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V OTROS ROEIVIAS
EL N A C IM IE N T O
DEL C IU D A D A N O
3 .6 °i
SS 1 h LOM O NO Sh yu.i-.ui: VHKU.
Printed in Argentina
Libro de edición Argentina
IMPRESO EN ARGENTINA
EDICIONES CULTURALES DE MENDOZA - CASA DE GOBIERNO
:m i >. su r.s u K i.o - (5500) M e n d o z a - r e p ú b l i c a a r g e n t i n a
LOS POETAS NO TIENEN BIOGRAFIA,
TIENEN DESTINO
(Hojas de Bitácora N9 2)
CARLOS LEVY
El Nacimiento
del Ciudadano
LOS CAMPESINOS
El origei. de las ciudades americanas está
en los barcos, el palo mayor se trasladó a
tierra y la ceremonia de fundación fue copia
del bautismo de las naves. Los europeos que
llegaron a América no encontraron un sueño
como pensaban en el viaje hacia la niñez de
la humanidad que habían descubierto en este
nuevo continente, sino que América también
era una realidad. Las leyendas, los tesoros
y la Ciudad de los Césares dejaron un dejo
amargo porque no existían. Y el oro de los
Incas fue poco para abastecer todos los
anhelos. Entonces, fueron leales a la tierra.
La aventura es buena después de las som
nolencias y más buena si se tiene un hogar
a donde se regresa del mundo. Entonces,
fundaron ciudades.
to.
Recreo la historia que sabe a origen de río:
Porque las islas se asentaron en las órbitas
que hacen posible los ojos y los pájaros lluviosos:
los anhelos emigraron de las algas,
se alejaron con lo necesario de los peces y las bestias:
experiencia plantada en el cuerpo del hombre.
— 15 —
estrellas de viento. Vivió en sus brazos, en sus carreras
de niño. Amó el árbol de las veletas verdes, leñoso
de años, alfarero de frutos, en los horizontes que
enmantelan las nubes, en las hondonadas que reali
zan mundos.
Y ahora, es recordado como el capitán de brazos
bajo la nuez de las ordenaciones, crecida en la cebolla
de labios y ojos como un timón para dirigir sus
pasos, la cabeza cultivada en los hombros que tienen
posadas gaviotas de dedos: soltadores de flechas, un
pájaro muerto arrojado a un pájaro vivo, enjauladas
en un arco: armadura aborigen, canoa de flechas,
semejante a los navios disparando el palo mayor y
yo no sé por qué pienso en los caballeros andantes,
vestidos de barcos, y en el perfil de sus escudos.
Yo quiero decirte, grupo del bosque y de las
cabañas, grupo de las aldeas y de las ciudades, a
quiénes amo con las imágenes del profeta que quiero
hacer hablar de nuevo; quiero decirte que tú eres
amor del sol y de la tierra subido en la corcova de
intemperie o desmontado en las arcadas del valle
donde el mundo juega a corderito y a pedacito de
niño, que tú eres el querer vivir que está más alto
que todas las banderas y que yo quiero arrancar de
los brazos de los infieles, palpadores de joyas.
Vino de un delta recostado y abierto, desembo
cadura de estar aquí, mujer de las florestas, frutal
para sus ansias, cuyas piernas aprendieron el llegar
de las aguas y que tenía antecedentes de hierbas en
su piel, de matorrales en su cabeza y de hondonadas
en sus brazos.
Mujer de las florestas en cuyo vientre se amaron
el sol y la tierra. Después de estos salieron a andar
por un pan porque en los brazos llevaban una raza.
Era vivir en las andanzas, en medio del fervor. Junto
a las bestias que llevan un corazón anheloso y que
se montan de amor en los panoramas del huevo de
luz, bajo las aves que realizan sus archipiélagos
corales y ponen astros de vuelos en los matorrales:
cántaros de alas, ojos plumosos en órbitas de estero,
un pájaro que se toma de la mano de otro pájaro en
los cielos de América. Los pierdo de vista y encuentro
el espacio.
Pájaros en la albúm ina del espacio, dentro del
cascarán azul, el cielo del huevo de luz. Pájaros, eso
es el sol. Se despiertan los niños y los caserones por
que ellos también son el sol, la copa de luz que les
amanece. Dios de la sangre, lava de las venas,
enrojecida en la fragua del contacto de un amor con
otro amor. Sol de las labores agrícolas, estrella de
los leñadores, todo plumaje en medio de lunas. Dios
de los alimentos, en la red azul, plenacuaria en cuya
aventura de montanares y de árboles velámenes
tengo la locura andariega. Dios de los ojos. Dioz azul,
plenacuario. El sol y la tierra se abrazan y allí nacen
ternuras que yo llamo especies o pueblos y trigales
no para que amemos, sino porque somos amados.
