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01 Winter Reshaw - Heartless PDF
01 Winter Reshaw - Heartless PDF
Anna Gisenid
Annette-Marie Lili-ana
Carilo Mariela
Dee Valentina95
Mariela
Beth B. Dionne
Candy20 Mariela
Mariela
Aria
M
i obsesión nació de inocentes y buenas intenciones, y comenzó el día en
que vi un diario escrito a mano tirado en los arbustos fuera de una casa
en la avenida Lexington. Estaba lloviendo esa mañana, y mi intención
era regresarlo al día siguiente; seguro y seco.
Solo me lo guardé.
Lo guardé, y lo leí.
Hay algo diferente en él; algo dañado aún mágico, y me siento atraída por él;
tirada hacia su órbita.
Cuanto más tengo la oportunidad de conocerlo, más estoy segura de que el diario
le pertenecía a él…
Aidy
—T
entonces se gira para mirarse en el espejo de su vestidor―.
Jesús, Aidy, ya ha pasado una semana.
―Ese chico está obsesionado con esa chica ―dice Wren―, en una forma que es
completamente nada saludable.
―Es una hermosa, pero trágica, historia de amor, Wren. Él está enamorado de
una mujer con la que nunca podrá estar, y este diario, está lleno de él profesando su
amor por ella y documentando todos sus momentos robados. ―Suspiro, hojeando las
páginas para encontrar otro extracto―. Robé una mirada de ella esta noche. Pero ella robó
mi corazón. Fue un preludio de una guerra de amantes que ninguno de nosotros iba a ganar.
Encuentro otro pasaje, determinada a probar mi punto. ―Esta noche casi nos
besamos. Casi. Sujeté sus suaves manos en las mías y sentí un tirón cuando nuestros labios
entraron al limbo, separados por meros centímetros y un no mencionado, si solo.
―Dame eso. ―Wren quita el diario de mis manos y lo abre en una página al
azar―. Esta noche, vi a mi vecino follando a su criada contra el cristal del piso del bar de su
penthouse. Sus pechos rebotaban con cada embestida mientras vertían sus inhibiciones sobre la
calle de la ciudad cubierta de nieve, su mano ahuecando la parte inferior de su mandíbula
mientras le susurraba al oído palabras que solo ellos conocerían.
―No has leído el resto ―defiendo al extraño―. Él va a hablar sobre por qué
piensa que un hombre querría tener lo que se supone que no debe tener. ¿Es impulsado
por la lujuria? ¿Primitivo? Es fascinante, su perspectiva.
―Él está obsesionando con hombres queriendo mujeres que no pueden tener.
―Wren se encoje de hombros y entonces se gira para enfrentar el espejo de su
vestidor.
―No estalles mi pequeña burbuja romántica. Quiero creer que esto es de fiar.
―Ciño mis manos sobre la portada del libro y exhalo, mis hombros cayendo―. Tengo
esta imagen de él en mi mente, apuesto y de hombros anchos. Cabello oscuro. Mirada
melancólica. El tipo de chico que te trae flores sin ninguna razón, deja notas de amor
en tu almohada y te ama con una intensidad tan fiera que físicamente duele.
Mi hermana rueda sus ojos, luchando contra una sonrisa. ―Lo que sea.
―Solo espero que ahora ellos estén juntos, ¿sabes? Espero que hayan pensado las
cosas, que sean felices y el amor gane. Porque debería. El amor debería ganar siempre.
Wren desliza las palmas de sus manos por la parte delantera de su vestido de talle
alto antes de entrar en un par de zapatillas Kelly verdes. Está resaltada y contorneada a
la perfección, su piel cubierta de rocío y sus pestañas a punto. Mi hermana es una de
esas personas que se ven sin defectos no importa que, con o sin maquillaje. Me gusta
pensar que es su belleza interior lo que hace la mayor parte del trabajo. Ella puede ser
resistente en el exterior a veces, su exterior es resinoso y duro de roer, pero por dentro,
está llena de pequeños rayos de luna suaves, y polvo de estrellas brillantes, y haría lo
que sea por cualquiera.
Sería bueno tener algo constante y consistente, pero lo hacemos bastante bien
siendo independientes. Wren tiende a tomar las citas durante el día para poder estar
con Enzo fuera del horario escolar, y yo tomo las noches y los fines de semana. Dos
veces al mes, Enzo se queda con su padre en Brooklyn, y Wren me ayuda. Estamos
empezando a agendar hasta un par de semanas desde ahora, y pronto necesitaremos
contratar más maquillistas.
―¿Algún plan para hoy? ―pregunta Wren, lanzando su bolso sobre su hombro.
―Debe ser duro ―se burla ella, lanzándome un guiño. De pie en la puerta, se
vuelve hacia mí―. ¿Por qué no devuelves ese cuaderno, bien? No te pertenece.
Regrésalo a donde lo encontraste, o de lo contrario… karma.
―Sí, mamá.
―Amo a esta mujer. La amo más que de lo que he amado algo alguna vez. La amo tanto
que me aterra. Tengo miedo de lo que podría hacer para que sea mía y tengo miedo de lo que
podría hacer si fuera a perderla completamente para siempre.
Mi boca se arquea hacia arriba en las esquinas. Mi única esperanza es que algún
día podré encontrar a alguien que me ame la mitad de lo que este hombre ama a esta
mujer.
―Esta noche, ella lloró en mis brazos. La abracé porque él no estaba alrededor. Él nunca lo
estaba. Pero aun así, ella lo ama. Ella lo ama y él no la merece. Si lo hiciera, estaría aquí,
recogiendo los pedazos de su roto corazón.
Mis dedos trazan algunas de sus palabras garabateadas con bolígrafo, y mis labios
están bien a lo largo de los bordes inferiores. Me permito solo una página más, y
entonces haré mi camino hacia la avenida Lexington, encontraré la casa, y dejaré la
libreta en los escalones delanteros.
Inhalando la esencia a cuero una vez más, giro hacia otra sección y leo. ―No
espero que cualquiera pueda entender un amor que ni yo mismo entiendo. Pero aquí estoy,
intentándolo desesperadamente. Tratando de averiguar cómo es posible que el sol salga y se ponga
por sus ojos. Como es imposible pasar una hora sin tener ni un solo pensamiento sobre esta mujer.
Cómo fue posible para mí, existir antes de que ella entrara en mi mundo. Siempre ha sido ella. Lo
sé desde que éramos niños. Ella eligió al hombre equivocado, pero eso no cambia el hecho de que
sigo amándola. Y nunca dejaré de hacerlo.
Paso página, con los ojos pegados en las palabras, pretendiendo leerlos por
primera vez de estarlo haciendo nuevamente.
―Siento que ella se aleja. Dice que está mal. Ella no quiere que nadie salga herido. Pero ella
es mi fuerza vital. La necesito. Y sin ella, no voy a sobrevivir. Voy a llevar una patética y solitaria
existencia. Nunca amaré otra vez. Y no porque no lo vaya a intentar. Pero, debido a que, una vez
que has probado un amor tan puro, ninguna otra cosa se compara.
Voy a extrañar esto. Leer estas palabras. Sentir el caleidoscopio de emociones que
las acompañan. Nunca he estado simultáneamente tan exaltada y desilusionada, y a
veces, me encuentro a punto de enamorarme de un completo extraño. O más bien la
idea de él. O quizás, me estoy enamorando de la forma en que él la ama.
Me paso la mayor parte de la tarde, perdiéndome en esas palabras por última vez.
Y cuando se acabó, me compongo, me ato mis zapatillas de deporte y voy a dar un
paseo, con el diario en la mano, en dirección a la avenida Lexington.
Traducido por Anna
Aidy
E
sta era. Estoy segura.
La brisa susurra entre los frondosos árboles que se alinean en la acera, y adelante
una mujer vestida con un chándal blanco pasea a un esponjoso pomenaria1 mientras
charla en su teléfono. Un mensajero en bicicleta pasa rápidamente por las calles,
sumergiéndose entre los taxis estacionados, y más allá un camión de basura yendo por
el vecindario.
En muchas formas, es solo un lunes normal, con gente atendiendo sus asuntos,
ocupándose de ellos mismo, haciendo sus cosas. Con mis dedos apretados alrededor
del cuaderno de cuero, me encuentro repentinamente tímida. Si alguien me viera
caminando por esta casa, dejando un libro en los escalones, y siguiendo como si no
fuera la gran cosa, probablemente pensarían que soy una loca señorita que se desvió de
su caminó a Villaloca.
No tengo opción.
Las ventanas en la casa son oscuras, contrastando con la pálida piedra del frente
de la estructura. Deteniéndome en la base de los escalones, inhalo fuertemente y me
encuentro obsesionada con la puerta negra delante de mí.
1
Raza de perro pequeña.
Detrás de esa puerta, muy posiblemente, se encuentra el dueño de este libro.
Uno con un hombre que amó a una mujer tan ferozmente que lo consumió.
Lo rompió.
—Oye. —La voz de un hombre viene desde algún lugar detrás de mí—. Oye, tú.
—Señorita —grita.
Sigo cada uno de sus movimientos, notando la forma en que su postura permanece
rígida mientras camina, la forma en que sus ojos nunca dejan de entrecerrarse hacia
mí, y la manera en que sus labios se mantienen en una línea recta. Él dirige el libro
hacia mí, todo menos empujándolo.
—No quiero esto —dice—. No sé qué es, pero no lo quiero. No dejes mierda en mi
puerta.
El hombre aún está sosteniendo el libro hacia mí, pero ahora baja su mirada, sus
cejas angulosas como si estuviera estudiándolo.
Mis hombros se desinflan, y vacilo antes de estirarme para aceptar el libro. —¿No
tienes idea de a quién podría pertenecerle? Lo encontré justo afuera de tu casa, tirado
en el mantillo de los arbustos, como si se hubiera caído de tus escaleras…
Inclino mi barbilla, haciendo una mueca. —No entiendo qué quieres decir.
—¿No sabes cuantas personas caminan por aquí dejando mierdas locas en mi
puerta? Mierdas que ellos quieren que firme, fotos desnudas, cartas con números
telefónicos…
Dejo salir una suave y ansiosa risa. —Lo siento, estoy muy confundida.
—Entonces ¿qué es esto? Porque luce como uno de esos estúpidos libritos de
autógrafos para mí. —Él tira del cuaderno, pasando las páginas y suspirando—. Jesús,
¿qué es esto? ¿Tu diario? Mira, me halagas, pero no tengo deseos de leer tus pequeñas
fantasías. Tal vez creas que estás enamorada de mí, no lo sé, ¿pero toda la mierda que
has escrito aquí? No va a suceder.
—Si así es cómo tratas a tus fanáticos —digo—, entonces eres despiadado.
Deja salir una risa cruel, sus manos enganchadas en su estrecha cintura, el hombre
se eleva sobre mí con unos buenos veinte centímetros, y sus largas y musculosas
piernas están envueltas en vaqueros de corte bajo.
Me giro para irme, sintiendo la emoción aun humeando al mismo tiempo. Puedo
contar el número de veces que he dicho las palabras “vete a” y “la mierda” juntas en
un lugar más allá de la puerta de mi dormitorio con una mano. En el pequeño pueblo
de Red Fern, Missouri, no fuimos criados para hablarle a nadie de esa manera. Los
problemas se resolvían con una rebanada de pan de plátano en la mesa de la cocina y
se sellaban con un abrazo y un beso. Las mujeres no resolvían sus problemas con
palabras desagradables y chismes, nosotras los superábamos con dignidad, siempre
tomando el camino duro.
¿Pero hoy? Voy a tomar el camino fácil, porque este hombre, ese idiota, lo merece.
Quien quiera que sea.
Pero al menos tengo el diario, y dado el hecho de que nunca voy a conocer a su
legítimo dueño, supongo que lo hace oficialmente mío.
Para siempre.
Y supongo que eso significa que nunca tendré la oportunidad de ver el rostro del
hombre detrás de las palabras, y nunca sabré si fue capaz de estar con su elegida.
Metiendo el libro bajo mi brazo, me dirijo al parque para correr, y después de eso
iré a casa con Wren y Enzo, con la gente menos idiota que conozco.
Aidy
—Es posible que alguien que estaba caminando por ahí lo dejase caer de su bolso
—dice Wren. El microondas suena, y ella coloca el colador en el fregadero. Drenando
la olla de pasta, ella se voltea hacia Enzo—. ¿Ya lo encontraste, amigo?
—No mamá. Pero sé que estaba aquí. La Srita. Caldecott dijo que tenemos que
entregarlo para mañana o no podremos ir al Museo de Historia Natural. —El ceño de
mi sobrino se frunce, sacudiendo su cabeza, y me recuerda que los días malos son
todos relativos.
Paso el resto de la tarde fastidiada por el gigante barbudo con la mirada penetrante
y anchos hombros. Ni siquiera trotar casi cinco kilómetros pudieron calmarme. Le dejé
que me arruinara mi tarde, y ¿para qué? Para el próximo año, dudo que me acuerde
incluso como se veía.
No.
Espera.
Eso no es verdad.
No puedo olvidar a un hombre que se ve así.
—Estoy en desacuerdo, hermana querida. Soy de las que ‘toma el día de campo’
—le digo, sabiendo que nunca podré cambiar la forma de ser de mi hermana loca por
el control. Ella ya está planeando el infiltrarse al PTA2 en la escuela de Enzo el
próximo año porque ella esta insatisfecha con su política de tareas. Sí. Mi hermana es
esa mamá, pero ella siempre quiere lo mejor—. Amigo, déjame ayudarte.
—Tranquilo, amigo. —Wren pasa los dedos por el cabello de él, sonriendo, y se
aleja de la estufa para conseguir un bolígrafo para poner su firma. El primero no
funciona. Tampoco el segundo. Maldiciendo bajo, ella finalmente consigue un
marcador permanente negro y firma al calce—. Pon esto en el bolsillo de adelante. A
partir de ahora, quiero que todos los papeles realmente importantes vayan en la parte
de enfrente, ¿entendiste?
2
PTA siglas de Parent Teacher Association que es programa de padres y profesores que ayudan en el
desarrollo del niño.
—Sí mamá. —Enzo hace exactamente lo que se le dijo. Él es un buen chico,
igualmente listo como entusiasta en los deportes. Es ocupado, activo, y algunas veces
olvidadizo, pero es nuestro Enzo, y no podríamos tenerlo de otra forma.
—Mierda —susurró Wren desde la cocina. Miré por encima para verla raspando
los pegados macarrones del fondo de la olla.
—¡Pizza! —saltó Enzo, claramente sin estar molesto por el incidente, que su cena
de macarrones en caja fuera un desastre de última hora—. ¿Podemos ir con Chauncey?
—Te vas a enfermar con eso uno de estos días —le digo—. Especialmente si
Chauncey va a ser tu padrastro. Ustedes estarán comiendo pizza cada noche por el
resto de sus vidas.
Wren se voltea hacia mí, con una ceja alzada. —¿Quieres salir por algo de pizza?
***
Él dijo al principio cuando abrió el lugar, que los restaurantes fusión eran toda una
manía, y que él nunca había visto una fusión Italo-irlandesa hecha así antes, así que
tomó la oportunidad. Y tuvo suerte. Porque este lugar nunca está desocupado.
—Les reservé la mesa de atrás. —Nos hace una seña para que lo sigamos, y diviso
un letrero de “reservado” en la orilla de nuestra cabina favorita en la esquina—. El
mejor lugar de la casa.
—Todavía estoy un poco agitada por ese idiota de más temprano —le digo.
—¿Por qué lo dejas llegar a ti? Que se joda. —El rostro de Wren hace una mueca.
—Nada puedes hacer con ello. No puedes controlar la forma en como otras
personas actúan, Aidy. Todo lo que importa es si tuviste buenas intenciones.
—¿Sabes del diario que ella se encontró la semana pasada? —dijo Wren,
señalándome pero viendo a su prometido—. Ella fue a regresarlo hoy y el tipo era un
total ya sabes qué. Dijo que nunca lo había visto en su vida. La acuso de acosarlo y de
querer un autógrafo.
—Sí señor —le digo, apuntando el menú de bebidas—. Y tráeme un Irish Rose,
¿por favor con azúcar encima?
Ella sonríe, con la cabeza inclinada mientras gira el dispensador de chile seco rojo
delante de ella. —Es un buen chico. Creo que lo mantendré conmigo. Enzo, ¿debería
quedarme con Chauncey?
—Oye, nunca me contaste como te fue en tu entrevista con esa estrella del reality.
—Me estiro a través de la mesa y palmeo la parte posterior de su mano.
Ella se encoge de hombros, con los labios en una línea. —Estuvo bien. Ella era un
poco elitista. Una de esas que piensan que son más famosas de lo que realmente son,
¿sabes?
—Algo natural y de buen gusto, pero aun así lista para la cámara —dijo ella—.
Contorneé su nariz y sus pómulos, labios rojo brillantes, y fui tranquila con los ojos. Le
puse pestañas, las atenuadas. Pensé que se veía fresca y vibrante. Ella apenas se vio en
el espejo y le pidió a su asistente que me acompañara a la salida.
Ella jadeó, mirándome por encima de su lado de la mesa. —Soy una mamá
soltera. Voy a trabajar con cualquiera si ellos pueden pagar mi tarifa y a tiempo.
Pobre Wren. Lorenzo hace mucho de trabajo libre de contrato en la industria del
entretenimiento, trabajando sobre todo para la producción de programas de televisión,
y muchas de las veces su niño soporta que los pagos estén retrasados. Cuando el
trabajo de Lorenzo es lento, Wren siente el apriete y Enzo sufre. Es en parte por lo que
me mudé con ella hace unos años atrás cuando ellos dos se separaron. El costo de vida
de Manhattan es exorbitante, y ella quería vivir en un vecindario agradable cerca de St.
Anthony así Enzo no estaría lejos de su escuela. Encontramos un apartamento
remodelado de tres habitaciones a cuatro cuadras y juntamos nuestro dinero para el
depósito.
Enzo parece atrapado en una instancia rara de no poder hablar, sus ojos enfocados
en algo detrás de mí, justo a través de la multitud del restaurante.
—Es… es… —La mandíbula de Enzo cae y luego las esquinas de su boca se alzan.
Sus ojos marrón maple están brillando—. Ese es… Alessio Amato, uno de los más
grandes lanzadores principales en la historia de las ligas mayores de béisbol.
—Nuevamente ¿quién es? —Wren me lee la mente. A ella y a mí nunca nos han
importado mucho los deportes, y la primera vez que alguna vez fuimos a un partido de
pelota fue cuando ella y Lorenzo comenzaron a salir. Él era un enorme fanático de los
Yankees y la llevaba a cada partido en casa por toda la temporada por un año. Me les
uní una vez. Para ser agradable. Pero Enzo definitivamente obtuvo los genes de
amante del béisbol del lado de la familia de Lorenzo.
—Lo siento amigo, no he oído de él —dice Wren, con un guiño de disculpa en sus
ojos—. ¿En qué equipo está?
—Él solía jugar para los Baltimore Firebirds —dice Enzo, su pequeño cuerpo
moviéndose inquietamente—. Él se retiró el año pasado.
—Definitivamente nunca lo he visto antes —dice ella—. Creo que recordaría una
cara como esa.
En el segundo antes de pensar en robarme una mirada por mí misma, una mesera
se apretuja por algunas mesas, una charola de bebidas en su mano, y mi atención es
completamente interceptada por el coctel irlandés con mi nombre en él.
—¿Puedo ir por su autógrafo, mamá? —pregunta Enzo, con los ojos entrecerrados
y rogando—. ¿Por favor, por favor, por favor?
—¿Qué va a firmar? ¿Tu brazo? —pregunta ella, deslizando un pajilla en su agua
helada entre sus dedos pulgar e índice.
Saco mi bolso y busco a través de él. —Nada salvo una pila de tarjetas de
presentación, amigo. Lo siento.
Wren se ríe.
—Claro —Le tiendo una y él sale de la cabina, cruzando a través del concurrido
pub.
—Él… él dijo —solloza Enzo—. Él dijo que ya no firma autógrafos. Dijo que
revisara en eBay. Mamá, ¿qué es eBay?
—Enzo nuevamente, ¿cuál dijiste que era su nombre? —pregunto, con la mente
caliente y mis dedos tecleando mientras abro Google.
—Ales… Alessio… —Él exhala, sus hombros alzándose y cayendo con cada
respiro aguantado. El chico va a hiperventilar si no se calma—. Ace… Amato.
Es él.
Ace
L
a caja de pizza se desliza a través de mi isla, llegando a una parada rápida
en un punto muerto en el centro. Encorvado sobre esta pobre excusa para
una cena como un león devorando una gacela, inhalo porción tras porción.
Uno de esos días en los que pasa mucha mierda, me olvido de comer, y espero
totalmente devorar hasta la última porción de esta asquerosamente grande pizza de
carne en conserva y col.
Comer de pie es una de las mejores cosas de vivir solo. La mesa nunca se ensucia y
nunca tiene que limpiarse. Nadie me molesta sobre comer una comida adecuada.
Cuando estoy mucho más allá del punto de lleno y mi estómago está amenazando
con estallar, meto la caja en la basura y me dirijo a mi habitación. Deslizando mis
manos en los bolsillos delanteros de mis vaqueros, vacío el contenido en mi tocador
antes de desabrocharme la bragueta.
Y entonces me golpea.
Él quería mi autógrafo.
No me importa que tan lindos son esos pequeños mocosos, tengo una política de
no dar autógrafos, y la tengo desde el día en que me retiré. Si hubiese hecho una
excepción por él, tendría que haberla hecho para el grupo de idiotas sentados en el bar,
acosándome mientras esperaba por mi pizza para llevar. Acababa de terminar de
decirles que “no” y de escuchar sus molestas burlas sobre cuán patético y fracasado soy
cuando el niño se acercó y me dio un bolígrafo y una tarjeta de negocios.
No estoy en condiciones de tener trato con el público en general, y tal vez debería
haber ordenado para una entrega a domicilio, pero estar escondido en este
apartamento un día sí y al otro también, hace que un hombre anhele una caminata
enérgica para despejar la mente.
De todos modos, todo el concepto de los autógrafos es ridículo para mí. ¿A quién
mierda le importa una firma ilegible? De todas maneras, es probable que vaya a
terminar en la parte inferior de un cajón de calcetines malolientes de algún
adolescente, o si la cosa es afortunada, puede que sea enmarcado y colgado en la pared
del sótano de algún coleccionista en Indiana después de que se lo compre al niño en
una venta de garaje.
Una vez, vi una de las mías a más de cinco grandes, cuando estaba en la cúspide
de mi carrera. Me disgustaba. ¿Esta gente pagando ese tipo de dinero por un pedazo de
papel? Nunca lo entenderé. Ese dinero debería ir para alimentar a la gente sin hogar,
mosquiteras en África, áreas protegidas para animales.
Vamos, joder.
Necesito salir de la ciudad, y podría utilizar un día o dos para aclarar mi cabeza.
La pesca y el aire fresco pueden ayudar. Algún lugar sin bocinas de coches, Wi-Fi, y
recordatorios constantes de cómo estaban las cosas antes de que todo se viniera abajo,
suena perfecto en este momento.
Jodido, la hice a un lado. Suena como el nombre de una muñeca americana para
niñas. Por qué un niño estaría caminando por ahí con algo así está más allá de mí.
Estoy bastante seguro de que tomó la tarjeta del monedero de su madre.
Con la tarjeta todavía en la mano, hago mi camino hacia el salón, dejándome caer
en la silla de cuero de gran tamaño y prendiendo el televisor. Sacudiendo la tarjeta
entre mis dedos, pienso en el niño.
Uno que pueda lanzar bolas rápidas y curvas con rapidez y precisión.
Alcanzando un bolígrafo de una taza de metal cercana, arranco una hoja del bloc y
presiono la punta contra ella. Cuando termino un segundo después, el nombre “Ace”
está garabateado en esta pequeña y rectangular hoja de papel. Obtuve ese apodo el día,
cuando empecé en la liga profesional. Como novato, algunos de los chicos mayores
pensaron que era gracioso burlarse de mí, y llamarme “Alice” en lugar de Alessio, así
que mentí y les dije que iba por “Ace” desde que empecé a lanzar, casi toda mi vida.
Por suerte para mí, no tardé mucho tiempo en ganarme su respeto. Sorprender a todos
sus culos durante nuestro primer entrenamiento fue uno de los mejores momentos de
mi carrera.
Fui solo “Ace” después de eso. Para mi equipo. Para mi entrenador. Para los
medios y el resto del mundo.
Pasan unos segundos, y noto una pequeña burbuja, cómo sí ella estuviera
respondiendo. Y luego se va. Aparece de nuevo un minuto después, persistente, fuerte
y burlándose. Y entonces desaparece por completo.
Tomo un trago de mi cerveza antes de darme cuenta de que no tengo razón para
sentarme aquí y esperar a que una mujer al azar responda a mi rara y generosa oferta.
Si ella no lo quiere, es cosa de ella.
Y entonces vibra.
Lo siento, chico.
De verdad.
Lo estoy.
Aidy
Cerrando la puerta, ella toma mi teléfono y hace bizcos ante la brillante pantalla
en el oscuro pasillo.
Eso es… de hecho algo lindo de su parte. Una esquina de su boca se alza, y
ella dobla nuevamente sus brazos, escudriñando la pantalla de mi celular
nuevamente. Y mira eso. Le dijiste que se jodiera.
¿Tal vez él estaba teniendo un mal día? Las personas tienen permitido tener
esos, lo sabes.
Wren sonríe. Vamos. Amo a mi hijo, pero ambas sabemos que él llora a la
primera de cambios. Siempre lo hace. Como mamá.
Con el ceño fruncido, me paro junto a mi hermana, hombro con hombro. ¿Qué
se supone que haga ahora? No puedo ser como, ‘Oh, lo siento, cambie mi forma de parecer.
Por favor no te jodas. Puedes mandarle ahora el autógrafo por correo’.
Sí. Tienes razón. Exhale justo cuando mi teléfono vibro en mi bolsillo. Con
mi guardia en alto, completamente esperaba que fuera nuevamente el barbudo, solo
que en su lugar era mi mejor amiga, Topaz, pidiéndome que le regresara la llamada
tan pronto como fuera posible. Está bien. Voy a mi cuarto. Topaz quiere que le
marque.
Riéndome ligeramente, digo: Topaz, hay peores lugares en los cuales puedes
estar varada que en una isla tropical.
Claro. ¿Dónde?
High Park Center dice ella. Estudio 4B. Pregunta por Michelle, ella está a
cargo de la producción. Ella te dirá a quién hay que peinar y maquillar.
¿Para qué espectáculo es? No quiero parecer como que no tengo ni idea cuando
aparezca mañana.
Es para un programa de deportes para el canal ASPN. Es llamado Smack Talk y
es exactamente como suena: algunos tipos sentados alrededor mostrando lo más
destacado de los juegos de la noche anterior, dándose mierda uno a otro. De cualquier
forma, solo es maquillaje básico para estar frente a la cámara. Y hay que estar a las
siete.
Sí, son un alboroto. Amaras trabajar con ellos dice Topaz. De cualquier
forma, debería colgar. Sí no escuchas de mi mañana…
Pienso en ese tipo, Alessio o Ace o como demonios se llame, y pienso en lo que
Wren me dijo. Tal vez él solo estaba teniendo un mal día, pero eso no le da libertad
para tratar a las personas como él quiera.
Ace
N
unca en mis sueños más salvajes pensé que ocho años en las Grandes
Ligas y dos banderines de la Serie Mundial me llevarían a una silla de
co-conductor invitado en el set de Smack Talk.
Pero dejé que mi antiguo agente, Lou, me convenciera. Fue una de las pocas cosas
que dijo que en realidad tuvo perfecto sentido, y yo no pude discutir.
—Ace, tu carrera se vio interrumpida y fue una mierda lo que pasó, pero no puedes ocultarte
el resto de tu vida. Todavía tienes fanáticos, y les debes a ellos mostrarles que vas a estar bien —
dijo él, sus palabras revestidas con un rudo acento de Boston. El hombre era mi mayor
fanático y seguidor número uno, era como el padre que nunca tuve. Las únicas veces
que su lealtad me abandonaba temporalmente era cuando los Firebirds jugaban con los
Red Sox, pero al menos siempre fue honesto al respecto. Lou nunca fue un mentiroso, y
eso es lo que más me gustaba de él.
Le dije a Lou que nunca había presentado nada en mi vida, no sabía sobre el
periodismo televisivo, y tendía a evitar las cámaras en cada oportunidad que tenía
debido a que su capacidad invasora casi siempre me ponía al borde.
Hago mi camino a través del vestíbulo del edificio de High Park Center,
deteniéndome en el puesto de control de seguridad y vaciando mis bolsillos.
