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El DON QUE HIERE:

*
RECIPROCIDAD Y GESTIÓN DE PROYECTOS EN LA AMAZONÍA INDÍGENA

Richard Chase Smith

INTRODUCCIÓN: EL DON Y LA SOLIDARIDAD SOCIAL

En su introducción a una traducción reciente de la obra clásica de Mauss sobre la importancia


fundamental de la reciprocidad en las sociedades tradicionales, Mary Douglas nos dice “Se
supone que la caridad es un don gratuito, una entrega de recursos no correspondida. Aunque
proclamamos a la caridad como una virtud cristiana, sabemos que hiere... De acuerdo a
Marcel Mauss, este es el problema con un don gratuito: un don que no ayuda en nada a
incrementar la solidaridad es una contradicción”. (Douglas 1990: vii)
La comprensión intuitiva de Mauss en cuanto a la economía tradicional del don fue
una contribución enorme a nuestro entendimiento del vínculo entre la economía y la sociedad
a nivel global. Él nos presenta ejemplos de sociedades antiguas y actuales para mostrar que la
entrega y recepción de dones son partes obligatorias y complementarias de un sistema total de
servicios en el cual “cada don es parte de un sistema de reciprocidad en el que se
comprometen el honor de aquel que da y de aquel que recibe el don”. (Douglas 1990: viii). Es
un sistema total porque todos en la comunidad y en la comunidad de comunidades se
encuentran involucrados al igual que el estatus de sus posesiones espirituales y materiales.
En casi todas, sino en todas las comunidades de la Amazonía descritas en los
estudios de caso en este volumen, la economía tradicional del don basada en la norma de la
reciprocidad continúa jugando un rol vital al lado de aquel que juega la economía de mercado.
Sin importar su valor monetario, el intercambio entre los miembros de la comunidad, ya sea

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La presente es una versión traducida y revisada de “The gift that wounds: charity, the gift economy and
social solidarity in indigenous Amazonia”, ponencia presentada en la conferencia Forest Ecosystems in the
Americas: Community-based Management and Sustainability, University of Wisconsin, Madison, noviembre de
1994-enero de 1995. El artículo se basa en una investigación sobre la economía indígena en el contexto del
mercado en cinco países amazónicos, conducida entre 1992 y 1993 por un equipo de veinte investigadores, la
mitad de los cuales eran indígenas (Smith y Wray 1996). El autor fue co-coordinador junto con Cristobal Tapuy,
quien representó al conjunto de organizaciones indígenas bajo la coordinadora amazónica COICA. Traducido
por Angélica Almeyda.

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en producto o mano de obra, siempre tiene un significado social subyacente: como un acto
social, el intercambio reafirma la relación entre dos individuos o grupos de personas. Las
iniciativas y proyectos de gestión de recursos comunes descritos en este volumen ocurren al
interior de un contexto social en el que el intercambio tiene este fuerte simbolismo social.
Al mismo tiempo, casi todos estos proyectos dependen o han dependido en algún
momento, del financiamiento de alguna agencia de desarrollo. Este financiamiento para el
desarrollo es otra forma de don que puede o no ser interpretado como parte de una relación de
intercambio. En este artículo, exploraré como la economía del don se despliega en el contexto
de la economía de mercado en las comunidades indígenas del bosque amazónico, y cómo los
“dones” de las agencias privadas y públicas pueden tergiversar las relaciones sociales y
económicas al interior de la comunidad y entre la comunidad local y la comunidad global.
La economía del don está basada en la simple regla de que cada don debe ser
correspondido. En algunas sociedades, el honor de quien recibe demanda corresponder con un
don en mayor calidad o cantidad, llevando a un intercambio de bienes cada vez mayor. En
otras sociedades, se espera que un don sea correspondido con otro de valor equivalente. Sin
embargo, tal como señala Mauss, este sistema total no está basado sólo en la obligación a la
reciprocidad, también obliga a sus miembros a dar tanto como a recibir bienes. “Rehusarse a
dar, no invitar, así como rehusarse a aceptar es equivalente a declarar la guerra, esto es, a
rechazar el vínculo de alianza y colectividad” (Mauss 1990:13).
La economía del don no es un sistema de intercambio entre colectividades sin rostro,
sino, tal como nos muestra Mauss, entre individuos que viven una situación cara a cara. Es el
honor y estatus realzados de quien da y de quien recibe, su deseo de establecer una alianza
con propósitos políticos, su necesidad de asegurar una fuente permanente de sal; en otras
palabras, es el incentivo del interés individual el que alimenta al sistema total de intercambio.
Pero contrario a la economía de mercado, el gran propósito de este sistema total no es
ensalzar al individuo, sino reforzar los vínculos entre los individuos, miembros de la
sociedad.
Al generar un ciclo perpetuo de intercambios, la economía del don une a todos los
miembros de una comunidad a través de las obligaciones de reciprocidad de unos con otros.
La belleza de esta práctica ancestral reside en que al unir la seguridad a largo plazo de cada
individuo a la fuerza de sus vínculos con los demás miembros de su sociedad, va mucho más
allá que el sistema de mercado moderno para resolver las tensiones fundamentales entre los
intereses del individuo y las necesidades de su sociedad. En este sistema de reciprocidad,
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cuanto más el interés individual impulse la economía del don, mayores son los vínculos de
obligaciones mutuas que unen a los individuos.
La economía de mercado, por el contrario, impone diferentes obligaciones y
presiones sobre sus practicantes. Vista desde la perspectiva anglo-americana clásica, el
propósito de la economía de mercado es elevar el estándar de vida del consumidor individual,
esto es, permitir a cada miembro de la sociedad acumular y disfrutar de más bienes materiales
(Fallows 1994). Como veremos en este capítulo, los miembros de las sociedades basadas en
economías del don que se mueven hacia las esferas de la economía de mercado, como es el
caso de la mayoría de indígenas y ribereños amazónicos, muy a menudo se encuentran frente
a demandas y expectativas de ambas economías que son irreconciliables.
La más fundamental de éstas es aquella entre la presión de la economía del don
sobre cada persona para distribuir su riqueza generosamente con el propósito de realzar su
estatus, y el mandato de la economía de mercado para acumular bienes a fin de acrecentar su
estatus personal. Atrapados entre estos dos imperativos, los miembros de las comunidades
indígenas modernas muy a menudo se encuentran confundidos en relación a qué obligación
cumplir, es decir, acerca de la mejor forma de realzar sus intereses personales y su seguridad a
largo plazo: acumular riqueza personal o reforzar los vínculos sociales de obligaciones y
cuidados mutuos.
La mayoría de los proyectos de desarrollo implementados en comunidades indígenas
en América Latina durante las décadas pasadas, incluyendo los de este volumen, han
dependido de una forma u otra de fondos donados. La Cooperativa Forestal Yanesha1 recibió
bienes de capital, asistencia técnica y fondos para cubrir los costos de operación a través de
subvenciones otorgadas por USAID y el World Wildlife Fund; el proyecto de manejo forestal
de Lomerío recibió de la misma manera donaciones del gobierno de Holanda, HIVOS, Oxfam
América y BOLFOR (USAID), que incluyeron un aserradero industrial, camiones, tractores,
asistencia técnica y gastos de operación. En todos los casos, salvo el préstamo gubernamental
a la Cooperativa Forestal Yanesha, la donación fue percibida por el donante como un regalo,
uno sin expectativa de retorno; la única condición era que el proyecto fuese responsable por el
uso de los fondos.
Pero como señalan los resultados de nuestra investigación, nos parece que Mary

1
En este texto, prefiero usar el término amuesha para referirme a la gente indígena dueña de la Cooperativa
Forestal Yanesha’. Ellos se refieren a sí mismos como yaanehsha’, acheñenehsha’ y/o yaamotsehsha’.

