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Desde El Principio
Desde El Principio
El sol caía con toda su fuerza sobre la ciudad de Madrid, algo muy normal si no fuera
porque estaban a mediados de abril y porque el día anterior había estado lleno de
tormentas y agua. Se acercaba la hora punta y por tanto las decenas de atascos en sus
calles principales, que traían consigo miles de cláxones sonando al mismo tiempo,
entonando con rabia una musiquilla que solo provocaba más frustración en los
conductores, y en los peatones que se atrevieran a cruzarse en el camino de alguno de
ellos.
La ambulancia luchaba por abrirse paso entre el atasco de la castellana, con las sirenas
sonando y emitiendo destellos naranjas poco a poco ganaban terreno. El conductor
golpeaba de vez en cuando el volante y maldecía cuando algún coche no se apartaba de
su camino.
Diego: ¡Te quieres quitar de en medio! (Sacando la cabeza por la ventanilla y haciendo
aspavientos con la mano)
Ev: Diego, te quieres tranquilizar, te va a dar algo.
Diego: Pero si es que no se mueven. ¡No veis la ambulancia o que!
Ev: Diego, que no hay prisa, más valle llegar con un accidentado que no con dos.
(Preocupada por el tamaño que estaba adquiriendo una de las venas del cuello de Diego)
Diego: Si es que son tontos... son tontos... (Empezaba a murmurar)
Ev: La paciente esta estable, no tiene más que un brazo roto y un chichón en la cabeza...
(Intentaba tranquilizarle en vano)
V: ¿Qué? ¿Habéis parado a hacer unas tapitas o que? (Diego lo miró fulminante) Pobre,
¿Te han sentado mal? (En el mismo tono de mala leche)
Ev: Vilches, no lo cabrees más anda...
V: Como diga la señorita. ¿Qué tenemos? (Mirando a la mujer que iba en la camilla)
Ev: Se ha caído por la escalera, tiene el brazo fracturado y se ha golpeado la cabeza, ha
estado inconsciente unos diez minutos, la hemos tenido que sedar porque al despertarse
estaba bastante nerviosa. (Esther miró a Eva y se dio cuenta de que la chica del Samur
tenía un pequeño corte en la frente)
E: ¿y eso? (Señalándolo)
Ev: OH (Llevándose la mano a la herida) Nada, pero tened cuidado, tiene las uñas
largas. (Sonrió y se fue con diego a la sala del Samur a ponerse una tirita)
Diego: Voy a darle esto a Teresa. (Sosteniendo el bolso en la mano)
V: Vale, Esther, al box... ¿Uno?
E: En el uno están Javier y Laura. El dos esta libre.
V: Bien, vamos allá.
Diego se acercó a rotonda, donde Teresa intentaba calmar a un grupo de gente que se
arremolinaba a su alrededor.
T: A ver, quieren hacer el favor de esperar en la sala, ya sé que hace calor, pero el
técnico esta intentando arreglar el aire acondicionado, por favor, tengan paciencia,
vayan a la sala. (Algo alterada)
Diego: Teresa, ten, hay que avisar a la familia.
T: Sí, sí, ahora mismo, en cuanto estos señores vuelvan a la sala. (La gente empezó a
marcharse, muchos habían cogido algunos panfletos que había por allí y los utilizaban
de abanico) Vaya día de locos...
Diego: El calor, que es muy mala. (Encogiéndose de hombros y marchándose)
Teresa busco en el bolso alguna agenda, identificación o lo que fuese, encontró una
pequeña agenda negra y empezó a rebuscar.
T: A ver... (Pasando las pequeñas hojas y mirando los nombres) Juan... fontanero...
asociados... ¿Pero esta tía quien es? Si es que ya... ni familia ni nada... restaurante ¿Uy,
este no es ese tan famoso donde van las pijas? A ver, a ver... que sí tal, que sí cual, ¡Uy!
¡Javier Sotomayor! Confirmado es una pija... que más... dios... ¡Ya sé! Todo el mundo
tiene el teléfono de ‘mama’! A ver... la eme... ¡Aquí esta! Marque de Murritea bodegas...
que cosas más raras hay en esta agenda... a ver, a ver.. Macarena Wilson... ¡Coñe! ¡Una
Wilson! Bufff... pija total... ¡Por fin! Mama, ¿No era tan difícil no? A ver... pero si este
número es de Jerez.. Vamos a probar...
V: Esther, pásame gasas. (La enfermera las puso encima de su mano) ¿Venía de una
fiesta o que?
E: Pues eso parece... porque vaya vestidito que lleva... no es pija ni nada.
V: Pija o no, se va a tirar un mes con el brazo en cabestrillo. Bueno... esto ya está... vaya
suerte, se cae y solo se rompe el brazo y un par de arañazos.
E: Vilches, eso es bueno, menos trabajo. (Sonriendo)
V: Y menos emoción, también... yo me voy a cafetería, que se la lleven a alguna cortina
o lo que sea. (Quitándose los guantes y saliendo de allí)
Esther salió del box al mismo tiempo que Javier y Laura salían del suyo, Laura se
despidió diciendo que iba a meterles prisa a laboratorio mientras Javier y Esther
andaban hacia rotonda, a la enfermera no le había pasado desapercibida la mirada del
doctor a su amiga.
Las dos mujeres se enzarzaron en una batalla llena de pasión, de sexo y lujuria, entre
ellas no había ternura, ni amor, era sexo, agotador y excitante... pero solo sexo. Cuando
las dos ya habían llegado al punto final, y sus respiraciones habían vuelto a la
normalidad, Maca se levantó de la cama, sudorosa y anduvo hacia la puerta del baño,
Azucena la contemplaba desde la cama, estirada en ella, fijándose en el cuerpo desnudo
de aquella mujer, en sus curvas, sabiéndose dueña de ellas, notó como el deseo volvía a
crecer en ella y saltó de la cama, atrapó a Maca en la puerta, abrazándola por detrás y
dejando un mordisco en su hombro mientras su manos acariciaban de nuevo los pechos
de Maca.
Maca cogió una tostada untada y le dio un mordisco, mirando alrededor, aquella casa
había cambiado mucho desde la última vez que había estado en Madrid, y a ella eso la
hacia muy feliz, ya no había fotos de él, ni sus corbatas en la silla de la habitación,
mirándolas acusadoras, ni la maquinilla de afeitar en la pila del lavamanos.
En aquel momento una melodía empezó a sonar, Maca la reconoció al instante y fue a
buscar su bolso, tirado en el pasillo, sonrió al recordar porque estaba allí tirado de
cualquier forma, lo cogió y buscó su móvil, miró la pantalla.
Cuando llegó se acercó corriendo a recepción, donde una mujer se abanicaba con un
abanico sevillano y hojeaba una revista de la prensa rosa, Maca se quedó mirando a
aquella mujer, al final, cansada de verla hacer muecas al pasar de hoja, llamó su
atención.
M: Perdone... (Teresa la miró con cara de pocos amigos) me han comunicado que mi
hermana esta aquí.
T: me alegro por ti. (Volvió a leer la revista)
M: Vale, sí, genial…. (Murmurando) ¿Podría decir... (Una enfermera apreció e
interrumpió a Maca)
E: Teresita ¿Has visto a la nueva?
T: No. (Sin mirarla)
E: Es que Javier quiere que subamos a la paciente a planta, a una habitación privada, era
para ver si ella podía acompañarla.
T: Cuantas molestias por esa chica ¿Eh? A ver si nuestro Javi va a estar...
E: Teresita, te veo venir, son amigos ¿tú no harías eso por mí?
T: A mi no me dejarían hacerlo, habitaciones privadas, con lo faltos que vamos de
camas, peor claro, como es una Wilson... (Con rintintin)
E: Venga, Teresita... ¿No me la puedes localizar?
T: Uy, Esther, pues no sé, estoy ocupada. (Sin mirarla, Esther se medió subió al
mostrador para ver lo que Teresa leía)
E: El patriarca de los Wilson liado con... Anda que... Teresita... Ya me encargo yo...
(Sonrió y se fue de allí)
Maca miró a la recepcionista, si le decía quien era se temía un interrogatorio, miró hacia
donde se había ido aquella enfermera y sin pensarlo dos veces la siguió, la alcanzó una
vez dentro y le dio un toque en el brazo.
Maca se acercó a la cama donde estaba su hermana, se sentó en el borde y cogió una de
sus manos, sonrió, hacia dos meses que no se veían, Maca había estado algo ocupada y
Verónica siempre había tenido mucha libertad, su padre la llamaba “mi pequeño culo
inquieto”. Javier pasó por delante de la cortina y miro a las chicas.
J: Vaya, vaya, una Wilson en el hospital. (Riendo, Maca lo miró y sonrió de oreja a
oreja)
M: Javier... Hola. (Levantándose y abrazándola con fuerza) Cuanto tiempo sin verte.
J: Sí, unos... ¿Dos años? Pero bueno, nos hemos dejado una pasta en teléfono.
M: Sí. (Recordando las largas horas de conversaciones con él) ¿Qué tal todo?
(Mirándolo divertida)
J: uy, uy, ya empezamos... (Ambos rieron) ¿Qué tal a ti?
M: bueno, muy bien, a pesar de todo.
J: Sí, la “gran” boda.
M: Técnicamente no llegó a boda, pero sí.
J: Estás con...
M: Sí, bueno... no estoy segura. Estamos pero no estamos... (Javier la miró extrañado)
Sí, ya sé, es complicado. Ella ha dejado a su marido, y esta conmigo, pero no se atreve a
dar el siguiente paso, no sé, creo que esta algo asustada.
J: Bueno, Maca, hasta ahora había tenido una vida muy sencilla.
M: Y va a seguir siendo sencilla, Javier, esto no tiene porque ser complicado. Pero ella
lo complica en su cabeza y ahí yo no puedo hacer nada, solo esperar a que pase un poco
todo. ¿Y tú con Laura?
J: Bueno... Ya sabes.
M: Sí, ¿Aún sigue con él?
J: No, no, que va, lo dejaron hace un tiempo.
M: ¡Ey! No me lo habías dicho. (Dándole una colleja cariñosa)
J: Ya, es que... bueno... me ibais a lanzar a ella, lo sé, y no sé si quiero eso...
M: Javier….
J: Ves, ya estás, menos mal que tu hermano esta en Barcelona que si no...
Verónica: Muy bonito... (Los dos miraron hacia la cama, Verónica estaba despierta)
Dejando de lado a la enferma para ponerse al día…. Vaya par de cotillas...
M: Tonta... ¿Cómo estás? (Acercándose y acariciándole la frente)
Verónica: Creo que... ( Se medio incorporó) aquí el viejo amigo me ha hecho algo
raro... me duele la cabeza un montón.
M: Creo que Javi no tiene nada que ver con eso, tal vez tu manía de aterrizar de cabeza
siempre. (Riendo)
Verónica: ¡Eh! ¡Yo no aterrizo de cabeza nunca!
J: Perdona... ¿Nunca? (Sorprendido) ¿Nunca?
M: Esta claro que con este golpe se ha quedado sin memoria.
Verónica:¡Venga ya! ¡Tenía cuatro años! (Medio enfadada pero con la risa en los
labios)
J: Sí, cuatro años, pero hiciste un aterrizaje sobre el barro... perfecto. (Los tres rieron)
Verónica: Vale, vale, estoy convaleciente…. (Tocándose la escayola del brazo) Así que
este es tu hospital ¿Eh, Sotomayor?
J: No es mío, pero sí. (Mirando alrededor)
Verónica: Esta mucho mejor que esa “cosa” que tu padre llama clínica.
J: Bueno, la clínica de mi padre la decoró un profesional, y esto... bueno….
M: un profesional, no. (Riendo)
La doctora se marchó, Javier la siguió con su mirada hasta que desapareció por la puerta
que daba a rotonda, miró a sus amigas y se percató que lo miraban divertidas, con los
brazos cruzados sobre el pecho, bueno, Verónica solo tenía un brazo cruzado. Javier
sonrió, puso los ojos en blanco y se despidió de ellas.
E: Sí, cariño, pero solo un poquito tarde ¿eh? (Con mucha dulzura) Vale... y vamos a
cenar por ahí…. Sí... Anda, dile que se ponga... Hola, oye que…Lo sé, lo sé, lo siento,
pero es que tenemos un lío tremendo, tengo que entrara operar ahora y... sí, sí... vale...
nos vemos luego ¿Eh?... Adiós... (Colgó y miró a Laura)
L: Vamos a operar... ¿Lo vas preparando todo?
E: Claro, enseguida.
Esther se fue a la sala de operaciones a prepararlo todo para que cuando Javier y Laura
llegaran todo estuviese listo. Teresita miró a la doctora que no hizo gesto de marcharse,
vio la oportunidad de informarse y no lo dudo.
Esther ya lo tenía todo preparado, salió a avisar a Javier y Laura, que estaban en la
puerta, antes de que entraran paró a Javier.
E: Si no firmas el alta no se la puedo dar. (Divertida) Aún no soy medico.
J: Vaya, perdona, se me ha pasado. (Cogió el papel y lo firmó) Te necesitamos dentro,
tienes cinco minutos.
E: Solo necesito dos. (Corriendo hacia cortinas, llegó donde estaban las dos chicas y se
acercó a la cama) Señorita Wilson (Odiaba tener que tratar así a la gente, con señoritas y
señoritos, pero estaba claro que eran pijas, y no quería meterse en líos si se quejaban del
trato o algo) Aquí tiene el alta, ya puede marcharse libremente (Con una sonrisa fingida)
Verónica: ¡Por fin! ¡Menos mal! (Saltando de la cama) Hermanita... ¿Hace una
cervecita? (Esther se quedó parada... ¿Pijas? Venga ya... aquella chica parecía de su
barrio)
M: Aún tengo que terminar la mudanza...
Verónica: Papa te habría puesto a unos profesionales para eso.
M: Sí, y también me habría comprado un piso en el centro de Madrid, pero no, gracias.
Además, tu tampoco aceptas su dinero.
Verónica: Es que yo soy una chica independiente. (Sonriendo orgullosa)
M: ¿Qué insinúas? (Frunciendo el ceño)
Verónica: Maca, reconócelo, hasta ahora no has sido... bueno... eres una niña de papa.
M: Como puedo aguantar que mi hermana pequeña me diga estas cosas... (Riendo)
Anda, venga, que me vas a echar una mano con la mudanza.
Verónica:¿Hola? Estoy convaleciente... (Canturreando)
M: ¡Que morro! (Esther seguía medio embobada allí, cuando se iban a ir reaccionó)
E: ¿Las acompaño hasta la puerta?
Verónica: Me da que quiere salir por la tele. (A Maca)
M: No, no hace falta. Ya sabremos nosotras. (Sin mirarla, se fueron de allí, Esther pensó
que tal vez no fueran tan pijas como cabía esperar, pero eran muy altivas, suspiró y
corrió hacia quirófano)
Maca dejó la moto en el hospital y tomaron un taxi, no era plan de que Verónica se le
cayese de la moto, por suerte en la salida apenas había un par de periodistas fumando un
cigarrillo, a las dos mujeres no les costó mucho evitarles y subirse al taxi.
El piso en el que Maca se estaba instalando no andaba muy lejos del hospital, en un
barrio tranquilo, para lo movido de otros, no era un barrio de clase alta, pero Maca lo
había escogido así. Ayudó a Verónica a salir del taxi, aunque esta ni siquiera se lo pidió,
no lo hubiera hecho ni borracha, era algo que las dos sabían, no se pedirían ayuda
nunca, sin embargo siempre se la daban la una la otra. Tocaron al viejo ascensor que
rechinó mientras bajaba hasta ellas.
Verónica: Vale que quisieras tranquilidad y alejarte de la vida que siempre hemos
llevado, pero mujer... ¿No había uno con un ascensor que no fuera un peligro?
M: No es un peligro... solo hace algo de ruido. (El ascensor se detuvo con un fuerte
golpe que lo hizo temblar breves segundos)
Verónica: No pienso meterme ahí dentro ni de... (Maca ya había abierto las puertas y la
arrastraba hacia dentro) Vale, vale, dime que vives en un segundo, por favor….
(Suplicante, su hermana sonrió)
M: más bien es un séptimo...
Verónica: Estoy en forma, para este cacharro. (Acercó su dedo al botón de stop y Maca
la frenó riendo)
M: Yo no lo haría...
Verónica: ¿Por qué?
M: Porque si le das se para y si se para luego no va. Y ya hemos llamado a los
bomberos dos veces en esta semana, están hartos de nosotros. (Sin poder aguantar la
risa)
Verónica: Estás de broma... sabes que tengo claustrofobia. (Muy seria, hasta que vio la
mirada de su hermana y le dio una colleja) Eres lo peor.
M: Vaya, eso lo dice la oveja negra de la familia...
Verónica: Perdona, pero creo que mi hermanita mayor me ha quitado ese título.
M: ¿Yo? Que va, lo mío no fue tanto como lo tuyo.
Verónica: Claro, por que no saben toda la historia, solo la parte de que te dio por no
casarte, pero si la supieran... te darían el título con honores.
M: Venga ya, no es verdad. Lo tuyo fue más grave.
Verónica: No, no lo fue... (Sacándole la lengua)
M: Vero... que llevaste a un gótico a casa, en plena cena de gala, y casi te lo montas con
él encima de la mesa presidencial. Que a mama le dio un infarto. Sus amigas tuvieron
para semanas con aquello. Y luego aquel otro que estaba pirado.
Verónica: ¡No estaba pirado! (Maca la miró incrédula) Vale, un poco, pero es que era
un artista abstracto.
M: ¿Pintar a “Melani” de color verde era arte?
Verónica: Sí, ¿tú no has oído ese dicho de “Más raro que un perro verde”? Pues eso,
solo que era una perra...
M: Oh, sí, mama tuvo que raparla al cero, la pobre no volvió a ser la de antes.
Verónica: Esa perra era aún más pija que mama... necesitaba un cambio de look.
(Sonriendo feliz)
M: No, sí, eso es verdad... era horrible, con aquel hocico puntiagudo y esos moños...
(Recordando a la perra de su madre, perra de mascota, no que su madre fuera una... ¡ya
me entendéis!)
Esther salió rápido de trabajo, prácticamente corriendo, mientras decía adiós a Teresita
miró el reloj, encima iba a perder el tren, genial, empezó a correr y al girar una esquina
tropezó con una moto tirándola al suelo.
Un señor que pasaba la ayudó a levantarse, le dijo que la acompañaba adentro (Estaban
justo enfrente del hospital) pero ella le dijo que era enfermera y que no hacía falta, solo
era un mal gesto, el hombre se fue murmurando desagradecida y dejando a cuadros a
Esther. La enfermera miró la moto, se había roto un espejo, maldijo por lo bajo y se
medio agachó para agarrar el manillar, empezó a hacer esfuerzo para levantarla, pero
entre que le dolía el tobillo y que aquella moto debía pesar una tonelada (Según
percepción de Esther en ese momento) no podía con ella, lo intentó varias veces, al final
una chica y su novio, que pasaban por allí se apiadaron de ella, y la ayudaron a
levantarla.
Llegó con el tiempo justo pero consiguió subirse, el tren que llegaba hasta su barrio (En
la periferia) Pasaba cada media hora, pero ya llegaba muy tarde a casa, y no quería
retrasarse más, además, le había prometido a la pequeña llevarla al parque e ir a comer
por ahí, mientras buscaba un asiento libre para sentarse se dio cuenta que su tobillo se
estaba hinchando, le molestaba más que antes, seguramente se lo habría torcido, se tiró
sobre un asiento que se quedó vacío y acarició con su mano el dolorido trozo.
Después de media hora con los vaivenes del tren por fin llegó a su parada, salió de la
estación y medio cojeando medio andando cruzó las dos calles que la separaba de su
casa, bueno, en realidad la casa era de su madre, y es que hacia un tiempo que Esther
había vuelto a vivir con ella, desde que su padre había muerto, A Encarna le daba miedo
estar en aquella casa sola, así que dejó de compartir piso con Eva para ir allí. La casa era
una pequeña unifamiliar, algo vieja ya, con un jardín que más bien era un macetero algo
grande y un garaje igual de grande. Metió la llave y abrió la puerta.
En: ¡Hija! ¡Ya era hora! Luz esta haciendo deberes que le pusieron allá. Le he
prometido que si hacia al menos cinco ejercicios la llevaríamos al parque.
E: Ma, ya había dicho de llevarla. (Riendo) Se habrá puesto a hacerlos para no
escucharte (Divertida)
En: Eh, un poco de respeto a tu madre. (Miró como su hija cojeaba hasta el sofá,
dejándose caer en él) ¿Qué te ha pasado?
E: Nada, algún pijo repelente que ha aparcado su moto donde no debía... (Murmurando
por lo bajo)
En: ¿Cómo?
E: Que me he caído y me he torcido el tobillo... ¿Me traes una venda del botiquín, por
favor?
En: Claro, hija, ¿Cómo ha ido el día? (Mientras iba al baño a buscar el botiquín)
E: Bien, algo liadilla.. ¿Dónde esta Jorge?
En: Ha llamado diciendo que llegaría tarde... sois tal para cual…
E: Ma… (Sonriendo)
A la media hora llegó Jorge, las tres lo esperaban en el sofá, viendo la televisión, bueno,
la niña veía los dibujos, Esther intentaba no quedarse dormida y Encarna leía una revista
que seguramente le habría dejado Teresa.
Maca terminó de colocar todo, más o menos, en realidad solo había sacado las cosas de
las cajas y las había repartido por las habitaciones, su hermana no la ayudó mucho,
seguía estirada en el sofá haciendo zapping.
Maca salió de casa y se fue a coger el metro, le tocaría andar un rato, pero no le
molestaba el aire, además así tendría algo de tiempo para pensar en lo que su hermana le
había dicho, más bien, lo que le había preguntado. En su cabeza le empezaba a dar
vueltas, una, dos, mil... pero no conseguía una respuesta que la satisficiese, sí, era cierto
que hacia muy poco que Azu había echado su vida anterior bien lejos, pero Maca
también lo había hecho, y ella estaba dispuesta a todo en aquello, no entendía porque
Azu no, tendría sus motivos. Llegó paseando a donde había dejado la moto horas antes,
cuando la vio su ceño se frunció mucho y se acercó extrañada, tocó el retrovisor que
parecía movido y este cayó al suelo.
M: ¿Pero que…?
Vio que estaba roto y que ese lado de la moto tenía algún que otro arañazo, miró
alrededor como si alguna de las personas que pasaban por allí le fueran a explicar que
había pasado con su preciada moto, la examinó más detenidamente y vio un trozo de
papel sobresalir de la maleta de atrás.
En el parque, Esther y su familia estaban sentados sobre una manta, en el césped, con
unos bocadillos y unas botellas de agua dispersas por ella, Encaran se había sentado
apoyada en un árbol y bromeaba con que de allí ya no se podría levantar, Jorge estaba
tumbado a un lado y Esther al otro, la niña correteaba por el parque con otra niña que
había conocido.
E: ¿Diga?
M: Esto... ¿Esther García? (Leyéndolo en el papel de nuevo)
E: Sí... soy yo... ¿Quién eres? (Ya no se acordaba de la moto)
M: Pues... bueno... es que tú número estaba en mi moto. (Esther palideció de golpe)
¿Tienes algo que ver?
E: Sí, bueno, yo (Rió nerviosa) Es que tenía prisa, y no podía esperar a que volvieses
y... bueno que... verás, tropecé con tu moto y se cayó al suelo, pero vamos, que tengo
intención de pagarte lo que he roto ¿Eh? Por eso te deje mi numero... para que me
dijeras... bueno... como lo pagaba y eso...
M: Ehm... Bueno, no sé…. La llevaré al mecánico y... ya te llamo y... te digo algo. ¿En
serio tropezaste con la moto? (Sonriendo a la nada)
E: Si, es que... yo... tenía prisa, y claro... parada allí en medio... pues...
M: ¿Allí en medio? Estaba pegada a la pared, no andaba en medio de nada.
E: Ya, pero es que es tan grande.. que bueno... yo... no la vi...
M: Pues anda que si llega a ser una Scooter te la llevas por delante ¿No? (Divertida)
E: Oye, encima que te doy mi numero, podía haberme largado sin más, nunca te habrías
enterado, pija.
M: ¿Pija? ¿Primero te cargas la moto y ahora me llamas pija? ¿De que vas?
(Empezando a mosquearse)
E: Ah, no, claro, no eres pija, nooo... (Sarcástica total) Solo tienes unos escudos de plata
en los retrovisores y una moto que vale un riñón o tal vez dos, pero pija, ¡que va! (Su
hermano la miró, Esther estaba colorada de la rabia y la vergüenza)
M: Vale, vale, para el carro, ya te llamaré para la factura.
E: ¡Pues ahora no te la pago! (Su hermano le quitó el teléfono)
Jorge: ¿Hola? Soy el hermano de la pato, discúlpala, esta algo para allá. (En tono
amable)
M: Ya, vale, sí, pero soy yo la que debería enfadarse.
Jorge: Sí, sí, lo sé. Pero ya me encargo yo de todo... ¿Qué moto es? Es que tengo un
amigo mecánico y tal vez….
M: Una Shadow... (No tengo ni p***** idea de motos, que conste)
Jorge:¿Una Shadow? Joderrr... Hermanita... será que no hay Derbis por la calle... (En
bajito, no lo suficiente para que Maca no le escuchase)
M: Oye, mira... La verdad es que le quería hacer unos retoques... y total... solo es un
rasguño...
Jorge:¿Un rasguño? ¿Con lo pato que es mi hermana?
M: Bueno, tal vez el espejo y tal... pero no importa...
Jorge: Espera, espera, mira... el mecánico que conozco, estaría encantado de tener una
Shadow en su taller... y bueno... nos la dejaría a un precio que aquí la pato pueda pagar,
es el mejor, de verdad, le encantan las custom, él tiene una, no tan buena como la tuya,
pero la cuida mucho, y por tu moto, por arreglar tu moto, daría hasta a su madre. (Maca
rió por el comentario)
M: Genial, porque no conozco a ningún mecánico en Madrid.
Jorge: Bien, bien, mira... ya sé... la pato y yo te pasamos a buscar donde tengas la moto
y te llevamos allí, así se disculpa.
M: Ahora mismo me viene algo mal, si pudiera ser más tarde...
Jorge: Claro, claro, cuando te vaya bien, Manolo no tendrá problema con lo de las
horas.
M: Bien, pues... ¿sobre las seis?
Jorge: Allí estaremos. (Colgó sonriendo) Te has cargado una moto que vale más que mi
casa...
E: ya, lo sé, y no me la he cargado... solo un espejito tonto... ¿Y que es eso de Manolo?
Es una pija, seguro que tiene un mecánico particular...
Jorge: A mi no me ha sonado pija, además, ni siquiera sabes si la moto es suya o no.
E: nadie dejaría una moto que vale un pastón por ahí, bueno, nadie se gastaría tanto en
una moto ¿Y para que quedas con ella? Sabes que no soporto a la gente que esta forrada
de dinero.
Jorge: Pues he quedado con ella, porque encima de romper su moto la has ofendido con
tus comentarios de barriobajera, así que, bonita, si no quieres que su legión de abogados
te saque hasta los ojos será mejor que seas amable. ¿Vale? Así que a las seis vamos a
estar allí, muy puntuales y tú con esa sonrisa deslumbrante que nos regalas a nosotros
¿Ok?
E: Buff... como se una pija repelente... le voy a dar algo más que una sonrisita...
(Refunfuñando)
Jorge: Ya, sí, sí... lo que digas hermanita.
Maca llegó con la comida en una bolsa, abrió la puerta y se fue al salón, la bolsa de
patatas estaba vacía, tirada en él y no había ni rastro de su hermana, la buscó por todos
lados, hasta que pensó que se habría marchado y fue a la cocina a dejar la comida.
Verónica: No tienes nada de nada. Hay que hacer la compra ¿eh? (Con medio cuerpo en
la despensa y dando un susto a Maca)
M: Niña, ponte un cascabel o algo. Que susto.
Verónica: Ya lo llevé... (Sacando la cabeza con un bote de nocilla abierto en el que
untaba su dedo) Ni siquiera tienes pan para untar... representa que tú eres la chica
responsable...
M: Sí, sí, ten. (Dándole la bolsa) Voy a darme una ducha, hace una calor en la calle
impresionante.
Verónica: ¿Ya has traído la moto?
M: Que va, me la han tirado al suelo y se han cargado un espejo, encima la llamo y me
dice pija, y que no me va a pagar, será...
Verónica:¿La?
M: Sí, no sé, una tonta que se ha “tropezado” con mi moto... tropezado, venga ya, tiene
que ser medio ciega para no verla... que tenía prisas dice... la madre que la... ¿Qué
demonios haces? (Mirando como su hermana cogía todas las tarrinas de comida y las
juntaba en un bol, mezclándolo todo)
Verónica: Así esta más buena...
M: ¿Y yo que voy a comer?
Verónica: Pues lo mismo... (Metiendo una cuchara y sacando un montón de comida)
M: No... gracias... (Con cara de asco) Mejor me ducho.
Verónica: Como quieras. ¡Más para mí! (Encogiéndose de hombros y metiéndose la
cuchara en la boca) Mhmhm... rico...
A las seis en punto, Maca deambulaba arriba y abajo delante de la moto, su hermana
estaba sentada encima de la moto, jugueteando con el espejo entre sus manos, le daba
vueltas con sus dedos, en una de esas se resbaló y cayó al suelo.
Verónica: Ups... (Maca la miró) Es que tengo el brazo escayolado... no es fácil mover la
mano...
M: Anda, estate quieta. (Agachándose y cogiendo el espejo del suelo, que se había roto
un poco más, cuando se levantaba se encontró con un chico mirándola fijamente
sonriente)
Jorge: Soy Jorge, hemos hablado antes... (Extendiéndole la mano, Vero saltó de la moto
y se puso delante de su hermana)
Verónica: yo soy Vero, y esa es mi hermana Maca. (Sonriendo y cogiendo su mano,
Maca puso los ojos en blanco)
Jorge: Bueno... y esta es... (Se apartó, su hermana se había escondido detrás de él) Mi
hermana Esther... la pato...
Verónica: ¡Pero si es la que quierer salir en al tele! (Riendo)
M: ¿Tú has hecho eso? (Señalando su moto)
E: Yo... bueno... Jorge están forradas, son unas Wilson.
Jorge: Ah, vale, pero sigues habiéndote cargado eso, así que... relájate... (En un tono
igual de bajo que su hermana) Bueno (Alzando la voz) He traído la camioneta de un
amigo, subimos la moto y la llevamos al garaje ¿Eh?
Verónica: Sí, espera, que te ayudo. (Maca la frenó con una mano)
M: Sí, claro. (Dando un golpecito en la escayola)
Mientras Jorge y Maca se peleaban por subir la moto a la camioneta, ya que esta no
estaba por la labor de ir a ningún lado, Verónica miraba a Esther divertida, solía calar a
la gente enseguida, y aunque había bromeado con lo de la tele, aquella mujer le parecía
una gran chica.
Verónica: Así que eres un poquito pato ¿Eh? (Sonriendo, Esther la miró con mala gana)
Y poco habladora... ok, ok... ¿Tu hermano tiene novia?
E: Esta casado y tiene una hija así que aparta su vista de él, niña pija. (Vero rió a
carcajada limpia)
Verónica: ¡Maca! ¡Esta tiene genio! ¡Te va a gustar! (Maca la miró un segundo y negó
con la cabeza, le dieron un último empujón a la moto y consiguieron subirla por fin)
Jorge: Bien, subid las chicas adelante y yo voy con la moto.
M: No, no, déjalo, mi hermana y yo vamos en la parte de atrás con la moto, solo me
faltaba que se perdiera por el camino.
Verónica: No es siempre así de cariñosa ¿eh? Tiene sus momentos. (Recibió un
empujoncito de Maca y subieron a la parte de atrás, Maca tuvo que ayudar a Vero, Jorge
se puso al volante y Esther a su lado. Pusieron rumbo hacia el garaje)
Verónica: No esta mal el chico ese….
M: No es tu tipo. (Mirando las calles pasar)
Verónica: ¿Cómo que no?
M: No esta loco, no tiene pircings por toda la cara, no lleva el pelo azul y parece un
buen chico. ¿Algo más?
Verónica: Bueno... lo del pelo no es imprescindible... (Bromeando)
E: Es que no se para que hago esto... con lo fácil que hubiera sido que me mandara la
factura y punto... peor claro, te tenias que poner tú, el señorito lo arreglo yo todo, y
mira, en una camioneta con unas pijas detrás... si es que….
Jorge: Hermanita, para de quejarte, quizás consigamos que no nos hagan pagar todo,
porque te aseguro que si eso pasa, te puedes despedir de tu cómoda vida... y de la mía
también, porque tu sueldo no da para tanto.
Llegaron al garaje y Maca se puso a hablar con el mecánico alejada de los demás,
Verónica charlaba con Jorge y Esther bostezaba y pensaba en lo caro que le iba a costar
todo aquello.
Cuando Maca terminó de explicar al mecánico lo que quería, volvió con Jorge, le
agradeció todo y le dijo que estaba todo olvidado, que no había ningún problema, no
tendría que pagar nada.
Jorge: Maca ¿Puedo? (Ella asintió) Es a mi hermana a la que tienes que decirle eso.
Verónica: Es verdad, oye ¿Y vamos a tener que esperar?
M: Sí, un rato, podríamos ir a un bar o algo así... (Miró a la enfermera y sonrió
dulcemente al recordar porque estaban allí, aquella chica era un pato y de los grandes,
cuando se dio cuenta de lo que hacía borró su sonrisa) ¿Olvidado?
E: Claro, sí.
M: Vale, pero retira lo de pija.
E: Oh, claro eres una de esas pijas que se enfadan si se les llama pijas, ok.
M: No, soy una de esas pijas que están en proceso de dejarlo de ser, así que... un poco
de paciencia ¿Eh?
E: No la necesito, no nos volveremos a ver, pija en proceso de reforma.
M: Yo no diría tanto, Esther (En un tono juguetón) Me parece que nos vamos a ver
mucho.
Verónica: ¿Jorge? ¿Sabes de algún bar?
Jorge: Sí, aquí cerca esta el bar dónde mejor se tapea de todo Madrid, os acompañamos
si no os importa, no tenemos nada mejor que hacer ¿Eh, hermanita?
E: Lo que tu digas, hermanito. (Con rintintin, los cuatro se dirigían al bar)
Jorge se adentró en el bar y saludó al camarero que estaba en la barra como si se
conociesen de toda la vida, Esther también se acercó.
Antonio: ¡Pero si es la niña más guapa de todo el barrio! Te echamos de menos por
aquí... sobre todo mi niña... (Vero dio un codazo a Maca que la miró y dibujó un “ni de
coña” en sus labios)
E: Ya, toñete, ya sabes, con lo de mi padre... mi madre está algo sola. ¿Cómo le va a
Itziar con la carrera?
Antonio: Ahí la tienes, dentro de na´ te hace compañía en el hospital (Guiñándole un
ojo) ¿Y estas dos preciosidades? ¿Tuyas o…?
Jorge: De los dos. (Sonriendo a su amigo) Que va, toñete, ya sabes, Esther tiene una
forma muy interesante de conocer a la gente.
Antonio: ¿Patito volvió? (Sonriendo cariñosamente)
E: porque eres tú... que si no... (Sacándole la lengua)
J: Bueno, bueno... ponnos algo ¿No, toñete?
Antonio: Ché... toñete solo tu hermanita ¿Eh, golfo? (Los tres rieron)
Jorge: Chicas, vamos a sentarnos a una mesa, anda. (Jorge se sentó entre Vero y Esther,
como Maca) ¿Y a que os dedicáis?
E: Jorge, son de la familia Wilson, las del vino.
Jorge: oh, claro, sois bodegueras.
Verónica: ¡Que va! Nosotras no quisimos eso, mi hermano Jero sí que se dedica a eso,
pero nosotras no.
Jorge:¿Entonces?
Verónica: Bueno, yo vario mucho de trabajo, ahora estoy de relaciones pública en un
local de Chueca, pero vamos, he hecho un poco de todo, suelo buscar trabajos así, que
gane mucho o conozca mucha gente.
Jorge: Pero siendo de esa familia... el dinero no os debe faltar.
M: Bueno, no nos faltaría si lo quisiésemos, pero no es el caso, los tres nos ganamos la
vida por nuestra cuenta, vale, Jero trabajo en el negoció familiar, pero es el que más
trabaja de toda la empresa, y el puesto no se lo regalaron, quiso empezar desde cero. Por
eso... lo de pijos no nos vale. (Mirando a Esther divertida)
Verónica: Bueno, a ti un poco sí... que hasta hace nada eras los ojitos de papa.
Jorge: Así que eres la mimada ¿Eh? No me extraña, también la más guapa, sin menos
preciar a la otra princesa.
Verónica: Servirías de relaciones publicas…..
Jorge: Bueno, más o menos es lo que hago, pero en una empresa. ¿Y tu Maca?
M: Dentro de una semana empiezo a trabajar.
Jorge:¿En serio? ¿Dónde?
M: En urgencias. (Mirando traviesa a Esther que abrió los ojos como platos)
E: Claro, la nueva pediatra, genial... tendremos el hospital lleno de periodistas….
M: Tranquila, eso no va a pasar, mi apellido no consta en ningún lado, y los periodistas
no nos siguen siempre, solo a veces, como ahora... (Algo triste)
E: Por lo de tu padre... (Muy flojito y mirando a Maca a los ojos, la pediatra medio
sonrió)
M: no es cierto lo que dicen.
E: No he dicho que me lo creyera, de hecho, ni sé lo que dicen, la recepcionista del
hospital me ha comentado algo hoy, cuando el hospital andaba revolucionado.
M: Oh, sí, me preocupa esa mujer. (Riendo nerviosa) Es un peligro ¿Verdad?
E: te someterá al quinto grado los primeros días... pero tranquila... luego lo rebaja al
cuarto (Ambas rieron)
Jorge: Veis... si os lleváis bien y todo.
M y E: No. (Se miraron y no pudieron evitar sonreír un poco)
M: ¿Empezamos de nuevo? Sin pijas y motos rotas... (Con una ceja levantada)
E: Vale, porque no.
Antonio: Aquí tenéis. (Llegando y dejando unas cervezas y unas tapas de pescaito y
bravas) Invita la casa, que hacía mucho que no os veía, y niña, a ver si me vienes más, o
llamas a Itzy aunque sea... ¿Eh?
E: Claro, toñete. La llamaré, tranquilo. (Antonio volvió a la barra para atender a los
demás clientes del bar)
Verónica: Eres lesbiana. (Señalándola con un dedo, Maca se echó a reír mientras bajaba
la mano de su hermana)
M: Vero, que no estamos en la inquisición.
Verónica: Tú calla que tú también eres... (Le metió un pisotón)
M: A ver como esta este pescaito... (Cogiendo uno y disimulando)
E: Jaja, ¿Lesbiana? ¿Por Itziar? Es una buena amiga...
Verónica: No, no, es que... nota….
M: Ahora es cuando dice su versión del cartel invisible... (Mientras daba un trago a su
cerveza)... o del radar... depende de lo inspirada que este... (Esther sonrió)
E: No creo en lo de los radares, yo no tengo. (Con una sonrisa de oreja a oreja)
Verónica: ¿Y tienes pareja? (Mirando alternativamente a Maca y Esther)
E: Pues... no... jeje... ¿ A qué viene?...
Verónica: Maca tampoco. (Sonriendo)
Jorge: Uy, hermanita, que te están intentando liar...
M: ¡Eh! Yo si que tengo... además... (Mira a Esther) el echo de que le caigas bien a esta
te quita todos los puntos que pudieras tener.
E: ¿Tenía puntos y todo? (Riendo)
M: No he dicho si eran negativos o no... (Guiñándole un ojo y provocando las risas de
todos)
Hombre: ¡Antonio! ¡Una birra! (Una voz fuerte resonó por el bar, todos miraron)
Un tipo con unos pantalones de cuero, una barba hasta media barriga y un chaleco lleno
de chapas, andaba hacia la barra a paso lento.
Verónica: ¿Me han dicho que tienes pareja, no? (Mirando a Jorge)
Jorge: Sí, mi mujer, ahora esta en África...
Verónica: ¡Vale! ¡Vuelvo o no! (Se acercó aquel tipo)
E: ¿Qué le pasa a tu hermana?
M: Este pescaito esta buenísimo... ¿Eh? ¿A esa? Esta loca... y tiene un gusto algo...
peculiar por así decirlo.
E: Oh...
M: ¿Tu mujer esta en África?
Jorge: Sí, trabaja con una ONG, están intentando llevar agua potable a las aldeas que
hay, poner pozos para que se puedan abastecer ellos mismos, y les enseñan que pueden
cultivar y cosas así, le encanta eso.
M: Pero en eso... no le pagan ¿No?
E: Eso no se hace por dinero, se hace por solidaridad, no se piensa en el dinero.
M: Ya, ya lo sé. (Le divertía la actitud defensiva que adoptaba la enfermera a veces)
Pero no sé... ¿No tiene otro trabajo?
Jorge: No, antes trabajaba en un colegio, como profesora, pero cuando tuvo la niña lo
dejó, para estar con ella, nos costó mucho conseguirla y bueno... los dos cogimos la baja
por maternidad y paternidad, y luego ella no volvió al trabajo, ahora que la niña ya es
más grande ella ya puede hacer lo que quiere de verdad.
M: Tiene que ser duro... tan lejos...
Jorge: Bueno, si vieras su cara cuando vulva de uno de esos viajes... o su voz cuando
nos llama... da igual que este a diez mil kilómetros de aquí, por esos momentos vale la
pena. (Sonriendo dulcemente)
E: Y esa sonrisita prueba que esta hasta las trancas. (Riendo alegre)
M: Anda que... ¿Trancas?
E: Oh, claro vosotras no... (Maca sonrió con una ceja alzada) Que mala que eres.
(Dando un sorbo a su cerveza, el móvil de Maca empezó a sonar, está lo cogió y miró la
pantalla)
M: ¿Me disculpáis un momento? (Se levantó y se alejo de la mesa, hacia la puerta para
poder escuchar) ¿Dime?
Az: ¿Qué haces? (Seductora)
M: Nada importante ¿Y tú?
Az: Pensar en ti... (Maca sonrió)
M: Mhmhm... ¿Aún estás trabajando?
Az: sí.. pero... estaba pensando en escaparme... ¿Qué te parece?
M: Bueno.. es que tengo la moto en el mecánico... y tengo que esperar a que me la
arreglen y...
Az: Te paso a buscar donde estés en diez minutos, tengo ganas de estar contigo, Maca...
M: Azu... yo...
Az: Venga, Maca, nos ha costado mucho llegar aquí... anda, cariño... necesito mimitos...
M: Vale... (Sonriendo feliz) Estoy en un bar... (Maca le dio la dirección, cuando volvió a
la mesa, Vero ya estaba allí)
Verónica: Hoy todos están casados, tendré que esperar a mañana. (Feliz) ¿Quién era?
(Maca miró a su hermana y esta sacó la lengua fingiendo tener arcadas) Encantadora...
no te deja ni respirar...
M: Vero...
Verónica: Ya, ya, sí... chica buena... (Suspirando resignada) Así que... ¿Vais a trabajar
juntas, eh? (Sonriendo feliz y mirándolas a las dos) Eso es genial... ya verás, Esther,
Maca es más de lo que parece. (Guiñándole un ojo) Solo que le chutes aun poco...
tendrás que darle un empujoncito para que haga amigos. (Bromeando)
E: Bueno.. es muy amiga de Javier ¿No? (Sonriendo a la pediatra)
M: Sí, y esta también. (Dándole un golpecito en la espalda a Vero) De pequeños... ya
sabes... cosas de pijos.. (Traviesa)
E: Ya, todos os conocéis.
Verónica: ¿Y Laura y Javier? ¡Es que el tío no suelta prenda!
E: No sé, Laura esta... bueno... creo que aun le quiere...
M: Javier la quiere, eso seguro, se le cae la baba.
Verónica: Ya ves, me ha dejado la escayola toda mojada...
E: Pues Teresita cree que esta enamorado de ti... (Mirando a Vero) Y a Maca porque aun
no te ha visto, pero ya verás como te lía enseguida. (Riendo)
Verónica: Maca es le...
M: ¡Me voy! (Mirando por la puerta del bar el coche que había enfrente) Esther, Jorge,
al final me lo he pasado bien y todo... gracias por tirar mi moto al suelo. Vero, ¿Te
llevamos a algún sitio?
Verónica: yo no me subo a ese coche ni harta vino, niña. Me quedo aquí y hablo con el
mecánico, ya le diré que mañana vienes a buscarlas, si te dejan, claro.
M: Anda, tonta... (Acariciando su brazo) Nos vemos.
Salió del bar y se subió en el coche, Azu no le dio tiempo ni a cerrar la puerta cuando
arrancó, se internó rápidamente en el trafico de Madrid, llevándola a su casa, por el
camino Azu introdujo su mano derecha entre las piernas de Maca, sorprendiendo a la
pediatra.
Lunes
Teresa estaba en recepción, con un número recién comprado de una revista del corazón,
aquella mañana no habían tenido mucho movimiento, en la sala de espera solo había dos
personas y la mayoría de doctores de urgencias estaban poniendo al día el papeleo y
tomando un café. Maca estaba aparcando su nueva moto, resultó que los cambios que
había hecho era cambiar su antigua moto por la del mecánico, que era menos llamativa,
Manolo se había puesto tan contento que se ofreció a arreglarle su moto gratis siempre,
cosa que Maca rechazó, Vero fue la que se encargó de buscar la moto ya que la pediatra
había estado con Azucena todos los días, parecía que Azu había tomado una actitud más
cariñosa y la pediatra iba en una nube.
Una vez aparcó, bien arrimada a la pared y poniendo un cartel a forma de broma (por si
cierta chica pasaba por allí) se metió en el hospital, suspiró al ver a Teresita y pensó en
si no había otra recepcionista, luego recordó aquello de más vale malo conocido así que
se acercó y se apoyó en el mostrador.
M: Buenos días. (Con una de sus mejores sonrisas, Teresa alzó la vista y abrió los ojos
como platos)
T: ¡La Wilson! (Señalando con el dedo, Maca se echó a reír y bajó con su mano la de
Teresa)
M: Maca, si no te importa. (Guiñándole un ojo y dejando descolocada a la pobre mujer)
¿Podrías llamar a Aimé?
T: Uy... (Se empezó una película en su cabeza, algún rollo de parejas y cosas por el
estilo, peor la proyección se esfumó cuando apareció Javier)
J: Muy puntual en tu primer día, así me gusta, ven, que te llevo con Aimé, él te enseña
esto y luego alguien te acompañará a pediatría. (Sonriendo a su amiga) Por cierto...
¿Teresa? ¿Has avisado a la familia del de la cinco?
T: Sí, sí... (Miró a Maca) La Wilson... trabajando aquí...
M: Teresa... Si no le importa... preferiría que no dijera mucho ese apellido, suele atraer
bastantes moscardones con ansias de meter baza... y no quiero liarla en mi primer día.
(Con una gran sonrisa y mirando con dulzura a teresa)
T: Uy, claro, mujer, tú tranquila que yo me encargo de que nadie se entere. (Cayendo al
encanto de Maca) Ya verás, no vas a ver ni a uno.
M: Genial, muchas gracias, Teresa, recuérdeme que le traiga un regalo un día de estos
¿Eh? (Le guiñó un ojo y se fue con Javier)
J: Que mala eres….
M: ¿Mala? ¿Por qué?
J: Por camelarte a Teresa... ¿Te parece bonito?
M: No me la he camelado, parece buena mujer, aunque también parece muy
entrometida, y sabes que no me gusta que se metan en mi vida... además, ¿Y lo divertida
que va a estar con su papel de gorila de discoteca?
Ambos rieron y fueron a buscar a Aimé, después de media hora desistieron y como
Javier ya le había ido indicando más o menos donde estaba todo fueron a cafetería. En
una mesa estaban Dávila, Cruz, Vilches, Laura y Esther, después de coger un café, se
acercaron a ellos.
Poco después cada uno fue a trabajar un poco, Maca decidió hacerse una idea de que
casos podría tener en urgencias y pidió a Teresa algunos informes, la recepcionista se
los dio encantada, después de decirle que no había venido ningún periodista y de
intentar sacarle algo de información sobre la familia Wilson, Maca sonrió y se largó a la
sala de médicos a leer.
Esther por su parte estuvo trabajando en los turnos de la semana siguiente, de vez en
cuando Eva o Laura iban a verla y para hablar un rato, la verdad es que estaba
resultando un día muy aburrido, hasta Vilches se entretenía jugando al solitario en el
ordenador.
Después de comer pareció que la cosa se animaba, menos para Maca, que en todo el día
no había atendido a ningún niño y ya llevaba leídos un montón de informes, cuando
estaba por ir a pedirle una revista a Teresa para matar el rato su busca sonó, salió
pitando hacia rotonda.
Las tres se metieron en urgencias y Maca las acompañó hasta cortinas, en una cama
libre, Maca ayudó a subir a la niña, para que se dejara palpar la barriga Maca tuvo que
dejarle su fonendo. La pediatra tocaba el abdomen de la niña mientras le iba
preguntando si le dolía o no, Esther apareció por detrás y cogió la mano de Luz dándole
un besito. Y otro a su madre.
E: ¿Qué ha pasado?
En: La niña, que dice que le duele mucho la barriga.
Luz: ¡Me duele! (Enfadada)
En: Vale, vale, le duele.
M: ¿Ha comido mucho? (Muy seria en actitud profesional)
En: Pues... sí, la verdad es que sí, es que he hecho macarrones (A su hija) Ya sabes
como se pone con ellos.
E: A esta pitufa le encantan. (Sonriendo a la niña)
M: ¿Algo más?
En: Pues es que se ha puesto muy pesadita cuando estábamos en el parque, y le he
tenido que comprar cosas de esas, porquerías.
E: ¿Gominolas?
En: Sí, de eso.
Luz: Una bolsa así (Abriendo mucho los brazos y toda feliz ella) de grande.
E: ¡Mama! (Maca rió)
M: Bueno, pues me parece que lo que tenemos es un gran empacho por gominolas,
quizás tenga el estomago algo revuelto unos días, pero... (Miró a Esther) Bueno, si tú ya
lo debes saber ¿No?
E: Sí, sí. (Sonreía) Dieta blanda. (Le guiñó un ojo y el busca de Maca sonó, la pediatra
miró el número)
M: Bueno, Esther, te dejo con ellas, tengo otro paciente. (Feliz) Encarna, un placer. Luz,
¿A que a la próxima no comerás tantas? ¿Eh?
Luz: Buenoooooo... (Maca se acercó y le susurró)
M: Y me guardas unas poquitas ¿Eh? (La niña rió y Maca le dio un beso en la mejilla)
Nos vemos luego (Marchándose hacia rotonda)
E: Y anda que tú... mira que comprarle tantas.
En: Me puso esa carita... no pude resistirme.
E: Aish... esta niña y sus caritas... (Dándole un beso)
Maca fue donde Teresa, y le preguntó, se sorprendió cuando le dijo que no era ningún
paciente sino una mujer la que preguntaba por ella, la pediatra fue a la sala de espera y
sonrió al verla allí parada.
Maca la acompañó hasta la puerta del lavabo, se iba a quedar fuera pero Azu la cogió
del cuello de su bata y la arrastró hasta dentro, metiéndose en uno de los apartados besó
a Maca, más bien devora la boca de la pediatra, que no pudo evitar un pequeño gemido
al sentir la lengua de Azu explorando su boca, se separaron cuando no les quedaba aire.
Az: ¡Ay!
En: ¿Qué ha sido eso?
E: ¿Hay alguien? (Preguntó mirando por debajo de las puertas, vio dos pares de zapatos
femeninos y miró a su madre) Bueno... habrá sido fuera (Luz salió) Bien, pequeña, te
vas a ir con la yaya ¿Vale? Peor nada de gominolas.
En y Luz: Yaaaa….
En: ¿Y el alta?
E: Yo me encargo... largo de aquí... (Riendo)
Las dos se fueron, Esther se quedó en la puerta un momento, mirando hacía el lavabo
ocupado, preguntándose que pasaba allí, se encogió de hombros y salió a acompañar a
su madre y a su sobrina.
Maca salía del hospital, ya había terminado su primer día de trabajo, y aunque había
sido bastante aburrido estaba feliz, sus nuevos compañeros le caían muy bien, sobre
todo algunos, y habían aprovechado aquel día para conocerse mejor, incluso Teresa le
empezaba a caer bien, si ignoraba las miles de preguntas que le hacía cada vez que la
veía.
Maca arrancó mientras Esther abría la puerta de su casa, la cerró con una sonrisa tonta
en los labios y buscó a su madre y a su sobrina, las encontró en el patio de atrás, Luz
llevaba un bikini y estaba sentada en una silla, mirando como Encarna luchaba por
montar la piscina.
E: Hola, princesita. (Dándole dos besos a su sobrina) ¿Ma, que haces? (Viéndola
sostener dos palos en la mano y dándole vueltas a un papel)
En: No sé para que dan las instrucciones si no sirven de nada. (Luz y Esther
intercambiaron una mirada rieron)
E: Ma, aún es pronto para montarla.
En: Hija, llevamos una semana con una calor asfixiante ¿Cuándo es el momento?
E: Vale, vale. (Riendo) A ver... que te ayudo... (Esther tomó las instrucciones y empezó
a darle vueltas) Vale... creo.. que... (Buscaba algo por el suelo, al encontrarlo lo cogió)
esto de aquí va con esos... (Señalando los que sostenía su madre)
E: ¿Qué es eso?
Luz: Estaba en el suelo... ¿No sirve? (Encarna lo cogió y lo miró detenidamente)
En: Parece... como... no sé...
E: Es como...
En y E: ¡Un tapón! (Miraron la piscina y vieron que no se llenaba, en el lado opuesto
había un agujero por el que se escapa el agua)
Luz: Sí es que no se os puede dejar solas... (Imitando la voz de su abuela, las tres
estallaron en carcajadas)
Maca fue directa a su piso, aquella tarde no quedaría con Azu, tenía trabajo, así que
aprovechó para hacer la compra, llamó a Jero y estuvieron hablando un rato, después
empezó a prepara la cena, su hermana le había dicho que tal vez se pasaría, así que
preparó para dos. Sobre las diez de la noche Vero tocó al timbre.
Verónica: Ves... yo no diría que ese ha sido un gran día. (Cogiendo algo de comida)
M: ¿Por qué?
Verónica: Por lo que hay entre paciente y paciente.
M: Vero, por favor... no empecemos. Soy feliz con ella.
Verónica: No lo eres.
M: Lo soy.
Verónica: No, no lo eres, tú no eres... tú no eres como yo, una tapeadota profesional, a
ti te gusta tener tu plato, Y Azu es uno de esos que causan indigestión.
M: ¿Pero de qué hablas? (Riendo) Ella me quiere.
Verónica: Sí, muchísimo... quiere tu piel, tus labios, tus tetas, tu sexo... te quiere sin
duda alguna.
M: Eso no es... vale, sí, le gusta mi cuerpo, como a mí el suyo, es normal, si en una
pareja no hay eso, no es una pareja, si no te gusta acercarte a ella, no sé, no es. Pero esto
si que es, porque a parte del sexo, nos queremos, damos paseos, salimos a cenar, vemos
películas, si solo buscase sexo no haríamos eso. ¿No? (intentando convencer a su
hermana de que se querían, aunque a veces dudaba, pero Azu siempre cabía algo para
que sus dudas se esfumarán)
Verónica: Ya bueno... a no ser que lo haga para garantizar su polvo del día.
M: Vero, en serio, como vuelvas a decir algo malo de ella, voy a tener que enfadarme,
eres mi hermana, pero ella es mi pareja ¿Tanto te cuesta entenderlo?
Verónica: Vale, no quiero discutir, dejemos a esa en paz. (Recibió una mirada dura de
su hermana) No pienso decir su nombre, la comida me sentaría mal... (Sacándole la
lengua) ¿Y que tal Esther? (Sonriendo)
M: Bien, como los demás.
Verónica: Mhmhm... Como los demás... ya, ¿Habéis estado mucho rato juntas?
M: Pues, sí, algo, en la cafetería y cuando he atendido a su sobrina y eso... y luego le he
llevado a casa. (Vero sonrió de oreja a oreja)
Verónica: ¿En serio? Esta muy bien... que te lleves bien con tu compañera de trabajo y
eso.
M: Compañeras... y compañeros.
Verónica: Sí, sí, claro. ¿La has invitado mañana?
M: Sí, a ella y a su hermano, y a otra compañera de trabajo, Laura.
Verónica: ¿Laura? OH... ¿La Laura de Javier?
M: Sí...
Verónica: Parece que mañana será una noche interesante...
M: Eso parece... (Riendo)
Laura, Jorge y Esther aparecieron en el coche de la primera, una vez lo pusieron al lado
de los otros dos, se bajaron y saludaron al grupo. Maca se encargó de hacer las
presentaciones, y empezaron a andar hacia el restaurante, Jero y Javier iban delante,
contándose batallitas, Jorge y Vero detrás de ellos, y Maca, Laura y Esther más atrás.
Entraron en el local, era un restaurante de comida india, estaba decorado al estilo étnico,
las mesas eran pequeñas tablas en el suelo con cojines de colores alrededor, de fondo se
escuchaba música hindú y las luces eran velas dentro de cuencos de madera tallados con
símbolos indios, olía a incienso y las camareras iban vestidas con ropa típica de la India,
se sentaron en la mesa que habían reservado, algunos con algo más de dificultad que
otros.
Maca y Jero pidieron por todos, ya que algunos no sabían ni lo que se comía allí, al
poco rato una camarera apareció con unas jarra de ‘Nimbu pani’, mientras esperaban
que trajeran los platos iban hablando entre ellos.
Al lado de Laura, Vero le explicaba a Jorge lo que eran algunos platos y le hablaba de
un viaje que había hecho a la India.
Verónica: Pues sí, es un sitio increíble y mira... (Señaló uno de los nombres en la carta)
Esto esta riquísimo... es pollo o cordero con arroz aromatizado con naranja y
acompañado de agua de rosas... ¿A qué suena bien?
Jorge: Sí, ¿Ese lo han pedido?
Verónica: Claro, es el favorito de mi hermana.
Jorge: ¿Estuviste en los templos de los monos?
Verónica: Sí, aquello... buf, me impactó muchísimo, eran tan... como nosotras y tan...
salvajes a la vez, era como si hubiéramos sido nosotros antes o en un futuro... no sé...
pero hay cosas preciosas por allí, y cosas impactantes.
Jorge: Mi mujer estuvo hace un tiempo, con la ONG, y... llegó tocada. Es uno de los
viajes de los que menos me ha hablado.
Verónica: Bueno, ya te digo, es impactante, tanto en lo bueno como en lo malo,
depende de a que zonas vayas tienes que ir muy preparada psicológicamente.
Al otro lado, Maca miraba como Esther intentaba descifrar los nombres de los platos
que había en la carta, sonreía divertida, su hermano, a su lado la miraba a menudo,
sonriendo de vez en cuando, se acercó un momento a su oído y le susurró algo.
Trajeron los platos, colocándolos desperdigados por la mesa, como era tradición, todos
comían del mismo palto, aunque también era tradicional hacerlo con las manos y esa
práctica no la llevaron a cabo, Maca iba pinchando de aquí y de allí, Esther examinaba
cada plato, intentando distinguir algo que conociese.
J: Bueno, Vero, quieres dejar a Jorge un poquito, que tiene mujer... (Bromeando)
Verónica: Y yo estoy enamorada de otro, Sotomayor, que no soy como piensas.
J: ¿No eres increíblemente guapa? Vaya... que chasco... (Todos rieron)
Verónica: Vale, ni se te ocurra usar la excusa del alcohol, que ya sabes que esto no
tiene... (Levantando su vaso)
L: ¿No tiene? Menos mal, porque a este le sienta muy mal.
J: ¡Eh!
L: No me mires así que es verdad, anda, toma y calla. (Metiéndole un montón de arroz
en la boca y haciendo reír a todos)
M: Como sigas mirando te vas a quedar sin nada de comida.
E: Ya es que...
M: Venga. (Miró los platos) A ver que tenemos por aquí... (Pinchó con su tenedor un
poco de un palto) Esto mismo…(lo acercó a la boca de Esther que se echó para atrás y
miró el tenedor)
Terminaron de cenar entre risas y más bromas, lo estaba pasando en grande, así que
cuando llegó la hora de marcharse optaron por ir a algún sitio a bailar y tomar unas
copas, cuando estaban decidiendo a donde ir, el móvil de Maca sonó, la pediatra lo
buscó en su bolso y se alejó muy poco del grupo para hablar.
M: Hola...
Az: Hola, ¿Dónde estás? Te he ido a buscar a tu casa. (Enfadada)
M: Cariño, te dije que iba a cenar con mi hermano y unos amigos.
