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La pertenencia y la vergüenza en la infancia La interacción entre lo relacional y el desarrollo

neurobiológico en los primeros dos años de vida1

Este artículo fue escrito originalmente y corresponde al capítulo dos en la compilación: R. G. Lee
& N. Harris (Eds.) Relational Child, Relational Brain: Development and Therapy in Childhood and
Adolescence. (Routledge/GestaltPress, 2011)

Robert G. Lee (Traducción: Marina Ayo Balandrano)

Síntesis

Los hallazgos recientes en las investigaciones neurobiológicas, avalan y apoyan algunos de los
puntos que la teoría de campo de Gestalt maneja sobre el desarrollo infantil. Este artículo examina
las aportaciones que hace la literatura de la investigación neurobiológica sobre la importancia de
la interrelación en la estructuración de los circuitos neuronales durante el primero y segundo año
de vida y el significado que esta información tiene para la perspectiva construccionista
intersubjetiva de la Gestalt. Las áreas revisadas incluyen la interconexión entre cuidador-infante
que permite que se desarrollen los circuitos neuronales del ciclo euforia/excitación; el papel que
desempeñan los pequeños eventos de vergüenza y reparación en la normalización de la
desaprobación como una herramienta para la pertenencia; las bases neurológicas del desarrollo
del campo de la vergüenza, y una discusión de cómo es que la investigación neurológica apoya la
necesidad de establecer diagnósticos desde la perspectiva de campo, más que desde una
perspectiva individualista.

La teoría de campo de la Gestalt recalca la importancia de una relación de sintonía (vinculación)


durante el desarrollo infantil. Sobre esta idea y las consecuentes se basa y derivan los principios
que Gestalt ha sostenido desde hace tiempo acerca de cómo estamos interconectados y como
las experiencias intersubjetivas, co-creadas son la base del desarrollo del yo/otro.

Esta idea ha sido reforzada por los hallazgos de la investigación actual del cerebro, los cuales de
manera paralela apoyan la teoría Gestalt. Por ejemplo, esto se puede apreciar en lo que dice
Siegel (1999) en la introducción de su libro, The Developing Mind: “La mente emerge de la
actividad del cerebro, cuya estructura y funcionamiento está moldeada directamente por las
experiencias interpersonales” (p. 1). En lo que respecta al desarrollo del bebe, Siegel

Es a través de la experiencia como se conforma la actividad neuronal y la potencia de las


conexiones neuronales a lo largo de la vida; las experiencias tempranas en la vida pueden ser
especialmente importantes en la manera en que se organizan y desarrollan las estructuras básicas
del cerebro” (p. 13).

En este artículo reviso la literatura pertinente acerca del desarrollo de esas formaciones del
cerebro en los primeros dos años de vida. No es solo la manera en que esta información muestra
el valor y refinamiento de los conceptos de Gestalt, sino que también genera posibilidades futuras
cuando revisamos estos descubrimientos a través de los lentes de la Gestalt.

En mucho, he usado la información adquirida por Alan Schore como fuente de la investigación
neuronal. Debido a que el aspecto técnico de este tema pudiera dificultar lo que quiero hacer

1
El autor agradece a Lee Geltman por su ayuda para editar este manuscrito.
aquí, he usado el menor número de términos técnicos que me ha sido posible. Para quienes estén
interesados, he incluido la información neurológica que sustenta mis aseveraciones en los pies
de página.

A través de este artículo veremos los factores que moldean el desarrollo del sentimiento de
vergüenza y pertenencia del niño. Como fundamento de esta exploración revisemos lo que desde
la perspectiva de campo de la teoría de la Gestalt significa la vergüenza. (Lee, 1995).

¡Qué pena!

El fenómeno de la vergüenza incluye mucho más que lo que el comúnmente se reconoce como
haber hecho algo mal, que da como resultado sentirse avergonzado, o ser inaceptable de alguna
manera. En su esencia, la vergüenza significa esconderse (Tomkins, 1965). Es nuestra manera de
tratar de protegernos a nosotros mismos o a los otros, cuando percibimos que no seremos bien
recibidos (Lee, 1995; Lee & Wheeler, 1996) Esta es la forma cotidiana en la que usamos la palabra
vergüenza en el día a día aún sin darnos cuenta. Por ejemplo: nuestra respuesta común a Jenny,
una niña de dos años, cuando pierde su cobijita preferida, o a Mark cuando se le cae su helado,
o más dramáticamente hacia María, de 13 años, cuando acaba de fallecer su madre, o sobre
cualquier incidente que implique pérdida o adversidad de cualquier persona a cualquier edad es
“Que pena”. Este sentimiento de pena no es solamente una coincidencia coloquial, sino significa
que entendemos compasivamente que en estos ejemplos, los anhelos no se alcanzarán y que los
pequeños involucrados tendrán que desentenderse de sus anhelos en esas situaciones. Entonces
se tendrán que preparar para experimentar la pena que los esconda/proteja.