El guardia delante se me queda mirando como si le fuera familiar, y justo cuando
creo que está a punto de decir algo inteligente, se aclara la garganta y dice—: Cinturón.
Mis manos van a mi cintura cuando hago contacto visual con un escuálido interno
más adelante usando pantalones grises y una suelta camisa blanca de botones. Lleva
un portapapeles y golpea al guardia en el hombro, se inclina para decir algo, y luego el
guardia me hace pasar.
—Señor. Amato, soy Blake —dice él—. Voy a estarle mostrando el estudio hoy. Si
necesita algo, por favor no dude en hacérmelo saber.
Él habla con calma y claridad, aunque sus ojos se iluminan con entusiasmo. Blake
no puede ser mucho mayor de veinte o veintiún años, pero puedo decir que se toma su
posición aquí muy en serio.
—No.
—Gracias.
—Él está aquí —dice en un micrófono con cable en su hombro—. Señor. Amato,
soy Michelle. Dirijo esta nave. Estamos encantados de contar con usted, pero lo
necesitamos en peinado y maquillaje de inmediato.
Asiento con la cabeza, saliendo del ascensor y siguiendo a Michelle y Blake por un
pasillo oscuro.
Y la cicatriz.
Más adelante, los dos se detienen bruscamente fuera de una puerta con mi nombre
en ella. Blake golpea tres veces antes de empujar para abrirla.
—Oh, bueno, ustedes están aquí —dice él antes de volverse hacia mí—. Todo
bien. Cabello y maquillaje, y luego volveré en breve para revisar la programación.
—Es una larga historia —dice una voz de mujer—. Estoy sustituyéndola.
—¿Tienes un nombre? —Michelle entorna los ojos. No creo que ella esté tratando
de ser grosera, es solo una de esas personas que no tienen tiempo para comentarios
amables cuando están a punto de comenzar un programa en vivo en la siguiente media
hora.
Mierda.
Michelle exhala, con labios planos. —Bien, Aidy, ¿estás familiarizada con las luces
calientes y maquillaje de estudio?
—Sí, señora. Bien versada —dice ella, su voz mezclada con humilde confianza.
Tensando mis hombros, tomo una respiración profunda y entro. Hay dos mujeres
en el lado opuesto de la pequeña habitación, una empuñando un cepillo de cerdas de
jabalí y una lata de espray para el cabello y la otra, que es, evidentemente, la misma
mujer misteriosa cuyo niño me entregó su tarjeta anoche, encorvada sobre un estuche
de maquillaje, de espaldas a mí.
—Vamos a hacer el cabello primero —dice la primera mujer—. No debería tomar
mucho tiempo. El maquillaje es la parte que lleva más tiempo. Esas malditas luces
calientes.
Me paro, mis ojos moviéndose hacia el culo de Aidy. Ella lleva pantalones cortos
blancos que apenas cubren su culo, y están desgastados en la parte inferior. Sus piernas
son largas y bronceadas, musculosas pero esbeltas, como de corredora. La blusa por
debajo de los hombros que lleva puesta muestras su suave espalda y su cabello rubio
está suelto y ondulado, rozando la parte superior de sus hombros cuando se mueve.
—Tome asiento, Sr. Amato —dice la estilista, cubriendo con un delantal negro
mis hombros y atándolo detrás de mi cuello—. Póngase cómodo. ¿Necesita agua o
algo?
—Estoy bien. —Mi mirada aún está fija en Aidy, observando como su camisa se
sube y da un vistazo de su piel desnuda, que está bronceada y contrasta contra sus
distractores pantalones cortos.
—Me encanta tu cabello. Soy Stacia por cierto —dice ella, arrastrando sus dedos a
través de mi melena—. Este corte se ve fantástico en usted. Sin embargo no estaba
esperando que viniera con toda la barba. La mayoría de mis chicos están bien
afeitados. Te puedo afeitar si…
—No.
—Está bien, no hay problema —dice Stacia, agachándose a una maleta de lona de
nuevo en el suelo—. Ya sabes, creo que en realidad tengo un poco de bálsamo para
barba aquí, aunque no lo creas. Realmente queremos que se vea suave y
acondicionada, pero no la queremos demasiado brillante bajo las luces, ¿sabes?
Pasa su cepillo por mi cabello, dándole forma en la dirección que quiere que vaya,
y luego saca de repente una lata de espray para el cabello en aerosol.
—Cierre los ojos —dice ella.
Psssst.
Pssssssst.
Psst.
Psssssssssssssst.
—Lo dices como si fuera algo malo. —Stacia hace una garra con su mano y se
vuelve a empacar sus cosas. Cuando ella pasa a mi lado, apoya su mano en mi
hombro, su mirada fija en mi cabello—. Todo bien. Luce bien. Uno menos. Falta uno.
Ella cierra la puerta detrás de sí cuando se va, y echo un vistazo a Aidy de nuevo,
y esta vez está atando algún cinturón de herramientas negro alrededor de su cintura,
cargándolo con brochas y otros implementos.
Observo sus hombros levantarse y caer mientras arrastra las manos por sus
costados, y cuando se vuelve hacia mí, su barbilla está metida contra su pecho. Su
cabello rubio pálido está separado a un lado, por encima de su ceja derecha, y ella lleva
su cabello escondido detrás de la oreja en el lado derecho. Levantando su mirada a la
mía, algo en ella parece familiar. Siento que he visto esa cara antes, simplemente no
puedo ubicarla.
Sus manos se alzan sobre mi cara, las yemas de sus dedos pasando suavemente por
la parte inferior de mi mandíbula, y la inclina de un lado a otro.
Aclarándose la garganta, ella estudia mi rostro. —Tiene una gran piel, Sr. Amato.
No necesita mucho de esto. Solo queremos asegurarnos que las luces no lo hagan
brillar.
Me siento quieto, las manos agarrando los lados de la silla de maquillaje como si
estuviera algo nervioso y la verdad es que, no estoy nervioso. Esto es solo jodidamente
incómodo, y nunca he sido bueno ignorando elefantes gigantes o actuando como si la
mierda nunca sucedió.
—¿Qué es extraño?
Sus labios se ponen en una línea y ella exhala fuerte. Ella sabe exactamente de lo
que estoy hablando.
¿Sobrino? Interesante.
—Sí, y me sentí como la mierda después, por lo cual ofrecí enviarle un autógrafo
por correo. —Mi voz alzándose.
—Quédese quieto, por favor, Sr. Amato. —Ella acuna sus manos sobre mi
mandíbula, sosteniéndome fuerte. Su mirada es concentrada, con el ceño fruncido
mientras frota algo debajo de mis ojos. Ella parece pasar mucho tiempo ahí, y sabía
que tenía ojeras ya que no duermo mucho en estos días, pero no creía que fueran tan
pronunciadas.
—Sabes, fuiste la segunda persona que me dijera que me jodiera ayer —digo—.
Ese tiene que ser algún tipo de record.
Su lengua roza su labio inferior y sus labios tiran en una sonrisa. —¿Es algo que le
ocurra regularmente?
—Extrañamente… sí.
—Esta chica loca, ¿era caliente? —pregunta Aidy, con una ceja arqueada.
Mis labios sobresalen. —¿No lo sé? Esa es una pregunta extraña. Realmente no
conseguí verla bien. Ella estaba en chándal y con cola de caballo, es todo lo que
recuerdo.
—¿Chándal gris oscuro con ribete verde neón? —pregunta—. ¿Con sudadera gris a
juego?
—Creo que la conozco —dice Aidy, moviendo la cabeza, su voz seria—. Andan
por aquí porque está obsesionada con atletas. De hecho, creo que la vi afuera del
estudio esta mañana. Ella probablemente le esté esperando. Podría ser que quiera
escabullirse por la puerta posterior cuando se vaya.
Me quedé mirando justo enfrente, viendo nuestros reflejos en el espejo del tocador,
y atrapé una insinuación de su boca alzándose en las esquinas.
—¿Lo estoy? —Ella sonríe por primera vez en la mañana, pero desaparece al
instante.
—Está bien. Lo merezco. —Rascando mi sien, la veo mientras frota su dedo en un
frasco de algo con un poco de un tono rosado en él. —¿Qué demonios es eso? Tú no
estás poniendo eso en mí.
Percibo que ella quiere tomar represalias por lo del autógrafo, y bien, pero no me
voy a sentar aquí y dejar que me haga verme como un maldito payaso en televisión
nacional.
—Relájese —dice ella—. Es natural ¿ve? —Ella arrastra el color a lo largo del
dorso de su mano y me muestra. Apenas lo veo—. Le da a su complexión un poco de
brillo cálido debajo de esas duras luces. Da unos matices cálidos y un poco de rosa
carnoso. Va en sus mejillas y labios.
Sé que ha pasado mucho tiempo desde que alguien ha tocado mis labios, y el
suave y amable toque no ayudó, pero mi cuerpo no llega a tener todas las mariposas y
arcoíris hasta entonces.
Patético, honestamente.
—Espera —digo, como si estuviera tarde para la fiesta—. ¿Cómo sabes lo que la
chica loca traía ayer puesto?
—¿Suerte supongo?
No le creo, pero no sé cómo decirlo sin sonar paranoico. No hay una puta forma
que sea la misma lunática estando afuera de mi puerta ayer.
Sacando un pequeño peine de su estuche, ella lo pasa a través de mis cejas y luego
se hace para atrás.
—Se ve bien —dice ella. Asumo que se refiere al trabajo y no a mí. Aidy alcanza
detrás de mi cuello, desatando la bata antes de plegarla lejos.
Volteándose para enfrentarme, ella señala un punto en el tocador detrás de mí, con
las cejas levantadas.
—¿Por qué?
Ella sonríe, sacudiendo su cabeza. —Me imagino que dos veces es suficiente.
—¿Dos veces?
Rascándome mi sien, suelto una gran respiración entre mis labios y estudio su
rostro. La chica de pie afuera de mi lugar ayer no se ve nada parecido a la chica de pie
delante de mí, pero entonces otra vez, yo estaba más concentrado en alcanzarla que
memorizar el color de sus ojos o la delicada curva de su mandíbula.
Aidy fricciona sus labios, luchando con una sonrisa y se gira lejos.
Aidy está de espaldas a mí, y Blake está golpeteando sus mocasines puntiagudos
negros sobre las baldosas, y el sonido de Michelle gritándole a alguien acerca de los
servicios de escenografía desde el pasillo.
Las preguntas permanecen en mi lengua mientras miro a Aidy desde el otro lado
de la habitación.
—Sr. Amato, lo siento, pero tenemos que irnos —dice Blake, las palabras
aceleradas y con urgencia. Da un paso dentro de mi vestuario, y medio me pregunto si
el piensa que va a tener que luchar físicamente para llevarme fuera de aquí—.
Entramos en vivo en diez.
—No me dieron estos encabezados a tiempo —le digo a Michelle—. No sabía que
Ramírez había firmado con los Cards. Nadie me dijo que el entrenador Jenkins fue
despedido de los Royals.
—Bueno jódanme. —Sus brazos caen a su lado, aterrizando en sus pantalones con
un exasperado ruido sordo—. Aquí, déjame darte la esencia de esto…
Michelle recita, dándome la versión de las notas de los tópicos de Cliff para el día
de hoy, y en la distancia, veo que el escenario comienza a llenarse. Personas con luces,
sujetapapeles, audífonos y cámaras están todos alineados, de pie en la oscuridad.
Desde el rabillo de mi ojo, veo a Aidy y a Stacia esperando recargadas en una pared
negra.
Mi mirada atrapa la mirada de Aidy por una fracción de tiempo, pero ella desvía
la vista primero.
—Sr. Amato, por este lado, por favor. —Blake me acompaña a la silla de invitado
en el estudio y Michael Bradbury toma su lugar junto a mí.
Estamos sentados detrás de un escritorio con forma de alubia de color ónix pulido
con el logotipo de ASPN en todo el frente con letras azul brillante.
—¿Lo estás haciendo bien Ace? —Bradbury se desplaza a través de algunas notas
de la pantalla de su tableta en frente de él. Recuerdo cuando era un periodista
deportivo de poca monta trabajando para un pequeño equipo de noticias de Canton,
Ohio. Él recorrió un largo camino desde entonces, al igual que yo, pero al final su
carrera tiene el potencial de extenderse un par de décadas.
—Sí. —Le doy un pequeño asentimiento con mis labios apretados y miro hacia
adelante, explorando el pequeño estudio por la cámara 1, cámara 2, el director y mi
apuntador electrónico.
Ella habla a mil por minuto, diciéndome sobre las cámaras y las señales de mano,
me dice que el papel del inviado co-anfitrión es realmente una broma y todo lo que
necesito hacer es “verme bonito y dejarle la mayor parte del trabajo a Michael”.
Vamos a tener comunicadores, los cuales me avisarán en mi oído, y todo lo que
necesito hacer es intervenir con algunos comentarios donde pueda.
—Estamos en vivo en… —Un hombre en la distancia hace cuenta regresiva desde
el cinco, silenciándose todo cuando llega a tres, dos, y uno, y Michelle sale del
escenario justo a tiempo.
—Hola, hola a todos, bienvenidos a Smack Talk, soy su anfitrión Michael
Bradbury —dice él, insertando una gran risa en su voz y mostrando sus dientes de
millones de dólares—. Estamos hoy aquí con el hombre, la leyenda, el hombre que
necesita solo un nombre: Ace. Alessio ‘Ace’ Amato está sentado hoy en lugar de mi
co-anfitrión, Antoine Williams. Ace, gusto de verte, hombre. Bienvenido, bienvenido.
—Así es. Por lo tanto, Ace —Michael se dirige a la cámara, y luego a mí—, ¿qué
está pasando? Te retiraste el año pasado y te trasladaste a la ciudad; me han dicho,
¿qué has estado haciendo?
Vacilo una fracción de segundo, aunque con las cámaras en directo grabando estoy
seguro que se sintió una eternidad en tiempo de televisión.
Dios, suena como el puto idiota más grande del mundo, pero casi puedo escuchar
en la voz de Lou en mi oído, diciéndome que las aficionadas se verán aliviadas al ver
que no me he marchitado.
—Bien. Está bien —miento una vez más para los aficionados en casa.
—Está bien, bueno, vamos a cambiar un poco la marcha... —recita Michael los
titulares del día y sobre lo que hablaremos, y hago lo posible para mantener la
expresión agradable en mi cara, incluso asegurándome de reír a sus chistes, aunque
sean horriblemente sin gracia.
La luz roja sobre las cámaras se apagó después de un tiempo y el escenario se llenó
con el personal. El director corrió al lado de Michael, hablándole al oído, Michael
asintiendo todo el tiempo. La sensación de algo suave contra mi cara jala mi atención
a mi izquierda, donde Aidy sacaba una especie de esponja sobre mi frente y por mi
nariz. Huelo un ligero olor a polvo y levanto mi mirada hacia ella, pero está
concentrada en su trabajo y se rehúsa a hacer contacto visual.
Antes de que tenga oportunidad de decir algo, ella se mueve hacia Michael.
Todo sucede tan rápido, Michael hace su cosa y yo agrego comentarios y pretendo
que sé qué demonios estoy haciendo. Me digo a mí mismo que solo estoy saliendo con
un amigo, hablando mierda sobre un montón de nada. Es fácil pretender como si las
cámaras no estuvieran ahí. Demonios, es fácil pretender un montón de cosas estos días
—Solo un poco más, no mucho, querida —dice él, inyectando un acento esque de
Atlanta en su voz a pesar de ser oriundo de Ohio. Los ojos de Michael siguen todos
sus movimientos. Hay una pequeña sonrisa escondida debajo de su expresión estoica,
y veo mientras su mirada cae sin pudor en su generosa cremallera. Realmente eres
buena en esto, ¿sabes qué? Mi maquillaje nunca se veía mejor. La otra chica, ella lo
apelmaza. Pero tú, tú tienes un toque ligero. Me gusta eso.
Y ahora se terminó.
Trabajo hecho.
Tengo preguntas.
Y demando respuestas.
—No. —Mi mandíbula se endurece y exhalo. Supongo que tiene sentido que
peinado y maquillaje no se quedaran alrededor por el resto del programa.
—No importa. Olvida que dije algo. —Comenzamos a caminar juntos fuera del
set.
—Oye —dice ella mientras nos empujamos a través de las puertas dobles del set
para dirigirnos a la sala principal—. Queremos saber si puedes volver. Eres natural,
Ace. Pensamos que eres genial, y sabemos que los televidentes aman verlos a ti y a
Michael juntos. Solo será por el resto de la semana hasta que vuelva Antoine. ¿Y tal
vez puedas llenar el espacio de vez en cuando?
Me alegro. —Hay miles de personas ahí afuera que matarían por tener este trabajo,
y ellos lo harían mucho mejor de lo que yo lo pueda llegar a hacer.
—Sí, tal vez sea verdad —dice ella, su voz de Brooklyn arrastrándose un tono muy
alto—. Pero tú tienes algo que ellos no.
—¿Qué es eso? —Me detengo en medio del pasillo, enfrentándola, mis manos
descansando en mis caderas. Michelle debe medir no más de 1.60 metros, y yo soy
unos treinta centímetros más alto que ella.
—Tú eres Ace Amato. —Michelle se encoge de hombros, su boca fruncida en una
esquina, y luego se voltea alejándose—. Piénsalo y déjame saber. Debes tener mi
número de celular. Necesito una respuesta para las tres de la tarde de hoy.
Traducido por Mariela
Aidy
—¿Por qué estás solo ahí de pie toda tranquila? —Frunció el ceño—. Estás
actuando extraño. ¿Por qué estás actuando raro?
Me encojo de hombros, me dirijo a la cocina para tomar una botella de agua, solo
una vez que llego al refrigerador completamente olvido lo que estoy haciendo.
—Aidy —Wren está de pie en el otro lado de la isla, descansando sus codos y
estudiándome—. ¿Algo sucedió hoy?
—Él era el co-conductor en Smack Talk. —De repente recuerdo el agua. Con mi
espalda hacia Wren, agrego—: ¿No es extraño?
—Pero mira, lo vi ayer dos veces y luego ahora otra vez —digo—. Y antes de esto
nunca había escuchado de él.
—La vida está llena de pequeñas coincidencias. Pero es todo lo que es. Puras
coincidencias. Te volverás loca tratando de conectar punto que ni siquiera están ahí. —
exhala Wren.
Destapando mi agua, tomo un sorbo. —Quería decirle que se fuera, Wren. Quería
decirle que se fuera con muchas ganas. Pero no podía. Tenía que permanecer
profesional o Topaz me mataría.
—Sabia decisión.
Wren estrella sus manos por su frente y luego las pasa por su rostro, gruñendo. —
Olvídalo. Enzo ya lo hizo.
—¿Por qué estas centrada en esto? —La mandíbula de Wren cae abierta y ella se
desliza en el taburete—. Estas obsesionándote en algo que es realmente trivial. ¿Sabes
cuanta gente famosa vive en esta ciudad? ¿Sabes cuantas veces dan autógrafos o
cuantas veces son fastidiados por autógrafos? Ellos no tienen que hacer lo que uno les
pida que hagan. De hecho, creo es algo mal educado interrumpir su día, exigirles y
luego esperar que ellos estén contentos con eso.
Coloco mi agua en la encimera y encuentro su mirada simpática. —Sí. Tienes
razón. No sé cuál es mi problema.
—Tengo que ir a darme una ducha. —Wren se empuja para ponerse de pie—.
Conseguí un trabajo a la una. Un puñado de antiguas damas están yendo a comer
tarde a la avenida Madison. Son lindas. Las estoy adoptando a todas porque nunca
tendrás suficientes Mimis y Nanas.
Aún sigo pensando que ella está loca por querer casarse la primera semana de
diciembre porque normalmente nieva para esas fechas, pero ella siempre quiso una
boda invernal.
—Estamos pensando en tal vez solo tener la boda en el registro civil —dice ella,
recargándose contra la pared. Sus brazos cruzados sobre su pecho, apretando las
revistas. Una imagen de una novia asomándose con el cabello café chocolate cargando
un arreglo de hortensias azules. Ella se parece a Wren.
—¿Qué? No. —Pongo mala cara, moviéndome hacia ella, colocando mis manos
en las suyas—. Esta es tu primera boda. La de él también. Tienen que hacerla especial.
—Las bodas son costosas —dice ella—. Gastas todo ese dinero y luego ¿qué si no
funciona? Y solo mal gastas el salario de un año en pastel, champaña y flores.
3
Bridezilla es un término estadounidense compuesto que se refiere a esas novias (bride, en inglés) que en
los meses previos a dar el sí se convierten en una especie de monstruos capaz de arrasar con todo con tal
de alcanzar la boda de sus sueños.
—¿Sobre eso se trata esto? —Mi voz está tranquila y mis ojos están centrados en
los suyos.
—¿Tal vez? —Muerde su labio y alza sus hombros—. No sabes lo que es ser madre
soltera. Tengo que hacer que cada dólar sea bien gastado, y no puedo gastar la
matrícula escolar de Enzo en Moet y Chandon.
—¿Lo amas?
—Sí.
Wren está callada, estancada dentro de sus propios pensamientos como suele
hacerlo en ocasiones.
—A Glam2Go le va bien —le recuerdo—. Hemos hecho tres veces más dinero este
año que lo que hicimos el año pasado, y estamos solamente en Junio. Puedes
permitirte una linda boda. Y sabes que mamá llorará si le dices que estás haciendo lo
del registro civil. No quieres hacer llorar a mamá, ¿verdad?
—Mamá llora por todo. —Wren deja salir una ligera sonrisa—. De ahí debe
haberlo heredado Enzo.
Mis cejas se juntaron. Nunca había escuchado a Wren dudar de su relación con
Chauncey todavía, y ellos han estado juntos por casi tres años. Seguro, él es podría
decirse que aburrido comparado con los otros hombres con los que ella ha salido, pero
en mi opinión, eso es lo mejor de él. Él es seguro, aburrido, amable, dulce y lo más
importante, el antídoto de Lorenzo, quien en realidad hizo un número en su corazón
hace algunos años.
—Claro.
Tal vez no soy fácil de amar. Tal vez no valgo la pena de ser amado. Pero eso no cambia el
hecho de que la amo. No puedo evitar amarla más de lo que debiera. Traté de detenerme. Pero
tratar de alejarte de la mujer que puso fuego dentro de tu alma es para cobardes. Nunca dejaré de
amarla. Preferiría morir.
Ace
¿Ella no regresará? pregunté mientras ella pone una bata alrededor de mí,
queriendo una explicación completa. Tengo su número, y supongo que puedo
mandarle un mensaje para pedirle que nos veamos, pero yo estaba asumiendo que la
vería en persona hoy, y no quería poner las cosas más extrañas de lo necesario.
Topaz presionó sus labios juntos y negó con su cabeza. Nop. ¿Es necesario que
te encuentres con ella por algo?
Tengo su número.
Ella mezcla maquillaje en mi piel y luego lo extiende con una brocha por mi
frente, su boca ampliándose. ¿Lo tienes? ¿Lo tienes?
No es así.
Lo que digas. Topaz se voltea, su espalda hacia mí, y busca dentro de su
estuche de maquillaje.
Lo siento, estoy tarde. Stacia pasa corriendo a través de la puerta poniendo su
bolso cerca de mis pies. Poniéndose en cuclillas, ella abre el cierre y saca un cepillo y
un puñado de productos. Michael decidió que necesitaba un corte de cabello hoy
antes de grabar, así que… lo que quiera Michael, Michael lo tiene.
Topaz alegremente dice: Él es la razón por la que estamos aquí, así que no
podemos quejarnos realmente.
Stacia no sonríe. De haber sabido que él quería un corte de cabello, me habría
venido veinte minutos más temprano hoy. Él hombre tiene mi número. Crees que es
mucho pedirle que de hecho lo use para algo más que para…
Lo siento dijo Stacia, con las mejillas sonrojadas. Esto es inapropiado.
¿Estás listo? Michelle me saluda al otro lado de las puertas batientes, y luego
engancha su brazo en el mío. Silencia eso ¿podrías?
Traducido por Dee
Aidy
P
resiono el timbre del apartamento 3C en un edificio antiguo de la
posguerra en el Upper East Side la noche del miércoles. Llego
quince minutos antes, pero si tengo suerte, a mi cliente no le
importará.
—Hola, soy Aidy de Glam2Go. Estoy aquí para su cita —digo, inclinándome.
El altavoz muere y la puerta se abre. Entro y subo tres tramos de escaleras. Los
pasillos son estrechos y están pintados en un tono depresivo de gris, pero la alfombra
se ve nueva. Doblando la esquina, veo su puerta a la izquierda. Hago una pausa un
momento, luego llamo a la puerta ligeramente.
La puerta se abre casi de inmediato, y una mujer con la cara lavada y de unos
cuarenta años está delante de mí, vestida con una bata cubierta con flores de cerezo. Se
da una palmadita en el rostro y se alisa el cabello rubio oscuro detrás de la oreja.
—Lo siento.
—No, no, está bien. Entra. Tengo un lugar en la mesa para nosotras. —Mantiene
la puerta abierta y hace un gesto hacia la mesa de la cocina—. Es justo al lado de la
ventana. Pensé que podrías querer luz natural.
—Es perfecto.
—Soy Helena —dice. Desliza la mano por la solapa de la bata, y cuanto más
estudio su cara, más parece ponerla nerviosa.
Sonrío y asiento. Como mujer, sé de primera mano cómo todas tenemos nuestros
complejos. Algunas tendemos a fijarnos en cosas que deseamos poder arreglar, cosas
que nos hacen sentir menos. Algunas nos obsesionamos siempre por cosas que los
hombres en nuestras vidas han considerado como defectos.
—Helena, puedo decir solo que creo que eres absolutamente impresionante. —Lo
digo en serio. Cien por ciento. Espero, dentro de veinte años, lucir la mitad de hermosa
que ella.
—Eres muy dulce —dice—. Pero todavía quiero que te centres en esta
monstruosidad.
—Voy a centrarme en esos hermosos ojos esmeraldas tuyos —digo con una
sonrisa—. Y esos pómulos para morirse. Y tu piel. Es impecable. No veo una sola
arruga en ninguna parte.
Helena sonríe, sus ojos poniéndose vidriosos. —Nadie nunca me ha dicho esas
cosas.
—Él siempre la estaba señalando —dice ella—, diciendo que necesitaba su propio
código postal.
Levanto la mano con la palma hacia arriba, sugiriendo que me choque los cinco, y
ella lo hace con un duro golpe.
—¿Has estado saliendo mucho en citas? —Igualo su tono de piel con una de mis
bases traslúcidas y vierto una gota en el dorso de mi mano. No necesita mucho, solo en
algunos lugares para igualar su tez.
—Oh, cariño, no —dice—. He oído que es duro salir en citas. No es para los
débiles de corazón.
—Bien por ti. —La siento observándome, estudiándome, y veo sus labios temblar
como si quisiera decir algo, pero sin estar segura de si debería—. ¿Puedo decir algo?
—Nunca he tenido una hija —dice—. O un hijo, para el caso. Así que me siento
obligada a compartir algunas palabras de sabiduría, si me lo permites.
—Por supuesto. —Le aplico el rubor dando toquecitos con los dedos en la parte
superior de sus pómulos, dejando espacio para un poco de iluminador y contorno
encima y por debajo.
—No permanezcas casada con tu trabajo demasiado tiempo —dice ella—. Uno de
estos días vas a despertar y podrías estar sola, y haber desperdiciado los mejores años
de tu vida con la única cosa que no te puede amar.
—Quiero decir, Harold tiene sus defectos, pero yo no era perfecta tampoco
—dice—. Nos amábamos muchísimo. Los primeros veinte años fueron fuego, hielo y
magia, y no los cambiaría por nada en el mundo. Al final, simplemente no estábamos
hechos para durar. Nos volvimos miserables, ¿sabes? Así es cuando sabes que es hora
de colgar los guantes y volver a casa.
No estoy segura de qué decir. He tenido clientes que les gusta desahogarse, y les
gusta proyectarse, o ven parte de ellos mismos en mí y eso hace que se abran a un
completo extraño más de lo que normalmente harían.
—De todos modos, te miro y veo esta luz en tus ojos que solo tienes por
determinado tiempo —dice—. Eres joven, hermosa, inteligente y agradable. Odiaría
que pasaras los próximos veinte años casada con el trabajo cuando podrías estar
peleando y follando con un tipo sexy. Créeme, cuando el trabajo pierde su sabor, y
algún día lo hará, vas a desear tener algunos recuerdos calientes y picantes para
mantener el calor durante la noche. Todo el mundo necesita a alguien que haga que le
hierva la sangre y se le derritan las bragas.
Me rio.