L: Bueno, ¿Entonces vamos a tu discoteca? (A Vero)
Verónica: Claro, allí las copas nos salen gratis. (Todos reían)
Az: Ya veo que te lo estás pasando bien.
M: Azu, te avisé, me apetecía cenar con ellos, anda, no te enfades ¿Mhm? (Melosa)
Az: No me enfado solo que... yo quería estar contigo esta noche...
M: Ya, lo sé pero de vez en cuando me gusta salir con mis hermanos.
Az: Ya, sí... pero... ¿Ya habéis terminado de cenar, no?
E: yo he estado alguna vez en esa discoteca, no esta mal. (Sonriente)
J: ¿Vais a meternos en una disco de ambiente?
L: Venga, que seguro que ligas... (Dándole un codazo gracioso y provocando más risas)
Az: ¿Qué pasa? ¿Qué no saben que estás hablando por teléfono? ¿O que?
M: Azu, no te pongas así, me lo estaba pasando bien ¿Vale? Solo eso, de vez en cuando
me va bien salir un poco, contigo apenas lo hacemos.
Az: Maca, esta semana hemos hecho un montón de cosas juntas, joder, parece que no
quieras estar conmigo.
M: Si que quiero, tonta. (Vero se acercó a su hermana)
Verónica: Maca, que vamos a ir a mi discoteca, cuelga ya, anda. (Fue a coger el
teléfono pero su hermana se apartó)
M: Azu, tengo que colgar, no te enfades, cariño, por favor. (Escuchó un suspiro al otro
lado)
Az:¿tienes que ir a esa discoteca? Ya habéis cenado... porque no te pasa por mi casa... y
ya sabes. (Sensual)
M: Azu, me apetece mucho, anda...
Az: Bueno, esta bien, ve a la discotequita de tu hermanita. (Colgando el teléfono)
Verónica: ¿Algo mal? (Mirando el rostro triste de su hermana)
M: Se ha enfadado...
Verónica: Pues ya tiene dos problemas. (Acariciando el brazo de Maca) Anda, que
hasta hace nada te lo estabas pasando genial, y aún queda mucha noche ¿Eh?
M: Sí, pero.. no sé... tal vez debería ir a hablar con ella...
Verónica: Maca, no. (Mirándola seria) No va a pasar nada porque no os veías una
noche. Y tú has invitado a todos estos ¿Los vas a dejar tirados? ¿Eh?
M: No, pero...
Verónica: Nada, nada. (Dándole palmaditas a la espalda) Las niñas malas se quedan
aquí, y tú eres la más mala, así que aquí a pringar, además, a mi no me dejas con todos
estos ni de coña. (Riendo)
M: Vale, pero un rato y voy a verla ¿eh?
Verónica: Sí, sí, un rato.
L: Bueno ¿Vamos?
Je: Eso hermanita ¿Ya? ¿Has terminado de fichar?
M: Graciosito. (Sacándole la lengua) Vamos, anda.
Verónica: Vale, yo voy con Javi y Jero, que estos se nos escapan. (Riendo mientras iba
hasta el todoterreno) Laura, vente y luego pasamos a por tu coche ¿No? (Sonriendo y
cogiendo de un brazo a Javier y de otro a Laura) Venga, pareja, Jero.. Jorge... más
rápido los he visto.
Jorge: ¿Y mi hermana?
Verónica: Bueno... en este ya no cabemos... pero (Su mirada se iluminó divertida)
Seguro que a Esther le apetece subirse a mi deportivo con Maca ¿Eh?
E: Yo, bueno... esto...
M: Conduzco ese trasto mejor que la moto... (Sonriendo a la enfermera)
Verónica: Venga, nos vemos allí. (Haciendo subir a todos y guiñándole un ojo a su
hermana que negó con la cabeza)
M: Anda, sube. (Abriéndole la puerta y esperando que subiera para cerrar, dio la vuelta
y subió al lado del conductor, metió las llaves con el llavero de un conejo rosa gigante y
puso en marcha el contacto)
Verónica: Anda, Javier, que vamos a tomar un atajo, gira a la izquierda.
J: Espera a Maca ¿No?
Verónica: Ella ya sabe donde ir. Gira, anda... (Con carita de niña buena)
Maca perdió de vista el todo-terreno, siguió por el camino que ella conocía, que se
tardaba como unos veinte minutos más, algo que su hermanita sabía muy bien.
M: Buff... esto esta lleno. (Gritando al oído de Esther para que la escuchase)
E: ¿Cómo los vamos a encontrar?
M: ¡Ni idea! Pero... venga.. (Cogió la mano de Esther para que no se perdiera y empezó
a hacerse hueco hasta la barra, Esther apretaba la mano de Maca y por un segundo sintió
algo dentro que la hizo estremecerse, negó con la cabeza y se detuvo al llegar a la barra)
¿Qué vas a tomar?
E: Un caipirinha. (Una camarera se acercó y saludó a Maca efusivamente, estaba claro
que se conocían, Maca le pidió dos caipirinhas y la camarera los sirvió en un momento)
M: Ten... (Acercándole su copa) Esto... ¿Esta bueno?
E: Jaja, ¿no sabes lo que es?
M: Bueno, en el restaurante he elegido yo, aquí... tú. (Mirándola a escasos centímetros
de ella, estaban muy apretadas por la cantidad de gente)
E: Mhmhm.. va bien saberlo... (Mordiéndose el labio antes de darle un sorbo a su copa)
Estuvieron un rato mirando como la gente bailaba, desistieron de hablar porque era
prácticamente imposible hacerlo, no había ni rastro de los otros, seguramente porque no
estaba allí, Vero les había dicho que primero iban a la de al lado, que era de unos amigos
y luego a aquella. Nadie tuvo ninguna objeción, sobre todo porque les dijo que Maca ya
lo sabía, que era lo que hacían siempre.
Maca terminó su copa e iba a pedir otra cuando la mano de Esther la detuvo, miró a la
enfermera que se acercó a su oído.
Verónica: Pues no lo entiendo, porque Maca ya sabe que siempre vamos primero a la
otra... se habrá olvidado...
J: Venga, que no pasa nada, vamos a buscarlas. (Fueron a la barra, el único sitio donde
había un poco de hueco, casi todo el mundo había ido a bailar a la pista, donde Maca y
Esther se miraban sin saber muy bien que hacer)
La multitud las apretaba la una contra la otra, se separaban cuando había hueco, pero
irremediablemente sus cuerpos volvían a unirse, Esther cogió la mano de Maca y la
colocó en su cintura, pasando su otro brazo por la espalda de la pediatra, Maca sonrió
brevemente y colocó su otra mano en la espalda de Esther, abrazándola con cuidado y
sin acercarse demasiado, pero sin poder evitar que siguieron chocando de vez en
cuando.
Luego a solas,
sin nada que perder
tras las manos
va el resto de la piel
Esther apretó a Maca contra sí, estaba harta de recibir tantos codazos así que buscó
refugio en la pediatra, apoyando su cabeza sobre el hombro de esta.
Vero se subió a uno de los taburetes para tratar de verlas, las localizó enseguida,
bailando abrazadas en medio de la pista, aunque siguió haciendo que las buscaba,
mientras los demás le iban preguntando si las veía o no.
Una chica dio sin querer un empujón a Maca, que como reacción se apartó un poco
abrazando a Esther contar ella, para ocupar el menos espacio posible, Esther sonreía y
acariciaba el otro hombro de Maca con su mano.
Vero bajó del taburete ayudada por su hermano y Jorge, Laura estaba con Javier
pidiendo algo para tomar.
Verónica: Que va, a lo mejor están en el baño, ya las encontraremos. ¿Tomamos algo?
(Sonriendo de oreja a oreja y pasando entre los dos para apoyarse en la barra, Jorge se
puso a su lado pero Jero se quedó mirando a su hermana pequeña sonriente)
La canción terminó justo cuando Laura se abría paso con Javier para bailar, Vero los
había intentado retener, pero la pareja iba bastante contentilla, se encontraron con Esther
y Maca, cuando se separaban para mirarse un segundo, empezó a sonar una música más
animada, Laura llamó al resto y como pudieron se hicieron hueco para estar todos
juntos.
Jorge fue a coger a su hermana para bailar con ella, pero Vero se puso en medio y
cogiendole de las manos empezó a bailar animadamente con él, miró a Maca que solo le
sonrió poniendo los ojos en blanco.
Jero se acercó a Esther y empezó a bailar con ella, mientras Laura y Javi se
contorneaban juntos alejándose del grupo.
La pediatra estaba en la barra, la camarera dejó las dos copas delante suyo y cogió una
con cada mano, notó como una mano le tapaba los ojos y sonrió dulcemente.
M: No hacia falta que vinieras a por tu copa, no me la iba a beber por el camino.
(Riendo)
Az: Aún no te he pedido ninguna copa... (En un susurro sensual a su oído, mientras
lamía el lóbulo de su oreja, la pediatra se dio la vuelta de golpe)
M: ¿Azu? ¿Qué haces aquí, creía que...
Az: No soporto enfadarme contigo... (Acariciando con una mano el escote de Maca)
¿Me perdonas?
M: Cla... claro... (Cuando Azu la besaba) Pero... mis hermanos están aquí...
Az: Vale.. que estén... no he venido por ellos... (Besándola de nuevo)
M: Espera... llevo esto y vuelo ¿Ok?
Az: Te espero en el baño... (Acariciando el cuello de Maca mientras se iba)
La pediatra fue con los demás y le dio la copa a Esther, pero cuando se iba a marchar de
nuevo Vero la detuvo y empezó a bailar con ella, todos empezaron a seguir los pasos de
Maca y Vero, imitándose y riendo, Esther se puso al lado de Maca y empezaban a hacer
las payasas juntas, Maca olvidó que Azu estaba en el servicio.
Aunque Azu tampoco es que pensará mucho en ella, se había encontrado con una “vieja
conocida” con la que estaban “poniéndose al día” en uno de los privados, así se
entretenía mientras Maca volvía. La pediatra seguía en la pista cuando se acordó de
Azu.
Verónica: Esa esta aquí ¿Verdad? (Esther miró a Vero al igual que Maca, mientras
empezaba a sonar otra canción lenta)
M: Esto...
Verónica: Déjalo. (Empezando a bailar con Jorge, esperaba que su “enfado” hiciera que
Maca no se moviera de allí)
E: Anda, baila conmigo una canción más... y luego te dejo ir ¿Eh? (Con cara de ángel,
la pediatra no pudo resistirse y abrazó a Esther empezando a balancear sus cuerpos al
ritmo de la música)
Las horas pasaban.. Maca no había vuelto a pensar en Azu, Azu hacía un rato que se
había ido a ver la decoración del piso de su “vieja conocida” y los demás estaban ya
agotados. Salieron del local y fueron a los coches, Maca acercaría a Jorge y Esther a
casa, Laura se iba con Javier a buscar su coche, Vero vivía allí cerca y Jero no muy
lejos, aunque Maca lo acompañó un momento a casa.
En media hora estaban delante de la casa de Encarna, Jorge se despidió de las chicas y
desapareció por la puerta, se estaba meando encima, Esther y Maca se reían de él, se
bajaron del coche y Maca acompañó a Esther a la puerta.
E: No hace falta...
M: ¿Y si te pasa algo por el camino? (Fingiendo seriedad)
E: Ya claro.. ¿En dos metros de camino? (Riendo con ella)
M: Vale, vale... Anda, entra ya.
E: Sí. (Esther miró a Maca y volvió a sentir algo, la pediatra empezaba a gustarle, y no
solo como amiga, pero no quería que le gustase, no cuando le habían dicho que Maca
estaba cegada por aquella mujer, suspiró)
M: ¿Pasa algo? (Al oír su suspiro)
E: Nada... solo que... me lo he pasado muy bien esta noche.
M: Y yo. Y tú tienes mucha culpa en eso. (Sonriendo feliz)
E: Lo siento... (Bromeando)
M: Tengo que ir a casa... mañana entro a las doce...
E: Pobre, que poco vas a dormir.
M: Estoy acostumbrada. (Esther se puso algo triste con aquel comentario pero
enseguida sonrió, estaba exagerando las cosas, no le podía gustar aquella mujer)
E: Bueno... voy a entrar.
M: Sí... (Pero ninguno de los dos cuerpos parecía querer moverse de allí, Maca pensó
en irse, moverse, hacer algo, pero nada, su cuerpo pasaba completamente de sus
ordenes)
E: Buenas noches...
M: Sí, buenas noches... ¿Nos vemos mañana?
E: Claro... compartiremos resaca en cafetería con Laura y Javier. (Riendo)
M: Sí... Me voy ya. (Asintiendo como si así se fuera a mover)
E: Vale... buenas noches...
M: Eso ya lo has dicho (Riendo)
E: Anda, lárgate. (Empujándola suavemente) ¡Hasta mañana! (Cerrando la puerta y
dejándose caer al suelo, sentada) Mierda...
La pediatra llevaba ya tres horas de trabajo y estaba como si llevara todo un día, la
noche anterior la había dejado físicamente agotada. Y parecía que los niños de todo
Madrid habían decidido que aquel era un buen día para ponerse malos. Cuando parecía
que podría relajarse un poco su busca empezó a sonar, fue a rotonda a ver que pasaba.
T: Maca, tienes ahí a un paciente... (Teresa llevaba examinado a Laura y a Maca desde
que habían llegado, y es que las dos estaban igual de cansadas, Javier tenía guardia más
tarde y Esther debía estar a punto de llegar)
M: Vale, ¿Me das el historial?
T: Sí, claro... toma... (Buscándolo y dándoselo) Así que anoche os lo pasasteis bien
¿Eh? (La pediatra sonrió, le guiñó un ojo y fue a buscar a su paciente) Esta pija... no
suelta prenda... con lo encantadora que estaba...
Maca llevó al niño a una de las salas, llamó a Teresa para que le mandara una
enfermera, pero le dijo que no había ninguna disponible, que en cuanto la hubiera se la
mandaba.
M: Bueno, ahora vendrá una enfermera para sacarle sangre y hacerle unos análisis,
parece que algo le ha sentado mal. ¿Ha comido algo especial?
Madre: No, no, bueno... ha estado con su padre, estamos divorciados, pero el niño tiene
una dieta estricta. No se la ha saltado.
M: ¿Esta segura?
Madre: Sí, vamos.. lo mato. (Riendo)
M: Bueno... ¿Podría llamarle y preguntarle por si acaso?
Madre: Sí, ahora mismo. (Se dirigió al niño) Cariño, te dejo con la doctora, mama va a
llamar a papa. ¿Vale?
Niño: Sí... (La madre salió con el móvil al pasillo)
M: Muy bien... ¿Quieres que te traiga un juego mientras? (Acariciando la cabeza del
pequeño)
Niño: Sí. (Sonriendo de oreja a oreja)
M: Vale, no te muevas de aquí, eh.
Niño: No puedo. (Riendo)
M: Eso espero, que como vuelva y no te encuentre...
Niño: no me muevo... lo prometo.
M: Vale, ahora vuelvo.
La pediatra salió a buscar un juego para el pequeño. Mientras tanto, Esther llegaba a su
turno.
Maca fue a tumbarse en el sofá de la sala de médicos cuando su móvil empezó a sonar,
lo cogió abatida y miró la pantalla, pulsó el botón verde y lo acercó a su oreja.
M: ¿Qué quieres?
Verónica: Que mal te sienta salir...
M: Venga, Vero, que no estoy yo...
Verónica: Ya, ya, o sea que lo de salir esta noche ¿Nada, no?
M: ¿Otra vez? Que va, yo no aguanto... te recuerdo que trabajo... ¿Qué tal el fin de
semana?
Verónica: Claro... pero dile a Laura, Javi, Esther y Jorge ¿Eh?
M: Sí, ya se lo diré. Oye... ¿Vendrás a cenar esta noche?
Verónica: No, he quedado...
M: Uy... ¿Con quien?
Verónica: Con el cabezudo amarillo (Riendo) Me a dado entradas para la Warner...
otros regalan flores... (Maca rió)
M: mira, más práctico es...
Verónica: Sí, sí... ¿Sabes algo de Laura y Javier?
M: Laura anda por aquí y Javier entra más tarde ¿Por?
Verónica: Por nada...
M: Uy, ¿Qué estás maquinando ya?
Verónica: ¿Yo? (Intentando sonar inocente sin conseguirlo) Yo no maquino, hermanita,
si un caso... doy empujoncitos. ¿Qué tal Esther?
M: Vero... que se te ve el plumero...
Verónica: No me negarás que es buena chica...
M: Lo es, pero te recuerdo que tengo pareja... o eso creo...
Verónica: ¿Eso crees? (ilusionada) ¿Sigue enfadada? (Empezando a dar saltitos de
alegría)
M: Sí, no sé, apareció ayer, pero como no me dejabais irme la deje tirada... bueno, no
me dejabais y me olvidé un poco, sería el alcohol...
Verónica: Sí, claro, el alcohol... (Riendo)
M: Vale, deja de hacer eso.
Verónica: ¿Eso que?
M: Estas dando saltitos... (Sonriendo)
Verónica: Noooo... (Dejando de hacerlo) Eso es muy infantil, y yo soy una adulta.
¡Dale recuerdos a Esther! (Colgando entre risas)
M: Será...
Al acabar el turno se fue directa a casa de Azu, quería hablar con ella, no la había visto
en todo el día ni había hablado con ella. Dejó la moto en el portal y tocó al timbre,
esperó unos minutos sin obtener respuesta, cuando ya se marchaba escuchó su voz.
M: ¿Azu?
Az: ¡En el baño! (Se escuchaba un secador de pelo, Maca fue hasta allí y se la encontró
desnuda, secándose el pelo, se apoyó en la puerta y contempló su cuerpo) ¿Vas a
quedarte ahí?
M: No, claro. (Se acercó por detrás y la abrazó, besando su hombro y mirándola través
del espejo y sonriendo al ver que no estaba enfadada) Siento lo de anoche.
Az: Yo también, pero es que me llamó mi madre, que se encontraba mal. Lo siento,
cariño. ¿Estuviste mucho buscándome? (Maca frunció el ceño)
M: ¿te fuiste?
Az: Sí... (Miró a Maca) ¿No es eso lo que sientes?
M: Sí, bueno.. es que no pude ir a buscarte, me entretuvieron.
Az: Oh, vaya, muy bonito... anda que si llego a estar allí, esperando como una tonta.
(Haciéndose la enfadada)
M: Pero te fuiste... (Mirándola con cariño) Así que... (Le sacó la lengua)
Az: Eso, busca excusas... no te van a servir
M: ¿Ah, no?
Az: no... vas a tener que compensarme... (Girándose y agarrando el cuello de la
pediatra) Toda la noche... (En un susurro sensual)
M: Estoy agotada...
Az: Yo no... además... la semana que viene me voy de viaje...
M: ¿Y eso?
Az: el trabajo... ya sabes... salgo el domingo por la mañana...
M: Vaya.. ¿Una semana entera?
Az: Sí, pero tranquila, que enseguida que vuelva voy a buscarte ¿Mhm?
M: Más te vale, cariño.
Esther llegaba a casa agotada, abrió la puerta y entró, se encontró a su madre riendo en
el pasillo, mirando hacia el comedor, se acercó y echó un vistazo, Jorge, la niña y su
cuñada estaban allí.
Esther empezó a pensar en lo que le había dicho su hermano, en lo que le dijo Jero, en
lo que sabía de Maca, en todo y en nada, porque cada vez que intentaba concentrarse en
una frase o algo, la mirada de Maca aparecía en su mente, Esther se maldijo, dejó la
bandeja a un lado y se fue a dormir. Mañana sería otro día.
Los días pasaron, la relación entre Maca y sus compañeros se iba estrechando,
sobretodo con Laura y Esther, con las que pasaba mucho tiempo a la hora del café,
compartiendo risas, bromas y confidencias, a Maca le encantaba que Laura y Javi
hubiesen vuelto, se lo merecían.
Esther empezaba a no poder ocultarse lo obvio, por mucho que insistiera una y otra vez,
que se lo negará a si misma e intentase no darle importancia, lo cierto era que aquel
pequeño sentimiento, aquella sensación cuando la pediatra se acercaba a ella, o cuando
la miraba como si fuese lo único que había, lo cierto era que cada día crecía más, y por
entonces, ya estaba segura que aquello no era precisamente nada, que empezaba a ser
algo.
Su vuelo estaba apunto de salir, la pediatra estaba sentada en una silla, con Azu a su
lado.
J: No, si al final Maca llega a tiempo. Por cierto... ¿Qué tenía que hacer?
Verónica: La tonta, eso es lo que hace. Y la ciega, eso también se le da bien.
Je: Vero, anda, no seas tan dura con ella, esta ciega, pero no es culpa suya.
Verónica: Si que lo es el no abrir los ojos.
Je: Sabes... ella sola creo que no va a poder, para mí que o lo tiene que ver con sus
propios ojos, ver a la Azu que nosotros vemos, o olvidarse de ella por otra persona.
(Mirando de reojo a Esther que estaba intentando calamar a Luz, la pobre se moría por
entrar en el parque)
E: Cariño... en cuanto vengan los demás entramos, de verdad. ¿Y vosotros? (Mirando a
los padres de la niña) ¿Podíais hacer algo, no?
Jorge: ¿El que? Si a ti se te da muy bien la niña. (Sonriendo y besando a Susana, desde
que había vuelto del viaje no paraban de besarse, aunque, solo cuando había alguien que
estuviese con la niña, sino, jugaban y reían con ella, esperando a que llegara la noche)
Mientras se peleaban sobre a donde ir primero, Maca llegó al parking del parque, llamó
a su hermana que le dijo que seguían en la entrada, Maca corrió hacia allí y entró
sonriente, Javier y Jero estaban intentando convencerles de ir a lo de los superhéroes,
Susana, Laura y Jorge querían ir a Hollywood, Esther, la niña y Vero (por ver a su
piolín) querían ir a los cartoons, así que en general, no estaba de acuerdo.
Luz no soltaba la mano de Esther, ambas iban con una sonrisa de oreja a oreja cuando
distinguieron la entrada a la zona de los dibujos (no he estado en warner bros, así que la
mitad o más me lo voy a inventar ¿Vale? Jeje), atravesaron una gran puerta que daba a
una ciudad llena de pequeñas casas con formas típicas de dibujos, había una plaza con
una estatua en el centro de los Looney Toones, Esther y Luz echaron a correr hacia allí
como dos niñas, una lo era, y empezaron a dar vueltas alrededor.
Maca se acercó a Esther y a Luz, la pequeña estaba delante de su tía que la abrazaba por
detrás, Maca sonrió y se puso detrás de la enfermera, agachándose un poco y quedando
su cabeza encima de la de Esther, sonrieron ampliamente y Vero sacó un par de fotos.
E: ¡Vamos a ver la casa de Bugs! (Dando un saltito y haciendo reír a Maca y Vero)
¿Qué?
M: Que pareces más pequeña que Luz. (Sin dejar de reír)
E: Tonta. (Sacándole la lengua y echando a correr)
M: ¿Me ha…? ¿Me ha llamado tonta? (A la pequeña)
Luz: Sip, quiere que la pilles. (Señalando a Esther que hacía burlas a Maca a lo lejos)
M: Será...
Echó a correr hacia dónde la enfermera, que enseguida se alejó de ella, reían y jugaban,
Vero y Luz se unieron a ellas, las tres perseguían a Esther, en uno de los giros que
hacían a la estatua Maca se puso a la altura de Esther, pasó rápidamente sus brazos por
la cintura de Esther, abrazándola por la espalda y estrechándola contra ella con fuerza
para que no se escapará, Luz fue a saltar sobre ellas, pero una Vero sonriente la atrapó
en el aire y le dijo ¡La llevas! Echando a correr en dirección contraria.
Esther miró a Maca mientras la niña tiraba de ella, Maca la miraba medio atontada aún,
la cercanía de Esther, aquella sensación, no la conocía, pero era algo que le gustaba... no
haberla sentido nunca.
Verónica: A esta niña le voy a tener que sobornar para que deje a su tía... (Murmuarndo
y acercándose a su hermana) ¿Vamos?
M: ¿Eh?
Verónica: Hermanita... diría que estas babeando... (Riéndose y empezando a andar
hacia la casa de Bugs)
M: Nooo... (Empezando a seguir a su hermana)
Después de tirar mil fotos a todo lo que se movía (y lo que no se movía) decidieron
subirse a algunas atracciones, la niña estaba loca por montarse en el Carrusel, así que
fueron allí, Luz se subió en bugs bunny, Vero en piolin a su lado, detrás de ellas iban
Maca en silvestre y Esther en porki.
Esther miró al vigilante del Carrusel, miró a Maca, sin pensarlo dos veces saltó al suelo,
y rápidamente sobre el muñeco de Maca, poniéndose delante suyo, de cara a ella.
Después de eso, Vero las llevó a conocer a Piolin, que estaba parado delante de los
rápidos, en un descanso, Vero sacaba fotos a Luz con la cámara, mientras el pobre chico
que iba dentro aguantaba como podía los achuchones de la pequeña. Maca se apoyó en
una baranda mirando los rápidos.
E: ¿Te apetece?
M: Sí. Hace mucho calor...
E: ¡Luz! ¿Vamos a las barquitas? (La niña se acercó sin soltar al pobre chico y miró
hacia los rápidos, abrió los ojos como platos y se aferró al traje amarillo)
Luz: ¡No son barquitas! ¡No tienen nada de barquitas! (Asustada, su tía la abrazó con
fuerza y le susurraba que no pasaba nada, que no subían) Tú si quieres... pero yo me
quedo con Piolin.
Verónica: Id vosotras, nosotras nos quedamos con él. (Señalando al muñeco)
M: ¡Venga, Esther, una carrera! (Echando a correr)
Después de un buen rato de cola, peleándose como dos niñas, les llegó el turno,
subieron con un montón de guiris en una de las barcas, sentándose al lado, Esther aferró
la mano de Maca.
M: No me digas que te da miedo... (Con una media sonrisa coqueta en los labios)
E: Noo... (Mirando el agua y la velocidad que llevaba) Que va... (Soltaron la barca que
se precipitó por le canal) Ay, madre... (Maca rió y pasó uno de sus brazos por detrás de
ella, abrazándola)
M: Solo son barquitas. (Bromeando)
De los lados empezaban a salir chorros de agua, que empapaban a todas las barcas,
Maca y Esther debían ser las únicas que no llevaban chubasquero, así que se pusieron
chorreando, cuando bajaron al llegar al final se miraron y estallaron en carcajadas. Las
dos iban mojadas de pies a cabeza.
M: ¡Estás empapada!
E: ¡Pues anda que tú!
Se miraron de arriba abajo y una vez más, y las miradas de ambas se pararon en el
mismo sitio, las camisetas estaban chorreando y transparentaban los pechos de las dos,
Esther se mordió el labio y Maca suspiró, pero ambas estaban tan distraídas que no se
dieron cuenta de la mirada de la otra.
Verónica: ¡Ostras! Si mañana por la tarde no puedo ir. (Maca la miró de reojo) Es que
había quedado con Syl y Mar. Lo siento, bueno... pasadlo bien (Sonriendo feliz)
M: Tienes un morro...
Verónica: Yoooo noooo…. (Poniendo cara de angelito) ¿Pero a que te lo has pasado
genial con ella?
M: Sí, pero.. ¡Azu! ¡No la he llamado para saber si ya había llegado! (Frunció el ceño y
se le escapó un pensamiento en un susurro) Ni me he acordado de ella... (Su hermana
sonrió a la noche de Madrid)
Luz: No tengo sueño, tita... (Esther estaba metiendo en su cama a Luz, Jorge y Susana
necesitaban una noche para ellos)
E: Pero tienes que dormir... porque sino mañana estaremos cansadas y no podremos ir a
las barquitas... (Tumbándose a su lado)
L: Vale... (Lo cierto es que se le cerraban los ojillos) ¿Esther?
E: Dime... (Medio adormilada)
L: Me cae bien Vero. Y Maca también.
E: Y a mí... (Las dos se quedaron dormidas)
Maca se despertó tarde, pero muy descansada, fue a prepararse el desayuno y recordó
los momentos que había pasado el día anterior, una sonrisa apareció en su rostro. Pensó
en que apenas faltaban unas horas para ir a buscar a Esther y a la niña y volvió a notar
aquella desconocida sensación dentro de ella, confusa y alegre a la vez. Suspiró y puso
en marcha la cafetera, salió a la terraza con su taza y se sentó en una de las sillas,
contemplando la ciudad.
Por su parte, Esther roncaba a pierna suelta en su cama, Luz correteaba por la habitación
con una muñeca, saltó sobre la cama y despertó a su tía, que bostezó y se dio la vuelta,
sonriendo a la niña.
E: Buenos días...
Luz: ¡Vamos a comer!
E: ¿A comer?
Luz: ¡Sí! ¡Ya es la hora! (Tirando con fuerza de la mano de Esther para sacarla de la
cama)
E: No... cinco minutitos más...
A las cinco de la tarde, Maca tocaba al timbre de la casa de Esther, a pesar que su
hermana había quedado con dos amigas, Vero había tenido el detalle de dejar su coche
aparcado delante de la puerta de Maca y las llaves en su buzón. La puerta se abrió y Luz
saltó sobre ella.
Luz: ¡Hola! ¡Vamos! (Bajando y dando saltitos alrededor de Maca que la miraba
divertida)
E: ¿Y tu hermana? (Apoyada en el marco de la puerta con unos jeans ajustados y una
camiseta de tirantes roja, Maca babeó por dentro)
M: Tenía otros planes... pero... ¡Mira! ¡Nos ha dejado el coche! (Sonriendo)
Luz: ¡Ala! ¡Que chulo (Corriendo hacia él)
M: Tu sobrina es hiperactiva...
E: Solo hoy, a las seis cae rendida... (Riendo y subiendo al coche con Maca)
Llegaron al retiro y alquilaron una de las barcas, Maca iba remando, de cara a ella,
Esther estaba sentada con Luz entre sus piernas, abrazándola con un brazo y señalando
con otro el agua.
Tal como había dicho Esther, la niña cayó dormida a las seis, algo más pronto por el
balanceó de la barca, Maca se detuvo en medio del lago y Esther se acercó a ella,
sentándose entre sus piernas y dejando que la niña se pudiese tumbar.
Una suave brisa recorría la superficie del lago, Maca abrazaba a Esther, que apoyaba la
cabeza en el pecho de la pediatra, sus manos jugaban por las rodillas de la pediatra.
Permanecieron unos minutos más, hasta que la niña empezó a despertarse, Esther se
puso al lado de la niña, alejándose de Maca y la abrazó con ternura.
Esther estaba haciendo unas curas a un paciente en cortinas, llevaba todo el día
canturreando por el hospital, se había despertado contenta aquella mañana, tal vez
porque su sobrina no la había despertado saltando en su cama o por otros motivos muy
diferentes. Javier pasó por la cortina y se fijó en la pediatra, que tarareaba una canción y
la bailaba un poco mientras curaba una herida en la cabeza de un hombre.
La pediatra se cruzaba con él, al verle mirando hacia cortinas con una sonrisa tonta se
acercó a él, preparada para gastarle una broma, estaba segura que miraba a Laura,
cuando estuvo a su altura miró un momento hacia la cortina y sus ojos se encontraron
con la enfermera, que estaba de espaldas a ella, trasteando con el material de curas y
bailando.
E: Hola, Maca. (Sonriendo y marchándose bailando, los dos la siguieron con su vista)
M: Hola... ¿Por qué esta así de radiante? (Javier rió y miró a la pediatra)
J: Así que... ¿Radiante?
M: Quiero decir... que se la ve... no sé... feliz, eso, feliz. (Se quedaron mirándose unos
segundos y estallaron en carcajadas)
J: Voy a seguir investigando, nos vemos luego.
M: Vale... (La pediatra sonrió y se fue hacia pediatría a hacer la ronda)
Mientras tanto, Laura atendía a Vero, que acababa de llegar hacía unos minutos, se
quejaba de que le picaba el brazo, Laura examinó la escayola y se dio cuenta que la
pequeña de los Wilson era una quejica de cuidado
Verónica: Cuidado mujer, que me lo vas a volver a romper. Que digo yo…que esto ya
me lo puedes ir quitando, ¿No? Porque no me duele... pero como pica, y ¿no puedo
meterme algo para rascarme? Joder…. Pica, pica, pica. (Frotando la escayola contra la
camilla como si así fuera a pasársele, Javier pasó en aquel momento)
J: ¿Sacándole brillo? (Riendo)
Verónica: tu novia no me quiere quitar esto.
L: Aún no lo tiene curado... (Mirando a Javier y poniendo los ojos en blanco) Aunque si
así va a dejar de quejarse...
Verónica:¡Eh! ¡Yo no me quejo! (La pareja se echo a reír)
J: Sí, ya. Oye, Laura ¿Tu sabes que le pasa a Esther?
L: Pues... no...
Verónica: ¿Qué le pasa? (Preocupada)
J: Pues que lleva un día rarito... canta... baila... no deja de sonreír... para mi que se ha
echado novia.
Verónica: ¿En serio? (Sonando a yo sé algo que no sabéis y sonriendo de oreja a oreja)
L: Uy, uy…. La peque sabe algo...
Verónica: Que una chica de mi edad me llame peque... me traumatiza. (Haciéndole
burla) Y no sé nada... aún... (Sonriendo traviesa) Bueno, ya no me pica, voy a ver si le
doy la tabarra a mi hermana. (Levantándose de la camilla con un salto y marchándose)
Verónica: ¿Seguro que no me lo puedes quitar ya? (Mirando a Laura que se echó a reír)
L: Noooo... a no ser que quieras tener el brazo en forma de ese... tú misma...
Verónica: No, gracias. Bueno... ¿Qué hacéis esta noche?
Cuando Maca terminó de hacer la ronda se fue a cafetería, allí se encontró con Esther en
una mesa, hablando con Eva, la chica del Samur, cogió un zumo y se acercó a ellas justo
cuando el busca de Eva sonaba, se despidió rápidamente y desapareció, Maca se sentó
en el sitio que había dejado, enfrente de la enfermera.
M: ¿Qué tal?
E: Muy bien. (Con una sonrisa de anuncio) ¿Y tú?
M: Bien, ya he hecho la ronda... dos veces. (Riendo) Estoy muerta de aburrimiento.
E: En la sala de enfermeras están echando una partida a las cartas... si te apetece.
M: buf…no. Se me da fatal.
E: Bueno. (No había dejado de sonreír en ningún momento)
M: ¿Qué te pasa hoy? (Contenta por ella)
E: Nada.
M: Venga ya... estás en los mundos de yupi. Sonriendo sin parar.
E: ¿No te gusta? (Dejándolo de hacer breves segundos)
M: Sí. Me encanta. Solo quería ver si me contabas el motivo... pero veo que no cuela.
¿Eh? (Devolviéndole la sonrisa, Laura y Javier entraron y se sentaron con ellas)
J: Tu hermana es una lianta...
M: Ya... ¿Qué ha hecho esta vez? ¿no le habréis quitado la escayola?
L: No, no, y no será porque no ha insistido. (Maca sonrió, su hermana era muy mala
enferma)
J: Es que esta noche íbamos a cenar tranquilamente en casa Laura y yo... y aún no se
como lo ha hecho pero ha conseguido que hagamos una barbacoa, por cierto, estáis
invitadas, y tu hermana también ya le he llamado (a Maca) Y al tuyo díselo, que se
traiga a Susana (Esther asintió)
M: Que si queréis cenar solos... yo hablo con ella... (Esther la miró de reojo)
L: Que va, no, si es genial. Pero anda que ha dicho de hacerla en su casa…. No... en la
de Javier, tiene tela.
M: Es más grande... y tiene piscina. (Sonriendo)
L: Si, no, eso es verdad.
J: Bueno, entonces esta noche a las diez, nada de llegar tarde. Los Wilson traen la
bebida.
M: Que morro.
J: Encima. (Riendo)
M: Vale, va, seguro que mi hermano tiene algún vinito en su casa. Ahora le digo.
J: Bueno, cuéntalo ¿No? (A Esther que puso los ojos en blanco)
E: Mira que estás pesado ¿Eh?
J: Hasta que no me digas porque tienes esa sonrisita en la cara... no voy a parar.
E: Vale, me rindo. A veces... (Se agachó como si fuere a contarles un secreto) Me da por
ser feliz... (Maca y Laura rieron mientras Javier la mandaba bien lejos en broma)
A las diez pasadas, Jorge, Susana y Esther tocaban al timbre de Javier, Laura abrió la
puerta con una copa de vino en la mano y sonriéndoles les invitó a pasar, les guió a
través del pasillo, hasta el comedor y luego al patio, la casa tenía un gran jardín en la
parte de atrás, había una mesa y unos bancos de madera a la izquierda, en uno de ellos
estaba Vero, con la copa en la mano y mirando hacia el fondo del jardín, había una
piscina y algunos árboles y un sendero de piedra que daba la vuelta a todo él, en el lado
más alejado se distinguía la figura de Maca, con el móvil en la mano, Esther pensó que
estaría hablando con Azucena y sintió como su corazón se encogía un instante.
Maca se guardó el móvil en el bolsillo del pirata y se acercó al resto, Esther, Jorge y
Susana charlaban con su hermana en la mesa, Laura estaba riéndose de los chicos
porque no podían encender la barbacoa, la pediatra saludó a la mesa con una sonrisa y
se acercó a Laura.
M: ¿Qué hacen? (Mirando como Javier no dejaba de tirar carbón, mientras su hermano
hacia viento con las manos)
L: Obligarnos a llamar a una pizzería. (Javier le echó una mirada fulminante y Maca se
echó a reír)
M: Anda, vámonos de aquí antes que nos utilicen para encender el fuego. (Sonriendo y
agarrándose del brazo de Laura, se sentaron en la mesa, Vero se levantó muy atenta ella
para dejar hueco a Maca, justo al lado de Esther, su hermanita fue a reírse un rato de
Jero)
Salieron los tres con las bandejas y las pusieron al lado de la barbacoa, Esther fue a
sentarse con Laura y Susana y Maca se quedo con sus hermanos y Javier.
Mientras Jero y Javier se peleaban por hacer la carne, los demás decidieron darse un
baño en la piscina, todos habían llevado los bañadores y Laura encendió las luces de la
piscina, para poder verse algo.
Jorge se tiró haciendo una bomba y salpicando todo de agua, Vero se conformó con
sentarse en el borde y jugar con los pies en el agua, Laura y Maca nadaban de una punta
a la otra de la piscina y Susana y Esther charlaban apoyadas en el filo.
Esther notó como alguien le tiraba agua a la espalda, salpicándola, se giró y vio como
Maca se zambullía riendo en el agua. La enfermera sonrió y se lanzó detrás de ella,
comenzaron a buscarse debajo del agua, huyendo una y la otra siguiéndola, Maca quedó
atrapada en una de las esquinas de la piscina, se dio la vuelta y topó con Esther que
sonreía divertida, salieron a la superficie, Maca cogió aire en una gran bocanada
mientras se apartaba el pelo con las manos, Esther salió y la agarró de la cintura.
Estuvieron jugando un rato más, hasta que se cansaron y el hambre les hizo mella,
salieron y ayudaron a Jero y a Javier, al final consiguieron sentarse a la mesa con la
cena lista.
Esther se puso con los brazos sobre la mesa y bebía de su copa de vez en cuando, Maca
empezó a hablar con Jorge, a su lado. Iban hablando distraídas, Esther terminó su copa y
la dejó sobre la mesa, mientras seguía hablando con Laura sobre Encarna, Maca se dio
cuenta e inconscientemente llenó la copa de Esther y volvió a hablar con Jorge. Vero
intercambio una mirada con Jero.
Verónica: Ya empieza...
Terminaron de cenar y Laura sacó algo de alcohol más fuerte, tequila, ginebra y cosas
así, prepararon unos cubatas y pusieron música. Maca aprovechó para meterse en la
piscina antes de empezar a beber, luego no podría, Esther bailaba con Jero cerca del filo,
y Maca se divertía tirándoles agua.
Maca deslizaba sus manos por la espalda de Esther, ambas con los ojos cerrados.
M: Será mejor que... (Empezando a separarse de ella) Que salga... me estoy quedando
como una pasa... (Nerviosa por sus sentimientos, Maca salió de la piscina seguida por la
mirada de Esther)
... a veces siente compasión por este loco, ciego y loco corazón
¿era? ¿quién me dice si era ella?
y, si la vida es una rueda y va girando y nadie sabe cuándo tiene que saltar
y la miro... y, ¿si fuera ella? y, ¿si fuera ella?
y, ¿si fuera ella?
Siguieron bailando entre todos, a Laura le dio por poner viejas canciones y empezaron a
hacer el payaso por el jardín, Esther no se acercaba a Maca, había sentido tanto cuando
bailaban, y la reacción de la pediatra, el irse así, la estaba matando. De vez en cuando la
miraba, pero la pediatra parecía pasarlo genial con el resto, reía y bailaba, y Esther no
pudo evitar pensar en lo preciosa que estaba cuando sonreía, se sentó en uno de los
bancos mirando hacia el agua, en la que había estado con ella, tan juntas, tan solas.
La enfermera miraba a Maca, estaba harta de querer estar con ella y no hacerlo por
miedo, miedo a que ella se alejase como en la piscina, le gustaba estar a su lado, y no
quería estar así con ella, así que Esther se acercó a la pediatra, colocando se de pie junto
a la cabeza de Maca, interpuso su mirada entre las estrellas y la de Maca.
E: ¿Hola?
M: hola... (Sonriendo) Ven... (Dando unas palmaditas a su lado)
La enfermera se sentó a su lado, pero la pediatra la obligó con cuidado a tumbarse con
uno de sus brazos, Esther aprovechó atrapando el brazo de Maca bajo su cabeza, a modo
de almohada, para estar más cómoda.
E: ¿Qué haces?
M: Mirar las estrellas... ¿Y tú?
E: A ti... pero me aburría. (Maca la miró y se echó a reír por la broma)
M: Genial... (Volvió su vista al cielo)
Se quedaron unos minutos así, Esther pensaba en todo lo que estaba sintiendo por la
pediatra, ordenando sus sentimientos, aún sabiendo que los sentimientos no suelen
dejarse ordenar, simplemente cuando son muy grandes dejan de lado los otros y se dejan
ver tal como son. Esther aún no era capaz de distinguir del todo aquel sentimiento, no
era amor, pero sin duda, se le acercaba a gran velocidad, a cada instante, a cada minuto,
a cada roce con Maca, crecía, imparable, y eso le comenzaba a asustar, nunca le había
pasado tan rápido, de hecho, aquello parecía nuevo para ella.
Maca por su parte, pensaba en el olor del pelo de Esther, le encantaba como olía, era un
aroma dulce, que invitaba a soñar. Pensaba en la piscina, en el nerviosismo al sentir que
empezaba a perder el control, nunca le había pasado, normalmente era perfectamente
capaz de controlar sus sentimientos, pero con ella, algo la impulsaba a dejarse llevar, y
no podía hacerlo. Ser infiel era algo que no daba con ella. Odiaba que engañasen a la
gente, la sensación de ser engañada debía ser terrible, por eso ella nunca lo había hecho,
ni pensado, pero aquella noche, en el agua, bailando con Esther, no solo lo había
pensado, sino que se había imaginado como sería aquel beso, como serían los labios de
Esther, si serían tan suaves como su piel, tan dulces como sus sonrisa.
M: ¿Cuándo te enamoraste por primera vez? (Sin mirarla y arrastrando las palabras por
el cansancio)
E: Pues... no sé... cuando tenía quince años, creo...
M: ¿Amor?
E: Sí, no... no lo sé... creo que no he llegado a sentir algo tan grande como para llamarlo
amor, pero... era feliz, no me ha dio mal. ¿Y tú?
M: Creo que... (Pensó unos instantes) ¿Sabes lo que es la atracción física? ¿La química?
E: Sí... (Cerrando los ojos por el sueño)
M: Pues yo de eso sí... pero amor, amor... no.
E: Ni con...
M: No, ni con ella. Pero me gustaba tenerla...
E: Has dicho gustaba...
M: No, gusta, he dicho gusta.
E: Ya... claro... gusta... Vale... (Poniéndose de lado y abrazando a la pediatra)
M: Tienes sueño...
E: Que va... se esta muy bien...
M: Sí...
E: ¿Maca?
M: Dime...
E: ¿Ella te ama? (Maca miró a la enfermera, sus rostros a escasos centímetros)
M: No lo sé. (Por primera vez, no se sentía atacada con aquella pregunta, al salir de
Esther, solo pudo decir la verdad, sonrió) Creo que solo es... somos... amantes... al
menos... por su parte...
E: ¿y porque sigues con ella?
M: Pues... deje a mi prometido por ella, mi vida en Jerez por ella... todo por ella...
E: Yo creo que no... (Maca la miró confundida, retirando su brazo de debajo de la
cabeza de Esther) ¿Sabes que creo yo? (Maca sonrió para que siguiera hablando) Que la
utilizaste, como ella a ti... ella quería una amante, un juguete... y tú una excusa para
dejar aquella vida...
M:: Tú no sabes nada... (A Maca le parecía increíble no enfadarse, bueno, lo que le
parecía increíble es que por primera vez estaba escuchando lo que le decían sobre Azu)
E: Puede... pero es lo que creo... (Medio dormida ya, apoyó la cabeza en el suelo, a la
altura de la de Maca y cerró los ojos)
Maca la miró mientras se dormía, y por primera vez, durante toda aquella locura, dejar
Jerez, ir a Madrid, Azu, todo... sintió paz. Y dejó de sentir aquel cúmulo de dudas en su
cabeza, Esther tenía razón... en todo... se arrepintió de como había tratado a sus
hermanos, ellos le habían dicho lo mismo que Esther aquella noche, pero por alguna
razón, hasta ella solo habían llegado las palabras de Esther, suspiró y acarició la mejilla
de la enfermera, miró sus labios, Esther tenía una media sonrisa dibujada, estaba tan
guapa... miró a su alrededor, todos dormían ya, y lo hizo... mientras Esther dormía... fue
“infiel” por primera vez... acercó sus labios a los de ella y los acarició levemente.
Esther hizo lo mismo que la pediatra, nada más llegar a casa se encerró en su habitación
a dormir, su hermano y su cuñada no tuvieron tanta suerte, ya que nada más llegar Luz
se les echó encima queriendo jugar con ellos, y la pareja no pudo negarse a la cara de
ángel que ponía su hija cuando quería algo.
A las diez, Esther iba por la calle en dirección al hospital, ya era de noche, y por el ruido
de sirenas que se sentía iba a ser una de las moviditas, distinguió la parte de arriba del
hospital a través de los edificios y apretó el paso, no le gustaba lo de ir andando por allí
de noche, al trabajar en el hospital había escuchado y visto muchas historias, y no le
hacía ni chispa de gracia. Miró hacia delante y vio a Maca bajando de la moto y
dejándola a un lado, se quitaba el casco y se sacudía el pelo para peinárselo un poco,
Esther sonrió y se acercó a ella.
Estuvieron más de tres horas atendiendo a los heridos del derrumbamiento, por
desgracia no pudieron hacer mucho, aunque se esforzaron como siempre en sacarlos
adelante, todos estaban cansados, física y psíquicamente, Maca atendió a su último
paciente y se fue a la sal de médicos, Cruz estaba en el sofá sentada, con la cabeza hacia
atrás y los ojos cerrados.
Estaba empezando a amanecer sobre la ciudad, Esther hacia un rato que se había
despertado en la sala de médicos donde horas antes Maca la había dejado. Había hecho
el intento de ir a buscarla, hablar un rato con ella, tomarse un café o cualquier otra cosa,
simplemente estar con ella, pero cuando salía de la sala uno de los médicos la había
llamado y le había sido imposible buscar a Maca.
La pediatra había tenido un turno tranquilo desde que dejó a Esther durmiendo, cosa que
agradecía después de la acción de las primeras horas, decidió que las guardáis de noche
no le gustaban, por suerte, había llevado un libro a su taquilla y cuando se cansó de
revisar informes se había ido a leer al tejado del hospital, con el busca cerca por si
acaso. Estaba allí, apoyada contra un pequeño muro, con el libro entreabierto entre sus
piernas y mirando como el sol iba saliendo cuando su busca empezó a sonar, urgencia
medica.
M: A ver... ahora necesito que te subas la camiseta un poquito ¿Mhm? (El niño asintió e
hizo lo que le pedían) Venga... a ver... quiero que cojas aire muy despacito ¿Vale? Así...
muy bien... suéltalo... (Maca retiró el fonendo del pecho del niño y se puso detrás de él,
colocándolo en su espalda) Vale... ahora lo mismito ¿eh? (El niño volvió a asentir)
Vale... Ya puedes ponértela. (Se apartó y apuntó algo en uno de sus papeles) Bien,
(Escuchó como la puerta se abría, levantó la vista y vio a Esther que le sonreía, sonrió
tímidamente) ahora la enfermera te va a poner el termómetro... (Maca miró a la madre)
¿Le puedo hacer unas preguntas?
Llegaron media hora después a la casa de Esther, coincidieron con Jorge y Encarna que
salían de allí, Maca se bajó de la moto al ver que Jorge la saludaba, se quitó el casco
mientras cogía el que le había dejado a Esther.
Jorge: ¿Qué tal, Maca?
M: Mira, aquí, de taxista de la pato. (Señalando con la cabeza a la enfermera y haciendo
que Jorge se riera)
En: Hola, Maca. (Dándole dos besos a la pediatra)
M: hola, Encarna, ¿qué tal se encuentra?
En: Bien, hija, bien, ahora mi Jorge va a llevarme a casa de una amiga, que tenemos
partidita y comida.
M: Le cambio la vida, yo voy a echar partiditas con sus amigas y usted a trabajar.
(Bromeando)
En: No, no, el trabajo para los jóvenes. Bueno, Jorge, vamos que se nos va a hacer
tarde.
Jorge: Vale, ma, ya va. Ey, Maca ¿Te quedas a comer?
M: Uf... (Miró el reloj, las diez de la mañana) Yo voy a pillar la cama...
Jorge: Échate en la de mama, venga, y luego vemos alguna película, anda.
M: no de verdad, que no.
Jorge: Venga, que tu hermana me ha dicho que no te dejáramos solas.
M: ¿Cuándo te ha dicho eso? (Riendo)
Jorge: Ayer por la noche estuvimos tomando algo en la discoteca donde trabaja, estaba
ella por ahí dando vueltas.
M: Muy bonito... (Negando con la cabeza) Pero en serio, me voy a casa.
E: Anda, tonta, la cama de mi madre es muy cómoda, venga. (Dándole un empujoncito,
suave)
En: Anda, hija, di que sí, que si no este no se mueve y voy a llegar tarde. (Maca miró al
suelo sonrojada)
M: Vale, pero solo porque no quiero que la partidita se retrase por mi culpa.
Jorge: Genial, nos vemos a la hora de comer. (Subiendo a su madre al coche y
marchándose)
M: Vaya poder de convicción que hay en esta familia... (Riendo y recibiendo un
achuchón de Esther)
E: Anda, venga, a dormir. (Entrando en la casa seguida de Esther)
Esther miró su cama, suspiró y se fue a la habitación de su madre, se puso ropa cómoda,
un chándal viejo y una camiseta de tirantes, se tumbó sobre l acama, bajando la persiana
para que no entrara la luz. La pediatra pareció poco después, encima de la cama había
unos pantalones anchos negros y otra camiseta de tirantes.
Maca enseguida se quedó dormida, estaba agotada, a Esther le costó algo más, entre el
calor que hacia y que ella ya había dormido en el trabajo, no tenía mucho sueño,
permanecía quieta en la cama, para no despertarla, se dio la vuelta despacito y se
encontró con su espalda, levantó una mano, y sin llegar a tocarla, repasó la espalda de
Maca, sus hombros, sus brazos, ni siquiera la rozaba, solo con la mirada, sonreía,
suspiró y se acomodó para dormir.
E: ¿Y mi hermano?
S: La niña se quedaba al comedor hoy... la ha ido a llevar...
E: ¿Que hora es?
S: La una y poco. ¿Qué tal has dormido? (Sonriendo a su cuñada)
E: Muy bien y muy mal. (Devolviéndole la sonrisa) Es difícil eso de tenerla ahí...
bueno, ahí... aquí... (Riendo) Porque me da que me da por abrazarla cuando duermo...
S: Ya, os he visto cuando iba a despertaros, pero he pensado que tú no tendrías ganas de
que lo hiciera.
E: Ya... oye, me voy a dar una ducha, si se despierta...
S: ¿Le digo que vaya? (Bromeando)
E: No juegues con esas cosas... (Poniéndose colorada como un tomate)
La pediatra se desvistió, dejando la ropa que le había dejado Esther en un rincón bien
doblada, abrió el grifo y se metió en la ducha, dejando que el agua cayese por su piel. Se
sentía extraña, estando allí, en casa de Esther, aunque estaba a gusto, Jorge y Susana se
habían convertido en muy buenos amigos, aunque con Susana aún no había intimado del
todo, la madre de Esther era un encanto de persona, la niña también y Esther... bueno,
Esther era Esther.
Echaba la vista atrás y pensaba en el día en que la conoció, en el hospital, la verdad es
que la enfermera no le había llamado la atención especialmente, luego, con lo de la
moto, le hizo gracia, y a pesar del cariño que le tenía, no había podido enfadarse con
ella, le había parecido una situación tan cómica, tan infantil... tan dulce. Dulce, eso era
Esther, como un pequeño caramelo o un bombón, por eso se sentía bien con ella, porque
la enfermera desprendía esa dulzura, ese cariño... no tenía que ver el echo de que la otra
noche la hubiera besado, besar sus labios, sin que ella se diese cuenta, robarle aquel
breve beso, eso era por su forma de ser, no porque sintiera nada. O al menos eso se
repetía la pediatra una y otra vez en la ducha.
Jorge: ¡Maca! ¡Esther esta acabado con todo! (Riendo) ¡Date prisa!
M: ¡Dile que me deje algo! (Riendo también y cerrando el grifo de la ducha, se vistió
rápidamente con la ropa de l anoche y salió con el pelo mojado, Jorge la esperaba con
una cerveza en la mano)
Jorge: He conseguido salvarla... (Bromeando) Estamos en el patio, anda.
M: Oye he dejado la ropa...
Jorge: Bah, luego la recojo, tranquila. (Salieron al pequeño patio, Maca vio una piscina
desmontable llena de agua, una mesa de madera y cuatro sillas alrededor y una
sombrilla en el centro, se sentó sonriendo entre los dos hermanos, Jorge y Esther)
E: Que sepas que no me han dejado comer porque no estabas... (Fingiéndose molesta)
M: Pobre... (Pellizcándole la mejilla)
Jorge: Traed esos platos...
Cuando terminaron de comer, Susana y Jorge se fueron a echar la siesta, Esther y Maca
se quedaron en la terraza, la pediatra de vez en cuando miraba la pequeña piscina.
E: Creo que un bikini de Susana te ira bien.. (Maca la miró desconcertada y se dio
cuenta que Esther la había visto mirar la piscina)
M: no, si yo...
E: Te lo llevo a la habitación... (Cogiendo el suyo del tendedor que había a un lado y
marchándose hacia adentro, Maca fue a la habitación y Esther apareció al rato con un
bikini rojo en la mano, se lo tiró sonriente y le dijo que la esperaba en la piscina.)
El agua estaba algo fresquita, pero no mucho, Esther se sentó en un lado, estirando las
piernas y pasando sus brazos por el filo de la piscina, echó la cabeza hacia a tras y cerró
los ojos. Sonreía.
M: ¿en que piensas? (Parada al lado de la piscina con el bikini de Susana puesto, Esther
ladeó la cabeza y la miró)
E: Te queda mejor que a ella. (Riendo)
M: Anda que... (Riendo y metiéndose en la piscina, en el lado opuesto al de la
enfermera, y las piernas de ambas paralelas) Mhmhm... esta buena... (Pasando su mano
por la superficie del agua)
M: ¡Eh!
E: ¿Qué? (Riendo)
M: Nada... (Sonriendo, Esther era como una niña pequeña, y eso le encantaba)
E: ¿Por qué sonríes?
M: eres como una niña... (Salpicándola)
E: ¡Habló! La adulta. (Volviéndola a salpicar)
La pediatra, por su parte, estaba tumbada en el sofá haciendo zapping para pasar el rato.
Gracias a los contactos de su hermana, ya estaba todo preparado, y la pediatra tan solo
tenía que vestirse e ir a buscar a Esther. Tocaron a timbre y se levantó de un saltito, miró
por la mirilla y vio a su hermana sonriendo al otro lado.
Eran las diez de la noche, Maca llevaba un buen rato dando vueltas a la manzana, en
casa se aburría y decidió dar una vuelta con la moto, pero tampoco quería llegar tarde
así que la dio por el barrio de Esther, cuando creyó que rea el momento la aparcó justo
delante de la casa y se bajó. Tocó al timbre y esperó.
Esther abrió la puerta de casa, Maca estaba de espaldas, mirando arriba y abajo por la
calle y pensando que Esther no estaría en casa, tal vez se le había olvidado lo de la cena,
escuchó un ruido detrás y se giro. Esther iba con unos jeans ajustados, y una camisa
blanca con los botones de arriba desabrochados, dejando ver el escote, llevaba el pelo
suelto y liso, y unos ligeros toques de maquillaje. Maca sonrió.
La pediatra, bueno, su hermana, había decidido darle un toque casual, pero atractiva, o
eso había dicho ella, Maca se veía de lo más normal, llevaba unos piratas tejanos igual
de ajustados que los de Esther, de cintura baja, unas sandalias de tiras azul marino y una
camiseta de finos tirantes de tonos azules escotada y que se le subía dejando ver la piel
que había justo encima de la cintura del pantalón, Esther pudo ver un pequeño lunar del
que tuvo que apartar la vista para no meterle un bocado allí mismo.
Maca se subió a la moto y esperó a que Esther hiciera lo mismo, una vez notó las manos
de la enfermera acariciando su cintura arrancó. En unos veinte minutos llegaron a su
destino, Maca aparcó y ayudó bajarse a Esther, al quitarse el casco estaba algo
despeinada, y una sonriente Maca la peinó delicadamente. Esther sonreía como una niña
pequeña. Miró alrededor.
E: Así que me llevas ahí. (Señalando un restaurante italiano con pinta de ser muy caro)
M: Pues... (Siguiendo su dedo) Va a ser que no. (Riendo) Te llevo.. (Dándole la vuelta a
la enfermera y dejándola de cara a un edificio) ahí...
E: Maca, no es por nada... pero esta cerrado.
M: Mhmhm... hoy tenemos pase VIP. (Sonriendo y andando hacía allí) ¿Vienes o... te
llevo a casa? (Pensando que tal vez a Esther no le gustaba la idea)
E: No, sí... sí... voy. (Con una media sonrisa y acercándose a ella)
M: no te gusta... puedo llevarte al restaurante aquel...
E: Que dices. No. (Riendo) Me gusta... de verdad... (Mordiéndose el labio y sabiendo
que Maca apartará la vista nerviosa)
M: Bien, vamos.
Cruzaron la puerta, entrando en una gran sala redonda apenas iluminada por unas
pequeñas luces alrededor de la puerta, las demás estaban apagadas, una figura se acercó
a ellas.
Chica: Debes ser la hermana de Vero ¿no? (Sonriendo mientras le daba una llaves)
M: Pues sí, oye, muchas gracias por todo ¿Eh?
Chica: tranquila, mientras me lo dejéis recogidito. (Guiñándoles un ojo y marchándose)
E: tu hermana tiene contactos ¿Mhm? (Riendo)
M: Sí, es lo que tiene estar medio loca... Bueno (metiéndose las llaves en el bolsillo del
pirata) ¿Qué quieres ver primero?
Se metieron por el primer pasillo a la izquierda, todo estaba bañado en un tenue azul, de
las luces del interior de los acuarios, estaban en la zona de mares tropicales y templados,
y una pared del pasillo era completamente de vidrio, al otro lado el agua y los peces de
colores las miraban curiosos.
E: Maca...
M: Dime.
E: Esto es precioso... (Mirando a un punto fijo) Pero...
M: Ya, no te gusta, no pasa nada, vamos al italiano (Dándose la vuelta y cogiendo su
mano para llevarla afuera,. Esther le dio un apretón y se paró)
E: Si no es eso... (Seguía mirando aquel punto fijo) Es eso... (levantando su mano libre
y señalando algo en el agua, Maca se giró y se echó a reír) No tiene gracia..
(Susurrando) Nos mira...
M: Aish... (Suspirando sonriente y acercándose a Esther sin soltar su mano) La niña
tiene miedo de un simple cangrejo...
E: Maca, eso no es un cangrejo, es un monstruo...