La vergüenza es la manera natural en la que nuestro cuerpo retroflecta cuando estamos fuera de
balance sin suficiente apoyo, cuando tenemos un deseo/anhelo de conexión con algo o alguien,
y creemos que no lograremos que este deseo de conexión se realice. Así el camino potencial de
la vergüenza está entrelazado con cada ocasión en la que contactamos. La experiencia de
vergüenza, de este modo, nos ayuda a identificar los lugares en los que nuestra necesidad de
conexión no es posible y nos tenemos que movilizar y encontrar lugares en los que si podamos
contactar.

Las formas más usuales de vergüenza, que nos ayudan cuando sentimos que no será posible la
conexión incluyen timidez, pena, disgusto, ignominia, vergüenza, humillación, aún “sentirse mal”
(Kaufman, 1989; Lewis, 1971; Retzinger, 1987). Irónicamente, experimentamos la vergüenza
como información acerca de nosotros mismos (estar siendo inadecuados, sin valor, inapropiados,
demasiado o muy poco, etc.) cuando en realidad es información sobre el medio ambiente (que
los otros están preocupados, nos desaprueban, desinteresados, inconformes, sin saber cómo
responder, ausentes, etc).

Como afirmé, esta modalidad de vergüenza temporal la necesitamos para movernos en la vida y
generalmente la experimentamos como decepción, pena o vergüenza. Además de otras cosas,
experimentar la vergüenza de esta forma es una forma de respetar los límites del otro (de nuevo
lo podemos experimentar como información acerca de nosotros mismos) La podemos ver tanto
en nosotros como en los demás como manifestación de humildad. Nótese que el
comportamiento de falta de respeto se considera “desvergonzado”.

Otra manera en que la vergüenza intenta protegernos a nosotros mismos o a los otros cercanos,
ocurre si la experiencia de falta de recepción es muy severa (como en el abuso, la negligencia o
la pérdida de sentido) o si es constante a través del tiempo; entonces la vergüenza se ligará a la
experiencia de no ser recibidos, como si cada vez que tuviéramos el anhelo de estar en el mundo
de esa forma, la vergüenza se activara automáticamente para evitar que nos movilicemos en la
dirección de nuestro anhelo. Ya no será necesario que sintamos que no es posible la conexión
con el medio ambiente en ese momento. En lugar de que emerja el anhelo, se dispara la
vergüenza. Esto, en efecto, representa una creencia básica, una gestalt modificada, de que
nuestro anhelo no podrá ser satisfecho bajo ninguna circunstancia. Este tipo de vergüenza la
llamo campo de vergüenza. Kaufman (1989), quien introdujo este concepto lo llamaba
“vergüenza internalizada”. Yo prefiero usar “campo de vergüenza” en el que “campo” es nuestro
campo relacional.

En palabras de la Terapia Gestalt, el campo de la vergüenza es lo que Perls llamó “introyectos”


(Ver Lee, 1995) y por supuesto, lo que proyectamos es nuestra vergüenza no reconocida, y en el
centro de la retroflexión de Perls está también un componente de este campo de vergüenza.
Entonces el desarrollo del campo de vergüenza quita la sensación de relación con el mundo y
pone a la persona dentro del paradigma individualista en el que esta desconectado, solo y
sometido a culpa y falta de respecto. En lugar de la excitación y la movilización de posibilidades
para el logro del anhelo, la persona se queda con la sensación de desesperanza y deflación.

Con este resumen de la vergüenza desde la perspectiva de la teoría de campo de la Gestalt,


movámonos al otro extremo de la polaridad, al desarrollo de la pertenencia en el primer año de
vida.
El desarrollo emocional/neurobiológico en el primer año de vida

En las dos últimas décadas ha habido una explosión de información sobre el desarrollo
emocional/neurobiológico en el primer año de la vida del niño. La investigación nos muestra
actualmente que la primera tarea del desarrollo psiconeurológico durante este periodo es
engrasar el cerebro del infante para experienciar y tolerar cantidades cada vez mayores de
euforia/excitación, unidas a la experiencia intersubjetiva con un cuidador conocido. La
importancia de la relación en este proceso es enorme como lo afirma Schore (1998) resumiendo
la investigación neurobiológica y relacional en el campo:

