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Efecto retorno sobre la psicosis ordinaria [1]

Por Jacques–Alain Miller

Jacques-Alain Miller: Desearía, en primer lugar, felicitar a Marie–Hélène Brousse por


haber organizado este seminario anglófono en París. Estoy verdaderamente sorprendido
de ver aquí a casi cien personas de diferentes países. Deseaba que se retomara este
seminario anglófono. Hubo hace ya unos años una serie en París, luego lo
interrumpimos. Con eso me preocupaba, le pedí a Marie–Hélène Brousse de relanzarlo.
Es una ocasión importante para mí constatar que la audiencia del Campo freudiano en
los países anglófonos, lejos de haber disminuido, aumentó en número y en importancia
desde hace diez años. El Campo freudiano no está, a mi parecer, suficientemente
representado en el mundo anglófono, algo que tenemos la intención de cambiar. El
Campo freudiano desea promoverse con vigor en el mundo anglosajón –en Gran
Bretaña, en los Estados Unidos, en Australia– y en otros países donde el inglés es
esencial para transmitir la enseñanza de Lacan y nuestra acción.

Como título de este seminario elegí: "Psicosis ordinaria". Aunque esta no sea una
categoría de Lacan, es, me parece, una categoría lacaniana. Es una creación que concibo
como extraída de lo que nosotros llamamos "la última enseñanza de Lacan", que es en sí
misma con un efecto retorno del desarrollo pragmático de su enseñanza a lo largo de
treinta años de seminario. Tengo la intención de darles, en esta exposición informal
sobre el concepto de psicosis ordinaria, un mayor eco del uso práctico que hacemos de
este término desde hace muchos años con mis colegas, entre los cuales muchos han
contribuido a darle un sentido más preciso.

América dividida

Freud se planteó la famosa pregunta: "¿Qué quiere una mujer?". Él se la planteó en


tanto que hombre. Quizá en tanto que mujer también. A pesar de tener atrás treinta años
de enseñanza de Lacan, nosotros no tenemos la respuesta. Sin embargo, la hemos
buscado. No se trata por lo tanto de una cuestión de discriminación.

Tengo otra pregunta que me ha perturbado durante años: "¿Qué quieren los
norteamericanos?" ¡Tengo la respuesta! Una respuesta parcial. Quieren a Slavoj Žižek.
Quieren al Lacan de Slavoj Žižek. Lo prefieren por sobre el Lacan del Campo freudiano.
Quizá, por el momento.

La pregunta es la siguiente. ¿Ellos quieren conceptos bien definidos? ¿Quieren un


espacio para discutir? ¿Un espacio de disputa?, lo que es el caso con los conceptos de
psicoanálisis. Otto Kernberg, por ejemplo, decía estar muy perturbado por el hecho de
que no podía atrapar la definición exacta de los conceptos lacanianos. "Cambian todo el
tiempo", decía. Pueden imaginarse bien al querido Otto –que lee francés– buscando y
queriendo encontrar en Lacan la definición del Nombre del Padre, del significante… y
no encontrar una, sino una pluralidad de definiciones. Él encuentra definiciones

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contradictorias y se encuentra siempre perdido en la enseñanza de Lacan. Quizá sea
porque Otto es de descendencia alemana. Los prusianos, se sabe, quieren
significaciones muy rígidas, pero a decir verdad, esto también incluye al espíritu
norteamericano. Recuerdo que Kernberg, mientras yo daba una conferencia en Nueva
York en 1985 –la única que di en la IPA–, cuando terminé, en una de las preguntas que
me planteó me decía: "Pero, el cincuenta por ciento de la vida psíquica son los afectos".
¿Cómo hacía él para medir el cincuenta por ciento de la vida psíquica? Sin embargo,
¡era Otto Kernberg! Él quería definiciones precisas. Y es, en parte, lo que los
americanos quieren: un saber bien definido, utilizable, con números.

Por otra parte, tengo la sensación de que los americanos reclaman un espacio para
transmitir sus opiniones, para poder decir: "Tú piensas así, yo pienso de otra manera.
Yo tengo mi propia idea", sin por eso faltarle el respeto al prestigio y al saber. Es una
forma muy democrática de cuestionar el saber del Otro.

Tengo la impresión de que el alma americana, o el espíritu americano, si me lo permiten,


se encuentra desgarrado entre, por un lado, un deseo por la extrema precisión y los
números y, por el otro, el deseo de ser capaz de expresar el propio pensamiento y de
seguir las propias ideas.

La psicosis ordinaria definida a posteriori

La psicosis ordinaria se sitúa más bien sobre esta segunda vertiente. Es la razón por la
cual elegí para renovar este seminario, porque la psicosis ordinaria no tiene una
definición rígida. Todo el mundo es bienvenido para dar su impresión y su definición de
la psicosis ordinaria. Yo inventé un concepto con la psicosis ordinaria. Inventé una
palabra, una expresión, un significante, dando un esbozo de definición para atraer los
diferentes sentidos, los diferentes reflejos de sentidos alrededor de ese significante. No
di un saber–hacer sobre la utilización de ese significante. Hice la apuesta de que ese
significante podía provocar un eco en el clínico, en el profesional. Quería que tomara
amplitud y ver hasta dónde podía llegar esta expresión.

Estaba inspirado por lo que Lacan había hecho con el pase. Saben que él llamaba al
verdadero fin de análisis "El pase". Pero no dio más que una definición esbozada,
porque no quería que la gente lo imitara. Si ustedes dicen que pueden reconocer el fin
del análisis cuando el sujeto hace esto o aquello o dice esto o aquello, todo el mundo va
a hacerlo inmediatamente. Es el caso de la Universidad. Si tienen necesidad de una nota,
deben decir las cosas de una cierta manera y en un cierto estilo. Y entonces la gente se
conforma con eso y vive un mundo de sombras, una "Ciudad de fantasmas", como en el
artículo de Jean–Louis Gault. Debo confesarles que la Universidad es una ciudad de
fantasmas con gente que imita lo que son supuestos ser. Lacan dio solo un esbozo de
definición del pase y propuso que se experimente para ver, una vez definido el momento,
lo que surgía, aquello a lo que la gente contribuiría. Quisiera hacer algo de ese tipo con
la psicosis ordinaria. Y creo que eso atrajo el sentido en potencia. Mucha gente se

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acercó luego para decir: "¡Yo conozco un caso de psicosis ordinaria!" Si nos vemos
tentados de darle una definición, es pues una definición a posteriori.

La clínica binaria y el tercero excluido

Ahora puedo reflexionar sobre la razón por la cual había sentido en su momento la
necesidad, la urgencia y la utilidad de inventar ese sintagma, psicosis ordinaria. Diría
que para esquivar la rigidez de una clínica binaria, neurosis o psicosis.