M: Es una especie de Japón, y no es grande, de hecho este solo mide dos metros,
algunos llegan a cuatro... (Tranquilamente mientras empezaba a nadar, Esther pasó su
brazo por debajo del de Maca, agarrándola y empujándola hacia la pared normal)
E: lo que tu digas... pero nos sigue mirando... (Pasaron al siguiente pasillo, sin llegar a
ver mucho, porque según Esther, aquel bicho le seguía, entraron en una sala con
pequeñas peceras. Esther sonrió y pasaba de una a otra, arrastrando a Maca con ella)
Ves... estos son graciosos. Uy... mira... que bonitos... (Maca sonreía embobada, le
encantaba ver a aquella mujer así de feliz, con tan poca cosa como cuatro peces enanos
de colorines) oh... mira... están bailando. (Riendo)
M: Esther... los peces no bailan...
E: Sí que lo hacen, no lo ves. (A su bola)
M: Vale... bailan...
E: No me des la razón como a las locas ¿eh? (Dándole una palmada en el brazo y
arrastrándola hasta la siguiente pecera, Maca sonrió y puso los ojos en blanco)
La pediatra consiguió sacar a Esther de aquella sala, se metieron por una puerta, daba a
un pasillo enteramente de cristal, muy largo, Esther echó un vistazo alrededor y paró en
seco, haciendo que Maca también lo hiciera.
Esther miraba unas figuras fantasmagóricas que se contoneaban en el agua, pasando por
encima del túnel, era enromes.
M: Esther... (Miró hacia donde la enfermera) No pueden hacernos nada. Están ahí y
nosotras aquí.
E: Huelen el miedo... lo vi en una película. (Maca se echó a reír)
M: Son tiburones, huelen otra cosa, pero anda... vamos. (Acariciando la mano de Esther
y dándose la vuelta para volver sobre sus pasos)
Por último, una vez visto todo (casi todo) Maca condujo a Esther a través de unos
pasillos, parecía conocer el camino de memoria, Esther apretaba su mano y Maca la
acariciaba a veces con su pulgar, en un gesto más involuntario que no con intenciones,
llegaron a una sala muy grande, el techo se elevaba varios metros por encima de ellas,
un gran acuario al lado opuesto de la puerta, cubriendo toda la pared, se veía una
pequeña mesa para dos, preparada con un sencillo mantel y una tabla de madera encima
de un soporte.
Esther sonreía al contemplar las figuras que se movían al otro lado, delfines, muchos, se
acercó al cristal y apoyó la mano en él, notando el frío y sonriendo, uno de los delfines
se acercó y con su morro dio un pequeño golpecito en el sitio donde Esther tenía su
mano, la enfermera rió contenta.
E: ¿Has visto?
M: Sí. (Poniéndose justo detrás de ella y apoyando la barbilla en el hombro de la
enfermera) Estos no te dan miedo (Otro se acercó y tocó el cristal también) parece que
les gustas... (En un susurro)
E: Son preciosos, Maca. Muchas gracias. (Dándosela vuelta y abrazándola)
M: Anda, tonta, vamos a cenar ¿Mhm?
Se sentaron en la mesa, había uno sencillos platos de pasta, sin tomate, con algo de
aceite y especias, Maca sonrió.
Terminaron de cenar mientras seguían conociéndose, aunque la verdad es que cada vez
les quedaba menos cosas por contarse, empezaban a saberlo todo la una de la otra, sin
apenas darse cuenta.
M: Creo que se aburren con tanta conversación (Riendo al ver a tres delfines pegados al
cristal, Esther miró hacia allí)
E: Que va…. Mírales, todo atentos ellos. (Sonriendo) Seguro que son familia de
Teresa...
M: Seguramente... es más... ¿y si es ella disfrazada?
E: No seas mala... (riendo y dándole una patadita con el pie) Es una gran mujer...
M: Lo sé... (Sonriendo dulcemente)
Esther sonrió y colocó su mano sobre la de Maca, se alejaron un poco del cristal,
acercándose al casette para escuchar mejor la suaves notas que brotaban. Se abrazaron y
empezaron a moverse, sus caderas se balanceaban, la una contra la otra, acompañando
el solo de saxo.
Se movían con los ojos cerrados, la pediatra contemplaba los delfines a través del cristal
mientras sus manos acariciaban la espalda de Esther. A la enfermera se le escapó un
suspiro, justo en el cuello de la pediatra, que volvió a sentir aquel deseo, el mismo que
había sentido aquella noche, en el jardín de Javier, cuando la vio dormir a su lado... su
cuerpos e estremeció y Esther lo notó, se separó un poco y la miró.
Se preguntaba porque temblaba, bueno, deseaba saber el porque, estar en lo cierto, miró
los labios de la pediatra, entreabiertos, se acercó un poco, dejando margen a Maca para
separarse. Ella estaba bloqueada, perdida en los ojos de Esther que no dejaban de mirar
sus labios, los había entreabierto inconscientemente y al ver la mirada de ella, se volvió
a estremecer, mordiéndose el labio. Esther volvió a suspirar y Maca notó aquella
pequeña brisa en los suyos, acariciándolos, una pequeña sonrisa se dibujó. Le había
gustado, se acercó un poco a la enfermera y suspiró, Esther tembló mordiéndose el labio
y sus ojos se encontraron, sus manos acariciaban sus espaldas, y sus cuerpos estaban
pegados. La pediatra abrazó a Esther, escondiendo la cara en su cuello, temblando.
Esther sintió como si le quitaran el corazón de golpe, por un momento había llegado a
pensar que Maca la iba a besar, que tonta había sido, suspiró y llevó una de sus manos al
pelo de Maca, acariciándola suavemente.
E: Vale... (Abatida) Vale...
M: Yo...
E: Ey, Maca, no... lo siento... tu te has portado muy bien conmigo y yo... lo siento... creí
que... no sé... no pasa nada... (Sin dejar de acariciar su pelo, abrazándola para que no
estuviese triste)
M: Ha sido culpa mía... yo... no sé lo que me... Esther... (La abrazó con más fuerza)
E: Vale, Maca, vale... venga, vámonos ¿Mhm? (Separándose de ella)
M: ¿No quieres bañarte con los delfines?
E: Otro día... ¿Mhm? (Recogiendo la mesa)
M: Lo he estropeado ¿Verdad?
E: No, Maca. (Sin mirarla)
M: Escúchame un minuto ¿Mhm? (Acercándose y tomando su rostro con sus manos)
No sé que es lo que pasa... solo sé que he estado a punto de besarte (La miraba
intensamente) y que no me arrepiento, y no sé si es bueno o malo, pero lo siento así, y
no me importa no voy a cuestionar nada, ni pensar, ni ninguna de esas cosas... no
quiero, no tengo ganas... y lo que me haces sentir, sea lo que sea, me llena. Me hace
sentirme bien. Me hace sonreír tontamente y me encanta... me encanta que me pongas
nerviosas... me encanta bailar contigo,... hablar contigo... mirarte... me encanta que
nuestras manso estén así.. (Entrelazando sus dedos con los de Esther) Pero hoy... hoy no
puedo... aún tengo pareja (Algo triste) y yo no he sido infiel nunca... ni quiero... ya pasé
por eso una vez... no es agradable... y aunque yo no... aunque ella tal vez tampoco... se
merece que le diga adiós antes de poder hacer... antes de... (Sus labios le temblaban,
había cometido un gran error, sus ojos habían seguido sus palabras, sus pensamientos, y
al pensar en besarla los había mirado, allí estaban, con una dulce y tímida sonrisa,
entreabiertos, temblando, esperando... la pediatra suspiró) No... (Muy flojito)
E: Maca... (Acariciando su mejilla) Lo entiendo... y...
Ester dejó de hablar, se acercó a la mejilla de la pediatra y posó sus labios allí,
permaneciendo unos segundos, disfrutando del calor que le transmitía la piel de Maca.
E: Esto no es ser infiel... (En un susurro mientras sus labios se separaban de la mejilla
para huir a la frente) Y esto... tampoco... (Fue a la otra mejilla y repitió el gesto, la
respiración de Maca comenzaba a entrecortarse)
M: Esther... (En un gemido suplicante)
E: Lo siento... no podía más... ya está... vámonos de aquí antes de que... (Esther pensaba
en lo bonitos que eran los labios que tenía delante) vámonos.
M: Sí...
M: Pero antes...
Maca tomó la mano de Esther y la guió por una escalera hasta la parte de arriba, salieron
a la noche de Madrid, Esther miró alrededor, enseguida supo que se encontraban en la
superficie del acuario que segundos antes tenían al lado, del escenario de aquella noche,
Maca sonrió y soltó la mano de Esther, se acercó a la superficie del agua y palmeó con
la mano en la superficie. Al instante, cuatro delfines salieron a saludarlas, emitiendo
breves sonidos agudos, era su forma de saludar.
La enfermera se acercó a Maca, con una sonrisita feliz en los labios, Maca estaba
agachada a su lado, se miraron y sonrieron.
M: Venga...
E: ¿No nos harán daño? (Al notar como uno de aquellos animales pasaba velozmente a
su lado, desde afuera no parecía tan grande)
M: Tranquila... (Acercándose y tomándole la mano) Ven... (La pediatra sumergió la
cabeza en el agua y Esther la imitó)
Bajo el agua, abrieron los ojos, encontrándose con el agua, los delfines nadaban hacia
un lado y otro, pasando a veces a escasos centímetros de ellas. Allí, en su medio, se
veían enromes, Esther recordó que podían pesar unos trescientos kilos, y de repente se
sintió algo asustada, pero la mano de Maca, sujeta a la suya, la tranquilizaba. Salieron a
coger aire y volvieron a zambullirse, un delfín se acercó curioso a ellas y Esther acercó
la mano a su morro, el delfín se acercó acariciando la palma de su mano y Esther sonrió,
miró a Maca y volvieron a la superficie.
M: Vas a ver... (Desapareció unos instantes bajo el agua, cuando volvió lo hizo
acompañada de uno de los delfines, agarrada a su aleta dorsal, dejándose llevar por él)
E: Maca, cuidado. (Preocupada, la pediatra se soltó y se acercó a ella)
M: tranquila... (Abrazándola emocionada) Prueba tú...
Esther sonrió y se metió bajo el agua, miró alrededor, buscando a alguno que estuviese
dispuesto, movía los brazos para mantenerse sumergida, notó la rugosa piel de uno de
ellos bajo su brazo, lo acarició con la mano y se aferró a la aleta de éste. El delfín dejó
que Esther saliese a la superficie y dio un par de vueltas alrededor de la piscina, iba muy
rápido, veloz, Esther notaba el cuerpo tenso bajo el suyo, aquella fuerza brutal
arrastrándola, cuando el delfín decidió que ya había hecho bastante se sumergió y la
enfermera se soltó riendo a carcajadas.
E: ¡Ah! (Gritando contenta) ¡Ha sido genial! (Maca se había sentado en el borde del
acuario, la miraba feliz, Esther se acercó nadando a ella desde donde estaba, colocando
sus manos al lado de los muslo de Maca, mirándola a los ojos) Esto es... genial.. buf...
que subidón. (Riendo y notando la mano de Maca acariciando sus manos) Gracias,
gracias, gracias...
Maca s echo a reír, moviendo la cabeza discretamente hacia a tras, Esther la miró
atontada, allí, con el pelo húmedo, con pequeñas perlas de agua sobre su piel, al echarse
hacia atrás, una de aquellas afortunadas gotas que descansaban en el cuello de la
pediatra resbaló por él, Esther siguió su recorrido hasta que la perdió entre los pechos de
Maca, se mordió el labio y empezó a susurrar.
E: lo siento... lo siento... lo siento... lo siento... (Mientras hacia fuerza con las manos
para sacar su cuerpo del agua un poco y acercarse al rostro de Maca) Lo siento... lo
siento... (En susurros apagados, la pediatra la miraba) lo siento...
Unió sus labios con los de ella, acariciándolos, saboreándolos, con los ojos apretados
con fuerza, sintiendo como su cuerpo temblaba de alegría, de placer, de ternura. Maca
los sentía sobre los suyos, no podía moverse, sabía que si lo hacia atraparía los labios de
Esther y ya nunca los soltaría y aquello no estaba bien, aunque lo deseaba... que calor le
daban, un calor dulce, una caricia, la enfermera se separó sabiendo que no obtendría
nada de Maca, sintiéndose algo culpable por el atrevimiento, pero no lo había podido
controlar, sus impulsos, desde el momento en que sabía que Maca también sentía algo,
quizá no tan fuerte, o quizás sí, no lo sabía, pero lo sentía, y desde que se lo había dicho,
ya no había sido dueña de ellos, ya los había apagado una vez, pero otra... le había sido
imposible. Miró temerosa a Maca, que mantenía los ojos cerrados.
Se despertó con el sonido del timbre, retumbando por la casa, abrió los ojos y vio el sol
colándose por la ventana, sonrió y se estiró, empezó a levantarse y el timbre volvió a
sonar, fue corriendo a abrir, mirando por la mirilla primero, para ver a su hermana
sonriendo de oreja a oreja.
Minutos después la pediatra salía secándose el pelo con una toalla, miraba a su hermana
sabiendo lo que hacía allí, Vero sonrió y apagó la tele.
Luz daba brincos encima de la cama de su tía, intentando despertarla, pero Esther la
apartaba cariñosamente y se escondía debajo de la almohada, queriendo dormir más. Al
final la niña empezó a darle golpecitos en el trasero y Esther le dio con la almohada
entre risas.
Luz: ¡Eh! ¡Eso no se vale! (Cogiendo un cojín que había por allí desparramado y
tirándoselo)
E: Pero bueno... (Riendo mientras lo cogía, se levantaba y le daba en el trasero con él)
Luz: ¡Vas a ver! (Empezaron una guerra de cojines mientras saltaban de un lado a otro
de la habitación)
S: ¡Eh! (Entrando) Papa esta durmiendo, cariño. (Quitándole suavemente el cojín de las
manos y dejando un beso en su cabeza) Venga, que la abuela esta preparando el
desayuno, ayúdala ¿Mhm?
Luz: ¡Vale! (Mirándola) Tenéis que hablar de cosas de mayores... (Saliendo corriendo)
E: Anda que... olé con tu niña... (Riendo y empezando a hacer la cama)
S: Bueno... ¿Qué hay?
E: Pues nada, tengo hambre, a ver que hay de desayunar.
S: Esther...
E: La pelota esta en su tejado, le toca mover ficha, pero me temo que no lo va a hacer
hoy, ni mañana... estoy por ir a buscar a esa y traerla.
S: me he perdido (Riendo)
E: Traducción, (Bromeando) La besé, pero ella no, aunque me ha dado a entender,
bueno, me lo dijo directamente, que ella también siente algo, pero como esta aún con
esa, no quería hacer nada. Pero... no hizo falta mucho... estuvimos bailando, dios, como
baila. (Sonriendo y balanceándose por la habitación con un cojín) Y fue muy especial,
ella es especial.
S: ¡Hasta las trancas! (Riendo)
E: ¡Ey! (Tirándole el cojín a la cabeza) Anda... vamos a desayunar, que entramos en dos
horas.
S: Vaya... mismo horario... que bonito. (Bromeando)
E: Tira, cuñadita... (Dándole un empujoncito)
La enfermera fue rápidamente a cambiarse, nada más salir Cruz la avisó que entraban a
quirófano, habían atropellado a un chico, no venía grave, Esther fue a prepararlo todo
para la operación. Mientras tanto Cruz fue a buscar a Maca. La encontró saliendo de
visitar a su último ingresado.
Minutos después ya estaban preparadas para operar, con los cubrezapatos de papel, el
gorro y la mascarilla y la bata de quirófano.
Terminaron pronto, todo había ido rodado, Maca y Esther se encontraron en la salida y
fueron a cafetería un rato.
M: bueno... ¿Has llegado tarde, eh? (Divertida) ¿No has dormido bien?
E: Calla... (Dándole un empujoncito hacia una de las mesas libres) Luz se ha empeñado
a jugar al escondite, no veas, lo que me ha costado encontrarla. (Riendo y sentándose al
igual que Maca)
M: Me encantan tus excusas, podías decir que le despertador no había sonado, que
habáis pillado un atasco... pero no, jugabas al escondite. (Riendo) ¿Se lo vas a decir así
a Dávila?
E: Dávila no preguntará, y si lo hiciese... pues sí. (Sonriente) No me iba a decir nada,
soltaría una de sus bromitas y tan ancho.
M: Vaya... y yo que creía que no habrías podido dormir...
E: Pues sí que he podido... (Mirándola divertida) ¿Tú no?
M: Sí, he dormido del tirón... en cuanto llegué a casa.
E: Pues eso... (Perdida en sus ojos)
M: Pues eso... (Embobada)
E: Vale... (Sonriendo tontamente, el móvil de Maca empezó a sonar y Esther miró hacia
otro lado, Maca cogió el móvil y saludó con un “dime”)
M: Sí... ¿Hoy? Pero... sí, vale, lo sé... Mira, no quiero discutir... se lo diré a Vero, sí... la
llamo ahora... vale. Adiós. (Colgando y suspirando, miró a Esther que estaba algo seria
mirando a un lado) Mi madre... (Esther la miró y pareció sonreír un momento, pero al
ver la cara de Maca se le pasó)
E: ¿ha pasado algo?
M: No, bueno, sí. La semana que viene mi padre celebra su cumpleaños, una gran cena
por todo lo alto en la mansión Wilson. (No parecía muy contenta con la idea) Y quiere
que vayamos hoy a Jerez para preparar las cosas... bueno, lo que quierer es vernos en
privado antes de hacerlo delante de todos, para que parezcamos una familia feliz y todo
eso...
E: Vaya, parece divertido. (Bromeando)
M: Mucho... tengo que llamar a mi hermana... ¿Nos vemos luego? (Acariciando la
mano que Esther tenía sobre la mesa)
E: Claro, y más si te vas a ir hasta el... ¿Mañana?
M: El lunes... (Mirándola a los ojos) vendrá directa al hospital desde el aeropuerto...
E: Mhmhm...
M: ¿Qué te pasa? (AL darse cuenta que Esther no sonreía tan ampliamente)
E: el lunes viene... ella.
M: Sí.
E: Vale, pues... ya nos veremos en el hospital (Levantándose)
M: Esther... (Cogiéndola del brazo) El lunes... quiero verte, fuera del hospital ¿Mhm?
Dar un paseo.. no sé... lo que te apetezca ¿Vale?
E: Y...
M: No pienses en eso... (Dándole un besito en la frente) El lunes quiero estar contigo.
¿Quieres?
E: Sí, claro que quiero. Pensé que tú... no sé...
M: Lo de anoche, iba en serio, cada palabra ¿Mhm? (Acariciando su mejilla) No lo
olvides ¿Vale?
E: Vale... (Sonriendo dulcemente)
Maca, Vero y Jero cogieron el primer vuelo hacia Jerez que les venía bien, Jero tenía
que hablar de negocios con su padre, así que Vero y Maca eran las que recibirían más
criticas de su madre. Que en los dos días que estuvieron no paró de repetirles ciertas
normas y cosas que no pensaba consentir en el cumpleaños del padre. Las chicas
asentían mientras se escapaban para ir a cabalgar, o a hablar con Carmen, la mujer que
las había criado o para cualquier otra cosa. Volvieron el lunes a primera hora.
Ambos hermanos se marchaban mientras Maca se sentaba en uno de los bancos del
aeropuerto a esperar a Azucena, su pareja.
Maca llevaba esperando veinte minutos, estaba muy nerviosa, no tenía ni idea de como
afrontar toda aquella situación, tenía miedo de la reacción de Azucena, de estarse
equivocando, de estar dejándose llevar por un sentimiento que ni siquiera estaba segura
de distinguir. Pero allí estaba. Preparándose para el inminente encuentro con ella.
Ella. La mujer que le había quitado la venda de los ojos hacia meses, ahora pensaba que
tal vez simplemente había substituido esa venda por otro, pero tampoco estaba segura de
eso. Recordó su primer encuentro. En aquella tienda. La forma descarada de tirarle los
tejos que había tendió Azu, la primera mujer que se le había insinuado, la sorpresa que
se llevó cuando ella misma respondió al coqueteo quedando para un día de esos. Y
quedaron. No un día. Sino muchos. Maca canceló su boda. No podía continuar con una
falsa historia. Y más cuando Azu le dijo que iba a dejar a su marido. Y lo hizo. Llegó a
Madrid y no había rastro de él. Y volvían a su rutina. Quedar para hacer lo mismo de
siempre. Recordaba pocos momentos no relacionados con el sexo. Aunque tampoco lo
lamentaba. Azu era una mujer muy atractiva, y Maca siempre se sintió
irremediablemente atada a ella. Escuchó como anunciaban la llegad de su vuelo y se
levantó suspirando.
Azucena salía por la puerta sonriendo sensualmente, se acercó a Maca, sin darle tiempo
a nada, y atrapó sus labios apasionadamente, Maca se quedó parada, su discurso mental
se había ido al traste. Intento separarse, pero las manos de Azu la aprisionaban de tal
forma que no podía moverse, así que se limitó a no contestar aquel beso, a no jugar con
aquella lengua que se introducía fervientemente en su boca. Cuando Azu estuvo
satisfecha se separó y la tomó de la mano, arrastrándola hacia fuera del aeropuerto.
Tengo unas ganas de meterte en mi cama. (Mientras pedía un taxi en el que se subían
rápidamente)
M: Azu, espera...
Az: No hay tiempo. (Al taxista) A la calle... Rápido.
Maca jugaba nerviosa con sus manos, aquel inesperado saludo de Azu la había
descolocado por completo, ¿Y ahora como planteaba aquella conversación? Suspiró
mientras miraba por la ventanilla pensando en Esther.
La enfermera estaba en su casa, había llamado a Maca a su móvil, pero no daba señal,
así que probó con el de Vero, quería saber si ya habían llegado, si estaban bien. Cuando
Vero le dijo que estaban en Madrid dio un saltito de alegría, que se esfumó cuando le
comentó que Maca seguía en el aeropuerto. Desde entonces, paseaba nerviosa de un
lado a otro de la habitación, sabiendo que todo lo que pudiera pasar entre ella y Maca
dependía de aquel momento. Maca iba a hablar con Azu. O al menos tenía la intención
de hacerlo. A Ester le desesperaba no poder saber lo que estaba pasando.
Azu subió rápidamente a su piso, mientras abría la puerta besaba a Maca, la pobre no
sabía dónde meterse, no quería hacerle daño, pero cuando notó las manos de Azu
metiéndose por debajo de su camisa no pudo más, se apartó de un bote, sus manos la
quemaban. y la miró seriamente.
E: ¿Diga? (Silencio) ¿Maca? (La pediatra estaba con los ojos cerrados, escuchando
aquella voz, llenándose de la energía, del cariño y de todo lo que le transmitía)
¿Maca?...
M: Solo necesitaba escuchar tu voz... (En un susurro apagado) Nos vemos en el trabajo.
(Colgó y se miró al espejo, ya lo tenía, no iba a dejar manipularse por nadie, tomó aire y
salió al salón de Azu, ella estaba allí, sentada mirándola, empezaba de nuevo a intentar
convencerla) Azu, no creo que aún dándote esa oportunidad podamos arreglar esto,
mejorarlo. Sé que ambas hemos echado mucho a perder para estar juntas, pero no lo
estamos. No quiero ser tu amante... y ya ni siquiera sé si quiero ser tu pareja. No siento
nada al verte, solo deseo, y eso, es solo química, no tiene nada que ver con el corazón.
Tú yo no hemos estado realmente juntas nunca. Y no quiero seguir con este engaño. (La
pediatra cogió su bolso y salió de la casa, dejando a una enfadada Azu, que decidió no
seguirla, darle tiempo, volvería, Maca volvería a ella)
Su móvil sonaba sin parar, su hermana no hacia más que llamarla, al final decidió
cogerlo.
M: ¿Qué pasa?
Verónica: ¿Dónde estás?
M: no estoy con ella. La he... la he dejado. ¿llamas para eso no?
Verónica: Maca... solo llamaba para saber como había ido, y por si ella te había
convencido, darte una oportunidad de pensar. Me preocupo por ti, hermanita. Aunque no
lo creas. ¿estás bien?
M: No lo sé...
Verónica: Vale, ya sé que habrá sido difícil para ti... pero Maca, escúchame, tienes que
ir a dejar la maleta a casa ¿Vale? Darte una ducha, relajarte un poco y... bueno.. luego ya
sabrás que hacer.
M: Mierda... (Pensaba en como había podido dejar su maleta en aquella casa, aunque
claro, después de ver como rompía el corazón de Azu no se le había pasado por la
cabeza aquella maleta)
Verónica: ¿pasa algo?
M: Nada... yo... nada. No me apetece hablar, Vero. Luego nos vemos. (Iba a colgar pero
su hermana llamó su atención)
Verónica: Esther me ha llamado, creo que tenías que saberlo.
M: Vale, gracias.
Colgó y cerró los ojos, dejándose llevar por el traqueteo del tren, iba sumida en sus
pensamientos, cuando anunciaron una parada que conocía, miró alrededor y sin pensarlo
dos veces bajó del tren saliendo a la calle. Paseó por las calles hasta llegar a una casa.
Se detuvo en la puerta, mirándola, pensativa.
La enfermera ya estaba que se subía por las paredes, Maca no daba señales de vida, al
menos le podía mandar un mensaje, vale que no eran nada, pero un mensaje para decirle
que estaba bien, que había llegado. Llevaba como unos veinte minutos cambiando de
canal compulsivamente, apenas le quedaban uñas, Susana y Jorge habían decidido no
hablarle, ya que eso la ponía más nerviosa, así que se limitaban a mirarla preocupados.
El timbre sonó y Esther dio un salto.
E: Es ella... seguro, tiene que ser, o el cartero, tal vez sea el cartero, o la vecina, para
quejarse de algo, si, será la vecina, cada lunes viene. (Hablaba rápidamente, no se había
dado cuenta que Jorge se había levantado a abrir la puerta) Fijo que se queja por los
gritos cuando nos bañamos, claro, los patios están juntos, o por el gato de la otra vecina,
que se cuela por nuestro patio al suyo o...
La enfermera dio un respingo al escuchar aquella voz, se giró lentamente, con miedo a
que hubiera sido su imaginación, pero no, allí estaba, con una medio sonrisa tímida y
mirándola, Esther se fijo en que sus ojos reflejaban algo de tristeza, pero también algo
de alegría. No podía moverse, estaba quita, mirándola, esperando que Maca le dijese lo
que quería escuchar, deseándolo, temiendo que le fuera a decir lo contrario. Su cuerpo
temblaba. Jorge y Susana se fueron al patio, para darles algo de intimidad.
Las dos tenían los ojos cerrados, dejando que sus cuerpos se hablasen el uno al otro,
dejando que ellos dijeran lo que había que decir, se balanceaban suavemente, apretando
cada vez más el abrazo. Estorbándose la una la otra, querían sentirse más cerca, no
podían, una lágrima rebelde se escapó de sus ojos, fruto del nerviosismo al que había
sido sometido su cuerpo. Maca la notó cayendo en su camisa. Sintió como aquella
lagrima la atravesaba, traspasando su piel, colándose muy dentro de ella, clavándosele
en el pecho. Se separó levemente para mirarla a los ojos, secó la lagrimaron su dedo
pulgar, mientras la miraba y negaba con la cabeza, se le había hecho un nudo en la
garganta. En aquel momento supo que no podría ver llorar a Esther nunca. Aquello la
superaba. La mataba.
M: Esther... no llores... (Con la voz entrecortada)
E: lo... lo siento... (Sonriendo un poco) Soy tonta, ni siquiera sé porque lloro.
M: No eres tonta... (Abrazándola fuertemente)
E: ¿Estás... estás bien?
M: No lo sé... creo que... no sé... (La miraba confusa, Esther entendió que la pediatra
necesitaba poner sus ideas en orden, acarició su mejilla, lo importante era que estaba
allí, daba igual lo que pasará o no pasará, Maca estaba allí, con ella, sonrió dulcemente)
E: ¿Has desayunado algo? (La pediatra negó con la cabeza) Vale... ve al patio ¿Mhm?
Enseguida te preparo algo y luego vamos al hospital ¿Mhm? (Maca asintió y dibujo una
medio sonrisa)
M: Gracias... (Esther dejó un beso en su mejilla, reteniéndolo unos segundos y se fue a
la cocina)
Maca salió al patio, descubriendo a Jorge y a Susana pegados al cristal para escuchar lo
que pasaba dentro, se paró y les miró riendo, ellos, al darse cuenta intentaron disimular
sentándose en la mesa y hablando entre ellos, Maca abrió la corredera y salió,
sentándose con ellos.
Esther apareció con una bandeja, en la que llevaba el desayuno de Maca, los demás lo
habían hecho antes, menos Esther, que con los nervios no había podido comer nada, se
sentó entre Susana y Maca.
E: Aquí tienes. (Dejándolo todo delante de la pediatra sonriendo) Bueno.. ¿Esta noche
os iréis de cena? (A su hermano)
Jorge: Sí, tengo mesa reservada, mama se queda con la niña ¿tu que vas a hacer?
E: No sé... (Se le escapó una mirada de reojo a Maca) Me apetece estar en casa viendo
la tele... quizás coja una de dibujos para verla con Luz.
M: esto esta buenísimo... (Probando el zumo mientras sonreía divertida)
Jorge: anda que... (Riendo) Cariño ¿hoy no tenías que pasarte por el trabajo?
S: Sí, ¿Me acercas? (Dándole un pico)
Jorge: Claro, venga. (Levantándose) Nos vemos, chicas.
E: Venga... (Mirando como se marchaban, escuchó la puerta y miró a Maca, que
desayunaba tranquilamente) ¿Qué tal ha ido? EL viaje digo...
M: He tenido dosis de Vero para todo el año, pero al menos se ha hecho más ameno lo
de aguantar los discursillos de mama. ¿Qué has estado haciendo tú?
E: pues... vida familiar. (Riendo) Y el sábado salimos con Laura y Javier, las dos
parejitas y yo. (Poniendo los ojos en blanco)
M: Bueno... pobrecita. Pero seguro que así ligaste más. (Bromeando)
E: pues la verdad es que sí. (Toda feliz ella, Maca se atragantó con una de las pastas)
Hubo uno, que se tiro toda la noche colgado de mí. (Riendo) ¡Qué pesado! (Maca
sonreía de nuevo)
M: Buff…estoy agotada. Y aún tengo que ir a casa a darme una ducha. (Terminando
con el desayuno)
E: Dúchate aquí, Susana tendrá algo que te valga. (Cogiendo la bandeja y levantándose
para llevarla a la cocina, Maca se levantó y le dio un tierno beso en la mejilla)
M: ¿Ya te he dado las gracias?
E: Sí... pero tranquila, no te cortes. (Sonriendo tontamente)
M: Bien... (Volvió a darle un beso en la mejilla y Esther se marchó sonriente)
E: ya sabes donde esta todo... ahora te preparo algo de ropa.
Nada más llegar tenían una reunión con Dávila, había llamado a todos los representantes
de cada departamento, Maca tenía que ir por Pediatría, ya que Salinas no estaba, Esther
por ser la jefa de enfermeras, se cambiaron y se encontraron delante de la puerta de la
sala de reuniones, para Maca era la primera reunión oficial. Entraron y se sentaron
juntas en uno de los lados de la mesa.
El concepto “rapidito” de Dávila venía a ser entre dos horas y dos horas y media, Maca
se aburría sobremanera, miraba distraída alrededor, de vez en cuando canturreaba muy
flojito, Esther la miraba divertida, Maca se pasó media hora concentrada en darle
vueltas a un anillo que llevaba, Esther colocó una de sus manos sobre la de Maca, la
estaba poniendo nerviosa. La miró y negó con la cabeza sonriente, así que Maca pasó de
jugar con su anillo a hacerlo con los dedos de Esther, los acariciaba con los suyos,
recorría las líneas de la palma de Esther. En un momento Esther tomó la libreta de Maca
con la mano libre y escribió algo, se lo enseñó a la pediatra.
“Síp”
“Te dije que quería salir contigo hoy” Miró a Esther con cara de penita cuando le pasaba
la libreta.
“Si que me apetece” Volviéndole a poner morritos, antes de que Esther contestará volvió
a coger la libreta “¿A ti no? ¿Ya te has cansado de mí?” Sonriendo
Esther lo leyó y suspiró con una tierna sonrisa, acarició la mano de Maca y le susurró un
“tontita”.
“¿Vamos al cine?”
“Donde quieras”
M: ¿Qué haces?
E: Esperando que caiga... (Riendo) Ese trasto lo hará de un momento a otro.
M: anda... pasa... (Echándose a un lado, le dio un suave beso en la mejilla a Esther y
cerró la puerta) Llegas pronto...
E: si quieres vengo más tarde.. si será lo mejor... no quería molestar yo...
M: Ey, ey. (Riendo) Esther, tranquila ¿Quieres tomar algo?
E: ¿Una cola?
M: Bien, pasa, el salón esta ahí...
E: Vaya... creía que sería más...
M: di esa palabra y te mato aquí mismo. (Bromeando y acercándole la cola)
E: Gracias…es bonito (Mirando a su alrededor)
M: ¡Que dices! Si esta todo medio desmontado, aún tengo que terminar la mudanza, soy
un desastre. (Esther reía divertida)
E: Que vas a ser un desastre... (Empezó a dar vueltas por el salón, mirando las pocas
fotografías que tenía la pediatra) Uy, uy... ¿Y esto? (Cogiendo un marco entre sus
manos, Maca se acercó y miró la foto, se echó a reír a carcajadas)
M: Soy yo de pequeña... y este de aquí... es mi caballo, era... el pobre murió un año
después de la foto, estaba malito.
E: Era precioso... (Acarició el rostro de la pequeña niña risueña que estaba parada de
pie al lado de un hermoso caballo)
M: ¿Yo o el caballo?
E: los dos... (Sacándole la lengua y dejando la foto en la estantería)
Media hora después estaban delante de la taquilla, decidiendo cual veían, se tiraron un
cuarto de hora allí paradas, ante la impaciencia del chico de taquilla, que ya no sabía
que decirle para que se decidiesen por una. Al final, Maca señaló dos cualquiera y le
dijo a Esther que eligiera una. No lo tenía muy difícil. Una era de golpes y la otra de
miedo. Una vez entraron con sus dos entradas y después de recibir una mirada
agradecida del taquillero, por haberse decido por fin, fueron a la cola para comprar
palomitas.
M: Pues ni que hubiésemos estado tanto rato... ya ves...
E: Si que hemos estado mucho, Maca. Si hemos leído mil veces de que iba cada una.
M: Es que pagar para ver una que no me va a gustar...
E: ya... y la de miedo ¿Te gusta?
M: Sí, me encantan las de miedo ¿Por? (Miró a Esther distraída que la miraba con carita
de niña) No me digas que...
E: con la mano sobre los ojos y agarrada a tu brazo. (Riendo)
M: Haberlo dicho... (Sin poder evitar reír)
E: si no pasa nada... si me gustan... pero me dan miedo. (Esther se fijó en que había un
puesto de gominolas aun lado) Mhmhmm…. Ahora vengo. (Desapareciendo)
Maca siguió en la cola para coge las palomitas, cuando por fin llegó al mostrador pidió
una bolsa grande y dos colas, Esther apreció a su lado con una gran bolsa llena de
gominolas, las dejó sonriente en el mostrador y miró a Maca toda feliz.
Fueron a la sala donde se proyectaba su película, Maca sostenía las palomitas y las
colas, Esther llevaba bajo un brazo la bolsa de gominolas y en las manso un montón de
chocolatinas, se sentaron en la última fila, Maca iba colorada porque todo el cine las
miraba, encima Esther iba diciendo que se quedaría con hambre. La sala no estaba muy
llena, aquella película ya llevaba tres semanas en cartelera, de hecho estaban a punto de
quitarla.
E: ¿Cuánto falta?
M: Pues... diez minutos.
E: ¡Genial! A ver... (Abriendo la bolsa y mirando lo que había dentro, sacó una
gominola y se la metió en la boca contenta)
M: ¿De verdad vas a comerte todo eso?
E: sí.. ¿Por? (Se puso colorada como un tomate al ver como la miraba Maca) Lo siento..
yo... es que... buf... tengo hambre... y claro... yo... (Muy nerviosa)
M: no si... no pasa nada. (Riendo y acariciando su brazo un momento) Pero luego
pensaba llevarte a cenar...
E: oh, tranquila, aun tendré hambre. (Soltó tan contenta para ponerse de nuevo
colorada, Maca debía pensar que era una comedora compulsiva)
M: Vale.. (Riendo y cogiendo algunas palomitas)
Dos horas después, salían del cine, Esther había terminado con todas las gominolas y
chocolatinas, luego atacó a las palomitas comiéndose más de la mitad de la bolsa ante la
sorpresa de Maca. La enfermera, entre bocado y bocado se agarraba al brazo de Maca,
que al final optó por levantar el reposabrazos que había entre ellas y pasar un brazo por
encima de los hombros de Esther, que cada vez que sonaba algún acorde de música o
salía alguna sombra o algo... gritaba.
Entre risas decidieron ir a un restaurante que Maca conocía, anduvieron hacia la moto
ya que quedaba algo lejos del cine, cogidas de la mano hasta el momento de ponerse los
cascos.
Llegaron al restaurante y Esther sonrió al verlo, era el italiano que quedaba al lado del
acuario, le dio un golpe en el brazo al quitarse el casco.
Se acercaron a la puerta, Esther pensó que iba a necesitar el sueldo de dos meses para
pagar la cena, todo estaba lleno de lujos, cada detalle, cada milímetro de aquel local,
debía valer una millonada. Maca sonrió y acarició la mano de Esther, se acercó al meitre
y preguntó por la mesa reservada a su nombre. El maître sonrió complaciente y las
acompañó a su mesa, situada debajo de un gran ventanal que daba al edificio del
acuario, Esther miraba alrededor maravillada de tanto lujo.
Mientras esperaban a que les trajesen los platos, disfrutaron de la música que tocaba un
grupo en un pequeño escenario a un lado del comedor, Esther movía la cabeza,
balanceándola, con el dulce compás de esta, Maca la miraba eclipsada por su belleza,
sonrió con ternura y se levantó, Esther la miró extrañada y Maca le tendió la mano.
El camarero se acerco con el vino, lo dejó en la mesa y miró a Maca para que se diese
cuenta, la pediatra asintió y siguió bailando con Esther, la enfermera estaba en otro
mundo, para ella ya no había nada más que el cuerpo de Maca, pegado al suyo,
bailando. Al cabo de un rato el camarero volvió, esta vez con los platos, Maca le sonrió
y se separó un poco de Esther para mirarla.
Llegaron a la discoteca donde trabajaba Vero, después de que Maca saludase al portero
entraron. Aquel día estaba hasta los topes, bueno, siempre lo estaba. Se abrieron paso
hasta la barra, cogidas de la mano para no perderse. Una de las camareras se acercó.
L: ¡Maca! ¡Que alegría verte! Ya me dijeron que estuviste la otra noche, y yo librando,
aish... (Dándole un par de besos)
M: Sí, vien con unos amigos y mi hermana.
L: Sí, vaya tía, esta medio loca, esta de baja y mírala por aquí esta metiendo saltos.
M: ¿Esta aquí?
L: si, por la pista bailando con uno que ha traído. Bueno... ¿Qué vais a tomar chicas?
M: Pues a mí ponme... no sé... lo que te de la gana. (Sonriendo)
E: A mí... martini con cola.
L: Marchando un “lo que sea” y un martín. (Riendo y alejándose a poner las bebidas)
E: Tu hermana esta loca, con el brazo roto y aquí. (Riendo)
M: Sí, bueno, lo suyo no tiene arreglo. (LA buscaba con la mirada, la localizó agarrada
a un chico) Ha traído al piolin, que mona. (Riendo)
L: ¡Maca! Aquí tenéis, invita la casa (Guiñándole un ojo y marchándose a atender a
otros clientes)
M: Aquí tienen patatas, si quieres. (Bromeando al oído de Esther, que le dio un
empujoncito y bebió de su vaso) Anda... vamos a saludarla... (Cogiendo la mano de
Esther y llevándola a la pista)
Vero iba dando brincos como una loca, el pobre chaval intentaba agarrarla para tenerla
cerca, pero la pequeña de los Wilson no se dejaba entre risas, en uno de los botes vio a
su hermana acercarse, frunció el ceño, pero al ver a cierta enfermera detrás suyo sonrió
de oreja a oreja dejando de saltar para acercarse a ellas. Les plantó un par de besos a
cada una, cuando lo hizo a Esther, le susurró algo al oído, Esther sonrió y se puso un
poco roja, Maca estaba saludando al chico.
Al cabo de poco, la canción que estaba sonando se terminó, y una voz conocida salió de
los altavoces, Maca buscó a su hermana con la mirada, encontrándola en la cabina del dj
con el micrófono en la mano.
Verónica: Bueno, bueno, esta canción va para mis dos chicas preferidas (Guiñándoles
un ojo y haciendo que Esther se riera)
E: Pensaba que no iba a hacerlo... (En un susurro a Maca)
M: ¿tu lo sabías?
E: Me lo acaba de decir, pero no me la he creído. (Riendo)
Verónica: Y para mi piolin... A ver si se me va a poner celoso. (Dio un salto bajando a
la pista y se acercó a ellos, el dj, animó al público y puso la canción)
En un gemido que las hizo temblar a las dos, Maca empezó a moverse igual de sensual
que Esther, sorprendiendo gratamente a la enfermera, que sonrió seductoramente y se
puso de espaldas a Maca, pegando sus cuerpos, Maca colocaba sus manos en la cintura
de esta, acompañando sus movimientos….
No te bajes, no te bajes
Oye negrita mira, no te rajes
De lunes a viernes tienes mi amor
Déjame el sábado a mí que es mejor
Oye mi negra no me castigues más
Porque allá afuera sin ti no tengo paz
Yo solo soy un hombre muy arrepentido
Soy como el ave que vuelve a su nido
Ay ay ay,
Ay ay ay,
Ay, todo lo que he hecho por ti
Fue una tortura perderte
Me duele tanto que sea asi
Sigue llorando perdón
Yo... yo no voy
A llorar por ti...
A llorar por ti!
Mientras sus cinturas les provocaban mil suspiros, se miraban a los ojos con deseo,
ahogándose en la mirada de la otra. Cuando los últimos acordes sonaban y empezaban
los de otra canción, Maca y Esther seguían mirándose perdidas una en los ojos de la
otra, con aquella sensación recorriendo cada parte de sus cuerpos, con los nervios a flor
de piel, estremeciéndose con cada roce, con cada suspiro.
Esther miró los labios de Maca, admirando su forma, mordiéndose el labio al pensar en
su sabor, en aquel que ya había probado y que tanto quería volver a sentir, su corazón,
amenazaba con salir de su pecho, golpeándola, haciéndola vibrar, Maca la miraba con
deseo, un nudo en su garganta, el deseo contenido que luchaba por salir, y hacerlo,
besarla en aquel momento, allí, perderse en aquellos labios, explorar su boca por
primera vez, sentirla tan cerca, sus manos seguían sus deseos, posándose sobre los de
Esther, acariciándolos, se mordió el labio al sentirlos... tan suaves... húmedos... su deseo
aumentaba, cabiéndole imposible detenerlo, no queriéndolo hacer, Esther se dejaba
acariciar por Maca, besó sus dedos, provocando que ambos cuerpos se estremecieran.
Poco a poco, se iban acercando, sin darse cuenta, estando demasiado distraídas en lo
que sentían, como para saber que estaban a escasos milímetros la una de la otra. Fue un
instante. Un segundo el que tardaron sus labios en unirse al sentirse, rozándose. Esther
acarició con su lengua los de Maca, con delicadeza, mimándolos, Maca emitió un
pequeño gemido, su cuerpo respondía a aquel beso. Se dejaron llevar por el momento,
disfrutándolo, con sus cuerpos estremeciéndose a cada movimiento, con sus manos
recorriendo sus cuerpos, con sus respiraciones entrelazadas. Se separaron un poco,
mirándose a los ojos, ambas sonreían, y en sus ojos se veía que aquel era el primer
beso... el primero de muchos...
Desde el principio... (II)
Maca apoyó su frente en la de Esther, suspirando y mirándola sonriente, Esther sonreía
de la misma manera, con la mirada se decían mil cosas. Se sintieron observadas por
alguien y Maca miró a un lado, sin separar su frente de la de Esther. Su hermana
pequeña estaba con una sonrisa de oreja a oreja y solo le faltaba un reguero de baba que
cayese de su boca. Maca se echó a reír, escondiéndose en el cuello de Esther, que
acarició su cabeza y miró a Vero divertida.
Estuvieron bailando juntas toda la noche, hasta que empezaban a sentirse cansadas, se
despidieron de las camareras, Vero hacia rato que había desparecido en brazos de su
piolin. Salieron a la calle, agarradas por la cintura, Esther apoyaba su cabeza en el
hombro de Maca.
Subieron a la moto, mientras Maca conducía hasta su casa, Esther sonreía bajo el casco
y se agarraba a la contra de Maca, dejaba caer su peso sobre ella, y la pediatra en los
semáforos le dedicaba unas caricias a las rodillas de Esther. Llegaron al piso y Maca
tuvo que abrazar a Esther en el ascensor, a la enfermera no le gustaba nada aquel
cacharro, bromeaban entre risas mientras Maca abría la puerta de su piso y la dejaba
pasar.
Dejaron los cascos en el suelo y fueron aburadas hasta la habitación de Maca, a Esther
le hubiera gustado chafardear un rato, pero aquella noche había sido demasiado por
todo, demasiado ejercicio y demasiadas emociones, estaba realmente agotada, Maca
buscó un pijama para darle, pero cuando se dio la vuelta Esther ya estaba estirada en la
cama, durmiendo como un tronco. La pediatra sonrió y se tumbó con cuidado a su lado,
rodeándola con sus brazos y dándole un pequeño beso en la mejilla.
Maca se despertó con ella entre sus brazos, se acurrucó medio dormida en la cama,
estrechándola suavemente, no conseguía volver a dormirse. La mezcla de emociones de
la noche anterior le provocaba mil pensamientos, suspiró brevemente en el cuello de
Esther, que se estremeció en sueños y siguió durmiendo.
Maca pensaba en como había ido todo desde que había vuelto de Jerez, el esperar a Azu
en el aeropuerto, hablar con ella, dejarla entre llantos en su casa, aparecer sin saber muy
bien como en casa de Esther, el cine, la cena, el baile... el beso. Sonrió al pensar en el
beso, no le gustaba estar contenta por ello, sobre todo cuando aquella mañana había
hecho daño a alguien que había estado a su lado, a quien le había dado a conocer un
mundo nuevo. Suspiró de nuevo pensando en Azucena, pensó en su maleta, tendría que
ir a buscarla, aunque eso significase tener que verla de nuevo. Lo cierto era que no le
daba ya tanto miedo, no temía echarse en sus brazos otra vez, simplemente no lo haría,
Esther había conseguido con un beso lo que Azu había hecho en largas noches de
pasión.
La pediatra, ya solo podía pensar en la mujer que dormía a su lado aquella mañana. Con
su actitud infantil que le hacia babear, con su ternura, con esa hambre voraz... hambre.
Recordó que no tenía apenas nada para desayunar, y teniendo en cuarenta lo que comía
Esther, sería mejor bajar a por algo. La miró unos segundos y se levantó de la cama, se
dio una ducha intentando hacer el menor ruido posible y bajó a por el desayuno.
Cuando subía se encontró a su hermana pequeña en la puerta, más bien sentada en uno
de los escalones que había al lado, Maca se acercó sonriendo.
Entraron en el piso y Maca fue a dejar las bolsas en la cocina, colocando las cosas en su
sitio después, Vero chafardeaba por el salón, buscando alguna señal de lo que hubiera
pasado aquella noche.
Esther estaba toda estirada en la cama, boca arriba, con una carita de ángel que hizo
suspirar a Maca, se acercó a ella, sentándose en la cama, a su lado. La miró unos
instantes hasta que recordó que eran la una. Acarició su mejilla.
Maca y Vero se miraron divertidas, al cabo de dos segundos sonó el timbre, Maca fue a
abrir, Esther se acercó a ella y le dio un tierno beso en los labios.
Esther entraba por la puerta de urgencias, llegaba media hora tarde pero la sonrisa de
oreja a oreja no se la quitaba nadie, se acercó a recepción y saludó a teresa dándole dos
besos.
La enfermera esperó en una sala a que Dávila la hiciese pasar, se entretuvo canturreando
una canción y siguiendo el ritmo con el pie, al cabo de un rato la secretaria de Dávila la
hizo pasar, Esther entró en el despacho algo nervios a por lo que le fuera a decir el
director.
Esther bajó a urgencias y se metió en la sala de médicos, el único sitio tranquilo donde
podría sentarse a trabajar en aquello. Pensó en que si hubiera sabido aquello, hubiera
llegado más tarde y le hubiese dado bien los buenos días a Maca, una sonrisita tonta
apareció al pensar en ella y mientras mirabas los informes que tenía delante iba
canturreando.
Vero estaba sentada en el sofá de Maca, con las piernas cruzadas y la barbilla apoyada
en sus manos, mirando a su hermana como desayunaba, la pediatra la miraba de reojo y
de vez en cuando reía.
Poco después Maca iba en el coche de Vero a buscar su maleta, mientras su hermana
pequeña seguía intentando descubrir si aquello iba bien o iba a tener que echarles un
amanita.
Vero encontró la sala de médicos y entró toda feliz, dando un susto a la pobre Esther,
que se había quedado dormida sobre los papeles, Vero se empezó a reír al verla.
Mientras Vero seguía intentando enterarse de algo, Maca aparcaba el coche cerca de
casa de Azu, se bajó de él y miró el edificio, había pasado muchas noches en vela allí.
Suspiró y apretó el paso hacia el portal. Picó al portero y esperó.
Mientras Maca esperaba al ascensor y subía en él, Azucena iba a la habitación, se ponía
rápidamente aquel vestido que tanto le gustaba a Maca y se atusaba el pelo en el espejo
del recibidor. Maca volvió a tocar el timbre, esta vez el de la puerta de Azu, esperó un
rato al otro lado, Azu la miraba a través de la mirilla, sonreía satisfecha, solo había
tardado un día en volver. Abrió la puerta y la recibió con una de sus mejores sonrisas.
Esther reía de los intentos de Vero de saber algo, al final, había desistido de trabajar algo
mientras la pequeña de los Wilson estuviera allí, así que se la llevó a cafetería, por
suerte, Javier estaba allí, o al menos eso pensó la enfermera, hasta que Vero puso al día
Javier y fueron los dos los que empezaron a preguntarle.
Mientras tanto, la pediatra observaba de pie, en medio del salón, a Azu en el sofá, con la
cabeza agachada y escondida entre las manos, por mucho que no sintiera mucho por
ella, aunque solo fuera esa atracción sexual, verla así la destrozaba, no le gustaba ver a
la gente llorar, era algo superior a ella. Se acercó al sofá, parándose delante de ella y se
agachó buscando su mirada, Azu ladeo la cabeza para no mirarla.
M: Azu.. mírame...
Az: no...
M: Azu, por favor... mírame...
Az: ¿Qué? (Ahogada la miró, descompuesta)
M: No hubiera funcionado. Nunca nos quisimos, Azu, nunca... solo era... sexo...
Az: ¿Y que? ¿Y que si solo era sexo? Me gustaba eso, me gustaba que gimieras por mí.
Me gustaba cuando te acariciaba y te estremecías de placer. Nos hubiésemos acabando
queriendo, Maca... Lo hubiésemos hecho. Pero no. Tú has tenido que cegarte con algo.
Ese cambio. Estabas bien conmigo ¿Por qué ese cambio?
M: Porque ahora ya no puedo... no puedo... no me gusta verte así, pero no puedo Azu.
Az: ¿Hay otra?
M: No tiene que ver con eso... tiene que ver contigo y conmigo.
Az: Hay otra... (llorando más fuerte)
M: No, no la hay... pero tal vez sí. No lo sé. Pero ella no tiene que ver con esto. ¿Vale?
Escúchame... ella solo me ha hecho sentir cosas... cosas que tú no, cosas que me...
llenan...
Az: Te dan unos cuantos mimos y me abandonas...
M: no te abandono, Azu, pero tu y yo... no fuimos pareja, tu no querías eso.
Az: Lo quiero, lo quiero ahora. Maca, por favor. (Intentó acariciar el rostro de Maca
pero esta se apartó un poco)
M: Azu... por favor... no hagas esto ¿Mhm?
Az: Maca... no quiero perderte...
M: azu... tú... fue genial, pero... no era nada... no me... no sentía nada... No siento nada.
Az: vete, lárgate de aquí…(Llorando abatida)
M: Pero...
Az: No, coge tu maleta y lárgate. Ya caerás en la cuenta de que yo soy la única que
puede estar a tu lado.
M: Como quieras... (Se levantó y cogió su maleta, echó una ultima mirada a Azu y
desapareció de allí, se subió al coche y miró la hora, entre que llegaba al hospital y no
ya tendría que trabajar, así que se fue directa a allí)
Vero hacia un rato que se había marchado, Esther había vuelto a la sala de médicos para
trabajar un poco, estaba concentrada en los papeles que tenía delante, mirando los
expedientes de las enfermeras para ver cual estaba más cualificada para según que
secciones del hospital cuando la puerta se abrió.
Alzó la cabeza y vio a Maca entrar, algo seria y cabizbaja, ni siquiera se dio cuenta de
su presencia, Esther aprovechó para observarla tranquilamente, sus manos moviéndose
hacia la percha y coger su bata, como se la ponía, como sacaba su pelo de atrás,
dejándolo caer suavemente... se dio la vuelta y Esther vio algo de pena en su mirada, no
pudo aguantar, no quiso hacerlo.
Esther la contempló marcharse y suspiró, era cierto que no le hacia gracia que Maca
hubiera visto a Azu, pero se sintió feliz cuando la pediatra se lo contó, confiaba en ella,
eso era algo importante, Esther se levantó del sofá y volvió a la silla para seguir con su
trabajo mientras Maca atendía a su primer paciente del día.
A la hora de comer coincidieron Javier, Laura, Maca y Esther, se sentaron en una mesa
los cuatro juntos.
L: Oye, Maca... ¿Cuándo nos vas a invitar a tu casa? ¿eh? Porque me da que te estas
escaqueando... (Bromeando)
M: Pues... os invitaría este fin de semana, pero mis hermanos y yo tenemos que ir a
Jerez, bueno, Javier también ¿No?
J: ¿eh? (Con los espaguetis colgando de la boca) Sí, sí. (Los tragó y miró a Laura) Tu
vienes conmigo ¿No?
L: Sí... con lo bien que le caigo a tu madre.
M: Bah, a su madre no le cae bien ni su marido. (Riendo)
J: ¡Eh!
M: Aish... la mami... (Como si hablara con un niño pequeño)
J: que graciosa... ¡Ey! ¡Ya sé! Vosotros vais para todo el fin de semana ¿No? (A Maca)
M: Sí, estamos obligados. (Poniendo los ojos en blanco)
J: Pues ya esta, bajamos a pasar allí todo el fin de semana y ya está, os quedáis en mi
casa (Mirando a Esther)
E: Ey, ey... ¿Cómo? (Sin saber muy bien de que iba la cosa, había estado distraída
trazando figuritas en la pierna de Maca)
J: pues eso, tu hermano, Susana, tu y nosotros. Nos quedamos el fin de semana en mi
casa, tranquilas, tenemos una casita al lado de la piscina, nos ponemos allí y ya está. Así
los Wilson no se aburren tanto con los preparativos y todas esas cosas ¿No? ¿Qué os
parece? (Esther miró a Maca que comía tranquilamente, como si aquello no fuera con
ella)
E: pues... no sé... ¿Qué haremos cuando estéis en la fiesta? No, Javier, que no queremos
molestar... si nos quedamos aquí, de verdad, no pasa nada.
J: insisto, Esther... venga... y por la fiesta no te preocupes, yo no voy y ya está. (Feliz)
M: ¡Eh! Serás... tú eres medio hermano nuestro, así que... pringas como todos. (Riendo)
Esther, podéis venir a la fiesta... (Vio la mirada de Esther y rectificó) Si quieres claro...
E: yo.. no sé.. me lo pienso y si eso.. ¿eh? (Miraba a Javier y a Maca alternativamente,
Javier siguió intentando convencerla mientras Maca comía tranquilamente, Laura
miraba a Esther como diciéndole que qué había hecho)
M: Que si no te apetece...
E: si no es eso... pero ¿Qué pintamos allí? Nada.
M: Hay gente que pinta menos que vosotros, Esther. Y además, es por pasar el fin de
semana todos juntos... que se hace raro no vernos. Pero si no quieres...
E: ya te he dicho que no es eso.. pero es que... (Suspiró y Maca la detuvo mirándola con
ternura)
M: A mí me lo puedes decir ¿Mhm? (Esther sonrió negando con la cabeza)
E: ya lo sé... (Acariciando un momento su brazo) Me da palo ¿Vale? (volviendo a andar,
Maca reía)
M: ¿palo? ¿Pasar el fin de semana juntos?
E: No... eso no... eso me gusta. Lo otro. (Con misterio)
M: mhmhm... lo otro... claro…(Como si supiese que era) ¿Qué es lo toro? (Esther rió)
E: pues... tu casa.. tus padres... no sé...
M: Esther, ¿Qué piensas que va a pasar?
E: nada, ya lo sé. Pero me da palo igualmente.
M: Anda... (Riendo) Que no muerden, además, a esa fiesta invitan a gente que ni
conocen, al menos vosotros sois amigos nuestros.
E: buf... voy a tener que ir ¿No?
M: Cómo lo sabes... (Sonriendo y dándole un suave empujoncito) Si te lo pasarás bien...
no pienses en mis padres... ¿Eh?
E: Vale... pero si me pongo nerviosa te aguantas.
M: Vale.. me aguantaré... entonces... ¿Vienes?
E: sí... luego se lo digo a mi hermano a ver si se apunta.
M: Genial. (Sonriendo) ¿Esperabas una presentación en familia o algo así?
E: ¡Que dices! ¡No! (Riendo con ella) Si no llevamos... nada.
M: Pero si tu quieres lo hago eh, me prepararé un discursito o algo, en plan... “Señor y
señora Wilson, su hija, Macarena les comunica que la señorita García y ella están
empezando a verse a menudo con intenciones mayores de amistad” (Esther reía a
carcajadas y le daba un empujón)
E: Estas echa una payasa...
M: se me habrá pegado de mi hermana... (Sonriéndole, se despidieron con un breve
apretón de manos cariñoso y se fueron a cada una a lo suyo)
Al acabar el turno, Esther estuvo dando un par de vueltas por el hospital, buscando a
Maca, pero la pediatra había entrado en quirófano con Cruz. Esther desistió de
despedirse de ella y le mandó un mensaje al móvil.
Se fue andando hasta la estación, no vio la moto de Maca por allí, la habría puesto en
otro sitio, aceleró el paso y se metió en la estación cogiendo el tren. Poco después (no
tan poco) estaba en casa, nada más llegar se había metido en el baño.
Esperaba que la bañera se terminara de llenar mientras echaba algunas sales, estaba ya
desnuda y con la mano recorría la superficie del agua para ver si la temperatura estaba
bien, cuando quedo satisfecha con esta, se metió lentamente, dejando el móvil a mano
por si Maca daba señales de vida. Se tumbó apoyando la cabeza en el filo de la bañera y
cerró los ojos para relajarse.
Maca colgó y arrancó el motor, fue a casa e hizo todo lo que había dicho. Cuando
terminó, dejó las llaves del coche en el buzón y le envió un mensaje a su hermana para
decírselo, la pediatra se subió a su moto y fue a casa de Esther.
Esther abría la puerta sonriente, se acercó a la pediatra y pasó el brazo por detrás de su
cuello mientras le daba un dulce beso en los labios. Maca sonreía y entraban en la casa.
Al entrar en el salón la pediatra vio a Susana y Jorge en un sofá, abrazados y viendo la
tele, la niña estaba dormida en otro y a Encarna se la escuchaba trastear en la cocina.
M: Hola...
Jorge: ¡Hola, Maca! (Sin apartar la vista del televisor)
S: Hola...
Esther se sentó en el sofá, a los pies de la niña, Maca se acercó a ella y Esther hizo que
se sentase encima suyo, Maca sonrió y lo hizo.
Maca se sentó al lado de Esther y Encaran en el otro sofá, la enfermera estaba mirando
la tele tan tranquila mientras Maca sentía la mirada de Encarna sobre ella.
Amabas se miraron sonrientes, Maca pasó un brazo por los hombros de Esther,
acercándola, y la enfermera se acurrucó en su pecho, suspirando.
Maca se despertó cuando los primeros rayos de sol entraban por la ventana del salón, no
habían bajado las persianas, tenía media parte del cuerpo completamente dormida,
consentirla, miró y se encontró a la enfermera durmiendo plácidamente. Sonrió con
ternura y acarició su pelo, dejando que sus dedos se entrelazaran con mechones rebeldes
de Esther.