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Douglas tiene razón: la caridad de hecho puede causar heridas. A pesar de las buenas
intenciones de los donantes, el desarrollo que depende de la caridad no ha mostrado mucho
éxito en mejorar la posición de los indígenas amazónicos al interior de la economía de
mercado, ni ha promovido necesariamente mayor solidaridad al interior de la comunidad. En
este artículo, exploraremos algunas de las razones de por que es así.

DECISIONES ÉTICAS EN UN DESORDEN MORAL

Una razón común para la falla de las iniciativas orientadas hacia la economía de mercado en
las comunidades indígenas amazónicas hoy en día, es que el administrador indígena del
proyecto, actuando de acuerdo a valores tradicionales, redistribuye los recursos del proyecto
entre sus parientes y vecinos bajo la forma de préstamos personales informales. De acuerdo
un ex-administrador de la Cooperativa Forestal Yanesha, él se encontró bajo presión
constante de hacer préstamos en efectivo para cubrir los gastos de algún miembro de la
comunidad enfermo o para comprar algunos bienes necesitados con urgencia; otros lo
presionaban para que preste la camioneta del proyecto para transportar a algún enfermo al
hospital regional o para llevar al mercado sus cosechas.
En este caso el administrador del proyecto podría ser retribuido socialmente por su
generosidad, ya que su comportamiento es bien visto por el orden moral de su sociedad, pero
sus concesiones probablemente contribuyen a la bancarrota de la empresa. Contrariamente a
los valores indígenas, los dueños de pequeñas empresas orientadas al mercado deben ser
mezquinos y guardar su dinero para sobrevivir. Para que una iniciativa sea económicamente
exitosa en el contexto del mercado, su dueño o administrador no puede redistribuir
generosamente el escaso capital de la empresa; por el contrario, debe acumular cualquier
ganancia e invertirlo cuidadosamente en la empresa.

La economía del don indígena

La economía tradicional indígena es esencialmente una economía del don, es decir, está
basada en el intercambio diferido de dones. Cada sociedad inculca en sus jóvenes un gran
sentido del valor y de la obligación de ofrecer cualquier bien material que posean. Al mismo

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tiempo, se le enseña a cada miembro de la sociedad el imperativo igualmente grande de
recibir lo que se le ofrece, y por tanto a reconocer la relación creada a través de la deuda. La
esencia misma de la economía del don, que mantiene el flujo de dones entre quienes dan y
reciben, es la obligación a la reciprocidad. El orden moral obliga a quien recibe, aquel que
está en deuda, a corresponder el don en algún momento futuro.
La entrega que hace el individuo no está ausente de intereses personales. La
generosidad da prestigio y ensalza el estatus de quien entrega; mientras más grande y valioso
sea el don, mayor es el beneficio social derivado de la entrega. El dar también implica dones
en retorno, posiblemente objetos lujosos deseados por quien los recibe. Pero el intercambio
también es llevado a cabo entre grupos familiares como un todo o por el jefe en nombre del
grupo familiar. Las actividades del intercambio colectivo tanto como las del individuo están a
menudo motivadas por el deseo de establecer relaciones sociales estratégicas con otros
individuos o grupos que pueden proveer contrapartes matrimoniales, con quienes las alianzas
puedan incrementar las posibilidades de éxito en la política o en la guerra. La ganancia y la
acumulación de riqueza no son factor motivador en esta economía de dones.
El intercambio se lleva a cabo en contextos informales y en contextos formales o
ritualizados. Una manera común de intercambio informal es la redistribución de comida entre
las unidades domésticas basadas en el parentesco al interior del asentamiento o, en algunos
casos, como el de los quichuas del Napo, el intercambio de mano de obra al interior del
asentamiento local. Por ejemplo, entre los kaxinawá del río Jordao, el propietario de un
sembrío de maíz en producción invita generosamente a su parentela del asentamiento local
para cosechar maíz en choclo, sabiendo muy bien que cuando sus sembríos estén maduros,
ellos reciprocarán. A la vez que ayudan a solucionar los baches en la producción de alimentos
para cada unidad doméstica, estos intercambios afirman las relaciones sociales entre las
unidades domésticas de un poblado local.
El intercambio formal toma muchas formas diferentes entre los indígenas de la
Amazonía, pero el denominador común es el contexto ritual que rodea los actos formales del
dar. A pesar de su sencillez, los alimentos cocidos son con frecuencia objeto de intercambios
ceremoniales. Por ejemplo, en áreas en las que la yuca dulce es un artículo de suma
importancia en la dieta, como en el territorio asháninka de la selva central del Perú, la unidad
doméstica siembra una cantidad extra de yuca, la misma que se usa de manera periódica para
producir grandes cantidades de masato. Los dueños invitan luego a los parientes y vecinos a
una recreación ritual de una celebración mítica con música y baile que puede durar varios días
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hasta que el masato haya sido consumido. Mientras más dura la celebración, más prestigio
acumula el anfitrión. Una invitación recíproca viene poco tiempo después.
Los huitoto del río Ampiyacu celebran la maduración del fruto silvestre copalhuayo
(Protium sp.) con una ceremonia muy elaborada en la que el líder o dueño de la maloca invita
en nombre de su asentamiento a los miembros de una maloca aliada. El anfitrión provee
grandes cantidades de pan de cassabe (el alimento principal en la dieta local), el brebaje no
alcohólico y viscoso hecho de yuca amarga, maní, hoja de coca en polvo y tabaco; a cambio,
el invitado lleva grandes cantidades de la fruta de copalhuayo más carne de monte que ha
acumulado de la caza durante las semanas anteriores. En ambos ejemplos, a través del
intercambio ritualizado de comida, se reafirman importantes relaciones sociales.
De acuerdo a varios investigadores, existieron áreas de comercio multiétnico en
diferentes partes de la gran cuenca amazónica (para la cuenca del Xingú, ver Basso 1973;
para la cuenca del Vaupés, ver Goldman 1963 y Hugh-Jones 1992; para la cuenca del alto
Ucayali, ver Bodley 1973, Chevalier 1982, Myers 1972 y Smith 1977; y para la Guyana-alto
Orinoco, ver Colson 1973, Thomas 1972 y Mansutti Rodríguez 1986). Al interior de todas
estas áreas, objetos escasos y de lujo como sal, plumas, curare y cerbatanas circularon a través
del mecanismo de reciprocidad de la economía del don.
En la cuenca del Vaupés, los observadores han descrito la producción especializada
de productos tales como ralladores de yuca por los wakuenai, herramientas de shamán por los
tukano y coladores de yuca por los uanano. De acuerdo a algunos observadores, estos y otros
productos especializados alimentaron un sistema formal de intercambio entre los muchos
grupos étnicos exógamos de la región (Chernela 1983; Hugh-Jones 1992; Jackson 1983). Los
makuna del Apaporis son aún un vínculo importante en el intercambio interétnico de curare,
veneno usado en los dardos de las cerbatanas.
Sabemos por documentos dejados por misioneros franciscanos y por otros
observadores durante el periodo de la colonia, además de la tradición oral, que una mina de
sal en piedra en territorio amuesha, en la selva central del Perú, fue el punto de inicio de una
extensa red de intercambio multiétnico (Varese 1973). Las parejas de “socios rituales” de este
intercambio formal (ayompare en asháninka) constituyeron los eslabones individuales en las
largas cadenas de intercambio que se extendieron desde la mina de sal. A través de estas
cadenas de socios del intercambio, sal en piedra y, a partir del siglo XVIII, herramientas de
hierro producidas por los amuesha alcanzaron a los asháninka, shipibo y conibo del bajo
Ucayali (Bodley 1973; Smith 1977). Qué tan extensas fueron estas redes o si hubieron
182
indígenas amazónicos especializados en intercambiar a través de ellas, no se sabe, ya que
fueron todas rotas al inicio del siglo XX. Tampoco sabemos si se asignó un valor específico
de intercambio a los bienes que circularon en ese sistema.
Como podemos ver, el intercambio es una actividad importante en la economía del
don de los indígenas amazónicos. El intercambio informal en el compartir de alimentos
crudos y cocidos y en algunos casos de mano de obra, afirma la solidaridad del grupo local de
parientes, al tiempo que provee gran seguridad a la subsistencia de cada unidad doméstica. El
intercambio formal también provee acceso a bienes que normalmente no están disponibles y
que quien los recibe desea. El intercambio de productos escasos como sal, collares, cuentas,
plumas, herramientas de shamán y la parafernalia ceremonial ha sido tradicionalmente un
aspecto importante del intercambio. Pero el acto de intercambiar en sí es más importante que
los bienes que cambian de manos. El intercambio no tiene que ver con la acumulación de
bienes materiales; más bien se trata de cimentar vínculos sociales útiles entre quienes dan y
reciben, entre gente que habita río arriba y la que habita río abajo, entre potenciales parientes
políticos o entre grupos aliados en disputas de larga trayectoria. Dar y recibir en este sistema
total de intercambio es la afirmación de los lazos de solidaridad social.

