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Tema 10 Curso 15 16 PDF
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10
El idealismo
trascendental de Kant
IES “SÉNECA”
Departamento de Filosofía
Tema 10
El idealismo trascendental de Kant
ÍNDICE
1.1. La Ilustración.
1.2. La Ilustración alemana (Aufklärung).
1.3. El despotismo ilustrado: la Prusia de Kant.
4.1. Introducción.
4.2. Éticas materiales y Éticas formales.
4.3. Análisis de la acción moral.
4.4. El deber y los postulados de la razón práctica.
5.1. Introducción.
5.2. Las disposiciones de la Naturaleza como fundamento de la teoría política: antagonismo e
Ilustración.
5.3. El problema de la libertad y la necesidad del Derecho: hacia la paz perpetua.
1.1. La Ilustración.
La Ilustración fue una época en la que la razón humana comenzó a volar libremente,
desprendiéndose progresivamente de las ataduras religiosas que la esclavizaban. El ser
humano, en sus más esclarecidos pensadores, tomó la decisión de tomar las riendas de su
propia existencia, de su propio pensamiento y de su propia vida. El ser humano comenzó a ser
adulto, a gobernar su mundo y a no tolerar ser gobernado desde fuera.
b) Optimismo: los ilustrados consideraban que los avances del conocimiento humano, de esa
razón que cada día arrojaba nuevos descubrimientos sobre el mundo natural, acabaría por
mejorar la vida de los seres humanos a los mismos seres humanos. Cuanto más conocimiento
tenga el ser humano, más felices serán los seres humanos, porque la ignorancia es la causa de
los sufrimientos humanos. La idea de que el mundo avanza hacia el bien es conocida como
“progreso”.
d) Igualdad: otra de las cualidades inherentes a todos los seres humanos es la igualdad. La
Ilustración vence a todas las teorías que mantenían la diferencia esencial entre los seres
humanos, dicho en otras palabras, la Ilustración es el primer movimiento que acepta la
obviedad de la igualdad de todos los seres humanos, contra la idea de que existían seres
humanos superiores e inferiores, cada cual con una finalidad encomendada dentro de la
sociedad.
g) Reorganización social: aunque hacía tiempo que la Edad Media había terminado, para la
mayoría de la población el “Antiguo Régimen” no era más que una continuación de la
estructura social medieval. Si los seres humanos nacen iguales y libres, la sociedad debe
mantenerlos libres e iguales. En este punto comienza la vertiente más radical de la Ilustración,
aquélla que llevó a los procesos revolucionarios y a la caída del absolutismo. La sociedad debe
buscar la felicidad de las personas que la componen. Las personas dejan de ser súbditos para
convertirse en ciudadanos y aparecen las primeras democracias modernas.
h) Educación: hemos indicado ya, en más de una ocasión, que la ignorancia es la causa de los
males de los seres humanos. Los ilustrados otorgaron a la sociedad, expresada en el Estado, la
obligación de sacar a las personas de las cortinas oscuras de la ignorancia. El medio para
remediar la ignorancia generalizada era la educación. La consecuencia de ello fue el inicio del
servicio público de educación, creándose escuelas en todo el territorio y nacionalizando la
enseñanza universitaria.
Desde la Reforma del siglo XVI, los pensadores alemanes habían adoptado la libertad
intelectual como criterio de comportamiento, como adaptación de la libre interpretación de
las Escrituras propugnada por Martín Lutero. Paradójicamente el estudio histórico-crítico de
los textos religiosos nació en Francia, con Bayle, pero halló terreno abonado en las numerosas
escuelas filológicas que nacieron en Alemania. Esto, junto con la ausencia de una autoridad
centralizada del control en materia de dogma religioso, propició que Alemania tomara el
testigo de los Países Bajos como sede de la libertad de pensamiento. La consecuencia no se
hizo esperar: los científicos y pensadores alemanes pudieron avanzar más rápidamente que los
de otros países ya que no tenían que temer consecuencias jurídicas y sociales de sus progresos
en Ciencia y Filosofía.
Federico II “el Grande” fue sucedido por su hijo, Federico Guillermo II. Con mayores
preocupaciones intelectuales que su padre estableció el primer sistema alemán de educación
pública universal, creó una red hospitalaria y favoreció sin medida el crecimiento del
movimiento ilustrado, aunque paradójicamente su espíritu estaba henchido de espiritualidad
pietista.
Kant nace en 1724 en Königsberg (capital de Prusia Oriental). Era el cuarto de los once hijos de
una familia modesta educada en la religión pietista (estricta y rigurosa rama del
protestantismo). En 1740 Kant ingresa en la universidad de su ciudad natal donde estudia la
filosofía académica y racionalista de Christian Wolff y la física de Newton.
Una vez finalizados sus estudios universitarios, ejerció como preceptor de jóvenes de la
nobleza prusiana para, unos años después, convertirse en profesor de la Universidad de
Königsberg, actividad que no abandonará hasta su jubilación en
1797. Allí Kant demostró una formación integral y enciclopédica,
ya que dio cursos regulares de las materias más diversas: lógica,
matemática, antropología, ciencias naturales, geografía,
teología, etc.
Estos años culminaron en 1770, cuando fue nombrado profesor titular, gracias a la famosa
Dissertatio, obra en la que anticipaba algunos de los temas que desarrollaría más adelante en
la Crítica a la Razón Pura. A partir de este año llegaríamos a la etapa más fructífera de la vida
de Kant:
- 1783: Prolegómenos a toda metafísica futura que quiera presentarse como ciencia
- ¿Qué es la Ilustración?
Kant murió en Königsberg en 1804. Aunque llevó una vida monótona y regular, su entierro se
convirtió en una sorprendente y espectacular manifestación popular. Y es que Kant encarnaba
en su propia persona los ideales de la Ilustración: la posibilidad de la emancipación de cada
hombre, la salida de su minoría de edad.
“Dos cosas llenan el ánimo de admiración y respeto, siempre nuevos y crecientes, cuanto con
más frecuencia y aplicación se ocupa de ellas la reflexión: el cielo estrellado sobre mí la ley
moral en mí”
Kant fue quien definió claramente los perfiles que habría de tener la razón ilustrada, uno de
cuyos objetivos era el de sacar a los humanos de su minoría de edad mediante la
actividad crítica. Esto significa someter al tribunal de la razón tanto nuestro conocimiento
como nuestro comportamiento, nuestro saber y nuestros valores morales. Kant, en “Qué es la
Ilustración”, describe la situación de “minoría de edad” de los seres humanos, en el sentido de
hallarse sometidos a fuerzas como la tradición, la ignorancia, la superstición o las autoridades
de todo tipo. Esto hace suspirar al filósofo por la necesidad de una liberación de esta situación,
de atreverse el ser humano a usar su razón, entrando en la “mayoría de edad”. De esto modo,
las dos grandes dimensiones de nuestra existencia, el conocimiento y la acción, saber
(gestionado por la “razón pura”) y actuar (dirigido por la “razón práctica”) son analizadas por el
filósofo alemán con las armas de la crítica y el análisis. La máxima de la Ilustración es “sapere
aude!”: atrévete a pensar!.
1- ¿Qué puedo conocer?, donde busca los principios y límites del conocimiento
científico de la naturaleza. La respuesta a esta pregunta la desarrolla en la “Crítica de la Razón
Pura” (1781). Además, en esta obra, crítica a la metafísica moderna, al Racionalismo y al
Empirismo, con la creación de un nuevo sistema filosófico que, recogiendo lo mejor de ambos
movimientos, permita progresar a la filosofía en el ámbito en el que la ciencia moderna no
puede pronunciarse: el de la acción humana.
2- ¿Qué debo hacer”, que busca establecer los principios y límites de la acción moral y la
libertad humanas. A esta pregunta responderá en su “Crítica de la Razón Práctica” (1788). En
esta obra, Kant trata de desarrollar una moral que, a diferencia de todas las anteriores, no
trate de aleccionarnos acerca de lo que se debe o no se debe hacer, sino que nos oriente sobre
qué condiciones debe reunir ser la acción humana para que verdaderamente pueda ser
calificada como “acción moral”.