Lo que quedaba de semana se les pasó muy rápido, aprovechaban cada momento para
pasarlo solas, aunque también salieron un par de noches con los demás. Los nervios de
Esther se acentuaron cuando se despertó la mañana del viernes, aquella misma tarde,
justo después de comer, salían hacia Jerez. Habían quedado con Vero en su casa, ella se
había encargado de los billetes de avión y de todos los preparativos del viaje.
A las tres del mediodía, todos esperaban con las maletas (cuatro cosas) a Vero, que no
daba señales de vida. Maca estaba apoyada en la pared de al lado de la puerta, Esther
sentada en un escalón a su lado, Laura y Javier jugaban a pelearse, Susana y Jorge
charlaban tranquilamente delante de la puerta y Jero no hacía más que timbrar al piso de
su hermana.
Esther y Laura volvían con enormes bolsas de gominolas, Vero al verlas se acercó
corriendo, y tal como venían, se fueron, de vuelta al supermercado con la pequeña de
los Wilson.
Terminaron de cargar las cosas, el novio de Vero (al que todos llamaban piolín
cariñosamente) se acercó a buscar el coche de Vero, sería el otro vehículo ya que no
cogían todos en la furgoneta. Decidieron que Piolin y Vero empezarían con el
escarabajo, y Javier al volante de la furgoneta, luego ya se irían turnando. Las chicas
volvieron con el doble de bolsas que antes y se subieron a la furgoneta, Vero se despidió
para irse al escarabajo con su chico.
Maca, Esther y Jero se pusieron en la parte de atrás, Jorge y Susana en el medio y Javier
y Laura delante.
Llevaban ya varios kilómetros, por fin habían conseguido coger la “autopista del sur”,
se habían equivocado un par de veces, entre que Javier no seguía las instrucciones de
Laura y el mapa que tenían era de hacia cuatro años...
Ocho horas después, veinte paradas imprescindibles (O se les acababan las provisiones
o tenían que ir al servicio), varios cambios de conductor y una rueda pinchada. Llegaban
a Jerez de la frontera. Ambos vehículos se metían por un camino privado perfectamente
asfaltado, entre viñedos, para llegar a una de las mansiones, la de los Wilson.
Apagó el motor y bajo de la furgoneta, Vero salió de un salto (A medio camino estaba
hasta las narices del escarabajo, se cambió por Javier y Laura), Maca salió y aspiró el
aire.
Verónica: Vaya comité de bienvenida... (Mirando a la puerta, donde solo estaba uno de
los de servicio esperándoles)
M: La alfombra roja la estarán limpiando para mañana (Bromeando y abriendo el
maletero para coger sus cosas)
E: Vaya... (Bajándose y mirando alrededor)
M: ¿Te gusta? (Acercándose a ella)
E: Esto.. es... Enorme...
J: Luego dicen que el tamaño no importa... (Acercándose a ellos)
L: ¡Eh! (Dándole un manotazo) Bueno, nos vemos mañana ¿Eh?
Je: sí, podríamos ir por la mañana de excursión ¿No?
Verónica:¡Al lago! ¡Vamos al lago!
J: Es verdad…cuanto tiempo... (Riendo) Venga, decidido al lago.
Mientras los demás seguían dándose las buenas noches, Maca y Esther se abrazaban con
cariño.
M: buenas noches, duerme bien ¿Eh? Aunque con el atracón de dulces... (Acariciando
sonriente el abdomen de la enfermera)
E: Bah... aun tengo hambre. (Bromeando) Buenas noches... (Mirándose a los ojos y
deseando besarse pero sin atreverse a hacerlo allí)
M: nos vemos mañana... bien temprano ¿Mhm?
E: sí... (Escondiendo su rostro en el pecho de Maca)
M: yo también quiero.. (Sonriendo con dulzura y mordiéndose el labio)
E: Sí ¿No? (Mirándola con carita de pena, Maca miró hacia la casa)
M: uno rapidito... (Dejando un breve beso en los labios de la enfermera)
E: Mhmhm... demasiado rápido. (Acercándose a ella y atrapando sus labios y
acariciándolos con su lengua un instante)
M: Ni me he enterado... (Al separarse de ella, volvió a besarla, esta vez sus lenguas se
encontraron tímidamente)
E: Mhmhm... debo estar medio dormida por el viaje... Porque...
M: Ya, yo tampoco... (Riendo y estrechando a Esther contra ella para besarla,
entrelazando sus lenguas y ahogándose en un suspiro)
J: Venga, Esther... que nos tenemos que ir... no es por interrumpir ¿Eh? (Abrazando a
Laura por detrás y dejando un beso en su cuello)
M: Anda que... muy oportuno, Sotomayor. (Riendo, miró a Esther) Buenas noches...
E: Buenas noches...
Mientras los demás se subían a la furgoneta, los hermanos Wilson entraban en la casa de
sus padres, el lugar donde habían crecido, dos veces en una semana, era demasiado
comentaban entre risas. Sus padres ya estaban durmiendo, así que cada uno se fue a su
habitación quedando para primera hora de la mañana, con suerte esquivarían a su
madre.
Llegaron a casa de Javier a las nueve, cuando se habían despertado su padre ya había
salido hacia los viñedos y la madre estaba en su habitación, seguramente retocándose
para bajar a desayunar, era así. Se encontraron en la puerta con Laura y Susana.
Esther se acercó a la pediatra, parándose a su lado, Maca pasó un brazo por los hombros
de esta y le dio un beso en la mejilla..
Para ir al lago cogieron la furgoneta, iban algo apretados, subidos unos encima de otros,
pero era solo un momento, aparcaron en una pequeña explanada que hacía el camino, y
salieron. Delante de ellos había un pequeño bosquecito que tuvieron que atravesar para
ir a dar a la orilla de un lago, no muy grande.
J: ¿Sigue en pie! (Señalando un tronco medio caído) ¡Venga! (Dándole una palmada en
el pecho a Jero y quitándose la camiseta y las chanclas, quedándose en bañador)
Je: ¡Ey! ¡Espera!
Verónica: piolin... tu y yo nos vamos a ir a un sitio más... apartado ¿Mhm? (Juguetona)
Piolin: Pues claro... vamos. (Se alejaron cogidos por la cintura)
Jorge: Esos si que saben... (Se llevó una colleja de su mujer) ¡Ey! Vale, ¡Chicos! ¡Voy
con vosotros! (Corriendo hacia el tronco, mientras Javier y Jorge daban un salto desde
él al agua)
L: Vaya morro... (Extendiendo una tollada y tumbándose encima, Susana se puso a su
lado)
M: ¿Un bañito? (A Esther)
E: Si me lo pides así... (Sonriendo y quitándose la ropa para quedarse en bikini)
M: Aish... (Haciendo lo mismo y caminando hacia el agua, se metió dentro,
sumergiéndose, al salir se dio la vuelta para abrazar a Esther, pero no estaba, miró hacia
la orilla y la vio allí parada mirando el agua) ¿Qué haces? (Riendo)
E: Nada…que yo mejor... voy a tomar el sol... ¿Eh?
M: ¿Me vas a dejar solita?
E: No... tienes a aquellos. (Señalando a los tres que estaban haciéndose aguadillas)
M: Sí... ya... No es lo mismo. (Mirándola y poniendo morritos) Venga...
E: Es que...
M: Iré a por ti ¿Eh?
E: no, no...
M: Sí.. (Acercándose con una sonrisa traviesa)
E: ni se te ocurra... Maca... no... (Dando pasitos hacia atrás)
M: Sí... (Saliendo del agua y atrapándola entre sus brazos en dos pasos) Anda... ¿Mhm?
(En un susurro a su oído)
E: Maca, no, que ahí hay bichos, que es el campo, que tiene que haber culebras y cosas
de esas...
M: Sí... y un cocodrilo así de grande (riendo y abrazándola más fuerte) Yo te protegeré
¿Eh?
E: Muy graciosa...
M: ¿a que sí? Anda, tonta, ven conmigo...
E: Que no, que me quedo tomando el sol... de verdad... (Maca se separó para mirarla)
M: Vaya, si las prefieres a ellas... (Se dio la vuelta y se metió en el agua)
E: ¡Maca! (Con voz infantil) No te enfades. (Metió un pie en el agua) Maca, venga...
M: No, no... toma el sol. (Nadando en círculos)
E: Anda... (Cogió aire y se metió en el agua, persiguiendo a Maca, que nadaba hacia el
interior) ¡Maca! (La pediatra sonrió y se dio la vuelta, dejando solo de los ojos para
arriba fuera del agua, Esther la alcanzó)
M: Soy un cocodrilo... y voy a morderte... (Sacando un momento la boca y volviendo a
su posición anterior)
E: Muy graciosa... (Maca asintió y se acercó despacito) Maca, ni se te ocurra... (Riendo)
Como te acerque más... (Maca se sumergió, Esther miró hacia el agua, tenía que salir, al
cabo de unos segundos empezó a desesperarse, hasta que notó como dos manos la
agarraban de los tobillos y la arrastraban hacia abajo, salieron poco después y Maca
abrazó a Esther, dándole un mordisquito en el cuello)
M: Ves como te he mordido... (A su oído seductoramente)
E: Mhmhm... como tos los mordiscos de cocodrilos sean así... me voy a ir a la selva.
(Riendo)
M: ¿Sin mí?
E: A ti te llevo por si no encuentro ninguno.
M: vaya... Gracias...
E: Tonta... ven aquí... (Besándola suavemente)
Maca sonreía y estrechó a Esther más cerca, sus labios seguían acariciándose, en suaves
roces, pronto pedía más, y sus bocas se entreabrían ligeramente para dar paso a sus
lenguas, que reconociendo el terreno jugaban en las bocas de ambas, tuvieron que
separarse cuando se hundían en el agua.
Estuvieron un rato más tomando el sol, cuando Vero y su chico volvieron, se vistieron y
se subieron a la furgoneta para ir a la casa de los Wilson. Bajaron bromeando, no habían
terminado de secarse y la ropa se transparentaba en ciertos sitios. Maca no apartaba la
vista de la camiseta de Esther, que estaba toda colorada como un tomate.
E: yo no entro así...
M: ¿Por qué? Estas genial... (Sonriendo)
E: Ya, claro, ¿Qué vas a decir tú?
M: Anda, que no pasa nada, vamos todos igual. (Entraron todos juntos a la casa)
Entraron en la cocina donde saludaron a Carmen con mucho cariño, después pusieron
caritas de niños buenos y le pidieron si podría cocinarles algo a todos. Después de
hablar un rato con ella fueron a uno de los salones a esperar. Se dispersaron por los
diferentes sofás. Maca y Esther en uno juntas.
Hablaron un rato más, tocaron a la puerta y todos se levantaron pensando que sería para
decirles que la comida ya estaba, pero al abrirse la puerta quien apareció fue el padre de
familia.
A Esther hacia rato que las manos le temblaban, Maca sonreía al ver la escena, miró a
Esther y le guiñó un ojo, se acercó a su padre.
Uno a uno se fueron acercando saludar a Paco, Esther se quedó atrás nerviosa, cuando le
tocó a ella, avanzó temblorosa, tanto que cuando llegaba a Paco tropezó con la pata del
sofá y cayó encima de él, por suerte el padre de Maca era ágil y la agarró antes que se
fueran los dos al suelo. Todos reían, Esther no sabía dónde meterse.
Terminaron de comer entre risas, Esther, después del primer impacto (nunca mejor
dicho) descubrió que el padre de Maca era encantador, sin duda lo de los tres hermanos
venía de allí, además, Maca se había pasado toda la comida acariciando su mano y
dedicándole toda su atención, gesto que a Paco, no le había pasado desapercibido, su
hija mayor se deshacía en detalles con aquella chica. Decidió que más tarde hablaría con
ella.
Después de comer, dijeron de hacer la siesta, Paco se negó a que se fueran así que se
acomodaron en las diferentes habitaciones de invitados, Maca tuvo que irse de
“estrangis” a la de Esther, para poder dormir con ella. Cuando la enfermera la vio entrar
se asustó.
Maca la abrazó besándola, jugando con su lengua por los labios de ella, dejando algún
pequeño mordisco. Esther suspiró y acarició la nuca de esta con sus manos, dibujando
figuras inconexas, mientras su lengua jugaba con la de Maca, en un sensual baile,
esquivándose y encontrándose, sus manos acariciaban sus espaldas, las de Maca
descendían poco a poco, acariciando por completo la espalda de la enfermera.
Siguieron bajando hasta encontrarse con los glúteos de Esther, que acarició con ternura
al principio para luego apretarlos contra ella, a Esther se le escapó un pequeño gemido.
Sus lenguas seguían entrelazándose, provocándose. La enfermera hizo presión sobre el
cuerpo de Maca, hasta que quedó con la espalda sobre el colchón y ella medio encima.
Sus piernas se entrelazaron apretándose y provocando que sus respiraciones se
disparasen al sentirse tan cerca.
Maca deslizó una de sus manos por la cintura de Esther, siguiendo la curva que iba de
esta hasta el pecho de Esther, acariciándolo por encima de la ropa, sin dejar en ningún
momento que sus labios perdieran el contacto, acarició con suavidad su pecho, trazando
cada una de sus curvas, excitando a Esther.
E: Mhmhm...
M: Esther... (En un susurro antes de volver a unirse en aquel beso)
Se escucharon voces en el pasillo y Esther casi se cae al suelo del salto que metió, Maca
se echo a reír y la tomó de sus manos para volver a lo que estaban haciendo.
E: Maca, no.. que aquí no puedo yo... no estoy por lo que estoy...
M: pues yo creo que sí... (Empezando a besarla de nuevo)
E: Maca, no, en serio, que como entre alguien, que ya he hecho bastante el ridículo por
hoy... por favor... (Maca no pudo resistirse a aquella mirada asustada de Esther)
M: Esta bien... tienes razón. (Suspirando resignada) A dormir ¿No?
E: Sí... a dormir...
M: Pero al menos... ¿Me dejas aquí? (mirándola dulcemente)
E: Vale, pero si entra alguien... les explicas tú.
M: Claro, les digo, nada, que después de que me calentara y me dejara así, he dicho,
vamos a quedarnos a su lado a ver si se lo piensa mejor.
E:: Maca...
M: Es broma, cariño... (Esther sonrió de oreja a oreja) ¿Qué?
E: Y van dos... (Riendo y dándole un breve beso antes de acomodarse entre sus brazos
para dormir)
M: ¿Dos que?
E: Dos cariño...
M: ¿te gusta?
E: Mhmhm...
M: ¿Esther? ¿Esther? Genial, se durmió, y yo así... buf...
Una gran carpa blanca en el centro sería la pista de baile, con una tarima de madera a
modo de suelo, al lado de esta otra gran carpa hacia de comedor. En ella unas cincuenta
grandes mesas redondas, esperaban a los invitados de aquella noche. Habían preparado
un gran escenario donde la orquesta deleitaría con música.
Maca observaba a través de la ventana el jardín, la verdad es que había quedado
precioso. Ya estaba preparada para la fiesta, con un vestido largo con una abertura en la
pierna derecha, era de color plateado con brillantes, al igual que los zapatos de finas
tiras que llevaba, una gargantilla de plata y unos finos pendientes largos completaban su
belleza.
En su cama estaba sentada su hermana pequeña, que había optado por un vestido corto
de rosa chillón, muy en su línea y un peinado que desafiaba a todos los peluqueros del
mundo, echo por ella misma. Y de pie en la puerta Jero, con un elegante esmoquin
negro, al igual que la mayoría de hombres aquella noche.
Mientras sus hermanos se unían a los demás, Maca seguía mirando por la ventana, hacia
tan poco que había abandonado aquella vida llena de lujos, y ya estaba de nuevo allí,
tantos recuerdos que se le venían a la cabeza, tantas fiestas como aquella. Suspiró y
recordó que Esther estaba allí, con ella, sonrió y bajó a buscarla.
Maca salió al jardín después de escaquearse de sus padres, que habían conseguido
atrapar a Jero y Vero para recibir a los invitados, salió al jardín para ver si ya estaban
por allí sus amigos. A lo lejos distinguió a un pequeño grupo que parecía perdido entre
todo aquello. Sonrió al ver que se trataban de Susana, Jorge, Piolin (Sergio), Laura y
Esther. Cuando se acercó y la vieron Esther se dio la vuelta, Maca se quedó parada en
medio del jardín mirándola.
Estaba increíblemente preciosa, con un delicado vestido azul de tirantes finos, el pelo
liso suelto por sus hombros, y aquella sonrisa radiante que le regalaba. La pediatra salió
de su parálisis y se acercó al grupo, poniéndose al lado de Esther, pegada a ella y
acariciando por un momento su mano, mientras la miraba feliz.
El camarero se acercó con una bandeja de plata en la que había unas cuantas copas de
vino, se colocó al lado del grupo sosteniendo la bandeja y muy estirado él. Maca tomó
una de las copas con delicadeza e invitó a los demás con un gesto a que lo hicieran.
M: A ver si vas a tirarla... (Bromeaba al ver como las manos de Esther temblaban al
coger una copa)
E: No llames al mal tiempo. (En un susurro)
Poco a poco llegaban más invitados, en un momento de descuido Javier aprovechó para
acercarse al grupo, tomó la mano de Laura con la suya.
J: Vaya, señorita Wilson esta usted radiante esta noche. (Con gestos teatrales)
M: lo mismo digo, señorito Sotomayor. (Alzando su copa un poco y bebiendo luego)
E: Ya ¿No? (Bromeaba mirando a Javier) Que tu chica es la de al lado...
L: es igual, déjalo, esta claro que de mi pasa. (Se hacia la enfadada)
J: Venga, cariño... (Dándole un besito en el cuello)
L: Sí, sí, tu vuelve a dejarme tirada para ir con tus padres...
J: Que no, que he estado hablando con ellos, y si nadie pone pegas, me voy a vuestra
mesa. ¿Vale? Contigo.. así... juntitos... (Reía y besaba a Laura)
L: No hay pegas ¿A qué no? (Mirando al resto que se echaron a reír y decían no)
Perfecto...
Piolin: Oye, Maca ¿y vosotros?
M: Pues no tenemos el lujo de poder cambiarnos de mesa, tenemos que estar en la
principal con nuestros padres y la abuela.
J: ¿Tu abuela también viene?
M: Sí, mi madre intentó evitarlo pero no lo consiguió (Riendo, Esther la miraba
confusa) Es que mi abuela es... como vero pero con unos añitos más.
E: Buf... menuda. (Riendo)
La mayoría de mesas ya estaba ocupadas, Maca miró alrededor y vio que sus hermanos
salían al jardín, lo que significaba que ya tenían que estar sentados.
Sus padres salieron al jardín por la puerta principal a él, rodeados de pequeñas lucecitas
y rosas blancas, iban muy elegantes y sonreían sin para, en el mismo instante en que el
pie del padre tocó la alfombra que llevaba a las mesas, la orquesta empezó a tocar el
cumpleaños feliz, mientras que los invitados se ponían en pie y saludaban con sus
sonrisas a la pareja. La fiesta empezaba.
Cuando todos estaban ya sentados, unas decenas de camareros aparecieron por la puerta,
en fila de dos, al llegar a la zona de las mesas, cada uno tomaba el camino que le habían
asignado, y es que cada invitado de aquella fiesta, tendría un camarero para él. Una vez
estuvieron todos detrás de cada persona esperaron a que se hiciese un pequeño brindis.
Paco agradeció la presencia de todos los invitados y deseo que se lo pasarán tan bien
como él aquella noche. Los camareros, como si de una coreografía se tratase, pusieron
un palto delante de cada invitado, todos movidos al unísono, Paco sonrió al comprobar
como estaba yendo todo.
Mientras tanto, en una mesa lejos de allí, los amigos de los hermanos Wilson
saboreaban la exquisita cena.
Entre el primer plato y el segundo les dieron un barquillo de chocolate con Mouse de
limón para ayudar a hacer la digestión, después del segundo les sirvieron copas mientras
esperaban el momento del pastel, algunos invitados aprovechaban aquel momento para
ir a otras mesas y hablar, Vero se escaqueó en cuanto pudo, Maca estaba hablando con
su abuela, pero cuando se dio cuenta se disculpó y se acercó a la mesa de sus amigos,
donde su hermana pequeña ya estaba sentada encima de su novio.
Maca concentró toda su atención en la mujer que había a su lado, pasó una mano por
debajo de la mesa, acariciando un momento su rodilla.
Estuvieron hablando un rato, hasta que vieron el movimiento de los camareros, los
invitados volvían a sus respectivas mesas, Maca le guiñó un ojo a Esther antes de irse
hacia la suya, Vero besó a su chico y siguió los pasos de Maca, se acercaba el momento
del pastel. Al llegar a la mesa, Paco miró a su hija Maca divertido, la pediatra lo miró y
éste le guiñó un ojo sonriente, Maca respondió a la sonrisa, sin saber porque le guiñaba
el ojo y se sentó en su sitio.
Los camareros colocaron una pequeña rampa de alfombra roja en los pequeños
escalones que había en la puerta más grande, a una señal, se pagaron todas las pequeñas
luces que rodeaban el jardín y las de las mesas y la carpa. Un resplandor anaranjado
salía de la puerta, poco después, un gran pastel lleno de velas y de varios pisos hacia
aparición, todos sonreían maravillados, sin duda el pastelero había puesto todo su
empeño en aquel pastel, que daba pena hasta comérselo. Lo acercaron a la mesa,
mientras lo orquesta tocaba de nuevo el cumpleaños feliz y los invitados aplaudían. Lo
colocaron detrás de la mesa principal y Paco se levantó para dar un pequeño discurso.
P: Buenas noches de nuevo. (Sonriente) Esta vez voy a ser un poco más pesado si me lo
permitís. (Se escuchaban risitas entre los invitados) Me tomaré eso como un sí. (Riendo)
Bueno, todos sabéis porque estamos aquí. Somos tan raros que al cumplir un año más,
al hacernos más viejos, vamos y lo celebramos. (Risas) Pero para mí, aparte de caer ya
en la cincuentena, es un año más aquí, con mi familia a mi lado, con mis amigos y
conocidos. Todos juntos. Estos cincuenta años, me han sabido a muy poco, así que
esperemos que el gran jefe me deje un buen tiempo más por aquí. (Más risas) Hoy,
tengo la suerte, de que la persona que me trajo a luz hace medio siglo, este aquí, con
nosotros, igual de bien que siempre. Mama, gracias por darme la vida. Esta vida que me
ha traído aquí, esta noche. Rodeado de tanta gente. (Su madre sonreía orgullosa) en este
tiempo, puede decir que he vivido, aunque aun me queda mucho. He convertido el
pequeño viñedo de mi padre, en una gran empresa de éxito, he conocido al amor de mi
vida (A su mujer sonriente) y he tenido tres hijos, los tres maravillosos a su manera.
(Bromeando) Jero, mi mano derecha, el hombre que heredará la empresa, mis niñas se
negaron (Más risas) y una gran persona. A ver si te me echas novia ¿Eh? (Dándole una
collejilla y provocando más risas entre los suyos) Mi hija, Vero, la peque, que con sus
locuras alegra mis días, cariño, sabes que aunque a veces nos sacas de nuestras casillas,
te queremos muchísimo, eres la niña de mis ojos. ¿Mhm? (Vero sonreía feliz y le sacaba
la lengua a Maca) Y mi hija Maca, una mujer increíble, que se dedica lo que más le
gusta en el mundo, es una gran pediatra en Madrid. (Maca sonrió avergonzada, aquello
de gran sobraba) y que espero sinceramente, que pronto encuentre a esa persona (La
miraba divertido) que la haga feliz y que haga brillar sus ojos, aunque sospecho que ya
la ha encontrado. Maca, esta noche estás radiante. Y a vosotros, mis invitados esta
noche, es un placer compartir la alegría de este día con vosotros, con todos. Muchas
gracias por venir, y ahora... a ver como esta ese pastel. (Riendo)
Los camareros empezaron a repartir el pastel por las mesas, mientras en la mesa
principal, Maca miraba a su padre con curiosidad, este le guiñó un ojo y siguió hablando
con su madre.
Vero, Maca y Jero se unieron con sus amigos, en un lado de la pista de baile, Vero nada
más llegar se echó encima de su novio, el fotógrafo les sacó una fotografía y Maca y
Jero rieron al imaginar la cara de la madre al verla. Jero se fue a hablar con Javier y
Laura, Maca se acercó a Esther, colocándose detrás de ella, lo más pegada que podía sin
levantar miradas extrañas.
Los dos chicos se pusieron espalda contra espalda, de modo que las dos mujeres podían
mirarse tranquilamente, comenzaron a bailar poco a poco. Sus miradas no se apartaban
la una de la otra, como si en realidad estuviesen juntas, como si Javier y Jero no
estuviesen. Se agarraban con fuerza a sus parejas de baile, mirándose intensamente,
dedicándose sonrisas y guiños. A mitad de canción los chicos voltearon a Maca y
Esther, quedando éstas espalda contra espalda, ambas sonrieron, Maca deslizó una de la
mano que tenia en el cuello de Javier, buscando el cuerpo de Esther, encontró la mano
de la enfermera, buscando lo mismo, y se acariciaban en pequeños roces,
transmitiéndose los deseos que sentían, el mismo deseo, bailar juntas, las dos, sin nadie
de por medio. Sus manos se entrelazaban y se separaban al ritmo de la canción,
provocando que sus corazones cada vez fueran más rápido. La canción terminó dejando
a las dos con ganas de mucho más.
La orquesta se empezó a retirar para dar paso a los artistas invitados aquella noche.
Maca y Esther se miraban sin poder disimular el creciente deseo que sentían,
perdiéndose la una en la otra, abrazándose con esa mirada, besándose, diciéndose mil
cosas en el más completo silencio. Se reunieron con el resto, para disfrutar del pequeño
concierto que empezaría en breves instantes, acercándose a los anfitriones de la fiesta,
para estar cerca de su padre en el momento de la sorpresa. Los hermanos se colocaron
detrás de este, mientras sus amigos se quedaban un poco rezagados para no molestar, en
los minutos en que se montaba todo, Maca dirigía alguna que otra mirada a Esther,
intercambiando breves sonrisas.
Todas las luces se apagaron, todas menos las pequeñas “estrellas” que rodeaban el
jardín, confiriéndole al lugar un aspecto irreal, de sueño, el escenario estaba
completamente a oscuras, hasta que una luz blanca iluminó un piano en el centro del
escenario. Un hombre con esmoquin apareció y se sentó ante él, muy concentrado, puso
sus manos sobre el piano, y pequeñas notas empezaron a brotar de él. El señor Wilson
miró un momento a sus hijos, reconociendo aquella canción, para volver su mirada al
escenario al escuchar una potente voz.
Porque tu me faltas
quiero darle al alma
el consuelo que le falta
porque el pensamiento
no le gane al tiempo
y sentirlo que me mata.
Francisco Céspedes miró al lado contrario por el que él había salido, dando paso a su
acompañante en aquella canción. Con su peculiar voz, en un susurro estremecedor,
Alejandro Sanz empezaba a cantar.
Céspedes volvía a la carga, haciendo que su espectacular voz llenase cada rincón de
aquél jardín, haciéndola crecer a cada palabra.
no tengo tu boca
no tengo tus ganas
y por más que intento
ya no entiendo nada.
Los dos cantantes se miraban sonrientes al llegar al estribillo, poniendo lo mejor de sus
voces para dejar sin aliento a los invitados de la fiesta.
pero le provoca
este sufrimiento
y no me abandona
porque a mí me toca
esta vida loca.....
Los invitados aplaudían conmovidos, Maca miró a su padre, que tenía los ojos vidriosos
de la emoción, los dos artistas dedicaron unas palabras al padre de Maca, Francisco
Céspedes se marchó entre los aplausos contenidos del público, mientras Alejandro Sanz
desaparecía unos instantes en busca de alguien. Los tres hermanos se dirigieron miradas
cómplices, felices por la reacción de su padre, que los abrazó emotivamente cuando su
artista favorito desapareció del escenario.
Maca se dio la vuelta para mirar a Esther, que tenia una pequeña lagrimita que se le
escapaba, Maca deseó acercarse para borrarla con su dedo, para besarla, pero los
fotógrafos estaban centrados en la familia, seguramente alguna de aquellas fotos que
hacían en aquel momento acabaría en la portada de alguna revista, era algo que no
podían evitar, a pesar de contratar a profesionales para aquello, siempre se filtraba algo.
Esther se percató de la mirada de Maca y la miró, secando ella su lagrima y sonriendo,
Maca sonrió dulcemente.
En el escenario, volvía a aparecer Alejandro Sanz, esta vez acompañado por una mujer
cubana, cogidos de la mano se situaron en el centro, mientras atrás un grupo se colocaba
con los instrumentos.
Alejandro presentó a la mujer, Lena, una cantante cubana, con una gran voz afinada,
heredada seguramente de su abuela, la artista cubana Elena Burke.
Mientras Lena cautivaba a los invitados con su voz, Maca se retiraba del lado de sus
hermanos, echándose hacia atrás, hasta quedar al lado de la enfermera, sonriendo al
conseguirlo y mirándola un momento antes de concentrarse en el escenario. Esther se
pegó a Maca, para que las miradas ajenas no pudiesen ver como sus manos se
entrelazaban en pequeñas caricias, mientras tanto, en el escenario, Sanz daba un paso al
frente, haciéndose dueño de las atenciones y de aquella estrofa.
Los ritmos se volvían más cubanos poco a poco, mientras en un susurro Sanz daba el
último toque antes del estribillo.
Los ritmos cubanos inundaron el jardín, mientras los invitados más ‘atrevidos’
empezaban a moverse al ritmo de aquella canción, Maca sonrió y aprovechó el
momento para bailar unos instantes con Esther, intentando hacerlo separadas, porque si
se acercaban mucho no iban a dejar de hacerlo. Ambas se miraban sonrientes, con unas
sonrisas que iluminaban más que ninguna otra luz aquella noche.
Los artistas se despidieron de los invitados mientras lo orquesta volvía a tomar posesión
del escenario, Paco se acercó a su hija Maca mientras los acordes de una canción
sonaban, una de sus preferidas, una mezcla entre ‘Somewhere Over de Rainbow’ y
‘What a Wonderful World’ echa por un hawaiano.
La canción llegaba a su fin, y su padre fue a buscar a Vero para bailar con ella un rato,
Maca se acercó a Jorge y a Esther, sonriendo, Susana se acercó también y los cuatro
fueron a sentarse a una mesa.
Al poco se reunieron todos juntos en la mesa, el padre de Maca había tenido también
una “conversación” con Vero, que venía dando saltitos de alegría.
Verónica:¿Papa, ha hablado contigo? (Al oído de su hermana)
M: sí, ¿Contigo también?
Verónica: Sí, me ha dicho que esperaba que este fuera el definitivo, hoy esta un poco
ñoña. (Maca rió)
M: Es normal, mira todo lo que se ha organizado por él. Yo también estaría ñoña.
Verónica: sí, la verdad es que hasta yo me pondría un poco, pero solo un poco ¿Eh?
(Bromeaba) ¿Qué es lo que te ha dicho? (Maca sonrió y tomó la mano de Esther por
debajo de la mesa, las alzó entrelazadas un momento para que lo viera su hermana y
volvió a bajarlas, dejándolas juntas, Esther sonreía mientras seguía hablando con su
cuñada) Es listo ¿Eh?
M: Mucho. (Riendo) Bueno ¿Y esa fiestecita tuya? Porque esto va para largo...
Verónica: Bueno, vendrá, vendrá, aunque he decidido hacer dos.
M: ¿Dos? Uy, uy, ¿Y eso?
Verónica: Creo que hay dos chicas que necesitan algo de... intimidad. (Maca sonrió
feliz)
M: No hace falta... todos juntos ¿Mhm?
Verónica: Maca, te lo mereces, y no voy a aceptar un no por respuesta, así que... dentro
de un rato te doy un toque, cuando lo tenga todo preparado ¿Eh?
M: Que no hace falta...
Verónica: Que sí, tu tranquila. (Se levantó cogiendo a su novio y se fueron)
J: ¿Dónde va esa? (Sentándose con su copa en el hueco vacío)
M: no tengo ni idea.. (Sonriente) ¿Qué tal tu mami? (Con cachondeo)
J: Muy graciosa, Wilson, muy graciosa. (Reía) Mi madre no sé... pero Laura... buf... no
me deja a sol ni sombra.
M: normal, cada vez que tu madre puede te separa de ella.
L: ¿Le separa de quien? (Llegando y sentándose encima suyo)
M: Nada, nada. (Riendo mientras acariciaba con su pulgar la mano de Esther)
J: ¿lo pasas bien, cariño?
L: Mucho, aunque esto tiene pinta de ir para largo...
M: tranquila, mi hermana nos rescatará en algún momento. (Guiñándoles un ojo)
J: Bueno, le temo a la peque.
M: y yo (Bromeando)
E: Hola... (Sonriendo después de dejar de hablar con Susana)
M: Hola... (Apretando su mano con cariño)
J: Vaya dos... ¿Os traigo un babero?
M: Uish.. ahora vienen unos paquetitos con siete, uno para cada día de la semana, no
estaría mal ¿Eh? (Sonriendo a Esther)
J: Tendría que comprar dos pares...
M: No pasa nada, los compartimos.
La fiesta estaba muy animada (para ser de la alta sociedad) y los chicos al final se lo
estaban pasando muy bien, Maca y Esther habían bailado un rato con los chicos, pero
pasaron más rato en la mesa, regalándose caricias por debajo del mantel. En un
momento, Vero se acercó al oído de su hermana, susurrándole algo, acto seguido la
pequeña de los Wilson desaparecía rumbo a sus padres. Maca observó como empezaba a
hablar con ellos y llamaba a los fotógrafos para hacerse unas cuantas. La pediatra sonrió
y se acercó al oído de Esther.
M: ven conmigo...
E: ¿A dónde va...
M: Shshsh... solo ven ¿Mhm?
M: Mhmhm...
E: Sí... (Sonriendo y acariciando la espalda de Maca)
M: Ya tenía ganas... (Apartándose un poco para mirarla) ¿Te he dicho lo preciosa que
estás? (La miraba con los ojos entrecerrados, estudiando cada facción de su rostro)
E: Pues... no sé... lo que no has hecho sí que lo sé.
M: Vamos... (Tomó la mano de la enfermera y la llevó a través del jardín hasta un gran
invernadero, a través de sus paredes se distinguía un resplandor naranja)
E: ¿Qué es eso?
M: Mi padre lo hizo construir para mi madre, aunque ella no lo utiliza, lo hace Carmen,
la cocinera. Pero esta noche Vero lo ha... tomado prestado. (Se paraba delante de la
puerta y la abría, Esther entró primero seguida de Maca, que se aseguró de cerrar bien la
puerta, al darse la vuelta vio lo que su hermana pequeña había preparado)
En el suelo había un montón de velas, al final de estás, un colchón tapado por unas
sabanas de seda roja, y de alguna parte salía una melodía lenta. Maca miró a Esther con
cariño y la abrazó con delicadeza, mientras sus cuerpos empezaban a moverse.
Se regalaban caricias y besos, aplacando el deseo que habían estado conteniendo hasta
aquel momento. Sus cuerpos no dejaban de moverse, unidos. La canción que sonaba dio
paso a una más sensual. Mientras sus labios y sus manos no dejaban de recorrer sus
bocas y sus espaldas.
Maca separó sus labios de Esther, llevándolos a su cuello, acariciando por el camino su
piel, dejando un húmedo beso en él, suspirando después al notar como Esther se pegaba
más a ella, queriéndola sentir más.
La humedad en tu mirada
Tiernamente derramada, sí
Tu lamento y mi lamento
Vuelan juntos en el mismo momento
Porque
Se separaron un poco, buscando sus besos, cada vez más sensuales, más lentos, en una
dulce tortura, Maca deslizó una de sus manos a la espalda de Esther, acariciando
primero su nuca, para bajar suavemente hasta la cremallera de su vestido, se detuvo
unos segundos, hasta que Esther besó su cuello, Maca empezó a bajarla, deslizando su
dedo índice por al piel que iba descubriendo, mientras Esther echaba la cabeza hacia
atrás, arqueándose ante aquel contacto.
Y atarlo ahora
Y adorarlo ahora
Parar el tiempo ahora
Y acariciarlo ahora
Esther atrajo a Maca hasta sus labios, recorriendo con su lengua cada rincón, mezclando
sus agitadas respiraciones en un gemido, arrastrándola suavemente a través de las velas,
hasta el final, mientras su mano empezaban a deshacerse con la misma sensualidad del
vestido de Maca, al igual que ella, no llevaba sujetador.
Yo te quiero ahora
Con la boca ahora
Con la mano ahora
Con la carne ahora
La enfermera deslizó sus manos desde los hombros de Maca, hasta su cintura, muy
lentamente, haciendo que Maca se mordiera el labio para evitar pedirle más, acarició la
ropa interior de esta, mientras sus manos separaban aquella prenda de la piel de Maca,
introduciéndose por sus caderas, sus lenguas se acariciaban con pasión.
Es urgente ahora
Embriagarme ahora
Esther deslizó sus manos por las piernas de Maca, llevándose con ellas aquella prenda,
la pediatra gimió cuando el pelo de Esther rozó justo debajo de su ombligo, Esther la
miró, perdiéndose en la intensidad de sus ojos, en aquel deseo que crecía en su interior y
que ya era incontenible. Con el calor dentro de su cuerpo subió dando húmedos besos
por su cuerpo, hasta que se encontró nuevamente con sus labios, que la esperaban
ansiosos, Maca quitaba la única prenda que le quedaba a Esther, haciendo que resbalase
por las piernas de la enfermera.
Sus cuerpos se apretaban, una contra otra, embriagadas por el calor, por aquél contacto,
se tumbaron lentamente en la cama, sin dejar que sus manos se detuviesen en sus
caricias, Esther las deslizaba por las piernas de Maca, se tumbaron una encima de la
otra, sintiendo sus cuerpos completamente, uniéndose, la música pronto dejaron de
escucharla, concentrándose en el único sentido que les interesaba... el tacto.
Esther besaba el cuello de Maca, bajando poco a poco, besando su garganta, lamiéndola,
pasando entre sus pechos, mientras sus manos subían desde el abdomen hasta ellos,
atrapándolos cuando dejaba un sensual beso debajo de su ombligo. Maca se tensionaba
bajo aquel cuerpo, arqueándose, queriendo sentir más, dejándose llevar por el escalofrío
que recorría todo su cuerpo, para acabar instalándose en el centro de todo. Esther volvió
a subir, mirando a Maca. Haciéndose el amor en aquélla mirada.
Sus piernas se entrelazaron, quedando unas entre las otras, mientras no dejaban de
mirarse, de decirse mil cosas y ninguna a la vez, empezaron a bailar, la una sobre la
otra, lentamente al principio, sintiendo cada golpe, cada escalofrío, suspirando en
pequeños gemidos, que iban creciendo al compás de aquel baile. Cada vez más rápido,
cada vez más deseosas, sus labios se encontraban repetidamente, queriendo transmitirse
todo lo que sentían en aquel momento, sus miradas se acariciaban, sus manos las
apretaban, marcando sus espaldas, mientras sus cuerpos no dejaban de rozarse,
intensamente, aumentado el ritmo, la presión, haciéndolas gemir, haciendo que lo que
las rodeaba se difuminará hasta desaparecer, hasta solo quedar ellas dos, amándose.
Cuando sus cuerpos parecían no aguantar más presión, cuando sus pechos bombeaban a
un ritmo frenético, cuando sus miradas se abrasaban la una a la otra, cuando cada roce
provocaba un gemido escapándose de sus labios, lo sintieron, un gran calor que nacía de
entre sus piernas, extendiéndose por sus cuerpos, abrazándose con más fuerza, sintiendo
con más intensidad, haciéndolas vibrar de placer.
Poco a poco, recuperaban sus respiraciones, sin apartarse, saboreando aquel momento,
temblorosas, buscaban sus ojos, mirándose con ternura, con dulzura, acariciando sus
rostros, volvieron a besarse, esta vez muy lento, esta vez deseando que se parase el
tiempo en aquel mismo instante. Se abrazaban dulcemente mientras intentaba recuperar
el control de sus cuerpos, exhaustos y tranquilos, provocando breves sonrisas entre beso
y beso.
Mientras el sol empezaba bañar los viñedos de la finca, los del servicio se afanaban en
recoger todo lo de la fiesta y los invitados hacia horas que se habían marchado, dos
mujeres despertaban desnudas, entre sabanas de seda roja y con las sonrisas en los
labios.
Las dos chicas se levantaron sonrientes y se acercaron a la puerta, antes de salir Maca
abrazó con cariño a Esther, dejando suaves besos en el cuello, la enfermera buscó sus
labios, sabiendo que tal vez tardaría en volver a encontrarlos al cruzar aquella puerta, se
fundieron en un dulce beso, sin prisas, saboreándolo y salieron de allí. Cruzaron el
jardín entre miradas cómplices y entraron en la casa.
La pediatra llevó a Esther a su habitación, donde eligieron algo de ropa que le valiese y
luego la acompañó a uno de los baños, Maca se fue a otro y quedaron en encontrarse en
la habitación. Cuando Maca salía del baño se encontró con una dormida Vero que
vagaba por el pasillo.
J: Se van a enterar...
M: Ya verás... (Reían)
Al cabo de unos minutos llegaron a un camino, decidieron para un rato y dejar que los
caballos se refrescasen en un pequeño riachuelo, los cuatros e sentaron en una pequeña
tabla de madera que lo cruzaba, con las piernas colgando y los pies en el agua.
Maca sonrió y cambio de posición, poniéndose con una pierna doblada sobre la tabla y
la otra colgando, Esther la miró y rápidamente se acomodó entre sus piernas, medio
tumbándose, con la cabeza apoyada justo debajo del hombro de Maca, la pediatra dejó
un beso en su sien y miró el riachuelo. Esther suspiró con los ojos cerrados.
Poco a poco la polvareda cobraba forma, Esther abrió los ojos por el ruido de los cascos
contra la tierra y miró, se echó a reír.
Después de un rato de bromas y risas, decidieron volver, Maca convenció a Esther para
llevar el caballo ella, la pediatra iba andando a su lado, Laura andaba con ella, aquel
bicho no le hacia ni chispa de gracia.
Llegaron sin más inconvenientes y dejaron los caballos para ir a la casa, se acercaba la
hora de comer. En el salón encontraron a Paco y Rocío, la madre de los chicos, al verlos
sucios de tierra se levantó altiva y se marchó. Paco se echó a reír y se acomodó en su
sillón, con un café en la mano y el periódico.
Los observó un rato por encima del periódico, centró su mirada en la pequeña de la casa
y apartó el periódico mirándola.
Estuvieron un rato hablando en el salón, decidieron que cada uno iría a recoger sus
cosas, comerían y luego se verían en casa de los Wilson sobre las cinco. La pediatra
subió a recoger las cuatro cosas que había traído, su hermana hizo lo mismo, solo que
tardó bastante menos porque se limitó a hacer un montón y meterlo a base de empujones
en la mochila, cuando terminó fue a ayudar a Maca.
En la casa de los Sotomayor, los demás hacían también las maletas para volver a
Madrid, Laura, Esther y Susana hablaban mientras recogían sus cosas.
Terminaron de hacer las maletas y fueron a comer, después de aquello una siestecita y
una pequeña excursión a pie, esta vez, sin caballos. Por lo que pudiese suceder. Maca y
Jero marcaban el paso delante, estaban acostumbrados a aquello, Susana, Javier y Laura
iban justo pegados a ellos, y varios metros por detrás Vero, Sergio, Jorge y Esther, estos
dos últimos agotados.
Subían por el monte, de vez en cuando escalaban alguna pequeña roca, decidieron parar
un rato, la distancia con los otros había aumentado, así que se sentaron tranquilamente
en unas rocas. Maca miraba hacia abajo, Esther a duras penas podía subir, su hermano
iba detrás de ella, que entre que estaba cansado y que cada vez que Esther resbalaba caía
sobre él, ya no podía más.
Abajo, Esther se peleaba con una rama para que le dejara pasar, mientras iba
refunfuñando.
E: Más deprisa dice, será... claro, como ella esta acostumbrada a esto, seguro que va
mucho al gimnasio, horas y horas, con ese cuerpazo que tiene...
Jorge: Hermanita... (Medio ahogado) Que en teoría te tienes que quejar... no admirar su
cuerpo...
E: Ya... (Apartando por fin la rama y pasando rápidamente, Jorge alzó la vista y la rama
le dio de lleno en la cara)
Jorge: ¡Eh! (Quejándose y acariciándose la mejilla, Esther se giró y al verlo se acercó
rápidamente)
E: lo siento, lo siento, no me di cuenta ¿Estás bien?
S: ¡Jorge! (Desde arriba) ¿Bajo a ayudarte?
Jorge: No déjalo, si ya esta mi hermanita. (En tono de guasa) Venga, anda, tira...
Llegaron donde les esperaban, Vero y Sergio habían desaparecido en algún punto de la
montaña, ya se encontrarían, Esther se sentó al lado de Maca, respirando agitadamente y
agotada.
E: Subir una montañita... ya me dirás tú... como no sea que hay un balneario de aguas
termales con masajista incluida... no sé para que subimos. (Todos reían, Maca s acercó a
su oído)
M: Balneario no sé... pero masajista (Acariciando su cintura con una mano) ¿Quien
sabe?
Volvieron a la casa sobre las siete, se turnaron para ducharse y bajaban al jardín, donde
Carmen les había preparado unos zumos frescos y algunas pastas para reponer energías
para el viaje. Maca estaba sentada en uno de los sillones de mimbre, hablaba
distraídamente cuando Esther bajo, la enfermera se fue a sentar a su lado, pero Maca,
con un rápido movimiento la sentó sobre sus piernas.
M: Mhmh... que bien hueles... (Siguiendo con su nariz el cuello de Esther)
E: ¿Eso es que antes olía mal? (Riendo)
M: No, eso es que te has cambiado de perfume... (Sonriente)
E: no se lo digas a tu madre... he cogido un poco de uno de los suyos... (Maca rió)
M: no utiliza ninguno, se los mandan. Mhmhm... este me gusta, luego lo robamos ¿Eh?
(Mirándola traviesa)
E: para que se de cuenta..
M: Que no, ya verás. (Maca acarició una de las manos de Esther, mirándola
dulcemente) Ven, quiero enseñarte algo.
E: ¿Dónde vamos?
M: Ahora lo verás...
Maca se detuvo al final del pasillo y tiró de un fino hilo que colgaba del techo, pegado a
la pared, una escalerilla cayó con suavidad del techo, la pediatra le indicó a Esther que
subiese, la enfermera la miró con el ceño fruncido y Maca se echó a reír mientras la
empujaba hacia la escalerilla.
Al llegar arriba se apartó para que Maca pudiese pasar, la pediatra recogió la escalera y
sonrió a Esther. Tomó su mano y anduvieron por aquella sala, atravesaron una pequeña
puerta, dando a parar a una habitación de cristal, había un par de sillones y una mesa.
Esther miró alrededor, se encontraban en el tejado de la mansión, rodeadas de los
viñedos de la familia y de las montañas jerezanas. Entre los viñedos y pequeños bosques
se veía el lago y Esther distinguió el monte al que habían subido haciendo una mueca de
fastidio. La pediatra rió mientras la abrazaba por la espalda, apoyando la barbilla sobre
el hombro de Esther y balanceándose las dos.
M: ¿Te gusta?
E: Me encanta... (Acariciando las manos de Maca, que descansaban en su abdomen)
¿Traes a todos tus ligues aquí?
M: Jero y Vero sí.
E: ¿Y tu?
M: Yo... me gusta estar sola aquí arriba. Mira, ves aquella montañita de allí. (Señalando
con su dedo un monte)
E: Sí.
M: Mi abuelo tenía una casita de madera muy cuca en la cima. Fue su primera casa.
Luego se hicieron una un poco más grande aquí. Pero de pequeños, nosotros íbamos a
jugar a aquella, decíamos que era nuestro refugio.
E: ¿y que le paso?
M: Hubo una tormenta muy grande, y la casita... Para que negarlo, fuimos nosotros, los
peques, los que la reformamos. La pobre no aguantó. (Sonriendo al recordarlo)
E: Buf, ya me lo imagino (Bromeando y llevándose un mordisquito de Maca en el
cuello) ¿y subías mucho aquí?
M: Buf, cada vez que intentaba esconderme de mi madre, tiene vértigo, jamás subiría
aquí arriba, o cuando me enfadaba con alguien o cuando quería pensar...
E: ¿y tus hermanos?
M: Cada vez que se echaban pareja subían aquí. (Esther se dio la vuelta y puso sus
manos en la nuca de Maca, acariciándola mientras la miraba divertida)
E: ¿Y que hacían?
M: Pues... (Alzó las cejas dándole a entender lo que hacían)
E: Y tu... ¿No?
M: no, es algo mío, nunca subí con nadie. (Esther sonrió)
E: ¿Soy la primera?
M: Sí, pero... (Le dio un golpecito en la cabeza) Que no se te suba aquí ¿Eh? (Riendo y
besándola)
E: No, no, subírseme... ¿A mí? Que va... si nosotras solo tenemos algo.
M: Exacto, solo algo. (Sonriendo y volviéndola a besar)
Estuvieron un rato más allí arriba, hasta que miraron el reloj y vieron la hora que era, se
besaron por última vez, disfrutando de cada roce, sin prisas, antes de volver abajo.
Cuándo Maca abría la trampilla para bajar, Esther vio un pequeño peluche tirado al lado
de una caja llena de polvo.
A las ocho ya estaban todos preparados para salir, estaban delante de la casa, esperando
a que los hermanos se despidieran de sus padres. Cuando ya subían las maletas y la
madre había entrado, el padre se acercó a la furgoneta, abrió una de las puertas laterales.
Cuando estuvieron todos con los cinturones, arrancaron rumbo a Madrid, al pasar por la
primea gasolinera, Esther y Laura ya querían apara a comprar ‘provisiones’.
Tardaron más de lo previsto en llegar a Madrid, algo que no les preocupó mucho porque
la mitad iban dormidos, Piolin se puso al volante de la furgoneta nada más entrar en la
ciudad, y uno a uno fue dejándolos en su casa. Despidiéndose de ellos hasta la próxima.
Maca fue una de las primeras en bajarse, ya que en nada estaban en su casa, miró a
Esther, que llevaba medio viaje dormida sobre su hombro. Le dio un beso en la frente y
sonrió.
M: Cuídamela ¿Eh?
Piolin: Tranquila, que esta en buenas manos. (Con voz divertida)
M: vale, ya está, no me bajo. Venga. (Acomodándose en el asiento)
S: Que no mujer, que yo la cuido. (Riendo)
M: Sí, porque si es por su hermano... (Era otro de los que llevaban dormidos la mitad
del viaje)
S: Ya sabes, han salido del mismo sitio ¿Qué quieres? (Ambas rieron y se dieron un par
de besos en la mejilla, Maca bajó y vio como la furgoneta se alejaba, subió a su piso
arrastrando la pequeña maleta y se desplomó sobre su cama.
Se reunieron en la cafetería a media mañana, lo habían tenido imposible antes, una
mañana de aquellas moviditas, o tal vez es que el contraste de los días en Jerez y la
vuelta, era demasiado para sus cuerpos. Javier y Maca ya estaban en una mesa, los dos
callados mirando sus cafés, perdidos, Laura y Esther se acercaron con un par de zumos
y se sentaron una a cada lado de la pareja.
Sus buscas empezaron a sonar, lo que significaba que había pasado algo gordo. El resto
del día lo pasaron de un lado a otro, así que no volvieron a besarse hasta acabar el turno.
Esther estaba hablando con Teresa en rotonda, al acabar su turno.
T: ¿En serio que llevaron a Alejandro Sanz? Vaya, pero claro, es una familia tan pija. ¿y
quien más había? ¿Alguien de la familia real?
E: Pues... no, no creo, pero había duques y cosas de esas.
T: ¿y fotos? Hija, no me digas que no hiciste fotos, con lo que podríamos sacar...
E: La familia de Maca contrató a unos fotógrafos que montaran un álbum para cada
invitado.
T: Esther, lo tienes que traer ¿Eh? Ni se te ocurra fallarme ahora. (Esther se echo a reír,
Maca apareció ya vestida de calle y se apoyó en rotonda a su lado, le guiñó un ojo sin
que Teresa se diese cuenta)
M: ¿de que hablan las dos mujeres más guapas del hospital? (Ambas se sonrojaron
provocando una sonrisa en la pediatra)
T: Esther me comentaba cosas de la fiesta de tu padre...
M: ¡Ah!, ¿sí? (Mirándola traviesa)
E: no, bueno, de como fue y eso, en general.
M: Ah... Bueno, yo me voy a ir a casa ya ¿Eh? (Mirando a Esther)
E: Sí, sí, yo... también, a mi casa...
T: ¡Hasta mañana, pareja!
E y M: ¡Hasta mañana! (Empezaron a andar hacia la salida)
M: ¿Te acerco a casa?
E: ¿ya te quieres librar de mí?
M: Pues... (Bromeando, puso los ojos en blanco, Esther le dio un golpe en el brazo entre
risas)
E: Anda... ¿Tomamos algo?
M: Bueno... iba a quedar con una enfermera guapísima del hospital, pero me ha dado
plantón, así que... vale... (Esther la miró y puso los ojos en blanco)
Los días pasaron con rapidez, y aquello que había entre ellas, se convirtió en un “algo”
mayor. Aunque ninguna se había molestado en definir aquella relación, preferían
disfrutarla. Pasaban mucho tiempo juntas, paseando, yendo al cine, Maca seguía
sorprendiendo a Esther algunas noches, preparando cosas que solo salían en las
películas y Esther se empezaba a aficionar a aquello de sorprender a la pediatra. Estaban
bien. Eran felices.
Un mes después de su viaje a Jerez...
Era una mañana como otra cualquiera, Esther andaba de un lado a otro en urgencias
mientras Maca hacia tranquilamente la ronda en pediatría. Apenas habían coincidido en
la sala de enfermeras, donde Maca había ayudado a ponerse el uniforme a Esther,
mientras descubría divertida que la enfermera guardaba en su taquilla aquel pequeño
peluche que se había traído de Jerez.
M: ¿Qué hace ese ahí? (Riendo mientras bajaba la camiseta de Esther, tapando su piel)
E: ¿Qué le pasa? (Mirándolo)
M: No sé... ¿Desde cuando lleva ahí?
E: ¿Te sientes observada? (Mirándola juguetona)
M: no, solo que... no sé...
E: Lleva desde que volvimos de Jerez ¿Alguna pregunta más, doctora? (Abrazándola
por la cintura y sonriendo)
M: Sí, de echo... sí.
E: ¿Cuál?
M: ¿Por qué tus labios no están aquí? (Señalando su propia boca)
E: Buena pregunta... (Acercándose y jugando con su lengua)
Cuando Maca terminó la ronda bajo a buscarla. La encontró en una de las cortinas, con
Laura.
Esther tomó el camino de cafetería, cuando les faltaba la mitad de camino, Maca tomó
la mano de Esther y la arrastró hasta la sala de médicos, la enfermera se reía mientras
Maca cerraba la puerta.
M: ¿Qué tal has dormido esta noche? (Mientras le daba un dulce beso en los labios)
E: podrías haberte quedado anoche...
M: Con tu madre y su insomnio... (Bromeando)
E: pobre, que noche nos dio...
M: Bueno, pero esta noche…tenemos cena ¿eh? Que no se te olvide...
E: Ya, lo sé. (Dándole un beso a la pediatra)
M: Vale... (Devolviéndoselo)
Esther apretó a Maca contra ella, mientras sus lenguas se encontraban, Maca sonrió y
empezó a acariciar lentamente la espalda de Esther, bajando y subiendo sus manos. El
busca de Maca empezó a sonar, Esther lo atrapó en un rápido movimiento y lo lanzó
hacia el sofá, mientras apretaba más a Maca contra ella, la pediatra la empujaba hacia la
puerta, apoyándose en ella, besándola sin descanso. El busca volvió a sonar, esta vez se
separaron unos milímetros para mirarse, ambas suspiraron resignadas.
M: ¿Me acompañas?
E: Claro... (Salieron de la sala cuando Vilches corría por el pasillo)
V: ¡Esther! ¡Te necesito! ¡Box 5! (Esther miró a Maca uno segundos, la pediatra sonrió
y le hizo un gesto para que fuera con él)
M: ¿Pero que le pasa al trasto este? (Mirándolo molesta) Venga, Maca, a trabajar...
La pediatra la siguió con su vista hasta que desapareció y se giró hacia la sala de espera.
Allí, sentada en una silla, mirándola, estaba ella. Su hijo jugaba con un pequeño camión
de juguete a su lado.
M: hola, Luisito...
Luis: hola...
M: ¿Estás malito?
Luis: Mi mama dice que tengo fiebre... (Maca pasó una de las manos por encima de la
frente del niño, suspiró, parecía que el niño tenía fiebre y un poco alta)
M: Vale, ahora te vas a venir conmigo ¿eh? Que te voy a hacer unas pruebas de nada y
te voy a dejar nuevo ¿Mhm? (El niño sonrió y cogió la mano de Maca, la pediatra se
incorporó y miró a Azu) Vamos a ir a mi consulta, sígueme. (Las dos mujeres y el niño
se metieron en urgencias y Maca los guió hasta su despacho en pediatría, les hizo pasar
mientras pedía a una enfermera que había allí que le echase una mano) Vamos a ver...
(Subiendo al niño a una camilla que había en un lado) Laura ¿le pones el termómetro?
(A la enfermera)
Maca esperó a que Esther saliese y luego lo hizo ella detrás, cerrando bien la puerta,
Esther empezó a andar hacia el ascensor y Maca la siguió a unos cuantos pasos, se
pararon delante de las puertas a esperarlo, Esther se apoyó en la pared, mientras miraba
a Maca.
Después de unas horas tenían los resultados, no se detectaba nada en la sangre del niño,
Maca suspiró y fue a buscar a Esther, que mientras no la necesitaba había bajado a
Urgencias, la encontró en una de las cortinas, con Laura.
M: ¿Esther?
E: Ey, hola ¿Ya los tienes? (Acercándose a ella y poniendo su mano en la espalda de
Maca)
M: Sí, no hay nada raro. (Esther la miró y sonrió)
E: Pero... (Maca suspiró)
M: Me gustaría hacerle la punción lumbar, por si acaso, parece que el niño a estado
expuesto a la meningitis, un primo suyo, quiero asegurarme, además los síntomas...
E: Vale, vale ¿Qué quieres que haga?
M: Pues si no tienes nada que hacer y te sigue apeteciendo, ¿Podrías subir y llevar al
niño a su habitación, que ahora voy y le comentamos lo de la punción a ella y eso.
E: Vale, ahorita mismo. (Acariciando su mano) Oye y... ¿No esta el padre?
M: Supongo que ahora vendrá, Azu lo ha tenido que llamar para preguntarle lo del
primo.
E: Vale, voy a llevarlo ¿Mhm? (Dándole un beso en la mejilla y despareciendo)
L: Uish... marca territorio. (Maca se echó a reír por el comentario de Laura)
M: No le hace falta...
M: Venga, Azucena... que aun no hay nada seguro, además, si es meningitis creo que la
hemos pillado a tiempo, unos antibióticos y antiinflamatorios, un par de días en
observación y ya esta ¿Eh? Venga, no llores... (Acariciando su espalda mientras miraba
a Esther, que no tenía muy buena cara)
Az: Lo siento, es que... (Lloraba más fuerte y apretaba a Maca contra ella)
M: Venga, anda ¿no querrás que te vea así? ¿eh?
Az: tu me has visto llorar más veces...
M: Me refería a Luís, Azucena. (Le secó las lágrimas con la mano y Azu fue a abrazar a
su hijo)
Az: ¿Maca? ¿Podrías quedarte aquí?
M: Tengo trabajo, Azu, pero cuando acabe mi turno me pasó a veros. ¿Va a venir su
padre?
Az: no, le he dicho que no hacía falta.
M: Vale, como quieras, pero creo que Luís le necesita. Me paso luego. (Salió de la
habitación seguida de Esther, la enfermera nada más salir apretó el paso hacia el
ascensor, para bajar a urgencias, Maca la siguió) Esther... Esther. (Parándola con sus
manos) Solo intentaba que no llorase...
E: lo sé. (Apretando repetidas veces el botón del ascensor)
M: por mucho que lo aprietes.. (Sonriendo y poniéndose justo detrás de ella, poniendo
una mano en su cintura) Esther... solo era un abrazo... además... estaba llorando delante
del crío, no quería que se pusiese nervioso.
E: Lo sé. (Maca suspiró en su cuello)
M: ¿Sabes decir algo más a parte de “lo sé”? (Las puertas se abrieron y Esther cogió a
Maca del cuello de la bata mientras la metía dentro)
E: Ven aquí... (Las puertas se cerraron mientras Esther besaba a Maca con pasión,
recorriendo con su lengua cada rincón de la boca de la pediatra, se separaron al escuchar
el pitido que avisaba que las puertas se abrían) ¿A qué es mejor que “lo se”?
(Sonriendo)
M: Sí... no... sí... (Riendo y saliendo con ella) ¿Un café?