N/P

Saben que cada significante es fundamentalmente definido, en la teoría de Roman


Jackobson –que es una teoría antigua en la actualidad–, por su posición en relación a
otro significante o a una falta de significante. La idea de Jackobson es una definición
binaria del significante. Durante años noté que teníamos esencialmente una clínica
binaria, neurosis o psicosis. Un "o bien o bien" absoluto. Teníamos también la
perversión, pero ella no pesaba de la misma forma en la balanza, por la sencilla razón de
que las verdaderas perversiones no se analizan verdaderamente y, por lo tanto, aquellos
que entran en análisis son sujetos que presentan rasgos de perversión. La perversión es
un término discutible que desbandó al movimiento gay. Es una categoría que tiende a
ser abandonada.

Así, nuestra clínica tenía un carácter esencialmente binario. Resultado: durante años
veíamos a los clínicos, a los analistas, a los psicoterapeutas, preguntarse si su paciente
era neurótico o psicótico. Cuando ustedes recibían a esos analistas en control, podían
verlos retomar, año tras año, ese paciente x, y si le hubiesen preguntado: "¿Ya decidió si
es neurótico o psicótico?", ellos habrían dicho: "No, no lo he decidido por el momento".
Y eso continuó así durante años. Claramente, no era una manera satisfactoria de
considerar las cosas.

Era claramente una dificultad en los casos de histeria. Cuando en la histeria no hay una
identificación narcisista al propio cuerpo "suficientemente buena" –ese "suficientemente
buena" es un término winnicottiano que me gusta mucho–, porque en la histeria tienen a
menudo algunas marcas de alguna ausencia del cuerpo, entonces podían preguntarse si
este abandono llegaba hasta el punto de no concernir ya a la histeria sino a la psicosis.
Veían así gente que intentaba, durante años decidir de qué lado estaba su paciente. O
bien, cuando tienen sujetos que testimonian de un vacío que experimentan en sí mismos,
pueden preguntarse si ese vacío es también histérico. ¿Es el sujeto barrado que reenvía a
la nada en la neurosis? ¿O es el vacío psicótico, el agujero psicótico? Aunque, año tras
año, a pesar de la diferenciación supuestamente absoluta entre la neurosis y la psicosis,
sobre la base de la forclusión del Nombre del Padre –verdadero credo lacaniano: yo te
bautizo neurótico si hay Nombre del Padre, yo te bautizo psicótico si no lo hay–, ciertos
casos tenían el aspecto de estar entre los dos. Y esta frontera terminó, a lo largo del

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tiempo –en el control y en la práctica–, por ensancharse. ¡Un ensanchamiento creciente
como el que ustedes encuentran alrededor de su cintura!

N/P

Entonces, había algo que no iba bien porque, si era una neurosis, no era una psicosis, y
si era una psicosis, no era una neurosis.

La psicosis ordinaria era una forma de introducir el tercero excluido por la construcción
binaria, uniéndose al mismo tiempo a la posición del lado derecho binario.

N/_P

Era una manera de decir, por ejemplo, que si tuvieron durante años razones para dudar
de la neurosis del sujeto, pueden apostar a que se trata más bien de un psicótico
ordinario. Cuando se trata de la neurosis, ¡Ustedes lo deben saber! La contribución de
ese concepto permitía decir que la neurosis no es un fondo de pantalla (wallpaper).

La neurosis es una estructura muy precisa. Si no reconocen la estructura muy precisa del
paciente, pueden apostar o deben intentar apostar a que es una psicosis disimulada, una
psicosis velada.

No es, pues, seguro que la psicosis ordinaria sea una categoría objetiva. Se tienen que
preguntar si es una categoría de la cosa–en–sí. ¿Pueden decir que la psicosis ordinaria
existe objetivamente en la clínica? No es seguro. La psicosis ordinaria interesa al saber
de ustedes, a la posibilidad que tienen de conocer algo del paciente. Ustedes dicen:
"psicosis ordinaria", cuando no reconocen signos evidentes de neurosis, y así son
conducidos a decir que es una psicosis disimulada, una psicosis velada. Una psicosis
difícil de reconocer tal cual, pero que deduzco de pequeños índices variados. Se trata
más de una categoría epistémica que objetiva. Esta última concierne a nuestra manera
de conocerla.

La construcción lacaniana de la psicosis en los Escritos

1. El mundo imaginario movedizo

Es su texto clásico sobre la psicosis, "La cuestión preliminar…"[2], de los Escritos, de


todos modos, Lacan debuta con las neurosis. Él piensa la psicosis en la perspectiva de la
neurosis. Hace derivar la estructura de la psicosis de la de la neurosis, como una
derivación fundamental de la neurosis o de la normalidad. Hay una conexión entre
neurosis y normalidad: el complejo de Edipo. En Lacan –y en Freud igualmente–, el
complejo de Edipo –que Lacan traduce como metáfora paterna– es tanto el fundamento
de la realidad común como de la neurosis. El complejo de Edipo es el lazo entre
normalidad y neurosis. Podemos decir que la neurosis es la normalidad. Una persona

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supuestamente normal es un neurótico que no sufre de su neurosis o que no sufre
demasiado de su neurosis, o más todavía, que no cura su neurosis por el análisis, que
cura su neurosis viviendo. ¡Es menos interesante! Es más interesante curar la neurosis
por el análisis, pero la gente no siempre piensa así y sigue viviendo. Y entonces, me
siento como el doctor Knock, en la famosa obra de teatro francesa de principio de siglo
que decidía que todo el mundo estaba enfermo sin saberlo.

¿Cuál es la base común entre neurosis y psicosis desde el punto de vista de Lacan?
¿Cuál es el inicio de la vida psíquica? El inicio de la vida psíquica en el Lacan clásico
es lo que llama lo imaginario. Es el Lacan clásico. Esto se puede poner en tela de juicio
porque está la incidencia del lenguaje. En efecto, desde el inicio el sujeto está inmerso
en el lenguaje. Pero en su texto clásico sobre la psicosis, como en casi todos sus textos
de los Escritos –a excepción de los últimos–, Lacan construyó la dimensión
fundamental de sujeto como perteneciendo a la dimensión imaginaria. Es, pues, el
nacimiento supuesto común, que sea un futuro neurótico, un futuro normal, un futuro
perverso, un futuro psicótico, depende de cómo habite, podríamos decir, el estadio del
espejo.

El estadio del espejo es la primera estructura del mundo primario del sujeto, lo que
indica que es un mundo muy inestable. El mundo estructurado por el estadio del espejo
es un mundo de transitivismo. Transitivismo quiere decir que no saben si ustedes o el
otro que lo ha hecho. Es cuando un niño le da un golpe al compañero y dice: "Él me
pegó". Tienen ahí una confusión. "¿Soy yo o es él?" Este es un buen ejemplo para
entender que se trata de un mundo de arenas movedizas. Es un mundo inestable, sin
consistencia. Es un mundo de sombras. En el primer seminario de Lacan, esa es la
forma en que describe el mundo primario o, más bien, la manera en que se construye.
Digo "construye" porque hay que comenzar por hacer abstracción del lenguaje que está
presente desde el inicio. Es a partir de ahí que se estructura la psicosis. Es también para
él el mundo de la madre. Es supuestamente un mundo cuya fuerza pulsional es la del
Deseo de la Madre, el deseo desordenado de la madre con respecto al niño–sujeto. De
una cierta manera, esto equivale a decir que la locura es el mundo primario. Es un
mundo de locura.