3- ¿Qué me cabe esperar?, reflexión acerca del destino último del ser humano y sus
posibilidades de realización, la respuesta a esta pregunta le corresponde a la religión y a
la política. En cuanto a la religión Kant escribió en 1793 "La religión dentro de los límites de la
mera razón", obra que le ocasionó un conflicto con el emperador Federico Guillermo II,
príncipe ilustrado por el que Kant profesaba una gran admiración. En cuanto a la política, a
pesar de que nunca escribió una gran obra sobre filosofía política, sino obras “menores”,
siempre se le ha considerado uno de los más grandes defensores de los ideales de la
Ilustración, en escritos como Ideas para una historia universal en clave cosmopolita (de
1784), La paz perpetua, un esbozo filosófico (de 1795), y Metafísica de las costumbres (de
1797), entre otras, donde propagó los principios políticos que configurarían las democracias
actuales. Con su escrito de 1784 ¿Qué es la Ilustración?, ha pasado a la historia como un
firme defensor del proyecto emancipatorio de la Ilustración. Mención aparte merece su
tercera gran “crítica”, la “Crítica del juicio” de 1790. en la que analiza el juicio estético,
estableciendo las bases de la estética filosófica moderna.
4- ¿Qué es el hombre?, pregunta que engloba a todas las anteriores, pues para Kant, ni las
preguntas, ni las disciplinas a las que van asociadas se hallan desvinculadas unas de otras sino
que se apoyan entre sí en un proyecto global de filosofía. La filosofía debe ser entendida
como la disciplina que asocia todos los conocimientos con los fines esenciales de la razón
humana: la del desarrollo de una humanidad más libre y más justa.
Quizá la obra más importante de Kant y, sin duda, una de las obras filosóficas más importantes
de todos los tiempos, con ella se abren las puertas a una nueva era filosófica: la filosofía
contemporánea. Kant va a intentar establecer una síntesis entre las dos grandes corrientes de
la Modernidad: racionalismo y empirismo, siendo comúnmente conocida su filosofía como
racioempirismo o idealismo trascendental.
Toda la doctrina kantiana sobre el conocimiento se basa entre la distinción de dos facultades o
fuentes de conocimiento:
Por tanto, para Kant, los conceptos puros de la razón sólo son formas, esquemas o estructuras
(formas a priori) cuya única función es la de organizar los datos procedentes de la experiencia.
Los conceptos puros de la razón hacen posible el conocimiento pero por sí solas no sirven para
nada, no nos llevan a ningún saber. Legítimamente, el conocimiento no puede rebasar los
límites de la experiencia y las formas a priori sólo pueden aplicarse a los datos empíricos.
Así definiremos las “formas a priori” como “conceptos puros producidos por la razón, pero que
son esquemas que sólo tienen la función de organizar los datos de la experiencia”.
2. Los científicos se ponen de acuerdo en sus teorías y conclusiones. Mientras, entre los
metafísicos, reina el más escandaloso desacuerdo.
Así la pregunta será: ¿puede la Metafísica construirse con el mismo rigor que las ciencias? :
Kant piensa que para solucionar este problema debe plantearse una cuestión previa: ¿Cómo es
posible la ciencia? o dicho de otro modo ¿Qué condiciones hacen posible la ciencia? Kant no
se pregunta si es posible la ciencia, sino "¿cómo es posible?" ya que da por supuesto que la
ciencia es posible, es decir, que es un saber legítimo. Como ya dijimos, Kant es un entusiasta
de la física de Newton, por lo que no duda de su validez y la da por supuesta. Entonces, en la
Crítica a la Razón Pura no se plantea si la ciencia es posible o no sino qué es lo que la hace
posible (sus condiciones de posibilidad).
Las condiciones que toda ciencia que se precie de serlo ha de tener son:
a) Condiciones empíricas: toda ciencia que pretenda hablarnos de algún aspecto de la realidad
y que quiera aumentar y progresar en sus contenidos tiene que apoyarse en la experiencia. Sin
embargo, la experiencia sólo nos ofrece fenómenos particulares y nunca universales y
necesarios. Es decir, la experiencia me muestra que, por ejemplo, cuando ejerzo una fuerza
suficiente sobre un cuerpo éste acaba por quebrarse, pero no que esto deba ocurrir para todo
cuerpo (universalidad) y siempre que se haga (necesidad). Pero la ciencia se construye a partir
de leyes universales y necesarias... ¿de dónde procede esa universalidad y necesidad si no se
extrae de la experiencia…?
Entonces, sólo podrá considerarse ciencia aquella disciplina cuyos juicios (proposiciones,
afirmaciones) reúnan esta doble condición: aumentar nuestro conocimiento sobre la
realidad y ser universales y necesarios. ¿Cómo investigar si las ciencias reúnen o no ambas
condiciones? Analizando los elementos básicos con los que se construye cada ciencia, es decir,
sus juicios o proposiciones y observando si reúnen o no ambas condiciones.
a) Atendiendo a su estructura:
- Juicios analíticos: son aquellos en los que el predicado está incluido en el sujeto (se deduce
de él). No proporcionan ningún saber nuevo (ya que éste ya está implícito en el sujeto).
Ej.: El todo es mayor que cada una de las partes. Es evidente que cuando nos encontramos con
un todo, las partes son más pequeñas. En este enunciado el predicado está incluido en el
sujeto. Al afirmarlo estamos haciendo una repetición, una redundancia o tautología, no
decimos nada nuevo.
- Juicios sintéticos: son aquellos en los que el predicado no está contenido en el sujeto (no se
deduce de él). Proporcionan una nueva información que antes no se poseía.
Ej.: Este coche es de color verde. Del concepto de “coche” no se deduce color alguno (sólo
podríamos decir que se deduce a priori que ha de tener algún color ya que un coche "incoloro"
es algo absurdo). Al afirmar en el predicado su color, estamos dando una información
imposible de deducir del mero concepto de coche.
- A priori: son aquellos cuya verdad o falsedad pueden conocerse sin acudir a la experiencia.
Son universales y necesarios.
Ej.: 2+2=4. Cada vez que realizamos una suma o cualquier otra operación matemática no hace
falta que vayamos a la experiencia a contrastar si son verdaderos o falsos. Además, su verdad
es universal (en todo lugar) y necesaria (en todo momento 2+2=4).
- A posteriori: son aquellos cuya verdad o falsedad pueden conocerse sólo si acudimos a la
experiencia. Son particulares y contingentes (no necesarios).
Ej.: Este coche es de color verde. Es imposible deducir a priori el color de un coche, por lo que
hay que ir a la experiencia a comprobarlo. Es un juicio particular (ya que no expresa nada que
se dé en todo lugar, sólo aquí y ahora el coche es verde) y contingente (no había ninguna
necesidad de que el coche fuera verde, podría haber sido rojo o negro).
Generalmente, todos los juicios analíticos son a priori y los sintéticos a posteriori. Pero Kant,
afirma que realmente, los juicios básicos de las ciencias son los juicios sintéticos a priori.
- Juicios sintéticos a priori: Serían aquellos que para conocer su verdad no hace falta acudir a
la experiencia, son universales y necesarios, pero el contenido de su predicado no está incluido
en el sujeto por lo que nos proporcionan nueva información sobre el mundo.
Tomemos el ejemplo del siguiente juicio: “Con tres líneas rectas es posible una figura”. Este
juicio es sintético, ya que sólo del concepto de “línea recta” o de “tres” no es posible deducir el
concepto de “figura”. Al mismo tiempo, este juicio, según Kant, sería universal –válido para
todos los casos- y necesario –incluso es válido para todos los casos posibles, que no podrían
ser de otro modo-.
Kant observó que los juicios sintéticos a priori, por sus rasgos peculiares, son los que
fundamentan la ciencia. Así, las leyes de la ciencia se expresan mediante este tipo de juicios, ya
que sus propiedades (ser extensivos, universales y necesarios) son esenciales para el
establecimiento de esas leyes. Y esto es así porque, para Kant, la ciencia es una actividad que
nos permite ampliar nuestros conocimientos sobre el mundo de un modo universal y
necesario, estableciendo generalizaciones racionales que se derivan de lo ocurrido en la
naturaleza.
Hemos delimitado con Kant la existencia de los juicios sintéticos a priori, pero aún no
sabemos cómo son posibles dichos juicios, es decir, que requisitos se necesitan para poder
formularlos. Sabemos que el criterio de validación de los juicios analíticos es la evidencia
racional (como establecía el criterio de verdad del racionalismo), y el criterio de validación de
los juicios sintéticos a posteriori es el recurso a la experiencia (tal y como establecía el
empirismo de Hume). Pero, ¿cuál es el criterio de validación de los juicios sintéticos a priori?
ANALÍTICOS A PRIORI
No amplían nuestro conocimiento Su verdad se conoce con independencia de la experiencia
El P está comprendido en el S Basados en el principio de no contradicción
Son no extensivos o explicativos Universales y Necesarios
SINTÉTICOS A POSTERIORI
Amplían nuestro conocimiento Su verdad depende de la experiencia
El P no está comprendido en el S Particulares y Contingentes
Extensivos
Para Kant el conocimiento es una progresiva síntesis entre lo que el sujeto recibe a través de la
experiencia sensible (materia) y las estructuras que éste impone a ese material recibido
(forma). Así tenemos:
2. Niveles de síntesis: Se realiza a distintos niveles en los que intervienen las distintas
facultades humanas en un proceso progresivo de mayor unificación y ordenación de los
datos recibidos.
