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AdRi_HC
Cuando ya veía que tras unos segundos les tocaría a ellas alzó la voz llamando a su hija.
Veloz se despidió de aquellos nuevos amigos mientras corría hacia su madre, se colocó
a su lado y pasó varios segundos mirando hacia el cartel en lo alto. La chica tras el
mostrador sonreía al ver su calma mientras su madre a su lado se cruzaba de brazos y
la miraba esperando.
Al: Eh…. Vale pues... yo quiero… una hamburguesa con queso y… patatas deluxe…. Con
una fanta de naranja grande.
-Mediana mejor.
-Ya cariño, pero luego no te la terminas, mejor mediana… -miró a la chica y esta asintió-
Y a mi póngame una ensalada y un botellín de agua.
-Ya verás cómo no. -acarició su pelo mientras esta estaba apoyada en el mostrador.
Al: Sí… y seguro que luego quieres de mis patatas… pero tranquila, te daré alguna.
-Gracias cariño. -sonrió y miró a la mujer que había tras ella, que sonreía al escuchar a
la niña.
-Aquí tiene.
Con la bandeja en las manos siguió a la niña que corría hacia una mesa en el lateral del
establecimiento. Al llegar la dejó sobre la mesa y se quitó el abrigo, colocándolo al otro
lado mientras ella se sentaba junto a su hija y la ayudaba a sacar toda su comida.
-Hola Alba.
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-Hola Luis.
Al: ¿Con quién has venido, con tu mami? -preguntó entusiasmada por verle ahí.
Tras despedirse de su amigo volvió junto a su madre que ya le había preparado todo
para que comenzase a comer. Pasaban el rato de una manera divertida, creando juegos
de palabras que a Alba le gustaba compartir con su madre.
-Venga… acábate el postre que nos tenemos que ir a casa que la abuela irá a dormir
contigo.
-Cariño… sabes que yo a veces trabajo por las noches y no puedes estar solita.
Mientras se colocaba de nuevo el abrigo vio como su hija corría hacia una mesa del
fondo. La mujer permanecía de espaldas a ella mientras el amigo de Alba se bajaba de
su asiento y hablaba sonriente.
-Hola Alba.
-Esther.
L: Hasta luego.
-¿Quieres que pasemos por el video club y cogemos una peli para que veas esta tarde?
Nada más llegar al edificio y poder aparcar sin tener que bajar hasta el parking, fueron
hasta el interior. Para su suerte, la abuela de Alba aun no había llegado y podría
preparar algo con tiempo de sobra. Al entrar en la casa la niña fue corriendo hasta su
dormitorio quitándose el abrigo por el camino.
-Alba coge los deberes y los haces antes de ver la película que ayer no los hiciste.
Al: Mamáaaa…
-Ni mamá, ni mamó… se lo pienso decir a la abuela, y si no los haces no hay película,
que te quede claro.
Al: ¡Pues no te pienso dar un beso antes de irte! -se cruzó de brazos y fue de nuevo
hasta su dormitorio.
Mientras ella preparaba café escuchaba como la niña volvía a salir hasta el salón,
sentándose en el suelo colocando después sus cuadernos sobre la mesita frente a la
tele cuando sonó el timbre de la calle.
Al: En la cocina…
-Hola Concha.
C: Hola hija. -le daba dos besos- ¿Te ayudo con algo?
-No tranquila, ya está preparado… vamos a la mesa. Me tengo que marchar enseguida,
lleva la bandeja y dejo tu bolsa en el dormitorio
Segundos más tarde aparecía en el salón con su bolso y su abrigo, lo dejó en una de las
sillas y pudo comprobar cómo Alba había encendido el televisor.
Al: Jo mamá…
C: Venga cariño, hazle caso a mamá. Cuando acabes los deberes la volvemos a
encender.
Al: Está bien. –colocaba el mentón sobre su mano mientras seguía escribiendo.
-Me alegro.
C: ¿Y tú cómo estás?
C: Deberías pensar un poco más en ti… salir con tus amigas, distraerte, sabes que a mí
no me cuesta nada quedarme con la niña.
-No te preocupes, yo estoy bien… -se levantó- Me tengo que marchar, esta noche
llamo. Dame un beso cariño.
-Ho…hola
-No, no… no se preocupe si… voy aquí mismo. -dejó las cajas en el suelo- Pero gracias.
-Perdona. –sonrió.
-Esther.
E: Hasta luego.
M: Sí, porque está muy cansada y tiene que descansar mi amor, anda ve a tu cuarto.
Al: Ale.
M: Hola mi amor.
L: Hola… ¿y la niña?
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M: Hola Teresa.
M: Dame diez minutos y me mandas al primero con una enfermera por favor.
T: Claro.
En su nuevo apartamento, Esther metía las últimas cajas en el interior. Fue hasta el
frigorífico y sacó la lata de cerveza que había metido en el congelador rato antes
viendo como ya había cogido la temperatura y volvió con ella y una bolsa de patatas
hasta el salón. Se sentó en el suelo junto a una de las cajas y comenzó a beber.
E: Ah… que rica. -miró a su alrededor- Pues ya está, solo queda ordenar y limpiar esto
un poco. Espero tenerlo medio organizado en un par de días… -cogió el móvil y marcó-
¿Marta?
E: Bien, acabo de subir la última caja, estoy en un descanso… cuando vuelva a ponerme
no sé cuando acabaré.
E: Sí, sí… los trajeron ayer, pero tengo que colocar todo, limpiar un poco, ordenar la
ropa y… buf, que pereza.
Ma: Bueno, poco a poco Esther, las cosas así no puedes hacerlas a la ligera ya lo sabes,
si quieres puedo preguntar por ahí.
E: Te lo agradecería… porque de aquí sabes que conozco más bien poco, y no creo que
pidan mucho de lo mío en un periódico.
Ma: Vale… te llamo mañana si no pudiera ir, pero no creo que tenga problema.
Dejo el móvil a un lado y terminó de beber la lata y comerse las patatas de aquella
bolsa. Sacudiéndose las manos fue hasta el reproductor que había colocado en una
esquina y puso algo de música para comenzar de nuevo con la faena.
Ya había amanecido cuando llegó a su casa. Una nota sobre el frigorífico le decía que su
suegra había llevado a la pequeña hasta el colegio. Recogió lo que aun permanecía del
desayuno sobre la mesa de la cocina y fue hasta su dormitorio. Se quitó el abrigo y lo
dejó sobre la percha, desabotonando su blusa después sin prisa. Se sentó a los pies de
la cama quitándose las botas y el pantalón. Frotó su rostro en aquella misma postura y
se levantó caminando después hasta el baño, despojándose allí finalmente de su
camisa y la ropa interior.
El agua caliente recorría su cuerpo relajando sus músculos de tal manera que sintió el
sueño por primera vez desde hacia muchas horas. Minutos más tarde salía envuelta en
su albornoz de nuevo hasta su dormitorio, tomó la crema corporal que siempre usaba
impregnando sus piernas con ella, masajeándola con cuidado al sentir como sus
músculos estaban realmente cargados por aquella guardia.
Exhausta decidió dormir sin prenda alguna. Dejó el albornoz de nuevo en el baño y fue
desnuda hasta la cama, cubriéndose con la manta por completo, aspirando el olor de
su almohada mientras se iba relajando minuto a minuto, hasta quedarse dormida.
Dormida profundamente tardó en escuchar la alarma de su móvil, abrió los ojos con
pesadez y estiró el brazo hasta la mesilla cogiendo el teléfono para detener aquel
estridente ruido.
M: Uf podría dormir mil horas más… -se estiró bajo las mantas y supo que no podía
permanecer allí más tiempo, tenía que recoger a Alba del colegio- Venga Maca, arriba.
Esa vez con la idea de que quería ir lo más cómoda posible, se puso uno de sus
vaqueros y una camiseta bajo su chaqueta, sonriendo al pensar que quería darle una
Subió y colocándose su casco colgó el de la niña en su brazo, saliendo después sin prisa
hacia el colegio. Minutos después permanecía en la puerta esperando a su hija.
M: Hola cariño ¿Qué tal el cole? -comenzó a caminar con ella brazos.
Al: Sí mami, estaban muy ricos. -en aquel momento miró al frente y vio aquella moto
delante a ellas, miró a su madre sorprendida y bajó emocionada corriendo hasta ella-
¡Bien! ¡bien! ¡has venido con la moto mami!
Al: Eres la mejor madre del mundo. -se abrazó su cintura feliz- La mejor.
Riendo llegaban de nuevo al parking. Alba bajaba con cuidado y su madre dejaba la
moto bien colocada en su sitio de siempre antes de bajarse de ella. Igual de animadas
entraban en el ascensor y llegaban hasta la puerta de casa.
M: Venga sal, súper guay… -imitaba la voz de la niña mientras le mantenía la puerta
abierta y la de su nueva vecina se abría sorprendiéndola- Hola.
E: Hola.
Al: Sí. -sonrió ante el gesto- Venimos de merendar, mamá ha ido a recogerme con la
moto, es súper chula.
E: No quiero molestarte.
M: Bueno… –la cortaba- pues espera un segundo. Alba vamos dentro y dejas el abrigo…
salimos ahora mismo.
Entraban en la casa y mientras Alba hacia lo que su madre le había indicado esta iba
hacia la caja de herramientas y sacaba el medidor dejando también su chaqueta antes
de salir.
E: En el dormitorio… ven.
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E: Gracias, de verdad.
M: No ha sido nada, no te preocupes .-se limpiaba las manos con un trapo- ¿Alba que
haces? -alzaba la voz.
E: Es una niña, es normal… ¿quieres algo de beber? Solo puedo ofrecerte cerveza
pero… -sonrió tímida.
Despacio caminaba tras ella rumbo a la cocina, escuchaban la voz de la niña describir
cada uno de los peces que llamaban su atención, y tras coger algo de picar salieron
bandeja en mano hasta el salón junto a Alba.
Al: Vaaaaale.
E: ¿Entonces vas a la clase de Luis, eh? -se sentaba en el suelo haciendo que la niña la
imitase.
Al: Sí… hoy nos hemos sentado juntos, me cae muy bien.
Ambas mujeres se miraron por las palabras de la niña y sonrieron a la vez que se
rompía aquel contacto visual. Alba seguía hablando mientras aquella chica la
escuchaba con atención y contestaba a sus preguntas.
E: Tranquila… -la miró para tranquilizarla- Pues decidí probar en otro sitio, pero al final
he decidido que no, que me venía aquí que están mi hermana y mi sobrino, me gusta
más estar con ellos.
Se habían despedido con la excusa de que Alba tenía trabajos de clase por hacer, y
cierto era que Maca prefería que terminase con ellos antes de la hora de la cena.
Aquella chica que había pasado a ser su vecina le resultaba agradable, simpática, y
bastante natural. Le gustaba tener alguien así y no como aquel último inquilino que
había ocupado el apartamento meses antes.
Al: Así puede venir Luis y jugamos mami… estaría guay, no tenemos que salir jejeje.
M: Sí mi amor, pero termina los ejercicios que la cena esta casi lista.
Después de cenar y tras insistir de manera que el arma principal era que quería pasar
más tiempo con ella, la dejó sentarse a su lado en el sofá y ver la televisión un rato.
Como cuando era aun más niña, se sentó entre las piernas de su madre mientras esta
la abrazaba en silencio.
M: Claro… pero enseguida vas a la cama ¿eh?, que tienes que descansar.
M: Dime cariño.
Al: Hace tiempo que no vamos a ver a mamá. -se giró para mirarla- Podíamos ir ¿no?
M: Claro. –le acarició el pelo- Este fin de semana vamos y le llevamos flores ¿quieres?
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Al: Pero no quiero que se me olvide… por eso todas las noches la miro.
Sonrió calmándola y salió de nuevo hasta el salón. Abrió el mueble bar sacando una
botella de whisky y un vaso llevando ambas cosas hasta la mesa frente al sofá. Se sirvió
un vaso bebiéndolo después prácticamente de un trago.
M: Ah -cerró los ojos con fuerza- Que rico… -en aquel momento una música llegaba a
sus oídos- ¿Pero qué? -levantándose supo de donde provenía y sin pensarlo fue a tocar
a su puerta.
Sin esperar a que parase abrió la puerta y salió al rellano, tocando insistente la puerta
de su vecina, primero con la mano, pero tras unos segundos donde no recibía
respuesta y la música seguía sonando, colocó el dedo sobre el timbre.
E: ¡Voy! -se escuchaba desde su interior, la música cesó y abrió la puerta- Hola.
E: ¿Cómo?
E: Per… perdona -frunció el ceño- Aunque no creo que fuera para tanto, estaba
colocando unas cosas y bueno… no miré la hora, lo siento.
M: Bueno, pues te agradecería que para otras veces pienses que tienes al lado a una
niña que a estas horas esta durmiendo, y la música molesta.
E: Claro.
Sin más se dio media vuelta dejando a su vecina sin saber que mas decir, vio la puerta
cerrarse y al igual actuó ella segundos después cuando aun intentaba reaccionar.
E: Será borde la tía. -miró su reloj- Pues tampoco es tan tarde, joder.
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M: Pues como lo vuelva a hacer se entera… odio a la gente así de irrespetuosa, ¿tan
difícil es pensar en que vives con más gente al otro lado de la pared?
Un rato mas tarde decidió que era hora de acostarse, fue hasta el baño y mientras se
lavaba los dientes no podía quitar esa arruga de la frente que tenia desde el
encontronazo con su vecina, “vaya vecina” se repetía una y otra vez.
M: Con lo simpática que parecía, pues la has cagado jovencita… vaya que si la has
cagado.
Mientras ella permanecía con aquel mismo enfado, unos metros a su izquierda en
aquel andador que ella misma había ayudado a hacer funcionar, Esther corría
empapada en sudor dejando que sus palabras salieran cortantes y secas.
E: Idiota… borde… -seguía corriendo cada vez más rápido- No sé a quién narices habrá
salido la niña, pero seguro que al marido… estúpida…
En un golpe seco paró la maquina y bajó del aparato intentando recobrar el aliento
mientras caminaba por la casa con los brazos en jarra, sintiendo el calor en su pecho.
E: Voy a darme una ducha, pero con cuidado, no sea que me de por cantar y moleste a
la señora… -corrió con fuerza la cortina de la ducha- Que le den…
Había vuelto de llevar a Alba al colegio, aquella mañana se había levantado con una
jaqueca de lo mas guerrera haciéndola malhumorarse casi hasta del ruido de su propia
respiración. Suspiró desde la cocina mientras se tomaba una aspirina para ese dolor, y
pensó en echarse aunque fueran unos minutos a que ésta hiciera efecto con calma.
Cubría la mitad de su rostro con el brazo de manera que sus ojos se mantuvieran
cerrados a cualquier movimiento o reacción de su cuerpo. Permanecía sumida en su
silencio, dejándose llevar por el único sonido de su respiración, encontrando una calma
que la hizo descansar de aquella incomodidad con la que había despertado. Justo
cuando más cómoda estaba, un estridente ruido llegaba desde su pared, se incorporó
sobresaltada sintiendo como miles de punzadas recorrían su cabeza teniendo que
llevarse las manos a ella.
M: La mato… yo, la mato. -se levantó como bien pudo y salió de nuevo, tocando con
golpes realmente furiosos sobre la madera.
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E: No creo que sea asunto tuyo. -colocó la mano en el marco de la puerta mirándola
con decisión- ¿También es una hora marcada para tu silencio o qué?
M: Mira… -cerró los ojos no queriendo exaltarse- Hoy tengo una mañana bastante
mala, no te aconsejo que agotes mi paciencia.
E: Mira… -imitó su tono de voz- Estoy en mi casa, es una hora más que prudente para
hacer lo que me dé la gana, que en este caso es colocar las estanterías que tengo que
colocar, así que si te molesta que quieres que te diga… te aguantas.
En un pasó se colocó frente a ella haciendo que Esther diese uno en dirección contraria
quedando pegada a la pared. Acorralada, descubrió aquellos ojos que la miraban
desafiantes mientras su mandíbula se apretaba en segundos intercalados.
Sin decir nada más se giró y fue hasta su casa, cerrando tan tranquilamente que Esther
pensó que hubiera sido mejor escuchar un portazo de enfado. Tragó saliva y cerró la
puerta con el pie, sintiendo como casi no podía moverse aun.
M: ¡Joder! Alba
Salió corriendo del salón, cogiendo su chaqueta y las llaves del coche para dirigirse a la
puerta literalmente a pasos agigantados. Nada más abrirla se sorprendió al ver como el
ascensor llegaba a su planta la vez que ella salía.
Alzó la mirada encontrándose con Esther que salía tras la niña y se cruzaba de brazos
mirándola. De nuevo miró a su hija y suspiró aliviada mientras le dejaba un beso en la
cabeza.
Al: Esther me dijo que estabas malita y que ella me traería a casa ¿estás mejor?
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Al: He quedado con Luis en que vendría mañana a jugar conmigo ¿me dejas, a que sí?
M: Ya veremos. -levantó de nuevo la vista encontrándose con sus ojos- Entra en casa
cariño…
Al: Vale.
E: Fui con mi hermana al colegio a ver a mi sobrino y no te escuché salir de casa así
que… estuvimos esperando un rato y al ver que no llegabas supuse que no era
conveniente dejarla allí sola.
E: No tienes que agradecerme nada, solo lo he hecho por la niña. Por mucho que
pienses de mí no soy ninguna retorcida, y no podía dejarla allí… -giró sobre sus pasos y
fue directa a su puerta abriéndola- Por cierto… me alegro de que estés mejor. -se giró
de nuevo- ¿Puedo seguir arreglando mi casa o vendrás dentro de diez minutos a
volverme a llamar la atención?
M: Pasa de mí… -se dio la vuelta cerrando esta vez sí, con un portazo.
E: ¡Pues me da igual que vengas! ¡Pienso hacer el ruido que me dé la gana! -gritó desde
su puerta.
M: Porque es… -se mordió el labio parando sus palabras- No lo sé cariño, ¿tienes
deberes?
Ya en el baño, Maca secaba a la niña mientras esta permanecía sentada en sus piernas
y le contaba como había ido su día, haciendo que por aquellos minutos no pensase en
otra cosa que no fuera en ella.
Al: Y Esther es súper guay mami… me dijo que cuando quisiera podía ir a ver a sus
peces, ¿me dejarás verdad?
Al: Es muy simpática, y sabe de música… de esa que me gusta a mí, y de series… es muy
divertida.
M: Ya…
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Llevaba más de una hora despierta, mirando al techo mientras su mente permanecía
en blanco sin darse cuenta de que los minutos pasaban y llegaría el momento de
levantar a Alba. No así el despertador, que programado por ella misma, sonaba a las
siete y media en punto.
Como cada mañana, desde hacían seis años ella se bastaba para organizar la vida en
aquella casa y como tal, salía con la niña rumbo al colegio.
Llegó al hospital y nada más cruzar hasta la puerta de urgencias vio como alguien que
creía conocer permanecía apoyada en el mostrador hablando animadamente con
Teresa.
M: ¿Desde cuando bellezones así vienen a este hospital? -se había colocado a su
espalda viendo perfectamente como aquella mujer se giraba con una sonrisa en los
labios.
-¿Y desde cuando usted se cree que voy a caer ante semejante coquetería?
Ambas sonreían abrazándose después, Maca cerraba los ojos sintiendo como aquel
abrazado había sido rogado en silencio durante mucho tiempo.
-Y yo a ti sin vergüenza.
-Porque era una sorpresa cariño, a ver si te crees que yo voy por ahí pregonando
cuando voy o vengo.
M: ¿Cómo?
T: Cruz ha dicho que te vuelvas a ir por donde has entrado y que te espera pasado
mañana.
M: Eh… a ver… ¿Qué pasa aquí? -elevó las manos extrañada- ¿Por qué ha dicho eso
Cruz?
-¿No pretenderías que para dos días que tengo para estar contigo los ibas a pasar
trabajando?
-Eso te lo contaré cuando me invites a desayunar que estoy desmalladita. -se cogió a su
brazo- Bueno Teresa, hasta la próxima.
Una vez fuera comenzaron a caminar hacia el parking sin prisa. La pediatra sonreía aun
por aquella sorpresa que sin duda la había hecho mucha ilusión.
M: En el coche, claro.
Habían llegado hasta una terraza del centro, ambas reían sin parar recordando viejos
tiempos, contando por primera vez anécdotas de aquel tiempo sin verse. Maca reía
feliz, tranquila, disfrutando de aquel momento junto a quien había conseguido que se
relajase sin proponérselo.
M: Cada día más grande, más curiosa y más guapa… -sonreía orgullosa- Ya verás
cuando te vea, ¿Por qué duermes en casa, no?
A: No sé qué narices te pasa, ¿te vas a pasar toda la vida sola por cabezonería?
A: ¿Ah no? -se cruzaba de brazos seria- ¿Cuándo tuviste tu última cita?
A: ¿Y qué pasa con tu suegra? Tengo entendido que te ayuda con la niña.
M: Pero no para que salga con nadie Ana, las cosas no son así. Además, no sabría ni
que hacer, llevo seis años sin hacer otra cosa que no sea trabajar y cuidar de la niña…
A: Esas cosas no se olvidan ¿Qué ha sido de aquella Maca que era capaz de conquistar
a las plantas?
M: No digas tonterías.
A: Esta noche tú y yo nos vamos a cenar y a dar una vuelta, ya te puedes hacer a la
idea.
M: ¿Tú cuando hablo que haces? ¿Recitar el padre nuestro en voz baja o qué?
A: Me da igual como te pongas, a cabezota no me ganas así que puedes hablar lo que
quieras.
Al: ¡Tita!
A: ¡Hola preciosa! -tal como había saltado a sus brazos la elevó manteniéndola contra
su cuerpo- ¡Pero qué grande estás!
Al: ¡Guay! -volvió a dejarla en el suelo viendo como esta miraba a una mujer con un
niño a su lado- ¡Mira Luis! ¡Es mi tita Ana!
A: Hola campeón.
A: ¿Nueva vecina? -miró a la niña que asentía sonriendo- Hola soy Ana. –extendía su
mano.
E: Encantada.
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M: Que no se puede quedar con la niña, que tiene no sé qué cena y ya no puede
cancelarla.
Al: ¿Es que me tengo que quedar con la abuela otra vez? –preguntó mirando a su
madre.
A: ¿Y por qué no llamas a una canguro? en Madrid tienen que haber miles.
Al: ¡Sí, mami! -fue hasta ella tirando de su abrigo- Además vive frente a casa.
E: No pensaba salir, aunque en mi casa no estaría cómoda, aun no está del todo lista.
M: Ana… -la cortó- No creo que sea la cosa para que se quede con ella, dejémoslo.
-contestó mientras iba hacia la niña para coger su mochila.
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Ya en el piso la niña fue directamente a su dormitorio mientras Ana iba tras los pasos
de Maca al suyo arrastrando su maleta.
A: Ya… -se cruzó de brazos mirándola- ¿No habéis discutido ni nada por el estilo?
M: Pues sí, algo hemos discutido sí, pero porque es una irrespetuosa y se cree que
aunque esté en su casa puede molestar a los vecinos con su ruido.
Al: Mami… -ambas se giraron viendo como la niña permanecía en la puerta- ¿Estás
enfadada?
M: Claro que no, mi amor… -ante aquella respuesta Alba se acercó hasta ella.
Al: Vale.
M: Sí.
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Vio como entraba decidida en el baño y sonriendo negó con la cabeza mientras se
quedaba unos segundos pensativa y salía de nuevo rumbo a buscar a la niña
A: Oye cariño.
Al: Pues dijo que cuando la avisásemos, que iba a estar toda la tarde arreglando algo,
no sé.
A: Vale… -miró hacia el pasillo escuchando el ruido de la ducha- Vigila a tu madre, voy a
hablar con ella.
Sin esperar más tiempo fue directa a la puerta. Escuchó por última vez como el ruido
de la ducha la hacía salir con seguridad y de aquella forma se detuvo frente a la puerta
de aquella mujer que podía hacer cambiar sus planes. Tocó con su mano sobre la
madera hasta que escuchó como los pasos la hacían adivinar la presencia de Esther en
su interior.
E: Hola.
A: Eh... hola, verás… -miró hacia atrás nerviosa- Si Maca se entera de esto seguramente
me matará –sonrió.
E: ¿Ocurre algo?
E: Claro, dime.
A: Verás… Maca nunca se pone de una manera tan irascible con nadie, pero en cambio
tú… parece que la sacas de sus casillas… -sonrió de nuevo.
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A: No de la manera en la que piensas, seguramente creerás que estoy loca pero… ¿Por
qué parece que os lleváis tan mal?
E: Pues es algo que debería explicarte ella, ya que yo creo que no tuvo razón alguna en
ponerse como lo hizo.
E: Hasta luego.
M: ¿Qué hacías? O más bien… -comenzó a caminar hasta ella con los brazos cruzados
bajo su pecho- ¿De qué hablabas con ella?
A: Nada mujer… solo he quedado con ella para luego, no sé por qué te pones así.
Al: ¡Mami!
M: Dime cielo.
Llegado el momento en que tenían que salir, Maca se colocaba los pendientes sin
haber salido aun del dormitorio mientras Ana cruzaba el descansillo y llamaba al piso
donde Esther, libro en mano, abría para recibirla.
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Uniendo sus manos tras ella bajó la vista mientras observaba la punta de uno de sus
tacones y pensaba a casi la velocidad de la luz. Sonrió al recordar el carácter de su
amiga y escuchó como el tintineo en el llavero de la joven la hacía volver a levantar la
vista y encontrarla frente a ella.
A: ¿Tú crees que he acertado con los zapatos? -ambas bajaron la vista al suelo.
E: Quizá algo no tan oscuro le iría mejor… pero no queda mal, a mí me gusta.
Ana elevó su rostro mostrando una sonrisa y cerró la puerta tomando a Esther
segundos después por los hombros mientras se encaminaban hasta el piso de la
pediatra.
Al: ¡Esther! -corrió hacia ella- Estoy haciendo un puzle, ¿me ayudas?
Las vio entrar en el comedor de manera casi familiar, como se sentaba sin pensarlo en
el suelo junto a la niña y esta le explicaba lo que aun no había conseguido completar.
Sonrió y comenzó a recorrer el pasillo hasta el dormitorio.
M: No pienso irme a cenar y no tener manera de hablar con mi hija si fuera necesario.
Con Ana por delante caminaba hacia el salón donde ya escuchaba las risas de su hija y
Esther. Tomó su bolso en la entrada y entró sin esperar más tiempo para despedirse. Al
hacer su aparición el rostro de Esther se giró al escucharla. Se quedó parada
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A: Sí. -le cortó- Vamos a tardar, así que Esther, cuando sea la hora la acuestas ¿vale?
E: Claro, no os preocupéis.
Al: Estás muy guapa mami. -le dio un beso en la mejilla haciéndola sonreír- ¿A que sí,
Esther?
La chica se vio acorralada por aquella pregunta, a la vez que una Ana curiosa casi hacia
estirar su cuello dos centímetros para ver su rostro y escuchar su respuesta.
Al: Jejeje
A: Vamos anda, que no nos hemos alistado a ninguna guerra… -agarró su brazo y tiró
de ella hasta la puerta.
Al: ¡Guay!
La niña salió corriendo hacia su habitación haciéndola sonreír. Mientras tanto ella
comenzó a recoger todo los enredos de la cena y calentó un poco de leche en el
microondas para después buscar el cacao.
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Al: Con, con… -sonrió mientras se sentaba tras ella- ¿Tú te haces otro?
Al: Jejeje
Mientras en el restaurante, habían pasado a pedir el café tras la cena. Ana reía al
haberse visto descubierta repasando la anatomía de uno de los camareros, momentos
como ese era el que hacía que ambas recordaran cuanto podían llegar a echarse de
menos.
A: Ya… se nos ha hecho tarde con la cena, pero aun podemos aguantar un poquito aquí
hasta que nos echen.
M: Claro.
A: ¿Me vas a contar por qué soportas tampoco a la vecina? A mí me cae bien.
M: Somos personas distintas, y ella es más joven y tiene otra mentalidad, chocamos…
no hay más.
M: ¿Qué?
A: Ais… que cerradica eres a veces amiga mía… con lo maja que has sido tú… -se
recostaba mirando a otro lado.
M: Y tú una lianta.
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Extrañada por el comentario se asomó a la puerta del salón y miró hacia el sofá donde
pudo ver a una Esther profundamente dormida. Con las piernas encogidas y abrazada a
uno de los cojines. Por un momento olvidó la relación que ambas mantenían desde
aquel encontronazo y vio ternura en aquella mujer.
Sin contestar giró sobre sus pasos y fue hacia la otra parte de la casa. Extrañada, Ana
permaneció allí a la espera de saber que era aquello que haría su amiga, viéndola
regresar segundos después con una manta bajo su brazo.
M: ¿Qué?
A: Es guapa.
M: Ana por favor. -hundió el rostro en la almohada- Es tarde, ¿Por qué no dormimos?
A: ¿No te lo parece?
M: Puf… cuando te pones pesadita no te gana nadie. -se giró mirando hacia la ventana-
Buenas noches.
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M: ¡Si Ana! -se giró bruscamente no haciendo otra cosa que contagiar su sonrisa a su
amiga- ¡Es guapa! ¿Contenta?
A: Sshh la niña.
M: Increíble. -se volvió a girar golpeando la almohada varias veces- Buenas noches.
A: Buenas noches
Colocó sus brazos por detrás manteniendo el peso de su cabeza mientras miraba al
techo y aquella sonrisa volvía a alojarse en sus labios.
MyAl: jajaja
A: A ver… que una no puede estar las 24 horas del día tan guapa, me tengo que tomar
mis descansos.
Al: Si, pero ya se fue… dijo que no quería molestar cuando os levantaseis.
Al: Ayer lo pasamos súper bien, le dije que alguna tarde podríamos seguir con el puzle,
¿puedo mami?
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Al: ¡Vale!
De un salto bajó del colchón mientras Ana se comenzaba a estirar sin prestar atención
a la reacción de la pediatra que lentamente se giraba para quedar sentada al borde de
la cama.
Una vez la vio entrar al baño se puso una bata y salió hasta el salón, donde la pequeña
miraba con atención la televisión hasta que la escuchó llegar y se giró sonriente hacia
ella a la vez que se sentaba a su lado.
A: Claro… Luego me llevo a mamá a desayunar y de compras para que vaya guapa –la
niña sonreía- Oye cariño… dime una cosa… ¿Sabes cuántos años tiene Esther?
La llamada de su hermana había sido excusa perfecta para marcharse de allí. A media
noche sus ojos se abrieron haciéndole sentir el desamparo de su cama, miró a su
alrededor y recordó donde se encontraba, observó su cuerpo tendido en aquel sofá y la
manta que la cubría, se sintió invasora en campo del enemigo y no pudo volver a
dormir.
Sonrió al ver el cuerpo de Alba a su lado con miedo a despertarla, sin duda alguna
aquella niña estaba ganándose su cariño a pasos agigantados. Pero tras prepararle el
desayuno y tomar también ella un poco de leche a su lado decidió que lo mejor era
marcharse.
-¡No! Es que lo pedimos hace más de media hora, es algo que necesitamos con
urgencia… por favor… -habló intentando calmarse- el paciente estar realmente débil…
¿podría ser algo más responsable con todo esto?... está bien… veinte minutos… -colgó
mostrando su desesperación.
E: Perdone.
E: No si… yo venía por una entrevista de trabajo, me dijeron que preguntase por la
Doctora Cruz Gándara.
-¿Eres Esther?
E: La misma.
-Perdona. -sonrió mientras salía del mostrador- Yo soy Cruz… -extendió su mano para
saludarla- Es que llevo una mañana de locos, y acabamos de empezar… urgencias es lo
que tiene.
E: Supongo. –sonrió.
Mientras caminaban veía lo que creía era lo habitual allí. Médicos caminando con prisa
de un lado a otro, celadores con pacientes de un sitio a otro, y no podía evitar pensar
que le gustaría mucho aquel trabajo, aquel ritmo. Algunos se detenían en su camino y
Cruz la presentaba encontrando gente curiosa a la vez que amable con ella.
C: Toma asiento.
C: La jefa de enfermeras lleva tres meses pidiéndome personal, pero ni tiempo para eso
tenemos aquí hija… es una locura ¿así que hermana de Marta?
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C: Y si te gusta.
E: Claro.
C: Tu hermana ya me advirtió de que me dirías algo como esto. -su cara mostró el
agrado por aquella chica- Pues la base seria un contrato de tres meses, prorrogable
después si nosotros estamos contentos y tú a gusto por supuesto, con un periodo de
prueba de quince días como es habitual.
E: Me parece bien.
C: Bien, ¿lo traes todo? -Esther asintió- Pues baja donde mismo estaba yo antes, estará
Teresa, se lo das a ella y ya lo pasará a admisión para que hagan tu contrato y te den de
alta, seguramente mañana te llamemos para decirte cuando empiezas… -se levantó
con calma.
E: Pues muchas gracias -sonrió despidiéndose de ella esta vez con dos besos.
C: No hay de qué mujer… nos vemos. Por cierto… -la hacía girarse de nuevo- Antes de
que te topes con él y quieras correr… -sonreía- Vilches es el jefe de urgencias, y es un
tanto peculiar… parece peligroso pero no te preocupes.
A: Pues yo veo que te queda de muerte, tienes que tener la frecuencia en otro mundo.
A: Ya habrá ocasión, por eso no te preocupes. Pero sería un sacrilegio que después de
vértela puesta en ese cuerpo lo mandes de nuevo a la percha.
-Tiene razón.
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A: ¡Esther! -fue hasta ella dándole dos besos y arrastrándola después del brazo- Otra
que da su voto a que sí.
M: ¿Y a que te dedicas? ¿Pinchas discos en alguna discoteca? -la miró de refilón por el
cristal.
A: Bueno…. Quítate eso que lo paguemos, y nos tomamos algo con Esther y le
agradecemos que cuidase de Alba anoche.
E: Lo siento, pero no puedo… -vio como Maca se giraba recriminando con la mirada por
aquella invitación- Tengo que ir a hacer unas compras, aun me quedan cosas que hacer
en casa.
Mientras se marchaba de allí Ana la siguió con la mirada, al igual que una Maca que
disimulaba desde el espejo cuando su amiga se giraba mostrando un claro rostro que le
gritaba que ahora le caería una buena reprimenda.
A: Cuando quieres ser borde te luces hija, te luces… ahora cámbiate que nos vamos.
A: ¡Es que no puede ser Maca! ¿Qué cosa tan grave te ha hecho la pobre? Con lo bien
que se porta.
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Sin saber muy bien donde ir a comer ese día, decidieron que lo mejor era ir a casa de la
pediatra y hacerlo en tranquilidad y así salir después directamente a por la niña al
colegio.
Maca frente a la sartén terminaba de hacer lo que comerían minutos después mientras
Ana tras ella servía dos copas de vino y daba un primer sorbo a la vez que le tendía la
otra a su amiga. Mantenían una breve conversación hasta que un rato después fueron
hasta la mesa del salón.
A: ¿Qué te apuestas a que al final le coges el gusto y te la pones? –sonrió tras su copa.
M: Pues bien estaría para lo que me ha costado. La tarjeta casi explota cuando me ha
cobrado la chica.
A: Te lo puedes permitir. –bajó la mirada hacia su plato- ¿Vas a seguir mucho tiempo así
con la vecina?
M: No sé cómo no te aburres de sacar ese tema. No llegarás a ninguna parte, Ana, por
si no te has dado cuenta.
A: ¿Pero que tiene? –preguntó todavía perdida- Es simpática, guapa, joven –recalcó-
Además se lleva de perlas con tú hija. No sé que le ves para que te caiga así de mal.
M: ¿Y por qué ha de caerme bien? ¿eh? Es mi vecina no tiene por qué ser mi amiga y
mucho menos lo que tú quieres que sea. Así que zanjemos el puñetero tema porque ya
me está cansando.
Cerca de las cinco de la tarde se levantaban del sofá y ponían rumbo al colegio. Ana
esperaba en la puerta mientras Maca iba a por su bolso y nada más verla aparecer por
el pasillo la abría y pasaba al rellano.
A: A las ocho y media. –llamaba al ascensor- Como ya será tarde para la niña me cojo
un taxi no te preocupes.
Justo cuando se disponía a abrir la puerta del ascensor, la de Esther también lo hacía.
Ambas se giraron por el sonido de la cerradura y descubrieron a la joven.
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A: ¿Bajas, Esther?
E: Si, gracias.
Aquel metro cuadrado se vio ocupado por las tres mujeres que por el silencio que las
rodeaba bajaron la vista al suelo. Ana comenzó a mirar la punta de sus zapatos
mientras Esther desbloqueaba su móvil y volvía a bloquearlo para mantenerse ocupada
con algo. Distintamente Maca había elevado su rostro para mirar a su vecina. Tenía las
manos pegadas a aluminio que formaba uno de los laterales y aunque no con una
seriedad extrema se mantenía con aquella postura. Sintiéndose observaba, Esther hizo
lo propio y descubrió su mirada. Ninguna rompió aquel momento mientras guardaban
silencio. De aquella manera no pudieron ver como llegaban a la planta baja y Ana abría
la puerta para salir después.
En la parte trasera de aquel coche Esther se dedicaba a mirar por la ventana. Ana
guardaba silencio y la pediatra había decidido poner la radio y no sentir aquella
incomodidad por falta de conversación. Conducía sin prisa mientras brevemente
miraba por el espejo retrovisor y podía ver a aquella mujer con la mirada perdida a
través de la ventanilla.
E: Mi hermana tenía algo que hacer y me pidió que me quedase con él un par de horas.
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Las tres mujeres llevaron la vista hasta la mitad de aquel patio de colegio por donde un
gran número de niños salían rumbo a quien les esperaba fuera. Enseguida
distinguieron como Alba salía riendo junto a Luis que llevaba un video juego en las
manos y reía también. Esther sonrió y bajó la vista al suelo para después volver a
elevarla y ver por un segundo como la pediatra también sonreía.
Al: ¡Mami! –corrió hasta ella saltando después para que la cogiese en brazos.
Al: Bien. –sonrió besando después su mejilla- ¿Sabes que Luis tiene un juego súper
chulo en la PSP?
E: Sí. –contestó con cariño- ¿Vienes a casa conmigo? Mami ha tenido que ir a hacer
unas cosas
L: ¡Vale!
Las tres mujeres con los pensamientos en otra parte, se sorprendían por aquella
pregunta casi a la misma vez que se giraban para mirarla, la niña tenía los ojos puestos
en Luis que se acercaba a ella videojuego en mano para continuar con lo que habían
dejado apartado momentáneamente.
Colocó una mano en cada una empujándolas por la espalda para que comenzasen a
caminar mientras ella se limitaba a sonreír.
La llegada al parking del edificio fue con las únicas voces de los niños como presencia
viva en ese coche. Esther en la parte trasera con ellos se dedicaba a mirar su móvil
mientras Ana miraba a su amiga de tanto en cuando encontrando de nuevo su
seriedad. Frente a la puerta del ascensor se pararon hasta que este llegó frente a ellos.
E: Perdona.
Movió el brazo llevándolo detrás del cuerpo de la pediatra teniendo que sujetarse en
su cintura para no perder el equilibrio. La miró en un acto reflejo.
M: Tranquila.
Una risa floja se escuchó haciendo que ambas se girasen y vieran como Ana y los niños
intentaban no reírse mientras se tapaban la boca y miraban al suelo.
Cuando el ascensor llegó, Alba salió corriendo seguida de Luis dejando espacio para las
mujeres que parecían poder respirar por fin. Esther se despegó con rapidez de la
pediatra haciendo que está arquease una ceja al verla.
A: ¿Y por qué no pasas tu también y tomamos café? –la rodeó por los hombros.
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A: Ya te la doy yo cariño, que a tu madre también le gusta hacer esa cochinada. –miró a
la pediatra que sonreía mientras servía el café.
E: Con otra más me vale. –vio como echaba otra cucharada y cogía la taza- Gracias.
Unos minutos después, Esther había recuperado su asiento en el suelo junto a los
pequeños mientras Ana y la pediatra empezaban una conversación tranquila, mirando
de vez en cuando a los tres niños frente a ellas.
A: Es muy mona.
A: Que imbécil estás ¿eh? –la miró de nuevo- ¿Por qué no pones un poquito de tu
parte?
M: Porque te montas unas películas, Ana, que la leche –siguió con un tono bajo de voz
evitando así que las escuchasen- Además, ¿Quién te ha dicho a ti que le gustan las
mujeres? Nadie, nadie te lo ha dicho. Así que haz el favor de dejar ya el temita que me
cansas.
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Cuando Maca escuchó esa pregunta sintió como el café que pretendía tragar se
espesaba de tal manera que parecía no querer avanzar a la vez que impedía que el aire
también llegase a sus pulmones haciendo que fuese cuestión de vida o muerte llevarse
la mano a la boca e intentar toser-tragar el liquido que le impedía respirar.
Al: ¡Mami!
E: Que alguien traiga agua. –se levantó con prisa para ir hasta ella- Tose Maca. –le dio
en la espalda- Tose que te ahogas.
Tal y como escuchó dejó salir parte del café que no había podido ingerir a la vez que
Esther le mantenía un pañuelo cerca de los labios dándole seguridad. Cuando parecía
calmarse comenzó a frotar su espalda.
E: Bebe un poco anda. –se lo tendía y con rapidez comenzaba a beber para después
suspirar más tranquila.
M: Ya está, gracias.
M: ¡Eso! –miró a su amiga- Que tu mucho ¡Pero Maca! Pero bien que podía ahogarme
sin que hicieses nada.
A: Ay chica –se quejó- Me bloqueé ¿Qué quieres que te diga? Aquí la médico eres tú no
yo. Sois los de vuestro gremio los que mantenéis la calma.
E: Será por eso… -se calló sacudiendo la cabeza y volvió a sentarse en el suelo.
A: ¿Qué?
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Ana abrió los ojos al escuchar aquella información y miró a su amiga que apenas había
reaccionado a lo que el niño había dicho. Carraspeó y dio el último trago a su café.
Al: Gracias. –la cogió y se sentó en el suelo con ella entre las manos.
A: Que va. Lo que pasa es que tiene la misma fea manía que su madre en meter el
dedo y recoger el poso del café con el azúcar.
E: Sí. Si yo también hago esa guarreria. –sonrió a la niña no pudiendo ver como Ana
mirada a Maca moviendo las cejas hasta hacerla casi reír.
A: Pues qué casualidad… una pediatra y la otra enfermera. Estoy por mudarme aquí,
estaría bien protegida.
E: En el Central.
E: ¿Qué ocurre? –preguntó perdida al ver la cara de Ana que detonaba satisfacción y
muy por el contrario la de Maca.
Esther se giró como reacción a esa frase y encontró los ojos de Maca que puestos en
ella, parecían querer descifrar lo que el saber eso pudiera producir en la enfermera.
Viendo que nada decía se encogió de hombros en una mueca nada efusiva y rompió el
contacto visual a la vez que se levantaba para llevar la bandeja a la cocina seguida por
Alba.
Poco más de una hora después Esther se quedaba sola en su piso y decidía salir hasta
la terraza. El sol comenzaba a no ser tan fuerte y apoyada en la barandilla se dedicaba a
mirar a la gente pasear, hablar… bajó la vista hasta sus brazos y pensó en lo que había
removido su tranquilidad, “trabajar con ella”.
A: Sí, Maca, sí. –terminaba de cerrar la pequeña maleta- Y te vuelvo a decir que ya
llamo a un taxi, no es necesario que me lleves.
M: ¿Qué pasa? –sonrió con chulería- Para eso me la he comprado ¿no? Pues eso hago.
A: Vas guapa.
Sonrió por encima de su hombro dejando a Ana algo sorprendida y que cogiendo su
maleta, salía tras ella viendo como la niña corría hacia la puerta abriéndola. Treinta y
cinco minutos después permanecían a la espera frente a la puerta de embarque y
escuchaban la llamada a los pasajeros.
A: Ese es el mío –se ponía en pie cogiendo su bolso y su abrigo- Dame un abrazo bien
fuerte pequeñaja.
Quedándose de rodillas en el suelo abrió los brazos a la vez que Alba caminaba hasta
ella y la rodeaba por el cuello.
M: Sigo aquí.
Se acercó a ella para abrazarla también y pasaron unos segundos de aquella manera
mientras la niña sonreía al verlas.
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M: Que tengas buen viaje. –se separó sonriendo- Y llámame cuando llegues.
A: Cabezota.
Colocó el bolso en su hombro y con el abrigo en los brazos comenzó a caminar hasta la
puerta de embarque donde un azafato tomaba su billete. Quedándose tras él sin que
este pudiera verla, se giró hacia su amiga y comenzó a mover la mano a la vez que se
pellizcaba el labio.
M: jajaja.
M: Nada, cariño… que tu tía está un poco loca y a veces tiene momentos así. –se giró
negando sin poder borrar su sonrisa mientras su hija se agarraba a su mano.
M: Dime.
Sentada en su terraza bebía de una taza de café mientras que con las piernas en alto se
dedicaba a mirar el color negro del cielo. “Nunca se ve ninguna estrella” dijo para sí.
Recordó la pregunta de su hija en el aeropuerto, como no había sabido exactamente
que decirle, pues tampoco sabía que creía ella misma.
Bajó con rapidez los pies de donde los tenía y se acomodó en la silla al escuchar como
Esther salía también y se quedaba a apenas dos metros de ella desde su terraza. Por un
instante pensó en salir de allí, pero al siguiente la sensación de curiosidad pudo mas
haciendo que le fuese imposible marcharse.
E: Estaré bien, tranquila… por eso tampoco hay problema… sí… solo me queda que
poner los plafones en el salón pero lo he dejado para mañana… no por qué ya es tarde
y está Alba al lado y no quiero despertarla… no es por su madre, es por la niña –cambió
el tono de voz haciendo que la pediatra pusiese más atención- si razón tenía Marta
pero fueron las formas… además que voy a trabajar con ella y no quiero tener ya a
alguien con quien no querer cruzar una palabra… los primeros días fue bastante
amable…
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E: Yo voy a hacer mi trabajo y punto. Por eso no quiero tener que empeorar las cosas
con ella, que luego la tengo al lado, Marta.
E: Aquí solo viven ellas, no ha venido nadie más en todo este tiempo y la cría ni ella han
mentado a nadie. Es más, vino una amiga de la madre y dormían juntas.
Cinco minutos más tarde y tras acabar la conversación con su hermana fue hasta la
cocina y sacó la bolsa de basura anudándola después para sacarla a la calle. Cogió las
llaves y colocándose la chaqueta salió hasta el rellano donde cerró con cuidado. Bajaba
las escaleras con tranquilidad mientras pensaba en las palabras de su hermana. Ya en la
calle miró a ambos lados antes de cruzar y llegó hasta uno de los contenedores donde
dejó su bolsa. Moviendo las llaves regresaba hasta el portal. Ya dentro se paró a mirar
los buzones y recordó que aun no había puesto su nombre en el suyo. Sin pensarlo
siquiera buscó el de al lado y pudo leer solamente su nombre, Macarena Wilson. El
ruido de las puertas del ascensor al cerrarse la sacaron de sus pensamientos haciendo
que se girase y pusiera de nuevo rumbo hasta su piso.
En su cama, Maca, miraba al techo recordando aquel día en que habló de mala manera
a la enfermera. Aunque pensaba lo mismo que entonces reconoció en silencio que no
había hecho aquello de la mejor de las maneras.
M: Venga cariño, acábate la leche que llegamos tarde. –recogía todo con rapidez.
Mientras, la puerta de Esther se abría y esta salía colocándose los cascos de su mp3
para bajar las escaleras en pequeños saltos hasta llegar a la calle y perderse después en
una de las bocas de metro cercanas al edificio.
M: Si nada cambia sí. –miraba hacia la derecha para girar el volante- ¿Llevas el
cuaderno de matemáticas?
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En el vagón miraba por el cristal a la gente que permanecía sentada en una de las
paradas. Pasó de canción mirando la que seguía en la lista de reproducción y subiendo
un poco el volumen comenzó a dar pequeños golpes con su pie en el suelo al ritmo de
la música.
M: Pórtate bien y hazle caso a la seño. –le dejó un beso en la mejilla mientras le
desabrochaba el cinturón.
Al: Hasta luego mami. –salía prácticamente corriendo mientras la pediatra la observaba
entrar en el colegio.
Subía las escaleras sin prisa mientras miraba el reloj y tras girar en una de las calles veía
el hospital a unos metros. Respiró hondo y se quitó los auriculares guardando después
todo en su bolso para después cerrarlo y dirigirse hacia la puerta.
-Hola.
E: ¿Teresa, verdad?
T: La misma. –sonrió agradecida- ¿Tu primer día, eh? Pues tú tranquila que aquí todos
somos la mar de majos y verás como enseguida te sientes como en tu casa. –golpeó su
mano sobre el mostrador.
M: Teresa me voy a mi despacho que hoy tengo que terminar todos los informes que
dejé a medio y… -levantó el rostro sin haber terminado de firmar al notar como Teresa
la miraba en silencio- ¿Qué? –la mujer le indicó que había alguien a su lado.
E: Hola Maca.
T: Sí, claro. –arrugó la frente viéndola marchar- Pues parece que la señorita hoy tiene
un mal día –suspiró girándose de nuevo a la enfermera.
Sonriendo se marchó hasta el vestuario y encontró una taquilla con su nombre y las
llaves puestas en la cerradura. Se quitó la chaqueta dejándola después con el bolso en
el interior. Sacó el pijama azul que había dentro y comenzó a desnudarse para
colocárselo mas tarde. Ya ataviada con su ropa de trabajo salió colocándose la
identificación que había encontrado también en la taquilla y justo entonces una mujer
algo mayor se acercó hasta ella presentándose como su jefa.
M: Dime.
E: Claro.
Los gritos del médico del Samur dieron luz verde a las prisas. La pediatra corrió hacia la
camilla seguida por Esther que cogió el suero que la enfermera de la ambulancia le
tendía y comenzaron a caminar casi corriendo hasta urgencias.
Dentro del box, Maca reconocía rápidamente al primero de los críos que habían llegado
mientras Esther se afanaba en quitarle la ropa empapada que llevaba pegada al
cuerpo.
E: Sí.
Seguidamente la pediatra pudo ver la herida en el costado del joven y como esta
comenzaba a sangrar de nuevo.
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Apenas diez minutos antes de que su turno acabase se vio sin nada más que hacer. De
esa manera decidió ir hasta el vestuario y cambiarse sin prisa. Nada más entrar fue
directa al banco de madera que había frente a las taquillas y se quitó los zuecos para
después deshacerse de la camisa. Comenzó a masajear sus pies y pudo notar la
satisfacción de la presión por sus dedos. Se pinzó el labio mientras cerraba los ojos y
estirando su brazo abrió la taquilla para sacar su camiseta y colocársela para quitarse el
pantalón después.
E: Cansado pero una maravilla. No tiene nada que ver con donde trabajaba antes… aquí
una no para.
E: En metro… el coche lo vendí cuando me fui a vivir fuera. Tendré que volver a
planteármelo… pero bueno, mientras tanto me voy en metro.
M: Si quieres te llevo.
Teresa que había salido de su rincón y Esther que permanecía a su lado, se giraron al
ver como la pediatra al otro lado dejaba algunas carpetas sin mirarlas.
M: Si prefieres ir en metro no pasa nada eh… -la miró por primera vez.
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E: No quiero molestarte.
M: No me molestas, así puedo comentarte una cosa. –la enfermera frunció el ceño-
Tranquila que no pienso gritarte ni nada por el estilo, solo hablar contigo en privado.
E: Está bien.
M: Pues vamos… -comenzó a caminar hacia la puerta- Por cierto, ¿Qué tal el primer
día?
Una vez dentro, la pediatra dejó en la parte trasera tanto su bolso como el maletín.
Esther al otro lado se colocaba el cinturón y se abría un poco la chaqueta. Su cuerpo
había tomado una posición algo tensa y Maca lo notó al girar el contacto mientras la
miraba.
M: Puedes relajarte, Esther… de verdad que no tienes por qué estar así.
E: Ya bueno… -miró hacia el lado contrario- No se puede decir que nuestros encuentros
sean agradables.
M: Ya… -suspiró colocando las manos sobre sus piernas- De eso exactamente quería
hablar contigo. Y pedirte disculpas por cómo te hablé aquel día.
M: Mira, soy una persona bastante amable en la mayoría de los casos, pero tengo un
carácter algo autoritario y sé que puedo ser una puñetera y hablar de malas cuando mi
humor no es el mejor, pero también sé asumir mi culpa. No debí hablarte como lo hice
y te pido disculpas… pero tú también pusiste de tu parte y no era yo sola en esa
conversación.
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M: Parece que esté discutiendo con mi hija. –metió la marcha y pisó el acelerador-
¿Eres siempre así? ¿Tan infantil con todo?
E: Yo seré infantil pero tu una borde de cuidado… no sé como tu hija es como es.
E: Y tú insoportable.
Frente al colegió, Esther había salido quedándose en la puerta mientras hablaba con su
hermana que esperaba a su hijo. Cuando las puertas se abrieron la pediatra hizo lo
propio quedándose junto a las hermanas.
Ma: Hola.
Al: ¡Mami mira lo que he hecho! –llegando a ella en una carrera hizo que la pediatra
sonriese y Esther se quedase observándola en silencio.
De nuevo en el coche, Alba iba detrás contándole a las mujeres como había sido su
tarde mientras cada una sonreía olvidando por un momento a quien tenían al lado.
La mesa puesta frente al televisor mientras madre e hija cenaban y reían de tanto en
cuando. La pequeña le contaba a su madre el juego que habían tenido aquella tarde un
rato antes de acabar la clase. La pediatra sonreía feliz mientras pinchaba del plato de
su verdura cuando escucharon un gran golpe en el piso del al lado. La niña presa del
susto se llevó las manos a la boca mientras miraba a su madre y esta se giraba
mecánicamente mirando a la pared.
Al: ¿Le habrá pasado algo a Esther? a lo mejor se ha caído mami. –dijo con miedo.
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Corrió hacia el interior de la casa y puso dirección a la terraza. Desde la suya se inclinó
para mirar en el interior de la casa de la enfermera pero las cortinas impedían que
pudiera ver el interior aunque la luz del salón permaneciese encendida. Escuchó como
su hija tocaba el timbre con insistencia y llamaba a la joven. Miró hacia la calle y los
metros que había hasta abajo. Tragó saliva y subiéndose en una de las sillas se cogió al
pequeño muro que dividía los balcones y con un pie sobre la barandilla se abrazó a este
poniendo el otro en el de su vecina. Cerró los ojos con fuerza a la vez que llevaba la
otra pierna hacia ella. Los abrió y de un saltó cayó dentro. Fue hasta la puerta y
abriéndola con rapidez pudo ver a Esther tendida en el suelo y una escalera volcada a
su lado.
M: ¡Esther!
En apenas tres pasos se quedó junto a ella de rodillas y buscando sus constantes
suspiró aliviada al ver que respiraba. Se levantó de nuevo y fue hasta la puerta y para
abrir a su hija.
Al: Vale.
Mientras su hija hacia lo que le había pedido fue deprisa hasta el cuarto de baño y
buscó por si tuviera un botiquín. En uno de los armarios encontró un fonendo y una
pequeña caja. Cogiendo todo fue hasta la cocina y abrió el congelador sacando hielo.
Lo colocó en un trapo y cogiendo por los extremos comenzó a golpearlo contra el
mármol.
Al: Ha dicho algo mamá pero no la entendí –se hizo a un lado cuando llegó a su lado.
M: Quita los cojines del sofá cariño, que la vamos a acostar ahí.
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Con la sensación de que le dolía demasiado la cabeza comenzó a querer a abrir los
ojos. Humedeció sus labios al sentirlos secos y le pareció escuchar la voz de alguien a
su lado. Dejó caer el rostro hacia esa dirección a la vez que abría los ojos despacio. Lo
primero que vio fue una sonrisa que le resultaba familiar hasta que descubrió el rostro
de la pequeña.
E: ¿Qué ha pasado?
M: Esther… -se hizo a un lado- Te has dado un golpe muy fuerte en la cabeza, no es
ninguna tontería. Así que hazme caso.
E: De verdad que no es para tanto… -miró a la niña y sonrió- Estaba poniendo el plafón
y me caí.
M: ¿Puedes levantarte?
M: Vale, dime donde tienes el pijama que vaya a por él. –se levantó sin dejar de
mirarla- Venga.
M: No pienso dejar que duermas sola después del golpe que te has dado, dormirás en
casa y así te vigilo.
Al: Sí. –sonrió- Pero luego se le pasa, es muy buena… solo que tiene que ponerse seria.
–dijo con tanta seguridad que hizo sonreír a la enfermera.
E: Ya…
M: Pues ya está. –aparecía en la puerta del salón colocando los brazos en jarra-
¿Vamos?
E: Vamos anda…
Al: Espera que te ayudo. –se colocó a su lado dejando que Esther pasase el brazo por
sus hombros.
E: Gracias cariño.
M: ¿De verdad que no quieres nada? Igual deberías tomar algo para que el anti
inflamatorio no te haga mucho daño en el estomago.
M: ¿El qué?
E: Hace unas horas hemos discutido en tu coche y ahora estás aquí tratándome como si
no hubiera pasado nada.
E: No es eso… -miró hacia otro lado- Por cierto… ¿Cómo entraste en mi casa?
M: Eso si que no te lo voy a decir. –se levantó para caminar hacia la puerta- Si necesitas
algo me llamas.
Apagó la luz y entornó la puerta dejando pasar la del pasillo. Desde la cama escuchaba
como había entrado en la habitación de su hija.
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M: A ver… -cogió su mano- ¿Tú cuando te pones malita no entro a verte muchas
muchas veces por la noche para ver si estás bien?
Al: Sí.
M: Pues es lo mismo. Esther vive sola y no podemos dejarla en su casa y que a media
noche se ponga malita y no haya nadie ¿no crees?
M: Claro. –sonrió- Dame mi achuchón –la niña se incorporaba y la abrazaba fuerte- Así
me gusta.
Eran las tres de la mañana cuando Maca leía acomodada en el sofá. Entraba cada hora
a ver a la enfermera y hasta entonces todas las veces la había encontrado
profundamente dormida. Cerró el libro quitándose las gafas después y dejándolo todo
a un lado se colocó las zapatillas de andar por casa y puso rumbo a su dormitorio. Por
el camino abrió la puerta del cuarto de su hija para echarle un vistazo, al ver que seguía
en la misma postura continuó andando hasta llegar al final del pasillo.
Sin hacer ruido caminó hasta la cama y se sentó en el borde tocando la frente de la
enfermera. El chichón comenzaba a notarse en su mayor apogeo.
E: Amfe de…
La pediatra arrugó la frente al escuchar aquel balbuceo y sonrió al ver como se encogía
en si misma y seguía durmiendo. Le acarició el pelo sin borrar aquella sonrisa y la
arropó antes de marcharse.
M: Dentro de unos años me agradecerás que haya grabado esto. Alba cariño, échale un
beso a mamá.
La pequeña se giraba cogiendo los bajos de su vestido y tras mirarla unos segundos
dejaba un beso en su mano y se lo mandaba haciendo reír a todo el mundo.
Mientras sonreía escuchó los pasos que llegaban al salón y se incorporó dándole al
pause. Al girarse descubrió a una Esther con los ojos a medio abrir, entrando.
M: ¿Estás bien?
Al girarse vio el televisor encendido y la imagen de una mujer sonriendo con la que
supuso Alba hacia unos años.
M: Es… es la madre de Alba. –dijo mientras metía las manos en los bolsillos de su
pantalón.
E: Tampoco es eso… supongo que es lo primero que se piensa. –la miró- ¿No duermes?
E: Aun queda un rato para que amanezca, puedes echarte un rato y dormir lo poco que
puedas, seguro que el cuerpo te lo agradece.
M: Da igual, no te preocupes.
Eran cerca de las ocho cuando Esther se despertaba y se giraba viendo como la
pediatra aun dormía. Se quedó de aquella manera observando cómo aun así, aquella
mujer parecía estar siempre igual. El pelo en su sitio, el rostro relajado…
E: Tú cuando te diga esas cosas no le hagas caso eh, tú a lo tuyo o te vas con las niñas
de tu clase.
Al: Ya… pero es que en el comedor nunca me deja, siempre se está haciendo el chulo y
sus amigos le ríen los chistes.
E: Ya…
M: ¿Qué haces tú tan temprano despierta, eh? –pasó al lado de su hija dejándole un
beso en pelo.
E: Tienes café hecho y las tostadas acaban de saltar, están todavía calientes.
M: Gracias. ¿Cómo tienes el chichón? –con la taza de café en una mano se colocó
frente a ella retirándole el flequillo para ver la hinchazón- Vas a tener sitio ahí hasta
para que te firmen.
M: Porque anoche estaba preocupada, hoy ya sabemos que vas a seguir siendo la
misma y no hay peligro. –mantuvo la mirada con la enfermera.
Al: ¿Sabes que saltó desde el balcón para entrar en tu casa? –preguntó orgullosa.
M: Y nunca ¿me oyes? –se digirió a la niña con autoridad- Jamás se te ocurra algo así,
nunca.
M: Preferí eso a echar la puerta abajo… -comenzó a untar una de las tostadas- De
alguna manera tenía que entrar.
53
Al: Vaaale.
La pediatra se giraba viendo como su hija se marchaba lentamente para volver a girarse
y descubrir de nuevo la mirada recriminatoria de la enfermera.
E: ¿Tú ves normal saltar de balcón a balcón para colarte en una casa? –susurró también
haciendo que la pediatra apretase la mandíbula y se girase tan solo un segundo para
cerciorarse de que su hija no regresaba.
M: ¿Preferías que te dejase ahí tirada, eh? ¿Y hoy encontrarte de cualquier forma?
E: Mira, está visto que tú y yo no podemos hablar… -tiró la servilleta a la mesa- Voy a
mi casa.
Yendo cada una por su lado al hospital se encontraron más tarde por los pasillos de
urgencias. Tanto una como otra guardaron silencio no dejando así, olvidar el encuentro
en la cocina de la pediatra. Pasadas unas horas Maca junto a Cruz tomaban algo en la
cafetería cuando la enfermera cruzaba la puerta buscando un lugar donde poder tomar
su almuerzo.
C: ¿Qué tal? ¿Cómo llevas el día? –dejaba a un lado el periódico- La cosa está tranquila.
E: Sí. Me han mandado a hacer inventario y he asistido una operación con… -se detuvo
intentando recordar el nombre- No recuerdo como se llama, es así alto y delgado.
C: Aimé. –afirmo.
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E: Sí. –sonrió.
La pediatra sin cambiar su postura miraba a Cruz para después mirar a Esther que se
limpiaba con una servilleta sin contestar.
C: No, por nada… -cruzaba los brazos por encima de la mesa- Que casualidad ¿no?
C: Por cierto, pásate después que te mire eso que no tiene buen color ¿Eh?
E: No hace falta, Cruz. En un par de días se me habrá quitado y no será nada más que
un mal recuerdo.
M: No la vas a convencer, es cabezota como ella sola. –habló sin quitar la vista de los
papeles.
E: Que tú no te quedas atrás así que no sé a que ha venido eso. –la miró fijamente.
M: Pues la próxima vez te dejo sola en tu casa y si te quedas tonta del golpe pues eso
que te llevas ¿vale?
C: Parecéis un matrimonio.
Se giraron a la vez mirando a la cirujana que solo terminar aquella frase ya se había
arrepentido. La enfermera cogió su plato y dejándolo en el mostrador se marchó ante
la mirada de sus compañeras.
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A: Hola chicas… -el médico llegaba y se sentaba junto a ellas- ¿Qué tal? –miraba a una y
a otra.
A: Yo muy bien, gracias. –sonreía- Por cierto, muy buena la nueva enfermera eh…
-cogía una galleta del plato de la cirujana- ¿Esther se llama, no?
A: ¿Qué he dicho?
C: No le hagas caso.
Los días posteriores eran una nueva batalla entre pediatra y enfermera. Los
compañeros fueron descubriendo como podían estar cinco minutos sonrientes para
después dar un giro de 180 grados y propinarse palabras punzantes que alcanzaban
incluso en la distancia. Los únicos momentos en los que ambas parecían firmar una
tregua era frente a Alba y Luis. La niña parecía tener un cariño incondicional a la
enfermera que en más de una ocasión había pasado minutos hablando con ella como si
de las mejores amigas se tratasen.
Era viernes por la tarde y Esther se disponía a salir del hospital cuando la pediatra
parecía correr hacia ella antes de que saliese por la puerta.
E: ¿Ocurre algo?
M: Me tienes que hacer un favor. Tengo una operación dentro de diez minutos y Alba
me espera en el colegio para que la recoja, mi suegra no contesta a mis llamadas y…
-suspiró recobrando el aliento.