2. El orden simbólico

El orden simbólico viene en un segundo tiempo de esta construcción. Es a nivel


simbólico que se debe insistir sobre la palabra "orden". Estaríamos tentados de decir "el
orden imaginario", "el orden real", pero es inexacto. En efecto, esto quiere decir que el
orden viene al mundo imaginario con lo simbólico. La estructura lacaniana introduce lo
simbólico –el lenguaje, la metáfora paterna– como la potencia que impone el orden, que
impone la jerarquía, la estructura, la constancia, que estabiliza el mundo imaginario
movedizo. Lacan condensa esta potencia ordenatriz de lo simbólico, con el Nombre del
Padre –utilizo la P mayúscula para representar la palabra francesa "Père"– que es un
elemento más. Es un plus (+) que tiene como consecuencia un menos (–), un goce en

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menos. El goce imaginario, que vuelve posible el mundo imaginario, es expulsado,
sustraído. Y encuentran, en todo el texto de Lacan, la idea según la cual el goce es
evacuado por lo simbólico. Lacan utiliza esta expresión de diferentes maneras. Podemos
hablar de extracción, de sustracción, pero es siempre la misma idea. Cuando se
introduce el elemento ordenador del Nombre del Padre, se obtiene una sustracción a
nivel de la libido, del goce y las pulsiones. En términos del falo tenemos el falo
imaginario completo Φ de un lado, y del otro el menos–phi –φ que quiere decir
"castración", la palabra freudiana para esta extracción de goce.

+NP Φ

–J (–φ)

A partir de ese momento, como bien saben, Lacan construye la psicosis como una falta
del Nombre del Padre, P0 y la falta de ese falo castrado que escribe Φ0. Tenemos dos
agujeros correlativos al esquema I –debemos escribirlo así, con tres flechas– a nivel del
goce, que es de hecho un "demasiado".

Si el goce imaginario que está "en demasiado" continúa existiendo, entonces el Nombre
del Padre no es operatorio. Esto quiere decir que menos phi no es operatorio. De hecho,
es menos–phi cero. No voy a explicar de nuevo esta construcción de la psicosis en
Lacan, pero lo que introduce al mismo tiempo, mientras que lee el caso Schreber, es la
idea de la metáfora delirante. No tiene la metáfora paterna normal en el caso Schreber
pero, en un momento preciso, se nos revela el hecho de que no está unido al significante
del Nombre del Padre, desencadenando su psicosis extraordinaria. Luego de un primer
tiempo de perplejidad del mundo –un mundo que antes estaba estabilizado, había
llegado a obtener una posición muy elevada como magistrado, su mundo tenía su orden,
pero cuando fue solicitado a responder desde el punto de vista del Nombre del Padre, no
alcanzó y se desencadenó entonces su psicosis extraordinaria– observamos una suerte
de mundo ordenado que se reorganiza a sí mismo. Schreber logró armar
progresivamente un mundo vivible. Lacan dice que él no tiene una metáfora paterna,
sino más bien una metáfora delirante.

De todos modos, un delirio es simbólico. Un delirio es un cuento simbólico. Un delirio


es también capaz de ordenar el mundo. Pregúntense si lo que ordena nuestro mundo no
es, en gran parte, delirante. Si lo trasladan al saber científico, esas historias de Dios–
todo–poderoso, de padre, madre, etc., los conducen a decir que es un delirio. No diría
esto –no osaría–, pero la gente del siglo XVIII osaban en decir que, en efecto, en parte
es un delirio. El Campo freudiano es un delirio, no tiene una existencia bien delimitada.
Es algo para unas miles de personas en el mundo que hablan del Campo freudiano, pero
eso no tiene existencia precisa a decir verdad. Cuando leen a propósito de Mohammed –
Dios no permita que yo diga lo que sea contra Mohammed– que se fue solo, que llevaba

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un mensaje divino y que escribía, ese discurso ordenó a un millón de personas en el
mundo. Era un delirio divino. En efecto, la hipótesis según la cual un delirio puede
ordenar el mundo no es completamente tirada de los pelos.

Schreber tenía un delirio privado, él no pudo lograr hacer de su delirio un delirio para
todos en la Prusia de finales del siglo XIX. Lo tuvo que privatizar. Montó una empresa
delirante para él solo. Entonces, pueden tener un orden simbólico delirante.

Del nombre propio al predicado

Debo decir que un su última enseñanza, Lacan está próximo a decir que todo el orden
simbólico es un delirio, incluida su propia construcción del orden simbólico. La vida no
tiene ningún sentido. Producir sentido es ya delirante. Es una convicción profundamente
inculcada en Lacan. En la práctica, cuando comprenden lo que el paciente dice, están
capturados por su delirio, por su manera de producir sentido. El trabajo de ustedes, en
tanto que clínicos, no es comprender lo que el paciente dice. De esa manera, ustedes no
participan de su delirio. El trabajo de ustedes es captar la manera particular, insólita de
dar sentido a las cosas, de dar sentido a la repetición de la vida.

Esto introduce un cambio de estatuto para el Nombre del Padre. En los textos clásicos
de Lacan, se utiliza el Nombre del Padre en tanto que nombre propio. Cuando
preguntamos: "El sujeto, ¿tiene Nombre del Padre o no tiene Nombre del Padre?",
utilizamos lógicamente el Nombre del Padre en tanto que nombre propio, el nombre
propio de un elemento particular que se llama el Nombre del Padre. Siguiendo la idea
del orden simbólico delirante, podemos decir que el Nombre del Padre no es más que un
nombre propio sino un predicado definido en la lógica simbólica.

NP(x)

Un elemento tal que funciona como Nombre del Padre para el sujeto. Este elemento es
el principio que ordena su mundo. Eso no es el Nombre del Padre, pero tiene la cualidad,
la propiedad. Es igualmente muy útil cuando pensamos el hecho de que Schreber llevó
una vida aparentemente normal durante cincuenta años. Su psicosis se desencadenó
recién cuando tenía cincuenta y un años, durante lo que se llama en medicina el
climaterio de la vida masculina. La idea nos ayuda a comprender cómo podía funcionar
su mundo. ¿Qué habría pasado si Schreber hubiese venido al análisis antes del
desencadenamiento de su psicosis? No había todavía psicoanálisis en esa época, pero
imagínense si él hubiera sido tratado por Freud. Quizá antes de los cincuenta y un años
ustedes podrían ya haber observado particularidades en la construcción de su mundo
que les habría hecho decir que era un psicótico ordinario. Freud no conocía la psicosis
ordinaria –es evidente que él conocía muchas otras cosas mucho más importantes–, pero
quizá lo que nosotros llamamos psicosis ordinaria es una psicosis que no se manifiesta

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hasta su desencadenamiento. Es, por ejemplo, una de las maneras de captar el concepto
sobre el cual ustedes debatieron.

