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Bogumil jasinowski

RENACIMIENTO ITALIANO
Y PENSAMIENTO MODERNO
RENACIMIENTO
por Bogumil Jusinowski
Profesor de la Facultad de Filosofía y Educación
de la Universidad de Chile ITALIANO
Obra editada por acuerdo de la
COMISIÓN CENTRAL DE PUBLICACIONES
DE LA UNIVERSIDAD DE CHILE
Y PENSAMIENTO
Edición al cuidado de
Félix Schwartzmann
MODERNO
Prólogo de
José Ferrater Mora

EDICIONES DE LA

UNIVERSIDAD DE CHILE
Santiago de Chile, 1968
C) Bogumil Jasinowski, 1968 INDICE
Inscripción NQ 35.068
Prólogo, 9

Prefacio, 13
Composición: Linotype Baskerville 9/11
Papel: Hilado Especial PRIMERA PARTE
de la Cía. Manufacturera de Papeles y Cartones
Impreso en los talleres de la
RENACIMIENTO ITALIANO Y TIEMPOS MODERNOS
Editorial Universitaria, S. A.; San Francisco 454, Santiago, Chile
Proyecto gráfico de Mauricio Amster
CAPITULO PAGINA
I. Interrelaciones de Renacimiento, Humanismo y Reforma y actitud
frente a la naturaleza 17
II. Actitud <humanista» a través del enfoque «cosmoegoico» . 30
III. Síntesis de las dos actitudes anteriores en la actitud científico-artística
del Renacimiento con sus múltiples proyecciones 40
1. Formación definitiva de la perspectiva pictórico-geométrica 41
2. Toque mágico ocultista del Arte y Ciencia renacentistas . 46
3. Parangón con la ciencia moderna 47
A. Ciencia moderna y elemento mágico 47
B. Ciencia moderna y Metafísica 53
IV. Grandes malentendidos sobre el valor filosófico y científico del Rena-
cimiento 60
V. Derivación histórica del Renacimiento 70
1. Carácter vernáculo de la Filosofía renacentista italiana, vinculado con
las tradiciones de la Antigüedad muriente 70
2. Raíces provenzales del sentimiento vital propio del Renacimiento
italiano 85
VI. Nuevo panorama histórico de la Filosofía moderna y presencia del
pensamiento renacentista italiano en su decurso

BALANCE Y TRANSICION HACIA LA SEGUNDA PARTE:

Istud Mare Tenebrarum, ac dein lux quaedam minuscula, blanduda . 106

SEGUNDA PARTE

I. Tentativas vanas de salvar la historia y primer intento de superarlas 121


II. Periodificación histórica y clasificación natural 132
III. Dialéctica general de ciclos vitales cerrados 146
PRINTED IN CHILE
1. Introducción biológica ejemplificada. 147
2. Ciclo vital del derecha romano: • dirección longitudinal . . 155
3. Periodología cultural discrónica: dirección oblicua 166
IV. Dialéctica polarizadora de secuencias históricas en desarrollo . 172
1. Leyes de segmentación del pasado por medio de diferenciación
polarizadora . . . . . . . . . . 173
2. Dialéctica de la periodificación de la Filosofía patrístico-medieval en
función del binomio conflictivo de razón y fe 180
PROLOGO
3. Despliegue dialéctico de diversos aspectos de una misma época . 188

CONCLUSIONES, 191

EPILOGO:

SOBRE EL POSIBLE DESTINO DE ESTE LIBRO•


197

Cuando conocí al profesor Bogumil Jasinowski, hace aproximadamente cuatro


lustros, en Santiago de Chile, me sorprendió y admiró la extensión de su
saber. No era por cierto, uno de esos saberes que pueden llamarse «tran-
quilos» y que pueden compararse a un ancho río cuyas aguas van discurriendo
lentas y majestuosas; era —y sigue siendo— un saber inquieto, comparable a
un inmenso surtidor que va lanzando sus aguas en poderosos y a menudo
insospechados chorros, o también a una serie de llamaradas de un volcán en
erupción continua. Por el momento, el que oye o lee al profesor Jasinowski
se queda un tanto anonadado, no sólo por la abundancia de sus saberes,
sino también por el modo de producirlos o exhibirlos. Del Renacimiento
italiano se salta a la matemática griega para hundirse poco después en la
lógica de las ciencias naturales y emerger un rato a propósito de la histo-
riografía rusa, la cual sirve de pretexto para discurrir ampliamente sobre
el argumento ontológico, etcétera. Si esto parece poco, añadiremos unas mues-
tras más: el derecho romano, la ciencia física, la historia entera de la filosofía
y, por descontado, una multitud de lenguas, algunas de ellas muertas, pero
que parecen revivir por unos instan tes al calor del saber que las envuelve.
Estaba a punto de concluir diciendo que el saber del profesor Jasinowski
es «explosivo». Pero esta conclusión sería impropia. En verdad, decir que el
saber en referencia es explosivo, no es una conclusión, sino más bien un punto
de partida.
Por lo pronto, no se pasa mucho tiempo en descubrir que esas llamaradas
de saber son todo lo contrario de un fuego artificial. Si son un fuego, es un
fuego natural, resultado de un modo de ser íntimamente ligado a un modo
de pensar (y viceversa) . Pero, además, y sobre todo, no se pasa mucho tiem-
po en descubrir que esos géyseres sapientes, por el momento un tanto des-
concertantes, poseen un ritmo bien definido y son expresiones de un orden al cabo de la calle constituye uno de los aspectos básicos del pensamiento
no menos riguroso porque sea menos convencional y trillado. En otras pala- histórico —y, más precisamente, «historicodialéctico»— de Jasinowski. En efec-
bras, si el profesor Jasinowski pasa, digamos, del Renacimiento italiano a la to, para Jasinowski la historia no es un simple proceso que tiene un comienzo
estructura de las ciencias matemáticas y de éstas al derecho romano, no es y tiene o tendrá un fin. Si es un proceso, y si tiene un comienzo, es al mismo
por casualidad: es porque éstas, y otras sapiencias están organizadas, y aun tiempo un proceso abierto. Como el propio Jasinowski lo dice precisamente:
fundidas, en la mente del autor por un eficaz cimiento. Este cimiento es una la historia, para serlo, debe tener un «mañana». De ahí, entre otros resultados,
filosofía —y una filosofía completa. que los períodos históricos de que Jasinowski se ocupa no ofrezcan la simpli-
El libro que tiene el lector en sus manos es posiblemente la más madura cidad de una «fase» en un «proceso» terminado o terminable. Un período
manifestación del pensamiento filosófico de Jasinowski. En él se encuentran histórico no es una fase, sino más bien un «problema». Su realidad no es
casi todos los ternas que han preocupado a nuestro autor a lo largo de su «proeesual», sino conflictiva. El conflicto aquí aludido es, por supuesto, un
carrera intelectual. No es un libro sobre el Renacimiento italiano o sobre conflicto valorativo. Pero ello dice todavía muy poco. Pues lo que se trata
la naturaleza de la matemática o sobre el derecho romano o sobre la episte- de descubrir es el modo como se integran y armonizan los valores que están
mología de las ciencias históricas. Es un libro que expresa el pensamiento al mismo tiempo en conflicto mutuo. La razón de la historia, y de cualquiera
filosófico de Jasinowski siguiendo su propio orden y no el impuesto más o de sus períodos, parece ser la razón de un conflicto que es a la vez una armonía
menos artificiosamente por la convencional organización de los conocimientos. y una integración.
Es un orden filosófico y, en la medida en que la filosofía es un saber de lo Cuando se habla simultáneamente de conflicto, armonía e integración,
real, un orden real. salta de inmediato una idea a la que hemos aludido ya antes: la idea de una
No es éste el momento de examinar con parsimonia ni los temas tratados dialéctica y de un saber como dialéctica. Esta idea es muy central —si no es
por Jasinowski en este libro ni tampoco lo que sea quizás su motivo central. la más central— en el pensamiento filosófico de Jasinowski. El lector de este
Lo primero ocuparía un espacio que es mejor reservar para el autor. Lo se- libro tendrá la oportunidad de comprobarlo repetidas veces. Pero conviene
gundo sería arriesgado y, además, prematuro. En efecto, el profesor Jasinowski no dejarse llevar por la comodidad de las palabras: la dialéctica de que habla,
no entiende con este libro haber concluido, y mucho menos rematado, su y que pone en marcha Jasinowski, no es una «dialéctica cualquiera». Es una
filosofía. Este libro, que es, según apunte, un coronamiento, es a la vez un dialéctica «propia» —propia del autor y de lo que el autor espera ser la rea-
comienzo: el comienzo de una filosofía del saber como dialéctica de la que lidad. Es «propia», además, porque es interior a ella misma y no toma nada
el profesor Jasinowski ha anticipado algo en otros escritos, pero que está aún, prestado de «fuera». Se podrá advertir que una de las partículas preferidas
como toda auténtica filosofía, en trance de hacerse y que como toda filosofía de Jasinowski es la partícula «intra». Las realidades, y los saberes, no están
verdadera consiste en gran parte en irse haciendo lo que de algún modo ya es. relacionados unos con otros como si cada uno existiera por sí mismo y luego
Me limitaré a subrayar algunos aspectos del pensamiento de Jasinowski se relacionara con los demás. No están tampoco fundidos entre sí, como si no
que ofrezco a la meditación más pausada del lector. hubiera más que una sola realidad, y un solo saber sobre ella, y luego se mani-
Ante todo, su idea de que la ciencia no está en el aire, sino que tiene «raí- festaran por ventura como realidades y saberes diversos. Son «intra», es decir,
ces». Pero decir que la ciencia tiene «raíces» es decir que la ciencia —como están uno con el otro en conflicto. Todo lo cual parece, si no se presta el
todo otro aspecto de la «cultura»— se integra en maneras fundamentales de oído atento a lo que Jasinowski realmente nos dice, un poco hegeliano, o
pensar y de vivir sin las cuales no habría no sólo ciencia, mas tampoco vida acaso un poco, unamuniano. Pero no hay tal. La dialéctica de Jasinowski no
humana. es, como la de Hegel, una dialéctica de lo que ya es. Tampoco es, como la
Lo último puede parecer una descomunal vaguedad. Puede parecer, de Unamuno, una dialéctica de lo que nunca será. Es una dialéctica de lo
además, una solapada manifestación de «irracionalismo». Que la ciencia que irá siendo: una dialéctica de lo insospechado, pero con orden. Esto es,
tiene «raíces» parece querer decir que la ciencia —tan «racional»— se alimenta claro está, otra vaguedad, pero no se atribuya al profesor Jasinowski, sino
de algo completamente distinto de ella misma —de algo «irracional». Y, sin al autor de este prólogo. En lo que al profesor Jasinowski toca, no hay más
embargo, no es así. El pensamiento filosófico del profesor Jasinowski no es que ver lo que dice. Cedámosle la palabra, porque mucho es lo que nos tiene
irracionalista. Tampoco es, conviene decirlo inmediatamente, racionalista. Es que contar.
un nuevo modo de ver la razón. Las raíces de la ciencia no son puros (o im- JOSÉ FERRATER MORA
puros) impulsos irracionales en el hombre: son realidades históricas, pero de
una historia que tiene a la vez su «razón de ser». Cuál sea esta última no puede
decirse en cuatro palabras: este libro de Jasinowski emplea muchas más y no
pretende haber llegado al cabo de la calle. Más aun, el no pretender llegar

10 11
PREFACIO

El presente libro pretende dos objetivos diferentes. El primero consiste en la


tentativa de caracterizar el período histórico llamado Renacimiento Italiano,
en sus aspectos multiformes (particularmente en sus relaciones con el Huma-
nismo y la Reforma), junto con la presentación y la crítica de las diversas
opiniones sobre este gran fenómeno de la historia europea, sus orígenes y su
vinculación tanto con la antigüedad como con los tiempos posteriores de la
historia moderna. En este sentido, el supuesto de la presente tarea, ya poli-
facética por sí sola, implica el concepto de período histórico. Sin embargo, la
desorientación y el desacuerdo de la mayoría de los historiadores por lo que
atañe al concepto del 'período' en la historia, hace necesaria una crítica filo-
sófica de esta importante noción. Así, el desplazamiento del centro de gra-
vedad de las investigaciones pertinentes a la filosofía histórica, se impone
aun con más fuerza en vista de la desconcertante situación de la historiografía
—representada por los nombres más autorizados— en todo lo que se refiere a
la índole, origen y valor de grandes épocas históricas como el Medioevo, el
Renacimiento y los tiempos modernos; en resumidas cuentas, en lo que atañe
al valor mismo de la ciencia histórica. Por lo tanto —es este nuestro segundo
objetivo— ya no se tratará de enmarcar la historia en un cuadro de períodos
ya dados y sin preguntar por su legitimidad; la noción misma de `período' se
convertirá en un problema, el de la legitimidad de cualquier periodología
histórica.
Así, surge la tarea de investigar las peculiaridades de la razón histórica
en general; en esta investigación, no sólo desembocan las consideraciones
referentes a la periodología misma, sino que los lineamientos de la razón his-
tórica encontrarán su base en la exposición y aclaración de elementos de una
dialéctica de la vida, concebida en un ritmo pentádico del todo diferente a

13
las estructuras hegelianas. Tal exposición considerará también las proyec-
ciones de esta nueva dialéctica en el terreno de la misma historia espiritual
con ciclos vitales cerrados. Por fin, el esbozo de un caso particular de esta
dialéctica —el de ciclos vitales abiertos— brindará la posibilidad de solucionar
el gran enigma que representa el concepto mismo del Renacimiento como
unidad autónoma de la historia.
Aprovecho esta oportunidad para agradecer a la Universidad de Chile,
bajo cuyos auspicios benévolos aparece esta obra; como asimismo a mi ayu-
dante de cátedra, señor Luis Advis V.
B. J.
Primera Parte
RENACIMIENTO ITALIANO
Y TIEMPOS MODERNOS
Capítulo primero
INTERRELACIONES

DE RENACIMIENTO, HUMANISMO'Y REFORMA

Y ACTITUD

FRENTE A LA NATURALEZA

Al abordar el tema de la esencia histórica del Renacimiento, nos sentirnos


asaltados por múltiples dudas. Hace cien años que la obra de Burckhardt
lanzó sus destellos en la literatura histórica universal. Destellos que mantie-
nen su brillo más bien por inercia, pues todas las investigaciones posteriores
estuvieron movidas por el anhelo de corregir y reducir a su justa medida las
ideas allí expuestas. Sin embargo, ¡cuán desconcertante es el resultado de estos
cien años de labor continua! Para unos, la época del Renacimiento y, par-
ticularmente, del Renacimiento italiano, tiene un valor mínimo, sea para la
historia de la ciencia (según George Sarton o Thorndike) como también para
la historia de la filosofía (según Gilson, Maritain y Dawson) . Para otros, el
Renacimiento italiano no tiene ninguna originalidad en el campo de la fi-
losofía y de las ciencias, pues su último trasfondo y su fuente nutricia hay
que irlos a buscar al pensamiento alemán de aquellos tiempos. Así opina,
entre muchos otros, Heimsoeth y, hasta cierto grado, Cassirer. Al otro extremo
de esta opinión algo extraña se sitúa el filósofo italiano de fines del siglo
pasado y principios del presente B. Spaventa. Según este sabio, el pensamien-
to italiano «no fue extinguido en las hogueras encendidas para nuestros fi-
lósofos, sino que continuó viviendo bajo el cielo nórdico de Alemania, con
Kant, Fichte, Schelling y Hegel».
Empero, aun allí donde podemos encontrar mucha más ponderación en
el juicio —nos referimos a la admirable obia—de—Eresto—Gassirer Individuo
ysCosnigsen la Fil~Llienacinliank2.— estamos frente a una visión que,
aunque muy alejada de la de Heimsoeth, tampoco le es contraria. En efecto,
la mitad de la obra mencionada está dedicada a lá investigación de los filoso-
fernas de Nicolás de Cusa y su influencia en el pensainiento italiano. Así,

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aun en el trabajo de Cassirer, la originalidad del pensamiento filosófico (bastante equívoco y excluyente) de «eslavófilos») , Nicolás Berdaieff rechaza
italiano aparece ensombrecida casi por completo. Y como si todo esto fuese y condena completamente el Renacimiento como origen de la decadencia
poco, las investigaciones más célebres se contradicen por sus resultados, en deplorable en que está sumida la humanidad contemporánea. En su obra El
grado tal que nos dejan desconcertados en todo lo que atañe al concepto ;N/nema Medioevo (escrito en París hace 40 arios) , el filósofo ruso se solazaba
mismo del Renacimiento y su íntima e innegable conexión con los conceptos ante la idea de que el nefasto Renacimiento que se proyecta hasta nuestra
de Humanismo y Reforma. época estaría ahora por terminarse, y un nuevo Medioevo por surgir. El
Para algunos investigadores renombrados —basta citar a Guillermo Dil- apocalíptico autor, sin embargo, cambió de parecer en su obra El sentido
they— los tres aspectos de aquella época «renacentista» se condicionan mu- de la Historia. Aquí predomina el tono apocalíptico que vaticina el fin de
tuamente, ya que representan el proceso de «liberación del individuo de las la historia, al llegar ésta a la era de la máquina con su dominio sobre el
amarras tradicionales del Medioevo», por lo cual el Renacimiento y la Re- hombre. Las obras de Berdaieff y del talentoso ensayista inglés Walter Pater,
forma son manifestaciones espirituales de dirección común. Resulta un es- maestro de Oscar Wilde, son quizás los únicos escritos de importancia sobre
pectáculo algo desconsolador que aquello que se considera generalmente el Renacimiento que no fueron tomados en consideración en el libro ejem-
como denominador común para Renacimiento, Humanismo y Reforma, esto plar de Wallace Ferguson sobre las teorías acerca del Renacimiento, libro
es su oposición ideológica a la Edad Media, sea sentido como tal ante todo éste que se destaca por su enorme erudición, sano juicio y sentido de
por investigadores de raigambre protestante; entre ellos, Hegel y Dilthey, pues ponderación.
la opinión de Ernesto Troeltseh, eminente filósofo y teólogo protestante (un Nos pareció de máxima importancia mencionar, ya que no exponer en
tiempo decano de la Facultad de Teología Protestante de la Universidad de detalles, las diferentes opiniones vertidas sobre el Renacimiento por algu-
Berlín) es una excepción. En efecto, para Troeltseh la Reforma, a diferen- nos de los investigadores más eminentes de aquella famosa época. Hablar
cia del Renacimiento y del Humanismo, significa, en su íntima esencia, del aporte positivo del pensamiento italiano renacentista supone una apre-
una vuelta parcial hacia el Medioevo. Por otra parte, esta última concepción ciación también positiva de la época, por lo cual no nos fue posible pasar
es sustentada por muchos investigadores de tendencia católica que reaccio- por alto las apreciaciones, a menudo contrarias, que se encuentran en la
nan contra una apreciación positiva del Renacimiento y la reivindicación literatura historiográfica. Por nuestra parte, desesperando de hallar el ca-
para éste de un papel creador en la historia universal. Así, para el conocido mino recto en este laberinto de contradicciones, no podemos dejar en si-
historiador de la filosofía medioeval, Etienne Gilson, propagador del tomis- lencio el hecho manifiesto de que la variedad de opiniones citadas exte-
mo, la famosa tesis sobre «el Descubrimiento del Hombre» por el Rena- rioriza la preeminencia de ciertos nacionalismos ideológicos, apoyada por
cimiento es falsa: «El Renacimiento, como lo han descrito, no fue la convicción común respecto al carácter positivo y «progresista» del Rena-
en modo alguno el medioevo más el hombre, sino el medioevo menos Dios: cimiento. Las opiniones de Gilson, Maritain, Dawson y Berdaieff, son expo-
el Renacimiento perdió a la par al hombre mismo». Aquí el Renacimiento nentes por excepción de un enfoque desvalorativo.
aparece casi como la cuna de la decadencia espiritual de Occidente. Una vi- Empero, muy por encima de todas las interpretaciones del Renacimiento
sión muy semejante es la de Jacques Maritain, que nos dice: «La civilización —objeto de abundante literatura historiográfica— se impondría otra inves-
moderna está constituida por el humanismo del Renacimiento, por la Re- tigación que vale la pena delinear: el problema del surgimiento de nuevas
forma protestante y la Reforma cartesiana; en esta civilización la cultura unidades en la periodología histórica y de las leyes que la rigen. Quisiéramos
se separó de su trasfondo sagrado y el hombre quedó abandonado a sí mismo» denominar a este fenómeno "proceso de la segmentación del pasado"; pro-
—eso a diferencia del «verdadero Humanismo» del medioevo». Ha de lamen- ceso soberano que en nuestro caso engendró en un momento dado, a me-
tarse que también Cristopher Dawson, autor de una obra profunda, Los Orí- diados del siglo xix, el concepto de Renacimiento como unidad autónoma
genes de Europa, no tuviera la misma comprensión por los destinos ulte- de la historia europea. En verdad, todo lo que se escribe, se investiga y se
riores de Europa que aquella que lo iluminaba al desentrañar sus orígenes. medita sobre el Renacimiento, siempre con el espejismo de encontrar su «esen-
Dice Dawson: «Los hombres del Renacimiento, dando espaldas a lo eterno cia», se mueve dentro de los marcos trazados de antemano por el proceso
y a lo absoluto ... han repudiado toda dependencia de lo absoluto y reivin- de segmentación de lo pretérito en la conciencia memorizante, proceso que
dicado para sí la supremacía en el orden temporal ... Empero al afirmarse predelimita y preconcretiza la imagen del Renacimiento; ésta, a su vez, se
a sí mismo, el hombre terminó por renegar de los fundamentos espirituales consolida ante una averiguación documental «postprobatoria», para encon-
de su libertad y de su conocimiento». Con todo, ningún historiador de las trar su «objeto», cuyos contornos las diversas investigaciones pretenden —con
ideas demostró una actitud tan hondamente adversa al Renacimiento como toda ingenuidad— fijar y precisar. Remitiendo a la última parte de este li-
el filósofo ruso Nicolás Berdaieff. Siguiendo las huellas de los filósofos rusos bro la investigación de aquel plano básico, previo a toda la investigación
del siglo pasado y de principios del presente, que se han dado el nombre histórica y el único capaz de liberarla del estado de realismo ingenuo en que

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timientos y particularismos nacionales; también los habrá que destaquen un
se encuentra, determinamos con estas observaciones el límite superior de
fuerte anhelo de unificación espiritual de la humanidad (baste pensar en
nuestro tema, para ocuparnos ahora de lo que viene después de este
Pico della Mirandola o en Nicolás de Cusa) . Tenernos, pues, que elevar al
límite.
rango de axioma aquello de que cada investigador encuentra lo que busca,
Las opiniones mencionadas no nos sirvieron sino a modo ilustrativo, por
ya que no puede dejar de encontrarlo en el receptáculo ilimitado de lo
lo cual no vemos la conveniencia de indicar los lugares correspondientes en
pretérito.
los escritos de los autores mencionados.
¿En qué se convierten, pues, frases corrientes como «Las nuevas investiga.
No podemos ahora desinteresamos de las interpretaciones en boga refe-
ciones han corregido y modificado la tesis anterior sobre los orígenes del
rentes a las relaciones entre Renacimiento, Humanismo y Reforma. Huelga
Renacimiento»? Que el Renacimiento haya tenido antecedentes ya en el
decir que no se trata de explorar de una manera muy detallada el tan in-
siglo xn y, tanto más, en el xm y en el xiv es indudable; empero, la evalua-
menso tema, lo que requeriría una obra de muchos volúmenes; sin embargo,
ción de los antecedentes que podrían hacer desplazar las fronteras cronoló-
algunas observaciones críticas podrían esclarecer algo el problema en cues-
gicas de la época hasta el siglo XII o hasta el xm, depende de la visión ge-
tión, si en vez de perdernos en un mar de detalles, procuráramos hacer re-
neral del historiador y no es corroborable por los hechos.
saltar ciertas posiciones básicas, que están detrás de la diversidad de cuadros
trazados por los historiadores del Renacimiento y que los animan a todos. Como he tenido ocasión de subrayar en Problemas de la Historia y su lu-
gar en el conocimiento, es la época la que otorga su significado a los hechos
Esperamos que las observaciones que siguen ayudarán a fijar el marco de
y es su sostén.
las relaciones aludidas, pues la filosofía renacentista —aun en las creaciones
Si tomamos en consideración todo esto, los diferentes aspectos del Rena-
de científicos de genio— se encuentra emparentada estrechamente con las
cimiento podrían ser quizás configurados como integrantes de un mismo cua-
creaciones artísticas de aquella época, como lo demuestran de una manera
dro general.
elocuente, entre otras, las referencias de Galileo a la obra de Miguel Angel
Parece muy difícil, por lo anteriormente expuesto, llegar a una disposi-
y también las relaciones de la filosofía de Ficino con los murales de Rafael
ción unitaria de los diversos aspectos de la época en cuestión, es decir, del
en la Camara della Segnatura. Solamente después de estas observaciones que Renacimiento propiamente tal, del Humanismo y de la Reforma. Pero cree-
podrán evidenciar la conexión de la filosofía italiana con otras fases del
mos que esta tarea no es insoluble.
espíritu creador italiano y que es, por lo tanto, difícilmente aislable, podre-
En efecto, en la base del concepto de Renacimiento, cualquiera sea su
mos pasar a tratar la cuestión más • determinada de la autenticidad y ori-
interpretación, está siempre la idea de su contraste o, de todos modos, de su
ginalidad de aquella filosofía.
diferencia respecto al Medioevo. Sea completa o parcialmente acertada la
Frente a las aseveraciones a menudo ingenuas y a la vez extremistas que
opinión común (subrayada particularmente por Burckhardt) de que el Re-
pretenden considerar las características de grandes épocas en unos pocos ras-
nacimiento significa el descubrimiento del hombre y de la naturaleza, siem-
gos para simplificar la tarea, cabe advertir que simplificar es tergiversar.
pre queda en pie el cambio que se produjo en la conciencia humana frente
El Renacimiento no está limitado al resurgir del paganismo ni al de la
al sentimiento, a la vivencia y a la valoración de la naturaleza sensible; eso,
embriaguez mística, como tampoco a la exaltación de la latinidad ciceronia-
si queremos comparar en grandes líneas y en conjunto el Renacimiento con
na o al encumbramiento del helenismo en desmedro del latinismo. No se
la Edad. Media. Por muy inexacta que sea la exageración del sentimiento de
reduce, por otra parte, al materialismo crudo ni al espiritualismo descar-
contraposición del hombre respecto a Dios, por un lado, y de la naturaleza
nado, sino que es todo esto a la vez, aunque algunos rasgos se dieron con
por otro, como lo observamos en el Medioevo, no hay duda de que esta con-
mayor preeminencia en el siglo xv y otros en el xvi.
traposición existió en un grado mucho más pronunciado en la Edad Media que
Hay más.• Existe una actitud infundada muy corriente: la de concentrar
en el así llamado Renacimiento. Esta aseveración no pierde nada de su valor
la atención en una característica predominante, pretendiendo caracterizar
porque reconozcamos que en la corriente órfico-gnóstica (según mi parecer,
la época cabalmente a partir de ese rasgo. Con ello se pasa por alto la exis-
el gnosticismo fue en muchos aspectos una continuación del orfismo) de
tencia de pares contrarios, de los cuales uno puede aparecer como más im-
las postrimerías de la antigüedad, que tuvo sus múltiples proyecciones en
portante que el otro en diversas ocasiones, pero sin que esto signifique su
el transcurso del Medioevo —proyecciones más bien heterodoxas—, la contra-
preponderancia absoluta ni, menos aún, su exclusividad.
posición del hombre en cuanto espíritu, a la naturaleza en cuanto cuerpo,
No faltarían pruebas de que el Renacimiento fue el depertar del senti-
fue aun. más marcada que en el Medioevo cristiano. Siendo así, el común de-
miento pagano de la naturaleza, pero tampoco de que hubo en la época un
nominador del Renacimiento y el humanismo fue la actitud positiva frente
profundo sentimiento religioso, si bien no de índole católico-dogmática, sino
a la naturaleza, actitud rayana en la admiración propia de los filósofos y
místico-panteizante. Habrá testimonios de la tesis de que el Renacimiento re-
científicos del Renacimiento junto a la preponderancia del culto de la lati-
presentó, ron la consolidación de los idiomas vulgares, el despertar de sen-
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20
nidad y de la elocuencia ciceroniana que no pocas veces se alzaba a un frenesí velación judeocristiana y cuyo contenido se exteriorizaba en la difusa litera-
en las obras de los humanistas. No es así la Reforma. Aun si ésta permaneció tura «hermética». Esta corriente, tan característica del Renacimiento, llevaba
ajena al ideal medioeval monacal, carnis mortificatio, su actitud frente a la el sello panteísta o panteizante y profesaba forzosamente cierta homogeneidad
naturaleza da un sonido más bien sombrío, ya que según la doctrina de los de la razón y la fe. La doctrina de dos libros de carácter divino, el libro de la
reformadores, el oscurecimiento y hasta la pérdida del lumen naturale a con- Sagrada Escritura y el Libro de la Naturaleza —doctrina tan importante, todos
secuencia del pecado original, repercute sobre toda la naturaleza del hombre lo saben, para la historia de la filosofía y la ciencia exacta en el Renaci-
y, con esto, sobre la naturaleza en conjunto. Si las doctrinas renacentistas se miento— está emparentada precisamente con la fe en la revelación primigenia
complacen en su irracionalismo (o «extrarracionalismo») , las doctrinas de los dada a la humanidad.
reformadores son más bien autirracionalistas. Aquí viene a expresarse la Estas primeras caracterizaciones del Renacimiento y de la Reforma nos
oposición entre la razón y la fe, que puede culminar en la doctrina de la ver- conducen a tratar de hacer algo parecido con el humanismo. En verdad, no
dad doble, en cuanto a que la verdad de la fe, omnipotente frente a la débil es fácil, ni siquiera posible, dar en dos o tres rasgos lo que pudo haber sido
verdad de la razón, se pone en franco desafío con ésta. Por lo tanto, el «fideís- este movimiento complejísimo, como todo lo que atañe a la consideración del
mo» —pues de éste se trata— tiene que ser considerado como uno de los rasgos hombre.
más fundamentales de la Reforma, que resucita la actitud primigenia de La exaltación de la latinidad y el encumbramiento del hombre, si bien
San Pablo (y, más tarde de Tertuliano) en los orígenes del cristianismo. La son dos rasgos generales que caracterizan el movimiento, no nos dicen ni con
llamada justicia naturalis del hombre antes de la caída, no es idéntica en la in- mucho lo que realmente fue. La latinidad en algunos humanistas se ve dismi
terpretación luterana con la concepción tradicional del medioevo clásico, y, nuida al máximo, predominando por consiguiente la consideración del hom-
por otra parte, el adagio medioeval sobre el hombre caído que queda vulnera- bre; en cambio, en algunos otros ocurre lo contrario y es casi solamente la lati-
tus in naturalibus, spoliatus in gratuitis, adquiere en la Reforma un sentido nidad lo que se considera; por consiguiente, en este último caso ya no se
aun más agudo y dramático: la vulneración se conecta aquí con una dete- podría hablar de humanismo propiamente tal.
rioración ya más bien mortal, lo que tanto contrasta con otra tesis, expresada También desde el punto de vista cronológico el humanismo sufre grandes
de vez en cuando por ciertos teólogos escolásticos algo más optimistas, y que cambios. La línea que va desde un Petrarca hasta un Erasmo (cerca de 200
reza: naturalia post lapsum integra manserunt —los dones naturales permane- años) se divide en infinitos matices que van acrecentándose en ciertos ras-
cieron sin alteración después de la caída. gos, disminuyendo en otros y agregando otros nuevos. En un comienzo el
Entonces, por lo que atañe al Renacimiento propiamente tal, podría de- humanismo es latino (Petrarca) , en lo que se refiere a las bone lettere; pos-
cirse que éste se manifiesta por su índole filosófica antiintelectztalista (irra- teriormente se transforma en griego (L. Bruni) y, a veces, se nos presenta
cional, pero no antirracional), y por su índole artistica, ambas nutridas por como grecolatino (Erasmo) . Más adelante (y en lo que se refiere al hombre)
una actitud admirativa frente a la naturaleza. Hasta qué grado el aspecto filo- se pasa de un humanismo platónico (M. Ficino) —si se nos permite esa de-
sófico-científico se encontraba emparentado con el aspecto artístico, lo de- nominación— a un humanismo cabalístico (Pico y Reuchlin) ; diversos ras-
muestra —lo hemos dicho— el encumbramiento de grandes artistas, tan viva- gos en otros humanistas nos dan también la imagen de un humanismo socrá-
mente retratados por Vasari, en los escritos del padre de la ciencia moderna, tico (L. Valla) , tan bien caracterizado por Francisco Adorno en un estudio
Galileo. Naturalmente, no se puede olvidar que el primer aspecto, el filosófico- sobre éster.
científico, tenía más bien dos perfiles bastantes diferentes, pero que muchas Todavía más, frente al humanismo grecolatino se nos da (en pleno
veces se mezclaban imperceptiblemente: el perfil científico, matemático-expe- Quattrocento) el humanismo vulgar (Vespasiano da Bisticci) , y también frente
rimental, y el perfil místico-ocultista, con frecuencia panteizante, que expre- a un humanismo de tinte pagano, se nos da en múltiples facetas otro de to-
saba cierta homogeneidad de la razón y la fe. Así, por ejemplo, en Cardano nalidad esencialmente cristiano. Quizás sea necesario destacar algo más sobre
—matemático, médico y astrólogo— encontramos este doble perfil. Sin embar- este punto: La idea de la divinidad y libertad (dignidad) del hombre en
go, al lado de la convicción nutrida desde siglos de que «la ciencia ayuda a la Pico, encuentra su fundamento en las ideas cabalísticas de que las almas son
fe», siendo ella misma algo como una «revelación menor» o «maravilla divi-
na» —convicción compartida por Dante y Petrarca con su «devoción 'En lo que atañe al Quattrocento, encontramos tres tipos de humanismo clara-
mente delimitados. Una primera forma que abarca la mitad del siglo xv se expresa-
docta» (docta pietas)— logró en el Renacimiento enorme difusión e impor.
ría en la fórmula «retórica por el hombre» (Salutati, Valla, Rinuccini, Bruni) .
tancia una actitud religiosa y honda, pero. casi desligada de las formas tradicio-
Una segunda forma se expresaría como «el hombre por el hombre» (ante todo la
nales del Medioevo. Esta actitud, remontándose a algunas corrientes de gran Academia platónica florentina) , y, por fin, la tercera que podría tener la fórmula
envergadura en las postrimerías de la Antigüedad, reclamaba seguir las huellas «retórica por la retórica», coetánea a la anterior (segunda mitad del siglo xv) , y
de cierta revelación primigenia común al género humano, anterior a la re- que no es sino una degeneración de la primera.

22 23
partículas de la esencia divina (que es luz) , y que Dios, al crear al hombre, reti- Frente a la grecolatinidad y a la dignidad del hombre, resalta también la
ra su voluntad y deja su substancia. Esta misma idea le sirve de trampolín en actitud hostil en general (el antifilosofismo) de los humanistas hacia el
el Heptaplus para demostrar que la naturaleza es el vestido de la divinidad. aspecto filosófico-científico del Renacimiento, actitud en la cual revive quizás
Es interesante también ver cómo a través de la Cábala ataca a la astrología el antagonismo entre trivio y cuadrivio, o sea, entre culto de Roma y culto
(no a la astronomía) , porque contradice la idea de la superioridad del hom- de Grecia. Este antifilosofismo no excluye en algunos casos (Pico della Mi-
bre, y que ese mismo impulso le hace ir en contra de la magia demoníaca (no randola) inclinaciones hacia cierto cientifismo ocultista —pensamos en su ma-
de la magia natural) , llegando a bosquejar en algunos de sus argumentos gia natural, recién mencionada.
el concepto de vera-causa que después desarrollarán Kepler y Newton. Creemos que todas estas observaciones han sido necesarias para trazar el
En el cuadro que sigue, se anotan las características generales acerca de esbozo de un cuadro unitario de los tres fenómenos conectados —Renacimien-
los tres grandes fenómenos que fueron el Renacimiento, el Humanismo y la to, Humanismo, Reforma— y concebidos en su relación recíproca, siempre
Reforma. Lo que anteriormente hemos dicho, no nos obstaculiza para tratar, que el denominador común de las distinciones aquí desarrolladas sea la básica
a pesar de todo, al Humanismo como un fenómeno bicaracterístico, ya que, actitud complaciente frente a la naturaleza exterior.
en general, los dos aspectos en cuestión (grecolatinidad y exaltación del A título de aclaración quisiéramos agregar que la corriente «pagana», una
hombre) abarcan en la mejor forma posible este multifacético fenómeno. de las componentes del Renacimiento, supo trascender en ocasiones el mero ám-
Extrañará quizás que no figure el sincretismo, tan propio de las ideas del bito de adictos laicos a la renovación del clasicismo, logrando a veces infil-
Gusano y posteriormente de la Academia platónica florentina; no figura por- trarse en el ámbito mismo de la Iglesia. Así el Papa León x encargó a un
que lo consideramos como rasgo dependiente de la idea de dignidad del obispo de nombre Zacarías Feneri efectuar ciertos cambios en el texto tradi-
hombre. cional del breviario. El nuevo breviario Hymni novi Eclessiastici) apareció
ya durante el pontificado de Clemente vi' en el año 1525. Y son sumamente
significativas para aquella época algunas locuciones aquí usadas, por ejem-
CUADRO I plo: O felix dea, nympha candidissima, dearuni maxima (tratándose de la
Santísima Virgen), o bien: Triforme numen Olympi (tratándose de la Tri-
RENACIMIENTO HUMANISMO REFORMA nidad) . Huelga decir que aquellas innovaciones no tardaron en ser sacadas
9 del breviario romano. Es característico, además, de aquellos tiempos, el trato que
a veces se daba por parte de autoridades eclesiásticas a los sacerdotes corrientes,
como incultos o ignaros de la mensura de vocablos latinos, haciéndose por
eso objeto de risas y de desprecio por parte de los sacerdotes «litteratos».
Pasando al otro extremo de nuestro cuadro, el que se refiere a la Refor-
ma, cabe añadir que la austeridad bien conocida de los calvinistas, tiene a
4, menudo características muy peculiares. Como se sabe, esta actitud estaba
Embriaguez pagana Matematicismo Misticismo Fidel mo
(clasicismo) experimental ocultista-alquímico
ligada con un afán muy marcado de lograr el goce de ciertos aspectos de la
vida terrenal, particularmente el de bienestar material. Después de nume-
o rosos trabajos históricos, especialmente los de Werner Sombart y de Max
Weber, sobre los orígenes del capitalismo moderno, el papel de la religio-
científico-artístico Pan teizante
sidad calvinista en las actividades económico-sociales (en Gran Bretaña y
-c más aun en Norteamérica) , encaminadas hacia la prosperidad material, se
Actitud admirativa frente a la natura Exaltacion del hombre Naturaleza puede considerar como un hecho bien fundado. En este sentido los repre-
Complacencia en la existencia terrenal Aceptación benévola de caída sentantes del calvinismoestán al otro lado de las órdenes mendicantes, crea-
Irracionalismo (salvo 1) la natura austeridad das en el siglo XIII, en pleno Medioevo. Otra vez nos encontramos aquí ante
Racionalismo vital la coincidencia de los contrarios, propia de la configuración psicológica de
(puritanismo) grandes corrientes y grandes épocas históricas.
antirraciona-
lismo Tenemos la impresión de que este cuadro es algo más que un mero esque-
ma sinóptico, ya que representa hasta cierto punto un cuadro simbolizador,
Complacencia frente a la naturaleza Rechazo austero si por símbolo se entiende un signo condensador de la realidad y, por lo
de la naturaleza tanto, revelador de cierta «esencia».

21 25
Huelga decir que cada uno de los tres grandes fenómenos en cuestión tiene una contraparte en las doctrinas de muchas sectas protestantes; así para
ostenta innumerables matices y que, por lo tanto, sería absurdo querer con- los cuáqueros, el principio del buen obrar como prerrequisito para la sal-
densarlos en unas pocas líneas. Empero, se impone la conveniencia de expre- vación es plenamente válido. Pese a todas estas deficiencias y muchas otras,
sar ciertas conjeturas que expliquen la misma enumeración de los tres fe- el cuadro en cuestión podría quizás considerarse como una primera aproxi-
nómenos de Renacimiento, Humanismo y Reforma como una yuxtaposi- mación, por inexacta que sea, a la verdad buscada.
ción que, por supuesto, ha de exteriorizar cierta unidad; en efecto, las raí- Ahondando un poco más lo anterior, se nota sin dificultad cierta - oposi-
ces históricas de esta discriminación yuxtapositiva se remontan a los siglos ción entre Renacimiento y Reforma, ante todo en lo que atañe a la tona-
anteriores. No olvidemos que el siglo xi se caracteriza por una aguda opo- lidad que despierta el sentimiento de la naturaleza exterior y también de
sición entre el movimiento racionalista de filósofos, cuyo nombre fue en- la naturaleza propia del hombre. Sería difícil hablar sin más del papel «li-
tonces el de «dialécticos», y el de estrictos teólogos o «fideístas», cuyo tipo bertador» de la Reforma en caso de que se trate de la actitud del individuo
se encarna en San Pedro Damiano. También el siglo xn conocía este último humano frente a Dios, antes que de su actitud frente a la tradición reli-
movimiento, cuyo representante quizás más eminente fue San Bernardo de giosa, encarnada en el saerum fidei deposituin de la Iglesia con s us atadu-
Clairvaux. Por otra parte, algunos filósofos del siglo xn, muy particular- ras del individuo. Indudablemente la tesis de Lutero, desarrollada en De servo
mente Juan de Salisbury, pueden considerarse con acierto como represen- arbitrio, contrasta con la De libero arbitrio de San Agustín, por estrechos
tantes tempranos del Humanismo. Y, por fin, la Escuela de Oxford en el que sean históricamente los hilos que unían la tesis de Lutero, antiguo mon-
siglo xiii, con Roberto Grosseteste, Roger Bacon y algunos otros, puede je agustino, con las opiniones del Doctor de la Gracia. Algo muy caracterís-
considerarse como anticipadora de la corriente renacentista en sus rasgos co para la actitud de los reformadores, adversa al Renacimiento, trasciende
filosófico-científico-ocultistas. Este carácter, junto con el de «orientalis- aun en la posición que toman Lutero y Melanchton respecto a la doctrina
mo» hebreo-arábigo, es común a las escuelas de Oxford y de Chartres. Y heliocéntrica de Copérnico, uno de los más típicos representantes rena-
por fin, el tinte de fideísmo nominalista es propio también a los «maestros centistas.
parisienses», precursores en la ciencia exacta del Renacimiento postrero. No «El loco —dice Lutero— quiere transformar toda la ciencia astronómica;
creemos, por lo tanto, que sea arriesgada una hipótesis que explique la empero la Sagrada Escritura muestra que al Sol y no a la Tierra mandó Jo-
misma yuxtaposición de los tres fenómenos que estudiamos. En efecto, sué detenerse». Y no fue muy diferente la opinión de Felipe Melanchton,
presenciamos aquí algo que subyace .en cualquier proceso de evolución: el que hasta pensó necesaria «la intervención de autoridades seculares para
paso de lo indiferenciado a una diferenciación más bien polarizadora. Pen- prohibir la divulgación de tesis de esta índole».
semos que ya entre los siglos xi-xii y hasta el xxv, existieron fenómenos Por supuesto, la mayor dependencia del hombre frente a Dios en el
culturales que tenían aspectos propios del Renacimiento, del Humanismo y protestantismo, encuentra su expresión en la célebre doctrina de gratia
de la Reforma fideísta en cierta coexistencia, y que sólo más tarde, en los irresistibilis, por la cual la gracia divina puede arrastrar al pecador y atraer-
siglos xv-xvi, estos aspectos se diferenciaron para presentarse como algo di- lo en contra de su voluntad. La profunda convicción de la creencia pro-
verso uno de otro. Así la comunidad de origen explica el hecho de que para testante, según la cual la justificación del pecador puede ser lograda única-
muchos los tres fenómenos parezcan convergentes, aunque —lo hemos visto— mente por la Gracia divina que junto con la fe lo arrastra a su propia sal-
difícilmente pueda ello afirmarse de la Reforma. Pero aun así, sería siem- vación (fiducia), convicción que se expresa plenamente en la conocida
pre útil recalcar que el elemento fideísta, tan poderoso en la Reforma, fue fórmula non justificamur nisi gratia nisi fide (sólo por la gracia y la fe nos
el primero entre los tres aspectos mencionados, pues se remonta al siglo xi, justificamos) , es propia de la actitud llamada «monérgica», tan caracterís-
y casi igualmente al siglo xn. Para completar lo anteriormente dicho con tica del protestantismo. El enfoque católico es en cambio «sinérgico»; aquí
ocasión de nuestro cuadro, no se debe olvidar que hemos tenido en con- la voluntad del hombre pecador y la Gracia divina cooperan para que su
sideración ante todo la Reforma luterana. obra, sea meritoria. Frente a la actitud protestante determinista, el enfoque
De todos modos, los caracteres de la Reforma aquí destacados se refie- católico tradicional ahondó aun más su cauce indeterminista sobre la base
ren ante todo al luteranismo y no, por ejemplo, al Zwinglianismo difundido del Concilio Tridentino, que cobró su acento máximo en la célebre doc-
en algunos cantones de Suiza y que guarda cierta conexión espiritual con el tri-na del jesuita Luis Molina sobre «ciencia media» (sutil discriminación
humanismo de Ficino y de Pico della Mirandola. Por otra parte, el calvi- que pone un intermedio entre la ciencia divina de lo real y la de lo mera-
nismo, con una austeridad de costumbres más que medioeval, presenta en mente posible) , todo esto en se-nticlo contrario a las doctrinas de los re-
un grado aun superior al luteranismo el rechazo de la dignificación rena- formadores.
centista de la 'naturaleza. Sin embargo, el rechazo de la necesidad de buenas Esta oposición entre el monergismo protestante y el sinergismo católico;
obras para la salvación, proclamado con tanta energía por el luteranismo, donde trasciende, en resumidas cuentas, la oposición de dos principios —de-
terminismo e indeterminismo-- es tan marcada que repercute ostensible- En resumidas cuentas, la Reforma, antes que debilitar las ataduras me-
mente en el conocido antagonismo del ideario católico entre los dominicos dioevales del hombre ante Dios, más bien las estrechó, y muy marcadamente.
y los jesuitas. Los primeros con su posición algo determinista, defendían la Esto alcanza la cumbre de la célebre doctrina predestinatista de Calvino, que
prioridad de la iniciativa divina en el proceso de salvación frente a la volun- admite, como se sabe, una doble predestinación, una para el cielo, otra
tad cooperadora del hombre (concursus praevius); en cambio, los jesuitas, para el infierno (praedestinatio gemina, ad Coelum et ad Gehennam); mien-
con su doctrina máxime indeterminista —reacción contra el «siervo arbi- tras que el idearlo católico evita tal denominación, aunque admite con
trio» del luteranismo— abogaban por la simultaneidad del impulso divino Agustín la eterna reprobación de unos frentes a la eterna bienaventuranza
y de la libre voluntad del hombre (concursus simultaneus). de otros. El sentimiento de pecaminosidad propia del hombre y la nulidad
Con todo, aquella dependencia del hombre cuya índole religioso-moral de sus recursos en la obra de salvación, es tan característico del protestantismo
parece por lo tanto aun más «heterónoma» que en la tradición eclesiástica, que echa su sombra avasalladora en el mundo espiritual del jansenismo, co-
no excluye en el ideario protestante la existencia de un rasgo más bien rriente importantísima en la vida social-religiosa francesa y europea en el
opuesto: el de mayor «autonomía del hombre». Esta circunstancia se debe siglo xvn, vinculada estrechamente con las actividades de Port Royal y, por
al proceso universalmente válido de polarización dialéctica. Así, surge en lo tanto, aun con las de Pascal. La profunda vivencia de la miseria del hombre,
el ideario protestante el carácter manifiesto de una mayor interiorización necesitado de la ayuda de la Gracia, que cobró una expresión elocuente en
del hombre, por lo cual no son sus obras, producidas efectivamente, sino los incomparables escritos de Pascal —el gran adversario de los jesuitas— refle-
sus intenciones profundas las que caen en la balanza. Este principio de la ja ostensiblemente la característica impronta protestante en el mundo fran-
interioridad se extendió hasta abarcar actos sacramentales, viniendo éstos cés. En grandes líneas, la Reforma presenta pues la profundización de la
a ser considerados no válidos en el caso de estar el oficiante en pecado mor- dependencia del hombre ante Dios y, por lo tanto, una manifiesta medie-
tal; No así en la doctrina tradicional, que no hace depender la validez del valización.
sacramento del estado del sacerdote: opus ex opere operato, y no ex opere
operantis, según la posición protestante. Este proceso de interiorízación No fueron superfluas estas observaciones, ya que sirvieron de complemento
actúa en todo el plan de consideraciones éticoespeculativas, acrecentándose necesario a nuestra primera aproximación y, por lo tanto, no invalidan lo
el papel de la vivencia religiosa propiamente tal, y eso con merma del acertado que hay en nuestro cuadro: la Reforma presenta un complejo de
contenido puramente dogmático de la creencia. En otras palabras, la ideas y movimientos en estrecha conexión con el fideísmo medioeval, que hace
creencia ha de manifestarse ante todo en el «estado de ánimo del cre- recordar la actitud de San Pablo, Tertuliano y —en plena Edad Media, en el
yente» y sólo, en segundo lugar, en «lo que se cree». Así la contro- siglo xi— de. San Pedro Damíano, célebre enemigo de los «dialécticos».
versia católico-protestante va a culminar en la oposición entre «la fe en lo Con todo esto, nuestro cuadro, orientado principalmente por el enfoque
que se cree» (lides quae creditur) y «la fe por la cual se cree» (fides cultural espiritualista, tuvo que hacer abstracción de otro aspecto de la Refor-
qua creditur). El sumo criterio de la verdad religiosa en el protes- ma, el socíalpolítico. En este sentido, la Reforma anticipa y aun prepara el
tantismo llegará a ser el «testimonio del Espíritu Santo» (lestimonium Spiri- absolutismo y el laicismo de los siglos xvir-xvin; el primero, con su estadocracia
tus sancti internttm) —testigo soberano del estado de ánimo del creyente. de tinte cesaropapista; el segundo, con su ideal de profesionalismo, rayano en
Vale la pena subrayar que esta circunstancia contribuirá más tarde a la la idea del sacerdocio laico, tan característica del ideario calvinista.
formación de una distinción más nítida entre derecho y moral, visible ya en
Christian Tomasius, contemporáneo de Leibniz, y que cobra cuerpo defi-
nitivamente en la doctrina jurídico-moral kantiana: la moral está interesada
ante todo en las intenciones profundas del hombre, eso a diferencia del
derecho.

2Huelga decir que este aspecto de la posición protestante puede remontarse a


los tiempos de la patrística, pues coincide en lo esencial con la doctrina donatista,
proveniente del heresiarca Donato, algo anterior a S. Agustín, rechazada ya por
éste a favor de la tesis católica en vigencia, no exenta, por lo que atañe a sus bases
psicológicas, de cierto elemento mágico. En este aspecto la posición católica parece
ser intermedia entre la protestante y la griega ortodoja con su concepción mágica
de la epiklesis que sigue las palabras de consagración en el sacramento del altar
según el rito griego y, particularmente, el armenio con sus tres iepiklesis.

28 29
Así, el descubrimiento del «paisaje como estado del alma», o, en otras pala-
Capítulo segundo bras, el descubrimiento de la naturaleza en su comunión con el hombre,
se funde de una manera indisoluble con lo que llamamos el descubrimiento
del hombre mismo. La naturaleza, para el Romanticismo, entra en comunión
con el hombre, entra en Consortiuni humanae naturae lo que, entre otras
cosas, tanta importancia tiene para una nueva configuración de la doctrina
ACTITUD «HUMANISTA» A TRAVES DEL ENFOQUE del derecho natural en Rousseau, Kant y Fichte, tan diferente del derecho
natural racional de la época anterior. De este modo, el proceso de la interio-
«COSMOEGOICO» rización del hombre es al mismo tiempo el proceso de la interiorización de la
naturaleza y de la realidad verdadera, pues, como dice Rousseau, le vrai,
c'est l'intérieur.
De todos modos, el ensalzamiento renacentista de la naturaleza es insepara-
ble del encumbrimiento del hombre. En verdad, se trata aquí y en esta conexión,
de algo básico, verdadero en sus matices para todas las civilizaciones; más aún,
de algo cuyo contenido puede considerarse como un criterio para distinguir
diferentes culturas. Dado que el aspecto «hombre» en la visión renacentista
está ligado con el aspecto «universo» de un modo intrínseco, es decir, intrín-
secamente necesario, no podemos limitarnos a su simple añadidura de los
términos, lo que equivaldría a una exposición más bien fáctica de nuestro
El cuadro anterior no tiene más valor que el de una primera aproximación problema, y no a su fundamentación ontológica. Debemos ahondar en el pro-
y está en conexión con la primera parte de la fórmula de Michelet que adoptó blema, en cuanto a sus fundamentos. La recompensa por este esfuerzo no
también Burckhardt: el Renacimiento es la época del descubrimiento del tardará en aparecer, y, entonces, vislumbraremos cierta visión sintética de
universo y del hombre. Nos hemos referido a la actitud del Renacimiento importancia: la perspectiva cuya introducción en el arte y en las matemáticas
frente a la naturaleza y la vida misma, actitud admirativa y llena de optimismo, se debe precisamente al Renacimiento. Este hecho igualmente valioso para la
en marcada diferencia con el Medioevo. «El velo medioeval se desgarra —dice historia de la pintura y la arquitectura, como para la historia de la geometría,
Burckhardt— por primera vez en Italia, surge así un modo objetivo de consi- parece no haber tenido hasta ahora una explicación adecuada.
derar al Estado y a todas las cosas de este mundo; pero, al mismo tiempo, llega
a la plenitud de poder lo subjetivo; el nombre se convierte en individuo ¿Qué podría considerarse como un criterio más general para distinguir gran-
espiritual y como tal se reconoce». El descubrimiento del Universo sería, pues, des culturas como la cristiana, la griega y la hindú? Creemos que este criterio
el aspecto objetivo de la visión renacentista; el descubrimiento del hombre, lo constituye la actitud básica frente al mundo y la vida («tono vital») y fren-
su aspecto subjetivo. Por cierto, eso puede decirse; empero, surge una pre- te al «propio yo». El célebre Alberto Schweitzer, filósofo, teólogo y médico,
gunta importante: ¿Son distintos efectivamente el descubrimiento del univer- además de músico, cuya existencia, consagrada a los leprosos, honra nuestro
so y el del hombre? Confesamos que esto no nos parece así. Creemos que es siglo, había destacado en su libro Grandes pensadores de la India que la
imposible tratar los dos descubrimientos por separado, pues existe una soli- «negación del mundo» (traducción de la expresión alemana Lebensvernein-
ung) representa un rasgo característico del hinduismo, subrayando al mismo
daridad básica entre ambos conceptos.
tiempo que este rasgo, tan profundamente arraigado en la conciencia hindú,
Todos sabemos que uno de los grandes logros del Romanticismo fue el des-
no se encontraba todavía en sus albores y se desarrolló sólo más tarde con los
cubrimiento de la naturaleza, o, si se prefiere, y como se dice comúnmente, Upanishad s.
el «sentido de la naturaleza». Así, el gran siglo francés permaneció bastante
ajeno al sentido de la naturaleza, poco perceptible en la obra de los corifeos Sin embargo, todas sus comparaciones con el pensamiento occidental y aun
de la literatura de aquel entonces, quizá con una sola excepción importante, las conclusiones a que llega, adolecen de un vitium prtncipii: no se puede
la del gran fabulista La Fontaine. Podría decirse, sin gran exageración, que hablar de la «negación del mundo» sin tomar en consideración la «negación
fue Rousseau quien despertó en sus contemporáneos le sentiment de la nature del yo» característica en igual modo del espíritu hindú. Y, por lo que atañe
a la acritud bíblica como fuente de la actitud judeo-cristiana, la conexión
y les abrió los ojos para que vieran lo que antes no habían visto. Empero,
¿no descubre también él Romanticismo al hombre en cuanto ser sensitivo y también se verifica y es la misma. En efecto, lo que descuella- en los textos
afectivo, antes que €ser racional», conforme las ideas básicas de la Ilustración? del Génesis es la actitud optimista frente al mundo y frente al hombre, rey

30 31
En la actitud bíblica (ante todo, en el Antiguo Testamento) encontramos
de la creación: «Y vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno
al hombre en franca contraposición frente a la naturaleza, ya que él tiene que
en gran manera». Así —para decirlo en pocas palabras— existe una relación
enseñorearse de ella y no es simplemente parte de ella. Por cierto, el cristianis-
fundamental de solidaridad en el sentir el mundo y el sentir el ego, que
mo, particularmente medioeval y más aún, oriental, ostenta en cierto grado
quisiéraraos denominar «relación cosmoegoica». Pensemos en un ejemplo. Si
una actitud negativa tanto respecto a la vida humana (carnis mortificatio) co-
la historia se vuelve problema para nosotros —recordemos la gran cuestión
mo al mundo (contemptus mundi), lo que es comprensible dado que el cris-
sobre el «historicismo»— y un problema que no existió nunca y no pudo
tianismo representa una síntesis del judaísmo y de ciertas corrientes helenís-
existir para el pensamiento hindú tradicional, eso se debe al sitio central que
ticas de índole órfico-pitagórica, con su dualismo de lo terrenal y del más
ocupan el hombre y el concepto del hombre en nuestra civilización de base
allá, de lo carnal y lo espiritual. Empero, esta actitud negativa no significaba,
judeo-cristiana. Por otra parte, si este mismo problema ya existe, pero en forma
hablando generalmente, un abandono del «yo» para que éste se diluya en el
más rudimentaria, en la cosmovisión griega, se debe también a una forma
Absoluto, como ocurre en la cosmovisión hindú. Para decirlo en pocas pala-
específica griega de la relación cosmoegoica, intermedia entre los dos opuestos
que son actitud bíblica y actitud hindú. El esquema que sigue sirve para bras: la consistencia de cosas en este mundo («cosismo») tiene en la mente
occidental su remoto apoyo en la consistencia del «yo», y la misma pluralidad
ilustrar nuestro pensamiento.
de las cosas lo tiene en la existencia de «otros yo». En cambio, la inexistencia
(o más bien, la inconsistencia) del mundo sensible en las doctrinas hindúes,
ya que éste es una ilusión, proveniente del hechizo de Maya con su velo que
CUADRO II
cubre la naturaleza, tiene su correlato en la completa ilusoriedad del yo (bu-
dismo) o, al menos —así en todas las seis escuelas ortodoxas hindúes— en el ser
ACTITUD BIBLICA ACTITUD GRIEGA CLASICA ACTITUD HINDU puramente superficial de la naturaleza, que se diluye para el sabio frente a su
penetración del «Brahmán». Estas actitudes acarrean una diferencia funda-
YO < 3 MUNDO YO MUNDO Yo. MUNDO
mental en la postura frente al sufrimiento como fenómeno básico de la vida
Contraposición tolerar enfren- humana: el hecho de sufrir, robustece la autoconsciencia del hombre occiden-
tamiento tal, ya que podría decirse, parafraseando a Descartes, patior, ergo sum; mien-
tras que este mismo hecho significa para los hindúes la inexistencia o, al me-
nos, la no-consistencia del yo: patior, ergo non sum. Esta misma actitud tras-
afirmación afirmación Preponderante- preponderante- autone- negación ciende en una pregunta dirigida por Buda a sus discípulos: «¿lo que sufre es
mente afirmativo mente afirmativo gación «alta» (es decir, posee la mismedad) o es «anatta» (no posee la mismedad) ?».
«Es obvio, fue la respuesta, que lo que sufre no tiene la mismedad». «¿Puede
ACTITUD HELENISTICA POSTRERA entonces —concluye Buda— el hombre tener mismedad?».
Nos bastan estas observaciones, cuya finalidad fue solamente la de esclare-
YO MUNDO cer y fundamentar la relación entre la exaltación del hombre y la exaltación
de la naturaleza, ambos fenómenos tan característicos del Renacimiento.
optimismo vital Existe una diferencia marcada entre las actitudes respectivas del Antiguo
y Nuevo Testamento (englobados ambos en el cuadro bajo la denominación
de «actitud bíblica» que, por motivos de simplificación, antes no señalamos.
afirmativo afirmativo
Por tanto, quisiéramos completar lo anterior como sigue:
negativo negativo (acade-
mismo neoplatónico) Ant. T. Relación cosmoegoica: Dios —«yo»— mundo.
Donde se destaca una doble contraposición del «yo» frente a
patior, ergo sum afirmación del sufriniiento patior, ergo non Dios y frente a la naturaleza.
sum. Nuevo T. Contraposición sólo parcial: (yo — Dios
Ausencia de lo trá- yo — mundo) .
lo trágico y el Derecho natural gico, luego cósmico.
Lo que expresa cierto desdoblamiento tanto en el concepto del
«yo» («yo» meramente conceptual o superficial y «yo» íntimo-
Lo que quisiéramos subrayar es la solidaridad dé dos actitudes, la que se sentimental) , como del mundo (mundo meramente material y
refiere a la anturaleza y la que se refiere al tégo». «mundo mejor») .
33
32
Estas relaciones podrían ser expresadas e ilustradas como sigue: rápido, por supuesto: el materialismo atómico de Demócrito se complace en el
goce del mundo sensible. No así Heráclito. Aquí por vez primera desempeña
Dios e Dios un papel importante, lo que llamamos hoy día la «vivencia», pues él es el
primer filósofo que usó el verbo neutro «vivir» como transitivo, dándole un
complemento en acusativo. Así los diferentes elementos viven cada uno la
Yo
muerte del otro, y la presencia de las relaciones de contrariedad (y no sólo de
contradicción) y la importancia de la coincidencia de opuestos en su filoso-
4---> Dios y o- fía, todo esto alude a la preponderancia de vivencias valóricas en su pensa-
miento, aunque no sean necesariamente vivencias moral-sentimentales propia-
Dios mundo mente tales. Por supuesto, el factor más decisivo para el desarrollo de la inte-
riorización fue, sin duda, el encauzamiento del espíritu hacia lo moral afectivo.
Aquí representa el ideario del neoplatonismo, una etapa importante, que va
mundo a ser reforzada por la actitud propia al cristianismo. Y no cabe duda de que
un elemento de alta importancia en el proceso de interiorización fue la lucha
O.
on <---) Dios
kiew:j entre la valoración del espíritu y la del cuerpo. Se comprende, pues, cómo la
actitud de Plotino, que según nos dice Porfirio, se sentía avergonzado de haber
existido en el cuerpo, es decir en el seno materno, debió contribuir a la
En esta ilustración el signo <--> representa una contraposición o antítesis,
«tendencia hacia». Por lo tanto, el desdoblamiento del «yo» en «yo» actitud interiorizada; empero, es en San Pablo, con su idea de «hombre inte-
y
superficial y «yo» íntimo corre paralelo, mejor dicho, es inseparable del des- rior», y en San Agustín, que desarrolla aun más esta misma idea, con quienes
llegamos a la postura de la interiorización.
doblamiento del mundo en un mundo material y un «mundo mejor»: mien-
tras el «yo» y el mundo en el primer sentido se conciben como un antítesis res- En qué grado el proceso de interiorización tiene una influencia formadora
pecto a Dios, el «yo» y el mundo en el segundo sentido tienden hacia Dios. La no sólo en la historia de la moral y de la religión, sino también en la historia
unidad del sentido entre el «yo» y el mundo viene a expresarse en la figura de la ciencia, puede ser ilustrado por un ejemplo muy significativo. ¿Cuál,
indicada a la derecha del cuadro como síntesis de aquéllas a la izquierda. preguntamos, fue el modelo de cambio físico para Demócrito y los epicúreos?
La finalidad de esta aclaración no es otra sino poner de relieve la unión El desplazamiento de átomos en el vacío: a esta fórmula se redujo todo
fundamental entre el «yo» (u hombre) y el «mundo». fenómeno del mundo físico. Muy diferentes van a ser los modelos de cambio
Hemos tratado de evidenciar la importancia de la relación cosmoegoica en físico en las postrimerías de la antigüedad, empapadas del espíritu neopla-
el sentido de cierta solidaridad en el modo de enfocar la naturaleza y el hom- tónico-pitagórico: según éste, ante todo, los modelos serán fenómenos de ener-
bre o el «yo». Sin embargo, «la vuelta a la naturaleza» y «la vuelta al hombre» gía radiante y, además fenómenos de difusión (de gases) o de emanación de
pueden asumir formas distintas, las unas antitéticas, las otras sintéticas, si se líquidos. Ya el simple movimiento material representa para Plotino una ex-
toma en consideración un importante aspecto en el desarrollo milenario del teriorización de cierto «soplo espiritual» (pnoé) , mientras que los fenómenos
espíritu que se presenta bajo la forma del llamado «proceso de interioriza- de difusión y de emanación que también sirven de modelos de cambio físico,
ción». En efecto, pocas cosas fueron de más importancia en la historia del ostentan un rasgo común con los de la luz y calor radiantes en los que se ex-
espíritu que los progresos del sentimiento de «intimidad», que abarcan tanto presa un movimiento de expansión, que a diferencia del movimiento de áto-
al hombre mismo como también sus relaciones con otros hombres, la natura- mos, llena el espacio de modo continuo. Estas son las raíces del interés por
leza y Dios. En este sentido, la formación del concepto de «prójimo» es de la luz en las concepciones de la metafísica y la física de tiempos posteriores,
importancia trascendental, ya que simboliza la actitud de interiorización, con raíces que no fueron tomadas en consideración por los historiadores de la
lo cual el hombre, en las etapas superiores de su desarrollo, logró un enrique- ciencia, atenidos de preferencia a la actitud narrativa. Pero lo que ocurre aquí
cimiento incomparable de su conciencia. Huelga decir que este fenómeno de es precisamente un cambio de la actitud exteriorizada frente a los fenómenos
la historia espiritual se debe a la creciente importancia del sentimiento moral materiales por una actitud interiorizada: la disposición de «simpatía» hacia
y de la vivencia sentimental frente a la sensación, es decir, al goce que ella el mundo sensible que refleja lo «bello inteligible» (tó noetón kállos) se trueca
procura. En este sentido sería característico el contraste que la tradición anti- en una vivencia de los fenómenos naturales o más bien en una convivencia
gua establece entre el «Demócrito sonriente» y el «Heráclito inclinado a con ellos para captarlos en su «expansión benévola», pues el ente es intrínse-
llorar». Las vivencias del primero son más bien «epidérmicas», ya que el camente bueno y «el bien tiende a su expansión», como lo decían los escolás-
mismo pensamiento no es para él otra cosa sino movimiento de átomos, muy ticos (bonunz est expansivum sui). El desplazamiento de átomos no se torna

