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La elección de los datos y su adaptación con visitas a la

argumentación

1. La selección de los datos y su presencia


Los acuerdos de los que dispone el orador, sobre los que puede apoyarse para
argumentar, constituyen un dato, pero tan vasto y susceptible de utilizar de formas
tan variadas que la manera de valerse del presenta una importancia capital. Antes
de examinar el uso argumentativo de este dato es indispensable, pues, atraer la
atención sobre el papel de la selección previa de los elementos que servirán de
punto de partida a la argumentación y de adaptación a los objetivos de esta última.

Por tanto una de las preocupaciones del orador será la de darle presencia, solo
mediante la magia del verbo, a los que esta efectivamente ausente y que considera
como importante para su argumentación, o valorizar, haciéndolas más presentes,
ciertos elementos ofrecidos real y verdaderamente a la conciencia.

Bacon expresa, en el lenguaje filosófico de su tiempo, una idea próxima a la nuestra:


la presencia, fenómeno psicológico para comenzar, se convierte en un elemento
esencial en la argumentación. Ciertos maestros de retórica, partidario de efectos
fáciles de obtener, preconizan el recurso, para conmover al auditorio, a objetos
concretos, como la túnica ensangrentada de Cesar que blande Antonio ante los
romanos, como los hijos del acusado a los que se llevan ante los jueces para excitar
su piedad. El objeto real debe acarrear una adhesión, imposible de conseguir con
la mera descripción del objeto.

La importancia de la presencia de la argumentación no se destaca únicamente de


forma positiva: la supresión deliberada de la presencia constituye un fenómeno muy
notable y que mereciera un estudio detallado. Hagamos solo una observación, que
nos parce esencial, sobre el carácter irreal de todo lo que no forma parte de nuestra
acción, lo que no se relaciona con nuestras convicciones.
La noción de presencia, no es elaborada filosóficamente. Una filosofía que hiciera
de la presencia una piedra angular de su constitución, como la de Buber o Sartre,
la relacionaría con la ontología o la antropología. Pero nuestro propósito no es este,
nosotros

Tendemos al respecto técnico de esta noción que lleva a la conclusión inevitable de


que toda la argumentación es selectiva, pues elige los elementos y la forma de
presentarlos. De ahí que se exponga inevitablemente al reproche ser parte y por
tanto, parcial y tendenciosa. Y un reproche que se debe tener en cuenta cuando se
trata de un argumentación que se espera que se convincente, es decir, validad para
el auditorio universal. Una argumentación tendenciosa, adoptada con un fin
deliberado, con vistas a un partido al que favorece por interese o por función,
debería completarse con la argumentación contraria, a fin de permitir un equilibrio
en la apreciación de los elementos conocidos. Solo después de oír a las dos partes,
tomara una decisión el juez.

2. La interpretación de los datos.


La utilización de loa datos con vistas a la argumentación no puede hacerse sin una
elaboración conceptual que les dé sentido y los haga relevantes para la continuación
del discurso. Los aspectos de esta elaboración son los que proporcionan uno de los
caminos por lo que se puede captar mejor lo que distingue una argumentación de
una demostración.

El estudio de la argumentación nos obliga, en efecto, a tener en cuenta, no solo la


selección de los datos, sino también la manera de interpretarlos, la significación que
se decide atribuirles. En le medida en que constituye una elección consciente e
inconsciente, entre carios modos de significación, la interpretación puede
distinguirse de los datos que se interpretan y oponerse a estos.

El problema que nos preocupa solo se le aparecerá en toda su extensión a quien


se percate de que la interpretación no consiste solo en la elección, sobre un campo
bien definido, entre interpretaciones que parecen incompatibles, sino también en la
elección del campo sobre el que recaerá el esfuerzo de interpretación. En efecto se
puede describir el mismo proceso cuando se trata de apretar un perno, ensamblar
un vehículo, ganarse la vida, fomentar el número de exportación. Por otra parte, se
puede analizar un acto en sí mismo, delimitado lo más posible, considerando desde
su aspecto más contingente y asilado de la situación. Pero también puede
interpretarse como símbolo, como medio, como precedente, como jalón en una
dirección.

