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SANARLA
November 1, 2014
Tenemos una compleja relación con la vergüenza. Por un lado nos carga sentirnos
avergonzados e inhibidos; por otro rechazamos a alguien si se comporta como
sinvergüenza. Algunas veces la sentimos por una situación específica (“ayer pasé una
vergüenza terrible con mis suegros”); otras veces nos sentimos constantemente
avergonzados por alguna cualidad física o psicológica que nos gustaría ocultar (“me da
vergüenza mi nariz”, “me da vergüenza ser tan dependiente”). Todos la hemos sentido
alguna vez, pero algunos la padecen constantemente, y viven ocultándose para evitar
exponerse y pasar vergüenza. En cambio, otros parecen no tenerla, se muestran seguros
y contentos con su imagen, pero nadie sabe que su frágil fachada oculta aspectos que
ellos no quieren que nadie vea.
En este artículo la exploraremos y plantearemos qué hacer cuando nos vemos agobiados
por ella.
La Fenomenología de la Vergüenza
¿Cómo es la experiencia de sentir vergüenza? Lo primero es diferenciarla de la culpa.
En la culpa aparece un crítico interno o “Pepe Grillo” pero enfocado a un
comportamiento que es juzgado como negativo o dañino. Y este juez interno nos castiga
o nos reta por haber cometido esa falta.
El macho que se avergüenza de sus aspectos sensibles y “femeninos”, entonces los oculta
y se presenta al mundo como Don Juan o como Rambo.
La mujer coqueta que se avergüenza de su apariencia y se muestra al mundo tapada de
maquillaje y con una sonrisa pegada a la cara.
El estudiante perfeccionista que se avergüenza de cualquier error o falta que pudiera
cometer, entonces pone toda su energía en que le salga todo bien y en que nadie nunca vea
alguna imperfección en él.
La Función de la Vergüenza
La vergüenza (a diferencia de la culpa) está asociada a muchos problemas psicológicos
y psiquiátricos, como la violencia, adicciones, depresión, trastornos de alimentación,
etc. Sin embargo, los únicos que nunca sienten vergüenza son los psicópatas y otras
personas con trastornos severos y que no han desarrollado la capacidad de empatizar
con los demás.
Por ejemplo, recuerdo una vez en que hice una presentación de los avances de mi tesis
en mi doctorado, pero no le di suficiente importancia y mi presentación fue pobre.
Luego, mi tutora me dijo que mi trabajo había sido malo frente a otros alumnos, y sentí
profunda vergüenza. Mi malestar fue porque fui sancionado socialmente, pero también
porque había fallado a mi propio estándar académico. Sin embargo, esta sensación de
vergüenza, aunque desagradable, fue adaptativa porque me movilizó a mejorar en mi
siguiente presentación, y no generó un ciclo de auto-tortura y parálisis o evitación.
Otro ejemplo simple es cuando vamos a otro país donde tienen costumbres distintas,
notamos que nos “miran feo” y corregimos nuestro comportamiento para no ofender a
las personas de otra cultura.
En cambio, la vergüenza destructiva nos hace sentir que no somos (ni seremos)
suficientemente buenos; se vive como auto-desprecio, generando parálisis y una
evitación de las situaciones avergonzantes. Se activa cuando tratamos de cumplir
estándares que no son adecuados para nosotros, o buscamos calzar en un grupo que no
calza con nosotros.
Por ejemplo, cuando niño me gustaba una compañera de curso, y empecé a hacerme
amigo de ella. Todo iba bien hasta que mis compañeros se enteraron y cada vez que me
acercaba a ella o le hablaba me molestaban y nos hacían a ambos súper conscientes de
nosotros y lo que estaba pasando. En esas situaciones sentí vergüenza destructiva,
porque traté de ocultar cualquier señal de interés hacia mi compañera, lo que
obviamente impidió que pasara algo más con ella. Me sentí pésimo con las burlas e
implícitamente traté de cumplir con la norma de nunca mostrar mi interés por una niña.
Es evidente que esta norma no era una que me conviniera cumplir.
Otro ejemplo es el del ñoño de clóset (ver artículo relacionado), que rechaza su
identidad ñoña y busca aprobación en el grupo de los “populares”. Como ese grupo
claramente no calza con sus estilo, sentirá vergüenza y constantemente estará ocultando
partes importantes de su identidad, gustos y conductas para conseguir la tan ansiada
aceptación.
La terapeuta chilena María Guiomar Miranda explica que para sanar la vergüenza
necesitamos exponer lo que habitualmente ocultamos en un contexto protegido y
que calce con nosotros. Esto último significa que parte de nuestra tarea es buscar un
grupo de pertenencia donde no nos rechacen por ser como somos. Es similar a la fábula
del patito feo, que finalmente descubre que era un cisne (y por lo tanto nunca calzaría
con los patos).
Necesitamos tener una experiencia emocional correctiva: experimentar (no sólo saber
racionalmente) que nuestra falla es aceptable, que somos valorables incluso con la parte
que queremos ocultar. El mostrarnos sin la falla o perfectos nos hace sentir bien a corto
plazo, pero mantiene la creencia implícita de que no seremos aceptados si alguien
conoce nuestro secreto, lo que nos deja en una posición precaria y puede mantener una
sensación de baja autoestima.
Si tenemos la experiencia de ser aceptados por un otro que conoce nuestra parte “mala”,
con nuestras vulnerabilidades, bajará el temor al rechazo y se apagará el crítico interno.
Esto aumentará nuestra sensación de confianza y nuestra capacidad de disfrutar el
momento en vez de estar observándonos críticamente. De esta forma, podremos
aceptarnos a nosotros mismos también.
Conclusión y recomendaciones
En este artículo hemos planteado que la vergüenza puede ser muy dañina, pero también
es de vital importancia para nuestra vida social.
La vergüenza nos lleva a ocultar y evitar el riesgo. Nos lleva a dar la respuesta segura y
conocida, a mostrar la parte linda de nosotros, la que sabemos que caerá bien o que no
generará críticas. Pero el aprendizaje y el cambio requieren asumir riesgos, ensayar y
probar cosas nuevas que no sabemos si funcionarán. Y esto implica el peligro de
cometer errores, fracasar y recibir críticas o reprobación. Por lo tanto, el camino del
exponerse requiere mucha valentía, pero es la única forma de validarnos como personas,
de crear y de generar un cambio.
Si quieren saber más, recomiendo nuevamente estas charlas (en inglés, con subtítulos en
español) sobre vulnerabilidad y vergüenza, así como este artículo que explica la
importancia de superar la vergüenza para aprender.