El orden moral y la solidaridad social

Todo comportamiento económico es guiado por un orden moral a nivel de la sociedad que
establece valores y normas. En las sociedades que practican la economía del don, dar y recibir
son parte de este orden moral. Para asegurar que la economía del don funcione, las sociedades
amazónicas desarrollaron valores culturales que refuerzan en cada uno de sus miembros la
importancia de dar, recibir y de reciprocar. Sin tal orden moral interiorizado que obliga a los
miembros de la sociedad, la economía del don no funcionaría. Nadie sentiría la obligación de
deshacerse de nada, y si lo hicieran, el que recibe no estaría obligado a recibir el don o a ser
recíproco.
En estas mismas sociedades, la generosidad se convirtió en un valor central para este
sistema moral y continúa siendo recompensado con el aumento del prestigio y estatus social.
Por otra parte, la sociedad condena el egoísmo, la avaricia o la acumulación de bienes
materiales de cualquier tipo. Los miembros de los asentamientos locales que se comportan de
manera mezquina, los que ocultan comida u objetos de lujo, reciben el desprecio silencioso de
183
los demás; si tal comportamiento continuara podrían ser separados de la vida social cotidiana.
El valor de dar y recibir en el marco de la economía del don determina cómo
circulan los bienes y servicios al interior de los poblados indígenas. La circulación de bienes,
sin embargo, es sólo uno de los componentes de la economía en la Amazonía indígena; la
vida económica también implica, por ejemplo, el manejo de recursos, la extracción de
productos forestales y la producción de cultivos agrícolas básicos. El orden moral también
regula estos aspectos de la vida económica.
Al interior de la unidad doméstica así como en la sociedad como un todo, la matriz
de parentesco regula las relaciones sociales: uno se comporta frente al otro de acuerdo a las
normas establecidas por las reglas de parentesco. Estas son específicas a la sociedad, pero
generalmente incluyen el respeto por la edad, el estatus y la autoridad, un grado de formalidad
respetuosa hacia un tipo de parientes (como consanguíneos) y una informalidad mas jovial
hacia otros (como parientes por afinidad). A menos que estas relaciones estén bien ordenadas,
no habría producción que satisfaga las necesidades locales o que alimente a la economía del
don.
Los aspectos productivos de la economía son acompañados por complejas relaciones
de género y alianzas sociales que se producen a través del matrimonio. Tradicionalmente, en
muchas sociedades amazónicas ha existido un grado apreciable de igualdad y
complementariedad en las relaciones de género. Los hombres producían bienes y daban
servicios que complementaban aquellos de la mujer. En muchas sociedades como la amuesha
de la selva central del Perú, alimentos vegetales como la yuca siguen siendo asociadas a las
mujeres; la carne, producto de la caza, es asociada a los hombres. Cada uno contribuye con su
parte para balancear las comidas; y todos saben que una comida con sólo carne o sólo yuca
está incompleta. Los hombres y mujeres también tienen poder en dominios separados pero
complementarios de la vida social: el poder de las mujeres viene de su control sobre los
procesos de reproducción social y cultural al interior del poblado y con otros centros
poblados, mientras que el poder de los hombres deriva de sus relaciones políticas entre las
unidades domésticas y asentamientos y de sus relaciones con el mundo natural.
La economía también abarca las complejas relaciones políticas y sociales entre las
unidades domésticas al interior del asentamiento. Cada grupo de asentamientos necesita
regular el acceso de sus miembros a recursos productivos, la distribución de la producción al
interior del asentamiento y la reproducción de los recursos culturales de la sociedad. Las
sociedades indígenas de la Amazonía perpetúan los valores de equidad en los asentamientos:
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por ejemplo, todos los miembros tienen igual acceso a recursos productivos y al conocimiento
necesario para manejarlos y producir con ellos. Nadie en un asentamiento puede ser privado
de los recursos necesarios para subsistir. Al mismo tiempo, nadie debería tener hambre
cuando otros tienen comida: las normas de redistribución de la producción aseguran que todas
las unidades domésticas tengan poco más o menos las provisiones de comida que necesitan.
Los sistemas culturales amazónicos conciben al hombre y la naturaleza como
íntimamente relacionados en un sólo sistema. Por esta razón, las actividades de subsistencia,
incluyendo el manejo, producción y transformación de recursos naturales, abren la puerta al
vasto y misterioso campo de las relaciones entre la sociedad humana y los mundos natural y
sobrenatural que la rodean: es decir, relaciones entre el cazador y la presa, los bosques y los
espíritus que los habitan; entre el agricultor y los espíritus de la tierra, la lluvia, los cultivos,
los insectos y otras fuerzas espirituales que hacen producir al huerto; entre el pescador, el río,
el pez, las anacondas y los delfines de río y los espíritus del mundo acuático. El
comportamiento económico entre los indígenas de la Amazonía es guiado y motivado tanto
por la fe en fuerzas supernaturales como por el cálculo racional de las necesidades de
producción o las estrategias para crear nuevas alianzas.
Muchas sociedades amazónicas promueven sistemas de fe basados en ideas de
balance al interior de este sistema natural2. Al igual que en la sociedad humana, este balance
es mantenido por el respeto de cada parte por sus obligaciones recíprocas. Si el mundo natural
entrega algo al mundo de los humanos, estos deben reciprocar entregando algo al mundo
natural, aún si éste es un gesto simbólico a través de un ritual. Así como la avaricia y la
acumulación son valores negativos en la sociedad humana, así también los humanos no deben
exagerar al extraer recursos de la naturaleza. Sino se respeta el balance o si se cruza el límite
de la avaricia usualmente se tiene una retribución negativa. La sobrecaza de una especie
inevitablemente trae la venganza del guardián de la especie; comer mucha fruta del pijuayo
causará malaria y abrir chacras demasiado grandes causará que las hormigas corta-hoja
invadan el huerto.
El orden moral de las sociedades amazónicas regula estas importantes relaciones
para asegurar la sostenibilidad de la sociedad humana con el mundo natural. Este orden es
reforzado por la autoridad moral de la historia como se interpreta en los mitos. Ancianos,
shamanes, pensadores, dueños de malocas y sacerdotes juegan todos roles importantes en

