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Pensamiento borroso

La nueva ciencia de la lógica borrosa

Bart Kosko

Traducción castellana de

Juan Pedro Campos

Crítica
Grijalbo Mondadori

Barcelona

Prefacio

n día supe que la ciencia no es verdad. No recuerdo qué día, sí el mo­


U mento. El Dios del siglo xx ya no era Dios.
Había un error, y parecía que nadie en la ciencia dejaba de cometerlo. De­
cían que todo era verdadero o falso. No siempre estaban seguros de si algo era
en concreto lo uno o lo otro, pero todos lo estaban de que nada había que no
fuese o verdadero o falso. Podían decir si la hierba es verde o si los átomos
vibran o si el número de lagos en Maine es par o impar. La verdad de esas afir­
maciones era como la de las afirmaciones matemáticas o lógicas. O eran ver­
dad del todo o no lo eran en absoluto: blanco o negro, 1 o O.
Pero, en realidad, había grados. No había hecho que no fuera cuestión de
grado. Los hechos siempre estaban borrosos (fuzzy] ,* siempre eran vagos o ine­
xactos en alguna medida. Sólo las matemáticas, un mero sistema artificial de
reglas y símbolos, eran blancas y negras. La ciencia trataba los hechos, grises,
borrosos, como si fuesen, tal y como ocurría en las matemáticas, blancos o
negros. Sin embargo, nadie jamás había enseñado un hecho del mundo que fuese
verdadero o falso al 100 por 100. Se decía que lo eran, nada más.
Ese era el error. Y comportaba un nuevo nivel de duda. Los científicos po­
dían errar en las matemáticas y en la lógica. y eran capaces de mantener su
error con toda la pompa e intolerancia de una secta religiosa.
Perseguí la verdad gris durante mis estudios de licenciatura en matemáti­
cas, ingeniería eléctrica e inteligencia maquinal. Al principio trabajé, con sím­
bolos, en teoremas matemáticos abstractos. La visión del mundo en grises pa­
recía así sólo un seco ejercicio de libro de texto matemático. Empecé luego a
enseñar la disciplina y a combinar las matemáticas con aplicaciones reales de
las ideas borrosas. Los estudiantes aprendían deprisa a pintar cuadros grises de

• El término fIlZZY, traducido aquí como 'borroso' por ser la versión más ampliamente acepta­
da, posee en inglés un carácter polisémico (desde 'borroso', 'difuso', etc., hasta 'velloso', 'peludo'}
y onomatopéYico que Se pierde en castellano. En francés e italiano, fllzZY se traduce habitualmente
por flou y sfllmato, respectivamente. (N. del e.}
12 Pensamiento borroso

un mundo gris. Algunos construyeron sistemas borrosos reales y paquetes de


programación; algunos patentaron sus ideas, algunos emprendieron la venta
de su mercancía o crearon sus propias empresas. Ingenieros del Japón disefia­
ron los primeros productos comerciales borrosos «inteligentes»; enseguida hubo
cámaras de vídeo y lavadoras y hornos de microondas y carburadores y otros
cientos de dispositivos inteligentes borrosos.
Estas aplicaciones mostraron que la visión borrosa del mundo iba más allá
del artículo de revista científica, del libro de texto y del aula. La rápida difu­
sión de las ideas borrosas en el Lejano Oriente y la oposición a ellas en Occi­
dente nos dieron una lección aún mayor. La visión borrosa del mundo era una
visión del mundo; se extendía tanto a la cultura y a la filosofía como a la cien­
cia y a las matemáticas. Se remontaba a pensadores tan diferentes como Aris­
tóteles y Buda. Se proyectaba a nuestras discusiones acerca de la ley yel aborto
y la naturaleza de la inteligencia, ya cómo podríamos algún día hacer las paces
con máquinas que nos batiesen en cualquier lid. En cualquier esquema ordenado que le disponga un
Este libro es mi exposición de la visión borrosa del mundo. Su núcleo es patrón a la vida de los seres humanos hay que inyectar
el cambio de paradigma del blanco y el negro al gris, de la bivalencia a la mul­ cierta dosis de anarquismo.
t¡valencia. Os contaré el cuento mezclando ciencia, filosofía, historia y pasajes
de mi propia experiencia borrosa. El objetivo no ha sido escribir un texto de BERTRAND RUSSELL, Sceptical Essays
lógica borrosa. Ya lo había hecho, y requirió demasiadas ecuaciones. De lo que
se trata es de mostrar la visión borrosa del mundo en marcha, activa, en la mente
yen la carne. Lograr que tengáis que vivirla, que tengáis que luchar sus luchas.
Que tengáis que dudar del Dios de la ciencia y sentir un poco de Su ira.
1

Matices de gris

En la medida en que las leyes de las matemáticas se refieren a


la rcalidad, no son ciertas. Y en la medida en que son ciertas, no
se refieren a la realidad.

AIJlERT EINSTEIN, Geometry and Experience

La teoda borrosa es errónea, errónea y perniciosa. Lo que nos


haee falta es más pensamiento lógico, no menos. El peligro de la
lógica borrosa es que da alas a esa suerte de pensamiento impreciso
que nos ha traído tantos problemas. La lógica borrosa es la cocaína
de la ciencia.

Profesor WILLlAM KAHAN, Universidad de California en Berkeley

La «borrosidad» es una especie de permisividad científica. Tiende


a acabar en eslóganes socialmente atractivos que no van acompa­
ñados de la disciplina del duro trabajo científico y de la observa­
ción paciente.

Profesor RUDOI.F KALMAN, Universidad de Florida en Gainesville

La borrosidad es probabilidad disfrazada. Con la probabilidad


pucdo diseñar un controlador que haga lo mismo que sc pueda ha­
cer con la lógica borrosa.

El profesor MYRON TRIBUS, al oír hablar del control del Metro por
lógica borrosa del sistema de Sendai, Instituto IEEE, mayo de 1988

2.- ms¡,;o
18 Pensamiento borroso Matices de gris 19

ostened una manzana en la mano. una manzana? Sí. El objeto que sus moléculas cambian. El dedo se confunde con la mano, la mano se confun­
S tenéis en la mano es uno de esos bultos del espacio-tiempo que pertenecen
al que llamamos conjunto de las manzanas, el de todas las manzanas que haya
de con la muñeca, la muñeca con el brazo. La atmósfera de la Tierra se confunde
con el espacio. La montaña degenera en colina, y con el tiempo la colina termi­
habido cuando y donde sea. Dadle un mordisco; masticad ese trozo y tragáos­ na en llano. El embrión humano al crecer se vuelve ser humano, y el cerebro
lo. Vuestro tracto digestivo va separando las moléculas de la manzana. El vivo deviene muerto.
to que tenéis en la mano ¿es todavía una manzana? ¿Sí o no? Pegadle otro mor­ Cabe ponerle etiquetas blancas o negras a todo ello. Pero a medida que esto
disco. El nuevo objeto ¿es todavía una manzana? Otro mordisco más. Y otro cambie, aquéllas irán dejando de ser exactas, se volverán inexactas. El lenguaje
y otro, hasta que no quede nada. tiende un hilo entre la palabra y lo que nombra. Cuando la cosa pasa a ser
La manzana pasa de serlo a no serlo, y a ser nada. Pero ¿cuándo ha traspa­ no cosa, el hilo o se tensa o se rompe o se enreda con otros hilos. «Casa» nom­
sado la línea que separa el ser una manzana de no serlo? Cuando tenéis media bra una casa incluso cuando se haya derrumbado o quemado. Nuestro mundo
manzana en la mano, tenéis tanto una manzana como no la tenéis. La me­ de palabras acaba enseguida pareciéndose a una barca de pesea a la deriva que
dia manzana impide una descripción de todo o nada. La media manzana es una arrastrase miles de hilos rotos y enredados.
manzana borrosa, gris entre el blanco yel negro. La borrosidad es grisura.
El filósofo del siglo XVII René Descartes meditó una noche, frente al fuego Sabemos que las cosas cambian. La ciencia pone de manifiesto un mundo
de la chimenea, acerca de un pedazo de cera de abeja. Marcó en él su de bordes mellados y magnitudes que varían sin saltos. Una mayor precisión
y escuchó el sordo sonido que se produjo; olió su fragancia, palpó su lisa su­ no borra el de las cosas, sólo lo define mejor. Los avances médicos no han
sintió su frialdad, trató de ver a través de su textura lechosa. Lo puso facilitado la delimitación de la vida y la no vida al nacer yal morir. No halla·
luego junto al fuego. La sustancia, blanca y dura, se reblandeció, se calentó, ríamos la línea divisoria del espacio y la atmósfera aun cuando describiésemos
se dilató, pcrdió su aroma, se transparentó, se volvió líquida, nuyó. Parte cayó ésta molécula a molécula. Los mapas detallados de la Tierra, de Marte o la
en el hogar de ladrillo caliente; bisbiseó y se evaporó en la atmósfera. Luna no nos dicen dónde acaban las colinas y empiezan las montañas.
¿Qué fue de la cera? ¿Cuándo pasó el trozo de cera de serlo a no serlo? ¿DÓn· Sin embargo, en buena parte de nuestra ciencia, nuestras matemáticas, nues­
de estaba su identidad? ¿En el pedazo? el hogar? ¿Entre ambos? tra lógica y nuestra cultura aceptamos un mundo de blancos y negros que no
Afrontamos las mismas preguntas cada día, cuando nos miramos en el es­ muta. No hay afirmación que no sea o verdadera o falsa. Cada molécula del
pejo. La cara, el pelo, los dientes, la piel han cambiado. Incluso mientras nos cosmos o es o no es del dedo. A toda ley, estatuto o reglamento de una asocia­
miramos van cambiando un poco, a escala molecular. Pasamos despacio de un ción o estás sujeto o no lo estás. El ordenador digital, con sus ristras binarias
uno-mismo a un nuevo uno-otro a medida que envejecemos célula a célula, mo­ de unos y ceros procesadas a alta velocidad, es el emblema del mundo de blan·
lécula a molécula. Las moléculas incorporan, o se desprenden de, un átomo cos y negros, y de su triunfo sobre la mente científica.
o dos cada vez. Los átomos incorporan, o se desprenden de, un quark o dos En Occidente, esta fe en el blanco yel negro, esta bivalencia, viene de lejos;
cada vez. Los quarks, las menores unidades de la materia que, hoy por de los antiguos griegos, al menos. DemócrÍto redujo el universo a átomos y
conocemos, se recomponen y descomponen de maneras que aún se nos esca­ vacío. Platón llenó su mundo con las formas puras de la rojez y la dexteridad
pan. Puede que la división de la materia llegue hasta las mónadas de Leibniz, y la triangularidad. Aristóteles, mientras instruía a su pupilo Alejandro
puntos de existencia infinitesimales pero inteligentes. no, sacó tiempo para dejar por escrito las que, a su parecer, eran las leyes blan­
A nuestro alrededor las cosas cambian de identidad. Los átomos que cons­
cas y negras de la lógica, leyes a las que aún recurren científicos y matemáticos
tituyen el universo dan vueltas y chocan y siguen dando vueltas y vuelven a para describir y diseutir un universo que es
chocar. TOdo es flujo. Todo t1uye. El universo se despliega como t1uye un río. La It>gica binaria de Aristóteles se reduee a una sola ley: O A o no A. O
Al parecer, el fluido cosmológico obedece a gran escala las leyes de Einstein
eso o aquello. El cielo o es azulo no lo es. No puede ser a la vez azul y no
dc la relatividad general, y a pequeña escala, las de la mecánica cuántica. sin azuL No puede ser Á y no A. La «ley» de Aristóteles estableció qué era lo filo­
que sepamos a qué se atiene entre una y otra. sóficamente correcto durante más de dos mil años.
Cada cosa fluye regularmente hacia no cosa. Los átomos de las puntas de La fe binaria siempre ha tenido que enfrentarse con dudas. Nunca ha deja­
nuestros dedos van dando vueltas hasta pasar a ser átomos del aire. Hay áto­ do de suscitar respuestas críticas, de promover una especie de underground ló­
mos de los dedos y átomos que no son de los dedos. Y hay átomos en medio, gico y filosófico. Buda vivió en la India cinco siglos antes de Cristo y casi dos­
que en cierto grado son a la vez átomos de los dedos y átomos del aire, y en
cientos años antes de Aristóteles. El primer paso de su sistema de creencias fue
cierto grado ni una cosa ni la otra. Una rosa es una rosa es una no rosa cuando
el de romper con el mundo de palabras blanco y negro, desgarrar el velo de
20 Pensamiento borroso Matices de gris 21

