Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Al pisar por primera vez aquel suelo, los tres astronautas reportaron su descenso
pantalla portátil del Capitan Cuervo Negro se difuminó; recordó la estática de los
primitivos televisores sin señal. El diamante sobre el cual los rayos láser se
proyectaban para dibujar la figura condecorada y distinguida del hombre frente a los
Después de todo, desconocían las condiciones climáticas de Grisel por sus trajes
Incluso para un capitán tan experimentando como él, arrastrar con dos novatos en
barcos en alta mar; no había norte o sur. La segunda expedición sabía agridulce, a
partida —.
Larco encendió su memoria fotográfica. Esta vez realmente debía lucirse, buenos
fama.
Al atravesar la arena que los separaba de las dunas, Larco percibió a sus botas en
paranoia piromaniaca y sus continuos saltos por evitar tocar la superficie. A Siul le
astronauta no temía a los profundos hoyos que él creía ver a lo largo del terreno.
húmeda. Opaca neblina veló a los tripulantes. Siul, tratando de encontrar a Larco
renovado día.
cabizbajo, cargaba con sus piernas, las sentía infinitamente pesadas. Le costaba
enrarecida. Andaba cada vez más lento, daba la ilusión de empequeñecerse a cada
contemplaron la danza tonal que emanaba del satélite natural de aquel planeta. El
astro taciturno, como cortando el aire para abrirse paso, se elevaba a través de un
–¡Se acabó el espectáculo!– dijo Cuervo mientras intentaba, por última vez,
punto más alto, nacieron las primeras cuevas; asemejaban casas cargadas de
ausencia.
siguieron detrás. Ordenó a Siul, ya de pie y más repuesto, colocar en el centro del
espacio la pequeña lámpara prismática de emergencia. Larco se encargó de
preparar las infusiones intravenosas que los mantendrían funcionales por otras
cuantas horas. Con los ánimos tan caídos, no hallaron tema de conversación
profundamente.
Siul despertó antes que todos. Apagó lo que quedaba del prisma. Ya había
esclarecido. El planeta era helado por las mañanas; pudo intuir su atmósfera
mediante fugaces ráfagas de aire penetrando por el orificio del casco. A pesar de
que la batería de su traje regulador se había agotado y sudaba a causa del calor
Sin embargo, pensó en realizar una exploración ráfaga en el resto de las casas.
respiración; era la oportunidad única para el hallazgo perfecto. Y ahí estaba. Divisó
alistó las cápsulas en las que retendría su boleto dorado. Cuando los sostuvo entre
espalda; no existía margen de error: era el mismo material que lo recubría de pies
Larco había tenido suficiente de ese idiota. Pensaba, con total honestidad, que les
sería más útil muerto. Por su parte, Cuervo Negro no parecía molesto ante la
gota las intravenosas de la noche pasada. Ni siquiera cruzó por su cabeza la idea
Al llegar, observó, con una mezcla de desconcierto y asco, la manera en la que los
escuchar sin mucha atención las palabras de Siul, echó a reír. —Compañero
tripulante, ¡no se tome usted tan en serio!— dijo, a la vez que le extendía una costilla
de cordero —Almuerce con nosotros y reponga sus energías, quítese ese casco
que lo sofoca. Aquí en Gricel no hay nada que temer, el aire es tan puro como en la
Siul, como por inercia, tomó el trozo de carne ofrecido. La respuesta de Cuervo
la vitalidad (mayor que la suya) de un novato como Siul. Larco, ciego de celos, no
podía disimular su enojo. Esa tenía que ser la causa de tan bizarras actitudes.
provenían de sus compañeros. Los intentos por emitir frases con sentido
terrestre, la misión estaba condenada al fracaso; todo era parte de una conspiración
por parte de la agencia porque no podían soportar la idea de que tres individuos se
cesaban. Siul era capaz de escuchar al aire de Gricel penetrando sus cuerpos:
expandía sus fosas nasales, explotaba sus tímpanos, coloreaba de un negro rojizo
sus bocas. Inmovilizado, buscó los ojos del Capitán con la esperanza de hallarlo.
Se heló al contemplar dos bolas de lava incandescentes atravesadas por una franja
como de coraza. El resto del rostro también se cuarteó, eran escamas las que ahora
donde recordaba las bocas, desaparecieron las orejas y dos pequeños orificios
que atravesaron el traje espacial a lo largo del pecho. Segundos después, Siul miró
cómo esos trozos de carne evolucionaban en brazos enanos con sus respectivas
colas rígidas elevarse por encima de sus cráneos. Los trajes espaciales se
desgarraron a causa del inmenso tamaño que habían alcanzado los astronautas;
pusieron de pie. Cuervo emitió un chillido mientras enterraba, con fuerza, su pata
en la arena.
protagonistas de los mitos terrestres más retorcidos. Siul sabía que era inútil
escapar. También sabía la imposibilidad de justificar lo sucedido; sucumbió ante la