2
Ver Reichel-Dolmatof (1969) para una descripción del orden moral de los desana, un pueblo de los Vaupes
colombianos y su modelo esencial generativo de equilibrio.
185
mantener el orden moral y por tanto en preservar el orden social. A pesar de esta notoria
diversidad cultural alrededor de la cuenca amazónica, los elementos básicos de este orden
moral parecen estar ampliamente compartidos y entendidos entre las sociedades indígenas en
la Amazonía3.
Sin embargo, no es nuestra intención insinuar que alguna clase de paz idílica reinó
sobre el Amazonas antes de la llegada de los europeos. La etnohistoria y la etnografía
moderna son claras acerca de la intensidad de las disputas y guerras que existieron
tradicionalmente entre las sociedades amazónicas. Lo que no es claro es si existió una base
material para el conflicto. Lathrap (1971) escribe sobre la competencia que duro siglos entre
los cocama y shipibo-conibo por el acceso a las tierras fértiles de los barriales en la cuenca del
río Ucayali. Durante el auge del caucho, grupos de asalto asháninka y piro entregaban jóvenes
raptados a los caucheros a cambio de armas de fuego y otros bienes escasos; ellos fueron el
terror de la cuenca del alto Ucayali por muchas décadas (Chevalier 1982).
Las hostilidades, al menos a nivel local, parecen haber sido provocadas más por
transgresiones culturales que ofendieron el honor y el estatus de un poderoso individuo o
grupo de parientes. Ofensas graves incluyeron faltas a reciprocar dentro de la economía del
don o el uso de brujería para expresar envidia o resentimiento hacia un individuo ofendido.
Bajo la norma de reciprocidad, la ofensa percibida se paga con una ofensa similar. Las
disputas de este tipo, aún comunes hoy en día, pueden prolongarse por generaciones y son
motivadas sólo por la necesidad del grupo de devolver la ofensa y conservar el respeto.

El orden moral y el mercado

El orden moral en las sociedades indígenas, al igual que en cualquier otra sociedad, es
vulnerable a la influencia de muchas diferentes fuentes. Misioneros católicos y protestantes
socavaron los sistemas de creencias tradicionales y persiguieron a los líderes de las religiones
tradicionales. Las escuelas públicas, las relaciones comerciales, el trabajo fuera de la
comunidad y con mayor frecuencia la radio y la televisión conllevan a nuevos valores
mientras subvierten aquellos tradicionales. Con mayor frecuencia, la generación más joven,

3
Como han mostrado el antropólogo francés Claude Lévi-Strauss y sus muchos estudiantes, sin importar la
abundancia de la variación encontrada en la mitología amazónica, los mensajes son invariablemente sobre los
mismos temas morales.

186
atraída hacia la satisfacción de sus necesidades materiales con productos del mercado, ignora
los ruegos de los ancianos de guardar las formas antiguas.
Se ha producido un notable deterioro del orden moral tradicional en todos las
sociedades de nuestros estudios de caso. Los ejemplos abundan. Los cazadores bora y huitoto
en el Ampiyacu (Perú) y los cazadores yukuna que viven frente a La Pedrera en el río
Caquetá (Colombia), ignoran tanto los rituales sagrados como los límites espirituales ya que
conscientemente agotan los bosques locales de los animales cuya carne se busca a los más
altos precios en el mercado (Smith 1996). En el Ampiyacu, ansiosos por ingresos en efectivo,
familias hacen ritos sagrados en sus malocas a cambio del dinero de los turistas. En Guarayos
(Bolivia), las mujeres hacen licor de maíz con el excedente de su producción y compiten unas
con otras para venderlo durante las actividades de la comunidad. Entre los quichua de 24 de
Mayo (Ecuador), una familia ocupada prefiere pagar una cuota en lugar de cumplir con sus
obligaciones de reciprocidad en el intercambio de labores de la comunidad.
En aquellas sociedades que migran de la economía del don hacia la economía de
mercado, hay una gran confusión en el fondo acerca de los valores y normas para manejar la
vida económica. Además del deterioro general de los valores y creencias tradicionales,
muchos indígenas amazónicos se encuentran confundidos acerca de cuándo son aplicables
estos valores y cuándo no lo son. ¿Está el ingreso de dinero sujeto a la demanda de
generosidad e intercambio recíproco? ¿Tengo algún derecho al ganado vacuno de mi
hermano? ¿Existe algún límite a la acumulación individual de dinero y bienes del mercado al
interior del poblado local? ¿Los límites morales al acto de tomar del mundo natural se aplican
a productos vendibles en el mercado? ¿Es aceptable para las mujeres de una parentela
producir para y vender activamente en el mercado? ¿O es un rol masculino exclusivo? ¿El
ingreso producido de la venta pertenece al esposo, a la esposa o a la unidad doméstica?
¿Permito que mi vecino tome hojas de palmera de mi parcela para reparar su techo o se las
vendo?.
Hay ambigüedad en todo sistema cultural, pero generalmente cada sociedad tiene sus
juicios y árbitros que interpretan las normas, valores y sus precedentes como una manera de
mantenerlas vigentes. Los grandes “pensadores” ocupan este rol entre los makuna, letuana y
yakuna así como lo hacen los curacas o dueños de malocas entre los huitoto y los bora del
Ampiyacu. Pero los jóvenes parecen poner menos atención a ellos hoy en día conforme se

187
incrementan los dilemas morales.
La ambigüedad se ve acentuada por la incompatibilidad fundamental entre los
valores que guían la participación exitosa en la economía indígena de la Amazonía y aquellos
valores requeridos para tener éxito en la del mercado. Reciprocidad, generosidad y
moderación son cruciales para tener éxito en la economía del don; acumulación privada es
necesaria para el éxito en la economía de mercado. La economía indígena se centra en afirmar
y reproducir lazos de solidaridad social mientras que la economía de mercado prospera al
satisfacer los deseos individuales de mayor confort y riqueza, aún a costas de otros.
Una forma de salir de este dilema es la coexistencia de ambos sistemas de valores;
los indígenas amazónicos pueden aprender a separar conscientemente el campo de la
subsistencia local con sus valores del campo de la economía de mercado. Esta solución está
ilustrada por un ejemplo de la comunidad guaraya de Urubichá en Bolivia, cuyas tierras
fueron repartidas en parcelas familiares individuales por el programa de reforma agraria4.
Cuando un vecino le pidió permiso para extraer hojas de palmera de su parcela para techar
una casa, el dueño respondió con muestras de generosidad. Él no pudo negar un pedido para
satisfacer necesidades de subsistencia de otro miembro de su comunidad. Cuando el dueño de
la parcela descubrió más tarde que el vecino usó las hojas para techar la casa de un ganadero
fuera de la comunidad, se molesto y exigió un pago a su vecino.
En este ejemplo, el dueño de la parcela actuó de acuerdo a las normas del orden
moral tradicional en el contexto de necesidades de subsistencia locales; la generosidad, el
acceso equitativo a los recursos y la redistribución de los excedentes son valores operantes.
Pero en el contexto de la economía de mercado, las hojas de palma toman un valor de
intercambio monetario; se convierten en mercancía con precio. El dueño de la parcela estaba
en derecho a exigir que se respetara el precio. La generosidad no es apropiada en este
contexto.
Los indígenas amazónicos deben ser alentados a reconocer que diferentes valores y
comportamientos son apropiados para los diferentes campos de la vida social. La economía del
don indígena para satisfacer las necesidades de subsistencia es crucial para el desarrollo a largo
plazo de los indígenas amazónicos; los valores tradicionales no son sólo válidos sino esenciales
para que esta parte de la economía indígena funcione. Pero la participación en la economía de

4
Este ejemplo es del estudio de caso de los guarayos llevado a acabo en el contexto del estudio de Oxfam
América y COICA sobre la cambiante economía indígena amazónica (ver Smith y Wray 1996 y Lehm et al.
1993).