Para los antiguos, ya sean filósofos, juristas o teólogos, la interpretación concierne


normalmente a los textos; psicólogos modernos, sobre todo, han insistido en la
ubicuidad de la interpretación, la cual este presente incluso desde el punto de la
vista de la percepción. Para disipar un poco las confusiones que estos usos
múltiples de la noción de interpretación no dejarían de provocar, sugerimos una
distinción, entre la interpretación de signos y la de indicios. Por signos entendemos
todos los fenómenos susceptibles de evocar otro fenómeno, en la medida en que
se utilizan en un acto de comunicación, con miras a esta evocación. Ya sean
lingüísticos o no, lo importante, para nosotros, es la intención de comunicar que los
caracteriza. El indicio, por el contrario, permite evocar otro fenómeno, de manera
objetiva, independientemente de cualquier intencionalidad.

3. Interpretación del discurso y sus problemas


Nuestras consideraciones han puesto de manifiesto la ambigüedad del dato
argumentativo que se ha de interpretar, así como la multiplicidad de los aspectos,
en constante interacción, por los cuales el dato se presta a la interpretación. Nadie
ha trabajado con más pasión en esta cuestión que A. Richards. Para el, la retórica
no está vinculada esencialmente, como para nosotros, a la argumentación; es, como
para Jean Pauflan el estudio de la expresión, y, más concretamente aun, el de la
interpretación lingüística.

Cualquier autor debe poder contra la buena voluntad del interprete, quien esta tanto
más dispuesto al esfuerzo cuanto más prestigioso sea el texto. Pero quizás por esto
mismo se corta el riesgo de imponer al autor una interpretación que dependería de
las convicciones podrías del lector. Aunque en menor medida, en cuanto el autor
goza de cierto crédito, la buena voluntad en la interpretación del texto nos es
independiente de lo que ello interprete admite, puesto que debe incorporar lo que
aporta el autor a sus propias convicciones. Ahora bien, las tesis aceptadas pueden
variar según los intérpretes.

Las posibilidades de interpretación que presentan un texto condicionan su claridad.


Sin embargo, para que la existencia de interpretaciones no equivalentes atraigan la
atención, es preciso que las consecuencias que se desprenden de una de ellas
difieran, de algún modo, de las que se derivan de otra.

4. La elección de la calificación
La disposición de los datos con miras a la argumentación consiste no solo en su
interpretación, en la significación que se les da, sino también en la presentación de
ciertos aspectos de estos datos, gracias a los acuerdos subyacentes en el lenguaje
que se emplea.

Esta elección se manifiesta de la forma más aparente por el uso del epíteto, el cual
resulta de la selección visible de una cualidad que se antepone y que debe
completar nuestro conocimiento del objeto. Se utiliza sin justificación este epíteto,
porque se supone que enuncia hechos incuestionables; solo la elección de estos
hechos aparecerá como tendenciosa. Está permitido llamar a la Revolución
Francesa “esta sangrienta revolución”, pero no es la única forma de calificarla y
perfectamente se podrían elegir otros epítetos.

No solo la argumentación concreta implica la existencia de clasificación, sino que


a veces incluso tales clasificación permiten descalificar lo que no se inserta en ellas
y, por esta razón, parece defectuoso. Los marxistas agrupan todas las filosofías en
materialistas o idealistas. Por eso, a los metafísicos que no se colocan en una ni en
otra categoría se les acusara de que carecen de valor.

Para operar este cambio de punto de vista, se puede utilizar, no solo el nombre
común y el adjetivo, sino también el nombre propio. Las calificaciones presentan, a
veces, un carácter tan inesperado que, más que una elección, se pensara que se
trata de una figura argumentativa. El modo de clasificar es lo que produce un efecto
sorprendente.
5. Sobre el uso de las nociones
La clasificación de los datos y su inserción en clases constituyen los dos aspectos
de una misma actividad, analizada teniendo en cuenta tanto la comprensión como
la extensión, y que es la aplicación de las nociones al objeto del discurso. Estas
nociones, mientras su empleo no suscite dificultades, se presentan igualmente
como datos con los que se cree poder contar y con los que en efecto se cuenta con
eficacia. Pero, pueden tener diversas interpretaciones la naturaleza de este
acuerdo, la conciencia de su precariedad, sus límites y también las posibilidades
argumentativas que encubre.

