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Hannah Arendt en la entrevista realizada por Günter Gauss en 1964. Cfr. CRUZ, Manuel;
“Introducción” en ARENDT, H; La condición Humana, Paidós, Buenos Aires, 2007. Pág. XIII.
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En Revista de Occidente n. 23, abril 1983 (21-42).
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la de observar cómo ocurren los hechos y la estructura de la historia. El pensamiento de
Arendt transita desde su experiencia particular, condición de paria, a una teoría de lo
público. La figura opuesta al paria es la del parvenu o advenedizo: el arribista, un
escalador social. Persona que necesita asimilarse al mundo, al punto de negarse a sí
mismo, para no sentirse separado de él. (p. II).
Entre sus obras podemos mencionar Los orígenes del totalitarismo (1951), La
condición humana (1958), Rahel Varnhagen: vida de una mujer judía (1958), Entre el
pasado y el futuro (1961), Eichmann en Jerusalén. Un estudio sobre la banalidad del
mal (1963), Sobre la revolución (1965), Hombres en tiempos de oscuridad (1968),
Sobre la violencia (1970), La crisis de la república (1972), La tradición oculta (1976),
La vida del espíritu (1978), Una revisión de la historia judía y otros ensayos (1978).
En Los orígenes del totalitarismo rechaza las ideas totalitarias porque sostiene
que actúan a través de fundamentalismos que no tienen en cuenta al ser humano. Arendt
rescata, asimismo, la libertad individual y la democracia. Señala que el régimen
totalitario despersonaliza al sujeto transformando las clases sociales en masas, cediendo
el poder a la policía y poniendo en práctica una política exterior dirigida a la
dominación del mundo. Sostiene que bajo los regímenes totalitarios las masas modernas
no tienen ni identidad, ni raíces, ni intereses comunes.
En La condición humana nos da instrumentos que permiten valorar el
significado de la vida humana individual y social. A partir de Aristóteles reflexiona
sobre la condición humana y rechaza cualquier forma de totalitarismos. Marx le
permitió encontrar las razones de la violencia y la revolución desde la novedad de su
pensamiento: el trabajo hace al hombre, la violencia es la partera de la historia y los
filósofos han interpretado el mundo y de lo que se trata es de transformarlo. De modo
que, el hombre ya no está determinado ni por la razón ni por el Dios judeo-cristiano sino
por el trabajo como resultado de una transformación humana y social.
Nuestra autora influenciada por Husserl y Heidegger reflexiona sobre el ser y
sostiene que la idea de hombre debe desaparecer para dar lugar al género humano dado
que el hombre sólo existe como pluralidad. Hannah Arendt nos permite repensar y
reformular el significado de la política desde la existencia individual considerando las
diferencias en la convivencia pública. A partir del nacimiento entramos en el ser y
compartimos con otros la alteridad propia del hombre. Todos los hombres que
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habitamos la tierra y vivimos entre semejantes estamos condicionados por ellos puesto
que la pluralidad humana es la ley de la tierra y condición de la política.
Su prestigio creció tanto en Europa como en América. Dedicó su vida a la
reflexión y siempre se mostró activamente en la esfera pública e interesada en la
dignidad del quehacer republicano. Arendt era original en materia de pensamiento y
nunca quiso abandonar esa condición. Pasó sus últimos años ejerciendo la enseñanza en
la New School for Social Research, murió en 1975.
Sostiene que la Edad Moderna (s. XVII al XX), desde sus contextos histórico,
científico, social y político, nació con las primeras explosiones atómicas. Arendt no
discute este mundo moderno sino que realiza un análisis de las capacidades humanas
generales que surgen de la condición del hombre y que son permanentes. A través de
este estudio histórico pretende rastrear en el tiempo la alienación del mundo moderno,
su doble huida: de la tierra al universo, y del mundo al yo, hasta sus orígenes, con el fin
de llegar a comprender la naturaleza de la sociedad tal como se desarrolló y presentó
cuando fue vencida por una nueva época.