Su análisis del conocimiento tiene dos aspectos, uno negativo (crítico) y otro positivo
(trascendental):
b) Las tres ciencias: matemáticas, física y metafísica, son analizadas viendo cómo son posibles
los juicios sintéticos a priori en las dos primeras y si son posibles en la tercera, teniendo en
cuenta que:
- No pretende partir de cero como Descartes sino sólo cubrir ciertas lagunas sobre el
conocimiento de cómo funciona nuestra razón y cuáles son sus limitaciones. En Kant no hay
una duda metódica ni una búsqueda exhaustiva de certeza.
de la razón: estas van a ser el espacio y el tiempo. Todo dato que nos llega de la percepción es
enmarcado en estas coordenadas: siempre que percibimos algo lo hacemos en un lugar
determinado y en un espacio concreto, siendo imposible que no sea así.
En conclusión:
1. Kant analiza las formas a priori o condiciones transcendentales propias del entendimiento
(categorías), determinando que:
2. Kant analiza cómo son posibles los juicios sintéticos a priori en la física.
Ya hemos visto que la sensibilidad es una facultad pasiva cuya función es la ordenar los datos
de la experiencia con las formas a priori de espacio y tiempo, dando lugar a los fenómenos o
intuiciones empíricas. Como los fenómenos no serían posibles sin el espacio y el tiempo, llama
a las formas a priori “condiciones de posibilidad de la sensibilidad”. Son a priori porque no
proceden de la experiencia (por lo tanto, también son universales y necesarias).
CANTIDAD CUALIDAD
Unidad Realidad
Pluralidad Negación
Totalidad Limitación
RELACIÓN MODALIDAD
Sustancia Posibilidad
Causa Existencia
Relación Necesidad
Pongamos un ejemplo que ilustre todo esto: supongamos que te vendan los ojos y te dicen
que tienes que reconocer un objeto cualquiera (por ejemplo, una lechuga o a Merche, tu
amiga del alma….). Fíjate que antes de que te den la lechuga, antes de la experiencia (a priori)
y antes de que tu entendimiento pueda juzgar los fenómenos de la percepción, tú ya entiendes
que te van a dar algo (una substancia, categoría de subsistencia), real (categoría de realidad),
posiblemente (categoría de posibilidad) una sola cosa (categoría de unidad) o quizá varias
(categoría de pluralidad). Ninguno de estos conceptos procede de la experiencia, pero tú los
vas a aplicar inevitablemente a las percepciones y, a través de un juicio, las refieres a un
concepto empírico: "Esta es o Merche o una lechuga". En este caso, ya tenías un concepto para
designar a ese conjunto organizado de percepciones, ya que, si no, no podrías denominar a
todo aquello con la palabra “lechuga”, como si sólo de una cosa se tratara.
Recordamos que los juicios sintéticos a priori como condición de posibilidad de toda ciencia
tenían estas características:
- Son sintéticos, es decir, nos dan una información nueva imposible de deducir del sujeto
(recuerda el ejemplo del coche verde).
El hecho de que un juicio sea sintético parece contradecir al hecho de que pueda ser a priori.
Los juicios a priori suelen ser analíticos (2+2=4) y los sintéticos a posteriori (este coche es
verde). Que yo perciba algo que ocurre y elabore después un juicio sintético no me garantiza
que lo que yo digo sea universal y necesario. Precisamente aquí está el problema: ¿Dónde
reside entonces la universalidad y necesidad propias de toda ciencia? Precisamente, en lo que
nosotros ponemos a la experiencia, en todos estos a prioris mediante los que damos forma,
organizamos o estructuramos lo que conocemos.
Kant nos pone un ejemplo de esto (y es de los pocos ejemplos que pone):
"Los rayos del sol inciden sobre una piedra y ésta se calienta". Este es un juicio de percepción y
no contiene necesidad alguna. Simplemente narró dos fenómenos cualesquiera que he
percibido. Sin embargo, si yo digo: "El sol calienta la piedra", estoy añadiendo a la percepción
una categoría (la de causalidad): son los rayos de sol la causa de que se caliente la piedra. Este
juicio sintético se hace universal y necesario, se hace científico al aplicarle una categoría.
Por lo tanto, es el sujeto el que determina al objeto imponiéndole sus formas, por lo que la
objetividad es algo que procede de nosotros mismos, del sujeto que conoce, de nuestra propia
razón. No deja de ser paradójico que lo que da objetividad a los conocimientos es algo que
procede de los propios sujetos y no de la propia experiencia, pero Kant dice que, al tener todos
los seres humanos las mismas estructuras racionales (las mismas categorías), todos
organizamos del mismo modo los datos del exterior, lo que implica que nuestros
conocimientos, cuando están bien fundados y construidos, sean universalmente aceptados.
Kant llama “giro copernicano” al cambio radical que establece en su concepción del proceso
del conocimiento. Para él, el conocimiento es una intersección entre el sujeto y el objeto, de
modo que el objeto queda afectado, “teñido”, “bañado”, “contaminado” por el espacio, el
tiempo y las categorías, que son estructuras mentales, filtros ineludibles que el sujeto proyecta
en el objeto. Quien determina, pues, el conocimiento del mundo es el sujeto, ya que si los
filtros a través de los cuales percibimos y explicamos la realidad fueran otros, nuestra
comprensión del mundo sería diferente.
al conocerlas. El centro del conocimiento no es, pues, la realidad objetiva, sino nosotros, los
sujetos que conocemos.
La "realidad en sí", "las cosas-en-sí", tal y como son con independencia de nosotros, son algo
inalcanzable. Nuestros conocimientos se construyen con fenómenos (datos de la experiencia +
espacio y tiempo) que el entendimiento sintetiza primero en conceptos y luego en juicios. Pero
los fenómenos no son las cosas-en-sí o noúmenos. Kant llama a las cosas-en-sí noúmenos, es
decir, no-fenómenos (traducción del latín), de forma negativa, queriendo resaltar así que
nuestro conocimiento no puede afirmar absolutamente nada de ellos de forma legítima.
Forma Categorías
EXPERIENCIA
PENSAMIENTO
3.4.5. La Dialéctica Transcendental.
En esta parte Kant va a analizar la tendencia natural de la Razón a hacer síntesis superiores
hasta llegar a lo incondicionado (¿lo incondicionado? ¿Qué es esto? Tiempo al tiempo, lo
explicaremos más adelante) rebasando los límites de la experiencia (a lo que llamará uso
especulativo de la Razón: uso ilegítimo de las categorías). Kant va a llamar "Razón" al
"Entendimiento" cuando actúa de este modo ilegítimo. Del mismo modo el concepto de
"dialéctica" va a tener un sentido peyorativo (si te acuerdas, cosa que dudo, todo lo contrario
que para Platón, para el que la dialéctica era el modo supremo de conocimiento): un discurso
especulativo no apoyado en la experiencia.
Precisamente, Metafísica. En el apartado anterior, creo que quedó bien claro que el único uso
legítimo de las categorías era dar forma, sintetizar, los fenómenos de la sensibilidad. Nuestro
conocimiento no puede rebasar los límites de la experiencia (no podemos conocer la realidad
nouménica). Ahora bien, en la Metafísica tradicional (la que hace Descartes, por ejemplo),
dichas categorías son utilizadas ilegítimamente, "creando entes" (inventando cosas, objetos,
realidades) a partir de sí mismas sin apoyarse en fenómenos.
Nuestro entendimiento tiende a hacer síntesis cada vez más superiores buscando la "síntesis
superior", las causas últimas de todo, lo incondicionado (precisamente, esto es lo que
intentaban todos los filósofos anteriores que hemos estudiado, como, por ejemplo el arjé de
los presocráticos, las Ideas de Platón, etc.). Todos los pensadores han intentado encontrar un
principio que explique todo, una causa última de todo el universo; de hecho, físicos
contemporáneos como Einstein o Bohr buscaban una única fórmula con la que explicar,
sintetizar todo el universo. Pues bien, esta búsqueda de principios cada vez más universales es
una tendencia natural de la Razón (algo a lo que ella nos empuja constantemente) y es esta
pretensión la que nos lleva a "dar el salto" hacia la causa última, hacia lo incondicionado (salto
que para Kant es ilegítimo).