la bivalencia y ver el mundo como es, plagado de «contradicciones», con sus bas, factuales o matemáticas, tal y como un guardia de seguridad te pide una
cosas y sus no cosas, sus rosas que son y no son rojas, con A y no A. identificación enfirme y no se conforma con que meramente le digas que eres
El tema de la borrosidad yel gris aparece en los sistemas de creencias orien fulano de tal. El positivismo lógico sostiene que si no puedes contrastar o de­
tales, viejos o nuevos, del taoísmo de Lao-tse al moderno zen del Japón. mostrar matemáticamente lo que dices, no has dicho nada. Les viene bien a
O esto o aquello frente a la contradicción. O A o no A frente a Ay no A. Aris­ científicos y matemáticos, pues sólo les deja hablar a ellos. Todos los demás
tóteles frente a Buda. dicen enunciados «carentes de sentido» acerca del mundo, la vida, la moral,
Los griegos llamaban a sus disidentes «sofistas». Hoy decimos de un razo­ la belleza. Los problemas de Dios, la metafísica, el bien, los valores se reducen
namiento que nos parece deficiente o ridículo que es una sofistería. Al día si­ a meros «pseudoproblemas», cuestiones que plantean sólo quienes han sido
guiente de que Platón definiese en su Academia al hombre como bípedo sin confundidos por ellenguje y no saben qué puede valer como respuesta y qué
plumas, un estudiante sofista entró en la clase y entregó a Platón un pollo des­ no. El positivista lógico Moritz Schlick concluía uno de sus ensayos presentes
plumado. Zenón cogió un grano de un montón de arena y preguntó si el mon­ en la antología tocando precisamente ese punto:
tón aún era un montón. Nunca pudo encontrar cl grano de arena que hacía
del montón un no montón, el grano que convirtiese A en no A. A medida que Los escritores filosóficos seguirán discutiendo durante mucho tiempo las vie­
cogía más granos parecía que le quedaba tanto un montón como un no mon jas pseudocuestiones. Pero al final no se les escuchará. Vendrán a parecer actores
tón, A y no A. El mentiroso de Creta decía que todos los cretenses eran unos que continúan actuando un tiempo antes de darse cuenta de que el público se
embusteros, y preguntaba si había mentido. Si así había sido, no había dicho ha marchado poco a poco. Entonces no será ya necesario hablar de «problemas
filosóficos)}.
una mentira. Y si había mentido, la había dicho. Parecía que mentía y no men­
tía al mismo tiempo. Los filósofos modernos, como Descartes, se han devana­
do los sesos tratando de averiguar cuál es la naturaleza de la identidad, y han No habrá filósofo al que preguntéis que no ataque al positivismo lógico, sea
buscado en vano la sustancia común que pasa del trozo de cera a lo que ya por los detalles o por algún principio general, pero sigue siendo la filosofía efec­
no es un trozo de cera. David Hume comprendió que el yo se disolvía en un tiva de la ciencia moderna, de la medicina y de la ingeniería. El positivismo
no yo consistente en un haz de sensacioncs. Werner Heisenberg enseñó a los tiende el futuro a los científicos. Y buena parte del presente también.
físicos que no todas las proposiciones científicas eran verdaderas o falsas. La La cita de Einstein perforaba el mundo blanQuinegro de la ciencia y las ma­
mayor parte de los enunciados, si no todos, son indeterminados, inciertos, gri­ temáticas. Era el lamento del positivista. La leí una y otra vez, y vi que poco
ses; son borrosos. El lógico Bertrand Russell halló la paradoja del cretense en a poco me iba volviendo un positivista lógico borroso. El mundo de las mate­
los fundamentos de las matemáticas modernas. Matemáticos y filósofos han máticas no casa con el mundo que describe. Son diferentes: uno es artificial,
intentado desde entonces, para solventar las paradojas grises, ponerles parches, el otro real; uno es nítido, el otro está embrollado. Hay que tener fe en el len­
hacerles apaños a esos cimientos blancos y negros. Pero las paradojas perma­ guaje, y lo suyo de fantasía, para que Jos dos mundos concuerden.
necen y no paramos de rompernos la cabeza por ellas. Llamo a este el problema de la discordancia: el mundo es gris pero la cien­
ciaesblanca y negra. Hablamos con ceros y unos; la verdad, sin embargo, cae
Yo también he cavilado sobre la grisura. Me condujo de la filosofía a las entr!! elIqs. El mundo es borroso, la descripción no. Todos los enunciados de
matemáticas, y de éstas a la ingeniería eléctrica. Fui adquiriendo de paso títu­ lalógÍCaformal y de la programación de ordenadores son o verdaderos del todo
los académicos, y acabé enseñando en la Universidad del Sur de California, ofalsC)sidel todo, 100. Pero los enunciados acerca del mundo no son asÍ.
donde había empezado estudiando composición musical. nopecé con la cita Los. enunciados que hablan de hechos no son o verdaderos o falsos del todo.
de Einstein acerca de la discordancia entre las matemáticas y la realidad en un Su.verdad cae entre la verdad y la falsedad totales, entre el 1 y el O. No son
aula de filosofía de esa universidad, a los veintiún años. Me chocó que Einstein bivalen~es; son multivalentes, grises; son borrosos. No son meros enunciados
dudase de la mismísima urdimbre matemática de la ciencia blanca y negra que tentativos; son imprecisos, vagos. El enunciado lógico «dos es igual a dos» y
él había ayudado a construir: «En la medida en que las leyes de las matemáticas el enunciado matemático «2 + 2 = 4» son precisos y verdaderos al 100 por
se refieren a la realidad, no son ciertas. Y en la medida en que son ciertas, no se 100, verdaderos, como dicen los científicos, «en todos los universos posibles»,
refieren a la realidad». Así que Einstein también le había dado vueltas a lo de aun cuando ellos no han visto más que uno. Pero esto no afecta en nada al
la grisura. movimiento de los átomos o a la expansión de los universos o al sabor de las
Le eché un vistazo a la antología de sir A. J. Ayer sobre el positivismo lógi­ {ilesas o a lo quc se siente cuando a uno le insultan en la cara. No cabe nunca
co, la filosofía de la ciencia dominante en este siglo. El positivismo exige prue- I'xobar la verdad de un enunciado científico al 100 por lOO, ni de una afirma-

ii

Matices de gris 23
22 Pensamiento borroso

ción factual del estilo de «la Luna brilla» o «la hierba es verde» o «e = m¿'». te pone en tu sitio en la jerarquía de la ciencia. Competí con compañeros dc
Nuevas pruebas pueden hacer que cualquier creencia se tambalee, y la creencia clase y profesores para ascender en el escalafón. Creía que la lógica simbólica
que uno tiene difiere sólo aproximadamente de la ereencia opuesta. La briz­ era la llama que los filósofos guardaban. Pero la cita de Einstein no
na de hierba verde se vuelve marrón. Dentro de un instante quizá la Luna de morder mi fe en la lógica y en la ciencia.
deje de brillar y estalle en llamas o eaiga sobre la Tierra o rompa una que­ Al principio mi duda no estaba enfocada. No tenía nada con que reempla­
rida ley de la ciencia y se eontraiga hasta convertirse en un agujero negro o zar los formalismos blancos y negros de la ciencia y la lógica. ¿Es que podía
haber otra cosa'! Apartarse de la lógica y la ciencia me repugnaba; era eaer en
una bola de queso.
Las leyes de la ciencia no son leyes en absoluto. No lo son en el sentido en la carencia de lógica y sentido del misticismo oriental, en la posición del loto
que lo son las leyes lógieas del tipo de dos más dos son cuatro. La lógica no y todas esas historias sobre las que bromea un científico joven mientras come
las ha promulgado. Las leyes de la ciencia enuncian tendencias que hemos ob­ en un restaurante chino.
servado hace poco y en nuestro rincón del universo. Lo mejor que de ellas puc­ Ni siquiera Einstein tenía algo que ofrecer para sustituir a la bivalencia. En
dc decirse es que por ahora valen. Dentro de un instante todas las «leyes» de vez de ello, él y la liga de los científicos añadieron una nueva teoría a la vieja
la ciencia podrían cambiar. Su verdad es cuestión de grado, y siempre está de la bivalencia: la teoría de la probabilidad, la teoría matemática del «azar»
en la estacada. Sin embargo, ellenguajc de la ciencia, cllenguaje de las mate­ o de la «aleatoriedad». La idea es que hay un número asociado a cada suceso,
máticas, la lógica y la programación de ordenadores es blanco y negro. Sólo la probabilidad de que ocurra. El suceso puede ser, por ejemplo, el resultado
maneja enunciados que son verdaderos o falsos al 100 por 100. La manera de de tirar una moneda al aire. Hay una probabilidad de que salga cara, una pro­
hablar matemática es de un tipo distinto de la manera de hablar científica. Pero babilidad de que salga cruz. Sale o cara o cruz; las probabilidades de una y
los científicos, de todas formas, la adoptan. la otra posibilidad suman uno. En general, la probabilidad' de quc ocurra un
Creía que científicos y filósofos considerarían que el problema de la discor­ suceso y la de que no ocurra suman uno. Esta es la teoría de la probabilidad.
dancia era el problema filosófico central de la ciencia moderna. Pero Los números de los sucesos suman uno y los sucesos son o blancos o negros,
que lo ignoraban. Einstein lo llamó a la palestra a manera de frasc para ser ocurren del todo o no ocurren en absoluto.
citada, de frase iróniea que se deja caer en medio del negocio de la ciencia.
Puede que algún raro filósofo la emplease para sacar a relucir la división favo­ La probabilidad no altera, ni siquiera pone en aprietos, la concepción blan­
rita de los positivistas, la de palabras y objetos, lógica y hechos. Pero no di quinegra del mundo. Sólo enseña a jugar con él yen él. La lcy de Aristóteles
con nadie que se fajase con el problema de la discordancia, por una razón: se de A o no A vale siempre en la probabilidad. Los nuevos físicos veían probabi­
daba también por sentada la concordancia. lidad allá donde mirasen. Pero Einstein no se sentía a gusto con ella. Eso es
Para los cientifícos, el mundo es, por principio, blanco y ncgro, bivalente, lo que quería decir cuando proclamó que «Dios no juega a los dados». La me­
como lo son las palabras y las matemáticas con que lo describen. Tras tantos cánica cuántica, la física dc los sucesos subatómicos, da a entender lo contra­
años, tras haber aprendido tanto, todavía están a las órdenes de Aristóteles y rio. El universo no parece otra cosa que probabilidad.
no son capaces de ponerle en entredicho. En teoría, podrían distinguir lo que Hallé alivio en las matemáticas de la probabilidad, pero no en su concepto.
es propio de la lógica de lo que corresponde a los hechos. En la práctica igno­ ¿Qué es la probabilidad? ¿Qué tipo de cosa es? ¿A qué se parece'! ¿Cómo la
ran esta distinción y tratan los embrollados asuntos factuales como si fueran mides? ¿Cómo se contrasta una afirmación probabilista'! Tengo una moneda
límpidas cuestiones lógicas. Se comportan así por dos razones: la primera, por­ en mi mano y digo que está equilibrada: la «oportunidad» o «probabilidad»
que cs más fácil; la segunda, por hábito. Usan el mismo lenguaje artificial para de que salga cara es del 55 por 100. Arrojo la moneda al aire y sale cara. ¿Con­
hablar de lo que concierne a la lógica y de lo que concierne a los hechos. Des­ firma esto mi afirmación'! Si lo hace, confirma también que la probabilidad
criben las matemáticas Y el mundo con la misma «lógica simbólica» blanqui­ de sacar cara es del 55 por 100 o del 90, hasta del 100 por 100. Incluso podría­
mos contar ese resultado como prueba de que la probabilidad de sacar cara
negra que Aristóteles edificó hace más de dos mil años.
y además la emplean. En la clase de gimnasia quienes hacen más flexiones, es del 45 o del 10 por 100, hasta del 0,0000000001 por 100. La «suerte» que
corren más deprisa el kilómetro o pegan más fuerte son los tipos más duros. haya habido en la tirada. Un experimento probabilista puede salir de una ma­
En una clase de filosofía moderna, los más duros son los que hallan las prue­ nera o de la otra, y no sabemos cuáL Si tengo un peón blanco en una de mis
bas más cortas de los teoremas de la lógica simbólica. Lo mismo pasa en la manos, tras la espalda, y os pregunto cuál de ellas es la que lo guarda, yo sé
ciencia. Cuantas más matemáticas meta un autor en un problema, menos lo por dónde va el experimento, pero vosotros deberéis suponer, evaluar, calcular
entenderá su auditorio y más lo respetará. Th habilidad lógica y matemática las oportunidades. Para vosotros, la probabilidad de que sea mi mano derecha
Matices de gris 25
24 Pensamiento borroso