—Dios —suspira—. Lo creas o no, Harold solía ser algo maravilloso que ver. Y
luego se puso calvo. Y gordo. Y desagradable. Pero al menos tengo los recuerdos,
¿verdad?
Ella sonríe con los ojos y trata de dominar su emoción. —Su nombre es Brad, y es
un contador. Un contador público en realidad.
—¿Tienes a alguien a quien llamar? Ya sabes, si la cita va mal, puedes decir que
tienes una emergencia y tienes que largarte.
Mi mandíbula cae. —Um, sí. Lo hago por mis amigas todo el tiempo.
—Entonces deberían ser mejores citas. —Me muevo a sus cejas, que parecen ser
ligeramente demasiado depiladas y haber visto mejores días. Supongo que fue víctima
de la “moda de la ceja delgada de los años de los 2000”. Afortunadamente, hacen
productos para eso. Agarro un poco de gel y comienzo a rellenarla—. Entonces, ¿qué
te vas a poner esta noche en tu cita caliente?
Su cara se ilumina. —Despilfarré. Fui a Bergdorfs y gasté una suma de dinero por
la que Harold habría tenido una rabieta. ¿Me harías un favor?
—Por supuesto.
Cuando sale, lleva un vestido que abraza sus curvas. Sus pechos están por las
nubes y sus largas piernas están recién depiladas y suaves. Sus brazos están tonificados,
pilates supongo. Nunca hubiera adivinado que Helena ocultaba este impresionante
cuerpo bajo una vieja bata raída.
Deslizando las manos en la parte delantera de sus caderas, inhala una respiración
profunda. —¿Por lo tanto, Aidy? ¿Qué piensas?
—Lo digo en serio. El mundo de Brad el contador está a punto de ser sacudido, y
ni siquiera va a saber qué lo golpeó.
En cámara lenta en vivo, observo sus ojos ponerse vidriosos, lágrimas pintadas de
rímel se deslizan por sus mejillas perfectamente maquilladas.
—¿Qué está pasando? —pregunto, tomando lugar a su lado. Le froto la parte baja
de su espalda, lo que la envía a un estado inmediato de llanto inconsolable.
Me siento junto a ella, sin decir una palabra, siendo la amiga sustituta que necesita
tan claramente en este momento, y cuando finalmente llega a tomar aire, se vuelve
hacia mí, su rostro un gran desastre.
—No puedo ir a la cita —dice—. No puedo lucir así y llevar este vestido y
pretender ser alguien que no soy y esperar que este completo desconocido me vaya a
amar la mitad de lo que lo que me amó Harold.
Helena solloza en sus manos otra vez, sus hombros agitándose con cada
respiración entrecortada.
—Es evidente que no estás lista —le digo—. Y eso está bien. No te sientas mal por
ello. Brad entenderá.
—Sabes —digo—. He vivido en esta ciudad desde hace cinco años, ¿y sabes de lo
que estoy empezando a darme cuenta?
—¿Qué?
—Este lugar está lleno de gente fingiendo. Todo el mundo está fingiendo tener su
vida en orden, pero muy pocos realmente lo hacen —le digo—. Conoces ese dicho,
finge hasta que sea verdad.
—Sí. —Ella extiende la mano hacia la mesita de noche para tomar un pañuelo de
papel, y diviso media docena pañuelos al lado de la caja.
—¿Puedes hacer eso esta noche? —pregunto—. ¿Puedes fingir ser la segura mujer
hermosa, que sé que está debajo de todas estas lágrimas?
Se levanta, moviéndose hacia el espejo del tocador y secándose las rayas negras en
las mejillas.
—No lo necesitabas de todos modos —digo con un guiño—. Pero puedo darte un
retoque. Solo si tú quieres...
—Pero si arreglo tu maquillaje, voy a esperar que vayas a esta cita —le digo,
inyectando la clase de tono que he visto a mi hermana usar con Enzo.
Nada.
Mierda.
Una ola eléctrica de pánico me recorre hasta que recuerdo haber pasado una
farmacia de camino aquí. Está calle abajo, situada justo en la esquina.
—¿Sí, Aidy? —Asoma la cabeza desde detrás de la puerta del dormitorio, y le echo
un vistazo a su hombro desnudo.
—Lo siento —digo en voz alta, pero es demasiado tarde. Ya estoy fuera, con los
pies sobre el pavimento, corriendo en zapatillas de ballet hacia la brillantemente
iluminada señal de la farmacia a una cuadra de distancia.
—¿Tienes algún lugar en el que estar? —Una voz masculina zumba en mi oído
desde atrás.
—¿No?
Mi cara arde. —Ella está calle arriba. De todos modos, casi se siente como si tú
fueras el que me sigue.
Se pasa una mano por la barba, lo cual hace un trabajo de mierda ocultando esa
sonrisa de suficiencia que lleva.
—Cinco minutos —dice—. Solo necesito saber que no eres una loca acosadora.
Me aparto de Ace, aunque todavía siento sus ojos en mí, su mirada pesada y sin
remordimientos. Colocando mi botella de removedor de maquillaje en el mostrador,
saco mi cartera y completo la transacción, renunciando a una bolsa y factura.
Cuando hemos terminado, ella echa un vistazo por la ventana, donde un taxi
amarillo espera abajo.
Helena da largos pasos hacia mí, en sexys tacones de aguja que alargan sus piernas
aún más. Avanza hacia mí y me rodea con sus brazos, y yo inhalo su seductor perfume
a sándalo.
—Gracias —susurra.
Recogiendo mis cosas, me dirijo hacia algún lugar llamado Gilberto’s, y mientras
el corazón me late violentamente por alguna razón desconocida, me doy cuenta de que
podría tener que seguir mi propio consejo esta noche.
Traducción por Mariela
Ace
M
is nudillos golpetean contra la madera contrachapada de la mesa al fondo
del bar de mi amigo. Vidrio transparente descansa encima de una
numerosa variedad de tapas de botellas de cerveza de todos los colores y
marcas imaginables. Aidy deberá estar aquí en cualquier minuto, pero vine directo de
la farmacia, queriendo tomar una bebida antes de que ella hiciera su aparición.
—¿Por qué? ¿Quieres comprarme una bebida antes? —pregunta ella—. Sin
ofender, pero no tengo exactamente el hábito de aceptar bebidas de extraños locos.
Mi mandíbula cae, y estoy más divertido que ofendido. —Difícilmente nos llamo
extraños en este punto. Es como, ¿cinco veces en tres días ahora?
—Lo tienes. —Gil se aleja, y Aidy sonríe, escondiendo su sonrisa detrás de una
capa de cabello dorado.
—Lo siento —digo—. Solo encuentro todo esto difícil de creer. Te ahuyenté de mi
apartamento hace dos días, y ahora me encuentro contigo en todos lados a los que voy.
Hay casi dos millones de personas en esta ciudad. Esto solamente no pasa.
Su mano se estrella contra su pecho, y por alguna razón loca robe una mirada de
su dedo anular, que está libre de cualquier tipo de metal desagradable y el brillo de un
diamante.
—No lo sé. —Miro hacia ella por abajo de mi nariz—. Pareces muy tranquila
sobre todo esto.
Su boca se alza en las esquinas. —Soy muy tranquila en la mayoría de las cosas,
pero tú no lo sabes porque todavía somos extraños, como ves. Sí y cuando enloquezco,
no lo hago enfrente de mis acosadores. Siento que ellos lo disfrutan mucho.
—Gracias —le dice ella con la sonrisa más dulce que he visto. Cuando sus ojos
regresan bruscamente a los míos, su sonrisa se desvanece—. ¿Qué sobre ti? ¿Siempre
tienes acosadoras o prefieres andar acosando?
Sonriendo, arrastro la mano por mi boca. Sus labios cereza se abren solo lo
suficiente para recibir un pequeño sorbo de su bebida, y hace cuando mucho un
estremecimiento cuando baja, lo cual dice mucho porque Gilberto’s es notorio por sus
bebidas fuertes.
—¿Quién dice que te estoy revisando? Tal vez estoy tratando de entenderte —digo.
—¿Entenderme? —Ella deja salir una risa desde su estómago y se cubre la boca
con su mano—. Eso es lindo. Ahora estas tratando de ligarme.
—¿Qué? No. —Frunzo mi ceño. Esto no está yendo bien. En algún lugar de esta
línea este tren se descarriló, y no estoy seguro si pueda volver al carril.
Ella toma otro sorbo, mirando a través del umbral como el bar comienza a llenarse
con clientes regulares. —Está bien. Lo que digas. Tú debes de ver así a todos de esa
forma.
Volviéndose para enfrentarme, ella levanta una ceja y me apunta. —Todo intenso
y melancólico. Como si estuvieras pensando muy pero muy duro. Y cada cierto tiempo
tu mirada se detiene aquí. —Ella apunta a la insinuación de escote alzándose sobre su
blusa—, o aquí. —Ella arrastra las puntas de sus dedos a través de sus labios—, o acá.
—Aidy traza su hombro desnudo, subiendo su tirante—. Eres audaz, Ace. Y tienes
suerte de que estoy un poco halagada, en el mal estado en que esta esto.
—No veo deportes. —Ella aplasta su mano antes de alcanzar su vaso. Alzándolo
en sus labios llenos, ella toma un ligero sorbo. Su bebida permanece prácticamente
completa, y le tengo que dar crédito por eso. Nada en Aidy es insegura o nerviosa, y si
las circunstancias fueran diferentes…
Los labios de ella sobresalen y niega con la cabeza. —Fui una vez a un juego de
los Yankees. Estuvo bien. La cerveza y el hot dog estuvieron buenos.
Creo que es seguro decir que Aidy Kincaid oficialmente no es una acosadora.
Exhalo, con indiferencia viéndola a través de la mesa mientras ella a mira a través
de los clientes afuera. Todo en ella es delicado y confiado, desde la forma en que se
mueve hasta la forma en que respira.
Levanto una ceja. —Lo creo, sí. ¿Qué sobre ti? ¿Te estas sintiendo bien con esto?
En el momento en que nos paramos fuera, somos envueltos en una cubierta de aire
frío de la tarde. Aidy se mantiene de pie a unos centímetros de distancia, pero lo
primero que noto es la forma en que la parte superior de su cabeza cabe debajo de mi
barbilla.
—Solo quiero que sepas —dice ella, tomando un largo suspiro—, todo en esta
semana, realmente ha sido una coincidencia. Honesta con Dios. Al menos de mi parte.
De pie, ojos fijos en el otro, cuerpos alineados, por lo que se siente como una
eternidad.
—Oh, rayos. —Ella arrasa ligeramente el pie al otro lado de la acera, haciendo un
ruido de raspadura—. Me olvide de pagar mi bebida.
Le hago una seña. —El dueño es mi amigo. Las bebidas fueron gratis.
Ella tiene una expresión preocupada. —¿Estás seguro? Puedo regresar corriendo y
pagar…
Aidy exhala, sus hombros alzándose y cayendo. —Y antes de irme, quiero que
sepas ¿sobre el diario que encontré? Realmente lo encontré en los escalones de tu
entrada. Lo leí casi todo, y luego me sentí culpable porque era tan personal y no me
pertenecía, así que es por eso que trataba de devolverlo.
Negué con mi cabeza, encogiéndome de hombros. —Las personas dejan cosas en
la entrada de mi casa todo el tiempo.
Ella lame sus labios carnosos, su cabeza inclinándose mientras me mira fijamente.
La luz de la luna ilumina su cabello rubio y hace sus ojos azules brillar. No puedo
evitarlo y me pregunto si la volveré a ver después de esa noche otra vez.
—De cualquier forma, fue interesante conocerte esta semana, Ace. Si no vuelvo a
verte, espero… todo… te vaya bien —dice ella, su mano agarrando la correa de su
bolso mientras sus labios tiran en una sonrisa soñolienta. Mientras ella se gira para
irse, ella cierra un ojo, como si dijera ahora estamos bien, y me quedo de pie, con mis
manos en mis bolsillos, viéndola mientras ella desaparece pasando a un grupo de bien
vestidos del Upper East.
Hay una densidad húmeda en el aire de esta noche, como si fuera a llover pronto.
La hojas del árbol de maple crujiendo en las inmediaciones, y me giro para dirigirme a
casa. Solo. Preguntándome que hubiera pasado si nos quedamos un rato más.
Aidy
rees que siquiera lo veras otra vez? —Wren vierte dos tazas de
—Has tenido que dar por terminada la noche. —Mi hermana toma asiento frente a
mí y desliza la tasa de té en mi camino.
Asiento, soplando aire fresco por la parte superior de mi té. Éste roza el líquido
caliente, dejando un patrón de ondas, y un soplo de vapor se levanta.
Wren apoya la barbilla en su mano. —¿Aún piensas que los escritos son de él?
—En teoría. Sí el cuaderno fuera suyo y estuviera lleno con todas esos escritos
personales, ¿de veras, de veras, de veras no lo querría de vuelta? ¿Qué lo haría negarlo,
negarlo, negarlo?
—Así que él es una figura pública, pero ¿está perfectamente bien con que este
diario secreto suyo esté en las manos de una mujer al azar?
Sonrío. —Oye, sí lo quiere de vuelta, tiene mi número. No voy a hacer nada con
este libro. Él no tiene nada por lo qué preocuparse.
Wren toma un sorbo de su té, mirando al vacío sobre mi hombro. —¿Crees que
sabrás de él otra vez?
—No estoy diciendo que estás triste, estoy diciendo que te ves triste.
—Entonces deberías haber sacado más el diario. Hacer algunas preguntas, tienes
su total atención y desperdiciaste la oportunidad en favor de coquetear —dice Wren.
—No estaba coqueteando —digo—. Estaba tratando de probarle que no era alguna
demente y obsesionada acosadora fanática suya. Y tan pronto como logré eso, era
demasiado tarde para darle la vuelta a la conversación y terminar exactamente donde
comenzamos… con él pensando que soy una lunática.
Exhalando, asiento. Sé que Wren tiene razón. Necesito dejar ir esto. Necesito
aceptar el hecho que nunca voy a tener respuestas, y de que en última instancia, no es
mi asunto.
Parece ser una nota doblada seis veces, y con una inspección más de cerca, la
escritura es claramente femenina.
Querido,
Lo que pasó anoche fue maravilloso e increíble. Nunca en mi vida tuve el amor de un hombre
trayéndome hasta mis rodillas y haciéndome cuestionar todas las verdades que mi corazón decía
conocer. Lloré en la biblioteca después de que te fuiste. Lloré por nosotros. Lloré por él. Lloré
porque al final, mi corazón sabe que esto va a ser complicado y que ninguno de nosotros puede
salir de esto ileso.
Soy una mujer egoísta. Sé eso. No pretenderé ser digna de tu amor. O del suyo. Hay
momentos en que desearía que uno de ustedes se dé cuenta de que no soy ni la mitad de la mujer
que creen que soy. Y hay momentos en los que te imagino continuando. Pero el simple
pensamiento de alguno de ustedes mirando a otra mujer de la forma en que me miran a mí me
ciega de envidia.
K.
Traducido por Mariela
Ace
N
o he visto su foto en casi un año.
Estaba tan convencido de que ella me amaba con una intensidad infalible, incluso
en nuestros peores días.
Yo estaba cien por ciento seguro de que íbamos a pasar nuestras vidas juntos, que
no había lugar más seguro para mí.
Estaba seguro que una vida sin ella sería parecido a tratar de respirar debajo del
agua.
Estoy más molesto conmigo por creer en sus promesas vacías más que nada.
Sacando la caja, se siente mucho más pequeña de lo que recordaba, y tal vez esa es
una metáfora para nuestra relación, pero estoy tan exhausto de pensar así de duro en
ella esta noche. La meto debajo de mi brazo y la llevo a la chimenea.
—Kerenza —digo su nombre en voz alta, a pesar de que no estoy seguro del por
qué.
Ella está sonriendo en la foto, posando en un barco de vela a las afueras de los
viñedos de Martha, Kerenza vistiendo solo un bikini verde esmeralda, un bronceado
de verano, y un brillo travieso en sus ojos violetas. Su cabello negro brillante atado
libremente en la parte superior de su cabeza, amontonado de algún tipo de nudo, y ella
sonríe ampliamente a la cámara.
Hacia mí.
O eso pensé.
Aidy
—A
Dejo de masticar el delicioso filete mignon preparado en
un término medio de cocción ante mí y lanzo una mirada
hacia el otro lado de la mesa rumbo a Topaz. Ella lleva un
brillo travieso en los ojos y sus labios se tuercen.
Masticando el trozo mordido, que me toma mu-cho tiem-po, y pasando saliva con
fuerza, digo—: ¿Perdón?
—Topaz —la regaño con mi tono para ello, poniendo mi tenedor a un lado.
—Topaz. —Entierro la cara entre mis manos. Ella sabe cómo me siento sobre su
intromisión en este tipo de cosas. Estaba segura de que él solo estaba siendo amable y
diciéndole lo que ella quería oír. Tipos como Ace, atletas profesionales, se citan con
súper modelos, actrices, y con lo mejor de la alta sociedad Europea. Además, como le
dije a ella la noche anterior, él es demasiado temperamental. Yo he hecho mi misión
en la vida el no tomarme la vida demasiado en serio, y Ace actúa como si fuera
demasiado doloroso sonreír.
—¿Qué? —se burla Topaz, actuando como si ella no estuviera haciendo nada
malo—. Te estaba haciendo un favor.
—Si tienes tiempo para subir tutoriales de treinta segundos sobre maquillaje en
Instagram que te toma horas editar, tienes tiempo para salir en una cita. —Topaz alza
ambas palmas de las manos y arquea las cejas—. Solo digo.
—De todos modos, tú piensas que él es caliente, él piensa que tú eres sexy, y yo
solo estaba haciéndoles un favor —dice ella. Algún día me lo agradecerás.
—Muy bien, ¿y luego? —Me siento e inclino hacia adelante, impaciente porque
ella todavía no ha respondido mi pregunta.
—Y entonces le dije que tienes belleza tanto interior como exterior, y él dijo que
esa era una rara combinación en este día y edad.
Mis hombros caen. —Él solo estaba haciendo una observación general, Topaz. No
estaba implicando nada necesariamente.
—No me dejaste terminar —dice, guiñando el ojo. Entonces dije: “¿No crees
que ella es absolutamente impresionante, por cierto?” A lo que dijo: “Sin lugar a
dudas”.
—Aidy, ahora no es el momento de ser modesta. —Topaz rueda los ojos. Como
sea, actúas como si estuviera arreglando un matrimonio aquí. Todo lo que hice fue
conseguir que admitiera que eres una pequeña cosa sexy y luego lo empujé en la
dirección correcta.
—Si no llama, sabré que solo estaba siendo amable —digo. Solo prométeme que
no lo vas a perseguir más con ello, ¿de acuerdo? Dios, eres peor que mi madre tratando
de emparejarme con todos los hijos de sus amigas cada vez que voy a casa.
Hasta ahora no había considerado lo que diría si Ace me invitaba a salir ya que
hasta este momento, la probabilidad de que él me llamara al azar y me pidiera una cita
era perfectamente inexistente. Además, toda la perspectiva de salir con alguien, y
especialmente con él, ha estado completamente fuera de mi radar. Estoy demasiado
ocupada con el trabajo, y no estoy necesariamente solitaria o en busca de alguien.
Y sí, Ace es un escandalosamente hermoso ejemplar de hombre, pero también hay
algo oscuro y atormentado en él, y estoy totalmente segura de que nos veríamos
ridículos juntos.
Topaz revisa su teléfono después de que pagamos nuestras cuentas. —Ugh, ese
tipo con el que fui a Aruba no deja de enviarme textos desde que regresamos.
—¿Ese tipo? —pregunto. ¿Creí que ustedes dos estaban saliendo? ¿Ahora él es
solo ese tipo?
Topaz mete su cabello lavanda detrás de una oreja y se inclina hacia adelante. —
Se puso muy borracho una noche, me refiero a realmente muy borracho. Me dijo que
me amaba. Aidy, nos hemos estado viendo por dos meses. Hay algo mal con él si
piensa que ya me ama y todavía no hemos pasado a través de la política de la-puerta-
del-baño-abierta en nuestra relación.
—No hay nada de malo con estar soltera —dice ella, sonriendo. La vida es
demasiado corta. Hay una mezcla heterogénea de helado de solteros allá afuera, todos
muriendo por mostrarme un buen momento, y yo quiero probar todos los sabores
antes de morir.
Llegamos a la familiar esquina de la calle donde me dirijo hacia el sur y ella gira
hacia el norte, y echo mis brazos alrededor de ella.
—Voy a sentirme como la mayor tonta del mundo si él no llama. Lo sabes,
¿verdad? —le digo al oído.
—Lo harás.
Traducido por Annette-Marie y Carilo
Ace
N
o puedo recordar la última vez que le pedí salir a una mujer en una cita. Mi
memoria se empaña cuanto más atrás intento ir, y por el tiempo más largo,
solo ha estado Kerenza. Todo lo anterior a Kerenza es estático y ruidoso, y
todo desde ella es oscuro y sin efecto.
Le permití quebrarme.
He estado alrededor de suficientes mujeres en mi día a día para saber que ellas
raramente hablan amablemente la una de la otra, especialmente en cuanto concierne a
un hombre, pero Topaz divagaba acerca de cuán amable y hermosa era Aidy, por
dentro y por fuera, y entonces ella me tomó por sorpresa, diciéndome que debería
invitarla a salir en una cita. No queriendo ser grosero, le dije que lo consideraría.
Aidy es una mujer hermosa. Ella luce brillante y contenta. Alguien como yo solo
la haría caer, y estoy bastante seguro que no dejé la mejor impresión en ella la semana
pasada. Tendría todo el derecho de rechazarme si se lo pidiera.
Hojeando mis contactos, me detengo en su nombre en mi celular y vuelvo a leer su
último y único texto para mí. Apenas tengo la oportunidad de leer las palabras,
“Jódete” cuando recibo una llamada y mi pantalla se vuelve negra.
Matteo, uno de mis cuatro hermanos menores, está llamando y no he sabido nada
de él desde hace meses.
—Alessio —dice cuando contesto. Él es uno de los pocos selectos que nunca se ha
adaptado a llamarme por mi sobrenombre, pero por ser él, se lo permito. ¿Cómo va
todo, fratello maggiore4? ¿Estás por aquí esta noche?
—Lo estoy. —Me recuesto en la silla, cruzando las piernas. Mi codo se apoya en
el brazo de la silla, y paso mi mano por la barba.
Resoplo por la nariz, sacudiendo la cabeza. Hubo un día hace no mucho tiempo
en el que mi nombre abrió puertas y rompió barricadas a través de la lista VIP. Hubo
un día en que todo el mundo me quería en su club, consumiendo sus bebidas,
emocionando a sus clientes.
—No te he visto en mucho tiempo —dice Matteo. Lo creas o no, extraño tu cara
de tonto.
—Sal con nosotros —dice. Sé que solo te sientas en casa, Alessio. Ya nadie
escucha de ti. Eres un cascarón de hombre, y tú eres mejor que eso. No dejes... no
dejes que lo que pasó te arruine. No le des eso a ella.
4
Fratello maggiore: Hermano mayor.
Matteo tiene un punto.
—Iré en una hora. ¿Crees que puedes estar listo para entonces? —pregunta.
Mierda.
Bien.
Lo que sea.
***
Música pulsante.
Luces parpadeantes.
Mujeres tambaleándose fuera de los baños, sacudiendo de polvo blanco sus fosas
nasales.
—Vamos a estar en la sala VIP —grita por encima de la mezcla de música club
hecha de un espantoso pop que nunca he oído antes. Matteo apunta a una pequeña
habitación iluminada con luces azules y que está seccionada con una cuerda de
terciopelo rojo.
5
Molto bene: muy bien
Pero lo sé bien.
Las probabilidades de encontrarme con ella una vez más esta semana no están a
mi favor.
Cuanto más nos acercamos a la sala VIP, más me encuentro escaneando los
rostros por uno que me parezca familiar.
Por si acaso.
Jesús. Si hubiera sabido que iba a ser mi mejor amiga instantánea, nunca habría
dicho nada.
—Alessio —contesto, mirando a Matteo que está apoyado en la pared, las mangas
dobladas hasta los codos y los ojos de dormitorio en pleno efecto mientras conversa
con una rubia de piernas largas.
Ha sido un largo tiempo desde que ofrecí a alguien mi nombre de pila, pero no
quería correr el riesgo de que pudiera reconocerme por mi sobrenombre desde que
evolucioné hasta convertirme en el atleta equivalente a Cher o Madonna.
No vine aquí para echar un polvo, y estoy seguro como el infierno que no estoy
llevando a nadie a casa conmigo.
Solo vine aquí para pasar tiempo con mi hermano y salir de mi propia cabeza un
poco.
Matteo sonríe, mostrando el juego de hoyuelos del millón de dólares con que
nació. Al menos eso es como nuestra madre siempre los llamó. Ella le dijo que iban a
hacerlo famoso un día; hacerlo ganar un montón de dinero.
No estoy seguro de que eso haya pasado todavía, pero Matteo va a morir
intentándolo.
—No es lo que parece —dice, sus ojos escanean el grupo de hermosas mujeres que
nos rodean. Solo hago un poco de trabajo en la red.
—Seguro.
—En serio. Que se jodan las audiciones, Alessio. Todo es cuestión de a quién
conoces. —Se sirve una copa de champán. Nadie entra en una prueba y consigue
algo más. Es todo acerca de a quién estas follando.
—¿Así que vas a follar la rubia de piernas largas y obtener un papel en la próxima
película de Michael Bay?
Matteo se encorva hacia adelante, con los codos en las rodillas. Su camisa de vestir
abraza su físico musculoso, el que se ha pasado horas y horas esculpiendo en algunos
gimnasios exageradamente caros de L. A. a los que pertenece.
—¿De qué están hablando? La chica borracha de hace dos minutos se deja caer en
mi regazo. Pone un brazo alrededor de mi cuello y presiona su mejilla contra la mía.
—¿Sabes qué? Ustedes dos se parecen, podría ser hermanos. —La mandíbula de la
chica borracha cuelga abierta. ¿Alguna vez alguien les dijo eso?
Matteo rueda los ojos. —Ella trabajó en el set más temprano. Su trabajo consistía
en quitar todas las arrugas de la ropa interior de quienes estaban modelando.
Mantengo mi cabeza hacia abajo. La barba y parpadeantes luces del club camuflan
mi identidad de esta noche.
—Eres ese jugador de béisbol. Ace, ¿verdad? Soy un gran fanático —dice.
Enorme.
—Gracias. —Mi mirada se desvía. Encontrarse con fieles seguidores tiende a servir
como un recordatorio de que yo los he defraudado.
Pido un whisky sour, doble, y tomo asiento en un taburete cerca mientras él vierte.
Un minuto más tarde, desliza la bebida y me hace un gesto con la mano cuando
intento entregarle un billete de veinte.
—Por cuenta de la casa —dice, inclinado sobre su lado de la barra. Las luces
parpadean en su cara redonda, reflejándose en sus gruesas gafas de montura.
—¿Estás seguro?
—Gracias. —Le doy una sonrisa con los labios apretados, una que probablemente
no puede ver de todos modos gracias a la barba, y que regreso a la sala.
Puede que no esté tan marcado como antes, pero los músculos todavía están allí,
como recordatorios de acero que una vez fui capaz de hacer strike outs6 y bolas rápidas
de 100mph7.
6
Strike outs: cuando el pitcher poncha al jugador.
7
Equivale a 160 km/h
No estoy fijándome en el signo de interrogación que es mi futuro.
Tal vez el que habla sea el alcohol, pero no quiero ser más un idiota.
Dándome la vuelta, agarro mi teléfono, los párpados a medio abrir y la mano que
queda libre alcanza el lado frío y vacío de la cama. Moviéndome a mi lado, meto mis
manos debajo de la almohada y cierro los ojos.
La habitación gira.
Aidy
A
rmada con una bolsa de papel con comestibles que arrastré desde
Chelsea, llego a la puerta del 942 de la Avenida Lexington el domingo
en la mañana, justo antes de las diez.
La bolsa se siente más pesada de lo que lo hacía unas cuadras atrás, si eso era
siquiera posible, y estoy bastante segura de que la parte inferior está a punto de abrirse.
Afortunadamente, veo un timbre justo a tiempo.
Presionando el botón una y otra vez, casi me siento mal. Él debe tener una horrible
resaca. Pero, me despertó a las dos de la mañana, así que siento como si estamos a
mano.
La puerta se abre un segundo después, y Ace está de pie frente a mí, frotando el
sueño de sus ojos. Su cabello va en todas direcciones y cuando levanta su brazo para
tapar el sol de sus ojos, su camiseta se levanta y revela un rastro del camino feliz que
va directamente al sur y hacia la erección matutina abultando sus pantalones.
