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Albiac Gabriel - Pascal PDF
Albiac Gabriel - Pascal PDF
Pascal
Gabriel Albiac
NOVA
índice
(Chateaubriand)
(Borges).
Todo suicidio es apasionante. Tanto más,
cuanto más atroz y rigurosa es su forma.
Lo que sigue no es sino la trabajosa
historia de un suicidio.
La pasión del juego
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La pasión dci juego
Estado a quienes tratan de romper la baraja y abandonar el
juego. Nada puede quedar fuera del nuevo Estado moderno
que Richelieu trata de forjar: ni siquiera el desierto de
ios anacoretas. ¡Que nadie se haga ilusiones! Los tiempos
en que el retiro era cosa privada han pasado. Definitiva
mente. Lo que será el Estado burgués ha iniciado su nave
gación: nada, a partir de ahora, quedará fuera del Estado.
Conviene, tal vez, hacer algunas precisiones acerca de
la trayectoria que, hasta el momento del choque final, han
seguido los protagonistas de esta historia. Me limitaré a
dar dos o tres líneas rápidas del argumento.
Hemos sugerido la existencia de un período decidida
mente mundano en la vida de Jean Duverger de Hauranne,
Abbé de Saint-Cyran. Un par de «chocantes» folletos,
dedicados respectivamente a la reivindicación del suicidio
en servicio del rey (1609) y a la defensa del derecho de los
eclesiásticos a tomar las armas (1617), dan buena razón
de la frivolidad moderadamente extravagante del joven
caballero. La verdad es que difícilmente ese par de textos
menores hubiese otorgado a su autor el menor pasaje a la
posteridad, si la memoria insomne de los hijos de San Ig
nacio no los hubiera sacado, en el momento oportuno (es
decir, en el más inoportuno de todos los momentos), del
olvido. Pero no es sino más tarde, pasado el filtro de los
años de retiro y estudio de San Agustín que junto a su
amigo Jansen (Jansenius. en su forma latinizada) lo reclu
yeran, a partir de 1611, en su propiedad de Champré,
junto a Bayona, cuando Saint-Cyran comprende la vanidad
de sus esfuerzos por brillar en la Corte, para pasar a pro
ponerse un objetivo estratégico de mucha mayor altura:
la reforma de la Cristiandad. A partir de ahí, sus relaciones
con Richelieu (a quien ha conocido antes de su ascenso
fulgurante, cuando éste no es más que obispo de Lu^on)
comienzan a sufrir un proceso de irreversible deterioro
que culminará con su detención en la madrugada del 1S
de mayo de 1638. Sólo entonces el resentimiento del Car
denal cae a plomo sobre la cabeza de Jean Duverger de
Hauranne, acabando con el ambiguo idilio que entre ellos
ha parecido existir durante un considerable período. Lan-
celot, testigo fiel e historiador minucioso de Port-Royal, ha
descrito con detenimiento los esfuerzos de Richelieu
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La pasión del juego
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La pasión del juego
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La pasión del juego
utilizando contra cada una de estas clases el peligro
d e las revueltas populares y la necesidad de un poder
lo bastante fu e rte para reprimirlas1. 14
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La pasión del juego
gobierno estrechamente unido y sometido a ese poder...
Lo que caracteriza los reinados de Enrique IV y Luis XIII
es la constitución de un aparato de comisarios reclutados
en parte entre los oficiales pero en parte también fuera de
los tribunales soberanos... De este modo, la política del
poder central disminuiría progresivamente la importancia
social y administrativa de los oficiales... Lo que siempre
impidió a tos oficiales del anden régitne constituir una
clase en el sentido pleno de la palabra... es el hecho de que
el Estado monárquico del que se alejaban progresiva
m ente en el plano ideológico y político constituía, sin
embargo, el fundam ento económico de su existencia
en tanto que oficiales y miembros de tribunales soberanos.