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todavía una vivencia para los atomistas; empero los fenómenos naturales que contrario, cuando el papel integrador cabe a la exteriorización. Así un hombre
expresan la expansión del ser que es el bien, se ven acompañados por una con su «mundo interior» desarrollado, al dedicarse a los deportes puede ver
vivencia valórica. No es este el lugar para explayarse más sobre la importancia trasladado el centro de sus intereses a las actuaciones «exteriores», por lo cual
de este giro espiritual en la historia de la ciencia. Bastaría aquí una sola cita será la exteriorización la que efectuará la integración unilateral en el sentido
del gran precursor de la mecánica, Leonardo da Vinci, el genio representativo de reciprocidad antitética. Empero, puede darse también la preponderancia
del Renacimiento: «la fuerza es una virtud espiritual que está causada por el de la vivencia sentimental acompañada al mismo tiempo del interés creciente
movimiento y colocada infusa en los cuerpos». Pero no quisiéramos dejar sin por la naturaleza exterior, basado en el goce de la sensación y la imaginación
mencionar otro importante ejemplo de la interiorización, esta vez de la in- sensitiva o sensual. Tendríamos, pues, algo como interiorización exteriori-
teriorización del espacio. Un ejemplo sobresaliente de este proceso nos lo zada o viceversa según la preponderancia del factor integrador.
ofrece el contraste entre el templo griego y el templo cristiano, digamos el Solidaridad de actitudes entre aquella vuelta a la «naturaleza» y aquella
gótico. El primero está destinado para un espectador de afuera («pro-fano», vuelta al hombre, se refleja en el creciente proceso de interiorización mutua.
fanum significa templo) ; el segundo, para el devoto que entra en el templo, Podría decirse que, al ahondarse e interiorizarse el «ego», se interioriza tam-
deambula y permanece ahí. El primero ostenta un peristilo rodeado de co- bién la naturaleza y que en este sentido el proceso apunta a una tendencia
lumnatas, mientras que el segundo, un interior cuyas naves separadas por antropocéntrica. Con todo, no sería exacta esta denominación como tal, sin
columnas corresponden precisamente a las columnatas exteriores del templo más. Como se sabe, es costumbre designar el período presocrático de la filoso-
griego. Es evidente que esto expresa el cambio del «espacio exterior» del fía griega como el período cosmológico, al cual sigue la «vuelta hacia el hom-
templo griego (Aussenraum) por el «espacio interior» (Innenraum) de la bre», efectuada por Sócrates, con lo que se inicia la filosofía socrático-plató-
iglesia. nico-aristotélica como expresión del giro antropológico o antropocéntrico. Son
algo capciosas estas denominaciones aisladas. El problema moral y, por lo
Dada la importancia del fenómeno de interiorización, viene ahora la pregunta tanto, antropológico, ocupa un lugar muy marcado en el pensamiento pre-
sobre la conexión entre éste y la relación cosmoegoica, anteriormente desa- socrático; por otra parte, la filosofía platónico-aristotélica (si no puramente
rrollada. Se entiende que el proceso de interiorización no es idéntico sin más «socrática») representa un feliz equilibrio entre el enfoque antropológico
con la orientación del hombre hacia sí mismo, así como, por ejemplo, el pen- y el cosmológico, notable este último particularmente en Aristóteles. Lejos
samiento de Protágoras sobre el hombre como medida de todas las cosas, no de haber sido el giro antropológico un verdadero cambio respecto al giro
significa sin más un paso en el camino de la interiorización; este último ca- cosmológico en el sentido de que haya tenido lugar una alternancia de dos
mino —lo hemos subrayado— expresa ante todo un vuelco desde la sensación giros diversos, lo que se produjo fue más bien una mutua profundización.
hacia el sentimiento. Dado que existe cierto antagonismo entre sentimiento De todos modos, sería más correcto mantener el carácter antropológico para
y sensación, podría decirse que la interiorización expresa el aumento del el tercer período del pensamiento griego, el postaristotélico, particularmente
peso de valores moral-sentimentales, mientras que el aumento del goce sumi- tratándose del estoicismo. Este representa, en efecto, una vuelta de espalda
nistrado por las sensaciones, trae consigo cierta «exteriorización»: en este al interés «cosmológico»: la «física» ocupa un lugar subordinado en el edificio
caso la reciprocidad entre interiorización y exteriorización va a ser general- estoico, mientras que el lugar prominente lo tiene la «ética». Son notables,
mente una reciprocidad antitética. Así se da a menudo el caso de que un en este sentido, los progresos de la dirección «interiorizadora», baste recordar
místico, ocupado de su vida interior, no tiene ojos para la naturaleza ni para que el criterio de la verdad como «evidencia» (enargeia), tan notable en la
su propio cuerpo o el de otros hombres. San Anselmo, cuya orientación inte- filosofía de Descartes, proviene de los estoicos; más aun, el término de tona-
riorizada trasciende en su famoso argumento ontológico de la existencia di- lidad tan moderno como lo es «el criterio de la verdad», proviene de una
vina, manifiestaf poco interés para el mundo sensible; más aún, destaca los corriente contemporánea de los estoicos, la de los escépticos: fueron éstos
rasgos feos de la naturaleza exterior, dando a título de ejemplo el aspecto los promotores lejanos de la epistemología, rama esencialmente moderna en la
feo del parto de una mujer. Eso no impide que, hablando en términos gene. historia de la filosofía, y al mismo tiempo, promotores de la interiorización
rales, los neoplatónicos tuviesen una actitud predominantemente admirativa de la conciencia humana. Así el «descubrimiento del hombre» u «hombre
frente a la naturaleza, ya que veían en las cosas sensibles las imágenes y el interiorizado» no es sino otro aspecto del descubrimiento de la naturaleza,
reflejo del mundo suprasensible (tó noetón kállos). Así los neoplatónicos de la «naturaleza interiorizada». Por lo tanto, si el primer cuadro (Capítulo 1)
antiguos y también medioevales, como San Buenaventura, el gran teólogo y alude ante todo al concepto de la naturaleza en modo general, que abarca
filósofo de tinte agustinianoneoplatónico. también el modo de sentirla propio a la Reforma, el cuadro u toma en con-
Se entiende que el papel integrador que tiene en este caso la interiorización sideración más bien el aspecto del hombre visto en su independencia y eman-
—ya que es ella la que incorpora lo exterior a lo interior— no incluye un caso cipación respecto a la religión tradicional y la Iglesia o, si se quiere, en su
aspecto «laico». Este proceso de laicización está ligado a la actitud de sincre- más adecuada tanto en el orden puramente filosófico como también en el
tismo religioso, conectado frecuentemente con la corriente platónica, como orden matemático: en efecto, es la predilección por las investigaciones de series
en la Academia Platónica de Florencia. Este último fenómeno no puede extra- infinitas y por la idea del infinito actual lo que da su sello a la nueva «ciencia
ñarnos, si se toma en consideración el sentido muy amplio e indefinible que implícita» de la última Antigüedad. Con todo esto, las ideas renacentistas no
tenía en aquel entonces el platonismo. Con este nombre se solía designar, son simple repetición del plotinismo, sino que, en la mayoría de los casos, su
junto a la doctrina del fundador de la Academia de Atenas, múltiples corrien- ahondamiento notable.
tes de carácter «hermético» y sincretista, propensas a admitir cierta especie de Encontramos estas nuevas expresiones en Petrarca y sobre todo en Ficino,
revelación primigenia hecha al género humano, anterior a la revelación del Pico della Mirandola, León Hebreo y otros renacentistas. Todos ellos preten-
Antiguo y Nuevo Testamento. Dada la creencia de aquellos tiempos en el den al unísono que «en comparación con el alma no hay ninguna cosa por
carácter primigenio del idioma hebreo, esta corriente conducía fácilmente a magna que sea que le fuese comparable por la magnitud» (Petrarca); o bien
un interés marcado por el hebraísmo, que podría fácilmente unirse al interés que, «las maravillas del espíritu son más excelsas que el cielo mismo» (Pico)
algo más «clásico» por los padres de la Iglesia. Así, Erasmo de Rotterdam y «nada hay más grande en la tierra que el hombre ni nada en el hombre
representa la unión del interés por la patrística (es notable su esmero en más grande que su mente y su espíritu». El mismo autor dirá en De Dignitate
editar las obras de los padres de la iglesia, particularmente de San Jerónimo) , hominis que «la felicidad estriba en una aspiración infinita del hombre que
por la «latinidad» de San Jerónimo como gran escritor latino y, por fin, el, lo lleva más allá de sí mismo». Esta orientación hacia el infinito se expresa
interés hebraico cuyo portavoz va a ser Reuchlin. Se observa que toda esta también en el afán de poder ilimitado como lo más característico del hombre:
corriente «humanista» no tiene grandes intereses filosóficos, empero no es el hombre no se siente satisfecho con ninguna cosa finita y no se conforma
fundamentalmente retórica ni tampoco antifilosófica, como en el caso del hu- con la idea de que puede existir algo fuera de su imperio, salvo Dios, por lo
manista Hermolao Bárbaro. Además, se puede observar cómo, con el correr cual pide para sí mismo un status divino. Así Ficino, en Teología Platónica y,
del tiempo, se produjo cierta diferenciación de tendencias entre los siglos xv similarmente, Pico en De Dignitate. Esta propensión infinitista del hombre
y xvi: así Leonardo Bruni (el Aretino) y Lorenzo Valla en el siglo xv, prece- cobra su expresión máxima en la idea del amor infinito tan elocuentemente
den con sus tendencias a los humanistas afilosóficos de la corriente clásico- desarrollado por León Hebreo en Dialoghi d'amore y también por una es-
hebraizante del siglo xvi, como Erasmo y Reuchlin. critora menos conocida, Tulia de Aragone, en sus Trattati d'amore.
Pensamos que el cuadro adyacente ayudará a visualizar las relaciones bas- Por fin, vale la pena destacar que en casi todos los escritores mencionados
tante complicadas aquí expuestas: prevalece la actitud básica sobre la homogeneidad, por no decir identidad,
entre religión y filosofía.
CUADRO III ¿Quién va a desconocer en estos rasgos la expresión de un alma romántica?
No es una paradoja, aunque lo parezca: el alma renacentista es en muchos
HUMANISMO de sus aspectos un alma romántica avant la lettre. Rasgo importante que
volverá a ocuparnos (Capítulo vi de la Primera Parte, dedicado al ideario
(LAucizAciON)
histórico del pensamiento moderno) . Nadie desconoce la importancia del
rasgo romántico en la configuración de la corriente idealista alemana a prin-
cipios del siglo xix, fenómeno importante en la historia de la filosofía moder-
na; ni nadie desconocerá la persistencia de motivos románticos en filosofías
neoplatónico Sincretismo retórico de una época posterior, hasta nuestros tiempos que han visto a Bergson, un
(Atad. Platónica) filosófico verdadero representante del neorromanticismo filosófico. Así, las observacio-
nes anteriores nos facilitarán la adecuada exposición de rasgos eminentes de
arretórico clásico-hebraizante afilosófico la Filosofía ochocentista, en la cual otra vez revive el último de los rasgos
recién mencionados, y que es la homogeneidad o identidad de la razón y la fe.
El desarrollo anterior colocó ante nosotros la importancia del elemento
egótico de la conformación espiritual del Renacimiento. Este elemento se
expresa ante todo por la idea del anhelo infinito del alma humana y su afán
de poderío infinito y de infinito amor. No cabe duda de que este rasgo pro:
viene de la Antigüedad muriente con su descubrimiento del infinito tan ca-
racterístico del enfoque filosófico plotiniano, que encontró su manifestación
cosa que visión (intuitus, de intueri, o sea, ver) . Y así como la lógica discur-
Capítulo tercero siva, la obra máxima de Aristóteles, muestra preferencia por el aspecto ex-
tensivo del concepto (ligado al enfoque espacial de la sustancia) , así los re-
presentantes del intuicionismo tienen generalmente predilección por su as-
pecto comprensivo. No es otra la causa, sea dicho de paso, de cierta «obsesión»
que muestra Leibniz para crear una silogística comprehensiva: ésta, y no la
SINTESIS DE LAS DOS ACTITUDES ANTERIORES EN LA
otra (la extensiva) , concordaba con el allure intuitivo de Leibniz, circunstan-
ACTITUD CIENTIFICO-ARTISTICA DEL RENACIMIENTO cia cuyo desconocimiento constituye el único pero importante defecto de la
hermosa obra de Couturat La Logique de Leibnitz, que incluso subraya esta
CON SUS MULTIPLES PROYECCIONES «obsesión» para presentarla como un enigma y tachar a Leibniz de incon-
secuente.
No hay por qué extrañarse si, durante la Edad Media, los numerosos in-
vestigadores físico-filosóficos que seguían las huellas de Plotino, tanto árabes
como occidentales, se dedicaban con predilección a la óptica o perspectiva
(como se decía en aquellos tiempos) ; basta recordar entre otros los célebres
nombres de Alhazen (Ibn-al Haytam) o el de Vitelio, cuyas influencias se
extendieron hasta el siglo xvn, pues el mismo Kepler escribía comentarios
sobre la perspectiva de Vitelio. De todos modos, la conexión de la actitud
interiorizada con la predilección por la visión es manifiesta, tratándose par-
En las consideraciones anteriores hemos tratado del sentimiento y la sensación ticularmente de la «vista anterior» —una metáfora muy significativa. Ya Platón
con su inevitable antagonismo mutuo. Ahora bien, ¿de qué género de sensa- supo contestar las bromas de Antístenes sobre la «equinidad» diciendo que
ciones se trata? no le había crecido todavía el ojo (interior) para verla. Huelga recalcar cómo
Las sensaciones que nos interesan son aquellas que tienen la más grande las corrientes espirituales de todos los tiempos y lugares recurren con pre-
importancia para el desarrollo del conocimiento: tacto y vista. En este mo- dilección a las metáforas de la imaginación visualidora: de ahí la Visio Dei
mento surge una importante pregunta: ¿es igual al antagonismo entre las beatífica, el «tercer ojo» de los orientales, el nombre de «visionarios» para
vivencias moral-sentimentales y el goce procurado por el tacto o bien por la los vates que perciben y predicen el futuro. Generalmente, esta actitud de
visión? Y también otra pregunta: ¿cuál de los dos géneros de sensación, recogimiento en sí mismo se desarrollaba en merma de un interés por la
junto con sus derivaciones imaginativas tiene más importancia para el cono- naturaleza exterior en su realidad concreta y multiforme. De todos modos,
cimiento? Todos conocemos la enunciación que hace Aristóteles en las pri- las cosas cambian con el Renacimiento. Lo que viene, es un visible aumento
meras frases de su Metafísica, cuando ensalza las sensaciones, muy particular- del goce por la sensación y, con esto, la interiorización anteriormente limi-
mente las de la vista, como fuentes del conocimiento, subrayando el goce tada más bien a la llamada «experiencia interior» o, a lo más, a la metafísica
que éstas producen; sin embargo, en otros —y éstos están más conformes con de la luz, se torna ahora una interiorización irradiadora hacia el exterior y
su pensamiento— el tacto adquiere mayor importancia. Es que el «sentido co- en consonancia con él, lo que podríamos llamar una «interiorización pro-
mún», estando detrás de los cinco sentidos, le parece más próximo y casi yectiva». Con esto viene a ocupar un lugar muy importante en la época del
fundido con el tacto (en de soniniis), y esta circunstancia no es nada acci- Renacimiento la nueva visión artística que es al mismo tiempo una nueva
dental. En efecto, cierta preponderancia de la orientación sensual-empírica visión geométrica: la perspectiva.
en la filosofía de Aristóteles (al menos en algunas partes de su sistema) te-
nía que complacerse más en el tacto que en la visión. Así romo la sustancia
en Aristóteles (próte ousia) tiene carácter concreto y espacial, así también la 1. FORMACIÓN DEFINITIVA DE LA PERSPECTIVA PICTÓRICO-GEOMÉTRICO
capa más inferior de la geometría, que es la geometría de la congruencia,
se refiere al espacio táctil. Ahora bien, es de mucha importancia el hecho de
que en el proceso de interiorización el hombre trate con cierta predilección No es este el lugar para seguir de una manera detallada el proceso de acer-
el sentido de la visión y no el del tacto. El mismo término de «intuición», camiento entre ciencia geométrica y arte, un proceso que culminó en los si-
del cual se sirve generalmente la interiorización, por cuanto la intuición re- glos xv y xvi, no podemos, sin embargo, omitir algunos grandes nombres. Así,
presenta la vía irracional del conocimiento, no significa literalmente otra el de Paolo del Pozzo Toscanelli, renombrado matemático, astrónomo, mé-
dico y geógrafo que tuvo una influencia decisiva en las creaciones arquitec- decir que ésta estaba destinada a «reproducir la naturaleza en el siglo que
tónicas de Brunelleschi, en las cuales convergen las aplicaciones prácticas de dio la espalda al ascetismo medioeval». En verdad, la introducción de la
geometría, mecánica y óptica, y a Brunelleschi debemos la introducción de perspectiva no es tanto la expresión del afán de «reproducir la naturaleza»,
la perspectiva en el ambiente de los artistas. De ahí viene el primer impulso, sino más bien de «reproducir nuestra visión de la naturaleza». Manifiesta-
dado particularmente a los artistas florentinos Ghiberti, Donatello y Luca mente, son dos cosas distintas. La reproducción de la naturaleza debería ser-
della Robbia y al primero en especial, a quien debemos sus Commentarii, virse más bien de la referencia al tacto, lo que habría impedido la introduc-
que son en su mayor parte un tratado de perspectiva. Frente a todos ellos ción de la perspectiva y habría significado, en el campo de la ciencia mate-
sobresale el admirable genio de Leo Battista Alberti, tan exaltado por Burc- mática, permanecer siempre en el recinto de la geometría de la congruencia
klardt. Alberti quiso refundir las ciencias corrientes con las aspiraciones de y de la geometría métrica de Euclides.
artistas y teóricos, lo que no le impidió tratar las matemáticas por sí solas, Obviamente, hay otras fuerzas espirituales en el juego, ya que la introduc-
como se ve en su obra Ludi Mathematici (Juegos Matemáticos) . ción de la perspectiva es tanto expresión del descubrimiento de la naturaleza
Es notable cómo el juego de la perspectiva viene repitiéndose a lo largo o de la realidad romo también del descubrimiento del hombre; es expresión
del Cuattrocento y Ciñquecento; basta mencionar a Piero della Francesca, el de la dirección objetiva y al mismó tiempo, subjetiva. Creemos que a la luz
más prominente de los pintores de aquel entonces, según la frase de Luca de consideraciones anteriores sobre el proceso de la interiorización creciente
Paccioli, autor de Perspectiva Pingendi y de un librito latino intitulado Li- del hombre, podríamos contestar aquella pregunta y convertir la historia na-
bellus de quinque corporibus regularibus. ¿Y quién no conoce a este último, - rrativa de la perspectiva, fácil de encontrar en cualquier historia de la ma-
amigo y colaborador de Leonardo, autor de La Divina Proporción y De Summa temática o de la pintura, en una historia más bien explícita y comprensiva
Arithmetica, Geometría, proportioni et proporcionalite, donde se destaca la a la vez.
idea de que la matemática es la base común tanto de todo saber, como de
todas las artes? Las creaciones arquitectónicas griegas del período clásico representan, como
algunos dicen, obras a escala humana, donde está ausente cualquiera nos-
Es significativo para lo que venimos diciendo citar el título mismo del
talgia del infinito, ya que el espíritu griego clásico se complacía, todos lo
primer libro mencionado de Paccioli La Divina Proporción, en la que «todo
sabemos, en lo finito y en los contornos definidos. La gran diferencia entre
estudiante de filosofía, perspectiva, pintura, escultura, arquitectura y música,
la estructura espiritual de la época clásica y la época helenística, estriba pre-
se deleitará con varias cuestiones de secretísima ciencia». Mencionemos sólo
de paso a Leonardo da Vinci, pues por la amplitud de su personalidad, única cisamente en cierta inversión de valores, particularmente tratándose de la
en la historia, nos sería imposible y también inconveniente tratar ni siquiera época helenística postrera. En ésta el infinito viene a ocupar el primer lugar,
de rozar las diferentes facetas de su genio creador, en el que se funden la tanto en la especulación filosófico-científica, como también en el arte. La
filosofía neoplatónica vive de la idea del infinito, la misma que subyace en las
ciencia y el arte. El autor de la Ultima Cena es también precursor de la nueva
dinámica, característica de los tiempos modernos, precursor de la navegación concepciones filosófico-matemáticas de la antigüedad muriente. Y, por lo que
submarina y aérea, insigne ingeniero militar y arquitecto de fortificaciones atañe al arte, es el arte bizantino el que desde sus principios viene a expre-
así como también anatomista insigne, cuya obra no parece ser inferior a la sar la nostalgia del infinito unida a la irrealidad del espacio. Lo que expresa
famosa De Fabrica humani corporis de Vesalio, aparecida medio siglo más la maravillosa iglesia de Santa Sofía, en Constantinopla, edificada en los
tarde (1543) . Mencionemos también a Alberto Durero, famoso pintor alemán, tiempos de Justiniano, es como una huida del espacio, la misma huida del
autor de una obra matemática, La medida por medio del compás y la escua- espacio que produjo anteriormente la extinción de la creación geométrica
dra (1528) ; por último, a Del Monte, cuya Perspectiva data de 1600 y tam- en las postrimerías de la antigüedad y la aparición del álgebra, fenómeno
bién a Danti, divulgador de las ideas del primero y al que se debe la expre- que hace pensar en cierto parentesco con el espíritu de la matemática hindú,
sión «punto de concurso» de importancia para la nueva ciencia de la pers- reacia al discursivismo geométrico y propensa a la interiorización unilateral
pectiva. No nos extrañará pues la frase de Leonardo: «quien desprecia la y antitética. En efecto, se expresa en un antagonismo hacia lo plástico del
pintura, es enemigo también de la filosofía y de la naturaleza». mundo exterior cuyo vehículo es el sentido del tacto. Como se sabe, la in-
fluencia bizantina fue muy fuerte también en Italia. Basta pensar en Ravena
Lo que precede es la parte narrativa en la reseña histórica de la noción de y Venecia, con la célebre iglesia de San Marcos. Empero, con el tiempo, el
perspectiva, muy incompleta, que no nos ha sido posible pasar por alto. Em- espíritu de la arquitectura cristiana encontró en el estilo románico una nueva
pero, nos falta responder a una pregunta esencial: ¿en qué sentido y por qué expresión, más genuina y más adecuada respecto a la herencia romana con
la introducción de la perspectiva ha de considerarse como una de las carac- su sentido de solidez terrenal. Con todo esto, la nostalgia del infinito, siempre
terísticas del Renacimiento? No bastan aquí lugares comunes, tales como viva, supo reencontrar en los siglos xrr y xin con el estilo gótico una nueva

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y más profunda expresión en aquel estilo que consideramos como el más también podría decirse que encontramos la «interiorización proyectiva», carac-
típico del Medioevo. En efecto, el anhelo del infinito se expresa aquí por terística de esa época, en las obras de grandes artistas que son precisamente,
una mística vertical en su lucha contra la gravedad, a la par que la vivencia más que otros, los hombres representativos del Renacimiento.
del espacio interno se realiza en la construcción de la nave central y naves • Sería conveniente pasar por el momento a otro dominio artístico, quizás
laterales, separadas por columnatas, transformación tardía del antiguo peris- el más importante de todos: se trata de la música. Así como los progresos del
tilo del espacio exterior. Comparando este templo gótico con el templo bi- enfoque unitivo en la representación del mundo exterior lograron su plena
zantino, vemos que la infinitud ya no alude a la irrealidad del espacio, sino expresión con la introducción definitiva de la perspectiva pictórica-geométrica,
más bien a una extensión infinita. Esta dignificación del espacio no alcanza así también se puede ver algo análogo en los cambios experimentados por la
todavía a la pintura antigua bizantina, que sigue representando el mundo real música durante el Renacimiento. La ligazón entre ambos dominios se hace
en una norma planimétrica. Desde los primeros atisbos del Renacimiento, particularmente manifiesta, cuando uno piensa en el gran papel de Vincenzo
en el temprano siglo >uy, se hace visible la tendencia a representar el espacio Galilei, padre de Galileo —tan renacentista en sus creaciones— en la historia
tridimensional, ya que la sensación de lo profundo se logra por medio de la de la música del siglo xvi. Gracias a él pudieron conocerse en su texto original
oposición de la luz y sombra, especialmente en Derecio y Giotto. Esta ten- tres himnos de Apolo, el himno a Nemesis y el himno al Dios Sol, en su famoso
dencia logra su madurez en el Quattrocento y Cinquecento. La dignificación Diálogo de la Música antigua y de la moderna (1581) . En el aspecto teórico,
de la naturaleza va en ascenso y, por otra parte, se mantiene y aun aumenta
llama la atención el matematicismo de su concepción musical (lo que nos re-
la nostalgia del infinito junto con la interiorización del yo. El espíritu, que -
cuerda la visión matemática del universo de su gran hijo) ; también habría
es unidad, viene a expresarse tanto por la vía del conocimiento científico como
por la vía del arte: la perspectiva matemático-artística aparece para expresar que recalcar la importancia de sus teorías armónicas, que reducen las voces
la solución del problema de la conciencia de sí mismo, fuente de la idea del a una sola, acompañada por un instrumento o un conjunto de ellos, por lo
infinito en su relación con el espacio tridimensional circundante. El proceso cual el sentido horizontal (polifónico) anterior, va perdiéndose para ceder
de centrar el mundo en referencia al yo y su ojo espiritual, encuentra su con- el paso a un sentido vertical (armónico) , que procurará posteriormente un
traparte en un punto exterior al ojo, que viene a ser un reflejo en el cuadro, desarrollo de la ópera y una mayor posibilidad de programatismo musical —re-
representando al mundo exterior: es el «punto de fuga» en la línea del hori- cordemos los «Trenos de Jeremías» y el aria de Ugolino. Esto no obstaculiza
zonte, como si fuera un «punto conjugado» del ojo físico, o más bien del «ojo reconocer el origen anterior y siempre italiano del programatismo: recordemos
espiritual». Aquí triunfa el sentido de la visión sobre el sentido del tacto: el la nueva orientación que en el siglo xiv Franco Sacchetti da a la música con sus
cuadro viene a representar la sección de la proyección que es el cono, cuyo famosas caecias. En todo esto trasciende la inclinación a unificar el concepto
vértice es el ojo. de armonía y además la programaticídad que obra como factor típicamente
¡Cuántas implicaciones tiene este nuevo enfoque! En vez de lo estático ex- renacentista: esto es una muestra de cómo el hombre comienza a dar más
presado por el predominio del tacto, tenemos aquí el predominio de lo diná- expresión a su interioridad. Así se ve el parentesco espiritual existente entre
mico y del proceso, pues la radiación concebida como «proyección» alude al los cambios acaecidos en la concepción de la música e instrumentación musical,
proceso. Empero, la idea misma del proceso, en nuestro caso, mantiene su por un lado, y, por otro, los notables cambios que condujeron al establecimien-
ligazón con la idea del infinito, heredada de siglos anteriores, y el «punto de to de la perspectiva pictórico-geométrica. No estaría de más adelantar en este
fuga», llamado así por ser irreal, se convertirá en el punto impropio o en el punto (lo que retomaremos en el capítulo vi) el parentesco Renacimiento-Ro-
manticismo en lo que atañe a la música.
«punto al infinito» de la geometría proyectiva. Huelga decir hasta qué grado
aquella revolución en el arte significa al mismo tiempo una revolución mate- Las dos características mencionadas (armonía y programatismo) se repiten
mática: la geometría proyectiva, que simboliza el predominio de la idea de y desarrollan ampliamente durante el siglo xix, especialmente con la línea que
proceso, tan característica de la ciencia moderna, sobre el momento estático parte desde un Liszt hasta un Richard Strauss, pasando por Berlioz, Chopin,
del ser, ligado a la tradición milenaria. Se puede también comprender que la Wagner y otros. Por otro lado, el Impresionismo musical (que quisiéramos
fusión de arte y ciencia en el Renacimiento va a la par con el predominio del denominar Romanticismo Impresionista, ya que sus bases representan un des-
platonismo y el rechazo del aristotelismo. ¿No es Aristóteles el que formuló gajamiento del anterior tipo de Romanticismo) , cuyos representantes serían
por primera vez la disyunción entre el aspecto «teórico» y el aspecto «práctico» Debussy y Ravel, presenta la interioridad en su máxima expresión. En ellos
(y artístico-técnico) del espíritu humano? Así se comprende por qué la idea la base técnica es la armonía (implicando esto en abandono del sentido hori-
platónico-pitagórica de armonía preside soberanamente todas las creaciones zontal) , así como la intención expresiva encuentra su base en la programa-
del Renacimiento, tanto en la ciencia como en la filosofía y en el arte. Así ticidad de las ideas musicales.
2. TOQUE MÁGICO-OCULTISTA DEL ARTE Y LA CIENCIA RENACENTISTA El simbolismo del pentagrama se apoya en su estrecha conexión con la
sección áurea, dado que la relación entre la diagonal del pentágono (o el lado
Recordemos que la unión de la ciencia y del arte, que desde siempre floreció del pentágono estrellado) y el lado del pentágono inscrito en el círculo re-
a la sombra del platonismo pitagorizante, no dejaba de tener sus pregoneros presenta el número de oro.
ya durante la Edad Media en el campo particular que nos interesa. Por algo Se han escrito numerosas obras sobre la sección áurea, sus propiedades ma-
un maestro arquitecto parisiense de fines del siglo my pronunció la sentencia. temáticas y su vigencia en la naturaleza, pues ella tiene sus fanáticos como los
Ars sine scientia nihil (nada es el arte sin la ciencia) , aludiendo a la geome- han tenido el perpetuum mobile y la cuadratura del círculo: es una obsesión.
tría como ciencia fundamental. Ahora bien: la unión del arte con la ciencia Aunque el autor de estas líneas está lejos de compartirla, no puede abstener-
matemática, hecho tan característico del Renacimiento, apunta ante todo a se de subrayar la singularísima importancia de la sección áurea y la simetría
una matemática (o geometría) especial, «esotérica». Esta fue transmitida pentagonal en la articulación espacial de seres vivos y aun en la ritmización
desde antiguo por las sociedades secretas o cofradías, animadas del espíritu del mismo ciclo vital de un individuo biológico, cosas éstas que se ocultan
platónico•pitagórioo, donde el afán de conocimiento científico y el saber ocul- en el espiritualismo vitalista de los pitagóricos. En efecto, el ritmo triádico
tista, rayano en la superstición, se unían en un todo indiscriminable. El uso con el cual Hegel pensaba explicar la universalidad de lo existente, no se
y abuso que hacían magos y hechiceros de elementos matemáticos fue muy ajusta a la vida y su desarrollo. No solamente el ritmo pentádico se parece
difundido en la Antigüedad, hasta grado tal que podríamos justificar una de a la configuración de los seres vivos y a su crecimiento orgánico —esto distin-
las disposiciones legislativas del Código de Justiniano (intitulada De chaldacii tamente a la estructuración inorgánica, p. ej. cristalina, cuyos modelos son,
et mathematicis), que prohibía el ejercicio de la profesión de magos, adivinos como alguien dijo, estáticos (así hexagonal) — todo lo cual pusieron en eviden-
y hechiceros, agrupados todos bajo el nombre de «caldeos» —pues Caldea o cia las investigaciones de este siglo. Hay más. Por lo que atañe a nosotros,
Babilonia es el país clásico de la magia— y de «matemáticos». Huelga decir pensamos que la ritmización misma del ciclo vital de un individuo biológico
que estas prohibiciones se remontan a muchos siglos anteriores, pues existie- en sus grandes etapas, parece tener un carácter pentádicol.
ron ya en la época de la caída de la República romana y luego en el Imperio. Lo que nos interesa por el momento, es el epíteto de «mágico» que muchos,
Se conocen las medidas de impugnación de la magia, tomadas por Augusto y y con acierto, aplican a la ciencia renacentista. Cabe preguntar: ¿podría apli-
Claudio, no solamente contra la magia propiamente tal, sino también contra carse este epíteto en el sentido que se le da comúnmente, es decir, en el sentido
la corriente filosófica-neopitagórica, aunque sería vana tentativa querer trazar de su contraposición aguda ron la ciencia definitivamente establecida en el
una línea divisoria entre las dos. Como se sabe, el insigne representante del siglo xvii y, aún más, con nuestra ciencia moderna? Si nuestro juicio sobre el
neopitagorismo en la alta sociedad romana fue en aquel entonces Nigidius aporte científico del Renacimiento ha de ser fundamentado, debemos dar una
Figulus, quien, como otros neopitagóricos, se complacía en profecías y adivi- respuesta a este problema.
naciones. Se sabe que éste, en la reunión plena del Senado, al encontrarse con
el padre de un niño, nacido en el mismo día y que iba a ser el futuro empe- 3. PARANGÓN CON LA CIENCIA MODERNA
rador Augusto, vaticinó que éste sería el dueño de la tierra —lo que sucedió
A. Ciencia moderna y elemento mágico
efectivamente. Se comprenden así las raíces medio pitagórico-mágicas en la
imagen virgiliana de Roma y Augusto, tanto en la Eneida como en la famosa
A título de observación previa, quisiéramos mencionar que las propiedades
Cuarta Egloga.
del pentagrama y de la sección áurea fueron objeto de viva admiración acom-
Los artistas del Renacimiento heredaron aquellas tradiciones milenarias pañada por cierto sentimiento de encanto, de parte de los matemáticos más
con su simbolismo peculiar, lo que explica la gran importancia que tienen ilustres. Así Gauss, uno de los más grandes matemáticos de todos los tiempos,
para ellos algunos números y algunas figuras geométricas, ante todo, el pen- y del todo ajeno a una actitud «mística», no pudo menos que entusiasmarse
tagrama (pentágono estrellado) y su forma de pentáculo o pentalfa. En ver- frente al pentagrama que denominaba pentagramma mirificum; Jacobo Ber-
dad, la importancia de estas figuras en la tradición pitagórica parece está en noulli, representante insigne de la ilustre dinastía matemática de los Bernoulli,
estrecha conexión con aquella que tiene, en todo el terreno de la naturaleza se sentía fascinado por la espiral logarítmica que exterioriza las propiedades
viva (incluso el cuerpo humano) y en las creaciones de artes plásticas y arqui- de la sección áurea. El estudio de la espiral logarítmica lo fascinó de tal mane-
tectura, el llamado «número de oro» (1, 618...) , que expresa la relación ra que quiso tener grabada sobre su tumba una propiedad esencial de ella
entre la parte mayor y la menor de la recta en la división en media y extre- (la constancia del ángulo de la tangente con el radio vector) , expresada en la
ma razón, llamada «sección de oro» —un término de Leonardo da Vinci y que
su amigo Luca Paccioli denominaba «proporción divina», y Kepler, a su vez, 'Idea que desarrollaremos en la última parte de este trabajo, particularmente
«sección divina». en conexión con la estructura periodológica de la historia.
inscripción Eadem semper resurgo, que simboliza el anhelo de la inmortalidad conservación de la energía) , a la totalidad del universo. ¿Qué puede ser más
y que vence lo perecedero por parte de su descubridor. Por cierto, los «cien- impresionante que las célebres leyes de Clausius?:
tistas puros» perdonan estas extravagancias como desviaciones momentáneas 1. la suma de la energía del universo es constante.
de espíritus superiores, pero la cuestión dista de ser tan simple. Los más gran- 2. la entropía del universo tiende al máximo.
des genios de los tiempos modernos, Descartes y Leibniz, ambos rosacruces De allí surgieron, como todos saben, las famosas teorías sobre la muerte
en sus mocedades, buscaban una ciencia suprema y soberana y se la represen- térmica del universo, implicadas ya en los trabajos de Clausius y Kelvin, teorías
taban bajo el nombre de Scientia Mirabais, todo lo cual no les impidió crear que estuvieron en boga particularmente a fines del siglo pasado y a principios
la geometría analítica y el cálculo infinitesimal y reformar de este modo el del presente. No nos interesan en este momento las causas del descrédito en el
conocimiento humano. El mismo padre de la corriente empírica en la filosofía cual después cayeron y que, según la opinión de numerosos sabios, se debe ante
moderna y apóstol de la «ciencia inductiva», Francis Bacon, estaba vinculado todo al descubrimiento de las nuevas fuentes de energía que presenta ante todo
a la alquimia, aunque en un grado menor que su famoso predecesor Roger la radiactividad. No nos interesa tampoco el hecho de que las audaces genera-
Bacon, el cual, considerado siempre por su esperimentalismo como una notable lizaciones de Clausius se deban a la aplicación al universo entero del esquema
excepción (que dista mucho de serlo) fue —hay que recalcarlo en este con- relativamente simple de un sistema termoelástico, por el cual se expresa la
texto— un ferviente ocultista, autor de un tratado de alquimia, místico y poeta actuación de la máquina térmica de Carnot. No vamos a analizar la preca-
a la vez. Hay más. Ni siquiera el mismo Newton está por completo a salvo en riedad de esta generalización, que lo sería aunque no hubieran sido descu-
este aspecto. A pesar de haber proferido la célebre sentencia «Oh física, guárl biertas nuevas fuerzas de energía, pues nos interesa otra cosa.
date de la metafísica», mantenía encendido según algunos indicios, un horno Podríamos citar en este momento al ilustre físico francés Jean Perrin. Al
alquímico día y noche, quizá por afán de solucionar definitivamente el proble- rechazar éste la aplicación del principio de Carnot a la totalidad del universo
ma de la transformación de metales en oro, cosa que le interesaba más de (Eléments de Physique, págs. 445-6) , dice: «Toda ley se desvanece cuando nos
cerca, por haber sido maestro de la Casa de Moneda. alejamos de las condiciones en las cuales ella fue descubierta. El principio de
Es incontestable que la alquimia, aunque haya sido la pre-etapa de la física, Carnot no puede aplicarse a sistemas colosales de masa, espacio y duración a
se convirtió en un escollo para ella hasta fines del siglo xvm: las reacciones consecuencia de la permanente metamorfosis de la luz en materia y de la
químicas se presentaban a los alquimistas como si fuesen procesos vitales; por materia en luz, una metamorfosis que fue despreciable en los sistemas de
esto, Lavoisier, descubridor de la ley de conservación de las masas y fundador nuestra escala» Sin embargo, la extensión del principio de Carnot a la tota-
de la química, fue al mismo tiempo fundador de la bioquímica, pues fue él lidad del universo nos parece un paralogismo ya por sí solo digno de investigar.
quien destruyó la teoría del flogisto y pudo demostrar que la respiración, fe- El mismo concepto de sistema aislado (presupuesto para el aumento de la
nómeno básico de la vida, no es otra cosa que combustión. Y este gran descu- entropía) es difícilmente aplicable tratándose de la totalidad del universo,
brimiento marca la expulsión, al parecer definitiva, de la magia del seno de -la pues la noción de cualquier sistema presupone la existencia correlativa de
ciencia. Empero, ¿es verdad que el «elemento mágico» está por completo ausen- otros sistemas, vale decir de otros sistemas aislables, lo que pierde su sentido
te de la estructura de la ciencia y sus teorías? Nos damos cuenta de que una cuando se trata de la totalidad del universo.
tal pregunta puede acarrear el descrédito del autor de estas líneas ante una Empero, la extralimitación o extrapolación del principio de Carnot en este
gran parte de los científicos; sin embargo, y con riesgo de exponernos a mal- caso tiene sus raíces también en la translimitación del concepto mismo de una
entendidos, no podemos abstenernos de tomar esta cuestión en serio. ley natural, ya que ésta siempre presupone ciertos datos (constelación o confi-
Como se sabe, poco tiempo después de la formulación del principio de con- guración) , irreductibles a la ley como tal. Ambos momentos —lo dado como
servación de la energía, el físico alemán Roberto Clausius introdujo el impor- irracional y la ley como momento racional— son prerrequisitos para la existen-
tante concepto teórico de la «entropía», por medio del cual pudo expresarse cia y vigencia de la ley: deducir la muerte térmica del universo .de la ley de
el segundo principio de la termodinámica, que tiene que ver con la parte inuti- aumento de la entropía, significa una aniquilación de la ley por sí misma, ya
lizable en la transformación energética y conduce a la degradación de la ener- que todo lo dado vendría a ser absorbido por la ley. Generalmente, no se
gía en la forma de la disipación del calor. Estas importantes conclusiones de suele tomar en consideración aquel aspecto paralogístico del concepto de la
Clausius —y las contemporáneas de William Thomson (posteriormente Lord muerte del universo que es un ejemplo de escatología científica. Es otra cosa
Kelvin) — fueron formuladas sobre la base del así llamado «ciclo de Carnot», afirmar la tendencia de la entropía del universo hacia un máximo, y otra cosa
estudiado algunas décadas antes por el joven ingeniero y físico francés Sadi pretender, como lo hicieron los seguidores de Clausius, que el universo llegaría
Carnot, muerto prematuramente. Empero, lo que dio más fama a Clausius no de hecho a este máximo, lo que habría de producir su muerte. Aun admitiendo
parece haber sido la formulación matemática del segundo principio, sino la lo primero, no se puede por esto rechazar la idea de que el ritmo de la unifor-
extensión de éste, junto con el primer principio de la termodinámica (el de mización energética no fuera sometido en este caso a procesos más y más lentos

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en forma de un proceso asintótico, lo que acarrearía el alargamiento del la fórmula matemática, y otra el sentido que se le da en este caso y la viven-
tiempo. cia que ella evoca. En efecto, hay aquí cierto parentesco con la famosa «fór-
El paralogismo no debe extrañarnos, pues se parece mucho a la antinomia mula del mundo» laplaciana que supone la existencia de una inteligencia
de la historia en la concepción cristiana. El gran mérito de la visión judeo- poderosa que, disponiendo de sistemas infinitos de ecuaciones diferenciales
cristiana es haber introducido la dimensión histórica de la realidad; empero, referentes a los cuerpos que llenan el universo, podría leer el pasado del
al hacerlo, el cristianismo al mismo tiempo efectúa la abolición del tiempo mundo y obtener que el futuro llegara a ser abierto ante él.
por la encarnación («plenitud del tiempo», Kairos del Nuevo Testamento) y La fórmula de Einstein es más modesta, solamente supone la existencia
el Juicio Final. A diferencia de Hegel, con su famosa sentencia Die Welt- de uno que comprende su fórmula; en cambio, ofrece la posibilidad de de-
geschichte ist das Weltgericht (Historia Universal es el Juicio Final) , sus- ducir leyes mecánicas y electromagnéticas de ella. Se da a esta fórmula el
tentamos la tesis das Weltgericht ist die Verneinung der Weltgeschichte —el sentido de «llave del universo»; ahora, lo más curioso es que otras diferentes
juicio final es la negación de la historia universal. Nada más difundido que la expresiones de principios extremales, son otras tantas llaves que —lo más
tesis, según la cual el «sentido verdadero» de la historia se podría descifrar extraño— se deducen una de la otra recíprocamente. ¿Cómo es posible y
sólo en los últimos momentos de su decurso, «cuando todo yace manifiesto de- por qué existe aquí —como en el terreno de la física-matemática— una deduc-
lante del observador»; sin embargo, la tesis es equivocada. El último gran his- ción reversible, tan diferente de la deducción orientada de la lógica tradi-
toriador, viviendo los últimos momentos de la historia, no alcanzaría a des- cional? Son cuestiones que no interesan a nuestro tema, pues pertenecen al
cifrar su sentido, pues la historia no existe sin existir el «mañana», y para él, terreno de la lógica dialéctica de la ciencia. Sin embargo, aun aquí no po-
toda la historia se hubiera convertido de golpe en naturaleza. Hemos desarro- demos pasar por alto el hecho, explicable sólo en el contexto de aquella ló-
llado este tema (y algunos otros congéneres) en nuestro trabajo Le dernier gica, de que las diversas formulaciones que parecen ser tantas «llaves de la
jour de l'Histoire Universelle no publicada hasta la fecha2. realidad», representan, en cuanto se las considere como «llaves», un ingente
Las formulaciones de Clausius nos dejan la impresión de encontrarnos autoengaño; estas fórmulas no viven, por decirlo así, su propia vida, pues
frente a un ingeniero cósmico, para quien el universo entero se transformará no son otra cosa que la expresión misma de la condición de la determinabi-
en una máquina térmica. lidad científica de los fenómenos físicos, importante tesis de nuestro trabajo
Así, ya un siglo antes de nuestra era astronáutica, la imagen de una «in- sobre la lógica dialéctica de la físico-matemática. Es claro que la inclinación
geniería cósmica» animaba e inquietaba los espíritus. Por cierto, conocer la a darles el sentido de llaves —ésta que acompaña a sus propios creadores—
«maquinaria» del Universo no involucra, ni con mucho, poder llegar a ma- es una inclinación mágica. Quizás no hubo nadie más que contribuyera a
nejarla; y con todo, poder manejarla aunque sólo en teoría, ya nos da una rebajar la idea tradicional de la ley física de su pedestal, para convertirla
satisfacción digna de magos, que corresponde a la vivencia de una soberanía en simple regularidad estadística, que el famoso Luis Boltzmann. Sin embar-
mágica. Con todo esto no terminan los destinos de la magia: expulsada de
go, aun este físico, tan rigurosamente científico y además de allure optimista
la conciencia del sabio, ella se refugió en el subsconsciente, donde vive bajo —recordemos su célebre teoría, según la cual los estados del universo son siem-
el disfraz —¿quién lo habría pensado?— de algunas fórmulas de la física- pre más y más probables — no pudo contener su arrebato frente a las ecua-
matemática. Nos referimos ante todo a las múltiples expresiones de los prin- ciones de Maxwell, que enlazan -los fenómenos eléctricos y magnéticos y ex-
cipios extremales de la física, basados en el principio de acción mínima (o clamó: «¡Fue un Dios quien trazó estos signos!». Y no se diga que aun para
efecto máximo) . Por supuesto, las fórmulas mismas, que se enuncian con
Boltzmann, el poder condensador de la realidad en un símbolo matemático,
frecuencia también como expresiones de la economía de la naturaleza, no fue en aquel momento de transporte, un signo, pues, ¡qué más caracteriza al
tienen nada de misterioso para quien conoce el cálculo infinitesimal tenso-
mago sino el signo! ... Nos bastan estos ejemplos para atestiguar la acción
rial o el cálculo diferencial absoluto, de que se sirvió Einstein para elaborar
de un sentimiento mágico en lo inconsciente y, a veces, en la conciencia de
sus teorías, y, muy particularmente, el principio de acción estacionaria (de-
los hombres más representativos del saber científico. Y eso es inevitable. En
rivado de otro principio de potencial cinético estacionario de un sistema,
efecto, no hay expresión más difundida y más acreditada que aquella que
llamado principio de Hamilton) ; empero otra cosa es la estructura formal de
apunta a los «secretos de la naturaleza», en los cuales la ciencia quiere
'Cobra aquí significado una frase que salió de la boca de una niñita chilena «penetrar». Empero, preguntémonos seriamente, ¿tiene la naturaleza secretos?
de 7 años, manifestando a su madre que no le gustaría ir al cielo pues «allá ya no y aun ¿puede siquiera tenerlos? Erigir la naturaleza en poseedora de secretos,
existiría más la esperanzas. Por supuesto, hay cierta diferencia: el Juicio Final es ya es con toda seguridad actuar como actúa un mago.
materia de la fe y, como también el «Credo», nos pone en perspectiva la vida
eterna, mientras que la escatología de la muerte térmica del universo nos brinda El lector, así lo esperamos, va a perdonamos las largas consideraciones ante-
la muerte eterna, y eso como expresión máxima de la ciencia exacta ... riores, que podrían parecer a primera vista una demora innecesaria. Mas no

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lo es si se considera que tratándose de la ciencia renacentista, empapada pentagonal, a diferencia de otras configuraciones, construibles racionalmente
profundamente con el elemento mágico, hemos sentido la imperiosa necesidad (en el sentido matemático) que prevalecen en el mundo inorgánico. Tanto
de poner en claro su carácter verdadero en relación con la ciencia moderna, más llaman la atención el poder anticipador de los atisbos pitagóricos y el
objeto de juicio de los historiadores. papel primigenio de estructuras tan favoritas de ellos, ya que, hablando de
Querer contraponer aun más la ciencia algo mágica del Renacimiento a una manera general, es la asimetría, y no la simetría, el signo de la vida3.
la ciencia moderna, presuntamente libre de las ataduras mágicas, es una tenta- En efecto, son igualmente verdaderas las sentencias «la naturaleza nunca
tiva vana. Por muy distintas que sean las actitudes de la ciencia renacentista de se repite» y «la naturaleza siempre se repite», ya que la primera rige en la
la ciencia moderna en lo que atañe al elemento mágico, sería erróneo pensar naturaleza viva; y la segunda que no es otra cosa sino la condición de la exis-
que este último haya desaparecido por completo en los tiempos modernos. tencia física, rige en el terreno de la naturaleza inanimada. Así se comprende
Cuando Leonardo exclama: «La naturaleza no infringe jamás su propia ley. que el principio de asimetría exhibe el aspecto irracional e irrepetible en la
¡Oh necesidad inexorable! Obligas, a todos los efectos a ser los resultados di- existencia de los seres vivos. Es muy notable que el famoso principio que
rectos de tus causas y, por una ley suprema irrevocable, cada acción natural niega la posibilidad de que existan dos cosas totalmente iguales en el mundo
te obedece de acuerdo con el proceso más corto», sentimos la efusión lírica (principio antiguo, al cual Leibniz llamó «principio de la identidad de los
que invade al gran artista, que se consideraba a sí mismo una especie de mago. indiscernibles») , tomó su origen de la desigualdad entre hojas o ramas de un
¿No lo vemos en su autorretrato? Por otra parte, cuando Newton dice: «La árbol —metáfora favorita desde los estoicos y los neoplatónicos hasta Pascal
naturaleza se complace en la simplicidad y no gusta de la pompa de causas y Leibniz. Es manifiesta la vinculación entre aquellos símbolos geométricos
superfluas», no hay efusión lírica, pero... el contenido es el mismo. Por cierto, de relaciones irracionales y el símbolo vital, vinculación que se expresaba en
Copérnico, Galileo, Kepler, Newton, concordaban todos en su admiración de las figuras favoritas de dos pitagóricos; atisbos éstos anticipadores —no fue otro
la simplicidad y armonía del Universo, y, si esta, actitud tuvo algo de mítico el origen del mismo principio leibniciano— confirmados por la ciencia contem-
y de todos modos fue muy metafísica, no podemos menos que admirar el poránea. No es la única vez que vienen a manifestarse verdades anticipadoras
feliz error de tantas desviaciones un tanto místicas y metafísicas, que les per- en recinto de la misma ciencia exacta: basta recordar los télebres nombres de
mitió hacer, o acaso —¡qué pensamiento frívolo y heterodoxo!— incluso les Dirac o de Yukawa en el terreno de la física nuclear. Se entiende que aquellos
facilitó sus descubrimientos revolucionarios. atisbos pitagóricos no pudieron influir en el decurso de la investigación espe-
Las observaciones anteriores nos han parecido indicadas para hacer frente culativa de la naturaleza, empero, nadie ha de negar su importancia para la
al problema de la verdadera relación entre ciencia renacentista y ciencia mo- historia general del espíritu. Esperamos, huelga decirlo, 'que todas las obser-
derna. Hemos entrado particularmente en el tema de la perspectiva, pues su vaciones que se referían a la presencia de fenómenos mágicos en algunas
trasfondo espiritual-ideativo no fue, por lo que sabemos, tomado debidamente formulaciones y teorías generales de la ciencia, no darán lugar a algo que
en cuenta por otros autores. Esa es también la causa de que hayamos pasado en este caso sería un malentendido total: lejos de abogar por el elemento
por alto el múltiple aporte del Renacimiento a las ciencias físico-matemáticas mágico en la ciencia moderna y querer mezclar el uno ron la otra, nos hemos
y biológicas, pues nuestra tarea no consistía en exponer hechos acreditados, esforzado ante todo en dejar constancia de estos elementos criptomágicos,
sino en intentar cierta síntesis del modo más general. Con todo eso, pensa- que con tanta insistencia retornan en el decurso histórico de la ciencia.
mos que es de mucho interés ahondar un poco más la contribución de la ma-
temática «esotérica» en algunos aspectos poco investigados de la historia ge- B. Ciencia Moderna y Metafísica
neral del espíritu. Ya hemos recalcado la importancia que tenían para la
ciencia y el arte de los grandes maestros del Renacimiento, el pentagrama y En este punto podríamos detenernos, pero dada la índole filosófica de este
el pentalfa, con todos sus símbolos. Se sabe que en algunas cofradías neopi- trabajo, no estaría fuera de lugar recalcar la existencia de otro autoengaño,
tagóricas de la antigüedad, el pentalfa fue adornado con la palabra YGEIA muy análogo al precedente: se trata de cierta fe profesada por la mayoría de
(significa salud) , cuyas cinco letras estaban distribuidas sobre los cinco vérti- los científicos en la autarquía de la ciencia frente a cualesquiera de los su-
ces de la figura. Trasciende de todo este simbolismo pentagonal —en sus puestos extracientíficos, particularmente de índole metafísica. Sólo a título
formas de pentágono, pentagrama y pentáculo— cierta profunda intuición
3E1 célebre fisioquímico van t'Hoff se complacía en recalcar el papel del carbón
de la peculiaridad de estas figuras en el terreno de la vida. En verdad, el
espiritualismo pitagórico fue al mismo tiempo un espiritualismo vitalista: asimétrico en la constitución de seres vivos. Son también interesantes las ideas del
conocido físico suizo Guye sobre el papel de la asimetría en el origen mismo de la
para él «todo está lleno de vida», así como lo diría más tarde el genio neo vida y, mas aún, las de Pasteur, según el cual da vida está dominada por las
platónico-pitagórico, Leibniz. Nadie puede pensar en serio que los pitagóricos acciones asimétricas». «Presiento, decía el gran sabio, que todas las especies vivas
estaban en posesión científica del verdadero significado de la configuración son en su estructura y formas exteriores funciones de la asimetría cósmica».

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de ejemplo quisiéramos remitirnos a dos científicos de gran renombre en las accidental en los dominios de la materia; empezamos a sospechar que debe-
últimas décadas, Jeans y Eddington, ambos conocidos como los más eminentes mos más bien proclamarla creadora y gobernadora del reino de la materia».
divulgadores de la ciencia en el sentido noble del vocablo a la par que crea- No es otra la actitud de Eddington, quien, después de haber escrito The Na-
dores originales: su actitud, en la cuestión que nos interesa, similar a la ture of the Psysical World, prefirió intitular el libro subsiguiente The phylo-
asumida por una gran mayoría de científicos, es hasta cierto grado extraña y sophy of Physical Science. «Es que la simple contraposición del universo
merece ser caracterizada. Su punto de partida es el rechazo rotundo de la físico romo «objeto» al «conocimiento físico» que trata de este «objeto», ad-
«metafísica»; no obstante, al término de sus obras, las interrogantes metafí- quirió ahora nuevo matiz al establecerse cierta prioridad del «conocimiento»
sicas surgen en toda su potencia. En una de sus obras más leídas, El universo respecto a su propio objeto que es el mundo físico». En este orden de ideas
misterioso, Jeans parte de la idea «de que los progresos actuales de la ciencia se comprende la profunda observación de Eddington sobre la ciencia en
moderna van a facilitar la contestación de dos grandes preguntas que atañen general. «Hemos vistojque, cuando la ciencia ha llegado más lejos en su
al universo como un todo junto con su significado, como también, por otra avance, ha resultado que el espíritu no extraía de la naturaleza más que lo
parte, en lo que se refiere al sentido de la vida humana». Estas dos preguntas que el propio espíritu había depositado en ella. Hemos hallado una sorpren-
son muy significativas, pues, precisamente la palabra «universo», presente dente huella de pisadas en las riberas de lo desconocido, hemos ensayado, una
con tanta frecuencia en los escritos científicos, expresa ya por sí sola un con- tras otra, profundas teorías para explicar el origen de aquellas huellas. Final-
cepto eminentemente metafísico o, si se quiere, ultracientífico, y tanto más mente, hemos conseguido reproducir el ser que las había producido, y resulta
lo es cuanto más permanecemos inconscientes de su sentido metafísico. Por que las huellas eran nuestras». Es así 'como el elemento metafísico o, de todos
supuesto, Eddington intenta eludir en su Filosofía de la ciencia física el as- modos, ultracientífico, primeramente rechazado en los capítulos iniciales de
pecto metafísico del concepto universo, al definirlo como un «conjunto dado obras científicas o de divulgación científica, reaparece en toda su magnitud
de conocimientos físicos» para evitar la discusión, obviamente metafísica, so- en los capítulos conclusivos. Si esto es una inconsecuencia, hay que aceptarla,
bre su «existencia real». Empero, esta autolimitación no parece ser más que pues ¿cuándo el hombre ha sido consecuente consigo mismo? Ya los antiguos
un subterfugio. Lo «metafísico» no estriba sólo en el problema de la «realidad sabían que es difícil luchar contra la naturaleza humana, en este caso contra
exterior» del mundo, sino también y ante todo, en el concepto de su totalidad. la naturaleza metafísica del hombre: Naturanz ex fuelles (urea, tamen usque
El sinnúmero de galaxias que se constituyeron en el objeto de nuestro cono- recurret.
cimiento, y que son tantas otras islas o, como se dice corrientemente, «islas La actitud de rechazo consciente de la metafísica, acompañada de su em-
universos», no bastan y no pueden bastar para la estructuración, y menos aún pleo inconsciente o al menos involuntario por parte de los científicos, puede
determinación, del concepto de la totalidad del universo. Al hablar del uni- verse en un grado muy elocuente en una de las obras fundamentales de la
verso en su totalidad, la ciencia, aun por boca de sus más insignes represen- ciencia física del siglo pasado, nos referimos a la famosa memoria de Hermann
tantes, incide en el error de una extrapolación ilimitada de los datos dispo- Helmholtz, Sobre la conservación de la fuerza (1847) . «El contenido de esta
nibles; en otras palabras, la ciencia se extralimita, y lo hace casi involutaria- memoria —dice Helmholtz— interesa a los físicos porque me he esforzado en
mente. Todas las galaxias que pudiéramos alcanzar con telescopios aun más presentar en ella los principios fundamentales en forma de premisas físicas,
poderosos que el de Palomar, o por medio de la radioastronomía, aunque independientes de toda consideración metafísica, y con el intento de someter
representen un todo para nosotros y vale la pena decirlo: un todo que au- las consecuencias de dichos principios al rigor experimental... Establecer
menta de ario en año —no por eso presentan el todo del universo. El último leyes (tales como las leyes de la reflexión y refracción de la luz o las leyes
sería el exponente del absoluto —y la ciencia física por supuesto no es ciencia de Mariotte y Gay-Lussac) es el objeto de la ciencia experimental. La teoría,
del absoluto. Por cierto, muchos son los físicos que, protestando contra la en cambio, intenta inducir las causas ocultas de los procesos, partiendo de
simple generalización de las leyes físicas para abarcar el universo, lo hacen las acciones visibles... Nos será necesario buscar los motivos de la variación y
recalcando el hecho de que todo nuestro conocimiento se refiere únicamente seguiremos inquiriendo hasta alcanzar, por sucesivas operaciones, una causa
a un «rincón del universo» y nada más que a eso, así por ejemplo, Jean Perrin. invariable... El objetivo final de las ciencias teóricas naturales será descu-
Sin embargo, al usar la expresión «un rincón del universo», incurrimos en brir las causas primeras invariables de los fenómenos. Es evidente que la
el mismo error de extralimitación, pues, aquel rincón, es lo que es porque ciencia, cuya misión es comprender la naturaleza, debe proceder con el con-
se presume pertenezca a un todo del cual él forma parte. vecimiento de que la naturaleza es comprensible y que, de acuerdo con ello,
No ha de extrañar que tanto Jeans como Eddington terminen subrayando debe investigar y sacar conclusiones... El hombre de ciencia toma en cuenta
el carácter «idealista» del pensamiento científico, el cual parece fundirse con tan sólo las existencias, independientemente de toda acción de los elementos
su objeto —el mundo por conocer— en un solo todo y primar en su calidad del mundo sobre nuestros sentidos y de las influencias de aquellos elementos
de realidad última. «La mente —dice Jeans— ya no aparece como un intruso entre sí. A este aspecto de la realidad llamo substancia' o 'materia'. La uta-