En el curso de este año, la relación primaria infante/cuidador co-construye e incrementa el sistema


dinámico cada vez más complejo de mutuas y recíprocas influencias que permiten la formación
de un lazo de apego en la diada. Este mecanismo interactivo regula los estados psicobiológicos
del infante, de tal manera que le permite tolerar cada vez mayor intensidad y duración en los
niveles de excitación, modulándolos. Este logro ontogenético, central para el desarrollo humano,
le permite al infante experienciar altos niveles de afectos positivos de interés-excitación y gusto-
alegría para el final del primer año (p.58)

Este es un ejemplo de cómo las enseñanzas surgidas de la investigación neurobiológica apoyan y


se relacionan con la teoría Gestalt de campo, desde la perspectiva construccionista, en la lógica
de la interacción humana. (Ver Frank, 2001, y Wheeler & McConville, 2003, sobre desarrollo
infantil.) Schore continúa diciendo que este proceso se acentúa por medio del encuentro de
miradas entre el infante y el cuidador, coordinado con vocalizaciones auditivas, caricias táctiles y
gestos corporales. Stern (Stern et al., 2003) describe cómo interactúan las neuronas espejo y la
importancia para este proceso de los circuitos oscilatorios adaptativos. El cuidador y el infante se
convierten en un sistema de energía resonante con el cuidador reflejando, y en esencia
compartiendo y amplificando, los crescendos y decrescendos de los estados psicobiológicos
internos del infante. (Schore, 1998; Stern, 1990)

Trevarthen (1993) describe este proceso, en su investigación sobre las interacciones madre-
infante, como un mecanismo interactivo por medio del cual los cerebros más viejos se enganchan
con estados mentales de percepción, emoción e inter\és de los cerebros más jóvenes. Concluye
que el crecimiento neurológico del infante literalmente requiere de la interacción cerebro-
cerebro que ocurre en el contexto de una relación íntima (positiva) entre el cuidador y el infante.

Esto implica que la relación de apego es un regulador esencial de la excitación (Van der Kolk &
Fisler, 1994). Y además sostiene que el proceso regulador es el precursor del apego psicológico y
las emociones asociadas con él. (Hofer, 1994). Todo esto pone en relieve que la sintonía
psicobiológica es el mecanismo por medio del cual se forma el lazo de apego. De nuevo, esto
apoya los principios gestálticos de la primacía de lo co-construido, del contacto intersubjetivo y
la importancia del campo y del apoyo en el desarrollo (Frank, 2001, y Wheeler & McConville,
2003)

Desde la perspectiva neurobiológica, como lo señala Schore (1998), la mirada de la madre (el
cuidador) influencía los sustratos neuronales de la emoción por medio de la regulación de los
neurotransmisores más importantes (catecolaminas, dopamina y noradrenalina) algunas de las
cuales están involucradas en el ciclo euforia/excitación y otras actúan como reguladores del
desarrollo neuronal.2

Schore puntualiza que el centro de control del desarrollo de esta estructura neuronal en el
cerebro del infante está localizado en el córtex orbitofrontal derecho, un área del córtex
prefrontal escondido detrás de la órbita del ojo derecho. Esta área, que está aprendiendo a
monitorear niveles cada vez más elevados de euforia/excitación de acuerdo con la experiencia
inter-subjetiva con el cuidador, está sometida a un inmenso crecimiento neuronal durante este
periodo. (Para profundizar en los detalles acerca de las vías proyectadas en varias de las áreas
límbicas del cerebro ver Schore, 1998.)

Ya para el final de este primer año, conforme el infante comienza a dar sus primeros pasos, el
córtex orbitofrontal está lo suficientemente desarrollado para que el infante sea capaz de accesar
modelos de trabajo interno que incluyen una mayor variedad y complejidad en las expectativas
de empatar y ser igualado por otro, así como una mayor habilidad para participar en los estados
y experiencias de los otros. Este incremento en la habilidad innata del niño de evaluar tanto a sí
mismo como al otro para encontrarse en un mutuamente apoyador, estado intersubjetivo de