De ahí la situación, paradójica por excelencia..., de un
descontento y de un alejamiento de una forma de Estado,
la monarquía absoluta, cuya desaparición o siquiera
cuya transformación radical no se puede desear en ningún
caso.'i
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La pasión del juego
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La pasión del juego
cuando se cae en desgracia y uno se ve enviado a su casa
de campo, en la que no se carece ni de bienes ni de criados
para ser asistido en sus necesidades, uno no deja de sen
tirse miserable y abandonado porque nadie le impide
pensar en sí m ism o.1B
¡Fuera del paraíso! ¡A la calle! ¡Fuera! ¡Sin remisión!
¿Qué queda sino el juego, cuando todo lo «serio» se
esfuma inesperadamente como sueño de una noche de
verano? Desde el otro lado de una vitrina que nunca más
volverán a atravesar, los grandes señores caídos se apres
tan a aceptar el reino de la absoluta gratuidad en el que han
sido benévolamente confinados.
«Nada es tan insoportable para el hombre como hallarse
en un total reposo, sin pasiones, sin negocio, sin distracción
sin aplicación. Siente entonces su nada, su abandono, su in
suficiencia, su dependencia, su impotencia, su vacío. Incon
tinente, sacará del fondo de su alma el aburrimiento, el
malhumor, la tristeza, la melancolía, el despecho, la
desesperación.»19 Enfentado a un sentimiento de hastío
irreparable, el siglo va a ver una generación de grandes
jugadores, de libertinos o de matemáticos (que, al fin viene
a ser la misma cosa). De hombres que apuestan duro. Y no
olvidemos —Dostoyevski obliga— que el gentleman —o, lo
que es lo mismo, el verdadero jugador—sólo apuesta a
perder.
Así andan las cosas, así está el «mundo», cuando el
joven Blaise comienza a anunciarse precozmente como una
luminaria con futuro. Más vale que retorne a casa (o que se
quede en ella). Más le vale volver la vista al juego con que
llenar el ocio inevitable, el hastío previsible; a esas distintas
formas del divertissement. de las que el ex-magistrado
Etienne Pascal le enseñara a considerar la más elevada,
la del juego inacabable de la matemática, esa tela de araña
que, en la época, reúne, en torno al padre Mersenne,
a no pocos de los grandes exquisitos ociosos de la sociedad
parisina. A través de él, Blaise, que nunca conoció infancia,
va a descubrir un mundo mágico en el que el juego parece
no tener fin (no seamos ingenuos, para Blaise Pascal lo
tendrá, y muy pronto; pero eso él lo ignora, por el mo
mento): el mundo del número y la figura. El otro divertis
sement, el de libertino, no tardará en mostrársele. En
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La pasión del juego
ambos. Pascal se desenvolverá siempre como un perfecto
gentUhomme.
Una palabra más, sin embargo, antes de lanzarnos de
lleno en el espectáculo atroz del «niño matemático» (junto
a la mujer barbuda o el bufón enano, parte sustancial del
bestiario monstruoso con el que el barroco inicia la moder
nidad).
Nos habíamos preguntado, hace un momento, «¿qué
queda sino el juego?». No es una pregunta retórica; tiene
una respuesta neta, aunque de momento hayamos prefe
rido callarla deliberadamente (entre otras cosas, porque
no es aún pensable por el joven Pascal); la renuncia a todo
juego, el abandono de la mesa (Jacqueline. la hermana
amada-odiada, la encontrará muy pronto). —Pues bien,
a eso, precisamente a eso es a lo que llamamos jansenismo.
Otra respuesta es posible. Blaise la encontrará en el
final de su vida y Nietzsche se la reprochará (con un horror
profundísimo que no acertamos a compartir): el suicidio.
26
Cronología
_ílftSí
& .O V A M i l
*T i v v r r i R v i
¿Al .ÜOI.R
Portada de Augusiinus de Jansenius.
28
Cronología
29
Cronología
33
Aquel insomne juego de ciencia
V -
Pascal niño.