E: Así que soy tu última opción. –se cruzaba de brazos- Vaya situación ¿eh?
E: Claro, a mí no me importa ir a por la niña, es mas… seguro que nos lo pasamos bien,
¿pero luego tú qué harías por mí? ¿Seguir con ese carácter antipático y borde que
tanto usas conmigo?
M: Esto debe ser una broma. –se frotaba la frente mientras se giraba de lado a ella.
E: No es ninguna broma.
M: ¿Nunca te comportarás como una mujer adulta, verdad? Siempre con esa
inmadurez por delante.
E: ¿Y tú siempre serás tan cuadriculada para todo? ¿Tendrás que ser siempre tú la que
domine la situación y no permita fallos ni alteraciones?
En casa de Maca, la enfermera pasaba el rato junto a Alba haciendo lo que a esta más
le gustaba.
Al: Sí, es parte de esta nube ¿Ves? –señalaba parte del puzle.
E: Tienes razón. –sonreía- Pero faltan dos para terminar esa de ahí. –movía las demás
piezas en el suelo.
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Al: En Cádiz… viven allí y mamá y yo vamos todos los veranos. A veces por navidad
vienen ellos.
Al: Mi mamá Lucia tenía un hermano pero de pequeño se puso malito y se fue al cielo…
-seguía montando el puzle mientras hablaba- Mi abuela Concha es la única que vive
aquí… Y mamá no tiene hermanos tampoco.
E: Así que eres la princesita de toda la familia ¿eh? –sonrió haciendo que la niña la
mirase ilusionada.
E: Y como eres la niña de mamá te mimará mucho ¿no? –se fue quedando de rodillas.
Al: Mis abuelos me compran más cosas que mamá. –sonrió con picardía.
E: Pues me voy a tener que hacer tu mejor amiga para que también me regalen cosas a
mí.
Sin que la niña lo esperase se lanzó hacia ella recostándola en el suelo de aquella
terraza para comenzar a hacerle cosquillas. La pequeña casi se retorcía riendo a voces
mientras la enfermera buscaba sus costados zafándose de sus manos también riendo.
No se dieron cuenta de que la puerta del piso se abría y una Maca seria dejaba el
maletín en la entrada para pasar después al salón. Se detuvo al escuchar las voces y
entonces miró hacia la puerta del balcón. Pudo ver a la perfección como la enfermera
tenía a su hija entre las piernas mientras ambas reían a gusto.
Por un instante olvidó todo lo demás centrándose en el rostro de su hija. Reía sin parar
mientras repetía su nombre una y otra vez. Movió sus ojos lentamente hasta que su
vista se detuvo en ella, la culpable de sus incontrolables cambios de humor, fuente de
ese mal carácter que hacía semanas que no abandonaba, y por primera vez sonrió
tranquila al mirarla. Repasó su cuerpo sin percatarse de las formas, miró sus manos
sujetando las de alba, el cuello que se dejaba ver entre la corta melena que lucía, y
finalmente en aquella sonrisa que regalaba sin pedir nada a cambio. No pudo dejar de
mirarla por un tiempo que no sintió que pasaba. Hasta que finalmente la pequeña giró
su rostro y vio la figura de su madre a unos metros de ella, momento en el que Esther
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M: Mami necesita darse una ducha que ha estado muchas horas de pie. –dejaba a la
pequeña en el suelo.
M: Hola.
Tras la invitación y persuasión de Alba, Esther había accedido a quedarse un rato mas
mientras Maca se duchaba como había dicho. Habían recogido el puzle y sentadas a los
pies del sofá hacían las tareas del colegio que tenia la pequeña aquel día.
Cuando la pediatra salió de su ducha cubrió su cuerpo con una toalla azul marino para
después recogerse el pelo con una pinza. Escuchaba las voces en el salón pero esa vez
eran más tranquilas. De camino a su dormitorio sintió sed y dio media vuelta para
dirigirse a la cocina, entró sin ser vista gracias a que la puerta del salón permanecía
entornada. Abrió el frigorífico y sacó una jarra con agua para servirse un vaso, abrió de
nuevo para dejarla cuando al querer cerrarla después, se sorprendió al ver a Esther a
escaso medio metro de ella.
Se giró para ir hasta uno de los armarios y sacó una taza de color amarillo para después
servir un poco de leche fresca. Sacó el cacao y el azúcar para echarlo también.
Parada aun, vio como se marchaba de allí algo nerviosa. Se giró para beberse el agua y
segundos después se dirigía hacia su habitación. Cerró la puerta y descubriendo su
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Toalla en mano e intentando secar todo lo posible su pelo salió hasta el salón donde
solo encontró a Alba con sus deberes.
M: ¿Y Esther?
Al: Se ha ido. Ha dicho que tenía cosas que hacer y no podía quedarse más rato.
Cogió las llaves de la mesa de la entrada y abrió la puerta para dejarla entornada
después. Se detuvo delante de la casa de la enfermera y respirando con tranquilidad
llamó al timbre para escuchar después los pasos hacia la puerta.
M: Hola.
M: No, solo que… que quería darte las gracias por recogerla y quedarte con ella.
E: Tranquila, yo también estoy a gusto con tu hija así que no es ningún esfuerzo.
M: Bueno yo… quería también decirte que si… si te gustaría cenar con nosotras en
casa. Seguro que a Alba le hace ilusión.
Una vez dispuso todo se encaminó hacia la cocina donde Maca ya dejaba tres platos
listos con verdura y pescado para llevarlos al salón.
Mientras Esther llevaba dos de los platos con la cena se afanó a terminar aquel con
queso y un poco de pavo fresco e ir también al salón segundos después.
Al: Sí, mami. –se subía a su silla- ¿Te gusta el pescado Esther?
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E: ¿Ah, sí? Pues a tu lado no lo soy tanto eh… también podría pasar por una niña –le
susurró haciendo que sonriera a la vez que la pediatra.
Poco a poco las tres comenzaron a llevar por buen cauce una conversación donde la
principal voz era la de la pequeña. La pediatra le prestaba toda su atención y sonreía al
escuchar las ocurrencias de la enfermera que hacían reír a veces a madre e hija sin casi
darse cuenta.
E: ¿Qué?
La enfermera abrió los ojos por completo a la vez que se giraba para mirar a Maca que
se había quedado pálida al escuchar a su hija.
M: Pero será…
Al: Ya. –comía sin darle importancia- Le dije que era un tonto y que yo tenía las dos
mamás mejores del mundo.
Poco más de una hora después, Esther aguardaba al regreso de la pediatra mientras
esta arropaba a su hija en la cama. De todas las veces que había estado en esa casa
nunca se había parado a mirar nada. Frente al mueble observaba varias figuras y un par
de fotografías de Alba de niña. Sonrió con ternura y continuó hasta otra donde se
detuvo con algo de curiosidad. Una mujer se abrazaba a Maca sonriendo en la playa.
Miró el rostro de aquella desconocida y pudo descubrir varias semejanzas con Alba.
En el sofá cada una sostenía su vaso mientras guardaban un silencio que ninguna sabia
como romper. Esther suspiró y dio un trago antes de dejar el vaso sobre la mesa.
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M: Ya lo sé. –volvió a mirar al frente- Pero hacia bastante tiempo que no contaba algo
así. Hace unos años pasó una mala época por comentarios como ese.
E: Me imagino.
M: Tuve que pasar muchas noches escuchándola llorar porque se sentía diferente
¿Sabes? Llamando a Lucia sin que yo pudiese hacer nada… por mucho que yo también
sea su madre es algo muy diferente al vínculo que tenia con ella.
E: No digas eso. –acarició su hombro- Tú hija te adora, Maca, te quiere con locura.
E: Te diré una cosa Maca, es muy difícil criar a una hija sola, y mucho mas hacerlo como
tú lo has hecho. Tienes una hija alegre, feliz, inteligente, y no debes dudar en si lo
haces bien o no, porque créeme que lo has hecho mejor que cualquiera.
M: Cuando Lucia murió me vi sola con una niña de tres años y sin nadie que me
pudiese ayudar más que mi suegra. Mis padres están siempre liados con la empresa
familiar aunque los primeros meses si estuvieron aquí… y yo no podía dejar mi
trabajo…
E: Pues con más razón Maca, si has podido sacarla a delante de esa forma…
M: ¿Pensarás que estoy loca, no? –sonrió de medio lado mirándola por unos segundos.
M: No soy tanto como la gente cree saber. –unió sus manos mirando al suelo- No soy
tan fuerte como intento que todo el mundo piense.
E: Eso no es justo para ti ¿lo sabes, no? –buscó sus ojos- Que tú dosifiques tu vida y
dejes de lado las cosas que necesitas no hará que tu hija sea más fuerte o más valiente
cuando se convierta en una mujer… lo único que hará será que cuando te des cuenta,
te arrepientas de haber dejado tu vida en un segundo plano y no hayas podido
disfrutar de ella, y créeme que puedes hacerlo con tu hija a tu lado.
Justo cuando terminaba de arrastrar aquellas últimas palabras llevó su mano hasta las
de la pediatra que seguían unidas. Ante el contacto la pediatra las movió lo justo para
dejarla entre las suyas y sentir el calor que esta desprendía. Con su vista fija en aquella
mano comenzó una leve caricia con su pulgar antes de mirarla.
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E: ¿Sobre qué?
Apenas cinco segundos después una pequeña sonrisa salía de los labios de la
enfermera antes de girarse de nuevo y marcharse de allí.
E: Teresa guarda esto, anda. –le tendía un informe mientras miraba hacia la entrada.
E: ¿Yo? ¿Y por qué iba a estar mal? Estoy perfectamente, no sé qué tiene que pasarme.
Te tenía que dar esos informes y he venido, no hay más. –dejaba caer varias carpetas a
la vez cuadrándolas juntas.
T: Cualquiera diría que estás nerviosa. –se apoyó de lado mientras la miraba con una
sonrisa.
E: No digas tonterías.
Sin más se giró para marcharse de allí mientras Teresa mordía la patilla de sus gafas
viendo como se alejaba a pasos agigantados.
C: Esther, te necesito. –pasaba con prisa por su lado sacándola de sus pensamientos.
E: Voy.
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C: Bárbara ve y dile a Teresa que llamé al pediatra de guardia que está en planta,
¡rápido!
Esther miró algo confusa a la enfermera y a Cruz mientras no dejaba moverse con
rapidez. Cuando hubo terminado de ponerle la vía y la cirujana aun trataba de
contener la pequeña hemorragia la miró para hablar.
C: Llamó a primera hora que la niña tenía fiebre y tenía que quedarse en casa con ella.
C: Parece que es cosa de la varicela, nada que no se cure con una semanita de
talquistina y mimos –sonrió.
Al acabar el turno, Esther se apresuraba a recoger todo y salir cuanto antes para ir a ver
el estado de Alba.
T: ¿Pero a dónde vas con esa prisa? –alzó la voz viéndola marchar- Esta cría…
Entró en casa y dejó el bolso y su chaqueta para volver a cerrar la puerta. Frente a la
casa de la pediatra y sin tocar el timbre se llevó las manos al pelo para moldearlo un
poco pues por la carrera que se había dado desde la parada de metro había quedado
de una manera nada ordenada. Suspiró y tocó al timbre para quedar a la espera de que
abriera la puerta.
E: Hola. Me dijo Cruz que Alba está enferma. ¿Se encuentra mejor? –preguntó con
preocupación.
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E: Ya cariño, pero si te rascas te picará mas y te harás pupas que luego no se irán, y se
quedarán feas –arrugó la nariz haciendo que sonriera- Y no quieres eso ¿a qué no?
Al: No.
M: ¿Quieres tomar algo? Ahora mismo le iba a preparar la merienda a la granuja esta.
E: No gracias.
Alba y la enfermera siguieron el rastro de Maca hasta que despareció por completo en
aquel pasillo. Fue entonces cuando entre las dos volvía a nacer aquel momento como
si de las mejores amigas se tratase. La pediatra escuchaba las risas desde la cocina y
una vez más se preguntaba que hacia aquella mujer para haberse ganado con esa
facilidad a su hija. Con un sándwich y un vaso de leche regresaba al dormitorio cuando
nada más entrar veía como Esther soplaba en uno de los brazos de la pequeña.
E: ¿Mejor?
M: Bueno… ¿Quién se va a comer el sándwich como una niña buena? –ladeó su rostro
sonriendo a su hija.
M: Claro que sí. –cogió la caratula de una de las estanterías y metió el DVD en el
reproductor para segundos después apreciar como aparecían las primeras imágenes-
Bueno, aprovechando que aquí la enfermera nos ignorará presa de su
ensimismamiento con los dibujos… -ambas sonrieron- ¿Te apetece un café, Esther?
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E: Pobre… realmente se pasa mal eh… yo aun recuerdo como me metía mi madre en la
bañera con agua fría y no quería salir de ahí en todo el día. –sonreía- Pero claro, tenía
que salir si no quería también coger una pulmonía.
M: Como todo el mundo no… hay muchas personas que prefieren no complicarse la
vida de esa manera y ni siquiera valoran la posibilidad.
M: Creo que sí… tampoco fue algo que hablásemos mucho. Una noche estábamos
tranquilamente en el sofá y salió el tema y ambas estuvimos de acuerdo… a ella le
hacía mucha ilusión y yo no podía imaginar algo más maravilloso que tener un hijo con
mi mujer.
No supo por qué había hecho esa pregunta, ni por qué no la sopesó antes de abrir sus
labios y tomar aire. La pediatra ladeó su rostro para mirarla a los ojos y mostrar una
pequeña sonrisa antes de suspirar y mirar al frente mientras pensaba antes de
contestar.
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Los días siguientes se mostraron distintos. Esther visitaba a la niña cada día pasando un
rato con ella en el que la pequeña olvidaba aquel picor y se distraía entre los juegos y
conversaciones con su vecina. Maca había acecido a ir al hospital mientras la
enfermera se hacía cargo de su hija en las ocasiones en que su suegra no podía hacerlo.
E: Sí, gracias.
Entró en el salón viendo a Alba sentada en el suelo sobre una sabana mientras pintaba
en uno de sus cuadernos. Se colocó a su lado encontrando la sonrisa de aquella niña y
que tanto empezaba a significar para ella.
C: Aquí tienes. –deslizaba la taza por encima de la mesa a la vez que la enfermera
tomaba asiento.
C: Bien, bien… -se colocaba a su lado- Con mis tensiones y esas cosas que tenemos los
mayores. Pero no me puedo quejar.
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E: No la entiendo.
C: Conozco a Maca muchos años. –sonrió- Y sé que puede ser muy antipática y la
persona más encantadora un segundo después… y también noto que a ti eso no te es
indiferente en ninguno de los casos. –la enfermera la miraba sin decir nada- Nunca la
había visto tan a gusto con nadie desde que mi hija murió.
E: Concha, yo…
C: Con esto no quiero decir nada eh… que no soy quien para meterme en tu vida. –
colocó su mano sobre la de la enfermera- Solo que… desde que apareciste tú esta casa
tiene otro color. Solo se tenían la una a la otra y estoy segura de que ahora no se
sienten tan solas como antes.
Esther miraba los ojos claros de aquella mujer mientras le sonreía. Su garganta se había
secado de manera automática a la vez que unos pensamientos que creía haber
malinterpretado salían de nuevo a la luz martilleando su cabeza.
Giró su rostro al escuchar como la niña corría hacia ella alzando uno de sus dibujos y
sin esperar un segundo se sentaba en su regazo para enseñárselo. Miró su rostro y
sonrió sin darse cuenta mientras aquella voz llenaba de nuevo sus sentidos. Elevó su
rostro de nuevo y pudo ver una expresión de ternura en las facciones de Concha que
parecía decir demasiado sin tan siquiera alzar su voz.
Prefirió dejarlas en aquella comodidad y fue rumbo a la ducha. Minutos más tarde
regresaba con ropa cómoda y un libro en las manos. Se colocó las gafas y sentada en
uno de los sillones individuales se dispuso a leer. En ocasiones, y sin pensarlo, elevaba
la vista de las páginas de su libro y se quedaba por un rato mirando la imagen a escaso
dos metros de ella. El rostro relajado de la enfermera mientras rodeaba el cuerpo de su
hija, y cayó en la cuenta de lo que le había hecho sentir descubrir eso mismo al llegar a
casa después de un día de trabajo. Volver a sentir algo así la turbaba haciendo que
volviese a prestar atención a su libro.
Poco a poco comenzó a sentir un dolor en el cuello por la postura que llevaba tiempo
sin cambiar. Empezó a abrir los ojos lentamente recordando a la vez donde se
encontraba. Respiró recomponiéndose del sueño y giró su rostro terminando de
despertarse. Lo que vio llamó su atención y pareció despertar sus sentidos por
completo. La pediatra leía con completa concentración sin percatarse de que la miraba
y de esa manera se mantuvo en silencio observándola.
Colocó dos dedos en la esquina de una de las páginas para pasarla cuando terminase
con aquellas últimas palabras y una vez lo hizo elevó el rostro.
E: Hola.
M: Espera.
Dejó el libro y las gafas a un lado y se levantó llegando hasta el sofá. Se inclinó para
coger a la niña y esta se quejó mínimamente haciendo sonreír a la enfermera que la
miraba aun abrazada a ella. Cuando finalmente se dejaba coger por su madre elevó el
rostro encontrando los ojos de la pediatra a apenas unos centímetros. Momento en
que ambas se miraron en silencio y pocos segundos después se creaba la distancia
cuando Maca comenzó a caminar con su hija en brazos hasta su habitación.
M: Al final todo bien, si. Cruz entró conmigo en quirófano y lo sacamos adelante.
E: Me alegro. –la miró unos segundos para luego volver hacia cualquier punto que no le
hiciese sentir tan nerviosa.
E: Claro.
M: ¿Estás a gusto aquí? Quiero decir… ¿Vienes porque te gusta estar con nosotras? ¿Ya
no me ves como una borde antipática?
E: ¿Quieres saber si me gusta estar contigo? –la pediatra elevó su rostro con rapidez al
escucharla- Sí, me gusta estar contigo. ¿Por qué? realmente no lo sé, solo me gusta
estar aquí, pasar un buen rato con la niña, charla contigo, aquí o en el hospital, eso me
da igual… Aquella mujer que me sacaba de quicio ya no es la que tengo delante ahora
mismo. –mantuvo la mirada sin saber si continuar o como- No sé que mas decirte
tampoco, lo siento. –bajaba la mirada hasta sus manos.
Maca miraba a aquella mujer como el que descubre un secreto oculto en su propio
espacio. Sus labios se habían secado y aquel murmullo que llevaba tiempo escuchando
parecía hacerse más y más fuerte sin que pudiera entonces ignorarlo. Bajó la vista
hasta las manos de la enfermera, estas nerviosas, temblaban, y cuando se fue a dar
cuenta ya llevaba la suya hasta ellas. Rozó con sus dedos lo justo para llamar su
atención y que esta la recibiese en silencio.
Al: Mami…
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E: Bueno, será mejor que me vaya. –cogió las llaves de encima de la mesa a la vez que
Maca se giraba impactada por su intención- Hasta mañana.
M: Esther.
Sin soltar a su hija esperó a que esta se girase y aunque despacio, con el pomo ya en las
manos, se giró lo justo para poder mirarla a los ojos y bajar más tarde la vista al suelo
para marcharse de allí.
Ya en su casa tiró las llaves sobre el sofá mientras con los brazos en jarra caminaba de
un lado a otro del salón. Se mordía el labio inquieta intentando a la vez ordenar todo
cuanto había en su cabeza. Frente a la puerta del balcón cerró los ojos con fuerza
mientras no podía borrar su imagen, su olor. Sacudió sus pensamientos y volvió a abrir
los ojos para encontrarse con el color naranja del cielo, pintado aun por un sol que
amenazaba con dejarla a oscuras con sus dudas.
En el sofá, la pediatra intentaba calmar el picor de la pequeña aun sabiendo que sus
pensamientos estaban al otro lado de aquella pared. Sabía que no podría evitarlo, lo
supo cuando entró en su casa, cuando la vio dormida en su sofá, cuando miró sus ojos
y tomó su mano sintiendo como ella misma se estremecía con aquel simple tacto.
Al: Mamá.
Ma: ¡Luis!
Ma: Que no metas la mano en la pecera, hijo… por favor. –suspiró- ¿Me decías?
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Ma: Quizás es por veros a diario cariño… o que realmente te gusta. ¿Por qué tanta
preocupación? Ya era hora de que te fijases en alguien hija… -se dejó caer pegándose al
respaldo del sofá y cruzando sus piernas- Que ya pensaba que te quedabas para vestir
santos después del subnormal ese.
E: Es que no es solo eso, Marta… -miró al niño y luego a ella- El problema no es ese…
aunque tampoco sé si eso me causa un problema.
E: Es Maca. –se acercó lo justo para poderle susurrar sin que Luis se percatase.
Ma: Espera que me he perdido. –se inclinó hacia delante dejando descansar sus brazos
sobre sus rodillas mientas miraba al suelo para después volver a su hermana- ¿Me
estás diciendo que te atrae? ¿Físicamente?
Ma: Luis cariño, ¿Por qué no vas al despacho y juegas un rato con el ordenador de la
tita, vale?
L: Vale.
E: Y así era, pero hace un tiempo que la cosa cambió totalmente y es… es como si la
buscase con la mirada sin darme cuenta ¿sabes? En el hospital ando mirando la hora
cada dos por tres cuando creo que llega a una hora y es a otra… me gusta estar
simplemente a su lado, de la forma que sea.
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Ma: Pues que quieres que te diga… si tan claro lo tienes inténtalo.
E: ¿Así? ¿Sin más? Ya está. –contestaba malhumorada- Te estoy contando que me atrae
una mujer, que puede que me atraiga mucho en todos los sentidos, y me dices que lo
intente, ¿Qué intente qué?
Ma: Pues que intentes estar con ella en alguna situación que no sea ni trabajo ni niña,
porque está claro que así pocos vas a poder hacer… No te diré que no me ha
sorprendido, pero si lo piensas sin todo ese rollo de “oh una mujer” bla bla bla… No lo
verías tan complicado y pasarías a estar ilusionada ¿no?
E: Supongo…
Ma: Pues ya está… quédate con ella a solas y deja que surja lo que tenga que surgir…
Era jueves por la tarde y el turno de aquel día en urgencias parecía pasar tan
lentamente como segundos en un mes. Esther repasaba la lista de inventario sentada
en una de las sillas del gabinete cuando la puerta se abrió y quien aparecía tras ella la
sorprendía allí sola.
E: Hola.
Tras saludarla bajó de nuevo la vista queriendo concentrarse en lo que tenía frente a
ella. Sin mirarla directamente supo que cerraba tras de si y caminaba hasta el otro
extremo de la mesa. De reojo y en tan solo un segundo vio como dejaba varias
carpetas y se acercaba hasta la cafetera para servirse un café. La pediatra, al girarse, se
quedaba tras ella guardando silencio.
E: Gracias. –la miró visiblemente nerviosa y cogió el vaso para dar un primer trago-
¿Alba está mejor?
M: Sí. –sonreía- Ya apenas le pica y el lunes ya irá al colegio… Me preguntó por ti, no
has vuelto desde que…
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H: ¿Che las interrumpí? –ambas volvieron a girarse clavando los ojos en la mesa-
Bueno, bueno… ya me vuelvo a ir… -caminaba de nuevo hacia la puerta- Raritos son
por acá…
Ambas sonrieron por aquel comentario sin dejar de mirar hacia la mesa. Fue Maca la
primera en buscar su rostro de nuevo y esperar unos segundos hasta que la enfermera
la miraba sin girar su rostro. Sonrió con timidez y la pediatra le contestó con otra
sonrisa antes de levantarse despacio e ir hasta la silla que había junto a ella. La separó
sin hacer ruido y tomó asiento apoyándose después con los brazos en la mesa, bajando
la mirada hasta la carpeta que tenia la enfermera.
M: ¿Qué haces?
E: Repaso el inventario de farmacia para hacer el pedido –se separó un poco para que
la pediatra mirase sin problema.
E: La verdad es que no. Es un rollo… -la miró con nerviosismo para colocarse después el
flequillo detrás de la oreja- ¿Tu que hacías?
M: Buscar una cosa rara que no encuentro en internet… san Google como dicen por ahí
–sonrió- ¿Sabes qué?
E: ¿Qué?
M: Que pensaba pedirte algo y ahora me da vergüenza… -bajó la mirada con timidez.
Caminaba por la habitación nerviosa mientras solo había atinado a colocarse la ropa
interior. La ropa permanecía desperdigada sobre la cama de matrimonio mientras ella
miraba sin decidir desde la puerta. Se pinzó el labio y fue en tres pasos hasta el
teléfono. Marcó con rapidez y esperó a que contestasen.
-¿Si?
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M: Tengo un problema y necesito que me ayudes. Pero antes tienes que prometerme
que te ahorrarás la charla para otro momento porque ahora no tengo tiempo.
A: Sí, sí… dime qué te pasa. Porque debe ser algo de vida o muerte para que estés de
esa manera.
M: Voy a salir a cenar con Esther y no sé si ir informal, con algo más especial o como…
M: Ana… -suspiró- En otro momento te dejo que me digas lo que quieras, pero ahora
necesito que te centres. No quiero llegar y a la primera cagarla o asustarla ¿Vale?
M: Eso no me ayuda.
A: Vale, vale… a ver, los vaqueros esos pitillo con las botas está bien… arriba ponte la
camiseta esa negra del escote.
A: Vas a enseñar la mercancía, dudo mucho que se espante por eso… al contrario
cariño. Déjala que fantasee un poco y seguro que después le es más fácil.
M: ¿Seguro?
A: Tú hazme caso. Que te mire y desee está bien, le ayudará a agilizar el proceso.
M: Yo no pretendo agilizar ningún proceso, Ana, solo quiero que… -se calló girándose
hacia la ventana- Me gustaría que esto saliese bien por mucho tiempo que lleve, quiero
hacerlo bien, Ana.
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Al otro lado, Marta esperaba sentada en el borde de la cama a que su hermana saliese
del baño. Se miraba las uñas cuando la puerta se abrió y la enfermera aparecía ya
vestida. Llevaba unos vaqueros y unos zapatos oscuros y planos. Una camisa azul pálido
de manga corta con el doblado de la manga y el cuello en blanco. Un par de botones
desabrochados y un pequeño colgante que no llegaba a su escote.
E: Informal pero sin pasarse. –sonrió nerviosa- No sé dónde vamos y tampoco quería
arreglarme mucho o no llegar. Ni una cosa ni la otra.
Ma: Tranquila ¿vale? –se levantó para ir hasta ella y coger sus manos- Vamos que te
arregle un poco el pelo y ya estarás que se va a tener que poner babero.
Ma: Pues te paso un poco el secador para alisártelo y sacarte un poco las puntas que
no te haga la cara larga. –sonrió.
E: Está bien. –suspiró colocando las manos sobre sus rodillas- ¿Luis?
Ma: Su padre y él se han ido al cine a ver no se qué película de uno que vuela o salta,
no recuerdo.
E: Pero…
Ma: No hay peros que valgan. Tienes el mismo derecho que cualquier otra persona en
divertirte y sentirte atraída por cualquiera que se te cruce en el camino. Así que no
creas que vas a decepcionar a nadie. Firmaría ahora mismo porque al salir por esa
puerta pudieras ser feliz toda tu vida si ella fuese a conseguirlo.
Sonrió agradecida y de nuevo la vio colocarse tras ella y secador en mano terminar
para estar lista a la hora acordada.
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Ma: La vas a dejar alucinada. –besó su mejilla y le dio un pequeño empujón hacia la
puerta- En cuanto os vayáis me voy a casa.
E: Deséame suerte.
Respirando lo más profundamente que pudo aguantó la respiración los segundos en los
que giraba el pomo de la puerta y encontraba a la pediatra frente a ella con una rosa.
Se miraron un par de segundos hasta que la pediatra sonrió y estiró el brazo
tendiéndole lo que llevaba en la mano.
E: Gracias.
M: No es nada.
La enfermera cerraba la puerta y Maca abría la del ascensor dejándole pasar a ella
primero. Una vez dentro marcaba la planta baja y a su lado la miró fijamente de nuevo.
Abrió la puerta de la calle y pudo ver la sonrisa de la enfermera antes de salir. Suspiró y
salió detrás para comenzar a caminar.
M: Concha se ha quedado con ella. La llamé ayer en cuanto salí del hospital para que
no hiciese planes. Ahí donde la ves tiene una agenda siempre apretada.
E: Tú suegra es fantástica. –sonrió a la vez que la pediatra frunció el ceño por aquello-
¿He dicho algo?
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E: ¿Uhm?
M: Me alegro haber acertado entonces. –en aquel momento un trozo de chocolate caía
del tenedor de Esther para ir a parar hasta su pantalón- uy… no te muevas.
E: ¿Qué pasa?
E: Gracias.
E: No, no… fantasmas no… -suspiró rascándose la frente- ¿Has acabado ya?
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E: ¿Te apetece que nos sentemos? Hay buena temperatura y se está a gusto.
M: Claro.
Un banco del parque más cercano sirvió de asiento para ambas mientras se instalaba
de nuevo el silencio. La enfermera miraba al frente con las manos en los bolsillos de su
chaqueta mientras la pediatra permanecía de brazos cruzados mientras guardaba
silencio.
Había hablado con la mirada perdida y no podía apreciar como Maca giraba su rostro
para mirarla. Tenía el rostro sereno pero podía distinguir una pequeña arruga en el
centro de su frente.
E: Siempre he tenido muy mala suerte ¿Sabes? Todos los hombres con los que he
estado me han acabado engañando o dejando por otra… Pero al final siempre
terminaba encontrando a otro capullo con pinta de persona normal y creyendo que
sería el definitivo.
M: Esther…
E: He llorado tanto que a veces creo que ya no me quedan reservas –sonrió de lado- El
último me dijo que me fuera con él a Praga, que había encontrado un buen trabajo y
quería que tuviésemos una vida juntos… no llegó al año cuando ya me engañaba con
otra y en mis propias narices. –giró su rostro para mirarla- Fue entonces que vine a
Madrid y me encontré sin casa… sin trabajo… y otra vez dolida y humillada… y apareces
tú, primero con tu amabilidad, con esa sonrisa… -miró sus labios- Luego con esa mala
leche. –arrugó la nariz- Con tu imagen de mujer seria y malhumorada continuamente.
–sonrió- Y ahora no hay una mañana que abra los ojos y no piense que estas al otro
lado y que te veré después en el hospital.
E: Soy muy infantil, me gustan los dibujos animados, me encanta ver Aida los domingos
por la noche con una tarrina de chocolate… me divierto hablando con tu hija, lloro con
muchas tonterías y aun creo en la magia, Maca…
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M: Sin tocarte.
Poco a poco fue inclinándose hacia ella viendo como cerraba los ojos cuando ya podía
percibir su aliento. Se humedeció los labios y recorrió la pequeña distancia que aun
quedaba entre las dos para crear el primer roce. No recibió una negación que le
impidiese continuar así que volvió a acortar distancias ejerciendo esa vez más presión,
abriendo su boca mínimamente para capturar su labio inferior, sintiendo a la vez como
la mano de Esther llegaba a su mejilla en forma de caricia. Pasados unos segundos se
separaba abriendo los ojos y descubriendo a Esther de manera contraria.
E: Parece que no… -abrió los ojos lentamente- Puedes… puedes intentarlo otra vez si
quieres.
Pasados los primeros minutos, aquel beso había cambiado en intensidad y los labios
enrojecían al tiempo que parecían no poder parar aquello. Las manos de la enfermera
tomaban el rostro de Maca impidiéndole recular en su posición a la vez que ella misma
parecía haber encontrado en aquellos labios la adicción oculta de su vida.
M: Me gustas mucho Esther. –se separaba lo justo para unir sus frentes y respirar por
fin.
M: Seguro que es mucho mejor de lo que pueda imaginar… -sonreía- ¿Quieres que
tomemos algo en mi casa? Alba ya estará en la cama.
E: Vale.
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En el ascensor, Esther jugaba con los dedos de la pediatra que sonreía mirándola.
Cuando llegaron le dejó un beso en la sien antes de abrir la puerta para que saliese
primero.
E: ¿Y Concha?
M: Ahora pedimos un taxi, nunca quiere quedarse cuando llego tarde. –abría la puerta-
Ya estamos aquí. –dejaba las llaves y entraba en el salón seguida por Esther que no se
había quitado la chaqueta.
E: Hola, Concha.
C: Bueno… pues ya que habéis llegado, voy a llamar al taxi. –fue hasta el teléfono.
M: ¿Qué te apetece?
C: Está bien, gracias. –colgaba y se giraba suspirando- El servicio de taxi de esta ciudad
es horrible. –suspiraba antes de sentarse- ¿Qué tal la cena?
C: Bueno –sonrió.
M: Ya estoy aquí. ¿Ha llamado al taxi para que venga? –le tendía el vaso a Esther antes
de sentarse.
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M: ¿Estás bien? –cogía su mano con cariño mientras la enfermera se limitaba a asentir
con una sonrisa- ¿Seguro? Has estado muy callada desde que llegamos.
E: Me da cosa que… que Concha me vea entrar aquí cuando sabe perfectamente por
qué.
M: Ya… pues tranquilízate porque Concha y yo sabemos cómo son las cosas y ella no se
mete en mi vida ¿Vale? Es más, estoy segura de que se alegra por mí.
E: ¿Sí?
M: Abrazarte muy muy fuerte. –con la mano en su barbilla la obligó a subir su rostro-
¿Me dejas?
Permanecía con los ojos cerrados cuando una sonrisa se escapó de sus labios al sentir
un beso en su cuello.
E: ¿Pero por qué te gustan los cuellos o por qué es mi cuello? –sonrió sin moverse.
E: ¿Mañana trabajas?
M: No, pero el domingo sí, ¿por? ¿Me vas a raptar o algo? –sonrió.
M: Sí, claro. De cuando Alba era pequeña. ¿Para qué quieres ahora eso?
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Aunque no muy segura de aquello, le hizo caso y colocó uno de los transmisores en el
dormitorio de su hija. Segundos más tarde salía de nuevo encontrando a la enfermera
con su abrigo en las manos esperándola.
Cuando llegaron al último piso abrió la puerta del tejado y sonrió mientras se giraba y
entraba de espaldas sin soltar las manos de la pediatra. Esta miraba el cielo sobre ella y
sonrió también. Despacio fueron hasta una de las salidas de aire y la enfermera se
sentó en el suelo apoyándose en el pequeño muro mientras abría las piernas y la
invitaba a colocarse entre ellas. Sin rechistar lo hacía sintiendo como era abrazada por
detrás.
La pediatra suspiró para después moverse lo justo para quedarse de lado aun entre sus
piernas. La miró a los ojos entre toda aquella oscuridad y encontró una preocupación
real.
E: Eso da igual, Maca. Puedo caerle bien y luego que piense que quiero ocupar un
espacio que no es mío y que me odie. –bajó la mirada.
M: Pues ya te digo que eso no pasará. Y dudo mucho que alguien pueda llegar a odiarte
si te conoce realmente.
Acariciando su mejilla intentó que dejase ese miedo a un lado y disfrutase de aquel
momento. La enfermera la miró por fin con aquella sonrisa que descubrió tanto le
gustaba y sintió de nuevo el vértigo en el estomago.
E: ¿Cómo era el truco de magia ese que no te ha salido antes? –con las manos en el
suelo se inclinaba despacio hacia ella.
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Después de una media hora en lo alto de aquel edificio volvieron a poner rumbo hacia
el piso de ambas. Bajaban las escaleras intentando no reír demasiado fuerte por las
horas y cogidas de la mano se arrinconaban antes de llegar. Frente a ambas puertas
Esther sacaba las llaves de su casa.
E: ¿Contigo?
M: O si quieres te pongo una silla donde la niña y duermes ahí… -había dejado caer sus
hombros mientras la miraba- Claro que conmigo, Esther.
Algo dubitativa sostenía aun las llaves en la mano mientras miraba al suelo y luego a los
ojos de la pediatra. Esta ladeaba el rostro queriendo que sonriese, consiguiéndolo unos
segundos después. Con la mano alzada en el aire esperaba que Esther la tomase y así
accediese a su proposición. No tardó mucho en llegar y dando dos pasos hacia el lado
contrario abría la puerta.
E: Espera, voy a coger un pijama. –soltándose de su mano fue con prisa hacia su casa
reapareciendo un par de minutos después- Ya está.
M: Claro. –la vio marchar- Pues a ver cómo me contengo yo con eso. –en la cocina se
llenaba un vaso de agua y lo bebía prácticamente de un trago- Vamos allá.
Después de que la enfermera saliese del baño entraba ella para asearse y quitarse el
maquillaje. Cuando salió lo hizo ya con el pijama puesto y encontró a la enfermera por
igual sentada ya en la cama. Pantalón corto con un pequeño dibujo en el lateral y una
camiseta de tirantes blanca. Rodeó la cama y fue hasta el lado opuesto para sentarse y
quitarse las zapatillas.
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E: Pero porque no has probado otra forma. –con rapidez se sentaba sobre ella- ¿Qué
llevas debajo? –tiró del cuello de su camiseta y pudo ver que llevaba otra de manga
corta blanca debajo- Levanta los brazos.
M: ¿Qué?
E: Que levantes los brazos, venga. –cogía la prenda por los extremos y esperaba
sonriendo- Vamos.
E: Ahora el pantalón.
En los pies de la cama le quitó los calcetines y los dejó al lado de la camiseta. Con
ambas manos sobre el colchón la pediatra veía sorprendida al como tiraba de su
pantalón quitándoselo sin dudar para volver después a sentarse sobre ella.
Sin poder evitarlo llevó las manos a la espalda de la enfermera y se inclinó hasta llegar
a sus labios. Esta no tardó en responder a aquel beso mientras la rodeaba con sus
brazos. Poco a poco la pediatra fue haciendo fuerza con su cuerpo hasta recostarla a un
lado de la cama y quedar sobre ella sin romper aquel contacto.
E: Maca…
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Sin dejar de mirarse entre aquella oscuridad llevó sus brazos atrás en una clara
intención que la pediatra aceptó quitando de su cuerpo la camiseta de tirantes que
cubría su torso para después sentarse y quedar en igual de condiciones.
De nuevo sobre ella se enzarzaron en otro beso más tranquilo pero igual de intenso
que el anterior. Las manos de la enfermera recorrían la espalda desnuda de Maca sin
cesar. Haciendo que su piel se erizase a su paso recordando aquella sensación. Decenas
de ellas que se creían olvidadas llenaban su cuerpo de nuevo mientras que con una de
sus manos acariciaba su costado memorizando cada centímetro.
Aquella protuberancia entre sus labios hacia revivir sus instintos más escondidos,
haciendo que la necesidad de atraparlo entre sus dientes fuera mayor que su
paciencia. Un dolor excitante recorrió la espalda de la enfermera que se curvaba
soltando un suspiro. Sin separarse de aquel lugar cogió por los lados el pequeño
pantalón que aun cubría su cuerpo y arrastró con él la ropa interior dejándola
completamente a su merced.
No duró mucho sobre su cuerpo cuando la enfermera las hacia rodar sobre el colchón
quedando sobre ella y desnudándola también. Maca había abierto sus piernas dejando
el hueco justo para que se acomodase entre ellas e inclinándose fue hacia uno de sus
pechos para acariciarlo y mover su pulgar con calma mientras se humedecía los labios
con impaciencia. Sin esperar más tiempo comenzó a recorrer con su lengua aquella
aureola sintiendo las manos de Maca acariciar su pelo.
Satisfecha volvió a sus labios a la vez que la pediatra movía levemente sus caderas
chocando ambos sexos, haciéndola gemir.
E: Maca…
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Dejándole espacio para que respirase atacó su cuello mientras guiaba su mano entre
ambos cuerpos llegando al sexo de la enfermera. Esta dio un respingo al sentir como
varios dedos resbalaban en su humedad y estimulaban su clítoris. Cerró los ojos con
fuerza a la vez que movía su cintura sin tan siquiera proponérselo.
Cada vez aquel ritmo era más rápido, más intenso, más necesario. Irremediable
volvieron a buscarse y comenzaron un beso húmedo y fuerte. Sus lenguas peleaban en
aquella cárcel de suspiros y gemidos cuando una sacudida llegó sin esperar más tiempo
e hizo que sus músculos se tensasen.
Eran pasadas las ocho cuando destapándose bajó de la cama colocándose sus
zapatillas. Se rascaba los ojos comenzando a caminar hacia el pasillo y mirando al otro
lado vio la puerta cerrada. La abrió sin dudarlo y cuando dio el primer paso se detuvo
impactada por la imagen; su madre de espaldas a la puerta abrazaba a alguien que no
llegaba a ver. Siguió caminando mientras bordeaba la cama y pudo ver entonces de
quien se trataba. Se llevó la mano a la boca y salió casi corriendo de allí cerrando la
puerta después.
Algo la hizo despertarse y buscar una posición más cómoda. Fue entonces cuando
sintió que estaba abrazada a su espalda. Sonrió mientras abría los ojos y descubría la
nuca de la enfermera a escasos centímetros de su rostro. La estrechó mas entre sus
bazos y besó aquella piel sintiendo como Esther parecía abandonar su sueño.
E: Pero si debe ser temprano todavía. –se giró hacia atrás quedando bocarriba.
Sonrió mirando aquel rostro adormecido y metió la mano bajo su camiseta acariciando
su vientre, gesto que hizo reaccionar a la enfermera que abría sus ojos y sonreía para
mirarla.
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E: Sí… poco, pero bien. ¿Qué hora es? –se giró para mirar el reloj sobre la mesita- Maca
si no son ni las nueve. –se dejó caer sobre el cuerpo de la pediatra- Es sábado… y no
trabajamos –se quejaba.
M: Pero hay una niña que seguro ya está en el salón esperando su desayuno.
M: Mmm me parece a mí que tú eres muy lista, señorita. –fue acercándose hasta su
rostro- Y todavía no me has dado un beso ni nada que te haga merecedora de un buen
desayuno en la cama.
Subiendo a horcajadas sobre ella puso sus manos una a cada lado mientras ejercía la
fuerza necesaria para que no las moviese y fue inclinándose hasta quedar cerca de sus
labios. Maca la observaba en silencio mirando sus ojos hasta que quiso besarla y esta
se alejaba.
M: ¿Y mi beso?
M: ¿Así como?
E: Mirándome.
E: El tuyo también está rico. –se relamía los labios sin pudor- Mucho además.
Un par de minutos después se colocaba el pantalón del pijama y salía de allí dejando
aun a la enfermera en su cama. Cuando aun no había llegado al salón pudo escuchar el
sonido del televisor y suspirando fue a ver a la pequeña.
M: Hola, cariño.
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M: ¿Hace mucho que te has levantado? –se sentaba a su lado para darle un beso y
rodearla con uno de sus brazos para mirar el televisor.
M: Ahora mismo, pero quería hablar contigo de una cosa antes. –tomándola por las
axilas la sentó en su regazo.
Al: ¿De Esther? –la pediatra la miraba extrañada- Entré a tu habitación y vi que ha
dormido en casa.
M: Ya… -bajó la mirada acariciando una de sus manos- A ti te cae bien Esther ¿a que sí?
Al: Sí.
M: Y sabes que a veces las personas mayores también se llevan así de bien y les gusta
pasar tiempo juntas ¿verdad?
M: Parecido… –sonrió acariciándole el pelo mientras ella asentía- Bien, pues ahora ve
que aun está en la cama y le das un achuchón de buenos días que ahora voy yo con el
desayuno para las tres ¿Vale?
Al: Vale. –de un salto bajó de sus piernas y comenzó a correr por el pasillo.
Sonriendo se levantó y fue hasta la cocina. Desde allí pudo escuchar como las risas ya
salían de su habitación y negando en silencio preparó un café, dos vasos con leche y un
plato con galletas y bizcocho. Lo dejó todo sobre una bandeja y con ella en las manos
fue caminando por el pasillo hasta llegar a su dormitorio. Nada más cruzar la puerta
pudo ver a Alba sobre el cuerpo de Esther queriendo hacerle cosquillas.
Al: ¡Ha empezado ella mamá! Yo solo me defiendo. –pudo ver como la enfermera le
susurraba algo a la niña y las dos a la vez se quedaban de rodillas sobre la cama.
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E: ¡Ahora!
La pediatra salía corriendo seguida por la niña y una Esther mas rezagada hasta llegar al
salón donde fue derribada sobre el sofá por las dos.
Al: ¡Esther, por aquí! –la enfermera corría hasta quedarse detrás de la pediatra para
coger sus manos.
En aquel momento Alba subió la camiseta de su madre lo justo para poder pellizcar sus
costados sin problemas y la pediatra comenzó a revolverse en el sillón hasta que logró
soltarse de las manos de la enfermera, agarrándolas después por la cintura a una y a
otra que también comenzaban a reír.
Pasaron el sábado como un día especial. Esther fue a ducharse a su casa y cambiarse
de ropa para volver a comer con la pediatra y la niña. Tras eso y cuando la gente se
animaba a salir a pasear, decidieron ir al parque que había junto al centro comercial.
Esther se subía también al tobogán para caer después de Alba sin que esta se moviese.
Fue la escena perfecta para que Maca sacase una foto desde su móvil mientras sonreía.
Cenaron en una hamburguesería para después regresar a casa y acostar a la pequeña.
Aunque sin estar muy convencida, la pediatra se despedía de Esther en la puerta hasta
la mañana siguiente donde seria la enfermera quien se quedaría con Alba mientras ella
hacia su turno en el hospital.
E: No, no… hoy duermo en mi casa y según me eches de menos, mañana decidimos
que hacer.
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Sentada en el borde de la cama miraba la fotografía que horas antes había sacado con
su móvil. Aquella sonrisa, aquella forma de ser, ella… tecleando con rapidez hizo
porque aquella imagen ocupase el fondo de la pantalla del teléfono y poniendo la
alarma a su hora se dejó caer en la cama sabiendo que poco dormiría aquella noche.
A las siete y media llamaba a la puerta en pantalón corto y camiseta esperando a que la
pediatra abriese la puerta.
M: ¿Se puede saber que haces así? –rió al ver como entraba corriendo y se abrazaba a
ella- Si estás helada.
E: Es que ahí fuera hace frio y me pienso meter en tu cama ahora mismo que aún es
temprano.
M: No sabes tú nada. –bajó su rostro mirándola con cariño mientras esta se colgaba de
su cuello.
E: Eso parece…
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E: Es una sorpresa, luego nos vamos a comer por ahí ¿te apetece?
Al: Guay. -sonrió- La semana que viene nos vamos de excursión toda mi clase ¿Sabes?
Será súper chuli.
Esther sonrió ante aquella ocurrencia y la cogió en brazos para seguir caminando los
pocos metros que quedaban hasta entrar a urgencias. Recorrieron el muelle de la
misma manera hasta llegar al mostrador donde Teresa ya las miraba sorprendida hasta
que la enfermera sentó a la pequeña frente a ella.
T: Pues no sé hija, yo hace rato que no la veo… pero la llamamos ahora mismo, espera.
–la mujer se quitaba uno de los pendientes y se colocaba el teléfono- Maca, alguien te
busca aquí… vale. –volvía a colgar- Ahora mismo baja… Oye, ¿Y cómo es que habéis
venido juntas?
Al: Esther está conmigo hoy mientras mami trabaja… -sonrió mirando a la enfermera.
Al: Sí.
M: Pero bueno.
Las tres mujeres se giraron al escucharla y Alba bajó del mostrador para ir a abrazar a
su madre que la subía en brazos besándola después.
M: No, además me quedan diez minutos. –se miraba el reloj- ¿Me esperáis aquí y nos
vamos a comer?
E: Claro.
Teresa que había presenciado la escena algo sorprendida, se colocaba de nuevo las
gafas y miraba a Alba que cogía una revista que tenia sobre el mostrador y se quedaba
entretenida de aquella manera. Se giró hacia Esther que permanecía apoyada con
ambos brazos.
E: Jajaja.
E: Alba… -con su tenedor iba hacia algo que la niña había apartado- ¿No te gusta?
E: Pero si está muy rico… ¿has probado a echarle limón? –la niña negaba- Vamos a
echarle un poquito y lo pruebas ¿Vale?
Al: Vale.
En su asiento, la pediatra miraba la escena en silencio. Esther con una sonrisa podía
acaparar la atención de su hija y convencerla. De esa manera Alba comía aquello de lo
que en un primer momento renegó y sonreía a la enfermera mientras esta la
observaba.
E: Claro que sí, a ver si te vas a creer que yo te daría algo que está malo.
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E: ¿Qué pasa?
M: Eres genial ¿lo sabías? –se acercaba hacia ella mientras esta negaba- ¿No? –volvía a
negar- Pues eres la mejor.
Miró a su hija con rapidez viendo como permanecía concentrada en su plato y volvió a
girarse hasta la enfermera, atrapando sus labios en un primer beso que repitió un par
de veces más hasta que volvió a su postura sonriendo.
E: No me vuelvas a hacer esto… -suspiró- ¿Te queda claro? –la señalaba con el tenedor.
M: Ya veremos.
Tras comer y dar un paseo fueron de nuevo hasta el parking del hospital para coger el
coche. Ya en casa fue directa a la ducha mientras Esther y Alba se acomodaban en el
sofá a la espera de que regresase y poder ver una película.
Salía secándose el pelo con una toalla cuando las descubrió comiendo palomitas y
riendo.
De regreso al salón se sentó entre sus dos chicas y fue Alba quien cogía el mando para
reproducir la película. Con las palomitas en sus piernas, las tres guardaban silencio
hasta que estas se acabaron y tanto Alba como Esther buscaron comodidad en su
cuerpo.
Eran las once de la noche cuando después de cenar y meter a Alba en su cama iban
hacia el dormitorio de la pediatra. Esta abrazando a Esther que caminaba despacio por
delante de ella guiándola y riendo.
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E: Mmm no sé, me lo tengo que pensar. –sonreía llegando a los pies de la cama.
M: ¿Qué tienes que pesar, uhm? –la hacía girar mientras rodeaba su cintura- También
podías enseñarme algo más. –se inclinaba en dirección a su cuello.
E: ¿Enseñarte?
Tras la pregunta, la enfermera había ido hasta la puerta para echar el pestillo siendo
observada por Maca. De nuevo frente a ella la había hecho sentar en la cama para
desnudarla impidiéndole que la tocase o la besase. Desnuda, la abandonó el tiempo
necesario para ir al cuarto de baño que había en la habitación y llenar la bañera.
También desnuda llegaba otra vez a su lado y la llevaba de la mano.
Sentada ya en el interior le tendió la mano para después rodearla con sus piernas y
hacer que pegase la espalda a su pecho.
E: ¿Sabes qué?
M: Uhm…
E: No te mentí cuando te dije que nunca antes me había fijado en una mujer…
-comenzaba a recorrer su pecho con la esponja- Pero no te dije que si me fijé en ti
desde que saliste del ascensor aquel día… No sé decirte si de otra forma se me hubiera
pasado… pero después, incluso cuando entraste en casa con Alba, me quedé pensando
en ti después.
M: ¿Sí?
E: Sí… y luego cuando llegaste con esa manera tan encantadora diciéndome que
quitase la música –la pediatra reía- Luego cuando discutíamos me enfadaba pero
también me quedaba pensando en lo guapa que estabas así, con mala uva y esa voz de
madre mandona…
M: ¿Crees que soy una madre mandona? –se giró para mirarla.
E: No eres una madre mandona… eres una vecina pesada. –la besó- Muy pesada.
E: Una de las veces en las que me encaraste antes de empezar a llevarnos bien estuve a
punto de agarrarte por la camisa y hacerte callar.
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E: Me subestimas.
Con una de sus manos hizo girar aun más su rostro para después buscar sus labios y
dejar pasar la lengua de la pediatra.
M: ¿Y si vamos a la cama?
E: Aquí mejor.
Sin darle opción a hablar de nuevo llevó la mano hasta su sexo arrancado un gemido de
sus labios, los cuales mordió con desesperación.
Los días pasaban y con ellos llegaba la excursión de Alba. La mañana del lunes
amanecía con un pequeño caos en casa de la pediatra. La pequeña corría de un lado a
otro cogiendo cosas que quería llevarse en su viaje y la enfermera preparaba un par de
bocadillos para el camino mientras Maca se afanaba en colocar toda la ropa en un
pequeño macuto.
Al: Sí, mami. –se echaba la mochila a los hombros- ¿Mi gorra roja la has cogido?
M: Ahora te la doy.
Al: Gracias.
M: Venga, ¿lo tenemos todo? Te he puesto la cremita por si te quemas con el sol,
también una para los mosquitos y mercromina por si te caes y…
E: Maca. –se colocaba a su lado- ¿No crees que si se hace algo allí tendrán lo que
necesitan? Van a un campamento de críos, no le pasará nada.
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M: Tú siempre al lado de los profesores ¿Vale? No vayas sola a ningún sitio y tápate
bien que en la sierra hace frio, cariño. –le subía la cremallera del anorak.
M: Perdona, cielo. –uno de los monitores alzaba la voz para que fueran subiendo-
Dame un beso que ya te vas.
M: No, cariño.
E: Dame un achuchón, enana –se agachaba frente a ella- Y pásatelo pipa eh, que luego
me lo tienes que contar todo.
Al: Vale. –sonreía y le daba un beso en la mejilla y otro después a su madre- ¡Cuando
llegue te llamo mami!
M: ¡Que no se te olvide!
Alzaba la voz mientras la veía correr hacia el autobús. La enfermera sonreía por la
escena y se colocaba a su lado abrazándose a su brazo.
E: Maca…
M: Nunca ha estado lejos de mi tanto tiempo, déjame ser una madre neurótica por un
rato anda… -miraba al autobús en todo momento.
Media hora más tarde llegaban al hospital cogidas de la mano y caminaban hacia el
mostrador donde una Teresa más que eficaz, no había perdido detalle de la entrada de
ambas.
E: Bien, la hemos dejado de camino a la sierra. –sonreía- Aunque aquí una esté de los
nervios.
M: Bueno, antes de ser diana de tus risas me marcho que tengo trabajo –se inclinó
para darle un beso rápido- Ahora nos vemos.
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E: Teresa, que en boca cerrada no entran moscas. –con su mano subía el mentón de la
mujer antes de marcharse riendo.
M: La verdad es que fatal. He tenido que operar casi nada más entrar y luego la pila de
informes que hay sobre mi mesa que no hay narices a quitarlo.
C: Vaya… yo que pensaba que la mía era mala. –sonreía dando un trago a su café.
C: Bueno, tómatelo como unos días de descanso que puedes tomar para tus cosas.
C: Es una niña, se caerá si tiene que caerse, llorará si tiene que llorar… y no sería una
niña si no hiciera todas esas cosas. Estará bien.
C: Y hablando de eso… -se inclinó hacia ella- Que dice Teresa que os habéis besado esta
mañana justo delante de ella.
C: Que ya lo sabe todo el hospital… Creía que os llevabais mal, aunque hace ya varias
semanas que no os he visto discutir.
M: Las cosas han cambiado –la miró sonriendo de lado- Estoy muy a gusto con ella, la
verdad.
M: Gracias.
E: Es que me viene dando el coñazo ya media hora, Cruz, me estaba cansando ya. –la
pediatra seguía con su sonrisa- ¿Y tú de qué te ríes?
M: ¿Yo? De nada.
C: Bueno, yo me voy que no quiero morir que aun soy joven y tengo una hija que ver
crecer.
E: Que el tío este se piensa que porque sea el último mono me puede mandar hacer lo
que al le dé la gana y no es así, yo tengo mi trabajo y el tiene el suyo, si le digo que
lleve a alguien a rayos pues lo lleva.
E: Pues no, he tenido que llamar a Vilches para que me hiciera caso y no llevarlo yo.
M: Que barbaridad. –negaba con la cabeza justo cuando la enfermera giraba su rostro
con cara de pocos amigos- Vale, vale… no me mires así.
Queriendo que se le pasase aquel enfado la abrazó con fuerza haciendo que finalmente
se recostase en su cuerpo y se apoyase en su hombro. Comenzó a acariciar su espalda
despacio mientras besaba su frente.
M: ¿Mejor?
M: Jajaja.
M: Estás viendo la tele y yo leyendo… -cogía aquel pie dejándolo sobre su regazo y
comenzaba a acariciarlo por encima del calcetín.
La pediatra suspiró dejando el libro a un lado para quitarse las gafas después. Giró su
rostro para mirarla pero sin decir nada.
E: ¿Qué?
M: Eso digo yo… ¿Qué? Ya he dejado de leer. –la enfermera sonreía y dando un salto se
colocaba de pie en el sofá para más tarde sentarse sobre ella- ¿Siempre te sales con la
tuya?
E: Normalmente sí. –la besó- Pero contigo cuesta eh… Eres cabezota.
M: Nos mas que tú, créeme. –sonrió- Entonces todo esto es porque estabas aburrida
¿no?
E: No sé… dar una vuelta, ir al cine, a dar un paseo… -se encogía de hombros- Hace
buen día.
E: Hace tiempo que no voy al cine, algo deben estar poniendo que valga la pena ¿no?
E: Cine. –sonrió.
100
M: ¿Dónde vamos?
Pasaron por un puesto de kebabs y pidieron un par para llevar y dos cervezas bien frías.
Con la bolsa en la mano, la enfermera parecía tener una ruta fija en la mente mientras
Maca le preguntaba una y otra vez donde se dirigían.
La noche había llegado, pero un parque parecía ser centro de reuniones de bastante
gente aquella noche. Buscaron un hueco en el césped y encontraron un lugar perfecto.
La enfermera se sentó comenzando a sacar las cosas de la bolsa y la pediatra a su lado
miraba todo sin demasiado conformismo.
E: ¿Y lo a gusto que estas aquí conmigo no es suficiente? –sonrió sin mirarla mientras
sacaba una de las servilletas que había cogido del puesto- No te quejes y ayúdame.
Extendió la servilleta sobre el césped para dejar después las dos latas de cerveza y los
kebabs aun envueltos. Cogió el suyo y quitándole el papel de plata que los rodeaba dio
un primer mordisco.
M: Si notas que cruje mucho es que son las hormigas que opinaban lo mismo.
E: Jajaja vamos Maca, no me seas carca y disfruta. –la pediatra arqueaba una ceja.
M: ¿Carca?
M: ¿De verdad?
101
E: Pero vamos a ver… -se sacudía las manos mientras terminaba de tragar- ¿Tú estás
tonta? –la pediatra sonreía- A mí me encanta como eres, Maca, crees que más de uno y
una no me tendrá envidia por estar contigo ¿uhm? –se iba acercando a ella- No tienes
que cambiar nada.
M: ¿Seguro? Yo sé que a veces soy aburrida Esther, me gusta estar leyendo en casa
mientras a ti te apetece salir.
E: Pero las dos cosas no son incompatibles, has leído un rato y luego hemos salido a
que nos dé el aire. Luego volveremos a tu casa y leerás pero otra cosa. –sin que la viera
venir se lanzaba sobre ella haciéndole caer.
E: El prospecto de las vitaminas que te vas a tener que tomar cuando te deje sin
fuerzas.
M: Jajaja.
M: Hacen falta más como tú para dejarme a mi sin fuerzas. –con agilidad hacia que
girasen para quedar ella encima- Que seis años menos no son algo que me superen a
mí.
Un pañuelo cubría la lámpara de la mesita de noche creando una luz bastante débil
pero a la vez suficiente para que pudieran distinguirse sin problema. Un par de copas
ya secas permanecían junto a una botella de vino casi vacía.
La ropa esparcida por el suelo dibujaba un camino desde el pasillo hasta los pies de
aquella cama. Las sabanas apenas aguantaban por completo sobre el colchón y la
almohada había ido a parar a un rincón junto a la ventana. Las sombras se dibujaban
en una de las paredes como figuras inquietas entre la luz de aquella noche.
102
Otra vez de rodillas le hizo abrir las piernas con sus propias manos y comenzó a dejar
un reguero de besos desde la rodilla hacia su muslo. La enfermera la observaba desde
su posición y respiraba intranquila mientras veía hacia donde se dirigía. De aquella
manera dejó caer el peso de su cabeza mientras cerraba los ojos y ladeaba su rostro de
manera inquieta. Justo cuando sintió la sacudida por aquellos labios recorriendo su
sexo la mano de la pediatra subía por su torso parándose en su pecho.
E: ¿Vamos a por el cuarto? –se acercaba a sus labios- ¿O te has quedado sin fuerzas?
M: Ataca pequeña.
Estiró el brazo hacia la mesilla cuando comenzó a escuchar que su móvil sonaba. De
medio lado daba la espalda a la ventana, por donde entraba demasiada luz para ella, y
miró con dificultad la pantalla hasta poder distinguir que se trataba de su hermana.
E: ¿Qué estás aquí? –se incorporaba de nuevo- ¿Ha pasado algo? –preguntó
preocupada.
Ma: Que tenía que hacer unas cosas aquí cerca y he recordado que hoy no trabajadas.
¿Dónde estás que no me abres?
Ma: Vale.
Volvió a dejar el móvil sobre la mesa y se giró viendo como Maca colocaba una mano
sobre su cintura. Se abrazó a ella dejando varios besos en su hombro hasta que esta
reaccionaba.
E: Graciosilla. –se dejaba caer en el sofá y se abrazaba a uno de los cojines- ¿Qué has
hecho por aquí?
Ma: Me he acercado a una tienda de muebles que está en la otra calle y venia para ver
si te pillaba para almorzar o algo.
E: Es que no tengo ni hambre, Marta. –apoyaba la cabeza en el sofá- Solo tengo sueño.
Ma: Uy por dios. –se levantaba de nuevo- Pues venga a la cama otra vez, yo iré a ver si
Pablo puede escaquearse en la oficina para invitarme.
104
Gritó desde el pasillo mientras iba con paso ligero hacia el dormitorio.
Cuando cruzó la puerta vio como la pediatra estaba de medio lado mirando hacia ella.
Se quitó la camiseta y el pantalón con rapidez y se metió debajo de la colcha
abrazándola y cerrando los ojos.
E: No sé… venia para aquí y te avisaba. –se colocaba entre la almohada y su cuello.
M: ¿Tú hermana está bien? –le acariciaba la espalda volviendo a cerrar los ojos- Has
vuelto enseguida.
E: Pasaba por aquí y quería que almorzásemos juntas. Ha ido a secuestrar a su marido
yo estoy demasiado a gusto aquí y no me apetece irme.
M: Mejor. –cerraba mas el abrazo- Hoy no pienso dejar que te muevas de donde yo
esté.
M: Sí. Quien quiera verte que venga aquí. Y si tienes que avisar a alguien estás a tiempo
de hacerlo para que no se asuste.
Sin darse cuenta ambas volvieron a dormirse sin romper aquel abrazo. Dos horas
después era Maca quien abría los ojos y se levantaba con cuidado para ir hacia la
ducha. Cuando aún no había salido, la enfermera también abandonaba su sueño y sin
dudarlo un instante se dirigía al baño sorprendiendo a la pediatra tras la mampara,
empezando así el primer juego amatorio del día.
Después de comer algo ligero Maca volvía a sumergirse en su libro mientras Esther
echada en su regazo veía la televisión sintiendo la caricia de la pediatra en su
estomago.
E: Oye Maca.
105
E: No sé, en el tiempo que llevamos juntas o antes… nunca te he oído mencionar nada
de tu familia o hablar con ellos por teléfono.
M: Pues es algo complicado… -suspirando se quitó las gafas dejándolas a un lado junto
al libro.
E: ¿Por qué?
Maca comenzó a dejar una caricia en su pelo mientras la miraba con una sonrisa de
cariño y más tarde sentía como esta cogía su mano despacio.
M: Porque desde hace años la relación con mis padres no es digamos estrecha. Cuando
empecé a salir con Lucia ponían el grito en el cielo siempre que la nombraba… más
tarde parecía que lo iban aceptando pero nada más lejos que porque no tuviera
motivos para discutir con ellos. Pocos días después de que les enviásemos la invitación
a la boda nos llegó un sobre bastante sorprendente y una disculpa por no poder venir.
E: Lo siento.
M: Cuando Alba nació pensé que con eso todo cambiaria. Estaban encantados con ella
e incluso venían a menudo a vernos. Comenzamos a ir en verano para pasar las
vacaciones y cuando Lucia enfermó me ayudaron bastante. Después de que muriese
insistieron en que me mudase cerca de ellos para seguir echándome una mano pero no
podía separar a Concha de Alba, no era justo cuando esa mujer es la que
verdaderamente nos ayudó. Todos los meses suelen llamar para hablar con la niña y le
mandan regalos de vez en cuando… lo que no ha cambiado es lo de pasar el verano allí,
si yo no puedo ir todo el mes la llevó y me vuelvo para quedarme aquí en Madrid.