De igual manera podemos hacer lo mismo con el juicio que ha servido de fundamento
al anterior buscando una generalidad aun mayor:
P1: "Todos los animales necesitan alimentarse"
P2: "Todos los seres humanos son animales"
___________
Él último juicio engloba una muchísima mayor cantidad de juicios que el primero y es
más incondicionado, pues, hemos pasado de ser "alumno de bachillerato", a ser "ser
humano", a ser "animal" o a ser "ser vivo".
Absoluto Lo incondicionado
Sofisma
Menos condicionado
Más general
Seres vivos
Animales
Relativo Seres humanos
Alumnos de bachillerato
En esa búsqueda, forma las ideas trascendentales o conceptos puros de la Razón:
a) El mundo como la totalidad de... los fenómenos naturales.
b) El yo como la totalidad de... los fenómenos psíquicos.
c) Dios como la... causa de unos y otros tipos de fenómenos.
Hay dos posibles usos de estas ideas trascendentales, uno legítimo y otro ilegítimo:
Uso legítimo:
a) Cuando dirigen la Razón en su proceso de unificación.
b) Pretenden alcanzar la unidad suprema del conocimiento.
c) Como principios reguladores: horizonte que se busca pero que se sabe que es
inalcanzable.
Ahora, hay una tendencia inevitable de la razón a hacer un uso ilegítimo, un uso real.
Pero entonces, ¿esta tendencia natural de nuestra razón sólo tiene la función negativa de
conducirnos a algo inalcanzable, ilegítimo, erróneo? No, Kant nos dice que existe una función
positiva en esta tendencia a las últimas causas, a lo incondicionado, ya que en la medida en
que el hombre busca síntesis cada vez más superiores, el conocimiento avanza (He aquí la idea
de progreso propia de la Ilustración). Y este será el uso regulativo de la razón (en contra del
uso especulativo), la búsqueda progresiva de principios cada vez más generales, que, a fin de
cuentas, es la que hace que sepamos cada vez más sobre la realidad y que la ciencia avance.
4.1. Introducción.
a) La Razón teórica: centrada en el conocimiento de hechos (cómo son las cosas, el conocimiento
de la Naturaleza).
b) La Razón práctica: centrada en el conocimiento moral (cómo debe ser la conducta humana). No
cómo es de hecho, no los motivos que impulsan a obrar a los seres humanos (esto lo estudiarían
las ciencias), sino los principios que deben regir la acción moral.
En la Crítica a la Razón Práctica, Kant pretende dar respuesta a la segunda gran pregunta que
preocupa al hombre: ¿Qué debo hacer? Así, el objetivo fundamental de la obra será
fundamentar la moral, es decir, establecer las condiciones de posibilidad de la moral (esto de
hablar siempre de condiciones de posibilidad es el rasgo característico de la forma de pensar
de Kant): ¿Qué condiciones debe tener un principio o ley moral para ser considerado válido o
legítimo? ¿Qué nos obliga a acatar tales principios o normas? Al igual que a nivel de
conocimiento, Kant considera que para que un principio moral sea legítimo, válido, debe ser
universal y necesario, es decir, que todo el mundo lo acepte y se sienta vinculado a respetarlo.
Kant dedica su obra “Crítica de la razón práctica” a desarrollar una reflexión crítica sobre las
teorías morales precedentes, y a elaborar una teoría moral absolutamente distinta:
formal o sin contenido. Todas las teorías filosóficas anteriores han propuesto Éticas
Materiales, es decir, una teoría ética en la que se propone un fin último para la acción
humana, y una serie de mandamientos o imperativos que nos aleccionan acerca de lo que
debemos hacer para alcanzar este fin o bien último.
(Algunos ejemplos: Aristóteles declara que el máximo bien para el ser humano es el
desarrollo de la racionalidad, su cualidad esencial, que la virtud máxima es el “mesostés” o
Para Kant, son dos propuestas morales totalmente distintas, basadas en dos
experiencias vitales absolutamente dispares, y ése es precisamente su inconveniente, que
fundamentan sus mandamientos en la experiencia (son a posteriori), y, claro, las
experiencias vitales pueden ser muy diferentes.
Kant se propone, en la “Crítica de la razón práctica” elaborar una ética formal, es decir,
una ética que nos diga, no lo que debemos hacer, sino qué forma o características ha de tener
nuestra actuación, para poder ser considerada, verdaderamente, una acción moral. Esta ética,
que es completamente distinta a todas las anteriores:
a) no nos dice qué es lo bueno, no propone ningún fin último.
b) no propone, por lo tanto, mandamientos o imperativos para conseguir un fin que no
existe, La ética Kantiana tiene mandamientos, pero lo único que nos dicen es la
forma que ha de tener nuestra actuación para ser verdaderamente moral, por eso
se trata de una ética formal.
c) estos mandamientos se denominan imperativos categóricos, veamos algunos
ejemplos:
- “Obra según una máxima que puedas querer que, al mismo tiempo, se
convierta en una ley universal”.
- “Obra siempre de tal manera que uses a la humanidad, tanto en tu persona,
como en la de cualquier otro, siempre como un fin, y nunca como un
medio”.
ejemplo de imperativo moral: "No se debe cobrar precios abusivos". Al fijar el precio de sus
productos, un comerciante lo puede hacer de diferentes formas:
4. ¿Cuándo actuamos por deber? ¿Cuál es la forma que debe determinar toda ley moral o
imperativo?
Cuando actuamos como seres racionales. La buena voluntad actúa por deber cuando actúa de
un modo universal, o sea, de acuerdo con una máxima universalizable (válida no sólo para mí,
sino también para los demás). La buena voluntad de actuar por deber adopta la FORMA de
mandato o de un imperativo cuya fórmula suprema es aquella que expresa la universalidad
más absoluta: el imperativo categórico.
Autonomía moral: si el que obra por puro respeto al deber y no obedece a otra ley que la que
le dicta su conciencia moral, él es -como ser racional puro o persona moral- su propio
legislador (si no, sería esclavo del fin que persigue). Se determina a sí mismo sin ningún
principio o fin externo.
Claro que estos mandamientos que suponen los imperativos categóricos solo pueden hacerse
efectivos si primeramente nos comprometemos a respetar lo que creemos que debemos
hacer. Para Kant el respeto al deber, a las normas o leyes que mi propia razón me impone, es
la base de la vida moral: hacer lo que se debe, y no lo que se desea o quiere (voluntad). Es
más, el “ideal” de la vida moral o “santidad”, la máxima virtud, para Kant, es el “ajuste
perfecto entre voluntad y razón”.
Pero este ideal de virtud es muy difícil de conseguir, por no decir imposible, por lo menos en
nuestra vida mortal, pero ¿y si partiésemos de la base de que la vida es ilimitada?, ¿y si
presuponemos que hay otra vida infinita en la que realizar este ideal?. Aceptar la
inmortalidad del alma es imprescindible para que la ética tenga sentido. Piensa Kant que
hay más ideas que aceptar para encontrar un fundamento a la moral.
También debemos creer que la voluntad es libre, ya que si no lo fuese, no podríamos desear
libremente ajustar nuestra acción a nuestras propias leyes, ni determinar qué leyes van a
ser nuestras leyes. Por tanto, si admitimos que la acción humana se ajusta a una ética
debemos admitir que es posible la libertad en el mundo, la de nuestra voluntad que desea y
la de nuestra razón que propone.
Por último, si queremos que nuestra vida moral tenga sentido, hemos de estar seguros de
que el ideal de unión entre voluntad y razón se puede alcanzar, que no es una mera ilusión,
así que debemos aceptar la existencia de Dios, ya que Dios, para Kant, es la expresión de
la “santidad” que perseguimos, en él se da el ajuste perfecto entre voluntad y razón, y la fe
en Dios, así concebido, es la que debe guiar nuestra vida y nuestra conducta.
Vemos cómo finalmente las ideas de la razón pura se han convertido en “ideales”
o “postulados de la razón práctica”, es decir en fundamentos de la vida moral, sin los cuales
ésta última, sería imposible. Por lo tanto, Kant ha encontrado una misión para la metafísica,
aunque las reflexiones de los filósofos se centran en cuestiones sobre las que es imposible el
conocimiento, estas cuestiones son vitales en el sentido de que es el pensar sobre ellas lo que
orienta, dirige y da sentido a la vida humana.
5.1. Introducción.
El pensamiento político de Kant está fuertemente influenciado por dos hechos históricos
propios de la época: la Revolución Francesa (1789) y la Independencia de los Estados Unidos
(1776). Por ello ha sido calificado por Heine, primero, y luego por Marx y Engels, como el
“filósofo de la Revolución Francesa”. Hay cierta analogía entre ambas revoluciones y el
pensamiento kantiano: la independencia del individuo frente a la autoridad y el problema de la
libertad, que yacen en el centro de su pensamiento, guardan coherencia con la reivindicación
de ambas revoluciones de la realización de los derechos del ser humano.