Aquel insomne juego de la ciencia
36
Aquel insomne juego de la ciencia
investigación que llegó hasta el trigésimosegunda pro
posición dei libro primero de Euclides. Estando en este
punto, m i padre entró casualmente en el lugar en que él
estaba, sin que mi hermano se diese cuenta: lo halló tan
embebido, que tardó un buen rato en darse cuenta de su
presencia. Imposible decir quién quedó más sorprendido:
si el hijo aI ver a su padre, a causa de la expresa prohibi
ción que éste le había hecho: o el padre al ver a su h(io en
medio de todas estas cosas. Pero la sorpresa del padre fu e
mucho mayor cuando, al preguntarle qué era lo que estaba
haciendo, le dijo que buscaba tal cosa, que era la trigési
mo-segunda prooosición del librp primero de Euclides. M i
padre le preguntó qué era lo que le había hecho pensar en
eso. E l d(jo que el haber encontrado tal cosa. Y acerca de
ello, al hacerle nuevamente la misma pregunta, le d(h
varias demostraciones más que él habla hecho: y Jinul-
mente, retrotrayéndose y sintiéndose para los nombres de
redondeles y burras, llegó hasta sus definiciones y axio
mas.
M i padre se quedó tan espantado ante la grandeza y po
tencia de este genio que. sin decirle una sola palabra, lo
dejó, se marchó a casa de M. Le Pailleur. que era amigo
intimo suyo y también un gran sabio. Cuando llegó, se
quedó inmóvil y como transportado. M. Le Pailleur.
viendo eso y que incluso vertía algunas lágrimas, quedó
atemorizado y le rogó que no te ocultase por más tiempo el
motivo de su disgusto. M i padre le dijo: no lloro de aflic
ción. sino de alegría. Bien sabéis el cuidado que m e he
tomado en evitar a m i hijo todo conocimiento de la geome
tría por temor a apartarlo de sus otros estudios: sin embar
go. ved lo que éste ha hecho. Y así diciendo, le mostró
lo que había encontrado, en virtud de lo cual podía decirse
que éste habla encontrado la matemática.
,M. Le Pailleur quedó no menos sorprendido de lo que lo
había quedado m i padre: y le dijo que no consideraría justo
mantener más tiempo cautivo un tal espíritu, y seguir
ocultándole este conocimiento: que era preciso dejarte ver
los libros sin seguir refrenándolo.
equidad del cálculo, hasta tal punto que a cada uno de los
jugadores se le asigna siempre lo que de acuerdo con la
justicia le corresponde... Así, uniendo el rigor de las de
mostraciones de la ciencia a la incertidumbre del azar, y
conciliando ambas cosas en apariencia contrarias, puede,
tomando de ambas su nombre, arrogarse con todo dere
cho el siguiente pasmoso titulo: La Geometría del azar.
No hablaré del Gnomon, ni de las variadas e innúmeras
investigaciones que tengo entre las manos; a decir verdad
ni están acabadas ni son dignas de serio.
Paso también bajo silencio mi trabajo sobre el Vacío,
que pronto será impreso...
Tales son los frutos maduros de nuestra Geometría...7
43
A q u el i n s o m n e ju e g o d e la c ie n c ia
50
A q u el in s o m n e ju e g o d e la c ie n c ia
54
A q u e l i n s o m n e j u e g o d e la c ie n c ia
PENSEES
D E
M- PASCAL
S U R LA R E L I GI ON,
ET SUR. Q J J E L Q U E S
AUTRES SUJETS.
I.
Contre tZndijference des AthéeS.
U e ceux qui combattenc
la Religión apprennent au
moins quelle elle cft avanc
que de la combattfe. Si
ccttc Religión le vantoic d’avoir une
____ vcuc elaire de Dicu , & do le poífeder
Cabezal de los Pensamientos.
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A q u e l in s o m n e ju e g o d e la c ie n c ia
63
Aquel insomne juego de la ciencia
Jansenius (1585-1638).
64
Como una persistente pesadilla
Exilios y reinos
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C o m o u n a p e r s i s t e n t e p e s a d illa
La muerte en el espejo
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C o m o u n a p e rs is te n te p e sa d illa
74
C om o u n a p e rs is te n te p esad illa
Las tensiones se prolongan. Las escaramuzas se suce
den. El cariño profundo que las dos grandes animadoras de
Port-Royal, las hermanas Arnauld, Agncs y Angélique,
sienten hacia su novicia, les hace considerar incluso la po
sibilidad de aceptar a la joven Pascal sin dote, a lo que ésta
no se muestra (orgullo familiar obliga) muy dispuesta.