Recuerdo el porrón del cuerpo en el canastro de
abrazos. Ribereña, mundial: sabes que tienes una
desembocadura entre las piernas y el poblador un
ansia de nadar en tu cuerpo. Y no me olvido de las
m anadas porque ellas también son el amor. Todo es
amor del sol y la tierra en el espacio que señala la
torre. Allí donde me amo a mí mismo nacen los bos
ques, las especies y los pueblos cuyas maneras se me
confunden con los climas plurales que abrazan a la
tierra, nieve de los viajeros.
Huésped del follaje que era espuma de mar
enarbolada para sus ardores. Montaba parado las
llanuras. Habitante del relieve, de los paisajes de
tórtola y de piedra marina. Más tarde sería el ciuda
dano por cuadras de profesiones y entre panales de
oficios.
— 17 —
Peregrino de la plenitud frutal, regional de la
necesidad con la que viajó a un solo país: los tra
montes. Andariego de mejores frutos, pueblo de los
panoramas, hijo territorial, viajero de los paraísos de
azúcar. No tuvo placeres, sólo móvil de su drama
físico. Edad de la sangre corsaria. No dijo nostalgias
ni contemplaciones, sino andanzas. Epopeyas de su
salud, un viento de caballos montados, montañosos
de músculos, cascabeles de andar con huesos de
montaña en albañales de luz.
II
III
IV
— 23 —
Muchachos en las nalgas del río.
Muchachos de mundos, niños de abrazos
se bañan en el viaje de frescura.
M uchacha desnublada de vestidos
por abrazos de baño, el m anantial
trás el caserío de sauces.
— 24 —
La colina va partiendo a mis espaldas.
Trinador, bandera de mi cuerpo
reboto de las montañas al valle,
hacia su amanecer de casas
con su palomar de campanadas,
hacia el mediodía de miel y de luna.
— 25 —
LA FUENTE
Un fresco desmenusamiento
de blancas techumbres andinas:
agua miradora de orillas,
líquida cabra de los declives,
enredadera de pendientes.
Se envaina su torrente.
Recodo emplumado de espuma
infló la fuente, tiró el agua
en corrales de silencio,
panoram a de mis delirios.
Fogata de frescura,
fontana de estar mirando.
Veo archipiélagos de imágenes:
su fondo, rincón de reflejos,
pajarera de orillas.
— 26 —
Fuente que mira sin soñar.
Encontré su claro entre piedras.
Llené mi sed, cántaro vacío,
y me vi en sus ojos; agua
de existencia, de más allá.
SEPTIEMBRE
27 —
LA SED
Mi ventana abierta
son aquellas casas blancas
con ruido azul en los techos.
PAIS Y MONOLOGO
— 30 —
W AIT WHITMAN
,
■
El problema social y político acaparó la vida
i>npiritual en el origen de estas regiones libres e inde-
I 'i >ndientes.
Lejos de los bosques, de aquella vida sin pre
guntas y de aventuras andamos bajo enramadas de
' i »mentó y con un alm a de libros europeos que nos
i’iiseñan demasiado como para no aprender.
Es hora de dejar los versos y comprendernos.
I iBclarescámonos para vivir realmente.
La historia no es un sueño ni una leyenda, es
la tragedia de las especies en los panoramas de la
i®alidad. Las ciudades americanas no escaparon a
nota tragedia. Por eso en los planos de sus naci
mientos, se veían no sólo cabildos, plazas y escuelas,
nlno también empalizadas, murallones y pozos pro-
Ilindos por fuera de las fortificaciones.
Las empalizadas de los primeros prósperos de
América —cazadores de fronteras, propiedades com-
l >radas a tiro de fusil— se han esfumado para siempre
c le la realidad, pero no han desaparecido, ellas están
"ti las constituciones que fortifican los estados que
I' »i lavía se defienden de América.
América es un niño que corre para alcanzar al
lumbre maduro —Europa— que camina pensativo.