Sin embargo, ya hacia 1784 Kant venía pensando sobre estos temas propiamente políticos. Es
posible considerar, con todo, que la Revolución Francesa lo estimuló a seguir escribiendo. Esto
se infiere porque tanto la Revolución Francesa como la Independencia de Estados Unidos
abrieron la mente política de la época, secularizándola. Ahora bien, si es cierto que en muchos
casos Kant se acerca a los ideales de la Revolución Francesa, su demanda de paz perpetua va
mucho más lejos que ella.
Las ideas políticas de Kant se enfrentan a los clásicos iusnaturalistas como Hobbes, Locke,
Hume y Rousseau, y al realismo político de Maquiavelo. También se enfrentan a las tesis de sus
contemporáneos, J. Hamann y J. Gottfried, quienes sostenían una crítica al clamor de la
Ilustración de descubrir principios universales válidos y el ver la historia y la sociedad en
términos de regular uniformidad. Para ellos, el individuo era más revelador y no se podía
subsumir a leyes generales. Kant les responde en forma científica y lógicamente rigurosa lo
que ellos criticaron, defendiendo la Ilustración como un proceso dinámico, como una negación
a todo tipo de estancamiento. En este sentido, el pensamiento de Kant se suscribe a dicha
Ilustración. Kant es su madurez, pero también su mejor crítica.
Las ideas de Kant suponen una superación de los planteamientos tradicionales, tratando de
encontrar una idea que de sentido al devenir histórico: la idea de progreso como plan de la
Naturaleza para la humanidad. En su obra “Ideas para una historia universal en clave
cosmopolita” (1784) Kant nos explica que la Naturaleza tiene como propósito para el ser
humano, único ser racional, el desarrollo pleno de su propia naturaleza como ser racional y
libre, esto quiere decir que, más allá de los deseos y actuaciones particulares de las personas,
hay un plan natural para toda la especie humana.
En el marco de este plan general, cada ser humano tiene que realizar su vida autónomamente,
defender sus intereses en un contexto social, y es aquí donde encontramos una de las
ideas políticas más interesantes de Kant, la de la “insociable sociabilidad” del ser humano:
todas las personas nos enfrentamos a una situación paradójica, un egoísmo, que nos lleva
a defender nuestros propios intereses, enfrentándonos a los demás, pero, por otra parte,
también tenemos la certeza, basada en nuestra razón, de que sólo en un contexto social de
cooperación, tendremos alguna posibilidad de realizar nuestros propios intereses. Esta
“insociable sociabilidad” es la causa de todas las guerras y disputas sociales, pero han sido
precisamente las guerras las que finalmente nos han hecho comprender que debemos basar
nuestras acciones en la razón, y que esta nos ordena actuar por el deber:
Entiendo aquí por antagonismo la insociable sociabilidad de los hombres, esto es, el
que su inclinación a vivir en sociedad sea inseparable de una hostilidad que amenaza
constantemente con disolver esa sociedad. Que tal disposición subyace a la naturaleza
humana es algo bastante obvio. El hombre tiene una tendencia a socializarse, porque
en tal estado siente más su condición de hombre al experimentar el desarrollo de sus
disposiciones naturales. Pero también tiene una fuerte inclinación a individualizarse
(aislarse), porque encuentra simultáneamente en sí mismo la insociable cualidad de
doblegar todo a su mero capricho.
Por lo tanto, el antagonismo es el medio del que se sirve la naturaleza para hacer que los seres
humanos lleguen a un orden legal donde puedan realizarse como fines en sí mismos. Es de
esta naturaleza contradictoria de dónde surge el deseo de erigir un sistema legal y una
constitución civil que permita la máxima realización del individuo dentro de la sociedad. Así
nace el derecho, la constitución, la confederación de estados en un “derecho cosmopolita” y,
finalmente, la paz perpetua. Todo esto es el producto de mentes ilustradas que se dejan guiar
por los preceptos que les dicta la razón.
Para Kant, la última etapa de este antagonismo es la ilustración. Poco a poco va emergiendo la
ilustración, “como un gran bien que el género humano ha de obtener”. La ilustración es, sobre
todo, “la liberación del hombre de su culpable incapacidad”, es pasar a la edad adulta y dejar
la infancia como algo del pasado, es arriesgarse a pensar, permitirse tal aventura. De la
Vemos así, nos explica Kant, cómo la Naturaleza ha dispuesto un antagonismo en la naturaleza
humana como medio para instaurar la paz, este es el “plan oculto de la Naturaleza”, y la
historia no es más que su ejecución. Por eso piensa que la humanidad está inevitablemente
destinada al progreso en la ley el conocimiento, que son la base de la paz, y por eso afirma en
¿Qué es Ilustración? que el uso de la razón es una disposición de la naturaleza para los seres
humanos y que ir en contra de esto es ir en contra del fin que la Naturaleza le ha prescrito al
ser humano, un “crimen contra la naturaleza humana”, destinada al progreso.
Kant concibe la sociedad como una “libertad bajo leyes externas”, es decir, la insociable
sociabilidad nos obliga a entrar en una constitución civil que limite mi libertad cuando ésta
empiece a dañar la de los demás originado nuevamente un conflicto. El problema consiste en
considerar cuál debe ser el fundamento de una ley que tenga carácter universal, en este
punto Kant recurre a su ética y defiende que el fundamento de la ley no debe ser la
felicidad sino la obediencia misma a la ley o, en otras palabras, el cumplimiento del deber,
¿por qué?, pues porque para Kant, el Estado es un fin en sí mismo, ya que a través de él se
consigue la plena realización del ser humano.
Para Kant, los principios a priori del estado civil son la libertad, la igualdad y la
independencia. El Estado civil en mente de Kant no es el ‘Estado paternalista’ que actúa con el
pueblo como si éste fuera menor de edad, como un pueblo pasivo que espera el deber ser del
mandatario. Todo lo contrario, Kant piensa en un ‘Estado patriótico’ donde los hombres sean
capaces de tener derechos, donde sean libres en la prosecución de su felicidad sin interferir
con la de los demás. Tal Estado deberá tener en igualdad de coacción a todos sus súbditos,
todos deberán estar ceñidos a la ley que limite los excesos de libertad. En resumen, para Kant,
el derecho es la limitación de la libertad de cada uno a la condición de concordancia con la
libertad de todos, en tanto que universalmente posible.
En cualquier caso, Kant estima que la felicidad del pueblo es una especie de termómetro con
el cual se puede calibrar en qué medida se están desarrollando los principios que deben
fundamentar la vida social. Pero no defiende la revolución como mecanismo de corrección
de los errores del Estado, sino la evolución, refiriéndose a una evolución ilustrada dónde
debe prevalecer el derecho a la libertad de pensamiento y a la libertad de expresión, o
cómo dirá en su “¿Qué es la Ilustración?”, libertad en el “uso público de la razón”,
garantizada por el gobernante. En este ambiente de libertad los filósofos pueden cumplir con
su deber de señalar los errores en la gestión de los mandatarios y proponerles leyes mejores.
Finamente, en un ensayo titulado Hacia la paz perpetua, Kant aborda el problema de las
relaciones internacionales y de las condiciones para establecer una paz duradera,
anticipándose a muchos de los fenómenos que vivimos en el mundo actual.
Resumiendo este ensayo, Kant, después de señalar que el estado de naturaleza del ser
humano es un estado de guerra, dice que el estado de paz necesita ser instaurado, y propone
tres artículos definitivos para la paz perpetua, a saber: uno, la constitución de todo Estado
debe ser republicana, es decir, debe ser un Estado de derecho; dos, no debe haber un Estado
mundial, ya que supondría una relación superior-inferior, sino una ‘Federación de estados
libres’; y tres, el derecho cosmopolita debe ceñirse a las condiciones de hospitalidad universal,
es decir, a colaborar con los pueblos vecinos en sus necesidades de sobrevivencia. Aquí
encontramos frases muy elocuentes que anticipan la actual globalización.
- Y tercero, la naturaleza dispone del espíritu comercial para unir a los demás pueblos que
no eran protegidos en el derecho cosmopolita y, en caso de guerra, se deberá acudir a los
tratados de paz para reintegrar las relaciones comerciales.
En conclusión, hay una gran cantidad de textos que nos permiten comprobar la veta utópica
de la filosofía kantiana. Kant no deja atrás la realidad del ser humano y su imprescindible
libertad. El pensamiento kantiano, hasta donde hemos visto, se apunta a la construcción de un
reino donde los seres humanos, y la comunidad de ellos, sean fines en sí mismos; es una tarea,
por supuesto, de ilustración, pero también de libertad de pensamiento, de deseo de paz y
sujeción a un derecho público (orden nacional) y a un derecho de gentes (orden internacional).
