento que se me parte el alma cada vez que me
escribes, yo que admiro cada forma de tu cuerpo y que quiero
pertenecer con desesperación al completo caos de tu vida, no te
correspondo.

Y tú no te mueres ni te vas ni me dejas, te quedas allí parada


observando cómo me embriago en las tardes brindando tu
nombre, y eres ese fantasma atemporal que se asoma siempre en
mi ventana, que no me deja, que me recuerda que no soy más que
una simple alma que cumple una condena solemne a quemarse
con las llamas del olvido, y tu belleza no se compara con nada, y
cada día mis ojos se deslumbran al verte suspirar bajo la lluvia
fría de la ciudad, y es que Margaret Rose, aunque tú no quieras,
yo también tengo un pedazo tuyo que me pertenece, y aunque te
muerdas al pronunciarlo, tu atesoras fragmentos de mí, en un

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tarro dentro de tu corazón herido. Y esa será mi mayor venganza,
porque sé que regresarás cada vez más rota y más confundida, y
yo, siendo incapaz de negarme te abriré mi corazón, y eso no
quiere decir que te busque o que me quede, pero en cambio tú
Margaret Rose si me buscarás y me seguirás entre líneas borrosas
de tinta azul a donde yo vaya, porque quieres recuperar esa parte
de ti que te hace falta... Yo, pero jamás te la daré, la pondré en la
pared como un trofeo de repisa, y después, cuando desabroches
un botón de tu camisa, yo miraré a mi pared, y te veré allí, porque
sé que regresarás, porque soy el único camino que, si deseas
transitar más de una vez, porque fui algo más que un tropiezo
para ti, tú también me amaste.

Me amaste a tu modo, el único que sabes, mal, lo que es curioso


es que siempre sabes cómo iniciar, siempre sabes cómo enamorar,
pero después no sabes mantener a las personas allí, entre tus
dedos, entre tú frente y tus ojos, pero también eres fantástica y te
lo habré dicho un par de veces, que eres una maravilla que yo no
pedí, que iluminas mi vida solamente con sonreír, tanto, que casi
logro olvidar que el mundo se desmorona a mí al rededor y que
estoy medio sobria, porque cuando estoy contigo, sé bien que
estoy bajo tu efecto porque eres mi droga favorita y me gusta
inyectarme tu labial rojo en las muñecas, inhalar tu aroma antes
de cada amanecer, fumar tus besos lentamente, poner tus palabras
debajo de mi lengua y después, después de beber ese cóctel es
cuando más te veo lejos, porque estás dentro de mí, y te pierdes
en mi oscuridad, te pierdes en mi corazón roto, te pierdes en mi
egoísmo y en mi narcisismo, te pierdes y me duele, me duele no

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poder verte, no poder tocarte, no poder convencerte de que te
quedes una cerveza más, no poder aprisionar tu espíritu
indomable y tener que ver cómo te vas desdibujando en humo
blanco, humo rosado, humo rojo como tú labial, y yo allí en
estado vegetativo. Y cuando me das tiempo, tiempo sin ti, tengo
tanto que me dedico a olvidar, pero no puedo, porque te repaso en
mi mente, cada línea borrosa de ti se hace más y más oscura y
nítida, y le pido ayuda a la nicotina, pero los cigarrillos ya te
pertenecen, ya los controlas con tu sonrisa celestial, no me dejes
la próxima vez, quédate y mátame de sobredosis, te lo pido una
vez más.

Hoy te mandé una carta, y espero que no la respondas nunca,


quiero que hagas lo que hicieron todas las otras personas a las que
les escribía cartas de amor, y la eches a la chimenea, para que, al
fin, con tu silencio, sienta yo que al final soy libre de ti, y tú
extraño poder para permanecer en mis sueños. Pero me
respondiste, con interés real o fingido, me devolviste la carta y
me tiraste de nuevo a tus pies, a tus pies perfectos y delicados, y
con cada transcurrir de los días me voy haciendo más a la idea de
que tal vez yo no te olvide nunca, y que me tendré que
acostumbrar a la sensación que me deja el que tu estés lejos y
soñando con otras personas, en otras ciudades en otros besos, en
otros cuerpos, en otros pensamientos y en otras cartas, y yo me
aferro al fantasma de tu rostro, me aferro a las cosas pasadas
porque el presente es un peligro que no me gusta que no estoy
dispuesta a superar, no quiero dejarte atrás porque lograste darme
algo que hace rato nadie me daba, me diste felicidad, me diste

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una razón para comer comida china y levantarme temprano, y
aunque sé bien que todo esto es parte del espectáculo tuyo, del
que soy parte, que soy un acto pasado, una escena borrada, un
guion desperdiciado, haría un cameo en todo tu juego una vez
más.

Margaret, de verdad a veces me pregunto si vale la pena dedicarte


un capítulo en este libro y en mi vida, porque tú insistes en irte y
alejarte de mí, y yo no quiero nadar contra corriente por tu amor,
siento que vales la pena, que vendería mi alma para verte sonreír
y daría toda la nicotina de mi cuerpo para que tú me prestaras
atención de nuevo, como en los viejos tiempos, cuando veíamos
juntas el pasar de los días frente a nuestros ojos, como cuando
tomábamos tinto en la tarde los lunes, como cuando yo soñaba
dormida entre los cristales fríos de tus manos, cuando me
abrazabas y sentía tu corazón latir junto a mí, y sé que fue mi
error enamorarme, que tú me habías dejado claro que no debía
hacerlo, por mi bien, y sin embargo lo hice, me dejé encantar por
la belleza de tu rostro, por lo resplandeciente de tu sonrisa, por lo
afiliadas que eran tus palabras, por lo suave de tu piel blanca y
perfecta, pero de verdad no lo pude evitar, cada vez que traté de
estar lejos de ti, hallabas la manera de que termináramos en una
cafetería hablando de Alexia, y ahora sé que aunque no salió de
mi boca, alguna persona o animal a la que le conté sobre ti, te lo
dijo, y sé que decidiste no creerlo pero yo me hice más y más
evidente, porque mi amor por ti me brotaba por los poros, y ya ni
siquiera podía esconderlo y todo para ti comenzó a tener sentido,
mis obsequios, mis caricias, mis besos, mi preocupación, mi

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ansiedad, mi deseo frecuente por fumar, ya no te parecía yo un
misterio interesante, ya era obvio, muy evidente lo que yo tenía,
estaba totalmente enamorada de ti, y huiste, me gritaste que
mintiera y te dijera que no era cierto, y lo hice, pero tú no me
creíste, no pude fingir tan bien, no pude actuar de una manera
creíble, todo lo contrario, lo arruiné y tú me viste con cara de
sorpresa y te fuiste, diciendo que no me querías hacer daño, que
yo sé bien que aún amas a Alexia, que nuestro trato no incluía
amor ni sentimientos más allá de la amistad, pero no pude,
perdón, pero me fue imposible ignorar lo que nació en mi corazón
por ti.

Y me dejaste aquí sola, y corriste detrás de Alexia para después


decirme que tomaste la decisión de alejarte de ella, porque las
cosas están muy jodidas, y te duele ver que nada cambia con ella,
y ahí me ves a mí, tan triste y sola como la primera vez que me
conociste, y supongo que te doy pesar, y una vez más me
recuerdas que somos amigas, y que amas a Alexia aunque aceptes
que ella y tú no puedan estar juntas, y después te vas, ser Alexia
me encantaría, bueno no es cierto, en realidad solo quisiera que
me vieras de la misma forma que la ves a ella, que me sueñes de
la misma forma que la sueñas, que me cantes de la misma forma
que le cantas, que me toques de la misma forma que la tocas, que
me desees de la misma forma que la deseas, que me pienses de la
misma forma que la piensas, que me dibujes en tu sonrisa como
la dibujas a ella, que me beses como la besas a ella, que me hagas
feliz como quieres hacerla a ella, en fin, que me ames de la
misma manera que la amas a ella.¿ Qué tengo que hacer? Para

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gustarte, para que me quieras, para que me busques, para que
respondas mis cartas a tiempo, para que me acaricies con tanta
dulzura, yo haría cualquier cosa por estar en tu corazón, por estar
en medio de tus brazos, por contar cada pequeño lunar de tu
cuerpo, por besar cada centímetro de piel blanca tuya. Pero no
puedo más, no puedo resistir tu energía llamándome, y me duele
ver cómo te alejas y te alejas cada vez más, no soy yo quien
debería sufrir así, fui muy ingenua al creer que contigo sería
diferente, si tienes escrito con labial rojo en la frente "no debes" y
no debí, no debí pensarte, ni creerte ni amarte, debí haber hecho
caso a las primeras señales, al sentido común, y haberme alejado
totalmente de ti, más sin embargo no lo hice, hice todo lo
contrario y aprendí mi lección, aprendí que no debo quedarme
cuando la vida me advierte que me vaya, que no debo luchar
contra las cosas elementales como las advertencias claras de
peligro, caí en tu trampa, pero bien advertida, bien engañada, bien
a tus pies, y no quiero quedarme si debo compartir alguna parte
de ti con alguien más, y sé que has dejado tu corazón regado en
miles de pedacitos por las calles de Lurdes, y que ahora tu pecho
está vacío, y el resto de amor que tenías, Alexia se lo quedó, y no
te lo va a devolver, jamás, y yo no creo poder olvidarte en esta
vida, ni con otros labios, porque seguro diría tu nombre mientras
tomo la mano de alguien más, seguro imaginaria tu piel mientras
acaricio la figura de alguien más. ¿Qué no ves? Me tienes toda a
tus pies, a ti merced, a tu suerte.

Por razones fuera de mi comprensión, he tomado la decisión de


acabar con esto, porque estoy harta de soñarte, de soñar tus besos

19
no correspondidos, de soñar tus manos frías y tu alma cansada, y
quiero obligarte a decidir se te quedas o te vas, porque no soporto
más un episodio de intermitencia que termina por acabar
conmigo, con mi voluntad, con mi amor y mi poesía, por eso te
citaré el martes, porque hoy cuando te vi, recordé los lunes a tu
lado, cuando todo era más feliz, cuando yo no me quería cambiar
por nadie, porque estar contigo lo era todo. Animada por la
sobredosis de inspiración que me das cada vez que me miras, y
por mi incapacidad de aprovechar el momento, y decirte las cosas
sin titubear o sin enredarme en laberintos y lagunas de ideas sin
terminar, lo haré a mi estilo, a uno que ya te es muy familiar, te
escribiré un poema, uno no muy extenso, ni muy corto, pero que
tenga toda la precisión que necesité siempre al hablarte.

Y ya me han dado las 12am y nada que puedo escribirte algo


honesto, algo un poco menos cursi que lo habitual, algo que
entiendas sin tener que preguntar, de repente parece que estoy
bloqueada de la poesía, de la literatura y la ortografía, mi mente
me desespera permaneciendo en un ensordecedor silencio y no
hago más que arrojar bolitas de papel contra la pared amarilla de
mi casa, y hacer borrones, tachones, quisiera pedirle a mi yo del
pasado que redacte algo bien hecho, no como las atrocidades que
estoy escribiendo ahora, y pasan y pasan las horas, siento que es
la noche más fría y larga de mi vida. Comienzo a divagar y a
perderme en pensamientos aleatorios y subconscientes, y termino
viéndote dibujada en mi frente, así, como un boceto morado en
una cartulina negra y al cerrar los ojos tus líneas se hacen más
verde fosforescente, y casi puedo sentir como me hablas, casi

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puedo sentir tu olor a uva y cerveza en mis dedos, puedo escuchar
tu voz pidiendo que me aleje, tus historias mal contadas, tus ojos
café delineados con tristeza y cansancio, y siento en mi boca el
sabor del café de la tarde, siento el primer quemón del día a tu
lado, siento que te veo tomar vino tinto al almuerzo, siento mi
miseria, lo idiota que me veo siendo incapaz de escribirte, siendo
incapaz de olvidarte, componiendo canciones a tu honor,
escribiendo versos que ahora no me salen, soy ahora parte de ese
boceto morado, soy una línea triste atrapada en el contorno de tu
figura, una línea casi incolora e invisible, pero que está allí,
porque la puedes percibir, como una lagrima que baja tiernamente
por tus mejillas y acaba en la esquina derecha de tus labios, una
que yo quiero quitar con un suave beso, pero que no te puedo dar.

Y mi mente al fin entiende el mensaje, después de un par de


copas de whisky, mis manos empezaron a escribir con honestidad
y belleza todo lo que no te pude decir, porque me basta solo
pensar en ti para escribir una tragedia griega completa, en media
hora, contra el tiempo y la ciencia, y después, me detengo a leer
lo que te he escrito, y me siento feliz, salvo por mi letra, la cual
ha sido afectada por el alcohol corriendo debajo de mis venas
azules.

Y aquí estoy de nuevo, sin poder dormir, porque tengo miedo de


lo que me digas, otra vez, ando de idiota, como si a ti te importara
lo que yo siento, y la noche me está recordando cada fracaso y
error que he cometido, y no solamente contigo, Margaret Rose
por qué será que mi mente te sigue trayendo a mi corazón, quiero
hacer que todo esto no me importe, quiero poder dejar la

21
sensación de que todo en mí se derrumba con que tu voz emita
una pequeña vibración, yo cometí errores, pero no creo merecer
tanto dolor, se supone que mi día empezará contigo y terminará
sin ti. Y así fue, te invité una cerveza cara, como las que te
gustan, dijiste que sí, y te esperé durante horas y horas frente al
museo en el que me enamoré de ti, pero lo único nuevo era la
sensación de hambre y cansancio que me invadía, y no
contestabas mis llamadas ni respondías mis mensajes, y tiré al
suelo las flores y guardé bien dentro de mi chaqueta el poema que
te escribí, y me fui de allí, tomé el primer autobús que pasó y
entre ganas de llorar y sacarme el corazón con la mano, ganas de
abrirme el pecho con el filo de las hojas llenas de poesía, al fin
conseguí dormir, y al despertar todo se veía diferente, pero se
sentía igual, los mismos trancones de sentimientos en mi
garganta, las mismas aglomeraciones de lágrimas esperando a
que mis ojos les dé luz verde y puedan cruzar al otro lado de mi
cara, la misma sensación de que algo dentro de mí se rompió, que
me hace falta algo bien grande dentro del corazón, que mi sangre
va corriendo tan rápido que me hace arder cada vez que atraviesa
de un ventrículo al otro, como me arde que seas tan cruel y divina
y yo tan imperfectamente enamorada.

Como a las tres horas me escribiste para disculparte, que estabas


realmente enferma y no me pudiste avisar, no importa lo que
tengas que decir, que ya ni te esfuerzas para mentirme, porque
sabes muy bien que yo al final siempre te voy a creer y que no me
puedo molestar porque contigo todo es así, en contra del sentido
común, en contra de lo que sería “normal” no quise hablarte más

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y mientras me dirigía a tirar el poema que te había escrito, me
sentí tan conectada con él que no pude hacerlo, estamos hechos
del mismo material ese poema y yo, estamos llenos de letras
escritas con tinta, tristeza y esperanza, con la ilusión que solo
sirve en las personas que malgastan el tiempo tras las cosas
superficiales, amo a ese pedazo de papel, y no pienso tirarlo, ni
pretendo que esto tenga sentido, porque al igual que tú, nada aquí
tiene sentido, todo parece manchas de pintura que algún ciego
tiró.

De todos modos, siento que este papel estaría muy encantado de


conocerte, igual que yo una vez, siento que debe cumplir con su
fin y acabar en tus manos y en tu confusión de no saber qué
diablos estoy tratando de decir, no quiero impedirle a ese pedazo
de corazón tener el privilegio de ser recorrido por tus ojos, y lo
voy a intentar otra vez, tal vez no mañana. Los días pasaron y
creo que tengo la solución, compré un sobre blanco y puse el
poema allí, lo enviaré anónimamente a tu casa, pero al final
tendrá mi letra, y mi firma, porque soy un tanto narcisista como
para no darme el crédito de perder la dignidad de tan fantástica
manera. El plan marcha perfecto, un tanto escuelero e inmaduro,
pero viento en popa.

Y llegó el viernes, el peor día de la semana, y tuve miedo todo el


día, una sensación entre dolor y vacío justo en medio del pecho,
solo recordarlo me causa todo tipo de estrés, porque ese día
decidí que era cuando debía decirlo todo, todo en ese poema, todo
porque todo es poco para seguirlo ocultando, y llevaba yo al
poema solitario en mi maleta y me entraron ganas de fumar

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mentolados, las horas pasaron y pasaron de una manera que solo
me abrió más y más la herida en el pecho, y decidí que ya era el
momento cuando el reloj marcó las 3pm, y con toda la tristeza del
mundo, caminé hacía la oficina de correos, porque sabía bien que
esa sería la última vez, después de esa carta no habría posibilidad
de ser feliz, de amar o ser amado, solo quedaría tristeza tristeza y
soledad fría y vacía, por eso entre cada paso que daba se me iba
cayendo un pedazo de mí en el suelo, un pedazo de su nombre
junto al mío, Margaret Rose, te me estabas despegando del alma
y dolía porque estabas bien cosida a mi corazón, quien sea que te
puso ahí hizo un buen trabajo porque me estaba resultando casi
imposible escaparme de tu aroma y tu voz, hora de afrontar la
realidad.

Ibas caminando a toda velocidad en la misma acera que yo, nos


tropezamos, y sentí que se me detuvo el corazón, como es posible
que te hubieras salido de mis fantasías y ahora estabas justo
frente a mí, sin saludar ni nada, me tomaste del brazo, saludaste a
un par de conocidos y me llevaste contigo a hacer un montón de
vueltas que debías hacer en el centro, y yo no resistí, mis piernas
no resistieron, mi corazón no resistió y por supuesto que era un
error y yo lo sabía bien, mi razón me lo advirtió, pero el ciego
corazón corrió detrás de ti y fue más fuerte que mi voluntad tu
belleza, como siempre, después, yo estaba esperando a que te
fueras, porque Margaret eso es lo que siempre haces, te la pasas
apareciendo y desapareciendo porque la intermitencia hace parte
de ti, pero curiosamente no te fuiste, y me dijiste que querías
quedarte a almorzar conmigo, en el camino al cajero íbamos

24
haciendo apuestas, pues mi tarjeta suele molestar bastante y dije
que si servía a la segunda, yo te daba 10mil, y me ganaste, como
siempre, tu siempre me ganas, finalmente ibas haciendo cuentas
con unos bonos que nos habían dado hacía un rato, después de un
par de cuadras te dije que ya no lo hicieras más, que yo te gastaba
el almuerzo, terminamos en un restaurante vegetariano, y como
es costumbre en mí, pedí lo más extraño de la carta y tu pediste
comida mexicana.

Me mirabas, me hablabas y sonreías, y yo me iba deshaciendo


con cada vez que te veía respirar mi aire, llevaba tanto tiempo sin
comer que mi cuerpo comenzó a colapsar lentamente y empecé a
temblar, tú fuiste por la comida y me contabas sobre citas pasadas
que tuviste con freggs, mi plato era bastante extraño y casi era
como jugar a la ruleta rusa de comida vegetariana, cada cosa
sabía extraño y se veía aún peor, yo te daba con mi tenedor en tu
boca, y era hermoso compartir cada bocado de comida contigo, y
nos reíamos porque algunas cosas sabían en verdad fatal, y yo te
retaba a que las probaras, así perdí 5mil porque probaras una hoja
que a mi paladar, sabía terrible, resultó que a ti te gustaba y se
llamaba pesto, sabía a rosas podridas, realmente desagradable,
después probamos postres y también estaban horribles,
finalmente concluimos que no podíamos ser vegetarianas, porque
a mí no me gustan los portobello y a ti el tofu.

Realmente divertida y sumamente hermosa me sentó tu


compañía, pero yo sabía de la carta que llevaba en mi abrigo, y
que después sería un bonito final, todo iba perfectamente con lo

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acordado, yo iba pensando cómo decirte que me abrazaras por
última vez, bajando por la 7ma, ahí dijiste que hacía mucho no
pasabas una tarde tan tranquila y era cierto, la ciudad estaba en
silencio, no había mucho sol y tampoco mucho frío, todo
perfectamente armónico con nosotras, y al llegar a la estación,
hice exactamente lo que pensaba, te pedí que me abrazaras como
si nunca me volvieras a ver en tu vida, te dio risa y me dijiste que
no dijera cosas tontas, después me enredé en tus brazos
sofocando mi cuello, y puse mis manos en ti, hasta que quedaron
atrapadas en tu cintura, y fue ahí, en ese momento, que no quise
perder otra vez, llamarte mi amiga o como sea, pero no quiero
tener que ver que me desconozcas y voltees los ojos cuando se
posen en los míos, no quiero perder tus manos, el privilegio de
perder contra ti, de tus brazos, te escuchar tu sonrisa, de poder
almorzar contigo, de escuchar tus historias incompletas, de
verdad no quise perderte.

Me pediste que no me desviara a los bares, que no bebiera porque


es viernes y yo muy joven, dije que estaba bien, y tus últimas
palabras fueron que te avisara cuando llegara a casa, ¿por qué?
Desde cuando a Margaret Rose le importa si yo llego a casa
entera o vuelta mierda, o si acaso llego, nada, a ella no le importa
nada, ni nadie, pero se estaba preocupando por mí. Corrí hasta la
oficina de correos y mientras hacía la fila, salí corriendo, hoy no
quería dejar de pertenecerte, pero ese fue mi error.

Seguías hablando conmigo durante todo el fin de semana, como


cual psicópata que se mantiene en contacto con sus víctimas antes

26
y/o después de atacarlas, pues Margaret Rose tú sabes de qué está
hecho este corazón, de heridas, cicatrices, comida china,
vegetariana, italiana y zapatos caros, de cerveza tibia roja, de
ciudades calientes, de poemas anónimos, de despedidas cortas y
olvidos largos, de jugo de mango, cigarrillos mentolados, gatos
peludos y sombreros de ala ancha, y especialmente, mi corazón
está hecho de cada letra de tu nombre, de cada gota de sudor que
baja por tu frente y cada raspón que hace tu huella en mi mano,
me encanta, me encanta el dolor y sentir como abres mi corazón
con la finura de una hoja de papel y el dolor de una hacha sin filo,
acaba conmigo, te lo he dicho tantas veces, como un ave
suplicando a la escopeta que le tire de una vez por todas, porque a
esta ave le encantan las balas y más cuando quién está detrás del
gatillo lleva un sol en la cara, uno muy brillante y hermoso, uno
que hace florecer a cualquier flor por más marchita que esté,
como mis ganas de amar que tú sonrisa reanimó.

Margaret, hoy me duele el corazón de una manera descomunal,


me duele cada pequeña parte del alma, tengo ansiedad, frío e
insomnio y también ganas de vomitar. Ayer me drogué en tu
honor, y admito que funcionó bien hasta que me volví a tropezar
contigo, tan bella, perfecta y serena, me saludaste y me
preguntaste qué me pasaba, me abrazaste y me calentaste las
manos con las tuyas, yo por mi parte, me limité a darte un beso en
la mejilla derecha y a soñar con tu labial rojo y admito que fue
tan bonito que hasta cierto punto, creí que todo había sido un
sueño, pero después te vi de nuevo. Estabas con Alexia, yo te vi
estar hechizada en sus ojos, vi en tu rostro el deseo de besarla y

27
también vi cómo ella te evadió y te dio un beso en la frente,
llegué en medio de la acción y dijiste que ibas para tu casa, yo te
dije que yo también me iba, y Alexia dijo que entonces yo te
podía acompañar, me miraste odiándome, pues te querías ir con
ella, te pegaste a sus brazos y no la querías soltar, ella te miró con
risa y se fue por un café, salimos tú y yo del edificio, y en la
puerta me dijiste que no querías compañía, te pregunté si estabas
bien, y me hiciste un ademán y entendí que no eras tú, era mi
presencia la que no querías, traté de abrazarte pero te rehusaste y
solo te quedaste tiesa viendo como yo te decía que no estuvieras
triste, después me pediste que tomara otro camino a casa para no
tropezar conmigo. La amargura me invadió profundamente, y
aunque por el efecto de las drogas no pude sentir dolor en el
pecho por unos cuantos minutos, al pasarse el efecto en medio de
la noche, el dolor se hizo insoportable, y todos los males que
estaba ignorando, me golpearon con fuerza aturdidora justo en
medio del corazón, el frío subía por mi columna vertebral, la
ansiedad estaba quemando mis manos y la tristeza, esa me estaba
triturando el alma.

No pude llorar, pero si te mandé un mensaje pidiendo perdón y


recordando que yo te deseaba toda la felicidad del mundo, me
dijiste que no era mi culpa, que todo bien, que era hermoso lo que
yo te deseaba y que en verdad te ayudó, pero eso no calma al
océano de miseria que vive dentro de mis costillas, no me ayuda,
y la última vez que vi el reloj, eran las 11.35pm y ahora veo que
son las 5.40am, espero que hayas dormido bien, no como yo, que
seas feliz no como yo, que hayas amado profundamente no como

28
yo, que hayas descansado el viernes agotador no como yo, que en
la noche un sueño te haya hecho sonreír no como yo, que
encuentres tranquilidad no como yo, que solo encuentro agonía y
dolor.

La carta no te ha llegado, andará en algún lugar de la oficina de


correos, pero como deseé que la tuvieras en tus manos en ese
momento, para que de una vez por todas me rompieras el corazón
para yo poder recuperarlo de tus manos y reconstruirlo, porque
sabes Margaret, tu no mereces mi corazón, tal vez el de Alexia o
alguien aún mejor que yo sí, pero el mío no, es momento de
dejarte ir mientras la carta llega a tu puerta, me distraeré con las
palomas del parque Nacional y discos viejos y nostálgicos, me
perderé en el olvido frío y silencioso de quien perdió la batalla
contra el amor, esperaré mi condena en la milla verde mientras tú
buscas el arma para disparar directo a mi frente, y mi cabeza
quiere explotar, mis ojos quieren explotar, algo de mí quiere
morir por tus manos, y ya estoy harta de esperar, de pegarme a
esos recuerdos borrosos y bellos del pasado en el que me quisiste
alguna vez, pero ya no está, no están las promesas, ni las sonrisas
ni las palabras tiernas, quedé yo, yo sin ti, sin tu olor ni tus
lunares en el cuello.

Por otro lado, eliminé tu número de mi lista de contactos, para


evitar la tentación de hablarte, buscarte o rogarte, y la mañana
arrancó terrible, casi no pude desayunar y tenía síntomas de
resfriado sin estar resfriada, tenía sensación de extrañar sus besos
sin haberlos probado, tenía ganas de llorar sin tener motivos, y

29
me tiré en la cama a tratar de dormir pero el sueño es un regalo
que no puede vivir junto a la tristeza y decepción que me estaba
ahogando en esa sucia mañana de abril.

Al despertar, tomé mi libreta y anoté la carta más honesta y


sincera, y al fin, solo ahí pude llorarte, y lloré amargamente por
varias horas hasta que las babas y las lágrimas se fundieron bajo
mi cara y sobre el piso, y pensé que esto es sumamente asqueroso
y desagradable, pero no fue por eso por lo que me puse en pie,
fue porque algo dentro de mí ya no estaba roto, y eso me alivió,
digo, el vacío estaba pero las ruinas, los pedazos filosos y
punzantes ya no estaban ahí, algo en realidad cambió esa mañana,
ya no quise llorar nunca más por nadie, y me propuse dejar de
sufrir y ser feliz, el plan ha cambiado un poco y ahora esa carta
no llegará sola, porque ese poema tiene un hermano que también
debes conocer, para entender mi forma de actuar.

Pero mientras tanto, mi corazón se esforzará por decirte adiós y


en mi garganta pelearé contra el deseo de amarte, porque aun
cuando el amor sea el deseo profundo de otorgar felicidad a otra
boca y a otro ser, yo me fui más allá, y ahora debo volver, porque
no quiero drogarme, ni infectarme con nicotina, cerveza y cafeína
para ignorar el dolor, pero no cualquier dolor, sino aquel que
proviene después de amar a quien jamás mereció una sola mirada,
quiero pensar otro escenario, uno donde yo no estuviera en ese
restaurante chino, donde yo estuviera fumando marihuana en el
parque Nacional con las palomas grises junto a la universidad,
donde me hubiera quedado dormida y el sol quemara mi cara

30
hasta las 3pm, y después sin nada que hacer, hubiera vuelto a mi
casa repasando cada paso que di por la ciudad, pero no fue así,
tuve que estar allí para que tus ojos castaños me quemaran en
alma, o si tal vez ese día yo no te hubiera acompañado a la casa,
si no hubiera fumado ese cigarrillo, si aquel museo estuviera
cerrado, todo había sido distinto, yo no estaría sufriendo ahora
por perseguir la ilusión pasajera y desconocida de un pasado
borroso y borracho que jamás existió ni debió ser, no habría
compuesto aquella canción y ese poema jamás había tenido
necesidad de ver la luz, mis ojos seguirían secos y sin hinchazón,
mi espalda no dolería y el baño del bar nunca habría conocido
mis ojos llorosos y cansados por el insomnio y la locura del
alcohol.

Pero sabes algo Margaret, a veces, cuando dan las 6:00pm pienso
en ti, y no te odio, nunca siento haberlo hecho, pero simplemente
desaparece el dolor, porque recuerdo tus ojos café en tu pálida
piel llena de lunares y recuerdo la forma de tus manos con una
exactitud asombrosa, a veces recuerdo tu nombre y me pierdo
repasando aquellas fantasías infantiles e inocentes que creé
cuando estaba tan cerca tuyo que podía contemplar cada uno de
tus pecados, juro que podía escuchar tus pensamientos y
hablábamos así, sin decir nada, solamente en silencio y con un
café sobre la mesa de madera fría y oscura en la que apoyabas los
pies, yo nunca quise ser tuya, o más bien jamás quise que tú
fueras mía, nada de eso, quería algo simple y complejo, quería un
tú y yo con sabor a olvido y efímera ocasión, no quería una vida
contigo, quería mi vida junto a la tuya, ser tan distintas y

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homogéneas que alcanzara para ser dos vidas diferentes y al
mismo tiempo una sola, eso quería, tu nombre junto al mío, así,
sin más que palabras susceptibles al viento y al mareo del olvido,
que todos no pudieran encontrar palabras para describirlo, a
nuestro amor, a nuestra tregua que se hundiría entre la amistad y
la lujuria, entre el terror y la poesía, entre lo amargo y lo dulce,
entre lo real y lo ficticio. Y al vernos, podrían decir que allí hay
algo, entre el tú y yo, un algo que no es algo, un algo que lo es
todo y no deja de ser nada, un algo amorfo y concreto, un algo tan
contradictorio como obvio y coherente, en fin, algo, porque ese
algo fue lo que me mantuvo pensándote tantas noches, me
mantuvo despierta a la madrugada y dormida en la mañana, fue
eso que no se puede describir lo que hizo a mi corazón latir tan
fuerte que me dejó un profundo dolor en el pecho, y a mis ojos
perderse entre los bultos negros bajo las pestañas, siempre fuiste
ese algo que no era nada pero para mí significaba todo, y no
hablo en pasado porque ya se fue esa sensación de que ese algo
tomó una parte importante de mí, hablo en pasado porque ese
algo no tiene cabida en el presente y menos en el futuro, aunque
sigue aquí es un recuerdo anacrónico pero no obsoleto que me
acompaña cada día, me sigue y me tortura, me acosa y finalmente
cuando me acorrala, me bota a la cama a pensar si acaso una
palabra como "adiós" o "quédate" o dos, como "te amo" o "te
extraño" o tres como "te esperaré aquí" o "jamás te olvidaré" o un
"por favor vete" habrían podido hacer la diferencia entre lo que
fue y lo que es hoy un doloroso anacronismo, y no importa
cuántas veces repita en este mismo párrafo la palabra "algo", pues
admito que incluso en el corazón, es un error no solo incómodo

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sino desagradable al leerlo, al tratar de entender por qué por más
que repita esa misma palabra no soy capaz de por fin darle un
sentido, lo más cercano a la definición de ese concepto
transparente y fantasmal que rechina por mis huesos es el tú y yo
del mismo cielo y el horizonte, tu cielo y yo horizonte, cortando
el mundo en dos perspectivas, lo mundano y lo divino, lo trivial y
lo prohibido, lo concreto y lo desconocido, así, lo muerto y lo
vivo.