En medida en que las experiencias futuras y el modo de examinarlas no son del


todo previsibles, es indispensable concebir los términos con la mayor precisión
como si estuvieran rodeados por una franja de indeterminación suficiente para que
puedan aplicarse a lo real. Una noción perfectamente clara es aquella de la que se
conocen todos los casos de aplicación y que, por tanto, no admite un nuevo uso que
sería un uso imprevisto; solo un conocimiento divino o convencionalmente limitado
es adecuado para tal exigencia.

Cuando el uso de las nociones no está formalizado, la aplicación de estas plantea


problemas relativos a la adecuación y a la precisión de los conceptos. Estos
problemas son tanto más ineluctables cuanto más vagas y confusas son las
nociones empleadas. Es el caso, concretamente, de las nociones que, de forma
explícita o implícita, se refiere a conjuntos indeterminados, como los giros negativos:
“aquellos que no pagan los impuestos”.

Los valores admitidos por el auditorio, el prestigioso del orador, hasta el lenguaje
empleado, todos estos elementos están en constante interacción cuando se trata
de conseguir la adhesión de los individuos.

6. Clasificación y oscurecimiento de las nociones


La necesidad de un lenguaje univoco, que domine el pensamiento científico, ha
hechos de la claridad de las nociones un idea que se cree misma claridad puede
constituir un obstáculo para otras funciones del lenguaje. Una vez efectuada la
integración, el sistema en cuestión aportara, además de las reglas formales, las
reglas semánticas relativas a la interpretación de los signos, su aplicación a un
aspecto determinado de lo real, considerado modelo del sistema analizado.

Sin embargo, cabe observar que el uso ambiguo de las nociones se compleja por la
especificación de situación tradicionalmente reglamentadas en las que se precisa al
máximo la utilización de estas mismas nociones. No se puede suprimir una noción
confusa con la enumeración de los casos en los que se aplica. Esto equivale a decir
que no la podemos echar de nuestras preocupaciones mediante la crítica sucesiva
de algunos de sus aspectos; no basta, en absoluto, con mostrar que todas las
formas de justicia, de libertad, de sabiduría que se analizan constituyen un señuelo
para devaluar definitivamente estas nociones.

Como el sentido de las nociones depende de los sistemas en los que utilizan, para
cambiar el sentido de una noción, basta con insertarlo en un contexto nuevo y, sobre
todo, integrarlo en razonamientos nuevos. Las nociones confusas ponen, a quien
las emplea, ante una serie de dificultades que, para resolverlas, piden una
adecuación de los conceptos, una decisión relativa a la manera de comprenderlas
en un caso dado. Una vez admitida esta decisión, tendrá por resultado la
clarificación de la noción en algunos de sus usos en los que podrá desempeñar el
papel de noción técnica. Una noción parece lo suficientemente clara mientras so se
encuentren situaciones en las que se preste a interpretaciones divergente.

Las nociones tienen más posibilidad de oscurecerse cuanto más difíciles de


rechazar parezcan las proposiciones en las que se insertan, bien porque confirman
ciertos valores universales, bien porque son obligatoriamente validas, como lo
textos sagrados o las prescripciones legales. En efecto, todo el esfuerzo solo puede
aludir a la interpretación de estas proposiciones.

Señalemos, para terminar que la evolución de las nociones, en contestación a su


uso, causara un efecto tanto más deplorable para su comprensión univoca cuanto
que, para la mayoría de las personas, toda esta evolución presente solamente
aspectos fragmentarios, puntualización, aproximaciones de un mismo concepto,
que influyen mutuamente.
Los argumentos basados en la estructura de lo real

1 .-Generalidades.