188
mercado es también importante al proveer el necesario ingreso monetario; otros valores, como
el ahorro y la iniciativa individual son cruciales para el éxito en este campo. Ambos grupos de
valores son válidos, pero son apropiados para contextos sociales diferentes. Los pobladores
urbanos han usado esta estrategia durante largo tiempo para manejar las complejas situaciones
sociales que enfrentan día a día; por ejemplo, se comportan diferente en casa y en el trabajo o
en un bar y en la iglesia. Es una respuesta válida al crecimiento de la complejidad en la vida
social.
Esta solución al dilema, sin embargo, se ve complicada por el desorden moral que
gobierna la vida económica orientada al mercado. Desafortunadamente, la sociedad
amazónica de frontera no provee muchos modelos aceptables de códigos morales en el
comportamiento económico. Muy a menudo los modelos aprendidos por los indígenas son
aquellos que ven en su entorno: patrones, traficantes de droga, madereros y colonos
inescrupulosos cuyo único objetivo es la acumulación de capital tan rápido como sea posible,
sin prestar mayor atención a los impactos ambientales o sociales. Los valores del mercado
sencillos que permitieron el crecimiento del sistema capitalista como son el trabajo arduo, el
ahorro, la inversión y la honestidad en los asuntos de negocios no se ven comúnmente
reflejados en esta sociedad de frontera.
Los indígenas de la Amazonía necesitan urgentemente desarrollar un nuevo orden
moral que integre la vida económica orientada al mercado con el resto de su sociedad. Las
comunidades locales a través de sus organizaciones de representación necesitan reflexionar y
escoger el tipo de sociedad y economía que quieren, estableciendo prioridades para satisfacer
las necesidades básicas materiales y sociales de sus miembros. Ellos necesitan examinar
cuidadosamente los valores y las creencias nuevas y tradicionales, decidir cuáles son útiles
para guiar las decisiones éticas que necesitan para mantener el tipo de sociedad que quieren.
El nuevo orden moral de los indígenas de la Amazonía debe reflejar estas decisiones.

EL DOMINIO COLECTIVO Y EL DOMINIO PRIVADO

La economía del don refuerza los lazos sociales de solidaridad entre parientes dentro de un
asentamiento como también entre asentimientos aliados; está basado en los valores

189
compartidos de la reciprocidad: el de dar y recibir. La economía del don sienta las bases para
relaciones más equitativas entre miembros individuales de un asentimiento local al animar a
cada persona a compartir sus bienes y responder a cada don con la misma generosidad. Bajo
estas circunstancias, el miembro individual de una comunidad tiene pocas probabilidades de
acumular bienes materiales y de institucionalizar desigualdades basándose en la manipulación
de su riqueza.
El asentamiento tradicional como la unidad económica

La organización social en la Amazonía se basa en el parentesco, el género, la edad y la


descendencia. Cada sociedad amazónica tiene su propio modelo de organización social
basado en una combinación de estos factores. Algunas sociedades son muy parecidas en la
manera en que organizan la vida social mientras otras son radicalmente diferentes. Las reglas
para decidir la residencia y el matrimonio pueden ser simples o complejas, pero también se
diferencian de sociedad en sociedad.
A pesar de los diferentes patrones de organización social, el grupo doméstico que
comparte el fogón, esto es, la pareja de esposo y esposa y quienes dependen de ellos,
constituyen la unidad básica de producción y consumo en cada sociedad indígena amazónica.
Ese grupo trabaja unido para transformar el mundo natural a través de actividades agrícolas,
de caza, pesca y recolección para proveer el sustento básico, para reproducirse y reproducir la
sociedad local. En el dibujo esquemático de un asentamiento local encontrado en la Figura 1,
cada unidad doméstica (línea roja) esta caracterizada por tener su propio fogón para cocinar y
su propio huerto. Este grupo toma todas las decisiones de importancia referidas a qué
producir, cómo producirlo y qué hacer con la producción.
Sin embargo, este grupo doméstico no es la unidad básica de la economía de la
sociedad; es más bien el asentamiento local (línea azul), como una red de unidades
domésticas interdependientes y relacionadas por el parentesco, que actúan como una unidad
económica. Los miembros del asentamiento pueden vivir bajo un techo común al interior de
la maloca, como los yukuna, letuama y makuna de Colombia, cada uno con un área separada
de vivienda y cocina, o pueden vivir en casas separadas por cortas distancias como los
amuesha del Perú.
Este asentamiento local actúa como una unidad económica por dos razones básicas.
En primer lugar, todas las unidades domésticas comparten los recursos productivos del
entorno de su asentamiento; ningún grupo doméstico individual ejerce derechos de propiedad
190
privada sobre ninguna parte de ellos. Sin embargo, cada unidad doméstica respeta las áreas
cultivadas por otros, posiblemente también áreas de huertos abandonados y reclamos sobre
recursos forestales específicos.
En segundo lugar, la producción de cada unidad doméstica circula entre todos los
fogones al interior del asentamiento, a través de las normas de la economía del don. Sobre
todo la comida, cruda o cocida, está sujeta al toma y daca de la reciprocidad. Es una norma
ampliamente difundida que nadie en un asentamiento debe padecer de hambre: las normas de

redistribución de la producción asegura que todas las unidades domésticas tengan los
alimentos que necesitan. En este sentido, la unidad doméstica produce no sólo para ella, sino
para toda la unidad económica que es su asentamiento local. Los miembros de esta unidad
económica entienden que su supervivencia a largo plazo depende del manejo colectivo de
recursos productivos en su entorno y de compartir su producción bajo las normas de la
reciprocidad.

Ideología colectiva y la formación de la comunidad

Durante las tres décadas anteriores, empujados por una agresiva y violenta economía de
191
frontera, la mayoría de indígenas amazónicos tuvieron que rehacer sus asentamientos para
formar un nuevo tipo de agrupación capaz de tener reconocimiento legal y de ser propietaria.
En esta transición, los valores comunitarios a menudo se convirtieron en la base de un
movimiento político moderno para defender las tierras y recursos de los indígenas
amazónicos.
Algunos miembros de la generación de intelectuales, activistas políticos y del clero
que maduró durante las décadas de 1960 y 1970, encontraron en las sociedades indígenas
tanto la confirmación de su fe en valores comunitarios y de igualdad como una
compatibilidad con su orientación socialista. En los países amazónicos, activistas idealistas de
esta generación tuvieron gran influencia en promover el movimiento comunitario indígena en
la Amazonía (Smith 1985).
Empezando en la década de 1960, los indígenas de la Amazonía occidental, a
menudo alentados por los mismos misioneros, antropólogos o activistas políticos, adoptaron

una forma esencialmente andina de propiedad colectiva de tierras y recursos bajo el nombre
de comunidad, comuna o resguardo; esto se hizo como una estrategia para la supervivencia
cultural, para la defensa de lo que quedaba de sus territorios tradicionales y para lograr acceso
192
a escuelas y postas médicas. Hoy, juzgando en términos de cantidad de tierra oficialmente
reconocida para indígenas amazónicos, esta estrategia ha encontrado un alto grado de éxito.
En algunos casos, la comunidad moderna puede corresponder al asentamiento
tradicional basado en el parentesco, y como tal con la unidad económica tradicional. Pero es
nuestra impresión que la mayoría de comunidades modernas son una nueva clase de
asentamiento. Son, en su mayoría, reagrupaciones de varias unidades económicas
tradicionales, algunas de las cuales pueden haber sido aliadas y otras enemigas, junto a
familias huérfanas, que pueden ser sobrevivientes o refugiados del auge del caucho,
epidemias virulentas o de la frontera de colonización5 (Figura 2).
Este es ciertamente al caso de la comunidad amuesha de Shiringamazú, sitio de la
Cooperativa Forestal Yanesha, del el territorio multiétnico de chimanes formado por
comunidades de cinco diferentes grupos étnicos, como también de la comunidad ribereña de
El Chino (ver Pinedo et al. y Smith et al. en este volumen). En el caso de Lomerío, cada
comunidad chiquitana, por ejemplo, se ha reconstruido en base a indígenas refugiados con
diferentes orígenes étnicos que huyeron hacia esta remota región de las misiones de la
Chiquitanía, a consecuencia de las incursiones en búsqueda de esclavos durante el auge del
caucho.