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Capítulo I: La condición humana
Hannah Arendt afirma que todos los aspectos de la condición humana están
relacionados con la política, pero es esta pluralidad de la acción lo que corresponde
específicamente a la vida política. (p 22)
Todos los hombres son seres condicionados en tanto todas las cosas con las que
entran en contacto se convierten en una condición de su existencia. Las cosas existentes
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en el mundo son producto de la acción humana. Y estos objetos, a la vez, los
condicionan como productores. Cualquier cosa que entra en contacto con la vida
humana toma inmediatamente el carácter de condición de la existencia humana. Por eso
los hombres son siempre seres condicionados. Ya no hay más esencia, se produce una
ruptura con la metafísica. El choque de la realidad del mundo sobre la existencia
humana se recibe y siente como fuerza condicionadora. La objetividad del mundo y la
condición humana se complementan mutuamente puesto que la existencia humana es
existencia condicionada.
La expresión vita activa es muy antigua. Está cargada de tradición y surgió del
juicio a que fue sometido Sócrates y el conflicto entre el filósofo y la polis. Vita activa
significa “vida dedicada a los asuntos público-políticos” (p 25-26).
Aristóteles distinguió tres modos de vida que podían elegir los hombres. Este
requisito descartaba a todos los que habían perdido la libre disposición de sus
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movimientos y actividades (esclavo, artesano y mercader). Éstas tres formas de vida
tienen en común su interés por lo bello (por lo no necesario ni útil): a) la vida de los
placeres corporales en lo que se consume lo hermoso; b) la vida dedicada a los asuntos
de la polis, donde la excelencia produce bellas hazañas, y c) la vida del filósofo
dedicada a inquirir y contemplar las cosas eternas, en cuya belleza no puede interferir el
hombre ni cambiarse por el consumo de ellas (p 26).
Vita activa en la Edad Media, el bios politikos, significaba sólo los asuntos
humanos acentuando la acción –praxis–, necesaria para establecerlo y mantenerlo. La
labor y el trabajo producían lo necesario y útil, no eran libres. Los griegos entendían
como vida de la polis a la organización política elegida libremente como manera
necesaria para mantener unidos a los hombres dentro de un orden. De modo que,
libertad, acción y política aparecen juntos y se co-implican. En cambio, la forma de vida
del déspota, al ser una necesidad no se consideraba libre y por lo tanto sin relación con
el bios políticos (p 26- 27).
La expresión vita activa está más próxima a la askholia (inquietud) griega que al
bios politikos griego. En Aristóteles la distinción entre quietud e inquietud es más
decisiva que la diferencia entre la forma de vida política y la teórica, porque puede
encontrarse en cada una de las tres formas de vida. Como la distinción entre guerra y
paz: la guerra se libra por amor a la paz, toda actividad debe culminar en absoluta
quietud. Hasta el comienzo de la Edad Moderna la expresión vita activa no perdió su
connotación negativa de “in-quietud”, nec.otium, a-skholia. La contemplación es
superior a la actividad porque ningún trabajo del hombre puede igualar en belleza y
verdad al orden físico.
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Tradicionalmente, vita activa toma su significado de la vita contemplativa. Vita
activa que sirve las necesidades y exigencias de la contemplación en un cuerpo vivo.
Para San Agustín la contemplación de la verdad es un deleite frente a la carga que
supone la vita activa. (p 28).
Así, la autora recupera el sentido de polis griega como espacio común y por lo
tanto político, acentuando la actuación libre de los ciudadanos con y por otros. Lo
propio de la política es comenzar algo nuevo intersubjetivamente. Y este empezar
constante de la pluralidad humana lleva implícito la continuidad de la historia.
3. Eternidad e inmortalidad
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ARENDT, HANNAH, La condición humana… Pág. 29.
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vida perdurable lo que hizo inútil e innecesaria una vida inmortal terrena. Convirtiendo
a la vita activa y al bios politikos en asistentes de la contemplación. Ni lo secular de la
Edad Moderna ni la inversión de la jerarquía tradicional entre acción y contemplación
bastó para rescatar del olvido la lucha por la inmortalidad, fuente y centro de la vita
activa.
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ARENDT, Hannah, La condición humana, trad. Ramón Gil Novales, Paidós, Barcelona, 1993, p 38.
Título original: The Human Condition, The University of Chicago Press, Chicago, 1958.