E: ¿Y no has intentado hablar con ellos? No sé, ¿arreglar las cosas y aunque sea en la
distancia tengáis mas relación?
E: Las personas somos las que hacemos las cosas difíciles, y en muchos casos la
solución es más fácil de lo que parece…
106
Al: Sí, mami, aunque alguna cosas no me gustan mucho… no es como tu comida –se
quejaba.
M: Bueno, pero seguro que las cosas están ricas y si las pruebas te gustan.
Al: ¿Sabes qué? Anoche hicieron una hoguera y quemamos nubes ¡Están ricas! Uno de
los profesores nos contó historias chulas y luego Jaime se puso a contar chistes, nos
reímos mucho.
Al: ¡Sí!
Al: ¡Un escarabajo grandísimo con alas! Yo nunca había visto ninguno.
Al: Pues era negro pero si le daba el sol se ponía azul y verde, lo metimos en un bote de
cristal y luego volvimos a soltarlo.
E: Muy bien.
Al: Y esta mañana se metió una ardilla en el comedor y todos se pusieron a gritar
menos yo que fui detrás de ella para verla, pero se escapó.
Al: Era muy bonita. Tenía manchitas blancas y corría mucho jejeje.
E: Mándame un beso muy grande que te ponga con mamá y le das otro a ella –al otro
lado la niña daba un sonoro beso y hacia reír a la enfermera- Así lo quería yo… te paso
con mami cariño.
M: Oye cielo, tienes que preguntarle a la profe a qué hora llegáis el sábado
exactamente que vayamos a por ti ¿Vale? Y me lo dices la próxima vez que hablemos.
107
E: Claro, es una niña y esta con todos sus amigos y en medio del campo, es imposible
que se lo pase mal o se aburra.
A: ¿Maca?
E: No señorita –ponía un acento diferente- No haber aquí ninguna Maca, Paca sí…
E: Toma, seguro que vuelve a llamar –se inclinaba y le daba un beso en los labios para
marcharse después a la cocina cuando como había dicho, el móvil volvía a sonar.
Mientras aun sonreía por la ocurrencia de la enfermera, miraba la pantalla del móvil y
podía ver como de nuevo, Ana llamaba desde su casa. Suspiró y descolando se
quedaba en silencio unos segundos antes de contestar.
M: ¿Si?
A: Chica, es que antes me ha cogido una guiri el teléfono y quería pasarme con no se
qué Paca, y la cosa es que yo creía que había marcado bien.
A: ¿Cómo que había marcado bien? –la pediatra se mantuvo en silencio- ¡¿Quién ha
sido la cabrona que me ha tomado el pelo?! –alzaba la voz llegando incluso a
desgallitarse haciendo que la pediatra riera aun mas- ¡Maca!
A: ¡Tú no te rías! Será posible… Bueno, entonces tengo que asumir que si está allí es
porque…
M: Ajá… -sonreía.
M: Perdona mujer… pero es que llevo unas semanas algo ocupadilla y pues… se me
olvidó.
A: Se te olvidó… ¿y tú eres mi amiga? Que tía puñetera… ¿Entonces qué? Yo tenía razón
¿no? Que al final te has liado con la vecinita.
A: Ais… y la tía que no… que me cae mal, que es una niñata… -imitaba a la pediatra- Y
mira por donde ahora…
A: ¿Y cómo va? ¿Andáis empalagosas todo el día? ¿Vais despacito? ¿Os habéis acostado
ya?
A: Pero vamos a ver… somos adultas ¿no? yo me intereso mujer… ¿Os habéis acostado
o no?
M: ¡Ana! –en ese momento la enfermera llegaba de nuevo al salón y caminaba hasta
sentarse a su lado.
E: ¿Qué pasa?
A: ¿Te has reído mucho a mi costa verdad? Y yo apurada pensando que me había
equivocado.
E: Jajaja.
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A: Bueno y qué… ¿Cómo vais? Que ya me ha dicho la gruñona de tu novia que andáis
de mejor humor que cuando me fui.
E: ¿Mi novia? –se giraba para mirar a la pediatra que sonreía- Pues bien, al final se dio
cuenta de que estaba loca por mí y ya ves… comiendo de mi mano que la tengo.
E: Jajaja Esta es como yo… -le decía a la pediatra- Para que andarse con rodeos…
A: Pues claro que sí, además… que tengo que saber si aquí mi ídola sexual ha perdido
facultades o sigue siendo la misma.
M: Esther, por dios, no le sigas el rollo que no se calla y ya la tienes preguntándote cada
vez que habléis.
E: Jajaja.
M: Sí que lo es… -sonreía- Bueno y… así que no estoy nada mal ¿uhm? –la miraba.
E: Bueno, hasta el día que no vea lo contrario yo soy sincera… -se dejaba caer hacia
atrás sin apartar la mirada de ella- Y por ahora…
M: Por ahora… -se inclinaba hacia ella hasta llegar a sus labios- ¿Vamos y vemos si no
he cambiado?
E: Vamos a verlo aquí. –llegaba hasta sus labios encontrando estos ya abiertos para
recibirla.
E: Parece que los morados del brazo son de tiempo ¿no? –giraba uno de ellos- Y diría
que son marcas de dedos.
110
M: Por favor. -sentada al lado de la camilla comenzaba a curar alguna de las heridas.
-El padre está montando un pollo fuera porque quiere entrar a ver la hija, ¿le dejo
pasar o sales tú, Maca?
M: Ahora salgo.
Una hora más tarde la pediatra rellenaba un informe después de hablar con el
psicólogo del hospital y haber concertado una cita con el asistente social que había de
guardia.
M: Pues dice que él no le ha puesto la mano encima, pero las marcas están ahí… así
que hemos llamado al juez y manda un asistente social y el psicólogo está con ella.
C: ¿Y en qué punto estáis? No sé… cuéntame algo –sonreía- Si es tan genial debes estar
hecha una reina con ella, y ella contigo.
M: No sé… lo que me gusta es que estando aquí, aunque nos miremos y sepamos las
cosas sin tener que hablar, nos compenetramos a la perfección a la hora de trabajar, es
un gusto estar a su lado. Luego salimos por la puerta y no tarda ni un segundo en
abrazarme y ser cariñosa conmigo… en casa ya no hace falta que lo diga… -sonreía
bajando la mirada mientras movía el bolígrafo entre sus dedos- Estos días en los que
Alba no ha estado me ha ayudado a no estar preocupada, ha estado en todo momento
pendiente de mí.
M: Es lo que faltaba en mi vida ¿Sabes? Ese punto de hacer las cosas porque sí, porque
me apetecen y sin tener que hacer un estudio antes de si es correcto o no.
111
E: Bueno… era por si… -miraba a Cruz- Te apetecía venir a tomar un café antes de que
vayamos a por la niña.
M: Pues nada, vamos. –colocando la mano en la espalda de Esther le daba paso para
que saliese antes.
E: ¿Os he interrumpido?
E: ¿De mí? –se paraba sorprendida- ¿Cómo de mí? ¿De qué hablabais? –la pediatra se
inclinaba hacia su oído.
Sobre el capó del coche, pediatra y enfermera charlaban mientras más padres
alrededor hacían lo mismo a expensas de que el autobús escolar llegase con todos los
niños. Maca reía teniendo que evitar dejarse caer hacia atrás mientras Esther a su lado
fortalecía su argumento. Mirándose y sin poder dejar de reír escuchaban el autobús
llegar y de esa manera comenzaban a caminar hasta él.
M: Verás como viene con las rodillas o los codos pelados de haberse caído.
Justo entonces una niña bajaba de un salto con la mochila a cuestas y la gorra torcida,
prenda que no ocultaba lo despeinada de su coleta. Ambas sonrieron al verla correr
hacia ellas sujetándose la gorra. Maca se inclinó lo suficiente para cogerla en brazos y
recostarla en ellos a la vez que la besaba con efusividad.
112
Al: ¡Mira! ¡Mira Esther! –dejaba la mochila en el suelo y la abría con emoción- Lo
encontré ayer.
E: ¡Hala!
Al: Es un trébol de cuatro hojas mami, la profe me dijo que dan suerte. –sonreía con
ilusión.
Al: Y os he traído un regalo a cada una pero os lo doy en casa. –se volvía a colocar la
chaqueta mientras ambas se miraban.
M: Bueno… cuéntame que tal lo has pasado. –cogía su mano caminando ya hacia el
coche.
Al: ¡Súper bien mami! Hemos cantado y jugado mucho. Me han enseñado a hacer
queso y yogur. Y también hemos hecho figuras con barro. Hice un pajarito. –se cogía
también a la mano de Esther sonriendo.
Al: No. Allí no había pinturas y solo utilizábamos el horno, hice también un cenicero
pero se me cayó y se rompió.
Al: ¡Sí! Podemos hacerlo de azul y amarillo, como el que vimos allí.
Ya en el coche, la niña contaba todo con emoción mientras Esther miraba hacia atrás
prestándole toda su atención y Maca sonreía con la vista en la carretera. Una vez
llegaron a casa, la pediatra fue directa a al cuarto de baño con su hija para llenarle la
bañera y que se metiera mientras la enfermera preparaba algo de merienda.
M: Pues sí. ¿Qué preparas? –se acercó por detrás apoyando la barbilla en su hombro.
113
E: Vale, pues iré pensando cual será el precio del maravilloso café que te voy a
preparar.
Sentada en el suelo del salón les enseñaba todo cuando había llevado consigo de la
excursión, así como varias fotos que los monitores habían sacado para más tarde darles
a los niños como recuerdo de su estancia allí. Esther acababa sentándose a su lado
mirando todo con atención y siguiendo con ella la conversación.
Al: Sí. –se levantaba e iba hacia su mochila- Las he hecho yo. –volvía al suelo y obligaba
a la pediatra a sentarse a su otro lado- Nos enseñaron a hacerlas.
Al: Yo llevo otra ¿Ves? –enseñaba la suya- Son pulseras de la amistad. Las vuestras son
iguales y tenéis que llevarlas siempre. –anudaba primero una en la muñeca de su
madre- Y si se rompe o se cae guardarla, no podéis tirarla. –se giraba hacia la
enfermera para ponérsela también- ¿Os gustan?
Esther, emocionada por aquel gesto, arrastró las primeras lágrimas que amenazaban
con recorrer sus mejillas y que así la pequeña no se percatase. Sonrió con mejor sabia
hacer y rodeando su cuerpo con un brazo la acercó lo suficiente para besarla
repetidamente en la frente.
E: Son preciosas.
M: Sí, me ha dicho que en un ratito venia a ver todo lo que has crecido esta semana.
114
Viéndolas marchar, la pediatra se levantaba para recoger los restos de café y merienda
de la mesa. Bandeja en mano llegó a la cocina y se dispuso a terminar de llenar el
lavavajillas. Cuando de nuevo iba a girarse encontró a su suegra en la puerta de la
cocina.
M: No, no… es que Alba ha ido con Esther a su casa para coger unas pinturas. No te las
has cruzado de milagro.
M: Pues imagínese, ha llegado que no para quieta ni cinco minutos. Esta noche caerá
rendida en su cama.
En aquel momento las risas y el sonido de la puerta del piso de Esther inundaban la
casa haciendo que la pediatra sonriese mientras se sacaba las manos.
C: Hola cariño… ¿Cómo está mi pequeña buscadora de tesoros? ¿Te lo has pasado
bien?
C: No me digas. –sonreía.
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La cena había transcurrido de la forma más agradable. Había podido ver como la
enfermera parecía llevarse muy bien con Concha y esta no tenia reparo en tener una
conversación con ella. Parecía que todo iba mejor de lo que ella misma había
imaginado y eso le daba una fuerte dosis de ilusión que le hacía sentir mucha calma.
Recogiéndose el pelo en una coleta llegó de nuevo al salón y pudo ver como ya la niña
se apoyaba en el hombro de Esther mientras esta daba los últimos retoques a su pájaro
de barro.
M: Sí, ya es hora de que vaya recargando las pilas. –se agachaba junto a ellas- Alba
cariño ¿Vamos a la cama?
Al: Sí mami. –antes de coger la mano de su madre se giró para besar la mejilla de
Esther- Buenas noches.
E: Tu niña grande debería dormir que mañana trabaja aunque tú tengas el día libre –se
iba girando.
E: Pues sí… -dejó un beso rápido en sus labios- ¿Te apetece subir un rato?
M: Me encantaría.
116
E: Sí, un día de estos podíamos ir a patinar por el retiro. Seguro que a la niña le encanta
y nos divertimos.
M: Espera, espera… -la enfermera se giraba- ¿Patinar? ¿Esas cosas con ruedas para los
pies?
E: Llamados también patines, sí. –sonreía- ¿Qué pasa? No me digas que no sabes ¿Te
da miedo?
M: ¿Miedo? No, miedo no… -apoyaba la espalda contra la pared mientras la miraba.
M: Claro que sé, a ver si te crees que no he patinado nunca. –ladeaba un poco el rostro
mientras apretaba la mandíbula casi sin fuerza- Sé patinar.
E: Vale –sonreía- Pues iremos a patinar. –volvía a darle la espalda cogiendo sus brazos
para que la abrazase.
M: Pues iremos a patinar. –cerraba los ojos con fuerza mientras soltaba el aire para un
lado de forma que Esther no se diese cuenta.
Teniendo las manos de la pediatra acariciando su cuerpo, las miró para después llevar
la suya hasta su muñeca, justo donde aquella pulsera en colores azul y verde reposaba.
La acarició con el pulgar y la hizo girar lentamente mientras la pediatra acomodaba el
rostro en su hombro para mirarla.
M: Sí, para que veas lo mucho que le gusta que estés con nosotras, tonta. –besaba su
mejilla.
Con cuidado se sentó en el borde de la cama para así anudarse las deportivas. Miró el
reloj y comprobó que tenía tiempo de sobra. Giró su rostro y vio a la pediatra con los
ojos abiertos y puestos en ella pero sin soltar aquella almohada.
117
E: Hola.
Despacio comenzó a inclinarse hasta quedar cerca de su rostro. Con la punta de la nariz
acarició sus labios y su barbilla para después dejarle un beso.
M: Bien. –con la ayuda de uno de sus brazos fue incorporándose mientras cubría su
pecho con la sabana, ladeando su rostro haciendo que el pelo le cayese por el hombro.
M: ¿El qué?
Con la mano que sostenía aquella sabana fue hasta el mentón de la enfermera y la hizo
elevar el rostro para más tarde llegar hasta sus labios. La enfermera comenzó
enseguida a corresponder a ese beso mientras ejercía fuerza obligándola a recostarse
de nuevo, quedando parcialmente sobre ella.
M: Claro, con toda la idea del mundo. –agarró de nuevo su rostro creando un beso mas
intensó que el anterior, tanto que poco tardó en sentir una de las manos de la
enfermera apoderarse de su pecho- Venga, que te tienes que ir.
E: Eres mala. –suspiró- Esta te la devuelvo. –se separó de un salto mientras sacudía su
cuerpo durante apenas un segundo haciéndola sonreír- A ver ahora como hago yo para
centrarme.
M: Seguro que lo consigues. –la observó llegar hasta la puerta- Hasta luego.
E: Hasta luego… -volvió a suspirar y cerró la puerta dejando a Maca abrazada de nuevo
a la almohada y con una sonrisa.
T: Buenos días hija… -limpiaba sus gafas- Que pereza trabajar en domingo ¿Verdad? –la
enfermera asentía- Yo he dejado a mi Manolo roncando que daba gusto oírlo.
118
E: Aimé, dice Teresa que me necesitas –entraba en el box colocándose los guantes.
A: Sí, tengo una cesaría en diez minutos. –los celadores se llevaban la camilla- ¿Te
animas?
A: Tenemos que entrar en quirófano, ella está inconsciente y al niño hay que sacarlo.
-Mi hija dejó a su marido hace un par de meses después de muchas peleas… empezó a
drogarse y prometía que lo dejaba, que no era problema. Luego llegaron los insultos y
los bofetones…
119
A: Bueno… ¿Empezamos?
A: Pues que el padre de la criatura es un drogadicto que la tiene acosada, así que igual
tenemos lio hoy.
E: Es el primer parto en el que asisto estando aquí. –explicaba al notar como Aimé
sonreía al verla.
A: Bueno, yo me quedo cerrando esto. Llévatelo y que lo dejen listo para cuando
despertemos a la madre.
E: Claro.
Sin que pudieran ellos percatarse, un hombre avanzaba veloz reteniendo con uno de
sus brazos a un celador. La gente que se cruzaba con ellos se protegía al ver la escena y
este seguía acercándose hasta donde pretendía.
E: Pero que….
120
M: Hace un buen día y me he tomado aquí el café… pero porque no sabía que tú te
habías levantado, si no me hubiera ido contigo. –le acariciaba el pelo.
M: Pues si quieres podemos vestirnos y luego ir a recoger a Esther cuando salga para ir
a comer ¿Qué te parece?
Al: Vale.
Corriendo salía de la terraza mientras la pediatra se giraba para coger su taza para ir
hasta la cocina. Cuando entró en el salón vio a la niña asentir mientras se daba la
vuelta al escuchar a su madre, arrugó la frente y se quitó el teléfono de la oreja.
M: Dame. –quitando las zapatillas de la niña del suelo se sentaba en el sofá- Dime
Teresa.
M: ¿Esther? ¿Le ha pasado algo a Esther? –no escuchaba nada al otro lado- ¡Teresa!
¿Qué pasa con Esther?
T: Un hombre con pistola, tiene a Esther y a Aimé en quirófano, no los deja salir…
-respiraba- La policía está aquí.
Tan rápido como pudo y nada más terminar de escuchar lo sucedido vistió a Alba
intentando no llorar y mantenerse firme con ella para después subirla en el coche y
llevarla a casa de Concha. Después de verla entrar en el portal pisó el acelerador y puso
rumbo fijo al hospital. Aparcó al otro lado ya que un cordón policial le impedía entrar
en el parking y corriendo fue hasta el muelle encontrando a Teresa con una tila sentada
en la entrada.
121
M: ¿Qué ha pasado?
A: Esta mujer necesita medicamentos que aquí no hay, por no decir tu hijo no puede
estar aquí tanto tiempo.
-Aquí se hará lo que yo diga ¿te queda claro? –comenzó a caminar hasta él- Tú –miró a
Esther- Levanta… ¡Rápido!
-Dame al crio.
El hombre sorprendido por aquella pregunta apretó la mandíbula para mirar después
unos segundos al suelo. La miró de nuevo después y comenzó a subir su mano
apuntándola con el arma.
-El accidente que ocurrirá es que te pienso volar la cabeza como no me des a mi hijo y
cojas el teléfono para que hable con algún poli de los que hay fuera ¿Entendido?
A: Dáselo, Esther.
Sin dejar de mirarle a los ojos extendió sus brazos acomodando al bebé en el que el
padre tenía libre sin el arma.
-Ahora delante de mí. –le daba un pequeño golpe en el hombro- Coge el teléfono y que
te pongan con quien mandé por ahí fuera.
-¿Si?
-Dile que quite a los hombres que tiene en este pasillo o me cargo a alguien –hablaba
nervioso.
122
-Está bien. –contestaba el policía- Soy el inspector Sanz, Esther, ¿Estáis bien? ¿Hay
algún herido?
-Dame el teléfono –se lo arrebataba con dureza- Escúchame cabrón, quiero que todos
los inútiles que tienes aquí desaparezcan y me prepares un coche con el depósito lleno
en la puerta.
-¿Y eso quien lo dice? ¿Tú? ¡Aquí mando yo gilipollas! –gritaba enfurecido- ¡Y se hará lo
que yo diga!
-No te alteres… yo te despejo el pasillo y te pongo un coche, pero deja que alguien
salga, tienes a cuatro personas ahí.
-Prepárame el coche. Quiero que en media hora esté todo como he dicho. –colgaba
dando un golpe- Vale, dos saldréis de aquí, pero los otros dos se quedan conmigo, así
que ya podéis decidirlo rapidito.
V: Va a dejar que salgan dos del quirófano. –la pediatra se giraba con rapidez.
M: ¿Solo dos?
V: Por ahora sí, los policías que estaban en el pasillo se han escondido para que él no
los vea y mantener la zona limpia.
M: ¡Joder!
La voz del hombre llegó a ellos que se giraron viendo como dos policías mas
empezaban a correr hasta el ascensor. Maca quiso acercarse pero fue retenida por los
brazos de Vilches frustrando así la intención de echar a correr.
123
La iluminación en el marcador del techo les hizo saber que ya bajaban. Por uno de las
radios de los policías escucharon que así era. Maca cogió aire al ver como las puertas
se abrían y como pocos segundos después de las cuatro personas que salían ninguna
era Esther.
M: Carmen… -se acercaba hasta ella- ¿Esther está bien? ¿Le ha hecho algo?
Ca: Está bien Maca, Aimé está con ella. Decidió no venir después de que ella dijese que
se quedaba.
Sintió como le fallaban las piernas y ayudada por Teresa se sentó en uno de los bancos
de la sala de espera. No conseguía asimilar aquello. Esther había decidido quedarse en
aquel quirófano junto a un hombre armado.
E: ¿Sí?
-Venga, pues tú delante de nosotros. –se dirigía a Aimé- Y tú guapa coges al niño que
vas a ir bien pegadita a mí.
Como había dicho, Aimé se colocaba delante de ellos mientras detrás, el hombre
rodeaba a Esther por el cuello con uno de sus brazos y la apuntaba con la pistola. La
enfermera mantenía al pequeño entre sus brazos y mantenía la calma.
124
A: Tranquilo.
Despacio abría la puerta del quirófano y la mantenía así esperando que ellos también
saliesen. Ya fuera se quedaba a tan solo un paso de ellos. El hombre, nervioso miraba a
su alrededor cuando vio el reflejo de alguien en uno de los cristales del pasillo. Se
detuvo mirando más fijamente.
-¡Para!
Tiró del brazo del médico mientras comenzaba a caminar hacia atrás arrastrando
también a la enfermera. Antes de cerrar se mantuvo en la puerta.
-¡Os he visto cabrones! ¡¿Me oís?! –el inspector cerraba los ojos al escuchar aquel grito
desde la radio de uno de sus hombres.
De nuevo la puerta del quirófano se cerraba y Maca con ambas manos sobre el capó de
uno de los coches cerraba los ojos con fuerza conteniendo el llanto.
-¿Si?
-¡Le dije que ni un policía! ¿Es así como quiere hacer las cosas? ¡¿Me tengo que cargar
a alguien para que me haga caso de una puta vez?!
-Escúchame…
-¡No! ¡Escúchame a mí! Quiero una radio, déjemela en la puerta y la chica saldrá a por
ella. Y como se le ocurra hacer algo me la cargo. –colgaba de nuevo.
125
Mientras colocaba los goteros y miraba por encima de su hombro, pensaba en cómo
hacer para que aquel hombre no la descubriese y poder coger lo que ya tenía
localizado sobre una de las bandejas.
A: Voy a subir un poco la temperatura ¿Vale? –se levantaba con cuidado- El niño no
puede coger frio.
Aquel momento fue el que ella esperaba. Se giró con rapidez y después de coger lo que
quería lo metió en uno de los bolsillos de su pijama. Tragó saliva y fue hasta donde
antes permanecía sentada.
E: La acaba de dejar.
Asintiendo abrió la puerta y dio los apenas cinco pasos hasta aquella radio de mano. La
cogió y regresó hasta el quirófano para dársela. Este la miró hasta que volvió a su lugar
y encendió la radio. Suspiró y se sentó en una silla cerca de la puerta.
-Sí, le escucho.
-Lo tiene con el depósito lleno y cosas para el niño. –uno de los policías le miraba
extrañado y este negaba en silencio.
-Está bien, seré piadoso y no tendré en cuenta ese primer error que ha cometido… voy
a volver a salir, la enfermera irá delante de mí. –Maca se acercaba asustada hasta el
policía- Como vea algo extraño, escuche que alguien nos siguen, u ocurra algo que me
haga pensar que no sigue mis indicaciones le pegaré un tiro ¿Queda claro?
126
Como hiciera antes, Aimé iba por delante mientras Esther con el pequeño en los brazos
se dejaba agarrar para que él fuera pegado a su espalda. Justo antes de que empezasen
a caminar metió la mano en el bolsillo y alcanzó la jeringuilla que había cogido de la
bandeja.
-Vamos.
Tras el disparo, los policías junto al pasillo corrieron hasta ellos mientras Esther se
dejaba caer protegiendo el cuerpo del niño. El padre fue cayendo despacio conforme
sentía que las piernas no le respondían y finalmente caía inconsciente al suelo. Aun así
fue esposado y dos médicos aparecieron también tomando sus constantes.
En el pasillo junto al box, Maca observaba como atendían a Esther a la espera de que la
dejasen entrar. Dos policías la interrogaban y justo cuando salían le dejaron pasar.
M: Cariño. –se alejaba lo justo para coger su rostro entre sus manos y mirarla.
127
M: No vuelvas a hacerlo. –se acercó para besarla- ¿Me oyes? –la besaba de nuevo.
E: Te lo prometo.
T: ¿De verdad? –la miraba mientras le palpaba los hombros- ¿Estás bien?
T: Perdona, perdona.
M: Vamos a casa. –cogía su mano para que bajase de la camilla- Que allí te vas a
enterar, no te creas que te libras de una conversación. –la enfermera se detenía.
Mirándose fijamente durante unos segundos vio como finalmente la pediatra sonreía y
volvía a abrazarla para besarla después.
M: ¿Cómo quieres que no me preocupe? Has estado dos horas con un loco armado en
un quirófano ¿Y quieres que no me preocupe? –se sentaba de nuevo a su lado.
La miró con seriedad, manteniéndose igual durante un rato antes de bajar la mirada y
unir sus manos a la vez que suspiraba. Vio el vaso sobre la mesa y lo cogió para
tomarse la pastilla ante la mirada de la pediatra que seguía en silencio.
M: La he dejado con Concha… luego la trae ella. Quería que descansases. –estiró el
brazo para acariciarle el pelo- ¿Quieres algo?
E: Que me abraces.
128
Aun en su sueño, sentía como algo muy suave acariciaba su mejilla. Se concentró en
continuar con los ojos cerrados y no abandonar su estado, pero le fue imposible.
Finalmente se despertó y muy lentamente fue abriendo los ojos. Frente a ella, Alba
permanecía de rodillas en el suelo mirándola y acariciándole la piel cerca de la frente.
Miró su cuerpo y se vio tendida en el sofá sin la pediatra. Sonrió y volvió a mirar a la
niña.
E: Hola.
E: ¿Te echas aquí conmigo un ratito? –preguntó mientras dejaba un espacio más
grande para ella.
Al: Vale.
Con rapidez se giró para colocarse en el hueco que la enfermera había dejado para ella
y pegando la espalda a su pecho vio como la rodeaba con su brazo a la vez que
agarraba su mano. Esther suspiró cerrando de nuevo los ojos.
Al: La abuela puso la tele y salió el hospital… hacía mucho tiempo que no veía a mamá
llorar.
De nuevo se hizo el silencio y Esther volvió a recordar lo sucedido a la vez que las
palabras de Alba la hacían sentirse entonces culpable por la preocupación que había
sentido la pediatra por ella. Aun en sus pensamientos escuchó la puerta abrirse y
volver a cerrarse para dar paso a Maca que entraba en el salón.
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E: Te parecerá bonito irte y dejarme sola en el sofá… -se sentaba mirándola- Menos mal
que estaba tu hija que me cuida como dios manda.
Fue hasta el sofá para sentarse a su lado y con cuidado retiró el flequillo de su frente
para despacio y con cuidado despegar la gasa que cubría su herida. Con total
concentración miró los puntos y volvió a cubrirlo.
M: ¿Te duele?
M: No seas tonta, Esther… No ha sido culpa tuya, y claro que me preocupo. ¿Cómo no
lo voy a hacer? Pero no es culpa tuya ¿me oyes? –Esther asentía.
Sin borrar su sonrisa siguió con la caricia que había dejado segundos antes
tranquilizando así a la enfermera.
La primera fue Esther haciendo que su respiración así se lo hiciese saber a la pediatra
que con el mando a distancia apagaba la televisión y más tarde la luz para volver a
recostarse y quedarse de lado mirándola, sabiendo que tardaría bastante en poder
conciliar el sueño.
Horas más tarde rodeaba su cuerpo por detrás cuando escuchó como comenzaba a
balbucear nerviosa a la vez que se movía agitada. Encendió la luz y se incorporó.
M: Sshh ya está… ha sido una pesadilla, cariño. –la obligaba a separarse para limpiarle
las lágrimas- Estoy aquí.
M: Vuelve a dormir.
Esther finalmente dormía profundamente sobre su pecho. Con los ojos aun abiertos
miraba al techo mientras pasaba su mano una y otra vez por su hombro, pensando
incluso que parecía haber sido hipnotizada por aquella caricia.
Recordaba una y otra vez el miedo que se había apoderado de ella al recibir la llamada
de Teresa, cuando llegó al hospital y aun mas cuando no la vio salir de aquel ascensor.
Se reproducía a la perfección el sentimiento en su interior haciendo que su piel
reaccionase también. Giró su rostro lo suficiente para mirarla. Besó su frente y suspiró
al pensar en si la hubiese perdido también. La estrechó entre sus brazos haciendo que
esta se quejase mínimamente para volver a acoplarse después. Cerró los ojos con
fuerza queriendo borrar aquellos pensamientos a la vez que la angustia volvía a
apoderarse de su pecho haciendo que necesitase soltar un aire que la ahogaba.
Su mente fue hasta el momento en que la puerta del ascensor se abría dejando paso a
esa sonrisa. La primera discusión días después. Se vio colándose por su balcón, Esther
tendida en el suelo inconsciente. Su sonrisa de nuevo. La vio junto a Alba formando
uno de sus puzles. Sonriendo nada más abrir los ojos por la mañana.
M: Te quiero…
Al día siguiente, Maca había conseguido convencerla de que lo mejor era que se
quedase en casa, teniéndole que decir incluso que eran órdenes directas de Cruz, que
también le había dicho a ella que se tomase el día libre para estar junto a la enfermera.
131
M: Sí.
M: Están los dos bien… el niño dice Teresa que es muy guapo y que la madre quiere
verte para darte las gracias… el ex marido está detenido y seguramente no vea la calle
en mucho tiempo.
E: Me alegro… -la abrazaba aun mas- Me gustaría ver al crio… ¿crees que cuando
vuelva aun seguirán allí?
M: Pues no lo sé, cariño… -acariciaba su pelo despacio- Si están pues los ves, si no pues
la llamas y te interesas… seguro que le hace ilusión.
M: Es normal, cariño. –la abrazaba- Fue un momento tenso, muy difícil… en unos días
todo habrá pasado y verás cómo no tienes más pesadillas. –besaba su frente- No te
preocupes por eso… tú tranquila que te recuperes pronto para volver al hospital.
M: Está preocupada porque cree que estás malita, y como lo vio en la tele pues… es
normal, en cuanto te rías un poco con ella y hagáis el ganso como siempre se le pasa.
M: Pues el ganso… eso que haces tú tan bien y que ella parece ir pillándole también el
truco.
M: Claro que sí… -contestaba con seriedad- Además, el ganso está muy rico si se sabe
cocinar. –se lanzaba a su cuello.
E: ¡Maca!
132
Los días habían pasado consiguiendo que la normalidad regresase. Esther tras unos
días retomó el trabajo en el hospital encontrando una protección y preocupación en la
pediatra que le hacía sentirse tranquila.
Nadie allí podía decir desconocer el cariño con el que se trataban, sobre todo por parte
de Maca que se deshacía en cuidados y atenciones hacia la enfermera. Muchos
andaban sorprendidos con aquella faceta hasta entonces desconocida para la mayoría,
haciendo que incluso en algunos momentos le dejasen claro que aquella debilidad
dejaba rastro por donde fuera que iba.
De esa manera, hacían la vida en el piso de Maca. Gran parte de la ropa de Esther ya
era acomodada casi sin hablarlo entre la de la pediatra que había ido dándole su
espacio sin preverlo.
E: Cualquiera diría que no tienes ilusión por patinar con nosotras. –sonreía desde la
puerta.
M: ¿Acaso se van a llevar el retiro a otra parte? –cogía las llaves con indiferencia- No sé
por qué hay que ir con tanta prisa.
Aquel susurro desarmó su pose y no pudo más que sonreír y negar con la cabeza en lo
que esperaba que fuese una clara amenaza. Media hora después llegaban a la entrada
y Alba corría hasta un banco para quitarse su calzado.
133
M: Si esperáis a que me caiga os podéis dar una vuelta porque no ocurrirá. –ante el
comentario ambas rieron.
E: Venga vamos. –extendía su brazo para que cogiese su mano- Iremos despacio hasta
que te acostumbres.
M: ¡Alba no quisiera recogerte del suelo, eh! –alzó la voz al ver como se iba alejando.
E: Quieres no ponerte así. –se detenía dando un ágil giró hacia ella.
E: Que disfrutes cariño. –se iba acercando despacio hasta ella- Que nos vamos a
divertir. –antes de llegar a sus labios se detuvo cerrando sus dientes en un falso
mordisco al aire que dejó a la pediatra esperando su beso.
M: ¡Pero oye!
Casi una hora después, la pediatra había tomado control absoluto de sus patines y
sonreía yendo de un sitio a otro con soltura. Esther reía retándola en más de una
ocasión viendo como casi podría llegar a ganarla. Alba disfrutaba viendo como su
madre iba detrás de ella fingiendo no poder correr mas mientras ella intentaba que no
le diese alcance.
La hora de comer llegaba y sentándose en una sombra sobre el césped sacaban los
bocadillos que habían preparado para aquel día.
E: Buf… estoy muerta. Mañana verás que agujetas… -daba un mordisco- No vamos a
poder movernos.
M: Yo sé de una que esta noche dormirá como un tronco. –Esther y Alba se miraron-
Bueno, dos… -ponía los ojos en blanco mientras miraba al cielo y ambas reían.
E: Claro que sí. Mientras mamá patinadora nos pueda seguir el ritmo. –sonreía de
espaldas a ella.
134
E: Pues que sepa que no le tengo ningún miedo eh… -rozó sus labios- Ningún miedo. –
finalmente le daba un beso escuchando después una risa de Alba- ¿Y usted de que se
ríe, bandida?
M: ¡Ahora verás!
Sin dejar que se escapase se lanzó sobre su hija comenzando una guerra de cosquillas a
la que poco tiempo después se sumaba la enfermera aliándose con la pequeña y
derrumbando a Maca que se quejaba por lo desequilibrada de la situación.
Nada más terminar su cena, Alba caía rendida en el sofá sobre las piernas de Esther
que esperaba a que Maca saliese de la ducha. Miraba el televisor cuando finalmente la
escuchaba llegar al salón.
E: Ya se ha dormido.
M: Pues a la cama. –se agachaba frente a ella para cogerla en brazos- ¿Te duchas
mientras?
E: Sí.
Veinte minutos más tarde salía ya cómoda y caminaba hacia la cocina, donde la
pediatra terminaba de recoger todo para ir también a dormir. La abrazaba por la
cintura dejando un beso en su hombro.
E: Podría ser… sí. –rodeaba su cintura sin dejar de sonreír- Me apetece un postre a la
Maca… -se pinzaba el labio.
E: Claro, hoy la casa invita y puedes repetir si quieres. –sin soltarse de su cintura se
colocaba de puntillas para morder su labio inferior- ¿Qué me dices?
M: Pues que vamos a por ese postre ya… -cogía su mano con fuerza y comenzaba a
caminar hacia el dormitorio arrastrándola.
E: Jajaja.
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M: Espera Ana que está el ascensor roto y tengo que subir por la escalera.
M: No me ahogo por otras cosas y lo voy a hacer por esto… -sonreía abriendo ya la
puerta de su casa.
M: Jajaja. –dejaba las bolsas sobre la mesa- Voy a sentarme que vengo muerta.
M: Que va, tiene guardia esta noche y hasta las siete no sale. Alba está con su hermana
y con Luis que han ido al parque de atracciones.
M: Sí, sí… -se quedaba en silencio- Solo es que… bueno… -colocaba ambos codos sobre
sus rodillas- Hay un cambio que… bueno que…
M: Que no me atrevo a decirle que me he enamorado de ella… -cerraba los ojos con
fuerza no sabiendo como reaccionaria su amiga.
En aquel estado y esperando alguna reacción veía que esta no llegaba. Comenzó a
morderse el labio mientras miraba al suelo y empezaba a ponerse más y más nerviosa
ante el silencio.
A: No sabes lo que me alegra oírte decir eso, Maca… de verdad. –sonreía emocionada.
M: Ya…
M: Pues porque ella no ha dicho nada que me haga pensar que ella también está…
bueno que... ¿Y si se lo digo y lo estropeo?
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M: Ya Ana, pero cambia las cosas… Yo no sé si ella no quiere nada más serio de lo que
ya tenemos. No sé si quiere tener el peso de una relación con una mujer que tiene una
hija… que es viuda y no tiene la misma libertad que pueda tener ella para hacer las
cosas…
A: Sigo pensando que son tonterías. Además… estoy segura de que si se lo dices te
darás cuenta de que tenias que haberlo hecho antes.
A: Jajaja.
Eran las siete y cuarto cuando Esther abría la puerta y se quitaba los zapatos sintiendo
como le dolían bastante los pies después de aquella guardia. Volvió a echar la llave y
dejando el bolso en la entrada comenzó a caminar hacia el dormitorio. Sonrió al ver
como Maca dormía sin haberse dado cuenta de su llegada y después de desnudarse iba
hacia la ducha. Diez minutos después y con un pantalón corto y una camiseta iba hacia
la cama.
Nada mas cubrirse con la sabana buscó el cuerpo de la pediatra que respondió casi al
instante abrazándola y dándole un beso en la frente.
E: He venido muerta… -se acurrucaba mas contra ella- Solo quería llegar aquí para
meterme en la cama contigo.
Y tan solo un par de minutos después, la pediatra volvía a dormirse junto a Esther.
137
Al: Oye mami… ¿Y Esther vendrá con nosotras a casa de los abuelos en vacaciones,
verdad?
M: Sí.
M: Estoy bien. –sonreía con sinceridad- Y tú tienes una cara de sueño que es para
sacarte una foto. –reía.
E: ¡Pero no te rías! –le daba en el hombro casi sin fuerzas- Que tengo sueño… -se
dejaba caer sobre su pecho- He tenido una guardia horrorosa.
E: Recuérdame que luego te diga una cosa ¿Vale? –bostezaba después de hablar- Que
seguro se me olvida.
138
Nada más abrir los ojos comprobó como la enfermera seguía durmiendo, y sabía que si
la dejaba, podría hacerlo todo el día. Sonrió y fue a la cocina, exprimió un par de
naranjas para llevarle un buen zumo y cortó un trozo de bizcocho para después ponerlo
en un plato.
M: Tengo un trozo de bizcocho que lleva tu nombre. –sonrió al ver como se giraba-
¿Con eso sí, no? Con eso si me haces caso.
E: Tonta.
Sonriendo se colgó de su cuello haciendo que la pediatra tuviera que echarse sobre ella
por la fuerza que ejercían sus brazos. Suspiraba no dejando que se alejase de ella
sintiendo como besaba repetidas veces su cuello.
E: Buenos días…
E: Sí… pero si me dejas duermo todo el día ya lo sabes. –sonreía- ¿Y tú? ¿Has dormido
bien sin mí?
M: Pues la verdad es que no… estuve a punto de ponerme un pantalón e ir a por ti. –
sonrió inclinándose para besarla- Venga, que te he traído el desayuno.
Entre algún que otro juego y risas, consiguieron que el desayuno desapareciese de la
bandeja. Tras eso Esther decidió darse otra ducha y despejarse así para ser mas
persona. Cuando salió de nuevo se encontró con Maca doblando la ropa limpia sobre la
cama.
E: ¿Te echo una mano? –se colocó tras ella acariciando su espalda.
E: Claro.
139
E: ¿Qué pasa?
M: Que a la gente le gusta mucho cotillear lo que no debe. –alzaba la voz lo suficiente
para que la mujer se diese por aludida.
E: ¿Y qué más da? Deja que la mujer se distraiga. –sonreía a la vez que en dos pasos
rápidos se quedaba tras ella para dar un salto- ¡Aúpa!
M: ¡Esther! –con rapidez llevaba sus manos atrás para que no cayese.
E: ¿Me llevas a caballito? –pegaba el rostro a su cuello- ¿A que sí? –dejaba un beso-
Que estoy cansadita cariño.
E: Jajaja.
Mientras Maca se daba una ducha, Esther y Alba habían ido hasta el piso de la
enfermera para regar las cuatro plantas que lo adornaban y limpiar la pecera. Habían
echado los peces en un barreño donde Alba metía el dedo queriendo tocarlos.
Al: A una niña de mi clase le han regalado un perrito por su cumple. Es muy bonito y le
ha llamado Pancho.
E: Yo tenía uno hace unos años. –sonreía recodándolo- Era una bola de pelo
desordenado.
E: Yo lo intento y a ver que dice… seguro que se lo piensa y nos deja tener uno. Y lo
llamaremos como tú quieras.
140
Mientras Esther terminaba de ordenar y colocar a los peces en su sitio, Alba fue de
nuevo hasta casa con un libro de cuentos que la enfermera tenía en casa y le había
dado.
Al: Enseguida viene… -se sentaba junto a ella- Me ha dejado un libro de cuentos que
tenía en casa. –sonreía.
E: Que mi hermana va a preparar una comida el fin de semana que viene en su casa. Es
su cumpleaños y van a ir tíos, primos, etc, etc… Ha dicho que no se nos ocurra no ir.
M: ¿Nos?
M: Eh… sí, sí… no es que no quiera pero… -giró su rostro viendo que la niña seguía
concentrada en el libro- ¿No te dirán nada? Vas a llegar con una mujer y una niña.
M: Cariño. –cogió sus manos- No te enfades lo digo por ti, no quiero que vivas una
situación incómoda por mi culpa.
E: Alba cielo… ¿Quieres ir al ordenador y buscar en internet el libro ese que querías
que te comprase?
Al: Vale. –sin extrañarse por aquello bajaba del sillón para ir hasta el despacho
dejándolas solas.
141
E: ¿Qué no me ponga cómo? Le estoy diciendo a mi novia que mi hermana nos espera
en su cumpleaños y lo primero que veo es como se preocupa por el qué dirán, cuando
eso es a mí a quien debería preocupar ¿no?
M: Haz el favor de no ponerte así porque estás sacando todo esto de quicio. Solo
intentaba hablar contigo como dos personas adultas.
M: De verdad… cuando te pones así no hay manera. –apoyaba la frente sobre sus
manos- No sé puede hablar contigo.
E: Pues nada, ya me callo y no te molesto… -se sentaba lejos de ella con los brazos
cruzados.
M: ¿No puedes no pensar en que no quiero ir y creer que lo hago porque me preocupo
por ti? ¿No puedes, no?
M: ¿Sí? –la miró con seriedad- Pues me da igual, pienso decir lo que me apetezca que
para eso estoy en mi casa.
142
E: A mi casa a decir y hacer lo que me dé la gana, como tú. –caminaba hasta la puerta.
M: Esther no seas cría, no lo he dicho por eso. –la cogía del brazo pero esta se zafaba y
seguía hasta su casa.
E: Buenas noches.
M: Esth… -la enfermera cerraba dando un portazo- ¡Ah! –apretaba la mandíbula- ¡Pues
bien! –cerraba frustrada.
Había pensado un par de veces en ir a llamar a su puerta, pedirle disculpas por algo
que no había hecho con mala intención e intentar solucionarlo. Pero justo cuando
pensaba abrir se daba la vuelta enfadada y volvía al sofá.
Mientras tanto, al otro lado de la pared, Esther estaba a un par de metros de la puerta
con la intención de salir. Se sentía avergonzada, sabía que había tomado muy a la
tremenda sus palabras y que podía haber hecho porque no llegasen al punto en el que
se encontraban.
Se miraron durante unos segundos en los que no dijeron nada y Maca finalmente se
giraba para volver al salón. Sentada en el sofá escuchó que la puerta se cerraba y el
cuerpo de la enfermera se detenía en la puerta mientras ella apagaba el cigarro y
acomodaba ambos brazos sobre sus rodillas.
E: ¿Me perdonas?
La pediatra giró su rostro para mirarla y sin contestar volvía a mirar al suelo haciendo
que Esther apretase los labios y comenzase a caminar hacia el sofá.
E: Siento haberme comportado así… sé que no lo has dicho porque no querías venir.
143
M: No lo sé… -habló sin dureza a la vez que se iba recostando para pegar su espalda al
sofá sin dejar de mirarla.
E: Te he traído esto… -extendió su brazo mostrando una flor que había llevado oculta
hasta entonces.
En silencio Maca se quedó mirándola mientras le ofrecía aquella flor, de las que le
sonaban había en una de las macetas grandes de su balcón. La cogió y la llevó hasta su
rostro para olerla. Volvió a mirarla y cogió su mano tirando de ella después para que se
sentase sobre sus piernas.
M: ¿Y qué más?
La enfermera sonrió tímidamente y se acercó a sus labios dejando un beso corto antes
de volver a separarse.
M: ¿Y qué más?
Volvía a acercarse para besarla pero más despacio que la vez anterior. Atrapando sus
labios mientras acariciaba una de sus mejillas.
M: Me tienes que decir que le gusta a tu hermana para comprarle un buen regalo…
tengo que causar buena impresión a la familia. –sonreía sintiendo como tras aquella
frase la enfermera la abrazaba rodeando su cuello con ambos brazos.
M: Genial, tiene una familia fantástica. Alba disfrutó de lo lindo con todos los demás
niños y fue un día bastante cómodo, la verdad.
A: ¿Entonces bien, no? ¿Nadie que se metiese de mala manera donde no debía?
144
A: Mira que bien… te veo saliendo en el programa ese de Está pasando comiendo arroz
junto a los abuelillos.
M: Ya… tendré que hablar con ella… -en ese momento se abría la puerta de casa y
podía escuchar como entraban Esther y su hija- Ya están aquí.
E: ¡Pero oye! –Alba corría delante de ella hacia su habitación y entraba en el salón
viendo a Maca con el teléfono- Perdón…
A: Pásame a tu chica, anda, que me apetece hablar con ella y que me suba el ánimo. –
la pediatra sonreía.
M: Quiere hablar contigo… -le tendía el teléfono viendo como se sentaba sobre sus
piernas para hablar.
E: Dime guapa… sí, me la he llevado a dar una vuelta que aquí la mamá estaba cansada
y quería que durmiese un rato… -sonreía- Será la edad sí.
M: Estoy aquí, eh… -la miró frunciendo el ceño recibiendo un beso después.
E: Pues muy bien… -seguía con Ana- Les encantó a todos y ya me dijeron que había
tenido buen ojo… jajaja… ahora en serio, les cayó a todos muy bien… claro…
145
Como había dicho, siguió besando aquella parte de su cuerpo mientras despacio metía
la mano bajo su camiseta para acariciar su estomago sintiendo como se estremecía sin
remedio.
E: Bueno Ana, que te tengo que dejar… sí, a ver si vienes un día… venga guapa, hasta
luego. –colgaba y dejaba el teléfono sobre la mesa- ¿Se puede saber qué te pasa?
M: Mucho.
E: Pues tu hija está aquí y no puede ser… -se levantaba sintiendo como volvía a tirar de
ella sentándola de nuevo- Maca. –el timbre sonaba.
Sin abrir los ojos comenzó a mover sus dedos acariciando la piel sobre la cadera de la
enfermera. Suspiraba sintiendo la completa relajación que le hacía conseguir y era en
momentos como ese que le gritaría cuanto la quería, dejaría de callarse lo que tanto
necesitaba decir, pero cuando el aire llegaba a su garganta secaba su boca sin remedio.
E: Dime.
146
Cuando escuchó aquello se detuvo a la altura de sus ojos abriéndolos también parar
mirarla. La pediatra llevó su mano hasta su mejilla acariciándola despacio.
M: Claro… no pienso estar un mes sin verte. –sonreía- Quiero que vengas con nosotras.
E: ¿Y tus padres?
E: Pero Maca…
M: Conozco a mi madre, Esther, y ojalá que no… Pero no me extrañaría que esperase a
que no esté contigo para decirte cualquier cosa, y quiero que vengas a contármelo. No
te calles porque entonces es cuando cree conseguir lo que se propone.
M: Además, hay una casita pequeña que podíamos ocupar nosotras y no estaríamos
con ellos todo el tiempo…
M: ¿Y por qué no pasamos a cosas realmente serias? –se giraba con Esther entre sus
brazos dejándola sobre el colchón- Aun nos da tiempo a seguir donde lo hemos dejado
antes.
M: Pues yo estaba por aquí abajo mientras tú… -sonrió mientras comenzaba a
descender.
147
E: Pues aun no lo sé. En principio era este viernes pero ha estado llamando a su madre
y no hay manera de dar con ella. Me ha dicho que esta tarde volvía a intentarlo desde
el hospital. –miraba hacia el columpio donde estaban los niños.
E: Maca dice que no es mala, pero que siempre ha tenido un carácter agrio. No llevó
muy bien que se casase con Lucia. En cambio a la niña parece que la adora.
E: Ya Marta, pero si voy con ella es para pasar unas vacaciones tranquilas con la niña.
No quiero que esté todo el día tensa y pensando en si su madre aparecerá de repente.
En aquel momento Alba comenzaba a correr seguida por Luis llegando segundos
después hasta la mesa, la cual rodearon varias veces en la misma carrera hasta que la
niña se detuvo junto a Esther agarrando su silla.
E: Estás sudando, cariño… -pasaba la mano por su nuca- ¿Quieres un poco de agua?
E: Alba descansa un poco anda, que lleváis una hora corriendo y mira cómo estás… -le
tendía un botellín de agua.
Ma: Toma tu botella. -sonreía viendo como ambos bebían casi sin respirar.
Al: ¡Un saltamontes! He querido cogerlo pero las patas pinchaban y enseguida ha
saltado… no lo hemos podido coger.
148
L: ¡Sí!
Ambos salían corriendo con Alba a la cabeza que llegaba hasta lo que ellos habían
bautizado como “nuestro castillo”. La enfermera sonreía viendo como la pequeña subía
hasta lo más alto y llamaba a su sobrino que llegaba segundos después.
Ma: Que no te extrañe que aun siendo hermanas también dentro de unos años seamos
consuegras.
E: Jajaja.
-¿Si?
M: Por fin… -suspiraba- Llevo dos días queriendo hablar contigo y no hay manera.
M: Yo estoy bien mamá ¿Qué tal estás tú? –preguntó con ironía viendo como el silencio
continuaba- Vamos a ir para allá el viernes. ¿Estaréis en casa?
M: Ya… bueno pues eso. Que vamos a ir el viernes, llegaremos sobre la hora de cenar
y… -carraspeaba- Dile a Carmen que prepare la casita del abuelo que vamos a estar ahí.
-¿Cómo que ahí? La niña tiene su dormitorio aquí y tú el tuyo. ¿De qué vais a dormir
allí?
M: Esther viene con nosotras… -apretó los labios mientras se recostaba en su asiento y
miraba el borde de la mesa mientras lo acariciaba esperando una reacción- Alba quiere
que venga con nosotras y yo también.
-Ya…
-¿Y por donde quiere la señorita que lo haga? Estoy un año sin ver a mi nieta y ahora
vienes a decirme que vendrás con esa que se pasa el día en tu casa.
M: No has visto a tu nieta porque no te ha dado a ti la gana, así que no vengas ahora
con aires de abuela dolida porque no va contigo. –comenzaba a enfadarse- Hasta el
viernes mamá.
Sin tan siquiera responder, escuchaba como su madre colgaba el teléfono al otro lado
haciendo que prácticamente tirase el aparato sobre la mesa, frustrada como otras
tantas veces que hablaba con ella. Cerró los ojos intentando calmarse y sacó el móvil
de su bolso.
E: Hola, cariño.
M: Sí. Pues salgo para allá, apenas tardo quince minutos ¿vale?
E: Vale, un besito.
Sintiéndose algo más tranquila guardó de nuevo el móvil y cruzándose el bolso salió de
su despacho para ir junto a las dos personas que podían conseguir arreglar su día.
Aparcó el coche cerca del parque y cogiendo tan solo su bolso se encaminó hacia
donde Esther le había dicho que estaban. Podía ver como bastante gente salía ya a
pasar mejor las horas del calor de verano. Ella misma había ido con Esther de compras
para renovar su vestuario, comprando un sinfín de camisetas de tirantes y pantalones
cortos. Sonriendo por recordarlo, vio como en una mesa a pocos metros descubría la
posición de las mujeres.
E: Que fresquita estás… -sonreía- como se nota que viene con el aire acondicionado
puesto.
150
E: La niña anda por ahí también deshidratándose. –se giraron para verla junto a Luis en
los columpios.
M: He hablado con mi madre… -se giró para mirarla mientras cogía su mano- Han
estado en Vigo y por eso que no la localizaba. Le he dicho que el viernes para cenar
estaríamos allí.
E: ¿Bien, no?
M: Si bueno… luego hablamos en casa. –le ofreció una sonrisa de medio lado y miró los
vasos sobre la mesa- ¿Queréis algo más? Yo necesito algo muy frio.
Ma: No gracias.
E: Vale. –sonreía asintiendo- Pues qué bien… -suspiraba una vez se hubo alejado.
E: Pues que tiene cara de haber discutido con ella… seguro que le ha dicho algo. –se
apoyó sobre la mesa- No estamos allí y ya está consiguiendo que le cambie el humor.
Ma: Bueno tranquila… es normal. Cuando estéis allí verás cómo no es tanto como
parece.
E: Pues… -sonrió de repente- Agáchate aquí conmigo que ha ido a pedir algo de beber y
sale ahora mismo. Le vamos a dar un susto.
E: Ya viene… -susurraba.
M: ¡Me caguen…! –dejaba los vasos sobre la mesa y salía tras ella- ¡Ahora verás tú! –la
cogía de la cintura sintiendo como esta de dejaba caer.
151
Ma: ¡Ah no! Detrás de mí no… -la empujaba para que se moviese- Yo no quiero tener
que ver en esto que no he hecho nada.
La pediatra seguía caminando hacia ella sin decir nada mientras Esther comenzaba a
reír de manera nerviosa al ver como se aproximaba cada vez más a ella.
E: Va cariño… no seas así. –la pediatra sonreía alzando su mano para llamarla con un
movimiento de su dedo incide- No… ¡Pero que ha sido ella! –reía más nerviosa- ¡Que
no!
Sin pensarlo salió corriendo hacia los columpios seguida de la pediatra que en pocos
pasos casi estaba pegada a ella. La enfermera se colocó detrás de un banco que la
protegía, riendo sin poder parar mientras Maca delante pretendía darle alcance. Otra
vez salía corriendo pero siendo más rápida, la pediatra la rodeaba por la cintura
haciendo que segundos después cayesen sobre el césped.
E: ¡Maca! –intentaba soltarse- ¡No seas rencorosa que solo ha sido una broma! –daba
patadas al aire mientras la pediatra se sentaba sobre su vientre.
M: Las cosas se pagan ¿sabes? Y a ti te gusta mucho darme sustos y reírte a mi costa…
-sonreía inclinándose.
Sonriendo y buscando sus labios, la pediatra conseguía llegar a ellos sintiendo como en
un primer momento la enfermera ponía resistencia y tenía que girar su rostro con
fuerza no queriendo que se despegase de ella. Segundos después conseguía su
propósito y comenzaba a besarla sin soltar sus manos.
M: Ale… -se ponía en pie junto a ella- Ya eres libre. –se sacudía el pantalón.
E: ¡Ahora verás!
Dando un salto la rodeó con sus piernas por la cintura haciéndola caer de espaldas de
nuevo sobre el césped de manera que las dos comenzaron a reír por el golpe.
152
Desde la mesa, Marta sonreía por la escena y negaba en silencio al ver como su
hermana disfrutaba como una niña con la pediatra.
El taxi llegaba a la estación de AVE y Esther junto a la pequeña iban directas al maletero
mientras la pediatra pagaba al taxista para echarles una mano después. Dentro, la
enfermera subía a coscaletas a Alba mientras Maca tiraba del carro con las maletas e
iban hacia el andén.
Al: Vale… -bajaba no muy convencida- ¿Pondrán película mami? –se cogía de la mano
de Esther.
M: Toma, sube con ella y ahora voy yo… -le daba los billetes.
Tal y como le había dicho, caminaba sin soltarse de la mano de Alba hasta uno de los
vagones para poco después encontrar los asientos. La niña sonrió al ver que su madre
había elegido justo lo que a ella le gustaba, cuatro asientos divididos por una mesa en
medio que ella usaba para dibujar durante el camino.
M: Ya estoy aquí… -se sentaba junto a la enfermera quedando la niña frente a ellas.
M: Que el tío era un inútil y metía las maletas de cualquier forma y no me ha dado la
gana callarme.
Al: Oye mami… -se colocaba de rodillas en su sitio- ¿Y la abuela estará cuando
lleguemos?
M: Pues no lo sé, los abuelos andan liados y seguramente nos esperen en casa.
153
M: Cuando lleguemos llamamos a la tita Ana que me dijo que si podía se venía con
nosotras.
E: Ahora vengo… -se puso en pie esquivando las piernas de la pediatra para salir.
M: ¿Dónde vas?
La pediatra frunció el ceño y la vio caminar por el pasillo rumbo a la cafetería. Cerró el
libro y suspiró guardándolo en su bolso.
Cuando llegó a la cafetería la buscó con la mirada encontrándola al fondo en una mesa.
Disculpándose comenzó a esquivar a las personas que casi llenaban aquel vagón y llegó
hasta ella, viendo como elevaba su rostro mostrando una media sonrisa antes de que
se sentase a su lado.
M: ¿Por qué no me lo has dicho? -cogió su mano acercándose a ella para dejarle un
beso en el hombro- ¿No te pasa nada mas?
M: No vas a estropear nada, muy al contrario vas a hacer que sean las mejores
vacaciones en mucho tiempo solo por el hecho de que estás conmigo. ¿Te arrepientes
de haber venido?
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E: Claro que sí, no es eso. –negó con la cabeza para mirarla de nuevo- Me encanta estar
contigo, más que ninguna otra cosa.
Rodeándola por los hombros con uno de sus brazos la atrajo hacia ella abrazándola
después. Suspiró y besó su frente dejando pasar unos segundos en silencio para que la
enfermera encontrase calma en aquel gesto.
M: Solo con que tú estés aquí ya es motivo para que nada pueda estropear este viaje.
Más tranquila, caminaba tras la pediatra que no soltaba su mano de camino a sus
asientos. De nuevo cada una en su sitio, Maca no tardó ni cinco segundos en volver a
abrazarla mientras Esther se acomodaba en su hombro. Sonrieron a la pequeña y esta
siguió con su libro.
M: Sí. Está desde que yo era pequeña con ellos y es como de la familia. Dentro del
coche es muy serio, luego te lo presento. –sonrió cogiéndole la mano.
Al: ¡Guay!
M: Le gusta ponerse de pie en el asiento y mirar desde ahí. Rafael va más despacio y así
no hay peligro. –le susurró a la enfermera.
E: ¿Y yo puedo también?
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Minutos después el coche se detenía frente a la gran mansión de los Wilson y Esther
bajaba del coche aun mas sorprendida por todo cuanto estaba viendo.
M: Y aun no has visto lo realmente bonito. –sonrió mirándola- Vamos a bajar las cosas
del coche y vamos a la casa a dejar las maletas. ¡Alba ven aquí!
La niña que ya había comenzado a correr detrás de uno de los perros regresaba y cogía
su macuto para caminar hasta la pequeña casita que había a uno de los lados de
aquella parte de la finca. Esther seguía de cerca los pasos de la pediatra mirando al
fondo la casa que esta había dicho que ocuparían. Pero lejos de haberse hecho una
idea correcta, aquello era más de lo que hubiera imaginado.
Sin poder de dejar de mirar a su alrededor escuchaba como Maca abría la puerta
dejando las maletas a un lado y encendía la luz.
Lo que vio ante ella no hizo otra cosa que dibujar una sonrisa en sus labios. Aun más
cuando sintió como Maca abrazaba su cintura por detrás y pegaba su mejilla contra su
rostro.
M: ¿Te gusta?
E: Es preciosa, Maca… -miraba hacia arriba viendo hasta donde llegaba la escalera-
Cuando dijiste casita de madera la verdad es que no pensé en esto…
Subieron las escaleras tan rápido que la enfermera no podía evitar reír mientras se
agarraba para no caer rodando de nuevo hacia abajo. Ya en la parte superior pasaron
hasta el dormitorio que había al final del pequeño pasillo.
156
M: Baja a ver… -le hacia una señal con la cabeza haciendo que prácticamente bajase
corriendo haciéndola sonreír.
E: ¿Tenemos una terraza para nosotras? –preguntaba sorprendida desde abajo- ¡Madre
de dios!
Sin soltarse de la mano de Maca iban hasta la habitación que ocuparía la pequeña, que
se afanaba en sacar su ropa para colocarla y bajaron de nuevo al salón. La enfermera
volvía a detenerse para mirar todo con detalle para más tarde seguirla de nuevo hasta
otro dormitorio pequeño y un despacho.
E: La leche… si debe dar pena entrar por si lo estropeas. –la pediatra sonreía.
M: Ven, que seguro que la cocina te va a encantar… la elegí yo. –sonrió girándose hacia
ella- Así de paso bebo un poco de agua que estoy que me da algo.
Después de unos metros llegaban a la puerta. La cual empujaba la pediatra sin tener
que girar ningún pomo y le daba paso a Esther.
E: Que bonita… -caminaba acariciando la madera- ¿Y quién limpia todo esto? Porque
me da pena… -se giraba sonriendo- Yo saldría corriendo.
E: ¿Cómo no me va a gustar? Tendría que estar ciega… ¡y tampoco! –reía- Es genial… iré
con mil ojos para no tocar nada no sea que luego tu madre lo note.
M: No digas tonterías anda… -se acercaba para besarla- Además, apenas estaremos
aquí y… cuando lo estemos estarás bastante entretenida.
E: ¿Uhm? –sonreía.
Al: ¡Mami! ¡Mami! ¡La tita Ana está en la puerta con su coche!
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Cuando ambas salieron pudieron ver un deportivo rojo aparcando a unos metros de la
casa. La niña ya corría hacia él cuando Ana salía del vehículo abriendo los brazos para
coger a la pequeña en brazos.
A: ¡Qué guapa que es, leche! –comenzaba a besarla con fuerza- ¡Si es que te comía!
Al: Jajaja.
M: Déjame algo de ella que me la tengo que volver a llevar a casa en un mes. –sonreía
frente a ellas.
Corrió hacia ella para abrazarla también y dejar dos sonoros besos en su rostro y
volverla a abrazar como anteriormente. Segundos después y sin borrar su sonrisa se
separaba para ir hasta la enfermera.
A: Hola, Esther. –le daba dos besos y un pequeño abrazo- ¿Qué tal la casita?
E: Pues ya ves. –sonreía metiendo las manos en los bolsillos traseros de su pantalón.
A: Lo sé, vergonzosa de pequeña que es… -ponía los ojos en blanco haciéndolas reír-
Bueno ¿y qué? ¿Nos vamos a dar un paseíto y a cenar? Me tenéis que poner al día.
E: Yo estoy que me comería una vaca entera… así que yo voto que vayamos a cenar.
M: Sí, pero el cinturón puesto y los brazos dentro del coche. Que no te vea haciendo lo
contrario.
M: Si no ha salido cuando hemos llegado con Rafael es que no está, así que no te
preocupes… -la rodeó por los hombros para ir hasta el garaje- ¿Qué prefieres? ¿Negro
o azul?
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Sonriendo, la pediatra accionaba la puerta del garaje haciendo que esta comenzase a
esconderse mostrando tras ella un gran espacio con varios coches. La enfermera abrió
los ojos por completo al ver varios modelos llamativos frente a ella y fue entonces
cuando descubrió un Audi descapotable en azul oscuro.
M: Pues venga… -se giró para ir hasta un pequeño armario en la pared, el cual abrió y
buscó entre varios juegos de llaves hasta dar con el que quería- Arriba.
E: ¿Qué pasa con tu familia? ¿Qué tenéis acciones de Audi o qué? –entraba sonriendo.
M: Ais… -negaba con la cabeza mientras arrancaba y salía hacia el exterior colocándose
paralelamente con Ana en la salida- ¿Me sigues?
A: Claro. Pero no vayas por el centro que a estas horas estará horrible, echa por aquí
detrás y vamos por la playa y llegamos al puerto mejor. –la pediatra asentía.
M: Jajaja anda que vaya tela, cariño –sonreía mirándola- Vaya tela.