la que tiene la es «real», tiene un sentido. Para mí es una ilusión. Yo sé o no. La nube es un nimbo o no. La estrella pertenece a la galaxia o no. El
universo es abierto o cerrado. Conceptualmente, la teoría de la probabilidad
el resultado con certeza.
La probabilidad se va esfumando a medida que hay más información. Cuan­ ha llenado el universo con el gas indefinido e inobservable de la «aleatoriedad».
do ésta aumenta, la probabilidad cede terreno. Las leyes de la física determinan En la práctica, hace que los científicos tiendan más, no menos, cables entre
si la moneda cae con la cara o con la cruz hacia arriba. Para un ser supercom­ cosas y no cosas. La probabilidad ha convertido la ciencia moderna en un casi­
inteligente todos los experimentos probabilistas se­ no de la verdad.
rían ilusorios. Así que quizá no haya probabilidad. Quizá haya otra cosa, pue­ Esta forma de proceder empezó hace casi quinientos años, cuando se ela­
de que algo borroso, que a veces llamamos probabilidad, pero que existe en boraron las primeras matemáticas dc la probabilidad a partir de ejemplos saca­
la naturaleza de las cosas y no cosas, o en las relaciones entre ellas. dos del juego, de juegos de azar con reglas artificialmente precisas y delimita­
en qué difieren la probabilidad y la borrosidad, pero no lo encontré ciones claras. Dos o tres siglos dcspués, los científicos aplicaron la
porque por entonces no sabía qué era ésta. No conocía las matemáticas de la tanto a las estadísticas de enfermedad y muerte en las pOblaciones urbanas como
borrosidad. Acabé por escribir mi tesis doctoral sobre ellas, para ayudarme a a revivir matemáticamente el ramo de los seguros. O estás enfermo o no lo es­
mí mismo a entenderlas mejor, pero aún no fue suficiente. Quería trazar sobre tás, o casado o no, tienes más de veinte años o no, caes por encima de la línea
la arena matemática una línea entre la borrosidad y la probabilidad. Pero en de la pobreza o no. Hoy, los comandantes en jefe lanzan o no un ataque
mi fuero interno sospechaba que una contenía a ISI otra. Los críticos no para­ diendo de cuáles sean las probabilidades de matar. La probabilidad ha demos­
ban de decirlo: la borrosidad es probabilidad disfrazada. trado ser una poderosa herramienta de predicción y control sociales. Pero no
Yo sospechaba que era al revés. Desde los días de la antigua Sumeria, los veía de qué manera suavizaba la discordancia entre la lógica y los hechos.
hombres y las mujeres han usado palabras de probabilidad para referirse a Aparcáis vuestro coche en un aparcamiento
los complejos patrones que formaban los procesos del ambiente y de la socie­ marcadas. El enfoque probabilista supone que
dad: si lloverá, si la cerveza se estropeará, si los cazadores encontrarán un cier­ zas y que cada plaza tiene una cierta probabilidad de ser la elegida. La suma
vo, si habrá un ataque del otro pueblo, si la mujer quedará embarazada. Los de todas esas probabilidades es del 100 por 100. Si el aparcamiento está lleno,
científicos modernos han continuado esta tradición y no la han puesto en en­ vuestro coche allí será cero. Si sólo hay una
tredicho. Por el contrario, vertieron la forma probabilista de hablar en el len­ ejemplo, aparcaréis en ella con una probabilidad
guaje matemático Y la exaltaron en todas las ciencias. Esto aumentaba aún más aparcamiento está vacío, y no sabemos nada más acer­
mis sospechas. La probabilidad de que la flecha del arquero alcance al ciervo uoabilidad de que dejéis el coche en una cualquiera de las
no está ni en la flecha ni en el ciervo. Si está en alguna parte, será en la mente será pequeña y la misma en cada caso, un 1 por 100.
del arquero, en el estado de su cerebro, o en el de los nuestros. Me pregunté: El enfoaue probabilista presupone que aparcar en una plaza es algo inequí­
con matemáticas o sin matemáticas, ¿es sabio poner estos estados cerebrales en ella o no, todo o nada, dentro o fuera. Al dar
en los fundamentos de la mecánica cuántica, la teoría de las partículas subató­ \';GllIliento de verdad se ve que las cosas son diferentes.
micas, en las descripciones más fundamentales del universo? en pequeños espacios y en las esquinas. Uno campa a
Estos problemas concernían a la idea de probabilidad. Pero estaba, además, sus anchas y ocupa espacio y medio, sentando un precedente para quienes le
el problema primario de aplicar la probabilidad al mundo real: la Para aplicar el modelo probabilista hemos de redondear y decir que hay
no solventaba el problema de la discordancia; lo condonaba. Se un cochc por plaza.
nueva teoría sobre la teoría blanquinegra de la bivalencia. Y había que pagar Las cosas, vistas de cerca, se vuelven borrosas. Los bordes no son exactos,
por ello un precio: el de que cundiese en el mundo el nuevo espejismo de la las cosas coexisten con no cosas. Podéis aparcar el coche un 90 por 100 en la
«aleatoriedad», concepto que los matemáticos han intentado definir durante trigesimocuarta y un 10 por 100 en el espacio a su derecha, el trigesimo-
años. Por tanto, la frase «aparqué en la plaza trigesimocuarta» no es del todo
La probabilidad se las ve con blancos y negros: cara o cruz, éxito o fracaso, verdadera, y la frase «no aparqué en la plaza trigesimocuarta» no es del todo fal­
dentro de la o fuera. Apuesta sobre estos sucesos precisos. No elimina su sa. En gran medida habéis aparcado en la plaza trigesimocuarta y en menor
precisión, su gusto a bivalencia. Muy al contrario: los científicos hacen de los grado no. En cierto grado habéis aparcado en todas las plazas. Pero en casi
antes de la probabilidad, blancos o negros. El electrón está todas ese grado es cero. Esta afirmación es borrosa y, sin embargo, es más exacta.
en una órbita alrededor del núcleo atómico o no. El cúmulo de células se vuel­ Se aproxima mejor al «hecho» de que aparcasteis en la plaza trigesimocuarta.
ve canceroso o no. El león apresa la !!acela o no. El cliente espera en la cola Di con un ejemplo de borrosidad diferente mientras estaba en la clase de
26 Pensamiento borroso Matices de gris 27

filosofía. El profesor hizo una pregunta. No recuerdo cuál, pero sí que me mo­
lestó la presuposición de que o sabías la respuesta o no y, si la sabías, levantq­
bas la mano y a su debido tiempo decías la respuesta correcta. Los niños se
topan con este filtro bivalente por primera vez cuando van al parvulario o al
jardín de infancia. O se sabe o no se sabe. Manos arriba o abajo. Respuesta
correcta o equivocada. O te levantas y hablas o te callas. Me parecía que tenía
una respuesta parcial a la pregunta. No era que supiese la respuesta del todo
o que no la supiese en absoluto, con una probabilidad con la que decidir si era
lo uno o lo otro. Había estudiado la lógica multivaluada o borrosa, y creía por
eso que tendría sentido que levantara la mano sólo hasta cierto punto para mos­
FIGURA l.l
trar el grado en que sabía la respuesta. La innovación falló, y el profesor me
conminó a responder de! todo o a no responder nada.
Desde entonees he usado el siguiente ejemplo para mostrar a auditorios
auténticos un conjunto borroso «de verdad». ¿Cuántos varones hay? Levantad las personas entre dos aguas, tan satisfechas como insatisfechas. Aquí
la mano. Los ,Varones la levantan y las mujeres la dejan abajo. De esta manera coincide con cl yang o lo equilibra, como en el viejo símbolo taoísta (fí­
gura
se tiene un conjunto, que no es borroso. El A o no A de Aristóteles sigue va­
liendo. ¿Cuántas mujeres hay? Levantad la mano. Ocurre lo contrario, y de nuevo El símbolo del yin y el yang es el cmblema de la borrosidad. Representa
el público se divide en dos conjuntos blancos o negros, varones y no varones un mundo de opuestos, un mundo que a menudo asociamos con el misticismo
o mujeres y no oriental. El símbolo del yin y el yang adorna la bandera de Corea del Sur. En
Entonces viene una pregunta más complicada: ¿Cuántos estáis satisfechos California del Sur es el distintivo de un club de surf.
con vuestro trabajo? Las manos se mueven arriba y abajo, y enseguida se que­ Durante buena parte de mi juventud luché con este aparente misticismo en
dan quietas, e! codo de la mayoría doblado. Unos cuantos quc están seguros un mundo que la ciencia había pintado de blanco y de negro. Los científicos
extienden bien rectos los brazos o no los levantan en absoluto, pero la mayor habían convertido las cosas griscs en cosas blrulcas o negras, y se habían olvi­
partc de las personas hacen algo intermedio. De esta manera se define un con- dado de csa aproximación y sólo veían un mundo blanquinegro. El mundo es
borroso, el de quienes están satisfechos con su trabajo, los empleados muchísimo más simple si lo puedes cortar siempre en dos partes, muchísimo
felices. Bajad ahora las manos. ¿Cuántos no esláis satisfechos con vuestro tra.. más sencillo si A o no A vale siempre. Los científicos y filósofos modernos pon­
Muchas de las mismas manos que antes se levantaron lo hacen de nuevo, drían un uno o un cero, verdadero o falso, a continuación de cada frase de este
vacilan arriba y abajo y al final se quedan quietas, el codo flexionado. Se defi­ libro, en vez de una fracción de verdad que caiga en algún punto intermedio.
ne así otro conjunto borroso, el de los empleados infelices, el contrario, o la Quienes se dedican a la ciencia eluden el problema de la bivalencia, dan por
negación, del primero. A y no A. Esta vez es la ley de Buda la que, hasta cierto sentado lo que implica, suben por la escalera bivalente y se olvidan de que es­
punto, vale. La lógica borrosa consiste en razonar con conjuntos borrosos. tán en ella. Esta forma de proceder se parece mucho más a la religión que a
Estos dos conjuntos no son como los de hombres y mujeres. El conjunto la ciencia. Hacen de su supuesto de bivalcncia un examen de acceso; los que
de los varones no interseca el de las mujeres. No hay nadie (en casi ningún audi­ disientan lo suspenderán, y se les reprimirá con toda la fuerza de intimidación
torio) que sea a la vez hombre y mujer. Todos somos o hombres o mujeres: que la ciencia moderna es capaz de reunir: ha razonado con dejadez, no es lo
A o no A. Pero casi todo el mundo está a la vez satisfecho e insatisfecho con bastante riguroso, esa medición no es científica, lo ve con ojos de profano, el
su trabajo: A y no A. Pocos están al 100 por 100 a gusto o al 100 por 100 a diseño experimental es deficiente, no se puede aplicar a un ordenador, no es
disgusto. más que mcro sentido común, mera psicología popular, si supieses más mate­
El ejemplo del auditorio revela la esencia de la borrosidad: las cosas borro­ máticas lo entenderías mejor.
sas se parecen a no cosas borrosas. A se parcce a no A. Las cosas borrosas Perdí mi fe en la ciencia establecida y mc vi abocado a una especie de ateís­
tienen con sus contrarias fronteras vagas, con no cosas. Cuanto más se parece mo inverso. Había aprobado el examen de acceso de la bivalencia, pero en mi
una cosa a su contraria, más borrosa es. La mayor borrosidad se da cuando la Corazón y en mi cabeza lo tenía suspendido todavía. Había aprendido a
cosa es igual a su opuesta: el vaso de agua medio vacío y medio lleno, el menti­ las reglas de la ciencia, pero no creía que fuesen verdaderas. Aprendí a manejar
roso de Creta que dice que todos los cretenses mienten y que a la vez miente y no la probabilidad, pero no creía que existiese.
28 Pensamiento borroso Matices de gris 29