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teria en sí misma es algo inanimado y desprovisto de acción. Los objetos otra simplificación que pretende ser científica: la reducción de todos los
naturales no son, sin embargo, pasivos; precisamente tenemos noticia de su fenómenos naturales a «fuerzas invariables de atracción o repulsión», sim-
existencia por la acción de los mismos sobre nuestros sentidos. Deriva de esto plificación que hoy día nadie está dispuesto a aceptar.
la segunda abstracción, Hay que referirse a cualidades que en el primer caso Hablar en nuestros tiempos —y las líneas precedentes van en esta direc-
fueron excluidas; la capacidad de producir efectos. En otras palabras, de ción— de las imbricaciones metafísicas de la ciencia, significa echarse encima
ejercer. `fuerzas'... Es así como el problema de la física será el de referir a un sinnúmero de cultores científicos respetables, pero también significa
los fenómenos naturales o fuerzas invariables de atracción y repulsión, cuya poder encontrar un eco en otros científicos, quizás menos numerosos. Tene-
intensidad depende de la distancia. La resolución de este problema es con- mos la impresión de que es creciente el número de estos últimos; así, por
dición primera para la total comprensión de la naturaleza... pero las ciencias, ejemplo, Edwin Arthur Burtt, eminente profesor de filosofía de la Univer-
de la naturaleza no se satisfacen con explicaciones a medias y de compromiso. sidad de Cornell, quien no vaciló en investigar «los fundamentos metafísicos
Serán nociones valederas únicamente aquellas que se encuentren en armonía de la ciencia moderna», como reza el título de su interesantísima obra.
con el concepto de fuerzas simples. Una explicación será científica en 'cuanto El profesor Burtt considera como un rasgo individualizante de la meta-
la reducción de un fenómeno natural, a los efectos de fuerzas simples, sea física subyacente en la ciencia moderna, la fe unánime de sus creadores en
completa ». la vigencia de la matemática para conocer la naturaleza y penetrar en su
El citado fragmento de Helmholtz es muy característico. No se trata en este más recóndita esencia. Por supuesto, esta fe —pues se trata de una fe— tiene
caso de aquel insigne promotor del principio de conservación de la energía, algo metafísico, ya que está emparentada con aquel famoso principio de
del médico Julio Mayer (1842) , físico y metafísico de vocación. En efecto, simplicidad. Sin embargo, es difícil encontrar una disciplina científica que
su descubrimiento de la equivalencia entre diferentes formas de energía fue esté libre del todo de ciertos elementos metafísicos. Ni siquiera la misma
fruto de una intuición genial, animada de cierto fervor metafísico que le hizo ciencia matemática, cuya estructura aparece en el libro del profesor Burtt
declarar «en cambios eternos circula a través de la naturaleza muerta y viva más bien como desvinculada de cualquier enfoque metafísico. No es este el
la misma fuerza, sola y única». En cambio, Helmholtz fue un adversario lugar para tratar debidamente un problema de tamaña importancia y, no
declarado de la metafísica, adversario consciente, aunque su partidario in- obstante, quisiéramos hacer ciertas alusiones en este sentido. Nos referimos
consciente. A pesar de haber mostrado explícitamente su rechazo a «toda al concepto de números transfinitos junto con la teoría de conjuntos infinitos,
consideración metafísica», su intento la contiene en grado sumo. En efecto, desarrollada por aquel genio que revolucionó con sus concepciones la estruc-
el autor tiende a alcanzar por sucesivas operaciones, una «causa invariable», tura de diferentes ramas de la matemática y que se llamaba George Cantor. No
pues, «el objetivo final es descubrir las causas primeras e invariables de los cabe duda de que el modus operandi con magnitudes infinitas, ideado por
fenómenos». Creemos oír otra vez a Newton cuando exaltaba el tiempo abso- Cantor, siendo relativamente simple y estando, por lo tanto, al alcance de un
luto y el espacio absoluto, al cual consideraba como sensoriunz Dei (como cálculo apropiado, pertenece a la ciencia matemática; empero, ¿sucede lo mis-
órgano sensitivo de Dios) , ya que «el espacio absoluto permanece por su mo con las raíces y todo su trasfondo difícilmente analizable? Recordemos
naturaleza siempre semejante a sí mismo e inmóvil» 4. Como si esto fuera poco, que él mismo, en sus primeros escritos, aparecidos en una revista filosófica,
Helmholtz evoca también la necesidad de que la ciencia se «encuentre en se refiere a los neopitagóricos de la Antigüedad, aceptando aun sus términos
armonía con el concepto de fuerzas simples y con las consecuencias que de griegos. Empero, la índole neopitagórica de la creación cantoriana esconde
tal concepto deriven». Así el famoso principio de simplicidad (simplex si- problemas muy profundos que quizá no fueron tomados en debida consi-
gillum veri), al cual recurrieron Copérnico, Kepler, Galileo y Newton, prin- deración. Para no hacer más que rozar este sublime problema, quisiéramos
cipio que los teorizadores rigurosos de la ciencia tachaban siempre de aprio- insinuar que el concepto mismo del infinito actual (también en su forma de
rístico y metafísico, festeja aquí su triunfo. Esta circunstancia es aún más número transfinito) tiene como estructura una representación sui generis
notable si tomamos en cuenta la orientación general de Helmholtz, la cual del tiempo y de la eternidad, muy diferente de aquella que subyace en la
tanto en sus trabajos experimentales como en los escritos filosófico-científicos, idea del infinito potencial. Este último se acomoda con la idea del tiempo
presenta una nota empírica muy destacada. En este lugar pasamos por alto rectilíneo y unidireccional, lo que se puede advertir aún en la concepción
newtoniana de la variable independiente como cuantitas pariter fluens, que el
4No se acostumbra decir que el espacio y el tiempo absolutos representan residuos
mismo Newton asimila al tiempo como eje de abscisas. Es de suma importancia
metafísicos o metafísico-religiosos en el edificio científico newtoniano. Como se
darse cuenta de que estamos aquí en el terreno que rebasa los límites de la lógica
sabe, Newton postulaba, además de una creación definitiva de la máquina mun-
dial, intervenciones esporádicas del Sumo Hacedor a fin de reparar las inevitables común. Así, para muchos lógicos, la diferencia entre la concepción aristotélica
irregularidades del sistema del mundo, tesis esta última que fue eliminada por la de futuros acontecimientos libres como fuera del alcance de principios lógicos
forma más perfecta que el gran Laplace dio a la astronomía. fundamentales (la sentencia «mañana habrá batalla o no», no está supeditada
a las alternativas de exclusión) , y la concepción correspondiente de los estoi- muestra el ejemplo del propio Jeans. «A Aristóteles incumbe haber inventado
cos que admitían aquí la vigencia del principio del tercero excluido, se la lógica formal y, conforme algunos piensan, eso fue un desastre aun más
encontraría en el terreno de la lógica y sería de su incumbencia. Empero, no es grande para la ciencia que la Física del mismo autor ... postulando que todas
así. Lo que diferencia a estas concepciones, es la idea de tiempo que, por las ciencias deben tener la certeza de la matemática, Aristóteles impuso a éstas
decirlo así, es discurrente en Aristóteles y estacionaria en la doctrina estoica: las limitaciones de la matemática que nunca puede dar lugar a un conoci-
para éstos los sucesos futuros ya existen en el presente, y esta circunstancia miento nuevo, sino que sólo transforma lo antiguo, presentándolo en una
determina su posición «lógica». Algo parecido sucede con la creación can- vestimenta nueva ... El método de Aristóteles fue siempre el de la deducción,
toriana que presupone el infinito como perfectum praesens, y no como un y como sus premisas fueron casi invariablemente falsas, sus conclusiones tam-
futuribile. Por otra parte, el concepto de eternidad, junto ton el enfoque, bién lo fueron. Casi dos milenios han transcurrido antes de que los métodos
por decirlo así, anficrónico del tiempo en el sentido de una ambivalencia o deductivos de Aristóteles fueran descartados en favor del método inductivo
interversión mutua del pasado con el futuro está ligado —y lo estuvo siem- —y desde ahí el progreso se hizo rápidos».
pre desde la Hélade hasta • la India— con la vivencia valórica de la eter- Que la nueva ciencia galileo-newtoniana, reposada sobre una feliz unión
nidad como beatitud final. Por algo algunos de estos conceptos, elaborados de la deducción con el método inductivo-experimental y que el mismo Aristó-
por vez primera en las postrimerías de la Antigüedad, en la especulación teles fuera un sagaz observador y también experimentador, queda fuera del
neopitagórica-neoplatónica (y que, por supuesto, van más allá del marco alcance del pensamiento de Jeans, por no mencionar otros dos errores en que
conceptual del principio de correspondencia biunívoca, inseparable del ma- incurre: el de atribuir a Aristóteles una orientación matemática para la ciencia
nejo «científico» de las magnitudes infinitas y sus relaciones de equivalencia), natural, que es precisamente lo que le faltaba y el de menospreciar la mate-
encuentran una lejana anticipación en la célebre obra de Boecio, donde la mática por considerarla inadecuada para el surgir de nuevas verdades físicas
definición (clásica) de la eternidad, dista muy poco de la beatitud. Todo en razón de su índole básicamente opuesta a lo nuevo.
esto lo notamos sólo de paso, ya que para fundamentar nuestra visión del
trasfondo metafísico de las teorías cantorianas, sería necesario todo un
volumen. Empero, un eco lejano de las conexiones aquí aludidas se encuentra
aun en la exclamación del famoso matemático David Hilbert, el mismo que
profesaba menos que cualquier otro una simpatía a la metafísica de la mate-
mática: « ¡Del paraíso que creó Cantor, nadie va a poder expulsarnos!»
El positivismo matemático de Hilbert esta vez prorrumpió en una exclama-
ción lírica, destinada a fundir en uno el infinito y la felicidad. Por supuesto,
estas observaciones podrán no parecer convincentes a muchos matemáticos,
ya que otra cosa es la génesis de las ideas de Cantor —aun si fuese metafísica—
y otra cosa es el modus operandi que él creó y que los numerosísimos canto-
rianos no dejan de cultivar con un espíritu ajeno a cualquier tinte meta-
físico. Se comprende que el pensamiento, una vez nacido, tiene en adelante
su propia vida, que puede ser independiente de los móviles que estaban
presentes en rededor de su cuna. Sin embargo, esta circunstancia está lejos
de agotar todas las facetas de nuestro problema.
Hemos visto por lo anterior que la ciencia moderna está lejos de ser ajena
a elementos mágicos o criptomágicos; pero —y a fortiori— que tampoco
puede ser libre de elementos metafísicos. Tuvimos que ahondar en esta
cuestión con más detenimiento, ya que la opinión corriente, compartida ade-
más por muchos sabios de renombre, tiende a poner énfasis en el contraste
casi absoluto entre la ciencia renacentista, ocultista y metafísico-mística, y la
ciencia moderna, presumiblemente libre de todo lastre de prejuicios meta-
físicos que impidan su desarrollo. Hasta qué grado esta visión algo simplista,
ignorando la íntima conexión de la ciencia en todo el transcurso evolutivo,
con la filosofía, está difundida entre los científicos aun más eminentes, lo 'The Growth of physical scienar., seg. ect., p. 52.
opinión de que la filosofía en la Edad 1VIedia fuera simple sierva de la teolo-
Capítulo Cuarto gía —tal como reza la conocida fórmula: philosophia ancilla theologiae—, pues
existió también en aquel entonces un adagio que certifica lo contrario: Res-
pecto de los argumentos de la razón, una referencia a la Sagrada Escritura o a
los Concilios debe ocupar el último lugar: Locus ab auctoritate infinnts est.
Pero, de ahí a sostener que los derechos de la razón frente a la creencia, ya
CIERTOS MALENTENDIDOS SOBRE EL VALOR FILOSOFICO hubiesen quedado plenamente establecidos, hay todavía un largo trecho. Hay
más. La aseveración de que el pensamiento en el siglo xvii (Gilson se refiere
Y CIENTIFICO DEL RENACIMIENTO manifiestamente a Descartes) no es sino una continuación del Medioevo, no
carece por supuesto de fundamento, pero requiere una mayor profundización
—y ahí tropezamos con la necesidad de no pasar por alto precisamente la in-
fluencia y la importancia del Renacimiento. Todos sabemos que Descartes se
dio a la tarea de construir un sistema filosófico nuevo en contraposición a la
escolástica y centrado en su propio pensamiento. De ahí la graciosa boutade
de Voltaire:
Descartes, n'ayant jamais rien lu, meme pas l'Evangile
Por otra parte, nadie ignora el subtítulo que dio Descartes a sus Meditacio-
nes: en las cuales se demuestra claramente la existencia de Dios y la distinción
real entre el alma y el cuerpo del hombre. ¿No es éste el programa tradicional
de la escolástica? Con todo eso, la conexión íntima de la filosofía cartesiana
Pasemos a los juicios generales sobre el Renacimiento vertidos por hombres con el pensamiento medioeval —lo que ha estudiado Gilson con tanto brillo
de la talla de un Maritain o un Gilson, en cuanto son opuestos a las intencio- en uno de sus libros— resulta ser, a grandes rasgos, más bien una reanudación
nes de los creadores del concepto mismo del Renacimiento, que fueron Miche- del pensamiento de San Agustín que una continuación de la gran escolástica
lety Burckhardt En cuanto a Maritain el lector recordará sus opiniones, en lo del siglo xin. Y no se trata en este momento, como uno podría pensar, del
que atañe al Renacimiento, todas ellas de carácter extremista. Luego, no Cogito, formulado ya otrora por San Agustín, sino de una de ciertas tonalida-
contento de condenar como sumamente perniciosas las doctrinas de Lutero des básicas del pensamiento cartesiano. Se trata del primado de la experiencia
y de Rousseau, envuelve en su juicio reprobatorio también a Descartes, «fuente interior subyacente en el cartesianismo, con lo cual el así llamado «idealismo
principal de los errores espirituales de la historia moderna» (Los tres Refor- moderno», inaugurado por Descartes, presenta rasgos tan diferentes del idea-
madores). Frente a un extremismo que hace cualquier discusión muy difícil, lismo antiguo. En efecto, el idealismo platónico-aristotélico concuerda intrín-
bastaría recordar que Malebranche, reconocido como el más gran filósofo secamente 'con el realismo y se podría caracterizar como un idealismo realista:
francés después de Descartes y cuyas dotes como teólogo oratoriano nadie las ideas platónicas y aun los universales aristotélicos, además de ser objetos de
discute, fue, todos los saben, un cartesiano ... También la reprobación de la pensamiento y, por lo tanto, objetos ideales, constituyen cierta realidad o, más
época llamada Renacimiento por Gilson —cuya actividad extensa y penetran- bien, la verdadera realidad; en cambio, el idealismo moderno, al contraponer
te como historiador de la filosofía medioeval y moderna no puede menos la vivencia cognoscitiva, como algo interior y absolutamente cierto, a la dudosa
que suscitar la más viva admiración— llama poderosamente nuestra atención, existencia exterior sensible, se coloca en abierta oposición con el realismo:
ya que, de ser acertada, equivaldría a un juicio desesperado respecto de toda pensemos en Berkeley. Ahora bien, este principio de primacía de la experien-
la historia moderna y pensamiento moderno, en particular. «Es necesario re- cia interior, generalmente ajeno al pensamiento antiguo (exceptuando en
legar al dominio de la leyenda la historia de un renacimiento del pensa- cierto modo a los escépticos) halló su expresión, antes de otros, en las creacio-
miento que siguió a siglos de sueño, oscuridad y error. La filosofía moderna nes de San Agustín, síntesis éstas de inspiración neoplatónica con las ideas
no tuvo por qué luchar para establecer los derechos de la razón en contra de San Pablo acerca del hombre interior. Podría, pues, decirse, sin mucho
del Medioevo; fue al contrario, el Medioevo el que los estableció, y la manera exagerar, que el cartesianismo representa esencialmente una vuelta a San
misma por la cual el siglo xvii se imaginaba abolir la obra de siglos anteriores, Agustín. La filosofía medioeval se desarrolló en dos períodos; primero, el
no hizo más que continuarla». Por cierto, la Edad Media no representó ni (neo) platónico-agustiniano y, desde mediados del siglo xm hasta mediados
por mucho una simple era del obscurantismo, y sería ya tiempo que cayera en del siglo xxv, el aristotélico. A este último siguió el período del nominalismo
desuso el término tan corriente de Dark Ages que todavía se mantiene por occamista hasta fines del siglo xv. La vuelta a Agustín ya en pleno siglo xvii
inercia, particularmente en países de habla inglesa. Tampoco se justifica la
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se puede comprender como reaparición de la corriente platónico-plotiniana, ante todo del occamismo, permaneció forzosamente ajena a las influencias
relegada a segundo plano por el aristotelismo triunfante del siglo xin —la transformadoras del espiritualismo gnoseo-ontológico de índole monista, pro-
llamada «Gran escolástica». Así, desde nuestro punto de vista, el ritmo alter- pio del Renacimiento.
nante — (neo) platonismo agustiniano y aristotelismo— no se limita a la Edad A la luz de lo antedicho se comprenderá mejor el proceso de transición
Media, pues trascendiendo sus límites cronológicos, resurge, aunque en di- del pensamiento medioeval al moderno: el Renacimiento representa un ataque
mensiones más modestas, en el siglo xvn para inaugurar la filosofía moderna. a la Escolástica, conducido, por decirlo así, desde afuera, mientras que la filo-
sofía de Spinoza y Leibniz representa una disolución de la Escolástica tradicio-
En verdad, la vinculación del cartesianismo y, más aun, de los grandes siste- nal, desde adentro, adaptándose Spinoza y Leibniz (cada uno en un grado
mas que le siguen —el de Spinoza y el de Leibniz— con el pasado medioeval, diferente) a la estructura del pensamiento escolástico para transformar la
resulta más íntima todavía que la implicada en la tesis gilsoniana, referida Escolástica dualista en una monista o monizante. En esta última desaparece la
simplemente a la Gran Escolástica del siglo xrn. Empero, sería un gran error diferencia tradicional y de primerísima importancia entre Dios, considerado
pensar que también esta última vinculación fuese directa y no a través del en su constitución intrínseca (Deus ad intra) y Dios en su, acción exterior (Deus
pensamiento renacentista. Efectivamente, durante el Renacimiento se produjo ad extra); ambas esferas se fusionan o, más bien, la esfera de Deus ad intra,
un cambio profundo en la manera de concebir las relaciones entre Dios y tiende a absorber la otra, y eso porque la trascendencia divina está ligada a la
cosmos: la contraposición dualista en el pensamiento medioeval cede ahora su idea de Dios ad extra, mientras que la inmanencia divina está más conectada
lugar a un doble proceso; el de la divinización del cosmos y de la cosmización con la idea de Dios ad intra. Según la concepción teológica comúnmente
de la divinidad, resultando una concepción más bien monista. Al mismo aceptada, tanto la razón como la voluntad —los dos atributos tradicionales
tiempo, la doctrina más característica de la Gran Escolástica, la llamada teolo• de la divinidad— tienen el carácter necesario en lo que atañe a Deus ad intra,
gía natural, que tenía por tarea fundamentar con la sola ayuda de la razón ya que aquí rige el principio in Deo omnia necessitantur; en cambio, la liber-
(lumen naturale) la existencia de Dios y sus principales atributos, sufrió ella tad es un rasgo básico en la otra esfera, la de Deus ad extra, ya que es en la
misma una transformación en el curso del siglo xvu, no tanto en el pensa- relación de Dios con el mundo que se exterioriza la incondícionada libertad
miento de Descartes, como en el de Spinoza y Leibniz. La teología natural divina. Se comprende ahora que lo característico de la primera esfera, con su
de la Gran Escolástica tenía un carácter discursivo-dualista, conforme a la enfoque de necesidad intrínseca, tiende, en el cosmoteísmo, a matizar la otra
idea de una verdad bigradual donde la Gracia se sobrepone a la naturaleza esfera; de ahí el necesitarismo de Spinoza y de ahí que las mónadas de Leibniz
sin borrarla: Gratia naturain non tollit sed perficit, como dice Santo Tomás no tengan ventanas. Detengámonos por un momento en este punto. La inter-
de Aquino. En cambio, la idea, propia del Renacimiento, de una compenetra- pretación corriente de la famosa frase les monades n'ont pas de fenétres supo-
ción de Dios y naturaleza tuvo como efecto algo que podría denominarse un ne que por no tener las mónadas influjo unas sobre las otras, por eso no tienen
«cosmoteísmo monizante», lo que preparó el camino para una teología na- ventanas; sin embargo, no es ésta la intención profunda del pensamiento
tural de tipo diferente, esta vez intuitivo-discursivo que reviste una forma leibniciano, para quien esta imposibilidad de vínculo, propio de las mónadas,
todavía casi dualista en Descartes, pero monista en Spinoza y monizante en se deriva del hecho de ser cada mónada una divinidad a la vez que el mundo
Leibniz. Este cambio de la índole de la teología natural queda explicado entero en miniatura: las mónadas se desarrollan cada cual según sus leyes
precisamente por el pensamiento renacentista que transmitió aquellas trans- intrínsecas (lex continuationis seriei suarum operationum), ya que las leyes
formaciones profundas al siglo xvn. Es por la influencia de la filosofía rena- intrínsecas de las mónadas son en su esencia las leyes de Deus ad intra.
centista con su «cosmoteísmo monizante» que la filosofía del siglo xvn se pre- En vista de lo anterior, la tesis de Gilson puede revelarnos lo que tiene de
senta, particularmente en Spinoza y Leibniz, como una especie de nueva esco- verdad aceptable y lo que tiene de inexacto e inaceptable. La dependencia de
lástica, esta vez escolástica no-dualista. Por todas estas razones sustentamos que la filosofía moderna respecto de la medioeval va a aparecer ahora aún más
del seno de la teología natural de la Gran Escolástica, profundamente trans- estrecha y más ahondada en comparación a la visión gilsoniana, al mismo tiem-
formada por el Renacimiento, nace, en el siglo xvn, la filosofía moderna. Esta po, su actitud despreciativa respecto al Renacimiento caerá por su peso: es
tesis que aquí no hacemos más que esbozar', explica al mismo tiempo el porqué el Renacimiento mismo que se revela como un factor decisivo en la formación
de la diferencia que media entre la filosofía continental del siglo xvn y la de aquella filosofía del siglo xvit que, para Gilson no parece sino una conti-
inglesa de ese tiempo y de siglos posteriores. Es que esta última, procediendo nuación de la Medioeval. Para finalizar esta importante tesis nos remitimos al
cuadro al término del presente capítulo, que intenta ilustrar el proceso de
'La fundamentación de esta tesis, anunciada ya en mi trabajo Con111i: transformación de la filosofía medioeval en la moderna.
Razón y la Fe (Varsovia, 1922) , representa uno de los plintos principales del
trabajo int. Estructuraczon de la Escolástica y su_proceso_de_transformaciOuen _la. Quizás un solo punto de importancia nos queda por aclarar para llegar a la
Filosofía Moderna que esperamos editar pronto. raíz de la visión extremista, enunciada por Gilson y compartida por algunos

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escritores de tendencia estrictamente católica. Si nuestra tesis da un mayor del ser y el ente, las cuales, pese a las apariencias, no pudieron ya apuntar
signficado a la vinculación de la filosofía moderna con la medioeval que la a lo mismo en el Medioevo.
tesis de Gilson, se debe a que nosotros hemos intentado poner de relieve
la influencia del conjunto de la filosofía patrístico-medioeval, con la in- Si Aristóteles legó a la posteridad los dos pares correlativos de acto-poten
clusión de San Agustín y no considerar la sola corriente aristotélico-tomista cia y forma-materia, paralelizados entre sí, no es un azar que no le hubiese
de la Gran Escolástica del siglo xiii. Este último tópico tiene profundas preocupado —pues no lo conocía, no podía conocerlo— el arduo problema que
implicaciones, ya que involucra todo un complejo de aspectos de gran im- surge en la mitad del siglo xiii a su raíz del tercer binomio, el de esencia-existen-
portancia para el enfoque general de la historia de la filosofía y, muy parti- cia. Pese a la aseveración de M. de Wulf, pensamos que el binomio esencia-
cularmente, para apreciar justamente el pensamiento renacentista. Se trata existencia, no estaba insinuado en el sistema aristotélico, aunque, claro
de la preponderancia que tiene el problema del ser en la corriente aristotélico- está, la sola ambigüedad del vocablo usia que significa 'esencia' a la vez que
tomista frente al problema moderno del proceso y del conocimiento. Tratán- 'sustancia', basta para cerciorarse de la proximidad y actualidad moderna
dose del Renacimiento, es particularmente importante el primer proble- del problema respecto al ideario aristotélico. En efecto, el binomio en cues-
ma; y ambos, tratándose de la filosofía moderna en su conjunto incluso tión deriva de una capa postrera del pensamiento antiguo de índole neopla-
en los siglos xix y xx. Quisiéramos recalcar que los obstáculos en la trayec- tónica, reforzado aún más por la influencia de la creencia cristiana, o en
toria del pensamiento medioeval se deben ante todo a cierta incongruencia general, monoteísta, ya que —a consecuencia de la nueva actitud anímica—
que existió entre el aparato conceptual, heredado de la Antigüedad, y el los conceptos mismos de existir, ser y conocer, junto con las vivencias que
nuevo enfoque cognoscitivo y las nuevas concepciones de la vida anímica que los acompañan, han cambiado profundamente en tiempo medioevales res-
se formaron a 'consecuencia de la nueva creencia religiosa. Es que esta últi- pecto a los antiguos, y han comenzado a apuntar a algo nuevo. Tuvieron
ma confirió al concepto de la materia, casi negativo en la corriente platónico- que tornarse problemática todas las tentativas de analogizar y paralelizar
plotiniana y algo más positivo en la corriente aristotélica, una consistencia los miembros del nuevo binomio con los dos, heredados de Aristóteles. De.
aun mayor; además, de eso, contrapuso la facultad volitiva, casi desconocida jando de lado el problema de saber si es posible reducir en forma tal y cual
en su autonomía por el mundo pagano, y a la cual dio .el rango de factor el problema «esencia-existencia» a las relaciones entre los miembros de los
activo por excelencia, a la facultad más bien pasiva del 'conocimiento. Este dos primeros binomios —pues casi todo lo más candente de la Gran Esco-
proceso dio lugar al advenimiento de una disyunción ontológica y a una lástica está suspendido de este punto— es un hecho que el problema de
escisión entre el «sujeto» y el «objeto», entre «conocer» y «ser» —procesos relación entre esencia y existencia (o el existir) siempre se concibe y plan-
complejos y poco investigados que sólo podemos mecionar aquí. Con todo tea como expresable en términos de los dos primeros binomios. Las difi-
esto, el antiguo concepto platónico-aristotélico de ser, que representaba al cultades que de ahí surgen son innúmeras e insuperables. Ellas derivan, al
mismo tiempo el de valor (hemos denominado en otra parte esta posición menos en parte, de ciertas insuficiencias del mismo paralelismo entre aque-
'clásica como valeresse y adverso a la contraposición «sujeto-objeto») , hubo de llos binomios, rigurosamente analogizados por Aristóteles. Aquí trasciende
mantenerse por inercia en el pensamiento medioeval a despecho de las nue- la importancia que cobró en Aristóteles el enfoque del proceso o desarrollo,
vas exigencias y nuevas posturas cognoscitivas, implícitas en la creencia puesto en una analogía completa con lo que subyace en el binomio «forma-
religiosa cristiana. La transformación conceptual que aquí anotamos sólo materia», de carácter más bien platónico-eleatense. Pero aun así, el pensa-
de paso, aunque de primerísima importancia, pocas veces fue considerada en miento aristotélico nos deja vislumbrar algunas grietas latentes. Es que en
su significado cabal por los historiadores de la filosofía. Son conocidos los todo el pensamiento griego, particularmente en la época clásica (no nos re-
avatares que sufrieron las nociones de sujeto y objeto en la transición desde ferimos en ningún caso al pensamiento de las postrimerías de la Antigüe-
el Medioevo a los tiempos modernos; así el insigne pensador alemán Rodolfo dad), está vigente la estrecha vinculación, por no decir asimilación red-
Eucken subrayó (en su conocida obra sobre la historia de la terminología Foca, del problema del devenir con el de la materia; esto también es propio
filosófica) , la circunstancia de que los términos «sujeto» y «objeto» inter- al aristotelismo, que no se aparta del fondo eleatense del pensamiento griego
cambiaron su sentido en el siglo xvn para significar en adelante el uno lo con su preponderancia a la visión estática del universo. La asimilación de
que hacía anteriormente el otro y viceversa. Empero, ni el mismo Eucken la potencia a la materia, reduce también la pareja acto-potencia, esquema
siquiera se planteó la pregunta de las razones profundas de tan notable Be- de proceso, a un esquema óntico-estático. Y, si ya el relacionar el devenir con
deutungswandel. Esto se comprenderá a la luz de lo aquí desarrollado, ya que la materia, actitud tan profundamente arraigada en el pensamiento griego
el intercambio en cuestión exterioriza las etapas de la disyunción del con- (cosa que no fue, quizás, puesta en su debido lugar por Rivaud en su exce-
junto axio-ontológico, legado por la filosofía platónico-aristotélica: la dis- lente libro sobre el problema del devenir en el pensamiento- griego), ase-
yunción mencionada arrastró consigo hasta el mismo destino de las nociones guró la primacía del enfoque eleatense en la filosofía antigua, esta primacía

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tendrá que mantenerse y aun acentuarse más con la intususcepción del bi- sia. Tenemos la impresión de que la sentencia en su forma latina, consagrada
nomio «esencia-existencia» dirigido hacia el ser y no al devenir o proceso. por la tradición milenaria, acaso no sea congruente por completo con el
De todos modos, las grandes aporías del pensamiento escolástico, ligadas original hebreo.
particularmente a la ineludible tendencia a expresar el binomio «esencia- Pensamos, pues, ayudados además por nuestro conocimiento, todavía
existencia» en términos de los otros dos binomios —ellos mismos no paraleli- muy escaso, del idioma hebreo, que la frase éhie ashér éhie apunta, por su
zables por completo— podrían considerarse como una consecuencia de la contexto mismo, a cierto matiz (propio a la forma intensiva del verbo) que
imposibilidad de paralelizar el tercer binomio con los dos restantes, aun podría traducirse más bien como sum egomet ipse qui sum, significando el
cuando estos fuesen paralelizables. Para encontrar la solución al problema ser dinámico antes que tó esse; en otras palabras, una soberana autoafir-
«esencia-existencia», siempre por referencia a la relación entre los miembros marión.
de los dos primeros binomios, habría sido necesario salirse del plano que A favor del sentido de autoafirmación que parece ante todo expresar el
los cobija —fundamentalmente un plano eleatense — y pasar ya al espacio tri- texto sagrado, podría invocarse también la circunstancia de que, en algunas
dimensional. Algo así como, para solucionar el problema deliro de la redu- ocasiones, después de enunciarse la orden o el precepto, la sanción viene
plicación del cubo, Arquitas de Tarento supo proponer una construcción expresada por el solo pronombre Yo, (Yahveh), encontrándose omitido el
en el espacio por medio de intersección de figuras planas en movimiento. verbo «ordenar». Parece como si el soberano «Yo» y «Yo que existo» apun-
Lo mencionamos a título de simple comparación no del todo fuera de tan a la misma idea. Empero, eso se aplica a la primera persona, y no a la
lugar, ya que es preciso salir también del plano de lo «óntico» al plano tercera como en la frase «El que es te envía», invocada en el desarrollo
«valórico» para dar con el binomio «esencia-existencia» inexpresable en los de la «Metafísica del Exodo» por el ilustre investigador francés2.
términos de los otros dos. Es que la «esencia» se sale del plano del ser pues Este es un punto en el que no podemos evitar ciertas observaciones. ¡Tan
representa una proyección de lo valórico. Esta tesis, que no podemos fun- grande es la importancia del tópico! Se trata de que aun la versión sum
damentar aquí, es en cierto sentido opuesta a la de Max Scheler, para quien egomet ipse qui sum que acabamos de proponer, no expresa más que la
los valores son esencias, y no a la inversa. Aun dejando de lado la «esencia- primera corrección de la versión usual, o, si se quiere, la primera aproxima-
lización» que sufre el verbo 'existir' en el mismo término «existencia», para- ción al texto original— y eso por una razón muy simple. El idioma hebreo
lelizado con el de «esencia», y recurriendo a la expresión «acto de existir» (como el griego, latín y sánscrito en sus etapas primitivas) , antes que tiem-
para contraponerlo a la «esencia», no habrá con esto ningún cambio fun- pos gramaticales conoce más bien sólo los «aspectos», circunstancia bastante
damental, ya que siempre nos moveremos dentro del marco de denomina- conocida y subrayada entre otros autores por el famoso hebraísta Gesenius
ciones tradicionales, forjadas por el espíritu griego del período clásico con en su célebre Hebraische Grammatik. Como se sabe, en los idiomas eslavos
su sello sustancialista. existen hasta hoy día sólo los aspectos perfecto e imperfecto, para expresar
por medio de éstos los tiempos gramaticales. Ahora bien, éhie por sí solo
expresa el futuro, ya que en el hebreo no hay presente propiamente tal,
Sea lo que fuere, la tendencia a atribuir la perfección máxima a un sistema y sólo en segundo lugar podría expresarlo. Por lo tanto, la única versión
que pone el puro «esse» en el corazón de la realidad, hace caso omiso del correcta sería: sum egomet ipse qui ero («soy el mismo que seré») . Esta
concepto de proceso, tan característico del pensamiento moderno y también ambivalencia de éhie tal vez sea parecida a la simultaneidad del futuro y del
de la Antigüedad muriente (cosa muchas veces no valorada) , pero ajeno presente en idiomas eslavos. Así Bede (en polaco) o Budu (en ruso) , que
al pensamiento •clásico griego, cuya renovación pretendía ser la Gran Esco- representan la primera persona del indicativo del verbo polaco Bye y del
lástica medioeval. De ahí también la tendencia de algunos pensadores ca- ruso Byt' y que significan «ser», apuntan al futuro, mientras que el parti-
tólicos —Gilson es su expresión máxima y su portavoz a la vez— de ver en cipio invariable del mismo verbo que reza Bedac (polaco) o Búduchi (ruso) ,
cierta metafísica del ser, que él llama la «metafísica del Exodo» el apoyo apuntan al presente. No hemos podido pasar en silencio este tópico tan im-
de esta filosofía «existencial» (naturalmente, en el sentido diferente de las portante, ya que la versión sum qui sum tiene detrás de sí una tradición
filosofías «existencialistas» de nuestros días) . Ya de la época patrística fluye milenaria que se complace en darle un sentido puramente estárico-ontoló-
la predilección por la célebre sentencia bíblica sum qui sum como el apoyo
más seguro para la especulación filosófico-cristiana que culmina en la obra 2E1 texto bíblico dice «Yo soy te envía» y no «El que es te envía». Nótese

de Santo Tomás. Sin embargo, dado que la Biblia no es una filosofía aun que en la edición castellana del P. Bover, S. J., aparece la primera frase y no
cuando implícitamente la contenga, queda por saber si aquella enunciación la segunda, más apta para una «Metafísica del Exodo» en el sentido de la pri-
macía del «esse» sobre la inmutabilidad o eternidad, aunque se admita que estos
puede comprenderse como aludiendo al concepto del esse por antonoma-
conceptos sean convertibles.
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pico, al paso que el sentido del texto original —«soy el mismo que seré»— éste el lugar para desarrollar más un punto de suma importancia que seña-
parece apuntar más bien , a la inmutabilidad y eternidad divinas; y esto pro- lamos forzosamente sólo de paso.
duce una impresión estremecedora por la simplicidad incomparable de su El sentido de este cuadro concierne al proceso de derivación de la filosofía
formulación. Compartiendo junto a Santo Tomás y su comentador la honda moderna a partir de la medioeval en cuanto ésta implica a la vez el papel
impresión que se desprende de haec sublímis veritas, estamos en desacuerdo transformador que ha tenido el pensamiento renacentista respecto a la Es-
con Gilson cuando trata de presentar el texto bíblico en apoyo de una Meta- colásticas. La evolución de las relaciones entre razón y fe, representa nuestro
física del Exodo como metafísica del puro esse o del «acto de existir». Hablan- supuesto fundamental, el cual, al suministrar el fundamentum divisionis de la
do de una manera aún más general, no podría extrañar la incongruencia de filosofía patrístico-medioeval en períodos, rebasa a la vez los marcos crono-
la traducción tradicional con el texto sagrado original, ya que desde antiguo lógicos del Medioevo. El segundo punto de importancia en nuestro cuadro
la inadecuación de las traducciones del hebreo a otros idiomas fue notada y recalca el papel central que ha tenido en la Escolástica la doctrina de teología
recalcada. Quizás, con la mayor elocuencia viene a expresarse este hecho natural, lo que autoriza a decir que lo esencial de la filosofía moderna del
en las siguientes palabras del Prólogo al libro deuterocanónico Ecclesiasticus siglo xvii representa una transformación de la medioeval precisamente en
o Sabiduría de Siracides: «Pues los términos hebreos no tienen igual fuerza, cuanto equivale a una transformación de la teología natural dualista de la
traducidos a lenguas extranjeras y eso no sucede solamente en este libro, Escolástica en una nueva teología natural monizante de los grandes sistemas
sino también en la Ley misma, los Profetas y demás libros que, vertidos, son ontológico del siglo xvii. Dejamos al lector la tarea de pensar en lo remota
diferentísimos del sentido que tienen en su propia lengua». Empero, no es que es la concepción, aquí ilustrada, de la visión simplificante que fija la
derivación de la filosofía moderna de las actividades de algunos hombres
CUADRO IV particulares, sea el Maestro Eckhart, sea Nicolás de Cusa u otras.

ESQUEMA DE LA TRANSFOR/VrACION DE LA FILOSOFIA MEDIOEVAL EN


LA FILOSOFIA MODERNA

(Filosofía moderna como heredera —y no sólo sucesora— de la filosofía


medioeval)
i período (hasta mediados xm) : verdad homogénea
n período (la Gran Escolástica) : verdad bigradual Teología natural (discursivo-
dualista)
in período- (ocaso mcd. xw-xv) : verdad escindida
fideísmo gnoseomonismo
w período (extraescolástico) : verdad doble Divinización del mundo
(protestantismo) Cosmización de la divinidad)
Teología natural (intuiti-
vo-discursiva, medio dua-
Fil. de inspiración lista: Descartes)
protestante:
Teología natural intuiti-
vo-discursiva.
monista o monizante.
Rechazo de
toda teología
natural

Spinoza
Hume
Kant
Leibniz sUn tópico pocas veces tomado en cuenta por los historiadores.
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Capítulo quinto sofía italiana del Renacimiento, ya que ella haría problemática la impor-
tancia del pensamiento alemán de aquellos tiempos; es ésta, para Heimsoeth
la única fuente posible de donde la especulación italiana pudo beber. ¿Cuá-
les pudieron ser, pregunta Heimsoeth, las fuentes de donde Bruno sacó sus
doctrinas renacentistas alemanas y, ante todo, las de Meister Eckhart y del
DERIVACION HISTORICA DEL RENACIMIENTO Gusano? Es de Meister Eckhart y del Gusano que procede, píensa Heimsoeth;
la filosofía renacentista y también la moderna ... Lo que más nos sorprende
en opiniones de este sesgo, es la falta de cualquiera distinción entre la ín-
dole neoplatónica de las doctrinas del más grande filósofo alemán del Rena-
cimiento que fue Nicolás de Cusa, y la índole semineoplatónica a la vez que
semignóstica, característica del maestro Eckhart. Por supuesto, Echkart debe
considerarse como caracterizando más plenamente el espíritu filosófico ale-
mán que Nicolás de Cusa, quien a su vez representa mejor la corriente
neoplatónico-pitagórica difundida en la Europa entera. Y así como en la histo-
ria del pensamiento alemán es imposible pasar por alto cierto toque gnós-
tico, manifiesto en muchos de sus representantes (empezando por Eckhart
y terminando con Heidegger) y, como en resumidas cuentas este toque gnósti-
co permanece a lo largo de los siglos más bien en segundo plano frente a la
corriente neoplatónica, así también la importancia del siglo xlv con Eckhart
1. CARÁCTER VERNÁCULO DE LA FILOSOFÍA RENACENTISTA ITALIANA, (y el occamismo) no basta para ver en aquel siglo la cuna de la filosofía mo-
VINCULADO A LAS TRADICIONES DE LA ANTIGÜEDAD MURIENTE derna, de tan diferente y tan complicada vinculación con el Medioevo
y el Renacimiento, pese a las teorías simplistas de Heimsoeth. Estas pasan
Despejado ya el terreno para un enjuiciamiento más ponderado y más im- por alto la influencia transformadora del pensamiento renacentista frente a
parcial de la especulación renacentista, cabe preguntar: ¿la filosofía del Re- la teología natural escolástica, transformación que dio por resultado el
nacimiento italiano es una filosofía vernácula o acaso representa más bien advenimiento de la filosofía moderna, según hemos tratado de evidenciarlo
una proyección de idearios ajenos? Respecto a esta interrogante hemos en el cuadro correspondiente al término del capítulo cuarto.
mencionado anteriormente opiniones diametralmente opuestas; la de Spa- Los extremismos se aniquilan por su propia antítesis —y éste es el caso
venta y la de Heimsoeth. Llama la atención la elocuencia con que Spaventa de las teorías de Spaventa y Heimsoeth. Empero, esta situación conduce, hay
expresa su convicción de que la filosofía italiana es la verdadera fuente de que decirlo, a reflexiones poco consoladoras acerca del valor de innumerables
la filosofía europea y particularmente alemana. Así en su obra La Filosofía trabajos de la historiografía filosófica.
italiana en sus relaciones con la filosofía europea, dice: «El pensamiento El problema sobre el valor original de la filosofía italiana del Renacimien-
italiano no fue extinguido en las hogueras encendidas para nuestros filóso- to, puede ser enfocado mucho mejor, si, en vez de confrontarnos con traba-
fos sino que continúa desarrollándose, más en otros lugares, de modo que jos extremistas, lo hacemos más bien con investigaciones ponderadas y cau-
su búsqueda en su nueva patria, Alemania, no es sino la reconquista de algo telosas, abiertas a horizontes nuevos y anchos. Una investigación de esta ín-
que una vez nos perteneció. Los verdaderos discípulos de Bruno, Vanini, dole existe también y proviene del gran sabio e incomparable erudito que
Campanella no son nuestros filósofos de los dos últimos siglos, sino Spino- fue Ernesto Cassirer. Su libro Individuo y cosmos en la filosofía del' Rena-
za, Kant, Fichte, Schelling y Hegel». Aun prescindiendo de que Spinoza no cimiento, pone en evidencia la importancia del Renacimiento italiano en el
floreció bajo el cielo alemán y de que Kant, cuyo sistema representa una terreno de la filosofía. Y sin embargo, aun en esta obra, la figura céntrica
gloriosa floración filosófica de raigambre protestante, tiene obviamente poco de todo lo que es el pensamiento filosófico del Renacimiento europeo, es
que ver con el Renacimiento italiano, ¿podríamos acaso tomar en serio una Nicolás de Cusa, al que consagra casi la mitad de su libro, además de un
opinión que hace de otros grandes filósofos alemanes unos simples discípu- capítulo especial dedicado a la estada del Gusano en Italia. Por supuesto,
los del filosofar italiano renacentista y exentos por lo tanto de toda originali- nadie va a poner en dudas las influencias del docto cardenal sobre el pen-
dad? Lo que valga este extremismo lo muestra mejor la existencia de otros samiento europeo y, en particular italiano; empero, esta aseveración general
extremismos, tomo el de Heimsoeth, destacado historiador de la filosofía. requiere ser precisada. En efecto, dos cuestiones se hacen ineludibles: 1) en
Este autor, recordémoslo, pasa por alto cualquiera consideración de la filo- que grado el pensamiento del Gusano —siempre admitiendo ser éste el más
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representativo de la época renacentista— es verdaderamente innovador y ori- dos hojas ni dos flores iguales y tanto Leonardo como Pascal insistieron en
ginal; 2) en qué grado el carácter peculiar de la filosofía renacentista italiana ello. No estaría fuera de lugar recordar también cómo Leibniz, encontrán-
se debe precisamente a la influencia de Nicolás de Cusa. Por supuesto, sería dose en compañía de otros cortesanos, pudo triunfar ante el desafío hecho a
imposible en los marcos de este libro intentar la contestación de dichas pre- su principio, cuando buscando todos en el parque de la corte electoral dos
guntas de una manera documentada; sin embargo, algo esencial podría de- hojitas de trébol idénticas, no las pudieron encontrar.
cirse al respecto.
Es muy característico del ideario neoplatónico el principio del infinito
Por lo que atañe al primer punto, difícil sería aceptar sin más la tesis actual en la matemática y, junto a él, el principio de la infinitud del uni-
de que los rasgos principales de la especulación del Gusano, analizada por verso. Contra la concepción aristotélica que no admite sino el infinito po-
Cassirer y presentada como original y verdaderamente innovadora sea tal, tencial, el plotinismo introduce el infinito actual, anticipándose así al desarro-
o aun al serlo, no lo sea sino en el sentido muy relativo. Pasemos revista, aun- llo ulterior de la ciencia matemática. Junto con él surge la idea de la infini-
que someramente, a las principales ideas metafísicas y científicas del Gusano. tud del universo, 'similar a una esfera, cuyo centro está en todas partes y cuya
Son ellas: dinamismo y espiritualismo del ser verdadero, identidad de los periferia en ninguna' famosa frase de Gusano'. Esta célebre y profunda sen-
indiscernibles, principio de la continuidad, infinito actual en el terreno de tencia, particularmente conocida por obra de Pascal, tiene múltiples y muy
la matemática, infinito del universo, congruencia del reino de lo real con el antiguos añtecedentes que se refieren tanto a Dios como también (conse-
reino de lo posible, racionalidad de la creencia religiosa, fundada en la com- cuencia del cosmoteísmo) al universo. Así la encontramos en un libro algo
penetración de la razón y la fe; coincidencia de contrarios; anticipación del oscuro, Liber xxiv Philosophorum, proveniente, al parecer, del siglo xii y
principio de inercia. Es de suma importancia percatarse del hecho de que cuyo contenido y tono general revelan su raigambre neoplatónico-pitagórica.
todos los puntos aquí enumerados, tan característicos en la especulación Allá puede leerse la frase: Deus est sphaera infinita cujus centrunz est ubi-
del Gusano, sean constitutivos del antiguo caudal del ideario neoplatónico que et eireunzferentia nusquam. Es muy digno de notar que esta compara-
que se reencuentra en el Gusano del mismo modo como va a reencontrarse ción de índole matemático-mística se encuentra también en San Buenaven-
más tarde en la obra del mayor genio filosófico-científico de los tiempos mo- tura., el gran franciscano abierto a la herencia místico-neoplatónica (siglo
dernos, Leibniz. . Por lo que atañe a la misma idea de la infinitud del universo, encon-
Pasemos a la primera idea. A diferencia de la concepción aristotélica, siem- tramos ésta ya en un libro tan antiguo como es La faz de la Luna de Plutar-
pre un tanto espacial, del ser-sustancia, el neoplatonismo destaca el carácter co de Queronea (un anticipador del neoplatonismo) . Esta infinitud, dice
dinámico y espiritual del verdadero ser, idéntico con el absoluto, o lo Uno, Plutarco, en parte es consecuencia de que no existe nada tal como el centro
en sus diversas gradaciones. Similarmente el Gusano hace hincapié en la del mundo, y en parte, consecuencia del poder infinito de la divinidad,
idea de lo Uno, raíz de lo que llamamos lo individual. El destacar lo indi- cuya obra, al no ser infinita, no podría ser digna de ella.
vidual frente a lo universal, fue una de las ideas básicas del neoplatonismo, Con la visión infinitista del universo está vinculada la idea de su homo-
hecho que se ve en la famosa pregunta de Plotino sobre «si existen las ideas geneidad, una idea de máxima importancia en la historia de la ciencia y
de las cosas particulares», pregunta que él mismo contesta con la afirmativa. que pertenece al ideario pitagórico desde sus comienzos, y que al mismo
¿Necesitamos acaso recalcar la importancia del dinamismo espiritualista en tiempo, fue una idea favorita del Gusano. Es muy probable que el principio
las mónadas de Leibniz? de homogeneidad del universo tenga sus raíces lejanas en una herencia ideo-
Estrechamente emparentada con esta primera idea, se encuentra la iden- lógica derivada del pensamiento babilónico. Nos referimos aquí a una actitud
tidad de los indiscernibles. Esta última, que es conocida bajo el nombre que frente al mundo de carácter más bien panteizante y que hasta ahora no ha
forjó Leibniz (identitas indiscernibilium), tiene tras de sí una larga historia: sido denominada de una manera específica: se trata de lo que quisiéramos
se remonta a los estoicos, halla su expresión suprema en Plotino y sigue ma- llamar «pancosmismo>. Esta visión encuentra su expresión en un dictum, re-
nifestándose después en el correr de los siglos en pensadores de tinte espi- petido desde siempre, el cual reza: «así como arriba, así también aba-
ritual y vitalista. No ha de extrañar que fueron los partidarios del vitalismo jo>, el gran principio mágico-ocultista que constituye la piedra angular de
espiritual quienes destacaron este principio, pues bajo sus ideas se encon- la «sabiduría hermética». Según la visión pancósmica, en cualquier trozo
traba la convicción de que «la naturaleza no se repite». Esta convicción de espacio está incluido en miniatura el universo entero, idea cuyo eco tar-
fluye de la idea, innata en los vitalistas, de la exuberancia de la naturaleza, dío se encuentra en una de las sentencias favoritas entre los místicos román-
vale decir, de la naturaleza orgánica, ya que, tratándose de la naturaleza ticos de Alemania: Inz engsten Ringe zveltweite Dinge. Una de las expre-
inorgánica, es el otro principio el que rige y constituye el nervio de toda la
ciencia física con su principio de invariancia y conservación: «la naturaleza 'Particularmente en Docta Ign. 11, 12: «La máquina del mundo tiene por - decir-
siempre se repite>. Así los antiguos se complacían ya en destacar que no hay lo así su centro por doquiera y su circunferencia en ninguna parte».

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siones más importantes de la idea pancósmica es la idea del microcosmos, tam• anticipación de ideas modernas: «la simiente masculina absorbe en ella la
bién muy antigua y que halló formas diversas en el correr de los siglos. Su femineidad y por su propio poder a la vez contiene en el acto la femineidad y
forma más representativa es aquella que ve precisamente en el hombre el la masculinidad. De modo igual, lo mismo es válido en sentido inverso para la
verdadero microcosmos. Esta es la que anima a las especulaciones de un Pa- simiente femenina» (Conject., lib. II) . Por muy impresionantes que sean estas
racelso en el siglo xvi y de un Roberto Fludd, llamado De Fluctibus, en el palabras, vistas a la luz de concepciones actuales, no ha de olvidarse que in-
siglo xvii. Según las concepciones del Gusano y del Renacimiento entero, la cluso ellas tienen sus antecedentes en la filiación alquímico-pitagórica. Así,
idea microcósmica tiene su aplicación muy particular en la medicina: así el según el ideario neopitagórico, la hominidad perfecta está por encima de la
médico, según Paracelso, al ocuparse del hombre tiene que conocer todas las oposición de hombre y mujer, siendo arrhenothely (varón-mujer) ; en modo
ciencias, aun la astronomía, ya que todas las partes del mundo están concen- similar el opus soñado por el alquimista resultará un filius hermaphroditus.
tradas en el hombre. Esta visión, microcósmica que revivirá en Leibniz, repre- Para terminar esta simple reseña, forzosamente algo superficial, de los prin-
senta una forma más bien particular de algo más amplio que hemos denomina- cipios recónditos que inspiraban al Gusano, recordemos también su notable
do el «pancosmismo» y que parece tener como aquélla, también un origen anticipación del principio de inercia. Por supuesto, el principio mismo no se
caldeo. encuentra ahí sino esbozado (piénsese en De Ludo globo) , pero aún así el
En estrecha relación con la idea del infinito actual se encuentra el princi- Gusano tuvo predecesores, todos ellos de dirección neoplatónica, comenzando
pio de la continuidad, muy característico de la corriente neoplatónica, particu- con Juan Filópono o Gramático, quien fue el primero (en el siglo vi) en atacar
larmente en Jamblico y Proclo: basta pensar en Institutio Theologica del úl- la teoría aristotélica del movimiento de proyectiles2.
timo, la fuente primigenia del famoso Liber de Causis, tan difundido en la
Edad Media. 2 Todavía, uno de los rasgos más notables en el complejo neoplatónico-pitagó-

Por lo que atañe al principio de congruencia entre el reino de lo real y el rico es aquel que se refiere a la prehistoria del principio de inercia, ligada a la
famosa teoría del «ímpetu». Esta teoría fue plasmada ya en los siglos xi y mi por
de lo posible (al que apunta el diálogo del Cusano De Possest) , éste pertenece
los filósofos árabes, antes que esta misma teoría apareciera en el Occidente, pri-
a la misma médula de los sistemas neoplatónicos en sus múltiples formas pan- mero con el franciscano Pedro Olivi, en el siglo xm y, después, en las conocidas
teístas o panteizantes; basta pensar en Spinoza y Leibniz. obras de Alberto de Sajonia y Juan Buridan, en el siglo xtv.
Mucha importancia tiene también la visión compenetrativa de la razón Sea dicho de paso, esta conexión tiene una importancia trascendental para
con la fe, la que caracteriza casi todas las creaciones de la especulación filosó- enjuiciar la célebre teoría del «occamismo, científico, enunciada por el ilustre
fico-religiosa de índole neoplatónica, trátese de San Anselmo con su argumen- Pierre Duhem en sus incomparables obras Le Systeme du Monde y Leonard de
to ontológico de la existencia divina o del Cusano con sus ideas sobre la Trini- Vinci. <‹Hasta hace poco, observa con acierto Aldo Mieli, se saltaba de Filópono
dad en el recinto de la Processio Personarum. a Buridan para encontrar un principio (el de ímpetu) que preludiara a la diná-
Quizás, en ninguna parte es más manifiesta la raigambre neoplatónica de mica de Galileo. Un cuidadoso estudio de Salomon Pines nos muestra cómo ya
en Avicena y en otros filósofos árabes se encuentran los continuadores de Filópono
las ideas del gran cardenal que en su doctrina sobre la coincidencia de con-
en su reacción contra la teoría aristotélica». El trabajo de Pines fue editado junto
trarios (coinciden tia oppositorum), que consideraba como su creación de más
con el de Mieli en 1938 y 1939. Al encontrarse en París, en 1939, con ocasión de
envergadura, concebida como un regalo de Dios durante su travesía por el tener unas clases sobre la base especulativa de la matemática griega, supimos de
Bósforo. La idea misma de la coincidencia de los contrarios pertenece a la las conferencias de Pines, poco antes pronunciadas, por lo cual quisimos averiguar
médula de especulaciones religiosas de carácter místico, particularmente de el grado de verdad de nuestras propias tesis sobre el carácter neoplatónico de la
la llamada «teología negativa». Sería superfluo en este caso destacar la cone- teoría del ímpetus. En efecto, en una conversación que sostuvimos con este distin-
xión de esta concepción del Gusano con el célebre ideario del mismo título que guido orientalista, pudimos averiguar que los filósofos en cuestión fueron todos
integra la obra seudodionisíaca sobre Teología mística. Ahora bien, los escri- de índole neoplatónica, precisamente lo que sosteníamos ya de antemano. Lo men-
tos del Corpus Dionysiacum representan la máxima expresión del neoplato- cionado está en conexión con nuestra tesis referente a lo inadecuado que es la
nismo dentro del pensamiento teológico cristiano, siendo ésta además muy denominación occamismo científico». Este término, como sustentamos ya en nues-
tras clases en Polonia. parece contener un singular error. En efecto, parece indi-
característica de la especulación cristiana oriental. Huelga decir que la coinci-
car que los adelantos científicos, de los «precursores» en el siglo my estaban enrai-
dencia de los contrarios pertenece también a la tradición inmemorable del zados en su adhesión a las concepciones nominalistas del occamismo, mientras
pensamiento hindú: «el Brahman es más pequeño que la semilla de la mos- que —así pensamos desde muchos años— es menester disociar aquel aporte de los
taza, el Brahman es más grande que todos estos mundos ...». Es muy notable «maestros parisienses» de su orientación nominalista que imperaba a nuestro pa-
que el principio de coincidencia de los opuestos conduce al Cusano a sostener recer más bien sólo en el campo de la lógica y discusiones logicales. Probable-
también la coincidencia de los elementos contrarios en el sentido de antagó- mente los maestros parisienses se hicieron precursores de la ciencia galileo-newto-
nicos, como es la simultaneidad de ambos sexos en cada individuo —una genial niana, no por haber sido occamistas, sino a pesar de haberlo sido y como en
De todos modos, la transmisión de la herencia de la Antigüedad postrera sino orientales, particularmente persas, como Avicena, nacido cerca de Bu-
hasta la Edad Media postrera, muy particularmente en lo que atañe a la cien- hara y quien incluso escribió algunos tratados en idioma persa.
cia exacta, tomó más cuerpo gracias al desarrollo de la física y matemática ¿Cuál es el valor del análisis del ideario platónico-pitagórico aquí presen-
árabes —y por algo tiene importancia lo aludido en la nota que antecede. Es tado, tendiente a desbrozar sus elementos y encauzar su trayectoria desde la
sorprendente él parentesco entre las creaciones matemáticas del mundo árabe Antigüedad hasta los fines de la Edad Media? El valor de las observaciones
y las intenciones profundas de la Antigüedad postrera. Tal circunstancia po- anteriores estriba en poner de manifiesto que aquellos elementos integrantes
dría explicarse quizás tomando en consideración la importancia del elemento del ideario en cuestión no son aislables unos de otros. Al contrario, constitu-
oriental en la estructura de la civilización helenística en sus postrimerías. Sea yen un haz de ideas, un complejo que suele repetirse en su totalidad, ya que
como fuere, el rasgo más sobresaliente del pensamiento filosófico-científico de está arraigado en algunas leyes de cierta tectónica metafísica fundamental que
los árabes fue su fuerte tinte neoplatónico-pitagórico-mágico. Desde la famosa hasta el.momento no se había erigido como objeto de una adecuada investiga-
secta de «hermanos de vida pura» de Basra (siglo ix) , un marcado tinte pita- ción filosófica. El complejo mencionado aparece muchas veces como tal —jus-
górico-místico se hace presente en las obras de maestros árabes. A eso se debe tamente por tratarse de un complejo de ideas— lo que no implica necesaria-
la aparición del primer tratado de álgebra —vocablo árabe— obra de Alchwa- mente una influencia directa del ideario: aparece, por ejemplo en la filosofía
rismi; de ahí también el tinte neoplatónico-pitagórico que dio su característica de Leibniz, desde su primera juventud. Por esta razón hemos agrupado, en
a las creaciones de Al Farabi, Avicena y aun Averroes. El aristotelismo del nuestro trabajo La unidad del pensamiento creador en la filosofía de Leibniz
último, a semejanza con el Renacimiento italiano más tarde, tuvo un halo (Varsovia, 1930), cierto haz de rasgos del pensamiento leibniciano bajo la
neoplatónico, y ¿qué hablar de Al Farabi o Avicena? También el otro ingre- denominación de «•omplejo neoplatónico-pitagórico» 3. El complejo es casi
diente del pitagorismo antiguo, es decir su elemento mágico, se nos presenta idéntico al del Gusano, quien hizo, de paso, no pequeños aportes a las Mate-
con una fuerza casi elemental en las obras semicientíficas o puramente litera- máticas, queriendo ilustrar su pensamiento mediante tales consideraciones.
rias de los árabes. Así se comprende que a los elementos vernáculos pitagóricos- Así, su procedimiento geométrico para presentar el proceso de aproximación
neoplatónicos de Italia meridional vinieron a sumarse las influencias arabo- del perímetro de un polígono con número creciente de lados a la longitud
islámicas, profundamente arraigadas en las primeras facultades médicas de de la circunferencia, tiene un valor indiscutible aun desde el punto de vista
Europa, como en Salerno y también Montpellier. Muchos de los rasgos del puramente matemático —lo que tomó en consideración Moritz Cantor en su
Renacimiento italiano venidero se manifiestan ya en el siglo xiii, y entre otros obra fundamental sobre la historia de la matemática. Ahora bien, este último
el sincretismo religioso que reinaba en la corte del famoso Emperador Federi- momento atestigua también la predilección de su autor por el enfoque cognos-
co ti, Hohenstaufen, un italiano meridional más bien que un germánico, quien citivo, dirigido al proceso y el devenir, a diferencia del enfoque del ser y la
reunía a su alrededor a sabios cristianos, musulmanes y judíos, y en cuyo sustancia. Huelga decir que aun este último punto se presenta como un factor
círculo parece haber nacido aquel famoso producto del sincretismo a la par importante del ideario neoplatónico-pitagórico que, unido al heracliteísmo,
que del libre pensamiento, que se intitula De Tribus Inzpostoribus —es decir se expandió en las postrimerías de la Antigüedad para madurar lentamente
«de los tres embusteros», Moisés, Jesucristo y Mahoma. durante el Medioevo y aparecer con más brillo en el Renacimiento,
Con estas observaciones pensábamos subrayar el hecho de que las matemá- El .sentido de lo anteriormente expuesto es obvio. Tomando las teorías de
ticas árabes se movieron en el mismo cauce cavado por las matemáticas de la Cassirer como un punto de partida más bien ocasional o de hecho, hemos tra-
Antigüedad postrera: así el álgebra de Diofanto encontró su continuación tado de presentar el ideario del gran cardenal en función de su filiación neo-
en obras de algebristas árabes; así también los primeros esbozos de trigono- platónica-pitagórica. Lo hemos podido hacer y nos sentimos justificados en
metría encontraron un marcado desarrollo en la creación de la ciencia genio- vista de que Nicolás de Cusa representa el punto focal de la corriente neopla-
métrica, en conexión con los requerimientos de la astronomía esférica. Huelga tónica que vino a presentarse con nuevas fuerzas en vísperas del ocaso de la
decir, que los filósofos y literatos «árabes», en su mayoría, no fueron árabes, Edad Media. Así la misma doctrina del Gusano pudo servir para desentrañar
la recóndita melodía de esta corriente; por otra parte, podemos emprender
a la luz de ésta un análisis de aquélla. Sustentamos esta idea no sólo a pesar de
contraparte y compensación de ello. Así Adam Smith, autor del concepto horno 3En el trabajo mencionado recalcamos la imposibilidad de admitir la casua-
oeconomicus con su orientación egoísta, también es autor de la Teoría de Senti-
lidad de estas coincidencias, lo que habría sido aceptable si los rasgos hubieran
mientos Morales, donde desarrolla la base altruista de la moral. Empero, no es
este el lugar apropiado para fundamentar una tesis que hace del «occamismo sido independientes uno de otro. Esto equivaldría a un grado de probabilidad
medido por uno contra diez millones (suponiendo que la probabilidad de aparecer
científico» un mito, y que contribuiría a deshacer una concepción errónea sobre
de cada uno de los elementos integrantes sea 1/10) .
la posible fecundidad científica del nominalismo.

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haber sido el Gusano superior a sus antecesores, sino más bien por esta misma adecuada —cosa que parece cierta—,, la actividad filosófico-literaria de Hilde-
razón. En efecto, ninguno revive el ideario de la lejana escuela de Alejandría, garde de Bingen y de cuantas fueron continuadoras de sus inspiraciones no
junto con todos sus afluentes orientales, con tanta plenitud y originalidad dejará de ser un hecho significativo. Involuntariamente pensamos en este mo-
como él: al conocer mejor la doctrina del Gusano penetramos mejor en el idea- mento en el famoso relato de Tácito (Germania, c. vil') que nos dice: «Ellos
rio de la herencia neoplatónico-pitagórica, y al conocer mejor esta última, cono- (los germanos) piensan que en sus mujeres hay algo sagrado y profético, de
cemos mejor la doctrina del Gusano. Ningún mortal es capaz de crear ex nihilo, modo que no desprecian sus consejos ni pasan por alto sus respuestas. Hemos
empero un espíritu superior puede reunir en un solo haz lo que muchas veces visto en tiempos del divino Vespasiano, a Veleda, considerada largos años por
se presenta como membra-disjecta de un conjunto, y aun darle más brillo, muchos de ellos como un ser sobrenatural, y antiguamente también han vene-
como en el caso del Gusano, gracias a su especial talento para las matemáticas. rado a Albrina y a muchas otras ...». Por cierto, también entre los griegos
De ahí, y particularmente de su predilección para las investigaciones infini- fue una mujer quien tuvo a su cargo expresar el oráculo de Delfos y en el
tesimales, arraiga su concepción general del conocimiento como un proceso Antiguo Testamento encontramos una figura característica en la profetisa
infinito de aproximación, concepto hondo y fecundo. Sin embargo, aunque Débora; no obstante, no podemos abstenernos de la impresión de que fue
esta concepción del Gusano es algo que le es propio y constituye un enrique- precisamente la mujer la portadora más genuina del fondo irracional del
cimiento del ideario por él heredado, no tuvo repercusión, ni en Italia, ni espíritu germano.
en otros países; en efecto, debió esperarse a Leibniz para presenciar la con- Empero —y aun con todo esto— la raigambre del ideario del cardenal acusa
tinuación de estas valiosas concepciones. elementos ajenos a la filiación germánica y la influencia directa de cierto
Con todo esto, el problema de las relaciones entre el Gusano y el ideario escritor románico. Se trata del famoso mallorquino Ramón Lull, autor de
neoplatónico-pitagórico no está todavía solucionado. En efecto, no se puede Ars Magna, que tanto elogio mereció por parte de Leibniz y a quien la Esco-
negar el profundo parentesco que une al gran cardenal con algunas persona- lástica dio el título honorífico de Doctor illuminatus. En efecto, ya desde las
lidades sobresalientes de la mística alemana de fines de la Edad Media. En investigaciones de Denifle, pero particularmente según las más recientes del
este sentido, llaman la atención las creaciones de todo una legión de religiosas, P. Colomer (Nicolás de Cusa y Ramón Lull), el Gusano debe mucho a este
poetisas de honda inspiración mística y pensadoras a la vez, como Santa Hilde- poeta místico y a la vez, filósofo especulativo-matemático. El hecho definitiva-
garda de Bingen, Matilde de Magdeburgo y Matilde de Hackeborn. Por su- mente establecido de que muchas obras de Lull hubiesen formado parte de la
puesto, Nicolás de Cusa es también un heredero de este linaje, pero lo es sólo biblioteca del cardenal y aun, la existencia de los excepta de ellas, habla en
en parte: es que Hildegarda de Bingen (murió en 1178) , aunque canonizada, favor de una influencia directa, particularmente en lo que atañe al método
ostenta una visión auténticamente gnóstica. Esto lo destaca con acierto Hans mismo de la Docta Ignorancia y a ciertas peculiaridades de sus doctrinas teo-
Leisegang en su hermoso libro La Gnosis. Allí se describe la línea recta que va lógicas. Empero, aun estas dependencias no debilitan la médula neoplatónico-
de Hildegarda al Maestro Eckhart —un gnóstico también— y que sólo en pitagórica de su especulación, pues incluso la obra de Lull presenta en muchos
parte llega a Nicolás, quien, aunque haya sido influenciado por Eckhart, no aspectos el desarrollo de algunos tópicos fundamentales de aquella corriente
identificaba sin más su posición con la del maestro. Lo que interviene en el milenaria.
problema, es, por un lado, cierto parentesco entre el gnosticismo y el neopla- Hemos llegado aquí al núcleo del problema. Por cierto, el cardenal Nico-
tonismo (que no excluye, como sea en las Enea das de Plotino, un posible lás Chryfs (Krebs) fue un pensador alemán, hecho que él mismo subraya en
antagonismo entre los dos) , y, por otra parte, la cuestión de cierta disposición la dedicatoria de su Docta Ignorantia, dirigida a un cardenal italiano; sin
gnóstica en toda una legión de pensadores alemanes, disposición que puede
embargo, el acervo de ideas neoplatónicas fue un bien común de países eu-
haya sido primigenia, ya que reaparece de un modo manifiesto en hombres
ropeos, aunque, quizás en conformidad con las disposiciones anímicas de los
representativos como Boehme, Schelling o Goethe; ausente, no obstante, en
germánicos, aquellas ideas cundieron más hondamente en Alemania que, por
muchos otros. De todos modos, aquella disposición no es muy notable en el
ejemplo, en Francia, España o Inglaterra. Con todo ¿excluye esta circunstancia
Cusano, abstracción hecha de las hondas raíces que subyacen en su principio
el hecho de que haya sido Italia el punto de propagación de esta corriente
de coincidencia de los opuestos.
por Europa entera? Por supuesto, hubo influencias recíprocas, y esto en dife-
Obviamente, la disposición gnóstica en el genio germánico está vinculada al
rentes planos. Así, los historiadores de habla inglesa (por ejemplo Burtt) no
«motivo dualista, que tanta importancia tiene en su historia», como muchos
investigadores lo han, subrayado (por ejemplo Spenlé) . En este sentido mere- tardaron en descubrir que las ideas de los «maestros parisienses», anteriormente
cen atención las creaciones de las pensadoras y poetisas religiosas anterior- mencionados, con su «occarnismo científico» tuvieron como predecesores a
mente mencionadas, cuyo tinte gnóstico es indudable. Si el elemento irracio- algunos escolásticos de Oxford (Merton College) ; empero, otras investigacio-
nal encuentra más bien en la mujer antes que en el hombre su expresión nes han podido establecer que estas últimas fueron a su vez una continuación

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en Inglaterra de las ideas profundas e interesantísimas de la Escuela de Char- do que concentrar la especulación renacentista en la figura del gran cardenal
tres, escuela como se sabe, de hondo sello neoplatónico. podría admitirse sólo si nos lo representamos como su «hombre representa-
En resumidas cuentas, podemos dejar como acertada nuestra tesis, según tivo», pero en ningún caso como fuente de dicha especulación en el sentido de
la cual la herencia neoplatónico-pitagórica de la Edad Media, se refleja en la su fuerza formadora. Menos aun podría atribuirse una influencia formadora
creación del gran cardenal y a la vez es esta última la máxima expresión de respecto del Renacimiento y de los siglos postrenacentistas a Meister Eckhart,
aquélla. como lo admiten algunos investigadores, entre ellos Heimsoeth y Dempf. Por
supuesto, Eckhart tuvo gran influencia sobre el Cusano (como la tuvo también
EL PROBLEMA DE UNA INFLUENCIA DIRECTA DEL CUSANO SOBRE EL RENACIMIENTO el mallorquino Lull) , empero existen rasgos suyos que lo distinguen del Cusano
ITALIANO y constituyen más bien una nota privativa, irreductible al simple ideario
neoplatónico: esta nota, como ya sabemos, pertenece al ideario gnóstico. La-
Pasemos ahora al segundo tópico de nuestras investigaciones. Preguntamos:
mentamos vivamente que este tópico sumamente interesante y de gran enver-
¿en qué grado el pensamiento del Cusano puede ser considerado como fuente
gadura no fuese tomado en debida consideración ni por los historiadores ale-
directa de la especulación renacentista italiana, fuente que habría hecho re-
manes o extranjeros. Desgraciadamente, no lo tuvieron en cuenta ni Spenlé
vivir lo que ya llevaba en sus entrañas? A este respecto recordamos que la pu-
ni Bréhier en sus respectivas historias del pensamiento alemán. En este caso,
blicación de las obras del cardenal se verifica en el año 1488. Antes de eso,
como en algunos otros, hay grandes lagunas en la investigación del pasado,
en 1473, Ficino ya había elaborado sus dos obras fundamentales, Theologia
lagunas que debieron ser hace tiempo colmadas, pues lo más importante queda
Platónica y De Christiana Religione; ahora, es más que improbable que hayan
siempre por hacer ... Huelga decir que aquel toque gnóstico no se presenta
podido llegar a sus manos las obras aun inéditas del Cusano, pues Ficino no lo
como factor importante ni en la especulación renacentista ni tampoco en la
menciona sino una sola vez en una de sus epístolas, y aun con el nombre
moderna, sea italiana, francesa o inglesa, y eso mismo prejuzga sobre la tesis
desfigurado (Nicolai Caisii) , como lo reconoce el mismo Cassirer. Por otra
de una influencia formadora especialmente nórdica en el pensamiento rena-
parte, en una carta a Martino Uranio, hacia 1489, ya poco tiempo antes de
centista y moderno europeo. Y por lo que atañe al segundo tópico —la influen-
su muerte, le dice que su fria filosofía no termina con los neoplatónicos, sino
cia del Cusano en el Renacimiento italiano— creemos haber demostrado que
que sigue una línea ininterrumpida desde el Areopagita hasta el Cusano, alu- ésta no se extiende al Quattrocento, y que sólo el siglo xvi evidencia el poder
diendo esta segunda vez (no mencionada por Cassirer) , obviamente, a las directo de aquella influencia (además de Italia, también en Francia con Bo-
fuentes de inspiración común que ambos pudieron haber tenido. Nótese ade- villo) , otra vez en desacuerdo con las tesis de Cassirer.
más que esta carta pertenece al año 1489, cuando Ficino ya había publicado
la mayor parte de sus obras. Cabe agregar que si Ficino menciona por esta
época (pocos años antes de morir) al Cusano, es de presumir que por esos En párrafos anteriores nos hemos detenido en la identidad de toda una serie
años ya lo había conocido, aunque este conocimiento quedó para siempre de momentos básicos entre la herencia neoplatónico-pitagórica y el ideario del
en su dominio privado. Cusano. En efecto, en la especulación de los hombres más representativos del
En lo que se refiere a Pico della Mirandola, el segundo filósofo de la pensamiento italiano renacentista del Quattrocento se reencuentran aquellos
Academia, es obvio que no lo conoció, pues en 1486 le comunica por carta rasgos que animaban al Cusano. Así, para Pico della Mirandola el amor infini-
a un amigo su deseo de viajar a Alemania para poder estudiar la obra del to es riqueza y carencia, al mismo tiempo. Por eso funda la realidad vivida en
Cusano Este hecho confirma nuestra tesis de que el conocimiento que del una sed que es impulso de amor unitivo hacia Dios, y que sólo en la muerte
cardenal se pudiese tener en aquel tiempo era sólo de oídas o por ligeras alcanza su objeto. Notemos que, a consecuencia del fundamental parentesco
entre Romanticismo y Renacimiento, esta última aserción del joven Príncipe
referencias indirectas. Probablemente la dirección del pensamiento de Cassirer
le haya dificultado encontrar y reconocer los datos anteriormente citados, y de la Concordia se repite de manera elocuente en la famosa sentencia de los
románticos alemanes: stirb und werde (Muere y se lo que eres) . El amor es
quizás de ahí hayan surgido algunas inexactitudes que en un autor de tan
infinito y también infinito es el Universo, pues —así pensamos nosotros mis-
gran esmero y penetración no dejan de llamar la atención. Nos referimos a
mos— el verdadero trasfondo de la concepción del Universo infinito no es
la poesía, citada por Cassirer en apoyo de su interpretación de la filosofía
otro sino la vivencia del amor infinito. ¿Y Marsilio Ficino? Según él, la ver-
bruniana4, y que, perteneciendo a Tansillo, atribuye al Nolano.
dad es en Dios la Luz divina, y ésta misma Luz divina es idéntica con la
¿Cuáles son las conclusiones que se desprenden de las observaciones anteriores? bondad y verdad de Dios. El hombre, para llegar a Dios, necesita del amor y
Por lo que se refiere al primero de los dos tópicos planteados, hemos encontra- éste, al que tienden todas las cosas, viene de la luz de Dios. El nexo luz-vida es
idéntico con el nexo verdad-amor, y el deseo amoroso dirigido a Dios está
A raíz de la idea de autoconsciencia como causa de toda cosmovisión.
4 movido por su belleza. Para no alargar estas comparaciones, recordemos so-