Como habían quedado, la pediatra dirigía el coche por la parte trasera de la finca.
Varios minutos después salían por otra de las puertas y recorrían un camino de tierra
que se adentraba por una zona alta y aun no podía distinguirse que había tras ella. La
enfermera de lado, llevaba la mano derecha de la pediatra entre las suyas mientras
escuchaba como iba contándole alguna cosa sobre aquel lugar.
En una pequeña subida la pediatra cesó en sus palabras y despacio fue girando en una
curva hasta llegar a la bajada por donde ya se veía la carretera hasta la playa. Esther
comenzó a mirar al frente justo cuando ya cogían velocidad y distinguía el mar al fondo,
que aunque ya anochecía, se apreciaba perfectamente.
E: Me encanta este sitio, Maca… tiene que ser una maravilla vivir todo el año aquí.
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Poco después llegaron al puerto viendo como decenas de barcos se iban acumulando.
La enfermera lo miraba todo sin borrar su sonrisa.
Tras dejar los coches en un parking público que había no muy lejos comenzaron a
caminar sin prisa hasta el restaurante. La niña corría por el paseo mientras la pediatra
caminaba junto a Ana viendo a Esther seguirle el juego a la pequeña.
M: No. Hemos llegado y no ha salido nadie así que supongo que estarán por ahí. Pero
lo prefiero… así esta noche estamos tranquilas.
A: Ya, pero en algún momento tendrás que tenerla delante. Y cuanto antes mejor que
así si tienes que no querer verle el careto durante el resto del mes lo decides pronto.
A: Pero es la verdad y lo sabes… Lo que me gustaría ver es como Esther le canta las
cuarenta… -sonreía.
M: Esther no va a hacer eso porque no es como ella. Tiene carácter vale, pero ya lo
hemos hablado y sabe lo que hay.
A: Lo que le hace falta a tu madre es que alguien se le ponga delante y le diga cuatro
cosas bien dichas para que se le quite la tontería.
E: Claro que sí… -cogía una de la fuente y comenzaba a pelarla sobre su plato- Toma.
Al: Gracias.
A: Parecéis toda una familia, eh… -susurró a la pediatra que sonreía para volver a
mirarlas.
Después de cenar todo y cuanto habían querido pedir, un grupo de niños se acercó a la
mesa para preguntar a Alba si quería ir con ellos a jugar, a lo que las tres mujeres
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Así habían pasado al postre y Ana junto a la enfermera disfrutaban de un flan casero
con nata y la pediatra su habitual café solo.
A: No sé cómo no acabas de los nervios con tanto café. Acabarás con el estomago
destrozado, verás.
M: Pero tú déjame a mí ¿no? –sonreía- Cada una tiene sus vicios y el mío es el café y
punto.
E: ¿Te hago el avioncito o te basta con que te lo meta en la boca? –sonreía con la
cuchara en el aire.
M: No me vaciles, eh… -la miró arqueando una ceja y segundos después recibía su
flan- Está rico sí.
E: Ya te lo decía yo. –untaba su dedo en la nata para marcharle la nariz- Que guapa.
La pediatra giraba su rostro para mirar a Ana sin quitarse aquel pegote blanco de la
cara. Se encogió de hombros haciendo que esta soltase una carcajada y más tarde la
enfermera contagiada se acercaba de nuevo a ella.
E: Trae quejica.
Tomándola por la barbilla la obligó a girar su rostro y entonces atrapar la nariz entre
sus labios limpiando así la nata.
M: Tú… yo… la nata. –subía repetidas veces las cejas mientras sonreía.
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M: Pero si eres tú que me altera. –fue con rapidez hasta su cuello para darle un
mordisco- Me altera. –se dirigía a Ana- Es su culpa.
A: Me parece a mí que las dos andáis cachondas todo el día y vais de angelitos por el
mundo.
MyE: Jajaja.
A: Sí, sí… vosotras reírse pero es que la cosa tiene tela… le quitáis a una las ganas de
salir a vuestro lado. Viciosas, que sois unas viciosa.
E: No te creas eh… que aquí la señora no rinde tanto como quisiera… -doblaba la parte
de su mantel.
A: Y oye… una cosita. –se apoyaba en la mesa mirando a la pediatra- ¿Y esa ropa?
Porque en tu armario no la tenías antes. Para otra cosa no, pero para recordar ropa
nadie me gana.
Mientras hablaba repasaba el cuerpo de su amiga, que sin ser como era habitual en
ella, iba ataviada con un pantalón corto vaquero y una camiseta de tirantes en colores
azul y verde creando una imagen bastante cómoda como veraniega.
M: Pues sí.
E: Lo único malo es que he pillado a más de uno comiéndosela con los ojos y puede
que tengamos un disgusto un día por eso. –suspiraba- No quiero tener que matar a
nadie hasta dentro de unos años.
MyA: Jajaja.
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E: Pues genial… y sin ponerle empeño ¿ves? –se giraba hacia la pediatra- Todita para
mí.
M: ¿Acaso lo dudabas?
E: No, pero me gusta tenerlo aun más claro. –se acercaba a ella- Pero sobre todo que lo
sepas tú.
A: ¡Pero por favor! ¿Podéis parar? Que mira que me meto en una discoteca y veis como
desaparezco. Me estáis dando la noche. –se cruzaba de piernas mirando a otro sitio.
Al: ¿Qué te pasa tita? –llegaba corriendo a la mesa y cogía su vaso de agua bebiendo
después casi todo de un trago.
A: Nada hija… que a veces hay hambre y… -la pediatra giraba su rostro para mirarla- y
nada…
M: Cariño no bebas tan rápido no sea que te atragantes… -esta seguía- Alba. –volvía a
reñirle.
E: Ya lo vemos. –sonreía- Ahora no corras mucho que te dará flato y eso duele.
M: A ella no, ya se puede beber un barril entero que luego te corre la playa de punta a
punta y se bebe otro.
Al: ¡Adiós!
M: ¿Ves? –estiraba el brazo mirando a la enfermera- Es algo sin explicación… pero así
es.
E: Será igual que la madre y no tiene hartura para lo que le gusta. –sonreía mirando a
Ana.
MyE: Jajaja
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E: Pobre… con el día que lleva y luego el tute que se ha dado corriendo por ahí.
M: Pero mañana a las nueve la tienes despierta y queriendo irse a la playa ya verás. –
sonreía cerrando la puerta- ¿Y tú qué? ¿También estás cansada? –la abrazaba.
E: Tanto que tengo que coger energías… -se giraba- ¿Y a que no sabes de quien las voy
a coger, uhm? –agarraba los tirantes de su camiseta.
M: Ni idea… -sonreía.
Cogió su mano y tirando de ella comenzó a caminar hasta el dormitorio. Una vez
dentro cerró la puerta sin apenas separarse de ella y se giró de nuevo quedando frente
a frente. Maca colocaba las manos en su cintura mientras era obligada a caminar hacia
atrás.
E: ¿Qué tal el día? –preguntaba mientras llevaba las manos hasta el botón de su
pantalón.
E: Genial. –la miraba fijamente mientras con las manos en el borde del pantalón los
movía para que cayesen al suelo.
Una vez en silencio vio como la enfermera se agachaba para quitarle el pantalón por
completo. Desde aquella misma posición elevó su rostro viendo como la pediatra la
observaba y cogió los extremos de su braguita para bajarla también acompañando el
gesto por una caricia en el descenso.
E: Échate.
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Elevando una tras otra las piernas las sacó por completo y los alejó de ella con el pie.
Cogió los extremos de su camiseta y elevándola despacio fue dejando su torso
desnudo.
E: ¿Entonces no quieres que siga? –se alejaba de ella para mirarla a los ojos.
La pediatra llevó una de sus manos hasta su pelo, acariciándolo sin prisa, suspirando al
sentir que comenzaba a besar su pecho, teniendo que cerrar los ojos al sentir como su
lengua ya jugaba con su pezón.
El aliento cálido de la enfermera chocaba contra su piel con absoluto deseo. Sentada
sobre sus piernas flexionadas volvió a marcar dirección a su cuello. Diferente a la vez
anterior, dio un pequeño mordisco de bienvenida mientras llevaba sus manos a los
costados de la pediatra. Su lengua impasible quiso marcar también aquella piel
arrancando así los primeros gemidos de Maca mientras sentía como las manos de la
enfermera apretaban su piel.
Sintiendo como la buscaba, giró su rostro lo justo para que sus labios se alcanzasen.
Aquel primer roce pareció más bien un choque impaciente. La presión y la fuerza casi
llegaban a deformar la figura de los labios de ambas mientras hacían lo posible para
llevar el control.
Tras unos minutos en los que la respiración llegaba a su estado más inquieto, Esther se
separó respirando agitadamente, mirando sus ojos, sus labios… volvió a besarla con
desesperación a la vez que le iba indicando que abandonase su posición para
recostarse.
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Con ambas rodillas sobre el colchón y el cuerpo de la pediatra entre ellas, la enfermera
volvía a separarse, Maca protestó volviendo a buscarla, encontrando la distancia que
era impuesta, suspiraba mirándola para volver a intentarlo y ver que no era complacida
en aquel momento. Sin dejar de mirarla, Esther mantenía su posición, podía distinguir
a la perfección como su pecho subía y bajaba intensamente, se movió con rapidez
acariciando los labios de la pediatra con su lengua separándose de nuevo cuando esta
quería impedírselo.
M: Esther… vamos…
Con impaciencia movía sus caderas buscando su cuerpo, queriendo acabar con aquella
lejanía que torturaba sin clemencia.
E: Sshh.
Mordió la piel cerca de sus nalgas mientras con su mano derecha apretaba uno de sus
muslos por la parte inferior, descendiendo.
Acoplándose entre ambas piernas hacia creer a la pediatra que por fin llegaría el
momento en que cesaría la tortura, seria complacida. Así lo hacía Esther que dejando
su rostro a pocos centímetros de su sexo lo miraba con calma, viendo como este se
contraía impaciente, esperándola con ansia.
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Se mordió el labio no queriendo gritar, lo necesitaba, suspiraba cerrando sus ojos con
fuerza, movía su cuerpo alejándose para acercarse después arrepentida.
Cuando creía que debía parar no queriendo que llegase ya el momento, la enfermera
sacó sus dedos escuchando un gran suspiro, uno que no fue suficiente para la calma,
aquel cuerpo seguía moviéndose presa de la excitación recorriendo sus venas, se
acomodó mejor frente a aquel mismo punto y acariciando su clítoris tan solo unos
segundos se inclinó lo suficiente para llegar con sus labios.
Sabía lo que quería, sabía que aquello no duraría, no quería alargarlo y eso haría.
Atrapó su punto más sensible, rodeándolo con sus labios, succionando a la vez que con
la punta de su lengua parecía querer darle mas placer.
Sobre la enfermera, Maca se mantenía de rodillas en la cama con su cuerpo entre las
piernas. Besaba su cuello ejerciendo presión en sus manos, obligándola a no poder
moverlas o elevarlas del colchón. Besaba su cuello mientras le dejaba espacio y total
libertad. Girando su rostro hacia que Esther la imitase pero hacia el lado contrario
mientras ella seguía recorriendo su cuello, sintiendo como se estremecía al contacto
con su aliento.
Lentamente se había ido separando lo justo para quedar frente a su rostro. Miraba sus
ojos viendo casi a la perfección como sus pupilas se contraían y bajando su mirada
descubría sus labios mínimamente abiertos para dejar pasar el aire. Sin dudarlo se
inclinó hasta ellos, atrapándolos entre los suyos, humedeciéndolos al mismo tiempo en
que dejaba pasar su lengua…
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Mirando sus ojos introducía apenas la punta de sus dedos sintiendo como la enfermera
curvaba su espalda.
La enfermera abrió sus ojos a la vez que tragaba y se humedecía los labios sin poder
dejar de mover sus caderas. La miró fijamente y con rapidez fue hasta sus labios para
morderlos mínimamente y comenzar un beso fiero y apasionado mientras llevaba su
mano hasta la de la pediatra, obligándola a entrar por completo, soltando entonces el
aire que llenaba sus pulmones.
Movía su mano sin ningún miramiento, sintiendo como la enfermera rodeaba su cuello
con ambos brazos, respirando junto a su oído.
La pediatra comenzaba a mover sus caderas sobre ella, friccionando sus sexos con total
facilidad, no dejaban de mirarse, de moverse, ambas al mismo ritmo, Esther cerraba los
ojos un instante para volverlos a abrir y ver el rostro de Maca frente a ella, su pelo
balancearse en el aire, sus hombros brillar mínimamente por la luz que se colaba por la
ventana…
En movimientos lentos, pero ejerciendo más presión, ambas cerraban los ojos al sentir
que apenas unos segundos después llegaría, volvieron a mirarse y colocando las manos
sobre el colchón, la pediatra se inclinaba para llegar a sus labios sin llegar a tocarlos,
justo cuando dejaban de respirar por un instante, cuando el corazón se detenía para
después dar un fuerte latido contra el pecho antes de recuperar su ritmo y volver
lentamente a la normalidad.
E: Estás sudando… -arrastraba las palabras en un suspiro mientras pasaba la mano por
su frente retirándole el flequillo.
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Bocabajo en la cama comenzó a sentir como besaba su espalda y sonrió sin moverse
dejando que siguiese. El peso sobe su cintura le hizo saber que se había sentado sobre
ella y segundos después continuaba con los besos acompañados también con caricias
sobre su costado.
E: Que son las nueve y media… la niña se ha levantado y ha ido a ver a tu madre.
E: ¿Te levantas o qué? –se dejaba caer a su lado para mirarla- Vaya pelos que llevas
cariño. –sonreía.
M: Pues anda que tú. Ya podías haberte peinado… -volvía a cerrar los ojos.
M: ¡Esther! –se incorporaba manteniendo su peso con ambos brazos sobre el colchón-
Eso ha dolido ¿sabes?
E: ¿Por qué? Si ya conozco ese humor tuyo… en el fondo me pone. –quiso esquivarla
pero la pediatra agarraba su brazo- ¿Qué? –preguntó enfadada.
M: Que lo siento ¿Vale? Por un momento había olvidado a mi madre y no sé por qué
me he puesto así. Perdóname.
Fue soltando su brazo poco a poco con la esperanza de que no volviese a hacer por
marcharse. Bajó la vista al suelo y apretó los labios arrepentida por haberle hablado de
aquella manera. Casi arrastrando los pies se giró para ir de nuevo hasta la cama y
sentarse a los pies de esta.
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La enfermera suspiró y caminó hasta ella para sentarse sobre sus piernas. Con la mano
en su barbilla la obligó a mirarla.
Le dio un rápido beso en los labios para girarse de nuevo con intención de ir a la cocina.
En la puerta se detuvo sonriendo.
E: Y si eso pues le puedo ladrar un poquito ¿no? –la pediatra se giraba lo justo para
mirarla y ladear el rostro mostrando una pequeña sonrisa- Vale… no ladrar a la suegra.
–salía de allí cerrando la puerta.
De la mano caminaba junto a Esther hasta la casa de sus padres. Antes de llegar se
encontró con el jardinero y este les hizo saber que se encontraba en el jardín trasero
con la pequeña. La pediatra suspiró y guió a Esther hasta metros después donde ya
podían escuchar a Alba. La enfermera por inercia soltó la mano de Maca haciendo que
esta se detuviese extrañada.
E: Así de primeras seguro que es mejor, Maca. Si no pensará que llegas con intención
de molestarla.
Mirándola a los ojos volvía a coger su mano pero con más fuerza.
E: Vale, perdona.
Se inclinó lo justo para llegar a sus labios y darle un beso para después volver a
caminar. Justo antes de girar para llegar al jardín, la enfermera sintió como apretaba
con fuerza su mano y contestó al gesto queriendo que se sintiese acompañada. Pocos
fueron los segundos que permanecieron inadvertidas hasta que Alba bajó de su silla
para correr hasta ellas haciendo que el matrimonio se girase descubriéndolas caminar
juntas.
Al: Sí, mami. La abuela me está dando fresas… -sonreía- ¿Vamos a ir a la playa?
170
-Hola, hija.
P: ¿Vais a ir a la playa? –le preguntaba a su hija metiendo ambas manos en los bolsillos
de su pantalón- Llévate el cuatro por cuatro y podéis meter mejor lo que queráis llevar.
P: Nos vamos en un rato que nos invitaron a una cata y luego vamos con tu tío Alfredo
a comer.
M: Ya bueno, pues… -miró a Esther- Nosotras nos vamos que queremos coger sitio
antes de que todo el mundo decida ir. Alba, dale un beso a los abuelos.
Sin moverse de su posición, veía como la pequeña iba hasta su abuela primero y era
abrazada con cariño. Sonrió triste al ver como solo con ella, parecía dejar aquel
carácter autoritario. Después de despedirse también de su abuelo volvía hasta ella
cogiéndose de la mano de Esther.
Al: ¿Sabes que mis abuelos también tienen caballos? –preguntó mientras comenzaban
a caminar.
E: Antes de que te vayas, que te veo que queman los pies por correr al agua… -sonreía
agachándose frente a Alba- Vamos a echarte la crema, ¿la tienes ahí, Maca?
M: Sí, espera. –se giró para coger la bolsa de playa- Toma. Échale sobre todo en la cara
que se quema hasta en los parpados.
Al: Pero no me eches mucha que luego tarda en irse… -se quejaba.
E: Yo era igual… -sonreía dejándose caer en la silla que había puesto Maca junto a la
suya- ¿Y tú que, uhm? –se colocaba el flequillo- ¿Me piensas cambiar la cara esa de
acelga que has puesto?
E: ¡Acabáramos! Que lo que tú quieres son mimitos pero no pedirlos, amiga. –la miraba
con seriedad.
M: Me has descubierto.
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E: Jajaja ¡no tienes ningún aguante! Eres peor que un niño… -volvía a mirarla- Para
tener una hija no tienes ninguna paciencia, cariño.
M: Es que tú acabaste con ella. –la rodeó por la cintura para besarla otra vez pero con
más fuerza haciendo que esta riera.
La pediatra disfrutaba del sol sobre una de las toallas en un rato en que la enfermera
había ido junto a la niña al agua. Se dedicaba a tener los ojos cerrados estando
bocabajo cuando ya empezaba a sentir el calor de una manera bastante fuerte.
Poco a poco y sin moverse abrió los ojos encontrando primero las piernas de ambas,
que completamente embadurnadas de arenas no dejaban ver apenas un trozo de piel.
Fue subiendo y descubriendo que el resto del cuerpo seguía de igual forma. Cuando
llegó arriba del todo ambas sonreían al verse cubiertas de arena hasta la cara.
Tras decir aquello giró el rostro haciendo que las dos dejasen de sonreír. Esther puso
los brazos en jarra y miró a Alba que se encogía de hombros.
E: Ahora verás.
Fue corriendo hasta el agua para zambullirse y quitarse toda la arena haciendo que la
niña la imitase. Un minuto después salía dejando caer el agua de su cuerpo. Caminaba
con decisión hasta la toalla y cuando estaba a la altura de sus pies se colocó de rodillas
con rapidez dejándose caer después sobre la espalda de la pediatra.
M: ¡Esther!
E: ¿Esta fresquita cariño, uhm? –sonreía pegándose aun mas evitando que la tirase.
Poniendo las manos sobre la toalla sacó toda la fuerza que podía para incorporarse,
gesto que no hizo que Esther se separase rodeando entonces su cintura con ambas
piernas mientras se aferraba a su cuello evitando caer.
M: Pues vale.
En otro impulso consiguió ponerse en pie aun con la enfermera a su espalda. Alba reía
por verlas de aquella guisa y como segundos después la pediatra, con Esther a
coscaletas, caminaba hacia el agua en un aparente mal humor. Varios niños en la orilla
miraban como entraban sin detenerse y Esther los miraba desde su altura.
Viendo que ya podía lanzarse sin que ninguna de las dos sufriese un percance
chocando con el fondo, se tiró sin pensarlo haciendo que ambas permaneciesen unos
segundos bajo el agua. Momento en el que Esther se soltó para salir un instante
después frente a la pediatra.
Al: ¡Hola!
Ambas se giraron sin soltarse descubriendo como Alba, y un grupo de niños a su lado,
las miraban sonrientes dando pequeños saltitos evitando así que las olas que llegaban
dieran contra sus rostros. Ambas volvieron a mirarse.
E: Jajaja. –se soltaba de ella- ¡Yo seré Peter pan y vosotros los niños perdidos! ¿Vale?
E: ¡Y esta chica tan guapa será Wendy! –rodeó los hombros de la pediatra.
174
Los días pasaban quizás demasiado rápido. Maca no cruzaba más que un cordial saludo
con sus padres sin pasar más que el tiempo necesario junto a ellos. Alba por el
contrario siempre que no estuvieran en la playa y sus abuelos estuvieran en casa lo
pasaba con ellos yéndose también a dar algún paseo por la ciudad.
Así era aquel día, Maca preparaba la comida mientras Esther sentada tras ella leía el
periódico y comía de un plato de aceitunas que habían preparado de aperitivo junto a
un par de cervezas bien frías.
E: El mundo está hecho un asco… -negaba con la cabeza- Un hombre mata a sus hijos y
a su mujer para después suicidarse y dejar una nota diciendo que lo ha hecho porque
estaba endeudado hasta las cejas. –pasaba la página malhumorada- No sé por qué no
se matan ellos antes y dejan a los demás en paz.
M: Por desgracia pasan muchas cosas así en el mundo de las que ni nos enteramos,
Esther…
M: Ais… -se giraba hacia ella para abrazarla- No te pongas a leer cosas de esas andas. –
le cerraba el periódico- ¿Qué te apetece que hagamos esta tarde? Mis padres dormirán
fuera con la niña y tenemos todo el sitio para nosotras solas… -besaba su cuello.
E: Si luego es esta noche sí… -se giró pinzándose el labio- ¿Qué dices?
M: Nos bañamos esta tarde que hará calor y después de que cenemos nos damos otro
baño ¿Vale? –acariciaba su barbilla.
E: Vale. –asentía.
E: Comemos fuera que hay una buena sombra y nos da el aire… hace buen día y
nosotras aquí sin movernos cuando no estamos en la playa.
M: ¿Acaso te me aburres estando aquí? –fue con rapidez hasta ella- Porque me da que
lo haces bien a gusto.
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Después de comer y disfrutar ambas de un buen trozo de helado. Entraron para dejar
hacer la digestión y más tarde, toalla en mano, caminar hasta la parte trasera de la
casa. En el rodeo, la enfermera se cogió a su mano haciéndola sonreír antes de llegar a
la zona donde había varias tumbonas.
E: Sigo viendo esto la típica casa de famoso que sale en las revistas… -se sentaba junto
a ella- No pensaba que hubieras sido tan pija tú.
M: Esto es cosa de mis padres, yo prefería estar con mis amigos por ahí… Además
estaba siempre sola o con Carmen. No era todo tan divertido como puede parecer…
Pero no hablemos de eso, vamos a darnos un señor baño.
Sentada en uno de los escalones más bajos de la piscina, sostenía el cuerpo de Esther
que permanecía sentada en su regazo. El agua ocultaba más de la mitad de sus cuerpos
mientras ellas, sin ninguna prisa, se dedicaban a besarse desde hacía ya un rato.
Las manos de la pediatra resbalan por su espalda para después volver a subir y
detenerse después en su cintura. Mientras que Esther abrazada a su cuello no dejaba
que se alejase de ella. Giraban sus rostros cambiando el sentido de los besos que
subían cada vez más en intensidad consiguiendo que comenzasen a respirar de manera
agitada.
E: Pues te diré que mi tía no invita a cualquiera, y si lo hizo fue porque le entraste bien
por el ojo… y eso dice mucho.
M: Si quieres podemos ir cuando regresemos, nos vamos unos días antes y vamos a
verla.
E: Vale… -besaba su cuello y suspiraba sin alejarse- Mira que siempre voy a parar al
mismo sitio oye… -seguía besándola.
176
Sin contestar se lanzó de nuevo a sus labios abriendo estos por completo nada más
llegar. Sus lenguas no tardaron en buscarse para enzarzarse en una lucha por llevar el
control y sentir como de nuevo el calor se apoderaba de ambas haciendo que la
enfermera se moviese sin apenas darse cuenta buscando su cuerpo.
Al escuchar aquella voz tras ellas, ambas se detuvieron para separarse segundos
después. La enfermera se pasó la mano por los labios mientras se ponía en pie sin
llegar a salir de la piscina y la pediatra giraba su rostro hacia su madre.
M: Hola, mamá.
Despacio se levantó y comenzó a subir las escaleras para ir hasta su toalla, seguida de
la enfermera que se sentaba en una de las tumbonas.
Al: ¡Esther! –llegaba entonces junto a Pedro- Mira lo que me han comprado.
R: Parece mentira que te comportes así, Macarena… -masculló cerca de ella- Podía
haberte visto la niña.
M: Preocúpate por cosas más importantes mamá, como es organizar tus citas de esta
semana. –se giró dándole la espalda- ¿Qué lleva ahí mi pequeña?
P: Es mi nieta y puede pedir lo que quiera… -sonrió mirándola- Al final nos quedamos
aquí.
Lejos de su madre, y en aquel espacio neutral, Maca había decidido darse una ducha.
Había cometido un error dejándose ver de aquella manera. Le frustraba no poderse
comportar como cualquier persona. Pero no, ahí estaba ella con su reproche, con sus
miradas y palabras justas para hacer daño de la mejor manera. Le había puesto en
bandeja una razón para engrandecerse frente a ella, poder espetarle su
comportamiento, y todo por hacer lo que cualquier pareja en un momento de
intimidad.
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M: Voy a ir a la playa a correr un rato ¿Vale? –cogía las llaves del coche y se las
guardaba en el bolsillo mientras caminaba hacia la puerta.
E: Maca, espera. –la pediatra se detenía antes de salir para girarse- ¿Estás bien?
Inclinándose dejó un beso en sus labios para después girarse y emprender el camino
hasta el garaje. Desde la puerta, la enfermera la seguía con la mirada hasta que la vio
desaparecer. Suspiró y antes de volver a entrar pudo ver como Rosario miraba a través
de una de las ventanas de la casa.
Al: No está lejos… por fi… -unía ambas manos mirándola- Solo a verlos.
Minutos después y con un pantalón largo pero bastante fino, cogía la mano de la
pequeña para comenzar a recorrer el camino. Durante el trayecto se paraban a coger
alguna que otra flor, con las que poco a poco, harían un bonito ramo para la pediatra.
Cuando llegaron hasta los establos vieron como un hombre algo mayor limpiaba y
peinaba a uno de los animales. Alba comenzó a correr hasta él haciendo ver la
confianza que tenia con el hombre.
Al: ¿Has visto que bonito? Este es el de mi abuelo… me ha montado muchas veces con
él.
E: Es muy bonito.
E: Vale.
178
E: ¿Max? –negaba con la cabeza- Pija hasta para los nombres… -sonreía- Es muy bonito.
Tras pasar casi una hora con los caballos decidieron que era hora de regresar. Por el
camino fueron recogiendo más flores para el improvisado ramo.
Al: Vamos un momento a casa de los abuelos, que allí seguro que encontramos lazo.
E: Alba… -suspiraba.
Conforme llegaba sentía como un nudo se le iba alojando en la garganta y los pies le
pesaban tanto como el cuerpo. La pequeña abrió la puerta y entró con total
naturalidad mientras ella, encogida en si misma apenas daba un paso.
Al: Pero no te quedes ahí, vamos… -nuevamente cogiendo su mano tiraba de ella.
De esa manera llegaron hasta la cocina esperando ver a la mujer, encontrándola vacía y
sin rastro de nadie cerca. La niña comenzó a abrir los cajones de uno de los muebles
buscando lo que quería y que parecía no encontrar allí.
R: Hola.
Al: Estamos buscando lazo… hemos cogido flores para mamá y queremos dárselas
cuando venga.
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E: No, si no hace falta… -cerró los ojos frustrada al ver que la niña se marchaba
dejándolas solas.
Rosario comenzó a dar pasos cortos hasta estar más cerca de la enfermera que
sostenía las flores con ambas manos como si de eso dependiese su estabilidad en aquel
momento. Suspiró y bajó la vista al suelo.
E: Fue a la playa a correr… no creo que tarde. Yo… voy a esperar a la niña fuera. –
comenzó a caminar hasta la puerta.
R: Espera.
R: No sé que buscas en esta relación con mi hija, pero no creo que sea tu lugar.
R: De sobra se ve que sois muy diferentes… ella es una mujer adulta y tú aun tienes ese
aire adolescente y desaliñado que… -suspiraba- Sois de mundos distintos.
Rosario apretó la mandíbula dibujando una sonrisa cínica en sus labios y de forma
arrogante a la vez que la miraba de arriba abajo.
E: No creo que deba darle explicaciones, y si así fuese no sería de mí de quien debería
recibirlas.
R: Por lo menos parece que algo de educación te dieron. –daba un trago mirándola.
E: Usted no me conoce, y no tiene derecho a juzgarme. Así que si me disculpa… -se giró
de nuevo para ir hacia la puerta.
Acarició el pelo de la pequeña y como había dicho, salió de aquella casa sintiendo que
si no lo hacia se asfixiaría sin remedio. De camino a la casa escuchó un coche y se giró
con rapidez para ver que se trataba de Ana, que al ver sus ojos enrojecidos y a punto
de estallar se acercó a ella con preocupación.
Suspirando y queriendo evitar llorar a toda costa comenzó a casi correr hacia la casa
seguida por Ana que no entendía nada de aquello.
Una vez dentro dejó las flores sobre la mesa y se sentó en el sofá cubriendo su rostro
con ambas manos, mordiéndose el labio por no estallar. Comenzó a balancearse
sintiendo como los nervios iban en aumento.
Aun fatigada llegaba hasta el coche y se sentaba dejándose caer. Bajó las ventanillas
antes de ponerse en marcha y sintiendo que aquella carrera había hecho lo que
buscaba, regresaba hasta la finca con ganas de ver a sus chicas.
De camino y antes de salir del centro, vio una pastelería y aparcó como bien pudo
dejando las luces puestas para entrar en una carrera y comprar varias cosas que sabía,
les gustarían. Con la bolsa volvió a entrar en el coche y entonces sí, pisó el acelerador
para no volver a detenerse.
Desde fuera accionó la verja y despacio comenzó a recorrer el camino hasta la casa. El
ruido de la tierra bajo las ruedas la despertó de sus pensamientos y ver que ya había
llegado. Dejó el coche dentro del garaje y sonriendo movía las llaves cuando llegaba
hasta la puerta. Fue entonces que vio la puerta entornada y escuchó la voz de Esther
en el interior.
Se extrañó al reconocer que parecía estar llorando y se mantuvo a apenas un paso sin
llegar a entrar.
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A: Esa mujer es una cabrona, Esther… como se le cruce alguien en su camino que no le
guste va a por él.
E: ¡Pero no tengo porque soportar que me trate así! –alzó la voz frustrada- ¿Quién
narices se piensa que es su hija? Se cree que puede manejar su vida como quiera y si
no ya está su dinero para conseguirlo.
A: Venga, cálmate… -le acariciaba el pelo- Has hecho lo mejor que podías hacer, si le
hubieras contestado solo hubieras conseguido que tuviera una excusa para seguir por
donde quería.
Fue entonces que Maca abrió por completo los ojos dejando caer la bolsa al suelo. Las
chicas desde dentro escucharon el ruido para más tarde ver como la pediatra
empujaba apenas la puerta para en dos pasos quedar frente a ellas.
Ana al ver la escena se levantó también creyendo que aquello, seria la gota que
colmaría el vaso. Esther temblaba con el pañuelo en la mano sin saber que decir y
cuando tuvo la intención de ir hasta ella, la pediatra se giró para caminar veloz hasta la
casa.
Pero esta no se detenía, corría dejando a la enfermera y a Ana atrás que no lograban
darle alcance. Esther le pedía que se detuviese pero no podía parar. Entró y cerró la
puerta para ir a buscarla por la parte baja de la casa pero no daba con ella. Fue hasta
las escaleras y las subió en otra carrera hasta el primer piso.
E: Maca, por favor… -llegaba hasta ella para cogerla del brazo- No le digas nada, déjalo
¿vale?
E: Te lo pido por favor, Maca, déjalo… No ha pasado nada ¿vale? Ya está… lo olvidamos
y…
182
Sin ser brusca la movió de donde permanecía y abrió la puerta de la biblioteca, donde
pudo ver que su madre bebía de manera cómoda en un sillón frente a la ventana. Cerró
la puerta y fue entonces cuando Ana llegó encontrando a Esther a punto de volver a
llorar.
R: ¿Por que qué? –se cruzó de piernas- ¿Por qué del cambio climático? ¿Por qué las
acciones suben y bajan?
M: ¿Por qué disfrutas amargándome la vida? ¿Por qué eres incapaz de dejarme vivir sin
cruzarte en mi camino?
R: Pensé que después de unos años teniendo que criar a una hija tú sola
comprenderías que las madres hacemos lo mejor para los hijos.
R: No me vengas ahora con esas Macarena… -se levantaba sin prisa- No hicimos nada
cuando preferiste acostarte con mujeres, no dijimos nada cuando te casaste ¿no? Te
ayudamos en todo lo que pudimos para sacar adelante a Lucia… Y quiero a mi nieta…
-comenzó a caminar paralelamente a ella- Solo he hecho lo que he creído más
oportuno. Esa chica no es lo que te conviene.
R: Entiendo que es más joven, que llame tu atención y que podías disfrutar en
vuestros… -movía la mano- momentos a solas, pero realmente… ¿ves tú vida al lado de
esa mujer?
R: No me vengas con tonterías Macarena… ¡He consentido que estés aquí con ella!
Pero no esperes que crea que no lo haces para molestarme.
M: ¡La quiero mamá! –gritó con todas sus fuerzas- ¡Estoy enamorada de esa mujer! Y
no eres nadie para decirme que o no hacer. La quiero y mientras ella esté a mi lado ni
tú ni nadie va a conseguir que eso cambie, ¿me oyes? -comenzó a caminar hacia la
puerta.
183
Apenas cinco minutos después, la enfermera recorría uno de los jardines cercanos a la
casa. El cuerpo de la pediatra le daba la espalda cuando ya se podía ver como el sol
comenzaba a ocultarse y el cielo se pintaba de rojo y naranja.
Despacio fue acercándose sin apartar la vista del suelo hasta colocarse a su altura. La
pediatra giró su rostro al sentir su presencia y tras verla volvió a mirar al frente.
E: ¿Estás bien?
Asentía mientras miraba al frente y contraía su barbilla evitando volver a llorar. Esther
al verla sintió como de nuevo se empañaban sus ojos y se quedó observándola en
silencio viendo como bajaba el rostro parar mirar al suelo.
E: Yo también te quiero. –le dio daba un pequeño golpe con el hombro llamando su
atención.
La pediatra giró su rostro dejando ver como su intento por no llorar había sido en balde
y las lágrimas ya caían sin esfuerzo ningún por sus mejillas.
M: ¿Sí?
Comenzando a llorar con más fuerza a la misma vez que la pediatra se pegaba a su
cuerpo abrazándola refugiándose en cuello mientras la estrechaba más y más fuerte.
De aquella forma las dos rompieron a llorar al unísono sin poder remediarlo.
E: Te quiero mucho.
Maca volvía a separarse lo justo para mirarla y arrastrar con sus pulgares las lágrimas
que caían una tras otra. Sonriendo la enfermera la imitaba y sintiendo que volverían a
llorar no pudieron evitar reír a la vez mientras de nuevo se abrazaban.
La noche había sido larga. Tras acostar a Alba se habían sumergido en una conversación
que las llevó por horas sentadas en el porche. La pediatra dejaba por primera vez salir
todo cuanto la envenenaba por dentro encontrando el consuelo necesario en los
brazos de Esther que la mecían queriendo calmar aquel sentimiento.
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Mirando al techo habían terminado después de un par de horas, dejándose llevar por
la relajación. La enfermera permanecía apoyada sobre el brazo de Maca que acariciaba
su cuello despacio mientras ella con la mano en su vientre, comenzaba a subirla
lentamente.
Los dedos, en la búsqueda, dieron por fin con aquello que buscaban, centrándose en
bordearlo, acariciarlo, atraparlo apenas sin fuerza.
Maca sonrió al sentir como al igual que en otras ocasiones, la mano de la enfermera
había ido a parar a uno de sus pechos, entreteniéndose de manera calmada y sin
apenas darse cuenta en un primer momento.
E: ¿El qué?
E: Es que me relaja… -se acomodaba aun más- Y se pone así de durito que ya no puedo
parar… -sonreía.
M: Jajaja manda narices… -comenzaba a reír - ¡Pero qué morro que tienes! –se giraba
quedando sobre ella- ¿Cómo que tuyo?
E: Es mío… toooodo es mío. –sonreía- Tus pies, tus piernas, los brazos, las manos… el
culo. –llevaba las manos hasta él- Toda tú eres mía.
M: Y puedo hacer contigo lo que quiera cuando quiera… -la enfermera asentía- Quiero
que vivas formalmente conmigo –susurró mirándola con seriedad.
E: ¿Formalmente?
185
M: ¡Sí! ¡sí! ¡sí! –giraba el rostro de un lado a otro con los ojos cerrados haciendo reír a
la enfermera- Todo lo que tú quieras.
E: Vale.
E: De verdad de la buena.
E: Pues lo ha hecho. –tragaba girándose apenas para poner los ojos en blanco- ¿Qué
hace aquí? Es muy temprano.
A apenas un metro de Rosario, la enfermera sostenía la taza entre sus manos sin saber
qué hacer. Miraba al suelo frotándose el cuello para dar un trago después y pellizcarse
el labio para mirar al frente y permanecer en silencio.
R: Debes pensar que soy una madre horrible… -hablaba mirando al frente sin poder ver
como la enfermera asentía mínimamente en silencio- Y creo que realmente lo soy.
Cuando era pequeña quería protegerla tanto que su padre me decía que tenía que ir a
un psicólogo. Quería que todo el mundo viese en ella lo que yo. Era una niña muy
inteligente y tan despierta que daba miedo… Te preguntaba todo cuanto llamaba su
atención… -sonreía- Con veinte años tenía un grupo de amigos del instituto… nunca los
traía a casa, decía que no quería que la viesen como una niña rica. Un día comiendo
con unas amigas me dijeron que la habían visto en la playa con una chica… en una
actitud bastante cariñosa, decían... empezaron a reírse diciéndome que la gran hija que
186
R: Perdí a mi hija por sentir vergüenza… por creerme traicionada y frustrada por no
haber conseguido lo que yo creía que quería para ella. Quiero muchísimo a mi hija,
Esther… Muchísimo… Pero sé que no he sido una madre para ella en muchos años y
has tenido que venir tú para que ella me diga las cosas a la cara y vea que se ha
convertido en una mujer aun habiéndole puesto trabas desde aquel día.
E: Todo esto no debería decírmelo a mí…. sino a ella, es quien las merece y sobre todo
las necesita.
Sin más, Rosario se marchaba de allí dejando a la enfermera con un rostro que
mostraba claramente la confusión que sentía en aquel momento.
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M: ¿Qué te parece si hoy preparamos unos bocadillos y nos pasamos todo el día en la
playa? Así a lo domingueras. –sonreía mirándola.
E: Me parece genial… Nos compramos unas palas, una barajita de cartas y a pasar todo
el día en la playa.
M: Pero nada de hacer grupitos de niños y todo ese rollo de Peter pan, eh… -le daba un
golpecito en la nariz- Que acabé con un dolor de espalda horroroso de tanto cargar
niños.
E: Nada de Peter pan… -negaba sonriendo- Pero oye… ¿me compras un gorrito o algo,
no? Que a mi si me da mucho el sol en la cabeza luego…
M: ¿Luego qué?
E: Que luego no rindo y a ver qué haces tú. –se acercaba con rapidez robándole un
beso- Sin tu dosis de mí.
M: Jajaja.
E: Ríete pero es verdad… y no pienso consentir que haya ninguna queja de mis
servicios. –sonreía.
M: ¿Te he dicho cuanto me encantas? –la enfermera negaba con la cabeza- ¿Seguro? –
volvía a negar- Pues me encantas… -se inclinó hasta rozar sus labios.
M: Qué... –seguía.
188
M: ¿Qué quieres? –la miraba y veía como esta señalaba a la puerta haciendo que
mirase- ¡Joder, Ana!
A: ¡Maca date una ducha fría que nos vamos a la playa! –le guiñaba un ojo a la
enfermera y segundos después la puerta del baño se volvía a abrir.
M: Eres una envidiosa. –tan rápido como dijo aquello volvía a cerrar la puerta.
AyE: Jajaja.
Con un color en la piel que dejaba claro el haber pasado todo el día en la playa, el pelo
pidiendo un cepillado, pero sobre todo riendo, regresaban a casa después de un largo,
pero buen día. Alba contaba las conchas que había recogido y llevaba en su cubo
mientras Esther miraba una que le había gustado especialmente.
E: Ya veremos.
De nuevo mirando al frente, ambas se detuvieron al ver como los padres de la pediatra
permanecían junto al coche mientras Rafael metía varias maletas y Pedro hablaba por
el móvil. La pediatra frunció el ceño y se detuvo sin saber qué hacer. Alba comenzó a
caminar deprisa hasta su abuela que sonreía al verla llegar.
M: ¿A Roma? –justo entonces Pedro caminaba hacia ellas- ¿Cómo que os vais a Roma?
P: Tu tío nos llamó esta mañana que se iba con Felipe, no sé si te acuerdas de él, y
vamos a estar allí quince días.
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R: Así estaréis tranquilas el tiempo que os queda. Carmen está avisada y siempre que
queráis que os prepare algo pues… Si lo preferís podéis estar en casa, tienes tu
habitación tal y como la dejaste, igual es más cómodo para la niña.
R: Gracias, cariño.
Mirando a su hija, dio los pasos que las separaban para con una mano en su hombro,
dejarle un beso en la mejilla.
Desde el mismo lugar, las tres veían como el coche se alejaba hasta poco después
desaparecer. La niña como si tal cosa se giró para ir hacia la casa mientras Esther se
quedaba mirando a Maca y esta finalmente se volvía para mirarla.
E: No le des vueltas… -rodeó con el brazo su cintura- Y vamos a darnos una ducha que
llevas arena hasta en las cejas.
Sentada en el suelo, Esther ayudaba a Alba con alguna de las tareas que le habían
mandado para las vacaciones en el colegio. Apenas tenía que decirle nada así que se
limitaba a estar a su lado y mirar por donde iba. En un momento de profundo silencio
giró la cabeza buscando la ubicación de la pediatra y la vio sentada en el balancín que
había en la entrada. Miró a la niña que seguía concentrada y finalmente se levantó para
ir hasta ella.
M: Me apetecía estar aquí… -la miró sonriendo- Está todo muy tranquilo.
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M: Quédate conmigo, anda… -tiraba de ella- Y dame un beso que no sé las horas que
llevas sin hacerme caso.
E: ¿Sin hacerte caso yo? –ladeaba el rostro besando su mejilla quedándose después
frente a ella- Eso no puede ser, yo siempre te hago caso.
E: Pues entonces no sé por qué tienes esa cara, si piensas siempre en mí deberías estar
sonriendo y dando saltos de alegría mínimo. –volvía a acomodarse en su hombro sin
poder ver la sonrisa de la pediatra- Otra cosa es que estés pensando en tu madre.
M: Me extraña mucho que decida marcharse así como así después de lo que pasó. Ella
no es así…
E: Quizá debería contarte algo… -se sentaba de nuevo de forma erguida mientras esta
la miraba.
M: ¿Pero te ha dicho algo? ¿Te ha vuelto a hablar mal? ¿Es eso? –preguntaba nerviosa-
Si es eso me quiero que me lo digas ¿me oyes?
M: ¿Entonces?
191
M: A mí no me vale que después de tanto tiempo venga a decir en cinco minutos algo
como eso. Yo he pasado muchas horas sin saber que era lo que hacía para que me
tratase de esa manera.
E: No te digo que hacer, porque tampoco sé que haría yo… pero no sé ¿es una paso no?
–buscaba sus ojos- Igual quiere cambiar las cosas.
La enfermera la miró con tristeza y comenzó a acariciar su pelo intentando que aquella
expresión de disgusto no siguiese creciendo en su rostro.
E: ¿En qué?
M: Que has tenido que venir tú para que esto cambie… -sonreía con tristeza- Tienes
que venir tú para que las cosas cambien y… -suspiraba.
E: Pero cariño… -se despegaba apenas para mirarla- No sé de qué te extrañas, si yo soy
la caña de España.
La pediatra no pudo más que reír ante el comentario y dejarse abrazar mientras la
enfermera se sentaba sobre ella sin dudarlo.
M: Ven aquí cariño… -extendía el brazo- Que aun me queda esta pierna para ti. –
sonreía.
M: Que suerte que tengo… las dos chicas más guapas del mundo aquí conmigo. –
miraba a una y a otra.
192
E: Pues hazlo fuerte que me tenga que vengar después… -le rodeaba la cintura con sus
piernas.
Sintiendo la reacción por sus palabras, mordía su cuello para atrapar después aquella
misma piel entre sus labios. Notando como la enfermera clavaba los dedos en su
espalda.
M: ¿Te mordería de verdad lo sabes? –se separaba para mirarla y morder sus propio
labio- Es que se me cruzan los cables.
E: Jajaja a ver si voy a tener que llevar cuidado por si me chupas la sangre.
Sorprendida por aquella pregunta se separó parpadeando varias veces. La miró a los
ojos y vio como esta esperaba que contestase.
E: ¿Eh?
M: ¿Cómo me dices ahora que te vas a comprar un coche? ¿En qué narices estabas
pensando?
E: ¡Ais Maca! No te pongas así… -con rapidez hacia que girasen quedando ella encima-
Me acaba de venir a la cabeza y te lo he dicho.
193
E: Seguro que consigo que vuelva… -se inclinaba besando su clavícula- Pero no te
enfades… relájate anda.
La enfermera se incorporó para mirarla mientras fruncía el ceño y recibía una mueca de
venganza de la pediatra.
M: ¡Pues no haber empezado tú! –le daba en el hombro- Que tienes cada cosa…
M: ¿A que no tienes lo que hay que tener? –ladeaba el rostro mirándola con seriedad.
M: Jajaja.
La pareja había preferido refrescarse con una buena ensalada y picotear de un plato
con queso a la vez que de otro con patatas fritas y un puñado de frutos secos que la
enfermera había dejado caer disimuladamente.
Mientras tanto la pediatra había girado su rostro entrecerrando sus ojos para ver
después como la enfermera sonreía mirándola de reojo y esperando su reacción. Esta
llegó en forma de cacahuete lanzado por Maca dando justo en su frente.
194
M: ¡Pero qué dices! Levanta que te lo mire… venga Esther, que me estás asustando.
M: ¡Joder Esther! Pero quieres levantarte. –alzaba la voz mientras la cogía por un brazo.
En aquel momento, la enfermera dejaba caer algo de sus manos haciendo que cayese
sobre la mesa. Maca se movió impresionada a la vez que Esther se incorporaba con el
ojo cerrado. Miró la mesa y vio como una aceituna rodaba hasta caer al suelo. Movió la
parte inferior de la mandíbula y volvió a mirarla.
M: Eres tonta.
E: Jajaja.
195
Maca giró su rostro para mirar a Alba y como bien había escuchado, permanecía
dormida sobre su hombro. Se movió con cuidado para cogerla en brazos y comenzó a
caminar hacia la escalera para después perderse en el dormitorio de la niña.
Esther miraba de vez en cuando hacia arriba esperando verla bajar de nuevo hasta que
muy al contrario, observó cómo salía para ir en dirección contraria y entrar en la
habitación que ambas ocupaban. La enfermera suspiró dando un golpe en el sofá y
apagó en televisor para ir rumbo al piso de arriba.
Cuando llegó al dormitorio la vio de lado dando la espalda a la puerta y con cuidado
cerró para después comenzar a desnudarse e ir a la cama. En un primer momento se
quedó tras ella en silencio, esperando que quizás se diera la vuelta pero no era así, el
tiempo pasaba y seguía dándole la espalda. Se acercó despacio hasta ella quedando
con cuidado sobre su brazo queriendo mirarla.
Como respuesta, la pediatra se movía quedando bocabajo sin decir una palabra.
Apoyada sobre su brazo derecho, la enfermera arqueaba una ceja al ver como seguía
en sus trece.
E: Me vas a hacer llorar, que lo sepas. –se quejaba besándola de nuevo- Maca por
favor… perdóname.
E: ¡Pues no me hables! –se levantaba de nuevo para colocarse la ropa- Pero aquí no
duermo. Buenas noches. –cerraba la puerta después de salir- Cabezota, joder.
196
Cuando despertó se fue girando despacio hasta quedar bocarriba ocupando toda la
cama. Miró al techo y recordó que la enfermera se había marchado al poco de llegar.
Suspiró y se abrazó a la almohada mirando hacia la puerta.
Pasados unos minutos se incorporó y calzándose se puso en pie para estirar sus brazos
y salir al pasillo. Miró hacia el salón pero no había nadie. Abrió la puerta de la
habitación de la pequeña pero la cama ya estaba hecha y tampoco se escuchaba nada.
Cerrándola de nuevo pensó en que habrían salido a dar un paseo y fue de nuevo hasta
el dormitorio con la intención de darse una ducha.
La puerta del baño volvía a abrirse para ser cerrada del todo después. Caminaba de
puntillas no queriendo que descubriese aun su presencia y se quitó la ropa con rapidez.
Ya desnuda corrió la mampara encontrándola de espaldas. Cerró y en tan solo dos
pasos llegó hasta ella para abrazarla y dejar que el agua cayese sobre su cuerpo.
E: Lo siento Maca… de verdad. –cerraba mas los brazos- Te prometo que no lo vuelvo a
hacer más en la vida… pero háblame. Por favor.
Sin girarse sonrió y suspirando tranquilamente fue ladeando su rostro hasta ver como
la enfermera se aferraba a su espalda con los ojos cerrados. Girándose sintió como
Esther dejaba de ejercer presión y la miraba con el rostro casi compungido. Sonrió y
acarició su mejilla.
Despacio fue acercándose a ella sin llegar a rozarla, besó su nariz y unió su frente a la
de la enfermera de forma cariñosa.
E: ¿Me perdonas? Te juro que nunca más lo vuelvo a hacer y no te gastaré mas bromas
pesadas… -negaba con la cabeza- Te juro que no lo haré mas, Maca.
La pediatra no pudo más que sonreír al ver como se disculpaba y acariciar su mejilla
con cariño. Esther bajó el rostro nerviosa por seguir sin escuchar nada de sus labios y
no queriendo llorar volvía a mirarla.
E: Maca… no he pegado ojo en toda la noche y como sigas así de verdad que me va a
dar algo.
197
Pasados unos segundos Maca se separaba lentamente sin alejarse mucho de ella.
Acariciando con el pulgar sus labios mientras aun permanecía con los ojos cerrados.
M: ¿De verdad crees que me iba a pasar toda la noche sin hablarte? ¿Uhm? –volvía a
besarla con calma.
E: Nunca más te gastaré una broma así, Maca… -besaba su rostro- Te lo juro… -volvía a
besarla- Pensé que nunca más me hablarías.
M: Ven aquí anda… -volvía a abrazarla- Me enfadé, no te voy a decir que no… pero
tampoco iba a caer a la primera de cambio, cariño… te lo tenias que currar un
poquito… -cogiendo su rostro la miraba fijamente- Pero es que tú también, vaya
bromitas.
E: Lo siento.
M: Así que estamos solas… -la enfermera asentía- Pues ya puedes empezar a
compensarme por el enfado. –sonreía.
Era jueves por la noche y habían decidido que el sábado por la mañana regresarían a la
Madrid. El viernes habían quedado a cenar con Ana y esa noche era la última que
tendrían para ellas por completo. Después de acostar a la niña en su cama y asegurarse
de que no despertaría, sonrieron a la vez que se cogían de la mano para salir de la casa.
Caminaban con una dirección fija mientras se miraban y se detenían en alguna ocasión
para besarse. Después de unos minutos llegaron lo suficientemente lejos para que las
luces de la finca no llegase a ellas y la pediatra se sentó invitando después a la
enfermera a hacerlo entre sus piernas.
E: Que bonito Maca… se ven muchísimas, eh… parece que aquí hayan más.
198
M: Las gracias te las tengo que dar yo a ti… -susurraba con cariño.
E: ¿Por qué?
M: Por aparecer… Por soportarme todo ese tiempo en el que fui una imbécil… -sonreía-
Por darme una oportunidad y cambiar mi vida como lo has hecho.
M: Es verdad, Esther. –besaba su frente- Siempre había creído que mi vida seguiría
igual que estaba, pero llegaste tú con tus cajas y mira… -sonreía- cuando menos lo
esperaba descubrí que había alguien por llegar y hacerme feliz… como solo tú podrías
hacerlo.
Sintiendo como el rubor inundaba sus mejillas, salió de aquel escondite con los ojos
cristalinos. La pediatra sonrió acariciando su rostro y dejando un beso en su nariz.
M: Y yo a ti.
E: ¿Sabes qué?
M: ¿Qué?
E: Que hacía mucho tiempo que me sentía sola… desde que mis padres murieron solo
tenía a Marta, pero ella tiene su familia y… -sonrió girándose- Ahora ya siento que
tengo la mía.
E: ¡Ya salgo!
M: Cuando quiere parece que en vez de una ducha se da un baño… -se giraba hacia la
mesita.
M: Pues no lo sé, lo último que me dijo es que no le apetecía mucho… si no pues nos
quedaremos unos días descansando hasta que empecemos a trabajar y Alba tenga que
ir al colegio.
A: ¿El qué?
M: No… se va a venir con sus cosas, tendrá sus propias llaves y pondremos su nombre
en el buzón. –sonreía al recordar sus palabras- Quiero que viva conmigo.
M: Sonará cursi, pero exactamente eso… Como tú has dicho se pasa la vida en casa, así
que traeremos lo que necesite de su piso para que no tenga que ir para nada, aunque
lo mantenga ahí, que esa casa es suya y hará con ella lo que quiera.
M: ¡Ya no te cuento nada más! Siempre riéndote hombre. –la puerta del baño se abría
saliendo la enfermera segundos después- Por fin.
E: No te quejes tanto ¿has hecho mi maleta? –la pediatra la miraba arqueando una
ceja- ¿Eso es que no?
A: Anda que tú también… vaya cosa dices, diría que sí encantada. –se cruzaba de brazos
riendo.
200
Ambas abrían los ojos al máximo sorprendidas mientras Ana cerraba la puerta riendo.
Tras unos segundos en los que reaccionaban ante aquella intención de Ana, volvieron a
girarse con una media sonrisa. Esther negó con la cabeza y fue hasta la ropa que tenía
colocada en una de las sillas. Se deshizo de la toalla dejando su cuerpo desnudo al
alcance de la vista de la pediatra que tras un segundo, se detuvo en sus movimientos
para quedarse observándola.
Primero se colocó un tanga de color negro para inclinarse después hasta el sujetador,
momento en el que Maca dejándose llevar fue hasta ella pegándose a su espalda.
E: Ja, ja… -se colocaba el sujetador- Ya sabía yo que al final… -se giraba para
abrochárselo haciendo que la pediatra colocase las manos en su cintura.
E: Te diré… -ladeaba el rostro- Ahora no… que acabo de ducharme y nos tenemos que
ir…
E: Que no. –sonreía frente a sus labios- Y si digo que no es que no. Así que coge lo que
tengas que coger que nos vamos. –se giraba de nuevo.
Fue hasta la cama de nuevo. Cogiendo las últimas prendas que había sobre ella para
meterlas en la maleta de la enfermera. Doblando una camiseta sintió como esta se
pegaba a su espalda rodeándola con sus brazos por la cintura.
M: Ahora nada.
E: ¿Seguro? –metiendo las manos bajo su camiseta fue despacio hasta su pecho.
Cerró los ojos ante el contacto para llevar sus brazos después hacia atrás pegándola
mas su cuerpo. Acariciaba su cintura despacio. Suspirando al notar los labios en su
cuello, su aliento recorriéndolo despacio. Con la ayuda de sus labios, la enfermera
hacia caer el fino tirante de la camiseta de la pediatra, consiguiendo que su hombro
quedase libre por completo al igual que una parte de su espalda.
201
La mano de Esther llegó hasta su propósito, aquel pantalón era fácil de sortear,
introdujo despacio los dedos por debajo de la tela y ahí estaba, el camino hasta la
meta. La pediatra reclinó su cabeza con rapidez por la impaciencia, la enfermera no iba
a dar tregua y llegó tan solo unos segundos después.
Con su mano libre fue hasta su pecho de nuevo, apretándolo para sentir como la
pediatra colocaba la suya encima impidiendo que abandonase ese lugar. En su sexo, los
dedos de la enfermera, comenzaban a apoderarse de ella, haciendo que buscase sus
labios para acallar su voz de nuevo.
Sus caderas se movían, tenía que buscar el equilibrio en el cuerpo de la enfermera, las
piernas comenzaban a temblarle y sentía que faltaba poco. Se agarró con fuerza a su
nuca cuando sintió que lo hacía más rápido, más fuerte y esperando que llegase al
orgasmo. No tardó en hacerlo teniendo que ser el brazo de Esther quien consiguiese
que se mantuviera en pie. Segundos después y cuando ya controlaba su respiración, la
pediatra suspiró.
Una vez en Madrid cogieron un taxi desde la estación. Nada más llegar al piso de la
pediatra, se dispusieron a deshacer maletas y dejar todo medianamente listo para
entonces sí, relajarse. Alba distintamente, después de estar cinco minutos en el sofá
había caído rendida.
202
M: Ya está… pongo una lavadora y ya mañana será otro día. ¿Qué tal tus peces?
E: Bien, Marta no me los ha matado ni nada por el estilo… -sonreía- ¿La peque se ha
dormido?
M: Como un tronco, ¿la llevas a la cama mientras preparo de picar para nosotras? Yo
tengo hambre.
Sin ninguna dificultad, consiguió que Alba se agarrase a su cuello para llevarla en
brazos hasta la cama. Arropándola hasta la cintura con la sabana, vio como cogía de
nuevo su posición y sonrió sentándose a su lado.
Al: Esther…
E: Dime, cariño.
E: Claro que sí. –sonreía acariciándole el pelo- Os quiero mucho, mucho, mucho… -se
inclinaba de nuevo para besarla.
Sus labios se estiraban de nuevo en una sonrisa aun mayor, emocionada al recibir aquel
cariño de la pequeña. Suspiró y arrastrando la lágrima que amenazaba con caer por su
rostro, se inclinó encontrando el abrazo de Alba.
Mirando hacia la cama, apagó la luz de la habitación y cerró la puerta hasta dejarla
entornada. Sonreía aun cuando llegó al salón y segundos después hasta el sofá. Así la
encontraba Maca cuando aparecía bandeja en mano frente a ella.
E: ¿Eh?
M: Ahora es cuando me dices que estabas pensando en mí y por eso tienes esa cara, si
no me enfadaré. –sonreía sirviendo vino en dos copas.
203
E: Tú… -suspiraba- cuando… cuando piensas en nosotras… -la pediatra asentía dándole
seguridad- ¿lo haces…? quiero decir… -carraspeaba- ¿lo haces creyendo que esto
quizás se acabe en algún momento o al revés?
Bajó la mirada a la vez que comprendía a donde quería llegar. Cogió sus manos
mientras con tranquilidad las acariciaba y buscaba las palabras exactas. Pasaban
apenas un minuto en silencio, hasta que sin soltar sus manos buscó de nuevo sus ojos.
M: La vida me enseñó que por mucho que queramos que algunas cosas sean para
siempre, no está en nuestras manos conseguir eso… Pero si intentar que hasta donde
sea que se llegue, sea de la mejor manera posible… si yo tuviera que decidir eso,
firmaría donde fuese para tenerte así… -sonreía- como ahora, todo el tiempo del
mundo… -llevó su mano hasta la barbilla de la enfermera- ¿Acaso lo dudabas? –
sonreía.
M: Ahora la tengo que no la cambiaría por ninguna otra. –se acercaba a su rostro- Y si
tenias alguna duda en eso ya puedes quitártela de la cabeza ¿me oyes? O te cojo y no
sé lo que te hago.
M: Ais…. –suspiraba antes de abrazarla- Que esta mi niña mimosa hoy… -sonreía
haciendo que ambas se recostaba en el sofá- ¿Y todo esto a que ha venido? –la miraba.
M: ¿Quieres que nos demos un bañito? Ponemos musiquita tranquila y nos relajamos
un poco antes de ir a la cama.
M: Nos llevamos el vino y pasamos un rato tranquilo las dos… y te doy un masajito
204
M: Jajaja Claro… claro que te gusta como suena. –iba hacia su cuello- Porque eres muy
lista tú, amiga…
E: Oye… que luego tú también tendrás lo tuyo, y también lo sabes. –sonreía al sentir
como descendía por su cuello.
M: Lo sé, lo sé… y… -volvía a mirarla- ¿Si vamos ya? –elevaba las cejas repetidas veces.
E: Jajaja.
En la puerta, Esther cogía las llaves que colgaban en la pared para girarse hacia el
pasillo después.
M: ¡Eh! –rápidamente salía del dormitorio- Me ha parecido oír que cogías el coche… -la
miraba a ella y a la niña que esperaba a su lado.
E: Es lo que he dicho, que cojo las llaves del coche. Hace mucho calor para ir en metro.
E: ¿Pero que te crees que voy a hacer? Que voy a por Luis y son diez minutos…
-sonreía- No le pasará nada a tu coche, Maca. –sonreía mirando a la niña.
M: ¡No corras! –gritaba justo cuando se cerraba la puerta- Como lo roce me la cargo.
En el coche, Alba cantaba junto a la enfermera que había puesto la música nada más
arrancar. Se sonreían mutuamente mientras movían el cuerpo al ritmo de la canción.
E: Recuérdame que quitemos el disco cuando bajemos que tu madre si escucha esto
nos mata a las dos… y nos quedamos sin disco.
205
Al: ¡Sí! ¡Pero podíamos ir al Aquopolis! Que allí hay toboganes y nos lo pasaremos bien.
E: Ya. –sonreía- Ya sé que está guay, pero hay que ver como convencemos a mamá
porque me da que a ella no le parecerá tan guay.
Cinco minutos después llegaban a casa de su hermana. Esta ya tenía la mochila del
pequeño lista a la espera que la enfermera llegase. Así que recibiendo la nueva
información de la posible escapada al parque acuático metió en la bolsa el bañador del
pequeño que también mostraba su emoción por la idea de Alba.
Los niños subían corriendo hasta llegar al piso dejando a la enfermera rezagada.
Encontraron la puerta abierta y a la pediatra esperando cuando entraban sin cesar en
su carrera.
M: ¡Pero bueno!
Al: ¡Mami! ¡Mami! ¿Sabes qué? –preguntaba nerviosa- ¡Esther ha dicho que mañana
vamos al Aquopolis!
La pediatra abría los ojos por completo mientras giraba el rostro a la vez que la
enfermera llegaba a la puerta y reñía con la mirada a la niña que de nuevo salía
corriendo seguida por Luis.
206
M: Me convencerías.
E: Sí. –asentía- Ahora no puedes dejarme mal, cariño. –le daba un beso en los labios-
Además nos lo pasaremos bien, preparamos bocadillos ¡y a pasar el día tirándonos por
los toboganes! –sonreía ampliamente.
M: Pero en esos sitios es fácil que se te pierdan los críos y que se metan en cualquier
sitio donde cubre y que les pase algo.
E: Por dios, Maca. –se separaba de ella para caminar hasta el salón- Y también cuando
van al colegio les puede pasar cualquier cosa y aun así van todos los días. No seas así.
M: Además de que está tu sobrino y seria la monda que le pasase algo estando tu
hermana fuera. –colocaba los brazos en jarra mirándola.
E: Pues nada, ¿no quieres ir? No vamos, tranquila, que ya se lo digo yo. Pero tela
contigo, eh… -pasaba por su lado mirándola.
Abrió con cuidado y la vio sentada dándole la espalda mientras se descalzaba. Cerró de
nuevo y fue hasta la cama sentándose a su lado.
M: Ya vale, Esther.
M: Eso de que tengas que decir siempre la última palabra te juro que me pone de los
nervios. –suspiraba.
E: Claro, por eso lo hago… -sonreía acomodándose en ella- ¿Entonces qué? ¿Quiere
mamá que vayamos o no?
Ya por la mañana, la enfermera entraba en la habitación de la niña para ver cómo iban.
L: Yo ya estoy tita.
E: Venga, pues al salón que nos vamos… ¿y tú, Alba? –la miraba sentada en la cama.
E: Creo que mami la está lavando cariño, yo te dejo la mía ¿Vale? No te preocupes.