La comunidad moderna como una empresa de negocios

Miembros de la misma generación de intelectuales y activistas políticos en Europa y Estados


Unidos, críticos del modelo de desarrollo promovido por la ayuda externa de sus gobiernos,
fundaron un nuevo tipo de caridad para canalizar fondos privados y de gobiernos hacia los
esfuerzos de desarrollo basados más en los valores comunitarios, iniciativas colectivas y la
capacitación de los marginados como actores políticos. La orientación ideológica de estas
agencias de caridad ha ejercido una gran influencia en los tipos de iniciativas económicas
tomadas a nivel local en América Latina. La combinación de promotores y ejecutores de
proyectos en América Latina y donantes del Norte con una orientación similar hacia la acción
comunitaria y la distribución equitativa de riqueza, dio inicio en la practica a un modo

5
Es difícil estimar qué porcentaje de las comunidades modernas, comunas, resguardos, etc., corresponden a los
asentamientos tradicionales y qué porcentaje a asentamientos reensamblados más recientemente a partir de
fragmentos. Esto es tema para posteriores investigaciones.

193
colectivo de diseño y operación de proyectos bastante diseminado. Esta orientación tiene una
aparente compatibilidad con el aspecto de solidaridad social de la economía del don.
Como resultado, la mayoría de iniciativas económicas implementadas desde 1970
entre los indígenas amazónicos son de carácter colectivo, es decir, la iniciativa es propiedad
de un grupo con elementos colectivos formales como comunidad, cooperativa o federación.
Este es el caso de la Cooperativa Forestal Yanesha y del Proyecto de Manejo Forestal
Intercomunal Lomerío, entre otros.
Una de las conclusiones más contundentes del estudio que realizamos es que en
general, haciendo a un lado la ideología, las empresas comunales o colectivas no han sido
viables entre los indígenas amazónicos. Las interrogaciones obligatorias que se originan de
estas experiencias son: dada la aparente compatibilidad entre la orientación social de la
economía del don y la orientación colectiva de los proyectos, ¿por que no han sido más
exitosas estas iniciativas colectivas? Y, ¿significa esto que no hay espacio alguno en la
economía de la Amazonía indígena moderna para la acción colectiva?
En los casos en que la comunidad moderna no coincide con la unidad económica
tradicional, es común que haya confusión y ambigüedad entre los miembros de la comunidad
sobre el acceso a los recursos, derechos de usufructo y derechos de propiedad. Estas nuevas
unidades sociales pueden no haber tenido historia o tradición en el manejo colectivo de
recursos o en el intercambio de la producción aunque hayan interiorizado las normas de la
economía del don. Los crecientes conflictos entre las unidades económicas y las familias
individuales sobre el usufructo de los recursos, combinado con la presión de parcelar la
comunidad en áreas de propiedad familiar, son testimonio de la asimilación incompleta de la
noción de comunidad moderna, comuna o resguardo como dueños de una propiedad colectiva
o como una unidad económica integrada.
La confusión es llevada al extremo cuando la comunidad moderna o asociación de
comunidades se convierte en dueña de una empresa. En este caso, no es sólo un problema de
gestionar recursos naturales sino de manejar decisiones de producción y comercialización,
temas laborales, políticas de inversión y otras acciones complejas orientadas al mercado. Los
miembros de las comunidades más integradas no tienen tradición de acción económica
colectiva a ese nivel; el insistir en esta acción colectiva en estos casos, en gran parte por
razones ideológicas, ha llevado al fracaso a muchas empresas comunitarias.

194
Nuestro estudio sugiere que la producción es una actividad que se encuentra mejor
en manos de la unidad doméstica. Los esfuerzos para mejorar los niveles de extracción o
producción deben enfocarse en el núcleo esposa-esposo de la unidad doméstica. Por ejemplo,
programas de entrenamiento para introducir nuevas técnicas deben centrarse en el refuerzo de
las habilidades de cada familia. La tecnología en sí, como nuevas variedades de semillas o
herramientas especializadas, debe ser puesta al alcance de todas las unidades de producción
que eligen sacar provecho de ella. Las unidades domésticas deben ser alentadas a incorporar
el incremento de producción resultante en sus circuitos locales así como a vender cualquier
excedente en el mercado.
Aquellos grupos de unidades domésticas que continúan operando como unidades
económicas dentro de una comunidad moderna pueden muy bien ser tomadas como la clave
para la acción económica colectiva en el futuro. Cada una de estas unidades económicas ha
heredado normas culturales para la acción colectiva y la seguridad económica, que pueden ser
enseguida traducidas a actividades como el procesamiento y mercadeo de productos locales.
En lugar de desarrollar una empresa forestal con una sola “comunidad” o una empresa multi-
comunal, por ejemplo, nuestro estudio sugiere trabajar con las diferentes unidades
económicas que pueden integrar una comunidad moderna para desarrollar con cada una
pequeñas empresas complementarias. Reconocemos que esto va en contra de lo que sabemos
acerca de las economías de escala. Sin embargo, conforme las unidades económicas se hacen
más exitosas en el manejo de su empresa colectiva, se abren posibilidades hacia la integración
de ellas en una sola gran empresa o el desarrollo de una mayor complementariedad y
especialización para que, mientras que la unidad o empresa económica mantiene su
autonomía, cumpla una importante función en un proceso económico más amplio. Estas
unidades necesitan ser identificadas y consideradas como los ladrillos de construcción de la
vida económica indígena en la Amazonía.

LA CARIDAD Y EL DESARROLLO ECONÓMICO

Como hemos, visto el don siempre juega un rol simbólico central al cimentar las relaciones
sociales en sociedades indígenas amazónicas. La actividad económica tradicional es
entendida en términos de intercambio de dones dentro de un orden moral que valora la
reciprocidad y la igualdad en las relaciones sociales. Desde su primer contacto, el don ha sido

195
el elemento clave mediador en las relaciones de los indígenas amazónicos y los miembros de
la sociedades europea o nacional que invadieron sus territorios. Informes de misioneros e
historias locales de los colonizadores dan cuenta de muchos ejemplos de dones usados para
atraer grupos de indígenas temerosos del contacto sostenido con los invasores. Las
consecuencias han sido casi siempre desastrosas para los indígenas.
Dones y donaciones