Para explicar con más detalle, si bien la vida de Margaret Rose es


llena de tragedias y regalos, la mía no deja de ser lo mismo pero
opuesto, vale la pena entonces remarcar el quién soy yo, y por
qué está historia desde el comienzo estuvo sellada con que yo
perdiera:

Mi nombre es Amelia Aponte, nacida en enero bajo el astro de


Capricornio, clase media, siempre atrapada en la comodidad de
los suburbios, justo en medio de la miseria y la abundancia, a
veces curiosamente viviendo una mezcla de las dos. Mi infancia
fue normal, y todo lo posterior a esta también, la poesía me
encontró a la edad de trece años, justo cuando lo hizo el amor. La
música fue mi más grande sueño y mi primer amor, a la edad de
siete años mis manos conocieron la guitarra y solo hasta los doce
puedo decir con certeza ser una guitarrista, no obstante, todo eso
es banal, lo que importa aquí es que a la edad de
aproximadamente 14 años, después de un historial de
intermitencia entre la compañía y la soledad, decidí cambiar y
nunca volver a estar sola, sin compañía sí, pero no sola, me dejé

33
ver la cara un par de veces y la gente se aprovechó de mi buena
voluntad para quebrarme, pero jamás les di o daré el gusto de
acabar conmigo o hacerme sentir menos o más, siempre sería yo,
con toda capacidad de disfrutar la soledad y la compañía, la
amistad y la hipocresía, todo, lo bueno y lo malo. Desde eso, mi
vida es una cuerda floja entre egocentrismo y autoestima, entre
confianza y habladuría, un constante narcisismo ególatra que se la
disputa entre la bondad y la lástima, lo cierto es que dejé el temor,
y el miedo no volvió a ser parte de mi vocabulario, ya cada amor
o desamor que vino después de ese momento básicamente fue un
juego que mi exceso de seguridad siempre pretendió ganar o
empatar, siempre, hasta que me tropecé con unos ojos que
lograron volver a sacar de mi la fragilidad y la inseguridad de los
años anteriores, si, Margaret Rose, la única capaz de traer ese
pasado que, una vez más, resulta un anacronismo. Como sea, hay
algo que debo dejar claro antes de seguir, mi lógica de la
fragilidad y el narcisismo no es una cuestión de crear un escudo o
un escondite, y menos una máscara o un disfraz, no deseo negar
ni reprimir ninguna de mis dos partes, de hecho he logrado una
bella armonía entre las dos, la diferencia radica en el momento y
la persona apropiada, mi parte frágil y bondadosa es merecida por
una sola persona, una que yo sé que no va a dañar, y si daña
valdrá la pena y con todo el derecho a romper, atar y renacer, esa
persona soy yo. La otra parte, la que disfruta la algarabía, lo
trivial, lo erudito y los chistes, esa parte que no se calla y
socializa con una facilidad que es bastante admirable, esa es la
parte que le toca a el resto, porque es la parte que quieren, y no
por eso es menos o más importante que la otra, solo que esta es

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visible, y no porque quiera esconder o proteger mi otra parte, sino
que he creado una relación de intimidad con ella y no deseo
compartirla con nadie, ambas son buenas y les amo por igual, les
cuido por igual, les admiro por igual, pues la exclusividad no es
un carácter definitivo al establecer que es lo que importa y lo que
no.

Entonces, ya todo tiene sentido, el resentimiento por compartir


esa parte mía que solía ser exclusiva para mí contigo Margaret, y
peor es que la rompas en mi cara, ya has destrozado mis dos
lados, mi ego al lograr hacer que me quede callada y mi ternura al
tirarla al piso, mi esperanza cuando la convertiste en un adiós, mi
amor cuando lo condenaste al silencio casi eterno, mi poesía
cuando tiraste al fuego esa carta que te escribí, mi música cuando
te negaste a escuchar esa canción que describía mi sentimiento,
mis sueños cuando me dijiste que debía buscar más peces en el
agua, mi sonrisa cuando me odiaste porque Alexia se negó a
acompañarte, mi felicidad cuando lloraste diciendo que no
podrías jamás dejar de amarla, mi ilusión cuando te vi tratar de
besarla, mi buen humor cuando pediste que me fuera porque te
estorbaba, mi bondad cuando no apareciste en el museo después
de 4h ese martes gris, mi paciencia cuando aseguraste que yo te
importaba y nunca me buscaste, mi amistad cuando esquivaste
mis brazos en esa despedida frente al autobús, mi vida, Margaret,
destrozaste mi vida cuando nunca preguntaste por mi después que
me prometiste que nada iba a cambiar entre las dos. Pero no todo
es tan malo, ¿Sabes por qué? Porque también has sabido
componer mis días terribles cuando sonreías y me pedías que me

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calmara, mis tardes cuando terminaba tu mano en mi brazo, mis
noches cuando me contabas tu vida hasta la madrugada, mis
lágrimas cuando acariciabas mis manos y decías que todo estaría
bien, mis horas cuando hacías detener el tiempo en una mirada,
mi ira cuando me golpeabas las piernas y te reías de mi mueca
enojada, mi tristeza cuando preguntabas si quería llorar y me
ofrecías tu hombro para hacerlo, mi destino, Margaret,
compusiste mi destino.

Pero hay algo en esta historia que falta, es el preciso momento en


que todas esas ilusiones se desplomaron por vez primera, ese
momento de lunes a las 9am que si bien he tratado con
trivialidad, es el origen de todo esto, del comienzo del final de
nuestro tú y yo que casi fue, pero no pudo ser, contarlo desde mi
perspectiva no sería justo, porque yo Amelia Aponte no podría
admitir que perdí, por eso haré de cuenta que el cielo la cuenta,
sin mí, con otros ojos, sin ella:

Hoy quedaron, a las 9am en la cafetería, ella (Amelia) le va a


entregar la pulsera que con tanto misterio le compró, ella espera
que esta vez entienda que solo desea darle su corazón, que
simplemente quiere hacerla feliz para toda la vida nada más, que
desea limpiar las lágrimas de su rostro con su mano y que,
aunque sus brazos son débiles y cortos quiere sostenerle entre un
abrazo magnífico que le devuelva el aliento cuando ya no pueda
seguir.

Pero su amada (Margaret) está mal, tiene problemas, no puede


dormir en la noche, no puede soñar en las madrugadas y sus ojos

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cansados y apagados no tienen la luz suficiente para notar que
hay alguien frente a su mesa, que está dispuesta a darle todo, todo
lo que necesita para seguir, para ser fuerte. Ella no cree en el
amor, y su edad ha avanzado sin hacer cambio en su forma de
pensar, sigue creyendo que todos quieren hacerle daño y
desconfía del mínimo gesto de amor y cariño.

Triste es que el destino unió a una enamorada apasionada, que


cree más en el amor que en el filamento del cielo, con un corazón
roto y hecho un nudo de palabras sin decir y tristezas acumuladas,
sin nada más que el deseo de un solo cuerpo de conquistar el
pensamiento del otro, sigue perdida, perdida en el olvido,
mientras su amante romántica trata de hacerle ver que le daría su
vida sin pensarlo, abre los ojos de una vez corazón marchitado, y
date cuenta que alguien puede amar tus pecados.

El corazón se le va a salir, su pecho es golpeado con fuerza cada


vez que el segundero del reloj avanza, quiere ver a su amada,
pero tiene miedo de que arruine el momento, tiene miedo, miedo
de descubrir que han tomado caminos diferentes, miedo porque
quizá ellas no son almas gemelas, porque aunque sus manos se
sienten cómodas entre sus dedos pálidos, tal vez no es lo correcto.

Al diablo con eso, el amor nunca es lo correcto, nunca hay una


historia perfecta, funciona al revés, el amor atrae gente que no
combina, signos del zodiaco que son imposibles de juntar. Esas
son las historias favoritas del amor, las que duelen, las que
apasionan, las que desgastan, las que te dejan un hueco enorme
en el corazón, esas donde solo uno puede ganar. El amor es un

37
sádico, un asesino serial que tiene fetiche con los poetas, que le
entrega una espada a uno y al otro una pluma, y presume que está
siendo justo.

No, el amor no es justo, todo lo contrario pesa con una balanza


manipulada, pero también es hermoso, te da una ilusión, una
respuesta, te da esperanza cuando ya te vas al suelo, te hace sentir
que le perteneces a alguien, te hace cantar, soñar, silbar, coger,
sentir, te hace saber que estás vivo.

Si no amas, mejor no respires, porque seguro estás muerto,


seguro andas mal de la cabeza y eres un ser humano despreciable,
si no eres capaz de sentir, tírate a un abismo porque seguro eres
un muerto viviente, mejor sé un muerto bien muerto, y no
obstruyas el camino de los enamorados, no hagas tropezar a las
almas soñadoras que caminan por la vida, cumpliendo la condena
que Zeus le otorgó a los hombres, buscando su otra mitad
desesperadamente. El amor es la virtud y el defecto más grande
de la raza humana.

Siguiendo con esta historia, la joven enamorada se encontró con


una noticia insólita, era inesperado, pues decidió callar sus
sentimientos, y fue una sabia decisión, una que solo tomaría
alguien que de verdad ama, porque el amor es paciente, y eso le
sobró en ese momento, no paciencia, ¡amor! ¡Amor! Pues supo
que debía decirle aquello que no quería, ofrecerle una amistad
sincera porque el amor se había equivocado de puerta y de
personas, prometió escribirle cada día, cada mañana, antes que el
sol saliera, antes que los secretos de la ciudad sean revelados con

38
la llegada del amanecer. Prometió también que no le importaba si
de repente llegaba alguien más a su vida, porque eso hacen los
amigos, y ahora eso eran.

Tomó su mano, afrontando la sensación de despedida que se


incrustaba en la boca del estómago y le hizo prometer que no la
olvidaría nunca, esta pobre enamorada apasionada y abandonada,
se estaba despidiendo, porque aun cuando su amor no lo hacía,
ella sabía que era lo correcto, no cruzarse de nuevo, salvo por las
cartas y los mensajes mañaneros, se alejaría, por su propio bien,
por el bien de todos, y mientras las horas pasan y el sol se
esconde, la tristeza invade más su salvaje corazón, y lo detiene, lo
detiene porque el amor ha huido de esta ronda, lo detiene porque
sus piernas se quedaron inmóviles con aquellas palabras de adiós
definitivo, porque le dolía la espalda y el corazón de cargar
ilusiones imposibles.

Y así se acabó ese día, con el corazón roto y una extraña


sensación de luto en su pecho, y cuando durmió, la amante loca
rota y abandonada, soñaba con sus peores miedos, a las alturas, a
la velocidad, a las situaciones incoherentes y todo lo que es capaz
de matar un alma. Y despertó peor, despertó hecha trizas, entre
ansiedad y cansancio profundo se puso de pie para empezar con
la rutina, y lo primero que hizo, incluso antes de abrir los ojos,
fue darle un saludo de buenos días a su difunta amada, no está
muerta, de hecho está más viva que la pobre protagonista de esta
historia, pero así sentía ella su interior cada vez que la pensaba, se
sentía como si no la volvería a ver nunca, por más que su amante
juró no irse jamás.

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Y su mirada tiesa y despedazada solo escondía, y no muy
hábilmente, las ganas de salir corriendo y encontrar una vez más
esos ojos cafés que tanto le enloquecían, acariciar esas manos
frías y suaves que sabían alterar los más profundos sentidos de su
cuerpo. Pero no obtuvo respuesta de ella, solo silencio, el cual
trató de llenar con música triste y gris, mientras buscaba la
manera de recuperar su energía. Y aunque durmió temprano y 8
horas saludables había algo que la tenía exhausta, y es que el día
anterior en cada abrazo y caricia, mientras trataba de consolar a
su amada, le daba poco a poco un pedazo de sí misma, y ahora no
tenía nada, tenía luto, tenía ansiedad, tenía tristeza y tenía
silencio, mucho silencio. “¿Acaso hice algo mal?” Se pregunta
todo el tiempo mientras relee la carta que le mandó en la mañana,
y nota que no dijo nada indecente, nada indebido, nada para
merecer ser torturada con la melodía muda de su respuesta.

Y ya llegó la noche con una tormenta en sus brazos, y así mismo


se fue dejando la madrugada despejada, mojada, fría y serena, ese
es el peor clima para un corazón con heridas frescas. Pero sí que
es diferente cómo reacciona está vez nuestra enamorada, tal vez
ya se acostumbró a las despedidas y las decepciones, ahora sabe
decir adiós sin huir, pero hasta cuándo la vida creerá que es
suficiente enseñarle a decir adiós, y le mostrará el camino hacia el
amor eterno.

Tal vez esa es la lección, que el amor no es eterno porque lo


ejercen los banales hombres mortales, las personas sí que saben
tergiversar hasta el más noble de los inventos. Pero bueno, su
corazón anda triste pero sereno, está en paz porque esta vez sabe

40
que hizo lo correcto, aceptó y sugirió descartar los sentimientos
propios por el bienestar de su amada, es una decisión absurda,
pero de eso se trata el amor.

Fue una linda despedida, de hecho, mejor que todas las veces que
se saludaron, fue una historia corta pero llena de lecciones nuevas
y otras ya bien conocidas, por ejemplo, ya sabe perfectamente
discernir entre el amor y el capricho, decir adiós no es nuevo,
extrañar tampoco. Pero sí que fue un cuento diferente, más
maduro, porque su edad también ha avanzado y ahora sabe que
dará lo mejor de sí en una próxima ocasión, una que si
corresponda, una con otra boca y otras manos.

Poetisa enamorada, deja ir ya esa ilusión, eso le grita entre


ventarrones el cielo, y esta vez ya lo entendió, pues claramente
quiere retirarse, quiere ser paciente, seguir con su vida, seguir
amando, soñando, plantando besos en sonrisas extrañas, porque
se acabó una historia, pero la vida no se acaba, y con cada golpe
de su corazón, sabe y ve claramente lo que desea, continuar su
eterna travesía buscando el amor escondido en los valles
silenciosos de las multitudes de espejismos inciertos, que dicen
ser amor pero no lo son.

Tiene paz, y esta noche si dormirá bien, porque meditó y se dio


cuenta que aun cuando terminó la historia, no hubo ningún error,
probablemente porque el tiempo no lo permitió, pero no hay
arrepentimiento, no calló al corazón, pensó con pasión e
inteligencia, que curiosamente son las virtudes más admirables de

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su difunta amada. Aprendió, pero ahora se vio a si misma hacer lo
correcto, hacer lo sensato, hacer lo necesario.

Años atrás, habría cometido errores, se habría dejado llevar por la


locura y habría escrito cien poemas para desahogar y agrandar su
herida, habría dejado de vivir, se quedaría atascada en la ilusión
efímera del quizá, pero esta vez es diferente, fue paciente y
conservó su cordura en una sola pieza. Está triste, es cierto, pero
no está vencida ni destruida, tiene miedo, pero no se ha detenido
para buscar el amor, tiene dolor, pero sabe que sobrevivirá con
éxito esta amarga embriagada.

Y recibió respuesta en la mañana siguiente, de la carta que abrió


la mañana el día anterior, no había excusa, había razones, la
mujer difunta había querido morir de verdad, y no precisamente
quitándose la vida, sino muriendo ante la posibilidad de que otras
personas la encontraran, no poder ser hallado es otra forma de
morir. Y ella tenía que morir, porque solo estando muerta podía
saber si estaba viva, y en efecto, después de comprobarlo, tendría
una charla un poco agitada con esa persona, que no era ella, era
su parte viva.

II

Y aunque la poetisa se resignó a su amada, por alguna extraña


razón, la presencia de la mujer difunta no se iba, llegaba la noche
y no se iba, salía el sol, y aún en esa hora perfecta entre la tarde y
la noche, no se iba, perecía que la llevaba pegada a su mente
como un tatuaje mal hecho. Maldecía entonces la poetisa su

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ingenuidad, su incapacidad de olvidar y dejar de lado aquella
ilusión que ya era obvio que no pasaría, y aunque tenía toda la
determinación de seguir con su vida y tomar sus virtudes en una
maleta en busca de un camino mejor, algo la mantenía pensando
y pensando en los posibles finales o inicios de aquella historia
que nunca habrá de ser escrita.

Tal vez no es la mujer, es el sentimiento que le trae el simbolismo


de su piel pálida, porque ella no quiere más que a la chica que ha
soñado, que aunque tiene el mismo rostro de su amada, en
realidad no es ella, quiere a alguien más, pues la pobre joven
fallecida es imperfecta y un tanto ciega, un tanto egoísta y un
tanto perversa, y la poetisa no puede soportarlo. Probablemente
se quedará sola en la vida, pero en esta noche el fantasma borroso
de un recuerdo utópico le acosa, y le busca en sus más
insignificantes pensamientos.

De repente, la vida parece querer mostrarle a la joven escritora


que se equivoca al creer que huir de esa ilusión llamada amor es
fácil, y sumando a los asceta que quiere hacer su vida, saber que
es incapaz de superar, le atormenta, porque no puede estar sola,
porque no puede pensar en la filosofía real, porque no puede
cantar un verso del Corán sin que se cruce el rostro delicado e
imperfecto de su amada, porque en ese camino ya no podrá verse
solo a sí misma, y en ese sentido, no hay nada más egoísta que
pensar solamente en los demás.

No hay nada peor que no ser correspondida para esta pobre


enamorada, que hoy de nuevo cruzó mirada con su bella amada, y

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bueno, de hecho si hay algo peor, pues la poeta notó
instantáneamente como el boceto que la ingenuidad y el amor
habían hecho de su difunta se empezaba a desdibujar. Hubo un
abrazo perdido, y una intención de querer desperdiciada, la
poetisa no quiere más, porque ya en esa piel resplandeciente no
hay poesía, no hay música ni magia. Y lo que le molesta, es saber
que ni así deja ella de quererla, de pensarla y escribirla.

"Que estupidez" se levantó pensando la poetisa, cuando al abrir


los ojos, revisó con afán su correo para ver si había respuesta de
ella, la parte tonta es que la última carta la envió su amada y
nadie, salvo que le falte un tornillo o dignidad, envía dos cartas
de seguido sin que el otro responda. Y es más estúpido todavía
pensar que siempre ella enviaba la primera carta, y que no se
quiere cargar la responsabilidad de ser también la última.

¿Por qué ser el principio y el final? Si todo empezó con la mirada


de su amada, clavándose justo en ese lugar entre la garganta y el
corazón, ese donde el whisky te quema y la cerveza te amarga,
ese donde habita la poesía y el café, ese donde el olvido no existe
y todo permanece atemporalmente. La pobre enamorada no
entiende por qué sigue pensando en ella, aun cuando ya es cruda
y cruelmente realista sobre el futuro, el que es, es que será, ese
donde el amor entre esas dos almas soñadoras no se pueden
encontrar, sin saber se pregunta por qué su corazón se está
rehusando a obedecer, bueno, no es algo que le sorprenda, pues
su corazón siempre ha sido un poco rebelde, un poco ebrio, un
poco tonto, un poco roto. La diferencia, básicamente esta vez sí
está totalmente de acuerdo con que seguir no vale la pena, y

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siendo consciente de eso, no se explica por qué un lado de ella
insiste en mantener la espera.

Que imbécil es la pobre poetisa enamorada, está sentada en una


plaza fingiendo interesarse en las conversaciones banales de los
otros, mientras en realidad solo espera el preciso instante en el
cual su amada difunta resucite de entre los muertos, y cruce esa
puerta. Han pasado ya dos horas desde que, atentamente y sin
parpadear, contempla con ansiedad la madera de esa siempre
abierta puerta enorme. Aterrizando un poco en la realidad,
escuchó un susurro a su oído derecho, parece que ella se tardará
en llegar, pues tiene que conversar con un familiar, la poetisa
tomando sus emociones y esperanzas, se ha retirado con un buen
amigo a almorzar, pues al menos puede decidir no matar de
hambre su cuerpo, a diferencia de su corazón, que famélico
muere con cada segundo.

La conversación iba genial, estaba hablando con su amigo y ya,


por un momento con la buena compañía, había olvidado la
poetisa el hambre que sentía en su interior. Porque lo sentía, tenía
hambre de ella, de sus caricias, de sus manos, de sus abrazos, de
su voz, de su olor, incluso hambre de sus problemas y sus ojos
viendo a otras personas. Al final, después de un par de minutos,
increíblemente la enamorada pudo olvidar, así es, no tiene en su
mente dibujada la silueta eterna de su torturadora delicada y
bella. Que extraña se siente la libertad para ella, de hecho está tan
libre, que solo quiere mirar por la ventana y observar el cielo
azul, fue ahí en ese mismo instante, cuando un cuerpo conocido

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atravesó su mirada, era ella, no había duda alguna, su difunta
amada.

Su corazón no se detuvo, simplemente se aceleró de una manera


descomunal, su pecho parecía un grupo de estrellas extasiadas
parpadeando en la inmensidad eterna y efímera de la noche, pero
ahora se pregunta qué debe hacer, sabe bien lo que debe hacer,
verla a la distancia y tomar un suspiro que le alcance para hacerle
entender a su corazón que no debe salir corriendo al verla. Pero
antes de seguir, no vale la pena esta historia sin describir
incansablemente en momento en que la difunta aparece:

El tiempo se detiene, como un presagio de que algo grande se


aproxima, una sombra pequeña y fuerte invade el piso, al mismo
tiempo que el corazón de la joven escritora, el piso tiembla y el
viento sopla con fervor, de repente un delicado pero brutal paso
hace temblar el universo, y así, en medio de un caos infinito
aparece ella, así es, un espantó de piel blanca y perfecta, entra
caminando con una gracia inigualable, sacude sus caderas y
hombros con si formara parte del show del mejor de los desfiles
de moda en New York, y su ropa, ¿Alguien tiene mejor gusto que
ella? Por favor, parece que hubo una guerra celestial entre el bien
y el mal para vestirla, trae ropa oscura, roja y reveladora que
calza perfecto con su figura estilizada y perfecta.

Y no es la ropa, es su actitud, hoy parece que quiere comerse al


mundo, quiere luchar contra un mar violento y ganar la guerra,
luce fuerte, serena y hermosa, la combinación perfecta para
enloquecer un corazón. Motivada por su amigo, decide que debe

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saludar, y será algo casual, nada fuera de lo ordinario, pensaba
ella. Lo cierto es que se aventó a sus brazos como si no hubiera
mañana, y sin importar los espectadores, ella la tuvo entre sus
brazos, la difunta, viendo lo que sucedía, detuvo aquello que
estaba haciendo y mirándola le dijo que hablarían después, lo dijo
con amor, y poco a poco con ganas de no soltarse nunca, las
manos de ambas se deslizaban queriendo aferrarse, y en ese
momento cuando las puntas de los dedos se dejan de tocar, sonó
un sutil gruñido, era el corazón de la poetisa rompiéndose en
miles de pedacitos. Su amada le tiro un par de besos y siguió su
camino, y la escritora perdió totalmente su cordura.

Aunque suena hermoso, no lo es, hace días ya que la poetisa


prometió no caer en los pies de ella, ya se había hecho a la idea
de no tocarla ni verla como algo más que una amiga lejana, si,
ella ya había tomado la decisión de entregar esta historia al
olvido, pues no es justo, no es justo que su corazón siempre sea
ingenuo, siempre pierda y se rompa, y ya con determinación y
madurez se había hecho a la idea de que buscaría un nuevo amor.
GRAN MENTIRA.

Algo le está pasando a la poetisa desde un jueves 9 de marzo, y


algo le está atormentado el 13 del mismo mes, registrado está en
su libreta el primer poema que le escribió, fechado con lápiz gris
dice "13 de febrero del 2017" el primer verso, la primera letra, la
primer vez que el papel atestiguó lo que el corazón sentía. De ahí
a hoy, mucho o todo ha cambiado, ya no hay inocencia, ya no hay
ilusión, en vez de eso, hay realidad, hay un golpe directo en el
corazón, no hay nada que se le parezca al amor.

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Y así empezó la mañana de esta joven escritora, un poco de
filosofía y café con el desayuno, una caminata casual entre las
calles sucias repletas de gente, una sonrisa sarcástica por un mal
chiste en la emisora local. Con el estómago lleno y el alma
repleta, dejó la cafetería en donde estaba y se echó a caminar por
un parque junto a la cafetería de la cuadra, le resulta bastante
familiar, y lo hace a propósito ¿Que es lo que buscas triste
poetisa? La anda buscando a ella, otra vez, sin voluntad y casi
que en modo automático, se le quedó la dignidad en el cuncho de
café que regó sobre la mesa.

Y toma asiento, decidida a clavar su mirada en esa mesa en el


rincón, esa donde su amada suele sentarse, con paciencia
inquebrantable observa atentamente también la puerta, esperando
que ella la cruce, fijando cuidadosamente sus ojos en el rostro de
cada mujer que pasa, buscando aquellos rasgos perfectos que le
quitan el sueño. Y así pasaron y pasaron las horas, y la verdad se
hizo evidente, ella no va a cruzar la puerta, ni va a quitarle la
soledad a esa fría mesa, no, no es coincidencia, lo que fue
coincidencia es el primer cruce de miradas, el último, y
especialmente cuando se evita, es una total decisión.

Que bien que lo hace ella, desaparecer como si de verdad fuera


un fantasma, parece especialista en el arte de huir, y el problema
no es que ella hulla, el problema es que la joven enamorada la
busque, guarde la esperanza de volver a ver su rostro, malgaste
las horas en esperas largas y sin sentido, aún la lleve dentro como
parte de si, aun cuando no le ha visto en un buen tiempo.

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A veces siente que de verdad se despidió, que ese lunes pudo
ponerle final a la historia, que le dijo todo lo que debían decir,
que hizo todo lo que tenía que hacer, y de verdad fue así, pero al
corazón no le basta, quiere más, más dolor, más tristeza, más
rechazo, más su aroma, más sus manos, más sus ojos cansados,
más de ella, más sentimientos no correspondidos.

Cabizbaja y triste, la poetisa llora una canción, pueden ser los


efectos adversos del metabolismo, pero siente un cosquilleo
miserable en la boca del estómago, un temblor sutil en la palma
de sus manos, una humedad leve en lo blanco de sus ojos y un
silencio monstruoso en su libreta. Tanto esperara la poetisa a su
amada, que ya la está viendo en todos lados, en las caras
distantes, ve su forma de caminar en piernas ajenas, escucha su
voz en gargantas extrañas, siente su delicado toque en el vacío de
la ausencia de piel.

Vale la pena aclarar que ese adiós definitivo, se habrá de escribir


esta semana, pues faltan 6 días para el día fechado en el que la
bella joven que da insomnio a la poetisa haga un funeral oficial,
solo seis días, y además hoy se cumple un mes desde que le
escribió aquel primer poema, y es que tiene miedo de despedirse,
porque no sabe si hallará un amor como aquel depositado en esa
piel pálida con ojos cansados, la ansiedad solo aumenta y
aumenta con el paso de los minutos y la poetisa no deja de
imaginar encuentros ideales y fantásticos con ella. Quisiera tener
la habilidad de hablar con los muertos y decirle una vez más que
la quiere y rogarle que no la deje sola, porque en estos momentos
siente que no puede.

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III

Ayer, la difunta joven contactó a la poetisa y le propuso que


hablaran, pero nuestra protagonista sintió algo extraño en su
interior, le costaba mirarla a los ojos, le costaba mantener plana la
voz, quería llorar, quería reírse, quería abrazarla, quería salir
corriendo de ese restaurante, algo en su interior, ese día en
particular, faltaba, ahora la veía real, la veía como una persona y
no precisamente perfecta, podría ser un indicio de superación, la
primer huella del olvido.

Y después de esa, no hubo otra ocasión, ya no se siente igual, ya


no lleva ilusiones ni tristezas, se siente como el final, y siempre
existirá la pregunta de cómo habría sido todo si la poetisa le
hubiera contado a su amada lo que sentía. Ahora es oficial, ya
murió, murió para siempre, porque ni fantasía o amor dentro de
su corazón pueden mantener vivo el recuerdo de ella, por eso le
grita al viento su última carta.

Agradece tenerla en su memoria, porque ahora está marcada con


la etiqueta de un simple recuerdo, ella es ahora un suvenir y sus
ojos cafés y piel pálida celestial, ya no irradian ese brillo de
inocencia irresistible que enloquecía a su corazón. Poetisa
enamorada aprendiste una lección, y ahora sabe que si corazón
está vivo, que fue hermoso volver a soñar, y que lo más bello en
secreto y a la distancia es lo más puro y verdadero. No pudo ser,
y nunca será, pero lo poco que fue, la sensación de mariposas en
la panza, vale la pena, cada palabra, cada verso y cada dibujo,

50
esos lindos sueños que la difunta protagonizaba no volverán
jamás.

Y así, parece que este es el final, o tal vez no. No hubo fracaso ni
victoria, no buenos ni malos, ni tampoco historia, solo otro
cuento hermoso que valdrá la pena contar.

Pero, ¿qué pasa con esta historia que no se deja finalizar? si no es


por apariciones espontáneas, abrazos robados o llamadas
inesperadas, es en los sueños, donde el rostro pálido y delicado de
la mujer difunta persigue y acosa a la poetisa, dejándola incapaz
de olvidar, dejándola con ganas de quebrar sus promesas y su
voluntad para salir corriendo a buscarla, para escribirle otra carta,
esperando que ella algún día haga lo mismo, probablemente
cuando se entere de que hubo una escritora apasionada que le
encantaba su figura, se pregunte tal vez por qué no lo supo antes,
y le cause malestar saber que pudo suceder algo o simplemente le
dé igual.

De todos modos, algo dentro de la poetisa y encima del universo


no quiere acabar esta historia, la sigue y la sigue a veces de forma
inteligente, o de las formas más rebuscadas como los sueños o
saber que ella ha visto con curiosidad su poesía y música, ya
cansada, la noble escritora se pregunta qué debe hacer, buscarla o
dejarla perder. Ella cree en los sueños, le parecen importantes,
pero este sueño en particular no, porque no termina bien, al
principio la poetisa y su amada descubren que se quieren y
dándose la oportunidad, aparece un viejo amor de la joven
difunta, siendo está seducida por una retórica familiar y una

51
historia pasada, abandona a la poetisa, quien en medio del
desespero llora, pues es evidente que prefirió a alguien más.

La línea del tiempo de nuestra historia no es fácil de entender,


básicamente porque no es una línea sino más bien un círculo, no
importa quién o que cuente nuestra historia, Margaret y yo,
nuestra tragedia de amor no correspondido jamás lleva reloj, ni
calendario, ni siquiera recuerda lo que pasó en el episodio
anterior, y nada tiene sentido, nada aquí parece obedecer a algo
más que un ciclo redondo de sufrimiento y superación que parece
no tener final, se parece a la sobriedad y la embriaguez, una
precede a la otra en un eterno orden que acaba matando a quien
se meta entre estas dos, y yo ya voy varios kilómetros de esa vía
eterna e infinita de tropiezos con la misma piedra una y otra vez,
y cada golpe duele más o menos que el anterior, porque ni el
mismo sufrimiento ha sido un factor constante en todo esto, a
veces dolor a veces placer, nunca es posible saber con certeza
cual efecto causará tu piel, Margaret.

Son estos tus últimos versos, no quedará más nada que un


irremediable e inagotable deseo de partir, ahora sé que ya
recibiste mi carta, y aunque ya había pasado mucho tiempo desde
que la escribí, el corrientazo que me atravesó el cuerpo cuando lo
supe fue de una magnitud impresionante y fuerte. Y en principio
reinó tu silencio, no dijiste nada, y justo cuando ya estaba
acostumbrándome, rompiste el velo de la tarde con una frase,
"recibí tu carta" solo eso dijiste, "ahora sabes la verdad" te dije
manteniendo el mismo tono cortante tuyo, "no sé qué decir" me
dijo tu boca asombrada, "no tienes que decir nada" susurré en tu

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rostro, -Gracias, pero voy a ser clara con que lo que tú sientes yo
no lo correspondo. Ese fue tu último golpe, el knock out mortal,
me dejaste todo claro esta vez, algo que aunque yo ya sabía, no
supe manejar y el dolor me recorrió la espina dorsal de abajo
hacia arriba, sentí en dolor en mis manos también y en la
garganta un nudo de preguntas me hacía querer vomitar. No
obstante, a pesar de todo eso, también sentí alivio, sentí un peso
de palabras calladas dejando mi pecho y pude respirar con
tranquilidad, al fin yo era libre, ya no estabas tú y podría
finalmente cumplir con cerrar tu ciclo, te podría dejar atrás y
correr por el camino del olvido, si, el dolor era grande, pero la
libertad y el vacío de serlo valían la pena.

Por primera vez en mucho tiempo tuve paz mental, mi corazón


latía con normalidad y lo único que sentí fue sueño, pero no me
dormí sin antes hacerte saber que hice aquella carta por mí, para
dejar todo atrás y detener ese cariño que creció dentro de mí,
nunca contestaste, y la pesada noche que antes me atacaba, hoy
había hecho una tregua conmigo y al poner la cabeza sobre la
almohada, caí rendida al instante. Pero me la pasé en un continuo
soñar-despertar, varias veces en la noche me ocurrió que veía tu
rostro y despertaba con temor o simplemente con consternación,
en mis sueños mis amigos me decían que lo siguiera intentando,
mientras tú seguías como si nada, con nuestra extraña amistad y
yo aún sentía que me gustabas y que te amaba, pero no de la
misma forma de antes. “A poco ven y dímelo en la cara”, eso es
lo que pienso, y no sé, creo que ya es bastante claro que te vas y
me voy, tú detrás de Alexia y yo detrás del cielo oscuro lleno de

53
estrellas nuevas que contemplar. Lo curioso es que la carta se
tardó aproximadamente 20 días en llegar y de ahí a ayer han
pasado muchas cosas, me enamoraste y me fallaste varias veces y
toda mi esperanza, que de por sí ya era poca, se convirtió en un
adiós, un deseo de arrancarte de mi interior de una vez por todas,
de seguir adelante buscando nuevas bocas, nuevas historias y
nuevos cuerpos, porque en parte, yo ya estoy harta de ti y tus
cosas extrañas, de tus encuentros secretos con Alexia, de que me
cuentes tus erotismos con freggs o con quién diablos sea, ya estoy
harta de tu recuerdo, de no poder dormir por tu rostro y no siento
que el sufrimiento que tengo valga un poco la pena.

Quiero admirar la forma en que me dijiste las cosas, fuiste


cruelmente honesta, fría y cínica, me encantó, de verdad, te daría
un premio a la mejor respuesta, sentí tu fallido intento de suavizar
tus palabras y con toda la intención no quisiste omitir detalles, ni
te escondiste detrás de un por qué o un te quiero, nada de eso,
ayer tenías que matar sin compasión y así lo hiciste, sin
remordimiento, no tuviste misericordia alguna, ni una huella de
humanidad. Me gusta la honestidad aunque duela, porque es
mejor así, y tú lo fuiste, creo que eso es precisamente lo que me
gusta de ti, tuve el privilegio de morir a mano armada con tus
dedos en el gatillo, ¿qué más puedo pedir? Una víctimas más de
Margaret Rose soy, y yo que me alegro y me enorgullezco de
semejante acto, salí viva y de paso te clavé un poco mi cuchillo,
creo que ahora estamos a mano, y está vez no perdí, tu si, y
después el tiempo se encargará de mostrar si lo que hicimos fue o

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no un error, nueva historia en la biblioteca del corazón son ahora
tus besos, suerte que ya casi nadie lee.