—Buenos días —digo con el más animado tono de Mary Poppins que puedo reunir.
Ace suelta un fuerte respiro, sus fosas nasales ensanchándose mientras me estudia.
—No. Ni siquiera recuerdo hablar contigo. —Da un paso atrás, una mano
sujetando la puerta, y hace un gesto para que entre—. ¿Qué es todo eso?
—Imaginé que tendrías resaca, así que te traje algunas cosas. Gatorade. Huevos.
Tocino. Pan. Jugo de naranja. No sé qué es lo que comes. Tal vez eres vegano. No
tengo idea. En realidad no planeé esto muy bien…
Debería haber considerado la posibilidad de que tal vez no estuviera solo. Que
quizás había llevado a alguien a casa con él anoche. Aunque, si lo hizo, ella tuvo que
haber estado fuera de combate, porque no hizo ni pio cuando él divagó borracho en su
teléfono por lo menos una hora.
Mi mirada cae a sus hombros, sus musculosos pectorales curvándose bajo una
camiseta blanca de cuello V. —Si no me quieres aquí, está bien. Puedo dejar todas
estas cosas, y puedes hacer lo que sea que quieras con ellas. Alimentar a los gatos del
vecino. No me importa.
—¿Sobre qué hablamos anoche? —Sus manos se engancharon sobre su cadera, sus
dedos deslizándose debajo de la pretina de sus pantalones azul marino.
—Muchas cosas.
La bolsa se resbala de mi agarre, casi deslizándose por mi cuerpo y golpeado el
suelo hasta que él la atrapa. Sus manos rozan mi cadera mientras me ayuda, y mis
brazos, ahora cansado y temblorosos, le dan las gracias.
—Vamos arriba. —Ace asiente hacia las escaleras. Pateo mis zapatos para sacarlos
y lo sigo. Cuando llegamos a la parte superior, hago todo lo que puedo para evitar
quedarme boquiabierta.
Su casa en bonita.
Recibo una bocanada de lo que huele como especias, cuero y tabaco, y tomo una
buena mirada de los alrededores. Los pisos, particularmente duros y fríos bajo mis
pies, parecen ser de algún tipo de hormigón pulido, y su cocina es completamente
abierta. La isla, la cual ancla ese espacio, está envuelta en ladrillo y cubierta con una
encimera de acero inoxidable. Su refrigerador es enorme, fácilmente manteniendo
suficiente para alimentar a un pueblo pequeño, y un colgante sostiene las brillantes
ollas y utensilios organizados suspendidos por encima de todo.
Con una cocina como esta, no hay duda en mi mente de que Ace sabe cómo
cocinar.
En la esquina más alejada está una chimenea, cubierta de ladrillo desgastado con
nombres que no puedo leer estampados en lugares al azar. Muebles de cuero de gran
tamaño están posicionados para las charlas y una manta tejida está puesta sobre el
respaldo de una de las sillas. Sobre la mesa, una lámpara hace clic, proveyendo una
pequeña cantidad de luz, pero cada ventana de su casa está tintada y oscurecida.
Ace deja de sacar comestibles y bloquea su mirada con la mía. —No. Quédate.
Puedes hacer el desayuno, y luego puedes decirme exactamente sobre qué hablamos
anoche.
Traducido por Annette-Marie
Ace
—Cuando vuelva, vamos a hablar —digo en voz alta antes de desaparecer por el
pasillo. No hablamos durante el desayuno. La observé cocinar, y nos sentamos en
silencio, uno junto al otro, mientras comimos. Estoy seguro de que olía a alcohol y
sábanas sucias, y no estaba a punto de bombardearla con todo eso en nombre de
conseguir algunas respuestas.
—Sí. —Exhala, sonriendo. Sus ojos se desvían hacia el manto una vez más, a una
foto mía con mis cuatro hermanos menores, y luego ella gira sobre sus talones.
Vamos.
Afuera, las calles están casi vacías. Siempre me ha gustado la forma en la que la
ciudad se despeja los fines de semana. Uno nunca sabe cuánto necesita ese espacio para
respirar hasta que lo experimenta de primera mano. Las vacaciones son así también.
Día del Trabajo. Cuatro de Julio. Día Memorial. Todo el mundo se escabulle a Los
Hamptons o Cape Cod. ¿Yo? Prefiero quedarme y disfrutar de la ciudad despoblada
antes de que todos regresen.
Aidy mete las manos en los bolsillos de sus pantalones cortos de mezclilla y su
blusa cuelga de sus hombros. Estoy empezando a pensar que es intencional, este
aspecto de ella.
Sus labios tiran hacia arriba desde una de sus comisuras mientras me mira. —No
sé por dónde empezar. Dijiste muchas cosas. No sabía que podías hablar tanto.
Masajeando mis sienes, aspiro una bocanada de aire. Lo que sea que haya dicho,
tiene que haberla obligado a venir aquí hoy, porque no puedo pensar en otra razón por
la que aparecería en mi puerta ofreciéndome el desayuno y un oído para escuchar.
—Fuiste vago acerca de todo —dice ella. En su mayor parte. No diste muchos
detalles sobre nada en realidad.
Me resulta difícil creer que ella no me haya buscado en Google hasta ahora. Pero
también es algo refrescante.
—Sí —le digo, la mandíbula apretada. Eso es más o menos lo que pasó.
—No sé qué tipo de remordimientos tienes —dice ella. Estoy casi asustada de
preguntar. No es que me dirías nada. Y no es que sea de mi incumbencia. Pero pareces
realmente infeliz, y estoy bastante segura de que tiene que ver con tus remordimientos.
Creo que lo que estoy tratando de decir es que si quieres hablar de ello, te escucharé.
—Como sea, después hablamos de cómo desde que te retiraste te sientes como si
hubieras estado pisando sobre el agua, y cómo estás un poco perdido en cuanto a qué
hacer porque el béisbol fue tu vida durante mucho tiempo —dice ella.
—¿Dije eso?
—Es probablemente el por qué estás tan herido todo el tiempo. —Aidy tira de sus
manos fuera de los bolsillos y aprieta los puños. Eres como esto. Enojado. Duro.
Pero necesitas relajarte. —Sus puños se liberan y ella arrastra una mano por mi brazo,
que se endurece ante su toque. Incluso tu brazo está todo tenso.
Una mujer mayor caminando con su Pomerania pasa cerca de nosotros, dándonos
una sonrisa con ojos brillantes, mientras su mirada se pasea entre nosotros. Ella piensa
que estamos juntos, lo que me parece hilarante porque nosotros dos paseando uno al
lado del otro debe verse como el sol saliendo junto con una nube de lluvia.
—Antes de colgar —dice Aidy, dijiste que querías dejar de ser una persona sin
corazón. Quizás solo estabas siendo dramático, no te conozco tan bien, pero no creo que
no tengas corazón, Ace. Al menos de lo que sé de ti. ¿Gruñón? Por supuesto.
¿Temperamental? Definitivamente. Pero no eres alguien sin corazón. Una persona sin
corazón no sentiría remordimientos por las cosas que ha hecho, y una persona sin
corazón seguro que no me habría enviado un mensaje de texto preguntando si podría
enviar un autógrafo para el niño pequeño con lágrimas en los ojos.
Mis hombros se sienten más ligeros, y miro hacia abajo a Aidy, observando la
forma en que sus manos se animan cuando habla. Ella sigue metiendo un mechón de
cabello detrás de su oreja izquierda, pero éste se niega a quedarse ahí por más de unos
pocos pasos a la vez. Aun así, no se inmuta.
Hemos dado vuelta a la manzana ahora, volviendo al punto justo fuera de mi piso,
deteniéndonos bajo la sombra de un arce de hojas rojas.
Aidy se vuelve hacia mí, con la barbilla apuntando hacia arriba mientras mira
hacia un lado con el ceño fruncido.
—Nop —dice ella. Eso fue todo, en realidad. Estabas siendo sobrepasado, y creo
que solo necesitabas dejarlo salir todo. No sé por qué me elegiste.
Ella ríe, y estoy de acuerdo. No tengo ni idea de por qué la elegí, aunque no es
como si tuviera una sobreabundancia de opciones en estos días. Supongo que es fácil
hablar con ella. Realmente no tengo a nadie así ahora.
He dejado que demasiadas personas se alejen a lo largo de los años. Y los que han
tratado de venir en este último año, los he empujado hacia el otro lado, convencido de
que estarán mejor sin mí en sus vidas.
Pero estando aquí, viendo a Aidy morder el interior de su labio y mirarme como si
no pudiera ver la vida y la respiración del monstruo dentro de mí, me da una pequeña
esperanza que no he tenido hasta hoy.
Esta mujer, esta hermosa, Mary-jodida-Sol de mujer, no cree que soy una persona
sin corazón.
Mi pecho cae mientras exhalo, y atasco mis manos en mis bolsillos porque mis
dedos se contraen con una urgencia que no he sentido ni estoy seguro desde cuándo.
Quiero tocarla.
Quiero sentir su suave y cremosa piel bajo mis palmas. Quiero probar ese afilado
puchero que constantemente se desliza en un tono diferente cada vez que la veo.
Quiero reunir un puñado de su cabello mientras la presiono contra la pared y deslizo
mis labios contra los suyos.
Aidy
—¿Q
novia en mis brazos cuando regreso de donde Ace.
¿Es muy Kate Middleton? pregunta ella. No quiero que las personas
piensen que estoy tratando de copiarla. Es lo suficientemente malo que por detrás nos
veamos iguales. Dios, ¿por qué no tuve al menos el trasero de Pippa?
Sentadillas. Te estoy diciendo. Me golpeo mis pompis y me quito mis zapatos.
Sin memoria. Me recargo, exhalando. Así que yo parecía como una persona
loca.
Wren ríe.
Enzo ríe también, a pesar de que no estoy segura de que él sepa porque ríe. Wren
moja su dedo índice y cambia a una nueva página en una de las siete mil revistas de
vestidos de boda sobre su regazo.
Pero como sea, estuvo bien. Me invitó. Nos hice unos omelets y luego fuimos
por un paseo.
Recojo un hilo perdido de brazo del sofá. No. No creo que él tuviera algún
deseo de salir conmigo en una cita. Además, no creo que él sepa que pensar de mí.
De cualquier forma. Está bien. ¿Quién tiene tiempo de tener una cita, cierto?
Me levanto, extendiendo mis brazos sobre mi cabeza.
Sí, citas y relaciones son para perdedores totales que no tiene vida. Wren
chasquea la lengua, guiñándome un ojo y haciendo destellar el brillante en su dedo
anular de su mano izquierda.
Necesito la distracción del hecho de que dentro de seis meses, todas nuestras vidas
van a cambiar. No sólo para Wren y Enzo, también para mí.
Esta noche casi fuimos atrapados. Nuevamente. La primera vez fue justo después de hacer el
amor en la piel de oso en la casa del lago mientras él dormía, perdió el conocimiento, en la
habitación de al lado. La segunda vez fue en la habitación de huéspedes del apartamento de ellos.
Esta noche la follé en la cama de él, segundos después de entrar en ella hasta que escuchamos sus
pisadas viniendo desde el pasillo. Fue aterrador y emocionante, mi mano le tapó su boca, mi pene
húmedo con su excitación, ambos sin aliento mientras buscábamos un lugar para escondernos
detrás del armario principal.
Tal vez soy un hombre egoísta, pero casi deseé haber sido atrapados. Él la odiaría si nos
atrapaba. Él me odiaría también. Pero esto pondría fin a todo este absurdo, y ella finalmente
estaría con el hombre que más la ama. El hombre que más la merece.
No quiero escabullirme con ella. Quiero llevarla de mi brazo. Quiero ser libre de amarla
abiertamente. Orgullosamente. Quiero mostrarla. Quiero casarme con ella. Quiero pasar el resto
de mi vida con ella.
Y no puedo hacerlo hasta que él salga de su vida de una vez por todas.
Traducido por Mariela
Ace
A
idy ha estado en mi mente todo el día.
De hecho, lo ha estado por los últimos tres días, desde que llamó a
mi puerta con los brazos llenos de víveres el domingo en la mañana
como una persona loca.
Mierda.
Nunca pensé que vería el día cuando los hombros me pusieran duro como una
roca, pero maldita sea que Aidy Kincaid y su repertorio de blusas con hombros
descubiertos. Supongo que cuando no has echado un polvo por cerca de un año, no
toma mucho para que se te levante.
Lo estoy.
—No, no —digo—. Solo te estaba llamando para ver si tu quisieras tal vez
encontrarte conmigo para un café.
Mi respiración se suspende.
—Ahora.
Ella hace una pausa por cerca de unos interminables par de segundos.
Suficientemente fácil.
***
—Hola. —Su voz me saluda antes de que ella lo haga, y me giro en mi silla, mis
ojos afilados sobre sus hombros, los cuales están trágicamente cubiertos en esta tarde
inusualmente fresca de junio. Aidy toma asiento frente a mí y ve el menú. Amo este
lugar. Grandioso vecindario de hecho. Topaz y yo comemos a los alrededores todo el
tiempo.
—Está es mí primera vez.
Asiento.
—¿Entonces qué tipo de regreso piensa este Lou que vas a hacer? —pregunta.
Sacudiendo mi cabeza, me alegro. —Quién sabe. Él tiene estas locas ideas algunas
veces. Odio decirle que he estado rezando por un milagro que nunca va a suceder.
—Nunca se sabe.
—Al menos puedo dejarles saber a mis fanáticos que aún estoy aquí. —Tomo un
sorbo de mi café y divisó con la esquina de mi ojo a nuestra mesera regresando. Ella
toma la orden de Aidy, un té caliente con leche y azúcar, y arrastra sus pies al irse.
¿No eres bebedora de café?
—No a menos que tenga que trabajar tarde —dice ella, pasando sus manos a lo
largo de sus muslos, como si tuviera frío. Ella trae manga larga, un suéter que es gris y
casi se puede ver a través de él, y vaqueros que se abrazan a ella en cada curva—.
¿Puedes creer cuan frío está? Es junio. Se supone deberíamos estarnos derritiendo, no
puedo dejar de temblar.
Ayer estaba caliente. Hoy está frío. Este mes no puede decidir lo que quiere hacer,
y puedo simpatizar con eso.
—No, estaré bien una vez que mi té llegue aquí. —Sus dientes castañean, y ella
envuelve sus brazos alrededor de ella.
—No sea una mártir. Vamos. —Me pongo de pie, agarrando mi taza de café en
una mano y ofreciendo mi otra mano a Aidy.
Ella duda al principio, y luego ella la desliza dentro de la mía. Por un segundo, no
puedo respirar. Es como si me hubiera olvidado cuan bien se siente el toque de
alguien. Sostener su mano. Deleitarse en ese breve momento en que se detiene tu
corazón en el “Y sí”.
La dirijo adentro y nos sentamos en una pequeña mesa para dos en la esquina,
lejos de la puerta.
Hay una vela parpadeante entre nosotros y un solo clavel rosa en un florero
blanco. Es casi romántico aquí.
—¿Pueden creer este clima que estamos teniendo? —dice Aidy a nosotros dos—.
Espero que no vaya a estar así todo el fin de semana.
—Creí que se suponía que iba a calentar —Nuestra mesera desliza la bandeja
debajo de su brazo—. ¿Puedo traerles algo más?
Aidy revuelve su té, vertiendo unas pocas gotas de leche encima revolviéndose
hasta que se vuelve un tono caramelo cremoso. Agregando sólo una pizca de azúcar, ella
lo revuelve nuevamente y toma un sorbo. Todo el concepto de leche y té nunca se han
llevado bien conmigo, pero parece bueno de la forma en que ella lo está mezclando.
—¿Quién es Chauncey?
—El prometido de Wren. Ellos se están casando dentro de seis meses —dice—. Él
es el dueño de esa pizzería, Finnegan´s.
—¿No jodas? Esa es una de mis favoritas. Su pizza de carne encurtida y calabazas
es…
Aidy toma otro trago, mirando alrededor del pequeño café. Está comenzando a
llenarse mientras nos acercamos a la hora de la cena.
—¿Entonces que estás haciendo este fin de semana? —pregunto—. ¿Ya que Wren
y Enzo no van a estar?
Ella se endereza, mirando hacia abajo y a un lado. —No sé. Supongo que no había
pensado en ello. ¿Trabajar talvez?
—Voy a ir a mi casa del lago —digo, y antes de que pueda hablar conmigo mismo
sale, la invito—. Deberías venir.
Sus ojos azules se amplían, sus labios luchando con una sonrisa. —¿Qué? ¿Hablas
en serio?
—Sí.
—Está en Rixton Falls —le digo—. En la parte norte del estado. Y solo me relajo.
Pesco. Hago canotaje. Veo los fuegos artificiales sobre las cascadas.
Aidy
Nunca he viajado a ningún lado con alguien que apenas conozco. Para todo lo
efectos, estamos aún a medio camino entre amigos y extraños. Al menos es una figura
pública. Lo cual significa que estoy noventa y nueve por ciento segura de que no es
algún asesino serial planeando desmembrarme y volverme alimento para peces.
—¿Estás segura de que vas ser capaz de cubrir mis citas esté fin de semana? Tengo
seis —digo—. Cuatro de ellas son regulares. Dos son nuevas.
Los ojos de Wren destellan y se apoya contra mi puerta, brazos cruzados. —Lo
tengo. Sólo ve a Rickville Falls con tu súper sexy novio jugador de béisbol y pasa un
gran rato.
—Rixton Falls —la corrijo—. Y él no es mi novio. Por como lo conozco, vamos a
dormir en habitaciones separadas y voy a acompañarlo como una amiga.
—Ja. —Wren palmea su pierna—. Cierto. Vas a acompañarlo como una “amiga”
porque a él le gustaría mucho más ir a pescar con alguna chica al azar que conoció
hace una semana que con alguno de sus viejos amigos del béisbol.
Cuando era pequeña, solíamos tener una casa del lago en las Ozarks. Cada
verano, cerca de este tiempo, me pongo nostálgica por ese lugar.
Mierda.
Y llega temprano.
Él odia empacar, pero ama ver a su padre. Lorenzo puede tener sus problemas y
pudo haber sido una mierda de pareja con mi hermana, pero Enzo vive y respira por
los fines de semana con su padre.
Ellos se van por el pasillo, cada uno separándose en diferentes direcciones, y me
tomo un minuto, respirando profundamente y remplazando todas mis preocupaciones
con pura emoción.
Tengo un presentimiento.
—Hola —digo, preguntándome por qué demonios estoy actuando tan tímida de
repente.
—Hola. —Hay algo luminoso en sus ojos hoy. Lo noté el miércoles también, en el
café—. ¿Estás lista?
—¿Qué traes? Sabes que son solo dos días, ¿no? —Él toma el mango y la hala
hacia él, curvándola como una mancuerda—. Jesús. Esto tiene que pesar al menos…
¿treinta, cuarenta kilos?
—Le dije que estaba empacando de más. —Wren me dispara una mirada,
caminando hacia Ace con su mano derecha extendida, y me doy cuenta de que
probablemente no los he presentado todavía. Dios, ella actúa como nuestra madre
alguna veces. Y ahora mismo, luce como ella también—. Hola, soy Wren. La hermana
de Aidy.
Enzo aparece desde detrás de Wren, dando un paso fuera de las sombras del
pasillo. Sus redondos ojos están amplios y clavados en Ace, y usa a su madre como
algún tipo de escudo. Su emoción y entusiasmo se han ido. Wren estaba equivocada.
Él no lo ha olvidado, y probablemente nunca lo hará.
—Hola —dice Ace, agachándose y haciendo contacto visual con Enzo. Se estira y
saca algo de su bolsillo trasero—. Estaba esperando toparme contigo.
Ace golpetea una carta de béisbol entre sus dedos y la extiende. —Firmada para ti.
—Está bien. —Los ojos de Enzo están fijos en la tarjeta. Traza sus dedos a lo largo
de la firma de Ace.
—Bastante genial, ¿eh, amigo? —pregunto, lanzándole a Wren una mirada que
espero transmita el hecho de que no tenía idea de que Ace planeaba hacer esto.
—Muy bien, ustedes dos diviértanse —dice Wren—. Llámame cuando lleguen
allá.
Nos vamos, y Ace arrastra mi maleta hasta su camioneta, la cual está estacionada
ilegalmente en un callejón junto a nuestro edificio. Le digo que es un rebelde, y eso me
gusta, y él casi sonríe.
Casi.
Puedo sentirlo.
***
—Estás realmente callado. —Decido abordar el elefante gigante en la camioneta a
mitad de camino de nuestro destino—. Estás arrepintiéndote de esto, ¿no? ¿Crees que
es raro? Quiero decir, apenas nos conocemos, y hasta hace poco pensabas que estaba
asechándote, y ahora me has invitado a tu casa del lago. Una parte de mí cree que tal
vez debería ser la de las preocupaciones, ¿sabes? Quiero decir, estoy de acuerdo con la
aventura, pero esto va un poquito más allá…
—Bueno, ahora…
—Lo siento —digo—. No me llevo muy bien con los silencios. Me hacen pensar
demasiado. ¿Conoces esos mapas de ideas, donde dibujas un círculo alrededor de algo,
y luego trazas líneas que lo conectan a otra idea y dibujas un círculo alrededor de esa y
sólo sigues haciéndolo?
—Así es más o menos cómo funciona mi mente cuando hay demasiado silencio.
—Me hundo en el asiento. Él no dice mucho—. No respondiste a mi pregunta.
—Bastante.
En la preparatoria, fue suspendido por un mes completo por manejar alguna red
de tipo apuestas. Dijo que las personas no se dan cuenta lo lucrativo que pueden ser las
apuestas deportivas de las escuelas secundarias.
—¿Tienes hambre? —pregunta mientras nos dirigimos por un camino de tierra que
conduce a un pequeño pueblo llamado Blueshank. De acuerdo con la señal, la
población es de 1,081—. Hay una pequeña tienda de comestibles más adelante. Nos
detendremos allí para abastecernos para el fin de semana. Agarra lo que quieras.
8
Grandes esperanzas (en inglés, Great Expectations) es una novela escrita por Charles Dickens.
Entramos en un pequeño estacionamiento y bajamos del auto. Mis piernas me
duelen, y caminar se siente increíble. Me abre la puerta, la cajera con cara de póquer
levanta la vista de su revista cuando oye el timbre de la puerta.
Agarro una carta y escaneo la pequeña tienda por un baño, exhalando con alivio
cuando veo una señal en el fondo de la tienda. Me disculpo, hago mi cosa, y regreso en
tiempo record, maravillándome por la cantidad de cosas que él ya ha escogido.
Diviso pan, algunos condimentos, fruta fresca y vegetales, incluso una caja de
cereal, pero no hay carne.
—Por supuesto. —Justo como lo hacíamos con mi papá en Ozarks. Justo como no
le hemos hecho desde entonces—. Entonces necesitamos algo de aceite y para hacer
pescado frito.
***
Desacelera hasta detenerse, girando por un camino de tierra donde la vía conduce
a una casa del lago que es una cabaña de madera con un profundo porche frontal,
techo verde, y un muelle hacia el pequeño lago detrás.
—Teníamos incluso una colcha como esta. —Dejo los comestibles en una mesa
campestre y corro al sofá de piel que está adyacente a la chimenea para madera,
pasando mi mano a lo largo de la colcha compuesta por varios cuadros tejidos en
negro, anaranjado y amarillo que, juntos me recuerdan mi niñez.
—Mi madre hizo esa —dice él—. De hecho hace un par de décadas.
—¿Lograste alguna vez regresar? —Ace comienza a sacar los víveres, y me dirijo
hacia ahí para ayudar.
—No. —Saco el pan rebanado de una de las bolsas y miro hacia abajo—. Tuvimos
que vender la casa del lago cuando yo tenía diecisiete.
—¿Qué? ¿Se supone que debo estar dañada? ¿Amargada? Mi padre era un idiota.
Era un padre lo suficientemente decente. Quiero decir, hizo el trabajo bien. Pero era
un esposo de mierda. Mi mamá estuvo mejor sin él. —Pongo el pan a un lado y agarro
el contenedor de mantequilla del fondo de la bolsa—. Fue difícil para nosotros después
de que se fue, pero nos preservamos. Lo atravesamos juntas. Y me estaría haciendo
daño y todo lo que he atravesado si yo automáticamente asumiera que cada hombre es
una basura infiel como mi padre.
Ace toma la mantequilla de mí y la mete al refrigerador. —Hemos terminado aquí.
Déjame mostrarte tu habitación.
Traducido por Gisenid
Ace
Aidy baja la mirada, sus piernas desnudas salvo por los pantalones cortos
deshilachados que cuelgan de las curvas de sus caderas, y ella tira de la camiseta
blanca de algodón que deja muy poco a la imaginación.
—¿Qué hay de malo con lo que estoy vistiendo? —pregunta—. ¿Se ve mal?
Aidy sonríe, recuperando algo de su bolsillo trasero. —Es por eso que vine
preparada.
Ella comienza a rociarse con alguna sustancia amarillenta por toda su piel,
frotándose febrilmente con ella. Un coctel picante de fragancias a base de hierbas llena
mis fosas nasales y toso.
—¿Y funciona?
—Está bien. —Aidy chasquea su lengua, levantando las palmas de las manos en el
aire—. Lo dejaré ir.
Agarro un par de cañas de pescar que coloque antes en la puerta trasera, después
de mostrarle a Aidy su habitación y darle un poco de tiempo para cambiarse, y Aidy
toma la caja de pesca de color amarillo detrás de ellos. Agarro del refrigerador el
contenedor de poliestireno con la carnada viva y nos dirigimos por la puerta trasera
hacia el muelle.
9
N,N-Dietil-meta-toluamida, DEET, componente más habitual de los repelentes de insectos.
un fin de semana para mí mismo aquí, estoy de verdad disfrutando de la compañía de
Aidy.
Ella no es como esos huéspedes molestos que están alrededor todos nerviosos,
esperando que les des permiso de usar el baño. Aidy no tiene reparos en hacerse sentir
como en casa.
—Un Siluro de 13 kilos —digo sin vacilar—. No es nada para romper el record,
pero es más grande que el Silurio promedio.
—Genial —dice.
Aidy está en sandalias tratando de balancear la caja de anzuelos bajo un brazo, así
que por instinto tomo su mano. Sus dedos se envuelven con los míos mientras
cruzamos los tres metros de extensión del terreno rocoso. Mi corazón late fuerte por
una fracción de segundo, y cuando finalmente alcanzamos el muelle, ella se suelta.
—No sé qué otra cosa los llamarías. Hay como ocho, nueve. ¿Están compitiendo?
—Probablemente.
Llegamos al final y tomamos asiento, Aidy se quita sus sandalias y las coloca a un
lado. Sus pies cuelgan, rozando el agua debajo.
—No hay vertiente de este lago —digo, observando a un mosquito aterrizar sobre
su muslo desnudo.
Me acerco y lo golpeo. —Está protegido. Es uno de los más claros en el estado.
Agarro el larguero de la caja de pesca, y por el rabillo del ojo, veo a Aidy cebando
el anzuelo. Por un breve momento, me sumerjo en un recuerdo lejano. Traje a Kerenza
aquí una vez, a pesar de que sabía muy bien que no era del tipo al aire libre. Ella
odiaba el agua fresca. Odiaba los mosquitos y la esencia a pino del aire. Odiaba los
grillos y pensaba que la quietud era algo perturbador. La mayor parte del tiempo se
escondía en el interior, sentándose en frente de un ventilador y hojeando el último
número de Vogue y quejándose acerca de la falta de servicio celular cada vez que
podía.
Sonriendo en silencio, asiento. —Sí. Éramos bastante locos. Sin embargo, mamá
nos mantuvo en línea. La mayor parte del tiempo.
—¿Y tu padre?
Hago una pausa, mirando adelante fijamente a una suave ola de agua. —En
realidad, él no estaba alrededor. Y cuando lo estaba, era ebrio.
—¿Nueva familia?
Aidy se ríe. —Sí. Es bastante terrible cuando lo digo en voz alta. Jesús, es un
idiota.
—Es cierto.
—Mi madre tuvo dos empleos durante tanto tiempo como puedo recordar. Nunca
llegó ninguno de mis juegos. Nos alimentó con comidas congeladas la mayoría de las
noches. Para el momento que cada uno cumplió los ocho años, nos enseñó cómo lavar
nuestra ropa.
—Interesante. —Siento su mirada en mí—. Estoy segura que solo hizo lo que tenía
que hacer para llevar comida a la mesa. No puedo imaginar que sea barato alimentar a
cinco chicos en crecimiento.
—Sí, no. Ella fue una mamá grandiosa —digo—. Nunca faltó a un cumpleaños o
una navidad. Hacía la cena los domingos e invitaba a la mitad del vecindario. Nos
animó a seguir nuestros sueños, sin importar que tan ridículos eran en ese momento.