Irónicamente, el desarrollo económico orientado hacia el mercado en la Amazonía indígena


se ha vuelto dependiente de los “dones” de afuera. Desde mediados de la década de 1970,
cuando el modo de desarrollo vía proyectos fue introducido en la Amazonía indígena, las dos
búsquedas complementarias, aquel de financiamiento de proyectos por indígenas amazónicos
y aquel de proyectos financiables por las agencias donantes, se convirtió en casi rutina,
incluso en lugares remotos de la cuenca.
Las donaciones hechas por la iglesia, agencias donantes internacionales o el
gobierno, son generalmente entendidas por los indígenas amazónicos desde su perspectiva en
el marco local de la economía del don. Después de todo, ¿de qué otra manera pueden ellos
explicarse la disposición de algunas personas no-indígenas de ofrecerles recursos sin esperar
aparente devolución alguna?
Sin embargo, una donación es muy diferente a un intercambio de dones en la
economía tradicional y no debe ser confundido con éste. Un intercambio tradicional de dones
es efectuado entre dos individuos que tienen una relación personal y de parentesco, que son
iguales en términos de situación política y económica y que entienden y respetan las normas
de las obligaciones recíprocas. El intercambio de dones simboliza la importancia de la
relación social entre quien da y quien recibe; y en el curso de esta relación, ambos son en
algún momento u otro quien da y quien recibe, un acreedor y un deudor.
Una donación no tiene lugar entre dos individuos con una relación personal. Más
bien tiene lugar entre dos instituciones, entre la agencia donante y la organización, o entre la
iglesia y la comunidad; es una relación institucional. Aún así, el líder de la comunidad puede
haber entendido la donación como un don personal para él y puede estar muy interesado en
cimentar una relación social de largo plazo con el representante de la institución donante para
asegurar la continuidad de las donaciones. Pero ciertamente el representante de la institución
donante no tiene intenciones de entrar en tal relación personal de largo plazo con el líder de la
comunidad.
196
Tampoco son iguales en su relación el donante y el que recibe la donación.
Comparados con la comunidad local o con la federación, la agencia donante, iglesia o entidad
del estado y su representante son muy poderosos y tienen acceso a cantidades enormes de
recursos. Por esta diferencia de poder, el donante está en posición de dictar las condiciones de
la donación, aunque puede ser que no siempre lo haga.
Pero la diferencia tal vez más importante es el hecho de que el donante no tenga
expectativas de una devolución. Cuando un agente externo financia un proyecto de desarrollo
local, normalmente espera que la comunidad o la federación use la donación
responsablemente; pero no espera que el beneficiario haga ningún tipo de devolución. En fin,
la donación no crea un lazo de obligación recíproca entre el donante y el beneficiario; y por
esa razón, visto desde la perspectiva de la economía del don, la donación no construye
solidaridad social.

Caridad: el don que hiere

Tal como señaláramos antes, las agencias en general no financian proyectos con las unidades
domésticas o de producción o con las unidades económicas mayores. La tendencia común es
dar apoyo a las nuevas instituciones colectivas como la comunidad, la cooperativa o la
federación étnica. Sin embargo, estas instituciones no tradicionales aún no han desarrollado
una ética de responsabilidad colectiva que permita que sus miembros ejerzan control social
sobre el uso de recursos económicos colectivos. Sin el control social inherente a la norma de
obligación recíproca y responsabilidad personal de la economía del don, las donaciones
escapan a todas las reglas de conducta social tradicional. Por tal razón, a menudo se
convierten en sujeto de corrupción y mal manejo de parte de los líderes de la comunidad o de
las organizaciones quienes pueden asumir que los recursos pertenecen a ellos de forma
personal.
El desarrollo económico basado en la caridad tiende a distorsionar la economía
tradicional de la Amazonía y violar su norma de reciprocidad. Pero al mismo tiempo, tal
como muestra nuestra investigación, las donaciones para el desarrollo también distorsionan
las relaciones económicas no tradicionales, de manera que socava la posibilidad de viabilidad
económica de sus iniciativas.
Cuando la iniciativa económica orientada al mercado se construye con fondos
197
donados, y ni los dueños ni los trabajadores tienen que invertir y arriesgar su propio capital y
mano de obra personal para construir la empresa; nadie aprende que el resultado depende del
esfuerzo que ellos pongan en ella y en el interés que tengan en hacer que funcione. La falta de
preocupación acerca de las buenas prácticas empresariales entre los recipientes de donaciones
no es una actitud nativa. Es una actitud que está siendo aprendida.
Las agencias donantes deben asumir parte de la responsabilidad por esta actitud.
Durante la década de los 90, el acceso a los fondos de las agencias de parte de comunidades
amazónicas ha sido relativamente fácil y con muy pocas condiciones o limitaciones. A
diferencia de los bancos cuya alza o caída depende de hacer préstamos e inversiones viables,
la mayoría de agencias donantes dan el dinero a proyectos comunitarios sin expectativa de
retorno, de obligación recíproca o de inversión económicamente viable. A menudo la agencia
requiere poca información por el uso de los recursos. Aún reconociendo los cambios
importantes en la orientación de la mayoría de las agencias donantes del Norte, cuando se
trata de financiar iniciativas económicas locales con comunidades amazónicas, en el fondo
todavía se trata de la caridad.
La caridad no funciona ni como un don en el contexto de la economía tradicional, ni
como capital de inversión para promover la formación de empresas o la gestión de recursos
naturales a largo plazo orientado a la economía de mercado. De hecho, la caridad puede dejar
heridas muy profundas. Esta es una lección difícil de aprender tanto por las comunidades
adictas a la caridad como por las agencias donantes con recursos que deben ser usados.
Cuando estas iniciativas se llevan a cabo en el contexto de la economía del don tradicional,
ambos, donantes y beneficiarios, necesitan repensar lo que están haciendo. Las comunidades
locales y las agencias donantes deben preguntarse cuál es la mejor manera de promover
actividades económicas orientadas al mercado de manera tal que tanto el interés individual
como la solidaridad social sean atendidos. ¿Pueden las agencias de desarrollo transferir
capital a empresas locales de manera que una relación reciproca a largo plazo se vea realzada,
esto es, de manera que la agencia donante espere algo en retorno y que los beneficiarios se
sientan bajo la obligación de hacer algún tipo de retorno? ¿Puede esa transferencia de
recursos llevar a una mayor solidaridad al interior de la sociedad local?.