Al: Vale. –mas convencida cogía su mochila y caminaba delante de ella hacia el salón.
E: Va en nuestra bolsa.
M: Entonces vamos bien. –giraba el contacto del coche haciendo que la música
comenzase a sonar, fruncía el ceño y se quedaba mirando el salpicadero mientras la
enfermera se giraba con rapidez hasta la pequeña.
-Yo quisiera que sepaaaaas… pa pa pa paaa… que nunca quise asiiii… pa pa pa paaa…
208
M: La madre que te pario, Esther… -negaba con la cabeza mientras intentaba quitar la
música.
M: ¡Pero cómo que no lo quite! ¿Tú quieres que a mí me de algo escuchando esto o
qué?
E: Jajaja.
Ya saliendo del centro la pediatra suspiraba y conducía con una velocidad fija mientras
con un brazo en la ventanilla intentaba aguantar el tipo. Muy diferentemente a lo que
ella había querido, la música seguía y a un coro de tres voces, cantaban a pleno
pulmón.
L: Pa pa pa pa paaa.
Al: Pa pa pa pa paaa.
E: Que mi vida comienzaaaaa. –sonreía al ver que la pediatra la miraba con el ceño
fruncido.
Al: Pa pa pa pa paaa.
L: Pa pa pa pa paaa.
M: Quien me dijese a mí que yo iba a pasar por esto… -rezaba haciendo que Esther la
escuchase.
209
Frente a una gran piscina con pasillos flotantes y agarradores, los niños sin pensarlo
corrieron para lanzarse de lleno haciendo reír a Esther que cogió la mano de la pediatra
para tirar de ella. Esta intentaba zafarse negándose por completo a bañarse todavía.
E: ¡He dicho que al agua! –tiraba de su mano- Será mejor por las buenas, Maca. No
seas cabezota.
E: Vale… -dejaba de hacer presión sin soltar su mano- No quieres, pues no quieres.
La pediatra se relajó al ver que había cesado en su insistencia y miró hacia otro lado.
Esther sonrió y tirando con aun más fuerza la hizo caer al agua haciendo ella lo mismo
segundos después. Cuando salía de nuevo al exterior, Maca se retiraba el pelo de la
cara.
M: ¡Ahora verás! –saltaba hacia ella para empujarla desde la cabeza para sumergirla.
M: ¡Oe oe oe! –la imitaba para quedarse después seria frente a ella- ¿A qué jode? –
susurraba.
M: ¡Ni se os ocurra!
Al: ¡A por ella! –reía mientras intentaba correr tan rápido como la enfermera.
210
M: Por dios… -dejaba que le diera alcance- Veeenga, ahógame tú… -ponía los ojos en
blanco.
E: Por supuesto que lo haré… -miró hacia atrás esperando a los niños- ¡Al agua! –la
empujaba hacia el agua.
Sonriendo hacia fuerza con ambas manos mientras la sumergía. Miraba a Alba que
parecía no estar disfrutando mucho y cuando fue a dejarla salir sintió un mordisco por
encima de la parte inferior de su bikini que le hizo soltar un grito.
M: Jajaja. –se retiraba el pelo hacia atrás- Mujer de recursos. –sonreía mientras se
pinzaba el labio- ¿Lo hacemos otra vez? –Esther entrecerraba su mirada- ¿Eso es un
no?
E: Eso es que eres peor que yo aunque lo finjas. –se giró para comenzar a caminar
hasta una de las escaleras.
L: ¡Sí!
En el césped de una de las zonas de descanso, la pediatra había caído dormida en las
piernas de Esther que acariciaba su pelo mientras miraba a los niños en una de las
piscinas más próximas. Sonreía al verlos lanzarse desde la orilla y jugar a los piratas en
el agua.
Giró su rostro para ver a un matrimonio que también descansaba cerca de ellas con un
niño de apenas dos o tres años disfrutando de un helado. Sonrió y vio como este fijaba
su vista en ella. Le mantuvo la mirada hasta que este, sonriendo, le sacaba la lengua. La
enfermera puso una mueca de sorpresa haciéndole reír para después sacarle la lengua
también.
E: Ey… -sonrió mirándola- ¿Qué tal la siesta? –le daba un beso rápido.
211
M: Eres adorable… -sonreía cogiendo su mano- Es un gusto verte con los niños… se ve
que disfrutas.
M: En el fondo dice…
E: Pues hazlo… -sonreía ladeando su rostro mientras con ambas manos sobre el césped
sostenía su cuerpo erguido.
E: Claro… me encantan los niños. Desde siempre he tenido buena conexión con ellos…
-se encogía de hombros- Supongo que mi forma de ser ayuda a llevarme bien con casi
todos…
E: Uy sí. Cuando tenía… -cerraba los ojos haciendo memoria- dieciséis o diecisiete años,
no lo recuerdo. En el pueblo había una familia gallega, eran todos muy simpáticos y
tal… -sonreía- pero el niño, que tendría la edad de tu hija ahora, era un demonio…
llevaba a todos los abuelos de cabeza. Un día nos cruzamos en las fiestas y yo estaba
sentada con unas amigas tomando algo, los críos estaban llenando globos de agua para
jugar y vi en su cara como maquinaba tirarnos uno… -la pediatra sonreía.
E: ¡Hombre! Nos tiró uno que me dio a mí en toda la pierna… llegó a su casa llorando
porque una niña mala del pueblo le había dado con un globo en la cabeza.
M: Jajaja.
212
E: Pues que corra y se esconda el que sea, que me lo como… -sonreía llegando a sus
labios.
De nuevo en la piscina, reían junto a los niños que habían encontrado en ellas, las
piezas perfectas para sus juegos. Maca subía a Alba en sus hombros mientras Esther
hacia lo propio con su sobrino y estos intentaban derribarse mutuamente.
La pediatra, cabecilla del juego sucio como gritaba la enfermera, aprovechaba los
momentos de cercanía para con su pie, intimidarla y hacer que perdiese el equilibrio.
L: ¡Eso no vale! –se escurría entre las manos de su amiga- ¡Tita eso no vale!
E: ¡Pues claro que no vale! –en tan solo un segundo llevó su mano hasta el pecho de la
pediatra y dándole un pellizco hizo que de manera automática soltase a su hija y esta
cayese al agua- ¡Ganamoooos!
M: Niños… dejarnos solas un momento que tengo que hablar seriamente con Esther.
La enfermera abrió los ojos asustada y con cuidado hizo bajar a su sobrino. Alba,
creyendo que su madre estaba enfadada guió a su amigo hasta otra parte de la piscina
dejando a las mujeres a solas. Esther guardaba silencio mientras esperaba que aquello
fuese una broma por parte de la pediatra y observaba como esta se acercaba poco a
poco hasta ella.
Golpeó el agua frustrada a la vez que la pediatra se abalanzaba sobre ella para rodearla
con sus brazos haciendo que esta riera.
213
M: Eso tengo que decidirlo yo ¿no? –iba hacia su hombro dándole un mordisco- Eres
mía y hago lo que quiero contigo.
En el forcejeo, la enfermera conseguía zafarse y echar a correr riendo. Maca por detrás
la seguía sin borrar su sonrisa hasta que sintió un pinchazo en la planta del pie.
M: Creo que me he cortado con un azulejo del fondo… -se mordía el labio y se cogía a
los hombros de la enfermera que la ayudaba a llegar a la orilla.
M: ¡Genial! –se cruzaba de brazos- Pues a mí ningún niñato de piscina me pone puntos,
que te de las cosas y lo haces tú.
E: Jajaja cariño por favor, que parece mentira que seas médico.
M: ¡Que no! O los pones tú o me voy así y me desangro por el camino hasta el hospital.
Tú decides.
E: Eh… -se levantaba girándose hacia él- Verás, yo es que soy enfermera… y si no os
importa, le hago yo la cura y además necesita un par de puntos.
-Pero no hace falta, ya les digo que viene la enfermera y se encarga de todo.
E: Maca… -la reñía con cariño- No es por nada eh, es solo que prefiere que lo haga yo…
-Pero…
214
-Hola… -una mujer entraba sonriente portando su maletín- ¿A quién tenemos que
curar?
La enfermera se giró con una sonrisa hacia Maca que apretando los labios se mantenía
de brazos cruzados mirando a la pared. Minutos después, y habiéndole explicado la
situación, la enfermera del recinto accedía sin problema a que Esther fuese quien
hiciese la cura. Le dio unos guantes y todo lo necesario mientras ella se sentaba a un
lado para observarla.
Con ambas manos agarrando el borde la de silla, la pediatra cerraba los ojos sintiendo
el pinchazo en la planta del pie. Se relajó dos segundos después viendo la sonrisa de
Esther.
M: ¿Qué?
E: Que te pones monísima así… -apretaba los labios girándose hacia el maletín.
E: Seguramente. –sonreía- Bueno… ahora no te muevas que voy a coserte este pie tan
precioso que tienes.
La enfermera frente a ellas sonreía por la escena. Miraba a una y a otra descubriendo
como parecían saber las palabras exactas para que la otra respondiese, y vuelta a
empezar.
E: ¿Hermana de esta? –seguía mirando la herida- Nah… solo es mi novia. –sonreía sin
poder ver como la pediatra hacia lo mismo.
M: Igual me quedo soltera otra vez cuando salga de aquí… -cerraba los ojos al sentir un
tirón.
E: No seas quejica que no te puede doler… oye, ¿has pensado que ahora no puedes
conducir?
M: Sí lo he pensado, sí.
215
E: Jajaja. –se reía mirando a la enfermera que no sabía dónde meterse- Tú tranquila,
ladra mucho pero luego nada de nada.
E: Pero si es que primero le pisa y luego frena… me lleva como en una procesión el
imbécil.
M: Échate tú un poquito que aún queda para que lleguemos… y me da que pillaremos
atasco al entrar a Madrid.
Con la radio puesta, los niños en la parte trasera dormían tranquilos después de un
largo día en el agua. Maca, apoyando el mentón en su mano, miraba la carretera
mientras Esther, esperando a que se moviesen los coches, guardaba silencio.
Después de un par de minutos sin moverse dejó caer la mano derecha sobre su pierna
a la vez que dejaba su cabeza apoyada en el asiento. La pediatra en un acto reflejo
cogía su mano girando su rostro hacia ella.
E: ¿Cómo estás?
M: No me duele… pero estoy cansadísima. –cerraba los ojos- Espero que caigan pronto
en la cama..
E: Seguro que sí… -acariciaba su mejilla- A ver si anda esto porque yo me estoy
desesperando.
M: Oye…
E: ¿Uhm? –pisaba apenas el acelerador recorriendo los metros que parecía avanzar la
cola.
216
M: Tienes razón, como tampoco voy a dejar que te vayas a ningún sitio no pasa nada…
-se acercó hasta llegar a su cuello- ¿Luego me vas a dar mimitos a que sí?
E: Claro… -sonreía encogiendo su hombro por las cosquillas- Todos los que quieras.
E: Ajá.
Quince minutos después conseguían llegar al centro y finalmente hasta el garaje del
edificio. Los niños cargaban con sus mochilas mientras la pediatra, agarrada del cuerpo
de Esther, caminaba con cuidado. Dentro del piso respiraban tranquilos por llegar.
E: Claro, y dejar a dos delincuentes solos por la casa… no sé por qué no lo he pensado
antes. –sonreía.
M: Lástima no tener una vecina maja que se quedase con ellos. –la miraba de reojo.
M: Jajaja.
E: Niños, a la cama… que ya están las dos preparadas para que los piratas descansen. –
apagaba el televisor.
E: No… -contestaba cantando- Nada de tele que ya es tarde y tenéis que dormir. Así
que venga. –comenzó a dar palmadas consiguiendo que fuesen en una carrera hasta la
habitación.
L: Tita… -la llamaba ya tendido sobre la cama- Mañana no podremos salir porque tía
Maca no puede andar ¿a qué no?
217
E: La tía Maca estará coja unos días así que tendremos que pasar el día aquí.
E: Algo haremos, por eso no os preocupéis. –les dio un beso a cada uno y fue de nuevo
a la puerta para apagar la luz- Buenas noches.
L: Buenas noches.
Sin dejar de sonreía fue hasta el dormitorio donde la pediatra miraba el televisor
acomodaba mientras la esperaba. Comenzó a desvestirse para después colocarse su
pantalón corto y una camiseta con la que no pasase calor y finalmente acomodarse a
su lado.
E: Hola.
E: Luis… ha dicho algo que me ha hecho gracia. –sonreía aun mas viendo como la
pediatra esperaba a que continuase- Nada… que entro y me dice, tita… -imitaba la voz
del pequeño- Mañana no podremos salir porque tía Maca no puede andar ¿a qué no?
M: La tía Maca quiere que la tía Esther la mime mucho… -la besaba por fin.
M: A ver… -flexionaba la pierna- Madre mía que tajo… no sé cómo no lie una y gorda.
E: Ni yo. –sonreía volviendo a cogerle el pie- Con lo que tú has sido... –negaba
sonriendo.
M: Idiota.
M: Que va… -la enfermera la miraba- Si no es nada… un cortecito que en unos días se
cura.
M: Tú a callar.
Al: ¿Vamos a ver una peli, mami? He preparado palomitas para que Esther las meta en
el microondas…
E: Luis… -se giraba- Llama a mamá desde mi móvil y pregúntale a qué hora te llevo a
casa que dijo que me llamaría esta mañana.
L: ¿Dónde está?
E: En la mesa del salón. –se giraba de nuevo- Esto ya está… -se quitaba los guantes-
¿Quieres que te lleve al sofá o como no te duele vas tú solita?
M: Haz el favor de no vacilarme y ayúdame. –se ponía en pie- No esperarás que le diga
al crio que sí me duele… -se quejaba- Parece mentira.
E: Cuando te pones así… dan ganas de dejarte hablando sola, que lo sepas. –la
agarraba de la cintura.
219
M: Que no, que te vayas que ya me apaño yo. Eso sí… si me caigo por el camino será tu
culpa.
E: Como sigas así me voy a ir de verdad y te vas andando tú solita al sofá, te lo advierto.
–se colocaba en jarras- A mí tonterías las juntas.
E: Si es que hago lo que quiero contigo. –sonreía mirando al suelo a la vez que la
pediatra giraba el rostro.
M: ¿Perdona?
E: No te enfades va… que era una broma. Ahora nos echamos en el sofá a ver la tele un
ratito y te doy muchos besitos.
E: Él tampoco lo entiende, Maca… -sonreía- Solo que con señas y cosas pues acaban
apañándose.
M: Vaya tontería.
E: Es una película para niños, no tienes que encontrarle nada. –besaba su mejilla- Pero
no me digas que no es mono.
M: Uy sí… monísimo. Como que tú ves uno y te paras a ver que te hace señas. Gritas y
corres.
E: Jajaja.
220
E: ¿Qué?
E: No, pero me gustaría saber qué piensas mientras lo haces. –acarició su nariz- ¿O me
miras sin pensar?
Tras ver la película y merendar algo, la enfermera pasó a prestar atención a los
pequeños mientras Maca leía tranquilamente en la terraza. Pasadas las siete, Luis
comenzaba a recoger sus cosas mientras Esther se vestía y salía de nuevo al salón.
E: He pensado que podría pasar por la pizzería de vuelta y traer la cena. –se sentaba al
lado de la pediatra.
La pediatra giraba su rostro negando con la cabeza, Esther sonreía y besaba sus labios
para quedarse después unos segundos mirándola.
M: Vete con ella y a su gusto, que ya que cenará pizza que coma más de un trozo
porque luego diga que no le gusta.
E: ¡Pues marchando helado de chocolate para la señorita lisiada! –se levantaba del
sofá.
M: ¡Pero oye! –le lanzaba uno de los cojines- Que no soy ninguna lisiada.
E: No… -sonría balanceándose- Solo que no puedes andar tú sola porque te duele y te
caes.
221
E: Pues dale un abrazado a la tita Maca que nos vamos. –sonreía al ver como el
pequeño iba hasta el sofá.
L: Hasta luego tía Maca. –le daba un beso en la mejilla haciéndola sonreír.
M: Hasta luego campeón. –se quedó mirándolo hasta que llego junto a Esther y su hija-
¿Y tú no me das un beso, señorita?
M: Aquí el que me da un beso es el único niño bueno, que no da follón y se porta bien.
–el pequeño sonreía- Y las otras dos que son demonios no me dan ninguno.
Sonreía sin ser vista por los dos niños mientras caminaba hacia la pediatra que la
miraba en todo momento. Con ambas manos sobre el sofá se fue inclinando poco a
poco hasta quedar frente a ella sin llegar a besarla.
E: Lástima que estén delante. –fue hasta su frente besándola con rapidez.
E: Los niños… -extendía ambos brazos caminando hacia atrás- Enseguida venimos.
La puerta se cerró y la pediatra seguía mirando por donde Esther había desaparecido
segundos antes. Suspiró cruzándose de brazos para mirar de nuevo al televisor.
Esa noche, cuando la ciudad se mantenía en silencio pudiendo apreciar cualquier ruido,
cuando la oscuridad pintaba hasta el último rincón y la ciudad dormía, cuando la
mayoría cerraba los ojos por el sueño, dejándose llevar por los brazos de Morfeo…
En la cama, Esther sentada sobre la pediatra, con los restos de un helado ya derretido
en la mesilla, se acariciaban entre susurros. Los labios de la enfermera se paseaban por
su rostro en un casi imperceptible roce que estremecía cada centímetro de piel.
Separándose lo justo guiaba sus manos hasta aquel mismo lugar, recorriéndolo por
igual, acariciando sus parpados, sus labios, su cuello…
222
La enfermera sonreía ladeando su rostro para besarla, una vez, dos, una tercera… Sin
dejar de mirarla entrelazó sus dedos, inclinándose para besar su hombro mientras
Maca seguía mirándola.
Volvió a ladear su rostro, quedando por encima de su pecho, dejando un nuevo beso,
comenzando a acariciarla con la punta de la nariz. Maca sonreía observándola, Esther
seguía en aquella caricia y después de apenas unos segundos comprendía lo que
marcaba en su piel; te quiero.
Quedando de nuevo frente a su rostro llevó la mano hasta sus labios, extendiéndola
mientras miraba fijamente sus ojos. Besando después su pulgar, su dedo índice, yendo
después al siguiente…
Poco a poco, como si fuera irremediable, sus cuerpos se unían, se acercaban queriendo
sentirse. Los brazos de la pediatra la rodeaban por completo, mientras ella buscando el
refugio de su cuello, la abrazaba dejando ambas manos en su espalda, subiéndolas y
bajándolas lentamente mientras besaba sus hombros.
Mirando sus ojos acariciaba sus labios, por donde mismo habían salido aquellas
palabras.
Eran segundos escapándose del orden del tiempo, breves instantes en los que
respiraban y continuaban sin dejar que pasase el aire entre ellas. Se dibujaban caricias
acompañadas de silencio, se besaban dependiendo de los labios que a la vez rogaban
vida para seguir…
Cuando volvieron a mirarse una leve brisa entró por la ventana y un escalofrío recorrió
sus cuerpos de principio a fin haciéndolas sonreír.
Echadas por completo, permanecían de lado mirándose, rozándose con la punta de los
dedos, descubriendo un mínimo brillo en los ojos de la otra, sonriendo por saber, que
nadie más conocería nunca algo como aquellos momentos entre ellas.
223
Aquella tarde, era Maca quien iba a casa de su cuñada a recoger a la pequeña. Aparcó
frente a la puerta y tras tocar el timbre, subió hasta el piso entrando directamente y
escuchando las risas que procedían desde el cuarto de Luis.
Ma: Hola, Maca. –se levantaba para darle dos besos- Los niños están con Pablo jugando
con no sé qué juego nuevo.
M: Sí, nos quedamos un ratito. –le daba una palmada en el trasero y esta salía
corriendo de nuevo.
Ma: ¡Ue! –se movía para no ser atropellada- Estos críos parece que no se les acaben las
fuerzas, siempre corriendo- Bueno, he estado hablando con Pablo y me ha dicho que la
llamará para entretenerla mientras tú y yo arreglamos todo en su piso. Así que
tendremos un par de horas hasta que regresen.
M: Bien, yo he llamado a los números que me diste y menos dos, todos pueden venir,
así que con los del hospital seremos unos veinte.
Ma: He pensado que lo mejor sería un catering ¿no? Así llegan, dejan la comida y solo
nos dedicamos a decorar un poco e ir recibiendo a la gente según lleguen.
Ma: Luis me lleva loca con su regalo. Se ha empeñado en pintarle un cuadro… -sonreía-
Cuando era pequeño Esther lo sentaba encima y se ponían a pintar monigotes que
luego eran todos feísimos, pero oye… el crio quiere pintarle un cuadro.
224
Ma: A mí me lo vas a contar, que cuando era pequeño lidiaba con él y con ella.
M: Bueno, será mejor que nos vayamos yendo. –se levantaba y llamaba a la pequeña.
M: Sí, que Esther salía una hora después que yo y quiero llegar antes que ella y que
Alba se bañe.
Ma: Claro.
Sentada en sus piernas dejaba que su madre le desenredase el pelo sin prisa. Mientras
tanto ella miraba su pulsera haciéndola girar una y otra vez en su muñeca.
Al: Oye mami… ¿Mi regalo para Esther lo has guardado bien?
Al: Jajaja.
Esther subía en brazos a Alba mientras hundía el rostro en el pelo de la pequeña. Esta
reía sin poder soltarse de ella hasta que finalmente la dejaba en el suelo.
225
Al: Ahí… -señalaba con su brazo hacia la puerta de manera que la enfermera se giraba
con rapidez.
E: Mira… si está aquí la mami. –se quitaba el bolso para ir hasta ella- Y despeinada.
M: ¿Qué simpática vienes, no? –recibía un primer beso mientras esta la rodeaba con
sus brazos por la cintura.
E: Tenía ganas de llegar. –la besaba de nuevo- ¿Esas toallas es porque también estás
preparando mi baño?
M: De eso nada guapa, tú una ducha y vas bien. –se giraba sonriendo.
E: Así me gusta llegar a casa, sí señor. –se sentaba en una de las sillas de la cocina- Yo
no tengo mucha hambre, así que si vas a preparar cena yo me hago un sándwich o algo
¿Vale?
M: ¿Estás bien? –iba hasta quedarse frente a ella- Tienes mala carita.
M: ¿Ha pasado algo? Cuando yo me fui estaba todo bien… -se acomodaba a su lado.
E: No, si malo no es, no… todo lo contrario pero… -la miraba de nuevo- No sé, no me
hagas caso, luego lo hablamos. –se inclinaba para darle un beso- Voy a darme una
ducha.
M: Vale…
Después de cenar, Esther se había sentado en el suelo junto a Alba para intentar
terminar el puzle que habían dejado a medio el día anterior. La pediatra las miraba
desde el sofá absorta, fijándose en el rostro de la enfermera que volvía a su sonrisa
habitual.
E: Y si ponemos está aquí… -intentaba colocarla- No, aquí no va… -volvía a dejarla.
Bocabajo, se apoyaba con ambos brazos en el suelo mientras recorría con la mirada
todas las piezas que había a un lado.
226
Media hora más tarde, las fuerzas de Alba se iban escapando haciendo que sin poner
apenas resistencia, su madre la llevase a la cama. Cuando regresaba Esther seguía en el
suelo. Fue hasta ella sentándose a un lado con la espalda pegada en el mueble.
E: Voy a ver si le encuentro las que les faltan por ahí sueltas y mañana le doy una
alegría cuando lo vea.
E: Que quiere pasarme el puesto de jefa de enfermeras. –se giraba quedando apoyada
de lado.
M: Pero eso es genial, cariño. –la miraba emocionada mientras se acercaba a ella- Eso
es fantástico…
M: Pues con más razón, Esther, si lo ha hecho es porque te ve capacitada y confía en ti.
–la obligaba a sentarse- Es una gran responsabilidad pero también estoy segura de que
eres capaz de hacerlo mejor que cualquiera.
M: Soy más objetiva que nadie… y si yo digo que eres capaz es que lo eres. –colocaba la
mano en su barbilla- Serás la mejor jefa de enfermeras que ha tenido el Central, cariño.
M: Pues ahora vamos a la cama, nos echamos y lo hablamos tranquilamente ¿Vale? Sin
prisas, y no te agobies que te veo.
Al: Vamos a hacer una fiesta de disfraces, yo he dicho que quiero vestirme de
Blancanieves.
E: Pues vaya rollo de fiesta… -se apoyaba con ambos brazos en el agarrador-
Blancanieves sin enanitos no es Blancanieves.
E: ¿Sí mami?
Al: Las madres van a ir a clase para ayudar a pintar y a recortar lo que pondremos en
los pasillos…
E: Jajaja… como no, mi sobrino siempre dando el cante. –veía como la pediatra echaba
un bote de guisantes.
Sonriendo, cogía el mismo bote que la pediatra había dejado segundos antes y lo
quitaba del carro dejándolo después en una de las estanterías que tenía cerca. Alba se
llevó las manos a la boca evitando reír.
Al: Sí… es la que más me gusta. Lidia va de la bella durmiente pero de eso se visten ya
muchas en carnaval.
E: Claro.
228
E: Pues yo me vestiría de…. ¡De Pluto! –alzaba el brazo- De Pluto me vestiría yo. –la
pediatra se giraba sorprendida- ¿Qué pasa? Pluto mola mucho.
En el pasillo de las verduras, la pediatra iba dejando bolsas y bandejas con varios tipos
mientras Esther y Alba se miraban intentando no reír. Cada vez que Maca dejaba algo,
la enfermera lo sacaba y lo dejaba en un hueco que había encontrado junto a los
limones. Cuando esperaba para coger lo siguiente, la pediatra se detuvo mirando al
carro, frunció el ceño y las miró a ellas.
M: ¿Me estáis vacilando, no? –se colocaba erguida mirando fijamente a la enfermera-
Estáis las dos gamberras hoy.
E: ¿Pero qué dices, cariño? –miraba también a Alba que fingía seriedad- Nosotras no
hemos hecho nada.
M: Voy a contar hasta diez… -se cruzaba de brazos- Y quiero que todas las cosas que
habían aquí vuelvan. Uno…
Justo en ese momento, ambas se afanaban en coger todo cuando habían ido dejando
en ese pasillo para después ir a los que habían dejado detrás. Después volvían
corriendo hasta la pediatra que por tenerla ya a unos metros, aminoraban el paso
mientras llegaban abrazando todo cuando habían dejado en el camino.
M: Así me gusta, eficacia y rapidez. –se giraba de nuevo mientras las dos respiraban de
nuevo- Hoy cenaremos espinacas, solo por eso.
Esther y Alba se miraron con una mueca de disgusto a la vez que la pediatra se giraba
conteniendo su risa, algo que solo pudo hacer durante un par de segundos.
M: Vaya dos… -negaba- Tú, enana… ve a los helados y coge uno que te gusta, venga.
229
E: Solo un poquito. –la besaba- Pero a ti te gusta, y no puedes decir que no porque lo
sé. –sonreía.
M: Tienes suerte de que me gustes tanto… porque si no ya te hubiese dado una patada
en culo. –susurraba cerca de ella.
E: Jajaja que agresiva por dios, con lo simpática, maja, graciosa, cariñosa, guapa, y todo
lo que soy yo…
La pediatra se giraba de nuevo sonriendo por aquello y arqueaba una ceja mientras
Esther reía.
Al: ¡He traído esto! –llegaba cargada de cajas de helado y se paraba frente a ambas.
M: ¡Pero oye! Que no he dicho que cargases con todo lo que hubiera en la nevera.
E: ¡Rápido Alba! ¡Échalos al carro y corre! –la niña hacia lo que esta le decía y ambas
comenzaban a correr con el carro por delante.
Después de salir del centro comercial habían decidido cenar en una hamburguesería
cercana. Ya en casa y tras colocar todo en su sitio, prácticamente habían caído rendidas
después de acostar a Alba también, así que en el dormitorio, ambas terminaban de ver
una película.
Sin dejar de mirarlo, acariciaba su hombro esperando a que diesen las doce.
Irremediablemente llegó a su cabeza la imagen del día anterior cuando llegó de la
joyería esperando no encontrarla en casa y escondiendo la cajita en un rincón del
armario.
E: Gracias.
E: ¿Regalo? –se incorporaba con rapidez- ¿He escuchado… regalo? –ladeaba su rostro
mientras fingía oler su rastro.
E: ¡Claro que lo quiero! –se colocaba de rodillas con rapidez mientras Maca encendía la
luz y se levantaba- Quiero mi regaaaaaloooo, quiero mi regaaaaaloooo. –cantaba
sonriendo.
M: Ábrelo anda.
Algo nerviosa, comenzó a abrir la caja para descubrir una cadena de plata que sostenía
un colgante. Suponiendo lo que era, lo sostuvo entre sus dedos y presionando en una
pestaña del lateral, este se abría dejando ver una pequeña foto de Maca y Alba.
M: ¿De verdad?
M: No me gusta mucho el oro por eso preferí que fuera en plata. –terminaba de
cerrarlo y la enfermera se giraba de nuevo- Te queda bien. –sonreía.
E: ¡Me encanta! –se lanzaba sobre ella- Es el mejor regalo que me han hecho nunca.
M: Me alegra que te guste. –la besaba- No la tenía todas conmigo… pero no quería
regalarte ninguna tontería de la que te aburrieras enseguida.
231
M: No es mala idea. –hacia que ambas girasen quedando ella encima- Pero… -fue
acercándose a su cuello- Tú eres la cumpleañera y me tienes que dejar a mí.
E: Pues vamos a ponernos manos a la obra que cuando antes acabemos antes nos
vamos.
M: Vale cariño, pero coge el inflador que hay en el mueble… -señalaba sin mirar.
Ma: Pablo me ha hecho una llamada perdida, acaban de ponerse con el mueble.
Ma: Nah… luego no se acordará de eso. –se subía en la escalera- Dime si pongo este
extremo aquí o se queda muy tirante.
-Esto ya está señora… Hemos dejado las bebidas en la nevera que hemos traído y las
demás bandejas están en la cocina.
232
Más de una hora después, la enfermera junto a Pablo, observaba el mueble desde la
puerta del dormitorio. Sonreían orgullosos por su trabajo y decidieron que ya era hora
de ir al encuentro de Maca y Marta.
E: Está bien…
En el coche regresaba deseando darse una buena ducha y después ir a cenar con todos
como habían acordado aquella mañana su hermana y ella por teléfono. Después de
aparcar fue en una carrera por la escalera hasta llegar a la puerta.
M: Hola cariño. –salía a saludarla- Tú hermana ha ido un momento con los niños al
quiosco que andaban algo desesperados.
E: Vale, voy a darme una ducha que vengo toda sudada de mi sesión de bricolaje. –le
dio un beso para comenzar a caminar hasta el baño, antes de llegar se giraba- Por
cierto… -regresaba hasta ella- ¿Dónde vas tú así de guapa?
E: Con alguien, eh… -llegaba hasta ella- Pues mándame a ese alguien cuando llegue que
se va a quedar sin ganas de ir a ninguna parte.
E: ¿No te pongo así de sudadita? ¿Uhm? –se acercaba a su cuello- Ais… siempre
oliendo tan bien. –se quejaba- ¡Me voy a enfadar, eh!
E: Ya voy, ya voy…
Después de darse una ducha rápida, fue hasta el dormitorio para vestirse. Toalla en
mano prestó atención al no escuchar nada y parecía estar todo en silencio. Frunció el
ceño y fue de nuevo hasta el cuarto de baño para darse un poco de espuma en el pelo
y dejárselo rizado.
233
Fue hasta el cajón del mueble de la entrada para sacar el juego de llaves y con decisión
fue hasta su casa. Tras abrirla encontró todo oscuro.
La primera en acerarse era la pediatra que sin dejar de sonreír se quedaba delante de
ella.
M: Feliz cumpleaños.
Poco a poco todos iban acercándose hasta ella para felicitarla. Abrumada, la enfermera
iba saludando a todo el mundo llevándose más de una sorpresa por personas que no
esperaba allí. Después de una media hora parecía que volvía la calma y los más
hambrientos se acercaban hasta la mesa con los aperitivos.
-Ya ves, desde aquel concierto en Leganés, ¡Pero tú sigues igual, puñetera! –la
abrazaba de nuevo.
-Oye… y ¿qué es eso de que tienes novia? –la rodeaba con uno de sus brazos por el
cuello.
E: Es guapiiiisima, ¿Dónde está? –se giraba buscándola- ¿Te la han presentado? ¡Maca!
–la llamaba- ¡Ven!
234
Vi: Igualmente. –sonreía dándole dos besos a la vez que la enfermera esperaba para
abrazarse a la cintura de la pediatra.
La gente reía, algunos cantaban, otros bebían, los niños corrían por la casa siendo
perseguidos en más de una ocasión por la enfermera que con parte de la decoración
sobre su cabeza parecía disfrutar por completo de aquella fiesta.
Un grupo de gente probaba uno de los regalos frente al televisor. Una videoconsola de
última generación parecía ser la excusa perfecta para hacer que los más mayores
volvieran a sus años de infancia y rieran saltando y pasándose el mando entre ellos.
En uno de los sofás, Marta y Maca bebían de sus copas mientras miraban a Pablo junto
al jefe de urgencias en una rivalidad absoluta por ganar.
Ma: Si los dejas se tiran así horas, después dicen de los niños.
Ma: Oye, que ya he echado en el coche la mochila de la niña, eh… no te vuelvas loca
después buscándola.
M: Gracias. –sonreía- Tengo la moto preparada, luego veré que hago para engañarla.
M: Espero que nunca lo haga. –ambas se giraban al escucharla llegar con los niños.
Con Luis a coscaletas entraba en el salón seguida por Alba que pretendía darles
alcance. Después de unos segundos lo dejó en el suelo rendida y respirando buscó con
la mirada a Maca que la miraba sonriendo desde el sofá.
E: Cansada hasta los tuétanos. –sonreía girándose- Pero ahora mejor –se apoyaba en
ella.
235
V: ¡A ver si te vas a chupar todas las guardias lo que queda de mes! –contestaba de
espaldas.
Todos: Jajaja.
Ma: Por cierto… que no me has enseñado tu primer regalo. –se inclinaba para mirarla.
E: ¡Ah, sí! Mira… -cogía el colgante con ambas manos y lo abría mientras se acercaba a
ella y tanto su hermana como la pediatra lo miraban- Llevo a mis dos mujeres. –
sonreía.
Una hora después, ya parecía que todos iban con más calma y Esther después de
hablar con algunos de sus amigos, había llegado hasta el balcón con Virginia.
Vi: No sé, miraré algo por ahí y si no encuentro nada pues te llamo y te digo. Porque ya
te digo que me gustaría.
E: Tú no te preocupes, en cuanto me llames la tienes para ti, ya ves que para lo que la
usamos. –sonreía.
E: ¿Ya? –miraba su reloj- Madre mía que tarde es. Los críos tienen que estar ya
durmiéndose por las paredes.
Ma: Pues no te creas. –pasaban de nuevo al salón y estos jugaban con Pablo- ¡Niños
despedirse que nos vamos!
En la puerta, la pareja iba despidiendo uno a uno a todos los que habían acudido a la
celebración. Después de que los últimos rezagados también lo hiciesen, la enfermera
volvía al salón donde Maca, sentada en el sofá, la miraba sonriendo.
E: Madre mía… como cansa esto ¿no? –se dejaba caer a su lado- Parece que haya
estado tres días sin parar.
236
M: Aahh… es una sorpresa, pero me tienes que hacer caso y no preguntar. –se
levantaba tendiéndole su mano- ¿Qué dices? ¿Hay trato o no hay trato?
Después de estrechar su mano, fueron apenas dos minutos en los que todo ocurría con
normalidad. Antes de salir por la puerta, Maca se quedaba a su espalda colocándole un
pañuelo en los ojos haciéndole sonreír. Siendo guiada en todo momento y por el olor,
supo que habían llegado hasta el garaje. Después de más de un intento en ponerle el
casco sin que el pañuelo cayese y causando varios minutos de risas, consiguieron que
subiera sin más problema, abrazándose a la cintura de la pediatra después.
Recorrían la autovía y Esther sin ver nada en absoluto, solo podía sentir el viento,
helado, haciendo que inconscientemente buscase el calor en el cuerpo de la pediatra.
Sin saber nada más que iba con ella a alguna parte, no podía borrar la sonrisa de sus
labios al pensar que todo aquello era por ella, solo por ella. Pensamientos que hacían
que cerrase más aquel abrazo cuando ya empezaba a sentir demasiada curiosidad por
aquel secretismo.
Maca vio el desvío que esperaba y giró cambiando de carril despacio, haciendo que la
enfermera se acomodase a sus movimientos sin problema. Poco a poco iba
reconociendo todo hasta que llegó a una pequeña rotonda que había que sortear para
llegar a la urbanización. Aminorando la velocidad llegaba hasta la entrada y sin bajarse
de la moto hacia que la puerta se abriese pasando después sin ninguna prisa.
Con agilidad bajaba de la moto y sin que la enfermera lo hiciese, tomaba uno de los
puños y agarraba la parte trasera, para que de un empujón, el caballete quedase bien
puesto y la moto quieta.
M: No te rías y dame las manos que vas a bajar, y quiero que lo hagas de una pieza. –
sujetándola con fuerza conseguía que esta bajase y casi al segundo se pegaba de nuevo
a ella buscando su rostro.
Sabiendo que no era vista, se alejó lo justo para quedarse mirándola y sonrió dejando
un beso en su nariz para volver a caminar mientras escuchaba las quejas por parte de
la enfermera.
237
Como bien había dicho, llegaron apenas en dos pasos más hasta la puerta. La pediatra
la hacía parar y esperar hasta que nuevamente ella volviese. La enfermera escuchó
como una puerta se abría pero por mucho que lo intentase no podía averiguar nada
más. Mientras, la pediatra se afanaba dentro de aquel lugar hasta que con rapidez,
volvía hasta ella para quedarse pegada a su espalda.
M: Bien… -se acercaba a su oído- Ahora te voy a quitar el pañuelo despacio ¿Vale?
La presión en el nudo de aquel pañuelo fue disminuyendo hasta que finalmente este
caía y era retirado de su rostro. Adaptándose a la luz por un par de segundos, pestañeó
hasta que pudo ver un pequeño salón recubierto de velas que dibujaban un camino
hasta una escalera que había al fondo.
E: Pero… ¿Dónde estamos? –se giró queriendo ver lo que había en el exterior- ¿Dónde
me has traído? –miraba a la pediatra.
M: ¿Nunca te he contado que tenía una casita en la sierra? –ladeaba el rostro para
besarla, viendo como después esta volvía a girarse para ver de nuevo aquel salón.
E: ¿Pero yo con quien estoy? ¿Con la hermana bastarda de las Koplovich o qué? –se
giraba hacia ella otra vez.
M: Jajaja mira que eres ¡Esto es serio, eh! Yo aquí queriendo que todo fuese
romántico…
E: Eso es que vamos a ver donde acaba el caminito ese que has hecho con las velas. –
sonreía a la vez que cerraba la puerta con el pie.
Con Maca entre sus piernas, las cuales rodeaban su cintura, bebían lo últimas gotas
que aun quedaban de una botella de cava que habían abierto hacia más de una hora.
La enfermera se entretenía en saborear aquel sabor seco del cava mezclado con el
cuello de la pediatra que suspiraba de nuevo al sentirla llegar con aquel frio en sus
labios.
238
M: Pues el año que viene a ver como hago para sorprenderte y que gane a este…
-sonreía dándole espacio mientras ladeaba su cabeza.
M: Algo se me ocurrirá. –se giraba lo justo para mirarla pegada a su rostro- ¿Ha faltado
algo?
E: Mientras estés tú no faltará nada… aunque estemos sentadas en un banco con una
bolsa de pipas. –sonreía- Aun así sería perfecto… sin querer desmerecer nada, eh.
E: ¡Pero bueno! –se movía con rapidez- ¿Qué te trato fatal? Dímelo a la cara si tienes
narices.
E: ¡Ahora verás!
M: ¿Pero dónde vas así? –reía con fuerza mientras la veía correr encogida- Jajaja
¡Esther!
239
M: Sin pensar. –tomándola por la cintura la obligaba a saltar haciendo que la rodease
con sus piernas mientras la llevaba en brazos de nuevo a la cama.
E: ¿Y esto?
E: Cariño… vas a tener que no pensar más a menudo, eh… ¡Te lo ordeno!
M: Jajaja –hacia que ambas cayesen en la cama quedando ella encima- Me vuelves
loca.
M: Ahora lo veremos…
Cubriendo su cuerpo con una de las mantas, había llegado hasta el pequeño porche de
aquella casa. Aquel olor mezclado con el aire frio se colaba en sus pulmones de forma
fuerte, haciendo que suspirase tras dar una gran bocanada de aire. Sonriendo se
dispuso a observar todo aquel espacio verde y amplio que tenia frente a ella.
Encogiéndose en si misma miraba tan lejos como podía, dejando la mente en blanco,
los pensamientos en un segundo plano, hasta que en tan solo un segundo, su rostro se
dibujaba frente a sus ojos, su sonrisa, su voz…
¿Te echo una mano?... Pues bienvenida, soy Maca, seremos vecinas… No es molestia
de verdad… Acabo de acostar a la niña y creo que tienes la música bastante alta… ¿Se
puede saber qué narices haces?
Sonrió sin poderlo evitar al recordar aquellos primeros encuentros, como en tan solo
unos días había conseguido que se llevasen tan mal que cualquier motivo, por muy
pequeño que fuese, daba paso a una discusión.
Tan borde y tan sincera. Podía sacarla de sus casillas, pero también admitía para si en
momentos como ese, que aquel carácter, por mucho que saliese de aquella manera
frente a ella, guardaría sus secretos, una forma de ser que llamaba a su curiosidad de
una manera tan fuerte que aunque siempre discutiesen, parecía querer y esperar más.
240
Así era todo, discusiones, roces, palabras más altas que otras, pero como si de un imán
se tratase, siempre la encontraba, en un pasillo, una cura, en el portal… Hasta que sin
ella esperarlo, todo pareció cambiar sin darse cuenta de hasta qué punto.
Bueno yo… quería también decirte que si… si te gustaría cenar con nosotras en casa…
Al final van a tener razón… ¿Estás a gusto aquí? Quiero decir… ¿Vienes porque te gusta
estar con nosotras? ¿Ya no me ves como una borde antipática?... Que pensaba pedirte
algo y ahora me da vergüenza… Estás muy guapa… No tienes por qué preocuparte por
que estés viviendo algo nuevo… yo no voy a hacerte daño… Yo sé hacer magia
¿sabes?... Me gustas mucho.
¿Podía pasarse tan rápido de un extremo a otro? Sí se podía, y ella conocía aquella
sensación. Había llegado de miradas punzantes, palabras rasgadas de rabia, a confesar
que llevaba días pensando en ella. Y eso había sido, como si hubiese caído la venda de
los ojos, como si detrás de todas las discusiones hubiera algo que la llamase a querer
descubrir que se escondía. Y cuando vio por fin que era, supo que había merecido la
pena, que todo aquello que comenzaba a vivir, era todo cuanto había esperado toda su
vida.
Abrazarte muy muy fuerte ¿Me dejas?... ¿Eso es un pijama?... ¿Cómo que el pantalón?
¿Piensas quitarme el pantalón?... ¿Seguro? Yo sé que a veces soy aburrida Esther, me
gusta estar leyendo en casa mientras a ti te apetece salir… Ataca pequeña… De lo
mucho que sonrió ahora… Espera, espera… ¿Patinar? ¿Esas cosas con ruedas para los
pies?... Estoy aquí y no me voy a mover de tu lado ¿Vale? No va a pasarte nada…Haces
lo que quieres conmigo… Cariño… No te enfades lo digo por ti, no quiero que vivas una
situación incómoda por mi culpa… De verdad… cuando te pones así no hay manera, no
sé puede hablar contigo…
Sonreía recordando aquel día, como cuando el carácter de ambas se asomaba aquello
podía ser tan fuerte como una guerra de cabezotas queriendo tener la razón. Pero era
poco el tiempo que duraba hasta que de nuevo se buscaban sin remedio.
¿Te he dicho ya que me encanta que hagas esto?... La niña y yo queremos que vengas
con nosotras estas vacaciones a casa de mis padres… Solo con que tú estés aquí ya es
motivo para que nada pueda estropear este viaje… No vuelvas a hacerlo ¿Vale? Nunca
más me sueltes la mano por nadie… Si me das un beso seguro que estaré mejor…
¡Esther quitante de encima ahora mismo! Esther hablo en serio… Sí, solo necesito
correr un rato y… No te preocupes ¿Vale?… ¡La quiero mamá! ¡Estoy enamorada de esa
mujer!
241
Entonces tú también eres mía… Y puedo hacer contigo lo que quiera cuando quiera…
Quiero que vivas formalmente conmigo… ¿Te he dicho cuanto me encantas? ¿Seguro?
Pues me encantas… Yo siempre pienso en ti… ¿Y si te muerdo aquí?... ¡No se te ocurra
hablarme en lo que queda de noche! ¡Te aviso con tiempo!... No vuelvas a irte de la
cama dejándome sola… Por aparecer… por soportarme todo ese tiempo en el que fui
una imbécil… por darme una oportunidad y cambiar mi vida como lo has hecho… Ahora
es cuando me dices que estabas pensando en mí y por eso tienes esa cara, sino me
enfadaré… si yo tuviera que decidir eso, firmaría donde fuese para tenerte así… como
ahora, todo el tiempo del mundo… Si a mí me encanta que seas así tonta… Me dan
ganas de abrazarte y no soltarte nunca… Ais… que es rebelde mi chica… Eso tengo que
decidirlo yo ¿no? Eres mía y hago lo que quiero contigo.
Una mujer que siempre quería aparentar seriedad, que era la mejor madre y a la vez
debía hacerlo sola. Había aprendido a mostrarse vulnerable, a entregarse a ella con sus
miedos y con sus risas. Con momentos donde la madurez perdía su sitio y el encanto de
la improvisación y la parte más infantil renacían desde años de oscuridad para alzarse
vivas, para reír y llorar si era necesario, solo porque así debía ser, sin tener que valorar
si estaba bien o no.
¡Genial! Pues a mi ningún niñato de piscina me pone puntos, que te de las cosas y lo
haces tú… Ha dicho que ella lo hace… La tía Maca quiere que la tía Esther la mime
mucho… Que no, que te vayas que ya me apaño yo. Eso si… si me caigo por el camino
será tu culpa… Me gusta. ¿Te molesta que te mire?... Te quiero… Quédate siempre
conmigo… Tienes suerte de que me gustes tanto… porque si no ya te hubiese dado una
patada en culo… Feliz cumpleaños… es una sorpresa, pero me tienes que hacer caso y
no preguntar… ¿Qué dices? ¿Hay trato o no hay trato?.. Bien… Ahora te voy a quitar el
pañuelo despacio ¿Vale?... ¿Nunca te he contado que tenía una casita en la sierra?...
¿Eres feliz?
M: ¿Qué hace mi chica aquí solita, y con el frio que hace? –la rodeaba con sus brazos
mientras se pegaba a su espalda.
M: ¿Y en todo eso hay un sitio para mí? –preguntaba susurrando mientras la enfermera
se giraba para mirarla.
242
Ma: Voy a traer un yogur para cada uno, así que ni se os ocurra levantaros de las sillas.
–señaló a uno y a otro.
L: Vale mami… -colocaba los brazos sobre la mesa- ¿Y tú mamá y Esther vendrán hoy?
Al: Pues no sé. –se encogía de hombros- Mamá me dijo que me quedaría aquí que ellas
iban a ir a un sitio donde tenían que ir solas.
Al: No sé… pero tiene que estar chuli, Esther siempre va a sitios chulis…
L: Mi tita es muy diver –sonreía- Mi mamá es más seria que tía Esther… tú tienes suerte
de tenerla más tiempo.
Al: Sí. –sonreía ampliamente- ¿Tú la quieres como a una mamá o solo como a una tita?
L: Es que una tita es seria… y ella no… -movía una naranja sobre la mesa- Es como una
hermana mayor… pero la quiero más…
L: Pero para quererla como a una mamá tienes que preguntarle si quiere serlo… si la
quieres como a una mamá será más seria y no jugaréis tanto.
Al: Mi mami si juega conmigo. Las dos juegan conmigo y no son serias.
L: Pues que suerte… -se giraba al escuchar como Marta entraba de nuevo- Mamá.
L: ¿Por qué eres una mamá seria y no como tía Esther? –comenzaba a comerse su
postre.
Ma: ¿Cómo que seria? –le hacía cosquillas haciendo que riera.
L: Entonces… -se giraba de nuevo hacia Alba- Si la tía es también tu mamá, tú serás mi
prima… -abría los ojos sorprendido- ¡Seremos primos!
Al: ¡Guay!
Ma: A ver… ¿de qué están hablando ustedes dos? –miraba a uno y a otro.
Al: Que creo que quiero a Esther como a una mamá… y si le pregunto y quiere seremos
primos. –sonreía.
Ma: Aahh –asentía impactada- Pues no hace falta que se lo preguntes, cariño, tú se lo
dices y ya está, seguro que le hace mucha ilusión.
M: ¿Y eso?
E: Ah pues no… -la miraba- Que las niñas ahora están muy espabiladas y aquí solo
quiero bien pequeñas.
M: ¡No! –negaba casi al instante- Ni loca… -la miraba acercándose a ella- Es que ni loca
vamos, mi moto no.
244
E: Eres una niña caprichosa y consentida que no deja sus cosas. –se cruzaba de brazos-
¡Ni que la fuera a destrozar!
M: Es que no… y no quiero que conduzcas motos que son peligrosas y puede pasarte
algo. –la miraba descubriendo como arqueaba una ceja mientras iba reclinándose un
poco- No me mires así… no hay motos que valgan.
M: Pues porque no quiero que un día suene el teléfono y que alguien me diga que te
has caído con una moto Esther, sin más.
M: No es que lo dejes, ya sé que si quieres te comprarás una moto, y dará igual lo que
yo diga, pero si no comprendes por qué lo digo pues nos ahorramos esta conversación
y ya está. –se colocaba el casco y se subía a la moto esperando a la enfermera para
arrancar.
Cuando de nuevo llegaban a Madrid, la enfermera sabia que tendría que reaccionar
pronto y no dejar que aquel enfado siguiese su curso. Bajando la rampa del garaje ya se
despegaba de su espalda para después, al sentir que se detenía junto al coche, bajar
primero y sacarse el casco viendo como la pediatra hacia lo mismo.
M: Sí, podías preparar algo mientras para cuando venga Alba que será la hora de cenar.
–se colgaba el casco al brazo y caminaba hasta el ascensor.
245
Mientras subían, la enfermera buscó la mano de Maca que dejándose hacer, sentía
como pellizcaba las yemas de sus dedos despacio, uno a uno hasta llegar al pulgar. El
ascensor llegaba y abría la puerta dejando que ella saliese primero viendo como
después entraba hasta casa.
Desde la puerta del salón la vio marcharse y llegar hasta el dormitorio. Se pinzó el labio
y dejando el casco sobre la mesa salió a paso ligero por el pasillo, descubriéndola aun
en la habitación.
E: Maca…
E: Que no… -llegaba hasta ella y la hacía caer al borde de la cama para sentarse encima
de sus piernas- Que yo decía de ducharnos juntas, no tú sola. –la obligaba a levantar
los brazos para quitarle el suéter- Y no quiero que te enfades conmigo. –la besaba.
E: Venga Esther, no. Estás molesta y yo solo estaba bromeando… -se separaba para
mirarla- Pero tú enseguida sacas esa vena de madre protectora y mira como te pones.
M: ¿Cómo me pongo?
M: ¿Sí?
M: A la ducha.
Con ella en brazos se levantaba para caminar a tientas hasta llegar al cuarto de baño.
Después de poner la mesa para la cena, la pediatra se había sentado a beber de una
copa de vino, siendo abordada escasos segundos después por Esther que se
acomodaba en su regazo de forma cariñosa.
246
M: Cuando digo que sí ¿tú en que andas pensando? –sonreía rodeándola con ambos
brazos por la cintura- Dime.
M: Ya, ya… ya me hago a un idea… -ladeaba la cabeza sin dejar de sonreír mientras
Esther besaba su cuello- Muy segura estás tú.
E: Vamos. –la miraba de nuevo- Lo tuyo conmigo es una locura que todo el mundo
conoce, si tú no puedes vivir sin mí.
M: Pero será posible… -sonreía mirándola- ¿Pero quién te crees tú que eres eh? ¿La
reina de Saba?
E: De Saba no, pero tuya sí. –se acercaba besando sus labios con rapidez- Y tú la mía,
mi reina… -la besaba de nuevo- Mi reinecita.
E: Jajaja.
Y como solía hacer, Alba corría hasta ella para que al llegar, la enfermera la cogiese en
brazos y comenzase a hacerle cosquillas.
247
Al: ¡Sí! Hemos jugado a la consola y tío Pablo nos llevó esta mañana al zoo.
E: ¡Al zoo! Jo que envidia, Maca… -se giraba para mirarla- Yo quiero ir al zoo.
E: Aguafiestas.
Al: Esther… ¿si yo te quisiera como a una mamá dejarías de ser tan divertida conmigo?
La enfermera abrió los ojos impactada por aquella pregunta y tomando aire para hablar
vio que no sabía que decirle en ese momento. Se giró aun mas quedando frente a ella y
la miró sonriendo. Poco a poco creía comprender que era lo que la niña preguntaba y
miró al techo un segundo queriendo no dejarse llevar por la emoción.
Al: Entonces… -miraba a un lado mientras se mordía el labio y volvía a girarse hasta
ella- Si yo… te quiero como si fueras mi mami también, pero te sigo llamando Esther…
¿tú me querrás igual?
E: Ven aquí… -se daba un golpecito en las piernas haciendo que esta se sentase con
rapidez en ellas- ¿Por qué eres tú tan lista, eh?
E: ¿Tú sabes que yo te quiero mucho mucho mucho, verdad? –la niña asentía- Y aunque
tú tengas tu mamás, yo te quiero como si también fueras mi niña. –sonreía- Y tú
puedes quererme como quieras, que lo hagas como lo hagas yo te seguiré queriendo
igual y seguiré jugando contigo y las dos haremos rabiar a mamá como nos gusta hacer.
Al: Yo es que no te quiero como antes. –se cruzaba de brazos haciéndola sonreír- Te
quiero mas y no sé… te quiero como si fueras mi mami también, pero tú eres más
divertida.
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E: Pues aquí… esta señorita y yo estamos teniendo una conversación entre mujeres.
Al: Pues que Luis y yo hemos estado hablando esta tarde y… -ambas la miraban
sonriendo- Yo le he dicho que quiero a Esther como si fuera también mi mami…
-ladeaba el rostro dándole importancia a la vez que sorprendida, la pediatra se giraba
para mirar de nuevo a la enfermera que se encogía de hombros sonriendo ya
emocionada- Y que si ella quería pues entonces él y yo seriamos primos. ¿A que está
guay?
Cuando Esther miraba otra vez a la pequeña, Maca sonrió y apoyó su barbilla en su
hombro mientras ambas miraban a Alba que seguía sonriendo y dando aquella
explicación, que sin duda, haría aun mas especial aquel fin de semana.
E: Y ahí me ves a mi llorando como una tonta mientras la niña me decía esas cosas…
-sonreía recordándolo.
T: Si es que esa cría vale millones, desde pequeña siempre ha sido muy despierta y
daba ganas de comérsela.
E: Ais… -suspiraba- A veces me da miedo de que todo vaya tan bien ¿Sabes, Teresa? Es
que todo es… perfecto. –la miraba- Y nunca me había pasado.
T: Aprovecha mujer, que en menos de un año parece que te haya tocado la lotería…
-miraba hacia la puerta- Bueno, no a ti sola.
Ambas se giraban al ver como Maca entraba seguida de uno de los residentes cuando
parecía darle instrucciones. Esther apoyó la mejilla en su hombro mientras no le
quitaba ojo de encima y sonreía de aquella manera.
T: Anda que quien que os iba a decir acabaríais así cuando llegaste.
E: Se lo ponía difícil, Teresa… si no hubiera sido todo muy aburrido. –seguía mirando a
Maca que ya se acercaba.
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M: Ah… -sonreía mirando a la enfermera- Está desde anoche que anda tontita ella. –se
acercaba para besarla.
M: Hombre claro, se tiene que parecer algo a mi sin más narices. Pero ya te dije que
ahora tienes que ser más responsable.
E: Jajaja.
T: Bueno yo me voy… que ya veo como vais a acabar y yo no tengo ganas de verlo.
E: Esperando que la otra reina le haga un poquito de caso que me lleva ignorando toda
la mañana.
M: Pues eso lo arreglamos ahora mismo… -ladeaba el rostro dándole varios besos
cortos pero seguidos para pasarle después el pulgar por los labios- ¿Has hablado con
Beatriz ya?
E: Yo creo que no será tan genial… -la miraba de nuevo- Me da mucho miedo hacerlo
mal y cagarla, Maca, que….
M: Que, que, que… que nada, que lo harás genial y en cuanto pasen unos días estarás
en tu salsa con el puesto y mandando a las demás convirtiéndote la bruja de la jefa.
E: ¡Pero oye!
E: Antes de acabar el turno… dice que antes de que acabe el mes lo tendrá todo listo y
ya empezaré… ¿Y si lo hago mal, Maca?
M: ¡Ay Esther! –se levantaba siendo seguida por la enfermera- Que pesadita te pones.
M: Teresa, no puedes decir nada que solo lo sabemos nosotras… hasta que no llegue el
momento tú no sabes nada.
T: Vale, vale…
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T: ¡Ay qué alegría! –salía del mostrador- Dame un abrazo… -la enfermera se dejaba
abrazar mirando a la pediatra.
T: Lo de que vas a ser la jefa… -sonreía feliz cuando Esther giraba el rostro para mirar a
la pediatra.
Entrando a casa, la enfermera seguía con la regañina que habían comenzado desde que
saliesen del garaje.
E: Es que no sé por qué tenias que decirle nada a Teresa… -entraba por delante.
M: Yo que sé cariño, tardabas y sabía que le haría ilusión saberlo. –dejaba las llaves y la
seguía hasta el dormitorio- Además, se iban a enterar tarde o temprano.
M: Pero vamos a ver… -iba hasta ella abrazándola por detrás- ¿Qué más da? Si apenas
quedan tres semanas y la cosa se iba a saber antes. Es una buena noticia.
M: Hagamos una cosa, en cuanto a alguien se le ocurra felicitarte por esa cosa tan
horrorosa me avisas que voy y se lo hago pagar… -le susurraba- Será un trabajo limpio y
sin testigos.
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Sin soltar las manos de la pediatra, comenzó a caminar hacia la cocina haciendo que
fuese tras ella. Segundos después la rodeaba por la cintura sin dejar de caminar.
E: Comer es un deporte muy sano y a la par puede ser muy divertido. –se giraba ya en
la cocina.
M: Para ti divertidísimo… -la soltaba para ir hasta el frigorífico- ¿Qué te parece si nos
hacemos estas hamburguesas que hay aquí? Cortamos lechuguita y unos tomates.
E: ¡Y freímos cebolla! –la pediatra se giraba para mirarla- Una hamburguesa sin cebolla
no es una hamburguesa, Maca. –afirmaba.
M: Que sepa usted señorita… -volvía a darle la espalda para ir hasta uno de los
armarios- no sé cuando, pero un día… comenzaremos a comer sano y nos dejaremos
estas porquerías, porque las comes muy seguidas, Esther… -colocaba la sartén en la
vitrocerámica y se giraba- ¿Esther? –se giraba buscándola- ¡Me has dejado hablando
sola!
E: Era broma… había ido a por una goma para el pelo. –se hacia una pequeña coleta.
M: Simpaticona es ella…
M: Sí, crecimiento hormonal, porque de otro crecimiento tú poco… -sonreía sin mirarla.
E: ¡Oye! –se giraba hacia ella- ¿Qué me quieres decir con eso, eh? –caminaba hasta
ella.
E: ¿Qué que querías decir con eso? –movía la lechuga en el aire haciendo que varias
hojas saliesen despedidas.
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M: ¡Esther!
En el coche se dirigían hacia la escuela para recoger a Alba. Vieron un lugar donde la
pediatra pudo aparcar e ir caminando después hasta la puerta. A unos pocos metros
había una serie bancos de manera que algunos padres se sentaban ahí a esperar y
fueron ellas las que también ocuparon uno.
M: Alguna vez, pero era bastante difícil compaginar mi horario con lo que fuese o
arreglármelas con Concha…
M: Sí… pensé en apuntarla a natación, van varias niñas de su clase y así también hace
ejercicio que nunca está de más.
Ma: Ya, pero Pablo ha tenido que ir a la oficina sí o sí, y he tenido que dejar la limpieza
de armarios para otro día.
Ma: Pues dímelo a mí, con un hijo que por mucho que crezca no quiere desprenderse
de sus camisetas y un marido que cree que su barriga es la misma que la de hace cinco
años.
MyE: Jajaja.
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E: ¿Ah, sí?
E: ¿Tú que te crees que soy yo? Yo he sido muy deportista… me pasaba el año
apuntándome a cosas.
M: Jajaja.
E: Iros las dos a la porra… -se levantaba- Yo voy a por mis enanos que ya salen.
Y mirándola desde el banco, ambas reían observando cómo después cogía a Luis con
un brazo y a Alba con otro mientras ambos se resistían.
E: Eso es… sí, no hay problema… no, no, cuando tú quieras, me llamas y quedamos para
que traigas tus cosas… no, por eso no te preocupes… está bien… ajá… de acuerdo, pues
en eso quedamos… venga guapa… un beso. –colgaba para dejar el móvil sobre la mesa.
M: ¿Qué dice?
E: Que la semana que viene ya se podría venir. –sonreía- Que bien ¿no?
Segundos después llegaba corriendo hasta el salón, y subía hasta su silla para comenzar
a devorar la comida sobre su plato. Esther y la pediatra se quedaron mirándola por un
momento en el que la niña parecía no salir de su mundo.
Al: Estaba haciendo una cosa… -las miraba entonces- Vale, ya como más despacio.
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Al: ¿Entonces puedo? ¿Puedo ir con Luis a la piscina? –preguntaba haciendo que Esther
sonriese.
E: Sí, mami y yo lo hemos hablado y esta semana iremos a apuntaros a los dos, ¿vale?
Con aquel tema de conversación durante un rato, llegaron al postre. Alba hablaba
emocionada de cómo quería ir equipada a sus clases de natación mientras su madre se
limitaba a asentir y la enfermera le daba alguna idea haciendo que Maca le diese algún
que otro pellizco.
M: ¿Qué me vas a hacer tú, eh? –le hablaba fingiendo desaire- Si eres una piltrafilla…
-se giraba hacia el armario.
M: ¿Yo? –la miraba sonriendo- Piltrafilla… una muy guapa, eso sí.
E: ¡Ahora verás! –de un salto hacia que la pediatra la cogiese en brazos pero sin poder
evitar que ambas cayesen sobre la cama.
E: La que no se va a reponer vas a ser tú… -se acomodaba sobre ella- A ver quien
muerde mas a quien.
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M: Pues… -miraba su pecho- Ya empiezo sí… sí, sí… -la enfermera bajaba la mirada y
comenzaba a reír- No te muevas que me estoy despertando y necesito concentración.
E: No sabes tú nada.
E: Ya. –sonreía.
M: Anda… -seguía besándola- Hazlo por mí… así aprovechas el día y puedes hacer lo
que quieras. –volvía a mirarla.
E: Bueno, pero lo hago porque soy buena persona y no quiero que vayas con prisas. –le
dejaba un beso rápido y se levantaba para ir hasta el armario.
Frente a él se colocó un pantalón gris y una camiseta de manga corta para anudarse
después el pelo en una coleta antes de salir rumbo al dormitorio de Alba. Abrió
despacio y la vio enredada con el edredón y un muñeco de peluche, no pudiendo hacer
otra cosa que sonreír.
En silencio se colocó en los pies de la cama y se fue agachando hasta quedar de rodillas
y con el pie de la pequeña a pocos centímetros. Mirándola comenzó a pasarle su dedo
índice por la planta haciendo que lo moviese por impulso y que ella sonriese mientras
se agachaba no queriendo que la viese. Tras unos segundos volvió a erguirse para ver
como seguía durmiendo. Sin esperar realizó la misma operación y volvía a agacharse
escuchado como Alba se movía en la cama.
E: ¡Oh, no! –se dejaba caer mientras la pequeña saltaba sobre ella.
E: Mmm ¡con cereales! Pero tienes que estar allí antes de que yo cuente cinco. –Alba
abría los ojos para prepararse antes de echar a correr- Unooooo
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Al: ¡Y volaba! Iba y venía del cole volando… ¿a que está guay?