Entonces, la cuestión se centra sobre el Nombre del Padre en tanto que predicado. Eso
quiere decir que es un sustituto sustituido. El Nombre del Padre se sustituye él mismo al
Deseo de la Madre, impone su orden al Deseo de la Madre. Y lo que llamamos el
predicado del Nombre del Padre es un elemento que es una suerte de make–believe del
Nombre del Padre, un compensatory make–believe (un hacer creer compensatorio) del
Nombre del Padre, una CMB en la psicosis. ¡Vamos a creer –make–believe– que
estamos haciendo un estudio altamente científico! ¡Y deberíamos decir que tenemos la
intención de observar y de hacer una lista completa de todas las formas posibles de
CBM en la psicosis! De hecho, es más difícil que eso. Es más difícil que este tipo de
bromas.

"Un desorden […] en la juntura más íntima del sentimiento de la vida en el sujeto."[3]

¿Qué intentamos captar hablando de la psicosis ordinaria? Es decir, cuando la psicosis


no va de suyo, cuando no tiene el aspecto de ser una neurosis, cuando no tiene la firma
de la neurosis ni la estabilidad ni la consistencia ni la repetición de la neurosis. Una
neurosis es algo estable, una formación estable. Cuando ustedes no comprueban –es
también una prueba para el clínico– que tienen los elementos bien definidos, bien
recortados de la neurosis, la repetición constante y regular de lo mismo–, y cuando no
tienen claros fenómenos de psicosis extraordinaria, entonces llegan a decir que es una
psicosis, aunque no sea manifiesta sino, por el contrario, disimulada.

Deben entonces darse a la búsqueda de pequeños índices. Es una clínica muy delicada.
A menudo es una cuestión de intensidad. Una cuestión de más o menos. Eso los orienta
hacia lo que Lacan llama "un desorden provocado en la juntura más íntima del
sentimiento de la vida en el sujeto".[4] Es la frase sobre la cual insisto desde hace años
en mis cursos y en las discusiones con mis colegas, en la página 224 del tomo II de los
Escritos. En la excelente edición anglófona de Bruce Fink, en la página 466, está
traducido por "a disturbance". Esa es una muy buena traducción de desorden. Él no
pone trastorno, que habría sido un término del DSM, sino "disturbance": "a disturbance
that accuredat the inmost junctureof the subject's sens of life".[5] Y bien, es eso lo que
buscamos en la psicosis ordinaria. Ese desorden en la juntura más íntima del
sentimiento de la vida en el sujeto. "Sens of life" se traduce por "sentimiento de la vida"
o "cómo viven ustedes su propia vida". Es muy difícil de analizar ese término. Los
psiquiatras intentaron delinear ese "sentimiento de la vida". Ellos hablan de síntesis, de
sentimiento general del sujeto, de "estar en el mundo".

El desorden se sitúa en la manera en que sienten el mundo que los rodea, en la manera
en la que sienten su cuerpo y en la manera de referirse a sus propias ideas. Pero, ¿qué
hay de ese desorden, dado que los neuróticos también lo sienten? Un sujeto histérico
siente ese desorden en relación a su cuerpo, un sujeto obsesivo siente ese desorden en

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relación a sus ideas. ¿Qué es entonces ese desorden que llega a "la juntura más íntima
del sentimiento de la vida en el sujeto?" Es algo muy difícil de formular.

Una triple externalidad

Voy a intentar organizar ese desorden en el sentimiento de la vida en relación a una


triple externalidad: una externalidad social, una externalidad corporal y una externalidad
subjetiva.

Los indicios hay que localizarlos en los tres registros.

1. Una externalidad social

En lo que concierne a una externalidad social, en lo que concierne a la externalidad


social en la psicosis ordinaria, la cuestión es la siguiente: ¿cuál es la identificación del
sujeto con una función social, con una profesión, con su lugar bajo el sol, como se dice
en inglés? El índice más claro se encuentra en la relación negativa que el sujeto tiene
con su identificación social. Cuando tienen que admitir que el sujeto es incapaz de
conquistar su lugar bajo el sol, asumir su función social. Cuando observan un
desamparo misterioso, una impotencia en relación a esta función. Cuando el sujeto no se
ajusta, no en el sentido de la rebeldía histérica, o la manera autónoma de la obsesión,
sino cuando hay una suerte de fosa que constituye misteriosamente una barrera invisible.
Cuando observan lo que llamo un desenganche, una desconexión. Ven a veces sujetos
que van de una desconexión social a otra, desconectarse del mundo de los negocios,
desconectarse de la familia, etc. Ese es un trayecto frecuente en los esquizofrénicos.

Dije esquizofrenia. Esa puede ser la realidad del sujeto, aunque pueda parecer una
psicosis ordinaria, porque no va de suyo. Pero la psicosis ordinaria es, entonces, desde
el punto de vista de ustedes. Una vez que dijeron que es una psicosis ordinaria, traten de
clasificarla de un modo psiquiátrico. No deben decir simplemente que es una psicosis
ordinaria, deben ir más lejos y encontrar la clínica psiquiátrica y psicoanalítica clásica.
Si no hacen eso –y ese es el peligro del concepto de psicosis ordinaria– es lo que se
llama un "asilo de la ignorancia". Eso se transforma en un refugio para no saber. Si
hablamos de psicosis ordinaria, ¿de qué psicosis hablamos?

Pudimos, por ejemplo, constatar esto en el último coloquio de las Secciones Clínicas
francófonas [el círculo UFORCA, la conversación sobre situaciones subjetivas de
desinserción social en la Maison de la Mutualité el 28 y 29 de junio de 2008] cuando, en
el caso de una psicosis ordinaria, un colega –un psicoanalista y psiquiatra– dijo: "es una
paranoia sensitiva, en el sentido de Kretschmer". Se trataba de una psicosis ordinaria
porque no era manifiesta, pero una vez que ustedes dicen que es una psicosis ordinaria,
eso quiere decir que es una psicosis. Y si es una psicosis, entonces puede ser trasladada
a las categorías nosológicas clásicas. Tuve la impresión de que mi colega tenía razón,
que en ese caso se trataba de una paranoia sensitiva de Kretschmer. El término de

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psicosis ordinaria no debe darnos el permiso de ignorar la clínica. Es como una
invitación a pasarse de ella.