Pero fue difícil, bueno, es difícil olvidarte, en especial porque


cada noche que cierro los ojos, veo tu rostro ahí en cualquier
parte, incluso si no tiene sentido tu cara tiene que aparecer de
alguna manera, así sea la más improvisada de todas, lo peor es
que me gusta verte allí, mientras me olvidó definitivamente de ti,
llevarte en mis sueños es la prueba irrefutable de que te llevo en
mi interior, pero solo allí, por qué no puedo ni quiero, incluso
debo, verte en la vida real pues prefiero ver tu rostro cálido y
sereno en mis sueños que enfrentar tu mirada helada y sin alma
en la vida real, pero no importa, lo que importa aquí es que al
despertar me levanto aún más cansada y con sed, me cansa saber
que jamás podré estar contigo y me da sed de ti, de tu presencia
esquiva y tu boca roja. Si eras mi amiga, me pregunto por qué te
salió tan fácil ser cruel, no pensar en mis sentimientos ni hacer
gran esfuerzo por suavizarlo, nada, sencillamente me destrozaste
con una frase exacta y tal vez ni siquiera necesitaste pensar
demasiado, lo que me lleva a creer dos cosas, una muy evidente y
otra no tan explícita: la primera, que en realidad jamás fuiste mi
amiga y nuestra amistad no fue más que un chiste malo y una
ilusión dolorosa. La segunda, que simplemente no hubo que hacer
algún esfuerzo para que te salieran las palabras crueles,
básicamente porque en el fondo, o bueno, no tan fondo, tú eres
cruel, mala, desagradecida y ciega. Era yo quien hacía esfuerzo
para alegrar, era yo la luz que impartía buenos deseos, era yo la

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incondicional, fui yo la amiga, en fin, fui la rosa y tú el puñal, yo
el latido y tú la muerte, yo la luz y tú...la pura y viva oscuridad.

Anoche no me visitó tu fantasmal presencia en mis sueños, y es


bastante extraño no pensar todo el tiempo en ti, a veces siento que
no sé cómo ser libre, no me he podido acostumbrar a la paz que
produce no estar esperando una llamada o una respuesta tuya, ni
tampoco a no tener miedo de verte y sentir que todo el progreso
para olvidarte ya no valía nada, no lo sé, me siento feliz de ser yo
quien voluntariamente pueda traerte o no a mi mente, y por
última vez quiero preguntar si tú piensas en mí, por lo menos para
burlarte, o para pensar que fue bastante extraño, creo que
eventualmente me buscarás o yo te olvidaré, no creo que
Margaret Rose quiera ser olvidada, ese es el peor temor de
alguien como ella, el olvido, porque cuando ya no dueles ya no
estás vivo, y si ella no causa dolor o amor, la olvidarán todos los
caminos y su nombre no tendrá importancia alguna, ese será tu
castigo, y mi venganza.

Migajas de poesía

Y ya son las 5 de la tarde, nunca desperdicié un día de esta


manera, estoy sentada sobre el sofá viejo de mi casa observando

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con atención la ventana, y no es por nada menos que aguardar por
el mismísimo atardecer, y allí está, arriba de los techos grises y
solitarios de las casas del suburbio, parece una naranja, una
naranja enorme que está estancada en el cielo, y nos vigila desde
arriba, nos grita que estamos muy jodidos, que estamos
demasiado sobrios, que necesitamos algo de vodka barato
corriendo por nuestras venas, que nuestro corazón bombea
alcohol triste, que no somos más que latas viejas de licor que
viven la vida como si fuera un chiste, como si la muerte no
esperara por nosotros detrás de cada beso, detrás de cada caricia,
detrás de cada sonrisa desconocida, porque no sabemos vivir, y el
sol lo sabe, nos gastamos la vida viendo guerras por televisión,
revisando nuestros teléfonos cada minuto esperando que la
persona al otro lado de la pantalla también nos quiera, también
sueñe con nosotros, también rece por nosotros los domingos de
misa tradicional, pero somos sumamente infelices, pendientes de
la vida de todos, dejando que se escape la nuestra por las ranuras
de nuestros dedos, por eso vivir sobrio no vale la pena, porque el
licor sabe sacarnos de nuestra zona de confort, porque así
decimos lo que sentimos, cuando lo sentimos, y no tenemos
miedo, miedo del otro, miedo de lo que piensen los demás, miedo
de que nos miren con desagrado y se cambien de andén cada vez
que nos vean.

Somos eso, pequeños puntos bajo la mirada sabía del sol


anaranjado, puntos solitarios, puntos rotos, puntos que buscan
besos en todas las bocas y amor en cada muestra de cariño medio

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decente en el transporte público, eso es, el transporte público es
como otra dimensión.

Una vez conocí a una chica bastante curiosa en uno de esos, se


llamaba Laurel, si, como la especia de cocina que le echan a todo
en los restaurantes medio caros. Laurel me parecía bastante
especial, demasiado para mi gusto, así que nos acercamos y
quedamos en una cita en el centro comercial del barrio, nos
encontramos en un parque a las 4, yo no hice gran esfuerzo para
entretenerla, porque podía hablar sin problema por horas y horas,
ella llevaba ropa medio masculina y no me pareció ni un poco
atractiva, estaba untada de pintura y tenía anteojos, el problema
es que se veía demasiado normal, me parecía un tanto aburrida y
desabrida de apariencia, no me decía mucho sobre ella, así que
para matar las horas la invité a un restaurante muy bonito y un
tanto caro, y me tocó pagar la cuenta, ese fue el peor error de
todos, la puta cuenta. Nos sentamos allí y seguí hablando y
hablando, ella ya estaba un poco ebria y le di un postre para que
no se enloqueciera, tampoco iba a arriesgar mi vida con una
extraña, la gente normal es la más peligrosa, jugaba entonces el
equipo nacional en la televisión, y yo la verdad nunca he sido
muy amante del deporte, así que cada vez que la miraba al
celebrar un gol, entendía por qué yo no debí haber pagado la
cuenta, pero ya estábamos ahí, ni modo, y en realidad cada vez se
me hacía más fea, cuando fueron las 6 de la tarde, ella dijo que
tenía algo muy importante que hacer y que debía irse, yo quería
un beso en la boca, pero no obtuve más que un pequeño besito en
la esquina de mis labios, me quedé sentada viéndola irse, y

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cuando miré hacia abajo, vi que había dejado su nombre escrito
en el individual, fue una movida bastante bien hecha para una
persona tan esquizofrénicamente ordinaria como ella, tomé un
poco más de cerveza roja y cara, terminé mi postre en silencio y
mientras veía al resto de la ciudad celebrar el partido, yo llamé a
una amiga de confianza y pasé el resto de la noche con ella.

Al despertar en la mañana, fui a mi casa y vi lo que era el


verdadero encanto de Laurel, su forma de escribir, me mandó un
mensaje de texto bastante conmovedor diciendo que lamentaba
haberse ido tan pronto, pero que yo era de lo mejorcito que había
conocido últimamente, yo le dije que había sido un placer, obvio
estaba mintiendo, y ella siguió y siguió usando sus malditas
palabras en contra de mí, y logró hacerme presa de sus palabras.

En esa semana, viajé a la ciudad de donde es oriunda Margaret


Rose, una casualidad muy extraña de hecho, como sea, una
noche, Laurel quiso hablar conmigo y yo ya estaba un poco ebria,
en parte por la cerveza tibia y en parte por el clima cálido de esa
ciudad, la noche estaba heavy, bien pesada, y me estaba ahogando
por el sonido de las chicharras y el viento agitando las copas de
los árboles, estaba yo divagando en las calles desoladas de esa
ciudad extranjera, y al fin, con un poco de ayuda de unos cuantos
desconocidos amables terminé en el hotel, fue ahí cuando tomé
mi celular de entre mis pantalones y vi sus mensajes, era un poco
temprano o por lo menos para mí lo era, las 10:40 de la noche y
yo a punto de vomitar en el ascensor del edificio, se me revolvía
el estómago y el corazón en un solo hoyo negro justo en medio

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del pecho. Al fin terminé en la cama y no sé cómo, pero me puse
a conversar con Laurel, la conversación se puso interesante, un
poco sobre alienígenas y otro sobre ilumináis, puse a Paco de
Lucía a todo volumen en la habitación hasta que me dieron las 2
de la mañana, pegada a mi teléfono, como toda una perdedora, y
ya no estaba borracha, por primera vez en mucho tiempo, estar
sobria no me dolía y de hecho me gustaba, yo estaba entonces
bien, y hace rato que ya no lo estaba, pero estaba feliz y muy a
gusta con ella, Laurel, su forma de escribir, su voz, su
respiración, todo parecía ser bastante interesante.

Laurel, tienes los ojos oscuros como la noche que te conocí,


tienes la piel morena como la cerveza tibia de la ciudad caliente
en la que estaba, tu nombre, Laurel me sabes a una comida en el
mejor de los restaurantes de la ciudad, me sabes a una buena
canción de Paco de Lucía, me sabes a postre caro con cerveza, me
sabes a ilumináis, me sabes a alienígenas azules invadiendo
nuestro mundo, no sé quién te dio ese talento para manejar mi
corazón de esa manera, estoy vibrando al ritmo de tu cuerpo, y
me tienes despierta, me tienes viva, me tienes sonriendo, cuando
lo mío es la melancolía y la tristeza, me tienes fumando humo de
color, cigarrillos mentolados y tomando jugo de naranja, y estoy
aquí, desayunando y pinto tu nombre sobre la espuma dorada del
café caliente, y me pregunto qué haces, qué sueñas en las noches,
que te mantiene viva un lunes a las 9am, me pregunto si has
pensado igual que yo, en todas las cosas que te digo estando
borracha, y me pregunto qué hacen tus manos cuando no estás
hablando conmigo, Laurel, es de mala educación robarte un

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corazón que no te corresponde, es de mala educación hablar con
extraños en el transporte público, pero eso no te importa, porque
tú eres algo más, más que tú rostro peculiarmente poco
extraordinario, no sé qué me escondes tras esos lentes sobre tu
nariz, ya sabes quién soy, que escribo poemas y tengo pesadillas,
ya sabes que soy un desastre que me inyecto heroína azul en la
sien por la tarde a las 2, sabes que no me gusta dormir, que me
gusta la cerveza amarga, pero cariño, yo no sé nada de ti, sé tú
apellido, Laurel Ross, eso escribiste en el individual del
restaurante, pero no sé más, sé que no crees en el amor, que no
crees en Dios y que no te gustan las fresas con chocolate, pero tú
sabes el color de mi alma, tu sabes jugar conmigo, y ya ganaste
Laurel Ross, está vez no necesariamente peleaste y yo ya me
rindo, sin luchar, sin batallar contra tu piel morena y brillante,
ahora es cuando, dispara directo a mi corazón mientras puedas, o
si es que hallas algo ahí dentro de mi pecho, porque yo creo que
no hay nada, solo cerveza tibia y ciudades calientes, nada más.

Todo cambió cuando volví a Bogotá, la misma hermosa y cruel


ciudad que me recuerda lo miserable que soy, que soy una
escoria, que soy una pérdida de tiempo, que no hago más que
malgastar los días entre cigarrillo y café, mientras me acabo los
pulmones, el hígado y el corazón, y escribo y escribo, escribo
para las tardes azules, para los parques solitarios, para Margaret
Rose, para los perros de la calle, para las moscas en la basura,
para olvidarme que estoy sola, que estoy completamente
olvidada, que nadie espera por mí, que no tengo padres ni amigos,
que no tengo más que un par de pesos en los bolsillos y un

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encendedor, que doy lástima, que estoy inmersa en el frío de la
ciudad, que estoy tan sola como los charcos inundados de
petróleo colorido, que tengo un sepelio dentro del corazón, que ya
se me olvidó amar, que hace rato que nadie me dice cosas sucias
al oído, ni me miente diciendo que soy todo, que soy lo que ama,
que soy perfecta, que soy un ser maravilloso, no, ya mi piel no
recuerda las caricias, ya mis manos no están acostumbradas a
otros dedos, ya nada, ya solo tengo roto el tiempo de mi vida, ya
no sé cómo vivir sin licor, ya no veo televisión, ya no creo en
nadie que no sea mi propio reflejo en la pared, estoy joven pero
no tengo energía, veo todo a blanco y negro, todo a sombras, todo
en una ilusión.

Y después, de varios días me enteré, me enteré de una traición,


que yo era participe de un juego siniestro de engaño y suerte,
porque esa mujer, Laurel Ross, está casada, felizmente casada
con una tipa bastante bonita a decir verdad, fui yo un escape a la
rutina, y esas noches, que no vale la pena contar, en las que ardía
en mi pecho no fueron más que una ilusión, una ilusión dolorosa
y bien lograda, casi me la creí, casi me la tatué entre las cejas,
casi pero no, una noche de jueves en diciembre le dije adiós
definitivamente, porque no valía la pena quedarse, nadie merece
que le engañen, y tú, Laurel Ross, otra vez me ganaste, como
después lo haría Margaret Rose, pero con menos clase, con
menos estilo, no sé si me entiendes, pero se necesita más que una
víctima si aspiras ser un vampiro de corazones como Rose,
cariño, aún te falta clase, experiencia y práctica, no estás ni cerca
de lo que pretendes ser, bien jugaste conmigo, pero recuerda, casi

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pero no, siendo honesta, casi me ganaste, pero ¿qué tienes tú? Yo
sigo siendo poetisa, sigo tocando la guitarra y sabiendo inglés,
pero tú, ni jugar a engañar te salió bien, estar sobria fue divertido,
pero tu nivel de alcohol es poco para mí, poco para simplemente
entretenerme, poco, muy poco, te falta mucho todavía, sé que
después encontrarás otra víctima y te divertirás con ella, y
después quedarás tú, tu ingenuidad y falta de creatividad, y tal
vez algún día pruebes la soledad, porque en realidad la mereces,
le jugaste sucio a alguien que te amaba, y el tiempo no perdona,
ni deja estos asuntos sin resolver, ya te llegará tu hora, porque un
elemento importante de ser Margaret Rose es nunca ser feliz.

Y hablando de ella, hoy recibí una carta de su parte, parece que se


ha acordado de mí, pero Margaret Rose es así, como una avecilla
que pasa de flor en flor de cielo en cielo, y tan pronto como llega
se va, y no vuelve, te deja así, con una pluma suya en el corazón
y el deseo enorme de querer quedarte con ella siempre, y se va,
para regresar otro día, uno que menos la esperes y te toma por
sorpresa así, perdiendo el tiempo en un parque y tomando el sol
bajo un uraparán, y te ilumina el cielo, hace que el día se vea más
bonito y de repente cuando se va, se lleva en atardecer, se lleva en
clima sereno, se lleva todo lo hermoso y te deja allí, sola y triste,
pero a nadie le interesa, porque todos saben cómo es ella, antes es
bastante extraño que te envíe más de dos cartas, y de hecho me ha
enviado varias, pero como es costumbre en ella, después reinó el
silencio de su parte y dejó de contestar, pero yo ya estoy bien
acostumbrada a eso, a que ella nunca quiera quedarse, a que me
obligue a esperarla, y por eso me da un tanto igual, aunque

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admito que es difícil acostumbrarse a la soledad, porque viene
siempre de distintas formas y en distintos momentos, es como si a
veces te dejara en paz y después, en medio de una tarde con
amigos volviera, y te susurrara que nadie quiere tus manos, que
nadie sueña contigo, que estás solo en la vida y por eso te toca
tomar cerveza tibia y fumar mentolados, por eso te toca
inventarte las historias de amor, porque jamás las tendrás, porque
siempre habrá un abismo entre la felicidad y tú, porque todo, sin
razón y sin motivo eventualmente desaparecerá y solo quedas tú,
con vacío estomacal, con náuseas en el corazón y sin dirección
alguna.

Es una vida que siempre te da sorpresas, vivir con la soledad en


medio es un misterio diario y nunca puedes calcular qué tanto te
va a afectar esta vez, o predecir su próximo golpe, será en la cara,
será en el pecho o será en la garganta, nunca se sabe cuándo será,
pero será, porque la soledad es una leal compañera, bastante sutil
y dolorosa, por eso la mejor manera de ignorarla es estando bajo
el efecto de las drogas legales o incluso las que no, porque para
ser honestos, a veces, cuando le cuentas tu vida a la patrulla te
echan a la calle y te dicen que mejor te metas algo más fuertecito
como una bala o algo por el estilo, porque das lástima, da lástima
pasar tantas tardes a solas, da lástima caminar a las 2 pm por la
7ma acompañado solamente de tu sombra, en el mejor de los
casos. El sol sale y te quema, frente a los museos y las palomas, y
no le importa qué tanto haces, el sol jamás distingue entre
muertos vivientes y gente feliz.

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Hablando de gente feliz, esa gente sí que es bastante extraña,
siempre andan sonriendo por la vida, como si las nubes hechas de
humo de marlboro rojo no les lloviera miseria encima, como si no
les mandara un flashback de recuerdos y les dijera que hay mucha
mierda en la vida, que todos estamos rotos y bien jodidos, seguro,
la felicidad es la mejor manera para evitar la realidad, pero la
gente realista siempre está sola, siempre está un poco de mal
humor, por eso toman las mejores decisiones, por eso escuchan la
mejor música, porque están bien despiertos, y nunca se distraen
en cosas absurdas como el amor y las conversaciones casuales,
leen el periódico y nada les sorprende, ven las noticias y no se
asustan, escuchan la radio y no se sienten en peligro, pero no
todos somos aptos para una vida así, algunos nos miramos en los
cristales de las tiendas y nos decimos lo bellos que amanecimos,
porque aunque nadie nos lo diga, somos optimistas, somos más
vanidosos, porque nos arreglamos para nosotros mismos, y
jueputa nos vemos divinos hoy, porque es miércoles y los
miércoles todo es más bonito, los miércoles la ciudad está
tranquila, los miércoles la cerveza está menos amarga, los
cigarrillos dan menos cáncer, y el café está lo suficientemente
negro, los miércoles se puede encontrar el amor, se puede
encontrar dinero en la calle, se puede subir a un sitp gratis, los
miércoles el mundo está más inesperado, está un poco más loco,
y un poco más a nuestro favor, el mundo hace un alto en el odio
que nos carga y nos da un día libre, es como: bueno, hoy es
miércoles y hagamos tregua, porque andar jodido toda la semana
es muy agotador hasta para el sol, tanta tristeza va a espantar al

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atardecer un día de éstos, entonces es miércoles, miércoles de
tregua, miércoles de compasión.

Pero ya es viernes, el día en el que no se puede ser feliz, se puede


estar sobrio, borracho, cansado, triste, desesperado, desafinado,
vuelto mierda, intoxicado pero jamás feliz, los viernes la virtud se
aleja de los días y no hay nada para hacer, nada para amar, solo
días, días grises y tristes, días vacíos y llenos de recuerdos, llenos
del olor del miedo a la soledad impregnado en los pantalones, en
las camisas, en el perfume de las mujeres casadas. Y así empieza
el viernes, con ganas de no levantarme, con ganas de suicidarme
con chocolate caliente en la mañana, pero no hay nada, somos tan
insignificantes que matarnos en realidad no cambia nada, y el
mundo no se hace un lugar mejor, sin embargo es peor estar
muerto porque no hay calles, no hay whisky, no hay cerveza, ni
sexo casual, ser un fantasma ha de ser aburrido, todo el día
asustando viejitas y condenado a estar demasiado consciente,
viendo exorcistas hablar en latín, y que pereza, para eso la misa el
domingo, para ver a otro que cree que sabe lo que está diciendo.

Y voy para la calle desde temprano porque está vacía, y fumo un


poco mientras veo dos niños que están desde la casa sacerdotal
lanzando babas a las personas, y entonces, pasan dos señoras por
la calle, y los niños les gritan ¿Qué mucho frío cuchitas?, Si,
mucho frío chinos maricas, mucho frío porque los viernes
siempre hace frío, mucho frío porque las tiendas están repletas de
borrachos, mucho frío porque en la calle las personas no te miran
a los ojos, mucho frío porque la noche ya no produce ganas de

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dormir, mucho frío porque en el estómago lo único que hay es
hambre y soledad.

Y pasa una viejecita y se para a mirar la flor que estaba a mi lado


en una maceta y me dice que yo le doy buena espina, no como su
vecina, ya que hay gente que mata a las flores solo con la mirada,
pero yo le doy buena espina, tal vez es porque hoy traigo
sombrero y pantalones azules, eso debe ser, el sombrero siempre
funciona, uno se ve más interesante, más inteligente y un poco
menos sola, y por eso me saluda, por eso le doy buena espina,
porque hoy no me suicidé en la mañana, porque traigo la cara
bien limpia y los dientes brillantes, porque estoy escuchando
buena música y una flor está a mi lado, y necesito gritar, siento la
necesidad de detener un auto con los pies.

Y miro hacia el cielo y veo una paloma gorda y grande sentada en


los cables de la luz, está muy bien, está más bella, está
perfectamente alimentada y me pregunto qué tan casual es la
vida, si en realidad nos tropezamos con las personas y las plantas
sin querer ¿y si todo esto es una conspiración universal contra
nosotros? Yo no creo en las casualidades, la vida es más simple
que un plan elaborado, es una cuestión de acciones y reacciones,
en cada calle y en cada esquina hay una historia diferente para ser
contada, y uno puede elegir con o sin el corazón cuál de ellas
vivir, unas mejores, otras peores, otras insignificantes, pero al
final solo una puede suceder y no es casualidad que las cosas
pasen, es cuestión de dirigir los pies a donde nos place, y en
realidad, la única ley de la vida es que los corazones rotos y

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cortantes son mayoría, que es muy fácil dar con gente desalmada
y cínica, pero dar con buenas personas, gente que tenga pasión y
amor por dentro, es realmente difícil, toparse con idiotas es una
situación diaria, porque es más fácil ser idiota que ser buena
persona y todos aman las cosas fáciles, y se van por ese lado.

Pero no hay nadie tan idiota como aquel que desperdicia un buen
corazón, y lo daña, eso es otro nivel de estupidez, yo he estado en
la posición de un idiota de esa magnitud y es realmente
espantoso, porque el tiempo y el karma te lo cobran bien caro,
incluso la probabilidad te juega en contra, porque por cada un
buen corazón hay mil desalmados, y a veces los desalmados
vienen en empaques bonitos y las bonitas personas no son
exactamente bellas, pero igual no hay nadie más bello que quien
es bello en su interior, eso hace la verdadera diferencia.

Yo he dado con dos mil corazones desalmados, y un poco más, y


al final te acostumbras a la sensación de valer siempre nada, te
acostumbras al dolor y a la sed de cerveza roja y tibia, y andas
por la vida buscando pedazos de ti, en cada rincón de la ciudad y
sigues topándote con gente que no entiende el amor, y te diviertes
y coges y besas y después lloras y siempre es el mismo círculo
vicioso, de felicidad y miseria interminable y no hay nada que
hacer, tienes la opción de suicidarte o seguir andando estas frías
calles con un poco de esperanza en el corazón, esperando por
algún día poner las patas en el camino correcto y dar con una
historia sin final, o sin lágrimas y culpables, mientras tanto, hay
tinto negro en las panaderías, hay cigarrillos en las tiendas y

68
palomas gordas en el parque, mientras tanto hay Paco de Lucía,
hay perros callejeros, hay flores vivas, hay saludos cordiales, hay
cartas alegres, hay comida chatarra y heroína azul.

Y así se me pasan los días, y solo busco la manera de sobrevivir,


sin mucho esfuerzo, sin mucho estrés, y la ciudad está desierta,
unos pocos autos pasan rozando mis pasos muy de cerca, y todos
caminan ocupados, y yo voy allí, despacio bajo el sol y suena
música de Juanes al fondo y yo camino como si todo estuviera
bien, como si no llevara una enorme estaca atravesando mi pecho
de lado a lado, pero todo está bien, salvo por el olor a perfume
barato y pescado, me pregunto qué puedo hacer con este absurdo
juego que llamamos vida, las calles me abrazan y me saludan con
fervor, se inclinan para que yo las recorra, pero llevo ya mucho
tiempo lejos de mi hogar, si es que tengo uno, lejos del calor
humano, lejos de un beso correspondido.

El clima baja y todo se hace gris, me subo a un bus con destino


al museo Nacional y va a toda, a toda, acelera y jueputa nos
vamos a matar, se estrella contra el viento que sopla en dirección
contraria, con las moscas ciudadanas y pum, pega otra acelerada,
coge un hueco y saltamos contra el techo, y hacemos de cuenta
que nada pasa, ya sabemos que nos vamos a morir, tal vez en este
vehículo sucio y silencioso, y acelera un poco más y los frenos
hacen un chillido triste, como el de un violín desafinado, y pasa a
nuestro lado otro vehículo aún más rápido y la vida parece no
valer nada, y pum, aceleramos un poco más, veo los sudores fríos
en la frente de las personas y todos tenemos el corazón al ritmo

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de este motor barato, y gritan, ahora si llegó el momento de temer
por nuestra vida, y pum, aceleramos un poco más y ya todo
parece ir demasiado despacio, los años se detienen porque vamos
volando, vamos directo al cementerio, directo a la funeraria,
llamen a la policía, jueputa nos vamos a matar, y pum, acelera un
poco más, y nuestros huesos crujen como si estuvieran hechos de
papel, hechos de frío y soledad, como si no valoramos más que
una carrera al Museo Nacional, y gritan, pum aceleramos, ya
estamos en la 72 y todo está vacío, viejo marica, ¿nos quiere
matar? Y pum, acelera un tanto más y tememos por nuestras
solitarias vidas y tememos por no volver a las calles, por no tocar
las manos enamoradas de otra persona, y vamos directo al
semáforo y hay una familia que iba toda de paseo y gritan, gritan
mientras el bus acelera un poco más y parece que de verdad
estamos secuestrados, y jodidos, y después que el pecho nos
golpea con fuerza, caemos rendidos por un frenazo en seco y ya
no hay velocidad, ya todo volvió a la normalidad y todos ríen,
como si no hubiéramos acabado de retar a la muerte, pero qué
más da, ya estamos de vuelta en las calles otra vez, otra vez
tristes y solos, y nos acordamos por qué era que queríamos dejar
de jugar esta trampa mortal que llamamos vida, realmente
hipócritas, realmente falsos, realmente muy distraídos para
valorar cada vez que respiramos tan cerca a la misma muerte.

Y termino en un bar en ciudad salitre, y me tomo un barril de


cerveza y siento que el piso se mueve y que yo me desmorono
poco a poco, entre ganas de dormir y ganas de comer, paro a
fumar un poco y espero que mis piernas no me fallen, mientras

70
tanto veo a mi al rededor gente bien vestida, con cara de
enamorada y les sonrío, porque no estoy peleando con la
existencia en estos momentos, solo quiero dormir y olvidarme de
que estoy mareada, de que estoy tomando sola y que el sol de las
4 me está cegando y haciendo dar calor, y se chocan los rayos
solares con los ladrillos de los edificios y siento que me invade la
nostalgia y esta vez duele, duele porque tengo sueño y estoy un
poco mareada, duele porque tengo calor pero frío en el corazón,
duele porque huele a paletita de cereza en forma de corazón.

Casi parece que estoy en otra ciudad, no tengo ni idea donde


están las personas, parece que hasta los mendigos se han
esfumado de vacaciones o fueron abducidos, en realidad no lo sé,
y me importa una mierda, ahora puedo llegar a todos lados
temprano y puedo fumar en los lugares públicos, porque no hay
nadie que me diga que no lo haga, la ciudad es mía, y soy dueña
de estas calles, de estas historias escritas en el pavimento, de los
semáforos rotos y las señales de tránsito, todas las palomas y los
perros son míos, y es que a veces entiendo que de verdad la
ciudad es mi única amiga, con sus pequeños detalles, con sus
personitas que tienen las vidas hechas mierda, con los vendedores
ambulantes, con la canción oye como va, con cada pequeño
montón de cemento frio y seco, la ciudad y yo somos más que
eso, somos una excusa para seguir viviendo.

Y bueno, ya ha finalizado mi paseo de sábado, con una galleta de


helado y un cigarrillo mentolado, y estoy de nuevo en casa, con
mi gato, con mi guitarra y la olleta de café que prepare esta

71
mañana, y mientras aguardo para ver el atardecer, me pregunto
cómo el cielo pude salir sobre las cabezas de todo el mundo, sin
discriminar y sin preferir, simplemente sale y sale, sobre los
curas, sobre los ladrones, sobre los niños y los ancianos, yo
quisiera ser un poco como el cielo y tener una vista perfecta
siempre, cada día que naciera de mi pecho un nuevo atardecer y
una nueva luna, tendría millones de historias nuevas cada
anochecer y después se las susurraría a las estrellas parpadeantes,
el problemas es que el cielo no toma cerveza, seguramente se
embriaga con el dióxido de los carros, y vería a los jóvenes
enamorados amenazando con tirarse de la ventana y desde las
nubes le gritaría que no lo hiciera, porque juro por mi sol que
aquí no hay ningún paraíso, que su alma no seguirá más allá que
del pavimento, y la jeta reventada. Supongo que las almas se
quedan en el lugar donde mueren, en ese caso quiero morirme en
una plaza llena de palomitas grises, quiero que picoteen mi alma
y me recuerden que tengo que seguir de alguna manera
caminando por esa plaza.

Quimbara, Quimbara, dice Celia Cruz en la canción del fondo, y


yo me hago un nudo de tráfico solo y sangriento en el corazón,
siempre supe que lo nuestro nuca debía ser, y quiero que sea
pronto de noche para irme a dormir, porque cuando duermes, las
mierdas no son tristes, porque aunque estas solo, la soledad no se
siente y la vida sigue jugando a su juego de azares y vienes y vas,
vienes y vas como el viento de domingo a las 7.30pm, vienes y
vas como el humo de cigarrillo mentolado en las carreteras
principales, pero al dormir todo es diferente, ya no hay dolor, solo

72
eres tú y las estrellas, la droga de la noche y el calor de tus
sueños, es un descanso de la miseria que trae existir, y ya no
duele, ya no extraña, el corazón solo bombea sangre y no tiene
tiempo para pendejadas, como el amor, como el odio, como
pensar demasiado. Y el tiempo no transcurre y me voy
desgastando con el pasar de la horas, con las trompetas de la salsa
puertorriqueña y sueño con el día en que vuelva a no extrañar de
nuevo, devolver el tiempo a esos instantes cuando solo me
limitaba a fumar por la ventana, a acariciar la noche con los
dedos, antes de que existir fuera peligroso.

Reviso mi teléfono y no tengo ningún mensaje, no hay señal de


vida, está claro que nadie me espera, que nadie me extraña, salvo
mi gato y un par de cuerdas de guitarra que dejé en la mesa de mi
casa, y el corazón se me hace cada vez más y más pequeño y ya
siento que no puedo amar, que solo estoy perdiendo el tiempo,
que podría estar haciendo algo útil con mi vida, viajando por las
estrellas, meditando en Tailandia, pero en cambio estoy aquí,
escuchando salsa y esperando poder mantener vivo el poco de
esperanza que me queda dentro del cuerpo, y me imagino un final
diferente, uno donde me quedo para siempre atrapada entre las
pequeñas ranuras de las manos de un árbol, uno donde las
palomas no huyen de mí y me saludan, una donde yo no pierdo al
final, y en ese mismo momento tocan mi puerta y espero que seas
tú, que sea la persona que tanto he esperado, la que quiere mis
pedazos rotos y solos para atesorarlos, pero no, no es más que un
repartidor confundido, hace tiempo que mi corazón no latía de
esa manera, así que ni modo, frente a la decepción de la vida no

73
se puede hacer más que fumar lentamente cigarrillos mentolados
y ver la noche pasar, pero no pasa, sigue allí estática en las
7.30pm y yo siento como la ansiedad me recorre el cuerpo y
busco una excusa para no llamar a mis amigos habituales, para no
escribirle a mis viejos amores y me recuerdo que es mejor así,
pasar las tardes sola, sin mentiras y sin preocupaciones, solo yo y
la noche, solo yo y la ciudad triste, solo yo y la salsa clásica. Me
siento libre, pero nadie me advirtió que la libertad dolía, que la
libertad te deja vacío, esperando que sean las 11 para poder irte a
dormir, a ignorar el ruido de la mismísima soledad golpeteando
contra la puerta una y otra vez, tengo el vacío bien grande, y
suena un verano en nueva York, y yo siento que quiero estar allí,
con esa melancólica canción que me recuerda a un domingo hace
dos años en la tienda de Jaime, tomando preparada de tamarindo
y buscando excusas para robarle un beso a la vida, al tipo que está
al lado mío, a la noche misma, y casi puedo sentir la misma
sensación de frío, el olor de las motos y lo feliz que era antes de
recordar tu nombre, recuerdo que estaba más joven y enamorada,
él se llamaba Cristofer, y lo conocí una noche mientras sonaba un
verano en nueva York, tiempos aquellos en los que mi corazón
funcionaba, y toda la comida sabía diferente, más saludable.

Y cambió la canción, "oye cómo va, mi ritmo, bueno pa' goza'


mulata" el gran Combo de Puerto Rico. Oye cómo va la vida
cambiando de dirección, oye cómo va tu corazón rompiéndose en
pedazos, oye cómo va el insomnio, oye cómo va la noche
transcurriendo y la vida acabándose, oye cómo va la cerveza
tibia, oye como va la soledad, oye cómo va todo bien todo bien,

74
oye cómo va el sueño desvaneciendo, oye cómo va la esperanza
olvidándose, oye cómo va la comida fría, oye cómo va un adiós
inesperado, oye cómo va todo yéndose a la puta mierda, oye
cómo va la humedad del pasto, oye cómo va el banco frío de la
calle, oye cómo va el reloj estático, oye cómo va la pérdida de
amor, oye cómo va el engaño, oye cómo va la amistad, oye cómo
va la ilusión, oye cómo va el hambre en el corazón, oye cómo va
un arma a quemarropa en la cabeza, oye cómo va, mi ritmo,
bueno pa' goza', mulata.