E: Pues sí que está guay sí, si yo pudiera volar también iría al cole volando, eh…
-afirmaba con seriedad.
E: ¿Pero como que tengo…? –abría los ojos al máximo antes de levantarse e ir hasta el
espejo de la entrada- ¡Me cagüen!
Apretando los labios se giraba para ir hasta la cocina cuando veía que la pediatra
regresaba secándose el pelo con una toalla y ya vestida.
E: ¡Maca!
M: ¿Qué? –la miraba extrañada por aquel grito- ¿Qué pasa? ¿Por qué gritas?
E: ¡Mira! –ladeaba la cabeza enseñando como en una parte de su cuello había una zona
bastante roja- ¡Bruta!
E: ¿Ay va? ¿Ay va? ¿Me marcas y solo dices ay va? –le daba un golpe en el brazo.
E: Pues a ver si voy a tener que poner un ajo al lado para la próxima vez ¡eh!
Al: ¿Cómo se ha hecho eso Esther, mami? –se levantaba para dejar la taza en el
friegaplatos y la enfermera la miraba cruzándose de brazos esperando su contestación.
M: Pues… que le picó un mosquito anoche, eso le pasó. –sonreía girándose para que no
la viese.
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M: Jajaja.
E: Ve a cambiarte, cariño. –se dirigía a la pequeña- Que mami ya está y se toma el café
en cinco minutos.
Al: Vale.
La niña se marchaba y la pediatra se servía el café que la enfermera había dejado listo
para ella. Dando un primer trago se giraba encontrando la mirada recriminatoria de
Esther que seguía cruzada de brazos.
M: Pues ya está, cariño… -iba hacia su cuello para dejar varios besos sobre la zona
afectada- Si es que como me pones como me pones pues pasa lo que pasa.
M: Que no… -la abrazaba con fuerza- Pero que sepas… que yo no soy la única, aunque
no pensaba decirte nada.
E: Aahh… -la miraba sonriendo- Es que el mío está en un sitio más mejor.
Después de que Maca y Alba se marchasen, Esther se había servido un café para ir
después hasta el ordenador y ver qué era lo que pasaba por el mundo en uno de los
periódicos digitales. Ojeaba por encima hasta que con la taza vacía regresaba a la
cocina para empezar a hacer cosas por la casa.
Antes de ponerse manos a la obra fue hasta el salón y frente a sus discos comenzó a
mirar por encima para decidir que ambientaría su tiempo en las tareas hogareñas. Uno
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Sonriendo comenzó a recoger los apenas dos o tres juguetes que habían por el suelo
para colocarlos en su sitio. Antes de girarse para marcharse vio algo sobre la mesa del
escritorio que llamó su atención. Conforme se acercaba no podía evitar sonreír hasta
que finalmente distinguió a la perfección de que se trataba.
Emocionada cogió aquel folio y lo acercó para verlo mejor. En varios colores se veía a
un lado a Maca y a otro a ella con la niña en medio cogiéndolas a ambas de las manos.
A los pies de cada una había algo escrito a lápiz, Mami, Alba y M. Esther.
E: Jo… -se limpiaba las lágrimas sin poder dejar de sonreír mientras lo dejaba de nuevo
en su sitio.
E: Pues sí, gracias… Buscaba una más llamativa, es para una niña de once años y quería
algo de colores, algo vistoso.
-Sígame.
De nuevo en casa metía lo que había comprado en la lavadora y tras poner el programa
corto iba hacia las habitaciones de nuevo para recoger lo que momentos antes de salir
de casa había arreglado. Cuando la lavadora le avisaba de que había terminado pasaba
todo a la secadora y volvía a programarla.
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E: Hola. –salía a su encuentro con una sonrisa- Cierra los ojos y dame la mano.
E: No seas tonta, anda. –sonreía- Es una sorpresa que espero que te guste.
Unos segundos más tarde ambas se detenían y la enfermera abría la puerta del
dormitorio quedándose frente a ella e indicándole que aun no los abriera. De esa
manera fue hasta la ventana y corrió las cortinas dejando que entrase más luz haciendo
que la pediatra lo notase y sonriese.
E: Ya puedes abrirlos.
Despacio lo hacía tal y como le había indicado, encontrando algo distinto a como había
visto aquella habitación la última vez antes de irse. Sobre la cama había un nórdico en
color negro con un detalle en blanco en un lateral, en finas líneas parecía dibujar una
serie de flores sin llegar a marcar realmente sus formas. Dos cojines grandes sobre la
almohada del mismo color hacia que todo tomase una imagen distinta.
E: Sí, bueno… es que me gusta más y en cuanto llegue de la tienda las lavé… -se encogía
de hombros.
E: Hay… hay otra cosa en la que no te has fijado. –se hacía a un lado señalándole la
mesilla en su parte de la cama.
Sin soltarse de ella se giró para ver aquello en lo que no había reparado y descubrió un
marco que antes no estaba. Agarrando la mano de la enfermera recorrió los pasos
261
E: Tú calla y sígueme. –de aquella forma llegaron hasta la habitación de Alba y abría la
puerta haciendo que la pediatra se asomase.
M: Madre mía… -miraba como también le había comprado un juego de cama- Cuando
vea tantos colorines se va a volver loca de alegría.
E: No sé… dirás que es una tontería pero es que esta mañana me di cuenta de que todo
esto estaba tal y como cuando llegué… Y sentí que necesitaba algo así, saber que
aunque sean estas cosas, si os gustan y… Bueno, que yo había tenido algo que ver. –la
pediatra sonreía mirándola- ¿Entonces te gusta de verdad?
M: Me encanta… -se inclinaba para besarla- Me gusta mucho… -la besaba de nuevo-
Mucho… -volvía a besarla- ¿Pero sabes lo que más me encanta?
E: ¿Qué?
M: Tú… -le dejaba un beso en la nariz- De todo el mundo… tú eres lo que más me
gusta.
La pediatra conducía de regreso a casa mientras Esther, casi de lado por completo a la
niña que iba detrás, escuchaba su historia de aquel día.
Al: Los niños hicieron un grupo y las niñas otros, pero eran muy brutos.
E: ¿A qué jugabais?
Al: Al mate… pero cuando ellos tienen la pelota la tiran para hacer daño. Así que yo me
enfadé y me fui con Luis… -la enfermera miraba a la pediatra que ya sonreía- Estuvimos
jugando con su PSP y luego comimos en la misma mesa.
Al: Los niños son unos tontos… nunca va con ellos. Siempre está conmigo o solo
jugando con su consola.
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Al: Sí, es que un día en el comedor me querían coger mi postre y él me ayudó, pero se
peleó con ellos también.
E: Aahh… -asentía.
E: Es que mi sobrino lleva sangre García, perdona… Y la sangre de los García es mucha
sangre, a ver que te crees.
M: Esa manía que tienes de darme en el hombro te la voy a quitar yo ¿me oyes? –cogía
su mano aprovechando uno de los semáforos en rojo.
E: ¡Maca no! ¡Los dedos no que me hacen falta! –la pediatra la miró conteniendo una
carcajada al igual que ella y al ver que la niña seguía a lo suyo volvieron a mirarse para
entonces sí, reír.
E: ¡Para tú! –la imitaba dándole otra vez en el hombro- Que siempre estás igual.
Al: ¿Y por qué no paráis la dos? –preguntaba sin dejar de mirar su libro.
Esther se giró sorprendida por aquella pregunta y la pediatra miraba de forma rápida
por el retrovisor, segundos después se miraban sin decir nada y sonriendo.
E: Que sea tu hija la que te tenga que parar tiene delito… -susurraba sonriendo.
Frente a la puerta, la enfermera le tapaba los ojos a la niña mientras Maca abría. La
pequeña, impaciente, daba pequeños saltos siendo retenida por Esther evitando así
que saliese corriendo, y cogiéndola con uno de sus brazos, llegaron hasta el dormitorio.
Al: ¡Tres! –le quitaba las manos ella misma- ¡Halaaaa! –iba corriendo hasta la cama-
¡Qué bonita!
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Al: ¡Es chulísimo Esther! –iba hasta ella para abrazarla- Gracias.
En el sofá, se había dado una situación algo cómica para quien la viese sin saber cómo
habían llegado a eso. La niña permanecía en su habitación mientras la pareja,
sonriendo, apenas despegaban sus rostros un segundo cada vez que una dejaba un
beso en los labios de la otra. Así, uno tras otro se iban besando, haciendo apenas una
presión rápida para que la otra hiciese lo propio siguiendo con aquel ritmo que habían
empezado minutos atrás convirtiéndose en un juego que parecía no poder acabar
nunca.
E: Uy, sí que vale… -sonreía- Claro que vale y por eso ¡he ganado! –apretaba los puños
en el aire.
M: Eres una tramposa. –le lanzaba un cojín para después girarse hacia la niña- ¿Qué
querías, cariño?
Al: Me dieron esta nota en el cole para que la firmases, nos van a poner la vacuna.
M: A ver… -la enfermera se levantaba cogiendo los vasos de café que habían ya vacios
sobre la mesa.
E: Recuérdame luego que te debo un regalo. –le susurraba a la niña haciendo que
sonriera.
M: Dame un boli, cariño… -apoyaba el papel sobre la mesa- Gracias… -mirándolo por
última vez comenzaba a dejar su firma- Toma.
Al: Gracias, mami… -parecía girarse para volver pero lo pensó mejor y volvió a dirigirse
hacia su madre- He hecho un dibujo, ¿lo puedo poner el frigorífico con los otros?
M: ¿Y no me lo enseñas antes?
Con el papel entre sus manos la niña asentía y se giraba para ir entonces hasta su
dormitorio. La enfermera regresaba de la cocina con una bolsa de patatas haciendo
que Maca sonriese y negase en silencio.
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E: Pues yo no quiero llorar ahora. -se quejaba cerrando la bolsa con una mano.
M: Pues ya tenemos por lo menos para una semana… -sonreía mirando a la enfermera
que ya había comenzado a llorar y se escondía entre su hombro y el sofá- ¡Pero Esther!
Jajaja
En la mesa, las tres cenaban en silencio mientras la pediatra y Alba miraban de reojo a
la enfermera que no había dicho una palabra hacia ya un buen rato. En eso, Esther
cogía la fuente de patatas y dejaba caer unas cuantas en su plato. Al volverla a dejar las
miró.
E: ¿Qué?
M: Pues que no has dicho una palabra en más de media hora, cariño, es preocupante. –
la enfermera se encogía de hombros- ¿Estás bien?
Otra vez, parecía que el silencio iba a ser principal invitado de la cena. Cuando Maca se
disponía a seguir pinchando de su plato vio como Esther se llevaba una mano al rostro
para llevarse unas tímidas lágrimas que volvían a caer.
M: Pero Esther… -se levantaba quedándose de rodillas a su lado- ¿Qué pasa? ¿Por qué
lloras? –hacia que girase el rostro para limpiarle las mejillas.
E: Tú tienes culpa… -sonreía y lloraba a la vez- Por dibujar eso… -lloraba de nuevo y la
niña la abrazaba.
265
Haciendo que ambas rieran por aquel comentario, hizo que sin proponérselo, poco a
poco se fuese recobrando la normalidad. Después de recoger todo y pasar un rato
viendo la televisión, fue Esther quien acompañó a Alba hasta la cama y tras varios
besos y achuchones, apagaba la luz para ir hasta su dormitorio.
Nada más entrar vio a la pediatra que ojeaba una revista ya arropada con el nórdico y
se dispuso a desvestirse por completo para meterse después en la cama, siendo
seguida en todo momento por los ojos de la pediatra.
M: ¿Eso es para que deje la revista? Porque yo la dejo, eh… -la tiraba en un movimiento
de muñeca y se giraba hacia ella.
E: Pues no era para eso. -la abrazaba recostándose en su pecho- Me apetece dormir así
hoy.
M: Para estas cosas tienes que contar conmigo, cariño… Que a mí puede apetecerme
otra cosa. –en un movimiento rápido se colaba bajo el nórdico para atacar su pecho.
E: ¡Maca!
M: ¿Qué? –sacaba la cabeza sin bajarse de su cuerpo- Estás calentita, eh… -la abrazaba
acurrucándose- Y hueles bien… -aspiraba directamente de su pecho.
M: Jajaja ais… ya sabes que no lo digo por eso… si tú siempre hueles bien cariño. –la
besaba- Pero hoy hueles mejor…
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E: ¿Y eso? –le tendía una taza de café sentándose a su lado- ¿Era tu madre?
M: Era Concha, que esta tarde se pasa por casa… y mi madre me llamó antes, que eso
te iba a contar ahora. –daba un sorbo- Que dice que este fin de semana vienen a ver a
la niña.
M: Sí, pero que quieres que te diga… No me apetece aguantar a mi madre dos días.
Porque seguro que tenemos que ir a comer a cualquier sitio con ellos o a las malas que
coman en casa por lo menos… no sé, prefiero no pensarlo todavía.
C: Hola, hola, hola… -cantaba sentándose frente a ella- ¿Puedo, no? Espero no
interrumpir nada.
E: No, tranquila.
M: Ni caso… que le tiene que venir la regla y anda sentimental y muy sensible ella.
267
E: Eso hago.
Refunfuñaba agarrando la bata de la pediatra con ambas manos haciendo que las dos
rieran al verla y así volver a quejarse mientras se escondía en el cuello de Maca.
E: ¡Eso! –abrazaba a la pediatra- Hoy dejarme que no estoy para nadie… que vaya dos
días llevo…
T: ¿Pero que he dicho? Al final pensaré que no me queréis en ningún sitio eh, os aviso.
CyA: Jajaja.
Saliendo del polideportivo la enfermera miraba el papel de días en sus manos mientras
caminaba junto a la pediatra.
E: Pues ya tenemos días de piscina… -sonreía- Lunes y jueves de seis a siete y media.
M: Ahora hay que estar pendiente de que alguna de las dos libre esos días para que si
no decírselo a tu hermana.
E: Que podíamos ser nosotras las que organicemos una comida para tus padres, en
casa o fuera, como tú lo prefieras… pero así seguro que se llevan una sorpresa.
M: No sé, cariño… Es que preparar una comida ya de por si es pesado, pero hacerlo
para mi madre es como un castigo, seguro que luego se queja por todo.
M: Y seguro que diga lo que diga la acabaremos haciendo en casa y tú te saldrás con la
tuya.
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E: Uy… que miedo me da… -temblaba exageradamente una vez llegaron al paso de
peatones- ¿Te vas a transformar en una bruja malvada? Porque aquí parece que te sale
la verruga ¡eh!
M: Yo no amenazo, aviso… -alzaba el dedo- Y camina que ya está verde. –tiraba de ella.
E: ¿Y me vas a reñir, uhm? –se acercaba a ella sin parar sus pasos.
E: ¿Qué?
M: Que se me acaba de ocurrir una cosa… -se soltaba de su mano- Sube al coche.
E: ¡Oh! ¡Oh! Una sorpresa… -corría hacia su puerta para entrar con rapidez- ¿Dónde me
llevas?
E: Ais… que guay. –daba palmadas mientras miraba a la pediatra con una sonrisa.
Veinte minutos después la pediatra aparcaba el coche y la enfermera salía tras ella
siguiendo sus pasos. Cruzaban una calle donde había varias tiendas pero Maca parecía
llevar un camino en concreto. Tomó la mano de Esther y cruzando en una carrera
llegaron hasta el otro extremo.
-Que sorpresa… -una mujer mayor salía tras una pequeña puerta.
-¿Qué te trae por aquí? –miraba a ambas y se detenía en la enfermera- Vaya… entonces
ella es… -la señalaba.
M: La misma.
-Un placer conocerte, Esther. –se acercaba hasta ella para darle dos besos.
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M: Jajaja.
E: ¿Dos anillos? ¿Dos anillos para quién? –la miraba de nuevo perdida.
M: Pues para quien va a ser… uno para ti, y otro para mí. ¿Qué prefieres, oro o plata?
-Mientras lo habláis entro a terminar una cosa. –sonreía- Cuando estéis me llamáis y
salgo. –la pediatra la seguía con la mirada hasta que finalmente desparecía.
M: Pues que antes cuando he hecho así… -alzaba el dedo- Me he dado cuenta de que
no llevo ningún anillo… y tú tampoco. –cogía su mano- Y he decidido que las dos
tendremos un anillo igual.
M: Siempre igual, eh… -negaba mientras alzaba la mano- Todo por renegarme, ¿quieres
o no que los compre? Porque si no te lo vas a poner me ahorro el dinero.
Aguantando su mirada intentaba no sonreír mientras veía que poco a poco, el ceño de
la pediatra se fruncía al ver que no contestaba. Giró su rostro mirando los anillos que
había tras el cristal del mostrador y sonrió.
270
E: Jajaja -se abrazaba a ella- Ya sé que me quieres mucho, cariño… -se separaba para
quedar a escasos centímetros- Yo también a ti… pero aquí mando yo.
Co: Uy… cada tarde cuando se sentaba conmigo a merendar… le gustaba mucho llevar
una trenza como la tuya.
La pequeña sonrió por descubrir aquel detalle y unos segundos después se bajaba del
sofá para ir a su habitación. Maca sonreía mientras removía su café.
M: Ha ido a la librería para buscar un libro que Alba lleva tiempo pidiendo. No creo que
tarde ya en venir.
Co: Me alegro mucho, Maca… de verdad. Es una buena chica y te hacía falta alguien así.
El ruido de la cerradura les avisaba de que, como bien había dicho Maca minutos antes,
la enfermera llegaba de sus compras. Alba salía corriendo en su busca y entraba junto a
Esther al salón, que cargaba algunas bolsas.
Al: ¿Has comprado mi libro? –preguntaba con impaciencia mientras buscaba entre las
bolsas.
E: Pero espérate bribona… -le quitaba la bolsa haciéndola reír- A ver… primero para la
abuela… -la mujer abría los ojos sorprendida mientras la pediatra sonreía observando
271
E: No es nada… -volvía a mirar en las bolsas- Para la enana de la casa traigo su libro y…
-se lo tendía para volver a mirar- Un peli.
Al: ¡Hala! –cogía ambas cosas- ¿Has visto mami? ¡Qué guay! Gracias, Esther… -sin soltar
nada de las manos rodeaba el cuello de la enfermera para dejar varios besos en su
rostro- ¡Voy a verla a mi cuarto!
E: Exagerada… y aun queda una cosa, pero eso mas tarde. –se levantaba- Voy a
cambiarme.
Después de que saliese del salón, Maca bajó la vista al suelo sin borrar su sonrisa.
Concha la observaba en silencio hasta pocos segundos después que se levantaba
llamando su atención.
Co: No te molestes hija, el autobús me deja frente a casa… -cogía su bolsa- Despídeme
de Esther y dale de nuevo las gracias por los dulces.
M: Lo haré.
M: Sí, cuando lleva mucho rato sentada le duele la cadera y prefiere irse.
M: Me ha dicho que vuelva a darte las gracias por los dulces… -se sentaba junto a ella
en el sofá- Le ha hecho ilusión.
E: Me alegro.
272
E: Claro… -cogía su mano- Ese anillo tan chulo que llevas… -lo giraba en su dedo- Es
bonito ¿eh?
E: ¿Y que querías que te trajese? –se acomodaba de lado para mirarla- ¿Te hace falta
algo que no me hayas dicho?
M: Pues sí… -asentía con seriedad- Quiero que me compres una maquinita para poder
para el tiempo cuando yo quiera… -se acercaba a ella quedándose frente a su rostro.
E: Pues veré que puedo hacer con eso… aunque no te puedo prometer nada.
M: Ajá…
E: Ais… será en otro momento. –le dejó un beso en la nariz justo cuando Alba entraba
en el salón- ¿Qué pasa que gritas?
M: ¿Y de que es el juego? –se inclinaba hacia la enfermera para intentar verlo- Como
no… parece que todas las empresas se alían para que jueguen con las consolas.
E: Es normal, Maca… además este juego es educativo… ¿Ves? –le acercaba la cartilla.
E: Trae un boli anda… que esto lo hacemos nosotras en menos de lo que tú dices
Esplenomegalia…
E: Ven enana. –movía la mano sin dejar de mirar el papel- Que esto es para ti y también
tú tienes que contribuir.
273
En el sofá, Maca miraba el televisor mientras la enfermera había ido con Alba hasta la
cama. Permanecía concentrada hasta que escuchó el ruido de una bolsa y giró su rostro
viendo como Esther entraba con una en la mano.
M: ¿Y eso?
M: A ver, porque esa cara que tienes es por algo y no tiene que ser bueno. –abría la
bolsa y sonreía sacando lo que había en su interior.
M: Ya podías haber comprado dos para ponértela tú también de vez en cuando ¿no? –
la miraba sonriendo.
E: No, no, no… tienes que ponértela para salir, mañana mejor, es una buena
oportunidad.
M: Sabes que me van a estar tomando el pelo todo el día ¿Verdad? Y que después
tendrás que pagar por ello.
274
E: Buenos días, Teresa… -se disponía a firmar cuando la pediatra se quitaba la cazadora
y se paraba frente a la mujer.
T: ¿Qué pone? –se colocaba bien las gafas para leerlo- Anda… ¿y eso?
M: Pues eso Teresa, eso… -asentía con una sonrisa para segundos después firmar.
T: Esta juventud… así da gusto, y no como en mi época que andábamos con tonterías y
al final ¿para qué? Si la vida son dos días…
T: Estupendamente, si…
Pasadas unas horas la pediatra y Cruz explicaban el estado de un niño que había
entrado grave a su madre, que nerviosa frente a ellas parecía no querer entender todo
cuanto le escuchaba.
M: Escúcheme por favor, su hijo ha llegado en un estado bastante grave, así que si no
ponen de su parte esto será peor.
275
C: Tranquila ¿Vale? Haremos lo posible, pero ese niño ha llegado bastante mal y está en
una situación que por su enfermedad no podemos hacer mucho.
C: Bueno, gajes del oficio, Maca… nosotros hacemos lo que está en nuestras manos…
M: Hasta ahora.
Mientras recorría el pasillo rumbo a la UCI no podía levantar la vista del suelo. Se
encontraba en una situación de miedo, ese que un médico debería saber esquivar en
situaciones como aquella. Llegó hasta donde el niño permanecía sedado y cerró la
puerta tras ella. Miró sus constantes en el monitor y suspirando apoyó ambas manos
en la cama mientras lo observaba en silencio.
M: Tienes que poner de tu parte ¿Vale? Yo pondré todo de la mía… -en eso la puerta se
abría y una enfermera entraba.
M: Está bien… -se hacía a un lado mientras metía ambas manos en los bolsillos de su
pijama- ¿Sabes por dónde anda Esther?
M: Sí.
C: He ido a buscar a Esther pero Vilches ha sido más rápido así que nos la apañaremos
nosotras ¿Vale? –frotaba su espalda.
276
-No deje que se muera… haga lo que tenga que hacer, pero que mi hijo salga vivo de
ese quirófano.
La pediatra aguantaba aquellos ojo de dolor puestos en ella, pero sobre todo el frio
que recorría su cuerpo mientras la voz de aquella mujer se iba clavando poco a poco en
su cabeza. Bajó la mirada sintiendo como no podía seguir mirándola y se giró para ir
hasta el quirófano.
Apoyada con ambas manos sobre el metal la encontraba Cruz segundos después.
C: Venga… al final no ha ido mal, Maca. –frotaba su espalda al verla de aquella forma.
M: Casi lo pierdo… -cerraba los ojos- Pensé que se me iba… estuve a punto de tirar la
toalla.
Suspirando le dedicó una pequeña sonrisa a su jefa para después esquivarla y salir de
allí metiendo las manos en los bolsillos de su pijama.
La enfermera recorría los pasillos de planta después de haber pasado por pediatría
buscando a Maca sin conseguirlo. Se detuvo esperando el ascensor durante cosa de un
minuto hasta que este llegó y esquivando a un par de familiares caminaba hasta el
fondo de este donde Cruz, leía algo ensimismada.
E: Hola.
E: Bien… andaba buscando a Maca pero no doy con ella, ¿Sabes por dónde está?
C: Acércate al gabinete que la mandé hará diez minutos, si me ha hecho caso debes
encontrarla allí, andaba un poco agobiadilla.
277
Con solo esa idea en la cabeza, salía del ascensor para ir hasta ella. De camino fue en
una carrera hasta el mostrador donde Teresa la veía llegar sin cambiar su postura.
T: ¿Qué buscas?
E: ¿Es que te los has comido todos, Teresa? –preguntaba sorprendida levantando
algunas carpetas.
T: ¿Cómo voy a hacer eso bruta? –alzaba la voz- Están en el cajón de ahí abajo, que si
no sí que no los ves listilla.
E: Vale.
T: ¡De nada, eh! –casi gritaba al verla marcharse- Aquí ni gracias ni nada Teresa…
-hablaba para sí- Si no sé de qué te sorprendes.
Guardando lo que había cogido en uno de los bolsillos, caminaba esquivando a sus
compañeros hasta quedar frente a la puerta del gabinete. Llamó no queriendo
sorprenderla y segundos después abría encontrándose a la pediatra sentada en el sofá,
con la cabeza hacia atrás y los ojos cerrados.
E: Ese mismo… -sonreía mientras apoyaba una rodilla en el sofá para sentarse segundos
después encima- Estás guapa… -le peinaba el flequillo con la mano.
E: No quería decir tanto pero sí, estás guapísima… -sin borrar su sonrisa se sentaba
correctamente pegándose a ella- Mira lo que he traído…
Haciendo que esta mirase sus manos, buscaba en el bolsillo lo que minutos antes había
guardado. Sacó tres bombones, los tres con el papel que lo envolvía en distinto color y
con ellos en la mano, la extendía frente a la pediatra.
278
M: Guapo…
E: Sí… así rubito, alto y fortote… varias enfermeras iban por ahí con la babilla. –sonreía.
E: Claro.
M: Ahora buscaré el informe y me voy a enterar yo quien es el imbécil ese que te regala
bombones.
E: ¿Seguro? –despacio lo dejaba entre sus dientes y se inclinaba a ella viendo como se
acercaba despacio- Ah, ah… -negaba sonriendo mientras se alejaba, cuando repetía la
acción lo colocaba por completo dentro de su boca y comenzaba a masticar- Has sido
lenta.
M: Tampoco lo quería… -la miraba con seriedad- Que no eran para mí.
E: Probemos con otro… -volvía a desenvolver uno de los bombones- Pero ahora se mas
rápida, eh… -terminaba de quitarle el envoltorio y la pediatra se lo quitaba de la mano
para echárselo a la boca- ¡eh!
M: No me has dicho como cogerlo, solo que fuese rápida… y eso he hecho.
Haciendo que se callase, la pediatra la tomaba por la cintura con uno de sus brazos
pegándose a ella para entonces besarla. Hicieron falta tan solo unos segundos para que
la enfermera correspondiese a aquel beso y finalmente se separase para mirarla.
E: ¿Otro bombón?
M: Jajaja
279
M: Alba, cariño, ve a cambiarte de camiseta que mira como te has puesto y los abuelos
están al llegar.
Al: Mami dice que vayas que si viene ella no te lo dirá como yo. –decía como si hubiese
memorizado.
E: Ais… Marta, que te tengo que dejar que la mami anda nerviosa… vale, luego o
mañana si eso ya te llamo… venga gracias. –dejaba el móvil sobre la mesita- ¿Y usted
porque se ha manchado, eh? –la cogía por la cintura.
M: ¡Esther! –en ese momento la enfermera entraba en el salón y abría los ojos por el
grito.
E: ¿Pero qué pasa, cariño? –se quedaba tras ella- ¿Quieres tranquilizarte un poquito?
M: En diez minutos estarán aquí, la niña se ha manchado, tú andas por ahí hablando
por teléfono y yo no paro de mirar esta jodida mesa y siempre la veo mal… -respiraba
por fin mientras se giraba colocando los brazos en jarra.
E: Maca…
E: Dame un besito y tranquilízate, va… -rodeaba su cintura con ambos brazos- ¿Vale?
280
M: Vale. –suspiraba- ¡Alba! –el timbre sonaba- ¡Ya están aquí! –se giraba con rapidez
para ir hasta la puerta.
Frente a la puerta, y con la enfermera y Alba tras ella, suspiraba antes de abrir. Estaba
en su terreno, y aunque de manera mínima, eso le daba un punto de apoyo a la hora
de pensar que, como seguramente ocurriría y ella esperaba, su madre cayese en la
tentación de volver a actuar como solía hacer frente a ella.
M: Hola.
R: Hola, hija. –sonreía- ¿Cómo esta mi nieta? –le dejaba un beso en la frente mientras
se mantenía en los brazos de su abuelo- Mas grande cada día.
Al: Jejeje
P: Hola, Esther.
R: Hola, Esther.
281
Pedro pasó a contar lo que los había tenido ocupados aquellos meses, dirigiéndose
tanto a su hija como a la enfermera, siendo ayudado incluso por su mujer, que se
sumaba a la conversación de manera discreta pero aun así, sorprendiendo a su hija.
E: Maca…
P: Eso es una gran noticia… sobre todo por el poco tiempo que llevas allí, dice mucho
de cómo debes hacer tu trabajo.
R: Enhorabuena.
Ambas se giraron a la vez viendo como Rosario parecía sonreír con sinceridad hasta
que segundos después volvía a bajar la mirada.
P: Pues hemos reservado en el hotel hasta el lunes por la mañana, el avión sale a las
doce.
R: Habíamos pensado que… -se giraba a mirarlas mientras dejaba su taza sobre la
mesa- Si no os importa, llevarnos a la niña hoy y mañana después de comer venimos y
ya cenamos con vosotras. Por pasar este tiempo con ella.
P: Me he permitido el lujo de pedir una habitación con dos camas, ella tendrá la suya
propia.
E: A ella le hace ilusión… y seguro que se lo pasaba bien. –la niña sonreía sentándose
sobre sus piernas.
M: Está bien… voy a prepararte entonces la mochila que te lleves ropa para mañana y
el pijama.
282
Casi empujándola por la cintura, hacia salir a su madre del salón rumbo al dormitorio.
La enfermera las siguió con la mirada mientras sonreía y se giraba después viendo
como tanto Pedro como Rosario la miraban en silencio.
R: Tranquila, estoy bien. Pero si me voy a comer otra galletita de estas, están ricas.
E: Son de… de una confitería que hay en un barrio de aquí al lado, hacen todo de forma
casera.
E: Bueno, pues mañana si quiere vamos y se lleva usted una buena bandeja. –sonrió.
MyE: Jajaja.
Después de que se marchasen con la niña, la enfermera había decidido darse una
ducha mientras Maca recogía todo en el salón. Aun andaba pensando en el
comportamiento de Rosario. En su tono al hablar con ella, tan distinto al de aquellos
días en Cádiz, en sus buenas maneras, tanto con ella como con la pediatra. Aquella
comida, sin duda alguna, había salido mejor de lo que ninguna hubiese esperado.
283
E: ¿Tanta prisa tienes que no podías esperar a que saliese? Me quedaban dos minutos.
–se enrollaba la toalla al cuerpo.
M: Bueno mujer, ni que nunca te hubiera visto así… -caminaba hacia ella- Además
tengo una sorpresa… -se sentaba frete a ella- Que fuerte lo de mi madre ¿no?
M: Igual a recapacitado por fin… -se cruzaba de brazos- Porque normal, normal… no ha
sido que digamos.
E: Bueno, pero mejor ¿no? –acercándose hasta ella comenzó a pasarle la mano por el
pelo mientras ella la rodeaba con sus brazos desde su posición- Igual poco a poco las
cosas van cambiando y podéis volver a tener una relación normal.
E: Claro que sí, y si ves que no volvemos pues llamas a la policía que nos busque.
M: Y si te quitamos esto… -metió las manos bajo la toalla llegando hasta sus caderas.
E: ¡De eso nada! –agarraba la prenda con fuerza- Que manía, eh… nunca me dejas
tranquila cuando salgo de ducharme.
M: Es que no lo puedo evitar cariño… -se levantaba para abrazarla y besar sus
hombros- Si ya de normal me encantas… así… recién duchadita… -seguía besándola- Es
que me encerraba contigo donde fuera.
E: Venga, Maca. –intentaba zafarse- Por qué no nos vestimos y vamos a dar una vuelta
¿eh? A bailar o algo.
M: ¿Y por qué no bailamos aquí solitas…? -se dirigía hasta su oreja- En casita… en la
cama por ejemplo. –besaba su cuello.
E: Maca…
284
M: Vale…
E: He pensado que podíamos ayudarla a subir las cosas, y luego ella que se apañe…
¿no? Y comemos por ahí tú y yo.
M: Vale… -sonreía.
E: Y ya pues venimos aquí a esperar a tus padres… -jugaba con el borde del nórdico.
M: Vale…
E: Y luego por la noche si eso pues tú te quedas aquí y yo me voy por ahí de fiesta con
mis amigas a ver si ligo.
E: Ya pensaba que solo sabias decir vale. –se giraba quedando de lado y sonreía- Era
por probarte a ver si me escuchabas o no.
M: Yo siempre te escucho.
M: No. –negaba sonriendo- Tú ya no puedes ligar… A ver, como poder puedes, pero
dentro de esta casa y cuando solo esté yo, de otra manera no.
M: Bueno, así tenemos más tiempo para terminar de conocernos después ¿no? –se
inclinaba quedando a escasos centímetros de sus labios.
Sin llegar a besarla, se mantuvo en silencio. La enfermera con los ojos fijos en ella, se
mantenía en completa seriedad. Sin decir una palabra, sin moverse, tan solo en
silencio.
E: Jajaja
285
M: ¿Te ríes?
Sin esperar nada más y no dándole opción a replica, llegó hasta sus labios, con tanta
efusividad que las manos de la enfermera fueron con rapidez hasta su rostro y cuello
no dejando que se marcharse de allí.
En el portal, cogían uno de los muebles de Virginia para ir con él hasta el piso.
E: ¡Tres! –la cortó sonriendo- Venga, ahora voy yo primero y tú detrás, a ver si no nos
matamos.
E: Tranquila… si mi chica está fuerte y lleva el peso. –se mordía el labio mientras no
dejaba de ascender.
Mientras ambas subían por las escaleras, Virginia cogió varias cajas y montando en el
ascensor llegó antes que ellas para abrir la puerta. Empezó a arrastrar cajas hacia el
pasillo hasta que finalmente la pareja llegaba.
E: ¿Dónde la ponemos?
E: Vale… pues esto ya está… -se sacudía las manos- ¿No subes nada mas, no?
286
E: No uses esas frasecitas señora, que no. –negaba con un dedo alzado- Que tienes tú
mucha idea.
E: Si algún día viniese a decirte que tienes la música muy alta haz el favor de llamarme
si no estoy en casa que se la carga. –miraba a su amiga.
M: Jajaja.
M: No le hagas ni caso… -la rodeaba con su brazo por el cuello- Es que es la hora de
comer y tiene hambre, ¿a que sí?
E: Pues sí, así que vamos… que hoy invitas tú. –le daba cariñosamente en el estomago-
Nos vamos, cualquier cosa esta tarde ya estaremos en casa ¿Vale?
M: Gracias.
E: Me apetece comerme un buen trozo de pizza con mucho peperoni y una coca cola
bien fría.
M: Siempre guarrerias. –la soltaba ya frente a la moto- El día que me digas que te
apetece un buen plato de verdura me va a dar un infarto.
E: Oye, que yo me como tu verdura, y tu pescado…. Y todo lo que haces, así que no me
vengas con tonterías.
La pediatra la miró con seriedad y optó por callarse mientras le aguantaba la mirada.
Poco a poco pasaban los segundos hasta que en un paso que la enfermera no se
esperaba, Maca se pegaba a ella abrazándola mientras la apretaba con fuerza.
E: Jajaja
287
M: Pues espérate un poco que aun quema y te vas a quedar sin lengua.
E: Uy no, sin lengua no. –sonreía mirándola- ¿Qué? me lo has puesto a huevo así que
no me digas nada.
M: Que exagerada. -la chica volvía y dejaba un cuenco con patatas fritas sobre la mesa-
Gracias.
E: Por cierto… te ha sonreído. –movía la cabeza señalando hacia donde había ido la
chica.
E: Ja, ja… -movía el rostro de un lado a otro- Se llama gratitud. –la imitaba- Se llama
coquetear… que gratitud ni leches. Además, cuando venía detrás de ti iba con cara de
lela, que a saber donde miraba.
E: Pavoncia tú. –le daba en el hombro- Que andas por ahí seduciendo camareras
mientras yo espero aquí.
M: Si yo hubiese seducido a la camarera da por hecho que no estaba ahí donde está.
M: Dame un beso anda… -se acercaba a su rostro- Que llevas un buen rato sin darme
ninguno.
288
E: Ven aquí anda… -elevando la mano que llevaba untada con el aceite de las patatas se
acercaba para besarla repetidas veces- ¿Ya?
E: Bien, pues ahora mira a ver si está caliente… -cogía un trozo de pizza mientras se
relamía los dedos de la otra mano y le tendía la porción para que la pediatra mordiese
directamente.
E: Claro.
Ya en casa, ambas sonreían al escuchar como la pequeña contaba cada detalle del
tiempo con sus abuelos mientras estos, la miraban también con una sonrisa.
M: ¿Tres? ¿Tres helados? –se giraba hacia su madre- ¿Cómo le dejas que se coma tres
helados?
E: Pues qué envidia enana… -le daba con el dedo en la tripa- Yo nunca me he comido
tres helados.
P: Por cierto Maca, quería comentarte una cosa… a ver qué te parece.
M: ¿Sobre qué?
P: Unas tierras que estoy por vender, pero antes quiero hablarlo contigo.
R: Uy, esto suena a aburrido… Esther, ¿Qué te parece si vamos a por esas galletas
ahora? Y damos un paseo con la niña.
E: Eh… -se giraba para mirar a la pediatra- Claro… sí, por mi bien. Vamos ahora.
289
M: Bueno… y que era eso de lo que querías hablarme. –se dirigía a su padre
acomodándose en el sillón.
P: Verás… supongo que recordarás que al morir la abuela, el terreno que tenia se valló
ya que lo que tenia ella por allí se taló y se limpió…
M: Sí, claro.
P: Tu tío me ha dicho que él no piensa hacer nada con esa casa, y las tierras son
nuestras. Me ha ofrecido que se la compre para quedarme con todo, reformarlo si lo
veo oportuno y revender después.
M: ¿Me estás diciendo que vas a poner todo a nombre de una niña de once años?
P: Exactamente eso, es mi nieta y quiero lo mejor para ella, podéis reformarla a vuestro
gusto cuando vosotras queráis, y así cuando sea una mujer la tendrá en propiedad para
hacer con ella lo que le plazca.
P: Hombre, piensa que eso se revalorizará, la zona es muy buena, ya lo sabes. Tendrá
una casa que fue de su bisabuela y que sería una pena desaprovechar.
M: Ya… no, si… estar está bien, lo veo bien… pero… -volvía a mirarlo con una media
sonrisa- Hablamos de algo de mucho dinero.
P: ¿Y qué? es no es un problema y lo sabes, es algo que quiero hacer por mi nieta y por
su futuro.
R: ¿Qué tal la mudanza? La niña me dijo que una amiga tuya va a ocupar tu piso.
290
Al: Esther dice que es una chica divertida. –sonreía a su abuela- Y que también le gusta
la misma música que a nosotras.
R: Vale.
R: Aunque no te lo creas, me alegro mucho de que cuides de ellas como lo haces… -la
enfermera giraba su rostro sorprendida- Antes Maca era… muy solitaria, muy…
E: ¿Gruñona? –sonreía.
R: Sí, gruñona… -asentía mirando a la niña- Cuando iban en verano se pasaba los días
en la finca, leyendo, paseando sola, con la niña, de vez en cuando Ana la sacaba a dar
una vuelta pero era raro… yo tampoco la ayudaba, para que mentir. –Esther bajaba la
vista al suelo- Pero ahora no sé, está totalmente distinta… en el poco tiempo que
estamos aquí solo la he visto sonreír, y me tranquiliza mucho.
E: ¿Por qué no habla con ella? Si lo hiciese créame que ella se sentiría mucho más feliz.
R: Llámame Rosario, Esther… y tutéame, creo que ya va siendo hora. –la miró con una
pequeña sonrisa- Tenía pensado hacerlo, no irme dejando las cosas como están, pero
me da miedo.
E: ¿Miedo? No te tengo por una mujer que pueda tener miedo… conmigo está
hablando y a mí no me debe nada, en cambio a ella sí.
Justo cuando terminaba de decir aquellas palabras sintió que se había equivocado, que
no debía haber dicho aquello y cerró los ojos un instante, uno en el que solo una
disculpa llegó a su mente.
291
Al: ¡Esther! ¿A que las galletas hay que comprarlas ahí? –señalaba la siguiente calle
mientras se agarraba de su mano.
E: Sí cariño, es ahí.
Mientras se instalaba el silencio, la enfermera miraba a la niña que le contaba algo que
había visto en ese breve paseo en solitario por delante de ellas, y Rosario, encontrando
lo que quizás antes no había sido capaz de ver, comprendía mucho en pocos segundos.
Al: Hemos comprado un bizcocho de chocolate, mami. –llegaba hasta ella- Está
riquísimo.
P: Pero vamos a ver… -la enfermera sonreía llegado al salón- ¿Has quedado con la
mujer en que te mande dulces? ¿Para qué?
R: Pues para nosotros, para quien sino. Si los hubieras visto me comprenderías.
M: Si no digo nada Esther, solo que me extraña que no hayas cargado y en cambio mi
madre venga con esa ilusión por los dulces.
R: Además la mujer es de lo más agradable, lo que no sabía es que le tenía tanto cariño
a Esther. –la pediatra se giraba para mirarla- Parecían conocerse de toda la vida.
E: Bueno, al principio de llegar aquí, cuando vivía con mi hermana, me llevaba a Luis
cada tarde para comprarle la merienda y la mujer pues me cogió cariño.
M: Sí, seguro… te tendría como su mejor clienta que no es lo mismo. –ante aquello
todos comenzaron a reír.
292
E: Pero… -la mujer la miraba intentando que entiese su intención- Claro, claro… me
quedo aquí.
E: Alba cariño. –sonreía con timidez- Deja al abuelo que aun esta con su café y no es
cuestión de molestarle.
E: Eh…
M: Dime. –contestaba aun de espalda sin poder ver como su madre se había quedado
parada esperando a que se girase, pasados unos segundos de silencio se giró
descubriéndola de aquella manera- Dime. –insistía.
R: Verás… desde que… desde que estuvisteis en casa no he podido de dejar de pensar
en todo cuanto me he equivocado y en todo lo que te he podido fallar y… -suspiraba-
Aunque este no es lugar ni momento para disculparme e intentar hablar contigo de una
forma correcta, quería pedirte perdón, por todo lo que te haya podido hacer o decir
causándote daño.
M: ¿A qué viene esto mamá? –preguntaba con seriedad pero sin llegar a ser dura
mientras se cruzaba de brazos.
Al: ¡Mami! –corría hasta ella- Esther le ha hecho al abuelo el juego del papelito. –
sonreía.
M: ¿Sí? –sonreía.
Al: Sí, y le ha salido que tenía que darle yo cinco besos y uno Esther. –la pediatra abría
los ojos sorprendida.
M: ¿Y se lo ha dado?
M: Vamos al salón venga. –la cogía en brazos- Que yo también quiero jugar y ganarme
muchos besos. –comenzaba a caminar- ¿Vienes mamá?
R: Sí, claro.
Desde el sofá, Rosario miraba como Esther volvía a hacer aquello del juego del
papelito. Pedro sonreía a su lado escuchando a su nieta y viendo a su hija como se
concentraba. En el momento en que Maca debía entonces ver que le había tocado, su
madre posó sus ojos en ella viendo como su sonrisa era de tanta felicidad, que suspiró
sin poder dejar de mirarlas.
M: Uy uy uy… tú me tienes que dar uno largo –señalaba a la niña- y tú, diez cortos…
-miraba a la enfermera.
E: ¿Cómo diez cortos? Eso no puede ser, a ver… -extendía su mano para intentar verlo
pero la pediatra lo alejaba- ¡Eh! ¡Estás mintiendo!
M: Yo no miento y aquí dice que me tienes que dar diez cortos, así que empieza…
-colocaba su mejilla.
Al: ¡Mami eres una tramposa! –se colocaba en su espalda haciéndola reír- ¡A ver!
M: Yo quiero mis besos, y como no me los deis os castigo a las dos. –se intentaba
proteger mientras la niña quería arrebatarle el papel de las manos.
Pedro miró a su mujer y encontró una sonrisa en sus labios mientras miraba a la pareja
y a la niña en el otro sofá. Cogió su mano y esta lo miraba sin borrar su sonrisa.
294
M: Así da gusto, creo que eres de los pocos hombres que hace eso aún en los tiempos
que estamos.
E: A ver si pudiera hablar. –la miraba entonces- ¿Por qué puedo, verdad?
M: Claro que puedes, cariño. –se acercaba para besarla- Tanto como quieras, faltaría
más.
H: Che… ¿y vos que elige para una cena romántica? Porque yo miré varios libros hasta
dar con algo que me convenció.
H: ¿Eh?
E: Eres tonta ¿lo sabías? –se giraba para mirarla- ¿Cómo le dices esas cosas al pobre
Héctor? A ver qué va a pensar de nosotras.
MyE: Jajaja
E: Ay Héctor de verdad… que inocente eres a veces. Si es que… -le acariciaba la mejilla.
C: Siento llegar tarde, pero me fue imposible hacerlo antes… -suspiraba- Bueno, la
razón por la que estamos aquí es porque como algunos ya sabéis, Beatriz se marcha. –
295
En aquel momento todos se levantaron para felicitar a Esther que con algo de timidez
iba agrediendo el gesto y las palabras de sus compañeros. Maca la miraba justo al lado,
dejándole su espacio y que disfrutase de aquel momento, sonriendo por ver como las
mejillas de su chica iban enrojeciéndose por segundos.
C: Oficialmente ocupará el cargo mañana, así que ya sabéis, no me la volváis loca y que
no se me queje.
Sonrió antes de marcharse de nuevo y poco a poco se fueron quedando solas en aquel
lugar. Cuando escuchaba al último de los médicos, suspiró y vio como Maca se servía
otro café a escasos dos metros de ella.
E: Si no me abrazas ahora mismo puede que me de algo, así que… por favor. –abría los
brazos mientras se acercaba a ella.
M: Ais mi jefa… -la abrazaba con fuerza mientras esta pegaba el rostro a su pecho- Que
está nerviosilla.
M: Jajaja ais… -rodeándola por la cintura la elevó del suelo haciendo que por fin riera.
Esther andaba leyendo concentrada una circular que le habían hecho llegar desde
dirección mientras cruzaba la zona de cortinas. Tan ensimismada iba que no podía
apreciar como Maca se había detenido varios metros delante en su mismo camino,
haciendo que esta la viese cuando ya prácticamente la tenia encima.
M: Que te he visto tan seria que me he quedado aquí mirándote. –sonreía también.
296
E: Pues que me han mandado esto desde la dirección del hospital… -le tendía el papel-
Por el lio que tuvimos con el paciente de psiquiatría, formulé una queja y ahí está la
respuesta.
E: Claro, a ver si así por lo menos no me pegan a las enfermeras que era lo que faltaba,
que también nos llevásemos las marcas a casa.
M: Bueno… -le acariciaba el pelo- Seguro que ahora controlan más a los pacientes.
E: Eso espero… Por cierto, voy yo a recoger a la niña como hemos quedado ¿no?
M: Sí, claro… yo no me podré ir a mi hora, aunque espero no irme muy tarde y llegar
para la cena.
E: Vale, pues si no nos vemos antes de irme… no trabajes mucho ¿eh? –de puntillas le
daba un beso tardando varios segundos en separarse- Guapa.
Sacaba las llaves del bolso cuando salía ya del ascensor y justo cuando pensaba abrir la
puerta escuchaba la voz de Esther y la risa de Alba tras ella. Frunció el ceño y se fue
acercando a la puerta del piso de la enfermera y entonces apreció con facilidad como
estaban en el interior de la casa. Sin pensarlo apretó el timbre y segundos después
Virginia abría la puerta.
M: Sí, por eso he llamado, me había parecido oírlas… -entraba despacio hasta llegar a
la puerta del salón- Muy bonito…
Al: ¡Mami! –corría hacia ella- Estamos jugando a las cartas, Esther va ganando.
E: Ais… -se levantaba apoyando las manos en sus rodillas- Que viene pidona la mami. –
se colocaba frente a ella para besarla- Vámonos a casa que estarás cansadita.
297
M: Hasta luego.
E: Hola.
E: Vale, pues mientras te duchas yo te preparo algo y nos echamos a ver la tele un rato
¿Quieres?
M: Quiero… -susurró llegando a sus labios- Oye… -dejaba de besarla un instante pero
seguía mirando sus labios- ¿Eso del beso…?
M: El que le has dado a Virginia… -miraba entonces sus ojos- Te he visto ahí tan
efusiva…
M: No estoy celosa, pero no sé… le has plantado ese beso en la cara que me he
quedado un poco sin saber si arrastrarte o darle yo otro.
E: Jajaja que tonta. –se sentaba sobre ella a horcajadas- Pero si yo solo tengo ojitos y
besitos para ti… -besaba de nuevo su cuello.
M: Pues bien que le has dado uno a ella. –se quejaba con voz infantil.
E: Mírame…
298
E: No dudes de mí ¿Vale? No tienes motivo para pensar eso y te lo digo yo. –contestó
con rotundidad- Seria incapaz de hacerte algo así.
M: Ya… perdona. –miraba a otro sitio apenas durante dos segundos- Ha sido un
pensamiento tonto.
E: Pues sí. –la rodeaba por el cuello con ambos brazos- Pero está bien eso de saber que
te fijas en esas cosas y que no te da igual que vaya por ahí besando a cualquiera.
E: Ni se me ocurriría. –sonreía de nuevo- Todos mis besos son para ti y para nadie
más…
M: Bien, bien.
E: Bueno y… -carraspeaba- Te has puesto celosilla, eh… -la abrazaba con fuerza
haciendo que cayese hacia atrás.
E: Jajaja
Al otro lado, en el piso de la enfermera, Virginia recogía todo lo que había por encima
de la mesa. Recogía las cartas sonriendo, recordando a la niña y las payasadas de la
Esther, siempre había encontrando en ella a la mejor persona para dejar que todo lo
demás que pudiera estropearle el día se esfumase y pudiera reír.
El: Bien, bien… oye que chula la casa, eh. –miraba todo alrededor.
Vi: ¿Cómo sabes que vivo aquí? Apenas se lo he dicho a dos personas…
El: Tomás, lo vi ayer y me dijo la dirección… ¿Cómo has encontrado este piso? Joder, yo
tengo un cuchitril y sin luz.
299
M: Vale, pues la próxima vez no lo dejes porque mira qué hora es, lo deberes se hacen
por la tarde ¿vale?
M: Si hicieras las cosas como sabes que hay que hacerlas no tendría que reñirte.
E: Venga va… no nos pongamos tan serias. Se despistó y ya está. –se levantó para ir
hacia la niña- ¿Preparamos la cartera con las cosas para mañana?
Al: Vale.
Después de terminar con la mochila, la niña no quería volver a salir y se puso una
película de dibujos animados en su dormitorio. La enfermera regresaba al salón donde
Maca terminaba de comer lo que esta le había preparado y se sentó a su lado.
E: Maca…
300
M: Pero si le he dicho las cosas bien. –se extrañaba- ¿No? Le he hablado bien.
E: Ya cariño… pero si ve que te disgustas por su culpa pues se pone tonta y ahora no
quiere salir.
M: ¡Alba! –alzaba la voz para llamarla y dar un trago de vino después, segundos más
tarde la niña aparecía y se quedaba parada en la puerta- ¿Puedes venir por favor?
E: Que no está enfadada, cariño… ven por fa. –extendía su brazo y la niña comenzaba a
caminar despacio hasta llegar a la enfermera y colocarse entre sus piernas mientras
esta la rodeaba con sus brazos.
M: No estoy enfadada, cielo… ¿acaso te he hablado mal? ¿Te he dicho algo que no te
gustase?
M: Pero lo he hecho porque sabes que los deberes tienes que hacerlos pronto… Pero te
lo he dicho bien cariño, no estoy enfadada.
Sonriendo, cogió su mano y tiró de ella hasta poder rodear su cuerpo y comenzar así a
hacerle cosquillas consiguiendo que comenzase a reír entre sus brazos. Esther sonrió
quedándose en silencio mientras las observaba.
M: Venga… -le daba una palmada en el trasero- Lávate que vamos a la cama.
Al: Vale.
Más tranquila, la niña volvía a dejarlas solas para hacer lo que su madre le había dicho.
Esther se apoyó de lado en el sofá mirando a la pediatra que remataba su copa de vino
con tranquilidad.
301
E: Pues vamos, vamos… que hoy he sido maliiiisima. –se levantaba y se detenía a
esperarla- ¡Vamos!
M: Jajaja
M: ¡Ya voy! Ya voy… -salía con prisa mientras se colocaba la cazadora- No encontraba
las llaves.
Después de dejar a la niña en el colegio y volver a subir al coche ya parecían que llevar
un ritmo normal. No llegaban tarde al hospital y recorrían el camino hasta él con
tranquilidad.
E: Por cierto, ¿has llamado ya a tu madre? Porque no me has dicho nada y no tengo ni
idea de lo que tienes pensado para noche buena y tengo que hablar con mi hermana.
M: No, luego la llamo yo… me dijo que estaban liados y no sabían si irían a otra parte,
pero espero que vengan.
M: Claro, no te preocupes.
302
M: Pero lo mío da para las dos, tonta… -susurraba en su oído para separarse después-
Voy al tajo.
T: Que te has quedado alelá hija… que calentamiento tenéis siempre vosotras dos por
dios, vais con las hormonas activas.
E: Gracias, ahora nos vemos… -comenzaba a caminar hacia el vestuario cuando de uno
de los pasillos salía ya la pediatra con su pijama y comenzaba a caminar a su lado- ¿Tú
no ibas al tajo?
E: Desde que te han dado ese pijamita lila que tan bien te queda… -sonreía mirándola
de arriba abajo.
M: Pero… -se quedaba mirándola- No seas así Esther, va… -ladeaba su rostro a la vez
que la enfermera miraba a un lado y a otro para ver que nadie pasaba y agarrarla
después de la pechera haciendo que entrarse- Esta es mi chica. –reía antes de cerrar la
puerta.
Despacio caminaba hasta la entrada de urgencias. Tuvo que sortear a varias personas y
hacerse a un lado al ver como gente del Samur llegaba corriendo con una camilla. Se
quedó observando aquella imagen hasta que unos segundos después llegaba hasta el
mostrador.
303
Comenzó a caminar por aquel lugar en dirección a la salida para después girarse de
nuevo y entonces ver como Esther aparecía sonriendo.
E: Ey… ¿Qué haces aquí? ¿Estás bien? –colocaba las manos en sus hombros.
Vi: Pasaba por aquí y pensé que tendrías tiempo para tomarte un café, si no puedes no
pasa nada…
E: Sí, claro que sí… espera un segundo, o mejor… entra en la cafetería que ahora mismo
voy yo.
T: Tranquila.
De nuevo regresaba hasta la cafetería y tras ubicar a Virginia en una de las mesas iba
hasta la cafetera para servir un par de ellos e ir hasta la mesa.
Vi: Vaya…
Vi: He ido al gimnasio porque han traído varias máquinas nuevas y el jefe quería que
las viera también… luego me he puesto a dar un paseo y he llegado aquí.
Después de abandonar el box miró a su alrededor por si veía a la enfermera y tras unos
segundos decidió ir donde sabia, seguro podrían decirle algo.
M: Teresa…
M: Y… ¿Esther?
T: Pues en cafetería con una amiga que ha venido a verla, hará diez minutos que están
ahí. –ordenaba varias carpetas sobre el mostrador.
T: Virginia creo que era… sí, Virginia, una así morenita de pelo rizado y así de alta como
tú.
T: Pues y yo que sé… -la miraba marcharse- Encima que una intenta ser amable…
Ya dentro, alzaba la vista buscando entre los que allí habían hasta que las vio en un
lateral y comenzó a caminar hasta ellas.
E: Hola, cariño. –se ponía en pie para besarla y luego cogiendo su mano tomaba de
nuevo asiento haciendo que ella lo hiciese a su lado.
E: Que ha pasado por aquí y ha entrado a ver si tenía tiempo para un café, llevaba ya
rato necesitándolo. ¿Tú qué tal?
Vi: Será mejor que vaya marchando que tengo que hacer algunas cosas y se me echa la
mañana encima a este paso. –se levantaba colocándose el bolso- Hasta luego chicas.
M: ¿Qué le pasa?
E: No sé, dice que anda tristona hoy. He intentado sonsacarle pero no hay manera…
-suspiraba- Bueno, y mi chica ¿quiere un café?
305
M: Gracias, cariño.
E: Mi hermana me llamó hace un rato, luego nos llevamos a Luis un rato a casa ¿vale?
M: ¿Y eso?
E: Anda de discusiones con Pablo y esta tarde no trabajan ninguno de los dos y quiere
ver si pueden hablar.
E: Pues no sé… -cogía la mano de la pediatra para comenzar a acariciar sus dedos-
Nosotras no llegaremos a eso ¿Verdad? De no hablar y dejar que las cosas pasen.
E: Te lo digo en serio, Maca, es muy triste ver eso… Quererse y dejar de luchar
haciendo que se pierdan las pequeñas cosas y llegar a discutir todo el tiempo.
M: Ya…
E: A ver si te lo tuviera que decir otra vez. –se levantaba para dejando antes un beso en
sus labios- Luego te busco.
Mientras Alba y Luis hacían las tareas del colegio en la mesa grande del salón, Esther
repasaba varias cosas del hospital que se había llevado a casa. La pediatra salía de
darse una ducha y ya vestida llegaba hasta ellos, caminando hacia el sofá donde la
enfermera leía concentrada. Se sentó a su lado y pegando la mejilla en su hombro la
hizo reaccionar.
M: Hola.
M: Bien… -movió su rostro para quedar junto a su oído y susurra- Aburrida…. –la
enfermera la miraba sonriendo- ¿Y tú qué haces?
306
M: Que raro.
E: Sí… porque es algo que solo se le administró a un paciente –el timbre sonaba.
Al: ¡Tita!
Sin dudarlo se levantaron para ir hasta la puerta, donde pudieron ver sorprendidas a su
hija en brazos de Ana mientras esta la abrazaba sonriendo y besándola antes de volver
a dejarla en el suelo.
Caminando hasta ellas, que seguían casi sin creerse aquello, las rodeaba con sus brazos
para abrazarlas sintiendo como era correspondida al instante.
M: Pero… ¿Qué haces aquí? –la miraba- ¿Eres incapaz de avisar cuando vienes o qué? –
se colocaba en jarras.
A: Ais… entonces no sería una sorpresa… -miraba a la enfermera- ¿La tienes a régimen
que anda así de rancia?
A: Hoy solo, cariño… -le acariciaba el pelo- ¿Puedo entrar o me vais a tener aquí toda la
tarde? Porque vengo muerta, eh.
A: Tenía que venir por motivos de trabajo y no podía venir y no veros. –se sentaba en el
sofá- Que ya viene navidad y todo ese rollo y será imposible venir.
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Después de casi una hora charlando y riendo mientras se ponían al corriente de todo,
los niños terminaban los deberes y se reunían con ellas. Fue poco el tiempo que se
mantuvieron tranquilos cuando de nuevo querían jugar y moverse.
E: Hacemos una cosa, los llevo media hora al parque y luego dejo a Luis en su casa y
volvemos ¿Vale?
M: Como quieras, cariño ¿Pero de verdad quieres ir sola? Podemos ir contigo y dar así
un paseo.
E: No, que Ana está cansada, yo apenas tardo… -se levantaba después de besarla-
¡Coger todo en lo que yo cuento diez!
Las amigas sonreían al ver a los niños correr e ir a por sus cosas mientras en la entrada,
la enfermera se colocaba el abrigo y cogía su bolso. Apenas siete segundos más tarde
aparecían abrigados y la enfermera colocaba su mano en el aire para que la chocasen
mientras abría la puerta.
A: ¿Y cómo estáis? Aunque ya veo que solo os falta tener un papel diciendo que sois un
matrimonio.
M: Pues genial, como vamos a estar… Si con ella es todo así, y Alba ya ves… la quiere
con locura.
A: Se ve, sí…
M: Es que es fácil ¿Sabes? Es así, como la ves… no tiene maldad ninguna, es toda
cariño… Es toda alegría, te la contagia, es como si la llevase toda dentro y cuando se
acerca… pum… -gesticulaba con las manos- Te la da, te la regala, no puedes no sonreír
308
M: Nunca… nunca me había pasado esto, Ana… nunca. Cuando estaba Lucia creía que
no podía querer mas a nadie, que todo cuanto la quería a ella era todo lo que podía
dar… pero no era así, con Esther es todo… todo mas grande, tan intenso que la miro y
se me para el tiempo, y todo lo que hago por ella me parece poco.
A: Las cosas pueden saberse, o exteriorizarlas, pero es mejor soltarlas cariño… Y sentir
tantas cosas por alguien y no soltarlo, es como cogerte de una cuerda a cien metros de
altura y mantenerte con tus propias fuerzas todo el tiempo…
Sin Luis ya con ellas, la enfermera y Alba regresaban a casa en el coche mientras Esther
la miraba de tanto en cuando encontrándola aun de brazos cruzados.
E: ¿Pero me dices que ha pasado o no? Porque cinco minutos antes estabais bien, llega
esa amiga vuestra y discutís.
Diez minutos después llegaban al parking y tras bajar del coche subían en el ascensor
en completo silencio. La enfermera la miraba encontrando aquel mismo semblante que
llevaba durante todo el camino y nada más abrir la puerta de la casa caminaba hacia su
habitación sin decir una palabra.
309
E: No sé… -se quitaba el abrigo- Ha discutido con Luis en el parque y va con un ataque
de narices todo el camino, ni a mí me dice que ha pasado.
M: Ana… -la miraba con seriedad- Que son niños, haz el favor…
A: Sí, eso… hablar y hablar, ya sabes cómo somos… nos ponemos y no hay quien nos
pare.
E: Ya… -miraba a una y a otra- ¿Y por qué estáis tan ratitas, uhm? –sonreía mirando a la
pediatra.
M: No estamos raras…
E: No, claro que no… y yo soy rubia, mido uno ochenta y además soy tonta… -arqueaba
una ceja.
M: Pues sí, cariño… yo no quiero una novia rubia, jirafota y encima tonta… -sonreía
acercándose a su labios.
M: No me das miedo que lo sepas… -bebía de su café- Así que ahórrate llamarme así.
E: Pues nada… no me lo cuentes, luego no te eches las manos a la cabeza por las
consecuencias… -se levantaba mientras la pediatra abría los ojos sorprendida- ¿Te
quedas a cenar, verdad?
M: En un rato se le pasa… y más aún porque voy yo ahora mismo y con unos besitos se
le olvida. –iba hacia la cocina.
310
E: Sí.
M: Pues no te enfades, cariño… ¿por qué te has enfadado a ver? –seguía hablando
cariñosamente.
M: Eres tonta, eh… -la enfermera giraba su rostro para mirarla- Eso no es para que te
pongas así.
E: ¿De qué hablabais? –se giraba despacio con la vista en el suelo- ¿Y por qué no lo
puedo saber? –se quejaba.
M: Pero a ver… hemos hablado de muchas cosas, cariño… -cogía su rostro con ambas
manos- No pienses cosas raras ¿Vale?
E: Bueno, vete al salón con Ana y ve poniendo la mesa, yo me encargo de esto… -le
daba una palmada en el trasero- Y así podéis seguir hablando.
Negando con la cabeza, la pediatra regresaba al salón donde Ana hablaba por su móvil.
Sacó el mantel y se dispuso a poner la mesa tal y como la enfermera le había dicho.
311
Justo en ese momento el timbre sonaba y era la pediatra que, aun sonriendo, iba hacia
la puerta. Nada más abrir encontró a Virginia parada en el umbral.
M: Hola.
Vi: He hablado con Iván, están en la ciudad de paso y esta noche van a salir a tomar
algo, me han dicho que te lo dijese para que te vinieras.
Vi: Pues… -se giraba- Unos amigos de fuera están en Madrid de paso y quieren que
Esther venga a tomar algo…
M: Como tú veas cariño. –les daba la espalda abriendo el frigo y volver a mirarlas
después- Si te apetece hazlo.
Vi: Si no puedes no pasa nada ¿eh? Yo les digo lo que sea y ya está.
M: Vete… -volvía a mirar a la enfermera- Sal un rato con ellos, seguro que te apetece y
por nosotras no tienes que dejar de hacerlo.