Esto por la identificación social negativa, pero deben también percatarse de cómo se
viven las identificaciones sociales positivas en la psicosis ordinaria. Es decir, cuando los
sujetos invisten demasiado su trabajo, su posición social, cuando tienen una
identificación demasiado intensa en su posición social. Pueden ver entonces, y se ve a
menudo, psicóticos ordinarios cuya pérdida del trabajo desencadena la psicosis porque
su trabajo quería decir más que un trabajo o una manera de vivir. Tener ese trabajo era
su Nombre del Padre. Lacan dice que en nuestros días el Nombre–del–Padre es el hecho
de ser nombrado, de ser asignado a una función, de ser nombrado para. El Nombre del
Padre hoy es acceder a una posición social. Constatamos, en efecto, que ser miembro de
una organización, de una administración, de un club, puede ser el único principio del
mundo de un psicótico ordinario. Por ejemplo, hoy tener trabajo tiene un valor
simbólico extremo. Las personas están dispuestas a llenarse de trabajos mal pagos solo
para tener el valor simbólico de estar en el trabajo. Los gobiernos son suficientemente
inteligentes para entender esto claramente y para ofrecerles trabajos miserablemente
remunerados. El gobierno francés quiere en este caso extenderlo a los psicólogos y a los
psicoterapeutas. Es de esto de lo que hablamos en estos días. Ellos quieren crear una
nueva profesión de psicoterapeutas que estaría peor pagada que la kinesioterapia.

Esto por la externalidad social, con la vertiente positiva y negativa de la identificación


social.

2. Una externalidad corporal

La segunda externalidad concierne al Otro corporal, al cuerpo como Otro para el sujeto,
partiendo del principio de que "no se es un cuerpo, sino que se tiene un cuerpo", como
dice Lacan. En la histeria tienen la experiencia de extranjeridad del cuerpo, el cuerpo
hace a su antojo. En el cuerpo macho también tienen al menos una parte del cuerpo que
hace igualmente a su antojo: el pene, es bien conocido.

En la psicosis ordinaria debe haber algo de más, un desajuste. El desorden más íntimo
es esta brecha en la que el cuerpo se descompone y donde el sujeto es llevado a
inventarse lazos artificiales para reapropiarse de su cuerpo, para "ceñirse" a su propio
cuerpo. Para decirlo en términos de la mecánica, tiene necesidad de una prensa para
unirse a su propio cuerpo.

La dificultad reside en el hecho de que todos esos medios artificiales que parecían
anormales hace años, hoy son banalizados. Hoy los piercings están de moda. Los
tatuajes también. La moda está claramente inspirada en la psicosis ordinaria. Ciertos
usos de los tatuajes son un criterio de la psicosis ordinaria cuando perciben que para el
sujeto es una manera de ligarse a su propio cuerpo. Este elemento suplementario oficia
de Nombre del Padre. Un tatuaje puede ser un Nombre del Padre en la relación que

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tiene el sujeto con su cuerpo. ¿Cómo lo comparamos con la histeria? No podemos
hablar de otro modo que en términos de tonalidad –no tiene el mismo tono– y en
términos de exceso, eso excede las posibilidades de la histeria. La histeria está obligada
por los límites de la neurosis, está limitada por el menos phi. A pesar de la rebelión y el
desasosiego, la histeria está siempre sometida a la obligación, mientras que se siente el
infinito en la falla presente en la relación del psicótico ordinario a su cuerpo.

3. Una externalidad subjetiva

No voy a discutir la vida sexual. Luego de la realidad social –el Otro social– y el Otro
corporal, les hablaré del Otro subjetivo. Lo más habitual es localizar en esa experiencia
el vacío, la vacuidad, la vaguedad en el psicótico ordinario. Pueden encontrarlo en
diversos casos de neurosis, pero en la psicosis ordinaria busquen un indicio de vacío o
vaguedad de una naturaleza no dialéctica. Hay una fijación espacial de este indicio.

Quisiera también desarrollar la relación a las ideas, pero lo dejaré para la próxima vez.

También deben investigar sobre la fijación de la identificación con el objeto a como


desecho. La identificación no es simbólica, sino bien real, porque sobrepasa la metáfora.
El sujeto puede transformarse en un desecho, descuidarse al punto más extremo. Digo
que es una identificación real porque el sujeto va en la dirección de realizar ese desecho
en su persona. Finalmente, puede defenderse de eso con un extremo manierismo.
Podemos tener entonces los dos extremos. Puedo referirme acá a la exposición de
Pierre–Gilles Guéguen[1] sobre Genet. Recuerdan que Pierre–Gilles Guéguen habló de
la identificación no dialéctica de Genet al desecho. Introduciría igualmente una
referencia a la exposición de Jean Louis Gault[7] concerniente al partenaire de su sujeto.
Él dice que el verdadero partenaire de la vida de ese sujeto no era, de hecho, una
persona, sino más bien el lenguaje mismo, y pueden ver en ese sujeto un eco especial de
la palabra del Otro. En la neurosis, encuentran también eso, pero en el caso de Jean–
Louis Gault tienen algo así como un estigma producido por cada enunciado de esos
otros. Y, en efecto, es algo así como una relación fundamental, no a una persona, sino al
lenguaje.

Podría ya referirme al caso de Julia Richards que van a escuchar este viernes: "Un
dialecto capitalista en el caso de una psicosis ordinaria"[8]. Es un caso donde el sujeto
se presenta con una demanda de "encontrar el diez por ciento que le falta siempre para
estar sano de nuevo". Ya en esta manera de presentarse pueden ver de entrada que él
tiene el sentimiento de no estar sano. Él dice eso en un primer tiempo, luego se le
pregunta con una precisión kernbergiana, ¡Kernberg sabe que los afectos representan el
cincuenta por ciento! Y bien, ¡este sujeto sabe que tiene necesidad de un diez por ciento
más! De hecho, ¡supongo que es americano! Él nos da una precisión con números. En
esta primera frase con la que se presenta pueden ver su delirio. El diez por ciento de
delirio. "¡Me falta el diez por ciento!" Hay algo que no marcha y él le atribuye un
número. "Me falta el diez por ciento de castración". [Risas] No es divertido, pero en las

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conferencias clínicas la gente se ríe mucho de cosas que no son divertidas. Este sujeto
dice también: "¿Por qué habría un Dios bondadoso? Soy afortunado, esto explica esta
mortaja funesta, esta paranoia… no debería quejarme tanto", conectado a la referencia a
Dios. Es también una pequeña clave, una "mortaja funesta" –esto puede ser dicho por
un neurótico romántico–, pero clínicamente, eso se inclina más bien hacia la psicosis.
Cuando dice más adelante que "el centro no se sostiene más, todo se divide, es
científico", todos esos laberintos de frases parecen tener la misma ausencia en su centro.
Julia Richards agrega que "su punto de identificación más sólido, aunque imaginario,
está construido con cada fragmento de identificación paterna a su disposición". Esto es
completamente característico de la psicosis ordinaria, las identificaciones que son
construidas como un popurrí. Pregunté cómo traducir popurrí en inglés antes de la
exposición. No conocía esta traducción: "Flotsam and jetsam". Me gusta mucho. ¡Mr.
Flotsam and Dr. Jetsam!

