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El acoso escolar, dado que se lleva a cabo sobre individuos que aún no han
alcanzado la edad adulta, puede desembocar en trágicos desenlaces, como es
el suicidio. El individuo adolescente no ha llegado a desarrollar aún una imagen y
autoconcepto sólidos de sí mismo, que le sirvan para afrontar la difícil situación a la
que se ve sometida. No ocurre lo mismo con las personas adultas.
Por otro lado, el bullying es una conducta que, aun siendo un tanto cruel, al
adolescente le ha servido para posicionarse dentro de la jerarquía del grupo y
acceder a ejercer un rol (ya sea uno elegido, ya sea uno asignado por el resto del
grupo).
En cuanto a las posibles formas en las que se puede ejercer el maltrato, son
muy diversas pero se caracterizan por su reiteración y cerrazón sobre la víctima.
Pueden ir desde el uso de motes o insultos; a sustraerle a la víctima objetos que le
son necesarios (libros de texto), bromas pesadas (ridiculizarla en público)… hasta
propinarla auténticas palizas que hacen del bullying en la adolescencia una
amenaza real para tu hijo.
Gracias a las nuevas tecnologías los acosadores cuentan ahora con un medio muy
eficaz para humillar a la víctima de manera expansiva en tiempo y espacio
virtuales, consiguiendo un daño de mayor calado.
Uno de cada diez alumnos dice haber sido víctima de acoso, un tercio reconoce
haber agredido físicamente a un compañero en los dos últimos meses y la mitad
admite al menos haber insultado a algún compañero.
Pero hay diferencias entre géneros, el caso de las chicas es más grave que el de
los chicos. Existe un mayor número de víctimas entre las chicas y, por contra,
existe un mayor número de agresores entre los chicos. Además, también existen
diferencias en la forma de afrontar el bullying. Mientras las chicas tienden a pedir
ayuda, los chicos responden a la violencia del acoso que sufren con más violencia.