La correspondencia de Jacqueline. a lo largo de estos me
ses, da cumplida cuenta de todo este infierno que planea
sobre las cabezas de los Pascal.
Blaise, sometido a un desgarramiento interno en el que
el cariño profundo hacia Jacqueline acaba por imponerse,
aun a costa de una grave recaída en su enfermedad, aca
bará rindiéndose sin condiciones. La Mere Angélique (una
vez más la pureza gélida de Port-Royal) lo habrá aún de so
meter a una última corrección, amarga y gratuita, en el
momento mismo de capitular:
No faltaba ya más que firmar. Era la antevíspera de
la profesión: Pascal se dirigió hasta la reja de la clausura
acompañado por hombres de negocios y notarios. Pero la
Mére Angélique. que era una de las partes contratantes,
se encontró demasiado indispuesta aquel día para apare-
cer; y, congratulándose de ello, le hizo decir que no habla
prisa, que todavía tenia tiempo de meditar y que ya habría
mucho tiempo después de la profesión de su hermana: lo
que equivalía a decir, después de que la Casa por sí sola se
hubiera hecho cargo de ella. Los hombres de negocios
se quedaron muy sorprendidos por este modo de tratar el
asunto. Pasad se sintió herido en su orgullo: volvió al
día siguiente, encontró a la Madre en mejor estado y se
apresuró a concluir la cuestión con toda clase de expre
siones de disgusto por no poder hacer más. Mientras
mantenía la pluma parafirmar, aún le decía ella: "Ya veis.
Señor, hemos aprendido del difunto Sr. de Saint-Cyran a
no recibir para la Casa de Dios, nada que no venga de
Dios»*
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C om o u n a p e rs is te n te p esad illa
persona que tan querida nos es; pero desearía que fuese él
mismo quien os diese cuenta de ello, para que así no
tengáis motivo alguno de duda.
Todo lo que puedo decir, dado que carneo de más tiempo,
es que por la misericordia de Dios se halla en un estado de
gran deseo de entregarse todo a El. sin que. no obstante,
haya determinado aún bajo qué género de vida. Aun
cuando se halla, desde hace más de un año. preso de un
gran desprecio por el mundo y de un hastío insoportable
respecto de todas las personas que en él se hallan, lo que
podría ¡levarlo, dado su natural impetuoso, a grandes
excesos, hace, sin embargo, uso de una moderación que
me lleva a concebir grandes esperanzas. Se ha entregado
en cuerpo y alma a la dirección de M. Singlin. y espero que
lo hará con una sumisión de niño, si éste, por su parte,
quiere aceptarlo... Aunque se encuentra peor de lo que lo
haya estado últimamente, eso no lo aleja en modo alguno
de su objetivo; lo cual pone de manifiesto que sus razones
pasadas no eran sino pretextos. Observo en él una humil
dad y una sumisión, incluso hacia mí. que me sorprende.
No encuentro, finalmente, otra cosa que deciros, sino que
parece claramente que no es ya su espíritu natural quien
actúa en él.u
FUEGO
Dios de Abraham, Dios de Isaac. Diosde Jacob,
no de los Filósofos ni de los sabios.
Certidumbre. Certidumbre. Sentimiento. Alegría. Paz.
Dios de Jesucristo
Deum meum et Deum vostrum.
Tu Dios será mi Dios.
Olvido del mundo y de todo lo que no sea Dios.
El sólo puede ser encontrado por las vías
enseñadas por el Evangelio.
Padrejusto, el mundo no te ha conocido.
pero yo te he conocido
Alegría, Alegría. Alegría, llora de alegría.
De El me separé
Dereliquerunt mefontem aquae vivae.
Señor, ¿me abandonaréis?
Que no me vea eternamente separado
Esta es la vida eterna
que te conozcan único Dios verdadero
Dios y aquél a quien enviaste J.C.
Jesucristo
Jesucristo
83
C o m o u n a p e r s i s t e n t e p e s a d illa
Granjas de Port-Royal.