Ella estuvo, más o menos, en modo supervivencia todos estos años.
Riendo, digo—: Sí. Ahora esta jubilada. Fue maestra de escuela por treinta y cinco
años, así que tiene una pensión. Renunció a servir mesas por la noche tan pronto como
mi hermano menor se graduó de la preparatoria. Ahora está bien.
Aidy se sacude, sentándose derecha. —Oh. Tienes razón. Este se siente grande.
Captura otra robaleta negra, y con cuidado le quita el anzuelo y el sedal.
—Es gracioso como estas cosas solo vuelven a ti —dice ella—. De todos modos,
¿eres cercano a todos tus hermanos?
Sacudo mi cabeza, contento. —No tan cercanos como solíamos ser. Todos
dejamos el nido y volamos en cinco direcciones diferentes.
—Por todos lados —digo. Seattle. Los Ángeles. Chicago. Quien sabe con el
cuarto. No tiende a quedarse en un solo lugar mucho tiempo.
El sol empieza a ponerse sobre el agua, la imagen cálidos tonos de azul, verde y
anaranjado. Los matorrales de arbustos y árboles demasiado grandes bordean las
orillas, y hay al menos buena mitad de una milla entre la casa más cercana y aquí.
—¿Alguna vez te has sumergido aquí? —pregunta, mirando hacia arriba al cielo
oscurecido.
—Nunca.
—¿Qué? —Su mandíbula cae y las comisuras de su boca se mueven poco a poco
en una sonrisa—. Estas bromeando.
Aidy sacude la cabeza, gruesas ondas rubias cayendo en su cara. —No lo creo. Yo
lo haría.
Ella empuja mi hombro derecho, y duele, pero no digo una palabra porque cuando
me toca no estoy pensando en mi dolor. O mi pasado. Estoy aquí. Presente. En el
momento. Mirando fijamente a la cara de uno de los espíritus libres más hermosos que
he visto.
—Quítate la ropa —dice como si no fuera gran cosa—. No miraré si eres tímido.
Burlándome, inclino la cabeza. —No soy tímido. Jesús, Aidy. Pierdes eso muy
rápido cuando pasas la mayor parte de una década pasando el rato en los vestuarios.
—Bien. Hazlo. Lo haré contigo. —Aidy coloca su caña con seguridad contra la
barandilla del muelle y se pone de pie. Antes de que tenga la oportunidad de protestar,
sus dedos están trabajando en los broches de sus pantalones cortos y tirando de la
camiseta sin mangas sobre su cabeza.
—Vamos. —Sus dedos se deslizan por debajo de la diminuta banda elástica de sus
bragas de encaje negro—. ¿Qué estas esperando?
La camisa de franela que estoy vistiendo es más caliente que el infierno, y una
sumergida en el lago se sentirá increíble, pero me prometo a mí mismo que seré un
completo caballero este fin de semana. Por lo incómodo que fue mostrarle la
habitación a Aidy antes, creo que aprecia que no la trajera aquí para hacer mis
movimientos en ella como algún idiota en celo. Así como es, estoy seguro que tiene
suficiente de eso en casa.
Pero también estoy disfrutando mucho su compañía, y el sexo tiende a hacer las
cosas incómodas, y no estoy listo todavía para empañar sea lo que sea que tengamos.
Mierda.
Trabajo los botones de mi camisa, sintiendo un latido en mi polla cuando ella hala
las tiras del sujetador de satén por sus hombros delicados. Desenganchándolo, lo lanza
a un lado, y dice, “ta da”, apoya las manos sobre sus caderas.
Nuestros ojos se atrapan, encendiendo una chispa que ha estado esperando todo
este tiempo, e inhalo bruscamente.
Sus labios fruncidos mientras ella traga. —Es bueno saberlo, Ace.
Sonríe, hace un chillido feliz, y luego patalea en el agua a unos pocos centímetros
por delante de mí. —El agua está bien. Trae ese obstinado trasero tuyo aquí antes que
haga algo más loco.
—¿Es esa una promesa o una amenaza? —Salgo de mis botas y me quito mis
vaqueros, y cuando tiro de la banda de mis calzoncillos bóxer, veo sus ojos viajar a la
protuberancia debajo de ellos. Esto es una locura. Esta mujer está loca. Tomando una
respiración profunda, me quito el último artículo de ropa y me paro en el borde del
muelle, la madera caliente bajo mis pies.
Simplemente lo hago.
Y en segundos, me encuentro completamente sumergido. Envuelto en el agua del
lago, y pataleando en el agua. Cuando salgo por aire, la primera cosa que veo es su
cara sonriente.
—Tú sabes lo que quiero decir —dice, golpeando con su mano antes de volver al
agua.
—Solo esperemos que algún pez nade al lado pensando que tu… es un cebo para
peces.
—¿Estás diciendo que mi polla es tan pequeña como un gusano? —Entrecierro los
ojos en ella.
Aidy se ríe. —No, no, no. La vi. Es como del tamaño de cincuenta gusanos
puestos juntos.
Sus mejillas enrojecen. —No, solo quería decir… no es… es una buena… me
refiero que no hay manera que pudiera ser confundida con un gusano. ¿Quizás con un
pez de buen tamaño? Los peces comen otros peces, ¿cierto?
Nos reímos, algo que no he hecho en mucho tiempo, y cuando siento la hinchazón
de su seno y la dureza de sus pezones presionados contra mi pecho, me encuentro
incapaz de respirar.
No estoy seguro como pasó esto. Quizás siempre estuvo destinado a suceder.
Quizás era inevitable. Pero ninguno de nosotros se mueve, nuestras respiraciones
suspendidas, y con la misma rapidez con la que aparecieron, nuestras expresiones se
desvanecen, reemplazadas con algo completamente diferente.
Sus dedos se deslizan por mis brazos, trazando las venas que corren por el centro
de mis bíceps. Su mirada cae a mi pecho, luego se eleva.
10
En el original DNR, Departamento de Recursos Naturales (DRN).
La lengua de Aidy roza su labio inferior, una invitación silenciosa, y respiro su
aroma terroso.
—Dios, eres hermosa. —Mis palabras están sin aliento. Mi corazón está
martillando. ¿Y mi autocontrol? Inexistente. Ahuecando su rostro en mi mano,
presiono mi boca contra la suya.
Traducido por Anna
Aidy
E
stoy temblando, pero mi cuerpo está en llamas.
Mis labios se separan, aceptando su lengua. Su barba es áspera contra mi piel, pero
estoy demasiado concentrada en todo lo que ocurre para pensar mucho sobre ello. Él
aleja su boca de la mía, bajando por la curva de mi cuello. Un millón de pequeñas
cosquillas envían mis nervios a una sobrecarga, y siento una sonrisa extenderse a
través de mi rostro.
Sus manos bajan por mi cuerpo, hacia la parte delantera de mis caderas, y separa
mi postura a media que viaja hacia al sur.
Exhalando, me estiro hacia abajo, corriendo mis manos por su cabello húmedo y
perfumado por el lago.
El pequeño chapuzón fue una idea de momento, una forma de lograr que Ace
rompiera su caparazón. Él ha sido tan caballeroso hoy, que la última cosa que esperé
era que nada remotamente parecido esto ocurriera.
Me refiero a que, me mostró mi habitación antes, lo cual tomé completamente
como código para: “definitivamente no vamos a dormir juntos este fin de semana.”
Disfrutar.
Experimentar.
Mis manos se apoyan contra la pared detrás de mí, fijo mis piernas para evitar que
me disuelva sobre la lengua de oro del Adonis Griego.
—Estás temblando —dice, subiendo por aire. Su mirada sube la mía, sus ojos azul
verdoso buscando los míos. Las manos de Ace se arrastran por la piel de gallina en mi
estómago—. Aquí.
Suaves saltos y crujidos acompañan la caliente ráfaga de aire que nos envuelve, y
mi cuerpo se relaja.
Él toma mi mano, ayudándome a bajar, y luego se baja entre mis muslos. La dulce
quemadura de su cuello contra mi piel hace que mis muslos se abran con mayor
amplitud, y estoy completamente abierta para él.
A medida que los minutos pasan, Ace me devora como un hombre muerto de
hambre, sus dedos exploran cada delicado lugar, poseyendo mi cuerpo con su suave
aunque salvaje toque.
—Mi turno —digo, escondiendo mi mentón. Mis manos se deslizan hacia abajo
por su pecho, sintiendo el constante palpitar de su corazón, y lo empujo hacia atrás.
Bajando, tomo una buena mirada de lo que Alessio Amato está empacando en su
completo estado de devoración y casi me quedo sin aliento.
Todo lo contrario.
Los gemidos de Ace llenan mis oídos, mesclados con el suave rugido del fuego a
nuestro lado.
Estoy más que caliente ahora, mi cuerpo aún está en llamas, cada molécula de mí
se iluminada dentro.
—Nada. No importa.
Sus manos caen a mis caderas, y me siento, montándolo. Está duro como una roca
debajo de mí, y es todo lo que puedo hacer para no pensar cuando lo deseo en mi
interior justo ahora.
La mirada de Ace cae a mi pecho, mis senos levantándose con cada suspiro. Meto
un mecho de cabello detrás de mi oreja y bajo hasta que todo de mí está presionado
contra todo de él una vez más. Me gusta estar aquí, envuelta en su calidez, atrapada en
su mirada.
Cómoda.
Mis piernas se levantan a lo largo de sus lados, y froto mi cadera contra la suya
solo para burlarme de lo divertido en ello. Llevo mis labios a los suyos y saboreo un
poco de mi excitación en su lengua.
—¿Así cómo?
—No follo mujeres de las que no estoy enamorado. Mujeres que apenas conozco.
No es quien soy. No es quien siempre he sido —dice, sus manos se deslizan hacia
abajo por mis lados y acunan mi culo—. Pero eres la cosa más sexy que he visto jamás,
Aidy. Y hay algo diferente en ti. Y si no puedo estar dentro de ti en los próximos
segundos, jodidamente me voy a quebrar.
Sonriendo, froto mis caderas contra su dureza y me inclino para depositar otro
beso. Su mano izquierda se arrastra hasta la parte baja de mi espalda antes de acunar
mi nuca y empuñar mi cabello.
Cuando vuelve, hay un pequeño paquete metido entre dos dedos. El calor entre
mis muslos se enciende de nuevo, y siento como mi humedad aumentar al segundo en
que lo veo envolver a ese monstruo entre sus piernas. La realidad de que en serio
estamos haciendo esto, realmente vamos a follar, por fin me golpea, y comienzo a
perder mi aliento.
Podría yacer aquí toda la noche, debajo de él, junto al cálido fuego.
Con su puño lleno de mi cabello, guía mis labios hacia los suyos, sus caderas
golpean en mí con una necesidad tan feroz que es deliciosamente dolorosa y
desesperadamente dulce. La fricción caliente entre nosotros me envía sobre el borde.
Mi respiración se atora en mi garganta y mis uñas se entierran en la carne de sus
musculosos brazos hasta que deja marcas.
Él no sonríe.
Por alguna razón inexplicable, pienso en el diario. Y luego recuerdo una entrada
en la mitad del libro que detalla un fin de semana de encuentros robados. Bueno, había
bastantes de ellos en ese libro, pero este era diferente. Este mencionaba una chimenea
y una alfombra de piel de oso, lo cual sentí como un cliché y poco original en ese
momento, pero, ¿quién era yo para juzgar?
Extendiéndome hacia adelante, tiro de la manta bajo nosotros hacia arriba en una
esquina y paso mi mano por la alfombra que está debajo. El pelaje es suave pero sin
embargo grueso, de color negro pardo.
Ace
E
lla se despierta antes de que yo lo haga el sábado en la mañana. La oigo
moviéndose en la cocina, maldiciendo en voz baja después de algún
fuerte ruido metálico. Si está tratando de ser silenciosa, está fallando
miserablemente, pero no es su culpa. Esta cabaña es pequeña. Y está bien, porque ya
es tiempo de levantarse de todos modos.
Sacando las mantas, hago una larga y difícil camita hacia el baño en el pasillo y
me limpio.
Anoche fue la primera vez que he me acostado con alguien desde Kerenza.
Pensé que sería más difícil de lo que fue. Pensé que se sentiría mecánico y
automático, como solo haciendo movimiento y nada más. No creí que la miraría de la
forma en que lo hice. No creí que mis manos quisieran explorar cada pulgada de su
suave cuerpo, o que mi lengua la desearía fervientemente a la mañana siguiente.
Mi polla está dura como una roca, y quizás algo de eso tiene que ver con el hecho
de que me acabo de despertar, pero pensar en anoche, en Aidy y lo que hicimos, no
está ayudando al asunto.
—Oh, hola. —Ella se gira hacia mí por una fracción de segundo antes de atender
el sartén en donde está intentando meter una espátula debajo de los dos huevos.
—No gracias.
No estoy seguro si esta es una mañana incómoda después de la cosa, o si ella se
arrepiente de dormir conmigo, o si solo no es una persona mañanera, pero después de
anoche, la sostuve hasta que sentí el rugido de su estómago bajo mi palma.
Nos vestimos después de eso, y fui para sacar las robaleta del sedal de la caña, los
limpié, y luego los freí para la cena.
Aidy no actuó como si algo estuviera mal después de eso. Ella leyó por un ratito
en la chimenea, y me senté en el porche delantero y escuché a los grillos ya que todo
esto es el tipo de cosas que no se pueden hacer con frecuencia cuando vives en la
ciudad, pero ahora se siente como si ella no quisiera darme ni la hora.
Ella da media vuelta, dos platos en sus manos, y dejo de hablar cuando veo su
rostro.
Aidy me mira desde el otro lado de la mesa, ojos amplios, y sus manos se levantan
hasta la piel roja cereza. —¿Está así de mal?
Ella baja la mirada a su plato y suspira. —Puedo cubrirlo con maquillaje, supongo,
pero si alguna vez quieres besarme de nuevo, vas a tener que afeitarte.
Mi palma roza mi mejilla izquierda. Comencé a déjame crecer esto el año pasado,
cuando estuve hospitalizado después del accidente. Al principio fue para cubrir la
cicatriz y ayudar a hacerme menos notable para el público en general. Era una especia
de mascara. Cubriendo todo lo que quería que nadie más viera.
Y no tener que mirarla cada mañana ha sido una tipo de gracia salvadora.
—¿Por favor? —dice Aidy. Su rostro decae—. Bueno, estoy asumiendo que
podrías querer besarme de nuevo. No lo sé. Podría estar equivocada. No quiero ser
presuntuosa.
Ella corta sus huevos, murmurando para sus adentro. Si fuera cualquier otra
persona, estaría molesto. No estaría encariñado en lo absoluto. Pero todos sobre Aidy
es adorable, sexy y caprichoso. Ella definitivamente no es mi tipo. No se parece a nada
de lo que siquiera le hubiera dado un segundo vistazo antes. Cuando realmente me
siento y pienso sobre ello, apenas y la conozco.
El hecho de que esté aquí, sentada frente a mí en la casa del lago, pasando tiempo
conmigo a pesar del hecho de que podría estar con alguien más y probablemente
divirtiéndose mucho más, es poco menos que un milagro, y no se me escapa.
Sus labios de estiran en una placenteras media sonrisa. —Bien, entonces, sabes
exactamente qué necesitas hacer.
—Nop.
—No tienes idea de lo que me estás pidiendo. —Dudo que pueda hacerla sentir
pena por mí, pero vale la pena intentarlo.
Aidy inclina su cabeza. —¿A qué propósito podría estar sirviéndote? Es julio. No
vives en las montañas. Eres endemoniadamente guapo. ¿Qué hace esa barba además
de hacerte parecer cerrado, molesto y esconder esa increíble sonrisa tuya que creo que
he visto una sola vez desde que te conozco?
Nunca pude darle una respuesta adecuada que fuera más allá del hecho que no soy
persona burbujeante y efervescente. Solo no es cómo estaba hecho. Tal vez soy
demasiado serio. Demasiado intenso. Tal vez vivo con demasiado fuerza y amo con
demasiada fuerza.
Es como siempre ha sido. Estoy hecho de esa forma. No creo que pueda cambiar
si lo intento, y ni siquiera estoy seguro de que quiera hacerlo.
—¿Es de tu accidente?
—Lo es —digo.
Mis ojos parpadean hacia ella. —No se siente bien mirarla todos los días.
Exhalando con fuerza, me pongo de pie y llevo mi plato al fregadero. —Pensé que
lo habías buscado en google.
—Lo hice —dice ella—. Pero sabes cómo son esos artículos, la mayoría es
especulación mezclada con los detalles que sacan del reporte del accidente.
De pie en el fregadero, con mi espalda hacia ella, me debato en darle la fría y dura
verdad. Decirle a dónde estaba yendo esa noche y por qué estaba yendo allí y lo que
iba a hacer una vez que llegara. No pasa un día que no me arrepienta de entrar en el
auto esa noche.
Aidy pone su plato en la parte superior del mío en el fregadero y luego se aleja.
Aidy
—Oh, sí. Esos. Uno de mis hermanos dejó esos hace algunos años.
—¿Sabes cuánto tiempo hace que no juego este juego? Tenemos que jugarlo.
—Ja. ¡Sorry! Es mi juego, Señor Béisbol —le digo—. Creo que estas gravemente
equivocado si piensas que me vas a vencer en mi propio juego. No puedo permitirlo.
Sólo no puedo. Y no lo haré. Talvez debas pegarte a las cosas en las que eres bueno,
como saber sobre trívias de deportes… y… verte caliente.
Fuimos a hacer canotaje esta mañana después del desayuno, y en algún lugar entre
la mitad del lago y el fondo del lago, recibí una lección de la historia del equipo de
Baltimore Firebirds.
—¿Eso es todo lo que soy para ti? —se burla—. ¿Un atleta caliente con una cabeza
llena de datos inútiles?
—Casi. —Me encojo de hombros, quitando la tapa de la caja y colocando el
contenido en la mesa de centro enfrente de nosotros—. Soy el rojo. Tú el azul.
—Yo quiero el rojo —dice—. Soy un Firebird. Se supone que sea rojo.
Me gusta este lado de él. Es como si hubiera desenterrado esta faceta juguetona de
Ace que nunca sabía que existía. Por eso, le dejaré ser el rojo.
—Bien —digo, pretendiendo que esto me molesta más de lo que lo hace—. Seré el
verde. Porque con el tiempo estarás acabado, y estarás verde de la envidia, deseando
haber tenido mis habilidades en ¡Sorry!
Gané el primero.
Él ganó el segundo.
Y el tercero.
Gané el cuarto.
Estamos cuello a cuello, ambos esperando el tener nuestra última pieza en nuestro
punto de home.
Él gruñe, sobándose las manos antes de tronar sus dedos. Él chupa sus labios, los
mismos que he estado muriendo por besa todo el día y me he negado ya que él no se
ha afeitado esa monstruosidad de su cara todavía.
Incluso lo intentó antes, después de que volvimos del muelle. Ace me apretó
contra la pared cerca de la puerta de atrás, un dulce homenaje a la noche anterior, y
tomó mi cara en sus manos. La mirada en sus ojos cuando chasqué que no, no tenía
precio, pero espero que mi persuasión saldrá bien en un futuro cercano.
—Todavía estás a tres espacios —dice él—. Lo que significa que necesitas un uno
y un dos. Buena suerte para ti.
Rodando mis ojos, encuadro mis hombros y le doy una mirada feroz a pesar de
saber que él está en lo cierto. Los impares se apilan contra mí ahora, sobre todo desde
que acabo de sacar un doce y aterrizó en su propia zona de seguridad. Él necesita un
dos. Eso es todo. Y entonces él ganará nuestro pequeño torneo y toda mi gran charla
de antes habrá sido por nada.
Saco la siguiente carta. Un siete. No puedo dividirlo con otros peones porque ya
están en home, así que me quedo ahí.
Mi siguiente tarjeta es un dos, y completo el vuelo del sofá, estoy tan feliz. Él se
estira por la cubierta, pero golpeo su mano lejos.
—Tengo otro turno, ¿recuerdas? —Me recuerda él, frotando mis palmas de las
manos juntas.
—Puff. —Él sopla una respiración a través de sus labios y descansa sus codos
sobre sus rodillas.
Sacando mi esperanzadora última carta, jalo las puntas de mis dedos a través de la
parte superior y la volteo lentamente.
Es un uno.
He ganado.
Silbido y estallidos vienen desde una ventana abierta cercana, dirigiendo nuestra
atención a los fuegos artificiales explotando en el lago.
Ace muerde su labio y duda, sus manos agarrándome de las caderas y rehusándose
a dejarme ir.
Estoy bastante segura que será comido esta noche independientemente. No por los
mosquitos, sino por mí.
—Me gustan todos —dice, su voz baja y tranquila—. No creo poder escoger.
—Eso es aburrido. Los rojos son sólo rojos… Ellos no hacen nada loco como
algunos otros.
—¿Juzgas mucho?
—Es solo, que no estás siquiera intentando tener uno favorito. Solamente dices
rojo por decir.
Ace rueda a su lado, su mirada azul verdosa sosteniendo la mía, sus manos en mis
caderas. —Quiero besarte demasiado, Aidy.
Él intenta.
Él mete su mano en la mía, me lleva fuera del muelle y sobre las rocas, hacia la
casa mientras el espectáculo de fuegos artificiales comienza a morir. Una vez dentro él
me lleva a su habitación. No dormí aquí anoche porque no estaba segura de que eso
era lo que él quería. Él estaba tan tranquilo después de tener relaciones sexuales, y no
quería ser presuntiva.
Pacientemente, espero.
—¿Me besarás ahora? —Se para, sus manos enganchadas en las estrechas caderas,
ojos que destellan con lujuria palpable.
Y no quiero hacerlo.
—¿Qué demonios estas esperando? —Corriendo hacia él, doy un salto. Deslizando
mis brazos alrededor de su cuello, prácticamente trepo su cuerpo musculoso.
Las manos de Ace ahuecan mi trasero, y rozo mis labios sobre él, deleitándose en
la suave uniformidad. Huele a limpio, como a colonia, crema y loción de afeitar. Llevo
su esencia a mis pulmones, besándolo más fuerte, deslizando mis dedos en el cabello
de su nuca.
Estaba muy distraída por su belleza, por el extraño hermoso delante a mí, para
incluso importarme.
Eso y su polla.
Y sus brazos.
Y su culo.
Es un dulce alivio, pero ni de cerca tan dulce como el que está por venir.
—¿Podemos hacer esto toda la noche? —suspiro, mi boca aún presionada contra la
suya.
***
No estoy segura por qué, pero empiezo de nuevo a pensar en ese diario. Y que
tanto amaba ese hombre a la chica con los ojos violeta. Como ella lo arruino para
cualquier otra persona. Como el juró nunca amaría a nadie más tanto como la amó a
ella.
Incluso acostada aquí, en los brazos de Ace, hay una especie de distancia
inexplicable entre nosotros. La atracción está ahí, seguro. Eso no lo niego. Y hay
química entre nosotros porque aparentemente los opuestos se atraen.
Pedir más de él, es un nivel que no estoy segura que sea capaz de dar porque cada
parte de mi sospecha que ese diario le pertenece a él.
—Todo el mundo siempre está pensando en algo —le digo, y entonces me doy
cuenta que quizás no está pensando en algo. Está pensando en alguien.
Yacemos allí, aun en silencio, pero sus dedos rozan la parte posterior de mi brazo.
Hace cosquillas y pone mi carne de gallina, pero me gusta.
—Solo me preguntaba —digo—. Porque hay esta distancia sobre ti. La veo en tus
ojos. Solo tengo curiosidad si alguna vez has le permitido alguien entrar.
—Nunca —digo.
—Me han dicho que tengo un espíritu demasiado libre —digo—. Supongo que
nunca he querido estar atada por demasiado tiempo. Supongo, que nunca me quedo
alrededor de nadie el tiempo suficiente para enamorarme.
Está callado.
—Lo sentía cuando era más joven. No sé si lo sentiría ahora. Han pasado un par
de años desde que salí en serio con alguien —dije—. No he tenido una cita apropiada
en más de un año porque he estado trabajando mucho. Me encantaría conocer a ese
alguien especial, ¿sabes? Alguien que me ame tanto que duela. Quiero ese amor
avasallador y adictivo del que siempre hablan todos.
—¿Qué hay sobre ti? —pregunto—. ¿Qué paso con tu único amor?
—¿Qué pasó?
Antes nunca he tenido mi corazón roto. No sabría lo que se siente o que tanto
dolería. Pero en este momento, hay un dolor oprimiendo mi pecho.
Es de él.
No consiguió a la chica.
Aidy
A
ce se estaciona afuera de mi apartamento el domingo en la tarde.
Esto es.
Disfruté cada momento, dispuesta a que cada minuto goteara tan lento como la
miel, porque no había disfrutado tanto desde hace mucho tiempo. Algo de estar aquí
afuera, codos hundidos en la savia de pino, mosquitos y el agua del lago, es refrescante
de una manera que no se puede encontrar en la ciudad. Nunca ningún spa con puerta
roja podrá compararse con lo que puede ser la naturaleza, al estar desconectado de la
tecnología y del ajetreo.
Ace, siendo tan maravilloso, una intriga y un misterio como es, me mantuvo a la
distancia de todo el fin de semana. Incluso cuando su pene estuvo hundido dentro de
mí y su boca estaba sobre la mía, había una extraña separación.
Aceptándolo.
Sabiendo que esto nunca cambiará porque él es un hombre que aun claramente
está enamorado de una mujer con ojos violetas, y nadie más se le podrá comparar.
—Gracias por todo —le digo. Hay una finalidad en mi tono que no puse ahí
intencionalmente.
Ace cuadra su cuerpo con el mío, poniendo sus manos en mis caderas. Nuestros
ojos se encuentran, y mis rodillas se me debilitan de sólo verlo otra vez. Él es bello así,
todo rasurado. Había visto antes fotos de él afeitado, cuando busqué en google su
nombre la última vez, pero la mayoría eran fotos con el equipo o fotos de imágenes de
la televisión. Eran borrosas y alejadas. Viéndolo de cerca, viéndose como un millón de
dólares, me hace algo que nadie más ha hecho.
—La pasé genial —le digo—. Gracias por llevarme contigo. Fue definitivamente
uno de los mejores fines de semana que he tenido en mucho tiempo.
Me imaginé que fue una de esas cosas de una vez y hecho. Él encontró una chica,
la llevó a su cabaña, consigue encamarse un buen puñado de veces, y luego en el
segundo en que los pies de ella tocan el suelo nuevamente, él la deja donde la
encontró.
Volteo, mirando hacia mi puerta y luego de vuelta a él. —No, está bien.
Cada parte de mí espera que este no sea nuestro último, pero sé que no debo
mantener mis esperanzas altas.
Lamo mis labios, dejando que su sabor se deleite en mi lengua, y lo veo irse
manejando. Cargando mis bolsos hasta mi apartamento, me doy cuenta que olvidé el
joyero antiguo en su camioneta. En nuestro camino de vuelta esta tarde, nos
detuvimos en este pequeño pueblo encantador llamado Walnut Creek y entramos en
esta tienda de antigüedades en la esquina llamada “The Yellow Elephant”.
Ahí fue donde encontré esta pequeña baratija ovalada. Tenía una tapa de cristal y
sus pequeñas patas de filigrana de oro y pequeños cameos de jade a su alrededor. Ace
pensó que era fea, y casi me lo compro solo para fastidiarlo, pero cuando vi la etiqueta
de precio en el reverso, me di cuenta de que no había manera en el infierno que me lo
pudiera permitir. El precio era más que el alquiler de un mes aquí, así que lo puse de
nuevo y seguí observando.
Ace
¿E
STÁS EN CASA?
No estoy seguro de que tipo de hechizo me lanzó, pero sea cual sea, está
funcionando.
Cuando han pasado al menos diez minutos, le mando uno y le dejo saber que sí,
de hecho estoy en casa.
El timbre de la puerta suena quince minutos después, y Aidy está de pie al otro
lado de mi puerta, su maletín de maquillaje en una mano y en la otra agarrando la tira
de su bolso sobre su hombro.
—Hola —dice ella, sonriendo dulcemente—. Estaba en el área por trabajo. Pensé
en detenerme de paso y conseguir mi joyero ¿que dejé en la camioneta que rentaste la
semana pasada?
Bueno, jódanme. Ella no estaba viniendo para salir o porque quisiera verme.
Subimos las escaleras, Aidy jactándose de alguien que pidió una sombra azul pavo
real a pesar de los intentos profesionales de Aidy de llevarla en otra dirección.
—¿Qué has estado haciendo toda la semana? —pregunta ella, recargándose sobre
la isla de la cocina.