Amatistas, bares y amor

Bus número 517, 9.37am, ruta suba-Lombardía, unos 16 grados


centígrados, no hay ni señas del sol, suena rock en la radio, las
calles están inundadas de personitas que caminan por los huecos
de los puentes peatonales, voy en la primera silla del vehículo, la
ciudad está mareada, yo estoy mareada, el día está mareado, las
flores amarillas del pasto están mareadas, y tengo ganas de bajar
de este monstruo y ser la carrera fría y solitaria, quiero ser los
semáforos, quiero ser las líneas blancas en el camino, porque he
sacado de mí su rostro al fin, y como lo prometido es deuda, y
hace rato que lo acordé así, ya no le volveré a escribir a Margaret

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Rose, ella seguirá su vida tropezando y equivocándose, pues
después de su ingratitud me ha quedado helado el corazón y en
realidad ya nada hay en mi pecho que valga la pena, la felicidad
se escapó tan rápido como llegó y yo me quedé aquí viéndola irse
en el bus de las 6.45pm a su ciudad, yo, y sus otros amantes, yo y
todos los que creímos que ella era única, lo que ella no sabe es
que se llevó en su maleta mi alegría, y que ahora ando más gris y
monótona de lo que ella solía creer y criticar, el amor existe, eso
es una verdad absoluta, lo que no existe es una persona que sepa
amar.

Las 4.45pm y he dormido una eternidad, después del almuerzo,


he dormido una eternidad, suena rock en la radio otra vez y me
dirijo al bar de la 45 en la que quedé para beber con unos amigos,
y estoy en verdad muy lejos, me pongo el habitual sombrero y me
pregunto a dónde van las cartas que no se entregan, seguro se
transforman en plumas y vagan por el viento de la tarde buscando
un suave pastizal para descansar eternamente, hasta marchitarse,
hasta fusionarse con todas las plantas y pasos alrededor de su
sombra, en fin, hay cosas que jamás tendrán sentido. Subo al
autobús y me veo en el reflejo de la ventana, me veo bien
demente, elegante e impuntual, creo que estoy bien así, solo falta
que llegue alguien a su destino para yo poder sentarme, estar de
pie a las 5.34pm en un bus es una agonía, al fin la tipa de la
camisa roja y corta se levanta, y me deja la silla libre, y me doy
cuenta, cuando ella se levanta, que su corazón está todo lleno de
agujeros como sus pantalones y que no sonrió en todo el camino,
digo, debería invitarle una copa de olvido, pero ni yo sé dónde

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Dios esconde tan magnífico elixir, de todos modos le pregunté si
quería ir a beber, y me dijo con su voz rota y delgada que aún es
muy temprano, que no le acepta copas a extraños, que solo en
sueños pasea por un bar de la 45, que es cristiana desde los 7 años
y perdió la virginidad a los 14 en un Mazda con su segundo novio
que tenía 13, que locura, tiene un problema con el alcohol, con la
vida misma, con respirar mi olor a mentolados, con escuchar
tango a las 12am, un problema de amor, que su marido la dejó por
puta, y gracias a Dios no tuvo hijos, pero ella no cree en Dios
porque la dejó sola una vez que se drogó con crack en un potrero
y la robaron, pero no su cartera, le robaron el corazón, se
enamoró de un taxista que la recogió, su nombre era Alonso,
Alonso nombre de gente positiva para ser un problema, y después
de unos días, aproximadamente 14 se casaron por la santa iglesia,
porque las notarías están muy llenas de pendejos e interesados,
que infortunio fue ese crack, porque Alonso hoy no está, después
de 6 años tomó su taxi amarillo lleno de abolladuras y se fue, se
fue por la variante a buscar un mejor clima, un mejor whisky, un
mejor bar uno más barato, un mejor tabaco, un mejor atardecer,
una mejor boca y más joven, Alonso y la carretera se han casado
por la santa iglesia y nada los separará, ni los peajes, ni la policía,
ni los peatones, seamos honestos, ni la ambulancia que recogió su
cuerpo hecho pedazos podrá acabar el romance de la variante y
Alonso, porque la muerte no los podrá separar.

Dicen que cuando los forenses vieron su cuerpo, se echaron la


bendición, el tipo se esfumó, quedó un charco de babas, sangre,
cerveza y promesas rotas, que intenso debe ser morir haciendo lo

77
que amas, en el último lugar que pensarías que sería tu tumba,
pero Alonso ahora estás mejor, con las manos rotas y llenas del
olor al volante de tu taxi, estás mejor andando esa misma calle
desolada en la que te estrelló esa montaña que salió de la nada,
estás mejor siendo parte de esa montaña, porque las montañas
nunca olvidan, siempre serás una mancha negra en el pavimento
hirviendo, siempre te recordaremos cada vez que veamos una
señal de tránsito anaranjada y fluorescente, cada vez que
escuchemos el rechinar de las llantas y el romperse un freno a las
2am, que suerte la que tienes Alonso, siempre tuviste alguien que
esperaba por ti en casa, siempre había un plato de caldo de huevo
caliente esperando por ti, siempre había una piel caliente
esperando por tus manos gastadas y llenas de heridas, siempre
había una persona esperando para que tú le rompieras el corazón,
siempre una lata de cerveza en tu nevera se preguntará qué pasó
contigo, con tu voz y tus labios, pero juraste amor eterno y
rompiste esa promesa, se supone que hoy deberías estar en algún
lugar de la 19 esperando a que te recoja un policía por hacer
alboroto en la calle, pero Alonso, serás un fantasma miserable,
porque esta mujer después encontrará la manera de que otro le
joda la vida, sin tanto crack y sin tanta gasolina regada, y tú te
quedarás allí, detrás de esa estrella negra que pintaron en el piso,
y al pasar tu ex mujer por ahí, te mandará un besito y dirá que te
ama, pero no tanto, te dirá adiós mi amorcito por última vez y
seguirá con tu maldición de vagar por la variante, solo que ella
aprenderá la lección que tú no, y jamás jurará amor eterno de
nuevo, solo una vez más para comprobar que la eternidad es una
puta mierda, es una basura, un cuento que algún idiota se inventó,

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pobre de ti Alonso, pobre, triste y solitario, porque rompiste tu
promesa, Alonso rompiste su corazón y los frenos de tu taxi
amarillo, rompiste la montaña que te abrió la cabeza en dos,
rompiste sus besos a las madrugadas, rompiste la mejor drogada
de su vida, rompiste lo que no se puede romper, Alonso tú no
sabes amar.

Pobre tipa de camisa roja y corta, me alegra que me contó un


poco de su desgracia, porque hablar de la miseria propia es como
darle una puntada al corazón y remendar un poco el alma cansada
de vagar y vagar por las orillas de la tristeza, me llevo una
historia y ella se lleva un poco de alivio para el corazón, ya son
las 6.30 y al fin llegué a la 45, un bar que se llama cheers y llamé
a mi amigo, ya estaban bien borrachos todos para ser tan
temprano, unas 23 botellas más o menos, me senté en la silla de
madera del rincón y puse mis manos en ese pequeño pedazo de
vidrio oscuro de la botella de cerveza fría y con etiqueta amarilla,
todos reímos y lloramos, se pone en silencio el bar y ataca a
todos, los que tenemos el corazón partido, entrégame tu amor, los
inquietos y suenan brindis general de parte de todas las mesas del
bar, suena el chocar de los cristales y el jueputa tómese esa pola
que la cerveza no se regala, y cuando se aproxima el coro todos
llenamos de aire los pulmones y nos abrimos las venas del
corazón con espuma dorada y copitas de aguardiente, uno, dos,
tres y se prendió este lugar, todos en coro desafinados y ebrios
"¿Y ENTONCES QUÉ LE DIGO AL CORAZÓN?..." Si, así es,
yo nunca he sido de vallenato ni música popular, pero en esta
bella parte del mundo, cuando se quiere perder la conciencia un

79
vallenato es la mejor compañía de la soledad y el desamor, no es
lo mismo embriagarse escuchando boys don't cry que entrégame
tu amor, con cerveza fina, vodka barato, aguardiente tradicional,
Mustang, mentolados, marihuana, lo que sea, esta noche no hay
tiempo para excentricidades ni modales, vamos a hablar hasta que
la boca se nos duerma y la lengua se nos caiga.

Mi amigo se desploma en medio del puente de la canción, y


ponen música bailable, y al voltear los ojos, siento en el cuello
una mirada sutil y traviesa, su nombre es Celeste, y tiene cara de
que es muy fácil desvestirla, se me acerca y me dice el nombre de
aquella persona a la cual en principio de este texto prometí no
pronunciar de nuevo, Celeste sabe sobre ella, sabe sobre nosotras,
y al parecer lo sabe todo, y no me molesta, huele delicioso, a
cerveza y shampoo de coco, sus manos se están escurriendo por
mis piernas y sus dedos se ponen juguetones en mi sombrero y
cuello, ven para acá Celeste, te voy a tatuar un beso justo en
medio de tu sonrisa embriagada, y así, cuando me voy a unir con
la suavidad de sus labios rosados, ella se levanta bruscamente de
la silla y se va a bailar sola frente a mí, está bien todo bien
Celeste, a este lugar le hace falta un poco de sensualidad y de tus
caderas enloquecidas bailando lentamente el ritmo de esa canción
cuya letra no puedo entender, está bien.

Celeste, estás bailando de una manera que nunca nadie ha


bailando en la historia de los bares baratos, déjame tomar un
sorbo más de esta cerveza helada y respirar un poco, porque si
seguimos a este ritmo acabaré llorando bajo un puente con las

80
venas reventadas de heroína caliente, sigue así Celeste, con
naturalidad ve haciendo que este lugar se haga pedazos por la
forma en la que se marea tu cintura, que hermosa figura y manera
de seducir tienes, no sé por qué te atrae tanto el par de ojos que
hay detrás de este sombrero, si han estado sin dormir por semanas
y han estado recorriendo Marruecos en canoa cada vez que medio
descansan, tal vez te gusta el caos y el desastre que llevo dibujado
en la esquina de mis ojos, tal vez quieres cortarte los labios
rosados con los pequeños pedazos de mi alma, esos que quedaron
después de esa despedida en la estación, interesante te debe
resultar la miseria que llevo dentro, la oscuridad que me
atormenta cada vez que el humo mentolado y caliente roza la
cubierta densa del exterior de mi corazón de madera, o lo que
quedó de él, tú debes estar más loca que todas las locas que he
conocido, hay que estar demente para poner los ojos y fijarse en
mí, en mis pantalones oscuros y llenos de cerveza y soledad, pero
Celeste eso es lo que te hace especial, que lleves un pueblo
demente lleno de personitas dementes justo en medio de la blusa,
de tu blusa oscura que se está deslizando por tus hombros
perfectamente colocados en el reflejo de mis ojos mareados, las
luces me están enloqueciendo, tú me estás enloqueciendo, la
cerveza me está enloqueciendo, y ya no aguanto más, ven para
acá Celeste que hoy te llevas un pedazo de mi piel bajo tus uñas.

Te subiste encima de mis piernas y me bailaste hasta que te


cansaste, todos veían lo que pasaba, pero nadie quería detenerte,
puse mis manos justo en tu cintura delgada y estilizada y las dejé
recorrer tu silueta, porque ellas también están enloqueciendo

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contigo, pero basta ya de juegos mujer, acompáñame que tenemos
una cita con el demonio y el espejo del baño, si el infierno es un
lugar, debe ser tu boca incendiando mi cuello, y ¡tas! la puerta da
un estallido y ponemos el seguro para que nadie nos moleste, ni
los curas, ni la policía, ni los borrachos, solo tú y yo Celeste, te
acercas a mi lentamente y empiezas a besarme de una manera
descomunal, y en ese instante me dejo llevar por el humo ardiente
de tu sonrisa, ya sabemos que no hay marcha atrás, y entonces en
el silencio, solo suena el estruendo de los botones de tu blusa
volando y chocando contra la pared, y no puedo recordar más que
tus palabras diciendo que no puedes resistir mi cara y mis ojos,
así que ven, sigue arañando mi espalda que ya no tengo corazón
ni tiempo para algo menos que tus caricias, respiramos
profundamente y salimos de ese lugar, nadie notó que no
estábamos en la mesa, y mi amigo estaba muy mal, hace poco
recordó que si el amor existe, no existía en el corazón de su
amante, y se desplomó, el tipo está mal y después de un par de
canciones, me retiro al baño pero Celeste ya no está conmigo, se
mueve mi pecho y mis tripas dan un festival de vómito en ese
pequeño espacio, pero salgo mejor, ya puedo caminar mejor, ya
puedo regresar mejor, y veo a Celeste en la misma silla donde
estaba cuando la vi por primera vez, y me dijo que ya era hora de
irnos, porque todo estaba descompuesto y vuelto mierda, puse el
par de pesos que llevaba en el bolsillo y salí del bar, después
Celeste salió con mi amigo en los hombros y fue a comprar
mentolados a un anciano que estaba frente al bar, ella prendió mi
cigarrillo con el suyo y fumamos mientras buscábamos la
estación de autobuses más cercana, y llegó el cruce de caminos,

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ella para la izquierda y yo para la derecha, otra despedida triste y
vacía, me dio un beso en medio de la boca y se fue perdiendo en
las sombras de las 11.30pm, quise gritarle que la amaba y que me
diera su número telefónico, pero recordé que ya me lo había dado
hacía un rato, así que mejor me quedé callada y me fui con
cuidado de no tropezar camino a mi casa. Voy viendo cómo va
esto, corrí para sentarme en una silla rápidamente y después me
acosté en la ventana y vi todo borroso una vez más, me quedé
dormida con el frío de las 12am y desperté en la estación frente a
mi casa, tomé las llaves y abrí la puerta, todo estaba dando
vueltas a mi alrededor, llegué al baño, me lavé las manos, y me
tiré en mi cama.

Desperté con dolor en todo el cuerpo, y muy temprano, quise


vomitar una vez más, pero me ganó la sed de la mañana después
de haber perdido un tanto la cordura, tomé agua lentamente y me
puse frente al espejo, me veía fatal, ojeras enormes, los ojos rojos
y la piel pálida, y vi algo asomándose por mi cuello, a parte de los
chupones y los rasguños, la firma de Celeste en mi piel, buen
trabajo compañera, me dije a mi misma, resulta que tenía un
collar de cuerda roja con una piedrita morada en el final, qué
demonio es esto, no recuerdo haber comprado nada, me la quité y
sentí un olor familiar, olía a cerveza con shampoo de coco, y supe
que era de Celeste, efectivamente era de ella, y tomé mi teléfono
para advertir a Celeste que no se preocupara por su collar, porque
yo lo tenía, pero mi celular estaba completamente muerto, lo
conecté a la pared y me dirigí a desayunar, algo casual, un par de
huevos con café negro, y la sed no sé iba, y la sonrisa de mi cara

83
tampoco, hacía rato ya que nadie tocaba mi piel de esa manera,
ese baño pequeño y azul me estaba guardando un secreto que ni
yo misma recuerdo bien, no puedo evitar sonreír, el sol salió bien,
el tiempo se había pasado en un abrir y cerrar de ojos, y corrí
hasta mi teléfono y ya estaba cargado, tan pronto como toqué la
pantalla un mensaje voló directo a mis ojos, era Margaret, quería
saber cómo me encontraba, ignoré totalmente el sonido de mi
corazón descomponiéndose de nuevo, y bajé hasta el nombre de
Celeste y la llamé.

Hablamos por horas y horas, hasta que tuvimos que almorzar, le


pregunté si quisiera salir conmigo algún día, pero ambas nos
reímos y nos mandamos a la mierda, somos una historia del bar,
nada más, cuando nos íbamos a despedir recordé el collar y le
dije que si quería lo podía enviar por correo, ella me dijo que lo
había puesto en mi cuello a propósito, yo le dije que no me gusta
cargar su firma en algo más que las marcas de sus uñas y sus
labios, me dijo que no era una marca, que el collar tenía una
piedra de amatista y que tenía un significado especial, la amatista
trae suerte en el amor, es morada, el color del chakra del ojo que
todo lo ve, y también ayuda con el alcoholismo y para evitar
robos y/o estafas, me dijo que simplemente era un regalo, sin
haber más que decir, nos mandamos a la mierda una vez más, me
mandó un besito y yo le pedí que me lo diera de frente, ella se rió
y me dijo "en tus sueños bebé" reí eufórica y después le tiré el
teléfono, que bonita conversación, tomé la amatista en mi mano y
cuando la iba a arrancar de mi cuello, recordé el mensaje de
Margaret y supe que definitivamente necesitaba protección contra

84
las malas mujeres, mandé a la mierda a Rose y toda su locura,
cerré los ojos y me puse la amatista en los dedos, la besé como si
se tratara de una camándula y seguí con el día.

Prendí la radio a todo volumen y sonaba Paint it Black, me


dispuse a cocinar algo para almorzar, atún y arroz, eso fue el
manjar de los dioses que en esa tarde comí, después sentí ganas
de salir un rato, pero antes tuve que ducharme, odio bañarme el
fin de semana, resulta que vivo en un apartamento en un cuarto
piso, y los fines de semana todo el mundo quiere lavar la ropa o
lo que sea, y el agua no sube con suficiente presión como para
que se active el calentador, entonces toca bañarse con agua fría o
demasiado caliente, que pereza, pero ese día en particular
funcionó, era un bonito día afuera, yo llevaba una chaqueta
deportiva y tenis, me senté en la banca del parque donde solía
encontrarme con Laurel, jodida zorra, lo peor es que me la
encontré, prendí un cigarrillo y con un ademán le hice saber que
si bien no la odio, prefiero que se esté a un par de metros lejos de
mí, y lo entendió al parecer, porque no hizo ningún esfuerzo para
acercarse, me quedé observando con atención a unos niños
estaban allí, cuales niños, en realidad tenían como 13-16 años,
estaban ahí, eran una pareja bastante extraña, tenían cara de
haberle dicho a sus papás que iban por el pan y ya regresaban,
que bonito es el tiempo en que te enamoras por primera vez,
normalmente descubres que no sabes amar, y si tienes suerte, la
otra persona tampoco, porque si diste con alguien que sabe amar
y le desperdiciaste, déjame decirte que has sido la mejor
definición de imbécil. Pero no importa, lloras por primera vez y

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te levantas, te secas los ojos y las babas y continúas buscando el
amor a lo largo de los años, ya vendrán cosas peores, vendrán
divorcios, rupturas legales y custodia de los niños, no hay razón
para llorar ahora, pues las lágrimas no valen tanto en este
momento.

Me levanté de la banquita y me dirigí a la casa de una amiga, en


el camino me encontré con otra persona conocida, su nombre es
María José, y es una persona bastante interesante, curiosamente
reconoció la amatista en mi cuello y me dijo que era una buena
idea que alguien como yo, cargara un amuleto porque
definitivamente me persiguen las malas personas y los amores
fatales, más allá de eso, me dijo que yo merecía a alguien mejor
que todas las otras personas, porque para ella yo soy una buena
persona, pero es poquito tiempo, porque no puede ver el fondo de
mis ojos, yo también he pecado y destrozado la pureza y la
belleza por correr detrás de mi propio beneficio, he roto
promesas, olvidado nombres, jugado con sentimientos, he
vendido corazones honestos para salvarme yo misma, por eso sé
mejor que nadie, que gran parte de mi desgracia me la gané yo,
no puedo culpar al universo o a la mala suerte por tener que pagar
mis propios errores, pero eso nadie lo sabe, hasta ahora, porque
no hay nadie en este mundo que no tenga las manos manchadas
de engaño e infidelidad, de indiferencia o falta de honestidad,
hemos sabido ser ciegos y desagradecidos para que después la
vida nos enseñe que las casualidades buenas son un regalo de la
vida. Y yo, empezaré por hacer esta declaración, no puedo
hacerme la víctima.

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Su nombre era Andaluz, un nombre bastante español para venir
de una vereda en un pueblecito del Tolima, su familia era
bastante humilde y tenía 12 hermanos, la vida nos cruzó justo
después de una tragedia, era yo muy joven, tenía 13 y ella 15, la
cosa va así yo siempre he sido más bogotana que la calle 7ma y
el chorro de Quevedo, pero en ese año en particular de mi vida,
tuve que abandonar la ciudad y quedarme en un pueblo llamado
mariquita, curiosa coincidencia, tenía que terminar el colegio, y
ya habíamos predilecto uno muy bueno, pero por cosas de
papeleo y mal manejo de información terminé en un colegio de
mala muerte pero bastante bonito y mítico en el pueblo. El clima
era muy caliente, y se empezó a derretir mi confianza urbana.

Los fines de semana con puente festivo me tienen agotada pero


feliz, el efecto de la droga y la amistad no se ha ido de mí, aunque
han pasado 48h, tuve que luchar contra el recuerdo del cielo rosa
abriéndose frente a mis ojos llenos de alucinaciones y partiendo
en pedazos lo poco vivo que quedaba de mí, me tiré al piso y
sonreí, porque de repente mis venas estaban repletas de humo
ardiente y burbujeante, inundando de felicidad y una extraña
sensación de alegría mi cara, ya no tengo cara, no siento mi cara,
ni siento mi corazón, ni sé si tengo corazón, tal vez no tengo
corazón y por eso cuando me lastiman me rompen la vida y no el
dichoso corazón, éxtasis, la flaca, jarabe de palo, palomas, pasto,
el parque Nacional, policías, perros, aviones negros, el cielo
naranja, los árboles sombreados, la droga por las venas, humo por

87
la nariz, la ciudad mareada, los gatos solitarios, los vagabundos,
las bolsas de plástico, la lata de cerveza, el porro, la cara, la
poesía, la música, la risa, la risa, la risa, la pipa, la tristeza, la
soledad, el recuerdo, la nostalgia, el dolor, el desamor, los
encendedores, las canchas, el uniforme, el sombrero, el alambre,
la risa, la risa, la risa, ya no hay sol, no hay nada, la luna
sonriente, el cielo oscuro, los amigos, el chiste malo, las barbas,
los dedos, los besos, las estrellas, las piedras blancas, el hambre,
el vino, la moto, los caminos, las escaleras, el agua, el bebedero,
los celadores, la risa, la risa, la risa, los espejismos de amor no
correspondido, la risa, la risa y la otra risa.

De todos modos duele despertar de una fantasía hermosa en la


que todo está bien, sin "pero", una realidad donde el amor existe
y no lo ahoga la manía humana de dañar la pureza y la belleza a
cambio de nada, nada late hoy en mi pecho porque el cielo azul
que ven mis ojos, no es el mismo que vi en ese sueño, quiero
estar allí, quiero estar perdida en ese sueño en el que podemos
estar enamorados y amarnos como si no fuéramos a despertar
algún día, odio ver su rostro en mis fantasías, se supone que la
droga me debía hacer feliz, no recordarme aquello que ya di por
superado, vamos, entrégate al olvido noble y frágil corazón, que
no te corte en pedazos las esquirlas filosas de los fragmentos de
amor negro que están atrapados en tu interior, vamos, deja de
luchar contra el presente persiguiendo un pasado que no vale le
pena ni un poco, vamos, inunda tus arterias de felicidad azul con
cada sorbo de café caliente a las 7am, vamos, tírate de este pecho

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vacío y busca una aventura en otros labios y en otras piernas,
vamos, cambia tu rumbo o mejor no sigas ninguno.

Y eventualmente el efecto se ha ido de mí, y vuelvo a ser la


misma persona, yo, cargando la maldición de tener muy poco
tiempo para superar el pasado que cargo en la espalda, o para
afrontar el presente que cuelga en mi frente amarilla de tanto
sudar frío en la noche, y ahí viene el sol de nuevo, un bonito día
soleado y un cielo violeta resplandeciente y la sensación de
sobriedad que tanto detesto, el cielo aúlla al rozarse con las nubes
el viento frío del occidente y me siento una nube intoxicada,
sobria y helada sobre la nefasta infinidad de la faz azul del cielo a
las 3pm, y en realidad hay algo que quiero más que no sentir
dolor, no quiero volver a sentir amor jamás, porque nadie sabe
amar, es un engaño, una fachada de lo que se parece a la amistad
y el odio profundo, no quiero volver a amar, y nunca lo dije tan
convencida, nunca lo dije sonriendo y sintiendo que hago lo
correcto, digo, obviamente que no puedo dejar de amar, pero
nunca será todo mi amor para una persona específica en el
mundo, y bueno, ya todo comienza a sonar como un retiro
espiritual, esa es la señal de que debo salir a inyectarme está
enorme ciudad en las venas.

Me pongo de pie y voy directo a la cocina, y no veo más que


platos sucios, así me limito a beber el cuncho de café viejo que
dejé hace un par de días, curiosamente sabía muy bien, entonces
enciendo la radio y escucho las noticias, la gente está loca, pero
ese no es el problema, el problema es confundir al mal con la

89
locura, y a la hipocresía con la cordura, suficiente por hoy de
noticias nacionales, mejor pongo una emisora local y me dejo
llevar por la música clásica, voy a mi armario y todo me recuerda
a eventos pasados, un sombrero negro, jeans y botas negras,
¿suena familiar? Bueno, definitivamente esa combinación no me
puede traer nada positivo.

Saco al azar la ropa y curiosamente combina, así que nada qué


hacer, hoy me voy deportivamente formal, la hora de la ducha
siempre ha sido un desafío para mí, y no porque no me guste el
agua, sino porque el silencio y el eco de ese lugar me hace perder
en el pasado, a veces siento que es otro lugar en el universo, uno
donde puedo estar en paz, y ser ingenua una vez más, para pensar
finales alternativos mientras veo el humo dibujar lienzos blancos
en el vidrio de mi ducha y, ahí con mis dedos dibujo corazones
rotos, nombres, letras, fechas, horas y rostros, cambio de lugar las
personas con las que me topé e imagino si todo hubiera sido un
poco diferente, como el efecto mariposa, poder desencadenar un
final diferente para esta persona extraña que disfruta perder el
tiempo en las calles de Bogotá, pero ya nada se puede cambiar, ya
nada puede ser diferente, es lo que es, se ha roto lo que debía
haber sido roto, y se ha tirado a la basura lo que no merecía ser
desechado, en realidad, nada aquí tiene sentido y por eso es hora
de dar un paseo por esta bella parte de la ciudad.

Me pongo la ropa y salgo derecho a la tienda para comprar


cigarrillos mentolados, una lata de Heineken y unas mentas por si
acaso necesito fingir que no tengo ningún vicio, y así veo el

90
atardecer asomarse por la esquina del cielo quebrado, y estoy ahí
como si nada, tan diminuta e indefensa frente a semejante
espectáculo, cierro los ojos y dejo el humo esparcirse por mis
pulmones y nariz, estoy increíblemente impactada porque tengo
una sensación que no puedo explicar, algo dentro de mí se mueve,
y me parece absurdo lo que dije hace unas horas, jueputa, en este
mundo lo único que vale la pena es amar, y no importa el dolor,
no importa cuánto duela o cuanto sufra, las lágrimas son pocas y
en realidad el amor vale la pena, por supuesto, ¿qué se puede
hacer si la gente no sabe amar? Amar a la gente, amar a las
palomas, a los libros, los cigarrillos, las cenizas, el aguardiente, la
música, los parques y la poesía, amar aunque creas que no tiene
sentido hacerlo, amar aun cuando no consigas menos que un mal
gesto y palabras hirientes, amar siempre, porque es la droga más
poderosa que ha conocido el hombre, es la única que no mata
cuando destruye, porque es la única que jamás puede ser superada
una vez que se es adicto, porque es adictiva, desde el primer beso,
desde la primera mirada, desde la primera vez que tu piel entra en
contacto con ella.

Y aquí vamos de nuevo, una tarde lluviosa que destila ilusiones


rotas y esperanzas falsas por mi ventana, el frío se hace
insoportable y las ganas de comer cualquier cosa en la calle me
están desesperando, siento que a veces le pertenezco a las tardes
heladas y al cielo amarillo, que soy como una taza de café
caliente esperando con ansias alguien que beba su contenido, sin
saber quién o cómo, simplemente totalmente optimista de que en
algún lugar de esta ciudad mareada alguien quiere un café como

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el mío, caliente, amargo, con un poquito de azúcar, fuerte, negro
y eterno, definitivamente el amor y el café se parecen, y por eso
quiero seguir en la puesta de sol inundando de humo blanco e
hirviente la vista exterior.

Es increíble cómo una canción puede arruinar el día, haciendo


que vuelva a mí el pasado, y la lluvia sigue mientras escondo mi
rostro debajo de la chaqueta que llevo, me atrapó un aguacero en
la séptima, estoy en una cafetería bonita y bebo un expreso doble,
lo suficientemente amargo para cortar mis recuerdos de una
manera limpia, y todas las voces y los pasos me recuerdan el
pasado, veo sombras y siento frío por dentro, siento que me
desvanezco y me fundó con el cementerio de la calle, siento que
soy un charco pisoteado fuera del restaurante turco que está frente
a esta cafetería.

No me gustan las cafeterías, prefiero los bares, porque si bien la


cafeína me concentra, prefiero que el alcohol me prive contra la
sensibilidad, así por ratos creo que soy feliz, que el sabor fuerte y
caliente de este café logra disfrazar bien mi nostalgia y mis ganas
de huir de este lugar, de las personas, del pasado y en especial del
futuro, corrientes de aire helado me trituran los huesos y la piel se
me pone de gallina, la chaqueta que traigo no basta para entibiar
mi pobre alma partida, el viento, el cruel viento se estrella contra
mis ojos cansados y enrojecidos por la marihuana de la noche
anterior, no valgo nada, no valgo nada frente al abismal clima de
esta ciudad, me hago pedazos, me quiebro como un espejo al ser
golpeado con un mazo, me quiebro, quién reunirá mis

92
pedazos? Seguro me quedaré en el piso, en el piso frío esperando
la muerte, nadie puede arreglarme ya, porque se me perdieron mis
propias piezas, las regalé para que otros completaran sus puzles,
soy un rompecabezas incompleto, vacío, es un desafío tratar de
armarme, no se puede, dejé una pieza en el café de hoy, en el
expreso doble con azúcar morena pero sin mucha azúcar y no tan
caliente. Corre y corre la muchedumbre en la calle, huye del frío
y la lluvia, del engaño y la soledad, lejos, debajo del
techo, jueputa el alisado, la sombrilla se volteó, y los zapatos
están empapados por dentro y por fuera, eso es, un beso bajo la
lluvia y los truenos pero sin mucha baba, si así, los perros
callejeros corren por debajo de las gotas rosadas de lluvia, bajan
por la pared, por los techos grises y olvidados de los edificios, la
pintura, la pintura se cae a pedazos, otro beso bajo la lluvia y
corre, corre que te alcanza la triste soledad, corre que la vida ya
casi se pone peor, corre que el cigarrillo se va a acabar muy
pronto, corre que ella no te ama, corre que a él no le importas,
corre y llega al punto de inicio, a donde el arcoíris toca la tierra,
allá con los duendes verdes y la música tradicional, corre que
todo eso es mentira, corre porque no vale la pena tirarse al piso,
corre que el corazón se está enamorando, que alguien lo detenga,
ahí viene el dolor.

93
El rostro de Margaret Rose

Fue más fácil empezar esta historia que acabarla, y me pregunto


cuál es la mejor manera de terminarla, no quiero dejar dudas, esas
las tuve yo por mucho tiempo y no es nada divertido, he pensado
y dando vueltas entre el olor a cigarrillos mentolados y el sabor a
café creo que debo contar el lado de esta historia que aún falta,
pues no quiero darle la razón a Schopenhauer cuando afirma que
nosotros los seres humanos podemos sentir el dolor, pero no la
ausencia de dolor, y como recordar solo el dolor no termina de
dejar clara la nube de sufrimiento que se me avecinó por
accidente, hay que recordar el lado bonito o medio bonito de todo
esta extraña leyenda.

Retomando, ese lunes que la conocí le hablé de ella a un amigo


en común que teníamos y para mi sorpresa él me dijo que sentía
que había química entre nosotras, y esa misma noche que
hablábamos de la lluvia y los trancones, el me dio su número de
teléfono, ¡Háblale! Me decía sin parar una y otra vez –Que me
hable primero ella, si quiere conocerme. Pues no, ella no me
habló y yo tampoco, el problema fue que mi amigo, cuyo nombre
es José, decidió decirle lo mismo a ella y le dio mi número
telefónico también y ella tomó la misma decisión que yo “que
ella me hable primero”. Resulta que José era muy amigo de

94
Margaret, se habían conocido en algún lugar cerca a los
activistas, en el salón antiguo del edificio con nombre de cura, al
principio había sido bastante difícil que naciera interacción entre
ellos, pues digamos que Margaret tiene mucha clase e inseguridad
para él.

José y yo nos conocimos un martes al medio día, probablemente


de alguna semana de mayo, nos caímos muy bien al instante, era
como que algo de él y yo tenía la afinidad de conectar, no
tardamos mucho en darnos cuenta que éramos almas gemelas y
emprendimos una aventura en la que nos estrellaríamos más
adelante. José es un tipo interesante, el problema es que tiene la
oscuridad bien adentro, a él no lo volvieron mierda, el nació
vuelto mierda, hecho pedazos desde que vio el mundo por
primera vez, rodeado de la miseria y el calor de su ciudad,
conoció el hambre y la necesidad, supo también codearse con la
indiferencia y el abandono, y como si las cosas no fueran lo
suficientemente difíciles, a los 13 descubrió que era gay, y desde
ahí todo su tormento se hizo una violenta tempestad.