2
La elevación de los niveles de inter\és-excitación en la cara de la madre tambi\én inicia/apoya
otros tres efectos en el cerebro del infante: (1) eleva los niveles del factor de liberación de
corticotropina (CFR), un neurop\éptido producido en los centros paraventiculares del
hipotálamo, que activa la movilización de energía de la división del simpático del sistema nervioso
autónomo (SNA), (2) incrementa las concentraciones en plasma de noradrenalina, lo que
intensifica los niveles de excitación (dominancia del simpático), que se puede observar por la
elevación de los niveles de actividad del infante y (3) la elevación en los niveles de los opiáceos
endógenos (endorfinas) que bioquímicamente intervienen en los comportamientos placenteros
en las interacciones sociales, afectos sociales y vinculación. Lo último ocurre por medio de la
activación del segmento ventral del sistema de la dopamina. (Schore, 1998)
excitación con el cuidador, le permite dar los primeros pasos en el inicio de los fundamentos
cognitivo-emocionales necesarios para el próximo paso en el desarrollo neurobiológico. (Schore,
1998; Stern et al., 2003; Trevarthen, 1993)

Vergüenza en un tono menor


La normalización de la decepción

En el segundo año de vida, una tarea opuesta a la de soportar la excitación se vuelve el punto
focal. Con los primeros pasos, el infante puede ahora explorar el mundo considerablemente más
independiente que durante el primer año de vida. Sin embargo, con esta ampliación en su
habilidad viene la tarea parental de proveerle límites lo suficientemente seguros para la
exploración segura del infante. Esto conlleva una alteración en las interacciones infantecuidador
y un reto en la negociación de este panorama cambiante para lograr un nuevo ajuste. Schore
(1998) estima que para los10 meses, un 90% del comportamiento del cuidador tiene que ver con
afecto, juego y cuidado; Sin embargo, para cuando el infante alcanza los 13 meses, los cuidadores
expresan una prohibición cada 9 minutos en promedio.

Recordemos que durante el primer año, el infante tiene la expectativa que las nuevas
experiencias de interés o alegría llegarán básicamente con la mirada/abrazo de aprobación del
cuidador. Sin embargo, en el segundo año ya no hay muchas ocasiones en las que el cuidador,
debido a la seguridad o a otras consideraciones, no continúa manteniendo esa interacción para
apoyar el comportamiento del infante y no entra en el estado de co-regulación de excitación que
el infante espera, y en su lugar instituye algunos límites que percibe como adecuados. Desde la
perspectiva del infante, de acuerdo a lo que discutimos anteriormente, podríamos decir, “Que
vergüenza/pena” Y de hecho, esa interrupción en el anhelo del infante de conexión apoyadora
de la excitación dispara la experiencia de vergüenza, aún cuando un cuidador sintonizado podrá
convertir sabiamente la inhibición en un modo de cuidado amable. Como Schore (1998) dice:

La consecuencia del rompimiento de la anterior comunicación visual- afectiva dispara un


repentino shock inducido de deflación del afecto positivo y el infante entonces es impulsado dentro
de un estado en el que él o ella no pueden aún auto-regularse. La vergüenza representa este rápido
estado de transición de un estado positivo pre-existente a otro negativo. (p-65)

Esto, por supuesto, facilita que el infante detenga la movilización de su anhelo a través de la
experiencia involuntaria de un penoso estado de distrés, caracterizado por “un repentino
detrimento en la elevación del placer, una rápida inhibición de la excitación y una desaceleración
cardiaca”3 (Schore, p.66)

3
La desaceleración cardiaca se logra vía los impulsos vagales en la m\édula.
de los receptores (de Kloet et al., 1999; de Kloet et al., 2005; Stansbury & Gunnar, 1992).
Schore dice que la experiencia de vergüenza aparece mediante la producción de corticoides4 que
inician el proceso de retiro y menciona dos de estos corticoides -cortisol y corticosterona.5 Otros
reportan que aún los pequeños y cortos incrementos en los niveles de corticoesteroides inducen
la inhibición y el retraimiento (Stansbury & Gunnar, 1994). Schore ve esta experiencia de
vergüenza interpersonal-dependiente en el infante, que pasa de un estado de mayor excitación
a uno de moderación inhibitoria de conservación-retiro que sobreviene en las situaciones de
debilidad y desprotección.6

Qué tanto el infante permanece en este estado de estrés es un factor importante. (Schore, 1998,
p. 66) (Se agregaron las cursivas)

Esta cita tomada de Schore tiene un significado especial. Si el infante permanece mucho en este
baño de vergüenza de corticoesteroides, la literatura lo describe como trauma. Por supuesto, los
padres en sintonía con el infante intuitivamente lo entienden y no permiten que suceda. En este
caso, el cuidador bien sintonizado rápida y comprensivamente restablece el vínculo que sirve para
regular y metabolizar la vergüenza que se ha disparado restableciendo el límite. Desde la
perspectiva de campo de la Gestalt el infante está transitando desde una experiencia de
pertenencia (teniendo interés o una experiencia de gozo y el deseo de compartirla) a una
experiencia de no pertenencia (su cuidador no satisface su anhelo) y finalmente a una experiencia
de reparación del vínculo de pertenencia (el restablecimiento del vínculo de excitación). En el
proceso, el córtex orbitofrontal estará más organizado:

El disparo súbito de vergüenza refleja una alteración en el estado psicobiológico del infante y el
inicio de una reacción de estrés, manifestada por niveles elevados de corticoesteroides en el
cerebro del infante (lo cual inicia un estado de dolorosa inhibición)… Pero durante los periodos
críticos de maduración cortical esas neurohormonas hacen más que solo circular durante los
periodos de estrés -de hecho, tienen una influencia directa en el crecimiento del cerebro-… Las
experiencias de vergüenza durante el desarrollo entonces ( la experiencias de vergüenza influencia

4
Los corticoides son hormonas esteroides que son secretadas por el córtex de las glándulas
suprarrenales en respuesta a daños severos o al estrés y que influyen en el metabolismo de los
hidratos de carbono acelerando la síntesis de glucosa, regula la presión arterial, afecta la
respuesta inmunológica y regula la inflamación (Coleman, 2001).

5
Algunos otros investigadores han reportado haber encontrado una conexión entre la vergüenza
y la elevación en los niveles de los corticoides (En particular del cortisol) Para ejemplos ver a:
Dickerson & Gable, 2004; Dickerson, Gruenewald, & Kemeny, 2004; Lewis & Ramsey, 2002; and
Tops et al., 2006. Al mismo tiempo la relación entre la vergüenza y los corticoides, así como el
daño que los corticoides pueden hacer, parece ser compleja y tambi\én tiene que ver con el rol

6
El inicio de la interactividad disparada por el estado de vergüenza entonces representa una
movilización repentina del simpático para conservar la energía de la actividad del parasimpático
dominante de la actividad del SNA, una transición rápida de un estado de hiperactividad a otro
de hipoactividad y que súbitamente cambia de ergotrópico (manejado por el simpático) a
trofotrópico (manejado por el parasimpático)…En tal estado de transición psicobiológica, la
poderosa euforia simpática, el despertar intensificado y los altos niveles de actividad se evaporan
instantáneamente. (Schore, 1998).
en el crecimiento del cerebro) inducen a una reorganización neurobiológica de los circuitos
evolutivos. (Schore, 1998, p. 68)

A través de estas experiencias de vergüenza y reparación en el segundo año, el infante comienza


a desarrollar una importante habilidad para regular su excitación cuando no hay un encuentro
con sus otros significativos. La localización de este control del aprendizaje es otra vez el córtex
orbitofrontal.

Es importante subrayar la importancia de esta experiencia de la cual depende la maduración del


córtex orbitofrontal.7 Desde la perspectiva de campo de la Gestalt y por mi experiencia clínica, lo
que esto representa es la normalización de la desilusión, -o dicho de manera más concisa el
comienzo de la inclusión de la desilusión como herramienta del sentimiento de pertenencia. A
través de este proceso diádico de desilusión y reparación, experiencias/formas más pequeñas de
vergüenza tales como la desilusión se integran a la experiencia de pertenencia. Entonces, la
desilusión se convierte en una herramienta que puede estar disponible para ser usada a lo largo
de la vida como parte del aprendizaje. Así, si este proceso se acepta y se entreteje, con un mínimo
de desconexión y reparación apropiadas, el niño comienza a entender/aprender que aún cuando
no encuentra esa mirada que amplifica/regula la excitación, eso no significa que no pertenece, y
aprende que lo que significa es que su cuidador regresará a conectarse muy pronto.

¿Lo que se ha descrito hasta ahora, es una parte significativa en el desarrollo de la confianza
básica? Ciertamente es un elemento crucial en la capacidad de vivir la vida en general -de
experimentarse a sí mismo como digno de ser amado y valorado, de ser capaz de estar en armonía
con la experiencia del otro en el campo, de tener acceso a fuentes de conexión, y de ser inclusive
creativo en la resolución de problemas. Si esto no se logra de forma apropiada, el déficit lleva al
desbalance y al ajuste creativo aislado o sobre-agresivo que al paso del tiempo lo conducirá a
terapia o a diferentes fuentes de control social.