Las consecuencias teóricas de la psicosis ordinaria

Tengo la impresión de que las consecuencias teóricas de la psicosis ordinaria van en


direcciones opuestas.

Una dirección nos conduce hacia una afinación del concepto de neurosis. Como ya lo he
dicho, la neurosis es una estructura particular, no es un fondo de pantalla (wallpaper).
Ustedes necesitan ciertos criterios para decir "es una neurosis": una relación al Nombre
del Padre –no un Nombre del Padre–; deben encontrar algunas pruebas de la existencia
del menos phi –φ, de la relación a la castración, a la impotencia y a la imposibilidad;
tiene que haber –para utilizar los términos freudianos de la segunda tópica– una
diferenciación tajante entre el yo y el ello, entre los significantes y las pulsiones; un
superyó claramente trazado. Si no hay todo esto y otros signos, entonces eso no es una
neurosis, es otra cosa.

En una dirección somos conducidos a afinar el concepto de neurosis, pero por otra parte,
y es la consecuencia opuesta, somos conducidos hacia una generalización del concepto
de psicosis. Lacan sigue esta dirección. Esta generalización de la psicosis significa que
no hay un verdadero Nombre del Padre. Este no existe. El Nombre del Padre es un
predicado. Es siempre un elemento específico entre otros que, para un sujeto específico,
funciona como un Nombre del Padre. Entonces, si dicen esto borran la diferencia de la
neurosis y la psicosis. Es una perspectiva que acuerda con "todo el mundo está loco",
con "todo el mundo delira a su modo". Lacan lo escribió en 1978. Comenté esta frase en
las últimas lecciones de mi curso de este año: "Todo el mundo está loco, es decir,
delirante". Ese no es un único punto de vista, pero en un cierto nivel de la clínica es así.
Ustedes no pueden funcionar como psicoanalistas si no son concientes que lo que saben,
que el mundo de ustedes es delirante –fantasmático, podemos decir– pero, justamente,
fantasmático quiere decir delirante. Ser analista es saber que el propio mundo, el propio
fantasma, la propia manera de dar sentido, es delirante. Es la razón por la cual intentan
abandonarlo, para poder percibir el delirio propio del paciente, su manera de dar sentido.

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Bien, soy conciente de haber sido sensato durante una hora y media. Entonces, ¡tengan
cuidado con lo que digo!

Preguntas del público

Roger Litten: –Seguí con gran interés lo que usted dijo, particularmente su advertencia
sobre "dar sentido". Hay, sin embargo, algo que no hace sentido para mí. Hay casi una
contradicción entre dos ejes que usted siguió. Comenzando con la clínica binaria inicial
–la distinción entre neurosis y psicosis– y con la emergencia, podemos decir, de la
noción de psicosis ordinaria, para llegar a la ampliación o al oscurecimiento de la
distinción entre neurosis y psicosis, pero enseguida, del otro lado, pone mucho cuidado
en resituar el concepto de psicosis ordinaria en la clínica psiquiátrica y binaria.

Jacques–Alain Miller: –Lo hice así. Dije Neurosis/Psicosis con el espesamiento de la


frontera.

N/P

Y luego hice esto…

N/_P

…Retorno a la psicosis.

Roger Litten: –Entonces, de una cierta manera, poco importa el espesamiento de esa
frontera, eso debe volver a situarse del lado de la psicosis. Perdóneme por oscurecer lo
que usted esclareció. Pero, entonces, la tendencia casi opuesta es aceptar la
modificación del concepto de neurosis, en tanto esta se volvería una estructura muy
específica. Usted dice de una forma divertida que la neurosis no es un fondo de pantalla
(wallpaper). La psicosis es el fondo de pantalla (wallpaper), la neurosis casi dio lugar a
una modificación específica del Nombre del Padre contra la posibilidad de la
emergencia de la psicosis. Tenemos casi simultáneamente la distinción de la clínica
binaria y el oscurecimiento de esta distinción. Me pregunta si hay algo ahí en lo que me
pierdo.

Jacques–Alain Miller: –En la neurosis el Nombre del Padre está en su lugar. El Nombre
del Padre tiene su lugar bajo el sol y el sol es una representación del Nombre del Padre.
Se supone que en la psicosis, cuando se la detecta, y cuando se la construye a la manera
lacaniana clásica, tenemos un agujero en ese lugar. Es una diferencia clara.

El Nombre del Padre está ahí (en la columna de la izquierda). El Nombre del Padre no
está ahí (en la columna del medio). En la psicosis ordinaria no tienen el Nombre del
Padre, pero hay algo ahí, un aparato suplementario.

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Podemos decir entonces, y bien, es una tercera estructura. En efecto, a la izquierda, hay
algo, y ahí, a la derecha, no lo tienen. En la psicosis ordinaria tienen algo que se ajusta
más o menos. En realidad es la misma estructura. Al fin de cuentas, en la psicosis, si no
es una catatonía completa, tienen siempre algo que hace posible para el sujeto salirse o
continuar viviendo. En cierta manera, el verdadero Nombre del Padre no vale más que
eso, simplemente, es un make–believe que conviene más.

Ahora bien, logro tener una clínica binaria, una clínica ternaria, y una clínica unitaria,
¡todo en uno! ¡Como la Santa trinidad!

No todas las psicosis toman la forma de una psicosis desencadenada, explotada. Hay
psicóticos que van a vivir toda su vida de psicóticos tan calmadamente como en la
psicosis ordinaria. Ustedes tienen psicosis durmientes, como tienen espías durmientes,
que no se despertarán jamás. Hay una diferencia entre las psicosis que pueden
desencadenarse y aquellas que no. La psicosis es un vasto continente, un continente
inmenso. Observen la diferencia entre un buen paranoico, agudo y enérgico, que se
construye verdaderamente un mundo para él y para los otros, y el esquizofrénico que no
puede salir de su cama. Nosotros llamamos a todo eso psicosis.

Cuando se trata de una paranoia, el make–believe Nombre del Padre es mejor que el de
ustedes, es más sólido. Suponemos que cuando reciben a un paranoico en su consultorio,
no lo van a clasificar como un psicótico ordinario, porque percibirán la psicosis. Pero,
hay algunas, como el tipo paranoia–sensitiva que mencioné antes, que no son claras
desde el inicio. Fue recién luego de tres años de análisis que la analista percibió que
algo no andaba, que el sujeto construía cada día su paranoia. Están también las
esquizofrenias socialmente desconectadas, mientras que los paranoicos, socialmente,
están totalmente conectados. Ciertas grandes organizaciones están dirigidas
frecuentemente por potentes psicóticos cuya identificación es súper social. El campo de
las psicosis es por lo tanto inmenso.