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A.M.D.G.: Los que juegan a ganar
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A.M.D.G.: Los q u e ju e g a n a g a n a r
Gesuiti modemi
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A.M.D.G.: L os q u e ju e g a n a g a n a r
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A.M.D.G.: Los q u e ju e g a n a g a n a r
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A.M .D.G.: L o s q u e ju e g a n a g a n a r
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El asilo de los locos
Inventarío de cenizas
«C'est une chose horrible de sentir s’écouler tout ce
qu’on possede».1 La larga crisis iniciada en la noche del 23
de noviembre del 54, provisionalmente diferida por el en
tusiasmo militante de las Provinciales, ha ido horadando,
con una profundidad que, desde su comienzo, era ya fácil
de adivinar, el espíritu pascaliano. Toda puerta de espe
ranza se cierra; el abismo se abre de nuevo a los pies de
Pascal. Port-Royal, incluso, aparece ahora desprovisto de
su catártico carácter primero. En el silencio del retiro,
lejos del calor —a fin de cuentas, mundano— de las gran
des polémicas públicas, las certidumbres van perdiendo
consistencia, la voluntad misma de la lucha va cobrando
el tinte de una empresa vana y temeraria. Ultima huella de
la soberbia y del orgullo. ¿Por qué hablar? ¿Para qué dis
cutir, discurrir? ¿Por qué no guardar silencio? La trama se
cierra, lenta y pastosa, a lo largo de media década de en
fermedad y desesperación insostenibles. Jacqueline. mu
riendo en el silencio de una dignidad igualmente ignorante
de compromisos y de justificaciones teóricas, ¿no ha dado
ya, acaso, el ejemplo vivo —«Dios nos otorgue el favor de
una muerte como la suya», habría comentado Pascal—
del único camino transitable para el cristiano: el silencio y
la fe, la palabra de Dios contra toda palabra de los hom
bres? Enmudeced ante Dios; guardad con vergüenza
vuestro oropel festivo de penosos artífices retóricos. La
palabra de Dios no es repetible por el hombre. Toda va
nidad deberá, al fin, ser ahogada en el silencio. Dejad la
palabra del mundo a los hombres del mundo; ningún
lugar hay para ella en el desierto.
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El a s ilo d e lo s lo c o s
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El a silo d e lo s locos
De la miseria a la angustia
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El a silo d e lo s locos
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El a silo d e lo s locos
Yo, fantasma
La costumbre de ser
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El asilo d e los locos
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El asilo de los locos
Mascarilla mortuoria.
120
Epílogo
121
Notas
122
Ñ o las
123
\o ia s
24. RAYMOND, P.: Le passage au matérialismei París. Maspero.
1973. pp. 93-94.
25. OC. p.372.
26. GHYMONAT. L.: Op. cit., p. 294.
27. En OC, p.
28. Ver SAINTE-BEUVE: Op. cit., 1, pp. 889-890.
29. Pensamientos. N° 691.
30. lb(d., N° 781.
31. OC, p. 531.
32. Cfr., particularmente, BOl'lLLIER: Histoire de la pbilasophie
cartesienne, París, 1868,1, pp. 543-544.
33. OC, p. 535.
34. Puesto que «ciertamente un tal método sería bello, pero es absoluta
mente imposible» (OC, p. 578).
35. OC. p. 579.
36. OC, p. 585.
37. OC, p.372.
38. En Méthodes chez Pascal, ed. cit., p. 117.
39. Cfr. OC, pp. 371 y 429-430.
40. Cfr. OC. pp. 430-431 y 462.
4 1. Pensamientos, N8 687.
124
N otas
l.O C .p.215.
2. RAC1NE. J.: Oeuvres completes; París, stéréotype d'Herhan.
1813, vol. IV, p. 24.
3. BORGES, J.L .: «Los teólogos»; e n ElAleph,
4. OC. 0.1073.
5. LUGONES, L.: «B imperio jesuistico». en Jesuítas. n° 3 de la Re
vista Hiperión, Madrid. 1978, pp. 106-107.