E: Claro.
M: Y me explicas a que ha venido eso...
E: ¿No puedo hacerlo? (mirándola como una niña regañada)
M: Sí, pero pensé que te había molestado lo de... (Señaló con el índice hacia arriba)
E: Sí, porque olías a ella... (Se acercó a su oído mientras cogian los cafés) Y ahora a
mí... (En un susurro sensual)
M: Mhmhm... (Sonriendo y dándole un cachete en el culo antes de ir a sentarse a una
mesa, Esther se sentó a su lado) Ya queda poquito para terminar el turno...
E: sí. (Sonriendo de oreja a oreja) La cena...
M: Síp...
E: ¿Dónde vas a llevarme?
M: pues... No te lo digo. (Sacándole la lengua burlona)
E: Anda... (Poniendo carita de pena)
M: Noooo... (Riendo y acariciando el muslo de la enfermera un momento)
E: No se vale... (Haciendo pucheros)
M: Se siente... (Riendo, Rusti apareció y se acercó a ellas)
R: Esther, Vilches te busca.
E: Vale, voy... (Se levantó y al pasar por detrás de Maca le acarició el hombro) Sigue sin
valer...
La pediatra rió y terminó su café, se fue a repasar historiales hasta que terminase su
turno, solo quedaba media hora, recordó que le había dicho a Azucena que se pasaría
por la habitación así que terminó con los últimos informes y se acercó a ver si
encontraba a Esther para avisarla. Como no la encontraba se acercó a Teresita.
La pediatra abrió un poco la puerta y echó un vistazo, Luís estaba durmiendo, Azu,
sentada a su lado la miraba, se levantó sin hacer ruido y con un gesto le hizo que pasará.
Maca sonrió y entró en la habitación, se sentaron en un sofá que había a un lado.
Az: Gracias por todo, Maca... (Acariciando un momento su mano, Maca apartó la mano
disimuladamente aprovechando para colocarse un mechón de pelo detrás de la oreja)
M: Es mi trabajo, Azu...
Az: Lo sé, pero después del numerito que te monte...
M: no te preocupes por eso, esta pasado.
Az: lo sé, para mí también. De echo... no sé... me gustaría quedar algún día contigo,
tomar un café, creo que podemos ser amigas, Maca. Ahora mismo no tengo a muchas a
mí alrededor y... bueno... no sé...
M: bueno, primero no hacemos cargo del pequeño y luego... ya se verá ¿Eh?
Az: Gracias. (Sonriendo ampliamente)
M: Venga, ¿Cómo ha estado?
Az: Bien, lleva casi todo le rato dormido, de vez en cuando se despierta, supongo que
será por la fiebre. (Con gesto cansado)
M: ¿Y tu ex? (Mirándola a los ojos)
Az: Bueno, esta aquí en Madrid, hasta arriba de trabajo, vinieron hace dos semanas,
apenas lo he visto.
M: Azu... siento que las cosas no salieran bien.
Az: Bueno, tú lo has dicho, el pasado es el pasado ¿No?
M: Sí. (Sonriente y relajándose un poco) ¿Qué has estado haciendo?
Az: No te interesa. (Mirándola divertida)
M: Ya... sabes... te pareces a cuando te conocí.
Az: Nunca dejé de hacerlo.
M: eso no es verdad, ahora te pareces, cambiaste un poco cuando vine a Madrid.
Bastante.
Az: Ya, perdí el norte, pero lo he recuperado, no sé, supongo que todo aquello me vino
grande, dejar a mi marido por ti (Remarcó la ultima palabra), que pasásemos una mala
racha, que me dejarás... pero ya estoy mejor.
M: me alegro mucho. (Azu miró al niño con gesto de preocupación)
Az: Su primo esta bastante grave... ¿Crees que él?...
M: Venga, Azu, tranquila... mañana le hacemos esa prueba y a ver lo que sale, pero no
creo que sea nada grave, de todas formas, ya le hemos puesto algo para prevenir, no
queremos que se nos eche el tiempo encima. Pero esta en buenas manos.
Az: lo sé. (Mirándola y sonriendo) Lo sé...
Hubo un momento de silencio entre ellas, Luís se revolvió en la cama, Maca y Azu lo
miraron pero seguía durmiendo, Maca miró el reloj, pensando en a que hora saldría
Esther. Azu se percató del detalle y aunque le molestó, significaba que su papel no había
calado del todo, sonrió a la pediatra.
Az: Si tienes prisa, márchate. Ya has hecho mucho hoy. (Acariciando la rodilla de la
pediatra)
M: no si... tengo que esperar un rato, me vendrán a buscar aquí.
Az: Vale... (Azu miró a su hijo mientras pensaba en el siguiente movimiento) ¿Maca?
M: ¿sí?
Az: te importaría... (Azucena la miraba, se acercó a ella) ¿Abrazarme un rato?
M: Esto... Azu... yo...
Az: Maca, solo necesito sentir alguien cerca... (Con voz apenada) Pero si no quieres, lo
entiendo, no podemos ser amigas así como así.
M: no, esto... vale…esta bien... (Apiadándose de ella, se acomodó en el sofá y abrió los
brazos, Azu se recostó sobre ella, quedando las dos medio tumbadas)
Az: Gracias, lo necesito...
M: no importa...
Estuvieron en silencio mucho rato, tanto, que al final cayeron dormidas sin darse cuenta,
pasaron un par de horas, en las que Esther terminó por fin con la operación.
Fue hacia el ascensor, Maca estaría en su despacho, dudaba o más bien esperaba, que
siguiera en la habitación de Luís, intentó abrir la puerta pero estaba cerrada, empezó a
mosquearse un poco, suspiró y miró hacia el pasillo donde estaba la habitación. Abrió
un poco la puerta, solo había una pequeña luz encendida, el niño dormía en la cama, no
había rastro de Maca, ni de la otra mujer, terminó de abrir la puerta, ya que le extrañó
que la madre no estuviese allí. Fue entonces cuando las vio, dormidas y abrazadas en el
sofá. Esther cerró rápidamente la puerta, con los ojos abiertos como platos bajo a
urgencias. Se puso a recoger el quirófano.
Maca despertó al poco rato, con Azucena babeando sobre su camisa, miró el reloj
adormilada y al ver la hora metió un bote tirando a Azucena al suelo.
M: ¡Mierda!
Azz: ¿Qué... que pasa? (Medio atontada por el golpe, miraba confusa a la pediatra)
M: tengo que irme, nos vemos mañana. Si pasa cualquier cosa avisa a las enfermeras
ellas sabrán.
Az: Maca, pero espera... que...
M: Lo siento, llego tarde.
Al llegar abajo miró alrededor un momento, por si la veía, pero nada, fue a preguntar a
Teresa pero no estaba tampoco, y la otra recepcionista no sabía nada de Esther. Decidió
echar un vistazo a los quirófanos, se asomó a la puerta de uno de ellos y la vio allí,
terminando de recoger las cosas de la operación, sonrió, no la habría ido a buscar aún.
Recordó la cena e hizo una mueca, seguramente ya no llegaban, tendrían que
conformarse con cualquier cosa.
Tocó ala la puerta, Esther se giró y la miró, no parecía muy contenta aunque sonrió,
pero Maca vio algo de tristeza en sus ojos. Le hizo señas para que saliese. Esther le hizo
señas para que esperase un momento, terminó de guardar las cosas y salió de allí, con
cara cansada.
E: Mejor, así voy a casa a descansar, estoy echa polvo... (La enfermera empezó a andar
hacia el vestuario, Maca la seguía, al entrar, la atrapó en un cariñoso abrazo)
Maca volvió al rato y después de darle algo para el dolor de cabeza a Esther salieron del
hospital, hicieron su recorrido habitual hasta la moto de Maca, mientras la pediatra
sacaba los cascos Esther miraba hacia la estación de tren. La pediatra se dio cuenta
cuando le tendía su casco.
M: Ey ¿Qué pasa?
E: Nada, nada.. oye... me apetece irme en tren...
M: Vale, dejamos la moto aquí entonces. (Empezando a guardar los cascos)
E: No, Maca, déjalo, si en cuanto llegue me voy a echar a dormir, te aburrirás mucho,
nos vemos mañana ¿MHm?
M: ¿Piensas que voy a dejar que vuelvas a casa sola a estas horas? (Levantando las
cejas, Esther nego con la cabeza sonriendo)
E: Sé cuidarme ¿Sabes?
M: Ya, pero me gusta cuidarte yo... (Mirándola y poniéndole ojitos)
E: Vale, pero... solo llevarme ¿Eh?
M: Que poco aguante, ya te has cansado de mí (Bromeando)
E: No... (Cogiendo el casco y poniéndoselo)
La pediatra llevó a Esther a su casa, apagó el motor de la moto y se bajó, Esther la miró
y sonrió levemente, acarició su mejilla.
E: Venga, mañana nos vemos ¿Mhm? Hoy no tengo fuerzas para nada... (Maca la
miraba con cariño)
M: ¿Y si prometo portarme bien?
E: Tú nunca te portas bien (Bromeando y arrancándole una sonrisita a la pediatra)
M: Venga, que sí, seré buena ¿Mhm? (Tomándola de la cintura y besándola en un ligero
roce)
E: Maca...
M: Esther, se que te pasa algo más que estar cansada, sea lo que sea me lo puedes
contar, pero si aún no quieres, no pasa nada. Al menos déjame estar a tu lado ¿Mhm?
Solo dormir, de verdad... pero así... (Apretándola con delicadeza contra ella)... juntitas
¿Vale? (la enfermera la miró, le apetecía estar sola para pensar, pero también quería
tenerla cerca, no quería alejarse de ella, mucho menos con aquella mujer en el hospital)
E: Vale…esta bien... (Dándole un besito y entrando las dos en casa)
Estaban todos dormidos, así que fueron directas a la habitación y después de ponerse el
pijama, Maca uno prestado, se tumbaron en la cama de Esther, la pediatra rodeó a
Esther con sus brazos, acomodando su cabeza en el cuello de la enfermera.
M: Buenas noches...
E: Buenas noches... (Mientras acariciaba su pelo, poco a poco Maca se durmió mientras
Esther no dejaba de pensar en ella con Azu, suspiró e intentó dormir algo, mañana sería
otro día)
Maca sonrió al abrir los ojos y ver el rostro tranquilo de la enfermera a su lado, estaba
dormida, se quedó un rato observándola hasta que le entraron ganas de ir al baño. Al
salir se encontró con Susana, apoyada en la pared, esperando para el baño.
Maca le guiñó un ojo y se metió en el baño, salió al rato con la cara lavada y sonriente,
se metió en la habitación, Esther seguía durmiendo plácidamente, se había movido
colocándose dónde había estado Maca, con la cara unidad en su trozo de almohada.
Maca sonrió embobada y se tumbó a su lado, rodeándola con un brazo y dejando besos
por su brazo, su cuello, su mejilla, sus labios... Esther empezó a moverse y abrió los
ojos poco a poco, acostumbrándose a la luz, al ver a la pediatra sonrió.
La pediatra fue a ponerse la bata y subió a su despacho, después de coger los historiales
de cada uno de sus pacientes empezó con la ronda, dejó a Luís para el ultimo, por si
Esther llegaba a tiempo. Iba con aquella sensación metida en el cuerpo, sin dejar de
pensar en Esther ¿Qué le pasaba? ¿Porqué estaba así?
A Maca le parecía que Esther se distanciaba un poco, y lo que le había dicho Susana no
mejoraba la situación. ¿Si tantas ganas tenía de la cena porque tanta insistencia por
pasar la noche sola? ¿le había sentado mal la presencia de Azucena? Negó con la
cabeza, eso no podía ser, ella le había dicho que no le importaba, debía ser otra cosas
¿pero el que? Sumida entre estos pensamientos terminó la ronda, consultó el reloj y vio
que aun quedaba una hora para que llegase Esther, eso si solo se tomaba las horas extras
del día anterior. Su busca empezó a sonar, recepción, bajo rápidamente pero no se
trataba de ningún paciente.
Vero se quedó un rato en la mesa mientras Maca entraba a boxes con un crío de un
accidente, Javier le hizo algo de compañía y un buen rato después se iba a marchar
cuando se cruzó con Esther, la enfermera entraba a una sala, los vestuarios, Vero ni se lo
pensó y se coló dentro.
Un rato después Maca se acercaba a rotonda para ver si Esther ya había entrado, Teresa
le contestó que sí, que había subido hacia nada a pediatría, Maca la encontró en la
puerta de su despacho, sonrió dulcemente y al pararse a su lado acarició su mano, abrió
la puerta y entraron.
Maca volvió a leer el mensaje de Vero: “Hermanita, a ver con quien te duermes tu ¿eh?
Que solo te dejo con mi enfermera favorita. Habla con ella, tonta”. La pediatra suspiró,
eso significaba que Esther las había visto y por eso la notaba rara, genial, por un
momento le molestó que Esther no le hubiera dicho nada, ella se lo contaba todo,
precisamente para evitar enfadarse por tonterías, luego de la molestia pasó al miedo,
Esther se había distanciado de aquello, y le había dicho que tenía que pensar ¿Pensar
que? ¿Tenía dudas? La sensación de perderla se hizo algo más grande, porque lo que
llevaba sintiendo desde que vio aquella mirada en Esther era eso, miedo a perderla.
Mientras tanto Esther se dirigía a la habitación de Luís para preparar todo el material,
entre el carrito todo no se acordó de tocar a la puerta y al abrirla vio a Azu en brazos de
un hombre, comiéndole literalmente la boca, el niño seguía durmiendo.
E: perdón, tengo que prepara esto. (Tosiendo y mirando aún sorprendida a Azu)
Paco: Claro, pase, pase. Soy Paco, el padre de Luís y marido de Azu.
E: Mari... oh. Vale, encantada (Estrechando su mano mientras su cabeza iba a mil por
hora) Bueno, yo voy preparando esto ¿Vale?
Paco: Por supuesto.. (Volvió a abrazarse a su mujer, pero Azu lo esquivó sentándose en
el sofá ) Cariño, ¿Por qué no me dijiste lo de la prueba? Vaya susto me he llevado.
Az: No quería preocuparte...
Paco: Pero, cariño, es nuestro pequeño. Menos mal que nos volvimos aquí...
Az: Sí... ¿Sabes si Maca va a tardar mucho?
E: Pues... (Piensa, piensa... ¡Ya está!) está operando, tardará bastante, pero yo lo dejo
todo preparado y ya os avisemos cuando pueda venir.
Az: Vale...
Paco: ¿Maca? ¿Tú amiga Maca?
Az: sí, es pediatra aquí...
Paco: vaya, no me habías dicho que estaba en Madrid.
Az: Se me pasó.. (Esther estaba pendiente de la conversación que tenían, terminó de
prepáralo todo)
E: Bueno, esto ya está. Os llamaremos antes de venir, pero si hay algún problema, ya
sabéis (Señalando el botón)
Paco: Vale, gracias. (La enfermera salió pitando a buscar a Maca) Ya verás como se
pone bien... (Al ver que su mujer estaba seria) Anda... (Abrazándola y comenzando a
besarla) Te he echado de menos esta noche... (Empezando a acariciar con una mano sus
pechos mientras con la otra besaba su cuello)
Esther encontró a Maca todavía en su despacho, entro como el rayo y tomando su mano
la sacó de allí, dando grandes zancadas para llevarla a la habitación.
La pediatra no podía creer lo que veía, Azu la había mentido, pero no solo eso, la había
hecho sentirse culpable por haberla dejado, se había sentido tan mal cuando lo hizo,
viendo sus lagrimas, y ahora se daba cuenta que aquellas lagrimas eran falsas, como
todo, todo lo que habían hecho juntas era falso. Notó como le apretaban la mano y miró
a su lado, Esther estaba triste.
Paco: lo siento, es que... ya se sabe... pasamos una noche separados y... (Riendo ajeno a
todo) ¿Tú eres Maca?
M: s... sí... (Mirándole) Enseguida volvemos, (La pediatra se fue cogiendo a Esther y
arrastrándola hasta su despacho, Azu las siguió)
Az: Maca, espera... yo...
M: Ahora no. (Cerrándole la puerta en las narices y mirando a Esther)
M y E: ¿Estás bien? (La enfermera suspiró)
E: tu primero...
M: sí, enfadada con ella, pero bien. ¿Tú?
E: Asustada...
M: no estés asustada... (Abrazándola y acariciando su pelo) No tienes motivos... gracias
por... terminar de abrirme los ojos...
E: No, yo, debería de haberlo hecho de otra forma, pero... yo... no quería que ella
volviese a... atraparte.
M: No iba a dejarme atrapar aunque no supiera lo que sé ahora (Mirando a Esther y
cogiendo su rostro entre sus manos) No cambia nada entre tú y yo ¿Mhm? (La
enfermera se abrazó con fuerza a Maca mientras dejaba que sus lagrimas cayeran)
Venga, Esther... no llores... por favor...
E: Vale... (Besando el cuello de Maca)
M: Prefiero que hagas eso... (Bromeando para intentar calmarla)
E: tonta... (Entre sollozos y risas)
M: Bueno, venga, ¿Aviso a otra enfermera?
E: no, no. Yo contigo ¿Eh?
M: Claro que sí, mi niña. (Dándole un beso) Venga, tenemos un paciente al que atender
¿Eh?
E: sí... (Salieron del despacho una vez Esther se había calmado, Azu la esperaba fuera)
Az: Maca, quiero hablar contigo, puedo explicártelo, no es lo que piensas, yo...
M: Azu, no quiero saber nada. Atenderé a tu hijo. Como a cualquier otro paciente. Pero
no quiero que me dirijas la palabra para nada que no sea él. ¿Entendido?
Az: Maca, pero.. tú y yo...
M: Ya no cuela, Azu, ahora ya sé lo buena actriz que puedes llegar a ser, olvídate de
tener algo conmigo, ni una amistad siquiera, una vez tu hijo se recupere... No quiero
volver a verte más. (Muy seria se fue hacia la habitación seguida de Esther, dejando a
Azu maldiciendo al darse cuenta que ya no volvería a tener ninguna oportunidad de
conquistar a Maca)
M: bueno... (Entrando en la habitación) ¿Su mujer le ha dicho lo que vamos a hacerle a
Luís?
Paco: sí, más o menos, por encima, yo de esas cosas no entiendo, hagan lo que tengan
que hacer. Y llámame Paco, siendo amiga de Azu.
M: No somos amigas, y yo de usted la vigilaría de cerca, pero eso ya no es asunto mío.
(Miró a Esther) ¿Empezamos?
E: Claro. (Sonriendo y acercándose al niño)
Unas horas después ya tenía los resultados, el niño tenía meningitis pero la habían
pillado muy a tiempo, así que acompañada de Esther, subió a comunicárselo a los
padres, diciéndoles que el niño aún tendría que quedarse unos días para ver si los
antibióticos le hacían efecto. Después de eso cada una fue a trabajar por su lado,
mientras esperaba que llegase el fin del turno para ir a cenar a algún sitio.
A las nueve de la noche Maca colgó su bata en la sala de médicos, por aquel día ya
había tenido bastante, lo único que le apetecía era disfrutar de la compañía de Esther, en
teoría le quedaba una hora más, pero Salinas había llegado antes y ella se había
aprovechado para ir a comprar un par de cosas. Envió un mensaje a Esther para que la
esperase en la salida a las diez.
La enfermera mientras tanto seguía trabajando, cuando se acercaban las diez, empezó a
escaquearse, para que no le ocurriese lo del día anterior. Cuando dieron las diez se
colaba rápidamente en el vestuario para cambiarse, miró el móvil y leyó el mensaje de
Maca, se cambió rápidamente y salió a la calle, la pediatra la esperaba sobre la moto,
con el casco quitado.
M: ¿Te gusta?
E: Es precioso, Maca... (Sentándose y ayudándola con las cosas)
M: Bueno, no había mucho donde elegir... (Sacando unos sándwich, una botella de
champán y una vela) Pero algo es algo ¿No? (Esther rió)
E: Es la primera vez que no preparas algo... ¿O aún debo esperar una sorpresa?
M: Pues... ¿Cenamos? (Acercándole un sándwich)
E: Claro... (Cogiéndolo mientras Maca servía el champán en dos copas de plástico)
M: ¿Quieres?
E: Mhmhm... sí. (Tomando la copa y dando un sorbo) Esta bueno...
M: Mujer, no he preparado nada, pero tampoco era cosa de traer cosas malas (Riendo)
E: Tonta... ¿Qué día más raro, eh?
M: Dímelo a mí.
E: Aunque... ha ido bien ¿No? (Mirándola con dulzura)
M: Ya te he dicho que no ha cambiado nada, lo único que cambió algo fue tu mirada
anoche.
E: ¿Y que ha cambiado?
M: Pues... nuestro algo. O mi forma de ver nuestro algo...
E: ¿Qué le pasa?
M: Nada... Que me encanta. (Acercando su cuerpo al de ella, sentándose a su lado y
atrapando sus labios)
E: Mhmhm... a mí me encanta esto.
M: ¿Sí? ¿Aunque no haya preparado nada grande?
E: bueno... eso es... raro... pero me gusta esto. (Apoyando la cabeza en el hombro de la
pediatra y mirando hacia la ciudad)
M: ¿Sabes? Pensé en hacer algo grande... pensé en recogerte en limusina. En llevarte a
un gran restaurante, con esos camareros que no se separan de la mesa, esa gente vestida
elegantemente y cargada de lujosas joyas. En contratar a unos músicos para que tocasen
mientras cenábamos. En llevarte a un gran baile, como el de mi padre. En regalarte una
joya y mil rosas. En vestirme de seda sólo para que tú disfrutases desvistiéndome.
(Esther sonreía)
E: ¿Y porque no hemos hecho todo eso? No es que me queje ¿eh? (Mirándola un
momento y sonriendo con sus ojos)
M: Porque hoy, me he dado cuenta de algo muy importante para mí.
E: ¿Ah, sí?
M: Sí... no quiero recogerte en limusina, no quiero llevarte a sitios caros y llenos de
lujo, no quiero música mientras estoy contigo, no quiero grandes bailes, no quiero
regalarte una joya ni mil flores, no quiero vestirme con las mejores galas...
E: ¿Qué es lo que quieres?
M: Quiero tenerte así, tu y yo... que no haya más brillo que tú... Acompañada tal vez de
las estrellas... quiero cenar sin nadie alrededor... quiero que la música que suene sea
esta... (Acariciando el pecho de Esther con una de sus manos, sobre el corazón) Quiero
regalarte mi corazón... quiero vestirme de ti... Quiero estar contigo. (A su oído, en un
susurro apagado cargado de emoción) Todo lo de más... no es especial... ni romántico...
ni nada... lo único que lo hace especial, romántico y algo... eres tú... (La enfermera la
miraba atontada, cuando reaccionó fue para atrapar los labios de Maca entre los suyos,
acariciándolos con su lengua, en un dulce beso, queriéndole decir todo lo que le había
hecho sentir con sus palabras, al separarse miró a Maca, con toda la felicidad del mundo
contenida en sus ojos, Maca suspiró y acarició su mejilla)
E: Estás tontita ¿Eh? (Sacándole la lengua)
M: Tú si que estás tontadita con esas miraditas... (Imitándola)
Terminaron de cenar entre miradas y sonrisas, cautivadas la una por la otra, en aquel
acantilado, con las luces de Madrid a sus pies y las estrellas en el cielo como únicos
testigos. Se quedaron un rato observando el paisaje, hasta que Maca decidió
concentrarse en algo muchísimo más bello que todo aquello. Al cabo de un rato Esther
la miró.
E: te vas a cansar de mirarme tanto...
M: Pues... no ¿Eh? Aún puedo aguantar más... (Pasando un brazo por encima de sus
hombros y estrechándola contra ella) Pero si te molesta... (Dejando un beso en su
cabeza)
E: Mhmhm... No... (Mirándola y besándola suavemente)
M: ¿Bailas conmigo?
E: No ha y música (Riendo)
M: ¿Quién dice eso? (Acariciando con su mano el pecho de Estehr)
E: Oh, claro... (Sonriendo y besándola de nuevo)
M: Ven... (Se levantó y le tendió la mano a Esther, la enfermera sonrió y la tomó
levantándose)
La pediatra sonreía mientras atraía a Esther hacia sí con sus brazos, acariciando su
espalda y suspirando en su cuello, Esther por su parte deleitaba el cuello de Maca con
mil caricias y besos, las dos se balanceaban levemente, al ritmo de una música
inexistente, en una pista de baile inexistente.
Poco a poco sus labios fueron uniéndose, cada vez buscándose más, cada vez
alargándolos más, mientras sus manos recorrían sus cuerpos, en medio de uno de esos
besos Esther se separó con la respiración entrecortada, faltándole el aire, mantuvo su
frente unida a la de Maca, mientras recuperaba un poco el ritmo.
NOTA DE LA AUTORA: Bueno... os explicaré la idea que tenía cuando empecé este
fic, porque vosotras sois la gran parte de este, así que, me gustaría saber vuestra
opinión. Al empezarlo pensé en una historia larga, quería remarcar algunas etapas de sus
vidas. Esta ha sido la primera. Tranquilas que tampoco tenía pensado que fuesen
muchas. Y al final de cada parte, dejar un trozo para que veáis más o menos como les va
actualmente. Que es el que hay más abajo. Mientras pensaba en como enfocar la
siguiente etapa (si queréis que haya siguiente) me voy de vacaciones a la playa (en tres
días) y al volver seguimos con esta historia.
Si la idea no convence, ignorad el siguiente trozo, mientras este en la playa estoy segura
que se me ocurre alguna idea nueva Vosotras decidís... a vuestros pies
En la actualidad...
Despierta en su cama, o eso cree, abre los ojos lentamente, ha sido una noche muy larga,
mira alrededor buscando a Esther, no hay rastro de ella. Su vista esta cansada, suspira y
se medio incorpora en la cama, mira una vez más alrededor, esta vez con algo más de
nitidez y contempla su casa. Tan diferente. Cae en la cuenta de que solo estaba soñando,
soñando con el pasado, rememorándolo una vez más en su cabeza.
Mira el reloj de la mesilla, las ocho de la mañana, suspira una vez más antes de arrastra
su cuerpo hasta el filo de la cama, apoya los pies en el suelo y se levanta con esfuerzo.
Las noches sin dormir aún le pesan. Mira su rostro en el espejo, no tan joven como en
sus recuerdos de aquella noche, pero no esta nada mal para una mujer de cincuenta y
cinco años.
Hombre: Buenos días, mama ¿Qué tal has pasado la noche? (La mujer no responde,
tose un poco y mira a la mesita, buscando un vaso de agua, toma un sorbo)
Niño: Papa ¿La abuelita Maca esta malita?
Hombre: No, hijo, no. Solo cansada. Ve con mama anda, que en nada vamos al hospital
¿Eh?
Niño: Sí, papa. (Abraza una vez más a Maca y le da un beso en la mejilla)
M: Anda, creo que tengo cereales de esos que te gustan en la despensa.
Niño: ¿De los de chocolate?
M: Sí, corre. (Sonriendo por primera vez en la mañana y dándole un golpecito en el
trasero mientras el niño sale disparado)
Hombre: ¿Cómo estás mama?
M: Mejor, algo más descansada. (Mira a su hijo, su pequeño, ha crecido mucho, tanto
como su hija, que en poco tiempo cumplirá nada más y nada menos que dieciocho
añitos)
Hombre: Ve vistiéndote ¿Vale?
M: Sí, hay que ir al hospital.
Hombre: Sí, mama. (Le da un beso en la mejilla y se levanta, deja a su madre sola)
Maca vuelve a mirarse al espejo, suspira y cierra los ojos, recuerda una vez más aquel
día que la conoció, nunca lo ha dicho, pero Esther, fue el amor de su vida. Sonríe a su
reflejo en el espejo, dándose ánimos y empieza a vestirse. Una vez más, como en esos
últimos días, le toca ir al hospital, a sentarse al lado de aquella cama, hacerle compañía
y esperar.
¿Continuará?
Esther deambulaba por el hospital, no tenía apenas trabajo, era uno de aquellos días
tranquilos, y raros por ello, en la capital. Aparte de un montón de informes y de los
turnos de las enfermeras que debía organizar, que había abandonado harta de ellos, no
tenía nada que hacer. Iba con las manos en los bolsillos del uniforme, andando
tranquilamente, de vez en cuando se paraba a hablar con alguien, aunque la mayor parte
del tiempo lo pasaba metida en sus pensamientos.
Maca llevaba casi un año en el hospital (diez meses y medio exactamente, ¿Pero quien
lo contaba?), y parecía estar a gusto allí, tanto como ella desde que la pediatra había
aparecido en su vida. Apenas había cambios en el hospital, al menos nada trascendental,
y en lo personal... en lo personal ya era otra historia. Todo había ido bien durante un
tiempo, los primeros meses habían estado llenos de sorpresas y buenos momentos, y se
habían mantenido, seguían juntas y esa pequeña costumbre de ver quien sorprendía a
quien seguía intacta, como su definición de lo que tenían, pero aquello, fuera lo que
fuese, había empezado a zozobrar hacia un par de meses, nada importante, algo de
distanciamiento por no querer lo mismo, o quererlo pero no al mismo tiempo, Esther
aún no estaba preparada, la enfermera era consciente de ello, y hasta no estar segura no
quería arriesgarse. Pero cuando el distanciamiento se hizo palpable fue una semana
atrás. La enfermera suspiró mientras entraba en la cafetería. Al mirar alrededor la vio
sentada con Javier, en una de las mesas, se cogió un zumo y se acercó a ellos.
La enfermera estuvo observando como Maca fruncía el ceño al leer algo en el informe,
o negaba con la cabeza en movimientos leves, pero su mente la abandonó en algún
momento viajando una semana atrás.
En un gesto rápido colocó sus muñecas por encima de la cabeza de la pediatra, que o
esperaba el gesto, o simplemente la dejó hacer, Esther tenía a breves centímetros la piel
de Maca, así que con sus labios comenzó a dejar besos, acercándose a la tela y
apartándola con sus labios, dejando al descubierto el torso de Maca.
Unos golpes en la puerta las sobresaltaron, mirando hacia ella, como si así evitarán que
se abriese, pero la puerta no se movió, al otro lado se escuchó una voz.
Maca suspiró, aquel era uno de los motivos por el que hacia un par de meses le había
dejado caer a Esther lo de irse a vivir juntas, varias veces, pero la enfermera siempre se
había escabullido hábilmente.
Poco después se sentaban a la mesa, Maca estaba algo seria, pero sonreía a los
comentarios de Encarna, siempre se había llevado bien con ella, y desde que hace un
mes Esther le tuviera que decir que estaban juntas (no habían sido muy discretas) la
relación había terminado de mejorar. Encarna se lo había tomado muy bien, teniendo en
cuenta que lo sospechaba desde prácticamente el principio, en cuanto supo que Maca no
iba por estar interesada en su hijo.
La pediatra entraba antes, así que se despidió de las dos mujeres. La enfermera se quedó
en casa, pues aún le quedaban dos horas antes de entrar, se daba cuenta que cada vez
que su madre sacaba “el tema” Maca parecía ponerse seria. Por una parte lo entendía,
ella a veces también lo pensaba, y si se lo hubiera dejado caer semanas antes de cuando
lo había echo habría aceptado. Pero su madre llevaba un par de meses saliendo de un
resfriado a otro, nada excesivamente importante, pero lo suficiente para que se
preocupara y no quisiera dejarla sola, aunque Jorge y Susana seguían allí con la niña, en
aquellos meses no paraban de viajar, casi siempre que podían se llevaban a la niña,
como aquella semana, que por semana santa los colegios cerraban diez días. Así que la
mayor parte del tiempo estaban ellas dos solas, o como mucho, con la niña.
La enfermera entraba por la puerta de urgencias, Teresa estaba en su puesto con una de
sus revistas entre las manos, las gafas colocadas en la punta de la nariz y los ojos
perdidos en amores y desamores.
La enfermera cerró la puerta y se apoyó en ella, hijos, vivir juntas, hijos, vivir juntas,
notaba como una sensación de opresión inundaba su cuerpo, creía que iban demasiado
rápido, no es que no estuviera segura de aquella relación, de lo que tenían, pero a
aquella velocidad, temía que fueran a estrellarse.
M: ¿quieres que hagamos algo esta noche? (Mirándola con las cejas alzadas)
E: Pareces muy cansada...
M: No importa. (Sonriendo)
E: Sí que importa, tienes mala cara, deberías descansar ¿Mhm? (Acariciando con su
pulgar el dorso de la mano de Maca)
M: Estoy bien, de verdad, además... me apetece estar contigo un rato, no hace falta que
hagamos algo grande, ¿Una peli en mi casa?
E: Claro, pero...
M: Tu y yo...
E: Vale, vale. Si tu quieres.
M: Sí, quiero. (Intentando bromear al imitar a una novia en su boda)
E: No tiene gracia... (Murmurando)
M: no es lo único que no tiene gracia esta semana. (Se arrepintió nada más notar que
aquello había salido de su boca) no quería decir...
E: Sí querías, tengo trabajo. (Levantándose) Nos vemos esta noche (Se fue sin una
sonrisa ni un guiño)
La enfermera fue a rotonda, dejando atrás a una pensativa Maca, la pediatra se levantó y
deambuló un rato por el hospital, sumida en el caso que tenía entre manos, porque era
algo que se tomaba muy en serio y que la afectaba mucho y porque no quería pensar en
lo que hacía que Esther estuviese así desde hacía una semana, sabía que aquel
comentario inocente que había soltado había afectado a la enfermera, pero no era lo
único raro en aquellos meses, tampoco quería vivir con ella, o al menos no mostraba
ningún interés, y cada vez que salía el tema se escabullía, pero la pediatra estaba
tranquila por una parte, sabía que Esther sentía algo fuerte por ella, simplemente tendría
dudas sobre algo. Maca esperaba que Esther compartiera aquello con ella, como lo
habían compartido todo desde el primer momento.
Decidió ir a su consulta y concentrarse en el caso, cada vez que leía aquel informe, la
rabia, la impotencia y un fuerte nudo en la garganta, se hacían dueña de ella. Estaba
totalmente en contra de la violencia, pero si esta, cruel e implacable se cernía sobre un
niño, indefenso, no podía, su cuerpo se tensaba y deseba poder hacer algo, intentaba
aprovechar todos los medios a su alcance. Entró en su despacho y se sentó en el
escritorio, dejando la carpeta con el informe a un lado, cerró los ojos y froto con sus
dedos sus sienes, instando relajarse, dejar la mente en blanco para poder pensar mejor,
al abrirlos topó con una fotografía enmarcada.
La fotografía era de un par de meses atrás, la había hecho el novio del momento de su
hermana, era de una excursión que habían hecho a la playa, Jorge y Susana estaban de
viaje, y decidieron llevarse a la niña a ver el mar, los hermanos de Maca y Javier y
Laura se habían apuntado. Salían todos sonrientes, Javier abrazaba a Laura por la
espalda, Vero y Jero bromeaban, haciendo que se peleaban, Maca y Esther estaban
sentadas en el suelo, Maca miraba como Esther ayudaba a construir un castillo (o
cualquier cosa, porque solo se veía un montón de arena apilado entre la enfermera y su
sobrina). Sonrió al recordad aquel día, lo habían pasado en grande, como siempre, se
quedó concentrada en el pequeño trozo que ocupaba Esther, sonreía a la cámara, con
aquélla sonrisa radiante que siempre tenía, y que apenas había vislumbrado en aquella
semana.
La película terminó, con ambas despiertas pensando que la otra se habría dormido, pero
Esther notó el ritmo de la respiración de Maca, y sus dedos moviéndose, acariciando un
momento su abdomen.
E: ¿no puedes dormir? (La pediatra se movió, apoyando la barbilla por encima del
pecho de Esther, mirándola a los ojos) ¿Es por ese niño? (Negó levemente) ¿entonces?
M: Por ti... (En un susurro apagado)
E: ¿Por mí? (Suspiró) Por lo de esta semana...
M: sí, no sé que esta pasando ¿Tú lo sabes?
E: Yo...
M: se que estás preocupada por tu madre, aunque quieras hacernos ver que no.
E: no...
M: Esther, llevas aquí un ahora y la has llamado como diez veces…(Esther sonrió
descubierta)
E: Últimamente esta floja, me preocupa...
M: Ya... ¿Por eso estás así conmigo?
E: No.. yo, no... es que... (Empezando a jugar con la mano de Maca, entrelazando y
separando sus dedos) No sé... todo eso de irnos a vivir juntas... y eso... yo que sé...
M: No he vuelto a comentarlo desde hace semanas, solo tu madre, y ya sabes como es,
pero yo no te he presionado ¿No?
E: No, si no eres tú... no sé... soy yo. Creo que no estoy preparada.
M: Vale, pues no lo hacemos. ¿Solo es eso?
E: sí... no... bueno, hay cosas... no sé...
M: ¿cosas?
E: sí, como lo de tener hijos.
M: Fue un comentario.
E: lo sé, pero... joder, Maca, que quieres criar a un equipo de fútbol con sus defensas y
todo. (Maca sonrió y acarició la mejilla de Esther)
M: Bueno... un equipo entero no... y no dije que fuera a hacerlo ya.. aunque es algo que
me gustaría hacer en algún momento...
E: ya...
M: Contigo a más señas... (Sonriendo con ternura y provocando un suspiro en la
enfermera)
E: menos mal, ya pensé que querías hacerlo con el butanero... (Intentó bromear)
M: Tonta...
E: ya... vaya cosa.
M: Anda... (Besando sus labios) Que no pasa nada si tienes miedo al compromiso...
E: ¡Eh! ¡Yo no he dicho eso!
M: ¿Ah, no?
E: Bueno... no es que me de.. bueno... es que... sabes es como... pánico, más bien.
(riendo, la pediatra se abrazó a ella con fuerza)
M: Pues deja el pánico a un lado, marca el ritmo que quieras, a mí me vale con tenerte
así... (Acariciando con una mano su abdomen) Aunque no estaría mal que tu madre
dejará de despertarnos por las mañanas... (Bromeando)
E: Halaré con ella... (Acariciando el pelo de Maca y suspirando)
Esther libraba aquel día, lo que venía a significar que tenía pensado tirarse todo el día
metida en la cama, pero alguien tenía otros planes para ella. A las diez de la mañana el
timbre de su casa sonó, al poco rato una cabeza curiosa se asomaba por la puerta.
Verónica: ¡Buenos días! (A grito pelado, la enfermera frunció el ceño y se tapo con la
almohada)
E: ¡Largo!
Verónica: yo también te quiero, cuñadita, anda, ¡Levanta! (Arrancó las sabanas dejando
a Esther encogida en la cama) Que desilusión... yo que esperaba verte en pelotas...
E: Muy graciosa... (Levantándose y colocándose bien el pijama)
Verónica: Vístete, te doy veinte minutos. (Cerrando la puerta y yendo a la cocina donde
estaba Encarna) Buenas... (Sonriendo y cogiendo a Encarna de la cintura, levantándola
en el aire) ¿Qué tal mi chica favorita?
En: Vero, hija, suelta. (Riendo) Estás loca... ¿Has desayunado ya?
Verónica: sí, pero el desayuno es la comida más importante, hay que hacerla por partes,
¿Qué tenemos?
En: Café, zumo, tostadas...
Verónica: ¿Algo con un poco de sabor? (Bromeando y haciendo muecas)
En: mira que te echo...
Verónica: Vale, vale... (Riendo) Me conformaré con las tostadas...
Esther no entendió en aquel momento la lógica de Vero, si es que aquella chica medio
loca (con un escarabajo que más parecía una carroza del día del orgullo gay que un
coche) tenía algo de lógica. Pero era algo que iba a tener tiempo de comprender en
aquellos meses, ya que Esther se iba a convertir en la mejor dama de honor del mundo,
y en la única.
Maca, ajena a la boda que se avecinaba, estaba en su despacho hablando con la madre
de Javi (el niño al que creía que maltrataban) la había llamado a primera hora de la
mañana, y la madre enseguida había estado dispuesta a verla, la pediatra supuso que era
porque la madre creería que algo iba mal... y Maca lo creía así.
M: Bueno, primero quiero decirle que no se preocupe por su hijo, no es que hayamos
encontrado algo nuevo en los análisis ni nada. (La madre hizo un gesto de alivio que a
Maca no le pasó desapercibido, la mujer se preocupaba por él, era algo a tener en
cuenta) Pero.. hay algo que me gustaría comentarle...
Madre: Lo que usted quiera doctora.
M: Verá, ayer trajo usted a Javi, y la semana pasada también, las dos veces por caídas,
nada grave, pero... bueno, si lo juntamos con las otras tantas veces que ha venido su hijo
a este hospital en menos de un año... es... bueno, me ha llamado la atención. (La verdad
es que no tenía ni la más mínima idea de como enfocar aquel tema) Verá.. he observado
que su hijo tiene muchos moratones...
Madre: Ya sabe, son niños, y Javi es muy movido...
M: ¿todo eso se lo ha hecho el solo?
Madre: ¿Qué insinúa, doctora? ¿Cree que maltrato a mi hijo? ¡Esto es increíble! (La
madre empezó a soltar una serie de insultos muy furioso y se marchó dando un portazo)
M: ¡Joder! (Golpeó la mesa con rabia) ¿Qué ha pasado? (Su móvil empezó a sonar, era
Esther) ¿Qué?
E: Buenos días... (Algo parada)
M: Oh, si, buenos días, lo siento. (Miraba hacia la puerta, esperando que la madre
volviese a entrar en cualquier momento, pero nada, la puerta no se abría)
E: Adivina...
M: Esther, no estoy para jueguecitos ¿Qué pasa?
E: yo.. ¿pasa algo?
M: No ¿Me quieres decir algo?
E: No, déjalo. (La línea se cortó, más bien la enfermera colgó, Maca volvió a golpear la
mesa)
M: Joder... (Suspiró)
Esther seguía en el coche de Vero, parecía o que se habían perdido o que la chica no
tenía intención de parar aún, la enfermera miraba el móvil, le gustaba aquella parte de
Maca algo borde, pero se había pasado.
Verónica: Bueno... entonces... ¿Verde? (Al ver que Esther estaba algo seria)
E: ¿verde? Claro, para los juzgados y...
Verónica: ¡Que va! (Riendo) Me caso por la iglesia... (Esther la miró riéndose,
pensando que bromeaba, pero no era así, Vero se casaba, y con cura y todo)
E: ¿Qué me estas diciendo?
Verónica: Sí, eso ha sido cosa de él, y a mí... bah, a mí me da igual, siempre y cuando
el cura no se enrolle mucho, porque lo más importante de una boda es la noche, así que
(Reía traviesa) Por cierto... ¿Dónde…? (Miraba las calles, buscando una en concreto y
sin acabar de encontrarla)
E: Vale... y... ¿A dónde vamos? ¿O solo me has sacado a pasear para darme la noticia
bomba?
Verónica: no, no, ¡vamos a por el vestido! ¡Yuhu! (Léase como grito de alegría)
E: Pero... ¿Cuándo te casas?
Verónica: En dos meses. (Sonriente) ¡Wow! (Dio un volantazo metiéndose por una
estrecha callejuela, cruzándose con un coche que tuvo que frenar para no comerse aquel
escarabajo multicolor)
E: ¡Estás loca! ¡Casi nos matamos!
Verónica: Ya será menos. ¡Aquí! (Frenó de golpe, colocó el freno de mano en posición
y salió disparada del coche) ¡Vamos!
Esther descendió del automóvil y miró alrededor, estaban en un pequeño callejón sin
salida, ocupado casi en su totalidad por contendedores de basura, miró a Vero
confundida, pero la hermana de Maca ya estaba metiéndose en un local, que por el
aspecto, parecía uno de aquellos sitios para hacerse tatuajes ilegales, con la fachada
medio derruida y lleno de graffitis, Esther leyó el cartel que había encima de una puerta
pintada de negro.
Reía mientras cruzó la puerta negra, tuvo que parpadear un par de veces por el
contraste, del callejón oscuro y gris había pasado a una sala llena de color, vestidos de
todos los tipos y tamaño, de todos los colores (menos blanco y colores crema, algo
curioso, siendo lo típico en esas celebraciones), Vero no estaba por ninguna parte, en un
pequeño mostrador una chica de unos veinte años, con el pelo rapado al cero, y varios
piercings por la cara mascaba chicle mientras hojeaba una revista de ocultismo.
La enfermera suspiró, la que le iba a tocar aguantar, pero con suerte, Maca se haría
cargo de todo cuando se enterase. El resto del día lo paso con la loca de Vero, buscando
un traje de novia adecuado, lo curioso fue que Esther no vio ningún traje de novia en sí,
ni nada que se le pareciera remotamente. Al final del día, harta de ver el escarabajo se
metió en casa, después de saludar a su madre y a su sobrina se fue a tumbar a la cama,
vaya día de descanso, miró el móvil, Maca había salido hacia una hora y seguramente la
habría llamado, pero no, ni llamadas perdidas ni nada, frunció el ceño y la llamó. Esa
voz tan amable y que saca a tan poca gente de las casillas le comunicó que el móvil al
que llamaba estaba apagado o fuera de cobertura. Suspiró y llamó a su casa, pero nadie
lo cogía, como último intento marcó el número del hospital.
Esther iba feliz por los pasillos, Maca había estado algo borde aquellos días, pero eso no
cambiaba nada entre ellas, suspiró contenta y fue hacia la sala de curas. Allí, una mujer
con media cara hinchada y un corte en la frente la esperaba.
E: Hola, me llamo Esther, soy la enfermera que va a curarte esas heridas ¿Ya ha pasado
el doctor? Señora... Villa (Miró la ficha que le había dado Teresa segundos antes)
Sñra.V: Sí, un tal... ¿Sotomayor?
E: Sí, Javier, bien... vamos a ver... (Esther se acercó a ella y examinó el corte de la
frente, no sangraba apenas, se notaba que hacía rato que se lo había hecho, incluso
parecía que la mujer se lo hubiera intentado curar, con restos de yodo alrededor de la
herida) Vale... le voy a poner una gasa estéril con algo de alcohol para desinfectar la
herida ¿Mhm? Escocerá un poco... (Mientras preparaba las cosas se fijó en un niño que
había en un rincón de la sala, sentado en el suelo con las piernas y los brazos cruzados,
la mirada fija en algún punto de la pared de enfrente) ¿Es su hijo, señora Villa?
Sñra.V: Sí, llámame Cristina.
E: Vale (con una de sus radiantes sonrisas) A ver, echa la cabeza hacia ese lado... Bien,
así...
Cristina: Ay.
E: Ya, lo sé, es un momento... (Terminó de desinfectar la herida y colocó otra gasa
estéril, fijándola con cinta) Bueno, esto ya está... ahora volverá el doctor Sotomayor
para darle el alta ¿Mhm?
Cristina: Gracias... (Esther se marchaba cuando notó una mano alrededor de su
antebrazo) Señorita.. podría... verá, mi hijo se ha caído y...
E: Enseguida llamo a la pediatra. (Sonriente)
Cristina: No, espere, si solo es un golpe, no quiero molestar más... por favor.
E: Es que yo no soy doctora, la pediatra lo atenderá enseguida...
J: Esto ya esta ¿No? (Miró la cura echa por Esther y sonrió) venga, aquí tienes el alta
¿tienes que ir con más cuidado ¿Eh? Esther, voy a ayudar a Laura ¿La acompañas?
E: Claro.
J: Y luego hablamos del acontecimiento del año (Riendo)
E: Sí, menudo notición. (Riendo, Javier se fue y Esther miró a la mujer) ¿Aviso a la
pediatra?
Cristina: es que tengo algo de prisa, y solo es una pequeña herida, se ha caído con el
monopatín, ¿podrías…? (Esther no supo que hacer bajo aquella mirada suplicante)
E: Bueno, pero si veo que es necesaria la pediatra, la llamaré.
Cristina: no hará falta, de verdad, Javi, ven. (El niño se levantó ausente y se acercó a
Esther, le enseñó la rodilla, como si lo hubiese hecho un montón de veces, Esther se fijo
en que el niño tenía un par de cardenales en aquella pierna, pensó que eran del golpe de
la rodilla, una pequeña herida de nada, la enfermera la curó y luego acompañó a Cristina
y Javi a la puerta)
En la casa de Encarna, esperaban que Maca apareciese, habían quedado en que les
pasará a buscar. Jorge y Susana charlaban distraídamente en un sofá, mientras Esther y
Luz, su sobrina, jugaban en el otro, la niña estaba sentada a horcajadas sobre su tía, y no
paraba de dar saltitos mientras cantaba la canción de los Lunes. Esther estaba en el
comedor de su casa, sentada tranquilamente en el sofá, había quedado con Maca en que
les fuera a buscar, Jorge y Susana hablaban sentados en el otro sofá, mientras Luz no
paraba de saltar y canturrear la canción de los lunnis. Encarna tuvo que abrir la puerta,
porque los demás, con los gritos de Esther y la niña no lo habían escuchado, Maca le dio
un par de besos y entró, se quedo parada en la puerta, observando a Esther, que parecía
estar en pleno apogeo...
E: ¡Buenas noches! ¡Hasta mañana! ¡Los lunnis y los niños! ¡Nos vamos a la cama! (La
niña reía sin parar y aquella escena provocó una amplia sonrisa en Maca, se olvidó de
todo y solo veía a Esther, cantándole una canción infantil a su sobrina, cono todo el
cariño, la ternura y la potencia del mundo, porque no veas que gritos metía)
Luz: ¡Venga, tita! ¡Otra vez! ¡Estoy muy cansada, hoy no he parado... (Esther suspiró
haciéndose con algo de paciencia y empezaba de nuevo)
M: Bueno, chicas, cuando cabéis... ¿Mis besitos? (Luz se bajó de las piernas de su tía y
se lanzó a Maca, se llevaban muy bien, la pediatra la abrazó levantándola en el aire y le
daba besos por la cara) ¡Qué niña más guapa! (Riendo)
Luz: ¡Gracias! ¡Guapa! (Todos rieron)
En: venga, venga, tú... a dormir. (Dándole una palmada en el culo a la niña) Y
vosotros... largo.
Jorge: Juer, ma, nos echas. (Riendo mientras salía por la puerta)
S: ¡Hasta luego, suegra!
M: Buenas noches, Encarna, se los devolveré prontito. (guiñándole un ojo)
E: ¡Buenas noches, ma!
Los cuatro salieron y se metieron en el coche de Maca, Jorge y Susana detrás, hablando
de sus cosas y Esther en el asiento del copiloto. De vez en cuando miraba a Maca,
apenas se habían visto unos minutos después del beso de aquella mañana.
M: Aún no puede creer que se case... (Negando con la cabeza mientras mantenía la vista
fija en la carretera)
E: ni yo, esta loca, pero bueno... en su línea ¿no?
M: Sí, espero que le salga bien.
E: Y yo, se lo merece muchísimo. (Sonriendo, echó una vista atrás, estaban muy
ocupados) Esta noche... ¿Te quedas en casa?
M: prefiero irme a la mía, Esther... ¿Te vienes? (Mirándola un segundo)
E: Claro que sí. (Con una sonrisa de oreja a oreja)
Llegaron al portal y Jorge y Susana subieron, Maca pidió a Esther que la acompañará a
aparcar el coche.
E: ¿Pasa algo?
M: Quería... bueno... sabes... he estado algo... (Mientras maniobraba para aparcar)
E: Borde.
M: Sí. (Parando el coche y mirándola) Y quería... yo... sé que no debo pagarlo contigo,
contigo con la que menos, Esther, y lo siento, de verdad. Pero me cegué con ese caso,
yo... bueno... es algo viejo... una historia antigua casi, pero... me afecta mucho. Y...
bueno, me centro en eso, no he podido evitarlo, y no se si tal vez... bueno, tu yo
pasamos por un... momento raro y... (Era la primera vez que Esther veía así a Maca, sin
encontrar las palabras, siempre sabía que decir y hacer, la verdad es que en aquella mala
racha estaba descubriendo muchas cosas sobre ella que no conocía)
E: Cariño (Poniendo su mano en la rodilla de Maca) Ya esta... ¿Mhm? Tranquila, estoy
aquí, contigo. (La enfermera tenía la sensación que Maca la necesitaba y no se
equivocaba)
M: Mhmhm...
Asintió y se acercó a los labios de Esther, atrapándolos entre los suyos, saboreándolos,
fundiéndose en aquel beso, olvidándolo todo, absolutamente todo, sintiendo el pulso de
Esther, su calidez, su ternura, su cariño. La enfermera suspiró al separarse.
E: Mhmhm...
M: Sí... (Rió nerviosa) Cariño... (Mientras la abrazaba como podía) ¿subimos?
E: un ratito más...
M: Sí...
Las tres chicas se levantaron y fueron a la pequeña cocina de Vero, Esther se sentó sobre
el mármol y Maca se apoyó entre sus piernas, Vero habría la nevera.
Cenaron entre bromas y risas, el tema principal era la locura de Vero, aunque esta no
tenía reparos en contestar a las bromas de sus amigos. Esther estaba contenta, Maca
llevaba toda la noche sonriendo y ese simple gesto, una sola sonrisa, era el mejor de los
motivos para encontrarse contenta. Al acabar de cenar Vero les invitó a unas copas,
fueron al bar en el que trabajaba.
Nada más entrar Vero, sus compañeros del bar pusieron la marcha nupcial mientras la
gente aplaudía, la pequeña de los Wilson se perdió entre ellos, saludando a diestro y
siniestro. Los demás no dejaban de reír.
Je: Mi hermanita es la reina de la fiesta. (Riendo) Venga, cariño, vamos a por una copita
antes de ir al hotel. (Agarrándose del brazo de Javier que reía la broma de su amigo)
L: Eso, eso, tú márchate. (Mirándole con el gesto fruncido)
J: Cariño ¿le hacemos un hueco a Laura?
Je: buf, Javi... es que... a mí eso de a tres... Pero bueno... si tu quieres... (Haciéndose el
remolón mientras Laura sonreía)
L: Vaya par, anda, para la barra. (Cogió a cada uno de un brazo y se fueron hacia allí)
E: Hay un reservado libre ¿Vamos?
Jorge: Yo voy a pedir algo, ¿Qué queréis?
M: Las taxistas no bebemos. (Guiñándole un ojo) Un refresco anda.
E: Yo soy muy solidaria (Mirando a Maca) Tráeme otro, Jorge.
Mientras Susana y Jorge iban a buscar las bebidas, las chicas se sentaron en el
reservado, poniéndose una al lado de la otra, Maca miraba a Esther sonriente.
E: ¿Qué?
M: Creo que hace días que no te digo que eres preciosa... (Sonriendo con ternura y
pasando un brazo por los hombros de la enfermera, acercándola hacia ella)
E: La verdad es que sí. Aunque yo tampoco te he dicho lo bonita que es tu mirada, así
que, estamos en paz ¿Mhm?
Jorge: Están intentando convencer a tu hermana que haga un striptease sobre la barra,
para que los tíos vean lo que han dejado escapar. (Comentaba entre risas)
S: Sí, este a votado a favor. (Dándole una palmada en el brazo y mirando hacia otro
lado, fingiendo estar molesta)
Jorge: Seguro que mi hermanita también votaría a favor. (Sonriendo a Esther)
E: Pues... va a ser que no, yo a la única Wilson que quiero ver así, la tengo aquí al lado.
M: ¡Eso lo dice para que no me enfade! (Todos rieron)
E: pues claro... ¿Qué te crees? (Mirando divertida a Maca, la pediatra puso los ojos en
blanco y dio un sorbo a su refresco)
M: Muy bonito... (Dejando el vaso sobre la mesa)
S: ¡Vaya! ¡Esta canción me encanta!
Habían puesto una de las últimas canciones de U2, Miracle Drug, los suaves acordes
brotaban de los altavoces, inundando el local con su sonido, Maca tarareaba la canción,
Esther la miraba sonriente mientras acariciaba una de sus manos, Maca sonrió y dejo un
beso en sus labios.
Je: ¡Maca! ¡Vero va a hacer un streaptease! (Con los ojos como platos) Dile algo ¿No?
M: ¡Esa Vero! ¡Esa Vero! ¡Esa Vero! (Comenzó a gritar la pediatra provocando las risas
de todos) ¿Así? (Más bajo a su hermano)
Je: Genial, así... genial. (Rió y se sentó con ellos en el reservado)
Mientras Vero deleitaba a todos con un bailecito algo subidito de tono, los demás
charlaban animadamente en el reservado, de vez en cuando alguno o alguna animaba a
Vero, aunque la que más Laura, que se había puesto en la barra a dar saltos y acabó
subida con Vero, bailando las dos, lo que provocó que Javier fuera a ver que hacía su
chica por allí.
Je: Después de eso... ya no me llamará cariño... (Bromeó al ver a Javier con la baba
caída mirando a Laura)
Jorge: A mí si me insistes mucho, me regalas cosas caras y eso... Puedes llamarme
cariño. (Riendo)
S: Ni se te ocurra, este es mío. (Mientras se abrazaba sonriente a él)
Je: Bueno... ¿Esther?
E: No, no, otro Wilson no, yo si me busco un amante que no sea Wilson ¡No podría
aguantar a dos!
Je: Maca... ¿Qué le haces a esta chica?
M: ¿yo? (Fingiendo sorpresa) Nada, tato, ¿Qué le voy a hacer?
Je: Ah... entonces es eso, que no le haces nada...
E: Vale, tu hermano esta bebiendo demasiado (Quitando la copa de Jero de sus manos)
Siguieron bromeando hasta las tres o así, la mayoría tenían que trabajar a la mañana
siguiente, Maca acompañó a los García a su casa, Encarna y Luz dormían desde hacia
rato. Esther llevó a Maca a su habitación.
Se sentía bien allí, con Esther entre sus brazos, sentía que no había nada más, que no
existía nada más allá de aquel cuerpo, aquel olor, aquella mirada que se clavaba
dulcemente en sus ojos en aquel momento, Esther sonreía, con todo su cuerpo, y a Maca
aquella sonrisa le hacia sentirse llena de alegría, de paz. A no había lejanos recuerdos
atormentándola, ya no había caso, nada. De repente, sin previo aviso, toda la fragilidad
que sentía, todo su vulnerabilidad se hizo presente, Esther frunció el ceño preocupada al
ver como de los ojos de Maca salía una lágrima, la secó rápidamente con su pulgar
mientras sus manos acariciaban las mejillas de la pediatra.
Ambas se miraron, y Esther volvió a sentir a la mujer que se hacía pequeña, la que
sentía y sufría, la Maca vulnerable, esa a la que entraban ganas de abrazarla y nunca
jamás soltarla, la que parecía necesitar un gesto de cariño como si fuese aire. La
enfermera estrechó fuertemente a Maca, que en sollozos comenzó a deshacerse, a
descubrirse por primera vez ante alguien. Nunca había dejado que nada la viera así, pero
en aquel momento, necesitaba hacerlo, quería estar con ella, y para ello, debían
conocerse, incluso aquella parte de ella que tanto se había esforzado en ocultar, la chica
dura se desvaneció durante aquella noche, mientras Esther acariciaba su espalda, Maca
se quedó dormida.
A la mañana siguiente Esther notaba los rayos del sol sobre su piel, despertó lentamente,
al sentir el cuerpo de Maca entre sus brazos, sonrió sin abrir aún los ojos, esperó unos
minutos, hasta que notó como Maca se movía y la miró, la pediatra abrió los ojos
lentamente.
E: buenos dí... (La pediatra la interrumpió besando sus labios, atrapándolos entre los
suyos) ...as. (Riendo) Has dormido bien ¿eh?
M: Uhm, uhm. (Asintió mientras se desperezaba) ¿Qué hora es?
E: Hora de levantarse y desayunar, entramos en una hora.
M: ¿Y tu madre no se ha pasado por aquí? Vaya... (Riendo)
E: ¡Eh! Tonta... (Dándole un beso) ¿Nos duchamos?
M: ¿Nos? (Sonrió de oreja a oreja y salió disparada al baño)
E: ¡Ey! ¡Espérame! (Riendo al ver feliz a la pediatra, la siguió hasta el baño)
La enfermera se metió a cambiarse, una vez estuvo lista busco a Vilches en cortinas, lo
encontró junto a un paciente, mirando el historial.
Antes de comer pasó a buscar a Maca a su despacho, tocó a la puerta pero la pediatra no
contestaba.
La madre de Javi y el niño entraron por la puerta, Esther abrió los ojos como platos
¿Cómo no se le había ocurrido? Cristina la miraba temerosa, tal vez la pediatra la había
llamado porque sabía que habían vuelto al hospital.
M: Pase... (Indicándole la silla) Hola, Javi ¿Qué tal? (El niño miró a Esther y sonrió )
Javi: Ya no me duele. (Maca miró extrañada a Esther)
E: Verás... ¿podemos hablar fuera un momento? (Maca asintió y ambas salieron, Esther
le explicó la visita del otro día, que había curado al niño, el rostro de Maca iba pasando
de atención, a confusión hasta quedarse en enfado)
M: Esther, no eres pediatra, tenías que haberme avisado. (Intentando no alzar la voz)
E: lo sé, lo sé, pero es que...