Localizar el desencadenamiento sirve cuando se trata de ese tipo de psicosis,


compensado por un CBM. Llega un momento en que el make–believe, el "hacer creer",
cae, se rompe. El mundo del sujeto se deshace en ruinas, el desencadenamiento se
vuelve entonces manifiesto. Luego, el sujeto puede reorganizarse, sea tan bien como
antes, sea con un déficit –del orden de un "no suficientemente bueno"– que desconecta
progresivamente al sujeto de la realidad social. Schreber tenía claramente eso. Tenía
una identificación compensatoria, y luego de ser ascendido su mundo se dispersó.
Después logró ser un buen paciente, según los informes médicos. Pudo continuar sus
conversaciones con su mujer y escribir su libro. Se volvió escritor. Luego del
desencadenamiento logró restablecerse en una suerte de actividad compensatoria.

La psicosis ordinaria prende con alfileres la existencia de "un desorden en la juntura


más íntima del sentimiento de vida del sujeto". Eso quiere decir que podemos conectar

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todos los pequeños detalles que aparecen distantes los unos de los otros con un desorden
central. Se trata por lo tanto de ordenar el caso. En los casos que se dice borderline, eso
no parece ser ni una psicosis ni una neurosis. Nosotros no creemos en eso. La categoría
de psicosis ordinaria tiene su origen en la práctica, en dificultades prácticas. Si no
reconocen una neurosis, si no ven signos evidentes de psicosis, busquen los pequeños
índices. Esta es una clínica de los pequeños índices de forclusión. Por ejemplo, en la
breve lista de pequeños índices que les he dado, vemos que una identificación social al
trabajo es normal. Pero puede haber ahí una intensidad de la identificación con el
trabajo que indica otra dirección. Es una clínica de la tonalidad. Ese es su uso. Pero
debe ser reducible a una forma clásica de psicosis o a una forma original de psicosis.

Un participante de Israel: –Esta concepción nos conduce hacia el concepto de sujeto


como defensa. Todas las estructuras son de defensa. Pero, ¿defensa de qué? ¿Cuál es el
estatuto de eso de lo que nos defendemos?

Jacques–Alain Miller: –No mencioné la palabra "defensa" más que una sola vez. ¡Usted
es el que eligió hacer un Nombre del Padre de esta exposición! La idea general es que
nos defendemos de lo real, de lo que no podemos volver sensato o que volvemos
locamente sensato. Solamente en nuestros sueños pasa que lo que no tiene sentido
resurge. Es verdad, los sueños tienen sentido, pero las pesadillas que nos despiertan, nos
despiertan generalmente sobre un elemento de no–sentido. Es ahí que tocamos quizá de
más cerca la verdad. Es claro que los delirios están construidos alrededor de ese real que
no tiene sentido, y fuera de sentido aparece y produce agujeros en el discurso del
paciente. Incluso en la presentación de enfermos, en una hora de tiempo, pueden ver
esas flechas que Lacan dibujó en el esquema I traspasar el discurso del paciente. El
discurso del paciente está tejido alrededor de lo real. Pueden incluso llamarlo una
defensa.

Vyacheslav Ysapkin: –Personalmente, partiendo de mi experiencia clínica, encontré que


el concepto de psicosis ordinaria era una idea brillante, muy inventiva, pero quisiera
justamente informarle de la existencia de algunos antecedentes poco agradables al
respecto. Esto atañe al lugar común del que los psiquiatras habían abusado seriamente
en la Unión Soviética. Hay un segundo plano teórico al respecto. Estaba la teoría de
Andrei Snezhnevsky de base, que comportaba la idea de psicosis con progresión lenta.
Esta idea tuvo dos consecuencias sociales. Por un lado, durante esos años soviéticos, los
psiquiatras buscaban índices menores. Preguntaban: "¿Cuál es su autor preferido?", si la
respuesta era: "Bien, me gusta mucho Kafka", no había para el psiquiatra más dudas
posibles sobre el diagnóstico. Así, los disidentes eran considerados como psicóticos por
razones evidentes. Como segunda consecuencia, aun hoy, –es específico de la Escuela
de Psiquiatría de Moscú, una clínica psiquiátrica en la que trabajé durante años– ellos
tratan a los pacientes neuróticos como psicóticos, dándoles grandes dosis de
neurolépticos, aunque sean neuróticos, porque el diagnóstico preferido de la Escuela de
Snezhnevsky, la Escuela de Psiquiatría de Moscú, era la esquizofrenia con aspecto de
neurosis o una psicopatía con aspecto de esquizofrenia.

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Jacques–Alain Miller: –Bien. Durante años, yo estuve en contra de la idea de una
psicosis no desencadenada, porque me asustaba el abuso de la noción de psicosis
durmiente. Pero los hechos clínicos están ahí. Cuando tienen una psicosis que se
desencadena, el período que precede es un período de psicosis no desencadenada. Yo
estaba entonces a favor de la localización de la psicosis durmiente que podía
desencadenarse. Esto era clínicamente necesario. Pero el paso siguiente es el de
comprender que ciertas psicosis no van hacia un desencadenamiento: psicosis con un
desorden en la juntura más íntima que evolucionan sin ruido, sin explosión, pero con un
agujero, una desviación o una desconexión que se perpetúa.

En lo que concierne a la psiquiatría soviética que hacía su diagnóstico sobre la lectura


de Kafka, de hecho, lo que se reveló en 1992 si recuerdo bien, ¡era que la Unión
Soviética era en sí un delirio! En efecto, ¡eso desapareció completamente! Era una
realidad delirante. ¡Fue el sueño de Lenin durante setenta años!

Tomas Svolos: –En la clínica freudiana, con el apego de Freud al Padre y al Complejo
de Edipo, la neurosis y las psicosis extraordinarias estaban en el centro de la clínica, por
lo tanto, no se podía hacer otra cosa que errar. Me parece que con la clínica de la
psicosis ordinaria tenemos una verdadera concepción lacaniana de la psicosis que la
extraemos del trabajo de Lacan, lo que produjo claridad sobre la psicosis. Las antiguas
fórmulas que habíamos adoptado –esquizofrenia, manía, parafrenia– podemos
observarlas en el presente como una suerte de variantes de la psicosis o como un tipo de
psicosis, pero la psicosis ordinaria elucidó algo más básico sobre la psicosis. Digo esto a
partir del trabajo clínico. ¿Si elegimos una categoría como la esquizofrenia, debemos
entender los momentos entre los episodios como signos de una esquizofrenia durmiente,
silenciosa o latente, o debemos tomarlo como una psicosis ordinaria? En otras palabras,
según mi criterio, pienso que puede haber una noción restrictiva y específica de la
psicosis ordinaria a la que Marie Hélène Brousse[9] hizo alusión –la psicosis ordinaria
banal, muy estable y bien delimitada–; pero la noción de psicosis ordinaria abre a una
teoría más general sobre la psicosis, a partir de la cual podemos articular la estructura
específica de la esquizofrenia o de la paranoia. La utilidad del concepto se sitúa en la
manera por la cual se amplía nuestra capacidad para conceptualizar la psicosis y hace
reflexionar en las vías de estabilización de una manera que no existía en la literatura
anteriormente. Leyendo la literatura de los años sesenta o de los años setenta sobre la
psicosis; parece que fuera una literatura muy diferente de la literatura de los últimos
diez años. Pienso que el proyecto de investigación desembocó en una noción más
general de las psicosis.