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lamente al tercer creador del Renacimiento y el más grande de todos —Leo-
máticos en magnitudes espaciales continuas y cantidades numéricas discretas
nardo da Vinci— con su importantísima tesis sobre el fondo espiritual de todo (en la cual tanto insistió el mismo Aristóteles con motivo de recalcar la irre-
movimiento físico.
ductibilidad entre lo inconmensurable o irracional y lo conmensurable o
Al resumir las ideas anteriormente desarrolladas diremos que todas ellas racional) , viene a ser superada en aquellas obras. Con esto se produce un
tienen por sustrato: primeramente, la visión estética, espiritual y vitalista del cambio fundamental en la comprensión de la naturaleza del número, el cual,
mundo —esencialmente pitagórica—; segundo, la idea de Eros como elemento en vez de presentarse como una composición de unidades —el número griego
básico de la existencia y medio para alcanzar a la divinidad; tercero, el infi- fue en rigor siempre un número entero— se convirtió en el «flujo de la can-
nito amor que es al mismo tiempo la raíz de donde brota lo infinito del tidad numérica, la cual parte de la unidad en su camino hacia el infinito y
mundo; cuarto, la fundamental equiparación luz = vida = amor, que re- regresa a la unidad», que tal es la sentencia de Teón y de Nicómaco. Así el
cuerda el famoso trinomio de tres L: «Licht Leben Liebe» que tanto encan-
número ya no es un ente estático, es más bien un proceso que viene a colmar
taba a los románticos alemanes.
los intervalos entre los números enteros y de una manera continua, abarcando
tanto el número racional como el irracional. Nace, entonces, un nuevo con-
Al tenor de lo anterior creemos haber establecido sin lugar a dudas el carácter cepto del número-proceso, lo que hemos llamado en un tiempo la «fluidifi-
vernacular de la especulación renacentista italiana —y ésta ha sido nuestra cación del número» —concepción nueva que no tuvimos la oportunidad de
tarea de mayor importancia. Pero con ello no nos podemos dar por satisfechos. desarrollar en un trabajo especial. El concepto de «fluidificación del número»
Quizás una consideración más a fondo nos podría ayudar a reconstruir los representa, en verdad, la última síntesis del pensamiento pitagórico que es-
eslabones que unen aquella espiritualidad renacentista con sus múltiples an- taba desde sus principios anhelando sacar toda la existencia del número. Este
tecedentes en la herencia cultural de Italia del Sur —reconstrucción que ha- intento estaba destinado a un continuo fracaso mientras se mantenía aquella
bría robustecido las tesis caras a Gebhart, autor de Italie mystique; así llega-
división clásica en dos grupos de entes matemáticos. Sólo con el advenimiento
ría a cobrar todo su peso la estrecha conexión entre aquella especulación
de la «fluidificación del número» se efectuó finalmente la síntesis, tantos
renacentista de índole neoplatónica y las corrientes de las postrimerías de
siglos anhelada por los pitagóricos. ¿Cuál fue, a todo esto el terreno predi-
la antigüedad que hubieron de encontrar un suelo particularmente propicio
para su supervivencia en la herencia espiritual de Italia meridional, la an- lecto y vernáculo de la filosofía pitagórica? Fue, y todos lo sabemos, el Sur
tigua Magna Grecia. de Italia, la Magna Grecia, donde, como lo decía ya Diógenes Laercio, impe-
raba ya la Filosofía Italiké, tan diferente de otras. No vamos a extrañarnos
Aquí parece verificarse la misteriosa unión entre ocaso y amanecer, entre
si los filósofos más representativos del Renacimiento italiano, fueron meridio-
el morir y el renacer. ¿Es siempre una decadencia la época postrera de la
vida? ¿Fue, una decadencia la vida espiritual de la antigüedad muriente? nales, para no mencionar sino a Giordano Bruno, el Nolano, o Tomás Cam-
Por supuesto, se acostumbra llamarla «época decadente», pero nada más falso panella, un calabrés, o también el célebre abate Joaquín del Fiore, de Cala-
que eso. Aún admitiendo que en el dominio del arte y la literatura presen- bria (muerto en 1202) , gran inspirador del movimiento de los «espirituales»
ciamos aquí, con el neoaticismo y algunas corrientes congéneres, una especie —de los cuales derivan los franciscanos— y predecesor notable del Renaci-
de osificación y por lo tanto de decadencia, no podemos decir lo mismo de la miento. Más aun. El clima espiritual del neoplatonismo italiano se ve muy
creación filosófica y científica de aquel período. Decimos «científicas», pues poco mezclado con elementos gnósticos que tanta importancia han tenido en
en este terreno que suele considerarse como el símbolo de madurez y serenidad el pensamiento de Meister Eckhart. Este elemento gnóstico, por cierto no
espiritual, presenciamos un realce notable de la creación matemática, que en- estuvo ausente por completo del clima espiritual de Italia, como tampoco estu-
cuentra su realización tanto de modo, directo en una ciencia explícita, como vo ajeno al clima espiritual de Francia o España (recordemos la notable in-
también, de un modo indirecto, en algo que podría llamarse «ciencia implí- vestigación de Menéndez y Pelayo sobre los heterodoxos españoles) . ¿Cómo
cita». Al primer sector pertenece ante todo la creación del álgebra por. Dio-. no recordar también las herejías de los cátaros en muchos países de Europa
fanto de. Alejandría;, al segundo, más bien mezclado con el• primero, perte- y, particularmente de los albigenses, sus congéneres en Francia, todas here-
necen las obras de Teón de Smirna, Nicómaco de Gerasa, Jámblico y Prodo, jías de índole gnóstico-maniquea? Con todo eso, el elemento gnóstico no
donde- vienen a ser formuladas algunas grandes anticipaciones de la mate-, puede considerarse sino de importancia secundaria en el resto de Europa
mática y aun física modernas, pocas veces tomadas en consideración por los —salvo en los países de área de cultura bizantina como Bulgaria y Rusia—,
historiadores de la ciencia. -Así, la tajante división, clásica de los entes mate.' con los Bogomilos, donde este elemento se constituyó en uno de los factores
esenciales de la cultura común ya desde el siglo x. No así en Alemania, donde
5En la ponencia sobre Los fundamentos especulativos de la matemática griega, el elemento gnóstico, sin alcanzar la importancia que tenía en los, países
leída en el Congreso de Filosofía Científica, en París, 1935.
cristiano-bizantinos adquirió una influencia mayor que en el resto de Europa
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occidental, para convertirse —ya lo hemos dicho— en lo que podríamos de- de una poderosísima corriente del pensamiento moderno, «empirismo lógico»
nominar «un toque gnóstico».
que, con su actitud antiontológica en la matemática, es profundamente contra-
ria a la actitud pitagórica y a la tradición milenaria del pitagorismo. En ver-
Parece que un lazo estrecho une a la antigüedad en su etapa de agonía y aI dad, la curva de la trayectoria histórica de la matemática antigua tuvo dos
Renacimiento. Por supuesto, debe existir cierto fundamento profundo para períodos de plenitud: uno, en el siglo ni a. C.; y el otro, que pasa casi siempre
que Jacobo Burckhardt, el eminente historiador del ocaso de la antigüedad inadvertido, en el siglo ry d. C.
(Das Zeitalter Konstantin des Grossen) se volviera el gran plasmador y. con-
cretizador de la idea del Renacimiento. Manifiestamente, es la fe en los va-
2. RAÍCES PROVENZALES DEL SENTIMIENTO VITAL PROPIO DEL
lores positivos del Renacimiento que está detrás de otra concepción, la de
RENACIMIENTO ITALIANO
los valores imperecederos de la antigüedad muriente. Ya es hora de rehabilitar
aquella época tantas veces menospreciada y rebajada bajo el imperio de un
concepto histórico viciado. En efecto, ella no solamente dio al mundo la Nos hemos ocupado hasta ahora del carácter y del origen de la filosofía re-
nueva religión —la religión universal— sino también, por muy improbable nacentista italiana, pues el pensamiento renacentista y su enlace con la es-
que esto parezca, dio un impulso duradero a la ciencia exacta, como lo hemos peculación moderna constituye uno de los tópicos principales de nuestra
mencionado ya anteriormente. Que los principios de inercia y de conservación investigación. Sin embargo, no quisiéramos pasar por alto, aunque sea sólo
de la energía también se deban en sus rudimentos a ese período, no se puede en líneas generales, una cuestión importante que no puede ser ajena a la
establecer aquí, con la documentación adecuadas. tarea que nos hemos propuesto. Se trata de los estrechos lazos que unen el
Uno de los más curiosos ejemplos de aquella actitud ultrapositivista, lo movimiento renacentista con la civilización provenzal de los siglos xr-xn y
constituye la obra de S. Rodier, insigne profesor de filosofía en la Sorbona. XIII, aunque en este último siglo esta civilización sufrió un cambio muy pro-
a principios de este siglo. Se trata de sus Essais sur la philosophie anclen ne fundo a consecuencia de las cruzadas contra los albigenses. Esto significó
et moderne, en dos volúmenes. Al fin del primer volumen, dedicado a la filo- para ella un golpe del cual nunca pudo recuperarse y que al mismo tiempo
sofía antigua, tenemos un estudio sobre Plotino, a quien ve el autor a la luz limitó el' campo de sus influencias directas.
de la plena decadencia de la antigüedad, haciéndolo aparecer no sólo como
Hablando de la civilización provenzal nos referimos no sólo a la cultura
místico sino también como ocultista: en efecto, el autor parece acumular sobre
provenzal de Francia meridional —de todas las tierras donde se hablaba la
la cabeza de Plotino muchas desviaciones mágicas que caracterizaron más tarde
a los continuadores de la Escuela Alejandrina como Jámblico y Proclo. Em- lengua de oc, esto es, al sur del río Loira— sino que a algo más amplio aún.
pero, todo cambia 'cuando leemos un interesantísimo estudio en el texto del' Fijémonos ante todo en un hecho muy notable y significativo: se trata de
segundo volumen, intitulado Sur l'une des sources de la philosophie leibni- la similitud y homogeneidad básica de las hablas de Francia meridional, de
cienne. Plotino, místico y supersticioso, se torna ahora en el inspirador de la España oriental, particularmente Cataluña, y de Italia septentrional. Nuestra
filosofía del gran creador matemático, y no necesitamos decirlo, nos topamos noción más amplia de lo provenzal está basada en tal similitud de hablas.
aquí con una profunda admiración, tan profunda como profundo fuera aquel El renacimiento del provenzalismo francés, especialmente en Mistral, dio
menosprecio. Seguramente las proyecciones matemáticas del plotinismo —que lugar al movimiento de los «felibres», encaminado no sólo al cultivo del habla
el autor parece no haber tenido en su mente cuando escribió el primer vo- popular del Mediodía francés, sino aun destinado a expandirse —al menos
lumen— produjeron el milagro. Sin embargo, la conexión entre los dos do- en algunos de sus representantes que no tardaban en encontrar un eco favo-
minios opuestos entre sí en la mente de Rodier es obvia. Huelga decir que rable (así nos aseguraban) más allá de los Alpes y los Pirineos y a crear un
aun en las obras recientes, como por ejemplo, la. de un eminente historiador acercamiento y hasta la unión de aquellas tres partes, geográficamente sepa-
de la filosofía, como lo es Maurice de Gandillac, las proyecciones del .ploti- radas, con el fin de formar un «imperio latino». Este imperio debería con-
nismo en el campo de la ciencia exacta están lejos de ser justipreciadas (La vertirse en el núcleo verdadero del conjunto de los tres pueblos-hermanos,
Sagesse de Plotin, p. 198) . Nos damos cuenta que estas líneas van en contra al cual las restantes partes de Francia, España e Italia tendrían que unirse a
°Esta verdad sólo podría ser mostrada en una obra dedicada a la historia filo- título federativo... Con todo, las fantasías de los felibres no estaban desvincu-
sófica de la ciencia exacta, obra que esperamos editar en breve como una amplia- ladas de la realidad histórica: en efecto, la civilización provenzal alcanzó en
ción de los tópicos fundamentales de nuestro escrito Saber y Dialéctica, publicado los siglos xr, xii y hasta XIII una floración brillante, cortada violentamente
hace pocos años. Nos damos perfecta cuenta de lo inverosímil que parecen las por las cruzadas contra los albigenses. Según ciertas teorías bastante en boga
conexiones aludidas, inverosímil precisamente a causa del repudio tan a menudo en Francia, el Renacimiento italiano se debe en parte a la reacción italiana
profesado contra cualquier asociación entre 'misticismo' y conocimiento científico, contra la preponderancia de aquella civilización provenzal en vías de expan-
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dirse. Sin embargo, podría también proponerse otra concepción a cuyo esbozo Europa en vías de cultura, fue aniquilada, y el honor del Renacimiento pasó
pasaremos ahora. de Provenza a Italia»?.
En vista de la unidad de habla entre los habitantes de Francia meridional, La opinión anteriormente mencionada del historiador Lea no es aislada,
España oriental y nororiental e Italia noroccidental, es comprensible que ya que muchos investigadores de aquella época concuerdan con ella en sus
cierta comunión de ideas y costumbres haya existido en toda la extensión líneas generales; sin embargo, nos parece necesario precisar con más exac-
de esas tierras. Empero, dentro de esta comunidad lingüístico-espiritual, pre- titud la idea de la extinción de la civilización y 'literatura provenzales y de
cisamente la parte francesa tenía una fisonomía más marcada y también el su sustitución por la italiana. La opinión de Lea y otros historiadores se re-
desarrollo cultural más floreciente. Como se sabe, son los trovadores sus prin- fiere manifiestamente al terreno de la creación literaria, y en este sentido
cipales representantes; ellos han influido tanto en los trouvéres de Francia es tarea de filólogos e historiadores de la literatura establecer los nexos his-
del Norte, como también en los minnesinger alemanes, hasta los bardos ir- tóricos, y también las diferencias, entre la poesía cantada de los trovadores
landeses e ingleses. El vasto alcance de la influencia de la poesía provenzal provenzales y la naciente literatura italiana con su dolce stil nuovo. Las citas
se refleja en el simple hecho de que el mismo Federico Barbarossa, famoso anteriores se referían también, y ante todo, a la literatura. A este sector corres-
emperador germánico, componía canciones en provenzal. Es impresionante ponde investigar las diferencias entre el tipo de canción amorosa de los tro-
también el parentesco de los que fueron los anunciadores de la poesía re- vadores y la poesía amorosa sublimada de Dante y Petrarca, todo lo cual no
nacentista italiana con el espíritu de la poesía provenzal. Por no citar más pertenece a nuestro tema. Lo que nos interesa, en cambio, es el hombre pro-
que algunos hechos significativos que demuestran el parentesco entre Italia venzal y el hombre renacentista, precisamente por lo que atañe a su tono
del Norte y las tierras provenzales, recordemos que Italia septentrional no vital. Si una de las características del Renacimiento en comparación con el
medioevo es la diferenda del así llamado tono vital, esta característica se
formaba, para los antiguos romanos, parte de Italia, sino que se llamaba
aplica de un modo eminente también a las costumbres y la tonalidad vital de
Gallia Cisalpina o Citerior, mientras que la Provenza (del latino «provincia»)
la Provenza. Puede conjeturarse —y muchos son los índices que corroboran
pertenecía a la Gallia Transalpina. Es notable que el gran reformador del
esta tesis— que una de las causas de la enemistad que alentaban los habitantes
sentimiento religioso medioeval y cantor inspirado de la belleza natural. San del Norte de Francia respecto de los del Sur, consistía en la nítida oposición
Francisco de Asís, fuera hijo de francesa provenzal y hablara este idioma. entre ellos por todo lo que atañe a las usanzas y al modo de vivir y aun al de
Todos saben que Dante, antes de escribir en toscano La Divina Comedia, vestirse. Esta animosidad se remonta a tiempos muy anteriores a las cruzadas
fue un poeta provenzal y que, según algunos datos no plenamente comproba- de los albigenses. Nos parecieron muy significativas las observaciones corres-
dos, pensó escribir su gran obra en el idioma provenzal. El mismo Petrarca, pondientes que hace el famoso historiador francés Victor Duruy en su difun-
«primer hombre renacentista», vivió largo tiempo en la ciudad provenzal de dida y antaño leidísima obra sobre la historia de Francia. Ellas se refieren a
Avignon, donde conoció a Laura, inmortalizada en sus versos; y por lo que la reina Constancia, esposa de Roberto y nuera de Hugo Capeto, fundador
atañe• a la tercera de las grandes figuras italianas del siglo xiv, Giovanni de la dinastía milenaria francesa. Esta reina fue hija del conde de Tolosa y trajo
Boccacio, éste nació en París y fue hijo de francesa. Hasta bien entrado el consigo muchos trovadores y otra gente del Sur, quienes, dice Duruy, choca-
siglo xiv, casi en toda Italia, y no sólo en el noroeste, se cantaba y se escribía ban mucho a los franceses del Norte por su lujo, su elegancia y costumbres
en provenzal. Sea dicho de paso, la misma poesía provenzal estuvo influida livianas. Duruy cita a un contemporáneo, Raúl Glaver, que se queja de
por la poesía hispano-árabe, la cual no estaba exenta de los motivos de amor «haber sido Francia inundada por la gente más vana y liviana entre todos
caballeresco de los trovadores. Empero, eso no es un tema que interese aquí, los hombres. Sus trajes y sus mismas cabelleras mostraban la depravación de
pues no se trata de remontarse a los orígenes lejanos de la literatura rena- sus almas, que han corrompido la nación francesa, antaño tan decente y la
centista italiana sino a sus orígenes inmediatos. En este sentido tanto Dante han precipitado en toda suerte de vicios y maldades»8. En efecto, se puede
como Petrarca se consideraban ellos mismos deudores de la poesía provenzal; decir que en medio de la civilización generalmente austera del Medioevo, en
y es idéntico el juicio del famoso cardenal Bembo, también poeta lírico del
siglo xvi, que atestigua esta derivación de la poesía italiana en su escrito Los hechos de importancia, aquí citados, los obtuvimos de segunda mano,
della volgare lingua. Y hasta qué grado esta filiación histórica francesa (en el pues no nos fue posible investigar en las fuentes misma todas las conexiones arriba
sentido amplio) es indudable, lo demuestra también el hecho de que el mismo mencionadas. Empero, los datos anteriores nos parecen suficientes para conjeturar
maestro de Dante, Brunetto Latini, escribiera en francés: Parce que la parlure sobre la derivación de algunos rasgos básicos del Renacimiento italiano.•
8 Abrégé de l'historie de France, tomo 1. p. 238. El autor se refiere al contraste
de France est plus commune de toutes gens. Se comprende pues el juicio de un entre el peinado corto heredado de los romanos y la larga cabellera de los fran-
historiador inglés, H. C. Lea: «una civilización precoz que pudo conducir a ceses del Norte a la usanza germana.

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la. Provenza francesa se desarrolló, por decirlo así, un nuevo tipo de sensibi- secundario, pensamos que se debe recalcar la continuidad de tono vital entre
lidad y conducta humanas que, gracias a la importancia política y comercial el Languedoc y el Renacimiento italiano, facilitada por el común sustrato
de Aquitania o Languedoc, adquirió una posibilidad de irradiación hacia étnico-lingüístico provenzal. Naturalmente, podría preguntarse por qué, en
los países colindantes: España nororiental e Italia noroccidental, provenzales vista de este común sustrato, el Renacimiento no se desarrolló en Cataluña u
en el sentido amplio del vocablo. Por lo tanto, nos permitimos enunciar una otras tierras vecinas, cuyo parentesco con la Provenza era aún más estrecholo.
hipótesis, según la cual uno de los componentes básicos del Renacimiento Es posible que el predominio que le cupo tener a Italia, se haya debido
italiano, que es su tono vital terrenal, se debe a la irradiación provenzal. a cierta superioridad del elemento italiano por la hondura de su herencia
Esta tesis apunta no tanto a la alternancia entre lo provenzal y lo italiano, espiritual y que sabía maridar la poesía con la ciencia y la filosofía. Por
es decir, a la sustitución del primer elemento por el segundo —opinión muy cierto, incluso los trovadores daban a sus canciones el nombre de «gaya cien-
difundida— sino más bien a la continuación por el elemento italiano del cia», empero el afán científico-filosófico no tenía el mismo nivel entre los ara-
tono vital provenzal. Las investigaciones, conducidas con todo el esmero y goneses. Hemos anteriormente subrayado el hecho, tan característico del Rena-
el acopio de detalles que son indispensables, han podido establecer las se- cimiento, de que sus grandes representantes fueron al mismo tiempo sabios
cuencias en el tipo de creaciones poéticas que van desde la poesía cantada y artistas. Este rasgo se encuentra ya en Dante. El genial autor de La Divina
de los trovadores provenzales hasta la obra poética de Dante y Petrarca, y Comedia pensó alguna vez dedicarse más bien a la filosofía en detrimento de
han verificado la estricta dependencia de ella respecto a la primera. La misma su poesía. Entre las ciencias que cultivaba, fue la astronomía su predilec-
expresión Dolce stil nuovo que surgió en el círculo literario de poetas tosca- ción, y sólo gracias a la unión de tantos elementos heteróclitos la obra
nos agrupados en torno a Guido Gavalcanti es el testimonio más elocuente dantesca ascendió cumbres inaccesibles a los poetas «españoles» o «franceses-
de su dependencia frente a los provenzales: esta expresión viene de Montan- provenzales». Lo mismo, aunque en menor grado, puede decirse de Petrarca.
hagol, gran representante de la poesía provenzal, ya cambiada profundamente
a consecuencia de las metamorfosis producidas por las cruzadas contra los Concluimos nuestra hipótesis' con la idea de que la componente del Renaci-
albigenses. Por muy significativos que hayan podido ser los cambios en el miento italiano, en lo que se refiere al tono vital afirmativo, representa la
carácter erótico, crudamente sensual, de las creaciones de los trovadores hacia continuación de la tonalidad vital provenzal, mientras que el pensamiento
una poesía sublime de Montanhagol, que pasó a ser modelo para Dante y filosófico renacentista italiano de los siglos xv-xvi se debe —como ya hemos
Petrarca, no cabe duda de que el elemento provenzal seguía representando en visto— a la continuación del patrimonio espiritual neoplatónico-pitagórico,
medio de la Europa medioeval, dominada por la enseñanza austera de la alimentado desde siempre por el clima cultural de Italia Meridional.
Iglesia, un oasis de la vida terrenal y tenía que expresarse en reacciones violen-
tas contra los poderes políticos y económicos eclesiásticos. Un espíritu de in-
dependencia frente a Roma se exteriorizaba tanto en las costumbres muy
libres del ambiente social del Sur, como también en las concepciones terre-
nales sobre la vida humana, por un lado, y las ideas religiosas de tinte indivi-
dualista, empapadas del gnoseomaniqueísmo, por otro. Así sólo podrá com-
prenderse el hecho de que la célebre protectora de trovadores, Alienor de
Aquitania, haya podido dirigir una misiva al Papa, concebida en estas palabras
descomunales: «yo, Alienor, por cólera de Dios, reina de los ingleses...» 9.
Si la mundaneidad y la visión afirmativa de la vida terrenal pertenecen a la
médula del Renacimiento italiano, con su subido tono vital, esta circunstancia
se manifiesta en toda la extensión de la civilización provenzal de los siglos xi y
xii. Al lado de importantes nexos en las formas de creación literaria, subrayados
por muchísimos autores y que representan para nosotros un interés más bien

°Debemos estos detalles sobre la interesante figura de Alienor (posteriormente


esposa del Rey de Francia Luis VII, que se divorció más tarde de ella) a la es-
pléndida obra de Bruffault Los trovadores y el sentimiento romanesco, obra que 1°E1 reino de Aragón se extendía al norte de los Pirineos, abarcando en un
representa la cumbre de erudición en los más diversos terrenos de la historia y tiempo incluso el condado de Tolosa cuyos habitantes mostraban un fuerte sen-
filología, acompañada además por un espíritu benévolo y ponderado. timiento de solidaridad étnico-lingüística.
Capítulo sexto aquel reino es sin más el reino del espíritu. Por supuesto, Platón, en algu-
nos de sus diálogos, particularmente en aquellos de índole órfico-pitagórica,
habla el lenguaje del místico espiritualista, cuando equipara el cuerpo a la
tumba (soma-sema) y cuando predica la necesidad de la «fuga del hombre
desde aquí hasta allá».
NUEVO PANORAMA HISTORICO DE LA FILOSOFIA MODER- Para que el idealismo clásico llegara a transformarse en un espiritualis-
mo, fue necesario un largo proceso de desconcretización corpórea, acompa-
NA Y PRESENCIA DEL PENSAMIENTO RENACENTISTA ñado por la creciente contraposición de alma y cuerpo. En verdad, ni esta
última aserción es exacta, pues el anterior concepto de alma sufrió una me-
ITALIANO EN SU DECURSO tamorfosis sui generis. Nada ilustra mejor este proceso que las peculiaridades
del concepto del ánima (psique) como forma o «la primera entelequia del cuer-
po físico que tiene en potencia la vida». Este concepto entra en el binomio
«forma-materia» más bien a título de cierta coordinación dualista que es di-
ferente de la contraposición estrictamente tal en el sentido posterior de ani-
mus. No olvidemos que forma y materia son los dos elementos básicamente
cooperadores, según el pensamiento aristotélico, y ello a pesar de algunas
observaciones del Estagirita que pueden dar lugar a otras interpretaciones.
Las generaciones del Renacimiento estaban dominadas por un impulso en- De todos modos, aunque es la forma la que «informa» la materia, esta últi-
tusiasta que las conducía al mundo grecorromano, y ardían en deseos de lila está lejos de ser pasiva, pues está dotada del anhelo o «tendencia» (ore-
apropiarse del pensamiento de Platón y de Aristóteles, a quienes querían en- xis) hacia la forma. Solamente con el correr de los siglos la «materia» se
tronizar en toda su integridad. Librándose de la intromisión de los traduc- tornó «pasivizada», lo cual no fue sino otra faz del proceso de la concentra-
tores sirios, árabes y judíos, el Renacimiento se propuso ir a la fuente directa ción en lo psíquico —ahora en el sentido del "espíritu' o animus— de todo
de la sabiduría helénica. elemento activo. Junto con aquella transformación de lo «psíquico» en lo
Ahora bien, como el conocimiento refleja siempre alguna afinidad entre «espiritual» se opera otro proceso que a primera vista parece desvinculado
aquel que conoce y la forma que reviste su conocimiento, la célebre máxi- del primero —es la transición del infinito potencial aristotélico hacia el infi-
ma de los antiguos «lo similar por lo similar se conoce», guarda en este nito actual del neoplatonismo. Es que el espíritu y el infinito se desarrollan
sentido un fondo de verdad irrefutable. La imagen que de Platón y de conjuntamente, ligados ambos por la idea de Eros que se hace infinito.
Aristóteles se forjaba la antigüedad en los tiempos de su ocaso, fue quizás En efecto, ya no es el puro «admirarse» (thaumázein) —función algo inte-
más significativa de esa época que no de esos dos maestros del género huma- lectiva— la fuente de la indagación filosófica, como fue antiguamente para
no: el idealismo platónico se vio transformado por la Escuela de Alejandría Platón y Aristóteles: la sustituye ahora más bien el deseo amoroso, rayano
en uno de los más nítidos espiritualismos, que intentaba a la vez borrar o en la languidez (himeros), lo que hace decir a Plutarco (De Iside et Osiri-
atenuar las diferencias entre Platón y Aristóteles. Plotino, Porfirio y Proclo de) que el conocimiento es «suave y blando». De todos modos la conexión
creyeron ser «continuadores de Platón», sustituyendo involuntariamente los del espíritu con el infinito es algo primigenio: ¿no habló acaso Anaxágoras
pensamientos del fundador de la Academia por los propios. Y cuando el Re- —aquel mismo que introdujo el principio del Nus ordenador— del papel
nacimiento creyó haber restablecido al verdadero Platón y al verdadero Aris- primordial del infinito? Empero, parecen ser las vivencias posteriores de
tóteles, ya se había cobijado en la intimidad de un Platón y de un Aristóte- índole erótica y su profundización lo que dio un empuje aun mayor a un trino-
les neoplatónicos, transición operada inconscientemente, sin saberlo ni mio fundamental: espíritu-amor-infinito. Todas estas conexiones están tras-
percibirlo. pasando el edificio de la metafísica plotiniana, sin embargo ¿no se reencuen-
En efecto, no son exiguas las diferencias entre el idealismo platónico y el tran estos mismos motivos —aunque modificados— en la filosofía del Rena-
espiritualismo, también idealista de Plotino. Aunque algunas veces se con- cimiento italiano? Se comprende ahora el gran malentendido del cual
sidera a Platón como el fundador del espiritualismo, una aseveración tal fueron víctimas los filósofos renacentistas. Nada hablaba más a su imagina-
pasa por alto las diferencias entre espiritualismo e idealismo. No bastan las ción que los nombres de Platón y Aristóteles, con quienes soñaban unirse
ideas platónicas, asequibles sólo- al pensamiento, para hacer de Platón en sus especulaciones; y, sin embargo, fue Plotino y otros neoplatónicos con
un espiritualista. El reino de las ideas, penetrable sólo por el pensamiento, los que realmente comulgaron. Esta ilusión deriva del hecho de que la ima-
constituye cierto reino ideal; empero; sería algo ambiguo pretender que gen verdadera de la Antigüedad clásica, querida por ellos, les había sido

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transmitida por la Antigüedad postrera. Y tan profundamente arraigada sucede, no obstante, que la filosofía de este período no es apreciada en su
estuvo esta imagen que supo perdurar siglos enteros, como lo prueba, entre justo valor, menoscabo preñado de consecuencias, si se considera la influen-
otras, la célebre obra del pensador inglés del siglo xvn, Ralph. Cudworth, cia trascendental que habrá de ejercer sobre todos los dominios de la activi-
famoso representante de la Escuela de Cambridgel. En verdad, sólo desde fi- dad espiritual europea.
nes del siglo xvni, se inauguró el proceso de la depuración de Platón y Esta desproporción entre las apreciaciones corrientes y la realidad se debe
Aristóteles de su envoltura neoplatónica. a dos causas principales: una, que los filósofos mencionados no establecie-
Así la metafísica del Renacimiento fue fundamentalmente espiritualista, ron un cuerpo doctrinario a la usanza de los representantes de otras escuelas
de la misma manera como fue espiritualista la filosofía de Plotino, sin lu- filosóficas. Una segunda causa: que sus elementos místicos —precisamente
gar a dudas el más grande filósofo griego después de Platón y Aristóteles. Es por ser tales— eran muy poco idóneos para aumentar el crédito de sus pro-
este soplo espiritualista, esencialmente diverso del naturalismo peripatético, pias doctrinas. Este último punto concentrará ahora nuestra atención.
el que nos permite comprender el carácter apasionado de las controversias Tenemos por costumbre oponer las 'corrientes místicas al pensamiento
filosóficas en los siglos xv y xvi entre aristotélicos y platónicos. Si las dife- científico y a la investigación filosófica. Misticismo y ciencia serían dos po-
rencias entre Platón y Aristóteles y sus discípulos directos fueron menos los opuestos: el misticismo equivaldría a la superstición de los pueblos pri-
apreciables que las tendencias discriminatorias que el Renacimiento creyó mitivos, y la ciencia al fiel reflejo de las luces de la civilización. Y, por de-
como su tarea establecer, esto se debe a que tal distingo señala la oposición más, el corolario tantas veces «magistralmente» repetido: «visto que la cien-
del nuevo espiritualismo contra el naturalismo de la escuela escolástica, y cia cesa ahí donde empieza el misticismo, la filosofía ha de evitar toda in-
a la vez la antítesis del intuitivismo platónico y del discursivismo aristoté- flexión mística, siendo su papel investigar el origen de aquella aberración
lico, todo ello en mayor grado que una mensura real del diferendo platónico- tan adherida al pensamiento humano». Este modo un poco brutal de sim-
aristotélico. Así, las nuevas disposiciones metafísicas propias del Renaci- plificar la trayectoria de la vida espiritual no es más que un malentendido
miento, llevaron a la filosofía escolástica a una inevitable caída, cuya causa, multisecular. No nos proponemos abordar los problemas del misticismo,
antes que la pervivencia de. opiniones erróneas atribuidas a Aristóteles, fue como tampoco salir en defensa de nuestra tesis, pero sí señalamos que el
más bien consecuencia de la presencia del espíritu místico ligado esencial- papel asumido por el misticismo en todos los sectores de la vida espiritual es
mente al platonismo. Desde temprano el espiritualismo italiano mostró una muchísimo más amplio de lo que piensan los acomodadizos historiadores de
índole mística muy marcada, notable en la persona del abad del monas- la ciencia positiva. Si bien un misticismo descarriado puede desfigurar el arte
terio de San Juan en Fiori, Calabria, el. famoso Joaquín de Fiori (1145- y destruir la ciencia, no existe por el contrario ni ciencia profunda ni arte
1202) , a quien separan dos siglos del comienzo del Renacimiento. sublime que en sus más altas creaciones estuvieren desprovistos del sentido de
La predilección por el platonismo, tan manifiesta en los precursores di- misterio. La sombra de lo invisible, que no se manifiesta en las obras de un
rectos del Renacimiento —Dante y, ante todo, Petrarca—, ha de transformar- artista o de un sabio mediocre, parece rápidamente crecer en las proximida-
se definitivamente en una metafísica espiritualista ligada a elementos mís- des de la síntesis más elevada de la ciencia y en las visiones más profundas
ticos y panteizantes. Huelga mencionar sus representantes universalmente del arte. Las creaciones del espíritu filosófico confirman esta verdad. Nadie
conocidos como Ficino, Juan Pico della Mirandola, Patrizzi, Cardarlo, Tele- puede dudar de los elementos místicos en el pensamiento de Spinoza, de
sio, Campanella, Giordano Bruno. Es significativo que éstos no fueron sim- Pascal, de Leibniz, de Berkeley, de Hegel, de Schelling, de Maine de Biran,
ples filósofos, sino también filósofos de la naturaleza, naturalistas o mate-
e inclusive de Auguste Comte o de Descartes. Y son nombres señeros de la
máticos. Notables son los lazos que establecen estos pensadores —ya lo hemos
filosofía moderna, quizás los más representativos. El juicio superficial del
dicho— entre la especulación metafísica y la ciencia físico-matemática; sin
«cientifismo» acerca de los elementos «místicos» de la conciencia se derrum-
embargo, parece que no se ha observado bastante que el elemento explícito
en ellos constituyó la trama recóndita en la doctrina del más grande de los ba nada menos que en el recinto de su ciudadela: en el dominio de la cien-
sabios del Renacimiento italiano, Galileo. También constituyó la trama re- cia físico-matemática. El talento matemático, asociado con harta frecuencia a
cóndita en esa sorprendente conjunción de sabio y artista, Leonardo da un toque espiritual místico, da que pensar si esta coincidencia sea tal. En
Vinci, el genio más universal que parece haber existido jamás. efecto, tal coincidencia se remonta a los antiguos pitagóricos y desciende, ya
lo hemos dicho, hasta un Georg Cantor, reformador moderno de la matemá-
Si hay consenso para ver en el Renacimiento .y en especial en el Renaci- tica. Y. notemos que, por curioso sarcasmo, habrán de ser empiristas como Ba-
miento italiano, una de las épocas más hermosas de la civilización humana, con o Locke quienes, haciéndose campeones y admiradores de la nueva
ciencia física, se caracterizaran, como es sabido, por su completa incapacidad e
1The intelectual system of the Universe, amena y lúcida obra, aunque volu-
minosa, acerca del pensamiento antiguo. incomprensión físico-matemática.

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Lo que es verdad respecto del misticismo, tal vez lo sea más aun respecto cionismo de Rosmini, el platonismo de Mamiani, el singular monismo de
del espiritualismo que, aunque lleva de ordinario algunos caracteres místicos, Ferri, constituyen filones arraigados en el recuerdo de un pasado siempre
no es necesariamente un misticismo. En efecto, el pensamiento espiritua- vivo y que parece ser el sustrato del espíritu filosófico italiano.
lista fue muy a menudo singularmente favorable para las investigaciones Pero como el alma nacional es demasiado rica y pujante para producir
físico-matemáticas, y el pensamiento renacentista está ahí para confirmarlo. siempre la misma inflorescencia, otros como Ardigó o Labriola seguramente
Tampoco puede dejar de llamar la atención que, si bien es cierto que las in- han de quedar en minoría y difícilmente podrían inclinar a su lado el platillo
vestigaciones recientes han podido esclarecer cómo las bases de la nueva «cien- de la balanza. Que la venerable tradición filosófica italiana esté más latente
cia natural» fueron paso a paso preparadas por los antecesores de Galileo que nunca, y que se le haya sabido aprovechar, lo han demostrado en los
un examen detenido de esos fundamentos revela, ya lo hemos recalcado algu- últimos tiempos un Croce, un Gentile, un Sciacca, o un Giorgio Del Vecchio,
nas veces, su parentesco con el trasfondo de ideas neoplatónico-pitagóricas éste último no sólo en la filosofía del. Derecho y su historia, como tampoco el
que parece haberlos amoldado. primero únicamente en la Estética y en la filosofía literaria. Y tratándose
A la luz de lo dicho, la silueta de la metafísica renacentista cobra relieve de creaciones científicas de Italia, quizás no sería difícil comprobar cómo
y se coloca en el sitio que le corresponde. Su papel trasciende con creces las ideas luminosas de Cannizzaro —que abrieron la senda para la superación
el de haber puesto su sello de belleza a una época brillantísima de la historia, del diferendo atómico-molecular y señalaron un auge decidido para la quí-
pues, lejos de su simple ciclo vital, la metafísica del Renacimiento supo mica— se relacionan de uno u otro modo a un enfoque espiritual monista.
conservar una eterna juventud en un sempiterno rebrotar y seguir con-
formando a la ciencia exacta, de la cual fue madre y nodriza: con Galileo en Si el Renacimiento representó la iniciación de la cultura moderna, es inevita-
Italia, con Kepler en Alemania, con Newton en Inglaterra. La fuerza de ble que la especulación filosófica renacentista fuese también reformadora
la metafísica renacentista residió más bien en su visión profunda de la del pensamiento filosófico moderno. En el siglo xvii —más bien en el con-
vida universal y en la intuición feliz de la realidad como algo multiforme. tinente y no en Inglaterra— la influencia del Renacimiento italiano se des-
Esta filosofía espiritualista emana, como se sabe, de la idea de la unidad cubre por doquier. Lo mismo sucede con el siglo xix, particularmente a sus
trascendental de los seres. Al igual que los neoplatónicos, cuyo credo metafísico principios. Nadie puede negar el parentesco de motivos fundamentales entre
se resumía en la tesis «Todos los entes por la unidad son entes», Cardano y el espiritualismo neoplatónico de índole panteizante propio al Renacimiento
Bruno también componen tratados sobre la idea de la unidad que por do- italiano, y las creaciones de Fichte, Schelling, Hegel, Schleiermacher, aun
quiera ven despuntar. Pero existe todavía otro aspecto de la metafísica de Schopenhauer y, yendo más lejos, la corriente romántica de tiempos posterio-
res hasta bien entrado el siglo xx.
la unidad, con bastante frecuencia olvidado. Si los espiritualistas advierten
por doquiera la unidad, esto se debe, según parece, a que concretizan la La revivencia del neoplatonismo en la obra de Spinoza, influida por Gior-
unidad de sus propias facultades en mayor proporción que el resto de los dano. Bruno, hizo posible el florecimiento y desarrollo del idealismo alemán,
filósofos. La unidad fundamental que Leonardo encontraba en la naturaleza, y es este último el que a su vez despertó el interés universal por Spinoza e
sin contradicción con su reivindicación de la diversidad de los entes, se le hizo, de algo poco más que sombras, un factor vivo y poderoso de la espe-
culación moderna2. Y, la misma corriente wolffiana de la cual surgió Kant,
mostraba en la unidad maravillosa de su razón y de su sentimiento, de sus
facultades de sabio y de artista. siendo una modificación del sistema de Leibniz, tuvo que llevar también
La metafísica espiritualista, expresión de la unidad intrínseca del hom- cierto sello neoplatónico, y acaso ¿necesitamos mencionar hasta qué punto
bre a la vez que de la unidad intrínseca de la naturaleza, entrega la clave Bergson ostentaba en su filosofía actitudes plotinianas? Es algo —lo hemos,
del misterio que es Leonardo. Porque tres siglos después de él la misma dis- oído de fuentes fidedignas— que llevaba muchas veces en sus bolsillos Las
Enneadas de Plotino, por el cual tenía una profunda admiración.
posición metafísica habría de volver a manifestarse intensamente en Goethe,
otro gigante como el maestro italiano tanto en el pensamiento como en el Las consideraciones anteriores nos parecen fundamentar de un modo irre-
arte, e igual que aquél, un espiritualista semimístico. vocable una tesis peculiar que se refiere a la conveniencia, más aun, a la
necesidad de un enfoque diferente del usual en lo que atañe a la trayectoria
El resurgimiento de la filosofía italiana a comienzos del siglo xix coloca so- 2Aquí podríamos' evocar las palabras del insigne pensador alemán Alois Riehl,
bre el tapete toda una serie de espíritus eminentes, que se distinguen, como qúien, en la alocución inaugural de su seminario (Universidad de Berlín, 1913)
en los demás países, según las grandes escuelas filosóficas con las que se sobre La Etica, de Spinoza (cuya lectura e interpretación estuvo a nuestro cargo
sienten emparentados. Sin embargo, la mayor parte de estas interesantes per- durante un semestre) , dijo, dirigiéndose a los miembros del seminario: «Tene-
sonalidades detentan una capa espiritualista que hace pensar en la filosofía mos que 'ahondar la filosofía de Spinoza ya que él es cocreador (Mitsc/zopfer) del
renacentista. A lo largo del siglo xix el ontologismo de Gioberti, el intui- idealismo alemán».

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general de la filosofía moderna y las grandes etapas de su devenir histórico, epistemológica moderna —pensemos que la misma expresión «criterio de la
tanto más cuanto que las características corrientes adolecen de defectos inne- verdad» (tó kriterion tes aletheias) proviene de los escépticos griegos. En
gables. En general, la historiografía filosófica moderna tiene la tendencia verdad, el problema epistemológico, mejor dicho, la epistemología como una
a tratar por separado las creaciones filosóficas de diferentes naciones, ten- disciplina filosófica independiente, surgió en el siglo xvir o más bien en el
dencia que, siendo legítima en cierto grado, no debe extralimitarse y con- xvin, a consecuencia de la disyunción «sujeto-objeto» dentro del complejo
vertir la filosofía francesa, inglesa o alemana en capítulos separados y casi axiontológico, fijado antaño y por primera vez en la filosofía de Platón.
autárquicos; esto obstaculiza una visión más amplia del todo. A tal defecto Empero, no hay que exagerar el papel de este hecho para darle un rango de
de particularismo nacional se suma lo estrecho de la visión que pretende ser exclusividad. Los sistemas continentales del siglo xvir no son solamente es-
una ampliación y que no trasciende de un determinado sector de intereses tructuras gnoseológicas, sino en grado igual sistemas gnoseometafísicos, orien-
filosóficos. Se trata de la célebre secuencia de racionalismo, empirismo y cri- tados precisamente hacia la intimidad de la conexión entre conocer, ser y
ticismo, que se considera algunas veces como particularmente característica proceso. En este sentido, las creaciones del siglo xvir son los primeros sis-
del decurso de la filosofía moderna, secuencia que atañe sólo al problema temas del pensamiento moderno, ya que tratan de sistematizar la relación
de la verdad o al problema epistemológico y que está lejos de simbolizar el entre ser y conocer —y este carácter gnoseornetafísico de creaciones filosófi-
aporte consecutivo del pensamiento francés, inglés y alemán al tesoro común cas sistemáticas fue heredado por el siglo xrx. Por fin, la supervivencia del
de la moderna filosofía europea. Sin querer pasar por alto ciertas peculiari- problema de relación entre razón y fe de su impronta particular a la consti-
dades del pensamiento filosófico de cada una de las grandes naciones euro- tución del sistema kantiano y a su sustitución por las filosofías del idealismo
peas, pensamos que la tarea de un filósofo historiador debe encaminarse ante alemán. Por un lado, el sistema kantiano representa una grandiosa articu-
todo al establecimiento de una perspectiva general, lo que, claro está, no lación cognoscitiva conformada —inconfesadamente, se entiende— según el
destruye la legitimidad de visiones particulares en sus límites adecuados. principio de la verdad doble; por otra parte, este sistema (en su parte teó-
Hay algunos puntos de importancia que son previos al establecimiento de rica) está representado no sólo por su aspecto crítico —así pensaba Kant y
aquella perspectiva general. En primer lugar, hay que señalar cierta dife- se acostumbra pensar siguiendo la huella de sus propias convicciones— sino
rencia que existe entre el decurso de la filosofía inglesa y el resto de la filo- más bien por un aspecto que podríamos llamar resignación racionalista. En
sofía europea, es decir la filosofía europea continental. Esta circunstancia se resumidas cuentas, no es la razón (Vernunft) la que dicta sus veredictos,
debe al hecho de que la filosofía inglesa no quedó afectada por el pensa- sino que detrás de la sede tribunalicia —el orgulloso Richterstuhl der Ver-
miento renacentista en un grado tal como la filosofía continental y que sus nunft— se esconden ciertas presunciones metafísicas. En verdad, querer eri-
grandes pensadores siguieron en muchos aspectos el sendero del nominalismo gir la «crítica del conocimiento» en una instancia previa frente a las pre-
occamista. El papel de Hobbes en el siglo xvii corresponde en cierto grado tensiones metafísicas, que pueda juzgar (kriticos es el que juzga) la legitimi-
al de Hume en el siglo xvm, al de J. St. Mill en el siglo xrx y al de Bertrand dad de tales pretensiones y eventualmente rechazarlas, no dejará de ser uno
Russell en el siglo xx. Se podría decir que aquella influencia renacentista de los más insignes y más grandiosos autoengaños del espíritu humano. Este
que, quizá —lo hemos afirmado— acarreó la transformación de la Escolástica fue el sueño sublime que soñó el sabio de Koenisberg. Así, en vez de hablar
ortodoxa o dualista en una secuencia de nuevos sistemas ontológicos en el del «criticismo» en la conocida secuencia «racionalismo-empirismo-criticis-
siglo xvn, se quedó hasta cierto grado al margen del pensamiento inglés, mo» nosotros preferimos hablar de racionalismo resignado. Y precisamente
encauzado por William Occam. En segundo lugar es importante no pasar por este racionalismo resignado —junto con la oposición entre razón y fe— acarreó
alto la supervivencia hasta los tiempos modernos, del intrincado y siempre la reacción del idealismo alemán que no quiso (Hegel particularmente) re-
vivo problema de la relación entre razón y fe. Es la supervivencia en este signarse a renunciar a la soberanía de la razón, ya que estaba animado —en
problema de los elementos, moldeados por Occam, la que contribuyó tam- vías de la reacción contra el principio de la verdad doble, subyacente incon-
bién a la permanencia de ciertos rasgos característicos en el pensamiento fesadamente en el sistema kantiano— por el principio de unidad homogénea
inglés, todo lo cual no excluye, claro está, la existencia de otros rasgos que de la razón con la fe. En efecto, ¿qué puede ser más elocuente que estas pa-
son, no obstante, de menor importancia. En tercer lugar, no se puede olvi- labras de Schelling? «una filosofía que ya en su principio no es una religión,
dar que la filosofía moderna, con toda la importancia que se da en ella al no es tampoco una filosofía». En este sentido se hace más 'comprensible la
problema de la verdad, no dejó nunca abandonados sus intereses por el reacción contra Kant representada por Fichte, Schelling y Hegel: es contra
antiguo problema metafísico. Por supuesto, la llamada teoría del conocimien- la resignación de la razón antes que contra el «criticismo de la razón» como
to es una doctrina característica de los tiempos modernos, ya que los anti- tal que se vuelve el idealismo. Como se ve nuestra reseña del desarrollo de
guos nunca han pensado crear una disciplina tal, y a lo más podría alu- la filosofía moderna está lejos de atribuir una influencia de primer orden
dirse a algunas teorías de los escépticos como anticipación de la actitud a la reaparición de la corriente nominalísta en el siglo xrv (exceptuando el

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caso de Inglaterra, como ya lo hemos destacado) , aquella misma que, para Así el racionalismo resignado de Kant significó una protesta contra el
numerosos historiadores de la filosofía significa la anticipación y aun el ver- extralimitarse de la razón más allá de la experiencia, y se comprende que
dadero comienzo de la filosofía moderna. Esta concepción nos parece bastante esta resignación tuvo como consecuencia ineludible el consuelo en el aliento
peregrina, ya que no se ve cómo la filosofía moderna —con Descartes, Spinoza de la fe. Todos conocen la famosa frase del prefacio a la segunda edición
y Leibniz— animada como está (tratándose del conjunto y no de puntos par- de la Crítica de la Razón Pura: Ich musste das Wissen aufheben, um zum
ticulares) de un espíritu que rechazaría decididamente el enfoque occamista Grauben Platz zu bekomenn —atuve que borrar el saber a fin de lograr un
del ser y del conocer. Podría, sin embargo, derivarse de éste el juicio exage- lugar para. la fe». Las innumerables investigaciones referentes al sistema kan-
rado que se tiene tan a menudo con referencia al accamismo, débese quizás tiano, pocas veces, por no decir casi nunca, se han fijado en la importancia
a la vinculación que acostumbra hacerse entre el robustecimiento del nomi- que tiene el principio de la verdad doble, heredado del ideario del Medioevo
nalismo y la ascendencia que tomó la ciencia exacta desde el siglo xvit, mar- por la Reforma, en la conformación de aquel epílogo glorioso de la especu-
cando con su impronta el pensamiento moderno. Desgraciadamente, esta lación de inspiración protestante que presenta el sistema kantiano. Se com-
vinculación no es más que un mito, a cuya elaboración contribuyó la teoría prende por qué, después de un sistema de resignación racionalista, apoyado
errónea del «accamismo científico» y, además, la convicción general de que sobre el principio de la verdad doble, siguieron sistemas, animados en un
una filosofía que da la espalda a los universales y «se dirige sólo a lo particu- principio contrario: el de una verdad única como compenetración mutua
lar», acuse un parentesco más profundo con la nueva «ciencia inductiva», de razón y fe. Así también se comprende que todos estos sistemas tengan,
orientada hacia los «hechos». Un mito más, pues la misma «ciencia induc- aunque en grados diferentes, un tinte panteísta, rasgo que caracteriza por
tiva» —a pesar de lo que dice Bacon y se repite cada día hasta la saciedad— lo demás, las diferentes formas del Romanticismo alemán y, más generalmen-
simplemente no es inductiva, sino inductivo-deductiva. En este sentido, hay te, europeo.
un alma de verdad en ciertas palabras de Ortega y Gasset, cuando dice que De todos modos sería difícil negarse a reconocer en algunas de las grandes
la física es un conocimiento a priori, confirmado por el conocimiento a pos- líneas de la metafísica idealista alemana los viejos motivos del pensamiento
teriori. La exageración del papel del nominalismo va a parejas, no pocas renacentista italiano. Aunque es evidente que el pensamiento filosófico ita-
veces, con una actitud francamente admirativa frente a la ciencia exacta por liano estuvo preocupado ante todo por el problema del ser y el devenir, de
parte de pensadores que son o bien de tinte puramente humanista, o bien la unidad y la multiplicidad, y mucho menos por el problema del cono-
carentes de cualquier talento creador en las matemáticas. Menos aun podría- cimiento —problema que caracteriza la dirección epistemológica del siglo
mos conceder un papel importante en la formación de la filosofía moderna xvm— no es menos evidente que la metafísica alemana del siglo pasado,
al pensamiento de Eckhart, cuyas ideas son importantísimas para compren- al heredar la preocupación por el problema de la verdad del siglo xvm,
der toda la pléyade de espíritus insignes como Jacobo Boehme, Schelling heredó también la preocupación no menos manifiesta por el problema meta-
o Goethe, pero que no bastan para fundamentar los albores de la filosofía físico del ser y el devenir, de lo uno y lo múltiple, obviamente por influen-
moderna. cia de la filosofía italiana, que precede en el orden cronológico a la filosofía
Si se nos concede el derecho de cambiar el nombre de «criticismo» como de la verdad de los siglos xvit y xvm. En ambas existe, por lo demás, una
característico del sistema kantiano por el de «racionalismo resignado», en- coincidencia en lo que se refiere a los elementos propios del espiritualismo
tonces más fácilmente podría comprenderse la secuencia de los grandes panteizante. Si recordamos el parentesco que existe entre ambos idearios,
sistemas que le siguen; el llamado idealismo alemán representa una reacción se verá corroborada la vinculación de la metafísica alemana con la metafísica
contra el racionalismo resignado de Kant, pues —ya lo hemos dicho— no es renacentista, ya que la metafísica del idealismo alemán está casi empapada
el «criticismo» el que habría podido provocar una reacción tan vehemente del acervo de ideas románticas. Naturalmente, nos referimos a Fichte y
sino la resignación de la razón3. Schleiermacher y particularmente a Schelling, exceptuando hasta cierto gra-
do a Hegel, mucho más racionalista que romántico. De los importantes
3Las peculiaridades del pensamiento kantiano, aludidas anteriormente, tienen rasgos comunes que unen el romanticismo con el Renacimiento, mencionemos
que ver tanto con las contradicciones intrínsecas de su sistema, como también con
el carácter algo híbrido de sus soluciones filosóficas. Las peculiaridades en cues-
tión no pasaron inadvertidas en una obra altamente estimada del filósofo y teó- ora la existencia de la cosa en sí se le hace problemática ... Empero, la intención
logo protestante Otto Pleiderer, Historia de la Filosofía de la Religión. En las propia del pensamiento kantiano está siempre orientada hacia un racionalismo
páginas 151-152 de esa obra leemos lo que sigue: «Las contradicciones en monista absoluto, es decir, hacia el conocimiento de la legislación única de la
el pensamiento kantiano fueron de tal índole que no pudieron escapar a su razón en el reino de la naturaleza y la libertad; y, no obstante, él se queda
atención. De ahí vienen sus vacilaciones. Ora la existencia de la cosa en sí le por doquiera con iniciativas a medio hacer, desarmado frente a las contrapo-
aparece como un supuesto necesario, e independiente para el mundo fenoménico,. siciones que piden una solución>.

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sólo uno -el individualismo subjetivista, junto con el antintelectualismo,
unido al amor por la naturaleza. Y así como el Renacimiento fue adverso al ti, o5 'S' cl-

ENFORMA DE POSITIVISMO
intelectualismo de la Escolástica, también el Romanticismo veía en el inte- "
lectualismo de la época de las Luces su enemigo principal. Ambas corrientes tg
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DEL RACIONALISMO
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En ambas épocas se destaca la visión estética del mundo: la, encontramos
entre filósofos y artistas, pero también entre científicos como Kepler y Ga- 4 d .12
lileo. Y, por último, destaquemos una vez más la compenetración de la razón 1=1
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y la fe, tan ajena a la Gran Escolástica del siglo xin, y tan manifiesta en toda 4 <
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la postura filosófica del idealismo alemán y del romanticismo europeo en > 1,1 11
general, hasta un neorromántico de nuestro tiempo,. Enrique Bergson. Por o 8 rÉ
fin, sería difícil pasar por alto aquellas corrientes medio artísticas, medio o< Z-.4
filosóficas y hasta científicas y pseudocientíficas que cundieron en Alemania al 2
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bajo el nombre de «filosofía de la naturaleza» (la famosa Naturphiloso- x .., ,.., 5
phie). Breve fue el tiempo de su brillo en la primera mitad del siglo xix, U < z
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pues sus especulaciones científicas a veces fantásticas cayeron en descrédito; .-1 1
no obstante, ella no está desprovista de mérito, pues se vincula con la acti- ,,1
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descubrimientos posteriores de la biología, sino también, aun de modo más


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de diferentes ramas de la física. Así vemos cómo muchos de los motivos de ,In c,To., es

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la corriente en referencia coinciden con los motivos de la filosofía renacen- zt
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tista en Italia.
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Todo lo anteriormente dicho nos conduce a proponer una nueva esquemati-
zación de la filosofía moderna. La secuencia comúnmente aceptada de racio-
nalismo-empirismo-criticismo (casi la única generalización lograda por la his-
toriografía de la filosofía moderna) , además de referirse sólo al siglo xvin z o

SS. XV-XVI
y apenas al siglo xvn, adolece, ya • lo hemos -dicho, de- múltiples -defectos. El

REBROTE DEL
primero consiste en que se encuentra desvinculada de la época que la precede z
E.
de un modo inmediato (la del Renacimiento) ; por otra parte, nos da la
impresión de que lo más importante de la historia de la filosofía se termina
con Kant.
El cuadro que sigue sirve para ilustrar el esquema del panorama histórico
aquí propuesto.
100 101
Este esquema, además de evidenciar los contenidos ideativos del pensar no siempre se ha tenido en cuenta el surgimiento del poderoso movimiento
filosófico, pone de relieve —y esto es importante— la idea de continuidad en de la contrarreforma ni cierto regreso a las posiciones mentales del siglo xm,
la historia filosófica, abarcando casi la totalidad histórica del pensamiento siglo de oro de Escolástica. Sea como fuere, tanto Descartes como Spinoza
moderno. Y como el anverso tiene su reverso, las desventajas casi ineludibles y Leibniz adoptan para su filosofía los moldes exteriores del pensamiento
de este esquema consisten en pasar por alto la filosofía inglesa y, por otra clásico de la Escolástica. Descartes escribe sus Meditaciones sobre la Primera
parte, en dejar casi en penumbra las corrientes antimetafísicas con cierta sal- Filosofía, en las cuales se prueba claramente la existencia de Dios y la distin-
vedad, el positivismo. ción real entre el alma y el cuerpo del hombre —todo un programa de la teo-
En lo que atañe a la filosofía inglesa, ella sigue una trayectoria propia logía natural plasmada en el siglo XIII.
en muchos aspectos prefigurada en la especulación de Guillermo Occam, pues ¿Y Spinoza? Este —al parecer tan alejado de la Escolástica— 'construye su
no sólo su nominalismo, sino también cierta escisión entre razón y fe se pro- sistema filosófico, como lo vemos en la Etica, de un modo tradicional, como
longan como notas características del pensamiento británico casi hasta nues- secuencia de tres estratos, que son naturaleza, gracia y gloria, pues nadie -va
tros días. Uno estaría tentado de ver corroborada esta tesis no sólo en la a negar que la liberación del hombre por el amor divino —Dei amor intellec-
filosofía de Bertrand Russell sino aun en el decurso de su propia vida. Así, tualis Mentis erga Deum est ipse Amor Dei quo Deus se ipsum amat4—, li-
su interés principal por la lógica, a la cual quiso reducir todo el filosofar, beración con la cual concluye su obra, no sea paralela al estado de gloria.
lo llevó a crear en su juventud —aunque en unión con un espíritu de ín- Incluso la estructura misma de la Etica tiene sus antecedentes en la obra de
dole muy diferente como el de Whitehead— sus admirables obras lógicas; Nicolas de Amiens, de los primeros tiempos de la Escolástica (siglo xu), en
empero, ton el correr de los años se había ido apartando del tema de la «ra- la cual el autor desarrolla una especie de deducción del mundo a partir de
zón» para consagrarse a los de orden ético y social; aquellos que, según su Dios, siguiendo un esquematismo geométrico. Menos aun podría dudarse de
concepto, no pueden ser ajenos al elemento «místico» que es precisamente que el sistema leibniciano represente una reestructuración del sistema tra-
el elemento integrante de la fe. Así, la separación de dos dominios, tan ca- dicional —esta vez en acuerdo con la conciencia del autor— empero, con
racterística para el pensamiento británico, se refleja en la vida misma de una base panteizante y no dualista. Podría decirse, por lo tanto, que mien-
este ilustre pensador. Por lo tanto, cualquier esquema histórico de la fi- tras el Renacimiento apuntaba a una destrucción de la Escolástica desde
losofía europea tiene que referirse sólo al conjunto de la filosofía continen- fuera, los sistemas ontológicos del siglo xvit representaban de hecho el pro-
tal. Y por lo que atañe al materialismo positivista del siglo xxx, éste caracte- ceso de su destrucción, como desde dentro, algo como una autodestrucción.
riza ante todo el ambiente espiritual de Alemania en el tiempo de la reacción Hay más, si el pensamiento renacentista se caracteriza por su espiritualismo
contra la metafísica idealista; y, por lo que concierne a Francia, tuvo su panteizante de índole vitalista, la especulación del siglo xvu representa un
raigambre en las tradiciones de la ilustración deísta y mecanicista racional espiritualismo panteizante de índole mecanicista, mejor dicho, mecanicista-
que encontraron su expresión en la memorable Enciclopedia. De este modo racionalista, lo que no ha de extrañar gracias al parentesco profundo de
también la corriente positivista tiene un lugar en nuestro esquema. Pasa- todo mecanismo con el racionalismo. El cambio que acusa el espiritualismo
remos ahora a hacer una interpretación más detallada de él. racionalista-mecanicista respecto al espiritualismo vitalista del Renacimien-
Lo primero que llama la atención es el hecho de que la filosofía renacen- to, sigue durante el siglo xvm marcando más y más la dirección raciona-
tista italiana ya no se considera aquí como una anacruza que se anticipa al lista. Este notable auge del racionalismo en el siglo xvm, siglo de la Ilustra-
compás rítmico de la filosofía moderna, sino que constituye su primer tiem- ción, tuvo que rozar el materialismo, emparentado por muchos lados con el
po. Hemos destacado toda esta época bajo el rótulo de espiritualismo pan- mecanicismo, como lo demuestran las ideas de Demócrito, Epicuro o Lu-
teizante vitalista, de acuerdo a las características del pensamiento renacen- crecí°. La extinción del soplo espiritualista en el siglo xvm y su reemplazo
tista italiano. La perduración de este enfoque es manifiesta en el siglo xvu por el enfoque mecanicista repercutieron en la transformación de la visión
—época de la formación definitiva de la filosofía moderna— aunque el en- panteísta, generalmente propensa al elemento místico, en una visión deísta.
foque mismo presenta ciertas modificaciones. En efecto, a consecuencia de Y ahora se comprenderá el fondo del cual surgió otra vez un movimiento
la aparición, durante el Renacimiento, de una actitud monizante frente a espiritualista de índole muy similar a la del Renacimiento, quiero decir, de
Dios y la naturaleza (Deus sitie Natura: divinización del cosmos y cosmización índole vitalista y panteizante. En este punto el Romanticismo achocentista
de la divinidad) , la disciplina básica de la tradición escolástica, la teología se yergue como continuador del Renacimiento, como ya se ha dicho. Con
natural, también adquirió un sesgo monizante o aun monista. Esto condujo esto queda más en claro la actitud de aquel gran representante del idealismo
a una reestructuración del sistema filosófico-teológico de la Gran Escolás-
tica, en un sentido ya no dualista sino monizante. Si esta visión nuestra de 'El amor intelectual de la mente hacia Dios es el mismo amor por el cual
la filosofía del siglo xvu pareciera algo sorprendente, eso se debería a que Dios se ama a sí mismo. Prop. mol Eric Pars v.
alemán, Hegel, que siendo el menos romántico de todos, es más racionalista dos, aquel volumen no habría contenido más'ideas y más fuerzas convincentes
que vitalista, sin perder por eso la vinculación panteizante. El lector adver- para lectores desprevenidos que estas parcas páginas nuestras; lo que si habría
tirá el gran papel del (neo)platonismo tanto en el Renacimiento y en el si- contenido más detalles y documentación, necesarios desgraciadamente para
glo xvn como también en el siglo )(De, con el idealismo alemán y el Roman- fijar la atención de los entendidos. Pasemos, pues, al último sumario de lo
ticismo. Y, por fin, se comprende cómo la especulación a veces desenfrenada precedente.
de índole neoplatónico-romántica debió conducir a una reacción muy mar-
cada cuya expresión fue el positivismo, muy potente desde la mitad del si- Se advierte que el problema metafísico, uno de los grandes motivos del
glo xix en sus ramificaciones más diversas. espiritualismo renacentista italiano vuelve a reaparecer con la filosofía del
Las observaciones anteriores fundamentan un panorama del desarrollo idealismo y del romanticismo, y que logra, en Hegel, la polaridad perfecta
de la filosofía moderna, bastante diferente de lo común. La secuencia se pre- con el problema de la verdad: «Todo lo real es racional y todo lo racional
senta, desde el rebrote del (neo)platonismo durante el Renacimiento, como es real» —Alles Wirkliche ist vernünftig und alles Vernünftige is wirklich.
una serie de cosmovisiones espiritualistas, primeramente de índole vitalista, Podría argüirse que la reaparición del problema del ser proviene del ra-
luego racionalista mecanicista, para desembocar, primeramente, en el siglo cionalismo, que habría estado lejos de ser insensible a él (Descartes) . Pero,
de la Ilustración en un racionalismo deísta, mecanicista y a veces materialista, como entre racionalismo e idealismo median el empirismo y el criticismo,
y finalmente —ya en el siglo xix— en un espiritualismo otra vez panteizante poco sensible a la metafísica, se perdería la conexión entre el espiritualis-
y vitalista (Romanticismo) como el del Renacimiento. Así —prolongado el mo y el racionalismo. Sólo dando cabida al espiritualismo en el umbral
análisis hasta nuestros tiempos— observamos ciertos rebrotes de índole neo- de la filosofía moderna —y, en especial al espiritualismo italiano— se puede
platónica junto con la corriente contraria del positivismo en sus múltiples situar adecuadamente al idealismo alemán y sus proyecciones, a la vez que
formas: basta pensar en Nicolai Hartmann o Max Scheler y, por otra parte, seguir la vinculación entre el espiritualismo y el racionalismo. En este sen-
en el famoso Círculo de Viena con sus derivaciones en Europa y Nor- tido es notable el hecho de que Campanella, el último de los renacentistas,
teamérica. no fuera únicamente un precursor del Cogito cartesiano sino acaso un inspi-
rador del filósofo galo. Este conocía la obra del monje calabrés, De Sensu
El cuadro así esbozado del decurso de la filosofía moderna podría carac-
Rerum, en que afirma que de la realidad de la propia conciencia se deduce
terizarse por la alternación o hasta la simultaneidad de dos corrientes opues-
la realidad en general (semper ergo scire est sui) —idea esta representada con
tas, cuyos nombres son platonismo y positivismo. Por último, no creemos
una anterioridad de 15 años a la publicación en 1637 del Discours de la
que cierto defecto de unilateralidad, involucrado por el esquema, sea muy
Méthode. En ese sentido no nos podemos guiar por las palabras de Descartes
grave. Por supuesto, estamos lejos de pensar que las numerosísimas corrientes
que refiriéndose a Campanella, declara: «Su lenguaje me ha quitado el ánimo
filosóficas se reducen a estas dos formas como formas básicas del pensamiento
de hablar con él antes de que hubiera terminado de escribir mi obra, por el
filosófico; no obstante, pensamos que hay un alma de verdad en la asevera-
miedo de que se me contagiara algo de su estilo». No hubo contagio estilís-
ción de Ernesto Lass, quien, en su interesantísimo libro (de principios del
tico, pero sí algún contagio ideológico.
siglo actual) Platonismo y Positivismo, se da la tarea de poner en descu-
Quizás el mismo Campanella tuvo clara visión del porvenir cuando escri-
bierto el carácter irreductible propio a estas dos formas cosmovisionales, a
bió: «El siglo futuro juzgará de nosotros, porque el presente siempre cruci-
las cuales, según él, se pueden reducir los más diversos sistemas en sus rasgos
fica a sus bienhechores, pero después resucitamos al tercer día o al tercer
principales. Por mucho que se pueda criticar la teoría de Lass, creemos que
siglo». Efectivamente, la olvidada filosofía italiana del Renacimiento comen-
no es inferior a la conocida doctrina de Dilthey sobre los tres tipos básicos de
zó a resucitar en el tercer siglo, el xix, y aún está lejos de mostrarnos cuál
cosmovisiones, doctrina que resulta a nuestro juicio, muy poco acertada por
fue todo su aporte a la formación del pensamiento moderno.. Falta la obra
su arbitrariedad y falta de claras delimitaciones recíprocas. De todos modos,
lo suficientemente extensa y amena a la par que imparcial (como la Historia
nos es grato ver cierta similitud de nuestro enfoque con aquel desarrollado
de los heterodoxos españoles de Menéndez y Pelayo), que nos muestre la
por este agudo y penetrante pensador, hoy día más bien olvidado.
trayectoria global y la conjunción totalista de los pensadores espiritualistas
Es evidente que el panorama histórico aquí desarrollado necesitaría de
de Italia y que permita situar al espiritualismo como lo máximamente repre-
todo un volumen para ser fundamentado y documentado de una manera
sentativo del pensamiento' italiano, así como el racionalismo está más vin-
adecuada. Este volumen, empero, no lo escribiremos, sea ya por falta de
culado al genio francés, el empirismo al genio inglés y el llamado criticismo
tiempo y fuerzas requeridos para este fin. Aun, disponiendo de ellos, no lo
—mejor dicho, racionalismo resignado— junto con el irracionalismo idealista,
haríamos: en verdad, hay más cosas en el cielo y la tierra que aguardan la
al genio filosófico alemán.
atención investigadora de un ser mortal que el problema del desarrollo de
la filosofía europea moderna, por muy grandioso que éste sea. De todos mo- FIN DE LA PRIMERA APARTE