Si, la miseria te persigue y Dios te abandona, donde esta cuando


nos están haciendo trizas los curas, cuando la soledad nos invade
y nos derrite los huesos sin compasión, cuando en nuestras casas
nadie desea vernos, cuando no queda más que abrirse el
antebrazo con navajas viejas y llenas del óxido del olvido, donde
esta cuando le oramos para que las cosas mejoren y se ponen
peores, donde esta cuando el café se nos cae en los pantalones.
José, en los ojos llevas un rio de dolor, y por tus ojos es evidente

95
que has llorado toda tu vida, y al ver las cicatrices en tu piel no
queda duda de que la vida te la ha jugado muy mal, pero, también
cuando te ven más de cerca, ven aquello que importa, José eres
valiente y fuerte como nada, eres una indefensa alga en el fondo
del mar, una nube blanca flotando en la eternidad del cielo, eres
una flor entre un espeso pastal de tragedia, y aun así vives, aun
así permaneces y cuentas tus historias rotas a los demás, aun así
tus pantalones olorosos a soledad y traición siguen
protagonizando días en este lugar agonizante que llamamos
ciudad, porque José eres la definición de ser imparable, y si, te
debo esta historia y probablemente este libro, fuiste protagonista
conmigo de esta extraña jugada, estuviste a mi lado cuando yo
misma quería ser el humo de un cigarrillo y esfumarme en el
viento, José yo siempre te he amado y siempre te amare aunque la
vida nos haya separado, aunque entre las puertas que nos separan
solo haya miseria y lodo hirviente, algún día nos volveremos a
ver, y nos amaremos sin miedo, sin tanta basura entre nosotros, y
al fin nuestras almas serán una, mientras tanto sigue adelante,
siendo fuerte y sereno, sigue sacando la soledad en cantos fallidos
a las 4pm, sigue yendo a la iglesia cada año, sigue hundiendo tu
vida entre la televisión y la música en inglés, porque la vida te
espera, y yo te espero, aguardo por ti en el borde del abismo en el
que un día caímos los dos, lamento nunca haberme emborrachado
contigo, nunca haberme drogado contigo, lamento tanto no haber
estado junto a ti en ese hospital cuando te trataste de matar con
veneno para ratas, pero tú no eres una rata, y saliste vivo.
Ese día en el hospital algo de ti dentro de mi murió, que no quede
duda alguna de que yo te amaba de verdad, y que nuestras manos

96
hacían una conexión mágica cuando estaban juntas, yo cargo cada
pieza de nosotros en el corazón, junto al olor al café y los libros
que han cambiado mi vida, y yo sigo aquí, me puedes encontrar
cuando quieras, cuando tus ojos llenos de tristeza y veneno para
ratas tengan la capacidad de ver, y yo juro que me quedare, cada
tarde antes del atardecer, cada noche antes de la madrugada y
cada día antes de que se ponga el sol, siempre así, siempre
inmortal como el cariño que te profesa mi corazón.

Al final en una tarde de agosto ella y el conectaron y fue bastante


esplendida la manera en la que sucedió, de repente Margaret
había encontrado a alguien en quien confiar, pero aclaremos algo,
el me conoció a mi primero.

Una tarde José me dijo que Margaret y el habían estado hablando


de mí, y que él le había dicho que ella me encantaba, cosa que
para el momento no era del todo mentira pero tampoco verdad,
así que decidí hacer una aclaración, y en medio de una charla de
café y atardeceres le dije a Margaret que me disculpaba por todo
lo que José le había dicho pero que nada de eso era cierto, total,
fue sumamente incómodo y me fui al baño a reírme y a respirar,
aunque ya habíamos estado en el museo y nos habíamos conocido
en ese restaurante chino, para la época ella y yo no nos caímos
muy bien que digamos, más bien nos tolerábamos por tener a José
en medio de nosotras, y él quería que sucediera algo, pero nada
pasaba, de hecho una tarde le dije “ay, no, esa tipa otra vez no” y
aunque a ella yo como siempre no le importaba nada y menos en
ese momento, no decía nada, solo me ignoraba y me ignoraba, y

97
hasta ahí, jamás sospeché que algo como lo que sucedió podía
pasar.

No obstante el tiempo es bastante raro, y las cosas que suceden la


mayoría del tiempo no tienen sentido, todo cambio un jueves a las
4.30pm, un 9 de febrero más exactamente, José se fue y me dejó
con Margaret, yo me puse a divagar entre preguntas tontas y
ganas de averiguar un poco sobre su vida, sin embargo la
maravilla de Rose no tardó en salir, y me dejó pasmada con una
violenta respuesta, hablábamos de la vida, y ella por un momento
se dejó invadir por la pasión y el extraño poder de atracción que
vive en su interior, estaba yo muy impresionada, no me resultaba
posible creer que en esa pequeña mujercita había tanta pasión
hirviente por dentro, yo estaba bastante seducida por su voz y su
forma de hablar, las palabras para ese entonces me valieron nada,
yo quería descubrir más de ella, más de su interior, y como res al
matadero, caminé directito a su trampa, la conversación no fue
muy extensa, pero si debo decir algo y es que en mi interior una
cosa o varias habían cambiado, su forma de mirar ya no era
extraña, ni su piel pálida una anomalía, ahora era bella para mis
ojos, era un luz cegadora que me había quemado lo profundo del
corazón.

La lista de defectos era ahora virtudes, y caminé hacia el museo


pensando en lo que había acabado de suceder, antes eras una
extraña Margaret y ahora eras un misterio, un completo acertijo
que me estaba quemando para que yo lo descifrara, de repente las
mariposas famélicas de mi estómago resucitaron y la tarde sabia

98
diferente, había música en el aire, había color en el cielo, todo era
un poco más bello, la corriente de mi sangre se había vuelto un
lago de tranquilidad, ya todo parecía causar placer, hasta el
mismo amor, siendo este la máxima expresión de dolor.

Pero admito que era bastante extraño, la tipa rara de sangre


caliente que antes me caía fatal, ahora me atraía de una manera
exagerada, me intoxicaba su forma de hablar y hasta me hacía
querer cantar, querer escribir, los cigarrillos ya no eran
necesarios, no necesitaba nicotina, ya tenía dopamina para dar y
prestar. No sé, tal vez para la mayoría yo fui un poco muy de
prisa, pero es inexplicable como un segundo basta para querer
entregar la vida, del querer al hacer todavía mi corazón se tardó
un poco más, pero en ese momento no fui capaz de detectar lo
que me sucedía, creí que simplemente había tenido una agradable
conversación y que esa era mi sensación de felicidad.

Nos volvimos a ver al otro día, y ella estaba partiendo para su


ciudad caliente con brisa fría, nos despedimos de manera casual,
sin embargo, vale la pena aclarar que esa noche me di cuenta de
lo que me sucedía, y en la tarde de ese viernes, José y yo
caminábamos de la mano en silencio frente a un campo enorme
verde y helado “creo que me gusta Margaret” le susurré con
temor, en ese momento sus ojos se perdieron entre las líneas de su
frente ¡Lo sabía! ¡Lo sabía! Comenzó a gritar entre felicidad y
una agradable sensación de tener la razón, me felicitó por mi
hazaña, y me dijo que definitivamente tenía el presentimiento de
que algo podía pasar entre nosotras. Y de golpe, era jueves otra

99
vez, y me quedé con ella nuevamente a solas, pero esta vez le dije
que fuéramos por un café, ella accedió y por primera vez,
nuestros ojos se posaron de manera que sentíamos nuestras almas
escaparse por la nariz y hacerse una sola, fue ahí cuando me
habló sobre freggs y como ella consideraba que merecía a alguien
mejor, alguien que la quisiera con la intensidad que solo ama un
corazón repleto de amor y ternura, y ahí, en la esquina de esa
mesa sentí que ese era mi llamado, me acerqué con temor hacia
su boca, y admito que tensioné las mejillas porque esperaba una
bofetada o algo, pero lo que obtuve fue un beso, que empezó con
ternura y timidez, y después en la comodidad de sus labios mi
lengua se deslizó entre sus dientes, y sus manos apretaron
fuertemente mis piernas, di un pequeño salto y terminé aún más
cerca suyo, fue ahí, cuando hacia una pausa para respirar que dejé
mi aliento caer en la suavidad de la esquina de su cuello, y nublé
su piel pálida con mi respiración caliente y después con un dulce
beso marqué eternamente mis labios en su piel.

El crimen estaba realizado, la obra de arte había finalizado y


había dado paso a un nuevo capítulo de todo esto, después de eso
discutimos un rato más sobre café y amores fallidos, cuando el
reloj marcaba las 6.30pm, ella dijo que quería irse, y yo le pedí
que se quedara un rato más, dejé escabullir mis manos por su
pantalón y tomé sus dedos entre los míos y le susurré “por favor”
ella sonrió un poco y una lagrima se escapó de su ojo izquierdo,
“no llores bonita” le dije al oído y se detuvo en mi pecho
mientras escuchaba con atención los latidos de mi corazón, la
lagrima se iba secado contra su piel dejando un rastro seco en su

100
rostro, y así transcurrieron los minutos mientras el café caliente
bajaba por mi garganta y ella seguía en mi pecho, yo con mi
brazo la atrapaba por la espalda y acariciaba suavemente su
hombro y su cabello, pronto en un abrir y cerrar de ojos dieron las
7.00pm y pegó un salto que casi la dejó al otro lado de la mesa, y
me dijo que esta vez en realidad tenía que irse, empacábamos sus
cosas y yo le decía que se relajara, de hecho para mí, el tiempo
estaba transcurriendo en cámara lenta.

Ella pagó la cuenta de la cafetería y salimos de la mano por la


puerta, caminamos un par de cuadras hacia la estación del bus, y
nos sentamos a esperar, hablamos un poco sobre el tráfico y las
palomas, y otra vez quise darle un beso, pero mi intento quedo
estrellado contra la esquina de su boca, pues ella había girado un
poco su rostro, entendí entonces que tal vez no quería una
sobredosis de besos esa noche. Finalmente, a la distancia vi que
se aproximaba su autobús a toda velocidad, y el corazón se me
hizo ceniza, ella debía haberse quedado más, el bus debía haberse
demorado más, el café debía haber durado más, y aunque el
destino me estaba protegiendo, yo no quería menos que una
eternidad a su lado, al calor de su piel perfecta y resplandeciente,
una eternidad respirando su aroma y degustando el sabor de sus
labios. Me puse de pie, y le dije que ya era hora de partir, ella
afanosamente se levantó de la silla y asintiendo con la cabeza, se
adelantó unos pasos para estar más cerca del autobús, le dije
“adiós” y me miró con un poco de ternura y lastima, cosa que
pude notar bastante bien, y cuando estaba a punto de preguntar el
porqué de su forma de verme se abalanzó sobre mí de manera

101
violenta y me plantó un beso en medio de los dientes, después
salió corriendo y se subió al bus. Todo se me olvidó.

Caminé hacia la 45 con esa sensación entre dolor y cosquilleo


que te deja el ser atravesado por una flecha de cupido justo en el
medio del corazón solitario, y no podía yo esconder la sonrisa, no
sé por qué no me robaron al ver la cara de idiota que llevaba, y
pateaba las pequeñas piedrecillas sobre el frio asfalto de la noche
mientras escuchaba sin parar su voz dentro de mí, mientras
acariciaba mis labios con los dientes y pensaba en que estaría
haciendo su boca ahora mismo, donde estaban sus manos
calientes si no era justo entre las mías, apoyaba mi cabeza contra
el vidrio del transmilenio y veía mi sonriente reflejo junto a mis
ojos un poco aguados y por dentro el corazón me repetía “bien
hecho” y yo decía “por supuesto que bien hecho”. Llegué a mi
casa con un tanto de hambre, y tomé mi celular para ver si de
pronto me había escrito algo, y no, todo en completo silencio,
salvo el aturdidor recuerdo de esa tarde, que pasaba una y otra
vez por mis parpados, cuando puse mi cabeza en la almohada no
podía dormir y todo lo que escuchaba era ese “bien hecho” una y
otra vez, así que puse mis manos bajo mi cabeza mientras
observaba el techo, y susurré alguna canción cursi y deletreaba su
nombre con cada latido, era una extraña sensación volver a creer
que le pertenecía a alguien de nuevo, pero como no podía dormir,
me levanté a las 12.45am y saqué mi pequeña libreta de poemas y
le escribí una curiosa carta:

102
<<Hola Margaret, no puedo dormir, espero que tú sí, porque en
realidad creo que debes descansar un poco, como sea, hace rato
que el agua helada de la nevera se me acabó y tengo una
inexplicable sensación de que algo me hace falta, creo que eres
tú, digo, tal vez me estoy equivocando y simplemente tengo
hambre o algo, pero oye, de verdad deberías ver mi rostro ahora
mismo, tengo la sonrisa ida y no dejo de pensar en lo loco que
sería tenerte de nuevo junto a mi nariz, dese que me solté de tus
manos, no he conseguido calentar mis dedos de nuevo, es curioso
este frio extraño justo en medio del pecho, me la he pasado
dibujando tu sonrisa en las estrellas, y me pregunto si estarás
viendo lo mismo que yo, si acaso también estas despierta
contando los segundos para verme de nuevo, sabes, el corazón
hace rato que no me servía para nada, era solo un estorboso
montón de dolor en el pecho, pero hoy creo que pusiste a andar
mi motor de nuevo, hace rato que no veía el color de esta
manera, hace rato que la noche no me causaba menos que un
gran dolor, ya no tengo miedo a respirar ni a caminar por las
calles a solas porque siento que el calor de tus brazos me cuida y
me protege, tal vez me estoy equivocando, pero creo que estoy
enamorándome otra vez, de ti, de tus sueños, de tu historia que
aún no conozco, de tus manos, de tu tierna sonrisa, de tu voz
apagada, de tus pantalones azules, de tus zapatos caros, de tu
aroma a vino y cigarrillo, de todo lo que me dices aunque no
tiene mucho sentido, ahora comprendo que tu apellido debe ser
Rose porque eres dulce, hermosa e inofensiva como una tierna
rosa de terciopelo rojo, una que yo quiero conservar sin importar
cuanto me cueste tenerla, ya no tengo miedo, no tengo miedo, no

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tengo miedo, te tengo a ti, tú tienes mi corazón, te tengo a ti, tú
tienes mis besos, te tengo a ti, tú tienes mi olor a café, te tengo a
ti, tú tienes los atardeceres rojos, te tengo a ti, en fin, me tienes a
mí, y a cambio juro que cumpliré todos tus sueños, Buenas
noches Margaret Rose, te mando un beso por este papel
amarillo>>

Me latía el corazón ese viernes cuando llegué, pero estaba ansiosa


de pensar que tal vez podría verla, y tenía ganas de ver su rostro,
ganas de volver a besar sus labios, de recorrer su cuello con mi
boca y dormir para siempre con sus dedos enredados en los míos,
y así fue, a eso de las 12pm nos vimos, y ella estaba bastante
extraña, pero daba igual, yo tenía ganas de fumar sus labios rojos
y me acerqué con ternura a su cuerpo, nos abrazamos por un rato
largo y ella sonreía al verme, después caminamos de la mano
hasta un restaurante muy malo, y almorzamos allí. En esas llegó
una buena amiga mía muriendo de frío, me dio pesar verla
temblar por el atroz frío que hacía, así que me quité la chaqueta,
le di mi silla y la arropé con mi blanco abrigo, yo aguanté un rato
la helada tarde, en esas sentí sus ojos clavados como cuchillo en
mi cuello, y Margaret estaba ardiendo de celos al verme ser tan
gentil con mi amiga, y trató de hacerle conversación, pero mi
amiga fácilmente notó el desagradable aire que le hacía sentir
ella, así que la conversación no fluyó.

Después de eso, terminé acompañando a mi amiga a su trabajo y


Margaret se quedó en el restaurante con José que acababa de
llegar, yo dejé mi maleta en una silla porque se supone que iba a

104
volver pronto, pero me distraje hablando con mi querida amiga,
recuerdo que en una parte de la conversación ella me dijo que
sentía que Margaret la odiaba, y que además ese desagrado era
mutuo, es obvio lo que pasaba, Margaret Rose estaba celosa.

En la puerta de la oficina de mi amiga, recibí una llamada de


Margaret, me dijo que José se había ido y que le dijera donde
estaba para llevarme la maleta, yo la esperé un rato cerca al
restaurante hasta que al fin su bella figura se asomó entre la
multitud, estaba yo divagando mientras cerraba la cremallera de
mi abrigo, y Margaret saltó hacia mi cara y me besó lentamente,
yo dejé caer el equipaje al piso y rodeé con mis manos su cintura,
curiosamente empezó a lloviznar, pero no importaba, el calor de
sus labios me tenía atrapada, suavemente su lengua entró en mi
boca y la puse más cerca de mí, y el beso se hizo largo y
apasionado, finalmente cuando ya estaba lloviendo demasiado
corrimos hacia una cafetería y en la puerta sellamos con tres
pequeños besitos ese mágico momento. Yo no había almorzado,
así que me pedí una hamburguesa con papas y gaseosa, y ella
también, traté de hablar con Margaret, pero ahora estaba distante
y totalmente arisca, reacia a mi caricia, no quería tenerme cerca y
no hacía esfuerzo por ocultar que no tenía ganas de verme o
tocarme, en realidad me pareció un tanto tierno y la miré mientras
hacía lo posible para hacerla reír, al final se rio y me dijo que nos
fuéramos porque ella se iba a reunir con los activistas a las 4. Ok.

Estaba lloviendo a cántaros, y la sombrilla apenas alcanzaba a


tapar un poco nuestros cuerpos, nos estábamos empapando y el

105
frío ya era insoportable, quise abrazarla para calentar sus huesos
con mi cariño, pero como había estado un poco de mal humor, no
me pareció buena idea en últimas, llegamos al lugar donde
estaban los activistas y entramos en un salón viejo y pequeño,
saludé a un par de ellos, y me senté en un sofá enorme a observar
la puerta, en ese instante vi que una tipa con cara de extranjera
cruzó la entrada con fuerza y silencio, todos la saludaron con
euforia menos Margaret, me pareció extraño. Después la tipa vino
hacia mí, y me saludó, ahí me dijo su nombre, se llamaba Alexia.

No hablé demasiado con ella, Margaret estaba en un rincón y


Alexia fue hacia allá, entonces se puso de pie y se tiró a los
brazos de esta, ambas se abrazaban como si se fueran una sola,
como si fuera la última vez que se veían, después Margaret era
evidente cuando buscaba cualquier excusa para abrazarla y yo
estaba pasmada, no podía creer lo que veía, algo en mi interior
ahora no funcionaba, pero yo no conocía a esa tipa, y no quería
exagerar pensando que algo pasaba entre ellas, no quería celos,
así que volteé la mirada e ignoré lo que pasaba.

Me quedé a la reunión de los activistas, y aunque Alexia y


Margaret ya no estaban juntas, el asiento que había guardado a mi
lado para Rose estaba desocupado, pues ella había preferido
sentarse al otro lado del salón, no me miraba, antes evitaba
hacerlo, pero en momento cuando ya me estaba empezando a
dormir, la puerta del salón azotó con fuerza la pared, volví de mi
sueño y vi que dos asientos estaban desocupado, y a lo lejos pude
ver la silueta de Alexia y Margaret caminando de la mano hacia el

106
pasillo, la puerta era de vidrio, y después de una discusión entre
ellas se perdieron más en el fondo. Un par de minutos después
entraron ambas, y Alexia le abrió la puerta a Margaret, ella sonrió
y entró viéndome a los ojos, me sonrió con ironía, y se sentó en
su lugar.

Fue extraño, después de eso me fui sin preguntar nada y sin


despedirme, me daba la impresión de que algo raro pasaba entre
Margaret y esa tal Alexia, pero las cosas siguieron así por otro par
de días, yo me iba sin despedirme y llegaba sin saludar, ignoraba
totalmente a Margaret básicamente porque ella también me
ignoraba a mí, y eso por aproximadamente unos 7 días.

Y era jueves otra vez, por cosas del destino terminé sentada en la
cafetería en la mesa donde besé por primera vez a Margaret y
mientras no podía entender nada de lo que pasaba, los días se me
estaban haciendo más y más confusos, no había terminado de
darle el primer sorbo al café cuando Margaret apareció,
hostilmente y sin decir nada, me vio en la mesa y se sentó frente a
mi, pidió una coca cola y sin decir nada, cambió de lugar y se
puso a mi lado, me dio un beso en la mejilla izquierda y me dijo
“hola Amelia” y bueno, yo en realidad no tenía ninguna razón
para estar molesta, así que me volteé y de dije hola también,
hablamos por un buen rato, y después le pregunté por Alexia, ella
se puso un tanto agresiva y después de un largo suspiro me dijo
“de verdad quieres saber?” yo contesté que sí, y ella me contó la
historia que ya di a conocer a principios de este libro. Yo no sabía
cómo sentirme al respecto, así que me sentí con mucha ira, odié

107
su rostro en ese momento y me vengué tomándola por las
muñecas y dándole un beso sereno y apasionado, pero ella no se
resistió, no hizo ningún esfuerzo para evitarlo, todo lo contrario
trató de que no me separara de ella, después de un par de besos
así, ya se me olvidó todo, no recordaba por qué estaba molesta
con ella y fuera lo que fuera, en ese momento no me importó, la
toqué con dulzura justo arriba de la rodilla y me dijo ven
conmigo, yo le dije que ya estaba con ella, a lo que ella respondió
“no, quédate conmigo”. En dónde? Le dije con risa, “en mi casa”
me dijo con malicia, y bien, tomamos el autobús y llegamos a su
apartamento, estaba bastante organizado y oscuro, ella siguió
derecho al baño, y yo me quedé sentada en la sala de su casa, y
hasta ese momento yo no acababa de comprender la trampa en la
que había caído.

Se fue para la cocina y sirvió un vino caro, a mí no me gusta el


vino, pero ese sabía diferente, tal vez porque
estaba compartiéndolo con la mismísima Margaret Rose, poco a
poco, entre vino y beso, el labial rojo de Margaret se iba
disolviendo entre la copa y mis dientes, y ya era algo adictivo y
que por alguna extraña razón me dolía, y hasta ese momento todo
estaba marchando de acuerdo al plan, subí a su habitación, un
tendido color púrpura, la pared blanca, la mesa de noche de
madera de roble, y lo que me llamó más la atención fue que su
cama era realmente grande, cabían como cuatro personas de su
tamaño, entre besos y besos, noté que Margaret estaba muy ebria,
y me pareció el momento perfecto para descubrir su cuerpo bajo
su camisa color carne, y cuando estaba bajo su pecho la ternura

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me invadió, sentí que no podía proseguir, quería, obviamente
quería, pero no podía por algo dentro de mí que no deseaba
tocarla, no sé, tal vez en el fondo quería conservar el misterio de
su figura y aún más en el fondo, no me sentía digna de tocar su
suave piel blanca, ella estaba ahí, yo también, la cama también,
pero todo el alcohol se disipó de mi cabeza y no pude ser capaz
de dejar mi nombre en sus sábanas moradas, la tomé suavemente
y la retiré de encima de mí, y le dije “Margaret por favor, no
hagamos esto” a lo que ella muy borracha respondió lanzándose
con violencia a mi cuello, y me besaba sin parar y sus besos se
dirigían al sur de mi cuerpo, y otra vez en seco la detuve, la tomé
con afán y la puse a mi lado y con un tono alto de voz le dije “ya
no más” curiosamente ella se rió, y me dijo “ok, Amelia” me dio
un beso delicado y se durmió en mis brazos, cuando ya estaba
profunda y apunto de dormirse me dijo entre los dientes “te
quiero” y yo le dije con voz somnolienta “y yo a
ti, toda la vida” .

Desperté a su lado rodeando su cintura con mi mano, y fue


maravilloso el instante en que la admiraba mientras dormía, su
pelo caía de manera asombrosa sobre su rostro, totalmente
delicada es la sensación que me produjo verla en ese estado de
inocencia y ternura, y casi tuve que contener las ganas de llorar
detrás de una enorme sonrisa, me apoyé en su cabeza con
mi frente. Casi no lo podía creer, acababa de despertar a su lado,
al lado de Margaret rose, y se veía hermosa, era divina la forma
en que sus pestañas adornaban sus párpados, era aún más
hermoso pensar que yo estaba a su lado, sin ropa y sin nada más

109
que una profunda sensación de cariño, la puse entre mis brazos
y me quedé totalmente dormida y soñé con estrellas de colores y
cielos anaranjados, brisa fresca y pastizales llenos de vida
inmensos y verdes como un bosque en primavera, no había
terminado mi fantasía cuando de golpe desperté, porque Margaret
había tomado mi brazo de encima suyo y lo había lanzado con
fuerza hacia mi lado de la cama, ¿Qué te pasa? Le dije medio
dormida, ella se levantó de la cama y me tiró un cojín blanco,
después fue hacia el baño. Al rato salió y yo me estaba quedando
dormida de nuevo y me dijo “por lo menos espero que haya
estado bueno, porque ni siquiera me acuerdo” yo me senté
rápidamente y busqué entre el piso y las cobijas mi ropa, ella me
miraba con atención y después de un rato se acercó y me dio un
beso “buenos días Amelia” y se perdió en el pasillo.

No estaba muy segura que estaba a punto de tener una de las


conversaciones más extrañas de mi vida. Ven Amelia, dime
cuántas veces me corrí anoche dijo Margaret, yo me sonrojé
notablemente y le dije “perdí cuenta a la quinta vez” ambas nos
reímos por un rato, y después me dijo, “pero ya, en serio, si te vas
a estar aquí un rato más, por lo menos hazme el desayuno” y
subió hacía su habitación. [Cuanto me duele seguir recordando
esto, estoy almorzando sola en un elegante restaurante y siento
las miradas de las otras personas sobre mí, tan joven, muy joven
para cargar tanta soledad y tanto dolor, tanta tristezaaa y es muy
difícil olvidar el daño y recordar solo el amor, porque el trago
amargo se pega más al alma que la dulzura, me agobia el sonido
de sus besos, recordar mi inocente pensamiento, cuando aún creía

110
en el amor y en las personas, pero ya no, hoy solo tengo el vacío
de la ausencia de su boca, solo tengo recuerdos borrosos y
pesados para aliviar un poco mis días repletos de melancolía, y es
que a veces siento que no la extraño a ella, me extraño a mí
misma, quisiera volver a ignorar las cosas que ignoraba antes,
pero ella cambió mi vida y mis letras para siempre, porque se
quedó dentro de mí aunque ya no la pueda volver a ver con estos
ojos nublados de lágrimas dulces y coloridas, las que salen de mí
cuando pienso en lo mucho que llegué a ser capaz de amar].

Estando en su cocina traté de encontrar cualquier cosa para hacer


el desayuno, resultó que en su alacena y nevera lo único que pude
encontrar fue mucho alcohol y coca cola, cualquier persona
habría muerto de hambre en su casa y yo ya empezaba a sentir el
efecto del ayuno prolongado, pero quería impresionarla, hacer el
mejor desayuno del mundo para ella, no obstante era realmente
desagradable y frustrante ver que no había nada de comida allí,
por lo menos encontré café, y mientras lo hacía, escuché un golpe
en la habitación de ella, me preocupé bastante y salí corriendo a
ver qué pasaba, pero en la puerta lo único que podía notar era que
estaba hablando por teléfono y repetía sin parar “de verdad tengo
que ir?, estoy bien aquí' una y otra vez la escuchaba pronunciar
esa frase y golpear alguna parte de la pared o patear la cama y la
mesa de noche, finalmente tiró fuertemente la puerta del baño y la
ducha sonaba como una cascada. En ese momento recordé que
básicamente no había hecho nada de desayuno, y se me ocurrió
pedir dos a domicilio, eso hice.

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El desayuno llegó, y yo estaba arreglando la mesa, un par de
flores pedí como adición a la orden y me había quedado
realmente hermoso todo, y soñaba con ver la cara de Margaret, el
beso que me daría al ver el festín que le había hecho, tal vez
podríamos terminar lo que habíamos dejado pendiente la noche
anterior, si, soñaba con su sonrisa y un gracias acompañado de
un apasionado beso de sus bellos labios rojos, no había terminado
mi fantasía cuando la escuché bajar a toda carrera de si
habitación, le sonreí con dulzura y corrí la silla para que se
sentara, como toda una película cursi, pero ella solo me miró con
sorpresa viendo todo lo que había hecho y se limitó a decir
“¿Enserio sigues aquí?” yo no sabía que decir, solo la miré y me
senté a tomar café mientras me tocaba la cara con desconcierto,
en eso ella se sentó frente a mí y me dijo “sabes, en realidad
nunca desayuno, pero por esta vez haré una excepción”.

No sé qué parte de ella creía que con decir eso podría bastar para
corregir su estúpida y grosera manera de hablar, yo no dije nada y
seguí con mi tarea de acabar el desayuno lo más pronto
posible porque quería salir de ahí, no quería pisar su apartamento
de nuevo, Margaret trató un rato de sacarme alguna palabra de la
boca con cualquier pregunta aleatoria pero no le funcionó, hasta
que dijo “Amelia, tengo que regresar por unos días a casa de mis
padres, ya sabes, yo no soy de aquí” en ese momento la miré con
sorpresa, ”por qué?” le dije con voz de tristeza, a lo que ella
respondió cambiando el tema de repente “lo que más me gustó
del desayuno, fue definitivamente el café” me dijo viéndome con
risa burlona, yo sonreí y le dije gracias Margaret, se levantó de la

112
silla y se sentó en mis piernas, me acariciaba con ternura la cara
con sus manos, y de vez en cuando me besaba la nariz o los
labios, yo empezaba a arder y toqué su cintura con mis manos,
después lentamente me deslicé hacia sus nalgas, y las apreté con
fuerza, ella dio pequeño salto y dijo “esta es la revancha” con un
tono de voz que se cortaba con lo agitada que estaba su
respiración.

Y así fue, nos tiramos al piso, y su piel fría y limpia se sentía bien
al rozarse contra mi recién levantado cuerpo, ella me hechizaba,
sabía cómo hacer que cualquier persona perdiera el sentido con
verla desnuda, se movía de arriba abajo sin parar y se veía cada
vez más hermosa, yo no podía entender cómo cabía tanta
perfección en una sola persona, y finalmente toda la danza
romántica se habíamos empezado llegó a su fin, yo entre sus
brazos me sentía viva, por un momento todo el dolor de mi
vida se esfumaba y ya nada importaba, solo ella, solo yo, solo su
sabor a café, mi apellido y el suyo fundiéndose en un mágico
instante, se pudo acabar el mundo en ese día y habría valido la
pena, cada beso antes del suyo fue una pérdida de tiempo, todas
las caricias antes de las suyas habían sido un completo fracaso,
nadie como ella, nadie mejor que ella, pues es una diosa hecha
mujer con apellido rosa y ahora era mía, o por lo menos yo era
suya, la amé en ese momento. Sucedió que ella se levantó a
buscar su teléfono y gritó desesperada “llegaré tardísimo, no, mi
vuelo” y a toda prisa se puso la ropa y bajó con sus maletas en la
mano, yo me había vestido, y verla me dolía, estaba tan afanada
que tenía lágrimas en sus ojos, y cuando una de esas cayó por su

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mejilla vi que ya era suficiente, le dije rogando “por
favor cálmate” ella solo me miró y me gritó que todo era mi
culpa, que yo la había hecho perder el tiempo como siempre
lo hacía, me dio un empujón y me dijo gritando una vez más “y
ya lárgate de mi casa”, salí, me tiró la puerta y la escuché gritar
por último vez “ya lárgate”.

Caminé la calle por varias horas, y finalmente decidí subir al


primer bus que me dejara cerca a mi casa, y sentía una
inexplicable mezcla entre felicidad y desdicha, dolor y placer, no
acababa de entender que acababa de pasar, me preocupaba
considerar que ella me odiara, qué haría yo sin sus besos, cómo
pasaría una tarde lluviosa sin café y sin su labial rojo por mi
cuerpo, no estaba muy segura de si la había perdido o no, pero ya
la extrañaba mucho y me dolía una parte del cuerpo que nunca
antes me había dolido, obvio muchas veces antes me había roto
el corazón, y ya sabía muy bien como dolía, donde dolía y en
especial, sabía perfectamente cómo curarme, pero esto era algo
nuevo, nunca antes lo había sentido, físicamente me dolía el
pecho, y tal vez en eso se parecía a las veces anteriores, pero nada
más, el dolor era diferente era más profundo y con
más sensaciones, tenía ganas de vomitar, un poco de llorar y me
dolía detrás de los ojos, el brazo izquierdo también me dolía,
sentía la boca seca y el dolor muy en el fondo, lo que más me
molestaba era que sentía un tipo de ardor constante pero leve,
soportable, pero también desesperante, [ y ahí dije la primera vez
en mi vida, la frase que en otro capítulo usé muchas veces
más Margaret Rose quisiera poder arrancarte de mí.

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Llegué a la casa y mirando por la ventana, con una lata de
cerveza en la mano, miré detenidamente el cielo y así se me
pasaron dos días, era lunes de nuevo, finalmente desperté del
trance celestial al que me indujo Margaret Rose y me puse de
pie, tomé una ducha y noté que tenía labia rojo en las mejillas y
también que tenía marcas de “chupones” en el cuello y en las
costillas, era extraño, parecía que había habido una batalla de
pequeñas personitas por todo mi cuerpo, y al parecer mi bando
había perdido la guerra, me sentí enferma, me molestaba ver que
no podía borrar la marca física ni interior de ella, al parecer ahora
tenía un sello en mi piel marcado con tinta imborrable y decía su
nombre y su apellido, me metí bajo el chorro de agua caliente y
me froté con rabia la piel, pero solo acabé llorando y frustrante
era el hecho de sentir su aroma adherido a mí, sin importar el
jabón o el champú su huella no se iba. Acabé por dibujar una
carita feliz en el espejo y me sentí feliz imitando la mueca de mi
horrenda creación, salí del baño y el día se veía diferente, ya no
sentía oscuridad en mi interior, me vestí lo mejor posible, porque
cuando me siento triste normalmente funciona para subirme al
ánimo usar ropa elegante simplemente me pone de buen humor.