Aquí no sobra el papel de nadie, las personas como ciudadanos, los ‘dioses de la Tierra’ como
mandatarios ilustrados, y los filósofos como pensadores críticos y propositivos.
“La sociedad –escribió Kant en una de sus Reflexiones- es como la caja de Pandora. De ella
surge el despliegue de todos los talentos y al mismo tiempo de todas las inclinaciones; pero en
el fondo subyace la esperanza”. Y es que la esperanza era la única debilidad reconocida por
Kant a la ecuánime e insobornable razón, representando una parcialidad que no podía corregir
y que, por otro lado, tampoco le interesaba eliminar
El texto que vamos a analizar es un breve ensayo de carácter político publicado en 1784.
En él Kant resume su concepción general de la Ilustración, haciendo suyos los principios
ilustrados a los que amplía y enriquece desde su propia filosofía.
El movimiento ilustrado irrumpe en Alemania en el siglo XVIII, durante el reinado de
Federico II de Prusia (Federico el Grande, al que hace referencia Kant en este ensayo).
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El idealismo trascendental de Kant
Este “príncipe ilustrado”, gran amigo de Voltaire, promueve la circulación y divulgación de las
ideas ilustradas. En Alemania, donde todavía no están maduras las condiciones económicas y
políticas para un cambio revolucionario en el ámbito social (como ocurrió en Francia), la
I lustración adquiere un carácter eminentemente teórico del que la filosofía Kantiana es
exponente.
Como ideas generales desarrolladas en el texto destacaremos:
-la caracterización que Kant hace de la Ilustración como “salida de la minoría de edad de la
razón”, que se propone como una tarea infinita.
-las condiciones que hacen posible el desarrollo de esta tarea, en concreto la “libertad en el
uso público de la razón”.
-la reflexión sobre los ámbitos en los que la minoría de edad es más difícil de superar; el
político y el religioso.
-Por último, reseña el papel del “príncipe ilustrado” en la marcha de la ilustración y
efectúa una distinción fundamental: la que existe entre una época de ilustración y una época
ilustrada
a) Situación de la humanidad.
“Ilustración significa el abandono por parte del hombre de una minoría de edad cuyo
responsable es él mismo. Esta minoría de edad significa la incapacidad para servirse de su
entendimiento sin verse guiado por algún otro. Uno mismo es el culpable de dicha minoría
de edad cuando su causa no reside en la falta de entendimiento, sino en la falta de
resolución y valor para servirse del suyo propio sin la guía del de algún otro. Sapere aude!
¡Ten valor para servirte de tu propio entendimiento! Tal es el lema de la Ilustración.1”
Por lo tanto, son la pereza y la cobardía las causas de que la mayor parte de la humanidad se
someta voluntariamente a los dictados de otras personas, el resultado es la minoría de
edad, o la heteronomía de la razón.
Pereza y cobardía son las causas merced a las cuales tanto hombres continúan siendo con
gusto menores de edad durante toda su vida, pese a que la Naturaleza los haya liberado
hace ya tiempo de una conducción ajena (haciéndolos físicamente adultos); y por eso les ha
resultado tan fácil a otros erigirse en tutores suyos. Es tan cómodo ser menor de edad. Basta
con tener un libro que supla mi entendimiento, alguien que vele por mi alma y haga las veces
de mi conciencia moral, a un médico que me prescriba la dieta, etc., para que yo no tenga
que tomarme tales molestias. No me hace falta pensar, siempre que pueda pagar; otros
asumirán por mí tan engorrosa tarea. El que la mayor parte de los hombres (incluyendo a
todo el bello sexo) consideren el paso hacia la mayoría de edad como algo harto peligroso,
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El idealismo trascendental de Kant
además de muy molesto, es algo por lo cual velan aquellos tutores que tan amablemente
han echado sobre sí esa labor de superintendencia. Tras entontecer primero a su rebaño e
impedir cuidadosamente que esas mansas criaturas se atrevan a dar un solo paso fuera de
las andaderas donde han sido confinados, les muestran luego el peligro que les acecha
cuando intentan caminar solos por su cuenta y riesgo. Mas ese peligro no es ciertamente tan
enorme, puesto que finalmente aprenderían a caminar bien después de dar unos cuantos
tropezones; pero el ejemplo de un simple tropiezo basta para intimidar y suele servir como
escarmiento para volver a intentarlo de nuevo.2”
2
Kant, desde el principio del ensayo, hace suyo el lema de la Ilustración: “¡Atrévete a
saber!”, es decir, atrévete a hacer uso libre del propio entendimiento. Para Kant la ignorancia
es sinónimo de esclavitud, pues el ignorante acepta gustosamente ser dirigido por los sabios
o “tutores”, este sometimiento a la razón ajena constituye el mayor pecado por cuanto va
contra la propia naturaleza del hombre. En efecto, la naturaleza nos ha hecho libres (puesto
que la libertad es la condición necesaria para el cultivo y desarrollo de la racionalidad) frente
a la bestia, que está totalmente determinada por el instinto.
“Así pues, resulta difícil para cualquier individuo el zafarse de una minoría de edad que
casi se ha convertido en algo connatural. Incluso se ha encariñado con ella y eso le hace
sentirse realmente incapaz de utilizar su propio entendimiento, dado que nunca se le ha
dejado hacer ese intento. Reglamentos y fórmulas, instrumentos mecánicos de un uso
racional –o más bien abuso- de sus dotes naturales, constituyen los grilletes de una
permanente minoría de edad. Quien lograra quitárselos acabaría dando un salto inseguro
para salvar la más pequeña zanja, al no estar habituado a semejante libertad de
movimientos. De ahí que sean muy pocos quienes han conseguido gracias al cultivo de su
propio ingenio, desenredar las ataduras que les ligaban a esa minoría de edad y caminar
con paso seguro3”
3 Por lo tanto, salir de esta inmadura “minoría de edad” resulta para muchas personas muy
difícil, porque se sienten incapaces de pensar por sí mismos. Tienen unos esquemas
mentales tan estrechos que para ellos modificar alguna de sus ideas les supone dar un salto
espectacular y peligroso. La tarea de cambiar los esquemas preconcebidos requiere un
esfuerzo que pocos han realizado, pero los que han conseguido emanciparse caminan con
paso seguro, se transforman en hombres y mujeres libres.
“Sin embargo, hay más posibilidades de que un público se ilustre a sí mismo; algo que casi
es inevitable con tal de que se le conceda libertad. Pues ahí siempre nos encontraremos con
algunos que piensen por cuenta propia incluso entre quienes han sido erigidos como tutores
de la gente, los cuales, tras haberse desprendido ellos mismos del yugo de la minoría de
edad, difundirán en torno suyo el espíritu de una estimación racional del propio valor y de la
vocación a pensar por sí mismo. Pero aquí se da una circunstancia muy especial: aquel
público, que previamente había sido sometido a tal yugo por ellos mismos, les obliga luego a
permanecer bajo él, cuando se ve instigado a ello por alguno de sus tutores que son de suyo
incapaces de toda ilustración; así de perjudicial resulta inculcar prejuicios, pues éstos
acaban por vengarse de quienes fueron sus antecesores o sus autores. De ahí que un público
sólo pueda conseguir lentamente la ilustración. Mediante una revolución acaso se logre
derrocar un despotismo personal y la opresión generada por la codicia o la ambición, pero
nunca logrará establecer una auténtica reforma del modo de pensar; bien al contrario, tanto
los nuevos prejuicios como los antiguos servirán de rienda para esa enorme muchedumbre sin
pensamiento alguno4”
“Para esta ilustración tan sólo se requiere libertad y, a decir verdad, la más inofensiva de
cuantas pueden llamarse así: el hacer uso público de la propia razón en todos los terrenos.
Actualmente oigo clamar por doquier: ¡No razones! El oficial ordena: ¡No razones.
Adiéstrate! El asesor fiscal: ¡no razones y limítate a pagar tus impuestos! El consejero
espiritual: ¡No razones, ten fe! (Sólo un único señor en el mundo dice: razonad cuanto
queráis y sobre todo lo que gustéis, mas no dejéis de obedecer). Impera por doquier una
restricción de la libertad. Pero ¿cuál es el límite que la obstaculiza y cuál es el que, bien al
contrario, la promueve? He aquí mi respuesta: el uso público de su razón tiene que ser
siempre libre y es el único que puede procurar ilustración entre los hombres; en
cambio muy a menudo cabe restringir su uso privado, sin que por ello quede
particularmente obstaculizado el progreso de la ilustración. Por uso público de la propia razón
entiendo aquél que cualquiera puede hacer, como alguien docto, ante todo ese público que
configura el universo de los lectores. Denomino uso privado al que cabe hacer de la
propia razón en una determinada función o puesto civil, que se le haya confiado5”
4
Está claro que la Ilustración, es decir, el progreso de la humanidad hacia la
consecución de la mayoría de edad de la razón, es algo inevitable, ya que este es,
precisamente, el “plan” que la naturaleza ha diseñado para el ser humano, este plan se
cumplirá si desaparecen las cadenas que atan al ser humano a la ignorancia.