M: Es que nada, joder... (Golpeó la pared frustrada) Voy a hablar con ella.
E: Maca... (La pediatra ya se había metido en su despacho cerrando la puerta)
Maca se sentó en su escritorio, estaba enfadada, enfadada con aquella mujer, enfadada
con Esther por su error, enfada con todo aquello. Miró a Javi, era un chico muy callado
pero a Esther le había sonreído, había hablado con ella, quizás la enfermera había sido
capaz de conectar con aquel niño, Maca no había tenido oportunidad, la vez que estuvo
en el hospital lo hizo con el padre, y el niño no abrió la boca en todo el rato, ni siquiera
la miraba. Se fijo en él, era delgado, y parecía asustadizo, como un ratón, se movía
inquieto en la silla, miraba a su madre de vez en cuando, pero enseguida apartaba la
vista.
M: ¿Javi? ¿Quieres ir a jugar con los demás niños? Puedo pedir a una enfermera que te
acompañe, tenemos muchos juguetes ¿Sabes?
Cristina: Javi, cariño, contesta a la doctora. (El niño miró a su madre, Maca creyó ver
algo en aquella mirada pero no estaba segura de que era)
Javi: Vale... (En un susurro)
M: Bien (Sonrió al niño cuando le miró, este pareció perder por un momento el
nerviosismo pero apenas fue un instante) Llamaré a una enfermera ¿Vale?
Javi: ¿La de antes? (Formuló la pregunta con miedo, como si no tuviera derecho a
preguntar nada, mucho menos a pedir que viniera una persona en concreto, Maca asintió
y cogió el teléfono)
M: ¿Teresa? ¿Sabes donde anda Esther?
T: Pues... mira, ahora mismo llega. (Teresa llamó la atención de Esther, que iba con la
cabeza agachada pensando en que todo se había vuelto a estropear, Maca estaba
enfadada con ella, y seguramente tenía razón) Es Maca... (La enfermera sonrió por un
momento, cogió el teléfono y se apartó un momento del alcance de Teresa)
E: Maca...
M: Podrías subir y acompañar a Javi a la sala de juegos, gracias. (La pediatra colgó,
Esther miró triste el teléfono y volvió sobre sus pasos para ir a buscar a Javi) Enseguida
viene Javi.
M: Bueno, Cristina... quería que vinieras para disculparme, lamento lo del otro día,
perdí la compostura, siento haberte echo participe de mis sospechas, no debería haberlo
echo, al fin y al cabo no tengo pruebas y solo es una impresión que me dio tu marido.
Su comportamiento con Javi. Lo lamento.
Cristina: No pasa nada, doctora.
M: Bien, Javi me parece un chico estupendo y me gustaría seguir tratándole.
Cristina: Esta bien, doctora... (Tocándose ligeramente la venda de la frente)
M: ¿Qué le ha pasado? (Suavizo su tono de voz, aunque una alarma se disparó en su
cabeza)
Cristina: Oh, esto. (Rió nerviosa) Me caí, soy algo pato.
M: ¿Sí? Mi pareja también lo es, mucho. (Sonreía)
Cristina: ¿también se cae?
M: No, más bien rompe cosas, como mi moto por ejemplo.
Cristina: Sí... (La pediatra notó una sensación extraña, por un momento le pareció que
aquella mujer bajaba la guardia, aquel era el camino indicado)
M: Aunque le agradezco que sea pato, nos conocimos por eso. (Riendo) ¿Cómo le
conoció usted?
Cristina: ¿a mi marido?
M: Sí, también fue por ser torpe. (La miraba cómplice)
Cristina: No, no... él era mi vecino, éramos amigos desde que tenía... no sé, hace
mucho tiempo. Un día empezamos a salir, tonteando, juegos de niños, al cumplir
dieciocho nos casamos, me fui a su casa, a vivir con sus padres. (Su voz era monótona,
como si hubiese pronunciado aquel discurso miles veces, como si lo recitase de
memoria)
M: Vaya, tu único amor ¿Eh?
Cristina: Sí... (Dijo con tristeza)
M: Debes de quererle mucho... (Alzando las cejas, con el cuerpo en tensión, esperando
la respuesta de aquella mujer)
Cristina: Sí... mucho... (Inconscientemente su mano fue a su muñeca, Maca se fijó,
tenía rasguños, como si le hubiesen atado algo fuertemente, se fijó en la otra muñeca y
vio los mismos rasguños, intentó calmarse, que su voz sonará como hasta aquel
momento)
M: ¿solo habéis tenido a Javi?
Cristina: sí... (un gesto de dolor pareció en su rostro) Solo a él.
M: Buf, yo quiero tener muchos.
Cristina: ¿Y tu pareja? (Maca entendió que el padre del niño no había querido tener
más)
M: No, creo que no, al menos no ahora, cree que es muy pronto, yo también creo lo
mismo. Más adelante.
Cristina: yo cuando era pequeña quería tener muchos... tres o cuatro. (Maca rió)
M: yo también, son los que quiero, mi pareja me dijo que si tenía pensado montar un
equipo de fútbol. (Cristina sonrió se estaba relajando)
Cristina: Sí, a me gustaría que Javi tuviese alguien con quien jugar.
M: ¿No jugáis con él? Mis padres se pasaban el día entero jugando conmigo, mi padre
me llevaba a montar a caballo, me enseño él, y me contaba historias de peque. (Sonreía
al recordar su infancia)
Cristina: Bueno... él trabaja mucho. Tiene que mantener a la familia.
M: ¿No trabajas?
Cristina: Antes... desde que tuve a Javi no, decidimos que lo mejor era que me quedara
en casa con el niño. (La pediatra pensó que seguramente aquella mujer no había tenido
otra opción)
E: Uy... que casa más bonita... no como mi caballo... (Enseñándole con cara de penita el
dibujo al niño)
Javi: ¿Eso es un caballo? (Rió y a Esther le pareció una risa preciosa)
E: Ey, me ha costado mucho hacerlo. ¿Tú lo harías mejor?
Javi: ¡Sí! (Sonrió mientras apartaba el dibujo que había estado haciendo y cogía otra
hoja en blanco, Esther cogió el dibujo que había hecho el niño, salía una casa de color
rojo, con un tejado amarillo, un sol muy grande encima, el suelo era verde y había tres
personas delante, un monigote pequeño entre dos más grandes, uno de los grandes tenía
un sombrero y el otro una flor en la cabeza)
E: ¿Este eres tú? (Señalando el monigote más pequeño)
Javi: Sí (Levantando la cabeza un momento y volviendo a su caballo)
E: ¿Y estas con tus papas?
Javi: No. (Sin mirarla)
E: ¿Quiénes son?
Javi: Mi abuela y mi abuelo. Los papas de mi mama.
E: ¿Viven aquí?
Javi: No, en el campo. Tienen cerditos. (Sonrió el niño)
E: ¿Ah, sí? Vaya, yo quiero tener cerditos ¿Y que más tienen?
Javi: Pues... una vaca... dos conejos... y muchas ovejas, y un perrito chiquito.
E: ¿te dejan jugar con ellos?
Javi: Sí, a veces...
E: ¿Les ves mucho?
Javi: No... a mis papas no les gusta.
E: ¿no les gusta el campo? (El niño la miró, luego a la puerta y de nuevo a la enfermera)
Javi: no les gusta que vea a los abuelos. Dicen que son malos. Pero no es verdad. La
abuela me da helados y el abuelo me enseña a sacar leche de la vaca. No son malos. Son
buenos. (Arrastraba las palabras, susurrándolas, como con temor a que alguien le
escuchara)
E: Seguro que sí... (Sintió una punzada de tristeza) ¿A ver tu caballo? (Sonrió al niño)
J: Aún no esta... voy despacito...
E: Eso no es malo, así te saldrá mejor...
Javi: Sí...
E: ¿Y a los papas de tu papa? ¿Los ves?
Javi: Sí... a veces me quedo con ellos... cuando mama y papa se ponen malos...
E: ¿Se ponen malos a menudo?
Javi: A veces... y me llevan con mis abuelos. Pero ellos no me gustan. No me dejan
jugar. Solo hacer deberes.
E: Bueno, tienes que hacer los deberes para aprender mucho...
Javi: Sí... pero también tengo que jugar ¿No?
E: ¡Claro que sí! (Riendo) ¿Jugamos un rato? (Señalando un cajón con juguetes)
Javi: ¡Vale!
Esther se levantó sonriente. Seguida del niño, esparcieron los juguetes por el suelo y se
sentaron a jugar, Javi cogió una ambulancia y empezó a moverla arriba y abajo.
En el despacho de la pediatra Maca y Cris seguían hablando, Maca había notado como
la madre de Javi se iba relajando, era el momento de aprovechar la situación, eso... o
dejar todo aquello por perdido, pero estaba demasiado implicada, aquel caso le había
movido demasiado dentro, viejos recuerdos, y la única forma que tenía de librarse de
ellos y seguir adelante era hacer todo por aquel chico.
Cristina: Le ascendieron hace poco, por eso vamos a irnos a vivir a otro sitio.
M: Vaya, tiene una carrera prometedora... aunque trabajando tanto ¿Debe estar poco en
casa, no?
Cristina: sí. (Sonrió por un momento) Pero no pasa nada, Javi y yo nos apañamos.
M: Ya, no parece muy movido para caerse tanto ¿eh? (Fingiendo una risa)
Cristina: Ya... (Cris miró sus manos, apoyadas la una sobre la otra sobre sus rodillas,
levanto la vista y miró a aquella pediatra, se notaba que se preocupaba por Javi) A
veces... bueno... cuando se porta mal... mi marido es muy tradicional, dice que los
colegios deberían ser como antes. Cuando te portabas mal y te daban en la punta de los
dedos con una regla... a veces se lo hace.
M: Cris... ¿Qué más le hace?
Cristina: Pues... (El móvil de Cris comenzó a sonar, Maca lo maldijo, la mujer miró la
pantalla y en su rostro apareció el miedo) Tengo que irme, gracias por todo...
(Levantándose y marchándose)
M: Casi... (Murmuró entre dientes)
La pediatra suspiró, había estado a punto de saber la verdad, si no hubiera sido por aquel
móvil. Maldijo su suerte, pero algo le había quedado claro de toda aquella conversación,
al niño le pegaban, y seguramente a Cris, y el padre tenía mucho que ver en aquello.
Mientras miraba el informe, le vino a la cabeza la cara de Javi, se parecía tanto... su
mente viajo atrás, muy atrás...
…un niño pequeño correteaba entre unos viñedos, estaba de espaldas, de vez en cuando
se giraba sonriente y la miraba, pero era más rápida, y entre risas lo atrapaba y caían al
suelo manchándose de barro sus ropas...
La enfermera quería hablar con Maca, aunque sabía que la pediatra estaba molesta con
ella, pero seguro que le interesaría lo que le había dicho el niño, no era nada
concluyente, pero algo era, tal vez Maca hubiese tenido suerte con la madre, aunque
cuando fue a buscar al niño parecía asustada y con prisas. Se acercó al despacho y sin
tocar ni nada entró, al abrir la puerta lo primero que vio fue a Maca con la cabeza
agachada, en un rápido movimiento la pediatra se limpió la cara y miró a hacia ella,
Esther pudo ver sus ojos enrojecidos, en un acto reflejo se acercó hasta ponerse a su
lado, iba a abrazarla, pero la voz de Maca la interrumpió.
Se marchó cerrando la puerta, estaba enfadada, molesta por la actitud de Maca, vale,
había metido la pata, bien hasta el fondo, pero eran pareja, no podía ponerse así cada
vez que cometiera un fallo, no debían dejar que el trabajo interviniera en sus vidas, pero
la enfermera sabía que aquel caso había tocado a Maca, se preguntaba porque aquel,
Maca tenía muchos casos, y nunca, en ninguna, la había visto así.
La pediatra se metió en internet, buscaba clínicas privadas en Madrid, aunque con los
datos que le había dado Esther era improbable que encontrará nada pero no perdía nada
por intentarlo. Después de una hora lo único que tenía era un listado de las clínicas
privadas de Madrid, si tenían ambulancia propia es que se trataba de una legal, por lo
tanto, debía estar en aquella lista, el problema es que había unas veinte. Le esperaba
mucho trabajo por delante.
Después decidió que ya era hora de irse a casa, bajo a la sala de médicos y dejó la bata
en el colgador. Salió a paso lento de allí, al pasar por recepción se detuvo, miró a
Teresita, Esther terminaba sobre aquella hora... estaba enfadada con ella, pero no quería
dejarla tirada, la llevaría a casa al menos.
M: ¿Teresa?
T: Se ha ido...
M: ¿Cómo?
T: Esther, hace cinco minutos... (Miró a la pediatra) Tranquila, ha llamado un taxi.
M: Vale, gracias Teresa...
A las nueve de la mañana siguiente, la enfermera se despertaba con el sonido del timbre,
espero a ver si alguien abría, pero no se escuchaba nada, volvió a sonar de nuevo y
Esther salió soñolienta de la cama, apenas había dormido en toda la noche. Con pasos
torpes salió al pasillo echó un vistazo arriba y abajo, ni rastro de su familia, suspiró y se
acercó ala puerta, en el recibidor había una nota, habían ido a llevar a la niña a clase y a
hacer la compra. Abrió la puerta, toda despeinada y con el pijama aún puesto.
Se despidieron con un breve beso y un cálido abrazo, Maca tenía que ir a trabajar,
cuando Maca cerró la puerta tras de si, Esther se tumbó en el sofá, suspiró y cerró los
ojos, apretándolos con fuerza, impregnándose de la realidad, los abrió y fue a prepararse
el desayuno.
Maca por su parte, llegó al trabajo, después de preguntar si tenía pacientes y hacer la
ronda fue a su despacho, tomó la lista de clínicas privadas y empezó a marcar teléfonos,
quería hablar con el doctor que había tratado al chico, o cualquiera que supiese algo, ver
si solo eran sospechas infundadas o alguien más había llegado a sus misma
conclusiones, temía que se estuviese dejando llevar por los recuerdos. Después de una
hora consiguió algo. Normalmente le decían que no y colgaban pero una recepcionista
le pasó con un doctor.
M: Hola, soy la doctora Macarena Fernández del Hospital Central, estoy confirmando el
historial de un paciente.
Dr: ¿Hospital Central?
M: Sí, doctor.
Dr: Verá, no puede revelarle nada de mis pacientes, doctora. Mucho menos sin estar
seguro de su identificación. ¿Conoce al doctor Dávila?
M: Antonio, el director de este hospital, si le conoce, el confirmará mi identidad.
Dr: No hace falta, envíeme lo que necesita e intentaré ayudarla en todo lo posible.
M: De acuerdo, doctor, gracias, enseguida le envío los datos por fax.
Dr: Bien, los esperare.
Maca le pasó los datos del chico, adjuntando una nota manuscrita con los datos que
necesitaba, al cabo de unos segundos el fax recibió la respuesta, Maca se dispuso a leer
el informe que le habían enviado, bajo a cafetería para tomarse un café mientras lo
consultaba.
La enfermera fue a coger el ascensor, al poco rato ya estaba esperando a que Dávila le
dijese que entrará, el teléfono sonó y la secretaria lo cogió, asintió un par d veces con la
cabeza y le dijo a Esther que ya podía pasar.
La enfermera tocó a la puerta de todas formas, al escuchar al otro lado la voz del
director se metió dentro sonriendo, aunque estaba algo descolocada, no tenía ni idea de
porque la llamaba Dávila.
D: Esther, pasa, pasa, siéntate. (Sonriendo) Vaya cara de asustada que me traes.
E: Hombre, eso de hablar con el director impone. (Bromeó)
D: Sí, sobre todo si es un payaso. (Riendo) Bueno ¿Qué tal?
E: Bien... (Con el ceño fruncido mientras se sentaba) ¿Eso es todo? ¿Ya puedo irme?
(Sonriendo de nuevo)
D: Que no voy a comerte, mujer... más que nada porque cierta pediatra me mataría.
E: Vaya, me alegra que solo sea por eso. (Divertida)
D: Pues precisamente de la pediatra quería hablarte. (Esther lo miró atenta) Verás,
últimamente esta...
E: Muy concentrada en su trabajo, Dávila.
D: lo sé, lo sé, eso es lo que me preocupa ¿A ti no?
E: No, quiere ayudar todo lo que pueda, es por lo que nos pagan ¿No?
D: Sí, pero creo que se esta involucrando demasiado, no sé, he pensado que Salinas se
encargue la próxima vez que venga el chico...
E: No creo que sea buena idea, Dávila, la verdad, a Maca le molestará bastante.
D: Ya, pero soy el director, algo tengo que hacer.
E: ¿Sentarte y esperar que Maca lo arregle? (Bromeó Esther)
D: Esther... si sigue así...
E: Dávila, confía en ella, lo arreglará ¿Vale? De verdad.
D: No dudo que lo haga, pero me preocupa lo que pierda mientras tanto. Parece que le
preocupa ese caso más que ninguno otro, y no quiero quejas de los pacientes.
E: Dávila, nadie se ha quejado... (Dávila suspiró, aún no se habían quejado)
D: Pero lo harán, a este paso.
E: No ha dejado de lado ningún caso, siempre que entra un niño lo atiende como antes,
la diferencia es que ahora, en vez de vagabundear cuando no tiene que hacer, se pone
con ese caso.
D: Vale, no tengo nada que hacer ¿No?
E: No. (Sonriendo)
D: Pero si ves...
E: Dávila, si quieres que alguien te avise de algo, búscate otra persona, es Maca, no
pienso hacerlo, ni siquiera sé porque me lo pides.
D: Porque eres la persona más cercana a ella.
E: Pues precisamente por ser esa persona, no voy a hacerlo. (Esther estaba molesta,
¿Cómo podía insinuarlo siquiera?) ¿Ya has terminado?
D: Sí, joder... servirías para directora... como te pones cuando te tocan lo tuyo.
(Intentando relajar la situación)
E: Que tengas un buen día. (Levantándose y marchándose)
L: ¿Qué pasa?
E: Que a Dávila de vez en cuando se le va la castaña...
L: Menuda cosa. (Riendo, al ver la mirada de Esther, dejó de hacerlo) ¿Qué ha pasado?
E: Pues que me ha llamado a su despacho, para hablar de Maca ¿porque no habla con
ella y me deja a mí? Aunque mejor que no hable con ella, porque Maca lo hubiese
enviado a la China, joder... si es que ya le vale.
L: Me he perdido... ¿Ya le vale a quien?
E: A Dávila. Me ha pedido que este “pendiente” de Maca. (La pediatra no pudo evitar
prestar atención a la voz que le acababa de llegar, miraba a Esther)
L: ¿Qué le has dicho?
E: Que se busque otra, yo no pienso hacerlo. ¿No se da cuenta que Maca es mi pareja?
Si es que es más burro.
L: Madre mía... (Laura abrió mucho los ojos) ¿Sabes lo que acabas de decir?
E: No me digas que Dávila está detrás...
L: No, mujer, eso no... has dicho que Maca es tu pareja.
E: No, no lo he dicho, cada vez que lo voy a decir se me atragantan las palabras.
L: Pues lo has dicho... (Riendo)
E: ¡Que no!
L: ¡Que sí! (Estallando en una gran carcajada) La niña crece...
E: Que tonta... (Dándole un golpe en el brazo y riendo)
R: ¡Maca! (Entrando en cafetería) Los del Samur te traen a un niño
M: Voy... (La pediatra se levantó, al pasar por al lado de Esther le dedicó un leve
apretón en el hombro y una sonrisita, Esther suspiró y negó con la cabeza)
Siguieron hablando un rato, hablaban de lo que habían hecho en la mañana (sin incluir
la conversación con Dávila ni el caso), de que pensaban hacer aquella noche, cuando
Esther habló de ver una película en casa, Maca le sugirió alguna, aunque sabía que no
hacia falta, Esther tenía mejor gusto en películas que ella.
Al cabo de un rato, cada una se despidió con un leve apretón de manos, Esther dándole
fuerza a la pediatra para tirar adelante, Maca intentándole decir que seguía allí, con ella.
Mientras la enfermera iba a cortinas Maca se acercó a rotonda, quería ver si tenía algún
paciente, mientras esperaba a que Teresa dejará de hablar con su prima del pueblo.
Llegaron los del Samur con un paciente, Vilches salió enseguida a recibirlo, Maca miró
distraída la camilla y sus ojos se abrieron como platos, era Cristina, la madre de Javi, o
al menos eso creyó, porque tenía media cara enrojecida por la sangre.
Teresa colgó el teléfono, Maca miraba las puertas por las que había desaparecido las
camillas, escuchaba la voz de alguien, era Teresa llamándole la atención.
M: ¿Eh?
T: Hija, como estás últimamente ¿Qué si querías algo? Estás ahí plantada...
M: No, no... ya no... (Mientras se iba hacia boxes)
Buscó en el que estaba Vilches, mirando a través de los cristales de las puertas, lo
distinguió en uno de ellos y se fijo en la paciente, intentando ver si era en realidad ella o
no, pero Vilches le tapaba. Notó una mano en su espalda, al girarse vio a Esther.
La enfermera se colocó al lado de la camilla, Vilches le dictaba alguna orden pero ella
observaba atentamente la cara de la mujer, asintió apenada y miró hacia Maca, la
pediatra suspiró y se marchó.
V: ¡Esther! ¡Joder!
E: Lo siento, dos de sangre, Silvia (A otra enfermera) Ve tú, asegúrate del grupo
sanguíneo.
Silvia: Sí, enseguida.
V: ¿Pulso?
E: Bajando...
V: Mierda, no sé de donde esta sangrando... (Trajinando en la cabeza de la mujer)
E: Te ayudo... (Intentando absorber la sangre con gasa estériles) No sirve...
V: Prueba a aspirar a ver. Joder ¿De donde sale? (Buscaba en la cabeza de la paciente,
por detrás, donde había una maraña de pelos, Esther se fijo en el lado de la cara de Cris,
abrió los ojos atónita)
E: Vilches...
V: ¿Qué? ¿Lo tienes?
E: No, esa herida no... pero... creo que... (Se acercó a la oreja de Cris) Le falta un
trozo... es como si... le hubiesen arrancado el pendiente...
V: Vale, a ver, primero la cabeza, luego nos encargamos...
E: Bien... (Esther se puso a buscar la herida con Vilches, al final limpiaron la cabeza de
Cris con agua purificada y lo encontraron, en la parte posterior, una brecha por la que no
dejaba de salir la sangre, Vilches tapó la herida, presionando, mientras Esther le
preparaba el material necesario, le tendrían que dar puntos)
Silvia: Ya la tengo (Dejando la sangre sobre un soporte)
E: Necesito una cuchilla de afeitar, hay que limpiar esa zona de bello.
Silvia: ¡Voy! (Saliendo como había entrado, corriendo y sin apenas aliento)
V: ¡Esther! ¡Ponle la sangre ya! Pierde demasiada...
E: Voy...
Mientras tanto, Maca había vuelto a recepción, buscó a Eva por allí, la encontró
cogiendo papeles para rellenar el parte, se acercó a ella corriendo.
Maca observaba a través del cristal como Vilches y Esther luchaba por para la
hemorragia de Cristina, sus pensamientos estaba metidos con ellos, en el box, y donde
quiera que estuviese Javi. Estaba preocupada por como se estaban dando los
acontecimientos, sobre todo le preocupaba que el padre hubiera hecho aquello, y el
posible peligro en el que se encontraba el niño si había visto algo. Su mente se alejó por
unos segundos de allí...
...Maca... mira... tú tendrás uno y yo el otro ¿Vale? Y mientras los tengamos, estaremos
siempre juntos ¿lo prometes?...
...El rostro de un niño sonriendo, con los rayos del sol reflejándose en su pelo, estaban
en el campo, notaba la hierba húmeda bajo ella...
... Lo prometo... su mano apretaba un pequeño oso de peluche... la mano del niño
sostenía uno igual...
... Lo prometo...
... ¡A comer!... la voz sonaba distante... El niño se levantó y salió corriendo sonriente...
... Maca se quedó allí, sentada en la hierba... Viendo como se alejaba corriendo...
Esther preparaba las placas, se las pasaba a Vilches, Cruz llegaba en aquel momento,
todas las miradas se centraban en el monitor, el pulso se estabilizó después de segundos
de impotencia, Cruz y Vilches se apresuraron a terminar de cerrar la herida. Poco
después los dos salían, dejando a Esther para que se encargase de recoger todo y llevase
a Cris a hacerle un escáner por si se les había pasado algo.
M: ¿Cómo está?
C: Pues... ¿Vilches?
V: Tiene una gran herida, ha perdido mucha sangre... no sé... (Se alejaban con gesto
abatido)
M: Joder...
La policía llegó minutos después, iban con el niño y otra mujer, una mujer mayor,
seguramente la vecina, Maca los vio y se acercó al chico.
Javi: ¿Sí?
M: Sí... pero ahora no podemos verla, ya sé, ¿Qué te parece si le hacemos un dibujo
para dárselo?
Javi: Vale... (Se acercaba temerosa, Maca sonreía cálidamente, el niño estaba bien,
asustado, pero bien)
M: Vale, vamos a subir ¿Eh?
Rosa: ¿Puedo quedarme aquí? Para saber como esta y eso...
M: Claro que sí.
La pediatra y el niño se fueron a coger el ascensor, se cruzaron con Esther, que acababa
de salir del box, el niño no se dio cuenta porque iba mirando el suelo, Maca le guiñó un
ojo a la enfermera y esta le sonrió con dulzura.
La enfermera se acercó a los policías, Vilches hablaba con ellos ahora, se paró al lado
para saber lo que estaba pasando.
Policía: Le estamos intentando localizar, pero no hay rastro, cada vez más sospechamos
que ha tenido algo que ver, algunas vecinas nos han dicho que discutían a menudo, otras
que eran una pareja de lo más normal, no sabemos que pensar. Pero una compañera nos
ha dicho que una doctora de este hospital creía que pegaban al chico y tal vez a la
madre.
Esther se acercó a ellas y se sentó al lado del niño, este levantó la vista y sonrió.
Javi: Hoy estoy pintando con ella. (Señalando con un lápiz a Maca, Esther miró a
Maca y sonrió)
E: ¿Puedo yo también?
Javi: Vale... pero no hagas caballos...
E: Hecho. (Riendo)
Javi: ¿Mi mama?
E: Hay dos médicos muy buenos con ella ¿Sabes?
Javi: ¿Se va a curar? (Mirando alternativamente a Maca y a Esther, estas
intercambiaron una mirada, ninguna sabía que decirle al niño, Esther porque no
encontraba las palabras adecuadas, Maca porque aún no sabía como estaba la madre)
E: Bueno, Javi, no lo sabemos aún. Le están haciendo pruebas.
Javi: ¿Cómo cuando me puse malo yo?
E: Sí, como a ti.
Javi: yo me puse bueno...
E: Sí... (Acariciando la cabeza del niño mientras miraba a Maca triste)
M: Venga, hay que terminar el dibujo para llevárselo ¿Eh, Javi?
Sí. (Sonriendo y siguiendo con su dibujo, Esther miró a Maca y esta le hizo una seña
para que salieran un momento)
M: Javi, Esther y yo vamos aquí al lado un momento, ¿Podemos?
Javi: Sí, yo pinto.
M: Muy bien. (Levantándose y dejando un beso en la cabeza del niño)
Ambas mujeres salieron, cerraron la puerta tras de si, al ver que el niño seguía
concentrado en el dibujo, se quedaron allí, viéndola a través del cristal. Maca lo
observaba con cariño, como si fuera algo muy suyo, estaba contenta de tenerlo allí, de
que estuviera protegido, sabía que allí nadie le haría daño, y eso la tranquilizaba mucho.
La enfermera miraba al niño, hasta que se dio cuenta que Maca estaba en silencio y la
miró, al verla allí, parada delante del cristal, apoyada ligeramente en él. A Esther le
resultaba la mujer más increíble del mundo. Creía conocerla bien, pero aquella actitud
durante las últimas semanas, aquellos momentos bordes, acompañados de aquellos
momentos en los que se mostraba... real. Le encantaba. La pediatra suspiró y miro a
Esther.
M: ¿Cómo esta?
E: Bueno... le están haciendo un escáner para ver si tiene alguna herida interna o algo
que hayan pasado por alto, pero esta estable. Aunque a Vilches le preocupa que ha
perdido mucha sangre.
M: Buf... (Pasó su mano por su frente, mirando hacia donde el pequeño estaba sentado)
¿Han llamado a su familia?
E: La policía se encarga de eso, pero le he pedido a Teresa que intentara localizar a sus
abuelos maternos.
M: Gracias... (Posó su mano en el brazo de Esther, acariciándolo con su pulgar mientras
la miraba)
E: Maca, no digas tonterías ¿Mhm?
M: Ya... pero gracias. (Con una media sonrisa)
E: Anda, vamos con Javi, va a necesitar a alguien a su lado hasta que llegue su familia...
(Cogió la mano de Maca y tiró de ella hacia dentro, se sentaron una a cada lado de Javi)
Javi: Mirad, ¡ya esta!
E: A ver... uhm... ¿La casa de tus abuelos?
Javi: Sí, mama creció allí, como yo aquí, seguro que le gusta... (Con una de esas
sonrisas que solo un niño puede ofrecer)
E: Seguro que si, peque... (Sonriendo y dejando un beso en su cabeza, Maca la miró con
curiosidad, le gustaba ver a la enfermera así)
Una hora después, Vilches subió a buscar a Esther, la encontró sentada en el suelo, con
el niño sentado entre sus piernas, los dos aplaudiendo las marionetas que Maca movía
en el aire. La pediatra estaba sentada en el suelo, delante de ellos, y de vez en cuando
acercaba las marionetas al abdomen del crío que estallaba en carcajadas. En uno de esos
momentos, con los tres riendo contentos.
Esther buscó a Vilches, lo encontró en recepción, hablando con unas personas, éste al
verla se acercó.
V: Son los padres de la paciente, Cristina, les explicamos que tal todo y les llevas con
ella ¿Vale?
E: Sí, ¿Se sabe algo del padre?
V: Que va, no nos han dicho nada.
Los dos se acercaron a los abuelos de Javi, en sus movimientos dejaban ver lo confusos
y preocupados que estaban, Esther sonrió a la pareja.
V: Esta es Esther García, enfermera de este hospital, les acompañará a ver a su hija
enseguida. (La pareja asintió, la mujer se aferraba al brazo de su marido, se notaba que
estaba destrozada, seguramente se habría llevado un buen susto cuando la llamaron)
Como les iba diciendo, su hija se encuentra estable, pero queremos dejarla en
observación, perdió mucha sangre y queremos asegurarnos antes de darle el alta de que
todo esta bien.
M: No te he visto desde hace... tres horas. (Poniendo sus manos en la cintura de Esther
mientras esta se abrochaba el pantalón) ¿Qué has estado haciendo?
E: No eres la única que me necesita... ¿Sabes? (Bromeando)
M: En este hospital todos te necesitan, el primero el gran doctor Vilches... pero yo no.
(Acariciando la cintura de Esther y acercándola, la enfermera sonrió y se dio la vuelta)
E: ¿No me necesitas? (Mirándola con ternura)
M: No.
E: ¿En serio?
M: Sí. (Asintiendo con la cabeza)
E: Vale. (Se separó de Maca y cerró la taquilla) Pues nada, nos vemos mañana doctora.
(Riendo mientras se acercaba a la puerta, Maca se levantó enseguida y rodeó a la
enfermera por la cintura, besando su hombro)
M: No te necesito... Simplemente... no sé estar sin ti. Si no estás conmigo... no estoy.
E: Mhmhmhm... ¿Cómo no voy a quererte? (Riendo y dándose la vuelta para acariciar
con sus dedos las facciones de Maca)
M: ¿Cómo ha sido eso?
E: ¿El que? (Confundida)
M: Lo de cómo no voy a... ¿A qué? (Sonriendo de oreja a oreja)
E: Pues... vaya, ¡Se me ha olvidado! (Riendo)
M: Ya... (Riendo con ella) ¿Nos vamos ya?
E: Pues... a no ser que prefieras quedarte trabajando a estar conmigo, sí, nos vamos.
M: Bien... ¿Vamos a mi casa? Me apetece estar... tranquilas.
E: Me lo suponía. (Acariciando la mejilla de Maca con sus dedos, en un leve roce)
M: Me empiezo a volver previsible ¿Eh?
E: No, solo es que últimamente... solo te apetece eso... pero no es malo ¿Mhm?
(Mirándola con cariño) ¿Sabes? (Tuvo una idea) Tengo el plan perfecto... llévame a casa
y ven a buscarme en una hora.
M: Esther... casita... (Poniéndole morritos)
E: Tonta, seguro que te va a gustar.
M: Esa frase es mía... (En un susurro)
E: Mhmhm... Lo mío tuyo, lo tuyo mío...
M: ¿Eso lo dice la chica que tiene pánico al compromiso?
E: Ya ves, una que va aprendiendo poquito a poco... (Le guiñó un ojo sonriente) Venga,
larguémonos de aquí, lo tengo muy visto por hoy.
Las dos salieron del vestuario, al salir se pararon a firmar el registro, Teresa (pobre
mujer, no le hago trabajar ni nada) las miró concentrada al verlas tan contentas
Cogió su mano entre las suyas, en la otra llevaba la cesta, se acercaron a la puerta del
parque y se metieron dentro, aún no había oscurecido del todo, Esther guió a Maca por
el pasillo central, y cerca del gran estanque giró a la derecha, allí, entre los árboles,
había un estanque mucho más pequeño que el principal, tenía forma de flor. Esther se
paró bajo un árbol y abrió la cesta, poco después extendía por el suelo una manta y se
sentaba.
E: ¿No te gusta?
M: Mhmhm... (Respiró el aire del parque, olía a pino y hierba mojada) Me encanta...
(Se sentó al lado de la enfermera, apoyándose contra el tronco del árbol) ¿Sabes? He
llamado al hospital hace un rato y...
E: No, no y no. (Sonriendo y sentándose entre las piernas de Maca, utilizando su pecho
como almohada y colocando sus manos en las rodillas de la pediatra) Nada de trabajo
por unas horas ¿Mhm? Te vendrá bien...
M: Pero...
E: Maca... (Acariciando sus rodillas con leves roces)
M: Vale... (Suspirando y cerrando los ojos, mientras pasaba sus manos por la cintura de
Esther)
E: ¿Te he dicho lo que me gusta tenerte así?
M: Pues... hace mucho que no, aunque tampoco es que yo haya estado por la labor...
E: Pues me encanta. (Suspirando)
M: Y a mí... (Acariciando el abdomen de Esther con sus manos, las coló por debajo de
su camisa y esta se estremeció)
E: Tienes las manos frías... (Riendo)
M: ¿te molesta?
E: Que va... (Colocó las suyas sobre las de Maca) Así te las caliento un poquito...
M: Mhmhmhm... (Sonriendo de oreja a oreja)
E: ¡Ya sé! (Separándose de ella) Échate hacia delante...
M: ¿Qué? (Esther la miró con dulzura, Maca asintió y se echó un poco hacia delante,
Esther se coló en el hueco que quedaba entre la pediatra y el árbol)
Esther colocó sus manos sobre los hombros de Maca, empezando a trazar suaves
círculos con ellas, presionando con las puntas de los dedos, Maca sonrió al sentir aquel
contacto, suspiró intentando relajarse, la enfermera notaba los músculos de Maca, tensos
bajo la ropa, había hecho un cursillo de masajes hacia poco, e intentaba destensar los
nudos de Maca. Esta soltaba algún leve gemido de vez en cuando. Esther sonreía
mientras colaba sus dedos por el cuello de la camisa de Maca, apartando la tela para
poner sus manos sobre la piel e Maca, siguió masajeando sus hombros, sintiendo su
suave piel en las yemas de sus dedos, los escalofríos que de vez en cuando la recorrían.
Subía sus manos por el cuello de Maca, acariciando su nuca, la pediatra movía la cabeza
para dejarle más espacio a aquellas manos que tanto le daban. Esther colocó sus manos
en la espalda de Maca, recorriéndola por completo. Poco después sintió las tripas de
Maca pedir comida y se echó a reír.
E: ¡Vaya! ¡Te tengo muerta de hambre! (Riendo y levantándose) Venga, vamos a cenar...
(Empezó a sacar cosas de la cesta, Maca la miraba curiosa)
M: ¿Qué más llevas ahí?
E: Ah... no se dice. (Guiñándole un ojo)
Esther había preparado unos bocadillos y unos refrescos, le pasó a Maca uno de cada y
se sentó con lo suyos a su lado, observaban la gente pasar, era un rincón apartado y
pasaba muy poca gente, menos a aquellas horas. Ambas comían en silencio, Maca
disfrutaba de aquello, rodeada de árboles, con las luces reflejadas en el pequeño
estanque, el aire de la noche acariciando su piel, la compañía de Esther por encima de
cualquier cosa, porque la pediatra lo sabía, aunque hubiesen estado en otro lugar, por
muy malo que fuese, si la tenía a ella, le daba igual, era lo único sin lo que no podía ver
nada, ni estando en el sitio más bello imaginable, podría disfrutarlo sin Esther.
De repente, como si todo quisiese acoplarse a aquel momento, hacerlo perfecto, unas
notas de música rasgaban suavemente la noche, cerca de allí, un grupo de músicos
callejeros se habían reuniendo, arrancando suaves acordes de sus desgastadas guitarras.
Ambas se miraron y sonrieron cómplices, las dos sabían, aunque alguien lo negase, que
aquellas notas eran suyas, que todo lo que había alrededor suyo aquella noche, era
completa e inevitablemente de aquel momento. Y que nadie sentiría lo mismo, por
mucho que estuviese allí.
La noche, la misma que se colaba en aquel piso, la misma que las había envidiado,
observándolas con aquellos mil ojos brillantes, esa misma, las recibía al abrir la puerta
del apartamento. No les hizo falta encender la luz, la curiosidad del cielo había llenado
Madrid de estrellas para no perderse detalle de aquel sentimiento que las unía. Se
miraban cómplices, sus corazones latían lentamente, temiendo que su sonido pudiese
silenciar el más tenue murmullo de sus bocas.
Sus manos, apretadas dulcemente y a la vez con la seguridad que da ser correspondida,
regalándose mil palabras, traducidas a caricias, mejor comprendidas por sus pieles,
abarcándolas por completo. Andaban por el pasillo, apenas rozando el suelo, como si
aquello pudiera distraerlas, o como si el suelo, haciéndose participe de aquel momento,
se marchase, dejándolas a ambas, sin más compañía que el cuerpo de la otra..
Maca observó como Esther, o tal vez un ángel terrenal, entraba en la habitación, la
siguió mientras sus ojos no perdían detalle de cada gesto, cada movimiento, desde su pie
separándose del suelo para dar un paso hacia delante, hasta el suave balanceo de su
mano, como si acariciase el aire, la enfermera sonreía seductora, notando la mirada de
Maca acariciar cada músculo de su cuerpo.
Se detuvo y se dio la vuelta, para encontrar aquellos ojos que tanto le decían con una
mirada, tanto, que ni mil palabras escritas juntas hubiesen podido explica. La pediatra se
acercó, con temor a que sus manos, pudiesen hacer desvanecerse aquella figura tan bella
como irreal a su entender, como si fuese un sueño, que justo en el mejor momento,
cuando estas en el borde, apunto de hacerlo real, se esfuma con la misma rapidez que
surgió, devolviéndote a la realidad.
Sus dedos, dibujaron una línea imaginaria por el brazo de Esther, notando la piel erizada
bajo las yemas, síntomas de los escalofríos que recorrían sus cuerpos, mientras
suspiraban, sus cuerpos quebrantaban el espacio que los separaba, deteniéndose a
suficiente distancia como para sentirse sin llegar a tocarse, aumentado el deseo que las
invadía al completo.
Las respiraciones de las dos empezaban a acelerarse, al mismo tiempo que sus lenguas
pugnaban con mayor intensidad por conquistar la boca de la otra, las manos de Esther,
descendieron hasta las caderas de Maca, deteniéndose breves segundos, antes de colarse
a hurtadillas bajo la camisa de Maca, acariciando con una su abdomen mientras que la
otra se colocaba en la espalda, apretándola ansiosa contra ella, haciéndole notar la
tensión de su cuerpo contra la suya propia.
Sus manos ascendían pasionales por el torso de Maca, arrastrando la tela con ellas,
queriéndola despojar de aquella ropa, que estorbaba entre sus cuerpos, derribando los
obstáculos, arrojándolos lejos.
Pronto, desnudas, sedientas, se tumbaban en la cama, una sobre la otra, gimiendo con
tan solo el contacto de sus pieles, con solo el calor que intercambiaban, con las miradas,
con los suspiros ahogados en besos apasionados. Esther recorría el cuello de Maca con
su lengua, descendiendo en una tortura inaguantable, provocando un calor asfixiante en
Maca, haciendo que el deseo se uniese en un único punto, amenazando con explotar,
con no poder contenerlo.
La enfermera recorría su escote, mientas sus manos acariciaban sus ingles, deslizándose
por la aparte interior de sus muslos, cerca de su sexo. Gemía con cada caricia de su
lengua, cada una de sus manos, cada una de su mirada, los movimientos de sus manos,
se acercaba cada vez más a su sexo, Maca alzaba las caderas, buscando mayor contacto,
sin pensar en nada más que en la pasión que aquellas manos despertaban en su cuerpo,
del calor que eran capaces de transmitir, Ester deslizó su lengua por la ingle de Maca,
sin rozar siquiera su sexo, provocando un gemido de impotencia de Maca, mientras su
vista comenzaba a nublarse, necesitando cada vez más aquel momento,.
Pero Esther se hacía de rogar, y su lengua recorría ahora los muslos de Maca, hasta
llegar a las rodillas, donde se detuvo clavando una mirada llena de mil besos y mil
noches de amor en Maca, esta gimió como una única respuesta, y la lengua de Esther
deshizo el camino hasta llegar al sexo de Maca, suspiró en él, provocando que Maca
arquease la espalda, imposible de retener la tensión de su cuerpo, Esther sonrió y
acarició su sexo con sus dedos, muy despacio, separándolos a veces por completo,
buscando que Maca le pidiese más, cosa que no tardaba en hacer.
A medida que los gemidos se hacían únicos en la anoche, el ritmo de las caricias, de los
besos, aumentaba, llegando al punto en que ya no podían más, hasta ese punto en que el
calor acumulado se dispersaba de golpe por todos sus cuerpos, dejándolas sin
respiraciones por unos eternos instantes en los que solo sentían el más profundo y
oscuro placer. Exhaustas, sudorosas, con las respiraciones descontroladas se abrazaban,
sintiendo sus cuerpos unidos, esta vez sin el deseo anterior, al menos, otro tipo de deseo,
el de estar así, siempre, juntas, sin nada ni nadie más entre ellas.
Se despertaban como tantas otras noches en aquellos meses, abrazadas la una a la otra,
aunque quizás aquella mañana era algo diferente, quizás la noche aún perduraba en el
aire de la habitación o tal vez algo en ellas había cambiado, al menos en la enfermera,
que se despertaba sonriendo, notando el brazo de Maca, y por primera vez, deseando
con todas sus ganas que todas las mañanas fueran así. Escuchó suspirar a Maca, que
empezaba a desperezarse.
E: Buenos días, mi niña... (La pediatra sonrió de oreja a oreja y se acercó a los labios de
Esther, quedando sea escasos milímetros)
M: Buenos días, princesa... (Dejando un dulce beso en sus labios) Mhmhm... (Se
acurrucó contra la enfermera sonriente, esta le acariciaba el pelo mientras la miraba)
E: ¿Crees que podemos quedarnos todo el día aquí?
M: ¿Quieres tirarte todo el día en la cama vagueando? (Riendo)
E: No, quiero tirarme todo el día aquí, vagueando, pero contigo. (La pediatra la miró y
sonrió)
M: A ver... (Le puso una mano en la frente) Sí, eh, me parece que tienes algo de fiebre,
deberías hacer reposo al menos... ¿Doce horas?
E: Que sean 24 para asegurarnos. (Riendo y besando a su chica)
Estuvieron un rato jugando y bromeando, hasta que se cansaron y el hambre les venció,
aquel día entraban por la tarde, así que no tendrían que preocuparse del reloj, Esther se
levantó perezosa de la cama y fue a ducharse, Maca fue a la cocina a preparar el
desayuno.
Maca colocaba todo en una pequeña mesa en la terraza, le apetecía desayunar allí y el
buen tiempo de aquella mañana les acompañaría. Cuando estuvo todo preparado fue a
buscar a Esther, al acercarse al baño escuchó el agua caer, aún estaba duchándose,
sonrió y se quitó el albornoz que se había puesto, lo dejó caer sobre el suelo del pasillo
y empujó suavemente la puerta.
A Esther le gustaba ducharse con el agua caliente, por lo que una nube de vapor la
recibió, miró el espejo, completamente empañado y como el vapor dibujaba nubes por
encima de su cabeza. La cortina estaba corrida, se acercó la descorrió, pero dentro no
había nadie, frunció el ceño. Hasta que notó como un cuerpo se pegaba a su espalda y
unos brazos la rodeaban firmemente.
M: Uhm, uhm... (Se giró y abrazó a Esther, notando sus cuerpos desnudos por milésima
vez, el de Esther aún conservaba pequeñas gotas de agua que la envolvían) He estado
preparando el desayuno...
E: Comida... (Haciendo como que babeaba) Si es que eres... (Riendo y besándola)
¿Quieres que te haga compañía?
M: Anda, no, que se te va a quedar frío, me ducho en un minuto y estoy contigo.
E: Bueno... Pero porque tengo hambre ¿Eh? (Reía mientras se separaba de ella, se
quedó en la puerta y miró a Maca, en medio del baño, desnuda y sonriéndole) ¿Sabías
que las personas podemos estar días sin comer? (Admirando a Maca)
M: las personas sí... tú... va a ser que no. (Riendo y metiéndose en la ducha)
E: ¡Tú te lo pierdes! (Sonriendo mientras salía del baño)
Mientras la enfermera daba buen comienzo de todo lo que había preparado Maca, la
pediatra se duchaba rápidamente, salió minutos después, con el albornoz puesto y el
pelo aún húmedo, Esther estaba en una de las sillas de la terraza, dando un mordisco a
una tostada, Maca pasó por detrás suyo y besó su hombro.
M: guárdame algo ¿Eh? (riendo al ver como Esther había terminado con casi todo)
E: Lo siento. (Con la boca llena, Maca se echó a reír y se apoyó en la barandilla con el
móvil en la mano, marcó rápidamente un número y esperó) ¿Qué haces?
M: Quiero ver como va todo... con la agente Rodríguez por favor... (Esther la miró
atentamente) Hola, Alba ¿Qué tal? (La pediatra sonreía, Esther la miraba mientras
seguía comiendo) Bien, bien. Oye... ¿Hay alguna novedad? ¿Sí? (Esther al ver la cara de
Maca se levantó de la silla y se acercó a ella, Maca le guiñó un ojo mientras escuchaba a
Alba, pasó un brazo por su cintura y Esther apoyó la cabeza en su pecho) Ajá, ¿Ya hora
que va a pasar? Sí, mhmhm... claro, sí. Uhm (Asentía de vez en cuando) Supongo que es
lo normal ¿Y la madre y el niño? Mientras esperan... Sí, vale, sí... (Esther jugaba con el
nudo del albornoz de Maca) Vale, muchas gracias. Avísame cuando, vale. Adiós, gracias
Alba. (Maca colgó y dejó el móvil a un lado, abrazó a Esther con cariño, acariciando su
espalda y con la cabeza apoyada en su hombro)
E: ¿Qué ha pasado?
M: Lo han cogido... (Esther se separó para mirarla a los ojos)
E: ¿Y ahora?
M: Ahora a esperar hasta el juicio, la madre de Cris ha puesto la denuncia. Pero
mientras tanto él estará en la calle, le tomarán testimonio y lo tendrán un par de días
encerrados, por obstrucción a la justicia, pero saldrá... no van a estar seguros... mientras
él este por ahí...
E: Bueno... (Acariciando la pesada de Maca y suspirando) Seguramente le pondrán
vigilancia, no creo que lo dejen así, sin más.
M: Es bastante más complicado... Pero supongo que los padres de Cris cuidaran de ella
y del pequeño... pero son ya mayores ¿Y si él los va a buscar?
E: Maca, ya no puedes hacer nada, ya esta todo hecho... ¿Mhm? (Acarició la barbilla de
la pediatra) Ahora ya solo puedes esperar, a ver que tal sale el juicio, además. con un
juicio dentro de poco, no creo que ese se atreva a acercarse a Cris o a Javi. Ya verás
¿Mhm? (La miraba con ternura, queriéndola envolver en su mirada para que nada la
pudiese herir)
M: Sí... (Suspiraba y se abrazaba con fuerza a Esther) ¿Te apetece que hagamos algo
antes de ir al hospital?
E: Sí, hay que aprovechar que tu hermana no ha venido a buscarnos... ¿Dónde se habrá
metido?
M: Vete tú a saber... (Riendo)
E: Ey, no, me da miedo, que si la dejamos sola, vete a saber como acaba esa boda...
(Bromeaba)
M: Pues bien, ya verás... (Sonriendo) Aunque eso de ser madrinas... ¿A ti te apetece?
E: Me hace gracia... (Sonriente) además... no tenemos otra opción, pequeña... (Poniendo
voz de mafioso)
M: Tira anda... (Le dio una palmada en el culo, Maca se sentó a comer lago mientras
Esther se iba a vestir)
Poco después paseaban por el retiro con los patines colgados al hombro, se sentaron en
un banco cercano al gran estanque del parque, hacía un buen día, el sol se reflejaba en el
agua verde de éste. Esther ataba sus patines en silencio, Maca se había quedado mirando
el estanque, siempre o había relacionado con aquel parque, con la ciudad de Madrid,
pero aquel día, el verde de sus aguas se contrapuso en su cabeza con otro verde.
... miraba al suelo, como siempre que se aburría en las conversaciones de los adultos,
escuchaba a su padre hablar con otro hombre, aunque aquélla vez estaba pendiente de la
conversación a ratos...
...las voces se colaba en su pequeña cabeza, saturándola, de vez en cuando cerraba los
ojos... a veces no entendían lo que las voces decían, a pesar de llegarle con total nitidez,
su padre y aquel hombre estaban a menos de un metro, hablaban como si ella no
estuviese allí, pero estaba...
...”Parecía tan normal, nos tomábamos alguna cerveza de vez en cuando... no sé... era
algo callado, pero jamás me lo imaginé...”...
... y ella seguía pendiente de la hierba bajo sus pies, ya no escuchaba más... “Nunca
más”... su padre se lo había contado... le había dicho que su amigo se había ido a un
sitio... Y que ella no podría verle nunca más... le dijo que su amigo estaba bien...
rodeado de gente que le quería... en algún sitio muy, muy lejano... soñaba por las
noches.... Y en sus sueños, encontraba el camino hacia aquél lugar muy, muy lejano...
soñaba que le veía... correteando entre las viñas...
... a veces cogía aquel pequeño peluche que tenía y lo llevaba a los viñedos... no le tenía
a él.. pero tenía aquél muñeco... un día vino la madre...
... la miraba sin entender porque lloraba al hablar de su amigo... no sabía porque estaba
tan triste... no sabía porque ella no estaba con su amigo... con gente que le quería, eso le
había dicho su padre... pero la madre de su amigo estaba allí... ¿Por qué?...
E: ¿Maca?... ¿Maca? (La enfermera miraba preocupada a Maca, parecía que está se
hubiese perdido en algún punto del estanque, le acarició el brazo y Maca parpadeó un
par de veces, la miró y al verla preocupada sonrió tranquilizadora)
M: ¿Damos la vuelta al estanque?
E: Claro...
Se terminaron de poner los patines y se levantaron del banco, patinaban lentamente, la
una al lado de la otra, de vez en cuando Esther la miraba, ¿Qué le pasaba por la cabeza a
Maca? Temía preguntarle, seguramente era por aquél caso y ella no quería que Maca
pensase en eso, quería que se distrajese un poco. Así que ambas guardaron silencio,
dando vueltas alrededor del estanque, de vez en cuando comentaban algo que veían,
pero el silencio reinaba entre ellas en aquél momento.
Empezaron a andar hacia una de las salidas del parque, cogidas de la mano, sin
importarles mucho lo que nadie pudiera pensar, se tenían la una a la otra, cuando ya
veían a lo lejos la moto, la enfermera miró a su chica.
E: ¿Sería muy diferente? (Maca la miró extrañada) Vivir juntas... ¿Sería muy diferente a
ahora?
Maca sonrió y apretó la mano que tenía entre la suya, suspiró y miró hacia delante
mientras seguían caminando.
Minutos después Esther abría la puerta de casa de su madre, al entrar les llegó el olor de
la comida, se escuchaba a su sobrina, Luz, jugando en el patio, las risas de Jorge y
Susana y el tatareo de Encarna. Maca cerró la puerta tras de si mientras Esther iba a la
cocina.
Encarna tarareaba una canción, balanceándose de un lado a otro mientras removía algo
en una sartén, Esther sonrió y se giró para mirar a Maca, le guiñó un ojo y avanzó hasta
su madre sigilosamente. Cuándo estuvo muy cerca, gritó.
Salieron al patio, Jorge, Susana y Luz correteaban jugando, al verlas, Luz saltó sobre
Esther dándole besitos por la cara.
Una vez tuvieron la mesa preparada y la comida sobre ella se sentaron charlando
animadamente, Esther acariciaba la rodilla de Maca por debajo de la mesa, que estaba
muy concentrada en al cosas que le contaba Luz de su colegio, Jorge miraba
alternativamente a su madre y a su hermana, deseando que llegase el momento en que
Esther se lo dijera, Susana comía tranquilamente.
Una semana después encontraron el piso que les gustaba, no tenía un gran salón, aunque
al tener cocina americana lo pareciese, no daba al retiro sino a una calle céntrica, pero
tenía una gran terraza, tenía dos habitaciones, Maca había pensado en buscar uno de
cuatro, pero temía asustar a Esther, así que al final se conformó con dos, siempre
podrían poner literas. Tenía un gran baño, en el que con el tiempo, pondrían la ducha
que quería Esther, y prácticamente le daba el sol todo el día.
Aparte de buscar piso, también habían ayudado a Vero con los preparativos, de hecho, el
día que empezaron a llevar cosas al piso, sin contar los mueble que ya habían puesto,
tenían que acompañar a la pequeña de los Wilson a probarse el vestido, vestido que
ninguna de las dos madrinas había visto.
Esther estaba tirada en el suelo, con un viejo pantalón de chándal y una camiseta
desgastada, tenía una caja de cartón delante suyo de la que iba sacando cosas. Maca
estaba a un lado del salón, colocando libros en las estanterías, de vez en cuando se
miraban y sonreían.
E: Esto para la mesita de noche... (Apartando una foto enmarcada de ellas dos) Esto
para el comedor... (Un pequeño jarrón de mimbre) Y esto... (Sacando el oso de peluche
que le había dado Maca en Jerez hacia meses) Esto... ¿Cariño?
M: ¿Dime? (Colocando un libro y mirándola)
E: ¿lo puedo poner en el comedor? ¿Con el tuyo? (Maca miró el pequeño osito de
peluche, recordando a la persona que se lo había regalado, miró alrededor buscando una
caja en concreto, al encontrarla la abrió y sacó el que ella había conservado durante
todos aquellos años) ¿Eso es un sí?
... veía luces azules por el camino que llevaba a las dos mansiones... las miraba
extrañada, no había visto nunca luces como aquéllas... se metieron por el camino que
llevaba a casa de su amigo... y sonrió, si ella no las veía bien, él le contaría que eran...
pero las vio... eran coches...
...se pararon en la entrada de la casa... bajaron personas vestidas de azul de ellas, la niña
los había visto alguna vez, su padre le había dicho que eran los que se encargaban de la
gene mala... ¿Por qué estaban en la casa de su amigo?...
..la puerta se abrió... La madre de Fran salió... Tenía el vestido manchado de rojo, Maca
se entristeció, aquel era un vestido muy bonito y se lo había manchado... a veces
jugaban a ponerse la ropa de la madre... Fran siempre le decía que estaba muy guapa
cuando se ponía aquel vestido...
...vinieron más luces... un coche grande... las personas entraron en la casa y salieron con
el padre de Fran entre ellos... también se había manchado... Maca pensaba en que
tendría que hablar con su amigo... él le contaría todo... esperó a ver si lo veía, a ver si él
también se había manchado... pero no le veía... una de las luces se fue con el padre, y
otra se metió en el camino que iba a su casa...
... la pequeña escuchaba como la policía hablaba con sus padres en la entrada... sentada
en los escalones... Escuchó cosas que no entendía... palabras sueltas... pero una si que la
conocía... cuando su padre o su madre hablaban de una de sus abuelas decían aquello...
muerta... la policía decía que su amigo estaba muerto... pero ella no sabía lo que
significaba...
Varios años después, en el salón de su nuevo piso en Madrid, una Maca más mayor
lloraba abrazada a Esther, esta se había quedado sin nada que decir, no sabía que podría
salir de su boca para calamar el dolor que sentía su chica, lo único que se le ocurría era
abrazarla, hacerlo con todas sus fuerzas, los sollozos de la pediatra se le clavaban,
mientras Esther entendía todo lo que había pasado, aquellos cambios de actitud en
Maca, todo lo raro de aquellas semanas, todo era por eso, miraba los dos peluches en el
suelo, uno al lado del otro, mientras acariciaba el pelo de la pediatra.
Un rato después, Maca estaba más calmada, Esther besaba su pelo y lo acariciaba, la
pediatra la miró, tenía los ojos hinchados de llorar besó los labios de Esther, que pudo
notar el sabor de las lágrimas de Maca, clavándose en ella, la pediatra se levantó y cogió
los dos peluches, con paso lento se acercó a una de las estanterías, los colocó los dos
juntos, en uno de los estantes, se apartó y los miró. Esther la siguió y se colocó a su
espalda, pasando sus manos por su cintura y abrazándola, apoyó la barbilla en el
hombro de Maca, que acariciaba las manos de la enfermera sobre su abdomen.
Estuvieron un rato allí, paradas delante de la estantería mirando los muñecos, al final
Esther se separó de Maca.
Maca seguía sacando libros cuando escuchó la voz de Esther llamándola, dejó en el
suelo los libros y fue a dónde venía la voz, se apoyó sonriente en el marco de la puerta.
Maca no recordaba haber estado así de bien nunca, y si lo recordaba, siempre le venía el
recuerdo de Esther, cerró los ojos y apoyó la cabeza en el pecho de Esther, está sonrió y
abrazó a la pediatra, acariciando de vez en cuando su abdomen con cariño. El timbre las
distrajo un momento.
M: Mi hermana es demasiado puntual para lo loca que esta... (Refunfuñó Maca, Esther
rió y besó su cabeza)
E: Venga, cariño, voy a abrir ¿Mhm?
M: Pues no... ¡Vero! ¡Lárgate! (Esther reía mientras achuchaba a Maca para salir de allí)
E: Vístete ¿Mhm? (Tapándose con un albornoz que había por allí tirado y marchándose
a abrir la puerta)
Al otro lado esperaba la pequeña de los Wilson, Esther miró por la mirilla y la observó
un rato, Vero no paraba de dar vueltas delante de la puerta, de vez en cuando la miraba
esperando que se abriera, suspiraba, ponía los ojos en blanco y volvía a dar vueltas.
Esther intentaba no reír demasiado fuerte, notó una mano en su hombro y se giró.
E: tienes que ver esto... (A su oído, se apartó de la mirilla para dejar a Maca)
La pediatra se asomó a ella, estuvo unos segundos muy concentrada, hasta que vio como
Vero ponía los brazos en jarra y miraba amenazadoramente la puerta, sin poder evitarlo,
estalló en una gran carcajada seguida de Esther.
Las dos hermanas salieron fuera, sentándoos en las sillas que Maca y Esther habían
comprado hacia dos días, aún estaban con los plásticos protectores.
Verónica: Que practico, así no se os manchan (Bromeo Vero, Maca le sacó la lengua)
Bueno... ¿Qué tal tú nueva vida?
M: Pues... (Rió) ¿Cómo antes?
Verónica: Mujer, como antes, como antes... ahora tenéis que repartiros el espacio para
vuestras cosas, poner los dos cepillos de dientes juntitos en un bote... y cosas de esas...
M: Sí, claro, lo más importante van a ser los cepillos, creo que no se llevan bien, los
tendremos que poner en botes separados...
E: ¡Cerveza fresquita! (Sonriente salió a la terraza con tres cervezas, le lanzó una a
Vero, dejó la suya y la de Maca sobre la mesa)
Verónica: Eso, a la que se casa dentro de nada tírale botellas de cristal, a ver si me
matas. (Riendo)
E: ¿Cómo van los preparativos?
Verónica: En teoría os tocaba a vosotras, pero como os ha dado por mudaros
precisamente ahora...