Crucé mi habitación con mucho perfume en todos lados y vi mi


teléfono, estaba descargado y lo puse en él toma, en ese instante
se prendió y un mensaje salió de la pantalla, tenía 6 llamadas
perdidas de Margaret, cuatro del sábado y dos del domingo, lo
curioso es que de una llamada a otra, dejó pasar muchas horas
de diferencia. Un mensaje que decía “Hola, cómo estás?” y

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finalmente y lo que más me asustaba, tenía un correo de voz, al
ponerlo a reproducir de verdad esperaba que se disculpara, en ese
momento no me importaban las excusas ni las razones, unas
disculpas, nada más, eso me bastaría para quererla de nuevo, y
por cómo iban las cosas, al parecer estaba desesperada por
pedirme perdón o bueno, al menos estuvo pensando en mí, eso
también es ganancia, el correo decía:

“…(ruido y risas)… hola, creo que mereces unas palabras de mí,


digo, por lo del sábado (más ruido y casi se cortó el sonido) llevo
llamando mucho y no me contestas, claramente fui un poco
descortés, como sea, aquí va lo que tengo que decir (suspira con
temor)… gracias por el desayuno, si te debo dinero, cóbrame el
lunes (más risas) debo irme, cuídate corazón (una voz como de
anciana grita su nombre)…(colgó)” fin del mensaje”

Por mi mente pasaron dos cosas, la primera: ¿Qué demonios


estaba pensando cuando me mandó ese correo? La segunda: que
en realidad me siento ofendida. Cómo piensa ella que yo le cobre
por haber estado en trance depresivo por dos días enteros, como
le pongo precio a mi dolor, a sentir por tanto tiempo que
colapsaba mi interior, ¿cómo le pongo un precio a que en mi piel
hallan marcas de un intento de homicidio que casi salió bien,
cómo? Supongo que ella podría hallar un modo de hacerlo,
porque el precio es lo que le pones a las cosas que son tan poco
importantes como para tener valor, y para ella por eso todo tiene
precio. Como sea, ya era lunes y sabía perfectamente donde
encontrar a Margaret, pues ella trabaja en un bonito instituto de

116
idiomas, si, habla más de un idioma, probablemente es una de
esas armas que usa para matar. Subí a un bus anaranjado que me
llevaba directo al instituto, y en una hora más o menos, estuve
allí, justo en frente de su trabajo, y tuve miedo, pero tan pronto
como recordé su rostro pude entrar con emoción pues mi corazón
estaba ansioso de dejar de sufrir por extrañarla, eso era lo que
quería que acabara con mi sufrimiento, ni siquiera quería amarla
yo quería poder verla para dejar de sentir y aceptar su ausencia,
probablemente la amaba pero en ese momento solo quería verla.

Entré con entusiasmo inagotable por su puerta y la vi en la


recepción hablando con una extraña de pelo naranja.
Tan pronto como me vio, salió corriendo directo a mis brazos y
me abrazó como si yo fuera una persona especial para ella, no
obstante cuando quise darle un beso, ella notó mi intención y me
dijo “ahora no” y siguió aferrándose a mi cuerpo de una manera
que calcinaba mis huesos y sueños, como una chimenea que
transforma en carbón la madera, así, así me quemaba ella y yo no
podía luchar contra las ganas de suplicar que me matara
incinerándome en sus brazos.

Paso seguido, a la media hora estábamos en un salón de clase


besándonos como si el mundo se fuera a acabar, pero no era un
beso de calor, era un beso de esos que le das a las personas que
quieres, con los ojos bien cerrados y rodeando los cuerpos con los
brazos, poniendo suavemente las manos en las esquinas del
esqueleto, después de eso, Margaret se sentó en el escritorio y yo
en una silla, y me contó un poco sobre los problemas que tenía

117
con su familia, lágrimas violeta caían por su mejillas, y yo no
podía resistir verla así, me puse de pie y la tomé entre mis brazos,
puse toda mi energía en darle un poco de esperanza, hice chistes
que la hacían reír para que cesara su llanto, y finalmente conseguí
que se acostara en mi pecho, tenía las manos en su rostro tapando
sus ojos, y yo la abrazaba mantenimiento todo su cuerpo en
medio del mío, literalmente Margaret estaba tapando el sol con
las manos, le di con dulzura un beso arriba de su cabellera, y le
prometí que todo estaría bien, que yo siempre estaría a su lado,
que siempre que ella quisiera encontrarme, bastaría con buscarme
porque mi corazón era ahora una puerta abierta a sus órdenes, me
dijo “en mis años de vida, nunca he conocido el amor” y yo le
dije está bien creo que tu día pronto llegará eres una persona
hermosa y alguien sabrá verlo [como yo] ella finalmente logró
calmarse y fue allí cuando me dijo que sentía que todo era
distinto conmigo, sentía confianza una que solo podía indicar que
yo era verdaderamente su amiga. En ese instante sentí una
combinación entre felicidad y decepción, evidentemente quería
ser su amiga, por supuesto que quería ofrecer mi amistad, pero
como podría yo quedarme en esa categoría si sentía que mi
corazón funcionaba cuando estaba a su lado únicamente, pero el
amor y la amistad pueden ser etapas que eventualmente pueden
transformarse en la otra categoría, ya sea de amigos a amantes o
al revés. Así que decidí que estaba siendo un poco paranoica, la
amistad no está tan mal porque así a veces comienza el amor. Me
fui temprano porque Margaret quedó con unos compañeros de
trabajo, y aunque traté de encajar, la energía de ellos y la mía no
conectaban.

118
Sus palabras se quedaron en mí, y me golpeaban las paredes de la
cabeza una y otra vez, “su verdadera amiga” eso era, obviamente
en el momento yo era su amiga, pero ¿qué hacer con esa amistad?
Si yo empezaba a sentir que de verdad iba a estallar por pensar
tanto en ella, en su piel, en su rostro, mi corazón había empezado
a funcionar de nuevo y me asustaba, pero Margaret tenía algo que
la hacía diferente, su voz me inspiraba ternura y amor, y al verla
más de cerca podía leer la sentencia de morir en sus brazos,
definitivamente ella era el tipo de persona por el que valía la pena
morir, luchar, resucitar y conservar para siempre, recordaba sus
abrazos, sus besos y su cuerpo, y automáticamente mi mente
ponía a trabajar la parte de mí que la deseaba con fervor, y ya
sabía bien la parte de mí que la quería, era mi corazón, tal vez ser
su pareja, o nada de esas cosas, mejor ser suya y ya, y
especialmente poder tener el privilegio de decir que ella era mía,
fuera mi amiga o mi pareja, no importaba, el hecho era poder
estar a su lado y contemplar su todo lo que me fuera posible,
verla, tocarla, besarla, abrazarla, o simplemente poder ver su
reflejo en el cristal de mis ojos. Después de esa tarde no la vi
como por tres días, yo estaba ocupada y al parecer ella también,
pero eso no me hacía olvidarla, de hecho durante esos días el
recuerdo de su figura y su voz era lo que me mantenía despierta,
cálida y feliz, imaginaba momentos hermosos en los cuales yo
usaba alguna de mis habilidades para escribir o hacer música con
tal de hacerla feliz, pensaba cual sería la mejor para decirle que la
amaba, y que todos quedarán profundamente impresionados,
soñaba con verla sonreír y que yo fuera la razón detrás de su

119
alegría, ser el motivo de su felicidad, o por lo menos decir la
palabra exacta que la hiciera sentir especial, como ella lo hacía
conmigo.

Era viernes, y ya había pasado bastante tiempo desde que había


hablado con ella, no tenía idea de cuál sería la razón de su extraño
comportamiento, el punto es que ya me sentía muy miserable, ella
sabía que sin importar lo que pasara, podía contar conmigo y aun
así no me buscaba, me preocupaba pensar que algo le podía haber
pasado, tal vez de habría enfermado, o se había ido para siempre,
¿qué haría yo sin ella? Como soportaría un jueves sin sus besos y
su aroma, cómo seguir adelante condenando mi vida a la
eterna sobriedad, a enfrentar un shock de abstinencia por no
tenerla a ella, por no probar su cuello, por no acariciar su suave
piel blanca y reluciente. Los días pasaban y la abstinencia de ella
me empezaba a dejar síntomas insoportables, estaba de mal
humor, triste y solo pensaba en tomar cerveza y escuchar música
triste, se sentía como un quemón en el estómago y el corazón, y
podía ser hambre o soledad, me resultaba difícil distinguir, mi
libreta de poemas se llenaba de llantos y súplicas insistentes, su
nombre y su rostro se cruzaban cada segundo en mis
pensamientos, los letreros tenían su nombre, las palomas tenían
su nombre, los semáforos tenían su nombre, todo tenía su
nombre, el café, el almuerzo, las melodías, las tardes, las
mañanas, el atardecer, el amanecer, mi tristeza, mi melancolía, mi
hambre y mi soledad,¡ todo! Estaba con un amigo, y fuimos por
unas cervezas, en el camino vi algo que me llamó la atención, vi a
Alexia muy cerca de una chica y veía como se enredaba en los

120
brazos de ella, desde donde yo estaba no se veía bien la tipa, y
quise ir a investigar, al principio la chica me resultó poco
familiar, no podía ver bien de quién se trataba, más de cerca vi
que era Margaret, y yo había llegado justo a tiempo para
presenciar un tierno y caluroso beso entre las dos. No entendí lo
que pasaba, pero fingí que no había visto nada, y me acerqué,
curiosamente Alexia me saludó primero y mejor que Margaret,
hablamos un rato y yo bromeaba con Alexia, mientras tanto, Rose
hablaba con mi amigo, finalmente nos vimos a los ojos, y ella me
dijo que iba a de salida para su ciudad, yo iba para el bar,
entonces ella se tiró a mis brazos y me abrazó con fuerza, sentí
sus dedos aferrándose con fuerza a mi, la veía así y sentía como
se desvanecía en cada paso del reloj, “adiós Margaret” un beso en
la mejilla derecha y un ademán después, en el bar me embriagué
a tal punto que no podía ni hablar, Dios bendiga al auto
corrector que me ayudó a pasar por sobria con mis amigos, el
problema fue que le mandé un texto a Margaret que decía:

“Hoy cuando te abracé sentí que no estabas bien, no tienes que


contarme, pero si debes saber que yo te apoyo y que puedes
hablarme, cuenta conmigo si necesitas algo, y si me equivoco,
perdón.”

Del mensaje supe al otro día cuando leí la respuesta de ella, “no
te equivocas, el lunes te cuento” y bueno, ese lunes ya lo conté.
Por si no queda claro, ese lunes yo le compré una linda pulsera
para aprovechar el momento y decirle cuanto la quería y que ya
no soportaba ser su amiga.

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En fin, la historia fue más larga que esto, faltaron los sueños y las
ilusiones hechas pedazos, pero no necesito muchas palabras para
dejar claro que mi amor fue totalmente genuino, y la prueba
irrefutable de eso es que el dolor fue totalmente insoportable, y
admito que pudo ella lo que nadie había podido, me supo romper
a tal punto que me hizo cambiar. Las ilusiones cambian y se
transforman, a veces tienes que comprender que la vida ha vuelto
tu esperanza dos cosas: morir o despedirse, y lo mejor es siempre
saber despedirse, porque no vale la pena quedarse cuando todo se
ha acabado, escarbar las cenizas y soñar que puedes encontrar
algo vivo en medio de toda la tragedia que queda cuando un
huracán de decepción y crueldad anunciada te parte en mil
pedazos el alma.

Margaret Rose, hoy ya han pasado más de tres años desde que te
vi por última vez, no sé dónde estás, si acaso estas muerta o viva,
si pudiste al fin ser feliz con Alexia o con quien sea, jamás
nuestros caminos se volvieron a cruzar, y confieso que aun te
llevo en mis pensamientos, en el corazón no, ese ya está repleto
de café y nicotina. Supongo que al final yo tuve razón, y tú nunca
quisiste volver, no me escribiste una carta, ni siquiera te
despediste bien, no me diste la oportunidad de decir adiós cuando
tú ya habías cruzado la puerta.

A veces me da la impresión de que te voy a encontrar cerca a ese


restaurante en que nos conocimos, a veces te veo reflejada en los
vidrios de la cafetería en la que me enamoré de ti, a veces te

122
escucho hablar en medio de la muchedumbre y busco tu voz en
medio de las de otras personas, te siento cerca de mí, bajando las
escaleras del salón de los activistas, veo gente extraña que tiene
tu ropa y tus maletas, pero al voltear, puedo ver que tienen otro
rostro.

No he perdido la esperanza de algún día verte de nuevo, más que


solamente en mis sueños o en mis alucinaciones por la droga
corriendo en mi interior, juro que, aunque te recuerdo
perfectamente, ya no te amo, juro que aunque te pienso cada día,
pude olvidar el dolor y el resentimiento, me saqué tu puñal y
conseguí amar de nuevo, pero es la cicatriz en mi pecho la que en
el espejo me hace acordar de tu rostro. Tu rostro Margaret Rose,
ese que vi llorar en las tardes y amar en las noches, ese que nunca
me perteneció, tu rostro, el que me golpea y me llena de nostalgia
cada vez que veo una flor amarilla, cada vez que escucho la
palabra “corazón” tú, yo, lo que no pudo ser, todo eso lo llevo en
mi piel, y si al morir no pude conseguir volver a ver tu rostro, me
dedicaré como fantasma a buscarte toda la eternidad, tal vez en
esa vida si te corresponda.

Quiero contarte un par de historias, tengo nuevas bromas que sé


que te podrían gustar, y Alexia, ella también se esfumó como tú,
supe que al parecer encontró el amor, tal vez fue en ti o en
alguien más, no lo sé. Desde que te fuiste he dormido en paz,
muy sola, pero en paz, ahora me gusta el vino porque me
recuerda a ti, y el labial rojo de mis blusas blancas nunca cayó,
admito que guardo la copia original de esa carta que te di, y

123
también admito que aunque traté semanas y semanas enteras,
nunca conseguí odiarte, tal vez aun guardas ese poema que te di,
con amor o como un simple suvenir, yo te guardo con cariño pero
sin anhelo, tal vez nunca pude aceptar que no me quisieras a tu
lado, tal vez nunca lograré algo más solo que fingir que no
recuerdo tu nombre ni tu historia, y si me cruzo contigo juro que
no voy a correr detrás de ti, pero no puedo prometer no
lastimarme el corazón, tú te fuiste, yo me quedé de pie sin poder
hacer nada viendo cómo te mezclabas con el día, y no supe nada
de ti.

En los bares y en los parques cuando estoy 0% sobria, les hablo a


todos de ti, y pregunto a las calles grises si han visto tu huella,
pero nunca responden, nunca nadie sabe nada de ti, y aunque
prometí no dejarme encontrar, mi voluntad hace años que se
quebró y me propuse hacerte saber que si algún día querías
regresar, me podías encontrar igual, igual de dispuesta a pasar dos
eternidades a tu lado, pero no más que eso. ¿Pero cómo hacerte
saber que te espero? Si ni aun en tu ciudad saben de ti, si solo
parece que fuiste una especie de espejismo que yo imaginé y no
fue real, siempre fuiste buena en desaparecer, siempre fuiste
buena siendo intermitente, pero esta vez creo que si te perdí para
siempre.

No pude olvidar, tal vez porque me recuerdas a todos mis vicios y


amores, y cada vez que peco o hago algo bueno me acuerdo de ti,
en las noches cálidas me acuerdo de ti, en las tardes frías y bellas
me acuerdo de ti, visito los museos de arte y me acuerdo de ti, y a

124
propósito dedico meses enteros a pisar con exactitud cada paso
que di desde que te conocí hasta que te perdí, y en realidad no sé
si te perdí, tú me dejaste escapar, te dio igual, eso creo. Y ya sé
bien qué lo que tenía que hacer, era alejarme de ti, y no porque
me hicieras mal o porque tú me causaras dolor, debí alejarme
porque me hacías demasiado feliz, y quería congelarte así en mi
mente, antes de que fuera demasiado tarde volver y toda la
felicidad que me causaste se volviera desilusión, frustración y/o
tristeza. Muy tarde porque yo nunca me fui.

Pero debí irme yo también, porque tú hiciste mis días más


bonitos, porque no importa que tan mal yo estaba, con solo verte
sonreír bastaba para ponerme de buen humor y ser capaz de estar
alegre, tú hacías que el sol brillara más, que la música sonara
mejor, que el café supiera mejor, que el atardecer se viera mejor,
porque eras luz, un obsequio del universo que no quise perder, no
debí darme la posibilidad de transformar tu brillo en oscuridad, y
como sabía que darle a mis ojos el privilegio de ver tu sonrisa era
un error, entonces preferí recordarte así, antes de que me golpeara
al entender que, como dice la canción, eras el cielo que jamás
pude tocar.

Nunca quise esto, pero me enamoré de la estrella más bella del


cielo para descubrir que era total y científicamente imposible
estar a su lado, era imposible traerte a ti a mi lado, y por eso tuve
que resignarme a verte desde la distancia, desde mi ventana,
porque brillas con toda intensidad en otro cielo y no perteneces
aquí, a mi desierto, a mi imperfección, a mi incapacidad, a mi
insensato corazón.

125
Yo sé, eventualmente me olvidaré de ti, y te perderás en un cielo
lleno de luceros blancos hasta que ya no recuerde tu posición y
mis ojos contemplarán una nueva luna, ya llegará ese día,
mientras tanto, es mejor que me acostumbre a estar distante, a no
hablar de ti, a no escuchar tu voz y no pensarte en cada canción.
Y no, no siento que perdí, esta ocasión no hay culpables, ni
engaño ni mentira, está vez hay realidad y el vacío que traen la
libertad y el pensamiento correcto. Gracias, porque aun cuando tú
no lo supiste, llenaste mis tardes de luz y felicidad, llenaste mis
ojos de alegría y mis notas de letras, de verdad gracias, prometo
contar esta historia, de cuando una persona tan ordinaria como
yo, se enamoró de un ser fantástico y maravilloso como tú. Pero
es el mismo cariño que te tengo el que me hace hoy desear haber
partido cuando pude, seré feliz con creerme la mentira de que,
aunque sea una vez, yo fui el motivo de tu sonrisa e irme así,
porque como diría Bako, si eres mentira ya no quiero la verdad,
dejar a mi ingenuo corazón pensar que también fui especial para
ti, no detenerme para darme cuenta que no lo soy ni lo fui, ya lo
sé aunque no sea capaz de aceptarlo por completo. Lo único que
deseo siempre es que de alguna manera puedas ser feliz, porque
eso es lo que mereces, sin importar de qué o quién provenga,
mereces amor bueno y felicidad tranquila, y yo también.

Me encantaba verte sonreír, como tu piel se acaloraba con el sol,


y aun sueño con una ilusión lejana de besarte el alma, que
asombro es recordar tus ojos radiantes bajo la luna, recordar tu
cabello mareado entre tus dedos, tus piernas perfectas caminando
al ritmo de mi corazón. ¿Qué puedo hacer si tu cara está en mi

126
pecho? Si no puedo olvidar la sensación de tus manos en mi
cuello, si cada vez que me rozabas descargaste electricidad en mi
vida y no puedo dejar eso en el pasado, quisiera haber dedicado
más tardes para contemplar tu belleza romántica, quisiera haber
condenado más de mis noches a navegar en las fantasías locas,
eras un huracán violento que arrasaba mis caricias. Hermosa flor
delicada que habitaba en la selva virgen, no dejaste a mis manos
explorar tu espalda fuerte, ni dejaste a mi lengua explorar los
tejidos misteriosos de tus suspiros.

Hoy creo que tal vez ganamos del mismo modo, tú te convertiste
en poesía y cicatriz.

127
En palestina también pasan cosas

Es de noche, y llueve, llueve mientras me pregunto si algún día


sanará mi corazón. El aire pesado de la noche se extiende en
penumbra y se confunde con la delgada línea de mi voluntad
quebrantada, hace días que no sueño nada coherente, cierro los
ojos y veo vacas gigantes en Argentina, vaya a saber Dios la
razón de eso. Me dedico ahora a dar clases de música, me sirve
para aliviar un poco la sensación de ser olvido en el corazón de
las personas que amé, amigos, familia y parejas me han sabido
cortar como cuchilla lo que hay debajo de la piel, sangre morada
y verde que me atraviesa por los cristales del pasado, y en
especial un corazón pausado que se pega de las ilusiones, trato de
cuidarlo, pero no se deja. En ocasiones siento que en esta
ciudad el ruido de los autos y los tacones de las mujeres nos
ayuda a sentirnos un poco menos rotos, han pasado por sus calles
miles de pasos torcidos o rectos pero la calle nunca está
completamente sola.

Salí con un par de personas, ambas una total decepción, no


puedo lograr interesarme en nadie, tengo la leve impresión de que
me estoy acostumbrando a la soledad, a las historias de una sola
noche, es que es más fácil lidiar con rasguños de pasión que con
puñaladas de desamor, y yo ya tengo unas cuantas de esas, tal vez

128
ya no tengo espacio para otra más pues mientras mi piel sana en
tres días, mi corazón se mantiene dolido por muchos años y
cuando se va el dolor, una cicatriz espesa y profunda se queda
para siempre, algunas veces como trofeo y otras como una
manera de hacerme ver lo miserable de mi vida, los engaños que
caí, las mentiras que creí y las palabras que callé. Fallé yo
también un par de veces, jugué con aquello que no debía jugar, y
me estrellé con lo que daba por superado, no me deja el recuerdo
fantasma de mis amores pasados no puedo pertenecer al momento
indicado, vivo entre el pasado y el presente como si ambas
realidades fueran una sola, un flashback. Eso es ahora mi vida, un
constante recordar, ver las historias pasadas cuando en mis ojos
un evento, lugar, o cosa conocida me hace alucinar con hechos
del pasado, y lo más extraño es que no se trata de una visión, se
trata de sentir lo mismo que sentí en ese momento, aquello me
pasó un par de veces cuando corría heroína azul por mis venas, y
resultaba bastante molesto, hace unos cinco meses que Margaret
se fue, y no he sabido nada de ella, tengo la impresión de que su
ausencia no resistirá más de un año, honestamente eso espero.

Admito que la extraño, es diferente tener que soportar sus


puñaladas a recordarlas, extraño el peso de sus manos hundiendo
bien a fondo el cuchillo con el que me hería hasta que yo ya
no podía más, pero no hay nada que hacer, mi vida no quiso
detenerse, aunque ella no está, algo debo vivir.

Es extraño, curiosamente creo que me he vuelto adicta a


la weed, tengo un buen amigo llamado Max que me dio mi tercer

129
y definitivo porro, el que lo cambió todo, las dos primeras veces
fue horrible, la primera fue un Happy brownie en los primeros
días de universidad y la segunda fue con Max y Brody, esa vez no
me hizo efecto, apenas pude medio sonreír. La tercera vez Max y
yo fuimos al parque Nacional, el tipo se asustó y tuve yo que dar
la cara, así es, Amelia Aponte protegiendo a Max McAllister de
los dealers del parque Nacional, compramos 5mil y nos fumamos
hasta las semillas bajo el atardecer de las 5.45pm y empezamos a
reír y a reír sin parar, todo parecía gracioso, el dolor, la tristeza,
las preocupaciones y las preguntas, Margaret Rose, Alexia, al
diablo todo lo que sucedía, se había ido con el humo de
marihuana morada y el frío lodo en nuestros zapatos bonitos, todo
estaba jodido menos nosotros, aún teníamos esperanza y
queríamos documentarlo todo, hablábamos en inglés y no
pensábamos en algo más que no fuera la risa que deja el escapar
de la miseria de la vida, de la aturdidora rutina que te dibuja un
barrote invisible frente a tus ojos.

Tengo la teoría de que la razón por la que te ríes, es porque te has


librado de tanta mierda, de tanta soledad, de tanto frío del
desorden que está presente cada día de tu vida hasta que se te
escapa de las manos. Y ahí estoy yo, tirada en un pasto verde y
húmedo por la lluvia, viendo como todos caminan a mi lado,
escuchando las conversaciones sin sentido de los otros como yo,
y Max y yo estamos ahí, vueltos mierda y con el corazón hecho
pedazos, nos vemos patéticos a la luz de la luna cuando se va a
asomar, yo prometí nunca usar drogas y ahí estoy drogada y feliz,
tal vez nunca antes sentí la necesidad de escapar, de ser cobarde y

130
abrir un hueco en la realidad para poder respirar un poco, porque
vivir es sofocante, vivir es como estar muerta solo que siendo
consciente y sensible, también prometí no escribir sobre ella y
otro poema mis manos crearon inspiradas por sus mejillas
brillantes, soy en este momento la mayor o más baja escoria de
cobardía, así es, no soy capaz de sobrellevar todo esto, tengo un
empleo donde siempre soñé, tengo una sonrisa y café caliente en
el estufa, pero sin embargo estoy muy destrozada, y me creo la
mentira de que este humo podrá coser mi roto corazón. Y a ratos
hasta me funciona.

Llueve, llueve, y llueve un poco más, el cielo se ha querido


desahogar y ha dejado salir las toneladas de lágrimas que no dejó
drenar en el verano… Bus: 456 terminal: Bogotá, y hace calor, la
fecha: algún día parecido a este pero varias semanas atrás, hora:
10.08am, pantalones: de tela negros y limpios, zapatos: café y
elegantes, corazón: 72h antes de la defunción, sobriedad: 43%
con algo de suerte, canción: cualquier mierda que no tenga letra,
poema: de Pablo Neruda por favor, amor: jamás en la vida otra
vez, nostalgia: toda la que quepa, equipaje: ligero y de mano,
precio:20mil y sin descuentos. Siga por la derecha, espere en la
sala que pronto llegará su autobús.

No, no es un paseo ni me arrestó la policía, debo ir a la ciudad de


cerveza tibia y rosas hirientes, voy por cuestiones de negocios, si
no fuera porque de algo debo vivir estaría feliz en mi apartamento
viendo por la ventana o fracasando al hacer yoga, pero no aquí,
odio esperar, aunque curiosamente me han dicho que soy una

131
persona paciente, que lo odie no significa que no lo haga. El bus
llegó, y todos nos despedimos algunos con tristeza y otros como
yo, nos importa una nada irnos de aquí, seguro el anciano del
saco azul piensa lo mismo que yo, nos miramos como pidiendo
ayuda, me subo a mi asiento y está muy cómodo, arranca la cosa
y veo los letreros de “usted está saliendo de Bogotá” la carretera
se hace larga y yo me pierdo entre pedazos de felicidad y sueño,
gracias a Dios se fue la señal de la radio porque no soportaba una
ranchera más, pronto mis oídos se llenan de aire y saludo a las
diminutas avecillas, los árboles me gritan secretos mientras
rozan el vehículo, todo está bien, y por fin logró quedarme
dormida, un frenazo en seco me dejó despierta, habíamos llegado
a esa ciudad, bajo del bus y me golpea una onda de calor que casi
me empujó contra el pavimento, necesito una cerveza, eso me
susurraba el corazón o el estómago, no estoy segura de cuál fue.

Acto seguido, entro a un bar y pido una cerveza roja, me dicen


que solo hay al clima y como de verdad la quería, dije que no
importaba, ¡está tibia! Como la última vez que vine, cuando
Laurel me hizo perder el tiempo y la borrachera, ahora hace más
calor, es insoportable. De botella en botella termino al fin
quedándome sin efectivo, y como no reciben tarjeta, no hay nada
que hacer salvo levantarme de la mesa y caminar por la calle
hirviente de esta ciudad, y hace un calor sofocante, creo que
necesito otra cerveza, necesito encontrar algo que hacer hasta la
noche y claro, un hotel. Me quedé en el mismo de la última vez,
en la misma habitación, el mismo ascensor, la misma sensación
de mareo pero sin ganas de vomitar, ahora la habitación es

132
una smoker room lo cual me alegra demasiado porque puedo
fumar viendo el techo y las personas por la ventana, prendo el
televisor y pongo el canal de música a todo volumen, una caja de
mentolados y cerveza fría de la nevera me logran distraer por
varias horas, finalmente estoy durmiendo con humo en los
pulmones y tengo ganas de abrirme la piel en los sueños, sueño
con Laurel, con Margaret y con José, varias de mis tantas
desgracias, el problema es que yo estoy en la ciudad de Margaret
y siento su aroma en cada calle, siento su ausencia en cada
pedazo de andén y alcantarillado, busco líneas amarillas que me
guíen hasta su escondite, porque de verdad la extraño, pero sé que
no debo verla, debo aceptar que ella sabe que yo la espero y no le
importa, de verdad yo no le importo, ni por pesar ni por cariño
ella quisiera saber cómo estoy, cómo me siento, salvo una vez
que me pidió reportarme, y fue por pura cortesía hipócrita.

Por cosas de la vida, mi smoker room me aburrió al tercer día y


quise ir a conocer la ciudad, tan pronto como salí quería volver,
con ese calor el aire acondicionado de la habitación sonaba
tentador, pero ya había empacado los cigarrillos para llevar y no
los quería desperdiciar, prendí un mentolado y apunté el humo
directamente al cielo, esperando que de alguna extraña manera
eso haga llover, no tiene sentido y lo sé. Termino en un laberinto
de calles calientes, y doy en una especie de sector lleno de
indigentes, prostitutas, drogadictos y comercio de objetos que
obviamente eran robados, esas calles olían a orina, a mierda y
miseria, prendí un mentolado para ignorar el mal rato, pero eso
no funcionaba de a mucho, de repente el olor de ese lugar estaba

133
en mis venas, en mi piel, en mi pelo y mis pantalones, pronto la
calle se inundó de ejecutivos y policías y todo se hizo caótico,
los semáforos paralizados, la gente me empujaba de un lado a
otro, la corriente de cuerpos encorazados me dejó frente a un
estudio de tatuajes de mala muerte.

Yo ya estaba al borde de la locura, así que busqué mi cartera, y no


la encontré, jueputa, primero los cigarrillos y después la plata, eso
me pasó, y sí que es una tragedia, por un momento alcancé a
pensar que me habían robado, tuve que tomar el transporte
público, usando un bono de transporte que me habían dado, una
puta basura, pero en ese momento sí que valió la pena, me
resultaron demasiado útiles. Finalmente terminé en la conferencia
a la que iba, sin comida, sin nada, la conferencia era básicamente
una charla sobre capacitar a las personas para el trabajo
académico, es decir, para dar clase, y cómo ese era mi trabajo fui
obligada a ir, la reunión era eterna, no se acababa ni por un
momento, el tipo ni siquiera tomaba aire, solo hablaba y hablaba
sin parar, y cada vez me adormecía más, necesitaba una cerveza
para lidiar con tanto aburrimiento, y así fue, salí de ahí y compré
un par de latas, porque necesitaba varias para semejante nivel de
aburrimiento, y finalmente me puse un tanto mareada y esa era la
señal de que ya había sido suficiente, regresé y choqué con la
puerta.

Terminé por ir a visitar a las personas que estaban detrás, creo


que eran los ciudadanos de ese lugar que necesitaban algún
empleo, no obstante todos lucían demasiado felices o demasiado

134
infelices, estaba hablando con una viejecita de unos 200 años más
o menos que me contaba sobre lo fascinante que sería para su
nieto obtener cualquier empleo que dieran aquí, es curioso, la
gente no tiene ni idea de que es esto, pero están aquí porque
asumen que debe ser alguna bonita empresa que quiere instalar
una sucursal en la ciudad. No había terminado de dañar la idea de
la anciana, cuando una mano fría tocó mi hombro, y mi reacción
inmediata fue tirar un golpe a quien fuera que me había tocado, y
que mal, para mi desgracia y fortuna, era Margaret Rose, y no
voy a mentir, admito que de aposta había ido a esa ciudad con la
esperanza de encontrarla, pues yo sabía que seguro allí se
escondía de la ciudad, de mi ciudad, mis besos y mis poemas.

Margaret inmediatamente quiso matarme, pero curiosamente,


después de un rato le resultó gracioso, y me dijo “ay, pero que
idiota” ya lo sé, normalmente ese es mi estado cuando estoy cerca
de ella, aun sin estar consciente de ello, me disculpé, pero la
viejita estaba armando un escándalo, ya me había sentido el olor a
licor y ya se había pillado mis mareítos, por lo tanto creyó que era
una pelea, maldición, Margaret me explicó que no estaba en
condiciones de una pelea más, así que corrimos antes de que
llegara seguridad o nos viera alguien más, corrimos lo más lejos
posible de ese auditorio, pero yo estaba tan borracha que solo
pude correr tres cuadras, nos escondimos detrás de un bus
abandonado y nos reímos entre susurros y fatiga.

Caminamos por la ciudad, y yo no quise hacer preguntas, eran


demasiadas las razones que habían en mi para no querer saber

135
demasiado sobre ella, sobre sus aventuras y desventuras, sobre
sus borracheras y sueños perdidos, han pasado cinco meses, en
los cuales la extrañé demasiado, y le pregunté a las estrellas cual
era el motivo por el que yo pacientemente la invocaba entre
canciones, whisky y poesía melancólica, pero supongo que nada
de eso pasó por el lado de Margaret supongo que como siempre,
estará distraída en sí misma, en sus propios problemas, con la
cabeza tan metida dentro de su espacio oscuro, que no ve ni puta
mierda a los demás, a la gente como yo, que la espera con ansias
en cada cruce de camino, que desea sus pasos y la forma en la
que clava el puñal, por supuesto, no niego que ahora que está a
mi lado, quiero que me mienta una vez más.

Comimos helado a la 1.45am, curiosamente había una tienda


abierta a esa hora, y nuestra conversación iba más por el lado de
chismosear la vida de los otros que hablar de nuestras propias
vidas, pero yo no pude aguantar más, era justo que después de
tantas horas solitarias yo dijera algo que tuviera atrapado en la
garganta, por lo menos para alivianar un poco la presión que se
había estado juntando dentro de mí por largos y dolorosos cinco
meses. “Margaret, te extrañaba” esa fue mi forma de romper el
hielo, y en realidad, una vez más yo no sabía que esperar de ella,
una bofetada, un beso, un odioso ademan, su tan familiar silencio,
o simplemente un “y yo a ti”, pero nada de eso, su respuesta fue
peor que una bofetada con las manos frías en la cara, me dijo “yo
también, extraño la ciudad, los parques, hasta a alexia, los extraño
a todos”.