Sin embargo, el camino hacia la Ilustración debe emprenderse con cautela, los tutores,
que han mantenido a sus pupilos en una situación de ignorancia y “minoría de edad”, no
pueden incitar repentinamente a éstos a que emprendan un camino para el que no están
preparados, pues corren el peligro de ser víctimas de los prejuicio s que ellos mismos, los
tutores, han inculcado en sus discípulos.
Esta es la razón por la que Kant repudió cualquier cambio revolucionario, pues solo se
consigue de éste modo la sustitución de antiguos prejuicios por otros nuevos. De lo que se
trata es de reformar el modo de pensar. Para que la Ilustración sea posible es necesaria una
reforma del pensamiento, pero dentro de un orden.
5
Un progreso ordenado requiere como condición la libertad, pero no la libertad total, que
frecuentemente se confunde con el libertinaje, sino una libertad en sentido restringido:
libertad en el “uso público” de la razón, sin menoscabo de una limitación de la libertad en el
“uso privado” de la misma. En este punto, Kant considera necesario distinguir los dos usos de
la razón:
-uso público: el que se hace de la razón para reflexionar sobre ciertos temas, sobre todo si
uno es una persona “docta” o experta en tal asunto, estas reflexiones se harán con entera
libertad. Defender el uso público de la razón es defender la libre circulación de ideas.
-uso privado: uso de la razón que se hace en el ámbito particular de las actividades
sociales en las que una persona se halla involucrada. En este contexto, para que los
proyectos sociales funcionen, es necesario que las personas que participan en los mismos
obedezcan las directrices establecidas.
suscribiría con plena convicción, pero a cuya exposición sí puede comprometerse, porque no
es del todo imposible que la verdad subyazca escondida en ellos o cuando menos, en
cualquier caso no haya nada contradictorio con la religión íntima. Pues si creyese encontrar
esto último en dichos dogmas, no podría desempeñar su cargo en conciencia; tendría que
dimitir. Por consiguiente, el uso de su razón que un predicador comisionado a tal efecto
hace ante su comunidad es meramente un uso privado; porque, por muy grande que sea
ese auditorio siempre constituirá una reunión doméstica; y bajo este respecto él, en cuanto
sacerdote, no es libre, ni tampoco le cabe serlo, al estar ejecutando un encargo ajeno. En
cambio, como alguien docto que habla mediante sus escritos al público en general, es decir,
al mundo, dicho sacerdote disfruta de una libertad ilimitada en el uso público de su razón,
para servirse de su propia razón y hablar en nombre de su propia persona. Que los tutores
del pueblo (en asuntos espirituales) deban ser a su vez menores de edad constituye un
absurdo que termina por perpetuar toda suerte de disparates. […}6”
6
En síntesis, para que la “maquinaria social” se mantenga en libertad pero con orden es
preciso obedecer normas y criterios propuestos por otros (uso privado de la razón), pero
nada debe impedir que los individuos hagan públicas sus ideas y reflexiones personales sobre
los diversos asuntos sociales (uso público de la razón). Por lo tanto, la libre crítica y la
disensión son, según Kant, fundamentales para el progreso de la humanidad. Impedir el libre
uso de la razón es un crimen contra la especie humana, ya que la propia naturaleza ha librado
al hombre de tutelas y lo ha dotado con una capacidad de autoperfeccionamiento (progreso)
infinita.
La distinción kantiana entre el uso público y privado de la razón evidencia que nuestro
autor no es optimista respecto a la naturaleza humana. Ésta está presidida por una
“insociable sociabilidad”: condenado a vivir en sociedad –por sus carencias naturales- en
individuo tiene que conjugar sus intereses personales con los de la comunidad. Esta
situación de rivalidad entre distintos intereses es, según Kant, la fuente de todos los
conflictos sociales, pero es también el origen de las leyes y el Estado. Precisamente, la
función del Estado consiste en hacer posible una armonía entre los distintos intereses de
todos los ciudadanos, la constitución de la sociedad civil presidida por las leyes, piensa
Kant, es un signo de progreso; la “insociable sociabilidad” y el conflicto, paradójicamente,
generan y dirigen el progreso político.
Por lo tanto hay que proteger a la ley, y en este ensayo Kant toma partido, claramente, por
la imposición de unos límites a la libertad (como se aprecia en los ejemplos del oficial, el
ciudadano y el sacerdote, modelos en los que esta restricción a la libertad es absolutamente
necesaria para el mantenimiento del orden social). Este límite a la libertad es imprescindible
para que el progreso sea posible dentro de un orden.
Pero la libertad en el uso público de la razón es también imprescindible, por eso aclara
Kant que ningún pueblo puede, en virtud de acuerdos o tratados, hipotecar la marcha de la
Ilustración para generaciones futuras, condenándolas a no progresar. Esto constituiría el
mayor crimen contra la naturaleza humana, “cuyo destino consiste precisamente en
progresar”. Solo es posible, para una sociedad, establecer acuerdos en este sentido siempre y
cuando:
a) se tengan fundadas esperanzas de que estos acuerdos permiten construir leyes que
mejorarán el orden social y contribuirán a la liberación de los ciudadanos.
b) Permitan la crítica sobre el nuevo orden; el uso público de la razón.
En esta parte del ensayo, y en otras posteriores, Kant centra sus razonamientos en torno a la
religión, la tutela religiosa es, sobre el conjunto de todas las tutelas, la que ha supuesto el
yugo más vergonzante para la humanidad. Por esto es preciso aclarar la necesidad de
promover el ejercicio de la libertad en el ámbito de las instituciones eclesiásticas.
C) El papel del príncipe ilustrado.
“Si ahora nos preguntáramos: ¿acaso vivimos actualmente en una época ilustrada?, la
respuesta sería ¡No!, pero sí vivimos en una época de Ilustración. Tal y como están ahora las
cosas todavía falta mucho para que los hombres, tomados en su conjunto, puedan llegar a
ser capaces o estén ya en situación de utilizar su propio entendimiento sin la guía de algún
otro en materia de religión. Pero sí tenemos claros indicios de que ahora se les ha abierto
el campo para trabajar libremente en esa dirección y que también van disminuyendo
paulatinamente los obstáculos para una ilustración generalizada o el abandono de una
minoría de edad de la cual es responsable uno mismo. Bajo tal mirada esta época nuestra
puede ser llamada “época de la Ilustración” o también “el siglo de Federico”.
“He colocado el epicentro de la Ilustración, o sea, el abandono por parte del hombre
de aquella minoría de edad respecto de la cual es culpable él mismo, en cuestiones religiosas,
porque nuestros mandatarios no suelen tener interés alguno en oficiar como tutores de sus
súbditos en lo que ataña a las artes y a las ciencias; y porque además aquella minoría de
edad es asimismo la más nociva e infame de todas ellas. Pero el modo de pensar de un
jefe de Estado que favorece esta primera Ilustración va todavía más lejos y se da
cuenta de que, incluso con respecto a su legislación, tampoco entraña peligro alguno el
consentir a sus súbditos que hagan un uso público de su propia razón y expongan
públicamente al mundo sus pensamientos sobre una mejor concepción de dicha legislación,
aun cuando critiquen con toda franqueza la que ya ha sido promulgada; esto es algo de lo
cual poseemos un magnífico ejemplo, por cuanto ningún monarca ha precedido a ése al que
nosotros honramos aquí.8”
“Pero sólo aquel que, precisamente por ser ilustrado, no teme a las sombras, al tiempo que
tiene a mano un cuantioso y bien disciplinado ejército para tranquilidad pública de los
ciudadanos, puede decir aquello que a un Estado libre no le cabe atreverse a decir: razonad
cuando queráis y sobre todo cuando gustéis, ¡con tal de que obedezcáis! Aquí se revela
un extraño e inesperado curso de las cosas humanas; tal como sucede ordinariamente,
cuando ese decurso es considerado en términos globales, casi todo en él resulta paradójico.