M: Como que iba a esperar a después de la boda... (Dando un sorbo a su botellín)
E: Era el momento, además ¿Qué has hecho?
Verónica: Pues... buscar el vestido ¿te parece poco?
E: Vero... el restaurante, el menú, la lista de regalos...
Verónica: ¿Eh? (Miró a su hermana) ¿Qué dice?
M: Creo que piensa que tu boda va a ser como el resto...
Verónica: Oh, tranquila, donde voy a pillar la comida podemos ir a última hora...
(Haciendo un gesto despreocupado)
E: Dios... ¿Vamos a comer hamburguesería o que?
Verónica: Pues esa es la segunda opción, cerca de la iglesia hay una hamburguesería
con servicio de coches y todo. (Riendo) La primera es... algo... diferente...
E: ¿Cómo de diferente?
Verónica: Cómo mi vestido... (Miró el reloj) Por cierto, andando chicas, ¡hay que
probárselos! (Saltó de la silla y fue hacia la puerta, Esther miró extrañada a Maca)
E: ¿Probárselos? ¿En plural?
M: Ey, a mi no me mires. (Sonriendo y dejando la cerveza sobre la mesa)Vamos, cariño.
Media hora después llegaban a una extraña tienda en una callejuela de Madrid, Maca y
Esther tuvieron que parpadear un par de veces por el impacto de color que recibieron, el
suelo era de color rojo, y cada pared tenía un color diferente, todos ellos llamativos,
todo era de diseño, a Esther no le hubiese sorprendido ver a Ágata Ruiz de la Prada por
aquél sitio.
Verónica: ¡Rufino! (Acercando sea un chico joven que estaba en el centro de la tienda
observando un maniquí )
Rufino: ¡Vero! ¡Mi niña! ¡Estás divina! (Riendo y dándole dos besos) Bueno... ¿Ellas
son las madrinas? (Mirando a Maca y Esther)
E: Maca... aún podemos correr... (A su oído, Maca sonrió amablemente)
M: Sí, somos nosotras...
Rufino: ¡Eso es fantástico! Vero, ya sabes por donde, vosotras dos... venid conmigo...
E: ¿Por qué? (Agarrada a la mano de Maca y susurrando)
M: No sé...
Rufino: Venga, venga, venga. (Poniéndose detrás de ellas y empujándolas) No hay
tiempo que perder)
Llegaron al final del local, Rufino las guió hasta unos vestidores que quedaban uno
delante del otro.
Cada una se metió dentro de un vestidor, Maca nada más entrar vio una cosa roja
colgada de una percha, la miró durante unos segundos con el ceño fruncido, miró
alrededor, no había nada más que pareciese ropa, cogió la percha, estirando el brazo lo
miraba con la cabeza ladeada ¿Aquello era un vestido? Después de varios minutos de
indecisión escuchó que tocaban a la puerta del vestidor.
M: ¿Quién va?
E: ¿Quién va? ¿Que es eso de quién va? ¿Dónde te piensas que estamos? (Riendo sin
parar)
M: A que no te abro, listilla.
E: Me vas a dejar fuera con estas pintas, abre... (Esther miró hacia un lado y vio a
Rufino acercarse con la cabeza agachada) Maca, joder, abre enseguida, que viene...
M: ¿Quién viene? ¿El coco?
E: Abre o te quedas sin... (La puerta se abrió de golpe y algo parecido a un gran tomate
se metió en el vestuario, Maca se apartó pegándose a la pared mientras miraba aquel
bulto, Esther cerraba la puerta y se apoyaba en ella)
M: ¿Qué... (La miraba con la boca medio abierta y el ceño fruncido)... eres?
E: ¿No lo ves? Soy un tomate... (Maca buscaba de done salía la voz, al final pudo ver
los ojos de Esther asomar por encima de una gran bola roja)
M: Anda... cariño... si eres tú... (Con una sonrisa de medio lado)
E: Muy graciosa... (Refunfuñó) No pienso ir así...
M: Bueno... no estás tan mal... (La miraba ladeando la cabeza de un lado a otro, levantó
su dedo índice y lo acercó a la bola que ocultaba el cuerpo de Esther, lo presionó con el
dedo y al notar que se hundía lo aparto rápidamente riendo como una niña)
E: ¿Te diviertes?
M: No sabes cuanto...
E: No tiene gracia... ¿Y el tuyo? ¿No te lo pones?
M: Sí, claro, para que alguien me confunda con una pelota gigante. (Sin dejar de reír)
Rufino: ¿Qué tal va chica? (Tocando a la puerta)
M y E: ¡Bien!
Rufino: ¿Estáis las dos ahí?
M: Sí, es que Esther tenía problemas con la cremallera.
Rufino: Pero si no tiene cremallera...
M: ¿En serio? (Miró a su chica) Cariño... ¿Cómo te has metido dentro de eso?
E: Serás... (Dándole un golpe)
M: ¡Agh! Que violenta que eres... (Sacándole la lengua)
Rufino: Tus madrinas se han encerrado ahí dentro...
Verónica: Ya, es que están en época de celo... ¡Chicas! ¡Dejad de meteros mano y salir
aquí fuera
M: ¿Meternos mano? No creo que Esther sepa sacar su mano ahora mismo...
E: Ni tú de encontrarla...
Verónica: ¡Salid, tontas! (Riendo)
E: ¡Cierra los ojos!
Verónica: ¡Esther! Que ni tu eres la novia ni yo el novio (Riendo) ¡Sal!
Las dos mujeres salieron, Esther iba roja como un tomate (valga la redundancia) y
mirando al suelo, Maca estaba roja, pero de la risa de ver a su chica “disfrazada” de
madrina, miró hacia delante y vio a su hermana, sus ojos se abrieron de par en par, dio
una palmada a Esther en algúna aparte de aquella bola, a lo mejor acertaba en el brazo,
la enfermera levantó la vista y miró a la pequeña de los Wilson.
E: Jo...
M: ...der...
Vero llevaba el pelo recogido con una especie de sombrero de alambre verde y plumas
que salían en varias direcciones, un collar de metal verde con pinchos alrededor del
cuello, llevaba un vestido de color verde también, con un escote que llegaba hasta
debajo del ombligo, en el que llevaba un piercing de color rojo chillón, el vestido
acababa en dos trozos de tela, uno por delante y otro por detrás, dejando ver sus piernas
por los lados, remataba con unos zapatos rojo con una gran flor verde estampada.
V: ¿Os gusta?
E: No sí.. al final... verde... (Ni siquiera podía reír)
M: Como haya viento más de uno y una se van a llevar una alegría... (Riendo)
Verónica: Anda, tonta, ¿Demasiado abierto?
M: Mujer... pues...
Rufino: No pasa nada. (Haciendo aspavientos con las manos) Para la ceremonia le
puedo poner algunos broches para cerrarlo un poco, luego en el baile, ya te los podrás
quitar tú misma ¿Mejor? (Mirando a las madrinas)
E: Sí, la verdad es que... bueno... estás preciosa, peque. (Sonriendo con cariño, lo cierto
es que estaba guapísima, no era un traje de novia, pero eso no quitaba que se viera
realmente bella)
M: Sí, eso sí, estás increíble... es más... hasta yo me casaba contigo. (Riendo y
recibiendo dos collejas por parte de las chicas)
Verónica: Incesto.
E: Estoy aquí.
M: ¡Vale! ¡Vale!
Verónica: Bueno, entonces... ¿Visto bueno?
E y M: Visto bueno. (Sonriendo y alzando los dedos en señal de aprobación, Esther más
bien lo simuló)
Rufino: ¡Divino! ¡Ya estamos listas! (Aplaudiendo)
E: Ejem... ¿Listas? ¿Qué hay de mí?
Rufino: Estás divina ¿A qué sí? (Mirando a Vero y a Maca)
M: ¿Los tomates son divinos? Porque si es así divina de la muerte...
Verónica: Rufino, tal vez tengamos que hacer un par de retoques...
E: ¿Cómo un sitio por el que sacar las manos? Para empezar...
Todos reían mientras Esther los miraba fingiendo estar muy enfadada, Maca acarició su
cabello, la única parte de su cuerpo que podía ver claramente.
Aquella noche les tocaba turno, a ninguna les gustaba especialmente ese turno, pero al
menos les tocaba juntas. Esther se había tirado todo el rato quejándose del “disfraz” y
pensando en posibles soluciones para convertir aquel tomate en un vestido medio
decente, sin llegar a conseguirlo.
T: ¡Buenas noches!
M: Buenas...
E: ¡Hola, Teresa! (Maca firmaba el registro mientras Esther se apoyaba en el mostrador)
T: ¿Cómo ha ido la prueba del vestido?
E: Pues... mejor no hablamos de eso. (Maca se reía por lo bajo mientras le pasaba el
registro a Esther) Sí, eso, que tú también lo vas a llevar puesto...
M: Ya hablaré yo con mi hermanita... (Riendo) ¿Hay algo para mí Teresa?
T: ¿A estas horas? Los niños están durmiendo, Maca.
M: Menos los que están malos, Teresita. Esther, voy a cambiarme y a llamar a Alba.
E: Vale, nos tomamos un café luego ¿Eh?
M: Claro. (Maca acarició la espalda de Esther y se fue hacia adentro)
T: Bueno, ¿Tan malo es el vestido? ¿Quién es Alba? ¿Qué...
E: Para el carro. (Riendo) El vestido, sin comentarios... Alba, ¿Qué tanto interés?
(Divertida)
T: Mujer, me preocupo por ti...
E: Pues no te preocupes tanto... (Haciéndole una carantoña en la cara) Y ve a casa con
tu marido, que parezca que vivas en el hospital.
T: Es que a las que valemos no nos dejan irnos.
E: Muy buena, Teresa (Riendo) Muy buena. Anda, voy a cambiarme, ahora vuelvo.
Alba: ¿Maca?
M: Empiezo a ser pesada ¿Eh?
Alba: Que va, mujer. Te preocupas, no va mal de vez en cuando. ¿Ha pasado algo?
M: No, no, es que... bueno, solo quería ver si sabías cómo estaba.
Alba: Pues, hace un rato he llamado a Cris, una cosa del caso, y esta bien, con sus
padres están en un hotel de Madrid, tranquila, hay dos agentes con ellos, supongo que
alguien de su familia tiene contactos, normalmente no se pone vigilancia, se dicta la
orden de alejamiento, que aún no lo han hecho, no sé a que tardan, pero vamos, que una
vez puesta es cosa del agresor cumplirla o no, pero en este caso han asignado a esos dos.
M: Me alegra que utilicen sus contactos, sobre todo si es para estar protegidos, aunque
da algo de pena... la gente que no puede.
Alba: Bueno, son riesgos, pero siempre están los pisos de acogida, y en casos grandes,
se las acoge al lado de comisaría, nadie se atrevería a tocarlas allí.
M: Mhmhm... ¿Y el niño? ¿Cómo está?
Alba: A: Bien, jugando con sus primos, se ve que ha venido una tía suya, hermana del
acusado, pero que no sabía nada, vivía en Barcelona, eran amigas de pequeñas, Cris la
llamó y después del choque inicial ella vino a Madrid con sus hijos y su marido. No
están solos Maca.
M: Mejor... ¿Sabes cuando es el juicio?
Alba: Pues... espera un momento, creo que antes nos ha llegado la citación (Se
escuchaba como la agente rebuscaba entre papeles) Aquí está... el día veintinueve de...
en dos meses.
M: ¿29? (Maca pensó en lo familiar que le era aquella fecha) ¿Segura?
Alba: Sí, supongo que en unos días te enviarán la carta, tendrás que testificar como
doctora que atendió al crío...
M: ¿A que hora es?
Alba: A las doce del medio día...
M: Buf, supongo que me dará tiempo.
Alba: ¿Hay algún inconveniente?
M: No, bueno... mi hermana se casa ese día, por la tarde, a las cinco...
Alba: El abogado de Cris hablará contigo, coméntaselo, de todas formas, seguramente
tendrán pensado sacarte entre los primeros testigos.
M: Bien...
Alba: Oye, tengo que dejarte, una llamada, nos vemos.
M: Adiós, Alba y gracias. (La agente ya había colgado presurosa) Pues lo de ser
madrina... Esther me va a matar... (La pediatra reía, en el momento en que le dijese a
Esther que seguramente no podría ser madrina, y que básicamente, la iba a dejar sola,
vestida de tomate, la mataba, de esa no salía)
La enfermera por su parte ajena a que en dos meses estaría andando por en medio de
una iglesia, vestida de tomate y sola, seguía quejándose a aquellas enfermeras.
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El día de la boda se les echó pronto encima, después de tirarse una semana diciéndole a
Maca que lo del juzgado era una excusa barata para no ir de tomate, la enfermera había
estado de lleno ayudando a Vero, las dos mujeres pasaban prácticamente todos los días
juntas, y coincidían en que aquella boda iba a quedar grabada en la memoria, iba a ser
uno de aquéllos recuerdos que por mucho tiempo que pase recuerdas al milímetro, hasta
el más efímero detalle.
La pediatra por su parte, y mayormente por que Esther tendía a dejarse secuestrar por su
hermana, se pasó aquel tiempo trabajando e interesándose por el caso, también había ido
un par o tres de veces a ver a Cristina y a Javi. El niño parecía haber cambiado, se
mostraba algo más abierto, sí, seguía teniendo aquella mirada asustadiza y esquiva, con
el miedo reflejado en ella, pero seguramente aquello era algo con lo que tendría que
convivir, el miedo se había acostumbrado a su cuerpo y ya no lo abandonaría, pero al
menos, podría volver a sonreír, como lo había echo aquél día al hacer un dibujo para su
madre.
Maca a veces pensaba que el niño lo había sabido, lo había sabido en aquel momento,
cuando la policía apareció en su casa, cuando trajeron a su madre al hospital. Había un
gran cambio en él, antes y después de aquél día, todos lo habían percibido, todos los que
lo habían conocido en los dos momentos lo decían. Tal vez el niño lo supo, por alguna
razón, supo que ya no temblaría al escuchar a su padre llegar a casa, que ya no debería
esconderse en el armario de su habitación cuando sintiera sus pasos en el pasillo, que
nunca más sentiría los golpes sobre él, supo que no volvería a notar la orina caliente
descendiendo por sus piernas mientras su padre, con la respiración agitada y sudoroso,
lo contemplaba dando por terminada la paliza, satisfecho con el echo de ver a su hijo
destrozado y ya nunca más vería los golpes y los llantos de su madre.
Mientras la enfermera estaba con Vero, iniciando lo que serían largas horas de
peluquería y maquillaje, Maca llegaba al edificio de uno de los juzgados de Madrid,
estaba algo nerviosa y expectante, quería saber como acababa aquella historia, al menos
sabía que Javi no se uniría a su amigo de la infancia, Javi no ¿Pero cuantos más?
Mientras pensaba en la cantidad de casos como aquel que abría, algunos conocidos y
otros que se guardaban en el más celoso silencio por miedo, la pediatra entraba, después
de consultar donde estaba el juzgado en el que se celebraría el juicio se subió al
ascensor. Dos tipos con impecables trajes milimetrados consultaban papeles sin parar,
abogados, de los nuevos sin duda, una mujer con su hija, un hombre que movía sin cesar
los pies, Maca miró al techo y suspiró, una más entre la multitud que cada día tenía que
ir a los juzgados a arreglar sus asuntos.
En el pasillo la gente esperaba en grupos, Maca salió del ascensor y buscó un banco, no
había, recordó algo que le habían dicho, en los juzgados no querían que la gente los
viera, querían dar la sensación de que la justicia era algo rápido eficaz, aunque viendo a
la gente esperando (de pie a más señas) daba la sensación de todo lo contrario, algunos
habían optado por hacer una sentada en el suelo. La pediatra vio al fondo a Cristina y a
su abogado, se acercó y les saludó con la mano, estaban hablando y Maca no quería
interrumpirles, al cabo de poco rato un guardia salió de la sala y les dijo a Cristina y al
abogado que podían pasar, este le indicó a Maca que esperará, cuando necesitarán su
testimonio la avisarían.
Mientras estaba fuera Maca pensaba que debía de tratarse de un pez gordo, aquel que
había conseguido los agentes para custodiar a Cristina y a Javi, sin duda el mismo que
había conseguido que una de las mejores juezas se hiciera cargo del caso, mujer y con
hijos de la edad de Javi, sin duda elegida a propósito por su posible facilidad o
predisposición a la hora de identificarse con la víctima, un pez gordo, sí, y uno de los
listos, cualquier otro hubiera escogido al mejor juez, en aquellos tiempos, un hombre,
pero aquél no, había elegido con perspicacia.
El guardia salió media hora después y la hizo pasar, la sala era pequeña, y más que un
juicio parecía una reunión, como todos los casos sin importancia (al menos no
mediática) se celebraba a puerta cerrada, sin público ni jurados, la única que tenía voz y
voto era la jueza, que antes de formular su sentencia se informaba de los hechos
interrogando a los testigos, sin duda el de más peso era el de la asistente social que se
había echo cargo de la situación. Maca se sentó en una silla que había libre y esperó a
que la jueza o alguien le dijese algo.
Jueza: Doctora Macarena Fernández (Al cabo de un rato mirando los papeles que tenía
delante) usted atendió en dos ocasiones al hijo de la demandante, los días... (Consultó el
papel y enumeró no solo los días sino el motivo que aparecía en sus papeles, Maca
distinguió el membrete del hospital, debía ser una copia del historial de Javi) heridas
leves ¿No es así? (Maca asintió) Por favor doctora, no gestualmente.
M: Es cierto. (Mientras Maca pensaba si llamarle señoría o no la jueza formuló su
siguiente pregunta)
Jza: Esas heridas... ¿Son comunes en niños de su edad?
M: Sí, lo cierto es que los cardenales son algo muy común, dependiendo de la fisiología
del niño pueden llegar a ser muy frecuentes, pero en este caso, no fue así. El niño es
fuerte, esos moratones eran producidos por golpes fuertes.
Jza: ¿Cómo caerse de un columpio?
M: Podría ser, pero en este caso no.
Jza: Yo soy la que determina si en este caso es así o no, no usted doctora. Aún con esas
heridas leves y muy comunes en los niños... usted escribió un informe (Buscó entre sus
papeles) en el que comunicaba sus sospechas de maltrato al menor... ¿En que se basaba
para afirmar dicho maltrato?
M: Pues me basé en mi experiencia como pediatra, después de ver al niño, observar los
numeroso cardenales que tenía, su forma y color, llegué a la conclusión de que se
producían periódicamente y junto con la actitud de Javi y su historial, llegué a la
sospecha, que no, afirmación, que figura en ese informe.
Jza: Sospecha... ¿Y aún así aviso a la policía?
M: No avisé a la policía, comenté el caso con una amiga mía, que es policía, pero a
nivel personal, en ningún momento inició ninguna investigación policial.
Jza: Bien, doctora... ¿En estos dos meses, desde la demanda, ha atendido al niño?
M: No, en estos dos meses, no.
Jza: Bien... (Miró por última vez los papeles) Gracias por su colaboración doctora,
puede marcharse ya.
Salió de los juzgados y miró al cielo, hacia un día precioso, perfecto para la boda de su
hermana, prometedor para Javi y Cristina, ya no guardarían más silencio, aunque
tendrían que ser fuertes para no caer de nuevo, seguro que los demás, la gente que les
quería, estarían a su lado. Consultó su reloj, aún le daba tiempo a acercarse a ver a su
hermana antes de irse a arreglar, pensó en llevar algo de comida para ella y para su
chica.
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Se pasó por un pequeño restaurante que había cerca de la casa de Vero y compró unos
cuantos bocadillos y algo de beber, luego subió al piso de su hermana, el piso estaba
abierto, primas de las dos y amigas de Vero salían y entraban sin cesar, Maca estuvo
saludando hasta que descubrió que Vero y Esther estaban en la habitación de esta. Tocó
a la puerta y varios gritos de no entres salieron del otro lado.
Poco después, de buscar bocadillos, Esther lanzarse sobre el suyo, Vero le empezase a
dar collejas a Maca por no traerle nada y luego besos por traérselo, estaban las tres en la
cama, comiendo tranquilamente, mientras fuera todo el mundo estaba arreglando todo, o
más bien, corriendo de un lado a otro con prisas sin necesidad, pero bueno, en aquello,
sí que sería como todas las bodas.
M: bueno... ¿Cómo es esto de casarse, peque? (Reía por la cara de felicidad que ponía
su hermana)
Verónica: Pues es... no sé, raro, porque a ver, en realidad ¿Qué hacemos? Disfrazarnos
todos como si fuera una gran cena de gala o algo por el estilo, ir a la iglesia a aguantar
que te echen un monólogo que no tiene nada que ver con los del club de la comedia y
firmar un papelillo... vamos, nada.
M: Que visión más romántica... (Riendo)
Verónica:¿Sí? Venga, suelta la tuya...
M: Somos Wilson’s peque. (Imitando a un vaquero) Lo llevamos en la sangre.
E: ¡Payasa! (Riendo y dándole un empujoncito a Maca, que estaba sentada a su lado)
M: ¿Y tú? (Acercándose a su cuello y dándole un beso sonriente) ¿Que idea tienes?
E: Pues...
Verónica: Estas es de las del príncipe azul y el corcel blanco... (Las hermanas rieron, lo
que hizo que Maca se llevase una colleja)
M: ¿Por qué a mí?
E: Porque tú eres mi novia y ella no, gamberra.
M: Jo... que morro... (Haciendo pucheros)
Verónica: Que si quieres intercambiamos papeles... (En un susurro)
M: Acércate a ella y tu boda va a ser sonada, pero porque te tendrás que casar en el
ártico con la que te voy a dar. (Fingía ser chulilla)
Verónica: ¿Quién? ¿tú? ¿A mí? ¡Venga, ya! Eso no se lo cree nadie.
M: A ver, luego seguimos con esto, pero antes... ¿Esther?
E: ¿Qué?
M: ¿Matrimonio? (Alzaba las cejas y canturreaba junto con Vero)
E: sí quiero. (Bromeó la enfermera) Digo... sí, papelucho, nada más... (Vero tarareaba la
marcha nupcial mientras daba codazos a Maca)
M: ¿Quieres casarte? Nos vamos al juzgado y en un momento...
E: Tonta... (Riendo) ¿Tú quieres casarte? (Mirándola extrañada)
M: No (Se encogió de hombros) Pero si tú quieres... pues nada, nos casamos...
Verónica: Vale, vale, aquí la única que se casa soy yo. (Riendo miró el reloj) ¡Y aún
estoy en pelotas! Aunque... me puedo casar así ¿No?
M: No hay mucha diferencia con tu vestido...
Verónica: ¡Serás! (Lanzándose encima de ella)
E: ¡El peinado! ¡El peinado! (Esther consiguió que dejaran de pelear, un poco y sentó a
Vero en su sitio) A ver si terminamos esto y me visto... no me va a dar tiempo.
M: Cariño, lo termino yo y tú te vistes y todo eso.
Verónica: ¡Ni se te ocurra! ¡Para que me dejes como aquella perra que tenía mama!
¡No!
M: Pues si..... la perra era monísima. (Riendo)
E: Oye.. Maca.. a ti te da tiempo a ser madrina.
Verónica: Ostras, ya le he dicho el cura que solo habría una...
M: No importa, pensé que acabaría más tarde...
E: Ya. Claro. No tiene que ver con el tomate gigante ¿No? (Maca negaba sonriendo,
como cuando te pillan haciendo una trastada y aún así lo intentas negar aún)
Verónica: Oh, Rufino a hecho un par de retoques, Esther, no se parece mucho al
tomate.
M: ¿Ahora que es? ¿Un pepino? ¿Un pimiento? Ya sé, ya sé, ¡La naranja mecánica!
E: Oh, dios... ¿Por qué a mí? Encerrada con dos Wilson, no puede ser, yo soy una chica
buena, no me merezco este castigo.
M: Mi niña se esta volviendo loca por momentos. Voy a casa a cambiarme, nos vemos
luego ¿Mhm?
E: Vale... (Recibiendo un breve beso de Maca)
M: A ti te veo en el altar (Riendo y dándole una colleja a su hermana)
E: ¡Maca! ¡El peinado!
M: Sí, sí, ya. (Riendo y marchándose)
Maca no tuvo ocasión de ver a Esther y a su hermana, entre ir a casa a arreglarse y todo,
se había entretenido, lo suficiente para que al llegar a casa de Vero le dijeran que Esther
y su hermana acaban de irse, Rufino había aparecido queriéndoles dar un último
retoque. Después de deambular un rato se fue para la iglesia.
Al llegar vio una multitud de gente, esperaban a que llegase el novio para meterse
dentro. Había un claro contraste entre la parte del novio y la de la novia, más
concretamente entre los amigos de estos, los del novio todos perfectamente trajeados,
con sus corbatas y su estilo convencional, hablando en elegantes susurros, los de la
novia bastante alejados del protocolo de la ocasión. Menos Javier, Laura, Jorge, Susana,
Luz y Encarna que iban elegantes pero normal, sin grandes cosas (ni caras ni raras).
En: ¡Maca! ¡Hija! (La pediatra miró a Encarna, parecía aliviada de conocer a más gente
de entre toda aquella multitud, Maca sonrió y se paró delante de ella)
M: Esta usted preciosa. (Dándole dos besos)
En: Calla, calla, si llevo cualquier cosa (Sonrojándose y obviamente soltando una
pequeña mentirijilla) Tú si que vas guapísima. ¿Has visto a mi hija?
M: No, creo que el diseñador se ha enamorado de ellas y las ha secuestrado.
En: No, no, pobres. (Riendo) ¿Dónde están tus padres? ¿Ya están aquí?
M: Sí, por ahí andan, hablando de grandes cosas (Puso los ojos en blanco) Cuando
venga Esther te los presento.
En: Que nervios, hija.
M: A mi padre le vas a encantar (Sonrió tranquilizadora) Y a mi madre... bueno, creo
que ni ella misma se cae bien, así que... (Rió alegremente, aunque a Encarna no le hizo
mucha gracia)
Luz: ¿Yo estoy preciosa? (Tirando del vestido de Maca)
M: Ven aquí... (Sonriendo al verla mirarse el vestido con las puntas cogidas entre sus
dedos, Luz se acercó y Maca la levantó en el aire, estrechándola entre sus brazos y
mirándola) A ver... (Con ojo crítico) pues... (Se acercó a su oído) Estás más guapa que tu
abuela, toda una princesita ¿Mhm? (La niña sonreía feliz al igual que Maca)
S: Uy, que le habrás dicho ya. (Acercándose con Jorge)
M: Pues nada, la verdad, que es la niña más preciosa del mundo mundial. (sonriendo de
oreja a oreja) Y con unos padres muy majos (Provocando las risas de rodos)
Luz: ¿Jugamos al pilla-pilla?
M: Luz, es que ahora mismito no podemos, pero luego... jugamos tú y yo ¿Vale?
Luz: ¡Vale! (Bajó a la niña y saludó a Laura y Javier)
L: ¿eso es el novio?
M: Pues va a ser que sí... (Partiéndose de risa)
Jorge: Yo tengo una pregunta... ¿Qué tiene en el cuelo? (Miraba a Maca que seguía
riéndose) ¿Qué?
M: Pues... creo que eso (Señalando las flores) es cosa de mi hermana, ya me extrañaba
que se casará por iglesia ¡Claro! Algo tenía que hacer él a cambio.
Jorge: ¿Llevar flores en el trasero? (Todos reían ya)
En: Pobre chico, por cierto ¿No tendríamos que entrar ya? Con el novio aquí y todo.
M: No, que va, el protocolo marca que el novio tiene que llegar media hora antes que la
novia, aunque conociendo a mi hermanita.... Tal vez se deje caer por la noche.
(Bromeaba)
J: ¿Y el señorito Wilson? Como se escaquea...
M: No te gustaría estar en su papel...
J: ¿Y eso?
M: Pues esta haciéndole de chofer a Rufino y a las chicas, así que...
J: Uyyyyy... como me sea infiel, se va a enterar, pediré el divorcio.
Una chica con un vestido azul pastel, de corte sencillo y una sonrisa de oreja a oreja se
acercaba al grupo, Maca estaba hablando con Encarna cuando al mirar hacia otro lado la
vio, frunció el ceño y cuando la chica estaba parada delante suyo sonrío al reconocerla.
Maca presentó a Jorge, Susana y Luz, mientras se daban los dos besos de rigor Maca
notó unas fuertes manos en su abdomen, alguien la abrazaba por detrás y no era su niña,
eso estaba claro, sonrió al ver mejor las manos y se dio la vuelta.
P: Cariño, estás preciosa, y eso que tú no eres la novia (Abrazándola con cariño)
M: Papa... tu si que estás increíble. Mama te ha obligado ¿No? (Ambos rieron
cómplices)
P: Como lo sabes hija, como lo sabes. (Acariciando las manos de su hija) Sotomayor, la
etiqueta exige que se venga peinado ¿Lo has olvidado?
J: Señor Wilson... (Sonriendo y estrechándole la mano) Simplemente no me he dejado
domar como usted.
P: Laura (Dándole dos besos) Si tuviera veinte años menos no te me escapabas, ibas a
caer rendida a mis encantos, dejabas a este y nos fugábamos ¿Mhm?
L: Es que a este ya le he cogido cariño (Riendo y acariciando el pelo de Javier)
P: A mí si que me ibas a coger cariño... (Bromeaba Paco) Jorge, Susana ¿Queréis
hacernos la competencia a mi ay a mi mujer?
Jorge: Paco, es difícil superar los gemelos de oro (Riendo mientras le estrechaba la
mano)
S: Y el vestido de su mujer. (Dándole dos besos)
P: Eso lo superas con creces (Guiñándole un ojo divertido)
M: Papa... (Riendo)
P: ¿Y esta niña tan guapa? (Arrodillándose en el suelo con su caro traje para quedar a la
altura de la niña)
Jorge: Nuestra hija Luz.
P: Imposible, debe ser hija de reyes, esta echa toda una princesita...
M: Mira, en eso te voy a dar la razón.
P: ¿Quién falta? (Alzándose y mirando a Encarna) Vaya, un ángel nos hace el honro de
aparecerse ante nosotros (Tomando su mano y besándola) Francisco Wilson, a su
servicio. (Maca no podía contener la risa, su padre era todo un espectáculo, Encaran
estaba roja como un tomate y sonreía tímida) Un momento... usted se parece a la belleza
con la que sale mi hija.
M: Papa, si dejas un momento tu papel de ricachón encantador a un lado, os presento.
(Riendo y recibiendo una colleja cariñosa de su padre) Papa, esta es Encarna, la madre
de Esther, Encarna mi padre Paco.
Al poco rato un señor les iba pidiendo que entrasen en la iglesia, estaba apunto de llegar
la novia, los invitados iban entrando en la iglesia, Paco tenía que esperar a que llegará
Vero, la acompañaría hasta el altar, luego se sentaría con su mujer en la primera fila,
donde le tocaba estar a Maca y a Jero, pero la pediatra decidió esperarse fuera, quería
ver como iba su hermana de guapa, y su novia por supuesto.
Había más gente con ellas, amigas de Vero, algunos del novio, y algún que otro curioso,
entre ellos algún periodista que querría hacer algunas fotos para la crónica de la prensa
rosa.
Verónica: ¡Siempre he querido hacer eso! (Riendo alegremente mientras sus amigos y
amigas la vitoreaba, los demás obviamente flipaban)
Je: Anda que... bonito video nos va a quedar... (Riendo mientras Paco se acercaba a su
hija)
P: Cariño, las estrellas están peleándose por hacerse un hueco y mirarte. Estas increíble.
(Sonreía orgullosa mientras le daba dos besos y ponía su brazo para que Vero lo cogiese,
ambos empezaron a subir los escalones para llegar a la plaza)
La verdad es que los retoques de Rufino hacían que casi pareciese un vestido normal,
aunque no para una boda, pero estaba bellísima, el color verde era su favorito y le
sentaba tremendamente bien, el recogido de Esther, con algunas plumas rojas y verdes
como decoración le quedaba precioso, aunque lo que más llamaba la atención no eran
las plumas, ni el vestido, ni los zapatos, lo que más se veía en aquella plaza era la
sonrisa radiante de Vero, la mirada orgullosa y llena de ternura de su padre hacia ella,
llena de admiración por lo que se había convertido su pequeña. No había espacio para
más. Maca y Jero sonreían al ver la escena, hasta que el hermano de Maca se dio cuenta
que faltaba otra parte importante, la madrina, abrió la puerta y esta vez Esther le dio la
mano con delicadeza, se bajó del coche y comenzaron a subir los dos juntos. Se pararon
al lado de Paco y Vero, el padrino, un amigo del novio se acercó a ellos y substituyó a
Jero, que con gesto teatral le “entregó” a Esther. Mientras las amigas de Vero, Laura,
Susana y Ana gritaban piropos a Vero, Maca no perdía detalle de su chica.
Ana: Me da que ella es Esther... (Riendo al ver a Maca) Cariño... la babita que te
manchas... (Maca ni la escuchaba, Esther se acercaba colgada del brazo de aquél tipo,
detrás iban Paco y Vero)
L: ¡Esther! ¡Guapa! ¡Tía buena! (Gritaba Laura al acercarse más)
S: ¡Preciosa! (Le seguía Susana, Laura le daba un codazo a Maca para que dijese algo,
pero esta estaba perdida en los ojos de su chica, que la miraba sonriente)
Ana: ¡Peque! ¡Macizota! ¡Que no me entere que ese culito pasa hambre! (Vero miró a
Ana y se echó a reír)
Verónica: ¡Tu si que estas buena!
P: Hija, por favor, al menos la entrada en la iglesia normal. (Riendo)
Verónica: Me ha provocado, papa... (Poniendo cara de niña buena, miró hacia su
hermana, estaba babeando sin apartar ojo de Esther) ¡Maca! ¿No piensas acompañar a tu
chica hasta el altar al menos? (Esther la miró con una ceja levantada) Es que cómo siga
así de embobada se va a marear y todo... (Guiñándole un ojo)
M: Me entran ganas de casarme contigo... (En un susurro contenido, Esther sonrió feliz)
E: ¿no lo estamos ya? (Dándole un breve beso que a ambas les sabía a poco)
M: Mhmhmh... (Sonriendo y acariciando su mano) Pues claro (Mirándola embelesada)
P: Señoritas, dejen de repartirse mimitos y entren, a ver si al final nos quedamos sin
boda... (Reía Paco)
Verónica: Vamos, que dejéis de meteros mano, que si eso, ya luego, y que tiréis para
adelante si no queréis que os de una yoya. (Tradujo Vero provocando más risas)
Maca acabó sentándose en primera fila, no quería alejarse mucho de su chica, de vez en
cuando intercambiaban miradas cómplices, como si estuviesen una al lado de la otra,
acariciándose con aquellas miradas y sonriéndose. Mientras tanto una radiante Vero
daba el ‘sí, quiero’.
Justo después de la salida de la iglesia, los novios posaban para las fotos de rigor,
parados delante de la puerta , los invitados iban pasando en grupos y posando con ellos,
no hubo mucho jaleo, exceptuando dos fotos. La primera fue la de los padres y
hermanos de la novia, Maca remoloneó un rato antes de que la mirada de su madre
(léase como: “o vienes o voy yo, y NO te va a gustar que vaya yo” ) la persuadiera de
romper el abrazo con el que hacia arrumacos a Esther y ponerse entre su padre y el
novio para la foto, su hermano se colocó entre su madre y Vero.
Todo empezó cuando una emocionada Vero miró a su hermana y le preguntó que tal
había ido la boda.
R: Verónica, nos van a hacer una fotografía, quieres hacer el favor de callarte y sonreír.
(Todo dicho con una mueca parecida a una sonrisa, pero sin su calidez, en los labios)
Verónica: Mama, es el día de mi boda... anda, alégrate de que me caso con un chico
normal y disfruta del momento.
P: Cariño, deja a la niña.
R: Tú siempre de su parte...
Je: Fernando ¿Qué tal el si quiero? ¿Te ha costado? (Para ver si sus padres se callaban)
Maca por su parte miraba a Esther entre sonrisas, la enfermera conversaba alegremente
con Jorge y Susana, de vez en cuando se miraban y gesticulaban para decirse tonterías.
Maca le preguntaba por gesto de que reía tanto Esther, esta negaba con la cabeza y
Maca hacia como que suplicaba, poniendo cara de niña buena y haciendo pucheros.
La otra foto que causo estragos fue la de los hermanos de la novia, Esther, Javier y
Laura y Jorge y Susana. La enfermera conservaría aquella fotografía siempre, Maca y
ella besándose, Javier y Jero besándose, Jorge y Susana también, Vero y su marido
discutiendo y Laura mirando al cielo con gesto de resignación.
Al cabo de un buen rato consiguieron reunirse todos los invitados delante del local que
Vero y Esther habían alquilado una semana antes. No habían tenido que tocar mucho la
decoración, ya que a Vero le había encantado desde el principio, días atrás había sido la
sede de una exposición de arte abstracto. Las paredes eran blancas, salpicadas con
manchas deformes multicolores, en algunos puntos habían dejado esculturas de
excéntricas formas y colores, Vero había querido que se mantuvieran, poniendo mesas
alrededor de estas. En algunas paredes colgaban extrañas fotografías, una de las
paredes, estaba llena de fotografías de traseros en los que se dibujaban paisajes, otra
pared estaba llena de graffities de chicas sobre un fondo amarillo, mezclándose en un
montón de líneas que vista desde lejos formaban la palabra “woman”.
La mayoría de invitados mostró su asombro y disgusto por aquello, incluida la madre de
Vero, otros se lo tomaban con humor, como Paco, que reía mientras avanzaba de foto en
foto, comentando algunas con un amigo tan campechano como él. Los amigos y amigas
de Vero se sentían en su salsa, Esther se divertía viendo la cara de Maca, sorprendida y
divertida a la vez.
Los recién casados entraban en el salón, todos los amigos y amigas les gritaban piropos
y que se besasen, después de un rato llegaron hasta la mesa principal y entraron los
“aperitivos”.
Los aperitivos eran graciosos canapés de mil formas y colores, sobre unos plásticos
transparentes que cubrían cuerpos semidesnudos.
Después de los aperitivos, los paltos y la tarta, les condujeron a una sala contigua, dónde
una pequeña “discoteca” les esperaba, Vero apareció con ellos al momento.
Mientras hablaban de tonterías y bromeaban entre ellos la música empezaba a sonar, los
amigos de Vero saltaban y brincaban al ritmo de la primera canción, los demás los
observaban riendo, a la discoteca solo habían ido los más jóvenes, quedándose los
mayores en las mesas, Encarna estaba haciendo buenas migas con Paco, el padre de
Maca, había que llevarse bien entre consuegros.
La pediatra por su parte bailaba animadamente con el resto, después de unas cuantas
canciones movidas y de hacer el payaso, pusieron alguna lenta. Maca sonrió y cogió a
Esther por la cintura con delicadeza.
Maca sonreía al separarse un poco de Esther y dar una vuelta para volver a agarrarse a
su cintura poco después, y balanceándose pegadas la una a la otra y con los ojos
cerrados.
La enfermera acariciaba con una mano el abdomen de Maca en las últimas frases, esta
se estremecía alegre y besaba el hombro de Esther.
Cuando la canción terminó enseguida comenzó a sonar otra canción, las notas solas de
una guitarra, acompañada de otra más suave, mientras las primeras palabras salían...
Alma de blues...
M: Mhmhm... esta es para ti... (Sonriendo cuando Vero ponía la canción guiñando un
ojo a la pareja)
Te busco en la noche
te encuentro entre sueños
te advierto que traigo
desnudos
el alma y el cuerpo.
Y vamos volando
sin alas
y vamos restando
silencios
si no me despiertas
te debo este sueño.
OH!
A la luz del amanecer
me quedo este sueño
y sigo soñando
que vas a volver.
Le vamos robando
trocitos al tiempo
y así comprendemos
lo mucho
que vale un momento.
Sentada en el aire
colgados del viento
miramos el mundo
que es distinto
si tú no estás dentro.
E: Es preciosa...
M: Es lo nuestro.. (Sonriendo con ternura)
E: ¿Un sueño?
M: Sí... pero un sueño real, cariño.
Ellas siguieron bailando, en su propio mundo, sin los invitados a su alrededor, sin las
amigas de Vero montando el numerito en medio de la pista, sin las miradas de reproche
de algunos invitados, sin nada de todo aquello, solo ellas dos, pegadas la una a la otra,
perdidas sin querer buscar el camino de vuelta, simplemente, no querían volver, estaban
en ese sitio dónde solo existe la persona que hay a tú lado, construido a base de sonrisas,
miradas y caricias, ese que llevas escondido en algún sitio, sabiendo que es tuyo y de
ella, eso que te hace sonreír cuando vas sentada en el tren al sentirlo ahí, y los demás te
miran extrañados porque ellos no lo tienen, o te miran cómplices porque ellos también
tienen ese sitio.
Mientras ellas cada vez se perdían más, Paco intentaba sacar a bailar a Rocío, pero ésta
se encontraba consolándose con sus amigas, así que probó con la madre de Esther, que
no se negó para nada. Paco pidió si podían ponerle una de las canciones de su
cumpleaños, que le encantaba, el músico dijo que haría lo que pudiera por el padre de la
novia y este empezó a bailar una canción cualquiera con Encarna. Al cabo de un rato
sonaban los primeros acordes de la canción, trayendo de vuelta a Maca al reconocer la
canción, miró alrededor buscando a su padre y al verlo con Encarna sonrió.
M: Parece que tu madre y mi padre están haciendo buenas migas... (Riendo suavemente
en su oído y mirando hacia dónde estaba la “pareja”)
E: Si mi madre no sabe bailar. (Riendo)
M: Pues mírala ella...
Mientras Jorge y Esther buscaban algo con lo que grabar a Encarna (que seguía dando
saltitos y riendo con Paco) la pediatra iba a ver a su madre, que rodeada de sus amigas
no dejaba de quejarse.
Madre e hija volvieron al local, cogidas por la cintura y mirándose con cariño, Vero las
vio llegar y miró a su hermana extrañada, pero al ver a su madre sonreír entendió que
algo había cambiado, se acercó risueña y se abrazó a ella, como Jero minutos después.
Maca le presentó a Esther una vez más, la primera tal vez, luego fueron a bailar con
Paco y Encarna.
En la actualidad...
Mira a través de los cristales del coche, la ciudad de Madrid pasa ante sus ojos, sigue
como siempre, llena de vida hasta el último rincón, por cada lugar que pasa recuerda
haber pasado antes con Esther, y es que para ella Madrid es Esther, ve su cara en la de
los peatones que se cruzan delante de ellos, nota una mano encima de su pierna y mira
hacia su nieto.
Maca sonríe y abraza al pequeño, el cariño que le ha cogido en esos dos años, puede que
no sea su nieto de sangre, pero a Maca la llena de alegría tenerle allí, a su lado
M: No pasa nada, cariño, la yaya solo esta cansada. (Sonríe de nuevo, como si así
confirmará que esta bien)
El coche se detiene delante de las puertas del hospital, en urgencias, a Maca le gusta
entrar por allí, le recuerda tantos buenos momentos. Se baja del coche y entra dentro, en
recepción ve a Lucía, la hija de Teresa, sonríe con cariño, se parece a su madre en
muchos aspectos.
Pasa al lado de Javier, que habla con una paciente, intercambian una mirada de cariño,
de apoyo, Maca suspira y se acerca al ascensor para subir a planta. Por el camino
algunos conocidos le guiñan un ojo. Se da cuenta, algo diferente, normalmente le
dirigen miradas de pena, pero ese día no, la miran con cariño, algunos hasta le sonríen,
nota como su corazón comienza a acelerarse, por un momento piensa que tal vez ya no
tenga que esperar.
Maca se acerca a la cama, esa que ha velado tantas noches, desde el accidente, coge su
mano entre las suyas y la besa con cariño.
M: Hola princesa...
Se sienta en la silla que hay al lado de la cama, la mira, a Maca le sigue pareciendo la
mujer más bella del mundo, lo es, a sus ojos lo será siempre. Comprueba los monitores,
siempre lo hace, todos los días mira si en uno de ellos hay algún cambio, algo a lo que
agarrarse, algo de esperanza, pero nunca es así. Suspira y coge el libro que dejó el día
anterior allí. Comienza a leer para ella.
“Se encontraba en la región de los asteroides 325, 326, 327, 328, 329 y 330. Para
ocuparse en algo e instruirse al mismo tiempo decidió visitarlos.
El primero estaba habitado por un rey. El rey, vestido de púrpura y armiño, estaba
sentado sobre un trono muy sencillo y, sin embargo, majestuoso.
—¡Ah, —exclamó el rey al divisar al principito—, ¡aquí tenemos un súbdito!
El principito se preguntó:
"¿Cómo es posible que me reconozca si nunca me ha visto?"
Ignoraba que para los reyes el mundo está muy simplificado. Todos los hombres son
“súbditos.”
Alguien le había regalado aquel libro poco después del accidente, para que lo leyera
cuando despertase tal vez, pero a Maca le gusta leerlo, para ella, le gusta pensar que
Esther escucha su voz contándole historias de un principito con un pequeño planeta
como hogar.
De vez en cuando la mira, como si en algún momento, distraída por la historia Esther se
hubiese despertado, pero la mira y ve sus ojos cerrados, como siempre, su boca
ligeramente abierta con la mascarilla de oxigeno puesta. De repente sus ojos se abren
mucho, la mano de Esther se mueve, traza una curva hasta llegar a la mascarilla y la
aparta con lentos movimientos.
E: Hola... Princesa... (Su voz suena ronca, pero Maca la mira y sonríe, se acabó la
espera, se acerca lentamente a ella)
M: ¿Ya te has cansado de dormir, cariño? (Con unas lagrimas cayendo por sus mejillas)
E: No... (Dibuja una media sonrisa) Solo quería saludarte...
M: Cariño... (Maca llora, como nunca lo ha hecho, ha pasado la peor semana de su vida
pero allí está, mirándola y ella no puede dejar de llorar)
E: Mi... niña... cariño... mírame...
Maca alza la vista y la mira, con sus manos aún se aferra a la de ella, tiene tantas ganas
de perderse en esos ojos, pero se concentra y mira a su mujer, atenta a los murmullos
que salen de su boca.
E: Mi niña... que guapa estás... (Sonríe débilmente y hace una mueca, como si ese gesto
le costase una barbaridad)... siempre estás tan guapa...
M: Cariño, no hables, descansa... (Acaricia su rostro con una de sus manos)
E: Maca... mi vida... es perfecta... desde el principio... contigo...
M: Lo sé, mi niña, lo sé, pero anda, no gaste fuerzas, necesitas descansar ¿Mhm? (Besa
su mejilla una y otra vez, lleva una semana sin hacerlo, al menos sin que Esther lo note)
E: Te... quiero...
Y llora y Maca lo ve, el amor de su vida, la mira a los ojos, Esther hace pequeñas
muecas de dolor que suaviza con una sonrisa.
Maca se agarra desperada al botón para llamar a una enfermera, no suelta la mano de
Esther, no puede, incapaz grita.
M: ¡enfermera! ¡Enfermera!
Y sus gritos viajan por los pasillos, llenándolo todo, desgarrando las paredes y las
puertas, los médicos corren hacia la habitación, mientras Maca mira con ojos lloros a
Esther.
Teresa miraba distraída una revista, en la sala de espera algunos pacientes esperaban
tranquilamente a que les atendieran, era una mañana tranquila de mediados de
diciembre, la gente no quería ponerse mala en navidad, era normal, vio salir disparado
al Samur.
Ev: Teresa, tenemos una viso, una embrazada llama a Cruz. (Mientras corría hacia la
ambulancia)
T: Sí, sí.. (Haciéndoles un gesto en la mano y cogiendo el teléfono) ¿Cruz? Que el
samur trae a una embarazada.
C: ¿Qué ha pasado?
T: No sé, Cruz, no puedo estar en todo mujer, pero si esta embarazada, no sé, ira a dar a
luz ¿No?
C: Vaya día que me llevas Teresita. (Riendo) Ahora bajo anda.
Minutos después estaba en rotonda hablando con Teresita cuando llegaron los del
Samur, Cruz les miró y abrió los ojos como paltos, tensándose al momento. Corrió hacia
ellos.
C: ¿Qué ha pasado?
Ev: Tiene una dilatación de casi diez y contracciones cada dos minutos (La embarazada
gimió de dolor) Uno, cada minuto. (Riendo)
C: Bien, vamos al box. (Gritando, miró a la paciente divertida) Te nos adelantas dos
meses ¿Eh? ¿Tienes prisa o que?
M: Vete a la... (Otra contracción) ¡Agh!
C: ¿Qué decías, Maca? (Riendo)
M: que te voy a... ¡Agh! ¡Sácamela!
V: Mujer, aquí, con todos delante... (Apareciendo por la puerta del box risueño)
M: ¡El que faltaba!
V: Maca, relájate, que no es para tanto...
C y M: ¡Claro! ¡Tú qué sabes! (Acompañadas de miradas furiosas, sobre todo la de
Maca, que ya no aguantaba con el dolor)
V: Vale.. (Alzando las manos inocente) Demasiadas hormonas femeninas para mi... voy
a darme una vuelta. (Riendo y marchándose)
C: Vale, Maca, a ver, abre las piernas...
M: No va a ser muy difícil... (Desde que le habían empezado las contracciones hacia
dos horas Maca no era capaz de cerrar las piernas)
C: Bien... (Dobló las rodillas de Maca, le subió el vestido que llevaba y le apartó la ropa
interior, dejándola a un lado de la camilla) Jamás pensé que llegaría a bajarte las bragas
(Bromeaba Cruz, Maca se medio incorporó y la miró divertida)
M: Pues cuando quieras... ya sabes. (Guiñándole un ojo y haciendo una mueca de dolor)
¡Sácala! ¡Sácala!
C: Ya, ya, joder... ¿Qué tienes ahí dentro a tu niña o a la del exorcista? (Maca la miró
fulminante) Solo intento relajar la tensión... (Miró entre las piernas de Maca, Eva había
acertado, estaba a punto de dar a luz, demasiado dilatada, iban a tener que sacar a la
niña) Venga... a ver... enfermera ¿Han avisado a la familia?
M: A la familia, a la familia... ¡Sácala! (Gritándole)
C: Quiero que sepas que esta imagen tuya me va a costar borrarla... (Riendo divertida
por la mala leche que traía Maca) ¿Eres consciente que se te va a agriar la leche con ese
humor que tienes?
M: ¿Y tu eres consciente que o lo sacas o no sales de aquí viva?
C: Anda, que alguien avise a la otra... Maca, aún vas a tener que aguantar un poco, pero
muy poco ¿Vale?
M: Sa-ca-la... no es difícil. (Intentado aguantar las punzadas de dolor como podía)
Mientras Cruz intentaba calmar a Maca en vano, una de las enfermeras corrió a
recepción para ver si Teresa había localizado a Esther, pero nada, no la encontraban por
ninguna parte.
Enf: Pues yo no vuelvo ahí dentro sin Esther, Maca esta echa una furia.
T: Claro, prueba tú a sacar un bebe de cincuenta centímetros de largo y tres quilos de
peso por ahí, ¿A ver que tal?
Enf: Teresa, vaya día que me llevas...
T: Y dale con el día... (Refunfuñando y volviendo a coger el teléfono) ¿Y esta donde se
ha metido?
Esther miraba distraídamente alrededor, no tenía gran cosa que hacer abajo y en un
momento decidió desaparecer un rato, necesitaba estar sola y pensar, últimamente no
tenía mucho tiempo para dedicarse un rato, todas las atenciones y pensamientos eran
para ella, y no es que se quejará, era la mujer que más feliz le hacía en el mundo,
seguramente la única capaz de hacerlo. Pero de vez en cuando echaba de menos sentarse
tranquilamente en cafetería, ahora no podía, cada vez que alguien la veía le preguntaba
por ella, así que para despejar sus idas, a veces subía al tejado.
Pensaba en como iba su vida y sonreía alegre sin poder evitarlo, con el tiempo habían
conseguido conocerse mucho mejor, si bien aún había cosas que no sabían de la otra,
detalles que querían conservar par ellas, las cosas importantes las conocían bien. La
vida en común era perfecta, acomodadas en una dulce rutina que rompían de vez en
cuando escapándose a algún sitio, o sorprendiéndose la una a la otra, aunque
últimamente no habían tenido mucho tiempo para escapadas, más bien no habían
querido por si acaso, Maca estaba ya de siete meses y Esther no quería alejarse más de
la cuenta de un hospital, la pediatra le había dicho de ir a Jerez y Esther se había negado
en rotundo, demasiadas horas, ¿Y si se ponía a dar a luz en medio de la carretera? No,
no, la enfermera se había mostrado firme en eso, Y Maca bromeaba diciendo que era
una copia de la señora Rottenmeyer, a lo que ella respondía con que Maca era una
pequeña irresponsable que quería dar a luz en cualquier lado como las vacas, al final
acababan peleándose entre cosquillas y carantoñas, hasta que Maca notaba como el bebe
se movía inquieto por el alboroto y ambas paraban.
Tenía gracia, aquél miedo al compromiso que había tenido al principio se había
esfumado, y ahora lo único que quería era amarla día a día, levantarse con ella por las
mañanas y hacerle cosquillas en el cuello hasta que Maca le diese una palmada en el
cuelo acompañada de unos buenos días, acostarse con ella por las noches, abrazada a su
cuerpo desnudo y acariciando su abdomen, ir los domingos a comer con su familia y
algún fin de semana bajar a Jerez a ver a sus suegros, esconder los regalos de navidad
para que Maca no los encontrará, llegar a casa agotada y encontrarla allí, era lo único
que le importaba estar con ella, con ella y con el bebe. Que a pesar de los avances en
tecnología, no tenían ni idea de que era, aunque Maca se había hecho a la idea de que
era una niña, a Esther le daba igual y sabía que a la pediatra también, aunque tenía
curiosidad, en las ecografías el bebe siempre tapaba sus partes con sus piernas,
vergonzoso, Maca y Esther reían cada vez que se hacían una. “Ahí esta otra vez”
“Espera, espera... mira, mira... ahí, no... eso es un pie...” Era todo un show...
Escuchó la puerta del tejado abrirse, suspiró y miró por última vez la ciudad, al girarse
se encontró con la cara risueña de Laura.
La enfermera estaba como en trance, trance del que salió cuando el ascensor se paró en
la cuarta planta y salió disparada harta de su lentitud, se precipitó escaleras abajo, con el
pulso a mil por hora, el nerviosismo calado en su cuerpo y una sonrisa de inmensa
felicidad en su cara, saltaba los escalones de tres en tres. Llegó a urgencias en un
suspiro y corrió por sus pasillos, hasta que se dio cuenta de un pequeño detalle que
había olvidado... donde llevaban a las que iban a dar a luz.
La enfermera se detuvo a dos metros de la puerta del box, se apoyó en la pared e intentó
calmarse, su corazón amenazaba con salir disparado en cualquier momento, y los
nervios y la alegría se mezclaban en su cuerpo a partes iguales.
E: Venga, Esther... tranquila... Maca te necesita tranquila... eso... por Maca... venga... no
pienses en que dentro de nada podrás coger a tu niño entre tus brazos... verle la carita...
seguro que se parece a ella... vale... tranquila... Maca... tranquila... la carita... ¡Vamos a
tener un bebe! (Saltando de alegría)
M: ¡Sácamela! (A pesar de que el grito era agudo Esther reconoció al instante la voz de
su chica, se acercó corriendo a la puerta y miró a través del cristal)
C: ¡Esther! ¡Esther! ¡Entra, mujer! ¡No te quedes ahí! (A Maca) ¡Mira! ¡Es Esther!
(Toda ilusionada)
Maca miró hacia la puerta y su gesto se suavizó un poco, hasta que le vino una
contracción y su sonrisa se convirtió en una mueca de dolor, Esther corrió enseguida a
su lado, cogiendo con fuerza su mano y acariciando su frente.
La pediatra ya no sabía como soportar aquel dolor, si por soportar se entiende gritar
como una posesa, se agarraba a la mano de Esther, lo único que la apaciguaba un poco,
la enfermera intentaba transmitirle tranquilidad, pero cada vez que Cruz hacía algún
movimiento o gritaba a Maca que empujase, esta se convertía en un manojo de nervios,
cada vez que pensaba en que tal vez en el siguiente empujón escucharía el llanto de su
bebe, cada vez que Maca la miraba, pero a pesar de no transmitirle mucha tranquilidad
seguía acariciando su mano, sin saber que aquello era lo que necesitaba Maca,
simplemente notar la suave caricia de Esther, notarla allí, a su lado, con ella.
La pediatra empujó con las fuerzas que le quedaban, el rostro en una mueca de dolor y
lleno de perlas de sudor, Esther la miró, la enfermera lo estaba pasando mal, se ponía en
su lugar y sufría, ver a Maca allí, así, apretó sus manos, Maca cayó rendida sobre la
camilla, con la respiración totalmente descontrolado y con los ojos cerrados.
E: Cariño... (Maca abrió un poco los ojos y la miró) estás preciosa... (La pediatra sintió
aquélla mirada sobre ella, aquel calor, aquella ternura, aquella fuerza, respiró
profundamente y sonrió como pudo)
M: ¿Uno... más... Cruz...?
C: Uno más. (Mirándola sonriente) Le ha cogido cariño a tu barriguita. (Todas
sonrieron y se prepararon par el siguiente empujón)
R: Pues cómo no salga en el siguiente... se nos acaba la cinta... (Al pobre nadie le prestó
mucha atención, Esther se había puesto detrás de la cabeza de Maca, con sus manos
cogidas y su rostro al lado de el de ella le susurraba a su oído)
E: Venga, mi niña... cariño... ya casi estamos...
M: Mhmh...
C: ¡Ya!
Maca empujó con todas sus fuerzas aferrándose a las manos de Esther, Cruz cogió con
cuidado pero firme al pequeño bebe, mientras Esther besaba la mejilla de Maca y le
decía que lo estaba haciendo muy bien, lo escucharon, por primera vez, un llanto agudo,
su primera respiración, una de las enfermeras lo cogió y lo llevó a lavar un poco, apenas
pudieron verle un segundo, fugazmente. Maca sonreía agotada, mientras lo lavaban el
bebe no dejaba de llorar, Esther no cesaba en dar besos por el rostro de la pediatra.
E: Cariño... cariño... ¿Lo escuchas? (Maca asentía mientras acariciaba suavemente sus
manos)
M: Nuestro bebe.. (En un susurro apenas perceptible)
E: Tuyo y mío... (Abrazándola con cariño y sonriente)
Cruz se acercó a la enfermera sonrió al ver al bebe, lo envolvió en una pequeña mantita
y se acercó a la pareja sonriente.
La doctora Cruz las miraba a través del cristal, Rusti tenía la cámara sujeta por encima
de ella, “inmortalizando” aquel momento.
Notaba unas cosquillas por el cuello, frunció un poco el ceño, quería seguir durmiendo,
pero las cosquillas seguían allí, subiendo en su cuello hasta una de sus orejas, notaba la
presión de algo sobre medio cuerpo, una pierna entre las suyas, sonrió ligeramente
cuando notó un pequeño mordisco en el lóbulo de su oreja, sentía una mano en su
abdomen, recorriéndolo lentamente, con cariño, adorándolo, sonrió más ampliamente y
cerró los ojos con fuerza, ahora si que no quería despertarse nunca, quería seguir allí,
sintiendo aquel cuerpo sobre el suyo, aquélla pierna entre las suyas, aquellos labios que
ahora vagaban sin rumbo por su mejilla, por su barbilla... sobre sus labios, deshaciendo
su sonrisa un momento para corresponder a aquel dulce despertar.
E: Es de día... (En un susurro sobre sus labios, sintiendo cada palabra como un suspiro)
Cariño... (Besando su mejilla hasta su oreja) Es de día... (En un susurro que estremeció
su cuerpo, en un gesto rápido, Maca tiró de las sábanas cubriéndose a ella y a Esther por
completo y abrazándola luego con cariño)
M: Es mentira... (Suspirando aún con sus ojos cerrados, notó como el cuerpo de Esther
se movía por la risa)
E: No... es de día, de verdad... (Besando un hombro de Maca)
M: Pues dile al sol que se vaya, ha salido muy pronto... (Escondiendo su rostro en el
cuello de Esther)
E: Díselo tú... te hará más caso... (Acarició su pelo, sonriendo sin parar)
M: No, que para eso... tengo que moverme... y no pienso hacerlo... (Acariciando su
espalda)
E: Mhmhm... pues yo tampoco...
M: Por mi perfecto... (Suspirando de nuevo y estrechando un momento el abrazo)
E: Uy, no, que no tengo ni chispas de ganas, mucho menos contigo, si fuera con la
Jolie... tal vez... (Iba levantándose y acercándose a la puerta del baño, Maca entraba en
la ducha en ese momento, estaba de espaldas y Esther sonrió) Aunque... ¿Para que
quiero yo una Jolie pudiendo tener una Wilson?