Mientras que los argumentos cuasi lógicos pretenden cierta validez gracias a su
aspecto racional, el cual deriva de su relación más o menos estrecha con
determinadas formuladas lógicas o matemáticas, los argumentos fundamentados
en la estructura de los real se sirven de aquella para establecer una solidaridad
entre juicios admitidos y otros que intentan promover.

Examinamos para empezar los argumentos que se aplican a enlaces de sucesión,


los cuales unen un fenómeno con sus consecuencias o sus causas, así como los
argumentos que se emplean en los enlaces de coexistencia, los cuales asocian a
una persona con sus actos, un grupo con los individuos que lo componen y, en
general, una esencia con sus manifestación. Veremos, después, en qué medida el
nexo simbólico, que acerca el símbolo a lo que simboliza, constituye un enlace de
coexistencia.

Por último, en el discurso considerado como una realidad, la significación atribuida


al enlace argumentativo, a lo que justifica el “pues”, variaría según lo que diga el
orador al respecto y, también, según las opiniones del auditorio referente a este. Si
el orador pretende que semejante enlace sea apremiante, el efecto argumentativo
podrá salir reforzado con ellos; no obstante, podrá verse reducido por esta
pretensión misma, a partir del momento en que el oyente la encuentra
insuficientemente fundamentada y la rechaza.

a) Los enlaces de sucesión

Entre los enlaces de sucesión, vemos que debe permitir argumentación de tres
tipos:

1. Las que tienden a aproximar, de modo reciproco, dos acontecimientos


sucesivos dados.
2. Las que, dado un acontecimiento, tratan de descubrir la existencia de una
causa que haya podido determinarlo.
3. Las que, ocurrido un acontecimiento, procuran evidencia el efecto que
debe resultar de ello.

Esta argumentación, para ser eficaz, exige un acuerdo entre los interlocutores en lo
que concierne a los motivos de acción y su ordenación. En razón de semejantes
desechar todo lo que parezca demasiado improbable para que se produzca. No
obstante, cuando un acontecimiento se impone como incuestionable, se tratara de
situarlo dentro de un ámbito que explique su aparición: si alguien, en un juego de
haz, gana un número de veces anormalmente elevado, sospecharan que hace
trampas, lo cual haría su triunfo menos verosímil. Asimismo, testimonios
concordantes deberán encontrar otra explicación que no sea el mero azar; si se ha
descartado el riesgo de colusión, será preciso reconocer que remiten a un
acontecimiento realmente constatado.

A la búsqueda de la causa corresponde, en otras circunstancias, la del efecto. La


argumentación se desarrolla, en este caso, de forma análoga; el acontecimiento
garantiza ciertas consecuencias; las consecuencias previstas, si se realizan.
Contribuyen a probar la existencia del suceso que los condiciona.

2 Argumento pragmático
De la causa hacia el efecto, del efecto hacia la causa, efectúan transferencias de
vlor entre elementos de la cadena causal. Llamamos argumento pragmático aquel
que permite aprecia un acto o un acontecimiento con arreglo a sus consecuencias
favorables o desfavorables. Este argumento desempeña un papel esencial, hasta
tal punto que algunos han querido ver en ello el esquema único que posee la lógica
de los juicios de valor; para aprecia un acontecimiento es preciso remitirse a los
efectos.

El argumento pragmático aparece a menudo como una simple pesada de algo por
medio de sus consecuencias. Pero, es muy difícil reunir en un haz todas las
consecuencias de un acontecimiento y por otra parte, determinar lo que viene a ser
un acontecimiento único dentro de la realización del efecto.
El nexo causal como relación de un hecho con su consecuencia o de un medio con
un fin

Según la idea que se tiene de la naturaleza, deliberada o involuntaria, de sus


consecuencias, un mismo acontecimiento puede interpretarse y valorarse de modo
distinto. Los gritos del bebe llaman la atención de la madre, pero en un momento
dado se convierten en un medio para conseguir este efecto; de la significación que
les atribuya la madre dependerá, la mayoría de las veces, su reacción. La distinción
de los fines y las consecuencias permite imputar a un autor solo algunos de los
efectos se sus actos. Así es como Santo Tomas justifica la existencia del más en el
universo.