136
Esta vez dije con un tono de molestia, “Margaret, te extrañaba” y
ella simplemente me miró atónita a los ojos y me dijo, “ya sé que
debí reportarme de vez en cuando”. Suspiré. Pues ya conozco de
memoria ese juego, en el que ella no entiende, o simplemente se
hace la que no capta nada de lo que quiero decir, ya era absurdo
insistir una tercera vez, ya era predecible, y veía venir sus
movimientos, algo que era fijo, y totalmente comprobable es que
si me tomo enserio sus juegos, yo terminaré muy muy herida,
más de lo que estaba en ese momento.

Después de eso Margaret trató de hacerme conversación por


cualquier cosa, pero ya era evidente que yo no quería continuar,
¿Para qué? Si todo era como ver una película mala después de
haber leído spoilers, era absurdo. A las 2.32am, la acompañé
hasta su casa, y era impresionantemente grande, bonita y bien
pinatada, el problema es que a esas alturas, yo ya ni recordaba
donde diablos estaba mi hotel, no hubo de otra que llamar un taxi
por la aplicación del celular de Margaret, al principio quise
ocultar el hecho de que andaba sin teléfono y sin dinero en una
cuidad desconocida a la madrugada, pero ella terminó por darse
cuenta de mi precaria situación, en silencio se sentó a mi lado en
el corredor frente a su casa, y después de un buen rato, un taxi
salió de la nada con las luces altas, me encegueció al instante,
pero rápidamente me puse de pie para indicarle al conductor que
yo lo estaba esperando.

Era la hora de la acción, hora de la despedida, y yo hice lo


habitual, la abracé tiernamente por la cintura y le dije hasta luego,

137
a lo que ella me respondió “Amelia, yo también te extrañaba”. El
paseo en auto en verdad casi no lo recuerdo, todo se pone borroso
tras mi estúpida sonrisa, recuerdo que pensaba que al fin tenía lo
que yo quería, una prueba irrefutable de que no me equivocaba
unos capítulos atrás, cuando dije que yo también le importé, así
fuera solo un poco, yo tenía razón, me fui cantando versos de
amor todo el camino, y dibujando caritas felices en el vidrio
empañado del taxi.

Empezó a llover, gota tras gota, cada vez que el agua del cielo
tocaba el caliente pavimento y se hacía humo, el alma me dolía
un poco más, todo era confuso, se supone que yo debía estar feliz,
no andar sufriendo, sin embargo, ya sabía lo que me ocurría, era
que no podía ocultar ni por un momento la verdad, que después
de las sensaciones bonitas con Margaret, inevitablemente seguía
el silencio o el dolor, o ambos, y desde antes de suceder, ya me
estaba doliendo todo.

Así terminé en mi solitaria habitación, pensado cuál sería la


mejor opción, cuál sería el siguiente paso, si acaso valdría la pena
regresar a la ciudad, tal vez ese era el problema, allí había
demasiada Alexia, demasiado cigarrillo de colores, demasiado
frio, demasiado pasto húmedo, demasiadas flores amarillas,
demasiados sueños rotos, demasiados bares, demasiada tristeza,
demasiada soledad, demasiada heroína, y nada de Margaret, y eso
era todo lo que yo quería.

138
No estoy segura del porcentaje de sobriedad o racionalidad que
había dentro de mí en ese momento, otra vez tenía la sensación de
que estaba a punto de cometer un error, y me encantaba eso, de
alguna manera me hacía recordar que estaba viva, y ya llevaba
mucho tiempo sintiendo que había muerto. En medio de la
mañana, después de una breve siesta, tomé una irreversible
decisión, me mudaría.

Al medio día llamé a mi trabajo, y renuncié, sin explicaciones ni


un plan b, solamente renuncié, lo cierto es que le pedí a un amigo
que me trajera al gato, mis guitarras y mis coas, era hora de
empezar de nuevo, el frio de ciudad que andaba dentro de mí,
pronto se desesperó con el calor de ese lugar, y soñaba con
caminar por la 7ma y acostarme en el pasto del parque nacional a
fumar marihuana o a contarle chistes a las palomas, literalmente
extrañaba a esas avecitas grises y gordas picoteando el cemento.
Salí a buscar un apartamento, no podía costear vivir en ese hotel,
y no había nadie más indicada para ayudarme a encontrar algún
lugar para vivir que Margaret Rose, así que la llamé y le dije que
hacía rato quería irme a vivir allí, le mentí, yo amaba mi ciudad,
sus calles, sus perros callejeros, cada esquina, cada pelea en el
transporte público, todo.

Ella accedió a mostrarme algunos lugares, ya a las 2.17pm estaba


en el auto de Margaret viendo apartamentos, ella solo me llevaba
a lugares finos y además carísimos, cuando le pedí “algo más
normal” se rehusó a dejar de enseñarme barrios exclusivos,
finalmente encontramos una oferta buenísima, un apartamento en

139
uno de esos sectores que Margaret adoraba, asequible para mí, y
lo mejor, ella sabía exactamente donde yo viviría, no estaba tan
lejos ni tan cerca de su casa, por lo tanto era perfecto.

Esa noche dormí en un colchón inflable con Margaret, ella se


había quedado dormida a mi lado mientras hablábamos de
comida y animales, temas casuales y que cualquier par de amigas
habría podido sostener. La farsa estaba funcionando. Cuando ella
se durmió y después de comprobar que estaba bien profunda, a
manera de acto de liberación recité a su oído, y con mis brazos
alrededor de su cuerpo:

Margaret, estoy harta de tener miedo, soy un nudo de


contradicción, estrés y tristeza, y todo te lo debo a ti, y ahora que
estas aquí compruebo que aún tengo la esperanza, de que acabes
en mis brazos bien viva, y es que tu no alcanzas a imaginar lo
profundo que ese “te extrañaba” es, no hablo de pensarte
ocasionalmente, hablo de escribirte devotamente cada noche
hasta hoy, hablo de pensar en ti con cada trago de café, y sabes
bien sobre mi adicción a la cafeína, y que no puedo iniciar el día
sin una tasa de tinto justo después de despertar, con eso el café
negro y tu rostro han sido los protagonistas de mis mañanas cada
día sin falta. A veces cuando cuento la cantidad de veces que me
sorprendí viendo fijamente la pantalla del celular esperando a que
me llamaras, solo puedo pensar que tal vez exageré al pintar de
letras en el lienzo blanco de una historia imposible, tal vez dibujé
las mariposas en mi estómago con versos asonantes. Debí dejarlas
morir, pero las mantuve tibias bajo la negra huella de mi pluma. Y

140
no me ha hecho bien. Porque hay historias que no deben ser
escritas, y siempre creí, o me obligué a pensar, que la nuestra es
una de esas. Pobre de mí, que en tiempos pasados de desdicha
lloraba con la luna negra y el cielo blanco, convirtiendo la noche
en carbón para alimentar el deseo de tratar cada día una vez más.
Te prometo algo, siempre seré tu poetisa, aunque eternamente me
duela tu intermitencia.

Después de eso me quedé dormida justo después de jugar con su


cabello que caía delicadamente en sobre su nariz.

Abrí los ojos a las 8.34am, y su presencia seguía a mi lado, tan


dulce, tan serena y silenciosa, me recordaba a todas las tardes
miserables y naranjas que pasé deseando tenerle cerca, cuenta mi
corazón los segundos que deseé estar a su lado, pero ahora lo
estaba y yo no podía evitar sentirme enferma, tenía dolor de
cabeza y me dolía todo, ¡todo! En especial el corazón, ese sí que
quería dejar de latir, y supuse que el problema era la sobriedad,
me levanté del colchón y fui a buscar una bolsa que llevaba
conmigo siempre, estaba en el auto de Margaret, así que tomé sus
llaves de la mesa y fui por ella. La cosa es que en esa bolsa había
una botella de vodka de muy mala calidad, y quise tomarlo,
cuando entré al apartamento, ella no estaba, no podía estar muy
lejos pues su auto seguía afuera, curiosamente sentí alivio de
pensar que se había esfumado, pero cuando estaba abriendo la
botella noté que sonaba el ruido de la ducha, ella estaba tomando
un baño, y vaya que fue uno muy largo.

141
No soy fanática de tomar vodka puro en las mañanas, pero en ese
apartamento no había absolutamente nada, salvo el colchón,
versos desperdiciados, Margaret y yo, supongo que se veía casi
como si yo tuviera un problema con el alcohol, y tal vez lo tenía,
pero pienso que mi problema es con la vida, con los atardeceres
solitarios, con las palomas grises del parque, con las ciudades
calientes, con las mentiras, con los poemas que no riman, con las
cartas que no se entregan, con las palabras que se callan, con las
miras que se evitan, y sobre todo, lo más importante: Con las
despedidas, de esas ya había tenido suficiente.

Cuando Margaret me vio, lo primero que preguntó fue si ahora


tenía un problema con el alcohol, pues en efecto, tomar vodka
puro en las mañanas y en ayunas no es una decisión propia de
alguien que piensa con claridad, pero al diablo, hace años que yo
no pienso con claridad, especialmente después que ella me aclaró
las cosas de manera cruel cuando yo le entregué ese poema,
después de eso no pude volver a estar “normal” probablemente si
estuve mejor, y a veces hasta bien, pero nunca, ¡Nunca! Normal.

Rápidamente fui a tomar un baño para desayunar, y Margaret le


dio un sorbo grande al vodka directamente de la botella mientras
me miraba con risa y me repetía “¡alcohólica!” yo solo sonreí y
seguí mi camino a la ducha, como dije antes, para mí la hora del
baño siempre es jodida, muchos pensamientos, muchos
recuerdos, canciones, abrazos, besos y mañanas tristes. Cerré los
ojos y dije “cuando me caiga el agua espero que se me quite esta
sensacioncita” y evitando los pensamientos largos y las

142
divagaciones profundas, escribí un poema en el cristal de la
división, después observé como lentamente se iba desvaneciendo
con las gotas de agua que corrían salpicadas de mí. El poema
decía algo sincero:

“Me quiero ir,


Pero me quedé para esperarte,
Aun cuando sería mejor admitir,
Que mi destino es separarme,
De tu boca color carmín”

Ni siquiera era un poema, era un verso. Cuando estuve lista, bajé


y vi que Margaret estaba mirando su teléfono, tan pronto como
me vio, simplemente me hizo un ademán y dijo “vamos”, abrió la
puerta, tomó las llaves y se fue a su auto. Subí, y noté que algo le
preocupaba, estaba ansiosa, pensativa y un poco pálida ¿Todo
bien? Le dije mirando con un poco de miedo, ella solo me miró y
dijo que debía irse, que solo eran cosas de familia, también dijo
que no podría acompañarme a desayunar, así que me dejaría en la
panadería para ella seguir directo a su casa “está bien” le dije
haciéndole creer que me cuadraba su historia de “solo cosas de
familia” no lo sé, he aprendido que preguntarme por ella lo único
que hace es empeorar la situación, es mejor cuando supongo que
nada pasa y digo “ella en efecto está bien” la ignorancia es dicha,
y en mi caso, ser indiferente a su vida me funcionaba para bajar
un poco el nivel de miseria dentro de mí, odiaba preocuparme,
ella jamás lo hizo por mí.

143
Por ahora, era más rentable buscar trabajo que escarbar en sus
palabras, recorrí un sector lleno de bares para tal vez hallar un
trabajo, y finalmente resulté en un bar ni tan bonito ni tan malo
llamado “palestina”. Supuse que el nombre tiene algo que ver con
los conflictos armados actuales, seguro el dueño es activista o
mamerto, me inclino por la segunda, pero al diablo todo, necesito
conseguir dinero para al menos comer, pues aunque las
decepciones que me da Margaret me alcanzan y me sobran, no
son lo suficientemente densas para vivir únicamente de su
belleza, y bueno, al final trabajar en un bar puede ser hasta
interesante, puede que algún día presencie en primera fila como
le rompen una botella café en la cabeza a alguien, y será divertido
y traumático, como el amor.

Me tomó media hora de conversación con el gerente conseguir el


trabajo, le dije que antes de venir enseñaba música y que me
quedé aquí por amor, o algo que se le parece, el tipo se reía a
carcajadas y me dijo “das lastima, pero el trabajo es tuyo” no es
fácil explicar cómo dejas todo de un momento a otro por alguien
que ni siquiera sabes si le importas por lo menos un poco, todo
parece indicar que no, pero da igual, porque el corazón no tiene
ojos, solo está allí pretendiendo que la otra persona siente lo
mismo que tú, y se pega de cosas absurdas como sonrisas,
pequeños besos borrachos, o nada, a decir verdad el corazón no
necesita hechos para enamorarse, solo lo hace y después uno
tiene que repararse como pueda, sobrio, drogado o borracho, pero
debes encontrar la manera de hacerlo y rápido porque entre más
te demores, más profunda se hace la herida, dicen que el primer

144
corte es el más profundo, pero no es así, simplemente es el que
más te arde, el que no te esperas, es que pensabas que jamás te
iba a tocar, el que te demuestra que el “para siempre” no existe,
que todo es una farsa, una ilusión transitoria que te hace ver lo
que no es como si fuera.

Tengo que quedarme para aprender donde están las botellas y la


escopeta por si las cosas se ponen pesadas, el licor a la derecha y
el arma a la izquierda, muy fácil, el televisor siempre en el canal
de música, la rocola a 200 por canción, comida solo un poco y de
paquete, propinas ocasionales e intransferibles, peleas frecuentes
los fines de semana, llamar a la policía ni de chiste, solo mayores
de edad, los peladitos se tienen que quedar haciendo la tarea en
sus casas y con sus padres, para que mañana no vengan a robar al
palestina, para que hagan algo o útil con sus vidas, no se queden
viendo los partidos de la UEFA en vez de buscar trabajo, para que
no terminen por robar un banco dejando huellas en el acto, para
que no le disparen al sujeto equivocado, para que mañana no
estén llenando las calles de sangre, no, mejor que escuchen a su
madre decir “que aquí no haces lo que se te dé la gana” y después
no estén llorando, botando babas en una cárcel o en una calle.

En fin, ya pasó el tiempo, y son las 6:00pm, no he almorzado de


la emocionante inducción que tuve, tanta, que puedo jurar que
aprendí a dormir con los ojos abiertos y llenos de mañanas frías,
aquí hace demasiado calor, de verdad, casi que la ropa se me está
pegando a los huesos, compré unos cigarrillos mentolados en la
tienda y una Heineken para almorzar, voy caminando despacio

145
por toda la avenida viendo a las personas que cruzan por mi lado
probablemente pensando en sus días, en sus casas y familias, en
todas esas dulces personitas que están ansiosos porque lleguen,
contrarias a mí, que voy expectante de la vida, nada, yo cambié
mi vida segura una noche a cambio de una vida medio rosa, un
rosa desteñido y pálido, un rosa que duele, uno que me deja las
manos heladas y con ganas de escribir.

Así iba yo, con una mano dentro del pantalón y la otra con la lata
de cerveza fría, y vi unos ojos celestiales, inigualables, eran
azules como el cielo, profundos como el mar y tan misteriosos
como el universo mismo, unos ojos radiantes metidos en un
rostro angelical y joven, quise saber su nombre, necesitaba saber
su nombre, me parecía familiar su piel, y sus labios me hacían
pensar que en alguna ocasión los había besado, y sus manos,
tiernas y delicadas, todo parecía una fantasía, una extraña e irreal
fantasía, y no lo podía creer, mi corazón estaba latiendo de nuevo,
y no tenía miedo, ni siquiera llevaba sombrero y hablarle sería un
suicidio, pero qué más da, no tengo nada que perder, literalmente
ya lo perdí todo a cambio de nada, pero el semáforo fue más
rápido que yo y pronto perdí de vista, en una marea de gente,
aquella mirada magistral que ya sentía que sería un error, muy en
el fondo de mi corazón lleno de Heineken y humo mentolado.
Jamás me dolió tanto no saludar a alguien como en ese momento,
sentí que había desperdiciado una oportunidad única en la vida,
tal vez el universo me enseña una vez más que todo es transitorio,
y que la mayoría de las veces, las cosas no salen como uno quiere
o como se lo imagina, normalmente son peores.

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Esa noche casi no dormí, era de verdad confuso, esa sensación de
ya haber visto antes un encanto de esa magnitud no se iba, tal vez
ya le había visto, en mis sueños o en mis pesadillas, pero podía
jurar que ya conocía esa forma de respirar, esa sonrisa reluciente,
parecía una versión mejorada de todo lo que me había parecido
divino alguna vez, quise saber su nombre otra vez. Finalmente me
dormí bajo en ruido del ventilador en el techo.

Tenía que ir al trabajo a las 11, ya eran las 10am y yo estaba lista,
esta vez ya había entendido como funciona el clima en este lugar,
y aun no sabía nada de Margaret pensé que sería buena idea
llamarla, y lo hice, pero su teléfono estaba apagado, ni modo, ya
sé que ella jamás aparece cuando yo quiero que lo haga,
normalmente lo hace cuando desearía tener un tren en medio de
las costillas antes que ver su cara, y en ese preciso momento
quería verla, tal vez ir a su casa, pero ya se me haría tarde y no
puedo perder el tiempo y la oportunidad, eso lo hice hace tres
noches.

En el camino, fui directo a ese semáforo, pero no pude ver esa


cabellera roja de nuevo, y tuve que ir a trabajar, y hasta cierto
punto no terminaba de entender por qué seguía en esa ciudad.
Todo normal. Cuando ya el reloj daba las 6.00pm sabíamos
claramente que venía la jornada más terrible del día, el bar se
llenaba de estudiantes, ejecutivos y amantes de los perros, y yo
saltaba de mesa en mesa tomando las órdenes y llevándolas a la
cocina o al bar, todo se puso peor a las 9pm, era viernes y habían

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peleas por cada esquina del bar, la palestina estaba a punto de
estallar y yo hacía lo posible para no colapsar, al final ya estaba
enredándome llevando las bebidas a mesas equivocadas, pero en
realidad había demasiada gente, demasiada presión, demasiados
cuerpos deseando fundirse a la velocidad de la cerveza roja,
demasiadas almas ansiosas por convertirse en polvo bajo las
mesas de este lugar, muchas ilusiones rotas, corazones astillados,
rasguños en el baño, demasiadas risas, demasiadas lágrimas,
demasiadas ganas de que te estallen una botella en la cabeza,
demasiadas palabras sin decir, sangre, besos, promesas, ven aquí
y cuenta mis historias, armas, seguro traen armas, llanto, mas
llanto, calor, mucho calor, esmalte negro, esmalte rojo, heroína,
flores de todos los colores, rezos, susurros, gritos, mucha mierda,
muchas cosas jodidas, muchas personas sedientas de herir,
mordisco, lengua, sueño, los relojes están enloquecidos, apuntan
sus manecillas como si fueran cuchillos, amor, decepción, pelea,
ruptura, algo se está quebrando en el interior.

Eran las 12.24am, todo comenzaba a disiparse, la neblina de la


muchedumbre se estaba yendo por debajo de las puertas, quedaba
poca gente, ahora si podía observar los rostros con claridad, todos
tristes y sin esperanza, la nostalgia y la madrugada son como
eternos amantes, llegan siempre juntos a todo lugar, ahí fue
cuando apoyada en la barra del bar, una lagrima esquiva salió de
mi ojo rodando por mi mejilla, no sé si era por extrañar la ciudad,
sus calles, los gatos, los perros, los aviones, los edificios, las
palomas, o si tal vez lloraba por Margaret Rose, porque otra vez,
no tenía ni idea donde estaba, otra vez esa curiosa sensación de

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extrañar, otra vez tan cerca y tan lejos, era tan fácil y complicado
hallarla, estábamos a unas calles de distancia, a una llamada de
hablar, a un mensaje de romper el silencio, pero la pregunta era la
misma ¿De verdad haría eso? Acaso valdría la pena seguir
jugando esta batalla donde obviamente yo perdería, porque lo
tenía claro, yo ya bien lo sabía, ella y yo éramos amigas, me lo
dijo con claridad, eso éramos un efímero recuerdo sin historia en
la mitad, una sombra gris difuminada entre la pesada oscuridad
de jamás haber podido corresponder, suena la música “What
could have been love will never be” y tiene razón, entre pesadas
mareas de olvido y distancia voy perdiendo de a poco el rumbo
hacia su rostro, tan claro en mi corazón y tan imposible para mí,
alcanzar un poco de su bondad, porque era todo lo que por tanto
tiempo deseé, una pequeña oportunidad, que todo transcurriera
como en los libros de poesía, que así fuera por curiosidad, tan
solo una noche todo pudo haber cambiado, en una cerveza, con
una cita improvisada, una simple silaba y tal vez yo no estaría a
punto de buscar un abre latas en mis pantalones para contarle al
licor el trago amargo que estaba en medio de mi garganta, y la
misma pregunta de nuevo ¿De verdad haría eso? Y si Margaret en
realidad no es todo lo que yo sueño, si mi preferencia por ella es
resultado de siempre haber querido aquello que es imposible de
lograr, trágico es mi destino, o por lo menos mi noche, 1.23am la
hora perfecta para estar deprimida y con el ánimo por los suelos.

Estaba limpiando una mesa, justo al lado del televisor, cuando un


grupo de jóvenes me llamaron y estaban todos demasiado ebrios,
supuse que querían cigarrillos, miré fijamente al tipo con ojos

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verdes y brillantes y sonriendo le pregunté que deseaba, porque
en este trabajo la cortesía lo es todo, me dijo que querían una
media más, cigarrillos y que acompañara a una chica llamada
Jade al baño, seguramente a vomitar, accedí sin hacer muchas
preguntas, la chica era pelirroja y tenía la cabeza hacia el piso “ok
bonita, aguanta hasta el baño que a mí me toca trapear” eso le
decía porque estaba segura que iba a explotar en algún momento,
era obvio, tenía el cabello tan en la cara que ni siquiera podía ver
su cara, lo cierto es que no me importaba, estaba un tanto ansiosa
porque esa sería mi primera historia interesante en el bar, sostuve
todo su rojo cabello entre mis dedos y mire hacia atrás mientras la
chica “hacia lo suyo” vomitaba y vomitaba, yo ya creía que se iba
a deshidratar, hasta que al fin trató de levantarse y fue directo al
espejo, me tapé la nariz y bajé la cisterna. Y le dije “apuesto a que
has tenido una gran noche” y cuando salía hacia el bar por los
cigarrillos y la media, la chica me agarró del brazo y me dijo
“gracias” yo sin mirarla y aun sin ver su cara, solo deseando salir
de ahí le dije “es mi trabajo, de nada” y fui directo a la barra, allí
estaba Wilson, el encargado del trago y los cigarrillos, me cayó
bastante bien desde el principio, pero Wilson me tenía una
interesante sorpresa, los tipos de la mesa se habían ido hacia unos
20 minutos del bar, habían pagado la cuenta y se habían ido en
una camioneta bastante elegante, de todos modos me dio la media
y los cigarrillos. Cuando subí, efectivamente en la mesa no había
nadie, salvo al fondo la chica a quien ayudé a vomitar, que triste,
ni propina me habían dejado.

150
Cundo estaba limpiando las escaleras, la chica pelirroja vino
corriendo hacia mí y me dijo “¿Has visto a mis amigos?” ya
estaba bien concentrada cantando las canciones del bar y me puso
un poco de mal humor el pensar que esa chica esperaba que yo lo
supiera todo, tal vez era una exageración, pero tenía un acento de
las personas adineradas de por acá, y yo, lejos de ser sirvienta, no
entendía por qué me tocaban siempre los niños a mí. “No sé” le
dije de mala gana, y después la escuché caminar hacia la mesa de
nuevo, al parecer su celular se había quedado sin batería y estaba
desesperada, pues no estaba sobria y no tenía idea como llegar a
su casa, eso le escuchaba decir entre lágrimas y voz borracha,
recordé que me había dado las gracias en el baño, y que tal vez yo
estaba exagerando, fui por mi teléfono para concederle una
llamada a la chica, seguro eso le salvaría la vida, cuando subí le
dije: “mira bonita, si quieres puedes hacer una llamada de mi
celular”, ella estaba viendo la pantalla muerta del suyo. Cuando
levantó la cara, fue sorprendente, ojos azules, familiares y
divinos, la chica del semáforo, pude disimular mi asombro
mientras ella con afán marcaba a sus amigos de mi celular, que
idiota me sentí al darme cuenta que, aunque llevaba como 40
minutos conmigo en el bar, yo ni siquiera me había preocupado
por ver su rostro.

Finalmente, después de un par de llamadas se sentó en la mesa y


me dijo que todo estaba jodido, sus amigos estaban lejos y no
podía llegar a su casa, al parecer había un evento o algo así y ella
no podía llegar en esas “condiciones” a arruinarlo todo. Me senté
a su lado, y le dije: “Me llamo Amelia Aponte, y supongo que tu

151
nombre no es “bonita” ¿O sí?” Ella solamente sonrió y me dijo,
que su nombre era Jade, curiosamente yo ya lo sabía, sus amigos
me lo habían dicho, quise saber su apellido y se lo pregunté, ella
solo sonrió y dijo que evidentemente yo no era de allí, ¿Por qué
debería saber su nombre y apellido? No quise preguntar más,
probablemente sus padres le habían aconsejado no dar
información a los extraños y menos si estaba borracha. Con toda
la intención de ayudarle a olvidar la preocupación le dije que me
contara sobre el evento en su casa, ella solo dijo “algo formal, el
compromiso de mi hermana mayor” me reí y le dije que yo no
creía en las bodas y menos en los para siempre, ella solo me
refutó diciendo “Pero apuesto a que si crees en el amor”.

En fin, Jade con un poco de desconfianza supo que no tenía otra


alternativa que quedarse conmigo hasta el otro día, pues ya eran
las 3.40am y el bar debía cerrarse. En los pequeños casilleros
verdes del bar estaban mis llaves, así que bajé con Jade por ellas,
ella se quedó hablando tiernamente con Wilson, ciertamente solo
inspiraba dulzura y me hacía sonreír cada vez que me miraba con
sus ojos azules. Esa pregunta de nuevo, ¿De verdad haría eso?
Creer en el amor a pesar de todo, contestar a su pregunta
honestamente, y decir que sí, que en efecto aun creo en el amor,
porque los ojos castaños de Margaret Rose me hacen saber que
tengo el corazón vivo y listo. Caminamos por las calles solas y
oscuras, curiosamente hacia frio y en un abrir y cerrar de ojos
estábamos en mi casa, le pregunté por su edad, a lo que ella
contestó “19” en verdad era muy joven, demasiado, demasiado
joven, me hizo la misma pregunta de vuelta, a lo que contesté

152
“25” ella me dijo que lucía mayor, yo solo me reí y le di las
gracias, me contó un poco sobre su hermana en la oscuridad de
mi habitación, ella dormía en mi cama y yo en el colchón inflable
en el que dormí con Margaret, no me interesaba en absoluto saber
sobre su familia, o sobre su hermana, se notaba que ella de verdad
le quería, según Jade su hermana era tres años mayor que yo, bla
bla bla, fingí dormir para que se quedara callada y finalmente lo
hizo, hasta que supe que se había dormido. En ese momento me
sentí enferma de nuevo, fui a la cocina y terminé la botella de
vodka que había empezado hace unos días, tenía esa duda, esa
afirmación dando vueltas en mi cabeza “apuesto a que sí crees en
el amor” todo parecía derrumbarse frente a mis ojos, de nuevo, no
tenía ni idea donde estaba Margaret, el motivo de mi residencia
allí, extrañaba mi trabajo, y querer matarme con chocolate en las
mañanas, prendí un cigarrillo mentolado, pero no sabía igual,
todo en ese momento me hacía querer buscar a Margaret, todo
ella, todo nada, todo tan confuso y enredado, yo detrás de una
ilusión que no tiene pies ni cabeza, seguro Rose dormía tranquila
y yo estaba desvelándome con vodka barato en la cocina, con una
bellísima joven en mi cama, ebria y adinerada, bella como un
astro perdido entre la inmensidad del cielo rosado de la noche,
ahora sabia su nombre, y no era divertido conocer a la chica del
semáforo tan fácil, yo quería drama, aventura, imposibilidad y
después de un plan elaborado verla de nuevo, ahora ya no tenía
gracia.

Desperté en medio de un sueño con mis compañeros del colegio,


porque me estaban lanzando almohadas, curiosamente era la

153
segunda vez que alguien me despertaba así. Jade estaba un poco
asustada, y tuve que explicarle la razón por la que estaba en mi
casa, nada raro, solo un poco de cordialidad, nada de besos,
manos, canciones o lo que sea (desafortunadamente) le di mi
teléfono y llamó de nuevo a sus amigos, me dijo que vendrían
pronto por ella, la noté un poco irritada y quise saber si todo
estaba bien, ella me contestó que no quería ser grosera, pero ver a
una extraña durmiendo junto a su cama y con una botella vacía de
vodka al lado, le parecía demasiado. Me dio risa, y le expliqué
que esa botella estaba medio vacía, finalmente terminé por
contarle que había llegado hace unos días, obvio no le dije que
me había quedado detrás de un amor no correspondido.

Me pidió que le contara sobre mi última aventura en el amor, que


ella amaba el romance, le dije que todas mis historias de amor
daban más bien ganas de llorar, poco a poco terminé a su lado
viendo el techo de mi habitación, y mis manos buscaron las
suyas, y no las culpo, estaban muy solas desde hace mucho
tiempo, añoraban el calor de unos dedos de nuevo, me volteé
hacia su cara y pensé que en honor a todas las veces que había
querido darle un beso a alguien y no lo había hecho, esta vez lo
iba a hacer, y lo hice. Me besó con ternura, justo como lo
imaginé, pero rápidamente saltó sobre mí, y estaba en mi vientre,
jueputa, Jade está un poco loca, pero no me disgustaba. Mi
corazón se aceleró, toda mi sangre fluía directo a mi cara, y ahí
estaba yo, 25 años de soledad parecían haber terminado, pero
igual me parecía extraño.

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La verdad, y tristemente para esta historia, no pasó nada más que
un beso con su cuerpo en mi vientre, es que Jade no era de esas
que te dan ganas de sorberles el alma por una noche y después
decirles “adiós para siempre” era la chica del semáforo al fin y al
cabo, y hacer el camino aún más fácil me resultaba aburrido,
supuse que debía darle a Jade otra oportunidad de romperme el
corazón con elegancia, aunque honestamente creo que no hay
nada ya que romper, de todos modos ella no pareció molestarse,
en realidad creo que estaba feliz de que yo la hubiera detenido,
me gané un punto con ella pues ahora parecía que yo le caía bien,
su chaqueta adornaba mi sofá y decidí invitarla a desayunar,
también que me acompañara a la casa de la abuela de un amigo
que me había traído a mi gato desde la ciudad, pero como
acostumbra mi destino, un auto hizo sonar la bocina fuera de mi
apartamento y supe que habían llegado sus amigos, “será otro
día” le dije con un poco de resignación pero sin asombro, ella
salió por mi puerta y fue directo al bonito auto en la carretera, yo
supuse que no la volvería a ver, pero era como un desafío para mi
tener que encontrarla de nuevo, porque yo nunca creo en la
casualidad. Un golpeteo en mi puerta me hizo acelerar el pulso,
Jade seguro estaría de vuelta y prefirió desayunar conmigo que ir
tras sus tontos amigos, pero no era ella, era Margaret.

Me saludó eufóricamente a pesar de que ya había pasado un


tiempo prudente que no aparecía y ella lo sabía bien, que yo
siempre estaba al tanto de ella y que me preocupaba, pero a ella le
encantaba jugar. Le dije que no era de buen gusto aparecerse así
cuando no se es invitado, y ella solo me miraba con risa y me

155
explicó que había tenido un evento importante del cual
encargarse, una fiesta, yo andaba de mal humor y le contestaba
cortante a cada una de sus excusas, después de todo nada de lo
que ella diga es confiable, ella es traicionera y engañosa, pero
también hermosa, y pronto el corazón le ganó a la razón y me
encontraba abriendo una botella de vino caro mientras Margaret
me contaba sobre miles de cosas que hace la gente con dinero, sin
mi gato y sin desayunar, pedí un domicilio y Margaret ordenó
también algo del menú, era todo tan familiar, como esa vez en su
apartamento, y no tardó mi eterna melancolía en darse cuenta
también, así que hizo revivir mis sentimientos en esta ocasión de
nuevo, pero yo no aguantaba las ganas de decirle que si todo esto
no le parecía muy familiar, así que se lo dije, ella me dijo “Veo lo
que tratas de hacer, así que yo pagaré esta vez”.

¿De verdad es lo único que recuerda? Todavía cree que fue


descortés al no pagar por ese desayuno, cuando lo que le quería
cobrar era la mañana triste que me tocó vivir por causa suya.
Desayunamos y fuimos por mi gato en su auto, a Margaret le
gustan los gatos, no la veo de querer los animales, siempre he
pensado que su gusto por los gatos es consecuencia de que a
Alexia también le gustan mucho, y ella solo trataba de
impresionarla diciendo que tenían algo en común, no sé, de
verdad ni siquiera sé si Margaret quiere a alguien o algo. En fin,
con mi gato en la casa y comida en la panza todo parecía estar
bien, odiaba aceptarlo, pero estar tan cerca de Margaret me hacía
sentir muy muy feliz, no puedo mentir, además hasta ella sabía
bien que su rostro era la razón por la que yo estaba allí junto a

156
ella tomando vino y maldiciendo al calor, hacía calor, clima como
de cerveza y no de vino. Pronto la convencí de ir al palestina
conmigo, cuando llegábamos pude ver claramente el auto de los
amigos de Jade estacionado afuera, y si ella estaba adentro, moría
de ganas por ver el rostro de Margaret al enterarse que yo había
conocido a alguien más y como nunca antes, quise con toda
intensidad que Jade estuviera allí, pero Margaret se desvió una
cuadra antes, era la palestina un bar de mala muerte muy poca
cosa para alguien de apellido Rose, perdí la oportunidad de ese
encuentro, me molestaba, pero por otro lado, Margaret estaba en
esas épocas en las que disfrutaba mi compañía y aceptaba beber,
cosa que a ella le encantaba.