104 105
BALANCE Y TRANSICION A LA SEGUNDA PARTE rruptiva —así Gilson o Maritain— lo cual no impide que para otros pensa-
dores, Renacimiento, Humanismo y Reforma representen distintas fases
istud Mare tenebrarurn, ac dein lux quaedam minuscula, blandirla... . y distintas manifestaciones del mismo progreso de emancipación del «espí-
ritu humano sediento de libertad y oprimido durante tantos siglos por el
Olvidemos por el momento nuestros esfuerzos para dar con la verdadera na• Medioevo» —así reza la profesión de fe de Hegel y Dilthey. En oposición a
turaleza del fenómeno llamado Renacimiento y su conexión con el Huma- esta tesis, el eminente filósofo y teólogo protestante Ernesto Troeltsch, hace
nismo y la Reforma. Olvidémoslo para atenernos solamente a lo enseñado un distingo fundamental entre Renacimiento y Humanismo por un lado, y
por otros. ¿Cuál es esta enseñanza? Hemos aprendido con Gilson, Maritain, Reforma por otro; esta última representaría un paso atrás en dirección a la
Dawson y Bertiaiev que el así llamado Renacimiento representa una pro- Edad Media.
funda caída de la Humanidad y un marcado retroceso hacia la Edad Media, Como se sabe, el famoso filósofo medioeval Abelardo, llevado por el espí-
retroceso no sólo en el campo de la especulación filosófica, sino también ritu escéptico, escribió su famosa obra Sic et Non, donde coloca en para-
—hasta cierto grado, según Thorndike y Sarton— aun en el campo de la lelo los diversos sistemas y opiniones de los más eminentes teólogos en ma-
ciencia. El Renacimiento, sería por lo tanto, un fenómeno singularmente de- teria especulativo-religiosa. No pretendemos discutir en favor de esta tesis,
plorable en la trayectoria histórica de Europa. pues es posible que Abelardo persiguiera también meros fines de erudición
Por otra parte, hemos aprendido con Michelet, Burckhardt y sus innume- e información para sus lectores. Empero, nosotros- tenemos que proclamar
rables discípulos, que el Renacimiento representa la época del despertar en alta voz el Sic et Non, el Sí o No, cuando se trata de resumir los resultados
del espíritu después de la somnolencia medieval, un despertar que inaugura de la investigación histórica respecto a un tema grandioso que ocupa desde
la nueva era del progreso humano en todos los sectores de la vida, un pro- hace un siglo un sitio privilegiado en la 'ciencia histórica.
greso que cobra un ritmo siempre más y más gigantesco, para incluirnos a El embrollo respecto al valor de la concepción general del Renacimiento
nosotros mismos en la época actual. Empero, los historiadores posteriores como época autónoma de la historia, se ve complicado más aun con las con-
habrían contribuido —así leemos en innumerables trabajos— con unas co- tradicciones en que caen los especialistas en el terreno de la historia del arte.
rrecciones esenciales en las tesis algo exageradas de Burckhardt que se apo- Tomemos a Wolfflin y a Worringer, ambos estudiosos de fama mundial.
yaban sobre un contraste demasiado marcado entre el Medioevo y la época El primero, en su obra sobre la evolución del estilo y del arte modernos, dis-
del Renacimiento. Los rasgos particulares del Renacimiento existieron ya tingue tres tipos de imaginación visual, característico cada uno de ellos para
en la Edad Media, por lo tanto, el mismo concepto de época de Renaci- el Gótico, el Renacimiento y el Barroco, respectivamente. Los tres no son,
miento se hizo problemático, como problemático es, según Huizinga, cual- en la opinión de Wolfflin, simples miembros de una consecuencia histórica,
quier concepto de período histórico ... Quisiéramos hacer notar de paso sino que representan, independientemente del tiempo, tres diversas formas
que, si estas conexiones se deben —como tantos autores lo dicen— al progreso de visualizar la realidad. En el cuadro de Wolfflin el Renacimiento conserva
de «investigaciones posteriores que demostraron lo inexacto o aún incorrecto todavía su lugar autónomo, no así en la obra de Worringer, particularmente
de las concepciones de Burckhardt», la tesis es por sí sola incorrecta, ya que en su Formprobléme der Gothih. Para este autor existen, en toda la extensión
el mismo Michelet en su obra, anterior en cinco años a la de Burckhadt, se histórica del arte europeo, dos 'categorías esenciales —lo clásico y lo góti-
da cuenta de aquellos múltiples brotes tempranos del Renacimiento, lo co, enraizado este último en el espíritu germánico— de donde brota una
que lo induce a pensar que el Renacimiento, en verdad, nunca nació. afirmación que hace precaria la existencia del arte renacentista en su pecu-
También se nos ha dicho que lo valioso del Renacimiento en general y liaridad. La misma idea, aun con más amplitud, viene a expresarse en la
del Renacimiento italiano en particular, proviene del seno del espíritu ger-
obra de Dehio sobre la historia del arte alemán y en los estudios de Karl
mánico, especialmente de las creaciones de Meister Eckhart en el siglo xw
Neumann. El primero casi tiende a sustituir la noción del gótico por la del
y, ante todo, del Cusano en el siglo xv: así reza la doctrina de algunos de
los historiadores alemanes más renombrados, entre ellos Heimsoeth y, hasta barroco, la cual considera como la expresión auténtica de una tonalidad
cierto grado, Cassirer. Lo cual no impide a algunos historiadores italianos original del espíritu alemán. La posición del Renacimiento italiano en la
de la filosofía considerar al Renacimiento italiano no sólo como auténtico, historia del arte se hace ton esto aun más dudosa. Empero, sólo en el estudio
sino como la síntesis anticipadora de toda la filosofía europea y, muy par- de Neumann, que lleva el título significativo Fin del Medioevo. Leyenda
ticularmente, de la metafísica alemana, con Fichte, Schelling y Hegel, «los sobre la disolución del Medioevo por el Renacimiento, el concepto del arte
que continúan bajo el cielo nórdico de Alemania la meditación filosófica renacentista recibe, podría decirse, un golpe de gracia. El arte renacentista
de Bruno y Campanella». Hay más. El Renacimiento, el Humanismo y la italiano, además de no ser sino un episodio, debió su inspiración a las fuen-
Reforma serían todos ellos fenómenos que van en el misma dirección co- tes germánicas, por lo cual, sea dicho de paso, la línea del desarrollo de la
artístico para dibujar cuadros históricos. Empero estas obras se destruyen
civilización europea que se pretendía comúnmente hacer partir desde el sur
recíprocamente'.
hacia el norte y el noroeste, se presenta aquí en una dirección inversa
Por cierto, no se puede negar la conexión entre el estilo dórico y algunos
—del norte al sur—. Por cierto, aquí no terminan todavía los enfoques «na- rasgos espirituales de los dorios, así como entre el estilo jónico y la espiritua-
cionales». A la concepción del gótico como expresión genuina del alma ger- lidad jonia; sin embargo, lo que ha sido verificable en el taso de la Grecia
mánica y, por otra parte, al culto del Renacimiento como fenómeno italiano, antigua, se hace mucho más complicado y hasta problemático en el caso de la
algunos autores franceses oponen una visión diferente, según la cual la civi- Europa moderna, cuyas naciones y estados presentan un verdadero mosaico de
lización francesa medioeval representa la cuna de lo que se llamó más tarde elementos diversos. Si los franceses objetan el carácter germánico del esti-
el Renacimiento, y eso, hasta grado tal que el mismo Renacimiento italiano
lo gótico, si para ellos no tiene de germánico más que el nombre y si sostie-
debería comprenderse en cierta medida como una reacción contra la prepon- nen que se desarrolló en el norte de Francia, la cuestión no puede solucio-
derancia ejercida por el elemento provenzal-francés. Y es verdad que no narse con el contrargumento, bastante fácil, que se valdría de la presencia
faltan argumentos en favor de esta tesis. ¿Acaso no escribió el mismo Dante del elemento étnico germánico en el norte francés. No entra en los propósi-
en provenzal antes de escribir su Divina Comedia en toscano? Sin embargo, tos de este libro intervenir en las discusiones, a veces triviales, sobre la
por lo que atañe al problema del gótico, se encuentra una investigación mu- idea del «espíritu nacional» en el sentido de un denominador común de las
cho más ponderada debida al eminente historiador y filósofo del arte. M.
múltiples operaciones y manifestaciones de la vida nacional; con todo, no po-
Dvorak. El dualismo innato entre mundo exterior y mundo interior —que,
demos abstenemos de hacer aquí ciertas observaciones que tienen relación di-
según Worringer, encarna el gótico, y expresa su índole germánica en contras-
recta con el problema general del objeto de la historia moderna y que
, te a la ausencia de aquel dualismo en el «arte clásico de los latinos»— cobra desembocan en el terreno de una sociología de la nación.
una significación muy diferente en la teoría de Dvorak. Este admite la co- Las grandes naciones modernas de Europa, como. España, Italia, Francia o
existencia (en el arte gótico) de dos actitudes, de las cuales, una, apun- Alemania, son unidades de carácter estatal, pero de composición étnico-lin-
ta al mundo sobrenatural, y otra, al mundo natural, actitudes que tienden güístico-espiritual heterogénea y sucedió frecuentemente que era una de sus
a tratar cada uno de estos mundos de modo diferente. Este dualismo jerár- componentes la que lograba convertirse en el núcleo de la formación estatal
quico lo ve Dvorak también en la filosofía medioeval (tomismo) , empeñándose unitaria, y sabía imponer sus ideas y, algunas veces, su idioma o dialecto a las
en destacar la armonía del arte medioeval con su pensamiento filosófico. restantes. No hay una sola Francia, sino al menos tres: la Francia nacionalis-
Estas consideraciones hacen comprender el alma de verdad que ostenta la co- ta del norte (Ile de France), la Francia lírica del sur provenzal, y la Fran-
nocida expresión «les cathédrales de la pensée» para designar los sistemas cia místico-panteizante de la Bretaña céltica, pudiendo estas diferencias re-
filosóficos de la Escolástica. Quisiéramos subrayar que al mismo plano obe- flejarse en cualquier sector, por ejemplo en la vida religiosa, como es fácil
dece una encantadora obra de Dvorak Kunstgeschichte als Geistsgeschichte, averiguar en la conocida obra de Bremond, L'Histoire du sentiment religieux
donde el autor hace ver la conexión entre el arte y el pensamiento filosófico en France. Algo parecido tiene lugar en Alemania con su contraposición de
a lo largo de muchos siglos de la historia cultural de Europa. alemanes medio eslavos del norte, y alemanes algo célticos y latinizados del
Como vemos, las incertidumbres, oscilaciones y dudas respecto al valor y al sur, contraposición que pesó en los destinos históricos de Alemania, por no
papel del Renacimiento en el contexto de la historia europea, se presentan mencionar más que la lucha entre católicos y protestantes con sus múltiples
aun más agudizadas en las interpretaciones de los historiadores del arte. proyecciones en la guerra de 30 años o la rivalidad de Austria y Prusia. El
Para unos, el Renacimiento se halla encuadrado entre el Gótico y el Barro- concepto de Francia o Alemania es un concepto estratificado y diversificado,
por lo tanto, el afán de reducir las particularidades del gótico o del barro-
co no sólo cronológicamente, sino también por su propia estructuración. Para
co al «espíritu nacional» (Volksgeist), es querer explicar lo desconocido por
otros, tiende a esfumarse, cual fuego de artificio entre los dos estilos
lo más desconocido aún —ignotum per ignotius.
mencionados_ Como es obvio, estas opiniones se han emitido en relación a Ahora el lector recordará nuestra hipótesis sobre los orígenes del Renaci-
otro criterio, el del «espíritu nacional», por lo cual se agrava el proble- miento italiano en lo concerniente a su tono vital, como continuación de
ma con respecto al alcance de este espíritu nacional y a la prioridad de
influencias de lo germánico o de lo italiano en el Renacimiento italiano. 'las pasiones humanas —pasiones son, el afán de poder, la codicia, el fana-
Todo esto conduce, a pesar de los nutridos volúmenes de los grandes erudi- tismo religioso o nacional— constituyen la trama de la historia universal, las
tos, a una completa pulverización del concepto mismo de la época del Re- pasiones de los historiadores las que la constituyen en su historiografía. Por fin,
nacimiento. Nadie puede negar su admiración ante la obra de Wolfflin o todos los fanatismos se ahorcan unos a otros, como solía decir Thomas Jefferson.
de Worringer y, mucho menos, de Burckardt; nadie podrá desconocer el in- La pasión patriótica es demasiado manifiesta en la mayoría de las obras de arte
sobre el Renacimiento para dejar actuar a la razón equitativa y desprejuiciadamente.
genio de sus exposiciones y, en el caso de Burckardt además, el gran don
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108
algunos rasgos principales del alma provenzal; se acordará también, de la que los temas de geniales dramas musicales de Ricardo. Wagner, el gran
importancia del elemento provenzal en la composición étnico-lingüístico- representante del romanticismo en la música y uno de los pilares espirituales
espiritual de Francia, España e Italia. Y aunque es difícil hablar del se- del germanismo, fueron en gran parte temas y leyendas célticos, por no men-
paratismo político respecto a Francia meridional o Italia septentrional, cionar sino Tristán e Isolda. Empero, no podemos detenernos aquí, pues
el separatismo catalán de nuestros días no es otra cosa que la herencia del el alcance del concepto del romanticismo va más lejos. Los orígenes de la
espíritu provenzal. lírica romántica en Europa occidental tienen mucho que ver con la lírica
En razón quizás de que las naciones europeas se revelan como mezclas de árabe-española y sus obras poéticas amorosas que dieron el sustrato para el
elementos étnico-lingüísticos diversos, nociones tan difundidas como «lo gó- canto y el baile (balada) . Antes de que el culto de la mujer haya encontrado
tico» o <do barroco», en el sentido de expresar ellos el espíritu germánico su expresión en los ritos y las costumbres de los caballeros del Medioevo cris-
(apoyado, como piensa Worringer y muchos otros, en los rasgos raciales de tiano, ciertos elementos de la caballerosidad se desarrollaron en la España
los germánicos) —ya lo hemos dicho— se tornan problemáticas. Con estas te- musulmana. Los dos motivos más propios de la actitud romántica los cons-
sis entramos en un terreno de lo más movedizo. No hay duda alguna de que tituyen siempre la exaltación de la mujer y del corcel, y, como todos saben,
los germánicos tienen un modo de creación artística diferente de los meri- estos son los motivos permanentes de la poesía lírica de los árabes. Nadie
dionales, empero ¿basta eso para elevar al gótico (y, con Dehio, el barroco) pone en duda hoy día la existencia de lazos muy estrechos entre la creación
a la altura de una categoría supratemporal en la historia del arte europeo? poética de los moros de España y la lírica provenzal; nadie tampoco dudará,
Manifiestamente, la cuestión no se puede plantear en estos términos. Si se ante las conocidas obras de Asin Palacios y ante el maravilloso libro de
Briffault, anteriormente mencionado, de la irradiación de la poesía amorosa
quiere hablar de categorías perennes en las creaciones artísticas de Occi-
dente, sería adecuado echar mano de una contraposición más general que po- y la especulación religiosa de los místicos musulmanes (los sufis) sobre la
dría ser aplicable también al arte antiguo. En este sentido, más convenien- literatura provenzal-italiana. Así, el Romanticismo, no siendo exclusividad
de los germánicos, no lo es tampoco de los celtas, pues tiene su representante
te sería apuntar a la oposición de lo clásico y lo romántico, pues en el
arte griego y su literatura tenemos esta oposición o, si se quiere, entre en el mundo oriental, 'como los ha tenido en forma de prerromanticismo en
las postrimerías de la antigüedad. Ya nadie lo sabía mejor que el conocido
lo clásico y lo prerromántico; una índole romántica (o prerromántica) osten-
tan tanto la novela de las postrimerías de la antigüedad, a la cual Erwin representante del romanticismo alemán que fue Rückert, admirador y cono-
cedor de la poesía lírica de los árabes. Así, se confirma cada vez más nues-
Rohde dedicó una bellísima obra (Der griechische Ronzan) —pensemos en Eros
tra tesis sobre el carácter fundamental de la actitud romántica, que acepta en
y Psique, Dafnis y Cloe y otros— como su arte plástico, que algunos llaman
su regazo pueblos de diferentes orígenes. ¿Qué valor puede tener, en vista
barroco. Con esta designación vendría a ser algo superficial la otra concep-
de todo esto, la tesis forzosamente gratuita sobre lo específicamente genuino
ción, propia sólo de nuestro barroco moderno del siglo xvit y, en parte
de lo «gótico» y del «hombre gótico», que no sólo reduce la extensión del
—así en algunos países del norte, por ejemplo en Polonia—, también del siglo
concepto en cuestión a algo puramente étnico, sino que además lo lanza hacia
xvm. Con esto, la antítesis en cuestión se libraría de algo secundario,
la altura de lo supratemporal?
pues ya no se reduciría a la simple oposición, quizás áspera, del latinis-
mo y germanismo, para englobar esta última como un caso particular de algo
Estas observaciones no son superfluas en vista del enfoque preponderantemen-
más amplio y superar con eso su estrechez. Cierto cambio de significado (Be-
te «racial» por parte de tantos eminentes historiadores del arte2.
deutungswandel) que habría experimentado con eso la categoría «gótico-
Las teorías «nórdicas» como también específicamente «latinas» sobre el
barroca», estaría, en conexión con el cambio análogo, referente al papel y
gótico, el Renacimiento y el Barroco, que tanta importancia tienen en la his-
al significado del romanticismo. No hay duda de que los pueblos germánicos
toriografía del arte y que no nos fue posible pasar en silencio, parecen mo-
y particularmente los alemanes fueron representantes notables del movi-
verse —así pensamos— en un reino más fantástico e irreal que real. La pre-
miento romántico en Europa; empero sería erróneo ir demasiado lejos en este
ponderancia en la historiografía moderna del enfoque nacional-estatal con-
sentido, es decir, equiparar sin más al romanticismo con la índole germánica.
duce a generalizaciones infundadas que toman el desarrollo del Estado por
¿Quién no sabe cómo repercutió en su tiempo en toda la Europa literaria la
aparición de Ossian como revelación del espíritu céltico, aunque la obra 2En este sentido cabría recordar un interesante lema del conocido político
fuese en gran parte la obra propia del célebre highlander Macpherson? Es nacionalista alemán, Pablo Lagarde, que reza: Das Deutchtum liegt nicht im
que los orígenes y los mismos moldes del romanticismo tienen, sin lugar a Gebliite, sordern im Gemüte (la alemanidad no yace en la sangre, sino en el
dudas, mucho que ver con el elemento céltico, privado de una existencia sentimiento) . ¡Son notables los pensamientos de Lagarde! Mas, no venían de la
estatal propia, pero existiendo como elemento integrante de Gran Bretaña pluma de un adversario resuelto ni de Bismarck, ni de la hegemonía prusiana:
(el nombre mismo lo dice todo) y de. Francia. Y nadie desconoce el hecho de provenían de la pluma de un campeón del germanismo.

110 111
el desarrollo de la nación, y además pasan por alto las múltiples diferencias sus célebres concepciones tendientes a la divinización del Estado (es ist der
étnicas-espirituales que existen por debajo de la superficie de una nación. Gang Gottes in der ¡'Velt, dass per Staat ist) y particularmente, del Estado
No olvidemos que el progreso del conocimiento científico consiste muchas prusiano como la última y más excelsa forma estatal, cuando la historia pos-
veces precisamente en la reducción de las apariencias. terior pulverizó su edificio filosófico-histórico y la misma Prusia dejó de
Solamente con muchos esfuerzos, y sólo en sus últimos decenios, la cien- existir frente al avance vertiginoso de la potencia rusa? Desgraciadamente,
cia físico-química descubrió que el carácter determinado de elementos quími- las construcciones 'nacionales' de muchos historiadores y filósofos de la histo-
cos y la homogeneidad de sus compuestos no son sino una apariencia: no hay ria moderna están lejos de presentar un valor científico-objetivo en un grado
una sola agua, pues ésta representa una mezcla del oxígeno y los diversos suficiente.
hidrógenos con sus diferentes pesos y que ostentan (gracias a la misma Huelga decir que idénticos defectos se encuentran en muchas obras histó-
carga eléctrica) el mismo número atómico, es decir, el mismo lugar en el ricas francesas e inglesas, y si alguna diferencia hay con las obras alemanas
sistema periódico de elementos. De ahí proviene, como todos saben, su nom- aquí citadas, ésta se debe a la composición heterogénea, muy obvia, de los
bre de «isótopos», siendo este fenómeno muy difundido, ya que se los cuenta diversos estratos étnicos presentes en la historia de Francia e Inglaterra. Esto
hasta quinientos como modificaciones de 92 elementos químicos. Así el agua obstaculiza una concepción unitaria y homogénea del «espíritu nado-
común que, desde tiempos inmemoriales parecía ser algo homogéneo y nal» análoga a aquella que se complace en remontarse a la Gern2ania. De Tá-
único, no es sino una mezcla en la cual el segundo hidrógeno o deuterio, dos cito para urdir desde allá una trama ininterrumpida de rasgos inmutables y
veces más pesado que el primero, entra en proporciones exiguas pero con casi supratemporales.
posibilidades de variación. Creemos que no sería una metáfora arriesgada No queremos aumentar el pesimismo que nos invade. Peor que todo es
que conciba a las grandes naciones europeas como conjuntos o mezclas de isó- el hecho que los historiadores mismos parecen darse cuenta pocas veces del
toposnácionales, generalm-enie latentes bajo la estructura de las síntesis estado desesperado de su ciencia. Se comprende hasta cierto grado por qué
históricas, efectuadas sobre la base de la unidad nacional estatal., Pensamos esto sea así. La investigación histórica de nuestro siglo, sin hablar del siglo
que por el descuido de graves problemas, que implica la actitud deliberada pasado, resucitó delante de nosotros múltiples mundos desaparecidos, Mun-
de algunos historiadores, aun de la talla de Worringer (por no hablar de dos enteros de los cuales los mismos griegos y romanos tenían poco conoci-
Dehio o C. Newmann), se podrían explicar aquellas síntesis que de lejos miento, o más bien ninguno. En efecto, nuestro conocimiento del antiguo
parecen grandiosas y, vistas de terca, ostentan sus vacíos. Es triste la conclu- Egipto, de Babilonia y Asiria, de la India antigua, de los hititos y cretenses,
sión de que la ciencia histórica construye algunos de sus edificios más im- es algo que habla a la imaginación de cualquiera. Empero, se trata Aquí de
ponentes sobre juicios y conceptos hipotéticos y, de vez en cuando, sobre fan- siglos históricos ya cerrados, de influencias remotas sobre la civilización
tasmas o mitos. Es probable que la expresión «hombre gótico» encierre algo actual; sin embargo, aun en este terreno, cuando vamos más allá de los
de verdad, sin embargo falta precisarlo. Expresiones como «hombre góti- hechos, por interesantes que sean, para evaluar su papel en el contexto de
co» y «hombre románico» (la antítesis de los dos constituye una de las par- una historia universal, nos encontramos muy a menudo en encrucijadas. Así,
tes fundamentales en la configuración histórico-filosófica del Medioevo que la matemática griega, nos es conocida cada vez más en su contenido y sus
nos presentan algunos sabios eminentes), son fascinantes y evocativas con su detalles; sin embargo, la articulación de sus períodos evolutivos, en cuanto
sentido (sinntragend), pero no nos parecen ser mucho más que eso; más aun, implica un juicio sobre su relación intrínseca con las matemáticas orientales
son pretenciosas, pues caen en el error de «entificar» o «hipostasiar» abstrac- que presenciaban su nacimiento, no está esclarecida de manera suficiente,
ciones, viejo error que Aristóteles criticaba a su maestro muchas veces sin ya que sólo los descubrimientos de la época reciente posibilitan sugerir la exis-
razón, sea dicho de paso. Así, Spengler pensaba encontrar en el «alma fáus- tencia de lazos escondidos entre el espíritu de las matemáticas caldeas y
tica» del hombre moderno, particularmente del nórdico, dirigida hacia el tal vez egipcias, y el espíritu de la ciencia matemática de la antigüedad pos-
infinito, una especie de llave para comprender la civilización de Europá trera, expresado, por ejemplo, en la figura de Diofanto de Alejandría. El
moderna y ponerla en contraste con el «alma mágica» de la civilización ára- descubrimiento de tales relaciones nos deja ciegos frente a la inestabilidad
be. Empero, se sabe que precisamente en las postrimerías de la Antigüedad, de juicio en todo lo que atañe a la historia Occidental que nos abarca hoy.
cobra gran importancia la idea del infinito en todo el dominio de creaciones Por cierto, el aumento de nuestros conocimientos, el aumento de la masa,
científicas y filosóficas de aquella época. Por otra parte, no se comprende aunque puede procurar complacencia y dar satisfacción a la curiosidad cog-
cómo el Fausto mismo confiesa haberse dedicado a la magia (drum hab-ich noscitiva, actúa muchas veces en el sentido contrario a la adquisición de
mich der Magie ergeben), a no ser que Fausto, el símbolo del Norte, sienta . un valor científico de rango más elevado. Instructivas son en este sentido
en sus entrañas el alma mágica de Arabia. Aún tratándose de Hegel, un las palabras de Ferguson: «Cuando uno pasa revista a las historias del
genio que casi desafía cualquier parangón, ¿qué valor objetivo podrían tener, Renacimiento concebidas sucesivamente hasta nuestros días, uno queda pro-

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fundamente impresionado al comprobar el inmenso progreso de la conciencia es por completo arbitraria. De ahí resulta que lejos de ser una ciencia, la
histórica. Sin embargo, esta riqueza misma trae un problema ... tanta opu- historia está condenada por un vicio de naturaleza a lo vago y mudable ...
lencia desconcierta». Quizás no sería muy erróneo pensar que la certeza y Aún supongo que la creciente abundancia de memorias, correspondencia, do-
profundidad de amplias perspectivas de todo un conjunto histórico se en- cumentos y archivos dificultará la tarea de los historiadores futuros».
cuentran en razón inversa a la riqueza de detalles ... Por mucho que uno res- ¿Sería un menoscabo frente a los célebres historiadores, anteriormente
pete —y no puede no respetar— la amplitud de erudición, el alarde de ella mencionados, citar las palabras de un gran novelista y célebre escéptico y
nos incita de una manera involuntaria a un juicio negativo respecto de ésta.
burlador? Empero, Anatole France, además de historiador (su obra La vie
de Jeanne D'Arc es altamente apreciada por los entendidos) , fue al mismo
Empero, no es éste el talón de Aquiles de la historiografía. Lo desconcer- tiempo un genial artista y un gran erudito, y no se sabe si, al referirse a un
tante del balance de tanta labor y tantos empeños proviene en alto grado burlador, casi desprovisto de pasiones y de presunción nacional (su Isla de
de los prejuicios de los historiadores. Exageraciones confesionales y fervor los Pingüinos es también una sátira sobre la historia de Francia) , significa
nacional —hay que decirlo— constituyen las taras de gran parte de la histo- desde el punto de vista humano, rebajar a aquellos cuyos enfoques se nutren
riografía que se refiere a Europa medioeval y moderna. Nos sentimos tentados de lo inmutable y solemne y que se complacen en andar sobre coturnos.
a sostener una idea quizás paradojal: mientras más remota es la historia, es
más verídica, o, si se quiere, menos deformada —una opinión contraria a la
En efecto, sólo el feliz instinto optimista, tan natural en los hombres, les
comúñicieniC sostenida y que goza de- la autoridad de Tucídides, quien dice:
impide ver la realidad cara a cara y percatarse de lo desesperada que es la
«encontrar de una manera nítida lo antiguo es imposible por la extensión
posición de una ciencia cuyo nombre significa el conocimiento por antono-
del tiempo».
masia —pues esta es la «Historia» en su sentido originario— y que debería
ser la más preciosa de todas, ya que es la ciencia investigadora de las acti-
Si se toman en consideración todas las opiniones vertidas por eminentes his- vidades humanas. Desgraciadamente, al penetrar en su recinto, nos sentimos
toriadores sobre Medioevo o Renacimiento, uno se siente casi aniquilado al rodeados por las tinieblas siempre más y más densas, en vez de sentirnos ilu-
comprobar que aquí el reino de todas las posibilidades imaginables viene minados por una luz ... Stat magni nomínis urnbra
a ser idéntico a la realidad presentada: no hay opinión posible que no haya
encontrado sus expositores y sus partidarios y, en modo igual, sus adver-
Sentimos todo el peso de una actitud en apariencia irreverente respecto de
sarios y sus contendores. Y así como la historia está constituida por la histo-
los grandes esfuerzos del espíritu humano por conocer el pasado. Irreverente
ria de las pasiones humanas, así también la historiografía parece estar
sólo en apariencia, pues se trata de sus debilidades congénitas. Obedecemos
hecha de las pasiones de los historiadores. Los viejos «ídolos» en los cuales
sólo a nuestra conciencia al manifestar que no podemos conformarnos con
viera Bacon un serio obstáculo para el conocimiento, están siempre presentes.
la realidad imperante en el espíritu de los historiadores: Involuntariamente
La realidad humana en su más ruda esencia está representada de una ma-
nos vienen a la mente las palabras de Lutero, en la Dieta Imperial en
nera impresionante en el enorme y tan famoso cuadro de Gaya: hombres
Worms ... Hier stehe ich, ich kann nicht anders, Gott helfe mir (Mquí estoy,
medio-animales, corroídos y desfigurados por las pasiones reflejadas en sus
no puedo ser de otra manera, que Dios me ayude!).
rostros y actitudes. Empero, ¿el cuadro de Goya no engloba también la rea-
lidad histórica, la realidad del pasado pintada por las manos de los historia- Llegue hasta aquí nuestra crítica; no queremos ir más lejos. Nuestro pro-
dores? ... De una manera involuntaria nos vienen a la mente las palabras pósito no fue otro sino estremecer al lector común, acostumbrado a la admi-
en algo atrevidas de Anatole France en sus famosas Opiniones de Gerónimo ración de la ciencia histórica y sus grandes representantes; sacudir su con-
Coignard: «Pero permitid que os diga, caballero, que la musa Clío es una ciencia, sumida en la tranquidad. Hemos de confesar libremente: vivimos en
embustera y os ofrece un espejo engañador ... Los historiadores se con- mitos, legados por el pasado, y seguimos creando nuevos mitos, puesto que, del
tradicen unos a otros en cuanto interpretan el mismo asunto... Veo que mito vive el hombre.
estoy criticando a los historiadores, y es la historia misma quien merece
una crítica severa ... Considerad que cuando la causa de un hecho histórico Sin embargo, es mucho más fácil analizar los defectos de la ciencia histórica,
reside en un hecho que no es histórico, la historia no lo advierte; y como que encontrar el recto camino de su salvación. De seguro, querer asentar la
los hechos históricos se expresan ligados a los que no lo son, resulta que los ciencia histórico-moral en sus verdaderos fundamentos supone una tarea tan
acontecimientos no se encadenan naturalmente, sino que están unidos unos inmensa que sobrepasaría las reformas más audaces en el terreno de la fun-
a otros por puros artificios retóricos. Observad también que la distinción en- (lamentación contemporánea de la ciencia exacta. Hubo no obstante en el
tre los hechos que entran en la historia y los hechos que no entran en ella, pasado-grandes hombres que estaban en espera de aquella reforma radical.

114 115
Basta pensar en este momento en Kant, a quien Rousseau pareció una vez
el déspota; en la Antigüedad clásica sólo algunos, y todos libres en el mundo
corno «el Newton del mundo moral» ...
cristiano germánico, prolongado hasta el tiempo de Hegel. Esta famosa sen-
Por lo , que atañe a nuestro modesto ensayo, no intentamos ahondar en
tencia (que es más bien una boutade) no pasa de ser una broma. Donde to-
la tarea positiva de fundamentar la ciencia histórica, pues una obra de esta
dos son esclavos y uno sólo es libre, este último no es libre. Por algo el famoso
índole está muy por encima de nuestras fuerzas (fuga tenzporum irrepara-
compatriota de Hegel, Federico el Grande, se quejaba, poco tiempo antes de
bilis). Nuestra tarea en la crítica de la historia es ante todo negativa y, sólo
morir, de que «se sentía aburrido de reinar sobre un cúmulo de esclavo». Des-
en segundo lugar, positiva. No podemos, por lo tanto, al despedirnos de esta
cle un punto de vista similar también la enorme expansión de la raza blanca
primera tarea, resumir en breves palabras las más importantes y comúnmente
—desde principios del siglo xvr— a través del mundo entero significaría el
conocidas deficiencias de la historia. Ni siquiera tenemos la pretensión de
progreso hacia la libertad, y el mismo descubrimiento de América por los espa-
clasificarlas (tarea grave por sí misma) , se trata más bien de enumerarlas.
ñoles debería considerarse como el comienzo de la dicha de los indios por
1. «No hay ciencia sino de lo general», reza desde la antigüedad el postulado «haber sido descubiertos»:,.. Pero no ataquemos a los historiadores.
de cualquier conocimiento. Eso no obstante, la Historia tiende a conocer —y Llegaremos sólo hasta aquí. La destrucción no es para nosotros el fin sino
con razón— lo particular. Esta es la primera antinomia o más bien aporta de el medio: el medio para la destrucción de la destrucción. Obviamente —y
la Historia, aporía en cierto sentido insoluble. eso en conformidad con lo anteriormente dicho— tal destrucción de la des-
trucción cederá lugar a la •onsta-uctividad, pero ésta no va a ser sino parcial,
2. El decurso histórico está en gran parte entregado a la pura casualidad. y tiene que ser ante todo una réplica a las deficiencias mencionadas bajo
Aquí el mayor y más grandioso ejemplo es la muerte prematura de Alejan- nuestra lista, ya que las otras son más bien un mal incurable de la Musa
dro Magno, la causa deficiente de la grandeza del más poderoso de los Impe- Clío. Nuestra réplica llena la Parte Segunda de esta obra, y consiste en una
rios y áreas de civilización: el Imperio Romano. diferenciación en diversos planos de lo «individual» y lo «general». Lo «indivi-
dual» es representado por Sócrates, pero también por la civilización clásica
3. Prevenciones subjetivas —ante todo del orden confesional y nacional— que, ateniense, que no deja de ser por esto lo general. Toda la historia griega
impregnando la Historia de carácter subjetivista, la despojan de la objeti- arcaica, helénica y, por fin, helenística es al mismo tiempo algo «individual»
vidad propia del conocimiento científico. y algo «general», «individual» en referencia a otras culturas y «general» res-
pecto de lo que ella implica. Empero, aun dentro de lo «general» existen, en-
4. Es increíble y casi incomprensible el optimismo de los historiadores, ya tidades que present-an el «nervio histórico» del pretérito. Estas entidades no
que poniéndose del lado de los fuertes y vencedores, cierra los ojos a la mí- son de carácter sinóptico, convencional o mnemónico sino constitutivas del
sera desesperación de las masas anónimas. Hasta hoy perdura la memoria, pasado, en un sentido análogo a las «clases» zoológicas o botánicas que son
cultivada por los historiadores, de los tres primeros edificadores de las pi- constitutivas del sistema «zoológico», en el systema naturae linneano. Nos re-
rámides, empezando con Kheops, mientras muestran poco interés por la ferimos a los periodos históricos. El conocimiento histórico está por su natu-
suerte de los esclavos que contribuyeron a realizar aquel fantástico sue- raleza misma constituido por períodos —y, eso, tanto del punto de vista nues-
ño de inmortalidad de los faraones. El estado de ánimo de los historiadores tro «conocimiento» como de la realidad. En esto reside el elemento apriórico
no parece vibrar al unísono con estos versos de Musset: de la historia, es decir, su carácter ontológico. Al pasar revista a nuestro pasado
—individual o colectivo— las grandes fases de nuestro desarrollo se nos dan de
Rien n'est plus grand qu'une grande souffrance, una manera inmediata. Los más grandes hombres no se desprenden — y no
Les plus désespérés sont les chants les plus beaux, pueden desprenderse— de su «período histórico», el cual los representa igual
Et j'en conñais d'immortels qui sont de purs sañglots. como ellos representan a aquél. Guiados por estas convicciones, hemos escrito
5. Los historiadores —aun entre los más notables— se complacen en ciertas la Segunda Parte, como un intento de salvar la•historia en el único elemento
de generalidad que le queda.. Pero, •cuidado! Los períodos del pasado cambian
sentencias muchas veces vacuas, pero altisonantes. Pensemos por un momen-
to en el libro de B. Croce, Historia como realización de la libertad; el único en la historia pero de otra manera que la clasificación de seres vivos. El famoso
prototipo de nuestro caballo de forma tan diminuta «cambió» a través de los
sustrato real de tal concepción no es otro sino la liberación del pueblo ita-
milenios, y sus diferentes fases tienen distinos nombres en la paleontología.
llano de la dominación extranjera y su unificación en una nación soberana.
Empero, la «reconstrucción biogenética» (aun con toda la deficiencia carac-
En verdad, la idea sobre la creciente libertad como esencia de la historia,
terística del famoso concepto haeckeliano) es bien diferente de la periodifi-
no pertenece a Croce, sino a su maestro Hegel. Todos conocen el célebre
cación histórica. Esta última tiene que ver en el gran fenómeno de la vida
esquema hegeliano, según el cual en el Oriente hubo un solo hombre libre,
espiritual que es la memoria _ (en este caso «memoria colectiva»), que funda-
116
117
menta no sólo la división en períodos, sino también el cambio mismo de los
períodos del pasado por la, progresiyadel«presente». Así tiene
que ser, pues la memoria es inseparable del espíritu, o mejor dicho, el espíri-
tu es memoria. (Aquí nos recordamos de una sentencia favorita del extinto
maestro y amigo G. Simmels: der Geist ist wesentlich das Gediichtnis) 3. Así
la periodificación se nos torna la única posibilidad de salvar la estructura de la
historia. Aquí también la historia encuentra su parentesco con la vida, es decir
con la vida espiritual creadora también de las ciencias espirituales, como lo
son la ciencia en general y la ;ciencia histórica, en particular. De ahí que las
creaciones espirituales obedezcan a las leyes generales de todos los seres vivos
Segunda parte
que tienen su ciclo vital, y —lo que es más importante— obedezcan a cierta
dialéctica que rige el ciclo vital de cada ser vivo. Por lo tanto, la Parte Segunda
de nuestro trabajo va a ser dedicada a la aplicación de la idea del ciclo vital
en las diversas periodologías, animadas _todas ellas por una dialéctica sui
generis.

Y, por fin, sin perder la esperanza de contribuir en algo al aspecto positivo


de la historia, afirmamos aquí nuestra convicción de que la historia está en
conexión con el ahondamiento del omniabarcante a la vez que enigmático
concepto del «sentido». La mutua delimitación y profundización de las ideas
de «sentido», «valor» y «significación» constituye una labor previa a cual-
quier consideración sobre la historia en el significado positivo del vocablo.
Pues, en verdad, también por el parentesco entre lo que comprendemos por
el «ser» y el «sentido», se hace imprescindible la delimitación de los dos
conceptos. Si puede ser problemático que el concepto del «ser-ente> se refiere
ante todo a la existencia humana (Dasein) no hay duda de que el «sentido»
es la expresión de nuestra actitud frente a la realidad y a nosotros mismos.
Y, por otro lado, ¿podría pensarse que la quintaesencia de nuestro «saber
histórico» se limita a la simple y subjetiva actitud de «dar un sentido a algo
que por sí solo no lo tiene?». ¿Podría pensarse que la historia consiste en
otorgar sentido al pasado sin sentido? En otras palabras, ¿podría aceptarse la
aguda y profundamente escéptica definición de Teodoro Lessing de la Histo-
ria como Sinngebung des Sinnlosen4? ¡Ciertamente que no!
Existe un enlace entre el objeto «historia» y su sujeto que no es un enlace
cualquiera sino una compenetración más íntima. Si nuestro saber histórico
no ha de tornarse en pura fantasmagoría, propondríamos, en vez del vocablo
Sinngebung («prestar un sentido») un concepto expresivo de una íntima com-
penetración de ambos aspectos —algo que podríamos expresar en el idioma
de Lessing quizás así: Pie_Geschichte ist das Sinnabgewinnen des Historisch
Sinnhaften (la historia, es el reencontrar el sentido en el decurso de lo capaz
de tener un sentido)

3E1 espíritu es esencialmente la memoria.


'Dar sentido a lo que no tiene sentido.

118
Capítulo primero

TENTATIVAS 'VANAS DE SALVAR LA

HISTORIA Y PRIMER INTENTO

DE SUPERARLAS

La situación tan problemática de la ciencia histórica, cine el lector debió


percibir al meditar en las primeras páginas del Balance, no es "por cierto algo
nuevo. Ya desde fines del siglo pasado se apoderó de los historiadores un
cierto malestar frente a los progresos tan positivos de la ciencia natural. ¿Qué
representa, en resumidas cuentas, la historia, este orgullo del «siglo histórico»
como muchos llaman al siglo pasado? ¿Dónde están sus logros definitivos? ¿En
qué estriba su carácter de ciencia que tantos han rechazado? Con más y más
fuerza se imponía un movimiento, tendiente a salvar la historia del imperia-
lismo de la ciencia físico-natural. Desde este punto de vista, no podemos pasar-
por alto aquel esfuerzo notable de Windelband y Rickert, encaminado hada
la fundamentación del conocimiento histórico de tal manera que asegurara su
autonomía y completa independencia frente al conocimiento físico-natural.
Por desgracia, por mucho que se hayan propagado las teorías de Windelband
y Rickert, en el terreno de la filosofía de la historia adolecen de grandes•clo-
fectos históricos y filosóficos que las hacen inadecuadas para el fin que se
propusieron. Dos son sus vicios principales.
El primero consiste en el gran error de contraponer lo general a lo particu-
lar bajo la forma de contraposición entre la ley natural y los hechos irrepe-
tibies de la historia.
El segundo consiste en la aserción, "casi deses^perada, de que el conocimiento
de «hechos particulares» sin más, puede constituir una ciencia, y justamente
una ciencia histórica.
Pasemos al primer punto. Es antigua la contraposición de lo general a lo
particular concreto, ya que todo el sistema aristotélico tiene que ver con el
problema de sus relaciones. Empero, durante la Antigüedad, el Medioevo, y
en parte, la. época renacentista, esta contraposición básica piránanecía

121
en los marcos que le son propios y revestía ante todo, la forma de la célebre de lo general a lo particular se reencuentra en la estructura de la biología
contienda sobre los universales. Así, la contraposición mencionada se reducía descriptiva con su concepto de tipo (por lo cual, la denominación «nomoté-
en primer lugar a la oposición entre la esencia-tipo (por ejemplo: el caballo tica» debería ser reemplazada por «tipotética», a diferencia de la denominación
en cuanto tal o la equinidad) y lo existente en su singularidad (como ese del conocimiento histórico como «ideográfico») queda intacto el gran proble-
caballo en particular) . Sin embargo, el desarrollo de las ciencias exactas, ante ma sobre la posibilidad de constituirse una ciencia de lo particular, lo cual
todo de la física, hizo raer en olvido el antiguo problema de los universales, no pasa de ser una ficción, cuyo análisis nos remite al segundo vicio ante-
que ya pareció anacrónico, y cedió su lugar más bien a una oposición de lo riormente mencionado.
general en forma de ley natural o de entidad matemática frente a la particu- Antes de hablar de la posibilidad de constituirse en una ciencia el conoci-
laridad de lo dado. De ahí viene la antítesis que constituye la armazón miento de lo particular, detengámonos sobre la denominación misma de la
misma de la doctrina Windelband-Rickertiana: la antítesis entre la ciencia le- Historia como ciencia «ideográfica», es decir, descriptiva de lo particular. Esta
gisladora o «nomotética» de la naturaleza, y la ciencia particularista o «ideo- denominación enlaza dos elementos: «descripción» y «lo particular». Ya
gráfica» de la historia. Es por cierto excusable el error de aquella tesis de hemos visto que el último término desempeña en el pensamiento de Rickert
Windelband-Rickert, puesto que ya el eminente filósofo Berkeley incurrió el papel de un «elemento de realidad». Hemos visto, sin embargo, que lo
en la misma inexactitud, dando como ejemplo de lo abstracto-general, el con- particular (lo particular como «hecho particular») no puede ser elemento de la
cepto de un triángulo. En efecto, el concepto de la ley, como también el con- realidad, pues representa una •construcción del espíritu cognoscente: no hay
cepto de ente matemático, carece de la generalidad en el sentido de que se le hechos crudos, y no comprenderlo representa el error más grave del positi-
pudiera oponer lo particularmente dado. Las caídas singulares de piedras sobre vismo. Aun la misma diferencia básica de la psicología, entre sensación y per-
la tierra no son asimilables a lo particularmente dado respecto a la ley de caída cepción, no debe comprenderse en el sentido de una contraposición nítida,
libre de cuerpos romo lo general. Es comprensible este malentendido, el cual lo que podría admitirse si existieran «sensaciones puras». El progreso de la
proviene de la sustitución por algunos valores numéricos de las variables de psicología ha demostrado que la «sensación pura» es una ficción: no hay
la fórmula algebraica de la ley de la caída de los cuerpos; comprenderla como sensación que no sea ya una elaboración y estructuración de «datos senso
manifestación de lo general en lo particular no pasa de ser .....2jetichismo
m de riales». Otra vez tenemos que recordar las acertadas palabras de Goethe, que
lisnós. La mera aplicación de una fórmula algebraica a un caso numéricamen- vio más profundamente que algunos filósofos y psicólogos de tiempos poste-
te determinado no hace que lo «general» se haga presente para transformarse riores: Das Hochste würde zu erkennen dass alles Fattische schon Theorie ist
en lo particular, como si la ley, aplicándose a sí misma, pudiera producir lo («Lo más alto sería reconocer que todo lo táctil es ya una teoría») .
particular. En la ciencia físico-matemática no hay silogismo, como tantos ma-
temáticos ya lo han observado y tampoco puede existir por esta misma razón, Pasemos al primer miembro de la definición de la historia, la «descripción»
la subsunción de lo particular bajo lo general. Por tanto, el título adecuado (en el término idiográfico sería este el segundo miembro).. ¿De dónde provie-
de la obra de Rickert Los limites de la conceptuación naturalística, debería ne la idea de que la ciencia histórica tiene como tarea la descripción (de he-
rezar: La conceptuación físico-matemática, la biológico-natural y la histórica, chos particulares) ? Aquí también reconocemos el vestigio del positivismo que
donde cabrían las distinciones entre las estructuras epistemológicas de la físico, se había filtrado en la •construcción «humanística» de la doctrina rickertiana,
matemática, de la biología descriptiva y de la historia. Hasta ahora, nadie que pensaba afianzar la irreductibilidad de la Historia respecto de la ciencia
escribió una obra de esta índole'. Aun aceptando que la oposición genuina natural positiva. La concepción de la ciencia como una «descripción más sim-
ple» de la realidad física, pertenece al ideario de índole positivista, común
a todo un grupo de físicos-filósofos, los mismos que pregonaban el carácter
'Tanto Windelband como Rickert no se encontraban en la situación de escri- «económico» del conocimiento científico (Mach, Avenarius, Petzoldt) . Un pa-
birla, siendo ambos sabios de cultura puramente humanista. En verdad un libro
rentesco sensible con este ideario presentan también algunas concepciones
a la altura de la tarea es extremadamente difícil de realizar, porque, pese a una
opinión difundida, la conceptuación epistémica de la físico•matemática (no nos epistemológicas del ilustre físico experimental Gustavo Kirchhoff, uno de los
referimos a una «fundamentación epistemológicas de la ciencia exacta, cuyos fundadores de la espectrocopia. Al comenzar su obra sobre la mecánica,
lineamientos, en la obra de P. Natorp, por ejemplo, pueden tener siempre un expone su idea general de la ciencia: ésta debe tener como meta «la descrip-
gran valor) presenta hasta hoy día un problema arduo, que está lejos de solu-
cionarse: la llamada «lógica matemáti.ca» sigue siendo, a pesar suyo, ajena más
bien a la «lógica de la matemática», todavía por crear. Un autor que escribiera un libro de un filósofo español, J. A. Maravall, Teoría del Saber Histórico,
semejante libro sería un pionero en la primera parte, dedicada a la ciencia por su tendencia a ir más a fondo en la investigación de relaciones lógicas entre
exacta, y también en la tercera, historiológica. Nos parece que los prerrequisitos diversas ciencias, lo que le da —por sus intenciones mismas, pero sólo por ellas—
para que tal libro aparezca, están en el aire. Debería, por lo tanto, ser saludado un rasgo quizás más elevado que las doctrinas que estarnos analizando.

122 123
todo por su carácter sistemático-deductivo, que le permite pasar de una cons-
don más simple de la realidad». Vamos al subsuelo de donde brota esta con-
telación a otra, siempre conforme a la ley natural. Si es así, se comprende que
cepción: consiste en imaginar al sujeto como un ser receptivo, cuyo papel
desde antiguo exista la convicción de que no hay ciencia de lo particular.
sería en cierta medida semejante al que desempeña el cilindro registrador o,
Como todos saben, fue Aristóteles quien insistió en diversas partes de sus
si se quiere, al del hodógrafo de la mecánica. Este últlmo representa la curva
obras sobre este punto. El gran problema de los universales, siempre vivo y
de velocidades como retrato (Abbildung) del movimiento curvilíneo, cuyas
siempre lejos de ser solucionado, a causa de la ineficacia de los métodos em-
aceleraciones son difícilmente representables en la curva del movimiento, cons-
pleados para despejar las vías de su acceso, tiene sus raíces en la obvia e inelu-
truida con tiempos como abscisas y trayectos como ordenadas. En este caso el
dible incongruencia entre el presunto objeto —lo existente particular— y el
hodógrafo ofrece el «retrato más simple y fiel» del movimiento. La concepción
conocimiento que se refiere forzosamente a lo general. Una de las llaves
algo simplista de Kirchhoff —aunque expresada por un sabio de primer
del enigma estriba en que el conocimiento de lo real consiste en cierta
orden— reduce el conocimiento a una especie de hodógrafo, pasando por alto
«idealización» de lo real y a medida que progresa el conocimiento, más grande
las funciones constructivas del espíritu, presentes en cualquiera parcela del
es el papel de la idealización y, por tanto, más grande su alejamiento de lo
conocimiento por simple y elemental que sea. Este no es nunca una mera
simplemente «real». El mero conocimiento de lo particular no sería, pues, otra
«descripción de hechos», pues no hay «hechos puros»; menos aún «descrip- cosa que un amontonamiento de lo particular, y el mero amontonamiento no
ciones puras». Naturalmente, lo que pena aquí es el fantasma de la inmedia-
se convierte en una ciencia, dado que su estructura es algo fortuito y extrín-
tez, que obsesiona —y con razón— a los pensadores. «El conocimiento tiene
seco, o más bien, dado que carece de estructura. Parafraseando a Aristóteles,
que ostentar y realizar el contacto directo e inmediato con lo real», así reza un
es decir, ampliando su sentencia, podríamos forma esta antítesis: Tú kathólu
anhelo, difícilmente eludible, del pensamiento humano; de aquí surgen temas
horismós, tú dé kath'hékaston sorismos (... la definición. (o ciencia) es válida
como Les donnée.s immédiates de la consciente, de Bergson; de aqui el famoso con referencia a lo general; y la acumulación, con referencia a lo particular.
llamamiento Zurück zu Sachen (Retorno a las cosas) , de Husserl; todo elló La acometida de Windelband-Rickert resulta, pues, frustrada desde muchos
sin investigar previamente el fundamento de este postulado y la posibilidad
puntos de vista: la ciencia nomotética no es la ciencia de lo general; lo es en
de su realización. Empero, una cosa es el postulado de inmediatez en la
cambio la ciencia biológico-natural que debería llamarse «tipotética»; y, por
filosofía —postulado muy estimable y digno de hondas lucubraciones— y otra
último, el postulado de una ciencia ideográfica se convierte primeramente en
cosa el postulado de inmediatez como modelo del conocimiento científico, mo-
el de una ciencia idiotética, para después esfumarse por completo, ya que no
delo fingido que ninguna ciencia - -menos aun la Historia— podría seguir. existe y no puede existir una ciencia de lo idion. La repercusión que ha tenido
Se comprende, píes, que la denominación «ciencia ideográfico.» representa
aquella acometida se debe en alto grado a una adecuada elección de términos
algo no factible, ein Unvollziehbares para expresarnos en el idioma de Ric- griegos, feliz hallazgo de Windelband, hallazgo bajo el cual se esconden erro-
kert. Aun en el caso de ser posible una ciencia, como cualquiera otra, no sería
res fundamentales en la clasificación de la ciencia y fijación de sus caracteres
un retrato pasivo (Abbildung) de la real, sino que, en analogía con la ciencia particulares. Si la acometida de Windelband-Rickert estaba encaminada a
física que es nomotética, tendría que ser «idiotética». Empero, ¿es posible una
crear un refugio para la historia frente al imperialismo de la ciencia exacta,
ciencia de lo particular? Esta pregunta nos remite al segundo punto de la
este refugio resulta desprovisto de seguridad; en otras palabras, es un refugio
cuestión. de la desesperación inconfesada2.

La ciencia —cualquiera ciencia— nunca tiene como objeto el conocimiento


Las tentativas de más largo alcance encaminadas hacia la posibilitación de una
completo, el cual sería, por cierto, un conocimiento de lo particular, de todos
ciencia histórica, posteriores a la doctrina aquí analizada, se deben, entre
los particulares. Es un privilegio de la ciencia divina, según la doctrina teo-
otros, a Spengler y Toynbee. Lo que les es peculiar —el enfoque biológico— es
lógica, el conocer todos los particulares (cognitio particularis). Por eso la cien-
cia divina, que es «omnisciencia», está sobre cualquier conocimiento por me-
'En esta somera crítica de la doctrina Windelband-Rickert, nos hemos limitado
dio de subsunción lógica, pues no procede como en el caso del hombre, com-
sólo a la oposición, designada por los términos «nomotéticos, e .idiográficos»,
ponendo et dividendo. Dejando de lado la omnisciencia divina, la ciencia hu- pasando por alto otros rasgos (como la referencia al valor y a la cultura) . Lo
mana no puede pretender conocer la totalidad de lo real. Un conocimiento hemos hecho de propósito, pues la intención misma de dejar constancia de que
exhaustivo del acaecer está muy por encima de la ciencia, que no puede la historia se ocupa de lo particular, sería, en el mejor caso, sólo una caracte-
alcanzarlo jamás y que incluso ni se interesa por él. Por otro lado, la ciencia rística del quehacer historiográfico, sin que se fundamentara por esto la asevera-
está muy por encima del nivel, de registro, muy por encima de lo que la ción de que las obras historiográficas representan un conocimiento científico.
escuela neopositivista suele llamar «proposiciones protocolares» y que consi- Sea dicho de paso, el mismo Rickert se daba cuenta de que la ley difiere en algo
del concepto general (Gattungsbegriff) , empero, no desarrolló este punto.
dera como «ladrillos» del edificio científico; la 'ciencia está determinada ante

125
124
Otra vez, la historia se convierte en una morfología de civilizaciones poco
propio de toda búsqueda de una escapatoria al atormentado problema de la
conectadas unas con otras, pues cada una de ellas puede ser a lo más hija
historia. El pensamiento de Spengler está animado por su idea de morfología
única de la precedente. Aquí también resucita otra vez el enfoque biologista
fisionómica de las grandes entidades del pasado que forman las diferentes
«culturas». «Cada cultura posee sus propias posibilidades de expresión que de Spengler, aunque modificado. Empero, esta herencia de Spengler, puede
germinan, maduran, se marchitan y no reviven jamás. Hay una diversidad de verse también en otro punto: el esquema al cual Toynbee se atiene en la
plásticas, de pinturas, de matemáticas, de físicas ... Cada una tiene su du- exposición de todos los tipos de civilización tomados en consideración, es
siempre el mismo: el de Challenge y Response —reto y réplica. Ahora bien:
ración limitada, cada una está encerrada en sí misma del modo como cada
especie vegetal tiene sus propias flores y frutos, su tipo de decadencia y de este mismo esquema no es otra cosa sino una transposición al terreno histó-
nacimiento». Se puede decir que las culturas, que para Spengler son grupos rico de la teoría lamarckiana de la evolución de los organismos. Es el esfuerzo
del animal que produce su desarrollo, el esfuerzo condicionado por el ambiente
de afinidades morfológicas, representan en su esencia íntima nada más que
fenómenos biológicos; y lo que es peor, su concepción biológica queda lejos y la tendencia a sobreponerse a sus propias deficiencias, un verdadero «reto y
todavía de la visión dominante de la biología, el transformismo: siendo cada réplica». De aquí sale la estructura de la inmensa obra de Toynbee, por lo que
cultura un ente cerrado, Spengler adopta la teoría ya anticuada de la «fijeza atañe a su fundamentación general. Llama la atención también la misma mo-
de las especies», con lo cual todo el desarrollo de la biología del siglo xix, con notonía del ritmo «reto-respuesta» que es ante todo una monotonía verbal.
Lamarck y Darwin, pasó inadvertido para él. Es muy extraño este defecto en Así, en pocos casos, el reto es de índole física (clima, etc.) y en las más de las
la conceptuación de la Historia, dado que en ella el principio de continuidad veces la alternancia de reto y respuesta consiste ... en «la disolución de la
encuentra una expresión más nítida que en la biología: por esta razón hemos civilización anterior por la posterior». El que lo posterior haya tenido lugar
recalcado en un trabajo anteriormente mencionado, sobre el problema de la por la disolución de lo anterior (en el caso de admitir la filiación) , representa
historia, la idea de que en ésta no se dan islas sino continentes, tanto, que una verdad incontrovertible, pero, por cierto, no muy profunda. Además,
el ritmo mismo «reto-respuesta» está concebido por Toynbee como un caso
aun las culturas aisladas hasta ahora tendrán sus puntos de cruzamiento
en el futuro, desde donde el panorama histórico va a presentarse de modo particular de una ley general de alternancia entre los principios «Yin» y
«Yang», tomados por él de la filosofía china —un préstamo bastante curioso,
mucho más unitario y continuo.
ya que la civilización inglesa no parece estar afiliada a la china. Por último,
El mismo defecto de biologismo inconfesado con el cual se quiere hacer frente lo que son las civilizaciones en su esencia, lo piensa aclarar nuestro autor
—con escasa posibilidad de éxito— al particularismo histórico, es notorio con la aseveración de que ellas no son otra rosa sino «los latidos peculiares
también en el célebre historiador Arnold Toynbee. Nos asombra este autor de una pulsación rítmica que corre a través de todo el Universo ...». Uno
creería habérselas con un poeta-metafísico y no con un sobrio historiador, de-
por la extensión inverosímil de su saber y, al mismo tiempo, por la pobreza
dicado a la investigación de «hechos empíricos»2.
de grandes ideas que pudieran hacer de su obra un todo coherente.
8No nos interesa
aquí la certeza de sus observaciones y sus síntesis históricas
«Si reconstruimos las fases principales de las historias de las civilizaciones que no es fácil valuar en vista de la enorme extensión de su obra. Sin embargo,
—nacimientos, •recimientos, dislocaciones, decadencias— podremos comparar aun la loable tendencia a reemplazar el estudio de historias nacionales con el
fase por fase sus experiencias; método que puede permitirnos descubrir sus estudio más abarcante de diversas civilizaciones, no liberó a la obra de Toynbee
experiencias comunes o la especie de sus experiencias únicas individuales. De de muchas inexactitudes que fluyen de sus propias predilecciones e idiosincrasia.
este modo estaremos en condiciones, sin duda, de elaborar una morfología Así —por no dar más que un ejemplo— el cristianismo en su exposición parece
de la especie de sociedad llamada civilización». casi desvinculado del judaísmo y más bien afiliado al helenismo; por cierto,
no es la primera vez que se emite una opinión de esta índole: la compartían
el profesor del Collége de France, Isidore Lévy y -el famosa helenista polaco
¿Cuál es el significado de este programa? En primer lugar, éste se refiere a un Tadeo Zielinski, para el cual da religión helénica es el Antiguo Testamento
solo tipo de agrupación humana, el que cae bajo el concepto de civilización. del Nuevo Testamento»; un caso más de la arbitrariedad de los historiadores
En segundo lugar, observamos la preeminencia del enfoque biológico, ya que y los filólogos. Nosotros pensamos que San Agustín, Primus Doctor Ecclesiae,
la sociedad presenta siempre cuatro fases que son: nacimiento, crecimiento, sabía mejor que los modernos y modernísimos historiadores lo que es el cris-
dislocación y decadencia, siendo esta sugestión misma una repetición de las tianismo: una de sus más célebres sentencias establece el vínculo, por no decir
ideas principales de Spengler. En tercer lugar, las diversas sociedades civili- la identidad continuada, entre el judaísmo y el cristianismo: do que en el
zadas, permanecen cada una en su propia envoltura, siempre afiliadas a lo Antiguo Testamento es latente, en el Nuevo es patente» (quod 1:az Antiguo latet
más a un solo «padre» —todo eso en detrimento del gran principio de con- in Novo patet). Por lo demás, y de todos modos, tenemos que disentir con el
insigne , sabio inglés en muchos tópicos que se refieren a la historia de Europa
tinuidad que es el nervio vital de la Historia.
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Así, las tentativas de los más eminentes filósofos de la historia y de los histo- noción de clase en la ciencia natural, presenta el único medio de comprender
riadores filosofantes no han podido aportar una solución al portentoso pro- el pasado en su conjunto y su articulación. Ahora se plantea otra interrogante
blema de la historia, hecho que se revela muy particularmente en los casos de capital importancia: ¿existe cierta legalidad regular (Gesetzmiissigkeit), vá-
de. Spengler y Toynbee, como consecuencia de un enfoque biológico que lida tanto en la estructuración interna de los períodos como en la misma suce-
deforma la índole particular de la historia. Si queremos salvaguardar la auto- sión de ellos? Esta pregunta —lo señalamos ya ahora— será contestada más
nomía y el carácter propio de la historia, tenemos que apropiarnos ante todo adelante en el Capítulo rv.
de aquello que la diferencia y convierte en un reino aparte. En efecto, la
historia en cuanto historia humana es distinta de la historia de los animales, Frente al balance de los numerosísimos estudios sobre el Renacimiento que
es decir, de la paleontología, del mismo modo como el hombre, aunque no pugnan en la más franca contradicción, hemos tratado (en la Primera Parte)
deje de ser animal, es diferente de éste. En verdad, la historia humana es de acercarnos a una visión más bien polifacética que rechaza lo unilateral y
esencialmente obra de los hombres, mientras que la historia de los animales no lo exclusivo de la mayoría de las opiniones en boga. ¿Son estas opiniones irre-
es obra de los animales. Aunque admitamos que la evolución biológica no conciliables, o exhiben acaso cada una de ellas cierta verdad que sólo se torna
esté exenta de un carácter ascensional, este mismo carácter reviste una forma falsa cuando se la totaliza y que, sin embargo, podría ser aceptada en el sen-
completamente diferente en la historia humana. La diferenciación siempre tido de una verdad parcial, relativa a un aspecto particular del gran fenómeno
más y más grande como una característica de la línea evolutiva que «va desde del Renacimiento? Sin embargo, no basta decir que las visiones en boga repre-
la ameba hasta el hombre» es incapaz de dejar la impronta o identificar las sentan verdades parciales —sentencia que más parece un lugar común. Por
actuaciones de los animales, ya que los productos de sus actividades —pensemos lo contrario, tenemos que investigar si estas verdades parciales no son quizás
por ejemplo en la interesantísima estructura de una colmena de abejas que, expresión de ciertas necesidades de nuestro conocimiento que preceden a
como se sabe, ofrece una solución ideal al problema matemático de maximíni- toda investigación concreta. Nosotros preguntamos: ¿No existen acaso ciertos
mos— parecen escaparse por su acierto y perfección a cualquier correspon- principios preempíricos que se reflejan de antemano en el trazado de los di-
dencia o paralelismo respecto de su grado en la escala de la naturaleza orgá- ferentes cuadros que los historiadores nos ofrecen sobre el Renacimiento?
nica (scala naturae). Es que hasta ahora el problema del instinto no encontró Dado que cada uno de los investigadores encuentra en el material estudiado
una solución satisfactoria. De todos modos, los productos de las actividades una confirmación de sus ideas —y es imposible que no la encontrara— el pro-
instintivas de los animales permanecen lejos de lo que es obra de la concien-
blema que se plantea ante nosotros podría formularse también así: ¿Cuál
cia humana que produce valores. Por eso, podemos hablar con fundamento es la naturaleza de la composibilidad de los diversos juicios sobre el Rena-
del valor 'creciente de las obras humanas, creciente junto con el desarrollo
cimiento y, con eso, de los diversos aspectos de éste? Si esta composibilidad
histórico de la humanidad. Esta plusvalía de la obra humana podría conce-
de lo diverso es inevitable —pues nos remite a cierta estructura de nuestro
birse como la plusvalía del futura respecto del pasado. La obra humana se
dirige esencialmente hacia el futuro y el futuro a su vez está hecho de espe- conocimiento— la reseña del balance no habrá sido hecha en vano, ya que
ranza, por lo cual la esperanza es el nervio vital de la historia. Por otra parte, el callejón sin salida en que se ve estancada la investigación histórica, va a
el mismo futuro no es más que la proyección de nuestros deseos; por eso, la recobrar su significado y lograr su rehabilitación, aunque sea ésta siempre
obra del historiador, que parece tener como objeto el pretérito, no pierde relativa. La importancia de fijar algunos momentos preempíricos que subya-
nunca su carácter prospectivo y se dirige implícitamente hacia el porvenir. cen en los cuadros históricos del Renacimiento no se limita a esta sola época,
pues si estos principios existen, ellos han de ser valederos• para la investigación
Como el lector recordará, hemos recalcado de paso la importancia de la noción de cualquier época histórica.
de período para la, ciencia histórica; una noción que, al corresponder a la
Uno de los rasgos importantes de nuestra tentativa de caracterizar la época
oriental, particularmente a la de Polonia y Rusia, que fue desde siempre objeto renacentista, consiste en dejar constancia de sus notas antitéticas: el paga-
de nuestro propio estudio. Aquí, muchas opiniones de Toynbee, por no men- nismo con su egotismo, al lado del hondo sentimiento religioso (y a menudo
cionar numerosas inexactitudes de hecho, son simplemente inaceptables. Así, las antiescolástico) ; el sensualismo al lado del misticismo; el despertar del sen-
peculiaridades de Rusia moderna, o más bien de la «civilización rusa cristiano- timiento nacional al lado del cosmopolitismo esotérico-sincretista. En verdad,
oriental>, se explican simplemente por ser ésta la heredera del Imperio bizan-
el Renacimiento no es propiamente pagano, ni propiamente cristiano; es lo
tino y nada más. En este punto habríamos querido remitir al lector a nuestra
uno y lo otro a la vez, y esto vale también para otros pares antitéticos. Los
obra Cristianismo Oriental y Rusia a la luz de diferencias culturales entre
Oriente y Occidente, escrita en polaco; sensiblemente, la traducción alemana historiadores que destacaban algunos de estos rasgos, tienen todos razón; y
de ésta, efectuada en Suiza, todavía no ha salido a la publicidad. también, ninguno de ellos la tiene.

