Está en la página 1de 2

La Biblia: fundamento de la revelacioó n.

Dice el Apoó stol Pedro en las primeras paginas de su segunda carta “Y tenemos
también la firmísima palabra de los profetas, a la cual hacéis bien en prestar atención,
como a lámpara que luce en lugar oscuro, hasta que despunte el día y se levante en
vuestros corazones el lucero de la mañana. Pero, ante todo, tened presente que ninguna
profecía de la Escritura puede interpretarse por cuenta propia; porque nunca profecía
alguna ha venido por voluntad humana, sino que hombres, movidos por el Espíritu
Santo, han hablado de parte de Dios”(2 Pe 1, 19-21). La Sagrada Escritura es uno de los
fundamentos estructurales de la fe cristiana, tanto asíó, que el Concilio Vaticano II, en la
Constitucioó n Apostoó lica Dei Verbum, afirma que la Iglesia siempre ha venerado a la
Sagrada Escritura junto con la eucaristíóa, pues son presencias reales de Dio. La mima
Dei Verbum afirma que la Tradicioó n y la Escritura son dos corrientes que surgen del
mismo manantial, que es la Revelacioó n de Dios presente a lo largo de toda la Historia
de la Salvacioó n. La Biblia, la Sagrada Escritura, es el fruto de la experiencia de un
pueblo, de una nacioó n, en fin, de la humanidad. En consecuencia, es el testimonio de la
Palabra divina dirigida al hombre. Dios que es el “totalmente otro”, como decíóa K.
Barth, el ser maó s trascendente ha querido comunicarse a nosotros por medio de la
palabra, eso significa una sola cosa, Dios es persona, tiene voz, es Palabra. Aquello que
nos ha revelado con su Palabra es sin duda maó s de lo que nosotros podemos captar y
aprehender con nuestro corto intelecto. En efecto, dice el adagio latino “Deus semper
maius”, Dios es siempre mayor. Pero eso no significa que lo Dios ha dejado algo sin
mostrar o se ha reservado, o que aquello que el escritor sagrado ha visto, oíódo y
escrito sea algo diferente de los que Dios es, y de lo que Dios ha querido revelar. Lo
uó nico que sabemos es que Dios no puede caber en nuestra cabeza y que tampoco se
puede diluir totalmente en un libro, porque en efecto, Dios no puede ser abarcable con
nuestras ideas y conceptos tan rudimentarios. Deó monos cuenta que incluso el mismo
lenguaje se queda corto, se traba ante tan gran magnificencia, sin embargo, lo que
sabemos y conocemos de Dios es sin lugar a duda verdadero. Asíó es Dios, siempre tan
uó nico, tan especial, tan divino.

La biblia es fruto de la tradicioó n, nada de lo que se encuentra ahíó escrito, ha sido fruto
de ideas pre-concebidas, sino el trabajo de numerosas revisiones y de diversas
redacciones. Me he encontrado con muchos adventistas que basaó ndose en un fideíósmo
mal infundado, pecan de ignorancia afirmando que la Escritura ha sido escrita toda,
por Moiseó s; de igual manera los musulmanes que llenan de fabulas y leyendas la vida
de Mahoma, afirmando que su Coraó n fue redactado todo en una noche. No, nosotros
creemos que la Escritura es un ser vivo, inspirado por Dios, revelado por eó l mismo,
pero realizado por manos humanas, en momentos particulares y en situaciones
histoó ricas precisas. La escritura es ante todo un regalo que se nos ha dado, lo hemos
recibido como un don, y en este sentido el pueblo Judíóo es el primer receptor de la
revelacioó n, la cual estaó en funcioó n de toda la humanidad. La Tora o Escriutra judíóa ha
sido escrita en idioma hebreo, un idioma cuya escritura no posee bocales, es como un
idioma cifrado imposibles de pronuó ncialo, y en consecuencia imposible de leerlo.
Coó mo poder leer y entender la escritura hebrea. Es necesario de la tradicioó n y de la
ensenñ anza de padre a hijo. Para que el ninñ o judíóo pueda leer la Escritura debe ante
todo haber recibido la ensenñ anza de su padre o maestro, el padre estaó encargado y
tiene el deber de ensenñ arle el sonido y la correcta pronunciacioó n de cada una de las
palabras. Nadie puede acercarse a la Tora sin la ayuda de la tradicioó n tanto oral como
escrita, el ninñ o que judíóo que no ha recibido la fe del padre, difíócilmente podraó leer los
libros de la Tora. En otras palabras, encontramos que tanto en la historia y elaboracioó n
de la Sagrada Escritura existe una labor de “trasmisioó n”, principalmente por tradicioó n
oral, de padre a hijo, en consecuencia la Escritura se ha trasmitido en forma de
tradiciones orales que el pueblo de Israel manteníóa y ensenñ aba a sus hijos y estos a
sus nietos, asíó sucesivamente hasta la puesta por escrito, realizada muchos anñ os
despueó s. Pero incluso la mima pervivencia del lenguaje se debe a la tradicioó n.

Por otra parte la biblia es un libro muerto si no dice nada a nuestra vida, si la
escritura no habla, si no busca en nosotros una respuesta y si no nos pregunta e
interpela nuestra vida, o nuestros proyectos; si no ilumina nuestros pecados y si no
nos consuela, la Biblia se convierte en un “best seler” maó s, o en una novela o manual
moral. La Escritura es Dios actuando en la Historia, en nuestra Historia, por eso dice
Jesucristo, Escrutad las escrituras ellas hablan de mi (Jn 5, 39).
No existe la “sola scriptura”, como creen las Iglesias protestantes y algunas
sectas, la Palabra de Dios adquiere su verdadero sentido y se vuelve centro de nuestra
vida cuando es proclamada en la celebraciones, principalmente en la Eucaristíóa, donde
se convierte en el “Pan de la Palabra”. Esta es por lo menos mi experiencia, ese es
tambieó n mi consuelo: saber que el Senñ or me regala una palabra todos los díóas, una
palabra que continuamente me pregunta ¿Por queó estas triste?¿por queó no aceptas la
humillacioó n?, y entonces la Palabra de Dios se vuelve un apoyo, un consuelo, se
convierte en Jesucristo que sana, cura y resucita mi alma.

También podría gustarte