6. OC, pp. 703-706.
7. OC. pp. 709y 716-717.
8. CASS1RER. E.: Op. cit. I. S36.
9. OC, pp. 689 y 692.
10. O C.p.
11. OC. p. 1063.
12. OC, pp. 529 y ss.
13. BEGUIN, A.: Pascal par lui-méme; París, Seuil, 1952. p. 45.
14. O C .p .903.
15. OC, p. 904. Cfr. También OC. pp. 1073-1074.
1. Pensamientos, N“ 757.
2. Ibid.. N* 532.
2 bis. Ibid., N® 641.
3. Ibid., N* 622. Cfr. también OC, p. 1138.
4. Ibid. N° 136.
5. Ibid.
6. Ibid.
7. Ibid.
8. Ibid., Números 134 y 414.
9. Ibid., N* 166.
10. Ibid., N* 192.
11. Ibid., N# 99.
12. /M /..N °4 0 I.
13. Ibid., N° 756.
14. Ibid., N° 768.
125
N otas
15. ¡bíd., N* 116.
16. lb(d.. Números 114y 122.
17. Ibíd., N# 52.
18. Ib(d., N# 167.
19. Ibtd., N# 182.
20. Ibíd., N“ 530.
21. Ibíd., N° 828.
22. Ibíd., N° 44.
23. ALTHUSSER, L.: Philosophie el philosophie spontanée des sa-
wm/s (1967); París. Maspero, 1974, pp. 83-84.
24. ESP1NOZA, B.: Etica. III. escolio a la proposición IX.
25. Pensamientos. Números 554 y 665.
26. Ibfd.. N° 621.
27. Ibíd., N#92.
27. Ibíd., N° 597.
29. Ibíd.. N°806.
30. Ibfd., N° 101.
31. Ibíd., N°978.
32. Ibíd., N° 78.
33. Ibfd.. N°983.
34. Ibfd., N° 126.
35. OC. p. 540.
36. Pensamientos, N° 418.
37. Ibíd., N# 419.
38. Ibíd., N® 821.
39. Ibíd., N° 795.
40. Ibíd., N° 200.
41. Ibfd., N® 756.
42. Ibíd., N“ 116.
43. BLOCH, E.: Avicena y la izquierda aristotélica; Madrid, Ciencia
Nueva. 1968.
44. Pensamientos, N° 607.
45. Ibíd., N®803.
46. Ibíd., N® 434.
47. N1ETZSCHE. F.: Ecce Homo, Madrid. Alianza Editorial. 1973.
página 42.
48. NIETZSCHE. F.: Más allá del bien y del mal; Madrid. Alianza
Editorial. 1973. p. 72.
EPILOGO
1. Pensamientos, N® 165.
2. OC. p. 41.
Bibliografía
1. E d icio n es
A) Obras completas
CHEV AU ER, J a c q u e s ; Ed. de la Pléiade, París. 1949. La
ordenación de los Fragmentos de Pensées resulta parti
cularm ente cóm oda para el no especialista. Quizás la
edición de más cómodo manejo.
L a F uma , LouiS; LIntégrale, París, E d. du Seuil, 1963.
M e sn a r d , J ean ; Ed. Desclée de Brouwer. En curso de
publicación, a partir de 1964. Constituye la edición crí
tica más acabada de la obra pascaliana.
B) Traducciones castellanas de Pascal
La más antigua traducción de Pascal al castellano
que nos es conocida, es la de Las Provinciales, a cargo
de Gratiano Cordero de Burgos, fechada en 1760 v sin
pie de imprenta.
Existe una traducción de Pensamientos, prologada
por Xavier Zubiri y editada en la Colección Austral de
Espasa Calpe, Madrid, 1940. En 1981 ha aparecido una
nueva traducción de J. Llansó en Alianza Editorial,
Madrid. En esta misma fecha se publica otra traduc
ción de Pensamientos, dentro de Obras Completas, a
cargo de Carlos R. de Dampierre y prologada por José
Luis L. Arangure, en la Editorial Alfaguara.
2. E stu d io s
A) S o b re B laise Pascal
B) Sobre Port-Royal