I.o alcanzará con ciudades ya muchacho en el siglo
volnte y sólo tendrá para decir: anhelos. Porque para
i.'iber hay que caminar. Para el hombre maduro, el
muchacho es un alivio; para el muchacho, el cami
ní inte pensativo es un ensueño y una pesadilla,
üuropa una imagen de tierra y de tragedia. América
una imagen de sol y de anhelos. Aquí todo es origen;
mientras todo en Europa es parque.
— 33
II
Mi país es un panorama en la luz del sol. Cuando
me paro en la puerta de calle de mi casa, saliendo de
ella, tengo frente a mí los parapetos andinos, a mi
derecha una ciudad, a mi izquierda un camino que
podría llevarme donde quiero y, en fin, a mis espal
das mi casa. Estos son los verdaderos puntos cardi
nales del país que habito: una montaña, una ciudad,
un camino hacia los bosques sureños y una casa para
mis regresos del mundo.
Mi país es un panorama cuya Carta M agna es el
vuelo de las gaviotas y las nubes sobre las fronteras,
las propiedades y las constituciones. Sus puntos
cardinales son realidades, ramajes de mis ojos, y a
la vez símbolos de algo que quiero ser y de algo que
no quiero ser.
En el techo de mi casa huelo a panoramas. Todo
mi cuerpo es un ojo en la órbita de los paisajes. Cada
uno de ellos tiene un significado que es el comienzo
de lo que sé, algo que recuerda mi cuerpo, un apren
dizaje de vida.
Miro como el viento relee los árboles y las nubes
hilanderas. Limpio de todo lo que han dicho los
hombres. Yo lo confundo con los pájaros, hijos de la
antigua noche.
Esfera boscosa de la tierra. Mis ojos son los
brazos de los panoramas de tórtola. Hay un río junto
a mi infancia y un viento de bandadas disueltas.
Angeles del sur, mis viejos amigos. Yo los recuerdo
en la gaviota de los hombros, en mi cabeza plumosa
y yo ya no sé...
— 34 —
PAJARO MUNDIAL
II
— 35 —
Están en la geología, historia de las vértebras,
[escalera de los anhelos que fueron llegando
Bajé sus escalones buscando el cántaro de labios
[de arenisca,
contemplé la emigración de los hombres muertos
[hacia las algas
pisaba la historia, cam inaba sus libros escritos.
Eran páginas blancas y me sorprendía leyendo en
[ellas.
Sentí el miedo de la belleza.
Sabía que tocaba el arco muerto de la flecha viva
[que soy.
Yo no puedo hablar sino de una ciudad florida
[de ventanales
donde no puedo quedarme sin emigrar, sin tomar
[el vino de imágenes,
sin escribir a las regiones extranjeras porque he
[leído sus libros
Yo no puedo hablar sino de un valle en los brazos
[del sol,
del pájaro plumoso que esconde su futuro en los
[matorrales,
nidada para los cielos de América
y de los anhelos que se hacen silbos.
Yo no puedo hablar sino de la necesidad y del
[destino
que yo llamo la tierra y el sol envueltos en escenarios,
el amor que expresa los pueblos.
Aspiro a que te quede el perfume de esta
[pequeña historia:
A mí siempre me preocuparán las madres y el pan.
Detrás de las madres veo la tierra y el sol detrás
[de los panes.
Allí donde los días chocan contra la tierra nacen
[los trigales y las mujeres dan a luz.
Entonces, cada niño nace en medio de un trigal.
— 36 —
PABLO GAUGUIN
III
Bajo el pelo de los ventanales,
escucho la flecha de los trenes montañosos.
Escribo junto a un libro de bosques, frente a un
[reloj mineral.
Mi frente es la región de unos hombres
que yo confundo con los pájaros que me parecen
[ramas de viento.
Los recuerdo montados en las ancas de madera de
[los ríos carretelas.
Allí junto a un bosque que se evapora en hojas,
junto a un río aprendí que todo es origen.
Angeles del sur, mis viejos amigos.
Yo sólo era leal a los alimentos, archipiélagos de
[las especies.
Y cuando el buen tiempo era lejano
me enseñé a recontar las islas.
LA TABERNA
— 39
LA LLUVIA
Se ordena el agua,
nube desnublada, patinando por declives.
Estamos en el sauce cristalino de la lluvia.
Bolsillo, capote; la casa
concentra los hechos, abriga los pasos.
M añana naceremos a las calles,
encendido el caminar.