La transformación de un hecho constituye a menudo los buenos efectos que podía


acarrear, y se la descalifica con el nombre de “procedimiento”. Si un fin acarreara
determinadas consecuencias ulteriores, estas podrán tomarse a guisa de fin
verdadero. De lo anterior podría resultar una ridiculización del agente, cuando las
dos fases de los acontecimientos se destruyen recíprocamente.

Para evitar descalificar los valores de los que tratan, sin dejar por ello escapar un
argumento eficaz a saber su utilidad como medio para un fin reconocido, por otra
parte, como bueno, muchos oradores mencionaran dicha utilidad, al tiempo que
subrayaran el carácter redundante del argumento, confesando servirse de ellos solo
en razón del auditorio al que se dirigen.

El discurso mismo puede convertirse en objeto de reflexión. Se lo puede tratar como


hecho que engendra consecuencias, como consecuencia, como medio, como fin.
Las reflexiones del oyente a este respecto modificaran a veces fuertemente el efecto
que produce el discurso. Y, de manera más precisa, la hipótesis de que cualquier
acto intencional debe tener una razón de ser que constituye un medio con vistas a
cierto fin, justificara el rechazo de toda interpretación del discurso que lo hiciera
ridículo o inútil.
3 El argumento despilfarro.
Los argumentos siguientes se refieren a la sucesión de los acontecimientos, de las
situaciones, de modo que, sin excluir necesariamente la idea de causalidad, no la
ponen en primer plano.

El argumento del despilfarro consiste en decir que, puesto que ya se ha comenzado


una obra, aceptado sacrificios que serían inútilmente en casi de renunciar a la
empresa, es preciso proseguir en la misma dirección. En la justificación
proporcionada por el banquero que sigue prestando al deudor insolvente
esperando, en resumidas cuentas, sacarlo a flote.

El argumento del despilfarro recuerda el del sacrifico inútil. El sacrificio constituye la


medida el valor que lo determina, pero si este valor es mínimo, el sacrificio se
desprecia a su vez. Con el argumento del despilfarro puede relacionarse la
preferencia concedida a lo que es decisivo. Uno mismo está tentado a votar a un
candidato si se cree que este voto puede lograr el éxito. El argumento no consiste
en decir que es preciso seguir al vencedor, sino en aconsejar que se actué de modo
que haya, gracias al acto enunciado, un vencedor. La acción que, dadas las
circunstancias, pueda tener pleno alcance, que no deba considerarse un despilfarro,
se valorara por esto, lo cual milita en favor de su realización.

4 El argumento de la dirección
El argumento de la dirección consiste, esencialmente, en la advertencia contra el
uso del procedimiento de las etapas: si cede esta vez, usted deberá ceder un poco
más la próxima vez, y sabe Dios donde ira usted a parar. Este argumento interviene,
de forma regular, en las negociaciones entre estados, entre representantes
patronales y obreros, cuando no se quiere que parezca que se cede ante la fuerza,
la amenaza o el chantaje.

El argumento de dirección pretende siempre hacer que una etapa sea solidaria con
desarrollos ulteriores. Quien se defiende contra este argumento, aspira a aislar la
medida considerada, quiere que se la examine en sí misma, supone que no
acarreara cambio alguno en la situación de conjunto y afirma que a esta situación,
se la tratara, una vez adoptada la medida, con el mismo estado de ánimo que
anteriormente.

5 La superación
Esta forma de razonamiento no solamente se utiliza para promover cierta
conducta, sino también sobre todo en obra filosófica, para definir algunas nociones
“depuradas” partiendo de concepciones de sentido común presentadas como un
punto de partida.

Para fundamentar esta concepción de una dirección ilimitada, cuyos términos están
jerarquizados, se presentara al final un seria inaccesible, pero cuyos términos
realizables constituyen encarnaciones cada vez más perfectas, cada vez más
próximas al último término, serian su espejo, su imagen, es decir hay, del ideal a
ellas un movimiento descendente que garantiza el carácter inaccesible de este,
cualesquiera que sean los progresos efectuados.

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