E: Pero Maca…
Diez minutos después la enfermera salía rumbo a su habitación y cogía una chaqueta y
su bolso. Regresaba encontrando a Virginia en la puerta.
A: No te preocupes por eso Esther, sal y pásatelo bien que no es nada malo, mujer…
M: Venga… -se levantaba- Pásatelo bien cariño. –le dejaba un beso y se dirigía a la
cocina.
312
A: Hasta luego.
Cuando las amigas se marchaban, Ana se mantuvo unos segundos de pie sin moverse
hasta que finalmente decidió ir junto a su amiga. La vio de espaldas mientras
terminaba con la cena y despacio se colocaba a su lado.
M: Pues que es muy rara, Ana… cuando estoy yo está tensa, cuando está con Esther se
ríe y de lo más feliz… y últimamente no para de buscarla.
A: ¿Crees que…?
M: Pues no lo sé… -apoyaba las manos sobre el mármol- Y como sea eso me va a oír.
A: Venga cálmate.
M: Es que la otra no piensa mal de nadie y como le diga algo la vamos a tener, y no
quiero discutir con ella, joder. –lanzaba el trapo- Pero es que se nota, se nota que va
detrás…
M: Ya me han dado la noche y hasta que no venga voy a estar de mal humor.
En la calle, ambas amigas caminaban en silencio cuando poco a poco se alejaban del
edificio. Esther miraba hacia el suelo mientras no podía dejar de pensar en la pediatra.
Vi: Joder, Esther ¿Molestarse porque salgas un rato? Pues si se molesta por eso…
E: No es por eso, Virginia, si lo hubiera sabido antes sí, pero me voy cuando estábamos
a punto de cenar y cuando Ana ha venido a pasar un rato con nosotras después de que
no la veíamos desde verano.
Vi: Y ahora vas a ver a tus amigos que también hace mucho que no ves, no es para
molestarse.
313
E: ¿Por qué has dicho eso? –Virginia bajaba la mirada- No la conoces como para decir
eso, y aunque así fuera, si he decidido estar con ella es asunto mío.
E: Debería volver… -se pinzo el labio girándose para observar el camino que ya llevaban
recorrido.
Vi: Va… venga, Esther… -se acercaba a ella- No se va a enfadar, si solo va a ser un rato…
Mirándola durante unos segundos, se mantuvo en silencio hasta que decidió volver a
caminar. Aunque su cabeza estuviera en otra parte.
Eras las dos y media de la mañana cuando la pediatra se había vuelto a sentar en la
cama desesperada. Miraba la puerta, su lado en la cama, hacia la ventana, se volvía a
levantar y llegaba hasta la cocina para beber un poco de agua. Mirando el reloj volvía a
maldecir en voz baja hasta que por fin escuchó sus voces en el rellano. Fue corriendo
hasta la puerta y se colocó frente a la mirilla, las amigas salían del ascensor y parecía
que Virginia lo hacía más bebida de la cuenta.
E: Mira que eres bruta… -caminaba con su amiga colgada prácticamente de su cuello-
Dame las llaves anda.
Vi: Espera… -despacio y con dificultad para mantenerse en pie buscaba en sus bolsillos
hasta dar con ellas- Toma.
E: Venga… -abría la puerta- Vamos para dentro… -con el pie dejaba cerraba la puerta y
Maca perdida la visión.
314
Mirando al techo entre toda aquella oscuridad supo entonces que aunque la tuviera allí
con ella, aquella desconfianza por la amiga de la enfermera no la dejaría dormir.
Aquel día la enfermera salía antes y debía volver sola a casa. El atasco de aquellas
horas le hacía tener que ir realmente despacio cuando casi a cada semáforo lo
encontraba rojo teniendo así que detenerse. En la espera pensaba en el día que ya casi
acababa, en como apenas había podido hablar con Esther y de las ganas que tenia de
llegar para poder estar un rato a solas.
Cuando ya por fin llegaba hasta la zona, encontraba la calle que daba al garaje cortada,
teniendo que dar la vuelta a la manzana para entrar por el sentido contrario.
De igual forma el tráfico llegaba hasta allí haciendo que tuviese que ir con cuidado y
casi frenando a cada instante. Cuando pasaba por debajo de su balcón subió la vista
encontrando lo que menos esperaba, la enfermera estaba apoyada en la barandilla
junto a Virginia mientras parecían hablar. Se quedó mirando aquella imagen hasta que
se cruzó con los ojos de aquella mujer, quedándose de aquella manera hasta que el
claxon de otro coche llamaba su atención. Sacó la mano por la ventanilla mientras
pisaba el acelerador y seguía mirando hacia arriba viendo como esta no hacía por
avisar a la enfermera de su presencia.
Mientras subía por el ascensor intentaba guardar la calma. Antes de salir se quitó el
abrigó y abriendo la puerta con decisión entró hasta el salón encontrando a la
enfermera sentada sola en el sofá.
E: Hola… -se levantaba para ir hasta ella- ¿Has tardado mucho en llegar? Porque vaya
mierda de tráfico.
315
E: Sí… Virginia acaba de irse que tenía que hacer no sé qué. ¿Tienes hambre? –iba hacia
la cocina.
M: No. –la seguía con la mirada para segundos después ir tras ella- ¿Y… que hacíais?
E: ¿Quiénes?
E: Pues nada, hablando… ha venido hace un rato y hemos estado con la niña viendo
una película.
E: ¿Antes cuando?
M: Cuando estabais en el balcón… pasé por debajo para poder llegar al garaje.
E: ¿Te pasa algo? –le acariciaba la mejilla- Llevas todo el día rara y no tienes buena cara.
Durante casi todas las horas que llevaba en el hospital no había podido ver a la
enfermera. Su humor de aquella mañana había hecho que incluso tuvieran un riña
antes de salir de casa y su enfado había ido en aumento sin ella proponérselo.
En rotonda terminaba de rellenar un informe, sin darse cuenta hacia fuerza con sus
dientes creando que la presión en su mandíbula se marcase claramente en su rostro.
E: ¿Sigues con esa mala leche todavía? –preguntaba sin mirarla quedándose junto a
ella.
316
E: Eso no hace falta que me lo jures… ya me han dicho que has sacado tu lado más
simpático varias veces hoy.
De mal humor se giraba para dejarla sola y era entonces cuando la pediatra daba un
pequeño golpe con ambas manos sobre el mostrador.
Aunque intentó dar con ella de nuevo, parecía que ésta hacia lo posible porque no lo
consiguiese. Cuando su turno acababa fue hasta el vestuario y después de volver a
ponerse su ropa se encaminó hasta el mostrador viendo finalmente a Esther junto a
Teresa. Se la veía enfadada y sabiendo que le iba a costar se colocó delante.
M: Cariño… ¿Quieres que venga después a por ti? –preguntaba con suavidad.
E: No hace falta. –ordenaba varias carpetas mientras seguía sin mirarla y Teresa ponía
toda su atención.
T: ¿Enfadadas?
317
Pensando que la enfermera tardaría en llegar decidió darse un buen baño de agua
caliente. Llenó la bañera y tan solo con un par de velas en el baño, se introdujo
sintiendo como el calor comenzaba a recorrerla, relajando sus músculos.
Con los ojos cerrados ladeó su cabeza llevando el vaso hasta su cuello, pasándolo
lentamente por su piel. De aquella forma no pudo apreciar como la puerta del baño se
abría lentamente y Esther, sin llegar a entrar, se quedaba observándola en silencio.
Pasados unos segundos volvía a abrir los ojos y reparó en la presencia de la enfermera,
así se quedaban sin decir nada durante aquel instante.
M: Claro.
Sin soltar el vaso de su mano, se movió lo justo para pegar la espalda a la bañera y
dejar espacio para que Esther se colocase entre sus piernas.
Desnudándose ante la mirada de la pediatra, poco tardó en poner un pie dentro del
agua y despacio, sentarse pegando la espalda a su pecho. Maca cerró los ojos
rodeándola con su brazo libre mientras llevaba sus labios hasta su cuello.
M: Lo siento…
E: Pues sí…
318
E: ¿Solo eso?
E: Esto de la bañera te ha dado algunos puntos… -giraba su rostro para mirarla- Pero
poquitos… -la besaba- Tienes que conseguir más.
E: Sí.
Después de un largo rato en el baño donde, como la enfermera había dicho, Maca se
había dedicado a ganar puntos de la manera más satisfactoria para su chica, habían
salido de mejor humor y sin el problema principal de aquel día.
La hora de recoger a Alba llegó y fue Esther quien se ofreció en ir a recogerla. De esa
forma, la pediatra había cogido un libro y leyendo decidió esperarlas. Su móvil
comenzó a sonar sacándola de su lectura y lo cogió con rapidez al ver que se trataba de
su madre.
M: Hola mamá.
M: Eso es… que Esther anda que lo quiere saber cuanto antes para organizarnos,
¿podéis venir para Nochebuena o…?
M: No, Esther ha ido a recogerla a la piscina, no creo que tarden pero no hace tanto
que se fue.
R: Bueno pues….
319
Vi: Pero si no lo hice entonces fue por lo que fue… Yo no tenía ni idea de que se podía
interesar por una mujer… Si más chasco que yo no se va a llevar nadie… No sé, la
tantearé un tiempo y a ver… Si no me importase no me metería en una relación…
Aunque no sé cómo no se da cuenta, últimamente no paro de llamarla o proponerle
que se venga con la niña mientras Maca no está…
Sin querer escuchar nada mas, entró de nuevo en el salón y caminando de un lado a
otro intentaba evitar ir llamar a su puerta para soltar todo cuanto se le pasaba en aquel
momento por la cabeza. Tiró el móvil contra el sofá y fue con rapidez hasta su
dormitorio. Después de vestirse cogió su bolso y salió de casa.
Veinte minutos más tarde la enfermera llegaba encontrándose con la casa vacía.
Cuando entraba por segunda vez en el salón vio su móvil en el sofá.
E: ¿Y se deja el móvil?
Después de acostar a la niña y hablar con Rosario por haber visto varias llamadas
perdidas en el móvil de la pediatra, prefirió hacerse un café. En el hospital tampoco
sabían nada de ella y después de buscar su bolso había supuesto que por alguna razón,
había decidido salir.
320
Caminando por el salón escuchó como la puerta se abría. Miró su reloj y comprobó
cómo era cerca de la una de la mañana. Con el semblante serio se quedó mirando a la
puerta del salón, donde segundos después la pediatra aparecía sin muy buena cara y
dejaba su bolso en la mesa para caminar hasta ella.
E: Apestas, Maca. –sacando sus fuerzas la separaba de ella para mirarla con enfado-
¿Se puede saber dónde has estado? Me has tenido toda la tarde preocupada.
M: Bueno, seguro que se ha dormido… Además estaba contigo, no había por qué
preocuparse. –volvía a acercarse hacia ella- Me apetecen cariñitos ¿Sabes? –acariciaba
su espalda.
M: Déjame tocarte un poquito anda… -susurraba cerca de su oído- Sabes que te gusta…
y a mí me encanta…
E: ¡Maca! –la empujaba haciendo que por fin reaccionase- Estás borracha y mejor
hablamos mañana.
M: He bebido pero no estoy borracha… ¿Acaso tengo que estarlo para querer hacer el
amor contigo o qué?
E: Buenas noches.
321
M: ¿No me has oído? –la miró fijamente- No quiero hablar ahora… así que será mejor
que te acuestes, es tarde y aquí no haces nada.
E: No sé qué narices te pasa, pero como sigas así mucho tiempo… -se giraba para
comenzar a caminar.
M: ¿Si sigo así que, eh? –alzaba la voz pero la enfermera no estaba dispuesta a seguir
allí- ¡Mierda!
Cuando el sol salía de nuevo, se encontraba con una Maca aun despierta en el sofá, con
la marca bajo sus ojos de la falta de sueño y el rastro de unas lágrimas que no había
podido evitar que saliesen. Viendo la hora y pensando que poco quedaría para que
Esther se levantase fue hasta la ducha.
Sintiendo que el agua recorría su cuerpo haciendo que el cansancio llegase por fin,
decidió quedarse ahí por un largo rato aprovechando que su turno aquel día era por la
noche. Después de más de veinte minutos, salía e iba hasta el dormitorio, nada más
entrar comprobó que la cama ya estaba hecha pero con el nórdico abierto en su lado
de la cama. Se colocó ropa cómoda y fue hasta la cocina para ver a la niña.
De camino escuchó su voz, se detuvo apretando los puños hasta sentir como las uñas
se clavaban en su piel.
Vi: Ibas más guapa, aunque ahora tampoco lo llevas mal, eh…
E: Ya, no sé, luego pienso mejor si ir o no. Alba termínate la leche que vamos al cole.
Vi: ¿Te pilla mal dejarme a mí en el gimnasio? Es que coger el bus ahora…
Cogiendo aire comenzó a seguir su camino y cuando llegó a la cocina fue directa hacia
la pequeña, dándole un beso y pronunciando un “buenos días” general que llamó la
atención de las chicas. Esther la miraba con preocupación, tenía el rostro realmente
agotado.
Al: Tienes mala cara. -se levantaba para ir hasta ella- ¿Has tenido pesadillas y no has
podido dormir?
322
Vi: Bueno pues… voy a por mi bolso, tócame el timbre ahora y salgo.
E: Está bien. –dejaba su taza sobre la mesa y miraba a la pediatra- Ha venido porque no
le quedaba leche y ya ha desayunado aquí.
Al: Vale.
Mirando como bebía su café, apreció el temblor que envolvía sus manos. Apretó los
labios y levantándose se colocó en la silla que había justo a su lado cogiendo una de
sus manos. La pediatra se quedó inmóvil mirando el camino de ésta.
M: No me pasa nada, Esther… -giraba su rostro- Una mala racha, nada más.
M: Venga, que llegas tarde, cariño. –se inclinó lo justo para besar sus labios- Y…
perdona por lo de anoche ¿Vale? Lo siento, de verdad. –mostrando una sonrisa que no
convencía en absoluto a Esther se levantaba para marcharse.
E: La verdad es que no, Cruz, la verdad es que no… -se frotaba la frente- ¿Tú sabes si a
Maca le pasa algo?
C: ¿A Maca? –se extrañaba- No… ¿por qué? Bueno… a parte de ese mal humor que
lleva últimamente no sé nada más.
323
C: ¿Bebida?
E: Bebida… -asentía- y esta mañana tenía una cara horrible, no me he venido nada
tranquila dejándola sola.
C: Pues qué raro, Maca no suele hacer esas cosas… ¿Y no os pasa nada? ¿Habéis
discutido por algo?
E: Que va, se levantó antes de ayer con un mal humor insoportable, ayer tarde creí que
estaba mejor, tuvimos una buena tarde, pero cuando llegué de recoger a la niña de la
piscina no estaba y ya fue cuando llegó como llegó.
C: Hagamos una cosa, termina lo que más prisa corra y vete a casa.
E: ¿De verdad?
C: Sí, habla con ella y si ves que no está bien que no venga esta noche. –le frotaba el
brazo.
E: Gracias, Cruz.
Sonriendo, corrió para hacer aquello cuanto antes. Durante casi una hora su ritmo era
frenético. Corría de un lado a otro dejando todo lo necesario listo para poder
marcharse y cuando por fin pudo, corrió hasta el parking sin despedirse tan siquiera de
Teresa que la veía correr sin mirar atrás.
Cuando por fin subía en el ascensor movía las llaves de forma nerviosa. Frente a la
puerta no tardó ni dos segundos en entrar a casa y dejando el bolso en la entrada
caminaba deprisa hasta el dormitorio, viendo como la persiana, completamente
bajada, recreaba casi una noche artificial en el dormitorio. Se quitó los pantalones y
quedando solo con la camiseta fue hasta la cama viendo como dormía en su lado.
Debajo del nórdico buscó su cuerpo, abrazándola con fuerza y besando su espalda
repetidas veces. La pediatra, que había caído rendida por todo su cansancio, comenzó
a girarse una vez despierta viendo a la enfermera pegada a su cuerpo.
E: No podía irme, Maca… -acariciaba su mejilla- No puedo estar lejos sabiendo que te
pasa algo…
324
Con la mano sobre su mejilla comenzó a acariciar su rostro con la punta de la nariz.
Dejando besos necesitados. La pediatra se iba despertando pero no quería que aquello
acabase. Necesitaba sentirla de esa manera. Lo necesitaba.
Poco a poco fue abriendo los ojos para encontrarse con ella. La tenía tan cerca que
podría respirar prácticamente de sus labios. Intentó sonreír para ella, pero aquel gesto
no era suficiente y lo sabía. La enfermera besó sus labios despacio, sin dejar de
acariciar su rostro. Pegando después su frente a la suya.
E: Te quiero…
M: Y yo a ti. –miraba sus labios mientras los acariciaba con su pulgar- Mucho.
M: Prefiero no hablar de eso ahora… -se abrazaba a ella con necesidad- No quiero
hablar de eso ahora… solo quiero estar así contigo.
E: Maca…
M: Por favor… déjame estas así contigo, sin nada mas… solo así. –cerraba mas aquel
abrazado.
Sin recibir una negación, la pediatra comenzó a besar su cuello con lentitud. Llevando
su mano derecha hasta su cintura, sorteando la tela de su camiseta para acariciar su
piel por debajo, escuchando un primer suspiro escapar de los labios de la enfermera.
325
E: Maca…
Con cuidado y despacio, tomó la camiseta que cubría su torso y fue levantándola
lentamente, descubriendo su desnudez, una dulce y suave desnudez que la llamaba.
Sobre ella dejó que sus labios dibujasen su cuerpo, que sus manos acariciasen cada
centímetro de la única persona que podía decir que era su dueña, era a ella a quien
pertenecía sin duda alguna.
E: Estás temblando…
La miró fijamente durante un tiempo que intentaba que aquel temblor cesase y
suspirando comenzó a besarla con necesidad y desesperación. Soltando un aire que la
agobiaba al sentir el calor de su boca, desprendiéndose de una parte de aquel miedo
que flagelaba su corazón y su tranquilidad.
Nada más entrar, ambas se quitaron los zapatos y caminando en silencio fueron rumbo
al dormitorio. Tal como la había dejado, seguía sobre la cama, fue hasta la persiana y la
subió poco a poco no queriendo despertarla todavía. Después fueron acercándose a la
cama y muy despacio se metían bajo el nórdico. Esther cogía el extremo haciendo que
las cubriese a las tres hasta la cabeza y rodeando el cuerpo de la niña ambas se
quedaron mirando a Maca dormir.
La niña estiró su brazo y comenzó a acariciar la cara de su madre, haciendo que esta
moviese la nariz y ellas rápidamente tuvieran que contener su risa. Pocos segundos
más tarde la pediatra abría los ojos viéndolas a las dos frente a ella.
326
M: Estoy cansada…
Con el cuerpo de la niña entre las dos, seguían mirándose. La enfermera fue la primera
en moverse, llevando su mano hasta el cuerpo de la niña, donde segundos después
colocaba Maca la suya justamente encima, acariciándola con su pulgar.
E: ¿Sabes que aquí la señorita tiene un premio por un dibujo que ha hecho en el cole?
Al: Cuando me lo den lo traigo y lo veis… Es que ahora está puesto en el mural para que
todos los niños lo vean.
Al: Es un tonto…
E: El otro tampoco suelta prenda, no te creas… Parece que quieran tenerlo como un
súper secreto.
Al: ¡Sí! –saltaba por encima del cuerpo de Esther para salir corriendo a la cocina.
Poco a poco la enfermera se fue acercando al cuerpo de Maca que no pudo evitar
sonreía al verla. Cuando ya se abrazaba a su cintura le dejó un beso en la nariz.
M: ¿Cuáles? –sonreía.
E: Hola.
E: Pues… -miraba hacia el salón- Es que Maca no está muy bien hoy y estamos en el
sofá.
E: Sí, claro.
Sintiendo como de nuevo comenzaba a ponerse nerviosa, se levantó del sofá para ir
hasta la cocina. Antes de llegar se detuvo para intentar escuchar algo pero por lo poco
que llegaba a ella, parecían estar hablando de trabajo. Sin dudarlo se detuvo en la
puerta mirándolas a las dos.
M: No estabas.
328
Vi: Ya me dirás a que viene esto. -miraba a la enfermera mientras salía de la cocina.
E: Espera… -la cogía del brazo para mirar de nuevo a Maca- ¿Se puede saber qué
narices te pasa ahora? ¿A qué viene esto?
M: ¡Fuera!
E: Explícame que ha sido eso antes de que me vaya por esa puerta, Maca… -la pediatra
elevaba su rostro nada más escucharla.
E: ¡Maca, por dios! ¡Acabas de echar a Virginia de casa como si te hubieras vuelto loca!
M: ¡Ella tiene la culpa de todo! –se levantaba señalando hacia la pared- ¡Ella!
E: ¿Culpa de qué?
M: ¡Anda detrás de ti todo el tiempo! ¡Y no te das cuenta! –seguía alzando la voz- Solo
quiere llevarte a su terreno ¿no lo ves?
M: ¿Ves por qué no quería decirte nada? ¡No seas tan ingenua! –cerraba los ojos con
fuerza.
M: Llevo mucho tiempo viendo cosas raras, Esther, viendo cómo te sonríe y entonces
llego yo y parece que le estorbo, va al hospital, viene continuamente… desde que llegó.
E: Maca… Para porque esto es solo un estúpido ataque de celos que no tiene sentido.
M: ¿De verdad crees que por un simple ataque de celos estaría así? ¿De verdad crees
que no estoy muerta de miedo porque esa venga y te haga creer que pierdes el tiempo
conmigo?
Después de estar mirándola durante unos segundos y no recibir respuesta fue en una
carrera hasta la puerta mientras Esther intentaba que parase con todo aquello, frente a
la puerta comenzó a dar golpes hasta que Virginia abría.
M: Ten el valor de decir aquí y ahora que no vas detrás de ella y que no quieres ponerla
en mi contra, ten narices.
M: ¡No me jodas, eh! Que te escuche en el balcón… -Virginia la miraba fijamente- Sí,
sí… te escuché, lo escuché todo perfectamente… es muy hipócrita entrar en mi casa de
esa manera ¿Sabes?
E: Maca, ya vale.
Mirándola por unos segundos más se giraba finalmente para regresar a su casa. Ya
dentro fue hasta el mueble y sacó el paquete de tabaco que había guardado y se
encendió un cigarro. Mirando por la ventana escuchó como la puerta se cerraba
anunciándole que Esther había vuelto a entrar.
E: Nunca me habían hecho pasar tanta vergüenza, Maca… nunca. –la pediatra se giraba
a la vez que expulsaba el humo de su cigarro.
E: ¡Maca ya basta!
Fue tal el grito que la pediatra se irguió apretando la mandíbula. Los ojos de Esther
iban tornándose de un rojo demasiado intenso para ella. Y cuando pensó que
comenzaría a llorar dio un paso hacia delante viendo como esta retrocedía.
330
M: Esther…
E: ¡¿Era por esto?! –la pediatra bajaba la mirada haciendo que esta supiese la
respuesta- Nunca hubiera imaginado esto… créeme.
M: Esther, escúchame…
E: ¡No! No, Maca, no… esto es… -se pellizcaba el labio mirando al techo durante unos
segundos- Demasiado para mí…
M: Esther, es así… -caminaba hacia ella- Todo lo ha estado haciendo para que te
alejases de mí.
M: ¡He estado muerta de miedo, Esther! ¡Muerta de miedo pensando que ella podría
ser más que yo para ti! ¡Que podría conseguirlo! –comenzaba a llorar- Que cabe la
posibilidad de que tu vida no esté conmigo… -comenzaba a susurrar- No paro de darle
vueltas a… -guardaba unos segundos de silencio intentando respirar con calma- que
por mucho que yo te quiera algo pueda separarte de mí.
Las dos se giraron hacia la puerta del salón encontrando a Alba envuelta en llanto
mientras las miraba a ambas. La pediatra superada por todo aquello se sentó sobre la
mesa frente al sofá y se llevó las manos a la cara sintiendo que se mareaba. Esther se
giró despacio para ir hasta la niña.
E: Cariño, no llores… ya está, perdónanos. –la abrazaba escuchando como lloraba con
más fuerza- Venga yo llores que lloro yo también, eh… -la miraba de nuevo secándole
las lágrimas- Vamos a la habitación, venga.
Cogiendo su mano comenzó a caminar con ella a su lado hasta llegar al dormitorio.
Varios minutos después los pasos volvían a escucharse y la pediatra movía su rostro
mirando hacia la puerta.
La pediatra bajaba la mirada hasta su mano viendo lo que volvía a remover su interior
haciendo que llorase de nuevo.
331
M: Pues la que tengo, Teresa… -cogía varias carpetas- ¿Algo para mí?
T: Tiene turno de noche hoy ¿de verdad que no te pasa nada? –se acercaba a ella-
Tienes una cara, hija…
T: Claro, no te preocupes.
Ma: Esther… -susurraba colocándose a su lado- ¿Te has planteado la posibilidad de que
tenga razón?
Ma: ¿Y? Eso no tiene nada que ver, cariño… puede que sea verdad y…
E: Marta, por favor… bastante tengo ya en la cabeza. Todo se ha ido a la mierda sin que
me diese ni cuenta y… -suspiraba- No sé qué voy a hacer.
E: Ya lo sé…
M: Adelante. -la puerta se abría dando paso a Cruz que se detenía casi al instante de
ver su rostro.
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C: Teresa me ha dicho que no tenías muy buena cara y como Esther ayer me dijo que
andabas pachucha. ¿Estás bien?
M: Como no… Teresa siempre en todo. –contestaba sarcástica- Estoy bien, gracias.
C: Venga, siempre hemos podido hablar. –se sentaba en el borde de la mesa- ¿Qué
pasa?
Bajando la mirada hacia el pañuelo que ya casi no podía aprovechar por más tiempo,
comenzó de nuevo a contraer su barbilla para segundos después volver a llorar y de
nuevo querer ocultarse con ambas manos.
M: Esther me ha dejado.
En el colegio, Alba se balanceaba en un columpio arrastrando los pies por la tierra. Luis,
viéndola desde lejos, cogía su paquete de donuts y caminaba con él entre sus manos
hasta llegar a su lado sentándose después en el columpio.
L: ¿Quieres uno? –Alba giraba su rostro mirándolo- Son de chocolate… mi padre me los
compró esta mañana.
Al: Vale. –estiraba el brazo para coger uno de los dos que le ofrecía- Gracias.
Al: Sí… -volvía a mirar al suelo- Ha llorado toda la noche, y hoy también.
L: Mi tita también ha llorado… -daba un mordisco de su donut- ¿Crees que se les pasará
el enfado?
Al: Esther me dijo que ahora no podían estar juntas, que no quería discutir con mamá y
que así las dos no se enfadarían.
L: Es un rollo ser mayor… -le daba una patada a una piedra- Siempre discuten.
L: Mis padres tampoco y lo hicieron el otro día… es mejor ser un niño. –la miraba otra
vez.
Al: Vale. –sonriendo se levantaba para comenzar a caminar a su lado- Luego comemos
juntos ¿vale?
L: Vale. –sonreía.
Cerca de las cinco de la tarde, la enfermera caminaba despacio hasta el colegio. Llevaba
consigo una bolsa con dos bolsas de patatas y un par de chupachups, ya en la puerta se
mantenía seria y con sus gafas de sol puestas mientras miraba fijamente a la puerta. No
quería mirar nada mas, no quería ver a la pediatra aunque fuese lo que buscaba
realmente, pero debía mantener la promesa que le había hecho a la niña. Y haciendo
que sonriera ahí estaba, corriendo hacia ella nada más verla.
E: Claro que he venido, ¿no te dije ayer que lo haría? –la besaba sin dejarla en el suelo-
¿Luis donde está?
E: Mira lo que he traído… -se agachaba frente a ella- Pero después de merendar, eh…
que mamá no se enfade. –metía la mano en la bolsa para darle lo que le había
comprado.
Al: Pero es que yo quiero que estés con nosotras… y que te hables con mamá… ella
también está triste.
E: Sí… -le removía el pelo con cariño- Pues… -miraba a su alrededor descubriendo como
la pediatra aun no había llegado- ¿Nos sentamos un rato y me contáis que habéis
hecho en clase?
En uno de los bancos frente a la puerta, los tres se mantenían sonrientes. La enfermera
tenía que hacer grandes esfuerzos por no llorar mientras sonreía escuchando a Alba, se
había acostumbrado tanto a ella que era una de las cosas que más le dolían de aquella
situación.
334
L: Nos deja beber leche en clase después de comer… y cuando hemos terminado lo que
nos manda podemos dibujar y hablar si no molestamos a los demás niños.
M: Hola.
Los tres se giraban para ver a la pediatra que a apenas un metro de ellos se mantenía
mirando fijamente a Esther. Con el rostro claramente cansado, el pelo recogido en una
coleta y su abrigo largo de color negro, dejando ver su decaimiento y sin apartar su
mirada de ella hasta que la niña se acercaba para darle un beso.
M: No he podido salir antes, cariño… -se agachaba para cerrarle la chaqueta- ¿Qué
llevas ahí? –miraba su bolsa.
Mientras madre e hija hablaban, Esther las miraba sintiendo como sin pensarlo podría
ir hasta ella y abrazarla, le daban unas ganas terribles de llorar al ver sus ojos, pero no
podía, no podía hacerlo. Suspirando se levantaba dirigiéndose hasta su sobrino.
E: Venga, vamos que tu madre se preguntará donde estamos. –se giraba- No te comas
eso antes de la merienda, eh… -sonreía mirando a Alba.
Al: Vale… -fue hasta ella con rapidez y después de abrazarla le dejaba un beso en la
mejilla- ¿Vendrás mañana?
M: Hasta mañana, guapo… -se giraba para verlos marchar cuando en un segundo y sin
pensárselo decidió llamarla- ¡Esther! –fue hasta ella viendo como se volvía a girar.
E: ¿Qué?
E: ¿Para qué?
335
E: No creo que tengamos que hablar Maca, por lo menos no por ahora…
Vi: Ya… supongo que…. Si quieres podemos quedar a tomar un café, y te desahogas o lo
que sea…
E: Ahora mismo no creo que seas la persona más idónea para eso.
Vi: ¿Pero por qué? es ella la que ha liado todo esto, no yo…
En el sofá de casa, llevaba un rato hablando con Ana y desahogando así una parte de
aquel estado que era capaz de abandonar.
M: Me dijo que no podía estar aquí ahora mismo… que no quería que discutiésemos
más y encima tengo que tener a la otra viviendo en frente… -se quejaba.
A: No digas esas gilipolleces, Maca, ¿me oyes? Como vuelva a escuchar algo mas como
eso te la cargas.
A: No pienses en eso Maca, escúchame… deja que se le pase el enfado ¿vale? Y además
si os vais a estar viendo continuamente digo yo que poco a poco…
M: Esto es una mierda, Ana… y no me cree, no me cree y mientras todo esto esté así la
otra tiene camino libre con ella.
336
M: Si es que la veo y…
M: No te preocupes…
Despacio se dirigía hasta la cafetería donde había quedado con Virginia. Tras su
insistencia había pensado que quizás, la pediatra podría tener razón y aquella era la
manera de comprobar si estaba o no equivocada. Por muy descabellada que resultase
la idea, algo le hacía querer probar a su amiga.
Vi: Hola, ¿Cómo estás? –cogía su mano por encima de la mesa- No tienes buena cara.
E: Bien.
E: Sí, seguro… por mucho que me joda no voy a consentir que aunque sea ella, haya
hecho esto, y menos contigo.
E: Porque decir que tú vas detrás de mí es una locura, vamos… así que yo no voy a
tragar sus celos.
E: Bueno, el disgusto no me ha dejado dormir mucho… pero supongo que será cuestión
de días.
E: No te preocupes por eso ahora, mujer… ya veremos qué es lo que hacemos con eso.
Vi: Ya pero… -el móvil de la enfermera sonaba anunciándole que había recibido un
mensaje.
E: Perdona.
Con el bolso sobre sus piernas buscaba el teléfono y tras cogerlo lo desbloqueaba para
abrir el mensaje. Antes de nada pudo ver como el nombre de la pediatra salía en la
pantalla y suspirando casi en silencio le daba a abrir y comenzaba a leer; Te echo
mucho de menos.
337
E: ¿Eh? –la miraba- No, no… es publicidad de esa pesada que mandan siempre.
Después de beber las últimas gotas de su copa de vino se llevó las manos a la cabeza
mientras cerraba los ojos y pensaba en ella, en la fatídica tarde en que no pudo mas,
en la conversación que había escuchado desde el balcón, en aquella misma tarde en la
puerta del colegio…
Elevó de nuevo su rostro mirando el monitor del portátil y se quedó fijamente mirando
la última fotografía a la que había llegado, recordaba aquella mañana, tanto como si
hubiera sido el día anterior.
M: ¿Tú estás tonta? Me has dado un susto de muerte. –se quejaba recuperando la
tranquilidad- ¿Se puede saber que haces?
M: Uy sí, tengo que estar guapísima. –le arrebataba la cámara para ver la foto- ¡Por
dios!
E: Sales preciosa, así que me la quedo. –volvía a quitarle la cámara- ¿Nos echamos
una?
M: No… -se echaba y hacia que ella hiciese lo mismo para abrazarla.
M: Que no… que salgo fatal -se cobijaba en su cuello haciéndola reír, en aquel
momento la enfermera inmortalizaba la imagen.
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E: Me cuesta mucho haberme ido Marta, créeme que me cuesta… pero esto es tan
ilógico que conociéndome a mí y conociéndola a ella el tiempo este hará bien.
Ma: ¿Y no le has sacado nada Virginia, no? ¿No has notado nada raro?
Ma: ¿Sí?
Ma: Eh… sí, sí… dime… -disimulaba comenzando a caminar lejos de la enfermera.
Al día siguiente, y como había quedado con Alba, se arreglaba para ir de nuevo al
colegio y así recoger también a Luis.
Sonriendo abría la puerta para comenzar a bajar por la escalera. Miró el buzón y al
verlo vacio fue hasta la puerta, metiendo las manos en los bolsillos combatiendo así el
frio de aquella tarde. Cuando no había dado ni diez pasos se sorprendió al verla frente
a ella.
339
E: No Virginia, Maca estará allí y no me apetece seguir con todo esto, lo siento… -seguía
caminando.
Vi: ¿Vas a dejar de ser amiga mía solo por ella? –preguntaba mientras volvía a
alcanzarla- ¿Qué culpa tengo yo, eh?
E: No quisiera discutir con ella otra vez, Virginia, compréndelo… eso sería provocarla y
te aseguro que lo que menos quiero es hacerle daño. Parece que quieras… -se contuvo
apretando los labios- No me busques ¿Vale?
Ambas se miraban en silencio mientras esperaban quizás que la otra volviese a hablar.
Virginia bajó la mirada al suelo y suspirando decidió tirar la toalla.
E: Hasta luego.
Frente al colegio y sentada en el mismo banco que el día anterior se cruzaba de piernas
y esperaba que la campana sonase y los niños saliesen. Dándole de nuevo vueltas a lo
raro que se le hacía creer que Maca tuviese razón y Virginia hubiera estado actuando
sin ella darse cuenta. Permanecía ensimismada hasta el punto de no apreciar que
alguien se sentaba a su lado.
M: ¿Qué tal el turno anoche? –la miraba entonces viendo como esta hacia lo contrario
y volvía a mirar al frente.
M: Me alegro.
Mientras se volvía a poner en pie veía como Alba iba hacia su madre y como de rodillas
en el banco le enseñaba la piruleta haciendo que sonriese y se quedase observándola
desde su lugar.
E: ¿Nos vamos?
M: ¡Luis! ¿Vienes un momentito, por fa? –le hablaba con cariño haciendo que el niño
fuese hasta ella.
La enfermera sin poder escuchar nada, veía como la pediatra parecía hablar con él,
Alba se acercaba a ellos también como si de un corrillo se tratase y frunció el ceño
extrañada. Segundos después Luis volvía y cogía la mano de su tía.
E: ¿Qué quería?
Nada más llegar a casa de su hermana fue directa a la cama que ella ocupaba. Tenía
demasiadas cosas en la cabeza. La insistencia de Virginia, una que empezaba a hacerle
creer que la pediatra no estaba equivocada pero que por otra parte, no lograba ver lo
que le hacía falta. Maca, le costaba muchísimo estar lejos de ella, sabía que en cierto
modo lo de ir al colegio era una manera de también poder verla a ella, pero con la
comodidad de no tener que admitirlo.
Frotándose la cara salía hasta el salón, encontrándose con Pablo viendo un partido de
futbol y a su hermana leyendo una revista junto a él.
E: Bien, pero no me gusta dormir por la tarde... me quedo hecha un despojo humano. –
arrugaba la nariz.
Ma: Pues espabílate que tienes que ir a por Luis… -se levantaba- Este está aquí con el
futbol y yo tengo que hacer la cena.
341
Al escuchar aquellas palabras abrió aun más los ojos y miró a Pablo que se encogía de
hombros. Rápidamente se levantó del sillón para ir tras su hermana alcanzándola en la
cocina.
Ma: Sí… ¿donde vivías antes era una casa, no? Me dijo que quería irse un rato con Alba
y lo llevé hará poco más de una hora.
Ma: Claro, ¿no querrás que vaya yo? Además, seamos adultas, anda… a ver si ahora no
pudieras ni verla cinco minutos.
Ma: Venga, lávate la cara y espabílate que en media hora tienes que ir a por él. Tienes
tiempo de sobra.
Ya frente a la puerta pensó que no quería ser ella quien abriese y tocó el timbre
escuchando como Alba, alzando la voz, anunciaba que iba ella.
E: Hola, cariño.
342
M: Hola.
Al: Estamos jugando a la consola ¿quieres venir? –tiraba de su mano- Verás que chulo
está el juego.
E: Alba, cielo…
Dejándose arrastrar al final tuvo que pasar frente a la pediatra, tenerla demasiado
cerca y tener que cerrar un instante los ojos al percibir a la perfección su olor. Llegó
hasta el dormitorio suspirando y quedándose en la puerta vio a Luis sentado en el
suelo con el mando en las manos.
Su tono de voz, su voz, verla tan pegada a ella. Respiró queriendo mantener su
tranquilidad y desvió de nuevo la mirada hasta el interior de la habitación. Por su parte,
la pediatra seguía mirándola aprovechando la corta distancia. Se dejó caer quedando
apoyada en el marco de la puerta sin dejar de mirarla.
E: Otro día vienes y la sigues. Nos tenemos que ir, venga… -cogía el abrigo del pequeño
y una vez se había puesto de pie se lo colocaba sabiendo que tenia la mirada de la
pediatra sobre ella.
L: Vale jo…
Al: Esther… -tiraba de su abrigo para que se agachase hasta ella- Que te quiero mucho.
–le dejaba un beso en la mejilla.
E: Que sea la última vez que te compinchas con ella ¿vale? –seguía caminando- ¡Que os
habéis puesto todos de acuerdo, joder!
Ma: Sí, hará diez minutos… y con un humor de perros. Yo no querría que me sacase ni
sangre por si se pasa con la aguja.
Ma: No. Oye Maca… quizás no debería decírtelo, pero bueno, me da igual… Esther está
intentando pillar a Virginia esperando que tú tengas razón.
M: ¿De verdad?
Ma: Sí. Si conozco bien a mi hermana, y creo que sí… aunque eso pasase, no lo vas a
tener fácil, está muy dolida, por cómo has actuado.
M: Ya, ya lo sé… pero es que… no sé qué pasó, Marta, me asusté, me dio muchísimo
miedo y… al final la he perdido.
Ma: Bueno, eso de que la has perdido no lo digas porque no es así, ahora mismo pues
está mosqueada, y ya sabes cómo es, que si está con su enfado nadie la hará cambiar
de opinión.
M: Ya…
344
M: Hasta luego.
M: ¿Qué te pasa, cariño? –iba con rapidez hasta ella- ¿Te duele mucho?
M: Sí, venga.
M: Julia, voy adentro con la niña… ¿puedes decirle a Esther que me busque que vengo
con Alba?
M: Vale, vale… -las colocaba entonces sobre la camilla mientras suspiraba y la puerta
del box se abría.
M: Ponle una vía y un antitérmico que le baje la fiebre… voy a por el ecógrafo, estoy
casi segura que es apendicitis.
345
M: Sí, ¿ves esto? –señalaba con el dedo- Está inflamado… no es mucho y no hay ningún
peligro pero hay que sacarlo. –comenzaba a limpiar su piel.
E: Ya está todo…
M: Gracias. –le sonreía mínimamente- Y también por estar ahí con ella.
M: Eso ahora da igual… -entraba un celador para dirigirse con decisión hasta la camilla.
-Me la llevo ya… -la pediatra se levantaba y besaba la frente de su hija antes de que se
la llevasen.
Sentada en el pasillo junto al quirófano frotaba sus manos y casi cada diez minutos se
paraba a mirar el reloj.
346
Envuelta en sus pensamientos escuchó como la puerta se abría y seguida por Cruz y
por Esther, la camilla salía con la niña aun dormida.
C: Muy bien… tranquilízate, ahora dos días ingresada y a casita. Se quejará por los
puntos como es normal pero nada más allá.
M: Gracias Cruz.
M: Gracias.
E: Antes de dormirse me ha dicho que después quería seguir durmiendo para no darse
cuenta de lo que le dolía… -sonreía.
E: Me imagino… -le acariciaba el pelo a la niña- Te vas a quedar claro… -la pediatra
asentía- Si quieres puedes ir a casa a por ropa y traerle algún libro o algo, yo pasaré
cada rato para ver como está.
E: ¿Te traigo un café? ¿Quieres algo? –se acercaba pero sin llegar a estar a su lado-
Puedo bajar a la cafetería y traértelo.
347
Aun sabiendo que seguramente después seria mas difícil, fue hasta ella y se quedó
justo delante de donde permanecía sentada, la pediatra elevó su rostro para mirarla y
entonces encontró aquellos ojos, y como de manera lenta, la rodeaba con sus brazos.
Así, pegaba el rostro en su estomago mientras también con sus brazos, impedía que de
alguna manera se despegase de ella.
Colocando los codos sobre sus piernas se mantenía casi sin parpadear. Recordando la
discusión que podía escuchar casi perfectamente en su cabeza. Bajó la mirada
fijándose en el suelo cuando las imágenes de aquella noche llegaban de nuevo a ella.
Sabiendo que seguramente después seria mas difícil, fue hasta ella y se quedó justo
enfrente de donde permanecía sentada, la pediatra elevó su rostro para mirarla y
entonces encontró aquellos ojos, y como de manera lenta, la rodeaba con sus brazos.
La pediatra pegó el rostro en su estomago mientras también con sus brazos, impedía
que de alguna manera se despegase de ella.
E: No tienes que disculparte… -le acariciaba el pelo- Yo tengo que bajar, subo en un rato
¿Vale?
M: Vale… -asentía.
E: Eh… -le daba un cariñoso golpe con la rodilla llamando su atención- Cambia esa
cara. –sonreía ladeando el rostro haciendo que también ella sonriese- Eso está mejor…
-se inclinó con rapidez para dejar un beso en su frente y marcharse después.
Ya en el pasillo se pegaba en la pared mientras con los ojos cerrados soltaba todo el
aire que llenaba sus pulmones.
M: ¿Ya? –se incorporaba carraspeando y mirando su reloj- Uf… este sillón es horrible…
-se acariciaba el cuello.
M: Sí, sí. –se levantaba también dejando la manta a un lado- Tengo que llamar también
al colegio para decirles lo que ha pasado. –se frotaba la frente- Voy a lavarme un poco.
E: Vale.
Después de varios minutos la pediatra salía de nuevo con la cara más despejada y el
pelo recogido. Vio a la enfermera controlando los goteros y fue hasta su abrigo.
M: No tardo ¿vale? Me ducho, cojo algo de ropa y algunas cosas para que Alba no se
aburra. –se colocaba bien el cuello del abrigo.
E: Vale. –sonreía.
Después de salir de la ducha había ido hasta el armario para coger algo de ropa para
ella. Varios libros y el reproductor portátil de la niña junto a algunas de sus películas. Se
colocó unos vaqueros y un suéter recogiéndose de nuevo el pelo aun húmedo. Cogió
las llaves y bajó de nuevo al coche dejándolo todo en el asiento de al lado.
T: Hola, hija… ya me ha dicho Esther lo de la niña, en cuanto tenga un rato subo a verla.
M: Bueno, cuando son niños no es tan grave, seguro que mañana ya quiere levantarse
de la cama. –sonreía.
T: Ais… lo que te faltaba a ti… -acariciaba su mano- Lo que necesites aquí me tienes
¿eh?
349
Al: Esther me ha puesto una medicina mágica que me ha quitado el dolor… -sonreía.
M: Ah… -dejaba un beso en su frente- Pues si ha sido ella seguro que ya no te duele en
el resto de la mañana… tiene una habitación llena de pociones mágicas. -susurraba
haciendo que la niña riese y Esther la mirase sonriendo- ¿Te han traído algo para que
tomes?
M: Bueno, a ver si ya esta tarde aunque sean un par de galletas puedes comerte, hoy
vas a pasar hambre… -sonreía.
M: Pues… -iba hasta el macuto- Dos libros… -los sacaba- y… ya está. –se giraba hacia
ellas.
Al: Guay. –se giraba para mirar a la enfermera- ¿Te vas a quedar?
E: Pues ahora me voy a ir a casa, que estoy un poco cansada y a la hora de comer
vengo a verte ¿vale? Y vemos una peli. –la niña asentía- ¿Tú que vas a hacer? –
preguntaba a la pediatra.
M: Pues la dejaré entretenida cuando haga falta abajo, Cruz me ha dicho que no me
preocupe y esté aquí mientras no me necesiten.
E: Bien, pues yo luego vuelvo… -se colocaba el abrigo para después darle un beso a la
niña y caminar hasta la puerta seguida de Maca que salía tras ella al pasillo- ¿Tú estás
bien? No te has secado ni el pelo…
E: Maca… yo… -miraba sus manos- de verdad que aunque no lo creas, no me gusta
estar así, pero ahora mismo es lo mejor.
M: ¿Y qué hice? Decirle a una impresentable que se largara de mi casa por estar detrás
y delante de mi novia, ¿eso hice?
E: Mejor me voy, ¿Ves? Ahora mismo es impensable que estemos de otra forma. –se
giraba comenzando a caminar.
De camino a casa de su hermana prefirió ir dando un paseo por muy cansada que
estuviese. Nuevamente volvía a discutir con ella encontrando la misma rabia y otra vez
el enfado que había olvidado por todas esas horas.
Parada en el paso de cebra esperaba a que se pusiese verde y fue cuando sintió la
presencia de alguien cerca de ella.
Vi: Hola.
M: ¿Y qué hice? Decirle a una impresentable que se largara de mi casa por estar detrás
y delante de mi novia, ¿eso hice?
Después de cruzar la calle se detenía sorprendida por aquellas palabras y se giraba para
mirarla a los ojos. Virginia le mantuvo la mirada durante unos segundos hasta que
finalmente la bajaba frotando sus manos.
E: ¿Qué quieres Virginia? Porque me empiezo a cansar y a pensar que realmente estás
montando una película de la cual yo no me entero. –hablaba enfadada.
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Vi: Que…
Después de separarse, Esther seguía mirándola hasta que finalmente daba un paso
atrás sin dejar de mirarla.
Vi: Esther… hace años, no es de ahora… pero yo… no creía que tú…
E: ¿Tú sabes lo que estamos pasando por tu culpa? ¿Te haces una idea?
E: No quiero oír una sola palabra más… -alzaba la mano mientras la miraba enfadada y
dolida- ¿Qué pasa contigo? ¿Qué te has propuesto, eh?
Vi: Yo…
E: ¿Lo sientes? ¿Y ahora qué esperas? ¿Qué me lance a tus brazos? ¿Qué me olvide de
ella? –la miraba con dureza- Yo confiaba en ti… y yo sí que siento no haberme dado
cuenta antes.
E: Pues pensaste mal. Yo quiero a Maca, y nadie va a poder cambiar eso… nunca.
-apretó la mandíbula- Búscate un lugar donde quedarte… creo que lo mejor será que
no volvamos a vernos. –se miraban de nuevo- Siento haber creído que realmente eras
una amiga…
Vi: Esther…
Sin decir nada más se giraba para aun mas enfadada y decepcionada de lo que ya
estaba, marcharse de allí.
352
E: ¿Y ahora qué, eh? Porque por mucho que me joda que Maca hiciera las cosas así,
tenía razón. –se llevaba las manos a la cara- ¿Dios mío que he hecho yo para que me
pase esto?
E: Ahora no… -volvía a girarse- Sigo enfadada con ella… aunque tuviera razón debía
haber hablado conmigo y no ponerse como lo hizo, ¡Que debió hablar conmigo!
Ma: Venga, venga… -se levantaba para ir hasta ella- Cálmate ¿Vale? Y deberías ducharte
y después descansar un rato que llevas una hora así y después de toda la noche
despierta.
Ma: Tú no puedes hacer nada porque la gente actúe de una forma u otra. –acariciaba
su hombro- ¿Por qué no me haces caso y te das una ducha? Tienes que estar agotada…
y yo me acerco al hospital a ver a Alba.
Ma: Esther… -reñía con cariño- No va a estar sola en ningún momento, échate y te
duermes, cuando te despiertes pues vas.
E: Voy a la ducha porque voy a llorar de un momento a otro y así también grito a gusto.
Arrastrando los pies se marchaba del salón dejando a su hermana parada en el centro.
Esta suspiró y fue hasta su bolso y sin prisa salió de allí para ir al Central.
Después de pasar por el mostrador, llegaba hasta la planta de pediatría mirando hacia
las puertas y buscando el número donde su hermana le había dicho que estaba. Ya
frente a ella tocó un par de veces y la abrió asomándose con una sonrisa al ver a la
pequeña sobre la cama.
M: Hola, Marta. –se levantaba del sillón para darle dos besos.
Ma: ¿Cómo está la enfermita? –en dos pasos llegaba hasta la niña y le daba un beso en
la frente.
Al: Me han sacado el apéndice ¿Sabes? Y tengo puntos aquí… -señalaba con la mano.
353
Ma: Sí, y también te traerá cosas que te va a preparar la seño y no te aburras aquí. –se
giraba hacia la pediatra- ¿Tú como andas? No tienes muy buena cara.
T: Claro que lo sé… y también sé que te has portado como una mujer y enseguida te vas
a poner buena.
Ma: Oye Maca… ¿podemos salir a tomar un café? Te quería comentar algo.
M: Sí, claro… Teresa ¿te quedas con ella mientras bajamos un momento?
T: Uy, claro, no te preocupes que yo aun tengo un rato para tener que volver a bajar y
aquí esta señorita y yo vamos a ver los dibus ¿Eh?
Nada más llegar, la pediatra servía sendos cafés para después ir hasta la mesa donde
Marta se encontraba y sentándose la miraba expectante por lo que le fuera a decir.
M: Tú dirás.
Ma: Iré al grano… -la miraba fijamente- Virginia ha besado a mi hermana esta
mañana… -la pediatra abría los ojos por completo- La ha esperado en la puerta hasta
que ha salido.
M: No si al final resultará que tenía que habérselo explicado otra vez. –apretaba los
labios.
Ma: Maca… -cogía su mano- Esther no ha hecho nada ¿vale? Es más, le ha dicho que no
quiere saber nada más de ella y que se vaya de su casa. Ha llegado hecha una furia y
arrepintiéndose de cómo te habló, pero…
M: ¿Pero?
Ma: Sigue enfadada por como hiciste las cosas, por no confiar en ella.
Llevándose la mano hasta los labios dejó la mirada perdida sobre la mesa pensando en
lo que acababa de escuchar. Haber tenido razón no quitaba su rabia y en aquel
momento, incluso más que antes, se sentía desbordada por aquella situación.
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M: Eran demasiadas cosas, Marta, debí haberlo parado antes… haber hablado con
Esther…
Ma: Lo hecho, hecho está, Maca. Ya no puedes estar machacándote pensando en y si…
ya no sirve de nada que lo hagas y deberías centrarte en ir acercándote a Esther, pero
con muuucho tacto.
Ma: Se ha tirado una hora de un lado a otro del salón soltando tacos… -sonreía- Puedes
imaginártelo. Al final he conseguido que se diese una ducha y se metiera un rato en la
cama.
Ma: Sí, le ha dicho que se busque otra cosa… supongo que si no hoy mañana se habrá
ido.
Ma: ¿Sois de lo que no hay, eh? En vez de centraros en lo importante venga a darle
vueltas a lo mismo… no si al final es que vais a ser iguales. –negaba dando un trago de
su vaso mientras la pediatra la miraba y mostraba una pequeña sonrisa- Antes de
comer la vas a tener aquí, y espero que no se te note que te he contado esto porque si
se entera me la cargo.
Ma: Bueno… ¿subimos con tu enana? La veo un rato y me voy a casa a ver a tu querida
dama histérica, que espero que esté durmiendo y hago las cosas de la casa.
Antes de las dos de la tarde, Esther se vestía para ir hasta el hospital sin haber pegado
ojo. No había podido parar de pensar, recordar todo cuanto Maca había dicho y la
actitud de Virginia.
Nada más entrar en la habitación pudo comprobar que la niña se encontraba sola
viendo una película, le sonrió y fue hasta ella.
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Al: Ha tenido que ir a trabajar… Teresa ha estado conmigo un rato antes de irse a
comer.
E: ¿Y a ti te han dado algo? –miraba los goteros- Te tengo que cambiar esto.
E: Acabo de llegar, el suero de la niña se está acabando y he bajado a por otro… ¿tú
como vas?
E: Vamos entonces.
Metiendo las manos en los bolsillos de su pantalón, Maca la seguía guardando silencio.
Frente al ascensor miraba al suelo y apretaba los labios conteniendo sus ganas hablar
con ella. Una vez dentro esquivaron a varios compañeros colocándose a un lado para
esperar llegar a la planta.
Ya en el pasillo de pediatría caminaban sin decir nada más hasta llegar a la habitación.
E: Bueno, pues esto ya está. –dejaba sobre la mesa la botella vacía- ¿Ha terminado la
peli?
Al: Sí, ¿podemos hacer un puzle? Teresa me ha subido uno que no es muy grande.
Cuando fue a coger la botella vacía para quitarla esta se resbaló de entre sus manos
cayendo, haciendo que el cristal se rompiese y se repartiese por el suelo.
M: No me cuesta nada, Esther. –se colocaba a su lado cogiendo algunos de los más
grandes.
M: A ver… -haciendo que se levantase cogía su mano y con cuidado mirara la yema de
su dedo- No es mucho.
Sin soltar su mano la llevaba hasta su despacho que estaba a pocos metros de allí. Ya
dentro abría un botiquín que tenía en el mueble y sacaba algodón, agua oxigenada y
una caja de tiritas para sentarse después en el borde de la mesa para volver a coger su
mano.
Abriendo la caja sacaba una y tras quitarle el papel que protegía el adhesivo la
colocaba sobre su dedo y la pegaba con cuidado.
M: Ya está usted sana y salva. –llevando la mano a su rostro dejaba un corto beso sobre
la herida y se levantaba para girarse y recoger todo.
M: No tienes que agradecer nada… -guardaba todo de nuevo y se giraba metiendo las
manos en los bolsillos de su pantalón- ¿Volvemos?
E: Sí.
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E: No, es un cortecito de nada. Mami me ha puesto una tirita y ya está. –le enseñaba el
dedo- ¿Quién lo ha recogido? –miraba al suelo.
M: Bueno, ¿hacemos ese puzle? –preguntó mirando a las dos- Porque yo no me pienso
quedar mirando como os divertís vosotras dos.
Media hora después, cada una se había sentado a un lado de la niña mientras que con
la bandeja en el centro, las tres intentaban formal aquel puzle. La niña aunque algo
incómoda por no poder moverse mucho, estaba realmente feliz y fácilmente se podía
descubrir mirando su rostro.
Al: Mami, esa no va a ahí. –la reñía- ¿No ves que es parte de la oreja de este perro?
T: ¿Tú eres la amiga de Esther, no? –preguntaba después de haberla visto llegar.
T: Pues está arriba con la niña, espera que la llamo. –descolgaba para comenzar a
marcar.
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Vi: No creo que tenga que hablar contigo. –espetaba- Ya no sois nada ¿no?
Con las manos en los bolsillos y apretando la mandíbula, rodeó el mostrador hasta
quedar frente a ella mientras Teresa sorprendida por aquella situación miraba la
escena sin perderse detalle.
M: ¿Sabes qué? –se fue acercando a ella mientras bajaba un par de segundos la
mirada- He tenido mucha paciencia contigo, no hagas que pierda la que me queda. –se
cruzaba de brazos- Déjanos en paz… si no me equivoco ella misma te ha pedido lo
mismo ¿Verdad?
Retándola con la mirada pudo ver como no tenía por donde salir de aquello. Volvió a
erguirse sin descruzar sus brazos y vio como sacaba un sobre del bolsillo de su pantalón
y lo lanzaba hacia el mostrador mirando después a Teresa.
M: Fuera.
Mirándola durante unos segundos y sintiéndose frustrada, Virginia se marchaba por fin
siendo vigilada en todo momento por la pediatra. Cuando se alejó lo suficiente para ya
no ser vista, Maca chasqueaba la lengua mientras se giraba hacia Teresa.
T: Pues aquí dentro hay unas llaves. –palpaba el sobre- ¿De qué son?
M: Gracias, Teresa.
Con él en las manos llegó hasta el ascensor. Mientras subía no dejaba de mirarlo y
sospechando que pudiese llevar algo más lo colocó al trasluz elevándolo con sus
manos, viendo entonces como no parecía llevar nada más.
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M: Ya estoy aquí. –iba directa al sillón para sentarse viendo como la niña se había
quedado dormida en su ausencia.
M: Ahora sí.
E: Mejor… aunque ya te queda poco. –miraba su reloj- Dentro de una hora acabas el
turno.
M: Sí… Por cierto. –metía la mano en su bolsillo- Esto es para ti… -le tendía el sobre.
La enfermera giró su rostro para mirarla durante unos segundos y volver a bajar la
mirada mientras cerraba y doblaba el sobre para dejarlo sobre la mesa. Despacio bajó
de la cama y se sentó junto a ella pero a una distancia prudencial.
M: Ya… -apretaba los labios mientras ponía ambos brazos sobre sus rodillas.
E: Tenias razón, pero no por ello esto va a cambiar, Maca… -la miraba viendo como la
pediatra seguía en su postura- No es que ella hiciese o dejase de hacer… es que tú no
confiaste en mí y preferiste pasarlo mal y preocuparme antes de hablar las cosas
conmigo y solucionarlas.
M: No me hubieses creído.
E: Quizás en un primer momento no… -asentía- Pero si hubiera tenido que confiar en
alguna de las dos hubiera sido en ti, cosa que tú no has hecho… no me has dado esa
oportunidad de hablar y creerte.
E: Te lo dije, Maca… dijimos que no quería que nosotras fuéramos como el resto,
nosotras podemos hablar, de lo que sea… o eso creía… ella era una amiga, importante
para mí, sí, pero una amiga… tú eres mi vida, Maca… -la pediatra giraba su rostro
mostrando sus primeras lágrimas- Tú eres todo para mí, y creo que ya deberías tenerlo
claro.
360
E: Odio estar así, y sé que también habré actuado mal, y lo asumiré… pero ahora
mismo no puedo, lo siento… No disfruto con esto, con esta situación… no me gusta
estar así… no me gusta estar mal, ni verte a ti así. –la pediatra volvía a mirarla- Pero
porque te quiero y quiero hacer las cosas bien, ahora mismo esto es lo mejor. –bajaba
la mirada- Voy a dar un paseo.
Se marchó de allí queriendo llorar, no queriendo ver como ella lo hacía. Se encerró en
el vestuario por más de media hora, un tiempo en que había querido que todo aquel
dolor se fuese, queriendo olvidar todo e ir hasta ella para abrazarla como siempre,
como necesitaba, pero no podía olvidar, realmente no quería olvidar, solo curar…
El día siguiente dado que la niña aun debía estar ingresada, hicieron porque delante de
ella, nada ocurriese distinto al anterior. Esther pasaba las horas fuera de su turno con
ella, y durante él siempre que podía se escapa para ir a verla y pasar un rato mirando a
Maca dormir en aquel sillón.
Mirarla dormir siempre había sido recibir tranquilidad, mucha tranquilidad, pero
aunque buscase con todo su empeño no conseguía encontrarla. A su lado miraba su
rostro haciendo lo posible por contenerse, no podía echarlo a perder de nuevo y sabia
que aun el momento no había llegado, ese momento en el que pudiera mirarla sin
pensar en lo que le producía aquel dolor.
Al: ¿Y cuántos días voy a estar sin ir al cole, mami? –miraba hacia el suelo donde ella
permanecía de rodillas.
M: Pues esta semana seguro que no, la que viene ya veremos cómo vas y si puedes ir o
no. Además tenemos que volver aquí para quitarte los puntos.
Al: Luis me dijo que iría esta tarde a casa para estar conmigo un rato.
M: Pues… -suspiraba poniéndose nuevamente en pie para girarse hasta el macuto con
todas sus cosas cuando la puerta se abría.
Al: ¡Esther!
E: Claro que no, yo quiero que a mi niña no le duela nunca y no voy a permitir que pase
lo contrario. –le daba en la nariz.
E: A eso venia… -miraba a la pediatra- ¿Te importa que vaya con vosotras y ya te echo
una mano?
M: Sabes que no. –contestaba casi dolida por aquella pregunta- No ha dejado de ser tu
casa.
Al: Guay.
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E: Vamos a tu cama.
Al: ¿Y no puedo quedarme en el sofá? Estoy aburrida de estar siempre en la cama. –la
enfermera miraba a Maca.
Desde la puerta y haciendo que mientras tanto Alba se sentase en una silla, miraban a
la pediatra colocar varios cojines a un lado y dejarlo de manera que la niña no tuviese
obstáculos para poder moverse mínimamente. Pasando por al lado de las dos fue hasta
el dormitorio para coger su almohada y después colocarla en el sofá.
M: Venga.
E: ¿Pongo una peli? ¿O ya las has visto todas diecisiete veces? –sonreía.
Al: Vale.
M: Pues que duerma que mal no le hace… -comenzaba a colocar algunas de las
películas sobre el mueble.
E: Vale…
363
M: Estoy nerviosa y me apetece… solo me fumo dos o tres al día. –echaba el humo.
E: Mientras no cojas vicio… -daba un trago- Por cierto, tenía que contarte algo…
-elevaba la vista para mirarla- He vuelto a mi casa.
M: ¿Ah, sí?
M: Vale. –seguía mirando su taza- Concha va a venir esta tarde… si no quieres estar
aquí…
M: No me jodas, Esther. –la miraba también- Si por mí fuera no te irías a ninguna parte.
M: Pues nada, no te vayas. –apagaba el cigarro y cruzaba los brazos sobre la mesa- Cruz
me ha dado dos días para volver al hospital.
M: ¿Y eso?
E: Lo prefiero, apenas duermo y así estoy entretenida en algo, luego descanso un poco
por la mañana y ya me vengo a estar con la niña.
M: Pues no sé si me gusta que trabajes tanto y no duermas. –la miró con preocupación
durante unos segundos para bajar la mirada después- Pero bueno, no soy nadie para
decirte que hacer.
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Mirándola la vio marcharse, dio un golpe sobre la mesa y se levantó para ir hasta la
puerta. Frente a ella intentó coger todo el aire que podía y después de llamar dando un
par de golpes con el puño esperó bastante nerviosa. Finalmente la puerta se abría y la
enfermera la miraba extrañada.
Bastante nerviosa se giraba para volver a entrar y cerrar la puerta. Aun en el rellano, la
enfermera miraba al frente mientras, segundo a segundo, se iba formando una
pequeña sonrisa en sus labios y se giraba para entrar también.
Al: Pero ya estoy bien abuela… Sí, mamá y Esther me cuidan mucho… y la abuela
Concha ha estado un rato aquí conmigo… vale… te paso con mami. –le tendía el
teléfono a su madre.
M: Dime mamá… Sí pero ahora solo hay que llevar cuidado con los puntos y ya está…
No te preocupes que está bien, además está todo el mundo encima de ella y tenias que
haber visto como la han despedido en el hospital, todas las enfermeras encantadas con
ella… -sonreía- Vale, un besito.
L: Hola, tía Maca. –de puntillas le daba un beso en la mejilla- ¿Está en el salón? –
entraba directamente.
Ma: Te lo agradecería… ¿vamos a la cocina? –la pediatra sentía- Hace un frio que pela.
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M: No sé… supongo que estará descansando. –se sentaba a su lado teniéndole su taza-
Dile algo, igual quiere venir.