Fue la lluvia
y estuvimos esperando las calles con la vida
como en el regazo de la madre que nos prepara
[para el mundo,
LA CASA DE LEJANOS VENTANALES
— 41 —
Ah los besos, venían transbordando la sangre de
[hombre en hombre
sobre silenciosos países donde la tierra es siempre.
Y nueve meses estuve en el astillero de mi madre
allí donde la vida hace nuevos barcos para su
[sangre.
De mis antepasados me alejé hacia mí
y tuí el niño que arroja una moneda de alegría
[dentro del anciano
y soy un continuo emigrado de la infancia y de los
[bosques.
CANCION A LA CIUDAD
46 —
Todas las m añanas me visita un ángel y un
[fantasma.
Recorro el fantasma y respiro el ángel.
Yo mismo soy una mezcla de ángel y fantasma.
Estoy otra vez sin comprenderme
porgue no tengo hambre ni necesidad.
Cuando todas las m añanas hago nevar mi traje
con movimientos que llamo bandadas o ventanas
soy una mano que se abriga en las aldeas
y la aventura recorre mi cuerpo.
He comprendido que no me sirve para las
[explicaciones
sino para comer un poco de ángel
en las ciudades del fantasma.
— 47 —
y que he escuchado el paso de los trenes y los aviones
y la partida de los barcos.
Y así quiero que se me mire:
Con una ciudad de roturas en mis trajes
y en mis zapatos, hermanos de los puentes
de mirar abajo,
con la locura alegre de las tabernas
y el rostro suelto en las gaviotas.
La Campana
para Fernando Lorenzo
Ved el origen de la cam pana
cuando la piedra es arrojada a un lago.
A gua y piedra,
cam pana y badajo.
Tierra y acción.
La piedra que hunde las superficies.
El agua que se cubre de círculos
como una bestia encrespada,
molestada en su jaula.
A ellas van las ostras terrestres,
los cántaros como grandes nueces
a llenarse de agua cazada
anidando los peces.
— 53 —
la montura navegante,
la pezuña de los puertos,
la herradura de los arados
delante de los pájaros de siembra.
Hijos del descubrimiento
arando con el ancla
de los navios acaudalados
los velámenes náufragos,
porgue sus cántaros
y sus braceros
no llegaron al estangue de oro,
al fogón de diamantes.
— 54 —
Repicad a fiesta.
Volcad los cántaros en la siembra.
Soltad los pájaros en el bosque.
Campana, campana, campana.
Campanas de amor. Turbinas de paz.
Así crece la alegría del hombre
haciendo sonora la tierra.
Cuánta paz
es de pronto tanta guerra.
Campanas hermaíroditas.
El hombre se hace badajo
en la cam pana de las mujeres.
A la taberna campanario
traed las campanas para beber
los badajos de vino
como lobos sensuales
en páramos ascéticos.
Haced un reloj de arena
con copas y campanas.
Copas hacia el cielo.
Campanas hacia la tierra.
Copas de espaldas.
Campanas boca abajo.
Copas aéreas.
Campanas terrestres.
Copas que se consumen en campanas.
El agua sonriente
y el alba navegable
con los pájaros colgados,
— 55 —
los colores que nacen de las brumas
y se abalanzan sobre las cosas,
las envuelven a la usanza diaria
y las entregan a los ojos.
El agua es azul del cielo.
La tierra es verde del sol.
El arco iris cruza la tierra
haciendo las esquinas del mundo.
Es el día poniendo de relieve las cosas.
Es el día que trae los países
para los sueños de la noche
cuando las ciudades fueron entregadas a la tierra.
En la casa mansa
hay una paloma de agua.
Campanitas de lluvia.
Campanilleo de inundación.
Construidle casa al agua.
Dique, campanario, palomar.
La inundación es fácil de cazar.
Que todos vengan a verse en las represas
donde los tigres del río
se vuelven palomas.
Traed los baldes como jaulas
o campanas
— 56 —
a llenarlos de agua como de palomas
o badajos.
Venid a soltar palomas en los manantiales.
Venid a llenar de besos
los labios de la aceguia.
Nubes mundiales.
Aves de todos los países.
Nubes como migas.
Van hacia el padre de los panes,
hacia los panales de nieve
en los colmenares de piedra.
El agua salvaje,
domesticada a pedazos
se hace otra vez bestia inmensa,
ballena en los glaciares
reunida por las nubes
que vuelan de los lagos,
de los digues, de las aceguias,
de los vasos, de los besos
hacia las madrigueras de nieve.