Ella se ve bonita hoy, aunque ella siempre lo hace. Pero el día de hoy su cabello es
un poco más brillante, como si lo acabara de peinar. Y su maquillaje es diferente.
Nuevamente, siempre es diferente. Cada vez que la veo, ella se ve un poquito como
alguien más. Ella es como esos fuegos artificiales sobre el lago el fin de semana pasado,
ese que era todos los colores a la vez. No puedes precisar a Aidy Kincaid. No puedes
encasillarla en un tipo particular de nada.
—¿No me digas?
—Sí. Aparentemente desde que fui co-anfitrión de Smack Talk, ellos piensan que
estoy preparándome para mi gran regreso.
—Les dije lo que querían escuchar. Que siempre seré un jugador de corazón, pero
ser pitcher está fuera de cuestión para mí —digo—. Luego quisieron saber que seguía
para mí.
—Oooh. —La boca de Aidy se alzó en las esquinas—. Les pusiste un cebo. Los
dejaste en suspenso. Ahora tienes que hacer algo realmente emocionante.
Llevo mi mano a mi cara, tirando de la piel suave y desconocida que hay debajo.
Todavía no me acostumbro a estar afeitado, y la mayoría de las veces me siento
completamente desnudo, pero decidí el fin de semana pasado que tenía que besar otra
vez a Aidy. Tenía que tenerla nuevamente.
Ahora está a la vista como el día, es rojiza como una invitación para el resto del
mundo la vea.
—Me gusta tu cicatriz —dice Aidy. Es la primera vez que la menciona desde que
me rasuré.
—Eso te da un filo. Te hace ver intimidante —dice ella—. Porque sin ella, eres un
tipo de chico bonito. Sin ofender. Pero tú eres realmente, realmente guapo, y, como que
eres todavía caliente con la cicatriz, no me tomes a mal, pero solo te da un poco más
de algo extra.
—Gracias.
—Mira, trato con personas todos los días quienes tienen inseguridades físicas —
dice—. No hay una sola persona en el mundo que ame cada uno de sus rasgos faciales,
y si lo hacen, es probablemente porque hay algo genéticamente modificado de
Frankenbelleza de la capital de la cirugía plástica del mundo.
Moviendo con un ruido chillón, saco un banco y tomo asiento.
—Las personas encuentran todo el tipo de cosas para odiarse a sí mismos. Nariz
grande. Ojos que están muy cerca entre sí. Ojos que están muy despegados. Barbilla
plana. Gran frente. Sin pómulos. Mucho pómulo. Muy bajo. Muy alto. Cabello lacio.
Cabello chino. Cabello rizado. La lista sigue. —Aidy rueda los ojos—. Las personas no
se dan cuenta que si te amas a ti mismo y te aceptas por quien eres, todas esas
inseguridades eventualmente se desvanecen.
Dejo salir una respiración dura a través de mis labios. —Está bien. ¿Qué hay sobre
ella?
—Eres caliente, pero tu cicatriz te hace ver incluso más caliente —dice ella—.
Camina alrededor y hazte dueño de la cicatriz. Jode al pasado. Maldice al accidente
que te robó tu carrera. Que se joda todo lo que la cicatriz te recuerde.
Hay un momento interminable que permanece entre nosotros, uno donde puedo
sentir el pulso constante y el lento calor subir a través de la espalda a mi nuca.
Nuestros ojos se enganchan.
—Sí —dice.
Pateo el banco debajo de mí y voy por ella, sin desperdiciar un solo segundo.
Levantándola en la encimera, mis manos rodeando su cintura y mi boca reclamando la
suya.
Ella es la cura para todo que me hizo sufrir este último año. Y tal vez ella sea un
curita o un arreglo rápido. A lo mejor la cura no sea permanente. Pero como que
espero que lo sea, porque Aidy solamente trajo luz del día a mi vida desde el día en
que nos conocimos.
Tacha eso.
***
—¿Tienes Netflix? —preguntó Aidy, enredándose una manta del sofá alrededor de
su cuerpo desnudo.
Estoy agotado, mi polla sigue palpitando y mis ojos aún fijos en su cuerpo
desnudo mientras ella está frente a mí, el control remoto en su mano izquierda.
—No.
Aidy sale a la cocina, agarrando un par de aguas para los dos, la manta
arrastrándose detrás de ella.
—Tengo una cita en tres horas —dice—. Podemos ver un par de capítulos y luego
tengo que irme.
Aidy se baja al sofá, acurrucándose a mi lado, metiendo sus piernas debajo de ella.
Siento que me está estudiando, observando mi expresión, pero miro directamente a la
televisión y mantengo mi cara de póquer.
Aidy
racias a Dios sigues viva. Pensé que tal vez habías sido golpeada
—Lo siento —digo, abriendo y cerrando la puerta detrás de mí—. Debí haberte
enviado un mensaje de texto.
Mis labios se tuercen en una sonrisa. —¿Cómo sabes que estaba con Ace anoche?
Wren rueda los ojos. —Porque has estado revoloteando alrededor como alguna
princesa de Disney desde que regresaron de la casa del lago, y tengo la sensación de que
esto solo es el comienzo.
—No revoloteo.
Pongo mis cosas abajo cerca de la puerta y me dirijo a la cocina para hacerme una
avena. Después de que regresé con Ace anoche pasamos la noche en cama.
No durmiendo.
—No. —Arrugo la nariz, buscando un paquete de avena sabor fresas con crema
abierto y vaciándolo en el plato hondo. No habíamos tenido esta conversación todavía,
y no estoy corriendo para nada—. Solo estamos teniendo diversión.
—Guau. —Wren levanta sus cejas, mirando hacia abajo—. Quiero decir, lo habías
mencionado antes pero nunca pensé que fueras seria al respecto.
—Siempre has sido mi pequeña socia. —Wren sonríe por un segundo, pero
rápidamente se desvanece—. Tú me seguiste a la universidad, a Nueva York. Has sido
mi compañera de habitación el noventa por ciento de mi vida entera.
Asiento. —Que es el por qué necesito hacer esto. Tú te estás moviendo al siguiente
capítulo de tu vida, con Chauncey, y necesito hacer lo mismo. Es tiempo para ver que
más hay ahí afuera.
—Solo promete que vendrán a visitarme —le digo—, tanto como sea
humanamente posible.
Wren se da la vuelta, golpeándome con sus manos. —No quiero hablar más de
esto. Dios, ¿por qué estoy tan emocional tan de repente? Hablemos de ti. ¿Cuándo
estás viendo de vuelta a Ace?
Ace
Aidy mencionó una vez que no había estado en una cita apropiada en más de un
año, y como hemos estado pasando mucho tiempo juntos, pensé que era la mejor cosa
por hacer.
11
Mixología es generalmente aceptada como un término más refinado y un estudio más profundo del
arte de mezclar cocteles y bebidas.
El asistente del instructor camina en la fila de atrás, más allá de nuestra mesa,
alineando los artículos de la mesa y cosas como aceitunas rellenas y Vermut12, así
como, cuatro tarjetas de recetas impresas en una cartulina gruesa y de color crema.
Aidy alcanza la coctelera, retira la tapa y mira dentro. —Es más pesado de lo que
pensé que sería.
—Todos, por favor comprueben su mesa y déjenme saber si no tienen uno de los
siguientes —grita el instructor, paseando alrededor de la sala—. Un macerador13, un
colador, tenazas, una cuchara, una copa, un vaso coctelero, y una coctelera Boston14.
Sus ojos azules están encendidos, su boca está un poco más cerca de lo habitual,
ya que está usando el par de tacones fóllame más sexis que he visto.
—¿Y? —Me giña, su boca roja fruncida. Cada vez que miro esa boca llena, quiero
besarla. Estoy convencido que esta noche lleva pintalabios rojo brillante para
torturarme, sabiendo que no la besaría con eso puesto.
Está bien.
Otro asistente viene empujando un carro, depositando en cada mesa dos martini
previamente enfriados.
12
Vermut o vermú es un vino, rojo o blanco, macerado en hierbas, compuesto de vino blanco, ajenjo y
otras sustancias amargas.
13
En el original Muddler. Mano de mortero o macerador es una herramienta de coctelería utilizada para
triturar frutas, hierbas o especias en el fondo de una copa y así liberar todo su sabor.
14
En el original Boston Shaker. Está formada por dos vasos, uno metálico y otro de cristal de diámetro
más pequeño.
—¿Todos listos? —grita el instructor, juntando sus manos—. Bien, me gustaría
una vez más, darles oficialmente la bienvenida a Mixología de Prohibición 15 101. Soy
su instructor, Carlos, y está noche estaremos haciendo cuatro cócteles. Si pueden, por
favor tomen su coctelera Boston. Hay doce pasos para hacer el martini perfecto, así
que, por favor presten mucha atención.
—Algunas cosas que deben saber antes que comencemos —dice Carlos,
sosteniendo su coctelera Boston—. Siempre que mezclamos una bebida en un
recipiente de metal, lo agitamos. Cuando mezclamos una bebida en vaso de cristal, lo
revolvemos.
Aidy se inclina, chocando su brazo contra el mío. —No sabía eso. ¿Tú lo sabías?
Mientras nuestro instructor habla sin parar sobre los cubos de hielo, sus tamaños,
el tipo y forma apropiado para cada bebida, y cuantos utilizar cuando se mezcla un
martini, siete u ocho, solo estoy prestando atención a medias. Todos los ojos están
puestos en Carlos, excepto los míos.
—Creo que solo se supone que probáramos los cocteles —dice Aidy, sus palabras
lentas y amables mientras salimos. Esta lloviznando de nuevo, y el estruendo de los
truenos, amenaza con marcar el comienzo de otra tormenta de verano—. Bebí
demasiado, y ahora no puedo sentir mi cara. ¿Por qué me dejaste beber demasiado?
15
En el original Prohibition. No hace alusión al nombre del bar, Prohibición, sino a la Era de la
Prohibición o mejor conocida como Ley Seca.
16
Amaretto sour es originario de Estados Unidos. Lo que lo diferencia del resto de la familia sour, es
que no se le añade azúcar, ni sirope de azúcar, ni clara de huevo.
17
Moscow Mule es un cocktel elaborado con vodka, ginger beer y jugo de lima. Se sirve en una taza de
cobre. El nombre hace referencia a la percepción popular del vodka como un producto típico de Rusia.
Mi plan para nosotros era caminar por el vecindario. Para conocernos mejor.
Tomarnos el tiempo y disfrutar de la compañía del otro tan naturalmente como sea
posible.
—Probé.
—Mil uno. Mil dos… —dice Aidy, justo antes que el estruendo del trueno llene el
aire.
—Así es como sabes que tan lejos está la tormenta. Está a dos millas de distancia.
Mis labios rozan los suyos, como si no fuera capaz de separarme de ella. La lluvia
cae fuera del toldo, golpeando nuestras cabezas y chorreando alrededor.
—Ven a casa conmigo esta noche, Aidy. —No estoy preguntando. Miro fijamente
dentro de sus ojos color zafiro, y ella bate sus largas pestañas, exhalando. Mis manos
caen en su cintura y tiro de ella contra mí, besándola una vez más. Sus labios son
suaves, llenos. ¿Su sabor? Adictivo—. Por alguna loca razón, parece que no puedo
tener suficiente de ti.
—Siempre supe que eras el loco —dice ella, parándose de puntillas y besándome—
. Bien. Me convenciste.
Traducido por Anna
Aidy
—O mañana, su rostro blanco como una hoja y sus manos agarran mis
muñecas. Pensé que podría colarme dentro sin que ella se diera
cuenta, pero por supuesto que la única vez que lo hago, ella está levantada. A juzgar
por la mirada en su rostro, algo terrible pasó o enloqueció por el hecho de que no vine
a casa anoche y olvidé avisarle.
—Enzo está bien. Está con su papá —dice ella, con el rostro tan blanco como una
hoja—. Aidy, estoy embarazada.
—Wren…
Ella libera su agarre en mí y retrocede, cayendo sin fuerza en el brazo del sofá. Su
expresión todavía está aturdida.
Sus pestañas revolotean, y su mirada vuela a la mía. —Ve a ver el baño. Me hice
cinco pruebas esta mañana. Cada una es positiva.
Ella asiente, lentamente. —Sí. Él estaba aquí esta mañana cuando tomé las
pruebas.
Ella sacude su cabeza. —No lo sé. Él solo tenía esa mirada de pánico en su rostro,
como si estuviera tan anonadado como yo lo estaba, si no más. Y estuvo en silencio. Y
luego se fue.
Guardo mis preguntas. No necesito saber cómo pasó esto. Los condones se
rompen. El control de natalidad no es siempre cien por ciento efectivo. Y no importa,
porque ella está embarazada y no hay vuelta atrás ahora.
Nos sentamos en silencio por un segundo, dejando que el peso de todo esto se
asiente
—Y sé que tenía mis dudas antes —dice, con voz temblorosa—, pero era solo
porque lo amaba tanto, estaba asustada de perderlo.
Wren asiente. —Sé que no tiene sentido para ti. Pero parte de mí pensaba que si
podía retrasar la boda o convencerlo de no casarse conmigo, entonces podría evitar lo
inevitable. Los tipos se van, ¿cierto? Eso es lo que hacen. Te aman y luego te dejan.
Mis labios se abren pero nada sale. Quiero decirle que está equivocaba. Quiero
decirle que Chauncey no es así. Pero puede que no sepa eso. Todo lo que sé es que él
estaba aquí. Y se fue. Y ahora se ha marchado.
—¿Qué se supone que haga? —Wren entierra su rostro en sus manos—. Apenas y
puedo mantener a Enzo por mi cuenta.
La cerradura detrás de mí hace clic, y la puerta se abre. Chauncey aparece, dando
pasos vacilantes. Él y mi hermana se miran mutuamente el uno al otro, y luego los ojos
de mi hermana se llenan de lágrimas que no estoy segura si son de alivio porque él
volvió o tristeza porque la dejó en primer lugar.
—No los dejé, nena. —La mandíbula de Chauncey cuelga, balbuceando palabras
mientras intenta explicarlo—. No lo sé. Estaba sorprendido. Necesitaba algo de aire.
Necesitaba pensar.
Chauncey, tan genial como es con Enzo, siempre le había hecho tan claro como el
cristal a Wren que no quería hijos propios. Su vida es Wren, Enzo, y la Pizzería
Finnegan’s. El hombre trabaja cincuenta, y algunas veces sesenta horas a la semana.
No tiene tiempo para mucho más.
Chauncey saca un pequeño ramo de peonias color rosa detrás de su espalda, las
favoritas de Wren, y se las entrega.
—Y creo que puedo hacer esto —dice él—. Es decir, sé que puedo hacer esto. Tal
vez no estaba planeado, y no es lo que pensaba que quería, pero lo quiero ahora. Lo
quiero contigo. Te he visto con Enzo, y eres una madre increíble, Wren. No puedo
imaginar a nadie más como la madre de mis hijos.
Las manos de Wren vuelan a su rostro y esnifa antes de estrujar sus ojos con la
parte posterior de sus manos.
—Lo siento, te dejé esta mañana —dice—. Pero necesitaba aclarar mi cabeza y
pensar realmente sobre ello. No quiero que pienses que estaba dejándote. Que estaba
dejándote por esto. Solo necesitaba un minuto para respirar, dejar que se asentara.
—Te amo también. —Wren se levanta sobre la punta de sus pies, besándolo.
—Mi madre va a enloquecer. Lo sabes, ¿no? —dice él con una risa. Había
escuchado a Wren hablar sobre cuanto había estado presionándolos su madre para
tener un bebé. Ella trata a Enzo como uno de los suyos, pero consiguió algo de la feroz
fiebre del bebé—. Probablemente va a insistir en que nos casemos ahora mismo, hacer
las cosas bien. Sabes cómo es ella.
—¿Qué dices si nos casamos antes? ¿En el ayuntamiento? Justo como querías. —
Chauncey limpia una lágrima de la mejilla de Wren—. No necesito una boda de
fantasía. Solo te necesito a ti.
Wren asiente, besándolo de nuevo. —Sí. Creo que eso suena perfecto.
Realmente lo estoy.
—Aidy, olvidé totalmente que estabas sentada allí. —Wren ríe, secando sus ojos—
. Siento tanto que acabamos de forzar nuestra telenovela en ti.
—No te preocupes por ello. —Me pongo de pie, agarrando mis bolsos y me dirijo
hacia mi habitación. Me detengo y los abrazo a cada uno en el camino—. Amo los
finales felices. Felicitaciones. Los amo chicos, y no puedo esperar para tener un nuevo
sobrino o sobrina a quien amar.
Me doy cuenta mientras los dejo, que si van a casarse en un mes, eso me da
mucho menos tiempo para averiguar cuál es mi próximo movimiento… en donde voy
a vivir… si voy a quedarme en Nueva York o mudarme a Los Ángeles.
Ace
—Te ves realmente bien —dice Lou, finalmente notando el estilo afeitado que
estoy luciendo—. Me alegra que quitaras a ese peludo animal de tu rostro. Nunca fui
un fanático de esas cosas.
—Aunque seriamente, hay algo más ligero sobre ti, y no tiene nada que ver con tu
apariencia. —Él hala su taza de café más cerca—. ¿Qué has estado haciendo? ¿Saliste
mucho de la ciudad?
—No me mientas.
Llevo el vaso de polietileno a mis labios y escondo una sonrisa. —No hay una
chica, Lou.
—Ah, bien. No te molestaré sobre esta chica que supuestamente no existe —dice
Lou con un guiño de lado, apastando su mano con gruesos nudillos hacia mí—. Eso
no es por lo qué quería reunirme contigo de todo modos. Solo quería ver cómo estabas
ya que ando en la ciudad, dirigiendo algunas cosas por ti.
—Bueno, he conseguido algunos amigos que tienen este programa por radio
satelital, y están buscando un anfitrión. Es temporal, y es en su mayoría hablar sobre
las grandes ligas, pero creo que serías perfecto para ello, y maldición, chico, te vi en
Smack Talk el otro día. Tienes el rostro para la TV y la voz para la radio. ¿Nunca
pensaste en dirigirte en esa dirección?
—Bueno, tienes que hacer algo. —La voz de Lou es un poco más fuerte ahora—.
No puedes sentarte por allí todo el tiempo viendo a la distancia. Escribe un libro y ve a
un tour, entrena a un equipo de las ligas menores, demonios, entrena en las mayores.
Ya sabes, podrías ser un actor si no te gusta la televisión en vivo.
—Gracias, Lou.
Tanto como quiero pasar cada segundo de vigilia de cada día con ella, no quiero
alejarla. No quiero perderla. He pasado por eso antes. He amado a alguien tan
intensamente que la asusté, la alejé.
Así que tomaremos las cosas con calma, un deliciosamente agradable día a la vez,
y ver lo que pasa.
Traducido por Lili-ana
Aidy
V
eintidós.
Dieciocho.
Siete.
El número de citas reales en las que hemos estado ahora. Cita real del tipo de
ponerme-toda-maquillada, cena y una noche en la ciudad. Tomarnos de las manos.
Sostenerme la puerta. Los trabajos.
Tres.
El número de veces que me he atrapado soñando sobre un futuro con este hombre,
lo cual es completamente ridículo porque nunca he sido de las que fantasean con el
anillo, el vestido, la casa y estar atada a un hombre por el resto de mi vida.
Cien.
La probabilidad que esté cien por ciento obsesionada con Alessio “Ace” Amato.
Se lo digo todo el tiempo, dejando pistas cada vez que tengo oportunidad y
haciendo pequeñas cosas dulces que sé que él aprecia, como no quejarme cuando
quiere ver alguna película estúpida de acción y tratando realmente, realmente duro de
aprender más sobre béisbol porque a pesar del hecho que él finge que lo ha superado,
sé que el amor del juego sigue ahí.
De cualquier modo, Ace hace un montón de cosas dulces para mí. Me ha enviado
flores unas cuantas veces, siempre un arreglo diferente, nunca predecible. Y me
compró un cepillo de dientes para mantenerlo en su casa. Incluso tengo mi propio
cajón en su tocador, y tengo algo de ropa extra y pijamas allí a pesar del hecho que
cada vez que duermo, los pijamas están prácticamente fuera de ecuación. Simplemente
la semana pasada, Ace compro mi pasta de dientes favorita de canela orgánica porque
su pasta de menta me hace vomitar.
Trato de no pensar sobre su amor por la chica del diario comparado su lujuria por
mí. Para todos propósitos e intenciones, tal vez él no escribió esas cosas después de
todo. Es posible que esté equivocada. Y es posible que esté leyendo demasiado en las
cosas. Hace unas noches, estábamos tumbados en la cama, y casi saqué a colación el
diario de nuevo. Estaba en la punta de mi lengua. Entonces respiré su aroma y besé sus
labios llenos mientras él enterraba sus dedos en mi cabello, y recordé lo feliz que estaba
y lo mágico que todo es, y no quería tíralo todo por encima de algo que él
probablemente negaría de todos modos.
El día que Ace me diga que me ama, si me dice que me ama, moriré e iré directo al
cielo, como uno de esos personajes de dibujos animados tumbados en el suelo con un
ramo de flores en sus manos mientras su espíritu fantasmal se eleva por encima de
ellos.
—Dios, te amo —dice, sus manos hundiéndose en mis caderas cuando se inclina y
besa el lugar justo al lado de mi oído izquierdo.
Mi corazón vibra y luego de hunde como una piedra. Él realmente no quiere decir
que me ama. Solo le encanta que le traje su comida favorita.
—Está bien, bueno, disfruta tu pizza —digo—, tan pronto como termines, sabes
dónde encontrarme… desnuda… en tu cama.
Lanzo la caja en la isla y patina a través. Tirando de mi blusa para revelar el sostén
de encaje negro que compré especialmente para él esta mañana, tiro mi camisa hacia él
y tranquilamente camino por el pasillo. Prácticamente sintiendo sus ojos en mi culo, sé
que es solo cuestión de tiempo antes que él tome la decisión correcta, y sonrío a mí
misma.
Pensé en dejarlo dormir el sábado por la mañana y salir poco después que saliera
el sol. Pero se veía tan malditamente caliente allí, medio desnudo y en paz. Le robé un
beso, arrastré mi mano por su pecho cincelado, y luego le susurre al oído. Haciéndole
saber que me estaba yendo y lo encontraría más tarde. Después de eso, tomé el tren a
casa, me duché, y me dirigí a un día completo de citas.
Si no lo supiera bien, a veces pensaría que él estaba más obsesionado conmigo que
yo con él.
¿VENDRÁS?
Echo un vistazo a mi teléfono vibrando tan pronto como dejo a mi último cliente
del día. Son casi las cuatro. He estado corriendo por todo Manhattan desde las ocho de
la mañana, subsistiendo principalmente de café y un solo muffin del día, que uno de
mis clientes tan generosamente me ofreció. Estoy agotada.
Anoche tuvimos sexo dos veces. Seguidas. El hombre es una máquina, apenas
necesita descanso. Él dice que nunca ha sido así con nadie antes: solo yo.
Mis piernas duelen y mis zapatos cortan mis talones cuando camino. Más
adelante, un taxi amarillo está estacionado, así que lo agarro antes que nadie más, y
me lleva a la avenida Lexington.
***
Ace coge mi mano y cierra la puerta detrás de mí. —¿De dónde ha salido esto?
—Jesus, Aidy, no eres insegura —dice él, aspirando un largo suspiro y arrastrando
su pulgar por su labio inferior. Su boca se curva en una media sonrisa firma de Ace.
Sonrío.
Me levanta, ingrávida en sus brazos. Llevándome por los escalones, lo beso una y
otra vez, mis manos acariciando su suave rostro. Me deslizo de él cuando llegamos a la
parte alta, mis dedos ávidamente tirando del dobladillo de su camiseta.
—¿De verdad? —grito, haciendo un ligero salto—. ¿Las veras conmigo? Dios,
realmente somos novio y novia ahora.
Él sonríe. —Como sea, acabo de volver del gimnasio hace poco, voy a tomar una
ducha rápido.
—Siempre lo hago.
Anotación.
Encontré uno.
Me instalo, viendo a dos mujeres peleando. No estoy cien por ciento segura, pero
creo que una de ellas hablo con la hija de la otra a sus espaldas y una está molesta
sobre ello y ¿acusando a la otra de manipular a la hija para que no le agrade su
prometido? ¿Y todo sucedió en la víspera de Año Nuevo en St. Barths?
Algo así de todos modos.
No escucho la ducha corriendo, así que creo Ace esta fuera, pero dudo que sea
apropiado aún, así que salgo y subo las escaleras para conseguir los comestibles.
—Un momento —grito, tomando dos escalones a la vez y casi tropezando con mi
estuche de maquillaje, que olvide que había dejado en el fondo del rellano.
El golpeteo de los pies de Ace bajando las escaleras detrás de mí casi ahoga el
golpeteo de mi corazón en mis oídos.
¿Kerenza?
Es ella.
Es “K”.
La mujer con ojos color violeta mirándome fijamente, su mirada fría e incrédula.
Me mira como si yo no perteneciera aquí, como si no esperaba verme y ella quiere que
me vaya. Sé que las mujeres pueden volverse territoriales a veces, como yippy el
pequeño inofensivo chihuahua, pero esta mujer me mira como si ella podría ser todo lo
contrario a inofensiva.
—Alessio —dice ella, alisando una mano manicurada por una blusa de seda:
blanca con diminutos lunares negros.
—¿Por qué estás aquí? —Escucho el coraje en su voz, y si miro hacia él en este
momento, estoy segura que vería una apretón en su suave mandíbula.
Mis ojos están centrados en Kerenza. Ella fácilmente es una de las mujeres más
atractivas que he visto en mi vida, y eso dice mucho, porque dado mi línea de trabajo,
he visto más de ellas que la persona promedio.
Alta y esbelta, todo lo que la rodea es refinado, incluso la manera que desliza su
largo cabello negro sobre un hombro. Su delicada muñeca sostiene un minúsculo reloj
de oro incrustado de diamantes, y su cintura se reduce a un punto angosto antes de
florecer a las caderas curvadas femeninas que harían a Marilyn Monroe verde de
envidia.
—No eres bienvenida aquí —dice Ace, su voz resuena en el pequeño vestíbulo que
compartimos—. Necesitas irte. Ahora.
—Estaba esperando que pudiéramos hablar. —Kerenza intenta sonreír, sus ojos
buscando los de él. De repente me he convertido en algo secundario para ella—. Yo…
te vi en televisión. Leí tu entrevista en el Times. Me alegra que estés haciéndolo mejor.
Pensé que tal vez sería importante si nosotros…
—¿Qué, simplemente porque lo elegiste a él y él te dejó, quieres volver
arrastrándote? —escupe Ace sus palabras hacia ella, y cuando lo miro, veo su
expresión dura y su mirada azul verdosa parpadea intensamente.
Los labios carmesí de Kerenza forman una fugaz sonrisa. —No estoy
arrastrándome, Alessio. Tuvimos algo. Algo real. Y la forma en que las cosas
terminaron… hay un montón de cabos sueltos que necesitan ser atados.
—Espera —dice ella, sosteniendo una mano delicada en el aire mientras él golpea
la puerta en su rostro.
—Joder —la voz de Ace es un rugido profundo que hace eco en las paredes en el
pequeño rellano y envía un temblor a través de mi cuerpo. Salto hacia atrás,
sorprendida. Su mandíbula está apretada, y hay una vena abultada en su frente que
nunca había visto en él antes. Toma un puño cerrado, conduciéndolo hacia la pared
delante de él, deteniéndose antes de estrellarlo. Y luego se vuelve hacia mí, sin aliento,
ojos pidiendo perdón—. Lo siento, Aidy.
—Era ella, ¿no? —pregunto—. Ella la que te hizo esto. No fue el accidente o la
pérdida de tu carrera. Fue ella todo el tiempo.
—Fue un poco de todo. —Sus palabras son cuidadosas, pero su tono es derrotado,
sin hacer nada para evitar que mi corazón se rompa en un millón de pedazos.
Pero quiero la verdad de él de una vez por todas, así que voy a preguntar las
preguntas difíciles.
—El diario era tuyo. Lo sabias todo el tiempo. Admítelo —digo, brazos cruzados.
Mi mente pasa a través de extractos memorizados del diario. Todo encaja. Todo
coincide perfectamente—. No me importa lo que fue, simplemente no quiero que me
mientan.
—No —dice él, volviéndose hacia mí, sus ojos oscuros—. Te lo dije. No era mío.
Nunca lo había visto antes en mi vida.
La cabeza de Ace se inclina a un lado, sus cejas fruncidas lo suficiente para causar
una profunda línea entre ellas.
—¿Por qué mentiría? —pregunta, en voz baja. Esta hirviendo, sus hombros
elevándose y cayendo como algún animal malhumorado.