Sin el desarrollo de este tipo de circuitos cerebrales, la desilusión se convierte en un disparador


y conduce a experiencias más profundas de vergüenza. Esta es la experiencia de no pertenecer
de: “este no es mi mundo”, que conlleva una sensación de insignificancia, que es la forma
protectora de echarse para atrás cuando el medio ambiente severa o consistentemente no ofrece
un camino de conexión incluyente y significativo. (Cuando hablo de falta de sintonía aquí y en
otros momentos, no deseo culpar a los padres. Esta es un área en la que los padres necesitan
mucho apoyo, especialmente si no han tenido la suerte de haber recibido esta clase de sintonía
de sus propios padres)

Como nota al calce, los hallazgos de la investigación, de la necesidad de recibir más reparación
en la re-conexión después de las experiencias de vergüenza en situaciones limitadas, habla mucho

7
“Esta organización incluye una fina alteración del descenso de las proyecciones del córtex
prefrontal a las estructuras subcorticales que sabemos que maduran durante la infancia. De
importancia particular es el crecimiento de los axones prefrontales que regresan de los destinos
subcorticales de las neuronas noradren\érgicas en el núcleo del tracto solitario de la formación
reticular del tallo cerebral caudal y el complejo vagal en la m\édula… y en las áreas autónomas
del parasimpático del hipotálamo… Mediante este proceso la organización de los laterales del
cerebro anterior, cerebro medio tegmental circuito límbico que la excitación frena y activa, el
inicio de un estado de inhibición se ha completado. (Schore, 1998, p 69).
en contra de la práctica comúnmente aceptada de disciplinar al niño de cualquier edad usando
técnicas de aislamiento tales como mantenerlo solo en una habitación aislada despu\és de un
mal comportamiento. Los defensores de tales técnicas pueden responder que lo que se intenta
es darle al infante una oportunidad de pensar sobre lo que hizo y reorganizarse de otro modo.
Ciertamente, esas técnicas proveen del tiempo para que los padres u otros cuidadores se
organicen dándoles apoyo. Pero lo que el niño necesita es más relación, no aislamiento en tales
momentos. Es por esto que instituciones que trabajan con niños mayores o adolescentes y que
operan sobre bases relacionales hacen que el niño encuentre a un compañero y extienda sus
brazos sobre él durante los momentos de disciplina. (Ver Kanner & Lee, 2004). El truco es
encontrar un método de disciplina que restablezca la relación y al mismo tiempo apoye a la
totalidad del campo.

Para regresar al tema del desarrollo con un cuidador sintonizado en la infancia temprana, Schore
sugiere que, con la experiencia-dependencia del crecimiento neuronal en el primero y segundo
año de vida, el córtex orbitofrontal se convierte en el centro de control de la interacción social.8
Desde la perspectiva de campo de Gestalt, esto sugiere que el córtex orbitofrontal es el monitor
de la vergüenza y la pertenencia en el campo.

La Vergüenza mayor El desarrollo del campo de la vergüenza

Como mencioné anteriormente, si el niño permanece demasiado en la experiencia de vergüenza,


entonces nos encontramos con que los estudiosos llaman trauma. Hay evidencia significativa de
que eso lleva al desarrollo del campo de vergüenza. Kaufman (1989) ha hablado mucho acerca
de cómo las experiencias traumáticas son el mayor origen de campo de vergüenza. (De nuevo,
Kaufman lo llama “vergüenza internalizada”). No sorprende que lo que Schore identifica como el
agente de la experiencia de vergüenza, llámese la descarga de corticoesteroides, ha sido
largamente asociado con la evolución del trauma. Además, el campo de la vergüenza ha sido co-
relacionada fuertemente con los diagnósticos del DSM IV y AXIS I. (Cook, 1994). Entonces no
sorprende que el incremento en los niveles de corticoesteroides (en particular, cortisol) se
asocien con muchos de esos mismos diagnósticos. Algunos de esos resultados adversos ligados
con los altos niveles de corticoesteroides son:

 Una dosis única de corticoesteroides durante el desarrollo temprano retrasa la maduración de


las potencialidades auditivas-visuales y somato-sensoriales (Trad, 1989)
 La exposición del cerebro en desarrollo a los corticoesteroides afecta la mielinización (la
protección que cubre las neuronas) a la morfología neuronal (la poda prematura de c\élulas
durante la etapa crítica del desarrollo temprano), a la neurogenesis (la formación de nuevas
neuronas) y la sinaptogenesis (la formación de las conexiones de sinapsis entre las neuronas).
(Schore, 1997; Teicher et al., 2002)