Dejémoslo en que después de un rato en la ducha tuvieron que salir a buscar algo de aire
(no son horas)
Se sentaron cómodamente en el sofá, Esther entra las piernas de Maca, medio tumbadas,
pusieron una película que andaba por allí y comenzaron a verla.
Aquel fue el momento en que todo empezó, al menos para la enfermera, porque Maca
siempre había querido tener hijos, pero para Esther, aquella conversación sin
importancia viendo una película cualquiera, era el principio.
Esther iba andando tranquila hacia rotonda, solo le quedaba dejar la hoja de los turnos
en el tablón y ya habría terminado por aquel día, lo colgó en el tablero mientras Laura y
Teresa hablaban.
T: Pues no lo sé...
L: Anda que... (La doctota miró hacia un lado y el otro) ¡Esther!
E: Dime.
L: ¿Dónde has dejado a Maca? (Esther sonrió)
E: No la he visto desde hace rato... algunas venimos a trabajar. (Guiñándole un ojo y
acercándose)
L: Pues vaya, creo que la has asustado y se ha dado a la fuga.
E: Imposible (Muy convencida)
T: Uy, hija, imposible ¿Cómo estás tan segura, eh?
E: Ya ves... (Sonriendo mientras se encogía de hombros) Una que sabe lo que tiene.
(Divertida)
L: Vale, pues cuando veas a tu Maca, le dices, que si eso, si quiere, le apetece y tiene un
hueco. (Esther se cruzó de brazos y alzó una ceja) Se ha olvidado de firmar el alta de
este paciente. (Dándole un papel)
E: Vale, yo me encargo. Voy a ver si la pillo. (Se marchó con el papel entre sus manos,
subió a pediatría y la estuvo buscando un buen rato, sin llegar a encontrarla, al final
decidió preguntar en la recepción de aquella planta) ¿Nuria?
Esther empezó a andar hacia natalidad, pensó que tal vez Maca iba a ver a algún niño en
concreto o algo, luego desechó la idea, se lo hubiera comentado, pero no dejaba de
preguntarse que hacía Maca allí, hasta que la conversación que habían mantenido una
semana atrás, y algunas cosas que había observado en Maca últimamente, su mirada
cada vez que atendía a algún paciente que fuera muy pequeño, al ver a las embarazadas
pasar, pequeños detalle. Esther suspiró, iba a tener que hablar con ella. Al llegar a
natalidad buscó a la pediatra por todas partes, la encontró mirando a través de los
cristales que daban a las incubadoras, medio apoyada en la pared, con los brazos
cruzados y una sonrisita en el rostro. Esther sonrió dulcemente al verla así, estaba
preciosa, con el pelo ligeramente caído sobre la cara, se acercó sin hacer ruido y se puso
detrás de ella, colocó una mano en su cintura, acariciándola un momento y dejándola
allí luego.
Media hora más tarde de su hora, Maca colgaba la bata en el perchero, miró el móvil,
Esther la había llamado hacia veinte minutos, buscó su numero y esperó.
Maca colgó y salió disparada hacia la moto, después de colocarse el casco puso rumbo
hacia el restaurante tranquilamente. Mientras tanto, en este, Esther leía la carta con Luz.
Ambas se metieron en los baños, aunque ninguna hizo el intento de ir a mear, Esther se
sentó sobre el lavamanos y su cuñada se apoyó en la pared, mirándola.
S: ¿Qué sucede?
E: Pues... ¿Tu has notado algo raro?
S: Algo... pues no... (Negando y mirándola confundida) ¿Qué pasa por esa cabecita?
E: No notas que,... Maca...
S: ¿Habéis discutido? (Más extrañada aún, le había dado la sensación de todo lo
contrario)
E: No, no. (Rápidamente) Estamos genial, como siempre. (Sonriendo con ternura) Solo
que... verás... lleva un tiempo como... no sé... con el instinto maternal superdesarrollado,
y cuando ha llegado y ha preguntado de que hablábamos, pues... no sé... y a veces esta
como.. ausente...
S: Si esperas que yo sepa lo que le pasa a tu chica... vamos mal ¿Eh? (Bromeando)
E: No, ya lo sé, solo que... quería saber si había sido la única en darme cuenta o no.
S: Esther, tú eres la que más la conoce de esa mesa, y diría que también de todos... es
probable que tú notes antes cuando le pasa algo. Es normal.
E: Uhm, uhm. (Asintió y suspiró)
S: No quieres tener niños ¿No?
E: ¿La verdad? (Mirándola)
S: Siempre. (Riendo)
E: No lo sé... creía que no... bueno, ya sabes, no es una prioridad en mi vida. (Mirándola
con una ceja levantada) Pero desde que Maca esta así, desde que nosotras estamos tan
bien, no sé... la verdad es que se me ha pasado por la cabeza, no ya, pero, me encantaría
tenerlos con ella... es la única con quien quiero formar una familia, la única con la que
lo he llegado a pensar.
S: Pues cariño, no veo el problema. (Acariciando su brazo) No tenéis prisa...
E: Pues creo que Maca algo sí... (Riendo) Si vieras la cara que pone cada vez que nos
cruzamos con un carrito de bebé... ¡Se le van los ojos!
S: Bueno, es normal... además ella es pediatra, le encantan los niños, supongo que esta
más dispuesta que tú a tenerlos ya, pero vamos, que Maca no los va a tener sin ti ¿Eh?
E: Ni conmigo... (Poniéndose seria un momento)
S: Esther...
E: Nada, anda, vamos. Deben pensar que nos hemos colado por el wáter.
Ambas rieron y salieron, Esther vio sus profitelores sobre la mesa y sonrió a Maca, se
sentó a su lado y acarició su pierna un momento.
Esther se puso a comer su postre, lo que quedaba de él, pensando en lo que se le había
escapado al hablar con Susana, lo había dicho inconscientemente... “Ni conmigo...”
Esther sabía que Maca quería tener hijos propios, hijos que nacieran de ella, y eso era
algo que Esther no le podía dar, con ella no podría...
Llegaron a casa sobre la medianoche, Maca estaba realimenta agotada del día, nada más
llegar tiró la chaqueta y el bolso sobre el sofá y se fue a la habitación, Esther fue a la
cocina a prepararle un vaso de leche caliente.
Maca se dejó caer sobre la cama de espaldas, tenía el cuerpo adormecido, notaba todo
su peso sobre ella, cerró los ojos pero no se quedó dormida, seguía dándole vueltas a lo
mismo, intentando no hacerse ilusiones, seguro que Esther no había sacado el tema, la
enfermera no tenía ni el más mínimo instinto maternal, al menos no con tener hijos
propios, a los demás niños, sobre todo a su sobrina los trataba con un cariño infinito,
pero ella no tenía ninguna prisa por tener suyos, y Maca tampoco entendía las prisas que
le habían entrado a ella.
Siempre había querido tenerlos, era cierto, y siempre había mirado diferente a las
embarazadas o a las madres con niños, pero últimamente sus ganas habían crecido y no
entendía el porque, quizás se debía a que por primera vez sentía que era el momento,
sabía que era el momento adecuado, algo que nunca le había pasado, era Esther con
quien quería formar una familia, era Esther la mujer que quería a su lado, llevaban
bastante juntas, su relación era la más estable que había tenido nunca, quizás fuera
aquello, que por primera vez estaba segura de que aquello iba a durar, ya no pensaba en
posibles rupturas y en su vida sin ella, simplemente cada vez que miraba a su futuro ella
estaba a su lado, desde el primer momento, había sido algo inconsciente, pero con el
paso de los meses supo que era real, que lo que veía en su futuro podía hacerse
perfectamente real.
Sus lenguas se entrelazaban con cariño, lentamente, dejándose sentir, disfrutando del
contacto de la una contra la otra. Esther deslizó una de sus manos hasta el cabello de
Maca, enredando su pelo con sus dedos, con la otra seguía ofreciendo mil caricias al
abdomen de Maca, ésta tenia una mano sobre la mejilla de Esther, la otra se deslizaba
por al espalda de Esther, por debajo de su ropa, acariciando su piel, siguiendo cada
curva, cada músculo.
La pediatra deslizó su lengua, arrastrando la cremallera del pantalón con ella, bajándola,
consiguiéndolo sin apenas rozar la ropa interior de Esther, la enfermera soltó un suspiro
y la miró mordiéndose el labio.
Esther puso los ojos en blanco y se mordió el labio frustrada, Maca sonrió feliz y atrapó
la cintura de la ropa interior de Esther, bajándolas un poco y dejando húmedos besos en
la piel descubierta, la espalda de Esther se arqueó, buscando más contacto.
M: ¿te gusta?
E: Mhmhm... (Mordiéndose los labios y cerrando los ojos con fuerza)
M: Bien...
Maca siguió besando su piel, notaba como se erizaba a su paso, como se tensaba su
cuerpo, a cada beso, cada vez que su lengua tocaba su abdomen, Esther gemía, su
respiración se aceleraba levemente, poco a poco, yendo cada vez más rápido, sintiendo
como su sangre bombeaba su cuerpo, notando cada latido. La pediatra deslizaba su
lengua, intentando apartar los pantalones de Esther, pero no lo conseguía.
Miró a Esther, la enfermera al darse cuenta que los besos de Maca habían cesado, que
ya solo notaba su respiración, quemándole la piel, abrió los ojos lentamente.
La enfermera gimió y deslizó sus manos hasta su cintura, bajando su ropa, Maca se
apartó para dejarle espacio, apoyándose sobre una mano, con el codo sobre el colchón,
Esther se deshacía rápidamente de toda su ropa, dejando al descubierto su cuerpo, se
tumbó de nuevo, con la respiración agitada, su cuerpo completamente tensado, deseando
recibir el de Maca, la pediatra, por su parte, se hallaba perdida en aquel capricho que
eran para ella las piernas de Esther, se puso a los pies de la cama, acariciando con su
mirada cada milímetro de piel que veía, Esther la miró suplicante, notando como su
cuerpo empezaba a impacientarse, aquel torturador cosquilleo en su sexo, su garganta
secándose, sus sentidos nublándose.
Maca besó el empeine de uno de sus pies, lamiéndolo brevemente y repitiendo con el
otro, Esther no se movía, incapaz de hacerlo, Maca subía por los gemelos de Esther,
besándolos y lamiéndolos, a veces con una lentitud torturadora y otras con una rapidez
apasionada, empezó a subir por sus muslos, mientras las piernas de Esther se iban
abriendo, indicándole el camino a seguir, la lengua de Maca se detuvo en la singles de
Esther, recorriéndolas de arriba abajo, haciendo que un ronco gemido se escapase de sus
labios, siguió ascendiendo, recorriendo con su lengua el abdomen de Esther, pasando
entre sus pechos, subiendo por su cuello, mientras la enfermera ya estaba
completamente excitada, Maca mordió el labio inferior de esta, estirándolo un poco,
mientras sus gemidos se entrelazaban.
Empezó a descender hasta su sexo, deteniéndose encima de él, notando su calor, su olor,
la pediatra sonrió y miró a Esther, sus miradas se quemaban la una a la otra, Maca besó
el vello de la enfermera, estirándolo y provocando más gemidos, observó como Esther
levantaba las caderas, deslizó su lengua por su sexo, impregnándose de aquella
humedad, sintiéndola tan suya como la propia, deleitándose de aquel sabor que tan bien
conocía, empezó a lamerlo poco a poco, arriba abajo, deteniéndose al llegar a su clítoris
para presionarlo y notar el cuerpo de Esther tensándose de placer bajo el suyo.
E: No...
E: Más... Maca...
M: Mhmhm...
Sentían el calor ascender, de aquel roce hasta el de sus lenguas, sentían como todo se
desvanecía, como solo quedaba aquella humedad, aquél deseo, aquella calor asfixiante,
cada vez más rápidos, encontrándose una y otra vez, sin dejar ni un solo instante sin
mirarse, notaron como llegaban al orgasmo, mezclándose entre ellas, sus cuerpos, sus
sexos, sus gemidos, agitadas, sudorosas, se apretaban la una contra la otra, aguantando
el calor, el placer recorrer cada fibra de sus cuerpos.
E: Cariño...
M: Shshsh... (Besándola agotada, suspirando) Te quiero...
Una semana después, Esther tenía preparada una sorpresa para Maca. Se había pasado
aquella semana entera pensando, pensando en como sería el futuro, en lo que significaba
tener un bebé, en lo que podría sufrir el niño. No se engañaba, a los ojos de los demás,
seguramente nunca serían una familia de verdad, al menos no una “normal”, siempre
serían dos mujeres con un bebé, muchos se preguntarían como iba a ser educado un niño
sin la figura paterna, muchos pensarían en la imposibilidad de aunque aquel niño
creciera feliz, sano y como ellos, “normal”.
Esther era consciente de que se iban a tener que enfrentar a muchas cosas, que iban a
tener que luchar porque simplemente las dejaran en paz, no buscaba la aprobación de
los demás, solo que la dejasen, a ella, a Maca y a la familia que pudiesen llegar a
formar. Porque ella, no pensaba que no fuera a ser normal, su madre, su padre, la habían
educado, a base de cariño, de consejos, no quería más a uno que al otro, ni temía más a
uno que a otro, no tenía ni idea de que diferenciaba la figura paterna de la materna,
simplemente eran sus padres, como simplemente ellas serían las madres.
Y después de hacer una lista de pros y contras, después de darle mil vueltas, vueltas que
seguramente una pareja “normal” no daría, decidió que le daba igual todo, que lo único
verdaderamente importante eran ella y Maca, y su familia, los padres de Maca, sus
hermanos, los de Esther, era lo único que importaba, pero por encima de todo, ella y
Maca y aquel bebé, sabía que serían buenas madres, que le darían todo lo que el niño o
niña necesitase, pero también sabía que no era fácil, que no era como en las películas,
que el nacimiento de un niño solía ser en “y comieron perdices y fueron felices por
siempre jamás”, no, no era así, y aún con todo eso, su corazón le pedía hacerlo, le pedía
darle todo a Maca, le pedía compartir su amor, educar, mantener, cuidar, proteger, todo,
al hijo o hija que tuviesen.
La pediatra al terminar de operar fue a encontrarse con Esther, quedaron poco después
en la entrada, para que a Maca le diese tiempo a una ducha rápida y a cambiarse. Esther
aguantaba el interrogatorio de Teresa que “sutilmente” intentaba averiguar el secreto
que se llevaba con Javier.
T: pero mujer, que somos amigas, que nos conocemos desde hace mucho, parece
mentira que no confíes en mí, si es que, una ya... (Suspiraba)
E: Venga, Teresa, si confío en ti, pero son cosas de Javi y mías.
T: Pero Esther...
M: ¿Qué le haces a mi niña? (Acercándose a ellas y abrazando a Esther por detrás)
T: ¿yo? Nada, mujer, que le voy a hacer. Pero tú... ten cuidadito, que esta anda de
secretitos con Sotomayor.
M: ¿En serio? (Sonriendo y dando un beso en la mejilla de Esther) ¿Qué secretitos? (A
su oído en un susurro risueño)
E: Ninguno, tontita. (Acariciando la cintura de Maca) Bueno, Teresa, nosotras nos
vamos ya ¿No?
M: Sí, tengo ganas de tirarme en el sofá. ¡Hasta mañana, Teresa!
E: Hasta mañana...
T: no, si se ira sin decírmelo. (Javier aparecía leyendo un informe por allí)
E: Mira, ahí tienes a Javi, a ver si se lo sacas a él. (Javier levantó la vista y miró a la
enfermera y después a Teresa, se dio media vuelta rápidamente y desapreció)
Mientras Teresa fulminaba la puerta por la que se había ido el doctor, Maca y Esther
salían del hospital cogidas de la cintura, Maca iba mirando el suelo y Esther a ella.
Esther arrastraba a Maca por las calles, tirando de su cintura, regalándole alguna caricia
o alguna mirada llena de amor a la pediatra, esta se limitaba a seguir a su chica,
terminaron en un parque cercano, aún no había anochecido y algunos niños jugaban en
los columpios.
Semanas después, sentadas en el sofá, hojeaban fichas que habían pedido al banco de
semen, habían optado por un donante anónimo, después de muchas conversaciones y
alguna que otra leve discusión, estaban decididas. El problema era que se veían
desbordadas con toda la información que reciban, para colmo, la madre de Esther se
había enterado y lo había pregonado por ahí, como toda abuela orgullosa, y ahora todas
las vecinas y conocidos de Encarna les daban su opinión sobre como hacerlo.
Esther miró a Maca, que se frotaba la frente, sentada en el sofá, con las piernas
encogidas sobre él, Esther estaba sentada en el suelo, con la espalda apoyada en el sofá,
un montón de papeles a su alrededor.
Era verdad, desde el momento en que Esther se lo pidió, tal vez mucho antes, lo había
deseado, que ella, su Esther, la mujer que la hacía increíblemente feliz cada día, pudiese
hacerlo, que la dejara embarazada, que con su amor y su cariño fuera suficiente. Un
niño, con la sangre de las dos, fruto de ellas dos, solo de ellas dos y de nadie más... pero
eso era imposible, no podían, jamás podrían tener un bebé completamente de ellas, la
frustración, la impotencia ante este echo, las embriagaba a veces, dejándolas sin
respiración, provocándoles amargas lagrimas, sabían que lo querrían igual, fuese o no
posible, pero aún así, aquél sentimiento, aquel tener que depender de otros para poder
formar lo que ambas deseaban, una familia, las frustraba. Y a Maca se le rompía el
corazón, cada vez que la enfermera le decía aquello, se le rompía, sabía que para Esther
estaba siendo muy difícil, siempre le había dado todo, y aquello, lo que más ilusión le
hacia a Maca en aquél momento, era incapaz de dárselo, y escuchar aquella voz
quebrada decirle “Quiero dejarte embarazada” la mataba, se le clavaba en lo más hondo.
Minutos después la ginecóloga les decía que en una semana lo tendrían todo listo, era el
momento perfecto, semana en la que Maca apenas podría hacer nada, Esther no iba a
dejar que hiciera ningún esfuerzo, la pediatra al principio le gustó aquello de tantas
atenciones, hasta que descubrió que para Esther hasta levantarse de la cama era un
esfuerzo...
Esther se despertó después de una noche prácticamente en vela, apenas había cerrado
los ojos un par de horas, estaba nerviosa, como nunca lo había estado, nunca en su vida.
Aquel día implantarían su óvulo fecundado en el vientre de Maca, era el día, el día en
que sus vidas, podían cambiar, en que ya no fueran pareja, sino una familia, a la
enfermera, solo con pensar que ese día la mujer con la que quería compartirlo
absolutamente todo, fuera a llevar a su hijo, de las dos, en su vientre, solo con pensarlo,
su piel se erizaba, su corazón se alteraba irremediablemente, Aquel podía ser el primer
día de una nueva vida. La de su bebé.
Maca por su lado, había dormido tranquilamente, siempre había sido muy realista,
conocía bien el proceso, tanto cómo Esther, sabía que era altamente improbable que al
primer intentó el óvulo se quedará sujeto, que era improbable que aquel día que aún no
la había visto amanecer, fuera el día, se lo había tomado con tranquilidad, preparada
para que no saliese bien. No quería llevarse una decepción, simplemente se relajó y
esperaba el momento tranquila. Aunque lo tuviesen que intentar mil veces, aunque
tuviese que dejarse todo, el dinero que costaba aquello, el sacrificio, lo que significaba
para la moral que o saliese bien, a pesar de las decepciones... lo seguiría intentando, era
lo que quería. A su bebé. De Esther, dentro suyo.
M: ¿Qué haces? (Esther dio un bote inquieta, la miró un segundo y volvió a su faena,
frotando una puerta de un mueble, Maca casi se podía ver reflejada en ella)
E: Esto estaba muy sucio, deberíamos fregarlo más a menudo... si es que, claro, como
estamos con el hospital y eso, no tenemos tiempo, pero no veas, hay una de grasa...
(Maca iba riendo mientras se sentaba en una silla)
M: Esther... ven aquí... (Señalando sus piernas)
E: no, no, Maca, que tengo que limpiar esto, y el baño, y al comedor también le iría
bien una pasada.
M: Esther, ven inmediatamente. (Poniéndose seria un momento y riendo cuando la
enfermera se sentó en su regazo) ¿Se puede saber que bicho te ha picado?
E: Ninguno, ¿Quieres café? Espera que voy. (Hablaba atropelladamente, intentó
levantarse pero la pediatra pasó un brazo por su cintura y la detuvo)
M: Ey, cariño, respira, te va a dar algo. (Sonriendo dulcemente)
E: No sé cómo puedes estar tan tranquila... (Suspirando) Hoy es el día.
M: ¿Qué día? ¿Martes? Sí... y ¿Sabes que? Mañana es miércoles. (Bromeó Maca)
E: ¿Te ríes de mí? (Seria)
M: Cariño... (Acariciando su mejilla y dándole un beso) No.. me río de tus nervios...
tienes que tranquilizarte ¿Vale? Y Esther... sabes que puede no salir bien esta vez, que es
lo más seguro, odiaría que te pusiese triste si no sale...
E: Ya, lo sé, tranquila... (La voz le temblaba de los propios nervios)
M: Esther... mírame... (La enfermera fijó sus ojos en los de Maca) Da igual que hoy no
sea el día, llegará, el día que sea, llegará, yo no voy a rendirme... y no quiero que tú lo
hagas. Quiero que estés conmigo, ese bebé va a ser nuestro, de las dos, y quiero que
estés ahí, bien, el día que sea ¿Vale? No quiero verte triste si sale mal, no lo soportaría,
Esther... no podría hacerlo...
E: Ya, lo siento, pero es que... ¿Y si es hoy?
M: Esther, por favor... (Suplicante, tan solo la idea de que Esther sufriera le provocaba
un sinfín de emociones, una tristeza inmensa) Cariño, es un día como cualquier otro...
no rehagas ilusiones, no soportaría que te derrumbaras.
E: Ey, no va a pasar eso, solamente... tengo ganas, pero ya lo sé, si sale mal, bueno, a la
próxima (Aunque lo cierto era que Esther no se veía capaz de pasar por todo aquello
otra vez) Venga, desayuna, vístete y nos vamos ¿Mhm?
M: Vale... (La enfermera se fue a levantar de nuevo, pero otra vez el brazo de Maca se
interpuso en su camino) Un besito. (Sonriendo, Esther sonrió con cariño y besó los
labios de Maca) Así mejor ¿Mhm?
E: Sí, mucho mejor. (Sonriente) Venga, anda, date prisa.
M: Sí, mi guana... (Riendo)
Una hora después entraban al hospital, la inseminación se haría allí mismo, la doctora
les hizo pasar a una sala y que esperaran un momento, volvió poco después con todo el
material necesario.
Dra: Supongo que te quedas ¿No? (A Esther, la enfermera se aferró a la mano de Maca
y la pediatra rió)
M: Cualquiera la echa...
Dra: Bien, vamos a ver... ya conocéis las probabilidades y lo difícil que puede ser todo,
que todo depende de la suerte, de que el óvulo se agarre bien en el útero y que no haya
ningún rechazo ni nada parecido ¿No? (Ambas asintieron) Y que si sale mal, espero
veros pronto, ya he tenido muchas parejas que no han sido capaces de aguantarlo, bien
por el coste económico o por el gran desgaste emocional que supone. (Maca miró a
Esther preocupada)
E: Lo sabemos, tranquila, que no pensamos dejarte en paz hasta que ella este
embrazada. (Sonriendo)
Dra: Perfecto.. ¿Empezamos?
M: Vamos allá... (Esther estrechó la mano de Maca, intentando transmitirle algo de
tranquilidad, pero lo único que Maca percibía era el nerviosismo de su chica)
La pediatra estaba tumbada en el sofá de casa, había conseguido que Dávila le diese un
par de días, bueno, Esther había hablado con él, Maca se imaginaba amenazando al
pobre director para que le diese los días o formaría un motín en la entrada del hospital,
obviamente, la enfermera por una de aquellas casualidad... también tenía dos días libres.
Maca había dicho de aprovecharlos y hacerse una escapadita, pero Esther se había
negado y la había postrado al sofá o a la cama. Sonó el timbre y Maca estuvo a punto de
salir disparada, pero vio pasar a toda velocidad a Esther hacia la puerta.
Vero se quedó con ellas toda la tarde, hasta que ya había anochecido sobre las calles de
Madrid. Días después, Esther llegaría con tres regalos para Maca, uno de ellos, podría
darles la respuesta a la pregunta que más había rondado sus cabezas en aquél tiempo.
Poco después ambas se sentaban en el sofá de nuevo, agitadas, sintiendo cada fibra de
su cuerpo llenarse de esperanza, de nerviosismo, agitándose, resonando como las notas
de Jazz en un coliseo, sentían la tensión, acumulándose en sus cuerpos, sus miradas
temerosas observaban el test, encima de la mesa, tranquilo e impasible. Cinco minutos.
Cinco minutos y todo podría dar un giro, hacia la mayor felicidad... o hacia la más
profunda de las tristezas.
Esther se levantó y empezó a dar vueltas por la habitación, no podía estarse quieta,
suspiraba, miraba el test, daba un paso, miraba el test, suspiraba. Ya no sabía que hacer,
optó por encender la música, aquel silencio solo hacía que ponerla más nerviosa. Maca
sonrió al escuchar los acordes y se levantó del sofá, se acercó a Esther mientras las
notas empezaban a calmar sus cuerpos, sus almas.
My life is brilliant.
My love is pure.
I saw an angel.
Of that I'm sure.
She smiled at me on the subway.
She was with another man.
But I won't lose no sleep on that,
'Cause I've got a plan.
Maca miró a Esther y suspiró, dijese lo que dijese aquel test, estaban juntas, en aquél
momento, allí, y eso, no cambiaría nunca, ninguna de las dos permitiría que cambiara...
Maca miró a Esther, calmándose con aquellos ojos que la observaban, algo inquietos,
cada vez menos, cada vez más tranquilos, cada vez más suyos. Se susurraban mil
palabras de paz, sin abrir siquiera los labios, todas las palabras del mundo para
compartir aquel momento, para seguir juntas, unidas...
Maca lo cogió, su mano se agitaba asustada en el aire, apretó el test entre sus dedos,
como asegurándose de su consistencia, miró a Esther y concentrada en sus ojos, sin ver
nada más, le enseñó el test...
Una lágrima brotó de sus ojos, seguida de mil más, sentía como se escapaban de su
cuerpo, como mojaban su camisa, como empañaban el rostro de Maca, la habitación,
todo... pero por encima de todo.... le daba igual. Maca la abrazó, refugiándose en ella,
apretándola contra ella, queriéndola sentir cerca, muy cerca.
E: Felicidades mamá... (En hilo de voz, fue lo único que consiguió decir en el preciso
instante en que sus vidas cambiaban)
Esther abrazaba a Maca por detrás, la pediatra descansaba tranquilamente, aún les
quedaba una hora para tener que levantarse, pero Esther se había acostumbrado a abrir
los ojos junto con el amanecer y prepararle algo para desayunar a Maca. Lo que aquel
test les había dicho, lo había confirmado la doctora, y a pesar de que les advirtió que las
siguientes semanas eran decisivas, ellas no podían evitar, no querían hacerlo, que la
felicidad se les notará, tanto que con solo observarlas una sonrisa se dibujaba en tu
rostro, inevitable, tanta era la felicidad que desprendían tan solo con una mirada o un
gesto. Habían tenido la gran suerte de no tener que pasar por aquel gran golpe que
suponía no conseguirlo, lo habían conseguido, así Esther se abrazaba a la mujer que le
era más importante, con su bebé creciendo en su interior.
Un bebé. Suyo y de ella. A veces aún no se creía que toda aquella historia tuviese algo
que ver con ella. La chica con miedo al compromiso, allí estaba, cada vez más débil, a
punto de crear su propia familia, habiendo entregado su corazón a la mujer de la moto
pija, a la niña borde y adinerada que había conocido en algún momento, a la mujer que
le había enseñado Jerez y la propia Madrid a través de sus ojos, cambiándoles el color
para siempre. Y es que una ciudad tiene mil colores, y Esther veía el mismo que Maca.
Ella se lo había enseñado, eran las únicas que veían aquel color. Esther le había dado
todo, y por primera vez el hecho de haberlo dado, y no solo eso, seguir queriéndole dar
más y más, sin censuras, sin barreras, absolutamente todo, ese hecho... ya no la
asustaba, todo lo contrario, hacía que sonriera feliz, feliz de saber que tenía a alguien
por quien lo arriesgaría todo, saber que podía amar como lo hacía, lo único que quería
es que aquella sonrisa radiante, aquellos ojos marrones tan profundos y brillantes...
siguieran ahí, en su rostro, por siempre jamás.
Aunque no hubiera sido algo a lo que diera importancia, al menos no tanto como ella, lo
cierto era que desde el momento en que decidieron dar ese paso, en que comenzaron
todos los tramites, acompañados de mil quebraderos de cabeza, lo cierto era que
esperaba aquél día con unas ganas tremendas, deseando escuchar el llanto de su bebé, su
primer llanto, se preguntaba como sería ¿Tal vez estridente? Seguro que no, seguro que
sería suave, con ritmo propio, como una dulce canción.
M: Mhm... (Se dio la vuelta en el abrazo de Esther) ¿Qué haces despierta?... ¿Qué hora
es? (Esther sonrió y acarició su cara)
E: Buenos días, princesa... ¿Qué tal has dormido?
M: No son buenos días... (Sonriendo divertida)
E: ¿No? ¿Y que puedo hacer para cambiar eso?
M: Un besito... No, mejor... Un besito grandote.
E: Sacrificios que tiene que hacer una... (Riendo y acariciando los labios de Maca con
los suyos) Ahora vuelvo... (Descendiendo por el cuerpo de la pediatra y desapareciendo
bajo la sabana)
M: ¿Adónde vas? (Sin esperar respuesta se estiraba sobre la cama, facilitándole el
camino a Esther, fuera donde fuera, sintiendo sus manos acariciándola a su paso)
E: Buenos días, bebé... ¿Qué tal se esta ahí dentro? (Maca se echó a reír, apartando la
sabana y mirando como Esther tenía la oreja pegada a su abdomen) Dice que muy
bien... (Mirándola sonriente)
M: ¿Qué más dice?
E: Pues... (Pegó su oreja de nuevo) Dice... Que no te muevas tanto por las noches... que
lo despiertas... (La miró divertida) Y que no grites tanto por la noche... (Susurrando
mientras se acercaba para besar sus labios)
M: Pues nada... le dices que la que me hace gritar eres tú... ¿Mhm? Y que no quieres
dejar de hacerlo...
E: ¿Quién te ha dicho que no? Si al bebé le molesta...
M: Cariño, debe medir solo unos centímetros... no creo que le moleste nada... y eso
menos... a mí me relaja mucho (Alzando una ceja traviesa)
E: Que pequeñito... (Acariciando su abdomen) ¿lo notas?
M: Tu mano... mucho... el bebé... aquí... (Acariciando su pecho, a la altura del corazón)
E: Tonta... (Dándole pequeños besos) Me encanta... tenerte así... y a él... juntitos... y que
se te vaya a notar la barriguita en poco tiempo... (Sonriendo)
M: Mierda... (Dando un bote y saliendo disparada, tirando a Esther al suelo en su huida)
E: ¡Eh! (Escuchó los ruidos de Maca) ¿Cariño? (Se acercó corriendo al baño, la
encontró apoyada en la taza del wáter) Nauseas matutinas... (Sonriendo, Maca la miró y
Esther cambió su expresión, acercándose rápidamente a ella, muy preocupada, Maca
estaba muy pálida) ¿Maca? Cariño... voy a llamar a Eva, no te muevas. Enseguida
estamos en el hospital.
M: Esther... (Parándola) Estoy bien... no me pasa nada, solo que estoy embrazada (Con
una media sonrisa) y parece que nuestro pequeño se ha despertado con ganas de fiesta...
Cuando Maca se encontró mejor, se fueron al hospital, llegaban tarde, posiblemente por
lo de las nauseas, o porque Esther se había tirado una hora intentando convencer a Maca
de que comiese algo y luego de que se quedase en casa, metida en la cama descansando.
E: Me han dicho que escupes fuego y que te sale humo por la boca... (Entrando y
cerrando tras de si)
M: ¿y que me da por comerme a la gente? ¿Eso no te lo han dicho? (Mientras Esther se
ponía detrás suyo y le masajeaba los hombros)
E: Deben de haber pensado que a mí no me importaría que me comieras... (Besando su
cuello) Pero solo un poquito ¿Mhm? (Besando el otro lado)
M: Solo un poquito... (Apartando la silla para que Esther se sentará sobre sus piernas)
E: A ver... (Acariciando su rostro con cariño) ¿Qué le pasa a mi niña?
M: Nada...
E: Ya... ¿Por eso te comes a la gente?
M: Es que... (Suspiró) Es una tontería...
E: Vale, yo quiero compartir las tonterías contigo... todo... (Maca la miró con cariño)
M: ¿Qué hacía sin ti?
E: Creo que chulear de moto pija por las calles...
M: Que aburrido ¿no? (Besando a la enfermera) Menos mal que me sacaste de la calle...
E: Sí... ¿Me lo vas a contar o te lo voy a tener que sacar?
M: Depende de cómo me lo vayas a sacar... (En un susurro que estremeció la piel de
Esther)
E: Tenía pensado hacerlo a base de cosquillas... pero se me acaba de ocurrir algo mejor
(Acercándose a los labios de Maca, acariciándolos con su lengua para luego atraparlos
entre los suyos y succionarlos levemente)
M: ¿Me ves fea? Ya te lo he dicho. Seguimos (Con palabras atropelladas antes de
devolverle el beso, Esther se apartó extrañada)
E: ¿Fea? ¿Te ves fea? (Maca suspiró, se iba a quedar sin ración de besos)
M: No... ¿Seguimos? (Poniéndole morritos)
E: No, ahora me lo cuentas...
M: Es que... como todos me dicen la mala cara que tengo.. y después de escucharlo mil
veces... a una le da por pensar...
E: Maca (Cogiéndola por la barbilla) Eres la mujer más increíble que conozco, eres
preciosa, tanto que duele, si hay una bestia en esto, soy yo, no tú ¿Mhm?
M: Pues si todas las bestias son como tú... me pido dos para reyes ¿Mhm?
E: ¡Ajá! Así que no te basto yo...
M: Contigo siempre me quedo con ganas... nada me parece suficiente...
E: Va a ser verdad... las embarazadas os ponéis muy sensibles (Besándola con cariño)
¿Ya se te ha pasado?
M: No... dímelo otra vez... (Poniéndole ojillos)
E: ¿Qué eres preciosa e increíble o que te quiero con locura?
M: Mhmhm... me quedo con lo segundo ¿Eh? (Riendo y besándola)
E: Cariño... (Quedándose con sus frentes pegadas) Te quiero.. (En un susurro dibujado
en sus labios)
M: ¿A los dos? (Acariciándose el abdomen)
E: Claro que a los dos... ya no sabría estar sin ti... y sin él... no sería capaz...
M: ¡Claro! Como que Dávila te echaría por llegar siempre tarde...
E: Va a ser por eso ¿Eh? (Riendo y besándola de nuevo)
El día que Maca tenía su primera ecografía, fue un día movido en urgencias, sobre todo
para Esther, que aparte de encargarse de las enfermeras y atender a algún que otro
paciente, también tenía que aguantar a Vilches, que tenía uno de aquellos días en los que
mordía y encima se juntaba con uno de aquellos en que parecía que la enfermera era
imprescindible para el doctor.
Hacia media hora que miraba el reloj, estaba en quirófano junto con Vilches y Héctor,
pero su cabeza no estaba para nada allí, estaba donde Maca, en unos minutos le tocaría
subir a hacerse la eco, y la enfermera no quería perderse aquel momento por nada del
mundo. Pero había tenido la mala suerte de estar en recepción cuando llegó un paciente
muy grave, y sin darse cuenta, se había visto a ella misma preparando el quirófano para
la operación, llevaban ya tres horas allí y no había podido avisar a Maca, esperaba que
Teresa le dijera algo.
T: Maca, yo no es por meterme... Pero vas a llegar tarde. (Maca la miró y luego al reloj
una vez más)
M: Pásame le teléfono por favor. (Teresa se lo tendió)
T: ¿Qué vas a hacer?
M: Cancelar la eco. Que me la hagan otro día. Trabajo aquí, alguna ventaja tendré que
tener ¿No?
T: Maca, hija, ya sabes como van los de eco, si ya os hicieron un hueco para que
pudierais venir las dos, no creo que te la puedan aplazar.
M: Pues me voy a una privada, me da igual, pero sin ella no hay eco.
T: Hija, como te pones, mira yo, mi marido no fue a ninguna de las ecos... y mira, muy
tranquila, yo lo prefería en casa, sin molestar.
M: Ya, Teresita, pero yo la quiero cogiendo mi mano y que le veamos juntas por
primera vez... Además... ¿Había ecógrafos en tu tiempo? (Mientras marcaba el número)
T: Muy graciosa, Wilson... (Maca le sacó la lengua mientras al otro lado respondían)
M: Hola, soy Maca. Sí, lo sé, pero es que me es imposible ahora, ya sabes, urgencias,
mucho lío. ¿Podríamos... No... Es que... Sí, si lo entiendo pero... no, ahora no puedo....
De verdad... que no... sí... (Héctor apareció corriendo y le hizo señas a Maca, esta le
miraba extrañada) ... sí... no, no.... ¿puedes esperar un momento? Sí... (Miró a Héctor y
le indicó con la cabeza para que hablase)
H: Diez minutos y esta con vos... (Maca sonrió de oreja a oreja)
M: ¿Sigues ahí? Subo enseguida...
Esther corría por los pasillos, con la mente puesta en el monitor que a aquélla hora ya
debería estar enseñando a su bebé. Abrió la puerta del tirón y se quedó paralizada ante la
imagen que vio.
Maca estaba medio estirada en la camilla, con la cabeza hacia un pequeño monitor, unos
auriculares puesto es sus orejas, el abdomen con una capa gelatinosa que brillaba a la
luz, la doctora mantenía sujeto el detector en un punto de este, pero lo que vio en la
mirada de Maca, completamente concentrada en aquella imagen que Esther no podía ver
desde su posición, lo que sus ojos le decían... la dejaron clavada allí. Aquellos ojos
marrones estaban humedecidos por lágrimas, a través de ellas se podía ver un brillo
diferente en ellos, uno que Esther nunca había visto antes, de completa y absoluta
felicidad.
Dra: Esther, ven... (Al verla allí parada, Maca seguía en aquél mundo en el que solo
estaban ella y su bebé)... vuestro bebé esta perfectamente, todo esta muy bien...
¿Quieres escucharlo? (Haciendo ademán de irle a quitar los auriculares a Maca, la mano
de la enfermera detuvo a la doctora)
E: Déjala un poquito más... (Mirando a su chica con una ternura y amor que hubieran
conmovido hasta al más radical)
Dra: Cómo quieras... (Levantándose y haciendo que Esther cogiera el detector) Os dejo
solas ¿Vale?
E: Gracias... (Sin mirarla, mirando únicamente el rostro emocionado de Maca)
Permanecieron así unos segundo, hasta que la pediatra miró hacia la puerta, implorante,
sin darse cuenta que lo que deseaba que entrará ya estaba a su lado, miró a donde estaba
la doctora y al ver a la enfermera sonrió iluminando absolutamente la habitación, cada
rincón, cada sombra, cada pequeño hueco se llenaba de aquella sonrisa, Maca se quitó el
auricular de una de su orejas.
M: ¿Quieres saber que música hace nuestro bebé? (En un susurro entrecortado por la
emoción)
E: Me muero por escucharle... (Acariciando el rostro de Maca con su mano libre para
después coger el auricular que le tendía, lo colocó en su oreja y escuchó)
Al principio no escuchaba nada, pero luego, como por arte de magia, se escuchaba un
débil golpeteo... pausado... tranquilo... cada latido llegaba lentamente, como si el bebé
se encontrará en una infinita paz. Sus ojos se empañaban mientras seguía escuchando
aquella música, la más maravillosa e increíble de mundo, única en él. Su sonrisa se
ensanchaba a cada latido, su felicidad, su entusiasmo, aquélla sensación de tener todo lo
que deseaba en aquel preciso momento.
M: Es... (No terminó la frase, se encontró con la mirada de Esther y sonrió dulcemente)
¿No quieres verle? (Maca cogió el lector, apartando suavemente la mano de Esther, la
enfermera se acercó al monitor sin mirarlo todavía, concentrada en aquellos pequeños
latidos caprichosos que escuchaba)
E: Es... (Alzó la vista hacia la pantalla y lo vio, y tan solo una pequeña mancha borrosa
en la pantalla, una manchita con su cabecita, sus piernas y sus bracitos, sonrió feliz y
acarició la pantalla como si así lo pudiera acariciar a él)... nuestro pequeño...
M: Sí... (Mirándola embelesada, sintiendo como su cuerpo no podía con tanta emoción
contenida, ambas empezaron a llorar, con la vista fija en la pantalla, escuchando sus
pequeños latidos, mirando como de vez en cuando el pequeño se movía un poco y
riendo al verle hacerlo)
A los cuatro meses de embarazo, Esther se dio cuenta de un pequeño detalle... Maca
empezaba a tener barriguita. Lo había notado una noche, cuando se abrazaba a su
cuerpo desnudo para dormir algo. Al poner su mano sobre el abdomen de Maca notó
que ya no se adhería tan perfectamente como antes.
E: Maca... (A su oído)
M: Cariño... que estoy que no puedo con mi alma... De verdad...
E: Que no es eso, tonta. (Riendo y besando su hombro) Que hay algo raro...
M: ¿Cómo de raro? (Suspirando y mirándola)
E: Vale... ya te dejo dormir... (Sacándole la lengua y recostando en la cama, Maca se dio
la vuelta y la miró)
M: tontita... (Acariciando su rostro)
E: ¿Te has dado cuenta?
M: De que eres tonta... mhmhmhmh... sí. (Se llevó un golpe cariñoso de su chica)
E: De esto (Tocando su abdomen) Tú si que eres tonta (Fingiéndose molesta)
M: Uy... que se me enfada mi niña... (Sonriendo y besando su mejilla) Ven aquí, anda...
(Abrazándola) ¡Eh! (Riendo a carcajadas)
E: ¿Qué? (Sobresaltada)
M: Creo... (Ponía su mano sobre su abdomen, sonrió de oreja a oreja, con el corazón
acelerado y riendo limpiamente)
E: Cariño, ¿Qué pasa? ¿Estás bien?
M: Mira... (Tomó la mano de Esther y la puso debajo de la suya, apretándola contra su
barriga)
E: Ey, ¿Qué pasa? (Se acercó y se sentó sobre sus piernas, Maca la abrazó)
M: Vamos al hospital ¿Mhm?
E: ¿Al hospital? Nos da tiempo a desayunar antes del... (La miró y la preocupación de
Maca se coló en ella) Vamos... (Cogiendo su mano y levantándose, se vestían corriendo
sin apenas hablar, Esther no entendía nada, solo lo que los ojos de Maca le habían dicho,
al menos, lo que sentía Maca)
Cogieron el coche, hacia tiempo que (para enfado de Maca) no cogían la moto, la
enfermera tenía miedo de que tuvieran un accidente, y Maca por no escuchar su
discurso de horas sobre la seguridad en coche, había aceptado sin rechistar. Y la pediatra
tampoco podía conducir, de hecho, en realidad, había sido relegada al asiento detrás sin
peros posibles, desde entonces, cada vez que Maca se subía al coche, tenía la sensación
de ir en taxi.
Decía cada vez que iban a trabajar, menos aquel día, que se limitó a subirse y a esperar a
que Esther encendiera el motor.
Ambas sabían que mentían, pero en casos como aquel, más valía una mentira para
intentar calmarse que decir la verdad, sobre todo cuando la verdad podría llegar a
consistir en un golpe tan fuerte contra la pared de la realidad, que ninguna de las dos
podría superar.
Como cualquier otro día entraron en urgencias, aunque aquel día era algo diferente, eran
pacientes, con privilegios, pero pacientes al fin y al cabo.
T: ¡Buenos días! Que madrugadoras... ¿Os habéis caído de la cama? (La mirada que
recibió por parte de las dos bastó para que se callara)
E: ¿Quién hay de guardia?
T: Pues (Algo extrañada) Laura, Vilches y Cruz, un par de los nuevos y de enfermeras...
E: ¿Puedes decirle a Cruz que la esperamos en el despacho de Maca, por favor?
T: Sí, claro, mujer, ¿Pasa algo?
M: Nada, Teresita, no pasa nada. (Sonriendo un poco, no quería preocupar a nadie más)
E: Anda, llámala ¿Mhm? (Poniéndole morritos mientras se iban)
T: Estas dos... cada día más raras... lo que yo te diga, hay gente que no sirve para estar
embrazada...
Subieron al despacho de Maca, en pediatría y Esther hizo que Maca se tumbase en un
pequeño sofá plegable que tenía.
M: ¿esta noche iremos a cenar a casa de tu madre? (Intentando pensar en cualquier otra
cosa que no fuera lo que ambas no podían apartar de su cabeza)
E: Sí, vale, podríamos llamar a Vero ¿No?
M: Sí, seguro que le hace gracia, quiere más a tú madre que a su propia suegra.
E: Es que la suegra que tiene...
M: Como mi madre.
E: Tú madre se esta portando muy bien desde la boda de Vero, cariño.
M: Vale... como mi madre al principio. (Riendo un poco)
“ Venga, Maca, que solo has perdido un poco... ¿Cuánto de poco? Joder, con lo que nos
ha costado llegar hasta aquí, tengo tantas ganas, tenemos, mírala... al principio creía que
lo hacía por mí, ella no tenía muchas ganas, pero cuando nos pusimos a ellos, debí
contagiarla, porque ahora esta como yo... deseando que este bebé nazca... deseando
mirarle por primera vez... Y si... ¿Y si todo sale mal? Y si... es una viso... Venga, Maca,
no digas gilipolleces, tú no crees en esas cosas... mírala... parece muy preocupada,
dios... no soportaría que ella lo pasase mal, yo lo llevaría como podría, pero verla a ella
sufrir... eso no, por favor, eso no... joder, Maca, que aún no se sabe nada, deja de decir
sandeces...”
“ Esther, concéntrate... toda va a salir bien, todo va a salir bien... no, no, no, no... ¡Calla!
... estúpida vocecita... ¿Qué va a pasar? ¿Qué pasa si sale mal? Vale, venga, piensa en
cosas bonitas... Maca... bebé... Maca... Vale, tan bonitas no... Jerez, Jerez es bonito...
Maca se crió allí... bebé... ¡Basta! A ver, Esthercita... ¿Qué es lo que te preocupa? Que
todo salga mal, vale, bien, ¿Qué haces si todo sale mal?... ¿Echarme a llorar? ¡No! No,
eso no, Maca, cariño, mi todo... ¿Qué sentirá ella? Mierda, debe estar sufriendo...
Mucho... ¿Cómo se lo tomará? Joder... no quiero que sufra... no por esto... por
nosotras... tengo que ser fuerte, venga Esther, por ella... por ella lo harás... por ella lo
harías todo...”
C: A ver ¿Qué os pasa? (Entrando sin llamar) Me ha dicho Teresa que estáis raras
(Riendo)
E: Nada, Cruz, es que Maca ha perdido un poco... y... bueno... (Miraba a Maca
indecisa)... que nos hemos preocupado un poco... solo un poco ¿Eh? (La pediatra asintió
ausente)
C: Dios, parece mentira que os dediquéis a esto, sabéis que durante el embarazo, a
veces, es frecuente perder algo, pero no significa nada, tranquilas. (Sonriendo) Ya veo
que el ser madres os nubla la conciencia un poco ¿Eh?
E: Anda, Cruz... mira a ver que tal esta el bebé ¿Eh?
C: Esta bien. (Poniendo los ojos en blanco) Voy a por el eco y miramos ¿Mhm?
E: Te esperamos aquí...
La doctora se fue riendo despreocupada, le hacia gracia que dos de las mejores, se
asustasen por algo como aquello, aunque en parte lo comprendía, ya las madres
“normales”, por llamarlas así, ponían el grito en el cielo, así que ellas, que habían
movido tierra, mar y aire para conseguir aquel embarazo... debían estar histéricas.
M: ¿Te reocupa? (Mirándola seria, Esther se sentó a su lado y cogió su mano entre las
suyas, acariciándola)
E: ¿A ti no?
M: Pues... (Tardó unos segundo en responder, no sabía si lo que iba a decir empeoraría
más su preocupación, pero por otro lado, estaban jutas en aquello, era lo justo)... estoy...
acojonada, Esther. (Arrastró cada palabra, como si así, despacito, fuera a doler menos)
E: Y... yo... yo también... (Ambas apretaron sus manos, compartiendo su miedo)
M: No quiero que sufras... (Esther dibujó una sonrisa)
E: Pues yo no quiero que sufras tú...
M: Vamos apañadas ¿Eh? (Riendo levemente)
E: Sí, (Colocó su mano en el abdomen de Maca, acariciándolo) Bueno. Seguro que este
pequeñín esta bien... será fuerte... (Maca puso su mano sobre la de Esther)
M: Seguro... (Se abrió la puerta y entró Cruz, empujando un carrito con el eco encima)
C: A ver esas super-mamis. Maca, quiero ver ese cuerpo que hace babear a esta.
(Señalando a Esther con la cabeza)
E: Bueno... pero no mires mucho ¿Eh? Que me chivo a Vilches...
C: Bah, si voy a ser la primera en decírselo, se morirá de envidia (Guiñándoles un ojo)
De hecho, el día que Maca “se puso de parto” estaban en ello, metidas en la habitación
que correspondería a este, pintada de un tono amarillo pastel muy cálido, acogedor.
Habían decidido que no tenían porque pintar todo de rosa o de azul, dependiendo del
sexo, al fin y al cabo ¿Para qué? A ellas les gustaba aquel color, además, aunque
hubiesen querido, estaba el inconveniente de que “el pequeño contorsionista” no quería
desvelar ese detalle, era un secreto. Ya tenían todo puesto, menos la cuna, que Esther
movía de un lado a otro bajo las instrucciones de Maca, que apoyada en el marco de la
puerta no terminaba por decidirse sobre cual era el mejor sitio, una Maca con una más
que apreciable barriga de embarazada, de siete meses.
Maca se sentó en el sofá con los pies estirados sobre la mesita, todo esto al más puro
estilo embarazada, vamos que la pobre tardó media hora en acomodarse, media hora en
la que Esther no pudo evitar reírse, y es que cada vez que la pediatra debía levantarse o
sentarse, a Esther le entraba aquella risita, no podía evitarlo.
M: Nada, que cuando termines de reírte de mí, si quieres y te apetece, te puedes sentar a
mi lado ¿Mhm?
E: Sí, cariño. (Sentándose entre risas, Maca sonrió negando con la cabeza y en un gesto
inconsciente paso su brazo por los hombros de Esther, dejando su mano en el hombro de
esta, mano que Esther empezó a acariciar igual de inconscientemente, era una de
aquéllas cosas a las que se habían acostumbrado y que ya ni se daban cuenta)
M: ¿Qué vemos?
E: Pues... no sé... (Empezaba a cambiar de canal) ¡Ey! ¡Esta me la sé! (Canturreaba
haciendo los coros al actor y actriz de la pantalla) Hoooooow wooooonderfuuuuul life is
noooooooow... You’reeee... in the World... (Reía contenta mientras veían a una pareja
cantando encima de las nubes de París)
Al llegar allí se dieron cuenta de dos cosas, la primera, Maca no había roto aguas, la
segunda, solo tenía un empacho, seguramente provocado porque a las cinco de la
mañana se le antojó el engullir todo lo que había en la nevera.
Fue al día siguiente, cuando Maca llamaría al Samur de nuevo y daría a luz a Pablo
Wilson García... Pablito para sus tías
La figura extiende sus brazos, como si fuese a darle un abrazo al aire que le rodea,
llamando la atención de los presentes, mientras su voz resuena, rebotando en cada
pared, queriendo hacerse más grande, clavando cada palabra en los oídos de la gente,
sin saber que apenas nadie las esta escuchando, a pesar de su rotundidad, a pesar de
conseguir que un cuerpo tiemble, no es escuchada.
“Maca la miró mientras se dormía, y por primera vez, durante toda aquella locura,
dejar Jerez, ir a Madrid, Azu, todo... sintió paz. Y dejó de sentir aquel cúmulo de dudas
en su cabeza, Esther tenía razón... en todo... se arrepintió de como había tratado a sus
hermanos, ellos le habían dicho lo mismo que Esther aquella noche, pero por alguna
razón, hasta ella solo habían llegado las palabras de Esther, suspiró y acarició la
mejilla de la enfermera, miró sus labios, Esther tenía una media sonrisa dibujada,
estaba tan guapa... miró a su alrededor, todos dormían ya, y lo hizo... mientras Esther
dormía... fue “infiel” por primera vez... acercó sus labios a los de ella y los acarició
levemente.
“Maca se echo a reír, moviendo la cabeza discretamente hacia a tras, Esther la miró
atontada, allí, con el pelo húmedo, con pequeñas perlas de agua sobre su piel, al
echarse hacia atrás, una de aquellas afortunadas gotas que descansaban en el cuello
de la pediatra resbaló por él, Esther siguió su recorrido hasta que la perdió entre los
pechos de Maca, se mordió el labio y empezó a susurrar.
E: lo siento... lo siento... lo siento... lo siento... (Mientras hacia fuerza con las manos
para sacar su cuerpo del agua un poco y acercarse al rostro de Maca) Lo siento... lo
siento... (En susurros apagados, la pediatra la miraba) lo siento...
Unió sus labios con los de ella, acariciándolos, saboreándolos, con los ojos apretados
con fuerza, sintiendo como su cuerpo temblaba de alegría, de placer, de ternura. Maca
los sentía sobre los suyos, no podía moverse, sabía que si lo hacia atraparía los labios
de Esther y ya nunca los soltaría y aquello no estaba bien, aunque lo deseaba... que
calor le daban, un calor dulce, una caricia, la enfermera se separó sabiendo que no
obtendría nada de Maca, sintiéndose algo culpable por el atrevimiento, pero no lo
había podido controlar, sus impulsos, desde el momento en que sabía que Maca
también sentía algo, quizás no tan fuerte, o quizás sí, no lo sabía, pero lo sentía, y
desde que se lo había dicho, ya no había sido dueña de ellos, ya los había apagado una
vez, pero otra... le había sido imposible. Miró temerosa a Maca, que mantenía los ojos
cerrados.
Mientras el sol empezaba bañar los viñedos de la finca, los del servicio se afanaban en
recoger todo lo de la fiesta y los invitados hacia horas que se habían marchado, dos
mujeres despertaban desnudas, entre sabanas de seda roja y con las sonrisas en los
labios.
“M: Dormimos casi todas las noches juntas... desayunamos juntas... cenamos juntas...
en mi lavadora hay ropa tuya y en la tuya mía... No sé... ¿Qué crees?
E: No cambiará nada. (Riendo) ¿Verdad?
M: No, entre nosotras no, para los demás... tal vez nos vean diferentes, como una
pareja formal, pero nos da igual ¿Mhm?
E: Sí... entonces ¿Qué?
M: ¿Qué de qué? (Riendo un poco)
E: ¡Maca! (Dándole un golpecito en el brazo)
M: ¿Qué he hecho ahora? (Se pararon delante de la moto)
E: Que si me llevas a casa de mi madre... o... vamos a la nuestra... (La miraba con algo
de miedo, quizás estaba metiendo la pata, en aquel momento Maca no estaba en su
mejor época)
M: A casa de tu madre... (Esther suspiró desilusionada, Maca sonrió de oreja a oreja)
Al menos hasta que tengamos “nuestra” casa. (Abrazándola por la cintura sonriente)
E: ¿No la tenemos ya?
M: No, no, esta mi casa, esta tu casa, pero no la nuestra. Habrá que encontrarla ¿No?
(Esther sonrió y besó a Maca, apretándose contra ella)
E: Nuestra...
M: Nuestra... (Le dio un corto beso y le pasó el casco de la moto) ¿Vamos, cariño?”
“C: Primero que te lo saque, ahora que te lo de... (Bromeaba la doctora mientras
dejaba al bebe sobre el pecho de Maca, la pediatra lo cogió con cariño, la enfermera
se pegó a ella para verlo)
M: Mi... (Destapó un momento al bebe)... niño... (Riendo y mirando a Esther)
E: Tu mami tiene la intuición fatal... (Riendo y observándole con los ojos empañados
de lágrimas, como los de Maca, lágrimas de felicidad)... hola... (Riendo al ver que el
bebé la miraba con sus grandes ojos, observándolo todo)
M: Te ha reconocido... (Sonriendo)
E: Va a ser eso... hola, pequeño... (Acariciando su carita)
C: Enfermera, no se para que lo has lavado, sus mamis lo están llenando de babas...
M: Pues claro. (Sin apartar la vista de su niño, el bebe sacó una pequeña manita de
entre la manta, Esther le miró con gran ternura y acarició su mano)
E: Que chiquitita... Mira... (A Maca, la pediatra la observaba tranquilamente, Esther
acarició su mejilla) Mi niña...
M: Tengo todo lo que quiero... todo por ti... (Esther sonrió y besó suavemente sus
labios, en pequeños besos dulces intercalados con sonrisas orgullosas de amabas)
E: Mira... ¡Ha sonreído! (Apartándose de ella un momento y mirando al bebe)
M: Cariño... no puede sonreír aún...
E: ¡Que sí! ¡Lo he visto!
M: Que no... mama... (Remarcó esta última palabra mirándola intensamente)
E: Que sí... mama... (A escasos milímetros de su boca volvió a besarla) “
“De vez en cuando la mira, como si en algún momento, distraída por la historia Esther
se hubiese despertado, pero la mira y ve sus ojos cerrados, como siempre, su boca
ligeramente abierta con la mascarilla de oxigeno puesta. De repente sus ojos se abren
mucho, la mano de Esther se mueve, traza una curva hasta llegar a la mascarilla y la
parta con lentos movimientos.
E: Hola... Princesa... (Su voz suena ronca, pero Maca la mira y sonríe, se acabó la
espera, se acerca lentamente a ella)
M: ¿Ya te has cansado de dormir, cariño? (Con unas lagrimas cayendo por sus
mejillas)
E: No... (Dibuja una media sonrisa) Solo quería saludarte...
M: Cariño... (Maca llora, como nunca lo ha hecho, ha pasado la peor semana de su
vida pero allí está, mirándola y ella no puede dejar de llorar)
E: Mi... niña... cariño... mírame...
Maca alza la vista y la mira, con sus manos aún se aferra a la de ella, tiene tantas
ganas de perderse en esos ojos, pero se concentra y mira a su mujer, atenta a los
murmullos que salen de su boca.
E: Mi niña... que guapa estás... (Sonríe débilmente y hace una mueca, como si ese gesto
le costase una barbaridad)... siempre estás tan guapa...
M: Cariño, no hables, descansa... (Acaricia su rostro con una de sus manos)
E: Maca... mi vida... es perfecta... desde el principio... contigo...
M: Lo sé, mi niña, lo sé, pero anda, no gaste fuerzas, necesitas descansar ¿Mhm?
(Besa su mejilla una y otra vez, lleva una semana sin hacerlo, al menos sin que Esther
lo note)
E: Te... quiero...
Y llora y Maca lo ve, el amor de su vida, la mira a los ojos, Esther hace pequeñas
muecas de dolor que suaviza con una sonrisa.
Siente una mano sobre su hombro, se gira lentamente, la mirada de un Jorge desgastado
por los años acaricia su rostro. El rostro de la mujer que mantuvo aquella sonrisa
radiante de Esther hasta en los últimos momentos. Y mira a sus hijos, se parecen tanto a
ella, y lo sabe. Esther no se ha ido. Esta allí. En su corazón siempre. Y en su hijo Pablo
y su hija Alejandra. Esta allí. Y la siente.
Sale acompañada de su familia, de sus amigos, no siente el sol en la cara, más adelante
no recordará si aquél fue un día lluvioso o no, si era un día gris o soleado. Lo que sí
recordará será la mezcla de sensaciones, aquel querer gritar hasta que su garganta ya no
emitiera sonido alguno, querer echarse a correr, huyendo de allí, hasta que sus piernas
no pudieran soportar el peso de su propio cuerpo, querer romperlo todo, el mundo
inclusive, hasta que no quedará nada. Aquello siempre iría con ella. Invadiendo cada
gesto, hasta el más efímero, impregnándolo con un toque melancólico, del que ya no
podría librarse nunca jamás. Y su sonrisa. Aquella sonrisa radiante de Esther. Todo eso
iría por siempre con ella.
Desea volver atrás. Desea rogarle que se quede en casa. Desea que no cruce la calle.
Desea que este a su lado. Y desea y desea, sus lágrimas se descongelan y comprende.
Comprende que la amó, la ama y la amará. Desde el principio... hasta el final.