M: Algo… -comenzaba a darle vueltas a su café- Pero bueno, no quiero cagarla mas así
que me mantendré esperando hasta que ella deje de estar enfadada conmigo.
Ma: Yo que sé… cuando las parejas pasan por estas cosas se hacen regalitos, detalles…
algo para ir ganándotela ¿no?
Ma: Seguro que algo se te ocurre mujer, piensa un poquito y lo mismo te sorprendes. –
sonreía- No pierdes nada por intentarlo, a nadie le amarga un dulce.
L: Mami… -llegaba a la cocina- ¿Puedo llamar a la tía para que venga a jugar con
nosotros?
L: ¡Alba dicen que sí! –gritaba mientras corría hasta el piso de su tía.
M: Bueno, seguro que luego estando aquí con ellos se le pasa el enfado. –sonreía.
Rato después y con la enfermera ya allí los niños se distraían jugando a la consola.
L: Jajaja pues yo sí. –sonreía orgulloso mientras no perdía vista de la televisión- Ahora
te voy a hacer una patada que ya te mato directamente.
E: ¡Que no!
Desde el otro sofá, Maca los miraba sin poder borrar su sonrisa. Alba los animaba
esperando su turno mientras tía y sobrino se enzarzaban de tal manera que ya había
pillado varias veces a la enfermera mordiéndose el labio mientras torcía el mando por
inercia y envuelta en la presión de la partida.
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Ma: Eso dices siempre que no sabes jugar a algo… eres peor que ellos, hija. –sonreía
mientras negaba con la cabeza.
M: No, gracias.
Ma: La que tiene que reponer energías eres tú, así que tampoco. –sonreía.
E: Pues nada, vosotras os lo perdéis. –seguía caminando hasta salir del salón- ¿Queréis
leche con cacao vosotros? –gritaba desde la cocina.
Al: ¡Vale!
Ma: Pues te lo bebes rapidito que nos tenemos que ir a recoger a tu padre a la oficina.
M: ¿Y eso?
Ma: Que su coche está en el taller y me tiene de taxi gratuito con servicio completo,
hija. –la pediatra sonreía- Estoy deseando que se lo den.
Ma: No, que me ha dicho que haría los deberes cuando regresásemos y si se queda
luego se escaquea.
E: Marchando dos súper cacaos bien calientes. –dejaba uno en la mesa para Alba y el
otro se lo daba a su sobrino.
Cuando Luis se acabó su vaso de leche y como había dicho su madre, se levantaba
siendo llamado por esta para ponerse su abrigo. Tras despedirse se marchaban
quedándose la enfermera en el sofá con la pequeña y la pediatra en el sillón individual.
E: Vale… pero tiene que ser pronto para irme al hospital. –la miraba a los ojos.
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M: Bien. –la miraba rápidamente con una sonrisa- Ensalada de pasta, rápido y te vas
bien cenada.
M: Anda todavía de aquella manera… y con la visita de Luis y el juego con la consola
estará cansada.
Mientras la pediatra se disponía a terminar la cena, se sentó tras ella en una de las
sillas, colocando ambos codos sobre las rodillas y entrelazando sus dedos. Durante
unos segundos de silencio fue Maca quien se giró buscándola, encontrándola entonces
de aquella manera.
Viendo que aquello daba pie a una conversación, suspiró mientras con el trapo entre
las manos se dirigía hacia la otra silla.
E: Yo… No sé cómo era tu vida antes, ni como era tu forma de vivirla cuando la madre
de Alba aun estaba aquí, ni cuanto llegaste a quererla… -apretaba los labios- Puedo
entender parte de tu postura, puedo entender muchas cosas… pero yo también tengo
miedo, todo el mundo tiene miedo a algo. –elevaba su rostro para mirarla- Yo nunca
antes he querido a nadie como te quiero a ti… nunca había estado enamorada de esta
manera, Maca… yo haría cualquier cosa por ti, cualquier cosa… Y con el tiempo he
comprendido que aunque tu mujer se muriera y tu matrimonio no acabase porque
dejases de quererla, o lo que fuese, a mí también me quieres… porque me lo has
demostrado, y confío en ti… Y sé que yo soy otra parte de tu vida sin tener que borrar
otra. –la pediatra bajaba su vista- Sé que cuando me fui la otra noche debí haber vuelto
a la mañana siguiente y hablar, o directamente no haberme ido y haber solucionado lo
que fuese en el momento en que ambas tuviésemos la oportunidad… pero me vi de la
noche a la mañana con una Maca que no sabía ni que existía.
M: Debí haber hablado contigo… -susurraba- Lo sé, ahora lo sé… Pero no conocía ese
miedo, conozco otros pero ese no lo conocía… -seguía mirando sus manos- De pronto
surgió la posibilidad de que tú no fueses a estar siempre conmigo… la posibilidad de
que hubiese alguien en algún momento que te alejase de mi lado, y todo lo fuerte que
parece que soy quedase en nada comparado con el miedo que tuve.
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M: Ya…
E: Ya bajase San Juan del cielo, una cosa es que se tengan celos… y otra muy distinta
que tragues y tragues y tragues hasta que no puedas mas y entonces sueltes todo de
esa manera. Sea lo que sea, lo puedes hablar conmigo, porque si algo tengo claro es
que si lo hacemos entre las dos, podremos con todo.
M: He aprendido de mi error… -volvía a bajar la mirada- Y tú has visto que no soy tan
valiente como quiero aparentar. –sonreía con tristeza- Pero solo soy así de vulnerable
contigo… con todo lo demás puedo, o eso creo… pero mi vida ahora tiene una parte
que solo llenas tú.
E: Y tú eres la otra mitad de la mía. –tras mirarse unos segundos cogía su mano- Por
eso debemos ayudarnos… hacer y deshacer la una con la otra para que las cosas vayan
bien… -intentaba sonreír- Si quieres vengo cuando salga del hospital, a media mañana y
seguimos hablando ¿Quieres?
M: Sí. –asentía sonriendo- Vamos a cenar que no quiero que se te eche la hora encima.
E: Quiero hablar con ellas, ya se han peleado tres veces y si no lo arreglan hablo con
Cruz y que se apañen, me llevan loca.
E: Porque no se aguantan y quieren tener más narices que la otra, pero conmigo la
llevan clara, a la próxima se lo explico a las dos.
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E: Sí, gracias. –la miraba marcharse con los ambos platos hacia la cocina- Enana… ¿tú
como vas?
Al: No, me pica un poco… -se tocaba por encima de la gasa- Pero mamá ya me ha dicho
que no me toque.
Al: Vale.
E: Pues espera que voy al baño a por ella… -se volvía a levantar y cuando pretendía salir
del salón se chocaba con la pediatra que quería entrar- Perdona.
M: Bueno, ahora con la crema seguro que se te pasa... –miraba a Esther que volvía a
entrar- ¿Enciendo la luz o ves bien?
E: Veo bien, gracias… -abría el bote- A ver… voy a quitarte primero la gasita con
cuidado… -comenzaba a tirar del esparadrapo despacio- Ya está…. –lo miraba durante
unos segundos- Lo tienes muy bien.
Al: ¿Y tengo muchas cosas dentro? –le preguntaba a la enfermera que abría los ojos
sorprendida para después mirar a Maca que se había quedado igual.
370
Después de un rato en el que ambas decidieron pasarlo con la niña durante su cena,
Maca se levantaba para regresar apenas un minuto más tarde.
M: Tengo que ir a un sitio, tardo diez minutos ¿vale? –se colocaba el abrigo en la
puerta.
Sin esperar más tiempo salía veloz por la puerta mientras Esther y Alba se miraban
extrañadas, la enfermera fruncía el ceño exageradamente y la pequeña la imitaba
haciéndole reír.
Al: Oye Esther… -la miraba más seria- ¿Ya no quieres a mamá?
E: Claro que la quiero, cariño… mucho, mucho… -se la quedaba mirando- Igual que a
ti… -estiraba el brazo por encima del sofá.
E: Pues a ver cómo te lo explico yo… -suspiraba mientras se rascaba la cabeza- Los
mayores, cuando discutimos, aunque sea un poquito, no somos como vosotros los
peques que en poco tiempo ya os habláis.
E: Porque somos unos tontos. –negaba con la cabeza mientras apretaba los labios- Y
como somos unos tontos, pues nos cuesta más tiempo.
Al: Porque le dijo a la tita Ana por teléfono que ella tenía la culpa y que había hecho las
cosas mal…
E: Yo quiero tanto a mamá que no tengo nada que perdonarle… Solo que tiene que
pasar un tiempo para poder estar como antes, cariño… Para que no discutamos hay
que hacer las cosas bien ¿lo entiendes?
371
E: Vale. –sonreía justo cuando la puerta se abría de nuevo y la pediatra pocos segundos
después entraba pasando de largo por el pasillo sin tan siquiera decir una palabra-
Bueno, voy a ir preparándome que me tengo que ir. –iba hacia el abrigo.
M: Ya estoy aquí.
M: Eh… no, nada. –miraba a la niña- ¿Te acuestas conmigo y vemos una peli allí hasta
que te entre sueño?
Al: ¡Sí!
E: Pues yo me voy. –le daba un beso a la niña- Que descanses cariño… mañana vengo
¿Vale?
Al: Vale.
E: Buenas noches.
Tras dejar otro beso en la mejilla de la pediatra finalmente se dirigía hasta la puerta
para marcharse.
Suspiró y cogió el bolígrafo. Mirando todo aquel espacio en blanco se mantenía casi sin
moverse mientras buscaba en su mente lo que quería decirle y con las palabras
adecuadas. Pinzándose el labio se dispuso a escribir.
Aun me gusta recordar la primera vez que te vi, tu sonrisa... Pero sobre todo recuerdo
la noche en que te besé por primera vez en aquel banco. En como temblé al hacerlo y
como aun todavía lo hago. Porque solo tu presencia consigue estremecerme de esa
manera. Volviste mi mundo del revés con tu forma de ser, con tus impulsos y tu
necesidad de hacer las cosas cuando las sentías. Y no quiero tenerlo de otra forma,
Esther. Quiero que siga tal y como tú has hecho que esté, en el que tú lo has convertido.
Quiero tu locura, quiero tus sonrisas y ver tus ojos cada mañana, te quiero a ti, todo
cuanto eres y lo que me haces ser a mí. Sigue volviendo mi mundo del revés cada día de
mi vida.
Maca.
Sin apartar la mirada de aquello que había escrito sintió la necesidad de sonreír, y así lo
hizo. Con cuidado comenzó a doblarlo para que cogiese justo en el sobre.
372
En la terraza decidió sentarse rodeando su cuerpo por una manta. Estaba ansiosa
porque la enfermera llegase y acabase por fin aquella espera. Necesitaba que saliese
bien, deseaba que saliese bien…
Mirando el reloj de la cocina pensó que ya quedaría poco para que llegase y deprisa
abrió el frigorífico para sacar lo que había guardado después de que Esther se
marchase. Cogió el sobre y un poco de celo y salió para quedar frente a la puerta de su
casa.
Después de dejarlo todo listo volvió a entrar y quedándose tras la puerta se sentó en el
suelo esperando escuchar el ascensor. Pasaban los minutos y poco a poco comenzó a
preocuparse porque algo le hubiera hecho a salir más tarde, pero entonces escuchó las
puertas del ascensor y se levantó casi de un salto para aproximarse a la puerta y
observarla por la mirilla.
La enfermera se detenía al ver como había pegada una rosa a su puerta junto a un
sobre con su nombre. Sonrió sin que la pediatra pudiese verla y despegó ambas cosas
de la madera. Se llevó la rosa al rostro para olerla y sin poder dejar de sonreír sacó el
folio que había dentro del sobre para comenzar a leer.
Maca la veía leyendo y sentía como su corazón comenzaba a latir demasiado fuerte,
así que dando un paso atrás se dispuso a respirar con normalidad para después volver
a acercarse hasta a la mirilla descubriendo entonces que la enfermera estaba frente a
la puerta. Elevaba la mano hasta el timbre pero volvía a bajarla apenas dos segundos
después. Tragó saliva viendo como volvía a mirar el folio y se giraba alejándose de allí.
Sin querer pensar si estaba bien o no, se separó lo justo para abrir la puerta y ver como
la enfermera se giraba sorprendida, cruzando sus miradas en un tiempo que su corazón
parecía querer salirse de su cuerpo.
Bastante nerviosa, pero no queriendo mirar otra cosa que no fuesen sus ojos, se
mantenía todo lo firme que podía frente a ella. La enfermera sonrió emocionada,
bajando la vista de nuevo hasta el papel durante unos segundos en los que la pediatra
decidió dar un paso hasta ella. Mirándose nuevamente pudo apreciar como sus ojos
comenzaban a humedecerse mientras ella también daba un paso al frente haciendo
que sonriera.
373
Acarició sus labios con la punta de la nariz despacio, cerrando los ojos, sintiendo como
su piel comenzaba a erizarse por tenerla tan cerca.
Mirándola a los ojos sonrió dejando que sus lágrimas cayesen. Y sin esperar más
tiempo, sin soltar su rostro, y sin poder ni querer que sus labios siguiesen
reclamándola, llegó hasta ellos, dejando un primer beso, uniéndolos por completo para
sentir su calor. Sintiendo como la rodeaba con sus brazos quitó las manos de sus
mejillas para hacer lo mismo y ladear su rostro al comprobar cómo la enfermera
comenzaba a abrir sus labios buscando un beso más profundo.
Después de unos segundos de aquella forma volvían a separarse para mirarse a los
ojos. Ambas sonrieron y fue la pediatra quien se separó lo justo para coger su mano y
comenzar a caminar hasta casa, cerrando la puerta con cuidado de no despertar a la
niña y caminar lentamente hasta el dormitorio.
Frente a la cama le quitó el abrigo que aun llevaba puesto y lo dejó sobre la silla. Hizo
que elevase los brazos para quitarle el jersey y la camiseta para más tarde también los
pantalones. Tardando apenas unos segundos fue hasta el armario y sacó un pantalón
largo y una de las camisetas con las que dormía y regresó hasta ella para vestirla al
igual que la había desnudado con anterioridad.
Descubriendo su parte de la cama del nórdico esperó a que se acomodase para llegar
entonces hasta el suyo y acostarse también, no tardando ni un segundo en buscar su
cuerpo para abrazarse a ella y buscar cobijo en su cuello, suspirando al percibir su olor,
su calor.
Casi amaneciendo, mientras la ciudad despertaba, ellas dos dormirían por fin después
de todo el tiempo en el que un paréntesis las había separado de un abrazo como aquel.
Y una niña que se levantaba despacio para caminar con cuidado, sonreía finalmente al
llegar a la habitación de su madre para cerrar la puerta después y volver a su cama.
Una hora después y de lado hacia ella la observaba dormir. Protegía su sueño con el
mayor de los empeños y las fuerzas, la velaba con todos sus sentidos y sonreía feliz por
volver a tenerla con ella.
374
Con mucho cuidado decidía levantarse y salir para ir a ver a la niña. Cuando llegó a su
dormitorio la vio casi sentada sobre la cama viendo la televisión.
M: Me aburría mami… -negaba con la cabeza- Voy a prepararte la leche para que te
tomes la medicación.
Al: Mamá… -la llamaba haciendo que se girase todavía en la puerta- ¿Esther ya se no va
a ir mas?
Tomando aire para hablar volvió a cerrar la boca mientras sonreía mirándola. La niña
también sonrió y acercándose a ella, le dejaba un beso en la frente para girarse de
nuevo e ir hasta la cocina.
Mientras se disponía a calentar la leche pensó en llamar a Ana, debía hacerlo pronto y
esperaba que pudiera cambiar sus planes. Con rapidez fue hasta el teléfono y tras
cogerlo marcó uno tras otro todos los números de memoria.
A: ¿Sí?
A: No, no… Es que estoy con la garganta tomada y tengo esta voz de Manolo que pone
tanto a los hombres. –la pediatra sonreía- ¿Por qué me llamas tan temprano? ¿Pasa
algo?
M: No, pero tengo que pedirte un favor y no puedes decirme que no.
375
E: Sí… -suspiraba y se abrazaba a ella con fuerza- Se ve que solo consigo dormir a tu
lado. –la pediatra sonreía estrechándola entre sus brazos.
Sin desprenderse del cuerpo de la otra seguían en aquel mismo estado en el que Esther
parecía no querer volverse a dormir y Maca simplemente no podía, se dedicaba a
disfrutarla de aquella manera.
E: Oye… -se separaba para mirarla- ¿Desde cuándo eres tú así de romántica? –sonreía.
M: Pues… desde esta mañana. –se arrimaba mas a ella uniendo casi sus labios- ¿No te
gusta? –comenzaba a susurrar.
M: Pues ya ves… -bajaba la mirada de nuevo a sus labios- Esto solo lo has conseguido
tú…
E: ¿Por eso te fuiste corriendo ayer? ¿Para comprar la flor? –la pediatra asentía- Y te
has quedado en la puerta para esperar que llegase.
E: ¿Entonces es verdad que me quieres tanto, uhm? –acariciaba sus labios sin llegar a
besarla.
M: No hay papel para decirte cuanto, ni tiempo en el mundo para que lo escuches… -la
miraba fijamente a los ojos.
E: ¿Y nunca más volverás a pensar que alguien podría ser más importante para mí que
tú? ¿Ni me alejarás de esa manera?
376
M: Sí. –sin proponérselo unas tímidas lágrimas comenzaban a caer de sus ojos.
M: Siento como me comporté… y como hice las cosas. –la miraba- Fue como si no
tuviese nada a lo que agarrarme y… tuve muchísimo miedo.
M: Nunca más volverá a pasar. –se acercaba a ella sin llegar a besarla- Nunca.
E: Pues ahora dame un beso de buenos días que me tienes esperando ya un rato.
Acariciando primero sus labios con el pulgar la miró durante unos segundos para
finalmente acortar la distancia que las separaba y llegar hasta su boca. Esta la recibía
abierta, buscando su calor y entregándole el suyo, sintiendo como un suspiro salía de
los labios de la pediatra mientras acariciaba su cintura.
M: ¿Vas a quedarte aquí verdad? –se separaba para mirarla- Traerás tus cosas otra
vez…
E: Al final va a ser verdad que me quieres tanto como dices. –la pediatra fruncía el
ceño- Es broma, tonta... –sonreía.
M: No pienso dejar que vuelvas a irte a ir a ninguna parte que lo sepas, como si tengo
que encerrarte de por vida en esta habitación.
Quitando la vista del televisor se dispuso a mirar el recorrido de sus dedos, ir despacio
hasta su rodilla, para luego regresar hasta donde estaban con anterioridad… De aquella
forma pasó varios segundos para finalmente girarse y estar de frente a la enfermera.
Esta bajó la vista sorprendida por sus movimientos y la vio con el semblante serio pero
relajado a la vez, llevando la mano hasta el borde de su camiseta para subirla y
comenzar a besar su vientre.
Sin despegar sus labios, caminaban casi a tientas por el pasillo rumbo al dormitorio.
Nada más entrar la pediatra cerraba la puerta sin girarse y pasaba el pestillo sintiendo
como era arrastrada por los labios de la enfermera hacia la cama.
Cuando Esther sentía que habían llegado se dejó caer para quedar sentada mientras la
pediatra iba tras ella recostándose finalmente encima de su cuerpo, abriendo aun mas
sus bocas. Las manos de Maca decidían formar parte también de aquel momento
llegando hasta su abdomen, agarrando sus costados con fuerza mientras las de la
enfermera buscaban el borde de su camiseta para desprenderse de ella.
M: Esther…
Sin dejar de mirarse a los ojos se humedecían los labios que por la respiración,
permanecían secos al contrario que el resto del cuerpo que envuelto en sudor,
comenzaba a relajarse poco a poco.
E: Pero debo irme. –sonreía mientras se separaba de ella sin despegar sus pies del
suelo- Y lo sabes.
M: Ya…
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Soltando su mano poco a poco salía finalmente para entrar en el ascensor y marcharse
a la vez que la pediatra cerraba la puerta y se dirigía al salón donde Alba veía la
televisión.
Al: Vale.
M: Muy bien. –sonreía acariciándole el pelo- Y cuando nos volvamos a ver te dejaré lo
que tienes que llevar para que cuando yo te llame me lo des.
Al: Vale.
Mientras tanto, Esther llegaba al hospital y tras firmar se dirigía hasta el vestuario para
colocarse el uniforme y ponerse manos a la obra. De camino a rotonda se cruzaba con
Cruz que se detenía al verla.
E: ¿Cómo va la noche?
E: Pues eso haré yo. Voy a ver si termino lo que dejé ayer y me echo en la salita.
C: Claro, así descansas y mañana estás fresca cuando salgas. –sonreía guiñándole un
ojo antes para seguir su camino.
E: Que tontita está. –sonriendo lo cogía con ambas manos para contestar.
Pasadas las ocho y media, Esther salía ya del vestuario para ir a casa y colocándose la
bufanda alrededor del cuello llegaba hasta el mostrador donde Teresa se disponía a
comenzar su turno.
380
E: Mucho, he dormido casi todo el turno… así que estoy como si no hubiera hecho
nada, más fresca que una rosa, vamos.
T: Como me alegro de que hayáis arreglado las cosas hija, como me alegro. -la rodeaba
con ambos brazos y dejar varios besos en su mejilla- Y venga, vete no la hagas esperar.
–le daba cariñosamente en el trasero mientras la seguía mirando.
T: Nada, que estoy contenta hoy. Pero vete ya, venga… -la enfermera sonreía negando
con la cabeza y se dirigía hasta la puerta- Hasta mañana, hija.
E: Hasta mañana.
-¿Esther García?
E: Eh… Depende…
E: ¿Le llamaron?
E: Claro.
Sorprendida siguió a aquel hombre hasta el que suponía era su taxi aparcado en la
entrada. Montó y conforme recorrían la ciudad, veía que como suponía, se dirigía hasta
casa. Frente a la puerta abrió su bolso.
E: ¿Qué le debo?
381
Sin poder dejar de sonreír subía las escaleras buscando las llaves en su bolso, cuando
llegó a la puerta esta se abría sorprendiéndola a la vez que la pediatra se colocaba
frente a ella.
M: Buenos días. –colocando una mano en su espalda hacia que se pegase a ella y así
besarla durante unos segundos.
E: No me has dicho donde vamos y como tú vas en vaqueros, pues yo voy igual. –
sonreía.
M: Estás preciosa. –cogió su mano con fuerza y tras besarla una vez más abría la
puerta.
M: Sshh
Parándose en el umbral cerraba tras ellas y sonriendo por última vez comenzaba a
subir las escaleras sin soltar su mano y cada vez más deprisa haciendo que la
enfermera riese por la situación.
Una vez abría la puerta de la azotea ambas pasaban y tras caminar unos metros podía
ver como justo donde ellas se sentaban había una manta extendida, un termo al lado
de dos tazas y un plato tapado cuidadosamente.
Sin poder dejar de sonreír ni un segundo se sentaba a un lado viendo como ella se
sentaba justo al otro y comenzaba a echar en su taza un chorro humeante de leche con
nesquik haciendo que riera. Destapó el plato mostrando varios dulces y un par de
tostadas con mantequilla y mermelada.
E: Me encanta que hayas hecho esto… -ladeaba su rostro para besarla y después dar un
mordisco a la tostada- Pero… ¿a qué se debe?
M: Querías un desayuno y aquí lo tienes… Y así aprovecho la situación y hago algo que
llevo queriendo hacer hace tiempo.
M: Verás… Antes de que… antes de que pasase todo aquello yo compré algo. –la
enfermera asentía dándole confianza para seguir- Y… -se levantaba para de pie frente a
ella, colocar las dos rodillas en el suelo y estar más cerca- Yo quiero pasar el resto de mi
vida contigo… y… -se detenía y en silencio la miraba a los ojos.
E: Maca…
Impresionada por ver lo que tenia frente a ella se llevó la mano a los labios mientras
era incapaz de cerrarlos y miraba de nuevo a la pediatra.
Mirándola de nuevo seguía mostrando una sonrisa nerviosa para finalmente lanzarse
sobre ella haciendo que cayese de espaldas y echadas sobre el suelo comenzaba a
besarla.
E: Sí, sí, sí… -la besa- sí… -volvía a besarla- Me quiero casar contigo. –mirándola
fijamente a los ojos era entonces la pediatra quien llegaba a su labios comenzando un
beso más intenso para separarse segundos después.
M: Levanta. –deprisa hacia que se pusiese en pie para coger su mano y comenzar a
correr hacia la puerta y bajar de nuevo las escaleras.
E: ¡Pero Maca!
M: Tú sígueme, venga. –sin soltar su mano bajaban al garaje y llegaban hasta el coche.
383
M: Ahora lo verás. –sonriéndole tomaba una curva para llegar pocos minutos después
hasta donde pretendía y aparcaba el coche- Vamos.
E: Pero… -se quitaba el cinturón y bajaba del coche encontrando ya a la pediatra junto
a ella para cogerle la mano y caminar hacia la entrada- ¿Qué hacemos aquí?
Recorriendo los pasillos llegaron hasta la sala donde las esperaban y al abrir la puerta la
enfermera abría los ojos por completo al ver a su hermana y a Pablo a un lado con Luis
y al otro a Ana con la niña sentada a su lado. Parándose al sentir que Maca lo hacia se
giraba para mirarla.
M: Ya no puedes echarte atrás, me has dicho que sí… -fatigada, sonreía mirándola.
E: Pero… -volvía a mirar al frente durante unos segundos girándose otra vez después-
¿Ahora? ¿Así? –miraba su ropa.
Delante del juez ambas miraban al frente mientras este decía su discurso y la parte
legal de la ceremonia. Sonreían y se miraban sin poder remediarlo mientras tras ellas,
Ana no podía contener su llanto y tenía que hacer uso de los pañuelos que había
llevado consigo sabiendo que aquello ocurriría. Marta sonreía y miraba a su marido
que cogía su mano.
En la última parte, la pediatra se giraba hacia su hija y llamándola con la mano hacia
que acercase con los anillos que previamente ella le había dado antes de ocupar sus
sitios. Las dos la miraban sonriendo, viendo como caminaba despacio y con cuidado
hasta que se quedaba junto a ellas y era Maca la primera en coger el que debía ponerle
a la enfermera. Tras deslizarlo por su dedo y repetir las palabras del juez, besaba sus
manos y era Esther entonces quien cogía el suyo y tomando su mano se lo colocaba
despacio para sonreírse una vez más antes de terminar con la ceremonia.
Tras firmar ellas y los testigos, y con el beneplácito del juez, se quedaban frente a
frente para despacio, comenzar a acercar sus rostros para unirse en un beso y
abrazarse durante los segundos que aquel momento duraba.
M: Y ahora… -susurraba haciendo que se girarse y mirase hacia la salida de los coches.
M: Espérame aquí un segundo. –corría hacia los demás- Ana, toma, las llaves de mi
coche, lo dejas aparcado ¿vale? –le entraba las llaves- Cariño… -se agachaba frente a la
niña- Pórtate bien eh, y no andes mucho que aun estás malita.
Entrando en aquel coche la enfermera seguía sin poder reaccionar mientras miraba
todo a su alrededor. Después de cerrar la puerta, el chofer arrancaba y comenzaba a
circular llamando la atención de todo aquel que se cruzaba en el mismo camino.
E: ¿Dónde vamos?
M: A disfrutar nuestra noche de bodas… -susurraba acercándose a ella- Son las once de
la mañana, pero nosotras empezamos ya. –sonreía.
E: Maca… -ladeaba el rostro mirándola- Que nos hemos casado. –reía nerviosa.
Nada más cruzarla, la pediatra la rodeaba con sus brazos mientras ella se quedaba en
silencio mirando aquel espacio.
La noche había caído al igual que varias botellas de champagne y los platos de comida
que habían disfrutado como cena sin salir de aquel dormitorio.
385
E: Muy bien… Esa cama es fea de grande, eh… -la pediatra sonreía sin dejar de mirarla-
Te pones a hacer el pino y aunque te caigas lo haces dentro. –sonreía- He pensado una
cosa, cariño…
M: Uy que miedo. –sin borrar su sonrisa rodeaba su cintura con ambos brazos.
E: A ver… Ahora tenemos dos casas, y es una tontería… -la pediatra asentía dejando
que continuase- Así que he pensado que podíamos vender los dos pisos y comprar otro
¿no?
M: Un piso.
E: Sí, o… -alzaba el dedo- Que un día hablando con Nuria, la que vive encima de tu
casa, me dijo que andaba de follones con la dueña o no sé qué… así que podríamos
hablar con ella, y ver si podemos conseguir quedarnos con ese a cambio del mío y
comunicar los dos.
M: ¿Y no te parece mejor que vendamos los dos y compremos una casita con jardín?
Con nuestro propio garaje y que tenga más habitaciones… por alguna de esas
urbanizaciones que hay cerca del centro.
M: Uf… -cerraba los ojos sin dejar de sonreír- ¿Ahora también vas a estar tú con lo de
tener un perro?
386
La puerta del piso se abría y como si de un terremoto se tratase, Alba y Luis pasaban
corriendo tirando sus mochilas al suelo mientras la enfermera respiraba por fin
entrando al salón, donde Maca los esperaba arreglada para volver a marcharse todos
juntos.
E: Dios, yo no sé que han comido estos hoy pero cualquiera les sigue el ritmo.
E: ¿A dónde?
M: A ver una cosita. –sonreía besándola- Así que no tienes ni tiempo para sentarte.
Vamos. –llegaba hasta la puerta- ¡Niños volver aquí que tenemos que irnos!
En el coche, tanto la enfermera como los niños preguntaban dónde iban haciendo reír
a la pediatra que sin decir una palabra sentía la insistencia y los nervios de todos.
Varios minutos después, Esther comenzaba a recordar aquel camino, el mes anterior
habían hecho el mismo recorrido y creyendo saber que era lo que pasaba miró a Maca
que sin mirarla a ella sonreía.
Llegaron a una urbanización y tras varias casas la pediatra aminoraba la velocidad hasta
aparcar frente a una de ellas. Los niños bajaban corriendo y esperaban a que ellas
dijesen donde había que ir.
E: Maca…
Sacando las llaves de su cazadora abría la puerta que daba a la entrada de la casa y los
niños entraban mirando todo con curiosidad. Caminaron por la parte de jardín que
había hasta la entrada y frente a ella, Maca abría sin prisas para que todos pasasen.
M: ¿Te gusta? –sonreía mirándola mientras esta asentía- Pues sube que la habitación
que está con la puerta abierta es la tuya. –la niña giraba el rostro rápidamente- ¡Venga!
387
M: ¿Es la que más te gustó, no? –movía las llaves con ambas manos- Y no me digas que
no, que sé la cara que pusiste al verla.
M: No es tan cara… y he hablado con los del banco y podemos ir mañana a firmar los
papeles.
Mientras la enfermera recorría aquel salón aun vacio no podía evitar que poco a poco
una sonrisa se fuese formando en sus labios para finalmente girarse a varios metros de
ella y mirarla.
Al: ¡Esther! ¡Esther! –gritaba haciendo que ambas mirasen hacia arriba para verla bajar
con algo en los brazos- ¡Mira!
Mirándola para ver qué era lo que la hacía estar así, descubría como con sus brazos
rodeaba el cuerpo de un perro con claros síntomas de haber estado durmiendo.
E: Pero que guapo… -se quedaba de rodillas acariciándolo una vez la niña lo dejaba en
el suelo.
Al: ¡Gracias mami! –corría hacia ella para abrazarla- ¡Ya sé como la vamos a llamar! –
miraba de nuevo a la enfermera.
M: Pero con cuidado que aun es pequeñita, eh. –sonreía viendo como se marchaban
con la perra en brazos.
M: Podemos poner una casita en la parte de atrás que hay mucho espacio y… -de
improvisto la enfermera cogía su rostro con ambas manos para besarla- ¿Y esto?
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M: Una buena razón, sí… -sonreía también- Pero puedes seguir eh… porque sé que me
quieres mucho.
Años después.
Teresa salía del mostrador con el rostro iluminado por la imagen que tenia frente a ella.
T: Pero que guapo está. –cogía su mano dejando varios besos en ella- ¿Y Esther?
M: Ha ido a recoger a la niña y ahora viene, así que cuando lo haga le dices que me
busque en el despacho de Cruz ¿vale? Vamos a ver cómo van los pulmones de este
hombrecillo.
M: Vámonos que como empiece así tenemos para toda lo que queda de mañana. –reía.
M: ¿Se puede?
C: Pasa, pasa… -sonreía levantándose- Pero si tenemos aquí al rey de la casa. –se
sentaba en el borde de la mesa sonriendo- Hola Álvaro… -se inclinaba hacia él.
M: Dile hola, cariño. –le cogía la mano para que la moviese y sonreía escondiéndose en
el cuello de su madre- Uy que timidillo… pero si ya la conoces. –este se escondía aun
mas- Nada, como le dé por la timidez…
M: Ahora viene, ha ido a recoger a Alicia al colegio. Voy a sentarme porque este pesa
ya lo suyo y no veas… -tomaba asiento colocando al pequeño sobre sus piernas.
389
M: Bien, apenas tiene pitos ya… -le peinaba un poco el pelo con la mano- Tose de vez
en cuando pero mucho mejor, donde va a parar.
M: Yo creo que eso es suyo para toda la vida, es igual que Esther… -sonreía- Ha sacado
todo su nervio y la impaciencia.
Corriendo por la puerta de urgencias entraba Esther con Alicia en brazos y nada más
llegar al mostrador la dejaba encima viendo como Teresa parecía no estar allí en aquel
momento.
T: ¿Eh? –se levantaba sorprendiéndola- ¡Hola! –salía de nuevo del mostrador- Hola,
guapísima.
T: Ay hija… buscando una carpeta que como siempre nadie las pone en su sitio. –
miraba de nuevo a la niña- Y tú que mayor que estás, eh…
E: Claro, y muy guapa. –le colocaba bien la coleta- ¿Maca donde está?
T: Ha dicho que vayas al despacho de Cruz que está allí con el niño esperándote.
390
M: Que chuli.
C: No puedes decir que no es igual que tú, por dios. –reía mirando a la pediatra- Es una
fotocopia tuya en pequeño.
E: Venga, venga… -lo dejaba en el suelo- Dale la mano, cariño, y no se la sueltes ¿vale?
C: Que gusto de hijos, madre mía… -metía las manos en los bolsillos de su bata.
M: Eso dilo ahora, que cuando lleguemos a casa es otra cosa. –cogía la mano de la
enfermera mientras caminaba a su lado.
E: Espérate que habla la adulta ¿sabes? Que cuando escuchas risas y escándalo ¿Dónde
está Maca? –la cirujana sonreía- En todo el ajo.
CyM: Jajaja.
Ya con el niño en la camilla, Cruz se mantenía en silencio durante los primeros minutos
mientras observaba con concentración la imagen en la pantalla.
C: Pues aunque parece que hay alguna manchita por aquí… -se acercaba al monitor- Es
muy, muy pequeña para preocuparse.
M: Apenas se ve.
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E: ¿Seguro?
C: Estoy con ella. –dejaba el aparato sobre la mesa mientras la pediatra comenzaba a
limpiar su pecho del gel- Para tener 18 meses y haber pasado una neumonía así, tiene
unos buenos pulmones.
M: Ya está cariño, ya está. –lo cogía en brazos de nuevo y este comenzaba a mirar a su
hermana.
C: Pues yo creo que con dos semanas más con el aerosol es suficiente. –se ponía en
pie- Le hacemos otra revisión entonces y veréis como ya no está.
E: Ya no tose tanto y apenas tiene pitos… Pero como no para quieto un segundo. –
suspiraba.
C: Bueno, cariño, no puedes pretender que salga tranquilo teniendo la madre que
tiene. –sonreía.
C: A ver si un día preparamos una cena o algo ¿no? Hace tiempo que no quedamos…
E: No estaría mal.
C: ¿Y Alba como está? Hace mucho que no la veo, ya ni se pasa por aquí.
M: Con decirte que ya nos ha dicho que en cuanto cumpla los dieciocho se busca un
trabajo y un piso para compartir con sus amigas.
C: Jajaja.
M: Teresa… -se quejaba- ¿Siempre que los veas les tienes que dar caramelos?
T: Déjame… -movía la mano en el aire- La abuela Teresa los malcría que tiene el
derecho. –las tres mujeres sonreía al ver como Álvaro estiraba la mano para coger lo
que esta la ofrecía y luego le daba otro a Alicia- Ahora un besito… -colocaba la mejilla.
M: Y ya vámonos que aun hay que preparar la comida y mira que horas es.
M: Más.
Cogiéndole de manera que lo alzaba por encima de su cabeza, simulaba primero que
volaba y luego lo dejaba caer a una distancia prudencial sobre el sofá y los cojines que
había preparado para amortiguar su caída.
Alv: Jajaja –colocándose bocabajo se escurría de entre los cojines para poner los pies
en el suelo y volver a mirar a su madre- Ma… -subía de nuevo los brazos.
M: Auupaaa… -lo volvía a mantener en el aire- Y…. ¡abajo! –lo dejaba caer de nuevo
viendo como entonces se quedaba mirándola desde el sofá y de esa manera
comenzaba a colocar todos los cojines encima de él haciendo que solo los pies que
movía en el aire pudieran verse- Jajaja ¿Dónde estás?
Alv: ¡Ah! –con la fuerza de sus manos tiraba los cojines dejándose ver.
E: Venga… que su papilla ya está. –salía con el plato para dejarlo en la mesa.
M: Mira lo que trae mamá… -le señalaba para que mirase- Tú comida.
Ali: ¿Mami le puedo dar yo hoy de comer? –se apoyaba junto a ellos con ambos brazos
sobre el sofá.
M: Claro, ven. –cogiendo al pequeño en brazos iba hacia la mesa y tras sentarlo en su
trona se colocaba en la silla de al lado y dejaba a la niña sobre sus piernas- Vamos a ver
primero si está muy caliente para que no se queme.
393
M: Toma.
M: Mira qué bien se la come… te vamos a nombrar jefa para que tú le des de comer. –
la niña sonreía.
E: ¿Alba iba a venir a comer hoy o tampoco? –entraba de nuevo con la bandeja.
Al: Dime.
Al: Voy de camino, no he podido salir antes de clase pero me da tiempo a llegar
¿Habéis empezado ya?
E: Que viene en quince minutos… -dejaba el teléfono en el brazo del sofá- Pues voy a
llevar esto otra vez al horno y ahora lo sacamos cuando llegue.
Alba llegaba a casa y a tiempo para comer con ellas y su hermana. Tras la comida,
pasaron al sofá a beber el café que la pediatra había preparado. Álvaro, en los brazos
de su hermana mayor miraba a esta mientras no dejaba de tocarle la cara.
E: Parece mentira que digas eso a estas alturas… la única que consigue dormirlo a la
hora de la siesta es ella. –sonreía mirando a la pediatra.
M: Anda, dámelo… -extendía los brazos- ¿Vamos a dormir cariño? ¿Tienes nono?
394
Dejándolo sentado a su lado, este comenzaba a moverse hasta quedar bocabajo con la
cabeza en las piernas de la pediatra. La enfermera sonreía y seguía mirando la escena.
Maca subía la camiseta del pequeño por la espalda para poder entonces, comenzar a
acariciarla despacio.
E: No es tonto, no.
Al: Sube aquí. –cogiéndola por las axilas la sentaba sobre sus piernas y colocando la
barbilla en su hombro cogía la cajita que llevaba en las manos- ¿Y cómo se te ha salido?
Al: Ais…
E: Dice que hoy los ha sentado a todos en grupos de cinco y que ella no hablaba con
ninguno, se dedicaba a hacer sus cosas mientras todos los demás se ayudaban.
M: Ya sabes lo callada que es, Esther, pero no quiere decir que sea malo. Tiene sus días
malos y sus días buenos… Pero si nos ha salido así de independiente ¿Qué quieres que
hagamos? –sonreía.
E: No si… -miraba a la niña- Pero es que me da cosa pensar que esté sola.
M: No exageres, anda... Con sus hermanos se ríe mucho y con Luis cuando viene
también... Y no digamos con la niña de al lado.
E: Vale, pues son cosas mías. –se cruzaba de brazos- Voy a llevarlo a la cuna que se ha
quedado dormido.
395
Al: Joder.
M: Pero Esther…
Alv: ¡Mamá! –comenzaba a llorar- Abajaaar… -la pediatra miraba a Esther- Abajaaaar…
-hablaba entre sollozos.
E: Adivina… -sonreía mirando al frente mientras la niña se giraba para mirarla también
con una sonrisa.
Ali: Montaña.
E: Este sábado por la mañana nos vamos a la sierra a pasar el fin de semana ¿vale? Y
nos llevamos la pelota para jugar con Tara.
Ali: ¡Sí!
E: ¿Quieres llevarte a alguna amiga del cole? –la miraba unos segundos.
396
E: Hasta luego, cariño… -se levantaba mientras la veía caminar hasta sus amigos.
Cuando de nuevo llegaba a casa abría la puerta trasera para que Tara bajase de un salto
y llamándola hacia que la siguiese para dejarla entrar en casa durante un rato.
E: ¿Se puede saber que hace aquí? –se colocaba en jarras mirando al frente.
Al: No ha durado ni diez minutos en ir a por él cuando te has ido. –hablaba sin dejar de
mirar la revista en sus manos.
Al: Hola guapa… -se sentaba en el suelo acariciando a la perra- ¿Qué llevas ahí, eh?
E: Pues nada, que coja costumbre de no dormir la siesta que luego verás…
E: Tú sabrás lo que haces. –miraba a Alba- ¿Salimos un rato a jugar con ella?
Al: Vamos.
En el jardín, Esther y Alba se pasaban la pelota haciendo que la perra corriese tras ella
para quitársela, consiguiéndolo en alguna ocasión de manera que iban detrás riendo
para arrebatársela de nuevo.
E: ¿Con quién?
Al: Con un chico del instituto… Estrenan una peli que quiero ver y vamos a ir al cine.
Al: No, luego lo hago. –se la manda otra vez- También podrías decírselo tú… -sonreía.
En eso la pediatra salía con ellas y se colocaba al lado de la enfermera mientras esta
seguía con sus lanzamientos de pelota.
Al: ¿Y por qué tendría que hacer algo? –le lanzaba la pelota sin que la pediatra lo
esperase haciendo que la cogiese por los pelos.
Al: Que voy a salir con un compañero del instituto esta noche para ir al cine. –decía
soltando todo el aire y dejando caer los hombros.
M: Querrás decir que nos vas a pedir permiso para salir esta noche.
Al: No… -se sentaba en la escalera del porche- Pero no sé desde cuando tengo que dar
parte de con quién voy o dejo de ir.
Al: Sí.
M: ¿Qué pasa que yo aquí ni pincho ni corto, no? –las miraba a las dos colocando los
brazos en jarra.
Después de cenar y haber acostado a Álvaro, Maca permanecía en el sofá con Alicia en
sus piernas mientras esta pintaba uno de sus dibujos. Esther repasaba algunas cosas
del hospital cuando la puerta se abría y Alba entraba para ir directa a la escalera.
Ali: Se ha peleado con Luis… -dejaba caer como si tal cosa mientras seguía pintando.
M: ¿Cómo que se besaron? –preguntó con rapidez mientras la niña asentía- Pero… ¿en
la mejilla? –la niña negaba.
Ali: Como tú y mamá. –la enfermera sonreía llevándose la mano a los labios mientras
seguía mirando a la pediatra.
M: Espera… ¿Cómo que como mamá y yo? ¿Cómo se besaron? –insistía- ¿Mucho rato o
poco?
M: No, Esther… -le tapaba los oídos a la niña- Es que si fue de mucho rato es cuando
vienen los calentones.
Ali: Así… -le daba un corto beso en los labios- ¿Son novios? –volvía a bajar la mirada
hasta su dibujo.
M: No exagere, no… -volvía a taparle los oídos a la niña- Si está cabreada con él a saber
que quiere hacer con este, que seguro que es para poner celoso al otro.
M: Bueno, pues decidido. –volvía a quitar las manos de los oídos de la niña- ¿Quién fue
el bueno?
Ali: No, ella fue el malo… -hablaba sin apartar la vista de su dibujo.
E: Vale, entonces me toca a mí ser el malo… -el timbre sonaba- Pues vamos allá.
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Frente a la puerta se acercaba a la mirilla y descubría algo que le hizo sonreír. El sujeto
en cuestión llevaba puesta una gorra a pesar de que hacía ya horas que el sol se había
ido y en la zona de la nuca el pelo le crecía de manera más prominente que en el resto
de la cabeza. Llevando la vista más lejos vio una moto bastante grande aparcada en la
entrada y pensó en cómo le sentaría eso a la pediatra. Respiró hondo y abrió la puerta.
-Hola.
E: Hola… pasa, Alba baja ahora mismo. –después de que entrase cerraba la puerta y
caminaba hasta el salón viendo como este se detenía en el umbral mirando al interior.
-Buenas noches.
M: Hola.
Ali: Hola. –lo miraba unos segundos para bajar de nuevo la vista.
E: Ah… -asentía mientras lo miraba de arriba abajo y descubría unos vaqueros que
arrastraban varios centímetros por el suelo, una deportivas bastante usadas y más
arriba una camiseta de algún grupo de rock bajo una chaqueta de chándal- Pues… me
llaman Dylan, yo soy Esther. –estrechaba su mano- Y ella Maca.
E: ¿Dónde vais?
E: Y… la moto de ahí fuera… ¿es tuya? –la pediatra prestaba atención mirándolo
fijamente.
E: Bien, pues ahora cuando Alba baje le vas a decir que se te ha estropeado y la vas a
llevar en metro ¿Vale? Para evitar disgustos.
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M: Yo de ti le haría caso… es que no le gustan las motos. –negaba apretando los labios.
E: Mira… -iba hacia su bolso- Yo te doy mi bono… -le cogía la mano para dejárselo en la
palma y cerrarla ella misma después- Y la invitas, para quedar como un caballero… y de
llegar tarde nada eh, en cuanto acabe la peli a casa que mañana tenéis clase… -se le
quedaba mirando viendo como no reaccionaba- ¿Tienes algún problema?
E: Así me gusta. Y cuando vengáis si te has portado bien ya vemos como lo hacemos la
próxima vez, ¿eh? –le daba un par de golpecitos en el hombro.
En aquel momento Alba comenzaba a bajar por las escaleras y Esther regresaba al sofá
para sentarse junto a la pediatra.
Al: Sí, me voy… -hablaba hacia el salón- No llegaré muy tarde. –la enfermera se
levantaba para mirarles.
M: Hasta luego… -los quedaba mirando mientras llegaban a la puerta y la enfermera sin
cambiar de postura colocaba la mano tras su espalda para que la niña y la pediatra la
chocasen- Esta es mi mujer, sí señor. –Esther se giraba sonriendo para volver a sentarse
junto a ella.
Cuando la pediatra entraba en casa lo hacía deseando ver a sus hijos y a Esther. Dejaba
la cazadora en la percha de la entrada y llegaba hasta el salón viendo a la pequeña en
el suelo con un cuento y a Álvaro llevando de la mesa al sofá todos sus juguetes.
M: Hola, cariño. –se inclinaba para besar a la enfermera y luego iba hacia la pequeña-
Un beso a mami… -ponía la mejilla.
M: Claro… -se sentaba en el sofá para coger al niño y tras besarlo varios veces volverlo
a dejar en el suelo.
E: Álvaro, vamos a contar que mamá lo vea ¿vale? –cogía los juguetes y los dejaba
sobre la el sofá- Venga… -el niño cogía el primero- Unoooo
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E: Dooos…
E: Treees….
E: Cuatroooo…
E: Cincooooo….
Alv: Cooooo
E: Y….
E: ¡Bien! –aplaudía.
M: ¡Pero qué listo que es mi niño! –lo cogía en brazos abrazándolo sintiendo como este
pegaba su mejilla a la suya- A ver ese abrazo. –ejercía más fuerza con sus brazos
consiguiendo que la imitase y diese un pequeño grito.
Alv.: iiiiii
E: Jajaja.
Sin soltarlo se levantaba y caminaba hacia Alicia haciendo que se pusiese en pie para
cogerla con el otro brazo manteniendo así a los dos en peso.
M: ¿Vamos al parque?
Ali: ¡Sí!
M: ¡Aque! ¡Aque! –imitaba haciendo sonreír a Esther que abría la puerta para que
saliese.
402
E: Parece, sí.
Caminando sin prisa iban recorriendo los metros hasta la entrada y comprobaban
como parecían hablar de manera enérgica hasta que Alba las veía llegar y cesaba en sus
palabras mientras Luis se giraba viéndolas entonces.
L: Estoy liado con los exámenes. –miraba a la pediatra- Hola, tía. –se acercaba para
darle también un beso.
M: Hola. –sonreía.
Ali: ¿Te quedas a merendar con nosotras? –le tiraba del bolsillo del pantalón haciendo
que se girase para mirarla y agacharse después.
L: Claro. –sonreía.
Ya dentro de casa, Luis se sentaba en el sofá con Alicia mientras esta le enseñaba su
nuevo libro y Alba le miraba a él en silencio. Maca con Álvaro en los brazos los
observaba desde la puerta de la cocina.
M: Estaban discutiendo.
E: ¿Quieres dejarles a ellos con sus cosas? –sonreía girándose para mirarla a la vez que
la pediatra entraba de nuevo quedándose a su lado.
M: ¿Pero hago algo? Ni que estuviese espiándoles con una cámara o poniendo micros.
–se defendía.
M: No me dejas… -repetía burlona- Sí aquí la que manda soy yo. –la miraba fijamente
viendo como arqueaba una ceja sin girar su rostro- Ya, ya… no me lo creo ni yo. –
sonreía mirando al niño.
M: Pues no.
M: Pues mañana noche los estrenas. –se erguía sin dejar de mirarla- Que tiene que
pasar por el control de calidad.
E: Sí… ya me conozco yo tus controles de calidad. –sonreía antes de salir con la bandeja
hacia el salón.
Alv: Apa.
En la puerta de casa, Alba se había detenido sin llegar a pasar mientras su conversación
con Luis parecía ir a mas cada minuto que pasaba.
L: Dejemos el tema, no. –hablaba con firmeza- Espero que entiendas que por mucho
que quiera estar contigo no voy a ir de calzonazos por el mundo. –se inclinaba hacia
ella- No me gusta que se rían de mí. Y es lo que todo el mundo ha hecho por culpa del
imbécil ese que anda diciendo que sale contigo.
Al: Mira por donde a mí tampoco me gusta que se rían de mí, y no estoy saliendo con
él, solo fuimos al cine. –le retaba con la mirada.
Al: Tratándome de tonta. ¿Por qué no me dijiste que Patricia iba detrás de ti?
L: Otra vez… -se giraba frustrado- ¿Y a mí qué con que Patricia diga o deje de decir que
va detrás de mí? A ti te tiene que dar igual, yo no soy el que va detrás de ella.
Poco a poco Alba había ido bajando el rostro hasta quedar mirando al suelo. Luis la
observaba en silencio queriendo acercarse pero sin hacerlo.
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Tras cambiarse y entrar en el salón guardaba silencio en uno de los sillones mientras su
madre la miraba de tanto en cuando viendo como no paraba de coger el móvil para
dejarlo de nuevo a un lado del sillón.
M: ¿Todo bien?
M: Vale… -seguía mirándola- ¿Qué tal el cine anoche? No nos has contado nada de la
peli, ni de… -hacia memoria.
Al: Pues normal, vimos la película y después pillamos el metro para volver. Me
acompañó hasta la puerta y se fue. -volvía a mirar el móvil dando por acabada su
explicación.
M: Podrías decirle a Luis que venga con nosotros… -al escuchar ese nombre Alba se
erguía en su postura- Si quieres, vamos… porque no te aburras y eso…
Al: No sé…
M: Bueno, llámale si quieres, que nos vamos cuando Esther llegue así que tiene que
estar aquí temprano.
Poco a poco Alba iba sonriendo mientras miraba a su madre para finalmente levantarse
y acercarse a ella para darle un beso en la mejilla y correr después escaleras arriba
hacia su habitación. Sonriendo cogió el teléfono y marcó el número del Central.
- Hospital Central.
-Sí, claro, espera que creo que está en el gabinete… -marcaba la extensión y esperaba a
que descolgasen.
E: Dime.
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E: Bueno… no me da tiempo a aburrirme tampoco. Estoy cuadrando los turnos del mes
que viene y ya me lo quito de encima que he tenido un rato. ¿Cómo vais por ahí?
M: Los niños durmiendo, y Alba tras llegar a su hora ha estado conmigo un rato aquí y
se ha subido a llamar a Luis.
E: ¿Qué?
M: Ya, pero hace nada era un niña que solo quería estar con nosotras y ahora…
E: Ahora tienes que dejarla que decida ella con quien quiere estar… además, sabes que
Luis la adora, ¿con quién mejor que con él?
M: Eso es lo único que me gusta, que sé donde vive. –susurraba como amenaza
haciendo que su mujer sonriese.
E: Bueno, yo tengo que seguir, cariño. Mañana cuando llegue que estéis todos listos
¿vale? ¿Te apañarás sola?
E: Buenas noches.
M: Psss.
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M: ¿No hay ninguna ley que obligue a los hijos pasar toda la vida con sus padres?
E: ¿Y el gusto que da verles crecer felices y saber que dentro de unos años podremos
decir que los educamos bien?
La pediatra miraba a sus hijos sintiendo como sus sonrisas se contagiaban en ella y
rodeaba con ambos brazos a su mujer mientras esta la abrazaba suspirando.
M: Oye…
E: De eso nada, Maca… -negaba separándose de ella- ¿Se puede saber que te ha
picado?
E: ¿Ahora que empezamos a tener el control quieres que tengamos otro hijo? Tú estás
loca. –volvía a abrazarla.
407
Bajaba la mirada hasta la enfermera que sonriendo se acercaba para besarla y volver a
su posición anterior para mirar a sus hijos.
Habían comenzado a cenar a las nueve. En el salón de aquella casa en la sierra se podía
ver a una familia como a otra cualquiera. El pequeño llorando por querer que
cualquiera de sus madres lo cogiese en brazos, a una niña hurgar entre su cena
apartando lo que no le gustaba, a dos adolescentes mirándose de reojo mientras por
debajo de la mesa sus manos se unían, a un matrimonio sonriendo mientras sin
pretenderlo se rozaban al querer coger la misma botella…
Cuando los pequeños ya dormían, los mayores habían decidido pasar al porche a
disfrutar de una partida de cartas. Luis intentaba ver las de Alba hasta que Esther lo
descubría y le daba un pellizco haciendo que las risas naciesen de la nada. Maca dejaba
sobre la mesa las suyas mientras se recostaba en su silla orgullosa por haber ganado la
partida cuando su mujer se levantaba frustrada y entraba de nuevo en la casa siendo
seguida segundos después.
Al: Pues mañana se lo agradeces a mi madre que fue suya la idea… -sonreía.
L: Sí, claro… Oye tía, que gracias por invitarme ya que aunque no lo sepas somos suegra
y nuero y puedo estar más tiempo dándole besos a Alba.
Al: Jajaja.
L: Me patea el culo.
Al: Que va, si seguro que ya saben algo… y a Esther fijo que la tenemos de nuestra
parte.
La pediatra que no alcanzaba a escuchar nada, apartaba los ojos de aquella escena y
suspiraba metiendo las manos en los bolsillos de su pantalón. Mientras bajaba la vista
era sorprendida por unos brazos que rodeaban su cintura haciendo que se girase.
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De camino pasaron por la habitación donde Alicia dormía, Maca se asomaba lo justo
para volver a entornarla y repitiendo la misma acción en la habitación de Álvaro,
llegaron finalmente al dormitorio. La enfermera se colocaba frente a ella y le
desanudaba el cordón del pantalón de deporte, tras eso los bajaba agachándose frente
a ella para quitarle las deportivas y sacar el pantalón. Dejándola tan solo con la
camiseta comenzaba a desnudarse también quedándose igual que ella y apenas un
minuto después yacían sobre el colchón acomodándose la una a la otra sin apagar la
luz.
M: Bueno, pero como era contigo… que yo no soy igual con todo el mundo.
E: Ya, ya lo sé… -asentía- Pues por esas cosas pasan muchas personas en el mundo… y
es algo natural. –volvía a mirarla- Y Alba es una chica lista, que está ilusionada con Luis,
otro chico listo y bueno… Por lo que no tienes que ponerte triste, ni preocuparte, ni
enfadarte…
E: Ais mi reina mora… -la abrazaba con fuerza haciendo que sonriese- Que con los años
se me vuelve gruñona.
M: Tonta. –le acariciaba el pelo mientras esta giraba su rostro para mirarla- Oye y… ¿de
verdad que no quieres que tengamos otro diablillo por aquí corriendo, uhm? –despacio
la había hecho girar quedando ella encima.
E: ¿De verdad quieres otro? –la miraba frunciendo el ceño- Ahora que podemos
manejarlos…
M: Pues a mí me gustabas mucho con esa tripita… -le acariciaba al abdomen- Estabas
preciosa.
E: Y tú también y no por eso vamos a pasar por todo otra vez, Maca… y más después de
haber estado con Álvaro malito tanto tiempo.
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M: Y pensar que parece que fue ayer cuando te invite a cenar… -volvía a mirarla.
E: Bueno… -comenzaba a pasar los dedos por su pelo- Piensa que cuando menos lo
esperemos viviremos algo nuevo y podremos también disfrutarlo juntas. –sonriendo
colocaba la mano en su mejilla mientras se acercaba para besarla- Disfrutar de días
como hoy, todos juntos.
M: Y... –se quedaba a escasos centímetros de su rostro- ¿Si volvemos a empezar¿ ¿Si te
pido que me dejes invitarte a cenar? –la enfermera sonreía- Pero… tendríamos un
problema.
E: ¿Cuál?
M: Que cuando te diga en la primera cita que te quiero y que te tienes que casar
conmigo igual piensas que estoy loca. –sonriendo terminaba de acortar distancias para
besarla.
El sol se colaba ya por la ventana, y aunque con timidez, comenzaba a dejar entrever
aquel dormitorio en el que el silencio aun reinaba tras la oscuridad de la noche.
La leve temperatura que se podía disfrutar en aquella parte de la sierra dejaba que aun
por esas fechas las prendas de cama ocultasen los cuerpos combatiendo así el frio que
se colaba aun entre sueños con la cálida temperatura.
Horas más tarde, cuando ya el sol se erguía poderoso en el cielo, ella había abiertos los
ojos. Como cada mañana, frente a ella, veía dormir a quien sabía que, daba equilibrio y
calma en su vida, como nadie más podría hacerlo. La escuchaba respirar, la veía
moverse incluso en aquel estado de inconsciencia buscando su cuerpo, haciéndola
inevitablemente, sonreír.
Acariciando levemente su rostro sintió como hasta sin pensarlo, lo hacía con
delicadeza, no queriendo despertarla, pero si hacerle llegar su caricia. Besó su frente
antes de acomodarse de nuevo sobre la almohada y así, seguir contemplándola cómo
tanto le gustaba hacer, disfrutando de su momento para llenarse de ella y de su imagen
en silencio.
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Al: Hola. –susurraba también mientras caminaba hacia ella y se sentaba en el borde de
la cama- Pensé que dormiríais.
Al: ¿La dejaste molida anoche, o qué? –sonreía de lado mientras se acomodaba
mirando a su madre.
Al: Anda si sabes que estoy de broma. –se abrazaba a ella dejando su rostro sobre su
pecho.
E: Porque al ir a apagar la luz del porche os vimos en el jardín… dándoos besitos. –decía
burlona haciendo que Alba volviese a incorporarse aguantando el peso de su cuerpo
con el codo sobre el colchón.
Al: ¿Te puedo contar algo? –susurraba mirando como la pediatra seguía durmiendo.
E: Claro.
Al: Creo que le quiero. –se había inclinado para tener tan solo que susurrar para
después separarse y ver una sonrisa en los labios de Esther.
E: Me alegro mucho.
En aquel momento, el movimiento en el otro lado del colchón las hizo girarse para ver
como la pediatra abría uno de sus ojos a malas penas y comenzaba a mirar a ambas.
Alba, en un primer momento sintió su corazón acelerarse hasta que poco a poco,
viendo la cara de desconcierto de su madre por verla allí cuando aun creía ser
temprano, la hizo suspirar dejando caer de nuevo la cabeza hacia la almohada.
EyAl: Jajaja.
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Al: La edad puede contigo, ¿eh? –le daba con el pie en el trasero haciendo que volviese
a mirarla.
M: Pero la edad no me quita las ganas de hacer más largos los castigos. –amenazó
haciendo sonreír a la enfermera y que su hija imitase el cerrar de una cremallera en sus
labios- ¿Ves como aun nos entendemos?
La puerta volvía a abrirse y una cabeza despeinada asomaba con timidez. Las tres se
giraron hacia allí viendo como Alicia no llegaba a entrar.
E: ¡Un duende! –se subía sobre la cama para de un salto bajar y correr hacia ella
consiguiendo que sonriese- ¡He encontrado un duende! –la cogía en brazos
escuchando su risa.
Con ella en brazos regresaba a la cama viendo como Maca finalmente se giraba
colocándose bien sobre la cama y Alba hacia también lo propio.
M: ¿Cómo ha dormido mi princesita? –la besaba mientras veía como se colocaba entre
las dos.
Ali: Bien… he soñado con los caballos del abuelo. Y que nacía uno pequeñito y me lo
regalaba.
Al: Estaba despierto. –entraba con Álvaro en brazos- Toma. –se lo daba a la pediatra.
E: Álvaro jugar. –sonreía- Normal, todos aquí en la cama pues él lo ve como una fiesta.
Al: Si piensas que voy a dejar que me saques una foto con estos pelos vas lista. –se
levantaba corriendo para ir hasta el baño mientras enfermera y pediatra se la
quedaban mirando.
Al: Ya estoy. –salía peinada y se detenía al verse observada- ¿Qué? no voy a consentir
salir en una foto con los pelos que llevaba.
M: No sea que alguien la vea y tengas que huir del país. –exageraba.
E: Venga, venga… colócate aquí anda. –se colocaba mas en el centro con Alicia entre
sus piernas mientras con una mano sujetaba a Álvaro y la pediatra preparaba la cámara
sobre uno de los muebles.
M: Venga. –corría hasta la cama cogiendo después al pequeño que miraba curioso la
luz roja parpadeante.
E: Digamos… ¡Luiiiiis! –sonreía consiguiendo que también Maca lo hiciese y Alba girase
su rostro justo cuando saltaba el flash.
MyE: Jajaja.
M: Entra anda… -se volvía a levantar- Que nos vamos a hacer una foto.
E: Ven aquí. –extendía su mano para que se acomodase junto a Alba y ella se iba más
hacia el otro extremo.
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Todos: ¡Whiiiiskyyyyy!
El flash volvía a iluminar sus rostros y tras unos segundos volvían a moverse.
E: ¡Ahora todo el mundo a la cocina! ¡Quien llegue el último friega los platos del
desayuno!
Como si de una estampida se tratase, Alicia saltaba de la cama y Alba cogía a Álvaro en
brazos para comenzar a correr mientras Luis se abría paso recibiendo las quejas de
ambas hermanas por detrás.
E: ¿Usted donde va? –la cogía por la cintura al ver su intención de levantarse.
E: Parece mentira que no pilles las cosas cariño. –sonreía acercándose a ella- Parece
mentira, con lo lista que tú eres.
M: ¿Entonces?
M: Así. –unía sus dedos índice y pulgar dejando apenas un centímetro de espacio entre
ellos.
E: ¿Solo?
Despacio, la pediatra se iba recostando sobre ella para acomodarse y así, mirarla
fijamente a los ojos.
M: Te dije un día que ni en el papel más grande ni con todo el tiempo del mundo,
lograría decirte cuanto te quiero.
M: Sí, sí… pero cuando nuestros hijos abandonen el nido voy a comprar un castillo y te
voy a hacer la reina.
Al: ¡No os hagáis las locas que una de las dos tiene que fregar! –gritaba desde la
escalera.
Ali: ¡Eso!
Mirándose durante unos segundos guardaban silencio hasta que sonriendo las dos, se
separaban para correr hacia la puerta. Esther saltaba sobre la pediatra que se veía
obligada a parar en su carrera y era adelantada durante unos segundos hasta que
conseguía llegar hasta ella ya en la puerta y la agarraba de la cintura para elevarla en
peso.
E: ¡Eso no vale!
M: Claro que vale. –la soltaba para volver a correr escaleras abajo- ¡La ley del más
fuerte!
La pediatra se detenía aun en la escalera haciendo que la enfermera casi se topase con
ella. La miraba un par de segundos y le dejaba un sonoro beso en los labios.
M: Por mucho que yo te quiera… -se acercaba hasta su oído- Hoy fregarás tú. –volvía a
salir corriendo.
M: ¡Esther!
FIN
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