8
Schore (1998) puntualiza: “Junto con el desarrollo temprano del cerebro medio-límbico del
cerebro anterior del circuito, el sistema orbitofrontal ahora se conecta en ambos circuitos límbico
tanto excitatorios como inhibitorios. Sus conexiones directas con el hipotálamo lo habilitan para
actuar como un importante centro de control del sistema nervioso central en la movilización de
las ramas de la energía-parasimpático simpático y la conservación de la energía-del sistema
nervioso autónomo.” (p.69)
 El cortisol inhibe los procesos inmunes y los inflamatorios. (Teicher ei al., 2002)
 El aumento en los niveles de corticoesteroides ha sido asociados a la sintomatología del PTSD
(Trastorno de estr\és postraumático). (Schore, 1997)
 Los niveles elevados de cortisol han estado asociados tanto con depresiones mayores de niños y
adultos como con distimia, así como con la experiencia de desamparo, insignificancia y con el
suicidio. (Trad, 1989).
 Se encontró en los niños que perdieron a sus padres en el ataque terrorista del 11 de septiembre
del 2001, tuvieron incrementos en sus niveles de cortisol asociados con el incremento
significativo de desórdenes psiquiátricos que tienen que ver con ansiedad y PTSD. (Trad, 1989).
 La no-supresión de cortisol se ha asociado con la anorexia nervosa, bulimia y la adicción a los
opiáceos. (Trad, 1989)

Consideremos un estudio reciente que involucra a madres y lactantes (Morelius et al., 2007). Las
madres fueron seleccionadas en este estudio debido a sus dificultades de armonización y que en
consecuencia los pequeños habían desarrollado dificultades de apego. (Repetir nuestras
respuestas compasivas para tales situaciones. ¡Qu\é pena!) Se descubrió que la inatención
materna (del cuidador) incrementa los niveles de corticoides (Teicher et al., 2002), que como se
mencionó anteriormente, son los detonadores de las experiencias de vergüenza. El grupo de
Morelius encontró que los niveles de cortisol se incrementaban tanto en la madre como en el
lactante durante el cambio de pañales. Desde nuestra teoría anterior, la necesidad tanto de la
madre como del lactante de desviarse de sus anhelos de conexión de uno con el otro, a través de
la experiencia de vergüenza, bajo estas circunstancias es comprensible. El tratamiento con esas
madres buscó incrementar su sensibilidad hacia las señales del bebé, y los niveles de cortisol,
tanto en la madre como en el pequeño decrecieron a los niveles normales en las diadas en las
cuales el lactante tenía menos de tres meses de edad. Sin embargo, los niveles de cortisol no
decrecieron en pequeños mayores de tres meses. Morelius et al. concluye:

De acuerdo con los resultados del presente estudio, una intervención temprana es de gran
importancia. Por lo tanto necesitamos continuar con el apoyo temprano y ayudar a las madres en
riesgo psicosocial a desarrollar la relación lactante-madre para proteger a los lactantes de riesgos
para su salud con consecuencias a largo plazo. (p. 137)

Creo que la cantidad de consecuencias para la salud a largo plazo mencionadas arriba son el
desarrollo de un campo de vergüenza, que representa la creencia constante de que no es posible
que el anhelo de conexión sea satisfecho.

La necesidad de diagnosticar desde la perspectiva de campo

En el ejemplo anterior, sobre la mala adaptación de las madres y los lactantes, subraya la
importancia del diagnóstico desde la perspectiva de campo, para entender el campo humano en
el cual se presentan los síntomas y ese tipo de compartimento. En una exploración más amplia
del concepto, consideremos el dilema del pequeño que no tiene la suerte de tener unos padres
que tengan la habilidad o lo apoyen en esta forma vinculatoria. La caída en la vergüenza, para el
niño, sin la reparación necesaria que viene con el restablecimiento de una conexión vinculatoria,
es inevitable. Como lo reconocimos antes, esta es una experiencia tóxica. Si le es posible, el
pequeño desarrollará una estrategia, sin darse cuenta, para evitar experiencias similares de
vergüenza en el futuro. Desde este punto de vista, los ajustes creativos que más tarde aparecen
en terapia pueden ser vistos, en muchos casos como intentos de evitar estas horribles
experiencias de vergüenza, que en el pasado no fueron seguidas por una experiencia de
reparación.