La mayor parte del mundo blanquinegro de la ciencia no me parecía razO­ Casi toda borrosidad hacía más inteligentes a las máquinas. Había aumen­
nable; era como si un juez o un acusador celosos aplicasen la Ictra y no el tado el coeficiente de inteligencia maquinal de docenas de productos de la elec­
ritu de la ley, y terminases en la cárcel por haber escupido en el suelo, dcducido trónica de consumo e industriales: cámaras, grabadoras de vídeo, televisio­
en la declaración de la renta una cena que no fue de negocios o encargado por nes, hornos de microondas, lavadoras, aspiradoras, transmisiones, controles de
correo la revista equivocada. El lenguaje, en especial el matemático de la cien­ maquinarias, controles del Metro. Pero ello ocurrió cn la tierra de A y no A,
cia, crea fronteras artificiales entre el blanco y cl negro. La razón o el sentido en el Lejano Oriente, en Japón; allí, a principios de los años noventa, la lógica
común las borran. La razón trabaja con grises. borrosa plantó su pie tanto dentro de los televisores como en sus pantallas, donde
Anduve tras una alternativa que le plantase cara a la ciencia bivalente en podía verse a periOdistas y políticos debatiendo el significado de la borrosidad.
su propio terreno. Si la ciencia descansa cn las matemáticas, la alternativa de­ Seguramente, pensé, el dinero les dice algo a los científicos; al fin y al cabo,
bía hacer lo mismo. La crítica fracasa sin una alternativa efectiva. La lógica el dinero es en la cicncia y cn la academia el motor de todo. Pero los científicos
borrosa la proporcionaba. Su estilo matemático era el mismo de la probabili­ e ingenieros occidentales sólo tiraban piedras y nosotros-también-podemos­
dad; empleaba porcentajes entre el O y el 100 por 100, pero describía sucesos hacerlos ante las nuevas dcl éxito comercial de la borrosidad en Japón. Antes
que ocurrían en cierto grado, no sucesos «aleatorios» que ocurriesen del todo atacaban la teoría de la borrosidad porque carecía de aplicaciones. Ahora ata­
o no pasasen en absoluto. Si decís que hay un 50 por 100 de posibilidades de caban las aplicaciones porque carecen de teoría.
que haya una manzana en la nevera, dibujáis una imagen del mundo. Si de­ Micntras los científicos y los ingenieros occidentales ignoraban o atacaban
cls que hay media manzana, dibujáis una imagen diferente. El mismo número, la lógica borrosa, sus análogos orientales se aprestaban a haccr uso de ella y
mundos diferentes. ponían en órbita la tan csperada era de las máquinas comerciales inteligentes.
la borrosidad por los caminos de la ciencia y la academia. Leí y Yo mismo he tenido que sufrir a menudo las imprecaciones de científicos occi­
escribí artículos sobre la borrosidad, y sobre ella di conferencias e impartí cla­ dentales, especialmente los que son mayores, incluidos los de mi propio depar­
ses, grabé en vídeo nuevos cursos y seminarios, la «colé» en los cursos de pro­ tamento de ingeniería de la Universidad del Sur de California; cuanto más gris
babilidad quc impartía en la Universidad del Sur de California, colaboré en es el pelo, más blanco y negro parece el razonamiento. Pero en Japón firmé
la organización de congresos en los Estados Unidos y Japón, escribí un libro autógrafos y presidí conferencias y saludé a la~ cámaras de televisión. Cuando
de texto. Tenía que saber si la borrosidad existe. Era como un teísta que tuviera los teóricos de la borrosidad celebramos la primera conferencia sobre el tema
que saber si Dios existe. Si existe, me haría sacerdotc. Si no, me uniría a las en los Estados Unidos, en Austin, 'Iexas, cl mes de junio de 1991 (en MCC,
filas de la oposición, convertido en celote del ateísmo. la Microelectronics and Computer Thchnology Corporaüon), los japoneses ha­
Busqué la borrosidad, y la encontré en una familia de nuevos teoremas ma­ bían ya sobrepasado la cifra de los mil millones de dólares en ventas anuales
temáücos, todos los cuales tienen un lugar en la geometría del cubo de Rubik, de productos borrosos y dado otro salto adelante en su liderazgo mundial de
como discutiremos más adelante. Estas matemáticas eran tan sencillas que no la electrónica de consumo, la ingeniería de alta tecnología y la producción in­
podía creer que alguien, que todos no hubiesen caído en la cuenta antes. Pero dustrial. Las preferencias culturales tienen su costo.
pronto me di cuenta de que incluso los teóricos de la borrosidad que me habían He aquí un test de inteligencia para escépticos de las ideas borrosas:
precedido pasarían quizá por alto este tipo de matemáticas o las contempla­ explicar cómo funciona un chip borroso? En el mundillo de la técnica csta pre­
rían como un simplc error, si es que se dignaban siquiera mirarlas. Implícitas gunta divide a la gente en dos clases no borrosas, la de los que saben y la de
en ellas hay extrañas nociones: el todo está contenido en la parte, dentro de los que no. La información no respeta ni rangos ni posesiones ni arrugas. La
las cosas pequeñas hay otras mayores. Podía entender por qué los científicos lógica sirve para que las personas la manejen. La lógica borrosa sirve para que
occidentales no querían cubrir con una borrosa laxitud los pristinos absolutos las máquinas hagan lo propio.
blancos y negros que habían ido construyendo a lo largo de los siglos. Podía No creo quc haya cerebro humano que funcione con los silogismos de Aris­
entender su miedo a la contradicción, sus maníacas reacciones a cosa y nO cosa, tóteles o con la precisión de un ordenador. Es más enrevesado lo quc en ellos
a A y no A. pasa. Los días del razonamiento simbólico en los programas de ordenador de
Podía entender el prejuicio natural y las reacciones emocionales, revestidos «inteligencia artificial» ya pasaron. Los descnchufaron al mismo tiempo que
con el lenguaje técnico y las maneras de la ciencia, pero no podía perdonarlos. a Hal, el ordenador de la película 2001: una odisea del e.'>pacio, de 1968. Cuan­
La borrosidad resolvía las viejas paradojas del pensamiento occidental y abría do Arnold Schwarzenegger, el ciborg de Terminator 11, nos dice que puede apren­
nuevas puertas en la infinidad matemática al reducir las matemáticas blanqui­ der nuevos comportamientos porque «mi CPU es un procesador de red ncuro­
negras a un caso especial de gris. nal, un ordenador que aprende», no se refiere a un Aristóteles mctido en una
30 Pensamiento borroso

caja. Como veremos, Aristóteles no acaba metido en una caja, sino en las es­ 2
quinas de un cubo borrosamente lógico, que representan los raros momentos
blancos y negros de un mundo gris.
Si nuestros razonamientos tienen lógica, como mucho será borrosa. Sólo El principio borroso
tenemos una regla de decisión: lo haré si da la impre.~ión de ser lo adecuado.
La lógica formal que estudiamos por primera vez hacia el final del bachillerato
poco tiene que ver con ello. Por eso la damos al final del bachillerato.
La lógica borrosa empieza donde termina la lógica occidental.

Todo es cuestión de grado.

ANÓNIMO

En cierta ocasión, sostuvo Shuzan (926-992 d.C.) su bastón de


bambú en alto ante sus discípulos, Que se hallaban reunidos, y se
dirigió a ellos de la siguiente manera: «Decid de esto Que es un bas­
tón; afirmaréis. Decid Que no es un bastón; negaréis. Ahora bien,
sin afirmar ni negar, ¿qué diríais? ¡Hablad! ¡Hablad!». Se levantó
uno de los discípulos, le quitó al maestro el bastón y, rompiéndolo
en dos, exclamó: «¿Qué es esto?».

DATSETZ TEITARO SUZUK1, An lntroductíon to Zen Buddhism

l principio borroso afirma que todo es cuestión de grado. Este libro trata
E del principio borroso aplicado a las cosas humanas, de cómo la borrosi­
dad impregna nuestro mundo y la visión que de él tenemos. Más que argüir
en favor del principio, vamos a buscarlo en cualquier cosa que nos pongamos
delante.
Hay cosas que, no importa cuán de cerca la~ miremos, no se vuelven borro­
sas. Vienen, de ordinario, del mundo de las matemáticas, del que la borrosidad
ha quedado fuera, por designio del hombre o de Dios. Aceptamos que «dos
más dos es igual a cuatro» es verdad al 100 por 100. Pero cuando abandona­
mos el mundo artificial de las matemáticas, reina la borrosidad. Se esfuman
bordes y plazos, como si las palabras troceasen el universo con un cuchillo mal
afilado.
A la borrosidad se le da en la ciencia un nombre formal: multivalencia. Lo
contrario a la borrosidad es la bivalencia, el que sólo haya dos valores, dos ma­
neras de responder cualquier prcgunta, verdadero o falso, 1 o O. Borrosidad
32 Pensamiento borroso El borroso 33

significa multivalencia. Quiere decir que hay tres o más opciones, qUlza un es­ vencionaban la investigación en el nuevo campo. Pocas revistas o congresos acep­
pectro infinito, y no sólo dos extremos, que prima lo analógico y no lo binario, taban artículos sobre la borrosidad. Los departamentos académicos no promo­
que son infinitos los matices grises entre el blanco y el negro. Expresa todo aque­ cionaban a quienes se dedicaban a la investigación borrosa, no, por lo menos,
llo que el abogado o el juez auieren descartar cuando dicen: «responda sólo a quienes se dedicaban en exclusiva a ella. El movimiento de la borrosidad no
sí o no». era en esos días más que una pequeña secta y pasó a la clandestinidad. Creció
Los lógicos de los años veinte elaboraron la lógica multivaluada para abor­ y maduró sin los usuales apoyos con que cuenta la ciencia subvencionada. Por
dar el principio cuántico de incertidumbre de Heisenberg, del que hablaremos eso se hizo más fuerte.
en un capítulo posterior. Este principio matemático dice que si mides algunas La lógica borrosa no se hizo adulta en las universidades, sino en el mercado
cosas de manera precisa, no podrás hacer lo mismo con otras. Sugiere que, en comcrcial, y saltó por encima de las objeciones filosóficas de los científicos
realidad, nos las hemos de ver con una lógica trivaluada, que los enunciados occidentales.
son verdaderos, falsos o indeterminados. Enseguida, el lógico polaco Jan Lu­ El principio de la borrosidad se ha tenido que quitar de encima casi tres
kasiewicz partió el grado intermedio de «indeterminación» en múltiples piezas mil años de cultura occidental, tres mil años durante los que se ha intentado
y creó la lógica multivaluada.* Dio entonces el paso siguiente, e hizo que la ignorarlo, refutarlo, cambiarle el nombre, rechazar su existencia y ha·
indeterminación definiese un continuo, un espectro entre la falsedad y la ver­ ccr de ese rechazo un axioma. Pero la borrosidad no ceja, aunque hayamos he­
dad, entre cl O y el 1. En esta lógica «borrosa», los enunciados del estilo de cho los mayores esfuerzos por desterrarla. Nuestro razonar sigue siendo borro­
«la hierba es' verde» o «Jos abogados zanjan los litigios» pueden tomar cual­ so, y ahora se puede lograr que las máquinas sean más inteligentes logrando
quier «valor de verdad» o grado o fracción entre O y 1, cualquier que su manera de razonar y los conceptos que manejan, -como fresco o
entre O por 100 de verdad y 100 por 100 dc verdad. La palabra «borroso» entrO despacio- sean más borrosos. Este progreso de la borrosidad azora o enfurece
en el léxico científico unos treinta años más tarde. Hasta entonces, hubo a los científicos que creen que las máquinas deben pensar con una lógica sim­
cos que, como Bertrand Russell, usaron la palabra «vaguedad» para referirse bólica y una matemática blanquinegra. De ahí la nueva broma del mundillo
a la multivalencia. El 1937, el filósofo cuántico Max Black publicó un artículo de la inteligencia artificial, donde andan todavía programando los ordenado­
sobre los conjuntos vagos, o lo que hoy llamamos conjuntos borrosos. Los mun­ res, para hacerlos más agudos, con lógica blanca y negra. Lo bueno es que por
dos científico y filosófíco ignoraron el trabajo de Black. Si no, ahora estaría­ fin la inteligencia maquinal ha dado un producto con éxito comercial. Lo malo,
mos hablando de la historia de la vaga, no de la lógica borrosa. al menos para los expertos en computación, es que se trata de una cámara
borrosa.
En 1965, Lofti Zadeh, que era por entonces catedrático de ingeniería eléc­ En este libro prestaremos atención al camino seguido por el principio bo­
trica de la U niversidad de California en Berkeley y más tarde uno dc mis aseso­ rroso, que discurre de la Grecia y la rndia a las lavadoras inteligentes
res de doctorado, publicó un artículo, titulado «Fuzzy Sets», donde aplicaba japonesas de hoy y a las armas inteligentes de mañana, y que corta a mi propio
la lógica multivalente de Lukasiewicz a los conjuntos o grupos de objetos. Za· carnino por la ciencia y la ingeniería. Entreveraré a placer, en la discusión de
deh les puso el apelativo de «borrosos» a semejantes conjuntos vagos o mulli­ la materia borrosa que caiga a mano, mis propias experiencias con la borrosidad.
valentes -cuyos elementos pertenecen a ellos en diferentes grados, corno pasa El libro se divide en tres grandes secciones: el pasado borroso, el presente
con el de quienes están satisfechos con su trabajo- para marcar las distancias borroso y el futuro borroso. La primera estudia las ralces históricas de la bo­
entre ese concepto y la irrefrenable lógica binaria de aquellos días. Zadeh veía rrosidad y de la oposición a la borrosidad; empieza con las diferencias existen­
que los científicos no hacían sino meterles más matemáticas a los problemas, tes entre los mundos de Aristóteles y Buda, y repasa la naturaleza de la verdad,
y que no dejaban de pensar y de llevar todo el tinglado de la ciencia con el el principio meeanocuántico de incertidumbre de Heisenberg y las paradojas
razonamiento blanquinegro que usan los ordenadores y las calculadoras. Esco­ lógicas de los antiguos griegos y de la matemática moderna que abocan a la
gió el adjctivo «borrosos» para escupírselo a la ciencia moderna. borrosidad. La segunda sc centra en los conjuntos y sistemas borrosos, en su
Ese epíteto invitaba a que se despertase la ira de la ciencia, que, en reciente resurrección en Estados Unidos y Japón, y en su versión mejorada,
sobre la nueva idea y la obligó a crecer con todos los problemas que le los sistemas borrosos adaptativos, quc gracias a redes neuronales o sistemas
esperan a «un chico que se llama Pili». Las oficinas gubernamentales no sub­ «parecidos al cerebro» aprenden de la experiencia y desarrollan sus propias re­
gIas a partir de ejemplos. La tercera sección considera cómo podrían afectar
* Lukasiewicz babía estudiado también a Aristóteles en el griego original, y a principios de a la sociedad, en un futuro inmediato y en el lejano, la lógica borrosa y las
los aftas veinte elaboró una primera versión de la lógica multivaluada. máquinas con coeficiente de inteligencia aumentado.

3.-";05liO
34 Pensamiento borroso El principio borroso 35

Nos saldrán al paso, a lo largo de este viaje del pasado al futuro de la bo­ 28 ,--­
rrosidad, varios temas. Cuatro son los de mayor interés. Vamos a echarles un
vistazo preliminaI 27

I~

1. La bivalencia frente a la muItivalencia: sencillez frente a exactitud. 26


2. A mayor precisión, mayor borrosidad. V ~
3. El razonamiento borroso eleva el coeficiente de inteligencia de las má­ 25
quinas. / ~
~ 24
4. No creas que la ciencia y los científicos son lo mismo.