— 57 —
que maduran en los hornos,
un follaje de adobes,
un árbol de frutos familiares.
El fuego es el estío para los panes,
frutos de todas las estaciones,
de todos los países y los climas,
porque los hace la familia.
— 58 —
que es decir colonias de casas
encontrados en este fondo de mar.
El cielo también es el océano
que raspa y raspa el espacio
encendiendo el aire,
encendiendo las lluvias.
— 59 —
Poema
Vincent Van Gogh
Os traeré el recuerdo de Van Gogh.
Sabed que quiso ser como los campesinos agachados
como circunslerencias estremecidas por los trigales,
con su paleta de girasol,
león de las ñores,
como un sombrero caído del sol
con antorchas de piel
y fogatas de estampas espesas
entre pinceles despeinándose
las pequeñas melenas
en colores cuajados.
Van Gogh,
una gota de sol en los pinceles,
girasol del amarillo,
infancia del sol,
la palom a de las lámparas
gue amamos en las cosas,
despegándola con los ojos.
Yo sé como él
que a veces enloquecen los astros,
enloquece el sol
y conducen a los hombres creyentes
a espantosas soledades
donde sólo hay un girasol amaneciendo
como un baño de alazanes.
Nombre espeso,
de óleo.
Un nombre que gotea
como cuajada de trigales.
— 63 —
Anduvo por la ternura del mundo
una muchacha llam ada Provenza
y fue como la bondad del mundo.
Tal vez buscando a Dios
y lo encontró en el sol,
cuando se derrumbaron los misales de la infancia
con un ruido feudal,
porque Dios no podía ser otra cosa que lámpara,
después de una ciudad con apellido de monasterio,
Amsterdam:
espigas de imprenta
con granos de campanas
para misales escritos gota a gota
entre las flechas de la lám para
con pájaros de cuchillos
y lanzas idiomáticas
con golondrinas
como alambrados de tinta.
— 64 —
I N D I C E
Pag.
" M A R I A W O MC o io
s a n R a fa e l -
s s ta n te
tabla
NUMERO
UtìRo n o s T p u e d e VENDIS?
ESTE
LIBRO SE
TERMINO DE
IMPRIMIR EN LOS
TALLERES GRAFICOS DE
EDICIONES CULTURALES
DE MENDOZA EN
FEBRERO DE
199S
No sería suficiente reseñar este libro, sin antes decir que el
autor desde su marginalidad (elegida) se sentía llamado a
poetizar, no solamente los personajes de la vida diaria, sino
las sensibles imágenes de un m undo que enjuiciaba y lo en
juiciaba en su polémica forma de vivir.
Su controvertida visión de la realidad y el exceso de sinceri
dad lo desvinculaban de los círculos literarios, donde lo igno
raban como poeta. Pero esto no ocurrió con el relevante artis
ta plástico Carlos Alonso, que no disimuló su talento y en
este libro quedó sellado el desborde y la transparencia del
poeta Cúneo, ju n to a las refinadas y sutiles líneas del maes
tro Alonso.
La prosa y verso en u na honda comprensión de las virtudes
de la naturaleza y la debilidad hum ana, sit úan al poeta como
un libre pensador, con claros ideales políticos, frente a una
sociedad que careció de receptibilidad a sus espontáneos es
critos ideológicos.
Ciudad, vino, ríos, sol, ángeles, fantasmas... son reflejos que
se repiten, cuando avanza Cúneo en su madurez poética,
cargada de lluvias y esperanzas.
Implacable en sus conceptos, deja caer su angustia por roces
étnicos, de razas o de la cultura cuando escribe: "Y si hablo
así es porque tengo el sino, la locura de querer hacer del mun
do una Granja Mayor y de proclamar un solo país: la tierra y
una sola nación ".
La poesía de Cúneo tenía u na gran afinidad con su pensa
m iento. Todo quedó im preso en los Talleres G ráficos
D’Accurzio en febrero de 1952 donde se edit ó por primera vez
"El nacimiento del ciudadano".
Julio I. Castillo
GOBIERNO DE MENDOZA
MINISTERIO DE CULTURA, CIENCIA Y TECNOLOGIA
SUBSECRETARIA DE CULTURA Y COMUNICACION EDUCATIVA
DIRECCION DE COMUNICACION CULTURAL Y EDUCATIVA