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La convivencia de valores opuestos en una misma época tiene su último fun-
damento en la estructura antitética de nuestra razón y a la vez en lo que se tan (ya que éstos son endotérmicos y absorben el calor) , así también los pro-
pretende designar como lo «real». Por cierto, unos rasgos pueden tener pre- cesos constructivos del Renacimiento han sido posibles, sólo por la destrucción
ponderancia sobre otros y también sobre sus opuestos; empero, estos últimos de formas de vida caducas que se convirtieron en su abono. El conflicto de
nunca van a estar ausentes por completo. Así, el siglo xvin —época de la la medievalidad, o bien modernidad del Renacimiento, hablando de un modo
Ilustración— fue la expresión máxima del racionalismo; y con todo, hacia general, no tiene sentido; lo único que tendría sentido es la pregunta acerca
mediados de siglo, Rousseau, verdadero padre de la corriente romántica, de la preponderancia del aspecto medioeval sobre el moderno o viceversa.
empieza a publicar y a ser conocido. Su obra de mayor trascendencia Du En este caso, como en otros, decide la actitud axiológica; para un historiador
que sienta vivamente la historia como ascenso del hombre, el Renacimiento
Contrat Social, data del año 1762, tres décadas antes de la entronización de la
diosa Razón en el Panteón por la Revolución Francesa. Y, Vauvenargues, ese será una época más bien moderna, cuyos límites en el tiempo van a extenderse
otro notable escritor, de tinte antirracional e índole afectiva, termina su ca- en lo posible hacia atrás; en cambio, a un historiador que vea con tristeza la
rrera en la primera mitad del siglo xvin (muere en 1747) . Los temas por él desaparición de la Edad Media, y que sienta la historia como decaimiento,
desarrollados dan un tono muy diferente de la atmósfera espiritual de su la época en cuestión le parecerá más bien como la agonía del Medioevo, la
tiempo: lo que importa en el hombre, ser gobernado por las pasiones; las agonía de un ser querido cuya vida desea ver prolongada cuanto sea posible;
«luces del siglo» son más bien una barbarie, y sólo un genio logra oponerse así, para este historiador, el Renacimiento básicamente medioeval va a durar
cuanto se pueda.
al desmenuzamiento de lo humano —temas todos, particularmente el del genio,
característicos del Romanticismo del siglo xix. Otro ejemplo: la antigüedad
postrera, conquistada por el misticismo neoplatónico, guarda siempre un
tinte muy fuerte de una corriente opuesta que es el escepticismo, y la nota
del escepticismo es sobradamente manifiesta en muchos de los escritores más
eminentes de las postrimerías de la antigüedad. No vamos a multiplicar ejem-
plos, cuyo número sería ilimitado.

Nos queda por analizar otro principio preempírico de mucha importancia


para la formación de juicios históricos; y tanto más importante si se considera
que los historiadores pocas veces se dan cuenta de él. ¡Cuántas polémicas se
han desencadenado y con qué brío han combatido quienes pretenden ver en
el Renacimiento el destello de los tiempos modernos, contra aquellos que,
por otro lado, defienden obstinadamente el carácter todavía medioeval del
Cuattrocento y del Cinquecento! Unos y otros están convencidos de la justeza
de su causa, convencidos de que sus armas dan en el blanco. En efecto, es posi-
ble encontrar mil argumentos y mil ejemplos para la corroboración de la me-
dievalidad del Renacimiento; desgraciadamente, habrá otros tantos que abo-
gan por la modernidad de la misma época. Son ingenuos los unos y los otros,
ya que, como decíamos al principio de nuestro trabajo, cada investigador
puede encontrar lo que quiera en el receptáculo ilimitado de lo pretérito.
En verdad, creemos que es forzoso que los siglos en cuestión presenten al mismo
tiempo la clausura de la Edad Media y la inauguración de los. Tiempos Mo-
dernos, que la disolución de lo anterior y la estructuración de lo nuevo se
den simultáneamente. Otra vez nos encontramos aquí ante una ley soberana
de la vida: los procesos constructivos o anabólicos, corren paralelos con los
procesos destructivos o catabólicos; mejor dicho: unos y otros no son sino
un aspecto de un mismo fenómeno de la vida. Así como los procesos reduc-
tores que acercan al ser vivo al estado inanimado permiten, gracias a su carácter
exotérmico, construir los principios inmediatos orgánicos y por eso los alimen-

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gida a expulsar la historia del templo de la ciencia, sentimiento que se hizo
Capítulo segundo muy patente a fines del siglo pasado y a principios del presente. Los nume-
rosos trabajos de un Dilthey, un Sinmel, un Windelband, un Rickert, o un
Collingwood, todos filósofos humanistas, no tenían otro rumbo que asegurar
y salvar la situación de la historia como ciencia, otorgándole un método
propio y una estructura peculiar que la pondrían al abrigo de las pretensiones
PERIODIFICACION HISTORICA Y CLASIFICACION absorbentes de la ciencia natural. Este enorme trabajo de la fundamentación
teórica de la historia logró hasta cierto grado su propósito, ya que particu-
NATURAL larmente la doctrina de Windelband-Rickert penetró en los círculos más
amplios de los historiadores y les procuró cierto sentimiento tranquilizador
de seguridad. Más adelante vamos a ocuparnos de este punto tan problemá-
tico de la epistemología histórica; lo que importa en este momento, sin em-
bargo, es la profundización y estabilización del concepto de «períodos, puesto
en tela de juicio por muchísimos historiadores (por ejemplo Huizinga) , sin
parar mientes en lo constitutivo que es para la visión histórica del mundo.
Creemos que va a ser éste un aporte constructivo a la teoría de la historia;
muy particularmente tratándose del problema del Renacimiento, nuestro
enfoque trazará la trayectoria cognoscitiva que revela las vías del nacimiento
de nuevas unidades autónomas de la historia y eso en referencia a la aparición
de la idea de «período renacentista». No obstante, nuestra contribución, aun-
El lector del Balance de la investigación histórica acerca del Renacimiento
que nos parezca importante, deja intactos otros dos puntos que consideramos
no podrá, por cierto, acallar un profundo sentimiento de desilusión y de
pérdida de la fe en el valor de la ciencia histórica. Y con todo esto: ¿no es de más relieve aún. Primeramente: ¿es verdad que la historia es una ciencia
la historia una de las expresiones más altas del afán cognoscitivo del hombre? del pasado? O bien: ¿no estará acaso la historia dirigida al porvenir, y no será
¿No pertenece a las creaciones más elevadas y más importantes de todo lo que la física, con su tiempo unilateral (¡tan diferente del tiempo histórico!) la
él produce? ¿Y no son las obras de grandes historiadores contemporáneos, verdadera ciencia del pasado, en la medida que el pasado se considere
como también aquellas del siglo pasado —pensemos en Monmsen, Lamprecht, como homogéneo con el presente y futuro? Y en segundo lugar viene el gran
Meyer— las que despiertan la más viva admiración por la enorme amplitud problema de los elementos constitutivos de cualquier relato histórico, irre-
de sus investigaciones como también el increíble rendimiento de trabajo? ductibles entre sí, en que la trama narrativa —bajo la cual se esconde el ver-
Junto a todo eso ¡cuán débiles son los fundamentos teóricos de esta ciencia dadero sustrato que es las vivencias valóricas— alternan con intercalaciones
y cuán carentes de profundidad las reflexiones sobre el trabajo consciente ineludibles de relaciones causales y también con juicios valorativos de parte
del historiador! Nos asombra la multitud de obras y el espíritu de penetración del historiador. Tratar de dilucidar aquellos puntos constituiría también un
de un Ranke, pero nos asombra igualmente su célebre sentencia de que la aporte positivo a la teoría de la historia, aunque de menor valor constructivo
historia debe representar todo y «tal como aconteció», en otras palabras, el de la de los períodos. A pesar de esto, las contribuciones citadas, dejan in-
problema de lo presumible. Por otra parte, ¿es verdad que el historiador se tactas las grandes aporías de la historia, porque frente a ellas se desvanecen.
limita sólo a reconstruir el pasado? ¿Y no es quizá más cierto decir que bajo Pensemos en problemas como los de «hechos históricos» y lo. «fáctico»; de
la investigación del pasado se encuentra la actitud del historiador de pro- «lo repetible» y lo «irrepetible», mencionemos también el de «causa y ley
longar aquel pasado en el presente y proyectarlo al porvenir? ¿Y no es acaso histórica» y finalmente el del «sentido de la historia», todos ellos grandes
notable el hecho de que el autor de aquella ingenua sentencia sea el mismo interrogantes del pensamiento humano, tan insolubles como el problema
que forjó otra sentencia de un carácter profundamente metafísico cuando del destino del hombre en el cual todos desembocan.
dice que cada época «está enfocada directamente hacia Dios»? (ist unmittelbar
Entremos ahora en el gran tema de la periodología histórica, compren-
zu Gott). Con esta última sentencia Ranke pretendió afirmar la ausencia de
mediación entre las épocas históricas: cada una es un objeto en sí y por si diéndose que todo lo que diremos aquí no es sino un ensayo preliminar a
—lo que es una profunda observación. Se conoce el sentimiento de descontento un tema grandioso cuyo más amplio desarrollo requeriría un volumen aparte:
y de malestar de los historiadores frente a la marcha triunfante de la ciencia nuestra tarea en este caso, no es otra que sugerir ideas que en alguna forma
natural que se constituía como una amenaza siempre más y más grande diri- pudieran ser desarrolladas por otros.

132 133
Comencemos relacionando el concepto de período con el de clase, ambos ladora», sino que debe comprenderse tomo una noción «primordial», subya-
constitutivos; uno, de la estructura de la historia como ciencia histórica y cente en los «datos» que abarca. La noción de un período cualquiera, por
el otro, de la ciencia descriptiva de la naturaleza orgánica. ejemplo, del Renacimiento, no puede deducirse por «abstracción de los ras-
Es corriente, hablando de lo general como objeto de conocimiento, refe- gos comunes» el comparar «fenómenos» de ese mismo período, ni tampoco
rirse a la ley natural. Esto subyace en la teoría de Windelband-Rickert sobre por la «abstracción aisladora» que opera discriminando los entes que están
la ciencia nomotética como ciencia de lo general, en contraposición a la his- fuera del concepto general respectivo. En cambio, este concepto periodológico,
toria como ciencia de lo particular. Dado que se está hablando de «ciencia al expresar el enlace y la correlación mutua de los llamados «datos», les
de lo general» debido a una ilegítima sustitución del concepto de tipo por proporciona la existencia misma, cuyas relaciones modela: «existir es estar
el de ley, toda la contraposición señalada se vuelve equívoca. Tenemos, en- relacionado».
tonces, que iniciar nuestro análisis de la correspondencia entre clase y perío- Para ilustrar este pensamiento quisiéramos valernos de un experimento
do como expresiones de lo general, con una previa revisión de la presunta mental —proceder bastante conocido incluso en el terreno de la ciencia exacta,
identidad, errónea a nuestro parecer, entre este último concepto y el de ley. como lo es, entre otros, un famoso experimento mental de Einstein en la teoría
Sólo así podremos mostrar en su plena vigencia el significado del período de la Relatividad. Imaginemos que en tiempos de las Cruzadas hubiese exis-
como expresión de lo general en el terreno de la historia. tido, por cierto, anticipadamente, la máquina grabadora con su cinta mag-
Tratándose de la ciencia física en su más amplio sentido (ciencia de la nética y que esta cinta, desafiando tan largos siglos hubiese guardado siempre
naturaleza inorgánica) , ésta se presenta —desde el punto de vista estructu- el tesoro evocador de los acontecimientos de aquellos tiempos remotos. Aquí
ral— como la realización de un «sistema» de carácter hipotético-deductivo, está Pedro el Ermitaño, famoso predicador que con sus sermones incitó a las
especialmente en la ciencia-modelo que es la mecánica.
multitudes a emprender el camino a Tierra Santa y liberarla del yugo de los
Es la naturaleza hipotético-deductiva de la ciencia física la que permite infieles. ¿Por qué sería para nosotros de un valor inapreciable el poder oír
plantear de antemano y darle solución inferencial, lo mismo que ocurre en la voz de Pedro el Ermitaño y las voces Dieu le veult del pueblo? Habríamos
la ciencia matemática. En lo que se refiere a la naturaleza orgánica, la ciencia aprendido algo que no pueden enseñarnos los documentos históricos más
se presenta también aquí como un sistema, pero sobre todo de carácter «cla- importantes para la lingüística y el Derecho Medioeval: las inflexiones de
sificatorio», con lo que la identificación de rasgos distintivos de seres vivientes la voz del predicador nos hubieran informado sobre la melodía del lenguaje
permite su inclusión dentro del «conjunto de clases» (géneros, especies, etc.) . de aquel entonces y sobre su estructura fonética, al tiempo que, al oír las
Finalmente, en cuanto al dominio de la ciencia histórica, el aspecto «siste- reacciones de la muchedumbre, nos hubiéramos enterado de una manera
mático» deja de existir en el sentido estricto de la palabra, y es sustituido insustituible sobre el estado de ánimo de las gentes de fines del siglo xx, y
por la «función periodológica fundamental»: el sistema estructural del pa- sobre la intensidad de sus sentimientos y sus ideas en general. E incluso el
sado se presenta siempre bajo la forma de «sucesión de los períodos». personaje central, Pedro el Ermitaño, nos interesa precisamente por ser cen-
Como se sabe, es inherente a todas las ciencias una función generalizadora, tral, es decir, por ser el máximo inductor del ingente movimiento de Cru-
pues no hay ciencia de los «únicos» (de los Hapax legómena, como los llama zadas, que iba con el correr del tiempo a transformar completamente la
la tradición clásica) ; de haber existido, habría sido ella, en todo caso, un sim- estructura de la sociedad medioeval. Se ve claramente: no hay un solo rasgo en
ple registro o catálogo, y no una ciencia. Examinemos brevemente la función Pedro el Ermitaño que fuese un rasgo individual e interesante por sí solo y
generalizadora en las tres grandes ramas del saber humano. que no lo fuese meramente en función del papel histórico que le cupo des-
En la ciencia exacta (naturaleza inorgánica) la función generalizadora empeñar. Sus sermones nos habrían informado de una manera palpable sobre
se presenta bajo la forma fundamental de la ley, mientras que en el dominio las etapas de desarrollo de la lengua francesa, y si restamos a Pedro el Ermitaño
de la naturaleza orgánica esta función acusa la forma del así llamado «con- sus conexiones con la época, no quedaría de él nada que nos pudiera interesar.
cepto general». No volveremos a detenernos sobre los rasgos distintivos de Existir es ser relacionado; la existencia de Pedro en cuanto objeto por co-
cada una de ellas; cabe destacar, sin embargo, que de ningún modo la ley nocer, es la realización de sus relaciones con la época en la cual él se encontró
podría considerarse, tal como se afirma a menudo, como el «concepto general sumido.
más perfecto». Ahora, en oposición a las dos nociones recién expuestas, la En vista de la importancia que tiene la visión periodológica en la histo-
función generalizadora en la ciencia histórica acusa la forma del «período», ria, no podemos pasar por alto el problema sobre el cual ella se apoya íntima-
representando este concepto lo único «general» característico de la historia. mente. La discriminación de períodos sólo se hace posible gracias a la pre-
Empero, se impone una observación importante. Contrariamente al «con- sencia de contrastes por los que se distingue un período de otro, respondiendo
cepto general», de la ciencia orgánica el concepto periodológico no se pre- ellos mismos a una alternación de valores, mejor dicho, a una alternación
senta como una función de la «abstracción generalizadora» ni tampoco «ais- consecutiva del tono afectivo que evoca cada uno de ellos. Así tiene que ser,
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ya que los sentimientos valóricos obedecen a la ley fundamental de con- o universal, hizo decir a Aristóteles que «No hay ciencia sino de lo general».
trastes: el transcurso de la vida afectiva en su cualidad de experiencia vivida Con el mismo derecho, lo imposible de abarcar la infinidad de hechos his-
de valores, también encuentra su expresión precisamente en el juego de tóricos nos conduce a la formación del concepto de «período». Pero, hay más.
contrastes alternadores de valor, proporcionando éstos la base sobre la que A su vez, tal como los conceptos integrantes de la clasificación sistematiza-
se constituye y marca 'cualquier «fragmento de la vida». dora pretenden (con acierto) ser no solamente un subterfugio mnemónico o,
Existe la opinión muy difundida de que cada división en períodos sería en el mejor de los casos, en estenograma económico del pensamiento, sino
casi una medida convencional, aplicada por lo tanto, de una manera arbi- que reflejar la estructura de lo real, así también los conceptos periodológicos
traria. El flujo de acontecimientos, suele decirse, es continuo, y no hay que (y éste es el punto de máxima importancia) no son convencionales ni fic-
poner demasiadas exigencias a lo que, siendo arbitrario, no se aleja de la ticios: subyacen en la realidad histórica, inconcebible sin ellos. Por lo tanto,
superficie. Sin embargo, no puede imaginarse un juicio más banal que éste, la historia y demás ciencias del espíritu presentan básicamente una estruc-
pues los conceptos de período, lejos de afectar solamente la superficie de la tura periodológica; la historia vive del concepto de período, como las ciencias
realidad, son por el contrario «constitutivos de la experiencia histórica» a la descriptivo-sistemáticas, del de clase. Sin embargo, pocas veces ha sido objeto
que condicionan, así como las categorías del entendimiento son «constituti- de investigación por parte de los lógicos la estructura lógica de la «periodo-
vas» de la experiencia sensible en el sentido kantiano. Y aunque en el trans- logia» o «periodificación», a diferencia de la que sistematiza la división en
curso de la historia vivida por la humanidad, las divisiones en períodos estén clases que está en la médula misma de la lógica.
sujetas a un desplazamiento continuo en conexión con la «perspectiva en Convencidos de la importancia de la materia, tratamos de desarrollarla
movimiento» que altera los valores, las divisiones mismas expresan siempre poniendo al mismo tiempo de relieve las diferencias entre la estructura de
algo esencial del proceso histórico y no deben confundirse con propósitos la clasificación y la de periodificación.
de mera comodidad sinóptica.
Quisiéramos subrayar en esta oportunidad que nuestro concepto del papel CLASIFICACION PERIODIFICAC1ON
esencial del período histórico —claro está sin los detalles que lo acompañan—
concuerda con la opinión de muchos eminentes historiadores, entre ellos 1) Caracteres fijos. 1) Carácter móvil y relativo.
Ernesto Troeltsch, cuya tesis a su vez es contraria a la de Huizinga, lo cual 2) Lo discontinuo. 2) Lo continuo.
por lo demás no impidió a este último escribir una obra notable intitulada: 3) Coordinación de caracteres. 3) Coordinación subordinante conse-
El Otoño de la Edad Media. 4) Miembros de transmisión ordena- cutiva.
Volvamos ahora a nuestro cometido inicial en lo que se refiere al paralelo dos dentro del cuadro de clasifi- 4) Períodos de transición ambiguos.
que íbamos a establecer entre «clase» en la ciencia descriptiva natural y cación. 5) Las aporías infinitesimales de pe-
«período» en la ciencia histórica. 5) Disyunción de clases. ríodos y su superposición envolven-
Se ha dicho muchas veces, y con acierto, que la clasificación constituye 6) Correlación de caracteres coexis- te.
a la ciencia, o aun, que toda ciencia no es sino una clasificación. Sin embargo, tentes. 6) Correspondencia discrónica.
es precisamente en la ciencia descriptivo-natural —queremos decir zoología y
botánica— donde el significado e importancia de la clasificación ha tenido Todas estas diferencias entre clasificación y periodificación2 están a la
su expresión máxima: este hecho no puede sorprendernos, dado que la estruc- altura de la división que existe entre ciencias sistemático-naturales e histó-
turación misma de la ciencia como sistema en su sentido lógico se había ricas. Sin embargo, a una altura más elevada —la de una ciencia integral,
efectuado por las creaciones de Aristóteles. Allí, el enfoque biologístico cele- inaccesible para nosotros, aunque vislumbrada de lejos— desaparecen estas
bra sus más grandes triunfos al plasmar una cosmovisión coherente y al tomar diferencias y entonces, cualquiera clasificación adquirirá caracteres de perio-
a la vez un esqueleto lógico-epistemológico de la ciencia como conocimiento dificación. Pero por el momento, esto no nos importa.
universal.
'Este tema fue objeto de nuestra ponencia Les fondenzents logiques de
La idea de una división de clases, en el sentido de una suprema disposi-
l'Histoire, leída en el Congreso Internacional de Filosofía en París, 1937
ción metódico-cognoscitiva de la realidad, se comprendía como exteriorización
(Congrés Descartes) . La tabla incluida aquí pertenece a la citada conferencia.
y aplicación al mismo tiempo de la constitución lógica de géneros y especies, Los alemanes emplean la palabra Periodisierung casi siempre. «Clasificación».
lo que encontró una expresiva forma en el Systema naturae de Linneo. una palabra latina artificial, existe en cualquier idioma, mientras que una
No es así y no puede serlo, cuando se trata de las ciencias históricas o gene- palabra correspondiente a «período» quizás no está en uso. Pienso que es conforme
ralmente de las así llamadas «ciencias del espíritu». La imposibilidad de abar- al idioma decir periodificación, como se dice clasificación, mejor que periodi-
car la universalidad de la existencia, salvo bajo los conceptos de lo general zación, que también podría decirse.

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viene aquí en la idea de coordinación de caracteres que envuelven también
Nuestra tarea gira ahora alrededor de un 'capítulo de esa lógica que está
su posible orden.
en vigencia desde Aristóteles y cuya certeza nunca realmente ha sido puesta
4) Los «miembros de transición» quedan de todos modos ordenados den-
en duda. En efecto, ni aun los desarrollos de una lógica como la logística
tro del cuadro de clasificacións. Para cualquier género, los caracteres de sus
—creación de nuestro tiempo— se habrían prestado para nuestros fines, ya
especies no pueden petenecer a otro género.
que no pueden aclarar lo que subyace en nuestro problema.
De esta manera sería una clasificación defectuosa.
1) ¿De qué deriva el principio de caracteres fijos? Este, a no dudar, se ve 5) La «disyunción de clases» podría en vigor preceder al cuarto punto.
requerido por los supuestos de una clasificación de especies biológicas, ya que
Así como en conexión con el principio de contradicción, se está frente a
la «clasificación» siendo un importantísimo capítulo de cualquiera lógica en
una disyuntiva —no puede la misma cosa existir en dos lugares, o dos cosas
cuanto lógica de la ciencia, está inseparablemente ligada con el pensamiento
en un mismo lugar, sino que existe una disyunción recíproca—, así también
biologístico de Aristóteles (preferimos decir «biologístico» y no «biológico») .
existe una disyunción entre clases. Sus caracteres se conciben como aislables
Como todos saben, la lógica aristotélica es el producto del pensar de un genio
entre sí y por lo tanto se excluyen mutuamente. Si dividimos los «vertebra-
atraído ante todo por la variedad infinita del mundo animal y vegetal. Aris-
dos» en cuatro o, según otros, en cinco clases, los miembros de una de ellas
tóteles mismo fue un gran biólogo y, aunque no poseamos sus investigaciones
no pertenecen a otra, hay una disyunción mutua.
sobre las plantas (las que tenemos son de uno de sus discípulos) , sus inves-
6) Por último, hay una correlación de 'caracteres de coexistencia. Es par-
tigaciones sobre el reino animal pertenecen indudablemente a lo más valioso
cial en lo que se refiere a la clasificación de animales y plantas; hay un
de sus trabajos y de cuanto ha producido la antigüedad en este terreno.
nexo íntimo entre los diferentes caracteres. Ya hemos hablado antes de una
Ahora, no solamente la idea de la clasificación en la lógica aristotélica,
coordinación, pero refiriéndonos más bien a la necesidad o posibilidad de
sino aun muchos de aquellos rasgos más importantes de la filosofía posterior,
ordenar. Aquí se trata de que esa posibilidad exterioriza otra nueva posibi-
derivan de los supuestos de una división biológica. Así, y ante todo, el bino-
lidad, la de construir un nexo intimo de caracteres. La palabra «correla-
mio mismo de forma y materia —equiparada con la idea de potencia— también
ción», especialmente en el sentido biológico, tiene una historia: Cuvier
tiene sus raíces en el pensar biologístico.
pensaba poder reconstruir a partir de un diente (la «correlación» manifiesta)
¿Qué se quiere decir entonces, cuando hablamos de caracteres fijos? Se
todo el animal desaparecido. Es decir, cualquiera parte del organismo con-
quiere significar que los rasgos de cualquiera especie dentro de su género o diciona una estructura determinada en todas las demás partes u órganos.
de una subespecie dentro de la especie se presentan con el carácter de in-
En suma, estas consideraciones de la clasificación parecen ser hasta cier-
mutabilidad, más aun si se trata de seres vivos, ya que desde los tiempos de
to grado, condiciones de cualquier conocimiento científico en el terreno de
Aristóteles hasta la mitad del siglo xix, se ha pensado en el carácter fijo de
las ciencias descriptivo-clasificatorias. Hemos dicho «parecen», pues los ras-
las especies animales y vegetales. Muchas veces se decía que las especies ani-
gos enumerados de la clasificación, ligados por la lógica tradicional, no dejan
males son las mismas que Dios había creado para el hombre. De modo que
de presentar muchos problemas. Por empezar con la noción de clase en el
la interpretación del concepto de lo fijo no presenta por el momento ningún
sentido de «especie» zoológica o botánica, tropezamos con las más grandes
problema. dificultades en determinar qué se debe o puede entender por «especie», di-
2) Respecto de lo discontinuo se entiende que, si la clasificación animal ficultades de las cuales se dan cuenta y hacen resaltar los naturalistas con-
o botánica abarca diferentes existencias, las diferencias que intervienen separan temporáneos, por ejemplo Huxley. Por otra parte, la disyunción de clases
entes aislables (entia discreta) que caen bajo el concepto de un conjunto no deja de ser algo más bien superficial, ya que ella pasa por alto en los
discontinuo. ejemplares de cualquiera clase, la coexistencia de rasgos manifiestos de esa
3) La 'coordinación de caracteres alude a un orden que existe entre ellos; clase, junto con rasgos de especies pretéritas, de modo que la «biostática
es decir, que podríamos ordenar los caracteres según su importancia —tema del individuo revela una estratificación dinámica de la filogenia» 4. Huelga
muy difícil y muy discutible en cualquier clasificación. Pero siempre se decir que la estructura de la clasificación corriente 'corresponde a la lógica
comprende que tiene que existir un orden de caracteres. Incluso, se habla de
una «subordinación» de caracteres en razón de su misma importancia: lo más 'De los mamíferos de la región australiana, el ornitorrinco y el equidno
importante subordina a lo de menor importancia. Linneo tomó como medio ponen huevos como las aves y los reptiles, y poseen algunos caracteres repti-
de clasificación de las plantas el número de estambres, y no las demás carac- llanos a diferencia de otros mamíferos. Empero, estos caracteres son menos
terísticas. Esto pareció artificial; otros hicieron las clasificaciones de mono y importantes que los otros que tienen en común con los mamíferos, precisamente
dicotiledóneas, y de fanerógamas y criptógamas. lo que hace incluirlos en la clase de mamíferos.
¿Qué subyace en estas divisiones? Es el proceso de procreación, como lo 'Estas ideas las hemos desarrollado en Sobre la Superación del Concepto
más importante y de lo cual se derivan algunos otros caracteres. Todo esto tradicional de Clasificación (Revista Chilena de Filosofía, 1961) .

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tradicional, algo grosera, y que debe ser completada por otro género de ces ocurre una vacilación respecto a la pertenencia de la subclase a la clase
logismo. superior. Por mucho que la estructura de los monotremas se acerque a las
De más está decir también que la presentación hecha aquí de las princi- de las aves y aun reptiles, no basta eso para excluirlos de la clase de los ma-
pales características de la clasificación biológica se mantiene en un nivel míferos o incluirlos entre aves y reptiles (la clase única de los sauropsides,
corriente ya que no hemos podido tomar en su debida consideración toda según la terminología algo anticuada de T. H. Huxley) . Para formar la
la problemática, profunda y dificultosa, de la taxonomía. Esta, dedicada espe- clase de los sauropsides es necesario dividir la de reptiles y anfibios, en una
cialmente a la cuestión de clasificación, surgió recientemente a uno de los clasificación por cuatro clases. Así, hemos de admitir también para la clasi-
primeros planos en la ciencia de la vida. ficación aunque en grado menor, la misma ambigüedad intrínseca a la pe-
riodificación. Pero en esta no hay nada de aquello que tenía los caracteres
Veamos ahora cómo se presentan los asientos lógicos de la periodificación. fijos de la clasificación; más aun, se ve cómo la periodificación cambia con
Notamos en seguida que las diferencias son muy profundas: un período histó- el correr del tiempo.
rico carece de caracteres fijos; sus características son móviles o, más bien, Se podría objetar lo siguiente: dicha diferencia es natural, ya que para
existe un carácter móvil de cualquier período. ¿Qué se quiere decir con eso? los hombres del siglo xix hubo cosas que todavía no habían existido para
el hombre de los siglos xvn y xvm. Pero no, pues se trata del pasado y es
1) La gran división de la historia en tres períodos: Antigüedad, Edad Me- justamente el pasado el que cambia. Así el Renacimiento ya pertenece a la
dia, Tiempos Modernos, ¿es algo fijo o no? Si dividimos las plantas en fane- Edad Media, ya a los Tiempos Modernos. No se sabe bien donde colocarlo.
rógamas y criptógamas, ello es algo fijo en el sentido de que se refiere tanto Además el contenido mismo del concepto de «Tiempos Modernos» ha cam-
al pasado como al presente —supone que existieron desde cierto tiempo y biado. Si antes valió este concepto por oposición a la «oscura Edad Me-
existen también hoy día dos géneros de plantas, que agotan el reino vegetal dia», ahora ya es otra cosa; es algo que encierra en sí no sólo lo positivo,
(no nos importe por el momento si ésa es una división adecuada) . Y lo más sino también algo negativo; el despotismo ilustrado frente a la depresión
importante: cualquiera que sea nuestra concepción sobre el transformismo, de la Edad Media es una altura que también incluye depresiones.
se considera que las mismas plantas pertenecen, o bien a una clase o bien Se ve que no solamente cambia el contenido del período cuando se trata
a otra. Pero, ¿qué sucede con la división de los períodos históricos? Como del porvenir, lo que sería cosa natural; ocurre también cuando se trata del
sabemos, en el siglo xvn se hizo la división en Antigüedad, Edad Media y pasado. Este mismo modo adquiere nuevos capítulos.
Tiempos Modernos. Empero, en el siglo xix aparece una modificación muy 2) Lo continuo de los períodos quizás no necesita una explicación más
profunda. Los tiempos modernos se diversifican. Ya no basta este compás de
honda. Simplemente decimos con eso que las instituciones, las costumbres,
tres tiempos: Antigüedad, Edad Media, Tiempos Modernos, ya que los Tiem-
todo aquello que pertenece al contenido de un concepto de período determi-
pos Modernos presentan su propio compás: en primer término, el Renaci-
nado, de una manera insensible se vuelve otro. Naturalmente, nos orienta-
miento como una unidad nueva al lado del Ancien Régime, luego la época
mos por ciertas fechas, pero con la plena conciencia de que no puede existir
de la Ilustración y, en tercer lugar, el concepto correlativo a la idea de Re-
ningún otro cambio totalmente brusco. Esta convicción es compartida por
nacimiento como unidad histórica autónoma, la idea de la «historia contem- todos.
poránea».
Desde aquel tiempo hasta nuestros días siempre hablamos de historia con- 3) Deberíamos tratar en este punto el tercer aspecto de la periodifica-
temporánea dentro de los marcos de la .historia moderna; desde la Revolu- ción: el de coordinación subordinante consecutiva, que tiene como corres-
ción francesa —es decir desde fines del siglo xvm— hasta hoy. pondiente el ya analizado tercer aspecto de la clasificación, la «coordinación
de caracteres». Sin embargo, preferimos postergarlo y tratar de él más ade-
Ahora bien, el contenido del concepto «Tiempos Modernos» ha cambiado
lante, en el capítulo dedicado a las leyes de la segmentación del pasado por
desde aquellos años hasta hoy día. Por supuesto, antes, el concepto de «Tiem- diferenciación progresiva.
pos Modernos» abarcaba al Renacimiento; pero hoy día se discute sobre
si el Renacimiento pertenece a Tiempos Modernos o si es el fin de la Edad 4) Los miembros de transición, como señalábamos, se encuentran ordena-
Media. Se podría objetar que tampoco la clasificación está exenta de ambi- dos dentro del cuadro de clasificación (los mismos seres no forman parte
güedades, ya que también en ella, estando presentes tan a menudo los esla- de los vertebrados y de los invertebrados) , no es así, tratándose de la perio-
bones de transición, parece existir cierta ambigüedad en cuanto a- las divi- dificación. Un buen ejemplo es justamente el concepto mismo de Renaci-
siones. Esta objeción, sin embargo, no va al fondo de las cosas. En efecto, miento. Para muchísimos investigadores es el último período de la Edad Me-
por mucho que se acerquen algunas subclases que sirven de eslabón inter- dia, para muchos otros es el comienzo de la Edad Moderna. Una ambigüedad
medio y que estén incluidas en una 'clase superior a la clase vecina, pocas ve- completa. Por cierto, existen miembros de transición en el reino animal;

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mente comprehensiva; además, una lógica de este tipo, anhelada más tarde
empero pocas veces se vacila dónde hay que ubicar una clase. Así, los mono- por Leibniz, habría resultado inútil, inaceptable para cualquier ciencias.
tremas, que representan el grado ínfimo de los mamíferos, tienen rasgos co-
Hemos establecido que existe una conexión entre atomismo y lógica dis-
munes con los reptiles y con las aves y no obstante eso, debido a otros rasgos
cursiva por una parte, y el principio de contradicción por otra, básico para
de mayor importancia, los incluimos entre los mamíferos. Pero es muy dife-
esta lógica. Además, hemos visto que este último principio es un correlato
rente encontrarse, en la clasificación, con miembros de transición, a no sa-
lógico de la visión espacial de la realidad. Por lo tanto, una disyunción de
ber verdaderamente dónde colocar un período. Hay tantas razones para
clases, quizá viniendo de la visión espacial de la realidad en cuanto reali-
pensar que el Renacimiento es el último período de la Edad Media, como
dad animal o vegetal, tiene su problemática totalmente diferente de la reali-
las hay quizás para comprenderlo como el primer paso, el primer período
dad en cuanto fluir histórico. Con esto llegamos a las aporías infinitesimales
de los Tiempos Modernos.
de la división en períodos. ¿En qué consisten éstas? Las épocas consecutivas
5) Disyunción de clases frente a las aporias infinitesimales de períodos. no se excluyen mutuamente, así como los miembros de una división de cla-
La disyunción de clases es el medio mismo de la clasificación: Hay una ses, pues las unidades periodológicas no están basadas sobre la disyunción
disyunción de clases, porque hay una disyunción de caracteres. Y así trascien- de caracteres y por ende, no dependen del principio de contradicción. Por tan-
de el principio de contradicción, que excluye la posibilidad de que un rasgo to, los períodos no pueden acomodarse en una disposición de secuencia
exista al mismo tiempo en referencia a un objeto. Podría decirse que este lineal de cronología corriente. Por mucho que nos esforcemos en disponer
principio de contradicción, tan importante en la lógica, visto en su trasfon- los períodos en una serie haciendo que uno venga «después» de otro, esta-
do, representa un correlato de la tesis metafísico-cosmológica sobre la impe- mos condenados a una ilusión. Ante todo estamos frente a una superposi-
netrabilidad de la materia, que dice: en el mismo lugar no pueden estar dos ción (la de los períodos) a diferencia de la yuxtaposición de las partes en
cuerpos, o un mismo cuerpo no puede estar en dos lugares. Es muy impor- el espacio (partes extra partes). Así tenemos una relación de superposición
tante el nexo entre este principio lógico y la tesis metafísico-cosmológica. que es una nota muy importante y un rasgo privativo de la historia. De allí
Pocas veces los historiadores de la filosofía o de la lógica han puesto su aten- viene que el momento cumbre de un período histórico sirva de partida a
ción en lo siguiente: no son estos principios por sí solos algo existente y así la línea que llega al punto culminante del período subsiguiente. Podría de-
formulables, sino que están en conexión con otros principios de carácter cirse: la notion de la période implique celle du période, pues en francés el
no solamente lógicos. Así, por ejemplo, el principio de contradicción que vocablo période con artículo masculino significa el punto culminante de un
está detrás de la disyunción de clases, es un principio sin el cual nunca habría período, a diferencia de la période que es período. Así, por ejemplo, el autor
podido existir la idea lógica discursiva, la de índole aristotélica. Tal vez de La Divina Comedia representa el punto cumbre de la Edad Media, pero
Aristóteles pudo crear su lógica discursiva inducido por la existencia del al mismo tiempo anuncia el camino que, pasando por Petrarca, nos conduce
pensamiento atomístico, aun cuando él mismo fuera un adversario del ato- directamente al Renacimiento, sumido en la idea mística de la renovación,
mismo. Ahora bien: el atomismo es la teoría clásica más importante de la la misma que ya se trasluce en la Vita Nuova. Otros ejemplos: el pontificado
visión espacial, subyacente en la gnosemetafísica espacial. Y la ligazón entre de Bonifacio viii representa el apogeo de la teocracia medioeval con la bula
el atomismo y la lógica discursiva es tan íntima que no solamente encontra- papal Unam Sanctam (1302) , y al mismo tiempo es el comienzo de la supre-
mos en Grecia la vigencia de esta relación, sino en el pensar de un mundo macía del poder secular sobre el poder espiritual de la Iglesia (recordemos el
diferente, el mundo hindú. Allá está la escuela Vaicésika, una de las seis exilio babilónico del Papado en Avignon, debido al ultraje sufrido por el
escuelas ortodoxas del pensamiento hindú, íntimamente conectada con la Papa Bonifacio por orden del rey de Francia y su subsiguiente suerte) . Las
escuela Nyaya, y estas son las únicas escuelas orientadas hacia la investiga- doctrinas de Leibniz tan representativas del siglo de la Ilustración, con sus
ción lógica (Tarka). Lo privativo de la escuela Vaicésika es, como se sabe, elementos neoplatónicos de lo inconsciente, de lo individual y de lo micro-
la doctrina atomista, ajena a otras escuelas. Así aun en el mundo del pensa- cósmico, anuncian algunas doctrinas esenciales del romanticismo. El último
miento hindú observamos la conexión entre atomismo y lógica discursiva, epígono del neoplatonismo en el norte europeo es al mismo tiempo el gran
una conexión que pocas veces fue puesta de relieve por los historiadores precursor del romanticismo inglés —Lord Shaftesbury— ensalzado por los
del pensamiento. Podríamos dar otros ejemplos para ahondar esta conexión: románticos de toda Europa. Podríamos multiplicar estos ejemplos al infinito.
la silogística aristotélica procede simultáneamente de una concepción ambi- Todos ellos ilustran lo que podría llamarse las aporías infinitesimales de la
valente de lo que es una noción, pues ésta puede considerarse tanto desde el periodología, enraizadas en las honduras de lo infinito y de lo infinitesimal.
punto de vista de la comprensión como desde el de la extensión, congénere
'Hemos tratado este punto en el estudio Figuration géometrique du syllogismc
con la gnoseometafísica espacial. Aristóteles creó su lógica con miras a ambos
et la syllogistique de la comprehension, no publicado todavía.
aspectos de la noción y por eso le fue imposible edificar una lógica pura-
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Cualquier hecho de importancia que podamos comprender como un hecho Con las observaciones aquí desarrolladas hemos querido poner en descu-
cumbre, nos conduce a su turno a otro. Y no se ve cómo se pueden debilitar bierto ciertas aporías, inseparables de cualquiera periodificación, aporías que
aquí los «hechos» frente a su significado para nosotros. Estas aporías infini- parecen tales, exclusivamente desde el punto de vista de nuestra lógica tra-
tesimales de la periodología también se pueden evidenciar de la manera si- dicional. O, por decirlo en otras palabras: son aporías de la periodología
guiente: se ha hecho muchas veces una observación certera en el sentido de vistas con los ojos de la clasificación. Huelga decir que todas ellas no invali-
que los acontecimientos particularmente importantes no deberían nunca ser dan el principio mismo de nuestra investigación —el de comparar y contra-
situados a la entrada misma de una época, o en su umbral (Spangenberg). poner clase y período. Ahora, la clasificación y la periodificación, cada cual
Así, por ejemplo, si la Reforma es significativa para el espíritu de los Tiempos a su manera, son la base del conocimiento científico (forzosamente alzado
Modernos, sería muy inconveniente situar las famosas tesis de Lutero justamen- por encima de lo particular y orientado hacia lo general) ; una, base de la
te al comienzo de la Edad Moderna. Por cierto, fue en 1517 cuando expuso en ciencia descriptiva de la naturaleza orgánica, y la otra, de la ciencia histórica.
Wittenberg sus tesis, empero la Reforma parece haber tenido preludios, Y siendo bases distintas para conocimientos distintos, ambas son necesarias
incluso sus antecedentes, en la corriente occamista y también en la corriente desde el punto de vista epistemológico. Empero, las diferencias aquí aludidas
mística del pensamiento alemán de los siglos xiv y xv (Suso, Tauler y Theolo- se esfumarían, al ser vistas desde una excelsa e inaccesible altitud, la altitud
gia Deutsch). Muchos historiadores suelen por esto, remontar los comienzos de una ciencia integral. Para ésta, cualquiera clasificación no sería sino una
de los tiempos modernos al siglo xiv, y tanto más cuanto que a sus principios periodificación estancada, ya que las así llamadas clases de seres vivos no son
ha tenido lugar la caída de la autoridad papal —el cautiverio de Avignon. sino etapas en el desarrollo universal de la vida. Como posibles atisbos de
Pero veamos las cosas más de cerca. El propio occamismo ha tenido sus esta verdad, o corno alusiones a ella podrían considerarse, según nos parece,
raíces en Duns Escoto. Entonces Escoto, uno de los dos príncipes de la filo- ciertos hechos notables: según el principio de sucesión (en una de sus inter-
sofía escolástica y anticipador del dogma de la Inmaculada Concepción, apa- pretaciones, por ejemplo, la de Lancelot Hogben) los primeros miembros
recería como una de las fuentes más importantes de la Reforma. ¡Un príncipe de los grandes grupos presentan generalmente un tipo de estructura más ge-
de la escolástica como fuente de la Reforma! neralizado que los tipos existentes. Cierto parentesco con este principio ofrece
Ahora bien: el propio occamismo está conectado con la escuela franciscana, aquel invocado antaño por Carlos Alberto Von Baer y aceptado plenamente
por el renombrado biólogo Jacobo Uexküll, según el cual la evolución de cada
a la cual, también, están emparentados los así llamados espirituales y joa-
animal muestra primeramente el tipo fundamental de los animales plurice-
quimistas del siglo xm. Pero a su vez, no se puede comprender el movimiento
lulares, al cual sigue después el tipo de la familia, del género y de la especie.
franciscano sin tomar en cuenta algo que fue la inspiración misma del fran-
ciscanismo: nos referimos a las doctrinas de San Agustín. Se ve, pues, cómo
la Reforma está ligada por lazos invisibles e insensibles con los tiempos an-
tiguos y, sea como fuere, un «comienzo» nos conduce ineludiblemente a su
comienzo, y así alternadamente hasta perderse en la noche de los tiempos.
Se piensa dividir en períodos y se quiere encontrar sus rasgos más caracterís-
ticos pero, en vez de poder circunscribir el dominio de lo que queremos com-
prender, nos encontramos conducidos a lugares que salen completamente del
cuadro de la división.
Es interesante, como hemos visto, el hecho de que el punto cumbre de un
período aluda al punto cumbre de otro. Parece que entre el Dante y la época
del Renacimiento hay un parentesco muy grande y parece, por otro lado,
que la Edad Media es diferente del Renacimiento. Se ve que estas aporías son
las de lo infinito y de lo infinitesimal, y éstas son las que nos remiten al prin-
cipio de superposición envolvente, pocas veces tomada en consideración por
los filósofos.
6) El último punto. En la clasificación tenemos una correlación de carac-
teres en sentido de simultaneidad, mientras que en la periodificación existe
una correspondencia discrónica, ya que en tiempos cronológicamente diferentes
puede darse la misma actitud axiológica.

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Capítulo tercero I. INTRODUCCIÓN BIOLÓGICA EJEMPLIFICADA

Hemos llegado a la convicción de que el esquema triádico hegeliano no es


aplicable a la dialéctica de la vida, en cuanto se trata de seres vivos como
DIALECTICA GENERAL DE CICLOS VITALES CERRADOS individuos: la dialéctica e la vida es una dialéctica entádica de los con
rios. En el desarrollo de la vida, trátese de una célula o de un organismo mul-
ticelular, la configuración temporal de la estructura en su devenir parece
Oh, lOset mir das Rátsel des Lebens, sujetarse al ritmo pentádico y no al triádico. Entrando en el terreno de la
Das alte, qualvolle Rátsel, biología, de sumo interés para nosotros, pero alejada, por supuesto, de nues-
Worüber schon manche Haupter gegrübelt: tros estudios profesionales, quisiéramos expresar solamente la opinión de
Die Haupter in Hieroglyphenmützen, que no es imposible una visión de carácter más bien sintético por parte de
Die Háupter im Turban und schwarzem Barett, no especialistas.
Perückenháupter
Nosotros pensamos que el ritmo pentádico es peculiar a todo ser individual
Und tausend andre arme, schwitzende Menschen-
haupter.1
en cuanto se trata de su «ciclo vital». Ya al analizar el proceso de la división
de células animales llamado «cariokínesis» o «mitosis», es significativo el hecho
ENRIQUE HEINE
que el momento culminante del proceso en cuestión y, por decirlo así, su punto
de inflexión, lo constituye la formación de la «estrella madre», cuando los
centriolos, separándose, vienen a ocupar los polos opuestos de la célula, mien-
tras que los cromosomas se colocan en su ecuador y el nucléolo desaparece.
El PlfocIpes ue tenemos en vista es dialéctico, e intenta abarcar ciertas regu- Esta fase está precedida por la división de un solo centriolo (centros era) en
laridades en el transcurso de la vida de cualquier ser animado. El acercamiento dos y la formación de una madeja de cromosomas, por lo cual a esta etapa
del problema histórico de los períodos al problema de la vida en general, no se le da a veces el nombre de «espirema». A la etapa culminante sigue otra
está cargado en nuestro caso del defecto de biologismo, del cual adolecen (la cuarta) , en que los cromosomas se duplican y se forman husos a partir de
—lo hemos visto— las teorías de Spengler y Toynbee. Es que al lado de la cada uno de los centriolos colocados en los polos: a esta etapa, por su simi-
lógica discursiva, creada por Aristóteles y calcada de la diversidad de seres litud con la segunda, se le da a veces el nombre de «dispirema» (segunda
vivos en su relación mutua, hay lugar para otro género de logicidad bajo la espirema) . Los biólogos que han excogitado estos términos, lo han hecho
forma de una lógica dialéctica. Esta última sería característica del devenir guiados por la semejanza entre la segunda y la cuarta fase, sin por eso pre-
vital (y de su conocimiento) , tanto en el terreno de la Biología como en el tender ver aquí el reflejo de algo más general. Como se sabe, el proceso de
de la Historia; mientras que la discursiva sería válida sólo para la ciencia mitosis tiene muchas variaciones y tampoco pueden considerarse como nítidas
exacta (Naturaleza inorgánica) . La lógica aristotélica es esencialmente una las transiciones que separan las tres principales etapas del proceso (sin contar
lógica estática, aunque el binomio (Potencia-Acto) apunta más bien el as• el estado inicial de la célula en reposo y el estado último de la formación
pecto del porvenir. Empero, la misma circunstancia de estar el concepto definitiva de dos células hijas) , llamadas a menudo profase, metafase y ana-
del devenir estrechamente ligado en el pensamiento griego al concepto más fase con telofase. Cualquiera que sea la división en etapas que se acepte (las
bien estático de la materia, quita a aquel binomio gran parte de su elemento hay también en ocho) , el enfoque mismo parece obedecer a una visión casi
dinámico. Pasemos pues a lo que podría denominarse un esquema de la dia- intuitiva de una trayectoria que termina en una etapa-cumbre, alrededor
léctica de la vida, el que arrojará ciertas luces también sobre el problema de de la cual van a situarse una preparatoria y otra que parece ser la contraparte
la estructuración intrínseca de la periodologia histórica. de aquélla. Es manifiesto que en todas estas disposiciones rige una dialéctica.
Así los biólogos experimentales, siendo adversarios de visiones «filosófico-
'Oh, resolvedme el enigma de la vida, metafísicas», al formular las diferentes fases de la cariokínesis, fueron obvia-
El viejo, el torturante enigma, mente guiados por cierto tacto o instinto dialéctico, sin que sea necesario que
Ya que sobre él no pocas cabezas cavilaron: lo hiciesen conscientemente: fueron dialécticos inconfesos, dialécticos sin darse
Cabezas en gorros de jeroglíficos cubiertos, cuenta de serlo.
Cabezas en turbantes y birretes negros, Empero, esta observación, para tener cabida en un libro dedicado al Rena-
Cabezas en pelucas
cimiento y la historiología, no debe trascender sus límites, pues no es este el
Y mil otras pobres y sudorosas humanas cabezas.
lugar para explayarse sobre un tema, por lo demás apasionante. Limitémo-
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nos a subrayar que el mismo uso de la expresión «ciclo vital» alude a la las glándulas: la glándula genital y la hipófisis (en cuanto segrega la hormona
idea de la semejanza entre el punto de partida de la vida individual (la in- de crecimiento) , existe al mismo tiempo un antagonismo entre esta última
fancia) y la etapa final (senectud) . Llama la atención también el uso común y la tiroides —todo esto a título de ejemplos típicos. Aun más complicadas
de la expresión «climaterio» para designar la menopausia en la trayectoria parecen ser las relaciones entre sustancias hormonales: si la fóliculina es an-
vital de la mujer y que significa textualmente «gradación» o «grado supremo» tagónica con la progesterona (o luteína) , una pequeña dosis de la primera
—en este caso «grado crítico»— lo mismo que designa la expresión retour es, en cambio, sinérgica respecto a pequeñas dosis de la segunda; la disminu-
d'age, y que se emplea también, hasta cierto punto, refiriéndose al varón. To- ción de la glucosa acarrea al mismo tiempo una disminución de la hormona
das estas expresiones de uso común reflejan una actitud dialéctica subyacente hipoglucemiante y un aumento de la hormona hiperglucemiante, y viceversa.
en el sentido implícito del lenguaje, el cual a veces actúa con más sagacidad En los mencionados pares antitéticos viene a expresarse una relación difícil-
y sabe acertar a las cosas con más penetración que las lucubraciones de muchos mente comprensible y difícilmente formulable en términos lógicos: • una si-
pensadores. Un ejemplo más de actitud dialéctica quizás inconsciente es la nergía de acción entre dos mecanismos antagónicos, algo como sinergia de
teoría del ilustre médico, biólogo y escritor español Gregorio Marañón. Según antagonismos.
sus concepciones, bien conocidas y a veces criticadas, los ciclos vitales del
hombre y de la mujer difieren en que el tiempo crítico para los varones es Todos los hechos aquí citados podrían clasificarse, así nos parece, como casos
la pubertad y para las mujeres, el climaterio; esta diferencia derivaría de la particulares de los antagonismos de entes. Otro grupo estaría constituido por
simultaneidad de elementos masculinos y femeninos en-cada ser humano y de los casos de antagonismos que se revelan no en función de diferencia entre
la subsiguiente lucha entre los dos elementos sexuales. Lo que subyace en la entes, sino en función de diferentes cantidades de una misma sustancia, de
teoría de Marañón es el antagonismo de éstos, cuya trayectoria reviste obvia- un mismo ente. Así, el ácido ascórbico, tan importante para prevenir el
mente un ritmo dialéctico, ya que la segunda etapa del ciclo vital del varón escorbuto (el antaño temible azote de las expediciones polares) al ser admi-
y la cuarta etapa del de la mujer se corresponden como inversión. nistrado en grandes dosis provoca el escorbuto. Este fenómeno colinda con
Sin embargo, ¿fue consciente Marañón de su dialéctica? Lamentamos no otros que sirven de fundamento a la homeopatía y a su terapéutica —otro
tener ninguna documentación acerca de su personalidad y de su modo de enigma de la medicina y de la filosofía biológica, que carece todavía de una
creación: no obstante, nos inclinamos a pensar que la suya fue una dialéctica conceptuación y explicación adecuada pese a toda su actualidad. A este cam-
implícita y que se hubiere negado a dejar pasar su teoría como algo dialéctico- po pertenecen también las razones fundamentadoras del método de vacuna-
filosófico (por lo tanto, apriórico) , y no como el resultado de su experiencia ción, terreno dependiente de la vigencia de principios profundamente vincu-
clínica. lados a toda una actitud gnoseometafísica propio de la homeopatía y hasta
En este momento se puede perfilar más nítidamente la razón de ser de la a una cosmovisión peculiar. Empero, ni la ciencia ni la filosofía pudieron
dialéctica de la vida como una dialéctica de los contrarios. En verdad, si hay alcanzar hasta ahora la posibilidad de descifrar la razón de las diferencias
algo profundamente característico en la constitución y las actividades del or- entre el enfoque homeópata con su gran lema similia similibus curantur y
ganismo —y ante todo del organismo humano— son las tensiones antagónicas el enfoque alópata basado en el principio contraria contrariis curantur. Este
que parecen penetrar la vida entera en todas sus manifestaciones. Una ade- grandioso tema está reservado al terreno de la dialéctica de la vida. La dia-
cuada sistematización de estas 'contrariedades' o 'contraposiciones' representa léctica axiológica descubrirá una conexión íntima entre esta problemática, este
ya de antemano una tarea singularmente difícil. En efecto, cualquier intento tema y aquella que subyace en las diferencias entre grandes direcciones del
serio de sistematizar y de clasificar los diversos tipos de oposición contraria pensamiento biológico como darwinismo y neolamarckismo, y aun entre las co-
—a diferencia de la oposición contradictoria, región favorita de las teorías nocidas oposiciones dentro del psicoanálisis (Adler contra Freud) , haciendo
tradicionales— desde el punto de vista de la pura lógica, sin incurrir en el ver que todas aquellas contraposiciones representan casos particulares de
terreno de los contrarios de orden metafísico u ontológico, sólo este intento, ciertos enfoques de índole primordial y omniabarcante2. No podemos empero,
es de por si una tarea bastante ardua. Sin pretender ni de lejos abordarla detenernos aquí en estas cuestiones que tanto nos preocupan. Según nuestra
y menos aun aplicarla a la biología, no creemos fuera de lugar tratar de afian- dialéctica, lo que es común entre un enfoque dialéctico del proceso cario-
zar algo más nuestra tesis con las siguientes y breves observaciones. kinético (y también del proceso de fecundación o meiosis, ya que en él es
Es notable el antagonismo funcional entre diversos aparatos, órganos y igualmente observable el esquema pentádico) y la teoría de Marañón, es la
sustancias (incluyendo en éstas tanto las hormonas y sustancias de secreción tensión antagonista entre ciertos elementos básicos: tratándose de la cario-
interna o externa como también agentes externos) . Así son antagónicos el
2Recordemos que, según el conocido biólogo Goldscheid «Darwin había
sistema simpático y el parasimpático, los nervios vasodilatadores y los vaso-
descubierto la muerte y pone aquí la vida como factor de evolución.. En
constrictores; son también múltiples y complicados los antagonismos entre esta sentencia está implícita la solución entre lo activo y lo pasivo.
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kínesis, la tensión antagonista tiene lugar entre dos elementos que son cromo- general, que, no siendo puramente «inductivas», no están por eso exentas
somas en movimiento y núcleo en reposo, ya que las diferentes etapas de la de valor. Lo peculiar de nuestra concepción de la dialéctica (desarrollada
cariokínesis son etapas dialécticas de esta tensión básica. En cambio, en la hace pocos años en el escrito Saber y Dialéctica), consiste en la importancia
teoría de Marañón, la tensión antagonística y primordial tiene lugar entre que atribuye a la antítesis de contrarios más bien que de contradictorios para
el elemento masculino y el femenino coexistentes en cada ser humano. Con el desarrollo de la ciencia. Algo parecido nos anima también en este momento,
esto se podría quizás comprender el porqué de la dialéctica pentádica. Si la ya que se trata —lo hemos visto— de dualismos primordiales como punto de
etapa inicial es A, la que sigue es B y la etapa-cumbre es C, entonces, las etapas partida para el desarrollo dialéctico. Dicho sea de paso, la dialéctica hege-
de declinación son B' y A', con lo cual se da a entender la semejanza entre liana procede sin discriminación entre oposición contradictoria —más bien
la segunda y cuarta etapas y también entre la primera y la última. La validez estéril para la ciencia, no así para la meditación filosófica— y oposición de
del enfoque pentádico no debe comprenderse como algo exclusivo respecto contrarios. Sea también dicho de paso que el enfoque dialéctico de contrarios
a la existencia de otros «nudos» posibles del desarrollo. Por supuesto, pueden se refleja aún en la subestructura de la lógica de Aristóteles, para quien la
existir otros momentos críticos en el decurso de la trayectoria A-C además materia en cuanto «sustrato» es «ostentadora de los contrarios» (ton enantión
del momento B, por ejemplo: dentro del primer intervalo A-B un momento déktiké); este enfoque dialéctico, poco desarrollado por Aristóteles, fue, no
intermedio AB, y, de igual modo, dentro del intervalo B-C, un momento obstante todo, de gran importancia en su sistema, ya que con él pensaba
intermedio BC, y lo mismo en la línea de descenso C-A. Sin embargo, el fundamentar y resolver uno de los problemas básicos de la filosofía anterior
enfoque de la dialéctica pentádica no pierde por eso su validez, pues se tra- y que nadie, afirmaba, había podido solucionar: el problema del devenir.
taría en este conjunto más bien de la jerarquía de diversos planos que de Las observaciones anteriores sobre la dialéctica de la vida, presentadas for-
una exclusividad; así podría ser legítima una dialéctica enneádica que se zosamente de una manera muy general, pueden dar ocasión, a ciertos malen-
situara en un plano jerárquicamente inferior respecto al plano pentádico, tendidos que quisiéramos prevenir.
etc. y eso es el único sentido de nuestra visión dialéctico-pentádica. Se entien-
de que las partes discernibles del progreso en cuestión son «etapas» y no El enorme desarrollo de la genética contemporánea a partir de las teorías
«fases» propiamente tales, como las más de las veces se enuncia. Esta última cromosómicas desarrolladas particularmente por T. H. Morgan y C. Darling-
denominación debe aplicarse sólo a diferentes estados de un ciclo que puede ton, tienden a explicar los fenómenos biológicos por ciertos mecanismos —los
repetirse indefinidamente, como por ejemplo, en el ciclo Bethe, tan impor- esquemas de la mecánica cromosómica— ya que la teoría cromosómica, según
tante en la estructura química de las estrellas, o en la sucesión de secciones este último autor, uno de los más ilustres biólogos de nuestros tiempos, «es
cónicas engendradas por la rotación indefinida del plano secante. En cambio, la llave con la que abrimos la puerta que se halla entre la ciencia física y la
las etapas son estados con orientación dirigida e irrepetible, lo que corresponde biología». Sea dicho de paso, el enfoque generalmente mecanicista de las
a las etapas de la vida: éstas expresan la superposición de lo irrepetible y lo teorías cromosómicas (particularmente en este último autor —patente tam-
repetible, eso mismo que, haciendo posibles ciertas inversiones, da lugar bién en su adhesión a las ideas principales de Darwin— aunque menos pro-
a una dialéctica sui generis. En este sentido, la expresión misma «ciclo vital» nunciado en Morgan) hace pasar por alto como inadvertida por completo
ya es algo más que una metáfora. Quisiéramos por fin agregar que el ritmo cierta índole dialéctica de la cual no está exenta la subestructura de los
pentádico de la vida sugiere la idea de un parentesco íntimo con la confi- mecanismos cromosómicos por ellos presentados, mecanismos que deben servir
guración pentagonal en el crecimiento de muchos seres vivos, a diferencia al mismo tiempo para explicar y fundamentar las célebres leyes mendelianas
de los cristales. de la herencia. Estas suelen ser presentadas como el despliegue de las posi-
bilidades disposicionales que, combinándose entre sí, llegan a convertirse en
Que las consideraciones de índole sintética, hechas aun sin acopio de los múl- una realidad viviente. En efecto, la repartición de las propiedades de la pri-
tiples detalles de que dispone el especialista, puedan estar conformes con la mera generación, debida al cruzamiento de individuos con caracteres aparen-
realidad buscada, lo demuestra por ejemplo, el caso de Otto Weininger, temente iguales, obedece a la fórmula (D R) X (D R) = DD 2DR
el joven y malogrado autor de Sexo v Carácter, quien supo con sus teoría; RR, donde por D se designa el carácter dominante y por R el recesivo,
anticiparse a algunos grandes logros de la biología contemporánea: que la según la terminología del mismo Mendel. En el caso de cruzamiento entre
mujer es hasta cierto grado hombre y el hombre mujer, lo dice la ciencia los individuos que se distinguen no por uno sino por dos caracteres (dihi-
contemporánea, proporcionando una base a las teorías de Marañón, a pesar bridismo) , la repartición de individuos de la segunda generación se suele
de lo cual esta misma teoría no dejaba de ser una paradoja en tiempos de presentar a veces por medio de un tablero de ajedrez a doble entrada con 16
Weininger. Y el hecho notable de haberse anticipado al «conocimiento em- casilleros, ideado por el biólogo Punnett; lo notable en este tablero es, entre
pírico» de su tiempo, demuestra la posibilidad de ciertas síntesis de carácter otras cosas, la posibilidad de evidenciar el hecho de que los individuos «puros»