{­ " '-. ~
c:
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~
23
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El primero es el más importante. Enuncia el contlicto fundamental de la 1--­ ~~~~-

experiencia borrosa. Q.
E 22

Primer tema:

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21 c-----~

11
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la bivalencia frente a la multivalencia,

20 '---­ ~ ~ ~
\

~
sencillez frente a exactitud

'\
,~

19 ~~~~~ ~~~~~~

La bivalencia cambia exactitud por sencillez. Quc el resultado no pueda ser más
que sí o no, blanco y negro, verdadero o falso simplifica las matemáticas y el ¡-­
18
procesamiento de datos por ordenador. Es más fácil trabajar con ristras de ce­
ros y unos que con fracciones. Pero la bivalencia requiere que se haga cierta L-- ~~~~. ~~ ~~~~

fuerza para encajar y redondear, como pasa cuando afirmáis que estáis a favor o 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11
o en contra de tal político o satisfechos o no con vuestro trabajo.
Tiempo en horas
La era de la información se fundamenta en la bivalencia porque descansa
en la «revolución digital» del procesamiento de señales, la revolución de los chips
FrGURA 2.1
microprocesadores de ordenador. Medimos magnitudes -el sonido, la presión
la intensidad de la luz, voltajes, temperaturas, tcrremotos- que va­
rían con el tiempo sin saltos. Pero tenemos que tomar muestras de esas señales
y cuantizarlas, o redondearlas, para que entren en la binaria mente del ordena­ el sistema redondea o «cuantiza» la señal al valor del corte más próximo. He­
dor, donde sólo caben unos y ceros. Cabe representar una señal temporal me­ cho esto, el sistema se descarta de la realidad, guarda sólo los números digitali­
diante una curva que va bailando de izquierda a derecha, y que representa, di­ zados (los puntos negros de la rejilla) y convierte cada número en una lista de
gamos, el aumento de la temperatura por la tarde o el del ozono a lo largo de unos y ceros que le es propia (32 100000, 35 100011). El resto es un rumiar
un decenio. l,a digitalización superpone una rejilla a la curva, como en la figu­ números a alta velocidad y un mundo de discos compactos de láser, teléfonos
ra 2.1. celulares, máquinas de fax, efectos especiales en las películas y nuevas imáge­
La digitalización trocea la línea de abajo en tiempos de muestreo discretos nes de Neotuno o de Venus.
(los momentos en que una persona o un sensor miden una muestra de ozono,
cuya hora apuntan). Se han escrito miles de artículos científicos acerca de cómo La cultura occidental considera que la precisión binaria ha pasado a ser parte
que trocear la línea temporaL La conclusión: los cortes del tiempo tienen del método científico. Parece que la revolución digital ha digitalizado nuestras
que estar espaciados regularmente, y cuantos más cortes, mejor. Los discos com­ mentes. Imaginad un ordenador que respondiese «más o menos» a una pre­
pactos reproducen una curva continua de sonido que se forma a partir de, es gunta. Seguramente pensaríamos que el ordenador estaba descendiendo a nues­
la conversión de, 44.100 muestras por segundo. tro nivel, programado por un científico con bata blanca para que nos hablase
La digitalización trocea la línea vertical en un conjunto de números. Aquí, como hablamos con nuestro vecino. No se nos ocurriría pensar que el ordena­
36 Pensamiento borroso El orincíoio borroso 37

dar realmente había querido decir eso, que había dicho la verdad, que el uni­ Bivalencia Mu/tivalencia
verso es así, que de alguna manera la combinación de los átomos y el vacío Aristóteles Buda
ese «más o menos». A o no A A Y no A
La lógica de Aristóteles se esconde bajo nuestros instintos bivalentes. exacto parcial
ramos de todo enunciado «bien formado» que sea verdadero o falso, no más todo o nada en algún grado
o menos verdadero o en cierta forma falso. A o no A. Esta «ley del pensamien­ Oo 1 continuo entre O y
to» recorre nuestro lenguaje, nuestra educación, nuestros pensamientos. El fi­ ordenador digital red neuronal (cerebro)
lósofo existencialista S6ren Kicrkegaard tituló en 1843 su libro sobre la de­ Fortran castellano
cisión y ellibrc albedrío O esto, o aquello, y consideró que el hombre era un bits fits
esclavo cósmico de sus elecciones binarias de hacer o no hacer, de ser o no
ser. En la actualidad, todos los estudiantes de ingeniería siguen un curso de En la última significa unidades borrosas lfuzzy units], tal y como
«bits)} es la contracción de <<unidades binarias» [binary units]. El valor de un
diseño digital y aprenden a convertir las tablas de la lógica binaria en circuitos
fit -un valor de adecuación o encaje, que eso significa Ji! en inglés- es
eléctricos. un grado o número entre cero y uno. El valor de un bit es cero o uno, y la res­
No hay filosofía o que no tenga su víllano o su demonio del que
puesta a una pregunta blanquinegra: ¿Gana más de treinta mil dólares por año?
que escapar o al que que destruir. El malo de la bivaIencia es la con­
¿Tiene coche? ¿Está casado? El valor de un fit responde a las mismas pregun­
tradicción lógica: A y no A. tas, pero sólo en cierto grado. (El valor de nt 70 por 100 significa sí en un 70
En la lógica bivalente, una contradicción implica todo. Os permite probar por 100 y no-sí, o no, en un 30 por 100).
o refutar cualquier enunciado. Los matemáticos inspeccionan sus axiomas para Pensad de nuevo en la manzana que teníais en la mano y mordisteis. Al
evitar que de ellos se sigan enunciados que se contradigan unos a otros. Hasta cipio, era 100 por 100 una manzana. O había el 100 por 100 de la manzana.
ahora, nadie ha probado que los axiomas de la matemática moderna no con­ O vuestra manzana pertenecía al 100 por 100 al conjunto de las manzanas ente­
ducen a enunciados que se contradicen entre sí. Quizá cambien las cosas ma­ ras. A medida que fuisteis arrancándole trozos, el porcentaje fue cayendo des­
ñana, quizá el armazón de las matemáticas modernas se hunda. Mientras tan­ de el 100 por 100, pasando por todos los valores intermedios, hasta el O por
to, el pánico y la paranoia siguen. Hay poca tolerancia en la ciencia hacia las 100, cuando ya os habíais comido toda la manzana. Mediado el proceso, te­
concepciones que admiten contradicciones, que aceptan el solapamiento de co­ níais medía manzana, o un 50 por 100 de manzana. Los valores que toma el
sas y no cosas. La lógica borrosa se topa de frente con intolerancia. fit describen el descenso de la manzana de la presencia total a la ausencia total,
La borrosidad donde empiecen las contradicciones, donde A y no A del valor de bit 1 al valor de bit O. En este sentido, los valores de los fits «relle­
hasta cierto nan» el vacío entre los valores de los bits. Si representamos gráficamente cómo
El misticismo oriental ofrece los únicos grandcs sistemas de creencias que cae la manzana del 100 por 100 de manzana al Opor 100, veremos que los valo­
aceptan las contradicciones, que se basan en A y no A, en el yin y el yang. res del fit llenan la línea numérica entre el O y el l (figura 2.2).
Unos doscientos años antes de Aristóteles, Buda no dejaba que quienes le oye­ La línea numérica muestra el conflicto matemático entre la bivalencia y la
sen quedaran atrapados en los problemas del tipo de (O esto, o aquello». Guar­ borrosidad. La bivaleneia sólo vale en las o extremos de la lfnea
daba un «noble silencio» cuando se le hacían preguntas binarias, del estilo de numérica. I,os valores de bit O y 1 están opuestos.
si el universo es finito o infinito. Los monjes del moderno budismo zen ense­ La borrosidad o mullivaleneia valen en todas partes entre las esquinas, e
ñan a sus discípulos a meditar con koans -¿a qué se parecía tu cara antes de éstas como casos particulares. Cuando queda un poco de agua en un
que nacieses?, ¿cómo se dan palmas con una mano sólo?-, para que atravie­ vaso, redondeamos y decimos que está vacío, aplastamos un fit hasta conver­
sen la coraza blanca y negra de las palabras y alcancen un estado de conciencia tirlo en un bit, un 5 o un 10 por 100 en un O por 100. En la línea numérica,
esclarecido, o satori. Hasta el presidente Mao Zedong escribió ensayos sobre ello significa que medimos primero un valor de nt y saltamos luego a la esqui­
las contradicciones. na más cercana de la línea para obtener un valor de bit.
La siguiente lista muestra algunas de las ideas duales y sistemas clave del Quizá os preguntéis cómo se halla el opuesto de un valor de fit en la línea.
pensamiento humano que se abordan en este libro: El opuesto del O es el 1, y del I el O. Mirad otra vez la línea. Los opuestos A
y no A son el renejo el uno del otro respecto al valor de fit que cae en medio,
que es 112. Los valores de bit O y 1 están a la misma distancia de ese punto
38 Pensamiento borroso El principio borroso 39


o
m •
1/2
o
.
no, medio vacio lo demuestra. El agua está a un 50 por 100 en el vaso. Este
es un estado real del mundo. No queremos decir que la probabilidad de que
el vaso esté lleno sea del 50 por 100. Queremos decir que el vaso está por la
mitad. Si por alguna razón cultural nos limitamos a decir sólo una de dos op­
ciones bivalentes, todo o nada, verdadero o falso, sí o no, tendremos que pagar
FIGURA 2.2 el precio y peehar con una verdadera contradicción, con un caso de A y no A.
La cuerda de la que tiran la bivalencia y la multivalencia esconde una ecua­
ción. La bivalencia dice que la ecuación no existe o que no tiene sentido lógico.
central. Lo mismo se cumple para un valor de fit y su contrario. El contrario La multivalencia dice que existe en cierto grado. En los casos extremos, existe
de 3/4 es 1/4, el de 1/3 es 2/3, y así sucesivamentc. (Esto quiere decir que el del todo o no existe en absoluto. Los editores extirpan las ecuaciones de los
opuesto de 1/2 es 1/2. A es igual a no A en el punto medio.) Podéis trabajar libros de divulgación científica como los jardineros arrancan las malas hierbas
con los fits como lo hacéis con los bits. No tenéis que redondearlos. de las rosaledas. Por eso, para quitarle hierro a esa ecuación de la que
El redondeo de fits en bits funciona bien cerca de los límites de la línea nu­ la ccuación fundamental de este libro y de la lógica borrosa, le daré un nombre
mérica. Pero ¿qué pasa si queremos redondear el valor de en medio? ¿Lo re­ que, con seguridad, van a ridiculizar científicos y matemáticos, el de ecuación
dondearemos al 50, al O o al 100 por lOO? La cuestión no es si el vaso está me­ del yin-yang:
dio vacío o medio lleno. Si hemos de atenernos al todo o nada, la cuestión será
si está lleno o vacío. A no A
El punto medio de la línea es una «paradoja» de la matemática moderna.
Los matemáticos la tildan así en parte para dar a entender que los casos que Es una «contradicción» bajo la forma de una ecuación. En vez de escribir
caen en medio, los casos fronterizos, son excepciones, problemas simples que se «A y no A» o «A es no A», el signo de igualdad iguala las dos proposiciones
pueden arreglar con trabajo. Pero en realidad surgen de los mismos fundamen­ con todo el rigor y pompa de la matemática formal. Esto equivale en lógica
tos de la matcmática y la lógica bivalentcs. a un bicondicional: A implica no A y no A implica A. Por tanto, las paradojas
A principios del siglo xx, ellógÍCo Bertrand Russell, a quien se debió el pri­ del razonamiento bivalente se reducen a la ecuación del yin-yang: la taza mcdio
de la paz, mostró que la teoría de conjuntos -la teoría de los con­ vacía implica que la taza está medio llena y viceversa.
de obietos- está plagada de paradojas. Lo hizo con su Podemos dibujar una imagen que represente la ecuación del ym-yang en
acción, o en vez de ello una secuencia de imágenes de los puntos donde la eeua­
El patilludo barbero de Russell va poniendo un cartel que dice: «Afeito a ción del yin-yang se cumple en diferentes grados. Recordad los diagramas de
todos los que no se afeiten a sí mismos, y sólo a ellos}}. Pero ¿quién afeita al Venn de la tcoría de conjuntos quc os enseñaron en la escuela primaria. Partid
barbero? Si se afeita a sí mismo, entonces, según el cartel, no lo hace. Pero si un rectángulo o caja en dos partes, la parte Ay la parte no A. Separad las mall-
no se afeita a sí mismo, entonces, según el cartel, sí lo hace. Parece que se afeita
y no se afeita a sí mismo a la vez.
O en la pegatina de parachoques californiana que dice: «FIAOS DE
MÍ». Nos fiaremos o no del conductor, o lo harcmos en cierto grado. Pero su­
que damos con un coche que lleva una pegatina que dice: «NO os FIÉIS
DE MÍ}). ¿Nos fiamos de su conductor? Entonces, de acuerdo con csa instruc­
no nos hemos de fiar. Si no nos fiamos de él, entonces, de acuerdo tam­ A
bién con la instrucción, es que sí nos hemos fiado. Al final, acabamos fiándo­
nos y no fiándonos del conductor, estado de cosas que no es aristotélico.
La interprctación borrosa ve vaso, barbero y conductor como fenómenos
que caen en medio. Los enunciados que los deseriben son, literalmente, verda­
des a medias. Son verdaderos al 50 por 100, no al 100 o al O por 100. Si insisti­
mos en un vaso lleno al 100 por 100, en un afeitarse al 100 por 100 y en una
confianza al 100 por 100, caemos en la paradoja bivalente. El vaso medio lle­ FIGURA 2.3
40 Pensamiento borroso El principio borroso 41