—¿No lo sé? —Me encogí de hombros—. Porque hay algunas cosas realmente
personales en ese diario. El tipo de cosas que las personas no les dicen a otras
personas. Eres una persona privada, Ace. He sabido eso desde el primer día. No dejas
entrar a nadie. Ni siquiera a mí la mayor parte del tiempo, y hemos estado pasando el
rato casi todos los día durante semanas y semanas. Y ahora veo porque has estado
amurallado. Es por ella.
Quiero que discuta conmigo. Quiero que me diga que estoy equivocada y que
estoy siendo ridícula y que no sé de qué estoy hablando.
Normalmente no soy una de esas chicas, el tipo que llora una gota sobre cada
pequeña dificultad que se les presenta. No soy una de esas chicas que tienen a hacer
producciones dramáticas sobre todo. No soy una de esas chicas que tienen un hábito
de probar a su novio, empujándole lejos para ver cuán duro la traerá de vuelta.
Pero estoy desesperada aquí. Estoy respirando por pajitas. La realidad de las
últimas semanas está deslizándose entre mis dedos como arena, y todo lo que pensaba
que teníamos se siente que está desintegrándose ante mis propios ojos.
Ahí lo tenemos.
La verdad.
—Ahórratelo.
—¿Qué? ¿Por qué? —se burla Ace, lanzando sus manos en el aire antes de
correrlas a través de su cabello húmedo, tirando puñados mientras él gruñe—. Aidy,
no hagas esto. No es lo que piensas. Ya no estoy enamorada de ella. Y ese jodido diario
no es mío.
—No puedo estar con alguien que ni siquiera puede ser honesto consigo mismo.
—Lo enfrento en lo alto de las escaleras. Mi labio inferior se estremece—. Sabes, cada
vez que traté de preguntarte sobre tu pasado, me callaste. ¿Y cuándo pregunte por tu
familia? ¿Tus hermanos? No hablaste sobre ellos. Todo tiene sentido ahora. No puede
hablar de ellos, o tu pasado, sin pensar en ella.
Él no discute.
Las últimas semanas parpadean ante mis ojos. Mi pecho esta tan pesado que no
puedo respirar. Nunca quise encariñarme de él. Nunca quise ser correspondida.
Simplemente estábamos divirtiéndonos, y luego él tuvo que mirarme de la manera que
lo hace y besarme de la manera que no hace y tocarme, quererme y necesitarme como él
lo hace.
O así lo pensé.
—Aidy. —Sus manos enganchan sus caderas, y sopla un suspiro exhausto más allá
de sus labios, mirada cansada fija en la mía.
Lo miro a través de los ojos llorosos, todas sus líneas y bordes borrosos juntos
hasta que no puedo distinguir sus labios llenos que solía besar o los brazos cincelados
que me acunaban como si no tuviera peso.
¿Si él puede resumir todo lo que pasó con “la vida siguió” porque piensa que es lo
que quiero escuchar?
***
Él apartamento esta oscuro, excepto por la luz bajo el microondas. Coloco mis
cosas por la puerta y me arrastro hacia mi habitación. Me extendí a través de la cama,
boca abajo, y doblo una almohada debajo de mi barbilla, mirando fijamente ese
maldito diario.
Exhalo con fuerza, lo alcanzo, hojeando las páginas como si estuviera buscado
alguna pista apremiante.
Ella apareció en mi puerta anoche, mejillas manchadas de máscara para pestañas, lápiz de
labios manchados, chaqueta espolvoreada en copos de nieve gruesos. Era un hermoso lío de mujer,
y la saque de la calle, llevándola a la chimenea, sus dedos apretados detrás de mí cuello
aferrándose a su vida.
Se derrumbó, llorando, yendo sobre como él no la entiende en la forma que lo hago yo. No la
escucha. Nunca se ha sentido más sola que cuando está en casa, con él. Él la ama demasiado, dice
ella. Le hace imposible dejarlo porque esta aterrorizada que nadie la ame la mitad de lo que él lo
hace.
18
En ingles Heartless.
Ella dijo que él era su primer amor.
Y luego me dijo que si podría hacerlo todo de nuevo, me habría elegido primero.
No a él.
No estaba de acuerdo.
Ella dijo que la primera vez que das a alguien tu corazón, es suyo para mantenerlo.
Por siempre.
No me detendrá hasta que ella sea mía porque soy lo suficientemente terco para creer que
algún día pronto, ella será mía. Completamente.
Ace
A
idy no ha contestado mis mensajes de texto.
O mis llamadas.
Pensé que ella necesitaba tiempo para enfriarse y que estaría de regreso aquí,
tocando el timbre de mi puerta, saltando a mis brazos, riendo de cuan ridícula se veía
aquí irrumpiendo el domingo como alguien auto correcto prima donna.
Pero no era así de fácil. Nunca he hablado con nadie sobre Kerenza. Acerca de lo
que sucedió. O como me cambió desde dentro.
La extraño.
Y jodidamente la necesito.
Debí haberme abierto más. Debí haberle dicho todo a ella. No debí haberla hecho
callar cuando preguntó por mis hermanos. No debí haber cambiado de tema cuando
preguntó si alguna vez había estado enamorado.
Muchas noches, la pasamos acostados despiertos en la cama, mirando al techo, su
mano en mi pecho y mis manos enredadas en su cabello. Ella divagaría sobre cualquier
cosa y todo, y yo solo escucharía. Le dejaba hacer todo el abrirse, esperando que no lo
notase.
Todo este tiempo tuve miedo. ¿Miedo a abrirme a ella y dejarla entrar por lo que
pasó la última vez que lo hice? ¿La última vez que desnudé mi alma a una mujer quien
sostenía mi corazón entre sus dientes? No terminó bien.
Amaba tanto a Kerenza. Demasiado duro. Me aferré a ella tan fuertemente que
fue literalmente y figurativamente casi la muerte para mí. ¿Y si perder a Kerenza fue
casi la muerte en casi la mayoría del sentido literal? ¿Cómo se sentirá perder a Aidy?
Como un cobarde, dejé que el miedo tomara el mando porque estaba tan
convencido que amarla demasiado la alejaría.
Cuanto lo siento.
No soy del tipo de hombre que habla a la ligera o que entra y sale de un
enamoramiento. Kerenza es la única otra mujer a la que le he dicho esas palabras, y
desde que eso ya no suena a verdad, y en lo que a ella respecta, me he dado cuenta que
es posible amar nuevamente.
Golpeando la acera, meto mis manos en los bolsillos de mis pantalones vaqueros y
enumero todas las cosas que le voy a decir a Aidy en cuanto la vea.
Traducido por Lili-ana
Aidy
Este es su último ajuste, y estamos aquí para que pueda probarlo antes de que se lo
lleve de la boutique. Todos estamos rezando para que encaje porque ya ha sido
alterado dos veces, y su gran día es mañana.
—Um, ¿Por qué no tacos? —responde ella, como si la respuesta fuera obvia.
—Me estoy mostrando mucho antes que con Enzo. —Inclina la cabeza Wren,
examinando su reflejo desde todos los ángulos frente a un espejo triplicado—. Mañana
estaré de catorce semanas.
19
Expresión latina que significa ‘por sí mismo’ o ‘en sí mismo’.
—¿Cómo está tomando todo la mamá de Chauncey? —pregunto.
El vestido de Wren tiene una ligera cintura imperio y pequeñas mangas de encaje.
Lleva un pequeño velo atado a un sombrero de estilo Jackie O, y cubrirá la mitad de su
rostro, deteniéndose justo debajo de su nariz.
—Vas a lucir tan chic y clásica. —Suspiro—. Necesitas un labial rojo, un moño y
estas perfecta.
—Oh —levanta la vista Topaz, su mirada moviéndose entre Wren y yo—. Solo
este tipo que conocí la semana pasada.
Mi ceja izquierda se levanta un poco. —¿Por qué no me has hablado sobre él aún?
¿Cuál es su nombre? ¿Cómo lo conociste?
Topaz asiente con la cabeza, boca formando una línea recta. —Bastante.
—¿Tienes una foto? —pregunta Wren.
—Me siento mal. —Me mira directamente Topaz—. Aidy no trae a nadie.
Nosotras íbamos ser la cita de la otra.
No he visto a Ace en cinco días, y sé que no es mucho tiempo, pero se siente como
una eternidad. Él exploto mi teléfono del domingo al lunes, y el martes tome de último
minuto un vuelo nocturno a Los Ángeles todo lo que tomo fue solo una llamada de
teléfono, y un amigo de un amigo preparando algún trabajo para mi ahí afuera.
Algunos programas de Netflix comienzan el próximo mes y duran seis semanas, y su
artista de maquillaje se retiró en el último minuto. Mi amigo deliraba sobre mí y los
productores querían ver mi trabajo en persona, así que subí en el siguiente vuelo y
regrese al siguiente día, oferta de trabajo en mano.
Cuando desempaqué mis cosas esa noche, me di cuenta que me teléfono había
estado en silencio desde el lunes. O Ace me estaba dando espacio o me estaba dejando
ir. De cualquier manera, había algo pesado y firme en el silencio, y si escuchaba lo
suficiente, estaba bastante segura que podía escuchar el sonido de no uno sino dos
corazones rompiéndose.
Tenía mucho sentido si él estaba dejándome ir. He leído el diario que encontré a
los pies de su puerta. Vi lo mucho que ese hombre amaba a la chica con los ojos
violeta. Ella apareció en su puerta, y vi la forma que él reaccionó. Seguro, él le dijo que
se fuera, y se enojó, pero la raíz de la ira casi siempre es amor.
—Si está enviándote tal cantidad mensajes, él está obsesionado —dice Wren—. Él
totalmente irá.
Topaz entorna sus ojos, gimiendo. —Bien. Le preguntaré. Solo prométeme que
ambas no me avergonzarán. Él es muy, muy genial, y todo lo que puedo pensar es la
última vez que traje a un tipo, y tú y Wren se emborracharon y comenzaron a
enseñarle fotos en su teléfono de cuando tuve ese corte realmente horrible de duende y
pasé por esa fase de lápiz labial negro. Nunca escuché de él de nuevo después de eso, y
la verdad es que este me gusta.
—Por suerte, estaré pegándome a la sidra espumosa este fin de semana, así que…
—Se tapa el vientre Wren, antes de volverse hacia mí—. Aidy estas muy callada allí.
¿Está bien?
—Ugh, estoy tan celosa. —Topaz cruza las piernas y se gira hacia mí—. No tienes
ni idea de lo afortunada que eres de vivir en Los Ángeles por seis semanas. Deberías
llevarme contigo porque realmente podría usar un cambio de escenario. Puedo
negociar en el edificio de Chrysler muchas palmeras, y ni siquiera lo pensaré dos veces.
Estaríamos de regreso a tiempo para el día de Acción de Gracias, también. Dios sabe
que no puedo perderme el desfile de Macy’s.
—¿Estas segura, que está bien que traiga una cita? —pregunta Topaz, cogiendo mi
mano. Almorzamos juntas el lunes pasado, y pase totalmente desahogándome,
conteniendo las lágrimas, y justificando mis acciones mientras ella me daba alguna
rara y total atención. Ella sabe el estado en que mi corazón está ahora.
—Sí —digo con un poco más de fuerza que la última vez—. Hazlo. Tráelo.
—¿Qué? No. —No escondo mi disgusto. Ya hemos hablado de esto. Y ella estuvo
de acuerdo. Él obviamente aún está enamorado de Kerenza. No la ha dejado ir
todavía.
Y él mintió.
Es más fácil de esta manera, de cualquier forma. Estoy mudándome. Esto hace las
cosas mucho menos complicadas. Además, no era nada más que una aventura de
verano glorificado, y las aventuras de verano no están destinadas a durar.
Mi estómago se retuerce, como lo ha estado haciendo toda la semana cada vez que
pienso en él. Ha habido una pesadez en mi pecho, y parece que cada dos horas me
encuentro al borde de las lágrimas sobre las cosas más triviales, como no ser capaz de
sacar la tapa del tarro de mantequilla de maní o accidentalmente tirar un tarro nuevo
de polvo marca de Laura Mercier.
Incluso tire el diario ayer, que era el día de la basura. Esa cosa se ha ido, enterrada
en una pila de basura en algún vertedero en alguna parte.
Para siempre.
Las personas caen dentro y fuera del amor todos los días.
Promesas se hacen.
Ace
S
eis días.
Si hubiera sabido que iba a ser la última vez, tal vez la habría
sostenido un poco más apretado, un poco más de tiempo.
Soy un desastre.
***
Me doy una última mirada y me dirijo bajando las escaleras a la puerta principal,
mi corazón casi deteniéndose cuando veo el contorno de una figura sombría en el otro
lado. Por una fracción de segundo, creo que es Aidy, viniendo a buscarme. Me
imagino que abriré la puerta y ella no perderá el tiempo diciéndome que me ha
extrañado toda la semana y que debemos detener esta tontería. Puedo prácticamente
sentir la suavidad de su mano deslizándose en la mía, y puedo casi probar su brillo de
labios de cereza en mi lengua.
Solo cuanto más me acerco, más me doy cuenta que la figura sombría al otro lado
es mucho más alta que Aidy y mucho más sedosa. Miro cuando ella alcanza el timbre
de la puerta, y luego abro la puerta, sorprendiéndola.
No me disculpo.
Mofándome, doblo mis brazos. —Voy a ir algún lugar. No tengo… tiempo… para
ti o tus jodidos juegos.
—Lo entiendo —dice ella, sus salvajes ojos violetas llorosos—. Tiene todo el
derecho de odiarme. No estoy aquí para discutir eso.
Miro a los ojos de la mujer que una vez me rogo por un anillo de compromiso
porque no podía irse más de un minuto sin llevar mi apellido. La mujer quien planeo
una hermosa boda elaborada, a mi costa, y luego me dejó en el altar como un jodido
tonto delante de cientos de amigos y familiares. La que huyo con mi mejor amigo de la
infancia; al que ella había estado follando en secreto por meses, o así que más tarde me
enteré.
Kerenza rompe en lágrimas, las cuales me había dado cuenta a lo largo de los años
que no eran más que una táctica manipuladora. Cada vez que ella quería atención o
simpatía por algún problema de su primer mundo, se derrumbaría en lágrimas,
colapsaría en mis brazos, y me rogaría abrazarla.
Si Kerenza fuera una actriz, tendría un maletín lleno de Oscars y Golden Globes.
Después de un rato, dejé de jugar en ello. Dejé de darle lo que ella quería y
comencé a conocer sus falsas lágrimas con la distancia con la esperanza que ella
aprendiera que no era la manera de conseguir lo que ella quería. Supongo que es
cuando ella comenzó a dirigir sus afectos hacia mi mejor amigo.
Ella no es más que una narcisista. Kerenza es egoísta y perversa, alguien quien
planea para controlar la vida de todos a su alrededor, doblando, persuadiendo hasta
que ella consigue precisamente lo que quiere, y luego se aleja con sus metas
convenciéndolos que todo lo que hicieron fue por su propia voluntad.
—¿Has cogido el diario? —pregunta, secándose las lágrimas con el dorso de su
mano—. Lo dejé en uno de los escalones hace un par de meses.
—Lo tomé de él después que rompimos —dice ella—. Yo… pensé que tal vez te
mostraría… simplemente… simplemente quería que supieras cuanto él me amaba.
Mirándola con el ceño fruncido, escupí mis palabras—: ¿Por qué? ¿Por qué mierda
creerías que me importaría un año después?
Sus labios rojos forman una O, y sus cejas estrechas se encuentran. —Porque…
porque te desmoronaste después… después de todo lo que pasó. Quiero decir,
básicamente te convertiste en un recluso. Te destruiste, Alessio. Y me siento terrible
por eso. Estoy tratando enderezar este barco, estoy tratando de darte el cierre, porque
claramente lo necesitas.
Ella no dice nada, solo se pone de pie con la irrefutable confianza. Es curioso
como esas lágrimas de ella se secaron al segundo que se dio cuenta que no estaban
funcionando en mí.
—Me dejaste el día de nuestra boda, frente a cuatrocientos treinta y dos invitados,
era maldito oro clásico. Quiero decir, en serio, ir a lo grande o ir a casa, ¿Verdad? ¿Y
luego averiguar que habías estado follando a mi mejor amigo a mis espaldas durante
meses? Eso fue la guinda del pastel de bodas de $15,000 que nunca tuvimos la
oportunidad de disfrutar. —Hablo con los dientes apretados—. ¿Pero mi rabia este año
pasado? ¿Mi amargura? Siempre ha sido dirigida a mí mismo.
—Nuca debería haberme metido en ese auto —digo, mandíbula tan apretada que
duele. Había alquilado un Austin Healey convertible 1957, color blanco con interiores
en color rojo. El auto fue idea de Kerenza después de que ella había visto una sesión de
fotos en alguna revista de bodas, y yo, siendo el ignorante imbécil que era, quería
hacerla feliz, darle la boda de sus sueños. Después de la recepción de nuestra boda,
íbamos a conducir, arrastrando las latas y uno de esos horribles letreros detrás de
nosotros “Recién casados”, saludando a nuestros amigos y familiares y besándonos
mientras montábamos sobre la colina más allá del lugar. Como lo habíamos planeado
desde que éramos niños. En lugar de eso, deje la iglesia, saque el maldito letrero de la
parte trasera del auto clásico, y salí a toda velocidad en dirección a Martha Vineyard
donde mi mejor amigo estaba quedándose durante el fin de semana de boda.
Tenía que verlos. Quería mirarle a sus ojos. Golpearlo contra la pared. Escupir en
su rostro. Sacar la mierda de él porque en ese momento, parecía una buena manera de
trasferir el dolor intenso que estaba corriendo a través de mi cuerpo.
Mis manos agarraron el volante con fuerza mientras corría a toda velocidad la
ventosa carretera de Provincetown que conducía a su casa. No estaba mirando mi
velocidad, aunque sabía que estaba volando, y antes que lo supiera, estaba literalmente
volando. El auto atrapó una curva cerrada en una carretera con la que no estaba
familiarizado, y cuando desperté, estaba acostado en una habitación de hospital
enganchado a máquinas, consumido por el peor dolor físico que había sentido en mi
vida.
Lo siguiente que supe, fue que mi madre gritaba frenéticamente en italiano y salía
corriendo a buscar al doctor, y en las veinticuatro horas que siguieron, me dijeron que
mi hombro derecho estaba destrozado en cinco lugares y más que probable, nunca
lanzaría una pelota de béisbol de nuevo.
—El año pasado —dije con cuidado—. No he estado de luto por ti, Kerenza. He
estado odiándome por entrar en ese auto, creyendo que ambos valían la pena en lo que
me estaba metiendo. Fuimos jodidamente los mejores amigos, él y yo. Más cercanos
que los hermanos. Y tú tomaste eso. Los dos lo hicieron. Juntos.
—Vez, por eso quería que leyeras el diario —dice ella, casi sonriendo—. Quería
que vieras que no fue fácil para mí. Él documentó todo. Su amor por mí era diferente
al tuyo. Tú me amabas demasiado, Alessio.
—Maldita sea. —Esto es lo que obtengo por discutir con una narcisista—. No
estas. Jodidamente Escuchando.
—Alessio, solo quiero que sepas que lamento mi decisión todos los días —dice
ella—. Sabiendo que mis acciones causaron que tu vida se volteara al revés aún no lo
supero.
—Que considerada.
—Él representaba emoción y aventura. Era brillante y nuevo —dice ella, sus ojos
encendidos—. Viajaba por el mundo. Tú viajabas a estadios. Él me amaba con todo lo
que tenía, sin detenerse. Tu amor me aterrorizaba y me asombraba. Se sentía como
casa. Eras mi ancla, Alessio. Simplemente no quería estar atada. Al menos no en ese
momento.
—Guárdatelo, Kerenza. Al final del día, nunca debería haberme metido en ese
auto. Nunca debería haber ido tras ustedes, ¿porque la verdad del asunto es que tú y
Gianluca? Era perfectos el uno para el otro. Absolu-jodida-mente perfectos.
—Muévete —gruño.
—Joder. No —digo, todo comenzando a tener sentido por una vez. No puedo
decir que culpo a Aidy ahora. He visto la forma en el Gianluca escribe, y sé que él
tiene una inclinación de la hipérbole y cualquiera que lo conoce sabe que él no quiere
decir la mitad de la cosas que dice. Él es muy parecido a Kerenza de esa forma.
Incluso sus ojos son tonos coincidentes de mierda—. Pero mi novia lo hizo, y al
parecer ella piensa que escribí toda esa mierda de amor y devoción sobre ti. Y maldita
sea. —Mis manos en puño cuando todo finalmente tiene sentido—. Ella cree que
todavía estoy enamorado de ti.
—Dios, realmente eres una perra sin corazón —me burlo, usando mi cuerpo como
un campo de fuerza mientras pasó a través de la puerta y la cierro detrás de mí.
Aidy
M
i madre no ha soltado mi mano desde que nos sentamos. Ella se ha
aferrado a mi lado desde que voló esta mañana e irrumpió en nuestro
apartamento cantando su propia versión de New York, New York de Frank
Sinatra, su bolsa de Lily Pulitzer de colores brillantes colgada sobre su hombro y una
maleta a juego balaceándose detrás de ella. Llegando a la cuidad se siente como la
primera vez para ella, cada vez, y es adorable.
—Julie, ¿cómo estás? —Toma asiento frente a nosotras Topaz, sonriendo de oreja
a oreja.
—Hola, cariño. —Mamá le sonríe—. Es tan maravilloso verte. ¿Mira ese cabello?
Lavada. Me encanta.
Topaz corre sus dedos través de la onda brillante y se encoge de hombros. —Estoy
pesando en color castaño rojizo. Es casi otoño, y quiero algo que se vea bien con tonos
perla.
Dejo eso a Topaz para coordinar el color de su cabello con las paletas de colores
estacionales del armario.
—Él está viniendo —dice ella, suspirando—. Esta retrasado. Estaba terminando
un rodaje en Tribeca, pero está en camino.
Mamá levanta su copa a Chauncey, sonriendo, lápiz labial rosa sobre sus dientes y
todo.
Veo a Wren, sonriendo cuando nuestros ojos se encuentran, y ella sonríe. Ella no
podría haber elegido un día más perfecto para casarse con su alma gemela. El clima
cooperó. Su cabello y maquillaje estaban perfectos. Todos se presentaron a tiempo.
Es una pena que mi padre no esté aquí, pero al final del día, él se lo pierde. Él es el
único quien va a tener que vivir con eso. Simplemente estoy más allá agradecida que
Wren este casada con alguien mejor que él. Esta casándose con el hombre que ella
merece, y él va a hacerla increíblemente feliz.
—Aidy, este es Gianluca —dice Topaz. Miro a través de la mesa hacia su cita y
casi pierdo mi respiración. Gianluca es moderno, urbano y se muere de sexy, ondulado
cabello al hombro, chaqueta de cuero de motociclista, y todo. Topaz lleva una sonrisa
aprensiva, como si estuviera tratando de pretender que a ella no le gusta él o que es
demasiado genial para conseguir excitarse por el magnífico ejemplar de hombre
sentado a su lado.
Tomo una respiración profunda y alcanzo el agua frente a mí. Viendo a Gianluca
junto a Topaz me hace extrañar a Ace tanto que duele.
Todos los cubos de hielo se han derretido en mi copa, y el vidrio está manchado de
condensación. Agarrando el cristal, casi se desliza de mis dedos, pero el frío helado me
hace regresar al presente.
Gianluca no es nada como Ace, pero hay algo familiar en él. Tal vez sean sus
manierismos o su postura. Algo que no puedo ubicar exactamente.
Él se inclina antes de contestar, ojos clavados en los míos, sus ojos oscuros son
intensos, pero su cuerpo esta fluido, relajado.
—Lo soy —dice él—. Sobre todo de moda. Por alguna razón me aman en Milán.
Siempre estoy allí para sesiones.
—Un poco de todo. —Se ríe por la nariz, la esquina de su boca levantada de un
lado. Es muy guapo, bonito incluso. Las proporciones de su rostro son la perfección, y
sus ojos color marrón encapuchado me atraen como imanes. No me sorprende que a
Topaz le guste. Es un modelo de cartelera ambulante. Apuesto que él es el tipo de
chico que toma fotos a sus novias desnudas, y no en el tipo pervertido, tipo asqueroso,
pero artístico, sensual.
—Oh, bien —digo, manteniendo mi respuesta enlatada porque estoy luchando por
pensar claramente aquí mientras trato de determinar qué es tan familiar acerca de este
hombre.
Mi sobrino asiente con la cabeza. —No puedo esperar, tía Aidy. ¡Estoy muy
emocionado!
—También yo, chico. —Agito su cabello pelirrojo—. Nos vamos a divertir tanto
esta semana que ni siquiera sabrás que hacer contigo mismo.
Tengo toda una semana planeada para él. Ahora está pasando por algunos
cambios importantes en su vida. Se mudará a la parte alta de la ciudad con Wren, a la
casa de Chauncey, cambiará de escuela y vendrá la navidad, estará compartiendo el
centro de atención con un adorable bebé hermano o hermana.
Pensé que mimándolo con comida chatarra, juguetes y atención durante una
semana no sería lo peor que le pasara.
—Oye, tu mamá te quiere —le digo cuando veo a Wren señalándolo. Hay una
señora con una cámara en la cabecera de la mesa, y creo que están tomando fotos.
Enzo se aleja, y mi mirada vuelve a Topaz y a Gianluca.
Estoy absorta en estos dos que no noto nada pasando a mí alrededor. El chasquido
de los cubiertos de plata se desvanece en el ruido de fondo y toda la charla
conversacional se mezcla en un murmullo sordo.
Sus ojos se dirigen hacia la puerta y luego a mí, y cuando me vuelvo para ver lo
que ella está haciendo una gran cosa, mi corazón martillea en mi pecho y todo mi
cuerpo se siente débil.
Ace.
De pie en la puerta.
Vistiendo un traje negro y camisa de vestir blanca, cabello recogido hacia atrás.
Apuesto que hule a un millón de dólares también.
Estaría mintiendo si digo que no estaba feliz de verlo. Dios, he extrañado a este
hombre. Pero no estoy a punto de fingir que no pasó nada. No estoy a punto de ir en
cámara lenta corriendo a sus brazos.
Sus ojos se ensanchan, sus labios se aprietan, y sus cejas se elevan. Si ella pudiera
hablar en ese momento sin causar una escena, probablemente me diría ve con él.
Ace me toma por el hueco de mi codo y me lleva a u pasillo justo fuera de los
baños. Estamos solos, y los apliques ambientales en la pared detrás de nosotros arrojan
un brillo cálido sobre nuestros rostros.
Él arrastra una palma a través de su mejilla lisa, la que está sin cicatriz, y sonríe.
—Sí, Aidy. Muy consciente. Pero necesito que me escuches.
Mis brazos están doblados sobre mi pecho. Cometo el error de dejar caer mi
mirada a sus ojos, labios y de regreso, y él lo nota completamente.
Mi espalda esta contra una pared y su mano descansa plana detrás de mi hombro.
Lo inhalo, otro error mortal, y lamo mis labios. Echo de menos su peso en mí, extraño
sus manos, agarrando mis caderas mientras él se conduce profundamente dentro de
mí. Extraño acostarme en el capullo de sus brazos, todo seguro, caliente y eléctrico.
Pero él mintió.
Podría extrañar cada cosa sobre él, y lo hago, pero eso no cambiaría los hechos.
—No. No, no, no. Ahí es donde te equivocas. —Inhala Ace, sus hombros
aumentando y labios formando una línea recta—. Dios, tengo tanto que decirte.
Ace acuna mi barbilla, inclinando mis labios hacia los suyos, y puedo sentirme
comenzando a temblar. Él se inclina más cerca, depositando un beso en la parte
superior de mi frente, y escucho mientras él arrastra el olor de mi cabello en sus
pulmones.
—Kerenza fue a mi casa esta noche —dice él, sus palabras aplastando mi espíritu
esperanzador—. ¿El diario? Fue escrito por mi mejor amigo. Ella lo dejó en mi puerta
hace un par de meses, pensando que me ayudaría a encontrar paz con la situación.
—Ella pensó que me daría cierre —se burla—. ¿Por qué querría leer acerca de
cómo mi mejor amigo de mierda estaba durmiendo con mi prometida? Crecimos
juntos por el amor de Dios. Él era como un hermano para mí. Y ese imbécil
egocéntrico tuvo el valor de guardar un diario de su aventura, como si fuera su última
obra de arte.
Ace deja de hablar, respirando con dificultad como si necesitara un momento. Las
piezas del rompecabezas comienzan a unirse una a una. Ace nunca fue el que estaba
enamorado de una mujer que no podía tener. Él no estaba obsesionado con Kerenza.