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u homozigotes, están todos puestos en la diagonal de la tabla, y los híbridos nada más que esto. La llave del problema está detrás del mismo término de
en el resto de los casilleros. El manifiesto matematismo inherente a las tablas «carácter recesivo», ideado por Mendel. Fue una profunda y fecunda intui-
va, así pensamos, aún más lejos. En efecto, la repartición de individuos es ción que le sugirió este nombre. En vez de éste habría podido figurar otro:
análoga a la repartición de números en las respectivas filas del triángulo frente al carácter dominante podría designarse su contraparte, por ejemplo
aritmético de Pascal o a las leyes de coeficientes en el binomio de Newton; como el «carácter evanescente», término éste desprovisto de cariz dialéctico,
el mismo tablero de ajedrez de Punnett hace pensar en una matriz como en ya que los caracteres evanescentes son destinados simplemente a desaparecer
la tabla de los determinantes con el papel característico de su diagonal. Parece, frente al elemento dominante. En verdad, en la conceptuación misma del
por lo tanto, que las leyes mendelianas expresan en forma adecuada el juego carácter recesivo está ya implícito de antemano todo el matematismo de las
de fuerzas naturales que saca del azar (las posibilidades) la realidad misma. fórmulas mendelianas: la experiencia no hizo sino confirmar la intuición dia-
Ahora bien: nada sería más erróneo que pensar así. En este momento cabe léctica anticipadora, hecho notable, rara vez tomado en su debida considera-
recordar la profunda tesis de Leibniz: omnia fieri mechanice, sed metaphy- ción por la ciencia.
ricas esse lepes mechanisini (todo acontece por vías mecánicas, empero son
Estas observaciones fueron necesarias para prevenir algunos malentendidos.
metafísicas las leyes del mecanismo) . La hemos recordado, no porque nuestra
El enfoque lógico de la vida puede tener sólo la forma de un enfoque lógico-
tesis pueda deducirse en este caso de la de Leibniz —el ilustre genio no tenía
dialéctico que deje en pie el problema del sentido de los cambios vitales y
una inclinación marcada para el enfoque dialéctico— sino para ilustrar una
de las diferencias bióticas que observamos. Que la división reductora mues-
verdad que se verifica también en el caso que nos interesa. En efecto, ¿no
subyacen en la teoría mendeliana ciertas ideas implícitas como sus supuestos tre en la dotación cromosómica de la hembra dos x y en el la del macho una
tácitos? Son éstas: 19 el antagonismo entre los caracteres, 29 la dominación sola x, lo que eventualmente tiene lugar por ser el macho heterogamético
del uno sobre el otro, lo que encontró su expresión en la discriminación que (por ejemplo el hombre) , puede revelar el condicionamiento de los sexos;
ha hecho el mismo Mendel entre caracteres «dominantes» y los que no lo no obstante, nadie tratará de deducir las diferencias de los dos sexos junto con
son, 39 el significado que implica la denominación de estos últimos caracteres los infinitos matices de sus caracteres psicofísicos a partir de la presencia de un
como «recesivos». En verdad, la idea de antagonismo es una idea básica en cromosoma sexual más: estas diferencias son inderivables de los hechos des-
todo el esquema, y no menos importante, la idea de lo «recesivo», es decir, cubiertos por el mecanismo cromosómico, y en este plano el sentido de la mas-
lo que retrocede temporalmente para reaparecer en seguida. En otras palabras, culinidad o femineidad presenta algo que escapa a la investigación mecanísti-
se alude a la antítesis entre lo «patente» y lo «latente», antítesis que se des- ca. Por esta razón, también nos parece que la lógica de la vida, tal como la
pliega en el tiempo en forma de una alternancia de lo manifiesto y de lo comprende un eminente sabio francés, fundador de la biocibernética, Albert
oculto. Nadie va a desconocer en la misma terminología mendeliana un giro Ducrock, pasa por alto el elemento dialéctico de la vida, ajeno a la lógica
dialéctico que insinúa la alternancia de caracteres antagónicos. En la teoría por él desarrollada. Aún nos falta la comparación que hace de esta lógica
de Morgan el giro dialéctico subyacente es aún mas manifiesto; el crossing- con el juego de ajedrez, la misma comparación que aparece a menudo en los es-
over se representa por un trueque de disposiciones entre dos cromosomas critos de matemáticos adictos al empirismo lógico (así Bell La reina de las
que se produce en la sinapsis. Ahora bien, el trueque de caracteres, o el «in- Ciencias y muchos otros) . «Podríamos comparar —dice Ducrock— la historia de
tercambio o cruce» es una especie de proceso dialéctico, al cual hemos re- la vida como una gigantesca partida de ajedrez que obedece a reglas de jue-
currido antaño nosotros para ilustrar los destinos de las teorías sobre relación go perfectamente determinadas« (Lógica de la Vida, trad. esp., p. 182) . Dado
de materia y energía en la física (Scientia 1938, Science et Philosophie). Una que conocemos muy poco o más bien nada en el terreno de la cibernética, no
índole similar tiene el «cruzamiento retrógrado» de un híbrido con el «padre podemos permitirnos juicios sobre esta dirección de la lógica de la vida que
recesivo». Así las leyes mendelianas junto con la división reductiva en el representa Ducrock: sin embargo, pensarnos —y eso es evidente— que allí sub-
sentido de un simple mecanismo de división, no presentan más que la faz yacen ciertos supuestos o más bien presupuestos de orden gnoseometafísico en
exterior del problema de la herencia: ellas sirven para una pura descripción completa analogía a los del empirismo lógico, y por lo tanto, insuficientes para
y esta descripción reviste los caracteres de un matematismo riguroso. Por fundar una filosofía no sólo cientificista sino científica.
algo W. Johannsen, que tantos méritos tiene en la investigación biológica, Quisiéramos añadir que las ideas sobre el enfoque dialéctico de la vida
dio a su obra el título significativo de Elementos de una ciencia exacta de la aquí esbozadas corren paralelas con ideas respectivas acerca de un enfoque
herencia. Y por algo también una importante revista dedicada a las inves- dialéctico de la ciencia exacta. presentadas en nuestro escrito Saber y Dia-
tigaciones genéticas, Zeitschrift für induktive Abstammungs-u. Vererbung- léctica y que van a servirnos en la segunda parte de este trabajo, dedicada
slehre. Con todo esto, el matematismo junto con el enfoque inductivo, sirve a la razón histórica.
sólo, lo hemos dicho, para la descripción de los fenómenos en cuestión y Las ideas aquí desarrolladas conducen de una manera directa a ciertas con-

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clusiones de orden general. El mecaniscismo de la doctrina mendeliana alcan- Para concluir: el mecanismo del agustino Mendel, igual como el de Lull o
za a ser sólo una menguada apariencia: Los esquemas mendelianos que han de el de Leibniz, no es la expresión de un mecanicismo de fondo, ya que sus
ilustrar la emergencia de la realidad desde el seno de las combinaciones de supuestos tácitos fueron la congruencia de lo real con lo posible y la con-
lo posible, no están dirigidos a la dignificación del azar como elemento formidad de la razón con la fe o, mejor dicho, la racionalidad de la fe. Estas
constructivo de lo real; expresan más bien el enfoque primordial de aquel consideraciones nos parecieron indispensables en vista de la vigencia de la
filósofo naturalista y monje agustino, sobre la congruencia del reino de lo dialéctica de la vida en la historia de las creaciones autónomas del espíritu
posible con el reino de lo real. Este enfoque primordial que constituye un que —como todo lo que vive— tiene su ciclo vital. Así la extensión de la
supuesto tácito de su teoría, está conforme con ciertos rasgos del pensamien- dialéctica vital a las esencias espirituales no presenta, como lo vemos ahora,
to especulativo agustino-franciscano, adverso a la nítida contraposición en- en modo alguno un simple biologismo, defecto que hemos reprochado a
tre el reino de lo real (objeto de la scientia visionis de la divinidad, según Spengler y Toynbee, pues en nuestro caso no se da un enfoque biológico
la terminología de la teología especulativa) y el reino de lo posible (scien- propiamente tal: la visión dialéctica de la vida presenta un enfoque al •cual
tia simplicis intelligentiae seu mere possibilium), establecida por las co- obedece la vida misma junto con otras regiones de la naturaleza inorgánica.
rrientes dominantes de la escolástica y aún robustecida (lo hemos visto ante- El malentendido que nos preocupaba se refiere a la interpretación de
riormente, al comienzo de la Primera Parte) por la doctrina molinista de las leyes mendelianas (y, en nuestros tiempos, de los esquematismos de las
los jesuitas. teorías cromosómicas) , ellas se exteriorizan como un puro matematismo me-
La idea de la congruencia de lo posible con lo real se puede observar cánico-determinista. Algo similar ocurre con los trabajos de Leibniz sobre
generalmente en los sistemas panteístas de tinte espiritualista y aun de el cálculo lógico. Es efectivo, sin lugar a dudas, que Leibniz fue el creador
tinte panteizante por leve que éste sea. La generación de lo real a partir de lo remoto del cálculo lógico, ya que parangonaba el raciocinar con el calcular,
posible, a nuestro parecer, subyace también en la tentativa del célebre autor, por lo cual, en caso de dificultades, el medio de resolverlas que él propo-
polígrafo y monje franciscano, Ramón Lull, conocida bajo el nombre de Ars nía era «calculemos» o bien «pongamos a calcular». Sin embargo, la índole
magna y que, a pesar de su esterilidad efectiva, mereció muchos elogios de cognoscitiva de este filósofo intuicionista —basta pensar en su De veritate,
parte de Leibniz, como también anteriormente de parte del Gusano y de cognitione et ideis— lejos de expresar su trasfondo en los procedimientos
G. Bruno. del cálculo lógico, concebía a éstos más bien como instrumentos del pensar.
El simple movimiento giratorio de círculos concéntricos, superpuestos el Esto impide asociar a Leibniz —como muchos lo hacen— a los partidarios
uno al otro, llevando cada uno la secuencia de 9 letras ron su simbolismo, del «empirismo lógico», quienes al valerse de la logística, piensan encontrar
nunca va a engendrar una ciencia de lo real, ni, como pensaba Lull de su en ella su adecuación exhaustiva. En este caso, lo mismo que en los de Men-
aparato lógico, va a descubrir nuevas verdades. Empero, la idea es obvia- del o Lull, el aspecto mecanístico no debiera engañarnos, pues hemos de dis-
mente análoga a la de «Alfabeto de Pensamientos Humanos» que forjó en tinguir lo que es la cáscara de lo que es el núcleo.
su entusiasmo juvenil el futuro autor de la Monadologia. Tampoco es otro
el sustrato especulativo del célebre escrito leibniciano De rerum originatione 2. CICLO VITAL DEL DERECHO ROMANO
radicali (1696) , que hace surgir la realidad del mundo del juego de posibili- DIRECCIÓN LONGITUDINAL
dades, juego por el cual «lo más posible» va a convertirse en lo real, y eso
sin ninguna intromisión del fiat divino. En verdad, pensamientos de esta ín- Las observaciones anteriores fueron necesarias para fundamentar la idea de
dole constituyen un patrimonio común con el ideario del Gusano, particular- una dialéctica pentádica de la vida que rige en toda la extensión de ésta;
mente en su escrito De Possest. por lo tanto también en el dominio de las creaciones espirituales en su de-
Las observaciones anteriores fueron indispensables para calar en lo hondo venir histórico. Pensamos que algunas disciplinas especiales, como la historia
del matematismo mecanicista de que se revistió la doctrina mendeliana so- del arte griego a la historia del derecho romano, pueden recibir nueva luz
bre las leyes de la herencia. Muy diversa a aquella actitud primordial que desde esta perspectiva3.
enfoca la realidad como un caso particular del reino más amplio de lo posi-
ble —un caso «posibilitado» por el azar— y que encontró en la doctrina dar- 3Citamos estos dos ejemplos, pues la Historia del Arte griego no fue ajena
winiana una de sus expresiones más importantes, muy diferentes, creemos, a nuestros estudios anteriores, lo que con más razón podría decirse de la his-
de la actitud de Lull, Leibniz y Mendel —todos neoplatónicos agustinianos— toria del derecho romano. Habíamos pensado tratar este último tema dentro
en la cual, la congruencia de lo real con lo posible y también —pues aquí del segundo volumen de nuestro trabajo sobre el derecho natural, cuyo primer
reina una conexión pocas veces advertida— cierta compenetración de la ra- volumen recientemente ha sido publicado mientras que el segundo aún está en
zón con la fe representa el subsuelo común de su matematismo mecanicista. preparación.

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toria (en este caso, la historia del derecho romano), en cuanto historia del
Al leer estas líneas es difícil para nosotros mismos desprendernos de la
espíritu (Geistesgeschichte) en cuanto estructura de sentido (Sinnzu-
impresión de que el paso mismo del dominio de la biología celular o de las
samme nhang).
teorías biológico-sexuales de Marañón o de Mendel, al estudio de la historia
del derecho romano podrá parecer al lector como algo extraño y forzosamen- Este último enfoque no se interesa por las causas externas de cambios en el
te superficial —tan inusitada es una secuencia de esta índole en nuestra derecho ni por fundamentos emocionales de fenómenos o normas jurídicas
época de división del trabajo científico. Empero estas líneas están escritas (Ihering), pero sí por el enlace de contenidos ideativos que se expresan en las
normas jurídicas y en la misma sistematización del derecho4'.
por un jurista.
Hay múltiples vías para abordar el derecho romano en su conjunto: las De todos modos, tratar de comprender la formación del derecho romano
unas dan preferencia al enfoque dogmático, es decir, se refieren ante todo en sus etapas principales, sale del plano de su indagación y exposición
al dogma del derecho romano, siendo la historia de su formación un asunto desde el punto de vista causal o psicosocial, por muy fundamental que sea,
de importancia secundaria; las otras, en cambio, enfocan el derecho ro- pues esta última pertenece más bien al terreno de la historia psicosocioló-
mano ante todo desde el punto de vista de su desarrollo. Al primer tipo gica del derecho, ajena a los problemas de su estructura nocional en cuan-
pertenece, entre otros, el monumental trabajo de Edouard Cuq Les Institu- to sistema de normas. Obviamente, es éste el terreno que nos corresponde
tions juridiques des Romains, dividido en dos partes, el derecho antiguo para tratar de presentar la historia del derecho romano en lo que se re-
y el derecho clásico. Por derecho clásico el autor comprende el derecho fiere a su coherencia de sentido a través de su trayectoria multisecular. Espe-
elaborado en la época que empieza con Adriano y termina con Alejandro Se- ramos poder demostrar que la periodología de esta historia en cuanto histo-
vero; al derecho de esta época «clásica» el autor hace seguir el derecho del ria de creaciones del espíritu, obedece al ritmo pentádico, igual que otros
Bajo Imperio. También en los trabajos del célebre fundador de la escuela fenómenos del devenir vital. Nuestra tarea es difícil por sí sola y doblemente
histórica del derecho, Federico de Savigny, se observa la preponderancia difícil al tomar en consideración el lugar que tiene en el marco del presente
del enfoque dogmático (así en su famoso Tratado del Derecho Romano), lo libro, poco apropiado para su elucidación. Su presentación tiene que ser for-
que no le impidió escribir La Historia del De-echo Romano en la Edad Me- zosamente muy sumaria y al mismo tiempo bastante detallada para dejar
dia. Aun en la obra grandiosa de Teodoro Mommsen —grandiosa como todo vislumbrar, ya que no fundamentar, el alma de verdad que contiene.
lo que escribió Mommsen— sobre el derecho público romano (y, hasta cier- Tenemos que empezar con la observación siguiente: el esquema que vamos
to grado, también en su obra acerca del derecho penal de los romanos) ,
a presentar en seguida, no se originó como una aplicación apriorística de
prevalece más bien el enfoque dogmático sobre el dinámico. En cambio,
la idea de una dialéctica pentádica, sino que fue un fruto de larga medi-
es este último el que interesa más que nada al gran romanista Rodolfo de
ditación, vinculada al importante problema del derecho natural en su
Ihering. Su obra más famosa, El espíritu del Derecho Romano en diferentes aspecto jurídico, que pensábamos tratar como un volumen aparte que si-
grados de su desarrollo y también la pequeña obra póstuma Historia del guiera al volumen sobre derecho natural en su aspecto filosófico. Uno
Desarrollo del derecho romano, tienen ante todo una orientación histó- de los puntos capitales de aquel volumen habría sido la investigación en
rica. Empero, esta orientación tiende a salir del marco histórico del derecho
torno a la relación del derecho romano con el derecho natural y que po-
romano, pues, como dice el autor, su mirada se dirige más al derecho como
dría formularse de la manera siguiente: ¿debería el derecho natural,, se-
tal en busca de una «ciencia natural del derecho» (Naturlehre des Rech- gún el espíritu y la letra del derecho romano, concebirse como una
te). El subsuelo —medio naturalista— del pensamiento de Ihering, le hace de las fuentes de aquel derecho, o no? Huelga decir que el problema es
subrayar los supuestos sentimental-emocionales del derecho en general y «sus sumamente difícil, ya que no sólo las sentencias de los juristas romanos, a
fuerzas impulsivas», que piensa poder encontrar como subyacentes en las veces superficiales, se contradicen mutuamente en este punto, sino que aquí
más diversas conformaciones jurídicas. Por supuesto, la búsqueda de lo uni- viene implícita una de las doctrinas más difíciles de toda la ciencia jurí-
versal va unida en su obra a la búsqueda de lo particular, de lo específicamen- dica, cual es la doctrina sobre las fuentes del derecho. Al adentramos más
te romano, lo que pensaba condensar en algunas afirmaciones recias como en el problema, hemos encontrado que lo que está implicado es la cuestión
ésta: «El egoísmo (Selbstsucht) es el motivo de la universalidad romana, y la referente a los cambios del sentido mismo del derecho positivo acaecidos en
codicia (Geldsucht) el rasgo esencial del ente romano» (des rómischen
4E1 reflejo de la actitud algo positivista de Ihering se puede notar también
Wesens). La orientación sociopsicológica del pensamiento jurídico de Ihering,
por muy digna de consideración que sea, estaba particularmente adecuada en una conferencia que dictó en un tiempo en la Sociedad Jurídica de Viena, y
para buscar un plano de coherencia en la historia del derecho romano que que provocó una viva reacción de Francisco Brentano en forma del trabajo
se apoyara sobre las conexiones afectivo-emocionales. No obstante, no es éste bien conocido que se intitula Sobre el origen del conocimiento moral, dirigido
en párte contra Ihering por su rechazo radical de la idea del derecho natural.
el plano que buscamos aquí sino más bien aquello que se presenta en la his-
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la trayectoria milenaria del derecho romano, cambios que se deben hasta natural, pues, que la obra maestra de Mommsen sobre el derecho público
cierto grado a la asimilación, mejor decir, intususcepción de elementos jus- romano esté enteramente dedicada a la magistratura romana con exclusión
filosóficos en el contenido de las normas del derecho civil o positivo. En del sacerdocio y del culto religioso romano que bien pudiera no interesar a
esta ocasión se nos presentó con más lucidez el grandioso y atractivo pro- un historiador moderno, aunque en la clásica definición de Ulpiano —de-
blema de la periodificación del derecho romano, y ello en un plano que, masiado conocida para ser citada —ésas son las tres partes del derecho público.
El mismo dualismo de fas y jus encuentran su expresión en un antiguo lema
así pensamos, escapó a la atención de grandes romanistas. Creemos que la
que destaca Ihering: Fas et jura sinunt quae divina, humana quae jura per-
exposición que sigue penetra más hondamente en el problema que las peño-
dificaciones existentes; sin embargo, si ellas pueden presentarse —así cree- mittunt, nam ad religionen fas, jura pertinent ad hominem —«el precepto
mos— como una exteriorización de la dialéctica pentádica de la vida, eso no religioso y los derechos determinan (el primero) las cosas divinas y los dere-
debe comprenderse como si fuese el resultado de una aplicación ex post de chos las cosas humanas, ya que el precepto divino se refiere a la religión y
un principio general, hecha en aras de encontrar una fundamentación filo- los derechos al hombre». Por eso pudo decir Iherin que «los funcionarios esta-
sófica de algo que ya habíamos encontrado mucho antes e independientemente tales romanos fueron sacerdotes natos».
de cualquier enfoque filosófico.
Así el dualismo jurídico romano se presenta ante todo —y comenzando, por
decirlo así, por la periferia— como dualismo de fas y jus, al cual se ajusta
El derecho romano y su historia, en el uso corriente y aun como objeto de
hasta cierto grado el dualismo del derecho público y derecho privado —y
estudio, es ante todo el derecho privado o «civil», y sólo en segundo lugar,
éste es el dualismo que más llama la atención de Ihering. Dado que el dua-
derecho público. Eso es comprensible en cuanto que el largo proceso de asi-
lismo de las dos esferas mencionadas presenta cierto paralelismo de su tra-
milación del derecho privado de los pueblos modernos de Europa al molde
yectoria a lo largo de la historia milenaria del derecho romano, esta última,
romano (incluso la «recepción del derecho romano» en Alemania a fines
hablando en términos generales, no está sujeta en diversas fases de su desarro-
del siglo xv) se movía ante todo en el ambiente del derecho privado, ya que
llo a la interferencia recíproca de las dos esferas. Sin embargo, el dualismo
sólo por decirlo así, en las periferias de aquel proceso de romanización se
jurídico romano no se limita a aquel de fas y jus, sino que, bajo otras for-
efectuaba la influencia directa de ideas romanas, en parte de tinte medio
mas, va mucho más a fondo en la estructura del derecho romano y las
filosófico, referentes al fundamento y origen del poder monárquico del prín-
grandes fases de su desarrollo, y con esto pasamos a la consideración de
cipe (lex regia, lex de imperio, translatio imperii). Estas ideas fueron propa- este derecho en el sentido usual del vocablo, es decir, del derecho romano
gadas por los legistas en su afán de dar más autoridad a las demandas abso- privado o «civil».
lutistas de los monarcas, sirviéndose de unos célebres adagios como: princeps
legibus solutus est o quod principi placuit, legis habet vigorem; este último
estaba presente en la fórmula conclusiva de actos gubernamentales de reyes Como se sabe —y este cariz de la cuestión fue naturalmente tomado en cuen-
ta por Ihering y Savigny— existe, desde los principios, cierto dualismo entre
de Francia: car tel est nostre bon plaisir. Con todo eso, el derecho recepto
romano fue ante todo el derecho privado. Como todos saben, el dualismo el llamado «derecho civil de los romanos» y derecho de los extranjeros o
jurídico fundamental entre la esfera de lo privado y de la público fue formu- «peregrinos» establecidos en Roma, en cuanto éstos, según las palabras
lado explícitamente por Ulpiano, y con acierto afirma Ihering que el gran autorizadas de antiguos juristas, «seguían los preceptos jurídicos propios o
logro del derecho romano fue precisamente «el descubrimiento del derecho bien comunes a los diferentes pueblos» (jus gentium); por otra parte, ya
Privado». A la base del dualismo mencionado se encontraba, según Ulpiano, mucho más tarde, se operó cierta compenetración entre los conceptos de
la diferencia esencial del objeto del derecho, y —sea dicho de paso— no es me- jus gentium y de jus natura le (en el sentido de 'elementos filosóficos' en el
nester recalcar hasta qué grado el problema del dualismo jurídico, junto con derecho) , gracias a la yuxtaposición con el derecho civil propiamente tal
sus modificaciones y la delimitación de sus partes integrantes, sigue siendo o «estricto» de elementos que, con el correr del tiempo, tuvieron que integrar
el gran problema de nuestra civilización, basada en la idea del estado del la estructura del derecho imperial romano, generalmente válido, aunque con
muchas excepciones (de facto más que de jure), para toda la extensión del
derecho (Rechtsstaat) derivada de aquel dualismo. Ahora bien, el dualismo
mencionado, por otro lado, representa en una gran parte también el dua- imperio. Es muy notable el hecho de que la formación del derecho imperial
lismo de dos grandes esferas axiológicas que los romanos designaban como romano se efectuó en función de ampliación de su base por la asimilación de
algunos elementos jurídicos orientales (particularmente helénicos y helenís-
fas y jus. El dualismo de fas y jus es el dualismo más profundo y más abar-
cante en la estructuración del derecho romano, y con esto se explica el ticos) ; empero, este hecho tiene —cosa sorprendente— su corolario en otro
parentesco y, hasta cierto grado, la raigambre del derecho público romano que representa su contraparte complementaria: los grandes juristas de la
época clásica de la jurisprudencia romana (los juris auctores que tenían el
en lo sagrado (fas), mientras que el derecho privado es terreno de jus. Es

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jus respondendi ex auctoritate principis), fueron, en gran parte, orientales completamente congruos los dos términos, lo que impedía identificarlos sin
romanizados, los mismos que lograron expresar de la manera quizás más más: se trata de la convicción, aunque vaga, de que el derecho (jus) es algo
auténtica y genuina el espíritu del patrimonio jurídico de Roma. Basta re- más que el conjunto de leyes (leges) . Frente a los diversos dualismos de
cordar a Ulpiano, fenicio oriundo de Tiro, a Papiniano, maestro de Ulpiano, «leyes» y «derechos», observamos la tendencia a superarlos, que se podría
el más célebre de los juristas, quien parece no fue de origen romano; como interpretar como animada por el postulado del monismo jurídico o «monis-
también a Modestino, el último de los grandes juristas, cuya lengua ma- mo del sistema». Recordemos en brevedad cuáles son a este respecto los prin-
terna parece haber sido la griega. El fenómeno a que aludimos es importan- cipales dualismos.
te y muy significativo para la historia misma del derecho romano, pues sim- dualismo de base: lex (= jus. civ. Romanorum) -jus honorarium (= jus pere-
boliza el doble proceso de orientalización del derecho romano y romanización grin).
de patrimonios jurídicos orientales. Mas, aun con todo esto, no se debe olvi- al mismo tiempo, dualismo más bien formal: lex-jus honor. (= viva vox j. civ.) .
dar que al lado del derecho romano imperial (y a pesar de los elementos
orientales que crecieron en su interior) seguían existiendo diversos dere- por otra parte:
chos orientales nacionales, ya que muchas instituciones del derecho romano
jus civile (= lex jus honorarium) — jus gentium y jus naturale.
(así el poder del paterfamilias) no tuvieron aceptación en el oriente, por
ejemplo, en el Egipto. pero también:
Estas observaciones, algas extensas pero indispensables en este caso, han
tenido por fin encuadrar el problema de los diversos dualismos antagónicos jus civile jus gentium jus naturale.
en la historia del derecho romano, los mismos que harán comprender su
propia evolución milenaria. \ Ya nos damos cuenta del dualismo del derecho y...
civil y del derecho natural de las gentes, y por otra parte, del dualismo del
derecho romano imperial y de diversos derechos nacionales —cosa que, por jus gentium (quo naturalis ratio' . . . constituit) = jus naturale.
supuesto, todos los historiadores han tomado en consideración— que permi-
ten circunscribir mejor el objeto de nuestra investigación en torno de la pe- por fin:
riodificación del derecho romano. Sin embargo, lo que, según nos parece,
no fue tornado en consideración, es un dualismo quizás más hondo aún y jus (jus vetus = jus civ. jus hon. jus gent. jus nat.) — leges (= constitu-
que alcanza a los cambios en la estructura del derecho romano en diversas tiones imperiales, edicta, rescripta) .
épocas hasta sus verdaderas bases: es el dualismo primigenio de jus y lex, del
derecho y de la ley. Nuestra tesis consiste en que es legítima y posible una Los diversos dualismos aquí enumerados reflejan diversas etapas de la evo-
reducción de los diversos enfoques de lo que fue el derecho y lo que fue la lución del derecho romano (por ejemplo la última contraposición ilustra la
ley, según diversas épocas, la historia de interferencias recíprocas de los situación jurídica desde Teodosio el joven y Valentiniano y representan preci-
dos elementos, una interferencia cuya base fue la variabilidad misma de jus samente las transformaciones y avatares de las nociones de ley y derecho. Nos
y lex en sus contenidos respectivos y sus relaciones recíprocas. Esta tesis va a parece que encontrar el sentido íntimo de estas transformaciones equivale a
permitirnos trazar la evolución del derecho romano según grandes etapas encontrar el sentido de su evolución, que refleja cambios de su estructura
de su historia intrínseca, contribuyendo así, a ahondar más la famosa discrimi- a lo largo de 12 siglos de existencia. Si por la historia exterior se comprende
nación hecha por Leibniz (doctor juris utriusque) , admirador del derecho la historia de las fuentes del derecho romano, y por la historia interior, la
romano y autor de Nova methodus docendae discendae que jurispruden- historia de las doctrinas basadas en estas fuentes, nuestro enfoque apunta a
tiae, entre historia exterior e historia interior del derecho. Tenemos la im- una historia implícita de las doctrinas jurídicas romanas, pues lo que buscamos
presión de que nuestro enfoque ayudará a penetrar más en lo íntimo de la es algo que subyace en las doctrinas explícitas y, por lo tanto, escapa a cual-
historia interior del derecho romano. quiera expresión por parte de la doctrina.
Existen muchos esquemas de la periodificación del derecho romano. Así
A primera vista no parece que exista una oposición entre jus y lex; no obstan- Mackeldey, en la introducción a su Manual del Derecho Romano Actual, de
te, pensamos que toda la evolución intrínseca del derecho romano no es 1814 (contemporáneo al famoso folleto de Savigny) , divide la historia del
otra cosa sino un despliegue del dualismo jus-lex en sus diversas fases histó- derecho romano en cuatro períodos: de la fundación de Roma hasta la Ley
ricas. Cierta contraposición de jus y lex puede considerarse como algo primige- de Doce Tablas, desde ahí hasta Cicerón, de Cicerón hasta la muerte de Ale-
nio en el sentido de que desde los albores existió la conciencia de no ser jandro Severo, de Alejandro Severo hasta Justiniano. Una periodificación simi-

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lar se encuentra en la obra de Eugéne Petit, Tratado Elemental de Derecho y, en tercer lugar, corregir sus imperfecciones. Por esto se decía que «el dere-
Romano. La obra monumental de E. Cuq Les Institutions juridiques des Ro- cho honorario es la viva voz del derecho civil». Empero, no se debe olvidar
mains, de principios de este siglo, distingue tres períodos: derecho antiguo que ya desde Augusto el pretor pierde toda iniciativa en la creación del
(desde principios hasta Adriano) , derecho clásico (desde Adriano hasta Ale- derecho, conduciendo la disminución de su papel a la supresión definitiva de
jandro Severo) y Derecho del Bajo Imperio (desde Alejandro Severo hasta sus anteriores funciones creadoras por el establecimiento del célebre «edicto
Justiniano) , donde el primer período abarca ocho siglos, el segundo uno sólo perpetuo» a partir de Adrián, hasta que el mismo cargo de pretor desaparece
y el tercero tres siglos. Es obvio que en estas periodificaciones —y en muchas ton Caracalla y su famoso edicto (lex Antonina) que confiere el derecho de
otras— se cruzan los criterios de la historia exterior y la historia interior del de- ciudadanía romana a los habitantes libres del Imperio (212 d. C.) . El lugar
recho. Se comprende que para la historia interior tiene una importancia fun- de la función creadora de los pretores lo viene a ocupar, desde Adrián hasta
damental la época clásica (de Adriano hasta Alejandro Severo) , pues ésa es la Alejandro Severo, la actividad creadora de grandes jurisconsultos, aquellos que
época de grandes jurisconsultos; empero, además de esto, no se advierte en las recibieron el derecho de contestar en nombre del Emperador (jus respondendi
periodificaciones existentes la posibilidad de encontrar un sentido a las trans- ex auctoritate principis), por lo cual se los consideró como creadores del de-
formaciones de jus y lex, cuyas tablas acabamos de trazar. En verdad, la perio- recho (juris auctores). Se comprende que con esta actividad de grandes juristas
dificación tiene que dar cuenta del papel del pretor peregrino como spiritus (sucesores de los anteriores jurisprudentes, cuya función no fue tanto oficial
movens de la evolución del derecho romano a partir del jus strictum; por eso, como más bien consultiva) , se operó la concentración y centralización del
el período precedente a la época clásica de la jurisprudencia romana se extien- poder legislativo, en las manos del emperador, ya que los jurisconsultos no
de desde la creación de la pretura para los peregrinos (239 a. C.) ; por otra fueron más que su órgano. Con todo esto, según la opinión común de los espe-
parte, dado que el eje de toda la historia del derecho romano lo constituye cialistas, la época en cuestión es la época cumbre del derecho romano y de su
la legislación de Doce Tablas (449 a. C.) , el período anterior tiene que exten- jurisprudencia, entendiendo por ese vocablo no la administración de la justi-
derse desde la fundación de la República (509 a. C.) , en la proximidad de cia por los tribunales (el uso moderno de palabra) , sino la actividad creadora
cuyos comienzos cae la promulgación de la Ley de las Doce Tablas. El derecho en materias jurídicas, encaminada a sentar la doctrina (doctrina juris) en el
romano del tiempo de los reyes, aunque importante para la posteridad, debe- sentido objetivo, a diferencia de scientia juris en el sentido subjetivo. Si nos
ría considerarse así más bien como una prehistoria del derecho romano. Para fijamos ahora en las relaciones entre jus y lex en el segundo y tercer períodos,
caracterizar muy someramente los diversos períodos, podría decirse que el
podría decirse que en el segundo la lex absorbe el jus, que no es sino su inter-
derecho del tiempo de los reyes tenía un carácter marcadamente sagrado, pretación, mientras que en el tercero es más bien el jus en cuanto «jurispru-
ya que estaba en manos de los pontífices que celosamente guardaban sus se- dencia» el que absorbe la lex. El período siguiente presenta ya la supresión de
cretos y particularmente los del calendario, con sus días propicios y nefastos. toda actividad jurisprudencial, ya que en adelante es el poder imperial el que
Por eso, la gran reforma que sobrevino con las Doce Tablas, representa la laici- regula de una manera directa toda la legislación: son las constituciones impe-
zación del derecho. Hasta qué grado este proceso de laicización fue lento, lo riales (junto con los edictos y aun los rescriptos) las únicas fuentes de leyes,
demuestra el hecho de que sólo en el año 310 a. C. tuvo lugar el último paso de a las cuales se contrapone ahora el derecho jurisprudencial simplemente como
su laicización, cuando fueron dados a conocer algunos pormenores del derecho
jus o jus vetus. Por lo tanto, estamos frente a una inmovilización completa del
pontificio, lo que dio lugar a una denominación sui generis (jus civile Fla- jus, particularmente desde Teodosio el Joven en el oriente y Valentiniano m
vianum) en honor de aquel que habría contribuido particularmente a su di- en el occidente, lo que encontró su expresión en la famosa ley de citas que,
vulgación. Deteniéndonos en el otro extremo de la periodificación, advertimos además de elevar a Caius (jurista de tiempo de los Antoninos) a la dignidad de
que desde Diocleciano en adelante la elevación definitiva de los emperadores los juris auctores, limitó a cuatro el número de jurisconsultos con el derecho
al rango de divinidad (dominus et deus) contribuyó a comunicar a los de actuar en el nombre del Emperador: Papiniano, Ulpiano, Paulo y Modesti-
instrumentos de la legislación imperial (constituciones imperiales, edictos y no. Finalmente, en la legislación de Justiniano, presenciamos la supresión de-
aun prescriptos) , un carácter casi sagrado, lo que definitivamente se produjo finitiva del procedimiento por fórmulas, creado otrora por los pretores pere-
en los tiempos de Justiniano. Tomando en consideración al segundo período grinos, la supresión definitiva también de diferencia entre magistrado y juez,
(desde la institución del pretor peregrino hasta Adriano) , vernos que el dere- pues en adelante los jueces serán magistrados, encargados de dictar justicia a
cho honorario (de pretores y ediles curules) , que representa el despliegue petición de particulares, con lo cual la burocratización en la administración
vital del jus al lado del jus strictum basado sobre las Doce Tablas, aparece más de la justicia cobra un rasgo casi moderno que no existió antes: la parte que
bien —y se da por tal— como cierta interpretación extensiva y lato sensu del pierde está condenada a costear los gastos del proceso. En otras palabras: lo
derecho civil, ya que, como decía más tarde Papiniano, la tarea del pretor que tenemos ahora es la osificación o anquilosis y al mismo tiempo sacraliza-
consistía en asegurar la aplicación del derecho civil, llenar las lagunas de éste ción completa del derecho.

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Al ver las cosas más de terca, nos damos cuenta del parentesco entre el segun-
claustramiento inmovilizador en la vida milenaria del derecho romano. Así,
do y el cuarto períodos anteriormente distinguidos, en el sentido de que éste
encuentra su solución el problema anteriormente mencionado y que sirvió de
es la inversión de aquél: mientras el derecho honorario brota como un injerto
del tronco del derecho civil, en el cuarto período viene la inmovilización vehículo para nuestra investigación: ¿debe el derecho natural, según el espí-
completa del derecho en cuanto representaba la «doctrina», y al lado de él, ritu y la letra del derecho romano, considerarse como una de las fuentes de
este derecho o no? Llegamos a la conclusión de que esta interrogante adquiere
lo único que en adelante da signos de vida, será la producción de constitucio-
su lugar apropiado en la comprobación de un hecho importante: los mismos
nes imperiales en el sentido y con el vigor de ley. Así se averigua, en el campo
que nos interesa —la historia del derecho romano— la relación de reciproci- miembros de la contraposición «derecho civil positivo-derecho natural» son
magnitudes variables, pues el derecho positivo se «naturalizó» y el derecho
dad inversa entre la segunda y la cuarta etapas del ciclo vital, la misma relación
natural se «positivizó». Esta conclusión es importante en cuanto subraya la
que nos había llamado anteriormente la atención al distinguir la etapa de
espirema y dispirema como la segunda y la cuarta etapas de la división cario- imposibilidad de tratar aquellos dos conceptos como algo fijo y determinado,
quinética. También es digna de notar la convergencia de la primera etapa (que ya que ellos están en función de la vida del derecho, y su mismo proceso
va desde principios de la República, pasando por la Ley de Doce Tablas como vital está regido por la dialéctica de la vida, que anteriormente hemos tratado
culminación) con la quinta: la primera empieza con la sacralización del de esbozar.
Derecho, heredada de los pontífices y con el dominio del fas como elemento Huelga subrayar que nuestra solución resulta diametralmente opuesta a
religioso, de modo que la misma Ley de las Doce Tablas y el así llamado Dere- opiniones muy difundidas sobre la relación entre el derecho positivo y el
cho Civil Flaviano (310 a. C.) fueron las etapas de la laicización del derecho; derecho natural en el sentido de su exclusión recíproca. Estas llegan a negar
ahora bien, la legislación de Justiniano representa el retorno a la sacralización rotundamente al jusnaturalismo cualquier carácter jurídico y, poniéndolo fuera
marcada del derecho. de la esfera de la juridicidad, extienden la supuesta exclusión recíproca, con-
Para resumir lo anterior, la historia del derecho romano representa cinco cebida según la ley lógica de la contradicción, al vasto campo de la historia
períodos que a 'continuación trazamos en el siguiente cuadro: jurídica —opinión sumamente errónea, 'como lo demuestra todo lo anterior.
Huelga añadir, también, que el problema de la relación entre derecho positivo
Prehistoria y derecho natural sale del dominio de la ley lógica de contradicción, ya que
753-509 a. C. Sacralización. pertenece a otro dominio, al de relaciones de contrariedad en su estructura
509-239 a. C. Las Doce Tablas: 449 - Laicización. puramente lógica, poco explorado hasta hoy día —todo un conjunto de cues-
310 - Laic. definitiva.
u 239 a. C.-117 d. C. Jus Honr. (como ampliación de Doce Tablas) . tiones cuya problemática pasó inadvertida por los más conocidos juristas, por
Desde Augusto: Pretor Peregr. pierde iniciativa, no mencionar sino a Hans Kelsen. Se entiende que la profundización de la
Juris prudentes: Sabinianos y proculeianos. problemática de oposiciones contrarias es accesible sólo desde el enfoque axio-
ni 117-235 d. C. Edictum Perp. Período Clásico. lógico que domina todas estas páginas, y no a partir de la corriente que tiende
Universalización «laica»: Jurisconsultos como juris auctores. generalmente a dominarlo todo, llamada «positivismo» dentro del pensamien-
212 - Fin de la Pretura Peregrina. to jurídico.
1v 235-529 d. C. Nos dirigimos ahora al lector para hacerle ver, si no es jurista, cómo nos
426 Valentiniano ni y Teodosio el Joven. Jus inmovilizado fue ineludible esta larga exposición a fin de prepararlo a comprender y juzgar
Jus Vetus (Jurispr.) en contraposición a la Ley (Const. Imp., etc.) . por sí mismo la periodificación en el sentido de su proceso vital, que para el
y 529 (533-565) Justiniano:
Supresión definitiva de la jurisprudencia y sacralización de la Ley. Derecho Romano hemos propuesto; en caso contrario, deberá disculparnos
Automatización de la administración de la justicia. por exponer algo que conoce y concentrarse sólo en nuestra tesis que, así pen-
Codificación Basílica: Basilio Macedonio y León el Filósofo - 890 d. C. samos, le brindará una visión sintética del desarrollo del derecho romano.
Estaríamos felices si pudiéramos dar un paso, por pequeño que fuera, hacia
El cuadro refleja las transformaciones de los conceptos Jus y Lex a través la resolución de su enigma, ya que, como decía Ihering: «De la historia del
de todas las épocas de la evolución del derecho en su historia. Salta a la vista derecho romano conocemos solamente el cuadrante, mientras que el interior
que los tres primeros períodos representan el proceso de crecimiento, los dos del reloj permanece en un misterio».
últimos, el proceso de disolución que acaba con la osificación definitiva del
De más estaría añadir que aquella región de la ciencia que acabamos de
derecho desde tiempos de Justiniano en adelante hasta la primera codificación
tratar —la región del derecho— ocupa un lugar casi privilegiado dentro del
subsiguiente que es de Basilio el Macedonio y su hijo León el Filósofo (890
conjunto de ciencias sociales del espíritu, opinión de Schelling y Hegel que
d. C.) . Los tres primeros períodos presentan, por lo tanto, el proceso anabó-
compartimos plenamente. Empero —y eso es lo más importante—, ¿cuál es
lico de proliferación; los dos últimos, el proceso catabólico de regresión y en-
el papel de toda esa síntesis de un tema concreto (la historia del derecho ro-
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mano) en la exposición y presentación de nuestras dialécticas de la vida? Y ciencia griega en la época helenística (por ejemplo en el siglo ni a. C.) tienen
admitiendo que nuestra tesis acerca de este punto sea certera, ¿se deriva de todos el mismo carácter «helenístico» y ya no el «clásico». Aun el eminente
ello que el mismo esquema sea fecundo y rija para otro sector de la realidad filólogo, a la vez que matemático alemán, Ileyberg (descubridor, en 1906, en
y que, por tanto, nuestra teoría sobre el desarrollo del derecho romano habría un convento del monte Athos, de un palimpsesto que resultó ser el tratado
de figurar sólo a título de ejemplo de un enfoque más general como lo pre- arquimediano sobre el método) , en la parte correspondiente de una conocida
tendemos? Es manifiesto que no es posible demostrar de antemano que nuestro obra de filología clásica (Manual de Antigüedades), acerca de la cienCia anti-
enfoque dialéctico se verificará en todos los casos y en otras regiones. Pre- gua, analiza la ciencia del siglo in dentro del marco de la «época helenística».
cisamente, si aquí estuviere en juego una tesis inductiva —la única que, según Como no podemos entrar aquí en los detalles de este problema, nos contenta-
un criterio muy difundido, presenta un valor científico— la aseveración de remos con subrayar sólo lo más esencial5.
que sea correcta estaría siempre sujeta a caución, so riesgo de ser desmentida La división fundamental en época clásica o helénica y época helenística,
por cualquier experiencia futura. Pero no es éste nuestro caso. se debe a la historia exterior de Grecia, con su cesura entre la era de las polis
(abarcando aún la formación de la monarquía de Alejandro Magno) y la era
3. PERIODOLOGÍA CULTURAL DISCRÓNICA: DIRECCIÓN OBLICUA
subsiguiente de los Diádocos, la que, siempre desde el punto de vista político,
(Ley de correspondencia discrónica) termina en el año 30 a. C. con la conquista por Roma del último reino hele-
nístico —el Egipto de los Tolomeos— para ceder ahora su lugar a la era
El esquema periodológico que acabamos de exponer en el caso del derecho «grecorromana». Esta división tradicional, calcada sobre las configuraciones po-
romano y que tiene, por decirlo así, una dirección «longitudinal», es el único líticas, desconoce lo privativo de la historia cultural con su propia autonomía.
que representa la periodología de ciclos cerrados. En efecto, el predominio de Aun después de la conquista romana, el Oriente del Imperio permanecía fiel
este tipo «longitudinal» de la periodología depende de una circunstancia im- a su herencia helenística y, más aun, fue logrando tal supremacía sobre el
portante: la de tener su región correspondiente una preponderancia marcada elemento romano en la estructura general del Imperio, que éste termina por
en la vida cultural de un pueblo determinado. Así, el elemento jurídico- una orientalización siempre más y más marcada. Empero, aun en el período
estatal, tuvo en la historia cultural romana una preponderancia marcada prerromano, la división entre lo helénico y lo helenístico debería experimentar
sobre la ciencia y el arte, que carecían de originalidad (exceptuando la arqui- una corrección fundamental. Es que los diferentes sectores de la cultura no
tectura romana) . No sucede esto, tratándose de la historia de la cultura griega. son «helenísticos» y no son «clásicos» en el mismo sentido y en el mismo grado.
Aquí existe cierto equilibrio entre las tres regiones de la creación espiritual Para comprender este fenómeno, tenemos que echar mano de un concepto im-
que son arte, filosofía y ciencia, todavía con cierta preeminencia —así pensa- portante que es el «estilo arquetípico», común a diversos sectores de la cultura
mos— del arte. Por esta misma razón el arte griego también nos parece reflejar griega y que representa el subsuelo de donde han brotado el arte, la filosofía
la dialéctica pentática de la vida. De todos modos las divisiones de su historia y la ciencia griegas. El estilo arquetípico al cual nos referimos, puede conside-
que han adoptado conocidos historiadores del _irte griego como Ridder y rarse romo una exteriorización de cierta actitud básica de orden axiológico,
Deonna y también Rodenwaldt, siguen el ritmopentático (sin que ellos ha- característica del espíritu «clásico» como también del espíritu «helenístico».
blen, claro está, de dialéctica alguna) , aunque Von Salis, al no considerar, En verdad y hablando en términos más generales, la relación entre el espíri-
como lo hacen los demás, la época de transición (el siglo iv) como período tu clásico y el helenístico ostenta un parentesco muy profundo con la contra-
autónomo, se limita a cuatro periodos. posición de lo «clásico» o lo «romántico». En efecto, muchísimos investigado-
Sin embargo, cuando se trata de historia de la cultura griega, en el conjunto res han subrayado el carácter romántico (o como algunos dicen prerromán-
de sus diversas ramas espirituales, no creemos que el enfoque longitudinal sea tico) de la época helenística, además de que algunos otros se complacen en
aplicable, y en vez de éste, aplicaremos otro, al que quisiéramos denominar acercar el estilo helenístico al barroco. Lo que subyace en el espíritu del pe-
«enfoque oblicuo». ríodo clásico es cierta tabla de valores, peculiares hasta tal grado que el espíri-
A diferencia de la opinión de Spengler, para quien todos los sectores de la tu helenístico podría caracterizarse como una inversión de los valores de la
cultura —«desde la circulación de la moneda y el crédito bancario y, pasando época clásica. Así, la contraposición de los dos períodos en el sentido de sus
por el arte, hasta llegar a la física occidental»— respiran el mismo ánimo (apo- respectivos contenidos ideativos dejará de ser algo fortuito y se elevará a mayor
líneo en Grecia, fáustico en la Europa moderna) , pensamos que es la suya altura, ya que la oposición de lo clásico y lo romántico es mucho más honda:
una tesis gratuita que, además, parece falsear la historia de los ciclos vitales ya clasicismo y romanticismo, pensamos, presentan actitudes eternas del espíritu
cerrados. La división comúnmente aceptada de la historia griega en períodos
helénico y helenístico, se acepta generalmente en un sentido casi absoluto, lo Eara más detalles ver nuestro estudio Esencia de la Creación Artistica en la
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que equivale a sustentar la idea de que tanto el arte y la filosofía como la Epoca Helenística. Rev. Ch. Fil., 1958.
humano6. Sin querer proponer en estos renglones una solución para el pro- en un mismo estilo, no son necesariamente hijos de un mismo tiempo en el
blema de la esencia del dasicismo o del romanticismo —uno de los temas más sentido cronológico, sino que, si bien nutridos por el mismo espíritu, son
controvertidos que existen, ya que pertenece a la esencia misma del romanti- coetáneos, sin ser por ello forzosamente contemporáneos.
cismo el escapar a cualquier definición o descripción exhaustiva— no podemos Si es así, el período del clasicismo se extiende por igual al arte, a la filoso-
pasar por alto un contraste marcado entre los dos. fía y también a la ciencia clásicas, cuyos dominios respectivos culminan en
En realidad, sería un gran error, como ocurre con frecuencia, pretender los siglos y, iv y ni. En efecto, los rasgos del arte clásico se reflejan también
que el romanticismo sea un fenómeno limitado al final del siglo xvin y a la en el fondo de la filosofía clásica (platónico-aristotélica) del siglo iv, con el
primera mitad del siglo pasado. Esta época no es sino la cristalización de dualismo coordinado de sus dos principios fundamentales, idea (o forma) •y
algunos rasgos muy difundidos ya en los siglos anteriores y que, si se los toma materia, principios que participan, particularmente según Aristóteles, armo-
aisladamente, pueden denominarse prerrománticos. ¡Cuantos elementos del niosamente en la contextura de la realidad, concebida sobre todo desde el
ideario romántico no encontramos en las obras de Plutarco y Apuleyo e punto de vista estático. La predilección clásica por todo lo limitado hizo
incluso en Plotino y Porfirio! Es demasiado conocida la leyenda apuleyana evitar, tanto a la filosofía como al arte, el desarrollo de la temática de lo desme-
de Eros y Psiqué, ya que nos recuerda el escenario wagneriano de Lohengrin; surado y de lo infinito.
como en la obra de Wagner, Eros le prohibe a Psiqué preguntarle quién Características similares posee también la ciencia del siglo in a. C., aquella
es, y hasta le impone la obligación de no verlo sino en la oscuridad. De esta
época «cumbre» de las matemáticas griegas. La ciencia clásica está construida
manera se expresa en ambas obras el encanto de lo desconocido, tan carac-
sobre la base de una visión estático-eleatense de la uniformidad e igualdad
terístico de la actitud romántica.
(isótes), siendo estos rasgos el caso más simple de lo constante y de lo bello:
Hay rasgos eternamente románticos en el espíritu humano, al igual que es que la isótes sirve de base a las dos líneas más importantes: a la recta y la
hay otros eternamente clásicos; pero recuérdese que al romanticismo le fue
circunferencia. Es precisamente esta «uniformidad-igualdad» la que encierra
inherente, en todos los tiempos, la propensión, al infinitismo y la exageración al mismo tiempo un valor eminentemente estético. Por la misma razón, la
patética. La convivencia del «realismo» helenístico con lo «patético» parece
esfera, por cuanto «se asemeja lo más a sí misma», es el más bello de todos
ya explicable; aquel realismo ocultista, al dotar al mundo de la creación ar-
los sólidos (Platón en Timeo); también se da el valor de la recta y lo «recto»
tística del carácter de la naturaleza sensible, expresa la fuerza creadora del
en la ética (Platón, Leyes y Teetetos).
yo que se complace en todas las exageraciones del patetismo, logrando un
goce supremo de escrutar los abismos de lo desconocido y en sondear las expre- La identidad de estilo —pensamos en el estilo arquetípico— salta a la
siones más desviadas de la vida anímica. vista como fundamentadora de los diferentes sectores de la creación espiritual.
Pasemos ahora a un problema más bien filosófico: el del estilo arquetípico, Así, la relación de las partes verticales del soporte con las partes horizontales
que tendría que servir de sustrato común a la ciencia, filosofía y arte de los superpuestas, valga decir, la relación de las columnas y pilares con el enta-
griegos. blamento y frontón, revela aquel mismo dualismo de coordinación donde
se expresa la armonía estática, idéntica a la que se desprende del conjunto
No se debe exagerar la oposición usual entre ciencia y artéz para el pen-
estructural del pensamiento científico y filosófico de los griegos de la época
samiento que ausculta en el fondo de las cosas esta diferencia tiende a des-
vanecerse. Es que en el estilo que llamamos arquetípico viene a develarse clásica.
la base de ciencia, arte y filosofía. Lo que no puede extrañar, dado que el El cuadro esquemático siguiente ilustrará la sucesión oblicua que debe
estilo debe considerarse como un conjunto de rasgos que exteriorizan la per- asignarse en el mundo helénico a las tres grandes esferas de la cultura espiri-
sonalidad humana. tual. Hemos colocado en una columna los siglos, y en las restantes, la culmi-
La época helenística posee su propio estilo; si es así, llegamos a una con- nación o «etapa cumbre» que en un mismo siglo o en una misma época
clusión de gran importancia: no es posible seguir sustentando que la ciencia corresponde al arte, a la filosofía y a la ciencia. Hasta ahora era costumbre
y el arte sean antagónicos, mucho menos cuando pueden encerrarse y hasta valerse de esquemas gráficos orientados según una sección vertical, para visua-
reconocerse dentro de un mismo y común estilo en épocas determinadas. lizar el desarrollo del arte, filosofía o ciencia independientemente uno de los
No obstante, hay que hacer una corrección: el arte y la ciencia, originados otros; o bien, según un corte transversal, para abarcar así una misma época
cronológica en la expresión de sus diversos dominios. Mas, como ambas esque-
6Las detalladas tablas de valores de ambas épocas (con denominaciones paralelas matizaciones y la concepción que ellas implican son, en cierto sentido falsas,
en castellano y griego) se encuentran en nuestro curso mimeografiado Historia es necesario configurar las correspondencias con otra dirección, que será la
de la Cultura, editado en el año 1948. oblicua.
mismo siglo y, en lo que va del siglo presente, con un interés cada vez más
SIGLOS ARTE FILOSOFIA CIENCIA vivo por la historia de la ciencia medieval (basta mencionar la obra monu-
mental de Pierre Duhem). Llama la atención cómo el orden del interés para
a. C. Clásico Psiocratica pitagórica estas tres ramas de la cultura sigue el mismo orden de la correspondencia
rv a. C. transición clásica
rs clásica discrónica, empezando por el arte para pasar a la filosofía y después a la cien-
III a. C. helenístico helenística clásica cia. A pesar de todas las deficiencias de nuestra exposición, que forzosamente
II yI a. C. helenístico helenística helenística no puede convertirse en una fundamentación documentada de nuestra tesis,
I y II d. C. neoclásico helenística neopitagórica
proponemos a los historiadores de la cultura griega y a los filólogos clásicos
III y 'y ocaso y fin neopitagórica neoplatónica
tomar en consideración esta crítica a opiniones tradicionales en un punto
tan decisivo como lo son las fronteras entre la época clásica griega y la
De este cuadro se desprende que en el siglo ni a. C., cuando ya dominaba helenística7.
la expresión de lo pasional y lo patético en el arte, en las ciencias reinaba
todavía la serenidad clásica. Así se comprenderá que el concepto de época
no es algo autárquico y omniabarcante de por sí, pues en un mismo período
«cronológico-cosmológico» podemos vivir en épocas diferentes. Tuvimos la
ocasión, con motivo de una ponencia leída en el congreso internacional de
filosofía, realizado en París en 1937 (Congré Descartes) , de tocar este tema
y denominar a esta ley de la historia de la civilización «Ley de correspondencia
discrónica». Atendiendo a ella, los límites entre «clasicismo» y «helenicismo»
sufrirán un cambio profundo: lo desmesurado del arte helenístico, a partir
del siglo in, anticipa aquella vuelta a lo infinito, tan característica de la filo-
sofía y de las matemáticas en las postrimerías de la antigüedad, cuando la
especulación científico-filosófica volvió la espalda a la plástica geométrica
del período clásico y buscó un refugio en las regiones del más allá supraes-
pacial. Hasta ahora tuvimos ocasión de dar un desarrollo más amplio a las
ideas aquí mencionadas lo que esperamos efectuar con la elaboración más
extensa de nuestro trabajo Saber y Dialéctica.
El breve esbozo que acabamos de presentar está en completa despropor-
ción con la importancia del tema. La ley de correspondencia discrónica (o
diacrónica) entre arte, filosofía y ciencia, tiene todas las características de
una ley natural del espíritu y no se limita al terreno cultural de la historia
griega. Así —por no dar sino un ejemplo más— la historia del «redescubrimien- 7Otro ejemplo muy interesante de la vigencia de la ley de la correspondencia
to del medioevo» comienza a fines del siglo xvin con el descubrimiento de diacrónica, se nos da en la historia de la idea del infinito desde la Edad
la belleza arquitectural de templos medioevales. Recordemos aquí la estada Media hasta los tiempos modernos. Así, en la cosmovisión medioeval, esencial-
del joven Goethe en Estraburgo, donde en compañía de Herder se sintió mente finitista (recordemos a Dante) , la idea del infinito encontraba su lugar
sobrecogido frente a la famosa catedral, construida en un estilo calificado solamente, además de la teología, en el arte de los templos góticos. Esta idea
hasta aquel entonces de «bárbaro». Hasta qué grado aquel descubrimiento cobró un inmenso alcance en la especulación filosófica del Renacimiento y
de la belleza gótica contrastaba con las concepciones reinantes, lo ilustra este encontró, poco tiempo más tarde, su expresión científica en el cálculo infinite-
interesantísimo verso de Moliere: simal del siglo xvii, para terminar, ya dos siglos más tarde, en el cálculo de lo
infinitamente grande en la obra de Georg Cantor. Los ejemplos citados no son
algo fortuito: la ley en cuestión tiene su fundamento en la diferencia de las
Le fade goút des monuments gothiques, tres ramas espirituales en lo que se refiere a su hondura vital. El arte tiene
Ces monstres odieux des siecles ignorants. raíces más profundas en la estructuración anímica que la filosofía, y esta última
penetra más profundamente que la ciencia-fenómeno epidérmico. Con eso se
Ya después, desde la primera mitad del siglo xix, el «redescubrimiento» comprende que el arte, como expresión del estilo arquetípico, precede a las con-
pasa al campo del pensamiento filosófico medieval, y termina, a fines del figuraciones filosóficas y éstas a las configuraciones de las ciencias.

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1.. LEYES DE SEGMENTACIÓN DEL PASADO POR MEDIO DE

Capítulo cuarto DIFERENCIACIÓN POLARIZADORA

Los innumerables trabajos sobre el Renacimiento han tratado o de su esencia


íntima o de su enlace con el Medioevo y Tiempos Modernos, o de su valor
en el progreso de la conciencia humana, en pocas palabras: han tratado al
DIALECTICA POLARIZADORA DE SECUENCIAS HISTORICAS Renacimiento como un especie de «ente» —ente histórico que pertenece a
cierta «realidad histórica». Por supuesto, los historiadores se han ocupado
EN DESARROLLO de las diferentes concepciones acerca del Renacimiento y aun —esto con mu-
cho esmero— de los orígenes de la misma noción del Renacimiento, lo que
equivale a exponer o resumir sumariamente lo que otros han expuesto en sus
trabajos. Haberlo hecho con un acopio singular de erudición y el empleo del
sentido común bien equilibrado, constituye precisamente el mérito de la
obra de Ferguson, descollante entre muchas otras. Sin embargo, todo lo que
se había escrito sobre el inmenso problema del Renacimiento, se mueve
siempre en el mismo plano de consideraciones: se trata del Renacimiento
como tal, es decir, como de un 'ente' que la historiografía tardó mucho en
`descubrir' —pero que por fin logró hacerlo... No es extraña esta actitud,
pues recuerda ideas similares aún en la ciencia exacta y su filosofía. Recor-
demos cómo Bertrand Russell, cuyos méritos para la formalización logística
La dialéctica de ciclos vitales en desarrollo está regida por el proceso de su- de la matemática han hecho época, alzándolo casi a la altura de un epónimo
cesiva diferenciación polarizadora en manifiesto parentesco con la dialéctica de la actual era científica, afirma que las nuevas ramas de la matemática, como
de ciclos terminados, recién expuesta. Este proceso puede revestir tres formas geometría analítica y cálculo, fueron descubiertas así como América fue des-
diferentes. La primera se refiere al surgimiento y formación en la memoria cubierta por Colón. Bertrand Russell pasa por alto el notable hecho de que
histórica de nuevas unidades, en el sentido de nuevos períodos en la vida el idioma humano no posee hasta ahora ningún vocablo que corresponda
histórica. El ejemplo más patente de este proceso está representado por la a la idea de una «creación matemática», la que manifiestamente es algo más,
formación, a mediados del siglo pasado, del concepto del Renacimiento como en el plano objetivo, que una creación poética o musical, y que no obstante,
una unidad autónoma de la historia. La segunda forma se refiere al desplie- tampoco es asimilable a un invento mecánico como la rueda o máquina a
gue por diferenciación polarizadora de etapas evolutivas de un ente-vivencia vapor, cuyos objetos tienen su lugar en el mundo material. Si es así no ha
espiritual que, por su importancia soberana, tuvo un papel autárquico e de extrañarnos oír hablar del «descubrimiento del Renacimiento», aunque
así pensamos, este giro no deja de ser un simple modus loquendi.
independiente en la historia espiritual: tal es el papel del binomio conflic-
tivo «razón y fe» con sus proyecciones para la comprensión de la filosofía
¿ES POSIBLE «DESCUBRIR» RENACIMIENTO?
medieval. Dado que la relación entre razón y fe fue el tema principal del
pensamiento especulativo del medioevo y dejó de serlo en los tiempos moder-
Parece que, para los autores citados por Ferguson, y también para él mismo,
nos, sin perder todavía su importancia, este proceso ya sale del marco de la pregunta tendría que ser contestada afirmativamente: «Desde el Renaci-
ciclos cerrados anteriormente analizados, puesto que está en vigencia en miento mismo, y en cada época, los hombres lo han considerado bajo la
nuestros propios tiempos. Finalmente, la tercera forma de la dialéctica en perspectiva de su propio tiempo (¡como si otra eventualidad fuese posi-
cuestión se refiere al despliegue por diferenciación progresiva de diversos ble!) ... El período que siguió a la mitad del siglo xix no fue una excepción.
aspectos distinguibles en un mismo período «cronológico», como fue justa- Este tiempo fue maduro para una nueva idealización del Renacimiento,
mente, el período llamado Renacimiento. Se trata de establecer la tesis de análoga a la idealización de Grecia, por los neoclásicos, y la rehabilitación
que la distinción misma entre Renacimiento propiamente tal, Humanismo romántica del Medioevo» (pág. 168, trad. fr.). Queda todavía por saber por-
y Reforma, se puede comprender como diversos aspectos de cierta configura- qué, precisamente en este tiempo, la idealización del Renacimiento significó
ción homogénea anterior (en los siglos xn, my) que sólo más tarde, al dife- elevarlo a la dignidad de unidad autónoma en la historia de los tiempos
modernos. Para esta pregunta encontramos también una respuesta, aunque
renciarse, tomaron nombres diversos.
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más bien indirecta, en otro lugar del mismo libro. Hay allá una explicación y la Revolución, junto con la era constitucional que le siguió y que no se
más bien negativa, en el sentido de que el descubrimiento definitivo del implantó en toda Europa, se encuentra grabada en la permanencia de la Féte
de la République con su celebración el 14 de julio, aniversario de la toma
Renacimiento tuvo que producirse tarde, pues la división tripartita de la
historia de Antigüedad, Medioevo y Tiempos Modernos había obstaculizado de la Bastilla. Empero, sólo a mediados del siglo xix, el sentimiento de esta
durante mucho tiempo el descubrimiento del Renacimiento. En verdad, esta oposición llegó a su cumbre, lo que se debió también a la culminación de la
última aseveración parece ya ser la cumbre del gran malentendido que nos fe en el progreso no sólo racional, como en el siglo xvin, sino también socio-
político de la humanidad. Las grandes obras históricas de la Hippolyte Taime
ocupa. Tratemos de disiparlo.
(particularmente el primer volumen de Les origines de la France contempo-
¿De dónde proviene la misma tripartición de la historia? Como se sabe,
raine intituladas Anden Régime et la Révolution) y de Albert Sorel (L'Eu-
ésta se produjo en la segunda mitad del siglo xvn; en un tiempo ya pletórico
rope et la Révolution Francaise) han contribuido poderosamente a la difu-
de confianza en el porvenir, y no carente también de desprecio por el pasado
no muy remoto de algunos siglos anteriores y, de todos modos, lleno de sión de aquella oposición en la conciencia histórica entre la contempora-
admiración hacia la Antigüedad clásica. En otras palabras: el «hoy» de neidad de aquel entonces y el siglo anterior, y no hemos de extrañarnos si el
mismo título de la obra de Taine Ancien Régime, terminó por adquirir
aquel entonces se presentaba lleno de esperanzas, el «ayer» (lo que pasó a
ser el Medioevo) parecía «obscuro» y desagradable y «el anteayer» (Anti- el derecho de ciudadanía en todo el mundo civilizado como una expresión
corriente.
güedad clásica) rico en valores. Así se nos revela el trasfondo de la tripar-
tición de la Historia, introducida por Celarius; ésta, destinada para la ju-
ventud escolar, obtuvo pronto una difusión universal. No es difícil descubrir Ahora preguntemos cuál fue el resultado de este fenómeno respecto a la
aquí una actitud axiológica, orientada por el ritmo elemental que parece tripartición tradicional de la historia universal. Por cierto la visión de con-
expresar la respetabilidad en lo diverso: tercer miembro similar al primero junto de esta historia, cuyo miembro medio, el Medioevo, estaba marcado
y una oposición del segundo miembro a ambos. La convicción de que los con el signo de desvalor, no pudo cambiar y tuvo que mantenerse en pie y,
siglos anteriores fueron los de una barbarie oscura (dark ages), repercute eso no obstante, tuvo también que encontrarse en un antagonismo parcial
aún en las conocidas palabras de Leibniz, con las cuales aquel gran genio con el reciente sentimiento de contraposición entre el siglo xvin, con todo
queriendo rehabilitar la Escolástica medioeval que tanto apreciaba, calificó el acopio de sus abusos profundamente aborrecidos, y el siglo de la democracia
esos siglos de un modo muy peculiar, como que en ellos aurum latere in constitucional que logró la plena conciencia de sí misma en la mitad del
stercore illo scholastico barbariei (hay oro en aquel estiércol escolástico de la siglo xix. Así, la conciencia histórica de mediados del siglo pasado se encontró
barbarie) . Huelga decir que las fronteras de los períodos están calcadas so- en una situación nueva: no pudo ni renegar de la caducidad del Medioevo y
bre la historia del Imperio Romano, ya que la Antigüedad termina con el de la valoración positiva de los Tiempos Modernos respecto a la Edad Me-
fin del Imperio de Occidente (476 d. C.) y el Medioevo con el fin del Im- dia, ni tampoco renegar de la oposición entre la última parte de los Tiempos
perio de Oriente (1453 d. C.) lo que deja aún más transparente el fondo Modernos (antes de la Revolución) y el despliegue democrático-liberal del
axiológico de la periodificación. siglo xix en el apogeo de su ideario constitucional. Así se operó —y tuvo que
Con todo esto, aquella división tripartita no pudo durar infinitamente. La operarse— una diferenciación progresiva en el concepto de Tiempos Moder-
contraposición entre el Medioevo y los Tiempos Modernos se hizo aún más nos: la primera etapa de éstos recibió su signo negativo claro está, en parte
aguda en el siglo xviii, época de la Ilustración, aguda a grado tal que hasta hoy negativo, pues estaba subsumida en el valor globalmente positivo de los
día perdura en algo la actitud de rechazo y desprecio al Medioevo, que perte- Tiempos Modernos, mientras que su etapa contemporánea, aquella que co-
neció a la médula del sentimiento histórico de aquellos tiempos cuyo portavoz menzó con el constitucionalismo democrático, vivida por la conciencia del
siglo xix, se constituyó —y tuvo que constituirse— en cierta unidad autónoma
más insigne fue Voltaire: écrasez l'infilme. El optimismo de la Ilustración,
con su fe en el progreso infinito del género humano, hacía olvidar los ras- de la historia bajo el nombre de historia contemporánea. Se comprende,
gos negativos de la misma época: su régimen despótico, su absolutismo auto- pues, que el concepto de historia moderna, que llevaba en sus entrañas el
odiado siglo del Ancien Régime, tuvo que experimentar otra diferenciación
crático llamado más tarde «despotismo ilustrado». La famosa y ambigua
alianza de los «déspotas» —un Federico el Grande o una Catalina de Rusia— más para mantener en pie su carácter positivo de valor indiscutible. Es así
con Voltaire, Maupertuis, Diderot y otros «filósofos», perdió toda conside- como nació el concepto de Renacimiento, que emerge para afirmar la Edad
ración en el siglo siguiente: desde la Restauración y aún más, desde la Revo- Moderna con su ideario similar al de mediados del siglo xix, y esto, tal como
lución de julio, lo que llegó a dominar en la conciencia fue el contraste con a su vez el Renacimiento fue concebido similar a la Antigüedad Clásica
en su tiempo y después. Es innegable que la aparición de la idea del Renaci-
el Ancien Régime cuyo símbolo fue la Bastilla y cuya caída simbolizó la miento, o de su imagen como época autónoma de Tiempos Modernos, se
Marsellesa. La perpetuación de la oposición irreductible entre Ancien Régime

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debe a aquella diferenciación progresiva en el configurarse del pasado para la historia, hecho que ilustraremos con el gráfico siguiente, en su calidad
la conciencia histórica, diferenciación que se hizo inevitable en presencia de de esquema retrospectivo-prospectivo.
lo que aportó de nuevo el siglo m'e. De este proceso se deriva un resultado
de extrema importancia para la comprensión del concepto mismo de Renaci- Anteayer Ayer Hoy
miento y que no fue advertido por los historiadores: los dos conceptos —Re- Siglo xvii:
nacimiento e Historia contemporánea— son correlativos y conjugados el Antigüedad Edad Media Tiempos Modernos
uno con el otro. Todo esto nos explica el parentesco entre el ideario del
Renacimiento, visto por el siglo xrx, y el propio de ese tiempo, particular- Se comprende que, siendo el esquema de naturaleza retrospectiva, el mo-
mente el romántico, tan poderoso a mediados del siglo xix. vimiento — empieza con el siglo xvir y corre hacia atrás, remontando
el curso de siglos.
Estas observaciones nos hacen comprender el porqué de la aparición y Guiados por la misma estrella que es el enfoque axiológico —nuestra
difusión de obras del Renacimiento precisamente a mediados del siglo stella rectrix— llegamos al segundo esquema:
pasado: no es que «el tiempo estuviera maduro para una nueva ideali-
zación del Renacimiento», como piensa Ferguson, sino que la aparición I. Diferenciación en el concepto de Tiempos Modernos.
del concepto de tal época fue una consecuencia inevitable del proceso de (Primera etapa de la toma de conciencia histórica).
diferenciación progresiva por la conciencia histórica del período moderno.
Decir, como leemos en la obra de Ferguson, que la tripartición de la historia Anteayer Ayer Hoy
obstaculizaba el «descubrimiento del Renacimiento», es poner las cosas al Siglo xrx:
revés: sin la tripartición fundamental nunca habría podido surgir el concepto Renacimiento Anc. Régime S. xrx
del Renacimiento, involucrado como su propia subestructura por aquella
tripartición. Estas consideraciones nos conducen a formular algunas leyes, II. Integración de lo presente en el proceso totalizador de la historia universal
referentes a la formación de nuevos períodos. (Segunda etapa de la toma de conciencia histórica) .