zanas de la caja en manzanas rojas y manzanas no rojas. Así obtendréis una


clara división entre los dos conjuntos, A y no A (figura 2.3).
Este es el caso bivalente, el mundo blanquinegro de las matemáticas y de
Aristóteles. La ecuación del yin-yang na se cumple aquí en absoluto. Es más
apropiado decir que se cumple en grado cero. No hay solapamiento y las fron­
teras son exactas. A
Suponed ahora que algunas manzanas no son del todo rojas, que tienen
vetas naranjas, rosas o verdes. Si le pedimos a la frutera que las desembale y
las ponga en dos montones, el de las manzanas rojas y el de las que no lo son,
puede que, además de esos dos montones, le salga un tercero, de cuyas manza­
nas no se sepa decir muy bien si son una cosa o la otra: en cierto grado serán
rojas yen cierto grado no. La mayor parte de las fruteras harán un tercer mon­
tón, el de las manzanas que no son (<ni fu ni fa», que les cuesta clasificar y FIGURA 2.5
rompen la ley aristotélica del o esto o aquello. En el diagrama de Venn de la
figura 2.4, los conjuntos A y no A se solapan un poco. En este caso, la ecua­
ción del yin-yang vale en cierto grado. La porción dc A que se solapa sobre Estos tres diagramas de Venn borrosos muestran de nuevo que el negro y
no A da una medida de ese grado. el blanco son casos especiales del gris, que la multivalencia Sy reduce a la biva­
lencía en los casos extremos. En la vida, corno en los diagramas de Venn, da­
mos la expresividad y la exactitud de la borrosidad a cambio de la simplicidad,
del redondeo que nos proporciona la bivalencia.

Mientras daba clases de borrosidad a mediados de .Ios años ochenta, anda­


I

A
ba tras una imagen que expresase el toma y daca entre esa borrosidad que ense­
ñaba y la bivalencia. La encontré en el cubo de Rubik. Los cuadritos de colores
no forman parte de ella, pero sí de otra, más complicada, relativa a los siste­
mas borrosos con capacidad de aprendizaje, que discutiremos en un capítulo
posterior. El cubo de Rubik es un cubo tridimensional, un eubo borroso en tres
dimensiones, y cada una de sus seis caras, un cubo bidimensional o cuadrado
macizo, un cubo borroso en dos dimensiones; cada una de las doce aristas es
un cubo unidimensional o línea recta -la línea numérica [0, I] de antes-, un
cubo borroso en una dimensión. Vamos a verlo con otro ejemplo de manzanas.
FIGURA 2.4
Fijaos en tres manzanas rojas. ¿Cuántos subconjuntos pueden hacerse con
Imaginad que la frutera desembala otra eaja de manzanas y que son todas ellas? Ocho: el de las tres manzanas, las tres parejas que se pueden formar
con ellas, cada una de las manzanas por separado y el que no consta de manza­
rojas tanto como no lo son. No nos importa de qué manera mida la rojez y
na alguna o «conjunto vacío». El cubo de Rubik también tiene ocho esquinas
la no rojez mientras reparte las manzanas en montones. El tercer montón que­
o vértices. ¿Mera coincidencia? No: conexión. En matemáticas llamamos a eso
dará como único montón. No hay manzanas totalmente o no rojas. Así,
«isomorfismo»: los dos objetos tienen la misma estructura o morfología.
el diagrama de Venn consiste en dos rectángulos superpuestos (figura
Podéis considerar que los tres ejes perpendiculares del cubo miden, lo mis­
los contrarios coinciden; en consecuencia, la ecuación del yin-yang
mo que la longitud, la anchura y la altura, la rojez de las tres manzanas. Cada
es válida al 100 por 100: A no A. No es posible distinguir la cosa A de su
arista perpendicular irá entonces del O al 100 por 100 de de O a 1, del
contraria, no A, el conjunto de las manzanas rojas del de las no rojas, el de
los consumidores satisfechos del de los insatisfechos, el de quienes disfrutan
°
no rojo al rojo puro. Si limitamos la rojez a los extremos bivalentes, y 1, se
tienen ocho combinaciones de ceros y unos en las esquinas del cubo (figura 2.6).
con su trabajo del de quienes no lo hacen.
42 Pensamiento borroso El principio borroso 43

(O 1 1)
...,.
(1 1 1) (O 1) (1 1)
....

" 1

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'1...... N
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ro l'
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fij 1
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~?- 1 (O 1 O)
....
•\'i,<r.".;
,n{':t.?><0 ..... - - ­ - -­ -- O) (00) Persona 1 (10)
(000) Manzana 1
(100) FIGURA 2.7
FIGURA 2.6
'.
(O O 3/4) es aquel en que sólo está la tercera manzana roja, y-su rojez es sólo
del 75 por 100. El conjunto de manzanas rojas a medias, (1/2, 1/2, 1/2), está
Los unos y ceros representan la rojez o no rojez total de una manzana. La
en el centro del cubo borroso. No sólo coincide con su propio contrario -el
ristra binaria (l O 1) significa que la primera y tereera manzanas son 100 por
de manzanas a medias no rojas- sino que está a la misma distancia
100 y la segunda O por 100 rojas, y la (O OO) que ninguna es roja, el conjunto
de los oeho y es el único punto que tiene esta propiedad. No
vacío de las manzanas rojas. Si contempláis un rato el cubo, veréis las leyes aris­
redondear el centro a la esquina más próxima, pues todas están igual de cerca
totélicas de la lógica blanquinegra en acción. Las diagonales largas (la línea
e igual de lejos.
de puntos y rayas) conectan los contrarios. En la figura, la diagonal larga co­
Imaginaos un auditorio de sólo dos espectadores. Él y ella levantan la mano
necta (O O 1), el conjunto que contiene la tercera manzana roja, con (1 1 O),
para responder nuestras preguntas. Les preguntamos si son felices con sus tra­
el que contiene la primera y la segunda. Tendréis contrarios bivalentes si reem­
bajos. En el caso extremo de la lógica blanquinegra de Aristóteles, pueden pa­
plazáis los unos por ceros y viceversa.*
sar cuatro cosas: 1) que las dos manos se alcen del todo; 2) que no se levante
Si los conjuntos bivalentes se encuentran en los vértices, ¿qué hay dentro
ninguna de las dos; 3) que la mujer la levante y el hombre no; o 4) que la
del cubo? Conjuntos borrosos, o multivaluados. En ellos, las manzanas son
no mueva su mano y sólo la alce el hombre. Estos cuatro casos bivalentes co­
sólo en cierta medida, entre O y L Llenan el cubo. El conjunto borroso
rresponden a los cuatro pares de valores de bit (l 1), (O O), (1 O) Y(O 1). El cubo
borroso tridimensional ha perdido una dimensión y se ha convertido en un cubo
* La ley del tercio excluso (A o no Al se cumple porque si colocamos lado a lado las lis las bidimensional, un cuadrado de lado unidad (figura 2.7).
de bits O 1) Y (1 I O) Ycogemos el mayor valor de bit de las posiciones que caen a una misma
El horizontal mide ahora el grado en el que la primera persona levanta
altura la )isla de bít unión (1 I I):
su mano; el vertical, lo mismo para la segunda. El punto central cae en medio,
(O O 11 o (1 1 O) - (1 1 I)
a la misma distancia todavía de las cuatro esquinas bivalentes.
Por tanto, todas la~ manzanas rojas están o en el primer O en el segundo conjunto de man7~nas.
Las respuestas borrosas del auditorio rellenan el resto del cuadrado. La res­
También sale esta lista de bit unión si sumamos los valores de bit que caen a una misma altura.
La ley de la no contradicción no-CA y no A} vale porque si cogemos el menor valor de bit de las puesta borrosa (1/3 3/4) no es una lista de bits, sino de fits (unidades borro-
posiciones que caen a una misma altura en (O O 1) Y (1 l O) nos sale el conjunto vacío (O O O): la mujer alza la mano sólo parcialmente, un 33,3 por 100 más o menos;
(O O 1) Y (1 I O) (O O O) su trabajo le más que le place. El hombre la levanta un 65 por 100:
entonces, ninguna manzana está a la vez en el primer conjunto de manzanas y en el segundo. Thm­ el suyo le gusta más que le disgusta. Para colocar estas respuestas en el cubo
bién sale esta lista de bit intersección si multiplicamos los valores de bit que están en posiciones borroso, partimos de la esquina inferior izquierda y nos deslizamos 1/3 por
análogas. la linea horizontal y 3/4 por la vertical (figura 2.8).
44 Pensamiento borroso El principio borroso 45

(O 1) (1 1)
"'4
Le llamo a esto «completar el cuadrado borroso». A medida que las res­
puestas del auditorio se vuelven menos borrosas, el cuadrado interior se mueve
(1/3,3/4) hacia fuera, hacia las esquinas no borrosas. En el caso extremo, si seguimos
3/41------e el método bivalente y redondeamos las respuestas borrosas (1/3 3/4) a los valo­
I
I res de bit más cercanos, obtendremos (O 1), la esquina superior izquierda. En­
I tonces el cuadrado interior llega a las esquinas, y Aristóteles reina. En la cien­
I
I
I • cia y las matemáticas modernas se da precisamente ese raro caso: que todas

JI I
I
I
I
I
las respuestas sean negras o blancas. Aristóteles está encajonado en las esquinas.
Pero supongamos que las respuestas se hacen más borrosas, que el hombre
y la mujer tienden a levantar las manos más o menos a medias. El cuadrado
I interior de A, no A, A o no A y A Y no A se contrae entonces, hacia el punto
I
centraL Si hay cincuenta o cien personas en la audiencia, pasa lo mismo, pero
(O O) 1/3 Persona 1 (1 O) en «hipercubos» de muchas dimensiones, cuya imagen no podernos captar men­
talmente.*
FIGURA 2.8 Cuanto más borrosas sean las respuestas, más se parccerá A o no A a A
y no A y más se contraerá el cuadrado interior. En el caso extremo, cuando
cada mano sólo se alce un 50 por 100 y cada persona sea tan 'feliz como infeliz
La respuesta contraria a la anterior es (2/3 114). En este caso, a la
con su trabajo, el cuadrado interior se convertirá en el punto centraL Entonces,
le gusta su empleo más que le desagrada y al hombre le disgusta más que le y sólo entonces, se cumple al 100 por 100 la ecuación del yin-yang dentro del
agrada. Si la letra A representa el primer conjunto borroso, (1/3 3/4), no A cubo, y la cosa A es igual a su contraria no A:
representará su contrario, (2/3 1/4). ¿Qué suerte corre aquí la ley de Aristóte­
les? Ya no vale la ley del o esto o aquello: A o no A es igual a (2/3 3/4). No A A O no A A Y no A = no A
llega al extremo bivalente (1 1). También falla la ley de no contradicción: A y
no A es igual a 0/3 1/4) Y no a (O O); no es el conjunto vacío, (O O). Aristóteles En el centro, no podréis distinguir una cosa de su contraria, justo como no
le ha cedido un poco de terreno a Buda: cuando uno va para arriba, el otro podéis distinguir un vaso medio vacío de uno medio lleno. En las esquinas del
va para abajo. Si dibujamos estos cuatro puntos dentro del cubo borroso, vere­ cubo, sí podréis distinguir una cosa de una no cosa con una claridad del 100
mos que definen un cuadrado interior (figura 2.9). por 100. Entre un caso y el otro, matices del gris.
La bivalencia es válida en las esquinas del cubo. La multivalencia, en toda
(O 1) (1 1)
otra parte. Aristóteles manda en los vértices del cubo borroso, en esos raros
I I
casos, perdidos en un continuo de opciones grisáceas, donde se dan blancos
Al A olnoA o negros. Buda no manda en las esquinas. Manda, hasta cierto punto, en cual­
3/4 '*- --+­ quier punto dentro del cubo, y al 100 por 100 en su centro, donde la ecuación
l l
I I del yin-yang es válida en esa misma medida. Podríais rcpresentar esta situación
'"c:t1l I (1/2, 112) I dibujando pequeños Aristóteles en los vértices de un cubo, y en su centro, sen­
o
í!! 1 • I tado en la postura del loto, un Buda. El centro del cubo es pura paradoja. Es
<D
a..
I I como un dedo corazón que se levanta contra el mundo blanquinegro de la cien­
AylloA 1 NoA cia. Por mucho que lo intenten, los científicos bivalel1tes nunca podrán redon­
1/4 t- --~ --r--­ dear el centro a una esquina. No se puede llenar y vaciar al mismo tiempo un
I I vaso medio lleno de agua. El centro es el agujero negro de la teoría de conjuntos.
I I

