Gisbert Greshare, nació el 10 de octubre de 1933.es un teólogo católico y profesor
de dogmática, estudió filosofía, teología católica y música sacra, de 1954 a 1961 en la universidad Munster y en la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma, fue ordenado sacerdote en 1960 y obtiene el doctorado algunos años más tarde. En 1974 acepta la propuesta como profesor de Teología e Historia del Dogma en la Universidad de Viena; desde 1985 es profesor emérito de la cátedra de Dogmática y Teología Ecuménica en la Universidad de Friburgo. De 1978 a 2006 tuvo una residencia como profesor visitante en la Universidad Gregoriana de Roma. Su investigación y enseñanza teológica se centran en la escatología, la Gracia, la espiritualidad y la teología eclesiástica. Entre sus obras y escritos más resaltantes se pueden mencionar: Espiritualidad del desierto, Ser sacerdote hoy, Creer en el Dios uno y trino, Ser sacerdote, El Dios Uno y Trino, ¿Por qué el Dios del amor permite que suframos?
Más fuerte que la muerte, nos presenta el “prenotando”, término propio de la
escolástica para denotar un preliminar de la tesis que se va a defender o presentar en forma de nociones previas y nos dice que los catecismos, los tratados de teologías y las exposiciones sistemáticas del dogma, por lo general concluyen con un capítulo acerca de lo que en el lenguaje de los teólogos se designa con el nombre de escatología (doctrina de la realidad última). Este capítulo de la dogmática versa especialmente sobre lo que habrá de suceder al término de la historia personal de cada quien o de la historia universal: muerte, resurrección, juicio, segunda venida de Cristo, fin del mundo, nueva creación, purgatorio, cielo, infierno.
El libro está estructurado de un Prenotando: y tres capítulos con subcapítulos:
1. .FUTURO Y ESPERANZA: 1. El problema del futuro. 2. La doctrina tradicional de las “realidades Ultimas” 3. Esperanza e imagen. 4. El fundamento de la esperanza. 5. El carácter problemática de una esperanza en el “más allá” 6. ¿La Esperanza cristiana en el “más acá?” 7. Los límites de la esperanza interna de la historia. 8. Compromiso con el mundo y esperanza en una “realidad Última”. 9. Son cristianos quienes “poseen la esperanza” 2. EL PROBLEMA DE LA MUERTE: 1. Experiencias de la muerte. 2. ¿La muerte, consecuencia del pecado? 3. La esperanza más allá de la muerte. 4. La Resurrección del cuerpo y/o inmortalidad del alma? 5. ¿La Resurrección en la muerte? 6. Nada sucede en vano. 7. La muerte como Última decisión? 3. LAS “REALIDADES ULTIMAS”: PARAISO, INFIERNO, PURGATORIO: 1. Lo que ha de venir ya ha sido anticipado en el presente. 2. Paraíso. 3. El infierno en la Escritura y en la tradición. 4. El infierno, tan solo una “clave”. 5. Infierno y esperanza universal. 6. Purgatorio y juicio. 7. Orar por los muertos. 4. A modo de conclusión. El autor sostiene que el futuro que el hombre espera consiste esencialmente en su transmigrar de este mundo del más acá, al mundo del más allá, consciente de que en el mundo del más acá todo se funda en el vacío y únicamente subsiste en cuanto que el mundo del más allá, por así decirlo penetra desde arriba al mundo del más acá y lo conduce a su fin. Esta imagen del mundo supone que la esperanza cristiana se refiere exclusivamente al más allá a lo alto, fuera del mundo y de la historia y, consiguientemente, excluye todo lo que podríamos llamar el futuro interno de la historia, las aspiraciones y los sueños de la vida cotidiana del individuo, los objetivos políticos y sociales, los esfuerzos en favor de la paz y la justicia. Los cristianos de todas las épocas se han comprometido, evidentemente, en la acción en el mundo y para el mundo, pero este actuar del cristiano ha sido considerado únicamente como deber del amor y como condición para alcanzar la recompensa celeste. Dios quiere llevar al mundo a su realización definitiva; desea edificar por medio de nosotros la patria última y definitiva ya no se cita, por tanto, el don divino de la vida eterna en el más allá como objeto de la esperanza cristiana, sino la paz, que puede y debe ser construida por nosotros. La esperanza, pues, no se orienta ya a Dios como aquel que está más allá de las posibilidades humanas, solo a través de su actuar, el hombre se crea cada vez más así mismo y crea el futuro último que ha de traer la felicidad. El futuro último, del que esperamos la salvación, es alcanzable dentro de la historia, la idea de un supramundo de un más allá, no solo es superflua y fruto de una abstracción de la fantasía sino que además conduce a una peligrosa pasividad. También la obra se refiere a que el lugar de encuentro con Dios, es el purgatorio. La Iglesia enseña y ha enseñado desde siempre como un momento del encuentro con Dios en la muerte, se entienden el juicio y la purificación como procesos que tienen lugar entre Dios y el hombre y que quedan fuera del tiempo, entonces puede surgir en algunos cristianos la siguiente pregunta: durante cuánto tiempo hay que rezar por los difuntos? Debido a la inconmensurabilidad existente entre tiempo y eternidad, es decir, la imposibilidad de establecer la relación entre ambas cosas, no es posible dar una respuesta. La oración por determinados difuntos tiene su función sobre todo en relación con los ritos de exequias y con un tiempo especial dedicado al recuerdo (el periodo del luto). El autor deja claro que el purgatorio es el lugar de encuentro con Dios, es decir, del encuentro del hombre, aun incompleto y que todavía no ha alcanzado la madurez del amor, con el Dios Santo, infinito y misericordioso; un encuentro que es profundamente humillante y doloroso, pero por ello mismo purificador, también nos habla de la importancia de orar por los difuntos. La obra en definitiva es un tratado de escatología, ya que con un lenguaje sencillo se enmarcan las realidades últimas del individuo: muerte, resurrección, juicio, paraíso, infierno, purgatorio. Hace énfasis en las interrogantes del hombre referente a ¿Qué hay en el más allá? ¿Qué es lo que sucede y que debemos esperar después de la muerte? En mi opinión puedo decir que el libro “Más fuerte que la muerte”, busca introducir al lector en la comprensión de que el más allá lo construimos desde el más acá, y por lo tanto debemos tener la esperanza en Cristo Resucitado, pero no de una manera pasiva, sino activa, que nos empuje a buscar la meta, el fin de esta vida y que con las buenas obras y el servicio desde nuestras realidades temporales podamos construir ya desde aquí el futuro que Dios nos tiene prometido, también muestra que la esperanza del cristiano le permite enfrentar la muerte desde una nueva perspectiva no limitando el dolor ni el temor, pero si mitigar la frustración y la desesperanza a través de una visión diferente de la misma, una visión de transformación del individuo, un paso que todos debemos dar para alcanzar ese fin último, que es estar en perfecta comunión con Dios en los nuevos cielos y tierra. Ya la muerte no es el final, ni el acabarse del hombre sino una etapa de transformación y purificación. Por tanto el cristiano no aguarda el juicio y el purgatorio como un acontecimiento final sino como el encuentro con Dios que juzga y que es al mismo tiempo purificador. En este sentido la esperanza se funda en la Resurrección de Jesús, y la resurrección es la respuesta última de Dios a una vida que parece perdida y falta de sentido, en la Resurrección Dios se revela como un Dios de futuro y, así la meta de nuestra esperanza radica en la Resurrección de Jesucristo, la comunión con el Señor Resucitado y Resucitador. LA MUERTE NO ES EL FINAL.