Leyes de la segmentación del pasado por medio de la progresiva diferencia- Anteayer


Hoy
ción axiológica Renac. Ayer SS. xix-xx (Hist. Contemp.)
Anc. Rég.
Henos aquí para plantearnos el problema del Renacimiento en un sen- Antigüedad
T. Modernos
tido diverso del corriente. Por encima de todos los detalles de investigación, Antaño Medioevo Hogaño
por encima de todos los pormenores que llenan una época y que la erudición
busca traer a la luz del día, por encima de todo esto y por debajo de ello,
Como consta en los esquemas, las unidades «Historia Contemporánea> y
existe algo más íntimo: son los requerimientos y los imperativos de la razón
«Renacimiento» son correlativas cual magnitudes conjugadas. Para dar más
cognoscitiva, configuradora de lo real. Antes de hablar de «sociología del
desarrollo a nuestro pensamiento, podríamos decir que el objeto «Renaci-
Renacimiento» —como lo hacen algunos autores— invocando así los criterios
miento» tiene dos imágenes en el espejo de la conciencia histórica: una es
de una ciencia sociológica que se erige en portavoz del enfoque científico-natu- el Romanticismo del siglo xix, algo como imagen reflejada y, por lo tanto,
ral y pretende ser nomotética en el terreno social, habría sido mucho más apro-
real; y otro es la Antigüedad clásica como si fuese imagen simétrica, por lo
piado investigar la consistencia y la fundamentación de aquella región de tanto, imagen «virtual» del Renacimientol.
lo real .que se propone investigar. ¿Qué sentido puede tener introducir el en-
foque sociológico-natural dentro de un recinto, cuyos contornos mismos Salta a la vista el parentesco del ideario del Renacimiento con el del Roman-
nada tienen que ver con la naturaleza, toda vez que son configurados por
ticismo, aunque este último no excluye cierta afinidad con la imagen del
las leyes del espíritu? ¿Es posible un enfoque sociológico circunscrito al Re- Medioevo (como fue el caso de muchos románticos conservadores) . Mas,
nacimiento, si esta misma circunscripción escapa a la sociología corriente por éste es secundario frente al parentesco básico entre la autoconsciencia del
ser obra del espíritu cognoscente con su actitud axiológico-configuradora?
siglo xix en su índole romántico-progresiva y la retrospección dirigida a la
Resumamos lo anteriormente desarrollado.
Lo que subyace en la formación del esquema tripartito de la historia
'Creemos que la comparación con las imágenes de la óptica geométrica es más
universal, es la alternancia de valor y desvalor en las grandes divisiones de que un juego de palabras, empero no podemos ahondar ahora en este tema.
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época renacentista. Este parentesco se ve singularmente robustecido por el en un sentido que no se limita sólo a la historia del arte. Por cierto, no po-
culto del genio, tan peculiar al Romanticismo y tan peculiar también a la demos menos que resistirnos ante la designación del siglo xvii como «siglo
vivencia del Renacimiento que compartimos todos hasta hoy día. Por eso del barroco»: ¿es barroca la ciencia galileo-newtoniana, es barroca la filosofía
podría hasta hablarse del romanticismo del Renacimiento y del renacen- de Descartes, Spinoza o Leibniz? Como el vocablo denota algo irregular y
tismo del Romanticismo: sería éste un caso más del uso del «genitivo de hasta evoca la idea de mal gusto, rechazamos con toda energía la denomi-
equivalencias» o «inversión», como hemos denominado en otra parte a aquel nación del siglo xvii como «siglo del barroco», pues la actitud despreciativa
género del genitivo que permite la inversión conmutativa del nominativo respecto a la arquitectura de aquel tiempo —que no nos incumbe discutir—
con el genitivo, a raíz de la equivalencia o identidad de ambos términos. envuelve un desprecio hacia las grandes fuentes espirituales que alimentan
los últimos tres siglos. En cambio, la época del siglo xvit debe llamarse la
La idea principal que nos guiaba en todas estas consideraciones fue la idea época de estabilización europea o época de cristalización definitiva de Europa.
de la perspectiva en movimiento: es ésta la que bajo la presión del presente Con todo esto, se impone una pregunta que no quisiéramos silenciar: ¿por
modifica el pasado, pues el pasado que se percibía anteriormente como algo qué no se hablaba a fines del siglo pasado de época barroca en sentido general,
homogéneo, termina por segmentarse en unidades nuevas, insospechadas aunque fue conocida y difundida la denominación «Barroco» para la arqui-
hasta aquel entonces. Este proceso grandioso de emergencia de nuevas uni- tectura? Creemos que debe existir cierta razón para esto y no es imposible
dades en la memoria retrospectiva nada tiene que ver 'con un calendario que, abogando ya desde tiempo por elevar el siglo xvii a la altura de una
que es algo fijo y se espacia de antemano y que consiste en una secuencia época autónoma de la historia, hayamos obedecido nosotros mismos a cierta
de jalones determinados no ex post, sino ex ante. Comparando las etapas inflexión del enfoque 'cognoscitivo sin ni siquiera darnos cuenta de ello. La
del ciclo vital que hemos analizado anteriormente, advertimos que ellas son posible razón sería quizás la siguiente: sólo ahora venimos a presenciar
determinadas por el cido vital mismo; en cambio, tratándose del desarrollo el proceso de crisis aguda en el mismo concepto tradicional de Europa, crisis
de un proceso que está en vías de gestación y del cual hacemos parte, nos que, así pensamos, se debe ante todo a la creciente importancia y presión
enfrentamos con un proceso abierto, cuyas etapas se desplazan con el tiempo configuradora sobre Europa que ejerce la sexta parte del mundo, Rusia. Si
y con sus fronteras movedizas dan lugar, a diferenciaciones siempre nuevas. los escritores rusos del siglo pasado (ante todo los llamados «eslavófilos») ante
el problema de la relación entre Rusia y Europa (así reza, entre tantos otros
Esta circunstancia nos explica el hecho de que la época del Renacimiento escritos, la famosa obra de Danilevsky) dejaban abierta la cuestión de una
no es la última «nueva unidad» de Tiempos Modernos: nacida a mediados coordinación colateral de ambos conceptos, los autores occidentalistas (por
del siglo pasado, está sometida a la fugacidad del tiempo, siendo imposible ejemplo un Granovsky) estaban inclinados a ver en Rusia una parte de
que la constelación espiritual de aquel entonces se mantenga inmutable en Europa, muy particularmente desde los tiempos de Pedro el Grande. Empe-
la segunda mitad del siglo xx —como lo veremos inmediatamente. ro, la historia del siglo xx dio definitivamente razón a la opinión de los
«eslavófilos», según la cual (particularmente en su transformación más re-
Desde mucho tiempo goza del derecho de ciudadanía la denominación «ba- ciente en el «eurasianismo» del siglo xx) Rusia, no siendo ni Europa ni Asia,
rroco» para designar el arte, particularmente el arte arquitectural, del siglo sino más bien una síntesis de las dos, constituye la sexta parte del mundo.
xvii que ya no obedece más al estilo renacentista, pero tampoco puede con- Así, nuestro tiempo, que presencia una especie de eclipse de Europa, está
fundirse con el espíritu del «rococó» que le sigue. Hace más o menos una también maduro para 'comprender y avaluar la época de formación definitiva
década hemos llegado a la conclusión de que el siglo xvii constituye una ver- de la Europa moderna que es el siglo xan: es la presión del presente sobre
dadera unidad autónoma de la Historia Moderna, posterior al Renacimiento el pasado que hace surgir una nueva unidad de la Historia Moderna —la
y anterior a la Ilustración, debiendo integrar esta secuencia histórica a título época de estabilización europea que es el siglo xvii2.
de igualdad con las dos otras entidades. En efecto, en el siglo xvii se gesta
la formación definitiva de la filosofía moderna con Descartes, la formación Tenemos que enfatizar ahora cuánto subyace en la síntesis aquí lograda. La
definitiva también de nuestra ciencia físico-matemática con Galileo, Descartes, diferenciación progresiva es una diferenciación axiológica, con la cual viene
Leibniz y Newton y, por fin, la formación de modernos estados-naciones a expresarse el enfoque básico de nuestro filosofar fundado en el pandialec-
con su fisonomía bien determinada. Mientras tanto, nos dimos cuenta de tismo axiológico. En segundo lugar, es importante darse cuenta de que todas
que recientemente algunos autores (entre otros, León Dujovne en su Teoría las divisiones de la historia en períodos —pasadas, presentes o futuras— están
de los valores y Filosofía de la historia y también, ya mucho antes, el histo-
riador polaco Chledowski en su espléndida obra Hombres del Barroco de 2Recordemos la opinión del gran historiador del Asia, René Grousset, en su
principios de este siglo) tratan el siglo xvii bajo la denominación «barroco» Balance de la Historia: ‹Entre Asia y Europa, Rusia será un tercer continente».
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en función de una perspectiva en movimiento y, por lo tanto, están some-
tidas a una evolución continua. Este tópico robra su sentido peculiar si se de Aristóteles, a fines del siglo XII y parte del siglo xiii, obras que habrían
lo compara con la filosofía histórica del idealismo alemán, por ejemplo, con fundamentado el cambio del platonismo por aristotelismo («recepción de
la de Schelling. Para este pensador la historia es un «organismo» o un «sis- Aristóteles») —aserto ingenuo, pues el gran discípulo de Platón se vio des-
tronado apenas dos siglos después de su intronización, y eso a pesar de todos
tema determinado de épocas», pues una historia ilimitada como la concibe
la ideología del progreso ilimitado, sería algo inaceptable y bárbaro. Huelga los valores que habrían determinado su encumbramiento. En verdad, existe
recalcar —en vista de todo lo anterior— hasta qué grado es deficiente esta una sola posibilidad de encontrar y establecer la coherencia de sentido en el
tesis del gran filósofo romántico. Así como toda ciencia exacta (pensamos conjunto de la filosofía patrístico-medioeval, y hemos de comprender esta his-
en la físico-matemática) en cualquier momento de su existencia y, por lo toria a la luz de algo fundamental que subyace en su trayectoria milenaria
y que no es otra cosa sino la evolución de las relaciones entre razón y fe. Esta
tanto, también la actual con su carácter sistemático, no es sino un corte ins-
tantáneo de su desarrollo ilimitado, así también cualquier sistema de épocas evolución nos suministra una constante básica de referencia en la historia
del pensamiento patrístico-medioeval, primigenia en él y que lo diferencia
no es sino un momento actual y huidizo de la historia de los sistemas de
épocas, una historia ilimitada que sólo cobraría la forma de un sistema para tanto de la Antigüedad como de los Tiempos Modernos. El enfoque que en
una mente infinita. Nos es difícil exagerar la importancia de este punto cuestión, se verifica también en el sentido de ser el único que ofrece al parecer
para el conjunto de presentes consideraciones. la posibilidad de derivar de él —o, en último término, de poner en deter-
minada relación con él— los múltiples temas que integran los diversos sis-
temas filosóficos del Medioevo, que tienden en su conjunto —si éste ha de
2. DIALÉCTICA DE LA PERIODIFICACIÓN DE LA FILOSOFÍA PATRÍSTICO- ser comprensible— a algo como un«sistema de los sistemas», subyacente en la
MEDIOEVAL EN FUNCIÓN DEL BINOMIO CONFLICTIVO DE RAZÓN Y FE «filosofía patrístico-medioeval». Esta sistematización de lo histórico, nunca
emprendida, es posible precisamente en este caso, puesto que se trata de
la historia de creaciones del espíritu humano y no de fenómenos de la vida
Según nuestro plan, anteriormente mencionado, pasamos ahora a desarrollar
real, que no son sistematizables o racionalizables, como pensaba Hegel.
el problema histórico del binomio conflictivo «razón y fe» con sus importan-
tísimas proyecciones para el conjunto de la filosofía patrístico-medioeval y
La evolución de las relaciones entre razón y fe en el occidente cristiano pre-
su verdadero trasfondo ideativo.
senta cinco etapas, de las cuales las dos últimas ya salen del marco cronológico
del Medioevo para llegar a nuestros tiempos. La historia de la filosofía pa-
Los numerosos estudios y también manuales referentes a esta época de la
trístico-medioeval se amolda a las otras tres. La primera etapa abarca tanto
filosofía occidental, suelen presentarla dividida en tres períodos: la patrística
como época de preparación lenta del Medioevo filosófico, el cual, a su turno, la patrística como los primeros siglos del pensamiento medioeval que repre-
sentan en su conjunto, el periodo de cierta compenetración mutua y conci-
se ve constituido por el predominio del (neo)platonismo agustiniano hasta
liadora de razón y fe. No así el segundo período (el de aristotélico de Santo
mediados del siglo XIII (l.er período) , predominio del aristotelismo hasta
Tomás) , cuando por la progresiva diferenciación de la razón y la fe, se llega
mediados del siglo xrv (segundo período) , y predominio del nominalismo
a cierta delimitación de ambas. A este período lo caracterizamos por el con-
igualmente hostil al platonismo y aristotelismo en el tercer período, que dura
cepto de verdad bigradual —pues de este modo quisiéramos indicar el espíritu
más o menos hasta fines del siglo xv y representa el lento proceso de disolu-
de la gran escolástica. Empero la sucesiva diferenciación de razón y fe llega
ción de la filosofía escolástico-medioeval. Si a esta breve característica se
a la escisión de la verdad bigradual en miembros separados que no mantienen
agrega una reseña del problema de los universales, tan importante para los
más el ámbito común de la llamada teología natural (así como se mantuvo
primeros dos períodos y objeto de cierta abominación para el último —todo
en el período de la verdad bigradual) . Con eso entramos en el tercer período,
eso junto con la historia del binomio conceptual «esencia-existencia» que
surge solamente a mediados del siglo XIII y echa su sombra sobre el resto de el de la disolución de la escolástica por el nominalismo de tipo occamista.
la historia del pensamiento medioeval— la imperiosa necesidad de nuestro La diferenciación siempre en marcha llega, ya con la corriente protestante
del siglo xvi, a una oposición antagónica de razón y fe, culminando en la
espíritu de comprender la sucesión de inumerables corrientes del pensa-
doctrina de la verdad doble, nunca proclamada oficialmente por Lutero, pero
miento medioeval, como exteriorizando cierta coherencia de sentido, parece
subyacente en su edificio doctrinal, cuyos antecedentes se encuentran en el
estar ya satisfecha. No obstante, es, obvio que la mera alternación de plato-
nismo y aristotelismo y el ulterior rechazo de ambos, no salen del marco de llamado «averroísmo latino» del siglo XIII. Una vez más, la doctrina de la
una historia narrativa, y poca importancia tiene la insistencia tan corriente verdad doble, perfilándose a lo largo de siglos posteriores, encontró en el
(ya algo más «pragmática») sobre el descubrimiento de obras desconocidas grandioso sistema de Kant, de marcada inspiración protestante, su verdadero
epílogo, después del cual, obedeciendo a la ley de ritmo contrastario, vinieron
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los sistemas del llamado idealismo alemán con Fichte, Schelling, Hegel y tación de razón y fe (obra de la Gran Escolástica), la escisión y divorcio entre
Schleiermacher: aquí la oposición antagónica de razón y fe cede lugar a una las dos (obra- del nominalismo occamista) , y por fin, la aparición con una
compenetración recíproca de las dos, posición que se ve prolongada a lo fuerza elemental del fideísmo protestante con su doctrina implícita de la
largo de la corriente romántica en toda Europa y hasta el neorromanticismo verdad doble y desprecio de la razón, son etapas sucesivas de una diferencia-
de los últimos tiempos, como en Bergson. No vamos a detenernos sobre la ción polarizadora.
importancia del esquema aquí presentado y, en particular, de su aplicación Esta presentación de la historia de la filosofía medioeval se eleva por encima
para la comprensión adecuada del pensamiento de Kant, a cuyos intérpretes de una historia corriente del pensamiento medioeval que no sale del marco
tan numerosos escapó este importante aspecto (como tampoco, cierto para- de una historia narrativa y que se complace en la yuxtaposición cro-
lelo con el de Kierkegaard en el siglo xix) , pues lo que importa aquí es otra nológica de diversas escuelas o, a lo más, señala la alternación del plato-
cosa. Las diferentes etapas de la evolución de relaciones entre razón y fe, nismo y del aristotelismo sin siquiera proporcionarnos una explicación de
aquí indicadas, presentan cierta ventaja respecto de los esquemas tradicio- este fenómeno: la explicación anteriormente aludida y referente al descubri-
nales pues nos suministran un cuadro comprensivo y no una mera yuxtapo- miento de escritos aristotélicos, no deja de ser ingenua, como el lector de las
sición alternadora. Sin embargo, el sentido de nuestro enfoque va aun más páginas de la i Parte recuerda. En cambio, esta misma alternancia encuentra
allá para salir pnr completo del aspecto narrativo de la historia espiritual ahora su explicación en la creciente «especifización» y autonomía de la ra-
del Medioevo. Se trata, precisamente, del principio de diferenciación polari- zón discursiva, la que al fin abandonada a sí misma, se hace escéptica y desem-
zadora por etapas: su sentido sólo se nos hará patente al analizar la conste- boca forzosamente en una alianza con el fideísrno religioso3. De todos modos,
lación espiritual del primer período o, más bien, de su primera parte que es la nuestro enfoque parece ofrecer algo que la historia narrativa no puede sumi-
época patrística. Nuestra somera característica del primer período como época nistrarnos: cierta coherencia de sentido para el conjunto de la filosofía pa-
de compenetración de la razón y la fe y que empieza a perfilarse ya en el siglo trístico-medioeval. En efecto, la trayectoria histórica de las relaciones entre
n con Justín el Mártir y, definitivamente, con San Agustín a principios del razón y fe, aquí tomadas como la base fundamentadora del conjunto histó-
siglo v en el Occidente (como también con «las tres luces de Cápadocia» en rico filosófico, se destaca no sólo por su importancia primordial, sino por
el siglo iv en el Oriente) , tuvo que pasar por alto cierto punto importante ofrecer la posibilidad de ordenar los diversos sistemas escolásticos hasta sus
que integra el primer período de la especulación cristiana. Se trata de la detalles en función de aquella relación básica4.
oposición primigenia entre razón y fe que se encuentra en la cuna del cris-
tianismo y cobra su expresión en las Epístolas de San Pablo. Allí rige la En nuestra exposición anterior voluntariamente simplificamos las carac-
sentencia «la verdad del mundo es estulticia para Dios», allí aprendemos que terísticas propias a cada período del Medioevo: es que ya durante el segundo
la muerte en la cruz es un escándalo para los judíos y una necedad para los
griegos, pues la fe en el Cristo resucitado puede y aun debe chocar contra aLa unión del escepticismo con el fideísmo representa un fenómeno bastante
nuestra razón y nuestro sentido común. Ahora bien: este mismo principio difundido en la historia del pensamiento especulativo, pues lo observamos hasta
de la fe que hasta llega a pedir la total renuncia a la razón —Certunz est, quia cierto grado también en Pascal y, en una forma más destacada, este fenómeno
impossibile est, que irradia el mismo espíritu que la conocida y falsamente se da en la especulación oriental, tratándose del gran filósofo y teólogo musul-
man Al Gazáli con su obra Destrucción de los Filósofos. Por esto nos extrañan
atribuida a Tertulias, Credo quia absurdum— en los siglos u y tu, empieza a
las observaciones del destacado historiador del cristianismo Charles Guignebert,
retroceder ante el poder asimilador de la creencia cristiana que llegó a conside- referentes a Occam. «Este lógico, dice, carecía de rigor, porque restablece todo
rar a los mismos filósofos paganos romo preparadores y precursores de Cristo. cuanto parecía destruir ... proclamando que si sólo Dios posee la ciencia, el
Nos damos cuenta ahora de que la superación de la actitud primigenia del fi- hombre posee la fe. Así que la más temible crítica se disolvió en una efusión
deísmo absoluto por la tendencia opuesta que representaba la compenetración fideísta, (Cristianismo Medioeval y Moderno,• trad. esp., pág. 165) . Al parecer,
de razón y fe, fue una superación más bien dialéctica, pues la actitud primi- el autor no se da cuenta de que aquel fideísmo de Occam representa la contra-
genia pasó de su estado manifiesto y patente a un estado latente. Ala luz parte de su criticismo escéptico, que no es sino su compensación complementaria,
de esta observación se comprende cómo las cuatro etapas subsiguientes no enraizada en el hecho de que los acentos valóricos de la certidumbre integrantes
del realismo medioeval, al desvanecerse éste por el nominalismo occamista, tu-
fueron otra cosa sino un despliegue a lo largo de un milenio de aquella polari-
vieron que refugiarse en el terreno de la fe, procurándole una intensificación
zación primitiva: es una diferenciación polarizadora de etapas. Y así el fideís- aun más grande que antes.
mo primigenio, primeramente rechazado y por último superado, se hacía más 1De más está decir que la discusión de este tema va más allá del marco
y más patente —o, si se quiere, menos y menos latente— para surgir, ya en el del presente ensayo, ya que es materia para los especialistas; lo hemos tratado en
siglo xvi, bajo la forma del fideísmo protestante, tan parecido al fideísmo conformidad con el esquema histórico desarrollado por nosotros desde muchos
primigenio de San Pablo. Todas las grandes etapas anteriores: la de la delimi- años en nuestra cátedra de filosofía antigua y moderna.

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período (el de la Gran Escolástica del siglo mit) hubo escritores heterodoxos es decir, el regreso —toda proporción guardada— al ideario de la patrística
para aquel entonces, cuyos nombres están ligados a una corriente particular, (mejor dicho, al del platonismo de los padres de la Iglesia) se podría com-
llamada «averroísmo latino» (teoría de la verdad doble) . Se trata de Siger prender en el sentido de que, a consecuencia de las vicisitudes de la civili-
de Brabante y Boecio de Dacia, partidarios de una doctrina cuyo origen se zación occidental, el predominio del mismo binomio conflictivo en su histo-
atribuía (muy inexactamente) a Averroes, la cual aunque reprimida en sus ria fue algo circunscrito a un tiempo determinado (precisamente al Me-
comienzos, surgió a la luz en el siglo xvi, cuando Pietro Pomponazzi publi- dioevo) , por lo cual, habiendo sido este predominio superado una vez por
có su De Immortalitate animae (1516) , escrito que fue defendido por Lutero la evolución global de la historia de occidente, la constelación general de
contra la condenación por parte de la Soborna. Los autorizados historia- orden espiritual se restablece, podría decirse, por sí sola. Que sea así, lo
dores de la filosofía medioeval (entre ellos Glison y Dempf) están de acuer- muestra esta misma tabla de períodos, analizada sucesivamente del punto de
do en que la opinión tradicional sobre ellos presenta hasta cierto grado un vista católico y protestante, y tornando en consideración la alternancia dia-
malentendido. El punto de vista de Siger dista mucho de la idea de ver- léctica de sus caracteres primarios y secundarios o dominantes y recesivos.
dad doble, acercándose a la concepción más moderada, según la cual, en el Estos caracteres son diferentes según el enfoque católico o el enfoque pro-
caso de un conflicto entre la razón y la fe revelada, la verdad estaría siem- testante —circunstancia muy importante para la visión sintética de la histo-
pre de lado de la fe. En otras palabras: la actitud de Siger de Brabante pre- ria filosófica patrístico-medioeval. Si designamos con letra «d» el carácter
senta cierta vacilación entre el concepto de verdad escindida (en el que dominante y con letra «r» el carácter refractario, tendremos, según los dos
predomina la verdad religiosa sobre la razón) y el concepto de verdad doble enfoques, secuencias inversamente interpretables, ya que el fideísmo es un
que le había reprochado Santo Tomás de Aquino. Si esto es así, entonces se carácter dominante y la conformidad o compenetración un carácter recesivo
comprende que aquella reacción contra el concepto de la verdad bigradual, para el protestantismo, y viceversa para el catolicismo.
representado por la corriente aristotélica con Santo Tomás, asumió prime- Desde el punto de vista católico, la historia de relaciones cutre razón y
mente una forma más bien indefinida, donde el concepto de la verdad escin- fe, y por lo tanto, la historia de la filosofía medioeval, termina con el
dida que iba a introducirse en el siglo siguiente con Occam, y el concepto occamismo: lo que está más allá —así la verdad doble del protestantismo—
aún más tardío de la verdad doble con Pomponazzi y Lutero, se encontraban es un error, como lo es el averroísmo latino; así la historia de la filosofía
hundidas en un todo todavía indiscriminable. Esta observación nos puede patrístico-medioeval terminaría con el ideario nominalista del occamismo.
servir de guía también para ilustrar el proceso de formación histórica de los Para el enfoque protestante, la historia del binomio termina con la verdad
tres grandes fenómenos culturales de los siglos xv-xvi que estudiamos. doble (tv etapa), es decir, con el restablecimiento del fideísmo después de
siglos de aberraciones «intelectualistas» del Medioevo: lo que se encuentra
Cabe preguntar si la periodología del pensamiento medioeval en función más allá no pertenecería, en rigor, a la historia doctrinal del protestan-
del binomio razón-fe, aquí expuesto, puede ser considerada corno un ejem- tismo. Por cierto, el ideario de un pensador protestante del siglo pasado
plo más de la dialéctica pentádica de la vida por haberse distinguido tam- tan eminente como Schleiermancher, fue bastante afín con el enfoque de
bién aquí cinco etapas (tal como hicimos con la periodología del derecho compenetración de tinte algo panteizante (recordemos su admiración casi
romano anteriormente desarrollada) . Como ya hemos subrayado, la dia- ilimitada por gottestrunkkener (ebrio de Dios Spinoza) ; empero, sería
léctica pentádica se refiere a ciclos vitales terminados —y no es éste el caso algo estéril discutir sobre la presencia o aun el predominio del elemento
del binomio conflictivo razón-fe, siempre presente en nuestra civilización específicamente cristiano en las corrientes del «protestantismo liberal» o
occidental. Empero, hay otras razones para la analogía de ambas evoluciones bien su ausencia, particularmente en vista del ineludible subjetivismo de
en su carácter pentádico. Las cinco etapas en el desarrollo de relaciones mu- los enfoques en lucha entre los mismos pensadores protestantes. Por otra
tuas entre razón y fe pertenecen a una consideración filosófica general que, parte, la época del nominalismo —a pesar de la diferencia que todos sus
hasta cierto grado, está por encima de puntos de vista confesionales, tanto seguidores mostraban al venerabilis Inceptor, y a pesar de haber pertenecido
católicos como protestantes. En efecto, el binomio conflictivo cuyo nombre a la corriente occamista muchos altos dignatarios de la Iglesia, la tercera épo-
es «razón y fe», expresa algo eterno en el pensamiento humano, aunque ca de la filosofía medioeval, constituye, hablando con rigor, una época de
sólo en el occidente adquirió una importancia excepcional, dando a la ci- espíritu heterodoxo y, al igual que la doctrina de Siger o de Ama:til•o; ya
vilización occidental la impronta de un character indelebilis, mientras que no debería pertenecer a la historia de la escolástica. Sólo en las Sumas de la
en otras civilizaciones su papel está muy reducido, lo que en conformidad Gran Escolástica del siglo xur (ante todo en la de Santo Tomás) aparece la
con las ideas anteriormente expuestas, tiene que ver con las formas de «la creación de una síntesis que abarca los elementos específicos de la creencia
relación cosmoegoica fundamental». Desde un punto de vista elevado, el cristiana con los elementos filosóficos propiamente tales en un solo corpus
regreso, en los siglos xix y xx, a la actitud de compenetración de razón v fe, doctrinae, dotado de un sentido de equilibrio entre tendencias opuestas. La

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índole «supranacional» de los dogmas en el tomismo viene a ser .sustituida el siglo xm —y esto es lo que vemos aún hoy día, cuando la filosofía de
por la índole «antinacional» del dogma en el protestantismo, y por esto, lo inspiración católica ante todo se presenta como un retorno al sistema del
que es dominante en un enfoque, es recesivo en el otro. Doctor Angelicus y como una perpetua reelaboración de sus temas y sus
Las observaciones anteriores podrían ilustrarse en el cuadro siguiente, planteamientos5. Así, para este enfoque, la historia filosófica ya se habría
donde las cifras romanas se refieren a los cinco períodos de la historia de• las detenido en el siglo mit y a comienzos del xiv (con Duns Escoto)-, y no nos
relaciones entre razón y fe. extraña que para Jacques Maritain las innovaciones cartesianas y, con eso la
binomio antag.: fideísmo-conformidad (o compenetración)
filosofía moderna, sean todas ellas objeto de severas censuras, ya que une en
una misma condena a Lutero, Descartes y Rousseau. Eso es inevitable, ya
n tu
que --los estudiosos de la escolástica, queriendo evidenciar la influencia de
fid.conf. verdad bigrad.---escis.ockam. verdad—doble-conformidad
enf. cat. r d d (r) ésta sobre la naciente filosofía moderna del siglo xvii, no parecen advertir la
enf. prot. d (r) r (d) d d
posibilidad de una tarea de mayor envergadura para enlazar el Medioevo
con Tiempos Modernos. Esta tarea consistiría en modernizar, por decirlo
Analicemos más de cerca el cuadrito adyacente, ya que éste simboliza en
así, la filosofía medioeval y presentarla a la luz de problemas eternos del
grandes líneas la trayectoria y el destino de la filosofía medioeval y su rela-
pensamiento humano y a la vez, medievalizar —si es que así puede decirse—
ción con el pensamiento moderno. Se comprende que, desde el punto de
vista católico, la especulación del siglo xvr, animada por el principio de la el pensamiento moderno, enfocándolo hasta cierto grado como una transfor-
mación de viejos temas medievales. Así —por no dar más que un ejemplo
verdad doble, heredado del averroísmo latino por la doctrina de la Reforma,
bastante significativo— el complicado e importantísimo problema medioeval
está fuera del desarrollo de la filosofía escolástica; por lo tanto ésta termina
con el tercer período, el del nominalismo occamista. En cambio, desde el de los universales sigue siendo actual en nuestro tiempo bajo la forma del
problema tan discutido del fundamento de la inducción; mientras tanto, el
punto de vista protestante, todo el decurso de la historia filosófica lel Me-
otro famoso problema, el de «esencia y existencia», que pareció ya hace largo
dioevo no es sino la historia de un ingente error; por lo tanto, el siglo xvi
tiempo sepultado definitivamente como una muestra de sutileza estéril de
es precisamente la época de restauración de la verdad por el retorno al
fideísmo cristiano de los orígenes, particularmente al de San Pablo. En rigor, las cavilaciones escolásticas, ridículas para la «mente moderna», inopinada-
la historia de la especulación en torno a la relación de razón y fe —el ver- mente resucitó y se volvió un problema agudo que apasiona a los espíritus
dadero eje de la historia filosófica del Medioevo y, en parte de los siglos xvii del siglo xx. Y poco nos importa la circunstancia de que, para el Medioevo,
y xvin— termina con el nominalismo occamista de los siglos xiv y xv para «la esencia precede a la existencia», mientras que para los existencialistas
el punto de vista católico, y con el siglo xvi, para el punto de vista protes- como Sartre «la existencia precede a la esencia» —por algo hemos progresado
tante. Esta terminación de la historia filosófica está simbolizada en nuestro desde el Medioevo hasta nuestro siglo. Por fin, el tercer problema básico del
cuadro por las barras verticales respectivas. Sea dicho de paso que, debido pensamiento medioeval —el de la primacía del intelecto o de la voluntad—
a cierta singular inconsecuencia, la historia de la escolástica no se considera no perdió su importancia en nuestro tiempo: así el ilustre psicólogo de
terminada en el siglo xin, con Santo Tomás o, a más tardar,: con Duns Es- orientación fisiológica, Guillermo Wundt, se inclinaba hacia la concepción
coto, sino que se extiende —y eso en cualquiera obra histórico-filosófica de voluntarista del acontecer anímico. Al pensar sobre estas muertes y resurrec-
inspiración católica— hasta fines del siglo xv, abarcando de este modo la ciones, nos viene en forma involuntaria a la mente la vieja y famosa senten-
corriente occamo-nominalista. Una inconsecuencia muy notable, ya que esta cia fortuna variabilis, Deus mirabilis ... lamentamos decir que, por lo que
última corriente representa forzosamente la disolución de la escolástica lle- nos consta, no hemos encontrado hasta ahora, entre autores medievalistas,
vada a la tumba por la escisión de la verdad bigradual y la separación entre quien haya formulado como programa una idea tan osada y ambiciosa como
razón y fe, por lo cual se tornó imposible el consorcio entre la creencia re- aquélla, digna más bien de un filósofo que de un historiador de la filosofía y
ligiosa y el elemento filosófico en un solo corpus doctrinae que representaba
la escolástica. Por lo tanto, si hacemos un distingo entre filosofía medioeval 'El problema de si la filosofía católica de nuestros días podría tener un
y escolástica, siendo este último término más estrecho, pues representa sólo desarrollo independiente de la gran escolástica, pues si lo hiciera dejaría de
ser católica, pocas veces se vio enfocado de esta manera algo descarnada. A pesar
las doctrinas ortodoxas (el mismo distingo nos presenta a Eriugena como de ello aún las alusiones a una neoescolástica creadora que podrían ser consi-
un gran filósofo medioeval, pero todavía no como un escolástico, y que tiene deradas como atenuación de la tesis implícita sobre la inseparabilidad del pen-
a los pensadores medioevales como Siger de Bravante o David de Dinant samiento católico con la gran escolástica del s. xin, no pueden desvirtuar esta
fuera de la escolástica propiamente tal), entonces la gran corriente occamista- conexión, pues todo pensamiento católico actual —léase ‹neotomismos» o <neo-
nominalista, por ser heterodoxa, no puede y no debe —hay que subrayarlo— molinismo,— nunca abandona la posición del realismo intelectualista y racio-
pertenecer a la escolástica. Así, y en rigor, la filosofía escolástica termina en nalista, tan característico de la corriente aristotélico-tomista.

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saber —hebreo y árabe— y todo eso unido a su vez con una fuerte tendencia
apta, como ninguna otra, para ensalzar el valor de la especulación medioeval.
ocultista —alquimia y astrología—, la misma que tanto nos interesaba en la
Una idea tal supondría la conciencia de convertirse en un continuador
característica de la matemática esotérica-mágica del Renacimiento. La unión
auténtico y no sólo comentador, del pensamiento medioeval ... del experimento con la investigación matemática junto a la especulación arit-
Para volver al punto de vista protestante, si éste quiere ser consecuente
mético-geométrica mística, que caracterizaba desde siempre las escuelas de
consigo, la historia especulativo-religiosa debe llegar al término de su auto-
tradición pitagórica, se comprobó otra vez en Chartres y, ante todo, en Oxford,
consciencia precisamente en el siglo xvi, siglo del triunfo del fideísmo. Aquí
ampliándose esta unión para abarcar también las fuentes del saber oriental.
también observamos una inconsecuencia: además del paulinismo, es la espe-
Y así como desde Pitágoral hasta Plotino, la corriente platónico-pitagórica
culación de San Agustín la que siempre mantiene una posición privilegiada
griega ha tenido en alta estima —a diferencia de otras escuelas helénicas, por
en el pensamiento protestante. Se comprende que, a consecuencia de los
ejemplo la de Aristóteles— la espiritualidad oriental, así también aquellas
dones incomparables de su genio, San Agustín ofrece diferentes facetas según
escuelas medioevales sabían cultivar este mismo saber expresado en un interés
sea el «estilo espiritual» de quien trate de penetrar en su fondo íntimo:
vivo por el hebreo y el árabe —rasgos éstos que nos hacen pensar otra vez en
puede ser comprendido como autor de cierta compenetración de razón y fe,
algunas características del Renacimiento. Así se comprende la sentencia de
pero puede ser también un representante de la teología de la predestinación
Roger Bacon sobre los «cuatro idiomas esenciales» que son: el hebreo como
calvinista; y finalmente se presta a una interpretación que ve en el Doctor
palabra de Dios, el griego y el árabe como idiomas de la ciencia y, finalmente
gratiae «un San Pablo después de San Pablo y un Lutero antes de Lutero».
el cuarto, el «idioma matemático» por su validez universal. Si prescindimos
aquí del idioma latino, de mucha menor importancia para Bacon, encontramos
El panorama aquí presentado habrá de cambiar para una .visión más ele-
la mayor parte de las tendencias predilectas de la época renacentista. De ahí
vada, cuyo criterio, rebasando los criterios netamente confesionales, se re-
podríamos formular nuestra tesis de que los aspectos fundamentales de aque-
mita sólo a la soberanía de la propia conciencia filosófica. Las barras puestas
lla época que abarcarnos con los nombres algo distintos de Renacimiento y
en sus lugares respectivos en nuestro cuadro se desvanecerán: el itinerario
Humanismo existieron unidos anteriormente y se diferenciaron sólo más tarde
de la mente indagadora a lo largo de la trayectoria agitada de la especulación
para presentarse bajo dos aspectos, inseparables sí, pero no del todo similares.
filosófico-religiosa seguirá su curso ascensional. La historia de la verdad no
Así no es desjuiciada la tendencia a distinguirlos dándoles a cada uno un
se detiene, y el retorno —en nuestra quinta etapa— a la posición de la patrís-
nombre.
tica agustiniana no representa una simple iteración sino un verdadero enri-
quecimiento. Así las cinco etapas del binomio conflictivo razón y fe, no
La reducción del Renacimiento y el Humanismo de los siglos xv-xvi a cierta
son cinco etapas del ciclo cerrado anteriormente analizado, dado que la
forma primaria en los siglos mi-my, acusa su conformidad con la ley suprema
última etapa está abierta hacia un futuro ilimitado.
de la evolución de la vida. Esta ley formulada de una manera clara por vez
Las observaciones aquí desarrolladas no tuvieron otro fin que poner de
primera por el célebre biólogo Carlos Ernesto von Baer (en la tercera y cuarta
relieve la índole ineludiblemente dialéctica de alternancias antagónicas de
décadas del siglo pasado) , y ampliada después para abarcar la universalidad
notas dominantes y recesivas en el desarrollo del binomio conflictivo razón-
de lo existente por el gran pensador Terbert Spencer, contiene implícitamen-
fe y de sus proyecciones en la historia de la filosofía patrístico-medioeval.
te algunos elementos preempíricos, que pasan más bien inadvertidos para el
Esta dialéctica, ya lo sabemos, tiene un carácter diferente de la anteriormente
mismo Spencer (y tuvieron que pasar así para este filósofo de la evolución
desarrollada, ya que se refería a la configuración pentádica de ciclos de vida
en el sentido mecánico-positivista) . Sin poder explayarnos sobre este particu-
ya terminados.
lar (por ejemplo, el papel de la integración como compensatoria de la dife-
3. DESPLIEGUE DIALÉCTICO DE DIFERENTES ASPECTOS renciación y, por lo tanto, conectada con ésta de un modo apriórico) , lo anota-
DE UNA MISMA ÉPOCA mos aquí porque corrobora la índole de nuestra exposición del tema y justifica
su inclusión en el capítulo sobre la dialéctica polarizadora referente al marco
Pasemos ahora a la tercera y última forma de la dialéctica de diferenciación cronológico de un mismo período.
polarizadora en el campo de la historia. Se trata, como el lector recordará, de
En una estrecha relación con aquella reducción de lo más diferenciado a lo
aspectos diversos en una misma época. En efecto, llama mucho la atención
anteriormente menos diferenciado, se encuentra su conexión con el principio
el hecho de que los más importantes rasgos del Renacimiento y del Humanis-
de diferenciación polarizadora, cuyo esquema completo hemos visto en la
mo, anteriormente subrayados por nosotros, formen la característica de los
trayectoria histórica de las diferentes etapas de la filosofía patrístico-medioeval,
platónicos pitagorizantes de los siglos xn y xin, como son la Escuela de Char-
comprendidas en función de la evolución de relaciones entre razón y fe.
tres y la de Oxford: estudio experimental de la naturaleza unido a una pre-
Se trata de ver la vigencia de este principio también en la aparición, en el
dilección por la investigación matemática, amor por las fuentes orientales del
189
188
siglo xvi, de la Reforma como tercer fenómeno de la época que estudiamos.
Hemos llegado, en la exposición anterior, a la conclusión de que la Reforma,
vista en sus rasgos generales, no converge con las características básicas del
Renacimiento y el Humanismo, siendo más bien divergente de ellos. Nos pre-
guntamos: ¿Acaso existe también en los siglos mil-my una preformación
en algo antitética que puede considerarse como origen de la divergencia pos-
terior de la Reforma con los otros dos fenómenos? Creemos que esta tesis es
muy probable y éstas son sus razones:

Se conocen los múltiples movimientos que precedieron a la Reforma del siglo


Conclusiones
xvi; detenernos en ellos estaría fuera de lugar. Empero, es digno de interés
el hecho de que algunos representantes de la especulación filosófico-matemática
de aquel entonces, pueden contarse al mismo tiempo entre los precursores de
la Reforma. Entre ellos llama la atención Tomás Bradwardine, Doctor pro-
fundus, muerto en 1549, célebre geómetra, teólogo y arzobispo de Canterbury.
Su Geometria speculativa (título significativo) demuestra, entre otras cosas,
su gran interés por polígonos estrellados, tema favorito de la Geometría eso-
térica; por otro lado, el mismo autor es el precursor de Wicleff y aun de
Calvino (como lo pretende el teólogo anglicano Saville) en la doctrina de la
omnipotencia divina, particularmente en el terreno de la moral, y también Al terminar este libro, quisiéramos hacer un breve resumen de los tópicos de
en su actitud política antipapal. Nuevamente estamos ante cierta polarización mayor relieve que es necesario recalcar.
de la actitud primitiva, pues la Reforma, lo hemos visto, tiene un carácter En vista de que el fenómeno del Renacimiento se concibe no solamente en
divergente respecto al Renacimiento y al Humanismo. Así podemos enunciar conjunto con los de Humanismo y Reforma, sino que, según muchos historia-
la idea de que los tres fenómenos, aunque ligados entre sí por sus relaciones dores y filósofos de la historia, los tres representan la manifestación de la
intrínsecas y por pertenecer al ambiente del mismo tiempo, son todavía discri- misma actitud básica que fluyó del anhelo de liberarse de las ataduras del
minables en el sentido de que justifican el nombre propio que lleva cada uno Medioevo, nos pareció una tarea imperiosa —que mencionamos aquí en pri-
de ellos, mientras que estos fenómenos parecen haber hecho su aparición re- mer lugar— el análisis de las interrelaciones de Renacimiento, Humanismo y
mota ya en los siglos xn y xiii, y eso bajo una configuración primitiva con Reforma. Así se podría tal vez precisar si es fundamentada la concepción que
contornos todavía indefinidos y formando un todo hasta cierto grado indis- ve su convergencia recíproca como partes integrantes del movimiento ascen-
criminable. Parece que las diversas facetas de corrientes espirituales de los si- sional de la Humanidad occidental. Nos resultó indudable que los dos prime-
glos xv y xvi que se nos presentan bajo aquellos nombres comúnmente acep- ros fenómenos, Renacimiento y Humanismo, pueden tener un denominador
tados, existieron anteriormente, reunidas en una sola corriente humanista- común, mientras que la Reforma ostenta en sus rasgos esenciales una actitud
renacentista. divergente de aquéllos, ya que, ante todo por su fideísmo, representa, en mu-
chos aspectos, una vuelta al Medioevo.
En seguida se trató de demostrar que los dos rasgos comúnmente conside-
rados como representativos del Renacimiento italiano, vale decir, «el descubri-
miento de la naturaleza» y «el descubrimiento del hombre», aunque sean
valederos, no pueden ser tratados por separado, sino que presentan dos as-
pectos de un mismo conjunto. Este abarca a «hombre» y «mundo» simultá-
neamente en una sola relación que hemos denominado «Relación Cosmoegoi-
ca». Esta relación está en la base de grandes configuraciones culturales, pues
las diferencias entre la actitud espiritual bíblica, la griega y la hindú, se redu-
cen, hablando de un modo general, a las diferentes formas de la relación cos-
moegoica. Esta relación se encuentra diversificada en lo que atañe a la actitud
bíblica, por las diferencias entre el Antiguo y el Nuevo Testamento, ya que

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sólo en este último la noción de Dios integra por completo la relación cos- Por último, al terminar la Primera Parte se expuso una nueva visión acerca
moegoica; es respecto de ella que se produce cierto desdoblamiento tanto en de las proyecciones del pensamiento italiano a lo largo del pensamiento mo-
la noción del hombre como en la de Dios y naturaleza. derno en Europa, proponiéndose una nueva división en períodos que englo-
Después se trató de mostrar los rasgos peculiares de la ciencia y filosofía ba la filosofía del Renacimiento como la primera parte de un conjunto más
renacentistas en cuanto ambas ostentan un rasgo mágico-ocultista en un alto amplio, abarcando éste tanto la •conocida secuencia de racionalismo, empirismo
grado, hecho que, para muchos historiadores, representa hasta una nota dis- y criticismo como también las corrientes filosóficas del idealismo alemán y del
tintiva frente a la ciencia moderna y que, según algunos, le hace perder su romanticismo de los siglos xix y xx.
carácter científico. Ante este enfoque, se trató de poner en descubierto que
la ciencia moderna en su época heroica del siglo XVII no estaba exenta de ele- En el desarrollo de la Primera Parte tuvo ya que perfilarse la precariedad de
mentos mágico-ocultistas: más aun, pese a una opinión comúnmente difun- las construcciones históricas de los investigadores más autorizados en todo lo
dida, se trató de indicar algunos aspectos mágicos en la estructura y el manejo que atañe a la concepción del Medioevo y del Renacimiento en el decurso de
de la ciencia posterior, incluso en la actual —aspectos más bien encubiertos, la historia universal. Esta circunstancia nos condujo a analizar los errores más
cuya latencia se hunde muchas veces en el campo de lo inconsciente. Observa- difundidos de la historiografía en la investigación y exposición narrativa-
ciones análogas tuvieron lugar en vista de la presencia de elementos metafísi- causal del pasado, tarea importantísima, a la cual fue dedicada una sección
cos en la formación de la ciencia actual, y no sólo en la del Renacimiento. particular del libro (el «Balance»). Tuvo ésta el papel de transición entre
la Primera y la Segunda Partes. Pensamos oportuno subrayar allá, entre mu-
A continuación, se recalcó el carácter formador del pensamiento renacentista chas otras cosas, la inclinación de los historiadores a pasar por lato el papel
respecto a la herencia medieval, ya que sólo gracias a la idea renacentista de de lo casual y lo fortuito en la historia, actitud muchas veces asumida en
una mutua interpenetración de Dios y el mundo, se hicieron posibles los gran- provecho de algunas ideas preconcebidas acerca de •ciertas «constantes histó-
des sistemas ontológicos del siglo xvu, con su gnoseometafísica monista o mo- ricas» (por ejemplo, la índole anímica de diversas naciones antiguas y moder-
nizante (Spinoza y Leibniz) , a la par que la misma filosofía de Descartes debe nas), como si éstas fuesen dadas de antemano y desde siempre. No hemos
algunas de sus características esenciales no tanto al Medioevo escolástico (como podido tampoco desinteresamos de la falta de un análisis adecuado de la
pretenden algunos de los más representativos historiadores, tales como Gilson) importantísima noción de «sentido» en las construcciones históricas y aun en
sino a la influencia, mejor dicho, a la `reviviscencia', de la patrística-agustinia- los simples textos de narración histórica, a la cual los historiadores «empíri-
na. El gran giro hacia la primacía de la experiencia interior con Descartes —y cos» —y no sólo los filósofos de la historia— recurren perpetuamente sin siquie-
con él, de toda la filosofía moderna— no es, en verdad, sino una vuelta a San ra percatarse las más de las veces de su presencia en la obra histórica y menos
Agustín pasando por encima de Santo Tomás. aun de su primordial intromisión e influencia configuradora. Frente al pun-
zante sentimiento del general fracaso con que termina el ambicioso anhelo de
En seguida se trató de mostrar el carácter auténtico del pensamiento renacen- la «reconstrucción integral del pasado», nos sobrevoló el deseo de encontrar
tista italiano, enraizado en las tradiciones neoplatónico-pitagóricas, indepen- un camino real para la historia como ciencia, lo que tratamos de hacer en la
dientes del alcance del ideario mediognóstico de Meister Eckhart e, incluso, Segunda Parte, dedicada a esbozar los elementos de la razón histórica que, así
de la gran figura del cardenal Nicolás de Cusa. Este enfoque nos condujo pensamos, ha de ser la única capaz de recuperar y renovar la investigación
a analizar la relación del ideario místico del Gusano con el patrimonio plató- histórica. No se trata aquí del concepto de «Razón Histórica» en el sentido
nico-pitagórico, heredado de la Antigüedad postrera y difundido por toda que le daban Dilthey y aun Ortega. Nosotros queremos proponer un enfoque
Europa Occidental. análogo al del criticismo (respecto del conocimiento físico) : pretendemos in-
vestigar los elementos apriorísticos —y necesariamente aprióricos— del conoci-
A continuación expusimos una hipótesis sobre el origen de uno de los rasgos miento histórico; todo lo cual se trató de desarrollar a lo largo de la Se-
básicos del Renacimiento italiano, cual fue su tono vital exuberante: pese a gunda Parte. El elemento ontológico, ineludible aquí, como fue también en el
algunas opiniones en boga sobre la alternación histórica entre la creación espi- criticismo kantiano (inconsecuente consigo en vista de su «revolución coper-
ritual provenzal en el campo de la poesía cantada y la creación poética ita- nicana») , reaparece en nuestra posición que acarrea consecuentemente la iden-
liana en el sentido de haber experimentado la primera una supresión violenta tidad de las leyes de la mente que conoce, en cuanto mente «historificadora»,
y haber sido por eso simplemente sustituida por la segunda, se trató de evi- con la contextura misma de la «realidad histórica».
denciar la continuidad entre la actitud vital de la civilización provenzal y la
italiana, asentadas ambas (junto con la catalana) en el sustrato común pro- Empezando con una somera crítica de doctrinas de principios del siglo, enca-
venzal (en el sentido amplio de este vocablo) . minadas hacia la fundamentación autónoma de la historia, las que, según

192 193
nuestro parecer, han sido frustradas, pasamos a una primera aproximación en nuestra propia historia. Aquí la segmentación del pasado por emergencia de
nuestra búsqueda, poniendo de relieve algunos principios preempíricos que nuevos períodos en la conciencia histórica (en conformidad con la pauta de
habrían de guiarnos en nuestro propio intento anterior y que son inseparables su dialéctica polarizadora de índole axiológica) , preside la determinación
de las características de cualquier período histórico. de las leyes de estructura de tales ciclos. Así, el gran problema del Renaci-
miento, en vez de ser tratado como un objeto por descubrir o romo una
Dado que el presupuesto de toda la investigación anterior fue la existencia especie de tierra incógnita para un Colón o los colones de la historia (lo
y la legitimidad del concepto de período histórico, nos dimos a la tarea de in- que con cierta ingenuidad han imaginado algunos historiadores) , se tornó
vestigar la legitimidad misma del concepto periodológico en la historia, lo que para nosotros en un fenómeno perteneciente a la acción polarizadora del
nos puso frente a la investigación comparativa entre este concepto y el de mismo espíritu `historificante' al que incumbiría la formación y el trazado
clase en las ciencias descriptivas de la vida, considerando ambos conceptos de los contornos de nuevas épocas. Y si recurrimos a este neologismo (his-
desde el punto de vista epistemológico, como integradores de la estructura de torificadora) , lo hicimos para distinguir nuestro enfoque tanto de aquel
una ciencia concreta. que viene a expresarse en la locución «historia historizante» como de aquel
En conformidad con nuestro enfoque general, orientado hacia una dialéctica cuyo exponente es la locución «historia historiada». Pensamos que nuestro
universal, hemos pensado poder afirmar, tratándose de ciclos vitales cerrados enfoque está por encima de la oposición entre las dos locuciones mencio-
nadas. En efecto, el enfoque dialéctico es de por sí exponente de la intuición
de los entes vivos, considerados en su particularidad concreta, el carácter bási-
co de toda la dialéctica pentádica de la vida. El enfoque dialéctico nos pareció a la vez que del discursivismo, mejor dicho, de la simultaneidad de ambos.
Dado que el rasgo básico del intuicionismo —y eso a lo largo de su existencia
como autónomo o, más bien, soberano con respecto a las importantes teorías,
basadas en el estudio de la mecánica cromosómica. Hemos intentado destacar milenaria— es la postulación de la no-disyunción entre sujeto y objeto, la
la idea de que estos mecanismos, juntos con las leyes mendelianas, no excluyen dialéctica se refiere forzosamente a la mente cognoscente a la vez que al
nuestro enfoque dialéctico, ya que éste, siendo ineludible para la razón objeto por conocer. Esa fue la actitud básica del axiontologismo platónico,
verdadero tronco del pensamiento occidental (con sus raíces muy cercanas
conocedora y actuando aun desde el fondo de ella, se vale de los distintos me-
canismos enlazándolos con un nexo que le es propio —un 'nexo de sentido' todavía a las del pensamiento hindú), del cual salió por diferenciación
(Sinnzusammenhang) , fundamentalmente diverso del nexo causal mecanicista. sucesiva —iniciada ya: por Aristóteles con su bifurcación de lo teórico y lo
práctico, de lo cuantitativo y lo cualitativo— el ingente árbol de nuestro
La visión dialéctica que pretende ser válida para todo el dominio de la vida saber filosófico y científico occidental. Con miras a aquel enfoque pandia-
de seres individuales en su transcurso propio, nos pareció ser válida también léctico, pierde su sentido la oposición entre historia-saber e historia-realidad,
en el dominio de las creaciones espirituales, tales como el Derecho Romano y no superada todavía por la filosofía histórica.
el arte griego. El ciclo vital del Derecho Romano en su historia milenaria lo Por último, y como tema de mayor importancia se nos presentó el pro-
expusimos en forma de una periodología, cuya base se encuentra en el anta- blema de la periodificación de la filosofía patrístico-medioeval en su sentido
gonismo entre dos elementos fundamentales que son, en nuestro concepto, a verdadero, es decir, el de la coherencia íntima que se desprende de las
no dudar: Jus y Lex, el derecho y la ley. Dado que una periodología, coheren- partes de esta historia, tema asequible sólo si concebido en función de la
te y adecuada del Derecho Romano hace traslucir la esencia histórica misma de historia del gran binomio conflictivo: razón-fe, y cuya evolución obedece
este derecho milenario —periodología que buscaríamos en vano en las obras también a las leyes de la dialéctica universal.
de Savigny, Ihering o Cuq— creemos haber logrado en este punto un marcado
avance científico. Por otra parte, tratándose también de ciclos vitales cerrados
de una cultura pretérita que abarca no sólo un sector predominante de la vida
histórica como fue el Derecho Romano, sino diversos sectores de la cultura,
como arte, filosofía y ciencia, hemos tratado de hacer ver la existencia de una
relación «oblicua» entre estos diversos sectores a través de períodos cronoló-
gicos diversamente enmarcados —todo eso en conformidad con lo que hemos
denominado la «ley de correspondencia discrónica» entre arte, filosofía y
ciencia.
Al terminar la segunda y última parte de este libro, tratamos de descubrir
la estructura de ciclos vitales no cerrados que, por estar en curso, abarcan

194
Sobre
el posible destino
de este libro

¿Vendrá a ser este libro el milesimoprimero en el inmenso acervo de escritos


«renacentistas»? No dudamos de que el lector se dará cuenta de que la fina-
lidad de este trabajo es de índole muy diferente. Es natural que el autor
se sienta preocupado —y cómo podría ser de otra manera— por el destino
de su acometida, tanto más cuanto que ésta, por su contenido mismo, sale
completamente del tipo corriente de publicaciones históricas o filosóficas.
Sus particularidades evocan la conveniencia de ciertas aclaraciones.

Es innegable que la ciencia es una sola y que diferentes ciencias no son sino
partes de una ciencia —un adagio particularmente caro a Descartes y Leibniz.
Es innegable, por otra parte, que la división de trabajo en el terreno de
conocimiento científico, constituyendo una de las condiciones imprescindi-
bles para su mismo progreso, se multiplicó de tal manera en nuestro tiem-
po que hoy no hay ningún gran sector del conocimiento que pueda ser
dominado aun en sus líneas cardinales por cualquier sabio y ¡qué hablar
del conjunto de ciencias! Con todo esto, en algunos países surgieron pre-
cisamente en los últimos tiempos las tentativas de cultivar una «intercien-
cia», cuya tarea debería consistir en servir de terreno común de investigación
para los representantes de ciencias afines (así en Norteamérica, quizá como
reacción contra la corriente dominante de especialización) . Por muy im-
portante que sea esta iniciativa, pensamos que ella no excluye la posibilidad
de buscarse un ahondamiento en las ciencias particulares que revista el
carácter de «intraciencia» más bien que de «interciencia». Nos parece que
en las ciencias particulares se presentan posibilidades de ensayar aquel coup
de sonde del cual hablaba Bergson: un sondaje de una ciencia particular
puede efectuarse por una profundización en sus fundamentos, en vista de

197
las contribuciones o visiones generales que ha aportado a otras ciencias no cional y clásica de la filosofía como soberana frente a los saberes particulares.
siempre y no necesariamente conectadas o afines con la primera. Las cien- Es el soplo del enfoque filosófico, es la fe en la soberanía de la filosofía, es
cias más diversas pueden comunicarse en un subsuelo que las hace comulgar. la visión amorosa de la realidad en toda su extensión, la que hizo posible
No cabe duda de que la biología es muy distinta y alejada de la ciencia nuestra tentativa con todos sus defectos y todas sus aspiraciones. La bús-
histórica o, tomando un ejemplo particular, de la ciencia histórico-jurídica a queda de la verdad es una búsqueda amorosa, y por algo, según el dicho
la cual pertenece la historia del Derecho Romano. Empero, esto no exduye de San Agustín, la verdad misma pertenece al orden del amor —ordo amoris.
la posibilidad de que surjan de este estudio algunas sugestiones o síntesis Esta profesión de fe en la filosofía y su papel soberano por parte del autor,
que provienen de un campo alejado. está ligada a su convicción de que un verdadero sistema filosófico tiene que
presentarse al mismo tiempo como un sistema científico. Las más de las veces,
Lo que interesa ante todo al lector es averiguar si todo el conocimiento cien- los diversos sistemas metafísicos son estériles en su aplicación a ciencias
tífico debe presentarse siempre en forma de una yuxtaposición del saber en concretas. Y así pensamos que uno de los criterios del valor de una visión
superficie, y no como un saber integrado en la profundidad de sus funda- filosófica consiste en su fecundidad para el conocimiento científico concreto.
mentos. Con todo, la actitud del autor, que viene a reflejarse en este libro, En lo que atañe al presente libro, éste no es otra cosa sino cierta muestra
no es solamente el resultado de sus inclinaciones, sino más bien el resultado del esfuerzo, encaminado hacia la compenetración recíproca de filosofía y
de sus imperfecciones. Pensando en trabajos de Pierre Duhem, cuya obra ciencia, idea que siempre nos fue cara y que hemos formulado ya en algunas
parece alcanzar el límite de posibilidades humanas, o aun en los de Brun- ocasiones.
schwicg o Cassirer, que han escrito muchas y extensas obras sobre diversas Este es el ideal cuya realización repercute hasta en el destino de este libro
ramas del saber humano, siendo cada una de ellas ejemplar, sentimos nues- y determina las posibilidades de su acción. Los obstáculos en nuestro caso se
tras propias imperfecciones y, entre otras cosas, en todo lo que concierne encuentran en el camino que media entre el libro y sus lectores. Generalmente,
a la capacidad de trabajo que no nos permitió escribir obras extensas —ade- las obras encuentran a sus lectores: una obra jurídica encontrará lectores
más por cierto, de diferencias ligadas a los impedimentos que ponen las entre los juristas, una obra puramente histórica no tardará en hallarlos entre
guerras y que influyen en los destinos de los trabajadores científicos. De los historiadores, así como una obra histórico-filosófica, entre los estudiosos
todos modos, las demoras en publicar obras de índole particular nos insti- de la filosofía. Desgraciadamente, es poco probable que un jurista o un histo-
garon a aprovechar la ocasión presente para aportar ciertos conocimientos riador de la filosofía medioeval acuda a un libro que no anuncia aquello
útiles, nos parece, a futuras investigaciones. Son manifiestos, empero, los que le interesa. Sin embargo, el esbozo de una visión sistemática de índole
defectos inherentes a esta situación: un libro dedicado a una ciencia parti- filosófica que sea al mismo tiempo fecunda para ciencias concretas, podría
cular, va a enriquecer el conocimiento —siempre que no esté exento de va- —y sólo ella— barrer los obstáculos en el camino entre el libro y sus lectores.
lores, pues será sometido al juicio de hombres competentes que le darán el La esperanza de esta índole es la que nos anima: la visión obsesiva de una
lugar que le corresponde. La deficiencia de este libro consiste en el hecho ciencia filosofía frente a las limitaciones de especialistas; evocación de un
de dirigirse en muchas partes a especialistas, sin poder —por la índole misma saber filosófico, integrador y soberano. Nos viene a la mente el famoso verso
del libro— presentar algo más que un esbozo en lugar de una investigación de la Macla que ensalza la soberanía de un regente frente a la pluralidad
exhaustiva. Y no basta para nuestro consuelo el hecho de que un esbozo, de ellos. Así también, el saber múltiple dista mucho, por ser heterogéneo
aunque sea de escasa magnitud, no deba ser por eso inferior a un libro ex- y heteróclito, de un ideal representado por una sola ciencia-mathesis. Por
tenso, por lo que se refiere a su contenido o a la novedad de sus ideas; no encima de un Polihistor que sabe multa, está aquel que anhela multum in
basta y no puede bastar, pues las ideas generalmente necesitan de un vehículo mulas. La ciencia es única —una verdad que, al darle una forma homérica,
que las pregone en forma adecuada: las ideas necesitan ser expuestas en podría rezar: (7k agathós polihístor. Máthesis mia ésto...
libros extensos para no pasar inadvertidas. Se comprende cómo todas aquellas circunstancias han determinado el
carácter de la obra: ella pretende —particularmente en algunas de sus par-
Por fin, todas estas imperfecciones fueron inevitables, pues representan el
tes— formular nuevas sugestiones e invitar a otros a seguir adelante, desa-
reverso de ciertos rasgos positivos, ya que, como reza el proverbio francés, rrollando más ampliamente temas que aquí, por obvias razones, no pudimos
chacun a les défauts de ses qualités... Los rasgos positivos en este caso están desarrollar en su debida extensión. Lo importante es que otros sigan lo que
en conexión con el mismo espíritu que anima al libro: la fe en el carácter aquí está esbozado y acojan inquietudes manifestadas en la esperanza de
soberano de la filosofía. La filosofía —muchos piensan así— tiene que limi- despertar un eco en la mente de lectores competentes, como también en la
tarse a sintetizar los resultados de ciencias particulares, mientras otros, aun del gran público que a veces tiene «la mirada no oscurecida por el conoci-
más extremos, piensan extenderle un certificado de muerte: vixit. Nosotros, miento profesional» o como dicen los alemanes, einen durch die Fachkennt-
en cambio, pensamos que ya es tiempo de regresar a la concepción tradi- nis nicht getrübten Blick.. .
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