Capitalizando la economía del don

198
Sugerimos dos alternativas a las donaciones para financiar el desarrollo económico entre
comunidades e indígenas amazónicos.
1. Recursos locales como capital local. La capitalización de las iniciativas
económicas debe empezar con un esfuerzo local. Aquellas familias que deciden formar una
empresa, necesitan juntar sus propios recursos para hacer la inversión inicial. Necesitan sentir
que la empresa les cueste algún esfuerzo. Los recursos económicos son escasos en las
comunidades indígenas de la Amazonía, pero el potencial existe en cuando menos dos
formas.
Recursos naturales, muchas veces comunes, como la madera y el oro pueden ser
usados como capital de inversión para una pequeña empresa. Esta es la fuente más rápida de
capital, pero al usarla se corre el riesgo de agotar el recurso y crear un conflicto al interior de
la comunidad. Sólo debe ser usado bajo el consentimiento de toda la comunidad y en
concordancia con un plan para el aprovechamiento del recurso y su inversión.
Los indígenas amazónicos deben ser alentados a usar ahorros generados por
actividades productivas como las plantaciones de café, la crianza de ganado, la recolección de
castaña, el cultivo de maní y la producción de artesanías. Hemos señalado que como los
valores de la economía del don desaniman la acumulación de excedentes, los indígenas
amazónicos no tienen al ahorro como práctica. Por esta razón, el ingreso monetario es
usualmente buscado sólo cuando surge una necesidad y es gastado o redistribuido
inmediatamente. Sin embargo, la única fuente autónoma de capital de desarrollo viene de los
ahorros propios; es urgente que los indígenas amazónicos desarrollen un nuevo valor y
practica de ahorro. Metodologías para alentar el ahorro grupal han sido desarrolladas e
implementadas ampliamente en India y Bangladesh; estas experiencias deben ser evaluadas
en su aplicabilidad al contexto amazónico.
2. Acceso al crédito Si los recursos locales no son suficientes para financiar una
iniciativa económica o si, debido a su éxito, la iniciativa necesita más capital para expandirse,
entonces el crédito debe ser considerado como una fuente alternativa. Ya que el crédito es
como un don que tiene que ser correspondido, la lógica tanto como el mecanismo del crédito
deben ser rápidamente comprendidos por los indígenas amazónicos. En la economía del don,
quien da es comparable al acreedor y quien recibe al deudor; los indígenas amazónicos
entienden que el deudor está bajo la obligación moral de pagar la deuda al acreedor. De otra
forma pierde respeto social.
A diferencia del capital donado, el crédito tiene la ventaja de obligar al deudor a
199
asumir responsabilidad por los fondos prestados; el deudor debe hacer un esfuerzo para
invertir los fondos prestados cuidadosamente y de manera productiva, de forma que pueda
recuperarlo junto con ganancias.
El crédito en el contexto de la comunidad trae consigo conflictos potenciales.
Virtualmente todas las fuentes de crédito requieren una garantía para el préstamo. Por esta
razón, asegurar crédito para el área rural ha sido problemático pues el productor rural a
menudo sólo tiene su tierra para ofrecer como garantía. Sin embargo, si hipoteca su tierra se
arriesga a perderla. Esto puede ser desastroso en una comunidad indígena en la que la tierra es
propiedad común6. Este riesgo llevó a los legisladores de muchos países a prohibir el uso de
las tierras colectivas de las comunidades indígenas como garantía para préstamos. Hoy en día,
muchos legisladores neoliberales argumentan que esto restringe injustamente las
posibilidades de desarrollo para los pueblos indígenas rurales. Es importante que los pueblos
indígenas, las otras comunidades rurales y sus organizaciones participen en este debate
informándose bien sobre las diferentes posiciones en juego.
Como resultado de las políticas de ajuste estructural implementadas por los países
amazónicos, el crédito no está al alcance de los indígenas amazónicos. Para sobreponerse a la
falta de crédito, nosotros recomendamos dos tipos de acciones:
1. Las comunidades amazónicas necesitan presionar a sus gobiernos y las
instituciones multilaterales para poner el crédito al alcance y acceso de pueblos rurales bajo
condiciones que no arriesguen los recursos comunes. El Fondo Indígena, establecido en 1992
en La Paz por los gobiernos de los países iberoamericanos, podría, por ejemplo, convertirse
en un líder importante en el campo de los programas de crédito para estas poblaciones.
2. Las agencias financieras internacionales, que trabajan con indígenas amazónicos y
sus asesores, necesitan explorar el establecimiento de un fondo de crédito para indígenas
amazónicos en cada país. Este fondo debe tener como objetivo la creación de un vínculo
viable entre los ahorros y la asignación de créditos de bajo costo. Ya que en general el crédito
rural es problemático, y que para los indígenas amazónicos no hay fórmulas comprobadas de
ahorro y préstamo, este fondo debe ser experimental en su primera fase. Es necesario probar
diferentes arreglos institucionales innovadores para ajustar los ahorros locales a las

6
Una vez que la protección colonial de las tierras comunales fue eliminada por los políticos liberales después de la
independencia de Espeña, el embargo a las tierras por deudas fue uno de los mecanismos comunes para alienar
las tierras indígenas durante el siglo XIX e inicios del siglo XX en los Andes. En el Perú, este proceso dio
inicio a los latifundios, enormes haciendas que dominaron la vida política y económica por casi siglo y
medio (Bonilla 1980; Burga 1976).
200
posibilidades de préstamo, encontrar garantías de préstamos que no pongan en riesgo los
recursos comunes, otorgar crédito a empresas colectivas y asesorar al prestamista en hacer
buenas inversiones. Durante este tiempo de experimentación, los costos de operación deberán
ser subsidiados.

CONCLUSIÓN: EQUILIBRANDO LA SOLIDARIDAD SOCIAL Y LA IGUALDAD


CON EL ÉXITO COMERCIAL EN LAS EMPRESAS DE ACCIÓN COLECTIVA

Las sociedades indígenas han traído al siglo XXI algunos legados sociales muy interesantes
que proveen un contrapunto a la desintegración social, ahora un problema común de las
sociedades urbanas industriales que dominan el globo. Hemos mencionado algunos de estos
dones en este artículo, como el orden moral que enfatiza un balance entre los intereses y
necesidades individuales y aquellos de la sociedad más amplia, una fuerte predilección por la
solidaridad social que se origina en un profundamente arraigado sentimiento de pertenencia,
igualdad e identidad, y la tradición ancestral de una economía del don basada en una fuerte
apreciación personal de la obligación a la reciprocidad.
La preservación y cultivo de estos dones es una tarea importante y urgente. Pero al
mismo tiempo, las sociedades indígenas están también muy interesadas en adquirir los dones
que ofrece la economía de mercado y han decidido participar activamente en esa tarea. Estas
dos búsquedas, tal como señalamos, son muy a menudo contradictorias, persiguiendo
propósitos opuestos. En los seis casos de gestión comunitaria de recursos naturales que se
analizan en este volumen, los comuneros intentan combinar ambos objetivos con diferentes
grados de éxito.
Basados en nuestro estudio de iniciativas económicas indígenas alrededor de la
cuenca amazónica, hemos señalado algunos de los obstáculos para un mayor éxito comercial
de las empresas colectivas y las iniciativas de gestión de recursos naturales. A la vez, hemos
dado algunas sugerencias sobre cómo mejorar ese aspecto del manejo comunitario de
recursos. Enfrentados con las presiones contradictorias de la cultura tradicional y de la
economía de mercado, las comunidades indígenas cuyos miembros buscan una participación
exitosa en la economía de mercado tendrán que renunciar a algo de las dos búsquedas,
descubriendo en el proceso alguna manera de convertir estas contradicciones en
complementos. Pero estos trade-offs necesitan ser hechos con mucho cuidado y conciencia,
201
pues las comunidades cuyos miembros escogen sacrificar los lazos internos de solidaridad
social basados en la obligación de reciprocidad pueden terminar socavando su seguridad
económica a largo plazo, y a la vez optando por la desaparición de la comunidad como una
unidad social discreta con identidad propia, historia y orden moral.
La caridad se origina en los mismos antiguos sentimientos de solidaridad y
generosidad. Pero, tal como hemos mostrado, la promoción del desarrollo sostenible, ya sea a
través de empresas forestales comunales o a través de otras iniciativas basadas en donaciones
caritativas, es una contradicción de términos. Tal como nos recordó Mauss, el dar no está
exento de intereses personales especialmente en contextos sociales impregnados de
dominación jerárquica: “Dar es mostrar la superioridad de uno, ser más, estar más alto en
rango, magister. Aceptar sin dar nada a cambio, o sin dar más en respuesta, es convertirse en
cliente y siervo, convertirse en pequeño, a caer en menos (minister)” (Mauss 1990: 74). El
reto es para aquellos que tienen un excedente para dar (la agencia donante) y aquellos que
necesitan capital para sus iniciativas económicas, iniciar un intercambio de manera tal que la
relación de mutua obligación sea reconocida y aceptada. Comunidades que reciben fondos
para una actividad orientada al mercado deben aprender a invertir y manejar esos fondos
cuidadosamente para que así tengan un retorno, permitiéndoles como deudores cumplir sus
obligaciones con el acreedor. Sólo de esta manera pueden ambos, donante y beneficiario,
romper el paternalismo y dominación que ha caracterizado la relación de los indígenas con el
mundo del “hombre blanco”, y a la vez empezar una nueva relación basada en la igualdad y
solidaridad social.

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