No estaba metiéndose con la mujer de otro hombre, ellos estaban escondiéndose de él.
—Maldito Gianluca —dice él, sacudiendo su cabeza—. Podría dar dos mierdas
sobre perder a Kerenza. Casarme con ella habría sido un gran error. Me doy cuenta de
eso ahora. Y en retrospectiva, ella probablemente siempre iba a joderme. Nunca pensé
que lo haría con mi mejor amigo de todas las personas; la única persona quien estaba
más cerca de mí que todos mis hermanos juntos.
No es un nombre que una persona escucha todos los días, pero esto es Nueva
York, y aquí hay un millón de personas viviendo en esta área. No sería raro que haya
un par de Gianlucas en la mezcla.
Poniendo mi mano en su brazo, con firme agarre. —Detente, no vayas allí. Por
favor. Lo que necesite decirle, por favor ahórratelo. O llévalo afuera. No puedo
permitir que provoquen una escena. No aquí. No esta noche.
Los ojos de Ace son oscuros, su mandíbula tensándose mientras mira fijamente,
ojos entrenados en su risa, despreocupado ex camarada poniendo los movimientos en
mí mejor amiga.
20
Hijo de puta en español.
—¿Todo bien aquí afuera? —pregunta ella.
—Oh, señor. —Topaz cruza sus brazos sobre su pecho, girándose para ver hacia
Gianluca, quien ahora está charlando con mi madre—. Seguro se cómo elegirlos, ¿no?
Pongo una mano en el hombro de Topaz. —No quiero causar una escena. ¿Puedes
llamarlo aquí? Creo que los dos necesitan hablar. Vamos a llevarlos al frente.
La puerta de vidrio se abre un minuto más tarde. Es Topaz, seguida por su cita, el
hombre del momento. Mi corazón se detiene frío cuando los bloquean sus ojos, y
posiblemente también estén bloqueando los cuernos.
Ace frunce el ceño, su frente cubierta de duras líneas y los ojos oscuros como la
medianoche.
Puedo decir que Ace le intimida, ya que hay una pequeña contracción en el ojo
izquierdo de Gianluca y su pecho está ligeramente hinchado. Dado todo lo que he
leído y todo lo que ha salido a la luz, Gianluca tiene buenas razones para estar
temblando en sus botas de motociclista.
—¿E che hai fatto?23 —gruñe Ace, flexionando la mandíbula. Su postura es amplia,
pero puedo decir que está tomando todo lo que él tiene para no venir a matar—. Non
importaa ora. Ho perso un fratello. Un migliore amico. Mi hai tradito.24
—Non dispiace per amarla25. —Gianluca dobla sus brazos apretados en su pecho.
Estoy completamente perdida. No tengo ni idea de lo que están diciendo, pero veo
dolor en los ojos de Ace y una presuntuosa arrogancia en Gianluca, y eso me rompe el
corazón.
Una mujer de cabello oscuro, de mediana edad, con una chaqueta de estampado
de leopardo pasa por allí, deteniéndose por el espectáculo en la acera. Dando un paso a
un lado, se detiene y observa, sus ojos profundos cada vez más amplios y redondos con
cada palabra que vuela de las bocas de estas bestias enojadas.
La mujer asiente. —Nada bueno. Nada bueno en absoluto… ese traiciono a ese…
él le robó a su prometida… ambos la amaban desde pequeños… todos crecieron
juntos… el perdón está fuera de la cuestión… el de cabello largo está disculpándose
pero él otro no lo dará… el desgraciado dice que no arrepiente de amar a la chica, solo
se lamenta de haber herido al único hermano que alguna vez tuvo… el alto dice que él
todavía está muerto para él y siempre lo estará… y él le está diciendo que se mantenga
fuera de su vida… y lejos de su novia.
21
El mayor cobarde en español.
22
No la merecías en español.
23
¿Y tú sí? en español.
24
No importa ahora. Perdí a un hermano. Mi mejor amigo. Me traicionaste. En español.
25
No me arrepiento por amarla en español.
26
Dios mío en español.
Miro a Topaz, y levanta sus cejas.
—Testa di cazzo, traditore.27 —Ace lanza sus última palabras hacia Gianluca y le
hace una movimiento de menospreció, deslizando su mano a través del aire y haciendo
un puño mientras camina hacia mí. Gianluca sale, cabeza en alto. Apenas ve hacia
Topaz. Subiendo a una Ducati estacionada, se pone en marcha y arranca.
La mujer italiana nos mira a todos, se encoje de hombros, y luego se dirige dentro
del restaurante.
Topaz inclina la cabeza, ojos fijos en la acera agrietada debajo de nosotros. —Esta
bien. Los hermosos idiotas no son realmente mi tipo de todos modos. De alguna
manera tuve la impresión de que él era un poco hombre de puta de todos modos. —
Mira hacia Ace, mientras él da pasos pesados en nuestra dirección—. Todo bien.
Necesito una bebida. Voy a entrar y dejaré que hablen los dos.
Topaz se marcha, y Ace viene a mi lado, sus ojos moviéndose entre los míos. Sus
hombros se elevan y caen mientras él empuja pesadas respiraciones, y todo acerca de él
es caliente, enojado, amargo y sin embargo… apologético.
—No te disculpes.
27
Vete a la mierda, traidor en español.
—¿Quién sabía que tenías un temperamento como ese? —Sonrío y lo alcanzo,
metiendo mis manos bajo sus brazos cuando él se acerca. Se siente bien tocarlo otra
vez. Sonreír—. En realidad fue un poco caliente. ¿Te sientes mejor? ¿Obtuviste la
oportunidad de decir todas las cosas que querías decirle?
—Lo hice. —Un lado de su boca se curva, y él se inclina hacia abajo, sus labios
aplastando los míos.
Hay algo más ligero en él ahora. Lo siento en su toque, la forma que respira, la
ternura en su beso. No lo puedo imaginar ser traicionado así por un hombre que amas
como si fuera tu verdadero hermano. No es de extrañar que él haya estado tan
disgustado, torturado, amargado y enojado. No puedo culparlo en absoluto.
—Pero ahora, ¿por qué no entras y vez a todos? —sugiero—. Puedes incluso
conocer a mi mamá…
Ace
Julie tiene el cabello rubio espeso que roza la parte superior de sus hombros, y
lleva un clip brillante en un lado. Sus labios están manchados en una sombra rosada
brillante, su sonrisa se extiende de oreja a oreja, y su risa se puede oír claramente a
través del cuarto.
—¿No estás bromeando? —Su voz alcanza un tono tan alto que nunca supe que
existía—. ¡Bueno, bien por ti! Me encantaría verlos alguna vez. ¿Los tienes
enmarcados?
—Ya sabes, Aidy hizo un poco de modelaje una vez cuando era niña. Ella estaba
en la portada de Children's Crochet Magazine —dice Julie—. Tenía la más adorable y
pequeña sonrisa. Ahí es donde Enzo lo consiguió. Y tenía una pizca de pecas justo al
otro lado del puente de su nariz. Aquellos se fueron a medida que crecía, pero el Señor
todopoderoso fue siempre una niña linda.
—Mamá. —Aidy se aclara la garganta, volviendo a mi lado con dos copas nuevas
de champán y me da una mano—. ¿Está hablando con tu oreja, Ace?
—¿Qué?
—No puedo creer que estés aquí. No puedo creer que hayas venido aquí esta
noche —dice—. Eso requiere mucho...
—Esta semana pasada, sin ti, no fue fácil. —Exhalo, colocando mi mano en el
lado de su muslo y moviéndolo hacia arriba.
—De acuerdo.
Los labios llenos de Aidy se arquean, sus ojos de zafiro resplandecen. —Eso suena
maravilloso, Ace, pero estoy cuidando a Enzo toda la semana. Tengo que llevarlo a
casa esta noche.
Jódeme.
—Pero puedes venir, si quieres. —Ella se encoge de hombros, con las cejas
levantadas. Durante todo el tiempo que nos vimos, todavía no me he quedado en su
casa por respeto a Wren y a Enzo—. De todas formas, probablemente dormirá en el
taxi de regreso a casa.
Ambos miramos hacia abajo a la cabecera de la mesa donde Enzo se sienta, como
un niño zombi, los ojos entreabiertos y cabeceando. Cada par de segundos se atrapa a
sí mismo y se despierta, solo para rápidamente aclarar y repetir.
***
Mis dedos pastan a través de la hinchazón de los pechos llenos de Aidy, y abro mis
labios a sus pezones brotados. Ella exhala, su cuerpo derritiéndose en mis brazos. Sus
piernas cruzan mis caderas mientras nos tumbamos en medio de su suave cama, su
cuerpo desnudo pintado en rayas de luz de luna y sombra. Incluso en la oscuridad, veo
el aleteo de sus ojos y la dulce y lenta sonrisa que reclama sus labios entre besos.
Aidy se inclina hacia adelante, presionando sus pechos contra mi pecho desnudo,
y ella besa mi cuello mientras mis dedos se enredan en sus suaves ondas rubias. Sus
caderas rozan contra mi polla. Un movimiento equivocado y estaré enterrado
profundamente dentro de ella. Mi dureza se contrae en anticipación, y mis manos
descansan sobre la curva exagerada por encima de sus caderas.
Ella gime en mi boca, moliendo con más fuerza, una señal de que no está
dispuesta a esperar mucho más. Y joder. Yo tampoco.
—Te sientes tan bien dentro de mí —susurra, su cabeza inclinada hacia atrás y sus
ojos cerrándose mientras se balancea, y mueve en círculos.
Mis manos agarran sus caderas, guiando y controlando su ritmo imprudente, mi
pulgar derecho haciendo círculos su clítoris.
Podría estar acostado aquí toda la noche, mi polla enterrada en su dulce coño,
observando cómo sus tetas rebotan mientras ella me monta, la forma en que su rostro
se estremece cuando se acerca, escuchando los suaves suspiros escapando de sus
labios.
Una cortina de cabello rubio cubre su rostro cuando se inclina hacia delante, y ella
lo retira de sus ojos, sin aliento mientras se baja para besarme. Ella sube fuera de mí,
rodando a mi lado.
Con la espalda apretada contra mí, separo sus muslos y entro por detrás, mis
manos recorriendo todo su cuerpo curvado, masajeando su sensible clítoris antes de
meter puñados de sus senos hinchados, y luego arrastrando hasta sus labios. Mi pulgar
se desliza a lo largo de su boca, separando la costura, haciendo que ella pruebe lo que
le he hecho.
Volviendo mi atención a la calidez entre sus muslos, la bombeo más y más rápido,
presionando con fuerza, besos necesitados en la carne febril de su hombro izquierdo
mientras ella jadea. Aidy entierra su cara en la almohada en un intento de mantener el
ruido, y puedo decir por los pequeños terremotos que consume su cuerpo que ella se
está acercando.
Sus caderas resbalan contra las mías, encontrándo los embistes para empujarlas, y
en el momento en que su cuerpo se tensa, embisto más fuerte, empujándola por el
borde, liberándome dentro de ella y envolviéndola en mis brazos mientras flotamos
hacia abajo desde el techo.
Los segundos que pasan, sin siquiera una respuesta, son pura tortura de mierda.
Aidy gira hacia su otro lado, frente a mí. Trague con fuerza, estirando mi cara y
apartando un mechón suelto de mi frente.
—Yo también te amo, Ace —dice—. Pero tengo que decirte algo.
—¿Qué es? —Mi boca está seca, mi corazón latiendo fuerte en mis oídos.
—Jesús, Aidy. —Exhalo, aliviado. Al menos, creo que debería estar aliviado.
Tengo que admitir, parte de mí estaba esperando algo mucho peor—. Me has asustado
la mierda. Pensé que ibas a decir que estabas embarazada o algo así. No es que fuera lo
peor que pasara, pero me preocupaste un segundo. ¿Esta mudanza? ¿Es un trato
hecho?
Aidy asiente lentamente. —Es un trabajo de seis semanas, pero me quedo para que
pueda crecer nuestra aplicación en la costa oeste. Esto ha sido planeado por un tiempo.
No tenía nada que ver contigo. No estoy tratando de huir de ti ni de nada. En realidad
estaba planeando mudarme el próximo año, pero con Wren quedando embarazada y
la boda adelantándose, mi línea de tiempo se movió.
—Ya veo.
Siento que ella me observa, sus ojos buscando los míos para algo, aunque no estoy
seguro qué.
—No —digo, voz baja y confiada—. Va a tomar mucho más de tres mil millas
para mantenerme lejos de ti.
Me besa con fuerza, exhalando, y me arrojo sobre ella, anclándola debajo de mí,
anclándonos a los dos en este momento.
Exhalando, deslizo mis brazos debajo de ella, creando un acogedor capullo, y todo
lo que veo es ella.
—Así que haz algo al respecto. —Aidy puso los labios en una sonrisa cuidadosa—.
¿Puedo conocerlos? ¿Puedes invitarlos a todos a la ciudad? Tu madre también.
Libero una respiración firme y miro hacia un lado. —Creciendo, los cinco de
nosotros estábamos apretados. Siempre estuvimos juntos. Mantenerse fuera de
problemas juntos. Tener problemas juntos. En muchos sentidos, tenía que ser el padre
que nunca tuvimos. Tuve que mantenerlos en línea cuando mamá estaba en el trabajo,
y tuve que llevarlos a la escuela por la mañana esos años cuando mamá estaba
demasiado enferma para salir de la cama la mitad del tiempo. Mis hermanos eran mi
responsabilidad. Y la segunda vez que obtuve mi beca de béisbol y me fui a la
universidad, no pude salir de allí lo suficientemente rápido. Supongo que siempre me
sentí un poco culpable por eso, así que he mantenido mi distancia.
Los ojos de Aidy se ensanchan. —No. Dios no. No te sientas mal por ir a la
universidad y perseguir tus sueños. No creo que ninguno de ellos esperaba que
lanzaras tu vida para quedarte en casa y criar a tus hermanos. Entraste cuando tuviste
que hacerlo, pero no te atrevas a sentirse culpable por seguir adelante. Tus hermanos
resultaron bien, al menos por lo que dices. Diría que hiciste más que tú parte justa, e
hiciste un buen trabajo.
Mi cuerpo está lavado de fatiga, agobiado por la pesadez del día y relajado por la
ligereza que siento en la presencia de Aidy. Bostezando, paso mis dedos por su cabello
y dejo que mis ojos cayeran cerrados.
—¿Sí?
—Te amo —dice ella—. Sé que lo dije antes, pero solo quería decirlo una vez más.
Se siente realmente bien decirlo.
Por primera vez desde siempre, mi boca forma una sonrisa real. —También te
amo, Aidy.
Traducido por Carilo
Aidy
M
i cama está vacía y fría cuando me despierto el domingo por la mañana,
pero la puerta de mi dormitorio está ligeramente entreabierta. Saliendo de
las cobijas, me dirijo al baño para refrescarme, y luego sigo el rastro de
voces y el aroma de desayuno que viene de la cocina.
—Eso es fácil. Fenway Park29. —Se burla Ace. Echando un vistazo a la cocina,
miro como Ace vierte la masa de galletas en la plancha y cierra la tapa—. Próxima
pregunta.
—Nombra al único jugador que haya golpeado un home run de las Grandes Ligas
y marco un touchdown de la NFL30 en la misma semana. —Enzo lee su tarjeta.
—Psh. Deion Sanders. Dame algo más difícil. Venga. Sé que puedes hacer algo
mejor que esto.
Ace está tranquilo, y creo que Enzo puede haberle dado un golpe. Observo como
la cara de Ace se tuerce, como si estuviera profundamente pensado, y entonces me doy
28
Liga de Béisbol Estadounidense.
29
Estadio de los Red Sox de Boston.
30
National Football League (en español, Liga Nacional de Fútbol Americano).
cuenta de que él probablemente sabe la respuesta, está haciendo una escena por el
amor de Enzo.
—¡Ja! —Enzo deja caer las cartas sobre la mesa y lo señala—. Fue Pete Rose.
Ace se frota la frente con la mano y finge estar decepcionado de sí mismo. —Ah,
eso es correcto. Pete ‘Charlie Hustle’ Rose. No pensé que pudieras golpearme, pero lo
hiciste.
—¿Qué está pasando aquí? —Salgo de las sombras del pasillo con mi mano en mi
cadera y tomo un asiento al lado de mi sobrino, que está sonriendo. No me golpeó
hasta ahora que tener algún jugador famoso de béisbol haciendo waffles
probablemente va a ser uno de los puntos culminantes más grandes de la niñez de
Enzo.
—No eres especial. ¿Cómo le hablaste de eso? —le pregunto, guiñando un ojo a
Ace.
—Fue idea suya —dice Enzo, señalando a Ace mientras lleva un plato a la mesa.
El waffle de Enzo está empapado en almíbar, y no pierde el tiempo cavando adentro
como un hombre de las cavernas de ocho años.
Cuando Ace toma la silla junto a la mía, desliza su mano debajo de la mesa y la
apoya sobre mi rodilla, y deslizo mi palma sobre la suya. Se inclina, besando mi frente.
El asiente.
No tiene idea de lo mucho que esto significa para Enzo. Con una cálida sonrisa,
apoyo la cabeza en el hombro de Ace.
—Espero que esté bien, pero hice una llamada telefónica esta mañana —dice.
Me vuelvo hacia Enzo, que está tan exaltado que no puede hablar, y sacude la
cabeza de arriba abajo, de lado a lado, y alrededor. Chico tonto.
—Son cuatro horas de viaje —dice—. Tendré que hacer un alquiler, pero podemos
quedarnos un día. Sé que Enzo tiene escuela por la mañana. Si eso va a ser un
problema, no tenemos que ir.
Pongo mi mano sobre su brazo. —Iba. Vamos a hacer que esto funcione. Enzo
puede dormir en el coche en el camino de regreso. En serio, acabas de hacer la vida de
este chico.
—¿Estás bien volviendo allí? —pregunto—. No puedo imaginar que sea lo más
fácil que puedes hacer.
Él rasga sus dientes blancos sobre su labio inferior. —Sí. Necesitaba ocurrir tarde o
temprano. No puedo estar lejos para siempre. Además, estoy deseando revivir esa
emoción a través de Enzo.
—Dios, no tienes ni idea de lo que esto significa para él. Es un fanático de los
Firebirds.
Ace sonríe, de par en par, y mi corazón revolotea cuando me doy cuenta de que
nunca le había visto sonreír como esto antes. Él es realmente feliz, y eso hace que mi
corazón quiera cantar como María en The Sound of Music, girando a través de la ladera
montañosa Bávara.
—Es mi jabón, ¿de acuerdo? Por Dios. —Le rozo la boca, depositando un beso,
saboreando un toque de jarabe de arce en sus labios. Debe haber conseguido algo en
sus dedos y haberlo lamido antes—. Me gusta cuando hueles como… tú.
Hago un largo suspiro y sonrío, mis ojos descansando en los suyos. —Como un
hombre. Cuero agrietado, almizcle y testosterona.
Apuesto a que una vez, olía a béisbol, suciedad y sudor. Estoy momentáneamente
celosa de la mujer que lo tenía todo para sí misma durante esos años. Me hubiera
encantado verlo en acción, pero en vez de eso estoy relegada a treinta segundos de
videos destacados en Internet.
Oh, bueno.
Algo me dice que prefiero este Ace sobre el otro de todos modos.
Tal vez sea una locura, porque estará de vuelta aquí en tan poco tiempo, pero
siento que es necesario decirle que no puedo esperar a verlo de nuevo.
Miro desde la cocina mientras saca sus llaves de la repisa y las guarda en su
bolsillo antes de desplazarse en sus zapatos. Todavía lleva la ropa de la última noche:
pantalones negros, una camisa blanca. Su chaqueta negra le cubre el brazo.
Solo que esta vez, sé muy bien que no será la última vez.
Ace
Pensé que volver a Baltimore sería más difícil que esto. Pensé que sería
desagradable. Honestamente, si no fuera por Aidy y Enzo, no estoy seguro de que este
viaje estuviera pasando. Al menos no aún. Todo lo que quería era enmendarme con el
chico por ahuyentarlo hace un par de meses y hacerlo llorar.
Esta mañana, me desperté antes de que el sol saliera y me dirigí a la sala porque no
quería despertar a Aidy. A los veinte minutos Enzo salió, mirándome fijamente,
parpadeando y frotando sus ojos. Él se había desmallado la noche anterior en la
recepción, antes de que siquiera llegáramos al taxi. El chico no tenía idea de que lo
llevé a su casa o que me quedé a pasar la noche.
—Ah, Wren está llamando —dice Aidy, poniendo la llamada en altavoz—. Hola,
Wren, ¿cómo estás?
—Buenos días —dice Wren—. Estamos aquí en Houston, solo esperando nuestro
vuelo de conexión. Pensé en llamar y ver cómo estaba todo.
—Bien por ti, amigo —dice Wren—. Eso es… eso fue bastante dulce de su parte.
Tendrás que hacer algo agradable por él uno de estos días.
—Ace nos consiguió entradas para el juego de los Firebirds. En Baltimore. Estamos
de camino ahora —dice Aidy.
—¡Estoy tan emocionado, mamá! —añade Enzo—. ¡Ace dijo que podríamos
recorrer el dogout31, y él va presentarnos al equipo!
—Fue todo de último minuto —digo—. Espero que esté bien. Prometo que ellos
están en buenas manos.
31
Dugout: En el Béisbol, es el área donde se halla la banca de un equipo en territorio de foul, a ambos
lados del diamante, entre el home y bien sea primera o tercera base.
Wren hace silencio de nuevo, y luego vuelve al teléfono. —No, no, está bien.
Confío en ti. Enzo, sé bueno y quédate con Ace y la tía Aidy. No te alejes de su lado.
Has todo lo que te digan.
Aidy se gira hacia mí y gesticula “Mamá Helicóptero” mientras gira sus dedos en
el aire. Me rio.
—Él va a pasar un buen rato hoy, ¿no, amigo? —dice Aidy—. Te enviaré un
mensaje cuando lleguemos allí —añade ella—. Y tomaré montones de fotos.
—Está bien, bueno, están llamándonos para abordar ahora —dice Wren—. Los
amo chicos.
Dentro de media hora, estamos pasando por la salida que nos conduce a mi pueblo
natal.
Sí.
Aidy
E
l cielo está completamente negro, ni una sola estrella a la vista. Enzo está
roncando en el asiento trasero y Ace concentrado en la carretera. Los
faros alumbran delante de nosotros y la radio tararea música tranquila.
Estamos quemados por el sol y delirantemente exhaustos, pero hoy fue un día que
ninguno de nosotros olvidará jamás.
Puedo ver el horizonte de la ciudad desde aquí, lo cual significa que estamos casi
en casa, lo que también significa que este día está llegando a su fin.
—Gracias —digo, alcanzando la mano de Ace—. Gracias por todo. Creo que
Enzo casi se desmalló cuando le diste un recorrido por el dugout y lo dejaste lanzar
una bola antes de que el estadio se llenara.
Saco mi teléfono y paso a través de todas las fotos. Debí haber tomado al menos
doscientas hoy y media docena de videos, y las compartiré todas con Wren cuando
llegue a casa.
—El pobre chico casi se desmayó cuando conoció al equipo —digo, riendo para
mí misma. Pensé que iba a desmayarse cuando Ace le presentó a Guy Ditka y Mike
Baltierra. Un bolso en el asiento trasero está lleno con el botín. Sombreros. Banderillas.
Bolas firmadas.
De eso es de lo que están hechos los sueños del pequeño chico justo allí.
Haré lo que sea que haga falta para que esto funcione.
—Lo estoy. —Ace asiente, los labios apretado—. Estoy mejor que bien, en
realidad.
—Ah, ¿sí?
—Lo bueno es que tienes opciones. Puedes ir a cualquier lugar. Puedes hacer
cualquier cosa.
—Sí. Certificadamente.
—¿Cómo lo sabes?
Ace
Un año después.
—La casa fue idea de Ace —dice Aidy, regresando del bar del patio con cervezas
heladas en la mano—. Él es quien quería echar algunas raíces.
—Tenía que hacerlo —dije, defendiéndome. Hace seis meses, firmé un contrato de
cinco años con Satellite XFM, para conducir un programa de radio deportivo. Mi
trabajo está aquí. Y la mujer que amo.
Aidy se quita el tapado, revelando un bikini de color mandarina brillante que juega
con su bronceado dorado de California. La costa oeste se ve bien en ella, y tanto como
odio admitirlo, se me ve bien a mí también.
Aidy no estaba bromeando sobre el tráfico, pero la gente aquí es tan feliz, y
siempre está soleado y hay tanto por hacer.
—Déjame ver ese anillo otra vez. —Wren alcanza la mano izquierda de Aidy,
tirando de ella más cerca. Maeve también extiende su mano—. Maldita sea, esa cosa
brilla.
Aidy sonríe, mirándome de nuevo y luego coloca su mano sobre su corazón. Hace
tres meses, le propuse matrimonio en una cena privada en un yate alquilado en la isla
de Coronado. Incluso presenté el anillo en esa caja de joyas antigua que Aidy compró
después de ese fin de semana que pasamos juntos en la casa del lago en Rixton Falls.
Tal vez es un poco pronto, pero no me importa. Cuando lo sabes, lo sabes. Y no quiero
perderla. Tengo que encerrarla antes de que sepa que puede tener algo mejor que yo.
Le he dicho eso también, y siempre me asegura que no hay nadie más para ella.
Supongo que estamos de acuerdo en no estar de acuerdo con eso.
No estoy seguro de lo que hice para tener tanta suerte, pero no voy a estropear
esto. Juro por todo lo que soy, que seré exactamente el tipo de hombre que merece una
mujer como Aidy Kincaid.
—Perfecto —dice Wren—. Dicen que cuando te casas en junio, eres una novia
toda tu vida.
La puerta del patio trasero se abre y se cierra, y giro bruscamente para ver a mi
madre bajando, llevando un plato de crostini caliente y caponata. Ella llegó hace dos
días, y se ha propuesto mantenernos bien alimentados durante su estancia. Cree que
estamos demasiado delgados, pero le hemos dicho que somos un poco más activos
aquí que antes.
Mamá me mira, sonriendo, y luego se sienta frente a mí bajo la mesa cubierta por
un paraguas.
Wren se da la vuelta.
Apoyo las manos detrás de mi cuello y sonrío, asintiendo. Es verdad. Quiero una
casa ruidosa, como en la que crecí. Quiero caos, risas y recuerdos. Y lo quiero todo
con Aidy a mi lado.
—¿Cuándo llega Matteo aquí? —pregunta mi madre con su acento italiano, con
los ojos castaños encendidos—. He extrañado a mi listillo con hoyuelos.
—Me temo que no es así como funciona —le digo, sofocando una risita.
Mamá jadea, mirando hacia el océano como si tuviera una venganza contra él.
—Uno de estos días, esos hoyuelos le harán hacer dinero. Recuerda mis palabras.
Si Dios quiere.
Mamá se frota las manos antes de inclinarse sobre la mesa y acariciar mi cara. —
No he tenido a mis muchachos todos juntos en mucho, mucho tiempo. No tienes idea
de lo feliz que estás haciendo tu vieja madre.
—Sí, sí —digo.
Aidy se levanta antes de inclinarse para tomar a su sobrina en sus brazos para que
Wren pueda cuidar a su hijo, y entonces se mueve a la mesa, tomando un asiento al
lado de mi madre.
—Eres tan natural con ella —dice mi madre, mirando a Aidy y a Maeve
atentamente—. No voy a andar por las ramas con ustedes dos. Me estoy haciendo
mayor, y voy a querer nietos más pronto que tarde, y tus hermanos están demasiado
ocupados viviendo la dolce vita para pensar en esa etapa de sus vidas.
—Cenamos al fresco todas las noches, Valentina —dice Aidy—. Ahora somos
californianos. Es posible que desee considerar unirse a nosotros uno de estos días…
Mamá tenía razón. Aidy es natural con los niños. Pero ya lo sabía.
—¿Por qué estás mirando? —me pregunta Aidy, su atención aún centrada en la
bebé.
—¿Qué? ¿No puedo verte? —defiendo mis acciones—. Solo se siente como si
estuviera echando un vistazo a lo que viene, es todo.
—Paciencia, amor mío —dice—. Primero tienes que casarte conmigo, luego
hablaremos de bebés.
—Sí, pero no quiero precipitarme. Solo se llega a planear una boda. Quiero
disfrutarlo —dice sonriendo. Ella ha estado enfocada en su negocio el año pasado, que
ha crecido de la nada a algo que está floreciendo salvajemente. Ha contratado por lo
menos una docena de nuevos maquillistas en el último año, y está presentando
solicitudes para más.
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Al fresco: Al aire libre en italiano
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Cara mia: Querida en italiano.