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BULLYING EN LA ADOLESCENCIA

El bullying en la adolescencia no es nuevo, pero sí un delito. Es un fenómeno de


preocupante actualidad.

Como ya se ha señalado anteriormente, la adolescencia es una transición hacia


la madurez en la que se han de ensayar casi todas las posibilidades de conducta. Y
el fenómeno del acoso escolar o bullying no es algo nuevo (más bien es la variedad
adolescente del mobbing, acoso laboral) y ambos están de rabiosa actualidad.
Sin embargo, el bullying es más dañino debido a sus repercusiones. Si bien el
desgaste emocional y la angustia son equiparables, las consecuencias del uno
y del otro no.

El acoso escolar, dado que se lleva a cabo sobre individuos que aún no han
alcanzado la edad adulta, puede desembocar en trágicos desenlaces, como es
el suicidio. El individuo adolescente no ha llegado a desarrollar aún una imagen y
autoconcepto sólidos de sí mismo, que le sirvan para afrontar la difícil situación a la
que se ve sometida. No ocurre lo mismo con las personas adultas.

Por otro lado, el bullying es una conducta que, aun siendo un tanto cruel, al
adolescente le ha servido para posicionarse dentro de la jerarquía del grupo y
acceder a ejercer un rol (ya sea uno elegido, ya sea uno asignado por el resto del
grupo).

Desde aquí, recomiendo la lectura de El señor de las moscas de William Golding;


que no trata sobre acoso escolar en absoluto, sino sobre las relaciones sociales que
se establecen en un grupo de adolescentes naufragados.
El elenco de actores y el papel que interpretan dentro del teatro del bullying en la
adolescencia.

En las situaciones típicas de bullying en la adolescencia podemos distinguir siete


actores diferentes:
1. AGRESOR: es el actor que inicia el acoso y dirige a otros para que continúen
con las agresiones.
2. VÍCTIMA: el segundo protagonista, que sufre el acoso. Es elegida,
normalmente, por su incapacidad para defenderse. Ser nuevo en un colegio,
o no ser aceptado por una cuestión determinada como ser más rico o más
pobre que los demás, o más listo, o más torpe, etc.
3. SEGUIDOR DE LA AGRESIÓN: si bien no inicia la conducta de acoso, sí
ejerce un rol activo. Se puede decir que es el apoyo fundamental del
AGRESOR.
4. SEGUIDOR PASIVO: es un actor que no se involucra “directamente” en las
conductas de acoso, pero sí las apoya. Este personaje no se encarga quizá
de insultar y robar cosas a la VÍCTIMA, pero sí va a colaborar a la hora de
hacerle el vacío.
5. TESTIGO NO IMPLICADO es un papel que ejerce un gran número de
personas y es en éste o estos personajes donde se pueda intervenir con
mayor probabilidad de éxito y eficacia.
6. El POSIBLE DEFENSOR: le molesta lo que ve pero no hace nada.
7. EL DEFENSOR DE LA VÍCTIMA: es un actor que ante el acoso sí se implica
en la defensa de la víctima, por lo que en ciertas ocasiones pasa a
ser también objeto de acoso y maltrato.

En cuanto a las posibles formas en las que se puede ejercer el maltrato, son
muy diversas pero se caracterizan por su reiteración y cerrazón sobre la víctima.
Pueden ir desde el uso de motes o insultos; a sustraerle a la víctima objetos que le
son necesarios (libros de texto), bromas pesadas (ridiculizarla en público)… hasta
propinarla auténticas palizas que hacen del bullying en la adolescencia una
amenaza real para tu hijo.

Además, la proliferación de dispositivos electrónicos ha dado pie a un nuevo y más


desgarrador tipo de acoso: El ciberacoso. Desde este tipo de dispositivos se
pueden grabar imágenes que al instante se suben a las redes sociales.

Gracias a las nuevas tecnologías los acosadores cuentan ahora con un medio muy
eficaz para humillar a la víctima de manera expansiva en tiempo y espacio
virtuales, consiguiendo un daño de mayor calado.

Según la organización mundial Save the Children, en España, el 9,3% de las


personas adolescentes sufren este tipo de violencia.

Uno de cada diez alumnos dice haber sido víctima de acoso, un tercio reconoce
haber agredido físicamente a un compañero en los dos últimos meses y la mitad
admite al menos haber insultado a algún compañero.

Pero hay diferencias entre géneros, el caso de las chicas es más grave que el de
los chicos. Existe un mayor número de víctimas entre las chicas y, por contra,
existe un mayor número de agresores entre los chicos. Además, también existen
diferencias en la forma de afrontar el bullying. Mientras las chicas tienden a pedir
ayuda, los chicos responden a la violencia del acoso que sufren con más violencia.

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