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Capítulo 4: ¿Qué hay de malo en matar?

Veremos algunos puntos de vista acerca del valor de la vida y del mal que supone quitarla

La vida humana

Deberíamos preguntarnos lo que queremos decir con términos como “vida humana” o “ser
humano”. Es posible dar un significado preciso a “ser humano”. Podemos utilizarlo como
equivalente a “miembro de la especie homo sapiens”. En este sentido no existe duda alguna de
que desde los primeros momentos de existencia, un embrión, es un ser humano; y lo mismo
ocurre con el ser humano que se encuentre discapacitado psíquicamente, incluso un bebé que
haya nacido sin cerebro.

Existe otro uso del término “humano”, que se basa en ciertos “indicadores de la condición
humana”, entre los cuales se encuentran: conocimiento y control de uno mismo, sentido del
futuro, sentido del pasado, capacidad de relacionarse con otros, preocupación por los demás,
comunicación. Estas son las cualidades verdaderamente humanas. Al decir esto, naturalmente nos
estamos refiriendo a la pertenencia de una persona a la especie homo sapiens.

Estos 2 sentidos del término “ser humano” se superponen pero no coinciden. El primer sentido, el
biológico es simplemente la expresión “miembro de la especie homo sapiens”, mientras que para
el segundo utilizaré el término “persona” (implica racionalidad y conciencia de sí mismo).

El valor de la vida de los miembros de la especie homo sapiens

La injusticia de infligir dolor a un ser no puede depender de la especie a la que pertenezca dicho
ser: ni tampoco la injusticia de matarlo. Pero esta actitud difiere notablemente de la de nuestra
sociedad, que, trata como sagradas las vidas de todos los miembros de nuestra especie.

El valor de la vida de una persona

Un ser consciente de sí mismo será en este sentido capaz de tener deseos sobre su propio futuro.
Quitar la vida de cualquiera de estas personas, sin su consentimiento, es frustrar sus deseos
futuros.

Si uno muere de forma instantánea, que tenga o no deseos sobre el futuro no es pertinente con
respecto a la cantidad de placer o dolor que experimente. Así para el utilitarismo clásico, la
condición de “persona” no tiene una conexión directa con lo que hay de malo en matar.

De forma indirecta, sin embargo, ser una persona puede ser importante para los utilitaristas
clásicos. Si soy persona, tengo concepto de mí misma. Sé que tengo un futuro y también que mi
existencia futura podría verse interrumpida bruscamente. El utilitarismo clásico puede defender
entonces una prohibición de matar a personas sobre la base indirecta de que esto aumentará la
felicidad de la gente que de otra forma se preocuparía de que se les pudiera matar. La cuestión
principal es que esta base indirecta ofrece un motivo para, en determinadas circunstancias, tomar
más en serio matar a una persona que a un ser no persona.
Otra versión del utilitarismo juzga las acciones, no por su tendencia a maximizar el placer o
minimizar el dolor, sino por la medida en que están de acuerdo con las preferencias de cualquier
ser afectado por la acción o sus consecuencias. Este es el “utilitarismo de preferencia” al que
llegamos universalizando nuestros propios intereses. Según el utilitarismo de preferencia, toda
acción contraria a la preferencia de cualquiera es mala, a no ser que existan preferencias
contrarias que tengan más peso que ésta. El daño esta hecho cuando una preferencia queda
frustrada. Para el utilitarismo de preferencia, quitar la vida de una persona será normalmente
peor que quitar la vida de cualquier otro ser, ya que las personas están muy orientadas hacia el
futuro en sus preferencias, por lo que matar a una persona constituye no solamente violar una
preferencia, sino una amplia gama de ellas.

¿Tiene una persona derecho a la vida?

Para tener derecho a la vida, uno debe tener, o al menos haber tenido alguna vez, el concepto de
tener alguna existencia continuada. Como los deseos son todavía parte de nosotros, nuestro
interés en la vida continuada sigue siendo también parte de nosotros aunque estemos dormidos o
inconscientes.

Las personas y el derecho por la autonomía

Hasta este momento nuestro análisis sobre la injusticia de matar a las personas se ha centrado en
su capacidad de concebir el futuro y tener deseos relacionados con él. Existe otra implicación en el
hecho de ser persona que pueda también tener relación con la injusticia de matar. El respeto por
la autonomía constituye un principio moral básico, se entiende como la capacidad de elegir, de
hacer y actuar según las propias decisiones. De ahí que matar a una persona que no ha elegido
morir no respeta la autonomía de dicha persona.

Quizá sea útil en este momento exponer nuestras conclusiones sobre el valor de la vida de una
persona: Hemos visto que hay 4 posibles razones para mantener que la vida de una persona tiene
cierto valor distintivo que la sitúa por encima de la vida de un ser que simplemente siente: la
preocupación del utilitarismo clásico por los efectos que matar tiene sobre otras personas; la
preocupación del utilitarismo de preferencia por los deseos y planes frustrados de la víctima para
el futuro; el razonamiento que concluye la capacidad para concebirse a uno mismo como existente
en el tiempo en una condición necesaria del derecho de la vida y el respeto por la autonomía.

La vida consciente

Hay muchos seres que son sensibles y capaces de experimentar placeres y dolor, pero que no son
racionales ni conscientes de sí mismos. (animales, recién nacidos, humanos psiqicamente
discapacitados).

¿Debemos valorar la vida consciente?


El hecho de que los seres experimentes placeres en el futuro es una buena razón para argumentar
que sería malo matarlos. No debemos acabar con una vida placentera.

Existen 2 enfoques utilitaristas: El primer enfoque lo denominaré posición “total” ya que según
este punto de vista nuestro objeto es aumentar la cantidad total de placer y reducir la cantidad
total de dolor, y es indiferente si esto se hace incrementando el placer de los seres existentes o
aumentando el número de seres que existen (debemos aceptar por ende que es bueno crear más
seres con vidas placenteras). El segundo enfoque consiste en tener en cuenta sólo a los seres que
ya existen, este es el enfoque de la “existencia previa” y niega el valor que puede tener aumentar
placer incrementando el número de seres. (Podemos aceptar este enfoque si aceptamos que no
es malo traer al mundo a un ser desgraciado y sin embargo no será malo dejar de traer al mundo
a un ser cuta vida será agradable).

Comparando el valor de vidas diferentes

En general parece que cuanto más desarrollada sea la vida consciente de un ser, mayor en el
grado de conciencia de sí mismo y racionalidad y más amplia la variedad de posibles experiencias,
más preferiría uno este tipo de vida.

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