Un mayor grado de libertad civil parece provechosa para la libertad espiritual del pueblo y,
pese a ello, le coloca límites infranqueables; en cambio un grado menor de esa libertad civil
procura el ámbito para que esta libertad espiritual se despliegue con arreglo a toda su
potencialidad. Pues, cuando la naturaleza ha desarrollado bajo tan duro tegumento ese
germen que cuida con extrema ternura, a saber, la propensión y la vocación hacia el
pensar libre, ello repercute sobre la mentalidad del pueblo (merced a lo cual éste va
haciéndose cada vez más apto para la libertad de actuar) y finalmente acaba por tener un
efecto retroactivo hasta sobre los principios del gobierno, el cual incluso termina por
encontrar conveniente tratar al hombre, quien ahora es algo más que una máquina,
conforme a su dignidad.9”
Königsberg (Prusia), 30 de septiembre de 1784.
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El idealismo trascendental de Kant
8
La salida de la minoría de edad es necesaria sobre todo en materia religiosa, porque
la inmadurez o falta de emancipación en este sentido resulta especialmente humillante, ya
que es la que afecta más directamente a la conducta de las personas. Pero en una época de
ilustración, el monarca que favorece la libertad, y que hace posible que sus súbditos
desarrollen sus críticas, incluso en lo referente a las leyes y promuevan mejoras de las
mismas, está demostrando ser un monarca poderoso. En efecto, solo un príncipe apoyado
fuertemente por su ejército, puede garantizar la obediencia del pueblo a las leyes y, al
mismo tiempo, incitar la libre reflexión y divulgación de las ideas, aun cuando estas
contengan abiertas críticas a las leyes.
9
Se trata de una situación paradójica cuyo sentido conviene aclarar: La Ilustración solo es
posible como reforma y progreso en el marco de un orden social firme. Por ello, piensa
Kant que, a los ciudadanos aún poco ilustrados es mejor proporcionarles una libertad
limitada, con una progresiva ampliación a medida que van desarrollando su propio
pensamiento. Mucho más negativo sería ofrecer a estos ciudadanos un marco enorme de
libertades, esta situación les conduciría (según lo expuesto al principio del ensayo, y por la
falta de “luces” o preparación para vivir en libertad) a sustituir unas tiranías y tutelajes por
otros.
Como vemos, los problemas que plantea el progreso de la humanidad hacia la época
ilustrada son, de índole política. El progreso es un deber social, pero los obstáculos al
progreso (la situación de minoría de edad descrita al principio) también tienen un origen
social.
Kant cree que la meta del progreso, la “época ilustrada”, se alcanzará cuando la humanidad
consiga establecer una sociedad ideal, en la que la libertad de cada uno se compagine con la
libertad de los demás. Kant está convencido de que el fin de la evolución de la historia es una
“federación de naciones” regida por un derecho internacional en el que se acabarían todas las
guerras, estableciéndose la “paz perpetua”.
Por fin se habría alcanzado la meta del progreso humano: el refinamiento de la naturaleza
humana, el desarrollo de la vocación al librepensamiento, la superación definitiva de la
animalidad entendida como determinación. El sentido último del progreso es de carácter
moral: en la época ilustrada el ser humano deja de ser una máquina y puede, porque se hace
merecedor de ello, ser tratado con la dignidad que se le debe en tanto que “humano”. Se
trata de un progreso en la cultura y la racionalidad para hacer del individuo algo más que
un mero mecanismo regido por leyes ajenas; un ser merecedor de la libertad y la
dignidad que él mismo habrá logrado.
Ilustración: en alemán Aufklärung, es el término utilizado por Kant para referirse a una
época de la historia de la humanidad y del pensamiento, se trata de la época en la que él se
ve directamente involucrado. Al mismo tiempo es el destino de la humanidad, el camino
desde la minoría a la mayoría de edad de la razón, por lo tanto es lo que da sentido al devenir
histórico. Si el fin de la historia es la libertad, la Ilustración es el signo de que la historia está
progresando hacia ese fin. La Ilustración es, al mismo tiempo la condición de posibilidad
de la reflexión crítica y racional, ya que supone un entorno de libertad creciente en la
que es posible tal crítica.
Minoría de edad: metáfora con la que Kant se refiere a aquellas personas que no son
capaces de hacer un uso autónomo y libre de su propia razón. Es su falta de valor y de energía
la que hace que prefieran depender de otras personas para conducir su propia vida. Por lo
tanto los “menores de edad”, las personas no ilustradas, no quieren asumir responsabilidades
y tomar sus propias decisiones, prefieren servirse de prejuicios inculcados por los tutores. Se
trata de una situación antinatural, ya que lo que la naturaleza ha dispuesto para nuestra
especie, según Kant, es el desarrollo libre de la razón. Es de destacar el toque sexista del
filósofo, ya que atribuye a algunos hombres la posibilidad de abandonar la “minoría de edad”,
pero excluye de esta proeza a la mayoría de los hombres y a la totalidad de las mujeres.
Entendimiento: facultad que nos permite razonar elaborando juicios en los que unificamos el
material proporcionado por los sentidos. Para ello necesitamos recurrir a los conceptos. Solo
al formar juicios puedo atribuir al conocimiento verdad o falsedad, pues los categorías en sí
mismas están “vacías”, no son ni verdaderas ni falsas. Los conceptos pueden ser empíricos o
“a posteriori” o aportados por el propio entendimiento “a priori”. La Ilustración anima a todo
ser humano a hacer un uso autónomo de su propio entendimiento, en eso consiste la
mayoría de edad, que es nuestro destino.
Naturaleza: Kant defiende en este texto una concepción teleológica del devenir
histórico, piensa que la naturaleza ha diseñado un plan para todos nosotros: el
progreso desde la minoría a la mayoría de edad. Por eso, en su teoría filosófica sobre la
historia, explica que la humanidad está condenada a progresar hacia su liberación y ve en la
Revolución Francesa un signo de que ese plan se está cumpliendo. Como la cualidad natural
del ser humano es la racionalidad, Kant ve en la promoción de la libertad en el uso público de
la razón, una realización de la esencia humana, que es al mismo tiempo una herramienta para
el progreso. Por lo tanto todo lo que se oponga a este plan, constriñendo la libertad del
pensamiento, es algo antinatural y destinado a fracasar, ya que nadie puede ir contra
los designios de la naturaleza.
Tutores: Son todas aquellas persona que se encargan de dirigir la vida de los “menores de
edad”, previniéndoles de los peligros de pensar por sí mismos. Por lo tanto les impiden ser
libres y responsables, actuando contra el plan de la naturaleza, mantienen a las personas
sumidas en la ignorancia, los prejuicios y la heteronomía. En el texto aparecen como
ejemplos el sacerdote, el médico y el abogado, se refiere irónicamente a ellos como
instrumentos del gobierno para manejar a la ciudadanía. En la época de Kant, el lema de la
ilustración es una consigna peligrosa, ya que puede ser el germen de revoluciones y
desórdenes sociales. Los tutores tratan de convencer a la población de los peligros de pensar
por uno mismo.
Conciencia Moral: Frente a la naturaleza, que es el ámbito del “ser”, aparece la
conciencia moral que establece el “deber ser”, significa ser conscientes de que nuestra
razón no está sometida a leyes físicas, sino que podemos decidir libremente siguiendo las
leyes que nosotros mismos nos imponemos. Solo estas leyes nacidas de la propia conciencia,
son leyes morales.
Dotes naturales: El principal atributo con el que la naturaleza ha dotado al ser humano es
la racionalidad, de la cual debemos hacer un uso autónomo. El uso de la razón (en
sentido general) nos permite un conocimiento del mundo, y de la razón (en sentido
restringido) nos capacita para elaborar juicios morales. Kant explica en este artículo que tan
nocivo es negarse a hacer un uso autónomo de nuestra capacidad natural, prefiriendo
mantenernos en la minoría de edad, como abusar de estas dotes atreviéndonos a
convertirnos en tutores, y usando nuestra razón para construir reglas con las que dirigir la
vida de los demás.
Libertad: Autonomía, capacidad para actuar según leyes que nosotros mismos nos damos, de
este modo escapamos a la necesidad de lea leyes naturales, las únicas acciones libres son
que seríamos capaces de cumplir con nuestro deber por mero respeto a la ley de nuestra
conciencia.
Libertad espiritual: En el texto, libertad de pensamiento, especialmente en el ámbito de la
religión.
Dignidad: que tiene valor por sí mismo. Es una cualidad que Kant atribuye al ser humano en
cuanto que éste, al ser racional es un fin en sí. Por lo tanto, siempre debe ser tratado como
tal y nunca como medio para alcanzar otros fines. Por lo tanto, quien actúa contra la dignidad
humana, actúa moralmente mal. Esta dignidad inherente al ser humano como ser libre
y dotado de razón está reconocida en el primer artículo de la Declaración Universal de
los Derechos Humanos.