Siguiendo con esta línea, Teicher et al. (2002) afirma que el cerebro se modela y esculpe por
medio de la experiencia. Esto sugiere que las alteraciones en la estructura del cerebro, generadas
por las experiencias tempranas de exposición a corticoides, son lo que llamaríamos en términos
gestálticos ajustes organísmicos creativos que se hacen al servicio de la sobrevivencia:

… hipotetizamos que… la negligencia o el maltrato postnatal provoca una cascada de respuestas


de estrés [la descarga de corticoides] que instaura el cerebro para desarrollar un patrón específico
seleccionado para facilitar el éxito reproductivo y la sobrevivencia en un mundo de deprivación y
lucha. Este patrón, sin embargo, es costoso porque está asociado con el aumento en el riesgo de
desarrollar serios desórdenes médicos y psiquiátricos y es innecesaria y poco adaptativa en
ambientes más benignos. (P. 17)

Esto implica que el ajuste creativo del pequeño debe encajar con las condiciones ambientales
presentes en la familia. ¿Cuáles son las posibilidades? Quizá el niño aprenda a evitar el
insoportable baño de corticoides asociado a la vergüenza no atendiéndola. Si solamente vemos
los síntomas, podríamos diagnosticar al pequeño con un Desorden de Déficit de Atención. O quizá
el pequeño descubre que si el/ella activa su energía moviéndose rápidamente, puede, al menos
parcialmente, evitar la experiencia de la insoportable vergüenza. En este caso, si solamente
notamos su comportamiento, podríamos diagnosticarlo con un Trastorno por Déficit de Atención
con Hiperactividad.

La agresión es una estrategia frecuentemente usada para tratar de evitar la vergüenza. No


sorprende que desde el punto de vista de Gestalt, como Perls consideró, el primer paso para
deshacer la neurosis es restablecer la habilidad de la persona de agredir. Mientras que esta
estrategia es útil, no notará la vergüenza oculta. (Lee, 1995) El ciclo vergüenza-rabia como una
manera de evitar la vergüenza fue señalado y estudiado por Retzinger (1987) varios años atrás.
Desde el punto de vista neurohormonal, muchos investigadores han descubierto que los niveles
elevados de cortisol no están correlacionados con la hostilidad, la agresión física o el
comportamiento delictivo (Popma et al., 2007)

Un estudio reciente que se interesó por la relación entre el conflicto interparental y el desajuste
infantil, Davies et al. (2007) encontró que la disminución en la reactividad al corticol estaba
relacionada con los reportes parentales de la externalización de síntomas y la exhibición de
comportamientos problemáticos. Es interesante que los investigadores fueran capaces de
determinar, a través de su diseño de investigación la disminución de los niveles de cortisol que
causan esta agresividad, como adaptación creativa de cara al constante conflicto parental.

Desde mi punto de vista, los niños, en estos ejemplos han adquirido un campo de vergüenza, que
controla la aparición de sus anhelos subyacentes de conexión, y han aprendido a enmascararlos
y manejarlos a través de la agresión. (Ver Kanner & Lee, 2004 para una descripción de cómo
trabajar con adolescentes desde una visión relacional)

Todo esto subraya la importancia de entender el contexto familiar en el cual los síntomas y el
comportamiento del niño se manifiestan. ¿Qué es lo que el comportamiento y los síntomas del
niño dicen acerca de las necesidades ocultas de apoyo en la familia en general? Responder esta
pregunta significa asumir y apreciar la humanidad de la familia y apreciar las conexiones familiares
más ampliamente.

Sumario

Iniciando en la niñez y continuando a través de la vida, las experiencias se vergüenza son siempre
un intento de proteger (tanto a nosotros mismos como a los otros), que se presenta
automáticamente echándonos para atrás, cuando percibimos que no seremos bien recibidos y
que no tenemos apoyo suficiente ( inhibición) . De formas sutiles (Por ejemplo: con timidez, pena
y desilusión) nos ayuda a identificar los lugares en los que pensamos que no nos podemos
vincular. La investigación en neurobiología nos ayuda a comprender más cómo el poner un límite
gentil o cuidadoso, seguido por el restablecimiento del lazo de excitación, en nuestra vida
temprana, normaliza este proceso (normaliza la frustración) como una herramienta que forma
parte del proceso de pertenencia y sirve para la vida.

La investigación neurobiológica también confirma que si el infante es, severa y consistentemente


mantenido durante periodos largos en la experiencia de vergüenza y no hay una experiencia de
reparación del lazo de pertenencia, se desarrolla un trauma y un campo de vergüenza.

Todo esto apunta hacia la necesidad de reconocer y entender el campo contextual, en el cual se
están presentando los síntomas, cuando llevamos a cabo un diagnóstico. Reconociendo los signos
de vergüenza en un individuo abrimos las puertas a la sanación y a la pertenencia en campos más
amplios que sin esto ni siquiera se hubieran reconocido

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