Jacques–Alain Miller: –Estoy de acuerdo. En lo que concierne a Freud, él no era,


evidentemente, psiquiatra. Estudió a Schreber a través de sus obras. Pero hubo un caso
de psicosis ordinaria, el Hombre de los lobos. Era psicótico y era una psicosis ordinaria
porque estaba lleno de rasgos de la neurosis. El Hombre de los lobos ayudó a Freud a
esclarecer la neurosis. Cuando leen a Freud, pueden dudar de su psicosis, pero cuando

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los siguen en Ruth Mack Brunswick, es difícil dudar. Hace mucho tiempo comenté con
mis colegas el caso del Hombre de los lobos durante un año. Algunos decían que era un
neurótico, otros decían que era psicótico, y mi placer consistía en dejar eso en suspenso
porque estimulaba así un gran interés en muchos comentarios interesantes de mis
colegas. Pero de todos modos, el punto de capitón de esta cuestión no está en el libro de
Freud, sino en el libro de Ruth Mack Brunswick[10].

Penny Georgiou: –Mi pregunta se relaciona con la eventualidad de poder esclarecer o


no algo alrededor del desencadenamiento. Hubo una discusión este lunes a propósito de
esas psicosis sobre las cuales uno se preguntaba si estaban desencadenadas o no. Había
una pregunta alrededor de la diferencia entre los episodios de descompensación, que son
la irrupción del fenómeno, y el desencadenamiento estructural de la psicosis.

Jacques–Alain Miller: –Creo que respondí a la pregunta diciendo que desde el momento
que ustedes van por primera vez de una situación de CBM hacia una abertura tal del
agujero, y eso continúa sin cesar, tienen ahí un desencadenamiento. Hay
"descompensaciones múltiples" cuando se tiene un pattern repetitivo que es
compensado sin cesar. Por lo tanto, ahí no hablamos de desencadenamiento. Decimos
"desencadenó" cuando eso se produce una vez. Por otra parte, tenemos lo que podemos
llamar en términos desarrollistas una "psicosis evolutiva". Tienen psicosis con una
ruptura y tienen psicosis con una decadencia cuando es un proceso continuo, una
psicosis evolutiva.

Manya Steinkoler: –Usted evocó la sexualidad para no hablar de ella. Habló del Otro
corporal y del Otro social. ¿Cuál es la sexualidad de una psicosis no desencadenada?

Jacques–Alain Miller: –Eso no es típico. No tienen vida sexual típica. Ustedes podrían
hacer una lista de ciertas experiencias extrañas en la vida sexual. Hemos publicado un
libro sobre diversos casos clínicos bajo el título El amor en la psicosis[11], en el que
tienen diferentes percepciones sobre la manera de vivir la sexualidad. A veces en los
hombres hay un empuje a la mujer a través del acto sexual. A veces tienen lo contrario,
una sexualidad que permite reapropiarse de su cuerpo. A veces el cuerpo se fragmenta.
No tienen por lo tanto nada específico. Busquen simplemente el desorden en la juntura
más íntima del acto sexual y generalmente lo encontrarán.

Un participante: –Tengo una pregunta sobre el desencadenamiento como encuentro con


Un–Padre y la generalización de este encuentro en la psicosis ordinaria como siendo
cualquier cosa que viene a irrumpir el CMB.

Jacques–Alain Miller: –Cuando hablamos de CMB, se trata de una compensación de la


forclusión del Nombre del Padre. Entonces, supuestamente, para desencadenar esta
psicosis tienen que tener un elemento que venga a un tercer lugar bajo la modalidad de
Un–Padre. Si suponemos que hay forclusión del Nombre del Padre, no tienen que tener

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necesariamente Un–Padre, pero sí algo que venga a ese lugar tercero en relación al
sujeto.

Traducción: Damasia Amadeo de Freda

Bibliografía
Brousse, M.–H.: Quarto 94–95.
Gault, J. L., Quarto 94–95.
Guéguen, P.–G., Quarto, 94–95.
Lacan, J., "De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis" (1957–1958),
en Escritos 2, Siglo XXI editores, Bs. As., 1989.
Lacan, J., Escrits, W.W. Norton & Company, 2007.
Mack Brunswick, R., Suplemente del "Extrait de l'histoire d'une néurose infantile"
Freud (1928). L'homme aux loups par ses psychanalistes et par lui–méme, textos reunidos y
presentados por M. Gardiner, NRF, Gallimard, Connaissances de l'inconscient, París, 1981.
Miller J.–A. y otros., bajo la dirección de J.–A. Miller, El amor en la psicosis, Paidós, Bs. As.,
2006.
Richards, J., Quarto 94–95.

Notas
1. Conferencia pronunciada al seminario anglófono "Psicosis ordinaria" realizado en París en
julio de 2008 y publicada en la revista Quarto 94–95, en enero de 2009 en Bruselas (ECF) y en
Freudiana N. 58 en abril de 2010, cuya traducción realizaron Sandra Arís y Catherine Galaman.
Agradecemos a la responsable de Freudiana, Gabriela Galarraga, y a las traducciones de la ELP,
su colaboración para esta publicación. La traducción que aquí publicamos corresponde a
Damasia Amadeo de Freda, tal como fue publicada en la edición impresa de El Caldero de la
Escuela, Nueva Serie, Número 14, Buenos Aires, Año 2010. Nuestro especial agradecimiento a
Jacques–Alain Miller por su amable autorización para que también sea publicado en esta
edición digital de Revista Consecuencias.
2. Lacan, J., "De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis" (1957–1958),
en Escritos 2, Siglo XXI editores, Bs. As. 1989, p. 513–564.
3. Ibíd., p. 540.
4. Ibíd.
5. Lacan, J., Escrits, W.W. Norton & Company, 2007, p. 466.
6. Guéguen, P.–G., Quarto, 94–95; p. 29–33.
7. Gault, J. L., Quarto 94–95; p. 66–71.
8. Richards, J., Quarto 94–95; p. 104–107.
9. Brousse, M.–H.: Quarto 94–95; p. 10–15.
10. Mack Brunswick, R., Suplemente del "Extrait de l'histoire d'une néurose infantile" Freud
(1928). L'homme aux loups par ses psychanalistes et par lui–méme, textos reunidos y
presentados por M. Gardiner, NRF, Gallimard, Connaissances de l'inconscient, París, 1981, p.
268–313.
11. Miller J.–A. y otros., bajo la dirección de J.–A. Miller, El amor en la psicosis, Paidós, Bs.
As., 2006.

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