(O O) 1/3 2/3 (1 O) • El cubo de cincuenta personas tiene 2" vértices, donde 2'" significa 2 x 2 x 2 x ... x 2
Persona 1 cincuenta veces. El cubo de cien personas tiene 2 "J() esquinas. Todos los cubos tienen exactamente
FIGURA 2.9 un único punto central. Sólo él, de todos los puntos del cubo, está a la misma distancia de cada
e"quiua.
El principio borroso 47
46 Pensamiento borroso
1-­
Segundo tema:

a mayor precisión, mayor borrosidad


~
'¡¡;
e
La información nos sirve para hacernos una imagen del mundo. Cada segun­ .8 112
al
"O
do, los ojos transmiten millones de bits de información al cerebro. Alimenta­ o
mos la mente con periódicos, programas de televisión, llamadas de teléfono, ~
cartas, faxes y rumores. Expandimos nuestros sentidos con microscopios, len­ el o! ;:=-:=,
tillas, binoculares, termómetros, barómetros, escáneres de tomografía axial
14 15 16 17 18 19 20 21 22 23 24 25
computariz.ada, telescopios Y cientos de otros dispositivos gracias a los cua­
les convertimos el mundo en información. Años de edad
Los datos nuevos nos cambian la mente. Alteran en el cerebro la activación
de las células que lo componen, las neuronas, lo que a su vez altera ligeramente FIGURA 2.11
los patrones que aprenden o recuerdan las sinapsis (que son los cables «húme­
dos» tendidos entre las células cerebrales). A medida que adquirimos más in­
formación, vamos obteniendo una imagen del mundo más clara, más fieL Nos Podemos trazar la línea en edades diferentes, cercanas a los 18 años, pero
vamos haciendo una idea más clara de los hechos. Pcro ¿se erradica así de los no dar buenas razones a favor de ninguna de ellas. Sabemos que a los 14 años
apenas si se es adulto, y que a los 25 se suele ser, si es que "DO se es siempre,
hechos la borrosidad?
Suponed que Juan tiene treinta y pocos años. ¿Es viejo? ¿Sí o no? ¿Es joven'? adulto. Sabemos además, como pasa con el concepto borroso' de viejo, que se
¿Sí o no? Añadid un poco de información. Precisemos la edad de Juan. Supon­ va siendo más adulto con los años. Por lo tanto, el principio borroso considera
gamos que sabemos que hoy tiene treinta años (hoyes su cumpleaños). Entonces, que adulto es un concepto borroso, y lo representa mediante una curva, no me­
¡,es viejo o joven'! ¿Qué nos dice la información exacta relativa a la edad de diante una línea (figura 2.11).
.luan? Sólo que Juan será más viejo cuando tenga treinta y cinco años que hoy. La teoría borrosa dibuja una curva entre los contrarios, entre A y no A .
Ello quiere decir que viejo y joven son cuestiones de grado. Son conceptos bo­ Tener más información, más «hechos», nos ayuda a trazar la curva. Si tuviése­
rrosos. Viejo y joven derincn subconjuntos borrosos de la pOblación humana. mos la suficiente información, podríamos convertir nuestras vagas nociones de
El problema se reduce a una pregunta que, en un mundo de grises, persigue al viejo y joven en curvas de conjuntos borrosos (figura 2.12).
pensamiento blanco y negro: ¿Por dónde trazamos la línea? El gobierno estado­ Cuanta más información tengamos, tanto más bacheada, tanto más realista será
unidense diee que la edad adulta empieza en el primer segundo del decimooctavo la curva.
cumpleaños. El gobierno traza la línea por nosotros, y pechamos con ello lo Cuesta todavía más distinguir una cosa de una no cosa cuando aquélla es
mejor que podemos. Cabe considerar esa línea como la divisoria imaginaria relativa. Pensad en la «línea» entre arte y no arte. ¿Podrán nuevas informacio­
que separa a los adultos de los no adultos en una escala de edades (figura 2.10).
Adulto "O
-o ro
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"O
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e o 1/2
o 1/2
Ll
Ll
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o 5 10 15 20 25 30 35 40 45 50 55 60
14 15 16 17 18 19 20 21 22 23 24 25
Años de edad
Años de edad
FIGURA 2.12
FIGURA 2.10
48 Pensamiento borroso El principio borroso 49

nes servirle a un censor para decidir qué cuadros, movimientos corporales, le­ 'O
1~-
ID
tras de canciones, secuencias cinematográficas son artísticos y cuáles son «obs­ U
'¡¡;
cenos» o ajenos al arte? Al final, la división es una «imposición de autoridad», e
y al principio también. Objetos y conductas son en cierto grado artísticos o o
n 112
<ll
no depcndiendo del gusto, la tradición y el capricho. Los marchantcs y los crí­ 'O
o
ticos valoran y tasan los cuadros, los dibujos y las esculturas de acuerdo con u
l:!
la belleza que lcs parecc que contienen esos objetos. (!l
La belleza es a la vez borrosa y relativa. Depende de quién hable y de la o I
cultura. La similitud de líneas o frases en cuadros, melodías o argumentos pue­ o 2 3 4 5 6 7 8 9
de lo mismo empezar una tendencia cultural que terminar en un juicio por
Meses de embarazo
Los artistas pop y los cómicos sobresalen en la difuminación de las fronte­
ras entre la belleza y el espectáculo, lo agudo y lo absurdo, el arte y la definición, FIGURA 2.13
no expresa, de obscenidad por los censores. No es sólo que la belleza esté en
la mirada del espectador, sino quc está en ella en cierto grado.
Las decisiones legales también son borrosas y relativas. Su balanza se incli­ cos o de encuestas periodísticas o de elecciones nacionales o de plebiscitos inte­
na en grados 'diversos. Los tribunales condenan a quienes cometen crímenes ractivos por cable. Otra cuestión sería qué haríamos con ella; una cuestión que
con intención sufkiente y absuelven a aquellos cuya capacidad está lo bastante también sería de grado.
disminuida. Los jueces, los juristas y todos los demás buscamos los límites en­ Más información quiere decir más hechos. Con más inforinación se descri­
tre la libertad personal y el control del gobierno, entre el hombre y el Esta­ ben mejor los hechos. Nos da imágenes más claras de los hechos y desde más
la elección y la orden. Las bromas se confunden con los insultos, con la Pero la borrosidad promete ser parte permanente de esas imágenes.
con la vejación. Podéis poseer el suelo donde se levanta vuestra El futuro parece, de muchas maneras, borroso.
casa, pero ¿y el aire sobre ella? ¿Sois los dueños de las docena~ y docenas de
señales de radio y de televisión que en este mismo momento se propagan a tra­
vés de vuestro cuerpo? ¿Quién es el dueño dc los océanos, de la Luna, del Sol,
de la nube de Oort? ¿Qué pasaría si desenterrásemos antiquísimos títulos de Tercer tema:

propiedad que tuvieran millones o cientos de millones de años y perteneciesen el razonamiento borroso eleva el coeficiente de

a viajeros espaciales extraterrestres que hubiesen vendido el planeta a otra raza inteligencia de las máquinas

o hubieran sembrado la vida aquí y planeado cosecharla?


Los conceptos legales varían de una cultura a otra y dentro de cada una Los ingenieros de la borrosidad diseñan programas y ehips para que la manera
de ellas. El gran incremento de la información en nuestro siglo no nos ha servi­ de razonar de los ordenadores se parezca más a la de las personas. Así se les
do para trazar la línea entre la justicia y la injusticia, lo que es y no es equita­ hace más inteligentes y es más fácil trabajar con ellos. Ahora es posible progra­
tivo, lo que está bien y lo que no, la intención y la carencia de intención, la mar sistemas de programación borrosa en inglés o en japonés y dejar los detalles
ruptura o no de un contrato, lo privado y lo público, lo mío y lo tuyo. La infor­ a informáticos que uno, seguramente, no verá nunca. A los futuros sistemas
mación no dejará de crecer a lo largo de los siglos. En vez de simplificar las borrosos se les podrá programar mediante el habla en vez de tecleando. Otros
decisiones legales, una mayor información aumenta la borrosidad en, y entre, sistemas borrosos futuros, los adaptativos, de los que hablarcmos más adelan­
las cosas y no cosas legales. Ahonda las tierras movedizas legales. A mayor pre­ te, aprenden de la experiencia y se programan a sí mismos.
cisión, mayor información, A mayor información, mayor borrosidad. El conocimiento borroso se reduce a reglas borrosas. Una regla borrosa es­
¿Es el de vida un concepto borroso? ¿Se resolverá con más ciencia y más tablece entre los conceptos borrosos relaciones con forma de enunciados con­
mediciones el debate del aborto? ¿1I'azarán la ciencia médica y el Estado la lí­ dicionales: Si X es A, entonces Y es B. Si el tráfico es denso, entonces mantén­
nea entre la vida y la no vida en la concepción o en el primer o segundo trimes­ gase el semáforo en verde más tiempo. Podemos representar estos conjuntos
tres? Creo que, con el tiempo, representaremos la vida como una curva borrosa con puntos en grandes cubos borrosos o con Curvas. El tráfico siempre es den­
2.13). so en cierto grado. Podemos hacer que el semáforo esté en verde más tiempo
Puede que dibujemos esta curva con datos procedentes de congresos médi- en cierto grado. Las combinaciones de densidades de tráfico y duraciones de

"OSKO
50 Pensamiento borroso El principio borroso 51

la luz verde son infinitas. Sin embargo, una regla borrosa las conecta todas y afuera. El sistema neuronal hace las veces de los ojos y los oídos del sistema.
eleva el coeficiente de inteligencia del controlador de tráfico que las use. «Ve» patrones en los datos y va desarrollando lentamente reglas que los rela­
Los sistemas borrosos almacenan docenas o cientos o miles de estas reglas cionan. Los patrones son conjuntos borrosos y las relaciones, reglas borrosas que
borrosas de sentido común. Cada nuevo dato activa en cierto grado todas ellas los sistemas borrosos usan para razonar con los patrones. A un controlador
mayor parte en grado nulo). El sistema borroso mezcla las salidas resultan­ borroso adaptativo le enseñaríais ejemplos de cómo controlan el tráfico un gnar­
tes y produce una salida o respuesta finales. En un chip borroso este razona­ dia de la circulación o un semáforo. Cuanto más datos entren, mejores reglas
miento «paralelo» tiene Lugar miles o millones de veces por segundo. Conta­ saldrán.
mos los razonamientos con flips, unidades de inferencia lógica borrosa por Los sistemas borrosos adaptativos «chupan los cerebros» de los expertos.
segundo. no tienen que decirles qué los hace serlo. Sólo tienen que actuar como
Los sistemas borrosos de alta velocidad son inteligentes. Controlan hoy en tales; con eso les darán los datos que sus redes neuronales usan para hallar y
Japón los Metros y estabilizan helicópteros mejor que las personas. y gracias afinar las reglas. Los sistemas del futuro, con un coeficiente de inteligencia ma­
a la borrosidad de sus reglas controlan con suavidad. De esa manera, reducen quinal altísimo, estén en coches o en misiles inteligentes o en minúsculos ro­
el pasarse de largo y el quedarse cortos tan bruscos de los viejos sistemas de bots que naden por nuestra sangre y nuestros órganos y dientes, desarrollarán
control matemáticos: el acondicionador de aire que echa un aire demasiado frío quizá todas sus reglas borrosas con redes neuronales. Al fin y al cabo, nosotros
o demasiado caliente, la cámara que enfoca demasiado cerca o demasiado le­ lo hacemos.
jos y saca imágenes poco claras. Pronto tendremos dispositivos borrosos en nues­
tras casas, oficinas, coches y aviones. Quizá no lo sepamos, puede que los pu­
blicitarios no nos lo digan, pero allí estarán. Mandaremos ejércitos de diminutos Cuarto tema:
expertos borrosos de alta velocidad que no se equivocarán, ni se cansarán ni no creas que la ciencia y los científicos son lo mismo
se quejarán nunca.
La técnica de los sensores acelera la revolución borrosa. Esos minúsculos Los científicos han tratado casi siempre a la teoría de la borrosidad y a sus teó­
expertos borrosos necesitan muchos datos, y cuanto más deprisa y con mayor ricos de mala manera. Algunos nos lo hemos buscado. Todos lo hemos sufri­
precisión los reciban, tanto mejor. Una lavadora borrosa emplea sensores de do. Al final, el proceso ha fortalecido a la teoría y a los teóricos de la borrosi­
carga para medir el tamaño y la textura de la carga que tiene que lavar, y usa dad. La adversidad, como la tensión muscular, tiene ese efecto.
un sensor de lúz pulsan te para medir la suciedad del agua de lavado. Cada se­ Mientras tanto, muchos hemos perdido la fe en la ciencia. Fue una gran
gundo, unas pocas reglas borrosas convierten estas mediciones en patrones de decepción para quienes ya habíamos perdido antes la fe en la religión yen el
agitación del agna para diferentes longitudes de tiempo. Las aspiradoras bo­ gobierno. La ciencia no era la salvación. En la ciencia, como en la política,
rrosas emplean sensores infrarrojos a fin de medir la densidad de la suciedad la carrera profesional depende de tener mano izquierda, de actuar con hipocre­
y la textura de la alfombra. Se reciben los datos y las reglas borrosas ajustan sía y de Jos grupos de poder tanto como de la investigación y de la persecución
el poder de succión de la aspiradora. Los televisores borrosos miden el brillo, de la verdad. Pocos conocen cuándo empiezan el juego de la ciencia. Pero no
contraste y color relativos en cada imagen; entonces «le dan vueltas a los man­ tardan en aprenderlo.
dos)} hasta asignarle esos valores a cada parte de cada imagen, para que la niti­ Lo más duro que he aprendido en mi búsqueda borrosa fue que la ciencia
dez sea mayor. Mientras miramos el televisor, los mandos se van moviendo moderna no da la bienvenida a una idea verdaderamente nueva y que se yerra
ligeramente, como si un experto velocísimo estuviese mirando la pantalla y po­ aun al nivel «evidente por sí mismo» de la lógica y las matemáticas.
niéndolos todos de la mejor manera posible para cada una de las treinta imáge­ La ciencia prefiere los pasos cortos a los grandes saltos creativos. La ciencia
nes o más que parpadean por segundo. moderna suele comportarse con las ideas nuevas no mejor que la Iglesia católi­
En los sistemas borrosos de viejo cuño es un experto quien da las reglas ca cuando obligó a Galileo a que renunciase a su creencia de que la Tierra gira
de sentido común. Un ingeniero de la borrosidad se sienta con un experto y alrededor del Sol. Al contrario que la Iglesia, la actual ciencia bivalente no pre­
le pregunta cómo enfoca una lente o da una vuelta a la izquierda o estabiliza tende tener toda la sabiduría. Pretende seguir el único camino hacia ella. Y por
un helicóptero. En los sistemas borrosos adaptativos, una red neuronal «pare­ un golpe de suerte cultural -el florecimiento de la Grecia antigua-, puso a
cida a un cerebro» -un sistema computador que imita la manera en que apren­ la lógica blanquinegra en esa vereda. La ciencia da por supuesto que la biva­
den y reconocen patrones los cerebros- genera las reglas borrosas a partir de lencia es verdadera, y para ella la borrosidad no es científica. Llamé una vez
datos de instrucción. Aprenden de la experíencia. DARA: datos adentro, reglas al director de una revista científica que había rechazado mi respuesta borrosa
52 Pensamiento borroso El principio borroso 53

