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Cada vez más a menudo, las escenas de violencia y combate se cuelan en la novela romántica. Quizás porque son las únicas
escenas que pueden equipararse en intensidad a una escena de pasión amorosa. Muchos clímax de novela no son más que
una gran batalla que decide el destino de los protagonistas, quienes están unidos no solo por sentimientos individuales de
amor profundo, sino además por una causa más amplia que puede comprometer la suerte de naciones enteras. Estas escenas
también suelen utilizarse para marcar los puntos de giro que dividen la novela en sus diferentes actos.
Narrar una batalla nunca es fácil. Por algo Tolstoi, el autor de Guerra y paz y quizás el escritor ruso más grande de todos
los tiempos, las evitaba cuanto podía, incluso cuando eran el leitmotif de sus argumentos.
Existen, sin embargo, técnicas particulares que nos permiten recrear el ambiente de una batalla de manera vívida.
“La clave de una buena escena de batalla es el punto de vista. Evita la vista panorámica. Es un error común describir la
acción a vuelo de pájaro o ir saltando de personaje en personaje. No intentes cubrirlo todo. En cambio, escoge un
personaje y sitúate en su cuerpo a lo largo de la batalla. Por ejemplo, si estás relatando el choque entre dos ejércitos de
soldados, la elección más obvia sería narrarlo desde el punto de vista de un oficial. Pero en una batalla también hay
ayudantes de campo, personal técnico, cocineros, encargados de documentar el combate, incluso algunas mujeres. Y
depende de quien se trate, diferirán las reacciones frente a una misma situación de violencia.
Una escena de acción necesita de verbos. Disparó, corrió, asestó, gritó. Verbos activos. Los adjetivos y adverbios
estorban. Así que limítalos al mínimo necesario y procura que sean simples. Prefiere oraciones y párrafos breves; acción
es sinónimo de velocidad. Las introspecciones aquí tampoco ayudan. No querrás poner a tu personaje a reflexionar sobre
la vida mientras las balas zumban junto a su cabeza.
Ten en cuenta qué tipo de armas le das a tu personaje. No es lo mismo, por ejemplo, un oficial de artillería que un soldado
a caballo. El artillero está obligado a permanecer en un punto fijo junto a su arma mientras que un hombre a caballo debe
cargar sin descanso contra los enemigos en el frente de combate.
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No te detengas a comentar cuestiones de táctica o movimientos de tropas o número de bajas. Tu lector no puede distraerse
con cálculos en plena batalla. Déjalo para después. Mantén el foco puesto únicamente en lo que experimenta tu personaje
a nivel físico. Muestra cómo el miedo, el valor, la pena o cualquier otra emoción impactan en su cuerpo. Describe los
efectos antes que las causas.”
Algunos ejemplos
Veamos en los siguientes ejemplos de qué manera Diana ha llevado estas sugerencias a la práctica:
(…)
Jamie avistó a Allan McDonald, el mando de Flora, pálido, contemplando a la muchedumbre en la orilla. El mayor
McDonald luchaba para mantenerse de pie en el agua. Había perdido la peluca y se le veía la cabeza descubierta y
herida, con la sangre cayéndole sobre la cara. Tenía los dientes apretados, aunque no había forma de decir si era de dolor
o ferocidad. Otro disparo lo alcanzó y él cayó, salpicando agua… pero volvió a levantarse, muy lentamente, y luego se
lanzó hacia adelante, a una zona donde el agua era demasiado profunda para mantenerse en pie. Aun así, se levantó una
vez más, dando frenéticos manotazos, rociando sangre desde su boca destruida,en un esfuerzo por respirar.
(…)
«Hazlo tú, muchacho», dijo la voz desapasionada. Él levantó el rifle y le acertó limpiamente en la garganta a McDonald,
que cayó hacia atrás y se sumergió de inmediato.
Éste es un fragmento de Viento y Ceniza que describe una emboscada. Aquí puede verse cómo la escena es enfocada desde
el punto de vista de Jamie, quien por cuestiones de lealtad a la causa americana se ve obligado a disparar contra su
propia gente.
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Examinemos otro fragmento, esta vez de la novela Forastera.
Debido a la proximidad, el estallido del trabuco fue estremecedor. Tomó por sorpresa a los atacantes, en
especial al que recibió la bala. El hombre quedó inmóvil un momento y luego sacudió la ca¬beza, confundido.
Lentamente, se sentó y cayó hacia atrás para rodar hasta las tenues brasas del fuego. Aprovechando la
confusión, Jamie quitó de un golpe la espada a otro atacante. Dougal ya estaba de pie otra vez y Jamie se apartó
para dejarle espacio para luchar. Uno de los asaltantes abandonó la pelea y corrió a sacar a su compañero de las
cenizas calientes. Sin embargo, todavía quedaban tres enemigos y Dougal estaba herido. Pude divisar las gotas
oscuras que salpicaban la roca cuando movía la espada. Ya estaban lo suficientemente cerca y alcancé a ver el
rostro de Jamie, tranquilo y concentrado, absorto en la emoción de la batalla. De pronto, Dougal le gritó algo.
Jamie quitó la vista del rostro de su contrincante por un segundo y miró hacia abajo. Levantó la mirada justo a
tiempo para esquivar la hoja de la espada contraria, saltó a un lado y arrojó su espada. Su adversario contempló
asombrado la espada clavada en su pierna. Tocó el filo con algo de estupor. Entonces, cogió la hoja con firmeza
y tiró de ella.
Repasemos: punto de vista cerrado, verbos activos, oraciones breves, emoción reflejada en el cuerpo, descripción de los
efectos… Es evidente que Diana nunca pisa un campo de batalla sin llevar consigo sus armas preferidas. Todas ellas
magistralmente puestas al servicio de la narración para transmitir de manera vívida la experiencia de un combate cuerpo a
cuerpo.
Éste ha sido apenas un acercamiento al difícil tema de la narración de escenas de acción. Siempre es recomendable acudir a
lo que un experto del oficio pueda enseñarnos; y Diana es, sin duda, una autoridad en la materia.
Así que ya sabes, apronta tus armas para el próximo combate que debas narrar. Prueba a afilar tus verbos y sacarle punta a
tus párrafos. Y aunque en el campo de batalla nadie tiene la victoria garantizada, sin duda estarás mejor equipada para
enfrentar (y conquistar) a tu lector.