El plan de la noche era simple, yo no tomaría mucho para poder


cuidar de ella y conducir de vuelta a mi casa, llevarla a mi
habitación, ponerla al otro lado de mi cama, ese que siempre me
preguntaba por ella o por quien fuera. Pero en medio de la noche,
a un trago de estar totalmente borracha, Margaret me había dicho
algo que me había hecho pensar demasiado, llegamos a una
pequeña discusión debido a que yo consideraba este lugar un
hoyo y ella decía que la ciudad tampoco era la gran cosa, pero
todo cambió cuando ella insultó mis lugares favoritos,
obviamente no me puse de mal humor, pero si me puse seria a lo
que ella reaccionó diciendo “Tú no puedes molestarte conmigo,
porque tú me quieres, yo sé que tú me quieres” dio un sorbo
definitivo a la botella y la sobriedad había desaparecido de su
cuerpo, era mejor cuando estaba sobria porque así cada palabra
que decía podía tener algún significado, ebria, difícilmente diría

157
algo con sentido, diría muchas cosas pero ninguna podría ser
tomada en serio, no por mi parte porque yo me creo casi todo lo
que ella dice, sino por parte de ella. No sé bien como, pero de
repente Margares estaba bajo mi cuerpo, con el mío entre sus
piernas, en mi cama, en mi casa, mi fantasía se había hecho
realidad y no me importó nada, el fragmento de “Poison” de Alice
Cooper retumbaba mi cabeza: “I wanna hurt you just to hear you
screaming my name” y en medio de dientes, uñas y gemidos, dijo
mi nombre mientras la cama se sacudía sobre el suelo, y caí
rendida en su pecho, ella solo se reía y me abrazaba. Dos horas
después yo ya no podía ni cerrar los ojos, tenía insomnio por ella,
aunque la tenía a mi lado, lo cual no tenía sentido, se supone que
era su ausencia la que me hería el sueño, no su presencia.

Unos sorbos de agua en la cocina me hicieron darme cuenta de


que no se trataba solo de Margaret, sino que todo lo relacionado
con ella me lastimaba, su nombre, su firma, esta ciudad, el solo
hecho de saber que ella estaba viva me hacía revolcarme por la
tristeza, finalmente regresé a la cama hasta que el sol me golpeó
los ojos, eran las 9.45am y alguien tocaba mi puerta. Era Jade,
Margaret yacía desnuda en mi cama y por mi propio bien, era
mejor que el anhelado encuentro no sucediera, Jade estaba
juguetona y me saludó de beso, beso en los labios y quiso entrar a
mi apartamento, no supe cómo evitar que subiera a mi habitación
así que la atrapé con mis labios y brazos para que no se moviera
en la cocina, aunque su boca era tierna y dulce, yo no podía
degustar su magia y solo miraba directo a las escaleras rogando
que Margaret no saliera, Jade puso sus manos en mi pecho y me

158
apretó con fuerza, sabía lo que quería y aunque yo me moría de
ganas, lo mejor era detenerla, sacarla antes que algo malo pasara,
pero me dejé llevar.

¿Espera, eso son piernas? Dijo Jade con asombro apartándome de


su piel, volteé la cara y lo vi, Margaret había escuchado la voz de
Jade y había vuelto corriendo a la habitación, -No -dije tratando
de actuar con calma, estas acompañada ¿Verdad?, dijo Jade con
un tono de decepción inminente, tal vez puedo explicarlo le dije
con preocupación, Jade solo reía sin parar de verme sudar con
angustia y dijo “supongo que tienes que explicarle a alguien más”
y se fue.

Cuando subí a la habitación, Margaret estaba en la ducha y a


lenguas se notaba que esto iba a acabar mal, puse su ropa en la
esquina de la cama, y traté de poner música para suavizar un poco
lo que se avecinaba, Silvio Rodríguez cantaba “Quien fuera” en
la radio y yo tarareaba el extenso arreglo musical del final, cerré
los ojos y olvidé incluso que ella estaba ahí. Me tiró agua, justo a
la cara, y empezó a gritar y a gritar, entre las cosas que recuerdo
que dijo fue “Se supone que estabas aquí por mi” y no supe si
hablaba de este pueblo infernal o de mi habitación, y no importa,
cualquiera de esas dos en teoría era cierto, desde que la conocí
ese miércoles al medio día casi todo lo que he hecho ha sido por
ella, todo por honrar su memoria y su ausencia, desangrarme
fingiendo inocencia, diciendo que nunca me importaba cuando no
aparecía y me dejaba esperando por ella, o cuando aparecía
trayendo un gesto de desagrado lleno de palabras filosas y

159
ademanes cortantes, y si, me desangraba y después me devolvía
la vida con un gesto de aparente empatía, pero creerle a ella
ciegamente siempre fue mi peor error, aun peor que haberla
conocido, aun peor que haberla llevado a su casa, aun peor que
escribirle un poema, aun peor que todo, fue creer en ella, y
defenderla. La lluvia de la mañana me dio mal presagio, supuse
que algo estaba por venir. Nunca vi a Margaret enojarse tanto,
incluso lloró hasta que se rindió en la alfombra apoyando su
cuerpo contra el frio suelo.

Creo que me dio un poco de pesar verla allí, estaba tan frágil y
afectada que sentía un poco de alivio en mi interior, en parte
deseaba abrazarla y pedirle que no llorara y, por otro lado,
deseaba tanto que llorara por mi causa, que no podía perderme
ese excepcional momento. Al final ganó la humanidad y decidí
hacerle compañía en el piso. Tuve miedo cuando le pregunté,
pero deseaba saber su respuesta desde hace tiempo:

-Margaret, dime una cosa ¿Tú me quieres?

Permaneció un rato en silencio abrumador, hasta que del fondo de


sus dientes salió una respuesta:

-Yo sé que tú me quieres.

Solo eso dijo, y me invadió la ira todo el cuerpo, en ese momento


juro que quise, al mejor estilo de Ernesto Sábato, asesinarla con
mis propias manos, quería también una botella de algo para

160
beberla hasta embriagarme y después reventarla contra mi pecho,
tal vez así me podría quitar tanta ilusión, tantos malos momentos
por su culpa, por sus palabras que nunca parecían tener sentido.

Margaret se fue, y al momento de irse no dijo nada, simplemente


abrió la puerta y con un ademán me dijo adiós, fue entonces
cuando entendí que todo en su respuesta tenía sentido, cuando se
revivió esa sensación de profunda tristeza en mi garganta al verla
cruzar la puerta, con un “por favor quédate” atravesado entre las
costillas y el estómago, con ganas de no vivir y cerrar los ojos
hasta olvidar y poder ignorar lo evidente. Tenía sentido que su
respuesta a mi pregunta fuera esa, por supuesto que ella tenía
razón, tal vez sus sentimientos hacia mí no eran más que producto
de sentirse obligada a de alguna manera corresponder a lo que yo
sentía, que puedo decir, Margaret siempre tuvo mucha clase y tal
vez su “amor” por mí no era sino un acto más de cortesía, si a
algo de lo que ella hizo se le puede llamar así.

Llamé a Jade, tal vez me calmaba hablar con ella, aunque


probablemente me estaría odiando. Para mi sorpresa, Jade no
estaba molesta, de hecho aún le hacía gracia el pequeño incidente
de la mañana, y no tardó en pedirme que nos viéramos en un bar
cerca de un bonito sector de la ciudad, pero no me gustaba ese
lugar, pues no muy lejos, estaba la mansión Rose y yo ya había
tenido suficiente de ella, suficiente de su olor, del dolor que
provoca la decepción que ella produce, suficiente de su nombre y
su apellido, suficiente de su olor a uva dulce, suficiente de los
lunares de su cuerpo, suficiente de su respiración agitada,

161
suficiente de su voz repitiendo mi nombre, suficiente de sus ojos
cansados y repletos de sueños destrozados, suficiente del aroma a
cerveza cara de su boca, suficiente de su labial rojo, suficiente de
sus uñas en mi espalda, suficiente de su rostro.

Jade se veía hermosa, llevaba una chaqueta de cuero y una blusa


rosada, todo en ella era extrañamente familiar y perfecto, por mi
parte yo llevaba sombrero y jeans oscuros, nada extraordinario,
solo trataba de ocultar el hecho que traía el corazón hecho
pedazos y el alma confundida. Hablamos de todo por horas, y ya
el reloj daba las 2:20am cuando empecé a sentir el mareo del
calor de los días, y allí, en ese preciso momento, Jade se atrevió a
preguntar por la extraña que estaba en mi casa, y apuesto a que
vio mi cara de pánico mientras yo trataba de no revelar nada fuera
de lo necesario. “Una vieja amiga, o enemiga, aun trato de
descubrirlo” le dije mientras me ponía de pie para ir al baño, y de
verdad estaba muy mareada, ya deberíamos llevar unos 12 tragos
al momento.

En el espejo, mientras el agua corría por la llave, veía mi rostro


cansado y pálido, me daba asco, sentía pesar de mi misma, y no
por mi apariencia, sino porque yo sabía muy bien lo que estaba
haciendo, tener a una bella joven en mi mesa solo para olvidar a
la mujer que tenía pegada en el corazón, Jade no merecía eso, ella
merecía a alguien o algo mejor que yo, y siendo así, ¿Quién soy
yo para negarme a su amabilidad? Si no merezco ni un guiño de
su ojo, ni un beso de sus labios, tal vez hacía mal, y era momento
de confrontar mi fuerza de voluntad, definitivamente darme una

162
oportunidad con ella y dejar todo lo que tenga apellido Rose en el
pasado, o seguir esperando que la huella en la arena se torne un
paso. Aunque ya tenía una decisión, esta vez debía asegurarme
que Jade y yo tuviéramos las mismas intenciones, yo no
soportaría un “Yo no te correspondo” otra vez.

Me dirigí a la mesa tambaleándome entre las mesas y Jade me


interrumpió con una pregunta sutil, honesta y cruel: ¿Ella es tu
pareja, tu amante o tu amiga? Sabía que era mi oportunidad y
como poetisa, le recité el siguiente verso:

Esa mujer es un poco de todos, un infierno y un paraíso al


mismo tiempo, y si me preguntas, no sabría contestar si algo de
mí es suyo o no. Pero Jade, sí puedo ser honesta contigo, y por
eso debo admitir que cuando te veo lo único que deseo es
convertirla a ella en un recuerdo, en un capítulo del pasado, uno
muy corto e insignificante que quede opacado con la historia
que podría escribir en tus mejillas, y si esto te parece
demasiado, entendería que salieras ahora mismo por la puerta y
mi cara se gane una bofetada, pero si algo aprendí de esa mujer,
es que debo ser honesta aunque duela, y si algo me ha de doler,
ojala venga de ti, porque sé que valdrá la pena.

Jade me miraba con desconcierto y empecé a pensar que tal vez


se me había ido un poco la mano. -Si eso que dices es cierto, y no
lo sacaste de un libro, entonces tal vez deba preguntar en voz alta
¿Qué hice yo para merecer eso? – Dijo Jade. Nada, le dije con un
poco de risa, Jade, tu no hiciste nada, y ahí recae la belleza tuya.

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No recuerdo bien cómo, pero me desperté con ella a mi lado, su
piel desnuda contra la mía. Ya parecía costumbre en mí no
recordar esas primeras veces gracias al alcohol. Por otro lado,
vamos, solo habían pasado dos días de conocerla, así que le
pregunté si para ella no era extraño. “No nos vamos a casar y a
tener bebés, vamos a salir un poco, y no necesito conocer tus más
oscuros secretos para eso” Admito que fue una muy buena
respuesta.

Así pasaron cuatro largos meses, ante todos, parecíamos una


pareja que llevaba años, o tal vez décadas, junta. Todos sabían
sobre nuestra relación, y aunque en la casa de Jade nunca me
había presentado formalmente, ella me hacía saber que todos
conocían sobre nuestra relación, pocas semanas después de haber
iniciado nuestro romance Jade comenzó a llamarme “Van” por un
idiota comentario que hice sobre Van Helsing, de hecho, ni
siquiera recuerdo bien ya lo que dije exactamente. Así que
constantemente le tenía que aclarar a las personas, que mi nombre
no era Vanessa sino Amelia, supongo que a todos al igual que a
mí, nos parecía un apodo un poco extraño. Pero lo más
interesante normalmente vive en la oscuridad y el silencio, toda
nuestra audiencia no sospechaba que en secreto yo siempre
mantuve contacto con Margaret, a veces me perdía por las noches
y regresaba en la mañana sintiéndome culpable, aunque
normalmente después de aquel día ella y yo no volvimos a
sobrepasar el limbo infinito de la cortesía y el reparo que debe
tener la amistad, me quedaba con ella hablando de cosas banales,
de mi día, del clima, de la economía mundial, Margaret siempre

164
se mostraba amigable y serena, todo el tiempo tenía ganas de
conversar conmigo. De todos modos, en ese tiempo no pude dejar
de pensar que tal vez yo estaba de alguna forma siendo infiel, que
tal vez estaba jugando con sus sentimientos.

No obstante, de esos 4 meses, solo 3 habían sido así, después del


24 de mayo, Margaret parecía haberse esfumado de la faz de la
tierra, nadie parecía determinar con exactitud donde estaba o por
qué se había ido, era un misterio, uno que me atormentaba en
silencio ya que, por Jade, yo no podía preguntar o mostrarme
muy interesada, seguro se le haría raro. Hoy es 15 de junio, un
bello día de sábado y Jade, como siempre, está conmigo.

Tuvimos esa conversación que me temía, mi corazón también


había cedido en gran manera a sus ojos, y decidimos formalizar lo
que sea que había entre nosotras, “amor, seamos un tú y yo” le
dije mientras me acercaba a su cara, y aunque al principio Jade
estaba encantada, después se percató de la trampa tras mis
palabras, un tu y yo para los otros no significa nada y aunque le
insistí para que entendiera que nadie debía comprender lo que sea
que teníamos en medio, salvo ella y yo, Jade era inteligente y
como un sabueso, olía el miedo que me causaba el compromiso,
los formalismos y el mismísimo amor. Es por tu pasado, ¿verdad?
La chica misteriosa de la que siempre te rehúsas a hablar, eso me
dijo Jade con un poco de furia en su voz, tal vez era momento de
contarle y abrir la puerta de la jaula que tenía prisionero el
recuerdo de Margaret, si, ya no podía huirle más.

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Eran las 3.40am y mi turno en el palestina había terminado, allí
cité a Jade esperando muy en el fondo que ella no fuera, pero
estaba justo ahí, parada en medio de las mesas en que nos
conocimos y en verdad traté de hacerle miles de temas aleatorios
que tal vez hicieran que ella olvidara la razón por la que estaba
ahí, y me resultaba difícil hacerlo, pero finalmente me resigné y
se lo dije todo, sin omitir casi ningún detalle, solamente dos
pasaron intactos, uno porque yo deseaba ser cortes y otro por ella,
un sacrificio que Jade hizo por mí, porque de verdad supe en ese
momento que una parte de ella era mía y que merecía demasiado
de mí, tal vez incluso más de lo que yo había dado hasta el
momento. Los detalles: Que aun pensaba y extrañaba a esa mujer
misteriosa, y su nombre. Jade me pidió que no dijera su nombre si
eso abría un pequeño o enorme rasguño en mi interior, que no le
interesaba mi pasado, sino mi promesa de dejar atrás tan pesada
carga, cosa a la que dije “si”. Perdón pido ahora entre estos
versos, porque le mentí a quien de verdad me quiso, pero no era
justo gritar la verdad en ese momento, no era justo con ella, ni
conmigo, porque muy en el fondo, por egoísmo y ego no podía
permitir que se me escapara de nuevo la chica del semáforo, y sin
aprender la lección le mentí de nuevo y me quedé un poco más en
el palestina, ya era hora de cerrar, pero igual me dejaron allí, me
tenían confianza y saqué un disco de Silvio Rodríguez junto con
una canasta de cerveza y entre lágrimas amargas y canto
desafinado, pude sacar de mi interior la miseria que traía, era algo
así como una tregua con la nostalgia y la ira, un déjame ser feliz
esta vez que yo prometo no arruinarlo, quería hacerle entender a
mi corazón que Margaret no era más, no estaba presente y no

166
debía estarlo ahora Jade estaba, y debía como mínimo estar
llenando mi hígado de licor por ella y no por alguien más, pero es
que contar todas esas anécdotas e historias, había hecho que de
nuevo me sangrara la puñalada que me atormentaba desde dentro
del pecho, su nombre, no lo dije en toda la noche y no hice más
que hablar de ella, y aun así la sola combinación de silabas de su
apellido me causaba terror, me revolvía el interior, me sacudía las
tripas y me dejaba con sed el alma.

Contrario al efecto de Jade, Margaret siempre me sacudía a través


del dolor y de verdad su lazo a veces parecía ser más eficiente
que el de ella, tal vez estaba siendo masoquista o no terminaba de
permitirme ser feliz, muy en el fondo, me preguntaba si tal vez
cuando Jade llegara a esa profundidad que alcanzó Margaret en
mí, me haría daño o me engancharía a ella al darse cuenta que esa
parte de mi corazón estaba vacía, así es, difícilmente Jade podría
causarme dolor, eso pensaba yo, pues si todo eso ya no me
quedaba, tenía un agujero con la palabra Rose justo en donde
duele al respirar, justo en el humo azul de la nostalgia, de todos
modos es injusto no darle ni por remota posibilidad a Jade el
poder de lastimarme. Y fuimos muy felices los siguientes dos
meses después de esa noche, Margaret me hizo el favor de no
aparecer y pronto se me olvidó también esperarla, recuerdo con
exactitud la última vez que la vi, unas tres noches después de esa
conversación con Jade, vestía formal y caminaba con afán justo
frente al Palestina, me volteó a ver y con un ademán me saludó,
me pareció leer en sus labios que volvería después, pero salí
temprano y de todos modos no apareció.

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Noches de jades y diamantes rosados

Debe haber algo mal conmigo, lo digo en serio, solo alguien


como yo podría haber hecho semejante cosa como la que hice.

Una tarde, el día décimo séptimo del mes, más o menos a las
5.13pm recibí una carta en el palestina, un sobre anónimo y
dentro de este una carta que al final traía la firma de Margaret
Rose, así es estaba de vuelta, después de casi 3 meses, y la carta
no decía nada, solamente una suposición que no debía ser tan
obvia “Seguro me has extrañado” decía la carta que apenas
sobrepasaba las tres líneas de texto, debajo de la firma un número
de teléfono desconocido, sin una invitación o un “llámame” abrí
la puerta al infierno de nuevo. Respondí, y estoy segura de que
decepciono a más de uno es esta obra, o al contrario, esperaban
con ansia el momento que esto sucediera de nuevo, yo por mi
parte puedo jurar que había pintado esa reaparición como un
suceso imposible que además no me era nada anhelado, pero vaya
que si me hizo sentir feliz, no sé por qué, pero era ella quien
había decidido acabar con el silencio, si esto fuera una batalla de
orgullos por primera vez el mío habría salido ileso. No logro
explicar con precisión cuan feliz me hizo saber que ella era quien
me había buscado, era un sueño y una pesadilla a la vez, nada
tenía sentido en ese momento, admito que lo que más me alegró
fue el hecho de saber que había regresado, que así fuera con una

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carta, de alguna manera estaba a mi lado nuevamente, sí, en
efecto todo ese tiempo la extrañé con el silencio que se extraña
aquello que para todos no tiene sentido, así como en medio del
placer extrañas el vacío, así como en medio de la tranquilidad
deseas con desespero el caos, el rayo que llegue y te parta a la
mitad, la frase que ponga un dedo en la herida que no habías
podido sanar.
Jade y yo no nos hablábamos más, fue mi culpa supongo, porque
no la supe querer como ella lo merecía, me fui dejando en su
corazón una espina del tamaño de mis promesas que no fueron
pocas y el dia en que quiso comprometerse conmigo en esa mesa
del palestina, ante los ojos de todos sus amigos le pedi disculpas
y me fui, después de eso ella nunca me busco porque me conocía
y sabia que una vez yo me iba, por mas que mi cuerpo volviera,
mi alma se habría fugado para siempre, jade fue solo una de otras
a quienes heri sin explicaciones, sin duda fue la que peor sintió el
peso de mis contradicciones sentimentales, pero
desafortunadamente no fue la única, ojos azules, verdes y cafés,
cabellos rubios, rojos, negros y castaños, pieles blancas y
morenas, mujeres, tal vez demasiadas de ellas pasaron por mi en
un corto tiempo, pero nadie imaginaba el dolor que llevaba
adentro, el mismo que me armaba de acero y terminaba por
quebrar los latidos de sus corazones bajo mis toneladas de
desilusión.
Pero no era del todo mi culpa, desde niña me había dedicado a
cuidar, a ser muralla y proteger a quienes amaba, y nadie nunca
se preguntó si bajo todo ese concreto había tal vez un ser
humano, alguna cosa sintiente, por casualidad una persona logro

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humanizarme y fue Margaret, esa tarde cuando me queme la
mano gracias a una tasa hirviente de ello

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Zodiaco y música

La mañana comenzó normal, iba directo a la clase, y me detuve a


preguntar si acaso el café podría ser mejor, si su sabor podría
mejorar notablemente o acaso dañarse en una mañana menos
melancólica, una un poco menos triste, menos vacía, una menos
rota, una en la que mi corazón lata con normalidad, sin que se me
atraviese una rosa o una aventura en la garganta, sin que mis ojos
se empañen de recuerdos y mi alma no esté cargada de ganas de
retroceder en el tiempo, ganas de quedarme un poco más, ganas
de alargar el amor pasado un poco más, ganas de olvidar todas las
penas pasadas que me atormentan de una manera que se me hace
insoportable, difícil resistir, difícil seguir adelante cuando todo lo
que amabas tuviste que entregarlo al olvido, un café sin miseria
debe saber raro.

¡Me resultó bastante extraño que el nuevo dueño de mi antiguo


departamento me mandó un comunicado diciendo que tal vez
debía actualizar mi dirección domiciliaria porque casi
mensualmente llegaban cartas anónimas para mí, pero todo el
mundo sabe mi nueva dirección, mis amantes, mis ex parejas, mis
estudiantes, todos! Pues apenas regresé a la ciudad, cambié de
casa, no quería recuerdos viejos.

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Al salir de clase fui directo a mi antiguo apartamento a buscar las
cartas que supuestamente eran para mí, el dueño me entregó un
paquete enorme, parecía que en realidad alguien había tenido
mucho tiempo libre para escribir todo eso. Llegué a mi casa en un
abrir y cerrar de ojos, y la curiosidad me estaba enloqueciendo,
pero por la experiencia pasada, sé que es mejor esperar. Nunca he
creído de a mucho en el horóscopo, lo leo por pura curiosidad, a
veces para reírme y a veces porque necesito creer en alguna vaina
por más estúpida que sea, y por la extraña tensión que me
producían esas cartas necesitaba algo en qué creer, ¡cualquier
vaina! No puedo mentir, hasta este día siento que valió la pena,
siento que es Margaret quien me escribió todo eso, de su puño y
letra, ella, con su perfecta caligrafía, su perfecta ortografía y poco
talento para escribir, pero al mismo tiempo tanto para lastimar,
pero no quiero ilusionarme, ya me la he pasado los últimos 5 años
persiguiendo encuentros y huellas suyas, y jamás he podido dar
con ella, ¿acaso en todo este tiempo pudo ella también haber
estado buscándome? Y si fui yo quien se perdió, ¿también habrá
hecho hasta lo imposible para encontrarme? Pero la forma en la
que me dejó escapar y la posibilidad de que me extrañe, no tiene
sentido, no lo tiene, no creo que ella como siempre haya llegado
justo cuando ya es muy tarde, porque para ser honesta yo nunca
he dejado de esperarla, nunca se le hizo tarde para volver y
reclamar su lugar en mi corazón, y tal vez ese es mi error, porque
Margaret detesta la puntualidad y a este encuentro nunca
llegará tarde. El tiempo transcurre y mi horóscopo dice “Tu
pasado regresa, el astro de libra estará muy cerca” bueno, libra
indiscutiblemente es Margaret, aunque todo eso es una estupidez,

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es como la Biblia, todos citan la misma fuente pero hablan cosas
diferentes.

Bien, llegó la hora, ¡fas! Se rasga el papel, y adentro hay


demasiadas cosas, cobros de impuestos, comparemos, citaciones,
foto multas, que prohibido fumar frente a un hospital, que no
puedes beber en un parque, y… ¡cartas! Son cartas, y
efectivamente no tienen el remitente escrito fuera del sobre, que
alegría sería saber que Margaret igual que yo, estuvo mucho
tiempo buscándome, o por lo menos pretendiendo que lo hace.
Abro el sobre y leo lo siguiente:
“Hola Amelia, te escribo esta carta porque no tengo otro modo de
encontrarte, encontré tu dirección un día por accidente en las
cosas de la oficina y supe que debía encontrarte [Margaret tenía
mi número, las cosas se hacen raras] Pero me enteré de todo lo
que pasó, y siento que mereces una oportunidad, si, otra
oportunidad de saber que ha sido de mí, y de ti, y de Margaret
Rose, por favor escríbeme tan pronto como lo leas” -Alexia.

Estoy entre el alivio y la ira, no sé qué hacer ni qué pensar, ¿otra


oportunidad? Y qué le hace pensar a Alexia que yo tuve una,
como ella, maldición ahora siento que quiero tirar el café sobre la
mesa por los celos que siento al saber que ella tuvo todo lo que yo
quise, la tuvo a ella, a Margaret, a sus pies, y no la quiso, la dejó
ir, pero no lo suficientemente lejos como para que se quedara
conmigo, las lágrimas en mis ojos solo muestran que dejé heridas
vivas y sangrantes que aunque ya las daba por olvidadas, siguen
latentes en mí, una de esas, los celos hacia Alexia, debo verme

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rencorosa y egoísta, pero ella tuvo todo y yo nada, y yo lo perdí
todo, y ella todo lo entregó a la nada, pero hay más cartas. Carta
número 2:

“Hablé con Margaret y dijo que está dispuesta y encantada


de verme, y claro, es para que tú vayas conmigo, entonces dime si
puedes sacar un poco de tiempo para ir” -Alexia
Es obvio que no es por mí, nunca fue por mí, era por ella que
Margaret estaba entusiasmada. Pero finalmente decidí contestarle
a Alexia, yo si tenía su número telefónico, así que la llamé:

- Hola, soy Amelia


- Wow, hola ame creí que ya no me contestarías
- Bueno, recibí tus cartas
- Claramente
- Por qué quieres ayudarme a ver a Margaret?
- Supe de su historia, me pareció bonito y quise ayudar a que
la encuentres
- ¿Tú sabes dónde está?
- Sí.
[Tiro el teléfono]
Pero como es posible que ella lo supiera, si yo jamás pude dar
con ella, me siento idiota. [Pensé]

Finalmente accedí a ir con Alexia a visitar a Margaret, pero le


pedí que no fuera conmigo, que antes de la visita oficial me
dejara su dirección y yo iría sola primero. Y así fue, Alexia me
mandó un texto con la dirección, ahora vivía al otro lado de la

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ciudad, en un barrio bastante bonito de Bogotá, un sector caro
pero realmente exclusivo, no era de extrañar que alguien como
Margaret viviera allí, y me propuse ir al día siguiente y esa noche
no dormí. “Actúa normal” eso era lo que estaba en mi cabeza, una
frase que retumbaba en mi interior, tenía ganas de hacer algo
extraordinario, porque nunca pude ser normal con Margaret, ella
siempre sacaba mi lado extraño y está vez no era la excepción, no
podía dormir, su voz, su cuerpo, su forma, sus manos, su piel, el
sabor de su boca, todo ahora parecía regresar del pasado para
atormentarme, y sinceramente no sé cuántas veces pensé
en gritarle mi amor, pero era ridículo, la última vez que la había
visto, ella me había dejado claro que quien pone el corazón en la
mesa, no lo pierde, lo mata, y yo definitivamente tengo un
corazón un poco zombi, un poco muerto y vivo, un poco andante
y detenido, así soy yo, después de ella.

Con temor y ansiedad la noche se fue, y me encontré a las 8am en


la ducha de mi casa, y lloraba amargamente sin razón, estaba
frustrada, porque sabía que en el fondo yo no sería capaz de ser lo
suficientemente fuerte para soportar verla de nuevo, y que todo
siga igual o peor, pero ya habían pasado 5años ante
todos lo suficiente para haber olvidado, pero no, todo seguía
dando vueltas igual, podía sentir la piel rajándose en pedazos,
podía sentir esa sed tan particular que ella me causaba, mis ojos
quebrados como cristales de botellas de cerveza vacías, y lo peor,
guardaba la falsa esperanza de que esta vez ella sería buena,
simplemente Margaret Rose no es buena, para nadie, ni para ella
misma, y para mí, era letal, peligrosa y dañina, tan solo imaginar

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su boca me causaba una sensación de tener el corazón revuelto
que yo no podía aguantar, la garganta fracturada con un nudo
enorme de cartas anónimas y sueños cargados de esperanza
ridículos, no, yo sentía al corazón tratar de huir de mi pecho,
porque sabía bien que se avecinaba en silencio, el dolor, la muerte
y la decepción fija, era seguro que todo eso iba a pasar, o tal vez
yo estaba siendo paranoica, pero por confiar en ella, la última vez
me gané en el alma un dolor insoportable, me gané una herida de
muerte, pero sobreviví, por eso, esperar la puñalada con
anterioridad era la mejor opción, para que doliera un poco menos,
para quitar el factor sorpresa que tanto me lastimó la vez pasada.

Ruta norte, 9:26am, suena en la radio vallenato, el bus voltea a la


derecha en dirección al barrio donde vive Margaret Rose, voy de
pie, justo al lado de la puerta de salida y oprimo el botón, ha
llegado la hora después de cinco largos años, igual tuve que
caminar unas tres cuadras antes de estar frente a su casa. Durante
el camino quise escuchar un poco de música, una radio diferente
a la del bus, el vallenato no me ayudaba demasiado a lidiar con la
penosa situación de ver al amor de mi vida de nuevo, igual que
antes, el mismo corazón, el mismo cariño, otro apartamento y
otra edad, pero seguía siendo yo la misma persona, o eso creía,
que el tiempo se había olvidado de cambiar algo más que solo mi
edad, cada noche sin falta los mismos sueños, el mismo deseo, la
misma sed de besos que nunca pude saciar con otras personas, el
mismo vacío insoportable que me quemaba el estómago y el
corazón, esas ganas de no poder pasar mucho tiempo sin una
cerveza o sin cualquier cosa que me hiciera creer que esa parte de

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mí, que Margaret me robó, no me hacía falta, pero todo era inútil,
las canciones, las calles, las palomas y las flores amarillas me
hacían recordar su rostro, sus ojos cansados, su pelo enredado y
corto, su piel pálida, su voz que me hacía entrar en las más
profundas y extrañas realidades de melancolía.

Cuando de un momento a otro, entre noticias de bombardeos en


Inglaterra y comerciales de medicina naturista, estaba frente a la
puerta de su apartamento, y observé la puerta fijamente como por
20min hasta que decidí que aún no estaba lista para verla, pero
que cobarde, por suerte un arranque de valentía me consumió en
un movimiento sorpresivo y puse mi dedo sobre el timbre, ¡Ring!
Una sola vez, y por unos segundos el silencio reinó, la señas
absoluta de que no había nadie en casa, esa señal de que debía
irme, que yo aún no tenía nada que hacer frente a su casa.

Pero el crujir de la puerta quebró en dos mi corazón, al mirar


hacia atrás tuve la misma sensación que tuve ese día que la
conocí, una señal, una sensación de que estaba a punto de
cometer un error (de nuevo). Alcohol, vino barato, vodka caro,
cerveza roja, humo mentolado, labial rojo, todo vino a mi mente
en un golpe de recuerdos instantáneos, así, después de media
década mis ojos volvieron a posarse con los suyos. Y una mini
explosión sucedió en el preciso instante que mi pupila reflejó de
nuevo su expresión sorprendida, juro que el tiempo se detuvo,
que las nubes cayeron al cielo, que la luna se cambió con el sol,
que las flores florecieron y se marchitaron tan pronto como
sintieron el frio de la ciudad, juro que los perros callejeros

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aullaban, y los músicos callejeros tocaban la melodía del olvido
no logrado.

Y ahí estaba yo frente a ella, no lo suficientemente cerca para


darle los besos que tanto quise quitarle por la fuerza, pero
tampoco lo suficientemente lejos para irme y hacer de cuenta que
no había pasado nada. Pero ella estaba intacta, los años no le
habían pasado, estaba igual, la misma maldad corriendo por sus
venas, el mismo estilo al vestir, el mismo labial rojo, gafas negras
caras y botas negras, todo lo mismo, pero había algo que debía
comprobar, y era si acaso también estaba intacta su indiferencia
hacia mí. “Hola” dije en voz baja, con una inexplicable sonrisa,
una que se veía a kilómetros, y ella dijo “Amelia, hacia tanto que
no te veía” y caminamos la una hacia la otra, esperando cambiar
al fin el cruel destino, la sentencia de vivir lejos de su piel, nos
abrazamos por un instante y ella me invitó a seguir. Admito que
tuve miedo cuando dijo que no estaba sola, porque tal vez había
encontrado a alguien en estos años, pero allí estaba su madre, se
notaba que ya había solucionado los problemas con ellos, la
señora amablemente salió del apartamento, pues tenía una cita
importante pendiente, y así me quedé sola en su cocina con ella.

Miles de formas de desvestirle se me pasaban por la cabeza, y


cada vez más mi corazón latía con fuerza

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