a un artículo probabilista. En su carta me había dicho que su revista no casi hasta la tercera fase. Allí, las objeciones contra la lógica borrosa son más
caba artículos que sostuviesen que Ay no A vale. Así que le llamé y le pregunté bien de índole técnica que filosófica: el valor del conocimiento de los expertos,
Fue directamente al grano: «porque soy el director». la disponibilidad de datos de instrucción, la facilidad de desarrollo de la pro­
y mi lucha por la borrosidad me enseñaron también un hecho gramación, la exactitud de los datos proporcionados por los sensores. La lógi­
sin vuelta de hoja: la ciencia no es lo mismo que los científicos. El producto ca borrosa o la multivalencia son, en sus raíces, una visión del mundo o una
de la ciencia es el conocimiento. El de los científicos es la reputación. La bivalencia también, y de ahí nace el conflicto.
No hay nadie que, en cierto grado, no ande tras la fama y el poder. Los Las ideOlogías científicas chocan en el campo de batalla político. Sé que
científicos son únicos en su ansia de una y OtfO por al menos dos razones. Para este asunto desagrada a mis colegas, pero demasiado a menudo no se dice nada
empezar, su producto es su reputaeión. Luego, no tienen que responder ante de él y alguien tiene que hacerlo. La historia de la lógica borrosa está empapa­
una autoridad superior. La institución de la ciencia proporciona a los científi­ da de política. Los que la ven desde fuera pueden tomar por un proceder cien­
cos los medios necesarios para colmar su apetito de fama y poder, y dedican tífico, si es que pueden abrirse paso a través de la jerga técnica y la redacción
buena parte de su juventud a entrar en ella. Si todo va bien, se hacen una gran espesa, lo que no es sino política. El hombre, como dijo Aristóteles, es un ani­
reputación y dejan tras de sí el producto de la ciencia: el conocimiento. Dejan mal político. La política campa a sus anchas porque tanto los científicos como
artículos en revistas científicas, libros de texto, monografías, contribuciones a quiencs no lo son han revestido a aquéllas con el hábito de los buscadores de
congresos, programas de ordenador e incluso nuevos dispositivos de hardware. la verdad, con la coraza del conocimiento especializado.
Ponen en su morral los cheques con la paga, las distinciones profesionales, los La prensa apenas si traspasa esa coraza. Cuando lo logra, no es capaz de
apretones de manos tras sus disertaciones, los honorarios por haberlas dado, navegar por las materias técnicas y no sabe de quién fiarse e,p una disputa. Por
el dinero de los premios, los cheques por asesoramiento, la confianza de los tanto, se remite a una anónima «mayoría» de científicos, imprime las
rectores y, casi todos, el orgullo. nes de unos cuantos y abandona el asunto. No proccde tan a la ligera con la
La lógica borrosa ha enriquecido la ciencia. Ha extendido las matemáticas política del gobierno, la industria, el deporte, el espeetáeulo o de la propia prensa.
binarias en las que se cimenta la ciencia. Ha servido para resolver el problema ¿Cuántos programas de debate, como el que se llama 60 minute.s, habéis visto
de la discordancia al dejarnos pintar imágenes grises de un mundo gris. Como que toquen las lucha~ intestinas y los fraudes académicos, los abusos que su­
se discute en el capítulo siguiente, la borrosidad ha reducido los viejos concep­ fren los doctorandos o la apropiación y gcstión por el gobierno de los fondos
tos de «aleatoriedad» y «probabilidad» a una relación natural entre conjuntos. para la investigación?
La lógica borrosa ha enriquecido la inteligencia maquinal al enseñarnos cómo Cada día, los científicos han de elegir entre muchas opciones. La política
se hacen máquinas que razonen de una manera más semejante a la nuestra, anda tras la~ citas y las omisiones bibliográficas, los nombramientos guberna­
mediante un sentido común aprendido de la expericncia, y ha elevado el coefi­ mentales, las concesiones de contratos y becas, las comunicaciones en los con­
ciente de inteligencia de las máquinas. En muchos casos, la lógica borrosa ha gresos y la elección de quienes forman parte de los comités de éstos, lo que
logrado estas contribuciones a expensas de la reputación colectiva de decenas los consejos editoriales deciden publicar en revistas y series de libros, la selec­
de miles de científicos vivos y muertos educados en la fe bivalente. Como, se- ción de los evaluadores de los artículos técnicos y de quienes juzgan las
los analistas del futuro, del 70 al 90 por 100 de los científicos e ingenieros propuestas para contratos o la condición de las acreditaciones universitarias,
que alguna vez hayan vivido viven ahora, la mayor parte del detrimento colec­ y anda, sobre todo, pues allí las corrientes políticas se concentran en un haz
tivo recae en los científicos actuales. de láser, tras el proceso de revisión por pares de los artículos de las revistas téc­
En el siglo pasado, John Stuart Mili dijo que las ideas nuevas atravesaban nicas, cuando la puerta del despacho se cierra y el científico anónimo, a solas,
tres fases de rechazo. En la primera, son falsas. En la segunda, van contra la lee y e1asifica el trabajo de su competidor. Como se dice en los congresos téc­
En la tereera, no son sino noticias viejas, triviales, mero sentido co­ nicos, en las secciones murales, donde aquellos a los que se ha negado una
mún, ya todos se nos habrían ocurrido si hubiésemos tenido el tiempo, el dine­ exposición oral y formal enseñan sus resultados en un solitario tablón, o pu­
ro yel interés para ello. La lógica borrosa, ligada al rápido ritmo social de cambio blica o perece; es decir, ayuda a tus amigos a publicar y a tus enemigos a
de la información, está pasando de la primera fase a la tercera. En Occidente, perecer.
la teoría borrosa está entre la primera y la segunda. La mayoría de los científi­ ¿Con qué fin? Un título, un puesto de trabajo, un ascenso, una plaza
cos siguen atacándola por ser contraria a la fe bivalente. Sólo el éxito comercial un aumento de sueldo, una beca, asesorías mejores, algo más que incluir en
de los productos borrosos la ha puesto en el candelero. Si no, aún Y'dcería ente­ el currículum, una distinción, un nombramiento, impartir una lección magis­
rrada en los artículos de oscuras revistas. En el Lejano Oriente ha avanzado tral, un nombre famoso, la fama póstuma, testificar ante los políticos,
54 Pensamiento borroso

llegar a ser uno de ellos, vengar las injurias, ayudar a los amigos que ayudan 3
a los amigos, la mera satisfacción de ganar donde se compite.
Las armas nucleares juntaron a científicos y abogados en un mismo traba­
jo. El trato estaba claro en aquellos primeros días: los abogados estaban por
encima de los científicos. La mayoría de éstos eran físicos y economistas. Pro­
El todo en la parte
porcionaron a los políticos nuevas opciones entre las que elegir sus
No dictaban cuáles debían ser, y pocos emprendieron una carrera política.
Esto ya no es así. Hay más científicos, y de más disciplinas, que ayudan
al gobierno a enfrentarse con nuevos problemas y a escoger nuevas políticas.
Vivimos en una era de abogados y científicos. El calentamiento global. La eco­
nomía global. Las emisiones de invernadero. Los alimentos cancerígenos. Los
traumas psicológicos. La ingeniería genética. El aborto. La exploración del es­
pacio. La guerra contra la droga. La legalización de las drogas. Las armas inte­
ligentes. La prolongación de la vida y la crionización. No hay asunto apuntado El método de establecer como postulado [presuponer] lo que que­
en la agenda social o que salga en las noticias que no tenga que ver, en mayor ramos tiene muchas ventajas. Las mismas que tiene el robo sobre
el trabajo honrado.
o menor medidá, con científicos o ingenieros. Los políticos financian y tienen
en cuenta estudios científicos, piden a los científicos que testifiquen ante ellos BERTRAND RUSSE!.L, Introducción a la filosofía mate'n;lática
y, entonces, deciden normas y leyes. Los periodistas, con sus programas de te­
levisión y sus periódicos que llegan a todos y a quienes separa de los
elegidos sólo un borroso paso, citan en apoyo de sus posiciones las encuestas En la mente del principiante hay muchas posibilidades. En la
«científícas» más recientes. Los propios periodistas de prensa y radíotelevísión del experto, pocas.
contribuyen a modelar esas mismas opiniones públicas.
El paso siguiente será que los científicos estén por encima de los abogados. SHUNRYU SUZUKI, El espíritu del zen, el espíritu del principiante
No espero complacido, venga cuando venga, ese día, aunque por ser yo mismo
un científico puede que me fuese bien en semejante estado científico. Mi pasa­
urante años quise saber de qué manera se relaciona la borrosidad con la
do borroso me hace cauto: si los cient(ficos pueden errar en el nivel «evidente
por sí mismo» de la 16gica y las matemáticas, pueden errar en lo que sea. Esta D probabilidad, la teoría matemática y filosófica de la «aleatoriedad» y el
es la verdadera lección de la experiencia borrosa, y deberíamos difundirla a voz azar. ¿Es la borrosidad sólo «la probabilidad disfrazada»? ¿Qué es la probabi­
en grito. Como dice el proverbio científico-político, preferiría que me goberna­ lidad? ¿Qué es la aleatoriedad? puede definir la una sin la otra? ¿Qué es
sen los primeros mil nombres de la guía telefónica que los claustros del MIT, el azar?
de Stanford o de la Universidad de Tokio. Una noche, mientras me bañaba en un jacuzzi, di con la respuesta: el todo
en la parte. Esta respuesta llegó al final de un largo acoso a la probabilidad.
Hay otro tema quc discurre a lo largo de este libro: la lucha entre la proba­ Además, le pone los fundamentos a la lógica borrosa. Cuando emprendí el acoso,
bilidad y la borrosidad. Hace mucho que los científicos dijeron que la borrosi­ me planteé esta pregunta: ¿se puede dibujar un círculo?
dad no es más que la probabilidad disfrazada y que lo que se pueda hacer con Nadie ha visto jamás uno. Nadie ha visto jamás un cuadrado o un triángu­
la borrosidad se puede hacer sin ella. lo o una elipse o cualquier otro objeto geométrico. Hemos visto sólo aproxi­
Gasté parte de mi juventud en esa pugna, que configuró en buena medida maciones, grises imperfectos en vez de perfectos blancos y negros. Ampliad la
mi visión del mundo. Hace falta todo un capítulo para contarlo, y conduce a imagen lo suficiente y veréis imperfecciones en el dibujo o en la impresión o
la más extraña y profunda idea de la lógica borrosa: el todo en la parte. en el grabado o en el ensamblamiento de las partículas subatómicas. Quizá Dios
o unos superextraterrestres podrían trazar círculos y cuadrados perfectos hasta
el último quark y más allá. O quizá no.
Esto se relaciona con la probabilidad de manera sencilla. Intentad encon­
trar la probabilidad en el círculo inexacto u óvalo de la figura 3.1.

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